Subido por Charina Franchesca

8.2.b. La tierra es o no es plana copia

Anuncio
La Tierra, ¿es o no es plana?1
Unido a la incomparable maquinaria de EE. UU. para la generación de innovación
(universidades, laboratorios de investigación públicos y privados y empresas minoristas),
disponemos de los mercados de capitales mejor regulados y más eficientes del mundo a la
hora de acoger nuevas ideas y transformarlas en productos y servicios. Dick Foster,
director de McKinsey & Co. y autor de dos libros sobre innovación, me comentó: “En
Estados Unidos tenemos una “política industrial”. Se llama Bolsa de Valores. Da igual
que sea la Bolsa de Nueva York o el Nasdaq”. Es allí donde se recoge el capital riesgo y
se destina a las ideas emergentes o a las empresas en crecimiento, me dijo Foster, y
ningún mercado de capitales del mundo lo hace mejor y con mayor eficiencia que el
estadounidense.
Lo que hace que la provisión de capital funcione tan bien aquí es la seguridad y la
regulación de nuestros mercados de capitales, que brindan protección a los accionistas
minoritarios. Vaya usted a saber, en nuestros mercados de capitales hay chanchullos,
excesos y corrupción. Es algo que pasa siempre cuando hay en juego mucho dinero. Lo
que diferencia a nuestros mercados de capitales no es que no haya Enrons en EE. UU.,
porque sin duda los hay. El rasgo distintivo es que cuando suceden casos así,
normalmente salen a la luz, ya sea por acción de las Securities and Exchange Comisión
(comisión del mercado de valores) o de la prensa especializada, y se corrigen. Lo que
hace único a Estados Unidos no es el caso Enron, sino Eliot Spitzer, el fiscal general del
Estado de Nueva York, que ha luchado con empeño por sanear la industria de valores y
los consejos de administración de las grandes empresas. Este tipo de mercado de capitales
ha demostrado ser tremendamente difícil de copiar fuera de Nueva York, Londres,
Franfurt y Tokio. Dice Foster: “China, la India y otros países asiáticos no triunfarán en el
ambito de las innovaciones hasta que cuenten con mercados de capitales que funcionen, y
sus mercados de capitales no funcionarán hasta que impere la ley de protección a los
intereses de las minorías en situaciones de riesgo… En Estados Unidos somos los
afortunados beneficiarios de siglos de experimentación económica. Nosotros somos el
experimento que ha funcionado”.
Si bien éstos son los secretos centrales de la receta americana, hay otros que deben
conservarse y nutrirse. A veces, para apreciarlos, tienes que hablar con personas de fuera,
como Vivek Paul, de Wipro, natural de la India. “Yo añadiría tres más a tu lista”, me dijo.
“Uno sería la mentalidad genuinamente abierta de la sociedad estadounidense.” A
menudo los norteamericanos nos olvidamos de lo increíblemente abierta que es nuestra
sociedad, en la que puedes decir lo que sea, hacer lo que sea, emprender lo que sea, entrar
en bancarrota y volver a empezar de nuevo. No hay ningún lugar en el mundo que se le
parezca y nuestra apertura es una baza y un atractivo que son importantísimos para los
extranjeros, muchos de los cuales vienen de países en los que el límite no es el cielo
precisamente.
1
Este artículo fue extraído del libro “La tierra es plana” de Thomas Friedman, Ediciones Martínez Roca,
S.A., 2006
1
Otro sería, añadió Paul, la “calidad de la protección americana a la propiedad intelectual”,
que realza y alienta aún más a la gente a buscar ideas novedosas. En el mundo plano
existe un incentivo enorme para el desarrollo de nuevos productos y procesos, ya que
éstos pueden alcanzar una escala global en un abrir y cerrar de ojos. Pero si tú eres el
creador de una idea novedosa, querrás que alguien proteja tu propiedad intelectual.
“Ningún país respeta y protege la propiedad intelectual tan bien como Estados Unidos”,
me decía Paul. Y, como consecuencia, muchos innovadores quieren venir aquí a trabajar
y a depositar su propiedad intelectual.
