Subido por Mathews Bolivar Tapia Torres

Infecciosa - Material Teorico.DOC (2)

Anuncio
ENFERMEDADES INFECCIOSAS
El individuo sano vive en armonía con una flora microbiana normal que le ayuda a protegerse frente a la
invasión de gérmenes patógenos. Los microorganismos colonizan zonas específicas del organismo por medio
de un fenómeno denominado tropismo tisular, a través del cual algunos tejidos son colonizados mientras que
otros no lo son. La flora microbiana se compone de una flora residente normal, que es permanente y se
regenera con prontitud en caso de alteración, y de una flora transitoria que puede colonizar al huésped
durante períodos comprendidos entre horas y semanas, pero que no llega a establecerse de forma permanente.
La mayor parte de la flora comensal y simbiótica está constituida por bacterias y hongos.
Las especies que conforman la flora normal están influidas por factores ambientales (p. ej., dieta, condiciones
sanitarias, contaminación del aire y hábitos higiénicos). Por ejemplo, los lactobacilos son microorganismos
comensales que se encuentran con frecuencia en el intestino de los pacientes consumidores de gran cantidad
de productos lácteos; de modo similar, Haemophilus influenzae coloniza el árbol traqueobronquial de los
pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
En ocasiones, los patógenos forman parte de la flora normal. Los microorganismos de la flora normal pueden
causar enfermedad, especialmente en pacientes con alteración de sus barreras defensivas.
Las defensas del huésped son importantes en la aparición, o no, de una infección. Los mecanismos de defensa
están formados por las barreras naturales del cuerpo (p. ej., la piel y las mucosas) y por factores de respuesta
inmunológica, tanto inespecíficas (p. ej., células fagocíticas [neutrófilos, macrófagos] y sus respectivos
productos) como específicas (p. ej., anticuerpos).
La piel se opone con efectividad a la invasión por microorganismos a menos que esté físicamente alterada (p.
ej., lesiones, traumatismos, catéter i.v., incisión quirúrgica o picadura de insecto). Sin embargo, existen
excepciones como el papilomavirus humano, agente causal de las verrugas, que puede invadir la piel normal.
Algunos parásitos son capaces de atravesar la piel intacta (como Schistosoma mansoni, Strongyloides
stercoralis); no se conoce ninguna bacteria capaz de hacer eso.
Las mucosas bañadas por secreciones con propiedades antimicrobianas (p. ej., moco cervical, líquido
prostático y lágrimas; todas esas secreciones contienen lisozima, que escinde la unión -[1,4]-Nacetilglucosamina del ácido murámico de la pared de las células bacterianas, especialmente de los
microorganismos grampositivos) proporcionan barreras efectivas. Las secreciones locales contienen también
inmunoglobulinas, especialmente IgG e IgA secretoria, que actúan sobre todo bloqueando la unión de los
microorganismos a las células del huésped.
En el tracto respiratorio, los gérmenes inhalados han de atravesar el filtro formado por las vías aéreas
superiores y el árbol traqueobronquial. Si el microorganismo invasor llega a la tráquea y los bronquios, el
sistema mucociliar se encarga de alejarlo del pulmón. También la tos ayuda a eliminar los gérmenes. Si el
microorganismo alcanza los alvéolos, es englobado por los macrófagos alveolares y los histiocitos tisulares;
en caso de inflamación pulmonar, éstos se ven ayudados también por la llegada de neutrófilos y monocitos
que se hacen aún más eficaces cuando existen mecanismos inmunes (p. ej., opsoninas). Sin embargo, estos
mecanismos defensivos pueden verse superados si el número de microorganismos es grande o cuando su
efectividad se ve comprometida por contaminantes aéreos (p. ej., humo de cigarrillos), respiradores mecánicos
o traqueostomía.
En el tracto gastrointestinal (GI), las barreras eficaces contra la infección son el pH ácido del estómago y la
actividad antibacteriana de las enzimas pancreáticas, la bilis y las secreciones intestinales. El peristaltismo y
la renovación normal de células epiteliales proporcionan también gran ayuda para eliminar microorganismos
nocivos del tracto intestinal. El enlentecimiento del peristaltismo con belladona o alcaloides del opio dificulta
la eliminación de algunos patógenos y prolonga ciertas infecciones como la shigelosis sintomática. Los
pacientes con alteración de los mecanismos de defensa pueden experimentar cierta predisposición a
determinadas infecciones; por ejemplo, los pacientes con aclorhidria se muestran especialmente susceptibles a
1
la salmonelosis o la tuberculosis. La competencia entre los componentes de la flora intestinal normal
interpreta un importante papel protector; la alteración de esa flora por antibióticos puede conducir a
proliferación de microorganismos intrínsecamente patógenos (p. ej., Salmonella typhimurium) o a
superinfección por gérmenes de ordinario comensales (p. ej., Candida albicans).
En el tracto genitourinario (GU), la longitud de la uretra en los varones (en el adulto, 20 cm) protege frente
a la infección, de modo que las bacterias rara vez pueden penetrar en ella, salvo que sean introducidas por
instrumentación. Por su parte, las mujeres están protegidas en virtud del pH ácido de la vagina. El medio
hipertónico de la médula renal es también un ambiente desfavorable para casi todos los microorganismos. La
proteína de Tamm-Horsfall es una glucoproteína producida por el riñón y excretada en grandes cantidades con
la orina; ciertas bacterias se unen con avidez a ella, lo que impide su unión al tracto urinario.
La producción de citocinas (sobre todo por los macrófagos y los linfocitos activados) es previa a la actuación
de las respuestas inmunológicas específicas. Estas citocinas inflamatorias (interleucina-1, interleucina-6,
factor de necrosis tumoral e interferón ) producen en el huésped una reacción de fase aguda que no es
específica del antígeno, pero que sí aparece de forma regular y con independencia de la naturaleza local o
sistémica del microorganismo que la ha ocasionado. En la respuesta de fase aguda, el signo más evidente es la
fiebre (v. más adelante); asimismo, el número total de neutrófilos circulantes maduros e inmaduros aumenta a
causa de los efectos de las citocinas sobre la médula ósea; la multiplicación y diferenciación de las células de
la médula ósea, hasta convertirse en neutrófilos maduros, se ven potenciadas por el factor estimulante de
colonias de granulocitos-macrófagos y el factor estimulante de colonias de granulocitos. Las células
endoteliales producen grandes cantidades de interleucina-8, un mediador importante de la localización de los
neutrófilos.
La respuesta inflamatoria dirige los componentes del sistema inmunológico hacia los lugares de lesión o
infección, y se manifiesta por un aumento de la irrigación sanguínea y de la permeabilidad vascular en virtud
de los cuales los péptidos quimiotácticos, los neutrófilos y las células mononucleares abandonan el
compartimiento intravascular. Las células fagocíticas (p. ej., neutrófilos y macrófagos) engloban a los
microorganismos en un intento de limitar la infección a un espacio tisular reducido. En esta secuencia de
hechos se incluyen la atracción del fagocito por medio de un gradiente quimiotáctico de productos
microbianos, su desplazamiento hacia el lugar o foco de la inflamación hasta entrar en contacto con el
microorganismo, la fagocitosis de éste, la activación de una serie de fenómenos oxidativos, la fusión del
fagosoma con el lisosoma (y la consiguiente desgranulación del contenido de éste) y la muerte y degradación
del microorganismo. Cuando los defectos cuantitativos o cualitativos en la función de los neutrófilos
conducen a la infección, ésta suele ser prolongada y recurrente, con una lenta respuesta a los fármacos
antimicrobianos. Los estafilococos, los microorganismos gramnegativos y los hongos son los patógenos
habituales responsables de tales infecciones.
Una vez infectado, el huésped puede producir una gran variedad de anticuerpos en respuesta a antígenos
microbianos específicos. Los anticuerpos –glucoproteínas complejas conocidas como inmunoglobulinas– se
unen a dianas antigénicas específicas y provocan una respuesta biológica por parte del huésped. Después de
unirse a los antígenos, los anticuerpos pueden inducir la migración de las células efectoras del huésped,
activar el sistema del complemento o emplear ambos mecanismos para contribuir a la erradicación del
microorganismo infeccioso. El sistema del complemento lisa las células microbianas al destruir las paredes
celulares, habitualmente a través de la vía clásica en conjunción con la inmunidad específica. El complemento
puede ser activado también sobre la superficie de algunos microorganismos por la vía alternativa. Además, los
anticuerpos específicos pueden favorecer el depósito de sustancias conocidas como opsoninas (p. ej., la
proteína C3b del complemento) en la superficie de los microorganismos, lo que ayuda a destruirlos después
de la fagocitosis. La opsonización tiene importancia para erradicar los gérmenes encapsulados como
neumococos y meningococos; su fracaso puede conducir a una incidencia aumentada o a una mayor gravedad
de la infección por esos microorganismos.
Las manifestaciones hematológicas de la infección comprenden leucocitosis, anemia, coagulación
intravascular diseminada (CID) y trombocitopenia.
2
Las enfermedades infecciosas provocan de modo habitual leucocitosis, con aumento del número de
neutrófilos y de formas inmaduras circulantes. Los neutrófilos liberados proceden de la acción directa de la
interleucina-1 y la interleucina-6 sobre las reservas de neutrófilos de la médula ósea, aunque los primeros
cambios de la cifra de leucocitos reflejan la desmarginación y liberación de granulocitos menos maduros
desde el compartimiento de almacenamiento medular. La neutrofilia mantenida que acompaña a las
infecciones crónicas parece estar mediada por factores estimulantes de colonias elaborados por macrófagos,
linfocitos y otros tejidos. La exageración de tales fenómenos puede conducir a reacciones leucemoides con
liberación de leucocitos inmaduros hacia la circulación. Las reacciones leucemoides se caracterizan por cifras
de leucocitos no malignos >25 a 30  109/l; en general, reflejan la respuesta de la médula ósea sana frente a
las citocinas producidas como resultado de traumatismos, inflamación y agresiones similares.
A la inversa, algunas infecciones (p. ej., fiebre tifoidea, brucelosis) suelen producir neutropenia. En las
infecciones sobreagudas graves, la médula ósea puede ser incapaz de responder al consumo periférico de
neutrófilos, lo que conduce a neutropenia profunda, con frecuencia un signo de mal pronóstico. Se han
observado cambios morfológicos (p. ej., cuerpos de Döhle, granulación tóxica, vacuolización) en los
neutrófilos de pacientes con sepsis. La eosinofilia sugiere una causa no bacteriana, de modo habitual alergia o
infección parasitaria.
Aparece anemia a pesar de unas reservas de hierro apropiadas. Puede ser aguda, debida a hemorragia o
destrucción de los hematíes (p. ej., aglutininas frías relacionadas con Mycoplasma pneumoniae), o crónica,
con reservas normales o aumentadas de hierro en el sistema reticuloendotelial y disminución del hierro
plasmático y la capacidad total para captar el hierro.
La infección grave es una causa común de CID, con más frecuencia en la bacteriemia por gramnegativos que
en la causada por grampositivos. El factor de necrosis tumoral puede interpretar un papel en la CID al inducir
la expresión de actividad procoagulante del factor tisular por parte de las células endoteliales. La CID se
caracteriza por trombocitopenia, prolongación del tiempo de protrombina, aumento de los productos de
degradación de la fibrina y disminución de los niveles de fibrinógeno (v. Coagulación intravascular
diseminada en Trastornos adquiridos de la coagulación. Las complicaciones abarcan hemorragia y/o
trombosis, con la paradoja de hemorragias a pesar de un estado de hipercoagulabilidad. El tratamiento de la
enfermedad subyacente tiene importancia para controlar la CID.
La trombocitopenia aislada también puede indicar sepsis bacteriana y quizá tenga utilidad para valorar la
respuesta del paciente al tratamiento.
Las manifestaciones cardíacas de la infección comprenden desde la taquicardia y el aumento del volumen
minuto hasta la insuficiencia cardíaca. Aunque en numerosas infecciones aumenta la frecuencia del pulso, en
otras (p. ej., fiebre tifoidea, tularemia, brucelosis y dengue) ésta es más lenta de lo que cabría esperar por el
aumento de temperatura. Puede observarse hipotensión en ausencia de shock séptico o bien como un elemento
más del cuadro de shock florido, en el cual se produce primero aumento del gasto cardíaco y disminución de
la resistencia vascular sistémica y, en fases posteriores, gasto normal o bajo y resistencia aumentada.
Las manifestaciones respiratorias consisten en hiperventilación, asociada a menudo a una acentuada
alcalosis respiratoria. Posteriormente puede observarse una disminución de la distensibilidad pulmonar y
eventual aparición de síndrome de distrés respiratorio del adulto (SDRA) y claudicación de la musculatura
respiratoria.
Las manifestaciones renales pueden ser variables, desde una mínima proteinuria hasta la insuficiencia renal
aguda. Pueden aparecer azoemia, oliguria y alteraciones del sedimento urinario con o sin shock. En el caso
del shock séptico, la azoemia y la oliguria se suelen deber a necrosis tubular aguda. En algunos pacientes con
sepsis, la insuficiencia renal puede tener su origen en una glomerulonefritis, como en la endocarditis
bacteriana subaguda, o en una enfermedad tubulointersticial, como en las infecciones debidas a Streptococcus
pneumoniae o Legionella pneumophila.
3
En numerosas enfermedades infecciosas se produce disfunción hepática, aunque el agente infeccioso no se
localice en el hígado. La presentación clínica consiste a menudo en ictericia colostásica. La patogenia
multifactorial de la hiperbilirrubinemia está relacionada con la degradación de los hematíes y la disfunción
hepatocelular. La ictericia puede representar un signo de mal pronóstico. En los hepatocitos disminuye la
síntesis de albúmina, pero aumenta la de haptoblogina, complemento y ciertos inhibidores de proteasa. Otros
reactantes de fase aguda (p. ej., el amiloide A y la proteína C reactiva) pueden aumentar hasta varios cientos
de veces.
Durante la sepsis puede aparecer hemorragia gastrointestinal alta por úlcera de estrés. En general, la
cantidad de sangre perdida es pequeña, aunque es posible la aparición de hemorragia intensa en un pequeño
porcentaje de pacientes.
Las anomalías del estado mental son posibles en las infecciones graves, aunque el agente infeccioso no
invada el sistema nervioso central. Esas anomalías resultan más frecuentes y graves en los ancianos y
comprenden ansiedad, confusión, delirio, estupor, convulsiones y coma, con el cuadro clínico de la
encefalopatía. El control de la encefalopatía depende del tratamiento eficaz de la enfermedad subyacente.
Las anomalías endocrinológicas relacionadas con la infección comprenden producción aumentada de
hormona estimulante del tiroides, vasopresina, insulina y glucagón, y un intenso catabolismo de proteínas
musculares por oxidación de aminoácidos del músculo esquelético. Las infecciones prolongadas conducen a
pérdida de músculo; el hueso puede experimentar desmineralización. La producción aumentada de ACTH
favorece la supervivencia del huésped, aunque el exceso de corticosteroides deprime la respuesta inflamatoria
y la inmunidad celular.
La hipoglucemia es relativamente rara en la sepsis. Aun cuando su patogenia es poco conocida, podría estar
relacionada con un agotamiento de los depósitos hepáticos de glucógeno y con la inhibición de la
gluconeogénesis. Por su parte, la hiperglucemia constituye en ocasiones uno de los primeros indicios para
detectar la infección en el paciente diabético; en estos casos, es a veces difícil controlar los niveles sanguíneos
de glucosa.
FIEBRE
Temperatura oral >37,8 ºC, temperatura rectal >38,2 ºC o simplemente elevación de la temperatura
corporal por encima de la variación diurna normal.
La temperatura corporal está controlada en los humanos sobre todo por el hipotálamo. La regulación se
obtiene de modo primario por un equilibrio entre la pérdida de calor en la periferia y la producción de calor en
los tejidos, sobre todo en el hígado y los músculos. En el individuo sano, el centro termorregulador mantiene
la temperatura de los órganos internos entre 37 y 38 ºC. La fiebre eleva el punto de ajuste hipotalámico y hace
que el centro vasomotor induzca vasoconstricción. La sangre es desviada desde la periferia, lo que disminuye
la pérdida de calor usual con el consiguiente aumento de la temperatura corporal. También pueden aparecer
escalofríos que aumentan la producción de calor por contracción muscular. La producción y la conservación
de calor continúa hasta que la temperatura de la sangre que baña las neuronas hipotalámicas alcanza el nuevo
punto de ajuste. El hipotálamo mantiene después la nueva temperatura febril. El descenso del punto de ajuste
hipotalámico inicia el proceso de pérdida de calor mediante sudoración y vasodilatación.
Durante un período de 24 h, la temperatura varía desde niveles más bajos a primera hora de la mañana, hasta
niveles más altos al final de la tarde. La amplitud de esta variación diurna (ritmo circadiano de la temperatura
corporal) es de alrededor de 0,6 ºC.
