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Del haiku a la vida. Correspondencias entre Oriente y Occidente. Ponencia del V Encuentro de Haiku Navarra 2017

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El texto de esta ponencia, con su final que no está escrito, puede escucharse acompañado de
algunas imagenes en el siguiente vídeo:
https://youtu.be/kWgSlWQjbX8
El cuerpo esplende en el zaguán profundo, ante la trenza del esparto y los armarios destinados a
los membrillos y las sombras.
De pronto el llanto, enciende los establos.
Una vecina lava la ropa fúnebre y sus brazos son blancos entre la noche y el agua.
Buenos tardes,
Un encuentro, este encuentro en torno al haiku, es una alegría. Aunque el poema de Gamoneda que
he leído expresa desolación, los versos son a su manera también un encuentro. Y no importa
empezar así, la belleza roza a veces algo que limpia la desolación. En cualquier caso, esta ocasión
yo la recibo especialmente con cariño. Hace más de siete años, llegue para vivir en esta tierra, y por
lo que se refiere a lo poético, enseguida Navarra, me ofreció el haiku. Tuvo y tiene sentido para mi.
Gracias, a todas y a todos, por vuestra presencia aquí esta tarde. Gracias a quienes han hecho
posible este encuentro y me han invitado a hablar desde este lugar. Gracias a quien me acercó el
haiku. A veces tirando del hilo, algunos retos, nos pueden llevar a tocar el mismísimo lugar desde
donde uno quisiera trazar todo el gesto del vivir. Esto parece una tarea excesiva para tan pocos
minutos como disponemos.
Sin embargo, yo creo que puedo hacerlo. Puedo, al menos, sugerir ese lugar que digo. Busco para
ello vuestra entrega a unas cuantas imágenes que voy a proponer. Quizás yerre en las
argumentaciones, en el discurso. Pero cuando aparece una imagen ella se sostiene a sí misma.
Algo precioso identifica lo humano: es esta posibilidad nuestra de la imaginación. Somos capaces
de crear imágenes y podemos percibirlas, acceder a ellas. Y esto es algo extraordinario, porque una
imagen habita un mundo intermedio entre lo visible y lo invisible. Una imagen conecta, es siempre
una relación de algo conocido con algo desconocido. Una imagen dice con palabras, dice con
palabras, aquello para lo que no existe absolutamente ninguna palabra.
De pronto el llanto enciende los establos....
En esta imagen, quiero llamar la atención sobre un detalle: a un sujeto “llanto” se coloca al lado el
verbo “encender”, que está muy lejos en sentido lógico. El llanto nunca enciende... en lo literal. El
fenómeno está distorsionado, y produce un efecto de irrealidad. Pero justamente esta distorsión ...
nos muestra ... lo que no tiene palabras.
Pierrer Reverdy, en aquel mestizaje cultural del Paris de comienzos del siglo pasado, definió así la
imagen poética: acercamiento justo y apropiado de dos realidades distantes. A más distancia, si el
acercamiento es apropiado, corresponde más eficacia en la imagen. Más que acercar, yo diría,
entrecruzar. Este va a ser el hilo que voy a estar siguiendo
.
El llanto confundido con la luz casi quema, y los establos están iluminados por el propio
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desconsuelo.
Vamos a ver varios entrecruzamientos, y en todos sucede de la misma manera, algo visible entrelaza
con lo invisible. La imagen poética es el primero de ellos. La imagen poética. O sea también el
haiku.
En las 17 sílabas del haiku, se ponen en contacto de dos realidades, más o menos distantes, pero se
hace de manera real e independiente. No hay, o no suele haber, jerarquía o modificación sintáctica
entre las dos partes, y por tanto no ocurre ninguna distorsión. La yuxtaposición por medio de una
pausa imprescindible deja toda la tarea la confluencia entre las partes al lector.
Las palabras tienen un contenido más o menos cerrado, un referencia descriptiva y concreta. Las
palabras se refieren a algo bien delimitado, bien cercado. Pero forman parte también de un sistema
abierto, que incluye desde afinidades fonéticas hasta afinidades o contrates semánticos, pasando por
ritmos, repeticiones, resonancias, sugerencias, campos de significado ....
