Las esculturas de Chac Mol siguen teniendo tanta vigencia para el arte y el pensamiento americanos, como las Obras completas de José Martí. Ambas son ya parte inalienable de nuestra grandeza y esperanza. La realización del presente texto, nos ha venido a confirmar lo que ya en gran medida intuíamos: el Chac Mol que hoy más que descansar parece levantarse en los jardines de la sede de la Unión de Periodistas de Cuba, en el habanero barrio del Vedado, es, en esencia, un proyecto de Martí. Si bien solo lo pudo concebir como dibujo, lo vio y lo pensó como escultura, como símbolo escultórico e identitario de las mejores aspiraciones de vida de nuestros pueblos. « J ■ :¥ )Jorge R. Bermúdez. Doctor en Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna, Tenerife, Islas Canarias. Licenciado en Arte Latinoamericano de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, profesor de Arte y Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y presidente de la Cátedra de Gráfica Conrado W. Massaguer. Es miembro de la Cátedra Martiana y de la Sociedad Cultural José Martí. Artículos suyos han aparecido en Unión, Artecubano, Cine Cubano, Opus Habana, Bohemia, La Gaceta de Cuba, Lúdica... Ha publicado, entre otros libros, De Gutenberga Landaluce (Letras Cubanas, 1990), Gráfica e identidad nacional (UAM Xochimilco, México, 1994), La imagen constante: el cartel cubano del siglo XX (Letras Cubanas, 2000) y Antología ' visual: José Martí en la plástica y la gráfica cubanas (Letras SU ¡Bit Cubanas, 2004). / naranjo; oxchiíoi I t* fV. ' f ; b rvíO- 9ry 4 I ISEN 959-259-211 * Pablo de la Tornente Editorial UHUJllGi 9*789592 5 9 2 1 1 7 en Martí Jorge R. Bermúdez / N Pablo de la Torriente \ j p Editorial © 2006Jorge R. Bermúdez © 2006 Pablo de la Torriente, Editorial Unión de Periodistas de Cuba Calle 11 no. 160 e/ K y L, Vedado, La Habana Diseño: Rafael López Viera Diagramación: Oladys Armas Sánchez Corrección: Samuel Paz Zaldívar ISBfí: 959-259-211-X ¡Robaron los conquistadores una página al Universo! Aquellos eran los pueblos que llamaron a la Vía Láctea «e l cam ino de las almas». José Martí «El hombre antiguo de América y sus artes primitivas». La América, Mueva York, abril de 1884. CHAC MOL, FUENTE DEL ANTICOLONIALISMO MARTIANO Quizás una de las esculturas m ás controvertidas y, a la vez, más admiradas de la estatuaria precolombina sea la de Chac Mol. Como toda obra de arte verdadera, ella representa y significa, sugiere y oculta, llama a la reflexión y a la contemplación. Todo en ella es enigmático... Y, a un tiempo, benéfico, alentador. Si bien hasta el presente han sido encontradas más de cien versiones escultóricas de este dios, la más notoria y, tal vez, una de las más bellas, es la primera, descubierta aproximadamente en 1879 por el arqueólogo norteamericano Le Plongeon, durante sus excavaciones en Chichén Itzá,1 ciudad de la cultura maya del llamado periodo posclásico (900 al 1500 n.e.).2 Todo indica que el hallazgo de la escultura coinci­ dió con la estancia de Martí en La Habana, entre a g o s ­ to de 1878 y septiembre de 1879. Siempre atento a todo lo que fuera importante para el enriquecimiento material y espiritual de los pueblos latinoamericanos, el Maestro no pasó por alto el acontecimiento. Proveniente de Guatema­ la, tenía aún fresca en su memoria la magnífica impresión 1 Itzá es un compuesto de dos elementos: its + á. El primero, its, lo tomamos por brujo o mago y á por agua. El nombre Itzá, pues, se traduce por Brujo-del-agua. «Introducción», El libro de ios libros de Chilar Balam. 2 Una observación necesaria: el dios maya de la lluvia se ha escrito de diferentes maneras, a saber, Chac Mool, Chacmol y Chac Mol. Esta última forma será la empleada por el prologuista y compilador del presente texto. En los demás casos se respetará la ortografía em ­ pleada por los autores citados. 5 que este pueblo le había causado -recuérdese su folleto de igual nombre-. Si en México había empezado a cono­ cer su América, en Guatemala amplió y profundizó su sen­ timiento de hijo de un pueblo único y continental. Es en Guatemala donde por primera vez utiliza el término nues­ tra América, como bien lo ha señalado el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar.3 De ahí que no sea casual que el Martí que por entonces reside en La Habana con su familia, y que ocupa, entre otros cargos, el de secretario de la sección de literatura del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, se haga eco de tal acontecimiento arqueoló­ gico de relieve internacional, citando, como al paso, en uno de sus apuntes para las conferencias que impartía en la comentada sociedad, al dios Chac. El hecho merece toda nuestra atención, ya que en esta, su primera cita conocida de la deidad representada en la escultura, la cali­ fica de «soberbia y vengativa». Ambos adjetivos, aunque nunca más los empleó al referirse a Chac Mol, por esta vez, desmienten la justeza de juicio que siempre caracteri­ zó al Maestio. Intentemos explicarnos. IYes parecen ser las causas d<- tal Interpretación. Una: su entusiasmo por el hall.i/go por demás, comprensible- Dos: dejarse llevar por l.i Información impresa de primera hora, única a mano, y tal ve/, sin ( alce alguno de información visual, así como bastante vaga en razón de una inadecuada cobertura pe­ riodística nada especializada. Y tres: el contexto en que están insertos los dos adjetivos, si bien ajenos al perfil icleoestético que caracteriza a esta obra escultórica, como veremos a continuación, sí apropiados para expresar el deseo de redención de los pueblos indígenas que ya sentía en lo más profundo de su ser. fie aquí el fragmento: «Pero de aquella absorción cruenta (se refiere a la Conquista) algo quedó de la vencida raza: el espíritu, que resiste siem- -1 Roberto Fernández Retamar. Prólogo «Martí y la revelación de Mues­ tra América», en Nuestra América, p. 10. 6 pre al acero, al hierro y al fuego». Y a renglón seguido, advierte: «Pero soberbia y vengativa acaba de erguirse, allá del fondo de intrincada selva, la estatua de Chac-Mool, y el pozo de los sabios de Chitchen, y las pinturas murales de Uxmal».4 Otros factores que pudieron incidir en el inicial juicio que Martí se hizo sobre esta escultura, estarían dados por las propias circunstancias que rodearon al descubrimiento en sí. Pongamos por caso, el oportunismo y la vanidad del arqueólogo norteamericano -bien señaladas por el Maes­ tro-, y la versión que este diera de la escultura, por de­ más, la única autorizada a la sazón, no exenta de cierto matiz sensacionalista y hasta de desconocimiento sobre lo descubierto, si se tiene presente que fueron los propios pobladores del lugar los que le propiciaron su localiza­ ción. (A lo que se sumaría el escaso conocimiento que todavía se tenía de la sociedad, la religión y el arte de estos pueblos. Asimismo, los dibujos a partir de los cuales se hacían los grabados que daban testimonio visual de algún descubrimiento arqueológico, por lo general, esta­ ban determinados por la subjetividad y la calidad del dibu­ jante, cuyas copias -n o pocas veces- eran imprecisas o se quedaban a cierta distancia de la realidad. Esta deficiencia ya se había hecho notar al comparar dichas imágenes con sus similares correspondientes a los primeros álbumes fo­ tográficos de ruinas precolombinas. El hecho de que los periódicos y las revistas todavía dieran preferencia al gra­ bado y no a la fotografía, por considerar el juicio estético dominante más artística la obra hecha a mano y no la mediada por un aparato de «sacar imágenes», explica, por último, que el referente visual manejado en un primer momento sobre la escultura de Chac Mol no fuera el más idóneo, tratándose, como era el caso, de una obra desen- * José Martí. Obras completas, t. 19, p. 443. Las palabras en cursivas correspondes al autor del presente texto. 7 ferrada y todavía sin memoria visual alguna para periodis­ tas y lectores. Situación, sin duda, que en aras de la primi­ cia periodística, bien pudo llevar a algunos a ilustrar sus trabajos con uno o más grabados en los que sí se repro­ ducía la imagen de un verdadero dios Tigre). El Chac Mol al que hace referencia Martí, el de Chichén Itzá o «pozo de los itzaes», quizás sea una de las pocas esculturas de bulto -si no la única- del llamado período posclásico maya que, a los efectos de su percepción, ex­ presa una dignidad y serenidad tales, que llega a atenuar sus particularidades físicas, refrendadas, a su modo, por un estilo de fuerte impronta simbólica, pero más o menos realista, que preferencia la representación antropomórfica. La escultura de Chac Mol tenía todos los atributos para que Marti se identificara con ella, tal y como quedará con­ firmado en el presente trabajo. Asimismo, cabe preguntar­ se, si en el momento de hacer referencia al descubrimien­ to de la escultura en la citada nota, Marti -q u e venía de vivir en México y Guatemala- no la relacionó con ciertos relieves y mascarones <uya representación escultórica, entre felin.i y humana, es mi i emitido a un culto más antiguo de la fecundidad quizás, de origen olm eca- y, por asocia( ion, de la lluvia. Lo inadecuado del nombre que le dio Le Plongeon al Chac Mol de Chichén Itzá, trajo aparejado más de un equívoco desde entonces a la fecha, cuando en realidad es una escultura -com o las otras de su tipo des­ cubiertas con posterioridad- que se corresponde con un proceso más reciente de transculturización y mestizaje en­ tre las culturas toltecas y mayas. Si por el momento Martí no pudo indagar mucho más de lo que la prensa existente entonces