Subido por Marisol López

16 Barrán Medicina y sociedad

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CAPITULO I:
LA MORAL BIOLOGICA
1. Tesis
Hasta ahora hemos analizado de qué manera el orden. establecido
se infiltraba en el saber médico y, así, biología y psiquiatría coaligadas,
definían al placer como un. hecho legítimo a la par que imprescindiblemente controlable, y al hombre burgués como encarnación de la
acción, el dominio y la normalidad mental
Desde este momento comenzaremos a exponer el revés de esta
trama. Observaremos los primeros intentos de fundar normas éticas,
sociales, políticas y culturales a partir del saber médico, como si este
fuera el Único fundamento posible de una cultura blanda que había
hecho del culto a cierta clase de salud su gran fuente de valores.
Las primeras incursiones del saber m6dico en el . campo de la
normativa social se parecieron, sospechosamente, como veremos, a
una reafirmación del statu-quo. Los antiguos pecados cristianos que
se habían trasmutado en transgresiones a la moral burguesa, ganaron
nueva legitimidad cuando se convirtieron en caldo de cultivo de la
enfermedad o en ella misnia.
- Observemos, a vía de ejemplo, lo sucedido con el ocio. La vieja
acidia medieval se refería a la negligencia del hombre en cumplir sus
deberes religiosos; la burguesía la transformó en pereza, el descuido
de los intereses propios; a su vez, el saber médico de fines del siglo XIX
la convirtió en origen de la enfermedad. En 1881, el pedagogo Francis( co A. Berra publicó sus "Nociones de higiene" y allí usó un argumento
extraído del culto a la salud y el saber médico para fundamentar su
condena de la pereza: "así corno es inconveniente trabajar demasiado,
lo es el no trabaja: bastante, pues entonces los órganos musculares y
nerviosos no atraen hacia sí los elementos nutritivos de la sangre, en la
--- -1 • •
.
••
.
•
...
176
..
:
.
177
La medicalización de la moral católica probaba el avance espec- .
tacutar
de la cultura secular y su expresión más radical: el culto a la
•
i • salud. La antigua preocupadón por la salvación del alma había sido
sustituida por la nueva, el cuidado del cuerpo. En 1885, un medico •francés, Jules Rochard, advirtió este cambio y lo expresó cou
:
.
conviccióikde militante racionalista: "En . las sociedades donde el nive s,
•
cantidad necesar:ia para su conservación y desarrollo, sino que pasa por
ellos el fluido circulatorio llevándose consigo. cua_nto . traía desde los
pulmones. Es decir que se nutren en proporciones tanto más escasas
cuanto menor es el ejercido. De . aquí resultan Ia -debilidad general
[4
la manía, y, por fin, una muerte prematura. Tales son los terribles efectos
de la acción escasa, de la haraganería [...] combate la pereza [...jporque
es et más. temible enemigo" 379
.
.
c,
•
'
.
:
de riqueza se eleva, el de las creencias baja, donde el cuidado de la vida
En realidad, aquella cultura pretendió extraer su moral del cuidado
' futura y el del dinero mismo pasan a segundo rango, el deseo de pasarlo .
de la salud, porque sus integrantes cada vez estaban más convencidos "
bien y de morir lo más tarde posible se colocan en primer lugar,. ahora
de que debían vivir 'casi exclusivamente en función depila y que de ella
bien, es la higiene sola que puede satisfacerlo" 383
debían partir las conductas legítimas. Prueba de ello es que, en el . •
El culto a la salud penetró también en el seno de la utopía secular
Novecientos, la iglesia Católica comenzó a advertir qué la inVocación •
del Novecientos que prometía la felicidad universal: la Revolución
. de la salud era un poderoso argumento a utilizar para fortalecer su
Social.. La preocupación por la salvación política de los cuerpos a través
. condena del pecado; para alejar a los fieles del Diablo ya no bastaba
:
de la Revolución llegó a menudo a vincularse, en anarquistas y socialis.
con asegurar que el pecado traería la -perdición del alma, ahora debía
tas, a la preocupación por la salud y el -vigor del cuerpo. Solo los sanos
agregarse que el pecado también perjudicaba —suprema ironía— la
serían buenos revolucionarios, no los alcoholistas ni los tuberculosos.
sede del placer, el cuerpo.
.
Léase esta reflexión de un periódico anarquista de Montevideo en
Todos los moralistas se plegaron a este argumento. Cuidar la salud
1905: 14si corno la cuestión de dominio y de fuerza entre las naciones,
era el leitmotiv de los textos de higiene, en esta ¿poca pasó aTigurar
los
puellos y las razas, es; a k í postre, cuestión de higiene [...] así también
.
también en los textos y periódicos religiosos. El sacerdote jesuita Elías
E...]
la cuestión de la rebeldía es cuestión de glóbulos rojos, de hierro
1
Rlyero en su "Devocionario" de 1902, creyó conveniente añadir a sus
- sanguíneo [...] quitar vigor -a nuestro cuerpo, es quitar fuerza a la
Revolución, pues solo los fuertes se niegan a ser esclavos" 384 Por ello
1 comentarios morales al sexto mandamiento ("No fornicar"), éste otro:
"Según opinión de los médicos, los pecados contra este mandamiento y
fue que el líder naturista de los anarquistas uruguayos, Antonio Valeta,
1
' la asistencia a los bailes llevan al sepulcro a muchísimas personas"
escribió
en 1918: 'Extirpada de raíz laplaga del alcoholismo, los obreros,
38°
i
En 1909, Victorio Uy:dice, de la Congregación del Santisimb Redenlibres del flagelo, sabrían defender mejor sus deberes de hombre [...]. La
tor, escniaió . un libro teológico de divulgación sobre "El reinado de
enzancipación de los trabajadores no llegará a ser un ideal de redención
:
1
Satanás". Su visión casi medieval del combate entre las virtudes y los
mientras predominen los vicios, las malas costumbres y lafalta de higiene ..
vicios no le impidió señalar a sus lectores quena ciencia médica declara
general" 385 En síntesis: sólo los sanos podrían transformar la sociedad
;
P..] y confiesa que este vicio de la impureza causa varias y admirables
y preparar el porvenir.
'
' enfermedades, resultado en parte de un funesto contagio, y en parte
La medicalización de los dos mundos ideológicamente más conde la intemperancia misma" 381 Por ello no es de extrañar que el 14
trapuestos —el católico y el anarquista— y sus respectivas utopías,
V,
periódico ultramontano «El Demócrata" declarara en 1933 que "el .1«: .
testimonia la fuerza con que había penetrado el culto a la salud en el
. baile moderno es cóndenado par la . Moral católica, por los médicos ypor
Novecientos y cómo él era el verdadero signo de la modernidad y del
1:1 los literatos" 382 En apretada síntesis: el pecado llevaba a la enfer-1 •
cambio
de valores que estaba ocurriendo. Los católicos prometían a
1.1
medad y la virtud a la salud. . -- 1. - - .14:: buenos la salud, y los anarquistas prometían a los hombres sanos la
.
. .,1
.
1
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.
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.
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.
.
.
.
•-•
178
utopía igualitaria. De este modo, la salvación del alma, el más allá
católico, y la Revolución Social, el más allá anarquista, sólo podrían
percibirse y realizarse a través de la salud. No es de extrañar que el
saber médico del Novecientos quísiera derivar de ella el bien, y de la
enfermedad, el .mal.
En sus principios, como adelantamos, la moral basada en la biología
procuró solo legitimar a la antigua moral tradicional poniéndola de
acuerdo con la nueva fuente de valores que era la salud. Pero la
evolución no se detuvo aquí.
El culto a la salud tenía, como todo culto, tendencias monoteístas
y exclusivistas, y la creciente secularización de los valores no hizo más
que reforzar su influencia. Por chola salud, tal cual la entendía el saber
médico, tendió a generar sus propios valores, no siempre concordantes
con los de la vieja moral cristiana. La doctrina eugenésica, 'coinó
observaremos en el capítulo siguiente, significó, desde este ángulo, la
primera tentativa de crear una moral y una política social basadas
exclusivamente en la biología.
El saber médico, empero, logró su ffidto más rotundo no tanto en
el plano de la formulación ideológica de valores y programas políticos,
como en el plano de la recomendación y diabolización de conductas.
El comportamiento más elogiado fue la escucha morosa y amorosa del
propio cuerpo y sus mínimos rumores; la medicina preventiva lo
convirtió en la máxima virtu :d del hombre contemporáneo, la única que
le podía garantizar el bien supremo: la vida larga. La conducta más
criticada fue aquella que descuidaba la salud. La relación del hombre
con su cuerpo se recreó y su vigilancia pasó a ser el centro de las
prescripciones tanto personales como colectivas, y la fuente de los
valores éticos.
.
2. "Una moralidad fundada en nociones científicas" •
Los médicos positivistas probablemente la mayoría de "la clase"
en el Novecientos sostuvieron que la moral debía basarse
en la
biología y la higiene, entendida esta última como la ciencia cuidadora
179
y preservadora de la salud. El fundamento ético de la tan buscada
moral laica sustitutiva de la religiosa se hallarla :a los principios que
construían la salud, el bien supremo. Y como ese bien individual
dependía de lo social y a su vez lo regía, la higiene debía dirigir la acción
de los gobiernos.
Dos médicos batiks." tas del Novecientos expusieron con calor estas
convicciones. MateoLegnani lo hizo en sus "Ensayos de higiene social"
de 1915, el sugestivo "Catecismo de higiene" de 1917 y el "Esbozo de
higiene integral" de 1918. Santa Carlos Rossi realizó en 1919 una
exposición rigurosa de todos los principios morales que derivaban de
la biología en "El Criterio Fisiológioa". Mateo Leguani estimó de tal
importancia este aporte de su colega y correligionario político, que
cuando fue electo diputado presentó a su Cámara un proyecto de ley
de un solo artículo, declarando "obligatorio el estudio de «El Criterio
*Pido. lógico» en todos los institutos de Enseñanza Secundaria y Normal
de la República".
Los razonamientos de ambos médicos escritores eran de una lógica
impecable si se aceptaba el presupuesto: la culminación del saber
humano en la ciencia positiva. Los antiguos gobiernos "teocráticos"
habían impuesto "la orientación moral colectiva" a través de "una
religión"; los gobiernos "democráticos" debían "obtener su preceptiva
moral del Parlamento" y éste, "inspirarse en- la ciencia". "La irreligiosidad del presente", seguramente mayor en "el porvenir'', "la
heterogénea mezcla de despojos de doctrinas filosóficas y religiosas" que
predominaba en el Uruguay, "la laguna mora 1 de la escuela laica, laguna
no llenada al expulsar de ella las vetustas religiones positivas insoportables en la enseñanza de un pueblo culto", todo ello debía colmarse
"con una moral inteligente, la que surge de la doctrina evolucionista que
no excluye, por cierto, la idea de Dios". De este modo, los padres no se
quejarían más, "en las tertulias familiares", de que en las escuelas
públicas no se enseñase ya desde 1909— ninguna religión; una nueva,
"la de la salud", sustituiría los "prejuicios" dei catolicismo 386
Santín Carlos Rossi añadió un nuevo argumento: la ventaja de la
ciencia sobre la religión era que "sus afirmaciones son demostrables y
:
•
obligan a la convicción, mientras las religiosas dependen de la fe, y
180
181
nadie está obligado a tener fe".. "La vida fisiológica [sellada] amar
sin esfuerzo" y comprender por la razón: era un hecho brutal e indiscutible 387 (*).
***
La opinión católica de la época sostenía que una moral laica solo
.
conduciría
al fomento sin cortapisas del placer, pues. ¿qué frenos
podrían establecerse que no fueran los derivados del preferir a Dios y
no a sf mismo? • La relación de la "moral fisiológica" con el placer es la piedra de
toque de su originalidad y a la vez de su tradicionalismo.
El entronizamiento de la salud . podía conducir a la afirmación
ilimitada de los derechos del cuefpci, a la identificación de las sensaciones de placer y satisfacción con la salud física y mental.
Pero el saber médico, un saber disciplinante, luchó por convertir el
gozoso hartazgo post-coito de origen popular, en la tristeza post-coito
de los filósofos, y lo logró. La salud demostró ser, en efecto, un Dios
tan exigente de sacrificios del deseo como el Dios cristiano.
La salud implicaba la subordinación del placer personal inmediato,
primero, a la vida larga, y isegundo, a los intereses de la sociedad que
eran, en realidad, los de la "raza" humana. Asf se reconstruyó la noción
de deber.
La afirmación del ideal ético de la vida larga fue realizada mediante
la condena sin atenuantes de la vida intensa. Era mentira, afirmaba
Mateo Legnani en 1915, que la genialidad fuera el fruto de la enfermedad, existía a pesar de la enfermedad: "Los achaques de Voltaire no
' (*) El postulado de una moral basada en la higiene tenía, según Mateo Legnani,
antecedentes ilustres. Tolstoi, «en ks escudas de Jasnaia; había sido
i'un apóstol de la
higiene' y la literaturg novela y drama, que reconoce porjefe a Emilio Zola'' visluntrabi
esa solución "como único desenlace liberador':
bajo la cual se colocó la '<moral ftsiológice Una cita de Ibsen completó la trinidad
predicada por este ml.ffico uluguayo.
tres personaje literarios gozaban .de inmenso prestigio en la intelectualidad liberal
yaun socialista, signada toda ella por el anticlericalismo que caracteriza este planteo 388
.
son las causas de su fecundidad y talla intelectual", como afirmaban,
románticamente, literatos y poetas. La salud y la vida larga eran, en
realidad, la condición delgenio: "Víctor Hugo, rey en literatura, fue sano.
Goethe, privilegiado espíritu de poeta y de sabio, fue sano. Sano fue
Bismarck. Los fanáticos de la vida intensa, [los] mártires de la vida
intensa, 'eran} inteligencias que suelen disiparse en el café, frente a la
copa de ajenjo, en las mesas de redacción [...len el lupanar P..] rutinarios
entusiastas de París [y] fanáticos de todo lo artificioso". En verdad
concluyó: "La enfermedad no perdona a los que viven intensamente" 389
La "moral fisiológica" prometía vivir largamente, y ello solo se lograba ;
regulando el deseo en pro de la pasión serena. Los "excesos", he ahí el
mal en estado de pureza patólógica.
El placer personal también debía subordinarse a la perpetuación
de la "raza" humana. En 1919 el solidatismo bátiksta de Santin Carlos
Rossi lo expresó en términos que quiso científicos: "La Biología
humana dice al hombre: si tú quieres vivir verdaderamente, vivir según la
ley natural y científica de tu especie, si quieres que la sociedad viva y
prospere, tú debes [...] olvidar h4. interés inmediato y tu placer personal
para no ver más que el interés y el porvenir de la humanidact frente a la
cual tú tienes deberes estrictos".
Pero Santín Carlos Rossi era un reformador social y también sostuvo que si el hombre moderno prefería su placer a cumplir su deber
social era porque la sociedad "estaba mal organizada": luchando por
su reorganización, el hombre encontraría para su placer un lugar
preciso en el todo social y contribuiría así a fortalecer la especie.
Debían reformarse las formas vigentes del amor —el noviazgo y el
matrimonio burgués— y de este modo liberar con prudencia el deseo,
demasiado encorsetado por la moral tradicional. Los "instintos"
debían doblegarse desde la razón, desde el interés de la especie, y no
desde los mandatos autoritarios y a menudo vacíos de contenido
biológico del Dios católico 39°.
.
***
182
En 1917 y 1918, Mateo Legnani se convirtió en un exponente
extremo de la "moral fisiológica" al identificar enfermedad con mal y
salud con bien. En el cuerpo sano solo cabía la bondad; en el enfermo,
la maldad o la predisposición a ella:- "no [habíaifaltas y pecados debidos
a la salud del cuerpo; no [había] dolencias debidas a Pa] bondad del
alma".
Las virtudes derivaban del "organismo sano". El "coraje", por
ejemplo, nacía "de la vitalida4 'de la tonicidad de un espfritu corres -
~diente a un organismo sano"; "la generosidad la cordura, la prudencia, ¡a energía de carácter, la nobleza y la dignidad", representaban la
exteriorización espiritual "de un equilibrado y vigoroso organismo".
Los vicios, en cambio, provenían del cuerpo enfermo. "El antiguo
aforismo, temed a los enfennos, encierra la mayor realidad práctica; la
enfermedad es el factor oculto a menudo, pero frecuentemente comprobado si se investiga, de los actos punibles". Es que "el ensimismamiento, la imprevisiÓn, - volubilida4 impulsividacl y abulia [caracterizaban] a los débiles, la perversidad [a] los leprosos, la hipocresía [a]los
castrados y eunucos".
A partir de sus observaciones clínicas, Mateo Legnani elaboró una
lista de las enfermedades y los respectivos vicios que había encontrado
en sus pacientes:
"Usurero, orgulloso, inaccesible a I a piedad: herniado, litiásic4 dispéptico.
Cobarde en su infancia y aun hoy, chismoso, avaro, hipócrita, calumniada;
privado de lodo sentido moral: neurópata e hijo de alcohólico.
Muy mal pagadon avaro: tuberculoso, otitis media doble.
Inepto, perezoso, tímido con exceso: tuberculoso incipiente.
Inepto, perezoso, afeminado: sifilítico, hijo de sifilítico.
Calwnniador; avaro: hepático y hemorroidario".
Esto no significaba, añadía Legnani, una relación de causa y efecto
"entre lo de calumniador y lo de hepático, entre lo de avaro y herno-
7roidario", pero sí la afirmación de que la enfermedad en sentido
genérico podía por sí misma generar "envidia [y] actos malvados" y,
además.. ser "causa secundaria o concausa" del abandono del trabajo
183
y la búsqueda desesperada de dinero, "un verdadero espoleo de las
facultades incitándolas a seguir extraviados anduniales". ¿Acaso enfermedad y miseria coaligados no eran caldo de cultivo del delito? .
Los ejemplos de Mateo Legnani probablemente fuesen ingenuos
también a los ojos de sus contemporáneos, pero denotan su firme
creencia en la enfermedad como nuevo diablo y la salud como nuevo
Dios, aquello mismo que Florencio Sánchez tradujo a su manera en la
obra teatral de 1907 titulada: "Los derechos de la salud".
Léanse estos dos breves relatos de Legnani: "He visto un hombre
de campo, que era activo, valiente, experto en su trabajo. Después de un
grave ataque de apendicitis, seguido de intervención quirúrgica, cambió
de manera de ser; se hizo pusilánime, holgazán, chambón". El otro caso
revela mayor Ogica y, sobre todo, una lógica muy uruguaya: "En una
reunión de individuos entre quienes conversaba, una vez giró la charla
sobre las enfermedades y resultó que cuatro de ellos habían sufrido
intervenciones quirúrgicas graves. Los cuatro eran empleados públicos,
en mérito de la actuación política de cada uno, y habían caído en la
política electoral desde que su estado de convalecen . cia ad vitam los habla
inutilizado para el trabajo pico".
Resumió de este modo su tesis: el moralista debía tener en cuenta
que para salvar a un individuo de la "crápula", de su condición de
proxeneta, más valía curarlo "de su prostatitis crónica, que lo mantiene
en permanente estado de excitabilidad sexual", que predicarle el Evangelio 391
Si el planteo de Mateo Legnani de que la enfermedad conducía al
mal puede parecernos una deducción excesiva de la "moral fisiológica",
la viceversa, que también es una consecuencia de esa moral, es probable que nos parezca más sensata, porque es la creencia de muchos de
nosotros en la actualidad: el mal es susceptible de ser encarado como
enfermedad.
El siglo XVIII incorporó al terreno de las enfermedades, la locura,
la sífilis y la masturbación, anteriormente juzgadas como posesiones
diabólicas, crímenes, condignos castigos físicos del 'ido, o simples
males morales. Adolfo Brunei en el Montevideo de 1862 ya advertía la
novedad que había introducido su compatriota Pinel al liberar a los
.
184
locos de sus cepos en 1793: "El demente ya no es considerado como un
malhechor que sea necesario cargar de cadenas y arrojar en un calabozo
Confundiéndolo con los criminales: es un enfermo" 392. En 1923, el
médico lléctor del Campo recordó a los espíritus religiosos que consideraban la enfermedad venérea como un castigo al pecado cometido,
"que era. más bien una desgracia que una falta" 393.
. La psiquiatría positivista del italiano asare Lombroso (18361909) sobre todo, intentó transformar al criminal en un enfermo. El
Novecientos uruguayo, como ya hemos comprobado, hizo suyo este
punto de vista. Mateo Legnani fue terminante: "La mayoría de los
delincuentes que escarnecen la ley, son enfermos" 394 . El psiquiatra
Bernardo Etchepare halló en 1912 que la mayoría de los criminales
eran "imbéciles de nacimiento" o "locos" 395 .
La transformación de toda maldad en enfermedad es un aserto que
inicia en el Novecientos su brillante carrera, esa que, talvez, recién hoy
en dfa esté llegando a su clímax.
En 1918, Mateo Legnani relató una historia en que la maldad está
explicada por la enfermedad: "Es un muchacho de aspecto casi repulsivo 1...i. Carece de talento. lEs feo] y el amor parece que le estuviera
v,edado. Hasta en e I prostíbulo mal se disimula la antipatta que provoca.
Cae en el alcoholismo [-J. Sus manos ya tiemblan. Se hace periodista
de los de campañas terribles, calumnia [..]persigue descarga su revólver
reaccionando excesivamente contra ofensas que ha adivinado, porque en
el fondo es verdad que todos desean verle hundido. El médico lo exarina: encuentra que la causa primera residta en el espermatozoide, en el
óvulo, en el útero, quizás en las circunstancias que rodearon la gestación
de aquel pobre hombre deforme" 396.
Los anarquistas creyeron también en esta medicalización de la
maldad y el crimen. En 1937, su periódico "Resurgimiento" sostuvo
que esa posición era progresista, científica y libertaria, todo a la vez:
"Los anarquistas que ven en la cárcel la fábrica de criminales más
completa, que creen que al delincuente no se le regenerc en esos antros
dé tortura [...] sino que se les debe curar; pues enfermos son, bajo la
rnirada y la atención de médicos psiquiatras, en hospitales" 397. •
Pero en el Novecientos todavía se advierten resistencias a esta
185
transformación de la maldad en patología, pues la moral tradicional la
juzga, probablemente de manera equivocada, una disculpa que puede
dr:Incluir en la disminución del castigo a los delincuentes. Es que al
Novecientos le cuesta aún creer que la maldad pueda explicarse de otra
manera que no sea la del ejercicio de la voluntad criminal, por lo menos
en alguna medida (*).
La transformación del criminal en enfermo, auspiciada por Césare
Lombroso, no extinguió la culpa, la transformó. Para Lombroso, la causa de la criminalidad residía en los "vicios" populares por excelencia,
el alcoholismo y el libertinaje sexual, responsables de las taras que se
poseían y se trasmitían a los hijos, taras que estaban siempre detrás de
la locura delictiva, de aquella "epilepsia psíquica" que fue su creación.