La causa de la fiebre puede ser infecciosa o no infecciosa (p. ej., inflamaciones, neoplasias y trastornos de
origen inmunológico). La fiebre puede ser intermitente, con picos diarios seguidos de vuelta a la temperatura
normal, o remitente, en el que la temperatura no se normaliza. La respuesta febril está disminuida con
4
frecuencia en los ancianos. Ciertos pacientes, por ejemplo alcohólicos, ancianos o muy jóvenes, pueden
desarrollar hipotermia en respuesta a la infección grave.
Los pirógenos son sustancias que causan fiebre; pueden ser exógenos o endógenos. Los pirógenos exógenos
proceden del exterior del huésped; la mayoría de las veces se trata de microorganismos, productos
microbianos o toxinas. Los pirógenos exógenos mejor estudiados son los lipopolisacáridos de las bacterias
gramnegativas (denominados habitualmente endotoxinas) y la toxina de cepas de Staphylococcus aureus
procedentes de pacientes con síndrome de shock tóxico.
Los pirógenos exógenos suelen causar fiebre al inducir liberación de pirógenos endógenos (conocidos como
citocinas pirogénicas endógenas), que son polipéptidos producidos por diversas células del huésped,
especialmente monocitos-macrófagos. Entre las demás células capaces de producir citocinas inductoras de
fiebre se incluyen queratinocitos y células endoteliales, B, mesangiales, epiteliales y gliales. Los pirógenos
endógenos (interleucina-1, factor de necrosis tumoral, interferones y familia de sustancias activadoras del
receptor gp 130 [interleucina-6, interleucina-11, factor inhibidor de la leucemia, factor neurotrópico ciliar y
oncostatina M]) causan fiebre al iniciar cambios metabólicos en el centro termorregulador hipotalámico. La
síntesis de prostaglandina E2 parece desempeñar un papel crítico.
Tratamiento
Se sigue discutiendo si es conveniente tratar la fiebre que acompaña a las enfermedades infecciosas. Datos
experimentales sugieren que los mecanismos de defensa del huésped son potenciados por la fiebre; así pues,
la fiebre puede ser beneficiosa y no se debe suprimir de forma sistemática. Sin embargo, ningún estudio
clínico en humanos apoya el beneficio de la fiebre (excepto quizá estudios más antiguos sobre tratamiento de
la sífilis con fiebre). En los niños con riesgo de convulsiones se debe tratar la fiebre. El tratamiento
antipirético se considerará también en adultos con fiebre e insuficiencia cardíaca o pulmonar previas, debido a
que la fiebre puede aumentar la demanda de oxígeno. El consumo de oxígeno aumenta un 13% por cada
elevación de 1 ºC por encima de 37 ºC. La fiebre puede producir además alteraciones del estado mental en
pacientes con demencia.
Los fármacos que inhiben la ciclooxigenasa cerebral son eficaces para reducir la fiebre; entre los utilizados
con más frecuencia se incluyen paracetamol, aspirina y otros AINE. Aunque los corticosteroides reducen la
fiebre, no se deben emplear expresamente para ese fin, debido a que tienen un efecto desfavorable sobre el
sistema inmune.
Fiebre de origen desconocido
Temperatura rectal >38,3 ºC durante 3 sem o más sin causa conocida, a pesar de amplias investigaciones
durante por lo menos 1 sem.
Esta definición se propuso para comparar estudios clínicos retrospectivos y prospectivos y no se debe
considerar una regla absoluta. Se ha sugerido modificar la definición a 2 sem de fiebre y 3 d de investigación
en el hospital o tres visitas ambulatorias sin descubrir su origen. La valoración debe incluir la observación del
tipo de fiebre, historia y exploración física detalladas, pruebas de laboratorio y procedimientos no invasivos e
invasivos.
Las causas más frecuentes en los adultos comprenden infecciones, enfermedades del tejido conectivo y
neoplasias ocultas (en especial leucemia y linfoma). Al mejorar las técnicas no invasivas y microbiológicas, la
mayoría de los casos restantes de FOD están causados por enfermedades sistémicas (p. ej., enfermedad de
Still, sarcoidosis, arteritis temporal).
5
Síntomas, signos y diagnóstico
La historia y los síntomas también pueden proporcionar indicios importantes para el diagnóstico de la FOD.
La información sobre viajes y exposición a ciertos agentes o animales tiene importancia crítica. En
determinadas áreas de Estados Unidos, por ejemplo, son endémicas la coccidioidomicosis y la histoplasmosis.
La posibilidad de fiebre tifoidea es sugerida por historia de ingestión de agua contaminada y la brucelosis se
debe sospechar en trabajadores que manipulan carne.
El tipo de fiebre suele tener significado escaso o nulo para el diagnóstico de la FOD, aunque existen algunas
excepciones. La fiebre que aparece a días alternos (terciana) o cada 3 d (cuartana) puede indicar paludismo,
aunque el diagnóstico definitivo requiere demostración del parásito en extensiones sanguíneas. En la
neutropenia cíclica la cifra de neutrófilos en sangre periférica disminuye a niveles muy bajos cada 21 d, lo que
muchas veces provoca infección y fiebre; algunos pacientes pueden presentar fiebre periódica. La fiebre sin
causa conocida plantea la sospecha de enfermedad de Hodgkin.
Es indispensable una completa y repetida exploración física, sobre todo de la piel, los ojos, los lechos
ungueales, los ganglios linfáticos, el corazón y el abdomen.
La valoración de laboratorio comprende cultivos para bacterias, hongos, virus y micobacterias, a partir de
muestras de sangre y otros líquidos corporales accesibles; recuento sanguíneo completo y títulos de
anticuerpos (p. ej., para fiebre tifoidea, brucelosis y ciertas enfermedades víricas). Para diagnosticar ciertas
enfermedades (p. ej., endocarditis infecciosa) pueden resultar necesarias múltiples muestras de sangre para
cultivo, tomadas dos o tres veces al día. El examen directo de la sangre confirmará el diagnóstico de algunas
enfermedades protozoarias (p. ej., paludismo). El aumento de los títulos de anticuerpos puede ser diagnóstico
en muchas enfermedades infecciosas, y se deben obtener muestras de suero a intervalos regulares. Las
técnicas inmunológicas y de biología molecular más nuevas y específicas (p. ej., reacción en cadena de la
polimerasa) pueden resultar útiles para establecer el diagnóstico.
Los procedimientos no invasivos (sobre todo ecografía, TC y RM) disminuyen la necesidad de pruebas
invasivas. La ecografía es útil para demostrar vegetaciones cardíacas y anomalías pancreáticas, hepáticas,
renales y de la vesícula biliar. La TC tiene valor para delinear abscesos intraabdominales y anomalías en los
ganglios linfáticos retroperitoneales, retroesternales y mesentéricos; también detecta anomalías en el bazo, el
hígado, los riñones, las suprarrenales, el páncreas, el corazón, el mediastino y la pelvis. La gammagrafía
isotópica, sobre todo con granulocitos marcados con indio 111, ayuda a localizar muchos procesos infecciosos
o inflamatorios. La RM es superior a la TC para detectar la mayoría de las causas de FOD que afectan al
SNC.
Quizá sea necesario recurrir a procedimientos diagnósticos invasivos. Pueden ser necesarias biopsias de
hígado, médula ósea u otros órganos afectados, como piel, pleura, ganglios linfáticos, intestino o músculo.
Los especímenes de biopsia se deben evaluar mediante examen histológico y cultivos para bacterias, hongos,
virus y micobacterias. Una metodología individualizada identifica la causa de FOD en el 90% de los casos.
6
ENFERMEDADES VÍRICAS
Los virus son los parásitos más pequeños; dependen por completo de las células (bacterianas, vegetales o
animales) para reproducirse. Los virus están compuestos por una cubierta externa de proteínas y a veces de
lípidos, y un centro (core) de ácido nucleico ARN o ADN. En muchos casos, ese centro penetra en las células
susceptibles e inicia la infección.
Los virus oscilan entre 0,02 y 0,3 ; son demasiado pequeños para la microscopia óptica, pero visibles con el
microscopio electrónico. Los virus se pueden identificar por métodos biofísicos y bioquímicos. Como la
mayoría de los demás parásitos, estimulan la producción de anticuerpos por el huésped.
Existen varios cientos de virus diferentes capaces de infectar a los humanos. Puesto que muchos de ellos se
han descubierto hace poco tiempo, no se conocen bien sus efectos clínicos. Numerosos virus infectan a las
personas sin producir síntomas; a pesar de todo, debido a su amplia prevalencia, a veces universal, crean
importantes problemas médicos y de sanidad pública.
Los virus que infectan de modo primario a los humanos se contagian sobre todo a través de las excreciones
respiratorias e intestinales. Estos virus se encuentran en todo el mundo, pero su diseminación se ve limitada
por la resistencia congénita, la inmunidad proporcionada por vacunas o infecciones previas, las medidas de
control sanitario y el empleo profiláctico de fármacos antivíricos.
Los virus zoonósicos desarrollan sus ciclos biológicos principalmente en animales; los humanos son
huéspedes secundarios o accidentales. Estos virus se limitan a zonas y ambientes capaces de soportar sus
ciclos de infección natural no humanos (vertebrados y/o artrópodos).
Algunos virus tienen propiedades oncogénicas. El virus linfotrópico de las células T humanas tipo 1 (un
retrovirus) se asocia con leucemias y linfomas humanos. El virus de Epstein-Barr ha sido relacionado con
enfermedades malignas como el carcinoma nasofaríngeo el linfoma de Burkitt la enfermedad de Hodgkin y
los linfomas de receptores inmunodeprimidos de trasplantes de órganos. El virus asociado con el sarcoma de
Kaposi guarda relación con ese tipo de sarcoma con ciertos linfomas primarios y con la enfermedad de
Castleman (un trastorno linfoproliferativo).
Las enfermedades víricas lentas se caracterizan por un período de incubación prolongado y causan algunos
procesos degenerativos crónicos, entre ellos la panencefalitis esclerosante subaguda (virus del sarampión), la
panencefalitis rubeólica progresiva, la leucoencefalopatía multifocal progresiva (virus JC) y la enfermedad de
Creutzfeldt-Jakob (una enfermedad por priones).
La latencia –infección vírica quiescente– permite las infecciones recurrentes a pesar de las respuestas
inmunitarias y facilita el contagio de persona a persona. Los virus del herpes exhiben esta característica.
RUBÉOLA
(Falso sarampión, sarampión de los 3 d)
Enfermedad exantemática contagiosa, con síntomas generales leves, que puede ocasionar aborto, nacimiento
de un feto muerto o defectos congénitos en los hijos de madres infectadas durante los primeros meses del
embarazo.
Etiología y patogenia
La enfermedad se debe a un virus ARN que se propaga por núcleos de gotitas transportadas por el aire o por
contacto íntimo. Un paciente puede transmitir la enfermedad desde 1 sem antes del comienzo del exantema
hasta 1 sem después de que éste desaparezca. Los lactantes afectados por la infección congénita son
7
potencialmente infecciosos durante muchos meses después del parto. La contagiosidad de la rubéola es menor
que la del sarampión.
Síntomas, signos y complicaciones
Existen muchos casos de diagnóstico erróneo, otros que son muy leves y otros que pasan inadvertidos. Tras
un período de incubación de 14 a 21 d, surge una fase prodrómica de 1 a 5 d de duración con malestar general
y adenopatías que es frecuente en los niños pero que es mínima o ausente en los adolescentes y adultos. Es
característica la tumefacción dolorosa de los ganglios linfáticos suboccipitales, postauriculares y
postcervicales, cuya presencia, junto con el exantema típico, sugiere el diagnóstico. Al principio se produce
un enrojecimiento de la faringe, aunque sin dolor de garganta.
El exantema es similar al del sarampión, pero menos extenso y evanescente. Comienza en la cara y el cuello y
se extiende rápidamente hacia el tronco y las extremidades. Al comienzo de la erupción, puede aparecer un
rubor transitorio que simula el de la escarlatina, sobre todo en la cara. En el paladar se observa un enantema
leve, consistente en manchas separadas de color rosado que más tarde se unen formando una placa rojoazulada que suele durar unos 3 d. En el 2.º d, la erupción se hace más escarlatiniforme, con un tono rojizo. La
ligera coloración cutánea que persiste cuando el exantema cede termina por perderse en 1 d.
En los niños, los síntomas generales son leves y pueden consistir en malestar general y ocasionales artralgias.
De forma característica, los adultos refieren pocos o ningún síntoma general, aunque pueden desarrollar
fiebre, malestar, cefaleas, rigidez articular (en ocasiones con una artritis transitoria franca), ligera sensación
de laxitud y rinitis discreta. El paciente puede advertir la enfermedad al observar el exantema en el pecho, los
brazos o la frente o al descubrir las características adenopatías postauriculares mientras se lava o se peina.
La encefalitis, una complicación rara pero a veces mortal, se ha observado durante brotes extensos de rubéola
en adultos jóvenes en las fuerzas armadas. La otitis media es rara. En los varones, una molestia frecuente es el
dolor testicular transitorio.
Diagnóstico
Sin confirmación analítica, el diagnóstico puede ser erróneo, sobre todo porque los exantemas provocados por
los enterovirus y el parvovirus B19 (eritema infeccioso) son muy parecidos al de la rubéola. Por tanto, el
antecedente de haber padecido la rubéola no es una garantía de que la persona esté inmunizada frente a ella.
Cuando se sospecha una infección, deben tomarse muestras de suero de las fases aguda y de convalecencia
para estudio serológico; una elevación de al menos 4 veces de los títulos de anticuerpos específicos
confirmará el diagnóstico.
El diagnóstico diferencial debe hacerse con el sarampión, la escarlatina, la sífilis secundaria, las erupciones
medicamentosas, el eritema infeccioso, la mononucleosis infecciosa, además de con las infecciones por virus
ECHO, coxsackie y adenovirus. La rubéola se diferencia clínicamente del sarampión por su exantema más
leve y evanescente y por la ausencia de manchas de Koplik, coriza, fotofobia y tos. El paciente con un
sarampión típico se halla más afectado y la enfermedad dura más tiempo. Incluso en la escarlatina leve suele
haber más síntomas generales que en la rubéola, entre otros el intenso enrojecimiento y el dolor faríngeos. El
recuento leucocitario, elevado en la escarlatina, es normal en la rubéola. La observación del paciente durante
1 d permite establecer el diagnóstico de escarlatina en la inmensa mayoría de los casos.
La sífilis secundaria pueden producir una erupción y adenopatías similares a las de la rubéola, pero las
adenopatías no son dolorosas y la erupción cutánea suele ser más evidente en las palmas de las manos y
plantas de los pies. En caso de duda, debe hacerse un análisis serológico cualitativo de sífilis y puede ser
necesario un control de seguimiento con pruebas cuantitativas.
La mononucleosis infecciosa también puede causar adenopatías y un exantema cutáneo de tipo rubeoliforme,
pero se diferencia por la leucopenia inicial seguida de leucocitosis, por las numerosas células mononucleares
8
atípicas en la extensión de sangre periférica, por la aparición de anticuerpos frente al virus de Epstein-Barr y,
en muchas ocasiones, por la elevación del título de anticuerpos heterófilos. Además, la angina faríngea de la
mononucleosis infecciosa suele ser llamativa y el malestar es mayor y dura más que en la rubéola.
SARAMPIÓN
(Morbilli, sarampión de los 9 d)
Infección vírica aguda, sumamente contagiosa, caracterizada por fiebre, tos, coriza, conjuntivitis, enantema
(manchas de Koplik) de la mucosa bucal o labial y una erupción cutánea maculopapulosa diseminada.
Etiología y patogenia
La causa del sarampión es un paramixovirus. Al igual que la varicela, es extraordinariamente contagioso y se
propaga fundamentalmente por las pequeñas gotitas de la nariz, la garganta y la boca procedentes de una
persona que se halla en la fase prodrómica o en la eruptiva inicial de la enfermedad, o por gotitas
aerotransportadas. La diseminación indirecta por medio de personas no infectadas u objetos es rara. El
período contagioso de la enfermedad comienza 2-4 d antes de la aparición del exantema y persiste durante 2-5
d en las fases agudas. El virus desaparece de las secreciones de la nariz y la garganta cuando el exantema se
desvanece. Las personas que desarrollan una descamación leve tras el exantema ya no son contagiosas.
El síndrome del sarampión atípico suele afectar a personas que fueron vacunadas con las vacunas originales
de virus muertos, que ya no se utilizan. Se supone que las vacunas con virus inactivados no evitan la infección
por el virus natural y que pueden sensibilizar a los pacientes, haciendo que la expresión de la enfermedad
sufra una alteración significativa. Sin embargo, el síndrome del sarampión atípico también puede aparecer tras
una vacunación con virus vivo atenuado, quizá debido a la inactivación inadvertida de la vacuna por una
conservación incorrecta.
Epidemiología
Antes de que la vacunación se generalizara, solía producirse una epidemia de sarampión cada 2 o 3 años, con
pequeños brotes localizados en los años intermedios. En los últimos años, los brotes registrados en EE. UU.
afectaron casi exclusivamente a adolescentes y adultos jóvenes vacunados y, a veces, a niños preescolares no
vacunados. Un recién nacido hijo de una madre que padeció el sarampión recibirá una inmunidad pasiva
transplacentaria que perdurará durante la mayor parte de su primer año de vida; a partir de entonces, la
susceptibilidad será alta. Un ataque de sarampión confiere inmunidad para toda la vida.