Además, Estados Unidos posee las leyes laborales más flexibles del mundo. Cuanto más
fácil es despedir a alguien en una industria moribunda, más fácil resulta contratar a esa
persona en una industria floreciente de la que nadie tenía noticia cinco años antes. Se
trata de una baza muy importante, sobre todo si comparamos la situación de EE. UU. con
mercados laborales inflexibles y rígidamente regulados, como el de Alemania, plagado de
restricciones gubernamentales a la contratación y al despido. La flexibilidad para
movilizar mano de obra y capital rápidamente allí donde se encuentre la oportunidad
mayor, y la capacidad para volver a movilizarlo rápidamente si el despliegue anterior deja
de ser rentable, son dos rasgos fundamentales cuando se vive en un mundo plano.
Aun así, otro de los secretos de la receta americana es el hecho de contar con el mercado
de consumo doméstico más grande del mundo, en el que se encuentra la mayoría de los
primeros consumidores de cualquier novedad, lo cual implica que si estás introduciendo
un producto, una tecnología o un servicio nuevos, tienes que tener presencia en Estados
Unidos. Todo esto significa un flujo incesante de puestos de trabajo para los americanos.
Por otra parte, tenemos también el apenas cuestionado atributo americano de la
estabilidad política. De acuerdo, China ha rodado bien en los últimos veinticinco años y
puede que lleve a cabo la transición del comunismo a un sistema más plural sin que se le
salgan las ruedas. Pero también es posible que no sea así. ¿Quién querría poner en esa
cesta sus huevos?
Por último, Estados Unidos se ha convertido en uno de los lugares de encuentro más
importantes del mundo, en un lugar en el que montones de personas diferentes crean
vínculos y aprenden a confiar las unas en las otras. Un estudiante indio que se haya
formado en la Universidad de Oklahoma y que después consigue su primer empleo en
una empresa de informática de Oklahoma City traba unos vínculos de confianza y de
comprensión que son realmente importantes para la colaboración futura, aunque acabe
volviendo a la India. Nada ilustra mejor esta idea que la subcontratación de proyectos de
investigación de la Universidad de Yale en China. El rector de esta universidad, Richard
C. Levin, me explicó que Yale tiene dos grandes proyectos de investigación en China en
estos momentos: uno en la Universidad de Pekín y el otro en la de Fudan (en Shanghai).
“La mayor parte de estas colaboraciones institucionales no surgen de directivas
elaboradas desde arriba por los administradores de los centros, sino más bien de las
relaciones personales existentes desde hace ya tiempo entre los alumnos y los
científicos”.
2
(…)
Formar a la gente en el nivel superior de la enseñanza surte dos efectos. Uno es que crea
más personal capacitado para acceder a puestos de trabajo de mayor valor añadido en los
nuevos sectores. Y, en segundo lugar, reduce las reservas de personas capaces de realizar
trabajos menos especializados, desde mantenimiento de carreteras a reformas del hogar,
pasando por puestos de dependientes de Starbucks. Al reducir las reservas de trabajadores
no cualificados, contribuimos a estabilizar sus salarios (siempre y cuando controlemos la
inmigración), porque habrá menos personas disponibles para realizar dichos trabajos. No
por casualidad los fontaneros de hoy pueden cobrar 75 dólares la hora en las principales
áreas urbanas, y cuesta encontrar buenas gobernantes o cocineras.
La capacidad que ha demostrado Estados Unidos desde mediados del siglo XIX hasta
mediados del XX para formar a la gente, limitar la inmigración y hacer que el trabajo
poco cualificado escasease lo suficiente como para asegurar un nivel de salarios decente
fue nuestra manera de crear una clase media sin unas diferencias salariales
exageradamente grandes. “De hecho –señaló Romer-, desde finales del siglo XIX hasta
mediados del XX experimentamos una reducción en las diferencias salariales. Ahora
hemos asistido a un incremento de dicha diferencia, a lo largo de los últimos veinte o
treinta años”. Con cada avance tecnológico y con casa aumento en la complejidad de los
servicios, necesitas un nivel más elevado de destrezas para desempeñar los trabajos que
van surgiendo. Una cosa era pasar de trabajar en una granja a trabajar como operadora
telefónica, hablando correcta y educadamente. Pero dejar de trabajar como operadora
telefónica cuando el puesto se ha subcontratado en la India, y pasar a ser capaz de instalar
o reparar sistemas de telefonía y mensajería (o a ser capaz de elaborar su aplicación
informática) supone dar todo un salto nuevo hacia arriba.