(*) Pero la tendencia a la psiquiatrización del mal era muy fuerte, pues concordaba
con la creciente medicalización de la sociedad y la ética, y por ello se impuso en el saber
médico.
Observemos la evolución, ejemplar a este respecto, del juicio social y médico sobre
el castigo de los niños. En 1916, la Revista 'Cátedra Escolar" todavía consideraba el
castigo físico alas niños "en la cabeza tunal prácdca viciosa [que los] embrutece y atonta"
y que padres y maestros debían abandonar 398. Casi 80 años después, en 1993, «el
maltrato" a los niños se ha convertido en una figura psicológica, que debe ubicarse dentro
de esa «deprivación desde el punto de vista afectivo" a que someten a sus hijos determinados padres. Estos, a su vez, actúan malvadamente porque son enfermos. La maldad
tal vez exista todavía, pero al haberse explicado científicamente se la comprende y deja
de poseer la condición diabólica de la antigua malignidad. La voluntad del sujeto actúa
dentro de un contexto patológico, no es enteramente libre. Pero la sociedad no postula
la inacción frente a estos seres malos y enfermos: al viejo castigo carcelario se le debe
agregar el tratamiento psiquiátrico o psicoanalítico.
La médica Beatriz Estable explica ad /a conducta de los padres castigadores:
'crecieron con fallazinuy precoces, soledady abandono, con falta de protección, estuvieron
sujetos a múltiples cambio y fueron criados la mayoría de las veces por dtfetentes firas
sustitutas, deprivados de un tnatemaje básico" 399.
Lo que antes era maldad y pecado es ahora eso y, para el saber médico, es sobre
todo conducta anormal. Y si nos parecía ingenua la poskión de Legnani cuando atribuía
la maldad del joven feo y calumniador a los defectos del espermatozoide (en realidad,
estaba pensando en una tara alcohólica), ya no nos parece tan ingenua la posición de la
psicología actual cuando responsabiliza del mal a las infancias perversas o los inconscientes malditos. La evolución se ha cumplido y ha culminado: el mal se ha explicado y
tornado enfetmedad. La «Moral fisiológica" ha triunfado. Por eso ciertos psicoanalistas
de origen judío sienten cierto malestar cuando leen explicaciones psicoanalíticas de los
furores del Führer...
186
Así se produjo el inesperado resultado de que, otra vez, el Manicomio
albergase "ainzinales",
pero esta vez llegasen por indicación médica.
Si la maldad y el delito derivaban de la enfermedad, combatirlos no
consistía solo en penar y encarcelar, sino también en tratar
clínicamente y hospitalizar. En el Novecientos incluso algunos
creyeron que no
había tanta distancia entre el universo concentracionario edificado por la vieja mora] para castigo de tos mal. hechores ruidosos y antisociales --la cárcel—, y el nuevo Universo
concentracionario edificado por la medicina para curar las enfermedades graves, formado por el Manicomio y el Hospital.
'En 1917,.Mateo Legnani percibió un nexo entre todas esas instituciones al sostener que si los enfermos no estuvieran hospitalizados se
lanzarían al crimen y el
vicio. Radical cotno siempre, afirmó: "Fácil es
imaginar todo el mal que producirían los enfermos que hoy ocupan los
hospitales y asilos, si estuvieran desamparados. No me limito a recordar
los de los nzanicorizios. Me refiero a los de todas las clínicas. Los que no
murieran enseguida, cerradas ante dios todas las vías de existencia
izoizradas por carecer de condiciones, se lanzarían al vicio, a la vagancia
[...1
al crimen. Con esta consideraciári basta pensar que los hospitales y
asilos realizan por lo menos tanto bien como el de las cárceles"
".
En
1911, Bernardo Etchepare, de pensamiento menos bizarro,
estuvo sin embargo de acuerdo en que las cárceles debían ser lugares
medicalizados, "sitios de enmienda y de reforma de la person
- alidad"
tanto como de
"sanción,
[la]
que
después
de
todo,
es
también
una
terapéutica" 401.
El hospital-cárcel de Legnani podía perfectamente
darse la mano con la cárcel-hospital de Etchepare. Esas instituciones
eran intercambiables porque la enfermedad se había convertido en la
cuna de la maldad y ésta en enfermedad.
3.
Los orígenes de la enfermedad: ¿culpa o responsabilidad social?
La cultura cientificista condenaba racionalmente las densas
atmósferas de culpabilidad que fomentaban las religiones cristianas,
pero la culpa, esa noche dentro de sí mismo, tal vez por consustancial
187
al hombre, tal vez porque se la usaba en pro del disciplinamiento de
las conductas, a menudo renacía.
En relación a
la causalidad de la enfermedad, en la segunda mitad
del siglo XIX se enfrentaron la escuela del contagio con Pasteur y Kocha la cabeza, y la escuela de la liereditariedad del mal; pero ambas
concluyeron por admitir que el "terreno",
la predisposición a la enfermedad, era fruto o de las condiciones sociales, o de los
"vicios",
llamados más tarde por la
medicina "conductas personales".
Pero fuesen la miseria y el hambre, o el alcohol y la trasnochada
las causas de la tuberculosis, para poner un ejemplo, la culpa personal siempre concluía rondando. Sin embargo,
la "rnoral fisiológica"
apostó como causa
a la responsabilidad social y no
a la culpa personal. de la enfermedad
_•.
conLa concepción de la enfermedad como producto social se impuso
facilidad en el Uruguay batilista del Novecientos. La sensibilidad
de aquel movimiento político para con la miseria obrera, y la permeabilidad de la sociedad uruguaya toda a este tipo de
explicad
científica, denotan una de
esas características del Uruguay que
seguran2ente se refieren a rasgos de su historia en.
la larga duración 4°2 .
Pero también influyó el hecho de que el Novecientos asistió .
al relativamente' fácil vencimiento de ciertas enfermedades infecciosas,
en
ticular la difteria y la viruela, y no pudo combatir con el mis
par-
' mo éxito la
tuberculosis, una dolencia más obviamente vinculada a la condición
social de los que la padecían. Al reinado de la tuberculosis -correspondió, en realidad, el reinado de la concepción social de la enfermedad.
Antes del Novecientos, el saber médico uruguayo había negado comí
frecuencia el vínculo miseria-enfermedad, aun cuando advirtiese que
los que más se enfermaban eran los miserables, pero ellos también, se
pensaba, eran los más "viciosos" e Ignorantes".
Francisco Soca señaló en la Cámara de Diputados:En 1892, por ejemplo,
"Causa yconsecuencia de la viruela bien poco tienen que ver con condiciones sociales
ambientales 1.4
La viruela no ellje a sus víctimas entre los clesheredados
de la fortuiza y de la higien4 y lo mismo reina en los palacios que en las
bohardillas".Y é "los ricos de m'estros diasf eran
con menor frecuencia
188
sus víctimas, ello solo se debía a que, "más ilustrados, se vacunan más
a menudo" 403.
Hasta 1925, el Consejo Nacional de Higiene apostó sobre todo a la
vacunación y la desinfección como armas claves para combatir las
enfermedades infecto-contagiosas, pues subyacía la opinión de que
ellas eran el fruto de agentes patógenos que atacaban al cuerpo desde
afuera, y de la ausencia de educación higiénica de las clases populares.
Pero en 1926, la orientación del Consejo varió al ascender ala presiden. da el badlista José Scoseria; entonces la concepción social de la
enfermedad se hizo dominante en. el organismo que compartía con la
Asistencia Pública el manejo de la salud colectiva en el Uruguay.
La concepción social de la enfermedad había penetrado en «la clase
médica" de manos sobre todo de una dolencia, la tuberculosis. En 1905,
el Primer Congreso Internacional sobre esa enfermedad ya había
señalado a las causas sociales como determinantes 4°4 . Dentro del
cuerpo médico uruguayo fue probablemente Félix Vitale quien en 1908
promovió primero esta opinión. Este facultativo, uno de los introductores de la ideología geórgista en el Uruguay de 1905 405 , tenía una
sensibilidad muy alerta ante lo social y un singular espíritu combativo,
por lo que su tesis fue presentada con agresividad: "Desinfectemos,
inspeccionemos la leche y la carne [..] destaiyamos los esputos,
prohibamos la expectoración en público [...J pero ese criterio es insuficiente". Y ni siquiera bastaba decii, con Robert Koch, que la verdadera
causa de la tuberculosis era la miseria: "el ilustre bacteriólogo alemán
[-•1y todos atribuyen la tuberculosis a la miseria y sin embargo la olvidan
inmediatamente para no mirar más que en el microscopio, distrayendo
completamente su atención del ambiente que les rodea. [Loslhigienistas
regeneradores" tenían tendencia a predicar que se debía vivir "en casas
salubres, de confort adecuado", culpabilizando a "los miserables por no
hacerlo", como si eso se debiera a la voluntad de los pobres.
El mensaje era radical, el verdadero médico debía combatir la
miseria y bregarpor el cambio social si quería concluir con la tuberculosis: «El problema de la tuberculosis es . un problema económico, a
cuya solución todos deben contribuir: /Vuestra patOlogia social merece un
estudio más profundo que el estudio de los besos y del vicio que tienen
.•
189
los niños en las escuelas, de chuparse los dedos. La educación de las
masas es un problema que nos incumbe, pero hay que darse cuenta de lo
que se entiende por educación. Educar hombres que están condenados
a la miseria [...] puede ser tiempo perdido". El llamado a la acción
política era obvio. Tal artículo apareció, curiosamente, en la «
Revista
Médica del Uruguay", publicación que solo incluía memorias
científicas y estudios de casos clínicos 4°6 (1.
En 1916, el psiquiatra Santin Carlos Rossi extendió el criterio de la
enfermedad como producto social a todas las dolencias y por ello
cuestionó desde el «privilegio económico" al «
prejuicio social": «El
clínico para ser eficaz [debe] trabajar en la antecámara de la clínica, que
es la sociedad [-J. En un cuadro de la edad adulta ve una mala infancia,
en la mala infancia, un mal matrimonio, en el mal matrimonio, los
defectos de la organización social. El combatiente . que hay en el médico
no sabe rendirse nunca: retirado el terapeuta aparece el sóciólogo. Y por
encadenamientos claros, lógicos, implacables, se ve conducido a incluir
en la etiología de muchas enfermedades a ¿a ignorancia, el privilegio
económico y el prejuicio social". Y como la clínica no
tenía "casta ni
secta", sus respuestas eran
"magníficas de indiferencia o de brutalidad"
Y enseñaban que el medico "al lado del microscopio [tenia] lugar noble
para una podadora" es decir, para la reforma social radical
4°9.
En 1915, Rossi había ya puesto ejemplos concretos de su visión del
cambio económico: "La higiene de la tuberculosis no se hace salivando
(*) El ejercido de la obstetricia en los hospitales también despertó la sentibilidad
social de los médicos uruguayos. En 1909, Augusto Turenne sostuvo que "el trabajo sobre
todo de fábricas" de las mujeres, interrumpía los embarazos o los acortaba y que
las 15
o 20 días de vida intrauterhza que losniños ricos llevan de ventaja a los pobre.5 son la mayor
garantía de una larga vide. Creyó que "estos desastres"
solo se evitarían con «el reposo
obligatorio de la obrera, ya sancionado por las legislaciones ertranjeras y que esperamos
ver en breve incorporado a la legislaciónnacional" 4°7.
Al año siguiente, en 1910, el médico
de
la Liga Uruguaya contra la Tuberculosis, Sebastián B. Rodríguez, expuso el problema
con criterio patriarcal y conservador: el físico de la mujer no estaba preparado 'Para
resisitir la doble tarea de atender al taller y atender al hogar", por lo cual debía
"imperare!
criterio de desviara la mujer de los talleres y fábricas [para así'
asegurarle un desarrollo
filico más en armonía con las funciones que tiene que desempenar en su vida y una unión
y moralidadmayor en e I hogary en la familia".
opinidn de Turenne era la del batllisrno
«progreskta " y el socialismo; la de Rodríguez, la
similar a 14 de la derecha católica «6.
1.90
sobre bicloritro, pasando paños húmedos al piso, aislando los menesteres
del enfermo: se cumple dando a los organismos amenazados por el
hambre y el «surmenage» un sueldo alto y un horario corto, edificando
casas al sol y el aire de las afueras de una ciuda4 haciendo jardineesry
plazas en cada barrio central" 41°.
La idea de la enfermedad comoproducto social se extendió en «la
clase médica" y tal vez informó a su mayoría; al menos los testimonios
• que la sostienen son más abundantes que los que, tímidamente además,
señalan disenso& La realidad hospitalaria, el tratamiento de los enfer
mos en el interior del país, el ejercicio de ciertas especialidades
COlit0
la fisiología y la obstetricia, alentaron la difusión .
de
la
tesis.
Juan
Pou
Orilla y
Mateo Legna_ni en 1915 y Alberto Brignole en 1916, se afiliaron
claramente a esta posición. Legnaxii llegó a llamar a la tuberculosis
y
la sífilis, «modos de venganza de las clases sociales desposeídas"
411•
En 1919, el programa de «Higiene"
del profesor agregado Enrique
M. Claveaux, en la Facultad de Medicina, un pionero de la medicina
preventiva, ya incluía entre sus puntos, al lado del estudio del
«suelo,
agua, aire y climatologíti", el de la
nabitación salubre, la higiene indivi
dual, escolar; industrial y profesional" y la llamada «
higiene social" 412 ;
y cada vez más memorias científicas y presentacione,s académicas de
casos clínicos aludían a "la miseria crónica" en
la etiología de enfermedades tan diversas como la gripe o la "trombollebitispuerperal",
esta
última, "consecuencia de una vida ruda y escasa de recursos", de un
«régimen social injusto", al decir en 1919 de los médicos internos en
el
servicio del profesor ibrenne, José Ma. Estapé y Juan A. Collazo 4
".
La concepción social de la enfermedad llegó a las instituciones
oficiales en el Novecientos de la mano del médico batilista José
Scoseria. Su vinculación, primero a la Comisión de Caridad y
;Beneficencia _Pública en 1905, a la Asistencia Pública en 1910, al
Consejo Nacional de Higiene en 1926 y su paso por la Liga Uruguaya
contra la ibberculosis, cambió el sentido exclusivamente
nigienista"
de la orientación allí vigente, sustituyéndolo por un enfoque social de
la enfermedad. A los pocos días de asumir *como Presidente del Consejo
Nacional de Higiene, pronunció el 4 de febrero de 1926 un discurso en
el seno del Consejo proclamando las nuevas nQas
a que debía ceñirse
-
-
1
1
.
-
.
191
la institución en su lucha contra las enfermedades infectó
, contagiosas,
entre las que incluyó, en primer plano, a la tuberculosis:
"El hogar
infectado, la habitación insalubre, la alimentación insuficiente, e I exceso
de trabajo y el alcoholismo, como causas higiénicas, y como causas
sociales las que conducen al proletariado a la indigencia y, corno síntesis
de todas ellas, la miseria, son las que debilitan los medios ide defensa del
organismo y hacen fácil y segura la Infección y el contagi9. La guerra al
microbio y la guerra al esputo no bastan [...] como fórrnulage lucha. Hay
que hacer obra de prevención, [proteger] a la madre duranie el embarazo
.y en el parto para que no dé a luz niños débiles [...1 y vigilar vivienda,
alimentación, trabajo y taller 'del obrerol" 414 (*). ,
.
,,
***
. ,/
-
,v
P.i.
•
Pero la noción de culpa no desapareció; algunos médicos conservadores en lo social y lo político, y los sifilógrafos, jamá¿ la olvidaron.
A su vez, la mayoría de "la clase" transformó la culpai en respon labilidad personal por comportamientos insanos a los que ya no
denominó «vicios", pero que, en los hechos, a menudo s¿ les parecían.
Los médicos Joaquín de Salterain en 1903, Sebastián É. Rodríguez
en 1910, y M. Armand Ligón en 1914, señalaron que la tuberculosis y
el alcoholismo no solo se combatían remediando «la escasez de alimentos", sino también terminando con
'todos los excesos y vicios que
debilitan el organismo", con "íos placeres [que] gastaban [y] las orgías y
el juego" que incluso a menudo determinaban la "vida de privaciones",
según apuntó, ya en plena furia moralizante, el último de los
nombrados " 6.
Pero fue la esfera de la sexualidad aquella en que el saber médico
restauré con fuerza la noción de culpa. Los médicos de la piel y
enfermedades venéreas a veces la fomentaron con espectacularidad.
(*) I..a fundación de la "Sociedad de Higiene y Medicina Social" probablemente
congregS a ,los médicos más identificados con la etiología social de la enfermedad.
-. Tenemos
noticia de ella a raíz del Congreso Médico del Centenario, celebrado en
Montevideo entre el 5 y el 12 de octubre de 1930 415.
l
i1,t.
- 1!
11
.
.
192
En 1922, el folleto del Instituto Profiláctico de la Sífilis, titulado
"Para nuestros jóvenes", alertaba sobre los "males contra la familia"
que traía aparejada "la culpa del marido", es decir, su contagio:
"Contaminación de la mujer en el hogar"; "ruina material de la familia
por la enfermedact la incapacidad o la muerte del marido", y, lo peor,
"las consecuencias hereditarias, [las] hecatombes de niños muertos"
o
ciielmente enfermos, productos de la sífilis y la gonorrea.
El ejemplo no fallaba en su objetivo, provocar miedo y culpa: "El
niño que acaba de dar a luz ha sido atacado desde su nacimiento por
una espantosa oftalmía, de la que, según se dice, quedará ciego [...]. ¿Qué
es esto? Una fechoría de la blenorragia producida por la madre y que, en
último término, proviene de la blenorragia del padre" 417•
La noción de "cornportamientoper.sonal" inapropiado para el man-
tenimiento de la salud es, en realidad, la culpa moderna, y por ello su
señalamiento es históricamente clave. Los médicos comenzaron a
utilizarla cuando su discurso dejó de estar completamente infiltrado
por la moral tradicional —la que, a su manera, también procuraba
mántener la salud— , y pasé a querer fundarse solo en la ciencia y el
culto a la salud. La "moral ftsiológicá" apostó a esta novedad y
pretendió así secularizar la noción de culpa que creyó solo religiosa.
Lo cierto, empero, es que el paciente comenzó a vivir culposamente su
estilo de vida ante" los reproches del saber medico.
1
En las tres primeras décadas del Novecientos, los médicos todavía
confundían y entremezclaban la conducta impropia para la salud con
el antiguo "vicio" moral. Así, en 1908, Juan Servetti Larraya, al señalar
las "causas del artritismo y medios de corregirlo",
al lado de "la seden-
.
, el cancerólogo Carlos Butler, en conferencia radial sobre la profilaxis
del cáncer, alertó a los oyentes contra el consumo de "verduras crudas
t
tariedad ftsicay la supraalimentación [collalimentos demasiado fitertes
[como] las carnes rojas, de caza, grandes pescados, conservas en
general", coiocó los excesos "de la pasión o la inteligencia"
418• En 1930,
por la posibilidad de que éstas contengan parásitos capaces de irritar el
tubo digeislivo",ies recomendó "abstenerse del akohol defumarychicar
tabaco", y también "evitar el decaimiento de la resistencia vital por el
abuso de las fuerzas fikicas
o por los vicios" 419.
[...]
193
La novedad ética consistió, entonces, en pasar gradualmente de
indicar como causa de la enfermedad a los antiguos "vicios", a señalar
como causa clave el acompo. rtamient o personal". Siempre el sujeto era
culpabilizado por no responder a las exigencias de ja moral, pero 4sta
había variado sus contenidos: el Novecientos agregó alas tradicionales
irregularidades de las cuales el sujeto debía acusarse el peligroso
• coito fuera del matrimonio y la masturbación, por ejemplo , otras
nuevas, las que precisamente indicaba la ciencia como pecados contra
el cuerpo y la vida larga, fallas de la inhibición ante la inmediatez del
placer: la sedentariedad excesiva y la alimentación inadecuada, por
ejemplo.
El lazo de la sedentariedad excesiva con la vieja haraganería y de
la alimentación inadecuada con la gula, revela nexos inesperados entre
los saberes religioso y científico. Acciones como beber alcohol, participaban de la condena de ambos saberes y cuesta, en realidad,
distinguir cuál de ellos los estigmatizó más. No fumar, en cambio,
parece un consejo higiénico en estado de pureza, pero la culpa por
desconocerlo recuerda las viejas sanciones.
Debemos advertir que la evolución tendía a reducir y no a incrementar la lista de los pecados. En los hechos, la moral derivada del
cuidado obsesivo de la salud condujo a un acotamiento del mal al
terreno casi exclusivo de lo que perjudicaba la vida larga. Pero en el
Novecientos esto no se percibe aún con nitidez.
Señalemos, por último, que la insistencia del saber medico en la
responsabilidad personal del enfermo en la etiología de su dolencia,
tuvo dos efectos: en primer lugar, hizo que el sujeto retomase el control
de su salud, hecho que la medicina social en parte impedía al insiátir
en la etiología colectiva de la enfermedad; en segundo lugar, contribuyó a disculpar a la sociedad de su responsabilidad en la producción
de la enfermedad. Desde este ángulo puede ser considerada esa insistencia en la conducta personal como un retorno político a un saber más
conservador del orden social.
194
4. "El hombre fisiológico»
Santín Carlos Rossi en su libro ya citado, "El Criterio Fisiológico",
dio cuenta acabada de la utopía moral de "la clase médica" y del nuevo
culto a la salud del cual derivarían y al cual se referirían los nuevos
valores.
Esa ética, sobre la que volveremos, implicaba severos deberes con
uno mismo y los demás en pro de la preservación de la salud personal
y la social que estaban rigurosamente entrelazadas; y permitía solo el
placer legitimado por "el Amor y la . madurez emocional",
dos requerimientos que en realidad lo controlaban dejaban fuera del
ejercicio del placer al adolescente, poi- ejemplo — , casi tan rigurosamente como la vieja moral cristiana.
• .El hombre ideal no era el . superhombré nietzscheano, rechazado
por "cruel y amoral", ni el estoico que "sufría resignadamente";
ambos
modelos eran "incompletos" desde el punto de vista 'fisiológico"
El
nuevo hombre, que estaba ya en germen en el común, desterraría el
dolor y ejercería todas sis funciones vitales, viviría "la castidad sin
nostalgia', el sensualismo sin vicio y el amor ingenuo duicernente perturbador". Todas "las fuerzas ciegas de la Naturaleza [serian
así] interrogadas por la Inteligencia, conquistadas por la Fuerza y comentadas
por el Sentimiento del Hombre" 42°.
Este superhombre batilista —Santln Carlos Rossi lo era y en el
batllismo se hallan elementos de esta utopía— encarnaría todas las
virtudes del culto a la salud y recuperaría el orden. y la armonía en base
al respeto del placer, limitadó por el respeto del propio cuerpo y de la
"raza". El %mor", liberado de las convenciones burguesas noviazgo
eterno y matrimonio indisoluble sería el único factor legitimador de
la cópula.
