Subido por roberto garrido

LIBRO HUMANIZANDO LA ECONOMÍA

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Germán A. Polanco Iturriaga es un
economista chileno, estudió en la Escuela
de Negocios Adolfo Ibañez y en el ESADE
(Escuela de Administración y Dirección de
Empresas) en Barcelona - España, donde
obtuvo un M.B.A.
Ha sido catedrático en asignaturas de
Economía, Finanzas y Política de Empresas
en diferentes universidades. Autor de innumerables artículos de Coyuntura Económica durante la década de los 80, hasta
que incursionó en el mundo empresarial
fundando, entre otras, una exitosa empresa
de alimentos en polvo.
Ha sido Cónsul Honorario de la República de Haití en Chile y Director del
Cuerpo Consular de Santiago.
Actualmente está dedicado a apoyar a
algunas pymes y a dictar clases de Emprendimiento en la Universidad Nacional
Andrés Bello (UNAB), donde busca
transmitir sus experiencias como empresario, en como formar pymes exitosas a los
alumnos.
© Humanizando la Economía, el camino para que Chile alcance el desarrollo.
© Germán A. Polanco Iturriaga
ISBN Digital: 978-956-401-673-3
Registro de propiedad intelectual: Nº A-310138
Diagramación Digital
María Eugenia Morales López
Copyright © 2019 Chile
Ediciones TayTa
[email protected]
Santiago, Chile.
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida.
almacenada o transmitida en manera alguna por ningún medio sin permiso del editor.
Humanizando
la Economia
El camino para quE cHilE
alcancE El dEsarrollo
GERMÁN A. POLANCO ITURRIAGA
Santiago de Chile, 2019
Ediciones TayTa
A mis Padres
A Pamela,
Raimundo, Isidora Benjamín y Martin,
mi Familia.
ÍNDICE
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN ..........................................................................16
Capítulo 1 ...................................................................28
HUMANIZANDO NUESTRO
MODELO ECONÓMICO
Capítulo 2 ...................................................................62
EL SISTEMA DE SALUD,
PRIMERA PRIORIDAD
Capítulo 3 ...................................................................89
EL SISTEMA DE PENSIONES,
SEGUNDA PRIORIDAD
Capítulo 4 ...................................................................132
LA EDUCACIÓN,
TERCERA PRIORIDAD
Capítulo 5 ...................................................................167
EL SISTEMA DE SEGURIDAD,
CUARTA PRIORIDAD
Capítulo 6 ...................................................................187
DESARROLLO ECONÓMICO,
QUINTA PRIORIDAD
EPÍLOGO .............................................................................................191
PRÓLOGO
La estrategia económica seguida por el país en las últimas décadas es materia de un creciente escrutinio y debate a nivel de
opinión pública y, particularmente, en círculos profesionales y
académicos. Ello responde, en buena medida, a la percepción de
que esta estrategia no está generando todos los frutos o beneficios
que se esperaban, especialmente en el terreno social. Una de las
críticas más agudas es que no estaría brindando una efectiva
igualdad de oportunidades ni estaría reduciendo las tradicionales
desigualdades observadas en el país.
Cuando se habla de estrategia o modelo económico es necesario hacer algunas distinciones. Están por de pronto sus definiciones esenciales o fundamentales. Están enseguida las políticas específicas, aquellas que les confieren un contenido práctico y concreto a esas definiciones. Y están finalmente los resultados que
todo ello genera, los que dependen, además, de múltiples condiciones y circunstancias. Estas distinciones son esenciales para
conducir un debate práctico y fructífero en torno de este tema.
Cuando ello no se hace, pareciera que las únicas opciones abiertas
son mantener el modelo sin variaciones o simplemente tumbarlo.
En el pasado, el abanico de opciones en materia de modelos
económicos disponible era bastante amplio. En un extremo estaba
el sistema de mercado en su versión ortodoxa o libremercadista.
En el otro estaba el socialismo centralizado. Pero existían también
modelos intermedios, como la economía mixta, la economía social de mercado, la economía del estado benefactor y el socialismo
de autogestión.
Hoy, en cambio, la gama de opciones se ha reducido y lo que
observamos es un claro predominio de la economía de mercado
que se aplica con variantes y matices a lo largo y ancho del mundo. Ese modelo está presente en Estados Unidos, Europa, Japón,
en la mayoría de los países emergentes e incluso en China. Como
resultado de esta nueva realidad, el debate o la discusión sobre
estrategia económica se ha desplazado al ámbito de las políticas
específicas, a las formas cómo éstas son implementadas y a los
matices o sellos que se le pueden imprimir.
En Chile, la estrategia económica aplicada en las últimas décadas ha permanecido bastante apegada a lo que se entiende por una
economía de mercado. Se podrá discutir cuáles son sus definiciones esenciales o fundamentales, pero entre éstas habría que incluir
por lo menos las siguientes:
a) La apertura de la economía al exterior y el aprovechamiento de los beneficios de la globalización.
b) La participación preferente o preponderante del sector
privado en las actividades económicas.
c) El uso del mercado como mecanismo de coordinación
y asignación de los recursos.d) La prioridad asignada a
la preservación de los equilibrios macroeconómicos.
e) El funcionamiento de un sistema financiero sólido, profundo e inclusivo que brinda apoyo al desarrollo.
f) Una participación acotada del Estado en las actividades
económicas, orientada principalmente a regular ciertos
mercados que requieren de intervención por las características que éstos presentan y a la ejecución de políticas de contenido social.
Algunas de estas definiciones concitan un apoyo bastante amplio y transversal. Entre ellas están la apertura externa y la necesidad de mantener los equilibrios macroeconómicos. Otras, en
cambio, son materia de debates y controversias que no se han zanjado completamente. Es el caso del rol asignado al Estado y, como
necesaria correspondencia, al fijado para el sector privado.
Un breve alcance sobre el tema de los equilibrios macroeconómicos resulta pertinente. El país experimentó continuos desequilibrios en buena parte del siglo pasado. Fuimos campeones
mundiales en materia de inflación. Afortunadamente, se aprendió
la lección y se efectuaron las correcciones necesarias en el campo
de las políticas fiscal y monetaria. Hoy, el gasto público se gestiona
con responsabilidad y, en las últimas dos décadas, ha estado sometido a una regla que define el nivel admisible con independencia
de las condiciones cíclicas prevalecientes. Por su parte, la política
monetaria es conducida por un Banco Central autónomo y, desde
hace dos décadas, éste lo hace bajo un régimen de meta de inflación. Todo ello ha contribuido a generar condiciones de estabilidad que favorecen el desarrollo de la economía.
Las principales definiciones estratégicas antes comentadas no
han permanecido inmutables a lo largo del tiempo. Se han ajustado y perfeccionado con pragmatismo, teniendo presente las circunstancias y los desafíos enfrentados. Es importante notar que
estos cambios se han producido principalmente en el ámbito de
las políticas específicas o sectoriales que le dan contenido real a la
estrategia en aplicación. Son varios los ejemplos que se pueden
dar. En materia de apertura al exterior, los primeros pasos estuvieron referidos al comercio de bienes y servicios y solo con posterioridad se avanzó en el campo de los flujos financieros. Era la secuencia que correspondía. En otro orden, la apertura comercial
fue inicialmente unilateral, esto es, se practicó sin buscar reciprocidades del resto del mundo. En las últimas décadas, en cambio,
los esfuerzos han estado concentrados en la firma de acuerdos
económicos con países individuales o con grupos regionales.
En cuanto a la participación del Estado, también se ha producido una evolución de los conceptos y las políticas aplicadas. Primeramente, las acciones del Gobierno se orientaron a la erradicación de la pobreza que alcanzaba niveles relativamente altos. A
medida que se avanzó en el cumplimiento de ese objetivo, las acciones se dirigieron también hacia segmentos medios vulnerables,
en el entendido que su situación era precaria y que podían volver
a caer en cuadros de pobreza. Con todo, debemos reconocer que
las definiciones sobre el papel que debe jugar el Estado en el ámbito social permanecen abiertas. Hoy, algunos analistas plantean que
las políticas sociales deben alcanzar al conjunto de la clase media
sin mayores distinciones. Otros proponen que el Estado garantice
una amplia gama de derechos económicos y sociales. Estos planteamientos están actualmente en el centro del debate público. En
todo caso, las decisiones que se adopten pueden tener importantes
implicancias en materia de gasto público y, consiguientemente,
sobre el endeudamiento del Gobierno.
Otra definición que ha evolucionado está referida a las empresas públicas. En el pasado, los analistas más ortodoxos planteaban
que las empresas estatales, entre ellas Codelco y Banco del Estado,
eran completamente ajenas a la estrategia de desarrollo impulsada
en el país. Incluso se desplegaron algunos intentos por privatizarlas. Con el trasncurso del tiempo, esos planteamientos han sido
dejados de lado. Hoy, la percepción de consenso es que la mayoría
de estas empresas operan en armonía con el sector privado y que
sus actuaciones son complementarias más que antagónicas con
dicho sector.
También se debe puntualizar que la protección del medio ambiente ha surgido como un objetivo de alto interés público. Hoy,
éste aparece como un componente esencial de una estrategia de
desarrollo sostenible. Debemos reconocer que se han dado pasos
importantes para darle a este tema la relevancia que corresponde.
Sin embargo, en el plano de las acciones y políticas específicas,
aún queda bastante camino por recorrer.
A la hora del balance, es innegable que nuestra estrategia de
desarrollo puede exhibir logros importantes en varios campos o
ámbitos. Las tres décadas pasadas constituyen uno de los períodos
de mayor progreso que el país puede exhibir en el transcurso de su
vida independiente. Se ha crecido a tasas históricamente altas, lo
que ha permitido reducir la brecha que nos separa de las economías avanzadas; se ha logrado mantener la inflación bajo control,
lo que parecía imposible hace 50 o más años; se ha reducido significativamente la pobreza; y los indicadores de desarrollo humano
se han ubicado en niveles próximos a los de las economías avanzadas. Habría que agregar, además, que todo ello se ha conseguido
bajo un régimen de normalidad institucional y estabilidad política.
Es cierto que no todo ha sido color de rosa. La distribución del
ingreso no ha mejorado sustancialmente y permanece muy desigual. Las apreciaciones o juicios negativos hacia los servicios de
salud, la educación y el sistema de pensiones se han intensificado.
El acceso a la vivienda se ha tornado más difícil como resultado de
un pronunciado aumento en el precio de la vivienda. Todo ello ha
contribuido a generar una sensación de malestar muy generalizada y, consiguientemente, una visión crítica o simplemente negativa sobre la estrategia económica en curso.
Muchas de las críticas formuladas por la población tienen que
ver con políticas específicas o sectoriales más que con definiciones
muy generales. Eso quiere decir que se dirigen muy directamente
a temas de salud, educación y pensiones. En estos campos, Chile
optó por fórmulas coherentes con un modelo de economía de
mercado y novedosas en muchos aspectos. En un primer momento, se cifraron altas expectativas sobre lo que ello implicaría para el
bienestar de la población. Sin embargo, los resultados no han sido
los esperados y ello ha generado un importante grado de frustración y malestar.
Entre las críticas, se suele incluir que la estrategia seguida no ha
logrado cambiar nuestra condición de país exportador de materias
primas. Es verdad que nuestra canasta exportadora ha tenido desde tiempos remotos y sigue teniendo hoy un importante contenido de recursos naturales. Ello se explica, en parte, por la dotación
de recursos disponibles y, en parte, por el tamaño de la economía
que es pequeño para contar con una industria manufacturera de
corte tradicional que sea eficiente y competitiva. Con todo, no se
puede desconocer lo que se ha avanzado en el desarrollo de nuevos productos de exportación, entre ellos los provenientes de la
fruticultura y la acuicultura; en la tecnificación y modernización
de ciertos rubros tradicionales, como la vitivinicultura, y en la penetración de nuevos mercados externos, como los asiáticos. A ello
es necesario agregar los avances en la exportación de servicios y
las significativas inversiones realizadas por numerosas empresas
chilenas en otros países de la región. Esas inversiones conllevan
implícita o explícitamente la exportación de conocimiento aplicado y capacidad de gestión. Todos esos logros deben ser reconocidos.
En este contexto, una evaluación rigurosa sobre nuestra estrategia de desarrollo, desprovista de prejuicios y estereotipos, resulta
muy oportuna. Es clave identificar qué ha funcionado bien y qué
ha funcionado menos bien o simplemente mal. Ese diagnóstico es
esencial para tomar decisiones acertadas pensando en el camino a
seguir en los próximos años.
Los acontecimientos de Octubre pasado reafirman con crudeza
la imperiosa necesidad de abrir conversaciones sobre estos temas.
Pero ponen de manifiesto dos elementos adicionales. Primero, que
la invitación para dialogar y debatir es no solo para los expertos,
incluyo entre ellos a los economistas, sino para todos los chilenos.
Y segundo, que la agenda para este ejercicio de reflexión debe
permanecer muy abierta e incluir materias pertenecientes a todos
los ámbitos de la vida social, política y económica, sin limitaciones ni restricciones de ningún tipo. En esa perspectiva, el tema
constitucional no puede quedar excluido.
También es importante que, en el marco de estos diálogos y
reflexiones, nos preguntemos por nuestras responsabilidades individuales o por aquellas que tienen las empresas y las entidades intermedias de la comunidad. La sociedad no se construye solo con
definiciones estratégicas, ni tampoco solo con leyes o decretos. La
construimos todos con nuestras actuaciones y omisiones. Debemos tener presente que una parte muy relevante del partido se
juega en la forma cómo nos relacionamos con los demás. También
en la forma cómo las empresas se relacionan con sus empleados,
clientes, proveedores, más allá de lo exigido por la ley. Un buen
ejemplo, en ese sentido, es del salario mínimo. La ley fija su nivel,
sin embargo, ello no exime a ningún empleador de la obligación
de preguntarse sobre el salario justo que debe pagar a sus empleados. Podríamos agregar otros ejemplos en esa misma línea.
El ensayo de Germán titulado “Humanizando la Economía”
resulta muy pertinente y oportuno en esta hora, considerando la
coyuntura que se está viviendo en el país. La lectura de esta obra
resultará muy útil para motivar conversaciones en torno de los
temas que se han levantado y que preocupan hoy a la ciudadanía.
De partida, el título de la obra es bastante provocador. Sugiere claramente que nuestra estrategia de desarrollo requiere ajustes y
perfeccionamientos e incluso cambios profundos en ciertas áreas.
Pero, quizá lo importante, sugiere que éstos deben orientarse en el
sentido de imprimirle un sello más humano o social a nuestra
economía.
Polanco tiene la formación académica necesaria para manejar
conceptos económicos sofisticados. Sin embargo, muchas de las
reflexiones que formula en esta obra provienen principalmente de
su experiencia como emprendedor y pequeño empresario desplegada por largos años y en varios rubros. Ello le confiere a sus planteamientos y recomendaciones un valor adicional.
No debe llamar la atención entonces que su ensayo no se limite
a discusiones de orden general o abstracto. Baja rápidamente a
propuestas específicas en campos como la educación, la salud, las
pensiones, la seguridad y el medio ambiente. Son todos temas
consignados como prioritarios por parte de la ciudadanía. Por
cierto, las propuestas formuladas pueden resultar controversiales,
entre otras razones, por el costo que ellas tendrían para el erario
nacional. Para algunos resultarán muy tibias, para otros, excesivamente disruptivas. Lo más valioso, en todo caso, es que motivan
y aportan elementos para el necesario diálogo que debemos tener
sobre el devenir de nuestra sociedad.
Enrique Marshall Rivera
Noviembre de 2019
INTRODUCCIÓN
Desde que se produjo la Revolución Industrial en Gran Bretaña
durante la segunda mitad del siglo XVIII, el mundo comenzó un
proceso vertiginoso de transformación económica, social y tecnológica, que no se ha detenido hasta la fecha.
De una u otra forma, esta revolución nos fue transformando
como seres humanos, el ritmo de la vida y la economía se aceleró
y hoy hemos llegado a ser personas más estresadas de lo que éramos hace un par de siglos, gastamos la mayor parte de nuestras
vidas trabajando con prisas - a veces en forma desesperada - tras
una vida mejor.
Esto no tendría nada de malo si la valoración o el concepto de
“vida mejor” que le estuviésemos dando a nuestras vidas, no fuese
básicamente medido solo en términos económicos y que casi nos
hayamos olvidado del desarrollo de la sociedad en que vivimos,
incluso de nosotros mismos.
La ciencia y la tecnología se han desarrollado en estos últimos
cien años de una forma tan vertiginosa que sus avances y descubrimientos durante este periodo han superado con creces lo realizado con anterioridad en toda la historia de la humanidad, incluso
al punto que en algunos aspectos estos avances se hacen aterradores y hasta peligrosos para la misma humanidad.
En el plano netamente económico, ha sido la loca carrera por el
desarrollo económico de los países el gran detonador de los sentimientos de urgencia que hoy tiene el ser humano en su propia
carrera personal por alcanzar esa vida mejor.
Hemos llegado al punto donde casi todo, en nuestro diario vivir, se ha hecho desechable.
Este concepto surgió precisamente de la propia Revolución Industrial, en que la idea central fue la producción en serie y la especialización del trabajo, atendiendo la premisa de que la curva de
aprendizaje permitiría producir más y a menor costo, entregándole a los consumidores un producto más barato. Como corolario,
tener un producto más económico, permitía a la gente de menores
recursos tener acceso también a estos productos, haciéndose masivo su consumo. Esta teoría, que ha sido más que demostrada
como cierta con el correr de los años, está plenamente instaurada
hasta hoy en nuestro sistema de vida.
Sin embargo, a pesar del explosivo crecimiento de las empresas
y los beneficios que significó este nuevo sistema productivo, la
industria y sus empresarios pronto cayeron en la cuenta de que no
era del todo bueno ni para ellos, ni para el futuro desarrollo de la
industria el que todos tuviesen todo de una sola vez, había que
dejar espacio para futuros negocios. Surgía así entonces, el concepto básico de consumismo.
Fue en esta instancia, cuando la tecnología y el ingenio humano salió al rescate del sistema, pues se comenzaron a desarrollar productos nuevos o mejor aún, se comenzaron a mejorar los
mismos productos que ya existían y se habían vendido con éxito.
Surgiría así también por primera vez, el concepto de reciclaje, no
desde el punto que nos interesa hoy, pero sí bajo un concepto de
desarrollo económico y marketing de venta, lo que acompañado
por los crecientes volúmenes de producción y ventas, más las rebajas de calidad y costos al límite, le otorgó a la industria una estabilidad y recursos insospechados, produciendo en el mundo un
sostenido crecimiento en la riqueza.
Ejemplos de este concepto encontramos en todo ámbito de cosas hasta el día de hoy: autos, televisores, teléfonos celulares,
computadores y un largo etcétera, que cambian de modelo y/o
adicionan nuevas mejoras o tecnologías año a año, a fin de que el
consumidor cambie en forma rápida el modelo antiguo.
En resumidas cuentas, el mundo apretó el acelerador productivo bajo la máxima de que mientras mayor fuese la producción de
bienes de consumo y menor fuese su costo, mayor sería el beneficio último para la sociedad. Se omitió, no se vio o no se quiso advertir, el hecho de que ello beneficiaba principalmente a las empresas y que se comenzaría a producir una brecha cada vez más
grande entre quien producía y quien consumía.
Este nuevo sistema productivo, así como su concepción ideológica, fue conocido -con todos los adjetivos que el mundo le ha
querido ir añadiendo a través de la historia- como el capitalismo.
El explosivo crecimiento en el comercio interno como así mismo en el comercio internacional que produjo, fue algo que nunca
antes se había visto en la historia económica, especialmente en
aquellos países que se adhirieron a esta filosofía. Este radical cambio en materia económica, producido por la Revolución Industrial, trajo anexa una segunda derivada, esto fue el profundo cambio en la estructura social que hasta esa fecha Europa había mantenido por siglos.
Los nuevos inventos y el desarrollo de las máquinas, hicieron
que el campesinado acostumbrado a trabajar bajo un sistema feudal pasara a cobrar un salario por sus labores. Disminuyó así
mismo en forma ostensible, la necesidad de mano de obra en la
agricultura produciéndose un desplazamiento de la población
desde los campos hacia los nuevos centros industriales.
Surge aquí entonces, el obrero tal y cual lo conocemos hoy; incluso trabajadores artesanales independientes no pudieron competir con los precios de los nuevos productos que, si bien eran de
menor calidad, se hacían más accesibles a la población, lo que les
obligó a estos a abandonar sus talleres y convertirse también en
obreros de quienes tenían la propiedad de las máquinas.
Este clima que se comenzaba a vivir entonces, al producirse
estos radicales cambios económicos y sociales, allanó el terreno
para una de las épocas más fértiles de la historia en el surgimiento
de economistas y pensadores, quienes comenzaron a estudiar los
cambios que se estaban produciendo, tanto en el ámbito económico como social, proponiendo teorías sustentadoras de estas, así
como alternativas a las mismas.
De entre los economistas más connotados de la época, hemos
de destacar a Adam Smith quien, en abierto apoyo al nuevo sistema capitalista y su forma de reparto de los recursos, escribió en el
año 1776 su obra “La Riqueza de las Naciones” acuñando al tiempo, la célebre frase de “la mano invisible del mercado” como el
gran regulador de las relaciones económicas y laborales, en otras
palabras, la ley de oferta y demanda, dándole con ello un importante respaldo a este sistema.
El crecimiento que tuvieron las economías de quienes se adhirieron a este nuevo sistema económico fue exponencial, pero ello
no se reflejó de igual manera o al menos no en forma proporcional, para quienes eran los dueños del sistema productivo y para
quienes trabajaban en la producción, los obreros.
Comenzó entonces a incubarse el germen del descontento social y las revueltas obreras, demandando en forma constante mejoras tanto salariales como en las condiciones de trabajo, que a la
sazón eran bastante precarias. Estos movimientos obreros, se hicieron especialmente fuertes en Europa hacia a mediados del siglo
XIX.
Fue así, que ya con el nuevo sistema económico en pleno apogeo surgió Karl Marx, acaso el mayor opositor a este sistema nuevo sistema productivo, quien haciéndose eco de las demandas socioeconómicas de la clase asalariada plasmó en 1867 su obra Das
Kapital, como una alternativa opuesta al capitalismo y una clara
defensa de la clase trabajadora.
Manifestaba Marx en su base -consiente que el nuevo sistema
de producción en serie había llegado para quedarse- que la propiedad de la producción no podía estar en manos del empresariado y que esta debía pasar al pueblo a través de sus representantes,
el Gobierno. Con esto sentaba las bases de lo que hoy conocemos
como la economía centralmente planificada, propia de países socialistas y comunistas.
Lo interesante es que Marx no renegaba en su concepto general
del nuevo sistema productivo, sino de la propiedad de los medios
de producción.
Este mismo pensador, vaticinó que sería el proletariado quien
arrebataría el poder a las clases dominantes, sin embargo lo que
Marx no consideró, es que los economistas, empresarios y autoridades gubernamentales partícipes del sistema capitalista, tampoco
confiarían plenamente en la “mano invisible del mercado” de
Adam Smith como único elemento regulador de las relaciones
económicas y laborales. Por ello fueron efectuando paulatinas y
sistemáticas mejoras al sistema lo que permitió a este nuevo sistema, ir consolidándose y arraigándose en la mayoría de las economías occidentales.
Hoy es difícil, por no decir imposible, encontrar un Estado que
mantenga un Gobierno tal cual lo soñó Karl Marx, donde sea el
pueblo quien ostente el control del sistema productivo, pero también es cierto que tampoco existe un país que esté llevando una
economía capitalista al más puro estilo de la revolución industrial.
Pasarían desde la Revolución Industrial, más de 70 años de un
capitalismo desbordante en el cual avanzarían en paralelo el
desarrollo económico, manejado principalmente por los propietarios de los sistemas de producción, con una constante lucha obrera por obtener mayores beneficios de las ganancias que este nuevo
sistema estaba generando.
Recurrentes se hicieron los debates entre seguidores y detractores de esta nueva forma de vida que ya arrasaba con el pasado reciente, así entonces pensadores y estudiosos se avocaron en la
búsqueda de nuevas teorías, tanto económicas como filosóficas, de
esta nueva vida que se vislumbraba y de su nuevo orden económico.
Pasarían largos años, para que ambos sistemas mostraran al
mundo sus mejores aciertos, así como sus falencias y errores de
concepción, para recién llegar al surgimiento de un nuevo modelo
económico, el que fue reconocido como la tercera vía o la vía alternativa al capitalismo.
En efecto, fue hasta 1949 que el economista alemán Ludwig Erhard, comenzara a implementar lo que hoy conocemos como Economía Social de Mercado y que daría el cambio más radical al sistema capitalista que se había mantenido hasta antes de la Segunda
Guerra Mundial.
Si bien fue Erhard en su calidad de Ministro de Economía de una
Alemania intervenida y dividida por los vencedores de la guerra,
quien lideró la implementación de esta nueva alternativa, en estricto
rigor fue Alfred Müller-Armack quien acuñó por primera vez el
término Economía Social de Mercado en su libro Liderazgo de
Economía y Economía de Mercado, publicado en el año 1947, en un
intento se entregarle una visión más social al neoliberalismo alemán.
La expresión propiamente tal representaba para Müller-Armack
mantener los principios de la libertad económica, introduciéndole
al sistema una suerte de compensación social a las ganancias, en un
afán de calmar las demandas de la clase trabajadora. En otras palabras, buscaba con ello que este nuevo sistema económico, que denominó Economía Social de Mercado, transcendiera en el tiempo, entregando desarrollo económico, pero manteniendo al pueblo en paz.
Han sido en consecuencia, desde esa fecha, la Economía Social
de Mercado y la Economía Socialista las que han prevalecido en el
mundo, aunque si hubiese que decretar un ganador, sería la primera, especialmente después de la caída del muro de Berlín en 1989,
cuando reconocidos países socialistas se abrieron a las teorías de
mercado.
Una de las grandes diferencias que marcaron el éxito de la Economía Social de Mercado frente al sistema socialista más puro, fue
que en occidente el propio desarrollo que estaban teniendo los países obligó a quienes manejaban las economías a introducir diversas
y sucesivas mejoras al sistema, especialmente aquellas destinadas a
acallar las demandas sociales que Müller-Armack ya había señalado
pero que continuaban produciéndose, algo que quienes escogieron
el sistema de planificación estatal no hicieron.
Por otro lado, en virtud de que ambos modelos son esencialmente económicos y como tal buscan el crecimiento o bien el desarrollo
del país -malamente medido por el crecimiento del PIB per cápita-,
en lo que atañe a la economía social de mercado, hemos de reconocer que no obstante la notable intención de Muller-Armack de dosificar la economía libre con una parte social, de acuerdo a los parámetros actuales de las economías occidentales y muy en concreto en
nuestro país, este sistema económico dejó hace ya mucho tiempo en
el olvido la parte social del sistema.
La llamada globalización de los mercados, concepto relativamente reciente que ha vuelto a impulsar fuertemente el crecimiento de
las economías del mundo igual que lo hizo la Revolución Industrial
del siglo XVIII, dió inicio a una loca carrera por la conquista de
manera casi depredante, de nuevos mercados más allá de las propias
fronteras. Si bien esta globalización ha sido un valioso aporte a la
generación de riqueza en el mundo, esta, al igual que la revolución
industrial, ha tendido a concentrar aún más y de manera más peli-
grosa la riqueza generada. Esta nueva concentración, vino a enterrar
aún más el concepto social que alguna vez introdujeron a la economía, Edhard y Muller-Armack.
Actualmente hay quienes creen que aún se mantiene vigente el
concepto social original acuñado por la Economía Social de Mercado, pero la verdad es que si se analiza la labor del Estado y su rol
en el sistema económico, hemos de concluir que este concepto social más bien ha mutado hacia la caridad, representada por las ayudas económicas estatales, las ONG´s, los bonos estatales de diferente índole para ayudar a los más necesitados, los subsidios, los pagos
a las comunidades para compensar desastres o destrucciones autorizadas del ecosistema, todo ello, en pos de mantener una economía
que nos otorgue el mayor crecimiento económico posible.
Surge en consecuencia la necesidad de replantearse seriamente
los conceptos que hasta ahora las sociedades -especialmente la
nuestra- han tenido y de cómo se debe entender el desarrollo económico al que debe aspirar una nación.
De forma casi repentina, el mundo se ha percatado que han surgido nuevos elementos que deben obligatoriamente ser introducidos en cualquier modelo de desarrollo económico, elementos que si
bien no son fáciles de cuantificar, el hecho de que no sean considerados en su real dimensión nos llevará indefectiblemente al fracaso,
independiente del modelo por muy audaz que este sea.
Hoy los países debemos entender a los habitantes de una nación
como sociedades y no solo como consumidores, que como tal, han
desarrollado necesidades o han entendido que hay nuevas prioridades eco-sociales, transversales, urgentes e independientes del gobierno de turno, las que deben ser consideradas de forma prioritaria
y previa a lograr como país el tan ambicionado índice que nos seña-
le ante el mundo como un país desarrollado y por tanto exigen que
estas sean consideradas en las ecuaciones de rentabilidad económica a la hora de establecer políticas de desarrollo.
La escasez de los recursos, especialmente los naturales, factor
considerado en todos los modelos económicos como un elemento
más en la cadena productiva, tiene hoy otra dimensión y su valor
dentro de la ecuación de las rentabilidades productivas no tiene
nada que ver con la ponderación que las teorías económicas conocidas, le han otorgado históricamente.
Nadie puede negar que la mayoría de los recursos, el agua por
ejemplo, incluso el aire, tienen hoy un valor o ponderación dentro
de la ecuación macroeconómica de desarrollo muy diferente. El
precio de algunos recursos como el señalado, tiene hoy para la sociedad un valor muy superior al que las empresas hoy consideran
como costo e incluso hay quienes sostienen que algunos de ellos no
deben estar ni siquiera a la venta, si no queremos destruir el mundo
tal cual hoy lo conocemos.
El reciclaje, la contaminación, la depredación de los bosques, el
cuidado de los mares, la urgente necesidad de dejar un mundo sustentable para nuestros hijos, no solo tienen otra dimensión desde la
perspectiva humana, sino que tienen un alto valor para el desarrollo
económico del mundo, que la economía pura y quienes la manejan
no han sido capaces de comprender.
Si a esto le sumamos, las demandas sociales por mejoras en los
niveles de vida, las demandas por una vida digna para todos, así
como otras necesidades urgentes para el desarrollo de una sociedad
solidaria y sustentable en el tiempo e incluso para la paz del mundo,
entonces concluiremos que la matriz económica de desarrollo debe
ser radicalmente diferente a aquellas que los gobiernos, economistas
y empresarios conocen y están aplicando actualmente.
La vertiginosidad del avance del mundo en la tecnología, en los
sistemas productivos, en la robótica, en el turismo, así como en
cualquiera de las áreas de la economía, donde la globalización de los
mercados ha puesto su sello, utilizando recursos escasos como si no
lo fueran, ha puesto al mundo al límite.
Tenemos un planeta agobiado y estresado por problemas como
el calentamiento global y la depredación del ecosistema, todo a causa de la loca carrera por avanzar en la creación de riquezas que,
además, no es repartida equitativamente. Creo que hemos llegado a
un punto, donde el desarrollo económico per se ya no tiene sentido
ni destino.
No se trata de detenernos a repartir la riqueza de forma equitativa y solidaria, sino de detenernos a pensar el porqué de esta desenfrenada carrera por el crecimiento económico y hacia dónde queremos llegar.
La idea es repensar, de acuerdo a las nuevas demandas de las sociedades y a aquellas que nos “exige” el planeta para que pueda subsistir tal como lo conocemos, cuál debería ser el modelo económico
a seguir, porque el actual ya ha demostrado, aunque algunos no lo
quieran ver, que ya no es útil para todos y que además nos está llevando irremediablemente a un fracaso económico, ecológico y social. Debemos mutar el pensamiento y accionar hacia un modelo
más estricto, igual de libre, pero con una cancha rayada en la que se
pueda desarrollar la economía y el crecimiento del país, donde
además se asegure un estándar social mínimo, así como asegurar la
sustentabilidad de los recursos que nos permitan y permitirán en el
futuro, continuar con el desarrollo económico y legar a las futuras
generaciones un mundo donde puedan vivir, igual o mejor a como
lo hemos hecho nosotros hasta ahora.
En el caso concreto de nuestro país, las demandas sociales por
pensiones dignas, seguridad en diferentes ámbitos, salud, ecología,
educación de nivel, etcétera, están cada vez más a la orden del día.
Se dice que la sociedad está cada vez más empoderada y si es esto es
así, que entre otras cosas es la esencia de la democracia, estas demandas deberán sí o sí ser cumplidas y a la brevedad, so pena de
avanzar a una inestabilidad social grave y por tanto también a una
inestabilidad económica, con todas sus consecuencias.
Si bien el modelo económico que conocemos contempla gran
parte de estas variables, históricamente la atención y mejora de estas
no han ido, ni van a ir, a la par con el desarrollo económico que ha
tenido nuestro país, algo que a nuestro entender la sociedad actual
ya no está en condiciones de seguir aceptando.
La otrora famosa “teoría del rebalse”, muy recurrente y defendida
por algunos como forma de apoyar el sistema basado en la sola ley
de oferta y demanda, así como la maximización de las utilidades,
propia de las economías occidentales, como la forma óptima de sacar a la población de la pobreza, ya no es aceptable. Han entrado al
ruedo, desde hace un tiempo y con carácter de urgente, elementos
que la teoría económica tradicional hasta ahora no había contemplado. Debemos necesaria y rápidamente mutar hacia un modelo
económico de desarrollo más moderno y adecuado a los tiempos,
que contemple e incorpore elementos como los aquí señalados,
elementos que hagan sustentable, solidario y obviamente más equitativo el desarrollo del país.
Capítulo 1
HUMANIZANDO NUESTRO
MODELO ECONÓMICO
En los inicios de la aparición del hombre en la tierra, la distribución de los recursos y del trabajo, fue hecha según lo que conocemos como la ley de la selva o ley del más fuerte. En efecto, la
organización del hombre en sus inicios era básicamente para la
subsistencia, esto es la caza y pesca para consumo diario, así como
la guarda de estos bienes para los momentos en que estos no estuviesen disponibles o no abundasen. Es lo que podríamos definir
como una economía individualista que se extendía al consumo
personal y a lo más a los familiares.
Pronto, estas mini-comunidades se extendieron algo más allá,
considerando también “familias” a aquellos que convivían en el
grupo y que poco a poco fue creciendo en número, pasando así a
convertirse en una comunidad o tribu, lo que les obligaba a tener
una mejor organización.
Fue ahí cuando el hombre comenzó a tener conciencia que los
recursos por muy abundantes que fuesen en ese tiempo, requerían
de una administración, dado que por migraciones, clima, eventuales pestes etc., estos no estaban siempre disponibles para todos.
Esta evolución básica en la forma de asociarse y de alimentarse
fue, lo que podríamos decir, el origen de las teorías económicas e
ideologías sociales.
Con esto solo queremos graficar que el ser humano, cualquiera
sea la asociación que decida tener para relacionarse como sociedad, ha requerido, sigue y seguirá requiriendo de un modelo económico para convivir y desarrollarse.
El desarrollo que ha tenido la economía en el mundo, así como
el incremento de la riqueza desde la Revolución Industrial a la fecha, principalmente en las economías occidentales ha sido, como
señalábamos en la introducción, algo espectacular, sin embargo
no podemos desconocer que han sido los tenedores de los recursos productivos quienes por mucho, los que han captado la mayor
parte de la riqueza creada y muchas veces, en detrimento de quienes aportan al crecimiento solo con su mano de obra, instaurando
así unas diferencias salariales y de riqueza también abrumadora.
Por otro lado, los modelos económicos como sistemas para
crear y distribuir la riqueza, concretamente la Economía Social de
Mercado bajo el concepto de libertad casi absoluta y la Economía
Planificada o Socialista, donde el gobierno central controla las
fuentes productivas y laborales, no han sido capaces de dar respuesta al sistema entregando equilibrio, estabilidad e igualdad en
el desarrollo a través del tiempo.
En el caso concreto de nuestro país, la concentración de la riqueza y las diferencias salariales que hemos alcanzado ha llegado a
mi parecer, a límites peligrosos donde las protestas y demandas
sociales de diferente índole, apoyadas por las facilidades en las
comunicaciones actuales, están siendo transversales cualquiera
sea la ideología del gobierno de turno y no porque vayan contra
uno u otro pensamiento político, sino porque son demandas de
sistemas de vida. Estas diferencias tienen un origen bastante lógico,
nos referimos a que Chile ha alcanzado hoy uno de los peores ín-
dices que usualmente se usa a nivel mundial para medir estas diferencias socio económicas internas. Nos referimos al índice Gini
que refleja la distribución del ingreso dentro de un país.
