PEREZ LINDO. Ponencia XIII Coloquio Gestion Universitaria

Anuncio
XIII COLOQUIO SOBRE GESTIÓN UNIVERSITARIA EN AMÉRICA DEL SUR
Buenos Aires, 26-29 de noviembre de 2013
REPLANTEANDO
LAS
ESTRATEGIAS
UNIVERSITARIA EN AMÉRICA DEL SUR
PARA
LA
INTEGRACIÓN
Dr. Augusto Pérez Lindo, Profesor de la Maestría en Gestión Universitaria de la
Universidad Nacional de Mar del Plata. Profesor del Doctorado en Educación de la
Universidad de Palermo, de la Universidad de la Empresa (Montevideo), de la
Universidad Nacional del Este y de la Universidad Nacional de Asunción
Mi ponencia apuntará a replantear las estrategias para la cooperación entre
las universidades de América del Sur. Se puede decir que en el Mercosur
Educativo se ha tratado resolver por un lado, los problemas de reconocimiento
mutuos de diplomas y por otro lado, se ha tratado de acordar criterios para la
evaluación y acreditación de carreras. A esto se lo podría denominar como la
dimensión administrativa e institucional de la integración universitaria.
Paralelamente se ha buscado establecer programas de actividades y
cooperación científica y académica. El ejemplo más notorio es el de la Asociación
de Universidades Grupo de Montevideo (AUGM) de la cual forman parte 29
universidades públicas de Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay.
Existe entre ellas un flujo importante de profesores, investigadores y alumnos.
Esta segunda modalidad tiene las características de la cooperación
académica. A mi entender, ahora deberíamos pasar a otra etapa en la que se
trataría de contribuir mancomunadamente a la construcción de un nuevo modelo
de desarrollo fundado en el uso intensivo de conocimientos.
El Mercosur Universitario dio grandes pasos entre 1993 – 2011. En
particular podemos mencionar los protocolos para el reconocimiento de diplomas,
el programa experimental MEXA para la acreditación de carreras profesionales, el
programa MARCA para el intercambio de profesores y estudiantes y el programa
ARCUSUR para crear un sistema de evaluación y acreditación regional de
carreras.
Pero en los últimos dos años se han producido desacuerdos en las
relaciones económicas y políticas de América del Sur que socavaron las
convergencias para la cooperación. El UNASUR apareció como una alternativa de
1
integración política que tiende a superar el MERCOSUR. Los consensos
elaborados en los 90 y en los 2000 se fueron debilitando. Estamos en un momento
de reacomodamiento, para hablar eufemísticamente, que mantiene ciertas
incertidumbres sobre las formas de cooperación e integración entre los países de
América del Sur. La novedad es que entramos a dudar de la voluntad y de la
confianza para integrarnos.
Tal vez el impasse actual no sea tan preocupante. En la experiencia de la
Unión Europea desde sus inicios en los años 70 se puede constatar que siempre
hubo conflictos y hasta rupturas. La integración de Gran Bretaña siempre fue
problemática por razones políticas, económicas y financieras. Pero también fue
problemática la integración de los países de Europa del Este o de los países
escandinavos. En nuestro caso podemos decir que no son los conflictos lo que
nos distingue de la experiencia europea sino la falta de estrategias comunes
y de mecanismos supranacionales de arbitraje.
Quisiera llamar la atención sobre la necesidad de convocar a las
universidades de la región para proponer nuevas estrategias tendientes a
promover un nuevo modelo de desarrollo. Para algunos esto puede resultar obvio
pues es algo que ha estado presente en los discursos políticos e institucionales.
Sin embargo, lo que hemos estado haciendo va en otra dirección. Hemos buscado
compatibilizar los diplomas, hemos buscado promover la cooperación en la
docencia y la investigación. Lo que sin duda es deseable. Pero es insuficiente.
La construcción de la integración europea pasó primero por el Benelux, por
el Euratom, por la Comunidad del Acero y el Carbón. O sea por experiencias y
estrategias concretas. A nivel universitario cuando se propuso a partir del Acuerdo
de Bolonia en 1999 avanzar en la integración lo que se dijo es que Europa
necesitaba crear un Espacio de Educación Superior y del Conocimiento para
ganar la batalla de la competitividad frente a Estados Unidos y Japón.
El Proceso de Bolonia resultó fructífero porque se planteó un objetivo
estratégico que obligaba a los gobiernos a adoptar una prospectiva de crecimiento
a través de la educación y de la innovación. Además, las universidades se
convirtieron en verdaderos agentes de una convergencia compleja entre cincuenta
y cuatro países, más allá de las fronteras de la Unión Europea. Y crearon un
nuevo modelo de organización académica, flexible y abierta a los intercambios
internacionales.