Pero en la erradicación absoluta del dolor y en ese placer medido,
ya estaba implícito el espíritu discreto y condenador de todos los
excesos, típico de una sociedad de clases medias.
Por eso en 1938, casi veinte años después de haber aparecido el
libro de Santín Carlos Rossi, la revista "Vivir" acotó y empequeñeció
el mensaje al hedonista: %Sufrir poco! ¡Vivir mucho!".
Para no volverse
195
"arterioesclerótico" había que: "a) abstención de alc9hol [...]; b)
alimentación correcta, a base de verduras y frutas, simple, con tranquilidad espiritual; c) enfoque de la vida por su lado sonriente; luchar si
pero sin caer en abusos; educar la voluntad para hacer imposible el
pesimismo y el esplín" 421
La sociedad ya no le pedía otra cosa ala medicina <II e r la vida larga,
y la medicii* ia la prometía de seguirse ciertas conductas: la moralizació.u.
de la medicina había culminado en la medicalizaciÓn de la moral. •
CAPITULO II:
LA SOCIEDAD BIOLOGICA: UTOPIAS: SOLIDARISMO
EUGENESIA
1. El saber médico propone la reforma social
197
más de una vez citado fue el "grupo de casas en el Reducto - (Montevideo)" que había edificado el 'filántropo" católico Alejo Rossell y
Rius. Erasmo Arrarte, Alberto Brignole y Francisco Soca, llegaron a
sostener que el rancho y el conventillo debían ser "destruidos" aun a
costa de la "expropiación [de] los propietarios fastuosos" sobre cuyas
tierras estaban; claro que "esas leyes no vendrán, no pueden venir; sinc
después de estudios graves". La opinión médica fue tan unánime eri
relación a esta necesidad de modificar la vivienda popular que el
Primer Congreso Médico Nacional de 1916 votó esa conclusión, al
menos en el caso de los "obreros" 424
La mayoría también bregó por cambios que alteraban un tanto tnál
profundamente el orden social y económico vigente: "la reglamentación
del trabajo e higienización de los locales en que se efectúa", el fomenic
"del cooperativismo y los medios de abaratar las subsistencias'; "es
mejoramiento de los salarios", "los seguros contra la desocupación, la
enfermedad y la invalidez" y "la fundación de colonias agrícolas industriales", fueron, por ejemplo, reformas indicadas por el Consejc
Nacional de Higiene en setiembre de 1925 al Consejo Nacional de
Administración 425
La protección a la mujer trabajadora fuera de su hogar, concilió las
tendencias patriarcalistas de aquella "clase médica" con su afán reformista. El obstetra .Augusto 'Duerme apoyó desde %principios del
Novecientos, "la ¡imitación de las horas de trabajo, ¡a supresión del
trabajo nocturno, el alejamiento de la mujer de ciertas industrias insalubre-s, el reposo semanal", tanto en pro de la salud de la mujer como
del amamantamiento y la crianza de sus hijos. A estos efectos, "el
reposo obligatorio" antes y después del parto fue la idea más recibida;
el Cuerpo Médico Escolar incluso obtuvo de la Dirección General de
Instrucción Pública que las maestras embarazadas gozasen de "licencia
de un nzes antes del parto y un mes después de él", disposición ya vigente
en 1910 426
El combate a la prostitución también concité la búsqueda de cambios y hábitos sociales. Miguel Becerro de Bengoa en 1919 y lléctor
del Campo en 1923, bregaron por el "aumento de los sueldos [y] la
fijación de/salario nzínimo"de las obreras, y "e/ aumento de los puestos"
.
La moral y la concepción de la enfermedad como producto social
anteriormente expuestas, condujeron a que la mayoría de los médicos
que hán dejado testimonios escritos, bregase por una sociedad ideal
que expulsaría la enfermedad, entronizaría la salud — que era la
felicidad— y fundaría un nuevo orden social shbre bases estrictamente
"biológicas".
Esa mayoría bregó por la reforma social. En 1915, Santín C. Rossi
fue terminante.: las "conclusiones de la Higiene son desfavorables a la
actual organización social" 422 Ese año también, Mateo Legnani
ironizó sobre las colectas del "día de los tuberculosos" organizadas por
la Ligá Uruguaya contra la Thberculosis, a cargo de "aristocráticas y
delgadas niñas"; era "preciso "que no fuesen delgadas y aristocráticas,
que el dinero deje de ser rey [ I y la Razón domine. Es menester que no
haya injustamente pobres y ricos, que no se vean hambres y orgías [...]
que ¡a sociedad se arregle" 423
El programa de cambios sociales era vasto y comenzaba con la
sustitución de la vivienda popular. De juzgar el volumen de lo escrito
y la jerarquía de las instituciones médicas implicadas en ese pronunciamiento, la primera reforma debía consistir en sustituir los "tugurios"
que habitaban los sectores populares rurales y urbanos, el rancho y el
conventillo, por "barrios jardines" o habitaciones higiénicas y no
"sobrepobladas" a construirse por el Estadó o la Municipalidad, y en
las que se askrarían "alquileres baratos". "La casa independiente [para]
cada familia" era el ideal dominante en ese plano; el modelo urbano
.
—
.
.
.
199
198
para las mujeres en general, facilitándose, por ejemplo "su ingreso a las
carreras liberales". Sin embargo, Héctor del Campo estimó que la
miseria no era "la causa directa de la prostitución", sino la indirecta,
primero, por obligar "a vivir a padres e hijos en una promiscuidad que
hace imposible respetar todo sentimiento de pudor", y segundo, porque
sociales, por causas individuales, por causas de orden i social y por
muchas otras más" 431
Los cambios apoyados por la mayoría de la "clase médica", si bien.
afectaban los intereses del orden conservador vigente en ese Novecientos uruguayo, no alteraban su esencia; por ejemplo, esa mayoría nunca
mencionó el término confiscación sino expropiación, propuso la
elevación de los salarios pero no la supresión de la relación salarial, y
bregó por el fin de la prostitución pero no por la libertad sexual.
Las críticas al orden establecido y los «excesos" de la burguesía, se
conciliarán con la justificación de algunos de sus rasgos claves; por
ejemplo, el mérito y el esfuerzo personales como causas de la desigual. dad social legítima, principio que la mayoría de la "ame médica"
defendió más de una vez. Ciertas posturas parecían más radicales
todavía solo porque se contextuaa aban en el medio a menudo
ultraconservador del patronato uruguayo. En realidad, esta mayoría
de la "clase médica" era de urilarogresismo" obviamente afín al batilista por defender la acción interventora del Estado en pro de la salvación
iluminista de las masas y "culpabilizarlas" en alguna medida de los
vicios alcoholismo y «haraganería" que las degeneraban.
"las tareas del obrero lo absorben por completo [y] descuida así la
vigilancia de sus hijas". En su caso, se dieron la mano la reforma social
y el conservadorismo moral 427 (*).
La reforma social preconizada por esta mayoría médica á veces
alcanzó tonos radicales. En 1915, Mateo Legaani observó que '?aran
higiene" llevaba "a preconizar reformas [...1 tan profundas que asustan
[...], con solo imaginadas se experimenta una inercia muy semejante ala
del pánico" 429 . Es que el año anterior, en 1914, su colega y corre-
ligionario político, el medico batilista José Scoseria, había llegado a
sostener que, por ejemplo, "la lucha antituberculosa [...] es una lucha
social [...], un conflicto entre el interés general e intereses particulares: es
la lucha de los obreros contra el patrón exigiendo menos horas de trabajo,
más higiene en el taller y mejor salario [...] de wza parte de la nación mal
nutrida, mal alojada, miserable, contra otra parte del país más feliz: la
lucha de los que nada tieneny nada pueden contra los que todo lo tienen
y todo lo pueden, la eterna rebelión de los esclavos contra los arnos" 43°.
Pero estos "radicalismos" no deben llevarnos a confusión. La
mayoría de la "clase médica", incluso estos dos exponentes extremos
—
***
que terminamos de citar, fue reformista y no revolucionaria. Ese mismo
año de 1914, José Scoseria llegó a conceder a un maestro conservador
postulante de la "holgazanería" como causa fundamental de "la tuberadosis [y] la miseria" reinantes en el interior del país, que ese vicio
moral ocasionaba, sin duda, "la miseria [s..] la mayor parte de las veces
[pero que] no se llega por eso solo, se llega por defectos de las condiciones
(3) Por cierto que no toda la 'clase 7rzédica" tuvo esta visión social de las causas de
la prostitución. En 1914, el médico Pedro Sanguinet opinó que «las menores arrastradas •
al vicio" en el departamento de Soriano, donde residía, lo habían sido (1)or propia
inclinación" o 'por negligoncia de los padres evidenciada en la absoluta libertad que les
conceden, sustrayé.ndolas de la Escuda y dz ocupaciones honestas"
42s.
•
En efecto, la compulsa documental revela que la mayoría de los
escritos de la "clase médica" uruguaya del Novecientos, tiene
posiciones ideológicas y políticas afines con ell)rogresismo" social que
dominaba en el socialismo y el batilismo, y aun se insinuaba en las alas
radicales del Partido Nacional y la Unión Cívica.
Los lazos con el batilismo son notorios en varios casos de los autores
médicos analizados.
No sabemos cuántos médicos eran batilistas, pero sí que lo fue, en
momentos claves de su vida pública, un importante porcentaje de los
citados en este libro: Francisco Soca, Atilio Narancio, José Scoseria,
Augusto Ibrenne, Mateo Legnani, Santín Carlos Rossi, Félix Vitale y
Américo Ricaldoni. Para ilustrar con un solo ejemplo, Roberto B.
Giúdice, el médico director y redactor de la revista "Vivir" entre 1937
200
y 1949, la primera que la "clase" publicó para divulgar sus nociones de
medicina preventiva, y que tantas veces hemos citado, además de
periodista de "El Día", fue coautor del estudio hagiográfico más
importante sobre el batIlismo que existió hasta no hace muchos años,
titulado "Baile y. el batIlismo" 432•
Sí conocemos el peso de la "clase médica"
entre los dirigentes más
conspicuos de ese movimiento político. De los 77 nombres que en otra
obra estudiamos como integrantes de su dirigencia entre 1903 y 1933,
el 77% eran profesionales universitarios; de ellos, el 71% eran
abogados y les seguían, lo que sí era novedoso en un partido político uruguayo del Nogirecientos, un 14% de médicos y un 10% de
ingenieros 433
Es más, los escritos citados anteriormente de estos. médicos solo
adquiren todo su significado, bastante más rebelde y cuestionador de
lo que indicaría un análisis meramente conceptual, dentro del contexto
político-social en que fueron dichos o publicados, en plena ofensiva del
batIlismo por la imposición de sus postulados reformistas más resistidos por las "clases conservadoras".
Alberto Brignole, el fisiólogo, y
Augusto Tbrenne, el obstetra, por ejemplo, apoyaron con calidez la
limitación de la jornada de trabajo a 8 horas en 1916, año en que
• Precisamente la legislación la impuso —la ley del 17 de noviembre de
105 entró en vigencia el 17 de febrero de 1916— en medio de una
(Verte oposición patronal e importantes huelgas obreras 434
' Los elogios de Augusto Ibrenne en 1915 al. "socialismo de buena
lej,"
que se aprendía en los hospitales al contacto con la miseria 435 el
%Soya brestricto de Santín C. Rossi en 1914
a "las aspiraciones del
socialismo de estado",
en cuyo cumplimiento creía poder encontrar las
condiciones sociales que garantizarían la salud rnenta1 436
; la esperanza
de Mateo Legnani en 1917 en
"los ensueños o las ficciones de los
so'cialistas"para poner
freno a las enfermedades, esperanzas que creía
se' podían concretar de manera más realista a través del
"Partido
Cdlorado, el batilista";
todo ello indica una identificación precisa de
mlernbros importantes de la "clase médica"
con el batilismo radical 437
En 1918, a un año de la Revolución rusa de 1917, Augusto Threnne
se "afilió a algunos postulados del derrotado batllismo radical y hasta
.
.
;
-
.
201
avizoró la solución de la "conizinización filial"
para el problema del
abandono y la mala educación de los niños por sus padres: "El limpia);
cuya orientación hacia indefinidos progresos culturales y sociales k
convierte, con alarma de muchos, en campo de experimentación
sociológica, para consuelo de los que profesamos ideas avanzadas
1..4
se ha preocupado de incorporara sus costzunbres y SU legislación preceptos que están llamados a moderar 1...1 el abandono del niño. ¿Será la
comunización de los hijos un remedio a ese abandono? Las audaces
realizaciones del lnaxinzalismo ruso obligan al sociólogo a detener sus
miradas sobre el sangriento alambique [...J en que pugna por elaborarse
una nueva forma social de la que ial vez sea el mayor enemigo la incultura
y la mentalidad primitiva de los elementos en quienes se ha ensayado".
Pero en el Uruguay, donde los "elementos"
podía ensayarse "una clarividente protección" [de eran diferentes, tal vez
los niñosl que realizara
científicamente [su crianza]
para sustituir la errónea fornzación física,
nzental y moral que fluye de una incompleta y descarrilada concepción
de los deberes patenzales". El Estado guiado por los científicos criaría
y educaría a los niños y aceptaría, eso sí, "las inevitables pero no
irritantes desigualdades que la capacidad física, la preparación mental y
la energía volaba [harían] renacer cuantas veces un ingenuo
mol pretenda crear organizaciones estrictanzette igualitarias" Icomunis438
Este punto de vista de Tul.
' enne coincidía de manera rigurosa con
algunas de las utopías del batilismo radical y con su fe en la conducción
y módelación de la sociedad por un Estado iluminado por la ciencia y
sus sabios. A la vez, ese cambio, radical sin dudas, debía garantizar la
desigualdad y la libre competencia, motores de la sociedad burguesa,
Por cuanto la desigualdad era postulada como un elemento consustancial de la condición humana.
El apoyo de buena parte de esta "clase médica"
a proyectos econó¿‘ micos y sociales concretos del batllismo testimonia otra vez los lazos
que estamos describiendo. En 1916, Augusto Turenne señaló la
necesidad, para proteger la salud de los sectores populares, de "distribuir mejor las cargas sociales [y establecer]
contribuciones gradual. nzente progresivas a las sucesiones" 439; el mismo año, Fernando Giribaldo apoyó el proyecto del diputado balata Eugenio Martínez Thetly,
.
202
que obligaba a los propietarios o arrendatarios de campos a proporcionar "alojamiento cómodo y de capacidad suficiente al personal de
trabajo" 44°; y Mateo Legnani en 1915 opinó que los médicos deben
enrolarse en las filas del partido del bnpuesto único", porque esa era la
mejor forma de- "luchar por la salud", es decir, que solo el georgismo
— el impuesto único sería sobre la tierra y expropiaría su valor—
concluiría con el latifundio y la miseria 441 , opinión que se volvió
reiterativa en la revista "Vivir" dirigida por el médico Roberto E.
Giúdice y en cuyo consejo patrocinador figuraban algunos de los más
destacados integrantes de la "clase médica" de esos años 442 (*);
Es probable que el tipo de documentación manejada —el escrito
médico de tipo sociológico, en este caso— haya sobredimensionado la
relación entre la "clase médica" y la aspiración a la reforma social. Pero
lo. que sí parece indiscutible es que el saber médico quiso extraer
consecuencias políticas de sus postulados biológicos y ellas lo llevaron
a plantear una sociedad ideal que no pudo librarse por entero de la
influencia de los contextos ideológicos de su época.
203
conservación de la especie". Esa "asociación" desean
" saba en lin
"egoísmo bien entendido" que aconsejaba "la solidaridad social del
hombre"; solo esa imprescindible "cooperación", ‘Vuurnanizaba"
al
hombre, le aseguraba mediante la educación y el trabajo el dominio
sobre la naturaleza.
Los "deberes y derechos" de cada uno eran meras "traducciones
verbales de funciones biológicas"; por ejemplo, "la humanización de las
funciones reproductoras exige al hombre la protección de los hijos
durante el período de crecimiento [...ly[de]la persona dd sexo femenino
que haya elegido como pareja, durante el tiempo én que 1 a fisiología de
la maternidad no le permita trabajar".
Era la preservación de la especie la que determinaba la existencia
de los únicos. «privilegiados nutritivos» que podían vivir sin trabajar:
niños, mujeres embarazadas y ancianos; y la que imponía la igualdad
del esfuerzo al resto, de lo que se deducía que el privilegio social y las
clases ricas y ociosas estaban condenados por la biología pues «usur-
paban un lote ajeno de energías".
"La igualdad [era] un factor biológico" a mantener por la sociedad,
pero los «méritos" personales podían alterar la uniformidad pues de
ellos se deducía la legitimidad 'fisiológica" de un trato diferente a cada
***
En 1919, Santín C. Rossi planteó en su libro "El Oiterio Fisiológico",
ya parcialmente comentado, la utopía social del saber médico precisamente enmarcada por el solidazismo batilista, y que resultó ser, en
realidad, una peculiar fundamentación biológico-cientificista de él.
La biología era la que exigía tanto la vida cii sociedad como el rasgo
clave de su organización: la asólidaridizd". Tierra, aire, luz, «materiales
nutritivos", vivienda, vestido, cultura, seguridad, todas esas y otras
similares necesidades, el hombre solo podía satisfacerlas mediante la
"asociación", que, en última instancia, le garantizaba "la defensa y
uno de acuerdo a su esfuerzo y su capacidad.
El gobierno debía regirse por leyes "que se asemejan alas científicas
.
•!
(*)Otros médicos adoptaron posiciones políticas más contestatarias. Paulina Luisi,
por ejemplo, fue socialista, y probablemente a ella se debiera que la plataforma electoral
de ese partido en 1918 incluyera puntos tales como la reglarrzentación de las condiciones
de salubridad en que se encuentran las viviendas que se entregaban al pueblo' y "el
establecizrziento de los sistemas de represión dd alcoholismo sobrc la base de la voluntad
popular" 44 3
.
en que indican lo que hay que hacer si se quiere seguir viviendo bien». Y
si la sociedad estaba organizada de acuerdo a los principios precedentes, el Estado podría desaparecer: "su suprzsión es perfectamente
concebible en una sociedad de hombres completos, es decir; lo suficientemente educados para cumplir por ellos mismos sus deberes y limitar
sus derechos sin la coerción de la ley».
r- El problema radicaba en que "la sociedad actual" no estaba organizada solo de acuerdo a estos principios Tsiológicos": en ella
reinaban el desequilibrio social, el dolor, la enfermedad yla ignorancia.
"El dolor [por ejemplo] era una advertencia orgánica de que no se
cumple la condición de equilibrio de la vida", su existencia social
comprobaba el desequilibrio de la vida en lo colectivo, tarea que la
biología imponía remediar. Los hombres tenían derecho «biológico".
204
en defensa de su especie, a restablecer el equilibrio y eliminar los males
con el apoyo del estado benefactor y protector dc los débiles,
desocupados y miserables, y educador científico de los ignorantes.
Todos estos, en realidad, eran actos de egoísmo defensivo de la especie
que pretendían anular las consecuencias patológicas de la organización social defectuosa.
. Solo la sociedad organizada en base al respeto de los principios
"fisiológicos" vería desaparecer "el privilegio nutritivo, la esclavitud
económica de la mujer y la libertad' que actualmente tiene el hombre
para dañar; única liberiad individual que limitaría la organización
fisiológica". Abolir "el privilegio nutritivo"
significaba concluir con "la
toma de energías del ambiente" sin el correspondiente esfuerzo personal, por lo que se debían eliminar "la herencia, la propiedad de renta
0 el simple numerario que no represente renzwzeración de esfuerzo
personal". Ese "privilegio" además, era dañino tanto para los que lo
debían sostener a costa de su propio esfuerzo, como para los que lo
usufructuaban.
Lo que sigue ejemplifica con claridad el tipo de razonamiento de
Santín C. Rossi, su curiosa alianza de argumentos biológicos y políticos,
csa afanosa búsqueda de los fundamentos científicos de una sociedad
ideal que. tanto se parecía al proyecto del batilismo radical: "Inzaginenzos la jornada biológica de un rico heredero. Supongamos que se
educa en condiciones fisiológicas, para ser un hombre completo y no
mutilar la vida. La ley del óptimo nutritivo (comer lo sufzciente para vivir
y no más), lo obligará a la sobriedad nutritiva, en calidad y cantidad [...]
lo obligará a ejercitar su sistema neuro- muscular; si no en una dirección
útil (trabajo), por 10 menos en una agradable (deporte); la educación
cortical le hará buscar la enzoción favorita — estética, educadora,
científica — cuya resonancia es social y no individual. En cualquiera de
esos- casos, el privilegiado no necesita su privilegio y tendría su puesto
distinguido en una sociedad armónica. Si en canzbio el heredero es
ignorante, disipado n voluptuoso, buscará sienzpre emociones raras [olse
intoxicará [...] ese sujeto perjudicarla su propio orgarzisnzo". De lo cual
Rossi deducía que "el privilegio no llena por él mismo ninguna exigencia
orgánica y en cambio obliga a otros individuos a nzutilar su organismo".
205
La abolición del "privilegio llevaría a la desaparición "de todas las
instituciones que lo sostienen: ejércitos, tribunales, cárceles y otros
mecanismos administrativos".
El resultado final de la sociedad reformada siguiendo «el criterio
fisiológico", sería la abolición del privilegio, la miseria, la ignorancia y
"la nostalgia" del placer, padres de la desigualdad, el delito, la enfermedad, el dolor y el vicio 444
En 1919 también, Rossi tradujo esta utopía médico-batilista al
terreno de las realidades sociales uruguayas y la convirtió en un elogio
de la clase media", la Única que podía garantizar la formación de "una
mentalidad de hombre norma4 fisiológico". Al inquirir sobre la influencia de "las condiciones económicas del hogar en la salud y mentalidad
de los niños", halló que "el chico que se cría en la miseria tiene una
mentalidad miserable: irritado, envidioso, simulador o rebelde, vengativo, lógicamente vengativo. El chico que se cría en la abundancia en
cambio— podrá ser generoso, noble, expansivo, si tiene la suerte de
encontrar en el hogar; a pesar de la abundancia, aquellos ejemplos en sus
padres [...1 pero está expuesto al extremo opuesto de la mentalidad
miserable: la vanida4 el orgullo de clase". El que estaba mejor situado
l'ara formarse una mentalidad de 1.zombre normakfisiológico, es el niño
de la clase media [...1 por eso el porvenir de la raza [humana] exige la
profilaxis de la miseria y de la superabundancia" 445
De este modo, la utopia médica que pretendía matar el dolor y
terminar con el privilegio, concluía, un tanto pedestre y hedonísdemente, en el elogio de las virtudes mentales de la clase media. El
saber médico volvía así a sus específicos orígenes humanos y reivindicabá de este modo el recuerdo de tantos inmigrantes que habían
sacrificado sus «cuerpos fisiológicos" por el doctorado de sus hijos.