Para entender mejor el término, diremos en forma simple que
este índice mide la diferencia salarial entre los trabajadores de un
país, en una escala de 0 a 1 donde, en la medida que el país tenga
un índice que se aproxime más a 0, habrá mayor igualdad entre su
población. Como contrapartida, mientras más cerca esté del uno,
mayor desigualdad habrá en el país y Chile, no está muy próximo
al cero que digamos. Esto se hace más grave y urgente aún, si consideramos que la mejora de este índice ha sido mínima, a pesar del
notable crecimiento económico que ha tenido nuestro país en los
últimos 20 años, y esto hoy la gente lo percibe.
Si nos circunscribimos a la máxima de Adam Smith, que señalaba que la mano invisible del mercado es la mejor forma de distribuir los recursos, nos ha de quedar claro que esto no ha funcionado tan bien como era de esperarse y que, para nuestros tiempos,
no es así como deben hacerse la cosas si lo que se desea es tener
un desarrollo económico ordenado y equilibrado, principalmente
en los países pobres y/o en vías de desarrollo.
Las sucesivas crisis, propias de los ciclos económicos, tienden y
han tendido siempre a empobrecer sistemáticamente a la clase
media y a los más pobres, aumentando como contra partida, la
riqueza de los más ricos. No son percepciones, son las cifras. Son
los Gobiernos de cada país los llamados a evitar o corregir estas
diferencias. Si bien no existe receta única, sí se cuenta con leyes y
una serie de herramientas fiscales y económicas bastante eficientes para este fin, solo que pareciera que las autoridades –incluida
las de nuestro país- no saben cómo (algo que sería muy raro) o
bien, ello nunca ha sido una prioridad (lo que parece más
factible).
Sin perjuicio de ello, hemos de decir que no son medidas fáciles de implementar y muchas veces son hasta contradictorias con
el crecimiento mismo. Políticas que apunten a la inversión extranjera y otras variables que ayudan al desarrollo del propio país, no
siempre ayudan a mejorar la desigualdad y la supresión de medidas como estas; van a presentar resquemores sistemáticos, especialmente por parte de los empresarios y los libremercadistas.
En Chile, desde hace ya bastante tiempo se vienen usado para
combatir las desigualdades, políticas que derechamente podemos
llamar parches, pues son solo paliativas para situaciones puntuales
y un buen ejemplo de ello, son los conocidos “bonos” que, si bien
ayudan a los más necesitados en forma puntual, nunca podrán
establecer una sana y estable distribución del ingreso. Esto en
primer término, porque su entrega no es estable (aunque la eliminación de uno de ellos bien podría llegar a provocar serios conflictos sociales), no da seguridad a quien la recibe, es burocrático y
se presta para suspicacias, además de que en la medida que los
países van creciendo y mayores se hacen las diferencias salariales,
mayor número de bonos se requerirán para calmar a la población
y por otro lado, porque estas desigualdades obedecen a las diferencias estructurales y ello se soluciona solo con políticas de largo
plazo, no con políticas o parches cortoplacistas.
Haciendo eco de lo señalado, hoy podemos identificar fácilmente, innumerables bonos paliativos como medida recurrente,
que entrega el gobierno chileno, a saber:
- Bono Marzo
- Bono Logro Escolar
- Bono Base Familiar
- Bono Control Niño Sano al Día
- Bono Bodas de Oro
- Bono Legal de Aguas
- Bono al Trabajo de la Mujer
- Bono Invierno
- Bono especial para Docentes Jubilados
- Bono por Formalización Laboral
A estos y otros, hemos de añadirle una serie de aportes y subsidios que entrega el gobierno durante el año como, los aguinaldos
de fiestas patrias y navidades para pensionados, bonos por hijos,
los aportes familiares permanentes, subsidios para el arriendo, etc.
Todos estos bonos son, como ya dijimos, elementos paliativos,
herramientas cortoplacistas que se usan para aplacar una situación
permanente de apriete que viven los más necesitados, son inestables y dependen, bien sea en su monto como en su entrega, del
estado de la economía y de una decisión arbitraria del gobierno
de turno.
La decisión de implementar medidas efectivas y sustentables
para reducir estas diferencias en la distribución del ingreso de un
país, como señalábamos, la tiene el Gobierno y no otros, por lo
que no podemos esperar del mercado o de los empresarios la iniciativa de cambios al respecto, esta tiene que venir necesariamente
de las autoridades gubernamentales y en forma transversal. Una
redistribución del ingreso dependerá exclusivamente de la importancia que el Gobierno de turno le dé a la necesidad de tener una
sociedad más justa, equitativa, estable y con paz social.
Visto el fracaso que ha tenido nuestro país en mejorar la equidad de nuestra sociedad, no obstante el increíble crecimiento y
desarrollo económico que hemos tenido y estamos teniendo, al
punto de convertirnos en modelo para Latino América y el mundo, plantearemos aquí un radical ajuste en la visión del modelo
económico al que Chile debería atender, un concepto cuya premisa básica es que, para alcanzar el desarrollo económico que tanto
aspira Chile, se debe atender prioritariamente y con urgencia las
necesidades más básicas que hoy la sociedad demanda, y que las
políticas tendientes a ello deben pensarse en un horizonte mínimo
de 25 o 30 años y, si acaso lo más importante para su éxito, deben
enmarcarse en un contexto de total independencia de cualquier
corriente política.
No se trata de eliminar los partidos políticos, solo que creo que
la política partidista debería dar sus peleas de conceptos ideológicos, fuera de las fronteras de las que deben ser las prioridades que
hoy Chile reclama. De esto han demostrado no entender mucho.
No obstante lo dicho y sin pretender hacer ningún tipo de proselitismo político, hemos de ser claros en reconocer algunos aspectos que hoy nos caracterizan como sociedad y que a mi entender dificultan seriamente cualquier posibilidad de acuerdo para
avanzar en pos de una sociedad más equitativa y que vaya mucho
más allá de uno o dos períodos presidenciales.
El contexto que Chile ha tenido en los últimos 16 años, esto es
cuatro gobiernos con solo dos gobernantes diferentes y ambos de
corrientes ideológicas extremadamente opuestas, nos muestra una
fuerte polarización en la clase política, que ha permeado en la población misma, dificultando cualquier diálogo que no sea político.
Por otro lado, tenemos una falta de liderazgos serios que puedan proyectar para Chile un desarrollo estable y equitativo en el
tiempo. Todos aquellos que en algún momento, de una u otra
forma despuntan o han despuntado (o han sido elevados a esa categoría), no han sido más que estrellas fugases que por circunstancias puntuales la clase política o las masas disconformes los
han erigido como candidatos a algo e incluso elevando a algunos
de ellos a la categoría de estadistas. Lamentablemente hoy estamos
en Chile, más cerca de políticos populistas que de aquellos con la
seriedad suficiente en sus ideas y planteamientos, que puedan ser
seguidos por unos y respetados por los otros.
A mayor abundamiento, aquel que es elegido de un lado, es repudiado por el otro y viceversa. Esta grave polarización que existe
en nuestro país desde hace años bien podría ser analizada más en
profundidad por sociólogos, quienes deberían pronunciarse sobre
nuestro consabido “chaqueteo”, eso de ensalzar a alguien a nivel de
ídolo nacional y al día siguiente hacerlo pedazos.
Una de las razones más fuertes de esta polarización, a mi entender, es que como pueblo chileno aún no hemos sido capaces de
dar vuelta la página del gobierno militar que tuvimos, lo que nos
ha conducido a un nivel peligroso de descalificaciones, no solo
entre la gente de la calle, sino también entre sus autoridades. En el
momento que surja un líder natural, con dotes de estadista que
pueda dar sanas garantías a Chile, que no se proyecte a través de
un partido en especial, sino que se proyecte con ideas claras para
un desarrollo serio para Chile y su gente, recién tendremos un horizonte claro y una luz que nos señale que iremos por buen camino hacia un desarrollo económico, serio, equitativo y estable
para todos.
Hoy en día, cuando nos referimos a modelos económicos, la
mayoría tiende a pensar en forma inmediata en los dos sistemas
económicos más conocidos, la economía social de mercado y la
economía centralmente planificada y como añadidura, asocia en
forma inmediata estos mismos modelos económicos, a dos ideologías políticas contrapuestas como son el comunismo y el capitalismo.
Todos estaremos de acuerdo que mientras más sólida sea una
economía, mayor será la estabilidad del país y de sus habitantes.
Preveer y mantener esta estabilidad es, como hemos señalado, tarea prioritaria de los gobiernos, sin embargo, también estamos
claros que la economía tiene ciclos y que hoy, con la globalización
de los mercados, por muy sólida que pueda ser la economía de un
país, al producirse una crisis en algún lugar del mundo, muchos
países se ven afectados. En efecto, la interrelación que tienen hoy
las economías en el mundo hace que, errores que se puedan cometer en algún sitio lejano, terminen afectando a la masa laboral de
otro país que no tiene nada que ver y ello puede convertirse en
una crisis económica general.
La última gran crisis que sufrió el mundo en el año 2008, es el
mejor ejemplo de ello. Esta crisis, conocida como la crisis subprime, fue una crisis netamente financiera, donde los bienes y servicios casi no se vieron afectados, pues este tipo de crisis afectan
básicamente los bienes intangibles (instrumentos financieros) y
bienes raíces, pero que finalmente terminó afectando la estabilidad laboral, los salarios y por tanto el consumo y no solo en los
Estados Unidos, que es donde se originó.
La profundidad o magnitud de las crisis, depende del tiempo
que dure y de qué tan efectivas y oportunas sean las medidas que
los gobiernos utilicen para estabilizar la economía.
En el caso de la crisis del 2008, ésta comenzó en EEUU con un
boom de préstamos hipotecarios baratos para la adquisición de
viviendas durante el año 2007, ello producto de una creciente y
desproporcionada demanda por la compra de propiedades, oportunidad que la banca no quiso perder. Si bien los peligros de lo
que ello podría significar fue advertido por algunos economistas,
la realidad fue que las ventas inmobiliarias en donde todos parecían ganar no se detuvieron. Esto porque dado que los parámetros
de evaluación habían bajado, ello permitía por un lado a compradores adquirir por primera vez una vivienda y por otro lado, per-
mitía a las constructoras que trabajaban a toda máquina hacer
crecer su negocio, por lo que finalmente nadie hizo caso a las advertencias.
La banca después de prestar hasta los límites permitidos de sus
recursos y aún entusiasmados por continuar con el negocio, tomaron estas hipotecas de vivienda y las “empaquetaron” en una suerte de instrumentos financieros que salieron a vender al mercado
financiero local y luego mundial, para así conseguir más dinero
con el cual seguir financiando los préstamos que los clientes seguían demandando.
Luego de que se produjese una natural alza en los tipos de intereses, quienes habían comprado las viviendas, no pudieron seguir pagando y vino la debacle. Obviamente esto traspasó fronteras, pues bancos e inversores de otros países habían adquirido estos paquetes financieros, lo que afectó con quiebras a bancos e inversores locales. Se produjo en consecuencia el mayor rescate a
bancos e instituciones financieras e incluso industrias prime por
parte de los gobiernos del que se tenga recuerdo, en un esfuerzo
por salvar el sistema financiero mundial.
Esta crisis subprime, ocurrida a miles de kilómetros de nuestro
país, también afectó a nuestros trabajadores en Chile y de una
manera muy simple de entender. Las AFP y los bancos locales habían comprado o invertido, con los dineros de los Fondos de Pensiones de todos nosotros, en estos instrumentos inventados en
EEUU o en otros indexados a ese tipo de instrumentos de modo
que, al caerse los precios del mercado mundial se cayó también el
monto que el futuro jubilado tenía ya acumulado para pensionarse. La forma de cómo nos afectó, podrá entenderse en el capitulo 3
de este libro.
Esta globalización de los mercados, que ha incrementado el
comercio mundial con todos los beneficios que ello conlleva ha
hecho por otro lado bastante más vulnerable la situación de las
empresas y los trabajadores ante los ciclos de las economías, pues
hoy los pueden afectar decisiones que no les son propias y que
además, se toman a miles de kilómetros de distancia.
Esta misma globalización de los mercados a la que hemos hecho referencia, en el concreto caso chileno, ha traído al igual que
en la mayoría de los países, un notable crecimiento económico,
pero como contrapartida ha concentrado la riqueza a un nivel
nunca antes visto, aumentando las desigualdades socio-económicas al punto que esto ya no solo se puede ver en los índices macroeconómicos, sino que la población lo está percibiendo a diario.
Hoy podemos decir abiertamente y con más certeza que nunca,
que en nuestro país hay dos Chiles y que ello se hace cada día más
notorio.
El Gobierno y especialmente todos nosotros como Sociedad,
debemos hacer algo más radical que las tibiezas y parches a los
que las autoridades nos tienen acostumbrados, para detener esta
situación. El caso lo amerita y la ciudadanía lo reclama.
Tengamos en cuenta que un estado de desigualdad creciente,
como el que ha mantenido Chile durante el último decenio, tiene
una inercia propia y como tal, si un Gobierno no aplica medidas
correctivas fuertes, la situación tiende a seguir por esa misma
senda, pudiendo incluso descontrolarse con todo lo que ello significa para una sociedad, algo que ya podemos ver en algunos países
de la región, con getthos, incremento de la delincuencia, aumento
del malestar social, protestas varias, etc. y que queramos o no, ello
implica una baja en las inversiones, salida de capitales, estanca-
miento de la economía y finalmente un empobrecimiento de los
mismos países.
Hay hechos y situaciones que han surgido con profundo arraigo en la población, tanto en Chile como en el mundo, que nos
obliga a considerarlas en forma seria si lo que se pretende es alcanzar un país más equitativo y estable, esto porque en nuestro
caso y diciéndolo en chileno, algunos creemos que hoy en nuestro
país el chancho está mal pelado.
En otras palabras, vivimos en un país donde abundan las desigualdades.
Chile hace bastante tiempo -y así lo han ratificado los diferentes gobiernos con sus políticas económicas- se ha planteado como
una meta prioritaria, alcanzar el estatus de país desarrollado. No
se trata de explicar aquí lo que ello significa, pues hay innumerables discusiones y definiciones al respecto, solo referenciaré que,
se entiende básicamente como países desarrollados aquellos que
han alcanzado un alto grado de desarrollo humano, industrial y
comercial y la manera más común que utilizan los economistas
para medir este nivel, es con un índice conocido como el ingreso
per cápita que tiene el país, el que resulta de dividir todo lo que un
país produce (PIB), por el número de habitantes. Como podremos
entender, este índice va subiendo en la medida que el país va produciendo más, lo que se denomina como crecimiento económico.
Obviamente, es bueno que Chile u otro país pueda alcanzar el
desarrollo económico bajo los términos clásicos de lo que un país
desarrollado significa, sin embargo, no creo que hoy esto deba ser
al menos para nuestro país, una meta y mucho menos una meta
prioritaria. Es más, creo que sería realmente una locura alcanzar
ese índice, si antes no hemos atendido materias realmente importantes para nuestra sociedad.
Creo que ni el mundo ni menos Chile, puede seguir consumiendo recursos naturales en la forma indiscriminada como lo
hemos venido haciendo hasta ahora, destruyendo el ecosistema
porque es mejor para la economía coyuntural, así como contaminando el planeta en pos de un crecimiento económico porque este
es el único modo de sacar a la gente de la pobreza.
En otras palabras, no podemos seguir este camino porque se
piense que esta es la única forma de rebalsar riqueza hacia los más
necesitados y darle más oportunidades, sobre todo porque esta
lógica ha probado en el tiempo ser una ineficiente manera de nivelar las sociedades y sacar de la pobreza a los millones de seres
humanos que viven en ella, es más, los datos estadísticos dicen
que independiente de la ayuda marginal a un sector pobre de la
población, este sistema tiende más a enriquecer a unos y a empobrecer a otros.
De continuar con argumentos como este, algo común en la
gran mayoría de los países occidentales y definitivamente en el
nuestro, significa que no estamos siendo lo suficientemente inteligentes, como para buscar alternativas para un planeta que nos está
pidiendo a gritos soluciones y por otro, atender lo que la población más necesitada demanda urgentemente, como es un sistema
económico más equitativo.
Plantearemos aquí, una suerte de up grade humanitario a nuestra conocida Economía Social de Mercado, precisamente por el
surgimiento de elementos que la economía actual debe considerar
e internalizar, como son las necesidades de conservación de los
recursos naturales y productivos para las próximas generaciones,
la estabilidad social y el hecho de que la Economía Social de Mercado hace mucho tiempo, como decíamos, se olvidó de la parte
social del sistema económico.
Antes que nada, me interesa que se entienda que este up grade
humanitario que podemos definir como una economía libre, solidaria y sustentable para el desarrollo, no puede ni debe confundirse o asociarse con alguna ideología, lo cual suponemos será la
tendencia natural del hombre-político. Por ello, en una resumida
definición recabada de algunos autores, recordaremos lo que se
entiende por una ideología política, así como lo que se entiende
por un modelo económico.
Un modelo económico lo definimos como: la forma en que el
ser humano se organiza para explotar sus propias capacidades y repartirse los recursos que la naturaleza ha puesto a su disposición,
siendo la labor del estado y el mercado, establecer las reglas para que
esa distribución sea acorde a los méritos y capacidades dentro de un
marco mínimo de equidad y dignidad.
Así mismo, una ideología política la definimos como: un conjunto de ideales, principios de vida, laborales y económicos, que pretende explicar cómo la sociedad debería funcionar.
La primera diferencia que podemos sacar de estas definiciones
planteadas, las cuales no difieren en su sustancia con las innumerables definiciones de otro número similar de autores, es que el
modelo económico cualquiera que este sea, se organiza en torno a
un objetivo económico, más concretamente, en la forma de cómo
repartir los recursos de los que dispone la sociedad. Para ello considera la disponibilidad de estos y las capacidades de cada uno de
los actores de la sociedad que participan de este reparto.
La ideología política, por otra parte, apunta a establecer el sistema de funcionamiento que debe tener la sociedad, lo que se
hace en base a ciertas creencias, generalmente sociales, religiosas o
similares. No existe en el concepto de la ideología política un fin
económico y como tal, se presenta siempre como la contraparte
social de un modelo económico.
La segunda diferencia que podemos destacar entre ambos es
que el objetivo final de un modelo económico es siempre un objetivo de largo plazo y la razón es bien simple: los factores de producción no pueden ser modificados racionalmente en tiempos
cortos, los agentes económicos tienen costumbres y formas de tomar decisiones que suponemos racionales, las que difícilmente
pueden modificarse a golpe de leyes, por lo que cualquier intento
por hacerlo de este modo produce irremediablemente serios problemas económicos.
En el caso de la ideología política, sus propuestas siempre son
para plazos más reducidos pues su objetivo apunta más a las demandas puntuales y a contrarrestar los resultados de los mismos
modelos económicos acorde a sus creencias.
Sin perjuicio de lo señalado, tenemos que comprender que para
alcanzar una sociedad más equitativa dentro de un país que crezca, algo que entendemos como objetivo general, independiente de
los modelos económicos e ideología políticas, ambos mundos deben tender a compatibilizarse.
Dicho esto, definiremos el up grade humanitario que aquí proponemos como la necesidad de situarnos en: una economía libre,
donde la empresa privada sea el motor del desarrollo, enmarcada y
supeditada, tanto en su actuar como en su crecimiento, a un componente solidario para con todos los actores de la sociedad, con un
respeto irrestricto al ecosistema, los recursos naturales que nutren su
actividad y hacen sustentable al país y el mundo en el tiempo. Donde el Estado en representación de la ciudadanía, fija prioridades en
su camino para alcanzar el desarrollo estable, hace cumplir las leyes,
respetar y perseverar el ecosistema, así como garantizar la igualdad
de oportunidades de todos los actores y asegura el vivir y morir
digno de toda la población.
El primer elemento que podemos destacar en este up grade
humanitario, es que supedita el desarrollo económico de una nación a dos elementos que las economías, principalmente occidentales, cuando comenzaron su vertiginoso desarrollo por allá por el
1800 con la Revolución Industrial, no los tuvieron presente en
ningún análisis; esto es, la importancia de la sustentabilidad de los
recursos naturales, así como la estabilidad y paz social del sistema
mismo.
Hoy, la sustentabilidad del crecimiento económico, la escasez
de los recursos naturales y la contaminación de las mismas fuentes, así como la estabilidad y paz social, son elementos que no
pueden pasarse por alto, de lo contrario, ello nos llevará irremediablemente al total fracaso como sociedad y mundo civilizado.
En otras palabras, este up grade supedita lo que hagamos en
materia económica, a la trascendencia de la sociedad en el tiempo.
Destaquemos algunos de sus elementos centrales de lo que aquí
hemos señalado:
1° Necesitamos una economía libre que entienda que la
empresa privada sigue siendo el pilar base para el
desarrollo.
2° Tenemos que entender que el crecimiento económico es
necesario, pero no prioritario.
3° Debemos comprender que el crecimiento económico
debe ser solidario y sustentable en el tiempo.
4° Tenemos que propender a un desarrollo económico más
racional y como tal, supeditado a la conservación del
medio ambiente como una obligación para con las futuras generaciones.
5° Requerimos un modelo que garantice la paz social del
país, comprometiéndose en alcanzar y mantener, los
estándares mínimos que requiere el ser humano para
una vida y muerte digna.
6° Hay que reconocer al Gobierno y al conjunto de la sociedad, como quienes determinarán los estándares mínimos de sustentabilidad que debe tener la sociedad.
7° Debe exigirse del estado un fuerte compromiso con el
rayado de cancha donde jugarán los actores de la sociedad, así como un rígido control de lo que se hace dentro de nuestro territorio.
8° Necesitamos establecer claramente las prioridades del
país para avanzar hacia un desarrollo que garantice
igualdad de oportunidades.
La definición refleja asimismo, la introducción de elementos
nuevos que se deben considerar como los recursos naturales para
la sustentabilidad del planeta y aborda la escasez de estos recursos,
incluso con un criterio netamente económico, elementos productivos que en modelos económicos antiguos eran considerados
como uno más de los factores en la matriz de producción. Aquí se
entienden los recursos naturales como un recurso escaso dentro
de la matriz productiva; escaso y agotable, al punto que su uso o
explotación, debe ser evaluado independiente de su costo.
No se trata aquí de impedir su explotación, sino que se deben
considerar dos elementos importantes para su uso o explotación;
primero, que el precio de estos recursos naturales no depende
únicamente de la oferta y demanda ni tampoco de su costo de explotación, el precio debe incorporar un plus importante por concepto de su importancia en la conservación de este recurso en el
tiempo, así como un límite en su explotación si fuese necesario,
dependiendo de su escases o riesgo de agotamiento. En otras palabras, debe introducirse una variable de protección y cautela en
su uso, pues estos recursos deben compartirse con futuras generaciones.
Es sabido que uno de los pilares del crecimiento económico es
el ahorro y su definición es, lo que dejo de consumir hoy, para consumir más en el futuro.
Esta definición de ahorro, importante igualmente para este upgrade humanitario del modelo, debe ser extendida y modificada
para con los recursos naturales. No podemos circunscribirnos
solo a un tema económico, pues al tenor de lo señalado por muchos científicos, estamos en la hora límite de compensar con ahorro y reparación, el castigo que le hemos propinado al planeta con
la contaminación y la sobreexplotación de los recursos naturales,
durante el último siglo.
En consecuencia, para los recursos principalmente no renovables, debemos de aplicar el concepto de ahorro definido en los siguientes términos: dejar de sobre-consumir hoy, para que puedan
consumirlo también nuestras futuras generaciones.
Esta sobre explotación de los recursos que ha permitido elevados crecimientos en algunos países, incluso el nuestro, bajo la
consigna de que ello mejora la calidad de vida de la población, no
es algo que esté avalado por las cifras o al menos no es tan así,
pues es de conocimiento general que ese crecimiento económico
que se ha producido en el último siglo, ha sido distribuido dentro
de la cadena productiva y la población en forma brutalmente dispar, creando en Chile y en todo el mundo una concentración de
poder económico, nunca antes vista. En nuestro país, hemos llegado al punto de que el 1% de la población se queda con algo más
del 30% de las riquezas producidas, cifra que sigue aumentando.
Tendremos en consecuencia que redefinir el desarrollo económico para el futuro, como: aquel que resulte del crecimiento productivo que, utilizando y respetando los recursos naturales, se equipare al crecimiento vegetativo de la población, conservando el resto
de los recursos para futuras generaciones.
De lo señalado, no creo sano que Chile siga en su loca carrera,
tantas veces declarada como primer objetivo, por alcanzar el
desarrollo y nivelarse con los países de la OCDE por ejemplo, pues
de continuar en esta línea, el costo que tendremos que pagar como
sociedad en el futuro será inmenso.
Aunque pueda parecer lo contrario, la idea no es estancar el
país económicamente y olvidarnos del desarrollo, muy opuesto a
ello, a lo que apuntamos es que el desarrollo económico sea solo
una meta más, pero en ningún caso este debe ser una prioridad.
No se trata simplemente de llegar, sino de cómo llegar.
Tenemos que llegar al desarrollo, así lo exige cualquier modelo
económico, pero ello debe hacerse en forma racional, con un país
sustentable, estable y con una sociedad más igualitaria que nos
garantice una paz social en el tiempo. Para esto el Estado, en conjunto con la sociedad, deberán establecer un orden de prioridades
de largo plazo, sobre las cuáles se comprometan a destinar todos
los esfuerzos y recursos económicos necesarios para entregar y
asegurar a la población un piso mínimo en su calidad de vida. No
se trata solamente, de qué es lo que el Estado puede hacer en materia social con los impuestos recaudados, sino que, cuál es la
obligación de la Sociedad para con la Sociedad misma que el Estado debe hacer cumplir.
Solo en la medida que todos los actores puedan definir y acordar el orden de prioridades que el país desea y que sea este orden
el que marque el rumbo hacia una sociedad desarrollada económica y socialmente, podremos trabajar por un futuro cierto, sin
soluciones parches, ni políticas paliativas o reactivas a demandas
puntales de algunos sectores de la sociedad.
Es más, podremos alcanzar el desarrollo con un país en paz,
económicamente estable, solidario, igualitario y sustentable, donde el crecimiento de cada uno de los actores del sistema, empresas,
empresarios, y trabajadores en general, no sean mal visto, ni malamente vapuleados. Donde las utilidades de las grandes empresas
se vean más como un aporte a la estabilidad del sistema, que como
un robo a la sociedad.
Hemos de reconocer que lo aquí señalado, es un fuerte contrapunto y desafío a lo que hoy están haciendo nuestras autoridades
y políticos, quienes muchas veces partiendo por vulnerar las leyes
y la ética por hacerse un puesto en el congreso o como autoridad,
una vez investidos en el cargo, se limitan a dar soluciones puntuales o de parche, más que avocarse al análisis real y definitivo de los
problemas que la sociedad espera sean solucionados.
Insistimos en que nuestro análisis dista mucho de ser político
partidista, no nos interesa optar por uno, por otro o cualquiera,
solo que es imposible no plantear lo que la clase dirigente viene
haciendo desde hace bastante tiempo, o como mínimo, cómo la
sociedad percibe lo que éstos están haciendo. No es mi interés
abanderarme por ninguna corriente política, ni creo que debería
ser la tónica del pueblo chileno y de los partidos políticos a la hora
de definir las prioridades económico-sociales que la sociedad requiere, solo pretendo poner en contexto lo simple que es nuestro
pensar político y desde esta perspectiva, plantear lo que, a mi entender, es lo que se debe hacer en Chile.
Me permitiré establecer aquí en consecuencia, bajo el concepto
de la necesidad de un up grade humanitario dentro en un horizonte de 25 a 30 años, las principales prioridades y su orden, hacia
donde en mi opinión deben enfocarse los esfuerzos y presupuestos
de la nación, dejando claro que cualquiera sea el orden de prioridades que se aborde, no podemos pretender que todo se haga a la
vez. Habrá cosas que deberán esperar.
Siendo así, hay a mi modo de pensar cinco temas que en Chile
se deben abordar en forma prioritaria y urgente, antes de seguir
pensando en políticas económicas para seguir en la loca carrera
del crecimiento económico.
Sin perjuicio de que cada uno de estos cinco temas son tratados
en los capítulos siguientes, adelantaremos aquí, las razones de por
qué las he considerado prioritarias, así como por qué el orden de
las mismas.
Los temas y orden son los siguientes:
1° Salud
2° Pensiones o jubilaciones
3° Educación
4° Seguridad legal y ciudadana
5° Desarrollo económico
La Salud en primer lugar, porque no es racional, sano, cristiano, o llámele como se llame, que exista gente que deba esperar
más de un año para ser operada e incluso muera durante la espera
porque el estado no se ha ocupado de solucionar esta desigualdad.
Por otro lado, tampoco es posible que existan pacientes cuya única
esperanza de mejora, compra de remedios, operaciones, o incluso
su vida, sean las rifas o aportes de amistades para el financiamiento de estos gastos imprescindibles. Aquí no se trata de equidad,
sino de dignidad.
Las Jubilaciones seguidamente, porque no es aceptable bajo los
mismos argumentos antes señalados, que la vejez de algunas personas sea tan increíblemente indigna. Tampoco es aceptable que,
independiente cuál sea el aporte que cada uno haya hecho a su
fondo de pensiones, lo acumulado y por tanto el monto de su jubilación, dependa casi en su totalidad de cómo se ha desarrollado el
mercado financiero y de qué tan acertadas hayan sido las decisiones de los pocos operadores de las AFP, que deciden en qué invertir los fondos de todos los trabajadores de este país.
En tercer lugar sitúo a la educación, porque si bien la cantidad
de estudiantes que hoy consigue llegar a una educación superior
es casi 5 veces la cantidad que lo hacía hace 15 años, alcanzando
sobre los 1,2 millones de estudiantes, lo cual ya es un logro, los
costos de las carreras, sus duraciones y estándares de calidad de
las casas de estudio, son un tema preocupante. En Chile, los costos
de estudios son altos, las duraciones de la mayoría de las carreras
son excesivas y la calidad de estas deja mucho que desear.
Ni el Gobierno, ni las casas de estudios, han sido lo suficientemente responsables para pensar y proyectarse en el largo plazo,
permitiendo ambas que el negocio de la educación haya excedido
todos los límites razonables.
En cuarto lugar la seguridad, porque si bien es un tema que se
ha vuelto crítico en los últimos años, la seguridad para un país no
solo se refiere a la delincuencia común sino también a los delitos
más sofisticados, aquellos que atentan contra el mercado mismo y
que afectan a la credibilidad del sistema y finalmente afectan a
gran parte de la población. Dividiremos en consecuencia, en este
capítulo, el concepto de seguridad en dos áreas.
La primera se refiere a que la ciudadanía esté segura de que las
leyes sean justas y se cumplan para todos por igual, para lo cual
debemos emparejar y rayar debidamente la cancha en que jugaremos los chilenos, y aquí lamentablemente no podemos pretender
que sea el Parlamento quien vaya a cuentagotas, colocando artículos a las leyes o incluso dictando leyes para “mejorar” lo que hay,
pues hasta ahora no han sido capaces de establecer reglas claras al
respecto y es difícil que lo puedan hacer en el futuro cercano. En
mi opinión esto amerita una profunda reingeniería, que se actualicen y modernicen leyes añosas y que lo que de ahí salga, comprometa en el futuro partiendo por el mismo Presidente de la República, hasta el último de los ciudadanos. Es la que podríamos
llamar, justicia dura desde los portonazos hasta los delitos de cuello
y corbata.
La segunda, se refiere a la seguridad que atañe a diario a la ciudanía, donde entran a jugar desde la policía y carabineros hasta
los jueces y las penas que se deducen de los códigos legales a los
que estos últimos se tienen que ceñir. Esta parte es bastante delicada de tocar especialmente para alguien que no conoce las leyes,
sin embargo, aun cuando no se conozcan las leyes en detalle, ello
no quiere decir que no se pueda opinar en base a la lógica y a lo
que uno puede ver a diario que sucede en nuestro país, como la
muy conocida puerta giratoria, por ejemplo.
Mientras más tipificadas y acotadas sean redactadas las leyes,
menor será el ámbito en que los jueces podrán aplicar criterios
arbitrarios y más claro nos quedará a la ciudadanía, a lo que debemos de atenernos si infraccionamos la ley.
Existen y han existido suficientes delitos en las más diferentes y
variadas formas, lo que permitiría redactar o modificar leyes generales y agregar penas específicas para delitos repetitivos. Las
ambivalencias o fallos discriminatorios en base a dudosos criterios
de los jueces solo desalientan a la población y mantienen el concepto de que tenemos dos países en uno, idea a la que ya nos referimos.
En el quinto y último lugar de nuestro análisis, situamos el
Desarrollo Económico porque a nuestro entender, si bien llegar a
ser un país desarrollado, de acuerdo al índice del ingreso per cápita, es una meta importante para las autoridades económicas de un
país, meta que nosotros estamos próximos a alcanzar de acuerdo a
las cifras macroeconómicas actuales, este estatus de país desarrollado no es bueno per se y así lo estamos viendo en nuestro país,
cuando el nivel de desigualdad es tan extremo como el que hoy
tenemos.
Sin perjuicio de esto, hemos de decir que este sistema de medición basado solamente en el ingreso per cápita, hace ya tiempo
que quedó obsoleto, es más, este índice llama a engaño la mayoría
de las veces pues no permite comparar adecuadamente, el
desarrollo económico-social de dos países.
En este ámbito, debemos seguir buscando más allá de las innovaciones que se han hecho, como el Indice de Desarrollo Humano
(IDH) que mide precisamente el desarrollo humano de la población en tres factores, que más o menos se condice con los mínimos que nosotros proponemos, pero que le falta el componente
propiamente económico y de sustentabilidad, que asegure que el
país medido, sea efectivamente un país desarrollado porque el nivel de vida de su toda su población y no solo la de algunos de
ellos, tenga un estándar mínimo y además sea alto.
Las autoridades económicas como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deberían, a nuestro entender, comenzar a revisar seriamente sus parámetros en el otorgamiento de
apoyo financiero, procurando seguir un modelo donde se pueda
priorizar un desarrollo económico-social y que no parta de la
premisa de que la mejora futura en la calidad de vida de una nación provendrá del rebalse de la sola actividad económica que se
pretende potenciar con los préstamos otorgados. El crecimiento
per se ya hemos dicho, no es conveniente, es más, va en contrasentido a un desarrollo económico estable, sustentable e igualitario del país, así como de una buena y pacífica sociedad en el largo
plazo.
Se requiere algo más que superar un solo índice para llamarse
un país desarrollado y así entrar al selecto grupo de los países ricos, porque un país desarrollado tiene y debe tener, mayores herramientas y recursos para traspasarlos en forma constante a su
gente y mejorar continuamente su calidad de vida.
Si bien hemos establecido en forma arbitraria cinco prioridades, existen otras alternativas de prioridades y orden, obviamente
dependiendo del avance que tenga la economía de nuestro u otro
país en diferentes momentos, sin embargo, lo que hoy debe ser
transversal a todas ellas, son tres ejes fundamentales: la conservación de los recursos para futuras generaciones, una economía sustentable y solidaria y la búsqueda de una fuerte reducción en las
desigualdades del país.
En el tema de las desigualdades que hoy es un tema bastante
recurrente, también existen prioridades, pero para cerrar este capítulo, me referiré brevemente a aquellas que sí pueden ser atribuibles a un modelo económico, pues no todas las desigualdades o
diferencias existentes o que la gente percibe, aportan en forma directa a la sustentabilidad de un modelo económico, además que
muchas no son susceptibles abordar e incluso hay algunas que ni
siquiera deberían ser tratadas, a pesar de que muchos quisieran
incluirlas dentro del paquete.
QUÉ ENTENDER POR DESIGUALDAD EN EL ÁMBITO DEL
DESARROLLO ECONÓMICO Y CUÁLES DEBEMOS TRATAR
Sabemos que aún en sociedades bastante más avanzadas que la
nuestra y con bastante más años de historia, igualmente se mantienen desigualdades y discriminaciones, sin embargo, hoy en
Chile parece que estamos convencidos que la igualdad a tabla rasa
es la única solución a todos nuestros problemas. Todos tenemos
que ser todos iguales porque solo así seremos felices, parece ser
más o menos la consigna.
De algún modo, especialistas en el tema, deberían comenzar a
aclarar este tipo de confusiones, que más que nada pasan por un
tema semántico.
