¿Y si siento la infidelidad? Son las ocho de la mañana. Silba el cohete hacía el cielo de Pamplona. Los toros están en la calle. Son las ocho de la mañana. Pitan los coches hacia el cielo de cualquier ciudad del mundo. Las personas están en la vida. Me escribe una paciente traicionada: “¿Qué te parece el anuncio que me he encontrado este fin de semana en la entrada a mi casa? Imagínate lo que siento cada vez que lo veo”. Se refería a unos de esas empresas “¿Estás casada? Revive la pasión, ten una aventura”. Hay toros con cuernos en la calle de la vida y si te cogen te hacen daño. Los daños son personales y repercuten en la sociedad. Como muestra una investigación del Instituto Karolinska la infidelidad aumenta el riesgo de trasmisión de enfermedades sexuales, el daño emocional, el aumento de rupturas matrimoniales y la patología mental. El dueño de una de estas empresas manifestaba en una entrevista que si su mujer le fuera infiel, él lo pasaría fatal y se sentiría desconcertado. Dentro de su incoherencia vital también decía algo que puede ser interesante: “pero quizá debería pensar qué ha ocurrido, por qué no estoy siendo un buen marido”. ¿Por qué corro mal el encierro y me embisten o embisto? ¿Por qué podemos llegar a ser infieles? No debe extrañarnos que a veces nos “apetezca tener una aventura”, que sintamos como “esa necesidad” o que nos tire el morbillo de la transgresión. Quizá nos atrevamos a aceptar que nos gusta la canción de Sabina “Sin embargo”: “de sobra sabes que eres la primera / que no miento si juro que daría / por ti la vida entera / por ti la vida entera / y, sin embargo, un rato, cada día, /ya ves, te engañaría con cualquiera / te cambiaría por cualquiera”. La amenaza del toro de la infidelidad puede percibirse en uno mismo o en la otra persona. Las ganas por tener algo con otra persona que no es nuestra pareja (“Hace falta que te diga /que me muero por tener algo contigo /es que no te has dado cuenta / de lo mucho que me cuesta ser tu amigo”) encienden un piloto que nos avisa de que ya suben los morlacos por la cuesta de Santo Domingo. No pasa nada porque se nos ocurra, otra cosa es cómo respondamos a esa ocurrencia. Si te enciende la luz de la infidelidad (deseo, gusto, apetencia, proyecto, envidia, interés…), no te vuelques donde está la luz, ahí no vas a solucionar el problema de tu felicidad. Cuando se enciende una lucecita roja en el salpicadero del coche nos damos cuenta de que algo pasa. ¿Será el aceite, el agua, el líquido de frenos? Paramos, pensamos y decidimos qué hacer. Si queremos solucionar el problema echaremos el líquido necesario en el recipiente necesario y no donde se ha encendido la luz. Habrá que salir del coche, levantar el capó e ir adonde está el problema porque si lo echamos en el salpicadero no arreglamos nada y nos ensuciamos. Si se te enciende la luz del cuerno que te propone ser infiel no la sigas sin más. Si esperas al toro en la curva de Mercaderes te llevará por delante. Sería seguir un “razonamiento emocional” que consiste en interpretar los estados de ánimo como si fueran verdades objetivas. Esto genera indefensión porque lleva a pensar que no puedes hacer nada por evitarlo (ahí viene el toro… ¡qué miedo!... me va a pillar… me pilló). Como si los sentimientos fueran los únicos que definieran a la persona. También tenemos inteligencia. En una investigación realizada en la “London School of Economics” encontraron que la fidelidad en los hombres se relacionaba con un cociente intelectual más elevado. Sabina se olvida de la libertad, de la capacidad de decisión, de la lealtad, del respeto por uno mismo, de invertir en la propia empresa, de correr más y mejor por la Estafeta, cuando notas el aliento del toro y sus pitones rozando tu pañuelico: “porque una casa sin ti es una oficina / un teléfono ardiendo en la cabina / una palmera en el museo de cera / un éxodo de oscuras golondrinas” Si se te enciende la luz del cuerno será mejor que busques dónde es necesario rellenar los niveles: ¿en la relación, el afecto, el cansancio, la comunicación, la entrega, el respeto….? Si crees que siendo infiel llenarás tu vida, es como creer que echando el aceite en el salpicadero la luz se apagará y el coche funcionará. Si no sabes cómo se arregla acude a un buen “taller”. Quizá valga la pena hacer caso a Fito en su canción Para toda la vida: “yo le doy mi querer al querer/ y lo doy para toda la vida / Si quisiera vivir de placer / me buscaba un amor de cantina / Yo le doy mi querer al querer /y lo doy para toda la vida” Carlos Chiclana, en Identidad Personal disfruta del baile.