Subido por Eladio Romero García

Adiós a la monarquía

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ADIÓS A LA MONARQUÍA
(LA DESAPARICIÓN DE LAS CASAS REALES EUROPEAS EN EL
SIGLO XX)
Por Eladio Romero García
Introducción
Según el diccionario de la Real Academia Española, en su versión on
line es, la monarquía es la “forma de gobierno en que el poder supremo
corresponde con carácter vitalicio a un príncipe, designado generalmente
según orden hereditario y a veces por elección”. En esencia, pues, lo que
caracteriza al sistema monárquico es su condición de puesto vitalicio (excepto
situaciones que en cada país determinan las leyes) y hereditario (en ningún
estado europeo monárquico el rey o el príncipe constituyen cargos electivos).
Las casas reales respectivas se convierten así en mundos propios donde la
opacidad resulta en algunas ocasiones frustrante para los ciudadanos, y donde
todos los parientes del monarca alcanzan en la práctica una serie de
prebendas negadas al resto de los mortales.
En la actualidad, los estados europeos cuya jefatura del estado la
detenta un monarca o un príncipe constitucional son Reino Unido (que incluye
Irlanda del Norte), Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica,
Luxemburgo, España, Mónaco y Liechtenstein. El principado de Andorra
constituye un caso peculiar enraizado con la tradición medieval, pues posee
dos jefes de estado (el presidente de la república de Francia y el obispo de la
localidad catalana de La Seu d’Urgell, denominados copríncipes) cuyos cargos,
en la actualidad, no son hereditarios, aunque en el pasado uno de ellos lo
detentó el rey de Francia. Todos ellos tienen su rey, excepto Luxemburgo (un
gran ducado), Mónaco y Liechtenstein (ambos principados). En cuanto al
Estado de la Ciudad del Vaticano, nos encontramos con un gobierno teocrático
presidido por el papa, una suerte de monarca electivo, que gobierna a través
de una comisión pontificia.
En Italia existe el principado de Seborga (pequeña localidad de la región
de Liguria), que declaró su independencia en 1960, aunque no ha sido
reconocida por nadie y en realidad no es más que un atractivo folclórico y
turístico. Sus príncipes son electivos, y en 2019 se produjo la abdicación en su
ex-esposa Nina Daniela Döbler, una alemana asimismo elegida. El asunto no
merece mayor comentario.
Sin embargo, a comienzos del pasado siglo, concretamente en 1901, los
estados cuyo representante supremo era un monarca o incluso un emperador
eran bastante más. Así, Islandia pertenecía al reino de Dinamarca, Noruega se
mantenía unida al reino de Suecia, toda Irlanda se integraba en el Reino Unido
(cuya soberana tenía también la categoría de emperatriz de la India), existían
cuatro imperios (ruso, con el gran ducado de Finlandia o el reino de Polonia;
austro-húngaro, con diversos reinos, ducados y demás; alemán o II Reich, que
a su vez incluía 25 estados, en su mayoría monarquías cuyos soberanos
habían jurado fidelidad al emperador o káiser; y por fin el otomano, con tierras
en Europa y Asia), además de los reinos de Portugal, España, Italia, Grecia,
Holanda, Bélgica, Serbia, Montenegro, Rumanía y Bulgaria, los principados de
Candia (Creta), Mónaco y Liechtenstein, el gran ducado de Luxemburgo y el
territorio vaticano, bajo soberanía papal, con un estatus que no se definió hasta
los acuerdos con Italia de 1922. En 1928 se añadiría el breve reino de Albania,
aunque por aquel entonces otras monarquías habían desaparecido ya de
Europa. En cuanto a los que se refiere a las repúblicas, en aquel comienzo de
siglo solo existían tres reconocidas: Francia, Suiza y San Marino.
Y solo en uno caso, solo uno, se produciría una restauración monárquica
tras un periodo republicano. Nos referimos a España, que se constituyó en
república en 1931 (la segunda, pues en 1873 había pasado por otro breve
momento republicano), viviría la dictadura franquista entre 1939 y 1975, y
recuperaría su condición de reino en ese mismo año (aunque oficialmente,
durante el gobierno de Francisco Franco, el país fuera considerado una
monarquía sin monarca).
Tenemos además el caso de un rey que tuvo que abandonar su corona y
su país, aunque con el tiempo podría regresar a él y convertirse brevemente en
su primer ministro. Nos referimos a Simeón II de Bulgaria, que marchó de allí
en 1946 para instalarse en España, regresar definitivamente en 2001, ganar
unas elecciones en ese mismo año y ejercer como primer ministro hasta 2005.
