Subido por Carolina Méndez Terrones

INTERVENCION PSICOEDUCATIVA CON MENORES

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INTERVENCIÓN PSICOEDUCATIVA
CON MENORES CON MEDIDAS
JUDICIALES
La autoría intelectual del presente documento corresponde a Shinè Psicología y
Coaching, S.L. Cualquier utilización, total o parcial, de la misma sin la autorización
explícita por escrito de los autores podrá llevar a la toma de las acciones legales
pertinentes.
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ÍNDICE
1.
Introducción .............................................................................................................. 4
2.
Justicia juvenil en España .......................................................................................... 9
3.
Factores asociados a la delincuencia juvenil........................................................... 18
4.
Modelos de Intervención judicial con menores infractores ................................... 28
5.
Aspectos generales de la intervención con menores infractores ........................... 31
6.
Programas de intervención con menores infractores ............................................ 43
7.
Factores asociados a la reincidencia ....................................................................... 52
8.
Prevención de la delincuencia juvenil ..................................................................... 55
9.
Bibliografía .............................................................................................................. 61
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1. Introducción
Ahora los niños aman el lujo. Tienen malas maneras, desprecian la autoridad, no
muestran respeto por sus mayores y les encanta molestar. Ya no se levantan cuando
entran personas mayores. Contradicen a sus padres, engullen golosinas en la mesa,
cruzan las piernas y son tiranos con sus maestros. (Sócrates, 470 a. C.-399 a. C.).
Estas frases, aunque parecen haber sido formuladas en la actualidad, fueron
pronunciadas hace más de veinte siglos por Sócrates. Se trata de una referencia de
este filósofo a los comportamientos inadecuados y/o desviados socialmente que hace
ya mucho tiempo existían.
Los delitos cometidos por los menores de edad han existido desde hace muchos años.
Sin embargo, no es hasta el siglo XX cuando aparece el concepto y el tratamiento de la
delincuencia juvenil tal y como lo conocemos en la actualidad. Desde entonces, el
interés por parte de organizaciones internacionales y el reconocimiento por parte de la
sociedad de los derechos de los niños y de su protección han aumentado
considerablemente. También se observa una mayor convicción por parte de los
dirigentes, profesionales y de la sociedad en general de que una intervención
temprana adecuada podría evitar y prevenir la futura delincuencia juvenil y adulta
(González, 2010).
La Convención de los Derechos del Niño de 20 de Noviembre de 1989 constituye uno
de los documentos internacionales en relación con la atención y protección de los
menores más importantes a nivel mundial. Aunque no se trata del primero
cronológicamente, la Convención es fundamental e introduce cambios sustanciales en
cuanto a los derechos de los menores y el interés superior de los mismos ante
situaciones de desprotección o de comisión de delitos.
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En este documento se incluyen artículos que hacen referencia a la justicia juvenil:
Artículo 37
Los estados partes velarán porque:
a. Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles,
inhumanas o degradantes. No se impondrá la pena capital ni la de prisión
perpetua sin posibilidad de excarcelación por delitos cometidos por
menores de 18 años de edad;
b. Ningún niño sea privado de su libertad ilegal o arbitrariamente. La
detención, el encarcelamiento o la prisión de un niño se llevará a cabo de
conformidad con la ley y se utilizará tan sólo como medida de último
recurso y durante el período más breve que proceda;
c. Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto
que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se
tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad. En particular,
todo niño privado de libertad estará separado de los adultos, a menos que
ello se considere contrario al interés superior del niño, y tendrá derecho a
mantener contacto con su familia por medio de correspondencia y de
visitas, salvo en circunstancias excepcionales;
d. Todo niño privado de su libertad tendrá derecho a un pronto acceso a la
asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como derecho a impugnar
la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u otra autoridad
competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha
acción.
Artículo 40
1. Los estados partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue que
ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable de haber
infringido esas leyes a ser tratado de manera acorde con el fomento de su
sentido de la dignidad y el valor, que fortalezca el respeto del niño por los
derechos humanos y las libertades fundamentales de terceros y en la que se
tengan en cuenta la edad del niño y la importancia de promover la
reintegración del niño y de que éste asuma una función constructiva en la
sociedad.
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2. Con este fin, y habita cuenta de las disposiciones pertinentes de los instrumentos
internacionales, los estados partes garantizarán, en particular:
a. Que no se alegue que ningún niño ha infringido las leyes penales, ni se
acuse o declare culpable a ningún niño de haber infringido esas leyes, por
actos u omisiones que no estaban prohibidos por las leyes nacionales o
internacionales en el momento en que se cometieron.
b. Que a todo niño del que se alegue que ha infringido las leyes penales o a
quien se acuse de haber infringido esas leyes se le garantice, por lo menos,
lo siguiente:
i. Que se lo presumirá inocente mientras no se pruebe su culpabilidad
conforme a la ley
ii. Que será informado sin demora y directamente o, cuando sea
procedente, por intermedio de sus padres o sus representantes
legales, de los cargos que pesan contra él y que dispondrá de
asistencia jurídica u otra asistencia apropiada en la preparación y
presentación de su defensa
iii. Que la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano
judicial competente, independiente e imparcial, en una audiencia
equitativa conforme a la ley, en presencia de un asesor jurídico u
otro tipo de asesor adecuado y, a menos que se considerare que ello
fuere contrario al interés superior del niño, teniendo en cuenta en
particular su edad o situación y a sus padres o representantes
legales
iv. Que no será obligado a prestar testimonio o a declararse culpable,
que podrá interrogar o hacer que se interrogue a testigos de cargo y
obtener la participación y el interrogatorio de testigos de descargo
en condiciones de igualdad
v. Si se considerare que ha infringido, en efecto, las leyes penales, que
esta decisión y toda medida impuesta a consecuencia de ella, serán
sometidas a una autoridad u órgano judicial superior competente,
independiente e imparcial, conforme a la ley
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vi. Que el niño contará con la asistencia gratuita de un intérprete si
no comprende o no habla el idioma utilizado
vii. Que se respetará plenamente su vida privada en todas las fases
del procedimiento
3. Los estados partes tomarán todas las medidas apropiadas para promover el
establecimiento de leyes, procedimientos, autoridades e instituciones
específicos para los niños de quienes se alegue que han infringido las leyes
penales o a quienes se acuse o declare culpables de haber infringido esas leyes,
y en particular:
a. El establecimiento de una edad mínima antes de la cual se presumirá
que los niños no tienen capacidad para infringir las leyes penales
b. Siempre que sea apropiado y deseable, la adopción de medidas para
tratar a esos niños sin recurrir a procedimientos judiciales, en el
entendimiento de que se respetarán plenamente los derechos humanos
y las garantías legales
4. Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de
orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en
hogares de guarda, los programas de enseñanza y formación profesional, así
como otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones, para
asegurar que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar y
que guarde proporción tanto con sus circunstancias como con la infracción.
Como se puede observar en los artículos anteriores, la Convención recoge los derechos
y aspectos básicos por los que los estados partes deben velar en relación a la justicia
juvenil. Por tanto, nuestro país debe establecer leyes y procedimientos que, de
acuerdo con la Convención, garanticen el cumplimiento de lo dispuesto en el texto.
Más adelante se profundizará en los elementos principales de la legislación vigente de
nuestro país que regula la responsabilidad penal del menor, pero antes, se nombrarán
algunos de los documentos de referencia internacional que, junto con la Convención,
establecen el marco de actuación en materia de justicia juvenil.
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Reglas Mínimas para la Administración de la Justicia de Menores (Reglas de Pekín)
Las Reglas de Pekín, fueron aprobadas por la Asamblea General de Naciones Unidas en
el año 1985, antes que la propia Convención sobre los Derechos del Niño. Según este
documento, los Estados Miembros se esforzarán por la creación de las condiciones
necesarias para garantizar y promover el bienestar del menor y a someterlo a
tratamiento efectivo, humano y equitativo cuando tenga problemas con la Ley.
Las reglas que se incluyen en este documento hacen referencia al alcance de las
mismas, a los objetivos que debe perseguir la justicia de menores, sus derechos y otros
aspectos relacionados con el procesamiento y tratamiento de reclusos.
Reglas Mínimas para la Protección de los Menores Privados de Libertad (Reglas de La
Habana)
Posteriormente, Las Reglas de La Habana adoptadas en 1990 por la Asamblea General
de Naciones Unidas, incluyen un total de 87 artículos, de los cuáles la gran mayoría
hace referencia a la administración de los centros de menores.
En éstos se regulan los aspectos relativos al funcionamiento de los centros de
internamiento (ingreso y registro, medio físico, educación y trabajo, actividades
recreativas, atención médica, procedimientos disciplinarios y otras cuestiones
relacionadas con el funcionamiento de estos centros)
Directrices para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (Directrices Riad)
Por último, las Directrices para la Prevención de la Delincuencia Juvenil (1990), recoge
la importancia de la prevención de la delincuencia juvenil como parte esencial del delito
en la sociedad. En este documento, en el que se profundizará en apartados
posteriores, no se tratan cuestiones relativas a las medidas de internamiento, se trata
de un documento internacional de referencia en materia de prevención de la
delincuencia juvenil.
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2. Justicia juvenil en España
La Legislación española se hace eco de esta postura y posteriormente a la CDN, se
sucedieron una serie de leyes que regulan la responsabilidad penal del menor teniendo
en cuenta lo anterior. Así, la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de Enero, reguladora de la
responsabilidad penal de los menores (LORPM) constituye la base del procedimiento
judicial que se lleva a cabo en España ante infracciones realizadas por parte de quienes
aún no son mayores de edad.
Esta Ley se aplicará para exigir la responsabilidad de las personas mayores de catorce
años y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como delitos o
faltas en el Código Penal o las leyes penales especiales.
A pesar de las numerosas modificaciones que esta Ley ha sufrido en los últimos años,
servirá como ejemplo puesto que fue redactada de acuerdo a los principios
internacionales ya citados y sigue vigente hasta nuestros días.
De todas las reformas que ha sufrido en los últimos años, la Ley Orgánica 8/2006, de 4
de diciembre, por la que se modifica la ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero,
reguladora de la responsabilidad penal de los menores, fue la más trascendente. Tras
su entrada en vigor, entre otras cuestiones, se incluye la posibilidad de imponerse
medidas de internamiento en régimen cerrado también cuando los hechos tipificados
como delito se cometan en grupo o el menor perteneciere o actuare al servicio de una
banda, organización o asociación incluso de carácter transitorio (art. 9.2).
Con esta reforma se asiste a un endurecimiento de la justicia juvenil que parece
responder a una alarma social creada en los medios de comunicación sobre el
aumento significativo de infracciones por parte de los menores que no eran
sancionados de forma coherente en los delitos más graves siguiendo la Ley 5/2000.
(Díez, 2009).
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La LORPM recoge una serie de principios fundamentales que se establecen tanto en la
Convención de los Derechos de los niños como en las directrices de la ONU para la
prevención de la delincuencia juvenil y que se refleja en la normativa estatal de
protección jurídica del menor y de responsabilidad penal del menor.
La exposición de motivos de esta Ley enumera los principios generales que la inspiran.
A continuación se repasan cuáles son estos principios que impregnan la normativa de
menores infractores:
2.1. Principios
A. El interés superior del menor
Este principio hace referencia a que el objetivo de esta Ley no es únicamente
sancionador, sino educativa. Con la aplicación de las medidas se pretende la
reintegración del menor procurando disminuir las carencias y las condiciones que le
han llevado a la conducta antisocial.
Todas las decisiones que se tomen durante el proceso y la ejecución de las medidas
deben tener en cuenta el interés superior del menor. Para ello, se deben tener en
cuenta los informes y criterios técnicos de los profesionales especializados en ciencias
no jurídicas.
Se encuentra por tanto un alto contenido socioeducativo en las medidas aplicadas a
los menores infractores tratando de elegir una medida que garantice su reinserción y
recuperación.