Síntomas y signos
El sarampión típico comienza tras un período de incubación de 7 a 14 d, manifestándose con unos
pródromos caracterizados por fiebre, coriza, tos seca y conjuntivitis. Las manchas de Koplik patognomónicas
aparecen 2 a 4 d más tarde, en la mucosa bucal frente al 1.º y 2.º molares superiores. Estas manchas parecen
granos diminutos de arena blanca rodeados por una areola inflamatoria. Cuando son numerosas, todo el fondo
puede ser un eritema moteado. Se producen faringitis e inflamación de la mucosa laríngea y traqueobronquial.
En las secreciones nasales se encuentran unas células gigantes multinucleadas características que también
aparecen en la mucosa faríngea y bucal y, a menudo, en el sedimento urinario.
El exantema característico surge de 3 a 5 d después del comienzo de los síntomas y 1 a 2 d después de la
manchas de Koplik. Comienza por delante, por debajo de las orejas y a los lados del cuello, en forma de
máculas irregulares que pronto se hacen maculopápulas y se extienden con rapidez (entre 24 y 48 h) hacia el
tronco y las extremidades, momento en el que empiezan a desaparecer de la cara. En los exantemas
especialmente graves pueden encontrarse petequias o equimosis.
9
En el punto álgido de la enfermedad, la temperatura puede superar los 40 °C y hay edema periorbitario,
conjuntivitis, fotofobia, tos seca, exantema extenso y prurito discreto; el paciente suele parecer muy enfermo.
Es habitual la leucopenia con leucocitosis relativa. Los síntomas y signos generales son proporcionales a la
gravedad de la erupción y varían con la epidemia. Al cabo de 3 a 5 d, la fiebre desaparece por lisis, el paciente
se siente mejor y el exantema comienza a desaparecer rápidamente, dejando una coloración parda seguida de
descamación.
El síndrome del sarampión atípico puede comenzar de forma brusca, con fiebre elevada, toxicidad, cefalea,
dolor abdominal y tos. El exantema puede aparecer 1 o 2 d más tarde, comenzando muchas veces en las
extremidades, y es de tipo maculopapuloso, vesicular, urticariforme o purpúrico. Son frecuentes los edemas
de manos y pies; en muchos casos, se desarrollan neumonía y adenopatías hiliares y las densidades nodulares
en los pulmones pueden persistir durante 12 sem o más. Las alteraciones entre moderadas y graves de la
relación ventilación/perfusión de los pulmones pueden ocasionar una hipoxemia importante.
Complicaciones
Las sobreinfecciones bacterianas son frecuentes (además de la afectación atípica del aparato respiratorio por
el propio virus del sarampión) y se manifiestan como neumonías, otitis medias y otras infecciones
supurativas. El sarampión inhibe transitoriamente la hipersensibilidad retardada, lo que hace que las pruebas
cutáneas previamente positivas, por ejemplo la de tuberculina o la de histoplasmina, se hagan temporalmente
negativas y, en ocasiones, que una tuberculosis se agrave o se reactive. Una exacerbación de la fiebre, un
cambio del recuento leucocitario de leucopenia a leucocitosis, el mal estado general o la aparición de dolor o
de postración deben hacer pensar en una infección bacteriana sobreañadida. Los pacientes inmunodeprimidos
pueden desarrollar una neumonía grave y progresiva de células gigantes sin exantema.
En ocasiones, una púrpura trombocitopénica aguda, a veces asociada a graves manifestaciones
hemorrágicas, puede complicar la fase aguda del sarampión.
La encefalitis afecta a 1 de cada 1.000-2.000 enfermos de sarampión y aparece entre 2 d y 3 sem a partir del
exantema. Suele manifestarse por fiebre alta, convulsiones y coma. En la mayoría de los casos, el recuento de
linfocitos en el LCR se halla entre 50 y 500/l y el nivel de proteínas aumenta ligeramente. Un LCR normal
en el momento de la aparición de los síntomas iniciales no descarta la encefalitis. La evolución puede ser
breve, con recuperación en un plazo de 1 sem aproximadamente, o prolongada y terminar con una grave
alteración del SNC o incluso la muerte.
El virus del sarampión se asocia a la panencefalitis esclerosante subaguda (PEES), que se comentará más
adelante.
Diagnóstico
El sarampión típico puede sospecharse en un paciente con coriza, fotofobia y signos evidentes de bronquitis,
pero antes de la aparición del exantema el diagnóstico definitivo sólo puede establecerse por la identificación
de las manchas de Koplik. Estas, seguidas de fiebre elevada, malestar y el exantema con su característica
progresión cefalocaudal, establecen el diagnóstico en la mayoría de los casos. Aunque rara vez es necesario,
el virus puede detectarse en la fase inicial de la enfermedad mediante una técnica de inmunofluorescencia
rápida de las células faríngeas o urinarias o puede crecer en cultivos celulares; no obstante, resulta más fácil
detectarlo comprobando la elevación de los niveles de anticuerpos en los sueros obtenidos durante la fase
aguda y la convalecencia.
El diagnóstico diferencial del sarampión típico ha de hacerse con la rubéola, la escarlatina, las erupciones
medicamentosas, la enfermedad del suero, el exantema súbito, la mononucleosis infecciosa y las infecciones
por adenovirus, echovirus y coxsackievirus. Las características diferenciales de la rubéola consisten en su
curso clínico leve con síntomas generales escasos o nulos, presencia de adenopatías postauriculares y
suboccipitales (por lo general dolorosas), fiebre baja, recuento leucocitario normal, ausencia de pródromos
10
reconocibles y duración breve. Al principio, el sarampión puede hacer pensar en la escarlatina, debido a la
faringitis y la fiebre, pero en el primero no aparece la leucocitosis de la escarlatina y el exantema es
morfológicamente distinto. Las erupciones medicamentosas (p. ej., debidas a fenobarbital o sulfamidas) se
asemejan al exantema del sarampión, pero carecen de los pródromos típicos, la tos o la progresión
cefalocaudal de la erupción, mientras que es más frecuente la afectación de las palmas y las plantas. Además,
la historia clínica es importante. El exantema súbito cutáneo es similar al del sarampión, pero es poco
frecuente en niños >3 años. En general, puede diferenciarse por su elevada temperatura inicial, la ausencia de
manchas de Koplik y el malestar y la aparición del exantema cuando la fiebre cede.
El diagnóstico diferencial del síndrome del sarampión atípico es similar al del típico, aunque el
pleomorfismo de la erupción y la gravedad de los signos generales puede hacer pensar a veces en una fiebre
moteada de las Montañas Rocosas, una leptospirosis, una varicela hemorrágica o una infección
meningocócica; otros diagnósticos diferenciales son algunas neumonías bacterianas o víricas, las
enfermedades vasculares del colágeno como la RA juvenil y el síndrome de Kawasaki (síndrome
mucocutáneo ganglionar). El antecedente de exposición al sarampión y de administración previa de una
vacuna con virus muertos indica el diagnóstico, pero para confirmarlo puede ser necesario aislar el virus,
efectuar estudios serológicos o ambas cosas.
Pronóstico y profilaxis
En los niños sanos y bien nutridos, la tasa de mortalidad del sarampión es baja, salvo que se produzcan
complicaciones.
Se dispone de una vacuna de virus vivos atenuados que puede proporcionar una inmunidad de larga duración.
La vacuna produce una infección leve o inaparente, no contagiosa, y una respuesta de anticuerpos similar a la
del sarampión natural. En <5% de los vacunados aparece fiebre >38 °C de 5 a 12 d después de la vacunación,
seguida muchas veces de un exantema. Las reacciones del SNC son extraordinariamente raras. Para las
vacunaciones sistemáticas.
Los contactos susceptibles expuestos a la enfermedad pueden ser protegidos mediante la administración de la
vacuna de virus vivos en los 2 d siguientes a la exposición. Otra posibilidad (p. ej., en pacientes embarazadas
y niños <1 año) consiste en administrar inmediatamente globulina inmune del sarampión (GIS) o
gammaglobulina sérica en dosis de 0,25 ml/kg i.m.. Después, se procederá a la vacunación a los 5 o 6 meses,
si está médicamente indicada (p. ej., cuando la paciente haya dado a luz o el niño tenga más de 1 año). La
administración simultánea de GIS o de gammaglobulina sérica con la vacuna está contraindicada. Un paciente
susceptible expuesto que sufra una enfermedad que contraindique el uso de las vacunas de virus vivos (v. más
adelante), deberá ser tratado con GIS o gammaglobulina sérica en dosis de 0,5 ml/kg i.m. (máximo 15 ml). Si
el paciente tiene además un trastorno hemorrágico (p. ej., trombocitopenia), deberá considerarse la
conveniencia de administrar la globulina por vía i.v.
Las contraindicaciones para el uso de cualquier vacuna de virus vivos son las enfermedades malignas
generalizadas (p. ej., leucemia, linfoma), las inmunodeficiencias y los tratamientos con corticosteroides,
radiación, agentes alquilantes o antimetabolitos. Las razones para diferir la vacunación son el embarazo,
cualquier enfermedad febril aguda, la tuberculosis activa no tratada o la administración de anticuerpos (sangre
completa, plasma o cualquier gammaglobulina) en las 8 sem precedentes.
En los lactantes y niños infectados por el VIH se recomienda administrar la vacuna viva del sarampión,
tanto en ausencia de síntomas, como en presencia de éstos, pero con una inmunodepresión no muy acusada.
En estos casos, el riesgo de un sarampión natural grave o letal es superior al riesgo teórico del sarampión
asociado a la vacuna. Se ha descrito un caso de sarampión causado por una cepa de vacuna en un niño con
enfermedad por el VIH avanzada, por lo que la vacuna no debe administrarse a los niños infectados por el
VIH y que sufren ya un grave compromiso inmunitario, con recuentos absolutos o relativos de CD4 bajos.
11
Tratamiento
El tratamiento es sintomático. Las infecciones bacterianas secundarias se tratarán con los antibióticos
adecuados. La vitamina A reduce la morbilidad y la mortalidad de los niños malnutridos con sarampión grave.
En los niños >1 año con signos oftalmológicos de deficiencia de vitamina A, deben administrarse 200.000 UI
de vitamina A durante 2 d (dosis total, 400.000 UI) que se repetirán a las 4 sem. Si no existen signos
oftalmológicos de deficiencia de vitamina A, puede administrarse una sola dosis de 200.000 UI. En los niños
de 6 meses a 1 año, la dosis es de 100.000 UI. En la encefalitis, la gammaglobulina sérica es ineficaz y el
único tratamiento posible es sintomático.
Profilaxis
Las vacunas con virus vivos preparadas en cultivos de fibroblastos humanos diploides inducen una respuesta
de anticuerpos en más del 95% de las personas vacunadas. No se ha comprobado que se produzcan contagios
del virus de la vacuna de las personas vacunadas a los contactos susceptibles (salvo en un caso de transmisión
aparente desde una madre y el hijo al que amamantaba, aunque sin que ello produjera secuelas importantes).
Con estas vacunas de virus vivos, la inmunidad persiste al menos 15 años. Se recomienda la vacunación
sistemática de los niños entre los 12 y 15 meses de edad, con un recuerdo al comenzar la enseñanza
secundaria. Se ha propuesto vacunar a todas las mujeres susceptibles inmediatamente después de un parto.
También se ha sugerido hacer una detección sistemática de los anticuerpos anti rubéola en todas las mujeres
en edad fértil (la historia clínica, tanto positiva como negativa, es un criterio de inmunidad poco fiable) y
vacunar a todas las que resulten seronegativas. Sin embargo, una vacunación de este tipo no debe llevarse a
cabo a menos que pueda evitarse la concepción durante al menos los 3 meses siguientes.
Las personas con alteración o defectos de los mecanismos inmunitarios no deben ser vacunadas (p. ej., en
caso de leucemia, linfoma, otras neoplasias malignas, o enfermedad febril grave, tratamientos prolongados
con corticosteroides o radiación o durante una quimioterapia). Existen datos que indican que la vacuna puede
infectar al feto durante el principio del embarazo, pero ello no ha dado lugar a ningún caso de síndrome de
rubéola congénita; aunque el riesgo de lesión fetal se calcula en ¾3%, la vacunación está contraindicada
durante todo el embarazo.
En algunos niños, la vacuna produce fiebre, exantema, polineuropatía, artralgias y una artritis franca; tras la
vacunación, pueden aparecer dolor y tumefacción articulares, sobre todo en mujeres adultas que no habían
sido vacunadas previamente y, en menor medida, en varones adultos. Para más detalles sobre la profilaxis.
Tratamiento
La rubéola sólo requiere un tratamiento mínimo o nulo. La otitis media se tratará en la forma adecuada. No
existe ningún tratamiento específico para la encefalitis.
HERPES SIMPLE
Infección por el virus del herpes simple, caracterizada por uno o muchos grupos de vesículas llenas de
líquido claro, sobre una base inflamatoria ligeramente elevada.
Etiología
Existen dos tipos de virus del herpes simple (VHS) el VHS-1 y el VHS-2. El VHS-1 causa habitualmente
herpes labial, estomatitis herpética y queratitis; el VHS-2 suele producir herpes genital, es transmitido sobre
todo por contacto directo (habitualmente sexual), y conduce a lesiones cutáneas.
Muchas veces no se conoce el momento en el que se produjo la infección inicial por VHS. Después de la
erupción inicial, el virus permanece latente en los ganglios nerviosos. Se pueden producir erupciones
12
herpéticas recurrentes precipitadas por exposición excesiva a la luz solar, enfermedad febril, sobrecarga
emocional o física, o inmunosupresión. Muchas veces, se desconoce el estímulo desencadenante. La
enfermedad recurrente es en general menos intensa que la primaria.
Síntomas y signos
Las lesiones pueden aparecer en cualquier lugar de la piel o las mucosas, pero son más frecuentes alrededor
de la boca, en los labios, en la conjuntiva y la córnea, y en los genitales. Tras un período prodrómico
(generalmente <6 h en la infección recurrente por VHS-1) con hormigueo o prurito, aparecen pequeñas
vesículas tensas sobre una base eritematosa. Los grupos de lesiones varían de tamaño entre 0,5 y 1,5 cm, pero
pueden confluir. Las lesiones cutáneas en la nariz, las orejas o los dedos pueden ser especialmente dolorosas.
Las vesículas persisten durante unos pocos días, después comienzan a secarse y por último forman una costra
amarillenta fina. La curación se suele obtener en 8 a 12 d desde el comienzo. Las lesiones herpéticas
individuales curan en general por completo, pero las lesiones recurrentes en la misma zona pueden causar
atrofia y dejar cicatrices.
La infección primaria por VHS-1 causa de modo típico una gingivoestomatitis, más común en los lactantes
y los niños pequeños. Los síntomas comprenden irritabilidad, anorexia, fiebre, inflamación gingival y úlceras
dolorosas en la boca.
La infección primaria por VHS-2 se localiza típicamente en la vulva y la vagina o el pene de adultos
jóvenes. Se acompaña de fiebre, malestar general y adenopatía inguinal dolorosa. La infección por VHS-2
puede ocurrir en recién nacidos y provocar enfermedad diseminada grave (v. Infección neonatal por virus del
herpes simple en Infecciones neonatales.
El VHS produce en ocasiones encefalitis grave (v. Encefalitis vírica aguda y Meningitis aséptica. El VHS-2
ha sido relacionado también con meningitis aséptica autolimitada y mielorradiculitis lumbosacra, a veces con
retención urinaria o estreñimiento.
Las infecciones herpéticas pueden ser especialmente graves en pacientes con SIDA. Las manifestaciones
posibles comprenden esofagitis progresiva y persistente, colitis, úlceras perianales, neumonía y síndromes
neurológicos.
La enfermedad por VHS puede ir seguida de eritema multiforme típico. El eccema herpético es una
complicación de la infección por VHS y cursa con lesiones graves en zonas de la piel que presentaban
eccema.
El panadizo herpético, una lesión tumefacta, dolorosa y eritematosa en la falange distal, se debe a
inoculación de VHS a través de una abrasión o un corte de la piel, y es más frecuente en trabajadores
sanitarios.
Diagnóstico
El diagnóstico se confirma mediante cultivo del virus, seroconversión y aumento progresivo de los
anticuerpos séricos contra el serotipo causal (en las infecciones primarias), y por los hallazgos biópsicos. Una
preparación de Tzanck de la base de una lesión revela con frecuencia células gigantes multinucleadas en la
infección por VHS o virus de la varicela-zóster. Las técnicas más nuevas, como la reacción en cadena de la
polimerasa en LCR, pueden permitir el diagnóstico no invasivo de la encefalitis por herpes simple.
El herpes simple se debe distinguir del herpes zóster, que rara vez recidiva y suele producir dolor más intenso
y grupos mayores de lesiones a lo largo de un dermatoma. El diagnóstico diferencial comprende varicela,
13
úlceras genitales o gingivoestomatitis por otras causas, y dermatosis vesiculares, en particular dermatitis
herpetiforme y erupciones por fármacos.
