Subido por Esther Guembe

TEMA 7. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS DURANTE EL SIGLO XIX.

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TEMA 7. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS DURANTE EL SIGLO XIX.
20. Agricultura: supresión de los señoríos y la desamortización de las tierras.
En el siglo XVIII se planteó el problema agrario que los ilustrados analizaron pero no
fueron capaces de resolver. A comienzos del siglo XIX, y aunque existían grandes diferencias
regionales (minifundio en Galicia, pequeña propiedad en el norte y grandes latifundios en
Castilla La Mancha, Andalucía y Extremadura), se mantenía el régimen de propiedad
feudal, estando las tierras en manos de nobleza e Iglesia, que se desentendían de su
explotación y se limitaban a percibir rentas; las cultivaban en renta campesinos
descapitalizados que practicaban una agricultura de subsistencia, con técnicas tradicionales.
Por otro lado, la propiedad estaba inmovilizada: las tierras estaban vinculadas al linaje
(mayorazgo) o a las instituciones (Iglesia, Ayuntamientos), no pudiendo venderse: tierras de
manos muertas.
En el siglo XIX, los liberales abordarán el proceso desamortizador, cuyo objetivo era
la modernización agraria. Los políticos liberales pensaban que para poner fin al atraso del
campo español había que adoptar una serie de medidas: eliminar los restos del régimen
señorial, erradicar el sistema de propiedad de manos muertas, convertir la tierra en objeto
de libre compraventa y vender las tierras de Iglesia y Ayuntamientos.
Los primeros precedentes de las desamortizaciones se remontan al reinado de Carlos
IV con Godoy en 1789 que afectaron a bienes de la Iglesia. Le siguieron las de José I en 1809
sobre bienes del clero regular y de la aristocracia que se resistió a la invasión francesa, y las
de las Cortes de Cádiz y las del Trienio Liberal, que apenas tuvieron consecuencias debido a su
escasa duración.
El grueso de la desamortización tuvo lugar en dos etapas:
Primera desamortización o desamortización de Mendizábal (1836): Inspirada por el
liberal progresista Mendizábal, incluye tres aspectos:
o
la desamortización eclesiástica, por la que las tierras de la Iglesia fueron
expropiadas y pasaron a manos del estado, quien las vendió a particulares en
subasta. A cambio se comprometía a mantener el culto y el clero secular (las
órdenes religiosas regulares, con excepción de las dedicadas a las misiones, la
enseñanza o los hospitales fueron suprimidas).
o
la desvinculación de los patrimonios nobiliarios, que pasan a ser de libre
compraventa.
o
la abolición del régimen señorial, si bien la nobleza mantuvo la propiedad de
la tierra salvo que los campesinos pudieran acreditarla documentalmente.
Con la desamortización se pretendía hacer frente a la deuda pública, liberalizar la
producción agraria, armar al ejército contra el carlismo y crear una masa de
campesinos propietarios que apoyaran a las instituciones liberales.
Aunque tuvo éxitos a corto plazo se cometieron importantes errores: las tierras se
vendieron todas a la vez, con lo que perdieron valor; se admitió el pago con vales de deuda
pública devaluada; las tierras se vendieron en lotes muy grandes (con lo que pudieron pujar
sólo la gente acaudalada (grandes propietarios).
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Segunda desamortización o Ley de Desamortización General (1855) realizada
durante el Bienio Progresista por el también progresista Pascual Madoz.
o Los objetivos a corto plazo eran disminuir la deuda pública y financiar el
ferrocarril.
o Puso en venta bienes del clero secular, de las órdenes militares y obras de
beneficencia pero que afectó sobre todo a las tierras comunales,
pertenecientes a los ayuntamientos.
o
Madoz corrigió algunos de los defectos de Mendizábal: las subastas se
realizaron escalonadamente y sólo se admitió el pago en metálico o con vales
de deuda pública consolidada.
Las consecuencias de las desamortizaciones fueron:
Consecuencias positivas de las desamortizaciones:
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Consiguieron los objetivos políticos a corto plazo y aumentaron la extensión de las
tierras cultivadas.
Se produjo un aumento de la producción total agrícola y se incorporaron a la
producción nuevos cultivos como la vid, cítricos, arroz y caña de azúcar.
En la segunda mitad de siglo, se desarrolló en la costa mediterránea una agricultura
orientada a la comercialización, tanto en el mercado interior como para la exportación.
Consecuencias negativas de las desamortizaciones:
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Los compradores fueron sobre todo los miembros de la nobleza y la burguesía. La
nobleza consolidó su patrimonio y, aunque perdió los derechos señoriales, consiguió la
plena propiedad de las tierras (el derecho a venderlas y dividirlas) y las rentas
derivadas. Seguirán manteniendo actitudes rentistas: no invierten en la tierra, ni
aplican criterios de empresa.
