Germán A. Polanco Iturriaga es un economista chileno, estudió en la Escuela de Negocios Adolfo Ibañez y en el ESADE (Escuela de Administración y Dirección de Empresas) en Barcelona - España, donde obtuvo un M.B.A. Ha sido catedrático en asignaturas de Economía, Finanzas y Política de Empresas en diferentes universidades. Autor de innumerables artículos de Coyuntura Económica durante la década de los 80, hasta que incursionó en el mundo empresarial fundando, entre otras, una exitosa empresa de alimentos en polvo. Ha sido Cónsul Honorario de la República de Haití en Chile y Director del Cuerpo Consular de Santiago. Actualmente está dedicado a apoyar a algunas pymes y a dictar clases de Emprendimiento en la Universidad Nacional Andrés Bello (UNAB), donde busca transmitir sus experiencias como empresario, en como formar pymes exitosas a los alumnos. © Humanizando la Economía, el camino para que Chile alcance el desarrollo. © Germán A. Polanco Iturriaga ISBN Digital: 978-956-401-673-3 Registro de propiedad intelectual: Nº A-310138 Diagramación Digital María Eugenia Morales López Copyright © 2019 Chile Ediciones TayTa [email protected] Santiago, Chile. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida. almacenada o transmitida en manera alguna por ningún medio sin permiso del editor. Humanizando la Economia El camino para quE cHilE alcancE El dEsarrollo GERMÁN A. POLANCO ITURRIAGA Santiago de Chile, 2019 Ediciones TayTa A mis Padres A Pamela, Raimundo, Isidora Benjamín y Martin, mi Familia. ÍNDICE PRÓLOGO INTRODUCCIÓN ..........................................................................16 Capítulo 1 ...................................................................28 HUMANIZANDO NUESTRO MODELO ECONÓMICO Capítulo 2 ...................................................................62 EL SISTEMA DE SALUD, PRIMERA PRIORIDAD Capítulo 3 ...................................................................89 EL SISTEMA DE PENSIONES, SEGUNDA PRIORIDAD Capítulo 4 ...................................................................132 LA EDUCACIÓN, TERCERA PRIORIDAD Capítulo 5 ...................................................................167 EL SISTEMA DE SEGURIDAD, CUARTA PRIORIDAD Capítulo 6 ...................................................................187 DESARROLLO ECONÓMICO, QUINTA PRIORIDAD EPÍLOGO .............................................................................................191 PRÓLOGO La estrategia económica seguida por el país en las últimas décadas es materia de un creciente escrutinio y debate a nivel de opinión pública y, particularmente, en círculos profesionales y académicos. Ello responde, en buena medida, a la percepción de que esta estrategia no está generando todos los frutos o beneficios que se esperaban, especialmente en el terreno social. Una de las críticas más agudas es que no estaría brindando una efectiva igualdad de oportunidades ni estaría reduciendo las tradicionales desigualdades observadas en el país. Cuando se habla de estrategia o modelo económico es necesario hacer algunas distinciones. Están por de pronto sus definiciones esenciales o fundamentales. Están enseguida las políticas específicas, aquellas que les confieren un contenido práctico y concreto a esas definiciones. Y están finalmente los resultados que todo ello genera, los que dependen, además, de múltiples condiciones y circunstancias. Estas distinciones son esenciales para conducir un debate práctico y fructífero en torno de este tema. Cuando ello no se hace, pareciera que las únicas opciones abiertas son mantener el modelo sin variaciones o simplemente tumbarlo. En el pasado, el abanico de opciones en materia de modelos económicos disponible era bastante amplio. En un extremo estaba el sistema de mercado en su versión ortodoxa o libremercadista. En el otro estaba el socialismo centralizado. Pero existían también modelos intermedios, como la economía mixta, la economía social de mercado, la economía del estado benefactor y el socialismo de autogestión. Hoy, en cambio, la gama de opciones se ha reducido y lo que observamos es un claro predominio de la economía de mercado que se aplica con variantes y matices a lo largo y ancho del mundo. Ese modelo está presente en Estados Unidos, Europa, Japón, en la mayoría de los países emergentes e incluso en China. Como resultado de esta nueva realidad, el debate o la discusión sobre estrategia económica se ha desplazado al ámbito de las políticas específicas, a las formas cómo éstas son implementadas y a los matices o sellos que se le pueden imprimir. En Chile, la estrategia económica aplicada en las últimas décadas ha permanecido bastante apegada a lo que se entiende por una economía de mercado. Se podrá discutir cuáles son sus definiciones esenciales o fundamentales, pero entre éstas habría que incluir por lo menos las siguientes: a) La apertura de la economía al exterior y el aprovechamiento de los beneficios de la globalización. b) La participación preferente o preponderante del sector privado en las actividades económicas. c) El uso del mercado como mecanismo de coordinación y asignación de los recursos.d) La prioridad asignada a la preservación de los equilibrios macroeconómicos. e) El funcionamiento de un sistema financiero sólido, profundo e inclusivo que brinda apoyo al desarrollo. f) Una participación acotada del Estado en las actividades económicas, orientada principalmente a regular ciertos mercados que requieren de intervención por las características que éstos presentan y a la ejecución de políticas de contenido social. Algunas de estas definiciones concitan un apoyo bastante amplio y transversal. Entre ellas están la apertura externa y la necesidad de mantener los equilibrios macroeconómicos. Otras, en cambio, son materia de debates y controversias que no se han zanjado completamente. Es el caso del rol asignado al Estado y, como necesaria correspondencia, al fijado para el sector privado. Un breve alcance sobre el tema de los equilibrios macroeconómicos resulta pertinente. El país experimentó continuos desequilibrios en buena parte del siglo pasado. Fuimos campeones mundiales en materia de inflación. Afortunadamente, se aprendió la lección y se efectuaron las correcciones necesarias en el campo de las políticas fiscal y monetaria. Hoy, el gasto público se gestiona con responsabilidad y, en las últimas dos décadas, ha estado sometido a una regla que define el nivel admisible con independencia de las condiciones cíclicas prevalecientes. Por su parte, la política monetaria es conducida por un Banco Central autónomo y, desde hace dos décadas, éste lo hace bajo un régimen de meta de inflación. Todo ello ha contribuido a generar condiciones de estabilidad que favorecen el desarrollo de la economía. Las principales definiciones estratégicas antes comentadas no han permanecido inmutables a lo largo del tiempo. Se han ajustado y perfeccionado con pragmatismo, teniendo presente las circunstancias y los desafíos enfrentados. Es importante notar que estos cambios se han producido principalmente en el ámbito de las políticas específicas o sectoriales que le dan contenido real a la estrategia en aplicación. Son varios los ejemplos que se pueden dar. En materia de apertura al exterior, los primeros pasos estuvieron referidos al comercio de bienes y servicios y solo con posterioridad se avanzó en el campo de los flujos financieros. Era la secuencia que correspondía. En otro orden, la apertura comercial fue inicialmente unilateral, esto es, se practicó sin buscar reciprocidades del resto del mundo. En las últimas décadas, en cambio, los esfuerzos han estado concentrados en la firma de acuerdos económicos con países individuales o con grupos regionales. En cuanto a la participación del Estado, también se ha producido una evolución de los conceptos y las políticas aplicadas. Primeramente, las acciones del Gobierno se orientaron a la erradicación de la pobreza que alcanzaba niveles relativamente altos. A medida que se avanzó en el cumplimiento de ese objetivo, las acciones se dirigieron también hacia segmentos medios vulnerables, en el entendido que su situación era precaria y que podían volver a caer en cuadros de pobreza. Con todo, debemos reconocer que las definiciones sobre el papel que debe jugar el Estado en el ámbito social permanecen abiertas. Hoy, algunos analistas plantean que las políticas sociales deben alcanzar al conjunto de la clase media sin mayores distinciones. Otros proponen que el Estado garantice una amplia gama de derechos económicos y sociales. Estos planteamientos están actualmente en el centro del debate público. En todo caso, las decisiones que se adopten pueden tener importantes implicancias en materia de gasto público y, consiguientemente, sobre el endeudamiento del Gobierno. Otra definición que ha evolucionado está referida a las empresas públicas. En el pasado, los analistas más ortodoxos planteaban que las empresas estatales, entre ellas Codelco y Banco del Estado, eran completamente ajenas a la estrategia de desarrollo impulsada en el país. Incluso se desplegaron algunos intentos por privatizarlas. Con el trasncurso del tiempo, esos planteamientos han sido dejados de lado. Hoy, la percepción de consenso es que la mayoría de estas empresas operan en armonía con el sector privado y que sus actuaciones son complementarias más que antagónicas con dicho sector. También se debe puntualizar que la protección del medio ambiente ha surgido como un objetivo de alto interés público. Hoy, éste aparece como un componente esencial de una estrategia de desarrollo sostenible. Debemos reconocer que se han dado pasos importantes para darle a este tema la relevancia que corresponde. Sin embargo, en el plano de las acciones y políticas específicas, aún queda bastante camino por recorrer. A la hora del balance, es innegable que nuestra estrategia de desarrollo puede exhibir logros importantes en varios campos o ámbitos. Las tres décadas pasadas constituyen uno de los períodos de mayor progreso que el país puede exhibir en el transcurso de su vida independiente. Se ha crecido a tasas históricamente altas, lo que ha permitido reducir la brecha que nos separa de las economías avanzadas; se ha logrado mantener la inflación bajo control, lo que parecía imposible hace 50 o más años; se ha reducido significativamente la pobreza; y los indicadores de desarrollo humano se han ubicado en niveles próximos a los de las economías avanzadas. Habría que agregar, además, que todo ello se ha conseguido bajo un régimen de normalidad institucional y estabilidad política. Es cierto que no todo ha sido color de rosa. La distribución del ingreso no ha mejorado sustancialmente y permanece muy desigual. Las apreciaciones o juicios negativos hacia los servicios de salud, la educación y el sistema de pensiones se han intensificado. El acceso a la vivienda se ha tornado más difícil como resultado de un pronunciado aumento en el precio de la vivienda. Todo ello ha contribuido a generar una sensación de malestar muy generalizada y, consiguientemente, una visión crítica o simplemente negativa sobre la estrategia económica en curso. Muchas de las críticas formuladas por la población tienen que ver con políticas específicas o sectoriales más que con definiciones muy generales. Eso quiere decir que se dirigen muy directamente a temas de salud, educación y pensiones. En estos campos, Chile optó por fórmulas coherentes con un modelo de economía de mercado y novedosas en muchos aspectos. En un primer momento, se cifraron altas expectativas sobre lo que ello implicaría para el bienestar de la población. Sin embargo, los resultados no han sido los esperados y ello ha generado un importante grado de frustración y malestar. Entre las críticas, se suele incluir que la estrategia seguida no ha logrado cambiar nuestra condición de país exportador de materias primas. Es verdad que nuestra canasta exportadora ha tenido desde tiempos remotos y sigue teniendo hoy un importante contenido de recursos naturales. Ello se explica, en parte, por la dotación de recursos disponibles y, en parte, por el tamaño de la economía que es pequeño para contar con una industria manufacturera de corte tradicional que sea eficiente y competitiva. Con todo, no se puede desconocer lo que se ha avanzado en el desarrollo de nuevos productos de exportación, entre ellos los provenientes de la fruticultura y la acuicultura; en la tecnificación y modernización de ciertos rubros tradicionales, como la vitivinicultura, y en la penetración de nuevos mercados externos, como los asiáticos. A ello es necesario agregar los avances en la exportación de servicios y las significativas inversiones realizadas por numerosas empresas chilenas en otros países de la región. Esas inversiones conllevan implícita o explícitamente la exportación de conocimiento aplicado y capacidad de gestión. Todos esos logros deben ser reconocidos. En este contexto, una evaluación rigurosa sobre nuestra estrategia de desarrollo, desprovista de prejuicios y estereotipos, resulta muy oportuna. Es clave identificar qué ha funcionado bien y qué ha funcionado menos bien o simplemente mal. Ese diagnóstico es esencial para tomar decisiones acertadas pensando en el camino a seguir en los próximos años. Los acontecimientos de Octubre pasado reafirman con crudeza la imperiosa necesidad de abrir conversaciones sobre estos temas. Pero ponen de manifiesto dos elementos adicionales. Primero, que la invitación para dialogar y debatir es no solo para los expertos, incluyo entre ellos a los economistas, sino para todos los chilenos. Y segundo, que la agenda para este ejercicio de reflexión debe permanecer muy abierta e incluir materias pertenecientes a todos los ámbitos de la vida social, política y económica, sin limitaciones ni restricciones de ningún tipo. En esa perspectiva, el tema constitucional no puede quedar excluido. También es importante que, en el marco de estos diálogos y reflexiones, nos preguntemos por nuestras responsabilidades individuales o por aquellas que tienen las empresas y las entidades intermedias de la comunidad. La sociedad no se construye solo con definiciones estratégicas, ni tampoco solo con leyes o decretos. La construimos todos con nuestras actuaciones y omisiones. Debemos tener presente que una parte muy relevante del partido se juega en la forma cómo nos relacionamos con los demás. También en la forma cómo las empresas se relacionan con sus empleados, clientes, proveedores, más allá de lo exigido por la ley. Un buen ejemplo, en ese sentido, es del salario mínimo. La ley fija su nivel, sin embargo, ello no exime a ningún empleador de la obligación de preguntarse sobre el salario justo que debe pagar a sus empleados. Podríamos agregar otros ejemplos en esa misma línea. El ensayo de Germán titulado “Humanizando la Economía” resulta muy pertinente y oportuno en esta hora, considerando la coyuntura que se está viviendo en el país. La lectura de esta obra resultará muy útil para motivar conversaciones en torno de los temas que se han levantado y que preocupan hoy a la ciudadanía. De partida, el título de la obra es bastante provocador. Sugiere claramente que nuestra estrategia de desarrollo requiere ajustes y perfeccionamientos e incluso cambios profundos en ciertas áreas. Pero, quizá lo importante, sugiere que éstos deben orientarse en el sentido de imprimirle un sello más humano o social a nuestra economía. Polanco tiene la formación académica necesaria para manejar conceptos económicos sofisticados. Sin embargo, muchas de las reflexiones que formula en esta obra provienen principalmente de su experiencia como emprendedor y pequeño empresario desplegada por largos años y en varios rubros. Ello le confiere a sus planteamientos y recomendaciones un valor adicional. No debe llamar la atención entonces que su ensayo no se limite a discusiones de orden general o abstracto. Baja rápidamente a propuestas específicas en campos como la educación, la salud, las pensiones, la seguridad y el medio ambiente. Son todos temas consignados como prioritarios por parte de la ciudadanía. Por cierto, las propuestas formuladas pueden resultar controversiales, entre otras razones, por el costo que ellas tendrían para el erario nacional. Para algunos resultarán muy tibias, para otros, excesivamente disruptivas. Lo más valioso, en todo caso, es que motivan y aportan elementos para el necesario diálogo que debemos tener sobre el devenir de nuestra sociedad. Enrique Marshall Rivera Noviembre de 2019 INTRODUCCIÓN Desde que se produjo la Revolución Industrial en Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XVIII, el mundo comenzó un proceso vertiginoso de transformación económica, social y tecnológica, que no se ha detenido hasta la fecha. De una u otra forma, esta revolución nos fue transformando como seres humanos, el ritmo de la vida y la economía se aceleró y hoy hemos llegado a ser personas más estresadas de lo que éramos hace un par de siglos, gastamos la mayor parte de nuestras vidas trabajando con prisas - a veces en forma desesperada - tras una vida mejor. Esto no tendría nada de malo si la valoración o el concepto de “vida mejor” que le estuviésemos dando a nuestras vidas, no fuese básicamente medido solo en términos económicos y que casi nos hayamos olvidado del desarrollo de la sociedad en que vivimos, incluso de nosotros mismos. La ciencia y la tecnología se han desarrollado en estos últimos cien años de una forma tan vertiginosa que sus avances y descubrimientos durante este periodo han superado con creces lo realizado con anterioridad en toda la historia de la humanidad, incluso al punto que en algunos aspectos estos avances se hacen aterradores y hasta peligrosos para la misma humanidad. En el plano netamente económico, ha sido la loca carrera por el desarrollo económico de los países el gran detonador de los sentimientos de urgencia que hoy tiene el ser humano en su propia carrera personal por alcanzar esa vida mejor. Hemos llegado al punto donde casi todo, en nuestro diario vivir, se ha hecho desechable. Este concepto surgió precisamente de la propia Revolución Industrial, en que la idea central fue la producción en serie y la especialización del trabajo, atendiendo la premisa de que la curva de aprendizaje permitiría producir más y a menor costo, entregándole a los consumidores un producto más barato. Como corolario, tener un producto más económico, permitía a la gente de menores recursos tener acceso también a estos productos, haciéndose masivo su consumo. Esta teoría, que ha sido más que demostrada como cierta con el correr de los años, está plenamente instaurada hasta hoy en nuestro sistema de vida. Sin embargo, a pesar del explosivo crecimiento de las empresas y los beneficios que significó este nuevo sistema productivo, la industria y sus empresarios pronto cayeron en la cuenta de que no era del todo bueno ni para ellos, ni para el futuro desarrollo de la industria el que todos tuviesen todo de una sola vez, había que dejar espacio para futuros negocios. Surgía así entonces, el concepto básico de consumismo. Fue en esta instancia, cuando la tecnología y el ingenio humano salió al rescate del sistema, pues se comenzaron a desarrollar productos nuevos o mejor aún, se comenzaron a mejorar los mismos productos que ya existían y se habían vendido con éxito. Surgiría así también por primera vez, el concepto de reciclaje, no desde el punto que nos interesa hoy, pero sí bajo un concepto de desarrollo económico y marketing de venta, lo que acompañado por los crecientes volúmenes de producción y ventas, más las rebajas de calidad y costos al límite, le otorgó a la industria una estabilidad y recursos insospechados, produciendo en el mundo un sostenido crecimiento en la riqueza. Ejemplos de este concepto encontramos en todo ámbito de cosas hasta el día de hoy: autos, televisores, teléfonos celulares, computadores y un largo etcétera, que cambian de modelo y/o adicionan nuevas mejoras o tecnologías año a año, a fin de que el consumidor cambie en forma rápida el modelo antiguo. En resumidas cuentas, el mundo apretó el acelerador productivo bajo la máxima de que mientras mayor fuese la producción de bienes de consumo y menor fuese su costo, mayor sería el beneficio último para la sociedad. Se omitió, no se vio o no se quiso advertir, el hecho de que ello beneficiaba principalmente a las empresas y que se comenzaría a producir una brecha cada vez más grande entre quien producía y quien consumía. Este nuevo sistema productivo, así como su concepción ideológica, fue conocido -con todos los adjetivos que el mundo le ha querido ir añadiendo a través de la historia- como el capitalismo. El explosivo crecimiento en el comercio interno como así mismo en el comercio internacional que produjo, fue algo que nunca antes se había visto en la historia económica, especialmente en aquellos países que se adhirieron a esta filosofía. Este radical cambio en materia económica, producido por la Revolución Industrial, trajo anexa una segunda derivada, esto fue el profundo cambio en la estructura social que hasta esa fecha Europa había mantenido por siglos. Los nuevos inventos y el desarrollo de las máquinas, hicieron que el campesinado acostumbrado a trabajar bajo un sistema feudal pasara a cobrar un salario por sus labores. Disminuyó así mismo en forma ostensible, la necesidad de mano de obra en la agricultura produciéndose un desplazamiento de la población desde los campos hacia los nuevos centros industriales. Surge aquí entonces, el obrero tal y cual lo conocemos hoy; incluso trabajadores artesanales independientes no pudieron competir con los precios de los nuevos productos que, si bien eran de menor calidad, se hacían más accesibles a la población, lo que les obligó a estos a abandonar sus talleres y convertirse también en obreros de quienes tenían la propiedad de las máquinas. Este clima que se comenzaba a vivir entonces, al producirse estos radicales cambios económicos y sociales, allanó el terreno para una de las épocas más fértiles de la historia en el surgimiento de economistas y pensadores, quienes comenzaron a estudiar los cambios que se estaban produciendo, tanto en el ámbito económico como social, proponiendo teorías sustentadoras de estas, así como alternativas a las mismas. De entre los economistas más connotados de la época, hemos de destacar a Adam Smith quien, en abierto apoyo al nuevo sistema capitalista y su forma de reparto de los recursos, escribió en el año 1776 su obra “La Riqueza de las Naciones” acuñando al tiempo, la célebre frase de “la mano invisible del mercado” como el gran regulador de las relaciones económicas y laborales, en otras palabras, la ley de oferta y demanda, dándole con ello un importante respaldo a este sistema. El crecimiento que tuvieron las economías de quienes se adhirieron a este nuevo sistema económico fue exponencial, pero ello no se reflejó de igual manera o al menos no en forma proporcional, para quienes eran los dueños del sistema productivo y para quienes trabajaban en la producción, los obreros. Comenzó entonces a incubarse el germen del descontento social y las revueltas obreras, demandando en forma constante mejoras tanto salariales como en las condiciones de trabajo, que a la sazón eran bastante precarias. Estos movimientos obreros, se hicieron especialmente fuertes en Europa hacia a mediados del siglo XIX. Fue así, que ya con el nuevo sistema económico en pleno apogeo surgió Karl Marx, acaso el mayor opositor a este sistema nuevo sistema productivo, quien haciéndose eco de las demandas socioeconómicas de la clase asalariada plasmó en 1867 su obra Das Kapital, como una alternativa opuesta al capitalismo y una clara defensa de la clase trabajadora. Manifestaba Marx en su base -consiente que el nuevo sistema de producción en serie había llegado para quedarse- que la propiedad de la producción no podía estar en manos del empresariado y que esta debía pasar al pueblo a través de sus representantes, el Gobierno. Con esto sentaba las bases de lo que hoy conocemos como la economía centralmente planificada, propia de países socialistas y comunistas. Lo interesante es que Marx no renegaba en su concepto general del nuevo sistema productivo, sino de la propiedad de los medios de producción. Este mismo pensador, vaticinó que sería el proletariado quien arrebataría el poder a las clases dominantes, sin embargo lo que Marx no consideró, es que los economistas, empresarios y autoridades gubernamentales partícipes del sistema capitalista, tampoco confiarían plenamente en la “mano invisible del mercado” de Adam Smith como único elemento regulador de las relaciones económicas y laborales. Por ello fueron efectuando paulatinas y sistemáticas mejoras al sistema lo que permitió a este nuevo sistema, ir consolidándose y arraigándose en la mayoría de las economías occidentales. Hoy es difícil, por no decir imposible, encontrar un Estado que mantenga un Gobierno tal cual lo soñó Karl Marx, donde sea el pueblo quien ostente el control del sistema productivo, pero también es cierto que tampoco existe un país que esté llevando una economía capitalista al más puro estilo de la revolución industrial. Pasarían desde la Revolución Industrial, más de 70 años de un capitalismo desbordante en el cual avanzarían en paralelo el desarrollo económico, manejado principalmente por los propietarios de los sistemas de producción, con una constante lucha obrera por obtener mayores beneficios de las ganancias que este nuevo sistema estaba generando. Recurrentes se hicieron los debates entre seguidores y detractores de esta nueva forma de vida que ya arrasaba con el pasado reciente, así entonces pensadores y estudiosos se avocaron en la búsqueda de nuevas teorías, tanto económicas como filosóficas, de esta nueva vida que se vislumbraba y de su nuevo orden económico. Pasarían largos años, para que ambos sistemas mostraran al mundo sus mejores aciertos, así como sus falencias y errores de concepción, para recién llegar al surgimiento de un nuevo modelo económico, el que fue reconocido como la tercera vía o la vía alternativa al capitalismo. En efecto, fue hasta 1949 que el economista alemán Ludwig Erhard, comenzara a implementar lo que hoy conocemos como Economía Social de Mercado y que daría el cambio más radical al sistema capitalista que se había mantenido hasta antes de la Segunda Guerra Mundial. Si bien fue Erhard en su calidad de Ministro de Economía de una Alemania intervenida y dividida por los vencedores de la guerra, quien lideró la implementación de esta nueva alternativa, en estricto rigor fue Alfred Müller-Armack quien acuñó por primera vez el término Economía Social de Mercado en su libro Liderazgo de Economía y Economía de Mercado, publicado en el año 1947, en un intento se entregarle una visión más social al neoliberalismo alemán. La expresión propiamente tal representaba para Müller-Armack mantener los principios de la libertad económica, introduciéndole al sistema una suerte de compensación social a las ganancias, en un afán de calmar las demandas de la clase trabajadora. En otras palabras, buscaba con ello que este nuevo sistema económico, que denominó Economía Social de Mercado, transcendiera en el tiempo, entregando desarrollo económico, pero manteniendo al pueblo en paz. Han sido en consecuencia, desde esa fecha, la Economía Social de Mercado y la Economía Socialista las que han prevalecido en el mundo, aunque si hubiese que decretar un ganador, sería la primera, especialmente después de la caída del muro de Berlín en 1989, cuando reconocidos países socialistas se abrieron a las teorías de mercado. Una de las grandes diferencias que marcaron el éxito de la Economía Social de Mercado frente al sistema socialista más puro, fue que en occidente el propio desarrollo que estaban teniendo los países obligó a quienes manejaban las economías a introducir diversas y sucesivas mejoras al sistema, especialmente aquellas destinadas a acallar las demandas sociales que Müller-Armack ya había señalado pero que continuaban produciéndose, algo que quienes escogieron el sistema de planificación estatal no hicieron. Por otro lado, en virtud de que ambos modelos son esencialmente económicos y como tal buscan el crecimiento o bien el desarrollo del país -malamente medido por el crecimiento del PIB per cápita-, en lo que atañe a la economía social de mercado, hemos de reconocer que no obstante la notable intención de Muller-Armack de dosificar la economía libre con una parte social, de acuerdo a los parámetros actuales de las economías occidentales y muy en concreto en nuestro país, este sistema económico dejó hace ya mucho tiempo en el olvido la parte social del sistema. La llamada globalización de los mercados, concepto relativamente reciente que ha vuelto a impulsar fuertemente el crecimiento de las economías del mundo igual que lo hizo la Revolución Industrial del siglo XVIII, dió inicio a una loca carrera por la conquista de manera casi depredante, de nuevos mercados más allá de las propias fronteras. Si bien esta globalización ha sido un valioso aporte a la generación de riqueza en el mundo, esta, al igual que la revolución industrial, ha tendido a concentrar aún más y de manera más peli- grosa la riqueza generada. Esta nueva concentración, vino a enterrar aún más el concepto social que alguna vez introdujeron a la economía, Edhard y Muller-Armack. Actualmente hay quienes creen que aún se mantiene vigente el concepto social original acuñado por la Economía Social de Mercado, pero la verdad es que si se analiza la labor del Estado y su rol en el sistema económico, hemos de concluir que este concepto social más bien ha mutado hacia la caridad, representada por las ayudas económicas estatales, las ONG´s, los bonos estatales de diferente índole para ayudar a los más necesitados, los subsidios, los pagos a las comunidades para compensar desastres o destrucciones autorizadas del ecosistema, todo ello, en pos de mantener una economía que nos otorgue el mayor crecimiento económico posible. Surge en consecuencia la necesidad de replantearse seriamente los conceptos que hasta ahora las sociedades -especialmente la nuestra- han tenido y de cómo se debe entender el desarrollo económico al que debe aspirar una nación. De forma casi repentina, el mundo se ha percatado que han surgido nuevos elementos que deben obligatoriamente ser introducidos en cualquier modelo de desarrollo económico, elementos que si bien no son fáciles de cuantificar, el hecho de que no sean considerados en su real dimensión nos llevará indefectiblemente al fracaso, independiente del modelo por muy audaz que este sea. Hoy los países debemos entender a los habitantes de una nación como sociedades y no solo como consumidores, que como tal, han desarrollado necesidades o han entendido que hay nuevas prioridades eco-sociales, transversales, urgentes e independientes del gobierno de turno, las que deben ser consideradas de forma prioritaria y previa a lograr como país el tan ambicionado índice que nos seña- le ante el mundo como un país desarrollado y por tanto exigen que estas sean consideradas en las ecuaciones de rentabilidad económica a la hora de establecer políticas de desarrollo. La escasez de los recursos, especialmente los naturales, factor considerado en todos los modelos económicos como un elemento más en la cadena productiva, tiene hoy otra dimensión y su valor dentro de la ecuación de las rentabilidades productivas no tiene nada que ver con la ponderación que las teorías económicas conocidas, le han otorgado históricamente. Nadie puede negar que la mayoría de los recursos, el agua por ejemplo, incluso el aire, tienen hoy un valor o ponderación dentro de la ecuación macroeconómica de desarrollo muy diferente. El precio de algunos recursos como el señalado, tiene hoy para la sociedad un valor muy superior al que las empresas hoy consideran como costo e incluso hay quienes sostienen que algunos de ellos no deben estar ni siquiera a la venta, si no queremos destruir el mundo tal cual hoy lo conocemos. El reciclaje, la contaminación, la depredación de los bosques, el cuidado de los mares, la urgente necesidad de dejar un mundo sustentable para nuestros hijos, no solo tienen otra dimensión desde la perspectiva humana, sino que tienen un alto valor para el desarrollo económico del mundo, que la economía pura y quienes la manejan no han sido capaces de comprender. Si a esto le sumamos, las demandas sociales por mejoras en los niveles de vida, las demandas por una vida digna para todos, así como otras necesidades urgentes para el desarrollo de una sociedad solidaria y sustentable en el tiempo e incluso para la paz del mundo, entonces concluiremos que la matriz económica de desarrollo debe ser radicalmente diferente a aquellas que los gobiernos, economistas y empresarios conocen y están aplicando actualmente. La vertiginosidad del avance del mundo en la tecnología, en los sistemas productivos, en la robótica, en el turismo, así como en cualquiera de las áreas de la economía, donde la globalización de los mercados ha puesto su sello, utilizando recursos escasos como si no lo fueran, ha puesto al mundo al límite. Tenemos un planeta agobiado y estresado por problemas como el calentamiento global y la depredación del ecosistema, todo a causa de la loca carrera por avanzar en la creación de riquezas que, además, no es repartida equitativamente. Creo que hemos llegado a un punto, donde el desarrollo económico per se ya no tiene sentido ni destino. No se trata de detenernos a repartir la riqueza de forma equitativa y solidaria, sino de detenernos a pensar el porqué de esta desenfrenada carrera por el crecimiento económico y hacia dónde queremos llegar. La idea es repensar, de acuerdo a las nuevas demandas de las sociedades y a aquellas que nos “exige” el planeta para que pueda subsistir tal como lo conocemos, cuál debería ser el modelo económico a seguir, porque el actual ya ha demostrado, aunque algunos no lo quieran ver, que ya no es útil para todos y que además nos está llevando irremediablemente a un fracaso económico, ecológico y social. Debemos mutar el pensamiento y accionar hacia un modelo más estricto, igual de libre, pero con una cancha rayada en la que se pueda desarrollar la economía y el crecimiento del país, donde además se asegure un estándar social mínimo, así como asegurar la sustentabilidad de los recursos que nos permitan y permitirán en el futuro, continuar con el desarrollo económico y legar a las futuras generaciones un mundo donde puedan vivir, igual o mejor a como lo hemos hecho nosotros hasta ahora. En el caso concreto de nuestro país, las demandas sociales por pensiones dignas, seguridad en diferentes ámbitos, salud, ecología, educación de nivel, etcétera, están cada vez más a la orden del día. Se dice que la sociedad está cada vez más empoderada y si es esto es así, que entre otras cosas es la esencia de la democracia, estas demandas deberán sí o sí ser cumplidas y a la brevedad, so pena de avanzar a una inestabilidad social grave y por tanto también a una inestabilidad económica, con todas sus consecuencias. Si bien el modelo económico que conocemos contempla gran parte de estas variables, históricamente la atención y mejora de estas no han ido, ni van a ir, a la par con el desarrollo económico que ha tenido nuestro país, algo que a nuestro entender la sociedad actual ya no está en condiciones de seguir aceptando. La otrora famosa “teoría del rebalse”, muy recurrente y defendida por algunos como forma de apoyar el sistema basado en la sola ley de oferta y demanda, así como la maximización de las utilidades, propia de las economías occidentales, como la forma óptima de sacar a la población de la pobreza, ya no es aceptable. Han entrado al ruedo, desde hace un tiempo y con carácter de urgente, elementos que la teoría económica tradicional hasta ahora no había contemplado. Debemos necesaria y rápidamente mutar hacia un modelo económico de desarrollo más moderno y adecuado a los tiempos, que contemple e incorpore elementos como los aquí señalados, elementos que hagan sustentable, solidario y obviamente más equitativo el desarrollo del país. Capítulo 1 HUMANIZANDO NUESTRO MODELO ECONÓMICO En los inicios de la aparición del hombre en la tierra, la distribución de los recursos y del trabajo, fue hecha según lo que conocemos como la ley de la selva o ley del más fuerte. En efecto, la organización del hombre en sus inicios era básicamente para la subsistencia, esto es la caza y pesca para consumo diario, así como la guarda de estos bienes para los momentos en que estos no estuviesen disponibles o no abundasen. Es lo que podríamos definir como una economía individualista que se extendía al consumo personal y a lo más a los familiares. Pronto, estas mini-comunidades se extendieron algo más allá, considerando también “familias” a aquellos que convivían en el grupo y que poco a poco fue creciendo en número, pasando así a convertirse en una comunidad o tribu, lo que les obligaba a tener una mejor organización. Fue ahí cuando el hombre comenzó a tener conciencia que los recursos por muy abundantes que fuesen en ese tiempo, requerían de una administración, dado que por migraciones, clima, eventuales pestes etc., estos no estaban siempre disponibles para todos. Esta evolución básica en la forma de asociarse y de alimentarse fue, lo que podríamos decir, el origen de las teorías económicas e ideologías sociales. Con esto solo queremos graficar que el ser humano, cualquiera sea la asociación que decida tener para relacionarse como sociedad, ha requerido, sigue y seguirá requiriendo de un modelo económico para convivir y desarrollarse. El desarrollo que ha tenido la economía en el mundo, así como el incremento de la riqueza desde la Revolución Industrial a la fecha, principalmente en las economías occidentales ha sido, como señalábamos en la introducción, algo espectacular, sin embargo no podemos desconocer que han sido los tenedores de los recursos productivos quienes por mucho, los que han captado la mayor parte de la riqueza creada y muchas veces, en detrimento de quienes aportan al crecimiento solo con su mano de obra, instaurando así unas diferencias salariales y de riqueza también abrumadora. Por otro lado, los modelos económicos como sistemas para crear y distribuir la riqueza, concretamente la Economía Social de Mercado bajo el concepto de libertad casi absoluta y la Economía Planificada o Socialista, donde el gobierno central controla las fuentes productivas y laborales, no han sido capaces de dar respuesta al sistema entregando equilibrio, estabilidad e igualdad en el desarrollo a través del tiempo. En el caso concreto de nuestro país, la concentración de la riqueza y las diferencias salariales que hemos alcanzado ha llegado a mi parecer, a límites peligrosos donde las protestas y demandas sociales de diferente índole, apoyadas por las facilidades en las comunicaciones actuales, están siendo transversales cualquiera sea la ideología del gobierno de