HERPES ZÓSTER
(Herpes zona, ganglionitis posterior aguda)
Infección por el virus de la varicela-zóster que afecta primariamente a los ganglios radiculares dorsales y se
caracteriza por erupción vesicular y dolor radicular en el dermatoma de los ganglios afectos.
Etiología, incidencia y anatomía patológica
El herpes zóster está producido por el mismo virus causante de la varicela. El herpes zóster ocurre cuando el
virus es reactivado desde su estado latente en los ganglios radiculares posteriores y en la piel del dermatoma
correspondiente. La inflamación afecta en ocasiones a las astas posteriores y anteriores de la sustancia gris,
las meninges y las raíces dorsales y ventrales. El herpes zóster es frecuente en pacientes VIH-positivos y
resulta más grave en enfermos inmunosuprimidos.
Síntomas y signos
El dolor a lo largo de la futura erupción suele preceder al exantema en 2 o 3 d. Después aparecen tandas de
vesículas características sobre una base eritematosa, en la distribución cutánea de uno o más dermatomas
adyacentes. La zona afecta suele presentar hiperestesia, y el dolor puede ser intenso. Las erupciones son más
frecuentes en la región dorsal y en la lumbar, y tienen carácter unilateral. De modo habitual siguen
apareciendo lesiones durante 3 a 5 d. El herpes zóster se puede extender a otras regiones de la piel y a las
vísceras, sobre todo en pacientes inmunosuprimidos.
Menos del 4% de los pacientes con herpes zóster experimentan recidivas; la mayoría de los pacientes se
recuperan, pero muchos, en particular los ancianos, desarrollan neuralgia postherpética que puede persistir
durante meses o años. El dolor de esta neuralgia puede ser agudo y persistente o intermitente, y a veces
origina incapacidad seria.
El herpes geniculado (síndrome de Ramsay Hunt) se debe a la afectación del ganglio geniculado. Aparecen
dolor en el oído y parálisis facial en el lado afecto. Se produce una erupción vesicular en el conducto auditivo
externo, y es posible la pérdida de gusto en los dos tercios anteriores de la lengua.
El herpes zóster oftálmico se debe a la afectación del ganglio de Gasser, con dolor y erupción vesicular en
el territorio de la rama oftálmica del V par. Las vesículas en la punta de la nariz indican afectación de la rama
nasociliar del V par y pueden predecir la aparición de lesiones corneales. Sin embargo, el ojo se puede afectar
en ausencia de lesiones en la punta de la nariz. Se debe consultar con un oftalmólogo para evaluar y prevenir
la enfermedad ocular invasiva.
Diagnóstico
El diagnóstico es difícil en la fase previa a la erupción, pero se establece con facilidad una vez que aparecen
las vesículas. La preparación de Tzanck muestra múltiples células multinucleadas gigantes en las infecciones
tanto por VVZ como por VHS. Puede resultar útil la detección de antígenos en una biopsia. El diagnóstico
diferencial incluye pleuresía, neuralgia del trigémino, parálisis de Bell y varicela (en los niños). El VHS
puede producir lesiones casi idénticas a las del zóster, pero a diferencia de éste, tiende a recidivar. Ambos
tipos de virus se pueden diferenciar por pruebas serológicas y mediante cultivo.
14
Tratamiento
La aplicación de compresas húmedas alivia las molestias, pero suele ser necesario el uso de analgésicos.
Para pacientes inmunodeprimidos con herpes zóster se recomienda el aciclovir i.v. a dosis de 10 mg/kg cada 8
h durante 7 d (adultos), 500 mg/m2 cada 8 h durante 7 d (niños 1 año) o 30 mg/kg/d en 3 dosis fraccionarias
(niños <1 año). El famciclovir, el valaciclovir o el aciclovir v.o. se utilizan para tratar el herpes zóster en
pacientes inmunocompetentes, y los datos disponibles indican que pueden disminuir la incidencia de
neuralgia herpética y acelerar la curación. El famciclovir y el valaciclovir ofrecen mejor biodisponibilidad por
vía oral que el aciclovir.
Los corticosteroides se han empleado en un intento de prevenir la neuralgia posherpética, pero los datos son
contradictorios y no se recomienda este tratamiento. El control de la neuralgia postherpética puede ser
especialmente difícil y a veces se emplean los antidepresivos tricíclicos.
RABIA
(Hidrofobia)
Enfermedad infecciosa aguda de los mamíferos, en especial de los carnívoros, caracterizada por patología
del SNC que conduce a parálisis y muerte.
Etiología y epidemiología
La rabia está causada por un virus neurotrópico, presente con frecuencia en la saliva de los animales rabiosos.
Los aislados de virus de la rabia procedentes de distintas especies de animales y de diversas partes del mundo
son distintos.
Los animales con rabia transmiten la infección al morder a animales o a personas. La rabia se transmite rara
vez por contacto de saliva infectada con las mucosas o con abrasiones cutáneas. Otros casos raros de
infecciones respiratorias se han debido a contagio en el laboratorio o a partir de la atmósfera de cuevas
infestadas de murciélagos.
En todo el mundo, los perros con rabia siguen constituyendo el mayor riesgo para los humanos. La rabia
canina es prevalente en Hispanoamérica, África y Asia. Por lo que respecta a Estados Unidos, donde la
vacunación ha eliminado en gran parte la rabia de los perros, las mordeduras de animales salvajes infectados,
en especial de murciélagos, han causado la mayoría de los raros casos de rabia humana desde 1960.
Los perros con la enfermedad pueden presentar rabia furiosa, caracterizada por agitación y agresividad,
seguidas de parálisis y muerte; o rabia muda, en la que predominan los síntomas paralíticos. Los animales
salvajes rábicos pueden mostrar comportamiento "furioso", pero son más comunes los cambios menos obvios
(actividad diurna de murciélagos, mofetas y zorros, normalmente nocturnos; falta del miedo normal a los
humanos).
Síntomas y signos
En los humanos, el período de incubación varía entre 10 d y más de 1 año, con una media de 30 a 50 d. El
período de incubación puede ser más largo con cepas de rabia distintas a las de Estados Unidos, y más corto
en pacientes con mordeduras extensas o localizadas en la cabeza o el tronco. La rabia comienza de modo
habitual con un período corto de depresión, inquietud, malestar general y fiebre. La inquietud aumenta hasta
la excitación incontrolable, con salivación excesiva y espasmos dolorosos de los músculos laríngeos y
faríngeos. Los espasmos, que se deben a irritabilidad refleja de los centros de la deglución y la respiración,
pueden ser precipitados por estímulos mínimos (p. ej., una corriente de aire ligera o el intento de beber agua).
15
En consecuencia, el paciente es incapaz de beber a pesar de la sed intensa (de aquí el término hidrofobia). La
histeria por miedo puede seguir a la mordedura de un animal y simular la rabia, pero cede pronto cuando se
tranquiliza al paciente respecto a la falta de peligro inmediato y la disponibilidad de protección contra la
rabia.
Diagnóstico
La prueba de anticuerpos fluorescentes y el aislamiento del virus han sustituido al examen del encéfalo del
animal en busca de cuerpos de Negri, como método preferido de diagnóstico. Si es posible, el perro o el gato
asintomático que muerde a un humano debe ser confinado y observado por un veterinario durante 10 d. Si el
animal permanece sano, se puede concluir que no era contagioso en el momento de la mordedura. Si el animal
padecía rabia o si se trata de un animal salvaje, debe ser sacrificado y el encéfalo se enviará inmediatamente a
un laboratorio diagnóstico, puesto que se debe demostrar que el animal no estaba infectado para considerar
innecesario el tratamiento de la persona mordida.
El diagnóstico se sospecha por el antecedente de mordedura de un animal susceptible de padecer la rabia
(ausente con frecuencia) y se confirma mediante pruebas virológicas una vez que aparecen los síntomas
característicos. La posibilidad de rabia se debe considerar en pacientes con encefalitis grave progresiva o
parálisis ascendente con encefalitis. Esta última presentación ocurre con más frecuencia en casos de rabia
humana debida a mordedura de murciélago.
Prevención
A fines de prevención y control, los perros deben permanecer sujetos y se encerrará a los perros vagabundos.
La inmunización de 70% de la población canina ha limitado con efectividad la transmisión de la
enfermedad, incluso en áreas con rabia endémica entre los animales salvajes.
Es difícil controlar la rabia en los animales salvajes, pero los intentos de vacunar por vía oral a zorros y
mapaches han proporcionado resultados esperanzadores.
Profilaxis
Después de la exposición. La rabia humana es rara si se aplican medidas profilácticas correctas, locales
y sistémicas, inmediatamente después de la exposición. El tratamiento local de la herida quizá sea la medida
preventiva más útil. El área contaminada se debe limpiar inmediatamente y a conciencia con agua y jabón o
cloruro de benzalconio. Las heridas punzantes profundas se deben enjuagar con agua jabonosa, utilizando un
catéter. No se aconseja cauterizar ni suturar la herida. Las profilaxis tras la exposición deben comenzar
inmediatamente si el animal presenta rabia o la desarrolla durante el período de confinación, o si un animal
doméstico no disponible para observación o examen exhibía conducta atípica o la mordedura no fue
provocada y existe rabia en la zona.
La administración de inmunoglobulina antirrábica (IGAR) para inmunización pasiva, seguida por vacuna
antirrábica preparada en células diploides humanas (VCDH) o adsorbida (VARA) para inmunización activa,
representa la mejor profilaxis posexposición. Los productos para inmunización activa y pasiva se emplean
simultáneamente al principio de la profilaxis postexposición, pero nunca en la misma zona anatómica. La
VCDH proporciona una respuesta inmune superior y menos reacciones adversas que las vacunas más
antiguas. La VARA tiene ventajas similares y en general se administra del mismo modo y a las mismas dosis
que la VCDH, pero no se debe inyectar por vía intradérmica.
La IGAR se administra una sola vez a la dosis recomendada de 20 UI/kg. La mayor parte posible de la dosis
de IGAR se debe infiltrar alrededor de la zona de la mordedura; el resto se administra i.m. en un lugar distante
al empleado para inyectar la vacuna. La VCDH o la VARA se administran como una serie de cinco
inyecciones i.m. de 1 ml (se prefiere el área deltoidea), comenzando el día de la exposición y después los días
16
3, 7, 14 y 28. Puesto que la respuesta de anticuerpos ha sido satisfactoria con esta pauta, no se recomiendan
pruebas serológicas rutinarias, a menos que se sospeche que el paciente sufre inmunosupresión por
enfermedad o fármacos. La OMS recomienda también la administración de una sexta inyección 90 d después
de la primera. Las reacciones locales en el punto de inyección suelen ser menores, y las reacciones sistémicas
resultan raras con la inmunización primaria. La profilaxis no debe ser interrumpida a causa de reacciones
adversas menores, que se puedan controlar con antihistamínicos, antiinflamatorios y antipiréticos; en caso de
reacciones graves o neuroparalíticas, se debe valorar el riesgo de rabia antes de suspender la vacunación. En
tales casos, determinar el título de anticuerpos contra la rabia puede proporcionar información esencial.
Entre los animales salvajes, son particularmente sospechosos los murciélagos, zorros, mofetas y otros
carnívoros y, a menos que el examen histopatológico del encéfalo demuestre ausencia de infección, sus
mordeduras requieren en general tratamiento. Los conejos y roedores (incluyendo ardillas, ratas y ratones)
están infectados rara vez, y sus mordeduras no suelen justificar el tratamiento. Se puede solicitar ayuda para el
tratamiento a los departamentos de sanidad o a los Centers for Disease Control and Prevention, Atlanta, GA
30333.
Preexposición. Dada la seguridad relativa de la VCDH y la VARA, está justificada la vacunación
profiláctica de personas con alto riesgo de exposición a animales rábicos, entre ellas veterinarios,
manipuladores de animales, espeleólogos, trabajadores de laboratorio que manipulan tejidos infectados por el
virus de la rabia, e individuos que permanecen durante períodos prolongados (>30 d) en países
subdesarrollados donde es prevalente la rabia canina. La VCDH se administra en el área deltoidea como una
serie de tres inyecciones intradérmicas de 0,1 ml, con intervalos de 7 d y de 3 sem, respectivamente. Las
personas que reciben VARA, o las que recibieron cloroquina para profilaxis contra el paludismo 30 d antes o
durante la vacunación, requieren inyecciones i.m. de 1 ml. No es necesario medir el título de anticuerpos
después de estos regímenes, pero sí deben medirse a intervalos de 2 años en las personas que siguen
experimentando riesgo alto continuado; si el título es inadecuado, se administra una dosis de refuerzo. Se han
producido reacciones de hipersensibilidad en alrededor del 5% de las personas que recibieron dosis de
refuerzo. Un individuo inmunizado previamente (antes o después de la exposición) que es mordido por un
animal rábico, debe recibir dos dosis de 1 ml i.m. de vacuna, una inmediatamente y otro tres días más tarde.
En este caso no se administra inmunización pasiva. La inmunización antes de la exposición proporciona
mayor protección y reduce el régimen postexposición, pero no elimina la necesidad de profilaxis pronta
después de la exposición.
Pronóstico y tratamiento
La muerte por asfixia, extenuación o parálisis general suele ocurrir 3 a 10 d después del comienzo de los
síntomas. Sin embargo, se ha publicado el caso de un paciente que se recuperó después del tratamiento de
apoyo vigoroso y agresivo para controlar los síntomas respiratorios, circulatorios y del SNC. Si se desarrolla
rabia, el tratamiento es sintomático. Se debe solicitar consulta para ayudar al tratamiento.
PAROTIDITIS
(Paperas; parotiditis epidémica)
Enfermedad vírica generalizada, aguda y contagiosa que suele causar un aumento de tamaño doloroso de las
glándulas salivales, sobre todo de las parótidas.
Etiología, patogenia y epidemiología
El agente causal, un paramixovirus, se propaga por gotitas infectadas o por contacto directo con materiales
contaminados con la saliva infectada. Es probable que el virus penetre por la boca y puede encontrarse en la
saliva durante 1 a 6 d antes de que las glándulas salivales aumenten de tamaño y durante la fase en que
persiste la tumefacción (generalmente 5 a 9 d). Se ha aislado también en la sangre y en la orina y en el LCR
17
de los pacientes con afectación del SNC. Un episodio suele conferir inmunidad permanente, aunque sólo una
glándula salivar haya aumentado de tamaño.
La parotiditis es endémica en las áreas densamente pobladas, pero puede aparecer en epidemias cuando se
reúnen muchos individuos susceptibles. Su contagiosidad es inferior a la del sarampión o la varicela. Sus
épocas de incidencia máxima son el final del invierno y el comienzo de la primavera. Aunque la enfermedad
puede aparecer a cualquier edad, la mayoría de los casos ocurren en niños de 5 a 10 años, es rara en <2 años;
los lactantes menores de 1 año suelen ser inmunes a la enfermedad. Alrededor del 25 al 30% de los casos son
clínicamente inaparentes.
Síntomas y signos
Tras un período de incubación de 14 a 24 d, el paciente comienza a desarrollar escalofríos, cefaleas, anorexia,
malestar general y febrícula o fiebre moderada, que puede persistir 12-24 h antes de que se aprecie la
afectación salival. En los casos leves, estos síntomas prodrómicos pueden faltar.
El dolor al masticar o al deglutir, en especial al tragar líquidos ácidos como vinagre o zumo de limón, es el
síntoma más precoz de la parotiditis. Existe una notable sensibilidad a la presión sobre la parótida o las otras
glándulas salivales afectadas. Con el desarrollo de la parotiditis, la temperatura asciende con frecuencia hasta
39,5 o 40 °C. La tumefacción de la glándula alcanza su máximo valor hacia el 2.º d y se asocia a un edema
hístico que se extiende más allá de la parótida, por delante y por debajo del oído. La afectación es, en general,
bilateral.
A veces también aumentan de tamaño las glándulas submaxilares y sublinguales; más rara vez, éstas son las
únicas afectadas. En los casos en que se produce tumefacción del cuello por debajo del maxilar inferior o con
afectación de la glándula submaxilar, puede desarrollarse un edema supraesternal. Los orificios orales de los
conductos de las glándulas afectas sobresalen y se hallan ligeramente inflamados. La piel que reviste las
glándulas puede volverse tensa y brillante y, durante el período febril de 24 a 72 h, al palpar esta zona se
produce un dolor agudo. El recuento leucocitario puede ser normal, aunque es habitual una leucopenia leve
con reducción de los granulocitos.
Complicaciones
Orquitis u ooforitis. Alrededor del 20% de los pacientes varones postpuberales presentan inflamación
testicular (orquitis), que suele ser unilateral y que puede provocar un cierto grado de atrofia, aunque la
esterilidad es rara y la función hormonal se conserva intacta. En las mujeres, la afectación gonadal (ooforitis)
se diagnostica con menos frecuencia, es mucho menos dolorosa y no se ha asociado a esterilidad posterior.
Meningoencefalitis. El 1 a 10% de los pacientes con parotiditis presentan cefalea, rigidez de nuca y
pleocitosis del LCR; los glucorraquia suele ser normal, aunque en ocasiones es baja, entre 20 y 40 mg/dl (1,1
a 2,2 mmol/l) simulando una meningitis bacteriana. En 1 de cada 1.000 a 5.000 casos de parotiditis se
producen signos más graves de encefalitis, con somnolencia o incluso coma o convulsiones, que pueden
aparecer de forma brusca. El 30% de las infecciones del SNC por este virus ocurren sin parotiditis asociada.