.
.
206
2. E1 saber médico propone la punficación de la raza humana:
la eugenesia y su contexto
La eugenesia, teoría que pugnaba por combatir la "degeneración"
de la "raza" amenazada por las enfermedades y los "vicios» populares,
en particular, alcoholismo, sífilis, tuberculosis y dolencias mentales, fue
la creencia dominante entre los médicos del Novecientos y dio forma
concreta a la utopia de una sociedad gobernada por principios
extraídos de la biología. Esos principios se sintetizaron en la
preservación de la "calidad" de la "raza", por lo que concluyeron
condenando lo anormal, lo criminal, lo marginal y lo enfermo, en
perfecto acuerdo con el orden establecido, aunque con una dureza y
frialdad científica que scilo lograron imitar — y superar los regímenes
nazi-fascistas europeós nacidos, precisamente, en los años veinte y
treinta de este siglo, cuando la eugenesia había conquistado un lugar
preeminente dentro de las creencias del saber médico.
El vínculo entre reforma social y eugenesia, sobre lo que volveremos, dio un sello peculiar al eugenismo uruguayo pero no pudo
evitar su ambigüedad política. En realidad, lo que ligaba a la sociedad
ideal de Santín C. Rossi con el eugenismo, era la convicción de los
médicos de que su saber tenía el derecho y la obligación de regular la
vida humana y modelar tanto el cuerpo del hombre como la vida de la
especie humana. Las ideas claves que compartían ambas utopías eran
la salvación de las masas y/o de la "raza" por los científicos Iluminados,
y la creación de una nueva moral basada en esos objetivos a lo que todo
debía subordinarse. Pero las dos utopias no representaban los mismos
intereses sociales, yeso infiltró sus principios. La salváción de las masas
implicaba la defensa de los débiles y los miserables; la eugenesia
conducía, en cambio, como se verá, a la esterilización de los débiles y
los enfermos. A pesar de esta evidente contradicción, el saber
médico del Novecientos logró que ambas ideas cohabitaran en su
interior, tanto las unía la creencia común en la omnipotencia de la
medicina.
La idea dé la degeneración de la "raza" implicaba casi siempre el
principio de la trasmisión hereditaria de los caracteres patológicos
207
adquiridos, y fue expuesta por vez primera por el médico. francés 13.
More' en 1857, atemorizado por el espectá.cuto de la degOdación física
y "moral" del proletariado de su país.
La previsión de un fin catastrófico de la "raza"
se slio paradoja],
mente la mano con su opuesta, la utopía de un perfgccionamiento
físico, moral e intelectual indefinido dei hombre que la áedicina venía
acariciando desde fines del siglo XVIII con Condorcet. Ambas convicciones partían de la misma base: la especie humana y la "raza"
se
construían con el esfuerzo de las generaciones sucesivas pro tanabién. •
podían destruirse o degenerarse por efecto de las enfe r
medades que'
atacaban esa cadena de la que la generación prcsentp era solo un
eslabón.
Los médicos del Novecientos creyeron todos en que la preservación
de las virtudes y la salud de la "raza" era la tarea clave
de su ciencia y
que a ella- debían subordinar su acción los gobiernos. Á veces, en los
"progresistas", el concepto de "raza"virtualmente
se identifica con toda
la especie humana, pero otras veces,' la percepción que el kaber médico
tuvo de la "raza" fue referida solo a la de la nación a veces, el
continente- de origen de los facultativos.
En 1928, lo expresó Eduardo Bastos en el seno del Qinsejo Nacional de Higiene: "no solo junto al lecho del enfermo, aliviando dolores
[...] es que se cumple 2 1a misión de médico moderno, sino qiie es también
un alto deber convencer al hombre sano que debe .
mantenerse tal y ser así
un eslabón útil en esa cadena de solidafidad social que permite el avance
de la civilización" 4/6 •
En 1920, un no médico, Manuel Medina Bétan-
court, ex-secretario de José ilatile y Ordóñez y propulsor del control
de los casamientos para evitar que los enfermos pudiesen procrear, •
resumió el principio clave de la utopía médica sobre el futuro de la, en.
este caso, especie humana: "Lar
presentes generaciones han transformado el estrecho individualismo que heredaron, en un colectivismo
amplio y generoso, solidario con . la vida [...1 y con las generaciones
futuras. [Las nuevas generaciones]
sáben que son un puente y no un
punto, eslabones de una cadena infinita y nó cuerpos eirantes" 447
.
Evitarla "degeneración»
de la especie, de la raza— y en su lugár
contribuir mediante el saber cielitífico a construir un cuerpo humano
Pacultad cle Ciencias Sociales
D2 ,1).
de Ciencia P:Aitica
1-3:1)1 i3tel a
wwwwermaoraimos......r.........§.....
wiew
11..111.1.111.1.400
.1 . .
Z08
saludable, vigoroso e inteligente, eran tareas posibles que correspondfan ala medicina y los gobiernos.
.
.
1.
.
209
pedigree de sus animales reproductores, pero nada o muy poco se ha
hecho entre nosotros para premiar los mejores ejemplares de la raza
hunzazza" 449
.
Correspondió á inglés Francis Galton (1822-1911), primo de Charles Darwin, impulsar la idea dela eugenesia en -el mundo a partir de'
1883. La definió como 11 ciencia que procuraría que cada especie, clase .
***
La atmósfera culposo, que la creencia cristiána en el pecado original
había generado en Europa desde la Edad Media, revivió a la manera
cientificista del siglo XIX, cuando el saber médico comenzó a defender
la idea de que el mal —la enfermedad— era hereditario.
El médico español Pedro E Monlau en 1865, expresó con claridad
el temor a la degeneración tanto de la "especie humana" como de la
célula social que le interesaba como católico y burgués: la familia:
54 los ojos de la higiene, la predisposición a enfermedades análogas es
una incompatibilidad grave, un impedimento fisiológico para el
matrimonio. Un predispuesto a las escrófidas y una predispuesta a la tisis
darán origen a wza familia desventurada". Las conclusiones finales eran
tetminantes: "Una legislación sensata y previsora debería poner en consideración esos hechos, y sobre todo poner el debido remedio.
pero
por desgracia nuestros códigos nada estatuyen en favor de la regeneración
física de la especie humana. Los gérmenes de la sífilis, la tisis y del cáncer,.
. de la gota y el herpes, de la fealdad y la disminución de la talla, de la
loa:ra y de la epilepsia, podrtan irse ahogando y extinguiendo en menos
• de un siglo, sin más que quererlo", es decir, prohibiendo el casamiento
1
1
;'
. ill
s
''.1.1
...]
; de los que tuvieran esas dolencias 448
La idea de controlar la "raza" y vigilar sus apareamientos para
mejorarla e impedir su "degeneracióri", provenía, naturalmente, de las
manipulaciones que la revolución agrícola inglesa venía realizando
desde el siglo XIX con razas animales. La "Liga Argentina de Profilaxis
Social" lo recordó al pedir al Congreso de su país el establecimiento
del certificado de salud para celebrar los matrimonios, y lo hizo con un
sázonamiento que al Consejo Nacional de 'Alone uruguayo le pareció
tan oportuno que lo transcribió en 1921: 'Reflexiónese que las razas
i .1'
. r.f.
:
1
x
. ,
.
animales son motivo de especiales requisítat para garantizar su salud y
sit procreación. ¿No habría llegado acaso el momento de aplicar iguales
niedidas a la raza humana? Los ganaderos exigen con mucho interés el
' I,
i. /
11.
i .1.
I
, t:J,'?
.. ; 11I.11
•i
: L1. 4
-!:. Ty
»s;'.
1
o raza, llegase al máximo de sus posibilidades mediante el cruzamiento
entre los mejores y la esterilización de los seres biológica y mentalmente _defectuosos. Su teoría descansaba sobre dos supuestos, la •
selección natural darwiniana y la herencia cielos caracteres adquiridos. ¡
Parte de la "clase médica" occidental, sociólogos, biólogos y estad is- .,
tas, fundaron con estas ideas el movimiento eugenista que se expandió
sobre todo a partir dé 1900. El primer Congreso Internacional de :
Eugenesia tuvo lugar en Londres en 1912, pero ya en . 1907 el estado de '.
Indiana en los Estados Unidos había comenzado a aplicar leyes de
.
esterilización de cierta clase de enfermos 45°.
El movimiento eugenista, que mucho tuvo de cruzada biológicopolítica, se expandió por América Latina; puede señalarse la presencia
de esas ideas o instituciones eugenistas, en 1913 en el cuerpo médico
brasileño, en 1918 en el argentino y en el Uruguay desde las primeras ..
décadas del siglo XX. En diciembre de 1927 se realizó en La Habana . .
la Primera Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura,
.
con la participación de 16 países, entre ellos Uruguay. Las resoluciones
de esta Conferencia proporcionan el programa del eugenismo
americano muy influido por el estadounidense.
Primero se insistió en que las naciones de América dictaran leyes
de Inmigración :"destinadas a impedir el ingreso a sus territorios de
•
it - . Cié razas cuya asociación se considera biológicamente
rep-iee-iiia.- ies
des cecho
c :dedite_
ial de sieíl der
peodridloasqu“pealraas naciones am ericanas tendrían
rezaasra c
epriucan
il
eisdtaesbeleabc lee r n'm
La
defensa
de
la
especie
humana
se
había transformado claracia".
mente en defensa de la raza dominante. .
_
.'
En
segundo
lugar,
se
recomendé
que
las
autoridades
encargadas
•
de autorizar los matrimonios, exigieran "a cada uno de los cónyuges su
historia biológica, la que pondrán a disposición del otro cónyuge o del
.
210
jefe de familia". Las condiciones germinales de los individuos se
clasificarían en "bueno, dudoso y malo", pero los individuos también
se clasificarían "somáticamente" en responsables de dirigir su vida
procreativa o irresponsables de hacerlo. Los responsables con condiciones "buenas" podrían dirigir su vida procreativa "cuidando de las
condiciones de sus cónyuges"; a los portadores de condiciones "malas
o dudosas" pero responsables se les permitiría, "previa enseñanza,
dirigir su vida sexual bajo la reglamentación que sé les indique"; a los
portadores de esas mismas condiciones "malas o dudosas" pero irresponsables, "se les someterá al aislamiento o segregación o a la esterilización". Además, "la alienación Mental, la criminalidad, la sífilis no
tratada, el alcoholismo y la narcomanía comprobados" después del
matrimonio, podrían 'ser motivos de su "anulación", pudiendo realizarse "esa comprobación no solo por el otro cónyuge sino por autoridad
competente".
En tercer lugar se votaron resoluciones que tendían a "proteger" a
las -mujeres embarazadas y a los niños. La mujer embarazada estaría
"obligada" a seguir las prescripciones médicas, pero tendría derecho
al reposo pre y post parto; "la madre nodriza" tendría "el deber y el
derecho a poder amamantara su hijo durante un año" y éste, "el derecho
natural al seno de su madre durante los 8 primeros mesés de su vida".
El cultivo del desarrollo físico y mental de los habitantes de cada
nación americana completaba este conjunto de recomendaciones a los
gobiernos.
En noviembre de 1934 se realizó en Buenos Aires la Segunda
Conferencia Panamerican
. a de Eugenesia y Homicultura. El Presidente
argentino, General Agustín. P. Justo, la inauguró, y concurrieron, como
delegados oficiales del Uruguay, los médicos Roberto Berro y Víctor
. Escardó y Anaya. Esta conferencia reiteró el consejo a los gobiernos y
municipios de establecer "consultorios especiales para el examen
médico prenupcial" a los cuales se presentarían, eso sí, "voluntariamente", los interesados, y también la recomendación a los gobiernos
de "reservarse [el derecho] de examinar las ventajas de la entrada de la
corriente inmigratoria", ajustándola a "sus intereses económicos, policos y sociales". Esta segunda conferencia, desarrollada en plena crisis
211
económica mundial, insistió más que la primera en la necesidad de la
estabilidad de los empleos de "los padres de familia" y brindé un "voto
de aplauso" al Uruguay por su "Código del Niño" en el que hallé
comienzo de un verdadero "código biológico del !t tombre" que
mejoraría la perpetuación sana de la raza 451
El eugenismo americano se identificó así con la prelervación de la
pureza de la "raza" dominante en cada país americang —sobre todo
se pensó en la blanca en América Latina y en los blancos anglosajones
en Estados Unidos—, y también reveló aristas totalitarias por cuantoprocuró subordinar el derecho individual de casarse y procrear, a una
decisión a menudo estatal, en manos, eso sí, de biólogos.
Pocas veces la utopía "científica" había concluido en un movimiento
tan sospechosamente ligado aciertos postulados de la derecha política.
Tal vez fuera por el contexto de temores que lo hizo nacer.
.
•
***
El sentimiento clave de la eugenesia era el mieclo a la "dege-
neración" de la especie o la raza. El pesimismo sobrevnía cuando se
comparaba lo que se creía había sido el hombre primigenio o "aneste término encantaba a Mateo Legnáni — con el
espectáculo de enfermedad, miseria y violencia coaligados que caracterizaba a las masas urbanas hijas deldesarrollo capitalista.
Todos los médicos del Novecientos creyeron que el hombre estaba
al borde de su desaparición o transformación en especie Inferior, sobre:
todo por los efectos combinados del alcoholismo, la sífflis y la tuberculosis.
La visión de la "clase médica" era apocalíptica. En :1898, el facultativo argentino E Correa Llobet sostuvo que "la degeneración de la
humanidad y la organización Ñica y moral dd hombre" e ran un hecho
indiscutible testimoniado por un sinnúmero de datos verificables, por
ejemplo, que "la vida media del hombre moderno es mucho mas
cestral"
reducida que la del hombre antiguo. Ya no se oye hablar de aquellos que
mueren a los so, 90 o ciento y tantos años" 452
.
En 1915, Mateo Legnani afirmó parecidos conceptos y argumentos
212
con una nota dramática todavía más cargada de pesimismo: "La
Humanidad va por mal camino ahora [...] la especie irá acentuando de
generación en generación todas y cada una de sus taras, predisposiciones
mórbidas y enfermedades [u.] acortando el pronzedio de duración de su
existencia, deformando y desviando su tipo [...] viciando el tempemmento, agotando el brío, aminorando las resistencia?'. El problema era que
14 adiátesis; o predisposición orgánica a contraer enfermedades, resultaba "cada vez nzás espesa, más cargada". "Los sucesivos ataques de las
enfermedades van cambiando la nutrición, el nzetabolismo E...] minando,
sobre todo, el sistema nervioso" 453
El temor ganó a vastos núcleos intelectuales. En 1920, Manuel
Medina Betancourt lo expresó desde el diario "La Razón" en frases
lapidarias: "si lo bueno continuara mezclándose a lo malo, la materia
enferma seguirá cormmpiendo a la sana y poco apoco el género hwnano
desaparecerá disuelto en un dantesco mar de podredunibre". La frase
final era de un darwinismo elocuente y agresivo: "Las especies que no
saben defenderse, desaparecen" 454 ..
Este pesimismo sobre el futuro de la especie — o de la raza , típico
en el saber médico. del. período 1870-1940, sobrevenía cuando se
observaba el espectáculo de los seres alcoholizados, hambrientos y
violentos, notorios en las muchedumbres proletarias.
. Mateo Legnani los describió así en 1915: "Los caracteres de
degeneración
vulgarizados por Lombroso se constatan con zuza frecueni.
cuí tal, que ya izan perdido su valor jurídico. El médico legista los
encuentra
en todos los acusados, y al proyectar la mirada en redor; los ve
1
en los miembros del tribunat en d público que acude a los juicios, en los
periodistas que hacen las crónicas, en el fiscal [...]. Allí un gordo apático,
aquí lin flaco ticos° o coreico, allí un labio de escrofuloso eternamente
rtsfriado, allt un prognata, acullá tina niariz d'ata, estignza deachaudinn
paterno [la sífilis]. La tuberculosis y la sgilis por doquiera, y por doquiera
el alcoholismo".
Evidentemente, las masas eran feas y provocaban tenor.
A los ojos de esta élite científica de mentalidad burguesa, esos seres
hacían correr a la humanidad el más grande de sus riesgos. Salvarlos
tál, vez, pero tambiéfi y sobre todo, controlar su reproducción, era
.
213
función de la Higiene y el saber médico. El miedo a los de abajo se
transformó en angustia por el futuro de la especie o la raza. Este temor
actuó como trasfondo incluso en los médicos 'progresistas" que
apoyaban, como hemos comprobado, la reforma social
La raízsocial burguesa y conservadora del eugenismo también se
aprecia en su tendenda a confundir preservación de la especie humana
con defensa de la raza dominante, la blanca, argumentándose a veces
que en ella residían los mejores ejemplares para proceder a la selección
natural. ¿Acaso el éxito de los "señores" no probaba .su superioridad
biológica?
Este racismo ligado al miedo a las muchedumbres, notorio en el
eugenismo estadounidense, se advierte solo aveces en el caso uruguayo
y probablemente se vincule a ese sentimiento de identificación con
Europa, típico de un pueblo que todo él se creía descendiente de
inmigrantes de ese origen.
En 1918, Mateo Legnani expresó ésta concepción con su peculiar
estilo: "Para el higienista P.] salud es la ancestral [...] cuya vitalidad
derrotó la vitalidad de todas las razas [...1 acaparé a todos los hombres,
y llega al hombre europeo". Por ello a ese hombre lo caracterizaba la
"sinceridad [quej brotaba de la convicción íntima, consciente o no, de
poder; de vigor; de salu4 [mientras] la astucia, cualidad dominante en
razas inferiores, [caracterizaba al indios y negros, con quienes rzo ofrece
grandes similitudes, por cierto, al ancestral de que desciende el hombre
hacedor de la civilización" 455 (*).
(1 En algunas ocasiones, el eugenismo uruguayo incluyó a las manifestaciones más
osadas de la cultura en el concepto de "degeneración", con lo cual se acercó, probablemente sin sospecharlo, a los rasgos conservadores de la mentalidad pequeño-burguesa que el nazismo entronizaría en los años treinta en Alemania.
Tan temprano como en 1915, Mateo Legnani creyó advertir en el "col nouveau" otro
testimonio de la "degeneración" de la especie: "Y no se echa de ver que si prosperan tales
artes es porque tienen un público decadente, cuya alma está mordida, viciada, ~aviada,
por la decadencia nerviosa, por la degeneración colectiva" 456
.
Manuel 'Medina Betancourt, partidario apasionado del eugenismo, opinó de
manera similar en 1920, pero abarcó en su condena de lo degenerativo a más 'actividades
illtollinzr; y( in ir ni p)rá n as suyas: "Corremos demasiado hacia las fronteras del desorden
214
-
Pero el racismo uruguayo lío pasó de ser una expresión minoritaria,
al menos si recurrimos a los testimonios escritos de su existencia. En
cambio, entre los temores causantes del eugenismo jugó un rol muy
importante en Uruguay la comprobación de que la abstracta
"degeneración" de la especie o la raza encarnaba, en realidad, en la
ruina de la &lilaila burguesa, pues ella también se veía amenazada por
la intromisión en su seno de la enfermedad.
.
' En ese momento de crisis de la familia tradicional, en que la mujer
reveía su rol y el divárcio se entronizaba —la primera ley de divorcio
es de 1907— , también la enfermedad amenazaba la cadena de las
generaciones. De este modo, la trasmisión de la herencia y el poder al
heredero hijo de alcohólico, sifilítico o tuberculoso, se convertía en una
burla a la institución familiar.
Los sifilógrafos, en particular, tuvieron muy presente ese riesgo de
la especie que para la familia significaba la muerte.
La heredo-sífilis del médico francés Alfred Fournier implicaba la
creencia en la perpetuación de • la enfermedad "hasta la enésima
generación", por lo que, a la vez que se reafirmaba la cadena familiar,
se provocaba angustia al ponerse en duda la posibilidad biológica de
su continuidad. Por ello en todas las historias clínicas se preguntaban
los antecedentes hereditarios con especial referencia a la sífilis, la
blenorragia, la tuberculosis y el alcoholismo.
Obsérvese esta preocupación por el destino de la familia en las
palabras del médico francés Arturo Vernes que el Consejo Nacional
4e Higiene tradujo en 1921: "La sífilis es causa de despoblación y de
degeneración de la raza [...la:vi sucede que se multiplican las familias [...}
cuyos miembros padecen de taras o dolencias, sordera, ceguera,
orgánico y espiriaiig hacia un funcs .to extremo disolvente. [Vemos así]
en política, en arte, •
en sockilogia, primando las ideas más absurdas y mds anárquicas donde los valorcrque formaban hasta d presente todo d bagaje de la civilización, toda nuestra
ciencia experimaitaly toda nuestra razón, solo sirven para ser escarnecidos y negados' 457.
¿Esta indignación la despertaban el cubismo, el surrealismo, el comunismo y las ideas
44 Freud? Muy probablemente. Si es asf, ella revelada la intolerancia y • la fe
militante de un antiguo positivista, sorprendido por la evolución de la cultura occidental
Luego de 1900.
215
,
debilidad mental, hidrocefalia, epilepsia E...] que las hacén socialmente
inútiles y que pueden ellas mismas trasmitir a sus descen4ientes, hacendo las veces de tronco de degenerados" 458 .
Esta destrucción por la enfermedad del "germen , de la estirpe»
— expresión de Paulina Luisi en 1916 459 — hada temer el fin del poder
de la familia burguesa, la ruina biológica que anundaria la ruina
económica y social.
También indicaremos entre las causas de la difusión del eugenismo >
otro hecho bien visible en Uruguay: el temor al "mtmciliamiento" de la
mujer virgen por el marido enfermo, miedo de todos los padres de hijas
casaderas que prometía conjurar la medida eugenista Más popular: el
certificado de salud prenupcial a exigir a los dos contrayentes, pero,
sobre todo, al hombre joven.
Pa-tilin.a Luisi en 1916 y 1919, los folletos del Instituto Profiláctico
de la Sífilis de 1922 y Héctor del Campo en 1923, hicieron expresa
referencia "a las desgraciadas esposas contaminadas [por esosljávenes
ignorantes [qi i 9 les regalaban], con fi consagración nupcial, la 'gonorrea
o la sífilis" "u . Pero era Alejandro Gallinal, el módico católico que
presidía el Instituto Profiláctico de • la Sífilis, el que siempre que
recorría cómo conferencista los liceos del interior del país • para
prevenir a los jóvenes de los contagios venéreos, sacaba a relucir el
rencor de los padres ante la entrega de sus hijas a esos yernos. Decía:
"Uno tiene una hija a la cual cuida corno una fl'ory viene un canalla y la
.
•
ensucia para toda fa vida!" 461 .
Por Último, debemos señalar que el mensaje eugenista tuvo mucho
de factor religador de la sociedad a través de una nueva utopía, en una
época en que la religión, debilitada, ya no movilizaba las conciencias
ni inventaba las solidaridades. El eugenismo creó un mensaje colectivo
dinamizador de militancias, y proporcionó una fe que se vestía con el
único ropaje que en el Novecientos legitimaba, el lenguaje científico.