B. Naturaleza formalmente penal pero materialmente sancionadora educativa
Relacionado con lo anterior, la LORPM se establece como una Ley con naturaleza penal
pero materialmente sancionadora-educativa. Esto significa que existe una naturaleza
sancionadora puesto que en ella se desarrolla la exigencia de una responsabilidad
jurídica a los menores infractores ante hechos tipificados como faltas o delitos por el
Código Penal. Teniendo en cuenta esto, es necesario que se tenga en cuenta la edad
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del infractor a la hora de la aplicación y ejecución de las medidas puesto que se debe
evitar que éstas tengan un efecto contraproducente. Es decir, respetando este
principio y el anterior, la LORPM debe sancionar al menor infractor pero respetando
siempre sus derechos, considerando el interés superior del menor y aplicando las
medidas educativas que permitan su reintegración de la mejor forma posible.
Siguiendo este principio, se destaca la importancia de un tratamiento socioeducativo
para los menores infractores durante el cumplimiento de su medida. Es posible que la
escasa o nula educación en valores esté en la base de la delincuencia juvenil. Por ello,
la recuperación de estos menores pasa por una educación y resocialización que
permite su adecuado desarrollo y previene la aparición de futuros delincuentes
adultos. Aprovechar esta oportunidad para educar a los jóvenes durante el
cumplimiento de su medida judicial es fundamental para el futuro bienestar individual
del menor, el familiar e incluso para el bienestar comunitario.
C. Reconocimiento expreso de las garantías generales
 El principio acusatorio: consiste en una serie de garantías que deben respetarse
también en los casos de menores infractores. Se concreta, básicamente, en que
no puede haber juicio sin una previa acusación y en que no se puede condenar
por hechos distintos de los que ha sido objeto la acusación.
 El derecho a la defensa: Todo menor detenido tiene derecho a que se le
comunique el motivo de su detención y el lugar de la custodia a sus
representantes legales.
 Presunción de inocencia: Al igual que para los mayores de edad, debe
respetarse este principio que consiste en que nadie puede ser condenado
mientras no se demuestre su culpabilidad.
 Derecho a un juez imparcial
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D. Diferenciación de diversos tramos en la categoría de infractores menores de
edad
Según este principio se diferencian dos tramos de edad, de catorce a dieciséis y de
diecisiete a dieciocho años, por presentar características diferentes en relación a la
maduración y al tratamiento que deben recibir los menores de uno u otro grupo.
Este principio de nuevo refleja la naturaleza educativa de esta Ley. El hecho de separar
en dos tramos de edad permite que las medidas que se tomen para cada caso estén
más ajustadas a las necesidades y particularidades del menor que comete la infracción.
Esto permite una mayor adecuación de las medidas y por tanto, una probabilidad
superior de que el objetivo de reintegración del menor se cumpla.
E. Principio de flexibilidad
Este principio permite al juez aplicar las medidas más acordes con las características
concretas del caso y modificarlas en caso de que fuera necesario. Esto es, según este
principio, la elección de la medida tiene en cuenta el estado psicosocial del menor, su
situación familiar y personal y las circunstancias concretas que se dieron en la comisión
del delito. Además, el Juez podrá modificar la medida cuando según la evolución del
menor y su comportamiento así lo aconseje el equipo técnico de la fiscalía. Esta
flexibilidad y posibilidad de cambiar la medida se puede tomar como una importante
herramienta motivadora para los menores infractores para modificar su conducta y
reinsertarse socialmente.
F. Principio de proporcionalidad
Se debe aplicar una medida que sea proporcional a la infracción cometida y también a
la edad del infractor. En el art. 7 de la LORPM existe una amplia variedad de medidas
aplicables que permite al Juez elegir entre una serie de medidas que se ajusten al
principio de proporcionalidad entre el mal producido y la necesidad de sancionar y
reeducar al menor.
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G. Principio de intervención mínima: Mediación
En esta Ley adquiere especial relevancia la reparación del daño causado y la
conciliación con la víctima a través del arrepentimiento por parte del infractor. Se
pretende evitar una excesiva judicialización de la vida del menor y que permite una
solución extrajudicial mediante el perdón y la aceptación por parte de la víctima. Esta
mediación se utiliza para aquellos casos en los que no es necesaria la intervención
judicial y es posible la solución a través de la reparación de los daños y el trabajo
educativo y de mediación del equipo técnico de la fiscalía.
Este proceso responde al último principio al que se hace referencia en la LORPM y
permite que muchos de los delitos menos graves sean solucionados por vía
extrajudicial, a través de los procesos de mediación y garantizando así una
intervención mínima.
2.2. A quién afecta
La Ley de Responsabilidad Penal del menor afecta a los menores de entre 14 y 18 años
de edad. Se supone que el menor de 14 años no tiene el nivel de conciencia y
maduración suficiente como para asumir la responsabilidad penal de una infracción.
Ante estos casos, según la Ley 1/1996 de Protección Jurídica del menor, éste será
trasladado a un centro de protección según sus características y necesidades.
Dentro de esta franja, los menores de 14 y 15 años tienen un tratamiento distinto ante
la Ley que los menores de 16 y 17, pues se supone que el nivel de maduración es
distinto y que las penas han de ser distintas.
2.3. Duración de las medidas
Tras las modificaciones de la Ley 5/2000, se endurecieron las penas para los menores
infractores, ampliándose, en alguno casos, la duración de las mismas. Sin embargo, es
importante tener en cuenta que, aunque parezca inferior a las penas del Código Civil
General para adultos, el sentido del tiempo para los menores es distinto. Éstos
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perciben el paso del tiempo mucho más lentamente y se corre el riesgo de que, ante
periodos de internamiento muy prolongados, el objetivo de reeducación y
resocialización se pierda y resulta imposible la recuperación del menor.
Según la última reforma de la LORPM, la L. O. 8/2006 de 4 de diciembre, la duración
máxima de las medidas en internamiento cerrado dependen de dos factores: la
gravedad del delito y la edad del infractor. Por tanto, ante un supuesto de extrema
gravedad, el Juez deberá imponer una medida de internamiento cerrado,
complementada con otra de libertad vigilada con la siguiente duración máxima:
 Si el menor tiene 14 o 15 años, podrá enfrentarse a una medida de
internamiento cerrado de uno a 5 años de duración complementada con una
medida de libertad vigilada de hasta 3 años.
 Si el menor tiene 16 o 17 años la medida de internamiento cerrado puede
llegar hasta los 8 años complementada con una medida de libertad vigilada de
hasta 5 años.
2.4. Medidas aplicables
En el Art. 7 de la Ley 5/2000 de 12 de enero de responsabilidad penal de los menores
se encuentran todas las medidas aplicables ante infracciones por parte de menores de
edad. Junto con las incluidas en las reformas posteriores de la Ley, a continuación se
explica en qué consiste cada una de ellas:
a. Internamiento en régimen cerrado: Las personas sometidas a esta medida
residirán en el centro y desarrollarán las actividades formativas, educativas,
laborales y de ocio.
b. Internamiento en régimen semiabierto: Las personas sometidas a esta medida
residirán en el centro, pero realizarán fuera del mismo las actividades
formativas, educativas, laborales y de ocio. La realización de actividades fuera
del centro quedará condicionada a la evolución de la persona pudiendo el Juez
suspenderlas por tiempo determinado.
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c. Internamiento en régimen abierto: Las personas sometidas a esta medida
llevarán a cabo todas las actividades del proyecto educativo en los servicios
normalizados del entorno, residiendo en el centro como domicilio habitual, con
sujeción al programa y régimen interno del mismo.
d. Internamiento terapéutico en régimen cerrado, semiabierto o abierto: En
estos centros se realizará una atención educativa especializada o tratamiento
específico dirigido a personas que padezcan anomalías o alteraciones psíquicas,
un estado de dependencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o sustancias
psicotrópicas que determinen una alteración grave de la conciencia de la
realidad. Esta medida podrá aplicarse sola o como complemento de otra
medida. Cuando el interesado rechace un tratamiento de deshabituación, el
juez le aplicará otra medida adecuada a sus circunstancias.
e. Tratamiento ambulatorio: Las personas sometidas a esta medida habrán de
asistir al centro designado con la periodicidad requerida por los facultativos que
las atiendan y seguir las pautas fijadas para el adecuado tratamiento de la
anomalía o alteración psíquica, adicción al consumo de bebidas alcohólicas,
drogas tóxicas o sustancias psicotrópicas, o alteraciones en la percepción que
padezcan. Esta medida podrá aplicarse sola o como complemento de otra
medida prevista en este artículo. Cuando el interesado rechace un tratamiento
de deshabituación, el juez habrá de aplicarle otra medida adecuada a sus
circunstancias.
f. Asistencia a un centro de día: Las personas sometidas a esta medida residirán
en su domicilio habitual y acudirán a un centro, plenamente integrado en la
comunidad, a realizar actividades de apoyo, educativas, formativas, laborales o
de ocio.
g. Permanencia de fin de semana: Las personas sometidas a esta medida
permanecerán en su domicilio o en un centro hasta un máximo de treinta y seis
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horas entre la tarde o noche del viernes y la noche del domingo, a excepción del
tiempo que deban dedicar a las tareas socio-educativas asignadas por el juez.
h. Libertad vigilada: En esta medida se ha de hacer un seguimiento de la actividad
de la persona sometida a la misma y de su asistencia a la escuela, al centro de
formación profesional o al lugar de trabajo, según los casos, procurando ayudar
a aquella a superar los factores que determinaron la infracción cometida.
Asimismo, esta medida obliga, en su caso, a seguir las pautas socio-educativas
que señale la entidad pública o el profesional encargado de su seguimiento, de
acuerdo con el programa de intervención elaborado al efecto y aprobado por el
juez de menores.
i.
Convivencia con otra persona, familia o grupo educativo: La persona sometida
a esta medida debe convivir, durante el periodo de tiempo establecido por el
juez, con otra persona, con una familia distinta a la suya o con un grupo
educativo, adecuadamente seleccionados para orientar a aquélla en su proceso
de socialización.
j.
Prestaciones en beneficio de la comunidad: La persona sometida a esta
medida, que no podrá imponerse sin su consentimiento, ha de realizar las
actividades no retribuidas que se le indiquen, de interés social o en beneficio de
personas en situación de precariedad. Se buscará relacionar la naturaleza de
dichas actividades con la naturaleza del bien jurídico lesionado por los hechos
cometidos por el menor.
k. Realización de tareas socio-educativas: La persona sometida a esta medida ha
de realizar, sin internamiento ni libertad vigilada, actividades específicas de
contenido educativo encaminadas a facilitarle el desarrollo de su competencia
social.
l.
Amonestación: Esta medida consiste en la reprensión de la persona llevada a
cabo por el juez de menores y dirigida a hacerle comprender la gravedad de los
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hechos cometidos y las consecuencias que los mismos han tenido o podrían
haber tenido, instándole a no volver a cometer tales hechos en el futuro.
m. Privación del permiso de conducir ciclomotores y vehículos a motor, o del
derecho a obtenerlo, o de las licencias administrativas para caza o para uso
de cualquier tipo de armas: Esta medida podrá imponerse como accesoria
cuando el delito o falta se hubiere cometido utilizando un ciclomotor o un
vehículo a motor, o un arma, respectivamente
n. Inhabilitación absoluta (Introducida por la Ley Orgánica 7/2000): La medida de
inhabilitación absoluta produce la privación definitiva de todos los honores,
empleos y cargos públicos sobre el que recayera, aunque sean electivos; así
como la incapacidad para obtener los mismos o cualesquiera otros honores,
cargos o empleos públicos y la de ser elegido para cargo público, durante el
tiempo de la medida.
o. Prohibición de aproximarse o comunicarse con la víctima o con aquellos de
sus familiares u otras personas que determine el juez (Introducida por la Ley
Orgánica 8/2006): Esta medida impedirá al menor acercarse a ellos, en
cualquier lugar donde se encuentren, así como a su domicilio, a su centro
docente, a sus lugares de trabajo y a cualquier otro que sea frecuentado por
ellos. La prohibición de comunicarse con la víctima, o con aquellos de sus
familiares u otras personas que determine el juez o tribunal, impedirá al menor
establecer con ellas, por cualquier medio de comunicación o medio informático
o telemático, contacto escrito, verbal o visual. Si esta medida implicase la
imposibilidad del menor de continuar viviendo con sus padres, tutores o
guardadores, el Ministerio Fiscal deberá remitir testimonio de los particulares a
la entidad pública de protección del menor, y dicha entidad deberá promover
las medidas de protección adecuadas a las circunstancias de aquél, conforme a
lo dispuesto en la Ley Orgánica 1/1996.