en La Habana publicó sobre el hallazgo, fue, o porque esta no le dio el seguimiento adecuado a noticia tan especializada, o porque él mismo estaba inmerso en afanes conspirativos que, finalmente, lo llevarían a una segunda deportación a España y más tarde a la tarea ma­ yor, «la guerra necesaria», cuya concepción, no sin orgu­ llo, homologó con una obra de arte, en clara alusión a un 8 criterio sobre el acto creador que iba más allá de los lími­ tes precisos que le otorgaba la época. Sin embargo, esto no quiere decir que Martí no le diera seguimiento al descubrimiento de la escultura del dios Chac. A un año de establecerse en Mueva York, o sea, en 1881, volverá tres veces sobre el terna. Las dos prime­ ras, serán a manera de breves comentarios o notas, tal y como se recogen en los Cuadernos de Apuntes tres y sie­ te. La tercera y última, una más extensa que llegará a publicar y sobre la cual volveremos más adelante. En la primera nota o apunte, el interés que le despierta un asunto colateral al hallazgo arqueológico propiamente dicho, evi­ dencia, por una parte, su gradual acercamiento a los co­ nocimientos atesorados por las culturas indígenas y, por otra, una mejor información y mayor cautela al referirse a Chac Mol, ya que encabeza esta nota con la siguiente aco­ tación: «Sobre el descubrimiento de Chacmool: versión del descubridor»,5 donde hace referencia por primera vez a Le Plongeon. Mientras que en la segunda, perteneciente al cuaderno siete, busca homologar el portento de su he­ chura y singular postura con «las voluptuosas esfinges del S e ra p e u m »,6 el magnífico templo del dios Serapis, en Alejandría. Esta breve nota, es el primer indicador de que Martí ya tiene información visual sobre la escultura del dios Chac, o una escrita más fidedigna, o ambas a la vez, pues en ella comenta: «Recuerdo a Chacmool: es el paso de la escultura de la esfinge, a la sentada, a la en pie».7 La visualización y hasta conceptualización de la escultura en esta breve línea escrita, ya nos confirma el Martí que rinde culto al hecho de que solo se ve lo que se sabe, y, por igual razón, el supuesto de que hasta entonces no la había visto. En pleno conocimiento de la identidad visual de la obra escultórica descubierta, Martí no dejara pasar la ocasión 5 Id., t. 21, pp. 106-107, 6 Id., p. 206. 7 Ibid. 9 de hacer pública su descripción, lo que sucederá en una nota más extensa aparecida en la Sección Constante de La Opinión nacional de Caracas, el 8 de noviembre de 1881. En ella se lee: «una soberbia estatua recostada sobre el dorso, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente, y con las manos sobre el seno...».8 Obsérvese, que en esta descripción el adjetivo soberbio califica a la estatua, para evidenciar su importancia artísti­ ca, dándole otro sentido a la oración. Un año y medio después, en junio de 1883, esta nota la publicará amplia­ da en la revista La América, de Piueva York, bajo el título «Antigüedades mexicanas», que bien pudo inspirarle las dos «antigüedades», la romana y la griega, que recién tra­ dujera para la Casa Appleton. El artículo en cuestión, co­ mienza con un comentario sobre los últimos descubrimien­ tos hechos por Le Plongeon en la zona de Veracruz, y continúa con lo que ya había escrito sobre Chac Mol en la Sección Constante. Esta fusión -por demás, válida- no ten­ dría mayor consecuencia, si no hubiera llevado a otro equívoco, casi un siglo después, cuando, el crítico e histo­ riador del teatro cubano, Riñe Leal, en su magnífico texto De Abdala a Chac Mool, da por sentado que una de las esculturas recién descubiertas por el arqueólogo norte­ americano, es Chac Mol. Este error lo inducirá a una suer­ te de cita híbrida, en la que la primera parte, separada de la otra por tres puntos suspensivos entre paréntesis, se corresponde con la escultura recién hallada en Veracruz, y la segunda con la del dios de la lluvia de Chichén Itzá.9 De inesperada puede calificarse la elección de este artículo para su publicación en La América, si se tiene presente que ello ocurre en el mes que Martí se incorpora al equipo de edición de la comentada revista, cuyo perfil u Id., t. 23, p. 69. 9 Al final de este texto se reproduce la parte correspondiente a Chac Mol del citado artículo de Riñe Leal, ocasión que tendrá el lector de verificar la comentada cita. (/Vota del Autor). 10 editorial no se avenía del todo con asunto tan especializa­ do como ajeno a los propósitos comerciales y tecnológi­ cos que la caracterizaban. El artículo parece obrar como ariete de un primer acto suyo dirigido a darle un vuelco a la política editorial de la publicación, lo que en parte logró por un tiempo. Su empeño de hacer La América de propó­ sito para un ingente proceso culturizador y concienciados explica, por último, la literaturización de los contenidos científicos y técnicos, y la incorporación de aquellos otros de real interés para la cultura general del público lector hispanoamericano, con el doble objetivo de mantenerlo actualizado y, al mismo tiempo, consciente de su extraor­ dinario pasado y presente, sin merma alguna de sus valo­ res identitarios y posibilidades reales de progreso. La otra referencia martiana a Chac Mol está contenida en un esbozo o proyecto de obra de teatro, cuyo guión se relaciona con los acontecimientos que dieron lugar al des­ cubrimiento de la escultura del dios Chac, en Chichén Itzá. La pieza llevaría por título el nombre del impar dios; mien­ tras que, no por breves, estos apuntes dejarán de traslucir el superobjetivo último de su proyectada obra: rechazar la humillante caricatura que la cultura del colonizador hizo de su protagonista central: la conquistada y explotada raza maya y, por extensión, la de todas las razas amerindias y las que luego poblarían el continente. El proyecto eviden­ cia una novedosa concepción dramatúrgica para el teatro cubano e hispanoamericano de la época, tal y como lo hace ver Riñe Leal en su citado ensayo, al sustentar un criterio actoral que preferencia la acción colectiva de un pueblo indígena americano por sobre la de individualidades. Consecuente con su propuesta, Martí propone com o principal personaje negativo o antihéroe al mismísimo Le Plongeon: símbolo, para él, del científico al servicio del creciente saqueo de las culturas más antiguas de la huma­ nidad, que adinerados coleccionistas estimulaban desde inicio de siglo, así como museos e instituciones con sede en las naciones de mayor poder económico de la época. 11 i Este interés de Martí por un teatro nacional de nuevo tipo, que pusiera en escena «terribles tragedias, con nuevos e históricos resortes», se correspondió entonces con el que le había despertado el pueblo de Guatemala y, en particu­ lar, la cultura maya. Y que entre 1877 -año de su estancia en esta república centroamericana-y 1891, que escribe su fundamental ensayo nuestra América, medie su asimila­ ción de la vasta y compleja cultura precolombina, o, al menos, se pusiera al día en cuanto a los textos más im­ portantes escritos sobre el tema. Entre las probables fuen­ tes consultadas por Martí, estarían los libros de los arqueólogos norteamericanos Stephens, Charnay, Le Plongeon y Brinton, y los del francés Nadaillac. Los artículos martianos de contenido indígena de La América, abrirán el comentado cauce en este decenio, convirtiéndose en uno de sus preferidos para levantar la autoestima de los pueblos indígenas del continente, así como para expresar y divulgar su concepción de América como un todo. Estos son Antigüedades mexicanas (junio, 1883), Arte Aborigen (enero, 1884), El hom bre antiguo de América y sus artes primitivas (abril, 1884), Autores am ericanos aborígenes (abril, 1884), Una com edia indígena (junio, 1884) y R e­ unión próxima de la British Association: apuntes de antro­ pología americana (junio, 1884). Un clásico ejemplo de los muchos que por entonces utilizará Martí en tal sentido, es el perteneciente al ya citado artículo El hom bre antiguo de Am érica y sus artes primitivas, donde se lee: «...no imaginaron como los hebreos a la mujer hecha de un hue­ so y al hombre hecho de lodo; ¡sino a am bos nacidos a un tiempo de la semilla de la palma!». Al origen de la criatura humana más aceptado por la cultura oficial de la época, Martí le opone la génesis de un pueblo indígena de su América, como una de las tantas estrategias que seguirá en lo adelante con el propósito de irle creando una con­ ciencia anticolonialista a nuestros pueblos desde los pre­ supuestos éticos y estéticos de sus mitos y tradiciones más 12 auténticas. Chac Mol no solo está en esta cuerda, sino que está entre los primeros en iniciar el gran poema martiano de la primigenia identidad cultural de América. El Martí que le «descubrió» tal deidad a un lector hispanoamerica­ no, quizás, más atento a las últimas noticias de la bolsa o a las particularidades técnicas de la máquina que mayor plusvalía podía sacarle al obrero, un año más tarde cesaría en la dirección de dicha revista. II A falta de otra verdad que no fuera la recogida en perió­ dicos y revistas, donde, por lo general, prevalecieron los criterios de los arqueólogos extranjeros, en particular, los de Le Plongeon, descrito por Martí como «anciano activo y revoltoso», de «indiscreto lenguaje y exagerada ambición»,10 es de inferir, que no pocos hombres lúcidos de su tiempo, entre los cuales estaría nuestro Hombre Mayor, tuvieron que conformarse con su versión. Y aún más, que fuera esta la que prevaleciera hasta mucho después. A la luz de los nuevos estudios que se han sucedido en el tiempo sobre las culturas precolombinas, no todo encaja con la primera y apresurada lectura que sobre el dios de la lluvia hiciera Le Plongeon. Al igual que tantas otras obras de este período de la historia del arte americano, los caminos que llevan a desentrañar el origen y significado últimos de esta escultura -y de las que se encontraron con posterioridad a ella- están todavía por desandar en un buen trecho. En primer lugar, es obligado volver a su condición de «rey Tigre», nombre con el que la bautizó el arqueólogo norteamericano, y que desde entonces a la fecha ha dado lugar a más de una conjetura y especulación. Para la inves­ tigadora francesa Laurette Séjourné, «el tigre ilustra la 10José Martí. Op. cit., t. 8, p. 328. 