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Apuntes UD5 (I) TOMAS DE AQUINO De la Patristica a la Escolastica 23 PAGINAS

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Tomás de Aquino
(1225-1274)
Apuntes para Historia de la Filosofía (2º de Bachillerato)
Profesor: F. Raúl García Tendero
IES Jaime Ferrán
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UNIDAD DIDÁCTICA 5. TOMÁS DE AQUINO
1. Los inicios de la Edad Media
1.1. ¿Una larga noche de mil años?
La expresión “Edad Media” pone de manifiesto que estamos hablando de un periodo de paso o de transición
entre dos épocas. A menudo la Edad Media se ha descrito como una larga noche de mil años y, aún hoy, el
calificativo “medieval” tiende a menospreciar a la persona o cosa a la que se aplica. No obstante, si nos
limitáramos a esta única perspectiva, dejaríamos de descubrir muchos de los momentos de alta creación
intelectual que tuvieron lugar en aquel tiempo.
Realmente, la Edad media no es solo una noche, sino todo un periodo muy heterogéneo, difícilmente
catalogable con una única etiqueta. En estos mil años se incluyen siglos oscuros, como los inmediatos a la
caída de Roma, pero también hay etapas de una extraordinaria relevancia, como la que dio inicio a la
fundación de las primeras universidades europeas.
De hecho, no podemos hablar de una única Edad Media, sino que se sucedieron distintas edades medias. Así,
las vicisitudes que vivió el Imperio romano de Oriente, que pasó a llamarse Imperio bizantino, fueron muy
distintas de las que sufrió el Imperio occidental, ocupado por los pueblos germánicos. Por otra parte, como
veremos, Mahoma inició el Islam, que vivió un proceso de expansión que lo llevó a convertirse en una nueva
cultura.
Las tres edades medias que convivieron en este milenio en absoluto estaban aisladas unas de otras:
intercambios y conflictos testimonian las relaciones tan estrechas que mantuvieron. En sus ocho primeros
siglos, la Edad media occidental solo preservó parcialmente el pensamiento de Platón, de un Platón primero
asumido por Plotino y que después fue cristianizado por Agustín de Hipona; del pensamiento de Aristóteles
se conservó muy poco. En cambio, la Edad Media bizantina preservó gran parte de las obras de Aristóteles y
menos las de Platón. Por su lado, la civilización musulmana salvó muchas obras de Aristóteles y, además,
heredó la valiosa ciencia alejandrina.
Al final de la Edad Media se produjo un maravilloso rencuentro de elementos culturales clásicos mantenidos
más o menos aislados durante mil años. Gracias a los musulmanes, Aristóteles llegó a Europa y fue
incorporado al pensamiento cristiano por Tomás de Aquino. A finales de la Edad Media, cuando los turcos
conquistan Constantinopla, llegaron a Italia nuevas y auténticas fuentes de autores clásicos. Fue como si,
siglo a siglo, Europa fuera volviendo a sus raíces u orígenes griegos.
1.2. Occidente frente a Oriente
Es importante recordar la ruptura entre Oriente y Occidente, ya que en la actualidad todavía estamos
viviendo sus consecuencias. En el año 395, Honorio y Arcadio dividieron el Imperio romano en el Imperio
oriental (llamado Imperio bizantino) y el Imperio occidental. Así fue como se produjo la primera gran ruptura
del viejo Imperio romano. A medida que fue avanzando el milenio, las diferencias entre la parte oriental y la
parte occidental del antiguo Imperio fueron aumentando. Se constituyeron dos civilizaciones claramente
distintas: la civilización oriental ortodoxa y la civilización occidental.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
2º BACHILLERATO
F. RAÚL GARCÍA TENDERO
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UNIDAD DIDÁCTICA 5. TOMÁS DE AQUINO
A. Occidente
El Imperio romano occidental desapareció con las invasiones bárbaras. Los germánicos que ocuparon las
provincias romanas poseían una cultura muy diferente a la grecorromana, pero fueron integrándose poco a
poco, sobre todo a través de la conversión al cristianismo. Por su parte, también tenían valores propios, que
transmitieron a Roma. La nueva configuración política y social de Europa, a partir de las invasiones de los
pueblos bárbaros, dio lugar a un panorama intelectual en el que desapareció la preocupación por la cultura
grecolatina y, en consecuencia, por la filosofía.
A pesar del eclipse cultural que supuso el desmoronamiento del Imperio, la difusión del cristianismo siguió
un ascenso progresivo y su fuerza doctrinal fue cada vez más apreciada, también al amparo de políticas que
favorecieron su expansión, tras la conversión de Clodoveo en la antigua provincia gala y de Recaredo en la
península ibérica. En esta difusión paulatina, tuvo gran importancia la labor
colonizadora de monjes y misioneros, que se extendieron por toda Europa y llegaron
a las islas británicas, donde san Patricio, un galo-romano, llevó el cristianismo y fundó
los primeros monasterios. Después de la conversión del visigodo Recaredo (589), los
concilios eclesiásticos de Toledo fueron el órgano colegiado del gobierno del reino
visigodo de aquel tiempo.
En la corte del ostrogodo Teodorico, destaca la figura de un pensador, Boecio (480-525). Fue el único filósofo
relevante de Occidente durante los primeros siglos de la Edad Media. Tradujo del griego al latín algunas obras
de Aristóteles y varios diálogos de Platón, e introdujo comentarios que marcaron la interpretación de estos
autores. Sobresalen también M. F. Capella, A. Casiodoro, Isidoro de Sevilla y Beda el Venerable, que
procuraron salvar, con traducciones y libros de fragmentos, elementos del mundo clásico.
B. Imperio bizantino
A pesar de que durante muchos siglos Roma había sido la capital del Imperio, los focos de mayor creatividad
intelectual estaban en Oriente. De Oriente provenían tanto las más vigorosas especulaciones filosóficas como
las nuevas sectas religiosas. Por esta razón, Oriente se sentía muy superior a Occidente, por lo que la fractura
entre ambas civilizaciones fue creciendo.
El Imperio romano oriental, con capital en Bizancio, subsistió durante toda la Edad Media, con cierta pujanza
cultural. En todo su territorio, los emperadores cristianos, particularmente Justiniano (527-565) y sus
sucesores, favorecieron la expansión del cristianismo, sin descuidar otras ramas de la cultura, como el arte y
la literatura.
En Bizancio, sin embargo, surgieron numerosas controversias en torno a la doctrina cristiana, cuyas
verdades se discutían con sutileza extrema, y que dieron lugar al término “bizantinismo”, para expresar la
afición a las disquisiciones y discusiones por asuntos de detalle. Los bizantinos Cirilo y Metodio, hacia el siglo
IX, evangelizaron a los eslavos.
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1.3. Conservación del saber en monasterios
Con la caída del Imperio romano de Occidente, durante los siglos posteriores, se fueron instalando en
aquellos territorios sucesivas oleadas de pueblos venidos del este y del norte. Esto conllevó graves
consecuencias que marcaron la evolución de Europa hasta el siglo XII:
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•
Se acentuó el proceso de ruralización y la decadencia de las ciudades.
Se estancó la economía, que se vio reducida a la mera subsistencia, y se interrumpieron las vías de
comunicación.
Todos los territorios del antiguo Imperio romano quedaron muy debilitados y aislados, por lo que se
generalizó la inseguridad.
Durante estos siglos de enorme agitación política y gran inseguridad, la Iglesia suplió a menudo las funciones
del poder político y se propuso como principal tarea conservar los restos culturales. Por eso, durante mucho
tiempo, todos los conocimientos antiguos se conservaron y transmitieron exclusivamente en el interior de
los monasterios, donde los monjes se dedicaban literalmente a copiar y almacenar las obras no perdidas de
la Antigüedad.
A. La creación de los monasterios
A partir del siglo IV, se desarrolló un amplio movimiento que llevó a muchos cristianos a separarse de la vida
social, algunos huyendo quizás de persecuciones, otros para vivir alejados de costumbres que les
disgustaban, otros posiblemente motivados por un ideal de vida austera.
Ese movimiento de anacoretas (retirados) y eremitas (solitarios) fue muy numeroso en varias regiones
mediterráneas, particularmente en la zona de Tebas, en Egipto, y paulatinamente se extendió por Europa.
Los eremitas, posiblemente percibiendo las carencias de la vida solitaria, se fueron agrupando en cenobios
(lugares de convivencia), en los que se originaron grupos más organizados de monjes, que pusieron las bases
de los primeros monasterios.
El monasterio era una comunidad organizada, con reglas para la vida en común, que tenía como ideal la
figura de Cristo. Se fundaron monasterios tanto de hombres como de mujeres. Agustín de Hipona organizó
monasterios en Tagaste, y san Basilio tuvo gran influencia en la fundación del monacato oriental.
San Benito de Nursia (480-543) puso las bases del monacato occidental, a partir del
gran monasterio de Montecassino, al sur de Roma. Propuso “reglas” para la vida en
común, con obediencia a un superior elegido entre los monjes. Su síntesis de acción
es la máxima: Ora et labora (‘reza y trabaja’), dando así la medida del ideal de la vida
monacal: el culto religioso, la vida ascética y el trabajo manual, sobre todo agrícola,
pero también dedicado al estudio con esmerada dedicación intelectual.