turno y no porque vayan contra uno u otro pensamiento político, sino porque son demandas de sistemas de vida. Estas diferencias tienen un origen bastante lógico, nos referimos a que Chile ha alcanzado hoy uno de los peores ín- dices que usualmente se usa a nivel mundial para medir estas diferencias socio económicas internas. Nos referimos al índice Gini que refleja la distribución del ingreso dentro de un país. Para entender mejor el término, diremos en forma simple que este índice mide la diferencia salarial entre los trabajadores de un país, en una escala de 0 a 1 donde, en la medida que el país tenga un índice que se aproxime más a 0, habrá mayor igualdad entre su población. Como contrapartida, mientras más cerca esté del uno, mayor desigualdad habrá en el país y Chile, no está muy próximo al cero que digamos. Esto se hace más grave y urgente aún, si consideramos que la mejora de este índice ha sido mínima, a pesar del notable crecimiento económico que ha tenido nuestro país en los últimos 20 años, y esto hoy la gente lo percibe. Si nos circunscribimos a la máxima de Adam Smith, que señalaba que la mano invisible del mercado es la mejor forma de distribuir los recursos, nos ha de quedar claro que esto no ha funcionado tan bien como era de esperarse y que, para nuestros tiempos, no es así como deben hacerse la cosas si lo que se desea es tener un desarrollo económico ordenado y equilibrado, principalmente en los países pobres y/o en vías de desarrollo. Las sucesivas crisis, propias de los ciclos económicos, tienden y han tendido siempre a empobrecer sistemáticamente a la clase media y a los más pobres, aumentando como contra partida, la riqueza de los más ricos. No son percepciones, son las cifras. Son los Gobiernos de cada país los llamados a evitar o corregir estas diferencias. Si bien no existe receta única, sí se cuenta con leyes y una serie de herramientas fiscales y económicas bastante eficientes para este fin, solo que pareciera que las autoridades –incluida las de nuestro país- no saben cómo (algo que sería muy raro) o bien, ello nunca ha sido una prioridad (lo que parece más factible). Sin perjuicio de ello, hemos de decir que no son medidas fáciles de implementar y muchas veces son hasta contradictorias con el crecimiento mismo. Políticas que apunten a la inversión extranjera y otras variables que ayudan al desarrollo del propio país, no siempre ayudan a mejorar la desigualdad y la supresión de medidas como estas; van a presentar resquemores sistemáticos, especialmente por parte de los empresarios y los libremercadistas. En Chile, desde hace ya bastante tiempo se vienen usado para combatir las desigualdades, políticas que derechamente podemos llamar parches, pues son solo paliativas para situaciones puntuales y un buen ejemplo de ello, son los conocidos “bonos” que, si bien ayudan a los más necesitados en forma puntual, nunca podrán establecer una sana y estable distribución del ingreso. Esto en primer término, porque su entrega no es estable (aunque la eliminación de uno de ellos bien podría llegar a provocar serios conflictos sociales), no da seguridad a quien la recibe, es burocrático y se presta para suspicacias, además de que en la medida que los países van creciendo y mayores se hacen las diferencias salariales, mayor número de bonos se requerirán para calmar a la población y por otro lado, porque estas desigualdades obedecen a las diferencias estructurales y ello se soluciona solo con políticas de largo plazo, no con políticas o parches cortoplacistas. Haciendo eco de lo señalado, hoy podemos identificar fácilmente, innumerables bonos paliativos como medida recurrente, que entrega el gobierno chileno, a saber: - Bono Marzo - Bono Logro Escolar - Bono Base Familiar - Bono Control Niño Sano al Día - Bono Bodas de Oro - Bono Legal de Aguas - Bono al Trabajo de la Mujer - Bono Invierno - Bono especial para Docentes Jubilados - Bono por Formalización Laboral A estos y otros, hemos de añadirle una serie de aportes y subsidios que entrega el gobierno durante el año como, los aguinaldos de fiestas patrias y navidades para pensionados, bonos por hijos, los aportes familiares permanentes, subsidios para el arriendo, etc. Todos estos bonos son, como ya dijimos, elementos paliativos, herramientas cortoplacistas que se usan para aplacar una situación permanente de apriete que viven los más necesitados, son inestables y dependen, bien sea en su monto como en su entrega, del estado de la economía y de una decisión arbitraria del gobierno de turno. La decisión de implementar medidas efectivas y sustentables para reducir estas diferencias en la distribución del ingreso de un país, como señalábamos, la tiene el Gobierno y no otros, por lo que no podemos esperar del mercado o de los empresarios la iniciativa de cambios al respecto, esta tiene que venir necesariamente de las autoridades gubernamentales y en forma transversal. Una redistribución del ingreso dependerá exclusivamente de la importancia que el Gobierno de turno le dé a la necesidad de tener una sociedad más justa, equitativa, estable y con paz social. Visto el fracaso que ha tenido nuestro país en mejorar la equidad de nuestra sociedad, no obstante el increíble crecimiento y desarrollo económico que hemos tenido y estamos teniendo, al punto de convertirnos en modelo para Latino América y el mundo, plantearemos aquí un radical ajuste en la visión del modelo económico al que Chile debería atender, un concepto cuya premisa básica es que, para alcanzar el desarrollo económico que tanto aspira Chile, se debe atender prioritariamente y con urgencia las necesidades más básicas que hoy la sociedad demanda, y que las políticas tendientes a ello deben pensarse en un horizonte mínimo de 25 o 30 años y, si acaso lo más importante para su éxito, deben enmarcarse en un contexto de total independencia de cualquier corriente política. No se trata de eliminar los partidos políticos, solo que creo que la política partidista debería dar sus peleas de conceptos ideológicos, fuera de las fronteras de las que deben ser las prioridades que hoy Chile reclama. De esto han demostrado no entender mucho. No obstante lo dicho y sin pretender hacer ningún tipo de proselitismo político, hemos de ser claros en reconocer algunos aspectos que hoy nos caracterizan como sociedad y que a mi entender dificultan seriamente cualquier posibilidad de acuerdo para avanzar en pos de una sociedad más equitativa y que vaya mucho más allá de uno o dos períodos presidenciales. El contexto que Chile ha tenido en los últimos 16 años, esto es cuatro gobiernos con solo dos gobernantes diferentes y ambos de corrientes ideológicas extremadamente opuestas, nos muestra una fuerte polarización en la clase política, que ha permeado en la población misma, dificultando cualquier diálogo que no sea político. Por otro lado, tenemos una falta de liderazgos serios que puedan proyectar para Chile un desarrollo estable y equitativo en el tiempo. Todos aquellos que en algún momento, de una u otra forma despuntan o han despuntado (o han sido elevados a esa categoría), no han sido más que estrellas fugases que por circunstancias puntuales la clase política o las masas disconformes los han erigido como candidatos a algo e incluso elevando a algunos de ellos a la categoría de estadistas. Lamentablemente hoy estamos en Chile, más cerca de políticos populistas que de aquellos con la seriedad suficiente en sus ideas y planteamientos, que puedan ser seguidos por unos y respetados por los otros. A mayor abundamiento, aquel que es elegido de un lado, es repudiado por el otro y viceversa. Esta grave polarización que existe en nuestro país desde hace años bien podría ser analizada más en profundidad por sociólogos, quienes deberían pronunciarse sobre nuestro consabido “chaqueteo”, eso de ensalzar a alguien a nivel de ídolo nacional y al día siguiente hacerlo pedazos. Una de las razones más fuertes de esta polarización, a mi entender, es que como pueblo chileno aún no hemos sido capaces de dar vuelta la página del gobierno militar que tuvimos, lo que nos ha conducido a un nivel peligroso de descalificaciones, no solo entre la gente de la calle, sino también entre sus autoridades. En el momento que surja un líder natural, con dotes de estadista que pueda dar sanas garantías a Chile, que no se proyecte a través de un partido en especial, sino que se proyecte con ideas claras para un desarrollo serio para Chile y su gente, recién tendremos un horizonte claro y una luz que nos señale que iremos por buen camino hacia un desarrollo económico, serio, equitativo y estable para todos. Hoy en día, cuando nos referimos a modelos económicos, la mayoría tiende a pensar en forma inmediata en los dos sistemas económicos más conocidos, la economía social de mercado y la economía centralmente planificada y como añadidura, asocia en forma inmediata estos mismos modelos económicos, a dos ideologías políticas contrapuestas como son el comunismo y el capitalismo. Todos estaremos de acuerdo que mientras más sólida sea una economía, mayor será la estabilidad del país y de sus habitantes. Preveer y mantener esta estabilidad es, como hemos señalado, tarea prioritaria de los gobiernos, sin embargo, también estamos claros que la economía tiene ciclos y que hoy, con la globalización de los mercados, por muy sólida que pueda ser la economía de un país, al producirse una crisis en algún lugar del mundo, muchos países se ven afectados. En efecto, la interrelación que tienen hoy las economías en el mundo hace que, errores que se puedan cometer en algún sitio lejano, terminen afectando a la masa laboral de otro país que no tiene nada que ver y ello puede convertirse en una crisis económica general. La última gran crisis que sufrió el mundo en el año 2008, es el mejor ejemplo de ello. Esta crisis, conocida como la crisis subprime, fue una crisis netamente financiera, donde los bienes y servicios casi no se vieron afectados, pues este tipo de crisis afectan básicamente los bienes intangibles (instrumentos financieros) y bienes raíces, pero que finalmente terminó afectando la estabilidad laboral, los salarios y por tanto el consumo y no solo en los Estados Unidos, que es donde se originó. La profundidad o magnitud de las crisis, depende del tiempo que dure y de qué tan efectivas y oportunas sean las medidas que los gobiernos utilicen para estabilizar la economía. En el caso de la crisis del 2008, ésta comenzó en EEUU con un boom de préstamos hipotecarios baratos para la adquisición de viviendas durante el año 2007, ello producto de una creciente y desproporcionada demanda por la compra de propiedades, oportunidad que la banca no quiso perder. Si bien los peligros de lo que ello podría significar fue advertido por algunos economistas, la realidad fue que las ventas inmobiliarias en donde todos parecían ganar no se detuvieron. Esto porque dado que los parámetros de evaluación habían bajado, ello permitía por un lado a compradores adquirir por primera vez una vivienda y por otro lado, per- mitía a las constructoras que trabajaban a toda máquina hacer crecer su negocio, por lo que finalmente nadie hizo caso a las advertencias. La banca después de prestar hasta los límites permitidos de sus recursos y aún entusiasmados por continuar con el negocio, tomaron estas hipotecas de vivienda y las “empaquetaron” en una suerte de instrumentos financieros que salieron a vender al mercado financiero local y luego mundial, para así conseguir más dinero con el cual seguir financiando los préstamos que los clientes seguían demandando. Luego de que se produjese una natural alza en los tipos de intereses, quienes habían comprado las viviendas, no pudieron seguir pagando y vino la debacle. Obviamente esto traspasó fronteras, pues bancos e inversores de otros países habían adquirido estos paquetes financieros, lo que afectó con quiebras a bancos e inversores locales. Se produjo en consecuencia el mayor rescate a bancos e instituciones financieras e incluso industrias prime por parte de los gobiernos del que se tenga recuerdo, en un esfuerzo por salvar el sistema financiero mundial. Esta crisis subprime, ocurrida a miles de kilómetros de nuestro país, también afectó a nuestros trabajadores en Chile y de una manera muy simple de entender. Las AFP y los bancos locales habían comprado o invertido, con los dineros de los Fondos de Pensiones de todos nosotros, en estos instrumentos inventados en EEUU o en otros indexados a ese tipo de instrumentos de modo que, al caerse los precios del mercado mundial se cayó también el monto que el futuro jubilado tenía ya acumulado para pensionarse. La forma de cómo nos afectó, podrá entenderse en el capitulo 3 de este libro. Esta globalización de los mercados, que ha incrementado el comercio mundial con todos los beneficios que ello conlleva ha hecho por otro lado bastante más vulnerable la situación de las empresas y los trabajadores ante los ciclos de las economías, pues hoy los pueden afectar decisiones que no les son propias y que además, se toman a miles de kilómetros de distancia. Esta misma globalización de los mercados a la que hemos hecho referencia, en el concreto caso chileno, ha traído al igual que en la mayoría de los países, un notable crecimiento económico, pero como contrapartida ha concentrado la riqueza a un nivel nunca antes visto, aumentando las desigualdades socio-económicas al punto que esto ya no solo se puede ver en los índices macroeconómicos, sino que la población lo está percibiendo a diario. Hoy podemos decir abiertamente y con más certeza que nunca, que en nuestro país hay dos Chiles y que ello se hace cada día más notorio. El Gobierno y especialmente todos nosotros como Sociedad, debemos hacer algo más radical que las tibiezas y parches a los que las autoridades nos tienen acostumbrados, para detener esta situación. El caso lo amerita y la ciudadanía lo reclama. Tengamos en cuenta que un estado de desigualdad creciente, como el que ha mantenido Chile durante el último decenio, tiene una inercia propia y como tal, si un Gobierno no aplica medidas correctivas fuertes, la situación tiende a seguir por esa misma senda, pudiendo incluso descontrolarse con todo lo que ello significa para una sociedad, algo que ya podemos ver en algunos países de la región, con getthos, incremento de la delincuencia, aumento del malestar social, protestas varias, etc. y que queramos o no, ello implica una baja en las inversiones, salida de capitales, estanca- miento de la economía y finalmente un empobrecimiento de los mismos países. Hay hechos y situaciones que han surgido con profundo arraigo en la población, tanto en Chile como en el mundo, que nos obliga a considerarlas en forma seria si lo que se pretende es alcanzar un país más equitativo y estable, esto porque en nuestro caso y diciéndolo en chileno, algunos creemos que hoy en nuestro país el chancho está mal pelado. En otras palabras, vivimos en un país donde abundan las desigualdades. Chile hace bastante tiempo -y así lo han ratificado los diferentes gobiernos con sus políticas económicas- se ha planteado como una meta prioritaria, alcanzar el estatus de país desarrollado. No se trata de explicar aquí lo que ello significa, pues hay innumerables discusiones y definiciones al respecto, solo referenciaré que, se entiende básicamente como países desarrollados aquellos que han alcanzado un alto grado de desarrollo humano, industrial y comercial y la manera más común que utilizan los economistas para medir este nivel, es con un índice conocido como el ingreso per cápita que tiene el país, el que resulta de dividir todo lo que un país produce (PIB), por el número de habitantes. Como podremos entender, este índice va subiendo en la medida que el país va produciendo más, lo que se denomina como crecimiento económico. Obviamente, es bueno que Chile u otro país pueda alcanzar el desarrollo económico bajo los términos clásicos de lo que un país desarrollado significa, sin embargo, no creo que hoy esto deba ser al menos para nuestro país, una meta y mucho menos una meta prioritaria. Es más, creo que sería realmente una locura alcanzar ese índice, si antes no hemos atendido materias realmente importantes para nuestra sociedad. Creo que ni el mundo ni menos Chile, puede seguir consumiendo recursos naturales en la forma indiscriminada como lo hemos venido haciendo hasta ahora, destruyendo el ecosistema porque es mejor para la economía coyuntural, así como contaminando el planeta en pos de un crecimiento económico porque este es el único modo de sacar a la gente de la pobreza. En otras palabras, no podemos seguir este camino porque se piense que esta es la única forma de rebalsar riqueza hacia los más necesitados y darle más oportunidades, sobre todo porque esta lógica ha probado en el tiempo ser una ineficiente manera de nivelar las sociedades y sacar de la pobreza a los millones de seres humanos que viven en ella, es más, los datos estadísticos dicen que independiente de la ayuda marginal a un sector pobre de la población, este sistema tiende más a enriquecer a unos y a empobrecer a otros. De continuar con argumentos como este, algo común en la gran mayoría de los países occidentales y definitivamente en el nuestro, significa que no estamos siendo lo suficientemente inteligentes, como para buscar alternativas para un planeta que nos está pidiendo a gritos soluciones y por otro, atender lo que la población más necesitada demanda urgentemente, como es un sistema económico más equitativo. Plantearemos aquí, una suerte de up grade humanitario a nuestra conocida Economía Social de Mercado, precisamente por el surgimiento de elementos que la economía actual debe considerar e internalizar, como son las necesidades de conservación de los recursos naturales y productivos para las próximas generaciones, la estabilidad social y el hecho de que la Economía Social de Mercado hace mucho tiempo, como decíamos, se olvidó de la parte social del sistema económico. Antes que nada, me interesa que se entienda que este up grade humanitario que podemos definir como una economía libre, solidaria y sustentable para el desarrollo, no puede ni debe confundirse o asociarse con alguna ideología, lo cual suponemos será la tendencia natural del hombre-político. Por ello, en una resumida definición recabada de algunos autores, recordaremos lo que se entiende por una ideología política, así como lo que se entiende por un modelo económico. Un modelo económico lo definimos como: la forma en que el ser humano se organiza para explotar sus propias capacidades y repartirse los recursos que la naturaleza ha puesto a su disposición, siendo la labor del estado y el mercado, establecer las reglas para que esa distribución sea acorde a los méritos y capacidades dentro de un marco mínimo de equidad y dignidad. Así mismo, una ideología política la definimos como: un conjunto de ideales, principios de vida, laborales y económicos, que pretende explicar cómo la sociedad debería funcionar. La primera diferencia que podemos sacar de estas definiciones planteadas, las cuales no difieren en su sustancia con las innumerables definiciones de otro número similar de autores, es que el modelo económico cualquiera que este sea, se organiza en torno a un objetivo económico, más concretamente, en la forma de cómo repartir los recursos de los que dispone la sociedad. Para ello considera la disponibilidad de estos y las capacidades de cada uno de los actores de la sociedad que participan de este reparto. La ideología política, por otra parte, apunta a establecer el sistema de funcionamiento que debe tener la sociedad, lo que se hace en base a ciertas creencias, generalmente sociales, religiosas o similares. No existe en el concepto de la ideología política un fin económico y como tal, se presenta siempre como la contraparte social de un modelo económico. La segunda diferencia que podemos destacar entre ambos es que el objetivo final de un modelo económico es siempre un objetivo de largo plazo y la razón es bien simple: los factores de producción no pueden ser modificados racionalmente en tiempos cortos, los agentes económicos tienen costumbres y formas de tomar decisiones que suponemos racionales, las que difícilmente pueden modificarse a golpe de leyes, por lo que cualquier intento por hacerlo de este modo produce irremediablemente serios problemas económicos. En el caso de la ideología política, sus propuestas siempre son para plazos más reducidos pues su objetivo apunta más a las demandas puntuales y a contrarrestar los resultados de los mismos modelos económicos acorde a sus creencias. Sin perjuicio de lo señalado, tenemos que comprender que para alcanzar una sociedad más equitativa dentro de un país que crezca, algo que entendemos como objetivo general, independiente de los modelos económicos e ideología políticas, ambos mundos deben tender a compatibilizarse. Dicho esto, definiremos el up grade humanitario que aquí proponemos como la necesidad de situarnos en: una economía libre, donde la empresa privada sea el motor del desarrollo, enmarcada y supeditada, tanto en su actuar como en su crecimiento, a un componente solidario para con todos los actores de la sociedad, con un respeto irrestricto al ecosistema, los recursos naturales que nutren su actividad y hacen sustentable al país y el mundo en el tiempo. Donde el Estado en representación de la ciudadanía, fija prioridades en su camino para alcanzar el desarrollo estable, hace cumplir las leyes, respetar y perseverar el ecosistema, así como garantizar la igualdad de oportunidades de todos los actores y asegura el vivir y morir digno de toda la población. El primer elemento que podemos destacar en este up grade humanitario, es que supedita el desarrollo económico de una nación a dos elementos que las economías, principalmente occidentales, cuando comenzaron su vertiginoso desarrollo por allá por el 1800 con la Revolución Industrial, no los tuvieron presente en ningún análisis; esto es, la importancia de la sustentabilidad de los recursos naturales, así como la estabilidad y paz social del sistema mismo. Hoy, la sustentabilidad del crecimiento económico, la escasez de los recursos naturales y la contaminación de las mismas fuentes, así como la estabilidad y paz social, son elementos que no pueden pasarse por alto, de lo contrario, ello nos llevará irremediablemente al total fracaso como sociedad y mundo civilizado. En otras palabras, este up grade supedita lo que hagamos en materia económica, a la trascendencia de la sociedad en el tiempo. Destaquemos algunos de sus elementos centrales de lo que aquí hemos señalado: 1° Necesitamos una economía libre que entienda que la empresa privada sigue siendo el pilar base para el desarrollo. 2° Tenemos que entender que el crecimiento económico es necesario, pero no prioritario. 3° Debemos comprender que el crecimiento económico debe ser solidario y sustentable en el tiempo. 4° Tenemos que propender a un desarrollo económico más racional y como tal, supeditado a la conservación del medio ambiente como una obligación para con las futuras generaciones. 5° Requerimos un modelo que garantice la paz social del país, comprometiéndose en alcanzar y mantener, los estándares mínimos que requiere el ser humano para una vida y muerte digna. 6° Hay que reconocer al Gobierno y al conjunto de la sociedad, como quienes determinarán los estándares mínimos de sustentabilidad que debe tener la sociedad. 7° Debe exigirse del estado un fuerte compromiso con el rayado de cancha donde jugarán los actores de la sociedad, así como un rígido control de lo que se hace dentro de nuestro territorio. 8° Necesitamos establecer claramente las prioridades del país para avanzar hacia un desarrollo que garantice igualdad de oportunidades. La definición refleja asimismo, la introducción de elementos nuevos que se deben considerar como los recursos naturales para la sustentabilidad del planeta y aborda la escasez de estos recursos, incluso con un criterio netamente económico, elementos productivos que en modelos económicos antiguos eran considerados como uno más de los factores en la matriz de producción. Aquí se entienden los recursos naturales como un recurso escaso dentro de la matriz productiva; escaso y agotable, al punto que su uso o explotación, debe ser evaluado independiente de su costo. No se trata aquí de impedir su explotación, sino que se deben considerar dos elementos importantes para su uso o explotación; primero, que el precio de estos recursos naturales no depende únicamente de la oferta y demanda ni tampoco de su costo de explotación, el precio debe incorporar un plus importante por concepto de su importancia en la conservación de este recurso en el tiempo, así como un límite en su explotación si fuese necesario, dependiendo de su escases o riesgo de agotamiento. En otras palabras, debe introducirse una variable de protección y cautela en su uso, pues estos recursos deben compartirse con futuras generaciones. Es sabido que uno de los pilares del crecimiento económico es el ahorro y su definición es, lo que dejo de consumir hoy, para consumir más en el futuro. Esta definición de ahorro, importante igualmente para este upgrade humanitario del modelo, debe ser extendida y modificada para con los recursos naturales. No podemos circunscribirnos solo a un tema económico, pues al tenor de lo señalado por muchos científicos, estamos en la hora límite de compensar con ahorro y reparación, el castigo que le hemos propinado al planeta con la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales, durante el último siglo. En consecuencia, para los recursos principalmente no renovables, debemos de aplicar el concepto de ahorro definido en los siguientes términos: dejar de sobre-consumir hoy, para que puedan consumirlo también nuestras futuras generaciones. Esta sobre explotación de los recursos que ha permitido elevados crecimientos en algunos países, incluso el nuestro, bajo la consigna de que ello mejora la calidad de vida de la población, no es algo que esté avalado por las cifras o al menos no es tan así, pues es de conocimiento general que ese crecimiento económico que se ha producido en el último siglo, ha sido distribuido dentro de la cadena productiva y la población en forma brutalmente dispar, creando en Chile y en todo el mundo una concentración de poder económico, nunca antes vista. En nuestro país, hemos llegado al punto de que el 1% de la población se queda con algo más del 30% de las riquezas producidas, cifra que sigue aumentando. Tendremos en consecuencia que redefinir el desarrollo económico para el futuro, como: aquel que resulte del crecimiento productivo que, utilizando y respetando los recursos naturales, se equipare al crecimiento vegetativo de la población, conservando el resto de los recursos para futuras generaciones. De lo señalado, no creo sano que Chile siga en su loca carrera, tantas veces declarada como primer objetivo, por alcanzar el desarrollo y nivelarse con los países de la OCDE por ejemplo, pues de continuar en esta línea, el costo que tendremos que pagar como sociedad en el futuro será inmenso. Aunque pueda parecer lo contrario, la idea no es estancar el país económicamente y olvidarnos del desarrollo, muy opuesto a ello, a lo que apuntamos es que el desarrollo económico sea solo una meta más, pero en ningún caso este debe ser una prioridad. No se trata simplemente de llegar, sino de cómo llegar. Tenemos que llegar al desarrollo, así lo exige cualquier modelo económico, pero ello debe hacerse en forma racional, con un país sustentable, estable y con una sociedad más igualitaria que nos garantice una paz social en el tiempo. Para esto el Estado, en conjunto con la sociedad, deberán establecer un orden de prioridades de largo plazo, sobre las cuáles se comprometan a destinar todos los esfuerzos y recursos económicos necesarios para entregar y asegurar a la población un piso mínimo en su calidad de vida. No se trata solamente, de qué es lo que el Estado puede hacer en materia social con los impuestos recaudados, sino que, cuál es la obligación de la Sociedad para con la Sociedad misma que el Estado debe hacer cumplir. Solo en la medida que todos los actores puedan definir y acordar el orden de prioridades que el país desea y que sea este orden el que marque el rumbo hacia una sociedad desarrollada económica y socialmente, podremos trabajar por un futuro cierto, sin soluciones parches, ni políticas paliativas o reactivas a demandas puntales de algunos sectores de la sociedad. Es más, podremos alcanzar el desarrollo con un país en paz, económicamente estable, solidario, igualitario y sustentable, donde el crecimiento de cada uno de los actores del sistema, empresas, empresarios, y trabajadores en general, no sean mal visto, ni malamente vapuleados. Donde las utilidades de las grandes empresas se vean más como un aporte a la estabilidad del sistema, que como un robo a la sociedad. Hemos de reconocer que lo aquí señalado, es un fuerte contrapunto y desafío a lo que hoy están haciendo nuestras autoridades y políticos, quienes muchas veces partiendo por vulnerar las leyes y la ética por hacerse un puesto en el congreso o como autoridad, una vez investidos en el cargo, se limitan a dar soluciones puntuales o de parche, más que avocarse al análisis real y definitivo de los problemas que la sociedad espera sean solucionados. Insistimos en que nuestro análisis dista mucho de ser político partidista, no nos interesa optar por uno, por otro o cualquiera, solo que es imposible no plantear lo que la clase dirigente viene haciendo desde hace bastante tiempo, o como mínimo, cómo la sociedad percibe lo que éstos están haciendo. No es mi interés abanderarme por ninguna corriente política, ni creo que debería ser la tónica del pueblo chileno y de los partidos políticos a la hora de definir las prioridades económico-sociales que la sociedad requiere, solo pretendo poner en contexto lo simple que es nuestro pensar político y desde esta perspectiva, plantear lo que, a mi entender, es lo que se debe hacer en Chile. Me permitiré establecer aquí en consecuencia, bajo el concepto de la necesidad de un up grade humanitario dentro en un horizonte de 25 a 30 años, las principales prioridades y su orden, hacia donde en mi opinión deben enfocarse los esfuerzos y presupuestos de la nación, dejando claro que cualquiera sea el orden de prioridades que se aborde, no podemos pretender que todo se haga a la vez. Habrá cosas que deberán esperar. Siendo así, hay a mi modo de pensar cinco temas que en Chile se deben abordar en forma prioritaria y urgente, antes de seguir pensando en políticas económicas para seguir en la loca carrera del crecimiento económico. Sin perjuicio de que cada uno de estos cinco temas son tratados en los capítulos siguientes, adelantaremos aquí, las razones de por qué las he considerado prioritarias, así como por qué el orden de las mismas. Los temas y orden son los siguientes: 1° Salud 2° Pensiones o jubilaciones 3° Educación 4° Seguridad legal y ciudadana 5° Desarrollo económico La Salud en primer lugar, porque no es racional, sano, cristiano, o llámele como se llame, que exista gente que deba esperar más de un año para ser operada e incluso muera durante la espera porque el estado no se ha ocupado de solucionar esta desigualdad. Por otro lado, tampoco es posible que existan pacientes cuya única esperanza de mejora, compra de remedios, operaciones, o incluso su vida, sean las rifas o aportes de amistades para el financiamiento de estos gastos imprescindibles. Aquí no se trata de equidad, sino de dignidad. Las Jubilaciones seguidamente, porque no es aceptable bajo los mismos argumentos antes señalados, que la vejez de algunas personas sea tan increíblemente indigna. Tampoco es aceptable que, independiente cuál sea el aporte que cada uno haya hecho a su fondo de pensiones, lo acumulado y por tanto el monto de su jubilación, dependa casi en su totalidad de cómo se ha desarrollado el mercado financiero y de qué tan acertadas hayan sido las decisiones de los pocos operadores de las AFP, que deciden en qué invertir los fondos de todos los trabajadores de este país. En tercer lugar sitúo a la educación, porque si bien la cantidad de estudiantes que hoy consigue llegar a una educación superior es casi 5 veces la cantidad que lo hacía hace 15 años, alcanzando sobre los 1,2 millones de estudiantes, lo cual ya es un logro, los costos de las carreras, sus duraciones y estándares de calidad de las casas de estudio, son un tema preocupante. En Chile, los costos de estudios son altos, las duraciones de la mayoría de las carreras son excesivas y la calidad de estas deja mucho que desear. Ni el Gobierno, ni las casas de estudios, han sido lo suficientemente responsables para pensar y proyectarse en el largo plazo, permitiendo ambas que el negocio de la educación haya excedido todos los límites razonables. En cuarto lugar la seguridad, porque si bien es un tema que se ha vuelto crítico en los últimos años, la seguridad para un país no solo se refiere a la delincuencia común sino también a los delitos más sofisticados, aquellos que atentan contra el mercado mismo y que afectan a la credibilidad del sistema y finalmente afectan a gran parte de la población. Dividiremos en consecuencia, en este capítulo, el concepto de seguridad en dos áreas. La primera se refiere a que la ciudadanía esté segura de que las leyes sean justas y se cumplan para todos por igual, para lo cual debemos emparejar y rayar debidamente la cancha en que jugaremos los chilenos, y aquí lamentablemente no podemos pretender que sea el Parlamento quien vaya a cuentagotas, colocando artículos a las leyes o incluso dictando leyes para “mejorar” lo que hay, pues hasta ahora no han sido capaces de establecer reglas claras al respecto y es difícil que lo puedan hacer en el futuro cercano. En mi opinión esto amerita una profunda reingeniería, que se actualicen y modernicen leyes añosas y que lo que de ahí salga, comprometa en el futuro partiendo por el mismo Presidente de la República, hasta el último de los ciudadanos. Es la que podríamos llamar, justicia dura desde los portonazos hasta los delitos de cuello y corbata. La segunda, se refiere a la seguridad que atañe a diario a la ciudanía, donde entran a jugar desde la policía y carabineros hasta los jueces y las penas que se deducen de los códigos legales a los que estos últimos se tienen que ceñir. Esta parte es bastante delicada de tocar especialmente para alguien que no conoce las leyes, sin embargo, aun cuando no se conozcan las leyes en detalle, ello no quiere decir que no se pueda opinar en base a la lógica y a lo que uno puede ver a diario que sucede en nuestro país, como la muy conocida puerta giratoria, por ejemplo. Mientras más tipificadas y acotadas sean redactadas las leyes, menor será el ámbito en que los jueces podrán aplicar criterios arbitrarios y más claro nos quedará a la ciudadanía, a lo que debemos de atenernos si infraccionamos la ley. Existen y han existido suficientes delitos en las más diferentes y variadas formas, lo que permitiría redactar o modificar leyes generales y agregar penas específicas para delitos repetitivos. Las ambivalencias o fallos discriminatorios en base a dudosos criterios de los jueces solo desalientan a la población y mantienen el concepto de que tenemos dos países en uno, idea a la que ya nos referimos. En el quinto y último lugar de nuestro análisis, situamos el Desarrollo Económico porque a nuestro entender, si bien llegar a ser un país desarrollado, de acuerdo al índice del ingreso per cápita, es una meta importante para las autoridades económicas de un país, meta que nosotros estamos próximos a alcanzar de acuerdo a las cifras macroeconómicas actuales, este estatus de país desarrollado no es bueno per se y así lo estamos viendo en nuestro país, cuando el nivel de desigualdad es tan extremo como el que hoy tenemos. Sin perjuicio de esto, hemos de decir que este sistema de medición basado solamente en el ingreso per cápita, hace ya tiempo que quedó obsoleto, es más, este índice llama a engaño la mayoría de las veces pues no permite comparar adecuadamente, el desarrollo económico-social de dos países. En este ámbito, debemos seguir buscando más allá de las innovaciones que se han hecho, como el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que mide precisamente el desarrollo humano de la población en tres factores, que más o menos se condice con los mínimos que nosotros proponemos, pero que le falta el componente propiamente económico y de sustentabilidad, que asegure que el país medido, sea efectivamente un país desarrollado porque el nivel de vida de su toda su población y no solo la de algunos de ellos, tenga un estándar mínimo y además sea alto. Las autoridades económicas como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deberían, a nuestro entender, comenzar a revisar seriamente sus parámetros en el otorgamiento de apoyo financiero, procurando seguir un modelo donde se pueda priorizar un desarrollo económico-social y que no parta de la premisa de que la mejora futura en la calidad de vida de una nación provendrá del rebalse de la sola actividad económica que se pretende potenciar con los préstamos otorgados. El crecimiento per se ya hemos dicho, no es conveniente, es más, va en contrasentido a un desarrollo económico estable, sustentable e igualitario del país, así como de una buena y pacífica sociedad en el largo plazo. Se requiere algo más que superar un solo índice para llamarse un país desarrollado y así entrar al selecto grupo de los países ricos, porque un país desarrollado tiene y debe tener, mayores herramientas y recursos para traspasarlos en forma constante a su gente y mejorar continuamente su calidad de vida. Si bien hemos establecido en forma arbitraria cinco prioridades, existen otras alternativas de prioridades y orden, obviamente dependiendo del avance que tenga la economía de nuestro u otro país en diferentes momentos, sin embargo, lo que hoy debe ser transversal a todas ellas, son tres ejes fundamentales: la conservación de los recursos para futuras generaciones, una economía sustentable y solidaria y la búsqueda de una fuerte reducción en las desigualdades del país. En el tema de las desigualdades que hoy es un tema bastante recurrente, también existen prioridades, pero para cerrar este capítulo, me referiré brevemente a aquellas que sí pueden ser atribuibles a un modelo económico, pues no todas las desigualdades o diferencias existentes o que la gente percibe, aportan en forma directa a la sustentabilidad de un modelo económico, además que muchas no son susceptibles abordar e incluso hay algunas que ni siquiera deberían ser tratadas, a pesar de que muchos quisieran incluirlas dentro del paquete. QUÉ ENTENDER POR DESIGUALDAD EN EL ÁMBITO DEL DESARROLLO ECONÓMICO Y CUÁLES DEBEMOS TRATAR Sabemos que aún en sociedades bastante más avanzadas que la nuestra y con bastante más años de historia, igualmente se mantienen desigualdades y discriminaciones, sin embargo, hoy