13 marcha y el com bate».11 Mas, no hay que ser entendido en arte ni en arqueología para comprender que Chac Mol no es un dios de la guerra, aun cuando su pectoral en forma de mariposa sea un remitido al de los atlantes de Túla, cuya postura erguida sí podría relacionarse con la de guerreros en guardia. En cambio, «la guardia» del llamado Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, en cuyo pórtico se ubica Chac Mol, sí se hace expresa en los bajorrelieves que ornan las columnas que rodean la base de la pirámi­ de, al punto, de darle nombre a este conjunto arquitectó­ nico. Fero este no es el caso de nuestra escultura. La pos­ tura de Chac Mol no evoca siquiera el reposo del guerrero, pues no tiene donde recostarse. El supuesto descanso que se infiere de la pose, es su mayor enigma. En cuanto a las representaciones escultóricas existentes del dios Tigre, sus características formales y conceptuales las hace diametralmente opuestas a las del dios Chac. Esta deidad felina (tigre o jaguar), entendida como uno de los cultos mayores de la hyhris americana entre animal y hom­ bre, se inscribe entre las grandes constantes míticas de las culturas precolombinas desde el altiplano boliviano hasta el mexicano, incluyendo las Antillas. Verbigracia, el hacha ceremonial taina de la región de Holguín, en Cuba. En la representación escultórica o en relieve de esta deidad felina, domina la geometrización, cuando no una figuración en­ tre zoomórfica y antropomórfica, que, en no pocas obras, sí parece generar una suerte de expresión soberbia y ven­ gativa. Otro tanto sucede con los llamados mascarones en relieve del dios Chac, de trompa larga y enrollada, cuyo simbolismo y geometrización no guardan relación estilísti­ ca ni conceptual alguna con las esculturas de bulto de Chac Mol. La talla y la sensibilidad artística dominantes en la ejecución de estas esculturas están más en correspon­ dencia con la de la Chalchihutlicue, diosa del agua de 11 Laurette Séjourné. Antiguas culturas precolombinas, p. 263. 14 Teotihuacan, las máscaras de pórfido que reproducen a maravilla el tipo físico tolteca, y, sobre todo, con la de los colosales atlantes de TUla o Tollán, heredera cultural de aquella y centro irradiador del mensaje cultural, artístico y religioso de Quetzalcóatl por todo el ám bito m esoamericano, que con cualquiera de las obras escultóricas, de bulto o relieve, relacionadas con el dios Tigre en la región. Estas diferencias, sin embargo, no cuestionan la posibi­ lidad de una antiquísima relación entre el dios de la lluvia y cierto culto de la fecundidad regido por una deidad felina, que parece presidió la teogonia olmeca en el período lla­ mado por los arqueólogos preclásico (1 500 a.n.e. al 200 n.e.), para luego extenderse por las demás culturas asentadas en la costa del Golfo (de México) y el istmo de Tehuantepec. El comentado culto generó toda una iconografía de bebés tigroides, cuyo origen se explícita sin rodeo alguno en dos esculturas de la región de Veracruz, que representan la cópula entre mujer y jaguar. De esta génesis contra natura se dio otra propiamente artística, que tuvo como asunto central una divinidad felina cuyas representaciones, «a menudo naturalistas, se humanizan a veces hasta no guar­ dar más que un solo rasgo de la fiera, entre otros con el tamaño de la boca o la curvatura de los belfos».12 Pero solo en este aspecto religioso ancestral propio de los orí­ genes, y que los mitos asocian con el Quinto Sol -era en la que también hace su aparición el Quetzalcóatl-dios de los toltecas de Teotihuacan-, se dio la relación. Su permanen­ cia en ciertas comunidades y zonas de la costa este llega­ ría hasta la época de Le Plongeon y el descubrimiento de la escultura de Chac Mol. Es de presumir, que el incipiente estado en que se encontraban entonces las investigacio­ nes de campo sobre estas culturas, la deficiente interpre­ tación que de algunos de sus hallazgos arqueológicos hizo Le Pongleon -em presa, por demás, harto compleja aun 12Id., pp. 187 y 188. 15 para los especialistas de hoy día-, la continuidad de una fuerte tradición oral entre los pobladores de las zonas donde excavaba -p o r lo general, su principal fuente referencial para la búsqueda-, y, por supuesto, las antes citadas re­ presentaciones esculpidas del dios Tigre y los mascarones en relieve atribuidos al dios Chac, serían los principales factores que contribuirían a explicar su decisión de identi­ ficar al renovado dios de la lluvia del renacimiento de los itzaes, con el rey Tigre. Sobre el particular, nada más con­ cluyente que la siguiente cita del arqueólogo cubano-mexicano Alberto Ruz Lhuillier.13 Copiamos in extenso. «Un ex­ plorador del siglo pasado puso el nombre de chacm ol a este tipo de esculturas, nombre totalmente inadecuado ya que significa garra roja (uno de los nombres del jaguar). El error de Le Pongleon quizás se explique por la tradición de la existencia de un tigre rojo oculto en algún templo de Chichón ltzá. Til tigre rojo fue efectivamente descubierto más tarde en el templo situado debajo del actualmente visible que se conoce como el Castillo. Se trata de un tro­ no de piedra pintado de rojo en el que las manchas del jaguar están figuradas por placas de jad e y sus ojos por bolas también de jade. En la mitología maya y mexicana el jagu a r está asociado al sol y particularmente al sol nocturno; se suponía que al ser tragado por la tierra al atardecer, el astro se convertía en un jaguar que andaba silencioso en las tinieblas de los bosques. El jagu a r se convirtió en símbolo de realeza y por eso el trono del jefe estaba cubierto con piel de un jaguar o tallado en forma 13 Alberto Ruz Lhuillier descubrió en el llamado Templo de las Inscrip­ ciones de Palenque, en el verano de 1952, la tumba del gran sobera­ no maya Pacal, primera hallada en América en el interior de la base de una gran pirámide. A inicios de los noventa, en otro templo piramidal de dicha ciudad, fue encontrada otra tumba, esta vez per­ teneciente a una mujer, que a falta de identificación, por el momen­ to, se le ha llamado la Reina Roja, por encontrarse su cuerpo untado con cinabrio (nota del Autor). 16 de felino».14 De la citada versión de Lhuillier, al igual que de las anteriores, se saca en claro dos cosas: los ya sabidos errores y arbitrariedades en que incurrió Le Plongeon, y, en consecuencia, los obstáculos que en relación con nuestro objeto de estudio todavía quedan por salvar para clarificar la identidad y función que pudieron tener las esculturas de Chac Mol en su tiempo. En tanto, volvamos al nuestro, des­ de el descubrimiento de la primera en 1879 hasta hoy. ¿Acaso no son veneradas por el pueblo e identificadas por los espe­ cialistas como las representativas del dios de la lluvia? ¿rio siguen ahí, firmes y dignas, en su emplazamiento real o en uno supuesto, en el pórtico de un templo del posclásico o en uno más rebuscado de algún importante museo? De hecho, los valores estéticos, simbólicos y hasta históricos inferidos o reales- acumulados y relacionados con esta dei­ dad, un siglo después de entrar por segunda vez a formar parte de nuestra cultura, más que desmentir la condición de Chac Mol, dios de la lluvia, la reafirma, en tanto referen­ te identitario de primer orden entre las imágenes que ha­ cen la visualidad moderna y contemporánea de Nuestra Amé­ rica. ¡A fin de cuentas, qué mejor equívoco -si lo hubo- que nombrar dios de la lluvia a quien nunca hizo nada por mu­ darse de la intemperie! III La otra vía cierta en cuanto al mestizaje estilístico que finalmente dio lugar a ia(s) escultura(s) antropomórfica(s) 14 Alberto Ruz Lhuillier. La civilización de los antiguos mayas, p. 122. Hasta cierto punto tampoco faltan a la verdad algunas hipótesis que dan a entender que las esculturas de bulto de Chac Mol eran brace­ ros, donde se quemaba la sangre de las vírgenes sacrificadas, la que al ascender convertida en humo alimentaba a los dioses, quienes en pago propiciaban la lluvia (ilota del Autor). 