B. La actividad en los monasterios
La principal actividad de los monasterios fue la literaria, filosófica y científica. No había monasterio sin
biblioteca, siguiendo la recomendación de san Benito: “Que el libro no se aparte nunca de tus manos”. Desde
el siglo IV conservaron el legado bibliográfico antiguo, tanto de obras grecolatinas como de los textos bíblicos
y de los autores cristianos de los primeros siglos.
En las bibliotecas de los grandes monasterios, había grupos numerosos de copistas para reproducir y traducir
las obras más importantes. Llegan a ser extraordinarios centros de difusión cultural, mucho más allá de sus
territorios, porque organizaban escuelas con influencia no solo en su entorno (escuelas monacales). Los
monasterios se extendieron por Europa, con una trascendencia filosófica, evangelizadora y cultural que llega
hasta nuestros días.
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Además de la recopilación y de la ilustración de libros, los monjes se dedicaban a la arquitectura, escultura y
pintura, trabajaban como orfebres y esmaltadores, tejían sedas y tapicerías y fabricaban vidrio y cerámica.
Algunos monasterios llegaron a convertirse en verdaderos centros industriales.
1.4. La problemática dominante
En la Europa medieval los siguientes temas fueron constante motivo de debate. Mientras en algunos
momentos se crearon respuestas nuevas, interpretaciones que trataban de conciliar filosofía y religión
revelada, en otros se limitaron a repetir concepciones anteriores.
A. Relación entre la fe y la razón
Fue el gran tema dominante. ¿Cuál de las dos tenía la última palabra? A grandes rasgos se puede afirmar que,
de un predominio inicial de la fe, se fue pasando a una creciente valoración de la razón. Ahora bien, cuando
se valoraba la razón, muchos pensadores cristianos criticaban esta posición y reivindicaban la primacía de la
fe. El motivo era que el tema de las relaciones entre fe y razón se solía vincular a la polémica cuestión de la
relación entre el poder religioso y el poder político, entre la Iglesia y el Estado.
Hasta que no llegue el siglo XIII, las relaciones entre razón y fe van a ser
entendidas mayoritariamente en la línea de Agustín de Hipona. Se va a insistir,
sobre todo, en que la razón sirve para contribuir a esclarecer los contenidos de
la fe y, por lo mismo, se va a utilizar como una herramienta, como una técnica
al servicio de la teología, lo que da origen a la célebre expresión: “la filosofía
es la esclava de la teología”. Se piensa que la fe es un don de Dios, pero que
sería dejadez no emplear la razón para comprender la fe.
B. Demostración de la existencia de Dios y libertad humana
Agustín de Hipona nunca se preocupó por demostrar la existencia de Dios, que le parecía evidente. Pero,
conforme crecían las exigencias de los pensadores medievales, empezaron a sentir la necesidad de
demostrarla.
La problemática sobre la libertad humana y cómo conciliarla con la omnipotencia divina fue otro de los temas
que ocupó las mentes de los pensadores que filosofaron en la Edad Media.
C. Mundo celestial y mundo terrenal
A comienzos del milenio, las cosas del mundo eran vistas como realidades temporales y perecederas.
Entonces predominaba el rechazo de todo lo terrenal, pues era interpretado como un obstáculo para lo más
elevado y celestial. Pero, a medida que avanzaba el milenio, las cosas del mundo se fueron revalorizando, ya
que se consideró que, si se sabía observarlas, se podía aprender de ellas. Este cambio supuso un paulatino
paso de una perspectiva platónica a otra más aristotélica.
D. Cuestión de los universales
Este fue un tema que preocupó mucho a los filósofos medievales. Es un problema complejo del que es preciso
saber algunas cosas. ¿Qué es un universal? Es un término que designa un conjunto de individuos; las palabras
“perro”, “hombre” o “árbol” son universales. La palabra “universal” viene del latín universalia, es decir, ‘uno
que integra a muchos’.
La controversia medieval sobre los universales se centraba en el interrogante acerca de a qué tipo de realidad
nos referimos cuando utilizamos estos términos universales. Por ejemplo: cuando uso la palabra “hombre”,
¿me refiero a la esencia humana, al concepto que yo tengo dentro de mi mente de lo que es humano, o
simplemente utilizo una palabra que carece de una realidad subyacente?
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Hasta que en el siglo XIII se consiga un mayor conocimiento de la obra de Aristóteles, los filósofos medievales
solo conocerán la Lógica por las traducciones que Boecio realizó del Isagoge de Porfirio (obra que se
mantiene en la línea del pensamiento platónico) y de los Primeros analíticos de Aristóteles. Boecio se
convertirá así en el maestro de Lógica de la edad Media.
Porfirio, en la introducción de su obra, afirma:
En lo que se refiere a los géneros y las especies, evitaré pronunciarme sobre la cuestión de si
subsisten realmente o existen sola y únicamente en el entendimiento; y si subsisten, si son
corporales o incorporales, si están separadas de las cosas sensibles o solo están existentes en
ellas; pues una tarea como esta es muy elevada y requiere una investigación más detallada.
Porfirio, Isagoge.
Boecio, que acompaña la traducción al latín de las obras citadas con reflexiones personales que tienen el
decidido propósito de conciliar las teorías del conocimiento de Platón y de Aristóteles, al comentar a este
último, afirma que es imposible que las ideas universales (mesa, árbol, hombre…) posean una existencia
separada de las cosas sensibles. Sin embargo, en otros momentos, se acerca más al pensamiento de Platón
y mantiene que las ideas universales poseen una existencia transcendente en un mundo inteligible donde la
inteligencia las contempla.
Los autores posteriores, al encontrarse con esta indefinición, e incluso con esta duplicidad de valoraciones,
van a tomar partido por una de las dos posiciones, dando así origen al que se conoce en la época con el
nombre de “problema de los universales”: ¿las ideas universales existen solo en la mente que las piensa o
son realidades subsistentes por sí mismas?
1.5. Los inicios de la filosofía escolástica: la prescolástica
El término “escolástica” procede del término latino scholasticus, cuya traducción literal al castellano es ‘el
que enseña en una escuela’. Concretamente, se llamaba así al maestro que enseñaba las artes liberales, el
trívium (gramática, retórica y dialéctica) y el quadrivium (música, aritmética, geometría y astronomía) en las
escuelas monacales.
Más tarde, el término “escolástica” ha tenido diversos significados, pero el más habitual es el de utilizarlo
para caracterizar a aquella filosofía que se elabora dentro del horizonte del dogma católico, pero sin que
ese dogma determine su reflexión en una sola dirección. Como este tipo de filosofía es mayoritaria en la Edad
Media, se suele identificar filosofía escolástica con filosofía medieval. Esto no significa que no haya filosofía
“escolástica” fuera de la Edad Media, pero sí que, fuera de esa época, la escolástica no es una filosofía vigente
de forma mayoritaria. Además, no es correcto utilizar el término “escolástica” como sinónimo de filosofía
medieval, porque otras filosofías de este periodo, como la musulmana o la judía, no pueden considerarse
escolásticas.
La filosofía escolástica tiene cuatro etapas:
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Prescolástica, desde finales de la patrística hasta el siglo XI.
Escolástica temprana, desde el siglo XI a comienzos del XIII.
Apogeo de la escolástica, durante el siglo XIII.
Crisis de la escolástica, del siglo XIV al siglo XVI.
A. Severino Boecio
Se ha escrito que Boecio (480-525) fue el último pensador cristiano de la Edad Antigua en
Occidente y el primer escolástico. Nacido en Roma, se trasladó a Atenas para estudiar en
la Academia platónica. Trató de transmitir y enseñar a los ostrogodos la herencia de la
Antigüedad y tradujo algunas obras de Platón y Aristóteles, pero dejó su tarea inacabada
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porque el rey Teodorico ordenó su ejecución a causa de intrigas palaciegas. Escribió en prisión, antes de ser
decapitado, su Consolación de la filosofía. Su influencia en la escolástica fue significativa, especialmente por
su clasificación de las ciencias, por su método de enseñanza (lección y comentario) y por el modo de elaborar
definiciones precisas. Términos como “acto”, “potencia”, “principio”, “universal”, “accidente”,
“contingente”, “sujeto”, etc., fueron introducidos por él al traducir los términos griegos correspondientes.
Las ciencias se organizan en tres niveles:
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•
•
Filosofía teórica o especulativa: consiste en el estudio teórico de los seres, y se divide según el objeto
de su estudio.
- Teología racional: se ocupa de los entes que existen sin materia (Dios, los ángeles y las almas
separadas). Es la más importante, ya que si la filosofía consiste en amar y buscar la sabiduría, su finalidad
no es otra que la contemplación amorosa de Dios.
- Psicología: su objeto son las almas unidas a los cuerpos.
- Física: estudia los cuerpos naturales.
Filosofía práctica o activa: estudia el obrar humano y se divide según el ámbito en que se ejecuten los
actos o virtudes objeto de estudio (individual, social o doméstico).