Cada una de las dos partes del haiku, forma por tanto un sistema de resonancias abierto y a
disposición del lector.
Todos los ejemplos que traigo son traducciones de haikus clásicos y algunas versiones ligeramente
retocadas por mi. El primer ejemplo es de Buson. Y Yosa Buson va estar muy presente esta tarde.
La flor de la colza,
y de pronto al mediodía
suena el mar
Estas dos sensaciones, visual y auditiva, pueden verse confluyendo la una en la otra, el sonido del
mar toma la forma de la flor, y la flor parece que suena, ahí puede nacer el destello, la intuición de
algo parecido a una pequeña celebración.
La imagen es apenas algo fugaz e impreciso. Se ve y no se ve. Es y no es. Contiene lo visible y a la
vez contiene lo invisible. Se construye con palabras y apunta a lo que no tiene absolutamente
palabras. Es tan leve la imagen... que uno puede sentirse resbalar, como yo ahora mismo que escribo
pensando en vosotros. Realmente estas minucias que digo... ¿qué importancia tienen?, y más, me
pregunto, ¿cómo atreverse a mostrar todo esto tan simplón en medio de toda la contundencia y
complejidad del mundo?
Seguramente oscilaremos esta misma tarde entre lo que podría ser algún pequeño vislumbre, por un
lado, siempre fugaz y demasiado leve, y por otro lado, seguramente prevalezca la contundencia y
los resortes de un discurso bien razonado y fundamentado que cada uno llevamos con nosotros
encima, como una mochila. Se me caen a veces a mí las razones y los fundamentos, esto de ahora
mismo, mientras escribo al aire y leo en vilo. Tengo la sensación de que estiro el hilo de las formas,
las consentidas y acordadas, y algo quiere entonces retraerse a la concha, y protegerse del delirio
que me busca o quizás tan solo de la ingenuidad del niño que aún mira asombrado, y siempre a
escondidas. Paul Celan dijo, la poesía no se impone, se expone. Y así lo haré, a pesar de todo.
Busco luego el parapeto de alguna autoridad. Acudo a lo conocido en la voz de Rodríguez
Izquierdo y aun haiku muy conocido que el comenta, el de Basho.
Sobre la rama seca
un cuervo se ha posado.
Tarde de otoñó.
El posarse el cuervo negro sobre la rama desnuda, por un lado, y el hacerse oscura la tarde del
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otoño, por el otro. Incluso el cercano invierno está sugerido. Tarde de otoño, Aki no kure, en
japones, puede ser también crepúsculo de otoño, o sea final de una estación.
Hay relaciones de semejanza y relaciones de contraste. Hay resonancias. Las palabras se expanden
más allá de si mismas. Según Yasuda, citado aquí por Rodríguez Izquierdo, este haiku muestra, el
color y la armonía ambiental de una profunda soledad, pero la muestra sin nombrarla.
Quería que Rodríguez Izquierdo me trajera justo hasta aquí.
Aquí está de nuevo la emoción, lo invisible. Y no quisiera salir de ella en toda la tarde. La forma en
que llega el haiku a la emoción tiene que ver con un gesto del movimiento, el posarse el cuervo, el
sonido del mar, movimiento que suele esta presente casi siempre en una de las dos partes del haiku
frente a la otra parte estática. La palabra emoción procede, a través del francés, del latin: ex-movere.
Movere es remover, agitar, que con el prefijo ex aporta el significado de hacia fuera. E-moción.
Removerse, agitarse la materia hacia fuera. Tampoco esta tarde quisiera separarme ya de la materia,
eso sensible. En realidad la misma palabra sensible está ya entrecruzada. Sensible... Sensible....Lo
que yo quiero hacer es trenzarlo todo.
Me he buscado el recurso de otra autoridad, Chantal Maillard. Ella escribe:
Mientras el coche se detenía en la frontera entre Siria y Jordania, me extrañó ver cómo a los
bereberes se les dejaba pasar sin que presentaran pasaporte alguno. No tienen pasaporte, me
dijeron. No lo necesitan porque no pertenecen a ningún país: su territorio es el desierto y el
desierto no tiene más fronteras que sus propios confines. El bereber es un nómada que atraviesa las
fronteras trasladando enseres de un lado a otro lado de las mismas.