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3. Factores asociados a la delincuencia juvenil
En este apartado se examinarán una serie de factores que parecen influir en la
aparición de las conductas delictivas. Vázquez (2003) expone una amplia gama de
factores, de diferentes ámbitos que no necesariamente, se relacionan por igual con
cada menor infractor pero que incrementan la aparición de la delincuencia juvenil o
predisponen a ella.
Este autor hace referencia a: factores individuales, factores familiares, socioeducativos
(la escuela), socioambientales (la clase social), el grupo de amigos, el desempleo
juvenil, los medios de comunicación y las drogas como factores que se relacionan con
la delincuencia juvenil. A continuación, se profundizará en cada uno de ellos para
conocer cuál es la relación que puede existir entre todos estos factores y la conducta
delictiva en menores.
3.1. Factores individuales
3.1.1. Factores biológicos y físicos
La idea de que existen ciertas características biológicas que predisponen a la
delincuencia ha sido objeto de debate durante muchos años. Autores que defienden el
enfoque biologicista, como Lombroso en su teoría del delincuente nato, afirman que
determinados aspectos de la conducta delictiva pueden trasmitirse genéticamente.
Frente a esta idea, prácticamente en desuso, otros autores plantean que la explicación
biológica puede explicar la conducta delictiva en una proporción muy pequeña de
casos, donde el individuo presenta trastorno de la personalidad, negativista
desafiante, disocial, etc.
También puede ocurrir que determinados aspectos de la apariencia física se
encuentren aparejados con complejos de inferioridad que incrementan las
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probabilidades de un inadecuado desarrollo evolutivo, social y emocional, pudiendo
favorecer en ocasiones futuras, acciones delictivas.
Actualmente no se considera que los aspectos biológicos provoquen en sí mismos la
delincuencia juvenil. Se asume que éstos deben ir asociados a otros factores sociales y
ambientales para que se dé con mayor probabilidad éste tipo de conductas.
3.1.2. Factores psicológicos
Hoy en día, muchos estudios e investigaciones asocian las conductas violentas con una
serie de factores individuales de carácter psicológico. En este apartado se incluyen
desórdenes y trastornos como la ansiedad, el estrés o la hiperactividad y también
carencias o déficits en el desarrollo cognitivo de los menores delincuentes.
Dentro del desarrollo cognitivo, encontramos numerosos aspectos que podrían incidir
en la conducta violenta y delictiva. Algunos de éstos son:
 Nivel bajo de inteligencia. Un déficit en el desarrollo de las estructuras
cognitivas puede provocar rigidez mental, intolerancia a situaciones nuevas,
poca inadaptación y por consiguiente, frustración y malestar constante. Esta
incapacidad cognitiva puede ser una característica común a muchos menores
infractores.
 Locus de control externo. Hay investigaciones que demuestran que los
delincuentes tienen mayor locus de control externo que los no delincuentes.
Esto significa que atribuyen las causas de lo que les ocurre a factores externos
(el destino, la suerte…). Los jóvenes con locus de control externo no se
esfuerzan por mejorar ni obtienen valores de compromiso y responsabilidad,
puesto que creen que todo está en manos del destino u otros factores
externos.
 Autoestima y autoconcepto bajo. Los delincuentes suelen tener una autoestima
y un autoconcepto bajo y unido a esto, presenta altas expectativas de fracaso.
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Por ello, los menores con estas características se acercan más al perfil del
menor delincuente.
 Distorsión perceptiva. Muchos jóvenes delincuentes tienen la percepción
errónea de que nunca les va a pasar nada por hacer lo que hacen. Esta falta de
realidad les lleva a infringir normas constantemente creyendo que no les
pasará nada y que no tendrán que responder por sus acciones.
 Déficit de habilidades sociales. La falta de habilidades sociales se relaciona con
la conducta violenta y antisocial, puesto que muchos menores no tienen la
capacidad de relacionarse adecuadamente y no poseen herramientas
adecuadas de solución de conflictos, gestión del estrés, etc. lo que les lleva a
manifestar conductas delictivas.
 Impulsividad y falta de autocontrol. Los delincuentes, con frecuencia son
impulsivos. Esta es una característica muy asociada a la delincuencia juvenil.
Estos jóvenes actúan sin razonar. Su nivel de autocontrol es bajo y a menudo se
dejan llevar por sus emociones, lo que deriva en conductas agresivas, violentas
y delictivas en muchas ocasiones.
 Falta de empatía, pensamiento egocéntrico… Además de lo anterior, existen
otros factores individuales de tipo psicológico que pueden relacionarse con la
delincuencia juvenil. Por ejemplo, el pensamiento egocéntrico, la empatía o el
déficit en el desarrollo del razonamiento moral.
3.2. Factores familiares
3.2.1. Falta de Supervisión por parte de los padres y carencias
afectivas
La falta de conocimiento por parte de los padres de lo que hacen sus hijos dentro y
fuera de casa, es un factor de importancia que se relaciona con la delincuencia juvenil.
Si los padres no supervisan el desarrollo de los hijos ni les enseñan a asumir
responsabilidades sin correr riesgos ni sufrir daños, éstos experimentarán sin ningún
tipo de control, confundiendo en muchos casos lo que está bien de lo que está mal.
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Además, unido a este ‘abandono’ por parte de los padres, se suele encontrar una
importante carencia afectiva en los hijos que deriva en un desarrollo emocional
inadecuado. Esta ausencia de cariño provoca daños en el menor que posteriormente
puede reflejarse en conductas agresivas y violentas.
No solo la falta de supervisión, también el exceso de protección y un afecto excesivo
son factores que pueden influir en la aparición de futuras conductas delictivas.
3.2.2. Actitudes inadecuadas por parte de los padres
Los menores que crecen ante continuas muestras de sentimientos negativos por parte
de sus padres, abusos y malos tratos psicológicos, tienen mayor probabilidad de
presentar comportamientos violentos durante su adolescencia y adultez. Es probable
que además de los déficits que puedan surgir por éstas situaciones, el niño aprenda
esta forma de tratar a los demás e interiorice la violencia como forma natural de
actuar.
3.2.3. Métodos de disciplina
Unido a lo anterior, los métodos de disciplina dura con presencia continua de castigos
físicos provocan situaciones, a veces insostenibles, de tensión y malestar en la familia.
Todo ello predispone a los hijos a desarrollar en el futuro comportamientos agresivos
que han aprendido en el seno de su familia.
3.2.4. Conflictos familiares
La ruptura del concepto de familia tradicional y la incorporación de nuevos modelos
familiares, donde hay separaciones y rupturas ha generado un nuevo factor asociado a
la delincuencia juvenil. Aunque por sí solo no puede ser considerado causa única, igual
que ninguno de los anteriores, hay estudios que relacionan la falta de una figura
21
paterna y la desorganización familiar con una mayor probabilidad de comportamientos
antisociales y delictivos.
3.2.5. Familias numerosas
Este factor tampoco debe considerarse de forma aislada. Para que el número de hijos
influya, deben coexistir otros factores: situación socioeconómica, desestructuración
familiar, inadecuados métodos de disciplina, conflictos, desatención, etc. En ocasiones,
estos factores unidos a un alto número de hijos, aumentan la probabilidad de
conductas delictivas por parte de éstos en el futuro.
3.2.6. Malos modelos conductuales. Falta de valores prosociales
Existen evidencias empíricas de que los hijos tienden a imitar los comportamientos de
los padres. Por ello, si los hijos observan una actitud delictiva por parte de sus padres o
hermanos mayores, la probabilidad de delinquir en un futuro es mucho mayor. La
presencia de malos modelos conductuales en la familia es un factor importante de
relación con la conducta delictiva.
A esto va unido la falta de valores prosociales que el hijo no aprende ni fuera de casa ni
dentro de ésta, debido a los inadecuados modelos que encuentra en su familia. Un
menor que crece sin haber integrado valores de respeto, responsabilidad, generosidad,
humanidad, tolerancia, empatía, etc. presenta altas probabilidades de manifestar
conductas violentas y delictivas.
3.2.7. Falta de comunicación entre padres e hijos
Actualmente se encuentran muchas familias que no cuidan la comunicación entre
ellos. El alto ritmo de vida, volumen de trabajo y de estrés, dificulta una atención
adecuada a los hijos y a sus actividades. Este desconocimiento por falta de
comunicación, de lo que hace o con quién va, puede derivar en conductas delictivas
22
que a los padres les resulta imposible de prever. Además, esta mala comunicación
suele ir unida a desconfianza y conflictos en la familia que deterioran la relación entre
sus miembros, lo que constituye un nuevo factor asociado a la delincuencia juvenil.
3.3. Factores socioeducativos. La escuela
La escuela constituye el otro gran agente de socialización de los menores junto con las
familias. En ella, los niños y adolescentes aprenden e interiorizan valores sociales y
normas básicas de comportamiento social que guían el camino conductual de los
jóvenes.
3.3.1. Fracaso y abandono escolar
Hay estudios que demuestran que el éxito escolar es uno de los mejores medios
preventivos de la delincuencia. El fracaso y el abandono temprano de los estudios, es
por tanto, un factor que suele relacionarse con comportamientos delictivos.
En este apartado es necesario tener en cuenta la importancia de no trasladar a la
escuela el espíritu de individualismo y competitividad que impregna nuestra sociedad.
Estos sentimientos condicionan el comportamiento de los jóvenes frente a sus
compañeros. Además, el sistema educativo diferencia a los alumnos en función de sus
notas y genera, a lo largo de los años, un pequeño grupo de niños inadaptados, por
presentar algún tipo de dificultad. Esta etiqueta juega un papel muy importante en la
conducta futura del niño.
Por ello, la escuela debe esforzarse en reintegrar a todos los niños en el proceso de
aprendizaje y favorecer el éxito educativo de todos los alumnos por igual, tratando de
transmitir valores positivos y de compañerismo; siguiendo, entre otros, las Directrices
de RIAD, que señala en su art. 24 que: los sistemas de educación deberán cuidar y
atender de manera especial a los jóvenes que se encuentren en situación de riesgo
social, utilizando los programas de prevención y materiales didácticos especializados. Y
el art. 30 dice que: deberá prestarse ayuda especial a los estudiantes que tengan
23
dificultades para cumplir las normas de asistencia, así como los que abandonan los
estudios.
3.3.2. Vandalismo y violencia en la escuela
Un factor que está aumentando considerablemente en nuestras escuelas es la
presencia de violencia dentro de las aulas. El bullying (acoso escolar) es una forma de
violencia entre niños que ocurre en el ámbito escolar. Incluye abusos físicos,
psicológicos y verbales.
Este fenómeno de violencia afecta considerablemente al entorno social de la escuela,
creando un clima de miedo y temor entre muchos niños. Además, favorece la aparición
de futuros comportamientos delictivos (Vázquez, 2003).
Se trata de un tema real y preocupante que constituye un factor relacionado con la
violencia, la conducta antisocial y la delincuencia juvenil.
