Subido por robertorado

La higuera maldita

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La higuera maldita – Ariel Alvarez Valdez
El misterioso relato evangélico que narra la condena de Jesús a un árbol sin fruto exige tratar de entender su
significado. Además, si lo único eterno es Dios, todas las instituciones están sujetas al paso del tiempo y a
las exigencias de los hombres.El milagro más extraño que Jesús realizó en su vida, según el Evangelio de
Marcos, fue el de maldecir y secar una higuera. Es el único milagro “destructivo” de Jesús, el único que
realizó en Jerusalén, el único que demoró 24 horas en cumplirse, y el único históricamente incomprensible.
Su relato resulta tan incómodo, que la Iglesia no lo lee nunca los domingos en la misa. Cuenta san Marcos
que una mañana Jesús salió con sus discípulos del pueblito de Betania, cerca de Jerusalén, y a poco de andar
sintió hambre; viendo a lo lejos una higuera se acercó, pensando encontrar frutos; pero el árbol estaba vacío;
“es que no era tiempo de higos”, dice Marcos. Entonces Jesús la maldijo diciendo: “¡Que nunca nadie coma
frutos de ti!” Y siguió viaje con sus discípulos hacia el Templo de Jerusalén. Al día siguiente, cuando volvió
a pasar por el lugar, sus discípulos vieron con asombro cómo la higuera se había secado hasta sus raíces (Mc
11,12-26).
El episodio siempre ha llamado la atención de los lectores de la Biblia, que se preguntan cómo es posible
que Jesús, un maestro lleno de bondad y misericordia, en un ataque de
furia pudiera haber destruido una inofensiva higuera simplemente porque no le dio frutos.
Cómo mejorarlo
Ya san Mateo, cuando diez años después escribió su Evangelio, basándose en la obra de Marcos, se sintió
perplejo por este episodio y trató de suavizar algunos detalles (Mt 21,18-22). Por ejemplo:
a) omite decir que, cuando Jesús se acercó a la higuera, “no era aún tiempo de higos”, para que no suene
tan absurda su actitud;
b) cambia la maldición. En vez de decir: “¡Que nunca nadie coma frutos de ti!”, dice: “¡Que nunca brote
fruto de ti!”. Así, la maldición recae sobre la higuera (que no podrá dar frutos), y no sobre las personas que
se quedan sin comerlos;
c) dice que la planta se secó inmediatamente, no al día siguiente, para que la palabra de Jesús no demorara
tanto en cumplirse;
d) no cuenta que la higuera se secó “de raíz”. ¿Cómo se habrían dado cuenta los discípulos? ¿Acaso
desenterraron el árbol para verificarlo? Pero ni siquiera con estas mejoras Mateo logró que el milagro dejara
de perturbar.
Un perro que habla inglés
Por su parte, a Lucas el relato le pareció tan duro que directamente lo eliminó. Y en su lugar prefirió contar
otro que, aunque era parecido, tenía un sentido muy distinto: la
parábola de la higuera estéril. Según ésta, había un hombre que tenía una higuera plantada en su campo;
como no le daba frutos, decidió arrancarla; pero el cuidador le aconsejó que tuviera paciencia y esperara un
poco más, porque con ciertos cuidados la
higuera podía fructificar más adelante (Lc 13,6-9).
Así, Lucas reemplazó el relato negativo de Marcos por una historia positiva y llena de esperanza.
Finalmente san Juan en su Evangelio no menciona ni la maldición ni la parábola de la higuera. Vemos, pues,
cómo cada evangelista trató de arreglárselas lo mejor que pudo con la tradición de aquel difícil episodio.
Incluso hoy muchos autores siguen desconcertados y no terminan de comprender su significado. Por
ejemplo, el profesor Steve Wells, en su libro La Biblia comentada para escépticos, se burla de Jesús y dice
que “mató una higuera que no daba frutos, sólo para mostrar al mundo cuánto Dios odia los higos”. Y el
escritor Louis Cable, comentando ese pasaje, escribe: “Maldecir a una higuera por no tener fruto en marzo,
es como insultar a un perro porque no puede hablar inglés”. ¿Qué significado esconde este gesto
aparentemente absurdo de Jesús?