En la mayoría de los casos de afectación del SNC, el pronóstico es favorable y considerablemente mejor que
el de la encefalitis del sarampión, aunque se han descrito secuelas permanentes como sordera nerviosa
unilateral (raramente bilateral) o parálisis facial. Como sucede en otras infecciones víricas, en algunas raras
ocasiones puede dar lugar a una forma rara de encefalitis para o postinfecciosa. Otras manifestaciones poco
frecuentes son la ataxia cerebelosa aguda postinfecciosa, la mielitis transversa y la polineuritis.
Pancreatitis. Hacia el final de la 1.ª; sem de la enfermedad, algunos pacientes presentan náuseas y
vómitos repentinos y copiosos, con dolor abdominal más intenso en el epigastrio, lo que sugiere una
pancreatitis. Estos síntomas desaparecen al cabo de 1 sem y el paciente se recupera por completo.
18
Otras complicaciones. En muy raras ocasiones se observan prostatitis, nefritis, miocarditis, mastitis,
poliartritis y afectación de la glándula lagrimal. La afectación del tiroides o del timo puede provocar edema y
tumefacción preesternales, pero este fenómeno suele asociarse a la afectación de la glándula submaxilar.
Diagnóstico
El diagnóstico de los casos típicos durante una epidemia es fácil, pero los casos esporádicos son más difíciles
de detectar. Analizando parejas de muestras de suero tomadas durante las fases aguda y de convalecencia, el
diagnóstico puede hacerse mediante la fijación del complemento, la inhibición de la hemaglutinación y los
análisis de inmunoabsorción ligada a enzimas. En la parotiditis se producen anticuerpos frente a los antígenos
soluble (S) y vírico (V). Los anticuerpos anti S aumentan durante la primera semana de la infección y caen
rápidamente, de forma que a menudo han desaparecido ya a los 6 a 8 meses de la enfermedad; los anticuerpos
anti V suelen ascender más tarde que los S, pero su caída es más lenta, deteniéndose en una meseta. En
ocasiones, basta una sola muestra de suero para hacer el diagnóstico, sobre todo cuando se detecta anticuerpo
fijador de complemento frente al componente antigénico soluble. La elevación del nivel sérico de la amilasa
también es un dato a favor del diagnóstico de parotiditis. Si se dispone de un servicio de virología, el virus
será fácil de aislar a partir de la garganta, el LCR y, a veces, la orina.
La tumefacción provocada por el virus de la parotiditis en la parótida o en otras glándulas salivales debe
distinguirse de otros cuadros. Las adenopatías situadas a lo largo de la mandíbula pueden confundirse con un
aumento de tamaño de las glándulas salivales. La meningoencefalitis de la parotiditis, que a veces es la única
manifestación de la enfermedad, debe distinguirse de otras meningitis víricas.
Pronóstico y profilaxis
En la parotiditis no complicada, el pronóstico es excelente, aunque en algunas raras ocasiones se producen
reactivaciones tras un período de unas 2 semanas. En los pacientes postpuberales, la enfermedad puede afectar
a otros órganos distintos de las glándulas salivales, con síntomas que pueden preceder, acompañar o seguir a
los salivales e incluso sin que estos lleguen a aparecer.
El paciente debe permanecer aislado hasta que ceda la tumefacción glandular. La globulina inmune de la
parotiditis y la gammaglobulina sérica no son eficaces.
El agente de elección para la vacunación es el virus vivo. Esta vacuna no produce reacciones locales o
generales significativas y sólo requiere una inyección. La American Academy of Pediatrics recomienda la
vacunación (con la vacuna triple vírica: sarampión, parotiditis y rubéola) a los 12 a 15 meses de edad, con
dosis de recuerdo al entrar en la escuela secundaria. La vacunación postexposición no protege frente de la
enfermedad.
Tratamiento
El tratamiento es sintomático. La dieta blanda reduce el dolor al masticar. Las sustancias ácidas (zumos de
cítricos) también causan molestias, por lo que deben evitarse. Pueden administrarse analgésicos para la
cefalea y el malestar general.
Si las náuseas y los vómitos de la pancreatitis son intensos, deberá suprimirse la alimentación oral y
establecer el equilibrio hídrico mediante la administración de soluciones glucosadas y salinas por vía i.v.
Las complicaciones también se tratan de forma sintomática. Los pacientes con orquitis requieren reposo en
cama. Muchas veces, suspender el escroto con algodón con un puente de cita adhesiva entre los muslos para
reducir al mínimo la tensión o aplicar cubitos de hielo ayuda a aliviar el dolor. Los corticosteroides no suelen
ser necesarios, aunque pueden disminuir el dolor y la tumefacción de la orquitis aguda.
19
ENFERMEDADES VIRALES TRANSMITIDAS POR ARTROPODOS
DENGUE
Enfermedad febril aguda de comienzo súbito con cefalea, fiebre, postración, dolores articulares y musculares
intensos, linfadenopatía y un exantema que aparece al subir de nuevo la temperatura después de un período
sin fiebre.
Epidemiología
El dengue es endémico en los trópicos y subtrópicos; desde 1969 se han producido brotes epidémicos en el
Caribe, incluyendo Puerto Rico y las Islas Vírgenes. También se han descrito casos en turistas que volvían de
Tahití. El agente causal, un flavivirus del que existen cuatro serogrupos distintos, es transmitido por la
picadura de mosquitos Aedes.
La fiebre hemorrágica dengue ocurre sobre todo en niños <10 años que habitan en áreas con dengue
endémico (sobre todo en sudeste asiático, China y Cuba), y se caracteriza por comienzo agudo seguido, al
cabo de varios días, por dolor abdominal, manifestaciones hemorrágicas y colapso circulatorio. También se
conoce como fiebre hemorrágica de Filipinas, Thai, fiebre del sudeste asiático, o síndrome de shock por
dengue.
Síntomas y signos
Después de un período de incubación de 3 a 15 d (habitualmente 5 a 8), el comienzo es súbito, con
escalofríos, cefalea, dolor retroocular al mover los ojos, dolor lumbar y prostración intensa. Durante las
primeras horas de enfermedad existen algias intensas en las piernas y las articulaciones. La temperatura sube
con rapidez hasta 40 ºC, con bradicardia relativa e hipotensión. Las conjuntivas bulbares y palpebrales
aparecen inyectadas y de modo habitual aparece un exantema macular transitorio, rojo o rosa pálido (sobre
todo en la cara). El bazo puede aumentar algo de tamaño, con una consistencia blanda. Suelen existir
adenopatías cervicales, epitrocleares e inguinales.
La fiebre y los otros síntomas del dengue persisten durante 48 a 96 h, y después se observa defervescencia
rápida con sudoración profusa. El período afebril con sensación de bienestar dura alrededor de 24 h. Sigue
una segunda elevación rápida de la temperatura, lo que origina una curva térmica en silla de montar. Se han
descrito casos sin el segundo período febril. Al mismo tiempo aparece un exantema maculopapular
característico, que de modo habitual se extiende desde las extremidades hasta cubrir todo el cuerpo excepto la
cara, o se distribuye en forma focal por el tronco y las extremidades. Las palmas de las manos y las plantas de
los pies pueden aparecer rojas y edematosas. La tríada del dengue está constituida por fiebre, exantema y
dolores. La mortalidad es nula en el dengue típico. La convalecencia dura con frecuencia varias semanas y
cursa con astenia. Un episodio de enfermedad proporciona inmunidad durante 1 año. Los casos atípicos y
leves de dengue, en general sin adenopatías, ceden en <72 h.
En la fiebre hemorrágica dengue el comienzo también es súbito, con fiebre y cefalea. Sin embargo, en vez
de mialgias, adenopatías y exantema, el niño desarrolla síntomas respiratorios y gastrointestinales. Se observa
faringitis, tos, disnea, náuseas, vómitos y dolor abdominal. El shock (síndrome de shock del dengue) aparece
entre 2 y 6 d después del comienzo, con colapso súbito o postración, extremidades frías y húmedas (el tronco
permanece con frecuencia caliente), pulso débil filiforme y cianosis perioral. Se observa tendencia
hemorrágica, que en general se manifiesta por púrpura, petequias o equímosis en los sitios de inyecciones; a
veces se producen hematemesis, melenas o epistaxis, y más rara vez hemorragia subaracnoidea. La
hepatomegalia es común, al igual que la bronconeumonía con o sin derrame pleural bilateral. Puede existir
miocarditis. La mortalidad de la fiebre hemorrágica dengue oscila entre el 6 y el 30%. La mayoría de los
fallecimientos corresponden a lactantes <1 año.
20
Diagnóstico
En el dengue se observa leucopenia hacia el segundo día con fiebre, y a los 4 o 5 d el recuento de leucocitos
disminuye hasta 2.000-4.000/l, con sólo un 20 a 40% de granulocitos. Se pueden encontrar albuminuria
moderada y algunos cilindros. El dengue se puede confundir con la fiebre por garrapatas de Colorado, el tifus,
la fiebre amarilla y otras fiebres hemorrágicas. El diagnóstico serológico puede establecerse mediante pruebas
de inhibición de la hemaglutinación y fijación del complemento en parejas de sueros, pero se ve complicado
por las reacciones cruzadas con anticuerpos contra otros flavivirus.
En la fiebre hemorrágica dengue existe hemoconcentración (hematocrito >50%) durante la fase de shock; la
cifra de leucocitos está aumentada en la tercera parte de los pacientes. La trombocitopenia (<100.000/l), la
positividad de la prueba del torniquete y la prolongación del tiempo de protrombina son características y
reflejan las anomalías de la coagulación. Puede existir proteinuria mínima. Los niveles de AST pueden estar
algo aumentados. Las pruebas serológicas suelen mostrar títulos elevados de anticuerpos fijadores del
complemento contra los flavivirus, lo que sugiere una respuesta inmune secundaria.
La OMS ha establecido criterios para el diagnóstico de la fiebre hemorrágica dengue, que constituye una
emergencia médica: comienzo agudo de fiebre alta y continua, que dura de 2 a 7 d; manifestaciones
hemorrágicas, incluyendo al menos positividad de la prueba del torniquete y petequias, púrpura, equimosis,
gingivorragia, hematemesis o melena; hepatomegalia; trombocitopenia (100.000/l); o hemoconcentración
(aumento 20% del hematocrito). Los pacientes con síndrome de shock del dengue presentan además pulso
débil y rápido, con disminución de la presión diferencial del pulso (20 mm Hg) o hipotensión, piel húmeda y
fría e inquietud.
Pronóstico y tratamiento
La profilaxis del dengue requiere control o erradicación de los mosquitos vectores. Para prevenir la
transmisión a los mosquitos, los pacientes de áreas endémicas deben ser mantenidos bajo mosquiteros hasta
que haya cedido el segundo episodio de fiebre. El reposo completo en cama es importante. Se debe evitar la
aspirina, pero se pueden administrar paracetamol y codeína para la cefalea y las mialgias intensas.
En la fiebre hemorrágica dengue se debe valorar inmediatamente el grado de hemoconcentración,
deshidratación y desequilibrio electrolítico, y su intensidad se vigilará con frecuencia durante los primeros
días, puesto que es posible la aparición o la recidiva rápida del shock. Los pacientes con cianosis deben
recibir O2. El colapso vascular y la hemoconcentración requieren sustitución inmediata y vigorosa de líquidos,
preferiblemente con una solución de cristaloides como la de Ringer lactato; se debe evitar la hidratación
excesiva. También se deben administrar plasma o albúmina sérica humana si no se obtiene respuesta en la
primera hora. Las transfusiones de sangre fresca o de plaquetas pueden controlar las hemorragias. La
agitación se puede tratar con paraldehído, hidrato de cloral o diazepam. La hidrocortisona, las aminas
vasopresoras, los bloqueantes -adrenérgicos y las vitaminas C y K son de utilidad dudosa.
FIEBRE AMARILLA
Infección aguda por Flavivirus de gravedad variable, caracterizada por comienzo súbito, fiebre, pulso
relativamente lento y cefalea.
Etiología y epidemiología
La fiebre amarilla puede adoptar dos formas. En la fiebre amarilla urbana, el virus es transmitido por la
picadura de un mosquito Aedes aegypti infectado 2 sem antes al alimentarse en un paciente virémico. En la
fiebre amarilla de la jungla (selvática), el virus es transmitido por mosquitos Haemagogus y otros
21
mosquitos de zonas boscosas, que adquieren el virus desde primates salvajes. La fiebre amarilla es endémica
en África Central y en áreas de América del Sur y América Central.
Síntomas y signos
Los casos se clasifican en inaparentes (fiebre y cefalea durante 48 h), leves, moderadamente graves y
malignos. El período de incubación dura de 3 a 6 d. Suelen faltar los síntomas prodrómicos. El comienzo es
súbito, con fiebre de 39 a 40 ºC. El pulso, generalmente rápido al principio, se hace lento en relación con la
fiebre hacia el segundo día (signo de Faget). La cara aparece enrojecida y los ojos inyectados; los márgenes
de la lengua están rojos, con saburra en la parte central. Los síntomas habituales incluyen náuseas, vómitos,
estreñimiento, cefalea, dolores musculares (sobre todo en cuello, espalda y piernas), postración intensa,
inquietud e irritabilidad. En los casos leves la enfermedad termina con esta fase, al cabo de 1 a 3 d. En los
casos moderadamente graves y malignos, la fiebre cae de forma súbita entre 2 y 5 d después del comienzo, y
sigue una remisión de varias horas o días. A continuación reaparece la fiebre, pero el pulso permanece lento.
Se observa la tríada característica de ictericia, albuminuria intensa e hipersensibilidad epigástrica. Puede
haber oliguria o anuria y resultan comunes las petequias y las hemorragias en las mucosas. El paciente
aparece confuso y apático. En la fase terminal de los casos malignos se produce delirio, convulsiones y coma.
La enfermedad moderadamente grave puede durar entre 3 d y más de 1 sem; la convalecencia suele ser breve,
excepto en los casos más graves. No se han descrito secuelas.
Diagnóstico
El 90% de los pacientes presentan albuminuria, de modo habitual al tercer día, que puede llegar a los 20 g/l en
los casos graves. El recuento de leucocitos, usualmente bajo, disminuye hasta 1.500 a 2.500/l hacia el quinto
día; es posible la presencia de leucocitosis en la fase terminal. La hemorragia se debe a múltiples causas:
disminución de la síntesis de factores de la coagulación dependientes de la vitamina K por afectación
hepática, coagulación intravascular diseminada y alteración de la función plaquetaria. Son comunes la
trombocitopenia y la prolongación de los tiempos de coagulación y de protrombina. En los casos menos
agudos pueden faltar algunas de estas anomalías de laboratorio. Aumentan algo los niveles séricos de
bilirrubina.
El diagnóstico se confirma por aislamiento del virus en sangre, aumento del título de anticuerpos o hallazgo
en la autopsia de la característica necrosis hepatocelular de la zona central de los lobulillos. La biopsia
hepática por punción está contraindicada durante la enfermedad, dado el riesgo de hemorragia.
Pronóstico y profilaxis
Hasta el 10% de los pacientes diagnosticados sólo por la clínica fallecen, pero la mortalidad global es en
realidad más baja, puesto que muchas infecciones leves o inaparentes no se diagnostican.
La inmunización activa con vacuna de virus vivos atenuados de la cepa 17D (0,5 ml s.c. cada 10 años)
previene con eficacia las epidemias y los casos esporádicos. En Estados Unidos, la vacuna sólo se suministra
a los Yellow Fever Vaccination Centers autorizados por el U. S. Public Health Service. Las exigencias de
vacunación varían en los distintos países; se pueden solicitar información actual y direcciones de centros de
vacunación a los departamentos de sanidad locales.
Para prevenir la difusión por mosquitos, los pacientes deben ser aislados en habitaciones bien protegidas, en
las que se pulverizarán insecticidas de acción persistente. Puesto que la infección se puede transmitir por
accidentes de laboratorio, el personal del hospital y del laboratorio debe tener cuidado para evitar la
autoinoculación de sangre de los pacientes.
La erradicación de la fiebre amarilla urbana exige control general de los mosquitos y vacunación masiva.
Durante las epidemias de fiebre amarilla selvática, se deben suspender los trabajos en la zona hasta que se
consiga la vacunación y el control de los mosquitos.
22
Tratamiento
El tratamiento de soporte se dirige al alivio de los síntomas principales. Tienen importancia el reposo
completo en cama y la atención de enfermería. Es imprescindible la corrección de los desequilibrios
hidroelectrolíticos (v. cap..
La tendencia hemorrágica se debe tratar con gluconato cálcico, 1 g i.v. diario o dos veces al día, o con
fitonadiona (v. Deficiencia de vitamina K ). Pueden ser necesarias transfusiones. La administración de
heparina se debe considerar en casos con coagulación intravascular diseminada (v. Trastornos adquiridos de la
coagulación ).