El año 2017 el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo) publicó el libro Desiguales, en el cual se pretendía y de
alguna forma así lo hace, clarificar hasta en sus orígenes las desigualdades más notorias de nuestro país.
Tal cual señala el referido libro, cuando hablamos de desigualdades se corre el riesgo de caer en un plano netamente filosófico,
hasta llegar a lo que es justo o injusto, algo que en los temas netamente económicos no tiene más cabida que el sentido común.
Aquí trataremos de no mezclar aquellas desigualdades que son
más propias de estigmas sociales, porque nada tienen que ver con
modelos económicos y porque son bastante más difíciles de cambiar y hasta es posible que nunca se logre.
Si hablamos de desigualdades, hemos de comenzar por lo básico y decir que no todos somos iguales, dicho de otra forma, todos
somos diferentes.
Esto es algo inherente al ser humano e imposible de salvar,
pues de hacerlo nos convertiríamos en unos clones. Ya en lo básico, la diferencia de género o el color de piel, por ejemplo, nos hace
diferentes, sin embargo, lo importante para cualquier sociedad
sana, es que las diferencias de este tipo no sean obstáculos para la
convivencia, el respeto, el desarrollo personal e igualdad de oportunidades.
Lo que en realidad hay que abordar para un desarrollo económico estable e igualitario, son precisamente la igualdad de oportunidades y es aquí donde recién comienza a entrar en un modelo
de desarrollo económico la ecuación de la igualdad.
Me atrevo a señalar que a lo que se debe apuntar en una sociedad sana, es solo a garantizar y entregar, igualdad de oportunidades a toda la población por igual. Es más, el obviar la necesidad
cierta de una igualdad de oportunidades, puede retrasar el
desarrollo del país al no considerar personas o grupos de personas
que podrían haber marcado importantes diferencias en el avance
económico de un país o de un proyecto en concreto.
Nuestra carta magna, reconoce que el hombre (ser humano)
nace con los mismos derechos, pero nada dice de las oportunidades, pues es con el correr de los años que estos derechos inherentes a todos, comienzan a confrontarse y a perder parte de su importancia frente a las oportunidades.
Será en consecuencia, el oportunismo, la viveza, la preparación
o las redes de contactos, lo que hará que cada individuo aproveche
de mejor o peor manera, las oportunidades que se le vayan presentando en su vida, las que irán marcando las diferencias y logros
de cada uno, sin que ello tenga porque cambiar sus derechos.
El libro Desiguales del PNUD, hace presente y mezcla algunas
desigualdades propias de nuestro país, como la desigualdad de
ingresos, de trato y de género, entre otras. Más allá de ello, encuentro importante introducir algunas diferencias que no se mencionan en el referido el libro y que pocas veces se habla de ellas
pero que sí marcan fuertemente el desarrollo de una sociedad. Estas son inherentes al ser humano y como tales deben ser reconocidas y consideradas pues no se pueden obviar ni cambiar, nos
referimos a las diferencias de intelecto, habilidades, educación familiar y a las diferencias sociales (sin confundir con clases sociales).
Sin perjuicio de tener al menos en este libro, como meta aspiracional para nuestro país la mayor de las igualdades de oportunidad posible, para completar un análisis de lo que debemos introducir en un modelo económico moderno y que obviamente este
up grade humanitario también así lo contempla, son elementos
como, las aspiraciones personales, la inteligencia, los afectos y las
habilidades, entre otros.
Teniendo en cuenta lo señalado, es utópico pretender que todos los que hagan lo mismo (trabajo, por ejemplo), lo hagan con
la misma eficiencia, tengan los mismos problemas o dificultades
para resolver problemas y por ende que perciban los mismos beneficios. Al revés, no todos los que hacen lo mismo, aportan la
misma capacidad, voluntad e inteligencia. Tampoco los que hacen
el mismo trabajo, tienen las mismas habilidades, ni son igualmente eficientes, tampoco lo hacen con la misma disponibilidad y responsabilidad, por lo que no todos pueden percibir los mismos beneficios.
Cualquier intento de igualar beneficios, aun cuando se tengan
las mismas oportunidades, es un error de concepción cuando se
consideran factores ineludibles como los señalados.
DESIGUALDAD DE OPORTUNIDADES
La desigualdad de las oportunidades es, a nuestro entender, el
mayor problema de nuestra sociedad y por tanto lo que precisamente debemos intentar nivelar, el resto dependerá de cada una
de las personas.
Sin embargo, cuando hablamos de igualdad de oportunidades,
nos estamos refiriendo al vivir de un individuo desde su nacimiento hasta la llamada etapa de emancipación, la que ocurre generalmente cuando el individuo termina el colegio o sus estudios
superiores y sale al mundo para hacer su aporte a la sociedad.
Lo que haya aprendido en esta etapa, incluso la forma en que lo
haya hecho, serán sus herramientas básicas para enfrentar su vida
laboral y profesional. A esto habrá que añadirle obviamente, sus
habilidades personales, sus potencialidades y definitivamente su
inteligencia. A contar de este punto, comenzarán a producirse las
diferencias con sus pares en la llamada “carrera por la vida” y su
mejor o peor acceso a las oportunidades que en la vida se le vayan
presentando.
Posteriormente a esta etapa de total emancipación, la cual dura
entre la salida del colegio hasta la edad de jubilación, digamos por
unos 45 a 50 años, todos luchamos por alcanzar lo que son nuestras aspiraciones personales y profesionales, para luego vivir, subsistir, descansar y/o disfrutar en la medida que se pueda, básicamente dependiendo de lo que hayamos acumulado durante nuestro período laboral, por otros 25 a 30 años más, o sea, hasta nuestra muerte.
Es a mi parecer en la tercera etapa de la vida, cuando el estado
debe jugar un rol importante en la vida del individuo, no precisamente en el tema de las oportunidades, las que solamente debe
garantizar, sino en mantener y tratar de mejorar en forma sistemática los elementos que permitan al mercado asegurar al jubilado
una pensión con la que pueda concluir su tercera etapa con lo que
llamamos un ocaso de vida y muerte digna.
A modo referencial diremos que dos personas egresadas del
mismo colegio, de la misma universidad y de la misma carrera
profesional, es casi imposible que ambos avancen a la misma velocidad y obtengan los mismos logros durante su vida. Podrán ser
similares, pero nunca iguales.
Se trata en consecuencia, que ambos tengan la misma oportunidad hasta que lleguen a su edad laboral, pues es desde aquí de
donde comienzan a jugar los elementos a los que nos referíamos
anteriormente que, a pesar de ser tremendamente relevantes, no
son susceptibles de nivelar.
Es a contar de su ingreso a la sociedad laboral donde el individuo busca sus oportunidades y forja su propio futuro, es de una u
otra forma, una suerte de dura competencia por la vida en la que
cada uno se inserta.
En otras palabras, a contar de aquí es cuando funciona el mercado en su pleno espíritu, pues este segregará irremediablemente
en base al aporte que cada individuo pueda hacer a la economía, a
la empresa o a cualquier proyecto, en que el individuo se haya involucrado y queramos o no, segregará duramente.
No entender esto, quiere decir que estaríamos supeditando la
productividad de una economía a la solidaridad y si eso fuese así,
la economía misma no sería capaz de sustentar ningún vestigio de
solidaridad.
En resumen, creemos que las dos primeras etapas educativas en
la vida, la párvula y escolar, son un derecho de todo individuo por
el solo hecho de haber nacido en territorio nacional. La tercera, la
educación superior sea universitaria o técnica, es una opción y
dependiendo de la opción que tome, su carrera en la vida se iniciará y será retribuida en base a los conocimientos, habilidades,
inteligencia, esfuerzo, etc., todas estas, características propias del
resultado de una ecuación muy individual.
DESIGUALDAD EN LOS INGRESOS
Las diferencias en los ingresos, es normalmente el caballo de
batalla de cualquier programa político cuando se habla de
desarrollo social equitativo.
La base de ello es que, en la medida que mayor sean los ingresos de una nación, mayor será su desarrollo y por tanto el bienestar de su gente, de modo que muchos piensan que ello debe repartirse en partes iguales.
Nuestra idea de meta a nivel de nuestro país, no es en primera
instancia precisamente acortar las diferencias de ingresos para que
exista igualdad sino, primeramente propender a que la población
tenga primero un piso digno y estable de vida, esto es, acceso a una
educación de primera calidad, un salario que cubra las necesidades
básicas del ser humano, más un delta de ahorro que se le permita
trabajar y vivir con tranquilidad de acuerdo a sus características
personales, así como un sistema de salud decente e igualitario para
concluir con una vejez y una muerte digna.
Bajo un esquema como este, hasta el índice Gini pierde relevancia dado que, desde un estado de tranquilidad y seguridad personal, un ser humano puede trabajar y proyectarse en el tiempo,
ser un aporte a la sociedad y heredar a sus hijos un sentido de responsabilidad para con un país más equitativo, cualquiera sea su
estatus económico.
Las medidas que permitan establecer un sistema que nos lleve a
una situación como esta, deben ser establecidas en el corto plazo y
son precisamente las que tratamos en los capítulos siguientes.
DESIGUALDAD DE TRATO
Hay que reconocer sin temor, que Chile es un país clasista
como lo son la mayoría de los países en el mundo; unos más, otros
menos, sin embargo la desigualdad de ingresos en nuestro país –al
no contar con un estándar mínimo de vida, que le permita a gran
parte de la sociedad enfocarse en su propio desarrollo-, hace que
quienes tienen mayores recursos abusen derechamente de situaciones como estas y que quienes no tienen este piso mínimo de
educación y vida digna, apunten a quienes sí lo tienen como los
culpables de todos sus males. Esto más que nada, es un tema de
educación y como tal es muy difícil, si no imposible, de erradicar
en el corto plazo. Solo con el tiempo, a través de una mejora en el
sistema educativo y cambios en lo que entendamos como país más
igualitario, esta desigualdad se traducirá en respeto, algo que
nuestro país ha ido perdiendo de manera paulatina y peligrosa.
DIFERENCIAS DE INTELECTO Y/O
CONOCIMIENTOS
Es claro que los seres humanos, no tenemos todos el mismo
coeficiente intelectual (esto como una manera de diferenciar la
inteligencia tal cual la conocemos), siempre encontraremos alguien más o menos inteligente que nosotros mismos, así mismo,
no todos tendrán las mismas habilidades, manuales, motoras, sociales etc. para desarrollar una misma labor, lo que inminentemente será decidor a la hora de que se elija a un candidato a un
empleo por ejemplo, o bien para estipular el nivel de remuneraciones que cada individuo perciba dentro de una empresa. Estas
diferencias insalvables y reales, solo vienen a ratificar el por qué
pretender una igualdad generalizada, y principalmente la salarial,
es utópica y no tiene nada que ver incluso, con la llamada igualdad
de género.
En los próximos capítulos nos enfocaremos en lo que, a nuestro
parecer, son el orden de las cinco primeras prioridades urgentes
que requiere Chile para que, dentro de nuestro sistema económico
más humanizado, podamos establecer como señalábamos, las bases
que permitan en el mediano y largo plazo, alcanzar un desarrollo
económico estable y sostenido, libre de tensiones sociales y con
respeto al planeta, entregando y asegurando a su población, un
estándar mínimo en sus condiciones de vida y muerte. Entendemos que solo cumplido esto, lo que seguidamente definiremos
como mínimo standard en nuestro país, es lo que permitirá a sus
habitantes una salud y pensión digna, una educación superior de
libre acceso y de calidad, así como, una seguridad e igualdad en el
ámbito legal y ciudadano, que a nuestro criterio, es lo mínimo requerido para mirarnos a las caras con respeto, sin resquemores y
que solo desde ahí, podremos acceder y mantener una real igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad.
Su análisis lo haré de forma simple, con el fin de que todos podamos entender el grueso de los problemas en Chile, señalaré
asimismo algunos posibles caminos de solución además de hablarlo en el mismo idioma y sin tanta rimbombancia.
La economía y sus cifras es perfectamente comprensible para
todos, aunque los economistas o entendidos, nos empeñemos en
hacer el tema lo más complicado posible.
Capítulo 2
EL SISTEMA DE SALUD,
PRIMERA PRIORIDAD
Cuando hablamos de la salud en nuestro país y cómo mejorarla, en general tendemos a quedarnos con aquello a que nos tienen
acostumbrados las ideologías políticas, esto es, si para mejorar es
mejor hacerlo con un sistema de salud pública o privada, si la
atención es mejor en uno u otro sistema, si los profesionales son
mejores y tienen más experiencia en uno u otro sistema. El tema
de la salud de un país no es un tema de ideología política, sino de
criterio y pasa primeramente por el interés que le otorga un Estado responsable a la salud de su pueblo.
En nuestro país, desde hace tiempo el Estado entregó la casi
totalidad de la responsabilidad en este tema a los privados. Con
esto, no queremos desmerecer lo que se ha efectuado por parte de
los privados en materia de salud pues el desarrollo que ha tenido
nuestro país en esta materia es notable, sino por el contrario, nos
interesa señalar que el Estado no ha cumplido a cabalidad su parte
en el desarrollo de la salud del país, complementando adecuadamente lo que han efectuado los privados y lo entendemos así, porque para la sucesión de gobiernos que hemos tenido hasta ahora,
la realidad de las cifras muestra que la salud no ha sido, ni es, una
primera prioridad.
Durante el último tiempo, en que hemos asistido a una suerte
de competencia entre lo privado y lo público -sin perjuicio de que
ello ha contribuido positivamente dentro de nuestro crecimiento
económico- lamentablemente, las diferencias socioeconómicas en
nuestro país se han acentuado cada vez más, esto porque cuando
existe libertad de mercado y democracia, esta competencia tiene
siempre el mismo ganador, salvo cuando el Estado entiende su rol
subsidiario y replica lo que los privados van haciendo, pero ya no
buscando solo la rentabilidad sobre lo invertido, sino que lo hace
con un carácter netamente social. El problema en este tipo de cosas no es quien gana, porque en economías socialistas es la salud
pública la ganadora, sino que el problema es precisamente que
haya un ganador.
Dentro de una economía libre, el Estado debe entender que
salud pública y privada deben avanzar juntas y en paralelo, en
primer lugar, porque la salud no puede ni debe ser un privilegio
económico y segundo, porque ella debe ser lo más igualitaria posible tanto en calidad como en cobertura y queramos o no, la salud privada por razones obvias no iguala sino más bien discrimina, por lo que es obligación del estado equilibrar este mercado.
Para comenzar cualquier discusión referente a la salud, debemos “tomarle la temperatura a la salud chilena”. Digamos entonces, que la medición que permite comenzar a comparar lo que un
país tiene y/o necesita en materia de salud, que permite compararse consigo mismo, así como con otros países, viene definido internacionalmente por lo que se denomina, “cobertura de salud”.
En otras palabras, qué tan bien atendida está la población del país.
No hablamos de calidad ni de sus profesionales, solo de cobertura.
En lo que se refiere a nuestro análisis, nos abocaremos básicamente a mostrar una fotografía de lo que hoy tenemos en materia
de atención de salud en Chile, para poder así dimensionar qué tan
cerca o lejos estamos de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala debe ser lo mínimo que un país debe tener en
materia de atención de salud. Así mismo y puesto a evaluarnos,
compararemos nuestra fotografía de la salud, con las que hoy tienen los países de la OCDE, en el entendido que Chile hace ya largos años que viene queriendo alcanzar el desarrollo para estar con
propiedad en este selecto grupo mundial.
Creo que lo aquí mostrado, será bueno asimismo para evaluar
a nuestras autoridades presentes y pasadas, quienes generalmente
suelen mostrarnos cifras de avance parcializadas como, porcentajes de inversión en salud en base al Producto Interno Bruto (PIB),
en circunstancias que como veremos, nuestro sistema de salud
aún no cumple ni los mínimos razonables de lo que un estado
debe tener, para asegurar una cobertura de salud decente a su población.
Ya hemos señalado que nuestra idea, es indicar las prioridades
que hoy nuestra sociedad requiere de modo que ellas marquen el
camino correcto de las políticas públicas que se deben abordar por
los sucesivos gobiernos y con urgencia y que esto se haga dentro
de un modelo económico libre, pero con una economía más humana, solidaria y sustentable.
Quedará claro a lo largo del libro, que alcanzar el desarrollo
siguiendo parámetros como los aquí señalados, definitivamente
retardará esa meta más de lo que algunos quisieran pero, no podemos negar que el país está exigiendo -en el caso de la salud entre otros temas– un buen sistema de salud, que entregue cobertura
adecuada a toda la población, que sea digna y de calidad, por lo
que es mi criterio que, debemos pensar primero en alcanzar los
estándares mínimos en esta y otras materias, antes de luchar por
un solo índice que nos señale como país desarrollado. En otras
palabras, mientras el país no pueda entregar en una primera instancia una buena cobertura en salud, de calidad y con igualdad a
su población, suena hasta irresponsable plantearse avanzar en
otros temas que bien podríamos entender como secundarios.
Esto que señalo, dista de ser una arbitrariedad pues es precisamente en las coberturas y atenciones de salud, así como la calidad
de éstas, donde queda de manifiesto de la forma más brutal, la desigualdad de la sociedad en la que estamos insertos. Lo que sí pretendo decir claramente, es que nuestro país no puede pretender
alcanzar un desarrollo económico, a niveles de la OCDE, cuando
tenemos diferencias tan fuertes como la que hoy viven los países
en vías de desarrollo y especialmente Chile en el tema salud.
No se trata de entregar aquí una solución mágica para la mejora de salud en nuestro país, sino entregar algo que está latamente
señalado por Organización Mundial de la Salud (OMS), en orden
a lo que requerimos para tener una buena cobertura de salud,
prioridad primera para tener un país socialmente más igualitario.
En otras palabras y comenzando por este tema, reorientar el uso
de nuestros recursos bajo el prisma de una economía más humana. Por otro lado, sin perjuicio de la gran cantidad de recursos que
se requerirán para una cruzada como esta, digamos que poco se
puede hacer cuando llevamos años hablando de baja cobertura de
salud en nuestro país y aún no tenemos un gobierno que le otorgue la real prioridad que este tema amerita.
Lo que sí haremos, es mostrar la cruda realidad de lo que hoy
tenemos en cobertura de salud, ver lo que tienen los países de la
OCDE, lo que recomienda la OMS y así establecer metas numéricas en el mediano y largo plazo, para que los gobiernos sucesivos
se comprometan con el país en solucionar de forma prioritaria
este tema. No se trata solo de recursos sino de prioridades.
En un sistema de libre mercado como el que tiene nuestro país,
se entiende que la empresa privada es el motor del desarrollo económico, sin embargo hay aspectos que el mercado no puede solucionar e incluso algunas veces dependiendo de su actuar los agrava y este es uno de esos los casos.
En la medicina privada, las inversiones se hacen usualmente en
base a rentabilidades financieras. Esto que hemos visto marcadamente en los últimos años en nuestro país, ha producido -principalmente en hotelería y servicio- un avance imposible de desconocer, básicamente producto del mismo crecimiento económico
que hemos tenido como país donde un porcentaje de la población,
aunque pequeño, está dispuesto a pagar lo que la medicina privada requiere o cobra para rentabilizar sus inversiones. Como contra
partida, la medicina pública ha ido quedándose atrás en sus inversiones, tanto en infraestructura como en equipamiento e incluso
en remuneraciones que atraigan médicos al sistema.
Una enfermedad, no es algo que dependa del propio ser humano; nos viene o no nos viene cáncer, venimos o no venimos con
una malformación durante la gestación o, nos viene o no nos viene una enfermedad autoinmune durante la niñez; en otras palabras, es un acontecimiento que la mayoría de las veces no depende
del paciente y menos aún depende de los niños, sin embargo la
capacidad para superar o sobrellevar esa enfermedad, sí depende
en gran medida de los recursos económicos con que cuenta la
persona o la familia del afectado en ese momento.
Es bastante recurrente en nuestro país, asistir a bingos o similares que se organizan para recaudar fondos con el fin de poder
comprar algún tratamiento e incluso remedios para ayudar a niños, porque los padres no tienen los recursos necesarios para costear su tratamiento y el estado no dice nada o al menos no lo suficiente.
Los tratamientos y medicinas en nuestro país son excesivamente caros y aunque es muy posible que así deba ser, no es aceptable
que alguien deba morir o llevar una vida poco digna, porque no
dispone de los recursos para comprar periódicamente sus medicinas, operarse o recibir una atención adecuada.
En el sistema actual de nuestro país, dentro de los innumerables y engorrosos planes de salud que ofrecen las diferentes Isapres
e incluso Fonasa, no cubren todas las enfermedades quedando por
lo general fuera, precisamente las más complejas y costosas, esto,
si es que el paciente tiene algún plan de salud vigente, lo que no
ocurre siempre.
En efecto, aunque el tema parezca kafkiano, la calidad de vida
para sobrellevar una invalidez por ejemplo, así como la misma
sobrevivencia a una enfermedad, depende de variables esencialmente económicas como, si se está en una Isapre o Fonasa, si el
plan que se tiene contempla una buena cobertura para esa determinada enfermedad o si se puede activar el seguro catastrófico
entre otras. Estas variables dependen también de otras importantes derivadas también económicas, como si se tiene trabajo remunerado y si el trabajo que se tiene cuenta con contrato o finalmen-
te, si se cuenta con recursos para cubrir lo que la Isapre, Fonasa o
el seguro complementario, no cubre.
Chile definitivamente, es un país en el cual el Estado no está
comprometido con la salud de sus habitantes y lo que es peor, no
se vislumbra ningún proyecto de mediano o largo plazo que nos
indique que ello vaya a cambiar.
La salud debe ser un tema transversal y no se requiere, ni es
aceptable siquiera, algún tipo de ideología para abordar el tema; es
esencialmente un tema de lógica, de humanidad y de prioridad.
Solo a modo de ejemplo y para que algunos políticos ideólogos en
nuestro país lo entiendan, podemos señalar que dos países radicalmente opuestos en sus ideologías políticas y económicas, como
lo son Corea del Norte y Corea del Sur tienen, de acuerdo a cifras
de la OMS, una cobertura de salud similar y que, además ambos
países son líderes a nivel mundiales en el tema.
La primera pregunta que deberíamos plantearnos es ¿por qué
este tema tan sensible y necesario para la sociedad, no ha sido
abordado en forma seria, ni se ha solucionado en circunstancias
que Chile ha tenido durante las dos últimas décadas un alto y sostenido crecimiento económico ?
No cabe duda que por parte de los que han sido los responsables de la cartera ministerial de salud, e incluso de los mismos
presidentes de turno, escucharemos múltiples razones, la mayoría
de índole económica, sin embargo a mi parecer hay solo dos motivos claros; a) que de cara al desarrollo de Chile como país integral, han primado los criterios políticos por lo que, los recursos
que se necesitaban para alcanzar una buena cobertura en salud, no
han sido usados de acuerdo a las prioridades nacionales básicas,
sino con fines políticos-partidista y por otro lado, las soluciones
que se han implementado en el área no han sido más que parches
reparatorios y siempre usando la calculadora para el rédito electoral y b) se ha perpetuado entre los dirigentes y empresarios nacionales que el crecimiento económico, es la piedra angular para alcanzar el desarrollo del país y por tanto la primera prioridad en
las políticas de desarrollo que deben implementarse, en otras palabras, la necesidad de incrementar el PIB nacional para subir el
ingreso per cápita, esperando que producto de éste crecimiento muy desigual como ya hemos señalado- sea quien produzca el rebalse de la olla para solucionar los otros problemas, como el de la
salud.
No podemos pretender como país, que el tema de salud encuentre su solución solo una vez que nuestro país haya alcanzado
el desarrollo, muy por el contrario, –e insistimos– hoy no tiene
sentido alguno, avanzar en el crecimiento económico como prioridad, para que de ahí salgan los recursos que rebalsarán e irán
mejorando la salud, bajo el triste concepto de “en la medida de lo
posible”.
Chile lleva muchos años, demasiados quizás, escuchando lo
mismo de los mismos y nadie ha levantado la voz para decir que,
cualesquiera sean las razones que nos mantienen aún en la frenética carrera por alcanzar el estatus de país desarrollado, relegando
temas fundamentales como este a las teorías del rebalse de la olla,
ha sido y es el camino erróneo y hay que enmendarlo lo más rápido posible.
Tanto para este tema como en los cuatro siguientes, haremos
un repetido incapié al contexto de prioridades, vale decir que no
se trata de que los recursos se generen para determinados fines,
sino que la política debe ser, “dado los recursos que se generan”, el
avance del país debe ser aplicado en cascada, desde las primeras
prioridades fijadas, hacia las que les van sucediendo en la lista.
Para esta primera prioridad, usaré una frase que mi padre
siempre me decía, no pretendas estudiar a la primera para sacarte
un siete, primero debes estudiar para superar el cuatro y de ahí
avanzarás más seguro y en Chile hace muchos años venimos, con
suerte, alcanzando el cuatro, pero planteándonos frente al mundo,
como un país que está a punto de integrar el selecto grupo de los
países desarrollados (a veces hasta parece el cuento del lobo), olvidándose de las reales prioridades y necesidades internas. Al menos a mí, me parece ridículo y paradojal que sean los mismos
economistas y empresarios quienes lideren esta primera ambición,
sobre todo cuando el modelo más exitoso de desarrollo económico es un crecimiento con estabilidad social algo que Chile extrañamente conoce.
No se trata de sumar todo, dividirlo en partes iguales y empezar de nuevo, como algunos quisieran, solo que para encontrar
una real estabilidad social y económica en el mediano y largo plazo, se requiere alcanzar antes una igualdad mínima para todos los
actores del sistema económico. En otras palabras, se trata de adecuar el crecimiento a un desarrollo solidario y sustentable en el
tiempo, a fin de que todos podamos alcanzar un estatus que nos
de la tranquilidad suficiente para vivir, trabajar y morir con dignidad.
No creo que sea motivo de discusión, lo inaceptable que resulta
el hecho de que la vida de un niño deba, a veces, depender de la
situación económica de los padres, así como también es inaceptable que haya adultos que deban esperar meses para ser atendidos
de sus dolencias y hasta años para poder operarse e incluso algunos mueran en la espera.
Varias veces se ha mencionado que en nuestro país hay una
suerte de dos países en uno, uno que ya ha alcanzado la nota seis o
siete y el de aquellos que luchan mes a mes para alcanzar el cuatro.
Queramos o no, esto es una realidad.
Lo que este capítulo señala, es que la primera meta global que
nuestra sociedad debe ser alcanzar, es una buena cobertura de salud para todos.
No es oportuno ni tiene sentido, entrar en detalle sobre los recursos que se han invertido o gastado en la salud durante los últimos 20 o 30 años, algo que los economistas conocemos como
“costo no relevante”, que sin duda han sido muchos, pues caeríamos en discusiones algo bizantinas respecto de qué abordar y qué
no, que si se ha hecho buen uso de esos recursos, qué patologías
son las más importantes y cosas así. Estos son temas que se deberán abordar cuando el país tenga asegurada una cobertura suficiente para atender en forma adecuada a toda su población y la
meta sea otra, como mejorarla aún más.
El elegir una prioridad por sobre otra como me he atrevido a
hacer, puede parecer una decisión en general arbitraria, sin embargo una vez tomada esta decisión a nivel país, esta escala de
prioridades se convierte en un “objetivo prioritario” y como tal, el
reparto o asignación de los recursos que el país dispone, deben
destinarse prioritariamente a ello, en forma de cascada. Para el
cumplimiento de este objetivo, al igual que cualquier objetivo personal, familiar, empresarial o de grupo, aparte de sacrificios, requiere de planificación. En otras palabras, el sentarse a pensar y
calcular tres ítems básicos: ingresos, costo y tiempo.
La mayoría de las veces, cuando los gobiernos evalúan inversiones públicas como construcción de carreteras, puentes e incluso hospitales, usan un criterio que los economistas llaman “análisis de rentabilidad social”, en el que se analizan diferentes variables
sociales, las que he de decir son bastante aleatorias y dependen en
gran medida del criterio, hasta político, que tenga el o los analistas, análisis que hace tiempo no tienen cabida en este tipo de inversiones, al menos hasta que no se hayan alcanzado las metas básicas fijadas para el país, este tipo de análisis han sido importaciones de países desarrollados que poco han aportado a la calidad de
vida de nuestro país.
Para definir las metas, veamos cuál debería ser el objetivo en el
tema de la salud en nuestro país, vale decir, cuál es el mínimo razonable que debe ofrecer el Estado chileno a su población en materia de salud, cuál sería su costo, el plazo en que podría hacerse y
obviamente, de dónde sacamos los recursos.
En el idioma de mi padre, cuál es la nota cuatro para aprobar el
examen de salud. Desde ya es necesario plantear que, independiente de si hoy estamos en condiciones económicas y humanas
de abordar esta tarea, algo que personalmente creo factible, sería
una obligación de todo Chile, su población y sus autoridades, avocarse a encontrar la forma de hacerlo.
SACÁNDONOS UN CUATRO
Para definir cuál es el mínimo estándar que debe tener nuestro
sistema de salud, recurriremos a las cifras que para ello entrega
tanto la Organización Mundial de Salud (OMS), como los pará-
metros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), organizaciones a las que Chile pertenece.
Creo importante señalar, que este tipo de cifras globales que se
presentan en este capítulo, son las que deben ser siempre conocidas y estar presente en el inconsciente de las personas y manejadas
por toda la sociedad porque, de una u otra forma, marcarán las
metas que deberán perseguir los futuros Gobiernos si queremos
un país mejor y más igualitario. Cifras parciales, que es a lo que
nos tienen acostumbrados las autoridades, especialmente en este
tema, nos continuará llevando a evaluaciones de logros puntuales,
pues si uno no conoce la magnitud de lo que significa tener una
salud digna, termina siempre validando las labores del Ministerio
de Salud, en circunstancias que lo hecho hasta ahora, es solo una
gota en el océano o el parche acostumbrado, que incluso a veces,
hasta va en la dirección incorrecta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de una cobertura sanitaria universal como objetivo prioritario y define a esta
así: La cobertura sanitaria universal consiste en ofrecer a todos, acceso a servicios de salud necesarios de carácter promocional, preventivo, curativo y rehabilitador, de calidad suficiente para que sean
eficaces, garantizando al mismo tiempo que las personas no pasen
aprietos económicos para pagarlos.
Como vemos, se utiliza la “cobertura” para medir el sistema de
salud que tiene la población. En otras palabras, qué tan cubierta
está la población para recibir atención médica en caso de una
eventual enfermedad o necesidad de atención. Si acaso, a la propia
definición de la OMS, yo agregaría atención oportuna y a tiempo.
Para ello, la OMS utiliza como índice primario de medición el
número de camas de hospitales que tiene el país, por cada mil habitantes.
La norma Internacional OMS señala que, para tener una buena
cobertura de salud, en cuanto a infraestructura y atención (aún no
se toca el tema de la cantidad de profesionales de la salud necesarios), se requiere de entre 2,5 a 4,7 camas por cada 1.000 habitantes. Más en detalle, el mínimo de 2,5 es para poblaciones con menos de 25.000 habitantes y sobre 4,0 el mínimo para poblaciones
sobre 100.000 habitantes. El lector podrá en forma particular,
identificar por ejemplo, la cantidad de habitantes que tiene la ciudad en la que vive y la cantidad de hospitales que tiene a su alcance, nosotros nos abocaremos al país en su totalidad
Recordemos que habíamos señalado que Corea del Norte y Corea del Sur, a pesar de tener ideologías políticas contrapuestas, son
líderes mundiales en tema de cobertura. Ambos tienen una cobertura similar de 10,9 y 10,3 camas por cada 1.000 habitantes respectivamente.
En Chile, el índice nacional solo alcanza 2,1 camas por cada 1.000
habitantes, cantidad que está incluso por debajo de lo que la OMS
recomienda para poblaciones de menos de 25.000 habitantes.
Veamos cómo se obtiene esta cifra de 2,1 para Chile.
Este déficit se hace más dramático si nos comparamos con
nuestros socios de la OCDE, cuyo promedio alcanza a 4,8 camas
por cada 1.000 habitantes y donde ocupamos el lugar 33 de entre
los 34 miembros, superando solo a México.
Es cierto que a veces las comparaciones son odiosas, pero estas
siempre son útiles cuando las usamos para ponernos metas personales o como sociedad, pues ello nos permite avanzar en una dirección común. Siendo así, creo que Chile debe aspirar, como una
primera meta dentro de los próximos 15 a 20 años, a subir en al
menos 1,5 puntos en su cobertura de salud para alcanzar un mínimo de 3,6 camas por cada 1.000 habitantes.
La magnitud de la inversión que se requiere para alcanzar esta primera meta es enorme, sin embargo ni debe asustarnos ni menos
amilanarnos, es más, debemos tomarlo como un reto y una obligación por parte de todos los ciudadanos, de los empresarios y principalmente el Estado. No debemos pensar que Chile no tiene hoy
los recursos para alcanzarla, más bien debemos empezar a pensar
en los cambios de criterios, en las asignaciones de recursos y en
reducciones de gastos para lograrlo, en otras palabras, pensar en
cómo lo podemos hacer.
Está claro que hoy el déficit en salud es grande, al punto que es
difícil entender cómo los gobiernos de un país que se supone en
vías de desarrollo desde hace bastante tiempo, no hayan presentado un programa que trace plazos y metas de mediano y largo plazo, para alcanzar un objetivo deseable y necesario como este.No
hace mucho, las autoridades de salud entregaron un plan para los
próximos 4 años que, si bien al ser un plan de inversión de salud
hay que calificarlo como positivo, es insuficiente y solo denota que
las políticas gubernamentales en nuestro país se siguen haciendo
al antojo de los gobiernos de turno y no con una mentalidad de
desarrollo nacional en el largo plazo. En chileno, se hacen acorde a
los criterios políticos de turno lo que es más grave, pues es posible
que el gobierno que le siga estime que hay otras prioridades políticas y relegue la salud a un plano aún inferior.
De acuerdo al plan presentado por el Ministerio de Salud entre
2018 y 2022, se construirán 25 nuevos hospitales con una inversión aproximada de US$ 4.750. millones que entregarán al sistema
2.178 nuevas camas. Así mismo, en este mismo período se señala,
se dará continuidad y se terminarán otros 25 hospitales que ya
están en construcción, los que aportarán al sistema otras 1.052
nuevas camas.
Si Chile pretendiera efectivamente alcanzar una cobertura de
salud de acuerdo lo recomendado por la OMS, algo que debe ser
un objetivo final para nuestro país, considerando la población actual de 17.373.831 habitantes, requeriríamos adicionar a nuestro
sistema de salud, 46.138 camas más de las 37.256 que ya tenemos,
esto es más que doblar la cantidad que hoy tenemos. En cifras más
claras, si consideramos que las 37.256 camas que tenemos en todo
Chile están repartidas en 379 hospitales, esto es un promedio de
98,3 camas por hospital, podemos concluir que hace falta la no
despreciable cifra de 469 nuevos hospitales, por lo que anunciar
25 nuevos hospitales en cuatro años como logro, suena pobre por
decir lo menos.
Sin perjuicio de que estas cifras deben ser dosificadas, a la hora
de un análisis más fino, con la logística de acuerdo a nuestra geografía por ejemplo, aquí hablamos de cifras fuertes.
Ahora bien, bajo la premisa de que lo perfecto es enemigo de lo
bueno, debemos fijarnos primero una meta primaria urgente y
estimo que, alcanzar la medianía de la tabla de la OCDE puede ser
un objetivo aceptable como primera etapa. Esto es aspirar y plani-
ficar las inversiones para llegar a las ya señaladas 3,6 camas/1.000
habitantes, en un plazo de 10 a 15 años.
De ser así, la meta concreta no sería solo “avanzar” en la cobertura, sino derechamente sería construir 257 hospitales con un total de
25.293 camas (esto en la medida que se mantenga el promedio de
98,3 camas por hospital que actualmente tenemos en Chile), en el
plazo señalado. Es una primera meta que puede parecer una locura
pero no lo es, Chile tiene recursos y capacidad financiera para hacerlo, pero independiente de ello, debe hacerse porque esta es una
necesidad prioritaria, básica y urgente. No sacamos nada con ser
ricos y no tener salud.
Veamos cuánto nos costaría construir estos 257 hospitales para alcanzar esta primera meta de tener 62.549 camas en nuestro sistema de
salud, que nos permitiría atender a nuestra población con una cobertura de al menos 3,6 camas/1.000 habitantes. Este simple análisis lo haremos manteniendo los promedios actuales de camas por hospital y metros cuadrados construidos por hospital. Obviamente en un análisis
más fino, habrá ahorros por construir hospitales más grandes por
ejemplo, así como costos adicionales por construir otros más pequeños
en ciudades más pequeñas, pero para dimensionar lo que se necesita,
un promedio es una buena estimación.