Desvió hacia el mundo agrario capitales necesarios para la industrialización.
Aunque provocaron una importante movilidad de las tierras, puesto que el 40% de
las tierras cambió de manos, no se alteró significativamente la distribución de la
propiedad anterior a los procesos desamortizadores.
Las desamortizaciones fueron una gran oportunidad perdida para realizar una
verdadera e imprescindible reforma agraria.
Significaron un deterioro económico para muchos campesinos, para la Iglesia y
para los municipios. Los campesinos no accedieron a la propiedad de las tierras; la
forma en que se hicieron las desamortizaciones no les facilitó el acceso a las tierras,
ya que los precios eran accesibles, pero los plazos eran excesivamente breves. Tan
sólo una minoría de campesinos en mejor posición (pequeños propietarios) compraron
tierras, pero la mayoría perdieron los derechos de uso de los comunales y se
convirtieron en jornaleros. La Iglesia perdió gran parte de su patrimonio inmobiliario,
artístico y documental. Los municipios perdieron su principal fuente de ingresos, al
privatizar los bienes de propios, baldíos y comunales.
En cuanto a la distribución geográfica de España, se mantuvo a grandes rasgos la
anterior: minifundio en Galicia, predominio de la pequeña propiedad en el norte y
existencia de grandes latifundios al sur del Tajo.
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21. Comienzos de la industrialización: minería, ferrocarril y diversidad territorial
(Cataluña, Vizcaya).
La Revolución Industrial tiene escasas repercusiones en España: la aportación de la
industrialización a la renta nacional no alcanzaba más que el 20%. En el ámbito regional, sólo
se industrializó Cataluña. Después de 1875, la industrialización se produjo en el País Vasco.
En el resto de España predominaba la industria tradicional (harineras, alcoholes, ferrerías y
sectores artesanales).
Las causas de esta escasa industrialización fueron las siguientes:
 La escasez de capital y de mano de obra: la causa del escaso capital se debe a la
falta de acumulación de capital durante el período del capitalismo inicial (siglos XV al
XVIII), la debilidad de la burguesía española y el prurito de ennoblecimiento. Además,
los capitales existentes se orientaron a la compra de tierras procedentes de la
desamortización, a inversiones en Hacienda pública o a operaciones bursátiles
especulativas. Solamente en el norte la burguesía invirtió en actividades industriales.
La escasez de mano de obra se debió al escaso crecimiento demográfico y a que el
campo siguió reteniendo mano de obra.
La falta de transformaciones agrarias previas: la agricultura española aumentó la
producción modestamente, siguió reteniendo mano de obra y no acumuló capital para una
posterior inversión en otras actividades, por ejemplo industriales.
 Un mercado pobre e irregular debido al escaso crecimiento demográfico y a la
dependencia de una población campesina de poder adquisitivo escaso y fluctuante.
Además, la independencia de las colonias americanas supuso la pérdida de un mercado
muy importante.
 Las deficiencias del transporte terrestre, que impiden la articulación de un mercado
amplio.
 El bajo nivel técnico y cultural, la falta de tradición industrial y el peso de las
mentalidades rentistas
Industria textil catalana.
Entre 1830 y 1875, solamente se transforma el sector textil de Cataluña, la única
región industrializada.
El origen de la industria algodonera catalana, artesanal, se sitúa a comienzos del siglo
XVIII, durante el que creció considerablemente. Las razones de su éxito fueron las propias
manufacturas, las indianas, que eran tejidos de algodón estampados, higiénicas, atractivas y
de precios baratos. Las inversiones de comerciantes catalanes y el proteccionismo borbónico,
les aseguraba el mercado hispano y americano.
Sin embargo, la Revolución Industrial se retrasó por dos razones: la Guerra de la
Independencia (1808-1814) y la independencia de las colonias americanas (1810-1824).
El despegue o take-off tiene lugar desde 1830, e incidieron los siguientes factores:
la iniciativa empresarial, la introducción de maquinaria inglesa (más rápida en el hilado que en
el tejido), el abaratamiento de los precios por la producción en serie, y el proteccionismo, que
les permitió disponer en exclusiva del mercado hispano y colonial. La necesidad de vapor de
agua dio lugar a la concentración geográfica en el curso de los ríos, especialmente del
Llobregat.
El continuo crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpido por las medidas
librecambistas de algunos gobiernos progresistas (bombardeo de Barcelona durante la
regencia de Espartero, 1843) y durante la Guerra de Secesión de los EEUU (1861-1865), a
causa de la dificultad para importar el algodón.