17 de Chac Mol, viene, por supuesto, de la cultura maya del período clásico (200 al 900 n.e.). Su precedencia en cuanto al correspondiente a la construcción de Chichén Itzá y la comentada pirámide templo donde se ubica, se caracte­ rizó por un arte de los más maduros y refinados del pa­ sado americano, el que dio en expresarse a través de una figuración más o menos realista, que tuvo en la criatura humana el primer asunto de elección. Martí dijo de ellos: «Tienen la frente amplia como los que saben pensar». Y dijo más, cuando en su artículo Las ruinas indicis, corres­ pondiente al segundo número de La Edad de O ro (1889), escribió: «Pero las ruinas más bellas de México no están por allí (se refiere a las del Centro y el Altiplano), sino por donde vivieron los m ayas...».15 En este último artículo, el Apóstol evidencia un conocimiento del tema más decan­ tado, dado los seis años transcurridos desde su primer escrito para la revista La América. Incluso los dos únicos grabados utilizados en Las ruinas indias corresponden a las ciudades mayas de Kabah y Uxmal, aun cuando el artículo se ocupa de toda el área mesoamericana, inclui­ da la guatemalteca. Mientras que de las tres máscaras o rostros esculpidos que encabezan el texto, una de ellas, la del centro, parece responder al estilo tolteca de las antes citadas de pórfido, que, como ya se dijo, por la cronología, rasgos fisonómicos y técnica escultórica, se corresponde con la del Chac Mol de Chichén Itzá. Se sabe, por último, que el llamado Templo de los Guerre­ ros, construcción dominante del paisaje urbano del gran centro ceremonial yucateco, descansa sobre uno más antiguo y sólido, el del dios Chac. ¿Quién era en reali­ dad este dios? 15 José Martí. «Las ruinas mayas», en La Edad de O ro , vol. 1, no. 2, p. 54. 18 IV Para los mayas del período clásico, Chac fue el dios de la lluvia y, por asociación, del viento, el trueno y el relámpago, así como dios de la fertilidad y la agricultura. Sin embargo, no es hasta el período posclásico que esta deidad alcanzará una mayor veneración y hasta popularidad entre las clases pobres y trabajadoras, como resultado de la migración y reubicación de esta cultura en el norte de la península de Yucatán, donde las lluvias son escasas. En los tres códices que se conservan de la cultura maya, el Códice de Dresde, el Códice Tro-Cortesiano y el Códice Peresiano, la figura de Chac aparece 2 18 veces, mientras que la del dios primero y más importante de este panteón, Itzamná, Señor de los Cielos e hijo de Hunab Ku, el Creador, solo se represen­ ta 103, y no se encuentra para nada en el códice Peresiano. Chac es la deidad central de la tríada de los dioses benéfi­ cos mayas: Itzamná, Chac y el Dios del Maíz; es decir, entre el dios de los cielos y el del cultivo sobre el que se sustenta toda la civilización americana. Jerarquía que revela su real importancia, si se tiene en cuenta que esta cultura llegó a tener a finales del posclásico un estimado de 160 dioses; mientras que la creación de la criatura humana según el Popol Vuh o «libro de los quichés», solo se logró -luego de varios intentos infructuosos por parte de los dioses- a partir de granos de maíz. La intervención de Chac fue siempre más requerida por el maya corriente, que la de todos los demás dioses com­ binados. Su importancia fue tan excepcional, que le dio nombre a los cuatro puntos cardinales del mundo maya. Esta singular función hizo que se subdividiera en cuatro dioses o Chaces: Chac Xib Chac, el Hombre Rojo, Chac del Este; Sac Xib Chac, el Hombre Blanco, Chac del Norte; Ek Xib Chac, el Hombre negro, Chac del Oeste y Kan Xib Chac, el Hombre Amarillo, Chac del Sur. El Chac corres­ pondiente al Oriente (Likin), está asociado con el Sol y, por extensión, con el color rojo y la sabiduría. 19 1 También a Chac se le identificó con el mes llamado Mol, octavo del calendario maya. Mol era el mes de la renova­ ción, cuando todo género de utensilios, desde los libros sagrados hasta las piedras de moler de las mujeres y las puertas de las casas, se pintaban de azul. Este color, con el correr del tiempo, dio en llamarse azul maya. Sacerdo­ tes y guerreros, milperos y colmeneros, vírgenes y jóve­ nes, celebraban la ocasión. Para todo maya, Mol era el mes de «rehacer los dioses», y para ello se escogían, entre los artistas del pueblo, el escultor que transformaría el cedro o kuché, cuyo significado es á rb o l b u en o, en divinidades. Aislado en una cabaña de paja, que la familia elegida le hacía para la ocasión, esculpía los ídolos de madera que, por un nuevo período, el cabeza de familia arroparía con fe inquebrantable en una cesta hecha de fibras de maguey. Mol, sin dudas, no podía parecerse más a Chac, y viceversa. La renovación de los ídolos, por últi­ mo, concluía en celebración. Comidas, danzas, cantos y apareamientos..., contribuirían, una vez más, a hacer del dios de la lluvia y la fertilidad, iel de la vida! ¿Es esta una versión animada de las posibles obras y etapas por la que los pueblos mayas llegaron a represen­ tarse sus dioses, o la última de un tiempo primigenio? Actuales investigaciones creen relacionar los primeros po­ bladores del lugar con determinados restos humanos en­ contrados en el fondo de los cenotes o pozos de la zona de Chichón Itzá, cuyo ADM mitocondrial no se correspon­ de con el de los hombres que cruzaron el estrecho de Behring. Martí, al referirse en Las ruinas indias al estado de abandono de la otrora gran ciudad, escribe: «Pero de lo que queda en pie, de cuanto se ve o se toca, nada hay que no tenga una pintura finísima o curvas bellas, o una escul­ tura noble, de nariz recta y barba larga».16 El subrayado no es gratuito. Su observación, como se aprecia, por una 16Id., p. 56. 20 parte, apunta a un tipo humano cuyos rasgos fisonómicos bien lo emparienta con el Quetzalcóatl de TUIa, y hasta con el Chac Mol, y, por otra, con la supuesta raza proveniente del este y llegada por mar de que hablan los mitos, y que la ante comentada exploración submarina de los cenotes, supuestamente, pretende demostrar. Pero ahí no queda su texto: «En las pinturas de los muros [...] hay procesio­ nes de sacerdotes, de guerreros, de animales que parecen que miran y conocen, de barcos con dos proas, de h o m ­ bres de barba negra, de negros con p elo rizado ; y todo con el perfil firme...».17 Esta última observación de Martí, igual nos sugiere otro éxodo o corriente migratoria prove­ niente del este, pero esta vez relacionada con una de las culturas más antiguas de México, la Olmeca. En uno y otro caso, el Maestro aspira a hacer ver la importancia del mar como camino de contacto entre los pueblos más antiguos, y no ese obstáculo, a veces insalvable, como se solía pre­ sentar en no pocos libros de texto. En consecuencia, habla de los mayas de Yucatán, como «del pueblo que echó sus barcos por las costas y ríos de toda Centro América, y supo de Asia por el Pacífico y de África por el Atlántico».18 Y todas estas hipótesis -p or entonces, más que novedosas, inaceptables- en un artículo para los niños de América, setenta años antes de la expedición de la ñon Tiki y casi un siglo antes de la Rá. Támbién su descripción de Chac Mol es tan vivida como sugerente. En las dos ocasiones que lo hace, en las notas de la Sección Constante del diario caraqueño y en el ar­ tículo de la revista La América, no pasa por alto que el dios yace «con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente».19 Pero, ¿cuál es el oriente de Chac Mol? La ciudad de Chichén Itzá, ubicada en el extremo norte de la península de Yucatán, tiene por «oriente» el archipiélago cubano y el de 17 ibid. 18 Ibid. 19José Martí. Obras completéis, t. 8, p. 328. 21 las Bahamas, y, más allá, el Atlántico..., o la Atlántida. También en esa dirección sitúa el mito la transformación de Quetzalcóatl en lucero del alba (Venus). Dos son los mitos a relacionar con este extraordinario personaje-dios: uno de carácter religioso y otro histórico. Según la Séjourné, para lograr su fusión, uno y otro de­ ben renunciar a su forma, sufrir el sacrificio y aceptar des­ hacerse para que alguna otra cosa se haga. Ambos, tam­ bién, se complementan, aun cuando la antigüedad del primero, que nos remite a los orígenes mismos del pueblo teotihuacano durante la llamada era del Quinto Sol, luego de que los hombres derrotaran a la raza de los Gigantes, encerraría tanto una concepción religiosa como una idea poética. El pájaro (quetzal) simboliza el cielo y, por exten­ sión, el Sol. La serpiente (coatí), la materia, la tierra. Los dos símbolos se dan en relación con el movimiento. La relación es dialéctica: en tanto el pájaro aspira al suelo, la serpiente se levanta al cielo. Cuerpo y alma: alianza crea­ dora entre materia y espíritu. Con la llegada del hombre a Teotihuacan, centro y origen de las culturas m esoam ericanas y, por extensión, lugar donde los dioses crearon el mundo, pájaro y serpiente devienen atributos del primer Señor, Quetzalcóatl. En él se proclama el origen humano de la divinidad. Es el primer hombre en convertirse en Dios y, por consiguiente, título de todo gran sacerdote y soberano reinante con posterioridad a él en la región. La recurrente omnipresencia de Quetzalcóatl llegaría hasta la caída del imperio azteca, tal y como lo corrobora el hecho de que su más alto dignatario sacerdotal también recibía este título. Téotihuacan fue abandonada en el siglo vm, hecho que coincide con el final del período mesoamericano denomi­ nado clásico. Sobre el particular escribe Manuel Galich: «Hay algo que intriga y sorprende y es que, por la misma época, se haya operado el mismo abandono en las gran­ des capitales urbanas o ceremoniales de toda el área mesoamericana, tanto en la costa del Atlántico, como en 22 la zona de Oaxaca, en el altiplano mexicano y en los sun­ tuosos centros mayas de El Petén guatemalteco, como si toda la extensa región hubiera sido sacudida por un cata­ clismo social que hubiera operado reacciones en cade­ na».20 Dos siglos después, nuevas migraciones e invasio­ nes darían lugar a un reordenamiento de la geografía y la sociedad mesoamericanas, y, con él, a la fundación de nuevas ciudades, ligas e imperios. Entre las ciudades del posclásico, dos centran nuestra atención: la neotolteca TUla Xicocotitlán o Tollán, como figura en el mapa del imperio mexica, de Clavijero, en su Historia Antigua de M éxico , y la neomaya Chichén Itzá, en el extremo norte de la península de Yucatán. Con TUla Xicocotitlán se identifica el ámbito socio-cultural de la parte propiamente histórica del otro mito relacionado con Quetzalcóatl; mientras que, con Chichén Itzá, el nuevo canon estético que identifica al dios maya de la lluvia con el singular patrón escultórico repre­ sentativo del Chac Mol. En lo que concierne a la etapa de Tula, el mito adquiere matices legendarios: este se inicia con la infancia, adoles­ cencia y primeros años de madurez de Quetzalcóatl. En apretada síntesis, el joven Topiltzin (nom bre del futuro Quetzalcóatl), descendiente de la antigua estirpe de los toltecas de Teotihuacan, queda huérfano de padre, al mo­ rir este a manos del usurpador de su trono en Culhuacán. El joven se cría y educa con la familia materna hasta llegar a alcanzar la jerarquía de sacerdote del dios Quetzalcóatl. Ya adulto e investido de tal dignidad, parte hacia Culhuacán, donde combate y venga la muerte del padre, el príncipe Mixcóatl, y se convierte en señor supremo de su pueblo. En el 980, funda TUla Xicocotitlán, nueva capital de los toltecas. Durante su reinado le enseñó a estos el arte del tejido, la escritura, el calendario, la medicina y el movi­ miento de los astros... Y repudió los sacrificios humanos. 