Albergue con desayuno
Lo primero que hay que resolver es si se trata de un hecho histórico o no. Si respondemos afirmativamente,
estamos en problemas. Primero, porque nos lleva a preguntarnos: ¿cómo pudo Jesús tener hambre esa
mañana, si según el relato venía de pasar la noche en Betania, donde sin duda habría disfrutado de un buen
desayuno como es habitual en la hospitalidad oriental? ¿Y por qué sólo él sintió hambre, y no sus
discípulos? Segundo, si todavía no era la temporada de higos, ¿cómo pretendía que la planta desobedeciera
las leyes de la naturaleza? Algunos, para justificar a Jesús, dicen que al ser carpintero no entendía mucho de
higueras. Pero no es así. Porque durante el último sermón que pronunció, hizo precisamente una
comparación tomada de la higuera: “Aprendan esta parábola de la higuera: cuando ya sus ramas están
tiernas y brotan las hojas, caen en la cuenta de que el verano está cerca” (Mc 13,28), lo cual muestra que
entendía de higueras maduras y estaciones. Resulta, pues, inexplicable semejante actitud hacia la pobre
planta.
Tercero, los milagros de Jesús siempre tenían como objetivo ayudar a los demás. En este caso, al ver Jesús a
la higuera vacía tendría que haber hecho el milagro de socorrerla para que diera frutos, y no maldecirla para
que se secara. A esto hay que añadir la dificultad, ya advertida por Mateo, de que la planta se secó “de raíz”,
algo imposible de comprobar por los discípulos. Muchas cosas no cierran en el relato, si lo tomamos como
un hecho
estrictamente histórico.
En busca de una idea
Hoy, la mayoría de los biblistas sostiene que no se trata de un episodio vivido realmente por Jesús sino de
una creación literaria, es decir, una narración compuesta para transmitir una enseñanza religiosa, una idea
teológica, con el fin de hacer reflexionar a los lectores de Marcos. Con esto ya hemos avanzado un paso en
la comprensión del pasaje. Ahora debemos averiguar qué quiso decir Marcos con el relato. Hay tres
propuestas.
Para algunos, lo que pretendió fue dejarnos una enseñanza sobre el aspecto humano de Jesús. Es decir,
mostrarnos que a pesar de ser el Hijo de Dios, tenía las mismas necesidades y penurias que cualquier ser
humano, por ejemplo, el hambre. Pero resulta difícil aceptar esta explicación porque el acento del relato no
está en el hambre de Jesús sino en la maldición de la higuera. De hecho, al día siguiente los discípulos
siguen hablando de lo que le pasó al árbol, y no del hambre de Jesús.
Otros alegan que Marcos quiso dejar una enseñanza moral: todo cristiano debe estar siempre preparado para
dar frutos, porque en cualquier momento Jesús puede pasar por nuestra vida y pedirlos. Quien no vive para
dar frutos, es como un árbol seco y maldito que ha descuidado su misión. Pero esta interpretación espiritual,
que es la que hace la mayoría de los lectores de la Biblia, tampoco es aceptable porque la higuera y sus
frutos no aparecen nunca en el Nuevo Testamento como imagen o símbolo de los cristianos.
Una fecundidad incansable
Una tercera explicación, más acertada, sostiene que la higuera en la Biblia es un símbolo del pueblo de
Israel. En efecto, desde muy antiguo se aplica la metáfora de la higuera al pueblo de Dios. Por ejemplo, el
profeta Oseas llama a los israelitas “fruto temprano de la higuera” (Os 9,10). Isaías los denomina “los
primeros higos de la temporada” (Is 28,4). Jeremías los compara con una canasta de higos maduros (Jr 24,110). Miqueas se lamenta porque Israel es una higuera vacía y sin frutos (Miq 7,1). El Cantar de los Cantares
asemeja a la amada con una higuera madura y fecunda (Ct 2,13).
¿Por qué era tradicional emplear en el Antiguo Testamento la imagen de la higuera como figura del pueblo
de Israel? Quizás porque, como afirma el historiador judío Flavio Josefo, la higuera en Galilea era el árbol
más fecundo que existía; llegaba a dar frutos durante ¡diez meses al año! Es decir, prácticamente siempre.
Era tal su fertilidad, que el Talmud dice: “Así como cada vez que uno va a buscar higos los encuentra, cada
vez que uno busca sabiduría en la Palabra de Dios la encuentra”.
Los judíos también se consideraban un pueblo fecundo en obras buenas, y por eso terminaron comparándose
con la higuera. Es decir, la maldición de la higuera en realidad encierra una condena o reprobación contra el
pueblo de Israel.
El milagro demorado
¿Qué quiso decir Marcos con este relato? ¿Acaso pretendió descalificar a todo el pueblo de Israel?
Ciertamente no. Sólo a una parte. Si leemos atentamente el texto, descubriremos a cuál.