Ciencias formales: tratan de aspectos metodológicos y ayudan a expresar con corrección los
conocimientos adquiridos. Son la gramática, la retórica y la lógica, también llamada “dialéctica”.
Para probar la existencia de Dios Boecio acude, por influjo platónico, al principio de que lo imperfecto es
siempre disminución de lo perfecto. Como es evidente que existe imperfección, también ha de existir el Ser
perfecto. Por ello, la existencia del mal no cuestión la existencia de Dios sino que la confirma. El mal supone
necesariamente privación de bien y este, en su grado máximo, es Dios. Este es el sumo Bien, trascendente al
universo, causa y principio de todos los seres, a los que gobierna con su providencia.
Destaca la reflexión boeciana sobre la relación entre la providencia divina y la libertad humana. Si Dios lo
conoce todo y lo conoce desde la eternidad, sabrá cómo nos comportaremos en un momento determinado;
asimismo, si Dios es la Primera Causa y sin Él nada puede darse, entonces será el verdadero autor de nuestras
acciones. ¿Cómo puede el ser humano ser realmente libre si todo está determinado desde la eternidad en
Dios? Boecio señaló que para resolver este problema es necesario plantearlo correctamente. Esto significa
que es preciso distinguir entre dos planos de realidad: el de Dios y su providencia, que juzga todo desde la
eternidad; y el del ser humano y su libertad, que actúa en el tiempo. Una vez aceptado esto, se puede afirmar
que Dios conoce y dirige todo desde la eternidad, mientras que el ser humano actúa libremente en el tiempo.
En el contexto de esta distinción, formuló su definición de eternidad como la posesión perfecta y simultánea
de una vida interminable.
Examinemos, pues, qué es la eternidad; pues su conocimiento nos declarará la naturaleza divina
y su ciencia. La eternidad es la posesión, de una vez y perfecta, de una vida interminable. Esta
definición quedará más clara si hacemos comparación con las cosas temporales. Porque todo lo
que se desarrolla en el tiempo es un presente que va pasando de lo pretérito a lo futuro, y no hay
nada de condición temporal que pueda abarcar de una vez todo el espacio de su existencia, sino
que no posee todavía lo futuro, y lo pasado ya lo ha perdido; y en vuestra vida del día de hoy no
vivís más que el momento fugaz y transitorio.
Boecio, Consolación de la filosofía
Es célebre, por último, la definición boeciana de “persona”. Este concepto era utilizado en teología para
explicar el misterio de la Santísima Trinidad: tres personas distintas pero un solo Dios verdadero. Su definición
aún sigue empleándose: “sustancia individual de naturaleza racional”.
a) Por “sustancia individual” se entiende que la persona es un sujeto independiente de otros individuos,
subsistente o completo en su ser. En este sentido se opone a “accidente”.
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b) La expresión “naturaleza racional” limita la noción de sustancia individual, y significa que la persona es
un sujeto que posee racionalidad frente a otras sustancias individuales carentes de esta cualidad.
B. Casiodoro e Isidoro de Sevilla
Casiodoro (488-583), desde el monasterio de Calabria, fue un espíritu práctico que en su obra De artibus ac
disciplinis liberalium litterarum proporcionó un compendio de las siete artes liberales: el trívium y el
quadrivium. En ella se recoge el pensamiento de autores clásicos paganos y cristianos. Fue muy estudiado en
los monasterios.
Isidoro de Sevilla (570-636) tuvo el propósito de recuperar los saberes literarios e históricos latinos además
de difundir la doctrina cristiana. Compuso las Etimologías, donde reúne todo el saber de su tiempo y trata
sobre las siete artes liberales. En esta obra realza el lenguaje como medio privilegiado para aproximarse a la
realidad de las cosas. Fue muy popular en los primeros siglos de la Edad Media y formaba parte de las
bibliotecas de los monasterios.
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2. La escuela de Aquisgrán y la filosofía árabe
2.1. La Europa occidental
A. El renacimiento carolingio: el nacimiento de la escolástica
Del sentimiento de inseguridad reinante en los primeros siglos de la Edad Media nace una nueva organización
social que configura la Edad Media: el feudalismo. De entre los reinos que consiguen un dominio sobre los
territorios que les rodean y aportan una mayor estabilidad, hay que destacar, a principios del siglo IX, el reino
franco de Carlomagno (coronado emperador en el año 800), que va desde la península ibérica al Danubio y
desde el norte del continente europeo (la actual Dinamarca) hasta el norte la península itálica.
Carlomagno sienta las bases de una unidad cultural y religiosa que marcará los siglos siguientes mediante
unas reformas que dieron lugar al conocido como “renacimiento carolingio”:
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Impone la regla de san Benito en los monasterios, reforzando de esta manera el papel que ya poseían.
Hace del rito gregoriano romano el rito común de toda Europa.
Impone el latín como lengua de la enseñanza del clero y de la nobleza.
Reúne a numerosos monjes intelectuales, procedentes de diversos lugares, para formar una auténtica
academia, la escuela de Aquisgrán, ciudad capital del Imperio carolingio, en la actual Alemania. Esta
escuela es la primera escuela palatina y estuvo organizada por Alcuino de York.
Extiende la labor de conservación y transmisión de la cultura anterior de los monasterios a nuevas
escuelas palatinas y a cada obispado (escuelas catedralicias). Esta creación de numerosas escuelas
supuso el nacimiento de la escolástica y del pensamiento cristiano medieval. En ellas se enseñaban las
artes liberales y la teología.
De esta manera, dota a Europa occidental de una unidad que acaba con la fragmentación anterior. Aunque,
políticamente, la unidad conseguida será breve, espiritualmente seguirá existiendo durante varios siglos.
B. Juan Escoto Eriúgena
La influencia de la escuela de Aquisgrán se extendió por muchos otros monasterios y escuelas catedralicias.
Los sucesores de Carlomagno siguieron favoreciendo ese movimiento cultural, que se fue extendiendo por
otros monasterios europeos y escuelas palatinas relacionadas con la de Aquisgrán, entre ellas la de París.
Este movimiento continental se enriqueció con la llegada de monjes cultos irlandeses, obligados a emigrar
de Irlanda (Eriu), tras la invasión de los vikingos, que habían arrasado buena parte de su territorio a inicios
del siglo IX.
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Juan Escoto Eriúgena (815-877) fue un inmigrante irlandés presente en la escuela
palatina de París hacia el 840, al amparo del renacimiento carolingio. Fue autor de
escritos de géneros muy diversos, que van de la poesía a la literatura de ensayo y a
los temas filosóficos. Entre estos últimos, sobresale su magna obra titulada Sobre
la división de la naturaleza. Su idea de fondo es que no puede haber
contradicciones entre la fe y la razón. Para Escoto, la filosofía incluye todo el saber
de su tiempo: lógica (dialéctica y retórica), ética, psicología y teología, las que
acompañan las artes liberales.
Su pensamiento se puede enmarcar dentro del neoplatonismo cristiano, muy próximo al panteísmo. Concibe
la naturaleza como todo lo real y pensable: todo proviene de Dios y todo vuelve a él en un despliegue cíclico
de la creación hasta el fin de los tiempos. Pese a que las ideas de Escoto fueron condenadas en varias
ocasiones, influyeron en la formación del pensamiento medieval.
2.2. El islam y el pensamiento árabe
El islam apareció como novedad en los comienzos de la Edad Media. Su fundador, Mahoma
(570-632), logró aglutinar y organizar numerosas tribus de la península de Arabia, con
costumbres y religiones distintas. La fecha más relevante del calendario musulmán viene
marcada por la Hégira, la huida de Mahoma (fundador de la religión musulmana) de La
Meca a Medina en el año 622. Para los musulmanes, esta fecha es el inicio de su cómputo
propio del tiempo. Cuando Mahoma murió, en el año 632, toda la península arábiga ya
estaba islamizada. La acelerada expansión del islam desde Arabia en dirección al este,
pasando por Persia hasta Asia central, y en dirección al oeste, por todo el norte de África hasta la península
ibérica, se llevó a cabo en poco menos de cien años.
Con el islam no solo se inauguró una nueva religión emparentada con el judaísmo y el cristianismo, también
penetró una forma diferente de vivir, otra cultura, otra lengua y otro libro sagrado, el Corán. El islam dividió
horizontalmente la cuenca mediterránea. Hacia el año 1000, los musulmanes desarrollaron una gran labor
cultural en al-Ándalus (la actual Andalucía). La Córdoba musulmana era un centro de gran refinamiento cívico
y cultural, y en sus bibliotecas había miles de obras: había muchas más en esta ciudad de al-Ándalus que en
toda Francia.
A. Creencias
“Musulmán” proviene de la palabra muslin y significa ‘creyente’, creyente en Alá. “Islam” designa el acto de
sometimiento completo del convertido a la voluntad divina. El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, es
un conjunto de suras o capítulos que describen la experiencia de la revelación divina vivida por un
comerciante árabe de la próspera ciudad de La Meca llamado Mahoma, profeta de Dios. El Corán es la palabra
misma de Dios, eterna, creada e inimitable, de tal modo que el propio libro material es considerado como
sagrado. Es, por tanto, origen y norma absoluta de la religión musulmana, pero también el texto a partir del
cual se organiza la totalidad de la vida y de la actividad social, política y cultural de los musulmanes.
