Subido por Rafael Z. Caxi

Soltar para volar gloria sierra uribe

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Soltar para volar
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Gloria Sierra Uribe
Soltar para volar
10 terapias para establecer
los órdenes emocionales
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Dedicatoria
A mis ancestros,
a quienes honro
4
Dónde nace este sueño
L
a primera gran referencia que deseo hacer fue mi cercanía profesional y personal al
enfoque humanista de la psicología, durante mi pregrado. Leer y releer la obra de Carl
Rogers fue maravilloso: entender la terapia no directiva, enfatizar en la relación
terapéutica como eje fundamental del crecimiento del consultante y del terapeuta, en la
comprensión empática y la aceptación incondicional del otro(a), fue decisivo para lo que
quería ser y dedicarme a hacer en mi vida profesional.
Sentí que al leer la apuesta que se pretendía desde esta perspectiva, con la terapia,
cambiaba algo en mí, redimensionando el fin de sus postulados: crecer para ser mejor ser
humano. Entendí claramente mis áreas de incoherencia en los múltiples aspectos de mi
vida en los que no lograba la armonía; entendí, con un poco de esfuerzo (debo
reconocerlo), que todo dependía de mis elecciones y mis decisiones, que el pasado estaba
ahí, pero que era mi decisión quedarme en él. Fue así como interioricé la grandeza de la
autodeterminación, la libertad, la responsabilidad de los actos y la esencia del
crecimiento.
Me cuestioné profundamente sobre mi salud mental y la posibilidad de acompañar a
otros en sus procesos de búsqueda interna, y, luego de un largo viaje por mis propios
laberintos (que aún no termina), encontré el escenario maravilloso para hacerme
terapeuta y docente. En esa combinación de acompañar e intentar guiar a otros es que
más feliz me siento. Éstas son, sin lugar a dudas, mis dos grandes pasiones.
Luego, fui asimilando la importancia del trabajo en el aquí y en el ahora, por ello me
acerqué con toda conciencia a los aportes de la Gestalt, y así fue como, de la mano de
John Stevens, F. Perls, entendí, especialmente, los juegos que permiten trabajar los
asuntos inconclusos y crecer. Las fantasías dirigidas que se realizan para cada situación
fueron parte esencial de mis trabajos grupales, de la terapia individual y del darse cuenta
(awareness). Tomar conciencia, cerrar los círculos, tomar decisiones y ser libre, se
constituyó en uno de mis pilares fundamentales para lograr hacer los ejercicios de
entrenamiento en la cámara de Gestalt con mis estudiantes y pacientes. Los resultados no
podían ser mejores. Esto me motivó a querer aprender más y replicar las propuestas en
los textos de cabecera de ese entonces (el darse cuenta, esto es Gestalt, De sapos a
príncipes, entre otros).
Luego, llegó a mis manos, por azar o porque ya estaba preparada, un texto que cambió
mi vida: ¡Ay, mis ancestros! de Anne Ancelin Shutzenberger y me encontré con la
transgeneracionalidad. Recuerdo que lo adquirí en un viaje a Buenos Aires, luego de que
hiciera una conferencia sobre procesos de duelo y desaparición forzada en Colombia. Al
finalizar, una asistente se me acercó y me dijo: “Lo que usted manifestó en su
conferencia es cierto, pero no es suficiente hacer terapia de duelo, esos dolores se
quedan, y pasan de generación en generación, por eso la invito a que complemente su
trabajo con este texto”, y me entregó una joya de la cual cada día me enamoro más.
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Entendí con Anne Ancelin lo que significa la pauta de repetición inconsciente, el
síndrome de aniversario, los lazos transgeneracionales y la contabilidad familiar de
deudas, las criptas inconscientes y los secretos. Entendí lo que pasamos a otros, de
generación en generación, y la inmensa responsabilidad que tenemos al no ser
conscientes de esa situación. Desde ese momento inicié un recorrido académico con mis
estudiantes en la elaboración de sus árboles genealógicos, en la reconstrucción de su
propia historia y, entre más me adentraba en la de ellos y en la de mi propia familia,
mayor fascinación sentía porque esto significaba evidenciar lo que aún no se había
develado en mi formación hasta ese momento.
En el posgrado, iniciamos recorridos difíciles al intentar leer la historia desde marcos
investigativos. En esa aventura hemos logrado varios trabajos de grado, todos ellos
significativos, especialmente, por las transformaciones personales y familiares que hemos
alcanzado. Haciendo este ejercicio de vida, también visité a mis tías, mi familia paterna
de la cual sé poco. Y, al verme reflejada, y al ver a mis hermanos reflejados en unos
parientes que ni siquiera había visto, supe en mi interior que no somos tan libres como lo
suponemos.
Nunca olvidaré la experiencia de socialización de una de las investigaciones de tres
estudiantes de posgrado que se aventuraron a develar sus historias para intentar encontrar
respuestas a muchas de sus encrucijadas. El ejercicio fue difícil, hubo muchos intentos
de deserción, muchas historias que eran difíciles de narrar y poner en términos
investigativos, pero, al final, el día de la socialización de su trabajo, estas tres mujeres, en
un acto de transparencia y coherencia con el proceso, iniciaron su sustentación desnudas
en cuerpo y alma, danzaron con su historia, sacando del baúl todos los equipajes exigidos
por la sociedad para el encuentro con sus máscaras. Su trabajo de grado fue el despertar
y el asumir unas decisiones aplazadas y aplastadas por el peso de las lealtades familiares.
Entender todo esto ha sido especialmente satisfactorio. Cada vez más personas, en
diversos escenarios, se arriesgan a desempolvar sus recuerdos para sanarlos, tarea ésta,
un tanto difícil pero maravillosa.
En esas pesquisas andaba yo, cuando aparecieron Alejandro Jodoroswsky y su muy
controvertida Psicomagia; Serge Tisseron y su trabajo de sanación, a partir de la
liberación de los secretos, especialmente los familiares. Me faltaba, sin embargo,
entender qué sucedía con lo transgeneracional en la sociedad y, por arte de magia,
apareció Vincent Gaulejac, profundizando en los legados de los ancestros y en la
transmisión de lo que él denomina la neurosis de clase. Del psicoanalista Didier Dumas
aprendí la ceguera del sufrimiento ancestral y su repercusión en el cuerpo, especialmente,
desde los fantasmas y las lealtades con los antepasados. Esto contribuyó en la elección de
mi línea de trabajo durante más de dos décadas sobre procesos de duelo. Por primera
vez fue evidente el legado idiosincrático de dolor y sufrimiento validado y transmitido, de
generación en generación. Entendí a mi madre con su frase reiterativa de “sin cruz no
hay salvación” y comprendí que en nuestro país ha sido difícil romper con esa pauta
violenta transgeneracional. Empezó, entonces, en mí, una sensación de desesperanza;
sentía que estábamos condenados a un conflicto que no nos pertenece pero que
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repetimos y repetimos.
Con esa sensación un poco desolada de lo transgeneracional, me decía: ya sé qué son
las pautas transgeneracionales y los fantasmas, sé también del daño intrapsíquico de los
secretos, conozco el síndrome de aniversario, conozco la cartografía emocional y del
duelo y, ¿ahora, qué hago?
Mis estudiantes y yo nos pusimos en la tarea de elaborar muchos genosociogramas;
construí un gran instructivo para lograr ampliar lo propuesto por Anne Ancelin,
escribiéndolo en el segundo capitulo de mi libro Si nos Amamos, amémonos bien de esta
misma colección1.
Como era de suponer, encontramos mil heridas, mil secretos, eventos devastadores,
asesinatos, suicidios e incestos; apliqué entonces, las técnicas sugeridas por Stevens en su
libro El darse cuenta. Logré identificar, con las dinámicas familiares, lo propuesto por
Satir y Shostrom sobre los roles familiares manipuladores (apaciguador, evasivo,
inculpador y predicador); integré las dinámicas de juegos de roles y los actos escénicos
del psicodrama y, así, en una búsqueda y otra, encontré y apliqué diversos caminos
terapéuticos. Los ejercicios académicos y de terapia me permitieron entender lo que
pasaba cognitivamente, logramos desentrañar las pautas, pero lo que no sabíamos era
cómo salir del problema. La silla vacía o silla caliente, que había sido mi salvación para el
trabajo en duelo, no podía ser adaptada a ciertas necesidades de los consultantes. Todo
resultaba no ser sólo una preocupación de consultorio o de un aula de clase pues el país
desangrándose me dolía.
Por esas casualidades de la vida, apareció en un canal de televisión, que por primera
vez sintonizaba, un reportaje a una psicóloga colombiana, Marianela Vallejo Valencia. El
entrevistador le preguntaba: ¿cómo es posible sanar el país desde las constelaciones
familiares? Ella, en forma pausada, explicó sus aplicaciones: “Éstas se usan
especialmente en el ámbito familiar (como su nombre lo indica), en el laboral, en el
educativo, en la salud y en el ámbito sociopolítico” (¡eso era lo que buscaba!). Señaló
cómo los grandes conflictos pasan de generación en generación con consecuencias en los
colectivos. Y escuché cómo podía implementarse todo el trabajo de Bert Hellinger en la
transformación de los traumas sociales, motivo de mi preocupación.
Inquieta, exploré la literatura de las constelaciones familiares, la cual me impacta y me
convoca en sus explicaciones de los fenómenos transgeneracionales; leí con detenimiento
los seminarios de Hellinger, y mi pasión aumentó. Asistí a cursos, establecí contactos con
los colectivos de consteladores y fue maravilloso este paso para poder plantearme la
posibilidad de realizar otra forma terapéutica individual, con repercusiones colectivas, en
un escenario real y sin representantes. Esto, ante la evidencia de algunas situaciones
riesgosas para quienes asumían los distintos roles (me preocupaba y no podía entender
qué era lo que hacía que una persona pudiera ser en el terreno constelador, la abuela o
bisabuela del consultante). En el texto Sin raíces no hay alas2 sentí que el autor lograba
aclarar mi angustia, cuando hallé que “en una constelación hubo una participante que
asumió un rol masculino al no haber hombres suficientes. Se trataba de un tío que había
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violado a la cliente. Posteriormente, la representante informó acerca de una experiencia
completamente nueva y de sus repentinos e imparables ataques de lujuria. Estos roles
llevan a los abismos y profundidades del alma humana. Los representantes ganan acceso
a puntos de vista que jamás se les hubiera revelado. Los roles llevan también a las
propias profundidades personales y transmiten una comprensión existencial sobre otros
seres humanos y destinos”3. Comprendí, entonces, la inmensa responsabilidad de ser
constelador y que ese no era mi camino.
El legado de este principio terapéutico fascinante, lo resumo en lo planteado por
Hellinger en sus tres leyes: pertenencia, jerarquía y balance entre el dar y recibir. Éstas
regulan el ordenamiento de los vínculos.
Así como lo había evidenciado con Berne en el “análisis transaccional”, era necesario
establecer caminos ordenados en donde cada uno pudiera interactuar desde la estructura
comunicacional que le corresponde. El rompecabezas siguió armándose, y la propuesta
de Berne, con el padre, el adulto y el niño, así como su magistral libro: Los juegos en que
participamos, me dieron las pautas para dimensionar cómo funcionaban las alianzas entre
la familia, lo que ella y la sociedad nos exigen ser y esperan de nosotros; también entendí
que en esa tela de araña están la pareja y los amigos, cada uno dando pautas
comportamentales causando que muchos se encuentren perdidos en roles asignados o
esperados, sin encontrar en realidad la esencia de sus vidas. Algo tenemos que hacer para
que las personas logren conciliar estos escenarios en su propia identidad y salgan bien
librados de esta tarea.
Seguía preocupada por lo transgeneracional colectivo, por nuestros ancestros y,
especialmente, por la forma como la violencia y el maltrato se naturalizaban y se
validaban como una forma eficaz de resolver el conflicto. Fui invitada a Tierradentro, en
el Cauca colombiano. Allí encontré grupos humanos trabajando en unas dinámicas
colectivas que me llenaron de esperanza; entender la posibilidad de ser parte de algo
grande en la sanación de la tierra y el planeta, ver niños ocupados en las mingas y padres
transmitiendo unos legados ancestrales, me hizo resumir todo lo que los teóricos hasta
ahora me habían aportado desde otras orillas.
Un médico tradicional me enseñó el principio humanista y de inclusión más valioso que
he aprendido. Al preguntarle cómo atendía a sus consultantes, contestó: “Cuando alguien
llega pidiendo ayuda, le digo: ¿qué tengo que saber de usted, para poder sanarlo?”. Esto
hizo que dentro de mí y de mis paradigmas se cayeran los postulados de rígidos
protocolos de atención a los pacientes.
Aprendí que es indispensable escuchar la sabiduría interna de cada quien y que ésta
puede ser un punto de partida importante para su sanación, ratificando que es en la
relación y la credibilidad con el terapeuta que ocurren los milagros. En Guanacas,
Tierradentro, encontré a un niño que me enseñó el futuro, al estar sentado en su
biblioteca preparándose para lo que pasaría veinte años después. Eso me recordó a mi
amada abuela que, en su cumpleaños número 80, me pidió un regalo que le durara toda
la vida, no cinco, ni seis años; sus deseos de vivir la acompañaron 13 años más. Con este
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niño y con mi abuela supe que sanar significa querer sanar y que todo lo otro son los
accesorios para esa gran tarea.
Así las cosas, el equipaje estaba casi listo. En este sueño tenía una “mochila con
algunas claridades”: un enfoque humanista con el que fluía y fluyo; una psicoterapia
integral, desde la Gestalt, el psicodrama, el análisis transaccional y unos lineamientos de
la psicología transpersonal; una cercanía afectiva con el arteterapia; unas certezas
encontradas en la logoterapia, en la que el ser humano busca el sentido de su existencia;
un entrenamiento en psicogenealogía de la mano de Anne Ancelin Shutzenberger, los
múltiples aportes de las constelaciones familiares y los regalos encontrados en la
psicosomática que me condujeron a los trabajos de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger
Dahlke, autores del libro La enfermedad como camino y La enfermedad como símbolo.
Con todos ellos entendí por qué hacemos una enfermedad o decidimos no seguir el
camino. Caroline Myss me entregó con su medicina intuitiva la fuerza para aventurarme
en la propuesta de acciones concretas para sanar.
Todo este entramado se fue gestando dentro de mí junto con las preguntas oportunas
de mis estudiantes y con las angustias de mis consultantes. Todos me permitieron entrar
en sus vidas con la esperanza de salir de su dolor o de superar el pasado o quizá de
encontrar luces para entender a sus hijos. Esa maravillosa esperanza me llevó un tanto a
ciegas y un tanto a tientas a realizar tareas o ejercicios que no estaban en los libros.
Esta aventura continuó en los seminarios de duelo; aparecieron en mis labios fantasías
dirigidas que jamás había leído. En varias ocasiones, al final de los talleres los
participantes me preguntaban: “¿Gloria podrías repetirnos lo que dijiste?” y, para mi
asombro, no lo podía hacer. Al respecto, tengo una explicación: en el momento en que
construía el discurso, surgían palabras y metáforas que luego no podía reconstruir pues
pertenecían a ese momento y a ese grupo, pero claro, en mi interior tenía un pequeño
guión que se iba armando con el grupo, sus vivencias y las mías. Recuerdo que en mi
proceso de duelo por la muerte de Caliche, mi hermano, yo guiaba a los participantes en
sus fantasías dirigidas para despedirse de sus seres amados. Yo iba sintiendo cada frase y
cada emoción con Caliche; ser parte del proceso fue hermoso y difícil. En alguna
ocasión, uno de los asistentes tuvo que terminar la actividad porque el llanto, no me lo
permitió. Para mí también fue un taller de vida.
Al surgir algunas propuestas laborales para dedicarnos con el alma a grupos humanos
en condiciones de vulnerabilidad –mujeres desplazadas por la violencia o en condición de
abandono, madres solteras, jóvenes reinsertados de grupos al margen de la ley–,
personas, en general, con unas experiencias vitales devastadoras, se pusieron a prueba
toda mi ciencia y experiencia. Evidencié que son muchos los que no acceden a una
terapia psicológica. Apareció, entonces, la sencillez en escenario. Todo tenía que hacerse
tan simple y profundo a la vez.
Con el conocimiento, la intuición y con nuestro amor infinito por lo que hacíamos,
fueron apareciendo talleres y actividades colectivas de sanación (un juego de máscaras,
una cometa, una quema colectiva del maltrato, un acto simbólico de siembra, una
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sanación del útero, un encuentro frente a frente con el padre para sanar el vínculo, un
dolor en el alma y en el cuerpo por no estar en el territorio). Fueron muchas situaciones
las que pasaron ante nuestros ojos, nuestras manos y nuestros abrazos. Todo iba
quedando en los recuerdos, en las fotos de mujeres que volvieron a ser niñas dibujando
su finca o escribiendo una carta de reconciliación; hombres, minusválidos en su corazón,
porque todo lo perdieron; chicos buscando identidades; el desfile de recuerdos,
anécdotas, fotos, fue pasando y dentro de mí aparecía con más fuerza la urgencia de que
esto, tan maravilloso, tenía que trascender en honor a lo mismo vivido.
Fue aclarándose el sueño, lo plasmé en un ejercicio de cocreación y me dije, quiero
recuperar los cuentos de mi padres, por ello le he pedido a mi hermano León que escriba
desde su centro y su amor los cuentos que acompañan cada una de las terapias en este
libro. Reconstruí algunos de los ejercicios terapéuticos más hermosos: la terapia de
Zunilda con lo ancestral y su territorio; con Dianys sentí la fuerza de la abuela y su
legado; Lucena sanó su existencia toda, esa vida que arrastró hasta sus cuatro años para
llegar a ser la mujer maravillosa llena de sueños que es hoy; con mis sobrinos encontré la
validez del corazón ocupado: David Andrés me enseñó cómo se endosa el corazón y
luego, cómo es de difícil recuperarlo en una sala de cuidados intensivos; con Juan supe lo
que significaba que un padre no esté en la vida y se tenga por dentro la tristeza latente de
un hogar prestado, no construido; con Emanuel confirmé que las migrañas son angustia
de futuro; con Dani, sé que el alcoholismo hace demasiado daño. Con Patricia, Erica,
Marce, Alejandra, Santiago, Juan José, ratifico cada día lo que es el orden emocional, la
fuerza del padre y la incondicionalidad de la madre.
Con Alejandro, mi arquitecto de cabecera, sé lo que es construir en muros lo que se
tiene construido en el corazón, y sé también cómo se le ponen alas a los ladrillos.
Con Ximena aprendí lo que significa esperar en cada estación a que el amor decida
subirse al tren e iniciar viajes; en Villa de Leyva y acompañada por Genoveva y Martica
vi las cometas y lo bien que hace que al volar se desanuden los dolores.
Con las mujeres de Sibaté y de la mano de mi amiga Jarlin, desarrollamos ritos y rutas,
unos rituales mágicos para construir espacios no violentos. Teresa, una de las asistentes,
sonrió después de muchos años de dolor, sufrimiento y culpa por haber sido cruelmente
maltratada y por maltratar cruelmente a sus hijos; aprendió que eso no es formar, sino
anular y pisotear. Estoy segura de que con estas mujeres, sembramos luz y cosechamos
nuevas generaciones.
Con Carlos Mario sé con certeza lo que significa un sitio seguro.
Con Nora confirmé la parentalización y lo que era estar en el lugar equivocado,
reemplazando al padre.
En unos de mis espacios laborales, sentí, viví y sufrí con cada historia y relato de las
mujeres que están tomando la más difícil decisión de sus vidas: entregar a sus hijos en
adopción.
Con muchas mujeres y algunos hombres he pasado muchas horas de terapia
reconstruyendo la vida emocional luego de una pérdida por un hijo no nacido.
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Todo esto iba armándose en el sueño: escribir un libro de terapias, de una gran sencillez
de manera que las personas del común, sin necesidad de ser psicólogos, pudieran, a partir
de unos mínimos lineamientos, acompañar a otros a sanarse o ellos mismos identificar su
propia situación y, al hacer las terapias propuestas, lograr dar el paso.
Mi sueño se cristalizó cuando le compartí mi idea a dos seres humanos maravillosos,
igual o más soñadores que yo, Carlos Mario y Catalina, ellos son los productores del
video que acompaña este libro. Les dije: “Quiero que estas terapias aparezcan en un
video para que las personas puedan afianzar y hacer el paso a paso de los ejercicios
propuestos”, y ellos emocionados contestaron que era algo que los convocaba y a lo cual
le dedicarían toda su sabiduría, intuición y amor. Y así ha sido.
Armando el rompecabezas, muchos de los ejercicios se acompañan de relajación y
meditación, y sé que quien mejor lo hace por su entrega, compromiso y cosmovisión con
estos procesos es Martica; lo hizo con el amor de siempre. Ha dedicado mucho tiempo y
entrega para que este proyecto sea grande, ella comparte conmigo la misión de
acompañar a otros y a nosotras mismas en el encuentro de este camino. Y como ella lo
dice, parafraseando a su maestra Peggy, “qué lindo que esto sea en gracia y en gozo”.
Faltaba la música original para el video y apareció con su grandeza el maestro; tomó
este sueño y este proyecto como algo personal, que también le ayudaría a sanar sus
propios dolores en su reciente separación. Gracias Andrés, porque sé que en cada nota
musical está tu alma.
Todo estaba listo, el libro con las terapias, que incluyen un objetivo, la razón misma
que da cuenta de su sentido, una descripción de la temática o situación que pretende
sanarse, los materiales requeridos, un paso a paso terapéutico, las tareas y las sugerencias
y algunos casos clínicos reales e ilustrativos; finalmente, está un cuento escrito por mi
hermano para cada una de las terapias, ayudando a integrar por medio de lo lúdico
narrativo, lo que a veces para el alma resulta más desgarrador.
Cada sesión del video comprende: una relajación guiada, tarea ésta sensible y amorosa
de Martha Esperanza Fonseca; un guión preliminar de los productores y una grabación,
producto del esfuerzo y dedicación del equipo de trabajo para que en seis minutos
quedase la esencia y el corazón de cada terapia.
Sólo faltaba, entonces, que la casa editorial acogiera el proyecto, como en anteriores
ocasiones (este es el quinto libro de la colección Renacer). Este sueño novedoso,
ambicioso y diferente. La recepción y acogida no pudo ser mejor: el padre Vicente
Miotto nos escuchó con atención, luego nos recibió como equipo para presentar el piloto
del video con la primera terapia: Un lugar en el planeta. Constanza Moya nuestra editora
y lectora, al igual que el padre Arnoby Álvarez y Elizabeth Becerra nos dieron valiosos
aportes. Quedó en sus manos y de sus manos salió esta aprobación que hoy entregamos
a ustedes, con alegría y amor.
Los sueños, tal como lo vi en mi ejercicio de cocreación, tienen alas, y cuando
encontramos en nuestro camino, editores, familia, pareja, amigos, cómplices,
consultantes y colegas, que nos dan los pedacitos para armar los rompecabezas es más
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fácil. Para todos ellos mi gratitud y reconocimiento.
Finalmente, quiero expresar que estas primeras diez terapias son sólo el inicio de un
gran proyecto que se está cristalizando en colectivo. Maribel Rendón Orozco, coautora
del segundo libro de la serie: De la mano con los niños, tiene la responsabilidad de
plasmar las terapias para los niños y los adolescentes, algo que sé, hace con toda pasión y
profesionalismo. Con mis sobrinos psicólogos (Felipe y Santiago) tenemos el proyecto de
un tercer libro, sus búsquedas, el arte y la pasión por la psicología guiarán la concreción
de mucho de lo que tenemos ya delineado. Sabemos que la línea de psicogenealogía,
nuestra familia y todo lo que en ella vivimos son la materia prima para saber la inmensa
responsabilidad que tenemos con nosotros mismos y con otros. También sé que muchos
de mis estudiantes y consultantes están dispuestos a compartir sus casos en beneficio de
los colectivos. Ese será un cuarto aporte de casos clínicos transgeneracionales. Por ello,
este libro es un gran inicio de otros sueños, que desde ya se están plasmando.
Para mis colegas y todos los lectores, presento al final la compilación bibliográfica, así
muchos podrán encontrar más y más pistas. Uniéndonos y conectándonos con el
universo como lo hemos visto en la magistral película Avatar es cuando entendemos que
nuestra existencia valió la pena vivirse.
Gloria Sierra Uribe
1 Sierra Uribe, Gloria. Si nos amamos, amémonos bien: Una mirada transgeneracional y emocional al
mundo de la pareja. San Pablo, Bogotá, 2009.
2 Ulsamer, Bertold. Sin raíces no hay alas. Luciérnaga, Barcelona, España, 2004.
3 Ibíd., p. 133.
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Capítulo I
terapia
El orden conmigo mismo(a)
Un lugar en
el planeta
Objetivo
Recuperar las raíces y la identidad, encontrando un lugar emocional en el planeta.
Comprensión
Las personas necesitamos tener certezas espaciales, contar con un lugar para vivir y
ser, poder nominarlo. En algunos casos, la esencia será individual, en pareja o en familia
y, en otros casos, como en las comunidades indígenas, por ejemplo, será colectiva. La
posesión del territorio y sus demarcaciones son motivo de muchos conflictos en los seres
humanos. ¿A quién pertenece la tierra? Tener un espacio da sentido de pertenencia,
asigna unas características idiosincrásicas; el territorio es nuestra alma, nuestro sentir, la
piel de nuestra vida, por ello es tan importante contar con ese escenario, tener posesión
de él, tanto legal como psicológica y emocionalmente.
Esta vivencia permite una ubicación emocional, tener un lugar para llegar, un territorio
de autonomía (“yo en mi casa soy alguien”). Es la meta sentida de muchas personas
adultas, es motivo de preocupación de los padres en la línea de herencias: dejar a los
hijos un lugar. Esta ubicación no es sólo la casa en donde nacimos, o en donde vivimos,
es el refugio y, en el mejor de los casos, donde podemos ser nosotros mismos. Es vital
encontrar un espacio en el planeta, ser alguien, no sólo una estadística entre miles de
habitantes. Estar ubicados y darnos nuestro lugar hace que tengamos mayor claridad de
presente y futuro, saber qué camino tomar y poder delinear el retorno. Mi madre
acostumbra decir: “Es necesario que se den su lugar”, haciendo referencia a lo
importante que es hacerse visible en algunos momentos de la existencia, especialmente,
ante la más mínima posibilidad de exclusión.
Contar con un lugar es vital en el mundo de los amigos, –y así lo expresamos
coloquialmente: “tienes un lugar en mi corazón”–; y en el universo de la pareja se espera
que el primer lugar, en el amor, sea para ésta.
Toda la simbología de los lugares nos permite una reflexión emocional. Los países
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tienen banderas, himnos que los identifican, gastronomía típica, un idioma, un acento
gramatical, unos modismos. Sentirse de un determinado lugar da unos rasgos que hacen
que la persona logre procesos de identificación y construya lealtades visibles e invisibles
con los ancestros.
En el departamento de Antioquia, Colombia, existe un pueblo llamado El Peñol, que
vivió un proceso de reubicación, debido a que sus tierras fueron inundadas para dar
origen a una represa hidroeléctrica. Sus habitantes se resistieron hasta último momento a
dejar sus casas, su iglesia y su cementerio. Perdieron la lucha. Fueron ubicados en un
pueblo moderno, respondiendo a otros imaginarios de desarrollo y no tanto a sus raíces y
a sus modos ancestrales de vivir. El nuevo pueblo tenía todos los servicios públicos y
algunos lujos de ciudad, pero carecía de algo vital para esta población campesina: un
huerto en cada casa, lo que generó que las familias, luego de recibirlas, las vendieran
prontamente y compraran pequeños lotes, para tener parcela y contar con un pequeño
cultivo de tomate (producto básico de la región).
A los pocos años, una gran sequía hizo que los niveles de agua bajaran y sus habitantes
pudieron regresar al que fue su pueblo. Se revivió un nuevo proceso de duelo, lograron
construir el monumento de una cruz inmensa que coincide con el lugar donde antes
estaba la iglesia principal. Luego subieron nuevamente los niveles de agua. Este
monumento puede verse desde muchos lugares y se ha convertido para los turistas en un
recorrido en lancha hasta “Pueblo Viejo”. Estoy segura de que los campesinos de Pueblo
Viejo tienen cada año un lugar para poder ir a recordar y recobrar sus raíces.
La experiencia que hemos vivido acompañando a personas sobrevivientes de intentos
de suicidio, confirma lo que acabo de plantear. Quienes desean morir han perdido su
lugar en el trabajo, en la sociedad, en la pareja, en la familia, y siempre han perdido la
brújula interior, no hallando paz en su propio territorio, el de la vida.
Igual experiencia se ha constatado en personas que por alguna razón han sido sacadas o
expulsadas de su tierra. La sensación de no pertenencia en el lugar de llegada es inmensa
y provoca una gran dificultad en volver a tener raíces, máxime si no existe la posibilidad
de un retorno, porque, en la mayoría de los casos, en la tierra que dejaron se quedaron
sus pertenencias y también sus muertos4.
Vivencias metodológicas
Esta propuesta comprende dos ejercicios que se describen a continuación:
Se sugiere ubicarse en un espacio adecuado para relajación y meditación,
preferiblemente cerrado y, posteriormente, de ser posible, en un espacio abierto,
especialmente en contacto con la tierra.
Materiales
1. Ropa cómoda.
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2. Música ancestral.
3. Fotografías de los lugares (casa, trabajo, barrio, pueblo, ciudad, país).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del desarrollo de la terapia.
Realización
Ejercicio 1.
Se inicia con una relajación (se sugieren las que se incluyen en el DVD) que permita
estar centrado(a) e interiorizado(a). Cuando la persona esté conectada con su respiración
y totalmente relajada, se le pide que, en forma imaginaria y utilizando la fotografía
elegida, inicie un recorrido por su hogar, reconociendo cada rincón y, especialmente, sus
espacios, logrando identificar su territorio, por ejemplo, su habitación, su lugar en el
comedor o en la sala o quizá en el estudio. Si comparte la habitación y la cama con
alguien, que tenga claridad de sus espacios, su mesa de noche, el lado en el que se
acuesta y los lugares que ocupa. Se le pide que los nomine diciendo: “Ésta es mi casa”,
“éste es mi cuarto”, “éste es mi lugar” y que, en cada uno de los sitios, coloque mental o
imaginariamente una bandera que dé cuenta de su territorio. (Esto da la sensación de
pertenencia y seguridad). En algunos casos, las personas tienen un símbolo que las
identifica y éste es importante para la metáfora de la bandera.
Ejercicio 2.
Se continúa teniendo presente un lugar seguro en el barrio, en la ciudad o pueblo; en el
trabajo, donde se estudia o donde se pasa la mayor parte del tiempo; en el país y,
finalmente, en el planeta. Se realiza en forma imaginaria. Eso significa que el lugar
elegido del planeta muchas veces es uno soñado o añorado y no necesariamente
conocido (alguien puede sugerir que su lugar seguro en el planeta es París). Al final, se
pide a la persona que sienta que fluye en el universo, que tiene identidad y es alguien.
Esta sensación da firmeza y fuerzas emocionales para tomar decisiones y sentirse seguro.
Con este ejercicio pueden disminuir las conductas evasivas como el consumo de
sustancias psicoactivas, ya que la persona encuentra su piso y no necesita huir de la
realidad. En lo emocional, da la sensación de incrementar niveles de autoestima y
autoaceptación. Con los vínculos familiares se establecen límites y se hacen evidentes las
exclusiones y alianzas, elementos fundamentales para ser retomados, si así se requiere en
el trabajo terapéutico.
En el cuerpo esta terapia está ubicada en los pies por toda la coherencia con “tenerlos
en la tierra”, que equivale a “qué camino tomar en la vida”.
Posterior al ejercicio:
Se solicita a la persona que, luego de la experiencia, camine descalza en un prado, con
la intención de conectarse con el planeta. En casos de enfermedad por desarraigo, se le
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solicita que cave un pequeño hueco en la tierra y coloque allí los pies por espacio de una
hora, tomando todo de la tierra, verbalizando lo esencial al sentirse pisando su territorio y
encontrando sus raíces.
En situaciones de exilio, se indica pensar, imaginar u observar una fotografía del país
de origen y hacer el ejercicio en donde se esté viviendo, dando las gracias y retomando
sus raíces. Esto se recomienda hacerlo durante varios días, hasta recuperar la sensación
de arraigo. Simultáneamente se verbaliza lo siguiente: “Doy gracias por mi territorio y
tomo todo lo mejor de él”. Al finalizar la serie, caminar descalzo(a) en la tierra que ha
brindado acogida, expresando: “Conservo las raíces de mi territorio de origen y asumo
con amor esta tierra que me acogió y en ella sembraré y daré mis mejores frutos”.
Caso ilustrativo
María es una mujer de 44 años; en la actualidad, tiene dos hijos adolescentes, un hijo
de 17 años y una hija de 15, quienes desde hace tiempo no se dirigen la palabra. Él es
estudiante de música (practica la batería) y, por lo tanto, necesita un espacio amplio. La
madre le cedió su cuarto, porque “dentro del mismo hay un baño y, además, trae
amigos”. En otra habitación duerme su hija, quien compite día a día con su hermano. El
cuarto del muchacho fue cedido a un primo de éste, que está realizando estudios en la
ciudad. El dinero que María recibe por este alquiler, le ayuda para pagar algunos gastos,
luego de que su esposo decidiera irse. Ella terminó armando un pequeño lugar para
dormir en el estudio (que es de los tres). En ocasiones, tiene que aguardar horas en la
sala o en la cocina, hasta que el estudio esté desocupado y pueda desplegar un sofá
cama, y dormir algunas horas antes de ir a trabajar.
Lo que la convoca a terapia es un cuadro depresivo, que viene presentando desde hace
dos años (justo el tiempo de su separación y del conflicto con sus hijos). Ella ha perdido
la razón para vivir y sus hijos se han convertido en una gran carga. Manifiesta deseos de
morir, apatía, desmotivación y, espacialmente, una “inmensa necesidad de salir corriendo
y no llegar a su casa”.
