Subido por Gabriela Avila

ARTICULACION Rossano

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El pasaje de la primaria a la secundaria como transición educativa
Rossano, Alejandra
En Diez miradas….
En la puerta de la secundaria
El ingreso a la escuela media puede compararse, en parte, con el inicio de la
escuela primaria. La familia se vuelve a presentar ante una institución escolar. Debe
tomar una serie de decisiones que modificarán la vida cotidiana futura del alumno
ingresante: modalidad, turno, idioma, cercania/lejanía de la escuela elegida…
Tomar estas decisiones supone conocer el nivel medio, tener disponible una
experiencia cercana que anticipe, que permita sopesar “costos y beneficios” de cada
opción. Buena parte de las preguntas que se pueden formular es posible si en algo se
conoce aquello que se desea interrogar. Es por eso que a la escuela primaria le cabe un
papel fundamental en el acompañamiento de las familias y alumnos que transitan
séptimo grado.
Es necesario planificar acciones que se desarrollen en el transcurso de un año
escolar y que consideren tanto a los alumnos como a sus familias. La experiencia
transitada ha demostrado que cuanto más lejana esté la escuela secundaria en la
historia familiar mayores son los esfuerzos que la escuela primaria debe hacer para
presentarla, para hacerla posible, para promover las preguntas sobre las distintas
opciones.
Presentar el nuevo nivel, anticipando, advirtiendo sobre su diferente funcionamiento
con respecto a la escuela primaria, realizar un plan de entrevistas con padres y
alumnos, armar un mapa de las escuelas elegidas y ver si es posible ampliar la
oferta e imaginar otras escuelas secundarias a las cuales concurrir, acompañar los
trámites, hacer un seguimiento de las inscripciones son algunas de las muchas acciones
que podrán recorrer el año escolar de séptimo grado y aun de sexto grado, y sobre
todo en las escuelas que atienden sectores populares.
Entre el cierre y el inicio: un territorio sin jurisdicción
Hay un hecho que merece ser tenido en cuenta a la hora de analizar acciones
posibles sobre el pasaje de la primaria a media. Entre el egreso y el ingreso de los
alumnos se presenta en muchos casos un territorio “sin jurisdicción clara” para el
sistema. Queda en las manos de las familias, casi con exclusividad la responsabilidad
de gestionar la inscripción, de volver a mandar a los chicos a la escuela.
Pareciera que para ser cabalmente un alumno de la secundaria es necesario haber
transitado exitosamente un buen tramo de ella. Es así como mantienen su
“invisibilidad” para el sistema, no sólo los que no se inscriben en el primer año sino
aquellos que habiendo iniciado el nuevo nivel, no logran permanecer en la escuela ya
sea por acumulación de inasistencias o de plazos.
¿Cómo ocupar desde el sistema educativo este territorio habida cuenta de los
nueve años de escolaridad obligatoria que han sido establecidos por todo el país?
Avanzar en acciones que atiendan este problema es altamente complejo.
En muchos casos hay que advertir, además, que los alumnos que no continúan su
escolaridad están atravesados por situaciones familiares difíciles, en contextos de
pobreza y aun de marginalidad. Aunque otras instituciones intervienen en el
acompañamiento de estas familias es muy dificultosa la articulación y el armado de la
red necesaria que permita que la suma de intervenciones garantice derechos básicos
de
los niños, como el de seguir en la escuela. Es al sistema educativo a quien le cabe
liderar el intercambio entre las distintas instituciones intervinientes, definir con mayor
precisión los caminos a seguir y trazar con mayor justeza los circuitos y las
responsabilidades.
Los cambios de un nivel a otro
El signo que caracteriza el pasaje de un nivel a otro es el cambio. Se trata de que
los cambios ligados al logro de mayores niveles de autonomía y también a otros
vinculados con la organización del trabajo escolar, con los niveles de exigencia y con la
inserción en un nuevo ámbito con otra cultura institucional.