La palabra que traspasa los cercos es palabra bereber: importa y exporta, agita lo conocido. La
comprensión es el resultado de esa agitación.
El cuervo de Basho es un poco bereber. Ese cuervo ha volado desde lo concreto hasta casi borrarse
entre las sombras imprecisas de la tarde aferrado a una rama que presiente el invierno. Estaba en el
exterior objetivo y de pronto lo tenemos dentro, en lo impreciso de una extraña sensación de
soledad, lo ha hecho sin enseñar ningún pasaporte y desconociendo las supuestas fronteras entre lo
objetivo y lo subjetivo.
Las fronteras a las que quiero referirme ahora son las que hemos establecido entre el exterior y el
interior, lo visible y lo invisible, lo objetivo y lo subjetivo. Finalmente, la materia, por un lado, y el
espíritu, mente, conciencia... por otro. Siempre estamos pensándonos mediante dualidades, que son
extremos ciertos. Están ahí esos extremos. El problema no es si hay o no dualidad, el problema es el
desgajamiento que hemos hecho entre los extremos, el corte, la falta de relación entre los extremos,
un pensamiento instalado en una dualidad divididad que no sabe pensar la relación. No saber
sostenerlos juntos los extremos, y recurrir a menudo al menosprecio o la a la ignorancia de la otra
parte.
¿Cómo ocurre esta forma nuestra de pensarnos desgajados?
Lo voy a explicar mediante el segundo de los entrecruzamientos que traigo: la perspectiva que
desde de los datos sensibles, pasando por nuestros órganos sensoriales, produce la experiencia. Ver,
saborear, oler, tocar, oír. Ese el espacio del haiku.
Traigo este objeto para mostrarlo, a mi manera. Un cubo. Vosotros veis unas determinadas caras,
tres a lo sumo.... Yo veo otras tres caras pero distintas... sólo tres caras... Y hay otro detalle, según
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la posición se puede ver una única cara cuadrada... las otros dos se ven siempre distorsionadas por
la perspectiva. Si estuviéramos viendo a la vez tres caras cuadradas, de ninguna manera
estaríamos viendo un cubo. Quiere esto decir que nuestra visión del cubo es incompleta. No vemos
todas las caras a la vez. Pero gracias a la distorsión de la perspectiva podemos hacernos una
imagen del cubo entero. Gracias a la perspectiva puedo “imaginar” lo no visible, y comprender
que esto es un cubo.
Esto recuerda de alguna manera, curiosa, solamente curiosa, no voy más allá, aquello de que la
distorsión poética o el entrecruzamiento terminan con la imagen apuntando hacia algo que no se ve,
la emoción, lo que no tiene palabras.
Pero lo que me interesa del cubo es mostrar como la verdad objetiva exterior y contundente es un
cubo ideal de seis caras. Y esa realidad objetiva se impone en nuestra mirada y en nuestra escala de
valores. Eso es lo contundente, lo que tiene peso. Esta por encima de lo real de mi experiencia, lo
que yo veo aquí y ahora, ver tres caras de un cubo no tiene importancia, es una distorsión, una
perspectiva entre tantas perspectivas del mundo sensible, de este mundo moviente e tocado hasta la
médula de impermanencia. Eso tan cambiante da miedo. Lo importante, lo que da seguridad, son
las ideas perfectas, fijas, inamovibles, las ideas, los cubos perfectos de seis caras que enriquecen
nuestro conocimiento y dan la solidez y la permanencia del pensamiento, aportan la ilusión de
solidez y permanencia a un mundo de vertiginoso cambio. Lo que importa es el conocimiento,
abarcar con el pensamiento todas las perspectivas a la vez, con una idea inmensa, imposible,
muerta, nación, progreso, dios... ignorando y menospreciando la perspectiva de cada individuo, lo
único vivo.. Aquella alegría de haberlo percibido durante un instante el sonido del mar en la forma
de la flor de la colza es tan poca cosa, algo tan fugaz.... una fruslería con lazo que ponen a veces los
poetas.