Le propongo el ejercicio del lugar en el planeta y le pido que para hacerlo traiga
fotografías de su casa, trabajo, ciudad y país.
Hicimos el ejercicio con mucha dificultad, pues había mucho dolor en ella. La terapia
estuvo acompañada de llanto y rabia. Al finalizar, y luego de una amplia conversación,
tomó decisiones. Entre ellas: regresar a su dormitorio, hablar con sus hijos acerca de la
situación que estaban viviendo y que ellos también hicieran lo propio. Inició una
demanda por cuota de alimentos para sus hijos menores de edad y, en menos de cuatro
meses, el sobrino salió de la casa. La familia regresó a sus espacios y con ello se retomó
el orden, la armonía y, como era de esperarse, María recuperó sus deseos de vivir.
Algunos meses después afirmaba: “Ahora sí soy alguien en esta casa y se respeta lo
que digo”. La hija manifiesta que ya puede hablarle a su hermano, porque desde que
estaba en el cuarto de sus padres “se sentía con poder para mandar”, y ella no lo iba a
permitir. “Es cierto que es mi hermano mayor, pero no es mi papá”, decía en medio de
16
lágrimas. El hijo entendió los cambios, se adaptó a su espacio e inició los ensayos de
batería en el garaje de la casa del abuelo paterno, lo que además le ha permitido
acercarse al padre.
Todo el orden espacial ha traído consigo el orden emocional. Los cambios permitieron
que cada cual quedara también en su lugar en la jerarquía familiar, respetando los
órdenes de llegada (primero los padres y después los hijos).
Flores empolvadas
J
osé Luis halló las flores de la sala de su apartamento empolvadas, las lavó con agua
buena por varios minutos y las continuó viendo empolvadas, entonces supo que el daño
estaba en sus ojos.
Corrió al espejo y allí estaba él, detrás, todavía. Cometió, incluso, una travesura
ingenua, que para él fue vital en aquel momento: empezó a moverse delante del espejo
de manera lenta. Los movimientos del lado del espejo le resultaron exactos, muy vivos y
en colores, aunque unos colores algo rebeldes, por así decirlo. Llegó a creer que allá, del
otro lado del espejo, estaba más vivo que dentro de su piel.
Ese mismo día pidió una cita al oftalmólogo. Era claro que sus ojos se estaban
deteriorando, y apenas ahora se daba cuenta.
Sólo quince días después logró ser atendido. El médico –un hombre de unos 60 años,
con una nariz de payaso inolvidable– encontró sus ojos perfectos. Los halló tan buenos
que se permitió hacerle una broma: “Al lado suyo, Argos es un invidente, hijo mío”, le
dijo. Para no dejarlo salir con las manos vacías del consultorio, le obsequió un frasco con
gotas lubricantes. Diciéndole que eran lágrimas de laboratorio, y que él también las usaba
por mera prevención.
El diagnóstico recibido fue tan tranquilizador, que José Luis quedó preocupado. Para el
médico –maestro de la oftalmología– sus ojos estaban perfectos. Dentro de él algo estaba
averiado. Era claro que no veía bien. El color –empecinadamente empolvado– de las
flores de su apartamento, era testigo de ello.
Al salir del consultorio, caminó varias horas por la ciudad, pendiente, como nunca
antes, de las formas del mundo y sus colores. En cada calle descubría cosas nuevas,
antes inadvertidas para él. Todo le resultaba hermoso y algo borroso.
No quiso consultar a otros oftalmólogos y se propuso leer en sus ojos lo que los
aparatos y la sabiduría del médico no lograron leer en ellos.
Poco a poco se fue dando cuenta de lo solo que estaba en este mundo, donde, a lo
mejor, desde el mismo momento de nacer ya estamos demasiado solos. Cayó en la
cuenta de que en medio de miles, de millones de personas solitarias, era un escultor
poderoso, monstruoso tal vez, de su soledad. Llegó a la ciudad con el objetivo de
conseguir un empleo, el mismo que consiguió a los pocos días. Vivía socialmente bien.
Lo que se traduce en que tenía un apartamento, pagaba su salud, cotizaba para su
pensión, una que otra vez se obsequiaba un libro (especialmente de historia del arte), y
17
ahorraba unos cuantos pesos al mes. Pero, en el fondo de su ser, no encontraba con
quien fundar una tertulia, o con quien tomarse de la mano.
Un día tras otro, y entre tropezones, supo que hacía años no jugaba, que vivía
demasiado limpio (¿cuánto hacía que no se embarraba de tierra?), que casi todo lo suyo
era un acto obediente, dictado por la fábrica, la televisión o la Internet. Sus días habían
perdido musgo e historia. Fue cayendo en la cuenta de que la nubosidad que sus ojos
veían afuera, no era otra cosa que la ventana por donde se derramaba algo suyo; sus
oscuridades y sus rupturas cósmicas quizá. Descubrió, con dolor, porque todo
descubrimiento trae algo de dolor, que no vivía, apenas flotaba.
Cada que entraba a su apartamento, lo primero que hacía era observar las flores. En
ocasiones, las veía brillantes, en ocasiones borrosas. Aprendió a dialogar con ellas,
empeñado en preguntarles por él, como si las flores se hubieran convertido en una
especie de consejeras en las que buscaba hallar la luz perdida. Las flores sólo emitían su
aroma y su color.
Se hizo un hombre, digamos, doble. Madrugaba a trabajar, como todos los otros. Era
una eficiencia frente a la máquina. Terminado el turno, se iba de inmediato para su
apartamento. Una vez llegaba, se descalzaba, y –muchas veces desnudo– empezaba a
observar el paisaje por la ventana, saboreando las formas y los colores que veía.
Los domingos, cayó en la manía de darle vueltas a la inversa al minutero y al horario
de su reloj, como buscando recuperar el tiempo perdido. Un único sueño empezó a
soñarse dentro de él: vagabundeaba sonriente por una sabana, saturada de verdes. La
pandilla de sus compañeros de infancia, junto a sus abuelos, y otros de los suyos, corrían
con él por todos lados, como niños a los que sólo les bastaba beberse el mundo que
habitaban.
Una mañana de comienzos de enero, en pleno ardor de las cabañuelas, José Luis
decidió atragantarse de sus flores. Una a una las arrancó de la matera, las licuó y las
bebió en total. Luego se tendió a dormir.
4 Para ampliar esta información sugiero revisar el libro: Los dolores de la guerra, editado por el programa
de psicología de la Universidad Piloto de Colombia (2009), en el cual se encuentra un amplio artículo de mi
autoría sobre las consecuencias psicoemocionales de los desplazados, y se hace evidente que el efecto más
devastador se relaciona con las pérdidas de territorio y todo lo que ello sugiere (identidad, redes sociales,
espacios y escenarios ancestrales). Se plantea, además, lo difícil que resulta la recepción y el adaptarse a
otros territorios; incluso, hay quienes pueden pasar toda la vida añorando lo perdido.
18
Capítulo II
terapia
Reconstrucción de las figuras parentales
Sanación con
mis padres
Objetivo
Esta terapia tiene como finalidad reconciliarse con los padres, especialmente, cuando la
causa del conflicto es el abandono permanente o transitorio, físico espacial o emocional o
por la muerte temprana de alguno de ellos (incluye cuando la madre muere en el
momento del parto y el hijo sobrevive).
Comprensión
Los vínculos con los padres son la esencia en la existencia humana, pues ellos nos
dieron la vida. En lo afectivo son irremplazables.
El de la madre es el más significativo tanto en lo emocional, como en lo social, en lo
familiar, lo cultural y legal; la potestad es usualmente entregada a ésta.
Su misión es la instalación del amor incondicional; su protección, cuidado y entrega es
una constante cultural y psicológica. Los etólogos5 han estudiado mucho acerca de este
comportamiento en los animales, encontrando una similitud en todas las especies.
Socialmente se asume como desnaturalizado el abandono de una madre, se habla
incluso del instinto materno, que intenta explicar cómo la progenitora hace todo lo posible
por el bienestar de su hijo, incluso, en la literalidad de la palabra “instinto”, ésta daría la
vida por ellos.
El debate en torno al aborto pone de manifiesto esa creencia de la maternidad y
relativiza el comúnmente llamado instinto materno; además, en los espacios terapéuticos
se evidencia que luego de un aborto (especialmente los provocados), las razones iniciales
que provocaron la decisión disminuyen y aparecen los “contrargumentos” y con ellos los
sentimientos de culpa; el mayor de ellos se encuentra relacionado con haberse negado a
la maternidad o a la paternidad.
El abandono del padre se manifiesta en la fragilidad en la toma de decisiones, ya que el
rol paterno es brindar la autonomía, el respaldo en la adopción y la protección, entre
otros6.
Cuando el padre no está por cualquier razón, el(la) hijo(a) crecerá con un vacío
19
emocional, del cual siempre pasará “cuenta de cobro”.
Las consecuencias emocionales de la ausencia de la madre y del padre son evidentes en
la construcción de los vínculos que luego establece la persona. La constante es la
angustia de un segundo abandono (el parental se conoce como primer abandono); la
ambivalencia emocional significa: “Estoy contigo, pero me falta algo”.
Otra de las constantes que se hallan, es el amor condicionado. El “te amo, si…”, es
muy significativo y la probabilidad de no establecer vínculos de pareja por temor a revivir
la experiencia de la pérdida es frecuente. Unido a esto, se encuentra la posibilidad de que
al establecer una relación de pareja se adopten comportamientos infantiles, regresivos y
demandantes, buscando la experiencia primaria que no se tuvo. En el caso más doloroso
se repite la pauta transgeneracional. Así, un hijo abandonado, es un candidato para ser un
padre o una madre abandonador(a). La evitación y el temor al abandono pueden, incluso,
precipitar uno preventivo. Recuerdo a María, una estudiante de último año de una
carrera universitaria en el área de la salud, quien, al preguntarle por su novio con el que
llevaba una relación de varios años, me contestó: “Terminé con él porque no soportaría
que me fuera infiel”. La ruptura resultó ser preventiva del dolor causado por el abandono
primario. Ella había sido criada por sus abuelos maternos y tenía una marcada distancia
emocional con su mamá a la que jamás nominó como tal (sus padres eran sus abuelos)7.
El abandono también puede percibirse por muerte prematura de alguno de los padres.
El niño no tiene los elementos emocionales ni cognitivos8 para asimilar esta realidad que,
a veces, resulta difícil incluso en los adultos.
Quizá la experiencia más traumática y que exige mayor vigilancia emocional de los
niños se da cuando la madre fallece durante el parto. La carga psicológica de vida y
muerte es devastadora. El niño tendrá siempre la sensación de nacer y morir, y
obviamente de culpa, que se revive en cada cumpleaños. Así los padres adoptivos o
cuidadores intenten dar lo mejor, la muerte se queda cristalizada en el inconsciente y en
la vivencia cotidiana.
La muerte de una madre, al nacer su hijo, es una carga generacional de difícil
elaboración. Bertold Ulsamer en su libro Sin raíces no hay alas, lo referencia así: “Esta
carga es muy fuerte y casi insoportable para el hijo superviviente, dado que él fue la
‘causa’ de la muerte de su madre. Las mujeres de la próxima generación a menudo
tienen miedo de tener hijos. Los hombres se sienten culpables, pues mediante su
sexualidad son también ‘causantes’ de la muerte”.
El autor plantea que en el ejercicio de constelaciones familiares, la “sanación llega
cuando el hijo hace una reverencia ante la madre y dice: ‘Tú has fallecido durante mi
nacimiento. Te agradezco que me hayas dado la vida y la acepto a este precio’. La madre
dice al hijo: ‘Toda madre acepta el riesgo y yo cargo con esto. Es mi muerte y yo cargo
con ello’. De repente, el hijo puede mirar a su madre y sentir y aceptar su amor”9.
Para el caso del abandono del padre, la vivencia más significativa hará referencia a la
dificultad que la persona tendrá en la toma de decisiones, puesto que es función del padre
dar las bases para la autonomía. Él es el respaldo, el coequipero de la madre; cuando ella
20
no está, responde y esto constituye, en el niño, la esencia de su seguridad y el poder
asumir riesgos, mirar la vida hacia adelante sabiendo que alguien (el padre) está
acompañando y apoyando las decisiones.
Los órdenes emocionales en ausencia del papá10 están usualmente alterados. El niño o
la niña asumen el rol de compañero o compañera de la madre. Desde tempranas edades
deben tomar decisiones que no les corresponden, especialmente el(la) hijo(a) mayor. Es
lo que se denomina parentalización. Este desorden hará que los niños no puedan vivir a
plenitud su niñez y sean adultos desde pequeños, con responsabilidades que no son
propias para su edad y que, a corta edad, se sientan cansados o, por el contrario,
preparados para ser padres11. Alterado el orden se alteran las responsabilidades y la
percepción que se tiene con ellas; incluso, el niño sentirá que es quien manda y que tiene
poder, dos situaciones muy difíciles de sobrellevar luego en la vida de pareja y en los
órdenes laborales.
Actualmente, muchas mujeres consideran que pueden asumir solas los dos roles, visión
errónea desde muchas perspectivas: la psicológica, social, antropológica, y de
construcción de vínculos. Los padres son, en esencia, el pasaporte de la salud mental. Se
evidencia en los comportamientos de los niños y adolescentes. Es fácil definir, en la
escuela, quiénes cuentan con padres que cumplen la hermosa tarea de construir con sus
hijos un futuro emocional. Personalmente, me entristezco cuando se asume la paternidad
o maternidad con una visión económica o de mantenimiento.
En resumen, el abandono materno y paterno puede ser definitivo. Por entrega en
adopción, por muerte, por delegar el cuidado a los abuelos o cuidadores, o por distancia
emocional y de cuidado, así se viva en la misma casa. Las consecuencias
psicoemocionales serán diferentes dependiendo de múltiples factores difíciles de
enumerar; sin embargo, sí es una constante el vacío que deja en el psiquismo el
abandono, que se hace explícito en la forma como se establecen posteriormente los
vínculos.
Las consecuencias en las cuales me centraré son vinculares, puesto que la psicología y
la pedagogía dan cuenta de otras muchas consecuencias como por ejemplo, las
alteraciones en el aprendizaje y en los niveles de socialización, los cuales corresponden a
otras áreas de análisis. A los interesados los invito a realizar una exploración conceptual
de los avances significativos al respecto en estas disciplinas.
Los vínculos de personas abandonadas en forma predictiva son deficientes, inseguros,
temerosos, de poca permanencia, angustiosos y, especialmente, vínculos reemplazo que
es donde se hace claro el desorden emocional. El(la) niño (a) en la edad adulta intentará
encontrar en el compañero o compañera, al padre o a la madre reemplazo. Lo no vivido
se busca en el inconsciente como una deuda.
Quizá para algunos investigadores de las ciencias sociales, el interés será encontrar las
causas del abandono, la maternidad en la adolescencia, la pauta violenta, los
determinantes y las condiciones sociales y económicas, etc. Todo lo anterior permite
complementar y dimensionar la complejidad del asunto; todo ello puede servir, a quien
21
esté interesado, para investigaciones y trabajos terapéuticos.
Vivencias metodológicas
En muchos contextos, incluido el colombiano, hay muchas madres y pocos padres
presentes; lo cultural refuerza la idea de la figura sustituta, refiriéndose ésta a un tío,
abuelo, abuela, padrastro, maestro o quien ejerció la función de padre o madre. Así sea
validada y naturalizada, la figura sustituta no es suficiente en la emocionalidad de quien
sufrió la carencia pues la figura original es irremplazable. Si bien resulta benéfico que la
figura sustituta esté presente, el vacío es real y permanece.
Materiales
1. Una piscina, río o cascada (preferiblemente piscina).
2. Una camilla para relajación o ensueño dirigido.
3. Ropa apropiada.
4. Guión terapéutico.
5. Si la terapia se realiza en espacio terapéutico y con ensueño o fantasía dirigida,
debe tenerse música que recuerde el agua, una camilla o colchoneta.
6. Para la elaboración del abandono materno la referencia es el agua; en el caso del
padre, la referencia es la tierra (seguridad y autonomía).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
Lo primero que debe hacerse es escuchar hablar al consultante sobre la vivencia y la
cotidianidad de sus vínculos, estableciendo con él o con ella una línea de seguimiento
emocional que nos permita entender el origen y las consecuencias de las relaciones
primarias y parentales con la forma como se relaciona. Se incluyen todos los vínculos
pero se hace un mapa diferencial (cada área vital por separado: pareja, amigos, hijos).
Un caso ilustrativo para la elaboración del mapa emocional
Juan tiene 27 años y ha tenido tres parejas; sólo en la última relación compartió con su
pareja el apartamento. Con ninguna se sintió comprometido; es demandante e infantil y el
lugar donde reside es de su compañera. Ésta es diez años mayor, situación que no le
importa y que, además, le genera comodidad. Es egoísta, no comparte los gastos de la
casa, sólo piensa en su bienestar y, al ser confrontado por su pareja, responde: “Deberías
estar agradecida de que yo me haya fijado en ti”; cumple a cabalidad con el orden
22
emocional12 de los padres, según el cual estos últimos dan y los hijos reciben. Él miente
constantemente a su pareja, pues la considera “intensa y controladora”. “Siempre quiere
saber dónde estoy y con quién; yo nunca tuve mamá y ahora ésta cree que puede
controlarme”.
Para generar un constructo de realidad y responsabilidad le pregunto: “¿Quién eligió la
pareja por ti?”. A lo que me contesta con molestia: “Yo, por supuesto”. Se inicia con esta
respuesta el recorrido emocional y vincular. Hacemos una línea en el tiempo: ubicamos
su nacimiento, 1982. Y empezamos a hacer su recorrido: Juan es hijo único, sin
reconocimiento del padre. A sus dos años de vida, su mamá establece un nuevo vínculo,
que le exige que deje a su hijo con otras personas. Ella logra que una hermana mayor lo
reciba a cambio de una suma de manutención mensual. La mamá desaparece de la vida
de Juan, y la cuota es la única referencia de madre, especialmente, por la angustia que
genera que no llegue y él pierda algunos mínimos de supervivencia: “No hay leche
porque su mamá no ha consignado”, “no hay… porque…”. Ésta fue la frase usual en su
niñez. Cuando el muchacho tiene 10 años de edad, aparece la madre pidiendo que su hijo
viva con ella. Está sola y deprimida, y aunque él no quiere tiene que acceder a su
petición, pues es menor de edad. Duerme con su progenitora hasta los 15 años, cuando
ésta consigue un nuevo compañero. Juan asimila esto como alta traición. A los pocos
días, el muchacho consigue una novia mayor que él, con quien pasa 4 años de su vida.
Termina porque ella le es infiel. Luego, mientras estudia, entabla otro noviazgo con una
joven de su misma edad. Estuvo algún tiempo con ella, pero no la considera un vínculo
significativo. Su última relación, por la cual está en terapia, es la de mayor relevancia. Se
siente cómodo y protegido, y no entiende cómo, siendo un hombre fiel, su compañera no
lo valora y le pide que cambie. En palabras de ella: “Juan debe asumir responsabilidades,
parece un niño”. Él no desea cambiar y el vínculo se termina.
En terapia, le propongo que elabore la situación con sus padres para que pueda elegir
una pareja, libre de la estructura relacional con estos. El mapa13 realizado le da los
argumentos necesarios para iniciar un proceso de recuperación emocional, independiente
del vínculo de pareja que lo motivó a iniciar su terapia.
Con lo anterior estoy afirmando que antes de iniciar una sesión de terapia elaborativa
es fundamental que el consultante logre integrar en su dimensión cognitiva lo que sucede.
Al ver gráficamente el desorden emocional de su vida, Juan realizó el insight14 ,
exclamando: “Por fin entiendo esta situación con las mujeres, soy un desastre”. Se le
sugirió no referirse a él mismo en esos términos y entender que en sus manos estaba la
posibilidad de dar orden y reconciliarse con sus vínculos primarios, para así sanar, desde
las raíces, e iniciar un proceso que, seguramente, y en corto tiempo, le permitiría elegir
una pareja sana15.
Luego de identificar su forma relacional infantil, regresiva y demandante, y evidenciar
el resentimiento con la madre, cobrando a otras su abandono, le propuse hacer la sesión
terapéutica que describiré a continuación.
23
Paso 2:
Sesión de reconciliación y órdenes emocionales con los padres
En la camilla, y luego de la relajación16, se ubican al padre y a la madre en el orden
familiar, verbalizando con el facilitador:
Papá, te honro, te doy gracias y te reconozco como mi padre. Acepto con gratitud
la vida que me diste y la asumo con responsabilidad. Me habría gustado que
hubieras estado presente en mi vida (en situación de abandono), pero como adulto
la asumo y te dejo la responsabilidad de haberme abandonado. Decido no hacerte
reclamos; tus razones son tus razones así yo no las comparta. Asumo lo mejor de
ti. Tus legados que llevo en mi sangre serán mis legados en forma consciente.
Decido asignarte un lugar en mi corazón, sin resentimientos. Gracias.
Mamá, te honro, te doy gracias por ser mi madre; te reconozco como mi madre.
Acepto con gratitud la vida que me diste (todo lo del padre). Y asumo la
responsabilidad de la mía.
Yo... Juan (decir nombres y apellidos) me asumo como un ser adulto; asumo mis
27 años y la responsabilidad de mis relaciones y mis decisiones.
Papá y mamá, la vida, las decisiones, y la consecuencia de las decisiones de
ustedes con ustedes. Mi vida, mis decisiones y la consecuencia de mis decisiones
conmigo.
Papa y mamá, nada me deben, nada les debo. Estamos a paz. Soy libre, son libres
(se repite varias veces).
Posteriormente, se le permite expresar todos los sentimientos que acompañan la terapia
y se hace un cierre de gratitud con los padres. En el gráfico de genosociograma,
previamente elaborado, se evidencia la familia: papá, mamá e hijo, en el caso de Juan.
Es importante validar todo lo emocional; seguramente aparecen muchas expresiones de
reclamo, rabia, y dolor. Aquí, lo importante es que el facilitador dé relevancia a la vida y
asigne a los padres la responsabilidad del abandono, enfatizando en tomar conciencia de
la necesidad de reconciliación para beneficio y salud mental del consultante. No olvidar
mencionar que el pasado no es un argumento de vida ya que asumirla con toda su
historia y dejar el pasado en su lugar, aligera el presente y aclara el futuro.
Tareas terapéuticas
1. Se solicita al consultante que lo más pronto posible vaya a una piscina, ojalá
climatizada, y pase algún tiempo dentro de la misma (hasta que sienta que éste es
suficiente), simulando los nueve meses de embarazo, aquietándose, sintiendo el agua,
dando gracias por la vida y reviviendo la experiencia uterina; debe dejar fluir emociones y
reconciliarse con gratitud con la madre.
2. Días después se sugiere a la persona caminar descalza en un prado y sentir que tiene
24
los pies en la tierra, y que sabe hacia dónde va. Se hace un ejercicio de decisiones vitales
y de autonomía17.
Algunas personas hacen un hueco en la tierra e introducen sus pies en él; permanecen
así por una hora, recogiendo la fuerza de la tierra18. Este ejercicio proporciona la fuerza
masculina y la reconciliación con el padre. La tierra da seguridad, característica del
padre. La experiencia es similar a lo vivido en la terapia de Un lugar en el planeta.
3. Finalmente, se solicita a los consultantes escribir una carta o nota de reconciliación a
sus padres, aceptándolos con sus decisiones, sus debilidades, sus fortalezas, y
liberándose de su pasado. En una fogata pueden quemarla. Esta nota de reconciliación no
debe incluir reclamos (esto da mucho alivio). La sensación es de estar a paz y salvo,
especialmente, si los padres han fallecido.
Nota: se preguntarán cómo perdonar y reconciliarse con alguien que no ha estado.
La respuesta es sencilla. Decidimos también permanecer en el abandono, y generando
estados de victimización o decidimos crecer, ser y responsabilizarnos de nuestra
existencia. Se enfatiza que el pasado no puede ser un argumento de vida y menos una
justificación para el fracaso. La pauta de repetición se puede detener al hacerla
consciente.
Sugerencias terapéuticas
En algunos casos, al intentar reconciliarse con los padres, aparece una
contraargumentación de rabia y resentimiento. Es necesario validar todas esas emociones
y permitir su expresión, siempre haciendo la reflexión de que es nuestra decisión
quedarnos con el problema o avanzar por la vida (siempre que se permita elegir, se
asume con libertad).
Cuando aparecen sentimientos de temor o fobias con el agua, no debe presionarse y se
puede cambiar la tarea por un baño de agua tibia, con la intención presente de sanación y
encuentro con el útero; se sugiere hacer este ejercicio durante nueve días que
corresponden a los nueve meses del embarazo.
En las tareas terapéuticas siempre suelo preguntarle al paciente qué tiene en su corazón
para ofrecer luego de su sanación. Las respuestas me sorprenden.
Los invisibles
1
La noticia me llegó de golpe: “Mañana empieza a trabajar”, me dijo Emilia Madrigal, la
que sería mi jefe. Lo primero que pensé fue en mi armario. No tenía ni una muda
decente para presentarme ese primer día de labores. Ajustando aquí y allá, incluso,
remendando el pantalón en una orilla discreta, logré acomodarme. Al día siguiente, a las
seis de la mañana, estaba en las instalaciones del periódico.
Nadie me estaba esperando, al menos como yo creía. Me quemé seis años las
pestañas, soñando con este momento inaugural y cuando llegué nadie parecía verme. Era
como si yo no existiera. Preguntando al uno y al otro, entre un maremagno de oficinas y
25
gente, logré dar con la oficina de Emilia. Allí estaba ella, semioculta, detrás de un
computador. Me saludó con una frialdad pavorosa (llegué a pensar en aquel momento
que no estaba recibiendo mi nuevo empleo, sino que me hallaba ante una juez que se
disponía a leer mi sentencia).
A toda prisa, lo que es común en el mundo de los periódicos, me instaló en un pequeño
escritorio, me dio dos mamotretos argollados, donde, según me dijo, reza la historia de la
empresa y las normas de trabajo (mamotretos que ni siquiera ojeé); me entregó una
cámara fotográfica, una libreta y un lapicero escolar, de aquellos que funcionan a
empujones y nunca llegan vivos al final de una palabra. Luego, al tiempo que me daba
unos cuantos pesos para los pasajes, me arrojó al mundo. “Salga a robar noticia. Lo suyo
será crónica urbana”, me dijo.
Cuando quise reaccionar ya no la vi por ningún lado; desapareció frente a mis ojos.
Me armé de valor y salí a perderme por las calles, ilusionado en que alguna tragedia
humana (y urbana) estuviera aguardándome para contarla y poder salir vivo de este
intento.
A las once de la mañana, ya me había gastado en agua y en café casi todo el dinero de
los pasajes. Caminaba extraviado por el centro de la ciudad, apretando con ansiedad la
cámara fotográfica y con mi mente en negro. Yo mismo, sin saberlo, era la crónica
perfecta de aquella mañana de junio de 2007.
Tuve la brillante idea de meterme a la pequeña biblioteca pública de la ciudad,
arrinconada en una de las bullosas y bulímicas calles del centro. Consultaría algunos
libros de crónica. Eso me daría idea de dónde encontrar una, o, tal vez, haciendo alarde
de un truco, tomaría “prestada” alguna de aquellas crónicas, cambiaría ciertos datos,
tomaría unas fotografías neutras que se acercaran a lo narrado, y lista la primera tarea.
“Al fin y al cabo, lo que cuenta es entretener a la gente”, me dije, para sacudirme del
gusanillo incómodo de la culpa.
A las dos de la tarde ingresé a la biblioteca. Lo hice con el cuello en alto, ya no como
un estudiante, sino como un periodista, más aún, como un cronista. Veinte minutos
aguanté la estafa. No pude más y tuve que salir casi corriendo, sintiendo vergüenza
secreta de mí.
Llegaron las seis de la tarde, las siete de la noche, de aquel miércoles, y yo perdido,
como un desplazado más, en este país nuestro de desplazados visibles e invisibles.
2
El jueves fue igual de vacío. Caminaba por todos lados, mendigándole a la ciudad mi
primera crónica, y la ciudad no me la daba, o, dicho de mejor modo, yo no veía lo que
ella me daba.
Empecé a tomar fotos a la bartola. A lo mejor detrás de una foto cualquiera podría
estar agazapada mi crónica. Un bus que cruzó saturado de soldados (como niños
disfrazados de guerreros), un barrilete ecléctico, enredado en una cuerda de luz, un
muchacho, con un corte de pelo delirante y rojo, atragantándose de cerveza, montado en
una bicicleta de tres llantas, una monja contando billetes a la salida de un banco, fueron
26
mis primeras fotografías. Las observaba una y otra vez, y no lograba arrancar una
maldita crónica urbana de ellas, ni de nada. Estaba aturdido y lleno de miedo.
El problema, mi gran problema, era que sólo me quedaba el día viernes para encontrar
la crónica (para verla) y escribirla. Sin esperanzas ya, huí del centro y empecé a rodar
por los barrios, sin mapa, sin ruta. Cuando, de pronto, a eso de las siete y media de la
noche, en una calle cualquiera de un barrio periférico cruzó ella.
3
Llevaba una cantidad enorme de basura en su espalda y entre sus manos. La
acompañaban dos perros, que a leguas se veía que no les iba tan mal como a ella, siendo
perros vagabundos. Caminaba pausada, como si supiera, no sólo a dónde iba aquella
noche, sino a dónde iba con su vida. La seguía un olor nauseabundo, como una hoja de
ruta tétrica, como su escudo. Avanzaba en un silencio profundo. Era una con la noche.
La seguí a ochenta metros de distancia, igual que un ladrón.
Nadie la veía. Era invisible para los transeúntes que se encontraban con ella. Me
recordó a mí mismo cuando llegué al periódico, el día anterior. Los perros la
acompañaban, a ratos delante de ella, a ratos a su lado, a ratos atrás, olfateando el
mundo con cierto agrado, sin importarles su miseria.
Indagué mis bolsillos. Aún me quedaban tres mil pesos. Una buena manera sería
dárselos y luego, quebrado el hielo, gracias a mi ofrenda, atacarla a preguntas. El
problema es que no estaba tan seguro que fuera una mendiga. Era sólo una mujer
colmada de basura.
La seguía con pasos perversos, feliz de haberla encontrado, y, en el fondo, un poco
más feliz –tengo que admitirlo– de que fuera una mujer colmada de basura. Con rapiña,
yo no pensaba en su dolor, pensaba en lo hermosa que podría salir mi crónica. “Ya van a
ver quién soy yo esos lagartos del periódico”, pensaba, mientras la observaba. Me fui
acercando poco a poco hasta llegar a ella.
4
Supo que la venía siguiendo porque no se inmutó cuando me hice a su lado.
Caminamos unos 50 metros, sin decirnos una sola palabra. Yo no sabía qué hacer, no
sabía qué decirle. Ella sólo caminaba con su basura (una caja de cartón, bolsas de
almacenes de marca, un bate de béisbol roto…). Los perros olían mis pantalones,
preguntándose quizá quién era yo (¿un indigente más?).
Con voz temblorosa le dije: “Soy periodista”. Ella continuó caminando imperturbable,
como si no me hubiera escuchado, como si no le importara. Los perros continuaban
olfateándome, cada vez más inquietos. Seguramente se hacían señas caninas entre ellos,
poniéndose de acuerdo para atacarme o adoptarme. “Quiero ayudarla”, le dije. Y en
verdad no sé por qué le dije eso. Lo único que me importaba, como sabemos, era mi
crónica. Unos 30 metros después, la mujer se compadeció de mí y me miró (sólo eso
bastó para que los perros dejaran de olerme, adoptándome como a otro de los suyos).
Sus ojos, poderosamente pardos, casi que tenebrosamente pardos, me sacudieron. “¿Qué
quiere de mí?”, me preguntó con la desconfianza de la mujer (en realidad de la anciana)
27
que hace años, la vida entera, tal vez, viene mordiendo sólo las manzanas verdes, o quizá
sea más honesto decir, con la desconfianza de la mujer que de la vida sólo ha logrado
morder las manzanas podridas. “Quiero ayudarla, y hacer una crónica urbana con usted”,
le respondí, podrido en mi torpeza y en mis ambiciones.
5
Contrario al tugurio que yo imaginé para ella y sus perros, vivía en una casa. Al entrar,
encendió una vela, que acomodó, no recuerdo dónde. Todo estaba saturado de basura.
La vida de aquella mujer era recoger basura para llevar a su casa. Me senté en una silla
destartalada, traída por ella sabrá Dios de dónde. Sólo me dediqué a observarla,
absolutamente perturbado.
La mujer se movía con soltura en medio de ese universo de desechos y chatarra. El
aire era denso. Un olor imposible de definir, pero que de algún modo traía con él aromas
de taller, grasa quemada, carnicería y sexo de perros, gobernaba el lugar. No provocaba
vomitar, provocaba simplemente no vivir. Era como asistir a un infierno abandonado.
Extrañamente, la vela, siendo escasa, alumbraba la casa. Pude ver –lo que no me
ocurrió en la calle– que la mujer tenía una pierna hinchada, de la que supuraba un líquido
amarillento.
Abrió una caja de cartón y de allí sacó una botella litro de Coca Cola que contenía un
líquido lechoso. A pesar de la miseria, su rostro dejaba ver algún destello lejano de
belleza. “Fue hermosa a los veinte años”, pensé, mientras la veía moverse, como una
acróbata senil entre la basura arrumada.
Llamó a los perros con nombres de persona (Rogelio y Ernesto) y les sirvió un poco
del líquido en dos platos de plástico. Los animales lo bebieron, agitando la cola.
Exhibiendo unos suaves modales, sacó otra botella de la caja de cartón, ésta con un
líquido chocolatoso, casi negro; tomó dos vasos metálicos y apachurrados de una alacena
improvisada, los sacudió contra sus rodillas, como única asepsia, sirvió en ellos el líquido
chocolatoso y me ofreció uno. No me quedó otra que recibirlo.