20 Manuel Galich. nuestros primeros padres, p. 94. 23 Pero, como bien escribió Martí, «El hombre en cuanto des­ cubre una fuerza, la ataca». Y la de Quetzalcóatl era la fuerza suprema, la del amor en su acepción más amplia. De ahí que los mitos relacionados con los toltecas hagan referencia al conflicto entre cultos, simbolizado por la lu­ cha entre Quetzalcóatl y los dioses guerreros de las tribus recién llegadas del Norte. Un culto ilustre sustentado en la naturaleza, y un origen y dios únicos, cedieron su lugar a uno o varios de carácter politeísta, con los cuales los pue­ blos llegados últimos legitimaron su poder sobre los ya existentes en la región, previo sometimiento por la guerra y posterior apropiación de los conocimientos acumulados durante siglos. Estos hechos devienen un mito en extremo poético -tal vez, por humano-, cuando dan en expresarse desde el propio martirio del soberano o sacerdote supre­ mo Quetzalcóatl. Tentado por sus opositores a embriagar­ se y yacer con mujer, el sumo sacerdote y rey quebranta el código moral y ritual del antiguo culto quetzalcotliano... Confrontado por su propia imagen, expiará su falta con el destierro. Al frente de sus seguidores, inicia el éxodo hacia el oriente, hacia la costa del Golfo (de México). Allí, levanta la hoguera purificadora que lo elevará al espacio, para en­ cender con su luz, hecho lucero, las tardes y amaneceres del hombre. Este magnífico mito, como puede verse, tiene un final abierto, contiene una promesa tan vasta como el firma­ mento. Quetzalcóatl, antes de elevarse, promete volver. Quetzalcóatl era blanco y barbado. En ello hay total acuer­ do. Tál final e identidad, unido a malos augurios y dudas interminables, le facilitaron a Hernán Cortés -aunque aje­ no a ello en un principio- la conquista del imperio azteca; a Moctezuma, la caída. Y a Le Plongeon, según nos refiere Martí, que los indígenas le indicaran el lugar donde estaba la escultura del dios Chac, «merced a la semejanza» que su rostro tenía con otra que representaba a un supuesto Mesías, que regresaría a redimirlos. El mito, de esta for­ ma, interviene de manera directa en el hallazgo de Chac 24 Mol. Pero, siete siglos atrás, aproximadamente, ¿qué o quiénes propiciaron el encuentro entre el personaje cen­ tral del mayor de los mitos del humanismo mesoamericano y el más venerado de los dioses mayas? «Los teotihuacanos -dice Qalich- fueron más filósofos que guerreros, y su dominio fue religioso y cultural. Y el comercio su vehículo».21 Martí, por su parte, habla de Tula, «como la ciudad de la gran feria».22 El mito del éxodo de Quetzalcóatl desde el altiplano a la costa del Golfo, aun cuando se sustenta en un hecho histórico ocurrido a fines del 900, por su particularidad de potenciar el poder de la poesía como una forma de salvación del mundo, bien pue­ de interpretarse como una suprametáfora de aquellas olea­ das migratorias que, al igual que en los inicios del período clásico, llevó a Adrián Recinos a decir, en su versión del Popul Viih, que los antiguos toltecas, en su unión con los mayas del sur, habían dado origen a las naciones indíge­ nas en Guatemala. La versión de Recinos se reeditará en el posclásico: período con el que se relaciona la llegada de los toltecas y su caudillo Quetzalcóatl a Yucatán, Campeche y Quintana Roo, y la fundación por aquel de la ciudad estado de Mayapán, que terminó por darle nombre a la gran Liga constituida por dicha ciudad, más las de Uxmal y Chichén Itzá. Sin pasar por alto guerras e invasiones -q u e las hubo, en tanto otra vía, aunque cruenta, igual de propiciatoria para el mestizaje cultural-, es un hecho que el distanciamiento y la enemistad entre los pueblos mayas y los de la meseta quedaron superados -una vez m ás- en razón del intercambio comercial y cultural. En este nuevo contexto y en una situación geográfica que devino enton­ ces cruce de culturas, floreció Chichén-Itzá, «La Meca del nuevo imperio», como la llamó Morley. Quetzalcóatl fue incorporado, como deidad máxima, a la teogonia maya 21 id., p. 96. 22 José Martí. «Las ruinas indias», p. 54. 25 con el nombre de Kukulkán, a cuyo culto debió estar dedi­ cada la estructura piramidal de nueve pisos conocida en la actualidad como El Castillo. Otros edificios notables son El Caracol u observatorio astronómico y el Templo de los Guerreros. Es en este último templo donde m ejor se mestizan las concepciones arquitectónicas mayas con las del altiplano mexicano, en particular, las de Tula Xicocotitlán o Toilan, capital de los nuevos toltecas, cuyo supremo sa­ cerdote y soberano fuera Quetzalcóatl. En razón de tan soberano mestizaje, las columnas del templo que remata esta estructura piramidal tienen por diseño el de la Ser­ piente Emplumada. Pero, ¿por qué Chac Mol y no otra deidad preside la entrada al templo? En principio, digamos que también aquí está presente el mestizaje cultural, al corresponderse el dios de la lluvia y la fertilidad mayas con el bien mayor que el Quetzalcoátl otro, en su condición primera de divinidad de Teotihuacan, le legó a los pueblos del altiplano mexicano: la agricultura. A nadie escapa que en estadios civilizatorios como el que da origen al extraordinario mito-personaje, el conocimiento y desarrollo de la agricultura implica la liberación del hom­ bre de la incesante búsqueda de alimentos. En América, como en cualquier parte, este paso permitió la base mate­ rial necesaria para el surgimiento y florecimiento de ma­ nifestaciones supraestructurales como la religión, el arte y la arquitectura, entre muchas otras. También la especialización de los individuos según sus habilidades. Al domi­ nar la agricultura, el hombre americano no solo miró a la tierra, sino también al cielo. Todo o casi todo se hizo en­ tonces sagrado... Alcanzó un espíritu. El poder de las cas­ tas sacerdotales toltecas y mayas -com o las de cualquier otra cultura en tal estadio de desarrollo- se sustentó des­ de entonces en sus conocimientos sobre el movimiento de los astros, y su aptitud para asentar en listas o libros datos astronómicos y calendáricos, predecir eclipses y aparicio­ nes y desapariciones de Venus, etc. Sirva de ejemplo el siguiente dato: la duración del año, según la astrología 26 moderna, es de 365, 2422 días, mientras que la del año maya es de 565, 2420 días (500 d.n.e.), cómputo que resultó más exacto que el de la reforma del calendario introducida por el papa Gregorio XIII, mil años después (1582). A los ojos del pueblo maya, estos conocimientos eran la mejor prueba del poder de las castas sacerdotales y su íntima comunión con las deidades más prominentes de su panteón, identificadas con el Sol, la Luna, Venus, etc. Distante de las supuestas grandes verdades de sus sacer­ dotes, el maya común siempre se sintió más cerca del único gran dios que podía palpar, interpretar y hasta dis­ frutar: el de la lluvia. En el posclásico este culto alcanzó su más solemne estado, como ya se explicó, al asociarse Chac con el supremo Quetzalcóatl o Kukulkán. A partir de este momento las relaciones entre ambas deidades se sucedie­ ron y fortalecieron. La renovación del templo de Chac Mol aconteció en el mes Yax, cuyo patrono era Venus. Igual de sorprendente es la relación simbólica que con el oriente identifica a am bas divinidades. Quetzalcoátl viaja hacia el este de México para su purificación, y Chac dirige su mira­ da en esa dirección. El mito quetzalcoátliano tiene su ori­ gen en el origen mismo del mundo americano. Así lo evi­ dencia el templo dedicado a esta divinidad en Teotihuacan, el más antiguo del grandioso centro ceremonial de los toltecas clásicos, civilización gestora de gran parte de los conocimientos que atesoraron los pueblos que le sucedie­ ron en la región. Este templo, sin embargo, lo comparte Quetzalcóatl con otra deidad: Tlaloc, el dios tolteca de la lluvia y, con posterioridad, de los aztecas. Tlaloc fue a toltecas y aztecas, lo que Chac a los mayas. En alfardas y tableros Quetzalcóatl (la serpiente-la tierra) alterna con Tlaloc (la lluvia). Los espacios que deja su cuerpo ondu­ lante al simular su eterno recorrido por la pirámide, lo llenan conchas de mar traídas del Caribe (el primer mar del oriente maya). Una de las escalinatas centrales del tem­ plo piramidal El Castillo, de Chichón Itzá, simula el movi­ miento de una