3.4. Factores socioambientales. La clase social
En muchas ocasiones se relaciona el término de delincuencia con el de pobreza. Parece
ser que una gran proporción de jóvenes que delinquen pertenecen a una clase social
baja. Hay estudios que comprueban con datos que estos jóvenes cometen delitos con
más frecuencia y con daños más graves que aquellos jóvenes pertenecientes a clases
media y alta.
Otros autores defienden la idea de que la policía criminaliza a estas clases sociales y
estigmatiza a quienes viven en la pobreza. Según esto, un individuo que comete un
acto delictivo aislado, es etiquetado como delincuente y criminal con toda una carrera
delictiva y un estilo de vida ligado a esto. Entonces, el individuo piensa en sí mismo
como un delincuente y organiza su comportamiento en consecuencia de lo que se la ha
impuesto que debe ser.
24
Por todo esto, debe tenerse en cuenta la situación socioeconómica en la que vive una
familia y su posible relación con la delincuencia de los hijos. Sin embargo, esto no debe
ser factor único ni debe suponer un etiquetamiento erróneo que lleve a una relación
directa de causa-efecto entre la pobreza y la delincuencia.
3.5. El grupo de amigos
Los efectos del grupo de amigos sobre la violencia y la delincuencia están ampliamente
verificados por numerosos estudios. Las amistades juegan un papel muy importante
como predictor de la conducta de los jóvenes. Además, la adolescencia y la juventud
son etapas en la vida de gran relevancia, durante la que se conforma la identidad
personal. Durante estos años, la influencia de los amigos es vital. Si un joven se
relaciona continuamente con un grupo de amistades que realizan acciones violentas o
delictivas, esto será un factor de riesgo en su comportamiento futuro, puesto que es
probable que se comporte como sus iguales para ser aceptado por el grupo y sentirse
en sintonía.
Esto constituye un factor de riesgo mayor en cuanto concurre la existencia de
amistades no deseadas y una personalidad sumisa, dependiente, un nivel intelectual
bajo y falta de habilidades cognitivas y sociales.
3.6. Las drogas
Cierto es que la delincuencia juvenil y el consumo de drogas tienen relación, sin
embargo, no se puede afirmar que todos los delincuentes consuman drogas ni
tampoco que todos los consumidores son delincuentes. Varios estudios nos
demuestran que existe una alta correlación y que el alto consumo de drogas puede
llevar a conductas delictivas en mayor medida que el no consumo.
Junto a esto, nos encontramos con que cada vez la edad de iniciación en el consumo
de drogas es menor y que el consumo se ha extendido de forma significativa entre la
25
juventud. Esto es motivo suficiente para la preocupación por los menores de nuestra
sociedad.
El consumo de drogas lleva en muchas ocasiones a la acción de conductas delictivas
que les permita adquirir los medios económicos necesarios para comprar el producto y
seguir consumiendo, lo que aumenta la probabilidad de que se involucre en nuevas
acciones delictivas bajo los efectos de las mismas.
Además, se conoce que algunas drogas, por ejemplo el alcohol, es un depresor del
Sistema Nervioso Central y un desinhibidor de conductas violentas. En ocasiones, los
jóvenes consumen alcohol y pierden el control de sus acciones, cometiendo bajo los
efectos, delitos contra las personas, contra la seguridad del tráfico e incluso, contra la
libertad sexual.
Por todo esto, es importante considerar el consumo de drogas como un factor que se
relaciona en gran medida con la delincuencia juvenil.
3.7. Los medios de comunicación
Los medios de comunicación son, en la actualidad una fuente innegable de
comportamientos agresivos. La violencia está presente en casi todos los programas de
televisión, series y películas. Los niños crecen observando una cantidad ingente de
información con contenido violento. Aunque nos hayamos habituado a verlo por todas
partes, todas estas películas y series llenas de estos contenidos, provocan una
habituación y sensibilización del niño ante la violencia. Esto hace que lo perciban como
normal y lo integren en su patrón de comportamiento.
Esta repetición permanente de violencia y en la televisión y en los medios de
comunicación en general favorece el desarrollo de un ambiente violento en la
sociedad. Por tanto, también a nivel social encontramos un factor de riesgo que puede
predisponer a la delincuencia juvenil.
26
Esto nos indica que tanto la intervención como la prevención de la delincuencia y la
violencia deben abarcar aspectos individuales, familiares y también sociales, tomando
medidas que incluyan al conjunto de la sociedad.
En esta apartado se han presentado una serie de factores o variables que pueden
influir en mayor o menor medida en la aparición de una conducta antisocial o delictiva.
Ahora bien, es importante recordar que ninguno de ellos causa de forma aislada la
delincuencia juvenil y de forma inequívoca este tipo de conductas. También es
necesario recordar que pueden coexistir muchos de estos factores y no aparecer
episodios de delincuencia y que también puede haber casos de delincuentes juveniles
que no reúnan muchos de estos factores. A continuación, se presenta una tabla
resume en la que se recogen los principales factores asociados a la delincuencia juvenil
anteriormente explicados (tomados de Vázquez, 2003):
Tabla 1. Factores asociados a la delincuencia juvenil
FACTORES ASOCIADOS A LA DELINCUENCIA JUVENIL
Factores Individuales
Factores Familiares
-
Factores biológicos y físicos
-
Factores psicológicos
-
Falta de supervisión y carencias afectivas
-
Actitudes inadecuadas por parte de los padres
-
Métodos inadecuados de disciplina
-
Conflictos familiares
-
Familias numerosas
-
Malos modelos inadecuados. Falta de valores
prosociales
Factores socioeducativos.
La escuela
-
Falta de comunicación entre padres e hijos
-
Fracaso y abandono escolar
-
Vandalismo y violencia en la escuela
Factores socioambientales. La clase social
El grupo de amigos
27
Las drogas
Los medios de comunicación
4. Modelos de Intervención judicial con menores
infractores
El sistema de justicia juvenil ha sido objeto de numerosas propuestas y posteriores
modificaciones hasta la formulación y estructuración de nuestro actual sistema. Estas
propuestas anteriores responden a las demandas de cada época y han ido
evolucionando hasta la articulación del modelo actual. Los distintos modelos sobre
delincuencia juvenil han marcado las líneas de actuación e intervención con los
menores infractores.
A continuación se hace un breve recorrido sobre los modelos más importantes que
estuvieron en vigor hasta llegar al modelo actual que se basa en
la nueva
representación de la infancia promovida por la Convención de los Derechos de los
Niños y la aceptación de éstos como sujetos de derechos (González, 2010 y Vázquez,
2003).
4.1. Modelo de protección o tutelar
A finales del siglo XIX y principios del XX, el nacimiento de la sociedad industrial se
produce un aumento de pobreza y marginación en las grandes ciudades, llenando las
calles de jóvenes y niños mendigos. Durante esta época, se equiparó al menor débil y
vulnerable que comete hechos delictivos con enfermos. En base a ello, se propone un
modelo basado en la protección y en el bienestar del menor como objetivo principal de
su tratamiento.
El principal objetivo del modelo de protección era el de ofrecer a los menores ayuda
para su curación más que castigar sus hechos. Además, durante la vigencia de este
28
modelo se creó un nuevo Derecho penal específico para los menores que se inspiraba
en el espíritu protector.
Una característica importante de este modelo es que, con el fin de alcanzar la curación
del menor, se tomaban medidas de duración indeterminada. Se aplicaban a los
menores tratamientos médicos y farmacológicos en medidas privativas de libertad
para que fueran curados y se consideraba al menor como objeto de protección. Esto
fue la causa principal de que este modelo quedara inutilizable, la ausencia de garantías
legales para el menor y el no reconocimiento de sus derechos.
4.2. Modelo educativo o rehabilitador
Este nuevo modelo educativo da un paso más en la protección de menores y pretende
encontrar la respuesta al problema planteado por los menores infractores fuera del
sistema judicial. En este modelo prevalece que la justicia penal no debe intervenir en
los casos de menores. Con este modelo se intenta evitar que los jóvenes entren en
contacto con el sistema judicial y proponen soluciones extra-judiciales, destacando la
actuación educativa.
Según este modelo, se atiende la delincuencia juvenil desde recursos sociales frente al
tratamiento del joven como sujeto infractor. Adquiere mayor peso el tratamiento
educativo ante jóvenes delincuentes puesto que se reducen en gran medida los
medios represivos que utilizaba el modelo anterior.
Este modelo comporta una respuesta amplia por parte de la sociedad y de los servicios
sociales, quienes deben involucrarse activamente en el tratamiento educativo y
rehabilitador de la delincuencia juvenil.
Con el tiempo, este modelo fue duramente criticado. La idea de reeducación y
rehabilitación por parte de las instituciones fue perdiendo valor a la vez que se asistía a
un incremento de la delincuencia y de su gravedad por parte de los menores, quienes
no veían consecuencias a sus actos.
29
4.3. Modelo de responsabilidad o justicia
Alrededor de los años 60 y décadas posteriores nace, con el impulso de los tratados
internacionales en defensa de los derechos del menor, el nuevo modelo de justicia
juvenil que es la base de nuestro actual sistema. El modelo de responsabilidad o
justicia trata de conjugar lo educativo y lo judicial. Consiste en aplicar una serie de
medidas de carácter educativo que a su vez constituya una respuesta
responsabilizadora. Este modelo quiere que el menor infractor sea educado en la
responsabilidad.
Mediante la aplicación de una medida educativa y responsabilizadora se estaría
contribuyendo al proceso de maduración del menor al tiempo que se restringen sus
derechos. Educación y justicia se funden en este modelo.
En diferencia a los modelos anteriores, el modelo de justicia no se encarga de los
menores abandonados, quienes son ahora objeto de preocupación de los servicios
sociales de protección. Su foco de atención se centra en menores infractores,
reconociendo en todo momento sus derechos.
Este modelo apuesta por una amplia gama de medidas no privativas de libertad
eligiendo en cada caso concreto la medida que mejor responda a la reeducación del
menor. Aunque también recoge medidas de internamiento para los casos más graves,
la aplicación de medidas responde siempre al principio de proporcionalidad y a otros
principios mencionados al inicio de este manual y que se recogen en nuestra
normativa legal actual.
Este modelo que combina justicia y educación ha sido acogido por legislaciones
nacionales estando presente también en países europeos, como es el caso de España.
30
5. Aspectos generales de la intervención con menores
infractores
Como hemos visto hasta ahora, las actuaciones judiciales que afectan a menores
infractores deben tener como objetivo último la educación en la responsabilidad y la
resocialización del menor. Por tanto, la imposición de una medida judicial debe
conllevar una serie de acciones educativas que permitan al menor un posterior
desenvolvimiento social adaptado.
En este apartado se profundizará en los aspectos generales que la intervención
sociopsicoeducativa con menores infractores debe contemplar durante la ejecución de
medidas de internamiento. Se revisarán los aspectos de la intervención que se lleva a
cabo en los centros penitenciarios, pues es en estas medidas donde la intervención
puede desarrollarse más fácilmente (por el hecho de que el menor permanece en el
centro) y puesto que se aplicaría en los casos más graves, donde la intervención debe
ser más profunda y extensa.
5.1. Principios pedagógicos que deben orientar la intervención
A continuación se explicarán los principios pedagógicos que según Díez (2009), deben
orientar la intervención con menores con medidas judiciales.
A. Principio de responsabilidad
Es necesario que los menores que hayan cometido una infracción o hayan transgredido
alguna norma se enfrenten a los hechos que han cometido y que observen y analicen
las consecuencias positivas y negativas que de éstos se derivan, tanto para los él como
para los demás.
La responsabilidad individual sobre los propios actos es fundamental para el desarrollo
de la propia identidad y es un factor esencial en la intervención educativa del menor.
31
Se trata de que se responsabilice de sus acciones y de las consecuencias que éstas
conllevan.