1
,,
..
•
.
•
.
•
216
217
3. El eugenismo uruguayo
La primera nota característica del eugenismo uruguayo fue su
preferencia por el uso del término "especie" y no "raza", aunque
existieron, como hemos visto, excepciones, y de monta. Ese acento en
la defensa de la especie humana y no de la raza específica del país,
revelaba la presencia, también en el discurso científico, de ese nacionalismo cosmopolita que era el rasgo propio de la conciencia nacional, concluida de forjar precisamente en ese Novecientos y moldeada
por el baillismo en la .admiración a lo europeo. El médico uruguayo,
puesto a pensar en esterilizar a los enfermos y permitir solo la
procreación a los sanos, tenía, por lo general, en vista a la humanidad,
no a su República que, por otro lado, tampoco llamaba "nación". El
caso más ilustrativo a este respecto es el de Paulina Luisi, como
observaremos.
La segunda nota del eugenismo uruguayo fue su obsesión por el
efecto "destructor de nuestra especie" .que tenía el "triunvirato" de
enfermedades compuesto por '7a sífilis, el alcoholismo [y] la tuberculosis", según gráficas expresiones de Paulina Luisi en 1919 462
Alcoholismo y sífilis se disputaron el primer lugar de la obsesión.
Sebastián B. Rodríguez en 1913, Bernardo Etchepare en 1915 y
Paulina Luisi en 1919, creyeron que el alcoholismo no solo preparaba
"el terreno" para la tuberculosis sino que también "disminuía y suprimía
á la larga [...] la vitalidad de la raza por intermedio de su descendencia,
r
-
.
engendrando hijos idiotas, imbéciles, paralíticos, etc., impropios todos
para la reproducción de la especie". Etchepare fue terminante: 'has] 415
partes de los [hijos de bebedo.resj que sobreviven se vuelven epilépticos
o criminales y el resto, a su ve.; sufriendo la pena del atavismo, se hacen
bebedores. Tal es la herencia alcohólica en su rigidez inexorable". Con-
cluyó con una nota personal y aterrorizadora estos conceptos que eran,
en realidad, "consejos a las madres": "Todos los días veo ingresar al
Manicomio bebedores adolescentes: son todos lujos de alcoholistas"
46 3 .
, En 1909, el médico Carlos Brito Foresti presentó a la Sociedad de
Medicina de Montevideo un caso de "ginecomastia" que ya hemos
• comentado en el Capítulo III de la Primera Parte— y lo atribuyó al
"alcoholismo paterno [pues] el alcoholismo [...] es el alfa y el omega de
todas las degeneraciones. I...] y el alcoholis . ta puede engendrar
degenerados; uno será desequilibrado, otro será un demente y alguno
saldrá malforrnado, será ginecomasta" 464
El alcoholismo, el primer vicio "popular", era "la causa tal vez más
.
clara de la ruina de la especie.
Pero la sífilis podía disputarle ese rol. Mateo Legnani en 1915 y
Paulina Luisi en 1919 lo creyeron así. Paulina Luisi fue una de las
denunciadoras más destacadas de sus efectos sobre la especie: "Es un
verdadero Moloch de dos embriones: es la gran fautora de abortos y de
nacidos muertos, es la preparadora de millares de criaturas enfermas,
deforrnes o trzonstruosas, idiotas e hidrocéfalas. La sífilis, más que el
alcoholismo, más que la tuberculosis, más que todas las enfermedades
juntas, es la verdaddra . enemiga de la especie". Una gran cantidad .de
hijos de sifilíticos eran «felizmente estériles", pero... no todos, por
desgracia 465 A eso conducían la sexualidad no controlada por el
f`Arnor" en la madurez, y por la continencia en la adolescencia, y la
miseria social y fisiológica de la prostitución. Tal era, en apretada
síntesis, la opinión de la médica socialista.
De estas posiciones el eugenismo uruguayo dedujo su principal
línea de acción: el control de la procreación en procura de que solo
los sanos engendrasen y a los enfermos se les prohibiera casarse o
se les esterilizara. Realicem os una exposición cronológica de esta idea
que servirá, a la vez, para datarla y medir su progresiva difusión
social,.
En 1907 apareció en la revista órgano de la Sociedad de Medicina
de Montevideo, un comentario bibliográfico de Juan Pou Orfila á la
obra de un médico alemán donde éste se preguntaba si se debía
.
"practicar la esterilización de las mujeres enfermas o con deformidades,
débiles y extenuadas [que no ofrecían] seguridad ninguna desde el punto
de vista de la robustez de su descendencia"; había que tener en cuenta
"desde el punto de vista social y político, que donde no había madre sana,
[existía] forzosamente decadencia en la prole [por lo cuál, debían
excluirse dela maternidad todas - las mujeres que no fueran perfectamente
sanas".
218
Juan Pou Orfila solo realizó una reseña y no enjuició el contenido
del libro alemán por lo cual no conocemos a ciencia cierta su opinión
personal 466 Pero al año siguiente, en 1908, el fisiólogo Roberto Berro
propuso claramente "la esterilidad individual del tuberculoso"; debía
tenerse en cuenta "que las razas progresan siempre por las buenas
cualidades fisicas de los procreadores aunque pocos, y no por la abundancia de reproductores que procrean multitudes débiles y enfermas que
caerán abatidas [...} para constituir un serio elemento de degeneración
Social" 467 El elitismo de Roberto Berro afloraba en su adjudicación
de las bondades físicas a los "pocos", el uso del término "raza", y su.
condena de los reproductores "abundantes" que solo generaban arrzultÉtudes débiles y enfemias", obvia referencia a las masas miserables,
alcoholizadas, tuberculosas, sifilíticas y... violentas.
También en 1908, Augusto Threnne, a fin de evitar la degeneración
de las proles, aconsejó A sus colegas aprohll)an enérgicamente uniones
que solo asegurarán descendencias de valor problemático"; incluso
adinitió que "en la imposibilidad de prevenirlas podría aun el médico
exigir prácticas anticoncepcionales" 468 .
En 1912, el Consejo Nacional de Higiene envió como delegado al
II Congreso Español de la Iliberculosis, celebrado en San Sebastián, al
facultativo Constancio Castells. Las conclusiones del congreso fueron,
sugestivas: en vista de las "consecuencias funestas" que podía determinar la tuberculosis en la descendencia, se recomendaba a "los
Gobiernos [que] pensaran seriamente en la necesidad de que la ley
establezca limitaciones en la celebración del matrimonio entre individuos
tuberculosos" 469 .
Estas ideas se difundieron rápidamente en la "clase médica" y b uena
parte de la sociedad uruguaya, angustiada por ese renacimiento del
pecado original que maldecía a los hijos inocentes, ahora bajo la
especie científica, en el preciso momento en que la sociedad creía haber
olvidado la culpa cristiana pues estaba secularizando su mentalidad.
En 1916, en el Primer Congreso Médico Nacional, Juan Giampietro
propuso a sus colegas «evitarlos uniones matrinzoniales de personas con
enfermedades hereditarias trasmisibles", y aunque aun creía que ello
debía suceder «ápontánea y voluntariamenk", propició "la idea sal.
.
219
vadora de la visita al médico antes de la unión ~riman' kg [entonces]
seria factible conseguir lo que se busca: la selección de lo semilla" 47O.
Mateo Legnani en sus ensayos de 1917y 1918 apoyó con su peculiar
misoginia estos principios: las mujeres, por su educación, no sabían
elegir pareja y juzgaban al hombre por su aspecto y posición social
cuando lo que interesaba era su salud y vigor: "Las prerrogativas
concedidas al sexo femenino [...1 son enormes, y a pesar d ie que su pod er
de raciocinio es menor que el del sexo masculino, la nTjer es la que
íntimamente dirige la selección en la formación del hogar': Su programa
incluía la educación de las mujeres para que eligiesen según criterios
biológicos a sus parejas, y "dejar que el tuberculoso, 01 sifilítico, el
degenerado, murieran pronto y sin prole, [o] impedirles 1 a procreación"
de algún modo 471. 1•
Paulina Luisi no se afilió al intervencionismo del E9stado en esta
materia íntima, pero en 1919 señaló el deber de las parpjas de actuar
con "responsabilidad genésica", para lo cual se imponía:
"la educación
. sexual" y así evitar las uniones de enfermos que solo podían conducir
a"vidas inútiles y perjudiciales". En 1925 . 11egó a preguntarse "sino
vale
la pena ensayar [...] métodos que consigan la esterilización de los enfer1720S
venéreo-sifilíticos, empleando formas de acuerdo con lo que exige
la profilaxis" 472.
En 1920, el diario "La Razón" inició una campaña periodística en
defensa del proyecto de ley sobre "profilaxis de la familia" que había
presentado a las Cámaras, como simple ciudadano, Manuel Medina
Betancourt, batilista de nota, periodistade "El Día" y.novelista.
El contenido del proyecto, que no conocemos en detldle, deducido
de las declaraciones de su autor al citado diario, pretendía "defender a
la familiay ala especie [evitando] el matrimonio de indivi4ws enfermos,
seres que por leyes biológicas p.] no podrán dar otra cala que desventztrados frutos débiles, predispuestos o degenerados". Los casamientos
se permitirían siempre que el médico certificara en un examen prenupcial la inexistencia de una serie de enfermedades entre las que se
incluían, 'naturalmente», alcoholismo, sífilis y
tuberculosis, pero según
parece también otras consideradas hereditarias como cáncer y lepra.
Medina Betancourt a posteriori sumó la blenorragia a esa lista y lo hizo
221
220
a expreso pedido de un médico.
El diario "La Razón", en sucesivos artículos a lo largo de por lo
menos diez meses (julio de 1920 a abril de 1921), publicó opiniones
médicas casi todas favorables al proyecto, entrevistas varias a su autor
y noticias sobre cómo la idea ya se había convertido en ley en diversos
• estados de la "Unión", tales Pennsilvania, Oregén y Wisconsin. La ley
vigente en Pennsilvania desde 1913 pareció al periódico particularmente atractiva: "ninguno de los contrayentes estará afectado de enfermedad trasmisibk o contagiosa. No se otorgarán permisos para
casamientos en los casos en que alguna de las Partes sea un imbécil, o
epiléptico o tenga las facultades mentales alterada:v[4..10 si en d momento está bajo la influencia de bebida alcohólica" 473 (a).
En 1921, Mateo Legnani presentó como diputado un proyecto
inspirado en las ideas de Medina Betancourt pero sin sus demasías.
Legnani comenzaba afirmando el derecho de la sociedad "a intervenir
en la reproducción de la especie de suerte que solo los sanos dejaran
heréncia fisiológica", pero advirtió que el saber médico no había
llegado aún a definir con exactitud cuáles dolencias eran nefastas a la
especie, excepción hecha de la sífilis, por lo cual era correcto "ffigir un
certificado de reacción Wasserrnann negativa al que quiera contraer
matrimonio".
Añadió, como buen batilista anticlerical: "de todos modos, es evi': dente que someterse a ella ha de ser obligación civil más útil y aceptable
1 que la «confesión», exigencia previa y corriente del matrimonio
, religioso". Esta transformación de la confesión católica en Wassermann
! laico es, de seguro, un interesante aporte del saber médico uruguayo
I a la laicización de la cultura occidental y a la medicalización de la moral
!que el saber médico estaba iniciando por esos años.
(*) Algunos sectores de la sociedad uruguaya ya habían hecho suya esta
preocupación eugenista y cra cada vez más común que las familias se otorgaran certificados de salud prenupciales. En ciertos medios burgueses, la exigencia de los mismos
. a los novios varones llegó a transformarse en hábito elogiado por sensato. Miguel
Becerro de 13engoa, médico, y Manuel. Medina Betancourt, hicieron referencia en 1920
a los médicos que los otorgaban a veces tamllin por dinero 4711.
1
En octubre de 1927, el Concejo de Administración de Montevideo
autorizó a la Clínica Preventiva Municipal dirigida por el médico
Enrique M. Claveaux., a otorgar certificados de salud a las personas
que los solicitasen y se propusieran contraer enlace, previa realización
del Wassermann y a un costo de $ 1.
En abril de 1934, el gobierno de Gabriel Terra aprobó el Código del
Niño a que ya aludiéramos, en cuya elaboración se destacaron los
médicos Roberto Berro, Luis Morquio, Julio A. Bauzá y Víctor Escardó y Anaya, y la abogada feminista Sofía Alvarez de Demicheli, esposa
del Ministro del Interior del dictador. En ese Código se consagró la
principal medida eugenista de la legislación uruguaya, pues su artículo .
27 indicaba hacer "propaganda persuasiva para obtener la mayor con- •.•
currencia de futuros cónyuges a los «Consultorios Médicos Prenup- •
ciales», a cargo del Ministerio de Salud Pública". Los oficiales -de"
Registro de Estado Civil, de su lado, "aconsejarán a los futuros cónyuges
acerca de la ventaja de la consulta prenupcial, dejando constancia en el
acta de la inscripción de haberlo hecho así" 475 .
En la década 1930-40, algunas posiciones médicas extremas sobre
“profilaxia de la fanzilia", recuerdan a los modelos europeos autoritarios cuando no definidamente nazi-fascistas.
En 1930, el neuro-psiquiatra José María Estapé, Director de la
Cárcel Penitenciaria desde 1933, al referirse a "la lucha contra la
degeneración mental", luego de aludir a la prohibición del enlace
matrimonial a "las personas portadoras cie una tara degenerativa",
mencionó "otro recurso de la profilaxia: la castración de [las' perumas".
Declaró: "en el hombre se puede realizar fácilmente irradiando los
testículos con los rayos X o con el radio, o si no, ligando el cordón
espermático en el canal inguinal; en la mujer se puede realiza.- irradiando
los ovarios usi izo ligando las dos trompas de Falopio" 476 •
En 1938, la revista "Vivir" consideró oportuno recordar "el derecho
y el deber del Estado de mejorar a la estirpe" inhibiendo la función
reproductora de "los ineptos", y aunque tales medios le parecieron al
autor del artículo "más o menos discutibles desde el punto de vista
jurídico nzoral", confesó que le perturbaban más, a erectos de su
implantación, las dificultades de índole «práctica" 477.
-
.
222
***
;..
•
Pero el eugenismo uruguayo tuvo también su veta políticamente
'progresista" o, si se quiere, • las ideologías de izquierda se dejaron influir • por el eugenismo y pudieron, en alguna medida, condicionarlo.
El primado de la herencia o el medio ambiente en la conformación
de las causas de la degeneración de la especie o la raza, dividió al
eugenismo. La derecha, con Galton y los eugenistas norteamericanos,
sostuvo la influencia decisiva de la herencia, pero el medio ambiente
fue ya defendido en época de Galton por médicos europeos y latinoamericanos.
La concepción social de la enfermedad, tan predominante en el
Uruguay del Novecientos, se vinculé con la idea de que el medió
ambiente era el causante de las enfermedades que amenazaban la
especie. Sífilis, alcoholismo y tuberculosis no tenían por qué ser
genéticamente hereditarias para atacar a la especie, bastaba con que
fueran contagiosas y así se enfermaran los hijos. Tal concepción que
limitaba el papel de la herencia — notoria ya en la década de 1930-40—,
y decretaba, por ejemplo, la ruina científica de la vieja "heredo sífilis",
devolvió al "terreno" y a la organización social defectuosa, un lugar de
privilegio en la etiología de la enfermedad 478 •
Además, la izquierda política y los médicos 'progresistas" se sintieron atraídos por la capacidad utópica de la eugenesia y el rol que
asignaba al Estado en la promoción del mejoramiento de la especie.
La tentación de aplicar un programa I"científico" y "racional" usando
el poder de un Estado que podía llegar a representar a las masas, era
demasiado fuerte como para no caer en ella. Derecha e izquierda la
. experimentaron según, claro está, propósitos diferentes. Y los médicos
vieron en ese programa el tan anhelado gobierno de los sabios y por
los sabios a que aspiraban muchos de ellos.
Augusto Bunge (1877-1943), médico socialista argentino, fue un
claro exponente de este eugenismo "progresista". El periódico
uruguayo "El Socialista" más de una vez lo citó. En marzo de 1919
transcribió, por ejemplo, estos conceptos de su autoría: "Es verdadera-
i
1
1í
.. .. .. . . .. ......._....._........... _
..
223
mente de una triste incoherencia gastar millones en palacios para albergar .
enfermos incurables o degenerados, enfermos que están poco menos que
fuera de la humanidatt . y permanecer de brazos cruzados, frente a los
sufrinzientos de la multitud de entre la cual ellos se reclutan" 479 . Idéas
I
1
similares había expresado Paulina Luis' .i en sus escritos. '
El eugenismo predicaba• igualmente, y con insistencia, el cuidado
de la madre embarazada y kis derechos de los niños, y desde este ángulo
también lo adoptó la medicina "progresista". Los pediatras, en particular, se entusiasmaron con la defensa de la especie a través del
amparo y la protección de la infancia, testimonio de lo cual fue ese voto
de aplauso que recibió el Uruguay por su Código del Niño en la
Conferencia de Eugenesia de 1934. En mayo de 1919, el II Congreso
Americano del Niño, reunido en Montevideo, había proc"lamado que
"la protección del niño hasta la terminación de la adolesce . ncia" era la
gran garantía del "Perfeccionamiento integral de la raza" (4c)..
I1
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.
.
La documentación reunida testimonia que el eugenismo o sus ideas
claves lograron muy importante difusión e influencia en el Uruguay
desde 1900 a 1940.
Sifilógrafos y pediatras, con Luis Morquio a la cabeza, elogiaron a
Galton y consideraron imprescindible "el certificado de buena salud
para el matrimonio" 481 . El diario "La Razón", al realizar una entuesta
entre los médicos sobre el proyecto de Manuel Medina netancóurt,
halló que las respuestas eran ampliamente favorables a la iniciativa.
Erasmo Arrarte, Jaime NI y Silva, Alfredo Pérsico, Francisco Brito
.
I
(*) El mismo Congreso apuntó a otro argumento que los eugenistas utilizaban: el
ontrol de la natalidad. Pero el Congreso apostó no tanto a la supresión de la descendencia de los enfermos sino al control de la "superabundancias' que podía "ser causa de
perturbación para la salud y engendrar mentalidades no deseables en una sociedad bien
organizada [..4 Eiporvenirde la especie exise la profilaxis de 1 a mkeria y de la superabrmdancia" 480• El eugenismo, en realidad, invocaba siempre el control de la natalidad, lo
que Paulina Luisi llamaba en 1919, actuar con 'rerponsabilidad genédca». Limitar el
número de niños podía significar tanto menos "taras hereditarias" como menos candidatos a la miseria... ya la rebeldía.
.
225 • '
-
224
del Pino, Rafael R. Rodríguez, E. Torres Granó, Joaquín E. Travieso y
Afilio Narancio, agregaron razones de su propia cosecha.
Francisco Brito del Pino opiné: "Que ni el degenerado mental, ni el
a lcoholista ni el canceroso puedan impunemente contribuir al nacimiento de razas raquíticas, epilépticas, con taras [...ly puedan procrear hijos
sanos los que son sanos de cuerpo y de alma"; y el especialista en
de acuerdo a su idea preconcebida de lo sano y lo enfermo. En este
caso, lo sano se parecía, sospechosamente, a lo fuerte y lo triunfante,
alas "razas", los países y las clases dominantes, y lo enfermo, a io débil
y fracasado, a las "razas", los países y las clases dominadas. U:n
Nietzsche aburguesado rondaba por allí (*).
enfermedades de la piel y venéreas, Joaquín E. Travieso, propuso
incluir la blenorragia entre las enfermedades que excluirían del
matrimonio. Solo Miguel Becerro de Bengoa se opuso por considerar
cruel la medida, aunque opiné que "la esterilización de esos enfermos,
sin mutilaciones, permite el rnatrinzonio que es difícil y peligroso negar
11 conserva el amor" 482
En los años veinte y treinta de este siglo el eugenismo influyó en la
educación estatal. Hacia 1935, el texto de enseñanza de "Higiene y
Biología" del médico Francisco Brito del Pino, insistía en "los efectos
desastrosos del alcohol en la descendencia" .familiar y "la especie
hiunana" 4 En la cátedra de higiene infantil y puericultura que se
".
dictaba en los Institutos Normales, el pediatra Américo Mola lo
implantó oficialmente en 1925, y en su texto de 1932, que utilizaba para
' formar a las futuras maestras y llegar así al público infantil, decía: "Los
principios sustentados por el Eugenismo, esa ciencia nueva que estudia
lo que se relaciona con el porvenir de la raza, [...] deben ser aplicados en
la medida posible, conzo base del perfeccionanziento de la raza". Por ello
se lamentaba de que en el Uruguay todavía no se hubiera legislado
para "impedir la procreación a seres tarados por estados patológicos
(sífilis, tuberculosis y akolzolismo) que tan grave influencia ejercen'sobre
el producto de la concepción y sobre las condiciones vitales del futuro
ser" 484 El uso del restrictivo término "raza" merece ser destacado.
.
***
Con las ideas eugenésicas, la construcción — ¿o invención? — del
cuerpo por el saber médico dio un paso adelante gigantesco. Ese saber
ahora pri ctendía —y en ciertos países y sectores sociales ya había
.
logrado—
aplicar sus principios a la . especie o la raza, moddándolas
I
() Hoy en día (1995) la eugenesia ha renacido, aunque la decisión acerca de cuáles
son los seres humanos "inferiores" que deben ser eliminados no está en manos del
Estado — como en la Alemania nazi— sino del consejo médico ylas parejas. Los certeros
diagnósticos prenatales (arnniocentesis y exploración por ultrasonido del vientre materno) permiten detectar las fetos anormales (con síndrome de Down, por ejemplo) y
desecharlos por medio del aborto.
CAPITULO III:
EL GOBIERNO MEDICO Y LA CONSTR.UCCION DE
LA SALUD COLECTIVA
227
después, en 1958, el médico Héctor H. Muiños lo repetía en un libro
de cabecera de los estudiantes de medicina del momento: "Está en la
esencia de la profesión [...] la monstruosa paradoja .de hacer todo lo
posible por destruirse: la meta de la medicina es no sólo czirary aliviar al
enfermo, sino prevenir la enfermedad [—J. Prevenir la enfermedad es
anularla: la medicina se devora a si misma" 487
.
1. La derrota de la enfermeda4 el triunfo de la medicalización
y el gobierno de la sociedad
Los médicos del Novecientos, como "clase" y "saber", apostaron a
la derrota definitiva de la enfermedad y el dolor, eso concluiría
por
hacer inútil la medicina. Esta idea probablemente tradujo al campo de
la salud, la fe en el progreso y el perfeccionamiento ilimitado del
hombre, la creencia ciega y militante en la ciencia como único instrumento de la salvación humana, y la confianza de una ciase fuerte, por
pujante y victoriosa, segura de sí misma y sus valores, la burguesía
decimonónica, a la que la mayoría de la "clase" médica perteneció y
expresó.