En nuestro caso, hay que destacar que estamos en condiciones de trabajar
en programas universitarios transnacionales vinculados a objetivos académicos
como la reforma de los planes de estudio, la creación de un espacio virtual de
2
Universidad Sudamericana, el fortalecimiento de los posgrados y de la
investigación científica.
En este sentido las iniciativas de la AUGM me parecen ilustrativas porque
muestran con experiencias concretas los caminos que se pueden andar. Ahora
bien, la Red AUGM supone que en otras instancias se definen las cuestiones de
planes de estudios, sistemas de evaluación o políticas de investigación. Se
suponía que esto iba a acontecer en el Mercosur Educativo que ahora se
encuentra en un impasse.
La Declaración de la Conferencia Regional de Educación Superior realizada
en Cartagena de Indias, Colombia, en 2008, dice entre otras cosas:
“En un mundo donde el conocimiento, la ciencia y la tecnología juegan un papel de
primer orden, el desarrollo y el fortalecimiento de la Educación Superior constituyen un
elemento insustituible para el avance social, la generación de riqueza, el fortalecimiento
de las identidades culturales, la cohesión social, la lucha contra la pobreza y el hambre,
la prevención del cambio climático y la crisis energética, así como para la promoción de
una cultura de paz.”
La Declaración de Cartagena de Indias nos propone involucrar a las
universidades en los grandes problemas de la región. Prolongando este
pensamiento podríamos decir que misión de las universidades sudamericanas en
esta época sería convertirse en actores estratégicos para un modelo de desarrollo
sustentable.
Las universidades de la región normalmente van a la retaguardia de los
acontecimientos económicos, de los actores políticos y gubernamentales. Se
olvidan que la creación de conocimientos científicos y técnicos les da la posibilidad
de pensar prospectivamente más allá de las coyunturas actuales. Ofrecer
alternativas para el futuro de nuestras sociedades debería ser un mandato
estratégico para las universidades.
Creo que las universidades de América del Sur tienen que asumir que su
misión histórica en este momento es crear un bloque científico-tecnológicoeducativo para transformar el modelo de desarrollo de la región. Se trataría de
promover un modelo de desarrollo inteligente: con uso intensivo del conocimiento
en todos los sectores, con políticas de inclusión social y con un Estado inteligente.
El potencial científico, universitario y educativo de América del Sur en la
actualidad es equivalente al que tenía China a comienzos de los 80. Pero el
potencial industrial de este país era más importante y la eficacia del Estado
centralizado también. En un contexto diferente las universidades sudamericanas
3
pueden contribuir al nacimiento de nuevas industrias (como hacen las incubadoras
de empresas en las universidades federales de Brasil) y al fortalecimiento del
Estado.
¿Por qué no pensar que las universidades públicas y privadas de la región
pueden contribuir al diseño de grandes políticas de desarrollo de la industria y
transporte ferroviario ligadas a una prospectiva del planeamiento territorial de
nuestras regiones? ¿Por qué no cooperar para colocar a nuestros países en
condiciones de intervenir en la creación de innovaciones para los transportes, la
medicina, la agricultura, la informática, las energía alternativas y otros proyectos?
Entre los temas y problemas que consideramos pertinentes para una
cooperación estratégica de las universidades de América del Sur podemos
enunciar los siguientes:
-
-
-
-
la creación de una red de laboratorios universitarios para la producción de
medicamentos básicos capaces de abastecer los hospitales públicos;
el diseño de estrategias posibles para extender y modernizar una red
ferroviaria capaz de conectar los espacios interiores de América del Sur y
de crear corredores bi-oceánicos;
el fortalecimiento de las industrias culturales y educativos a fin de producir
materiales para la educación a distancia, para la televisión educativa, para
la difusión científica y cultural;
el desarrollo de programas de “gobierno virtual” (e-govern) que permitan
modernizar las agencias estatales y acelerar los procesos de integración
regional;
el desarrollo de proyectos de energías alternativas en gran escala para
superar las tecnologías contaminantes;
el diseño de políticas para asegurar la navegabilidad de los grandes ríos y
las conexiones fluviales de los países de América del Sur.
Algunos de estos temas ya han sido analizados por distintas universidades de
la región pero hacen falta decisiones institucionales y consenso estratégicos para
colocarlos en las agendas de las universidades y de los gobiernos.
No está mal que intercambiemos profesores y estudiantes para el
desarrollo de carreras de grado y de posgrado. Pero eso no apunta al núcleo que
nos mantiene en el subdesarrollo: el desaprovechamiento del potencial científico y
educativo para resolver los problemas de nuestros países. Tenemos más de cien
mil graduados sudamericanos en el exterior, entre ellos varios miles de doctores e
4
investigadores. Es porque no los sabemos aprovechar. Nos faltan políticas para
un modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento.