en Chile parece que estamos convencidos que la igualdad a tabla rasa es la única solución a todos nuestros problemas. Todos tenemos que ser todos iguales porque solo así seremos felices, parece ser más o menos la consigna. De algún modo, especialistas en el tema, deberían comenzar a aclarar este tipo de confusiones, que más que nada pasan por un tema semántico. El año 2017 el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) publicó el libro Desiguales, en el cual se pretendía y de alguna forma así lo hace, clarificar hasta en sus orígenes las desigualdades más notorias de nuestro país. Tal cual señala el referido libro, cuando hablamos de desigualdades se corre el riesgo de caer en un plano netamente filosófico, hasta llegar a lo que es justo o injusto, algo que en los temas netamente económicos no tiene más cabida que el sentido común. Aquí trataremos de no mezclar aquellas desigualdades que son más propias de estigmas sociales, porque nada tienen que ver con modelos económicos y porque son bastante más difíciles de cambiar y hasta es posible que nunca se logre. Si hablamos de desigualdades, hemos de comenzar por lo básico y decir que no todos somos iguales, dicho de otra forma, todos somos diferentes. Esto es algo inherente al ser humano e imposible de salvar, pues de hacerlo nos convertiríamos en unos clones. Ya en lo básico, la diferencia de género o el color de piel, por ejemplo, nos hace diferentes, sin embargo, lo importante para cualquier sociedad sana, es que las diferencias de este tipo no sean obstáculos para la convivencia, el respeto, el desarrollo personal e igualdad de oportunidades. Lo que en realidad hay que abordar para un desarrollo económico estable e igualitario, son precisamente la igualdad de oportunidades y es aquí donde recién comienza a entrar en un modelo de desarrollo económico la ecuación de la igualdad. Me atrevo a señalar que a lo que se debe apuntar en una sociedad sana, es solo a garantizar y entregar, igualdad de oportunidades a toda la población por igual. Es más, el obviar la necesidad cierta de una igualdad de oportunidades, puede retrasar el desarrollo del país al no considerar personas o grupos de personas que podrían haber marcado importantes diferencias en el avance económico de un país o de un proyecto en concreto. Nuestra carta magna, reconoce que el hombre (ser humano) nace con los mismos derechos, pero nada dice de las oportunidades, pues es con el correr de los años que estos derechos inherentes a todos, comienzan a confrontarse y a perder parte de su importancia frente a las oportunidades. Será en consecuencia, el oportunismo, la viveza, la preparación o las redes de contactos, lo que hará que cada individuo aproveche de mejor o peor manera, las oportunidades que se le vayan presentando en su vida, las que irán marcando las diferencias y logros de cada uno, sin que ello tenga porque cambiar sus derechos. El libro Desiguales del PNUD, hace presente y mezcla algunas desigualdades propias de nuestro país, como la desigualdad de ingresos, de trato y de género, entre otras. Más allá de ello, encuentro importante introducir algunas diferencias que no se mencionan en el referido el libro y que pocas veces se habla de ellas pero que sí marcan fuertemente el desarrollo de una sociedad. Estas son inherentes al ser humano y como tales deben ser reconocidas y consideradas pues no se pueden obviar ni cambiar, nos referimos a las diferencias de intelecto, habilidades, educación familiar y a las diferencias sociales (sin confundir con clases sociales). Sin perjuicio de tener al menos en este libro, como meta aspiracional para nuestro país la mayor de las igualdades de oportunidad posible, para completar un análisis de lo que debemos introducir en un modelo económico moderno y que obviamente este up grade humanitario también así lo contempla, son elementos como, las aspiraciones personales, la inteligencia, los afectos y las habilidades, entre otros. Teniendo en cuenta lo señalado, es utópico pretender que todos los que hagan lo mismo (trabajo, por ejemplo), lo hagan con la misma eficiencia, tengan los mismos problemas o dificultades para resolver problemas y por ende que perciban los mismos beneficios. Al revés, no todos los que hacen lo mismo, aportan la misma capacidad, voluntad e inteligencia. Tampoco los que hacen el mismo trabajo, tienen las mismas habilidades, ni son igualmente eficientes, tampoco lo hacen con la misma disponibilidad y responsabilidad, por lo que no todos pueden percibir los mismos beneficios. Cualquier intento de igualar beneficios, aun cuando se tengan las mismas oportunidades, es un error de concepción cuando se consideran factores ineludibles como los señalados. DESIGUALDAD DE OPORTUNIDADES La desigualdad de las oportunidades es, a nuestro entender, el mayor problema de nuestra sociedad y por tanto lo que precisamente debemos intentar nivelar, el resto dependerá de cada una de las personas. Sin embargo, cuando hablamos de igualdad de oportunidades, nos estamos refiriendo al vivir de un individuo desde su nacimiento hasta la llamada etapa de emancipación, la que ocurre generalmente cuando el individuo termina el colegio o sus estudios superiores y sale al mundo para hacer su aporte a la sociedad. Lo que haya aprendido en esta etapa, incluso la forma en que lo haya hecho, serán sus herramientas básicas para enfrentar su vida laboral y profesional. A esto habrá que añadirle obviamente, sus habilidades personales, sus potencialidades y definitivamente su inteligencia. A contar de este punto, comenzarán a producirse las diferencias con sus pares en la llamada “carrera por la vida” y su mejor o peor acceso a las oportunidades que en la vida se le vayan presentando. Posteriormente a esta etapa de total emancipación, la cual dura entre la salida del colegio hasta la edad de jubilación, digamos por unos 45 a 50 años, todos luchamos por alcanzar lo que son nuestras aspiraciones personales y profesionales, para luego vivir, subsistir, descansar y/o disfrutar en la medida que se pueda, básicamente dependiendo de lo que hayamos acumulado durante nuestro período laboral, por otros 25 a 30 años más, o sea, hasta nuestra muerte. Es a mi parecer en la tercera etapa de la vida, cuando el estado debe jugar un rol importante en la vida del individuo, no precisamente en el tema de las oportunidades, las que solamente debe garantizar, sino en mantener y tratar de mejorar en forma sistemática los elementos que permitan al mercado asegurar al jubilado una pensión con la que pueda concluir su tercera etapa con lo que llamamos un ocaso de vida y muerte digna. A modo referencial diremos que dos personas egresadas del mismo colegio, de la misma universidad y de la misma carrera profesional, es casi imposible que ambos avancen a la misma velocidad y obtengan los mismos logros durante su vida. Podrán ser similares, pero nunca iguales. Se trata en consecuencia, que ambos tengan la misma oportunidad hasta que lleguen a su edad laboral, pues es desde aquí de donde comienzan a jugar los elementos a los que nos referíamos anteriormente que, a pesar de ser tremendamente relevantes, no son susceptibles de nivelar. Es a contar de su ingreso a la sociedad laboral donde el individuo busca sus oportunidades y forja su propio futuro, es de una u otra forma, una suerte de dura competencia por la vida en la que cada uno se inserta. En otras palabras, a contar de aquí es cuando funciona el mercado en su pleno espíritu, pues este segregará irremediablemente en base al aporte que cada individuo pueda hacer a la economía, a la empresa o a cualquier proyecto, en que el individuo se haya involucrado y queramos o no, segregará duramente. No entender esto, quiere decir que estaríamos supeditando la productividad de una economía a la solidaridad y si eso fuese así, la economía misma no sería capaz de sustentar ningún vestigio de solidaridad. En resumen, creemos que las dos primeras etapas educativas en la vida, la párvula y escolar, son un derecho de todo individuo por el solo hecho de haber nacido en territorio nacional. La tercera, la educación superior sea universitaria o técnica, es una opción y dependiendo de la opción que tome, su carrera en la vida se iniciará y será retribuida en base a los conocimientos, habilidades, inteligencia, esfuerzo, etc., todas estas, características propias del resultado de una ecuación muy individual. DESIGUALDAD EN LOS INGRESOS Las diferencias en los ingresos, es normalmente el caballo de batalla de cualquier programa político cuando se habla de desarrollo social equitativo. La base de ello es que, en la medida que mayor sean los ingresos de una nación, mayor será su desarrollo y por tanto el bienestar de su gente, de modo que muchos piensan que ello debe repartirse en partes iguales. Nuestra idea de meta a nivel de nuestro país, no es en primera instancia precisamente acortar las diferencias de ingresos para que exista igualdad sino, primeramente propender a que la población tenga primero un piso digno y estable de vida, esto es, acceso a una educación de primera calidad, un salario que cubra las necesidades básicas del ser humano, más un delta de ahorro que se le permita trabajar y vivir con tranquilidad de acuerdo a sus características personales, así como un sistema de salud decente e igualitario para concluir con una vejez y una muerte digna. Bajo un esquema como este, hasta el índice Gini pierde relevancia dado que, desde un estado de tranquilidad y seguridad personal, un ser humano puede trabajar y proyectarse en el tiempo, ser un aporte a la sociedad y heredar a sus hijos un sentido de responsabilidad para con un país más equitativo, cualquiera sea su estatus económico. Las medidas que permitan establecer un sistema que nos lleve a una situación como esta, deben ser establecidas en el corto plazo y son precisamente las que tratamos en los capítulos siguientes. DESIGUALDAD DE TRATO Hay que reconocer sin temor, que Chile es un país clasista como lo son la mayoría de los países en el mundo; unos más, otros menos, sin embargo la desigualdad de ingresos en nuestro país –al no contar con un estándar mínimo de vida, que le permita a gran parte de la sociedad enfocarse en su propio desarrollo-, hace que quienes tienen mayores recursos abusen derechamente de situaciones como estas y que quienes no tienen este piso mínimo de educación y vida digna, apunten a quienes sí lo tienen como los culpables de todos sus males. Esto más que nada, es un tema de educación y como tal es muy difícil, si no imposible, de erradicar en el corto plazo. Solo con el tiempo, a través de una mejora en el sistema educativo y cambios en lo que entendamos como país más igualitario, esta desigualdad se traducirá en respeto, algo que nuestro país ha ido perdiendo de manera paulatina y peligrosa. DIFERENCIAS DE INTELECTO Y/O CONOCIMIENTOS Es claro que los seres humanos, no tenemos todos el mismo coeficiente intelectual (esto como una manera de diferenciar la inteligencia tal cual la conocemos), siempre encontraremos alguien más o menos inteligente que nosotros mismos, así mismo, no todos tendrán las mismas habilidades, manuales, motoras, sociales etc. para desarrollar una misma labor, lo que inminentemente será decidor a la hora de que se elija a un candidato a un empleo por ejemplo, o bien para estipular el nivel de remuneraciones que cada individuo perciba dentro de una empresa. Estas diferencias insalvables y reales, solo vienen a ratificar el por qué pretender una igualdad generalizada, y principalmente la salarial, es utópica y no tiene nada que ver incluso, con la llamada igualdad de género. En los próximos capítulos nos enfocaremos en lo que, a nuestro parecer, son el orden de las cinco primeras prioridades urgentes que requiere Chile para que, dentro de nuestro sistema económico más humanizado, podamos establecer como señalábamos, las bases que permitan en el mediano y largo plazo, alcanzar un desarrollo económico estable y sostenido, libre de tensiones sociales y con respeto al planeta, entregando y asegurando a su población, un estándar mínimo en sus condiciones de vida y muerte. Entendemos que solo cumplido esto, lo que seguidamente definiremos como mínimo standard en nuestro país, es lo que permitirá a sus habitantes una salud y pensión digna, una educación superior de libre acceso y de calidad, así como, una seguridad e igualdad en el ámbito legal y ciudadano, que a nuestro criterio, es lo mínimo requerido para mirarnos a las caras con respeto, sin resquemores y que solo desde ahí, podremos acceder y mantener una real igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad. Su análisis lo haré de forma simple, con el fin de que todos podamos entender el grueso de los problemas en Chile, señalaré asimismo algunos posibles caminos de solución además de hablarlo en el mismo idioma y sin tanta rimbombancia. La economía y sus cifras es perfectamente comprensible para todos, aunque los economistas o entendidos, nos empeñemos en hacer el tema lo más complicado posible. Capítulo 2 EL SISTEMA DE SALUD, PRIMERA PRIORIDAD Cuando hablamos de la salud en nuestro país y cómo mejorarla, en general tendemos a quedarnos con aquello a que nos tienen acostumbrados las ideologías políticas, esto es, si para mejorar es mejor hacerlo con un sistema de salud pública o privada, si la atención es mejor en uno u otro sistema, si los profesionales son mejores y tienen más experiencia en uno u otro sistema. El tema de la salud de un país no es un tema de ideología política, sino de criterio y pasa primeramente por el interés que le otorga un Estado responsable a la salud de su pueblo. En nuestro país, desde hace tiempo el Estado entregó la casi totalidad de la responsabilidad en este tema a los privados. Con esto, no queremos desmerecer lo que se ha efectuado por parte de los privados en materia de salud pues el desarrollo que ha tenido nuestro país en esta materia es notable, sino por el contrario, nos interesa señalar que el Estado no ha cumplido a cabalidad su parte en el desarrollo de la salud del país, complementando adecuadamente lo que han efectuado los privados y lo entendemos así, porque para la sucesión de gobiernos que hemos tenido hasta ahora, la realidad de las cifras muestra que la salud no ha sido, ni es, una primera prioridad. Durante el último tiempo, en que hemos asistido a una suerte de competencia entre lo privado y lo público -sin perjuicio de que ello ha contribuido positivamente dentro de nuestro crecimiento económico- lamentablemente, las diferencias socioeconómicas en nuestro país se han acentuado cada vez más, esto porque cuando existe libertad de mercado y democracia, esta competencia tiene siempre el mismo ganador, salvo cuando el Estado entiende su rol subsidiario y replica lo que los privados van haciendo, pero ya no buscando solo la rentabilidad sobre lo invertido, sino que lo hace con un carácter netamente social. El problema en este tipo de cosas no es quien gana, porque en economías socialistas es la salud pública la ganadora, sino que el problema es precisamente que haya un ganador. Dentro de una economía libre, el Estado debe entender que salud pública y privada deben avanzar juntas y en paralelo, en primer lugar, porque la salud no puede ni debe ser un privilegio económico y segundo, porque ella debe ser lo más igualitaria posible tanto en calidad como en cobertura y queramos o no, la salud privada por razones obvias no iguala sino más bien discrimina, por lo que es obligación del estado equilibrar este mercado. Para comenzar cualquier discusión referente a la salud, debemos “tomarle la temperatura a la salud chilena”. Digamos entonces, que la medición que permite comenzar a comparar lo que un país tiene y/o necesita en materia de salud, que permite compararse consigo mismo, así como con otros países, viene definido internacionalmente por lo que se denomina, “cobertura de salud”. En otras palabras, qué tan bien atendida está la población del país. No hablamos de calidad ni de sus profesionales, solo de cobertura. En lo que se refiere a nuestro análisis, nos abocaremos básicamente a mostrar una fotografía de lo que hoy tenemos en materia de atención de salud en Chile, para poder así dimensionar qué tan cerca o lejos estamos de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala debe ser lo mínimo que un país debe tener en materia de atención de salud. Así mismo y puesto a evaluarnos, compararemos nuestra fotografía de la salud, con las que hoy tienen los países de la OCDE, en el entendido que Chile hace ya largos años que viene queriendo alcanzar el desarrollo para estar con propiedad en este selecto grupo mundial. Creo que lo aquí mostrado, será bueno asimismo para evaluar a nuestras autoridades presentes y pasadas, quienes generalmente suelen mostrarnos cifras de avance parcializadas como, porcentajes de inversión en salud en base al Producto Interno Bruto (PIB), en circunstancias que como veremos, nuestro sistema de salud aún no cumple ni los mínimos razonables de lo que un estado debe tener, para asegurar una cobertura de salud decente a su población. Ya hemos señalado que nuestra idea, es indicar las prioridades que hoy nuestra sociedad requiere de modo que ellas marquen el camino correcto de las políticas públicas que se deben abordar por los sucesivos gobiernos y con urgencia y que esto se haga dentro de un modelo económico libre, pero con una economía más humana, solidaria y sustentable. Quedará claro a lo largo del libro, que alcanzar el desarrollo siguiendo parámetros como los aquí señalados, definitivamente retardará esa meta más de lo que algunos quisieran pero, no podemos negar que el país está exigiendo -en el caso de la salud entre otros temas– un buen sistema de salud, que entregue cobertura adecuada a toda la población, que sea digna y de calidad, por lo que es mi criterio que, debemos pensar primero en alcanzar los estándares mínimos en esta y otras materias, antes de luchar por un solo índice que nos señale como país desarrollado. En otras palabras, mientras el país no pueda entregar en una primera instancia una buena cobertura en salud, de calidad y con igualdad a su población, suena hasta irresponsable plantearse avanzar en otros temas que bien podríamos entender como secundarios. Esto que señalo, dista de ser una arbitrariedad pues es precisamente en las coberturas y atenciones de salud, así como la calidad de éstas, donde queda de manifiesto de la forma más brutal, la desigualdad de la sociedad en la que estamos insertos. Lo que sí pretendo decir claramente, es que nuestro país no puede pretender alcanzar un desarrollo económico, a niveles de la OCDE, cuando tenemos diferencias tan fuertes como la que hoy viven los países en vías de desarrollo y especialmente Chile en el tema salud. No se trata de entregar aquí una solución mágica para la mejora de salud en nuestro país, sino entregar algo que está latamente señalado por Organización Mundial de la Salud (OMS), en orden a lo que requerimos para tener una buena cobertura de salud, prioridad primera para tener un país socialmente más igualitario. En otras palabras y comenzando por este tema, reorientar el uso de nuestros recursos bajo el prisma de una economía más humana. Por otro lado, sin perjuicio de la gran cantidad de recursos que se requerirán para una cruzada como esta, digamos que poco se puede hacer cuando llevamos años hablando de baja cobertura de salud en nuestro país y aún no tenemos un gobierno que le otorgue la real prioridad que este tema amerita. Lo que sí haremos, es mostrar la cruda realidad de lo que hoy tenemos en cobertura de salud, ver lo que tienen los países de la OCDE, lo que recomienda la OMS y así establecer metas numéricas en el mediano y largo plazo, para que los gobiernos sucesivos se comprometan con el país en solucionar de forma prioritaria este tema. No se trata solo de recursos sino de prioridades. En un sistema de libre mercado como el que tiene nuestro país, se entiende que la empresa privada es el motor del desarrollo económico, sin embargo hay aspectos que el mercado no puede solucionar e incluso algunas veces dependiendo de su actuar los agrava y este es uno de esos los casos. En la medicina privada, las inversiones se hacen usualmente en base a rentabilidades financieras. Esto que hemos visto marcadamente en los últimos años en nuestro país, ha producido -principalmente en hotelería y servicio- un avance imposible de desconocer, básicamente producto del mismo crecimiento económico que hemos tenido como país donde un porcentaje de la población, aunque pequeño, está dispuesto a pagar lo que la medicina privada requiere o cobra para rentabilizar sus inversiones. Como contra partida, la medicina pública ha ido quedándose atrás en sus inversiones, tanto en infraestructura como en equipamiento e incluso en remuneraciones que atraigan médicos al sistema. Una enfermedad, no es algo que dependa del propio ser humano; nos viene o no nos viene cáncer, venimos o no venimos con una malformación durante la gestación o, nos viene o no nos viene una enfermedad autoinmune durante la niñez; en otras palabras, es un acontecimiento que la mayoría de las veces no depende del paciente y menos aún depende de los niños, sin embargo la capacidad para superar o sobrellevar esa enfermedad, sí depende en gran medida de los recursos económicos con que cuenta la persona o la familia del afectado en ese momento. Es bastante recurrente en nuestro país, asistir a bingos o similares que se organizan para recaudar fondos con el fin de poder comprar algún tratamiento e incluso remedios para ayudar a niños, porque los padres no tienen los recursos necesarios para costear su tratamiento y el estado no dice nada o al menos no lo suficiente. Los tratamientos y medicinas en nuestro país son excesivamente caros y aunque es muy posible que así deba ser, no es aceptable que alguien deba morir o llevar una vida poco digna, porque no dispone de los recursos para comprar periódicamente sus medicinas, operarse o recibir una atención adecuada. En el sistema actual de nuestro país, dentro de los innumerables y engorrosos planes de salud que ofrecen las diferentes Isapres e incluso Fonasa, no cubren todas las enfermedades quedando por lo general fuera, precisamente las más complejas y costosas, esto, si es que el paciente tiene algún plan de salud vigente, lo que no ocurre siempre. En efecto, aunque el tema parezca kafkiano, la calidad de vida para sobrellevar una invalidez por ejemplo, así como la misma sobrevivencia a una enfermedad, depende de variables esencialmente económicas como, si se está en una Isapre o Fonasa, si el plan que se tiene contempla una buena cobertura para esa determinada enfermedad o si se puede activar el seguro catastrófico entre otras. Estas variables dependen también de otras importantes derivadas también económicas, como si se tiene trabajo remunerado y si el trabajo que se tiene cuenta con contrato o finalmen- te, si se cuenta con recursos para cubrir lo que la Isapre, Fonasa o el seguro complementario, no cubre. Chile definitivamente, es un país en el cual el Estado no está comprometido con la salud de sus habitantes y lo que es peor, no se vislumbra ningún proyecto de mediano o largo plazo que nos indique que ello vaya a cambiar. La salud debe ser un tema transversal y no se requiere, ni es aceptable siquiera, algún tipo de ideología para abordar el tema; es esencialmente un tema de lógica, de humanidad y de prioridad. Solo a modo de ejemplo y para que algunos políticos ideólogos en nuestro país lo entiendan, podemos señalar que dos países radicalmente opuestos en sus ideologías políticas y económicas, como lo son Corea del Norte y Corea del Sur tienen, de acuerdo a cifras de la OMS, una cobertura de salud similar y que, además ambos países son líderes a nivel mundiales en el tema. La primera pregunta que deberíamos plantearnos es ¿por qué este tema tan sensible y necesario para la sociedad, no ha sido abordado en forma seria, ni se ha solucionado en circunstancias que Chile ha tenido durante las dos últimas décadas un alto y sostenido crecimiento económico ? No cabe duda que por parte de los que han sido los responsables de la cartera ministerial de salud, e incluso de los mismos presidentes de turno, escucharemos múltiples razones, la mayoría de índole económica, sin embargo a mi parecer hay solo dos motivos claros; a) que de cara al desarrollo de Chile como país integral, han primado los criterios políticos por lo que, los recursos que se necesitaban para alcanzar una buena cobertura en salud, no han sido usados de acuerdo a las prioridades nacionales básicas, sino con fines políticos-partidista y por otro lado, las soluciones que se han implementado en el área no han sido más que parches reparatorios y siempre usando la calculadora para el rédito electoral y b) se ha perpetuado entre los dirigentes y empresarios nacionales que el crecimiento económico, es la piedra angular para alcanzar el desarrollo del país y por tanto la primera prioridad en las políticas de desarrollo que deben implementarse, en otras palabras, la necesidad de incrementar el PIB nacional para subir el ingreso per cápita, esperando que producto de éste crecimiento muy desigual como ya hemos señalado- sea quien produzca el rebalse de la olla para solucionar los otros problemas, como el de la salud. No podemos pretender como país, que el tema de salud encuentre su solución solo una vez que nuestro país haya alcanzado el desarrollo, muy por el contrario, –e insistimos– hoy no tiene sentido alguno, avanzar en el crecimiento económico como prioridad, para que de ahí salgan los recursos que rebalsarán e irán mejorando la salud, bajo el triste concepto de “en la medida de lo posible”. Chile lleva muchos años, demasiados quizás, escuchando lo mismo de los mismos y nadie ha levantado la voz para decir que, cualesquiera sean las razones que nos mantienen aún en la frenética carrera por alcanzar el estatus de país desarrollado, relegando temas fundamentales como este a las teorías del rebalse de la olla, ha sido y es el camino erróneo y hay que enmendarlo lo más rápido posible. Tanto para este tema como en los cuatro siguientes, haremos un repetido incapié al contexto de prioridades, vale decir que no se trata de que los recursos se generen para determinados fines, sino que la política debe ser, “dado los recursos que se generan”, el avance del país debe ser aplicado en cascada, desde las primeras prioridades fijadas, hacia las que les van sucediendo en la lista. Para esta primera prioridad, usaré una frase que mi padre siempre me decía, no pretendas estudiar a la primera para sacarte un siete, primero debes estudiar para superar el cuatro y de ahí avanzarás más seguro y en Chile hace muchos años venimos, con suerte, alcanzando el cuatro, pero planteándonos frente al mundo, como un país que está a punto de integrar el selecto grupo de los países desarrollados (a veces hasta parece el cuento del lobo), olvidándose de las reales prioridades y necesidades internas. Al menos a mí, me parece ridículo y paradojal que sean los mismos economistas y empresarios quienes lideren esta primera ambición, sobre todo cuando el modelo más exitoso de desarrollo económico es un crecimiento con estabilidad social algo que Chile extrañamente conoce. No se trata de sumar todo, dividirlo en partes iguales y empezar de nuevo, como algunos quisieran, solo que para encontrar una real estabilidad social y económica en el mediano y largo plazo, se requiere alcanzar antes una igualdad mínima para todos los actores del sistema económico. En otras palabras, se trata de adecuar el crecimiento a un desarrollo solidario y sustentable en el tiempo, a fin de que todos podamos alcanzar un estatus que nos de la tranquilidad suficiente para vivir, trabajar y morir con dignidad. No creo que sea motivo de discusión, lo inaceptable que resulta el hecho de que la vida de un niño deba, a veces, depender de la situación económica de los padres, así como también es inaceptable que haya adultos que deban esperar meses para ser atendidos de sus dolencias y hasta años para poder operarse e incluso algunos mueran en la espera. Varias veces se ha mencionado que en nuestro país hay una suerte de dos países en uno, uno que ya ha alcanzado la nota seis o siete y el de aquellos que luchan mes a mes para alcanzar el cuatro. Queramos o no, esto es una realidad. Lo que este capítulo señala, es que la primera meta global que nuestra sociedad debe ser alcanzar, es una buena cobertura de salud para todos. No es oportuno ni tiene sentido, entrar en detalle sobre los recursos que se han invertido o gastado en la salud durante los últimos 20 o 30 años, algo que los economistas conocemos como “costo no relevante”, que sin duda han sido muchos, pues caeríamos en discusiones algo bizantinas respecto de qué abordar y qué no, que si se ha hecho buen uso de esos recursos, qué patologías son las más importantes y cosas así. Estos son temas que se deberán abordar cuando el país tenga asegurada una cobertura suficiente para atender en forma adecuada a toda su población y la meta sea otra, como mejorarla aún más. El elegir una prioridad por sobre otra como me he atrevido a hacer, puede parecer una decisión en general arbitraria, sin embargo una vez tomada esta decisión a nivel país, esta escala de prioridades se convierte en un “objetivo prioritario” y como tal, el reparto o asignación de los recursos que el país dispone, deben destinarse prioritariamente a ello, en forma de cascada. Para el cumplimiento de este objetivo, al igual que cualquier objetivo personal, familiar, empresarial o de grupo, aparte de sacrificios, requiere de planificación. En otras palabras, el sentarse a pensar y calcular tres ítems básicos: ingresos, costo y tiempo. La mayoría de las veces, cuando los gobiernos evalúan inversiones públicas como construcción de carreteras, puentes e incluso hospitales, usan un criterio que los economistas llaman “análisis de rentabilidad social”, en el que se analizan diferentes variables sociales, las que he de decir son bastante aleatorias y dependen en gran medida del criterio, hasta político, que tenga el o los analistas, análisis que hace tiempo no tienen cabida en este tipo de inversiones, al menos hasta que no se hayan alcanzado las metas básicas fijadas para el país, este tipo de análisis han sido importaciones de países desarrollados que poco han aportado a la calidad de vida de nuestro país. Para definir las metas, veamos cuál debería ser el objetivo en el tema de la salud en nuestro país, vale decir, cuál es el mínimo razonable que debe ofrecer el Estado chileno a su población en materia de salud, cuál sería su costo, el plazo en que podría hacerse y obviamente, de dónde sacamos los recursos. En el idioma de mi padre, cuál es la nota cuatro para aprobar el examen de salud. Desde ya es necesario plantear que, independiente de si hoy estamos en condiciones económicas y humanas de abordar esta tarea, algo que personalmente creo factible, sería una obligación de todo Chile, su población y sus autoridades, avocarse a encontrar la forma de hacerlo. SACÁNDONOS UN CUATRO Para definir cuál es el mínimo estándar que debe tener nuestro sistema de salud, recurriremos a las cifras que para ello entrega tanto la Organización Mundial de Salud (OMS), como los pará- metros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), organizaciones a las que Chile pertenece. Creo importante señalar, que este tipo de cifras globales que se presentan en este capítulo, son las que deben ser siempre conocidas y estar presente en el inconsciente de las personas y manejadas por toda la sociedad porque, de una u otra forma, marcarán las metas que deberán perseguir los futuros Gobiernos si queremos un país mejor y más igualitario. Cifras parciales, que es a lo que nos tienen acostumbrados las autoridades, especialmente en este tema, nos continuará llevando a evaluaciones de logros puntuales, pues si uno no conoce la magnitud de lo que significa tener una salud digna, termina siempre validando las labores del Ministerio de Salud, en circunstancias que lo hecho hasta ahora, es solo una gota en el océano o el parche acostumbrado, que incluso a veces, hasta va en la dirección incorrecta. La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de una cobertura sanitaria universal como objetivo prioritario y define a esta así: La cobertura sanitaria universal consiste en ofrecer a todos, acceso a servicios de salud necesarios de carácter promocional, preventivo, curativo y rehabilitador, de calidad suficiente para que sean eficaces, garantizando al mismo tiempo que las personas no pasen aprietos económicos para pagarlos. Como vemos, se utiliza la “cobertura” para medir el sistema de salud que tiene la población. En otras palabras, qué tan cubierta está la población para recibir atención médica en caso de una eventual enfermedad o necesidad de atención. Si acaso, a la propia definición de la OMS, yo agregaría atención oportuna y a tiempo. Para ello, la OMS utiliza como índice primario de medición el número de camas de hospitales que tiene el país, por cada mil habitantes. La norma Internacional OMS señala que, para tener una buena cobertura de salud, en cuanto a infraestructura y atención (aún no se toca el tema de la cantidad de profesionales de la salud necesarios), se requiere de entre 2,5 a 4,7 camas por cada 1.000 habitantes. Más en detalle, el mínimo de 2,5 es para poblaciones con menos de 25.000 habitantes y sobre 4,0 el mínimo para poblaciones sobre 100.000 habitantes. El lector podrá en forma particular, identificar por ejemplo, la cantidad de habitantes que tiene la ciudad en la que vive y la cantidad de hospitales que tiene a su alcance, nosotros nos abocaremos al país en su totalidad Recordemos que habíamos señalado que Corea del Norte y Corea del Sur, a pesar de tener ideologías políticas contrapuestas, son líderes mundiales en tema de cobertura. Ambos tienen una cobertura similar de 10,9 y 10,3 camas por cada 1.000 habitantes respectivamente. En Chile, el índice nacional solo alcanza 2,1 camas por cada 1.000 habitantes, cantidad que está incluso por debajo de lo que la OMS recomienda para poblaciones de menos de 25.000 habitantes. Veamos cómo se obtiene esta cifra de 2,1 para Chile. Este déficit se hace más dramático si nos comparamos con nuestros socios de la OCDE, cuyo promedio alcanza a 4,8 camas por cada 1.000 habitantes y donde ocupamos el lugar 33 de entre los 34 miembros, superando solo a México. Es cierto que a veces las comparaciones son odiosas, pero estas siempre son útiles cuando las usamos para ponernos metas personales o como sociedad, pues ello nos permite avanzar en una dirección común. Siendo así, creo que Chile debe aspirar, como una primera meta dentro de los próximos 15 a 20 años, a subir en al menos 1,5 puntos en su cobertura de salud para alcanzar un mínimo de 3,6 camas por cada 1.000 habitantes. La magnitud de la inversión que se requiere para alcanzar esta primera meta es enorme, sin embargo ni debe asustarnos ni menos amilanarnos, es más, debemos tomarlo como un reto y una obligación por parte de todos los ciudadanos, de los empresarios y principalmente el Estado. No debemos pensar que Chile no tiene hoy los recursos para alcanzarla, más bien debemos empezar a pensar en los cambios de criterios, en las asignaciones de recursos y en reducciones de gastos para lograrlo, en otras palabras, pensar en cómo lo podemos hacer. Está claro que hoy el déficit en salud es grande, al punto que es difícil entender cómo los gobiernos de un país que se supone en vías de desarrollo desde hace bastante tiempo, no hayan presentado un programa que trace plazos y metas de mediano y largo plazo, para alcanzar un objetivo deseable y necesario como este.No hace mucho, las autoridades de salud entregaron un plan para los próximos 4 años que, si bien al ser un plan de inversión de salud hay que calificarlo como positivo, es insuficiente y solo denota que las políticas gubernamentales en nuestro país se siguen haciendo al antojo de los gobiernos de turno y no con una mentalidad de desarrollo nacional en el largo plazo. En chileno, se hacen acorde a los criterios políticos de turno lo que es más grave, pues es posible que el gobierno que le siga estime que hay otras prioridades políticas y relegue la salud a un plano aún inferior. De acuerdo al plan presentado por el Ministerio de Salud entre 2018 y 2022, se construirán 25 nuevos hospitales con una inversión aproximada de US$ 4.750. millones que entregarán al sistema 2.178 nuevas camas. Así mismo, en este mismo período se señala, se dará continuidad y se terminarán otros 25 hospitales que ya están en construcción, los que aportarán al sistema otras 1.052 nuevas camas. Si Chile pretendiera efectivamente alcanzar una cobertura de salud de acuerdo lo recomendado por la OMS, algo que debe ser un objetivo final para nuestro país, considerando la población actual de 17.373.831 habitantes, requeriríamos adicionar a nuestro sistema de salud, 46.138 camas más de las 37.256 que ya tenemos, esto es más que doblar la cantidad que hoy tenemos. En cifras más claras, si consideramos que las 37.256 camas que tenemos en todo Chile están repartidas en 379 hospitales, esto es un promedio de 98,3 camas por hospital, podemos concluir que hace falta la no despreciable cifra de 469 nuevos hospitales, por lo que anunciar 25 nuevos hospitales en cuatro años como logro, suena pobre por decir lo menos. Sin perjuicio de que estas cifras deben ser dosificadas, a la hora de un análisis más fino, con la logística de acuerdo a nuestra geografía por ejemplo, aquí hablamos de cifras fuertes. Ahora bien, bajo la premisa de que lo perfecto es enemigo de lo bueno, debemos fijarnos primero una meta primaria urgente y estimo que, alcanzar la medianía de la tabla de la OCDE puede ser un objetivo aceptable como primera etapa. Esto es aspirar y plani- ficar las inversiones para llegar a las ya señaladas 3,6 camas/1.000 habitantes, en un plazo de 10 a 15 años. De ser así, la meta concreta no sería solo “avanzar” en la cobertura, sino derechamente sería construir 257 hospitales con un total de 25.293 camas (esto en la medida que se mantenga el promedio de 98,3 camas por hospital que actualmente tenemos en Chile), en el plazo señalado. Es una primera meta que puede parecer una locura pero no lo es, Chile tiene recursos y capacidad financiera para hacerlo, pero independiente de ello, debe hacerse porque esta es una necesidad prioritaria, básica y urgente. No sacamos nada con ser ricos y no tener salud. Veamos cuánto nos costaría construir estos 257 hospitales para alcanzar esta primera meta de tener 62.549 camas en nuestro sistema de salud, que nos permitiría atender a nuestra población con una cobertura de al menos 3,6 camas/1.000 habitantes. Este simple análisis lo haremos manteniendo los promedios actuales de camas por hospital y metros cuadrados construidos por hospital. Obviamente en un análisis más fino, habrá ahorros por construir hospitales más grandes por ejemplo, así como costos adicionales por construir otros más pequeños en ciudades más pequeñas, pero para dimensionar lo que se necesita, un promedio es una buena estimación. Veamos. Según este cuadro podemos deducir que, para alcanzar una cobertura de 3,6 camas por cada 1.000 habitantes, esto es construir 257 hospitales que sumen al sistema actual 25.293 camas, la medida tiene un costo de UF 17.538.