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13 motivos gente no acude a terapia

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13 motivos por los que gente que lo
necesita no acude a terapia
La desinformación acerca del proceso terapeutico o de la Psicología
en general consigue que muchas personas que se podrían
beneficiar de sus técnicas decidan no acudir a profesionales.
La ciencia de la Psicología lleva siglos desarrollando distintas
técnicas de tratamiento para mejorar la vida de las personas, ya
sean aquellos que padezcan de algún tipo de trastorno neurótico,
como aquellos a los que se enfrentan a algún tipo de problema
específico o cotidiano del que no dispone o no conoce herramientas
para lidiar satisfactoriamente con él y la eficacia de sus resultados
está demostrada.
A pesar de todo lo expuesto en el párrafo anterior, esta disciplina es
víctima de diversos estereotipos y estigmas por las que personas
qué de algún modo sienten que necesitan ayuda, se resisten a
acudir a un profesional. A continuación se exponen los más
comunes:
1.- Mis problemas no son tan importantes
Por una parte, mucha gente piensa que los profesionales de la
psicología se dedican en exclusiva a problemas en los que el
paciente se pongan en peligro tanto a ellos mismos como a los
demás, o para casos de "locura" (a pesar de qué este termino no
tiene ninguna definición científica).
!
Imagen: alliedtravelcareers.com
Es habitual que una persona que se sienta agobiada por aspectos
cotidianos como estrés laboral o ansiedad por la calidad de sus
relaciones familiares, se llegue a sentir incluso culpable al comparar
su vida con gente que vive en países tercermundistas, o en barrios
marginales o aquellos que sufren una enfermedad terminal o
convive con alguna persona que la padezca. De la misma manera,
este feedback, se percibe igualmente por parte de terceros que
acostumbran a decirle a gente que los suyos "no son verdaderos
problemas" o que "no tienen motivos para sentirse así".
No hay que olvidar que cada persona vive su vida y la de nadie más
y cada uno tiene que lidiar con lo que en ella acontece y sus
problemas tienen la medida que tienen dentro de la misma. Imagine
que está usted en una sala con otra persona. En ella entra una
persona con una katana y le corta un brazo ¿Le dolería? Sí. Sus
nervios enviarían información a su cerebro que crearía la sensación
de dolor físico. Si justo a continuación, el agresor se enfrentase a la
segunda persona que estuviese en la sala y le cortase, no solo los
dos brazos, sino además las dos piernas, el hecho de contemplar
como esa persona está "objetivamente peor", no va a reducir el
dolor físico que esté experimentando. No hay que olvidar que el
dolor físico y el dolor emocional comparten esta característica.
Nuestro cerebro no le resta importancia a las cosas que nos
preocupan porque objetivamente otras personas tengan problemas
mayores, de hecho, si esto fuese así, sería un comportamiento
desadaptativo, ya que las emociones negativas tienen el objetivo de
encaminarnos a evitar en un futuro aquellas decisiones y
experiencias que han resultados dañidas o desfavorecedoras.
Por otro lado, no hay que olvidar que las personas son
responsables de sus actos, pero no de sus pensamientos, ni de
sus sentimientos. Una persona no decide sentirse de una
determinada manera, por lo qué, por un lado, no debe de sentirse
culpable por una decisión que no ha tomado y, por otro, de la misma
manera qué uno no decide sentirse de una determinada manera,
tampoco tiene el poder de dejar de sentirse así por mera voluntad.
En resumen, ignorar un problema no hace que desaparezca, al
contrario, lo habitual es que sus consecuencias negativas se
acrecenten e, incluso en algunos casos, lleguen a somatizarse.
Aunque algo, objetivamente, sea un problema pequeño, si la
persona que lo padece no encuentra por si misma la manera de
lidiar con él y sus consecuencias, se convertirá en un problema
grande y por ello merece que se le dé la importancia que tiene, lo
entienda o no el resto de la gente.
A través del proceso terapéutico, se puede analizar el problema en
profundidad para encontrar herramientas para lidiar más
adecuadamente con él o reestructurar el enfoque con el que es
analizado para que las consecuencias a nivel emocional sean
menos leves. Ello revertirá en una mayor calidad de vida, tanto para
el paciente, como para las personas que están a su alrededor.
2.- Debería ser capaz de solucionar mis
problemas por mi mismo
Y este no deja de ser el objetivo final. No hay que olvidar que el
trabajo del Psicólogo no es solucionar el problema, sino ayudar a
encontrar el camino cuando la persona no es capaz de hacerlo por
una misma.