¿Por qué tantos estados europeos con régimen monárquico decidieron
convertirse en repúblicas? En cada caso, las razones son bien distintas, y
nosotros, en este estudio, intentaremos analizar cada una de ellas. Lo haremos
comenzando por Portugal, que rompió el fuego en este proceso, y concluyendo
por España, ese país siempre tan peculiar.
PORTUGAL
Regicidio
El sábado 1 de febrero de 1908, parte de la familia real portuguesa
regresaba de Vila Viçosa para instalarse de nuevo en Lisboa, capital de la
monarquía. En Vila Viçosa, destacada localidad del Alemtejo, los reyes
portugueses poseían un hermoso palacio perteneciente originariamente a la
casa ducal de Bragança, dinastía que gobernaba el país desde 1640, año en
que Portugal logró separarse de la monarquía hispánica. Allí solían celebrar
cacerías y se relajaban de las tensiones políticas lisboetas.
La comitiva integrada por el rey Carlos I, su esposa Amalia de Orleans y
el príncipe heredero Luis Felipe cruzó el Tajo en el vapor Dom Luís y
desembarcó en Casi do Sodré, embarcadero del centro de Lisboa, donde
aguardaban miembros del gobierno junto al infante Manuel para recibir a sus
padres y hermano. Allí, todos tomaron un carruaje descubierto, que debía
conducirles al palacio de las Necesidades, su residencia lisboeta. Solo un
oficial a caballo y varios guardias de corps custodian al cortejo. Poco después
de las cinco de la tarde, cuando cruzaban la plaza del Comercio
(tradicionalmente conocida como Terreiro do Paço), de entre la multitud
arremolinada para saludar a los recién llegados salieron al menos dos
hombres, que dispararon a quemarropa varios tiros de carabina y pistola y al
instante mataron a Carlos I de un balazo en la nuca. La confusión que se
produjo fue enorme, y los datos sobre lo sucedido son distintos en función de
quien acabara narrándolos. Manuel Buiça habría disparado con una carabina,
mientras que su compañero Alfredo Costa, empuñando un revólver, se habría
subido al estribó del landó para rematar la faena. Luego se diría que el hijo
mayor y heredero, el príncipe Luis Felipe, se defendió alcanzando con su
revólver a Costa, aunque de inmediato Buiça respondería disparándole en el
rostro y Costa lo remataría. De resultas, el heredero falleció a los veinte
minutos cuando el carruaje se encontraba en el vecino Arsenal de la Marina. A
su vez, el infante Manuel sufrió también heridas en el brazo derecho, mientras
que la reina Amalia de Orleans, con la intención de defender a sus hijos,
parece ser que se enfrentó a los agresores y salió milagrosamente ilesa. Presa
de un ataque de nervios, tras el atentado, y según testigos, la reina pasó un
buen rato agitando un ramo de flores que le había sido entregado al llegar a la
capital.
Acompañaban al carruaje real otras dos carrozas con altos cargos del
gobierno y parientes de la familia gobernante. La policía que se encontraba por
la zona mató a su vez a Manuel Buiça y seguramente a Costa (caso de que
este no hubiera fallecido ya) haciendo uso de sus sables y armas de fuego.
Luego, ambos serían reconocidos como miembros del Partido Republicano
portugués e integrantes de una suerte de sociedad carbonaria de tintes
anarquistas. Se sabe que Manuel Buiça, nacido en 1877, era un profesor que
también había ejercido como sargento de caballería, destacando por su
puntería. En cuanto a Costa, tenía 23 años y era un ex-empleado de unos
grandes almacenes del Chiado lisboeta. También hay datos referentes a que
entre la multitud había otros grupos de terroristas, dispuestos a actuar si sus
compañeros fracasaban. Con todo ello puede decirse que se trataba de un
asesinato largamente anunciado.
De hecho, días después, el nuevo monarca se quejaría de que, ante la
tensa situación política que se vivía en el país, no se había previsto ningún
control policial sobre la multitud que abarrotaba la plaza. El mismo Manuel II
acusaría directamente al primer ministro y dictador João Franco.