Se acomodó en una butaca que puso en frente de mí (ahí pude comprobar que en
realidad tuvo que haber sido hermosa). Sacó un pedazo de pan –a todas luces viejo– de
uno de los bolsillos de su faldón, empezó a morderlo con los pocos dientes que le
quedaban y, mirando hacia mi cámara fotográfica, que yo tenía apagada y contra mis
rodillas, decidió compartirme lo suyo, abriendo de este modo: “Crecí sin nadie...”.
5 La etología es la rama de la biología y de la psicología que investiga las costumbres de un grupo
determinado, tanto en libertad o en cautiverio. En este texto la referencia especial se hace con relación a los
comportamientos en la maternidad y la paternidad de diversas especies.
6 Al lector interesado lo invito a revisar el capítulo número IV del libro Si nos amamos amémonos bien:
“Proceso de vivencia en la construcción de pareja”, en el cual se profundiza en este aspecto.
7 Este desorden es frecuente y será profundizada a lo largo del texto.
8 Las vivencias emocionales y cognitivas de los niños en duelo, pueden leerse ampliamente en el segundo
libro de esta colección: De la mano con los niños. Acompañamiento integral a los niños en duelo, de Gloria
Sierra Uribe y Maribel Rendón Orozco. Los hijos que han perdido sus padres antes de cumplir su mayoría
de edad, tienen una tendencia argumentativa de no tener para quien vivir, cumpliendo con una frase
28
evidente en las constelaciones familiares. “Mejor te sigo, querido papá, querida mamá”.
9 Ulsamer, Bertold. Op.cit., pp. 97-98.
10 Retomar lo planteado en el capítulo número V del libro de pareja Si nos amamos, amémonos bien, sobre
sistemas familiares en los vínculos de pareja. Se explica cómo el embarazo de adolescentes puede estar
relacionado con este síntoma de parentalización.
11 Una de las pautas de ley de jerarquías con los padres es que ellos dan y los hijos reciben, para que
después ellos le den a sus hijos y, así sucesivamente, de generación en generación. Lo cual genera otra de
las leyes emocionales: dar sin esperar recibir. Cuando esto no sucede se denomina “dar con dientes”. Caso
usual es el de las madres que “se sacrifican por sus hijos o hijas” y, en la vejez, esperan que estos se hagan
cargo de ellos no sólo en el aspecto económico sino en compañía y presencia, reclamando con cuenta de
cobro, lo dado. “Yo, que todo lo di, y ahora tú me abandonas”. Esta situación, fuera de ser un desorden en
lo emocional, genera rabia y culpa en los hijos que no entienden cómo no pueden hacer su vida, por estar
haciendo la de los padres, especialmente, con hijos únicos, monoparentalizados.
12 El mapa emocional se construye de la siguiente forma: se solicita que la persona ubique, en su línea de
vida, el nacimiento y los acontecimientos relevantes hasta la fecha, los eventos que han sido más
significativos, especialmente, a nivel emocional, colocando en una escala de uno a diez cada uno de ellos.
Siendo 10 el de mayor dificultad. Igual con los eventos que la persona considera como positivos o
protectores.
13 Toma de conciencia.
14 Para conocer las características de pareja sana sugiero revisar el capítulo IX del libro de pareja. Entre
las características enunciadas se encuentran: pareja en democracia, con búsquedas internas compartidas,
pareja deseante en lo cotidiano y lo íntimo, acompañante, solidaria, capacidad de concertación y
negociación.
15 Se sugiere la relajación que acompaña este libro en el DVD.
16 Este ejercicio consiste en elaborar con la persona un recorrido de cuáles han sido sus decisiones vitales,
por ejemplo, decisión de carrera, decisión de elegir novia, o elección en algunas situaciones, económicas.
Lo que se hace al analizarlas es mirar la autonomía de las mismas, por ejemplo, de quién dependió la
decisión, cómo fue el proceso de decidir y si se asumieron algunas consecuencias. Este ejercicio da
claridad, se evidencian vínculos y posible déficit en cuanto a la autonomía. He constatado en terapia que
hay personas adultas que casi nunca han decidido por ellas mismas; sus padres, sus parejas o hijos son los
que han marcado las grandes decisiones. La vida se asume con pocas responsabilidades y se tiene la
sensación de vivir afuera.
17 Algo similar al ejercicio de Un lugar en el planeta en situaciones de exilio o enfermedad, por pérdida de
territorio.
18 En el libro de Allison Prince: Escribir desde la experiencia, en el capítulo titulado “Haga las paces con
sus padres”, se sugiere la técnica de escribir cartas a los padres como una forma de sanación. Las autoras
del libro: Si me encuentro con el capitán Garfio​ no me engancho, explican ampliamente esta técnica con
algo que ellas denominan ambivalencia afectiva, que hace referencia a “te quiero porque… y te tengo
rencor por….”. Son las consignas para hacer la carta a los padres. He realizado este ejercicio terapéutico
muchas veces y lo que he encontrado es que siempre se pueden realizar las dos cartas, las de amor y de
rencor, lo que significa que en esa tarea de hacernos padres e hijos, muchas son las emociones que nos
acompañan.
29
Capítulo III
terapia
El rol equivocado
Dónde está
mi lugar?
Objetivo
Permitir que la persona encuentre su rol y se quite las máscaras de personajes
impuestos o asumidos.
Comprensión
Son muchas las razones por las cuales una persona asume roles que no le
corresponden, especialmente, en los espacios familiares. A los hijos mayores se les asigna
fácilmente el papel del padre o de la madre; a su vez éstos pueden asumir el del padre
cuando éste se ha ido, o las abuelas convertirse en madres y estas últimas en hijas. Existe
una ley de edad emocional que da cuenta, en muchos casos, de este desorden: tener un
hijo antes de cumplir los 20, lo convierte de inmediato en hermano; entre los 20 y 35 se
tienen hijos y después de los 35 se tienen nietos. Por lo anterior, el rol queda alterado
desde el mismo momento de la concepción.
En esta perspectiva, una madre de 30 años con una hija de 15 resultan siendo
hermanas, comparten casi los mismos gustos y, en algunas situaciones, tienen incluso los
mismos intereses por la ropa o los requisitos en la construcción de pareja.
Un padre de 65 años con un hijo de 15, tendrá dificultades intergeneracionales para
entender los códigos en los que se desarrolla y se mueve el segundo. Con los niños
acontece lo mismo. Ellos manifiestan al salir de sus jardines escolares, y con vehemencia:
“Él es mi papá no mi abuelo”. La molestia da cuenta de los comentarios de los
compañeros de curso.
Cuando los padres son jóvenes, su proyecto de vida personal y social se ve truncado,
lo que equivale a que sean las abuelas quienes se conviertan en cuidadoras, en tanto la(el)
hija(o) asiste a la universidad. Luego de transcurrido algún tiempo (5 ó 6 años), la madre
intenta regresar a un niño de 8 ó 10 años y éste ya no la reconoce como tal. Éste es
quizás el rol suplantado, al que más se ha hecho referencia19.
También, se reemplazan a las personas muertas con facilidad. Quien les sigue,
generalmente, pasa a ocupar su lugar; en otros casos, se asumen lugares afectivos
asignados por los padres por cualquier razón, por ejemplo, el hijo mayor es excluido y el
segundo ocupa su lugar (lugar contrariado o suplantado).
30
Vivencias metodológicas
Todos los desórdenes de rol hacen que quien esté en el lugar equivocado no sólo se
sienta mal emocionalmente, sino que se le dificulte desarrollar su propio ser potencial,
por estar viviendo metafórica y realmente en una posición que no es la suya.
Materiales
Papel cartón, yeso y elementos diversos con los cuales se puedan construir máscaras.
Pinturas.
Pegante.
Libreta de notas por cada participante.
Lapicero.
Guión para la elaboración del genosociograma básico (señalado en el Anexo).
Un lugar apropiado para realizar el taller, que será preferiblemente grupal.
Cámara fotográfica o filmadora.
Un espejo pequeño para cada asistente.
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización (se sugiere grupal)
Paso 1:
En el grupo, realizar la rutina de terapia grupal que consiste en una meditación o
relajación, siguiendo las normas mínimas del trabajo terapéutico en grupo20.
Paso 2:
Se realiza el árbol genealógico familiar, de forma acompañada y guiada, utilizando el
material de apoyo (convenciones básicas en la elaboración de árboles genealógicos). En
este ejercicio se hace evidente si existe un desorden familiar y si alguien está ocupando el
lugar que no le corresponde.
El ejercicio fundamental es invitar a la terapia colectiva a aquellos quienes se sienten en
el lugar equivocado (nadie puede hacer terapia en lugar de otro).
Paso 3:
Luego de evidenciar los desórdenes de roles y lugares ocupados, se solicita a las
personas que realicen sus propias máscaras.
El instructivo básico es el siguiente: “Haz tus propias máscaras como las sientes y
como las vives”21. Por ejemplo, si alguien asume el rol de padre siendo una mujer,
31
seguramente, realizará una máscara masculina (debe darse el tiempo suficiente y
necesario para elaborarlas).
Paso 4:
Luego de que todos los participantes han terminado, cada persona regresa al espacio
colectivo, con su material recién elaborado. El facilitador solicita que, en forma
voluntaria, un participante inicie la terapia, diciendo el rol equivocado que está asumiendo
y para ello se coloca la máscara correspondiente. Si es hijo y asume el rol de padre, se
coloca la de padre. Y va diciendo en voz alta las emociones y los sentimientos que
experimenta, y verbaliza todo lo que desee. Un ejemplo: “Me siento un viejo y tan sólo
tengo 23 años, no he tenido adolescencia ni juventud. Me pesa la responsabilidad. Esto
que soy no es mío, lo odio”22. El grupo sólo acompaña, sin emitir ningún comentario.
El facilitador alienta al participante a que explore y verbalice todas las emociones;
luego, cuando siente que ha sido suficiente, se dirige a él por su nombre y le solicita que
repita:
Papá, éste no es mi lugar, es el tuyo, no lo quiero. Tu vida, tus decisiones y las
consecuencias de tus decisiones contigo; mi vida, mis decisiones y la
consecuencia de mis decisiones conmigo. Te HONRO como mi padre (se hace la
venia de respeto). Te devuelvo tu lugar.
En este momento se quita la máscara y la rompe; de ser posible la quema. Lo sugerido
es fotografiar todo el proceso. Y así se continúa con cada uno de los asistentes y con
cada una de las máscaras. Eso quiere decir que un participante puede ocupar varios
lugares y para todos debe hacer una máscara y la terapia de entrega del lugar a quien le
corresponde.
Paso 5:
Se les solicita a todos que laven con agua fresca su cara y que regresen al salón de
reunión.
Paso 6:
Se les pide a los asistentes que estén lo más cómodos posible y que cierren los ojos. Se
les solicita que abran sus manos en señal de recibir y se entrega a cada uno de ellos un
espejo, pidiéndoles que abran los ojos y se miren. Se da tiempo suficiente, para que
puedan contemplarse auténticamente, sin máscaras.
Se invita a compartir la experiencia en forma colectiva. El relator emocional
(equivalente a un asistente de la terapia) dará cuenta, al final, de lo vivido.
Paso 7:
Al finalizar, el facilitador pedirá que todos en voz alta manifiesten:
Yo (decir el nombre), asumo éste como mi auténtico lugar y mi verdadero rol, y
decido quedarme en él, dando cuenta de lo que me corresponde. Cada cual en su
32
lugar y yo, en el mío.
Finalmente, se solicita que cada participante elabore nuevamente el genosociograma.
Éste puede ser colocado en un lugar visible, en el dormitorio, por ejemplo, para que logre
afianzarse en él, en los días siguientes.
Tareas terapéuticas
Se sugiere a la persona hacerse un regalo de compensación (algo simbólico). Por
ejemplo, si ella o él no logró ingresar a la universidad, por estar en el lugar equivocado y
suplantando al padre, es el momento para tomar la decisión u obsequiarse un libro.
Sugerencias terapéuticas
En situaciones excepcionales es importante tener una formación adicional, y vincular
varias de las terapias propuestas. Me refiero, por ejemplo, al caso de los desaparecidos.
Las familias viven en situación fantasmagórica permanente; es difícil hacer cierres y la
espera es eterna. Conozco de cerca muchos casos en los que la familia nunca deja su
casa sola, esperan que en algún momento su familiar llegue: “Por esa puerta algún día
Dios me lo traerá”23.
En el secuestro la vivencia es compleja y multirrelacional. Un tío cercano, un amigo,
pueden llegar a ocupar lugares transitorios. Por tanto, cuando la persona es liberada,
experimenta la sensación espacial y emocional de haber sido reemplazada. Es así como
en estos casos, realizar la terapia requiere de un análisis más macro y correlacionar otras
posibles variables que darán cuenta de procesos terapéuticos sistémicos familiares y no
sólo de terapias puntuales.
Situación similar acontece en el caso de hijos en condición de adopción, ya que es
necesario dar un lugar a los padres biológicos y a los padres adoptivos, lo que permitirá
que en el psiquismo se tenga la sensación de estar completo (ver terapia No. 8).
He encontrado, igualmente, desórdenes emocionales y espaciales con los hijos
extramatrimoniales, cuya familia se niega a reconocerlos. Cuando se puede visibilizar y
nominar en el genosociograma el hijo extramatrimonial, dándole su lugar, la estructura
familiar queda completa y cada cual asume finalmente su lugar.
Es importante señalar que algunas familias tienen en sus estructuras hijos en adopción
(familiares o no), que se asumen como tales; la dinámica es difícil de manejar, pues los
hijos biológicos están, frecuentemente, reclamando sus derechos, consciente o
inconscientemente, lo cual lleva fácilmente a crear afectos diferenciados y reclamos en el
dar y el recibir, especialmente, dirigidos a la madre. “Él parece que fuera su hijo, siendo
que no es más que un recogido”24.
En el caso de familias ensambladas (hijos de vínculos anteriores), la situación es
complicada en lo relacional. Con los órdenes emocionales es necesario cumplir con la ley
de jerarquía y de orden de llegada. Antes que la nueva pareja y los hijos de la última
33
relación, están los de la anterior. Se hace necesario honrar a la primera esposa y seguir
honrando con prioridad a los primeros hijos. Al no respetar esto, el desorden y el caos
emocional generados hacen colapsar los segundos vínculos. No quiero decir con ello que
existe una escala de uno a diez para determinar cuánto se debe amar a uno u otro; todo
lo contrario, los hijos deben percibir equidad y justicia en lo que les corresponde. Para
ilustrar, quiero señalar que es difícil para alguien, nacido de un vínculo extramatrimonial,
que su padre adinerado pague universidades costosas a los hijos “legítimos” y a él, se le
niegue esa posibilidad. La desigualdad dará como resultado una emocionalidad y una
afectividad basadas en la rabia y la injusticia, lo cual, en el tiempo, genera una inmensa
posibilidad de repetición en la pauta generacional.
Finalmente, el lugar de los muertos se debe conservar, no como una momificación sino
como un lugar afectivo, lo que significa que si el hermano falleció y era el tercer hijo25, el
cuarto no debe ocupar su lugar, para no mover el sistema. El lugar emocional se conserva
en el relato y el recuerdo permanentes. Cuando el proceso de duelo se ha superado, se
hace más fácil la permanencia en el lugar emocional y no en la espera inconsciente del
fallecido, lo que da cuenta de las cristalizaciones y momificaciones afectivas. Hay casos
de familias enteras que, aún después de transcurridos muchos años de la muerte de su
ser querido, todavía guardan sus pertenencias, o no ocupan su cuarto. La espera y el
lugar ocupado también dan pautas para entender los procesos patológicos en las no
elaboraciones de los duelos26. Lo que es claro es que esto no acontece sólo en los duelos
por muerte, sino también en las vivencias afectivas con personas vivas, lo que da origen
al siguiente ejercicio terapéutico: el corazón ocupado.
El festejo
Rafael recorrió el centro comercial comprando los ingredientes de la celebración.
Estaba pletórico. No reparaba en precios. Quería lo mejor y con lo mejor salía de cada
lugar.
A Susana, su esposa, que se quedó arreglando la casa mientras él hacia las compras, le
llevaba un vestido verde limón, un vestido despampanante, algo lujurioso si se quiere.
Carnavalesco. Para él, se decidió por una pinta color habano, de pies a cabeza, incluidos
los zapatos, “unos mocasines de marinero”, como bien supo decirle el vendedor. A
Mambrú, el gato, le llevaba una camisilla (de gato) verde también. Compró bombas,
serpentinas, tres botellas de vino tinto, y una torta de vainilla para ella, la festejada.
Llegó a la casa a las tres de la tarde. Estaba tan feliz que había olvidado todos sus
dolores (como si el dolor fuera, y quizá lo sea, un asunto de demasiada memoria). Se
veía más joven. No parecía Rafael, el pediatra achacoso y cansado de todos los días, el
anciano precoz, parecía un ser resucitado dentro de él mismo, un hombre sin sombra.
Era tal el destello que reflejaba, destello de su alegría, que cuando Susana lo vio entrar,
cargado de paquetes, sintió una emoción deliciosa en su estómago, la misma que sentía
cuando se fugaban de novios a algún bar furtivo, en las afueras de la ciudad.
Adornaron la casa envueltos en una euforia infantil. Movieron los muebles a un lado y
otro, para que no fueran sólo unos muebles donde descansar, o muebles que se ponen en
34
un lugar para llenar el vacío de una casa, y se convirtieran en muebles de fiesta, paisaje
de fiesta. Colgaron las serpentinas del techo, sin importarles en absoluto que la pintura
del techo se estropeara. Esta vez la obsesión por el orden no importaba. Acomodaron
una mesa mediana en el centro de la sala; la cubrieron con un mantel de aguerridos
colores, comprado en Tegucigalpa, unos meses atrás, en unas vacaciones por
Centroamérica. Sobre la mesa descargaron el regalo, la torta, dos botellas de vino y las
copas. El gato, seguía cada movimiento de ellos con sus ojos profundos, acomodándose
ahora en un lado, ahora en otro, y siempre en lugares muy distintos a los habituales,
como si cediendo su territorialidad dijera: “Hoy esta casa es toda para la festejada”. En el
equipo de sonido se escuchaba a la mejor Edith Piaf, a un volumen que llegaba hasta
cuatro casas más allá.
A las cinco de la tarde ya estaba listo el escenario, la casa misma parecía sonreír.
Susana vistió al gato con la camisilla nueva y lo perfumó. Luego lo llevó hasta el espejo
de su alcoba para que el animal se mirara. Mambrú se observó con ojos quietos, como
elogiando su belleza. Luego se dirigió a la sala y se acomodó cerca a la mesa de la fiesta.
Rafael y Susana, obsequiándose elogios uno al otro (igual que cuando eran novios), se
vistieron. Ella, con evidente coquetería, le preguntaba a cada momento: ¿cómo me queda
el vestido?, ¿cómo me queda esto, cómo queda aquello? Él, le respondía en juego que
nada le gustaba, sólo para hacerle saber lo inútil de las preguntas.
Cuando terminaron de vestirse eran dos niños con una enorme necesidad de que el
tiempo dejara de ser esa diablura que no se detiene y fuera, al menos esta vez, algo que
pudiera atraparse entre las manos; detenerse allí. En un golpe cualquiera de sus
movimientos, quedaron los dos mirándose de frente y desviaron sus ojos para no llorar.
Estaban de fiesta y lo único que se permitían era celebrar.
Salieron para la sala, entonando a pulmón batiente la canción de Edith Piaf, que aquel
momento se escuchaba en su equipo de sonido.
Se acomodaron en las sillas.
De una de las botellas de vino tinto de la mesa, Susana sirvió dos copas, una para su
esposo y otra para ella. Rafael, evidentemente nervioso, fue hasta el equipo de sonido y
le bajó el volumen. La música se hizo susurro. Sobre la torta sembraron una colecta de
velas mágicas. Mambrú saltó a las rodillas de Susana, con esa elasticidad monstruosa y
bella de los gatos, y se acomodó de tal manera que quedó mirando hacia la mesa. Rafael
y Susana, tomados de la mano, manos sudorosas, entonaron al unísono: “Feliz
cumpleaños, hija”. La hija no llegaría a apagar las velas, no estaba allí. Había muerto de
aneurisma cerebral dieciocho años atrás, cuando estaba pronta a cumplir seis años, el
mismo número de velitas sobre la torta, el de todos los años desde aquella vez.
19 Ver anexo (cf. Sierra Uribe, Gloria. Si nos amamos amémonos bien. San Pablo, Bogotá, 2009, pp. 1948).
20 Todos tienen derecho a hablar o a guardar silencio; cuando alguien habla los demás escuchan, las
intervenciones se hacen de la experiencia personal no de los asistentes, lo dicho se queda en el grupo, no se
hacen juicios de lo vivido en la terapia. Se respeta la direccionalidad dada por el facilitador y las demás
normas que cada grupo decida.
35
21 Al preguntarle algún día al pintor español Pablo Picasso, sobre las formas asimétricas y poco armónicas
de las rostros de las mujeres en sus cuadros, el periodista insinuó que para hacer esas mujeres no podía
entender porque requería esas bellos modelos posando para él, entonces, en completa calma contestó: “Yo
las pinto como las siento, no como las veo”.
22 Comentario en una vivencia terapéutica.
23 Palabras textuales de una madre de un desaparecido común desde hace 8 años. Para profundizar sobre
la clasificación de los desaparecidos sugiero el texto Los dolores de la guerra, ya mencionado.
24 Palabras textuales de un joven de 17 años dirigidas a su mamá, haciendo alusión al hijo de la empleada
doméstica que había vivido con ellos los últimos diez años.
25 Situación real en mi familia. Mi hermano Caliche falleció el 3 de agoto de 1996. Pero mi hermano Javier
sigue siendo el cuarto con todas sus características, y el sistema no se movió, cada cual en su lugar (en el
cuadro de la familia sigue ejerciendo como cuarto).
26 A los lectores interesados los invito a leer el primer texto de esta colección Para vivir los duelos.
Cartografía emocional para la sanación de las pérdidas.
36
Capítulo IV
terapia
Orden con la pareja
El corazón ocupado:
espera sin fin
Objetivo
Permitir un análisis afectivo y efectivo de los vínculos suspendidos en el pasado y su
incidencia en la dificultad para establecer nuevas y sanas relaciones.
Comprensión
Durante la primera fase del amor, denominada del enamoramiento o el niño del amor27,
la sensación que se tiene es de haber encontrado el amor definitivo, y el sueño hecho
realidad se pretende eternizar. La vivencia gratificante e idealizada de ese sentir en el
cuerpo y el corazón podrá dar como resultado de ese amor infantil y regresivo una
suspensión emocional en el tiempo. Añoranza que muchas veces se perpetúa y no da
lugar a la llegada de un nuevo vínculo. El amor añorado será, en la mayoría de las
situaciones, la razón fundamental para encontrarnos con el corazón ocupado, pero
también es la rabia, la culpa, el remordimiento, o lo no vivido, lo que hace que el afecto
se quede en pasado y la persona arrastre con el dolor de lo que pudo haber sido y no fue;
y, en esa dinámica la vida se pase sin dar y recibir amor. La soledad es la alta cuota de
pago del corazón ocupado. Detrás de esta realidad hay mucho miedo y angustia de amar.
Existen muchas razones para este síndrome de desplazamiento afectivo por un amor
que no llegará, la principal es no haber tenido de niño(a) un vínculo seguro, que lo
brinda, en especial, la madre. En la terapia se puede develar qué sucedió en la afectividad
de la persona para quedar suspendida en el amor idealizado o en la rabia por el
abandono.
Materiales
Hojas blancas y papel cartón.
Marcadores.
Pinturas.
Esferos.
37
Una libreta por participante.
Guión para la elaboración del psicogenosociograma
(ver Anexo).
Espacio propicio para el trabajo terapéutico individual o colectivo.
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
Se realiza una meditación y una relajación (como en las anteriores terapias).
Paso 2:
Se guía y se acompaña la elaboración del árbol básico genealógico (ubicación y rol de
la persona en su familia de origen). Este paso es obligatorio ya que muchos de los casos
de corazón ocupado provienen inicialmente de la familia de origen. Se sugiere, de ser
posible, la elaboración del árbol genealógico de la persona con quien aún se está
suspendido emocionalmente. Estas dos evidencias visuales en la construcción dan las
primeras grandes pistas de lo que puede suceder en la persona que está en terapia. El
siguiente caso nos ayuda a entenderlo: una mujer de 35 años, hija menor y única mujer,
reemplazó a su madre muerta desde los 12 años. Fue la cuidadora del padre y de sus dos
hermanos mayores, hasta hace poco tiempo, cuando sus hermanos se casaron.
Actualmente vive con su progenitor de 75 años, quien está enfermo y es muy
demandante; la situación económica es estable (ella tiene todo lo que quiere). Sus
hermanos renunciaron a la herencia en su favor para, de alguna forma, indemnizarla, por
haberse dedicado a ellos.
Esta mujer tiene su corazón ocupado por su casa de origen y es la esposa sustituta del
padre. Abiertamente no ha tenido una relación, sin embargo, sostiene una oculta con el
esposo de su prima, un hombre de 48 años, que dirige uno de los negocios del padre y
con el cual ella tiene comunicación comercial; él está casado, tiene dos hijos y no está
interesado en separarse. Le agrada el vínculo paralelo y quiere que sólo sean amantes.
Ella consulta porque siente que ha pasado su vida esperándolo, aunque él, además, jamás
la aceptaría públicamente por las consecuencias familiares y sociales que tendría hacerlo.
Así las cosas, ella ocupó su corazón con un amor imposible para poder seguir siendo la
esposa sustituta, condición que le convenía a ella y a todo el sistema. Él, seguramente, se
vinculó con una mujer que no era una amenaza para su matrimonio. Ahora que su padre
está enfermo, ella quiere resolver esta situación y aunque ha intentado establecer otros
vínculos ha sido imposible, porque en su corazón siempre está él; siente que debe serle
fiel, y esto, en lugar de darle seguridad, le produce rabia. Todo esto motivó su consulta.
38
Paso 3:
Se hace el ejercicio anterior de roles para dejar a cada persona de la familia de origen
en su lugar.
Paso 4:
Se pasa al momento lúdico del taller y se pide a cada uno de los participantes que
dibujen un gran corazón y coloquen dentro de él, todo lo que hace que esté ocupado (la
metáfora es libre). Algunos dibujarán, otros escribirán, etc. Luego se hace meditación y
se pronuncian frases de sanación:
Frase para la vivencia de corazón ocupado:
Yo………………… te doy gracias por haberme permitido amarte. Lo que te di, te
lo di con amor y puedes quedarte con él; y lo que recibí lo recibí con amor. Pero,
desde hoy, decido que no permanezcas en mí, que te dejo libre… Soy libre. Desde
hoy desocupo mi corazón de todos los sentimientos que guardaba para ti… No los
necesito, por eso te dejo libre… Soy libre (varias veces).
Paso 5:
Se utilizan metáforas de limpieza: un gran borrador, agua, lo que la persona necesite
para desocupar su corazón, ¡todo es válido! El facilitador debe acompañar y validar el
proceso. Si la dinámica es en grupo, se da espacio a cada participante para que haga la
limpieza de su corazón, se le anima a que lo haga verbalmente, honrando y dando gracias
por el aprendizaje.
Paso 6:
Luego de que todos hayan limpiado su corazón y lo hayan desocupado, se les invita
nuevamente al salón del taller, para elaborar su nuevo corazón.
Paso 7:
En el salón de terapia se realiza una meditación y relajación y, con el nuevo corazón, se
hace simbólicamente una instalación de éste, en un sitio sagrado, para permitir la siembra
de nuevos sentimientos.
Se termina la sesión dando gracias y si es colectiva, con un gran abrazo a todos en un
círculo de sanación.
Paso 8:
El facilitador realiza un cierre emocional y de validación de lo realizado, exaltando la
posibilidad de encontrar y hacer realidad el yo potencial28.
Se pide a los participantes que laven su cara y sus manos con agua fresca, para realizar
un cierre de limpieza.
Tareas terapéuticas
1. Se solicita a la persona que escriba y haga un ejercicio de cocreación29 de nuevos
proyectos y sueños (quizá los aplazados por tener el corazón ocupado; un sueño siempre
39
nos salva). “Yo no hice mucho, por estar esperando que él regresara, ahora quiero
estudiar y viajar a la finca de mis padres, hace dos años no los visito”, me dijo Marcela
luego de su terapia.
2. En algunos casos, la persona desocupó su corazón y, seguramente, con su nueva
pareja y pasado un tiempo, necesitará sentirse en el lugar adecuado. Entonces, sugiero
que pueda realizarse uno de los rituales propuestos por los mayas para la pareja30, el cual
describo a continuación.
Primero, se agradece al universo y al creador por la pareja.
Luego se toman doce rosas rojas y se colocan en un recipiente con agua
(preferiblemente de vidrio transparente). Al poner cada una de las rosas, y en
pareja, se agradece de la siguiente manera:
Doy gracias a mi pareja por su amor (primera rosa), por ser mi complemento…,
por las palabras de aliento..., por su respeto…, por su apoyo…, por su
compañía..., por su tiempo, por sus enseñanzas…, por su paciencia… Por las
alegrías y tristezas que hemos compartido..., por la energía sexual que
compartimos..., por caminar juntos por el sendero de la vida…. Por último,
damos gracias al creador por este ejercicio.
Sugerencias terapéuticas
Este trabajo debe ser guiado todo el tiempo por un facilitador entrenado, por la
inmensa posibilidad de estados emocionales desbordados: crisis, llanto o rabia.
Es posible que la persona no logre cerrar definitivamente y sólo pueda avanzar en el
orden familiar; no se debe presionar y se programa una nueva cita para su cierre
definitivo.
En situaciones de cristalizaciones y corazón ocupado por una muerte, realizar terapia
de despedida para duelo que plantea este texto.
Es importante que ningún participante quede suspendido nuevamente. Todos deben
apoyar para permitir el cierre definitivo.
En casos de secretos, la terapia debe hacerse individual, por el temor que puede existir
ante el grupo, dado que esa vulnerabilidad no permite el cierre definitivo. Recuerdo a una
mujer que tenía el corazón ocupado con su hermano, de quien ella sentía que estaba
enamorada, lo que le generaba angustia y culpa, situación que fue necesario resolver en
terapia individual.
Se espera que los resultados sean similares con fantasías dirigidas cuando no se puede
realizar toda la terapia del corazón ocupado; la experiencia me ha enseñado que lo vivido
y sentido da mayor posibilidad de tomar decisiones: “Yo, después de ver mi corazón
lleno de sus cosas, decidí que no quería seguir viviendo así”.
La carne y el espíritu
40
1
Fue tan sencillo enamorarme de ella. Me bastó su rostro espeluznante (perdón por no
encontrar otra palabra) para sentir dentro de mí un frío encantador, como si un cubo de
hielo, con algo de licor, recorriera lento por mis venas. Sentí morir. Supe que me había
enamorado. Sin darle vueltas a la razón, que suele ser una tía latosa y fofa, me le
acerqué. Y sí, señores, Cristina me estaba esperando desde hacía años.
Con los años vividos –en aquel momento yo tenía 44– nos vamos despejando de
accesorios inútiles, hacemos nuestro viaje dando las menores curvas posibles. Quizá nos
llenamos de achaques y nuestra neurosis crece con los días, pero en el encuentro
humano simplificamos el protocolo y vamos a lo que vamos. “Te quiero para mí”, le dije
de entrada.
Ella sólo tuvo que mirarme para que lo nuestro fuera ya un amor curtido por los días.
Como si los dos hubiéramos llevado todo lo que éramos hasta aquel instante a esa silla de
aquel bar de aquel octubre. Entre no habernos visto nunca antes y ser amantes viejos
pasaron cinco minutos. Lo sustentaba y defendía la densidad de nuestras miradas. Sin
embargo, no todo estaba cocido en el fogón. Yo no era Aquiles, y ella no era más que
Cristina, atravesando las horas de sus días a manotazos.
El bar se convirtió para los dos en nuestro refugio. Allí nos encontrábamos, allí
bebíamos una que otra copa (en ocasiones, unas copas de más), allí desbaratábamos y
armábamos de nuevo el mundo en una palabra. Allí nos abrazábamos y departíamos
alguna intimidad de bolsillo, o de piel. En ocasiones, teníamos la osadía, común en los
amantes primíparos, de rozar algún tema del arte o un libro leído. Otras veces
caminábamos la ciudad, encontrándola mucho más hermosa de lo que en realidad es.
Veíamos una película, comíamos en exceso, hallándole la risa a situaciones que antes no
nos despertaban la menor risa, o para las que, simplemente, no habíamos tenido ojos. La
pasábamos bien; era como tener junto al otro, y gracias al otro, veinte años menos.
Pero algo no encajaba en este amor. Cristina, siendo bella y abierta para mí, parecía ida
de sí, no digamos con el alma en otro lado, sino con la carne en un estado de
desobediencia tenaz. Parecía que dentro de su cuerpo algo estuviese a punto de
romperse. Ciertos movimientos suyos se pasaban de revolución. Una tarde, mientras
caminábamos cerca al río, me abrazó de tal manera que me sentí asfixiado; no era una
mujer abrazándome, era como un miedo, o algo ajeno, aferrándose a mí, a pesar de ella.
Del modo más tierno que pude me solté, me liberé de aquel encierro. No le quise dar
trascendencia a aquello. Al fin y al cabo yo también debo ser extraño en mi forma de
amar, como todos los hombres, tal vez.
Una noche de enero, tres meses después de habernos conocido, mientras departíamos
una cerveza en el bar, ella, sin darle vueltas a nada, y en seco, me dijo: “Amo a otro
hombre”.
2
Lo más extraordinario de todo fue que no sentí rabia, ni celos. Algo semejante a una
melaza de emociones me envolvió, como si esperara (con amor) aquella primicia. Y pedí
41
al mesero un nuevo par de cervezas.