B. Principio de individualización
Toda medida judicial impuesta a un menor debe cumplir con el principio de
individualización. Cada menor posee unas particularidades en relación a la comisión
del acto delictivo y unas circunstancias personales, familiares y sociales que deben
tenerse en cuenta. Junto a esto, debe tenerse en cuenta que cada individuo tiene unas
capacidades, unos límites, unos valores y unas necesidades diferentes e individuales
que deben ser atendidas.
Estas necesidades educativas, psicológicas, sociales, etc. deben ser evaluadas lo antes
posible por el equipo técnico correspondiente y sobre éstas y teniendo en cuenta la
medida aplicada y su duración, debe diseñarse la intervención.
También dentro del principio de individualización debe contemplarse la figura de un
adulto que actúe referente y que oriente al menor en las actuaciones que debe llevar a
cabo para lograr los objetivos previstos en la intervención. Se trata de un tutor que
establezca una relación personal con el menor, que sea cercano, motivador y
acompañante durante el proceso. Esta figura es imprescindible para fomentar el trato
individualizado a los menores.
Por último, debe planificarse el proceso de enseñanza-aprendizaje del menor en
función de su nivel previo de conocimientos y de sus necesidades formativas. Esto
hace que también en el ámbito de los talleres ocupacionales y las actividades
formativas, se cumpla con el principio de individualización durante la ejecución de la
medida.
C. Principio de atención integral
Toda intervención educativa que se planifica con un menor debe atender al principio
de atención integral. Esto significa que se deben contemplar todas las áreas que
configuran su personalidad. Esto es, la intervención debe realizarse incluyendo, de
32
forma complementaria, aspectos relacionados del ámbito educativo, psicológico,
social, médico o familiar. Para que esto sea posible, debe existir coordinación entre el
equipo educativo que trabaja con el menor, para que cumplir con el principio de
atención integral y que la intervención sea coherente.
D. Principio de formación
Este principio hace referencia al desarrollo de programas formativos que tienen lugar
durante la ejecución de medidas judiciales de internamiento y que deben llevarse a
cabo según la legislación educativa vigente. Esto significa que dentro de los programas
formativos que deben contemplarse están: la formación escolar adaptada a los niveles
educativos de los menores y sus características personales, los programas de
formación profesional, los programas de desarrollo personal y social, los
ocupacionales, los de actividades deportivas y/o culturales, los programas de ocio y
tiempo libre, etc.
Este programa formativo que debe planificarse para cada menor tiene como objetivo
compensar las carencias que podrían presentar los menores internos y posibilitar la
adquisición de nuevos aprendizajes.
E. Principio de actividad
Se debe fomentar la participación e implicación de los menores internos en actividades
de ocio, formativas, etc. Debe cuidarse la atención a los aspectos motivacionales y ha
de fomentarse el aprendizaje por descubrimiento, la realización de actividades
dinámicas, los desafíos, los medios audiovisuales, las dinámicas de grupo u otros
elementos que permitan la interacción entre los menores y un mayor nivel de
participación e implicación en las actividades que van a desarrollarse.
Este principio tiene como principal objetivo que los menores huyan de actitudes
apáticas y pasivas que dificultan el progreso del menor y el éxito de la intervención.
33
F. Principio de cooperación
El principio de cooperación permite que los menores se familiaricen con determinadas
habilidades y estrategias necesarias para su posterior integración en la vida social
adulta. Se trata de actitudes y conductas cooperativas que permita a los menores
llegar a metas comunes planteadas, gracias a la unión de todas las fuerzas.
Este principio se concreta en actividades y dinámicas que se plantean y que deben
abordarse en grupo y en la enseñanza y puesta en práctica de tareas colectivas que
requieran la coordinación de los menores.
G. Principio de normatividad
Es lógico pensar que, a pesar de las características individuales de cada menor, todos
aquellos que cumplen con una medida judicial tienen en común lo siguiente: la
transgresión de normas (más o menos graves). Por tanto, es indispensable que exista
una clara regulación normativa de la convivencia y las relaciones.
La norma debe ser establecida de forma clara, conocida por todos los menores,
reguladora de la convivencia y de las relaciones y debe ser aplicada con seriedad. Se
trata de un elemento esencial del proceso reeducativo de los menores infractores.
Las medidas judiciales de internamiento deben cumplir escrupulosamente con este
principio. Éste será abordado de forma transversal a todos los demás principios y a
todas las actividades y/o talleres que se desarrollen en el centro. Por último, dentro
del reglamento interno de cada centro deben incluirse no sólo las obligaciones, sino
también los derechos y las garantías de los menores así como las actuaciones
disciplinarias y las sanciones que podrán imponerse en caso de infringirlas.
H. Principio de coeducación
La intervención educativa no debe hacer distinciones por razón de sexo, por lo que
según este principio, deben haber las mismas posibilidades educativas para chicos
como para chicas, fomentando la existencia de experiencias positivas de convivencia y
educativas compartidas.
34
I. Principio de preparación para el futuro
La intervención que se diseña para los menores con medidas judiciales debe ir más allá
del trabajo que se realiza en el propio centro de internamiento. Es decir, cuando se
acerca el momento de finalización de la medida judicial, se debe procurar una
formación específica para aumentar las posibilidades de inserción laboral de los
menores.
Por tanto, siguiendo con este principio, deberán desarrollarse programas de formación
profesional, inserción laboral, búsqueda activa de empleo, etc. que tengan como
objetivo la inserción laboral y el mantenimiento del empleo. En esta línea, destacamos
algunas de las funciones que corresponde al centro para ayudar a los menores en su
inserción laboral y social: 1) desarrollar competencias profesionales específicas como
la puntualidad, la cooperación, el trabajo en equipo, etc. 2) formar en habilidades y
conocimientos básicos acerca de la búsqueda de empleo y 3) apoyar y acompañar
durante este proceso.
J. Principio de acciones y programas positivizantes
Es posible que los menores infractores hayan experimentado a lo largo de su vida un
escaso nivel de éxito y que hayan fracasado en muchos ámbitos (familiar, académico,
etc.). En ocasiones esto aparece relacionado con la búsqueda de reconocimiento social
por parte de sus iguales y lleva a los menores infractores a la realización de conductas
transgresoras.
Por ello, en la intervención sociopsicoeducativa deben incluirse actuaciones que
permitan a los menores alcanzar el éxito, ser protagonistas y obtener reconocimiento
por sus acciones positivas. Esto revertirá sus sentimientos de incapacidad provocados
por una larga historia de fracasos y ofrecerá resultados muy positivos en la reinserción
social de los menores y en sus sentimientos de autovalía personal.
Gracias a la planificación de estas acciones positivizantes los menores descubren en sí
mismos cualidades positivas y los demás observan en ellos su lado más amable,
solidario y comprometido.
35
5.2. Objetivos de un centro de ejecución de medidas judiciales de
internamiento
Los centros de internamiento no deberían ser considerados como los únicos elementos
del entramado social encargados de la reeducación y resocialización de los menores.
Las medidas de internamiento deben ser de la menor duración posible y no es realista
pensar que la educación, los comportamientos, valores y actitudes de un menor con
una larga carrera delictiva van a cambiar durante su estancia en un centro
penitenciario.
Resulta muy pretensioso pensar que sólo desde una medida de internamiento se va a
lograr la reeducación y reinserción completa y definitiva de menores infractores. Esto
debe ser tarea de todo el entramado de sistemas sociales y educativos de la sociedad:
(escuela, familias, servicios sociales, políticas de apoyo a la infancia y a la familia, etc.).
Sin embargo, existen una serie de objetivos institucionales y de intervención que los
centros no deben descuidar (Díez, 2009):
Objetivos Institucionales
 Garantizar la ejecución de las medidas decretadas por los juzgados de menores
 Elaborar informes técnicos sobre la situación personal, familiar y social de cada
menor
 Elaborar el programa individualizado de ejecución de la medida de cada menor
 Informar a las instituciones correspondientes sobre la evolución del menor
 Desarrollar de forma coherente el programa formativo del centro
 Gestionar y coordinar la participación de los menores en recursos formativos,
lúdicos, sanitarios, etc. externos al centro
 Promover la integración positiva del centro en el medio social así como de los
menores internos en él
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Objetivos respecto de los menores
 Garantizar la escolarización obligatoria
 Llevar a cabo la intervención sociopsicoeducativa
 Favorecer, de acuerdo al programa individualizado, la formación y/o inserción
laboral de cada menor
 Posibilitar el desarrollo personal y social a través de programas de habilidades
sociales, actitudes y valores que permitan una mejor adaptación social
 Fomentar la reflexión y el análisis crítico sobre su situación personal, familiar y
social y sobre las consecuencias de sus actos
 Potenciar su autoestima y sus sentimientos de autovalía personal a través de
programas positivizantes y acciones donde alcancen el éxito y obtengan
reconocimiento
 Posibilitar que desarrollen aficiones y realicen actividades de ocio normalizadas
 Propiciar la adquisición de hábitos de vida saludable
 Mantener o incrementar los vínculos familiares y sociales a través de las visitas
y salidas al domicilio
 Favorecer las relaciones familiares positivas y la solución de los conflictos entre
sus miembros
Estos son algunos de los objetivos generales que un centro de ejecución de medidas de
internamiento debe contemplar en relación a los menores internos en él. Sin embargo,
no debemos olvidar que cada menor tiene unas necesidades diferentes al resto de
internos, lo que se traduce en una intervención individualizada con objetivos
específicos de acuerdo a su situación personal, social y familiar.
Resulta fundamental destacar que para cada menor se diseña un programa
individualizado de ejecución de la medida de acuerdo a sus necesidades y que éste
debe ser el documento que establezca las líneas básicas de actuación del equipo
educativo.
37
Además, se evaluará con cierta periodicidad la consecución de los objetivos planteados
en el programa individualizado y se valorará la ejecución de la medida y la evolución
del menor en relación a ésta.
Esto deberá quedar plasmado en el informe de seguimiento que servirá para informar
periódicamente a los órganos judiciales correspondientes sobre la evolución del menor
y la ejecución de la medida; tal y como está previsto en la legislación vigente:
Artículo 49 de la Ley Orgánica 5/2000
La entidad pública remitirá al Juez de Menores y al Ministerio Fiscal, con la
periodicidad que se establezca reglamentariamente en cada caso, informes sobre la
ejecución de la medida y sus incidencias, y sobre la evolución personal de los
menores sometidos a las mismas.
También deberá elaborarse, una vez finalizada la medida judicial, un informe final que
recoja la evolución del menor a lo largo de ésta y su situación en ese momento. Dicho
informe será elaborado por las entidades públicas o privadas que trabajen en el
ámbito de la educación de menores y conozcan la situación del menor expedientado,
generalmente, el equipo técnico.
5.3. Áreas de intervención sociopsicoeducativa
En este último apartado sobre los aspectos generales de la intervención con menores
infractores que cumplen su medida judicial en un centro de internamiento, se
recalcarán cuáles son las principales áreas que se pueden incluir dentro de la
intervención sociopsicoeducativa que se planifica para cada caso.
Aunque con los principios orientadores de la intervención y los objetivos respecto a los
menores, explicados anteriormente se pueden entresacar cuáles son las principales
áreas de intervención, a continuación se explicarán brevemente estas áreas y lo que
se debería trabajar en cada una de ellas.
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1. Formación escolar
Debe desarrollarse en todos los centros para garantizar el derecho y el deber de los
menores a recibir la enseñanza obligatoria. También contempla acciones para mejorar
el rendimiento académico de quienes tengan un nivel de conocimientos menor que el
esperado para su edad y la alfabetización de los menores extranjeros.
Junto a esto, se trabajarán las actitudes positivas frente al aprendizaje, el trabajo
continuo y el esfuerzo. Se intentará fomentar su interés por aumentar sus
conocimientos y por la adquisición de valores y actitudes como la capacidad de
esfuerzo, la superación personal y el mantenimiento de la atención en la tarea, por
ejemplo.