Al ingresar en la escuela media es posible que se produzcan cambios en rutinas
personales y familiares; seguramente este cambio llevará a la construcción de otros
hábitos y a la necesidad de asumir nuevas responsabilidades: acomodarse a horarios
diferentes a los que se estaba acostumbrado –cambio de turnos con relación a la
primaria-, quedarse solo en casa más tiempo, hacerse cargo de tareas domésticas,
colaborar en el trabajo de algún miembro de la familia, viajar solo en recorridos hasta
ahora desconocidos, etc.
La escuela primaria se caracteriza por actividades pautadas y enmarcadas por
pocos maestros. Se puede “descansar” en el maestro, quien se acordará de facilitar la
tarea en caso de ausencia, se acercará si a partir de la corrección detecta dificultades
en la comprensión de temas trabajados, etc. La escuela media, en cambio, requiere
desde el primer día, mayores niveles de autonomía para resolver el trabajo escolar.
El pasaje al nuevo nivel trae también una relación más impersonal con el
profesor, en relación con el vínculo que tradicionalmente construyen los niños de la
primaria con su maestro. Cada profesor tiene muchos mas alumnos que el maestro de
grado, suele trabajar en varias escuelas, hay menos tiempo compartido, lo que, al
parecer, genera menor tolerancia a las faltas de “disciplina”, a los altibajos en el
rendimiento escolar.
En la escuela primaria las evaluaciones presentan en general formatos regulares.
En cambio, en la escuela media, cada una de las materias puede proponer formas
diferentes de evaluación después de cada una de las unidades de trabajo (entrega de
trabajos prácticos, lecciones orales, trabajos monográficos, pruebas escritas, etc.) con
un mayor grado de exigencia en cuanto a la frecuencia, fecha de entrega,
sistematización de contenidos y con una mayor gravitación en las calificaciones finales
de cada trimestre.
Otro cambio importante se refiere al uso de materiales escritos. Se pasa del
manejo de textos comunes a todos, a la necesidad de consultar fuentes diversas con
distintos objetivos de lectura.
Si se considera la perspectiva de los alumnos que ya llevan algunos años en la
secundaria, el fracaso define la valoración y la carga que se le asigna al pasaje de
séptimo a primer año. Los alumnos que no le atribuyen un carácter traumático
pertenecen casi todos a sectores socioeconómicos medios y, en su mayoría, no han
repetido ningún año en la escuela secundaria. Por el contrario, la caracterizan como
dificultoso, los que proviene de sectores bajos o en situaciones de extrema pobreza,
repetidores, sobre todo de primer año.
¿Qué se enseña en los grados superiores de la primaria?
Muchas veces el modo que encuentra la escuela primaria de “preparar” a los
alumnos para el ingreso a media es anticipar la enseñanza de los supuestos contenidos
de primer año. Si bien es cierto que esta anticipación puede generar en los alumnos la
sensación de que conocen estos temas, poco se avanza en los aprendizajes
significativos que muestran tener una influencia decisoria en la posibilidad de
transmitir exitosamente el nivel. Por ejemplo, la organización del tiempo de estudio, la
posibilidad de trabajar con “textos difíciles” de distintas fuentes, la escritura de textos
expositivos, la posibilidad de enfrentarse con recursos propios en la resolución de
problemas, poder identificar lo “no aprendido” y requerir las ayudas necesarias; en
definitiva, construir su propio proyecto de aprendizaje. Éstos son asuntos que merecen
un desarrollo en la escuela primaria y posicionan a los alumnos con mayores
posibilidades de continuar su escolaridad.
Dicho en otros términos, aprender a estudiar, organizar el tiempo, llevar la
agenda, buscar lugares alternativos donde resolver la tarea son cuestiones
“enseñables” en la escuela. Para muchos alumnos, por distintos motivos ligados a la
condición social,
su casa no es un lugar donde puede resolverse la tarea, donde sea posible
reencontrarse con lo que han entendido y lo que no. Es parte de su condición de niño –
concepto que acusa un corrimiento de su sentido más tradicional- depender de otros
adultos para ello.
Hay otro aspecto que se señala en el pasaje y se refiere a los contenidos
escolares: “esto no lo vimos nunca”. Esta falta de continuidad entre lo que se exige y
aquello de lo que los alumnos disponen, da cuenta de una notable falta de coherencia
entre la propuesta de enseñanza, los enfoques y planes de estudio de un nivel y otro.