Carlos I y la dictadura portuguesa
Efectivamente, se trataba de un asesinato anunciado. La casa real
portuguesa estaba en el punto de mira de buen número de conspiradores
republicanos y anarquistas. Carlos I de Sajonia-Coburgo-Gotha Bragança
reinaba desde 1889, granjeándose pronto la antipatía y el odio de numerosos
sectores del país. Un país cuya política se basaba en un sistema rotativo de
dos partidos monárquicos (el Regenerador y el Progresista), apoyado en
caciquismos locales, en cierta manera similar al régimen de la Restauración
que en aquellos momentos funcionaba en la vecina España. Las ideas
republicanas, extendidas desde mediados de siglo y aglutinadas en el partido
Republicano Portugués, cuajaron definitivamente durante este reinado.
En primer lugar, se produjeron disturbios en el país a causa del
ultimátum presentado por el gobierno británico en relación con las colonias
africanas (11 de enero de 1890). El gobierno luso había enviado tropas en el
territorio situado entre Angola y Mozambique con intención de unificar ambas
posesiones, pretensión a la que se opusieron los británicos. Esto provocó
manifestaciones republicanas en Oporto, más un intento de sublevación militar
en dicha ciudad, acaecida el 31 de enero de 1891 y pronto reprimida, siendo
juzgados 505 militares. Las fronteras de aquella región africana no serían
definidas hasta 1895 en favor de los ingleses, cuando el descontento luso ya
era general.
Para contrarrestar la mala imagen ofrecida por la situación colonial, el
rey desarrolló una gran actividad diplomática, visitando diversos países
europeos y recibiendo a diversos monarcas. Además, la prensa divulgó sus
habilidades como tirador, ornitólogo, pintor, músico, oceanógrafo aficionado y
escritor. Entre sus obras conocidas tenemos los siguientes títulos: Yatch
Amélia: campanha oceanográfica de 1896, Resultado das investigações
científicas feitas a bordo del yatch Amélia e sob a direcção de D. Carlos de
Bragança: pescas marítimas (2 vols. Publicados entre 1899 y 1904. Vol. I: A
pesca do atum no Algarve em 1898; vol. II: Esqualos obtidos nas costas de
Portugal durante as Campanhas de 1896-1903) y Bulletin des campagnes
cientifiques accomplies sur le yatch Amélia (1902).
Las cesiones coloniales en África ante los ingleses, bancarrotas
económicas del Estado y amoríos extraconyugales provocaron un desprestigio
de su persona cada vez más acentuado y numerosas críticas entre los
políticos. A causa de ello, en 1906 el rey nombró a João Franco como
presidente del consejo de ministros. Se trataba del principal dirigente del
Centro Regenerador Liberal, agrupación política de carácter liberal y
anticlerical, fundada por el propio Franco en 1901 al escindirse del oficialista
partido Regenerador. Carlos I pretendía con su nombramiento contentar a una
parte de la población, por lo que se dictó una amnistía. Sin embargo, los
republicanos siguieron organizando disturbios y criticando a la monarquía, de
forma que pronto se reinstauró la censura. Franco, además, en noviembre
expulsaría del parlamento a los cuatro diputados republicanos, que criticaron la
figura del monarca por haber ultrapasado los gastos dispuestos en el
presupuesto destinado a la corte. Por último, al no contar con mayoría
suficiente en el parlamento, en abril de 1907, y con el beneplácito del rey, João
Franco suspendió las dos cámaras legislativas, iniciando una etapa de
gobierno claramente autoritaria dictando todo tipo de decretos represivos.
Además, la Carta Constitucional de 1826 vigente hasta aquellos momentos y
base de la monarquía constitucional portuguesa, fue suspendida en buena
parte de su articulado.
La tensión está servida. El 28 de de enero de 1908 se produce una
frustrada intentona republicana en Lisboa, y hasta 93 miembros del partido
insurgente y de otros grupos de oposición son detenidos. Entre ellos, los
diputados republicanos António José d’Almeida, João Chagas y João Pinto. Por
la noche, el ministro de Justicia Teixeira d’Abreu se presenta en Vila Viçosa y
pide al rey la firma en el decreto de expulsión de todos ellos a las colonias de
ultramar (concretamente a la isla de Timor). Una disposición que significaba la
práctica pena de muerte para los reos, y que se hizo con carácter retroactivo y
sin necesidad de juicio. Para entonces ya estaban presos los diputados
republicanos António José d’Almeida, João Chagas y João Pinto, junto a otros
opositores. Carlos I no sospechaba lo que se le avecinaba, o al menos no lo
dejaba traslucir públicamente. Poco tiempo atrás había declarado al diario
parisino Le Temps que todo está en calma en Lisboa y en el país, solo los
políticos agitan. El 1 de febrero ni tiempo tuvo de cambiar de opinión.