2. Formación profesional
La formación profesional sobre la que ya se ha insistido en puntos anteriores de este
manual es un aspecto de vital importancia en la oferta formativa de los centros para la
ejecución de medidas judiciales de internamiento.
Ésta oferta puede incluir actividades profesionales como carpintería, jardinería,
mantenimiento de edificios, informática, cerrajería, etc. Los objetivos básicos en esta
área de intervención son: aumentar las habilidades, destrezas y el aprendizaje delas
competencias profesionales específicas por parte de los menores y potenciar la
adquisición de hábitos, actitudes y valores relacionados con el empleo (puntualidad,
disciplina, iniciativa, trabajo en equipo, etc.)
3. Programa de inserción laboral
Estos programas tienen una gran relación con el área de intervención de la formación
profesional, sin embargo, aquí se tratan aspectos más específicos sobre la búsqueda
activa de empleo y los conocimientos y estrategias básicas para emprender con
garantías este difícil proceso. Los objetivos en esta área se refieren, no a profesiones
específicas como en el caso anterior, sino a la formación sobre métodos de búsqueda
de empleo, la entrevista de trabajo, legislación laboral, cómo elaborar un Curriculum
Vitae, etc.)
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4. Programas de desarrollo personal y competencia social
En estos programas se incide en el desarrollo personal y social de los menores a través
de programas que propicien un cambio de actitudes y valores hacia otros más
prosociales. Se trata de programas cuyo objetivo principal es el desarrollo integral de
los menores y la adquisición de habilidades personales y sociales básicas (pensamiento
crítico, toma de decisiones, habilidades comunicativas, etc.)
5. Actividades deportivas, culturales y recreativas
En esta área se incluyen las actividades deportivas, manualidades, biblioteca, teatro,
talleres musicales y todas aquellas acciones de carácter lúdico y educativo que tienen
como objetivo fomenar el uso adecuado del tiempo libre por parte de los menores.
El arte, el deporte, la cultura y la expresión corporal forman parte de la educación
integral de las personas y no debemos olvidar la cantidad de aspectos positivos que
reporta a un individuo una hora de ejercicio al día, o hacer manualidades.
6. Ocio y tiempo libre. Salidas recreativas
Además de los talleres que incluimos en el apartado anterior y que dan respuesta al
desarrollo de diferentes aspectos de la personalidad. En un centro de internamiento
debe dejarse espacios libres de actividades en los que los menores puedan escribir
cartas, escuchar música, hablar en grupos, leer, etc. Deben ofrecerse espacios para la
interacción lúdica y no dirigida entre los menores y que establezcan relaciones de
confianza entre unos y otros. En esta área, el personal educativo debe intervenir para
fomentar el uso adecuado de juegos y materiales comunes, conocer las relaciones
intragrupo, procurar la participación activa de todos, mediar en caso de conflicto, etc.
También en esta área se incluyen las salidas de los menores del centro. Cuando la
situación legal del menor lo permita, puede realizar salidas recreativas. Éstas
constituyen una oportunidad inmejorable para trabajar el proceso de reinserción social
del menor y su integración gradual.
40
7. Actividades de la vida cotidiana
Además de todo lo anterior, se establece en el centro un “programa” de actividades de
la vida cotidiana. Éste tiene como objetivo fomentar la adquisición de hábitos
saludables por parte de los menores y aumentar su autonomía en cuanto a los
siguientes aspectos: 1) Hábitos de higiene personal: ducha, aseo, cepillado de dientes,
de las manos, etc. 2) Hábitos de alimentación: dieta equilibrada, utilización adecuada
de los cubiertos, educación y comportamiento adecuado en la mesa, etc. y 3) Hábitos
de limpieza y orden: mantenimiento ordenado de la habitación, cuidado y limpieza de
la ropa, orden de los espacios comunes y de las pertenencias personales, etc.
8. Intervención con las familias
Por último, no podemos olvidar la intervención con las familias de los menores. Ésta
debe ser uno de los ejes básicos sobre la que gira la intervención, pues es el núcleo de
convivencia al que probablemente el menor volverá tras cumplir con su medida. Hay
que tener en cuenta que muchos de los problemas de comportamiento y las conductas
inadaptadas de los menores tienen su origen en elementos de la convivencia familiar o
pueden haber sido favorecidas por un mal desempeño de los deberes parentales. Por
tanto, para disminuir el riesgo de reincidencia y aumentar las probabilidades de un
buen ajusta y adaptación del menor al entorno social y familiar, es necesario intervenir
con las familias con el objetivo último de lograr la colaboración entre el centro y ésta y
así poder asesorarlas, ayudarlas a comprender la situación familiar, capacitarlas para el
cambio de actitudes inadecuadas y corresponsabilizarlas del desarrollo educativo del
menor.
El gráfico siguiente recoge las áreas de intervención, anteriormente explicadas, que el
equipo educativo de un centro de ejecución de medidas de internamiento debe
contemplar para el desarrollo integral y la resocialización de los menores que cumplen
con esta medida.
41
Gráfico 1. Áreas de intervención sociopsicoeducativa (Elaboración propia a partir de
Díaz, 2009)
1
• Formación escolar
2
• Formación profesional
3
• Programa de inserción laboral
4
• Programas de desarrollo personal y competencia social
5
• Actividades deportivas, culturales y recreativas
6
• Ocio y tiempo libre
7
• Actividades de vida cotidiana
8
• Intervención con las familias
En este apartado sobre aspectos generales de la intervención se han recogido los
principios y objetivos básicos que se contemplan para las medidas de internamiento.
Sin embargo, no debemos olvidar que ésta medida es para los casos más graves y que
existen otras medidas que incluyen en sus programas objetivos sociopsicoeducativos
que siguen esta misma línea.
En el siguiente apartado se profundizará en modelos de tratamientos y en programas
específicos diseñados para la resocialización y reeducación de menores infractores.
42
6. Programas de intervención con menores infractores
6.1. Modelo de tratamiento cognitivo-conductual
Este modelo de tratamiento cognitivo-conductual es uno de los más utilizados
internacionalmente para la intervención con menores infractores (y también adultos).
Según este modelo, se considera el comportamiento delictivo como resultado de
déficits en habilidades y competencias sociales, déficits cognitivos y emocionales
(Observatorio de la Infancia, 2011).
Existen tres conceptos fundamentales dentro de este modelo para el tratamiento con
los menores infractores que se deben tener en cuenta: cambio terapéutico, la
motivación para el tratamiento y la relación terapéutica.
A. El cambio terapéutico hace referencia al proceso de cambio y progreso
personal que se espera del joven delincuente como consecuencia del
tratamiento. Dentro de este concepto se incluyen todas aquellas acciones que
modifican los pensamientos y las actitudes, las reacciones emocionales y
comportamentales. El tratamiento según este modelo debe perseguir los
objetivos de modificar las cogniciones y los comportamientos que llevan a los
menores a cometer acciones delictivas.
B. Además de esto, el concepto de motivación para el tratamiento es
fundamental para el éxito de un programa de intervención. Hace referencia al
grado en que un menor infractor quiere cambiar su comportamiento y
abandonar las acciones delictivas. Que exista motivación para el cambio es un
aspecto fundamental para el tratamiento con delincuentes juveniles, incluso
hay autores que, posteriormente, proponen que esta motivación para el
cambio puede constituir uno de los primeros objetivos del tratamiento
(Redondo, 2008).
43
C. Por otro lado, la relación terapéutica hace referencia, en este modelo, a los
encuentros y la relación existente entre el terapeuta y el/los participantes de
un tratamiento. En relación a este concepto, se conoce que cuanto mejor es la
relación terapéutica, mejores beneficios y resultados se obtendrán de la
intervención. Esta relación depende tanto de quienes delinquen y son usuarios
de la intervención como de las características personales, habilidades y
competencias del terapeuta en el tratamiento de la delincuencia. Hay una serie
de características del terapeuta que se asocian con mejores resultados en el
tratamiento. Aspectos como la empatía, la actitud positiva hacia los usuarios,
calidez en la relación, autenticidad y congruencia, son condiciones facilitadores
del tratamiento (tomado de Observatorio de la infancia, 2011).
Unido a este último concepto de relación terapéutica, hay autores que han querido
profundizar en cómo debe ser un buen educador para aumentar las probabilidades de
éxito de un programa de intervención. Según Garrido (1993), existe una serie de
cualidades del educador que facilitan la creación de una buena relación terapéutica:
1. En primer lugar, es necesario reconocer que la relación terapéutica es un
ingrediente esencial para facilitar un cambio positivo con jóvenes antisociales
2. La autoevaluación y autoconciencia del educador es fundamental en la
construcción y el mantenimiento de la relación terapéutica.
3. El educador debe conocer cuál es la realidad individual, evolutiva y cultural de
los menores con los que interviene para ayudarles a llegar a los objetivos
planteados con la intervención
4. Es necesario que el educador sepa manejar la balanza entre el apoyo y el
desafío (la confrontación). El educador es valorado positivamente por los
participantes, y gran parte de este proceso se deriva de un buen equilibrio
entre la ayuda y la autoridad.
5. El educador debe saber manejar eficazmente situaciones de conflictos y
problemas desde una perspectiva creativa y constructiva.
44
6. Por último, las aproximaciones combinadas y el tratamiento sistémico por
parte del educador resultarán más efectivas que aquellos enfoques de trabajo
aislados y reactivos.
6.2. Programa de razonamiento y rehabilitación (R&R)
El Programa de Razonamiento y Rehabilitación es uno de los programas de carácter
cognitivo pionero en el tratamiento de la delincuencia. Este programa tiene como
objetivo el entrenamiento de las habilidades de pensamiento y razonamiento de los
sujetos. Durante las sesiones de trabajo, quienes realizan el programa aprenden a ser
más reflexivos y a planificar sus respuestas tratando de pensar y razonar sobre las
mismas. Con este programa se observan resultados satisfactorios en la capacidad
empática de los delincuente en su asertividad y también una disminución de las
distorsiones cognitivas.
En España se utiliza la versión derivada de éste programa realizada por Vicente
Garrido: Programa del pensamiento prosocial. Este programa se aplica con
delincuentes juveniles y el tratamiento se dirige al entrenamiento de habilidades,
actitudes y valores que permitan una adecuada interacción social con los demás y con
el entorno. Los componentes que se trabajan en este programa son (tomado de
Redondo, 2008):
 Autocontrol. Se les enseña a controlar los impulsos y pensar antes de actuar
 Metacognición. Aprenden técnicas de autocrítica y reflexión sobre sí mismos
 Habilidades sociales. Se les entrena para que tengan capacidad de interactuar
de forma prosocial
 Habilidades de resolución de problemas interpersonales
 Pensamiento creativo o lateral. Se enseña a pensar en alternativas de respuesta
 Razonamiento crítico. Se educa para pensar de forma más lógica, objetiva y
racional
45
 Toma de perspectiva social. Aprender a considerar otros puntos de vista,
sentimientos y pensamientos distintos
 Mejora de valores. Modificación de la visión egocéntrica que presentan muchos
delincuentes
 Manejo emocional. Control de la ira, depresión, miedo o ansiedad.
Posteriormente a la aplicación de este programa se evaluó el nivel de integración
social de los delincuentes una vez que regresaron a la comunidad. Se encontró que
este programa por sí solo no produce cambios significativos. Sin embargo, se obtienen
muy buenos resultados cuando éste se combina con la intervención social y educativa.
6.3. Habilidades sociales en el tratamiento de la delincuencia
El entrenamiento en habilidades sociales (EHS) es una de las técnicas más conocidas y
aceptadas en el tratamiento de los delincuentes. El entrenamiento en habilidades
sociales pretende mejorar la capacidad de los menores infractores de interactuar con
los demás, entrenarles en habilidades de comunicación, mejorar su autoestima, etc.
