Ian Iracheta Facultad de Filosofía y Letras Letras Inglesas, Colegio de Letras Modernas Universidad Nacional Autónoma de México Análisis del soneto XXIII de Garcilaso de la Vega El soneto número XXIII de Garcilaso de la Vega es un gran ejemplo de la poesía contenida dentro de la tradición petrarquiana. Esto se ve evidenciado en la descripción de la amada por vía del blasón, recurso primordial de este tipo de poesía. Este, aunque indiscutiblemente ingenioso, es, en cierta medida, tradicional. La imagen de la dama con cabellos de oro como ideal de belleza renacentista es un motivo que podemos discernir desde Petrarca en, por ejemplo, su soneto 227 que comienza con: “Aura che quelle chiome bionde et crespe/ (…) soavemente, et spargi quel dolce oro”. Aquí es posible apreciar que de este verso al de Garcilaso “Y en tanto que el cabello, que en la vena/ de oro se escogió..” no hay una diferencia radical. Lo interesante de este soneto, especialmente si se le contrasta con el 227 de Petrarca es, entonces, la manera en la que Garcilaso lidia con el problema expuesto. Para este entonces, ya lejos de estar en su cuna, el soneto ha adquirido una naturaleza argumentativa, cualidad perfectamente demostrable en este soneto en el que el problema es expuesto, desarrollado, y resuelto. La problemática del soneto es fácilmente reducida a los tópicos literarios de tempus fugit, y (la segunda sentencia) de ars longa, vita brevis. De igual modo, su resolución puede ser expuesta en el tópico de carpe diem. Como respuesta al problema de la fragilidad de la belleza y vitalidad, características reflejadas primordialmente en la primera comparación de la amada a una rosa o azucena, la voz poética propone a su amada: “coged de vuestra alegre primavera/ el dulce futo antes de que el tiempo airado/ cubra de nieve la hermosa cumbre. “ Ian Iracheta Facultad de Filosofía y Letras Letras Inglesas, Colegio de Letras Modernas Universidad Nacional Autónoma de México Considero este soneto como un verdadero logro poético, ya que el tema de la evanescencia de la condición humana es tratada en términos sublimes por medio de la prosopopeya aplicada a la “primavera”, la “rosa” y “azucena”, y, finalmente, al “dulce fruto” de la juventud.