Paz con Dios Romanos 5:1-11 OBJETIVO: Que los hermanos puedan entender que hemos sido reconciliados con Dios a través de la sangre de Jesucristo y que debemos mantener esa relación con nuestro Creador en constante crecimiento. INTRODUCCIÓN: En la vida tenemos muchos tipos de relaciones: familiares, amigos, hermanos en la iglesia, compañeros de trabajo, etc. Hay momentos en que, por diversas circunstancias, esa amistad se deteriora y se hace necesario restaurar esa relación. Así también nos pasa con Dios. Por nuestros pecados perdemos esa comunión íntima con nuestro salvador. Debemos valorar el hecho de que Dios haya pagado un precio muy alto para acercarse a nosotros y vivir en santidad para estar en paz con nuestro Señor. DESARROLLO 1) Tenemos paz para con Dios: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). Consideremos estos hechos: a) Dios nos creó para tener con Él una relación de amor; b) El pecado nos separó del Señor; c) Dios Padre envió a Jesús para reconciliarnos; d) A través de la fe somos justificados. En la antigüedad era necesario hacer sacrificios de animales para que el pecado del hombre fuera perdonado. Con la muerte de Jesús se hizo un sacrificio una vez y para siempre. Dios no pasa por alto el pecado. Él es justo. Por ello debemos ser “justificados” (hechos justos, a pesar de ser hombres injustos), por medio de la sangre de Jesús. 2) Tenemos entrada a su presencia por la fe: “por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:2). Jesús hizo su parte al morir en la cruz. Nosotros tenemos que hacer la nuestra: tener fe y aceptarle en el corazón. Antes no se podía entrar a la presencia de Dios, solo podía hacerlo el sumo sacerdote una vez por año. Ahora, todos quienes creen y sirven al Señor Jesús, tenemos entrada a su presencia en forma permanente (leer Hebreos 10:19-22). 3) Tenemos paz en medio de las tribulaciones: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4). Considere esto mi amado hermano, puesto que mucho se predica en estos tiempos que los “sufrimientos” (o derivados) no son para los hijos de Dios. Sin caer en el masoquismo espiritual, considero que tenemos que tener una cuota de equilibrio; sabiendo que esta vida muchas veces nos dará “una de cal y otra de arena”. No solo la biblia nos da testimonio de esto sino la historia también, puesto que para los cristianos del primer siglo el sufrimiento era la regla más que la excepción; inclusive llego a ser para muchos el pan de cada día. Cuando tenemos paz con Dios y tenemos una relación de amor con Él, podemos enfrentar todas las pruebas de la vida tomados de su mano. El Señor permite algunas tribulaciones en la vida de los creyentes para que aprendan a tener paciencia y esperanza en Dios. Tenga en cuenta el siguiente esquema en el proceso del Señor en una vida: Tribulación Paciencia Prueba Esperanza 4) La presencia de Dios está “en” nosotros: “y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5) La esperanza no avergüenza: aunque algunos se burlen, siempre debemos tener esperanza. Tenemos el amor de Dios en el corazón; por ende podemos amar a todas las personas, tener paz con Dios y con los demás; la paz interior se refleja en la paz exterior con nuestros semejantes. El Espíritu Santo mora en nosotros: nunca estamos solos, el Consolador nos acompaña en todo momento (cf. Ro 8:31; 1 Jn 4:4) 5) Dios nos ama mucho: “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:6-8). Siendo aun pecadores son palabras maravillosas. El Señor no se fijó en nuestra condición de pecadores, débiles e injustos, sino que nos mostró su amor muriendo por nosotros. No podemos desechar una salvación y amor tan grande. Hagámonos esta pregunta: ¿Pondríamos nuestra vida por un delincuente, criminal, violador o terrorista? Seguramente que no. La magnitud del amor de Dios se muestra en que Jesús murió por nosotros a pesar de que somos pecadores. ¡Si Dios le amo cuando era rebelde lo puede hacer también ahora que le corresponde! 6) La reconciliación nos trae paz: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:9-11). Reconciliar significa hacer las paces, volver a restaurar una relación que ha sido rota. A través de la sangre de Jesús y la fe nos hemos reconciliado con Dios. Ahora tenemos paz con Él. APLICACIÓN: No termine sin hacer una oración agradeciendo al Padre que por medio del sacrificio de Jesús, tenemos paz para con Él. Ore para que el conocimiento de Jesús crezca en las vidas de todos quienes escuchen este estudio. Y sobre todo si hay alguien que necesite reconciliarse con Dios y gozar de esa paz que Él ofrece; que pueda hacerlo. La paz de Dios está a disposición de todos, Dios ya lo hizo, el dio el primer paso. ¡Ahora le toca a usted, Dios lo está esperando!