Además, dentro de esta intervención, se enseña a los jóvenes delincuentes a
responder flexiblemente a las circunstancias que lo rodean.
Existen estudios que demuestran que los jóvenes delincuentes poseen características
psicológicas asociadas a la falta de habilidades sociales y a la ineficacia de sus
interacciones. Las habilidades sociales en el tratamiento de la delincuencia posibilitan
el que estas habilidades deficitarias o inexistentes se aprendan y se desarrollen en un
contexto controlado y seguro por un terapeuta.
Estas habilidades pueden ser practicadas durante el entrenamiento y con ayuda y
supervisión y posteriormente se continúa con un entrenamiento de transferencia a la
situación real.
Existe infinidad de modelos y de habilidades sociales que se emplean en los distintos
programas de entrenamiento en habilidades sociales. Goldstein presenta una serie de
46
habilidades sociales cuyo entrenamiento ha proporcionado buenos resultados con
poblaciones delincuentes (Tomado de Garrido, 1993):
 Habilidades iniciales de conversación: mantener una conversación, escuchar,
etc.
 Habilidades de expresión: expresar agrado, enfado, realizar una queja, etc.
 Habilidades de respuesta a otros: responder al elogio, a la crítica, a una queja,
disculparse, etc.
 Habilidades de planificación: fijación de metas, establecimiento de prioridades,
toma de decisiones, etc.
 Habilidades alternativas a la agresión: identificar emociones, relajación,
autocontrol, etc.
 Habilidades de aplicación: habilidades generales que pueden ser búsqueda de
empleo, cambiar de residencia, enfrentarse a problemas conyugales, etc.
Posteriormente a los programas de entrenamiento en habilidades sociales (EHS)
utilizados en el tratamiento de menores infractores, se fueron desarrollando
programas más complejos que incluyen más factores relacionados con la delincuencia
juvenil. Con el tiempo han ido evolucionando estas técnicas hacia otros programas más
complejos que incorporan de manera combinada ingredientes de habilidades sociales,
control de la ira y desarrollo moral (programa ART).
6.4. El programa ART
El programa ART (Entrenamiento para Reemplazar la Agresión) de Goldstein, Glick y
Gibbs para delincuentes juveniles es un tratamiento que cubre los tres grandes
aspectos siguientes que los autores consideran claves en la aparición de la
delincuencia: 1) carencia de habilidades, 2) déficit en el control de la ira y 3) retraso en
el desarrollo moral. A partir de esta premisa, el programa ART está destinado a
combatir la conducta agresiva considerando todos los aspectos que la constituyen.
47
Este programa nace por tanto, de la hipótesis de que los delincuentes crónicos
muestran una deficiencia en habilidades cognitivas y sociales necesarias para
desarrollar un comportamiento prosocial. También, de la idea de que son muy
impulsivos y no poseen habilidades de control de la agresividad y de autocontrol y por
último, sostienen que los adolescentes infractores se caracterizan por un déficit en el
desarrollo de los valores, considerando su interés individual frente a considerar las
consecuencias de su comportamiento en los demás (Garrido, 1993).
El programa ART es un programa multimodal que se compone de tres subprogramas
con objetivos distintos y que se basa en las hipótesis anteriores.
Un primer subprograma de éste, es el de Habilidades sociales. Con este se pretende
aumentar el nivel de capacidades de los jóvenes para relacionarse y para resolver
situaciones de conflicto de forma adecuada. Durante el desarrollo de este
subprograma se enseñan habilidades a los menores, se deja un espacio para que las
pongan en práctica y las desarrollen y por último, se trabaja para la transferencia y la
generalización de lo aprendido a la vida real. Algunas de las habilidades relevantes
para la interacción social que se enseñan con este subprograma son: habilidades
básicas como escuchar o mantener una conversación, habilidades avanzadas como
pedir ayuda, habilidades para manejar sentimientos, saber identificarlos y expresarlos,
habilidades alternativas a la agresión, habilidades para afrontar el estrés o habilidades
de planificación.
Junto a lo anterior, el programa ART incluye un subprograma sobre lo que no se debe
hacer. Si el apartado de habilidades sociales enseña lo que se debe hacer y constituye
el componente conductual del programa ART, el Control de la ira es el subprograma
que hace referencia al componente emocional. Su objetivo es enseñar el auto-control
frente al deseo o el impulso de herir a alguien. Muchos jóvenes delincuentes tienen
dificultades para controlar sus emociones y en consecuencia, su comportamiento
impulsivo. En este subprograma se enseña a los usuarios a detectar ante qué
situaciones surgen sentimientos de ira, técnicas para reducirla, para controlar la
emoción de la ira, etc.
48
Por último, la enseñanza de Razonamiento moral es el tercer componente del
programa ART y responde a la necesidad de enseñar a los jóvenes a adoptar una
respuesta adecuada ante una situación determinada. En el primer componente se
enseña a cómo actuar, en el segundo, a cómo controlar la ira y en el tercero, en el de
razonamiento moral, se enseña a los jóvenes delincuentes a tomar la mejor decisión y
a comportarse de modo socialmente competente. Para ello, se trabajan una serie de
valores morales y juicios morales para que el individuo interiorice y prefiera una
actividad prosocial que una antisocial o violenta.
El programa ART fue innovador hace años puesto que constituyó uno de los más
importantes programas multimodales de la época. Se utilizó en muchos países y sirvió
como punto de partida para nuevos programas que se desarrollan con la idea básica de
intervenir sobre varios componentes de la conducta delictiva.
6.5. Terapia multisistémica (TMS)
Recientemente se ha enfatizado aún más en el origen multifactorial del
comportamiento antisocial y la conducta delictiva de los jóvenes. Como resultado de
esto y unido a investigaciones que incluyen aspectos individuales, sociales, familiares e
incluso comunitarios en las causas de la delincuencia juvenil, se han desarrollado
intervenciones multisistémicas que incluyan en la intervención a los demás factores
asociados a la delincuencia.
Una de las principales bases teóricas de la terapia multisistémica (TMS), es la teoría
ecológica-social de Bronfenbrenner (1979) según la cual se entiende que toda
conducta presenta múltiples causas y que éstas se influyen mutuamente de forma
cambiante y dinámica.
También la conducta delictiva de los menores está influida por causas individuales,
familiares, escolares, comunitarias, etc. Por ello, la TMS se presenta como un modelo
de intervención que entiende la conducta delictiva como un conjunto de múltiples
49
causas y que trata de maximizar el cambio de la conducta individual tratando todos los
factores que contribuyan a la conducta problema.
Uno de los principales objetivos a lograr con la TMS es la reducción de la actividad
delictiva en los menores y otras conductas antisociales, además de mejorar las
relaciones familiares. Se trata de una terapia centrada en la familia, que busca no
separar a sus miembros y llevar a cabo la intervención en el entorno natural de la
familia.
La terapia multisistémica establece nueve principios básicos que deben guiar la
evaluación y la intervención con menores delincuentes (tomado de Redondo, 2008):
1. El primer objetivo de la evaluación debe ser comprender el encaje y la relación
entre los problemas del joven delincuente y su entorno
2. Los contactos terapéuticos que se establecen durante la intervención deben
centrarse en los elementos positivos
3. Las intervenciones se dirigen a promover la conducta responsable entre los
miembros de la familia
4. Se enfoca al presente y a la acción, tratando problemas específicos
5. Durante la intervención, se tratan las secuencias de conducta, es decir, todos
los sistemas implicados en los problemas identificados
6. Las intervenciones deben relacionarse con las necesidades de desarrollo del
joven delincuente
7. Esta terapia requiere esfuerzos diarios o semanales por parte de los miembros
de la familia
8. La eficacia de la intervención debe evaluarse de forma continua y los
terapeutas deben disminuir y evitar obstáculos que impidan el éxito del
programa
9. Las intervenciones se realizan con la intención de que se generalicen y se
mantengan los logros obtenidos, fortaleciendo los recursos en la familia y en el
entorno que sean necesarios.
50
La terapia multisistémica se aplica en lugares de conveniencia de las familias con la
finalidad de facilitar la participación de todos los miembros familiares. Ésta terapia
requiere un gran esfuerzo puesto que se trata de un tratamiento intensivo con
contactos muy frecuentes.
En años posteriores y tras la aplicación y el desarrollo de la terapia multisistémica, se
obtienen una serie de conclusiones importantes para la intervención con menores
infractores que se recogen del documento publicado por el Observatorio de la Infancia
(2011):
 El tratamiento debería ofrecerse en el ambiente natural del joven y de la
familia, si fuera posible
 Debería incluirse en el tratamiento a personas significativas del menor de los
diversos sistemas en los que participa (padres, maestros, amigos…)
 La intervención debe dirigirse a los factores de riesgo para el comportamiento
antisocial relacionado con el joven, su familia, su contexto…
 La intervención debe ser acorde y adaptada a los valores sociales y culturales
del joven y de su familia.
Esta TMS es consciente del carácter multideterminado de la delincuencia, es decir, con
este tipo de intervención se tiene en cuenta todos los determinantes de la conducta
delictiva. Trata de promover el cambio sirviéndose de los factores de riesgo y
protectores que existen en el individuo, su familia y su entorno. De este modo, tanto
los menores infractores como sus familias se sienten como personas con posibilidad de
cambiar y de evolucionar. Todo ello con ayuda de profesionales que ante todo, deben
mostrar una actitud de respeto, calidad humana y sensibilidad.
51
7. Factores asociados a la reincidencia
“Los hombres, al cambiar, retienen durante algún tiempo la impresión de su vicio
primero”
GIAMBATTISTA VICO, Ciencia Nueva, 1744.
El concepto de reincidencia en un sentido amplio consiste en cometer un nuevo delito
cuando previamente ya se ha cometido uno o varios delitos. La medida de reincidencia
ha cobrado importancia en los últimos años puesto que algunos autores consideran
que ésta es un factor de importancia para diferenciar entre un menor que comete una
aislada infracción y no requiere una intensiva intervención de reeducación frente a
menores con una afianzada conducta delictiva que seguirán cometiendo delitos en el
futuro y que requieren una intervención mucho más prolongada en el tiempo e
intensiva.
Además, la medida de la reincidencia es la mejor medida de la eficacia del tratamiento
(y en ocasiones también de las medidas penales). Todos los tratamientos que se
aplican en las prisiones con menores delincuentes deben estar sometidos a un proceso
de evaluación de la eficacia y como no podía ser de otra manera, el hecho de que estos
jóvenes vuelvan o no a cometer acciones delictivas cuando finaliza el tratamiento es
una cuestión importante a valorar (entre otras) sobre la eficacia y efectividad de las
intervenciones.
Sin embargo, ésta no debe ser la única medida de eficacia del tratamiento, puesto que
presenta una serie de limitaciones al no ser del todo fiable ni sensible a los procesos de
reintegración social de los jóvenes.
En este apartado, nos centraremos en las características que, según algunos estudios,
presentan los jóvenes que cometen infracciones más de una vez y que repiten su
conducta delictiva.
52
Encontramos estudios, por tanto que nos permiten reconocer algunas características
en los jóvenes que delinquen para predecir si reincidirán en su conducta delictiva o no.
Se han encontrado características que se repiten en los perfiles de jóvenes
reincidentes y que permiten elaborar un perfil con las variables que aumentan la
probabilidad de reincidir tras una infracción.
Algunos de los factores que predicen la reincidencia son: las toxicomanías, dificultades
económicas y estatus social bajo, malos tratos durante la infancia, antecedentes
delictivos en la familia, etcétera.
Es probable que muchos de estos factores que predicen la reincidencia sean similares a
los factores asociados a la delincuencia juvenil explicados en el apartado 3 de este
manual. Esto es porque muchas de las características que caracterizan a los jóvenes
que delinquen, se repiten en aquellos que lo hacen en numerosas ocasiones. Aunque
guardan una estrecha relación, a continuación se presentará una serie de variables que
caracterizan a los jóvenes delincuentes que reinciden en su conducta infractora.