-/cama ($ 492.- millones por cama aprox.). Veamos entonces cuál es el total que se requiere invertir. Esta cifra de sobre los 17.000 millones de dólares que a todas luces es grande, hay que situarla dentro de algún contexto macroeconómico nacional, a fin de que el lector la pueda dimensionar y comprender si Chile en términos económicos, puede acceder a esta cobertura médica. A mi parecer, el contexto más adecuado que nos permita dimensionar esta cifra, es considerando el volumen de la deuda pública que tiene nuestro país y su porcentaje sobre el Producto Interno Bruto (PIB) y compararlo con los mismos índices que hoy tienen los países de OCDE, pues es por esta vía por donde podríamos acceder a esta magnitud de recursos, para cumplir esta primera meta. En efecto, en lo que se refiere al financiamiento de esta reingeniería de la salud, veremos que es la más onerosa de las propuestas que aquí se presentan, por lo que la búsqueda de recursos para este objetivo debe ser necesariamente a través de un endeudamiento de largo plazo del estado chileno y la deuda pública es una vía. Para mayor comprensión, definimos el concepto de Deuda Pública como, el monto que diferentes estamentos de un gobierno utiliza para financiar déficits públicos resultantes de programar un mayor nivel de gasto público que los ingresos que tiene presupuestado. Esta deuda puede ser tomada por el estado de forma interna o externa y se efectúa generalmente vía la emisión de bonos. También se puede adquirir con organismos supranacionales como el Fondo Monetario Internacional u otros. Dentro de este contexto, a diferencia incluso de los países desarrollados, Chile tiene un nivel de endeudamiento externo muy bajo en relación a su PIB (Producto Interno Bruto), lo que le permitiría asumir con este fin concreto un buen financiamiento de largo plazo a fin de abordar el problema de la salud en un periodo razonable. Para ver cuáles son las holguras de las que disponemos, veamos cómo estamos en comparación a los países de OCDE y seguidamente con nuestros vecinos. Del cuadro siguiente podemos entender que Chile tiene un endeudamiento muy bajo en comparación con la OCDE. Esto en la relación Deuda/PIB Ahora bien, señalemos para no cantar con tanta alegría, que el porcentaje de endeudamiento tiene dos variables importantes que se deben considerar, el primero es que, en la medida que este porcentaje sea más alto, mayor será el riesgo de insolvencia del país y por tanto mayores las tasas de interés a los que ese país podrá acceder a recursos en el mercado financiero. Por otro lado, en la medida que menor sea su porcentaje de endeudamiento, mejor será su clasificación de riesgo y por tanto, mejor será su capacidad de captar recursos en el mismo mercado financiero. Finalmente consignemos que, salvo excepciones, deudas que superen el 90% complican seriamente la gestión gubernamental, como lo hemos visto en los últimos años para el caso de Grecia, España, Portugal e incluso Italia. Tomando las mismas cifras del Banco Mundial, si Chile subiera de forma paulatina su endeudamiento de largo plazo vía deuda pública hasta un porcentaje del 32,5% de su PIB (similar a Nueva Zelanda y Dinamarca), podría acceder a los recursos necesarios para cumplir la primera etapa que hemos propuesto y alcanzar así una cobertura de salud digna a todos los chilenos. ¿Por qué no lo hemos hecho ? No cabe duda que algunos saldrán a argumentar razones económicas, de riesgo etc., pero aquí estamos hablando de aspectos sociales y no económicos que son a mi entender prioritarios: el resto es ajuste. Como corolario, digamos que nuestro país en los últimos 20 años ha tenido un comportamiento bastante dispar en esta materia, dado que hemos llegado a tener endeudamientos por sobre el 40% y hasta tener cifras menores al 4%. EL SERVICIO EN LA SALUD En lo que se refiere al servicio necesario para cubrir las atenciones de salud, también tenemos hoy en Chile un importante déficit, por lo que la solución de la cobertura de infraestructura serviría de poco si no nivelamos también el personal requerido para las atenciones de salud. Al igual que existe un índice para medir la cobertura de salud (infraestructura), la OMS también recomienda la cantidad de profesionales médicos y enfermeras que se debe tener un país para dar una buena cobertura. Igualmente en este caso, este índice se mide en la cantidad de profesionales por cada 1.000 habitantes. Es claro que, independiente de los índices que recomienda la OMS, cualquiera sea la cobertura de salud que tenga un país, esta al menos debe estar e ir a la par con la cantidad de médicos y enfermeras. En otras palabras, la relación entre cobertura y atención de salud es directa; cualquiera de ambas que sea deficitaria respecto de la otra, aunque la otra sea buena, generará una mala atención de salud para la población. Es por todos conocido, que a pesar de la baja cobertura de salud que tiene nuestro país y que hemos graficado aquí, existe así mismo, una fuerte escasez de médicos y enfermeras en nuestro sistema de salud y lo que es más complicado, las escuelas de medicina actuales en nuestro país no entregan la cantidad suficiente de médicos para cubrir las necesidades, déficit que año a año se va ampliando. Chile tiene 2,1 médicos, y la misma cantidad de enfermeras, por cada 1.000 habitantes, cifra que tampoco alcanza el estándar aceptable y que se hace bastante más dramática en Chile por nuestra geografía. En efecto, Chile es un país donde el centralismo es endémico y ello afecta duramente a las regiones, algo que también se refleja en el tema de la salud pues, aparte de tener un déficit en médicos a nivel nacional, el 48% del total de médicos está ejerciendo en la Región Metropolitana, otro 8% se reparte entre la V y VIII región, dejando menos de la mitad del total para el resto del país, y eso que aquí no se analizan las subespecialidades. Estas distorsiones, no son temas que deban entregarse al solo arbitrio del mercado; es labor del estado orientar y dirigir la distribución de las atenciones, bien sea con incentivos como con desincentivos. Volvamos, como ejercicio, a compararnos en este ámbito con la OCDE. Esta tiene en promedio 3,4 médicos y 9,0 enfermeras por cada 1.000 habitantes, cifra que también dobla lo que tenemos como país. La solución a este problema, que denota claramente una desigualdad para con las personas de menores recursos, depende claramente de un acuerdo transversal en base a la prioridad que los próximos gobiernos le quieran dar al tema, así como que este acuerdo sea respetado por todos los sucesivos gobiernos. Hoy, los análisis comparativos que estamos acostumbrados a escuchar de especialistas se refieren a índices bastante engañosos y marqueteros, siendo el más recurrente aquel que se refiere al porcentaje (%) de gasto sobre el PIB que hace el estado en salud. El gran error de este tipo de índice es que la base sobre la cual se mide, para el caso de países reconocidamente preocupados por la salud y que tienen una buena cobertura, es que estos ya tienen cubierto el estándar mínimo, por lo que ese gasto o inversión según corresponda, es solo para mejorar el sistema, en circunstancias que en nuestro caso ese gasto o inversión es generalmente, para parchar un sistema continuamente deficitario. La atención de salud que tengamos como ser humano no depende del esfuerzo de cada uno en la vida, sino del lugar donde nacimos y la forma en que nacemos. En efecto el que un niño nazca en el seno de una familia de recursos le asegura, independiente de las estadísticas, una probabilidad mayor de sobrevivencia que un niño que nace en el seno de una familia de escasos recursos y eso no puede ser aceptable. Cualquier problema al nacimiento o durante los primeros años de vida que afecte a un niño por ejemplo, quien no tiene ninguna responsabilidad en ello, depende de terceros y su capacidad económica para salvar el problema o la enfermedad. Difícil es así mismo, abstraerse de realidades que la mayoría de las veces son vistas solo por los médicos, me refiero a las condiciones en que estos tienen que atender en la mayoría de los hospitales del país. En el tema propio de la escasez de profesionales, habría que hacer una dura crítica a lo ocurrido con la inmigración en nuestro país en el último tiempo y que reafirma que nunca hubo, ni ha habido un horizonte claro en política de salud e incluso de desarrollo en nuestro país. Efectivamente los países, en la medida que se desarrollan y crecen, requieren de mano de obra que los mismos países no pueden suplir y han sido las migraciones a lo largo de la historia quienes han venido a suplir ese déficit, sin embargo, no es posible que las autoridades solo después de lo ocurrido en Chile, recién se den cuenta que esta debe ser controlada y orientada. La gran mayoría de quienes llegaron a Chile fueron trabajadores sin capacitación ni profesión. De haber existido alguna política de desarrollo global para el país a nivel de gobierno, quizás la aceptación de la misma cantidad de inmigrantes pero correctamente orientada hacia aquellas áreas de la economía que realmente se requieren para nuestro desarrollo, como en este caso la salud, algo habríamos avanzado, pero nadie se sentó a pensar el tema. Debemos comprender que la salud en los tiempos actuales es para Chile la primera prioridad en nuestro camino hacia un desarrollo económico pleno. Pensar en cómo hacerlo es una tarea que nos atañe a todos, pero debe existir para ello, a mi parecer, un cambio radical en la mentalidad del cómo hacer. Con esto me refiero a eliminar, si acaso uno de los grandes errores que han existido a lo largo de los años, como es la politización de las estrategias de salud y conflictos ideológicos de cómo hacer las cosas. Esto alcanza al punto de que a la cabeza del Ministerio de Salud e incluso de los Hospitales, generalmente se designa a un médico de profesión. Aquí se necesita un convencimiento, desde la primera autoridad para abajo, que lo que debe hacerse e implementar es una profunda reingenieria de conceptos y de metodología, así como la captación de especialistas calificados para empezar el proceso, algo que no le es propio a la profesión médica. Capítulo 3 EL SISTEMA DE PENSIONES, SEGUNDA PRIORIDAD Si bien el tema del sistema de pensiones ha estado en la polémica desde hace bastante tiempo en nuestro país, hay que decir que este no es un tema exclusivamente chileno, pues es algo que hace ya tiempo viene siendo una preocupación mundial y sobre el cual se vienen buscando soluciones. Aun así, yo diría que en Chile las alternativas a la hora de mejorar o resolver lo que hoy tenemos son más fáciles, esto porque de una u otra forma nuestro sistema, que definitivamente requiere mejoras, ha probado ser eficiente en muchos aspectos y está sólido en su estructura y si acaso lo más importante, es un sistema de capitalización individual que no afecta en forma directa al erario público. Lo qué si nos ha faltado aún después de más de 35 años de funcionamiento es darnos cuenta que, no porque sea un sistema en su esencia individualista, donde cada uno vivirá su vejez dependiendo de lo que ahorre durante su vida laboral, no requiere de una buena dosis de igualdad y solidaridad. Esto último es a mi parecer, el pilar que le dará estabilidad al sistema, lo hará perdurar en el tiempo y aportará a que tengamos una sociedad más sana, equitativa y estable. Para entender los problemas de nuestro sistema de pensiones y proponer algunas soluciones, distinguiremos los dos principales o modelos bases, de un sistema de pensiones. El primero, conocido como el Sistema de Reparto, es aquel en el cual todos los trabajadores activos del país hacen su aporte mensual a un fondo general de seguridad social, fondo que en general es caucionado por el estado y contra el cual, este reparte las pensiones entre quienes por edad u otro motivo, ya no trabajan o se han jubilado. Por otro lado, está el sistema de Capitalización Individual, que es el que tenemos en Chile, donde cada uno de los trabajadores en forma individual, va ahorrando también de forma mensual y en la medida que esté trabajando, parte de su sueldo a su fondo particular. Este fondo, es administrado por empresas privadas (Administradoras de Fondo de Pensiones), creadas en 1980 solo para ese fin. Existen dos razones que han motivado la preocupación mundial sobre el tema de las pensiones; la primera radica en el avance que ha tenido la medicina, que ha permitido extender la esperanza de vida en forma importante y todo indica que lo seguirá haciendo. Consecuencia directa de ello, es el mayor periodo inactivo que tiene una persona después de jubilar, esto en la medida que se mantenga la edad de jubilación. Producto de esto, ya hay países que han subido uno o dos años la edad para jubilarse y otros ya están estudiando la medida. La segunda preocupación, es la tendencia que se está dando en la mayoría de los países -principalmente los desarrollados–, donde las tasas de natalidad han bajado fuertemente, produciendo como efecto global lo que conocemos como una pirámide invertida en el campo laboral, esto es que quienes trabajan son cada vez menos y quienes llegan a la edad de pensionarse son cada vez más, tendencia que tampoco tiene visos de revertirse y que incluso ha favorecido en forma importante las migraciones de jóvenes hacia países desarrollados. En el cuadro siguiente, podemos ver que en los últimos 25 años en nuestro país la población ha crecido un 27%, pero el adulto mayor lo ha hecho en 72,7% (cercano a 3 veces) lo que viene a confirmar que la población de adultos mayores de nuestro país, crece bastante más que quienes están en edad de trabajar y aportar al desarrollo de la nación. Esta tendencia es la que tiene los sistemas de repartos en Europa tremendamente complicado y que de implementarse en nuestro país, sería comprarse un problema mayúsculo. Otro factor que no se puede olvidar a la hora de hacer un análisis, son aquellas personas que no son capaces de generar ingresos que les asegure una pensión. Economistas europeos ya han planteado una alternativa bastante radical y que se refiere a la necesidad de una Pensión Básica Universal (PBU), que algunos países no solo están estudiando, sino que ya están haciendo algunas pruebas piloto para no dejar fuera del sistema a estas personas. Si bien este es un planteamiento límite de un mundo solidario, no creemos que Chile esté aún en situación de considerar esta alternativa a la luz de que nuestro sistema es de capitalización individual, por lo que no hay una presión sobre las arcas fiscales y no somos un país donde al estado le sobren los recursos, pero principalmente porque aún tenemos alternativas dentro de nuestro sistema de capitalización individual que permitirían conseguir pensiones dignas, similares a las que se podrían plantear con una Pensión Básica Universal, acotado a quienes quedan o podrían quedar fuera del sistema. Lo que sí hemos de tener claro, que la sola idea ya surgida de una Pensión Básica Universal, nos adelanta el panorama futuro del mundo que se avecina y sobre el cual debemos estar atentos y comenzar a pensar en ello, pues si ambicionamos ser un país desarrollado tal cual lo hemos mencionado, no se trata solamente de alcanzar el índice económico resultante de dividir nuestro PIB por el número de habitantes, sino que tendremos necesariamente, hacernos cargo de la economía en general y de todos sus integrantes. Nuestro país cambió definitivamente desde el sistema de reparto hacia el de capitalización individual el año 1982, por lo que previo a nuestro análisis, habría que hacer un par de aclaraciones a la luz de las voces que piden el retorno del sistema de reparto. El sistema de reparto, si bien hace distingos en los montos de jubilación en base a ciertos parámetros preestablecidos como el tiempo trabajado, hemos de destacar que es un sistema plenamente solidario, característica que es quizás su mayor atractivo para quienes piden su retorno, sin embargo, hay que aclarar que este lo sería solo en la medida que el estado estableciera una pensión universal, mínima y digna, algo que las finanzas nacionales no resisten ahora ni lo harán en siglos. Otro factor que debe considerarse a hora de evaluar el retorno a un sistema de reparto es que, si bien este sistema en la teoría funciona de forma correcta, lo hace en equilibrio solo cuando la población activa laboralmente es superior a quienes han dejado de trabajar, de lo contrario el estado deberá necesariamente comenzar a elevar sistemáticamente los impuestos para sustentar el sistema. Lo que no se paga por un lado, se paga necesariamente por otro. Siendo así y con unas variables tan importantes como la caída en las tasas de natalidad y el avance de la medicina que ha permitido un alargamiento en la esperanza de vida, podemos afirmar que sería un tremendo error dejar fuera estos parámetros a la hora de evaluar la reinstauración de un sistema como este en nuestro país, algo que a la luz de las cifras está claro que quienes solicitan este retorno, no lo han hecho. Para tenerlo más claro veamos cómo ha evolucionado en la OCDE, organización a la que Chile pertenece, la Esperanza de Vida y la Tasa de Natalidad, datos a los que Chile no está ajeno. Con todo en consecuencia, podemos entender que el problema no es si un sistema es mejor que otro porque uno es solidario y el otro es individualista, sino que el centro del análisis debemos enfocarlo en cómo podemos asegurar a todos los trabajadores del país una pensión digna, cualquiera sea el sistema. Salirnos de este esquema es para mí, caer nuevamente en ideologías políticas. Finalmente habría que sumar al análisis elementos como la creación de fuentes laborales y su tendencia, la estabilidad del sistema financiero y la competencia del mercado, así como los índices de corrupción que estamos teniendo en nuestro país y que afectarían al sistema, pues una cantidad de dinero de la envergadura que implican los fondos de pensiones en manos de un gobierno de turno que eligiera el camino erróneo o mínimamente populista, puede ser muy delicado y podría convertirse en una catástrofe económica y experiencias de estas ya hemos tenido. Hoy nuestro país no resistiría por mucho tiempo un sistema de reparto. Este, de plano, se convertiría en un sistema deficitario como en la mayoría de los países que lo utilizan. Siendo así, los Gobiernos venideros tendrían que recurrir necesariamente, como señalábamos, a los impuestos para financiar el sistema y dado los bajos niveles impositivos de nuestro país en comparación con países que manejan este sistema de reparto, el periodo de vida de este sistema sería bastante corto. Tampoco se trata de subir los impuestos con la sola finalidad de financiar un sistema que bien tratado puede ser autosustentable, creo hay otras formas de hacerlo. Como sea, es un hecho ineludible que el sistema de capitalización individual debe ser revisado y mejorado en forma radical y no con parches momentáneos para calmar a la población; por un lado, porque hay que darle una vida más prolongada y estable al sistema mismo y por otra, porque tal cual instamos en estas líneas un modelo socio-económico más humanitario, este debe ser más sustentable y solidario y es aquí donde comienza la dureza del sistema. NUESTRO SISTEMA DE PENSIONES HOY Hace ya tiempo que el sistema de pensiones en Chile viene siendo seriamente cuestionado por los propios chilenos, algo que era de prever y así había sido advertido por algunos desde sus inicios, solo que por razones obvias no hubo en su momento espacio para un debate más profundo al respecto, así mismo los ajustes que se le han introducido al sistema posteriormente, lamentablemente también han estado exentos de un debate adecuado y queda la sensación que los gobiernos de turnos solo han estado reaccionando a las demandas de la Administradoras de Fondos de Pensiones y a las protestas ciudadanas, las que obviamente no han sido las mismas y lo que es peor, lo han hecho con “parches” para calmar la situación de ambos bandos. El mundo está cambiando a una velocidad considerable, muchas veces más rápidamente de lo que somos capaces de internalizar y/o asimilar y Chile no ha sido la excepción. La gente está cada vez más empoderada y exigen lo que estiman son sus derechos, muchas veces sin siquiera considerar sus deberes, pero lo concreto es que ya no aceptarán cualquier cambio y menos aún si se los imponen, esto a mi parecer exige de las autoridades tomarse el debido tiempo para analizar no solo las demandas, sino el futuro que nos espera a la hora de diseñar las mejores soluciones para la población, de lo contrario será lo que conocemos como, pan para hoy y hambre para mañana, afectando seriamente la estabilidad social. En primer término, hay que decir derechamente que nuestro sistema de acumulación de recursos para la jubilación que conocemos y llamamos “Fondo de Pensiones”, no es un Sistema Previsional en el sentido tradicional de la palabra, donde se supone que cada trabajador acumula mes a mes dinero de curso legal, vía un descuento directo de su sueldo, para que este se “guarde” de forma segura y sin que pierda su valor en un fondo para su futura pensión; sino que es simplemente lo que conocemos como una inversión en un “Fondo de Mutuo”. En efecto, el dinero de curso legal o pesos en nuestro caso, que mes a mes es descontado de los sueldos de los trabajadores y que las AFP recaudan para nuestro fondo, no es mantenido en el fondo del trabajador de esta forma, me refiero a dinero de curso legal, sino que es indexado en forma inmediata y transformado en cuotas, de tal suerte que lo que el afiliado acumula en su fondo no es dinero, sino cuotas. Sin perjuicio que estas han sido determinadas por las mismas AFP, no tienen estas cuotas siquiera una equivalencia en moneda dura como la Unidad de Fomento por ejemplo, la que uno pudiese seguir fácilmente. El problema es que estas cuotas solo tienen un valor representativo de un paquete de instrumentos financieros (acciones, bonos etc.) de alta volatibilidad, en los cuales las AFP invierten el dinero real (de curso legal) recaudado de los trabajadores. Siendo así y para mejor comprensión, diremos que 30 mil pesos chilenos descontados del sueldo de un trabajador y enterado a su propio fondo en la AFP, el día 10 del mes de Marzo por ejemplo, no tiene el mismo valor que los mismos 30 mil pesos, descontados el 10 de Septiembre del mismo año y no es un tema de inflación, sino de cómo se esté comportando el mercado financiero el 10 de Septiembre. Esto implica que el trabajador tendrá el real monto -en pesos acumulado para su jubilación- solo cuando le llegue el día de jubilarse, pues este monto acumulado con el cual se calculará su pensión provendrá de lo que resulte de multiplicar el número de cuotas que haya acumulado mes a mes, por el valor unitario en pesos que tenga la cuota, en ese determinado momento. En otras palabras, su fondo o el dinero real que tendrá el trabajador para vivir el resto de su vida dependerá del valor de esta cuota -que como dije es determinada por la misma AFP– al momento de la jubilación. Todos quienes han estado cerca, conocen o han participado de alguna forma en los mercados financieros, que obviamente no son muchos, saben que la inversión en cualquier instrumento financiero incluidos los Fondos Mutuos, implica indefectiblemente la asunción de un riesgo; riesgo que depende del tipo y la cantidad de los diferentes instrumentos que conforman el fondo. Si bien hemos de convenir que hay formas de reducir los riesgos al efectuar este tipo de inversiones, lo que es irrebatible es que este nunca será cero y menos aún hoy con la globalización de los mercados de la que hablamos en la introducción del libro. En otras palabras, es importante que los trabajadores sepamos y entendamos, que nuestros aportes al sistema de pensiones, para conformar lo que será nuestro capital para la vejez y que se nos obliga por ley, son invertidos por las AFP en fondos riesgosos. Por otro lado, sin perjuicio de que el monto final en dinero real que los trabajadores habrán acumulado para su jubilación (valor cuota multiplicado por el número de cuotas), sea función directa del mercado y por tanto nunca exenta de riesgo, hay que añadir que también depende de cuán acertada o errada hayan sido las apreciaciones y decisiones, de un pequeño puñado de ejecutivos de las AFP a lo largo del tiempo a la hora de decidir cómo y dónde invertir el dinero de todos los ahorrantes. Finalmente y si acaso lo más controlable de la ecuación que define el monto que finalmente habrá acumulado el trabajador a la hora de jubilarse -aun cuando tampoco en un 100%-, son los años en que se haya mantenido activo en el mercado laboral. Hay que hacer presente asimismo, que la vital incidencia del mercado financiero en los valores de las cuotas, tiene un doble efecto para el trabajador en caso de que uno de los ciclos de la economía se convierta en una crisis económica o financiera, pues ello no solo llevará a la baja el valor de las cuotas de los trabajadores y por tanto el valor en dinero real que tiene acumulado, sino que es muy probable que también le signifique la pérdida de su trabajo y no pueda seguir aportando a su fondo durante el periodo que permanezca fuera del mercado laboral, generando las conocidas lagunas. Lo curioso, por decir lo menos, de este sistema tal cual funciona hoy, es cómo un ahorro que el estado obliga a todos los trabajadores por ley a efectuar mensualmente y que a su vez es tan importante para la futura pensión y vida de un trabajador, este, de quien se entiende es propietario de esos fondos o ahorros, no tenga injerencia alguna sobre ellos y tampoco otra alternativa de ahorro, ni conocimiento (más allá de una cartola que la mayoría de la veces no sabe leer) sobre lo que ocurre, cómo se conforma etc., todo lo relativo sobre su propio fondo de dinero que ahorra para la vejez. En lo central podemos decir que un sistema de capitalización individual como el nuestro, se vende como un sistema que durante una vida laboral de más o menos 35 a 40 años en la cual un trabajador destina solo un 10% de su sueldo en forma mensual, va a permitir a este jubilarse y vivir el resto de su vida después de los 65 años con lo acumulado en su fondo particular y con un monto que, según se señaló en los inicios del sistema, equivaldría al 70% de su última renta. Aparte de otros considerandos que señalaremos más adelante, se ponía y pone hoy el futuro del trabajador para su jubilación, básicamente en el crecimiento del mercado financiero en el entendido que este multiplicará en el tiempo sus fondos. Hay que señalar asimismo que, salvo que al jubilar el trabajador opte por lo que conocemos como renta vitalicia, donde se le asegura una pensión vitalicia en UF, los fondos del trabajador ya jubilado, seguirán siendo vulnerables al riesgo, al quedarse estos fondos en las AFP indexados y reflejados por cuotas y no dinero en efectivo. Como señalábamos, el mundo ya ha puesto atención a este problema, pues los cambios en las esperanzas de vida y la inequidad del mundo laboral es cada vez más grande, donde el mismo avance de las tecnologías (la robotización por ejemplo), está esquilmando de manera impresionante los salarios y las fuentes laborales. Dentro de este ámbito, hemos de decir que de entre ambos sistemas descritos, el de capitalización individual es bastante más sustentable en el tiempo, pero dejará de serlo si no corregimos su desequilibrio central, esto es, que sea un negocio 100% seguro para las administradoras y un ahorro de alto riesgo para los afiliados. Hemos de entender que cualquier negocio implica riesgos, tanto de la gestión como del mercado y esto es necesario diferenciarlo, por lo que no es aceptable, como en este caso, que el riesgo lo tengan solo los afiliados por la parte del mercado. Pensemos que el negocio de las AFP es administrar Fondos Mutuos de millones de ahorrantes y por ello cobran unas comisiones y es la sumatoria de estas comisiones, descontados los gastos, sueldos etc. lo que en definitiva constituyen utilidades. El hecho de que estas comisiones se cobren contra el aporte mensual del trabajador por adelantado, el que sea un mercado cautivo, además de obligatorio por ley sin que los beneficios de las administradoras tengan ninguna relación con los beneficios o pérdidas que por su gestión obtienen para sus clientes, endosándole a estos la totalidad de los riesgos de las inversiones que ellas mismas hacen, suena tremendamente mal por decir lo menos. El sistema debe mejorarse, hacerse más equilibrado y equitativo entre todos sus actores o no durará mucho. PROPUESTA CHILENO DE MEJORA AL SISTEMA PREVISIONAL Como en la mayoría de las cosas, cuando existe un problema de delicada solución hay que pensar en dos ámbitos, el largo y el corto plazo. El primero que apunte a darle una solución radical en el tiempo al problema y la otra, a la búsqueda de una solución lo más inmediata posible, pero teniendo en cuenta que dicha solución debe empalmar con lo que definimos como la solución permanente o de largo plazo. Plantearé primeramente una simple propuesta de solución en el largo plazo dentro del mismo sistema de capitalización individual y luego nos avocaremos a plantear algunas ideas de mejoras de corto plazo, en el entendido que para las autoridades y la ciudadanía, la mejora de pensiones para los más necesitados es una urgencia de primer orden y que una solución rápida no estará exenta de sacrificios duros y sin sabores para todos los actores del mercado. Nuestro planteamiento apunta primeramente a una mejora del sistema que permita asegurar una pensión mínima digna, para toda la población de este país. Comenzaré señalando en forma totalmente arbitraria, cuál debería ser a nuestro entender una pensión digna al día de hoy, vale decir el mínimo que una persona requiere para vivir, bien sea en familia, sola o en pareja, a fin de que durante un mes calendario pueda cubrir su alimentación, su techo, sus medicinas y demás necesidades básicas. Aunque este monto podrá discutirse más adelante, hoy entendemos que este no debería ser inferior a los $ 500 mil pesos o UF 17,5.Veamos entonces alguna idea de fórmula que permita a todos llegar a acumular el dinero suficiente para jubilarse con un monto similar al señalado, así como se puede hacer con aquellos que hoy no tienen cómo hacerlo, más allá de lo que se hace generalmente para estos casos, que es ver a cuánto se puede llegar con el sistema actual. HORIZONTE DE LARGO PLAZO Es difícil pensar y así se ha sostenido desde hace mucho tiempo, que la clase política idee planes o soluciones que vayan más allá de un periodo electoral, sin embargo, aquí haremos exactamente lo contrario y nos extenderemos bastante más años hacia adelante, proyectándonos incluso más allá de nuestra propia existencia. A mi entender cuando pensamos en resultados de largo plazo, bien sea en políticas de estado o en causas personales, la diferencia de un día en el comienzo del plan ya hace una diferencia, por lo que lo haya que hacerse, mientras antes lo hagamos mejor. 1. Préstamo/aporte del estado Esta primera medida apunta a un horizonte de 65 años para el cual debemos, a mi parecer, comenzar a trabajar hoy mismo. Una idea que me parece del todo razonable es que el estado, con dineros de todos los chilenos, deposite a modo de préstamo a cada recién nacido en Chile, un monto de un millón de pesos (aproximadamente UF 35) en su cuenta individual de la AFP, fondos que no podrán ser tocados hasta la fecha en que éste se jubile, digamos 65 años en la medida que igualemos las edades de jubilación de hombres y mujeres, lo que se ve bastante lógico. Este préstamo o retribución gubernamental de largo plazo, como preferiría llamarlo yo por el aporte individual futuro a la economía del país, debe ser exclusivo para la generación de una pensión futura (Generador de Pensión Futura o GPF) y debería tener al menos dos características que en básico serían las siguientes: • Los fondos acumulados, solo podrán ser utilizados para complementar (mejorar) a contar del año 65, los fondos que el mismo trabajador habrá acumulado en su cuenta individual, por su trabajo durante toda su vida laboral. • El monto acumulado en la cuenta individual de cada individuo producto de este préstamo no será heredable, por lo que si por cualquiera circunstancia el individuo muere antes de llegar a la edad de jubilación o incluso después de hacerlo, el saldo o remanente acumulado en su cuenta individual volverá directamente al estado para financiar en parte, lo que el estado estará entregando a los nuevos recién nacidos. El costo de implementar una política como esta, considerando el monto propuesto y los nacimientos anuales que hoy tenemos en nuestro país (688 nacimientos diarios de acuerdo a estadísticas del INE), sería de unos US$ 360 millones anuales aproximadamente, cifra que a mi manera de ver no es un costo elevado para darle una solución radical al sistema de pensiones en el futuro, sin perjuicio que el importe anual ira decayendo en el tiempo, precisamente por la caída en la tasa de natalidad a la que ya nos referíamos. Así mismo, de acuerdo a las estadísticas de la Superintendencia de AFP, los fondos de capitalización individual que administran la AFP, rentaron en nuestro país hasta el año 2015, un promedio de 8,37% anual en términos reales, esto es descontada la inflación. Respecto a los porcentajes señalados por la Superintendencia de AFP, no puedo ser tan optimista a que este guarismo se man- tenga en el tiempo, aun cuando hay optimistas que sí lo hacen, de hecho, entre el mismo año 2015, enero hasta diciembre de 2017, el fondo C rentó solamente un 3,79%. Lo que sí creo es que con algunas medidas a implementar como las que señalaremos a continuación, podremos apostar porque esta llegue en el muy largo plazo, a un promedio que se sitúe entre el 5 y 6% anual. De darse una rentabilidad de este orden, cada individuo tendrá mediante este préstamo estatal más el acumulado por el fruto de su trabajo, un monto con el que bien se podría alcanzar lo que consideramos una pensión digna, a valor actualizado obviamente. En términos simples, podemos decir que con una rentabilidad que bordee el 5,5% anual durante el período de los 65 años que el recién nacido estará en tiempo de jubilar, se le estaría aportando al individuo una potencial pensión base de $ 200.000.- mensuales aproximadamente (bastante más que la pensión solidaria), monto que vendría a complementar la pensión que el trabajador cobrará por lo acumulado por su trabajo durante toda su vida laboral. La sumatoria de ambos montos, permitirá en mi opinión, que todos los trabajadores de nuestro país puedan trabajar tranquilos y conscientes que tendrán una jubilación que al menos, les permitirá vivir una vejez mucho más digna y tranquila. Esta propuesta, si bien ayudaría a mejorar nuestro sistema de pensiones en el largo plazo, requiere también que el estado tome este tema con la debida prioridad y la complemente con medidas necesarias en el corto plazo, como un importante aumento en el salario mínimo, que se haga obligatorio y sin retraso el pago de imposiciones a quienes emiten boletas de honorarios, como así mismo que se suba hasta un 20% como mínimo, el aporte mensual previsional que efectúa cada trabajador, entre otras. Veamos más en detalle otras medidas directas e indirectas, pero que apuntan al corto plazo y que permiten una solución rápida al problema de las pensiones. 