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En la base de toda la moral coránica se encuentra la idea de la unicidad de Dios. Así, pues, el Corán recupera
la idea semítica de la unidad de Dios y rechaza la idea cristiana de que Dios es uno, pero a la vez, tres personas:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Al igual que nació una filosofía cristiana, también nació una filosofía musulmana, con figuras destacadas
como Al-Kindi, Al-Farabi, Avicena, Algazel, Avempace y Averroes, que interpretaron el mensaje coránico a la
luz de la filosofía. El dominio islámico de regiones anteriormente helenizadas por las conquistas de Alejandro
Magno favoreció la continuidad de la cultura de la Grecia clásica. Tanto en los textos coránicos como en los
dichos y hechos que se atribuyen al Profeta está muy presente la apelación e invitación al conocimiento:
“Más vale la tinta de los sabios que la sangre de los mártires”, dijo Mahoma al ser preguntado por el valor de
la ciencia.
B. El pensamiento árabe
Tras la clausura de las escuelas de Atenas en el año 529, los sabios griegos emigraron a Siria y Persia, de
manera que, cuando los musulmanes conquistaron estos territorios en el siglo VII, hallaron allí las principales
obras de la Antigüedad clásica.
A lo largo de la expansión del Imperio islámico en Oriente, los árabes entraron en contacto con las obras
clásicas de la filosofía griega, especialmente con el aristotelismo y el neoplatonismo. Para la asimilación del
legado griego fue decisiva la ingente tarea de traducción que se llevó a cabo en Bagdad, junto a los trabajos
posteriores en las escuelas de traductores de Sicilia y Toledo (siglos XI-XII).
Los árabes llegaron a conocer casi todos los filósofos griegos, desde los presocráticos hasta las últimas
escuelas. Tuvieron conocimiento directo de casi todos los diálogos de Platón, considerado como uno de los
filósofos más importantes, al igual que del corpus aristotélico, siendo Aristóteles apasionadamente venerado
bajo el título de “maestro primero”. El hecho más destacado de la recepción griega fue la aparición y
desarrollo de una filosofía propia que recibió el nombre de “falsafa”, transliteración de la palabra griega
“filosofía”, que supuso una continuación del pensamiento filosófico griego, desde supuestos islámicos.
Los intentos de conciliación entre la filosofía griega clásica y el islamismo se dieron sobre todo en relación
con los temas siguientes:
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Inmortalidad del alma individual, negada por Aristóteles.
Búsqueda de similitud entre el Primer Motor Inmóvil y el concepto de un Dios creador y providente.
Relación entre fe y razón.
La conquista árabe de la península ibérica (711) fue un hecho histórico que repercutió en la totalidad de la
cultura cristiana occidental. Los árabes fundaron al-Ándalus, civilización en la que floreció una refinada
cultura, cuna de dos de los filósofos musulmanes más brillantes: Avempace y Averroes.
Los primeros filósofos de la cultura islámica que trataron de conciliar su fe musulmana con conceptos
procedentes del aristotelismo y del neoplatonismo llegaron a la conclusión de que Dios es uno y transciende
la realidad. Dios creó el mundo en el tiempo a partir de la nada, por un acto voluntario, y mantiene y guía lo
creado con su providencia.
C. Al-Farabi y Algazel
Al-Farabi (870-950) considera que la existencia de Dios puede demostrarse con argumentos aristotélicos.
Según esta concepción de la realidad, influida también por el neoplatonismo, de Dios emana la inteligencia
y el alma, y de esta, a su vez, emana la multiplicidad de la realidad terrenal, donde se dan los compuestos de
materia y forma. Así pues, el ser humano es una emanación divina. El intelecto del ser humano, iluminado
por el intelecto activo universal, intenta entender la realidad divina de la que emana y anhela volver a
reunirse con ella.
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UNIDAD DIDÁCTICA 5. TOMÁS DE AQUINO
Algazel (1058-1111) afirma que el mundo fue creado por Dios en el tiempo a partir de la nada y que, de
acuerdo con la fe islámica, no es eterno. En su visión cosmológica, el poder infinito de Dios es el principio
continuo de la causalidad universal.
D. Avempace
Numerosos pensadores islámicos medievales consideraron que la filosofía ayuda al ser
humano a encaminarse hacia su perfección, que consiste en hacer el bien. De hecho, el
pensamiento de Avempace (1070-1138) tiene como fin último alcanzar la perfección, que
en el ser humano consistiría en la contemplación pura de Dios para fundirse con Él. En la
contemplación pura, el ser humano deja de ser humano para convertirse en divino.
Sin embargo, la experiencia extática (de “éxtasis”) de contemplación y fusión con lo divino, no está al alcance
de cualquiera. Existen tres clases o niveles de seres humanos:
a) El ser humano vulgar. Forma parte del vulgo, la gran masa que solo se preocupa de asuntos materiales
y ordinarios.
b) El ser humano racional. Se ocupa de la ciencia y sabe reflexionar, pues ya ha llegado a un nivel
especulativo; sin embargo, aún depende del nivel material: lo necesita para abstraer los principios de la
ciencia y también para aplicarlos.
c) El ser humano superior. Abandona por completo la realidad cotidiana material para contemplar
únicamente los inteligibles puros, suministrados por el Intelecto Agente, entidad espiritual intermedia
entre Dios y lo material. Por medio de él, el ser humano se une a Dios en una fusión mística y extática
que le concede la felicidad suprema.
La fusión con Dios no debe buscarse por la felicidad que conlleva, sino por sí misma, por su propia perfección.
Avempace explica cómo puede alcanzarse esta unión extática: es necesario irse desprendiendo de las
preocupaciones y de las esclavitudes materiales, olvidarse de las vanidades mundanas (crítica a las clases
poderosas de su época) y mantenerse al margen de la corrupción de la sociedad. De esta forma, se emprende
un camino o régimen de vida “solitario”, apto para seres racionales e intelectuales. Estos son los únicos
capaces de plantearse una meta de estas características y cumplir los pasos necesarios para alcanzarla.
La única sociedad que parece deseable para Avempace es aquella en la que todos los que han alcanzado la
contemplación se reúnen y viven de acuerdo con lo que es justo y saludable, en una comunidad inspirada en
la propugnada por Platón en La República. Así, el solitario que se aparta de la sociedad lo hace únicamente
para huir de la corrupción, alcanzar la justicia y aplicar lo aprendido en la contemplación en una nueva
sociedad más justa y mejor. De este modo, Avempace reconoce la naturaleza social del ser humano y a la vez
señala las ocasiones en las que resulta provechoso alejarse de algunos tipos de sociedad.
E. Avicena
Médico y filósofo, Avicena (980-1037) nació en el Turquestán persa (el actual
Uzbekistán) y es la figura más representativa del islamismo oriental. Vivió en Bagdad y
comentó activamente la obra de Aristóteles, interpretándola a la luz del neoplatonismo
y tratando de conciliarla con la religión musulmana. Como médico, escribió un Canon de
la medicina, que, traducido al latín, fue durante mucho tiempo un texto oficial en las
universidades europeas hasta el siglo XVII. Como filósofo, escribió numerosas obras en
las que podemos encontrar la influencia del pensamiento clásico griego. Sus especulaciones metafísicas más
importantes quedaron reflejadas en su obra La salvación y son:
•
La necesidad del ser: coincidencia entre esencia y existencia
El sincretismo de Avicena se aprecia en su noción del ser. Siguiendo a Aristóteles, considera la metafísica
como el estudio del ser en cuanto ser, pero introduce una novedad: el ser humano aprehende
necesariamente la idea del ser. Aunque dicha idea se adquiera usualmente a través de la experiencia
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externa, incluso a un ser humano privado de sentidos como la vista y el oído le sería posible adquirirla a
través de la autoconciencia.
Avicena distingue entre el ser necesario por sí mismo, esto es, que no requiere de nada que lo explique
ni lo justifique, en el que coinciden esencia y existencia, y los seres contingentes, que existen debido a
la acción de una causa exterior a ellos, y en los que la esencia no implica necesariamente la existencia.
La prueba de que los seres contingentes podrían no existir es que, de hecho, dejan de hacerlo, ya que
no son eternos.
•
La demostración de la existencia de Dios
Avicena identifica a Dios con el ser necesario en sí mismo, cuya esencia y existencia coinciden y que
carece de una causa externa a sí mismo. Es el ser siempre en acto, sin potencialidad ni privación alguna,
que posee la bondad absoluta.
Avicena aportó una prueba para la existencia de Dios que influirá en una de las vías que propondrá
Tomás de Aquino: los seres posibles o contingentes deben su existencia a otro, que es su causa, pero es
imposible que se dé una cadena infinita de causas contingentes, de manera que hace falta la existencia
de un ser que les otorgue la existencia y sea necesario por sí, el cual es Dios.