Cuando una persona necesita armar una estantería, es posible que
esta misma sepa como armarla o que necesite contratar un
profesional. También existe la opción de qué no sepa armarla, pero
decida aprender a hacerlo. Ahora bien ¿El tiempo del qué dispone
es el necesario para aprender y, sobretodo, aprender la manera
más eficaz? ¿Tiene los mecanismos para aprender por si mismo a
través de ensayo y error o necesita la guía de un profesional?
Si en lugar de montar una estantería, el problema de la persona es
lidiar con un problema emocional y la persona no sabe en estos
momentos cual es la forma más productiva, o no conoce los
mecanismos a través de los cuales puede alcanzarlos, acudir a un
profesional puede ser la manera más eficaz para desarrollar esa
habilidad y, finalmente hacerlo por uno mismo.
3.- Si comienzo la terapia ¿Tendrá que ser
para siempre?
Esta cuestión, en gran medida, ha sido respondida en el apartado
anterior. La concepción de que la terapia es "para toda la vida",
viene de la corriente psicoanalítica, pero no hay que olvidar que, a
pesar de la creencia popular, el Psicoanálisis no es una rama de la
Psicología.
La frecuencia de la terapia es acordada por paciente y terapeuta en
la primera sesión y, como se ha dicho, el objetivo final de la terapia
es que el paciente termina disponiendo de los recursos necesarios
para lidiar con el problema por él mismo.
Mucha gente también se muestra su preocupación de terminar
generando una relación de "dependencia" con su terapeuta.
Efectivamente, el código deontológico del psicólogo advierte sobre
este aspecto y los casos en los que el terapeuta no cuida este
aspecto son denunciables.
4.- Tendré que revelarle a mi terapeuta mis
secretos más privados
En una terapia es el paciente quien decide cuanto y como es
necesario compartir. Es trabajo del terapeuta de generar un vínculo
de confianza.
Por supuesto, no hay que olvidar que será más probable que el
profesional sepa ayudarte si tiene información filedigna y objetiva.
Esto sucede con la medicina o la abogacía y, por supuesto, con la
Psicología. No hay que olvidar que, a pesar de lo que mucha gente
piensa, los psicólogos no pueden leer la mente.
5.- Me sentiré juzgado
La concepción general es que el psicólogo es un juez que decide lo
que está bien y lo que está mal, qué es honesto y qué es
deshonesto, qué es sano y qué es enfermizo.... Lo cierto es que a la
psicología no le corresponde hacer juicios de moralidad y que
lo menos importante del proceso terapéutico es el "diagnóstico" o
"etiquetaje". Muchas veces la gente piensa que cuando el psicólogo
escuche su caso, se echará las manos a la cabeza, le pondrá la
etiqueta de "loco" e irá corriendo a colocarle la camisa de fuerza.
El psicólogo es una persona instruída en los aspectos que
intervienen en el comportamiento humano (sociales, biológicos,
cognitivos...) y que por ello puede entender las relaciones causaefecto entre ciertas conductas y ciertas sensaciones y cómo se
puede actuar sobre ellas para mejorar el bienestar y la calidad de
vida del paciente. Nada más importa.
6.- No quiero que nadie me diga cómo tengo
que vivir mi vida
Se vuelve a insistir. La Psicología no se basa en trazar una línea
entre lo qué se debe o no se debe hacer. A grandes rasgos, esta
disciplina acepta que todo lo que no dañe a uno mismo o
terceras personas es lícito.
Una buena metáfora seguramente sería concebir al psicólogo como
si se tratara de un GPS. Cuando una persona quiere ir a un sitio y
no sabe cómo llegar por sus propios medios, indica el objetivo en el
GPS y este le indica las posibles rutas que le podrían llevar hasta
ella, indicando cual es más larga o más corta, cuales llevan peaje...
pero al final, es sólo decisión del usuario determinar cual es el
destino, cual camino escoger, incluso tan siquiera iniciar la marcha.
Camino qué, recordemos, debe de ser andado por la persona, no
por el GPS.
7.- Me asusta lo que pueda aprender sobre mi
mismo
Seguramente esto también se deba a la tradición psicoanalítica,
dónde gran parte de los problemas se achacaban a deseos
sexuales reprimidos y ambiciones inconscientes. Sin embargo, esto
está muy lejos de la realidad. Como se ha explicado anteriormente,
en muchas ocasiones, la atención de la terapia no se centra
tanto en por qué se iniciaron los síntomas, como lo hacen en
cómo se están manifestando y cómo actuar sobre ello. Ninguna
persona, tan si quiera un psicólogo, puede saber más de una
persona que ella misma.
Seguramente, lo que una persona aprenda de asistir a terapia sea
sobre su propia capacidad para lidiar con los problemas.