2. Educación Uno de los problemas más serios en materia económica que tiene nuestro país, es el desconocimiento generalizado sobre los temas económicos, incluso en los más simples como, tasas de intereses, valor del dinero o tipos e importancia de los ahorros, que es precisamente el tema que estamos tratando. Muchos asocian estos temas a carreras profesionales específicas, algo que no es real y que además hoy son temas fundamentales para el desarrollo de los países y su gente, por lo que en mi opinión, deben formar parte de la cultura general de las personas. Si esto fuese así, reduciríamos además en forma importante esta- fas piramidales, inversiones brujas y abusos comerciales entre otros varios ilícitos que se suceden a diario. Un conocimiento tan básico como lo que significa el ahorro personal y sus implicancias en la vida enseñado en el colegio, ayudaría de forma importante al desarrollo y estabilidad de las personas en el futuro, al igual que al desarrollo del país. De esta suerte creo que el Ministerio de Educación, al revisar las mallas curriculares de los colegios (tema a tratar en el próximo Capítulo), debería incorporar de manera obligatoria, el ramo de Fundamentos de la Economía en los dos o tres últimos años de la educación de media. La conciencia de futuro con la que salen hoy los estudiantes de cuarto medio, quizás por su propia juventud o por lo lejano que a esa edad está para ellos la jubilación, es muy baja y es muy probable que sea lo normal, por lo que el concepto de ahorro y su interés en la materia es cercano a cero. La conciencia en temas económicos, especialmente del ahorro previsional, se irá creando solo en la medida que comiencen su vida laboral y vayan acercándose a la adultez, solo que para la mayoría de los casos ya será demasiado tarde. De no imponer una medida como esta, implica que seguiremos teniendo gente sin capacidad de entender lo que es mejor para ellos mismos en temas económicos tan básicos y tan fáciles de entender desde pequeños. Si acaso un ejemplo clarísimo de la falta de conciencia, respecto de la importancia de este tipo de ahorro para la vejez propio de la gente más joven, es que cuando salen al mercado a buscar trabajo y aspiran a un sueldo; si uno les pregunta cuáles son sus aspiraciones salariales, siempre señalan el monto líquido y no el bruto, algo que se hace recurrente incluso en la adultez. Es curioso, pues parte importante de su sueldo no lo tienen internalizado, la conciencia sobre ello comienza a reaccionar solo en la medida que el individuo crece y lo hace primeramente con la salud y en último término con el ahorro previsional, quizás cuando ya ve en el horizonte que algún día se hará viejo y tendrá que jubilar. Esto se puede enseñar y mientras antes mejor. HORIZONTE DE CORTO PLAZO Es importante reiterar que una solución inmediata en la búsqueda de entregar una pensión digna y sustentable a los más necesitados, es la parte más difícil y delicada del proceso pues, queramos o no, se requiere hacer una “cirugía mayor” al sistema, es de alto costo e implica duros sacrificios por parte de la población, especialmente de quienes tienen un mayor nivel de ingresos, como así mismo del estado. Sin embargo, para empatizar con lo aquí propuesto o con cualquier mejora que se proponga, debemos entender desde el principio, que lo que se debe buscar es una solución definitiva para aquellos a los que no les alcanza para vivir en la última etapa de su vida de forma tranquila y digna, algo que debería ser responsabilidad de todos nosotros. En la actualidad, a la luz de las pensiones que hoy cobran estas personas si no cuentan con alguna ayuda, muchas veces caritativa de los que tienen más o de algunos bonos-parches del estado, su vejez y muerte se hace aterradora y no se trata que el resto demos vuelta la cara ante esta realidad. En este segundo tema prioritario que hemos definido, es donde comienza una parte esencial de la humanización del modelo de sociedad económica que estamos planteando; esto es la solidaridad y sustentabilidad. Ya lo decíamos en el primer capítulo, en orden a que no podemos pretender seguir avanzando de forma vertiginosa como lo estamos haciendo, hacia el famoso índice de país desarrollado como meta principal, sin antes solucionar de plano, situaciones tan bajas y denigrantes como esta y las conocidas pensiones de miseria. No podemos estar de acuerdo en que se efectúen algunas mejoras a las pensiones contra impuestos generales, con incrementos que apenas alcanzan para uno o dos kilos de pan al mes, como se hace con los reajustes anuales del gobierno y según el presupuesto que arbitrariamente estime el Ministerio de Hacienda. Creo, al igual que en capítulo de la salud, donde la premisa básica es dar una cobertura mínima, para darle a la población una salud digna y responsable independiente de su nivel socioeconómico, en materia de pensiones previo a cualquier desarrollo económico, debemos asegurar a todos los jubilados de nuestro país una pensión mínima y digna. Han transcurrido más de 35 años desde que se instauró el sistema de capitalización individual en nuestro país, por lo que cifras y estadísticas existen de sobra para efectuar un acucioso análisis del sistema que permita a la luz de las cifras encontrar el mejor camino a seguir, sin embargo, no podemos dejar de señalar que uno de los problemas centrales para la mejora de nuestro sistema de pensiones y por el cual este ha avanzado solo a nivel de parches, es el hermetismo generalizado respecto a la forma como operan estos sistemas de ahorro y el total desconocimiento de la gran mayoría de la población, que hemos reseñado al comienzo de este capítulo. Tanto el gobierno, como las mismas AFP, no han sido a mi parecer, lo suficientemente responsables y transparentes para trasmitir a la población en forma clara, este sistema de ahorro y lo que agrava aún más este hecho, es que los trabajadores no tienen otra alternativa, pues es obligatorio. Señalaremos aquí en consecuencia, algunas alternativas o ideas de mejora que, a mi entender, deberían introducírsele a nuestro actual sistema de pensiones dado que este es hoy, como decíamos, poco equilibrado, no es estable en el tiempo y definitivamente no tiene el mínimo de solidaridad que se requiere. A saber: 1. Competencia Una de las premisas básicas para que un mercado funcione en forma transparente, donde la mayoría de los consumidores obtengan el máximo beneficio que el sistema pueda otorgarle y que además asegure un mínimo de auto regulación, es lo que conocemos como la competencia perfecta. Esta competencia perfecta, la podemos definir como aquella que se produce cuando existe una cantidad suficiente de oferentes, de modo que ninguno de ellos pueda individualmente afectar el mercado. Siendo claros, no podemos decir que en Chile haya siquiera una competencia sana en el tema previsional. Del total de 11 AFP que se formaron cuando la reforma previsional en 1984 comenzó en pleno, pensando además que el número crecería a la luz de lo atractivo del mercado que se ofrecía, estas por el contrario se han reducido a solo seis. Hoy podemos decir fácilmente, que ya hemos llegado a una suerte de oligopolio (solo algunos pocos controlan el mercado) y que no distamos mucho, si no se hace algo, de llegar a un monopolio privado o estatal, lo que sería lapidario para el sistema y principalmente para los trabajadores. De esta suerte, que la medida planteada por el actual gobierno en orden de que se forme una nueva entidad, como alternativa a las AFP, para administrar el nuevo 4% adicional de cotización y que será de cargo de los empleadores, manteniendo el actual 10% de cotizaciones para las seis AFP que hoy tiene el mercado, incluso con la posibilidad de que la actuales administradoras puedan también manejar este nuevo 4% si el trabajador así lo decide, es una medida que va en el sentido contrario a lo que racionalidad económica plantea, donde a mayor competencia mayores beneficios para las personas, sin perjuicio que un incremento en la cotización del 4%, tampoco ayudará a mejorar mucho las pensiones futuras. El costo adicional e irracional que significará para un afiliado tener sus fondos en dos administradoras (una de la seis actuales y otra nueva) distintas, permite vislumbrar fácilmente que es lo que hay detrás de esta propuesta. Este 4% y la forma de implementarlo hará que, en breve plazo, este nuevo porcentaje termine siendo administrado también, por las mismas seis AFP que controlan el mercado. Esto porque la lógica económica básica dice que, el mercado y por tanto el individuo es un ser racional y en este caso, por muy en contra que se pudiera estar contra el sistema de AFP o muy a favor del sistema de reparto, nunca un trabajador llegará a pagar dos comisiones. Si al principio, por efecto de rechazo al sistema actual por parte de algunos idealistas, esto efectivamente ocurriera, serán las AFP quienes con el poder económico que han alcanzado, absorberán o simplemente comprarán esta nueva administradora o su cartera de clientes tal como lo han hecho con las otras cinco AFP que ya desaparecieron. La labor del gobierno, y a veces creo que a muchos les cuesta entender esto, es proteger el mercado y no a los actores del mercado, sean estos personas individuales o jurídicas. Lo que debe hacerse en mi opinión, más que estar repartiendo los porcentuales de lo que cada individuo tiene la obligación de ahorrar por ley para proteger a algunos, es allanar derechamente el camino para que entren al mercado de la administración de fondos de pensiones, la mayor cantidad de sociedades posibles (Bancos, Cajas de Compensación, Aseguradoras etc.) y que el conocido rol subsidiario del estado, sea un eficiente trabajo de fiscalización y protección del mercado de pensiones. Solo incrementado la competencia, aseguraremos un mercado transparente con comisiones bajas y competitivas, evitaremos posibles colusiones de precios donde los más perjudicados serán los mismos de siempre. 2. Monto de la cotización La medida de aumentar hasta un 14% el aporte al fondo de pensiones (4% que será de cargo de los empleadores) propuesto por el gobierno en Chile, es a mi parecer otro parche o una medida que busca calmar las últimas demandas de la población reflejadas por ejemplo en el movimiento No+AFP, que piden una urgente mejora en el sistema de pensiones. Sabemos claramente que este porcentaje del 4% adicional es insuficiente y con esto solo se está chuteando la pelota para adelante, aun así, si este porcentaje efecti- vamente ayudara en forma significativa a mejorar las pensiones, estamos dejando fuera la solución para los más necesitados que hoy y no mañana, necesitan una drástica reforma. El porcentaje mínimo aceptable de cotización que se debe considerar, para llegar a la vejez y acceder a una pensión que asegure una razonable tasa de reemplazo (lo que se recibe como pensión, en reemplazo del salario y se mide en un porcentaje sobre el último sueldo), es de un 20%. No se trata, para que se entienda, subir de un golpe hasta el 20% la cotización de los trabajadores tal cual está nuestro país hoy en día, aunque habría que estudiarlo, lo que sí se requiere es una política y acuerdo transversal en varios otros aspectos que inciden directamente en la cantidad que un trabajador puede aportar a su ahorro previsional, como el sueldo mínimo. Es una máxima económica, que mientras menor sea el ingreso de las personas, menor será lo que destinará al ahorro y por tanto menor será, en este caso, lo que podrá acumular para su ju bilación. Caemos aquí en consecuencia, en un tema duro y que se refiere a las fuertes diferencias socioeconómicas que tenemos en nuestro país, por lo que paralelo a cualquier medida para aumentar las cotizaciones, creemos que el estado debe apuntar a medidas que disminuyan estas diferencias salariales, no bajando las altas pues ellas son determinadas por el mercado, sino comenzando por elevar derechamente el sueldo mínimo. Sobre este tema, es una falacia sostener como lo hacen regularmente los empresarios y autoridades económicas, que hoy en Chile un aumento del salario mínimo a $ 500 mil pesos mensuales, por ejemplo, vaya a mermar en forma significativa y perma- nente el mercado laboral. Cualquier ajuste que se produzca en este ámbito es lógico que afecte el mercado laboral, solo que ello será transitorio y acotado sin perjuicio que esto debió haberse pensado antes, cuando se permitió un ingreso indiscriminado de inmigrantes, que sin perjuicios de algunos aportes, la medida lisa y llanamente destrozó el incremento del salario mínimo que el mercado, fruto de la ley de oferta, venía “exigiendo” a gritos para los trabajadores chilenos, solo que el gobierno de turno no supo leer lo que era mejor para los trabajadores chilenos y prefirió ceder a la presiones empresariales por la escases de mano de obra y a ideologías político partidistas. Un aumento en el salario mínimo indudablemente producirá una menor contratación y quizás hasta despidos por un período de tiempo, pero los mercados se ajustan y no tardan mucho en hacerlo. De producirse algo como esto, se pueden vislumbrar solo tres escenarios lógicos; el primero como señalábamos, habrá menos contrataciones y hasta despidos para compensar los costos inmediatos de las empresas. Paralelamente a ello, subirá la productividad en la medida que la empresa siga produciendo y vendiendo lo mismo, por lo que el mejor resultado impulsará su crecimiento y obligará a las empresas a volver a la búsqueda de mano de obra más temprano que tarde, solo que a otro precio. El segundo sería que, el incremento en los salarios bajos reducirá en alguna medida las utilidades de las empresas, lo que afectará principalmente a las Pymes frenando de cierta forma las inversiones, pero en ningún caso deteniéndolas. El último, que a mi parecer debería ser el más lógico, es que las empresas compensen el aumento del salario mínimo con un no incremento en los sala- rios de altos cargos y alguna baja en las utilidades, ayudando a la reducción en las diferencias salariales. Con todo, el mercado laboral se ajusta rápidamente, lo único que puede desestabilizar el mercado laboral es una crisis económica o financiera. Una medida como esta, nunca lo haría. 3. Tope en la cotización El tope imponible en las cotizaciones, impuesto desde el inicio de este sistema fue y es, una medida tremendamente discriminatoria para con los trabajadores de bajos ingresos pues favorece directamente, a quienes tienen los sueldos más altos y a las empresas que les pagan. Veamos cuál es la discriminación a la que me refiero, la que no muchos conocen y quienes las conocen y tienen sueldos altos, no la mencionan y que obliga a mi parecer a efectuar una modificación en la forma de tratar este tope imponible tal cual hoy está concebido, tanto para las cotizaciones previsionales como las cotizaciones de salud. Todos los trabajadores deben por ley a la fecha, imponer a su fondo de pensiones algo más de un 10% de su salario imponible (porcentaje que depende de lo que tenga determinado cada AFP y que fluctúa entre 10,77% de la AFP Modelo y el 11,45% de la AFP Provida) y un 7% a la salud, bien sea a Fonasa o una Isapre; sin embargo, el que exista un tope a estas cotizaciones implica increíblemente, que en la medida que la remuneración del trabajador sea mayor, menor será el aporte que tendrá que hacer al fondo de pensiones y a la salud, dejando en consecuencia a este grupo de sueldos altos, con un mayor sueldo líquido que el que deberían recibir si el sistema fuese igual para todos. Podemos entender que nuestro sistema sea individualista, pero una medida como ésta escapa derechamente a la igualdad ante la ley y a cualquier lógica, la ley desde sus inicios fue hecha de forma discriminatoria y para nada solidaria. Si a esto le sumamos los ahorros adicionales que pueden efectuarse en las mismas AFP (Aporte Previsional Voluntario o APV) para complementar ahorros para la futura pensión, que si bien es algo que pueden hacer todos, la realidad dice que solo lo pueden hacer quienes tienen recursos -digamos este mismo grupo de sueldos altos– y que sobre esta “cotización adicional voluntaria” quienes lo hacen, además reciben beneficios tributarios, creo que no es atrevido afirmar que la discriminación aquí, raya en una inequidad institucionalizada. Veamos en un simple cuadro de ejemplo que refleja lo señalado De este cuadro podemos advertir que una persona que gana el sueldo mínimo por su trabajo ($ 301 mil pesos), le será descontado mensualmente de acuerdo a su sueldo imponible (sueldo bruto + gratificación), un total de $ 40.522.- (10,77%) para la cotización de la AFP y $26.338.- (7%) para su cotización de salud (hemos tomado para el ejemplo la AFP Modelo que tiene fijado un aporte al fondo de pensiones de un 10,77%). Así mismo, advertimos que alguien que tiene un sueldo imponible $ 5.619.000.- se le descuenta en principio, el mismo porcentaje en el entendido que, en este ejemplo, cotiza en la misma AFP; lo mismo para el caso de la cotización de salud, se le descontará el mismo 7% pues este porcentaje es independiente de si cotiza en una Isapre o en Fonasa. Estos porcentuales, al igual que para quien gana un sueldo mínimo, le serán descontados de su sueldo imponible. Sin embargo aquí radica la gran discriminación del sistema, pues quien tiene el sueldo de $ 5,6 millones al mes, tiene un techo para su cotización, vale decir que no cotiza por la totalidad de su sueldo sino que sobre lo que conocemos como el “tope imponible”, que a la fecha es de UF 79,2 ($ 2.222.776 al 31 de octubre de 2019). En términos simples diremos que esta persona solo cotiza por una parte de sueldo, a diferencia de quien tiene sueldo bajo que lo hace por el 100% de su sueldo imponible. Más gráfico aún, el porcentual que cotiza la persona de sueldo alto, es solo de un 4,24% a la AFP y solo un 2,8% a la salud. En otras palabras, aquí se permite a los sueldos altos una mayor disponibilidad de recursos líquidos en forma mensual que a quienes ganan menos y además esto es progresivo como se aprecia en el cuadro señalado. A mi entender, si acaso una de las razones de por qué los gobiernos y las autoridades no se han preocupado más allá de parches en el tema de la pensiones, proviene precisamente de este desequilibrio, pues al tener mayor disponibilidad, parte de ella sí la imponen pero vía lo que conocemos como APV (Aporte Previ- sional Voluntario), depósitos que además tienen beneficios tributarios. Así de simple. Visto que esta medida se ha mantenido por todo el periodo que ha durado nuestro sistema de AFP, creo que esta misma discriminación vigente puede y debe, ser modificada precisamente para devolver la mano a quienes han sido perjudicados por 35 años con esta medida. La idea es que por los próximos 35 años, mismo tiempo que llevamos con el actual sistema de capitalización individual y como forma compensatoria, el tope imponible de UF 79,2 que la autoridad define y actualiza año a año, quede solo como una cifra referencial pero que en la práctica sea eliminado a la hora de efectuar los descuentos previsionales y de salud; vale decir que aquellos que ganan más de este tope imponible, coticen a contar de ahora por el total del sueldo imponible. Esta medida en primer término lo único que estará haciendo, es restablecer la igualdad en el pago de las cotizaciones entre todos los trabajadores. En otras palabras, la cotización de quienes ganan por sobre el tope imponible, sería por el sueldo real (como la mayoría de los trabajadores en Chile) y por tanto mayor sería el monto que estos trabajadores deberían destinar a su fondo de pensiones. Aumentaría así su cuota de ahorro y por tanto mayor será, al final de su vida laboral, la cantidad acumulada en sus fondos de pensiones y por ende el monto de su pensión. Por lo pronto habría que eliminar el sistema de APV. Ahora bien, dijimos al principio de este capítulo que los ajustes para el corto plazo sería la parte más dura y que requeriría de sacrificios duros y la solidaridad de todos si queremos un país más igualitario y como debe entenderse, esta debe venir precisamente de la parte de la población que tienen los sueldos más altos, que es también quienes se han beneficiado de este tope imponible Aquí es, junto con el aporte estatal por niño nacido, donde se debe comenzar en consecuencia, a establecer la sustentabilidad y solidaridad del sistema de pensiones, por muy individualista que este sea. Veamos cómo. El 4% propuesto por el gobierno debemos entenderlo como una medida transitoria, pues tarde o temprano deberemos alcanzar el 20% de cotizaciones para asegurar en el largo plazo una buena seguridad social y tasa de reemplazo. Siendo así, ha de quedar claro que, en no mucho más tiempo, cuando las autoridades se den cuenta que este porcentaje de 4% poco o nada soluciona, deberemos seguir con el 6% restante pero, el empezar a nivelar las actuales pensiones más bajas, es algo que debe hacerse bastante antes que eso y con medidas duras y radicales, por lo que mientras antes empecemos, mejor. Nuestra propuesta es, que por los próximos 35 años aquellos sueldos que están por sobre el tope imponible, coticen por el total de la renta imponible sin tope. Al cotizar por el sueldo real, esto es el actual 10% aproximado (estarán ahorrando más a su fondo particular al no tener el tope de las UF79,2.- y sin beneficios tributarios), pero que el incremento del 4% propuesto por el gobierno que es de cargo de los empleadores, vaya derechamente a engrosar un fondo de repartición solidaria inmediata, el que permitirá de forma inmediata, aumentar las jubilaciones de personas con pensiones bajas. Ha de entenderse claramente el hecho de que este nuevo 4%, que igualmente de cotizarán los sueldos altos hasta el tope imponible y que iría al “fondo solidario”, implica definitivamente un impuesto al trabajo, solo que en este caso este tiene un fin bastante claro, concreto y solidario. En todo caso, si bien la principal razón de esto es equidad, solidaridad y estabilidad del sistema, esto va acompañado con una devuelta de mano, como señalábamos, por los 35 años en que esta medida del tope imponible les ha dado a estos sueldos altos, una mayor liquidez para sus bolsillos con todos los beneficios que ello implica. Una medida como esta, que como decíamos puede extenderse en forma transitoria por hasta un máximo de los 35 años, implicaría una ayuda inmediata para la mejora de las pensiones de los más necesitados, en un monto aproximado de US$ 789,4 millones anuales. Esto no debería repetirse cuando se pase al inminente segundo incremento del 6%, para completar el 20% necesario de cotización. Como contrapartida, el 4% inicial de quienes ganan menos de las UF 79,2.- sí debe ir a engrosar su propia cuenta personal en su AFP. Creo igualmente, que el plazo para llegar a completar este 4% de cotización adicional, que son de cargo de los empleadores, debe reducirse a fin de reducir también el necesario ajuste de las pensiones más bajas. Como corolario a la propuesta hecha y sus posibles ajustes, hay que señalar que esto requerirá de cambios incluso en la Constitución Política de Chile, pues en el caso de los impuestos, nuestra carta magna define claramente que las recaudaciones de impuestos deben ir necesariamente a un fondo central administrado por el estado, lo que no se daría en este caso. Una bolsa central para la recaudación de impuestos está, a nuestro parecer, un tanto obsoleto y significa cada vez más, un alto riesgo para la sociedad especialmente ante gobiernos populistas. Los impuestos dirigidos específicamente hacia algunas áreas ayudan a dar mayor transparencia al sistema y a un mejor control, sin perjuicio que contribuiría a cambiar la mentalidad actual de la población, en orden a que las autoridades pueden malgastar esta caja negra de dinero. Al existir una persona, claramente identificada y responsable de un cargo, de un área o de una repartición que recibe “impuestos directos con fines específicos”, se tendería a reducir casos de anomalías por lo que este, deberá responder acorde a los daños causados, como veremos en el capítulo de seguridad. Creo que uno de los muchos problemas de nuestro país y que es incluso motivo de evasión, es que no creemos que los impuestos que pagamos vayan efectivamente donde se dice que van y que estos sean gastados como debe de ser, por lo que pasar a un modelo en que algunos impuestos como este, que como decíamos es claramente un impuesto al trabajo, vayan derechamente a algo específico, ayudaría a una mejor y más transparente gestión gubernamental. 4. Aportantes al sistema Es de dominio público que en nuestro país la economía informal alcanza cifras desalentadoras. Tener sobre 2,5 millones personas -según las últimas cifras del INE- trabajando en el mercado informal, lo que representan cerca de un tercio de la masa laboral, es algo realmente preocupante y bastante distante de las que muestran otros países de la OCDE. Dado estas cifras, es bastante fácil deducir que ello afecta directamente a los aportes que se deben hacer por los trabajadores a los fondos de pensiones, a la salud e incluso a la recaudación de impuestos, convirtiéndose así en el caso de las cotizaciones previsionales, en el germen de las lagunas que se presentan a la hora de jubilar y que definitivamente es lo que más merma el monto que habrá acumulado el trabajador al final de su vida laboral. Una forma más clara de decirlo es que en nuestro país hay un 30% de la población que trabaja solo para vivir el día a día y sin ninguna capacidad de ahorro y estemos de acuerdo o no que ello puede ser una decisión personal, esto es un defecto claro de nuestro sistema económico y de las políticas públicas. Cualquier solución que pretendamos hacer en las mejoras de pensiones futuras, pasa por la inmediata incorporación al sistema a la totalidad de los trabajadores que desempeñan alguna actividad remunerada y nos referimos principalmente, a aquellos que trabajan en forma independiente bien sean comerciantes o profesionales a honorarios. Es difícil entender las razones del por qué los sucesivos gobiernos que hemos tenido, han postergado sistemáticamente esta medida del todo necesaria si lo que se pretende es resolver y mejorar seriamente las pensiones de los trabajadores chilenos. Podemos entender su postergación como otro parche al sistema, porque quienes giran boletas de honorarios no quieren ver sus ingresos líquidos disminuir al tener que destinar parte de ellos a las cotizaciones previsionales y de salud, así como desde la otra vereda, el empleador no está dispuesto a aceptar un incremento de honorarios, si le corresponde a él pagar cotización previsional y salud, para que el profesional reciba el mismo sueldo líquido. Con todo, creemos que esto debe implementarse a la brevedad y que la responsabilidad de enterar las cotizaciones, al igual que con los trabajadores dependientes, debería recaer en el empleador o contratante de los servicios y para comenzar con pie firme en la implementación de esta medida, debe ser precisamente el Estado de Chile quien dé el ejemplo, porque este es si acaso, el mayor infractor en esta materia. En efecto, a la fecha el Estado chileno debe ser el principal responsable de las lagunas previsionales que tienen miles de trabajadores de nuestro país a la hora de jubilarse, pues durante gran parte de su vida laboral, muchos profesionales que trabajaron y trabajan de forma regular-esporádica, lo hacen a honorarios para alguna repartición estatal. 5. Edad de jubilación La edad de jubilación es un tema que últimamente se ha puesto en el tapete de la discusión cuando se piensa en las reformas previsionales, sin embargo, es curioso que siquiera se mencione en Chile pues, no es un tema que tenga relevancia para nuestro país, por lo que creemos que ella debe mantenerse en los 65 años para el caso de los hombres y a lo más, igualar hasta los 65 años la edad de jubilación para las mujeres. Este concepto se plantea, no porque después de cumplir la edad de jubilación el individuo entre en la vejez y ya no sea un aporte para la sociedad, pues de hecho son un aporte, ni tampoco porque la medicina haya hecho a los individuos más sanos y longevos y que a los 65 años aún estén plenamente vigentes, sino porque para un sistema de capitalización individual como el que tiene Chile, con los fondos caucionados por empresas privadas, el retrasar la edad de jubilación no implica alivio alguno para las finanzas estatales. Solo incrementaría el negocio de las AFP. Puede que mejore las finanzas personales del trabajador el retrasar uno o dos años su jubilación, decisión que obviamente dependerá de lo que haya acumulado en su vida laboral y su renta actual, pero eso en el fondo es una decisión individual y quizás del mercado si lo sigue acogiendo como trabajador, pero definitivamente para nada le afecta al estado modificar la edad en que un individuo quiera retirarse de la vida laboral. Dentro de este mismo tema, convengamos solo para efectos de comparación, que para un sistema de reparto como el que usan en Europa, el retraso generalizado en la edad de jubilación sí implica un fuerte alivio a las arcas estatales, pues ello aumenta los años en que el estado se mantiene recolectando cotizaciones y le disminuye así mismo, el tiempo en que estará pagando jubilaciones hasta que el individuo muera. En consecuencia, este no es un tema atingente a nuestro país y cualquier modificación tendiente a subir la edad de jubilación de las mujeres será solo un tema de igualdad, algo que actualmente se reclama, pero elevar la de los hombres sería una grosera injerencia estatal en decisiones netamente individuales. 6. Sistema de acumulación de los fondos Cualesquiera sean las modificaciones, mejoras o cambios que se hagan o pretenda hacerse al actual sistema de AFP en nuestro país, esto debe apuntar directamente a este punto, el resto solo será decorado. Sin perjuicio de lo señalado al comienzo de este capítulo, para entender claramente el porqué de ciertas mejoras o modificacio- nes que planteamos, digamos que nuestro sistema previsional no es otra cosa que un sistema de ahorro individual (obligatorio por cierto) como cualquier otro y el ahorro se define como, lo que dejo de consumir hoy, para poder consumir algo más en el futuro. Siendo así, si nos circunscribimos al caso concreto de la vejez, lo que un individuo racional espera es llegar a la edad del retiro con la mayor cantidad de ahorros o activos, no para consumir más en este caso, sino para seguir consumiendo ojalá en la misma cantidad que hasta esa edad lo ha venido haciendo. En un sistema previsional de capitalización individual como es el caso chileno, sucede algo similar, donde el individuo espera que con sus ahorros entregados mes a mes a las AFP durante su etapa laboral activa, pueda llegar a la edad de jubilarse con un fondo que contenga la máxima cantidad de dinero efectivo, a fin de que producto de ello, pueda tener una pensión que le permita igualmente, vivir una vejez tranquila y digna. Misma forma, mismo fin. No obstante lo anterior, tenemos que distinguir que para el caso de un ahorro producto de excedentes monetarios que cualquier individuo tenga producto de su trabajo por ejemplo, podrá encontrar muchas opciones de ahorro a las que puede acceder con obviamente distintas rentabilidades y riesgos, sobre las que puede decidir libremente. El ejemplo más concreto y recurrente, es destinar los excedentes a la compra de una primera e incluso segunda vivienda, por la que pagará (o ahorrará) un dividendo por 20 años, alternativa bastante masiva como instrumento de ahorro para la vejez. Para el caso del ahorro previsional, hoy no existen alternativas para el individuo, por un lado porque no es un ahorro voluntario sino obligatorio por ley y seguidamente porque el individuo, des- conoce realmente que harán las AFP para multiplicar sus ahorros, dado que ello es decisión interna de estas. No es que la obligatoriedad sea del todo mala, muy por el contrario, en este caso es bueno que el estado caucione la vejez de la población pues la historia muestra que la mayoría de la gente no toma debida conciencia de su futuro y menos aún, toma las providencias necesarias para no llegar a la vejez como una carga para el mismo estado o para su propia familia. Siendo en consecuencia, la finalidad de todo sistema de pensiones la maximización de los ahorros del cotizante, tenemos que entender que la filosofía del sistema mismo y la ingeniería financiera que se requiere para ello, no es un tema simple. En efecto, no es simple porque aparte de tener que hacer muchos supuestos de muy largo plazo, la mayoría de ellos son además inciertos y riesgosos. Es aquí donde lamentablemente tenemos que decir que nuestro sistema de capitalización individual tiene su principal falla, al obligar al cotizante a entregar sus ahorros para que estos sean invertidos en un mercado lleno de riesgos sobre los cuales, además, el cotizante desconoce y no tiene injerencia alguna. Veamos el por qué de lo señalado y cómo podríamos mejorarlo. La acumulación del dinero que los trabajadores aportan mes a mes a su fondo de pensión, es para estos, una suerte de caja negra para con las inversiones que hacen las AFP con estos dineros. Hoy, lo que un trabajador promedio sabe o puede llegar a entender es que, estos fondos en los que las AFP invierten su dinero, están divididos en cinco tipos (A, B, C, D y E), según el riesgo que las mismas AFP le asignan. Estos van desde el más riesgoso (A), hasta el menos riesgoso o más conservador como también se le suele llamar (E), entre los cuales hay otros tres tipos con riesgos intermedios (B, C y D), sin embargo lo más curioso y que refleja la total desinformación que proveen tanto estas administradoras como la misma Superintendencia de AFP, organismo encargado de regular a la AFP, es que nadie sabe ni puede saber, de cuánto, ni en relación a qué, es el riesgo del que estamos hablando. Peor aún, las AFP endosan abiertamente, con el beneplácito de la Superintendencia, la responsabilidad de elegir el riesgo y por tanto la rentabilidad de estos fondos a los ahorrantes y a la sola decisión de entre estos cinco tipos de fondo. Una lotería. A nuestro parecer, esta delegación de responsabilidades es desproporcionada e irresponsable, por lo que es muy importante cambiar el actual sistema de acumulación de los fondos en las AFP, o como mínimo, adicionarle otros que estén internalizados en la población, que los entiendan y que sean transparentes. Como principal modelo, nos referiremos a nuestra conocida Unidad de Fomento, lo que plantearemos en el siguiente numeral. Hoy como señalábamos, el sistema de ahorro de los trabajadores no es más que una inversión mensual de sus recursos (en realidad es una apuesta) en lo que conocemos como “Fondos Mutuos”, instrumento financiero de alta volatibilidad y riesgo. Efectivamente, hoy el afiliado acumula cuotas y no dinero, y tiendo a pensar que pocos entienden lo que ello implica en su futura jubilación. Esta modalidad, incide decisivamente en el monto definitivo de la pensión, pues su resultado depende incluso, de la coyuntura de la economía al momento que el afiliado decida jubilarse. Otra lotería. Dentro de este contexto, señalemos que el crecimiento o mantención los ahorros para la jubilación de los trabajadores depende básicamente de tres variables, de las cuales el afiliado solo controla una de estas y solo en parte. La primera variable, sobre la cual en trabajador tiene control, es el monto en pesos que mes a mes envía a las AFP (un porcentaje de su sueldo) y puede identificarlo claramente en su liquidación de sueldo. Las otras dos variables y que son en definitiva las más importantes para el crecimiento de los fondos, no depende en ningún momento del trabajador a pesar de que es el legítimo dueño de sus fondos, pues depende esencialmente de dos factores externos: a) del mercado accionario, de los bonos u otros instrumentos en los que cada AFP haya decidido invertir los fondos y no solo de nuestro mercado financiero, sino del mundo, pues en un mundo globalizado como al que hemos llegado, las inversiones no son solo locales sino internacionales o al menos están relacionadas y b) de la capacidad, habilidad y honorabilidad de algunos pocos ejecutivos de las AFP para decidir dónde y cuándo invertir los recursos de un tercero desconocido, como son los millones de trabajadores del sistema. Sin perjuicio de ello, cualquier error en estas decisiones de inversión que puedan tomar estos ejecutivos, quedan en el ámbito interno de las AFP y nunca afecta al directo responsable de ello, esto es, a las Administradoras de Fondos de Pensiones y subsidiariamente al estado al mandatar a éstas por ley la administración de los fondos, sino solo a los millones de trabajadores o cotizantes. Un sistema como este, a lo más puede continuar como una alternativa de libre elección, especialmente para gente más conocedora de operaciones riesgosas, pero no para la gran mayoría de la población. 