No jugaba a ser héroe, ya he dicho que no soy Aquiles, y no me acerco ni al más
precario de sus soldados. Soy sólo Esteban, vendedor de seguros, con cuatro semestres
de odontología en la Universidad Nacional, olvidados ya. No intenté posar de nada frente
a Cristina cuando me descargó su noticia. Simplemente callé, tomando grandes sorbos de
cerveza, esperando que ella hablara. “Se llama Diego”, me dijo.
Con sólo decir ese nombre ocurrió algo en ella. Como si varias luces de diferentes
tonos se hubieran encendido, enfocando su rostro. Pude ver en aquel instante una mezcla
brutal, hermosa, en cada facción suya. Era una niña, era una anciana, era un pueblo
guerreado mirándome de frente. La escuchaba agitando mis pies, quizá porque detrás de
mi aparente paz yo sentía miedo.“Lo amo. Soy suya. Él es tan bueno conmigo…”. Dijo.
“¿Y si tanto se aman, y tan bien, por qué no te quedas con él?”, pregunté, atacado por la
intriga.“Qué más quisiera yo”, me dijo, acariciando mis manos.
Quedé perdido con su respuesta y apuré un nuevo trago de cerveza, sin saber qué
hacer. Nuestro amor, siendo tan corto en el tiempo del reloj, era un amor de largo
trayecto en el tiempo de nuestra pareja; esquizofrenia de los afectos, tal vez, pero así lo
sentíamos los dos. Estaba confundido. Quería escapar de ella y sólo quería estar junto a
ella. “Quiero amarte, amarte completo, amarte como ama una mujer a un hombre, y no
puedo. Estoy atada a él”.“¿Quién es él, quién es Diego?”, pregunté, seguramente
dibujando un gesto de asco en mi rostro.
Agachó su cabeza y empezó a darle vueltas lentas a la jarra de cerveza. Luego,
levantando su rostro con dificultad, me dijo: “Él es el que me ama”.
El brillo de su rostro de 30 años, esa mixtura de formas y quizá de razas en Cristina, se
tornó opaca. Ya no era una mujer bella, era un dolor que me miraba. Ahora mi confusión
no estaba en mi razón, había bajado, o ascendido, a mis emociones. Sentí miedo, rabia,
creo que algo de bronca y, finalmente, una extraña ternura, como la del médico que
enjuaga la herida infectada de un niño. “¿Quién es él, el que te ama?”, pregunté de
nuevo, esta vez acariciando sus manos.
En el bar se escuchó un rock, al que parecía no importarle para nada la encrucijada en
la que estábamos. Era una canción insufrible, como sal sobre la herida. Cristina intentó
tararearla y no pudo. Luego se mordió los labios, supongo, para no llorar.
Acaricié su cabello con manos inseguras. Todo parecía al revés. No parecía estarme
diciendo que, aparte de amarme a mí, o digamos, de sentir lo que sentía por mí, amaba a
otro hombre, parecía estarme diciendo que el amor le era esquivo y ajeno.
Abrió su bolso con ansiedad, sacó la billetera y de ella rescató una fotografía, que me
entregó con manos temblorosas.
Era una fotografía algo deteriorada, lo que hacía pensar que había pasado por muchas
manos, o por las mismas manos múltiples veces. Dibujaba a un hombre de unos 40 años
con un rostro múltiple, quiero decir, con el rostro de un hombre al que se le han ido
incrustando en sus facciones los lugares por donde ha cruzado en la vida. Le devolví la
fotografía, preguntándole: “¿Es Diego?”. “Sí”, me respondió con voz ronca, como si
42
cada vez le costara más hablar de él, o como si quisiera ocultarme algo.
Mi paz del comienzo se hizo trizas. Odié sentir lo que por ella sentía, odié su maldita
sinceridad, sus ojos, sus labios que hasta minutos antes creí míos, odié el cruce del
tiempo y el espacio que me acercaron a ella, odié estar allí. Encendí un cigarrillo, sin
importarme la estúpida norma que prohíbe fumar en bares, y le dije: “Quédate sólo con
él, entonces”.
Cristina, tan imposible de definir como aquella primera vez, cuando nos conocimos en
el bar, cubierta toda ella de algo que sólo podría definirse como amor-dolor, me dijo: “No
puedo hacerlo, Diego está desaparecido desde hace cuatro años”.
27 Cf. Capítulo III del libro: Si nos amamos, amémonos bien.
28 Principio básico del humanismo. Retomar el libro: El proceso de convertirse en persona, de Carl Rogers.
29 Peggy Phoenix Dubro, creadora del Universal Calibration Lattice (UCL), trabaja en la fase IV esa
capacidad y responsabilidad que tenemos para crear nuestras vidas.
30 Kanet Barrios, Gerardo y Díaz, Malati. Agenda maya 2010, p. 60.
43
Capítulo V
terapia
Duelo de pareja
reconstruyendo
el rompecabezas
Hubo días en los que me dolió tanto el alma, que quise saber donde me la había
puesto Dios para arrancármela y no volver a sentir. Después comprendí que ese dolor
no se puede arrancar, ni acariciar; cuando el alma duele, sólo hay que dejarla llorar
y con todas esas lágrimas fabricar un elixir para volver a empezar.
Johana Sierra Garzón
Objetivo
Posibilitar la elaboración del duelo y la reconstrucción emocional en rupturas de
vínculos de pareja.
Comprensión
En la dedicatoria de mi primer libro Para vivir los duelos, la frase original, en la
memoria de mi hermano fallecido, era: “Para Caliche: con quien tanto quería”, y en la
editorial creyeron que era un error mío y apareció: “Para Caliche, a quien tanto quería”.
Sin embargo, la frase original reúne mi sentimiento con relación al duelo. La pérdida se
siente por el vínculo establecido, por lo vivido, pero, especialmente, por lo no vivido, y
esta realidad se evidencia en las expresiones de los dolientes cuando, al referirse, por
ejemplo, al sentimiento de su hijo adolescente muerto expresan: “Apenas estaba
empezando a vivir, todo lo que le faltaba por vivir”, o cuando alguien en la ruptura de
pareja manifiesta: “Es cierto que compartimos, pero habíamos soñado hacer un viaje
juntos”, tener un hijo o quizás envejecer el uno al lado del otro. Cuando la inversión
emocional que hacemos con quien tenemos sueños en común, se rompe, lo que se pierde
es lo no vivido, puesto que lo vivido ya está en pasado, en la biografía de cada uno, y lo
que representa el dolor es, entonces, la no vivencia o la esperanza de vivir ese futuro
soñado.
Cuando alguien dice: “Hasta aquí voy contigo”. La expresión sugiere una fecha de
caducidad para los sueños y, en ese momento, el mundo emocional necesita reinventarse
una ruta futura sin esa relación. Muchas personas quedan suspendidas esperando que esa
44
decisión de caducidad termine para reiniciar los sueños de futuro; a esas situaciones las
denomino “duelos suspendidos”. Pueden pasar años y se mantienen la esperanza y la
fantasía de que algún día se podrá vivir lo que quedó aplazado31. Esta espera no siempre
es en silencio, por el contrario, la persona que quedó con sensación de abandono insiste
en que se reinicie la relación, con promesas, ofertas de cambios comportamentales,
negociaciones y acuerdos, a veces, en detrimento de los propios valores y esquemas
afectivos. Es tanto el dolor de perder lo no vivido que lo que se oferta con tal de tenerlo,
da cuenta de la angustia de la pérdida. Es significativo cómo lo vivido pierde la dimensión
de aprendizaje y, por el contrario, se minimiza. El vacío y la incertidumbre se instalan en
el interior del ser y se pierde el rumbo hacia el cual se dirigía la relación.
Recuerdo alguna persona que decía en un momento de ruptura de pareja: “Tengo la
sensación de haberme subido a un bus con ella, y haber esperado que, desde la ventana,
me contara la vida y los paisajes por donde íbamos pasando y, repentinamente
descendió; yo seguí esperándola en cada parada y lo peor era que la veía, pero ella no se
subía. Yo sentía que quería subirse pero algo más fuerte hacía que no lo hiciera”.
Cuando mi consultante le expresó esta metáfora a su pareja, ella le expresó: “No es justo
que me esperes en cada estación, cambia de rumbo”. Posiblemente, es fácil expresarlo,
lo difícil es bajarse del bus, y estar preparado para tomar otra ruta y ver otros paisajes.
Esta metáfora me hizo recordar un viaje al Perú. Quisimos visitar las líneas de Nazca y
para llegar a esta ciudad es necesario tomar un autobús desde Lima; el viaje dura en
promedio nueve horas. Algunos amigos nos habían sugerido hacerlo en la noche porque
durante varias horas del recorrido se atraviesa el desierto de Tacama. Finalmente, lo
hicimos de día. Ver por la ventana un paisaje igual durante horas resultó algo angustiante.
Mi sentimiento fue de desasosiego; realicé algunas actividades para poder desprenderme
de esta sensación, intenté dormir, leer, delinear figuras en los pequeños montículos de
arena que veía pasar, pero el paisaje era tan plano, que en mi interior el desasosiego era
cada vez mayor. El tiempo transcurrió muy lentamente hasta llegar. La recompensa del
desierto bien valió la pena pues la inmensidad y majestuosidad de las líneas vistas desde
el aeroplano que nos hizo el recorrido es incomparable. Lo que equivale a decir que,
seguramente, volvería a vivir el desierto y lo que me produjo con tal de experimentar la
libertad y la grandeza de ese paisaje maravilloso que, para nuestro caso, es el amor.
Al darse la ruptura, la sensación emocional de seguir el camino solo, atravesando un
desierto es real. Se tiene sed de piel, de vida, de cotidianidad, de proyectos juntos, de
compañía en las tardes, de restaurantes y brindis, de planes y diálogos; se extrañan las
conversaciones de temas en común, se extraña al otro. Este sentimiento se hace más
difícil de aceptar en situaciones de muerte y, especialmente, de muertes violentas, porque
la vida queda suspendida en el último momento de la vivencia. En casos de enfermedad,
la idea de muerte se va instalando y, cuando ésta llega, la preparación (duelo
anticipatorio) es diferente, de alguna forma ya se había anunciado la partida.
Algunas personas extrañan lo material, que también es importante y significativo; sin
embargo, el mayor vacío y la mayor sensación de pérdida es emocional: “Te extraño a ti,
45
extraño nuestros encuentros, tu solidaridad, tu risa, tu alegría… no extraño ni tu casa, ni
tu carro… eso se consigue con dinero”.
Es importante decir que en algunas relaciones conflictivas y de gran carga en la
vivencia cotidiana, el bajarse del bus produce un profundo alivio y, en el momento de
elaborar la pérdida, los sentimientos de pasado son los de mayor dificultad –por ejemplo,
rabia, culpa, resentimiento– y no tanto los de futuro, porque éste ya no se proyectaba
con esa persona.
La crisis de la relación fue dando cuenta de la pérdida cotidiana. Se fue haciendo cada
vez menos satisfactoria la convivencia y, en especial, las razones que argumentaron el
inicio del vínculo se debilitaron; por el contrario, la sensación de estar con una persona
desconocida y en crisis hizo que se diera la ruptura. En ocasiones, lo que permite el paso
definitivo es la promesa de una nueva relación (subirse a otro bus)32.
A manera de resumen: en el momento de elaborar una pérdida por ruptura de pareja es
necesario valorar los sentimientos y emociones de pasado, presente y futuro de cada una
de las personas y, en esta temporalidad, reestructurar sus nuevas rutas, armar su propio
rompecabezas emocional y recuperar las piezas perdidas, o dañadas. Así como lo hago
con mi amada sobrina Susana, poder dejar el cuento de princesas plasmado en la mesa,
sin importar si al inicio sólo se contara con muchas fichas sueltas.
La historia personal y, en especial, la historia de rupturas o pérdidas anteriores serán
definitivas para reiniciar el camino. Lo importante es hacer, con el consultante, el
recorrido de lo vivido, sobre todo, las estrategias que utilizó para salir del dolor o la crisis.
En ocasiones, se vive una pérdida de mucha magnitud emocional; sin embargo, las
siguientes se viven con dolor, pero con la certeza de sobrevivir. Es mi experiencia
personal: recuerdo que un día me sorprendí al expresar: “Yo ya viví lo más doloroso, con
la muerte de Caliche... en adelante todo lo puedo soportar”.
Materiales
Todo lo que se requiere para armar un rompecabezas33 (cada participante sabe
cuáles son las fichas de su vida). Para Susana es fácil armar todo lo que tenga
el tono rosado “su color preferido”, porque en él y con él fluye su espíritu.
Cada persona debe encontrar lo que sea significativo y lo que le dé sentido.
Así, las fichas de la vida se encajarán más fácilmente.
Cámara fotográfica.
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
46
Paso 1:
Cada participante escribe una historia (se sugiere metafórica) de la ruta de sus duelos y
pérdidas, viendo cómo se fue rompiendo y desarmando el rompecabezas. Cada quien
debe identificar las piezas de lo vivido y lo perdido, en las tres temporalidades: pasado,
presente y futuro.
Paso 2:
Luego de identificar lo vivido, se construyen, en forma física, las piezas del
rompecabezas personal para ser armadas –lo mejor del aprendizaje–, se recogen los
fragmentos, se pega lo emocional amorosamente y se reinventa la ruta.
Paso 3:
En el espacio de trabajo poder plasmar lo realizado.
Paso 4:
Se realiza la meditación de cierre: se retoman los lineamientos generales de meditación.
Luego, se le insta al consultante a imaginar a la pareja anterior y decirle:
Te agradezco lo que me has dado y puedes quedarte con lo que yo te he dado. Yo
asumo la parte de responsabilidad en el fracaso de nuestra relación y tu parte te
la dejo a ti... Te doy el lugar correspondiente en mi corazón...
En caso de que queden hijos se agrega: Y a través de nuestros hijos seguiremos
vinculados34. Posteriormente, se añade: Cancelo contigo todo compromiso (referencia a
lo emocional, lo legal corresponde a otro proceso). Te dejo libre, soy libre, y se repite
varias veces.
Se termina con las afirmaciones de sensación de libertad y de recuperación de la vida.
El facilitador puede expresar, visualizando el rompecabezas armado: “De ahora en
adelante tu vida está en tus manos”, y repite: “Asumo la responsabilidad de mi vida”.
Éste es un principio de la terapia humanística, fundamental en el trabajo con adultos.
Tareas terapéuticas
1. Cada persona debe fotografiar el proceso, para que pueda reconstruir lo vivido.
2. Repetir por una semana las afirmaciones.
3. Iniciar luego de ocho días un pequeño o gran proyecto que sugiere reinicio de la vida
(puede utilizarse la dinámica de la tarea de la terapia número 4, algo significativo, ojalá lo
más significativo posible). Iniciar un sueño siempre nos salva del dolor.
Sugerencias terapéuticas
Realizar esta terapia en un sitio propicio, en compañía de un coterapeuta (por si es
necesario atender alguna crisis).
47
Al final se hace una retroalimentación grupal, respetando las individualidades. Se
enfatiza la importancia de reconstruirse personalmente, y que el grupo se evidencie como
soporte en los momentos de crisis.
La terapia también puede hacerse individual y, en varias sesiones (las requeridas de
acuerdo con cada caso). Lo sugerido es grupal, por el apoyo y por la metodología
utilizada.
Luz apagada en nueve actos
1
Entra Julián a la alcoba, descarga su computador portátil sobre la mesa de noche. Se
desnuda. Prende el televisor y juega con el control remoto, despreciando todo lo que ve.
Quiere algo de humor, reír un poco para sacarse el cansancio que trae de la oficina; pero
los canales que ve sólo anuncian noticias trágicas o telenovelas. Decide apagar el televisor
y aguardar, tendido en la cama, a que Ángela llegue. Pasan unos quince minutos y
Ángela aparece en la esquina del edificio. Sabe que es ella sin necesidad de asomarse por
la ventana. Conoce a la perfección el ruido del motor de su carro; él se lo obsequió hace
poco, como celebración de su cuarto aniversario, y encima de eso es experto en
mecánica automotriz. Ríe suave mirando al techo y decide ponerse una pantaloneta que
usa de pijama. No es que sienta pudor de esperarla desnudo, es que acaba de darse
cuenta que esta noche quiere estar solo o, al menos, sin ella.
2
El Café de los amigos es un sitio confortable. Da estatus estar ahí. Uno se siente (casi)
en un país desarrollado cuando entra a este lugar: por el servicio, por la calidad del café,
por el clima que se respira. Ojalá que el salario de los que trabajan allí coincida con el
precio –muy a la europea– de los productos que ofrecen. Ángela y Julián toman un café.
Departen radiantes. No hay silencios entre ellos. Se ven en paz consigo mismos, y quizá
con este amor. Los centros comerciales –el Café de los amigos está en la mitad del centro
comercial– tienen el encanto de hacer ver a los que allí están llevando la felicidad, la
“autorrealización”, en bolsas de almacenes de marca o en el vaso de un café. Pasados
unos 45 minutos, Ángela y Julián salen del lugar. Van tomados de la mano, casi a punto
de besarse.
3
Hace calor, calor de mar, calor de fábrica levantada a metros de donde vive la gente,
calor de un planeta que fomenta, poco apoco, su efecto invernadero, calor de los cuerpos
que se rozan. Calor de Julián y Ángela perpetrándose en su carne. El deseo es cosa
extraña y dulce, también amarga. El deseo es una pregunta, una respuesta, un teorema,
un abismo, un nutriente, un abismo que nos nutre.
El calor no cesa, el calor siempre aumenta, la muerte misma es un calor a la inversa.
La cama de Julián y Ángela, donde ahora están, es un desorden extraordinario. En el
fondo de sí mismos no saben a dónde van (pocos lo saben, pocos tienen esa mala
fortuna). Juegan a amarse en la carne, hacerse grandes de ese modo esta vez. Afuera del
edificio la calle es una soledad más bien fría, son las once de la noche, o algo así.
48
4
Ángela está en su diminuta oficina de la universidad. Hace poco salió de clase (es
profesora hora cátedra de inglés). Son las 7:30 de la mañana y la próxima clase será a las
10:00. Tiene dos horas y media para esperar. No quiere ir a la biblioteca, ni leer nada.
Sólo quiere que lleguen las diez de la mañana, dictar su clase e irse. No se siente bien con
este trabajo. Está aquí por mera sobrevivencia. Además, no quiere depender de Julián.
Le aterra la idea de tener que pedirle dinero para lo grande y lo pequeño. Se sirve un café
de la greca de la pequeña oficina, comparte un tierno chisme con la secretaria y regresa a
su escritorio, ilusionada en que el tiempo vuele dos veces más rápido de lo que suele
volar.
Quiere llamar a Julián y encuentra tonto hacerlo, aunque le encantaría que él la llamara.
A ratos se pregunta si lo ama, si de verdad lo ama, y, asustada con la pregunta, se
apresura a responder que sí, “además, él es tan bueno”, se dice a sí misma. Por eso no le
gustan los huecos en la agenda. Cuando esto ocurre, como ahora, siente que un intruso la
visita y le susurra al oído cosas que no quiere oír, o que ella misma no quiere pronunciar.
“Julián es el hombre de mi vida”, dice entre dientes, reafirmando lo que por él siente y,
acaso, para que eso le quede bien claro a alguien o algo que martilla en su mente.
Toma el celular, marca el número de él. Al segundo, Julián le contesta, como si
estuviera en los mismos pensamientos que ella, como si estuviera aguardando la llamada.
Ángela no sabe para qué lo ha llamado, quizá para derrotar el tiempo de esta espera,
quizá para silenciar algún ruido incómodo en su interior, y resuelve la encrucijada
diciéndole: “¿Cuándo es que toca la revisión del carro, amor?”.
5
¿Será que a este amor le sobra locura? No. A un amor quizá nunca le sobra locura,
pero sí puede llegar a faltarle, y esto explica el extravío de muchas parejas. Julián y
Ángela no se hacen está pregunta. Ellos sólo se aman, participan en esta apuesta de dos.
6
Julián tiene la costumbre, desde hace unos meses, de jugar bolos con sus compañeros
de trabajo, los viernes en la noche. Ángela es mujer de pocos amigos (una tarde
cualquiera, en la mitad de un atasco automovilístico, le dio por hacer el inventario de sus
amigos y le sobraron casi todos los dedos de sus manos). Mata las horas, las horas en
que él no está con ella en el apartamento, ordenando la ropa, inventando alguna receta de
cocina, o leyendo avisos clasificados en el periódico. Cuando Julián llega al apartamento,
comparten dos tres nimiedades del día, luego resbalan en algún comentario de familia,
algo que a él o a ella no le gusta de un cuñado o un hermano. En ocasiones, están de
acuerdo en todo; en otras, hablando del mismo tema o de la misma persona, terminan
discutiendo.
A pesar de que hoy Julián llegó a las diez de la noche, temprano para ser viernes,
Ángela ya duerme, y sueña lejos de aquí.
7
Hace frío. Ángela y Julián sienten frío en este momento, sin importar que sea
49
mediodía. Esta semana, especialmente, han tenido varias discusiones, discusiones
normales en la vida de una pareja, enojos de ida y vuelta que suelen terminar en un
olvido. La mala memoria le hace más bien al amor que la buena memoria, eso dicen los
entendidos.
8
Julián camina por la ciudad. No quiere llegar al apartamento, no todavía. Se siente
cansado y no sabe de qué. Sólo sabe que está cansado. Lo visita de golpe una imagen de
Ángela. Es una imagen rara, como si la viera detrás de un vidrio deformado. Un vidrio
demasiado grueso para poder moverlo.
9
Abril 14, el aeropuerto está aturdido de gente. Hoy, como tantas veces, hay un retraso
infame en la salida de vuelos. Ángela camina por los pasillos, viendo las vitrinas de los
almacenes. Le encanta volar. Está aquí, no porque vaya a viajar, sino por sentir ese aire.
Entra a una tienda y compra una revista de farándula Se sienta en una silla a ojearla y
pronto se deja seducir por el teatro de los viajeros. Le resultan algo cómicas las personas
que llegan de un viaje aéreo, o están a punto de hacerlo. Todas expulsan una especie de
superioridad cándida. Cuando cae la tarde se va caminando hasta el apartamento, a unas
veinte cuadras de allí. Esta vez no ha sacado el carro. Quiere caminar, respirar la ciudad,
sentirse ligera. Llega al apartamento y Julián no está. No vendrá más. Le ha dejado una
carta escueta de despedida en la mesa de noche. Ella siente un frío enorme en el
estómago, como si se le hubiese fundido el útero.
31 En la magistral obra de García Márquez: Crónica de una muerte anunciada, Ángela Vicario, escribe
cartas a su esposo Bayardo San Román. Cada día le escribe rogándole que vuelva, primero, formalmente,
después con cartas de joven enamorada y, finalmente, fingiendo enfermedades. Bayardo San Román
regresa con toda la correspondencia sin abrir, después de 17 años. Es la mejor forma de evidenciar un
duelo suspendido.
32 Mirar en el libro Si nos amamos, amémonos bien. El tercer capítulo, Fases del mundo de pareja.
33 El primer rompecabezas fue producido alrededor de 1760 por Juan Spilsbury, un experto en la
realización de mapas. Spilsbury montó uno de sus mapas en una hoja de madera dura y cortó alrededor de
las fronteras de los países usando una sierra marquetry fino-aplanada; así fue que casi sin querer comenzó
la historia del rompecabezas. El producto final era un pasatiempo educativo diseñado para enseñar a los
niños británicos su geografía. La idea tuvo gran éxito y, hasta cerca de 1820, los rompecabezas seguían
siendo, sobre todo, herramientas educativas. Cf. http://www.grilk.com/rompecabezas/historia.htm
En contexto terapéutico, la metáfora del rompecabezas es muy valiosa, porque con las partes del
consultante, a veces sueltas, se va armando la vida, la historia. Y con esos elementos se arma el futuro.
34 Ulsamer, Bertold. Sin raíces no hay alas. p. 196.
50
Capítulo VI
terapia
Orden con los no nacidos
Nacer para
cerrar
Objetivo
Este tipo de terapia puede realizarse cuando es necesario simular un nacimiento,
cuando por alguna razón ha sido interrumpido el embarazo.
Comprensión
Cuando hombres y mujeres se embarazan asumen de inmediato un rol único en la
existencia que es la paternidad o la maternidad. Un hijo se constituye en el único vínculo
indisoluble en el tiempo y en la responsabilidad, jamás podremos llamarle ex hijo, como
sí podemos hacerlo con la pareja. Incluso, la psicología del duelo no encuentra una
nominación para su pérdida. Por ejemplo, si a una mujer se le muere su esposo se le dirá:
viuda de. Si a un hijo se le muere su padre se le dirá huérfano de, pero en el caso de la
muerte de un hijo no se conoce la nominación, y el dolor de su partida dará cuenta del
vínculo absolutamente significativo que se establece. Además de representar una decisión
de por vida, porque finalmente se asume desde esa perspectiva, como una
responsabilidad sin fecha de caducidad, es el único vínculo que depende por entero de
nuestra decisión. Esto da cuenta también de la dificultad que se asume en el momento de
tomar la decisión de interrumpir el embarazo.
Mi interés no es el debate en torno a la legalidad o no del aborto, tema que trasciende
el interés de este libro, sin embargo, sí me centraré en las consecuencias emocionales de
tal decisión y en una propuesta terapéutica que contribuya a la superación de sus
secuelas.
El aborto genera en quien lo practica un estado emocional de confusión en la evidencia,
lo que equivale a decir que las personas no pueden dar cuenta, en la mayoría de los
casos, del sexo del bebé, no saben qué sucedió con lo que extrajeron de su útero. Por
todo lo anterior es que se afirma que la evidencia se diluye y la suspensión aparece. Es
así como, en muchas mujeres, aparece el fantasma del tiempo, y surgen situaciones de
confrontación, especialmente, al ver un niño que podría ser de la edad del que no llegó a
nacer.
51
Estos episodios, en algunos casos, pertenecen al fuero íntimo y por ello no se
verbalizan. Lo que no significa que no existen. Todo lo contrario, el cuerpo, pasando su
cuenta de cobro, da lugar a múltiples alteraciones: en lo emocional, el miedo a tener un
nuevo embarazo es un temor latente, de difícil elaboración. El hijo no nacido se queda en
un espacio indefinido que es necesario centrar y encontrar. Esa será una vía emocional
necesaria para poder elaborar el duelo.
Esta situación queda en el entramado emocional, generando una deuda pendiente, que
tiene repercusiones en lo cotidiano y en lo vincular, en especial en la pareja.
El hijo está en el útero, y este espacio es el sitio de confort por excelencia. El agua nos
devuelve a la experiencia intrauterina. No son en vano las ceremonias de bautizo y la
sensación de bienestar que se produce cuando estamos sumergidos sin angustia dentro
del agua.
El agua, ya sea de río, lago e incluso de mar, resulta, en muchas culturas, un elemento
vivificador y purificador. Por supuesto, en las tradiciones que emplean el bautismo se
recurre al mágico elemento que es portado al templo, pero en otras creencias vemos que
es la persona quien acude directamente al río o al lago. Entre los antecedentes de ritos
bautismales encontramos la inmersión en los ríos con el objetivo de purificarse. Así, la
humanidad ha tenido por sagrados, ríos como el Jordán, el Éufrates, el Nilo y el Ganges.
El Ganges, con su recorrido de 2.510 km, es el río más sagrado de la India. A su paso por las ciudades de
Varanasi (o Benares), Hardware o Allahabad, el río se convierte en lugar de peregrinación y sede de las más
distintas ceremonias, que van desde la purificación hasta los ritos fúnebres. Los hindúes creen que las
aguas del río sagrado tienen el poder de purificar tanto su alma como su karma.
El Nilo es el río gracias al cual se desarrolló la civilización egipcia. El río era uno de sus principales centros
ceremoniales y el rebalse de sus aguas hacía que la tierra fuera sumamente fértil y permitía grandes
cosechas de las que dependían los habitantes de la antigua civilización.
El más célebre es, quizá, el río Jordán, ya que allí fue bautizado Jesucristo y es el
mismo que utilizan los judíos para purificarse35.
En Colombia, podemos identificar rituales de tribus indígenas que aquí habitaron, en el
parque arqueológico de San Agustín, en el sitio del Lavapatas36.
Materiales
1. El o la consultante debe estar en ropa cómoda, se sugiere color blanco.
2. Camilla, colchoneta.
3. Un espacio adecuado para ello (un consultorio).
4. Eliminar las posibles interrupciones (no celulares).
5. Música que incluya sonidos de agua (cascadas, ríos) muy suave.
6. Una muñeca o muñeco, dependiendo del sexo elegido en el momento de la terapia.
En el caso de no poder diferenciar el sexo puede ser un muñeco neutral. En mi consulta,
e intencionalmente, yo realizo esta práctica con un muñeco, un mago llamado Merlín
(que simboliza toda la intención de sanación y magia que existe en este contexto
52
terapéutico). Algo muy significativo es que, después de conocer a Merlín, en la sesión
siguiente, casi siempre la persona, al entrar al consultorio, lo saluda, con el nombre de su
hija o su hijo. En ocasiones, algunos consultantes me solicitan que les permita tenerlo
cerca durante la terapia. Igualmente, en varias oportunidades, he recibido correos
electrónicos en los que me manifiestan que quieren saludar a Merlín. Esto me da la
certeza de la integración emocional que da la terapia.
7. Disposición emocional y conocimiento previo de la terapia.
Lo ideal será que pueda hacerse con el padre y la madre. De lo contrario, con quien
esté en terapia; casi siempre es la madre. Muy pocos hombres tienen conciencia del
aborto. Por vivencia social, cultural y física, ellos asumen que quien vive el aborto es la
mujer, lo cual es falso. Las consecuencias emocionales y físicas son diferentes; se dan
con mayor rigor en la mujer, sin embargo, en el hombre también se evidencian rastros
con el tiempo: la culpa es menor, lo físico es casi inexistente, pero la sensación de pérdida
es real.
8. Tiempo: se requiere de mínimo dos horas (una para la terapia y una de
recuperación posparto).
9. Se sugiere que alguien significativo en lo afectivo la(o) espere y acompañe después
de la terapia (similar a un parto).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
La sesión inicia con la explicación de la terapia y su significado; con la reflexión de lo
que se conoce como Gestalt abierta37.
La (el) consultante debe estar lo más cómoda(o) posible en la camilla (puede utilizarse
una colchoneta). Sugiero una manta porque la terapia puede ocasionar frío y, en casos
extremos, hipotermia. Se hace una primera parte de relajación (manejo de respiración
intencional). Se respira por la nariz inhalando despacio; se lleva el aire profundamente
hasta el estómago y luego, despacio, se exhala por la boca. Este ejercicio se realiza varias
veces (8-10 veces), hasta que la persona se sienta conectada con su interior.
Paso 2:
En este segundo paso se le pregunta al(la) consultante, en forma directa, por la
sensación o certeza sobre el sexo del bebé (se expresa niño, o niña). Se le dice: “En este
momento, por favor, manifiesta el sexo del bebé, para poder nominarlo”, a lo cual él(ella)
responderá: “niño” o “niña”. Si la persona dice no poder sentir o saberlo, se nomina
solamente con “bebé”.
Paso 3:
53
Se invita a la persona a permitir el nacimiento de su hijo (la referencia al hijo(a) da
responsabilidad y pertenencia). Se dan unos minutos en silencio, se coloca el sonido del
agua un poco más alto, sin invadir; será el único sonido que acompañe este momento.
Cuando la (el) consultante manifieste estar en disposición de recibirlo, se hará entrega del
muñeco elegido, se le permitirá que lo explore y que exprese las emociones y
sentimientos que vaya experimentando (llanto, tristeza). Se le solicita acercarlo al
corazón, llamándolo por el nombre elegido previamente. Se le motiva a expresar todo lo
que desee (en muchos casos aparecen confesiones de culpa, sentimientos de dolor).
Luego de estas manifestaciones libres, se le pide que diga al bebé todo el aprendizaje que
esta situación ha traído a su vida. Así: “Mateo tu viniste a vivir dos meses y en este
tiempo aprendí de ti… y ahora sé que tu paso no fue en vano por…” (pasa un tiempo,
10 minutos aproximadamente o el requerido por cada persona).
Paso 4:
Luego se brinda un lugar en el corazón: “Mateo, éste es tu lugar, desde aquí
acompañarás a mamá o papá en la vida, te doy el lugar de…” (primer o segundo hijo,
según el caso, lo que corresponda); este paso es absolutamente necesario para crear
estructura vincular (cada uno en su lugar)38. Posteriormente, y de acuerdo con el tiempo
requerido, pues cada persona es diferente, se solicita a la madre o al padre entregar el
bebé al terapeuta. Ella o él se queda sin la representación del niño(a); el terapeuta le
solicita que coloque sus manos en el corazón y, en voz muy baja, le dice que, desde ese
lugar, se comunique con el bebé (la sensación de tener un lugar y un sitio íntimo de
comunicación produce mucho alivio).
Paso 5:
Luego se le pregunta al consultante si hay alguna sensación o emoción que quiera
expresar y se le permite que lo haga. Se le pide que, continuando con los ojos cerrados,
adopte en la camilla una posición fetal y haga con su cuerpo una especie de arrullo,
diciendo muy suavemente: “Gracias, gracias, gracias”. Se le dice que va a permanecer un
tiempo a solas (simulando el posparto, aproximadamente 30 minutos). Algunas personas
se quedan dormidas. La sensación posterior es de bienestar.
Tareas terapéuticas
Luego de la recuperación y el acunamiento, se dan las indicaciones acerca de las tareas
terapéuticas, aún en la camilla.
1. La primera de ellas consiste en entregar a un niño(a) anónimo un regalo, diciendo
“Mi hijo te envía este regalo”, sin dar más explicaciones.
Recuerdo a una mamá que en la época en que realizó su terapia, entregó a un niño,
habitante de la calle, una camiseta de la selección nacional de fútbol, en un partido de
preparación para el Mundial; el niño, muy conmovido, le dijo: “Dígale a su hijo, que él
54
me regaló la mayor felicidad de la vida”. Esta expresión del niño fue decisiva en la
sanación, veinte años después del aborto. Ella tuvo cuatro hijos, posteriormente, quienes
no encontraban su lugar en el mundo.