Las náuseas y los vómitos se pueden aliviar con dimenhidrinato, 50 a 100 mg v.o. o 50 mg i.m. cada 4 a 6 h, o
con proclorperacina, 5 a 10 mg v.o., parenteral o rectal cada 4 a 6 h. La fiebre se puede disminuir con
esponjas de agua templada. La aspirina está contraindicada debido a su efecto antiplaquetario.
23
INFECCIONES ESTAFILOCÓCICAS
Los estafilococos patógenos están ampliamente distribuidos en la naturaleza y se encuentran en los orificios
nasales de alrededor del 30% de los adultos sanos y en la piel de aproximadamente el 20%. Los pacientes y el
personal de los hospitales presentan porcentajes ligeramente más altos. Las cepas resistentes a los antibióticos
son comunes en los hospitales y en la comunidad.
Los recién nacidos y las madres lactantes están predispuestos a infecciones estafilocócicas, y lo mismo sucede
en los pacientes con gripe, trastornos broncopulmonares crónicos (p. ej., fibrosis quística, enfisema
pulmonar), leucemia, neoplasias, trasplantes, prótesis u otros cuerpos extraños, quemaduras, enfermedades
cutáneas crónicas, heridas quirúrgicas, diabetes mellitus y catéteres intravasculares permanentes de plástico.
Los enfermos que reciben esteroides suprarrenales, irradiación, inmunosupresores o quimioterapia
antineoplásica experimentan también un mayor riesgo. Los individuos predispuestos pueden adquirir
estafilococos resistentes a los antibióticos a partir de otras áreas del cuerpo colonizadas o del personal
hospitalario. La transmisión a través de las manos del personal es el medio de diseminación más común, pero
también se produce diseminación por vía aérea.
Algunas enfermedades estafilocócicas se deben a toxinas en vez de infección en sí misma. La intoxicación
alimentaria estafilocócica está causada por la ingestión de una enterotoxina estafilocócica termoestable
preformada. El síndrome de shock tóxico (v. más adelante) causado por esa toxina puede guardar relación con
el uso de tampones vaginales o constituir una complicación de la infección postoperatoria (muchas veces
menor). El síndrome estafilocócico de la piel escaldada causado por la toxina exfoliatina es una dermatitis
exfoliativa de la niñez.
Síntomas y signos
Las infecciones neonatales suelen aparecer durante las 6 sem siguientes al nacimiento. Resultan frecuentes
las lesiones cutáneas pustulosas o bullosas, generalmente localizadas en axilas, ingles o cuello, pero también
se producen abscesos subcutáneos múltiples (especialmente en las mamas), exfoliación, bacteriemia,
meningitis o neumonía. El examen microscópico de lesiones purulentas revela neutrófilos y grupos de
estafilococos grampositivos, muchas veces dentro de los neutrófilos.
Las madres lactantes que desarrollan abscesos mamarios o mastitis de 1 a 4 sem tras el parto deben ser
consideradas como infectadas por estafilococos resistentes a los antibióticos, probablemente procedentes del
nido a través de los lactantes.
Las infecciones postoperatorias, desde abscesos en los puntos de sutura hasta afectación extensa de la
herida, se deben con frecuencia a estafilococos. Tales infecciones pueden aparecer pocos días o varios meses
después de la cirugía; el comienzo suele ser más tardío si el paciente recibió antibióticos durante la
intervención quirúrgica.
La neumonía estafilocócica se debe sospechar en pacientes con gripe o que han recibido corticosteroides o
tratamiento inmunosupresor, que desarrollan disnea, cianosis y fiebre persistente o recurrente, y en sujetos
hospitalizados con enfermedad broncopulmonar crónica u otros procesos de alto riesgo, que presentan fiebre,
taquipnea, tos, cianosis y leucocitosis. En los recién nacidos, la neumonía estafilocócica se caracteriza por
formación de abscesos pulmonares, seguida de rápido desarrollo de neumatocele y empiema. El examen
microscópico del esputo revela racimos de cocos grampositivos dentro de los neutrófilos.
La bacteriemia estafilocócica puede ocurrir en pacientes con abscesos estafilocócicos localizados o
infecciones relacionadas con catéteres intravasculares u otros cuerpos extraños; es una causa común de
muerte en pacientes con quemaduras graves. Resulta habitual la existencia de fiebre persistente que puede ir
acompañada de shock. Staphylococcus epidermidis y otros estafilococos coagulasa-negativos son una causa
cada vez más frecuente de bacteriemia nosocomial relacionada con catéteres y otros cuerpos extraños.
24
Constituyen causas importantes de morbilidad (sobre todo prolongación de la hospitalización) y mortalidad en
pacientes debilitados.
La endocarditis estafilocócica afecta sobre todo a usuarios de drogas i.v. y a pacientes con prótesis
válvulares cardíacas. El diagnóstico se sospecha por la súbita aparición de un soplo cardíaco, embolia séptica
y otros signos clásicos, y se confirma mediante ecocardiograma y hemocultivos.
La osteomielitis estafilocócica afecta sobre todo a niños y produce escalofríos, fiebre y dolor sobre el hueso
afecto. Más adelante aparecen enrojecimiento y tumefacción. La infección periarticular conduce muchas
veces a derrame, lo que sugiere artritis séptica en vez de osteomielitis. La cifra de leucocitos suele ser
>15.000/l, y los hemocultivos son a menudo positivos. Las anomalías radiográficas quizá no se aprecien
durante 10 a 14 d y la rarefacción ósea y la reacción perióstica pueden no detectarse durante todavía más
tiempo. Las anomalías suelen aparecer antes en la gammagrafía isotópica.
La enterocolitis estafilocócica, ahora rara, se sospecha en pacientes hospitalizados que presentan fiebre, íleo,
dolor y distensión del abdomen, hipotensión o diarrea, sobre todo si han sido sometidos recientemente a
cirugía abdominal o recibían antibióticos. El diagnóstico es probable cuando el examen microscópico de las
heces revela grandes extensiones de neutrófilos y cocos grampositivos. Debe descartarse la infección por
Clostridium difficile toxigénico, la causa más común de colitis relacionada con antibióticos.
Profilaxis y tratamiento
Las precauciones de asepsia (p. ej., lavado concienzudo de las manos entre exploraciones a enfermos y
esterilización del equipo compartido) son importantes. Los pacientes infectados deben ser aislados de otros
individuos susceptibles, y el personal hospitalario con infecciones estafilocócicas activas, incluso de
naturaleza local (p. ej., foliculitis), no debe establecer contacto con pacientes o equipo compartido hasta que
se haya curado. Los portadores nasales asintomáticos no tienen que ser excluidos del contacto con pacientes, a
menos que la cepa transportada sea peligrosa y constituya la fuente sospechada de un brote epidémico.
El tratamiento comprende drenaje de los abscesos, antibióticos (por vía parenteral para la infección grave) y
medidas de soporte generales. Se tomarán muestras para cultivo antes de instituir o cambiar los antibióticos.
La elección y la dosis de los antibióticos se basan en la localización de la infección, el carácter más o menos
grave de la enfermedad y, eventualmente, la sensibilidad del microorganismo.
Los estafilococos adquiridos en el hospital y la mayoría de las cepas adquiridas en la comunidad se muestran
resistentes a la penicilina G, la ampicilina y las penicilinas antiseudomonas. La mayor parte de las cepas son
susceptibles a las penicilinas resistentes a la penicilinasa (meticilina, oxacilina, nafcilina, cloxacilina,
dicloxacilina); cefalosporinas (cefalotina, cefazolina, cefalexina, cefradina, cefamandol, cefoxitina y
cefalosporinas de tercera generación); carbapenemas (imipenem, meropenem); gentamicina; vancomicina;
teicoplanina; lincomicina y clindamicina.
Aunque las cefalosporinas y la vancomicina son eficaces, se suele elegir una penicilina resistente a la
penicilinasa. Muchas cepas de estafilococos son susceptibles también a eritromicina, tetraciclina,
aminoglucósidos, bacitracina y cloranfenicol. Sin embargo, el cloranfenicol y la bacitracina rara vez están
indicados, ya que se dispone de fármacos más eficaces y seguros.
Los aislados de Staphylococcus aureus resistentes a la meticilina (SARM) se están encontrando con
frecuencia cada vez mayor en Estados Unidos, sobre todo en hospitales terciarios y centros de ciudades
grandes. Estos microorganismos se aíslan frecuentemente en adictos a las drogas i.v. y en pacientes de la UCI,
aunque se pueden encontrar también en pacientes con infecciones adquiridas en la comunidad. Los aislados
SARM suelen ser resistentes a penicilinas resistentes a las -lactamasas, cefalosporinas y carbapenemas.
Muchas veces, el informe de laboratorio indica de forma errónea que esos gérmenes son susceptibles a las
cefalosporinas, pero esos antibióticos no se consideran fiables para tratar las infecciones por SARM. También
es común la resistencia a los aminoglucósidos y macrólidos (eritromicina, claritromicina, acitromicina,
25
lincomicina y clindamicina). Aunque el imipenem-cilastatina y las quinolonas pueden ser efectivos contra
algunas infecciones por SARM, el fármaco de elección es la vancomicina i.v. La dosis habitual para adultos
con función renal normal es de 500 mg i.v. cada 6 h o 1.000 mg i.v. cada 12 h, administrada a lo largo de por
lo menos 1 h. La dosis se debe ajustar de acuerdo con los niveles séricos cuando la función renal está
comprometida. La duración del tratamiento depende del sitio de infección y la respuesta del paciente, pero de
modo habitual el tratamiento se mantiene durante 2 a 4 sem. Algunos pacientes con infecciones graves o
complicadas pueden requerir tratamiento i.v. durante 6 a 8 sem, seguido por tratamiento oral durante un mes o
más. Recientemente se han detectado en Japón y en Estados Unidos aislados de SARM con resistencia
intermedia a la vancomicina.
Los fármacos alternativos preferidos para tratar la infección por SARM son la trimetoprima-sulfametoxazol
(TMP-SMX), administrada por vía oral o parenteral a dosis de 10 mg/kg/d (TMP) y 50 mg/kg/d (SMX), o
hasta 15 mg/kg/d (TMP) y 75 mg/kg/d (SMX), en dosis fraccionarias a intervalos de 8 a 12 h durante 2 a 4
sem (para los adultos), la rifampicina (600 mg/d) oral o parenteral y el imipenem-cilastatina (500 mg cada 6
h) o el meropenem (0,5 a 1 g cada 8 h) por vía parenteral. Sin embargo, la rifampicina no se debe usar sola, ya
que los gérmenes desarrollan pronto resistencia. La rifampicina y los aminoglucósidos son complementos
útiles en el tratamiento de las infecciones graves por SARM, relacionadas con cuerpos extraños o que afectan
a cavidades serosas. La cloxacilina, la dicloxacilina, la TMP-SMX, el ciprofloxacino y la mupirocina tópica
se han mostrado útiles para eliminar los gérmenes SARM en portadores, pero esos microorganismos pueden
convertirse en resistentes a todos los fármacos.
Las cepas de enterococos resistentes a la vancomicina (ERV), cada vez más frecuentes, pueden transferir
los genes responsables de resistencia frente a la vancomicina a cepas de S. aureus coagulasa-positivos en el
laboratorio y a cepas de estafilococos coagulasa-negativos aislados en pacientes con infección. Por desgracia,
esos estafilococos quizá sean ya resistentes a otros antibióticos usados en el tratamiento de tales infecciones.
Si se dispone de ella, se puede ensayar la bacitracina para tratar las infecciones por estafilococos resistentes a
la vancomicina. En estos pacientes se utilizarán procedimientos de aislamiento estricto para prevenir la
diseminación de los gérmenes.
Síndrome de shock tóxico
Síndrome causado por una exotoxina estafilocócica y caracterizado por fiebre alta, vómitos, diarrea,
confusión y exantema cutáneo, que puede progresar con rapidez hasta el shock grave y refractario.
El síndrome de shock tóxico se ha descrito sobre todo en mujeres que usaban tampones durante la
menstruación. Tras la amplia publicidad del papel de los tampones y diafragmas y la retirada de algunos
tampones del comercio, disminuyó mucho la incidencia en las mujeres. Los casos menos graves que cursan
sin algunas de las manifestaciones clásicas son bastante comunes. De acuerdo con series pequeñas, todavía se
siguen produciendo alrededor de 3 casos/100.000 mujeres con menstruación, y siguen observándose casos en
mujeres que no emplean tampones y en mujeres durante el postoperatorio y después del parto. Alrededor del
15% de los casos ocurren después del parto o como infecciones estafilocócicas de la herida operatoria, que
muchas veces parecen insignificantes. También se han descrito casos relacionados con gripe, osteomielitis y
celulitis.
Etiología y patogenia
Se desconoce la causa exacta del síndrome de shock tóxico, pero casi todos los casos han sido relacionados
con cepas productoras de exotoxinas de Staphylococcus aureus fagogrupo 1 que elaboran la toxina-1 del
síndrome de shock tóxico o exotoxinas relacionadas. Los gérmenes se han encontrado en las mucosas
(nasofaringe, vagina, tráquea) o en cavidades aisladas (empiema, absceso), así como en la vagina de mujeres
con menstruación. Es probable que las pacientes con riesgo más alto de síndrome de shock tóxico sean
aquellas con colonización previa de la vagina que emplean tampones. Cabe la posibilidad de que ciertos
factores mecánicos o químicos relacionados con el uso de tampones lleven a una mayor producción de
exotoxinas bacterianas, que pasarían al torrente sanguíneo por medio de fisuras en la mucosa o a través del
útero.
26
Síntomas, signos y diagnóstico
El comienzo es súbito, con fiebre persistente de 39 a 40,5 °C, cefalea, molestias faríngeas, conjuntivitis no
purulenta, letargia profunda, confusión intermitente sin signos neurológicos focales, vómitos, diarrea acuosa
profusa y una eritrodermia generalizada de aspecto similar al de las quemaduras solares. El síndrome puede
progresar en cuestión de 48 h hasta la hipotensión ortostática, el síncope, el shock y la muerte. Entre 3 y 7 d
después del comienzo, se observa descamación de la piel que conduce a desprendimiento epidérmico, sobre
todo en las palmas de las manos y las plantas de los pies.
Es frecuente la afectación de otros órganos y sistemas, con anemia no hemolítica leve, leucocitosis moderada
y predominio de granulocitos inmaduros, y trombocitopenia precoz seguida de trombocitosis. Aunque son
raros los fenómenos hemorrágicos clínicamente importantes, tiende a prolongarse el tiempo de protrombina y
el tiempo parcial de tromboplastina. Los datos analíticos de disfunción hepatocelular (hepatitis) y miolisis
esquelética son comunes durante la primera semana de la enfermedad. Es posible la afectación
cardiopulmonar que se manifiesta con edema periférico y pulmonar (presión venosa central anormalmente
baja que sugiere un síndrome de distrés respiratorio del adulto). Sobre todo en los niños, puede aparecer
hipotensión profunda y trastorno de la perfusión de las extremidades, así como disfunción renal caracterizada
por disminución de la diuresis y aumento de los niveles sanguíneos de nitrógeno ureico y creatinina.
El síndrome de shock tóxico recuerda al síndrome de Kawasaki (síndrome de ganglios linfáticos
mucocutáneos), pero en general se puede diferenciar por la clínica. El síndrome de Kawasaki suele afectar a
niños <5 años de edad; no causa shock, azoemia ni trombocitopenia y el exantema cutáneo es maculopapular.
El diagnóstico diferencial incluye otros trastornos como escarlatina, síndrome de Reye, síndrome
estafilocócico de la piel escaldada, meningococemia, fiebre manchada de las Montañas Rocosas, leptospirosis
y enfermedades víricas exantematosas. Estos procesos se descartan por las diferencias clínicas específicas, los
cultivos y las pruebas serológicas.
Pronóstico, profilaxis y tratamiento
La mortalidad oscila entre el 8 y el 15%, pero esas cifras se basan sólo en los casos graves. No está claro si los
antibióticos modifican el curso agudo de la enfermedad. Las recidivas son comunes en mujeres que siguen
empleando tampones durante los 4 primeros meses después de un episodio. El tratamiento con antibióticos
durante la enfermedad aguda puede erradicar los focos estafilocócicos y proteger contra las recidivas.
Aparte de la erradicación de S. aureus, no existen recomendaciones precisas para la prevención (primaria o
secundaria). Sin embargo, parece prudente aconsejar a las mujeres que no utilicen tampones durante el
período menstrual y que empleen compresas u otras medidas higiénicas.
Los pacientes sospechosos de síndrome de shock tóxico deben ser hospitalizados inmediatamente y tratados
en forma agresiva: se extraerán lo antes posible los tampones, los diafragmas y otros cuerpos extraños. Se
administrará sustitución de líquidos y electrólitos para prevenir o tratar la hipovolemia, la hipotensión y el
shock. Puesto que la pérdida de líquido hacia los tejidos puede ser amplia, el shock resulta a veces profundo y
resistente y en ocasiones se necesitan grandes cantidades de líquidos y electrólitos. Se deben tratar las
infecciones obvias; se tomarán muestras para tinción de Gram y cultivo de las mucosas y de sangre; puede
iniciarse el tratamiento empírico con una penicilina resistente a -lactamasas o una cefalosporina.