Aunque sigue siendo importante expandir las universidades de investigación en el
extremo superior del espectro, también lo es ahora expandir el acceso a escuelas técnicas
y a centros de enseñanza superior. Todo el mundo debería tener la posibilidad de seguir
formándose después del instituto. De lo contrario, los jóvenes de las familias más
adineradas aprenderán esas destrezas y se harán con su porción de tarta, y los de familias
menos acomodadas nunca tendrán una oportunidad. Tenemos que incrementar las
subvenciones gubernamentales gracias a las cuales cada vez más chavales puedan
estudiar en centros superiores y cada vez más trabajadores sin cualificación accedan a
cursos de reciclaje.
JFK quería llevar al hombre a la Luna. Mi visión consiste en llevar a todo hombre y
mujer estadounidense a un campus universitario.
(…)
Durante el último tramo de los años 70, pero en especial tras la caída del Muro de Berlín,
muchos países iniciaron la senda del desarrollo de una forma nueva, a través de un
proceso que denominó reforma al por mayor. La era de la Globalización 2.0, durante la
cual el mundo encogió de talla mediana a talla pequeña, fue la era de la reforma al por
3
mayor, una era de amplias reformas macroeconómicas. Un puñado de dirigentes de países
como China, Rusia, México, Brasil y la India puso en marcha estas reformas al por
mayor. A menudo, esos grupitos de reformadores se servían del peso propio de los
sistemas políticos autoritarios para liberar en su sociedad las fuerzas de mercado que el
estado tenía asfixiadas. Así, empujaron a sus países a aplicar unas estrategias más
orientadas a las exportaciones y al libre comercio, a base de privatizar empresas públicas,
liberalizar los mercados financieros, hacer ajustes monetarios, facilitar la inversión
directa extranjera, reducir subsidios y barreras arancelarias proteccionistas y aprobar
leyes laborales más flexibles. Y lo hicieron desde las alturas, sin consultar a su pueblo
realmente. Ernesto Zedillo, presidente de México entre 1994-2000y anteriormente
ministro de Economía, me comentó un día que todas las decisiones encaminadas a abrir
la economía mexicana las habían tomado tres personas. ¿A cuántas personas crees que
consultó Deng Xiaoping antes de declarar que “hacerse rico es digno de gloria” y de abrir
la economía china, o cuando desacreditó a los que cuestionaban el paso de China del
comunismo a los mercados libre al decir que lo contaba era el empleo y los ingresos, no
la ideología? Deng se cargó con una sola frase décadas de ideología comunista: “Da igual
que el gato sea negro o blanco… lo único que cuenta es que atrape ratones”. En 1991,
cuando el ministro de Economía de la India, Manmohan Singh, dio los primeros y
provisorios pasos encaminados a abrir un poco más su país al comercio, a las inversiones
y a la competencia internacionales, no fue como consecuencia de un debate considerado o
un diálogo a escala nacional, sino del hecho de que en esos momentos la economía india
estaba tan anquilosada, era tan poco atractiva para los extranjeros, que casi se había
quedado sin divisas extranjeras. Y cuando Mijaíl Gorbachov empezó a jugar a la
perestroika, lo hizo en contra de los deseos del Kremlin y con escasos aliados en la
cúpula dirigente soviética. Lo mismo cabe decir de Margaret Thatcher cuando en1984 se
enfrentó al sindicato de mineros del carbón, en huelga, y obligó a realizar reformas al por
mayor en la maltrecha economía británica.
A lo que se enfrentaron todos estos dirigentes fue al irrefutable hecho de que unos
mercados más abiertos y competitivos son el único vehículo sostenible para sacar de la
pobreza a una nación, porque son lo único que garantiza que lleguen al país ideas y
tecnologías novedosas y prácticas mejores, y que el sector privado (y hasta el público)
tenga el incentivo de la competitividad y la flexibilidad necesarias para adoptar esas ideas
novedosas y transformarlas en empleo y productos. Por eso los países que no se
globalizan, los que se niegan a llevar a cabo reformas al por mayor (como Corea del
Norte, por ejemplo) vieron cómo se frenaba el crecimiento de su PIB per cápita en los
años 90, mientras en los países que pasaron de un modelo más socialista a un modelo
globalizador creció el PIB per cápita en esos mismos años. Como concluyen David
Dollar y Art Kray en su libro Trade, Growth, and Poverty, el crecimiento económico y el
comercio siguen siendo el mejor programa antipobreza del mundo.