Hemos revestido el exterior de certeza, de poder y contundencia y estamos tratando con cierto
menosprecio la parte más frágil y más viva, creativa, eso mío subjetivo. El haiku cuando mira ahí
fuera un matiz, una flor, un sonido, un cuervo en una rama seca... está realmente rescatando la
fragilidad invisible de lo subjetivo menospreciado, está rescatando al individuo menospreciado por
las grandes ideas sin vida. Está rescatando la relación, los múltiples encuentros en que consiste
nuestra experiencia real, aquí y ahora, en cada momento, delante siempre de las tres caras del cubo,
esta rescatando la alegría de la flor de la colza y la soledad de un poeta mirando al invierno cercano.
Me dices que esta manzana es muy dulce, y de nada le va a servir a la manzana tanta dulzura sin mi
saliva. El sabor de la manzana no está en ella, ya sé que tampoco está en mi, el sabor ocurre cuando
nos encontramos, no me menosprecies, no tires de mi hacia fuera arrastrándome por la objetividad
del mundo, déjame vivir mi experiencia, a ratos al menos, son demasiadas las ideas, demasiadas las
noticias y los conocimientos, demasiados los notarios que dan fe de naturalezas muertas, y
demasiado largo es ya, a estas alturas de la destrucción, el pensamiento. Aquí me tienes, yo pongo
intención en nuestro encuentro.
Oh, hoja que te mueves un poco
en cuanto recibes
la luz del sol.
Santoka
Santoka parece que le pone intencionalidad a la hoja, e introduce el elemento subjetivo en ella. La
hoja parece que se da cuenta..... ya sabemos que la hoja no se da cuenta, por lo menos en la manera
nuestra de darnos cuenta, pero vamos a entregarnos a la imagen, por favor, intención es ese algo
que se da cuenta y cruje un poco. La intención es el mero crujir. No hay más.
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Los dos extremos, lo objetivo y lo subjetivo, están imbricados por el leve movimiento... así, al
moverse, se entrecruzan más, así ocurre el ligero crujir de la vida en la hoja que se extiende.
Estamos en un nuevo entrecruzamiento. El tercero. El biológico. Entendido como materia que
se da cuenta y cruje. La materia visible y la conciencia.
El darse cuenta de lo que sucede aquí y ahora, en cada sensación de los sentidos contiene una parte
subjetiva, la intencionalidad, y una parte objetiva.. la luz del sol.
Es como esa frase: para ver hay que mirar, ser consciente, pero para mirar, para que haya
conciencia, hay que ver. No puede ocurrir el ver sin la intención subjetiva de una conciencia que
mira, que se abre, ni tampoco puede ocurrir el mirar sin la capacidad objetiva de ver algo. Sin
embargo, no se puede desenredar la experiencia de la visión, ni la del aroma, ni la del sabor, ni el
tacto,...... ni la voz que está ocurriendo ahora mismo, estamos entrecruzados.
Ella la hoja se queda ahí, instalada en su crujir, que es como una especie de poema vegetal.
Nosotros, sin embargo, obtuvimos el don de ir, ir trasladándonos en el espacio y en el tiempo, y lo
hicimos luego también con las palabras, hicimos con ellas innumerables relatos y discursos
viajeros. Eso es la prosa. El afán de estar queriendo ir más allá siempre un poco más allá, eso de
siempre un poco más allá termina alguna vez por dejarse atrás la experiencia.
Escribió Gaston Bachelard.
Dónde queda nuestro sufrimiento primero? Hemos vacilado en decirlo... Nació en las horas en las
que fuimos amontonando cosas muertas en nosotros.
Demasiadas son ya las ideas, demasiado largo es ya el pensamiento.
La poesía regresa, sin embargo, al crujir de la hoja. Basho dijo: haiku es lo que ocurre aquí en este
momento.
Pero un haiku se puede leer como poesía o se puede leer como prosa, un poco más allá, siempre
un poco más allá, yéndonos de lo que ocurre aquí y ahora. Lo que ocurre en el haiku es siempre el
entrecruzamiento dos sistemas lingüísticos. Quien quiera puede buscar en ello el entrelazo.