La nominación pública de la existencia del hijo es lo que da el reconocimiento y la
sanación del secreto. Algunas mujeres repiten el acto y sienten tranquilidad, sin embargo,
no es necesario hacerlo, con una vez que se realice es suficiente. La constante repetición
y los regalos son evidencia de sentimientos de culpa.
2. La segunda tarea es femenina, y tiene relación inconsciente y consciente con la
maternidad. Se pide a la madre que ese mismo día se realice un baño con leche. La
instrucción es la siguiente: preparar un recipiente con agua tibia y leche (el contenido de
una caja es suficiente); debe darse un baño inicial con agua (limpieza); luego, con el
preparado de agua y leche, se realiza un automasaje, en todo el cuerpo, a excepción de la
cabeza, sintiendo la emoción de la maternidad. Así se logra la sensación de haber
amamantado al bebé. Finalmente, después de haberse dejado en su piel la leche, se da un
baño con agua y si se prefiere con esencia de canela (armoniza). Esta conexión con el
agua y su útero permitirá un cierre final de la experiencia. Después se recomienda dormir
y no realizar ninguna otra actividad.
En el caso del hombre, se le pide que realice alguna acción de paternidad relacionada
con la manutención y el acompañamiento. Algunos hombres me han manifestado la
necesidad de estar en compañía de sus padres. Los hombres abandonados sienten, en
ocasiones, como si estuvieran repitiendo la historia, sólo que esta vez el mal fue menor.
Sus heridas y cicatrices emocionales son la respuesta en la decisión.
Recuerdo que un joven de 23 años, me dijo: “Lo volvería a hacer porque esta vida no
vale la pena vivirse”. Era su segundo aborto. Lo sentí mucho, pero era su historia de vida
y sus heridas hablando por él.
De él, recuerdo que la tarea terapéutica que recibió con agrado fue ir a la orilla de un
río, colocar sus pies en el agua y dejar que el agua lo limpiara de tanto dolor y miedo. Lo
hizo y manifestó sentirse más liviano.
Sugerencias terapéuticas
Este tipo de terapias requiere entrenamiento, tiempo y especialmente seguimiento.
Debe hacerse en un proceso. Algunas personas se sienten aliviadas en un principio, pero
luego pueden manifestar más culpa y dolor por revivir la herida, por ello es necesario
darle continuidad.
No se puede improvisar, es indispensable tener claridad del guión terapéutico, aunque
en terapia es necesario ser flexible. Los pasos aquí descritos son básicos para todo el
ejercicio terapéutico. Algo importante para tener en cuenta es que la persona entrenada
requiere ser psicólogo o un profesional de la salud adecuadamente entrenado.
Se pueden presentar algunas complicaciones posteriores a la terapia, por ejemplo, un
sangrado espontáneo, o una crisis con características depresivas. Para todo se debe tener
55
respuesta, acompañamiento clínico y médico. Una de mis consultantes luego de elaborar
en tres sesiones sus tres abortos, hizo un sangrado copioso que la obligó a consultar a su
médico. La incapacidad por su situación física y emocional fue inicialmente de 6 días,
que se fueron prolongando. Ella, después, hizo un comentario al respecto que me parece
pertinente mencionar: “Yo estaba de dieta y el médico no lo sabía”. Su descanso físico
permitió una elaboración emocional más tranquila.
Un acompañamiento permanente será necesario para que la persona logre elaborar su
pérdida.
En muchas ocasiones, a nivel inconsciente, las personas, especialmente la mujer, tienen
una sensación de culpa por la expulsión. Indagando en la historia emocional de quienes
consultan por este tema he descubierto que, algunas veces, el aborto se da como
resultado de temores a la maternidad, pánico al cuidado y angustia de vínculo. No es fácil
explicar a alguien que desea tanto un hijo, cómo se instaló la ambivalencia entre el deseo
de tenerlo y la angustia de futuro por la responsabilidad que conlleva. Este ejercicio de
análisis emocional no puede realizarse sin tener en cuenta toda la historia clínica y
médica. Lo psicológico permite un análisis complementario que, seguramente, posibilitará
otras lecturas; pero la advertencia es que no debe reemplazar, en ningún momento, los
criterios clínicos. Me sorprende la frecuencia con que las personas pueden lograr la
conexión entre su aborto y sus estados emocionales en conflicto.
Cuando alguien se entera de que sus padres quisieron abortarlo, lo importante es
realizar una contextualización veraz de la situación. Es fácil, por ejemplo, que unos
padres muy jóvenes y asustados por las presiones familiares, sociales y culturales, en un
primer momento hubiesen pensado en esa opción; por esto hay que mirar lo que les
acontecía en ese momento (no podemos juzgar por lo actual, el análisis es histórico).
Pero también será fundamental resaltar la vida y lo que eso ha significado. Valorar la
decisión del nacimiento y lo que ha sido el proceso.
Los padres pueden expresar en terapia:
Hijo(a), en un primer momento, cuando nos enteramos de tu existencia, la
situación que vivimos fue confusa, pero ahora tenemos claro que tu vida es parte
vital de nuestra existencia; como padre o madre, te bendecimos y honramos, te
reconocemos como nuestro hijo numero… Y con tu vida nos alegras la existencia.
Por esa confusión te decimos: lo sentimos. Hijo, nada nos debes, nada te
debemos, estamos en paz.
Es importante que el hijo exprese:
Papá, mamá, los asumo como mis únicos y verdaderos padres, les doy gracias por
mi vida y mi gratitud será eterna. La indecisión de mi nacimiento les corresponde
a ustedes, con ustedes se queda. A partir de hoy mi vida será completa y cerraré
con conciencia la sensación de la no vida. Me reconcilio con ustedes y con mi
existencia. Gracias. (Se repite varias veces).
En caso de niños se sugiere un acompañamiento de un terapeuta infantil.
Mordeduras
56
1
Estoy sentado sobre esta silla, tratando de entender lo que pasó.
Camila y yo decidimos desde el comienzo que lo nuestro sería un amor diferente. Nada
de aquellas parejitas que van y vienen amándose a la brava, aprendiendo a odiarse
tiernamente uno al otro hasta que al fin rompen con todo, quedando convencido cada
uno de que el otro, sólo el otro, fue inferior a la aventura amatoria.
Mi bella amante y yo la tuvimos clara desde el inicio. Nos amaríamos un poco en
broma, un poco en serio, amor hecho de libro y de piel. Mitad presencia, mitad ausencia.
La dicha de llegar a amarnos con alguien después de haber probado el mundo.
Desde aquel domingo de marzo de 2007 en que fraguamos lo nuestro, decidimos –lo
que no me canso de celebrar– que seríamos una pareja alimentada en el espíritu, el
abrazo y el beso.
Dicen que amar es difícil, que es una empresa a ciegas, y no lo creo. Amar es bello
justamente porque nos ilumina la existencia. Si amar fuera enceguecernos o rondar el
abismo, como le he escuchado decir a algunos, no tendría sentido. Amamos para la
claridad, sobre todo, para la claridad de la palabra. Desde que Camila llegó a mi vida
conozco mejor el mundo, me cuesta menos definirlo.
Desde que iniciamos lo nuestro, tengo la costumbre de escribir en un cuaderno las
mejores definiciones y palabras de amor que me van regalando los días. (Camila también
tiene su cuaderno. Lo he ojeado sin que ella se dé cuenta. Es algo apócrifo, sin dejar de
ser bello). Tres palabras, entre tantas, me resultan iluminantes a la hora de amar: bondad,
agua, lámpara. Acostumbro repetirlas cuando estoy triste o en los momentos en que una
confusión me acosa. Me basta escucharlas para sentir el milagro de serenarme, de
regresar a mi centro.
Camila también tiene sus preferencias. Escudriñando su cuaderno me di cuenta que
tiene en una página perdida la palabra rojo escrita diecisiete veces. No me quedó otra que
imaginar que rojo en ella significa el recuerdo de algún vino tinto que hemos tomado los
dos, o una fruta que ya hemos mordido, o mañana morderemos.
El amor es encaje y simetría (me gustó esta frase, la incluiré en mi cuaderno). Cuando
veo a otros amarse siento que esto no siempre resulta de ese modo, no por el amor en sí
mismo, sino porque, quizá, existen muchas parejas que a fin de cuentas no lo son. No
por alguien estar al lado de otra persona significa que sean pareja. El asunto va más allá
de habitar juntos una cama o unas paredes; eso no se nos puede olvidar.
Camila y yo no amamos al azar, amamos con un norte y con brújula. La brújula de las
palabras y los afectos. Amamos, incluso, para fabricar un mundo mejor. Mi novia lo dice
de una manera extraordinaria: “Amamos para que la vida sea menos vacía y más
humana”. Esa frase suya ocupa un lugar muy importante en mi cuaderno.
Todo esto, más los mejores momentos de los dos, que no son pocos, los tengo
presentes en esta hora difícil. Cada recuerdo de ella, cada palabra dicha, me hace fuerte
y es la mejor terapia para soportar el dolor que insiste en atacarme.
2
57
Hace unos días Camila, en la mitad de un almuerzo al que nos invitó la constructora en
la que trabajamos, me dio la primicia de un embarazo suyo, mejor dicho, de un
embarazo de los dos. Empecé a ver todo negro, como si se me hubiera olvidado cada
una de las palabras que a mi vida han llegado.
Ella me terminó de decir lo suyo y yo sentí que nuestra brújula amatoria se rompía en
cámara lenta, cayendo desde un sexto piso hasta el primero. Lo único que logré arrancar
de mi garganta fue: “¡No!”.
Salimos de allí de inmediato. Camila no pronunciaba sílaba; yo, mucho menos. Sólo
caminábamos y caminábamos, suplicando que las calles nos regalaran una claridad o una
palabra, para aferrarnos a ella.
En una esquina cualquiera, Camila logró reventar el silencio y me preguntó: “¿Qué
hacemos, Gonzalo?”.
Sentí todo negro y vacío. Con tremendo esfuerzo sólo pude anunciar de nuevo lo ya
dicho: “No”.
Di unos diez pasos más cuando empezó a atacarme un dolor muy fuerte y muy hondo.
Un dolor que no encuentro la palabra que me ayude a definirlo, ni siquiera una de las
tantas palabras de mi cuaderno. Sólo sé que ha nacido a la altura del estómago,
merodeando el ombligo. Ahí ha nacido, pero se ensancha por todo mi cuerpo como un
animal, como una maldita rata que de amor nada sabe.
35 Cf. Palao Pons, Pedro. El gran libro de los rituales. Intermedio, Bogotá, 2005. p. 122.
36 La fuente ceremonial del Lavapatas. Es un lecho rocoso tallado magistralmente, en el que las figuras de
micos, lagartijas y serpientes forman relieves evocadores del agua, como ser dador de vida. Pequeños
canales permiten que el agua corra de sur a norte y caiga en tres piletas adornadas por caras humanas,
mamíferos
y
todo
tipo
de
seres
mitológicos.
http://www.colarte.com/recuentos/PRECOLOMBINO/PrecolombinoSanAgustin/recuento.htm?
nomartista=Precolombino%2CSan+Agustin&idartista=5503. El énfasis es el agua como dador de vida, por
ello, los homenajes sagrados. Esta terapia tiene un símil real con el agua y la vida.
37 Gestalt abierta: en este contexto hace referencia a un evento o una vivencia que nunca se ha cerrado;
este fenómeno acontece espacialmente cuando lo sucedido queda en el secreto, o cuando lo hecho es
altamente traumático.
38 No olvidar que lo muertos o no nacidos también tienen un lugar.
58
Capítulo VII
terapia
Orden con el hijo(a) entregado(a) en adopción
Sanación de una decisión en conflicto permanente
Objetivo
Posibilitar cierre y sanación del proceso de duelo, como consecuencia de la entrega de
un hijo(a) en adopción.
Comprensión
Algunos padres asumen, por una infinidad de causas, la decisión de entregar a su hijo
en adopción, haciéndolo a través de instituciones legalmente establecidas por los países o,
en algunos casos, entregando el hijo a familiares cercanos o vecinos, lo que hace un poco
más compleja la situación. Al igual que con el aborto, las razones iniciales son muy
fuertes, pero con el paso de los días, meses y años muchas de esas razones se relativizan
y los sentimientos de culpa y autorreproche son muy grandes y agobiantes. En algunos
casos, se convierten en recuerdos y pensamientos persistentes (síndrome de disco
rayado). Algunas madres no pueden sacarse de la mente el último día que vieron a su
hijo, antes de ser entregado y de firmar los papeles de entrega.
Esta vivencia necesita ser asumida, desde dos posibilidades terapéuticas: cognitiva y
elaborativa.
En el nivel cognitivo es vital reconstruir la historia y la situación tal y como se dieron
realmente. Esto lo sugiero por dos razones: la primera es que no se debe analizar una
decisión años después, con los recursos emocionales, la madurez y todo lo que se es en
la actualidad. Las personas sufren mucho por ello. El siguiente testimonio así lo
manifiesta: “Mire, yo ahora que tengo un trabajo podría darle todo a mi hijo”. Hace 5
años, ésta mujer era menor de edad y no lo tenía. La segunda razón es que la
emocionalidad cambia. En el momento de la crisis, la decisión generó descanso y
resolución del conflicto, seguramente tristeza. Ahora, el sentimiento mayor será culpa.
Insisto en la validación de los sentimientos pero también en el tiempo en que se dan. El
análisis de un caso nos ayuda a entenderlo:
Consuelo tenía 16 años cuando su padrastro abusó sexualmente de ella. La madre
tomó la decisión de proteger a su compañero y sacó a su hija de la casa. La muchacha
llegó a la ciudad y buscó protección en una entidad para mujeres en conflicto con su
59
embarazo. El conflicto era real: la no aceptación de su estado, la rabia con su padrastro y,
especialmente, con su mamá. Ella jamás pudo, en 8 meses de embarazo, nominar al
bebé. No acariciaba su estómago y la decisión de entrega en adopción siempre fue clara.
El último mes fue diferente: se sintió integrada a su hijo e inició un proceso de aceptación
con deseos de verlo. Al comienzo, fue difícil pensar en quedarse con él por las
condiciones adversas; su decisión era firme, sin embargo, los sentimientos cambiaron y,
en el momento del parto, se sentía una madre amorosa esperando el nacimiento de su
primer hijo. Al nacer, evidenció que el niño tenía todos los rasgos físicos del padrastro, lo
que la llevó nuevamente a rechazarlo y nunca lo volvió a ver.
Seis años después se reprocha argumentando: “Qué culpa tiene el bebé, seguramente
en unos días hubiera cambiado su apariencia física. Yo jamás hubiera permitido que ese
monstruo lo conociera”. Todos esos comentarios dan cuenta de la situación actual y de
sus posibilidades de hoy; resulta necesario, entonces, trabajar sobre las condiciones que
ella vivió a los 16 años. Y como ya lo planteamos, se trata de asumir la vida que tiene en
el presente y reconciliarse con el pasado.
Vivencias metodológicas
Reconstruimos en terapia la decisión de sus 16 años y su situación, lo que le dio un
poco de tranquilidad; analizamos los recursos emocionales, económicos y, en especial, la
red (la familia) con que contaba en esos momentos, y todo ello era frágil o inexistente.
Este ejercicio cognitivo le permitió, nuevamente, comprender los argumentos que la
llevaron a su decisión. Con este primer paso se propuso la terapia elaborativa.
La terapia puede adaptarse al padre, si es el caso, sin embargo, la mayoría de veces es
la madre quien consulta.
Materiales
1. Camilla para relajación o ensueño dirigido.
2. Ropa apropiada.
3. Guión terapéutico.
4. Si la terapia se realiza en espacio terapéutico y con ensueño o fantasía dirigida,
debe tenerse música de fondo apropiada para relajación.
5. Fotos del bebé (si se tienen) o si no, como en el caso del aborto, un muñeco
representativo (niño o niña) dependiendo del caso. Un vela blanca (metáfora de la luz)
que será utilizada al final de la sesión.
6. Un recipiente de barro. O una chimenea (para quema).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
60
Realización
Paso 1:
La terapia se inicia invitando a el(la) consultante a que exprese todas las emociones y
sentimientos que acompañan esta decisión de despedida. Se hace una lista de las mismas:
tristeza, rabia, dolor, angustia, sensación de pérdida, vergüenza, arrepentimiento,
impotencia, injusticia, minusvalía afectiva, entre otras. Se le invita a tomar una
respiración pausada y profunda por la nariz y exhalar por la boca con la intención de ir
soltando cada una de esas emociones; se respira profundo y se exhala por la boca,
cuantas veces necesite. Se hacen pausas para evitar una hiperventilación. Se va
analizando cada paso y preguntando a la persona cómo se siente. La experiencia me ha
enseñado que este ejercicio es muy sanador.
Esas emociones, igualmente, se escriben o se dibujan y, posteriormente, se le pide a la
persona que se deshaga de ellas, puede ser quemándolas o rompiéndolas, como una
forma metafórica de deshacerse del dolor.
Paso 2:
En ensueño dirigido llevamos a la persona a que visualice a su bebé (se le entrega el
muñeco, o si tiene la foto se le pide que la tenga entre sus manos) y lo nomine diciéndole:
“Hijo mío, te reconozco como mi hijo biológico, yo soy tu mamá, quien te dio la vida, te
valoro, te honro y te respeto. Y en donde estés te bendigo”39, repitiendo tres veces para
tomar conciencia de la realidad40.
Paso 3:
Posteriormente, se le pide que hable del aprendizaje de la vivencia con preguntas
como: “¿Qué crees que vino a enseñarte tu hijo?”, “¿qué has aprendido de esta
experiencia?”. Al principio puede ser difícil darle un significado de aprendizaje, pero con
un poco de acompañamiento se logra y, luego, esas palabras se recuerdan al final de la
sesión.
Paso 4:
El hijo es simbolizado con la luz (una vela), que se le entrega a la persona: “Desde hoy,
tu hijo será una luz en tu camino, recuérdalo con amor y con gratitud”. Esto último da
mucha fuerza interior. Recuerdo siempre a una mujer joven que, en los momentos
difíciles de su existencia, prendía su vela y, en sus palabras, “se iluminaba su camino”.
Se trata de enviar al hijo los mejores deseos, y recordarlo con alegría (celebrar la vida).
Una mujer me manifestó algo muy bello, con relación a su decisión: “Lo que no pude
dar, tampoco tenía derecho a negárselo a mi hijo, sé que él algún día lo entenderá. Desde
aquí sólo le deseo lo mejor, ojalá sea un niño feliz”.
Tarea terapéutica
61
Se sugiere la misma tarea descrita en la terapia número 6. Entregar un regalo a un niño,
nominando al hijo(a). Esto da una sensación emocional de compensación y equilibrio.
Un padre decidió hacer una donación mensual para educar un niño en una fundación
que se dedica a tal fin (su úlcera gástrica sanó).
Una mamá acompaña en las tardes un hogar de niños abandonados, con la certeza de
que, al hacerlo, su hijo, de quien nunca volvió a saber, sería cuidado y amado por
alguien.
Sugerencias terapéuticas
Se debe realizar una valoración de cartografía emocional41, puesto que este episodio
puede generar alteraciones a nivel de órganos relacionados con la maternidad; en el peor
de los casos, un cáncer de útero o de seno, en el lugar de la madre, o un cáncer de
testículo o próstata en el lugar del padre; dolores de espalda por sentimientos de culpa,
migrañas por angustia del propio futuro o el futuro del hijo entregado en adopción.
Los rumbos
1
“Daré a mi hijo en adopción”, se dijo Maryori en voz alta, luego de cavilar varios días
con sus noches, tratando de hallar el mejor camino para los dos.
Contrario a lo que temía, se sintió más conectada a su hijo, gracias a esa decisión.
Estarían lejos uno del otro, a lo mejor jamás se volverían a ver, pero serían madre e hijo
por los tiempos de los tiempos, incluso, más allá de la muerte, pensó la joven mujer,
mientras trazaba el camino a seguir.
De entrada, descartó la posibilidad de llevarlo a Bienestar Familiar. Miraba aquella
entidad con desconfianza, imaginaba que si llevaba a su hijo allí, lo perdería en cuerpo y
alma. Y lo que ella quería no era deshacerse de su hijo primogénito, sino asegurarle un
futuro lejos de la pobreza y la desesperanza. Además, los trámites enormes que –según
se había enterado– exigen allí, la desalentaron aún más. Daría a su hijo en adopción, pero
sin papeles, ni trámites de ningún tipo.
Tomó el camino de la observancia. Se fue con su hijo de brazos hasta uno de los
parques del otro costado de la ciudad, ubicado lejos de su barrio sin alcantarilla. Allí,
tenía la certeza, encontraría unos brazos nuevos para su hijo de dos meses de nacido.
Eligió el día domingo en la tarde. Día y hora en que todos somos más vulnerables a las
emociones. Momento en que el mundo es un poco menos máquina, más tiempo propio
que tiempo ajeno y, tal vez por eso, un poco más triste. Maryori no lo hizo apoyada en
esta reflexión (a lo mejor absurda), ella sólo se dejó llevar de su sensibilidad, como toda
madre.
2
Llegó al parque un tanto avergonzada, no por la empresa que la llevó hasta allí, sino
por la timidez, acaso incomodidad, de estar en un lugar tan diferente a la carencia en que
62
sobrevivía.
Sus ojos sólo sabían ver niños jugando, bebés de brazos, como el suyo, carruseles. En
los adultos, que iban llegando o que ya estaban allí, veía a los niños que alguna vez
fueron. Parecía poseída por una droga poderosa que le arrebataba a lo que ella observaba
(incluidos los objetos) cualquier asomo de adultez. Todo lo veía infantil.
Se sentía grande y pequeña por estar allí con su hijo, por ser su autora, por tener entre
sus manos la decisión del próximo paso existencial de aquel ser humano de apenas unas
pocas semanas de nacido. Adivinaba el milagro de haber sido la fábrica donde él se
formó poco a poco, vértebra a vértebra, célula a célula.
Le resultaba imposible y al segundo se convencía de que era cierto que entre su útero,
con tanta memoria de hambre, y tan solo (el padre huyó por la puerta de atrás de su
vida, una vez supo que ella estaba embarazada), se hubiese formado aquel bebé
diminuto, liviano, terriblemente frágil, enormemente humano.
El niño era suyo absolutamente y por ser tan suyo, era ajeno, era del mundo que le
aguardaba y de otros que le esperaban, aunque no tuvieran la menor idea.
En ese momento sintió que Alonso, como decidió llamarlo desde el mismo instante en
que supo sería niño, se orinaba copiosamente, impregnando sus manos de orina por ser
tan delgado el pañal de trapo en que lo envolvió antes de salir al parque.
Leyó en la orina de su hijo un diálogo fraterno, una manera de decirle que descifraba lo
que pensaba y lo que sentía, y que, a lo mejor, estaba de acuerdo con su claridad y su
confusión.
Sacó de su pequeño bolso otro pañal de tela y lo cambió, susurrándole un canto
melancólico, dulce. El bebé la acompañaba con un llanto delgado, un llanto que era su
caricia y su abrazo para la madre.
El parque estaba a medio poblar. Había unas quince personas allí, casi todas
acompañadas de perros exóticos. Maryori alcanzó a sentir envidia de la suerte de
aquellos animales. Se veían tan satisfechos boca adentro, estómago adentro. Eran perros
pomposos. Se advertía, sin esfuerzo, que sus dueños gastaban en ellos enormes sumas
de dinero. Maryori tuvo la sensación momentánea de que eran los perros los que habían
elegido ir al parque a llevar a sus dueños, y no al revés.
Pasados unos treinta minutos, decidió recorrer el parque (desde que llegó estaba
sentada en una silla de madera). Caminaba lento, arrullando a su hijo y evaluando a los
paseantes, buscando hallar la mejor opción.
Los que estaban acompañados de niños los descartaba, por considerar que un niño más
no aceptarían; lo mismo hacía con los paseantes demasiado mayores. Quería para su hijo
un futuro, quería que tuviera padres siempre. Ninguno de los que veía la dejaba
satisfecha, a cada uno le encontraba un defecto o un exceso que, imaginaba, atentaría
contra la felicidad de su hijo.
Pronto se dio cuenta de que no le estaba buscando a su niño una persona, o una pareja
que le ayudara a vivir, sino algo semejante a un ángel sin mancha. Sonrió entre dientes al
percatarse del tamaño de sus ambiciones, y decidió bajarles la altura para que fuesen
63
ambiciones al alcance de la mano. Ahora sólo buscaba entre los que allí estaban, entre los
que iban llegando, a algún ser que estuviera dispuesto a recibirle a su hijo y amarlo hasta
la última fibra de su ser, como ella lo hacía, y por eso mismo lo ofrendaba, consciente de
su miseria irredenta.
Un hombre de unos 30 años, que jugaba con un perro de enorme pelaje gris, le llamó
la atención. Se veía tan contento con el animal que quizá lo estaría igual, o más, con su
hijo. El niño no competiría con el perro. Sabrían amarse los tres, pensó. No se atrevió a
acercársele, ni a llamarlo. Un frío gelatinoso en su vientre fue suficiente para saber que
aquél no sería nunca el padre adoptivo de su hijo.
Una mujer que leía tendida en la grama, le resultó feliz. Había tanto de madre en
aquella mujer. El libro que leía era en cierta medida un hijo que acariciaba, niño de papel
con el que ella se acariciaba. Sólo sería dejar al bebé cerca a ella y desaparecer. No tuvo
el valor de hacerlo. “Mi hijo no me perdonaría que lo dejara por ahí tirado”, pensó. ¿Y si
lo hago mañana?, se preguntó Maryori en voz alta, llena de dudas y dolor.
El niño la observaba con unos ojos que no eran sólo suyos, con unos ojos que eran
media humanidad interrogándola y, acaso, un hacha, un arma, que reventaba una cadena
interior suya.
El tintineo prosaico del vendedor de helados le daba a la tarde del domingo un tufo de
hora muerta, una melodía repetida que nadie quería escuchar. Los niños del mundo
entero no se acercan al vendedor de helados porque les agrade su campana, sino para
que la silencie. Nadie detesta tanto la bulla inútil como los niños.
Maryori contemplaba el espectáculo de varios niños rodeando al heladero, recordando
los helados de leche cruda y trocitos de coco de su niñez, cuando los vio venir.
Caminaban lento, tomados de la mano. Él aparentaba unos treinta y cinco años; ella,
cuarenta. Podrían ser sus padres. Maryori tenía entre dieciséis y dieciocho años. Venían
en silencio, como si trajeran un miedo guardado o una emoción. Calzaban tenis
empalagosamente nuevos. Cada paso que ellos daban era un concierto en los oídos de
Maryori, una promesa, un vacío colmado, así de pronto.
De un momento a otro, cambiaron el rumbo y avanzaron en dirección contraria.
Maryori apretó su bolso, le dio un beso tenue al niño y empezó a seguirlos, enhebrando
en su boca, incompleta de dientes, un Padrenuestro.
39 Esto último se hace con base en el sistema de creencias de quien consulta. En los planteamientos de
constelaciones familiares, bendecir a los hijos es uno de los pilares fundamentales en la estructura de los
vínculos.
40 Algunas personas han negado tanto este episodio que les cuesta, incluso, asimilar la realidad. Es algo
parecido a un vacío amnésico (un síndrome de lo no vivido).
41 Muchos de los duelos están inscritos en el cuerpo. Para ampliar la información consultar el primer libro
de esta colección : Para vivir los duelos: cartografía emocional para la sanación de las pérdidas, en el cual
se dan las pautas para entender y realizar un mapa completo de esta vivencia
64
Capítulo VIII
terapia
Los órdenes del hijo adoptado
Honrando
el origen
“Yo no tengo padres, ellos me regalaron”. “Sí tienes padres, porque te dieron la
vida. Sobre eso vamos a trabajar”, le dije a este hombre de 22 años, luego de un
intento de suicidio.
Objetivo
Restablecer el orden con los padres biológicos.
Comprensión
Los hijos que se enteran de que sus padres no son sus padres biológicos, usualmente,
quedan en un conflicto emocional y en una clara ambivalencia afectiva, caracterizada por
rabia, angustia o resentimiento, por un lado, y gratitud, desconfianza, reproches,
admiración, deuda, por el otro (hacia los padres adoptivos).
En algunos casos, conocer que son hijos adoptivos les genera alivio y pueden entender,
finalmente, por qué algunas características de su personalidad o algunos rasgos físicos no
correspondían en ningún caso a sus supuestas familias de origen.
Existen múltiples variables que es necesario analizar en el momento de la terapia. Por
ejemplo, se deben considerar las condiciones de la adopción: la madre muere en el
momento del parto y el padre no se responsabiliza del niño. Fue un niño
institucionalizado por estar en condición de abandono o maltrato; fue un niño entregado
para ser adoptado o fue entregado a instituciones por muerte de los padres en situaciones
catastróficas (un terremoto, una vivencia de guerra o conflicto armado). Las variables
son múltiples. Incluso, es importante conocer las adopciones intrafamiliares, lo que
significa que una mujer u hombre puede entregar su hijo a un hermano o hermana
conservando el mismo apellido; usualmente, no se hace ningún trámite legal y en lo
cotidiano esta decisión pasa al secreto familiar. Hay quien me ha expresado al realizar su
genosociograma: “Yo tengo un primo, que realmente es mi hermano mayor o menor,
porque se crió con nosotros desde los dos meses de nacido”. Tiene un lugar en la familia
en donde vive, pero es necesario que tenga un lugar en la familia biológica o, al menos,
65
que logre conciliarse con ella. Es importante decir que todo el sistema se altera con esta
situación.
Un caso nos permitirá entender todo lo que acontece:
Ángela tiene 30 años. Llegó a la terapia con un diagnóstico de cáncer en tiroides; de
profesión maestra, vive con su madre, una mujer sobreprotectora y entregada a su hija
en cuerpo y alma. El padre falleció hace algunos años.
Es una mujer bonita, exitosa laboralmente, tímida y sin vínculo de pareja. En alguna
ocasión tuvo una relación con un familiar cercano.
Iniciamos la terapia, intentando entender “por qué ella hizo ese cáncer”; el recorrido de
cartografía emocional deja ver que ella estaba muy bien hasta hace tres años, cuando
falleció su primo. Él era músico y, una noche, luego de una presentación, tomó un taxi.
El conductor, en un acto de imprudencia, se estrelló y el chofer del otro carro bajó de su
vehículo y asesinó al conductor y al primo de mi consultante, un hombre muy joven y
con quien esta mujer tenía una relación cercana. Su duelo se sentía con mucha fuerza, y
era claro suponer que tenía relación con su diagnóstico. Analizamos también que todo lo
que estaba en la garganta, en la lectura emocional, era terreno de los secretos; y ella me
dijo: “Yo no tengo secretos. Con mi mami tenemos una excelente relación y con mi papá
ya muerto, la relación no pudo ser mejor”. “Pueden ser de tus padres y tú los
heredaste,42 sería bueno que les preguntaras”, le dije. Esa fue la tarea. Ahí empezó el
drama.
La historia es muy larga y el proceso de terapia también lo fue, pero intentaré
resumirlo. Ángela era hija de una hermana de la “mami” (como ella le decía). Cuando mi
consultante tenía un año, su tía (es decir, ahora su “mami”) fue con su esposo a la finca
a visitar a su hermana, quien tenía muchas dificultades económicas. Allí, le pidieron a la
mujer que les permitiera llevarse a la niña de vacaciones; la hermana accedió y ellos, que
no habían podido tener hijos, literalmente se robaron a la niña y desaparecieron. La
madre biológica los buscó infructuosamente. Pasaron muchos años, según recuerdo,
hasta la muerte de la abuela, cuando esta mujer decidió regresar a su casa paterna con la
condición de que nadie contara a su “hija” el secreto.
La situación fue la siguiente: el primo muerto, no era primo, era su hermano y su duelo
era, realmente, por un hermano. “Casi me muero cuando supe del asesinato de mi primo,
bueno, ahora sé que era mi hermano”, decía.
En terapia fue necesario dejar a todos en su lugar, vivos y muertos. Este ejercicio fue
muy doloroso. Al principio, mi consultante experimentó rabia con los padres biológicos,
por no haberla buscado lo suficiente; y con sus padres adoptivos sintió resentimiento por
lo que hicieron y por haberle negado una familia con hermanos (ella es la única mujer).
También gratitud; la mezcla era extraña, especialmente con el padre adoptivo muerto.
En resumen, en menos de un mes se enteró de la existencia de padres (no tíos),
hermanos (no primos), tía (no madre), tío político (no padre). Difícil, ¿verdad? Y, en
medio de todo esto, una recuperación de un cáncer y el develar los secretos.
Para fortuna de todos, esta bella mujer superó la situación en lo físico y en lo
66
emocional. Honró a sus padres biológicos, se reconcilió con ellos, visitó la finca de donde
fue sacada (hurtada), la recorrió descalza, recuperando sus raíces, se reconcilió con sus
padres adoptivos y elaboró el duelo por la muerte de su hermano (quizás ésta fue la
sesión más dolorosa). Tomó algunas decisiones y ahora sé que está esperando su primer
hijo.
Este caso ilustrativo da cuenta de una de las múltiples posibilidades que conlleva la
adopción. Por eso se hace tan complejo generalizar la terapia; sin embargo, con relación
a los órdenes emocionales, lo básico será encontrar el lugar y dejar a todos en el sitio que
les corresponde. Estoy segura de que lo ideal es no ocultar a la persona su condición de
adopción; por este dilema pasan muchas familias, y lo sugerido es que esta información
vital pueda darse en el momento justo y, en el mejor de los casos, contando con asesoría
profesional. No es fácil, por eso lo mejor es consultar con un psicólogo de familia o
infantil.