La creencia en el posible vencimiento de la enfermedad traspasa
como un hilo ingenuo toda la imaginería n3édica desde el Novecientos
hasta décadas más recientes.
En .1910, Francisco Soca, al defender la vacunad& obligatoria
argumentó en la Cámara de Diputados que . el "amor supremo" de los
médicos, "la higiene y laprofikixis", conduciría a "la desaparición de la
Medicina" 485 en 1916, sostuvieron al unísono una opinión similar,
Santín C. Rossi. y el vicepresidente del Primer Congreso Médico Nacional, José Brito Foresti: "el médico más honesto es aquel que, defen;
diendo los principios de la higiene, está cavando la tumba de su
profesión", "la profesión de médico es la única cuya finalidad tiende a
que esta sea cada vez menos necesaria [...]porque el médico es el primero
en saludar con gritos de alegría el triunfo del colp" cuyos ~os han
creado el medio de dominar la enfermedad" 486 Cuarenta y dos años
.
Pero, en los hechos, la medicina no se devoró a sí misma, devoró a
la cultura. La "higiene", nombre modesto que asumió la medicina
preventiva en el siglo XIX y buena parte del Noyecientos, presuponía..
medicalizar por entero ala sociedad. Evitar la 'enferm.hdád significaba
vigilar y preservar la salud y convertir a los sanos en objeto de la
medicina y no solo a la minoría enferma.
El médico, antiguo recetador de medicamentos, se volvió también
indicador de análisis despistadores de la enfermedad fen ciernes, y
consejero dé conductas que evitaban la invasión de mi mal siempre
redefmido y creciente.
El mal contra el que se debía combatir resultaba ahora multiforme,
ya no era solamente la enfermedad clásica sino tambié'n zonas de la
existencia anormalizadas por la utopía de la vida larga, "cautivante y
fácil", al decir de Santhi Carlos Rossi.
Por ejemplo, la decrepitud, la lenta decadencia del ser vivo, se tornó
insoportable y por lo tanto combatible; el antiguo "sufrir ni iento moral"
se transformó en síntoma de la alteración mental a curar; el embarazo,
el parto y la menopausia de la mujer, se volvieron objetos de cuidados
tanto más atentos cuanto que la plenitud de la vida corra riesgos que
ya no se admitían; y el dolor, absolutamente diabolizado, comenzó a
ser atendido ahora en todas sus manifestaciones, desde las intensidades mínimas alas máximas, desde el "naturardel parto a lajaqueca
de la histérica, desde la cefalea del hipocondríaco a la puntada inaguantable del canceroso.
Pero la derrota de la enfermedad no solo ocurriría por la
medicalización total de la vida del individuo sino, y sobre todo, por la
medicalización del gobiernó de la sociedad. Solo el control higienista •
del Estado garantizaría las condiciones sociales y políticas perfectas
que. facilitarían la salud pública y privada.
228
Si la enfermedad era un producto social, y, como ya observamos, la
mayoría de la "clase médica" lo pensó asf, solo modificando a la
sociedad se concluiría con la enfermedad. Era casi inevitable agregar
que solo los higienistas sabrían hacerlo. 11 poder debía concebtrarse
en ellos pues todo era mate.riay objeto de la medicina prcventiva, desde
la vivienda familiar ala organización de las ciudades, desde el régimen
de trabajo al salario, desde la miseria a la concentración de la riqueza
en pocas manos.
La medicina preventiva, entonces, lejos de concluir en el paro
médico por falta de enfermos, se transformé en el garante —teórico —
de la ocupación plena de la "clase". El antiguo sanador de las enfermedades se convirtió en el creador de la salud y el garante de las
!condiciones sociales y políticas que debían producirla. Solo el médico
aseguraría la reforma científicadelasociedad y solo él podría imponer
a los .individuos los atormentadores preceptos sanitarios que
garantizarían la salud, desde la asepsia hasta el cumplimiento estricto
de normas dietéticas y conductas sexuales.
Asf la "clase médica" se condenó aun verdadero trabajo de Sisifo,
l a un eterno retomo al combate contra esas hidras dé mil cabezas que
'eran la enfermedad y el sufrimiento, a la construcción de lo que no
existía naturalmente, la salud. Solo el dinero, los honores y el poder
ipodrían dulcificar estas tareas angustiantes.
Santin C. Rossi advirtió en 1915 esta multitud de funciones del
médico moderno que, en realidad, convertían su vida en una misión:
«El crecimiento ideal del hombre" solo podríalograrse apartándole los
' estorbos, esa "misión de los conductores de almas [exigía] arquetipos
229
•
:sociales y pocos se prestaban actrialmente a ello corno el médico. El
filósofo derroca prejuicios [...] pero cuando se llega a él se llega casi
:liberado, el artista redime con la belleza, pero P..] alcanza a pocos
exquisitos; el sacerdote perfecciona con la fe, pero la inteligencia humana
:se va rebelando contra el dogma religioso, el estadista U.] concurre con
la le); pero la ley irrita porque castiga. Solo .el médico tiene a su favor la
'universalidad y el ambiente, porque solo el médico responde al eterno y
'universal enigma del dolor!" 488
.
-
Un año antes, Santín C. Rossi había sido todavía más preciso: si se
quería la derrota de la enfermedad, «había que salir de los Hospitales,
•
e invadir de ideas el Parlamento, la cátedra popular y la Escuela para
preparar por la ley, la educación y la instrucción, el advenimiento de una
vida cautivante y fáci4 que inmunice a las razas del porvenir". La lucha
a realizar era inmensa pues no habría "ni criminales, ni tuberculosos, ni
locos, ni cárceles, ni hospitales, ni manicomios, ni medicina [...] el día
en que las castas sociales no sean montañas y abismos, en que el trabajo
no sea una cadena, en que la elegancia no sea disipación, en que el placer
no sea vicio, en que el matiimoriio no sea un contrato, en que el Arte no
sea snobismo y la herencia no sea un privilegio" 489
Había allí una tentación que difícilmente se resistiría: todo el poder
para la Higiene, un Estado gobernado por los sabios en pro de la salud.
Untación que se casaría con las apetencias más pedestres de poder de
los sectores dominantes y terminaría revistiendo de legitimidad
científica al poder concreto de ciertos estados totalitarios y autoritarios
del siglo XX.
De este modo, el higienismo invadió el parlamento, la escuela, la
cárcel, la fábrica, el cuartel, la ciudad, la casa y el rancho, el tiempo del
trabajo y el del descanso; y el médico comenzó a intervenir de oficio
no a pedido del enfermo en el examen antropoxriétrico de los
presos y la determinación científica de su alimentación; en el examen
preventivo de los trabajadores; en el estudio de las disposiciones
lumínicos y de cubaje de aire del espacio fabril; en el diagramado
urbano promoviendo plazas y parques; en la vivienda, ordenando
aperturas y prohibiendo cerranúentos; en el examen de los empleados
y obreros determinando o negando licencias, rechazando aspirantes o
imponiendo ciertas condiciones a otros, según lo que la ciencia estimaba índole de la ocupación, siendo el caso más notorio, en este
plano, el de los aspirantes a maestros.
La materia médica era tan vasta como la vida pues de eso trataba,
de promoverla.
Abarcaba la profilaxis de la enfermedad propiamente dicha por lo
cual el módico debía intervenir en todos los sitios donde los hombres
se aglomerasen. Por ejemplo, en 1917, Antonio S. Viana imaginó un
médico en cada fábrica, pagado por los patrones pero nombrado y
.
2.30
dependiente "de las autoridades sanitarias", que debería imponer
desde "el baño obligatorio después del trabajo para los obreros, estableciendo, naturalmente, baños con agua fría y caliente", hasta "la
inspección sanitaria de la fábricay la dirección higiénica de la salud del
obrero", paralo . cual también podría, "con la debida autorización de los
patrones", brindar "un curso de higiene preventiva de una hora cada 15
d(as" y hasta dar clase de primeros auxilios 49°.
Pero la materia médica también abarcaba la esfera de lo social. En
1915, Mateo Legnani fue diáfano al respecto: si no se concluía con el
"exceso de trabajo", no se terminaría , con el alcoholismo, solo si se
liquidaba el latifundio ganadero y en el lugar de cada puesto se
establecía una "colonia agrícola", desaparecería "el miserable apilado
en los conventillos, en las urbes pestilentes, engendrando proletarios
artríticos, desequilibrados ? carne para las cárceles y los asilos" 491
.
Entonces, el control médico del Estado garantizaría la salud, una
empresa tan colectiva como personal.
De este modo, Estado e higienismo saldrían gananciosos. El Estado
incorporaría a su poder la esfera de la preservación de la salud, lo que
tornaría a sus mandatos en éticamente legítimos y científicamente
razonables, es decir, indiscutibles; y el higienismo lograría que sus
consejos fuesen obligatorios al contar con la ayuda de la coerción de
la ley y la coacción del Estado. Esa alianza contenía, comose advertirá,
posibilidades insospechadas de crecimiento para ambos protagonistas.
En 1922 Mateo Legnaiii imaginé el comienzo de este camino
cuando presentó a la Cámara de Diputados un proyecto de
"Código
Sanitario", a elaborar por el Consejo Nacional de Adminis
' tración y los
Consejos de las Facultades de Medicina, Derecho y Arquitectura. En
él se incluirían "todas las leyes y ordenanzas sanitarias 'tenles y aquellas
otras que aconsejan los adelantos científicos, incluyendo las leyes protectoras de la infancia, de la mujer embarazada o nodriza, de la vejez y de
la fisiología del trabajo y el descanso" 492
.
231
2. Los comienzos del poder sanitario y su razonabilidad
En sus comienzos, el higienismo se desarrolló en dos direcciones
que dieron a sus disposiciones un aire de obvia razonabilidad en el
sentir social de la época: a) el control de la sociedad y el movimiento
de los habitantes en época de epidemia; b) el control sanitario de la
eliminación de desechos y la potabilización del agua en las ciudades,
poco a poco extendido a la vigilancia de los locales y el transporte
públicos, a la implantación de normas urbanísticas, y, a las características que debía tener la vivienda privada en procura de más luz y aire
para sus habitaciones.
Cada paso que se avanzó en estas ¿lecciones implicó a la vez un
incremento del poder del Estado y un avance de la salud pública. En
esté sentido, ambos hechos se retroalimentaron y puede afirmarse que
pocos fenómenos históricos hicieron tanto por legitimar la regulación
estatal de las conductas individuales como el cuidado de la salud
pública y que, a la vez, el apoyo de las . autoridades estatales y/o
municipales fue clave para el éxito de las políticas pensadas por • los
higienistas. Estado e Higiene empezaron a vivir en simbiosis.
El reinado de las enfermedades infecto-contagiosas y las epidemias
fue la base de este primer entendimiento entre gobernantes y méclicos.
Señalemos algunos hechos a vía de ejemplos y como testimonio de
la constitución progresiva de un derecho sanitario.
El control del movimiento de los habitantes, la declaración obligatoria de. las enfermedades, la desinfección y el aislamiento
obligatorios, y la vacunación obligatoria, se fueron imponiendo
sucesivamente desde fines del siglo XIX, vinculado todo ello a las
dolencias de tipo contagioso que asolaban la sociedad en forma de
epidemias. •
Los convenios sanitarios con Argentina y Brasil firmados en las
últimas décadas del siglo XIX, imponían la cuarentena en el Lazareto
de la Isla de Flores a los pasajeros provenientes de puertos sospechosos
de albergar diversas "pestes" fiebre amarilla, d'Irá, peste bubónica , y obligaban ala desinfección del buque, los equipajes, las bolsas
del correo y las mercaderías que los navíos transportaban.
232
En la frontera terrestre con el Brasil, los 'puestos sanitarios" del
Consejo Nacional de Higiene cumplían similar función con los viajeros
que llegaban por esa vía; en ocasión de la epidemia de "gripe española"
de 1919, por ejemplo, los pasajeros que venían enfermos "eran
detenidos para aislarse y asistirse en los hospitales [y] los sanos seguían
viaje en el ferrocarril vigilados por Inspectores viajeros, que los entregaban
a los médicos del Servicio Público en la localidad donde descendieran
[...) con el objeto de ser observados pludenciahnente" 493.
El segundo paso del derecho sanitario consistió en la implantación
de la declaración obligatoria de ciertas enfermedades a la autoridad
sanitaria nacional. La difteria y la fiebre puerperal desde 1887, la
viruela desde . 1888, la fiebre tifoidea y la escarlatina desde 1894, y el •
sarampión desde 1895, fueron las enfermedades "trasnzisibles" de
declaración obligatoria por los médicos tratantes, aunque solo en el
departamento de Montevideo. En 1896, el Consejo Nacional de
Higiene resolvió hacer obligatoria la declaración "de las enfermedades
infecto contakiosas [ len todo el territorio nacional"; a las ya citadas se
« sumaron: fiebre amarilla ., cólera, beri-beri, varioloide, varicela, tos
ponvuisa, tifus exantemático, erisipela, tuberculosis pulmonar laríngea
y lepra. La Ordenanza también dispuso que las Juntas EconómicoAdministrativas, previo asesoramiento de las autoridades sanitarias, •
podrían disponer "el aislamiento de los domicilios infectados [...ly ltz
desinfección de oficio". "Los jefes de familia o de casa" que no obsei.
varan estas disposiciones serían penados'con una multa de 10 pesos y
de 20 en caso de reinddenda 494 (*).
• El aislamiento impuesto a los enfermos debía ser riguroso. En 1913,
el Consejo Nacional de Higiene y el Poder Ejecutivo resolvieron que
la autoridad sanitaria "Izará colocar un cartel en las casas donde existan
-
—
-
1
(*) Con posterioridad, el Consejo Nacional de Iligiene incluyó entre las enferniedades infecto-contagiosas de declaración obligatoria por los médicos tratantes a: los
cé,isos .raspechosos de viruela" en 1910; meningitis cerebro-espinal en 1913; tracoma en
1914; carbunclo erP1916; poliomielitis aguda en 1917; gripe en 1919; encefalitis letárgica
y kiebres paratifoideas en 1920y alastrim en 1925 19S Ales médicos que no cumplían con
el requisito el Consejo les Ilbmaba la atención; la primera vez Les "advertía", luego les
multaba 496
.
.
233
enfermos de cólera, fiebre amarilla, peste bubónica, escarlatina, viruela,
difteria y nzeningitis cerebro-espinal epicémica" con el nombre de la
enfermedad, que no podría retirarse hasta transcurrido el período de
observación de cada una de dichas dolencias, período que en el caso
de la difteria, por ejemplo, se calculaba en 15 días "después de iniciada". El aislamiento se vigilaría por "guardas sanitarios" en el caso
de las tres primeras enfermedades y en el caso de las otras por ellos
también solo si "la autoridad sanitarialo estimaba indispensable" 497 .
La persona sospechosa de estar contagiada por su contacto con
algún enfermo, también debía ser rigurosamente vigilada. Podría permanecer en su casa, porque "las tendencias znodenzas", decía el Consejo Nacional de Higiene en 1921, propendían "a incomodar lo menos
posible", pero debía visitar cada dos o tres días a la autoridad sanitaria
•0 esperarla en su casa durante el tiempo de la posible incubación del
mal. "El fiuzcionario encargado de hacer la observación .sanitaria debía
ser experto y perspicaz [y así evitar] la suplantación depersonas", que le
mostraran a un sano por un enfermo que se ocultaba, por ejemplo,
hecho que, por desgracia, sucedía con frecuencia 498 .
En la década 1920-30, el Consejo Nacional de Higiene suavizó estos
dispositivos permitiendo no colocar el cartel indicador de la enfermedad en la casa donde residía el enfermo, pero solo si se trataba de
escarlatina (desde el año 1924), y difteria (desde el año 1928) 4" .
Esta descripción, empero, peca por omisiones. Las ordenanzas del
Consejo Nacional de Higiene son tan complejas y contienen tal
variedad de disposiciones que el investigador se pierde en su maraña.
•A veces, empero, otro documento lo alerta. En 1908, José Martirené,
miembro del Consejo, recordé a sus colegas "dependientes de la
autoridad sanitaria" que el Reglamento de Sanidad terrestre los
autorizaba "a hacer retirar de todo sitio público en que exista
aglomeración de personas a los que padecieran de afecciones contagiosas
trasnzisibles". Martirené había "visto en algunos paseos públicos, niños
con accesos de tos convulsa en contacto con niños sanos", lo que violaba
Ja reglamentación. Se imponía, entonces, colocar "en lugar visible de
nuestros paseos públicos, avisos indicando que está prohibida la coizatrzyncia a ellos de ¡os enfermos de tos convulsa", y si esos enfermos
1- •
234
concurrían, los médicos debían expulsarlos pues los autorizaba el
artículo 134 del citado Reglamento 5ó
La desinfección de "las habitaciones, ropas y enseres de los enfermos
infecto-contagiosos", dependía de la voluntad de la autoridad sanitaria
de acuerdo a ta citada Ordenanza de 1896. Estaba previsto que se
realizara en varias oportunidades a lo largo de la dolencia y siempre
. en el caso de su terminación. Las Inspecciones Departamentales de
Higiene, dependientes del Consejo, eran las encargadas de realizarlas
en los domicilios de los "menesterosos"; contaban para ello con la
llamada "escuadra de desinfectadores" a las órdenes de un mayordomo
mandado por el médico-inspector. A menudo requerían también el
apoyo de la policía, pues los pobres se negaban a desinfecciones que,
como hemos relatado en el Tomo Ji, podían concluir con la quema de
los ranchos contaminados, en parte porque los gases del formol, el
mercurio y el azufre, escapaban por las paredes y los techos desvencijados. Las Intendencias realizaban el servicio a las "personas pudien:
tes", pero lo cobraban 591.
Los tuberculosos fueron objeto de un control específico. En 1903,
el gobierno aprobó la solicitud del Consejo Nacional de Higiene para
realizar desinfecciones periódicas de los locales ocupados por tuberculosos, siempre que lo solicitaran los interesados. En 1904, con la
firma del Ministro de Gobierno de Baffle, Claudio Williman, el Consejo
logró un decreto declarando obligatoria la desinfección cada 15 días
en el caso de los enfermos asistidos en sus domicilios por la Asistencia
Pública y la Liga Uruguaya zontra la Ibberculosis, es decir, los pobres.
De este modo, se argumentó, la sociedad se adaptaría de "un modo
, °.
gradual" a "ese progreso de la ciencia" 5°2•
La ley de vacunación y revacun.ación antivarldica obligatorias del
25 de setiembre de 1911 fue la medida estatal más notable del
Novecientos; en primer lugar, por sus efectos profilácticos exitosos
casi concluyó con la viruela, endémica desde hacía ya siglos en el
Uruguay — , y en segundo lugar porque mostró a los habitantes del país
al Estado batllista al servicio del ideal máá legitimante de todos, la salud
pública, y al higienismo en . alianza estrecha con ese movimiento
político.
235
La ley de vacunación obligatoria fue la culmin'ación de intentos que,
iniciados en 1850, se habían reiterado en 1881 y 1891, sin poderse
concretar ante las resistencias que el equipo político percibía sobre
todo en el medio rural. La ley de 1911 partió del supuesto de que esa
resistencia podía ser fácilmente vencida, como en efecto sucedió..
Significó la primera vacuna obligatoria impuesta a todos los habitantes
menores de veinte años de edad y la primera medida higienista de
carácter universal y obligatorio. Los anarquistas, que se opusieron, la
percibieron como un triunfo del Estado 5°3.
***
La reglamentación sanitaria de la vida urbana fue el 'otro éxito del
higienismo. Allí, también, la contentad& de hombres yel temor a las
enfermedades de los sectores populares, tornaba "razonable" el ejercicio del poder médico que se alió, en este caso, tanto a la autoridad
estatal como a la municipal, en el Uruguay muy hermanadas.
.. Así como el poder estatal pasó de controlar ala población en épocas
de epidemias a controlarla en el caso 'de todas y cada una de las
enfermedades infecciosas, asf el poder municipal pasó de dictar normas
sobre la eliminación de basuras y el tratamiento del agua de consumo
público, al examen preventivo obligatorio de la salud de los trabajadores que manipulaban alimentos y la imposición de normas higienistas a la vivienda privada. Estos avances de los poderes etático, municipal y sanitario fueron, en general, considerados sensatos por la sociedad
pero ya algunos creyeron advertir riesgos para los derechos individuales
en esta cruzada salvacionista de las masas en nombre de la salud.
La intervención municipal en pro de la salud urbana tenia antecedentes coloniales pues se remontaba a los viejos edictos de los cabildos
en materia de recolección de basuras y materias fecales, alejamiento de
los cementerios e industrias insalubres o malolientes, caso de las
graserías y los mataderos, y la vigilancia de los aguateros.
Las Juntas Econónlico-Administrativas luego de 1830 y las Intendencias luego de 1908, - acentuaron estos controles y los llevaron a
esferas muy diversas, de las cuales solo indicaremos algunos ejemplos.
.
.
.
2.36
Desinfección, asepsia y limpieza, merecieron particular atención y
su imposición implicó normas muy precisas: desde 1893, en Montevideo se impuso la desinfección a los objetos y prendas de vestir o de
cama usados que se quisieran vender particularmente o en remate
público 504 ; desde 1920, en Tacuarembó rigieron estrictas medidas de
higiene y salubridad en todos los locales destinados l'aglomeración de
personas, tales como teatros, "biógrafos", cafés, hoteles, fondas,
cárceles, escuelas, etc., que consistían en: lavado de los pisos por lo
menos dos veces por semana con agua y jabón u otro desinfectante,
retiro de la ropa de cama Cada vez que se fuera un huésped, pisos de
baldosas, blanqueo de paredes y limpieza permanente en las cocinas,
etc. 505 ; desde 1922, en Montevideo se estableció el uso obligatorio de
toallas de papel o de tela para uso individual en hoteles, restaurantes
y cafés, y la instalación obligatoria de lavamanos en los mismos lugares
públicos; desde 1923, en Montevideo se obligó a la limpieza frecuente
de alfombras y camineros y el aseo de pisos, paredes, cielos rasos,'
.puertas y ventanas de los salones para bailes públicos, que debían estar
,provistos, además, de lavamanos, toallas de papel o de tela de color
,blanco para uso individual y servicios sanitarios para ambos sexos
Particular atención del poder sanitario mereció el hábito de los
luardatrenes de separar cada boleto de la libreta con saliva para
entregárselo al pasajero del tranvía. La Liga Uruguaya contra la Tüber9ulosis fue precisa: "se le impone al público la obligación de tonzar entre
sus nanos y conservar un pedazo de papel mojado e infectado por la
Saliva de un guardatrén que puede ser uii tuberculoso, un sifilítico, etc.,
tc.". Ya en 1906, la Ordenanza sobre tranvías eléctricos de la Junta
Económico-Administrativ.a de la Capital, había "expresamente
:prohibido al personal hacer uso de la saliva para desprendero contar los
4olctos", pero. la disposición no se había cumplido por lo cual, a
etición de un edil, la Junta resolvió obligar a las empresas a
suministrar a los guardas "boleteras automáticas" 507•
En realidad, el temor a la salud endeble de los sectores populares
y el peligro de extensión de sus enfermedades al todo social, es una de
las claves que explica el nacimiento y la consolidación de la medicina
preventiva.