Esto resulta de gran interés puesto que, permite a los profesionales que trabajan en
materia de menores infractores, diseñar programas y actuaciones dirigidos a un perfil
concreto de menores con el fin de disminuir los factores de riesgo que se asocian a la
reincidencia y elaborar programas de prevención de la conducta delictiva.
En un estudio sobre la reincidencia en el delito de menores infractores llevado a cabo
por Capdevila, Ferrer y Luque (2005), se estudiaron las variables que estaban asociadas
a la reincidencia juvenil y se construyó un perfil general del joven reincidente. Este
perfil incluye una serie de características personales, familiares y sociales que se
recogen de forma resumida en la siguiente tabla tomada de este estudio.
53
Tabla 2. Perfil del joven reincidente (Capdevila, Ferrer y Luque, 2005)
PERFIL DEL JOVEN REINCIDENTE
INDIVIDUALES O PERSONALES:
-
Es hombre
-
Tiene más hermanos
-
La edad media del primer contacto con la justicia es de 15 años
-
Es consumidor de tóxicos
-
No está matriculado en centros escolares
-
No tiene estudios de la ESO
FAMILIARES:
-
Ha vivido ruptura de vínculos familiares o pérdidas traumáticas
-
Ha sufrido malos tratos físicos, psíquicos o emocionales intrafamiliares
-
Hay antecedentes delictivos en la familia
-
En la familia hay problemas graves de salud
-
En la familia hay problemas de toxicomanías
SOCIALES:
-
Se relaciona con grupos disociales
-
Si tiene pareja, ésta es disocial
SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA:
-
La situación socioeconómica es mala
54
8. Prevención de la delincuencia juvenil
El mejor modo de prevención de la delincuencia es aquel que se orienta a evitar que
las primeras conductas de los jóvenes se asienten y consoliden, dando lugar al inicio y
mantenimiento de carreras delictivas (Redondo, 2008).
En este apartado sobre prevención de la delincuencia juvenil, en primer lugar se
presenta uno de los documentos internacionales de referencia en esta materia que
constituye el marco general de actuación sobre la prevención de la delincuencia
juvenil. A continuación, se profundizará en cómo pueden clasificarse las actuaciones de
prevención en función de la población a la que se dirija y los objetivos de la misma
(niveles de prevención).
8.1. Las directrices de RIAD
La Asamblea General de la ONU reconoce la importancia y la necesidad de establecer
una serie de criterios internacionales que regulen las actuaciones de prevención en
materia de delincuencia juvenil. Por ello, en el año 1990 adoptó por Resolución
45/112, de 14 de diciembre, las Directrices de Naciones Unidas para la prevención de
la delincuencia juvenil o Directrices Riad.
La primera de éstas hace referencia a que la prevención de la delincuencia juvenil es
parte esencial de la prevención del delito en la sociedad (art. 1). Y continúa haciendo
referencia a que para poder prevenir eficazmente la delincuencia juvenil, es necesario
que toda la sociedad procure un desarrollo armonioso de los adolescentes (art. 2).
Además, en este documento se hace referencia a que la prevención debe desarrollarse
por parte de los gobiernos y que éstos han de formular planes generales de
prevención. Asimismo, las reglas RIAD incluyen los procesos de socialización
debiéndose prestar especial atención a las políticas de prevención que favorezcan la
adecuada socialización de todos los niños y adolescentes, de sus familias y de la
55
comunidad en general, incluyendo los medios de comunicación y su responsabilidad
social.
Por último, sobre la prevención terciaria, las directrices se refieren a la legislación y los
procesos de administración de justicia de menores. Éstos deben de impedir la
estigmatización, victimización y criminalización de los jóvenes y se deberán promulgar
leyes que garanticen la protección de los derechos de los menores.
Este documento constituye un marco de referencia internacional para la planificación y
el desarrollo de intervenciones y actuaciones de prevención. Se trata de un documento
que recoge las principales directrices que se han de seguir en materia de prevención
de la delincuencia juvenil.
8.2. Niveles de prevención
Tras conocer las directrices que a nivel internacional dirigen las actuaciones generales
de prevención de la delincuencia juvenil, a continuación se profundizará en la
naturaleza de los programas de prevención y en su clasificación más tradicional.
La gran parte de los estudios e investigaciones que se encuentran en relación a las
causas de la delincuencia juvenil nos permiten afirmar que el comportamiento
delictivo de los jóvenes es un problema de carácter multicausal, esto es, las causas por
las que un niño o adolescente realiza acciones delictivas son muy variadas.
Por ello, tanto los programas de intervención como los de prevención deben incluir
aspectos familiares y sociales, no solamente individuales. Si un programa de
prevención únicamente se dirige a favorecer el comportamiento prosocial de los
jóvenes, se estarían descuidando otras muchas variables, señaladas anteriormente,
que se relacionan con la aparición de la delincuencia juvenil.
56
La planificación de un programa de prevención debe realizarse teniendo en cuenta a
quién se dirige y cuál es el objetivo principal a lograr. Es importante distinguir las tres
vías preventivas principales de prevención que existen:
1. Prevención primaria
2. Prevención secundaria
3. Prevención terciaria
En primer lugar, la prevención primaria consiste en todas aquellos programas
diseñados para prevenir de forma general la aparición de conductas delictivas y
promocionar el comportamiento prosocial. Estas intervenciones se realizan para el
conjunto general de la población. Se planifican y se desarrollan previamente a la
aparición de factores de riesgo o problemas relacionados con la delincuencia.
Dentro de este tipo de prevención primaria se encuentran aquellos programas que se
realizan en los colegios e institutos para fomentar las habilidades sociales de los niños
y adolescentes o los programas de prevención de toxicomanías que se dirigen al
conjunto de la población infantil con el objetivo de informar y evitar la aparición
posterior de factores de riesgo de la violencia y la delincuencia. También encontramos
en este nivel de prevención los programas de capacitación de los padres, en los que se
les enseña a poner normas y límites a los hijos y a educar en valores.
En segundo lugar, la prevención secundaria se dirige a aquellos grupos de personas
que presentan factores de riesgo y muestran signos precoces de posibles casos de
delincuencia juvenil. Esto es, los programas e intervenciones que se desarrollan con el
objetivo principal de frenar el avance de conductas antisociales y evitar que la
situación empeore o se desencadene un problema mayor.
Por ejemplo, dentro de los programas de intervención secundaria de la delincuencia
juvenil se pueden incluir aquellos que se desarrollan con las familias con expediente en
los servicios sociales. Estas familias en riesgo de exclusión social son un grupo objeto
de intervenciones de prevención de la delincuencia juvenil. Acciones formativas
dirigidas a los padres para enseñarles a controlar la conducta de sus hijos o a
57
comunicarse de forma adecuada con ellos podrían constituir actuaciones dentro de la
prevención secundaria.
Por último, existe un tercer nivel de prevención denominado prevención terciaria. Esta
se identifica normalmente con la intervención en sí misma. El objetivo de la prevención
terciaria es paliar los efectos de un problema que ya existe y tratar de rehabilitar a
quien lo padece. En el caso de la delincuencia juvenil, los programas de prevención
terciaria serían todos aquellos que se dirigen a los menores infractores y a sus familias
con el objetivo de reeducarlos y reinsertarlos en su comunidad.
Actualmente, uno de los mejores modos de prevención del delito es el desarrollo de
programas familiares. Incluir a las familias en el tratamiento y en la prevención de la
conducta delictiva es cada vez más importante.
Por un lado, la intervención precoz con las familias (prevención primaria) en donde se
trabaja para la mejora de los hábitos de salud de los padres, los cuidados infantiles, el
apoyo social, el uso de servicios de la comunidad, la educación de los hijos y las pautas
de crianza, etc. constituyen un programa eficaz de prevención primaria que se dirige a
las familias antes de que aparezca ningún signo de delincuencia juvenil.
Por otro lado, la terapia multisistémica juega un papel fundamental en el tratamiento
de la delincuencia juvenil (prevención terciaria). El objetivo de estos tratamientos es,
generalmente, reeducar a los jóvenes delincuentes y tratar de reinsertarlos
socialmente. Para ello, se trabaja de forma multisistémica, abordando todos los
sistemas que giran en torno al individuo. En este tipo de terapia, el trabajo con la
familia es fundamental y esto puede ayudar en el tratamiento del joven delincuente y
también prevenir futuras recaídas en su inadecuado comportamiento.
Terminología actual
Es posible que en relación a los programas de prevención, la terminología tradicional
sobre niveles de prevención (primaria, secundaria y terciaria) pueda ser sustituida por
nuevos conceptos que hacen referencia a estos tres niveles.
58
Aunque a nivel práctico se sigue utilizando de forma considerable los niveles
anteriormente explicados, hay programas que se diseñan incluyendo estos nuevos
conceptos. Éstos son:
 Prevención universal: son aquellas actuaciones dirigidas al total de un colectivo
(por ejemplo, a todos los jóvenes, a padres/madres, etc.)
 Prevención selectiva: incluye las acciones que se dirigen a los grupos de riesgo
(personas con numerosos factores de riesgo, por ejemplo, menores de un
barrio en el que existe mucho consumo de tóxicos)
 Prevención indicada: es la intervención en sí misma dirigida a quienes tienen el
problema, con el objetivo de evitar que siga consumiento.
Por último, se recogen en la siguiente tabla resumen algunas actuaciones de
prevención, en los distintos niveles, que podrían llevarse a cabo.
Tabla 3. Ejemplos de acciones de prevención en función del nivel de actuación
ACCIONES PREVENTIVAS
PREVENCIÓN PRIMARIA
-
Talleres sobre consumo de sustancias tóxicas en los colegios e institutos
-
Talleres sobre habilidades personales y sociales (pensamiento crítico, asertividad,
solución de conflictos, autoestima, habilidades comunicativas, etc.) en colegios e
institutos
-
Programas de formación para padres y madres sobre educación en valores,
establecimiento de normas y límites, estrategias para el control de la conducta de los
hijos, etc.
-
Fomentar alternativas de ocio saludable en los barrios (canchas deportivas, ludotecas,
talleres, etc.)
PREVENCIÓN SECUNDARIA
-
Tratamiento de las drogadicciones para jóvenes consumidores
-
Programas de asesoramiento y apoyo individualizado a menores con problemas de
conducta
59
-
Formación sobre búsqueda activa de empleo para los jóvenes que han salido de la
escuela, a través de los servicios sociales, los programas de garantía juvenil, etc.
PREVENCIÓN TERCIARIA
-
Programas de habilidades sociales
-
Programas de control de la ira y los impulsos
-
Programas de capacitación de los padres de menores infractores
-
Programas sociopsicoeducativos en los centros medidas judiciales de internamiento
-
Medida judicial de grupos de convivencia
-
Medida judicial de prestaciones en beneficio de la comunidad
En definitiva, la prevención de la delincuencia juvenil es un campo muy amplio en el
que deben considerarse distintos tipos de actuaciones. La clave para la prevención
eficaz consiste en tratar el problema de la delincuencia juvenil como una conducta
multicausal, donde intervienen muchos factores y que requiere de una intervención
en los diferentes sistemas en que el individuo participa.
60
9. Bibliografía
Bronfenbrenner, U. (1979). The ecology of human development. Cambridge, MA:
Harvard University Press.
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internamiento impuestas a menores de edad. En C. Vélaz de Medrano (coord.)
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Garrido, V. (1993). Técnicas de tratamiento para delincuentes. Madrid: Centro de
Estudios Ramón Areces.
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Redondo, S. (2008). Manual para el tratamiento psicológico de los delincuentes.
Madrid: Pirámide.
Vázquez, C. (2003). Delincuencia Juvenil. Consideraciones penales y criminológicas.
Madrid: Colex.
61
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