Fría tormenta
y el caballo que vuelve
da un mal tropiezo.
Buson
Rodríguez Izquierdo hace el siguiente comentario:
El caballo pastaba lejos, y por puro instinto sabe que se ha desatado una tormenta; relincha, y
enseguida inicia la vuelta a la cuadra. En su precipitación, se ha tropezado por el bien conocido
camino de regreso. Su dueño estará preocupado por él, pero queda a nuestra imaginación el
desenlace de la pequeña historia.
Esto es leer el haiku como prosa, y la explicación no es que este haiku sea, pobre, por ser de un
determinado tipo. Los de causa y efecto. Encontramos un casillero y abandonamos lo bereber de las
palabras. Hay que insistir, borrar la frontera, agitar, veréis que el haiku será otro, y no de causa y
efecto. Realmente no creo en los casilleros ni las clasificaciones para los haikus.
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Las delgadas patas
del ciervo dan un traspiés.
Hierba roja de otoño.
Haku-un
Se puede indagar también sobre las pequeñas historias en torno a traspiés del ciervo. Sin embargo,
lo único que tenemos enfrente es un conjunto de palabras con resonancias. Las delgadas patas....
una idea de fragilidad que conecta con lo quebradizo de la hierba y la fugacidad del otoño. Por otro
lado, todo está traspasado por la belleza, el ciervo, la hierba roja, los colores del mismo otoño. En
ese marco, el traspiés, el movimiento del haiku, agita la emoción, la vida, y puede llevar a una
comprensión donde la fragilidad se nos entrecruza con la belleza. No necesitamos razones del
tropiezo. Lo mínimo del haiku deslumbra sin historias. El destello aparece mejor cuando quitamos
las historias.
Recuerdo siempre cuando me refiero al gesto de leer poesía, y esto es poesía, unas palabras
entresacadas de un texto otra vez de Chantal Maillard: “el que lee, decía ella, levanta a menudo la
cabeza como hace un pájaro al beber, así lo leído se filtra, como el agua en la garganta del pájaro,
y se asienta.. Me di cuanta, sigue diciendo ella, de esa necesidad que había de dejar que el agua se
filtrase y hallase su camino hacia su núcleo. Y allí tenía lugar una comprensión.” O sea, el
pensamiento del lector se da la vuelta y se expande, como decía Betty Drevniok, a quien cita Jane
Reichhold.
Zumba el mosquito
por cada flor que cae
de madreselva
Buson
... el silencio de la flor de la madreselva cayendo... el silencio se hace evidente a través del
mosquito.... cuyo zumbido solamente se oye cuando cae la flor....
El viento al alba:
se le ve mover
los pelos de una oruga.
Buson
El alba y los pelos de la oruga movidos por el viento. Tan imperceptible movimiento como es el de
los pelos de una oruga movidos por el viento, tan leve moverse como es el imperceptible crecer de
la luz al alba. Delicadeza mínima del crujir algo..¿dentro... fuera?
Mikel Dufrenne filósofo francés de la segunda mitad del siglo pasado, injustamente olvidado lo dijo
refiriéndose a cómo funciona la experiencia estética, yo creo que lo dijo de manera luminosa:
En la experiencia estética “Sentir – dijo Dufrenne- es experimentar un sentimiento no como un
estado de mi ser, sino como una propiedad del objeto”.
