El alma en los labios Para mi amada.. Cuando de nuestro amor la llama apasionada dentro de tu pecho amante contemples extinguida, ya que sólo por ti la vida me es amada, el día en que me faltes me arrancaré la vida. Porque mi pensamiento, lleno de este cariño que en una hora feliz me hiciera esclavo tuyo. Lejos de tus pupilas es triste como un niño que se duerme soñando en tu acento de arrullo. Para envolverte en besos quisiera ser el viento y quisiera ser todo lo que tu mano toca; ser tu sonrisa, ser hasta tu mismo aliento, para poder estar más cerca de tu boca. Vivo de tu palabra, y eternamente espero llamarte mía, como quien espera un tesoro. Lejos de ti comprendo lo mucho que te quiero y, besando tus cartas, ingenuamente lloro. Perdona que no tenga palabras con que pueda decirte la inefable pasión que me devora; para expresar mi amor solamente me queda rasgarme el pecho, Amada, y en tus manos de seda ¡Dejar mi palpitante corazón que te adora! Primavera mística y lunar A Víctor M. Londoño El viejo campanario toca para el rosario, Las viejecitas una a una van desfilando hacia el santuario y se diría un milenario coro de brujas, a la luna. Es el último día del mes de María. Mayo en el huerto y en el cielo: el cielo, rosas como estrellas; el huerto, estrellas como rosas ... Hay un perfume de consuelo flotando por todas las cosas. Virgen María, ¿son tus huellas? Hay santa paz y santa calma ... sale a los labios la canción ... El alma dice, sin voz, una oración. Canción de amor, oración mía, pálida flor de poesía. Hora de luna y de misterio, hora de santa bendición, hora en que deja el cautiverio para cantar, el corazón. Hora de luna, hora de unción, hora de luna y de canción. La luna es una llaga blanca y divina en el corazón hondo de la noche. ¡Oh luna diamantina, cúbreme! ¡Haz un derroche de lívida blancura en mi doliente noche! ¡Llégate hasta mi cruz, pon un poco de albura en mi corazón, llaga divina de locura! (...) El viejo campanario que tocaba al rosario se ha callado. El santuario se queda solitario. Emoción vesperal A Manuel Arteta; como un hermano Hay tardes en las que uno desearía embarcarse y partir sin rumbo cierto, y, silenciosamente, de algún puerto, irse alejando mientras muere el día; Emprender una larga travesía y perderse después en un desierto y misterioso mar, no descubierto por ningún navegante todavía. Aunque uno sepa que hasta los remotos confines de los piélagos ignotos le seguirá el cortejo de sus penas, y que, al desvanecerse el espejismo, desde las glaucas ondas del abismo le tentarán las últimas sirenas. Gratia plena Todo en ella encantaba, todo en ella atraía: su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar… El ingenio de Francia de su boca fluía. Era llena de gracia, como el Avemaría; ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! Ingenua como el agua, diáfana como el día, rubia y nevada como Margarita sin par, al influjo de su alma celeste amanecía… Era llena de gracia, como el Avemaría; ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! Cierta dulce y amable dignidad la investía de no sé qué prestigio lejano y singular, más que muchas princesas, princesa parecía: era llena de gracia, como el Avemaría; ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar. Y cadencias arcanas halló mi poesía. Era llena de gracia, como el Avemaría; ¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! ¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Diez años fue mía; pero flores tan bellas nunca pueden durar! Era llena de gracia, como el Avemaría, y a la fuente de gracia, de donde procedía, ¡se volvió… como gota que se vuelve a la mar! A Margarita Debayle Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento: Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú. Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar. Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; más lo malo es que ella iba sin permiso de papá. Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor. Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?». La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: —«Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad». Y el rey clama: —«¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!... El Señor se va a enojar». Y ella dice: —«No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté». Y el papá dice enojado: —«Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver». La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús. Y así dice: —«En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí». Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar. La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor. *** Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento. Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento. POEMA DE LAS COSAS Quizás estando sola, de noche, en tu aposento oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento que existen ciertamente, pero que no se ven... Y también es posible que una tarde de hastío como florece un surco, te renazca un afán y aprenderás entonces que hay cosas como el río que se estan yendo siempre, pero que no se van... O al cruzar una calle, tu corazón risueño recordará una pena que no tuviste ayer y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño, cosas que nunca han sido, pero que pueden ser... Por más que tu prefieras ignorar estas cosas sabrás por qué suspiras oyendo una canción y aprenderás entonces que hay cosas como rosas, cosas que son hermosas, sin saber que lo son... Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido y un soplo de ceniza regará tu jardín y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido son las únicas cosas que nunca tienen fin. POEMA XV Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres.... ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día.... ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar, tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate, así... ¡no te querrán! ¡Quejas! ¡Y amarle pude! Al sol de la existencia se abría apenas soñadora el alma... Perdió mi pobre corazón su calma desde el fatal instante en que le hallé. Sus palabras sonaron en mi oído como música blanda y deliciosa; subió a mi rostro el tinte de la rosa; como la hoja en el árbol vacilé. Su imagen en el sueño me acosaba siempre halagüeña, siempre enamorada; mil veces sorprendiste, madre amada, en mi boca un suspiro abrasador; y era él quien lo arrancaba de mi pecho; él, la fascinación de mis sentidos; él, ideal de mis sueños más queridos; él, mi primero, mi ferviente amor. Sin él, para mí el campo placentero en vez de flores me obsequiaba abrojos; sin él eran sombríos a mis ojos del sol los rayos en el mes de abril. Vivía de su vida apasionada; era el centro de mi alma el amor suyo; era mi aspiración, era mi orgullo... ¿Por qué tan presto me olvidaba el vil? No es mío ya su amor, que a otra prefiere. Sus caricias son frías como el hielo; es mentira su fe, finge desvelo... Mas no me engañará con su ficción... ¡Y amarle pude, delirante, loca! ¡No, mi altivez no sufre su maltrato! Y si a olvidar no alcanzas al ingrato, ¡te arrancaré del pecho, corazón! S.O.S Aquí Ecuador lastimadura de la tierra, hueso pelado por el viento y por los perros. Aquí sangre chupándose en la arena, piedras cayéndonos. Aquí montañas con los vientres saqueados, mar con los peces ajenos. Aquí hambre, indios pateados como bestias, páramos bravos, piel a la intemperie. Aquí Ni nuestro propio suelo es nuestro; nada nos pertenece, nuestra agua propia nos venden en botellas, el pan cuesta un ojo de la cara ya hasta para morirse hay que pagar impuestos. A lo largo del aire, a medio sueño, en el interrumpido bocado del almuerzo, para que nos caigamos, están cavando huecos. Aquí, pronto un fusil para bajar los cuervos. PIEDAD Piedad para los débiles, los niños que van por los caminos de la vida, huérfanos de esperanzas y cariños, de caída en caída. Piedad para sus frentes -abrileños lirios que el viento del dolor inclinadonde jamás tejieron los ensueños su tela peregrina. Piedad para sus ojos errabundos que parecen mirar cosas extrañas; ojos meditativos y profundos de pupilas hurañas. Para sus labios secos y marchitos que la miseria con sus hieles llena, piedad; piedad para sus roncos gritos de hambre, de sed, de pena. Piedad para sus rostros demacrados, pálidos como rosas de invierno, que nunca se han sentido acariciados por el beso materno. Piedad para sus manos, esas manos que, cruzadas de rojas cicatrices, demandan compasión de sus hermanos, los ricos, los felices. Piedad para sus plantas diminutas que hieren y ensangrientan los zarzales, plantas que, acaso, seguirán por rutas y senderos fatales... Piedad para sus cuerpos mal vestidos que el frío azota y el calor hostiga; cuerpecitos dolientes de vencidos que caen de fatiga. Piedad para sus tristes corazones en donde nada canta ni florece, yermos que el huracán de las pasiones desvasta y aridece. Piedad para sus almas sin ternuras de donde huyeron ya las alegrías; almas faltas de sol, almas oscuras como ánforas vacías. Piedad para sus días sin encanto, piedad para sus noches sin sosiego, piedad para su llanto, piedad para su ruego! ANTES QUE TÚ Sonríes, al pasar, con ironía Porque me juzgas un rival vencido… ¡Imbécil! la mujer que has elegido, antes que fuera tuya, ha sido mía. En sus labios de rosa bebí un día La esencia del licor apetecido ¿Y tú de qué te ríes? ¿qué has bebido? ¡Las sombras de la copa de ambrosía! Ella probó en mis brazos la ventura. Para mi fue flor de su hermosura. Yo fui sábelo bien su primer hombre. ¿Hoy la posees? No me causas enojos cuando la besas tú, cierra los ojos y, bajando la voz dice mi nombre… LA NIÑA DE GUATEMALA Quiero, a la sombra de un ala, contar este cuento en flor: la niña de Guatemala, la que se murió de amor. Eran de lirios los ramos; y las orlas de reseda y de jazmín; la enterramos en una caja de seda... Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor; él volvió, volvió casado; ella se murió de amor. Iban cargándola en andas obispos y embajadores; detrás iba el pueblo en tandas, todo cargado de flores... Ella, por volverlo a ver, salió a verlo al mirador; él volvió con su mujer, ella se murió de amor. Como de bronce candente, al beso de despedida, era su frente -¡la frente que más he amado en mi vida!... Se entró de tarde en el río, la sacó muerta el doctor; dicen que murió de frío, yo sé que murió de amor. Allí, en la bóveda helada, la pusieron en dos bancos: besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos. Callado, al oscurecer, me llamó el enterrador; nunca más he vuelto a ver a la que murió de amor.