Manuel II, el último rey portugués
Manuel II, el nuevo monarca, infante de Portugal y duque de Beja, había
nacido en Lisboa el 19 de marzo de1889 en Lisboa. Su nombre completo era el
de Manuel Maria Filipe Carlos Amélio Luis Rafael Gabriel Gonzaga Francisco
de Assis Eugénio de Sajonia-Coburgo-Gotha Bragança. Llegó casualmente al
trono cuando su padre y su hermano mayor cayeron ante las balas
republicanas ese trágico 1 de febrero.
Una de las primeras medidas adoptadas por el monarca fue la de forzar
la dimisión del presidente de gobierno João Franco y de todo su gabinete en
1908. Los culpaba de no haber evitado el asesinato de su padre gobernando
sin parlamento. Nombrado el 3 de febrero, el nuevo presidente del consejo de
ministros, el almirante Francisco Joaquim Ferreira do Amaral (un hombre que
ya había ocupado algunos ministerios), contará con ministros progresistas y
regeneracionistas y manifestará su intención de observar estrictamente la
constitución del país. Se declaró asimismo una amnistía para los presos
políticos y se convocaron elecciones para el 5 de abril. Durante la celebración
de las mismas, se produjeron graves altercados en Lisboa entre la guardia
municipal y el pueblo, falleciendo catorce personas y resultando heridas más
de cien. Los republicanos obtuvieron siete diputados. En las elecciones
municipales posteriores, los republicanos vencerían en Lisboa.
Hasta 1910, hubo gobiernos inestables. El rey procuró ocuparse
personalmente del gobierno, no dejando de asistir a ninguna de las reuniones
del consejo de ministros. El principal problema interno a que tuvo que
enfrentarse fue el derivado del escándalo financiero en torno al monopolio del
azúcar y del alcohol de la isla de Madeira, en el que estaban implicados
personajes muy próximos al monarca. En noviembre de 1908, Manuel realizó
un viaje por el país, recorriendo Oporto, Braga, Viana do Castelo, Guimares,
Santo Tirso y otros lugares, visitando fábricas y manteniendo contactos con los
socialistas. En diciembre cayó el gobierno de Ferreira do Amaral, siendo
sustituido por el del regeneracionista Campos Henriques, que ejerció una férrea
defensa de la monarquía.
En febrero de 1909, Manuel II mantuvo un encuentro con el monarca
español Alfonso XIII en Vila Viçosa, lo que desencadenó las protestas de un
cada vez más amplio sector republicano. El enfrentamiento entre monárquicos
y republicanos se reflejaba en las tumultuosas sesiones parlamentarias y en la
caída de Campos Henriques, sustituido sucesivamente por Sebastiao Teeles,
Venceslao de Lima y Veiga Beirao. En noviembre, el rey realizó viajes oficiales
a España e Inglaterra entrevistándose con sus respectivos reyes. En Windsor,
donde el objetivo era establecer una alianza con los ingleses que amparara el
precario trono, fue condecorado con la Orden de la Jarretera.
En las elecciones generales del 28 de agosto de 1910 la representación
republicana se duplicó (14 diputados, 10 de ellos por Lisboa). Por fin, el 4 de
octubre de ese año estallaba la sublevación republicana, que comenzó con una
pequeña revuelta militar en Lisboa, la cual se amplió a unidades de la marina
de guerra, Estas bombardearon el palacio real desde el estuario del Tajo.
Aunque la revuelta no disfrutaba de un apoyo popular masivo, los monárquicos
tampoco gozaban de simpatías suficientes para una oposición armada a la
sublevación. Ante la falta de soportes fiables, Manuel, refugiado en el palacio
de Mafra, se embarcó en el Amélia rumbo a las Ericeira (norte de Lisboa) y
Oporto, desde donde huiría con toda la familia real el 5 de octubre para recalar
en Gibraltar. Aquí supo que las guarniciones de Oporto y el norte de Portugal,
tradicionalmente monárquicas, habían acatado la recién proclamada república,
por lo cual el ex-monarca se dirigió a Gran Bretaña, donde fue recibido por el
rey Jorge V.