7. La unidad de fomento como factor de ahorro Ya hemos dicho que el actual sistema de capitalización individual es el mejor sistema que Chile puede tener en este momento, sin embargo, igualmente que lo señalado en el numeral anterior, estimamos que debe introducirse con urgencia modificaciones a los instrumentos de ahorro o acumulación de dineros de los trabajadores en los fondos de pensiones. Se requiere darle mayor estabilidad y transparencia al sistema, así como desindexar lo más posible estos fondos de los riesgos inherentes al mercado o como mínimo que ellos sean compartidos, con quien en definitiva es el encargado de gestionarlo. Dentro de este esquema, lo que nos parece más adecuado, es que los ahorros que van a los fondos de pensiones individuales para la acumulación de fondo, sean en Unidades de Fomento. Señalemos que la Unidad de Fomento o UF como la conocemos, lleva implícita la inflación del país por lo que el poder adquisitivo de esta unidad de medida se mantiene igual en el tiempo, que es lo mínimo que un ahorrante puede esperar. Hoy gran parte sino todos, de los endeudamientos de largo plazo que se contraen por parte de los trabajadores en nuestro país, son indexados en unidades de fomento y si acaso el ejemplo más relevante son los créditos hipotecarios, donde se asume una deuda de hasta 20 o 25 años plazo. Como contrapartida en el caso de los Fondos de Pensiones, lo que las Administradoras de Fondo de Pensiones tienen para con cada uno de sus ahorrantes, es igualmente una deuda de largo plazo, por lo que parece del todo inaceptable que el dinero que mes a mes los trabajadores le traspasan para que caucionen, lo transformen en un instrumento riesgo- so como lo es un Fondo Mutuo y no se pueda indexar en una moneda dura, de uso común y habitual como la UF, donde caucionará al ahorrante al menos contra la inflación y le rebajará el riesgo. Sin perjuicio de que el ahorro previsional pudiese ser en unidades de fomento, como cualquier otro ahorro que un trabajador, producto de sus excedentes monetarios, quisiese hacer en el sistema bancario; estos ahorros indexados en UF deberían además tener asegurados un interés de mercado. Este valor mínimo (UF + i), debería ser plenamente garantizado por las AFP contra su propio patrimonio. Es lo mínimo que se puede esperar de un sistema de ahorro que es obligatorio. No se “presta” dinero o se ahorra en un banco a interés cero. 8. Comisiones de las AFP Este es, otro tema complejo y controversial en nuestro actual sistema previsional. En términos simples, hoy las comisiones que cobran las AFP es un monto del sueldo de cada trabajador, a todo evento e independiente de la calidad de su gestión y del rendimiento que obtengan de los fondos que se les ha encargado administrar. Este sistema en virtud de su antigüedad, tiene datos suficientes para concluir las rentabilidades promedio de cada uno de sus fondos así como lo que su manejo genera, por lo que estimamos que las comisiones deberían estar compuestas por un monto fijo bajo y uno variable, este último en función del rendimiento que obtengan por el manejo de los fondos y después de entregar al afiliado un mínimo establecido como es, el valor de la UF más la tasa de interés del mercado. Será por sobre esta base mínima, el segmento sobre la cual las AFP podrán cobrar sus comisiones (deberán estar estratificadas) y obtener sus utilidades. Lo curioso de algunas de las propuestas para nuestro sistema de pensiones y de otras áreas vitales para nuestra economía, tanto de este como de los anteriores gobiernos, es como estas son validadas por el gobierno, la prensa y la misma ciudadanía sin mayores análisis. Porque siendo realistas, nadie tiene claro cómo y de dónde salió el 5% que proponía el gobierno anterior y que este gobierno rebajó al 4%. Tampoco está claro, la razón real de la creación de un nuevo ente administrador de este 4%, mismo dilema del gobierno anterior con su 5%, lo que deja abierta la clara posibilidad que ello obedezca a dejar contentos a moros y cristianos (No+AFP y AFP). Lo más sorprendente es cómo una materia tan delicada como esta, que involucra directamente la pensión de millones de trabajadores, sea tratada tan livianamente por tan pocos actores opinantes, que son casi siempre los mismos y lamentablemente son además interesados directos, con una escasez de ideas abismante. Creo que ningún gobierno ha entendido del todo la seriedad del tema, ni menos lo ha abordado en forma seria, pensando en el futuro para todos los chilenos, sino más bien como la mayoría de los arreglos en nuestro país en base a parches momentáneos para dejar contento a la masa protestante del día a día. En temas tan delicados como estos, cualquier error en un cambio del sistema actual, tendrá un elevado costo económico y social, sin perjuicio de que no nos permitirá ver resultados, hoy ni el año que viene, sino que dentro de 20 o 30 años. Creo firmemente que para que todos estemos o lleguemos a acuerdo en cualquier materia y especialmente en temas económi- cos como este, se requiere mirar el mapa completo del problema, incluido el contexto general del país y no por parcialidades, solo así entenderemos a lo que queremos llegar el porqué y el cómo de lo que se hace o debe hacerse hoy o en sus etapas intermedias. En estas materias las autoridades deben entender que, el hecho de que parte de la población no esté al tanto o no tenga estudios específicos afines a la economía, no quiere decir que no pueda entender lo que se le explica o lo que se está proporcionando, algo que es bastante recurrente cuando se explican algunas medidas. Varias de las ideas aquí planteadas son fruto de conversaciones con gente que no entiende de temas económicos, pero entienden claramente lo que pasa en Chile y que es mejor para ellos y sus pares. Capítulo 4 LA EDUCACIÓN, TERCERA PRIORIDAD Hoy existe un consenso mundial en orden a que la educación, si no es el factor más importante, sí es uno de los más importantes para que los países puedan alcanzar un desarrollo económico más igualitario y estable. Siempre cuando hablamos de educación, debemos hacer una distinción entre la educación cívica y la educación escolar o superior, en nuestro caso no referiremos solo a esta última. Convengamos que los países para avanzar en su desarrollo, en los términos que hemos señalado, esto es con mayor igualdad y estabilidad, se necesita necesariamente de una educación de calidad y al alcance de toda la población, algo de lo que carecemos en nuestro país desde hace ya tiempo. En la medida que como país e incluyo principalmente a quienes son o serán autoridades, logremos internalizar que “desarrollo económico y educación de calidad” son conceptos inseparables, podremos enfrentar el futuro con una visión más global y pensando más en el país y su gente, que seguir entregando parches para superar situaciones puntuales, que es precisamente lo que ha sucedido en nuestro país durante el último tiempo en materia de educación y el tema de la gratuidad es un buen ejemplo de ello. Este término de “parche”, lo usamos en forma reiterativa en los diferentes temas porque es un sistema bastante recurrente que usan nuestras autoridades de gobierno, para solucionar demandas puntuales que efectúa la población en diferentes ámbitos de la economía o de la convivencia nacional. En materia de educación superior, para nada estamos de acuerdo con una educación planificada que restrinja las libertades de la juventud, sin embargo, estimo que es el Estado quien debe asumir el rol de orientador y quien debe transparentar las realidades que se irán encontrando los jóvenes en su futuro. En otras palabras, el Estado debe ser el visionario del futuro en orden hacia dónde marcha o marchará el país dentro del contexto mundial, esto con el fin de que la juventud se pueda definir y elegir más certeramente en el ámbito que se quiere desarrollar y así orientar sus expectativas, aspiraciones profesionales, salariales y personales, pues las decisiones de los jóvenes hace bastante tiempo, son fruto entre otros de la publicidad y tienden a ser más bien impulsivas, imitativas y muchas veces hasta grupales, por lo que mientras más informados estén, mejor será para ellos y a la postre lo será para el desarrollo del país en general. Creo es importante poner esto en contexto, porque el avance en la cobertura de la educación en nuestro país durante los últimos 20 años ha sido vertiginoso. La cifra de estudiantes que acceden a una educación superior en este periodo de ha quintuplicado y no quiere decir que nos hayamos puesto más inteligentes, sino que la oferta de casas de estudio, universidades y carreras ha crecido, arrastrando así a un mayor número de estudiantes a continuar estudios después de egresar de la educación media. Esto a todas luces es un buen avance para la educación y desarrollo de cualquier país, solo que como la mayoría de las cosas, los chilenos solemos hacerlas desordenadas y sin planificación y aquí veremos lo que nos ha significado. Esta gran cantidad de egresados de carreras universitarias ha arrojado al mercado laboral una cifra importante de profesionales que en su gran mayoría salen a buscar su espacio en el mercado laboral nacional y lo seguirán haciendo, sin embargo informes serios ya advierten que en 15 ó 20 años, en algunas especialidades, no habrá mercado laboral en Chile para absorber tanto profesional y esto es algo que el Estado, con su política de laissez faire en el mercado educacional no ha atendido ni informado, dejando a las universidades avanzar sin orientación e incluso de forma irracional, por sobre lo que hace tiempo viene dictando el mercado futuro. Para que quede claro, no se trata de restringir sino de orientar, porque no podemos olvidar que ha habido carreras creadas por las universidades, que no tenían campo laboral y que luego fueron desechadas por las mismas universidades dejando en medio de la carrera a estudiantes que ya las habían comenzado. Otro punto que nos interesa destacar son la cantidad de casas de estudio que han debido cerrar por mala administración, problemas de acreditación o malos manejos financieros, lo que las han llevado a la quiebra dejando a miles de estudiantes en la indefensión. Creo que el estado tampoco aquí ha ejercido responsablemente el rol de supervisor que le corresponde, a modo de ejemplo, imaginémonos que el estado deja al libre albedrío al mercado financiero para que estos actúen de acuerdo a sus criterios, apreciaciones y modelos de negocio. Mejor ni pensarlo. Creo en un estado más responsable, aquel que dentro de una “cancha bien rayada” ejerce una labor de supervisión estricta. La vida estudiantil de un individuo se divide en tres etapas, Educación Párvula o Pre-escolar, Educación Escolar y Educación Superior, comprendiendo esta última lo que conocemos como educación técnica o universitaria. Estaremos, al menos la mayoría, de acuerdo que debe haber universalidad en la totalidad de la educación de nuestro país, vale decir que esta debe estar al alcance de todos sin distinción, manteniéndose el concepto de obligatoriedad al menos hasta nuestro actual cuarto medio en la etapa escolar, no así para la educación superior. Para explicitar lo que a mi entender debe hacerse en materia de educación en nuestro país, tenemos que comenzar distinguiendo entre lo que debe entenderse por lo que es un “derecho”, así como lo que debe entenderse por lo que es una “opción” en la vida de los estudiantes. Definiremos en consecuencia, el derecho de un ser humano para este tema, como algo inherente a su persona por el solo hecho de haber nacido dentro del territorio nacional. En nuestro caso, haber nacido en territorio chileno y sobre lo cual el niño no ha tenido oportunidad de decidir. Por otro lado, definimos opción, como aquella alternativa que la persona puede o no tomar, de forma individual o en grupo, cuando ya ha alcanzado el grado de madurez suficiente o el que la ley le reconoce y por la cual debe hacerse responsable. Nuestro enfoque estará orientado a un horizonte de 25 a 30 años, algo que para los políticos como ya señalábamos, es un horizonte que siempre ha superado sus visiones normales, pues no se asocia con programas de resultados inmediatos y no es redituable en el corto plazo, principalmente con votos. Entendemos aquí, que los programas de educación para las tres etapas de estudios siempre deben ser de carácter nacional y deben estar constantemente actualizados al nivel de los países más avanzados en cada una de las materias, bajo la responsabilidad del estado y de los propios centros de estudio. Esto, sin perjuicio de añadidos que puedan y deban introducirse en parvularios, colegios y centros de educación superior, propios de nuestra idiosincrasia, los cuales no deberán afectar a los programas técnicos básicos, ni en su contenido, ni en el tiempo de duración de los años de estudio. Señalemos que hay tres puntos relevantes para un país en lo que respecta a la educación de su pueblo: el primero es la universalidad de esta, la segunda es la calidad y finalmente el financiamiento de la educación. Plantearé por tanto nuestra teoría para la educación, así como las obligaciones que le alcanzan al Estado de acuerdo al criterio que he señalado, esto es el respetar lo que es un derecho y reconocer lo que es una opción de los estudiantes. En los dos primeros niveles de educación -educación de párvulo o pre-escolar y escolar- la educación es un derecho inalienable de cada niño y por tanto debe ser responsabilidad del estado su universalidad, calidad y financiamiento. Este último, el financiamiento, puede ser a mi entender estatal, privado y/o mixto. Para la educación superior, sea esta técnica o universitaria y dado que es una opción unilateral del estudiante, el estado solo debe garantizar la universalidad y la calidad, pero no el financiamiento. Estos estudios, para un país que no dispone de sobrante de recursos como es nuestro caso, debe ser de exclusiva responsabilidad del estudiante, sin perjuicio de que el estado tiene la obligación de poner a disposición de todos los estudiantes egresados de la educación media, diferentes opciones de acceso y financiamiento retornable a la educación superior, en igualdad de condiciones para todos quienes quieran seguir esta opción. La supervisión, mejora y control, de toda la educación en materia de universalidad, calidad y financiamiento, lo supondremos a través de un organismo rector independiente, con tecnología e información de primer nivel. Veamos entonces cada una de las tres etapas. EDUCACIÓN PÁRVULA Y ESCOLAR Existe hoy en día una concepción mundialmente aceptada, en base a estudios serios, que dentro del total de la educación de una persona, es la etapa párvula o pre escolar la más importante para el desarrollo cognitivo del ser humano, sin embargo no vemos en nuestro país que estos estudios, hayan sido tomados realmente en serio, es más, estos señalan claramente que gran parte del futuro se forma mientras estamos en el vientre y en nuestros primeros cinco años. Hoy el tema de discusión en materia educacional se ha centrado en la gratuidad y calidad, pero solo en la etapa terciaria o educación superior y eso se debe claramente a la capacidad de los estudiantes escolares principalmente, para reclamar o protestar al respecto y a la poca visión, determinación y algo de debilidad de las autoridades para caer en el juego estudiantil. Nuevamente tenemos que decir que estamos yendo por el camino errado o bien nos estamos saltando etapas fundamentales para el desarrollo económico de nuestro país, al tratar de solucionar un problema que nunca tendrá solución si no se comienza por la raíz misma del problema. En otras palabras, si no mejoramos primeramente la educación párvula de nuestro país en forma adecuada, nuestros niños seguirán llegando a la etapa escolar y educación superior con un importante déficit cognitivo. Continuará sucediendo en consecuencia, que en la etapa secundaria o escolar el rendimiento será bajo, independiente de calidad de las mallas curriculares de los colegios, porque como señalan los expertos en el tema, el niño ya vendrá con un déficit cognitivo irreversible. Poco sentido tiene en consecuencia, a nuestro parecer, abocarse solo a mejorar la educación superior, si estamos permitiendo que hasta allá lleguen niños que ya vienen con problemas y que por tanto tendrán serios problemas de adecuación, que al final redundara en fracasos, frustraciones, abandonos y que no nos permite sacar profesionales adecuadamente capacitados para competir en un mundo tan interconectado como el actual. Creo que la tarea del gobierno y la ciudadanía, en forma transversal, es ponerle primera prioridad, interés y recursos, como lo amerita, a la educación pre escolar y escolar de nuestro país. No podemos estar implementado medidas cortoplacistas en la educación superior, si no atacamos la raíz del problema. Hoy en Chile, en la educación primaria y secundaria, existen establecimientos gratuitos para alumnos de escasos recursos, aquellos que tienen matrícula de pago pero que aun así tienen ayuda estatal para su funcionamiento y aquellos particulares o privados, que se sustentan solo con las matrículas de sus alumnos. Sin perjuicio de lo señalado en la primera parte de este acápite, hay algunos aspectos que, a mi entender, deben ser abordados ur- gentemente por parte del Estado; el primero se refiere a la calidad de los programas educacionales. Hoy un alumno que egresa de cuarto medio no tiene, a nivel internacional, los conocimientos suficientes para entrar a una carrera universitaria de calidad como lo exigen muchas universidades de prestigio y no se trata solamente de notas pues por ejemplo, para ingresar a algunas universidades de prestigio como lo son las de Gran Bretaña, se exige a los estudiantes chilenos al menos un año de nivelación en las mismas universidades o en algunos casos, un año de estudios en alguna otra universidad, para acceder a primer año de una carrera. Si nuestra idea es plantear una solución de raíz y pensando en el largo plazo, con una igualdad de educación que permita a todos los estudiantes acceder a la educación superior o incluso para enfrentar la vida sin estudios en igualdad de oportunidades, debemos pensar en algunos aspectos que son básico para alcanzar esas metas. La primera de ellas se refiere al profesorado y la calidad de los mismos, quienes a mi entender deberían tener un rango e importancia acorde a su aporte directo al desarrollo del país. Así mismo, si entendemos que la calidad de la educación en estas dos etapas es responsabilidad del Estado, la mantención, calidad e idoneidad de los profesores que enseñen acorde a esta calidad también cae dentro de este contexto por lo que, independiente de ideologías partidistas y resquemores particulares, el Estado debería mantener evaluaciones periódicas de los profesores que asegure al país y a los estudiantes, que los progresos en la calidad educativa se están produciendo manteniendo y mejorando. Debería ser en consecuencia el Estado, a través de algún organismo independiente, quien vele y garantice por la calidad de nuestros profesores y de la educación misma, de modo que debe evaluarse en forma periódica y sistemática a todo el profesorado chileno, lo que además debería ser requisito básico para que los establecimientos se mantengan en el sistema gratuito, por ejemplo. Esto mismo debe alcanzar al profesorado de los colegios privados, pues la necesidad de avanzar en la calidad de la enseñanza es también su obligación. Un segundo aspecto para la nivelación de la educación en nuestro país se refiere a los estándares en la construcción y mantención de los establecimientos educacionales. Hoy existe una gran diferencia entre estudiar en un colegio privado y en aquellos que no lo son. Dentro de lo que hemos planteado en orden a que en esta etapa de la vida estudiantil la educación es un derecho y como tal la Constitución Política de nuestro país la garantiza, creo definitivamente que esta igualdad es y debe ser extrapolable a la calidad de los establecimientos. Aspectos como estos nos permitirán eliminar por ejemplo, inventos como el NEM y otros que buscan equivalencia de oportunidades. En otras palabras, la igualdad de oportunidades deben ser reales y no interpretativas. Siendo así, habrá que determinar una infraestructura mínima, que incluya deportes, investigación, recreación etc., que se requerirá para la operación adecuada de todos los colegios, para lo cual se podría establecer un plazo de 10 a 15 años para su cumplimiento. En el caso de los colegios gratuitos, deberá ser el estado quien financie las obras de construcción necesarias para la adecuación de los establecimientos públicos y en el caso de los colegios particulares, serán ellos mismos quienes con recursos propios, harán lo propio con sus establecimientos. Dentro de este mismo contexto, en estas dos primeras etapas educacionales que contemplan en paralelo la educación de pago, la educación de pago mixta y la educación gratuita, entendemos que el pago de los educadores para aquellos que no sean establecimientos privados, deberían ser de cuenta del estado y adecuada a la importancia que esta profesión reviste. La educación privada, siempre debe mantenerse en aquellos establecimientos privados actuales y en aquellos que se quieran instalar bajo este concepto, apuntando básicamente a aquellas familias que, por diferentes motivos o sesgos, prefieran para sus hijos una educación privada y de pago. Estos colegios privados, siguiendo los programas escolares que el gobierno determine para la población estudiantil tal como hoy, no pueden contar con financiamiento estatal alguno, en consecuencia, deben seguir financiándose exclusivamente con las matrículas de sus estudiantes. Así mismo, deberá seguir siendo decisión de los propios colegios y sus dueños, si estos colegios privados tienen o no fines de lucro. Por el contrario, la educación gratuita que se imparta en colegios debidamente acreditados por el estado, su financiamiento debe provenir en un 100% del Estado. El financiamiento a través de estos colegios debe estar dirigido a aquellos estudiantes cuyas familias, sean de escasos recursos o incluso familias de clase media que no estén en condiciones de financiar los estudios de sus hijos o que, si aún pudieran financiarlos, los montos de los aranceles educacionales de los colegios privados le signifiquen una importante merma en la calidad de vida de la familia. Así mismo, debe adecuarse el sistema de financiamiento que hoy otorga el estado a los establecimientos a una base sobre aran- cel/alumno, anual y sin distingo de asistencia o rendimiento del estudiante. La vía por la que el estado debe destinar los recursos -bien sea a través de la municipalidades u otro organismo acreditado- a los establecimientos educacionales no revierte tanta importancia, solo interesa asegurar que esta sea la más eficiente, controlable y auditable. Ninguno de estos establecimientos que reciban recursos del Estado, podría tener fin de lucro y deben ser obviamente, fiscalizados directamente por el organismo independiente que señalamos, encargado del tema. Estas dos etapas de la educación deben entenderse como fundamentales para el desarrollo de la nación y su gente, por tanto, continuará siendo obligatoria para todos los niños que vivan dentro del territorio nacional y al igual que hoy, la responsabilidad de asistencia recaerá primeramente en el Estado y sucesivamente en los padres. No debe recaer en los alumnos responsabilidad alguna, ni en los tiempos ni en los programas; debería establecerse una etapa de transición de 20 a 25 años para nivelar la educación en Chile, alcanzando los mejores estándares internacionales en contenido y calidad donde el deporte, por ejemplo, forme parte fundamental en el desarrollo integral de los estudiantes. Siendo así, al menos durante esta etapa de transición, el único deber de los alumnos, será estudiar y tendrán que delegar la responsabilidad de las mejoras educacionales en el Estado. Entendemos que no es bueno que haya distingos entre la educación de párvulos y la educación escolar, es más, existen innumerables estudios, como antes señalábamos, que otorgan mayor relevancia a la educación de párvulos para el futuro desarrollo de los niños, razón por la cual, ambas deberían tener el mismo rango de importancia y financiamiento. Esta mirada de un financiamiento estatal para la educación párvula y escolar, así como su obligatoriedad, se da precisamente porque es en esta etapa donde la educación es un derecho y no una opción, por lo que entendemos que el Estado debe asumir la responsabilidad que le corresponde. No se trata aquí de dar cifras salariales para el profesorado de la educación de párvulos, así como para los de la educación escolar media, pues debe ser materia de discusión, pero sí tenemos que decir que esta materia no debe mirarse como un gasto, sino como una inversión de largo plazo. EDUCACIÓN UNIVERSITARIA Es a contar de su egreso del colegio, cuando un individuo comienza a delinear su futuro, su preparación individual, técnica, profesional y/o laboral. Es aquí cuando el estudiante decide, para algunos en forma prematura, a qué dedicarán su vida futura, será así mismo a contar de aquí donde se comenzará a delinear su aporte a la sociedad y a su desarrollo personal. En base a la distinción entre derecho y opción, entendemos que la educación superior a diferencia de la párvula y escolar no es un derecho sino una opción, por lo que no es dable contemplar la gratuidad en esta etapa. Sí habrá siempre que considerar, diferentes formas de financiamiento que permitan a quienes toman la opción de continuar estudios superiores, cualquiera sea la modalidad, el financiamiento de esta opción vía préstamos, becas individuales en base a méri- tos, becas académicas estatales, deportivas, sociales etc., y si acaso lo más importante, este financiamiento debe ser directo al estudiante por el 100% de la carrera, especialmente si no cuenta con los recursos para financiarla. Antes de hablar de la calidad de la educación en esta etapa, tema relevante para el desarrollo no solo del estudiante, sino que también para el país, nos enfocaremos primeramente en el financiamiento de estos estudios superiores, una vez que el estudiante ha decidido por esta opción, por ser el tema que ha despertado mayor efervescencia entre los estudiantes mismos. Hemos de decir también previamente, que el financiamiento que se otorgue a quienes quieran continuar con estudios superiores, sean técnicos o universitarios en cualquiera de sus modalidades, es algo fundamental para un régimen de igualdad en esta tercera etapa de la educación, por lo que distinguiremos tres tipos básicos: Financiamiento privado: el costo de la educación superior es costeado por el estudiante, su familia o alguna entidad privada. Becas: estas son entregadas por el centro de educación, el Estado u otro organismo acreditado, en virtud de algo que distinga al estudiante frente a sus pares como, por ejemplo, excelencia académica, excelencia deportiva, etc. y pueden contemplar distintas modalidades de montos y plazos. Para el caso de las universidades y centros de estudios, cualesquiera que sean, estos tendrán plena libertad de financiar becas a estudiantes, pero solo con recursos propios. En ningún caso estas becas, encarecerán o perjudicarán al resto de los estudiantes y sus matrículas. Financiamiento vía crédito: corresponde a un crédito que entrega el Estado al estudiante mismo y con un fin único de estudiar, al que pueden acceder todo el universo estudiantil que lo desee, independiente de su condición socio económica o académica, siempre que haya cumplido con todos los requisitos requeridos para su graduación en la enseñanza media e ingreso a la educación superior. Si bien este préstamo al estudiante lo debe otorgar el Estado, también como en otros países, podría ser otorgado por las mismas Universidades o Centros de Estudios. Tal cual se lee este crédito, puede sonar como un nuevo Crédito con Aval del Estado (CAE), pero definitivamente no lo es. Podrá encontrársele similitud y es lógico por el hecho de que es un crédito que otorga el Estado y por ser un instrumento crediticio es igual o parecido a todos los que operan en el mercado financiero, pero en su concepto central dista mucho de serlo. La primera gran diferencia es que, un préstamo de estas características no puede llevar el aval del Estado, por otro y si acaso lo más diferenciador es que este es un crédito entregado a una persona natural de la cual, de entrada sabemos que al momento del otorgamiento no cuenta con recursos, ni flujos de ingreso, ni garantía, solo un futuro. Siendo así, su tratamiento debe ser especial, no precisamente en su otorgamiento pues es un crédito de carácter universal, sino en su cobro, algo que a nuestro entender no contempló adecuadamente el CAE. Hay a mi entender, tres aspectos de los cuales dependerá el éxito de esta modalidad, sin perjuicio de otros requisitos fundamentales que deberán cumplir los centros de educación superior que señalaré más adelante. El primero, se refiere a que gran parte del éxito en la recuperación de este tipo de créditos depende de la honradez del sujeto. Se requerirá en consecuencia, de una paulatina y constante educación y creación de conciencia en los estudiantes de que es un crédito y no un regalo del Estado, como también, que la posibilidad de que nuevos alumnos puedan acceder a estudios superiores en el futuro, depende de que ellos reintegren la totalidad de sus préstamos. Segundo, y si acaso lo más importante, dependerá de la racionalidad y solidez del mecanismo que se implemente para su seguimiento y cobro. Finalmente, dependerá de la voluntad y capacidad del Estado para gestionar la recuperación de este crédito, para lo cual no solo deberá poner al servicio de este objetivo todo el aparataje estatal, sino también se deberán cambiar algunas leyes que permitan que este crédito no se vuelva incobrable. La definición propia que se le otorgue al crédito, sus características, el grado de obligatoriedad, así como el sistema de cobro, es lo que permitirá que el sistema funcione, razón por lo que señalamos algunas características y requisitos mínimos que deberían contemplar estos créditos universitarios. CARACTERÍSTICAS DEL CRÉDITO, OBLIGACIÓN DE PAGO Y FORMA DE COBRO • Debería ser un crédito entregado a la Universidad por cuenta directa y exclusiva del estudiante titular del crédito. Debe ser otorgado por el Estado sin intermediarios, en Unidades de Fomento y sin intereses durante todo el periodo de estudio. El pago debería comenzar a efectuarse a contar del segundo año de la fecha de egreso y/o titulación, estableciéndose un plazo máximo para el servicio del crédito. • Cumplida la fecha en que se deba comenzar su pago, el estudiante dispondrá de un máximo de 15 años para pagar su crédito universitario (como cualquier deuda hipotecaria), el que comenzará a devengar un interés de UF + 2 o 3% como máximo anual. • Debe ser el organismo rector y autónomo señalado, sobre quien debe recaer la responsabilidad del otorgamiento, control y recuperación de los créditos de los estudiantes. El Estado debería para esto, introducir algunas modificaciones y adicionar otras disposiciones al actual sistema crediticio, así como validar de una vez el efectivo traspaso de información entre los organismos estatales, especialmente con el Servicio de Impuestos Internos y las entidades financieras nacionales, para mejorar la gestión de cobro. En lo esencial, para que el sistema sea viable y dado que en la gestión de cobro radicaría el éxito del sistema, señalamos aquí algunas de las modificaciones y controles que se requerirán implementar al sistema de cobro para que el crédito sea viable: • Se le dará al crédito otorgado para los efectos de su cobranza, un tratamiento y rango equivalente a los descuentos previsionales y de salud, de modo que se trasladaría así a los empleadores, la responsabilidad para descontar y retener del sueldo bruto de cada trabajador asalariado que tenga un crédito universitario, el porcentaje mensual definido por concepto de amortización de ese crédito, al igual que hoy lo hacen con los descuentos previsionales e impuestos, antes de enterarlos al Estado. • Adicionalmente y en virtud de la importancia que tiene para el Estado recuperar los referidos recursos para que la rueda que financiará a los futuros estudiantes no pare, en el caso de retraso o mora en el pago, esta deuda debería adquirir de forma automática el rango de deuda tributaria, con todo lo que ello implica y de ahí la importancia de que el Estado tenga todas las facilidades y facultades para cruzar información financiera con otros organismos estatales e instituciones financieras, si fuese necesario. • La cuenta propiamente tal, en la cual iría quedando el recaudo de los fondos, podrá ser licitada por el Estado entre las instituciones financieras y otros que, por sus características, puedan asegurar una información transparente, un control riguroso y seguro de cada cuenta individual. Un ejemplo claro de instituciones actualmente capacitadas para ello son las AFP, bancos, cajas de compensación etc. • No obstante lo anterior, el ente recaudador solo actuará como una bolsa y será tarea y responsabilidad del organismo rector, la relación directa con el SII y otros organismos estatales y privados en orden al cruce de información que permita efectuar de manera eficiente la cobranza de las deudas morosas. Debería ser este mismo ente rector quien, al detectar las moras en los pagos, informe e instruya al SII para que la deuda adquiera el rango de un tributo devengado, de modo que este active todos los protocolos de cobranza, a través de la devolución de impuestos por ejemplo y/o todos aquellos que utiliza el SII con estos fines. • El monto de la cuota que el ahora trabajador comenzará a devolver, debe ser un porcentaje fijo entre el 15 y 20% del sueldo bruto, con un plazo de amortización máximo de 15 años. En ningún caso el porcentaje a descontar podrá exce- der al 25% del sueldo bruto del trabajador. En el caso de que este alcance el 25% de acuerdo a la proyección de pago, el organismo rector podrá acomodar los años necesarios para la amortización total del crédito. Así mismo, en la fecha cuando se deba comenzar la recuperación del crédito, se le puede incluir a este un seguro de pago. Hay que reiterar que, por parte del Estado se requerirán importantes modificaciones a la legislación a fin de dotar a este organismo rector autónomo de la fuerza suficiente para cumplir su cometido, considerando que hoy la tecnología cuenta de todos los elementos necesarios para un correcto control y seguimiento que faciliten el cobro de estos créditos. Sin perjuicio de las medidas señaladas u otras que se pudiesen implementar que nos permita tener, universalidad en los estudios superiores e igualdad de acceso, hemos de ser tremendamente claro en que nada de esto es hoy posible, ni lo será nunca, si antes no se revisan y ajustan las mallas curriculares, las denominaciones y el costo de las carreras que se dictan en Chile, a niveles internacionales. En efecto, estudiar una carrera técnica o universitaria en Chile, es excesiva e innecesariamente caro, esto no solamente para los niveles de ingresos y estándares de vida de nuestro país, sino que también si se comparan en valores equivalente en dólares americanos, por ejemplo, con los que tienen los estudiantes en Europa para estudiar las mismas carreras. Esto se agrava aún más, si a la ecuación le agregamos la duración de las carreras que en nuestro país son ridículamente largas. En efecto, la mayoría de las carreras universitarias en nuestro país tienen una duración de 5 años, uno o dos años más que lo que de- ben estudiar sus pares europeos para la misma carrera, con el sobrecosto que esto significa para el estudiante, sus familias e incluso el estado, algo muy difícil y a veces imposible de solventar y entender. LA REALIDAD CRUDA DE NUESTRA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA Creo que una breve introducción de los hechos más relevantes de cómo surgió y se ha desarrollado desde el año 1981 nuestro nuevo sistema universitario, nos puede ayudar a refrescar la memoria y entender bajo qué contexto fue diseñado y por qué la educación superior requiere hoy de una profunda reforma, pero no de la forma como hoy se está planteando. Hasta el año 1980 había ocho universidades en nuestro país, de las cuales solo dos eran universidades estatales, la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado, el resto eran privadas pero con subvención estatal en tanto en cuanto bajo la filosofía imperante a la sazón, colaboraban con la función educacional del Estado. Ya en el año 1981, después de haber estado intervenidas todas las universidades nacionales desde 1973, se produjo lo que podemos decir un desmembramiento de las sedes universitarias de las dos universidades estatales de la época. Esto es, que algunas de las sedes de estas universidades les fueron derechamente quitadas, algunas de estas refundidas y de ellas nacieron una serie de universidades regionales como, la Universidad de Talca, la Universidad de Tarapacá, Universidad de Los Lagos y otras, dando inicio a un nuevo concepto de una completa libertad de enseñanza supe- rior para crear universidades privadas. Fue así que como resultado de esta nueva política surgieron 11 nuevas universidades privadas, en el entendido que el financiamiento de estas provendría esencialmente de las matrículas de los estudiantes. Adicionalmente estas nuevas universidades, debían ser examinadas para su funcionamiento por las universidades tradicionales ya existentes. Para esto en 1986 estas universidades tradicionales se agruparon, creando el Consejo de Rectores y ya en la década de los 90, se habían fundado otras 29 universidades privadas, a las cuales se otorgaban algunos aportes estatales, en la medida que incorporan a sus planteles altos puntajes de la prueba de selección universitaria. La acreditación que daban las universidades tradicionales a la nuevas era voluntaria, esto en la medida que no se requiriera de recursos del Estado, sin embargo a la luz del fuerte aumento de la oferta de cupos universitarios que se produjo como rápida respuesta a la demanda por estudios superiores, las universidades comenzaron a requerir de recursos para crecer por lo que poco a poco se fueron acreditando, al punto que esta acreditación llegó a ser un tema diferenciador en las ofertas, manteniéndose hasta el día de hoy donde las diferentes casas de estudios usan este elemento en sus planes de marketing para atraer estudiantes. La cuantiosa oferta y marketing desplegado, hizo que el interés por continuar estudios después de la enseñanza media comenzará a bajar en la escala socio-económica y surgieron rápidamente estudiantes que si bien querían y tenían puntaje para estudiar, sus familias no disponían de los recursos necesarios para financiar una universidad por cinco años, por lo que en el año 2005, se creó el Crédito con Aval del Estado (CAE). Este instrumento, que si bien ayudaba a quienes no tenían los recursos para seguir una carrera universitaria, también ayudaba a sostener a las universidades y el gran negocio que se había creado con esta liberación del sistema universitario. El problema a mi parecer, fue la tremenda irresponsabilidad del Estado al no ponderar adecuadamente el instrumento o crédito que había inventado, pues si bien solventaba el problema puntual del estudiante para acceder a una carrera universitaria, la medida beneficiaba principalmente a las universidades aumentándoles el mercado objetivo, hipotecando de paso el futuro del estudiante. Es más, las tasas con las que se entregaron estos créditos universitarios eran en sus inicios suicidas y cualquier análisis serio en la época, habría reflejado que estos créditos serían impagables, pues llegaron a otorgarse con una tasa de interés anual del 5,8% real y claro; los estudiantes solo firmaban para poder estudiar sin pensar en el futuro. Es casi imposible pensar que el gobierno de turno, sus autoridades y asesores, no supiesen que un crédito de estas características y con esas tasas, no fuesen a ser irremediablemente incobrables, por lo que la única conclusión a estos años plazo, es que fue derechamente una medida de sostenimiento a la filosofía de libertad de educación para la cual Chile aún no estaba preparado y para beneficiar descaradamente a las nuevas universidades. Otro factor importantísimo y decidor para que un sistema de financiamiento como el propuesto funcione, se refiere a la duración de si no todas, la mayoría de las carreras universitarias. En más de una ocasión se ha discutido este tema, sin embargo, lamentablemente todo ha quedado en nada, principalmente porque los diferentes actores de turno vinculados a las principales univer- sidades chilenas no han estado de acuerdo. Otra vez aquí los interesados directos, diciendo lo que le conviene la población. Hemos escuchado argumentos realmente insólitos al respecto, pero siendo claros, a mi entender hay solo una explicación y dos responsables. La explicación es tremendamente simple y es, que rebajar los años de duración bajaría en la proporción los ingresos por estudiante para las universidades. En cuanto a los responsables, el primero es el Estado que en una abierta política de laissez faire o dejar hacer, ha entregado toda la responsabilidad de la educación superior a las universidades, olvidándose de su rol subsidiario y fiscalización. El segundo responsable, son precisamente estos últimos que, como decimos en chileno, se han achanchado en el tema de calidad y nivelación internacional y están queriendo sustentar el mayor tiempo posible, el millonario negocio que significa hoy la educación universitaria en Chile. La exigencia de mejora en la calidad de la educación y la nivelación con nuestros pares internacionales es tarea del Estado, el que ello se haga es obligación de las casas de estudios. Para nada estoy en contra de que las universidades privadas operen con lucro, es más, pienso que así debe ser pues como cualquier área del desarrollo de una nación que manejen los privados, debe ser un negocio que no se distingue mayormente de otro que entregue servicios. No se diferencia, por ejemplo, de las charlas o cursos que catedráticos o “gurús” extranjeros vienen a dictar a Chile, por las que los empresarios y ejecutivos nacionales pagan bastante dinero solo por ir a escucharlos. Los relatores no vienen gratis, ni tampoco las empresas que organizan los seminarios lo hacen porque solo les interese mejorar el nivel de los ejecutivos en Chile, hay definitivamente un afán de lucro en ello y es lógico y razonable que así sea. La única gran diferencia es que, en la educación de los jóvenes son ellos o sus padres quienes soportaran el pago anual de las matrículas o la deuda y no las empresas como en el caso de la mayoría de los seminarios, costos que además son cargados a gastos para la correspondiente rebaja de impuestos. El Estado tiene la obligación de decir algo al respecto y algo cercano a lógica me dice que, debe existir el lucro pero no el abuso, que es un nivel bastante cercano hasta donde hemos llegado en esta materia. A mi parecer el tema de la educación superior del que tanto se ha hablado en el último tiempo, especialmente por el tema de la gratuidad, está definitivamente mal orientado. Ya señalaba, que no estamos de acuerdo con la gratuidad en la educación superior, esto porque la decisión de continuar estudios superiores una vez terminado el colegio, bien sean estudios universitarios o técnicos, es una opción y no un derecho. Así mismo señalamos que la oportunidad que debe tener un estudiante egresado de la enseñanza media, de estudiar en una institución superior, debe ser universal. Dicho esto, podemos señalar que la enseñanza superior, para que efectivamente esté al alcance de todos y sea de calidad, debe apuntar a tres modificaciones bien concretas y urgente. La primera, a una pronta nivelación de las mallas curriculares a niveles de las mejores universidades de la OCDE, solo así les aseguramos