serpiente al caer sobre ella la luz solar 27 durante el equinoccio de primavera. ¿Casualidad o univer­ salidad? Digamos que lo último. La conexión, como se infiere de estos datos y relaciones, y tal y como había ocurrido en el plano económico y social representativo de los períodos de las grandes m archas migratorias, se extraterritorializa, para involucrarse con un espacio histó­ rico y cultural más universal, en el entendido de uno con­ tinental o precolombino, que en los casos de Quetzalcóatl y Chac Mol, tiende a darse por la materialización simbólica de un «oriente» propiamente mexicano. En consecuencia, las correspondencias apuntadas se confirman sobre una tierra cargada de sentido. El Quetzalcóatl que promete volver antes de elevarse desde la hoguera purificadora, lo hace frente al mismo mar hacia donde mira Chac. Los dos son dioses benéficos, imprescindibles... Uno se eleva al cielo para convertirse en lucero, el otro cae de él convertido en lluvia. Los dos se realizan p o r y para el hombre. Mirar los mitos de soslayo, como a veces acostumbran algunos es­ tudiosos, es dejar de ver una parte importante de la histo­ ria que trataron de contarnos nuestros más jóvenes ante­ pasados. El adjetivo no es gratuito. En términos culturales, cada nueva generación es más vieja que la precedente, porque es portadora y responsable de una mayor expe­ riencia acumulada. De ahí que las conclusiones que poda­ mos sacar de los mitos relacionados con dos de los dioses mayores de la teogonia y el humanismo americanos, en cierta medida estén ya expuestas en el siguiente párrafo de la arqueóloga francesa Laurette Séjourné: «La historia de la arqueología mexicana de los últimos cuarenta años no es más que el descubrimiento progresivo de las rela­ ciones que mantenían entre sí los diferentes grupos étnicos desde lejanas épocas y de la universalidad de un pensa­ miento que cada grupo expresa mediante un estilo perso­ n a l» .23 De esta suerte renacería Teotihuacan en Tula 23 Lauretté Séjourné. Op. cit., p. 245. 28 t Xicocotitlán, y el mito genésico de la Serpiente Emplumada en el Quetzalcóatl histórico. Y, de am bo s, de Tula y Quetzalcóatl, la renovada Chichón Itzá y el nuevo culto al dios de la lluvia. IV Estas relaciones simbólicas entre am bas deidades m a­ yores debieron de atrapar a Martí. De ahí que entre 1885 y 1891, ya convencido de lo impostergable del deber con­ traído con su apostolado, se dé en proyectar una obra de teatro que recree la esperanza recién nacida en el pueblo maya con el reencuentro de la escultura del dios Chac. El contexto político y cultural que caracteriza por entonces a su América, es propicio. Más que una coincidencia, el des­ cubrimiento de la escultura debió de interpretarlo como un aviso o llamado de la historia americana y de los am e­ ricanos todos que la habían engrandecido. El ser y el sen­ tir martianos no podía asumir de otra forma tal hallazgo. Así se trasluce de los apuntes para el guión de dicha obra teatral. También, por entonces, lo dibujará. Su duende pintor lo había llevado cuando joven a matricular en la escuela de arte de San Alejandro, la que dejó un mes más tarde. En el destierro, realizó más de una pintura de paisa­ je. Además de darse «un día de cuadros cada mes», como se lo expresó a Miguel Tedín, en carta de 1889. Asimismo, en reuniones partidistas o en congresos relacionados con los cargos diplomáticos que ostentaba, o en algún mo­ mento de reflexión o exaltación íntima, se había hecho a la costumbre de aplacarse, dibujando sobre el papel que tu­ viera a mano, justamente, aquellos asuntos o personajes que mejor y más armoniosamente atraían hacia su interior su sed de conocimiento, justicia y amor, rio es de extrañar, que del nervio de estos momentos naciera su retrato de Bolívar y sus autorretratos a plumilla, como una forma 29 más de verse a sí mismo, de reconocerse en lo que era y podía ser... Y, también, el de Chac Mol. El Martí que se autorretrata como Chac Mool, no es el Martí que todos conocemos, sino el que él creyó conocer para sí. Su ágil y brevísima interpretación, propicia el tras­ lado de la fisonomía de su rostro de una edad agónica -e n el sentido martiano del término- a una juvenil. Pero, ¿con qué lugares y recuerdos puede asociarse esta etapa de la vida del Apóstol? ¿Con La Habana de sus días de discípulo de Mendive o con la Zaragoza de sus estudios universita­ rios? ¿Con la Guatemala de María Granados o, tal vez, por el texto que acompaña al dibujo, con el México donde co­ noció y am ó a Carmen Zayas Bazán? La vestidura, la pos­ tura y los dones de Chac, no descartan la posibilidad de tales regresiones en el tiempo. Poseedor de la lluvia, lo es también de la primavera, y del caudal fecundo y renovador que esta estación proclama cada año desde la noche de los tiempos. ¿A quién le puede disgustar tales ideas? Me­ nos a Martí, que es toda acción y sueños. La línea, cual lazo, aprehende la edad soñada, y la viste con el ropaje del dios que, a su benéfica condición, suma el enigma de un descanso sospechoso... «Martí no se cansa», dijo de él, en un momento difícil. «Está quieto pero no en reposo», o b­ servó Ezequiel Martínez Estrada, al estudiar sus fotos.24 Su mayor culto es la patria; sus ídolos, los que la hicieron y la hacen. Chac Mol entre ellos. En la historia de la representación de la América, Chac es de esas imágenes que siempre se corresponden con un mejor conocimiento de su realidad... Imaginada o real, es parte esencial de ella y de la vida. No del todo atractiva para los medios de comunicación, sí lo ha sido para el mejor arte de vanguardia del pasado siglo. Si Gauguin alcanzó un estilo pictórico original en contacto con la na­ turaleza incontaminada de los habitantes de la Polinesia, y 24 Ezequiel Martínez Estrada. Marti revolucionario, p. 435. 30 Las Señoritas de Avignon fue resultado de la impresión que le causó a Picasso las máscaras africanas, las reclined figures del mayor escultor inglés de la pasada centuria, Henry Moore, tiene por referente el mítico dios maya de la lluvia. Las esculturas de Chac Mol siguen teniendo tanta vigencia para el arte y el pensamiento americanos, como las Obras com pletas de José Martí. Ambas son ya parte inalienable de nuestra grandeza y esperanza. La realiza­ ción del presente texto, por último, nos ha venido a confir­ mar lo que ya en gran medida intuíamos: el Chac Mol que hoy más que descansar parece levantarse en los jardines de la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en el habanero barrio del Vedado, es, en esencia, un proyecto de Martí. Si bien solo lo pudo concebir como dibujo, lo vio y lo pensó como escultura, como símbolo escultórico e identitario de las mejores aspiraciones de vida de nuestros pueblos. Así se dibujó él en el benéfico dios: hijo de sus dones, de su arte y de su pueblo. Y así lo vemos ahora, ocupar su postura, vestir su traje, proyectar sus sueños. La Habana ya tiene su Chac Mool en Martí, con su mirada dirigida hacia el oriente, tal y como Chichén ltzá tiene el suyo en el pórtico del Templo de los Guerreros. 31 DE ABDALA A CHAC MOOL (FRAGMENTO)25 Riñe Leal Su interés en la dramática americana (se refiere a José Martí), en la expresión teatral de los pueblos precolombi­ nos que ofreció como un espejo a los europeos y norte­ americanos, está confirmado en su «tragedia simbólica de los tiempos presentes» (véase siempre la actualidad que confiere a la cultura indígena) con motivo del descubri­ miento del dios maya Chac Mool. La estatua había sido hallada alrededor de 1879 por el arqueólogo yankee Le Plongeon, quien trató de robar el ídolo ocultándolo en los bosques hasta que el gobierno mexicano se apoderó de la reliquia impidiendo el saqueo cultural. La figura es: una colosal piedra, en la que en perfiles huecos está esculpida una gran figura de indio, que tiene al p ie un p esca d o y un conejo, c o m o en sím bolo de la caza y de la pesca, y en la m ano la flecha tendida [...] soberbia estatua recostada, sobre el dorso, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el Oriente, y con las m anos sobre el pecho, sosteniendo un plato lleno de piedras pre­ ciosas, según se afirma.26 2' Riñe Leal. «De Abdala a Chac Mool», pp. 90-93. 26 Tal y como se explica en el texto introductorio Chac Mol: fuente del anticolonialismo martiano, la primera parte de esta cita, dividida por tres puntos suspensivos entre corchetes, no se corresponde con la escultura de Chac Mol, sino con una nueva descubierta por Le Plongeon en la zona de Veracruz. Confírmese en el artículo de Martí «Antigüedades mexicanas», publicado en junio de 1883 en la revista La América, de Nueva York, y que se reproduce más adelante en los contenidos recogidos bajo el título Textos martianos relacionados con Chac Mol. (7Y. del A.). 32 La estatua se llamó Chac Mool, el «Rey tigre» y sobre ella volvió Martí en varias ocasiones su pensamiento, pues era la obra más importante de la arqueología indoamericana hasta ese momento. Sus ideas de un teatro nuevo, dife­ rente del europeo, van de nuevo a tomar forma en sus apuntes finales de la década del 80 a comienzo del 90: Chac Mool. Tragedia sim bólica de los tiem pos presen­ tes. Espíritu del país, dorm ido aparentemente, pero capaz p o r su propia energía, de surgir y obrar en un m om ento crítico. Síntesis de la Civilización Americana. (Mexicana) Fara hablar de las diversas tribus de América, consejo indios, donde cada uno cuente, (varias palabras ininteligi­ bles) de una raza distinta. Consejo en la selva. Solem ni­ dad épica. El consejo puede ser pa. determinar sobre el deseo de Le P de llevarse a Chac Mool. Divisiones. Unos, los más rencorosos, quieren engañarnos p o r Chac M ool que les prom ete venganza, que su estatua irá a pedirle a otros pueblos venganza, que volverá a echar a los blancos del país.