Para ratificar lo expuesto, cito a Marianela Vallejo, en su libro sobre constelaciones
familiares:
Sólo a partir del respeto por el orden de origen de los dadores de la vida es posible que el niño adoptado
pueda tomar como padres a los adoptantes, a cuyo cargo está el cuidado de la vida que recibió de sus
progenitores. Tanto quienes dieron la vida como quienes la salvaguardan, se convierten en pilares
fundamentales para honrar la jerarquía parental que incluye a padres biológicos como adoptantes.
Los primeros, porque dieron la vida tuvieron el altruismo de entregar al hijo a quien por diversas razones no
se sentían en posibilidad de asumir. Su mejor manera de salvaguardarlo fue, probablemente, darlo en
adopción. Los segundos por cuanto pueden recibir un niño para convertirlo en hijo, desde un espacio
interior que les permita ejercer la función parental43.
Por lo anterior es vital que el hijo sepa su origen y vaya creciendo respetando y
honrando a sus padres biológicos, e igualmente, asumiendo con amor y gratitud el hogar
ofrecido por los adoptantes. Esto, en términos de Marianela Vallejo hace que “se respete
la ley de pertenencia como la de jerarquía. Un niño adoptado que crece con la posibilidad
de devenir en hijo de los padres adoptantes y con el claro respeto y honra por el orden de
origen –por sus padres biológicos–, es un niño que tiene en sus manos los pilares
fundamentales para crecer adecuadamente, asumiendo su historia, honrándola, y
convirtiéndola en fuerza impulsadora de su porvenir”44.
Cuando esto les acontece, a adolescentes o adultos, quedan con la sensación de lo no
vivido y de añoranza: “¿Cómo sería mi vida con mis padres biológicos?”. La persona
permanece en un escenario de fantasmas, del cual es muy difícil salir, o también en la
búsqueda sin fin de los padres biológicos y de los ancestros. Esta situación es frecuente
en niños entregados en adopción a padres extranjeros, que vuelven a su país donde la
vida es diferente. Alguna vez presencié la visita de unos niños nacidos en Colombia y
entregados en adopción a padres norteamericanos, siendo muy pequeños. Ni padres, ni
niños hablaban español. Para los niños (ya adolescentes) era difícil entender que ellos
habían nacido en este país del cual ni siquiera sabían su idioma. Uno de ellos manifestó
por intermedio de la intérprete: “Esto no pudo haber sido parte de mi vida, no lo
reconozco, quiero regresar a casa”. Lloró en forma desconsolada, y sus padres
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adoptantes no sabían qué hacer. Ella les había solicitado, reiteradamente, venir a
Colombia, y ahora estaban desconcertados.
No es fácil intentar integrar estos dos mundos con un rompecabezas fragmentado,
porque es difícil saber las razones por las cuales se entregó un hijo en adopción; y es
también muy complicado establecer contacto con los familiares biológicos, por ello es tan
frecuente tener la sensación de fragmentación y de dualidad en la estructura de la
personalidad. La ignorancia y el desconocimiento crearán una mayor brecha en la
convivencia. “Yo no parezco hijo de ellos, no tengo ni un pelo de mi padre adoptivo, esa
es mi maldición”45.“Usted tiene una miopía muy aguda, ¿dígame, en su familia hay
alguien que ha sufrido lo mismo?”. “No lo sé, soy adoptada”46 . La historia no está.
Materiales
1.
2.
3.
4.
5.
Ropa cómoda.
Camilla para fantasía dirigida.
Acrílico para la elaboración del árbol genealógico (ubicación de las dos familias).
Guión de terapia.
Música apropiada (que permita la relajación).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Paso 1:
Relajación.
Paso 2:
Se visualizan los padres biológicos (conocidos o no). El consultante afirma lo siguiente:
Papá, te honro por ser mi padre biológico y haberme dado la vida; mi gratitud
será eterna. Respeto las razones por las cuales me entregaste. A ti te dejo esa
responsabilidad. Yo, desde hoy, decido darte un lugar honroso en mi corazón. La
historia que me corresponde por ser tu hijo la recibo con gratitud y tomo de ella
lo mejor. Desde mi conciencia y discernimiento intentaré integrarla. Papá, tu
vida, tus decisiones y consecuencias de ellas contigo… mi vida, mis decisiones y
consecuencia de las mismas, conmigo. Nada me debes, nada te debo, estamos a
paz. Gracias (se repite varias veces).
Con la madre se repite lo mismo.
Paso 3:
Se visualizan los padres de adopción y se realiza el orden emocional con ellos. Se inicia
con el padre:
68
Papá, te honro y te nomino como mi padre adoptivo, gracias porque sé que esta
decisión nació de tu corazón (se invita a que la persona pueda visualizar cómo se
está naciendo desde el corazón no desde el útero47). Te acepto como mi padre, te
doy gracias por haberme acogido en tu vida y por brindarme todo lo que has
podido. Gracias por la decisión tomada. La valoro y respeto, gracias por haber
elegido a mamá para esta tarea de vida.
Si hay hermanos se dice: Gracias por mis hermanos a quienes honro, valoro y
respeto.
Y continúa:
Papá, desde hoy decido que tu vida, decisiones y consecuencias de ellas, contigo;
mi vida, decisiones y consecuencias de ellas, conmigo. Papá, nada me debes,
nada te debo, estamos a paz. Gracias (se repite varias veces).
Luego se hace lo mismo con la madre.
Paso 4:
El terapeuta ha realizado en el tablero acrílico la representación de la familia. Se pide al
consultante que la visualice por unos minutos y, posteriormente, se le solicita que
nuevamente cierre los ojos y exprese:
Acepto éste, mi orden familiar, reconozco y honro a mi familia biológica,
reconozco y honro con gratitud a mi familia de adopción, integro mi vida y, desde
hoy, decido que ésta es mi historia, la cual viviré desde mi sabiduría interior.
Gracias (se repite varias veces).
Paso 5:
Se hace un ejercicio de respiración, se le pregunta al consultante cómo se siente y se
validan con él o ella todas las emociones. Es importante la reflexión de cierre para que la
persona pueda y logre integrarse y no vivir en el síndrome de lo no vivido que, en
verdad, es devastador para la proyección de la vida. A propósito de esto, Ángela, luego
de establecer el orden emocional de todos los de su familia, especialmente, después de la
terapia de duelo con su hermano, expresaba: “Antes de mi terapia siempre veía dos
caminos, ahora sé que esto no va a suceder”.
Tareas terapéuticas
1. Puede hacerse una carta de cierre y gratitud con los padres biológicos que, al final
del ejercicio, puede quemarse o romperse (esto da sensación de cierre). Al romperla,
expresar gratitud en voz alta.
2. Con los padres adoptivos se sugiere un regalo simbólico o material en el que se
exprese gratitud. Javier, a sus padres adoptivos les regaló un viaje a San Andrés Islas;
eran mayores y siempre habían soñado con conocer el mar. Él pudo viajar con ellos y, en
sus palabras: “Pudo abrazarlos con el mar de testigo”.
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Patricia escribió un poema para su madre adoptiva; Sofía invitó a sus padres a una
cena en un lugar donde cantan en vivo boleros (sus preferidos); Leydi, entendió que su
tía es su madre adoptiva y la llama constantemente para reportarse –con su vida, la
bendice y le agradece. “Esa muchachita es mi alegría”, dice ella. Todo lo que la
creatividad sugiere se puede hacer. Esta tarea es muy valiosa porque produce gratitud y
reconocimiento.
3. Se puede tomar una foto del genosociograma tal como quedó en el acrílico y
entregárselo al consultante. Visualizarlo por una semana logrará que este integre lo
cognitivo y emocional en su ser, y eso le dará paz.
Sugerencias terapéuticas
Lo ideal es hacer el cierre con los padres biológicos. En algunas situaciones, estos son
miembros de la familia, lo que dificulta el cierre. En estos casos, lo que se sugiere es que
la persona los nomine como corresponde. Por ejemplo, en el caso de Ángela, ella a su tía
(mama biológica), luego de la terapia, la nomina mamá. Igual hace con el padre biológico;
y a su tía (madre adoptiva), le dice “mami”; al padre adoptivo fallecido lo llama “papi”.
Algunas personas se resisten a esta situación y esta nominación, y es válido. Lo
importante es cerrar y aclarar los significados para el consultante. “Yo jamás le voy a
decir papá a ese señor que me regaló y de quien jamás he recibido un abrazo. Mi papá es
mi tío”.
Recuerdo a un joven que me preguntó: “¿Gloria, qué consecuencias tiene el que yo me
quite mi apellido paterno?”. Él es el hijo mayor, ya podrán ustedes inferir lo que ello
significa. En largas conversaciones y en sus sesiones de terapia logró reconciliarse con su
padre ausente y abandónico e inició un período de crecimiento personal y proyección de
su vida, realmente en grande. “Eso era lo que me tenía estancado”, afirmaba después.
Realizando el orden correspondiente en la familia biológica y en la adoptiva se
experimenta una sensación de estar completo y en armonía. El fantasma disminuye y, en
algunos casos, desaparece. Estoy segura de que se aclara el camino.
Habiendo realizado los órdenes emocionales, en los cuales se han hecho evidentes la
construcción emocional de los espacios y la inclusión en un escenario familiar y social –
con lo cual clarificamos la necesidad de las nominaciones familiares y de pareja–
logramos delimitar claramente los vínculos, permitiendo sanar heridas y haciendo cierres
emocionales y transgeneracionales.
Con muchas de las terapias se ha hecho evidente que las vivencias se quedan en la
piel. Hemos logrado realizar un puente conector entre lo simbólico, lo emocional y lo
cognitivo. Las terapias planteadas hasta aquí dan una estructura de los órdenes
emocionales, por esto, la siguiente, que cierra el capítulo, es un homenaje a los ancestros,
a la tribu, a nuestro linaje. Es muy sencilla y simbólica.
Materiales
Ropa cómoda.
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Música ancestral.
Ubicación en un espacio exterior (elegido por el consultante).
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
Relajación.
Paso 2:
Meditación guiada en la que se pide a la persona que recuerde a sus ancestros,
inicialmente paternos, los visualice como en una gran fotografía y, alzando la mano
derecha con la palma extendida hacia arriba, exprese:
Familia paterna, pido que toda la fuerza ancestral de ustedes me llegue en todo
momento de mi existencia, especialmente, en los momentos en que debo tomar
decisiones. Honro lo mejor de mi familia paterna y con ello decido quedarme, y
lo que no me corresponde de sus errores, lo dejo a quien le corresponda, los
asumo como un aprendizaje, una oportunidad para poder decir no. Hombres de
mi familia paterna, de ustedes acepto recibir su fuerza masculina para mi
equilibrio. Mujeres de mi familia paterna, de ustedes acepto recibir el amor
incondicional, como contención femenina para mi equilibrio. Gracias, gracias.
(Se repite varias veces.)
Paso 3:
De igual forma se hace con la madre, elevando la mano izquierda, en señal de recibir.
Paso 4:
Con las dos manos extendidas hacia arriba, se visualiza que se está recibiendo todo lo
mejor de los linajes. En caso de adopción, se recibe de los padres biológicos y de los
adoptivos.
Paso 5:
Finalmente, se agradece a la vida y a los ancestros por la vida y los aprendizajes.
Esta terapia brinda mucha armonía y fuerza. La gratitud y el reconocimiento
constituyen la base de la grandeza.
Clase de pintura
Desde el comienzo les exigí a mis alumnos que no me mostraran el trabajo que les
encomendé. Dejé que lo hicieran todo, desde conseguir el lugar donde expondrían sus
pinturas hasta el coctel y el agua que se ofrece a los asistentes. Ellos serían los
protagonistas del evento, yo sería un espectador más. Ellos, los maestros; yo, el alumno.
Juego de los inversos, como debe ser.
Lo primero que me sorprendió, al llegar, fue la actitud –casi religiosa– del vigilante.
Estaba emocionado, más que un niño, con la exposición. Olvidado de su labor de
celador, no se cansaba de recorrer el lugar, celebrando cada pintura en un idioma de
71
barriada, quizá de academia militar o de combate.
Escuché a aquel hombre sintiendo una contradicción interior. Es claro que en él late
una sensibilidad auténtica hacia la estética, que su vida hubiese sido mucho más vida si
hubiera tenido la oportunidad de dedicar sus días –ya estudiando, ya trabajando– en
alguna de las expresiones del arte; pero la carencia lo arrastró, como a tantos, a una
profesión que se nota fácilmente que no es la suya y que está allí, jugando a vigilar el
mundo, por física hambre. No pude evitar compararlo, comparar su emoción prismática,
con la de varios de mis alumnos y él salió avante, a pesar de su idioma procaz.
Dejé a un lado a aquel fantástico ser y me dediqué a saborear el evento. No cabe duda
que mis alumnos se tomaron en serio el reto, no sólo eligieron un lugar extraordinario
para la muestra, una caballeriza en las afueras de la ciudad (llevaron el arte a donde
usualmente se lleva el excesivo pragmatismo), sino que cuidaron cada detalle: el juego de
luz-sombra me descrestó, pensaron en detalles que yo nunca hubiera imaginado.
La distribución de los trabajos fue muy novedosa, no respetó ningún orden y, a pesar
de eso, o gracias a eso, dejaba ver una unidad entre ellos. Cada uno de mis alumnos
logró, o al menos procuró, hacer un viaje de regreso a su infancia (la consigna era que
cada uno pintara su niñez) y luego plasmó en el lienzo lo sentido o lo hallado.
Confieso que por momentos me sorprendí escuchándome decir palabrotas elogiosas,
dos veces más fuertes que las del vigilante, quizá porque, sin darme cuenta, me estaba
convirtiendo en su más devoto alumno.
Estar allí de incógnito –pues les prohibí terminantemente a mis alumnos que me
mencionaran o me pusieran en evidencia– me permitió escuchar los comentarios de los
visitantes que, dicho sea de paso, fueron muchos más de los que esperábamos que
asistieran. No todos llevaban la emoción, ni la palabrota eléctrica del vigilante. Algunos
eran elogiosos, otros expresaban críticas justas, y no faltaban aquellos que por ingenuidad
o “analfabetismo del ojo”, como suelo llamarlo, lanzaran expresiones burdas y ofensivas.
Sin embargo, todas eran mucho más limpias que las que suelo escuchar de aquellos que
saben que soy el maestro o el autor de una obra, frases predecibles siempre dirigidas a
elevar mi ego. Palabras falsas del hipócrita que imagina, e imagina mal, que aquellos que
nos dedicamos al arte, en cualquiera de sus manifestaciones, lo hacemos para agradar. Y
el arte es arte porque no está hecho para el agrado o el desagrado, sino simplemente para
adentrarnos en el espíritu de lo abordado, eso creo.
Con una copa de vino tinto en mi mano, me detuve frente a cada obra, evaluándola y
saboreándola.
Andrea Berrocal me sorprendió con una pintura bellamente vacía, como una pintura
hecha a la nada, una apuesta minimalista que con demasiado poco es voluptuosa en lo
que narra.
Los hermanos Santiago y Juan Fernando Villadiego se la jugaron con imágenes rotas.
Trabajaron planos simples, más bien tímidos; a pesar de que su concepto fue arriesgado,
les faltó aventura.
Martín Castro pintó seis perros. Todo como tan lejos de allí y en realidad todo tan
72
dentro de él. Sin ser una pintura descollante hubo honestidad con la tarea asignada.
En varios alumnos hallé un cierto abuso con el tema del espejo. Se ha trabajado tanto
este asunto que quien se decida a usarlo hoy debe seguir caminos nuevos, sobre todo,
caminos nuevos dentro de sí.
Ya casi terminaba de recorrer la muestra cuando vi, lo impensable, Claudia Arroyo hizo
una pintura opaca en exceso. En principio creí que su trabajo se había echado a perder y
luego me di cuenta de que era intencional aquella “deformidad”.
Al verme parado allí, Claudia, tratándome como a un visitante más de la muestra,
señaló con sus manos su pintura de 50 centímetros por 80, como quien señala un templo,
o quizá como quien advierte un precipicio, luego me preguntó: “¿Qué ve ahí, señor?”.
“Un pequeño invierno”, le respondí, atendiendo a lo que logré observar. “No es un
invierno, es un verano. Me lo obsequió mi madre a los dos años antes de regalarme una
nueva familia, lejos de ella”. Me dijo, dejando ver en su rostro un aire de triunfo.
En ese instante me di cuenta de que el vigilante estaba detrás de mí y movía la cabeza
arriba y abajo. Como queriendo decir, sin decirlo: “Es demasiado obvio que la pintura es
de un verano”.
42 Al lector interesado lo invito a consultar la obra del psicoanalista Serge Tisseron, quien plantea
claramente que es necesario liberarse de los secretos familiares, como un requisito previo para poder
avanzar en los procesos psicoterapéuticos.
43 Vallejo, Marianela. Constelaciones Familiares. Santillana, Colombia, p. 165.
44 Ibíd., p.165.
45 Palabras textuales de un consultante.
46 Situación clínica real.
47 Recuerdo que en una visita que realicé a un centro de Bienestar Familiar, en donde se hacen todos los
trámites para entregar a los niños en adopción, llegamos a una oficina y, para mi sorpresa, se llamaba sala
de partos. En ella, en una ubicación clara, existe una silla para el padre y otra para la madre y por la puerta
que queda al frente de estas dos sillas entra la enfermera anunciando y entregando al hijo. Este acto
simbólico, como si naciera el niño, me conmovió hasta las lágrimas.
73
Capítulo IX
terapia
Orden social
Reconciliándose con la identidad adquirida
Objetivo
Realizar una reflexión profunda sobre las pautas y patrones sociales y culturales en los
cuales la persona se siente atrapado por lealtad y códigos de honor.
Comprensión
Las personas traemos unas vivencias familiares transgeneracionales que, como ya lo
hemos explicado ampliamente, se constituyen en lo que conocemos como identidad
familiar heredada. También hemos planteado que el análisis de esas pautas se debe hacer
en contexto, es decir, nuestra familia en un momento determinado y en un espacio
sociocultural dado.
Todo esto da la identidad adquirida, la cual, sumada a la heredada, constituye la tercera
que corresponde a la esperada. Esta última sugiere que alguien que nazca en una familia
y en una sociedad determinadas, debe llenar unas expectativas creadas para él o ella, lo
cual genera poca libertad y un manual de instrucciones y un deber ser, con los cuales se
está irremediablemente involucrado. Frases como: “Para mis hijos… yo quiero”, o “ésta
será una ciudad de hombres de bien”, dan cuenta de que los padres están delineando el
futuro. Desprenderse reflexivamente de esas ataduras es una ardua, consciente y
responsable tarea, en aras de un ejercicio pleno de la libertad.
En las idiosincrasias, los mandatos, al igual que en la familia, son trasmitidos por
diversas formas, entre ellas, los refranes. En mi lugar de origen, Antioquia, Colombia,
existen múltiples que hacen que la idiosincrasia y sus características se afiancen con
mucha fuerza. Entre ellos puedo enumerar: “El antioqueño no se vara, ni en la punta de
una vara”, “arrieros somos y en el camino nos encontramos”.
Los paisas deben ser trabajadores, la familia lo primero, la Iglesia y los sacramentos
están enraizados y el hombre mantiene el hogar: “El que se casa que tenga casa y costal
para la plaza”. Los hermanos son solidarios porque esa es una familia de bien, entre
todos se ayudan y las cargas se arreglan en el camino: “El que niega la tierra, niega la
mamá”. La plata se consigue joven, la sociedad entera rinde culto al dinero48, lo cual es
validado por todas las generaciones. Ser negociante es parte de la estructura social y, con
74
ese legado, los antioqueños salen a conquistar el mundo, y de estos conquistadores se
espera lo mejor, el éxito. Los que salen se deben convertir en el orgullo de sus familias.
También es evidente que para romper con estas pautas ancestrales y vivir en la diferencia
la opción más costosa y única termina siendo el exilio.
Este pueblo Antioqueño también tiene, entre sus legados, valores maravillosos de
solidaridad, hospitalidad, creatividad entre otros. Todos ellos se asumen con fuerza y se
reproducen en forma siempre inconsciente.
Son muchos los patrones entregados de generación en generación, y cada uno de ellos
se constituye en una carga difícil de sobrellevar, pues al no cumplir cabalmente con ellos,
se está incumpliendo con códigos de honor que la sociedad cobra, especialmente, con la
exclusión de sus miembros. Una de las frases que más he escuchado es: “Usted no
parece paisa”.
Cada uno de ustedes puede hacer su propia lista, se sorprenderá de encontrar
“verdades” heredadas, inscritas como axiomáticas en la repetición y en lo cotidiano.
Vivencias metodológicas
Por todo lo anterior, esta terapia busca acercarnos de forma consciente a esta vivencia
y a partir de su análisis tomar distancia de las pautas que no nos corresponden y que
obstaculizan nuestro desarrollo humano y emocional.
Materiales
1. Guión de genosociograma contextual (ver Anexo).
2. Hacer una gran lista de todos los patrones idiosincráticos con los que se desea
romper (manejo del dinero, pautas de comunicación y convivencia, manejo de las
familias y los grupos sociales, análisis de las pautas y comportamientos con los excluidos,
normas de justicia, entre otros).
3. Estar vestido con ropa cómoda para realizar fantasía dirigida.
4. Una cuerda pequeña.
5. Tijeras.
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
Meditación (como en las anteriores terapias).
Paso 2:
75
Posteriormente se invita a la persona a que rompa con los patrones, mandatos y
comportamientos de su grupo social, que no desea repetir, afirmando:
Yo,…………….. he decidido, a partir de hoy, que estas situaciones… (se
enumeran) no son mías y no las comparto; decido que no las repetiré y que no me
sentiré culpable por no hacerlo.
Paso 3:
Se toma la cuerda, se le entrega a la persona en su mano derecha y el facilitador toma
una de los extremos. La persona decide cortar por la mitad diciendo: Corto con las pautas
y patrones que no me corresponden, deshago el hilo que me conecta a ellos. Lo corta y
el trozo que se corta, se bota a la basura o se quema; la otra parte de la cuerda se queda
con la persona. Recuerdo que alguien se la colocó en su mano derecha, como si fuera
una pulsera, para recordar por una semana lo que había realizado y así afianzar lo que
quería de sus legados sociales y culturales.
Paso 4:
En fantasía dirigida se le lleva a la persona a que se ubique en el territorio en donde
nació, y pueda hacer un listado de las cosas que valora y que desea conservar:
solidaridad, alegría... etc. Se le solicita que estas “virtudes” las instale en su vida
consciente y libremente, como algo valioso y significativo. Diciendo así:
Yo, ………….... honro lo mejor que tengo de éste, mi territorio de origen. Me
siento complacido de recibir los legados que he heredado de quienes me
antecedieron, doy gracias por ello.
Paso 5:
Luego se le pide que manifieste todo lo que desee y se cierra la terapia.
Tareas terapéuticas
1. Se solicita a la persona que realizó la terapia que, como una forma de equilibrio entre
el dar y el recibir, consolide durante la semana siguiente las virtudes que recibió de su
cultura; por ejemplo, la solidaridad.
2. Se le pide al consultante que, conscientemente, haga algo que dé cuenta de haber
roto con un patrón cultural que no desea. Por ejemplo, hacer algo diferente a la pauta
que siempre realizó como mandato transgeneracional. Si en la sociedad de la que es
originario la pauta comunicacional es actuar como víctima, en los días siguientes a la
terapia, comportarse de un modo diferente, hasta convertirlo en una nueva vivencia. La
práctica hace al maestro.
Los materiales de la belleza
Esperamos a nuestro hijo con ardor y nuestro hijo llegó. Lo llamamos Samuel por
parecernos un nombre fuerte y difícil de deformarse en algún apodo inútil. Atendiendo el
76
consejo de los abuelos lo bautizamos al cuarto día de haber nacido. Los niños son
frágiles, se mueren en cualquier momento. Un niño sin bautizar no goza los favores del
cielo. Rogelio, mi jefe de departamento, y su esposa, fueron los padrinos. Le
obsequiaron un escapulario y un anillo de oro.
Adriana, mi esposa, hizo una cena fenomenal para celebrar su bautismo.
La primera palabra que nuestro hijo aprendió a decir fue “papá”. Luego vinieron,
“mamá”, “tía”, “celular”, “Coca Cola”. No lo niego que para mí, como padre, fue un
honor que su primera palabra fuese precisamente refiriéndose a mí. Debe ser porque el
chiquillo adivinó que él es la bombilla de mi vida. Amo tanto a mi hijo.
Caminó a los 11 meses. Inmensa alegría de todos nosotros al verlo dando sus primeros
pasos. Era comprobar en él a un ser humano entero, un ser humano corriendo a
encontrarse con la vida.
El día de su primer cumpleaños, abril 6, tiramos la casa por la ventana. Invité a mis
mejores amigos de la fábrica. Hubo lechona, tortas, postres, payasos y una orquesta
pequeña. Fue tanta la alegría que bebimos toda la noche, y el día siguiente además. No
cabíamos de la emoción.
El primer juguete que le di a mi hijo, luego de que aprendió a caminar, fue un balón y
el uniforme del equipo de fútbol de mis sueños y mis desvelos. Cuando lo vi metido en
ese uniforme lo hallé más hijo mío que nunca. Ese día supe que por Samuel yo sería
capaz de morir todas las veces.
Por la forma en que agarraba y pateaba nos dimos cuenta que sería zurdo. No pudimos
enderezarle el camino para que fuera derecho. Tocó dejarlo así. Además, ser zurdo,
como nos lo dijo alguien, no recuerdo quién, seguramente un compañero de la fábrica,
no es tan malo, no del todo.
Cuando tenía cuatro años, o cinco quizá (mi memoria no es la mejor parte mía) me lo
llevé para el estadio. Juro por Dios que animó a mi equipo, que también es su equipo,
más que yo. Ese día lloré de alegría. No recuerdo si porque le ganamos a los bastardos
del equipo rival o por ver a mi hijo hecho un hombrecito.
Su primera comunión fue a todo dar. Le compramos su juego de Play Station y no
recuerdo qué cosas más. Para ese entonces ya me habían botado de la fábrica (caí en el
primer despido grande que hicieron los nuevos dueños). Esa puerta cerrada me abrió mil
puertas nuevas. Con el dinero que me dieron de indemnización, a pesar de ser inferior a
lo que debían darme, levanté la miscelánea. Dejé de trabajar para otros y empecé a
trabajar para mí. Ganancias de pertenecer a una raza que no espera a la muerte con los
brazos cruzados.
Samuel hizo la primaria como pez en el agua. Sólo tuvimos quejas mínimas de él, uno
o dos problemas pequeños, alguna pilatuna de muchacho y nada más.
A sus once años ya mi hijo era mi mano derecha en el negocio. Niño organizado,
ahorrador, valiente para el trabajo. Astuto. Un hombre enorme metido en un cuerpo
infantil.
Con sus ahorros se compró una motoneta; la compró del mismo color de nuestro
77
equipo amado.
Su paso por el bachillerato ha sido un poco a saltos. El colegio, no nos digamos
mentiras, es desabrido y seco, y los jóvenes quieren movimiento, color, quieren menos
logaritmos y más respuestas a sus preguntas de hoy. Lo que hace que el colegio sea, de
cierta manera, un fraude.
A los dieciséis años ya Samuel manejaba la miscelánea al revés y al derecho. Yo pasé
poco a poco a ser su asistente. Un asistente feliz de ver a mi hijo enfrentando la vida con
empuje.
Por estos días nuestro hijo cumple sus 18 años. Dolores de guerra no sufriremos, al
menos no por ahora. Ya tenemos resuelto el problema de su libreta militar. Ya está
pagada.
Hace poco, viniendo del estadio, Samuel me dijo que quiere tener su propia
miscelánea. Fue tan bello escucharlo. No lo vi como a un hijo, lo vi como a un padre,
quizá porque tal vez sea cierto aquello de que son los hijos los que educan a los padres, o
tal vez, y acaso más seguro, porque lo vi siendo el padre de un hijo, bueno como él, un
hijo que portará su bandera, la de nuestro equipo, un hijo que aprenderá a decir
prontamente “papá” en nuestro idioma, que muy seguramente dará sus primeros pasos
en una miscelánea, que amará a la Virgen que amamos, y que, con un poco de suerte,
aprenderá la prudencia que mi hijo tiene hacia a mí cuando me acercó a otra compañía, a
otras humedades, los sábados después de fútbol.
48 A veces me pregunto si esta situación no será la causa de muchos de los grandes problemas de esa
sociedad (alcoholismo, sicariato, violencia, intolerancia, narcotráfico, doble moral, entre otros).
78
Capítulo X
Terapia de libertad
ordenando mi esencia
Objetivo
Posibilitar un encuentro con la esencia y la libertad interior.
Comprensión
Recuerdo que hace algún tiempo una estudiante, me preguntó: “Profesora, si usted
tuviera que poner en una metáfora qué sucede con la psicoterapia, ¿como lo haría?”, la
pregunta me sorprendió, porque lo usual es que se defina la terapia desde principios
teóricos49, sustentados en autores.
La invitación me permitió expresar lo que en el fondo de mi ser he pensado de este
hermoso ejercicio de vida, entonces contesté: “Acompañar en un proceso terapéutico, es
permitir que quien acude a él, pueda elevar la cometa de su vida, muy alto, mirando el
arco iris como la meta de llegada, y el terapeuta en tierra, sosteniendo el cordel, dé la
posibilidad de regresar o pueda ir soltándolo a medida que el otro va realizando su propio
vuelo. Lo bello es ver la cometa en el aire, y no ver a la persona en tierra que la está
elevando”.
Esta metáfora permitió una reflexión grupal muy interesante; surgieron varios
comentarios y preguntas a las que colectivamente intentamos dar respuestas: ¿qué sucede
con los vientos adversos y muy fuertes? ¿Cuál es el tiempo propicio para elevar las
cometas? Surgió, entonces, el recuerdo del festival de las cometas en Villa de Leyva, que
se hace en el mes de agosto, cuando los vientos son más fuertes. Las crisis y los
momentos más difíciles, emocionalmente, son quizás los más propicios para que, una vez
superados y elaborados, se conviertan en el elemento vital para alzar el vuelo. Sostener el
vuelo con esos vientos exige que quien esté en tierra pueda manejar la cometa para saber
el momento propicio de ir soltando la cuerda, ni mucha que se pierda el control, ni tan
poca que la presión haga que se rompa en el aire.
Una vez elevada la cometa pareciera que no existen peligros, lo cual no es exacto.
Existen cuerdas eléctricas u otras cometas en las cuales se puede enredar. Esto significa
que en la vida real no estamos solos intentado alzar el vuelo en tiempos de vientos
fuertes, pues otros muchos intentan hacer lo mismo. El ejercicio de preparación en tierra
79
antes de iniciar la aventura dará cuenta de lo lejos que podemos llegar. Se exige que el
maestro en tierra brinde instrucciones precisas y pueda prever lo que pasará con el clima,
con los vientos y con los obstáculos que van surgiendo.
Pero, ¿qué pasa cuando se regresa a la tierra? ¿Sólo se hace un viaje para ver
desplegada la belleza en pleno vuelo y después se continúa el camino?, ¿es posible
permanecer en el aire mirando el arco iris, sin tener miedo al vacío? ¿Hasta cuándo se
necesita al ser humano que suelta la cuerda y maneja desde tierra la dirección del viento?
Recuerdo que esta sesión académica ha sido uno de mis mejores momentos en la
docencia. Además, quiero compartirles que, unos meses después, en mi cumpleaños, este
grupo de estudiantes me regaló un cuadro hecho en plastilina en donde está representado
todo lo que acabo de contarles. La cometa multicolor, el arco iris, las montañas. Este
cuadro, desde entonces, está en mi espacio terapéutico y cada vez que alguien me
pregunta por él o cuando necesito explicar qué es un proceso terapéutico, tomo la
pequeña obra de arte en mis manos y la enseño con gratitud. Sé que para las personas es
muy importante porque a lo largo del ejercicio terapéutico, manifiestan algunas cosas
como: “¿Crees que ahora estoy listo para iniciar mi vuelo? ¿Es posible que ahora sí tenga
todos los elementos para hacer mi cometa y pueda elevarme en los momentos de mayor
viento?”; “por favor, quiero que tú tengas aún la pita de esta situación y me la vayas
soltando a medida que voy creciendo”; “cuando empecé el vuelo todo era muy difícil y
cuando estaba más alto pude ver la llanura y las decisiones que debía tomar porque
desde arriba se ve el camino”; “cada vez que recuerdo los vientos fuertes (momentos
difíciles) recuerdo también que son propicios para volar más alto. Perdí el temor a
volar”; “ya estoy preparada para hacer de mi vida una gran cometa”.
Vivencias metodológicas
Buscar y elegir el sitio al aire libre para hacer el ejercicio. (Cada persona tendrá razones
para ello). Por ejemplo, alguien me dijo: “Yo lo voy a hacer en la finca de mis padres,
porque sin ellos no hubiera nunca podido iniciar mi vuelo”.
Materiales
Todos los necesarios para construir una cometa50: pegante, papel de colores, elementos
para la cola si la necesita, cañafístula, cordel, etc.
Recomendación
Ver el DVD que acompaña al libro para obtener una mayor orientación acerca del
desarrollo de la terapia.
Realización
Paso 1:
Se realiza meditación, relajación y lectura del cuento metafórico de la cometa y el volar
80
(cuento No. 10).
Con las instrucciones precisas se diseña la propia cometa.
Paso 2:
Se escriben o se colocan notas de lo que deseamos iniciar (sueños, metas), o de aquello
que deseamos que el viento se lleve y podemos soltar en el aire (dolor, sufrimiento), o de
lo que requerimos ver desde arriba con visión de águila (solución o camino).
Paso 3:
Se elige el espacio y el tiempo propicio: se sugiere argumentado. Un día significativo
(cumpleaños, cierre de ciclos afectivos o laborales, entre otros); de la misma manera, el
lugar es clave por la simbología de un lugar en el planeta (ver terapia No. 1).
