Aún son tus besos Aún son tus besos los que recuerdo en cada mañana que despierto y abro mis ojos e imagino que estás a mi lado y miro tus labios rosar mi cuello, hablándome de carias perdidas en el desierto de mi cuerpo. Es tu cuerpo el que siento cada vez que contemplo como tu boca acaricia mi frágil alma, que se desvanece entre tu pecho y tu rostro, dispersa ella, busca encontrarte en el aurora de tus besos, en la energía que de ellos desprendes, que producen en el mar de mis emociones un maremoto que arrasa con toda mi cordura y razón, queriendo buscar en tus roces, el respiro y la medicina que cure la soledad que camina conmigo en las tardes soleadas de la ciudad. Cómo decirte que cuando estas cerca de mí, aún son tus besos los que levantan mis pies del suelo que me sostiene, con la intención de transportarme a tu mundo oscuro y misterioso lleno de caminos que me llevan a estar perdido contigo en tu propia locura, en esa locura que hipnotiza y me envuelve, llevándome a tu teatro interno, donde la obra principal, es el amor que vuelve polvo a todo aquel errante extranjero que pasea por los bordes simétricos de tu sensual figura, igual o superior a los diosas griegas del olimpo. Es por la travesía de tu cintura donde mis manos juegan con la alegría de un niño cuando juega con el agua, el barro, la tierra y salta en los charcos que va encontrando en medio de la lluvia. Tu en medio de la luna nueva estada en su centro, escuchando los susurros de sus palabras dejando que te bese y te abrace, yo, esperando aquí sentado en el parque con un libro que cuando leo, veo que las letras formar tu cara celestial, con ganas de que bajes y estés conmigo para cerrar este libro y abrir el tuyo, detener el tiempo y la realidad con un hechizo para que nunca te vayas y te quedes jugando conmigo habitando los vacíos de los sueños, entras en ellos y los pintas, derramas lágrimas, intentando consolar la culpa por tener que irte entre la música, los vinos, entre esta intensidad psicológica que dispara orgasmos mentales cada vez que las yemas de tus dedos escanean los latidos de mí existencia, mirándome más allá de la ropa que llevo puesta, de mi piel angustiada y herida. Yo, buscando redimir tus males en cada uno de los besos que nos damos, me daba cuenta, de las miserias de mis propias maldiciones que nunca había redimido, quedaba al borde del abismo con el miedo de que te fueras, no quiera lanzarme solo, no quiera estar solo, no quería sentir el vértigo de ser arrastrado y devorado por ese agujero negro creado por tus palabras que decías con tus ojos oscuros donde se ve en ellos el infinito del universo. Perdóname si nunca encontraste en mi poesía, mi arte, mis frases, mis canciones, mis besos y mis abrazos el fertilizante que abonara el jardín de tu alma. Pues las caminatas por las veredas cuyo camino interminable nos mostraba a los lados los paisajes verdes asimétricos, que distorsionan nuestro tiempo, entrando juntos en otra dimensión donde ya no somos materia, ya no somos sentidos, ya no somos personas; solo se que estábamos desdoblados, no se que somos, pues el éxtasis que me inyectabas en cada beso, fragmenta mi personalidad en muchas más, cuyas voces peleaban por hablarte, por robarte la incertidumbre que significa hacer el amor. Y mientras se peleaban, yo intentaba envolverte en cuentos de hadas para así detener el segundero y el minutero del reloj, esperando encontrar y escribir un poema para que te aceraras más a mí y poder fusionarme contigo consagrándonos en el altar sagrado de lo divino que trasciende la mascara que llevamos para no ser quien somos en verdad en frente del otro.