Veamos.
Según este cuadro podemos deducir que, para alcanzar una
cobertura de 3,6 camas por cada 1.000 habitantes, esto es construir
257 hospitales que sumen al sistema actual 25.293 camas, la medida
tiene un costo de UF 17.538.-/cama ($ 492.- millones por cama
aprox.). Veamos entonces cuál es el total que se requiere invertir.
Esta cifra de sobre los 17.000 millones de dólares que a todas
luces es grande, hay que situarla dentro de algún contexto macroeconómico nacional, a fin de que el lector la pueda dimensionar y
comprender si Chile en términos económicos, puede acceder a
esta cobertura médica.
A mi parecer, el contexto más adecuado que nos permita dimensionar esta cifra, es considerando el volumen de la deuda pública que tiene nuestro país y su porcentaje sobre el Producto Interno Bruto (PIB) y compararlo con los mismos índices que hoy
tienen los países de OCDE, pues es por esta vía por donde podríamos acceder a esta magnitud de recursos, para cumplir esta
primera meta.
En efecto, en lo que se refiere al financiamiento de esta reingeniería de la salud, veremos que es la más onerosa de las propuestas
que aquí se presentan, por lo que la búsqueda de recursos para
este objetivo debe ser necesariamente a través de un endeudamiento de largo plazo del estado chileno y la deuda pública es una
vía.
Para mayor comprensión, definimos el concepto de Deuda Pública como, el monto que diferentes estamentos de un gobierno utiliza
para financiar déficits públicos resultantes de programar un mayor
nivel de gasto público que los ingresos que tiene presupuestado.
Esta deuda puede ser tomada por el estado de forma interna o
externa y se efectúa generalmente vía la emisión de bonos. También se puede adquirir con organismos supranacionales como el
Fondo Monetario Internacional u otros.
Dentro de este contexto, a diferencia incluso de los países
desarrollados, Chile tiene un nivel de endeudamiento externo
muy bajo en relación a su PIB (Producto Interno Bruto), lo que le
permitiría asumir con este fin concreto un buen financiamiento
de largo plazo a fin de abordar el problema de la salud en un periodo razonable. Para ver cuáles son las holguras de las que disponemos, veamos cómo estamos en comparación a los países de
OCDE y seguidamente con nuestros vecinos.
Del cuadro siguiente podemos entender que Chile tiene un endeudamiento muy bajo en comparación con la OCDE. Esto en la
relación Deuda/PIB
Ahora bien, señalemos para no cantar con tanta alegría, que el
porcentaje de endeudamiento tiene dos variables importantes que
se deben considerar, el primero es que, en la medida que este porcentaje sea más alto, mayor será el riesgo de insolvencia del país y
por tanto mayores las tasas de interés a los que ese país podrá acceder a recursos en el mercado financiero. Por otro lado, en la
medida que menor sea su porcentaje de endeudamiento, mejor
será su clasificación de riesgo y por tanto, mejor será su capacidad
de captar recursos en el mismo mercado financiero.
Finalmente consignemos que, salvo excepciones, deudas que
superen el 90% complican seriamente la gestión gubernamental,
como lo hemos visto en los últimos años para el caso de Grecia,
España, Portugal e incluso Italia.
Tomando las mismas cifras del Banco Mundial, si Chile subiera
de forma paulatina su endeudamiento de largo plazo vía deuda
pública hasta un porcentaje del 32,5% de su PIB (similar a Nueva
Zelanda y Dinamarca), podría acceder a los recursos necesarios
para cumplir la primera etapa que hemos propuesto y alcanzar así
una cobertura de salud digna a todos los chilenos. ¿Por qué no lo
hemos hecho ? No cabe duda que algunos saldrán a argumentar
razones económicas, de riesgo etc., pero aquí estamos hablando de
aspectos sociales y no económicos que son a mi entender prioritarios: el resto es ajuste.
Como corolario, digamos que nuestro país en los últimos 20
años ha tenido un comportamiento bastante dispar en esta materia, dado que hemos llegado a tener endeudamientos por sobre el
40% y hasta tener cifras menores al 4%.
EL SERVICIO EN LA SALUD
En lo que se refiere al servicio necesario para cubrir las atenciones de salud, también tenemos hoy en Chile un importante déficit, por lo que la solución de la cobertura de infraestructura serviría de poco si no nivelamos también el personal requerido para
las atenciones de salud.
Al igual que existe un índice para medir la cobertura de salud
(infraestructura), la OMS también recomienda la cantidad de profesionales médicos y enfermeras que se debe tener un país para
dar una buena cobertura. Igualmente en este caso, este índice se
mide en la cantidad de profesionales por cada 1.000 habitantes.
Es claro que, independiente de los índices que recomienda la OMS,
cualquiera sea la cobertura de salud que tenga un país, esta al menos
debe estar e ir a la par con la cantidad de médicos y enfermeras. En
otras palabras, la relación entre cobertura y atención de salud es directa;
cualquiera de ambas que sea deficitaria respecto de la otra, aunque la
otra sea buena, generará una mala atención de salud para la población.
Es por todos conocido, que a pesar de la baja cobertura de salud
que tiene nuestro país y que hemos graficado aquí, existe así mismo,
una fuerte escasez de médicos y enfermeras en nuestro sistema de
salud y lo que es más complicado, las escuelas de medicina actuales
en nuestro país no entregan la cantidad suficiente de médicos para
cubrir las necesidades, déficit que año a año se va ampliando.
Chile tiene 2,1 médicos, y la misma cantidad de enfermeras, por
cada 1.000 habitantes, cifra que tampoco alcanza el estándar aceptable y
que se hace bastante más dramática en Chile por nuestra geografía. En
efecto, Chile es un país donde el centralismo es endémico y ello afecta
duramente a las regiones, algo que también se refleja en el tema de la
salud pues, aparte de tener un déficit en médicos a nivel nacional, el
48% del total de médicos está ejerciendo en la Región Metropolitana,
otro 8% se reparte entre la V y VIII región, dejando menos de la mitad
del total para el resto del país, y eso que aquí no se analizan las subespecialidades. Estas distorsiones, no son temas que deban entregarse al solo
arbitrio del mercado; es labor del estado orientar y dirigir la distribución de las atenciones, bien sea con incentivos como con desincentivos.
Volvamos, como ejercicio, a compararnos en este ámbito con la
OCDE. Esta tiene en promedio 3,4 médicos y 9,0 enfermeras por cada
1.000 habitantes, cifra que también dobla lo que tenemos como país.
La solución a este problema, que denota claramente una desigualdad para con las personas de menores recursos, depende
claramente de un acuerdo transversal en base a la prioridad que
los próximos gobiernos le quieran dar al tema, así como que este
acuerdo sea respetado por todos los sucesivos gobiernos.
Hoy, los análisis comparativos que estamos acostumbrados a
escuchar de especialistas se refieren a índices bastante engañosos y
marqueteros, siendo el más recurrente aquel que se refiere al porcentaje (%) de gasto sobre el PIB que hace el estado en salud. El
gran error de este tipo de índice es que la base sobre la cual se
mide, para el caso de países reconocidamente preocupados por la
salud y que tienen una buena cobertura, es que estos ya tienen cubierto el estándar mínimo, por lo que ese gasto o inversión según
corresponda, es solo para mejorar el sistema, en circunstancias
que en nuestro caso ese gasto o inversión es generalmente, para
parchar un sistema continuamente deficitario.
La atención de salud que tengamos como ser humano no depende del esfuerzo de cada uno en la vida, sino del lugar donde
nacimos y la forma en que nacemos. En efecto el que un niño nazca en el seno de una familia de recursos le asegura, independiente
de las estadísticas, una probabilidad mayor de sobrevivencia que
un niño que nace en el seno de una familia de escasos recursos y
eso no puede ser aceptable. Cualquier problema al nacimiento o
durante los primeros años de vida que afecte a un niño por ejemplo, quien no tiene ninguna responsabilidad en ello, depende de
terceros y su capacidad económica para salvar el problema o la
enfermedad.
Difícil es así mismo, abstraerse de realidades que la mayoría de
las veces son vistas solo por los médicos, me refiero a las condiciones en que estos tienen que atender en la mayoría de los hospitales del país.
En el tema propio de la escasez de profesionales, habría que
hacer una dura crítica a lo ocurrido con la inmigración en nuestro
país en el último tiempo y que reafirma que nunca hubo, ni ha
habido un horizonte claro en política de salud e incluso de
desarrollo en nuestro país. Efectivamente los países, en la medida
que se desarrollan y crecen, requieren de mano de obra que los
mismos países no pueden suplir y han sido las migraciones a lo
largo de la historia quienes han venido a suplir ese déficit, sin embargo, no es posible que las autoridades solo después de lo ocurrido en Chile, recién se den cuenta que esta debe ser controlada y
orientada. La gran mayoría de quienes llegaron a Chile fueron
trabajadores sin capacitación ni profesión. De haber existido alguna política de desarrollo global para el país a nivel de gobierno,
quizás la aceptación de la misma cantidad de inmigrantes pero
correctamente orientada hacia aquellas áreas de la economía que
realmente se requieren para nuestro desarrollo, como en este caso
la salud, algo habríamos avanzado, pero nadie se sentó a pensar el
tema.
Debemos comprender que la salud en los tiempos actuales es
para Chile la primera prioridad en nuestro camino hacia un
desarrollo económico pleno. Pensar en cómo hacerlo es una tarea
que nos atañe a todos, pero debe existir para ello, a mi parecer, un
cambio radical en la mentalidad del cómo hacer. Con esto me refiero a eliminar, si acaso uno de los grandes errores que han existido a lo largo de los años, como es la politización de las estrategias de salud y conflictos ideológicos de cómo hacer las cosas.
Esto alcanza al punto de que a la cabeza del Ministerio de Salud e
incluso de los Hospitales, generalmente se designa a un médico de
profesión. Aquí se necesita un convencimiento, desde la primera
autoridad para abajo, que lo que debe hacerse e implementar es
una profunda reingenieria de conceptos y de metodología, así
como la captación de especialistas calificados para empezar el
proceso, algo que no le es propio a la profesión médica.
Capítulo 3
EL SISTEMA DE PENSIONES,
SEGUNDA PRIORIDAD
Si bien el tema del sistema de pensiones ha estado en la polémica desde hace bastante tiempo en nuestro país, hay que decir
que este no es un tema exclusivamente chileno, pues es algo que
hace ya tiempo viene siendo una preocupación mundial y sobre el
cual se vienen buscando soluciones. Aun así, yo diría que en Chile
las alternativas a la hora de mejorar o resolver lo que hoy tenemos
son más fáciles, esto porque de una u otra forma nuestro sistema,
que definitivamente requiere mejoras, ha probado ser eficiente en
muchos aspectos y está sólido en su estructura y si acaso lo más
importante, es un sistema de capitalización individual que no
afecta en forma directa al erario público.
Lo qué si nos ha faltado aún después de más de 35 años de funcionamiento es darnos cuenta que, no porque sea un sistema en su
esencia individualista, donde cada uno vivirá su vejez dependiendo de lo que ahorre durante su vida laboral, no requiere de una
buena dosis de igualdad y solidaridad.
Esto último es a mi parecer, el pilar que le dará estabilidad al
sistema, lo hará perdurar en el tiempo y aportará a que tengamos
una sociedad más sana, equitativa y estable.
Para entender los problemas de nuestro sistema de pensiones y
proponer algunas soluciones, distinguiremos los dos principales o
modelos bases, de un sistema de pensiones.
El primero, conocido como el Sistema de Reparto, es aquel en el
cual todos los trabajadores activos del país hacen su aporte mensual a un fondo general de seguridad social, fondo que en general
es caucionado por el estado y contra el cual, este reparte las pensiones entre quienes por edad u otro motivo, ya no trabajan o se
han jubilado.
Por otro lado, está el sistema de Capitalización Individual, que
es el que tenemos en Chile, donde cada uno de los trabajadores en
forma individual, va ahorrando también de forma mensual y en la
medida que esté trabajando, parte de su sueldo a su fondo particular. Este fondo, es administrado por empresas privadas (Administradoras de Fondo de Pensiones), creadas en 1980 solo para ese
fin.
Existen dos razones que han motivado la preocupación mundial sobre el tema de las pensiones; la primera radica en el avance
que ha tenido la medicina, que ha permitido extender la esperanza de vida en forma importante y todo indica que lo seguirá haciendo. Consecuencia directa de ello, es el mayor periodo inactivo
que tiene una persona después de jubilar, esto en la medida que se
mantenga la edad de jubilación. Producto de esto, ya hay países
que han subido uno o dos años la edad para jubilarse y otros ya
están estudiando la medida.
La segunda preocupación, es la tendencia que se está dando en
la mayoría de los países -principalmente los desarrollados–, donde
las tasas de natalidad han bajado fuertemente, produciendo como
efecto global lo que conocemos como una pirámide invertida en el
campo laboral, esto es que quienes trabajan son cada vez menos y
quienes llegan a la edad de pensionarse son cada vez más, tendencia que tampoco tiene visos de revertirse y que incluso ha favorecido en forma importante las migraciones de jóvenes hacia países
desarrollados.
En el cuadro siguiente, podemos ver que en los últimos 25 años
en nuestro país la población ha crecido un 27%, pero el adulto
mayor lo ha hecho en 72,7% (cercano a 3 veces) lo que viene a
confirmar que la población de adultos mayores de nuestro país,
crece bastante más que quienes están en edad de trabajar y aportar
al desarrollo de la nación. Esta tendencia es la que tiene los sistemas de repartos en Europa tremendamente complicado y que de
implementarse en nuestro país, sería comprarse un problema mayúsculo.
Otro factor que no se puede olvidar a la hora de hacer un análisis, son aquellas personas que no son capaces de generar ingresos
que les asegure una pensión. Economistas europeos ya han planteado una alternativa bastante radical y que se refiere a la necesidad de una Pensión Básica Universal (PBU), que algunos países
no solo están estudiando, sino que ya están haciendo algunas
pruebas piloto para no dejar fuera del sistema a estas personas.
Si bien este es un planteamiento límite de un mundo solidario,
no creemos que Chile esté aún en situación de considerar esta alternativa a la luz de que nuestro sistema es de capitalización individual, por lo que no hay una presión sobre las arcas fiscales y no
somos un país donde al estado le sobren los recursos, pero principalmente porque aún tenemos alternativas dentro de nuestro sistema de capitalización individual que permitirían conseguir pensiones dignas, similares a las que se podrían plantear con una Pensión Básica Universal, acotado a quienes quedan o podrían quedar
fuera del sistema.
Lo que sí hemos de tener claro, que la sola idea ya surgida de
una Pensión Básica Universal, nos adelanta el panorama futuro
del mundo que se avecina y sobre el cual debemos estar atentos y
comenzar a pensar en ello, pues si ambicionamos ser un país
desarrollado tal cual lo hemos mencionado, no se trata solamente
de alcanzar el índice económico resultante de dividir nuestro PIB
por el número de habitantes, sino que tendremos necesariamente, hacernos cargo de la economía en general y de todos sus integrantes.
Nuestro país cambió definitivamente desde el sistema de reparto hacia el de capitalización individual el año 1982, por lo que
previo a nuestro análisis, habría que hacer un par de aclaraciones
a la luz de las voces que piden el retorno del sistema de reparto.
El sistema de reparto, si bien hace distingos en los montos de
jubilación en base a ciertos parámetros preestablecidos como el
tiempo trabajado, hemos de destacar que es un sistema plenamente solidario, característica que es quizás su mayor atractivo para
quienes piden su retorno, sin embargo, hay que aclarar que este lo
sería solo en la medida que el estado estableciera una pensión
universal, mínima y digna, algo que las finanzas nacionales no
resisten ahora ni lo harán en siglos.
Otro factor que debe considerarse a hora de evaluar el retorno a
un sistema de reparto es que, si bien este sistema en la teoría funciona de forma correcta, lo hace en equilibrio solo cuando la población activa laboralmente es superior a quienes han dejado de trabajar, de lo contrario el estado deberá necesariamente comenzar a elevar sistemáticamente los impuestos para sustentar el sistema. Lo que
no se paga por un lado, se paga necesariamente por otro.
Siendo así y con unas variables tan importantes como la caída
en las tasas de natalidad y el avance de la medicina que ha permitido un alargamiento en la esperanza de vida, podemos afirmar
que sería un tremendo error dejar fuera estos parámetros a la hora
de evaluar la reinstauración de un sistema como este en nuestro
país, algo que a la luz de las cifras está claro que quienes solicitan
este retorno, no lo han hecho.
Para tenerlo más claro veamos cómo ha evolucionado en la
OCDE, organización a la que Chile pertenece, la Esperanza de
Vida y la Tasa de Natalidad, datos a los que Chile no está ajeno.
Con todo en consecuencia, podemos entender que el problema
no es si un sistema es mejor que otro porque uno es solidario y el
otro es individualista, sino que el centro del análisis debemos enfocarlo en cómo podemos asegurar a todos los trabajadores del
país una pensión digna, cualquiera sea el sistema. Salirnos de este
esquema es para mí, caer nuevamente en ideologías políticas.
Finalmente habría que sumar al análisis elementos como la
creación de fuentes laborales y su tendencia, la estabilidad del sistema financiero y la competencia del mercado, así como los índices de corrupción que estamos teniendo en nuestro país y que
afectarían al sistema, pues una cantidad de dinero de la envergadura que implican los fondos de pensiones en manos de un gobierno de turno que eligiera el camino erróneo o mínimamente
populista, puede ser muy delicado y podría convertirse en una
catástrofe económica y experiencias de estas ya hemos tenido.
Hoy nuestro país no resistiría por mucho tiempo un sistema de
reparto. Este, de plano, se convertiría en un sistema deficitario
como en la mayoría de los países que lo utilizan. Siendo así, los
Gobiernos venideros tendrían que recurrir necesariamente, como
señalábamos, a los impuestos para financiar el sistema y dado los
bajos niveles impositivos de nuestro país en comparación con países que manejan este sistema de reparto, el periodo de vida de este
sistema sería bastante corto. Tampoco se trata de subir los impuestos con la sola finalidad de financiar un sistema que bien tratado puede ser autosustentable, creo hay otras formas de hacerlo.
Como sea, es un hecho ineludible que el sistema de capitalización individual debe ser revisado y mejorado en forma radical y
no con parches momentáneos para calmar a la población; por un
lado, porque hay que darle una vida más prolongada y estable al
sistema mismo y por otra, porque tal cual instamos en estas líneas
un modelo socio-económico más humanitario, este debe ser más sustentable y solidario y es aquí donde comienza la dureza del sistema.
NUESTRO SISTEMA DE PENSIONES HOY
Hace ya tiempo que el sistema de pensiones en Chile viene
siendo seriamente cuestionado por los propios chilenos, algo que
era de prever y así había sido advertido por algunos desde sus
inicios, solo que por razones obvias no hubo en su momento espacio para un debate más profundo al respecto, así mismo los
ajustes que se le han introducido al sistema posteriormente, lamentablemente también han estado exentos de un debate adecuado y queda la sensación que los gobiernos de turnos solo han estado reaccionando a las demandas de la Administradoras de Fondos de Pensiones y a las protestas ciudadanas, las que obviamente
no han sido las mismas y lo que es peor, lo han hecho con “parches” para calmar la situación de ambos bandos.
El mundo está cambiando a una velocidad considerable, muchas veces más rápidamente de lo que somos capaces de internalizar y/o asimilar y Chile no ha sido la excepción. La gente está cada
vez más empoderada y exigen lo que estiman son sus derechos,
muchas veces sin siquiera considerar sus deberes, pero lo concreto
es que ya no aceptarán cualquier cambio y menos aún si se los
imponen, esto a mi parecer exige de las autoridades tomarse el
debido tiempo para analizar no solo las demandas, sino el futuro
que nos espera a la hora de diseñar las mejores soluciones para la
población, de lo contrario será lo que conocemos como, pan para
hoy y hambre para mañana, afectando seriamente la estabilidad
social.
En primer término, hay que decir derechamente que nuestro
sistema de acumulación de recursos para la jubilación que conocemos y llamamos “Fondo de Pensiones”, no es un Sistema Previsional en el sentido tradicional de la palabra, donde se supone que
cada trabajador acumula mes a mes dinero de curso legal, vía un
descuento directo de su sueldo, para que este se “guarde” de forma
segura y sin que pierda su valor en un fondo para su futura pensión; sino que es simplemente lo que conocemos como una inversión en un “Fondo de Mutuo”.
En efecto, el dinero de curso legal o pesos en nuestro caso, que
mes a mes es descontado de los sueldos de los trabajadores y que
las AFP recaudan para nuestro fondo, no es mantenido en el fondo
del trabajador de esta forma, me refiero a dinero de curso legal,
sino que es indexado en forma inmediata y transformado en cuotas, de tal suerte que lo que el afiliado acumula en su fondo no es
dinero, sino cuotas. Sin perjuicio que estas han sido determinadas
por las mismas AFP, no tienen estas cuotas siquiera una equivalencia en moneda dura como la Unidad de Fomento por ejemplo,
la que uno pudiese seguir fácilmente. El problema es que estas
cuotas solo tienen un valor representativo de un paquete de instrumentos financieros (acciones, bonos etc.) de alta volatibilidad,
en los cuales las AFP invierten el dinero real (de curso legal) recaudado de los trabajadores. Siendo así y para mejor comprensión, diremos que 30 mil pesos chilenos descontados del sueldo de
un trabajador y enterado a su propio fondo en la AFP, el día 10 del
mes de Marzo por ejemplo, no tiene el mismo valor que los mismos 30 mil pesos, descontados el 10 de Septiembre del mismo año
y no es un tema de inflación, sino de cómo se esté comportando el
mercado financiero el 10 de Septiembre.
Esto implica que el trabajador tendrá el real monto -en pesos
acumulado para su jubilación- solo cuando le llegue el día de jubilarse, pues este monto acumulado con el cual se calculará su pensión provendrá de lo que resulte de multiplicar el número de cuotas que haya acumulado mes a mes, por el valor unitario en pesos
que tenga la cuota, en ese determinado momento.
En otras palabras, su fondo o el dinero real que tendrá el trabajador para vivir el resto de su vida dependerá del valor de esta
cuota -que como dije es determinada por la misma AFP– al momento de la jubilación.
Todos quienes han estado cerca, conocen o han participado de
alguna forma en los mercados financieros, que obviamente no son
muchos, saben que la inversión en cualquier instrumento financiero incluidos los Fondos Mutuos, implica indefectiblemente la
asunción de un riesgo; riesgo que depende del tipo y la cantidad
de los diferentes instrumentos que conforman el fondo. Si bien
hemos de convenir que hay formas de reducir los riesgos al efectuar este tipo de inversiones, lo que es irrebatible es que este nunca será cero y menos aún hoy con la globalización de los mercados
de la que hablamos en la introducción del libro.
En otras palabras, es importante que los trabajadores sepamos
y entendamos, que nuestros aportes al sistema de pensiones, para
conformar lo que será nuestro capital para la vejez y que se nos
obliga por ley, son invertidos por las AFP en fondos riesgosos.
Por otro lado, sin perjuicio de que el monto final en dinero real
que los trabajadores habrán acumulado para su jubilación (valor
cuota multiplicado por el número de cuotas), sea función directa
del mercado y por tanto nunca exenta de riesgo, hay que añadir
que también depende de cuán acertada o errada hayan sido las
apreciaciones y decisiones, de un pequeño puñado de ejecutivos
de las AFP a lo largo del tiempo a la hora de decidir cómo y dónde
invertir el dinero de todos los ahorrantes.
Finalmente y si acaso lo más controlable de la ecuación que
define el monto que finalmente habrá acumulado el trabajador a
la hora de jubilarse -aun cuando tampoco en un 100%-, son los
años en que se haya mantenido activo en el mercado laboral. Hay
que hacer presente asimismo, que la vital incidencia del mercado
financiero en los valores de las cuotas, tiene un doble efecto para
el trabajador en caso de que uno de los ciclos de la economía se
convierta en una crisis económica o financiera, pues ello no solo
llevará a la baja el valor de las cuotas de los trabajadores y por tanto el valor en dinero real que tiene acumulado, sino que es muy
probable que también le signifique la pérdida de su trabajo y no
pueda seguir aportando a su fondo durante el periodo que permanezca fuera del mercado laboral, generando las conocidas lagunas.
Lo curioso, por decir lo menos, de este sistema tal cual funciona hoy, es cómo un ahorro que el estado obliga a todos los trabajadores por ley a efectuar mensualmente y que a su vez es tan importante para la futura pensión y vida de un trabajador, este, de
quien se entiende es propietario de esos fondos o ahorros, no tenga injerencia alguna sobre ellos y tampoco otra alternativa de ahorro, ni conocimiento (más allá de una cartola que la mayoría de la
veces no sabe leer) sobre lo que ocurre, cómo se conforma etc.,
todo lo relativo sobre su propio fondo de dinero que ahorra para
la vejez.
En lo central podemos decir que un sistema de capitalización
individual como el nuestro, se vende como un sistema que durante una vida laboral de más o menos 35 a 40 años en la cual un trabajador destina solo un 10% de su sueldo en forma mensual, va a
permitir a este jubilarse y vivir el resto de su vida después de los
65 años con lo acumulado en su fondo particular y con un monto
que, según se señaló en los inicios del sistema, equivaldría al 70%
de su última renta.
Aparte de otros considerandos que señalaremos más adelante,
se ponía y pone hoy el futuro del trabajador para su jubilación,
básicamente en el crecimiento del mercado financiero en el entendido que este multiplicará en el tiempo sus fondos. Hay que
señalar asimismo que, salvo que al jubilar el trabajador opte por lo
que conocemos como renta vitalicia, donde se le asegura una pensión vitalicia en UF, los fondos del trabajador ya jubilado, seguirán
siendo vulnerables al riesgo, al quedarse estos fondos en las AFP
indexados y reflejados por cuotas y no dinero en efectivo.
Como señalábamos, el mundo ya ha puesto atención a este
problema, pues los cambios en las esperanzas de vida y la inequidad del mundo laboral es cada vez más grande, donde el mismo
avance de las tecnologías (la robotización por ejemplo), está esquilmando de manera impresionante los salarios y las fuentes laborales. Dentro de este ámbito, hemos de decir que de entre ambos sistemas descritos, el de capitalización individual es bastante
más sustentable en el tiempo, pero dejará de serlo si no corregimos su desequilibrio central, esto es, que sea un negocio 100%
seguro para las administradoras y un ahorro de alto riesgo para
los afiliados. Hemos de entender que cualquier negocio implica
riesgos, tanto de la gestión como del mercado y esto es necesario
diferenciarlo, por lo que no es aceptable, como en este caso, que el
riesgo lo tengan solo los afiliados por la parte del mercado. Pensemos que el negocio de las AFP es administrar Fondos Mutuos
de millones de ahorrantes y por ello cobran unas comisiones y es
la sumatoria de estas comisiones, descontados los gastos, sueldos
etc. lo que en definitiva constituyen utilidades. El hecho de que
estas comisiones se cobren contra el aporte mensual del trabajador
por adelantado, el que sea un mercado cautivo, además de obligatorio por ley sin que los beneficios de las administradoras tengan
ninguna relación con los beneficios o pérdidas que por su gestión
obtienen para sus clientes, endosándole a estos la totalidad de los
riesgos de las inversiones que ellas mismas hacen, suena tremendamente mal por decir lo menos.
El sistema debe mejorarse, hacerse más equilibrado y equitativo entre todos sus actores o no durará mucho.
PROPUESTA
CHILENO
DE MEJORA AL SISTEMA
PREVISIONAL
Como en la mayoría de las cosas, cuando existe un problema
de delicada solución hay que pensar en dos ámbitos, el largo y el
corto plazo. El primero que apunte a darle una solución radical en
el tiempo al problema y la otra, a la búsqueda de una solución lo
más inmediata posible, pero teniendo en cuenta que dicha solución debe empalmar con lo que definimos como la solución permanente o de largo plazo.
Plantearé primeramente una simple propuesta de solución en el
largo plazo dentro del mismo sistema de capitalización individual
y luego nos avocaremos a plantear algunas ideas de mejoras de
corto plazo, en el entendido que para las autoridades y la ciudadanía, la mejora de pensiones para los más necesitados es una urgencia de primer orden y que una solución rápida no estará exenta de
sacrificios duros y sin sabores para todos los actores del mercado.
Nuestro planteamiento apunta primeramente a una mejora del
sistema que permita asegurar una pensión mínima digna, para
toda la población de este país. Comenzaré señalando en forma
totalmente arbitraria, cuál debería ser a nuestro entender una
pensión digna al día de hoy, vale decir el mínimo que una persona
requiere para vivir, bien sea en familia, sola o en pareja, a fin de
que durante un mes calendario pueda cubrir su alimentación, su
techo, sus medicinas y demás necesidades básicas. Aunque este
monto podrá discutirse más adelante, hoy entendemos que este no
debería ser inferior a los $ 500 mil pesos o UF 17,5.Veamos entonces alguna idea de fórmula que permita a todos
llegar a acumular el dinero suficiente para jubilarse con un monto
similar al señalado, así como se puede hacer con aquellos que hoy
no tienen cómo hacerlo, más allá de lo que se hace generalmente
para estos casos, que es ver a cuánto se puede llegar con el sistema
actual.
HORIZONTE DE LARGO PLAZO
Es difícil pensar y así se ha sostenido desde hace mucho tiempo, que la clase política idee planes o soluciones que vayan más
allá de un periodo electoral, sin embargo, aquí haremos exactamente lo contrario y nos extenderemos bastante más años hacia
adelante, proyectándonos incluso más allá de nuestra propia existencia.
A mi entender cuando pensamos en resultados de largo plazo,
bien sea en políticas de estado o en causas personales, la diferencia
de un día en el comienzo del plan ya hace una diferencia, por lo
que lo haya que hacerse, mientras antes lo hagamos mejor.
1. Préstamo/aporte del estado
Esta primera medida apunta a un horizonte de 65 años para el
cual debemos, a mi parecer, comenzar a trabajar hoy mismo.
Una idea que me parece del todo razonable es que el estado,
con dineros de todos los chilenos, deposite a modo de préstamo a
cada recién nacido en Chile, un monto de un millón de pesos
(aproximadamente UF 35) en su cuenta individual de la AFP, fondos que no podrán ser tocados hasta la fecha en que éste se jubile,
digamos 65 años en la medida que igualemos las edades de jubilación de hombres y mujeres, lo que se ve bastante lógico.
Este préstamo o retribución gubernamental de largo plazo,
como preferiría llamarlo yo por el aporte individual futuro a la
economía del país, debe ser exclusivo para la generación de una
pensión futura (Generador de Pensión Futura o GPF) y debería
tener al menos dos características que en básico serían las siguientes:
• Los fondos acumulados, solo podrán ser utilizados para
complementar (mejorar) a contar del año 65, los fondos que
el mismo trabajador habrá acumulado en su cuenta individual, por su trabajo durante toda su vida laboral.
• El monto acumulado en la cuenta individual de cada individuo producto de este préstamo no será heredable, por lo que
si por cualquiera circunstancia el individuo muere antes de
llegar a la edad de jubilación o incluso después de hacerlo, el
saldo o remanente acumulado en su cuenta individual volverá directamente al estado para financiar en parte, lo que el
estado estará entregando a los nuevos recién nacidos.
El costo de implementar una política como esta, considerando
el monto propuesto y los nacimientos anuales que hoy tenemos
en nuestro país (688 nacimientos diarios de acuerdo a estadísticas
del INE), sería de unos US$ 360 millones anuales aproximadamente, cifra que a mi manera de ver no es un costo elevado para
darle una solución radical al sistema de pensiones en el futuro, sin
perjuicio que el importe anual ira decayendo en el tiempo, precisamente por la caída en la tasa de natalidad a la que ya nos referíamos.
Así mismo, de acuerdo a las estadísticas de la Superintendencia
de AFP, los fondos de capitalización individual que administran la
AFP, rentaron en nuestro país hasta el año 2015, un promedio de
8,37% anual en términos reales, esto es descontada la inflación.
Respecto a los porcentajes señalados por la Superintendencia
de AFP, no puedo ser tan optimista a que este guarismo se man-
tenga en el tiempo, aun cuando hay optimistas que sí lo hacen, de
hecho, entre el mismo año 2015, enero hasta diciembre de 2017, el
fondo C rentó solamente un 3,79%. Lo que sí creo es que con algunas medidas a implementar como las que señalaremos a continuación, podremos apostar porque esta llegue en el muy largo
plazo, a un promedio que se sitúe entre el 5 y 6% anual. De darse
una rentabilidad de este orden, cada individuo tendrá mediante
este préstamo estatal más el acumulado por el fruto de su trabajo,
un monto con el que bien se podría alcanzar lo que consideramos
una pensión digna, a valor actualizado obviamente.
En términos simples, podemos decir que con una rentabilidad
que bordee el 5,5% anual durante el período de los 65 años que el
recién nacido estará en tiempo de jubilar, se le estaría aportando al
individuo una potencial pensión base de $ 200.000.- mensuales
aproximadamente (bastante más que la pensión solidaria), monto
que vendría a complementar la pensión que el trabajador cobrará
por lo acumulado por su trabajo durante toda su vida laboral.
La sumatoria de ambos montos, permitirá en mi opinión, que
todos los trabajadores de nuestro país puedan trabajar tranquilos
y conscientes que tendrán una jubilación que al menos, les permitirá vivir una vejez mucho más digna y tranquila. Esta propuesta,
si bien ayudaría a mejorar nuestro sistema de pensiones en el largo plazo, requiere también que el estado tome este tema con la
debida prioridad y la complemente con medidas necesarias en el
corto plazo, como un importante aumento en el salario mínimo,
que se haga obligatorio y sin retraso el pago de imposiciones a
quienes emiten boletas de honorarios, como así mismo que se
suba hasta un 20% como mínimo, el aporte mensual previsional
que efectúa cada trabajador, entre otras.
Veamos más en detalle otras medidas directas e indirectas,
pero que apuntan al corto plazo y que permiten una solución rápida al problema de las pensiones.
2. Educación
Uno de los problemas más serios en materia económica que
tiene nuestro país, es el desconocimiento generalizado sobre los
temas económicos, incluso en los más simples como, tasas de intereses, valor del dinero o tipos e importancia de los ahorros, que
es precisamente el tema que estamos tratando.
Muchos asocian estos temas a carreras profesionales específicas, algo que no es real y que además hoy son temas fundamentales para el desarrollo de los países y su gente, por lo que en mi
opinión, deben formar parte de la cultura general de las personas.
Si esto fuese así, reduciríamos además en forma importante esta-
fas piramidales, inversiones brujas y abusos comerciales entre
otros varios ilícitos que se suceden a diario.
Un conocimiento tan básico como lo que significa el ahorro
personal y sus implicancias en la vida enseñado en el colegio, ayudaría de forma importante al desarrollo y estabilidad de las personas en el futuro, al igual que al desarrollo del país.
De esta suerte creo que el Ministerio de Educación, al revisar
las mallas curriculares de los colegios (tema a tratar en el próximo
Capítulo), debería incorporar de manera obligatoria, el ramo de
Fundamentos de la Economía en los dos o tres últimos años de la
educación de media.
La conciencia de futuro con la que salen hoy los estudiantes de
cuarto medio, quizás por su propia juventud o por lo lejano que a
esa edad está para ellos la jubilación, es muy baja y es muy probable que sea lo normal, por lo que el concepto de ahorro y su interés en la materia es cercano a cero.
La conciencia en temas económicos, especialmente del ahorro
previsional, se irá creando solo en la medida que comiencen su
vida laboral y vayan acercándose a la adultez, solo que para la mayoría de los casos ya será demasiado tarde.
De no imponer una medida como esta, implica que seguiremos
teniendo gente sin capacidad de entender lo que es mejor para
ellos mismos en temas económicos tan básicos y tan fáciles de entender desde pequeños.
Si acaso un ejemplo clarísimo de la falta de conciencia, respecto de la importancia de este tipo de ahorro para la vejez propio de
la gente más joven, es que cuando salen al mercado a buscar trabajo y aspiran a un sueldo; si uno les pregunta cuáles son sus aspiraciones salariales, siempre señalan el monto líquido y no el bruto,
algo que se hace recurrente incluso en la adultez. Es curioso, pues
parte importante de su sueldo no lo tienen internalizado, la conciencia sobre ello comienza a reaccionar solo en la medida que el
individuo crece y lo hace primeramente con la salud y en último
término con el ahorro previsional, quizás cuando ya ve en el horizonte que algún día se hará viejo y tendrá que jubilar. Esto se puede enseñar y mientras antes mejor.