Paso 4:
Si la persona así lo desea, elige a un compañero de vuelo, que le permita manifestar sus
emociones y sentimientos durante todo el proceso (es posible que sea el terapeuta, pero
lo sugerido es que no, para no generar dependencias afectivas y de decisiones). El
coequipero sólo debe acompañar, ayudar, puesto que lo que se pretende es que la
persona logre poner en acción su propio vuelo, y que el empoderamiento se cree a partir
de su fortaleza y sus recursos para volar.
Paso 5:
Antes de iniciar el ejercicio, escribir lo que se va a realizar, y dejar plasmados los
sentimientos y emociones presentes (ansiedad, alegría, temor al fracaso). Esto será
fundamental para retomarlo luego de terminada la actividad.
Paso 6:
Elevar la cometa.
Sugerencias terapéuticas
Lo primero será poder socializar y compartir con el facilitador lo más pronto posible la
experiencia. (Para poder convertir todo lo metafórico y vivencial en elemento
fundamental para las decisiones de vida). El material escrito (paso 5) y lo colocado en la
cometa serán el punto de partida de esta sesión (paso2).
Ante posibles vivencias de frustración (no elevarse la cometa, pasar muy poco tiempo
en el aire, dañarse en pleno vuelo, lluvia que impidió hacer el ejercicio), es necesario dar
un plan b de apoyo. No olvido a una mujer joven que intentó dos veces el ejercicio sin
lograr ver su cometa en el aire. Entonces, decidimos no hacerlo en físico, sino en una
fantasía dirigida en el espacio de terapia, realmente fue maravilloso ver sus sueños volar.
Al finalizar, ella solicitó que la cometa física fuera quemada en la chimenea del
consultorio, manifestando que ya no la quería y que verla le daba sensación de fracaso.
81
Variantes del ejercicio
Vivencia grupal:
Se inicia con una meditación o relajación y con la invitación a los participantes a hacer
de la experiencia una vivencia personal y sagrada, solicitando que, en lo posible, se
realice en silencio, y que no se comparta con los compañeros sino hasta el final.
Se lee el cuento de la metáfora terapéutica de volar (igual que en el ejercicio
individual).
Para el ejercicio grupal se siguen los mismos pasos que para el individual. Lo que
cambia es la socialización que debe hacerse inmediatamente termine el ejercicio. El
terapeuta o facilitador estará presente en todo el ejercicio, no participando activamente,
pero sí dando apoyo y compañía.
Se aprovechan todas las reflexiones colectivas para resignificar y dar mayor validez a lo
vivido.
Se puede nombrar un relator emocional para que al final pueda hacerse un cierre con lo
vivido y sentido (lo que, en esencia, se deja plasmado son las emociones y la
manifestación de éstas). También se hacen evidentes las expresiones no verbales que dan
clara cuenta de los estados de ánimo y de sus cambios.
Es posible filmar y tomar fotografías; así, en el momento de la socialización se puede
ver cuánto se elevó cada cometa y lo que pasó durante su vuelo; esta metáfora será el
fundamento de los cambios y decisiones vitales.
De ser posible, se sugiere escuchar algo de música que remita al elemento aire (sonidos
e instrumentos de viento).
Se finaliza con un cierre colectivo y si el grupo lo desea, un gran abrazo (los abrazos
son bálsamos del alma).
Ejercicio para despedir a un ser querido fallecido
Se siguen todos los pasos del ejercicio individual, colocando en la cometa el nombre de
la persona fallecida, y se hace toda la terapia para poder vivir el desapego y posibilitar al
ser querido irse en libertad.
Es necesario que la persona esté acompañada por alguien significativo de su red de
apoyo.
Se hace en silencio y, en el momento de pleno vuelo de la cometa, se verbaliza la
siguiente frase:(nombre de la persona). Te doy gracias por todo lo vivido y aprendido a tu
lado… Pueden mencionarse, si se desea, algunos aprendizajes y momentos o situaciones.
Gracias, gracias, (se repite muchas veces). Honro tu existencia. (Si se desea se hace una
venia de honra). Ahora es el momento de dejarte volar. Eres libre, soy libre. (Libre,
libre)... se repite varias veces.
Con este verbalización se cierra. Se baja la cometa y se quema (el aire y fuego son
82
símbolos de libertad y purificación).
Se pide a la persona que luego de esta vivencia plasme lo sentido, especialmente por
escrito, en lo emocional e incluso en lo físico. Alguna vez, una mujer, quien vivía un
duelo muy denso y angustioso por el asesinato de su hermano, manifestó: “Siento que se
me quitó un gran peso de encima, ya no tengo en mi corazón ese deseo persistente de
venganza. Ahora, mi hermano es realmente libre; las cadenas son para los asesinos, no
para mí, ahora sí podré realizar mis sueños”. Luego, en las sesiones siguientes, ella logró
plasmar lo vivido y la metáfora fue: “Yo tenía dentro de mí los balazos que le dieron a mi
hermano, ahora tengo paz y tengo mi vida”.
Caliche, mi paz es saberte en el aire y libre. Eso me da alas. Gracias.
Del otro lado
Ya que has cruzado la baranda voy a enseñarte cómo se hace.
Tomas la rama seca de una palma y sacas de ella tres delgadas varas. Debes cortarlas y
tallarlas con calma, porque la prisa, aunque pareciera que está cerca al hecho de volar, no
es otra cosa que una huida, y lo que huye nunca volará.
Cortadas las varas, debes pulirlas para que queden del mismo tamaño. Luego unes dos
en forma de equis, y encima de ellas pones la restante de manera horizontal, de tal modo
que creen una figura de seis puntas. Luego las unes desde el centro con un delgado
alambre. Ese alambre es el corazón del objeto y tal vez la mitad de su alma.
Con una pita resistente y delgada amarras la parte superior de las varas para que no
sean ya sólo seis puntas, sino una unidad. Lo que quizá nunca hemos tenido
verdaderamente y eso explica por qué hemos llegado a donde hemos llegado.
Varas, alambre y pita, armados en la manera en que te he dicho, configuran el interior
del objeto. Ahora viene el afuera. Elemento fundamental, aunque se reniegue tantas
veces del afuera.
El papel debe ser seda. Procura elegir, no los colores que te gusten, sino los colores que
te representen, para que cuando el objeto se eleve tengas más de ti allá arriba que aquí
abajo. Qué importa que no sean colores necesariamente luminosos. El rojo no siempre es
fiesta, el amarillo puede tener más de sombra que de luz, el verde no es la metáfora
exacta de lo vivo. Además, elevamos una cometa no sólo para pringar el firmamento de
colores primarios. Lo hacemos por razones visibles que pueden resumirse en un simple
divertimento, jugar con el tiempo, o por razones más ocultas: deshacernos de un color
que nos duele por dentro; soltar y soltar pita, recobrarla y luego soltarla; mirar hacia
arriba de una forma en que únicamente una cometa puede ayudarnos a hacerlo. O tal vez
lo hacemos para superar una batalla (batalla contra el viento, batalla –poderosa– contra
los nudos que se le hacen a la pita, batalla contra un recuerdo)…
Cubierta la cometa, tienes la opción de ponerle un ala de papel a cada lado. Si lo haces,
no te dejes engañar de su felicidad de ala. Las alas no son el vuelo, ni le dan a la cometa
estatus de aeronave. Cometa con alas, es simplemente cometa con alas. Cualquier otra
categoría u otra ilusión no son más que asunto vanidoso. Y la vanidad, prima hermana de
la soberbia, incluso en una cometa, pesa demasiado, le da más tierra que aire.
83
Luego viene la cola, que hace las veces de brújula y de defensora contra los reveses del
viento. La cola es la madre de la cometa en la cometa misma. Sin cola la cometa pierde
filigrana. No tiene espíritu. Sucumbe al primer viento. Procura hacerla de tiras medianas.
Cuídate que no sea tan corta que parezca amputada, ni tan larga que le impida levantarse
(juego de los equilibrios).
El hilo debe amarrarse en su centro y debe ser de un tambor largo. Un tambor corto
limita el paisaje, ya externo, ya interno, no olvides eso nunca.
Cuando la tengas terminada, elévala sin miedo, incluso, elévala aunque tengas miedo.
Deja que trepe por encima de ti, que se levante por encima de estos muros, que por
sólidos y fuertes que sean, jamás podrán volar.
49 Para este caso, la definición que hubiese utilizado con mi cercanía epistemológica al humanismo hubiera
sido, muy seguramente: “La psicoterapia centrada en el cliente es el nombre de una psicoterapia enmarcada
en la psicología humanista. ‘Cliente’ pretende enfatizar un matiz semántico distinto a ‘paciente’, ya que un
cliente permanece con la responsabilidad y libertad sobre el proceso terapéutico, como un agente activo, en
contraposición de ‘paciente’, como indica este término en su sentido literal (‘ser paciente con el
problema’). Con frecuencia se habla de ‘enfoque centrado en el cliente’. Enfoque es un término más
general con más matices filosóficos, que permiten enmarcar con éste una consecuente psicoterapia y
comprensión sobre los intercambios interpersonales acaecidos durante el proceso psicoterapéutico”. Cf.
http://es.wikipedia.org/wiki/Psicoterapia_centrada_en_el_cliente
50 Las cometas, originarias de la antigua China, proporcionan cientos de horas de juego. Eso sí, precisan
de materiales livianos para poder surcar por los cielos. Se requieren los siguientes materiales: hilo blanco,
papel de seda, tijeras, cuchillo, pegamento, 2 varillas de bambú (o de otro material ligero). Cf.
http://www.dibujosparapintar.com/manualidades_cometa.html
84
Anexo*
Historia transgeneracional,
emocional y psicológica de la pareja
Cada pareja tiene su propia historia, la construye, sin saberlo, pues se asume el
mundo afectivo con total analfabetismo emocional; a veces se llega a ciegas a este
compromiso.
En algunas ocasiones, un embarazo en camino, un viaje, una desilusión por el amor de
su vida, la muerte de los padres, el paso de los años y el miedo a permanecer solos,
aceleran la decisión de formar pareja que, con el tiempo, va a ser mirada y evaluada,
brindando resultados de difícil pronóstico.
Es importante decir que el enfoque que asumiré en esta reflexión, así como el de
publicaciones anteriores, es el transgeneracional51, lo que sugiere que la historia de la
pareja es la historia de las generaciones anteriores de cada uno de los miembros de ésta.
Veamos:
Los tuyos, los míos, los nuestros
En el momento de formalizar un nuevo vínculo, aparecen en forma explícita o implícita
los antepasados, con todos sus requisitos, sus apellidos y toda una historia en la cual
estará irremediablemente atrapada la nueva pareja.
La vida está hecha de miles de sucesos, de los relatos y vivencias de los ancestros, de
los hilos invisibles que se fueron tejiendo y entretejiendo a lo largo de los años; de
aciertos y desaciertos, de encuentros, amores y desamores de otros, en otras épocas. La
vida de cada uno de nosotros se ha ido construyendo con otros, muchos de los cuales,
hoy no están, pero dejaron huellas,52 señales que es necesario seguir por mandato
transgeneracional53. Tiene matices multicolores que los abuelos colorearon y que hoy
debemos honrar, en beneficio de nuestra salud mental.
Somos el resultado de unas vidas en encuentro, de búsquedas, de caminos que se
cruzaron y se reconocieron, de unos seres que tejieron el destino, que legaron la historia,
que la entregaron sin saber qué sería de las generaciones venideras. Sus secretos serán
los secretos de sus descendientes, sus decisiones serán el futuro de los nietos; la
responsabilidad de cada palabra dicha, cada acción realizada, sólo puede verse cien años
después.
La vida de cada uno es una novela familiar y social, se tenga conciencia de ello o no.
No somos tan libres como quisiéramos, representamos roles y papeles asignados desde
niños por ser el hijo mayor, por ser hombre, por ser mujer, por haber nacido de padres
jóvenes, por ser el primero o el segundo nieto, por tener dinero o por carecer de él, por
haber nacido en tal época, por pertenecer a tal región, por ser lo que los demás esperan
85
que uno sea. La novela se repite capítulo a capítulo, generación tras generación, historia
tras historia, patrón tras patrón.“Vivimos prisioneros de una tela de araña invisible de la
que también somos uno de los autores… somos, finalmente, de una cierta manera,
menos libres de lo que creemos”54 reafirma Anne Ancelin Schützenberger.
No estamos condenados, ni lo dicho es una sentencia determinista. La esperanza es
poder recuperar esa historia y reconquistarnos a nosotros mismos y ser libres. Para ello
es necesario conocernos para no repetir los capítulos ya vividos, tomar decisiones desde
la conciencia familiar y social, sanar los vínculos con nuestros antepasados, saldar
cuentas, aligerar las cargas, develar los secretos, honrar a los muertos, enterrarlos bien
−esto último implica elaborar adecuadamente los duelos−, asignar responsabilidades,
conocer lo invisible, reasignar lugares, redistribuir los roles, conocer las alianzas, buscar
las obligaciones, las lealtades, los mitos, las normas y códigos de honor de la familia y de
la sociedad a la que pertenecemos; despejar el camino, tomar las riendas de nuestra vida,
es decir, decidir.
Podemos reconquistar nuestra libertad, y salir de la repetición comprendiendo lo que
pasa, atrapando esos hilos en su contexto y en su complejidad. Podremos, al fin, vivir
“nuestra” propia vida y no la de nuestros padres o abuelos, o la de un hermano muerto,
por ejemplo, y al que reemplazamos, sabiéndolo o no. Estos vínculos complejos pueden
ser vistos, sentidos o presentidos, al menos parcialmente, pero generalmente no se habla
de ellos: son vividos en lo indecible, lo impensado, lo no dicho o el secreto55.
Por ello, ser realmente libre exige un encuentro personal con la historia. La libertad no
es hacer lo que los otros hicieron o dejaron de hacer, es un camino consciente de las
decisiones con responsabilidad, no una afrenta a quienes están afuera, no es un
mecanismo de escape de lo no comprendido. Es un encuentro con las alas del alma, con
el propio vuelo, con la tranquilidad que se logra al sanar el pasado, es en tiempo pasado,
presente y futuro. Ésta no es una acción ni mucho menos un mensaje, jamás es una
meta. Es un estado de flexibilidad con la existencia, la sensación de ser uno mismo en su
historia, siendo dueño y protagonista de ella.
La pregunta que surge es: ¿cómo conocer esa historia personal y la historia personal de
la pareja para lograr entender y decantar la historia familiar, tomar distancia y con lo que
nos queda poder, en forma medianamente libre y consciente, asumir el compromiso vital
de construir nuestra pareja única e irrepetible?
Existe un instrumento maravilloso: el psicogenosociograma56 que permite develar lo
acontecido. Este instrumento lo he aplicado por años en psicoterapia, en espacios
académicos con estudiantes de psicología de pregrado y en las áreas de posgrado57, para
acompañar a otros a conocer su vida y su pasado58.
Construir el psicogenosociograma es realmente una aventura, que permite a quien lo
hace acercarse a su familia, si lo realiza respetuosa y amorosamente. Con certeza, la
dinámica de cada uno de sus miembros cambiará. Veamos cómo se hace.
86
¿Qué es un psicogenosociograma?
El prefijo psico proviene del vocablo griego psique, que se refiere a los procesos de la
mente. En este contexto, psico: se refiere a las características de personalidad y formas
de ser de cada uno de los miembros de la familia.
Ahora bien, geno: deriva del griego genéa que significa familia y sociograma59 es la
representación gráfica de los vínculos y las relaciones. Por tanto, el psicogenosociograma
permite visualizar, en una representación gráfica, cómo está constituido el árbol
genealógico de cada persona en una familia, sus vínculos significativos, las características
de personalidad y formas de ser de los integrantes de la misma. Se pueden identificar los
patrones de comportamiento y las repeticiones que se dan de generación en generación.
Permite, además, encontrar características, hechos sobresalientes, fechas significativas,
aniversarios, datos sobre enfermedades y muertes, repeticiones, nacimientos,
matrimonios, separaciones, divorcios, profesiones, rupturas de familia, y alianzas, entre
otros. Todo lo anterior hace que nos encontremos ante una familia única e irrepetible.
El psicogenosociograma-contextual comentado es toda la historia de la familia y la
persona con un ingrediente adicional. Lo que hacemos es ubicar a las familias en los
acontecimientos sociales, políticos, culturales y económicos de cada una de las
generaciones, analizando los cambios y las metamorfosis que ocurrieron en diferentes
períodos de su existencia.
Autores como Anne Ancelin Schützenberger sugieren un genosociograma a
profundidad, reconstruyendo el pasado hasta dos siglos (siete a nueve generaciones). El
trabajo aquí propuesto pretende que miremos las generaciones a las cuales logremos
tener acceso, un siglo (tres o cuatros generaciones).
Metodología para la elaboración del psicogenosociograma
Este texto pretende que el lector, sin importar su formación académica, pueda elaborar
su propio psicogenosociograma, pero también es mi interés personal y profesional que el
instrumento propuesto sea una herramienta de trabajo terapéutico para los psicólogos de
familia y de pareja. Por ello, iniciaré explicando cómo se construye en forma individual y
en terapia, lo que no significa que esta primera parte esté dirigida, exclusivamente, a los
terapeutas. Sugiero que la leas y vayas diseñando tu propio psicogenosociograma, como
si estuvieras en una sesión de psicogenealogía60.
Te recomiendo no saltar esta primera parte porque al llegar a la construcción del
psicogenosociograma en familia y pareja, necesitarás las bases de este primer escrito.
La aventura empieza…
Prepara: papel, lápiz, grabadora, visitas familiares, álbumes fotográficos y un estado
emocional de grandeza y respeto por tu historia y los que la tejieron.
Psicogenosociograma terapéutico individual
La primera propuesta es hacer un psicogenosociograma de memoria. La persona va
narrando, con la ayuda del terapeuta, la estructura de cómo se encuentra constituida y
87
relacionada su familia, se hacen las primeras ilustraciones y gráficas61. Inicialmente, los
matrimonios, los hijos vivos y muertos de cada una de las parejas, la ubicación en orden
estrictamente cronológico de los nacimientos, se incluyen los abortos o recién nacidos
muertos. Es muy importante el orden62, luego entenderemos lo que significa cada uno de
los lugares en la familia. Continuamos ubicando las personas que viven bajo el mismo
techo, las relaciones que tienen, si son buenas, conflictivas o distantes; señalamos los
fallecidos, la fecha del deceso. Si se conoce la causa se deja registro de la misma,
nacimientos, accidentes y los eventos significativos e importantes.
Si estamos en contextos terapéuticos no olvidemos una verdad axiológica: lo importante
es lo que el otro diga, no lo que parezca a nuestro juicio. Esta claridad es necesaria si
comprendemos la trascendencia que puede tener un determinado acontecimiento, que a
nuestros ojos pueda parecer intrascendente.
Se continúa el recorrido dejando constancia de la forma de ser de las personas,
registrando los acontecimientos en el orden en el que el consultante va recordándolos.
Esto es primordial puesto que ese relato inicial es el que constituye la historia narrada,
vivida y sentida de cada uno63; eso quiere decir que el análisis será diferente si el
consultante, en la terapia, inicia su historia con una muerte, y no con un nacimiento, una
boda o un incesto.
Como estamos en esta primera forma de elaboración del psicogenosociograma en
terapia, debemos, además, dejar notas de las expresiones y sentimientos de la persona en
los momentos en que está narrando su historia: los gestos, los tonos de su voz, los
silencios, los énfasis que hace en determinados acontecimientos, su corporalidad en todo
el relato, llantos, momentos de ansiedad o angustia. Todo ello nos da el tono afectivo de
la historia; así, nos encontramos con un texto cronológico en contexto y una nota
emocional. Resulta fundamental correlacionarlos para poder hacer interpretaciones y
aportes significativos al proceso de lectura con el consultante.
En este primer encuentro de elaboración del psicogenosociograma es vital hacer un
ejercicio sobre los sucesos que se consideran de difícil asimilación y elaboración64 tanto
para quien acude a la terapia, como para algunos miembros de su familia. Usualmente,
éstos son los que conocemos como vergonzosos, entre ellos, podemos enumerar:
incestos, violaciones, abortos provocados, algunos trastornos relacionados con la vivencia
sexual como: zoofilia, pedofilia, voyerismo; en casos más extremos, necrofilia65.
También es frecuente encontrar en esta lista a los hijos con alguna deficiencia cognitiva o
física. Recordemos que, en algunas épocas, estos pequeños con retardo mental eran
escondidos por sus familias.
Eventos que son significativos en esta primera exploración son los tipos de muerte: los
asesinatos, suicidios, enfermedades infecto-contagiosas y, en las últimas décadas, el sida,
van a ser muertes diferenciales cuya causa se intenta ocultar.
Se exploran aquellos hechos que se tildan como injustos; dentro de los mismos cabe
citar:
• Primero: de tipo económico. Problemas con los repartos de herencias y
88
testamentos, deudas no canceladas, abusos con el dinero, sensación que se tiene de que
algunos hijos tuvieron mayores oportunidades y apoyos económicos; la fortuna de otros,
especialmente de los padres, dificultades testamentarias con hijos extramatrimoniales.
Todo lo referido al dinero resulta muy importante.
• Segundo: exclusiones, discriminaciones, tratos diferenciados por el género o la
profesión u otras condiciones. Se incluyen los hijos extramatrimoniales, conocidos como
hijos naturales o bastardos66.
Se debe indagar por eventos sociales significativos, personajes destacados de la familia,
los hechos que marcaron la historia familiar y que, de alguna manera cambiaron el rumbo
de la misma.
Recordemos que este primer pincelazo de la historia es de memoria, se trata de ir
entretejiendo esos relatos y sus significados unidos, además, a todo el contenido
subjetivo de quien lo está narrando; esos retazos, hechos secuencia son la primera parte
de un trabajo sistemático que se hace posteriormente, en y con la familia.
Los comentarios e interrelaciones que hace el consultante son altamente significativos,
porque él o ella van haciendo conciencia de los sucesos y de estos referidos a su vivencia
o a la de algunos familiares. Expresiones tales como: “Ahora me doy cuenta de que esto
nos está sucediendo desde mis abuelos, antes no lo había relacionado”. “Contándolo,
descubro que no sólo soy yo el del problema, parte de mi familia está involucrada en
esto”, también pueden surgir expresiones como: “Definitivamente yo no recuerdo nada
de la familia de mi padre”; “tengo algunos recuerdos, pero se quedan como en una zona
gris, me pierdo intentando armar la historia”, “sería más fácil contar la historia, si mis
padres no hubieran roto con mis abuelos, desde entonces, no sabemos nada de ellos”67.
Estos “vacíos” en la historia son igualmente relevantes. La información, recibida y
almacenada en el inconsciente, tiene una razón para ser ocultada68.
Esta forma de reconstrucción de memoria sólo es válida en el contexto terapéutico, por
todo el análisis de contexto que se hace de estos relatos relacionados con el motivo de la
consulta69.
Pautas para el terapeuta que acompaña la elaboración
de un psicogenosociograma terapéutico
Es necesario decir que el terapeuta debe tener, preferiblemente, cercanía conceptual
con la psicogenealogía y, en el caso de terapia, el enfoque sistémico le dará herramientas
válidas para poder acompañar de forma acertada este proceso. Miremos algunas pautas:
1. El tiempo es absolutamente significativo, lo que sugiere que la persona hace su
primer relato, en una sesión inicial que no debe ser interrumpida a los 45 minutos, como
seguramente otras formas terapéuticas así lo señalan. Es importante revaluar estos
tiempos, y lo sugerido es programar dos horas de relato inicial libre, en las que el
terapeuta sólo realiza preguntas claves que posibilitan seguir la narración sin falsear la
información, especialmente, en lo que se refiere a las conexiones lógicas e históricas, así
el relato será genuino y hará que esta primera aproximación a la historia tenga contexto y
texto.
89
2. Por ningún motivo en estos primeros momentos se deben hacer interpretaciones. Así
el contenido narrado parezca demasiado obvio y de fácil resolución, no se puede olvidar
que los contenidos tan claros y elaborados, frecuentemente, están enmascarando
contenidos inconscientes y de difícil elaboración que la persona ha logrado enterrar como
defensa de su estructura personal70.
3. Quien hace los relatos, en ocasiones íntimos e intimidantes, queda en condición de
vulnerabilidad psicológica. Ello significa que cuando se devela un secreto, quien lo narra
queda vacío; es algo así como entregar el tesoro más preciado. Aunque, en los primeros
momentos, se puede tener una sensación de alivio y descanso, aparece luego un
sentimiento de auto traición o traición familiar por haber “vendido a la familia” y por
tener la percepción de estar en manos del terapeuta. Es necesario manejar esta condición
de minusvalía afectiva, de lo contrario, queda como una herida abierta y el paciente
abandonará el proceso, temeroso e inseguro.
4. Aunque el secreto profesional es la piedra angular de nuestra práctica clínica, puede
aparecer la fantasía latente de estar en las manos de otro(a), lo cual crea temor en los
consultantes que prefieren no ahondar en su historia. Es interesante saber que la
dificultad no está en acudir a terapia, como en entender la estructura del proceso y
permanecer en él.
5. Al finalizar este primer relato con los hilos y tonos de la persona, es necesario hacer
un recuento terapéutico, esto significa que se realiza una retroalimentación flexible,
abierta e interactiva, sin tecnicismos, ni mucho menos posiciones cerradas o
concluyentes. Por el contrario, este primer cierre es un verdadero inicio, algo así: “Lo
que hoy me has compartido es muy importante en esta primera parte de tu proceso,
quisiera hacer un resumen de lo que entendí. Por favor, si hay algo que tú consideres
más relevante, me lo dices, porque luego del resumen vienen las tareas que haremos,
para continuar”. En este resumen podemos señalar los puntos crisis, eventos sin resolver,
momentos psicológicos paralizantes, dinámicas de familia disfuncionales,
comportamientos autodestructivos y contaminantes, vivencias definitivas en la historia
familiar y, si es posible, ubicar esa historia en contexto, por ejemplo: “Entiendo que eso
que vivió tu padre fue muy difícil, pero miremos qué estaba pasando en el país o en su
pueblo cuando él se vio obligado a huir. Seguramente, en otras condiciones, él no te
hubiera abandonado… no podemos juzgarlo con los recursos y posibilidades de hoy, las
de él fueron otras”.
El terapeuta no es juez, es un “co-lector” de la historia, con ojos limpios y sin ningún
interés diferente al de apoyar un proceso de sanación y reconciliación psicoemocional, en
ello radica la magia y la grandeza de la terapia.
Finalmente, preguntamos cómo se siente y cuáles son las expectativas que tiene para la
siguiente sesión. Es básico hacer evidente cómo se continuará. Cuando la persona elude
definir un nuevo encuentro, debemos preocuparnos, puesto que un buen enganche
garantiza la continuidad de la terapia.
He aprendido, a lo largo de mi práctica profesional, que las personas utilizan disculpas
90
cuando tienen miedo de abrir sus corazones a alguien que no consideran confiable. Tanto
terapeuta como consultante deben entender que se inicia un camino sin marcha atrás,
porque lo dicho no se recoge, y lo no dicho se guarda y se transmite de generación en
generación.
Es gratificante que luego de una terapia la persona exprese: “Por fin, luego de tantos
años pude decir lo que realmente siento y pienso de mi familia, sin ser señalado ni
juzgado” o, “sentía que esto era más grande que mis fuerzas, por fin logré deshacerme
de esta tortura”71.
No olvidemos que en terapia se produce un fenómeno denominado la “falsa alegría”, el
cual consiste en que se presenta una sensación de alivio, que luego se convierte en
desasosiego por el secreto compartido con un “desconocido”. Si no se hace claridad en lo
que se conoce como el encuadre72, será una verdad que, en lugar de acercar en la
terapia, puede producir abandono o agresión encubierta contra el terapeuta.
Psicogenosociograma familiar
La segunda propuesta de elaboración del psicogenosociograma es hacerlo en familia o,
al menos, elegir los personajes o informantes claves73. Cualquier persona que esté
guiada por una persona formada en psicogenealogía lo puede hacer recogiendo
información de su familia, o puede involucrar a sus hermanos u otros familiares. Lo
importante es tener claro para qué se recoge esta información, lo cual implica prepararse
para encontrar eventos que, posiblemente, no gustarán; además, estar listo para develar
algún secreto que puede hacer cambiar la percepción que se tenía de algún familiar, estar
dispuesto a escuchar sin juzgar, sin hacer comentarios que puedan doler, no pretender
arreglar lo hecho, abolir los “deberías” y los “si esto no hubiera pasado”.
La historia se recoge, se acuna, se mira, se vuelve a mirar, se contempla, pero no se
cuestiona; nuestros ojos y nuestra forma de concebir el mundo es diferente a la de
nuestros bisabuelos, así nos parezca imposible que ellos no hayan decidido cosas
elementales o simples a nuestro entender.
Cuando nos acercamos intencionalmente a la historia, también es clave una profunda
verdad: “No se destapa lo que no se sabe cómo se puede arreglar”, por lo tanto, en este
proceso se debe estar acompañado de un terapeuta que logre objetivamente un proceso
de decodificación de la historia, de asimilación de los eventos que podrían ser
devastadores. A veces, nos encontramos con verdades dolorosas, por ejemplo, un
asesinato entre hermanos y, paralelamente, un grupo familiar encubriendo esta acción. Es
posible que ese hecho haya acontecido hace 50 años, pero es probable que, a partir del
suceso, la familia haya tenido que abandonar sus raíces y que sea el nieto quien, ahora,
esté removiendo la historia y quiera conocer la finca de los abuelos, o el pueblo de origen
de sus padres. La idealización de las figuras parentales puede desvanecerse; en este
punto es necesario saber cómo la familia y cada una de las personas puede y va a asumir
esas verdades. La experiencia me ha enseñado que no es tarea fácil.
Si la familia involucrada está en terapia o, al menos, alguno de sus miembros está en
91
proceso, lo que se requiere es que sea él o ella la encargada(o) de transmitir la
intencionalidad de la información, pues ésta se sentirá incómoda con preguntas, las
intentará evadir, diciendo: “Deje eso así, porque eso pasó hace mucho tiempo”. No es
sencillo volver para rehacer viejos dolores, por ello, lo que siempre sugiero es que no nos
centremos exclusivamente en los eventos dolorosos y devastadores. Toda la historia, en
su conjunto, es relevante, y los personajes que están narrando los hechos y las vivencias
necesitan también decir lo importante y significativo en cada una de las etapas en que
ésta fue evolucionando.
A primera vista pudiera pensarse que el proceso sólo es importante por los eventos
traumáticos y de dolor, pero lo propuesto desde esta perspectiva transgeneracional
humanista es recuperar toda la historia. Así se cambia la dimensión terapéutica de una
consulta de conflicto y síntoma, a un encuentro de historia y de vida. En terapia, suelo
decir a los consultantes: “No quiero que traigas tu última crisis (lo que clínicamente se
conoce como motivo de consulta), aquí es necesario que traigas tu historia y la de
quienes ayudaron a tejer la tuya”. Así, la terapia pierde el tono de patología y de
enfermedad y se convierte en un diálogo referenciado y acompañado, lo que usualmente
denomino acompañamiento histórico en privado. La consulta, en estos términos, es un
descubrimiento; es la capacidad de sorprendernos y asombrarnos con los momentos de
insight74 del otro. Ese relato aparentemente incoherente para el otro, es un camino con
hilos y puentes de contacto para el terapeuta quien puede tener la visión macro de la
historia, con los elementos que le da la formación y el no estar involucrado. Se espera
que éste logre con el consultante ir delineando la historia con interpretaciones prudentes,
pero dando pasos decisivos en beneficio de todo el sistema familiar.
Pautas para la elaboración
del psicogenosociograma familiar
La elaboración de este instrumento bibliográfico y psicoemocional familiar no está
distante de aquellas pautas dadas para la elaboración de éste a nivel individual. En aras de
dilucidar algunos aspectos, profundizaré en ellos.
1. Una buena pista, como lo dijimos anteriormente, es ubicar a los familiares claves,
aquellos que están dispuestos a compartir la historia, con elementos de veracidad. Se ha
de tener en cuenta que la edad produce alteraciones en la memoria a corto plazo y
agudiza la memoria a largo plazo. Es recomendable hacer validaciones de información
−recordando que ésta pasa por el filtro de la subjetividad−75 y buscar en documentos de
la época los datos que permitirán ubicar los relatos en contexto. Los periódicos y
hemerotecas son fundamentales para estas pesquisas76.
2. Otra pista infalible es buscar álbumes fotográficos77. No olvidemos que éstos
constituyen los registros de las fechas más significativas: matrimonios, bautizos, paseos,
aniversarios, entre otros. Este instrumento, comentado con quien está recuperando su
historia, da pautas sobre los órdenes familiares, las exclusiones y los vínculos, etc.
Las fotos también evidencian lugares, sitios de recreo, los desplazamientos más
frecuentes, las ideologías, parentescos, alianzas, amigos frecuentados, roles sociales −por
92
ejemplo, las fiestas en los clubes serán diferentes a las fiestas en las veredas o los
campos, y las fotos lo revelan−; también podemos ubicar la moda: los cortes de pelo, los
estilos de la ropa nos dan claramente un contexto histórico.
Recuerdo que mi familia conserva una hermosa fotografía de mis hermanos jóvenes,
de pelo largo al regresar de un camping. Ese hecho, en los 70, era todo un acto de
rebeldía. Ahora, mis sobrinos les dicen a sus padres: “Papi no nos critiques, tú también
hiciste cosas fuera de la norma en tu época”. Es cierto, las evidencias están en el álbum
fotográfico, por fortuna, para mis sobrinos.
3. Este ejercicio no se hace en una sola sesión, ni mucho menos es un registro
terminado, por el contrario, la persona o el grupo pueden partir de hechos o eventos
significativos e ir ampliándolos a medida que la información se recoge. Se recomienda
tener una hoja de ruta. Es bueno iniciar con la familia sobre la cual se tiene mayor
conocimiento. Luego se visitará a la más alejada. De esta manera, se va armando un
mapa de la historia; se grafica78 con las convenciones universales, recogiendo lo más
relevante y todas las notas que de este mapa vayan saliendo.