•
La creación
En su teoría sobre la creación, Avicena muestra una vez más una postura sincrética, pues conjuga la idea
de creación propia del islamismo, el proceso emanatista neoplatónico y las dualidades aristotélicas. La
bondad absoluta de Dios tiende por naturaleza a irradiarse a sí misma, para difundir el bien. Por lo tanto,
Dios crea necesariamente, como consecuencia de su perfecta bondad.
La creación de la multiplicidad de lo real no es directa, pues de una creación inmediata de Dios surge un
ser muy semejante a Él. El primer ser que surge de Dios es la inteligencia primera; así se inicia la dualidad
entre el ser necesario (Dios) y el ser contingente (lo creado), la esencia (Dios) y la existencia (lo creado)…
En consonancia con el neoplatonismo, a través de diez inteligencias sucesivas que van surgiendo, se llega
hasta la multiplicidad individual concreta.
En las criaturas, la esencia y la existencia se distinguen realmente debido a que su existencia es
contingente. La esencia de estos seres no exige existir por lo que hay que afirmar que existen por otro.
Esto influirá fuertemente en la teoría de Tomás de Aquino.
•
El intelecto agente
En cuanto al alma humana, Avicena afirma que es inmortal, de acuerdo con la doctrina musulmana, y a
la vez mantiene una antropología de carácter aristotélico: el ser humano posee intelecto activo e
intelecto pasivo, iluminados por un entendimiento agente que le permite captar intelectualmente las
esencias. Es, por tanto, el intelecto agente el que difunde las formas que configuran la esencia de los
seres materiales y posibilita el conocimiento humano. Este intelecto es único, separado del ser humano
e inmortal.
Las recompensas y sanciones del alma inmortal en la vida eterna son de tipo intelectual: el alma
recompensada goza con el conocimiento de objetos puramente inteligibles, mientras que el alma
sancionada se ve privada de dicho conocimiento.
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F. Averroes
El filósofo musulmán más importante de la Edad Media fue el cordobés Averroes
(1126-1198). Además, fue juez, médico, matemático y político. Durante algún
tiempo estuvo al servicio del califa de Marruecos, hasta que perdió su amistad al
ser acusado de interpretar falsamente el dogma.
Recibió el sobrenombre de Comentator por su inmensa labor de comentar e
interpretar la obra de Aristóteles y La República de Platón. Averroes fue uno de los
pocos que se enfrentaron al problema de establecer las relaciones entre la filosofía
y la religión; pero su firmeza en el debate le comportó la acusación de cultivar más la filosofía de los antiguos
que la verdadera fe. Esta denuncia puso fin a su actividad intelectual en la corte y le acarreó el destierro en
Córdoba. Murió en Marruecos. Su pensamiento representa paradójicamente la culminación de la filosofía
árabe y el final de la filosofía medieval islámica.
Frente al resto de los filósofos árabes que cultivaron una filosofía platonizante o un aristotelismo platonizado,
Averroes cultivó un aristotelismo puro, libre de adherencias platónicas. Escribió tres series de comentarios a
Aristóteles (menores, medios y mayores). Su influencia en Occidente fue decisiva en el siglo XII. Además de
los comentarios a Aristóteles, escribió otras obras que consiguieron notable difusión, como su escrito
polémico Destrucción de la destrucción (contra la obra de Algazel), un libro sobre las generalidades de la
medicina, conocido en la Edad Media bajo el título latinizado de Colliget y su Doctrina decisiva sobre la
concordancia entre la revelación y la ciencia.
Sus propuestas filosóficas más importantes fueron:
a) Concordancia entre la filosofía y la religión
Existen tres maneras de aproximarse a la cuestión de las relaciones entre filosofía y religión:
-
Como simples creyentes a quienes les basta la fe sin pruebas.
Como teólogos que buscan razones para creer, pero no dan pruebas estrictas sino argumentos más
o menos probables.
Como filósofos que piden demostraciones rigurosas y pruebas necesarias.
La razón, por consiguiente, es superior a la fe y a la teología, y en caso de conflicto es la razón y no la fe
la que debe señalar el criterio de verdad. Si un texto literal del Corán contradice “una verdad
racionalmente demostrada, debe ser interpretado alegóricamente” y es la filosofía la que determina esa
interpretación.
Averroes defiende que no hay peligro alguno en interpretar filosóficamente los dogmas religiosos,
siempre que se cuente con la formación adecuada y se sepa usar la razón rectamente. De hecho, los
filósofos son los mejores intérpretes de la ley sagrada, y los teólogos deberán abstenerse de
interpretarla y limitarse a enseñar el sentido literal del texto.
b) Teoría de la doble verdad
Puede darse el caso de que haya una aparente contradicción entre la conclusión de un silogismo
demostrativo y lo que afirman los textos coránicos: esto se conoció erróneamente como teoría de la
doble verdad en el mundo latino. Ello se debe a la ambigüedad de los pasajes y a la existencia de un
sentido aparente y un sentido oculto en el texto revelado. El desacuerdo deberá ser solucionado siempre
por el filósofo capaz de usar los principios lógicos.
Según sus propias palabras, “la revelación divina contiene dos partes: una evidente y otra que necesita
interpretación; la primera obliga a todos, mientras que la segunda obliga solamente a los sabios; el vulgo
está obligado a entenderla en su sentido literal, dejándose de interpretaciones, y a los sabios no les está
permitido tampoco explicar al vulgo su interpretación”.
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Este interpretación de Averroes dara lugar al averroísmo latino, corriente de pensamiento del siglo XIII,
formada por un grupo de profesores de la Universidad de París. Si una verdad de fe y otra de razón
entran en conflicto, pueden ser simultáneamente verdaderas: la primera sería válida para el individuo
inculto mientras que la segunda pertenecería al filósofo, que es capaz de penetrar en las alegorías de la
fe.
c) El mundo: ¿eterno o creado?
El filósofo musulmán sostiene que es compatible afirmar que el mundo es eterno y a la vez que fue
creado por Dios. Al ser una creación de Dios, el mundo existe desde toda la eternidad como realidad que
emana del propio principio creador (la creación es eterna). Dios no puede decidir crear y esperar a crear
en el tiempo, pues tal espera no tendría sentido a no ser que estuviera determinada por una causa
extrínseca a Él, lo cual iría en contra del ser de Dios, que no es causado y es omnipotente.
El mundo, en tanto que material, se convierte en realidad que contiene en potencia todas las formas
que la misma materia puede llegar a adquirir. Este planteamiento permite a Averroes afirmar que los
seres naturales, puesto que están compuestos de materia y forma (siguiendo tanto la teoría hilemórfica
de Aristóteles como su binomio potencia-acto), no obtienen la forma como algo que se introduce en la
materia desde fuera, sino como algo que se halla de modo subyacente en ella de manera potencial.
En oposición a la división de Avicena entre Ser necesario y ser posible, Averroes sostuvo que estos
atributos no pertenecen a la realidad, sino a la lógica, es decir, al pensamiento. En consecuencia, la
distinción entre esencia y existencia no sería real sino puramente mental.
d) Entendimiento agente y entendimiento paciente
La cuestión de la relación entre entendimiento agente y entendimiento paciente, y cuál es la realidad
de cada uno, era uno de los puntos menos claros de la filosofía aristotélica. En su obra De anima, en el
libro III, Aristóteles afirmó la existencia de ambos entendimientos o intelectos y señaló que el primero
es “separable, sin mezcla e impasible, siendo como es acto por su propia entidad”. Describió la función
del entendimiento agente con respecto al paciente como una disposición natural semejante en su papel
al de la luz en relación con los colores: igual que la luz hace que los colores en potencia pasen a colores
en acto, el entendimiento agente hace que el paciente pase de poder conocer la forma de los objetos a
conocerla efectivamente.
Este entendimiento agente o en acto y el entendimiento material o paciente son eternos, inmortales,
extrínsecos y comunes a todos los seres humanos por ser propios de su especie. Averroes interpreta que
toda intelección humana es mera participación en un solo y único entendimiento agente. Rechaza, por
tanto, la inmortalidad personal en términos de contemplación individual del entendimiento agente. Tras
la muerte corporal, el entendimiento individual pasa a fusionarse en el entendimiento agente y queda
integrado en él. Se trata de una inmortalidad universal, la de la especie humana.
e) Providencia y sabiduría de Dios
En opinión de Averroes, Dios gobierna el mundo con su ciencia, pero la ciencia de Dios es distinta de la
ciencia humana. Dios solo se entiende a sí mismo, pero la comprensión de su propio ser le permite
abarcarlo todo. No obstante, su ciencia no es acerca de los seres particulares. Ahora bien, el hecho de
que Dios no conozca las cosas de este mundo en su particularidad individual no debe entenderse como
un defecto del conocimiento divino, ya que, según razona Averroes, no es defecto no conocer
imperfectamente lo que se conoce de modo más perfecto.
Asimismo, dado que Dios no conoce las cosas individuales, no establece su destino particular. Prueba de
ello son la injusticia y el mal que reinan en el mundo. De su existencia no cabe responsabilizar a Dios,
pues, si el mal y la injusticia existen, es a causa de la actuación de los seres particulares, cuya acción
concreta sobre el mundo no viene gobernada por la divinidad.