HORIZONTE DE CORTO PLAZO
Es importante reiterar que una solución inmediata en la búsqueda de entregar una pensión digna y sustentable a los más necesitados, es la parte más difícil y delicada del proceso pues, queramos o no, se requiere hacer una “cirugía mayor” al sistema, es de
alto costo e implica duros sacrificios por parte de la población,
especialmente de quienes tienen un mayor nivel de ingresos,
como así mismo del estado.
Sin embargo, para empatizar con lo aquí propuesto o con cualquier mejora que se proponga, debemos entender desde el principio, que lo que se debe buscar es una solución definitiva para
aquellos a los que no les alcanza para vivir en la última etapa de su
vida de forma tranquila y digna, algo que debería ser responsabilidad de todos nosotros.
En la actualidad, a la luz de las pensiones que hoy cobran estas
personas si no cuentan con alguna ayuda, muchas veces caritativa
de los que tienen más o de algunos bonos-parches del estado, su
vejez y muerte se hace aterradora y no se trata que el resto demos
vuelta la cara ante esta realidad.
En este segundo tema prioritario que hemos definido, es donde
comienza una parte esencial de la humanización del modelo de
sociedad económica que estamos planteando; esto es la solidaridad y sustentabilidad.
Ya lo decíamos en el primer capítulo, en orden a que no podemos pretender seguir avanzando de forma vertiginosa como lo
estamos haciendo, hacia el famoso índice de país desarrollado
como meta principal, sin antes solucionar de plano, situaciones
tan bajas y denigrantes como esta y las conocidas pensiones de miseria. No podemos estar de acuerdo en que se efectúen algunas
mejoras a las pensiones contra impuestos generales, con incrementos que apenas alcanzan para uno o dos kilos de pan al mes,
como se hace con los reajustes anuales del gobierno y según el presupuesto que arbitrariamente estime el Ministerio de Hacienda.
Creo, al igual que en capítulo de la salud, donde la premisa básica es dar una cobertura mínima, para darle a la población una
salud digna y responsable independiente de su nivel socioeconómico, en materia de pensiones previo a cualquier desarrollo económico, debemos asegurar a todos los jubilados de nuestro país
una pensión mínima y digna.
Han transcurrido más de 35 años desde que se instauró el sistema de capitalización individual en nuestro país, por lo que cifras
y estadísticas existen de sobra para efectuar un acucioso análisis
del sistema que permita a la luz de las cifras encontrar el mejor
camino a seguir, sin embargo, no podemos dejar de señalar que
uno de los problemas centrales para la mejora de nuestro sistema
de pensiones y por el cual este ha avanzado solo a nivel de parches, es el hermetismo generalizado respecto a la forma como
operan estos sistemas de ahorro y el total desconocimiento de la
gran mayoría de la población, que hemos reseñado al comienzo de
este capítulo.
Tanto el gobierno, como las mismas AFP, no han sido a mi parecer, lo suficientemente responsables y transparentes para trasmitir a la población en forma clara, este sistema de ahorro y lo que
agrava aún más este hecho, es que los trabajadores no tienen otra
alternativa, pues es obligatorio.
Señalaremos aquí en consecuencia, algunas alternativas o ideas
de mejora que, a mi entender, deberían introducírsele a nuestro
actual sistema de pensiones dado que este es hoy, como decíamos,
poco equilibrado, no es estable en el tiempo y definitivamente no
tiene el mínimo de solidaridad que se requiere. A saber:
1. Competencia
Una de las premisas básicas para que un mercado funcione en
forma transparente, donde la mayoría de los consumidores obtengan el máximo beneficio que el sistema pueda otorgarle y que
además asegure un mínimo de auto regulación, es lo que conocemos como la competencia perfecta. Esta competencia perfecta, la
podemos definir como aquella que se produce cuando existe una
cantidad suficiente de oferentes, de modo que ninguno de ellos pueda individualmente afectar el mercado.
Siendo claros, no podemos decir que en Chile haya siquiera
una competencia sana en el tema previsional. Del total de 11 AFP
que se formaron cuando la reforma previsional en 1984 comenzó
en pleno, pensando además que el número crecería a la luz de lo
atractivo del mercado que se ofrecía, estas por el contrario se han
reducido a solo seis. Hoy podemos decir fácilmente, que ya hemos
llegado a una suerte de oligopolio (solo algunos pocos controlan
el mercado) y que no distamos mucho, si no se hace algo, de llegar
a un monopolio privado o estatal, lo que sería lapidario para el
sistema y principalmente para los trabajadores.
De esta suerte, que la medida planteada por el actual gobierno
en orden de que se forme una nueva entidad, como alternativa a
las AFP, para administrar el nuevo 4% adicional de cotización y
que será de cargo de los empleadores, manteniendo el actual 10%
de cotizaciones para las seis AFP que hoy tiene el mercado, incluso con la posibilidad de que la actuales administradoras puedan
también manejar este nuevo 4% si el trabajador así lo decide, es
una medida que va en el sentido contrario a lo que racionalidad
económica plantea, donde a mayor competencia mayores beneficios para las personas, sin perjuicio que un incremento en la cotización del 4%, tampoco ayudará a mejorar mucho las pensiones
futuras.
El costo adicional e irracional que significará para un afiliado
tener sus fondos en dos administradoras (una de la seis actuales y
otra nueva) distintas, permite vislumbrar fácilmente que es lo que
hay detrás de esta propuesta. Este 4% y la forma de implementarlo
hará que, en breve plazo, este nuevo porcentaje termine siendo
administrado también, por las mismas seis AFP que controlan el
mercado.
Esto porque la lógica económica básica dice que, el mercado y
por tanto el individuo es un ser racional y en este caso, por muy
en contra que se pudiera estar contra el sistema de AFP o muy a
favor del sistema de reparto, nunca un trabajador llegará a pagar
dos comisiones.
Si al principio, por efecto de rechazo al sistema actual por parte
de algunos idealistas, esto efectivamente ocurriera, serán las AFP
quienes con el poder económico que han alcanzado, absorberán o
simplemente comprarán esta nueva administradora o su cartera
de clientes tal como lo han hecho con las otras cinco AFP que ya
desaparecieron.
La labor del gobierno, y a veces creo que a muchos les cuesta
entender esto, es proteger el mercado y no a los actores del mercado, sean estos personas individuales o jurídicas.
Lo que debe hacerse en mi opinión, más que estar repartiendo
los porcentuales de lo que cada individuo tiene la obligación de
ahorrar por ley para proteger a algunos, es allanar derechamente
el camino para que entren al mercado de la administración de
fondos de pensiones, la mayor cantidad de sociedades posibles
(Bancos, Cajas de Compensación, Aseguradoras etc.) y que el conocido rol subsidiario del estado, sea un eficiente trabajo de fiscalización y protección del mercado de pensiones. Solo incrementado la competencia, aseguraremos un mercado transparente con
comisiones bajas y competitivas, evitaremos posibles colusiones
de precios donde los más perjudicados serán los mismos de
siempre.
2. Monto de la cotización
La medida de aumentar hasta un 14% el aporte al fondo de
pensiones (4% que será de cargo de los empleadores) propuesto
por el gobierno en Chile, es a mi parecer otro parche o una medida que busca calmar las últimas demandas de la población reflejadas por ejemplo en el movimiento No+AFP, que piden una urgente mejora en el sistema de pensiones. Sabemos claramente que este
porcentaje del 4% adicional es insuficiente y con esto solo se está
chuteando la pelota para adelante, aun así, si este porcentaje efecti-
vamente ayudara en forma significativa a mejorar las pensiones,
estamos dejando fuera la solución para los más necesitados que
hoy y no mañana, necesitan una drástica reforma.
El porcentaje mínimo aceptable de cotización que se debe considerar, para llegar a la vejez y acceder a una pensión que asegure
una razonable tasa de reemplazo (lo que se recibe como pensión,
en reemplazo del salario y se mide en un porcentaje sobre el último sueldo), es de un 20%.
No se trata, para que se entienda, subir de un golpe hasta el
20% la cotización de los trabajadores tal cual está nuestro país hoy
en día, aunque habría que estudiarlo, lo que sí se requiere es una
política y acuerdo transversal en varios otros aspectos que inciden
directamente en la cantidad que un trabajador puede aportar a su
ahorro previsional, como el sueldo mínimo.
Es una máxima económica, que mientras menor sea el ingreso
de las personas, menor será lo que destinará al ahorro y por tanto
menor será, en este caso, lo que podrá acumular para su ju bilación.
Caemos aquí en consecuencia, en un tema duro y que se refiere
a las fuertes diferencias socioeconómicas que tenemos en nuestro
país, por lo que paralelo a cualquier medida para aumentar las
cotizaciones, creemos que el estado debe apuntar a medidas que
disminuyan estas diferencias salariales, no bajando las altas pues
ellas son determinadas por el mercado, sino comenzando por elevar derechamente el sueldo mínimo.
Sobre este tema, es una falacia sostener como lo hacen regularmente los empresarios y autoridades económicas, que hoy en
Chile un aumento del salario mínimo a $ 500 mil pesos mensuales, por ejemplo, vaya a mermar en forma significativa y perma-
nente el mercado laboral. Cualquier ajuste que se produzca en este
ámbito es lógico que afecte el mercado laboral, solo que ello será
transitorio y acotado sin perjuicio que esto debió haberse pensado
antes, cuando se permitió un ingreso indiscriminado de inmigrantes, que sin perjuicios de algunos aportes, la medida lisa y llanamente destrozó el incremento del salario mínimo que el mercado, fruto de la ley de oferta, venía “exigiendo” a gritos para los trabajadores chilenos, solo que el gobierno de turno no supo leer lo
que era mejor para los trabajadores chilenos y prefirió ceder a la
presiones empresariales por la escases de mano de obra y a ideologías político partidistas.
Un aumento en el salario mínimo indudablemente producirá
una menor contratación y quizás hasta despidos por un período
de tiempo, pero los mercados se ajustan y no tardan mucho en
hacerlo. De producirse algo como esto, se pueden vislumbrar solo
tres escenarios lógicos; el primero como señalábamos, habrá menos contrataciones y hasta despidos para compensar los costos
inmediatos de las empresas. Paralelamente a ello, subirá la productividad en la medida que la empresa siga produciendo y vendiendo lo mismo, por lo que el mejor resultado impulsará su crecimiento y obligará a las empresas a volver a la búsqueda de mano
de obra más temprano que tarde, solo que a otro precio.
El segundo sería que, el incremento en los salarios bajos reducirá en alguna medida las utilidades de las empresas, lo que afectará principalmente a las Pymes frenando de cierta forma las inversiones, pero en ningún caso deteniéndolas. El último, que a mi
parecer debería ser el más lógico, es que las empresas compensen
el aumento del salario mínimo con un no incremento en los sala-
rios de altos cargos y alguna baja en las utilidades, ayudando a la
reducción en las diferencias salariales.
Con todo, el mercado laboral se ajusta rápidamente, lo único
que puede desestabilizar el mercado laboral es una crisis económica o financiera. Una medida como esta, nunca lo haría.
3. Tope en la cotización
El tope imponible en las cotizaciones, impuesto desde el inicio
de este sistema fue y es, una medida tremendamente discriminatoria para con los trabajadores de bajos ingresos pues favorece directamente, a quienes tienen los sueldos más altos y a las empresas
que les pagan.
Veamos cuál es la discriminación a la que me refiero, la que no
muchos conocen y quienes las conocen y tienen sueldos altos, no
la mencionan y que obliga a mi parecer a efectuar una modificación en la forma de tratar este tope imponible tal cual hoy está
concebido, tanto para las cotizaciones previsionales como las cotizaciones de salud.
Todos los trabajadores deben por ley a la fecha, imponer a su
fondo de pensiones algo más de un 10% de su salario imponible
(porcentaje que depende de lo que tenga determinado cada AFP y
que fluctúa entre 10,77% de la AFP Modelo y el 11,45% de la AFP
Provida) y un 7% a la salud, bien sea a Fonasa o una Isapre; sin
embargo, el que exista un tope a estas cotizaciones implica increíblemente, que en la medida que la remuneración del trabajador
sea mayor, menor será el aporte que tendrá que hacer al fondo de
pensiones y a la salud, dejando en consecuencia a este grupo de
sueldos altos, con un mayor sueldo líquido que el que deberían
recibir si el sistema fuese igual para todos. Podemos entender que
nuestro sistema sea individualista, pero una medida como ésta
escapa derechamente a la igualdad ante la ley y a cualquier lógica,
la ley desde sus inicios fue hecha de forma discriminatoria y para
nada solidaria.
Si a esto le sumamos los ahorros adicionales que pueden efectuarse en las mismas AFP (Aporte Previsional Voluntario o APV)
para complementar ahorros para la futura pensión, que si bien es
algo que pueden hacer todos, la realidad dice que solo lo pueden
hacer quienes tienen recursos -digamos este mismo grupo de
sueldos altos– y que sobre esta “cotización adicional voluntaria”
quienes lo hacen, además reciben beneficios tributarios, creo que
no es atrevido afirmar que la discriminación aquí, raya en una
inequidad institucionalizada.
Veamos en un simple cuadro de ejemplo que refleja lo señalado
De este cuadro podemos advertir que una persona que gana el
sueldo mínimo por su trabajo ($ 301 mil pesos), le será descontado mensualmente de acuerdo a su sueldo imponible (sueldo bruto
+ gratificación), un total de $ 40.522.- (10,77%) para la cotización
de la AFP y $26.338.- (7%) para su cotización de salud (hemos
tomado para el ejemplo la AFP Modelo que tiene fijado un aporte
al fondo de pensiones de un 10,77%).
Así mismo, advertimos que alguien que tiene un sueldo imponible $ 5.619.000.- se le descuenta en principio, el mismo porcentaje en el entendido que, en este ejemplo, cotiza en la misma AFP;
lo mismo para el caso de la cotización de salud, se le descontará el
mismo 7% pues este porcentaje es independiente de si cotiza en
una Isapre o en Fonasa.
Estos porcentuales, al igual que para quien gana un sueldo mínimo, le serán descontados de su sueldo imponible. Sin embargo
aquí radica la gran discriminación del sistema, pues quien tiene el
sueldo de $ 5,6 millones al mes, tiene un techo para su cotización,
vale decir que no cotiza por la totalidad de su sueldo sino que sobre lo que conocemos como el “tope imponible”, que a la fecha es
de UF 79,2 ($ 2.222.776 al 31 de octubre de 2019).
En términos simples diremos que esta persona solo cotiza por
una parte de sueldo, a diferencia de quien tiene sueldo bajo que lo
hace por el 100% de su sueldo imponible. Más gráfico aún, el porcentual que cotiza la persona de sueldo alto, es solo de un 4,24% a
la AFP y solo un 2,8% a la salud.
En otras palabras, aquí se permite a los sueldos altos una mayor
disponibilidad de recursos líquidos en forma mensual que a quienes ganan menos y además esto es progresivo como se aprecia en
el cuadro señalado.
A mi entender, si acaso una de las razones de por qué los gobiernos y las autoridades no se han preocupado más allá de parches en el tema de la pensiones, proviene precisamente de este
desequilibrio, pues al tener mayor disponibilidad, parte de ella sí
la imponen pero vía lo que conocemos como APV (Aporte Previ-
sional Voluntario), depósitos que además tienen beneficios tributarios. Así de simple.
Visto que esta medida se ha mantenido por todo el periodo que
ha durado nuestro sistema de AFP, creo que esta misma discriminación vigente puede y debe, ser modificada precisamente para
devolver la mano a quienes han sido perjudicados por 35 años con
esta medida.
La idea es que por los próximos 35 años, mismo tiempo que
llevamos con el actual sistema de capitalización individual y como
forma compensatoria, el tope imponible de UF 79,2 que la autoridad define y actualiza año a año, quede solo como una cifra referencial pero que en la práctica sea eliminado a la hora de efectuar
los descuentos previsionales y de salud; vale decir que aquellos
que ganan más de este tope imponible, coticen a contar de ahora
por el total del sueldo imponible.
Esta medida en primer término lo único que estará haciendo,
es restablecer la igualdad en el pago de las cotizaciones entre todos
los trabajadores. En otras palabras, la cotización de quienes ganan
por sobre el tope imponible, sería por el sueldo real (como la mayoría de los trabajadores en Chile) y por tanto mayor sería el monto que estos trabajadores deberían destinar a su fondo de pensiones. Aumentaría así su cuota de ahorro y por tanto mayor será, al
final de su vida laboral, la cantidad acumulada en sus fondos de
pensiones y por ende el monto de su pensión. Por lo pronto habría
que eliminar el sistema de APV.
Ahora bien, dijimos al principio de este capítulo que los ajustes
para el corto plazo sería la parte más dura y que requeriría de sacrificios duros y la solidaridad de todos si queremos un país más
igualitario y como debe entenderse, esta debe venir precisamente
de la parte de la población que tienen los sueldos más altos, que es
también quienes se han beneficiado de este tope imponible
Aquí es, junto con el aporte estatal por niño nacido, donde se
debe comenzar en consecuencia, a establecer la sustentabilidad y
solidaridad del sistema de pensiones, por muy individualista que
este sea. Veamos cómo.
El 4% propuesto por el gobierno debemos entenderlo como
una medida transitoria, pues tarde o temprano deberemos alcanzar el 20% de cotizaciones para asegurar en el largo plazo una
buena seguridad social y tasa de reemplazo. Siendo así, ha de quedar claro que, en no mucho más tiempo, cuando las autoridades se
den cuenta que este porcentaje de 4% poco o nada soluciona, deberemos seguir con el 6% restante pero, el empezar a nivelar las
actuales pensiones más bajas, es algo que debe hacerse bastante
antes que eso y con medidas duras y radicales, por lo que mientras
antes empecemos, mejor.
Nuestra propuesta es, que por los próximos 35 años aquellos
sueldos que están por sobre el tope imponible, coticen por el total
de la renta imponible sin tope. Al cotizar por el sueldo real, esto es
el actual 10% aproximado (estarán ahorrando más a su fondo particular al no tener el tope de las UF79,2.- y sin beneficios tributarios), pero que el incremento del 4% propuesto por el gobierno
que es de cargo de los empleadores, vaya derechamente a engrosar
un fondo de repartición solidaria inmediata, el que permitirá de
forma inmediata, aumentar las jubilaciones de personas con pensiones bajas.
Ha de entenderse claramente el hecho de que este nuevo 4%,
que igualmente de cotizarán los sueldos altos hasta el tope imponible y que iría al “fondo solidario”, implica definitivamente un
impuesto al trabajo, solo que en este caso este tiene un fin bastante
claro, concreto y solidario.
En todo caso, si bien la principal razón de esto es equidad, solidaridad y estabilidad del sistema, esto va acompañado con una
devuelta de mano, como señalábamos, por los 35 años en que esta
medida del tope imponible les ha dado a estos sueldos altos, una
mayor liquidez para sus bolsillos con todos los beneficios que ello
implica.
Una medida como esta, que como decíamos puede extenderse
en forma transitoria por hasta un máximo de los 35 años, implicaría una ayuda inmediata para la mejora de las pensiones de los
más necesitados, en un monto aproximado de US$ 789,4 millones
anuales.
Esto no debería repetirse cuando se pase al inminente segundo
incremento del 6%, para completar el 20% necesario de cotización. Como contrapartida, el 4% inicial de quienes ganan menos
de las UF 79,2.- sí debe ir a engrosar su propia cuenta personal en
su AFP.
Creo igualmente, que el plazo para llegar a completar este 4%
de cotización adicional, que son de cargo de los empleadores, debe
reducirse a fin de reducir también el necesario ajuste de las pensiones más bajas.
Como corolario a la propuesta hecha y sus posibles ajustes, hay
que señalar que esto requerirá de cambios incluso en la Constitución Política de Chile, pues en el caso de los impuestos, nuestra
carta magna define claramente que las recaudaciones de impuestos deben ir necesariamente a un fondo central administrado por
el estado, lo que no se daría en este caso.
Una bolsa central para la recaudación de impuestos está, a
nuestro parecer, un tanto obsoleto y significa cada vez más, un
alto riesgo para la sociedad especialmente ante gobiernos populistas. Los impuestos dirigidos específicamente hacia algunas áreas
ayudan a dar mayor transparencia al sistema y a un mejor control,
sin perjuicio que contribuiría a cambiar la mentalidad actual de la
población, en orden a que las autoridades pueden malgastar esta
caja negra de dinero.
Al existir una persona, claramente identificada y responsable
de un cargo, de un área o de una repartición que recibe “impuestos directos con fines específicos”, se tendería a reducir casos de
anomalías por lo que este, deberá responder acorde a los daños
causados, como veremos en el capítulo de seguridad.
Creo que uno de los muchos problemas de nuestro país y que
es incluso motivo de evasión, es que no creemos que los impuestos que pagamos vayan efectivamente donde se dice que van y que
estos sean gastados como debe de ser, por lo que pasar a un modelo en que algunos impuestos como este, que como decíamos es
claramente un impuesto al trabajo, vayan derechamente a algo específico, ayudaría a una mejor y más transparente gestión gubernamental.
4. Aportantes al sistema
Es de dominio público que en nuestro país la economía informal alcanza cifras desalentadoras. Tener sobre 2,5 millones personas -según las últimas cifras del INE- trabajando en el mercado
informal, lo que representan cerca de un tercio de la masa laboral,
es algo realmente preocupante y bastante distante de las que
muestran otros países de la OCDE. Dado estas cifras, es bastante
fácil deducir que ello afecta directamente a los aportes que se deben hacer por los trabajadores a los fondos de pensiones, a la salud e incluso a la recaudación de impuestos, convirtiéndose así en
el caso de las cotizaciones previsionales, en el germen de las lagunas que se presentan a la hora de jubilar y que definitivamente es
lo que más merma el monto que habrá acumulado el trabajador al
final de su vida laboral.
Una forma más clara de decirlo es que en nuestro país hay un
30% de la población que trabaja solo para vivir el día a día y sin
ninguna capacidad de ahorro y estemos de acuerdo o no que ello
puede ser una decisión personal, esto es un defecto claro de nuestro sistema económico y de las políticas públicas.
Cualquier solución que pretendamos hacer en las mejoras de
pensiones futuras, pasa por la inmediata incorporación al sistema
a la totalidad de los trabajadores que desempeñan alguna actividad remunerada y nos referimos principalmente, a aquellos que
trabajan en forma independiente bien sean comerciantes o profesionales a honorarios.
Es difícil entender las razones del por qué los sucesivos gobiernos que hemos tenido, han postergado sistemáticamente esta medida del todo necesaria si lo que se pretende es resolver y mejorar
seriamente las pensiones de los trabajadores chilenos. Podemos
entender su postergación como otro parche al sistema, porque
quienes giran boletas de honorarios no quieren ver sus ingresos
líquidos disminuir al tener que destinar parte de ellos a las cotizaciones previsionales y de salud, así como desde la otra vereda, el
empleador no está dispuesto a aceptar un incremento de honorarios, si le corresponde a él pagar cotización previsional y salud,
para que el profesional reciba el mismo sueldo líquido.
Con todo, creemos que esto debe implementarse a la brevedad
y que la responsabilidad de enterar las cotizaciones, al igual que
con los trabajadores dependientes, debería recaer en el empleador
o contratante de los servicios y para comenzar con pie firme en la
implementación de esta medida, debe ser precisamente el Estado
de Chile quien dé el ejemplo, porque este es si acaso, el mayor infractor en esta materia. En efecto, a la fecha el Estado chileno debe
ser el principal responsable de las lagunas previsionales que tienen
miles de trabajadores de nuestro país a la hora de jubilarse, pues
durante gran parte de su vida laboral, muchos profesionales que
trabajaron y trabajan de forma regular-esporádica, lo hacen a honorarios para alguna repartición estatal.
5. Edad de jubilación
La edad de jubilación es un tema que últimamente se ha puesto
en el tapete de la discusión cuando se piensa en las reformas previsionales, sin embargo, es curioso que siquiera se mencione en
Chile pues, no es un tema que tenga relevancia para nuestro país,
por lo que creemos que ella debe mantenerse en los 65 años para
el caso de los hombres y a lo más, igualar hasta los 65 años la edad
de jubilación para las mujeres.
Este concepto se plantea, no porque después de cumplir la edad
de jubilación el individuo entre en la vejez y ya no sea un aporte
para la sociedad, pues de hecho son un aporte, ni tampoco porque
la medicina haya hecho a los individuos más sanos y longevos y
que a los 65 años aún estén plenamente vigentes, sino porque para
un sistema de capitalización individual como el que tiene Chile,
con los fondos caucionados por empresas privadas, el retrasar la
edad de jubilación no implica alivio alguno para las finanzas estatales. Solo incrementaría el negocio de las AFP.
Puede que mejore las finanzas personales del trabajador el retrasar uno o dos años su jubilación, decisión que obviamente dependerá de lo que haya acumulado en su vida laboral y su renta
actual, pero eso en el fondo es una decisión individual y quizás del
mercado si lo sigue acogiendo como trabajador, pero definitivamente para nada le afecta al estado modificar la edad en que un
individuo quiera retirarse de la vida laboral. Dentro de este mismo
tema, convengamos solo para efectos de comparación, que para
un sistema de reparto como el que usan en Europa, el retraso generalizado en la edad de jubilación sí implica un fuerte alivio a las
arcas estatales, pues ello aumenta los años en que el estado se
mantiene recolectando cotizaciones y le disminuye así mismo, el
tiempo en que estará pagando jubilaciones hasta que el individuo
muera.
En consecuencia, este no es un tema atingente a nuestro país y
cualquier modificación tendiente a subir la edad de jubilación de
las mujeres será solo un tema de igualdad, algo que actualmente se
reclama, pero elevar la de los hombres sería una grosera injerencia
estatal en decisiones netamente individuales.
6. Sistema de acumulación de los fondos
Cualesquiera sean las modificaciones, mejoras o cambios que
se hagan o pretenda hacerse al actual sistema de AFP en nuestro
país, esto debe apuntar directamente a este punto, el resto solo
será decorado.
Sin perjuicio de lo señalado al comienzo de este capítulo, para
entender claramente el porqué de ciertas mejoras o modificacio-
nes que planteamos, digamos que nuestro sistema previsional no
es otra cosa que un sistema de ahorro individual (obligatorio por
cierto) como cualquier otro y el ahorro se define como, lo que dejo
de consumir hoy, para poder consumir algo más en el futuro.
Siendo así, si nos circunscribimos al caso concreto de la vejez,
lo que un individuo racional espera es llegar a la edad del retiro
con la mayor cantidad de ahorros o activos, no para consumir más
en este caso, sino para seguir consumiendo ojalá en la misma cantidad que hasta esa edad lo ha venido haciendo.
En un sistema previsional de capitalización individual como es
el caso chileno, sucede algo similar, donde el individuo espera que
con sus ahorros entregados mes a mes a las AFP durante su etapa
laboral activa, pueda llegar a la edad de jubilarse con un fondo que
contenga la máxima cantidad de dinero efectivo, a fin de que producto de ello, pueda tener una pensión que le permita igualmente,
vivir una vejez tranquila y digna. Misma forma, mismo fin.
No obstante lo anterior, tenemos que distinguir que para el
caso de un ahorro producto de excedentes monetarios que cualquier individuo tenga producto de su trabajo por ejemplo, podrá
encontrar muchas opciones de ahorro a las que puede acceder con
obviamente distintas rentabilidades y riesgos, sobre las que puede
decidir libremente. El ejemplo más concreto y recurrente, es destinar los excedentes a la compra de una primera e incluso segunda
vivienda, por la que pagará (o ahorrará) un dividendo por 20
años, alternativa bastante masiva como instrumento de ahorro
para la vejez.
Para el caso del ahorro previsional, hoy no existen alternativas
para el individuo, por un lado porque no es un ahorro voluntario
sino obligatorio por ley y seguidamente porque el individuo, des-
conoce realmente que harán las AFP para multiplicar sus ahorros,
dado que ello es decisión interna de estas.
No es que la obligatoriedad sea del todo mala, muy por el contrario, en este caso es bueno que el estado caucione la vejez de la
población pues la historia muestra que la mayoría de la gente no
toma debida conciencia de su futuro y menos aún, toma las providencias necesarias para no llegar a la vejez como una carga para el
mismo estado o para su propia familia.
Siendo en consecuencia, la finalidad de todo sistema de pensiones la maximización de los ahorros del cotizante, tenemos que
entender que la filosofía del sistema mismo y la ingeniería financiera que se requiere para ello, no es un tema simple. En efecto, no
es simple porque aparte de tener que hacer muchos supuestos de
muy largo plazo, la mayoría de ellos son además inciertos y riesgosos. Es aquí donde lamentablemente tenemos que decir que
nuestro sistema de capitalización individual tiene su principal falla, al obligar al cotizante a entregar sus ahorros para que estos
sean invertidos en un mercado lleno de riesgos sobre los cuales,
además, el cotizante desconoce y no tiene injerencia alguna. Veamos el por qué de lo señalado y cómo podríamos mejorarlo.
La acumulación del dinero que los trabajadores aportan mes a
mes a su fondo de pensión, es para estos, una suerte de caja negra
para con las inversiones que hacen las AFP con estos dineros. Hoy,
lo que un trabajador promedio sabe o puede llegar a entender es
que, estos fondos en los que las AFP invierten su dinero, están divididos en cinco tipos (A, B, C, D y E), según el riesgo que las
mismas AFP le asignan.
Estos van desde el más riesgoso (A), hasta el menos riesgoso o
más conservador como también se le suele llamar (E), entre los
cuales hay otros tres tipos con riesgos intermedios (B, C y D), sin
embargo lo más curioso y que refleja la total desinformación que
proveen tanto estas administradoras como la misma Superintendencia de AFP, organismo encargado de regular a la AFP, es que
nadie sabe ni puede saber, de cuánto, ni en relación a qué, es el
riesgo del que estamos hablando. Peor aún, las AFP endosan
abiertamente, con el beneplácito de la Superintendencia, la responsabilidad de elegir el riesgo y por tanto la rentabilidad de estos
fondos a los ahorrantes y a la sola decisión de entre estos cinco
tipos de fondo. Una lotería.
A nuestro parecer, esta delegación de responsabilidades es desproporcionada e irresponsable, por lo que es muy importante
cambiar el actual sistema de acumulación de los fondos en las
AFP, o como mínimo, adicionarle otros que estén internalizados
en la población, que los entiendan y que sean transparentes.
Como principal modelo, nos referiremos a nuestra conocida
Unidad de Fomento, lo que plantearemos en el siguiente numeral.
Hoy como señalábamos, el sistema de ahorro de los trabajadores no es más que una inversión mensual de sus recursos (en
realidad es una apuesta) en lo que conocemos como “Fondos Mutuos”, instrumento financiero de alta volatibilidad y riesgo. Efectivamente, hoy el afiliado acumula cuotas y no dinero, y tiendo a
pensar que pocos entienden lo que ello implica en su futura jubilación.
Esta modalidad, incide decisivamente en el monto definitivo de
la pensión, pues su resultado depende incluso, de la coyuntura de
la economía al momento que el afiliado decida jubilarse. Otra lotería.
Dentro de este contexto, señalemos que el crecimiento o mantención los ahorros para la jubilación de los trabajadores depende
básicamente de tres variables, de las cuales el afiliado solo controla
una de estas y solo en parte. La primera variable, sobre la cual en
trabajador tiene control, es el monto en pesos que mes a mes envía
a las AFP (un porcentaje de su sueldo) y puede identificarlo claramente en su liquidación de sueldo.
Las otras dos variables y que son en definitiva las más importantes para el crecimiento de los fondos, no depende en ningún
momento del trabajador a pesar de que es el legítimo dueño de sus
fondos, pues depende esencialmente de dos factores externos: a)
del mercado accionario, de los bonos u otros instrumentos en los
que cada AFP haya decidido invertir los fondos y no solo de nuestro mercado financiero, sino del mundo, pues en un mundo globalizado como al que hemos llegado, las inversiones no son solo
locales sino internacionales o al menos están relacionadas y b) de
la capacidad, habilidad y honorabilidad de algunos pocos ejecutivos de las AFP para decidir dónde y cuándo invertir los recursos
de un tercero desconocido, como son los millones de trabajadores
del sistema. Sin perjuicio de ello, cualquier error en estas decisiones de inversión que puedan tomar estos ejecutivos, quedan en el
ámbito interno de las AFP y nunca afecta al directo responsable de
ello, esto es, a las Administradoras de Fondos de Pensiones y subsidiariamente al estado al mandatar a éstas por ley la administración
de los fondos, sino solo a los millones de trabajadores o cotizantes.
Un sistema como este, a lo más puede continuar como una alternativa de libre elección, especialmente para gente más conocedora de operaciones riesgosas, pero no para la gran mayoría de la
población.
7. La unidad de fomento como factor de ahorro
Ya hemos dicho que el actual sistema de capitalización individual es el mejor sistema que Chile puede tener en este momento,
sin embargo, igualmente que lo señalado en el numeral anterior,
estimamos que debe introducirse con urgencia modificaciones a
los instrumentos de ahorro o acumulación de dineros de los trabajadores en los fondos de pensiones. Se requiere darle mayor estabilidad y transparencia al sistema, así como desindexar lo más
posible estos fondos de los riesgos inherentes al mercado o como
mínimo que ellos sean compartidos, con quien en definitiva es el
encargado de gestionarlo. Dentro de este esquema, lo que nos parece más adecuado, es que los ahorros que van a los fondos de
pensiones individuales para la acumulación de fondo, sean en
Unidades de Fomento.
Señalemos que la Unidad de Fomento o UF como la conocemos, lleva implícita la inflación del país por lo que el poder adquisitivo de esta unidad de medida se mantiene igual en el tiempo,
que es lo mínimo que un ahorrante puede esperar.
Hoy gran parte sino todos, de los endeudamientos de largo plazo que se contraen por parte de los trabajadores en nuestro país,
son indexados en unidades de fomento y si acaso el ejemplo más
relevante son los créditos hipotecarios, donde se asume una deuda
de hasta 20 o 25 años plazo. Como contrapartida en el caso de los
Fondos de Pensiones, lo que las Administradoras de Fondo de
Pensiones tienen para con cada uno de sus ahorrantes, es igualmente una deuda de largo plazo, por lo que parece del todo
inaceptable que el dinero que mes a mes los trabajadores le traspasan para que caucionen, lo transformen en un instrumento riesgo-
so como lo es un Fondo Mutuo y no se pueda indexar en una moneda dura, de uso común y habitual como la UF, donde caucionará al ahorrante al menos contra la inflación y le rebajará el riesgo.
Sin perjuicio de que el ahorro previsional pudiese ser en unidades de fomento, como cualquier otro ahorro que un trabajador,
producto de sus excedentes monetarios, quisiese hacer en el sistema bancario; estos ahorros indexados en UF deberían además
tener asegurados un interés de mercado. Este valor mínimo (UF +
i), debería ser plenamente garantizado por las AFP contra su propio patrimonio. Es lo mínimo que se puede esperar de un sistema
de ahorro que es obligatorio. No se “presta” dinero o se ahorra en
un banco a interés cero.
8. Comisiones de las AFP
Este es, otro tema complejo y controversial en nuestro actual
sistema previsional. En términos simples, hoy las comisiones que
cobran las AFP es un monto del sueldo de cada trabajador, a todo
evento e independiente de la calidad de su gestión y del rendimiento que obtengan de los fondos que se les ha encargado administrar.
Este sistema en virtud de su antigüedad, tiene datos suficientes
para concluir las rentabilidades promedio de cada uno de sus fondos así como lo que su manejo genera, por lo que estimamos que
las comisiones deberían estar compuestas por un monto fijo bajo
y uno variable, este último en función del rendimiento que obtengan por el manejo de los fondos y después de entregar al afiliado
un mínimo establecido como es, el valor de la UF más la tasa de
interés del mercado. Será por sobre esta base mínima, el segmento
sobre la cual las AFP podrán cobrar sus comisiones (deberán estar
estratificadas) y obtener sus utilidades.
Lo curioso de algunas de las propuestas para nuestro sistema
de pensiones y de otras áreas vitales para nuestra economía, tanto
de este como de los anteriores gobiernos, es como estas son validadas por el gobierno, la prensa y la misma ciudadanía sin mayores análisis. Porque siendo realistas, nadie tiene claro cómo y de
dónde salió el 5% que proponía el gobierno anterior y que este
gobierno rebajó al 4%. Tampoco está claro, la razón real de la
creación de un nuevo ente administrador de este 4%, mismo dilema del gobierno anterior con su 5%, lo que deja abierta la clara
posibilidad que ello obedezca a dejar contentos a moros y cristianos (No+AFP y AFP).