En efecto, la narración aparece partida en dos, y en el medio se ha insertado otra escena: la famosa
purificación del Templo de Jerusalén, realizada por Jesús. Así, la secuencia
ha quedado formada por tres secciones:
a) Jesús no encuentra higos y maldice la higuera (v.12-14);
b) Sigue su camino hacia el Templo, y expulsa a los vendedores (v.15-19);
c) Vuelve a pasar al día siguiente junto a la higuera y ve que se ha secado (v.20-26).
Notamos que Marcos, en vez de presentar un relato continuado, donde Jesús increpa al árbol y se seca
inmediatamente, prefiere contar la maldición en un día y sus consecuencias al día siguiente, convirtiendo así
este milagro en el único que demoró 24 horas en cumplirse. ¿Por qué? Porque esto le permitía a Marcos
introducir en el medio la visita de Jesús al Templo, donde se enojó con los sacerdotes y escribas,
reprochándoles que habían convertido la casa de Dios “en una cueva de ladrones”. Así, con el relato de la
higuera encerrando y abrazando el incidente del Templo, los lectores podían comprender el mensaje: la
higuera maldita, estéril, sin frutos, en realidad representa a aquella institución religiosa, con sus sacerdotes y
ministros, cuya función ha llegado a su fin y está a punto de desaparecer.
Contar lo impensable
Falta responder a la última pregunta: ¿por qué Marcos relató de esta manera tan curiosa el amargo desenlace
del Santuario de Jerusalén? Al parecer, desde los primeros tiempos circulaba entre los cristianos el relato del
incidente protagonizado por Jesús en el Templo. Allí, al ver la forma poco respetuosa con que los sacerdotes
lo administraban, el Maestro de Nazaret intentó purificarlo; esto le valió un altercado con los vendedores de
animales, un forcejeo con los cambistas de monedas y una fuerte discusión con los sacerdotes. Fue también
el incidente que le costó la vida. Ahora bien, en las comunidades cristianas de origen pagano, donde vivía
Marcos, este episodio resultaba problemático porque en ellas se contaba cómo precisamente Jesús había
venido a liberarnos de los ritos judíos: de las purificaciones (Mc 7,1-13), el descanso del sábado (Mc 2,2328), las comidas impuras (Mc 7,19), los ayunos (Mc 2,18-22), la jerarquía religiosa (Mc 12,1-12), el culto
(Mc 12,32-33), el Templo (Mc 13,1-2). ¿Por qué entonces, hacia el final de su vida, se iba a preocupar en
purificar el Templo? ¿Por qué quiso mejorar la celebración de sus ritos? Era un contrasentido. Entonces
Marcos, para subrayar que más que un acto de purificación, la acción de Jesús contra los vendedores y
sacerdotes había sido un gesto de rechazo del Templo, creó el relato de la maldición de la higuera y
envolvió con él la escena de la purificación. Así, sus lectores podían entender que Jesús no había ido al
Santuario a purificarlo, sino a anunciar su pronta desaparición. El marchitarse de la higuera anunciaba que
el destino del Templo estaba sellado, y nada podía evitar su inminente fin.
Sacar la higuera del Templo
El mismo Evangelio nos confirma que ése era el significado de la higuera seca. Cuando más adelante Jesús
pronuncia su último sermón, comienza hablando de la destrucción del Templo (Mc 13,2). En la mitad
vuelve a hablar de su ruina (Mc 13,14) y al final relaciona este hecho con la higuera y sus hojas (Mc 13,2829). Todo apunta a que, en Marcos, la higuera y el Templo están conectados.
Mateo, en cambio, prefirió darle otro significado al episodio de la higuera. Como escribe para una
comunidad cristiana de origen judío, no quiso ser tan duro con el Templo de Jerusalén. Entonces modificó el
relato de Marcos, de modo que Jesús primero viviera el incidente del Templo y al otro día maldijera el
árbol. Así, los episodios quedaban separados. ¿Y qué significado tiene, entonces, en Mateo el marchitarse
de la higuera? Ya no es una enseñanza sobre el fin del Templo, sino sobre el poder que tienen la fe y la
oración (Mt 21,18-22).
Era de raíz
Leído así el texto, se comprenden mejor los detalles aparentemente absurdos, señalados al principio. El
hambre de Jesús aquella mañana simboliza sus ansias por hallar frutos
en una institución que se había vuelto vacía e inútil. Que no fuera tiempo de higos es una ironía hacia un
organismo que se creía con derecho a tener temporadas infecundas.
Que el milagro sea punitivo: Jesús no pudo “ayudarlo” porque el Templo ya se había vuelto infructuoso. Y
que se hubiera secado “de raíz” representa la ineficacia total de esa antigua institución judía.
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