Subido por jhonedi86

SUJETO Y SUBJETIVIDAD

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Departamentos de estudios pedagógicos
Facultad de educación
Lic. lengua castellana y literatura
Epistemología e historia de la pedagogía III
Profesor: Juan Ramón Chalapud
Alexander Castro Jhon E. Guerrero Botina
01-12- 2009
PUEDE LA ESCUELA ACABAR CON LA IGNORANCIA
“El que no tiene ojos para soñar, no ve el cielo ni de noche ni de día”
Hoy se percibe que la escuela es una institución en la que la humanidad viene
depositando esperanzas desde hace más de dos siglos, no siempre está a la
altura del presente y, mucho menos, es capaz de asimilar y traducir las
complejidades del futuro, ya que desde la modernidad se toma a la escuela como
una cárcel lugar donde los cónyuges
ellos,
llevan a los niños
para librarse de
Ahora bien, La educación, y sobre todo, el sistema educativo, han sido
forjados con la idea de futuro. Desde la revolución francesa de 1789 en adelante,
el sistema de instrucción pública fue central como estrategia de producción de
ciudadanos y formación de un público lector que asimilara los valores y saberes
necesarios para integrarse a la vida. Decía Sarmiento: "Un pueblo ignorante
siempre votará por Rosas”. Ya que en nuestra educación actual, nos educamos
para desarrollar un empleo y no para desarrollar ciencia porque estamos aún en
el legado que la educación francesa nos dejó.
Por lo tanto sigue la escuela pensándose como el semillero de una nación
poderosa y que varios indicadores apuntan a que esta idea sigue teniendo fuerza
pero en el imaginario colectivo. No sólo hay discursos políticos que reivindican la
tradición de la escuela pública, sino también hay investigaciones que reafirman
que los alumnos, las familias y los docentes siguen creyendo que la escuela y la
educación son cruciales para mejorar sus oportunidades sociales y culturales.
Hay una sorprendente continuidad en este imaginario, sobre todo si
consideramos que la educación pública es mala ya que es para los pobres, que
la expansión del sistema educativo no ha podido evitar crisis económicas,
desastres familiares o incluso la complicidad cívica con los golpes de estado a lo
largo del siglo XX. Ello prueba una vez más, que las esperanzas no se
construyen necesariamente con datos de la realidad, no necesitan verificarse en
ella. Claro que esa esperanza no es ingenua ni deja de percibir los problemas del
presente. Junto a esta idea extendida de que la escuela hace al futuro, crecen las
críticas a la escuela por su irrelevancia, inadecuación a los tiempos que corren o
porque no hace lo que debería hacer: enseñar. Las escuelas aparecen como
organizaciones anticuadas, rígidas y poco flexibles para adaptarse a las
demandas de la "modernidad líquida”.
Se dice que los niños y adolescentes se aburren, están apáticos y poco
interesados en lo que la educación tiene para ofrecerles, y que los profesores
están desbordados con las múltiples demandas que tienen sobre sus espaldas.
Si la escuela porta las esperanzas del futuro de una sociedad, su propio futuro,
sin embargo, aparece en duda.
La escuela no sólo es esperanza de futuro; es también una actividad casi
industrial, hecha de ladrillos, cotidiana y ordinaria. Es como la luz del faro que
sale de edificios grises y plomizos. Es interesante esa contraposición, porque
habla de un conflicto que hoy cobra nueva envergadura. En una "sociedad del
espectáculo", y por lo tanto qué futuro le cabe a una institución gris y de
ladrillos, con una pedagogía tradicional con más sombras que luces, con ritmos
lentos y espacios estructurados, en donde la escuela es tomada
como una
industria no formal en donde se producen estudiantes como un producto más de
consumo, y no como un hogar en donde se forman estudiantes, con cualidades y
actitudes para mejorar el futuro, al igual como se observa en la película “el
muro”.
La pregunta va mucho más allá de una preocupación frívola sobre la falta de
glamour de las escuelas, o su incapacidad de convertirse en noticia a no ser por
los episodios de violencia escolar. En un contexto que pone por delante la
innovación, la respuesta inmediata y la originalidad, qué valor se le otorgaría a la
reflexión matizada, a la transmisión de la experiencia, a la introducción
sistemática a marcos de pensamiento ya conformado, pues
otro grupo de
problemas aparecen cuando uno considera las posibilidades de transmisión
intergeneracional en un contexto poco estable, con marcos de referencia
comunes cada vez más efímeros y elusivos. Pues la pregunta seria ¿Podrá
sobrevivir la escuela a este contexto de nuevas demandas y presiones? Es una
institución de la modernidad condenada a desaparecer, o la veremos
transformarse.
Es difícil saberlo, ya que hay cantidad de amenazas de desaparición de la
escuela y de mantenimiento del status que son reales y concretas. Las crisis
reiteradas de la profesión docente, el declive de las formas centralizadas de
gobierno y los juegos políticos, como la violencia estructural hacen que hoy el
sistema educativo esté mucho menos cohesionado e integrado que antes, y que
no logre revertirse la correspondencia de la desigualdad educativa con las líneas
de fragmentación social.