Elaborar un consenso estratégico sobre la conveniencia de crear un bloque
científico-tecnológico y educativo para el desarrollo inteligente en América del Sur
constituye a mi entender el desafío más profundo que puedan asumir las
universidades de la región. Sabemos que la circulación de muchas innovaciones
tecnológicas no depende de nosotros. Pero si depende de nosotros crear
economías con alto valor agregado, industrias con acceso a innovaciones
tecnológicas, centros de investigación asociados a las demandas sociales.
Tenemos experiencias como el perfeccionamiento de las producciones
agropecuarias y el uso de biotecnologías en la Agricultura que muestran lo que
podemos hacer cuando existen decisiones acertadas. La modernización
agropecuaria argentina de las últimas décadas que se proyectó hacia otros países
no es una invención súbita de los proveedores de semillas transgénicas o de los
laboratorios biotecnológicos. Hace más de cuarenta años que Argentina creó el
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, el INTA, cuya función de apoyo
científico y técnico se ha extendido permanentemente. Hubo una política de largo
plazo que involucró a las facultades de agronomía y que se demostró ser muy
exitosa. La productividad agropecuaria argentina se puso en la primera línea
mundial.
Hay otro aspecto que me parece decisivo para que las universidades
sudamericanas contribuyan realmente al futuro de nuestros países. Se trata de la
consolidación de los estados nacionales. No es necesario explicar por qué
necesitamos estados que funcionen seriamente en Argentina, Brasil, Paraguay,
Uruguay o Venezuela. Estamos hablando no desde una posición ideológica sino
desde la perspectiva de una institución básica para asegurar el bien común.
Sabemos que tenemos un déficit de
Estado inteligente, socialmente
comprometido, eficiente y equitativo. En lo que respecta a la gestión del
conocimiento para consolidar el Estado las universidades pueden contribuir de
muchas maneras. Por ejemplo: creando junto a los estados nacionales una
escuela regional de administradores públicos.
De hecho, existe una iniciativa que podría ser congruente con esta idea: es
la UNILA, la Universidad Federal para la Integración Latinoamericana que fuera
creada en 2010 en Foz de Iguazu. También existen programas regionales
especializados en la capacitación y formación de funcionarios públicos de la
región. Obviamente, para que este esfuerzo fructifique es necesario que exista
una voluntad de profesionalizar a los funcionarios públicos y una voluntad
equivalente para adoptar normas comunes entre los organismos públicos de la
5
región. En Canadá la carrera del funcionario público está asociada a la formación
y actualización académica que realizan las universidades.
En resumen, creo que las universidades sudamericanas tienen que
atreverse a ocupar un lugar estratégico en la construcción del futuro regional. El
conjunto de los sistemas universitarios de la región ya alcanzó un alto grado de
cobertura en Educación Superior y la masa de estudiantes y graduados
universitarios alcanza a más de 18 millones de personas. Tenemos déficits
puntuales de recursos humanos calificados pero todos nuestros países tienen
también miles de graduados en el exterior. Deberíamos pues replantear las
estrategias actuales de cooperación e integración regional universitaria para pasar
a una nueva etapa que abriría nuevas posibilidades a nuestros países.
Todavía hay mucha gente que piensa que el futuro de América del Sur
depende de los recursos naturales y de las industrias extractivas. Es una ilusión
que ya tuvimos en el pasado y que se reveló frustrante. Tuvimos mucho oro y
plata pero nos sumergimos en la miseria. Tuvimos petróleo, trigo y vacas en
abundancia y seguimos siendo subdesarrollados.
El futuro depende del uso intensivo de nuestro potencial educativo,
científico y tecnológico, depende de nuestra capacidad para industrializarnos,
depende de una organización moderna del Estado y de los transportes, depende
de nuestra capacidad para organizar una sociedad solidaria y eficiente. En
resumen, depende del uso intensivo del conocimiento.
La expansión de los estudios universitarios en las últimas décadas ha
permitido crear en América del Sur una masa crítica de recursos humanos
calificados. Pero, como ha sucedido en gran parte con el aprovechamiento de los
recursos naturales abundantes en las épocas pasadas, si no tenemos políticas
para convertir nuestro potencial en una ventaja estratégica, corremos el riesgo de
contribuir a una nueva frustración histórica. La cooperación universitaria regional
debe servir en las próximas décadas para crear un nuevo modelo de desarrollo,
con un Estado inteligente y solidario, con una sociedad de alto nivel educativo y
una economía capaz de utilizar todos los recursos tecnológicos y científicos.
6
Descargar