Esta cita la quiero explicarla con una imagen. No quiero que se quede en mera cita. Quiero que la
recordéis físicamente con la imagen que traigo. Está vez sacada, de la divina comedia, del primer
canto del purgatorio. Dante y Virgilio salen del infierno, poblado de emociones destructivas y
conflictos. Esas emociones se muestran precisamente a través de elementos muy visibles,
experimenta-bles con todos los sentidos del cuerpo. Los lujuriosos, por ejemplo, son arrastrados
constantemente por un viento que les impide ser dueños de su voluntad. Cuando Dante y Virgilio
llegan, en el purgatorio empieza a clarear el día. El guardián del purgatorio acepta que Dante pase
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gracias a la intercesión de Virgilio. Pero le pide que se lave la cara antes de iniciar la subida.... Lo
conflictivo y oscuro del infierno ha dejado su rastro... físico en la suciedad de la cara de Virgilio. Es
importante decirlo así.... ha dejado un rastro, no simboliza... el símbolo, como la comparación, es un
casillero, que no toca ninguna fibra... Si se aprieta alguna vez un botón nuclear, y en la tierra queda
alguien, cuando se asome a ese territorio devastado, no va a decir: esto es símbolo de nuestras
emociones destructivas, diría porque ese último personaje ha aprendido algo, diría esto es la
consecuencia de nuestras emociones destructivas. Tendrá la comprensión del trenzamiento de lo
visible con lo invisible, como causa que produce un efecto. El simbolismo es muy cómodo porque
no conecta nada, no nos compromete. El cuarto entrecruzamiento es es este de la causa,
emoción, y el efecto, lo visible, y viceversa, esto visible a su vez será causa de otra emoción en una
rueda minuciosamente trenzada.
Pues bien, antes de empezar la subida, ocurre lo que voy a leer.
Quando noi fummo là 've la rugiada
pugna col sole, per essere in parte
dove, ad orezza, poco si dirada,
ambo le mani in su l'erbetta sparte
soavemente 'l mio maestro pose:
ond' io, che fui accorto di sua arte,
porsi ver' lui le guance lagrimose;
ivi mi fece tutto discoverto
quel color che l'inferno mi nascose
Cuando llegamos a un sitio en que el rocío resiste al calor del sol, y protegido por la
sombra, se desvanece poco a poco, puso mi Maestro suavemente sus dos manos abiertas
sobre la fresca hierba; y yo, comprendiendo su intento, le presenté mis mejillas cubiertas
aún de lágrimas, y en las que por su mediación apareció de nuevo el color de que las privó
el Infierno.
La imagen de Virgilio hundiendo sus manos en la hierba fresca de la mañana empapada de rocío, y
la cara sucia de Dante chorreando lágrimas al darse cuenta de la intención de Virgilio... Quien ha
atravesado el horror necesita limpiarse por dentro. Pero esa purificación llega desde algo tan físico
y palpable como es la hierba fresca y llega para limpiar también lo físico, una cara sucia. Cuando al
fin las lágrimas salen de dentro, mezclándose con el roció de la hierba, entonces se produce el
destello de una comprensión. Esa rueda de entrelazamientos entre lo físico y la emoción. La
materia, desde una brizna de hierba al más oscuro mineral, produce sensaciones, pero a su vez las
sensaciones producen materia, una cara sucia que busca un poco de luz. La imagen inmensa de la
Divina Comedía es esta. Del infierno al paraíso, de la piedra a la luz, pasando por el rocío en la
hierba. Pero esta es también la imagen mínima del haiku. Es la esencia de lo poético. No encontré
pasaje mejor para explicar esta afirmación deslumbrante: “Sentir.. en poesía.. es experimentar yo
un sentimiento no como un estado de mi ser, sino como una propiedad del objeto”. Porque mi
alma conoce secretamente el entrecruzamiento de lo visible y lo invisible rodando, de una sensación
a la otras, de lo visible a lo invisible, puedo sentir ese crujir que se llama momento haiku. Y este
momento luego, puede ir de mano en mano, de voz en voz, rodando su comprensión.
Hay una frase que se escucha y que a mí me sorprende: es eso de que el poeta en el haiku sólo debe
ser un notario de la naturaleza, notario, se dice. Parece que se confunde la parte con el todo, la
técnica con el sentido, un detalle formal con la hondura del haiku. Notario, quien da fe por escrito.
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La solidez, la contundencia, lo inamovible de la escritura, el peso de la ley, la legalidad, que es un
cubo solido siempre de seis caras, lo masculino y su fuerza, frente a lo vivo, lo moviente, la
perspectiva real y frágil de tres caras de cada uno, que es lo femenino, lo creador de vida. Creo que
lo sagrado solamente ocurre en la relación, en el trazo que lleva del sujeto al objeto sin
discontinuidad, del mirar al ver, y viceversa, del rocío a las lagrimas y de las lágrimas al rocío. El
haiku requiere que la emoción no esté expresada ni el autor aparezca, porque la emoción es
justamente eso de ahí enfrente, pero tiene que descubrirlo el lector, tiene que descubrirlo por sí
mismo, realizar su propio trayecto, porque sino no hay deslumbramiento.