El Banco Mundial informó de que en 1990 había en China 375 millones de personas
aproximadamente que vivían en la extrema pobreza, con menos de 1 dólar al día. En
2001 los chinos que vivían en situación de extrema pobreza eran 212 millones, y en 2015,
si se mantienen las tendencias actuales, sólo habrá 16 millones de personas en China
subsistiendo con menos de 1 dólar al día. En el sur de Asia (sobre todo en la India,
4
Paquistán y Bangladesh) el número de personas que sobrevivía con menos de 1 dólar al
día pasó de 462 millones en 1990 a 431 en 2001, y se calcula que bajará a 216 en 2015.
Por el contrario, en el África subsahariana las personas que en 1990 subsistían con
menos de 1 dólar al día eran 227 millones, en 2001 eran 313 millones y se calcula que en
2015 serán 340 millones.
El problema al que se enfrenta cualquier país globalizador reside en creer que con las
reformas al por mayor está todo hecho. En los años 90 algunos países creían que si
cumplías con los diez mandamientos de la reforma al por mayor (privatizarás industrias
públicas, liberalizarás servicios públicos, reducirás aranceles y animarás a las industrias
exportadoras, etc.), ya tenías una estrategia de desarrollo exitosa. Pero a medida que el
mundo fue encogiéndose y aplanándose (posibilitando la competencia de China en
cualquier ámbito y contra cualquier participante en un amplio abanico de productos
manufacturados, posibilitando la subcontratación de cualquier tarea en cualquier sitio del
mundo y posibilitando la competencia global de los individuos como nunca hasta
entonces), la reforma al por mayor dejó de ser suficiente para que los países no se
saliesen del camino del crecimiento sostenible.
Hacía falta un proceso de reforma más profundo, un proceso al que yo llamaría reforma
al por menor.
¿Y si las regiones el mundo fuesen como los barrios de una ciudad? ¿Cómo sería el
mundo? Te lo describiré de la siguiente manera: Europa Occidental sería un lujoso
complejo de pisos tutelados, con una población envejecida, atendida por enfermeras
turcas. Estados Unidos sería una urbanización rodeada por una verja, con detector de
metales en la entrada y mucha gente sentada en sus jardines delanteros quejándose de lo
vagos que son todos los demás, si bien hay una pequeña abertura en la verja por la que
entran trabajadores mexicanos y otros inmigrantes llenos de energía que contribuyen al
funcionamiento de esta comunidad protegida con cancela. Latinoamérica sería el barrio
animado de la ciudad, el distrito de los bares y discotecas, donde la jornada laboral no
empieza hasta las diez de la noche y todo el mundo duerme hasta el mediodía. Sin duda,
es el sitio al que ir de marcha, pero entre una disco y otra no ves que aparezcan muchos
negocios nuevos, excepto en la calle donde viven chilenos. En este barrio, los
propietarios de inmuebles casi nunca reinvierten sus ingresos allí mismo, sino que los
tienen guardados en un banco en la otra punta de la ciudad. La calle árabe sería un
callejón oscuro en el que no se atreven a entrar los foráneos, salvo en unas cuantas calles
laterales llamadas Dubai, Jordania, Bahrein, Qatar y Marruecos. Los únicos negocios
nuevos son gasolineras, cuyos propietarios, igual que las élites del barrio latino, rara vez
reinvierten sus fondos en su zona. Mucha gente de la calle árabe tiene las cortinas
echadas, las contraventanas cerradas y letreros en el parterre de delante con frases como
“Prohibido pasar. Perro peligroso”. La India, China y el este asiático serían “los barrios
humildes”. Su entorno se caracteriza por un gran mercado lleno de bullicio y actividad,
formado por pequeños comercios y fábricas de una sola nave, entre los que se ven,
repartidas aquí y allá, escuelas Stanley Kaplan de preparación a la selectividad y
facultades de ingeniería. En este barrio nadie duerme, todo son familias numerosas bajo
un mismo techo y todo el mundo trabaja y ahorra para conseguir pasar a “los barrios
5
acomodados”. En las calles chinas no impera la ley pero están todas bien asfaltadas, no
hay socavones y todas las farolas funcionan. Por el contrario, en las calles indias nadie
arregla las farolas, las vías están llenas de surcos y rodadas, pero la policía insiste mucho
en que se cumplan las leyes. En las calles indias necesitas un permiso para abrir un
tenderete de limonadas. Por suerte, se puede sobornar a los polis de la zona y los
empresarios exitosos tienen todos ellos sus propios generadores para el funcionamiento
de sus fábricas y los móviles de última generación para salvar el escollo que supone tener
por los suelos todos los postes telefónicos de la zona. Desgraciadamente, África es esa
parte de la ciudad en la que todos los comercios están cerrados a cal y canto, la esperanza
de vida cada vez es menor y los únicos edificios nuevos que ves son clínicas de asistencia
médica.