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Averroes entiende que Dios rige el mundo como realidad a gran escala. Regula los acontecimientos del
mundo sublunar a partir del movimiento de los cuerpos celestes, y, a través del movimiento del Sol (que
determina la sucesión de los días y las noches y de las estaciones), regula la vida vegetal y animal. De
este modo, Dios rige todo el mundo mediante un orden necesario e infalible. Pero lo que es individual o
casual, lo que no pertenece al orden necesario del cosmos como realidad global, escapa tanto a la
providencia como a la sabiduría de Dios.
También la voluntad humana está sometida a la necesidad que emana del gobierno de Dios sobre todas
las cosas creadas. Pero Averroes afirma que nuestras acciones dependen, al menos en parte, de nuestro
libre albedrío. El ser humano es libre, no obstante la voluntad humana se ve obligada a desplegar su
actividad en el mundo, el cual está regulado por el orden necesario y eterno de Dios. A esto alude el
Corán cuando se refiere a la infalible predestinación del ser humano.
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3. La escolástica temprana
3.1. Los inicios de la escolástica
A. Contexto histórico, político y cultural
En el año 989 se instauró la Paz de Dios1 y así se institucionalizó la formación sociopolítica conocida como
feudalismo en todo el Imperio carolingio (o Sacro Imperio Romano). En el sistema feudal, el señor de un
territorio garantizaba la seguridad y la protección de sus vasallos, quienes, a cambio, trabajaban para él y así
le proporcionaban un excedente de bienes que permitía atender sus necesidades y las de su séquito. El
feudalismo fue el sistema que durante los siglos medievales configuró la estructura jurídica, económica y
social de la mayor parte de los países de Occidente.
Así pues, las condiciones económicas, políticas y sociales a partir de este siglo XI serán profundamente
diferentes de los primeros siglos de la Edad Media. Además de una mayor estabilidad política, como
consecuencia del cese de invasiones, y del progreso económico que conlleva, hay que destacar la aparición
de las ciudades, los burgos, que suponen una cuña de ruptura de la organización social feudal y un
sentimiento de independencia que se acrecentará en los siglos posteriores. Las ciudades son un marco más
propicio que el campo para la producción científica, artística y filosófica, y su influencia en la vida social
medieval es cada vez más importante a medida que aumenta su número y su potencial económico.
Además, han nacido ya las monarquías centralizadas que se apoyan en el poder del dinero que les facilitan
los mercaderes para constituirlas en defensoras de sus intereses frente al ruralismo de los señores feudales.
Desde el punto de vista artístico, la reforma monástica del císter, que se produce en esta época, va a tener
unas consecuencias claramente visibles en la arquitectura. Frente a la solidez y el simbolismo místico del
románico aparece el gótico más realista y con edificios que adquieren una gran monumentalidad y, gracias a
la bóveda de crucería, son más altos, más amplios y bien iluminados.
B. La filosofía y la teología
En lo que respecta a la vida de la Iglesia católica, culminó en el siglo XI el periodo llamado “siglo de hierro del
pontificado”, que había comenzado a finales del siglo IX y que se había caracterizado por la sucesión de
numerosos Papas, algunos de ellos indignos. Desde mediados del siglo XI se inició la denominada “reforma
gregoriana” que exigió una profunda renovación espiritual de toda la Iglesia, desde el papado hasta el último
fiel.
La filosofía y la teología se vieron también afectadas por las circunstancias culturales y religiosas de la época.
Creció el interés por la dialéctica (lógica) y cobró mucha importancia el problema de las relaciones entre fe y
razón. Así, el gusto por la dialéctica tomó dos caminos:
•
•
•
El de los autores que primaron la lógica sobre la fe: dialécticos. La dialéctica es el arte de dialogar,
argumentar y discutir. Los dialécticos introdujeron el razonamiento en el estudio de las verdades
reveladas. En el siglo XI aumentó exageradamente el gusto por la lógica y la argumentación racional, lo
que dio lugar a razonamientos y conclusiones a veces ridículos y artificiosos.
El de los que rechazaron la razón frente a la fe: antidialécticos. Consideraban que los dialécticos
colocaban en un lugar central lo que solo debía tener valor de instrumento. Querían mantener intacta
la fe sin contaminación con el razonamiento.
Una tercera vía fue la de poner la razón al servicio de la inteligencia de la fe.
C. La verdad y el método escolástico
1
Paz de Dios: ley que impuso la Iglesia para el control de la caballería, prohibiendo que se pudiera luchar cerca de los
santuarios, en épocas sagradas del calendario, y contra los pobres o los eclesiásticos.
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En este contexto de ascenso del feudalismo, apareció la escolástica, que tuvo su origen en las escuelas
fundadas en el renacimiento carolingio y se desarrolló plenamente a partir del siglo XI. La escolástica fue la
filosofía que surgió a partir de la enseñanza que se impartía en las escuelas monásticas; una filosofía cristiana
que tenía como tarea ordenar de forma comprensible el conjunto de dogmas que los Padres de la Iglesia ya
habían elaborado. Los escolásticos protagonizaron la cristianización del centro de Europa e hicieron posible
la configuración de la actual Europa occidental.
Los escolásticos estaban convencidos de que ya poseían la verdad, por lo que no se planteaban como objetivo
buscarla con las mejores herramientas intelectuales. La verdad ya se poseía y cualquier tenía acceso a ella:
era la verdad sagrada de la revelación divina. Lo que ellos intentaban era fundamentar esta verdad e
interpretarla a través del pensamiento racional. El propósito de los escolásticos era profundizar en el
conocimiento de las verdades de la fe a través de la razón, sistematizando los contenidos de la verdad sagrada
mediante un método filosófico. También trataban de rebatir con argumentos filosóficos las objeciones que
la propia razón podía esgrimir contra esa verdad sagrada.
Estos objetivos se pusieron en práctica mediante el seguimiento de determinados métodos, especialmente
el método que consistía en contraponer alegatos a favor y en contra de una determinada cuestión, lo que
implicaba largas discusiones cuidadosamente argumentadas. Esta estrategia se designaba pro et contra, o
bien sic et non, expresión que coincidió con el título de la obra de un escolástico eminente, Pedro Abelardo.
Pero ¿en qué se fundamentaban los argumentos de las discusiones escolásticas? Tal y como corresponde a
un contexto cultural de trasfondo platónico, agustiniano y con la mirada en las alturas, los pros y los contras
respecto a una determinada cuestión no eran argumentos derivados de la observación empírica o de un
análisis abierto, sino más bien razonamientos basados en la Biblia o en obras de pensadores cristianos
anteriores.
3.2. Anselmo de Canterbury
Anselmo de Canterbury (1033-1109)2, en la época de formación de la escolástica, fue
el primer pensador creyente que sintió la necesidad de demostrar la existencia de la
divinidad por medio de razonamientos. Se trata de un pensador fuertemente influido
por las teorías de Agustín de Hipona.
A. Relación entre razón y fe
Anselmo concibió la fe y la razón como dos fuentes de conocimiento distintas, pero que se complementan.
•
•
Frente a los dialécticos, señaló la superioridad de la fe: “no quiero entender para creer, sino que creo
para entender”. Primero es necesario afirmarse en la seguridad de la fe, y, por eso, las Sagradas
Escrituras no deben someterse al juicio de la razón. La fe es el dato del que partimos y, por tanto, no hay
que esperar a comprender para creer, sino a la inversa, se cree para comprender.
Frente a los antidialécticos, consideró necesario profundizar racionalmente en las verdades reveladas
por Dios (la fe busca entender: fides quaerens intellectum). Entre las verdades reveladas por Dios
distinguió entre los misterios (completamente inalcanzables por la razón: la Trinidad, la encarnación) y
las verdades naturales sobre Dios (alcanzables por la inteligencia humana). Una vez instalados en la fe,
debemos intentar comprender racionalmente aquello que creemos porque esta comprensión racional
nos acerca a la misma visión que tiene Dios.
2
Anselmo de Canterbury fue un monje italiano que vivió la mitad de su vida en Francia como abad en el monasterio de
Le Bec en Normandía y acabó siendo obispo de Canterbury, en el sur de Inglaterra. En la Iglesia se le conoce con el
nombre de el “doctor magnífico”. Fue la figura de mayor relieve intelectual del siglo XI. Escribió numerosas obras, entre
las que destacan Monologium y Proslogium.
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Así pues, Anselmo presentó una posición intermedia entre ambas corrientes, que puede sintetizarse con la
expresión credo ut intelligam (‘creo para poder comprender’). Partió de la fe, pero de una fe que se proponía
entender. Anselmo acentuó la necesidad de empezar desde la fe, pero se opuso a una fe ciega; rechazó
claramente el credo quia absurdum que todavía en su siglo tenía defensores.
La temática de su pensamiento es básicamente teológica (la existencia y los atributos de Dios, la creación, la
relación entre el ser humano y la divinidad, etc.), pero fue uno de los iniciadores de la teología natural, ya
que una vez aceptadas las verdades por la fe, intenta hallar las razones necesarias de ellas.