Hissori - sin decir nada, sin hacer ruido
Kuraseba – cuando se vive
misosazai – uno de los pájaros más pequeño de la fauna japonesa, vive oculto en los bosques y
justo en invierno baja de las montañas y se deja ver..
Santoka
Veamos que hay dos focos de atención. Vivir de una determinada manera, escueta, sencilla,
silenciosa, yo diría también que la resonancia nos lleva al matiz de vivir sin mucho discurso, el
ruido incluye también ruido mental.... se trata de todo ese campo semántico, y al otro lado, el
nombre de un pequeño pájaro, donde resuena su canto, con ese contexto citado de ser pequeño,
vivir oculto, mostrarse solo en invierno... ahí ya se empieza a ver el entrecruzamiento de los dos
sistemas lingüísticos.
¿Cómo se engarzan estos dos sistemas, dónde está la relación?. Es algo más sutil que eso de que
para poder escuchar al misosazai no haya que hacer ruido, explicarlo así sería hacer prosa. Para mí
se trata de que cuando ocurre eso de Callar uno en la mirada, o sea, aquietarse el ruido mental, uno
es, uno puede ser por un instante brevísimo canto del misosazai, la experiencia de ser se convierte
en ser canto del misosazai. El haiku es lo que sucede aquí y ahora, pero no aquí y ahora frente a
nosotros, el yo puede que lo hayamos escondido pero está muy bien alimentado. Mirar solamente a
lo de enfrente sería hacer una instantánea de la realidad. Se trata de no ser otra cosa más que eso
que sucede aquí y ahora.
Cruzar
el lecho seco de un río.
Esto escribió también Santoka
Correspondencias. Cruzar.... quién? El solo acontecimiento de cruzar. El río vacío de agua y el
cruzar vacío de un quién. La dualidad que hemos estado pensando como relación, como
entrecruzamiento, termina cuando se deshace el propio entrecruzamiento. La transparencia del
suceder, del acontecimiento convierte el objeto en sujeto. Este breve poema es algo extraordinario
que muestra el destello de una conciencia que por un instante ha eliminado la distancia, ha llegado
al reverso. La dualidad, pasando por el entrecruzamiento, se resuelve en el fluir. En vez de ser, o
sea, ser algo frente a otro algo, o ser alguien a costa de otro alguien, en vez de la vieja noción del
ser, Ser el acontecimiento. Cruzar. Ser la desazón del caballo tropezando, que acoge dentro de ese
tropiezo propio toda la tormenta del mundo. Ser la fragilidad encogida de belleza en el traspiés de
un ciervo. Ser la alegría de la flor que suena. Ser la oscuridad del cuervo. Ser la hoja que se
estremece con el sol. Ser canto.... del misosazai. Ser el otro.......... el cuerpo que esplende en el
zaguán profundo. Ser desconsuelo. Ser desolación. Ser llanto.... ser hambre.... del otro.
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Aquí podría terminar. Pero brevemente voy a apuntar algo que ya parece evidente. Es una preciosa
joya el haiku. Todo este recorrido estético sobre la forma de mirar y desde qué perspectiva mirar el
mundo está concentrada en 17 sílabas. Fue un acierto. Y tiene, más allá de lo estético, un trasfondo
ético. No en vano los clásicos del haiku experimentaron cada uno a su manera un recorrido vital que
rozaba la intemperie y los márgenes de los estatus establecidos en su tiempo. Cada uno a su
manera, vivió acompañado por el haiku su propio recorrido y búsqueda vital o espiritual.
Hay un trenzamiento entre haiku y vida. El entrecruzamiento ético es el último de los múltiples
entrecruzamientos de esta tarde. Pero la última imagen no es haiku, ni es para nada es una imagen
poética. En lo que voy a contar no hay ni asomo de poesía. No hay belleza. Ninguna.
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