Un año después, la constitución aprobada por los portugueses
sancionaba la creación de la primera república portuguesa. Su nueva bandera
rojiverde abandonaba los tradicionales blanco y azul. El país nunca más tendría
a un rey como jefe del estado, aunque sí algún que otro dictador, a pesar de se
organizaron algunos intentos de restauración.
Así, desde 1911, las fuerzas de los monárquicos exiliados se
concentraron en Galicia, con la aprobación del gobierno español, para entrar en
Portugal y restaurar devolver la corona a su monarca. Fueron encabezados por
el carismático militar y diputado Henrique de Paiva Couceiro, veterano de las
campañas africanas y único funcionario que luchó con audacia por el régimen
durante la sublevación del 4 de octubre, y por el periodista y su mano derecha
Álvaro Pinheiro Chagas. Creía De Paiva que bastaba una demostración de
fuerza para que los campesinos portugueses se levantaran en apoyo de la
restauración. Los hechos demostraron que estaba equivocado, porque además
de estar mal preparado y mal financiado, la apática reacción del pueblo no
estuvo a la altura de las expectativas. Gracias a ello, el gobierno republicano
portugués logró rechazar las primeras incursiones monárquicas, y los rebeldes
tuvieron que regresar a Galicia.
Manuel apoyó como pudo estas incursiones, aunque sus recursos
económicos, en los primeros años del exilio, fueron bastante limitados.
Además, la primera incursión se realizó bajo la tradicional bandera azul y
blanca, aunque sin la corona, y fue precedida por un manifiesto de De Paiva
Couceiro que identificó al movimiento como neutral, y por el que se convocaba
a un referéndum para decidir la forma del régimen. Una propuesta rechazada
por Manuel, quien, como monarca constitucional legalmente jurado, no
aceptaba ser sometido a referéndum. Solo tras intercambiar correspondencia y
aceptar que la restauración se basaría en su persona y en la constitución de
1826, el rey depuesto comenzó a apoyar a los exiliados de Galicia.
La segunda incursión tuvo lugar en 1912 y, aunque mejor preparada, no
tuvo mayor éxito. Esto se debió a que el gobierno español, cediendo a las
presiones diplomáticas ahora que la república portuguesa gozaba de un mayor
reconocimiento, obligó a los conspiradores a elegir entre entrar en Portugal o
ser desarmados. Tras el fracaso y la retirada, el gobierno español desarmó al
resto de combatientes, cuya presencia en Galicia era, además, ilegal.
Vida y muerte en el exilio
El 13 de noviembre de 1913 Manuel II casó con la princesa Augusta
Victoria de Hohenzollern y ambos fijaron su residencia en Twickenham (cerca
de Londres). El depuesto rey jugó, ferviente anglófilo, hizo campaña entre los
monárquicos de su país para que este entrase en la Primera Guerra Mundial
del lado de los aliados. Durante su estancia en Twickenham dedicó su tiempo
al disfrute de la música (llegó a ser un buen organista) y al estudio de la
literatura. Mantuvo frecuente correspondencia con los doctores Jose Maria
Rodrigues y Antonio Baiao, manifestando un gran interés por la historia de la
literatura portuguesa. Escribió un enorme tratado sobre libros antiguos titulado
Livros Antigos Portugueses, 1489-1600, Da Biblioteca de Sua Majestade
Fidelíssima, descriptos por S. M. El-Rei don Manuel, publicado en Londres
entre 1929 y 1935.
Manuel II murió en su residencia inglesa el 2 de julio de 1932 a causa de
un edema de garganta, sin dejar descendencia. Sus restos mortales fueron
trasladados a Portugal ese mismo año, donde fueron enterrados tras un
imponente funeral de estado en el panteón de la casa de Bragança, sito en el
monasterio lisboeta de São Vicente de Fora. Al no dejar descendencia, la
sucesión en los derechos al trono portugués pasó a la persona de Duarte Nuño
de Bragança, primo de Manuel y descendiente de la línea dinástica
tradicionalista nacida con Miguel I en 1828 y forzada al exilio en 1834. Duarte
Nuño pasó a ostentar el título de duque de Bragança, reconocido por la
república portuguesa. De hecho, Duarte Nuño pudo instalarse en Portugal del
dictador António de Oliveira Salazar en 1952, falleciendo en 1976. Le sucedió
en las pretensiones al trono Duarte Pio de Bragança, nacido en Berna en 1945,
quien, a día sigue conservando las pretensiones al trono portugués.