B. Argumentos para la demostración racional de la existencia de Dios: el argumento ontológico
El Monologium incluye varios argumentos para la demostración racional de la existencia de Dios. Estos parten
de la experiencia sensible, se apoyan en los grados de perfección que hay en las criaturas y concluyen en la
existencia de Dios, perfección máxima, de la cual participan todas las cosas en mayor o menor grado.
Podemos ver por los sentidos que existen distintos grados de seres, bondad y de perfección en las cosas.
Estas diferencias de grado no serían posibles si no fuese por su relación con la existencia de un grado supremo
o máximo, que es Dios.
Todas estas demostraciones, inspiradas en Agustín de Hipona, son a posteriori, es decir, parten de la
existencia de realidades captadas por los sentidos y, a partir de ellas, deduce la necesidad de la existencia de
Dios. Sin embargo, reconoce que estas pruebas, aunque demostrativas, resultan complicadas y, por ello,
busca una más simple, que se baste a sí misma y sea el fundamento de todas las demás.
Y así llega al argumento desarrollado en el Proslogium y que fue denominado por Kant con el nombre de
argumento ontológico. Es una prueba que se inicia en la idea de Dios que propone la fe y que, obviando la
experiencia, concluye con su existencia. Para demostrar la existencia de la divinidad, su realidad, insistió en
que esta se desprendía de la idea misma de Dios. Este es su razonamiento:
Cuando el incrédulo niega la existencia de Dios, hemos de pensar que se hace una idea de lo que
esta palabra significa y, por tanto, que entiende algo por Dios. Entiende que Dios es un ser tal
que es imposible pensar en otro mayor que Él. Pero, seguidamente, el incrédulo piensa: “Es lo
más grande pensable, pero solo existe en la mente”.
Ahora bien, si lo más grande pensable solo existe en mi mente y no en la realidad, entonces
podríamos pensar en otro mayor que este que es lo más grande pensable; ciertamente,
podríamos pensar en otro que existiera no solo en nuestra mente, sino también en la realidad.
Y sin duda ninguna este objeto por encima del cual no se puede concebir nada mayor, no existe
en la inteligencia solamente, porque, si así fuera, se podría suponer, por lo menos, que existe
también en la realidad, nueva condición que haría a un ser mayor que aquel que no tiene
existencia más que en el puro y simple pensamiento. Por consiguiente, si este objeto por encima
del cual no hay nada mayor estuviese solamente en la inteligencia, sería, sin embargo, tal que
habría algo por encima de él, conclusión que no sería legítima. Existe, por consiguiente, de un
modo cierto, un ser por encima del cual no se puede imaginar nada, ni en el pensamiento ni la
realidad.
Anselmo de Canterbury, Proslogium
El argumento es un diálogo con el insensato que, según el salmo 13,1, “ha dicho en su corazón, no hay Dios”,
para tratar de convencerlo racionalmente:
•
Cuando el insensato oye al creyente decir que Dios es un ser mayor que el cual nada puede pensarse,
conoce el significado de lo que está escuchando y, por ello, tiene que admitir que existe en su intelecto
una idea sobre el ser máximamente perfecto.
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•
•
El insensato debe aceptar que es imposible que aquel ser mayor que el cual nada puede pensarse exista
solo en el entendimiento, ya que si esto fuera así, se estaría reconociendo algo mayor y más perfecto,
es decir, cualquier cosa que existiera no solo en el entendimiento sino también en la realidad.
Anselmo quiere mostrar que el incrédulo, cuando afirma que Dios es lo más grande pensable pero niega
su existencia, se contradice. Lo más grande pensable, además de existir en el pensamiento, tiene que
existir realmente; si le falta la perfección de la existencia, su grandeza ya no es completa, ya no es lo
más grande que podemos pensar.
La conclusión, por tanto, es que el ser perfectísimo, aquel mayor que el cual nada puede pensarse, ha
de existir necesariamente en el entendimiento y en la realidad.
A diferencia de las otras pruebas, el argumento ontológico es un argumento a priori, es decir, parte del
concepto de Dios y extrae deductivamente consecuencias lógicas (no demostramos la existencia de Dios a
partir de otras existencias constatadas por los sentidos, sino a partir de la propia idea de Dios). Con este
argumento, Anselmo quiere demostrar que el ser humano que no tiene fe es un insensato, porque todos los
seres humanos (incluso el necio que en su corazón afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de
Dios, entendiendo por “Dios” un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él. Ahora bien, un ser tal ha
de existir no solamente en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería
posible pensar otro mayor que él (a saber, uno que existiera realmente) y, por tanto, caeríamos en
contradicción. Por tanto, Dios existe no solo en el pensamiento sino también en la realidad.
Para profundizar
Ya en tiempos de Anselmo, el fraile Gaunilo rechazó el argumento ontológico, afirmando que Anselmo pasa
del ámbito lógico (donde existe la idea de Dios) al ámbito real (donde se afirma que Dios existe) sin justificar
este paso: del hecho de que tengamos la idea de un ser no se puede deducir que exista en la realidad. Según
Gaunilo, el hecho de imaginar algo perfecto no implica que este algo exista; yo puedo imaginar unas islas
paradisíacas que tengan todas las perfecciones, las islas Afortunadas. Pero, aunque yo las imagine, las islas
Afortunadas no existen.
Anselmo le contestó que este paso es ilícito en todos los seres, menos en Dios, porque la esencia de Dios
consiste precisamente en existir. De hecho, dice Anselmo, es imposible pensar en las citadas islas, ya que
nada material puede ser “mejor que aquello mayor que lo cual nada puede pensarse”.
El argumento parte ciertamente de la idea de Dios. Para mayor claridad, reformulemos el argumento de la
siguiente manera:
Dios, por definición, es (o bien, la idea de Dios es la idea de) un ser que posee todas las perfecciones en grado sumo.
Existir es una perfección y, por tanto, la existencia forma parte de las perfecciones divinas
Dios existe realmente.
•
•
•
El argumento es falaz, según Tomás de Aquino, porque si partimos de la esencia pensada de Dios,
solamente podemos concluir en su existencia pensada, pero no en su existencia real, fuera del
pensamiento.
Según Kant, la falacia del argumento estriba (entre otros defectos) en suponer que la existencia hace
más perfecta a una cosa, que la existencia es una perfección. Según Kant, la existencia no añade
perfección alguna a una cosa. La esencia de una cosa se define por un conjunto de propiedades o rasgos;
convengamos, por ejemplo, que el ser humano se define como un “viviente sensitivo racional”;
supongamos ahora que se extingue la especie humana, que no existen seres humanos: la definición de
ser humano seguirá siendo la misma, la existencia o no existencia de seres humanos no afecta para nada
a la definición de su esencia. La existencia no pertenece a la definición de ningún ser, según Kant, contra
lo que supone la prueba de Anselmo de Canterbury.
Con ciertas variantes, este argumento fue aceptado y defendido en el siglo XVII por los filósofos
racionalistas (Descartes, Spinoza, Leibniz). También ya en el siglo XIX por Hegel.
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•
En el siglo xx ha seguido siendo objeto de controversia, especialmente entre los pensadores
pertenecientes a la filosofía analítica. Su estudio ha contribuido a la discusión del sentido y naturaleza
de los diversos sentidos del predicado “es”.
Así pues, este argumento constituye un capítulo fundamental de la tradición filosófica occidental.
3.3. La cuestión de los universales
A. Planteamiento y posibles respuestas
El tema de los universales fue una de las preocupaciones centrales de la época
medieval, pero se trata de una cuestión mucho más antigua, pues Platón y
Aristóteles ya reflexionaron sobre el tipo de realidad que tienen las ideas:
• Platón les atribuía una existencia independiente de las cosas, de las que eran
la causa.
• Aristóteles afirmaba que las ideas existían precisamente en las mismas cosas,
eran su forma.
“Caballo”, “árbol”, “hombre” son nociones genéricas, son universalia, términos abstractos que designan
muchos individuos concretos. En la vida cotidiana, vemos los individuos concretos designados por los
términos abstractos o universales. Sin embargo, no vemos los universales; esto nos conduce a plantearnos
en qué consisten, cuál es su realidad. Así, la cuestión de los universales es la pregunta sobre el tipo de realidad
que existe detrás de una expresión universal como “león”, “hombre” o “círculo”.
Ya Boecio había planteado el interrogante de si nuestros conceptos corresponden o no
a algo real. En el siglo XI, el problema de los universales, con todas las connotaciones
teológicas y lógico-gramaticales que comporta, se convierte en el problema que más
enfrenta a los pensadores cristianos. ¿Qué relación hay entre nuestros conceptos y los
seres fuera de nuestra mente? ¿Los individuos concretos son lo único real o, por el
contrario, puede afirmarse que las ideas tienen un fundamento en la realidad?