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La industria textil tuvo un efecto de arrastre y propició una diversificación industrial,
con predominio de la industria ligera.
Industria siderúrgica.
La siderurgia fue el ejemplo de las dificultades para el despegue. Acompañará en la
segunda mitad del XIX al textil en el desarrollo de la industria moderna. Estará muy ligada al
desarrollo de la minería del hierro y del carbón, ya que las elevadas temperaturas requeridas
en los altos hornos para la obtención de hierro laminado necesitaban este combustible en
grandes cantidades.
Entre 1825 y 1850, surgió el foco andaluz: un exportador de vinos, Manuel Heredia, creó en
Marbella una empresa con hierro de Ojén, pero fracasó por utilizar carbón vegetal, mucho
más caro y con menor poder calorífico.
Entre 1850 y 1875, tomó el relevo Asturias con el carbón mineral asturiano, La mediana
calidad del carbón asturiano no fue una desventaja mientras fue protegido por aranceles. Sin
embargo, la liberalización del sector (Arancel Figuerola, 1869) marcó el declive de la
siderurgia asturiana.
Desde 1875, ya durante la Restauración, el foco asturiano decayó por la aparición del foco
vizcaíno, que despegó a partir un mineral de hierro de alta calidad, sin fósforo, el
convertidor Bessemer y el carbón galés, de mayor calidad que el asturiano. La conjunción de
estos tres factores (hierro vizcaíno, nuevas tecnologías aplicadas a la industria siderúrgica y
carbón inglés), sumados a la existencia de una importante y emprendedora burguesía, impulsó
este nuevo foco que terminó por imponerse como centro neurálgico de la industria pesada
española.
Minería.
Respecto a la minería, España tenía importantes recursos minerales (hierro, mercurio, pirita
de hierro, cobre, plomo, cinc y carbón), pero su extracción permaneció estancada en la
primera mitad del siglo XIX debido al desinterés del mercado español. Desde 1850, las minas
españolas comienzan a atraer la atención de capital extranjero, en especial inglés y francés:
minas de cobre en Huelva, de plomo de Jaén y de Mercurio en Almadén. Durante el sexenio
democrático, el Gobierno provisional (Prim) emitió la Ley de Bases sobre Minas (1869). De
acuerdo con los principios progresistas se permitió la libre explotación de las minas (en
venta o arrendadas a largo plazo) sin trabas administrativas. A pesar de que, en los años
posteriores la producción mineral creció de forma espectacular, la extracción minera no
tuvo efecto de arrastre, a excepción del hierro vizcaíno, ya que las minas cayeron en su mayor
parte bajo empresas extranjeras.
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La construcción del ferrocarril.
En el siglo XIX, el ferrocarril significó la revolución en los transportes terrestres,
puesto que suponía mayor rapidez y capacidad de carga, lo que daba lugar al abaratamiento de
los costos y permitía circular mercados amplios.
Sus primeros precedentes se remontan a la Real Orden de 1844, que apenas trajo
realizaciones: pequeños tendidos ferroviarios como la línea Barcelona-Mataró (1848).
La Ley General de Ferrocarriles de 1855 fue mucho más eficaz: aseguraba una
rentabilidad del 6% sobre la inversión y autorizaba la importación de materiales libres de
aranceles. Entre 1855-68 (gobiernos de la Unión Liberal) se tendieron 4.500 kilómetros de
vía. La crisis financiera de 1866 supuso un período de paralización ante la evidencia de la
escasa rentabilidad que tenían las inversiones ferroviarias (beneficios escasos, cayendo el
valor de las acciones ferroviarias). A partir de 1873 se inició una nueva etapa constructiva,
completándose el trazado de la red que había quedado paralizada.
La ley de 1855 determinó las características de la red ferroviaria española: la
estructura radial con centro en Madrid, de acuerdo con el modelo de Estado centralizado, el
diferente de ancho de vía (1,67) con respecto a Europa (1,44). Ante la apatía del capital
español, el tendido ferroviario se hizo con capital, materiales y maquinaria extranjera. De
esta manera, el ferrocarril no provocó, como en otros países, el despegue de la siderurgia
(Como si ocurriría, ya en la Restauración, con la Ley General de Ferrocarriles de 1877).
A pesar de sus limitaciones y los aspectos negativos que acompañaron a su construcción, el
ferrocarril fue un instrumento indispensable para dotar a España de un sistema de
transporte masivo, barato y rápido en el intercambio de personas y mercancías que
favoreció el aumento de un mercado interior.
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