Pero también está la fuerza de ese imaginario social que sigue colocando a las
escuelas en el diseño de un futuro mejor donde hay que cambiar de paradigmas
de la cultura, para evitar la crisis de conocimiento en las instituciones sociales.
Pero este imaginario se queda estancado.
basta
con observar el aumento
constante de la matrícula educativa en los últimos años para dimensionar la
apuesta social masiva por la escolaridad, sobre todo en los sectores más pobres
que ven en ese espacio una puerta a un mundo mejor y no es así.
Hay alguna otra institución social que pueda ocupar el lugar que hoy cubre la
escuela por el lado de la producción cultural de referencias comunes, hay que
reconocer que la escuela compite con otras agencias como la televisión e
Internet, que hoy proveen saberes, lenguajes y sensibilidades no sólo a las
nuevas generaciones sino también a los adultos. La cita de cada generación con
la cultura común “parafraseando” tiene más lugar en la televisión que en la
escuela. Y este reemplazo de la lectura y la escritura por la televisión, dice Carlos
Monsiváis, "posee un efecto distinto, devastador a corto plazo, pero carente del
brillo, del prestigio íntimo, no sólo por su naturaleza, que consiste en hechos
efímeros, sino por su masificación". Además de poco íntimas y poco
"apropiables", estas nuevas citas con la cultura común se trastocan todo el
tiempo, fenómeno que acrecienta en Internet, que promete un mundo a la medida
del consumidor. Pronto estas referencias son incompresibles para muchos, y
surgen numerosas dificultades para conversaciones entre generaciones, entre
experiencias distintas, entre tribus, entre gustos. Una posible consecuencia es la
tendencia, que ya es visible hoy, a encerrarse en el barrio, en la familia, incluso
en su propio cuarto, y conversar sólo con aquellos a quienes uno "entiende" o
con quienes comparte gustos.( amigos imaginarios).
Esto habla de que fortalecer la escuela puede ser la opción no sólo más
deseable, sino también la que tiene más posibilidades de abrirse paso, ya que la
escuela desaparezca significa que la sociedad renuncia a esta introducción más
sistemática y más pausada a la herencia cultural y a diálogos más amplios con la
experiencia humana, al menos hasta ahora, en que no se han inventado aún
instituciones que puedan cubrir sus funciones de igual manera. La escuela puede
ofrecer un contexto dónde pueda descansarse en otros, en una herencia
acumulada, en un don, en un saber que otro nos ofrece, en un espacio donde
uno puede equivocarse y volver a probar sin mayores consecuencias, en donde
no haya exámenes de repetición, donde no se informe lo que se sabe, sino que
se forme con lo que se sabe, donde no se enseñe lo que se sabe , sino lo que es
Todo eso es un don a dar a las nuevas generaciones, que no habría que tirar por
la borda.
Finalmente, La educación está tan difundida y subsumida que no falta en ninguna
sociedad ni en ningún momento de la historia. Ya que toda sociedad por primitiva
que sea, encontramos que el hombre se educa.
Los pueblos primitivos carecían de maestros, de escuelas y de doctrinas
pedagógicas, sin embargo, educaban al hombre, envolviéndolo y presionándolo
con la total de las acciones y reacciones de su rudimentaria vida social. En ellos,
aunque nadie tuviera idea del esfuerzo educativo que, espontáneamente, la
sociedad realizaba en cada momento, la educación existía como hecho. En
cualquiera
de
las
sociedades
civilizadas
contemporáneas
encontramos
educadores, instituciones educativas y teorías pedagógicas; es decir, hallamos
una acción planeada, consciente, sistemática. La importancia fundamental que la
historia de la educación tiene para cualquier educador es que permite el
conocimiento del pasado educativo de la humanidad.
El hecho educativo no lo presenta la historia como un hecho aislado, se estudia
vinculándolo con las diversas orientaciones filosóficas, religiosas, sociales y
políticas que sobre el han influido. Al verlo así, como un conjunto de circunstancias
que lo han engendrado, permite apreciar en que medida la educación ha sido un
factor en la historia y en que medida una cultura es fuerza determinante de una
educación. Habría que recordar lo que dijo Sigmund Freud hace muchos años: el
futuro es sobre todo ilusión. Y la ilusión dice él, no es verdadera o falsa, sino que
es una creencia que está empujada por la fuerza del deseo. La escuela sigue
esperando el deseo de una sociedad mejor, más abierta a otras experiencias y
lenguajes de la cultura y más protegida de las inclemencias sociales. Aunque no
es todo lo que tiene que hacer. Se evidencia
que en esa fuerza residen sus
mejores posibilidades de futuro.
NETGRAFIA
HISTORIA
DE
LA
EDUCACION
Y
DE
LAPEDAGOGIA
En,
“http://www.monografias.com/trabajos11/hispeda/hispeda.shtml” textos virtuales
01-12-09
GERVILLA, Enrique (2003).Educación familiar nuevas relaciones humanas y
humanizadoras, edit. Narcea S.A. Madrid España
BERNABÉ BARTOLOMÉ (1994) Martínez Historia de la educación en España
América, Edit. Santa María Madrid
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