Los que vuelven a la escuela primaria… ¿qué buscan?
Una experiencia recurrente en algunas escuelas primarias es recibir a sus
egresados los primeros días de clase en el inicio de un nuevo ciclo lectivo.
Echar una mirada a los motivos de la vuelta a la escuela y a las acciones, muchas
veces informales, que las escuelas desarrollan, puede dar algunas pistas de lo que
parecen necesitar los recientes ingresantes a la secundaria.
¿Quiénes regresan a la escuela y qué vienen a buscar?
Hay un conjunto de niños que vienen a recuperar algo de su infancia, existe cierta
nostalgia por algunas vivencias de la escuela primaria ante lo que contrastan las
primeras experiencias en la secundaria.
Pero sobre todo, muchos docentes de sectores populares insisten en destacar que
buscan las instancias de apoyo aquellos chicos por los que en la escuela se ha librado
una batalla sostenida, extendida y sistemática, por posicionarlos como alumnos
capaces de aprender; por promover la construcción de su propio proyecto de
aprendizaje.
¿Qué buscan los chicos en el apoyo?
Hay una búsqueda de un punto de referencia, un lugar de identificación, pues no
siempre hay un adulto disponible que haya sido estudiante y, por sobre todo, un
adulto al que le haya valido la pena estudiar.
Aprender lo no aprendido y repasar lo que ya se aprendió constituyen el eje
central del espacio de apoyo cuando éste logra ser sistemático. Un hecho para resaltar
es que justamente la diferencia entre lo que es nuevo tema o contenido y la otra
vuelta sobre lo ya aprendido, no resulta visible para los alumnos pero es crucial en
todo
proceso de aprendizaje. Es sabido que los alumnos que fracasan no logran construir
una idea de proceso, es como si empezaran de nuevo cada vez.
La entrada a la secundaria
Finalmente, cuando los alumnos entran en la escuela secundaria, encuentran
aquello que mucho o poco han podido anticipar. Si el fracaso se hace sentir en la
imposibilidad de seguir el ritmo del profesor y en los aplazos que se acumulan, las
inasistencias aparecen con mayor recurrencia. No es que faltar a clase sea algo que
inaugura la escuela secundaria, pero lo que sí se profundiza en este nivel son las
consecuencias que ello acarrea. Sin embargo, es importante destacar que la idea de
adaptación es la que prevalece en los alumnos, aun cuando se perciban los cambios de
manera abrumadora y no se este transitando por una experiencia exitosa. La
adaptación es la expresión de haber dejado de ser “infantil”; el que no se adapta es
“inmaduro”. Es así como desde la perspectiva de los alumnos de los primeros años, son
pocas las observaciones y opiniones que enfatizan la responsabilidad de la escuela en
el fracaso escolar.
Una de las respuestas que mayor consenso tienen en las escuelas secundarias a
propósito de cómo acompañar a los alumnos ingresantes, es la del profesor tutor.
El profesor tutor realiza un seguimiento del rendimiento de los alumnos y sus
inasistencias, ayuda a los alumnos a estudiar, a organizar el tiempo, genera acuerdos
con los otros profesores del curso en relación con la evaluación de los alumnos, con
proyectos y propuestas compartidas entre profesores de distintas disciplinas. Normas,
sanciones, conflictos grupales, convivencia son objeto de intervención del profesor
tutor.
Las acciones que cotidianamente debe desplegar el tutor pueden ser innumerables,
sobre todo en aquellas instituciones en que, lejos de pensar como problema el fracaso
escolar y la retención de los alumnos, se deposita en esta figura la resolución de todos
los conflictos.