Lo más sorprendente es cómo una materia tan delicada como
esta, que involucra directamente la pensión de millones de trabajadores, sea tratada tan livianamente por tan pocos actores opinantes, que son casi siempre los mismos y lamentablemente son
además interesados directos, con una escasez de ideas abismante.
Creo que ningún gobierno ha entendido del todo la seriedad del
tema, ni menos lo ha abordado en forma seria, pensando en el futuro para todos los chilenos, sino más bien como la mayoría de los
arreglos en nuestro país en base a parches momentáneos para dejar contento a la masa protestante del día a día. En temas tan delicados como estos, cualquier error en un cambio del sistema actual, tendrá un elevado costo económico y social, sin perjuicio de
que no nos permitirá ver resultados, hoy ni el año que viene, sino
que dentro de 20 o 30 años.
Creo firmemente que para que todos estemos o lleguemos a
acuerdo en cualquier materia y especialmente en temas económi-
cos como este, se requiere mirar el mapa completo del problema,
incluido el contexto general del país y no por parcialidades, solo
así entenderemos a lo que queremos llegar el porqué y el cómo de
lo que se hace o debe hacerse hoy o en sus etapas intermedias. En
estas materias las autoridades deben entender que, el hecho de que
parte de la población no esté al tanto o no tenga estudios específicos afines a la economía, no quiere decir que no pueda entender lo
que se le explica o lo que se está proporcionando, algo que es bastante recurrente cuando se explican algunas medidas. Varias de las
ideas aquí planteadas son fruto de conversaciones con gente que
no entiende de temas económicos, pero entienden claramente lo
que pasa en Chile y que es mejor para ellos y sus pares.
Capítulo 4
LA EDUCACIÓN,
TERCERA PRIORIDAD
Hoy existe un consenso mundial en orden a que la educación,
si no es el factor más importante, sí es uno de los más importantes
para que los países puedan alcanzar un desarrollo económico más
igualitario y estable.
Siempre cuando hablamos de educación, debemos hacer una
distinción entre la educación cívica y la educación escolar o superior, en nuestro caso no referiremos solo a esta última.
Convengamos que los países para avanzar en su desarrollo, en
los términos que hemos señalado, esto es con mayor igualdad y
estabilidad, se necesita necesariamente de una educación de calidad y al alcance de toda la población, algo de lo que carecemos en
nuestro país desde hace ya tiempo.
En la medida que como país e incluyo principalmente a quienes son o serán autoridades, logremos internalizar que “desarrollo
económico y educación de calidad” son conceptos inseparables,
podremos enfrentar el futuro con una visión más global y pensando más en el país y su gente, que seguir entregando parches
para superar situaciones puntuales, que es precisamente lo que ha
sucedido en nuestro país durante el último tiempo en materia de
educación y el tema de la gratuidad es un buen ejemplo de ello.
Este término de “parche”, lo usamos en forma reiterativa en los
diferentes temas porque es un sistema bastante recurrente que
usan nuestras autoridades de gobierno, para solucionar demandas
puntuales que efectúa la población en diferentes ámbitos de la
economía o de la convivencia nacional.
En materia de educación superior, para nada estamos de
acuerdo con una educación planificada que restrinja las libertades
de la juventud, sin embargo, estimo que es el Estado quien debe
asumir el rol de orientador y quien debe transparentar las realidades que se irán encontrando los jóvenes en su futuro. En otras palabras, el Estado debe ser el visionario del futuro en orden hacia
dónde marcha o marchará el país dentro del contexto mundial,
esto con el fin de que la juventud se pueda definir y elegir más
certeramente en el ámbito que se quiere desarrollar y así orientar
sus expectativas, aspiraciones profesionales, salariales y personales, pues las decisiones de los jóvenes hace bastante tiempo, son
fruto entre otros de la publicidad y tienden a ser más bien impulsivas, imitativas y muchas veces hasta grupales, por lo que mientras más informados estén, mejor será para ellos y a la postre lo
será para el desarrollo del país en general.
Creo es importante poner esto en contexto, porque el avance en
la cobertura de la educación en nuestro país durante los últimos
20 años ha sido vertiginoso. La cifra de estudiantes que acceden a
una educación superior en este periodo de ha quintuplicado y no
quiere decir que nos hayamos puesto más inteligentes, sino que la
oferta de casas de estudio, universidades y carreras ha crecido,
arrastrando así a un mayor número de estudiantes a continuar estudios después de egresar de la educación media. Esto a todas luces es un buen avance para la educación y desarrollo de cualquier
país, solo que como la mayoría de las cosas, los chilenos solemos
hacerlas desordenadas y sin planificación y aquí veremos lo que
nos ha significado.
Esta gran cantidad de egresados de carreras universitarias ha
arrojado al mercado laboral una cifra importante de profesionales
que en su gran mayoría salen a buscar su espacio en el mercado
laboral nacional y lo seguirán haciendo, sin embargo informes
serios ya advierten que en 15 ó 20 años, en algunas especialidades,
no habrá mercado laboral en Chile para absorber tanto profesional y esto es algo que el Estado, con su política de laissez faire en el
mercado educacional no ha atendido ni informado, dejando a las
universidades avanzar sin orientación e incluso de forma irracional, por sobre lo que hace tiempo viene dictando el mercado futuro. Para que quede claro, no se trata de restringir sino de orientar,
porque no podemos olvidar que ha habido carreras creadas por
las universidades, que no tenían campo laboral y que luego fueron
desechadas por las mismas universidades dejando en medio de la
carrera a estudiantes que ya las habían comenzado. Otro punto
que nos interesa destacar son la cantidad de casas de estudio que
han debido cerrar por mala administración, problemas de acreditación o malos manejos financieros, lo que las han llevado a la
quiebra dejando a miles de estudiantes en la indefensión. Creo
que el estado tampoco aquí ha ejercido responsablemente el rol de
supervisor que le corresponde, a modo de ejemplo, imaginémonos
que el estado deja al libre albedrío al mercado financiero para que
estos actúen de acuerdo a sus criterios, apreciaciones y modelos
de negocio. Mejor ni pensarlo.
Creo en un estado más responsable, aquel que dentro de una
“cancha bien rayada” ejerce una labor de supervisión estricta.
La vida estudiantil de un individuo se divide en tres etapas,
Educación Párvula o Pre-escolar, Educación Escolar y Educación
Superior, comprendiendo esta última lo que conocemos como
educación técnica o universitaria.
Estaremos, al menos la mayoría, de acuerdo que debe haber
universalidad en la totalidad de la educación de nuestro país, vale
decir que esta debe estar al alcance de todos sin distinción, manteniéndose el concepto de obligatoriedad al menos hasta nuestro
actual cuarto medio en la etapa escolar, no así para la educación
superior.
Para explicitar lo que a mi entender debe hacerse en materia de
educación en nuestro país, tenemos que comenzar distinguiendo
entre lo que debe entenderse por lo que es un “derecho”, así como
lo que debe entenderse por lo que es una “opción” en la vida de los
estudiantes.
Definiremos en consecuencia, el derecho de un ser humano
para este tema, como algo inherente a su persona por el solo hecho de haber nacido dentro del territorio nacional. En nuestro
caso, haber nacido en territorio chileno y sobre lo cual el niño no
ha tenido oportunidad de decidir.
Por otro lado, definimos opción, como aquella alternativa que
la persona puede o no tomar, de forma individual o en grupo, cuando ya ha alcanzado el grado de madurez suficiente o el que la ley le
reconoce y por la cual debe hacerse responsable.
Nuestro enfoque estará orientado a un horizonte de 25 a 30
años, algo que para los políticos como ya señalábamos, es un horizonte que siempre ha superado sus visiones normales, pues no se
asocia con programas de resultados inmediatos y no es redituable
en el corto plazo, principalmente con votos.
Entendemos aquí, que los programas de educación para las tres
etapas de estudios siempre deben ser de carácter nacional y deben
estar constantemente actualizados al nivel de los países más avanzados en cada una de las materias, bajo la responsabilidad del estado y de los propios centros de estudio. Esto, sin perjuicio de
añadidos que puedan y deban introducirse en parvularios, colegios y centros de educación superior, propios de nuestra idiosincrasia, los cuales no deberán afectar a los programas técnicos básicos, ni en su contenido, ni en el tiempo de duración de los años de
estudio.
Señalemos que hay tres puntos relevantes para un país en lo
que respecta a la educación de su pueblo: el primero es la universalidad de esta, la segunda es la calidad y finalmente el financiamiento de la educación. Plantearé por tanto nuestra teoría para la
educación, así como las obligaciones que le alcanzan al Estado de
acuerdo al criterio que he señalado, esto es el respetar lo que es un
derecho y reconocer lo que es una opción de los estudiantes.
En los dos primeros niveles de educación -educación de párvulo o pre-escolar y escolar- la educación es un derecho inalienable
de cada niño y por tanto debe ser responsabilidad del estado su
universalidad, calidad y financiamiento. Este último, el financiamiento, puede ser a mi entender estatal, privado y/o mixto.
Para la educación superior, sea esta técnica o universitaria y
dado que es una opción unilateral del estudiante, el estado solo
debe garantizar la universalidad y la calidad, pero no el financiamiento. Estos estudios, para un país que no dispone de sobrante
de recursos como es nuestro caso, debe ser de exclusiva responsabilidad del estudiante, sin perjuicio de que el estado tiene la obligación de poner a disposición de todos los estudiantes egresados
de la educación media, diferentes opciones de acceso y financiamiento retornable a la educación superior, en igualdad de condiciones para todos quienes quieran seguir esta opción. La supervisión, mejora y control, de toda la educación en materia de universalidad, calidad y financiamiento, lo supondremos a través de un
organismo rector independiente, con tecnología e información de
primer nivel.
Veamos entonces cada una de las tres etapas.
EDUCACIÓN PÁRVULA Y ESCOLAR
Existe hoy en día una concepción mundialmente aceptada, en
base a estudios serios, que dentro del total de la educación de una
persona, es la etapa párvula o pre escolar la más importante para
el desarrollo cognitivo del ser humano, sin embargo no vemos en
nuestro país que estos estudios, hayan sido tomados realmente en
serio, es más, estos señalan claramente que gran parte del futuro
se forma mientras estamos en el vientre y en nuestros primeros
cinco años.
Hoy el tema de discusión en materia educacional se ha centrado en la gratuidad y calidad, pero solo en la etapa terciaria o educación superior y eso se debe claramente a la capacidad de los estudiantes escolares principalmente, para reclamar o protestar al
respecto y a la poca visión, determinación y algo de debilidad de
las autoridades para caer en el juego estudiantil.
Nuevamente tenemos que decir que estamos yendo por el camino errado o bien nos estamos saltando etapas fundamentales
para el desarrollo económico de nuestro país, al tratar de solucionar un problema que nunca tendrá solución si no se comienza por
la raíz misma del problema. En otras palabras, si no mejoramos
primeramente la educación párvula de nuestro país en forma adecuada, nuestros niños seguirán llegando a la etapa escolar y educación superior con un importante déficit cognitivo. Continuará
sucediendo en consecuencia, que en la etapa secundaria o escolar
el rendimiento será bajo, independiente de calidad de las mallas
curriculares de los colegios, porque como señalan los expertos en
el tema, el niño ya vendrá con un déficit cognitivo irreversible.
Poco sentido tiene en consecuencia, a nuestro parecer, abocarse solo a mejorar la educación superior, si estamos permitiendo
que hasta allá lleguen niños que ya vienen con problemas y que
por tanto tendrán serios problemas de adecuación, que al final
redundara en fracasos, frustraciones, abandonos y que no nos
permite sacar profesionales adecuadamente capacitados para
competir en un mundo tan interconectado como el actual.
Creo que la tarea del gobierno y la ciudadanía, en forma transversal, es ponerle primera prioridad, interés y recursos, como lo
amerita, a la educación pre escolar y escolar de nuestro país. No
podemos estar implementado medidas cortoplacistas en la educación superior, si no atacamos la raíz del problema.
Hoy en Chile, en la educación primaria y secundaria, existen
establecimientos gratuitos para alumnos de escasos recursos,
aquellos que tienen matrícula de pago pero que aun así tienen
ayuda estatal para su funcionamiento y aquellos particulares o
privados, que se sustentan solo con las matrículas de sus alumnos.
Sin perjuicio de lo señalado en la primera parte de este acápite,
hay algunos aspectos que, a mi entender, deben ser abordados ur-
gentemente por parte del Estado; el primero se refiere a la calidad
de los programas educacionales. Hoy un alumno que egresa de
cuarto medio no tiene, a nivel internacional, los conocimientos
suficientes para entrar a una carrera universitaria de calidad como
lo exigen muchas universidades de prestigio y no se trata solamente de notas pues por ejemplo, para ingresar a algunas universidades de prestigio como lo son las de Gran Bretaña, se exige a
los estudiantes chilenos al menos un año de nivelación en las
mismas universidades o en algunos casos, un año de estudios en
alguna otra universidad, para acceder a primer año de una carrera.
Si nuestra idea es plantear una solución de raíz y pensando en
el largo plazo, con una igualdad de educación que permita a todos
los estudiantes acceder a la educación superior o incluso para enfrentar la vida sin estudios en igualdad de oportunidades, debemos pensar en algunos aspectos que son básico para alcanzar esas
metas.
La primera de ellas se refiere al profesorado y la calidad de los
mismos, quienes a mi entender deberían tener un rango e importancia acorde a su aporte directo al desarrollo del país. Así mismo,
si entendemos que la calidad de la educación en estas dos etapas
es responsabilidad del Estado, la mantención, calidad e idoneidad
de los profesores que enseñen acorde a esta calidad también cae
dentro de este contexto por lo que, independiente de ideologías
partidistas y resquemores particulares, el Estado debería mantener
evaluaciones periódicas de los profesores que asegure al país y a
los estudiantes, que los progresos en la calidad educativa se están
produciendo manteniendo y mejorando.
Debería ser en consecuencia el Estado, a través de algún organismo independiente, quien vele y garantice por la calidad de
nuestros profesores y de la educación misma, de modo que debe
evaluarse en forma periódica y sistemática a todo el profesorado
chileno, lo que además debería ser requisito básico para que los
establecimientos se mantengan en el sistema gratuito, por ejemplo.
Esto mismo debe alcanzar al profesorado de los colegios privados,
pues la necesidad de avanzar en la calidad de la enseñanza es también su obligación.
Un segundo aspecto para la nivelación de la educación en
nuestro país se refiere a los estándares en la construcción y mantención de los establecimientos educacionales. Hoy existe una
gran diferencia entre estudiar en un colegio privado y en aquellos
que no lo son. Dentro de lo que hemos planteado en orden a que
en esta etapa de la vida estudiantil la educación es un derecho y
como tal la Constitución Política de nuestro país la garantiza, creo
definitivamente que esta igualdad es y debe ser extrapolable a la
calidad de los establecimientos. Aspectos como estos nos permitirán eliminar por ejemplo, inventos como el NEM y otros que buscan equivalencia de oportunidades. En otras palabras, la igualdad
de oportunidades deben ser reales y no interpretativas.
Siendo así, habrá que determinar una infraestructura mínima,
que incluya deportes, investigación, recreación etc., que se requerirá para la operación adecuada de todos los colegios, para lo cual
se podría establecer un plazo de 10 a 15 años para su cumplimiento. En el caso de los colegios gratuitos, deberá ser el estado quien
financie las obras de construcción necesarias para la adecuación
de los establecimientos públicos y en el caso de los colegios particulares, serán ellos mismos quienes con recursos propios, harán lo
propio con sus establecimientos.
Dentro de este mismo contexto, en estas dos primeras etapas
educacionales que contemplan en paralelo la educación de pago,
la educación de pago mixta y la educación gratuita, entendemos
que el pago de los educadores para aquellos que no sean establecimientos privados, deberían ser de cuenta del estado y adecuada
a la importancia que esta profesión reviste.
La educación privada, siempre debe mantenerse en aquellos
establecimientos privados actuales y en aquellos que se quieran
instalar bajo este concepto, apuntando básicamente a aquellas familias que, por diferentes motivos o sesgos, prefieran para sus hijos una educación privada y de pago.
Estos colegios privados, siguiendo los programas escolares que
el gobierno determine para la población estudiantil tal como hoy,
no pueden contar con financiamiento estatal alguno, en consecuencia, deben seguir financiándose exclusivamente con las matrículas de sus estudiantes. Así mismo, deberá seguir siendo decisión de los propios colegios y sus dueños, si estos colegios privados tienen o no fines de lucro.
Por el contrario, la educación gratuita que se imparta en colegios debidamente acreditados por el estado, su financiamiento
debe provenir en un 100% del Estado. El financiamiento a través
de estos colegios debe estar dirigido a aquellos estudiantes cuyas
familias, sean de escasos recursos o incluso familias de clase media que no estén en condiciones de financiar los estudios de sus
hijos o que, si aún pudieran financiarlos, los montos de los aranceles educacionales de los colegios privados le signifiquen una
importante merma en la calidad de vida de la familia.
Así mismo, debe adecuarse el sistema de financiamiento que
hoy otorga el estado a los establecimientos a una base sobre aran-
cel/alumno, anual y sin distingo de asistencia o rendimiento del
estudiante.
La vía por la que el estado debe destinar los recursos -bien sea
a través de la municipalidades u otro organismo acreditado- a los
establecimientos educacionales no revierte tanta importancia, solo
interesa asegurar que esta sea la más eficiente, controlable y auditable. Ninguno de estos establecimientos que reciban recursos del
Estado, podría tener fin de lucro y deben ser obviamente, fiscalizados directamente por el organismo independiente que señalamos, encargado del tema.
Estas dos etapas de la educación deben entenderse como fundamentales para el desarrollo de la nación y su gente, por tanto,
continuará siendo obligatoria para todos los niños que vivan dentro del territorio nacional y al igual que hoy, la responsabilidad de
asistencia recaerá primeramente en el Estado y sucesivamente en
los padres. No debe recaer en los alumnos responsabilidad alguna,
ni en los tiempos ni en los programas; debería establecerse una
etapa de transición de 20 a 25 años para nivelar la educación en
Chile, alcanzando los mejores estándares internacionales en contenido y calidad donde el deporte, por ejemplo, forme parte fundamental en el desarrollo integral de los estudiantes. Siendo así, al
menos durante esta etapa de transición, el único deber de los
alumnos, será estudiar y tendrán que delegar la responsabilidad de
las mejoras educacionales en el Estado.
Entendemos que no es bueno que haya distingos entre la educación de párvulos y la educación escolar, es más, existen innumerables estudios, como antes señalábamos, que otorgan mayor relevancia a la educación de párvulos para el futuro desarrollo de los
niños, razón por la cual, ambas deberían tener el mismo rango de
importancia y financiamiento.
Esta mirada de un financiamiento estatal para la educación
párvula y escolar, así como su obligatoriedad, se da precisamente
porque es en esta etapa donde la educación es un derecho y no
una opción, por lo que entendemos que el Estado debe asumir la
responsabilidad que le corresponde. No se trata aquí de dar cifras
salariales para el profesorado de la educación de párvulos, así
como para los de la educación escolar media, pues debe ser materia
de discusión, pero sí tenemos que decir que esta materia no debe
mirarse como un gasto, sino como una inversión de largo plazo.
EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
Es a contar de su egreso del colegio, cuando un individuo comienza a delinear su futuro, su preparación individual, técnica,
profesional y/o laboral. Es aquí cuando el estudiante decide, para
algunos en forma prematura, a qué dedicarán su vida futura, será
así mismo a contar de aquí donde se comenzará a delinear su
aporte a la sociedad y a su desarrollo personal.
En base a la distinción entre derecho y opción, entendemos que
la educación superior a diferencia de la párvula y escolar no es un
derecho sino una opción, por lo que no es dable contemplar la
gratuidad en esta etapa.
Sí habrá siempre que considerar, diferentes formas de financiamiento que permitan a quienes toman la opción de continuar
estudios superiores, cualquiera sea la modalidad, el financiamiento de esta opción vía préstamos, becas individuales en base a méri-
tos, becas académicas estatales, deportivas, sociales etc., y si acaso
lo más importante, este financiamiento debe ser directo al estudiante por el 100% de la carrera, especialmente si no cuenta con
los recursos para financiarla.
Antes de hablar de la calidad de la educación en esta etapa,
tema relevante para el desarrollo no solo del estudiante, sino que
también para el país, nos enfocaremos primeramente en el financiamiento de estos estudios superiores, una vez que el estudiante
ha decidido por esta opción, por ser el tema que ha despertado
mayor efervescencia entre los estudiantes mismos.
Hemos de decir también previamente, que el financiamiento
que se otorgue a quienes quieran continuar con estudios superiores, sean técnicos o universitarios en cualquiera de sus modalidades, es algo fundamental para un régimen de igualdad en esta tercera etapa de la educación, por lo que distinguiremos tres tipos
básicos:
Financiamiento privado: el costo de la educación superior es
costeado por el estudiante, su familia o alguna entidad privada.
Becas: estas son entregadas por el centro de educación, el Estado u otro organismo acreditado, en virtud de algo que distinga al
estudiante frente a sus pares como, por ejemplo, excelencia académica, excelencia deportiva, etc. y pueden contemplar distintas
modalidades de montos y plazos. Para el caso de las universidades y centros de estudios, cualesquiera que sean, estos tendrán
plena libertad de financiar becas a estudiantes, pero solo con recursos propios. En ningún caso estas becas, encarecerán o perjudicarán al resto de los estudiantes y sus matrículas.
Financiamiento vía crédito: corresponde a un crédito que entrega el Estado al estudiante mismo y con un fin único de estudiar,
al que pueden acceder todo el universo estudiantil que lo desee,
independiente de su condición socio económica o académica,
siempre que haya cumplido con todos los requisitos requeridos
para su graduación en la enseñanza media e ingreso a la educación superior.
Si bien este préstamo al estudiante lo debe otorgar el Estado,
también como en otros países, podría ser otorgado por las mismas
Universidades o Centros de Estudios.
Tal cual se lee este crédito, puede sonar como un nuevo Crédito
con Aval del Estado (CAE), pero definitivamente no lo es.
Podrá encontrársele similitud y es lógico por el hecho de que es
un crédito que otorga el Estado y por ser un instrumento crediticio es igual o parecido a todos los que operan en el mercado financiero, pero en su concepto central dista mucho de serlo.
La primera gran diferencia es que, un préstamo de estas características no puede llevar el aval del Estado, por otro y si acaso lo
más diferenciador es que este es un crédito entregado a una persona natural de la cual, de entrada sabemos que al momento del
otorgamiento no cuenta con recursos, ni flujos de ingreso, ni garantía, solo un futuro. Siendo así, su tratamiento debe ser especial,
no precisamente en su otorgamiento pues es un crédito de carácter universal, sino en su cobro, algo que a nuestro entender no
contempló adecuadamente el CAE.
Hay a mi entender, tres aspectos de los cuales dependerá el éxito de esta modalidad, sin perjuicio de otros requisitos fundamentales que deberán cumplir los centros de educación superior que
señalaré más adelante.
El primero, se refiere a que gran parte del éxito en la recuperación de este tipo de créditos depende de la honradez del sujeto. Se
requerirá en consecuencia, de una paulatina y constante educación y creación de conciencia en los estudiantes de que es un crédito y no un regalo del Estado, como también, que la posibilidad
de que nuevos alumnos puedan acceder a estudios superiores en el
futuro, depende de que ellos reintegren la totalidad de sus préstamos. Segundo, y si acaso lo más importante, dependerá de la racionalidad y solidez del mecanismo que se implemente para su
seguimiento y cobro. Finalmente, dependerá de la voluntad y capacidad del Estado para gestionar la recuperación de este crédito,
para lo cual no solo deberá poner al servicio de este objetivo todo
el aparataje estatal, sino también se deberán cambiar algunas leyes
que permitan que este crédito no se vuelva incobrable.
La definición propia que se le otorgue al crédito, sus características, el grado de obligatoriedad, así como el sistema de cobro, es
lo que permitirá que el sistema funcione, razón por lo que señalamos algunas características y requisitos mínimos que deberían
contemplar estos créditos universitarios.
CARACTERÍSTICAS DEL CRÉDITO, OBLIGACIÓN
DE PAGO Y FORMA DE COBRO
• Debería ser un crédito entregado a la Universidad por cuenta
directa y exclusiva del estudiante titular del crédito. Debe ser
otorgado por el Estado sin intermediarios, en Unidades de
Fomento y sin intereses durante todo el periodo de estudio.
El pago debería comenzar a efectuarse a contar del segundo
año de la fecha de egreso y/o titulación, estableciéndose un
plazo máximo para el servicio del crédito.
• Cumplida la fecha en que se deba comenzar su pago, el estudiante dispondrá de un máximo de 15 años para pagar su
crédito universitario (como cualquier deuda hipotecaria), el
que comenzará a devengar un interés de UF + 2 o 3% como
máximo anual.
• Debe ser el organismo rector y autónomo señalado, sobre
quien debe recaer la responsabilidad del otorgamiento, control y recuperación de los créditos de los estudiantes. El Estado debería para esto, introducir algunas modificaciones y
adicionar otras disposiciones al actual sistema crediticio, así
como validar de una vez el efectivo traspaso de información
entre los organismos estatales, especialmente con el Servicio
de Impuestos Internos y las entidades financieras nacionales,
para mejorar la gestión de cobro.
En lo esencial, para que el sistema sea viable y dado que en la
gestión de cobro radicaría el éxito del sistema, señalamos aquí algunas de las modificaciones y controles que se requerirán implementar al sistema de cobro para que el crédito sea viable:
• Se le dará al crédito otorgado para los efectos de su cobranza,
un tratamiento y rango equivalente a los descuentos previsionales y de salud, de modo que se trasladaría así a los empleadores, la responsabilidad para descontar y retener del
sueldo bruto de cada trabajador asalariado que tenga un crédito universitario, el porcentaje mensual definido por concepto de amortización de ese crédito, al igual que hoy lo hacen con los descuentos previsionales e impuestos, antes de
enterarlos al Estado.
• Adicionalmente y en virtud de la importancia que tiene para
el Estado recuperar los referidos recursos para que la rueda
que financiará a los futuros estudiantes no pare, en el caso de
retraso o mora en el pago, esta deuda debería adquirir de
forma automática el rango de deuda tributaria, con todo lo
que ello implica y de ahí la importancia de que el Estado tenga todas las facilidades y facultades para cruzar información
financiera con otros organismos estatales e instituciones financieras, si fuese necesario.
• La cuenta propiamente tal, en la cual iría quedando el recaudo de los fondos, podrá ser licitada por el Estado entre las
instituciones financieras y otros que, por sus características,
puedan asegurar una información transparente, un control
riguroso y seguro de cada cuenta individual. Un ejemplo claro de instituciones actualmente capacitadas para ello son las
AFP, bancos, cajas de compensación etc.
• No obstante lo anterior, el ente recaudador solo actuará
como una bolsa y será tarea y responsabilidad del organismo
rector, la relación directa con el SII y otros organismos estatales y privados en orden al cruce de información que permita efectuar de manera eficiente la cobranza de las deudas morosas. Debería ser este mismo ente rector quien, al detectar
las moras en los pagos, informe e instruya al SII para que la
deuda adquiera el rango de un tributo devengado, de modo
que este active todos los protocolos de cobranza, a través de
la devolución de impuestos por ejemplo y/o todos aquellos
que utiliza el SII con estos fines.
• El monto de la cuota que el ahora trabajador comenzará a
devolver, debe ser un porcentaje fijo entre el 15 y 20% del
sueldo bruto, con un plazo de amortización máximo de 15
años. En ningún caso el porcentaje a descontar podrá exce-
der al 25% del sueldo bruto del trabajador. En el caso de que
este alcance el 25% de acuerdo a la proyección de pago, el
organismo rector podrá acomodar los años necesarios para
la amortización total del crédito. Así mismo, en la fecha
cuando se deba comenzar la recuperación del crédito, se le
puede incluir a este un seguro de pago.
Hay que reiterar que, por parte del Estado se requerirán importantes modificaciones a la legislación a fin de dotar a este organismo rector autónomo de la fuerza suficiente para cumplir su
cometido, considerando que hoy la tecnología cuenta de todos los
elementos necesarios para un correcto control y seguimiento que
faciliten el cobro de estos créditos.
Sin perjuicio de las medidas señaladas u otras que se pudiesen
implementar que nos permita tener, universalidad en los estudios
superiores e igualdad de acceso, hemos de ser tremendamente claro en que nada de esto es hoy posible, ni lo será nunca, si antes no
se revisan y ajustan las mallas curriculares, las denominaciones y
el costo de las carreras que se dictan en Chile, a niveles internacionales.
En efecto, estudiar una carrera técnica o universitaria en Chile,
es excesiva e innecesariamente caro, esto no solamente para los
niveles de ingresos y estándares de vida de nuestro país, sino que
también si se comparan en valores equivalente en dólares americanos, por ejemplo, con los que tienen los estudiantes en Europa
para estudiar las mismas carreras.
Esto se agrava aún más, si a la ecuación le agregamos la duración de las carreras que en nuestro país son ridículamente largas.
En efecto, la mayoría de las carreras universitarias en nuestro país
tienen una duración de 5 años, uno o dos años más que lo que de-
ben estudiar sus pares europeos para la misma carrera, con el sobrecosto que esto significa para el estudiante, sus familias e incluso el estado, algo muy difícil y a veces imposible de solventar y
entender.
LA REALIDAD CRUDA DE NUESTRA EDUCACIÓN
UNIVERSITARIA
Creo que una breve introducción de los hechos más relevantes
de cómo surgió y se ha desarrollado desde el año 1981 nuestro
nuevo sistema universitario, nos puede ayudar a refrescar la memoria y entender bajo qué contexto fue diseñado y por qué la
educación superior requiere hoy de una profunda reforma, pero
no de la forma como hoy se está planteando.
Hasta el año 1980 había ocho universidades en nuestro país, de
las cuales solo dos eran universidades estatales, la Universidad de
Chile y la Universidad Técnica del Estado, el resto eran privadas
pero con subvención estatal en tanto en cuanto bajo la filosofía
imperante a la sazón, colaboraban con la función educacional del
Estado.
Ya en el año 1981, después de haber estado intervenidas todas
las universidades nacionales desde 1973, se produjo lo que podemos decir un desmembramiento de las sedes universitarias de las
dos universidades estatales de la época. Esto es, que algunas de las
sedes de estas universidades les fueron derechamente quitadas,
algunas de estas refundidas y de ellas nacieron una serie de universidades regionales como, la Universidad de Talca, la Universidad de Tarapacá, Universidad de Los Lagos y otras, dando inicio a
un nuevo concepto de una completa libertad de enseñanza supe-
rior para crear universidades privadas. Fue así que como resultado
de esta nueva política surgieron 11 nuevas universidades privadas,
en el entendido que el financiamiento de estas provendría esencialmente de las matrículas de los estudiantes. Adicionalmente
estas nuevas universidades, debían ser examinadas para su funcionamiento por las universidades tradicionales ya existentes. Para
esto en 1986 estas universidades tradicionales se agruparon,
creando el Consejo de Rectores y ya en la década de los 90, se habían fundado otras 29 universidades privadas, a las cuales se otorgaban algunos aportes estatales, en la medida que incorporan a
sus planteles altos puntajes de la prueba de selección universitaria.
La acreditación que daban las universidades tradicionales a la
nuevas era voluntaria, esto en la medida que no se requiriera de
recursos del Estado, sin embargo a la luz del fuerte aumento de la
oferta de cupos universitarios que se produjo como rápida respuesta a la demanda por estudios superiores, las universidades
comenzaron a requerir de recursos para crecer por lo que poco a
poco se fueron acreditando, al punto que esta acreditación llegó a
ser un tema diferenciador en las ofertas, manteniéndose hasta el
día de hoy donde las diferentes casas de estudios usan este elemento en sus planes de marketing para atraer estudiantes.
La cuantiosa oferta y marketing desplegado, hizo que el interés
por continuar estudios después de la enseñanza media comenzará
a bajar en la escala socio-económica y surgieron rápidamente estudiantes que si bien querían y tenían puntaje para estudiar, sus
familias no disponían de los recursos necesarios para financiar
una universidad por cinco años, por lo que en el año 2005, se creó
el Crédito con Aval del Estado (CAE).
Este instrumento, que si bien ayudaba a quienes no tenían los
recursos para seguir una carrera universitaria, también ayudaba a
sostener a las universidades y el gran negocio que se había creado
con esta liberación del sistema universitario. El problema a mi parecer, fue la tremenda irresponsabilidad del Estado al no ponderar
adecuadamente el instrumento o crédito que había inventado,
pues si bien solventaba el problema puntual del estudiante para
acceder a una carrera universitaria, la medida beneficiaba principalmente a las universidades aumentándoles el mercado objetivo,
hipotecando de paso el futuro del estudiante. Es más, las tasas con
las que se entregaron estos créditos universitarios eran en sus
inicios suicidas y cualquier análisis serio en la época, habría reflejado que estos créditos serían impagables, pues llegaron a otorgarse con una tasa de interés anual del 5,8% real y claro; los estudiantes solo firmaban para poder estudiar sin pensar en el futuro.
Es casi imposible pensar que el gobierno de turno, sus autoridades y asesores, no supiesen que un crédito de estas características y con esas tasas, no fuesen a ser irremediablemente incobrables, por lo que la única conclusión a estos años plazo, es que fue
derechamente una medida de sostenimiento a la filosofía de libertad de educación para la cual Chile aún no estaba preparado y
para beneficiar descaradamente a las nuevas universidades.
Otro factor importantísimo y decidor para que un sistema de
financiamiento como el propuesto funcione, se refiere a la duración de si no todas, la mayoría de las carreras universitarias. En
más de una ocasión se ha discutido este tema, sin embargo, lamentablemente todo ha quedado en nada, principalmente porque
los diferentes actores de turno vinculados a las principales univer-
sidades chilenas no han estado de acuerdo. Otra vez aquí los interesados directos, diciendo lo que le conviene la población.
Hemos escuchado argumentos realmente insólitos al respecto,
pero siendo claros, a mi entender hay solo una explicación y dos
responsables. La explicación es tremendamente simple y es, que
rebajar los años de duración bajaría en la proporción los ingresos
por estudiante para las universidades. En cuanto a los responsables, el primero es el Estado que en una abierta política de laissez
faire o dejar hacer, ha entregado toda la responsabilidad de la educación superior a las universidades, olvidándose de su rol subsidiario y fiscalización. El segundo responsable, son precisamente
estos últimos que, como decimos en chileno, se han achanchado
en el tema de calidad y nivelación internacional y están queriendo
sustentar el mayor tiempo posible, el millonario negocio que significa hoy la educación universitaria en Chile.
La exigencia de mejora en la calidad de la educación y la nivelación con nuestros pares internacionales es tarea del Estado, el
que ello se haga es obligación de las casas de estudios.
Para nada estoy en contra de que las universidades privadas
operen con lucro, es más, pienso que así debe ser pues como cualquier área del desarrollo de una nación que manejen los privados,
debe ser un negocio que no se distingue mayormente de otro que
entregue servicios. No se diferencia, por ejemplo, de las charlas o
cursos que catedráticos o “gurús” extranjeros vienen a dictar a
Chile, por las que los empresarios y ejecutivos nacionales pagan
bastante dinero solo por ir a escucharlos. Los relatores no vienen
gratis, ni tampoco las empresas que organizan los seminarios lo
hacen porque solo les interese mejorar el nivel de los ejecutivos en
Chile, hay definitivamente un afán de lucro en ello y es lógico y
razonable que así sea. La única gran diferencia es que, en la educación de los jóvenes son ellos o sus padres quienes soportaran el
pago anual de las matrículas o la deuda y no las empresas como en
el caso de la mayoría de los seminarios, costos que además son
cargados a gastos para la correspondiente rebaja de impuestos. El
Estado tiene la obligación de decir algo al respecto y algo cercano
a lógica me dice que, debe existir el lucro pero no el abuso, que
es un nivel bastante cercano hasta donde hemos llegado en esta
materia.
A mi parecer el tema de la educación superior del que tanto se
ha hablado en el último tiempo, especialmente por el tema de la
gratuidad, está definitivamente mal orientado. Ya señalaba, que no
estamos de acuerdo con la gratuidad en la educación superior,
esto porque la decisión de continuar estudios superiores una vez
terminado el colegio, bien sean estudios universitarios o técnicos,
es una opción y no un derecho. Así mismo señalamos que la oportunidad que debe tener un estudiante egresado de la enseñanza
media, de estudiar en una institución superior, debe ser universal.