INFECCIONES ESTREPTOCÓCICAS
Cuando crecen en agar sangre de carnero, los estreptococos -hemolíticos producen zonas de hemólisis clara
alrededor de cada colonia; los estreptococos -hemolíticos (llamados comúnmente Streptococcus viridans)
están rodeados por una coloración verdosa debida a hemólisis incompleta, y los estreptococos -hemolíticos
27
no son hemolíticos. Otra clasificación, basada en los carbohidratos de la pared celular, divide los
estreptococos en grupos de Lancefield A-H y K-T.
Los estreptococos -hemolíticos del grupo A (S. pyogenes) constituyen la especie más virulenta para los
humanos y causan faringitis, amigdalitis, infecciones cutáneas y de heridas, septicemia, escarlatina,
neumonía, fiebre reumática y glomerulonefritis.
Los estreptococos -hemolíticos del grupo B, conocidos también como S. agalactiae, provocan infecciones
graves, en particular sepsis neonatal, sepsis puerperal, endocarditis y artritis séptica.
Los estreptococos -hemolíticos de los grupos C y G son gérmenes similares a S. pyogenes que se distinguen
mediante serotipia y por la resistencia a la bacitracina. Los animales son a menudo portadores de estos
serotipos y también colonizan la faringe, el tracto intestinal, la vagina y la piel de los humanos. Causan
infecciones supuradas graves, entre ellas faringitis, neumonía, celulitis, piodermia, erisipela, impétigo,
infecciones de heridas, sepsis puerperal, sepsis neonatal, endocarditis, artritis séptica y glomerulonefritis
postestreptocócica. La penicilina, la vancomicina, las cefalosporinas y la eritromicina son útiles para el
tratamiento, pero las pruebas de susceptibilidad pueden guiar la elección de antibióticos, sobre todo en
huéspedes inmunocomprometidos, debilitados o muy enfermos, y en pacientes que presentan cuerpos
extraños en el foco de infección. La cirugía puede ser salvadora como complemento del tratamiento
antimicrobiano.
El grupo D (habitual estreptococos  o -hemolíticos) comprende los enterococos E. faecalis, E. durans y E.
faecium (antes S. faecalis, S. durans, S. faecium) y los estreptococos del grupo D no enterococos, entre los
que S. bovis y S. equinus son los más comunes. La mayoría de las infecciones humanas por estreptococos del
grupo D se deben a E. faecalis, E. faecium o S. bovis. De modo similar a los enterococos, S. bovis se
encuentra con frecuencia en el tracto gastrointestinal y es una causa importante de endocarditis bacteriana,
sobre todo cuando existe una neoplasia intestinal u otra lesión significativa. El germen se muestra
relativamente susceptible a los antibióticos, mientras que los enterococos son muy resistentes, a menos que se
emplee la combinación de un fármaco activo sobre la pared celular, como penicilina, ampicilina o
vancomicina, y un aminoglucósido, como gentamicina o estreptomicina. E. faecalis y E. faecium producen
endocarditis, infección del tracto urinario, infecciones intraabdominales, celulitis e infecciones de heridas, así
como bacteriemia simultánea.
Los estreptococos viridans comprenden cinco especies principales: S. mutans, S. sanguis, S. salivarius, S.
mitior y S. milleri; esta última se subdivide en S. constellatus, S. intermedius y S. anginosus. Todavía persiste
el desacuerdo sobre su clasificación e identificación. Aunque definidos como -hemolíticos, algunos son en
realidad -hemolíticos y muchos de ellos no pueden incluirse en ningún grupo. La colonización de la cavidad
oral y sus componentes parece desempeñar un importante papel para prevenir la colonización por otros
gérmenes más patógenos, como Pseudomonas y microorganismos entéricos. La mayoría de los estreptococos
viridans se muestran susceptibles a la lisis por el suero y no producen exotoxinas ni factores de virulencia
tradicionales; sin embargo, representan importantes causas de endocarditis bacteriana, debido a que pueden
adherirse a las válvulas cardíacas, sobre todo en personas con enfermedad valvular subyacente. Los miembros
del grupo S. milleri son variablemente hemolíticos, microaerófilos o anaerobios y tienden a producir
infecciones invasivas graves o abscesos localizados en casi cualquier parte del cuerpo.
S. iniae, un patógeno de los peces, es capaz de causar brotes epidémicos de celulitis e infecciones invasivas
en pacientes con lesiones cutáneas que manipulan peces vivos o recién muertos, habitualmente tilapias o
truchas.
Síntomas y signos
Las infecciones estreptocócicas pueden ser divididas en tres grupos: 1) estado de portador, en el que el
individuo alberga estreptococos sin infección aparente; 2) infección aguda, con frecuencia supurada, debida a
invasión de los tejidos por los estreptococos, y 3) complicaciones tardías no supuradas, que suelen aparecer
28
unas 2 sem después de una infección estreptocócica clínicamente franca, aunque la infección puede tener
carácter asintomático y el intervalo puede ser más largo de 2 sem.
Las infecciones primarias y secundarias se pueden extender a través de los tejidos afectos y a lo largo de los
vasos linfáticos hasta los ganglios regionales; también pueden producir bacteriemia. El desarrollo de
supuración depende de la intensidad de la infección y de la susceptibilidad del tejido.
En la infección aguda, los síntomas y signos dependen del tejido afecto, el microorganismo causal, la
situación del huésped y su respuesta.
La faringitis estreptocócica, la enfermedad estreptocócica más común, es una infección faríngea primaria
por estreptococos -hemolíticos del grupo A. Alrededor del 20% de los pacientes con infecciones por
estreptococos del grupo A presentan dolor de garganta, fiebre, enrojecimiento de la faringe y exudado
amigdalar purulento. El resto permanecen asintomáticos, presentan sólo fiebre o faringitis leve (similar a la
faringitis vírica) o desarrollan síntomas inespecíficos como cefalea, malestar general, náuseas, vómitos o
taquicardia. En los niños pueden aparecer convulsiones. Los ganglios linfáticos cervicales y submaxilares
pueden aumentar de tamaño y ser dolorosos. En los niños <4 años, la rinorrea es común y a veces constituye
el único síntoma. La tos, la laringitis y el taponamiento nasal son datos no característicos de infección
faríngea estreptocócica, y su presencia sugiere otra causa (de modo habitual vírica o alérgica) o
complicaciones. El diagnóstico definitivo se basa en las técnicas de laboratorio descritas más adelante.
La escarlatina es infrecuente hoy día, probablemente debido a que la administración de antibióticos impide
que la infección progrese o cause epidemias. La escarlatina se debe a estreptococos del grupo A (y en
ocasiones a estreptococos de otros grupos) que producen una toxina eritrogénica, lo que origina
enrojecimiento cutáneo difuso que se blanquea bajo la presión. El exantema se observa mejor en el abdomen,
las regiones laterales del tórax, como líneas de color rojo oscuro en los pliegues cutáneos (líneas de Pastia) o
como palidez perioral. También se observa lengua en fresa (con papilas inflamadas que sobresalen a través de
un tapizado rojo brillante) que debe diferenciarse de la existente en el shock tóxico (v. más arriba) y en el
síndrome de Kawasaki. La capa superior de la piel previamente enrojecida suele descamarse una vez que cede
la fiebre. Los demás síntomas son similares a los de la faringitis estreptocócica, y la evolución y el
tratamiento de la escarlatina son los mismos que los de otras infecciones por estreptococos del grupo A.
La piodermia estreptocócica (impétigo). El impétigo puede ser causado también por S. aureus.
Síntomas, signos y diagnóstico
El impétigo puede afectar a la piel sana, sobre todo de las piernas de los niños. Las lesiones varían desde una
vesiculopústula del tamaño de un guisante a grandes lesiones abigarradas o circinadas. Las lesiones causadas
por S. aureus progresan rápidamente desde maculopápulas a vesiculopústulas o desde ampollas a lesiones
exudativas y después a otras de color miel, costrosas y circinadas.
El ectima se caracteriza por pequeñas úlceras en sacabocados, purulentas y planas, con costras gruesas de
color pardo-negruzco y rodeadas de eritema. Es frecuente que sean pruriginosas y el rascado puede hacer que
se extiendan.
El diagnóstico suele hacerse a partir de los hallazgos clínicos.
Tratamiento
Se ha demostrado que la aplicación de una pomada de mupirocina 3 veces al día resulta eficaz para tratar el
impétigo causado por S. aureus y por los estreptococos -hemolíticos del grupo A, aunque se han detectado
algunas cepas resistentes. Si en un plazo de 3 a 5 d no se obtiene repuesta a la mupirocina, deberá optarse por
un tratamiento sistémico. Como la mayoría de los casos se deben a estafilococos productores de penicilinasa,
los fármacos de elección son la cloxacilina o una cefalosporina de primera generación. Los pacientes
29
alérgicos a la penicilina se tratan con cefadroxilo en dosis de 30 mg/kg/d v.o., fraccionados en 2 tomas
diarias, o con cefalexina durante 10 d (50 mg/kg/d, v.o., en tomas cada 6 h para los niños y 250 mg 4 veces al
día en los adultos) en lugar de con eritromicina, ya que el aumento de la frecuencia de estafilococos
resistentes a esta última (10 a 40%) ha reducido su eficacia. Casi todos los estreptococos son sensibles a la
eritromicina, pero rara vez lo son a la tetraciclina. En el pioderma estafilocócico puro, debe administrarse una
penicilina resistente a la penicilinasa durante 10 días (p. ej., cloxacilina, 50 mg/kg/d v.o. fraccionados en dosis
cada 6 h en los niños y 250 mg 4 veces al día en los adultos).
El síndrome de shock tóxico estreptocócico, similar al causado por S. aureus, ha sido atribuido
recientemente a cepas de estreptococos -hemolíticos del grupo A capaces de producir exotoxinas
pirogénicas. Los pacientes suelen ser niños o adultos por lo demás sanos, con infecciones de la piel y los
tejidos blandos.
Datos de laboratorio
La VSG suele ser >50 mm/h en la infección aguda, con cifras de leucocitos entre 12.000 y 20.000/l, y 75 a
90% de neutrófilos, muchos de ellos formas jóvenes. La orina no muestra en general anomalías específicas,
excepto las atribuibles a la fiebre (p. ej., proteinuria).
La presencia de estreptococos en muestras tomadas de la zona infectada se puede demostrar mediante
incubación durante una noche en placa de agar sangre de carnero o, para los gérmenes del grupo A, por
tinción inmediata con anticuerpos fluorescentes. El método de anticuerpos fluorescentes evita la necesidad de
pruebas serológicas para diferenciar entre estreptococos del grupo A y otros estreptococos -hemolíticos, pero
son frecuentes las falsas reacciones positivas con otros estafilococos hemolíticos. Se dispone de otras muchas
pruebas baratas para la detección rápida de estreptococos grupo A en torundas faríngeas.
Se pueden obtener pruebas indirectas de infección demostrando anticuerpos contra los estreptococos en el
suero durante la convalecencia. La confirmación requiere que las muestras secuenciales muestren cambios
recientes de los títulos, puesto que un valor aislado puede ser alto como consecuencia de una infección
ocurrida mucho tiempo antes. No es necesario obtener las muestras de suero con frecuencia superior a 2 sem,
y pueden obtenerse cada 2 meses. Un aumento (o una disminución) significativo del título debe abarcar por lo
menos dos diluciones seriadas. El título de antiestreptolisina O (ASLO) sólo aumenta en el 75 al 80% de las
infecciones; para completar el estudio en los casos difíciles se pueden emplear otras pruebas
(antihialuronidasa, antideoxirribonucleasa B, antinicotinamida adenina dinucleotidasa o antiestreptocinasa).
La administración de penicilina durante los 5 primeros días de una faringitis estreptocócica sintomática puede
retrasar la aparición y el descenso de la magnitud de la respuesta de ASLO. Los pacientes con piodermia
estreptocócica no suelen mostrar una respuesta de ASLO significativa.
Pronóstico y tratamiento
La septicemia, la sepsis puerperal, la endocarditis y la neumonía por estreptococos siguen siendo
complicaciones graves, especialmente si el germen es un enterococo resistente a múltiples fármacos. Aunque
los estreptococos del grupo A y las cepas S. viridans son casi siempre susceptibles a la penicilina, los
enterococos se muestran relativamente resistentes y exigen tratamiento con un aminoglucósido, además de la
penicilina, ampicilina o vancomicina. Los enterococos pueden ser resistentes incluso a concentraciones altas
de vancomicina (ERV), gentamicina y otros aminoglucósidos, y no muestran sinergismo con penicilina o
vancomicina. En la actualidad no existe tratamiento fiable para tales cepas, aunque se están estudiando varios
fármacos nuevos.
Las infecciones faríngeas primarias por estreptococos del grupo A, entre ellas la escarlatina, son en general
autolimitadas. Los antibióticos acortan la evolución en los niños pequeños, sobre todo en aquellos con
escarlatina, pero tienen poco efecto sobre los síntomas en los adolescentes y los adultos. Ayudan a prevenir
las complicaciones supuradas locales, como absceso periamigdalar, otitis media, sinusitis y mastoiditis; y lo
30
que es más importante, evitan las complicaciones no supuradas (p. ej., fiebre reumática) que pueden seguir a
las infecciones no tratadas.
La penicilina es el fármaco de elección para la infección establecida por estreptococos del grupo A. Suele ser
suficiente una sola inyección de penicilina G benzatina, 600.000 U i.m. para los niños pequeños (<27 kg)
(50.000 U/kg) o 1,2 millones U i.m. para los adolescentes y los adultos. El tratamiento oral con penicilina V
se puede emplear si el paciente cumple la pauta prescrita: por lo menos 125 a 250 mg de penicilina V 3 o 4
veces al día (para los niños 25 a 50 mg/kg/d en 3 o 4 tomas fraccionarias). Como alternativa para los pacientes
no considerados fiables, o incapaces de tomar fármacos orales, se pueden emplear 3 inyecciones de penicilina
procaína, 600.000 U (para los niños 50.000 U/kg) i.m. los días 1, 4 y 7. Estas inyecciones no suelen ser tan
dolorosas como las de benzatina.
Cuando está contraindicada la penicilina, pueden administrarse eritromicina, 250 mg cada 6 h, o clindamicina,
300 mg cada 8 h, por v.o. durante 10 d. Se ha detectado resistencia de los estreptococos del grupo A a los
macrólidos como eritromicina, clindamicina, claritromicina y azitromicina; la TMP-SMX, la mayoría de las
fluoroquinolonas y las tetraciclinas no son fiables. La clindamicina (20 mg/kg/d en 3 o 4 dosis fraccionarias)
se prefiere para los niños que presentan recidivas de amigdalitis crónica, posiblemente debido a su buena
actividad contra los anaerobios productores de penicilinasa que coexisten en las criptas amigdalares e
inactivan la penicilina G. La sulfadiacina, que es bacteriostática, no se debe usar para tratar una infección
establecida, aunque tiene utilidad en la prevención de las infecciones estreptocócicas.
El tratamiento antiestreptocócico se puede retrasar con frecuencia 1 a 2 d hasta obtener la verificación
bacteriológica, sin aumento significativo del riesgo de complicaciones. Sin embargo, es frecuente comenzar la
administración de penicilina oral cuando se sospecha la infección, una vez que se han tomado muestras para
el laboratorio. El tratamiento se puede suspender si los resultados de laboratorio son negativos. En otro caso,
el fármaco oral se mantiene o se sustituye por otro inyectable.
Los síntomas (p. ej., dolor de garganta, cefalea, fiebre) se pueden tratar con analgésicos o antipiréticos. El
reposo en cama y el aislamiento son innecesarios. Los contactos íntimos que presentan síntomas o tienen
historia de complicaciones postestreptocócicas deben ser examinados.
Los enterococos resistentes a la vancomicina (ERV), a la gentamicina y a la estreptomicina se han hecho
comunes en muchos hospitales. Debido a su resistencia a niveles elevados de aminoglucósidos, a lactámicos activos sobre la pared celular, como la penicilina G y la ampicilina, y a glucopéptidos, como la
vancomicina y la teicoplanina, estos enterococos se han convertido en una causa importante de infecciones
graves y refractarias, especialmente en los hospitales. Muchas veces no se dispone de tratamiento eficaz para
las infecciones graves causadas por ERV, especialmente la endocarditis. Se deben emplear técnicas de
aislamiento estrictas. Recientemente se han descrito cepas de S.
bovis

-lactámicos, debida con
frecuencia a la producción de proteínas de unión a la penicilina alteradas, está planteando problemas en
muchos países. Así pues, las pruebas de susceptibilidad son importantes para elegir el tratamiento.
ERISIPELAS
Celulitis superficial con una importante afectación de los vasos linfáticos causada por estreptococos hemolíticos del grupo A (en menos ocasiones de los grupos C o G).
Una infección micótica interdigital de los pies puede ser el nido para la infección, siendo las piernas la
localización más frecuente.