237
Poder sanitario, municipio y Estado se combinaron para imponer
primero la certificación de la salud a los trabajadores pertenecientes a
esos grupos. En 1904 se creó en Montevideo un servicio médico
municipal encargado de examinar a las nodrizas y otorgarles un certificado de sanidad por seis meses 5°8; en 1917 se propuso por la Junta
Económico-Administrativa un examen médico obligatorio para "los
conductores y guardas de tranvías" a fm de eliminar a los que
dieran "enfermedad contagiosa" 599; y en 1928, el Concejo de Administración de Montevideo resolvió imponer ese mismo requisito a "todas
las personas que se dediquen a la elaboración o expendio de sustancias
alimenticias y bebidas", pues.las que padecieran "enfermedades infecto contagiosas o de la piel" no podrían figurar en esas ocupaciones 51°.
El higienismo confirmé el antiguo intervencionismo municipal en
el trazado de la ciudad y lo extendió al campo -dé la vivienda pública y
privada.
En 1917, por ejemplo, el médico Angel Gaminara, profesor de
Historia Natural Médica y Parasitología de la . Facukad de Medicina,
se felicitó de la culminación de las tris últimas grandes medidas
municipales, impulsadas todas por los médicos y su promoción de la
asepsia:. la incineración de basuras, que había extirpado "el inmundo
foco del Buceo, principal caldo de cultivo de las larvas de moscas"; la
municipalización dé las cloacas, que permitirían llevar «a los lugares
más apartados los caños colectores" s.uprimiendose asilos depósitos y
acumulación de materias fecales; y la pavimentación lisa e impermeable que facilitaría la limpieza de las calles, eliminándose el estiércol y
los residuos húmedos. Ese mismo afio, los médicos del interior
bregaban por similar pavimentación de las polvorientas calles de las
capitales departamentales, ante el riesgo de contagio de enfermedades
infecciosas, sobre todo la tuberculosis 511.
La arquitectura debió variar sus esquemas constructivos y adaptarse a las imposiciones higienistas. La fobia al polvo y el miedo a la
tuberculosis tuvieron consecuencias estilísticas. El edificio de la Liga
Uruguaya contra la Ibberctilosis, del arquitecto Leopoldo J. Tosi,
inaugurado a fines de 1907, fue el priMero en que el poder médico, que
sepamos, logró imprimir crit erios: sus consultorios tenían las paredes
-
.
238
impermeables y revestidas de opalina, <5yara poder ser desinfectadas, [y]
las esquinas de las paredes forman , curva, en vez de ángulo, para así
facilitar la limpieza y evitar el depósito de polvo". Las molduras de las
puertas eran también curvas pues así "se limpiaban de inmediato con
un paño húm edo" 512
.
.
Las arquitectas Cecilia Ponte y Susana Antola han estudiado la
vivienda tipo domi ante en Montevideo entre 1880 y 1920, <loza
sumatoria de habitaciones dispuestas en hilera y lateralmente respecto al
eje del predio, articulándose a unob más patios abiertos". aproblema
radicaba en que esa vivienda se había ido transformando con el c ‘órramiento con claraboyas del patio principal y su transformación en living,
por lo que la ventilación de las habitaciones que daban a ese patio se
había resentido. El higienismo, obsedido por la respiración a aire
pleno, el fomento de los espacios abiertos,. el cubaje de aire de cada
habitación, siempre estudiado y predeterminado, sintió que la casa tipo
no respiraba. De alif la - Ordenanza municipal de 1928 que limitó el uso
de las claraboyas y alteró de hecho la planta de la vivienda al establecer
que "todas las piezas y dependencias de una casa destinada a habitación
deberán tener luz y aire directos provenientes de calles, patios, jardines,
etc." 513
.
La fobia al polvo, el miedo a la tuberculosis, y el ansia por respirar
a pulmón pleno — contracara de la asfixia de la tisis tuvo también
consecuencias estilísticas en la decoración y amueblamiento de las
viviendas y lugares públicos.
El horror al vacío del gusto burgués, que provocaba ese barroco
amontonamiento de volutas, molduras, arnueblecillos", carpetas, alfombras, camineros y pesadas cortinas, fue condenado por cobijar la
humedad y la suciedad. En 1908, Roberto Berro, desde la revista "La
v
lbberculosis", describió el mobiliario ideal del sanatorio para tuberculosos: 91 que debe ser higiénico, tendrá que ser sobrio, pues esa
acumulación desordenada de rnueblecillos [...] está reñida con los principios de mucho e.spacio y pocos objetos, lo que facilita [...Va tarea de
la limpieza El mobiliario de un dorniitorio, cuyas paredes carecerán
de ángulos y deberán ser estucadas en toda si4 altura, se limitará a una
cama de hierro esmaltado, lo más lisa y sencilla que se pueda, a dos o
239
tres sillas de hierro también, a una mesita de luz de hierro y cristat y a un
pequeño armario para guardar las ropas del enfermo que será el único
mueble que podrá ser de madera aunque sencillo y sin molduras" 514
.
Similares prevenciones se aplicaron a los hospitales construidos en
la década 1920-30. El de Durazno, por ejemplo, planeado por el
arquitecto Juan Giuria, que comenzó a edificarse alrededor de 1926,
era de una extrema sencillez: "simples revoques lisos, algunas fajas de
ladrillos aparentes; techos de tejas que dan una nota de color en el
conjunto y exclusión absoluta de toda escultura aplicada. Se ha tratado
- de obtener decía el periodista
efectos felices con el solo agrupamiento de masas" 51 s.
Los dictados del poder sanitario, minuciosos, terminantes y
precisos, abarcaban todas las materias de 1a vida, desde la entrega del
boleto en el tranvía ala planta de la vivienda, desde el lavado bisemanal
"con agua y jabón u otro desinfectante" de los pisos de los "biógrafos",
ala exigencia del '<certificado de salud" al trabajador manipulador de
alimentos.
Cierto afán obsesivo por la reglamentación escondía la condena de
lo improvisado, espontáneo y descuidado, típico de la anterior cultura
pre-burguesa del país. El espíritu del higienista, escrupuloso y un tanto
maníaco, quería crear los rituales de una nueva cotidianidad presidida
por dos ideas centrales: la asepsia y la prevención de la e. nfermedáci.
- Razón y planificación se imponían al todo social en nombre de lo ya
irrechazable: la salud.
3. ¿Hacia el Estado higienista totalitario?
El antiguo higienismo del siglo XIX había vigilado a la sociedad
uruguaya en las épocas de epidemias de fiebre amarillay cólera. Desde
1896, el poder sanitario extendió su control a las enfermedades infecto-contagiosas que también asumían, con frecuencia, la forma epidé-
241
240
mica por ejemplo, viruela, sarampión, escarlatina, difteria y fiebre
1 tifoidea.
Pero el Novecientos conoció otra mivedad: la irrupción del poder
. i sanitario en la cotidianidad: el control de las enfermedades que se
• . arrastraban en el tiempo, sífilis y tuberculosis, y permitían deambular
a enfermos que a menudo no se reconocían; la diabolización del
: consumo del alcohol por generar desde la locura a la cirrosis; la esfera
de la prevención de la enfermedad, tan vasta e infinita por cuanto se
aplicaba a todos en cualquier tiempó.
Y, sin embargo, algo enlazaba al viejo higienismo con el moderno::
;
ambos, diciendo querer controlar solo enfermedades, concluían con. trolando hombres. En ese sentido el vínculo con el poder etático era
ineludible. Los dos partían de la defensa del todo frente a la parte, de
la necesaria subordinación al interés general del particular. Ese principio de organización. social y política en manos de los médicos se
reveló pleno de virtuaEdades interventoras en la intimidad • del
ciudadano, todas ellas realizadas en nombre del ideal impecable de la
salud y la vida larga, "cautivante y fácil':
En apretada síntesis, el poder sanitario de estos años promovió: la
penalización del acto de escupir; el aislamiento y tratamiento
: obligatorio del tuberculoso; el tratamiento obligatorio del sifilítico; el
establecimiento del delito de contagio con prisión para el enfermo
venéreo responsable; el certificado de salud prenupcial obligatorio; la
internación obligatoria de los alcoholistas y aun ebrios; y la internación
de los enfermos Mentales bajo la responsabilidad exclusiva de los
médicos. La mayoría de estas proposiciones, como se habrá ya advertido, fueron de inspiración eugenista.
***
Los médicos fisiólogos declararon la guerra al esputo, fuente de
todos los bacilos de Koch que el enfermo desparramaba a su alrededor
y cuya capacidad de expansión era infinita una vez seco y convertido en
polvo.
La Liga Uruguaya contra la Tuberculosis propuso en 1904 al gobie. r
no, prohibir escupir en el suelo y establecer multas para quienes lo
hicieran, iniciativa que en 1911 el Intendente de Canelones, Rómulo
Rossi, hizo suya, tratando de cobrar 20 pesos, o imponer 12 horas de
arresto, en su defecto, al infractor, al que escupiera "fuera de las
salivaderas con aserrín o solución de bicloruro al 1%" que se colocarían
en "despachos de bebidas, hoteles, panaderías, etc.". El Consejo Nacional de Higiene no apoyé este radicalismo y solo dispuso recomendar
"no salivar fizera de las escupideras" 516 .
En fecha que no conocemos se prohibió escupir en los tranvías
de Montevideo, y en 1918, la Liga Uruguaya contra la Ibberculosis,
ante la "desidia de los pasajeros", recomendó a las empresas imprimir
varios miles de boletos recordando al público la disposición 517 • En
1924, se resolvió colocar escupideras en las salas de espera de las
estaciones y los coches de los ferrocarriles, prohibiéndose escupir
fuera de ellas 518 (*).
Pero la forma más directa de combatir la expansión del bacilo era,
naturalmente, internar de oficio a los tuberculosos y aislarlos totalmente de la sociedad sana.
Los sanatorios para bacilares querían ser, en los hechos, casas de
aislamiento forzoso; de ahí los reglamentos draconianos referidos en
(*) En 1908, la Liga . Uruguaya contra la Tuberculosis pfopuso una ordenanza
municipal estricta para las iglesias. El barrido sería 'por ría húmeda" para no levanta,polvo —era toque siempre se recomendaba , sería obligatoria la colocación de salive ras
"en profusión", se prohibiría "terminantemente el uso de alfombras y camineros" y besar
las imágenes. El agua de las pilas benditas donde los fieles intercambiaban sus microbios,
mereció un d icta men higicnista peculiar -. "La medida más radical sería abstenerse de inete.r
los dedos 01 ¡apila [...1 pero aconsejaríamos f.•.) que eI agua saliese& tut dei>ósi to adyacaue
cuyo líquido surtida una pequeña cantidad cada rez por un procesamiento automático al
igual del que sc usa para los watcr-closeis y al caer en la pila humedeciera los dedos clel
asistente" 519,
El afán de control del esputo alcanzó alturas notables en los Estados Unidos. En
1909, el Consejo Nacional de higiene transcribió la opinión del "Dr Bigys; de Nueva Vbrk",
que proponía, a fin de facilitar el examen bacteriológico de los esputos por médicos y
detectar tempranamente los focos de la enfermedad, "establecer mmu.Tosas estaciones
con recipientes para esputar eti toda la ertensión de la ciudad y donde las muestras de
esputos podrán depositarse a fin de ser recogidas por las autoridades" 52•
11111111.11.1111"
.
242
el Tomo II que buscaban espaciar' lo más posible las "licencias" a los
enfermos para salir fuera del establecimiento. Curarlos era casi imposible, solo cabía evitar que contagiaran. El Hospital Fermín Ferreira,
de Montevideo, respondía a esta estrategia. En 1912, la confesó el
médico de Paysandú, A. Pérez Montebruno, al elogiar "la .casa destinada a alojara los tuberadosospobres" que pensaba construir la Liga
Departamental contra la ibberculosis: así se podría dar "un alivio a sus
sufrimientos" y favorecer la profilaxis, "porque estando estos tuberculosos aislados en un paraje distante de los núcleos más importantes ;rle
población, se podría evitar el contagio que provocan". En 1914, el médico
de San José, J.R de Freitas fue aun más drástico: las Ligas contra la
Ibberculosis eran °más perjudiciales que Útiles pues al dar a los enfermos cuanto necesitan para vivir en familia" les facilitaban. la no internación en los hospitales, única medida eficaz de aislamiento. Había que
dejar de lado "razones sen. timentales"y tratar a los tuberculosos "como
a cualquier otro enfermo infecto contagioso" 521
-
•
. Ya Robert Koch había predicado hacer con los tuberculosos lo
mismo que Noruega estaba haciendo desde 1856 con los leprosos:
aislar obligatoriamente a los más peligrosos en una zona alejada de los
centros poblados; y en 1907, el médico estadounidense Biggs preconizó
una solución parecida: "La recepción y detención forzosa en los hospitales, si es necesario, de todos los enfermos peligrosos para las personas
que los rodean" 522
243 .
que ofrecen los bacilares tosedores en los consultorios, y en la scda de
espera, en compañía de otros enfermos?".
Sin embargo, la "clase médica" como tal no aprobó que le pareció
una exageración, tal vez impopular, además. Sanan C. Rossi pidió a
Erasmo Arrarte el retiro de su moción pues la «hospitalización
obligatoria de los tuberculosos [era] una teoría sumamente discutible"
que comenzaba por no atender lo que había demostrado el fisiólogo
uruguayo de más nota, Alberto Brignole: "el factor social Iy1 la importancia real de la educación" en la previsión del contagio 1 23,
En 1929, el consejero Gabriel Terra presentó un proyecto de licencia para empleados públicos tuberculosos que fue a infqrme del Consejo Nacional de Higiene. Este se manifestó de acuerdo en otorgar a
esos enfermos una licencia de hasta tres años con su sueldo íntegro,
pero recabó se les exigieran garantías: el mismo decreto debía obligarlos al tratamiento de su dolencia y la adopción de medidas profilácticas,
la más importante de las cuales sería su aislamiento "de sus hijos o de
los niños que vivan en ese hogar infectado". El derecho a la licencia
cesaría, "desde el momento que el empleado no acatara las resoluciones
tomadas". El autoritarismo higienista dominaba en la in.stituqi6n que
regía la salud pública del país 524
.
***
.
Con taxt ilustres maestros detrás y las enseñanzas del eugenismo
delante, ciertos médicos uruguayos no dudaron. En 1908, César A.
Díaz, y en 1916, Erasnio Arrarte, propusieron "el aislamiento riguroso
y obligatorio hecho por el Estado, para todos los'tuberculosos que son
un peligro evidente para la salud pública o para los que los rodean".
Erasmo Arrarte, autor de la moción precedente que fue presentada al
Primer Coiigreso Médico Nacional, usó un recurso efectista para
convencer a sus colegas, recurso que testimonia el horror y el miedo
ante el contagio de la tuberculosis: "¿Cuál el que no ha visto a los
tosedores crónicos, a esos que siembran la muerte pero no mueren,
arrojar sus esputas en los tranvías, a pesar dd avisoplatánico: Se prohíbe
escupir? ¿Cuál el que no ha reflexionado sobre los serios inconvenientes
Las medidas contra la sífilis que afectaban directamente a los
sifilíticos, recibieron, en cambio, una aprobación sin duda mayoritaria
de la "clase médica".
La Inspección .Sanitaria de la Prostitución, estudiada en el tomo
precedente, ya tenía desde 1905 la potestad de inspeccionar bisemanalmente a las prostitutas e internarlas de oficio en el Sifilicomio Germán
Segura hasta el 'blanqueo" de sus afecciones, equivaliendo el "alta" a
la libertad.
En agosto de 1923, el Concejo de Administración de Montevideo y
su Dirección de Salubridad reglamentaron minuciosamente los
prostíbulos: altura y superficie mínimas de sus habitaciones; las
paredes interiores y exteriores debían revocarse con "colores claros";
244
245
en cada habitación habría un lavatorio, bidé y toallas para uso individual y no se permitiría "la colocación de cortinados ni colgaduras"; en
Lodo prostíbulo habría por lo menos un baño con roseta de lluvia; los
objetos, colchones, camineros, alfombras y ropa de cama se
desinfectarían periódicamente; en cada habitación y en los patios
habría una salivadera, por lo menos, con solución desinfectante y
carteles prohibiendo escupir fuera de ellas; la basura se recogería en
un recipiente tapado, el que se desinfectaría todos los días con una
solución de creolina al 3%... También debían tener "en depósito paquetes profilácticos", es decir, "un pomo de pomada Metchnikoff, jabón
desinfectante, etc." y "carteles exhortando a su uso" 525
La lucha contra la enfermedad condujo a la fundación del Instituto
Profiláctico de la.Sítilis cn 1917; allí se atendía gratuitamente a todos
los enfermos cjuc. se presentasen y se expendía al público el
ncosalvarsán a precio de costo. La financiación de la institución quedó
a cargo del único impuesto, que sepamos, promovido por los líderes ganaderos del parlamento a sus propias tierras. Desde 1920 se
cobró un centésimo por hectárea junto a la Contribución Inmobiliaria 526
El enfermo desobediente que se negaba al complejo y a menudo
doloroso tratamiento antisifilítico de cinco años de duración, con un
primer año de inyecciones muy frecuentes, fue considerado por el
higienismo como peligroso y asocial. Por ello en 1.924, el médico y
senador Alejandro Gallina!, Presidente del Instituto Profiláctico de la
Sífilis, presentó un proyecto de ley a su cámara haciendo obligatorio el
1 tratamiento de las enfermedades venéreas a "toda persona que las
padeciera" . La iniciativa de Gallinal, al incluir a todos los enfermos de
sífilis en la obligación de tratarse, a la vez que democratizaba la
imposición-que solamente regía para las prostitutas, extendía el poder
sanitario a la población en general 527
En 1926, Paulina Luisi promovió la adopción de una legislación
similar a la vigente en Australia del Oeste: el tratamiento sería
1 obligatorio para toda persona que tuviese una enfermedad venérea; el
pacientó elegiría a su médico y podría cambiarlo de decírselo al
anterior; los médicos debían comunicar, "bajo el anónimo 17IdS
.
.
.
riguroso", los casos vistos en el día; cuando el paciente no se presentase
para "la asistencia preceptiva en el tiempo indicado", el médico daría
"conocimiento del hecho al comisario de salud pública" quien podría
obligar "al enfermo a someterse al tratamiento, hospitalizándolo a la
filena". El comisario de salud pública podría actuar incluso en base a
denuncias, escritas, eso sí, que le hicieran saber "que tal persona está
atacada de enfermedad venérea". En ese caso, el denunciado debía
probar con "un certificado médico" su estado de salud 528
Bajo la dictadura de Gabrierarra y con la firma de su Ministro de
Salud Pública, el médico Eduardo Blanco Acevedo, se promulgó el 12
de enero de 1934 el decreto-ley denominado "Ley orgánica sobre Salud
Pública, Asistencia e Higiene". Su artículo 22 indicaba pe "en materia
de prostitución" el Poder Ejecutivo establecería la sustitución del
vigente régimen de reglamentación por otro basado en la supresión del
prostíbulo, e impondría "la denuncia y el tratamiento obligatorio de las
enfermedades venéreo-sifilíticas" 529
El delito de contagio probablemente era un resto de la vieja creencia en que la causa de la enfermedad residía en el comportamiento
maligno del paciente y su entrega al demonio, la antigua culpabitizacibn del sifilítico.
El enfermo venéreo fue considerado un proto-delincuente, un ser
que, de contagiar, merecería el calificativo de delincuente. El establecimiento del "delito de contaminación venérea", que implicaba responsabilidades diversas, civiles y penales, fue impulsado por los médicos
Paulina Luisi en 1919, Mateo Legnani en 1922, Héctor del Campo en
1923 y Alejandro Gallina! en 1924. Este último incluyó en su proyecto
de ley de ese ario el siguiente artículo: "La persona que, sabiéndose
enferma de mal venéreo, contagiase a tercero, será castigada con prisión
hasta de un ario o multa equivalente, previa la denuncia y pruebas del
caso". Mateo Legnani pretendió incluir el contagio de cualquier "enfermedad infecciosa" en el campo del delito y aplicarle al contagiador
el artículo 326 del Código Penal de 1889 que establecía penas de hasta
seis años de penitenciaría de acuerdo a la gravedad .del daño
ocasionado al contagiado. Debemos advertir que ese delito ya existía
en la legislación de diversos estados, como se preocuparon por hacerlo
.
7
.
•• •
246
saber los médicos nombrados, por ejemplo, en Noruega, Suecia, Dinamarca, Checoesiovaquia, Australia, Canadá y los Estados Unidos 53°.
El decreto-ley ya citado de 1934 estableció que el Poder Ejecutivo
propondría al Legislativo "el establecimiento del delito de contagio
intersema I y nutricio" (*).
El certificado de salud prenupcial fue el otro intento higienista
notoriamente vinculado a la ideología eugenésica. La idea, como
sabemos, se generalizó en los médicos y la .so—éié,dad entre 1920 y 1940
aunque no llegó a convertirse en ley. El temor a la sífilis la nutría y lo
que todos avizoraban como solución legal, lo proyectó, en 1921, Mateo
Legnani: los juzgados de paz exigirían un certificado de reacción de
Wassermann de la sangre negativo "de fecha nunca posterior a 15 días,
a toda persona que se presente solicitando. contrato matrimonial". La
Asistencia Pública Nacional sería obligada a practicar la reacción en
forma gratuita a "toda persona pobre" 532 .
En 1938, la revista "Vivir" apoyó el pedido del "certificado prenupcial" y argumentó, entre otras razones, que: «Nuestra raza es fuerte y
sana. Difícilmente —solo por excepción— la prohibición de contraer
matrimonio será definitiva. La inmensa mayoría de las veces ocurrida
solamente esto: la retención del certificado, vale decir, la prohibición
temporada hasta tanto el interesado logre su curación y se habilite [...]
para afrontar la dura prueba de sus descendientes".
. Al finalizar el artículo, el periodista médico dio cuenta de que:
-
"Hoy en nuestro país, ya cdsten oficinas médicas que ertienden el
certtficado [...] luego de someter al futuro cónyuge a un examen prolijo y •
minucioso. Naturalmente que este examen solo lo pasan aquellos que lo
desean, pues es voluntario, no obligatorio" 533.
***
(•) En 1923, el médico Héctor del Campo propuso la imposición de la reacción de
Wassermann a todos los Yubilados de la Nación: El Estado tenla d derecho de ctigir a
esos individuos d preocuparse de su saludy i)bligarlos a someterse a un tratamiento riguroso
si padecen de cualquiera de las afecciona que ceden a una terapéutica" ya
que se
beneficiaban "de las leyes de jubilación" 531
.