Dicho esto, podemos señalar que la enseñanza superior, para
que efectivamente esté al alcance de todos y sea de calidad, debe
apuntar a tres modificaciones bien concretas y urgente. La primera, a una pronta nivelación de las mallas curriculares a niveles de
las mejores universidades de la OCDE, solo así les aseguramos a
nuestros estudiantes una buena calidad de enseñanza. Esto implica así mismo, elevar el nivel del profesorado y las exigencias de las
propias casas de estudios para con los estudiantes. En segundo
lugar, se debe revisar el costo de los aranceles que ha convertido
los estudios universitarios en nuestro país, en un negocio altamente lucrativo y tercero por antonomasia, la duración de las carreras.
Para poder entender más claramente la urgente necesidad de
efectuar, lo antes posible los cambios señalados, veamos cuál es el
nivel en el que estamos realmente en calidad de la educación, costo de los estudios y duración de las carreras, algo que los medios
de comunicación generalmente no muestran. Para ello, es bueno
atender a lo que señalan los rankings mundiales de calidad de las
universidades, los aranceles que cobran y lo que duran las carreras
que ofrecen, rankings que son elaborados por prestigiadas instituciones dedicadas a ello.
Dos son los rankings más prestigiados que se publican en materia de calidad de las universidades en el mundo, estos son el
Quacquarelli Symons (QS) y el Shangai Academic Ranking of
World, quienes anualmente publican los rankings de la mayoría de
las universidades e instituciones de educación superior en el
mundo. Nos basaremos en el primero de ellos, en primer lugar,
porque es el más antiguo y luego porque es más benevolente con
nuestras casas de estudios.
Este estudio lista año a año las mejores 1.000 casas de estudios
superiores del mundo y las clasifica en base a los siguientes índices; (1) Reputación Académica, proveniente de las opiniones de
sobre 80.000 académicos del mundo; (2) Reputación entre los
Empleadores, proveniente de encuestas efectuadas a más de
40.000 empleadores del mundo, en referencia de donde prefieren
contratar profesionales; (3) Ratio Facultad/Estudiante, que se refiere a la evaluación que hacen los propios estudiantes respecto a
las enseñanzas y facilidades otorgadas por las universidades para
sus estudios; (4) Citaciones por Universidad, que se refiere a las
referencias en estudios o publicaciones, que se hacen en el mundo
en la cual se refieran a determinados estudios o papers efectuados
por cada universidad, lo que apunta directamente a la investigación y desarrollo que hacen los académicos; (5) Ratio Universidad/Estudiantes Internacionales, que se refiere a la cantidad de
estudiantes en el mundo que apunta a estudiar en determinadas
casas de estudio.
Hecha esta aclaración, diremos que según el último informe
Quacquarelli Symons (QS) para el próximo año 2020, nuestras
dos universidades más emblemáticas, la Universidad de Chile y la
Universidad Católica, ocupan lugares bastante poco destacables a
nivel mundial, así mismo, de las 47 universidades que hoy están
acreditas en Chile, solo 11 de ellas entran en el ranking de las
1.000 mejores en el mundo.
Dentro de la pobre calidad de educación de nuestras casas de
estudios en el contexto internacional, hay que reconocer que des-
de que las once únicas universidades chilenas entraron al ranking
QS, solo la Pontificia Universidad Católica de Chile ha escalado
puestos y de forma notoria, el resto solo ha retrocedido, lo que es
otro índice de lo lamentable de cómo está evolucionando la calidad de educación universitaria en nuestro país.
Algo igualmente preocupante es que pareciera que hace tiempo
en Chile vivimos dentro de una burbuja en este tema, pues las publicidades que se suceden en noviembre y diciembre de cada año,
señalando diferentes acreditaciones chilenas e internacionales,
hace a muchos pensar que avanzamos en forma sorprendente,
cuando en el fondo es solo publicidad para vender un producto
como cualquier otro en nuestro mercado local en una época determinada, como las compras de navidad.
Adicionalmente al hecho de no contar con universidades de
primera calidad habría que añadir que estas, generalmente, tienen
un costo más alto para los estudiantes chilenos que para los estudiantes de países que tienen incluso aquellas universidades que
internacionalmente están entre las mejores del mundo.
Esta distorsión de precios, en un mercado que se supone informado y competitivo, me lleva a concluir que la oferta y demanda en el mercado de los estudios superiores en nuestro país no
está funcionando en forma correcta.
No creo que la oferta sea precisamente el problema, pues 47
Universidades acreditadas en el país no es una mala cifra, el tema
a mi parecer es bastante más complejo y radica entre otras cosas,
en la información y por tanto en percepción del mercado respecto
a la calidad de la enseñanza que imparten las diferentes universidades chilenas y el desconocimiento respecto a lo que se enseña
en universidades similares en el extranjero. En otras palabras, se
demanda calidad, pero no se sabe cuanta. A modo de ejemplo,
resulta curioso que la Universidad Adolfo Ibañez, que tiene un
ranking derechamente malo a nivel mundial y muy inferior al de
la Universidad Católica y la Universidad de Chile, tenga un arancel en algunas de sus carreras, superior a estas dos últimas universidades. Esto en mi opinión, se debe a una suerte de publicidad,
diferenciación socio-económica y de posicionamiento que a las
mismas universidades les interesa fomentar independiente si ello
es o no real, aún cuando sepan que los alumnos pagarán más por
menor calidad. Suena hasta irracional.
Las acreditaciones que el Estado entrega y que las universidades publicitan profusamente, no refleja para nada la calidad de los
estudios que se dictan, sino la capacidad para enseñar, algo que
siempre debería darse por descontado y no como un logro. Me
atrevería incluso a sostener, que el sistema universitario de nuestro país a vista y presencia de la autoridades del Ministerio respectivo, están engañando e infringiendo un duro castigo a las familias
y estudiantes chilenos, aprovechándose de algunas barreras insalvables para muchos alumnos, como puede ser el costo de trasladarse a estudiar la misma carrera y vivir en el extranjero, a pesar
de que los mismos estudios en otras universidades extranjeras,
entregan definitivamente una mejor calidad en la educación y son
más baratos. Hoy nuestros estudiantes chilenos, están siendo obligados a pagar más que sus pares europeos por una educación notoriamente de inferior calidad y peor aún, obligados a estudiar
más años que los extranjeros para obtener un título similar.
Al hacer una comparación, no nos podemos quedar solo en el
costo de los aranceles de una carrera, sino que tenemos que eva-
luar el costo tanto en dinero, como en tiempo que implica para un
estudiante chileno el llegar a convertirse en un profesional.
A fin de ver esto, a modo de ejemplo, tomaremos la carrera que
más postulantes tiene año tras año en nuestro país, Ingeniería
Comercial, y la compararemos con la misma carrera que se dicta
en algunas universidades europeas.
Esta carrera, por la cual las universidades chilenas curiosamente entregan un título con rango de Ingeniería, se dicta en todos los
países del mundo simplemente como Administración o Licenciatura en alguna de las ramas que abarca el mundo de la economía,
los negocios y su administración como son finanzas, marketing,
personal, negocios internacionales, etc. y entrega por lo general
un título homologado mundialmente en su denominación como
BBA, (Bachelor in Business Administration), o BSc (Bachelor of
Science).
Es necesario aquí hacer la aclaración que, Bachelor se traduce
al español como Licenciatura, por lo que el título del profesional
es, Licenciado en Administración de Negocios o Empresas para el
BBA y Licenciado en Ciencias para el caso de BSc, siendo esta última, bastante más genérica pues abarca varias ciencias y obviamente también la economía y sus derivados.
El que los egresados de esta carrera en Chile tengan título de
ingeniero, sin perjuicio que refleja en mi opinión algo que es propio de nuestra idiosincrasia como es tratar siempre de subirnos el
rango, nos muestra lo alejado que estamos de los estándares internacionales en educación, forma parte del marketing de las casas
de estudios y llama a engaño a los estudiantes. Este es un marketing mal entendido y se ha extendido lamentablemente a muchas
otras carreras, con grados o títulos rimbombantes y que nada tie-
nen que ver con las denominaciones internacionales, por lo que
anteponiendo la palabra “Ingeniería en ...”, llaman a engaño a los
estudiantes y permiten así mismo a los establecimientos de educación superior, cobrar un plus adicional por ser una carrera de ingeniería, cuando en realidad no lo es.
Dentro de este ejemplo referido a la Ingeniería Comercial, el
cuadro siguiente nos permite comparar en forma simple, las tres
universidades chilenas más reconocidas en la carrera de Ingeniería Comercial con universidades de la OCDE que tienen un ranking QS 2020 similar, en lo que se refiere al costo anual de los estudios, así como años de duración de la carrera.
Dejaremos fuera de este cuadro comparativo, el costo de vida
en el país de estudio, pues nuestra idea es solo mostrar la diferencia de costos para los estudiantes a la hora de estudiar en sus países de origen (Ver cuadro pág. 165).
La primera e importante diferencia que se puede advertir es la
duración de la carrera, lo que reza para la mayoría de las carreras
que se dictan en nuestro país; mientras que en Chile hay que estudiar cinco años para obtener el título de Ingeniero Comercial en el
resto de los países hay que estudiar solo tres años o a lo más cuatro, cuando se hace alguna especialización o cuando la carrera incluye una práctica anual en alguna empresa local o un intercambio internacional.
Si a lo anterior le sumamos el hecho de que el costo total de los
estudios para acceder al título, al multiplicar los tres años de estudios por el costo anual de la carrera en el extranjero, contra los
cinco años de estudio en nuestro país, igualmente por los aranceles nacionales, podemos concluir que el costo de titularse para un
estudiante chileno es superior al costo que tiene un estudiante europeo para convertirse en profesional en la mayoría de los países
de OCDE. Agregándole a esta simple comparación el factor calidad que estas mismas instituciones tienen según el ranking QS,
podemos fácilmente concluir que los alumnos que estudian en
universidades de la OCDE, salen al mundo laboral -a pesar de haber estudiado dos años menos-, mucho mejor preparados y a un
menor costo. Al revés, para que quede bien claro, nuestros estudiantes salen al mercado laboral dos años más tarde, menos preparados y habiendo pagado o habiéndose endeudado más.
A la luz de la realidad aquí señalada y desde la perspectiva de
un mundo globalizado, es difícil entender qué han hecho, qué han
querido hacer o qué van a hacer nuestras autoridades de turno
cuando hablan de gratuidad y de mejorar la calidad de la educación superior en nuestro país, si ni siquiera han puesto sobre el
tapete estos elementos que, a mi parecer, son tremendamente relevantes. Estas desventajas a las que se ven sometidos nuestros jóve-
nes al decidir continuar estudios superiores y que nuestras autoridades han permitido por años, son demasiado grandes y totalmente injustificables y afecta no solo a la economía del alumno y
su familia, sino que al desarrollo económico de este como profesional y obviamente en forma directa al desarrollo económico del
país, al retrasar inexplicablemente su salida al mercado a hacer su
aporte al desarrollo del país.
Resumiendo, en Chile se estudia más, es más caro y la preparación es más mala que en universidades similares de Europa. ¿Qué
deberíamos hacer?
A mi entender, es prioritario y urgente como ya adelantábamos, hacer ajustes profundos en estos tres ámbitos básicos de la
educación, que hoy está bastante cuestionada y desmejorada a nivel internacional. Estos ajustes deben hacerse en forma conjunta;
dejar uno de los tres ajustes fuera, sería otro parche y el fracaso de
cualquier reforma. El primero es una profunda modificación en
las mallas curriculares así como una homologación de los títulos a
los estándares internacionales; el segundo es la reducción de los
años de estudios para la gran mayoría de las carreras universitarias de nuestro país y el tercero, nivelar los costos de los aranceles
que están cobrando las casas de estudios; solo así estaremos haciendo viable un buen financiamiento para que haya universalidad en la educación superior y entregando igualdad de oportunidades para todos, tema al que ya nos referimos.
En el caso concreto de las mallas curriculares, si miramos las
mallas de las universidades chilenas es claro que éstas adicionan
asignaturas que poco y nada aportan a la carrera propiamente tal,
asignaturas que solo alargan los años de estudios con dos consecuencias directas y contrapuestas tanto para los estudiantes como
las universidades. Para el estudiante, una sobrecarga injustificada
de dos años más de estudio, dos años más de pago o endeudamiento y también dos años de menores ingresos al terminar la carrera. Como contrapartida, para las universidades significa los
mismos años de mayores ingresos vía aranceles, mejorando en
casi un tercio sus beneficios en el negocio. A modo de ejemplo
podemos señalar que, en esta misma carrera de Ingeniería Comercial, la primera casa de estudios chilena adiciona el ramo de
Teología, que nada tiene que ver con la frialdad del mundo de los
negocios sin perjuicio de algunos cursos de ética que poco resultado tienen a la luz de los niveles de corrupción a los que estamos
llegando. Debemos entender que el mundo globalizado apunta
cada vez más a la especialización, incluso separando áreas de las
mismas carreras, que a tener una “educación integral y general”
como son las justificaciones que generalmente se dan para estas
asignaturas de relleno.
Por otro lado, dentro de los aranceles que cobran las casas de
estudios, sería importante también revisar esa la extraña igualdad
en los aranceles que hoy existe entre las llamadas carreras de pizarrón (Derecho, Psicología, Ingeniería Comercial, etc.), que obviamente tienen un costo sustancialmente menor, con aquellas carreras que requieren de elementos bastante más sofisticados, como
laboratorios y otros similares (Enfermería, Odontología, Medicina
por ej.).
Como corolario, hemos de decir que el hecho de que las universidades en Chile tengan o no tengan lucro es de banal importancia, es más, no podemos considerar una empresa privada,
como son muchas de las universidades chilenas, que entregue servicios a la comunidad si no tiene afán de lucro. Si esto fuese así y a
la larga llegase a ser exigido y duramente fiscalizado, los inversionistas en centros estudiantiles dejarán de interesarse en continuar
invirtiendo, por lo que en el mediano plazo tenderá a decaer tanto
la calidad de la enseñanza, así como la infraestructura.
Creo que el Estado chileno ha actuado por demasiado tiempo
de manera irresponsable, manteniéndose solo como observador
en el desarrollo de la educación en Chile, entregándole a las universidades todas las iniciativas sin abordar el problema desde una
perspectiva social y que ello sea realmente sea beneficioso para el
país. Es más, me atrevería a decir que también en este ámbito, la
autoridad hace tiempo que viene reaccionando solo a presiones
populares o lobby empresarial de las universidades.
Como anexo a las tres medidas básicas señaladas y que en
nuestra opinión deben adoptarse en forma urgente para mejorar
la educación superior en Chile, hay otros aspectos que no dejan de
ser menos importantes en el avance tanto en la educación misma
como en un tema bastante recurrente hoy en nuestro país, que es
la igualdad de oportunidades para acceder a los estudios superiores y que de estos salgan los mejores profesionales para Chile.
Nos referimos al proceso de selección universitaria y para ello,
tenemos que partir desde nuestra afirmación de que la calidad de
la educación pre escolar y escolar vista anteriormente, debe mejorar sustancialmente, de lo contrario los alumnos tendrán serias
dificultades de nivelación y rendimiento al ingresar a la universidad, aumentando los fracasos y abandonos, especialmente si sube
el nivel universitario y se estanca la educación escolar.
Es importante considerar que, si efectivamente queremos preparar profesionales de primera línea en cada una de sus carreras,
debemos definitivamente eliminar la Prueba de Selección Univer-
sitaria (PSU) y a lo más, reemplazarla por una prueba de selección
de habilidades (PSH) que, combinada con las notas, pondere las
habilidades propias para la carrera específica a la que postula el
estudiante. Es anacrónico y ridículo pensar que una prueba como
la actual PSU sirva igualmente para alguien que quiere estudiar
enfermería como para alguien que quiere estudiar ingeniería civil.
Lo único que se consigue con esta PSU es replicar o validar, en
una estresante prueba más, cuán estudioso es y ha sido el postulante en sus años de colegio, pero para nada mide habilidades
propias para la carrera que desea estudiar. Sin perjuicio de lo señalado, hay que ser claros en decir que ello ha creado un negocio
tremendamente lucrativo y grande como son los pre universitarios
y no se trata de que ellos sean condenables, pues surgieron al amparo de una oportunidad de negocio, sino que estos institutos a lo
único que contribuyen es a acrecentar la discriminación con quienes no tienen los recursos económicos para seguir estos cursos,
sin perjuicio de aumentar la brecha de oportunidades entre los
que pueden pagar y los que no pueden hacerlo. Queramos o no,
para una medida como esta, surgirán cientos de argumentos y
mucho lobby, pero la realidad es que estos institutos son solo un
negocio y poco o nada aportan a un desarrollo integral e igualitario a la educación en nuestro país.
Si miramos el sistema europeo de ingresos a las universidades,
estas sin perjuicio de considerar las notas del estudiante en la etapa escolar, a lo más aplican pruebas de evaluación específica para
cada una de las carreras, pues entienden que por muy buen estudiante que haya sido un alumno en su etapa escolar, este no tiene
por qué tener las mismas habilidades para ser un ingeniero que un
médico. Será en definitiva las habilidades para determinadas
áreas, lo que le hará un mejor profesional cuando egrese de una
determinada carrera. Sin perjuicio de ello, consideran además la
trayectoria extra curricular del postulante, como trabajos efectuados e hitos en su vida personal, incluso para algunas carreras los
estudiantes son llamados a entrevista personal.
En resumidas palabras, no quiere decir que un alumno por
muy estudioso que haya sido durante su vida escolar vaya a ser un
profesional igualmente bueno como enfermera o como diseñador,
existe un tema de vocación y habilidad que es importantísimo y
que hoy en Chile no se considera.
Hay mucho por avanzar y cambiar en nuestro país en materia
educacional, solo que las medidas a tomar sean estas u otras similares, deben ser bastante más radicales que los matices que algunos vienen sugiriendo. Una nivelación a estándares internacionales es factible, otros países con menos historia que nosotros ya lo
han hecho, solo que nuestro país debe superar en este tema, como
en muchos otros, egos e importantes intereses económicos involucrados en la forma en que el sistema está organizado actualmente.
Con todo, no podemos caer en la discusión en si la educación
debe ser un negocio o no, lo que debemos tratar es de encontrar la
mejor forma de entregar una educación que esté al alcance de todos, que tenga calidad acorde con lo que hoy se enseña en la
OCDE y que asegure una mayor igualdad tanto en el acceso como
en las oportunidades. La educación puede ser un negocio, pero
dentro de parámetros pensados primeramente en los estudiantes,
en la igualdad y en el desarrollo del país y no solo en un negocio
para las casas de estudios.
Capítulo 5
EL SISTEMA DE SEGURIDAD,
CUARTA PRIORIDAD
Cuando hablamos de seguridad, la mayoría lo asociamos inmediatamente a la seguridad ciudadana o la mera delincuencia
callejera, sin embargo, en la misma línea que he sostenido a lo largo de estas páginas, Chile requiere establecer y comprometer un
modelo de sociedad económica más humanitaria responsable e
igualitaria y dentro de este ámbito, la seguridad es un capítulo importante.
La acepción misma de la palabra seguridad, va más allá del solo
hecho de tener una buena policía que nos proteja de los robos y
portonazos por ejemplo, esta tiene que tener un carácter más integral en referencia a cómo se desenvuelve o debe desenvolverse la
sociedad. Lo que hoy la mayoría buscamos, es una seguridad más
completa, aquella que nos proteja no solo de los actos delictivos
comunes y sus autores, sino de actos que incluso atenten contra la
ética, el mercado, el bienestar y los derechos de la ciudadanía.
Definiremos un estado de seguridad en una sociedad, como la
sensación mental o el estado real, de estar en una situación de tranquilidad y paz, personal o comunitaria, exento de peligros o actos
que atenten contra el bienestar o la sensación de bienestar.
Podemos entender que la seguridad hoy en día para la mayoría
de los países, se hace cada vez más difícil de alcanzar o mantener,
bien sea por el terrorismo, la disputas y protestas internas, la delincuencia común y el narcotráfico entre otros pero, precisamente
porque no podemos darnos el lujo de permitir el avance de este
tipo de lacras en nuestra sociedad, es que tampoco podemos permitir que otras amenazas o actos delictuales surjan sin hacer nada
para detenerlos como las que hemos visto últimamente y me refiero a la corrupción, estafas piramidales, colusiones empresariales,
enriquecimiento ilícito y un largo etcétera, en otras palabras los
bien conocidos delitos de cuello y corbata que durante los últimos
años nos han invadido como sociedad, sin saber si siempre estuvieron presente o es algo nuevo.
Es muy importante hacer presente que seguridad también implica la forma correcta de hacer las cosas y a mi entender hoy no
lo estamos haciendo bien.
Siendo así, diferenciaremos dos tipos de seguridad que debemos abordar. La primera se refiere entonces a la delincuencia común, hoy bastante cuestionada y sobre la cual los diferentes gobiernos han estado tratando de mejorar con mayor o menor suerte
y la segunda, aquella sobre la cual solo se habla a nivel de ciudadanía, pues ningún gobierno ni autoridades han querido abordar
con la fuerza que se requiere y solo se refieren a ella y la condenan
cuando es descubierta pero nada hacen para prevenirla, quizás
porque la clase política y empresarial ve en ello una suerte de limitaciones a sus facultades y actuaciones.
La tranquilidad y estabilidad social mínima de las personas se
alcanza solo al tener unas reglas del juego bien definidas y asentadas, universalmente reconocidas y con mecanismos de control
adecuados, estrictos e igualitarios. Así mismo, el correcto cumplimiento de estas reglas debe ser necesariamente igual para todos
los participantes de la sociedad, cualquiera sea el lugar que se
ocupe en ella o el aporte que se haga a la misma.
En Chile existe un Estado de derecho y una justicia, que asegura que lo señalado anteriormente se cumpla, sin embargo, debemos advertir que no porque algo exista, ello es bueno y funciona.
Efectivamente en nuestro país tenemos un Estado de derecho y
una justicia, pero si ya sostuvimos que, en esta larga y angosta
franja de territorio hoy existen dos Chiles, hemos de ser consecuentes y decir que la justicia en este país no es igual para todos y
no podría ser de otro modo.
Es más, nos atrevemos a decir que es precisamente en la falta
de igualdad en los temas judiciales, donde a veces se ven con mayor crudeza las desigualdades que existen en nuestro país, sin perjuicio de que ello ayuda a resaltar y perpetuar los dos Chiles actuales.
No obstante lo dicho, este tema puede ser si acaso uno de los
más difíciles de las cincos prioridades planteadas en los que la sociedad pueda lograr un consenso, porque el definir un marco jurídico claro, duro y moderno, que alcance de lleno desde la delincuencia común a los llamados delitos de cuello y corbata, de
acuerdo a nuestra legislación debe nacer precisamente de quienes
hacen las leyes, las autoridades y el Parlamento, y son precisamente estos los estamentos más cuestionados por la ciudadanía en esta
amplia aristas de la seguridad ciudadana. En otras palabras, los
parlamentarios no dan la seguridad de que las leyes que estudian y
aprueban, no tengan una segunda derivada que los favorezca a
ellos o a quienes están detrás de esta segunda clase de delitos que
hemos señalado.
No obstante estar ambos conceptos de seguridad muy relacionados, dividiremos este capítulo en dos, el primero muy brevemente, referido a la seguridad que generalmente espera la población de los hechos delictuales comunes y el segundo, a la seguridad en las reglas del juego para una convivencia sana e igualitaria
de la sociedad.
SEGURIDAD CIUDADANA
En general, los gobiernos ya han entendido que los chilenos de
una u otra forma nos sentimos inseguros y vulnerables frente a
una delincuencia común que crece y muta rápidamente en sus
formas. Es difícil explicar a nuestros hijos, cómo antiguamente
muchos salíamos a jugar a la plaza y casi no importaba que dejásemos la puerta de la casa abierta. Ante un mundo como el de hoy,
si se va a jugar en la plaza hay que hacerlo con precaución y ni hablar de dejar la puerta de la casa abierta.
Las viviendas hoy se proveen cada vez más de alarmas, rejas y
muros, pues ya no confían en la seguridad que los organismos
responsables deben proporcionarle, tampoco confían mucho en
sus municipalidades, a pesar de que algunas tengan sus propios
cuerpos de inspectores municipales, drones, cámaras de reconocimiento facial y un largo etcétera.
Es triste que la delincuencia este siendo más lista y avanzando
más rápido, que la protección que nos puede y deben dar las autoridades.
Creo que el tema requiere de una fuerte reingeniería, tanto en
la forma como en los conceptos de seguridad ciudadana. Hay que
tener en cuenta que, para corregir los caminos y sistemas en el
combate contra la delincuencia, ello ha de hacerse necesariamente
en una alianza con el poder judicial y después de un amplio debate nacional sobre las prioridades al respecto que nos permita eliminar la conocida puerta giratoria, de lo contrario seguiremos a la
saga de una delincuencia que ya está comenzando a importar métodos hasta ahora desconocidos por nosotros, pero muy usuales
en un país que no cuenta con un buen sistema policial y judicial.
No parece lógico que los carabineros arriesguen su vida en cada
persecución policial, donde los delincuentes ya no trepidan en
responder con disparos, si esa misma semana un juez lo deja libre
por algún error en procedimiento en el arresto u otra argucia legal.
Debemos definir claramente y sin ambigüedades, qué es prioritario para nuestra sociedad: los derechos de los delincuentes o los
derechos de la ciudadanía que sufre la delincuencia; el resto es
solo semántico.
Ideas sobre la forma de hacerlo hay muchas, solo tenemos que
sentarnos a debatirlas de manera transversal y así llegar a un
acuerdo nacional, que vuelva a ponernos en la senda de la tranquilidad ciudadana. No podemos quedarnos solo en abordar temas de piropos y otros, cuando los femicidios, asaltos, portonazos
y un largo etcétera están a la orden del día.
Solo como un inicio en el aporte de ideas, creo debemos avanzar en los siguientes aspectos (no importa si el lector está o no de
acuerdo con las ideas aquí planteadas, lo importante es plantearlas).
• Deberíamos pensar en priorizar los derechos de la sociedad y
quienes la componen, así como la armonía dentro de ella an-
tes que el de los delincuentes. Esto apunta a que, si bien es
una obligación del Estado y la sociedad en su conjunto el
procurar la rehabilitación del delincuente, no se puede priorizar esto antes que los derechos de los ciudadanos. Siento
que nuestro país quedó tremendamente dividido y atrapado
después del régimen militar en el tema de los derechos humanos y no ha podido o quizás no ha querido superarlo y ve
atrocidades en cualquier intento de proteger duramente a la
población contra la delincuencia. Sentarse a debatir cómo
miramos hacia adelante y definimos lo que es mejor para
nuestra sociedad es algo fundamental.
• Debe terminarse con los carabineros de escritorio (aquellos
que hacen labores administrativas), deberían ser civiles los
que manejen el aparataje administrativo al igual que se hace
con cualquier empresa de servicios o dependiente del estado
y que de paso, esa administración debería ser fiscalizada y
auditada por empresas externas especializadas y contratadas
por el estado para los efectos.
• También se debería estudiar el instaurar un sistema acotado
similar al de los Mossos d´Esquadra en Cataluña, esto es un
cuerpo especializado en la seguridad vial, emergencias y protección civil (las bases creo, ya las tenemos en los guardias
municipales).
- La fuerza de carabineros debe focalizarse solo en combatir la
delincuencia, siempre con unas leyes más estrictas, de lo
contrario seguirá funcionando la puerta giratoria.
• Los eventos privados, deportivos, musicales y en general
aquellos de alta convocatoria y principalmente los de alto
riesgo, que requieran vigilancia y protección adicional, no
pueden ni deben tener el concurso gratis por parte de Carabineros de Chile. El Ministerio del Interior junto con autorizar el evento, debe determinar la cantidad de efectivos que se
requieren para cada evento y cobrar por ello. No parece razonable subsidiar a los empresarios de los espectáculos, proporcionando fuerza policial adicional y además gratuita con
el costo que ello implica o como mínimo, el descuido obligatorio que se produce al tener que dejar de lado otras obligaciones policiales por proteger estos espectáculos. La realidad
es que, de no existir protección policial, lo más seguro es que
estos eventos no podrían realizarse.
• Si para los delitos menores y repetitivos como portonazos,
invasión de moradas etc. existen potenciales penas máximas
(la frase recurrente es, “arriesga una pena de…”), también
deberíamos pensar en el establecimiento de penas mínimas,
al menos para los delitos comunes, las que deberían aplicarse
por el solo hecho de haber cometido el delito, esto también
como forma inmediata de eliminar la famosa puerta giratoria.
• Se debería tener un debate nacional que evalúe prioridades
respecto a la privacidad personal, como las cámaras de seguridad en las calles, por ejemplo, v/s el combate a la delincuencia. Cada persona debe hacerse cargo de su vida y no
parece lógico que por proteger su privacidad al caminar por
la calle o entrar a algún establecimiento, arriesguemos un
posible acto delictivo, porque las cámaras vulneran su privacidad.
• Las penas para los delitos más comunes o al menos aquellos
que tengan una repetición razonable, deberían tender a tipi-
ficarse en su forma y pena y lo más acotado posible, esto de
modo de minimizar la aplicación de interpretaciones y criterios arbitrarios de los jueces a la hora de dictar sentencias,
quienes muchas veces dejan libre a delincuentes sobre los
cuales se sabe volverán a reincidir.
• Se debe pensar seriamente en rebajar a 16 o incluso hasta 14
años, la edad en que un adolescente pueda ser imputable según el delito cometido, ya son demasiado los delincuentes
juveniles.
• Deberíamos avanzar de forma rápida, hacia un sistema de
cárceles privatizadas. El hacinamiento no es bueno ni para
los delincuentes ni para el sistema judicial.
Con todo, lo que hay que hacer es enfocarse directamente al
combate de la delincuencia de manera preventiva y punitiva,
como un derecho de la ciudadanía más que como una defensa a
los derechos del delincuente.
SEGURIDAD EN LAS REGLAS DEL JUEGO
El no tener reglas claras y delimitadas del juego en una sociedad o bien tenerlas y que no se cumplan, atenta contra la sana
convivencia y la justicia, desmoraliza y finalmente degrada los cimientos de la misma sociedad.
Por hacer una analogía con cualquier juego en el que participe
más de un jugador, notaremos que estos tienen unas reglas bastante definidas y que los jugadores deben respetar por igual. Desde el
momento en que uno deja de seguirlas o respetarlas, se las salta o
hace trampa para sacar ventajas, el resto de los participantes, si lo
descubren, rechazan en forma inmediata esta actitud la que de
persistir obliga al resto a terminar con el juego, porque así no se
puede jugar o simplemente proceden a expulsar del juego al tramposo.
En la medida que el juego tenga mayor número de participantes, la expulsión será la actitud más frecuente de los participantes
del juego, porque el resto quiere seguir jugando.
Esto que es tan básico en la vida cotidiana de las personas -especialmente entre la juventud que hoy ha revivido con fuerza los
juegos de mesa-, lamentablemente no ocurre en la vida real, porque si bien las reglas tienden y deben ser similares para todos, hay
algunos que definitivamente -aunque se niegue como una letanía
por todas las autoridades de turno- están o se sienten que están
por sobre las reglas o como mínimo, logran adecuar de una u otra
manera estas a sus intereses, para que la parte dura de la ley no los
toque o al menos no les sea tan dura.
En efecto, nuestra vida cotidiana se juega en un tablero donde
también existen unas reglas llamadas leyes, reglas que se supone
todos deben respetar por igual, so pena de ser penalizado o expulsado del juego, sin embargo es percepción generalizada de la población y una realidad más que conocida, que no todos respetan
las reglas y aunque el resto de los jugadores manifiesten sus reclamos y a veces pidan su expulsión, estos no son sancionados y
menos expulsados del tablero de juego, quizás porque quienes han
dictado o dictan las leyes hasta hoy, las han hecho o las hacen pensando en su protección así como la de sus pares, antes que al respeto al juego (mercado) mismo y a todos los participantes por
igual.
En otras palabras, en Chile es una realidad que las leyes no se
aplican de la misma forma para todos y si a esto le agregamos otro
chilenismo que hemos visto en capítulos anteriores como que el
“chancho no está bien pelado”, la situación actual, con una sociedad más empoderada y comunicada, está comenzando a volverse
insostenible.
No tiene sentido que en estas líneas demos ejemplos de esto,
pues no se trata de tomar partido por algunas posiciones, pero la
realidad es que delitos graves, muchas veces por pericia de los
abogados defensores, impericias de los fiscales o desidia de los
jueces, tienen una sanción ridícula en comparación con el conocido paradigma del “robo de una gallina”.
Situaciones como estas, propias de una desigualdad institucionalizada, desmoralizan y lo que es más grave, alimentan y fomentan la corrupción y los delitos de “cuello y corbata” porque, cuál es
el sentido que puede tener para algunos ambiciosos actuar con
rectitud, si haciendo trampa avanzará más rápido y se obtendrán
mayores recursos que luego servirán para financiar, en el eventual
caso de que sea descubierto, una buena defensa que lo deje libre o
a lo más preso solo por un tiempo.
Ya hay quienes sostienen que en Chile la justicia ya tiene un
precio, algo fuerte quizás, pero lo que sí es claro es que “a mayor
cantidad de recursos, mejor defensa y por tanto menor castigo”.
Como contrapartida, quienes no tienen recursos y no tienen una
buena defensa, sufren penas más fuertes.
Como derivada de lo señalado, llegamos inexorablemente al
tema del abuso de poder de los grandes para con los ciudadanos
comunes y corrientes; abusos de diferente índole por parte de instituciones bancarias, empresas telefónicas, empresas del retail y un
largo etcétera, sobre los cuales el ciudadano común tiene poco que
hacer, bien sea porque no dispone del tiempo necesario para dedicarlo a reclamar sus derechos o lo más común, no tiene la capacidad económica para lidiar con los grandes y estos lo saben, lo que
acentúa más la desigualdad.
Hemos de dejar en claro, que para nada estamos intentando
decir que este tipo de empresas basen sus negocios en la estafa o
abuso reiterativo, a lo que me refiero es que como cualquier organización, son manejadas por personas y como tal sujetas a que
estos cometan errores, el problema radica en que los errores que
esos funcionarios cometen, perjudican a alguien y ese perjuicio en
lo mínimo, tiene un costo económico para el afectado, costo que
estas instituciones en su mayoría no están dispuestos a pagar bien
sea porque es mucho dinero o bien porque el funcionario no ha
querido reconocerlo, pues de hacerlo le podría costar su trabajo.
Todos sabemos que el tratar de cobrar un perjuicio, requiere
asesoría legal y aunque el perjuicio sea evidente, tiene un alto costo en dinero y tiempo que pocos pueden solventar, incluso a veces
su monto no lo amerita y este beneficio va directamente a engrosar las ganancias de la organización que cometió el error o abuso.
Adicionalmente, digamos que todas las grandes empresas tienen
un departamento jurídico, precisamente para lidiar con estos “inconvenientes”, por lo que a lo más si la institución así lo desea y
abre alguna puerta de interés en el tema, el afectado termina acogiéndose a la máxima de este tipo de situaciones; más vale un mal
arreglo que un buen juicio.
La manera más simple de describir este tipo de abuso empresarial e incluso personal, es decir que en Chile pocos están dispues-
tos a asumir sus culpas y se utilizan todos los medios al alcance
para evadir sus responsabilidades.
Pocos se atreverían a decir, que en las altas instancias de la justicia se ejercen presiones o se hacen arreglos, en primer término
porque si los hay, son tremendamente difíciles de probar, sin embargo ya están apareciendo casos connotados. Países de la región
han dado ejemplo de cómo la delincuencia y especialmente con la
irrupción del narcotráfico se han mermado e influido en forma
importante las decisiones judiciales, bien sea por dádivas varias o
incluso coerción, lo que nos obliga como sociedad y obviamente a
las autoridades, a proteger en forma preventiva a los poderes del
Estado contra este flagelo que, si ya ha llegado a otros países, nada
nos asegura que no pueda llegar al nuestro y sus consecuencias
serían nefasta para el débil Estado de derecho que hoy tenemos.
Si esto es importante que no ocurra, tan importante como ello
es que la población tenga la certeza total de que en nuestro país, la
justicia es igual para todos independiente de su estrato social, recursos económicos o si es o no una autoridad y aquí el gobierno
debe hacer un fuerte mea culpa, pues si son las mismas autoridades las que proponen, aprueban, dictan y hacen cumplir la ley, no
puede sorprender que el sistema no goce de la credibilidad que
amerita, especialmente con los fuertes delitos de cuello y corbata
con los que hemos sido sorprendidos en el último tiempo. Es a mi
parecer, urgente establecer o repensar un mecanismo para que
definir y aprobar las leyes mínimas que se deben dictar en este
ámbito, más allá del estamento parlamentario.