A lo que voy con todo esto es a que cada región del mundo tiene sus puntos fuertes y sus
puntos débiles, y que en todas hace falta realizar reformas al por menor en cierto grado.
¿Qué es la reforma al por menor? Por decirlo de la manera más sencilla, es algo más que
abrir tu país al comercio exterior y a la inversión extranjera o realizar unos cuantos
cambios desde arriba en políticas macroeconómicas. Eso sería la reforma al por mayor.
La reforma al por menor pasa por haber hecho antes reformas al por mayor. Implica
fijarse en cuatro aspectos clave de la sociedad: infraestructuras, organismos reguladores,
enseñanza y cultura (la forma, a grandes rasgos, en que se relacionan con el mundo tu
país y tus dirigentes), y en actualizarlos para eliminar el máximo posible de puntos de
fricción. La idea de la reforma al por menor consiste en capacitar al mayor número
posible de tus habitantes a disponer del mejor marco legal e institucional en el que
innovar, montar empresas y convertirse en socios atractivos para los que deseen colaborar
con ellos desde cualquier rincón del mundo.
Muchos de los elementos clave de la reforma al por menor quedaron definidos de forma
excelente por el estudio realizado por Corporación Financiera Internacional (CFI) del
Banco Mundial y por su equipo de análisis económicos, encabezado por su economista
jefe Michael Klein. ¿Qué podemos aprender de su trabajo? Para empezar, no sacas de la
pobreza a tu país garantizándole a todo el mundo un empleo. Egipto garantiza empleo a
todos los licenciados que salen al año de sus centros superiores, y lleva cincuenta años
enfangado en la pobreza, con una economía de crecimiento lento.
“Si sólo fuese una cuestión de cantidad de empleos, las soluciones serían sencillas”,
señalan Klein y Bita Hadjimichael en su estudio El Sector Privado en el desarrollo, del
Banco Mundial. “Por ejemplo, las empresas propiedad del Estado podrían absorber a
todos aquellos que necesiten empleo. Sin embargo, el verdadero asunto no se limita sólo
al empleo, sino a un empleo cada vez más productivo, con el que puedan subir los niveles
de vida.” Normalmente, las empresas propiedad del Estado y las empresas
subvencionadas por éste no han procurado un crecimiento de la productividad que resulte
sostenible, ni entrañan muchos de los enfoques que la gente considera elixires del
crecimiento, añaden. Esto no se consigue automáticamente atrayendo inversión extranjera
al país. Ni siquiera lo garantiza una inversión a gran escala en educación.
6
“El crecimiento de la productividad y, por ende, la salida de la pobreza, no es
simplemente cuestión de destinar recursos a solventar el problema”, dicen Klein y
Hadjimichael. “Más importante que eso es utilizar bien los recursos.” Dicho de otro
modo, los países no sólo salen de la pobreza cuando gestionan de forma responsable sus
políticas fiscales y monetarias desde arriba, es decir, mediante reformas al por mayor.
Salen de la pobreza cuando además crean un entorno abajo, en el que la gente lo tiene
fácil para montar negocio, obtener capital y hacerse empresaria, y cuando someten a su
pueblo a un mínimo de competencia exterior, porque las empresas y los países que tienen
competencia siempre innovan más y más deprisa.