Los escolásticos reconocían distintas posibilidades de abordar la respuesta a esta pregunta:
a) Realismo. La primera respuesta corresponde a una posición de tipo platónico, según la cual el universal
es una esencia o sustancia separada del individuo singular y existe independientemente de la
experiencia humana. A esta respuesta se la ha llamado realismo, porque afirma la existencia real de las
ideas.
Así pues, cuando se afirma algo propio del universal “hombre”, lo que se afirma se da en todo particular
existente; y si, según la Biblia, fue la humanidad la que cometió el pecado original, entonces todo ser
humano concreto participa de esta tara inherente a la naturaleza humana. Así era como la postura
realista explicaba que todo ser humano naciera afectado por el pecado original.
Los universales tienen una existencia extramental, es decir, tienen existencia propia fuera de la mente
humana que los piensa, ya sea en las cosas concretas o en la mente de Dios (ideas ejemplares), es decir,
son sustancias reales de las que participan todas las cosas sensibles individuales.
Por ejemplo, el concepto “ser humano” tendría una existencia fuera de la mente como idea ejemplar en
el entendimiento divino; y, al mismo tiempo, existiría como sustancia segunda de todos los individuos
humanos, como si dichos individuos fueran accidentes de esa sustancia.
b) Conceptualismo. La segunda postura afirma que, ciertamente, los universales existen, pero como ideas
abstractas dentro de nuestras mentes. Son conceptos que solo tienen existencia real dentro de la mente
de quien los piensa.
c) Nominalismo. La tercera corresponde a la posición que afirma que solo existen las cosas singulares o
individuales. Los universales son simples nombres que los seres humanos inventan para designar una
pluralidad de cosas individuales con cualidades parecidas. Por lo mismo, no existe la humanidad;
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2º BACHILLERATO
F. RAÚL GARCÍA TENDERO
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UNIDAD DIDÁCTICA 5. TOMÁS DE AQUINO
únicamente existen seres humanos concretos. Esta es una más de tantas palabras sin ninguna realidad
detrás.
B. Guillermo de Champeaux
Su posición podríamos calificarla de realista, aunque es tan extremo que podríamos llamarlo
también idealismo. Mantiene que los géneros y las especies, es decir, los universales, no solo
existen en la mente del sujeto, sino en la realidad. Todos los individuos de un mismo género, o
de una misma especie, tienen un universal común y, si se diferencian, es solo en accidentes.
Cuando decimos, por ejemplo, que “Sócrates es un ser humano”, o que “esta pared es blanca”, del Sócrates,
o de la pared que está ante nosotros, solo es real su humanidad, que es la misma para todos los seres
humanos, que solo se diferencian por los accidentes, o su blancura, que es común a todos los objetos blancos,
que también se diferencian solo por los accidentes. La “humanidad” o la “blancura” existirían, además,
aunque no hubiera seres humanos o cosas.
C. Roscelino de Compiègne
En el extremo opuesto, Roscelino de Compiègne (1050-1120), y en una posición que
podríamos calificar de nominalista, defiende que las llamadas ideas universales
existen solo en la mente y no corresponden a ningún objeto. En la realidad solo
existen individuos, y en estos no hay nada universal. Lo que llamamos universales
son solamente palabras, flatus vocis, compuestas de letras y sílabas. Carecen de
realidad fuera de la mente. No hay “blancura” ni “humanidad”; solo seres humanos,
cosas blancas, etc.
D. Pedro Abelardo
Pedro Abelardo (1079-1142), conocido también por su azarosa vida con Eloísa, fue el
escolástico francés que desarrolló un método de razonamiento dialéctico consistente en
contraponer los argumentos a favor y en contra de una determinada tesis antes de
pronunciarse sobre ella. Creía que, con este método, la dialéctica iba a acercar la razón
natural humana a la divina. Sin embargo, reconocía que la razón dialéctica solo podría
proporcionar un conocimiento aproximativo; la comprensión total, así como la salvación, solo
podía obtenerse por medio de la revelación.
Para justificar la validez del conocimiento proporcionado por la dialéctica, Pedro Abelardo tenía que dar una
respuesta al problema de los universales. Aun siendo discípulo de Guillermo de Champeaux, critica la postura
de su maestro e intenta dar al problema una solución más aristotélica que platónica, aunque hay que tener
en cuenta que no conoce a Aristóteles más que parcialmente.
•
•
No se puede sostener el realismo, pues va contra lo que atestigua la experiencia. Si todos los individuos
de una misma especie tuvieran una especie común, se caería en graves contradicciones. Por ejemplo, el
género “animal” sería al mismo tiempo racional e irracional en el ser humano y en el caballo; una sola y
misma cosa, el universal “animal”, sería simultáneamente ella y su contraria, lo cual resulta imposible.
Sin embargo, eso no quiere decir que sean ciertas las posiciones nominalistas. Si el universal fuera solo
un nombre, una pura y simple emisión de voz, entonces la lógica quedaría reducida a la gramática y sería
lo mismo decir “el ser humano es un animal” que “el ser humano es una piedra”. No estaríamos diciendo
nada del ser humano, que tampoco existiría, al decir que es “animal” o que es “piedra”, lo cual no es
cierto.
Propuso una solución conceptualista, intermedia entre el realismo y el nominalismo: los universales tienen
existencia real, pero no del mismo tipo que las cosas sensibles. Son categorías lógico-lingüísticas abstraídas
por el entendimiento que expresan un estatus, o manera de ser, común a una pluralidad de sujetos.
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Los conceptos, que existen solo en la mente, son universales porque pueden predicarse de varias cosas. Lo
único que existe realmente son esas cosas individuales, que no se identifican más que con ellas mismas. La
universalidad es una propiedad solo de los conceptos y de los términos en que estos se expresan.
Sin embargo, esta universalidad que está solo en los conceptos y en las palabras se justifica porque hay algo
en las cosas que provoca su nacimiento y, por lo mismo, cuando los predicamos de ellas, tienen una validez.
Este algo, fundamento de lo universal, es la “comunidad de estado” o “comunidad de situación” de las cosas
individuales. Según Abelardo, las cosas individuales, distintas unas de otras, tienen algunas de ellas un
“estado común”, y la imagen confusa que el pensamiento extrae de la pluralidad de individuos que tienen
esa “comunidad de situación” es la que constituye el universal.
3.4. Las escuelas en los siglos XI y XII
Con el crecimiento de las ciudades en el siglo XI, aumentó la importancia de las escuelas urbanas en
detrimento de las monacales. Entre aquellas, gozaron de reconocido prestigio la escuela de Chartres y la de
San Víctor.
a) La escuela de Chartres, situada a unos 80 kilómetros de París, alcanzó su plenitud en el siglo XII, cuando
se estaba construyendo la catedral de la ciudad. Destacó por su interés en el estudio de las matemáticas
y la astronomía. También floreció en el cultivo de las humanidades, sobre todo la retórica. Se distinguió
por su aprecio de la filosofía antigua, que en este siglo se conocía ya con mayor amplitud y por los
comentarios a las obras de lógica de Aristóteles y al diálogo Timeo de Platón. A esta escuela perteneció
Juan de Salisbury (1115-1180), que fue obispo de aquella ciudad.
b) La escuela de San Víctor fue un gran centro cultural del siglo XII. Se encontraba aneja a la abadía de San
Víctor, cercana a la capital francesa. Decayó en el siglo XIII, cuando la Universidad de París alcanzaba su
apogeo. El principal representante de esta escuela fue Hugo de San Víctor (1096-1141). En ella se
estudiaba, como era habitual, artes liberales y teología. Su plan de enseñanza, común con el de otras
escuelas, se basaba en la utilización de tres métodos:
- La lectio o lección: lectura y explicación de un texto clásico.
- La disputatio o discusión: intercambio de opiniones entre el maestro y los alumnos.
- La summa o visión de conjunto: exposición ordenada y sistemática de la materia correspondiente.
Tanto Juan de Salisbury como Hugo de San Víctor sostuvieron un realismo moderado en la cuestión de los
universales: el universal realmente existe en las cosas concretas como forma o esencia (en terminología
aristotélica) que se encuentra individualizada en una materia y, además, existe en la mente como forma
inteligible, abstraída por el intelecto de esas realidades singulares y concretas. El concepto universal “ser
humano”, por ejemplo, existe en el ser humano singular y concreto como forma que actualiza su materia y,
en el entendimiento, como forma que ha sido abstraída de lo sensible y material por la actividad del intelecto.
Por tanto, el fundamento objetivo del concepto universal “ser humano” es la esencia o forma que es
individualizada por la materia en cada ser humano.
Postura
Realismo
exagerado
Realismo
moderado
Conceptualismo
Nominalismo
EL PROBLEMA DE LOS UNIVERSALES
Explicación
Son ideas ejemplares en la mente de Dios y, a la
vez, sustancias reales
Son reales como formas abstraídas por la mente y
como formas o esencias en las realidades
singulares y concretas
Están solo en la mente, se expresan mediante
palabras y representan una pluralidad de
individuos
Son solo palabras
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Representantes
Guillermo de Champeaux
Juan de Salisbury
Hugo de San Víctor
Pedro Abelardo
Roscelino de Compiègne
F. RAÚL GARCÍA TENDERO
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