No obstante, existen muchas escuelas en las que el problema de la retención de
los alumnos no se centra solo en la figura del tutor o, en muchos casos, esta figura
refuerza y profundiza un proyecto más global. A modo de ejemplo, se enumeran aquí
las características de las acciones relevadas en las escuelas medias en el marco de una
propuesta del Ministerio de Educación de la Nación. En documentos de dicha
propuesta se destacan:
- acciones destinadas a facilitar la participación de los alumnos y sus familias en las
escuelas: micro emprendimientos productivos, programas radiales, talleres de
reflexión, entre otros;
- acciones vinculadas a mejorar la relación de la escuela con el mundo del trabajo y
otras organizaciones e instituciones a través de pasantías, talleres, experiencias de
servicios comunitarios, desarrollo de actividades recreativas y deportivas;
- acciones desuñadas a facilitar la integración de los alumnos con alto índice de
ausentismo, incorporación tardía o asistencia irregular: padres y alumnos que
realizan un seguimiento y control del ausentismo buscando alternativas
consensuadas con la familia del alumno con muchas inasistencias;
- acciones vinculadas a la gestión curricular-institucional: alternativas no
convencionales para los alumnos que deben recursar, apoyo académico desarrollado
por alumnos del profesorado, padres y profesores, flexibilización de los espacios y
de los agrupamientos (clases compartidas con alumnos de escuelas cercanas;
desdoblamiento de grupos para el Trabajo en distintas áreas); elaboración de guías
de auto-aprendizaje con instancias de reflexión conjunta, trabajo grupal, individual
y con las familias, oferta de materias optativas, etc.
Generar diversas acciones que apunten a mejorar la calidad de la propuesta
educativa y con ella, la retención de los alumnos supone tomar distancia de propuestas
homogéneas, únicas, ancladas en el alumno “ideal”. Sin dudas, las difíciles condiciones
de vida de muchos adolescentes y jóvenes ponen en riesgo su derecho y sus
posibilidades de ingresar en la escuela media, permanecer en ella, aprender y finalizar
sus estudios. Sin caer en posiciones ilusorias, sin licuar las dificultades, de lo que se
trata es de encontrar los modos de construir la respuesta educativa a estas
condiciones.
El sentido de seguir estudiando
La escuela ya no ocupa el lugar que tenía en las generaciones anteriores. Ya no
garantiza ni el trabajo ni el ascenso social. Si siempre ha habido diferencias entre los
distintos sectores sociales con relación a su valorización, en este contexto esas
diferencias se profundizan. Sectores medios y altos viven con menos presión la escuela
pues ésta no constituye el único medio para garantizar la conservación de su capital
cultural, las posibilidades de su inserción social.
En el caso de los sectores populares, el horizonte de progreso social esta aún más
alejado de la escuela. Entonces, surgen algunos interrogantes: ¿Cuál es la razón por la
que un adolescente seguirá sus estudios en la escuela media? ¿Por qué un niño con
miles de carencias y con poca tradición educativa familiar sostendrá la escolaridad más
allá de la primaria? ¿Qué puede ofrecerle la escuela secundaria en términos de la
construcción de su identidad, de su proyecto personal?
Está claro que en la vida de muchos jóvenes se presentan condiciones
desfavorables para su escolaridad y que revertirlas no depende de la escuela. Pero
reforzar la capacidad de retención contribuye a mejorar sus oportunidades educativas.
Afirma Duschatzky: “La escuela se presenta como la institución proveedora de
derechos, del derecho a participar del (progreso) y a recibir la confianza del otro. La
idea de progreso tiene aquí un sentido particular, no es el progreso entendido como
ascenso social sino como la posibilidad de despegue de la fatalidad de origen. Para
estos jóvenes, participar de la cultura escolar implica apropiarse de los códigos
necesarios para dialogar con el mundo”.
Hay indicios para pensar que una buena experiencia educativa contrarresta las
dificultades del contexto social. Los factores externos actúan como determinantes
cuando la situación escolar es homogénea, distanciada de los problemas reales de los
adolescentes y cuando su única propuesta es la adaptación a las normas y prácticas
vigentes.
Analizar con detenimiento qué acontece en el pasaje de un nivel a otro contribuye a
generar mejores condiciones para la retención.
Este pasaje pone en evidencia las consecuencias negativas que el sistema provoca en
la escolaridad de numerosos alumnos. Sin embargo, este lugar –el pasajemuestra
también el esfuerzo de muchas instituciones que, sin quedar atrapadas por la
fatalidad del “destino” de numerosos niños y adolescentes, se cuestionan y repiensan
su funcionamiento, se proponen generar nuevos sentidos que hagan posible construir
el proyecto de seguir estudiando.
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