:•
:
.
247
Los médicos también. impulsaron el combate contra él consumo de
alcohol y la internación y tratamiento forzoso de los alcoholistas.
El consumo de alcohol fue, en realidad, me,dicalizádo, y algunos
maximalistas llegaron a proponer que solo se vendiera con receta
• profesional en las farmacias.
En 1902, Joaquín de Salterain," en el Primer Congreso Médico
Interdepartamental celebrado en San José, entendió que debía convencerse «al pueblo [de que] el uso de cualquier claselde alcohol es
malo, aun cuando se haga en pequeña cantidad que lel bebedor de .
una copa de una bebida alcohólica es un ebrio, es casi uti degenerado"; • •
había que "hacer una propaganda activa en ese sentido, sin términos
medios". Y si bien el médico Francisco Giampietro' se manifestó
desconforme con esa «exageración", • el criterio dominante en la
propaganda antialcohólica de la "clase médica" fue el de Joaquín
de Salterain 534.
En 1909, el psiquiatra Bernardo ttchepare, uno de los más implacables perseguidores de cualquier ingesta de alcohol, sostuvo que
solo debía "administrársele en casos científicamente indicados, como
medicación que requiere receta médica para su expendio en las farmacias". En 1914, la Sociedad de Meclicina de Montevideo, al contestar
el cuestionario que sobre el punto le remitiera la Cámara de Representantes, insistió en que "el akohol es un medicamento y como tal solo
debe ser empleado por indicación médica" 535 .
Los psiquiatras, en particular, diabolizaron todo consumo de alcohol. En 1904, por e. jemplo, Rafael Rodríguez, médico interno del
Manicomio Nacional, como científico erudito en el tema, diferenció las
intoxicaciones de acuerdo a su causa: el "enilismo" era la provocada
por el vino, el "alcoholismo", la intoxicación por el alcohol, y el "ajenjismo", la causada por "el ajenjo o bebidas similares fabricadas con
•
esencias de plantas aromáticas (ajenjo, anis, angélica, cardo milito,
manzanilla, hinojo, etc.) y a base de vino blanco (vermouth) o alcohol
(ajenjo, bitter)" 536.
•
El consumo de alcohol estaba detrás de la tuberculosis, la locura y
hasta la sífilis. Debilitaba y convocaba así a la peste blanca", decían el
médico José E de Freitas en 1914 y Afilio Narancio en 1919, y llevaba
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248
al delirio nervioso, siendo la mayoría de los internados en el Vilardeb6,
ex-alcoholistas, afirmaba la cátedra de psiquiatría 537.
En las diversas "cartillas." que buscaban prevenir cada enfermedad
en particular, con la tuberculosis S, la sífilis a la cabeza, naturalmente,
los médicos del Novecientos siempre incluían el consejo a la población
. de no consumir alcohol.
.
En 1916, la policlínica de enfermedades venéreas y de la piel del
• Hospital Maciel comunicaba las siguientes reflexiones a sus pacientes:
1
"El alcoholismo es el abuso de las bebidas alcohólicas, aunque no se
llegue hasta la borrachera. E I akoholisrno agrava todas las enfermedades
venéreas, debilita el organismo y lo hace menos resistente. Así es que una
fiebre tifoidea, una pulrnonta o una sífilis que se curarían fácilmente en It'
una persona que no bebe alcohol, son graves y matan a menudo a los
que son bebedores. El alcoholismo es particularmente grave en los - . • •
enfermos de purgaciones porque las hace crónicas y en los sifilíticos
•. porque al debilitarlos, el veneno de la s(filis se apodera del organismo. Si
. el bebedor es al mismo tiempo sifilítico, es muy probable que termine su
vicia en el manicomio"..
i
,
El alcohol también fue condenado porque se vinculó su consumo a
1 la sexualidad "excesiva» y a la pérdida de las inhibiciones morales. Ya
hemos apreciado ese argumento en Bernardo Etchepare cuando llamó
ala embriaguez una "pequeña locura"
que llevaba alas mujeres hones1 tas a perder su "virtud". En 1917, Joaquín de Salterain también aludió
: al fomento de "las bajas pasiones" por el alcohol 538.
i
Los médicos de derecha, en rigurosa coincidencia con el patronato
',burgués
culpabilizaron sobre todo a las clases populares de este
i "vicio" que tantos efectos perturbadores tenía sobre la productividad
en las fábricas ante las faltas y accidentes que provocaba. Bernardo
Etchepare fue de esta opinión. La revista de la Liga Uruguaya contra
la Iliberculosis resumió el sentir generalizado en ese sector de la "clase
; médica" al sostener en 1906:
"Pocos son los obreros que no toman
alcohol todos los días, preparando el organismo a la invasión de la tisis.
, Puede afirmarse aun más y es que muchos de ellos gastan la tercera parte
de su jornal' en la taberna" 539.
.
1 Pero todos los médicos, de derecha y de izquierda, diabolizaron el
I
1.:.
'..19-
.
249
pio del alcohol. En realidad, importantes sectores dirigentes de la
sociedad, intelectuales, líderes . sindicales, políticos de todas las
banderías, sacerdotes católicos, maestros y profesores, acompañaron
con calor esta prédica higienista que alcanió su plenitud en el
Novecientos y llegó a convertirse en auténtica obsesión colectiva, en
otro más de los agentes ideológicos disciplinantes de los sectores
populares.
Los médicos fueron probablemente los líderes del movimiento antialcoholista y quienes estuvieron detrás de la fundación de la "Ligá
Nacional contra el alcoholismo". En su velada organizativa de
noviembre de 1915 en el Teatro Solís, disertó, por ejemplo, Bernardo.
Etchepare. "Filántropos, damas y niños" acompañaron a los facultativos y el gobierno batilista dispuso sostener la institución con una
subvención anual de tres mil pesos, tomada del producto de los Casinos
Municipales 54°.
La izquierda política compartió los principios de esta lucha. La
prensa y la folletería anarquista y socialista repetían permanentemente
el mismo lema: el alcoholismo era uno de los principales obstáculos a
la organización obrera y la Revolución Social, por oscurecer, éasi tanto
como el catolicismo, la comprensión de la injusticia social. En julio de
1912, por ejemplo, la agrupación "Tiempos Nuevos" dio cuenta de la
publicación de tres folletos titulados "Los estragos del alcohol",
autorfa de tres médicos 541 , y en 1932, el anarquista naturista Antonio
Valeta, propuso al gobierno — suprema ironía política— examinar "un
proyecto tendiente a eliminar el akoholismo infame" 542. El líder socialista Emilio Frugini, de su lado, participó en la lucha antialcoholista
brindando conferencias en las veladas teatrales en que propagandisticamente se ponía en escena la obra de Florencio Sánchez "Los
Muertos", estrenada en Buenos Aires en 1905 y representada en Montevideo en cuanta ocasión se podía por su mensaje antialcoholista 543.
Por lo menos Florencio Sánchez sabía de qué hablaba.
Los maestros de la escuela laica, y los de la escueta religiosa
también, participaron en esta cruzada contra el "vicio" popular. Luisa
Luisi, herrn
. ana de Paulina, fue una de las maestras abanderadas de ese
combate; la prensa y las revistas pedagógicas reproducían a menudo
..
250
.
251
sus conceptos sobre el punto. En 1916, por ejemplo, aconsejé a las
"niñas hoy que mañana serán señoritas, proponerse no casarse con
ningún joven obrero que frecuente los despachos de bebidas, ni aun
relacionarse con ellos" 544 En 1931, el Hermano Damasceno, in.
tegrante de la Sagrada Familia edité su "Curso de Religión arreglado
para los colegios católicos". En la representación de los "vicios", la
"gula" fue inesperadamente retratada bajo la figura de un obrero en
una taberna, enfrentado a cuatro botellas y con un vaso en la mano 545
En 1909, Bernardo Etchepare pidió ala Cámara de Representan' tes
modificar la legislación vigente y obligar a los ebrios a internarse. Argumentó que "una vez terminada la crisis psíquica que determinaba
la reclusión del alcoholista", la ley no facultaba al médico para retenerlo
en el manicomio, 'aunque permanezca en estado de s. usceptibilidady no
curado aún de sus hábitos". La ley debía permitir "la reclusión de un
alcoholista crónico", que no sería "propiamente hablando un alienado"
pero que seguramente concluiría siéndolo.
Mostró como ejemplo digno de imitarse lo que acontecía en un
cantón suizo desde 1890: el Consejo Municipal . "de la comuna residencia delbebedor", podía obligarlo a internaráe en una "casa de tratamiento de bebedores", siempre y cuando, claro está, un médico certificara
"la pasión de beber". En 1914, Santín C. Rossi manifestó su acuerdo
con esta iniciativa, y agregó: «son enfermos y no hay que confiar ni en
su volun tad ni en su conciencia". Esos establecimientos, había dicho un
médico francés en 1903, debían estar destinados no tanto a los ebrios
,
.
"como a cambigr hábitos de vida de muchos que solo beben" 546 .
La ley del 22 de octubre de 1941, sobre «vagancia, mendicidad y
estados afines", recogió parte de estos antecedentes. Allí se especificó
que podían ser declaradas «en estado peligroso las personas de ambos
sexos, mayores de 21 años" que fueran, mitre otras cosas, "vagos",
"mendigos" o "los ebrios y toxicómanos habituales que se embriaguen o
intoxiquen en lugares públic . os y aun en los lugares privados cuando P.]
alteren el orden y constituyan un peligro para los demás". Los ebrios y
toxicómanos debían ser internados en .“asilandento curativo, por tiempo
indeterminado, hasta que se hubiera constatado la curación". La internación se cumpliría en una dependencia «especial del manicomio
ordinario, hasta tanto se halle habilitado el Hospital psiquiátrico de la
Colonia Educativa de D'abajo" Sólo los jueces serían competentes para
.
establecer las medidas de seguridad antedichas, pero los médicos los
asesorarían 547
.
***
El decreto-ley sobre la Salud Pública, de 1934, al que ya nos
referimos, otorgó poderes discrecionales de tratamiento e internación
al poder sanitario. El artículo cuarto estableció que "todo habitante del
país tiene la obligación de someterse a las medidas profilácticas o de
asistencia que se le impongan cuando su estado de salu4 a juicio del
Ministerio de Salud Pública, pueda constituir un peligro público". El
Ministerio podría imponer "la denuncia y tratamiento obligatorio de las
afecciones que por su naturaleza o el género de actividades a que se
dedica la persona que las padezca pueda tener una repercusión en la
sociedad". El obligado a someterse a los tratamientos podría hacerlo
"en los establecimientos públicos o privadamente con el contralor de la
autoridad salvo el caso en que se disponga el aislamient,o" 548 •
Leprosos, tuberculosos y sifilíticos, prostitutas y trabajadores que
manipulaban alimentos podían ser, obviamente, objetos del tratamiento y la internación obligatorios impuestos por un Estado al que bien
podía ya rotularse de higienista o medicalizado.
El poder sanitario avanzó otro paso en 1936 al concederse solo a
los médicos la posibilidad de internar a los enfermos mentales contra
su voluntad.
El Código Civil de 1868 había dispuesto que el enfermo mental solo
sería privado de su libertad por el juez, quien lo interrogaría personalmente y oiría el dictamen de dos o más facultativos de su confianza.
Bajo el gobierno de Gabriel Terra, también, esta situación se
modificó. La ley del 8 de agosto -de 1936 resolvió que "todo enfermo
psiquiátrico" podía ingresar en los establecimientos psiquiátricos "por
252
253
propia voluntacZ por indicación médica o por disposición judicial o
policial". El ingreso del enfermo por indicación médica, (mea "involuntario", requería una constancia de admisión del médico que lo recibía,
una declaración firmada por el pariente más cercano o su representante legal o por las personas mayores de edad que convivían con
el enfermo, y un certificado de enfermedad expedido por dos médicos.
Pero, en caso de urgencia, el enfermo . podía ser "admitido inmediatamente bajo la responsabilidad del médico director del establecimiento",
" quien lo comunicaría en 24 horas .al Inspector General de Psicópatas,
acompañando un certificado con las razones de la urgencia del caso.
El certificado podía ser extendido por uno de los médicos del establecimiento o por otro ajeno; en el primer caso debía ser ampliado en un
plazo de tres días por otro firmado por un psiquiatra ajeno al establecimiento.
La internación policial requería similares requisitos: orden de la
autoridad policial y acuerdo del médico del establecimiento receptor
si la internación solo duraba 24 horas; de prorrogarse, sería justificada
por el médico director del establecimiento o por el medico forense.
En homenaje a la brevedad y la claridad, resumamos: dos mé-dicos
podrían internar a un enfermo psiquiátrico contra su voluntad.
La salida del enfermo solo podría ser autorizada por el médico
asistente. Los guardadores o el representante legal del enfermo
podrían recurrir, ante la negativa de atta solicitada al médico, al
Inspector General de Psicópatas que la sometería al dictamen de la
Comisión Honoraria. En caso de "frga", el médico podría notificar "a
la autoridad policial para que se procediera a la búsqueda del enfermo y
su reingreso" 549
.
***
El poder sanitario, ya influido por el eugenismo, se alió a la derecha
política e inspiró algunos artículos de las leyes restrictivas de la
inmigración de 1932 y 1936.
La ley de inmigración de 1890, aunque generosa, ya no admitía "la
inmigración. asiática' y africana y la de los individuos generahrzente
conocidos con el nombre de húngaros o bohemios" (los gitanos).
Además se prohibía a los capitanes de barcos embarcar como inmigrantes con destino a la República a: enfermos de mal contagioso,
mendigos e individuos que por vicio orgánico o por defecto físico
fuesen absolutamente inhábiles para el trabajo 550.
La lcy de julio de 1932, refrendada por el Presidente Gabriel Terra
y su Ministro del Interior, el médico Mateo Legnani, amplió enormemente la gama de exclusión de inmigrantes por razones sanitarias.
A las anteriores categorías, sumó: los que sufrieran enfermedades
mentales, padecieran enfermedades crónicas de los centros nerviosos,
o epilepsia, enfermedades agudas o crónicas infecto-contagiosas,
toxicómanos y ebrios consuetudinarios y enfermedades orgánicas del
corazón. La más restrictiva ley de 1936 desde el punto de vista político, reiteré estos conceptos higienistas, con la firma del cirujano
Alfredo Navarro, vicepresidente en la dictadura-presidencia de
Gabriel Terra 551
.
***
Los médicos del Novecientos, preocupados por la decadencia de la
especie — o la "raza ú — y la familia, atemorizados por lo que creían el
avance casi apocalíptico del alcoholismo, la tuberculosis y la sífilis,
"vicios" y enfermedades de las masas miserables, tendieron a subordinar todos los derechos del individuo a un Estado que ellos, como
sabios, se creían con el derecho de 'administrar. No contarte con la
astucia de los sectores dominantes.
La tecnocracia médica debía tener todo el poder en sus manos, pues
solo la suma del poder público podía garantizar la salud pública. Los
rra;eos fundamentaron este punto de vista reiteradamente.
En 1907, José :Scoseria argumentó que la prevención de las enfermedades infecto-contagiosas, hacía "necesario que el Estado proteja a
la colectividad limitando la libertad del individuo". Ese mismo año, el
Consejo Nacional de Higiene transcribió una opinión médica estadounidense similar: "las autoridades municipales [tendrían] que estar
revestidas de poderes ilimitados" para combatir la tuberculosis... y con-
-,......
■••■•■•••=!- •
...
254
trolax a los tuberculosos. Y en 1910, José Martirené, al defender el
proyecto de vacunación obligatoria, afirmé con rotundidad: "Nadie
tiene el derecho de ser peligro - so para la sociedad" 552 .
Es que el higienismo poseía una esencia totalitaria. En 1916, lo
advirtieron los médicos argentinos J. Penua y H. Lozano: "La higiene
[...] tiene puntos de apoyo casi matemáticos [reglas a seguir] que no se
avienen ni con los gustos ni con la organización liberal de los paises
republicanos" 553.
Los lazos del poder sanitario influido por el eugenismo con los
gobiernos autoritarios y totalitarios de los años 1920-1945, son obvios.
Fue bajo la dictadura-presidencia de Gabriel Terra que se aprobó el
decreto ley organizativo de la Salud Pública de 1934 que postulaba el
tratamiento obligatorio de las enfermedades "sqcialmente" peligrosas
y el delito de contagio intersexual y nutrido. Este último principio fue
convertido en noviembre de 1934 en proyecto de ley por el médico
Eduardo Blanco Acevedo, el primer titular del Ministerio de Salud
Pública creado el año del golpe de Estado, 1933 (*).
La Rusia comunista, la Alemania nazi, la Francia de Vichy, y los
Estados Unidos, una democracia salvacionista, fueron, en distintos
planos, tierras de promisión para los higienistas-eugenistas.
En la Alemania nazi se prohibió a los sifilíticos casarse bajo pena
de esterilización; la Francia de Vichy impuso en 1942 la exigencia del
certificado médico prenupcial con exámenes de rayos X a los pulmones
y reacción de Wassermann un mes antes del casamiento 554 . En 1928,
el Consejo Nacional de Higiene publicó un artículo del médico
soviético A. Roubakine dando cuenta de "la protección a la infancia y
la maternidad en la Unión de las Repúblicas Socialistas". Allí se informaba que los novios que deseaban registrar su matrimonio debían
(*) y sin embargo, debemos anotar que el gobierno de Gabriel Terra no acompañó
al poder higienista y eugenista en sus "demasías" antiliberales y, seguramente,
antidemocráticas. Al fin y al cabo, por ejemplo, la exigencia del certificado médico
prenupcial se redujo a un consejo estatal a las parejas, y el delito de contagio intersexual
y nutricio propuesto en 1934 no recibió sanción legal. Así, la clase política uruguaya
tradicional limitó la tentación totalitaria de la mayoría de los integrantes de la "clase
médica".
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otorgarse seguridades, por escrito, de que estaban al corriente de la
salud del otro y que no padecían tuberculosis, enfermedades venéreas
o mentales. • Fmalmente se comunicaba que una ley de 1927 había
establecido "el tratamiento forzado de los enfermos venéreos si se
rehusaban a asistirse" (*).
" La médica socialista Paulina Luisi, aunque partícipe 4e algunas de
las iniciativas del poder sanitario que hemos analizado, sin embargo
alertó a sus colegas sobre los riesgos que hacía correr a la sociedLd
democrática, esta 'ampliación de la intervención del Estado en la:
intimidad de los hombres: "La administración ha creado un nuevo
ídolo: la saludpública [...] quien oyera hablar fa los médicos] creería que
la colectividad humana está hecha de una esencia distinta de la de los
individuos que la componen. Hay que desconfiar de/nuevo ídolo, de la
nueva fórmula que oculta la supervivencia de la antigua ky del más
fuerte" 55. 6.
En 1926, Luis C. Caviglia, político afiliado al • Partido Colorado
vierista, como buen abogado liberal también advirtió el autoritarismo
higienista: "El problema de la lucha contra la sífilis enwelve [...] una
cuestión de derecho. Ahora bien: no hay por criterio profesional, personas
más reñidas con esos principios que los médicos. Ellos resuelven todas
las cuestiones higiénicas de una manera radical, por medio de la
imposición y la violencia ejercidas en nombre de la salud pública. La
lucha contra la sífilis se presta a muchas lesiones del derecho, por
ejemplo, cuando se obliga a inspecciones vejatorias. Y el aplauso llega
hasta el punto de encontrar admirable que la sanidad militar alemana y
austríaca durante la guerra, ordenara se presentaran a la inspección
médica todas las mujeres habitantes de las ciudades ocupadas, sin
distinción de ciases ni edact pues hasta las niñas eran sometidas a las
reacciones investigatorias. Aquí hemos tenido casos, sobre todo en
campaña, de inspecciones que constituyen un verdadero ultraje" 557.
)a
gobierno nazi de Alemania llevó a cabo 56.000 esterilizaciones de %capaces"
durante su primer año en el poder y alcanzó el cuarto de millón en 1940. Su política
poblacionista lo condujo también, y un tanto contradictoriamente, a ejecutar a los
abortistas y suprimir toda información sobre la anticoncepción 555
•
.
1, 111111111~~a'" -256
El higienismo identificó hechos científicos comprobados con Qtros
que más tenían de creencias sociales. Los resultados favorables de la «
vacunación eran un hecho científico; la heredo-sífilis hasta la enésima
generación o el vínculo de causa y efecto entre consumo de alcohol y
tuberculosis, creencias sociales que la ciencia del Novecientos justificaba mal, alentadas sobre todo por el miedo y las ansias represivas
de los sectores dominantes de la sociedad. Entonces sucedía que las
medidas del higienismo tenían algo de los sueños monstruosos de la
razón, tanto más cuanto se aliaban a la convicción de. que se poseía la
verdad científica y se tenía la misión de salvar al hombre.
Es probable que la invasión y el control de la intimidad y la vida
privada por el Estado no haya tenido una justificación más sabia y ética
que la que le otorgó al Estado el saber médico. El Estado se medicalizó
pues se puso al servicio del combate a la enfermedad y su prevención;
pero la Medicina fue también puesta al servicio de un Estado que así
veía aumentar sus poderes, su capacidad de control, y su legitimidad.
CA PITU LO IV:
• LA CONSTRUCCION DEL CUERPO SANO Y
EL 110MBRE MEDICALIZADO
1. La construcción de la salud j' la enfermedad
Antes de que el saber médico procurara construir la salud, ya la
sociedad burguesa había advertido la necesidad de hacerlo. En el
Uruguay, el primero en vindicar ese objetivo y atribuírselo a la escuela
pública fue José Pedro Varela. En 1874, recordó que su maestro
estadounidense, Horacio Mann, sostenía: "hay un arte más elevado que
e! arte del médico, el arte no de restaurar; sino de hacer la salud";
la escuela primaria, donde se debían dar nociones de "las kyes elementales de higiene y el cuerpo humano", bien podía ser el fundamento
de un nuevo Evangelio que versaría sobre la vida larga, "cautivante y
fácil" 558
.
En realidad, medicina y sociedad burguesa partieron del supuesto
de que la salud no éxistia, que debía ser construida o inventada, en
parte porque la civilización y la urbanización estaban destruyendo al
hombre "ancestral", según gráfica expresión de Mateo Legnani, en
parte porque el ávance del conocimiento científico permitía advertir
imperfecciones de la naturaleza que ese saber estaba en condiciones
de subsanar. Ambos supuestos, en estricta lógica, contradictorios,
reflejaban, empero, la fe absoluta en la capacidad regeneradora de la
ciencia a la par que el miedo a las masas enfermas, violentas y alcoholizadas. Crear la salud era, así, refundar la sociedad sobre bases
más sólidas y 'seguras.
Las fronteras entre lo sano y lo patológico eran confusas y existían
zonas que bien podían pertenecer a ambas realidades.
Por de pronto, la sensación de salud y bienestar no debía confundirse con la salud plena. En 1929, el médico Enrique Ciaveaux refirió
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