a nuestros estudiantes una buena calidad de enseñanza. Esto implica así mismo, elevar el nivel del profesorado y las exigencias de las propias casas de estudios para con los estudiantes. En segundo lugar, se debe revisar el costo de los aranceles que ha convertido los estudios universitarios en nuestro país, en un negocio altamente lucrativo y tercero por antonomasia, la duración de las carreras. Para poder entender más claramente la urgente necesidad de efectuar, lo antes posible los cambios señalados, veamos cuál es el nivel en el que estamos realmente en calidad de la educación, costo de los estudios y duración de las carreras, algo que los medios de comunicación generalmente no muestran. Para ello, es bueno atender a lo que señalan los rankings mundiales de calidad de las universidades, los aranceles que cobran y lo que duran las carreras que ofrecen, rankings que son elaborados por prestigiadas instituciones dedicadas a ello. Dos son los rankings más prestigiados que se publican en materia de calidad de las universidades en el mundo, estos son el Quacquarelli Symons (QS) y el Shangai Academic Ranking of World, quienes anualmente publican los rankings de la mayoría de las universidades e instituciones de educación superior en el mundo. Nos basaremos en el primero de ellos, en primer lugar, porque es el más antiguo y luego porque es más benevolente con nuestras casas de estudios. Este estudio lista año a año las mejores 1.000 casas de estudios superiores del mundo y las clasifica en base a los siguientes índices; (1) Reputación Académica, proveniente de las opiniones de sobre 80.000 académicos del mundo; (2) Reputación entre los Empleadores, proveniente de encuestas efectuadas a más de 40.000 empleadores del mundo, en referencia de donde prefieren contratar profesionales; (3) Ratio Facultad/Estudiante, que se refiere a la evaluación que hacen los propios estudiantes respecto a las enseñanzas y facilidades otorgadas por las universidades para sus estudios; (4) Citaciones por Universidad, que se refiere a las referencias en estudios o publicaciones, que se hacen en el mundo en la cual se refieran a determinados estudios o papers efectuados por cada universidad, lo que apunta directamente a la investigación y desarrollo que hacen los académicos; (5) Ratio Universidad/Estudiantes Internacionales, que se refiere a la cantidad de estudiantes en el mundo que apunta a estudiar en determinadas casas de estudio. Hecha esta aclaración, diremos que según el último informe Quacquarelli Symons (QS) para el próximo año 2020, nuestras dos universidades más emblemáticas, la Universidad de Chile y la Universidad Católica, ocupan lugares bastante poco destacables a nivel mundial, así mismo, de las 47 universidades que hoy están acreditas en Chile, solo 11 de ellas entran en el ranking de las 1.000 mejores en el mundo. Dentro de la pobre calidad de educación de nuestras casas de estudios en el contexto internacional, hay que reconocer que des- de que las once únicas universidades chilenas entraron al ranking QS, solo la Pontificia Universidad Católica de Chile ha escalado puestos y de forma notoria, el resto solo ha retrocedido, lo que es otro índice de lo lamentable de cómo está evolucionando la calidad de educación universitaria en nuestro país. Algo igualmente preocupante es que pareciera que hace tiempo en Chile vivimos dentro de una burbuja en este tema, pues las publicidades que se suceden en noviembre y diciembre de cada año, señalando diferentes acreditaciones chilenas e internacionales, hace a muchos pensar que avanzamos en forma sorprendente, cuando en el fondo es solo publicidad para vender un producto como cualquier otro en nuestro mercado local en una época determinada, como las compras de navidad. Adicionalmente al hecho de no contar con universidades de primera calidad habría que añadir que estas, generalmente, tienen un costo más alto para los estudiantes chilenos que para los estudiantes de países que tienen incluso aquellas universidades que internacionalmente están entre las mejores del mundo. Esta distorsión de precios, en un mercado que se supone informado y competitivo, me lleva a concluir que la oferta y demanda en el mercado de los estudios superiores en nuestro país no está funcionando en forma correcta. No creo que la oferta sea precisamente el problema, pues 47 Universidades acreditadas en el país no es una mala cifra, el tema a mi parecer es bastante más complejo y radica entre otras cosas, en la información y por tanto en percepción del mercado respecto a la calidad de la enseñanza que imparten las diferentes universidades chilenas y el desconocimiento respecto a lo que se enseña en universidades similares en el extranjero. En otras palabras, se demanda calidad, pero no se sabe cuanta. A modo de ejemplo, resulta curioso que la Universidad Adolfo Ibañez, que tiene un ranking derechamente malo a nivel mundial y muy inferior al de la Universidad Católica y la Universidad de Chile, tenga un arancel en algunas de sus carreras, superior a estas dos últimas universidades. Esto en mi opinión, se debe a una suerte de publicidad, diferenciación socio-económica y de posicionamiento que a las mismas universidades les interesa fomentar independiente si ello es o no real, aún cuando sepan que los alumnos pagarán más por menor calidad. Suena hasta irracional. Las acreditaciones que el Estado entrega y que las universidades publicitan profusamente, no refleja para nada la calidad de los estudios que se dictan, sino la capacidad para enseñar, algo que siempre debería darse por descontado y no como un logro. Me atrevería incluso a sostener, que el sistema universitario de nuestro país a vista y presencia de la autoridades del Ministerio respectivo, están engañando e infringiendo un duro castigo a las familias y estudiantes chilenos, aprovechándose de algunas barreras insalvables para muchos alumnos, como puede ser el costo de trasladarse a estudiar la misma carrera y vivir en el extranjero, a pesar de que los mismos estudios en otras universidades extranjeras, entregan definitivamente una mejor calidad en la educación y son más baratos. Hoy nuestros estudiantes chilenos, están siendo obligados a pagar más que sus pares europeos por una educación notoriamente de inferior calidad y peor aún, obligados a estudiar más años que los extranjeros para obtener un título similar. Al hacer una comparación, no nos podemos quedar solo en el costo de los aranceles de una carrera, sino que tenemos que eva- luar el costo tanto en dinero, como en tiempo que implica para un estudiante chileno el llegar a convertirse en un profesional. A fin de ver esto, a modo de ejemplo, tomaremos la carrera que más postulantes tiene año tras año en nuestro país, Ingeniería Comercial, y la compararemos con la misma carrera que se dicta en algunas universidades europeas. Esta carrera, por la cual las universidades chilenas curiosamente entregan un título con rango de Ingeniería, se dicta en todos los países del mundo simplemente como Administración o Licenciatura en alguna de las ramas que abarca el mundo de la economía, los negocios y su administración como son finanzas, marketing, personal, negocios internacionales, etc. y entrega por lo general un título homologado mundialmente en su denominación como BBA, (Bachelor in Business Administration), o BSc (Bachelor of Science). Es necesario aquí hacer la aclaración que, Bachelor se traduce al español como Licenciatura, por lo que el título del profesional es, Licenciado en Administración de Negocios o Empresas para el BBA y Licenciado en Ciencias para el caso de BSc, siendo esta última, bastante más genérica pues abarca varias ciencias y obviamente también la economía y sus derivados. El que los egresados de esta carrera en Chile tengan título de ingeniero, sin perjuicio que refleja en mi opinión algo que es propio de nuestra idiosincrasia como es tratar siempre de subirnos el rango, nos muestra lo alejado que estamos de los estándares internacionales en educación, forma parte del marketing de las casas de estudios y llama a engaño a los estudiantes. Este es un marketing mal entendido y se ha extendido lamentablemente a muchas otras carreras, con grados o títulos rimbombantes y que nada tie- nen que ver con las denominaciones internacionales, por lo que anteponiendo la palabra “Ingeniería en ...”, llaman a engaño a los estudiantes y permiten así mismo a los establecimientos de educación superior, cobrar un plus adicional por ser una carrera de ingeniería, cuando en realidad no lo es. Dentro de este ejemplo referido a la Ingeniería Comercial, el cuadro siguiente nos permite comparar en forma simple, las tres universidades chilenas más reconocidas en la carrera de Ingeniería Comercial con universidades de la OCDE que tienen un ranking QS 2020 similar, en lo que se refiere al costo anual de los estudios, así como años de duración de la carrera. Dejaremos fuera de este cuadro comparativo, el costo de vida en el país de estudio, pues nuestra idea es solo mostrar la diferencia de costos para los estudiantes a la hora de estudiar en sus países de origen (Ver cuadro pág. 165). La primera e importante diferencia que se puede advertir es la duración de la carrera, lo que reza para la mayoría de las carreras que se dictan en nuestro país; mientras que en Chile hay que estudiar cinco años para obtener el título de Ingeniero Comercial en el resto de los países hay que estudiar solo tres años o a lo más cuatro, cuando se hace alguna especialización o cuando la carrera incluye una práctica anual en alguna empresa local o un intercambio internacional. Si a lo anterior le sumamos el hecho de que el costo total de los estudios para acceder al título, al multiplicar los tres años de estudios por el costo anual de la carrera en el extranjero, contra los cinco años de estudio en nuestro país, igualmente por los aranceles nacionales, podemos concluir que el costo de titularse para un estudiante chileno es superior al costo que tiene un estudiante europeo para convertirse en profesional en la mayoría de los países de OCDE. Agregándole a esta simple comparación el factor calidad que estas mismas instituciones tienen según el ranking QS, podemos fácilmente concluir que los alumnos que estudian en universidades de la OCDE, salen al mundo laboral -a pesar de haber estudiado dos años menos-, mucho mejor preparados y a un menor costo. Al revés, para que quede bien claro, nuestros estudiantes salen al mercado laboral dos años más tarde, menos preparados y habiendo pagado o habiéndose endeudado más. A la luz de la realidad aquí señalada y desde la perspectiva de un mundo globalizado, es difícil entender qué han hecho, qué han querido hacer o qué van a hacer nuestras autoridades de turno cuando hablan de gratuidad y de mejorar la calidad de la educación superior en nuestro país, si ni siquiera han puesto sobre el tapete estos elementos que, a mi parecer, son tremendamente relevantes. Estas desventajas a las que se ven sometidos nuestros jóve- nes al decidir continuar estudios superiores y que nuestras autoridades han permitido por años, son demasiado grandes y totalmente injustificables y afecta no solo a la economía del alumno y su familia, sino que al desarrollo económico de este como profesional y obviamente en forma directa al desarrollo económico del país, al retrasar inexplicablemente su salida al mercado a hacer su aporte al desarrollo del país. Resumiendo, en Chile se estudia más, es más caro y la preparación es más mala que en universidades similares de Europa. ¿Qué deberíamos hacer? A mi entender, es prioritario y urgente como ya adelantábamos, hacer ajustes profundos en estos tres ámbitos básicos de la educación, que hoy está bastante cuestionada y desmejorada a nivel internacional. Estos ajustes deben hacerse en forma conjunta; dejar uno de los tres ajustes fuera, sería otro parche y el fracaso de cualquier reforma. El primero es una profunda modificación en las mallas curriculares así como una homologación de los títulos a los estándares internacionales; el segundo es la reducción de los años de estudios para la gran mayoría de las carreras universitarias de nuestro país y el tercero, nivelar los costos de los aranceles que están cobrando las casas de estudios; solo así estaremos haciendo viable un buen financiamiento para que haya universalidad en la educación superior y entregando igualdad de oportunidades para todos, tema al que ya nos referimos. En el caso concreto de las mallas curriculares, si miramos las mallas de las universidades chilenas es claro que éstas adicionan asignaturas que poco y nada aportan a la carrera propiamente tal, asignaturas que solo alargan los años de estudios con dos consecuencias directas y contrapuestas tanto para los estudiantes como las universidades. Para el estudiante, una sobrecarga injustificada de dos años más de estudio, dos años más de pago o endeudamiento y también dos años de menores ingresos al terminar la carrera. Como contrapartida, para las universidades significa los mismos años de mayores ingresos vía aranceles, mejorando en casi un tercio sus beneficios en el negocio. A modo de ejemplo podemos señalar que, en esta misma carrera de Ingeniería Comercial, la primera casa de estudios chilena adiciona el ramo de Teología, que nada tiene que ver con la frialdad del mundo de los negocios sin perjuicio de algunos cursos de ética que poco resultado tienen a la luz de los niveles de corrupción a los que estamos llegando. Debemos entender que el mundo globalizado apunta cada vez más a la especialización, incluso separando áreas de las mismas carreras, que a tener una “educación integral y general” como son las justificaciones que generalmente se dan para estas asignaturas de relleno. Por otro lado, dentro de los aranceles que cobran las casas de estudios, sería importante también revisar esa la extraña igualdad en los aranceles que hoy existe entre las llamadas carreras de pizarrón (Derecho, Psicología, Ingeniería Comercial, etc.), que obviamente tienen un costo sustancialmente menor, con aquellas carreras que requieren de elementos bastante más sofisticados, como laboratorios y otros similares (Enfermería, Odontología, Medicina por ej.). Como corolario, hemos de decir que el hecho de que las universidades en Chile tengan o no tengan lucro es de banal importancia, es más, no podemos considerar una empresa privada, como son muchas de las universidades chilenas, que entregue servicios a la comunidad si no tiene afán de lucro. Si esto fuese así y a la larga llegase a ser exigido y duramente fiscalizado, los inversionistas en centros estudiantiles dejarán de interesarse en continuar invirtiendo, por lo que en el mediano plazo tenderá a decaer tanto la calidad de la enseñanza, así como la infraestructura. Creo que el Estado chileno ha actuado por demasiado tiempo de manera irresponsable, manteniéndose solo como observador en el desarrollo de la educación en Chile, entregándole a las universidades todas las iniciativas sin abordar el problema desde una perspectiva social y que ello sea realmente sea beneficioso para el país. Es más, me atrevería a decir que también en este ámbito, la autoridad hace tiempo que viene reaccionando solo a presiones populares o lobby empresarial de las universidades. Como anexo a las tres medidas básicas señaladas y que en nuestra opinión deben adoptarse en forma urgente para mejorar la educación superior en Chile, hay otros aspectos que no dejan de ser menos importantes en el avance tanto en la educación misma como en un tema bastante recurrente hoy en nuestro país, que es la igualdad de oportunidades para acceder a los estudios superiores y que de estos salgan los mejores profesionales para Chile. Nos referimos al proceso de selección universitaria y para ello, tenemos que partir desde nuestra afirmación de que la calidad de la educación pre escolar y escolar vista anteriormente, debe mejorar sustancialmente, de lo contrario los alumnos tendrán serias dificultades de nivelación y rendimiento al ingresar a la universidad, aumentando los fracasos y abandonos, especialmente si sube el nivel universitario y se estanca la educación escolar. Es importante considerar que, si efectivamente queremos preparar profesionales de primera línea en cada una de sus carreras, debemos definitivamente eliminar la Prueba de Selección Univer- sitaria (PSU) y a lo más, reemplazarla por una prueba de selección de habilidades (PSH) que, combinada con las notas, pondere las habilidades propias para la carrera específica a la que postula el estudiante. Es anacrónico y ridículo pensar que una prueba como la actual PSU sirva igualmente para alguien que quiere estudiar enfermería como para alguien que quiere estudiar ingeniería civil. Lo único que se consigue con esta PSU es replicar o validar, en una estresante prueba más, cuán estudioso es y ha sido el postulante en sus años de colegio, pero para nada mide habilidades propias para la carrera que desea estudiar. Sin perjuicio de lo señalado, hay que ser claros en decir que ello ha creado un negocio tremendamente lucrativo y grande como son los pre universitarios y no se trata de que ellos sean condenables, pues surgieron al amparo de una oportunidad de negocio, sino que estos institutos a lo único que contribuyen es a acrecentar la discriminación con quienes no tienen los recursos económicos para seguir estos cursos, sin perjuicio de aumentar la brecha de oportunidades entre los que pueden pagar y los que no pueden hacerlo. Queramos o no, para una medida como esta, surgirán cientos de argumentos y mucho lobby, pero la realidad es que estos institutos son solo un negocio y poco o nada aportan a un desarrollo integral e igualitario a la educación en nuestro país. Si miramos el sistema europeo de ingresos a las universidades, estas sin perjuicio de considerar las notas del estudiante en la etapa escolar, a lo más aplican pruebas de evaluación específica para cada una de las carreras, pues entienden que por muy buen estudiante que haya sido un alumno en su etapa escolar, este no tiene por qué tener las mismas habilidades para ser un ingeniero que un médico. Será en definitiva las habilidades para determinadas áreas, lo que le hará un mejor profesional cuando egrese de una determinada carrera. Sin perjuicio de ello, consideran además la trayectoria extra curricular del postulante, como trabajos efectuados e hitos en su vida personal, incluso para algunas carreras los estudiantes son llamados a entrevista personal. En resumidas palabras, no quiere decir que un alumno por muy estudioso que haya sido durante su vida escolar vaya a ser un profesional igualmente bueno como enfermera o como diseñador, existe un tema de vocación y habilidad que es importantísimo y que hoy en Chile no se considera. Hay mucho por avanzar y cambiar en nuestro país en materia educacional, solo que las medidas a tomar sean estas u otras similares, deben ser bastante más radicales que los matices que algunos vienen sugiriendo. Una nivelación a estándares internacionales es factible, otros países con menos historia que nosotros ya lo han hecho, solo que nuestro país debe superar en este tema, como en muchos otros, egos e importantes intereses económicos involucrados en la forma en que el sistema está organizado actualmente. Con todo, no podemos caer en la discusión en si la educación debe ser un negocio o no, lo que debemos tratar es de encontrar la mejor forma de entregar una educación que esté al alcance de todos, que tenga calidad acorde con lo que hoy se enseña en la OCDE y que asegure una mayor igualdad tanto en el acceso como en las oportunidades. La educación puede ser un negocio, pero dentro de parámetros pensados primeramente en los estudiantes, en la igualdad y en el desarrollo del país y no solo en un negocio para las casas de estudios. Capítulo 5 EL SISTEMA DE SEGURIDAD, CUARTA PRIORIDAD Cuando hablamos de seguridad, la mayoría lo asociamos inmediatamente a la seguridad ciudadana o la mera delincuencia callejera, sin embargo, en la misma línea que he sostenido a lo largo de estas páginas, Chile requiere establecer y comprometer un modelo de sociedad económica más humanitaria responsable e igualitaria y dentro de este ámbito, la seguridad es un capítulo importante. La acepción misma de la palabra seguridad, va más allá del solo hecho de tener una buena policía que nos proteja de los robos y portonazos por ejemplo, esta tiene que tener un carácter más integral en referencia a cómo se desenvuelve o debe desenvolverse la sociedad. Lo que hoy la mayoría buscamos, es una seguridad más completa, aquella que nos proteja no solo de los actos delictivos comunes y sus autores, sino de actos que incluso atenten contra la ética, el mercado, el bienestar y los derechos de la ciudadanía. Definiremos un estado de seguridad en una sociedad, como la sensación mental o el estado real, de estar en una situación de tranquilidad y paz, personal o comunitaria, exento de peligros o actos que atenten contra el bienestar o la sensación de bienestar. Podemos entender que la seguridad hoy en día para la mayoría de los países, se hace cada vez más difícil de alcanzar o mantener, bien sea por el terrorismo, la disputas y protestas internas, la delincuencia común y el narcotráfico entre otros pero, precisamente porque no podemos darnos el lujo de permitir el avance de este tipo de lacras en nuestra sociedad, es que tampoco podemos permitir que otras amenazas o actos delictuales surjan sin hacer nada para detenerlos como las que hemos visto últimamente y me refiero a la corrupción, estafas piramidales, colusiones empresariales, enriquecimiento ilícito y un largo etcétera, en otras palabras los bien conocidos delitos de cuello y corbata que durante los últimos años nos han invadido como sociedad, sin saber si siempre estuvieron presente o es algo nuevo. Es muy importante hacer presente que seguridad también implica la forma correcta de hacer las cosas y a mi entender hoy no lo estamos haciendo bien. Siendo así, diferenciaremos dos tipos de seguridad que debemos abordar. La primera se refiere entonces a la delincuencia común, hoy bastante cuestionada y sobre la cual los diferentes gobiernos han estado tratando de mejorar con mayor o menor suerte y la segunda, aquella sobre la cual solo se habla a nivel de ciudadanía, pues ningún gobierno ni autoridades han querido abordar con la fuerza que se requiere y solo se refieren a ella y la condenan cuando es descubierta pero nada hacen para prevenirla, quizás porque la clase política y empresarial ve en ello una suerte de limitaciones a sus facultades y actuaciones. La tranquilidad y estabilidad social mínima de las personas se alcanza solo al tener unas reglas del juego bien definidas y asentadas, universalmente reconocidas y con mecanismos de control adecuados, estrictos e igualitarios. Así mismo, el correcto cumplimiento de estas reglas debe ser necesariamente igual para todos los participantes de la sociedad, cualquiera sea el lugar que se ocupe en ella o el aporte que se haga a la misma. En Chile existe un Estado de derecho y una justicia, que asegura que lo señalado anteriormente se cumpla, sin embargo, debemos advertir que no porque algo exista, ello es bueno y funciona. Efectivamente en nuestro país tenemos un Estado de derecho y una justicia, pero si ya sostuvimos que, en esta larga y angosta franja de territorio hoy existen dos Chiles, hemos de ser consecuentes y decir que la justicia en este país no es igual para todos y no podría ser de otro modo. Es más, nos atrevemos a decir que es precisamente en la falta de igualdad en los temas judiciales, donde a veces se ven con mayor crudeza las desigualdades que existen en nuestro país, sin perjuicio de que ello ayuda a resaltar y perpetuar los dos Chiles actuales. No obstante lo dicho, este tema puede ser si acaso uno de los más difíciles de las cincos prioridades planteadas en los que la sociedad pueda lograr un consenso, porque el definir un marco jurídico claro, duro y moderno, que alcance de lleno desde la delincuencia común a los llamados delitos de cuello y corbata, de acuerdo a nuestra legislación debe nacer precisamente de quienes hacen las leyes, las autoridades y el Parlamento, y son precisamente estos los estamentos más cuestionados por la ciudadanía en esta amplia aristas de la seguridad ciudadana. En otras palabras, los parlamentarios no dan la seguridad de que las leyes que estudian y aprueban, no tengan una segunda derivada que los favorezca a ellos o a quienes están detrás de esta segunda clase de delitos que hemos señalado. No obstante estar ambos conceptos de seguridad muy relacionados, dividiremos este capítulo en dos, el primero muy brevemente, referido a la seguridad que generalmente espera la población de los hechos delictuales comunes y el segundo, a la seguridad en las reglas del juego para una convivencia sana e igualitaria de la sociedad. SEGURIDAD CIUDADANA En general, los gobiernos ya han entendido que los chilenos de una u otra forma nos sentimos inseguros y vulnerables frente a una delincuencia común que crece y muta rápidamente en sus formas. Es difícil explicar a nuestros hijos, cómo antiguamente muchos salíamos a jugar a la plaza y casi no importaba que dejásemos la puerta de la casa abierta. Ante un mundo como el de hoy, si se va a jugar en la plaza hay que hacerlo con precaución y ni hablar de dejar la puerta de la casa abierta. Las viviendas hoy se proveen cada vez más de alarmas, rejas y muros, pues ya no confían en la seguridad que los organismos responsables deben proporcionarle, tampoco confían mucho en sus municipalidades, a pesar de que algunas tengan sus propios cuerpos de inspectores municipales, drones, cámaras de reconocimiento facial y un largo etcétera. Es triste que la delincuencia este siendo más lista y avanzando más rápido, que la protección que nos puede y deben dar las autoridades. Creo que el tema requiere de una fuerte reingeniería, tanto en la forma como en los conceptos de seguridad ciudadana. Hay que tener en cuenta que, para corregir los caminos y sistemas en el combate contra la delincuencia, ello ha de hacerse necesariamente en una alianza con el poder judicial y después de un amplio debate nacional sobre las prioridades al respecto que nos permita eliminar la conocida puerta giratoria, de lo contrario seguiremos a la saga de una delincuencia que ya está comenzando a importar métodos hasta ahora desconocidos por nosotros, pero muy usuales en un país que no cuenta con un buen sistema policial y judicial. No parece lógico que los carabineros arriesguen su vida en cada persecución policial, donde los delincuentes ya no trepidan en responder con disparos, si esa misma semana un juez lo deja libre por algún error en procedimiento en el arresto u otra argucia legal. Debemos definir claramente y sin ambigüedades, qué es prioritario para nuestra sociedad: los derechos de los delincuentes o los derechos de la ciudadanía que sufre la delincuencia; el resto es solo semántico. Ideas sobre la forma de hacerlo hay muchas, solo tenemos que sentarnos a debatirlas de manera transversal y así llegar a un acuerdo nacional, que vuelva a ponernos en la senda de la tranquilidad ciudadana. No podemos quedarnos solo en abordar temas de piropos y otros, cuando los femicidios, asaltos, portonazos y un largo etcétera están a la orden del día. Solo como un inicio en el aporte de ideas, creo debemos avanzar en los siguientes aspectos (no importa si el lector está o no de acuerdo con las ideas aquí planteadas, lo importante es plantearlas). • Deberíamos pensar en priorizar los derechos de la sociedad y quienes la componen, así como la armonía dentro de ella an- tes que el de los delincuentes. Esto apunta a que, si bien es una obligación del Estado y la sociedad en su conjunto el procurar la rehabilitación del delincuente, no se puede priorizar esto antes que los derechos de los ciudadanos. Siento que nuestro país quedó tremendamente dividido y atrapado después del régimen militar en el tema de los derechos humanos y no ha podido o quizás no ha querido superarlo y ve atrocidades en cualquier intento de proteger duramente a la población contra la delincuencia. Sentarse a debatir cómo miramos hacia adelante y definimos lo que es mejor para nuestra sociedad es algo fundamental. • Debe terminarse con los carabineros de escritorio (aquellos que hacen labores administrativas), deberían ser civiles los que manejen el aparataje administrativo al igual que se hace con cualquier empresa de servicios o dependiente del estado y que de paso, esa administración debería ser fiscalizada y auditada por empresas externas especializadas y contratadas por el estado para los efectos. • También se debería estudiar el instaurar un sistema acotado similar al de los Mossos d´Esquadra en Cataluña, esto es un cuerpo especializado en la seguridad vial, emergencias y protección civil (las bases creo, ya las tenemos en los guardias municipales). - La fuerza de carabineros debe focalizarse solo en combatir la delincuencia, siempre con unas leyes más estrictas, de lo contrario seguirá funcionando la puerta giratoria. • Los eventos privados, deportivos, musicales y en general aquellos de alta convocatoria y principalmente los de alto riesgo, que requieran vigilancia y protección adicional, no pueden ni deben tener el concurso gratis por parte de Carabineros de Chile. El Ministerio del Interior junto con autorizar el evento, debe determinar la cantidad de efectivos que se requieren para cada evento y cobrar por ello. No parece razonable subsidiar a los empresarios de los espectáculos, proporcionando fuerza policial adicional y además gratuita con el costo que ello implica o como mínimo, el descuido obligatorio que se produce al tener que dejar de lado otras obligaciones policiales por proteger estos espectáculos. La realidad es que, de no existir protección policial, lo más seguro es que estos eventos no podrían realizarse. • Si para los delitos menores y repetitivos como portonazos, invasión de moradas etc. existen potenciales penas máximas (la frase recurrente es, “arriesga una pena de…”), también deberíamos pensar en el establecimiento de penas mínimas, al menos para los delitos comunes, las que deberían aplicarse por el solo hecho de haber cometido el delito, esto también como forma inmediata de eliminar la famosa puerta giratoria. • Se debería tener un debate nacional que evalúe prioridades respecto a la privacidad personal, como las cámaras de seguridad en las calles, por ejemplo, v/s el combate a la delincuencia. Cada persona debe hacerse cargo de su vida y no parece lógico que por proteger su privacidad al caminar por la calle o entrar a algún establecimiento, arriesguemos un posible acto delictivo, porque las cámaras vulneran su privacidad. • Las penas para los delitos más comunes o al menos aquellos que tengan una repetición razonable, deberían tender a tipi- ficarse en su forma y pena y lo más acotado posible, esto de modo de minimizar la aplicación de interpretaciones y criterios arbitrarios de los jueces a la hora de dictar sentencias, quienes muchas veces dejan libre a delincuentes sobre los cuales se sabe volverán a reincidir. • Se debe pensar seriamente en rebajar a 16 o incluso hasta 14 años, la edad en que un adolescente pueda ser imputable según el delito cometido, ya son demasiado los delincuentes juveniles. • Deberíamos avanzar de forma rápida, hacia un sistema de cárceles privatizadas. El hacinamiento no es bueno ni para los delincuentes ni para el sistema judicial. Con todo, lo que hay que hacer es enfocarse directamente al combate de la delincuencia de manera preventiva y punitiva, como un derecho de la ciudadanía más que como una defensa a los derechos del delincuente. SEGURIDAD EN LAS REGLAS DEL JUEGO El no tener reglas claras y delimitadas del juego en una sociedad o bien tenerlas y que no se cumplan, atenta contra la sana convivencia y la justicia, desmoraliza y finalmente degrada los cimientos de la misma sociedad. Por hacer una analogía con cualquier juego en el que participe más de un jugador, notaremos que estos tienen unas reglas bastante definidas y que los jugadores deben respetar por igual. Desde el momento en que uno deja de seguirlas o respetarlas, se las salta o hace trampa para sacar ventajas, el resto de los participantes, si lo descubren, rechazan en forma inmediata esta actitud la que de persistir obliga al resto a terminar con el juego, porque así no se puede jugar o simplemente proceden a expulsar del juego al tramposo. En la medida que el juego tenga mayor número de participantes, la expulsión será la actitud más frecuente de los participantes del juego, porque el resto quiere seguir jugando. Esto que es tan básico en la vida cotidiana de las personas -especialmente entre la juventud que hoy ha revivido con fuerza los juegos de mesa-, lamentablemente no ocurre en la vida real, porque si bien las reglas tienden y deben ser similares para todos, hay algunos que definitivamente -aunque se niegue como una letanía por todas las autoridades de turno- están o se sienten que están por sobre las reglas o como mínimo, logran adecuar de una u otra manera estas a sus intereses, para que la parte dura de la ley no los toque o al menos no les sea tan dura. En efecto, nuestra vida cotidiana se juega en un tablero donde también existen unas reglas llamadas leyes, reglas que se supone todos deben respetar por igual, so pena de ser penalizado o expulsado del juego, sin embargo es percepción generalizada de la población y una realidad más que conocida, que no todos respetan las reglas y aunque el resto de los jugadores manifiesten sus reclamos y a veces pidan su expulsión, estos no son sancionados y menos expulsados del tablero de juego, quizás porque quienes han dictado o dictan las leyes hasta hoy, las han hecho o las hacen pensando en su protección así como la de sus pares, antes que al respeto al juego (mercado) mismo y a todos los participantes por igual. En otras palabras, en Chile es una realidad que las leyes no se aplican de la misma forma para todos y si a esto le agregamos otro chilenismo que hemos visto en capítulos anteriores como que el “chancho no está bien pelado”, la situación actual, con una sociedad más empoderada y comunicada, está comenzando a volverse insostenible. No tiene sentido que en estas líneas demos ejemplos de esto, pues no se trata de tomar partido por algunas posiciones, pero la realidad es que delitos graves, muchas veces por pericia de los abogados defensores, impericias de los fiscales o desidia de los jueces, tienen una sanción ridícula en comparación con el conocido paradigma del “robo de una gallina”. Situaciones como estas, propias de una desigualdad institucionalizada, desmoralizan y lo que es más grave, alimentan y fomentan la corrupción y los delitos de “cuello y corbata” porque, cuál es el sentido que puede tener para algunos ambiciosos actuar con rectitud, si haciendo trampa avanzará más rápido y se obtendrán mayores recursos que luego servirán para financiar, en el eventual caso de que sea descubierto, una buena defensa que lo deje libre o a lo más preso solo por un tiempo. Ya hay quienes sostienen que en Chile la justicia ya tiene un precio, algo fuerte quizás, pero lo que sí es claro es que “a mayor cantidad de recursos, mejor defensa y por tanto menor castigo”. Como contrapartida, quienes no tienen recursos y no tienen una buena defensa, sufren penas más fuertes. Como derivada de lo señalado, llegamos inexorablemente al tema del abuso de poder de los grandes para con los ciudadanos comunes y corrientes; abusos de diferente índole por parte de instituciones bancarias, empresas telefónicas, empresas del retail y un largo etcétera, sobre los cuales el ciudadano común tiene poco que hacer, bien sea porque no dispone del tiempo necesario para dedicarlo a reclamar sus derechos o lo más común, no tiene la capacidad económica para lidiar con los grandes y estos lo saben, lo que acentúa más la desigualdad. Hemos de dejar en claro, que para nada estamos intentando decir que este tipo de empresas basen sus negocios en la estafa o abuso reiterativo, a lo que me refiero es que como cualquier organización, son manejadas por personas y como tal sujetas a que estos cometan errores, el problema radica en que los errores que esos funcionarios cometen, perjudican a alguien y ese perjuicio en lo mínimo, tiene un costo económico para el afectado, costo que estas instituciones en su mayoría no están dispuestos a pagar bien sea porque es mucho dinero o bien porque el funcionario no ha querido reconocerlo, pues de hacerlo le podría costar su trabajo. Todos sabemos que el tratar de cobrar un perjuicio, requiere asesoría legal y aunque el perjuicio sea evidente, tiene un alto costo en dinero y tiempo que pocos pueden solventar, incluso a veces su monto no lo amerita y este beneficio va directamente a engrosar las ganancias de la organización que cometió el error o abuso. Adicionalmente, digamos que todas las grandes empresas tienen un departamento jurídico, precisamente para lidiar con estos “inconvenientes”, por lo que a lo más si la institución así lo desea y abre alguna puerta de interés en el tema, el afectado termina acogiéndose a la máxima de este tipo de situaciones; más vale un mal arreglo que un buen juicio. La manera más simple de describir este tipo de abuso empresarial e incluso personal, es decir que en Chile pocos están dispues- tos a asumir sus culpas y se utilizan todos los medios al alcance para evadir sus responsabilidades. Pocos se atreverían a decir, que en las altas instancias de la justicia se ejercen presiones o se hacen arreglos, en primer término porque si los hay, son tremendamente difíciles de probar, sin embargo ya están apareciendo casos connotados. Países de la región han dado ejemplo de cómo la delincuencia y especialmente con la irrupción del narcotráfico se han mermado e influido en forma importante las decisiones judiciales, bien sea por dádivas varias o incluso coerción, lo que nos obliga como sociedad y obviamente a las autoridades, a proteger en forma preventiva a los poderes del Estado contra este flagelo que, si ya ha llegado a otros países, nada nos asegura que no pueda llegar al nuestro y sus consecuencias serían nefasta para el débil Estado de derecho que hoy tenemos. Si esto es importante que no ocurra, tan importante como ello es que la población tenga la certeza total de que en nuestro país, la justicia es igual para todos independiente de su estrato social, recursos económicos o si es o no una autoridad y aquí el gobierno debe hacer un fuerte mea culpa, pues si son las mismas autoridades las que proponen, aprueban, dictan y hacen cumplir la ley, no puede sorprender que el sistema no goce de la credibilidad que amerita, especialmente con los fuertes delitos de cuello y corbata con los que hemos sido sorprendidos en el último tiempo. Es a mi parecer, urgente establecer o repensar un mecanismo para que definir y aprobar las leyes mínimas que se deben dictar en