ANALISIS DE LA LECTURA Partimos de entender la epistemología de las ciencias como la reflexión crítica a cerca de los saberes científicos, esto implica una definición a cerca de lo que es conocimiento, saber científico, ciencia, experimentación y demás conceptos que permiten delimitar el objeto de la reflexión. Este objeto será definitivo para el desarrollo de las ciencias y su enseñanza, en la medida en que proporciona no solo una posición sino consecuentemente, una práctica tanto en la producción como en la reproducción del conocimiento científico. El presente análisis, primeramente pretende reconocer la fuerza de un paradigma investigativo que tiende a negar la presencia del sujeto cuando releva el valor científico del método, y deja a la subjetividad como un accesorio vigilado para que no perturbe el proceso de conocimiento esperado. Desde esta reflexión, se defiende el valor de la subjetividad en el proceso investigativo para dar lugar a una producción de conocimiento que dignifique la presencia humana en el mundo desde un pensar-sentir-investigar que forme para construir mundo. La investigación en los espacios de maestría, va siendo sustituida por un exigente proceso de profesionalización enfocado al desarrollo de competencias enfocadas hacia un hacer social eficiente. Sin embargo, pese a esta fuerte demanda, algunos espacios educativos siguen preocupados por impulsar una formación crítica que faculte en los sujetos en una reflexión sobre las problemáticas propias de sus espacios que dé lugar a propuestas que respondan comprometidamente a los nuevos desafíos históricos. Propuesta Didáctica Partimos de una revisión bibliográfica y un análisis de contexto para plantear un viaje en el tiempo en el que grupos de estudiantes reproducen experiencias propias de la alquimia, la edad media y la modernidad para lograr resolver el problema ¿cómo transformo la materia? La investigación educativa se inscribe a esta práctica institucionalizada de producir conocimiento, respondiendo así a un paradigma de cientificidad devenido desde mediados del siglo XIX, que bajo el nombre de Hipotético-deductivo demarca criterios que exigen neutralidad valórica, objetividad, validez, respeto a las fronteras disciplinarias, la exigencia de referentes empíricos observables y cuantificables, que fundamentan un modo de investigación que pese a su crisis anunciada y denunciada por estudiosos de estos problemas, se impone por sobre la presencia de nuevas categorías de análisis de lo social como la incertidumbre, la contingencia, lo indeterminado, propios del acaecer de los fenómenos humanos, tensionando las formas habituales de investigar. Desde la Epistemología del Presente Potencial se procede distinto. Para empezar no es un método, sino una propuesta que busca que los sujetos generen procesos de indagación sobre el mundo del que son parte, construyendo y respondiendo preguntas construidos en el existir de la vida socialmente organizada. Insiste en que el sujeto escuche sus deseos y necesidades, se interrogue e interrogue los sentidos del mundo para producir modos de significación singular, reconociendo y recuperando su entereza y responsabilidad ético-social. Así, el conocimiento no es un conocer para la erudición, sino un conocimiento que trabaja preguntas genuinas, cuyas respuestas permiten intervenir en su propia historia para posicionarse como sujeto y desde este lugar pueda influir comprometidamente en sus contextos. Hablamos entonces de un conocimiento-compromiso, pertinente y necesario para desanudar los problemas del ahora. ¿Cómo sucede? La Epistemología del Presente Potencial nos invita a pensar-nos inmersos en un parámetro conceptual , mismo que es necesario pues desde éste se construye una relación con el mundo, esta propuesta interpela e incita a ejercitar un pensar epistemológico que desnude y desanude la cultura cristalizada en nosotros e inyecte el deseo de razonar los parámetros instalados e imperceptibles, y convertirlos en un objeto de estudio desde un razonar que desbloquee “nuestra mirada e imaginación, aquietando el espíritu en la tranquilidad de las inercias mentales”. En este darse cuenta del cómo se piensa, por qué y para qué, se revelan las estructuras conceptuales, siempre cargadas de emociones, valores, ideologías y sentidos, que son reconocidas en el horizonte de inteligibilidad de que somos capaces de abrir sobre los objetos que nos importan. Desde este posicionamiento, la investigación conlleva un fin distinto a producir conocimiento cuya pretensión sea la controlar la realidad, por el contrario, se trata de pensar-sentirla para desarrollarla desde la amplitud del espíritu generado en el sujeto en el proceso de conocer. Tal connotación impulsa a ejercitar una investigación que exalte la necesidad de pensar el mundo para incluirse en él como sujeto, enfrentando los viejos parámetros explicativos desinteresados de un conocimiento-conciencia sobre nuestra condición histórica. Desde esta perspectiva epistémica, la investigación educativa recupera el lugar de la subjetividad, pues se parte de las preguntas que se suscitan en nuestro encuentro con la realidad, aventurándose en ella con rigor y disciplina para reconocer la raigambre histórica de las mismas, y saber activar lo potencial y mutable en esos contenidos organizados-dados pero a la vez, abiertos-abriéndose a sus futuros, esos nuevos espacios inéditos donde se pueden imprimir otras prácticas sociales que siente necesarias. De este modo, producir conocimiento no tiene que ver con la erudición dogmática y arrogante de creerse más que la realidad que se piensa, sino que tiene ver con el rescate del asombro, del uso de la imaginación para ir detrás de aquello que se nos oculta en su incipiente expresión histórica; tiene que ver con la necesidad y gozo de forjar el futuro en lo real de hoy. Le apostamos por tanto, a un modo de conocer que reclama cualidades éticas y autoformativas de quien investiga. Este sujeto investigador requiere habilitarse en competencias distintas a las aprendidas desde el hacer de la investigación normalizada, que ejercitadas como ritual excluye la experiencia vital de quien produce el conocimiento. El pensar epistemológico en la investigación conduce a una producción de conocimiento desde el cual se da un auto-rescate de sí mismo, un cobrar conciencia de las facultades que necesitan organizarse para dar lugar a la pasión de ser-hacerse sujeto, de vivir sé cómo eterno esfuerzo de plenitud, de saberse y asumirse como poder frente al poder que subyuga y disgrega el potencial humano. La educación, es un espacio social que demanda procesos de producción de conocimiento que le dibujen horizontes de desarrollo, y en esta tarea, la investigación tiene una gran responsabilidad. Por tal razón, investigar no puede ser reducida a un uso banal de teoría que se verifique y se pierda en datos que arrogantes se imponen sobre nuestro lastimado mundo pedagógico. Por el contrario, se trata de investigar para ampliar nuestra mirada y la capacidad de transformar el mundo desde las prácticas formativas. Tal desafío exige desencontrarse con la herencia formativa del mundo normalista, que trasmitió una idea inmutable sobre el conocimiento, y el rol de trasmisores, formación que ha dejado una marca indeleble que ahora nos incapacita para enfrentar el reto de investigar los problemas de la educación que hoy nos agobian y reducen a meros espectadores a pesar de sentir la necesidad de hacer algo al respecto. Es necesario revisar nuestra propia trayectoria profesional y personal para enfrentar los fantasmas formativos que ahuyentan el deseo de producir conocimiento, y sin dejo de timidez, construir y responder nuestras preguntas, rasgando el lenguaje estructurado y frío de todos los días para llenarlo de lo que somos: sujetos de carne y hueso que piensan-sienten desde su singularidad la vida educativa.