La CFI corroboró este punto con un estudio exhaustivo de más de 130 países, titulado
Hacer negocios en 2004. La CFI planteó cinco preguntas básicas acerca de lo fácil o
difícil que es 1) iniciar un negocio en cuanto a normativa nacional, regulaciones y tasas
para obtener licencias, 2) contratar y despedir trabajadores, 3) ejecutar un contrato, 4)
conseguir créditos y 5) cerrar un negocio en bancarrota o que no va bien. Por trasladarlo a
mi propio vocabulario, aquellos países que hacen todas estas cosas relativamente fáciles y
libres de fricción han acometido una reforma al por menor, y aquellos que no la han
hecho se han quedado atascados en las reformas al por mayor y no tienen posibilidades
de prosperar en un mundo plano. Los criterios de la CFI se inspiraban en el brillante e
innovador trabajo realizado por Hernando de Soto, que ha demostrado en Perú y en otros
países en vías de desarrollo que cuando modificas el marco regulador y empresarial en el
que se mueven los pobres y los provees de las herramientas necesarias para colaborar,
ellos harán el resto.
(…)
Como señala el informe de la CFI, una regulación excesiva suele, además, perjudicar a la
mayoría de las personas a las que se supone que protege. Los ricos y los que tienen
contactos pagan o hacen chanchullos para sortear regulaciones onerosas. En países que
tienen mercados de trabajo muy regulados, en los que es difícil contratar y despedir a la
gente, sobre todo las mujeres tienen dificultades para encontrar empleo.
“Buena regulación no quiere decir cero regulación”, concluye el estudio de la CFI. “El
nivel óptimo de regulación no es cero, pero quizá un poco más bajo de lo encontramos
hoy en la mayoría de los países, sobre todo en los pobres.” Y pasa a describir lo que yo
llamo un listado de cinco puntos para la reforma al por menor. Uno: simplifica y
liberaliza allí donde sea posible, en los mercados competitivos, porque para los
consumidores y trabajadores la competencia puede ser la mejor fuente de presión para
imponer prácticas óptimas, y porque el exceso de regulación da pie a los burócratas
corruptos a sobornar. “No hay ningún motivo por el que Angola tenga que tener unas de
las leyes laborales más rígidas, si en Portugal, cuyas leyes adaptó Angola, las ha revisado
ya dos veces para flexibilizar el mercado laboral”, dice el estudio de la CFI. Dos:
dedícate a mejorar los derechos de propiedad. Bajo iniciativa de De Soto, el gobierno
peruano ha emitido en los últimos diez años títulos de propiedad a 1,2 millones de
ocupantes ilegales de viviendas urbanas. “Los derechos de propiedad segura han hecho
posible que los padres salgan de casa a buscar trabajo, en lugar de quedarse para proteger
7
su propiedad”, dice el estudio de la CFI. “Los principales beneficiarios son sus hijos, que
ahora pueden ir al colegio.” Tres: difunde el uso de Internet para el cumplimiento con la
regulación. Internet lo hace más veloz, más transparente y menos vulnerable a los
sobornos. Cuatro: reduce la implicación de los juzgados en asuntos de negocios. Y por
último, si bien no menos importante, el estudio de la CFI aconseja: “Haz de la reforma un
proceso continuo (…). Los países que mejores resultados obtienen en general en los
indicadores del Hacer negocios lo deben a su continuidad en las reformas”.
Evidentemente, junto con los otros criterios de la CFI, la reforma al por menor debe
incluir la expansión de las oportunidades que das a tu población de acceder a la
educación en todos los niveles y la inversión en infraestructura logística (carreteras,
puertos, telecomunicaciones y aeropuertos), sin las cuales es imposible que despegue una
reforma al detalle y que se entablen conversaciones con otros. Muchos países siguen
teniendo hoy unos sistemas de telecomunicaciones dominados por monopolios estatales
que o bien encarecen demasiado o bien hacen demasiado lento el acceso a Internet de alta
velocidad, el acceso inalámbrico y las llamadas baratas a larga distancia y transatlánticas.
Sin una reforma al por menor en tu sector de telecomunicaciones, la reforma al por menor
en las otras cinco áreas, aun siendo necesaria, no será suficiente. Lo llamativo de los
criterios que establece la CFI es que mucha gente cree que sólo son relevantes para Perú
o Argentina, cuando en realidad algunos de los países con peor puntuación son países
como Alemania o Italia. (De hecho, el gobierno alemán discutió algunos de los
resultados.)
8
Descargar