-Escena gigantesca. Lo que hará la estatua en lle­ gando al otro país. Se levantará. Se le caerán las ligaduras de las sandalias. Les enseñará el corazón roto. Los más, los cuerdos, vem os en el consejo-se callan, y son los que avisan a las tribus que se juntan y van a buscar al blanco bueno (varias palabras ininteligibles). A cto /. Aparición de la estatua. Júbilo, frenesí, (palabra ininteligible) de los indios. Fanatismo. A besar la mano. Le P. A cto II. A la guerra llaman. Intervención de la raza del te para su p ropio provecho. Rapiña. (Palabra ininteligible). Acto ¡II. El indio se despierta. Las razas se levantan. El canto, (varias palabras ininteligibles). El indio se despierta. Un verso silbante, singular, distinto.-Verso de acento. 33 Todo lo que los indios ignoran, verso de acentos gra­ ves, ligeros: poesía nueva. (Variaspalabras ininteligibles).27 La lectura de estos apuntes o notas apresuradas, reali­ zadas en momentos en que la actividad central de Martí era organizar la revolución, demuestra que no había olvi­ dado al teatro y que seguía buscando no solo una forma nueva, un contenido diferente, sino también un lenguaje adecuado para ese pasmoso teatro que intuyera. Así habla de un verso distinto, singular, silbante, versos de acento, separado el tipo de lenguaje de acuerdo con los persona­ jes o situaciones, encaminado a crear una «poesía (dramá­ tica) nueva».28 Esta tragedia simbólica es de tal modernidad en su con­ cepción que ha llevado a un investigador a establecer aproxi­ maciones entre Martí y Artaud29 en su rechazo al mundo europeo, aunque desde luego las ideas teatrales de ambos autores son más que disímiles y nada posee en común Martí con el teatro de la crueldad. Lo que interesa señalar es que Chac M ool es el punto máximo de la expresión escén ica en Martí, la q ue unifica su co n cepto del anticolonialismo cultural, la más combatible de su reper­ torio, especialmente en el conflicto que Le R (Le Plongeon) plantea al intentar robar la estatua maya que volverá para echar a los blancos del país, y la intervención de «la raza del Norte» con su secuela de rapiña, así como el despertar final del indio y el triunfo de Votán. «Que sea el Canto de América» (varias palabras ininteligibles) con el despertar del indio y «los niños van cantando a la escuela». ¿Formaría parte Chac-Mool del «teatro en escenas» que proyectaba Martí cuando nos habla de él a propósito de la 27 José Martí. Obras completas, t. 21, pp. 359 y 360. 28 Riñe Leal. Op. cit., p. 92. Aparece la siguiente cita del autor del artículo: «Debo esta aguda observación a Tina García Marruz y Cintio Vitier, así como el detalle de la atracción que la estatua ejerció en Martí, quien se autorretrato como Chac-Mool». 29 Leonardo Acosta. José Martí, la América precolombina y la conquista española, pp. 129-133. Cita de Riñe Leal en el correspondiente artículo. 34 comedia? Sabemos que en carta-testamento a Gonzalo de Quesada y Aróstegui dice que «mis Escenas, núcleos de dramas, [...] andan tan revueltas, y en tal taquigrafía, en reversos de cartas y papelucos, que sería imposible sacar­ las a la luz».30 Esos núcleos de dramas que son un buen núm ero ¿estaban destinados a independizarse o por el contrario formarían parte de una especie de teatro breve que siguiese su deseo de 1874 de no cuidar entradas o salidas de personajes o trabazón argumental? El cuidado de su albacea literario ha salvado fragmentos y notas, así como escenas o núcleos que corresponden a sus recuerdos y estancia en España, Guatemala y Estados Unidos pues plantean problemas conyugales, un areíto con su ambiente indígena, la tiranía americana, el rechazo al gringo, y hasta los rasgos apresurados de una mujer «la de los grandes ojos, fea infeliz en el almacén de Front St.».31 Como muchos aparecen escritos a máquina (Martí fue uno de los primeros autores americanos en adoptar la máquina de escribir) datan de la década del 80 o princi­ pios del 90, el mismo período que Chac-Mool. Martí com­ pleta su teatro con apuntes que pueden clasificarse como otros núcleos de su Teatro en Escenas y que fueron publi­ cados entre sus Cuadernos de apuntes y Fragmentos, lo que demuestra que durante su vida el teatro fue una cons­ tante en su creación. 10 José Martí. Obras completas, t. 21, p. 400. 31 Id., t. 18, pp. 179-183. 35 TEXTOS MARTIANOS RELACIONADOS CON CHAC MOL (Orden cronológico) 1. Las notas catalogadas bajo el rubro Apuntes varios, se corresponden con la estadía de José Martí en Cuba, en parti­ cular, con sus actividades como secretario de la Sección de Literatura del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, entre enero y septiembre de 1879; mes este último, en que es detenido por las autoridades coloniales y deportado de nue­ vo a España. Es en una de ellas (la número 4), donde Martí hace por primera vez alusión a la escultura de Chac Mol. El descubrimiento de la escultura por el arqueólogo norteame­ ricano Le Plongeon, en Chichón Itzá, península de Yucatán, se ubica alrededor de 1879. De todo lo cual se infiere, que Martí haya tenido conocimiento del hallazgo arqueológico por la prensa periódica, dada la trascendencia que tuvo este hecho para el mundo científico de la época. Apuntes varios. En ninguna parte se hallará que los O bisp os en aque­ llos tiem pos desarmaron los leños de la Cruz para hacer con ellos teas con que quem ar las m em orias vivas y elo­ cuentes de la civilización más original, genuina y autóctona que ha alcanzado p u eb lo alguno de la tierra. ¡Criminal incienso de aquellas sacrilegas ofertas! -íd o lo s, libros, al­ tares, vasos y maravillas del arte hierático, todo vino a los p ies del cisolador D iego de Landa, y así en Chiapas, y así en Texcuco. Pero de aquella absorción cruenta algo quedó de la vencida raza: el espíritu, que resiste siem pre al ace­ ro, al hierro y al fuego. 36 Y así en Cholula. -Pero soberbia y vengadora32 acaba de erguirse, allá del fon d o de intrincada selva, la estatua de Chac-Mool, y el p o z o de los sabios de Chitchén, y las pinturas murales de üxmal, y ya manos activas arrancan sus techos de tierra y árboles a los labrados edificios, libros magníficos, de piedra, reseña digna, única, de aque­ llos pueblos ciclópeos y titánicos, mercantiles, creyentes, luchadores, agrícolas y artistas.33 2. En el caso de la presente nota, la hemos ubicado segunda no solo por el orden numérico del Cuaderno de Apuntes al que corresponde, sino también por su conteni­ do y posible datación: 1881. El interés que despierta en Martí un asunto colateral al hallazgo arqueológico pro­ piamente dicho, evidencia su gradual acercamiento al o b­ jeto central de su atención: las culturas indígenas con las cuales contactó en México y Guatemala y, por extensión, a Chac Mol. Cuaderno de Apuntes 3 Sobre el descubrim iento de C h a cm ool-versión del des­ cubridor. En Ezpita, al E. de Yucatán, hallaron al viejo Chab-lé, de 150 años cuyo m enor hijo tiene 90. Chab-lé dijo a Le Plongeon que un am igo suyo, Alayon, barbero en Valladolid, m uerto hacía 40 años, tenía un libro en el cual sólo él podía leer, y que en este libro se decía que en un edificio de Chichen-ltzá había un escrito en el que se anunciaba que llegaría un día en que p o r m edio de un cordel la gente de Valladolid y Mérida se comunicarían, y que este cordel se estrecharía p o r gente que no era del país. Efectivamen­ te encontraron el Alcabsib, escritura corriendo, escritura violenta (traducción de la Sra.) o Acabsib,-versión de Le Plongeon.En la esquina derecha hay zigzags, y de ahí sale una línea blanca que atravesando otros jeroglíficos corre de­ 32 Las palabras en redondas son del compilador. 33 José Martí. Obras completas, t. 19, p. 443. 37 clinando hasta la oreja de una cara grotesca. Valladolid 34 está más alto que Mérida.35 3. La presente nota corresponde a los Apuntes varios. Por las características de la escritura, el papel y la tinta, las investigaciones también la ubican en 1881. En ella ya se evidencia un conocimiento pleno de la escultura de Chac Mol por parte de Martí. Las voluptuosas esfinges del Serapeum .-Recuerdo a C hacm ool:-es el paso de la escultura de la esfinge, a la sentada, a la en pie.-Posición que recuerda el origen. Tono general, que da aun en el contorno del hombre, el esfingeo con torn o.36 4. Presumiblemente, meses después de las dos anterio­ res notas (2 y 3), en la Sección Constante de La Opinión nacional de Caracas, del 8 de noviembre de 1881, José Martí, ya con pleno dominio del tema, hace su primer comentario sobre los hechos que acontecieron alrededor del descubrimiento de la escultura de Chac Mol, así como de su descubridor el antes citado Le Plongeon. El Dr. Le Plongeon es anciano activo y revoltoso, que se está haciendo notorio p or la buena fortuna con que persigue y descubre ruinéis de m onum entos y estatuas de los mayas, y p or el indiscreto lenguaje y exagerada am bi­ ción que acompañan a sus descubrimientos. C om o cua­ tro años hace, descubrió, y quiso apropiarse, una colosal estatua de un personaje indio, que él llamó Chac-Mool, el «Rey Tigre», una soberbia estatua recostada, sobre el dor­ so, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente, y con las manos sobre el seno, sostenien­ do un plato lleno de piedras precioscis, según se afirma,-que las piedras no han aparecido,-y de una sustancia extraña, 34Se refiere a la Valladolid de Yucatán, al este de Mérida (Nota del Comp.). 