este ámbito, más allá del estamento parlamentario. Por razones obvias, no entrare aquí a establecer posiciones personales, pero sí podemos señalar hacia dónde debería apuntar una cancha bien rayada en esta materia. • Se necesitan leyes más actuales, que alcancen los delitos informáticos, financieros y principalmente aquellos que atenten en contra del mercado, con penas decidoras y muy superiores a las que conocemos. • Se necesita una clara tipificación de estos delitos, que en su mayoría son conocidos e identificables, a fin de que no se siga cayendo solo en las llamadas “faltas a la probidad”, “lavado de activos”, “asociación ilícita”, por los que hoy bien pueden ser imputados desde el robo de un celular, hasta una estafa o venta de artículos robados. Deben diferenciarse claramente, aquellos que conocemos como los delitos que afectan la población en general, al mercado y su credibilidad, como colusiones, estafas piramidales, delitos financieros, etc. y asignársele penas y multas, lo suficientemente altas de modo que desincentiven su cometimiento. • Creo, al igual que lo señalado anteriormente, que en la medida que las leyes dictadas para delitos claramente identificados y reiterativos sean lo más precisas y acotadas posible, al igual que las penas establecidas para ellos, se dejará menor margen para criterios judiciales parciales y así se desincentivarán estos hechos delictuales, tendremos un sistema judicial más transparente y recién podremos aproximarnos a una justicia con igualdad. Si lo que pretendemos como país es tener una sociedad más equitativa e igualitaria, el tema jurídico es uno de los pilares fundamentales para alcanzar ese objetivo. En el entendido que el ámbito de ideas es muy amplio y a veces extremo, aun así, creo que ninguna idea debe descartarse por exagerada que parezca, pues somos y seremos todos los que jugamos y seguiremos jugando en este tablero llamado sociedad, por lo que el debate debe ser amplio y en beneficio de toda la sociedad en su conjunto y sin miedos a ser estrictos. Caen dentro de esta gama delictual que habría que empezar a tipificar, las colusiones de empresas, arreglos de asesorías de autoridades a través de amigos y parientes, coimas y el uso de información priviligiada, entre otras muchas. Este tipo de delitos y sus castigos actuales deben ser si acaso una de las desigualdades que, dentro de la justicia y su incidencia en la igualdad ante la ley, provocan las mayores distorsiones y repudio por parte de la sociedad. Delitos que nunca llegan a castigarse o terminan en sanciones bajísimas, afectan de forma importante a la credibilidad del sistema de justicia, sistema financiero y/ o el mercado en general y por tanto afectan seriamente a la convivencia de nuestra sociedad. La economía y el mercado propiamente tal, su competitividad y su transparencia, es lo que permite el desarrollo económico estable de un país y así lo hemos visto en nuestro país en los últimos 20 ó 30 años. Sin embargo, en la medida que los actores relevantes de nuestro mercado se han ido reduciendo durante los últimos años, ello ha ido afectando en forma seria y peligrosa la competencia y como contra partida se han multiplicado los casos de colusión y arreglos varios, así como las inaceptables presiones de algunos interesados para que la política y las leyes jueguen en su beneficio. Este tipo de conductas, en beneficio de un desarrollo estable y justo, deben ser erradicadas de forma rápida, radical y con leyes fuertes y precisas. En otras palabras, de debe aplicar “un desincentivo” brutal a este tipo de delitos. Un punto importante y lamentable a la vez, es que si bien las reglas del juego deben ser planteadas en forma clara y precisa, lo mismo que los castigos por vulnerarlas, estas no pueden en mi opinión ser propuestas, dictadas ni implementadas por un parlamento como el actual y lo digo por dos motivos; el primero porque el Congreso Nacional como señalábamos, debe ser por mucho y hace mucho, unos de los estamentos nacionales con menor credibilidad en nuestro país principalmente porque sobre este tema, hasta ahora nunca ha hecho nada serio. Por otro lado, tampoco cuenta en general con parlamentarios capaces de abstraerse de la mera política partidista e ideológica, para pensar exclusivamente en los intereses del país. MEJORA DE LOS SISTEMAS DE CONTROL Una sociedad con una economía libre como la nuestra, a la que le agreguemos solidaridad, sustentabilidad y definitivamente algo más de humanidad, requiere de controles estrictos y regulaciones claras, por otro lado el Gobierno tiene la obligación de representar a toda la población y velar por sus intereses en forma igualitaria y dentro de este concepto cabe, el no permitir por ejemplo, ni los monopolios ni los oligopolios que por definición no son buenos para el mercado y menos para los consumidores, sin embargo si debido al tamaño del mercado como es el caso de nuestro país, son pocos los oferentes y esto se hace inevitable, el estado debe ejercer un estricto control regulatorio para evitar los abusos, algo que hasta ahora no ha hecho. Los actores más relevantes en los más importantes mercados de nuestro país son, lamentablemente, cada vez menos y esta tendencia que se ha estado dando durante las últimas décadas y seguirá siendo así en la medida que no exista una política seria de los gobiernos para contrarrestar esta concentración de oferentes o dicho de otro modo, de fomentar un mercado competitivo sobre todo en las áreas de consumos masivos. En efecto, la concentración de actores en diferentes mercados lleva inevitablemente a la mayor concentración de la riqueza, creando así una espiral sin retorno, especialmente en países o mercados pequeños como Chile, algo extrapolable a casi la mayoría de los países latinoamericanos. A modo de ejemplo podemos señalar que para los 17 millones de habitantes que somos, solo existen 14 bancos (no contamos aquellos que son solo marcas comerciales, como forma de estrategia de segmentación de mercado, pero que tienen los mismos dueños), solo 6 Administradoras de Fondos de Pensiones, 4 grandes Supermercados y 3 Farmacias entre muchos ejemplos, que controlan mayoritariamente sus respectivos mercados. Cualquier acción que uno de estos actores ejerza sobre su área, distorsiona de sobremanera el mercado y los precios, afectando finalmente a toda la población y beneficiando fuertemente como contrapartida a quienes están detrás de esa acción, tanto en su cosecha de utilidades, como de mercado o poder financiero. El sistema democrático y la economía libre que se ha logrado institucionalizar en Chile, es algo que debemos no solo preservar, sino además debemos fortalecer para que precisamente como ciudadanos, podamos tener la confianza que las leyes que se dictan van en beneficio de todos y no solo de unos cuantos. Así mismo, en la medida que lleguemos a tener un parlamento que comprenda que su principal labor es la búsqueda de políticas para Chile sin favorecer a nadie, que su labor fiscalizadora debe ser seria, irrestricta y apegada al rayado de cancha que señalábamos, todo ello dentro de un mercado lo más competitivo posible, podremos dormir más tranquilos. Para llegar a ello, indudablemente hay muchas ideas que la población, bien en conversaciones o redes sociales ha expuesto abiertamente y sobre las cuales las autoridades y parlamentarios hacen, por razones obvias, oídos sordos. Resaltemos aquí algunas que nos parecen básicas. • Debemos reducir drásticamente el número de parlamentarios a algo menos de la mitad (y con un sueldo acorde a la realidad nacional, por ejemplo que este no supere en más de 10 veces el sueldo mínimo). Siempre es mejor tener pocos representantes, pero fidedignos y capacitados, que un gran número y que la mayoría de estos solo aparenten representar a alguna región, en circunstancias que son de Santiago. Este menosprecio institucionalizado a las capacidades de las regiones que hacen los partidos políticos al vulnerar abiertamente la autonomía de estos, porque la ley ha dejado la puerta abierta para ello, retrasa el desarrollo mismo de las regiones. Por otro lado, la experiencia de tener un número tan alto de parlamentarios, no se ha visto reflejado en una mejora en la eficiencia del Congreso y no se trata de medirlo por número de leyes implementadas sino por leyes buenas más que parches. • Así mismo, debemos de entender que el ser parlamentario no es una profesión, por lo que no debería permitirse parla- mentarios eternos. Esto en primer término, porque los países requieren de nuevas ideas y las nuevas ideas salen de la renovación. No es dable a pensar que estas ideas surjan solo del interior de los partidos políticos, los que generalmente son manejados en forma centralizada y por las mismas personas o de un parlamentario que lleva 12 o más años en el congreso. Para ello los parlamentarios deberían como máximo, poder postularse y ejercer como tal, solo dos periodos y no continuados. Esto último, para evitar el uso del cargo en su eventual re-postulación. Entendamos que la “carrera política”, es un invento de los mismos políticos. • Chile debe poco a poco descentralizarse, ojalá hasta llegar a convertirse en una suerte de estado federal, donde cada región pueda administrar la mayor parte de los recursos que generan internamente. Sería bueno en consecuencia, comenzar con los mismos representantes en el parlamento. La idea es que, para postularse al parlamento en representación de alguna región, estos deberán haber nacido o tener como mínimo de 5 a 10 años de residencia efectiva y ejercicio de su profesión en la región por la cual postula. Creo que ya está bueno que Santiago sea quien maneja la plantilla parlamentaria para las elecciones. • Aunque pueda resultar duro decirlo, creo que todos queremos tener un parlamento capacitado y probo, pues en la medida que el interés de cada uno de ellos tenga al país como primera prioridad y mientras más capacitado esté, mayor será el beneficio que aporte a la nación, por esto a mi parecer, para ser candidatos al parlamento y obviamente parlamentario, estos deberían acreditar como mínimo, estudios superiores a nivel de titulación y algunos años de experiencia, sin perjuicio de una intachable hoja de vida. • En cuanto a los nombramientos de autoridades y parentescos, si bien existe una normativa, la que siempre se vulnera, debería prohibirse expresamente y por ley que, elegida o nombrada alguna autoridad, desde el Presidente de la República hasta el nivel de Jefes y/o Directores de Servicio, pasando por Intendentes, Seremis etc. no pueda, ni el presidente ni las autoridades de turno, nombrar o aceptar ningún pariente hasta el tercer grado de consanguinidad para alguna repartición pública. Somos más de 17 millones de chilenos y hay gente suficientemente capacitada en este país para ejercer cualquier cargo y no sirve la excusa de que los parientes son de confianza, primero porque hemos tenido pruebas fehacientes de que ello no es así, como también las penas a funcionarios públicos que incurran en faltas a la probidad o abusos, deberán ser efectivamente bastante más altas que a quienes no lo son. Creo que cualquier idea que apunte a convertir a Chile en un modelo de probidad, igualdad ante la ley y respeto por la ciudadanía, siempre será bienvenida. Finalmente me atrevo a proponer algo que, si bien la constitución política no lo permite hoy en día, creo debe considerarse. Me refiero al establecimiento de un plebiscito nacional que, bien diseñado y manejado, sea efectuado cada 5 años por ejemplo, que permita a la gran mayoría de la población decidir sobre tópicos que afecten directamente a convivencia nacional, como lo ya señalado anteriormente o si los parlamentarios tienen que tener un tope en sus postulaciones o si las votaciones deben ser obliga- torias, etc. Además, creo que parte de estos plebiscitos deben ser necesariamente vinculantes y otra parte, debe ser una orientación para las autoridades en orden a que entienda hacia dónde está marchando la sociedad, se vaya adecuando y tomando las medidas correspondientes en ese sentido. Si bien puede parecer que esto horada la autoridad de los parlamentarios, la verdad es que solo los acota a lo que les es propio; no podemos seguir permitiendo leyes como “día nacional de..” o parches que no apuntan a lo que finalmente la ciudadanía quiere. Nuestro país tiene que comenzar a despolitizarse, entendiendo esto como el hecho de restar la fuerte importancia de los partidos y sus militantes y dar cabida a independientes que quieran “hacer el servicio país” trabajando en el gobierno o parlamento básicamente por ayudar a Chile, algo que pasaría por ejemplo, por permitir que los postulantes al parlamento puedan ser profesionales independientes sin requisitos de firmas o apoyos políticos partidarios. De esta forma podríamos a la hora de votar, hacerlo por los mejores y no por los menos malos, como ha sido la tónica en los últimos tiempos. Capítulo 6 DESARROLLO ECONÓMICO, QUINTA PRIORIDAD Generalmente tiende a confundirse el concepto de crecimiento económico con desarrollo económico, sin embargo, no es lo mismo. El crecimiento económico es en palabras simples, la variación que tiene la totalidad de la producción de un país durante un año calendario, con respecto a lo producido durante el mismo período el año anterior y esto se mide en términos porcentuales. La forma de medir la producción del país se hace generalmente en términos monetarios estables y es lo que conocemos como el Producto Interno Bruto o PIB. • Así mismo, al dividir este Producto Interno Bruto o PIB por el número de habitantes, tendremos lo que conocemos como el ingreso per cápita, que no es otra cosa que el ingreso anual promedio que tiene cada una de las personas que habita en ese país, obviamente es un promedio. Este índice -ingreso per cápita- es el que generalmente se utiliza para clasificar, si el país es desarrollado, es rico, está en vías de desarrollo o definitivamente es pobre. No obstante lo anterior, hay que tener en cuenta que este ingreso per cápita, sin perjuicio de ser un índice tremendamente criticado por provenir de una medida exclusivamente matemática, como tal, es perfectamente aplicable para tener una idea del tamaño de la economía de un país y compararse con otro similar. Por otro lado, desarrollo económico es un concepto más relacionado con el bienestar social de la población, pues refleja el nivel de un país por lo que este ofrece a sus habitantes en diferentes ámbitos, como cobertura de salud, educación de calidad, vejez digna, entretenciones, incluso la capacidad para cubrir las necesidades mínimas de alimentación y vivienda. Este concepto se conoce generalmente como el índice de desarrollo humano (IDH) Dicho esto, el lector habrá entendido que nuestra idea desde el inicio, ha apuntado al desarrollo económico como meta principal y no al crecimiento económico. Como ya hemos señalado en algunas líneas de este libro, el crecimiento económico per sé ya no tiene sentido. Es más, me atrevo a decir que el seguir empeñándonos en un crecimiento económico, bajo este concepto, como meta principal para alcanzar el estatus de país desarrollado y bajo la filosofía de que ello producirá un rebalse hacia las capas más pobres, tal cual lo hemos venido escuchando las últimas décadas, producirá mayor desigualdad y será en corto tiempo tremendamente peligroso. En efecto, es social y económicamente discriminatorio, concentra la riqueza en extremo y es germen de descontentos sociales lo que, con el continuo empoderamiento de las sociedades producto de la inmediatez de la información y el mayor acceso a esta, ya no permitirá que los gobiernos de turno continúen con lo que varias veces hemos hecho mención en este libro, me refiero a los parches para salvar demandas puntuales de la sociedad, esto porque definitivamente ya no es aceptable. Es el desarrollo económico al que debemos propender como país y mientras antes entendamos esto, mejor será para la sociedad y el país en su conjunto. Los gobiernos, antes de seguir creciendo lo más posible, tienen que dar una solución integral y real a temas como la cuatro primeras prioridades antes planteadas aquí. Es posible que algunos piensen que las prioridades aquí señaladas, no sean precisamente las más importantes o que este no sea el orden adecuado pero lo que está claro, es que los gobiernos no pueden quedarse en temas semánticos, ni menos en ideologías político partidista e incluso religiosas de cómo hacer las cosas, pues ello sería continuar en la senda de la polarización de la sociedad. Quedará claro en consecuencia, la razón del por qué dentro de nuestras prioridades hemos puesto el crecimiento económico en el último escalón. Necesitamos humanizar cuanto antes nuestro modelo económico manteniendo una economía libre, pero también, velando porque esta sea solidaria y sustentable en el tiempo que traspase incluso nuestro horizonte de vida, para que alcance a nuestras descendencias futuras y que todo esto lo hagamos en paz y sin resquemores políticos que siempre terminan enfrentando al ser humano y lo que es peor, por ideologías arcaicas. Para llegar a ser un país, desarrollado económicamente y no uno que, vía crecimiento económico, solo alcance un PIB per cápita de primer mundo que nos categorice como país desarrollado, debemos establecer un periodo de 25 a 30 años que yo lo llamaría, un período de estancamiento sustentable donde el crecimiento no se detenga, pero que este sea se mantenga paralelo y similar al crecimiento vegetativo de la población. Para definir más claramente este crecimiento sustentable, diré que es precisamente el crecimiento de un país que se produce a la par con la tasa de natalidad, crecimiento que le permite básicamente absorber la mano de obra que año a año se incorpora al mercado laboral, como también impide que se produzca la depredación de los recursos naturales y le permita al país encontrar la mejor forma de utilizar sus propias riquezas y recursos internos. Debemos en lo esencial apuntar a una productividad socialempresarial, esto es, la misma o mayor producción con la misma mano de obra y manteniendo los niveles de competitividad empresarial. Quiero reiterar finalmente, que no se trata de quitar nada a nadie, sino de mejorar el reparto de la torta, acortando las brechas de desigualdades y nivelando las oportunidades, algo que en lo que todo Chile, su gente, las autoridades y los empresarios, deberían responsabilizarse por igual. EPÍLOGO Después de todo lo aquí presentado, que a algunos les puede parecer bueno porque así seríamos más iguales, a otros una locura porque cambiaría la primera prioridad de llegar a ser un país desarrollado, así como otros lo pueden considerar una simple utopía; creo que lo primero que debemos hacer individualmente, es preguntarnos si nuestro país tiene la fuerza, las capacidades profesionales y los recursos económicos para realizar este up-grade humanitario que requiere con urgencia nuestro sistema económico y social. La respuesta que yo podría dar es bastante obvia, de lo contrario no habría escrito estas páginas, lo importante es la respuesta que los lectores se den, sean eruditos o desconocedores de las materias aquí presentadas. Con todo, la respuesta debe buscarse en dos ámbitos, el primero es el filosófico, esto es si estamos contentos en cómo se está desarrollando nuestra sociedad o si creemos que podemos mejorarla hoy nosotros para nosotros, así como para las futuras generaciones. Aquí se necesitaría un consenso generalizado, donde sea la gente la que opine y no los políticos quienes interpreten lo que la sociedad quiere y establecer un potencial acuerdo como el terreno donde llevar sus ideologías. La segunda es bastante más simple porque es meramente numérica y se refiere a si Chile tiene las capacidades profesionales y recursos económicos para hacer un cambio radical como el pro- puesto, esbozo que de alguna forma hemos referenciado en cada uno de los capítulos. Es más, puede que las ideas aquí planteadas a muchos no les guste, pero lo que sí creo queda claro, es que hay formas alternativas de hacer las cosas que pueden ser mejores que lo que hoy tenemos. En todo caso, si alguna de estas dos respuestas fuese un sí, querría decir que el no intentarlo, nos revelaría como incapaces de vencer una inercia que autoridades y políticos nos vienen imponiendo desde hace bastantes años, donde la política ideológica nos ha obligado a perder tiempo y recursos, haciéndonos ver incluso como enemigos entre nosotros mismos porque no compartimos ideologías socioeconómicas comunes y lo que es peor, incapaces de ponernos de acuerdo en temas que tengan un horizonte más transversal y más allá de nuestras propias narices. En efecto, el descrédito de nuestro parlamento, sus integrantes y la mal llamada clase política, negociando acuerdos, muchas veces de alta relevancia para Chile y su población, por una cuota de poder que generalmente es mal utilizado hasta los límites de la corrupción, ha relegado a la ciudanía real a un segundo plano y que entre tanta pelea, dado que la economía se sigue desarrollando, nos hemos convertido en un país tan mixto que hoy podemos definirnos como modelo de desarrollo económico, próspero y deseado por inmigrantes e inversionistas, así como un país cada vez más desigual, con diferencias socioeconómicas abismales y socialmente inestable. La pérdida de tiempo que hemos tenido para desarrollar un modelo común, que piense en todos los chilenos por igual, tanto para solucionar los problemas urgentes como para sentar las bases para que nuestra descendencia tenga un país mejor, resulta inaceptable. En referencia a la primera parte de la respuesta, más allá de si estamos o no contento con nuestra sociedad actual, pues habrá detractores de ambos lados, yo sí creo que nuestro sistema socioeconómico es, debe y puede ser perfeccionado bajo un esquema de lo que se conoce como “ganar o ganar”, esto es que todos, aunque no sea “en la misma moneda”, ni medido en la misma forma, ganen en esta operación. Esto en pocas palabras significaría que quienes hoy tienen una vida que les significa una lucha mes a mes por alcanzar el cuatro, como hacíamos la comparación con notas escolares anteriormente, puedan llegar tranquilamente al 4,5 y ojalá al 5 y quienes están ya cercanos o sobre el 6, aseguren una sociedad estable y más igualitaria en el largo plazo que les garantice el desarrollo empresarial más estable, en una cancha bien rayada y sin sobresaltos tributarios, laborales, huelgas y todo aquello que hace inestable el emprendimiento y desarrollo empresarial. Creo que buscar la respuesta, sobre si estamos capacitados para dar un salto como el aquí propuesto, es un tema más personal por lo que corresponde al lector encontrarla. Ahora bien, para no quedarnos solamente en ello, reseñaremos algunas cifras e ideas muy personales de lo que tenemos hoy en nuestra economía, así como que es lo que deberíamos hacer. Quiero reiterar que, ninguna de las cinco urgencias propuestas a lo largo de estas líneas ni otras potenciales serán posible, si los políticos de este país siguen anteponiendo sus intereses político partidistas, incluso personales, y recriminándose entre ellos por cosas que se han hecho en el pasado y en cómo deben hacerse, si antes la ciudadanía misma no les dice derechamente lo que este país quiere y necesita, a través de una consulta nacional por ejemplo; en otras palabras, para que entiendan de una vez cuál será su trabajo de postularse y salir electos. No se trata de que lo discutan o se apeguen a un programa que ellos estimen oportuno o lo discutan, sino para acuerden como deben alcanzar lo que la ciudadanía necesita y hacerlo al menor costo para el país. Sinceramente creo que necesitamos una generación de políticos nuevos y no hablo de jóvenes, sino de todos los ámbitos generacionales, pero comprometidos con el desarrollo del país para todos los que habitamos en él y no para algunos pocos y el partido. Partiendo de lo más básico, diremos que Chile es como un hogar conformado por algo más 17 millones de integrantes y como tal, este hogar tiene unos ingresos (el sueldo de los jefes de hogar para una casa, impuestos y otros ingresos en el caso del país), que utiliza para satisfacer las necesidades de la familia (gastos de alimentación, salud, educación etc., en el caso del hogar y gastos sociales, sueldos de funcionarios, parlamentarios, educación, salud de los pobres etc., en el caso del país). Convengamos que en la medida que mayores sean los ingresos del hogar, más holgada será su situación, así como en la medida que los ingresos sean menores, el reparto en las necesidades del hogar se hace más compleja y a veces insostenible y estresante. En esta última situación, se gasta solo en lo que es estrictamente necesario hasta que mejore la situación, el punto es que el jefe de hogar siempre repartirá los gastos en forma criteriosa y equitativa por lo que no incurrirá en gasto superfluos, buscará el bien de la familia en su totalidad, es lo que llamamos el bien común para un país. Hoy el estado chileno recauda anualmente, el equivalente a US$ 68.000 millones de dólares aproximadamente, que traducidos a pesos chilenos son algo así como $ 46.580.000.000.000.-, recaudación que hace mayormente vía impuestos. El desglose básico de esta recaudación es la siguiente: Aunque la cifra pueda parecer muy mayor e incluso algunos no lleguemos a dimensionar lo que este monto significa, todos tenemos claro si nos relegamos al ejemplo de nuestros hogares, que lo importante es comprender si con estos ingresos alcanzamos a cubrir nuestras primeras necesidades, las que conocemos perfectamente y que curiosamente se asemejan a las prioridades que hemos repasado en los capítulos anteriores. Sin perjuicio de ello, cualquier idea de buena administración nos diría que, independiente de los ingresos y en la medida que no seamos ricos, debemos dejar de gastar en aquello que no aporta o aporta poco, especialmente si ello beneficia solo a algunos, para destinar esos recursos a las primeras necesidades. Chile, no por sus ingresos sino por lo que tiene más allá de ello, sus activos, su naturaleza, su gente y todo aquello que podamos llamar un activo con capacidad para generar riqueza, puede ser considerado como un país rico, por lo que los recursos necesarios para abordar una tarea como la aquí planteada están, solo es cuestión de bien administrarlos, ordenarlos y cambiar algunos esquemas bastante arcaicos para atender las primeras necesidades de la población y entender que es inaceptable que, habiendo todos “nacidos bajo el mismo techo”, no todos puedan acceder a una salud, pensión y/o educación igualitaria. Esto es responsabilidad del Gobierno, no del mercado, ni de los empresarios y esto debe entenderlo primeramente las autoridades como también la población. La manera de abordar estas necesidades urgentes debe provenir de dos vertientes bastante simples, la primera definiendo cómo podemos incrementar los ingresos del país (impuestos), así como paralelamente y de manera más urgente aún, donde podemos reducir gastos especialmente aquellos banales que nuestro país regularmente hace. En referencia a esto último, no debemos pensar en ítems que signifiquen grandes ahorros, donde hay bastante menos alternativas, sino en el sin fin de gastos reducidos, que muchos consideraran hasta lujos de las autoridades. Veamos algunas pocas ideas de ahorros e ingresos por los que, a mi parecer, deberíamos de comenzar que sumados a otras ideas, reportarían importantes recursos al estado : • Una medida, que hoy está en la mente de todos y que sin duda generaría importantes recursos para el estado, es la eliminación en forma inmediata del 10% de las ventas del cobre que van a la Fuerzas Armadas e incluso reducir el pre- supuesto de las mismas. No es posible seguir alimentando la cultura de la guerra (defensa quizás, para hacerlo más suave), los sueldos y gastos reservados desorbitados de algunos, por no entrar en los temas de descontrol en su uso y corrupción. • Una potencial segunda idea de gran impacto sería, introducir el sistema de un IVA diferenciado. Es de todos conocidos que el IVA es un impuesto regresivo pero necesario (aporta casi la mitad de los ingresos por impuestos). Esto que ya muchos países hacen, no solo permite diferenciar y beneficiar algunas áreas de la economía si es bien utilizado, sino también puede ser una importante forma de incrementar los ingresos para el estado. A modo de ejemplo podemos afirmar que, si reducimos el IVA para los alimentos y los medicamentos al 10% por ejemplo y paralelamente se aumentara en dos o tres puntos el IVA para todo lo demás (una política propia para países donde el gasto de la población de menos recursos en las necesidades básicas es muy importante dentro de su canasta total de gastos, lo que es nuestro caso), los ingresos para estado se podrían incrementar por sobre los US$ 2.000 millones anuales aproximadamente. Como corolario y si acaso lo más importante en este caso sería que, el costo mensual de la canasta básica de las familias de bajos ingresos se vería reducida en forma importante, mejoraría su alimentación, sin perjuicio de otros beneficios que les reportaría al tener mayor disponibilidad de recursos. • Podemos seguir con un ahorro que sería emblemático para el país y me refiero a la reducción rápida en el número de parlamentarios (al menos a la mitad). Sin perjuicio de ello, se deberían reducir los sueldos y viáticos actuales, a una reali- dad acorde con lo que es nuestro país. Si se habla de “vocación de servicio público” como suelen mencionar los políticos, entendamos que ello no puede ser un negocio sino una real vocación; deben acceder al parlamento solo quienes realmente tengan esa vocación por el país y no por el salario que cobraran. Los parlamentarios deben recibir un sueldo promedio similar a lo que gana un profesional medio, como en muchos países europeos y no más allá de 10 veces el salario mínimo del país y definitivamente, no podrán modificarlo ellos mismos. - Tenemos claro que la eficiencia del parlamento no es algo de lo que Chile se pueda sentir satisfecho, por lo que para mejorar ello sin afectar a la democracia deberíamos además exigir como mínimo, un grado de profesional universitario o similar para optar a ser parlamentario; el resto es populismo. • Un ahorro importante para el Estado puede provenir de la reducción al mínimo indispensable del aparato estatal, me refiero a la cantidad funcionarios que hoy trabajan para el Estado haciendo funciones arcaicas en un mundo caracterizado por la tecnología, donde gran parte de esos trabajos pueden ser reemplazados por la computación avanzada y que permitiría poner así a estos trabajadores en mercado laboral que Chile necesitará para seguir desarrollando su economía (esto en el entendido que seguiremos considerando a la empresa privada como el motor de nuestro desarrollo). El crecimiento del aparato estatal que hemos tenido el último tiempo, no se condice para nada con el crecimiento de nuestra economía. • Ya en temas más reducidos pero que a la larga significaría importantes aportes para el Estado, creo debería restructurarse el sistema de contribuciones y patentes que actualmente tenemos. Por ejemplo, las primeras deberían contemplar una clara diferenciación entre la primera vivienda, aquella que es de uso habitual, con aquellas conocidas como la segunda o tercera vivienda, las que deberían tener un sistema de cálculo en el pago de contribuciones basado en el valor comercial de la propiedad y no en el avalúo fiscal. La tributación sobre el territorio tiene un potencial de ingresos para el estado tremendamente importante, así como una segregación en la recaudación de impuestos más equitativa. Un ejemplo bastante claro sobre ello es el lugar donde se ubican estas viviendas, pues muchas de ellas están en sectores de altísima demanda y escasa oferta, por lo que los precios de estas vivienda, muchas veces, son bastante más altos que el de una primera vivienda en la ciudad como por ejemplo, los predios o casas a orillas o con vista al mar o los lagos, los cuales en la actualidad pagan contribuciones como previo rural bastante ridículas, no digamos ya favoreciendo a quienes pueden tenerlas, sino perjudicando directamente al estado en ingresos que podría tener y que hoy no tiene. • En lo que se refiere a las patentes comerciales y otras, sigue siendo curioso que grandes establecimientos del retail por ejemplo, paguen por algunos locales de 2.000 o 3.000 metros cuadrados, lo mismo que un pequeño negocio en el mismo sector. Aquí hay mucho que mejorar. • El sistema tributario, mientras más simple y claro siempre será mejor y más fácil de controlar. Debemos en mi opinión, propender en el mediano plazo hacia un sistema que grabe el patrimonio preferentemente y no la ganancia al trabajo personal y aunque esto exista, este tributo debe ser al menos igualitario. El sistema actual grava las altas remuneraciones y por ende la mejor educación y el intelecto, así como incentiva el trabajo “negro” y fomenta la economía informal que en nuestro país ronda el 25%, algo propio de los países bastante menos desarrollados y que definitivamente perjudican a quienes tienen negocios establecidos y pagan sus impuestos por ello. Podríamos seguir sumando ideas o proyectos, sin embargo, creo que estas deberían provenir de la mayoría de la ciudadanía, no de los mismos de siempre sino de gente real, que no tenga intereses comprometidos más allá que su propia situación y la del vecino, en una suerte de catarsis por mejorar y hacer crecer nuestro país con austeridad e igualdad. EL FUTURO QUE SE VIENE Una de las primeras consideraciones que debe tener un gobierno es, asumir que si bien hay cosas que solucionar y de manera urgente -temas como los aquí planteados- el mundo cambia a una velocidad vertiginosa y que lo que se está haciendo ahora, seguro que habrá cambiarlo mañana. No obstante lo dicho, siempre hay señales que hemos de considerar que nos indican cómo se viene el futuro en todos los ámbitos y hoy más que antes, existen signos claros hacia dónde nos dirigimos, pero lamentablemente no se ve a las autoridades mirando mucho al futuro sino, como ya señalaba, gobernando vía a parches para solucionar urgencias puntuales. La tecnología es el mejor ejemplo de lo señalado. En todos los ámbitos y foros internacionales, hace tiempo se vienen señalando los caminos tecnológicos que se están dando y cómo seguirá cambiando la manera de vivir del ser humano, la manera de relacionarnos y definitivamente la manera de hacer los negocios en el mundo. Este cambio no será solo de forma sino de fondo y será algo, si no imposible, muy difícil de controlar, donde los gobiernos centrales tendrán cada vez menos control e injerencia en las transacciones que las empresas y los particulares hagan a diario, donde incluso surgirán gobiernos supra nacionales que controlarán de mejor manera, ámbitos específicos de la economía y por ende de los ciudadanos en diferentes regiones del mundo. Un buen adelanto de esto son las monedas virtuales porque, si en un principio fueron fuertemente perseguidas, hoy se estudia el cómo incorporarlas al mercado, pero el problema no es que se decida incorporarlas y controlarlas, el problema radica en que su actuar será autónomo y cualquier medida de control y/o adecuación al mercado que no le agrade al mismo mercado, el sistema mutará y lo hará así hasta que entendamos que, nos guste o no, habrán cosas que no podrán ser controladas en el futuro por los que hoy conocemos como los organismos controladores o reguladores. Otro ejemplo claro, es el comercio que se hace a través de las conocidas apps y dentro de estas, el transporte de pasajeros hoy tan en boga en el caso de los taxis, que ha entrado en el mundo de forma vertiginosa y que algunos gobiernos están tratando de combatir y/o regular, en vez de entender que el sistema y el consumidor ya cambió su mentalidad en este tema y que los taxis tal cual los conocemos, están llamados a desaparecer y poco puede hacerse al respecto; mientras tratemos de adecuar la tecnología que el hombre ha diseñado a nuestro sistema de vida y a los sistemas de regulación actuales, en vez de adecuar los controles a la tecnología, mayor será el golpe. Este será el estigma futuro de nuestra sociedad. En general, el avance de las tecnologías que ya nos permite una comunicación más fácil, unas transacciones más expeditas y un comercio más instantáneo, afectará definitiva y seriamente las recaudaciones de los gobiernos con los cuales los estados financian sus operaciones y aportes a la sociedad, pues los ingresos por estas vías se irán haciendo cada vez más anónimos y difíciles de rastrear. Cada vez será más relevante la propiedad y el propio territorio para el cobro de impuestos. Por otro lado, la globalización de los mercados tal cual la conocemos hoy, irá en franco retroceso. Esta nueva tendencia que fomenta los intercambios comerciales, siempre pensado en beneficio de los países y sus pueblos ya se extendió autónomamente a las migraciones y no precisamente por los países que han propugnado los tratados de libre comercio. Por ejemplo, migraciones fomentadas además por guerras internas y diferencias socio económicas existentes entre los diferentes países, están infringiendo un duro golpe a las economías de quienes reciben ésta población, algo que muchos no están dispuestos a aceptar. Derivaremos a mi manera de ver, hacia un mundo más liberal en el comercio, pero con fronteras más cerradas. Deberemos en consecuencia, en nuestro caso particular, así como en América Latina, sentarnos a pensar en cómo alcanzar una economía más estable y menos vulnerable a la globalización, dentro de una sociedad más igualitaria, proyectarnos en el tiempo dejando de lado a políticos e ideólogos que de una u otra forma, tratan de controlar los estados basándose en ideologías arcaicas. Este libro comenzó a escribirse en el año 2017 y se terminó cuatro meses antes de que en Chile se produjera el “estallido social” donde la ciudadanía se volcó a las calles en demanda de reformas sociales radicales para nuestra sociedad. Humanizando la Economía trata precisamente de aquellas necesidades básicas que requiere una sociedad y que cualquier gobierno responsable debe atender por sobre cualquier ideología política antes de continuar buscando el crecimiento económico, so pena de que se produzca inestabilidad social y depredación de los recursos naturales que mermen, en sus cimientos mismos, la economía y su desarrollo. El autor señala la Salud, las Pensiones, la Educación y la Seguridad como las prioridades básicas que deben ser atendidas en una búsqueda de un país más equitativo, solidario y con mayor igualdad de oportunidades. Entrega, así mismo, propuestas de mejoras concretas que, si bien son duras, cree necesarias para nivelar la “cancha” en la que jugamos toda la sociedad y así poder resarcir el daño que algunas de estas desigualdades institucionalizadas han causado a los más necesitados.