4. Insisto, con conocimiento de causa y por responsabilidad ética con la familia, que se
hace necesario que la persona que está elaborando el psicogenosociograma, cuente la
intención del mismo, para que ésta no se sienta lesionada o saqueada en su intimidad.
Recordemos que la persona puede sentirse triste por contar y compartir algunos eventos,
además, muchos no querrán compartirlos. Así se trate de hechos significativos y
decisivos en la historia, no se puede hacer presión para obtener la información, pues
resulta contraproducente para el proceso.
5. No hay que olvidar que la persona luego de dar información se siente vulnerable, por
ello se necesita que quien está haciendo el trabajo pueda garantizar la confidencialidad.
Por nada del mundo, aún sin ser terapeutas, podemos hacer de la información recibida
una cadena de comentarios que podrían distanciar a las familias. Se trata de una
información para entender, no para juzgar, ni mucho menos para compartir con otros que
no la entenderían. La experiencia en la elaboración de procesos personales académicos79
me ha enseñado que la información no se roba, ni se exige, ésta nos la brinda el otro
generosamente si siente que realmente está aportando a nuestro proceso de crecimiento
personal y familiar.
6. Este proceso debe hacerse acompañado, preferiblemente, supervisado y asesorado.
Significa que, en todo momento, quien lo esté elaborando se sienta respaldado por el
terapeuta en sus hallazgos o en los secretos intuidos, así como en las posibles
interpretaciones que se van haciendo a lo largo del camino. Con la información vamos
cambiando la hoja inicial de ruta, un nuevo dato puede ocasionar un giro de 180 grados
en lo que inicialmente se había planeado. Esta flexibilidad permitirá un encuentro
tranquilo y pausado con la historia.
Recuerdo a un consultante que en un momento descubrió un asesinato y, a
consecuencia de ello, todo cambió en la estructura de la familia. Este hecho lo hizo
modificar su ruta, decidió conscientemente no continuar hasta no estar
93
psicoemocionalmente preparado para seguir encontrando verdades: “Mis ídolos se me
cayeron al piso, no puedo recoger esos pedacitos, mejor sigo con la historia de mi abuela
materna”, comentaba. Luego de un tiempo en terapia retomó su historia, fue difícil, no
obstante la reconstruyó y logró entenderse y entender muchos de los vacíos que tenía en
su pasado.
7. Es importante la confidencialidad grupal con lo elaborado. Si este ejercicio se
desarrolla en un contexto académico, no terapéutico, los compañeros no tienen por qué
enterarse de la historia de sus condiscípulos, a no ser que ellos lo deseen. Eso exige un
manejo adicional y competente del docente. En estos casos, lo sugerido es que todo esto
continúe en el terreno de lo íntimo y lo privado. Situación diferente acontece en grupos
de mutua ayuda o grupos terapéuticos, como lo veremos en el siguiente aparte.
8. Al cierre de la terapia en la que se incluyó como instrumento la elaboración del
psicogenosociograma, es necesario hacer una retroalimentación en la que el terapeuta
logre centrar los núcleos conflictivos, señalar las pautas de repetición, las cadenas
inconscientes, las deudas familiares, lo inconcluso y también los logros terapéuticos. Se
recomienda hacer este ejercicio por escrito y entregarlo al consultante. En los grupos
académicos suelo dejar en los informes finales una nota amplia de todo lo que a raíz del
trabajo se logró compilar. Esas reflexiones docentes o terapéuticas son la base de muchos
cambios fundamentales familiares.
Psicogenosociograma en grupos terapéuticos:
pautas para su elaboración
1. Los grupos terapéuticos tienen unas normas explícitas que se hacen y se ponen de
manifiesto, siempre, al inicio del proceso y de cada sesión. Se hace claridad en que todo
lo que se diga se queda en la sesión, cada persona se compromete con la confidencialidad
de lo dicho. Éste es quizá el componente de mayor rigor terapéutico, la llamada regla de
oro. Podríamos suponer que, de no cumplirse, el grupo no tendría razón de ser; “todos
los miembros son co-terapeutas80 del facilitador”. Ello significa que todos son partícipes
de los procesos personales y de los compañeros; en algunos casos, con intervenciones
directas81, en otros casos, sólo escuchando y acompañando.
2. El facilitador debe tener un manejo adecuado e idóneo y será quien decida en qué
momento se es activo o en qué momento los otros integrantes del grupo intervienen.
3. En los grupos terapéuticos, los asistentes no toman notas, ni hacen apuntes, esto
sólo lo hace el facilitador luego de cada sesión, con ello se garantiza que no quedan
registros de lo dicho, lo que reafirma la confidencialidad a los participantes.
4. Los grupos terapéuticos deben ser cerrados y estar inscritos en normas de proceso,
es decir, que el grupo tiene una única fecha de inicio con las personas que lleguen a esa
sesión. Es difícil, por no decir imposible, hacer en cada sesión encuadre, ubicación y
clarificación de normas y, lo más grave, no respetar la intimidad y dinámica que se va
tomando desde el primer encuentro.
Organizar grupos abiertos no da proceso. Considero que, por el contrario, realizar sólo
94
conversatorios de temáticas82 y expresión de sentimientos, que suelen quedarse sin
resolver, no hace bien sino que deja heridas abiertas y expuestas.
Es necesario entender que si en el grupo se hace una propuesta de reconstrucción del
pasado con referentes en la psicogenealogía, todos los participantes deben estar de
acuerdo con la metodología, comprendiendo claramente que en el pasado remoto o
reciente de las personas existen cosas íntimas que es necesario respetar, ayudar a
entender y acompañar sin juzgar.
Las instrucciones en la elaboración del psicogenosociograma son idénticas para todo el
grupo. Lo solicitado es lo mismo: comprender a la familia en contexto. Es probable que la
variación radique en la riqueza del análisis; cuando la persona hable de sus hallazgos, la
participación respetuosa del grupo puede aportar en lo que se refiere a nuevas
interpretaciones o nuevas fórmulas que ayudan a continuar la búsqueda.
Existen técnicas grupales de elaboración colectiva de eventos para la familia. Las más
conocidas se inscriben en las escénicas del psicodrama83, o técnicas gestálticas, las
constelaciones familiares en las que los compañeros del grupo terapéutico asumen
roles84 reveladores de los contenidos o eventos que requieren ser elaborados. La
experiencia me ha permitido entender que hacer la reconstrucción de lo sucedido permite
dar pasos gigantes en la elaboración y comprensión de los hechos. Cuando la persona
puede ver, desde afuera, pero en el aquí y ahora85, logra realmente introyectar y tomar
conciencia de lo sucedido. Ello aplica para situaciones transgeneracionales. Lo importante
es saber que lo que hizo alguien en 1930, es distinto a lo que se haría hoy con los
recursos actuales. Por ello, el cambio de paradigma ante la historia requiere, texto y
contexto. Sanar lo que se necesite, entender lo que se requiere entender y elaborar lo que
hace daño. Ésta es la base de la realización del psicogenociograma.
No olvidemos que las deudas pasan de generación en generación. Al pagar esas deudas
hacemos justicia con quienes se fueron y con los que están hoy y claro, a los que
vendrán les entregaremos un “libro de contabilidad” saneado.
Psicogenosociograma en pareja
Elaborar el psicogenosociograma en pareja exige valentía, tolerancia, imparcialidad,
comprensión y acompañamiento, condiciones difíciles de cumplir cuando se está en
crisis, situación por la cual, usualmente, alguno de los miembros de la pareja asiste a
terapia.
Hay ciertos principios básicos que se deben tener en cuenta a la hora de hacer el
psicogenosociograma. El primero de ellos se refiere al descubrimiento del pasado del
otro, el cual puede develar comportamientos disfuncionales y ser utilizado por el
compañero(a) para favorecerse o realizar acusaciones en medio de la crisis. En tal caso,
el cónyuge afectado puede pensar que es preferible maquillar lo relatado antes que
exponerse ante alguien con quien se está en conflicto. Esto hace difícil la total veracidad
de la información obtenida, por ello, lo aconsejado es que cada uno elabore su propio
árbol genealógico y que éste sea compartido y conocido por el terapeuta, quien, si en
95
algún momento evalúa el beneficio de compartirlo con el otro miembro de la pareja, lo
hará, de lo contrario exigirá el cumplimiento de una regla de oro en la pareja: “Respeto
absoluto por el pasado del otro” lo que denomino “no saqueo afectivo del pasado”.
Recordemos que en crisis somos demasiado vulnerables y, frecuentemente, buscamos
el problema afuera. Con alguna regularidad he escuchado en terapia: “Si tú papá no los
hubiera maltratado, otra sería nuestra relación…”, “si tu mamá viviera en otra ciudad y
no hubiera sido quien fue, nuestro matrimonio sería feliz”, “tus padres sin saberlo
perturbaron nuestra relación con eso que pasó”, “ahora entiendo todos los errores que
cometes con los niños, porque eres igual a tu mamá… de tal palo tal astilla”86 y así, la
lista de acusaciones podría ser interminable. Por ello, hay que tener mucha precaución en
la elaboración de los árboles transgeneracionales.
El segundo principio es recordar que aunque la pareja es una estructura en común
quienes la integran son dos individualidades (no medias naranjas), por lo tanto, la
segunda regla a tener en cuenta es: tu vida, la mía y la nuestra. Así las cosas, en la
terapia individual aparece en escena “la nuestra, que es la historia en común de la
pareja”, ello requiere un excelente manejo clarificatorio y de establecimiento de límites
por parte del terapeuta. Recuerden que muchos hilos visibles o invisibles se entretejen, y
eso es inevitable, lo evitable es que esos hilos no sean fuente de conflicto y, aún menos,
de distanciamiento.
El tercer principio es que cada persona elabora su psicogenosociograma a su ritmo,
descubriendo lo que está preparado para descubrir y viendo lo que quiere y puede ver. Es
altamente probable que alguno de los dos ejerza presiones para que el compañero(a)
exprese sus secretos y dolores, pero los ritmos de terapia y elaboración son únicos. Ante
un “cuéntale de una vez cómo fue que mataron a tu padre”, es necesario que el terapeuta
siente su voz de facilitador en el tiempo y diga algo así como: “No te preocupes, la
información llegará en el tiempo justo”. Cada persona decide el momento.
He constatado, múltiples veces en terapia, que los pacientes necesitan su dolor y su
rabia porque no sabrían cómo vivir sin ellos. Por decirlo de otra manera, los rencores,
resentimientos y deseos de venganza son una forma de estar construyendo la vida y tener
la existencia ocupada; enfrentarse a su resolución exige un cambio, un reinventarse la
existencia, un encuentro con otras posibilidades y, aunque parezca paradójico, a veces las
personas no están preparadas para ello.
Cuarto, el pasado no resuelve, ayuda a clarificar, a ver con mayor claridad el presente
y proyectar más libremente el futuro, lo cual significa que la pareja no puede asumir el
pasado como una estructura rígida de proyecto de vida causa-efecto: “Si a mí me pasó
esto, yo soy irremediablemente así”. Todo lo contrario, se trata de conocer para superar
y avanzar. Se vuelve al pasado, no para regocijarnos en el dolor o justificarnos en él.
Utilizo con frecuencia una metáfora que he creado, para referirme a lo que acabo de
decir: “El pasado es como el espejo retrovisor de un carro, hay que mirarlo de vez en
cuando, sólo para avanzar; si lo miramos todo el tiempo perdemos el presente, el futuro
y, seguramente, la estrellada será inevitable”.
96
Quinto, el pasado se revisa, se elabora, se sana, y no se vuelve a él eternamente. La
ganancia secundaria, al recordárselo al(la) compañero(a), requiere ser puesta en
evidencia. Se gana para ocultar la responsabilidad en el conflicto. Es indispensable
delimitar las consecuencias del mismo, pero no como una causa de lo que sucede. Los
conflictos son y sobreviven en pareja, ésta los crea, los mantiene y por razones
conscientes o inconscientes, los sostiene.
La infidelidad es uno de los conflictos justificados más claramente con las propias
carencias, o con la historia personal, por ejemplo: “No me culpes, mi padre siempre hizo
lo mismo y no por eso mi madre le impidió permanecer en casa”, “entenderías lo que
hago, porque siempre en mi familia las mujeres han sido abandonadas por sus esposos,
yo no quise eso para mí, por ello me adelanté”87.
Sexto, los integrantes de la pareja no deben percibir al terapeuta como un aliado de
alguno de ellos: “Claro, ella no dice nada, porque entre mujeres se tapan todo”, podría
expresar un hombre ante la supuesta alianza de la esposa con la terapeuta, por ello, es
necesario que desde el inicio del proceso se tenga claro lo que se va a realizar durante la
intervención.
El psicólogo se convierte en un comunicador experto del lenguaje explícito e implícito
de la dinámica de la pareja, decodifica ese entramado difícil de su comunicación, que a
veces sugiere todo lo contrario a la razón verdadera, al existir una urgencia desmedida de
poder y maltrato.
Tengo que reconocer que, en muchas ocasiones, ante tanta agresión, invasión,
persecución, violencia física y psicológica me pregunto y no hallo la respuesta: ¿cómo
dos seres vinculados en esta estructura tan patológica dicen amarse y no poder vivir el
uno sin el otro? ¿Cuánto es necesario resolver para que puedan adoptar otra vivencia
relacional y sentirse cómodos y armónicos? Dudo de que, a veces, eso sea lo que
realmente buscan88. Los diarios sensacionalistas están saturados con historias y finales
tristes de estos conflictos sin resolver. La celotipia89, por ejemplo, es una enfermedad
mental y no debe considerarse como una forma, socialmente aceptada, de cuidar lo
supuestamente propio.
En el capítulo sobre los conflictos de pareja profundizaré sobre este tema.
Pautas para elaborar el psicogenosociograma
¿Por dónde empezar?
Todo psicogenosociograma inicia con los datos de memoria que, sin mucho esfuerzo,
se recuerdan. Luego, con la ayuda del terapeuta o facilitador, se dan las instrucciones
sobre cómo hacer este encuentro en forma sistemática. La clave será conocer las
convenciones universales90, para poder ir dibujando ágilmente los gráficos cuando se
está dialogando libremente con los familiares o las personas informantes.
Lo segundo será crear una hipótesis de trabajo que parte de cuestionamientos tales,
como: “Yo creo que esto pasó, pero tengo que confirmarlo”, “eso es otro de los secretos
de mi familia, parece que todo el mundo sabe pero nadie se atreve a confirmar”.
Recuerden, cada quien comienza por la parte de la historia que considera debe hacerlo,
97
eso quiere decir que se ha de recuperar el contacto de significados del otro. Éste es
básicamente el material de interpretación y análisis del terapeuta, cada quien se interna en
sus antepasados y lo importante lo es, si así lo considera quien hace el relato.
Se sugieren algunas temáticas
• Las parejas y los vínculos.
• Las relaciones entre familiares: los padres y hermanos, abuelos y tíos, las distancias,
alianzas y el manejo del poder, las normas y pautas de crianza, dichos y refranes,
lealtades, códigos de honor, fechas de nacimientos y muertes, accidentes, alegrías y
triunfos de la familia, enfermedades y tratamiento ante ellas, síndromes de aniversario,
divorcios, coincidencias, eventos traumáticos, momentos límites de la familia,
resoluciones de conflictos, personajes claves para dichas resoluciones. Distanciamientos
familiares, fiestas y sus manejos, comentarios, chismes y formas de comunicación.
Ubicación exacta y jerárquica de los hijos, abortos, adopciones, rupturas, destierros,
exclusiones.
• Acerca de las relaciones con las familias políticas (concuñadas, suegras).
• En general, el manejo de los negocios, de herencias, del dinero, de normas, claridad
de roles, inversión de éstos.
Los eventos vitales91, datos significativos en lo no dicho, los supuestos secretos, la
anécdotas significativas, los recuerdos grabados transmitidos a las generaciones por
siempre, los caprichos y códigos infranqueables de abuelos, expresiones como “aquí se
hace lo que yo ordeno”. Mi madre, ante las frecuentes dificultades con el alcoholismo de
tres de mis hermanos y mi angustia por sus vidas, en las pocas visitas que por esta razón
hago a mi casa materna, suele decir ante mi asombro: “Lo poquito asusta y lo mucho
amansa”. En este caso, la asustada siempre soy yo y su resignación es la defensa a la
invasión de dolor al saber que no puede hacer nada por ellos, sólo orar y esperar con su
eterna paciencia, pues como ella afirma: “Una madre no se cansa de esperar”.
En la construcción de mi historia los dichos, refranes y expresiones de mis padres han
sido altamente significativos, entre otros, ya que pertenezco a una región del país
(Antioquia), en donde estos forman parte de la cultura92 y del legado familiar. Mi padre
solía decir, haciendo honor a su legado campesino: “Peón con ruana, ni la comida se
gana”. Con ello nos daba una clara instrucción para antes de iniciar nuestros trabajos: sin
pereza y sin sacos; sólo así él aseguraba que la tarea se haría en corto tiempo y bien
hecha.
Hoy, muchos años después, me es imposible realizar la mínima actividad con chaqueta
así el clima me indique lo contrario. Mis compañeros de oficina se sorprenden al verme y
no lo entienden. Yo sí lo entiendo y cumplo cabalmente con la memoria de mi amado
progenitor.
Con respecto a los contextos, es necesario tener en cuenta la ubicación histórica de los
personajes, la época y lo que acontecía en la región, en el país y en el mundo como su
influencia en todo lo relacionado con la familia. Un evento que ha sido significativo para
98
el pueblo colombiano, sucedido a mediados del siglo pasado, fue el asesinato del líder
político Jorge Eliécer Gaitán.
En otro caso, seguramente analizaremos la influencia del evento de destrucción de las
torres gemelas en Estados Unidos, la invasión de Irak, lo que acontece en política y
economía en el mundo, en este nuevo escenario globalizado.
Así, el psicogenosociograma será un relato y una gráfica de la familia tres o cuatro
generaciones atrás que permitirá visualizar, ver, sentir, percibir, descubrir e intuir
patrones, lealtades y dinámicas hasta ahora sólo habladas en voz baja, pero de aquí en
adelante develadas, para lograr, con esta malla de sentimientos y vivencias, la
reconstrucción de lo que se requiera, la sanación de lo necesario y, especialmente, pagar
las deudas y quedar listos para ejercer el inalienable derecho de ser libres con la historia.
¿Qué hacer?
Se recomienda que el primer acercamiento dirigido y guiado del psicogenosociograma
sea individual, primero de memoria y luego con todos los registros. Para ello sugiero
papel, lápiz, colores, muchos colores, hojas cuadriculadas, cámara fotográfica,
grabadora93, algo de dinero para desplazarte a donde necesites y, sobre todo, una
inmensa disposición de saber que estás desarrollando y cumpliendo con la misión más
importante de tu existencia. Inicialmente, no embarques a muchos en la empresa, ve
haciendo una cadena de informantes, un familiar te llevará a otro. No olvides la
confidencialidad y el respeto.
La subjetividad de las historias te dejará conmovido, un mismo acontecimiento relatado
por dos personas diferentes, puede parecer diametralmente opuesto o, por el contrario, el
mismo relato puede tener el rótulo moral o social de dos o más generaciones. Algún
abuelo podrá decirte: “Lo más triste de mi vida fue cuando me enteré del matrimonio por
lo civil de su tía”; por el contrario, la tía dirá: “Lo mejor en mi época fue que acabaran
de aprobar el vínculo matrimonial por lo civil, así mi libertad no quedó empeñada para
toda la vida”. Como ves, se están refiriendo al mismo hecho. No olvides que no puedes
hacer juicios ni alianzas ni estar de parte de… Se debe escuchar, registrar y callar, luego
analizar, asimilar, elaborar y resolver, pero siempre a distancia de los involucrados.
No podemos ser jueces de la historia ni criticar y menos intentar con la culpa o la duda
derrumbar algo que ha sido una verdad para otros y, seguramente, no tienen por qué
cambiar. Es más fácil para nosotros entender y silenciarnos. La fórmula mágica consiste
en eliminar “los deberías” de nuestro léxico, ante la historia y la vida. Adicionalmente, no
se puede pretender hacer un recuento de la vida en 15 días. Todo esto requiere
paciencia, prudencia y constancia.
En el caso de la pareja, al obtener la historia del otro miembro, sugiero que se busque
el acompañamiento de un terapeuta. Éste contribuirá en la comprensión de aquello que es
de su resorte directo o de los patrones que se están repitiendo. Seguramente, los cambios
no se harán esperar y su dinámica tomará otros rumbos. Por experiencia sé que al
principio no es fácil pero, pasado un corto tiempo, seguramente con el amor y la
grandeza que se requiere para construir la vida con otro(a), ésta será más armónica y
99
sensible en el encuentro. Ya no estarán a ciegas en la aventura, tendrán la historia y ella
representa una bitácora de vuelo.
En el próximo capítulo ampliaré las reflexiones sobre las fases por las que atraviesa la
pareja. Es interesante constatar que las representaciones sociales en torno a la misma la
perciben estática, sin cambios y, obviamente, con un imperativo que, en ocasiones, se
vuelve una condena: “Ser feliz”. Todo lo anterior es reforzado comercialmente: “Nunca
cambies, eres genial”, “te amaré toda la vida”, “prometo hacerte feliz hasta la muerte”,
“tú eres mi única razón para vivir”. Éstas son expresiones frecuentes, que revelan la
urgencia de eternizar el amor, paralizarlo y, especialmente, intentar dejarlo en la primera
fase de enamoramiento o luna de miel. Si la pareja no transmuta y cambia su muerte es
segura.
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51* Sierra Uribe, Gloria. Si nos amamos, amémonos bien, Cap. II. San Pablo, Bogotá, 2005, pp. 19-48.
1 Enfoque transgeneracional de Anne Ancelin Schützenberger.
52 Recuerdo a un guía caminante que al iniciar nuestras salidas ecológicas nos dejaba solos en el recorrido,
a pesar de que ninguno conocía el lugar de llegada. Las huellas en el camino eran tan claras que siempre
nos reuníamos con él al final, en el sitio acordado. Lo maravilloso era que nos dejaba andar a nuestro ritmo.
53 El mandato se queda inscrito en el inconsciente familiar.
54 Schützenberger, Anne Ancelin. ¡Ay mis ancestros! Edicial, Buenos Aires, 2002, p. 15.
55 Ibíd., p. 15.
56 Se retoman algunos principios generales de la teoría transgeneracional, pero en esencia la construcción
teórica del instrumento es mía.
57 Posgrado de Desarrollo humano, con énfasis en procesos de afectividad y creatividad. Universidad
Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá, Colombia.
58 Carl Rogers, el padre del enfoque humanista, plantea, fundamentalmente, que nadie puede acompañar a
otro hasta donde él mismo no ha ido. A los interesados en estos postulados los invito a leer su libro clásico:
El proceso de convertirse en persona.
59 El origen del sociograma se le debe a J. L. Moreno cuyo objeto es tratar de entender los lazos y
vínculos familiares, luego es retomado por los terapeutas del enfoque familiar sistémico.
60 La psicogenealogía pretende ser un puente entre lo genealógico familiar, lo emocional de cada persona y
su contexto histórico.
61 En Internet en las páginas: www.miparentela.com, www.ancestry.com encontrarás un gráfico que
puede servirte de guía. El libro de José Antonio Solís, Realice su propio árbol genealógico, puede ser muy
útil en las ilustraciones; además, da ejemplos de los métodos más utilizados para la elaboración del árbol
genealógico (perpendicular, horizontal, geométrico y circular).
103
62 El orden familiar determina unas características emocionales y culturales que es necesario conocer, por
ejemplo, ser el hijo mayor acarrea unas connotaciones especiales; de igual forma, ser el hijo menor. En
capítulos posteriores se profundizará este aspecto.
63 Pakman, Marcelo. “Redes: una metáfora para práctica de intervención social”. En: Dabas, Elina y
Najmanovich, Denise. Redes, el lenguaje de los vínculos. Paidós, 1995, pp. 294-302.
64 El listado de esos eventos luego será una pieza clave en el proceso terapéutico. Se hace en forma
secuencial dependiendo de lo emocional. Eso significa que la persona puede dar una calificación de uno a
diez, siendo diez el de mayor dificultad. Es probable que al final de la elaboración del psicogenosociograma
se tenga una lista diferente; esto no importa, pues, el inicial, hecho de memoria, dará el tono emocional.
65 Zoofilia: comportamiento consistente en tener vínculos sexuales con animales; pedofilia: búsqueda del
placer sexual con niños o niñas. Esta conducta es penalizada; voyerismo: trastorno psicosexual en el que el
sujeto obtiene la excitación y el placer erótico observando clandestinamente a personas que se desvisten o
están desnudas, o a parejas en actos sexuales; necrofilia: búsqueda del placer sexual con cadáveres.
66 Bastardo, hijo no reconocido. En algunas regiones, las personas saben quién es el padre o la madre, pero
ello no significa la legalidad del mismo. Esta expresión se utilizó con mucha fuerza en los años 30 en las
zonas rurales en donde el patrón, dueño de las fincas y haciendas tenía hijos con campesinas de la región o
mujeres a su servicio. Esto daba como resultado que a estos hijos se les denominara bastardos, término por
demás peyorativo, doloroso y que significa ser repudiado socialmente. El libro de la profesora Carmen
Saralegui: Lengua y sociedad: unas calas en el vocabulario de filiación, permite entender el origen de la
expresión utilizada de bastardos y la diferenciación clara con los hijos legítimos o de bendición.
67 Frases textuales de los consultantes.
68 Esta información sobre el inconsciente será analizada en otro de los apartes del libro, en el que se
clarifica la forma de transmisión transgeneracional.
69 Es posible que en grupos terapéuticos también pueda aplicarse esta metodología. Se requiere una gran
experiencia del terapeuta para evitar que las historias de vida entrelazadas se contaminen, o, en el peor de
los casos, los participantes terminen haciendo interpretaciones que serían devastadoras para el mismo
proceso. En resumen, se trata de hacer un ejercicio grupal pero la elaboración y la retroalimentación son
individuales.
70 Los mecanismos de defensa son procesos psicológicos no razonados que reducen las consecuencias de
un acontecimiento estresante, de modo que el individuo pueda continuar funcionando con normalidad. Para
este caso se referencia el mecanismo de racionalización.
71 Palabras textuales de dos de mis consultantes.
72 El encuadre hace referencia a las pautas que el terapeuta debe dar al consultante al inicio de la terapia,
explicarle ampliamente los estados emocionales que seguramente vivirá en su proceso, y, para el caso de la
“falsa alegría”, permitirle esos sentimientos y su posterior reacción de vulnerabilidad.
73 Estos informantes serán familiares que no sólo aportan información, sino que además logran situarse en
el contexto; constituyen, incluso, una posibilidad de ubicar la red.
74 Insight: se refiere especialmente a las funciones mentales que permiten el conocimiento y comprensión
interiorizada (instrospección) del consultante y de sus comportamientos, el terapeuta logra identificarlos y
señalarlos, esto permite avances significativos en el proceso.
75 La subjetividad es la propiedad de las percepciones, argumentos, comentarios y lenguaje basados en el
punto de vista de la persona y, por tanto, influidos por los intereses y deseos particulares del sujeto. Puede
resumirse en el refrán popular de: “Cada cual habla de la fiesta según como le fue en ella”.
76 Los brasileros califican sus procesos investigativos como pesquisas; en este sentido es utilizado aquí el
término.
77 En terapia suelo utilizar este recurso, le solicito al consultante que ubique sus fotografías en una mesa
de trabajo como él considere pertinente. He logrado evidenciar, de esta manera, los desórdenes
104
emocionales; por ejemplo, recuerdo que una mujer de 25 años sólo lograba ubicar en primer plano a sus
amigos; su familia era realmente inexistente, situación idéntica en la vida real (sus amigos eran su familia).
78 Ver nota pie de página número 13.
79 Por más de 15 años he realizado con estudiantes de psicología este ejercicio de encuentro con su
historia. De igual forma, lo llevo a cabo con estudiantes de diferentes disciplinas del posgrado de Desarrollo
humano con énfasis en procesos de creatividad y afectividad en la Universidad Distrital Francisco José de
Caldas, en Bogotá.
80 Co-terapeuta: significa que todos hacen aportes, éstos se realizan al final de la sesión. Es el terapeuta el
que da el espacio para ello, con su lectura final del proceso. En ningún caso un participante suplanta el rol
del terapeuta, es sólo auxiliar. En algunos modelos terapéuticos, los estudiantes se entrenan con esta figura
de co-terapeuta, aprendiendo directamente de su maestro.
81 En el caso de constelaciones familiares, los participantes, en las sesiones, representan roles según lo
solicita quien está constelando o el facilitador. A los interesados en conocer esta técnica creada por Bert
Hellinger, les recomiendo el texto de María Nelly Vallejo: Constelaciones familiares.
82 También se conocen como grupos de mutua ayuda y, aunque en muchos casos son sanadores, hay
otros que exigen evaluación y seguimiento como la elaboración y cierre de los eventos traumáticos, por
ejemplo, casos de pérdida y duelo.
83 El psicodrama es una forma de terapia, inspirada en el teatro de improvisación y concebida inicialmente
como grupal o psicoterapia profunda de grupo. Su creador es L. J. Moreno.
84 Retomar nota de pie de página número 32.
85 Aquí y ahora: principio fundamental de la psicoterapia de la Gestalt.
86 Expresiones textuales de consultantes.
87 Expresiones textuales.
88 La ganancia sexual secundaria del conflicto es demasiado fuerte, por ello el dicho de “peleo contigo,
porque me encantan las reconciliaciones” es bastante popular.
89 Celotipia: se entiende como la pasión que producen los celos. Usualmente está acompañada por
obnubilación mental, lo que sugiere que el enfermo, fuera de sufrir de celos en forma compulsiva, tiene
dificultades para valorar y evaluar la realidad.
90 Mirar nota pie de página número 11.
91 Se entiende por evento vital: una situación, vivencia o experiencia en la vida de una persona, familia o
pareja, que haya generado cambios significativos.
92 A los interesados los invito a leer el libro: El testamento del paisa, obra magistral de Augusto Jaramillo
Londoño.
93 Es ético y necesario pedir autorización para hacer las grabaciones. Jamás pueden ni deben hacerse
grabaciones sin el pleno conocimiento del directamente implicado, caso similar acontece con los registros
fílmicos o fotográficos. Las personas tienen derecho a la honra, al respeto y a la intimidad.
Título ISBN
Soltar para volar 978-958-715-511-2
Autor 1a. edición, 2010
Gloria Sierra Uribe Queda hecho el depósito legal según
Ley 44 de 1993 y Decreto 460 de 1995
Ilustraciones
Diego Robayo
Cuentos
León Sierra Uribe
© San Pablo
Carrera 46 No. 22A-90 Distribución: Departamento de Ventas
105
Tel.: 3682099 –
Fax: 2444383 Calle 17A No. 69-67
E-mail: [email protected] Tel.: 4114011 – Fax: 4114000
www.sanpablo.com.co E-mail: [email protected]
BOGOTÁ – COLOMBIA
http://www.sanpablo.com.co
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107
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115
116
117
118
119
120
121
Contents
Soltar para volar
Gloria Sierra Uribe
Dedicatoria
Dónde nace este sueño
Capítulo I
Un lugar en
el planeta
Capítulo II
122
Sanación con
mis padres
Capítulo III
Dónde está
mi lugar?
Capítulo IV
El corazón ocupado:
espera sin fin
Capítulo V
reconstruyendo
el rompecabezas
Capítulo VI
Nacer para
cerrar
Capítulo VII
Sanación de una decisión en conflicto permanente
123
Capítulo VIII
Honrando
el origen
Capítulo IX
Reconciliándose con la identidad adquirida
Capítulo X
ordenando mi esencia
Anexo*
?
Video
Gloria Sierra Uribe
Psicóloga
Directora del proyecto y autora del libro Soltar para volar, 10 terapias para establecer
los órdenes emocionales.
Terapeuta:
Martha Esperanza Fonseca Chaparro
124
Cuentos:
León Sierra Uribe
Producción audiovisual
Realización:
Carlos Mario Muñoz Arias
Producción:
Lucía Catalina Arbeláez Sánchez
Cámara:
Carlos Cuervo Beltrán
Jorge Enrique González Cruz
Carlos Mario Muñoz Arias
Fotografías:
Linda Mendoza Ramírez
Sonido Directo:
Rafael Ospino Betancur
Música:
Andrés Fonseca Alfonso
Edición:
Carlos Mario Muñoz Arias
Gráficos:
Sergio Rozo
Agradecimiento a:
1. El orden conmigo mismo(a)
Un lugar en el planeta
Lucía Catalina Arbeláez Sánchez
2. Reconstrucción de las figuras parentales
Sanación con mis padres
Jaime David Pinilla Gutiérrez
Maribel Cristina Rendón Orozco
Simón Pinilla Rendón
3. El rol equivocado
¿Dónde está mi lugar?
Jahel Martínez Murcia
Juan Carlos Olarte Martínez
Luis Alberto Sánchez Alfaro
Mónica María Peña Osorio
4. Orden con la pareja
El corazón ocupado: Espera sin fin
Jaime Eduardo Jurado Orozco
Kelly Alejandra Daza Rivera
María Bibiana Laverde Peña
Otoniel Torres Rodríguez
125
5. Duelo de pareja
Reconstruyendo el rompecabezas
Andrea Marcela Moreno Huertas
6. Orden con los no nacidos
Nacer para cerrar
Yovanna Barreto Manrique
7. Orden con el hijo(a) entregado(a)
en adopción
Sanación de una decisión en conflicto permanente
María Inés Reyes Castillo
8. Los órdenes del hijo adoptado Honrando el origen
Brayan Triviño Arévalo
9. Orden social
Reconciliándose con la identidad adquirida
Wilbor Andrés Mosquera Pinto
10. Terapia de libertad
Ordenando mi esencia
Alexander Gutiérrez Martínez
Constanza Moya Alvarez
Danilo Barajas López
Ximena Cañizares Rojas
TALLER SAN PABLO
BOGOTÁ
IMPRESO EN COLOMBIA — PRINTED IN COLOMBIA
126
127
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