8.- Yo no creo en esas cosas
Nadie está pidiendo, en realidad, una prueba de fe. La Psicología es
un ciencia, y como toda ciencia, sus postulados y aplicaciones han
tenido que ser demostradas por el método científico.
El problema viene mayormente cuando esta disciplina es
confundida con distintas pseudociencias. Es psicoanálisis ha sido
mencionado más de una vez a lo largo del presente artículo, pero
otras técnicas como la Programación Neurolingüistica o la
Grafología se han expuesto al público como ramas de la Psicología
cuando no lo son por el mero hecho de no seguir el método
científico.
Cabe destacar igualmente qué, salvo las matemáticas, ninguna
disciplina científica es 100% infalible y que la Psicología no
pretende serlo. Nadie pondría en duda que la medicina es una
ciencia. No obstante, un médico, a pesar de estar debidamente
formado, puede errar en un diagnóstico. De la misma manera,
puede darse el caso de qué acierte con el diagnóstico, proponga un
tratamiento qué ha demostrado ser efectivo para el 97.6% de los
casos y que resulte que el paciente forma parte del 2,4% restante y
qué, en consecuencia deba de cambiar el tratamiento, o puede
pasar que recete una pastilla eficaz, pero que desate una reacción
alérgica de la que ni el propio paciente era consciente cuando
acudió originalmente a la consulta. Todos esos riesgos, por
supuesto, existen en Psicología.
En definitiva, este disciplina no sólo es defenestrada por la
desinformación proveniente del cine y la prensa, lo es también
debido al intrusismo profesional, así como a la mala praxis de
algunos de sus profesionales. Existen comisiones dedicadas a
denunciar y perseguir todos estos factores para que el usuario
pueda acceder a una sanidad eficiente y de calidad.
9.- No me fue bien con un Psicólogo o
conozco a alguien a quien el Psicólogo no le
sirvió
Este punto está también relacionado con el anterior. Ni los
psicólogos son infalibles, ni todos los psicólogos son iguales.
Tampoco lo son todos los pacientes. Como se ha dicho, la
posiblidad de una mala praxis, así como de un error por parte del
profesional al hacer el diagnóstico o generar el vínculo entre
paciente y terapeuta existe igualmente la posibilidad de qué haya
sido el paciente quien haya desatendido las recomendaciones de
este o, desde un principio, no haya querido estar ahí y/o no haya
tenido la paciencia suficiente con el tratamiento, ya qué, en muchas
ocasiones, los resultados no son visibles a corto plazo.
Por otro lado, entre el posible cúmulo de posibilidades, también
puede pasar que personas que acudan a la consulta de alguna
determinada pseudociencia que utilice el nombre de la psicología, el
paciente termine todo el proceso creyendo que en todo ese tiempo
ha sido asistido por un psicólogo.
10.- No quiero que la gente sepa que voy al
Psicólogo
El mismo miedo a sentirse juzgado por el profesional se transfiere a
qué sean otras personas quienes les juzguen de esa manera. Se
compartan, o no todos los prejuicios mencionados en este artículo,
es conocido por todos que son muy amplios y qué cuando una
persona explique su caso en cualquier situación social,
seguramente no sea juzgada con objetividad.
Al final, sentirse bien con uno mismo termina siendo lo
importante. Es usted, y no ellos, quien tiene que lidiar con sus
problemas y quien tiene que valorar la manera en que considera
más efectiva enfrentarse a ellos.
11.- Es muy caro. No me lo puedo permitir
Esto, por desgracia, en muchos casos llega a ser cierto. La
situación varía entre distintos países, pero en algunos lugares del
planeta la gente muere por enfermedades perfectamente tratables
por el mero hecho de no poder costearse los gastos médicos. Lo
ideal es que todo ser humano tenga a su disposición los
tratamientos que necesite para su salud física y/o mental, pero esto
no sucede así.
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Foto: bilingual psychologist.
Pero cabe distinguir entre no tener el dinero y tener la creencia de
qué el dinero que se le exige no es justo o no compensa. A pesar de
que Sigmmund Freud mantenía que el precio de las sesiones
debería de ser elevado para que el paciente se la tome en serio,
esta no es la concepción actual.
Al paciente le puede dar la sensación de qué en cada sesión, le
está pagando al terapeuta por una hora de trabajo, pero lo cierto es
qué, aunque este sea el tiempo que físicamente pasen uno frente al
otro, cada consulta al profesional le requiere dos, o incluso tres
horas, debido a la preparación de la sesión y la elaboración del
informe posterior a la misma. El profesional tiene que pagar el
alquiler del local, su/s trabajador/es (como mínimo una persona que
atienda el teléfono durante las horas de terapia) y, en el caso de qué
pase algunos instrumentos de medida homologados, el coste de
estos, que acostumbran a ser muy elevados. Un sano ejercicio a la
hora de valorar lo que se cobra por terapia es preguntarse "¿Con lo
qué está cobrando por sesión, cuantas horas tiene que trabajar en
mes para qué el mero hecho de trabajar no le cueste dinero?" y "¿A
partir de ahí, cuantos más tiene que atender para que tras pagar
hipoteca y alimentarse empiece a obtener beneficios?"