EL IMPOSIBLE REINADO DE TOMISLAV II DE CROACIA
Rodeada y dependiente económicamente del III Reich, Yugoslavia se vio
presionada dada vez más por Hitler para suscribir el Pacto del Eje (firmado en
septiembre de 1940 por alemanes, italianos y japoneses), alternativamente
mediante amenazas veladas y ofrecimientos diversos. Con su suministrador
habitual de armamento (la fábrica checoslovaca Škoda) en manos alemanas,
sin alternativa para abastecerse de armas, con una industria propia insuficiente
para hacerlo y unas comunicaciones deficientes, el ejército yugoslavo se
encontró en una situación desesperada ante las amenazas alemanas. Su
despliegue era además inadecuado, extendiéndose por las fronteras de
acuerdo a motivos políticos y no estratégicos.
Ante esta situación, el 25 de marzo de 1941 el gobierno del regente
firmó el Pacto en Viena, con las salvedades logradas de los alemanes, que
incluían el compromiso de no estacionar tropas y ni de utilizar el territorio
yugoslavo para la campaña contra Grecia.
Sin embargo, el descontento serbio ante lo que se consideró una
capitulación se tradujo en el golpe de estado del 27 de marzo, encabezado
principalmente por algunos oficiales de las fuerzas aéreas. El general Dušan
Simović, jefe de la aviación yugoslava, formó un nuevo gobierno. Mientras la
multitud celebraba el golpe en las calles de Belgrado, en Ljubljana y Zagreb
esta acción se veía sin entusiasmo como la decisión unilateral serbia de entrar
en guerra. El regente se exilió (fallecería en París en 1976), proclamándose la
mayoría de edad del rey Pedro II.
A pesar de la impresión en la calle y en el extranjero, Simović trató
desesperadamente de calmar a los alemanes, declarando su intención de
mantener los compromisos del país, incluido el pacto recién rubricado, y
nombrando un ministro de Asuntos Exteriores teóricamente pro-alemán.
Hitler, enfurecido y dispuesto a destruir Yugoslavia, rechazó no obstante
los intentos de conciliación del nuevo gobierno, ordenando a las pocas horas
del golpe la invasión del país, que comenzó el 6 de abril de 1941 con un brutal
bombardeo de Belgrado. El día anterior, el gobierno yugoslavo, tratando de
reforzar su posición, suscribió un acuerdo de amistad y no agresión con la
Unión Soviética, que finalmente no le reportó ayuda ninguna.
El país se vio invadido por todas sus fronteras, salvo la que compartía
con Grecia. El ejército real yugoslavo únicamente resistió once días. El 17 de
abril se firmó la capitulación, e inmediatamente el rey Pedro II y su gobierno se
exiliaron en Londres, mientras que Yugoslavia era inmediatamente
desmantelada según los deseos de Hitler manifestados en sus órdenes de
ataque del 27 de marzo.
Así, Italia ocupó el sur de Eslovenia con Ljubljana, parte de Dalmacia,
Montenegro —teóricamente independiente como reino, aunque sin rey— y, por
el sur, junto a la Albania que habían anexionado anteriormente, Kosovo y el
oeste de Macedonia. Alemania se apoderó del norte de Eslovenia y del Banato
(noreste de Serbia), ante la negativa rumana a que Hungría se hiciese con el
control de la región, que contaba con una minoría rumana. Se creó el Estado
Independiente de Croacia (NDH), que incluía Bosnia y Herzegovina y la Sirmia
(Serbia centro-oriental), aliado con la Alemania nazi. El nuevo país quedaba
bajo ocupación militar conjunta italo-germana, con una línea de demarcación
entre las ambas zonas. Serbia, que se mantuvo bajo control alemán, fue
reducida más o menos a sus fronteras anteriores a 1912 bajo un gobierno
militar colaboracionista. Vojvodina quedó en su mayor parte bajo control
húngaro. Bulgaria ocupó, aunque sin poder anexionarla formalmente, la parte
oriental de Macedonia.
En Croacia, los alemanes ofrecieron en primer lugar el poder a Maček, el
jefe del mayoritario Partido Campesino Croata. Este último, miembro del
Gobierno camino del exilio, declinó la propuesta, aunque regresó a Croacia y
reconoció al nuevo estado independiente, que quedó en manos de Ante Pavelić
y sus ustaše, aunque oficialmente se constituyera como una monarquía. El
monarca elegido fue Aimon de Saboya-Aosta (nieto del rey de España Amadeo
de Saboya), que adoptó el muy emblemático nombre de Tomislav II aunque,
por motivos de seguridad, nunca pusiera un pie en sus posesiones. La
jerarquía católica, con el arzobispo de Zagreb monseñor Aloysius Stepinac a la
cabeza, aceptó de buen grado la independencia de Croacia bajo la égida nazi.