Por razones obvias, no entrare aquí a establecer posiciones personales, pero sí podemos señalar hacia dónde debería apuntar una
cancha bien rayada en esta materia.
• Se necesitan leyes más actuales, que alcancen los delitos informáticos, financieros y principalmente aquellos que atenten en contra del mercado, con penas decidoras y muy superiores a las que conocemos.
• Se necesita una clara tipificación de estos delitos, que en su
mayoría son conocidos e identificables, a fin de que no se
siga cayendo solo en las llamadas “faltas a la probidad”, “lavado de activos”, “asociación ilícita”, por los que hoy bien
pueden ser imputados desde el robo de un celular, hasta una
estafa o venta de artículos robados. Deben diferenciarse claramente, aquellos que conocemos como los delitos que afectan la población en general, al mercado y su credibilidad,
como colusiones, estafas piramidales, delitos financieros, etc.
y asignársele penas y multas, lo suficientemente altas de
modo que desincentiven su cometimiento.
• Creo, al igual que lo señalado anteriormente, que en la medida que las leyes dictadas para delitos claramente identificados y reiterativos sean lo más precisas y acotadas posible,
al igual que las penas establecidas para ellos, se dejará menor
margen para criterios judiciales parciales y así se desincentivarán estos hechos delictuales, tendremos un sistema judicial
más transparente y recién podremos aproximarnos a una
justicia con igualdad.
Si lo que pretendemos como país es tener una sociedad más
equitativa e igualitaria, el tema jurídico es uno de los pilares fundamentales para alcanzar ese objetivo.
En el entendido que el ámbito de ideas es muy amplio y a veces
extremo, aun así, creo que ninguna idea debe descartarse por exagerada que parezca, pues somos y seremos todos los que jugamos
y seguiremos jugando en este tablero llamado sociedad, por lo que
el debate debe ser amplio y en beneficio de toda la sociedad en su
conjunto y sin miedos a ser estrictos.
Caen dentro de esta gama delictual que habría que empezar a
tipificar, las colusiones de empresas, arreglos de asesorías de autoridades a través de amigos y parientes, coimas y el uso de información priviligiada, entre otras muchas.
Este tipo de delitos y sus castigos actuales deben ser si acaso
una de las desigualdades que, dentro de la justicia y su incidencia
en la igualdad ante la ley, provocan las mayores distorsiones y repudio por parte de la sociedad. Delitos que nunca llegan a castigarse o terminan en sanciones bajísimas, afectan de forma importante a la credibilidad del sistema de justicia, sistema financiero y/
o el mercado en general y por tanto afectan seriamente a la convivencia de nuestra sociedad.
La economía y el mercado propiamente tal, su competitividad y
su transparencia, es lo que permite el desarrollo económico estable de un país y así lo hemos visto en nuestro país en los últimos
20 ó 30 años. Sin embargo, en la medida que los actores relevantes de nuestro mercado se han ido reduciendo durante los últimos
años, ello ha ido afectando en forma seria y peligrosa la competencia y como contra partida se han multiplicado los casos de colusión y arreglos varios, así como las inaceptables presiones de
algunos interesados para que la política y las leyes jueguen en su
beneficio.
Este tipo de conductas, en beneficio de un desarrollo estable y
justo, deben ser erradicadas de forma rápida, radical y con leyes
fuertes y precisas. En otras palabras, de debe aplicar “un desincentivo” brutal a este tipo de delitos.
Un punto importante y lamentable a la vez, es que si bien las
reglas del juego deben ser planteadas en forma clara y precisa, lo
mismo que los castigos por vulnerarlas, estas no pueden en mi
opinión ser propuestas, dictadas ni implementadas por un parlamento como el actual y lo digo por dos motivos; el primero porque el Congreso Nacional como señalábamos, debe ser por mucho
y hace mucho, unos de los estamentos nacionales con menor credibilidad en nuestro país principalmente porque sobre este tema,
hasta ahora nunca ha hecho nada serio. Por otro lado, tampoco
cuenta en general con parlamentarios capaces de abstraerse de la
mera política partidista e ideológica, para pensar exclusivamente
en los intereses del país.
MEJORA DE LOS SISTEMAS DE CONTROL
Una sociedad con una economía libre como la nuestra, a la que
le agreguemos solidaridad, sustentabilidad y definitivamente algo
más de humanidad, requiere de controles estrictos y regulaciones
claras, por otro lado el Gobierno tiene la obligación de representar
a toda la población y velar por sus intereses en forma igualitaria y
dentro de este concepto cabe, el no permitir por ejemplo, ni los
monopolios ni los oligopolios que por definición no son buenos
para el mercado y menos para los consumidores, sin embargo si
debido al tamaño del mercado como es el caso de nuestro país,
son pocos los oferentes y esto se hace inevitable, el estado debe
ejercer un estricto control regulatorio para evitar los abusos, algo
que hasta ahora no ha hecho.
Los actores más relevantes en los más importantes mercados de
nuestro país son, lamentablemente, cada vez menos y esta tendencia que se ha estado dando durante las últimas décadas y seguirá
siendo así en la medida que no exista una política seria de los gobiernos para contrarrestar esta concentración de oferentes o dicho
de otro modo, de fomentar un mercado competitivo sobre todo en
las áreas de consumos masivos.
En efecto, la concentración de actores en diferentes mercados
lleva inevitablemente a la mayor concentración de la riqueza,
creando así una espiral sin retorno, especialmente en países o
mercados pequeños como Chile, algo extrapolable a casi la mayoría de los países latinoamericanos. A modo de ejemplo podemos
señalar que para los 17 millones de habitantes que somos, solo
existen 14 bancos (no contamos aquellos que son solo marcas comerciales, como forma de estrategia de segmentación de mercado,
pero que tienen los mismos dueños), solo 6 Administradoras de
Fondos de Pensiones, 4 grandes Supermercados y 3 Farmacias entre muchos ejemplos, que controlan mayoritariamente sus respectivos mercados. Cualquier acción que uno de estos actores ejerza
sobre su área, distorsiona de sobremanera el mercado y los precios, afectando finalmente a toda la población y beneficiando
fuertemente como contrapartida a quienes están detrás de esa acción, tanto en su cosecha de utilidades, como de mercado o poder
financiero.
El sistema democrático y la economía libre que se ha logrado
institucionalizar en Chile, es algo que debemos no solo preservar,
sino además debemos fortalecer para que precisamente como ciudadanos, podamos tener la confianza que las leyes que se dictan
van en beneficio de todos y no solo de unos cuantos. Así mismo,
en la medida que lleguemos a tener un parlamento que comprenda que su principal labor es la búsqueda de políticas para Chile sin
favorecer a nadie, que su labor fiscalizadora debe ser seria, irrestricta y apegada al rayado de cancha que señalábamos, todo ello
dentro de un mercado lo más competitivo posible, podremos
dormir más tranquilos.
Para llegar a ello, indudablemente hay muchas ideas que la población, bien en conversaciones o redes sociales ha expuesto abiertamente y sobre las cuales las autoridades y parlamentarios hacen,
por razones obvias, oídos sordos. Resaltemos aquí algunas que nos
parecen básicas.
• Debemos reducir drásticamente el número de parlamentarios a algo menos de la mitad (y con un sueldo acorde a la
realidad nacional, por ejemplo que este no supere en más de
10 veces el sueldo mínimo). Siempre es mejor tener pocos
representantes, pero fidedignos y capacitados, que un gran
número y que la mayoría de estos solo aparenten representar
a alguna región, en circunstancias que son de Santiago. Este
menosprecio institucionalizado a las capacidades de las regiones que hacen los partidos políticos al vulnerar abiertamente la autonomía de estos, porque la ley ha dejado la puerta abierta para ello, retrasa el desarrollo mismo de las regiones. Por otro lado, la experiencia de tener un número tan
alto de parlamentarios, no se ha visto reflejado en una mejora en la eficiencia del Congreso y no se trata de medirlo por
número de leyes implementadas sino por leyes buenas más
que parches.
• Así mismo, debemos de entender que el ser parlamentario
no es una profesión, por lo que no debería permitirse parla-
mentarios eternos. Esto en primer término, porque los países
requieren de nuevas ideas y las nuevas ideas salen de la renovación. No es dable a pensar que estas ideas surjan solo del
interior de los partidos políticos, los que generalmente son
manejados en forma centralizada y por las mismas personas
o de un parlamentario que lleva 12 o más años en el congreso. Para ello los parlamentarios deberían como máximo, poder postularse y ejercer como tal, solo dos periodos y no
continuados. Esto último, para evitar el uso del cargo en su
eventual re-postulación. Entendamos que la “carrera
política”, es un invento de los mismos políticos.
• Chile debe poco a poco descentralizarse, ojalá hasta llegar a
convertirse en una suerte de estado federal, donde cada región pueda administrar la mayor parte de los recursos que
generan internamente. Sería bueno en consecuencia, comenzar con los mismos representantes en el parlamento. La idea
es que, para postularse al parlamento en representación de
alguna región, estos deberán haber nacido o tener como mínimo de 5 a 10 años de residencia efectiva y ejercicio de su
profesión en la región por la cual postula. Creo que ya está
bueno que Santiago sea quien maneja la plantilla parlamentaria para las elecciones.
• Aunque pueda resultar duro decirlo, creo que todos queremos tener un parlamento capacitado y probo, pues en la medida que el interés de cada uno de ellos tenga al país como
primera prioridad y mientras más capacitado esté, mayor
será el beneficio que aporte a la nación, por esto a mi parecer, para ser candidatos al parlamento y obviamente parlamentario, estos deberían acreditar como mínimo, estudios
superiores a nivel de titulación y algunos años de experiencia, sin perjuicio de una intachable hoja de vida.
• En cuanto a los nombramientos de autoridades y parentescos, si bien existe una normativa, la que siempre se vulnera,
debería prohibirse expresamente y por ley que, elegida o
nombrada alguna autoridad, desde el Presidente de la República hasta el nivel de Jefes y/o Directores de Servicio, pasando por Intendentes, Seremis etc. no pueda, ni el presidente ni
las autoridades de turno, nombrar o aceptar ningún pariente
hasta el tercer grado de consanguinidad para alguna repartición pública. Somos más de 17 millones de chilenos y hay
gente suficientemente capacitada en este país para ejercer
cualquier cargo y no sirve la excusa de que los parientes son
de confianza, primero porque hemos tenido pruebas fehacientes de que ello no es así, como también las penas a funcionarios públicos que incurran en faltas a la probidad o
abusos, deberán ser efectivamente bastante más altas que a
quienes no lo son.
Creo que cualquier idea que apunte a convertir a Chile en un
modelo de probidad, igualdad ante la ley y respeto por la ciudadanía, siempre será bienvenida.
Finalmente me atrevo a proponer algo que, si bien la constitución política no lo permite hoy en día, creo debe considerarse.
Me refiero al establecimiento de un plebiscito nacional que,
bien diseñado y manejado, sea efectuado cada 5 años por ejemplo,
que permita a la gran mayoría de la población decidir sobre tópicos que afecten directamente a convivencia nacional, como lo ya
señalado anteriormente o si los parlamentarios tienen que tener
un tope en sus postulaciones o si las votaciones deben ser obliga-
torias, etc. Además, creo que parte de estos plebiscitos deben ser
necesariamente vinculantes y otra parte, debe ser una orientación
para las autoridades en orden a que entienda hacia dónde está
marchando la sociedad, se vaya adecuando y tomando las medidas correspondientes en ese sentido. Si bien puede parecer que
esto horada la autoridad de los parlamentarios, la verdad es que
solo los acota a lo que les es propio; no podemos seguir permitiendo leyes como “día nacional de..” o parches que no apuntan a
lo que finalmente la ciudadanía quiere.
Nuestro país tiene que comenzar a despolitizarse, entendiendo
esto como el hecho de restar la fuerte importancia de los partidos
y sus militantes y dar cabida a independientes que quieran “hacer
el servicio país” trabajando en el gobierno o parlamento básicamente por ayudar a Chile, algo que pasaría por ejemplo, por permitir que los postulantes al parlamento puedan ser profesionales
independientes sin requisitos de firmas o apoyos políticos partidarios. De esta forma podríamos a la hora de votar, hacerlo por los
mejores y no por los menos malos, como ha sido la tónica en los
últimos tiempos.
Capítulo 6
DESARROLLO ECONÓMICO,
QUINTA PRIORIDAD
Generalmente tiende a confundirse el concepto de crecimiento económico con desarrollo económico, sin embargo, no es lo
mismo.
El crecimiento económico es en palabras simples, la variación
que tiene la totalidad de la producción de un país durante un año
calendario, con respecto a lo producido durante el mismo período
el año anterior y esto se mide en términos porcentuales.
La forma de medir la producción del país se hace generalmente
en términos monetarios estables y es lo que conocemos como el
Producto Interno Bruto o PIB.
• Así mismo, al dividir este Producto Interno Bruto o PIB por
el número de habitantes, tendremos lo que conocemos como el
ingreso per cápita, que no es otra cosa que el ingreso anual
promedio que tiene cada una de las personas que habita en ese
país, obviamente es un promedio.
Este índice -ingreso per cápita- es el que generalmente se utiliza
para clasificar, si el país es desarrollado, es rico, está en vías de
desarrollo o definitivamente es pobre.
No obstante lo anterior, hay que tener en cuenta que este ingreso per cápita, sin perjuicio de ser un índice tremendamente criticado por provenir de una medida exclusivamente matemática,
como tal, es perfectamente aplicable para tener una idea del tamaño de la economía de un país y compararse con otro similar.
Por otro lado, desarrollo económico es un concepto más relacionado con el bienestar social de la población, pues refleja el nivel de un país por lo que este ofrece a sus habitantes en diferentes
ámbitos, como cobertura de salud, educación de calidad, vejez
digna, entretenciones, incluso la capacidad para cubrir las necesidades mínimas de alimentación y vivienda. Este concepto se conoce generalmente como el índice de desarrollo humano (IDH)
Dicho esto, el lector habrá entendido que nuestra idea desde el
inicio, ha apuntado al desarrollo económico como meta principal
y no al crecimiento económico.
Como ya hemos señalado en algunas líneas de este libro, el crecimiento económico per sé ya no tiene sentido. Es más, me atrevo
a decir que el seguir empeñándonos en un crecimiento económico, bajo este concepto, como meta principal para alcanzar el estatus de país desarrollado y bajo la filosofía de que ello producirá un
rebalse hacia las capas más pobres, tal cual lo hemos venido escuchando las últimas décadas, producirá mayor desigualdad y será
en corto tiempo tremendamente peligroso.
En efecto, es social y económicamente discriminatorio, concentra la riqueza en extremo y es germen de descontentos sociales lo
que, con el continuo empoderamiento de las sociedades producto
de la inmediatez de la información y el mayor acceso a esta, ya no
permitirá que los gobiernos de turno continúen con lo que varias
veces hemos hecho mención en este libro, me refiero a los parches
para salvar demandas puntuales de la sociedad, esto porque definitivamente ya no es aceptable. Es el desarrollo económico al que
debemos propender como país y mientras antes entendamos esto,
mejor será para la sociedad y el país en su conjunto.
Los gobiernos, antes de seguir creciendo lo más posible, tienen
que dar una solución integral y real a temas como la cuatro primeras prioridades antes planteadas aquí.
Es posible que algunos piensen que las prioridades aquí señaladas, no sean precisamente las más importantes o que este no sea
el orden adecuado pero lo que está claro, es que los gobiernos no
pueden quedarse en temas semánticos, ni menos en ideologías
político partidista e incluso religiosas de cómo hacer las cosas,
pues ello sería continuar en la senda de la polarización de la sociedad.
Quedará claro en consecuencia, la razón del por qué dentro de
nuestras prioridades hemos puesto el crecimiento económico en
el último escalón.
Necesitamos humanizar cuanto antes nuestro modelo económico manteniendo una economía libre, pero también, velando
porque esta sea solidaria y sustentable en el tiempo que traspase
incluso nuestro horizonte de vida, para que alcance a nuestras
descendencias futuras y que todo esto lo hagamos en paz y sin
resquemores políticos que siempre terminan enfrentando al ser
humano y lo que es peor, por ideologías arcaicas.
Para llegar a ser un país, desarrollado económicamente y no
uno que, vía crecimiento económico, solo alcance un PIB per cápita de primer mundo que nos categorice como país desarrollado,
debemos establecer un periodo de 25 a 30 años que yo lo llamaría,
un período de estancamiento sustentable donde el crecimiento no
se detenga, pero que este sea se mantenga paralelo y similar al crecimiento vegetativo de la población.
Para definir más claramente este crecimiento sustentable, diré
que es precisamente el crecimiento de un país que se produce a la
par con la tasa de natalidad, crecimiento que le permite básicamente absorber la mano de obra que año a año se incorpora al
mercado laboral, como también impide que se produzca la depredación de los recursos naturales y le permita al país encontrar la
mejor forma de utilizar sus propias riquezas y recursos internos.
Debemos en lo esencial apuntar a una productividad socialempresarial, esto es, la misma o mayor producción con la misma mano
de obra y manteniendo los niveles de competitividad empresarial.
Quiero reiterar finalmente, que no se trata de quitar nada a nadie, sino de mejorar el reparto de la torta, acortando las brechas de
desigualdades y nivelando las oportunidades, algo que en lo que
todo Chile, su gente, las autoridades y los empresarios, deberían
responsabilizarse por igual.
EPÍLOGO
Después de todo lo aquí presentado, que a algunos les puede
parecer bueno porque así seríamos más iguales, a otros una locura
porque cambiaría la primera prioridad de llegar a ser un país
desarrollado, así como otros lo pueden considerar una simple
utopía; creo que lo primero que debemos hacer individualmente,
es preguntarnos si nuestro país tiene la fuerza, las capacidades
profesionales y los recursos económicos para realizar este up-grade humanitario que requiere con urgencia nuestro sistema económico y social.
La respuesta que yo podría dar es bastante obvia, de lo contrario no habría escrito estas páginas, lo importante es la respuesta
que los lectores se den, sean eruditos o desconocedores de las materias aquí presentadas. Con todo, la respuesta debe buscarse en
dos ámbitos, el primero es el filosófico, esto es si estamos contentos en cómo se está desarrollando nuestra sociedad o si creemos
que podemos mejorarla hoy nosotros para nosotros, así como
para las futuras generaciones. Aquí se necesitaría un consenso generalizado, donde sea la gente la que opine y no los políticos quienes interpreten lo que la sociedad quiere y establecer un potencial
acuerdo como el terreno donde llevar sus ideologías.
La segunda es bastante más simple porque es meramente numérica y se refiere a si Chile tiene las capacidades profesionales y
recursos económicos para hacer un cambio radical como el pro-
puesto, esbozo que de alguna forma hemos referenciado en cada
uno de los capítulos. Es más, puede que las ideas aquí planteadas a
muchos no les guste, pero lo que sí creo queda claro, es que hay
formas alternativas de hacer las cosas que pueden ser mejores que
lo que hoy tenemos.
En todo caso, si alguna de estas dos respuestas fuese un sí, querría decir que el no intentarlo, nos revelaría como incapaces de
vencer una inercia que autoridades y políticos nos vienen imponiendo desde hace bastantes años, donde la política ideológica nos
ha obligado a perder tiempo y recursos, haciéndonos ver incluso
como enemigos entre nosotros mismos porque no compartimos
ideologías socioeconómicas comunes y lo que es peor, incapaces
de ponernos de acuerdo en temas que tengan un horizonte más
transversal y más allá de nuestras propias narices. En efecto, el
descrédito de nuestro parlamento, sus integrantes y la mal llamada
clase política, negociando acuerdos, muchas veces de alta relevancia para Chile y su población, por una cuota de poder que generalmente es mal utilizado hasta los límites de la corrupción, ha
relegado a la ciudanía real a un segundo plano y que entre tanta
pelea, dado que la economía se sigue desarrollando, nos hemos
convertido en un país tan mixto que hoy podemos definirnos
como modelo de desarrollo económico, próspero y deseado por
inmigrantes e inversionistas, así como un país cada vez más desigual, con diferencias socioeconómicas abismales y socialmente
inestable.
La pérdida de tiempo que hemos tenido para desarrollar un
modelo común, que piense en todos los chilenos por igual, tanto
para solucionar los problemas urgentes como para sentar las bases
para que nuestra descendencia tenga un país mejor, resulta
inaceptable.
En referencia a la primera parte de la respuesta, más allá de si
estamos o no contento con nuestra sociedad actual, pues habrá
detractores de ambos lados, yo sí creo que nuestro sistema socioeconómico es, debe y puede ser perfeccionado bajo un esquema
de lo que se conoce como “ganar o ganar”, esto es que todos, aunque no sea “en la misma moneda”, ni medido en la misma forma,
ganen en esta operación.
Esto en pocas palabras significaría que quienes hoy tienen una
vida que les significa una lucha mes a mes por alcanzar el cuatro,
como hacíamos la comparación con notas escolares anteriormente, puedan llegar tranquilamente al 4,5 y ojalá al 5 y quienes están
ya cercanos o sobre el 6, aseguren una sociedad estable y más
igualitaria en el largo plazo que les garantice el desarrollo empresarial más estable, en una cancha bien rayada y sin sobresaltos tributarios, laborales, huelgas y todo aquello que hace inestable el
emprendimiento y desarrollo empresarial.
Creo que buscar la respuesta, sobre si estamos capacitados para
dar un salto como el aquí propuesto, es un tema más personal por
lo que corresponde al lector encontrarla.
Ahora bien, para no quedarnos solamente en ello, reseñaremos
algunas cifras e ideas muy personales de lo que tenemos hoy en
nuestra economía, así como que es lo que deberíamos hacer.
Quiero reiterar que, ninguna de las cinco urgencias propuestas
a lo largo de estas líneas ni otras potenciales serán posible, si los
políticos de este país siguen anteponiendo sus intereses político
partidistas, incluso personales, y recriminándose entre ellos por
cosas que se han hecho en el pasado y en cómo deben hacerse, si
antes la ciudadanía misma no les dice derechamente lo que este
país quiere y necesita, a través de una consulta nacional por ejemplo; en otras palabras, para que entiendan de una vez cuál será su
trabajo de postularse y salir electos.
No se trata de que lo discutan o se apeguen a un programa que
ellos estimen oportuno o lo discutan, sino para acuerden como
deben alcanzar lo que la ciudadanía necesita y hacerlo al menor
costo para el país. Sinceramente creo que necesitamos una generación de políticos nuevos y no hablo de jóvenes, sino de todos los
ámbitos generacionales, pero comprometidos con el desarrollo del
país para todos los que habitamos en él y no para algunos pocos y
el partido.
Partiendo de lo más básico, diremos que Chile es como un hogar conformado por algo más 17 millones de integrantes y como
tal, este hogar tiene unos ingresos (el sueldo de los jefes de hogar
para una casa, impuestos y otros ingresos en el caso del país), que
utiliza para satisfacer las necesidades de la familia (gastos de alimentación, salud, educación etc., en el caso del hogar y gastos sociales, sueldos de funcionarios, parlamentarios, educación, salud
de los pobres etc., en el caso del país).
Convengamos que en la medida que mayores sean los ingresos
del hogar, más holgada será su situación, así como en la medida
que los ingresos sean menores, el reparto en las necesidades del
hogar se hace más compleja y a veces insostenible y estresante. En
esta última situación, se gasta solo en lo que es estrictamente necesario hasta que mejore la situación, el punto es que el jefe de hogar siempre repartirá los gastos en forma criteriosa y equitativa
por lo que no incurrirá en gasto superfluos, buscará el bien de la
familia en su totalidad, es lo que llamamos el bien común para un
país.
Hoy el estado chileno recauda anualmente, el equivalente a
US$ 68.000 millones de dólares aproximadamente, que traducidos
a pesos chilenos son algo así como $ 46.580.000.000.000.-, recaudación que hace mayormente vía impuestos.
El desglose básico de esta recaudación es la siguiente:
Aunque la cifra pueda parecer muy mayor e incluso algunos no
lleguemos a dimensionar lo que este monto significa, todos tenemos claro si nos relegamos al ejemplo de nuestros hogares, que lo
importante es comprender si con estos ingresos alcanzamos a cubrir nuestras primeras necesidades, las que conocemos perfectamente y que curiosamente se asemejan a las prioridades que hemos repasado en los capítulos anteriores. Sin perjuicio de ello,
cualquier idea de buena administración nos diría que, independiente de los ingresos y en la medida que no seamos ricos, debemos dejar de gastar en aquello que no aporta o aporta poco, especialmente si ello beneficia solo a algunos, para destinar esos recursos a las primeras necesidades.
Chile, no por sus ingresos sino por lo que tiene más allá de ello,
sus activos, su naturaleza, su gente y todo aquello que podamos
llamar un activo con capacidad para generar riqueza, puede ser
considerado como un país rico, por lo que los recursos necesarios
para abordar una tarea como la aquí planteada están, solo es cuestión de bien administrarlos, ordenarlos y cambiar algunos esquemas bastante arcaicos para atender las primeras necesidades de la
población y entender que es inaceptable que, habiendo todos “nacidos bajo el mismo techo”, no todos puedan acceder a una salud,
pensión y/o educación igualitaria. Esto es responsabilidad del Gobierno, no del mercado, ni de los empresarios y esto debe entenderlo primeramente las autoridades como también la población.
La manera de abordar estas necesidades urgentes debe provenir
de dos vertientes bastante simples, la primera definiendo cómo
podemos incrementar los ingresos del país (impuestos), así como
paralelamente y de manera más urgente aún, donde podemos reducir gastos especialmente aquellos banales que nuestro país regularmente hace.
En referencia a esto último, no debemos pensar en ítems que
signifiquen grandes ahorros, donde hay bastante menos alternativas, sino en el sin fin de gastos reducidos, que muchos consideraran hasta lujos de las autoridades.
Veamos algunas pocas ideas de ahorros e ingresos por los que,
a mi parecer, deberíamos de comenzar que sumados a otras ideas,
reportarían importantes recursos al estado :
• Una medida, que hoy está en la mente de todos y que sin
duda generaría importantes recursos para el estado, es la
eliminación en forma inmediata del 10% de las ventas del
cobre que van a la Fuerzas Armadas e incluso reducir el pre-
supuesto de las mismas. No es posible seguir alimentando la
cultura de la guerra (defensa quizás, para hacerlo más suave),
los sueldos y gastos reservados desorbitados de algunos, por
no entrar en los temas de descontrol en su uso y corrupción.
• Una potencial segunda idea de gran impacto sería, introducir el sistema de un IVA diferenciado. Es de todos conocidos
que el IVA es un impuesto regresivo pero necesario (aporta
casi la mitad de los ingresos por impuestos). Esto que ya muchos países hacen, no solo permite diferenciar y beneficiar
algunas áreas de la economía si es bien utilizado, sino también puede ser una importante forma de incrementar los ingresos para el estado. A modo de ejemplo podemos afirmar
que, si reducimos el IVA para los alimentos y los medicamentos al 10% por ejemplo y paralelamente se aumentara en
dos o tres puntos el IVA para todo lo demás (una política
propia para países donde el gasto de la población de menos
recursos en las necesidades básicas es muy importante dentro de su canasta total de gastos, lo que es nuestro caso), los
ingresos para estado se podrían incrementar por sobre los
US$ 2.000 millones anuales aproximadamente. Como corolario y si acaso lo más importante en este caso sería que, el
costo mensual de la canasta básica de las familias de bajos
ingresos se vería reducida en forma importante, mejoraría su
alimentación, sin perjuicio de otros beneficios que les reportaría al tener mayor disponibilidad de recursos.
• Podemos seguir con un ahorro que sería emblemático para el
país y me refiero a la reducción rápida en el número de parlamentarios (al menos a la mitad). Sin perjuicio de ello, se
deberían reducir los sueldos y viáticos actuales, a una reali-
dad acorde con lo que es nuestro país. Si se habla de “vocación de servicio público” como suelen mencionar los políticos, entendamos que ello no puede ser un negocio sino una
real vocación; deben acceder al parlamento solo quienes
realmente tengan esa vocación por el país y no por el salario
que cobraran. Los parlamentarios deben recibir un sueldo
promedio similar a lo que gana un profesional medio, como
en muchos países europeos y no más allá de 10 veces el salario mínimo del país y definitivamente, no podrán modificarlo ellos mismos.
- Tenemos claro que la eficiencia del parlamento no es algo de
lo que Chile se pueda sentir satisfecho, por lo que para mejorar ello sin afectar a la democracia deberíamos además exigir
como mínimo, un grado de profesional universitario o similar para optar a ser parlamentario; el resto es populismo.
• Un ahorro importante para el Estado puede provenir de la
reducción al mínimo indispensable del aparato estatal, me
refiero a la cantidad funcionarios que hoy trabajan para el
Estado haciendo funciones arcaicas en un mundo caracterizado por la tecnología, donde gran parte de esos trabajos
pueden ser reemplazados por la computación avanzada y que
permitiría poner así a estos trabajadores en mercado laboral
que Chile necesitará para seguir desarrollando su economía
(esto en el entendido que seguiremos considerando a la empresa privada como el motor de nuestro desarrollo). El crecimiento del aparato estatal que hemos tenido el último
tiempo, no se condice para nada con el crecimiento de nuestra economía.
• Ya en temas más reducidos pero que a la larga significaría
importantes aportes para el Estado, creo debería restructurarse el sistema de contribuciones y patentes que actualmente tenemos. Por ejemplo, las primeras deberían contemplar
una clara diferenciación entre la primera vivienda, aquella
que es de uso habitual, con aquellas conocidas como la segunda o tercera vivienda, las que deberían tener un sistema
de cálculo en el pago de contribuciones basado en el valor
comercial de la propiedad y no en el avalúo fiscal. La tributación sobre el territorio tiene un potencial de ingresos para el
estado tremendamente importante, así como una segregación en la recaudación de impuestos más equitativa. Un
ejemplo bastante claro sobre ello es el lugar donde se ubican
estas viviendas, pues muchas de ellas están en sectores de
altísima demanda y escasa oferta, por lo que los precios de
estas vivienda, muchas veces, son bastante más altos que el
de una primera vivienda en la ciudad como por ejemplo, los
predios o casas a orillas o con vista al mar o los lagos, los
cuales en la actualidad pagan contribuciones como previo
rural bastante ridículas, no digamos ya favoreciendo a quienes pueden tenerlas, sino perjudicando directamente al estado en ingresos que podría tener y que hoy no tiene.
• En lo que se refiere a las patentes comerciales y otras, sigue
siendo curioso que grandes establecimientos del retail por
ejemplo, paguen por algunos locales de 2.000 o 3.000 metros
cuadrados, lo mismo que un pequeño negocio en el mismo
sector. Aquí hay mucho que mejorar.
• El sistema tributario, mientras más simple y claro siempre
será mejor y más fácil de controlar. Debemos en mi opinión,
propender en el mediano plazo hacia un sistema que grabe el
patrimonio preferentemente y no la ganancia al trabajo personal y aunque esto exista, este tributo debe ser al menos
igualitario. El sistema actual grava las altas remuneraciones y
por ende la mejor educación y el intelecto, así como incentiva el trabajo “negro” y fomenta la economía informal que en
nuestro país ronda el 25%, algo propio de los países bastante
menos desarrollados y que definitivamente perjudican a
quienes tienen negocios establecidos y pagan sus impuestos
por ello.
Podríamos seguir sumando ideas o proyectos, sin embargo,
creo que estas deberían provenir de la mayoría de la ciudadanía,
no de los mismos de siempre sino de gente real, que no tenga intereses comprometidos más allá que su propia situación y la del
vecino, en una suerte de catarsis por mejorar y hacer crecer nuestro país con austeridad e igualdad.
EL FUTURO QUE SE VIENE
Una de las primeras consideraciones que debe tener un gobierno es, asumir que si bien hay cosas que solucionar y de manera urgente -temas como los aquí planteados- el mundo cambia a
una velocidad vertiginosa y que lo que se está haciendo ahora, seguro que habrá cambiarlo mañana. No obstante lo dicho, siempre
hay señales que hemos de considerar que nos indican cómo se
viene el futuro en todos los ámbitos y hoy más que antes, existen
signos claros hacia dónde nos dirigimos, pero lamentablemente
no se ve a las autoridades mirando mucho al futuro sino, como ya
señalaba, gobernando vía a parches para solucionar urgencias
puntuales.
La tecnología es el mejor ejemplo de lo señalado. En todos los
ámbitos y foros internacionales, hace tiempo se vienen señalando
los caminos tecnológicos que se están dando y cómo seguirá cambiando la manera de vivir del ser humano, la manera de relacionarnos y definitivamente la manera de hacer los negocios en el
mundo. Este cambio no será solo de forma sino de fondo y será
algo, si no imposible, muy difícil de controlar, donde los gobiernos
centrales tendrán cada vez menos control e injerencia en las
transacciones que las empresas y los particulares hagan a diario,
donde incluso surgirán gobiernos supra nacionales que controlarán de mejor manera, ámbitos específicos de la economía y por
ende de los ciudadanos en diferentes regiones del mundo. Un
buen adelanto de esto son las monedas virtuales porque, si en un
principio fueron fuertemente perseguidas, hoy se estudia el cómo
incorporarlas al mercado, pero el problema no es que se decida
incorporarlas y controlarlas, el problema radica en que su actuar
será autónomo y cualquier medida de control y/o adecuación al
mercado que no le agrade al mismo mercado, el sistema mutará y
lo hará así hasta que entendamos que, nos guste o no, habrán cosas que no podrán ser controladas en el futuro por los que hoy
conocemos como los organismos controladores o reguladores.
Otro ejemplo claro, es el comercio que se hace a través de las
conocidas apps y dentro de estas, el transporte de pasajeros hoy
tan en boga en el caso de los taxis, que ha entrado en el mundo de
forma vertiginosa y que algunos gobiernos están tratando de
combatir y/o regular, en vez de entender que el sistema y el consumidor ya cambió su mentalidad en este tema y que los taxis tal
cual los conocemos, están llamados a desaparecer y poco puede
hacerse al respecto; mientras tratemos de adecuar la tecnología
que el hombre ha diseñado a nuestro sistema de vida y a los sistemas de regulación actuales, en vez de adecuar los controles a la
tecnología, mayor será el golpe. Este será el estigma futuro de
nuestra sociedad.
En general, el avance de las tecnologías que ya nos permite una
comunicación más fácil, unas transacciones más expeditas y un
comercio más instantáneo, afectará definitiva y seriamente las recaudaciones de los gobiernos con los cuales los estados financian
sus operaciones y aportes a la sociedad, pues los ingresos por estas
vías se irán haciendo cada vez más anónimos y difíciles de rastrear. Cada vez será más relevante la propiedad y el propio territorio para el cobro de impuestos. Por otro lado, la globalización de
los mercados tal cual la conocemos hoy, irá en franco retroceso.
Esta nueva tendencia que fomenta los intercambios comerciales,
siempre pensado en beneficio de los países y sus pueblos ya se extendió autónomamente a las migraciones y no precisamente por
los países que han propugnado los tratados de libre comercio. Por
ejemplo, migraciones fomentadas además por guerras internas y
diferencias socio económicas existentes entre los diferentes países,
están infringiendo un duro golpe a las economías de quienes reciben ésta población, algo que muchos no están dispuestos a aceptar. Derivaremos a mi manera de ver, hacia un mundo más liberal
en el comercio, pero con fronteras más cerradas.
Deberemos en consecuencia, en nuestro caso particular, así
como en América Latina, sentarnos a pensar en cómo alcanzar
una economía más estable y menos vulnerable a la globalización,
dentro de una sociedad más igualitaria, proyectarnos en el tiempo
dejando de lado a políticos e ideólogos que de una u otra forma,
tratan de controlar los estados basándose en ideologías arcaicas.
Este libro comenzó a escribirse en el año 2017 y se terminó
cuatro meses antes de que en Chile se produjera el “estallido
social” donde la ciudadanía se volcó a las calles en demanda
de reformas sociales radicales para nuestra sociedad.
Humanizando la Economía trata precisamente de aquellas necesidades básicas que requiere una sociedad y que cualquier
gobierno responsable debe atender por sobre cualquier ideología política antes de continuar buscando el crecimiento económico, so pena de que se produzca inestabilidad social y depredación de los recursos naturales que mermen, en sus cimientos mismos, la economía y su desarrollo.
El autor señala la Salud, las Pensiones, la Educación y la Seguridad como las prioridades básicas que deben ser atendidas en
una búsqueda de un país más equitativo, solidario y con mayor igualdad de oportunidades. Entrega, así mismo, propuestas de mejoras concretas que, si bien son duras, cree necesarias
para nivelar la “cancha” en la que jugamos toda la sociedad y
así poder resarcir el daño que algunas de estas desigualdades
institucionalizadas han causado a los más necesitados.
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