Por supuesto, lo más importante no es si lo vale, sino si merece la
pena, pero al final, el precio de lo que vale el bienestar de uno
mismo, solo lo puede poner uno mismo.
12.- Es más rápido y eficaz una pastilla
Esta es una creencia no tan extendida como otras, debido al
contraste que surge con la creencia de que farmacéuticas falsan
estudios para vender medicamentos que la gente en realidad no
necesita.
Cabe destacar aquí que los psicólogos no recetan pastillas. Dentro
de los trastornos del comportamiento, hay que distinguir entre los
psicóticos (aquellos que tienen una razón biológica) y los neuróticos
(aquellos que no). A grades rasgos, los trastornos psicóticos son
tratados por los psiquiatras, quienes, en muchas ocasiones,
recomendarán un tratamiento farmacológico, mientras que los
trastornos neuróticos serían tratados por psicólogos clínicos, que
tratarían de solventar el problema a través de técnicas terapéuticas.
Esto quiere decir qué, en caso de que lo que le suceda a una
persona no sea un transtorno mental, o que este sea de tipo
neurótico, sería improcedente que fuese tratado con medicación.
Incluso en los casos en los que una persona necesite de verdad
medicación para apalear los síntomas de una determinada
enfermedad mental, cabe destacar que la psicofarmacología es una
ciencia que se encuentra en una etapa muy temprana y qué estos
fármacos acostumbran a tener unos efectos secundarios muy
potenciados, que a largo plazo pueden ser especialmente dañinos.
Es por ello que se recomienda combinar la terapia farmacológica
con terapia psicológica en el que al paciente aprenda a conseguir, a
través de reestructuración cognitiva y ciertos hábitos de vida, a
conseguir efectos parecidos a los de la medicación, pero sin que se
presenten esas efectos secundarios para así, en un futuro, poder
retirar la medicación, ya sea de forma permanente o intermitente.
13.- Lo único que me hace falta es tomarme
unas cervezas con unos amigos o hacer un
viaje
Puede ser. La ciencia funciona mucho con técnicas de "ensayoerror" y merece la pena darse permiso para distraerse y centrarse
en las aficiones. Posteriormente uno debe de hacer introspección
para valorar si ha dado los resultados que esperaba, o no.
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Foto: reference.com
Por una parte la gente considera que el grueso de la terapia
consiste meramente en desahogarse con lo que uno está
reprimiendo y que esto se puede hacer simple y llanamente con las
amistades, quienes además le conocen a uno mejor, después de
tanto tiempo juntos, que un terapeuta con el que apenas han
hablado unas horas. En este caso, dependerá bastante de cual sea
la base del problema. El buen amigo, con la mejor de las
intenciones, pero sin formación precisa, puede llegar a marear
(como la persona a quien le preguntan una dirección sin saberla y
da cualquier respuesta en lugar de confesar que la desconoce) o
acrecentar más el problema (dando por ejemplo algunos feedbacks
como los citados en el primer punto). Cuando, por el contrario, uno
acude a un terapeuta, será escuchado sin ningún tipo de prejuicio
previo, se le ofrecerá una hipótesis explicativa con base científica
con un tratamiento personalizado y adaptado a sus características.
Por otro lado, esa concepción de "ir a un viaje para distraerse",
podría recordar a un famoso refrán que reza lo siguiente: "Dale a un
hombre un pez y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá
toda la vida". Si una persona se ve abrumada por una situación,
muy seguramente sea porque no conoce o no sabe emplear las
herramientas para enfrentarse a ella. En un viaje, es cierto que
escapará de esa situación y, con ello, de los elementos sentimientos
negativos que acarrea, pero al regresar a su rutina, tanto su
problema, como su falta de recursos para hacerle frente seguirán
allí. En la consulta, sin embargo, se le enseñarán herramientas que
podrá utilizar el resto de sus días, tanto para esa, como para futuras
situaciones.
Conclusión
Una cosa es que la Psicología sea eficaz y otra, por supuesto, saber
reconocer cuáles son las circunstancias en las que una persona
necesita acudir a uno de estos profesionales y tan importante cómo
saber cuándo hay que acudir, es saber a quién hay que acudir.
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