Estos reconocimientos se explican por el hecho de que Yugoslavia
representaba para gran parte de los croatas un estado opresor, y que la
autodeterminación de Croacia respondía a sus deseos.
El nuevo estado croata fue dividido en zonas de influencia alemana e
italiana. El régimen dictatorial de Ante Pavelić (titulado Poglavnik, palabra
croata que viene a significar jefe del clan) comenzó por abolir el parlamento
croata y proscribir toda oposición a su política. Desde la toma del poder por los
ustaše, algunas unidades especiales sembraron el terror en las ciudades y
pueblos de mayoría serbia asesinando a su población. La doctrina de los
ustaše establecía que los únicos auténticos croatas eran los católicos y, en
menor medida, los musulmanes. Los serbios, de religión ortodoxa, quedaban
excluidos. Además, a imitación de la Alemania nazi, la nueva Croacia promulgó
leyes raciales contra judíos y gitanos. Muchas iglesias ortodoxas de la región
serbia incorporada de Sirmia fueron destruidas. En agosto de 1941 se
establecía el campo de concentración de Jasenovac, donde fueron asesinados
decenas de miles de miles de serbios, judíos y gitanos.
Tras las primeras matanzas de serbios, los chetniks intervinieron en su
defensa. Los italianos pronto llegaron a acuerdos con fuerzas chetniks, que
quedaron bajo su protección y utilizaron los territorios bajo su control para
atacar a croatas y musulmanes. Los mandos italianos los utilizaron contra los
partisanos y como contrapeso a los ustaše. Las fuerzas armadas croatas se
mostraron incapaces de proteger a la población de los ataques de los
insurrectos, y Pavelić no detuvo las persecuciones de la población ortodoxa
que alimentaban la revuelta. Los continuos desmanes de Pavelić provocaron
un empeoramiento de sus relaciones con los mandos militares alemanes de la
región.
Un movimiento de resistencia de obediencia comunista, los partisanos
antifascistas, emergió durante el verano de 1941, dirigido por el croata Josip
Broz, conocido como Tito, un comunista ya organizador de las Brigadas
Internacionales que lucharon en España. En 1943, de un total de 26 divisiones
de partisanos, 11 se encontraban en Croacia. Los partisanos se abrieron
ampliamente a los serbios perseguidos por los ustaše, aunque como estos
fascistas locales y los alemanes eran cada vez peor vistos por muchos croatas
y musulmanes, muchos de ellos se unieron igualmente a los partisanos,
capaces ahora de liberar amplias zonas del territorio. En definitiva, un complejo
entramado que daría lugar a una elevada proporción de víctimas mortales,
calculadas en torno al millón de muertos en Yugoslavia durante todo el
conflicto.
La guerra, como vemos, dejó un saldo espeluznante. Entre la invasión
de Yugoslavia en abril de 1941, y su completa liberación en mayo de 1945,
además de los enfrentamientos estrictamente militares, el país quedó marcado
por una serie de matanzas de una considerable magnitud que dejaron una
huella de odio muy duradera. En primer lugar, destacamos las masacres de
serbios cometidas por los ustaše, en el momento inmediatamente posterior a
su toma del poder, en mayo de 1941. En su zona de ocupación, el ejército
italiano se opuso frecuentemente a esas atrocidades. Las víctimas de los
campos de la muerte, como el mencionado de Jasenovac, afectaron a los
judíos yugoslavos, serbios y gitanos, de forma que, ya en el periodo final de la
guerra, muchos croatas acabaron oponiéndose a los ustaše. A su vez, los
chetniks serbios asesinaron también a musulmanes y especialmente a croatas,
principalmente en Bosnia-Herzegovina y en el Sanjacato. Los partisanos
ejecutaron igualmente a muchos de sus adversarios políticos. Tras la
liberación, los británicos entregan a Tito los restos del ejército y de los
funcionarios de Pavelić (que logró huir con algunos seguidores a Argentina y
acabaría falleciendo en Madrid, donde se encuentra enterrado, en 1959) que se
les habían rendido, junto con sus familias, en el pueblo fronterizo austríaco de
Bleiburg. En total, algunas decenas de miles de personas, casi todas
exterminadas en las posteriores marchas de la muerte, por las que se
recorrieron centenares de kilómetros hasta su agotamiento. Y lo mismo sucedió
con unos 10.000 eslovenos de la guardia blanca, soldados bajo mando alemán
que combatieron a los partisanos y que en mayo de 1945 fueron devueltos
desde Austria por los británicos para ser ejecutados.