35 José Martí. Obras completas, t. 21, pp. 106 y 107. 36Id., p. 206. 38 c o m o polvo, que Le Plongeon supone que fuera sangre del m ism o personaje en cuyo honor se erigió esta esta­ tua, que es la pieza más com pleta y grande que se conoce de la escultura mexicana. El descubridor quiso quedarse con el descubrimiento y lo ocultó en los bosques; p ero el gobierno, en virtud de la ley que prohíbe la extracción en país mexicano de ningún tesoro histórico ni artístico de México, se apoderó de la valiosísima reliquia, que, luego de haber sido llevada en tiem po a la capital de Yucatán, fue transportada con gran ira de los yucatecos, que la querían para su Museo particular, al m useo nacional de México. Mas Le Plongeon, quien acompaña en sus exploracio­ nes su esposa, joven , sabia y discreta dama inglesa, ha vuelto de las islas de la costa mexicana donde andaban desenterrando tem plos y viviendo en cabañas de palma en el fondo de los bosques o a la orilla de los mares, a Uxmal, la ciudad magnífica de los mayas, cuyos con tor­ nos están llenos de maravillas de incalculable valía para la historia americana. Allí, excavando, ha encontrado un busto del dios Cay, con una inscripción en lengua maya, en la que se lee, que el Dios es ¡x-Azal. Cerca del busto estaba un altar con signos cabalísticos. Otros m uchos res­ tos históricos, ha hallado el intrépido norteamericano, que a su ju ic io se asemejan m ucho a las reliquias encontradas en lieliópolis y Memphis. Le Plongeon cree haber hallado vestigios de palabras caldeas en las inscripciones de una piedra que hoy figura en una logia m asónica.-Los indios, con los cuales está el d octor en riña permanente, y que creen una profariación digna de la muerte, que se atente a los restos, propiedades y viviendas de sus mayores, le amenazan y le han atacado alguna vez; pero el d octor ha puesto en torno de los lugares en que excava, y de los en que guarda sus m onum entos, minas de dinamita. Harto crédulos, sin em bargo, son los indígenas. Le Plongeon m ism o asegura que pudo inducirles a que le revelaran el lugar donde estaba enterrada la colosal estatua de Chac 39 Mool, m erced a la semejanza que con su larga barba y perfil correcto tenía a un guerrero barbado esculpido en una de las piedras de un m onum ento indio, cuya reapari­ ción, co m o la de un profeta de quien habría de venirles redención, aguardaban pacientem ente los indígenas de las cercanías de esas dos grandes ciudades desaparecidas, Uxmal y Chichén.57 5. A un año y siete meses de su comentario sobre la escultura en la columna la Sección Constante de La Opi­ nión nacional de Caracas, José Martí retoma el tema y lo amplía con información sobre nuevos hallazgos arqueoló­ gicos, en el que sería su último y más amplio artículo sobre Chac Mol, publicado en junio de 1883 en La Am éri­ ca de Nueva York. Antigüedades mexicanas Un hallazgo notable tiene en regocijo a los arqueólogos de M éxico;-se ha descubierto en un pueblo de Veracruz una colosal piedra, en la que en perfiles huecos está escul­ pida una gran figura de indio, que tiene al pie un pescado y un conejo, co m o en sím bolo de la caza y de la pesca, y en la mano la flecha tendida. Pronto estará la monumental reliquia en el valiosísimo Museo mexicano, que publica ahora m uy ricos Anales, donde en lengua galana cuentan los estudiadores de México ya los libros del Padre Sahagún, que a no haber sido benemérito de la iglesia, lo fuera de la historia mexiccina; ya las reirás bellezas de aquellcis ruinas misteriosas de Xochicalco, que unos tienen p or templo, y p o r un fuerte otros; ya las venerandas profecías de aquel moisíaco apóstol que fue com o el Confiicio de los yucatecos, Chilam Balam, anciano virtuoso. Muy rico en ruinas es este suelo de Yucatán, donde los descubridores afortunados hallan piedras cuyos je ro g lífi­ cos extraños parecen decir que en los tiem pos en que las vírgenes de Chichén se arrojaban alegremente, al compás 37 Obras completas, t. 23, pp. 68 y 69. 40 de las plegarias de los sacerdotes, al p o z o sacro cuya boca m ortal escondían humos aromáticos, los hombres acaso conocían ya el modo de usar de la electricidad para cruzar mensajes: dos figuras de iguales arreos y aparien­ cia, háblanse en una piedra de Chichén, a poca distancia, mas no con inscripciones en figuras sino con rayos, que salen de los labios de am bo s.38 Y los palacios de Chichén, todos están llenos de figuréis murales, de armoniosas lí­ neas curuets, ricamente coloreadas. Débese buena porción de estos hallazgos a un hom bre enferm o que parece caballero em pobrecido de las Edades Medias, y es herm ano de un poeta eminente, que teje lindos dramas: José Peón Contreras;-y al Dr. Le Plongeon, anciano activo y revoltoso, que se está haciendo notorio p or la buena fortuna con que persigue y descubre ruinas de m onum entos y estatuas de los mayas, y p o r el indis­ creto lenguaje y exagerada am bición que acompañan a sus descubrimientos. C om o cuatro años hace, descubrió, y quiso apropiarse, una colosal estatua de un personaje indio, que él llamó Chac-Mool, el «Rey Tigre», una sober­ bia estatua recostada, sobre el dorso, con las piernas en­ cogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente, y con las manos sobre el pecho, sosteniendo un plato lleno de piedras preciosas, según se afirm a,-que las piedras no han aparecido,-y de una sustancia extraña, co m o polvo, que Le Plongeon supone que fuera sangre del m ism o per­ sonaje en cuyo honor se erigió esta estatua, que es la pieza más com pleta y grande que se conoce de la escul­ tura mexicana. El descubridor quiso quedarse con el des­ cubrim iento y lo ocultó en los bosques; p ero el gobierno, en virtud de la ley que prohíbe la extracción del país m exi­ cano de ningún tesoro histórico ni artístico de México, se M Las palabras en redonda son del compilador. En esta parte del texto Martí hace alusión a la nota del Cuaderno de Apuntes 3, de 1881, donde asienta la versión de Le Plongeon sobre lo escuchado a! an­ ciano maya Chab-lé, por entonces con ciento cincuenta años de edad. 41 apoderó de la valiosísima reliquia, que, luego de haber sido llevada en triunfo a la capital de Yucatán, fue trans­ portada con gran pena de los yucatecos, que la querían para su m useo particular, al m useo nacional de México. Poco hace volvió Le Plongeon, a quien acompaña en sus exploraciones su esposa, jo v e n , instruida y discreta dama inglesa, de Icis islas de la costa mexicana donde andaban desenterrando tem plos y viviendo en cabañas de palma en el fon d o de los bosques o a la orilla de los mares, a Uxmal, la ciudad magnífica de los mayas, cuyos contornos están llenos de maravillas de incalculable valía para la Historia americana. Allí, excavando, ha encontra­ do un busto del dios Cay, con una inscripción en lengua maya, en la que se lee, que el dios es ¡saa. Cerca del busto estaba un altar con signos cabalísticos. Otros m u­ chos restos históricos, ha hallado el intrépido norteam e­ ricano, que a su ju ic io se asemejan m ucho a las reliquias encontradas en Heliópolis y Memphis. Le Plongeon cree haber hallado vestigios de palabras caldeas en las inscrip­ ciones de una piedra que hoy figura en una logia masónica. -L o s indios, con los cuales está el doctor en riña perm a­ nente, y que creen una profanación digna de la muerte, que se atente a los restos, propiedades y viviendas de sus mayores, le amenazan y le han atacado alguna vez; pero el d octor ha puesto en torno de los lugares en que excava, y de los en que guarda sus m onum entos, minas de dina­ mita. Harto crédulos, sin embargo, son los indígenas. Le Plongeon mismo asegura que pud o inducirles a que le revelaran el lugar donde estaba enterrada la colosal esta­ tua de Chac-Mool, m erced a la semejanza que con su lar­ ga barba y perfil correcto tenía a un guerrero barbado esculpido en una de las piedras de un m onum ento indio, cuya reaparición, co m o la de un Mesías de quien habría de venirles redención,39 aguardaban pacientem ente los 39Se retoma el mito de Quetzalcóat. (ñota del Comp.). 42 indígenas de las cercanías de esas dos grandes ciudades desaparecidas, Uxmal y Chichén.40 6. Luego del artículo de La América, Martí volverá en dos ocasiones a retomar el tema entre 1885 y 1895: la primera vez, con un proyecto de obra de teatro, que no llegó a culminar; la segunda, cuando se autorretrato como Chac Mol. El proyecto de la obra de teatro se reproduce con anterioridad inserto en el artículo de Riñe Leal, D e Abdala a Chac Mool. Mientras que el autorretrato de Martí como Chac Mol, se reproduce a continuación, con el breve texto donde lo dibujara el Apóstol. producida en oportuno instante. Pero ésa es la grande­ za humana, que ni a ti ni a m í nos hostiga. Otra gen era­ m os, ¿verdad, esposa mía? La convicción del bien obrar sin tacha y sin som bra, leída cada mañana en los o jo s de nuestro lindo pequeñuelo.-¿Rafael? 41 w José Martí. Obras completas, t. 8, pp. 327 y 328. 41 Id., t. 22, p. 248. 43 Chac Mol descubierto por Le Plongeon. Mayapani 'Chichón Itaa fiiCoba Uxmali k T u lu m H e r CfiLAKMUL NAACHrUN UjbwuHi XULTUNI ' f I U A XA C TÜ Iíl ^ÍTÍ«'S'-0J T IK A lJ !n a ( u m A tf^íaxthiián >0hON. <frcan<r\ Parificó Tigre humanizado. 'Pigre humanizado. B ib lio g ra fía Iconografía martiana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1985. El Libro de los Libros de Chilam Balam, Fondo de Cultura Econó­ mica, México-Buenos Aires, 1963. 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