Rusia
Imperio austrohúngaroTerritorios del Imperio austríaco[editar • editar
código]
Imperio Austriaco (Cisleitania): 1. Reino de Bohemia, 2. Ducado de Bucovina,
3. Ducado de Carintia, 4. Ducado de Carniola, 5. Reino de Dalmacia, 6. Reino
de Galitzia y Lodomeria, 7. Reino de Iliria, 8. Baja Austria (Archiducado de
Austria), 9. Margraviato de Moravia, 10. Ducado de Salzburgo, 11. Ducado de
Silesia, 12. Ducado de Estiria, 13. Condado del Tirol, 14. Alta Austria
(Archiducado de Austria), 15. Estado de Vorarlberg; Reino de Hungría
(Transleitania): 16. Reino de Hungría 17. Reino de Croacia y Eslavonia;
Condominio austro-magiar: 18. Bosnia y Hercegovina.
Reino de Bohemia (Königreich Böhmen)
Reino de Hungría (Königreich Ungarn)
Reino de Iliria (Königreich Illyrien)
Reino de Dalmacia (Königreich Dalmatien)
Reino de Galitzia y Lodomeria (Königreich Galizien und Lodomerien)
Reino de Croacia y Eslavonia (Königreich Kroatien und Slawonien)
Reino de Lombardía-Venecia (Lombardo-Venezianisches Königreich)
Archiducado de Austria (Erzherzogtum Österreich)
Ducado de Carintia (Herzogtum Kärnten)
Ducado de Carniola (Herzogtum Krain)
Ducado de Salzburgo (Herzogtum Salzburg)
Ducado de Silesia (Herzogtum Schlesien)
Ducado de Estiria (Herzogtum Steiermark)
Ducado de Bucovina (Herzogtum Bukowina)
Ducado de Serbia y Tamis Banat (Woiwodschaft Serbien und Tamisch Banat)
Banato de Temesvar (Temescher Banat)
Gran Principado de Transilvania (Großfürstentum Siebenbürgen)
Margraviato de Moravia (Markgrafschaft Mähren)
Condado del Tirol (Gefürstete Grafschaft Tirol)
Condado de Gorizia y Gradisca (Grafschaft Görz und Gradisca)
Estado de Vorarlberg
Margraviato de Istria (Istrien)
Ciudad Libre Imperial de Trieste
Provincia imperial de Bosnia y Herzegovina
Imperio alemán (Hohenzollern y casas gobernantes en los reinos
alemanes del Imperio). La composición del Imperio Alemán de 1871 era la
siguiente (25 Estados):
Rno. = Reino; G.D. = Gran Ducado; D = Ducado; Pr. = Principado; C.L. =
Ciudad Libre
1. Rno. Prusia
2. “ Baviera
3. “ Sajonia
4. “ Württemberg
5. G.D. Baden
6. “ Hesse-Darmstadt
7. “ Sajonia-Weimar
8. “ Oldenburg
9. “ Mecklenburg-Schwerin
10. “ Mecklenburg-Strelitz
11. D. Braunschweig
12. “ Anhalt
13. “ Sajonia-Altenburg
14. “ Sajonia-Coburgo-Gotha
15. “ Sajonia-Meiningen
16. Pr.Schwarzburg-Rudolstadt
17.” Schwarzburg-Sondershausen
18. “ Waldeck
19. “ Reuss/Línea Antigua
20. Pr. Reuss/Línea Joven
21. “ Lippe
22. “ Schaumburg-Lippe
23. CL Hamburg
24. “ Bremen
25. “ Lübeck
Montenegro
Imperio otomano-Turquía
España. Único caso de restauración monárquica.
Albania
Islandia (reino de Islandia, existió hasta 1944)
Irlanda
Yugoslavia
Vaticano 1922
Croacia
Italia (el principado curioso actual)
Hungría
Rumanía
Bulgaria
Grecia
Finlandia
Irlanda
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