Síntomas, signos y diagnóstico
31
La lesión está bien delimitada, roja, brillante, edematosa, indurada y dolorosa, en ocasiones con presencia de
vesículas y ampollas. Se suelen localizar en la cara (con frecuencia de modo bilateral), los brazos y las
piernas, aunque no en este orden. En ocasiones se producen placas de enrojecimiento periférico y
linfadenopatía regional, siendo frecuentes la fiebre, los escalofríos y el malestar. Las erisipelas pueden
recidivar y producir un linfedema crónico.
El aspecto característico sugiere el diagnóstico. Resulta difícil cultivar el agente causal de la lesión, pero a
veces se puede hacer en la sangre. La tinción con inmunofluorescencia directa de las bacterias permite
identificar el agente causal, aunque el diagnóstico se suele basar en el aspecto clínico. Se deben distinguir las
erisipelas de la cara del herpes zóster, el edema angioneurótico y la dermatitis por contacto, y las de las manos
y pies del infrecuente erisipeloide.
Tratamiento
El tratamiento se realiza con penicilina V o eritromicina 500 mg v.o. 4/d al menos durante 2 sem. En los casos
agudos la administración de 1,2 millones de U de penicilina G i.v. cada 6 h consigue una rápida respuesta y a
las 36 a 48 h se debe cambiar por un tratamiento oral. En los casos resistentes a estos antibióticos se han
empleado cefalexina o cloxacilina. Las molestias locales se alivian con compresas con hielo y analgésicos. Un
nido micótico exige un tratamiento prolongado con itraconazol o terbinafina para evitar las recidivas.
COCOS AEROBIOS GRAMNEGATIVOS
NEISSERIA
El género Neisseria comprende N. meningitidis, una causa importante de meningitis, bacteriemia y otras
infecciones graves tanto en niños como en adultos; N. gonorrhoeae, una causa importante de enfermedades de
transmisión sexual como uretritis, cervicitis, proctitis, faringitis, salpingitis, epididimitis y bacteriemia/artritis,
y numerosas especies de Neisseria saprofitas que habitan con frecuencia la orofaringe, la vagina o el colon,
pero que rara vez causan enfermedad humana.
Los microorganismos del género Neisseria se pueden identificar por la morfología característica de las
colonias, la tinción de Gram (cocos gramnegativos pequeños, muchas veces en cadenas o parejas) y la
positividad de la oxidasa. N. meningitidis y N. gonorrhoeae se distinguen entre sí y de las cepas saprofitas
sobre la base de los patrones de utilización de azúcares o por reacciones con anticuerpos específicos; muchos
meningococos se pueden tipar con anticuerpos específicos contra la cápsula, y casi todos los gonococos
reaccionan con uno o más de un conjunto de anticuerpos monoclonales dirigidos contra la proteína porina.
Neisseria crece bien en medios sólidos con sangre o suero, y prolifera en una atmósfera con O 2 reducido y 5 a
10% de CO2, a temperatura de 35 a 37 °C. El agar chocolate incubado en una campana de vela proporciona
una atmósfera adecuada, y si se complementa con ciertos antibióticos permite el crecimiento de la mayoría de
los meningococos y gonococos, pero de pocas especies Neisseria no patógenas.
GONORREA
Infección del epitelio de la uretra, el cérvix, el recto, la faringe o los ojos por Neisseria gonorrhoeae, que
puede conducir a bacteriemia y complicaciones metastásicas.
Etiología y epidemiología
El germen causal, Neisseria gonorrhoeae, se puede identificar en los exudados (extensión directa o cultivo)
como parejas o grupos de diplococos gramnegativos de forma arriñonada, muchas veces dentro de las células,
y con las superficies adyacentes aplanadas o ligeramente cóncavas.
32
La enfermedad se adquiere casi siempre por contacto sexual. Las mujeres son con frecuencia portadoras
asintomáticas del microorganismo durante semanas o meses, y muchas veces se las identifica durante la
investigación de contactos sexuales de otros enfermos. La infección asintomática también es común en la
orofaringe y el recto de varones homosexuales, y a veces se encuentra en la uretra de hombres heterosexuales.
La gonorrea de la vagina o el recto de niños prepuberales suele ser contagiada por adultos a través de abuso
sexual o, rara vez, de fómites
Síntomas y signos
En los hombres, el período de incubación es de 2 a 14 d. El comienzo suele estar marcado por molestias leves
en la uretra, seguidas horas más tarde por disuria y exudado purulento. La polaquiuria y la micción imperiosa
aparecen cuando la enfermedad se extiende a la uretra posterior. La exploración muestra exudado uretral
purulento, de color amarillo verdoso; los labios del meato pueden aparecer rojos y tumefactos.
En las mujeres, los síntomas suelen comenzar de 7 a 21 d después de la infección. Aunque en general son
leves, también pueden ser intensos al comienzo, con disuria, polaquiuria y exudado vaginal. El cérvix y los
órganos reproductores más profundos constituyen la localización más frecuente de la infección, seguidos por
la uretra, el recto, los conductos de Skene y las glándulas de Bartolino. El cérvix puede aparecer enrojecido y
friable, con exudado mucopurulento o purulento. Es posible exprimir pus desde la uretra al presionar la
sínfisis del pubis, o desde los conductos de Skene o las glándulas de Bartolino. La salpingitis representa una
complicación frecuente.
En las mujeres y en los hombres homosexuales es común la gonorrea rectal. Las mujeres suelen permanecer
asintomáticas, aunque es posible que aparezcan molestias perianales y exudado rectal. La infección rectal
grave es más frecuente en varones homosexuales. El paciente quizá note que las heces están recubiertas por
una capa de moco y pus, y a veces refieren dolor con la defecación o el coito anal. La faringitis gonocócica
por contacto orogenital suele se asintomática, pero algunos pacientes se quejan de faringitis y molestias al
deglutir; la faringe y el área amigdalar pueden aparecer rojas, exudativas y en ocasiones edematosas.
En las lactantes y las niñas prepuberales, la irritación, el eritema y el edema de vulva, con un exudado
vaginal purulento, se pueden acompañar de proctitis. La enferma quizá se queje de irritación o disuria, y los
padres pueden notar manchas en la ropa interior.
Diagnóstico
La extensión del exudado uretral teñida con técnica de Gram permite identificar rápidamente los gonococos
en >90% de los varones. Sin embargo, la tinción con Gram del exudado cervical sólo tiene una sensibilidad
del 60% en las mujeres. En caso de afectación rectal, la proctoscopia puede mostrar moco y pus en la pared
del recto. La identificación del gonococo mediante cultivo o con métodos genéticos en los exudados genitales,
se debe intentar en todas las mujeres, y en los hombres cuando la tinción con Gram del exudado uretral es
negativa o dudosa. En ambos sexos, los síntomas de infección rectal u orofaríngea exigen cultivos o métodos
genéticos para el diagnóstico, puesto que las tinciones con Gram resultan insensibles e inespecíficas en las
muestras de recto y orofaringe. El cultivo requiere inoculación del exudado de la uretra, el cérvix, el recto u
otros sitios infectados en un medio adecuado (p. ej., medio de Thayer-Martin modificado) e incubación a 3536 ºC durante 48 h en atmósfera con 3-10% de CO2 (se puede utilizar una campana de vela). Algunas colonias
se hacen visibles a las 24 h; la mayoría aparecen a las 48 h. Si no se dispone de un laboratorio adecuado en el
momento, el espécimen se puede colocar en medio de transporte para su envío y subcultivo antes de 48 h,
preferiblemente en las primeras 24 h.
Las pruebas diagnósticas fiables y rápidas, basadas en sondas genéticas para ARN gonocócico, se pueden
combinar con pruebas para clamidias, a fin de detectar ambos patógenos causantes de uretritis o cervicitis. Se
debe hacer una prueba serológica para sífilis (PSS) en el momento del diagnóstico y de nuevo a los tres
meses, y es necesaria una exploración cuidadosa del paciente para excluir otras ETS.
33
Complicaciones
En los hombres, la uretritis posgonocócica, una secuela común, se debe en realidad a otros
microorganismos (p. ej., Chlamydia trachomatis). Los dos gérmenes se adquieren simultáneamente, pero las
clamidias tienen un período de incubación más largo y no responden a las penicilinas ni las cefalosporinas. En
los casos típicos, el exudado o la disuria reaparecen con menos intensidad 7 a 14 d después del tratamiento
con penicilina para la gonorrea. La epididimitis es infrecuente y suele tener carácter unilateral. La infección
asciende desde la uretra posterior, a lo largo de los vasos deferentes, hasta el polo inferior del epidídimo, que
aparece doloroso, caliente, hipersensible y tumefacto. Tras este cuadro puede aparecer un hidrocele
secundario. Son menos comunes los abscesos de las glándulas de Tyson y de Littré, los abscesos periuretrales,
la infección de las glándulas de Cowper, la próstata y las vesículas seminales, y la estenosis uretral. En las
mujeres, la salpingitis representa el problema clínico más importante.
La infección gonocócica diseminada (IGD) con bacteriemia es más frecuente en las mujeres que en los
hombres. El paciente con síndrome artritis-dermatitis se presenta en los casos típicos con un cuadro febril
leve, malestar general, poliartralgias migratorias o poliartritis, o unas pocas lesiones cutáneas pustulosas,
muchas veces en la periferia de los miembros. Cada uno de esos síntomas se encuentra en alrededor de las dos
terceras partes de los pacientes. La infección genital es con frecuencia asintomática, pero en general se detecta
mediante cultivo. En alrededor de la mitad de los casos, el microorganismo se puede aislar en la sangre (sobre
todo durante la primera semana) o en el líquido articular. Rara vez se producen pericarditis, endocarditis,
meningitis o perihepatitis.
La artritis gonocócica, una forma más focal de IGD, puede ir precedida de bacteriemia sintomática. El
comienzo típico es agudo, con fiebre, dolor intenso y limitación de la movilidad en una o pocas
articulaciones, a diferencia de la IGD que afecta a múltiples articulaciones. Las articulaciones aparecen
tumefactas y dolorosas, con la piel suprayacente roja y caliente. El líquido sinovial suele ser purulento
(leucocitos >25.000/l) y contiene gonococos demostrables en la tinción de Gram y el cultivo. Los pacientes
con IGD rara vez tienen positivos al mismo tiempo los cultivos de sangre y de líquido sinovial. Después de la
aspiración, el tratamiento se inicia inmediatamente para limitar la destrucción de las superficies articulares.
Las infecciones oculares son más frecuentes en los recién nacidos, pero se previenen con profilaxis; ocurren
rara vez en los adultos.
Tratamiento
La aparición de gonococos resistentes a los fármacos ha limitado la utilidad de los regímenes recomendados
antes, a base de penicilina, ampicilina o tetraciclina. La coexistencia de infección por clamidias es
suficientemente común para requerir tratamiento presuntivo simultáneo (v. más adelante). Así pues, para el
tratamiento inicial se recomienda una sola dosis de ceftriaxona (125 mg i.m.) contra los gonococos, más
doxiciclina (100 mg v.o. 2/d durante 7 d) o azitromicina (1 g v.o. una vez) contra las clamidias, en casos de
infección uretral, endocervical, faríngea o rectal. Las alternativas a la ceftriaxona comprenden una dosis de
espectinomicina (2 g i.m.), ciprofloxacino (500 mg v.o.), ofloxacino (400 mg v.o.) o cefixima (400 mg v.o.).
Todos los regímenes deben incluir azitromicina o doxiciclina para tratar la posible coinfección por clamidias,
excepto para las mujeres embarazadas, en las que se puede sustituir por eritromicina (500 mg v.o. 4/d durante
7 d). Si se sabe que la cepa de gonococos es sensible a la penicilina, se pueden administrar amoxicilina (3 g
v.o.) y probenecid (1 g v.o.) una vez, en lugar de ceftriaxona.
La ceftriaxona (1 g i.m. o i.v. diario), la ceftizoxima (1 g i.v. cada 8 h) y la cefotaxima (1 g i.v. cada 8 h) se
consideran equivalentes para la IGD. Si se sabe que los gérmenes son sensibles a la penicilina, se pueden
emplear la ampicilina o la amoxicilina (1 g v.o. cada 6 h). No está bien definida la duración del tratamiento
contra la IGD, pero los regímenes variables entre 3 y 10 d parecen ser igualmente eficaces. Algunos médicos
emplean alguno de los fármacos parenterales mencionados durante 3 d, y después un fármaco oral durante 4 a
7 d adicionales.
34
Para la artritis gonocócica, en la que puede persistir derrame articular estéril durante períodos prolongados,
puede ser beneficioso un fármaco antiinflamatorio. No suele ser necesario el drenaje repetido, pero la
articulación quizá se deba mantener inicialmente inmovilizada en una posición funcional. Los ejercicios
pasivos del arco de movimiento deben iniciarse lo antes posible, así como los de fortalecimiento del
cuadríceps si está afectada la rodilla. Una vez que cede el dolor se deben hacer al menos dos veces diarias
ejercicios más activos, con estiramiento, arco de movilidad activa y fortalecimiento muscular. Más del 95%
de los pacientes tratados por artritis gonocócica recuperan por completo la función articular.
Se debe explicar al paciente el peligro de transmisión de la gonorrea, y se le indicará que se abstenga de la
actividad sexual hasta que se complete el tratamiento tanto contra los gonococos como contra las clamidias.
Sus contactos sexuales deben ser localizados, examinados y tratados.
No es necesario hacer pruebas inmediatamente después del tratamiento de las infecciones gonocócicas para
confirmar que el paciente ha dejado de ser contagioso, si la respuesta de los síntomas ha sido adecuada. Se
recomienda repetir la detección selectiva de reinfección por clamidias o gonococos después de 4 a 8 sem.
También se debe hacer una prueba serológica para detección de sífilis, aunque el tratamiento de la gonorrea
suele curar la sífilis coexistente.
MENINGITIS BACTERIANA AGUDA
Muchas bacterias pueden causar meningitis, pero las más frecuentes son Neisseria meningitidis
(meningococo) y Streptococcus pneumoniae (neumococo). Algunos factores, como la edad, los antecedentes
de traumatismo craneal con fístulas de LCR y el estado de inmunidad, pueden servir de base para predecir
cuál es el agente causal.
Los meningococos se encuentran en la nasofaringe del 5% de la población aproximadamente y se diseminan a
través de las gotitas respiratorias y el contacto cercano. Por razones desconocidas, sólo una pequeña fracción
de los portadores desarrolla meningitis. La meningitis meningocócica aparece con más frecuencia durante el
primer año de vida. También suele presentarse en epidemias en poblaciones cerradas (p. ej., en cuarteles o
internados). En el adulto, el neumococo es la causa más común de meningitis. Son pacientes de riesgo los
alcohólicos y los sujetos con otitis, sinusitis o mastoiditis crónicas, traumatismos craneales cerrados con
fístulas de LCR, meningitis recurrente, neumonía neumocócica, anemia falciforme y esplenectomizados.
Hasta hace poco tiempo, el Haemophilus influenzae tipo B era la causa más común de meningitis en niños >1
mes, pero la vacunación ha reducido la incidencia de forma espectacular. En adultos, el H. influenzae tipo B
es una causa poco frecuente a menos que exista un factor predisponente (p. ej., TCE, alteraciones
inmunitarias).
La meningitis por gramnegativos (generalmente debida a Escherichia coli o especies de Klebsiella o
Enterobacter) puede aparecer en pacientes inmunodeprimidos, tras cirugía o traumatismo del SNC, o con
bacteriemia (p. ej., manipulación genitourinaria en los ancianos) o infecciones nosocomiales. La meningitis
estafilocócica puede ser secundaria a una herida craneal penetrante (generalmente formando parte de una
infección mixta), bacteriemia (p. ej., por endocarditis) o procedimientos neuroquirúrgicos. La meningitis por
Listeria puede darse a cualquier edad, particularmente en pacientes con insuficiencia renal crónica,
enfermedades hepáticas, trasplantados y en los que reciben tratamiento con corticoides o inmunosupresores.
La incidencia de meningitis por E. Coli o estreptococo del grupo B es elevada durante los 2 primeros años de
vida, sobre todo en el primer mes.
Fisiopatología
Los microorganismos alcanzan las meninges por vía hematógena, por extensión desde focos infecciosos
próximos (p. ej., sinusitis, absceso epidural) o por comunicación del LCR con el exterior (p. ej.,
mielomeningocele, fístula dérmica espinal, heridas penetrantes o neurocirugía). La superficie bacteriana es
35
fundamental para la colonización y siembra del LCR por meningococos, H. influenzae tipo B y neumococos;
por ejemplo, los pili especializados permiten al meningococo unirse a las células de la nasofaringe para su
transporte a través de la mucosa.
En el torrente sanguíneo, la cápsula bacteriana resiste el ataque de los neutrófilos, de las células del sistema
reticuloendotelial y de la vía clásica del complemento. Los receptores de los pili y otros componentes de la
superficie bacteriana en los plexos coroideos (un lugar de inflamación precoz en el SNC) facilitan la
penetración en el espacio subaracnoideo. La infección se desarrolla debido a los niveles relativamente bajos
de anticuerpos, complemento y leucocitos en el LCR. Los componentes de la superficie bacteriana, el
complemento (p. ej., C5a) y las citoquinas inflamatorias (p. ej., factor de necrosis tumoral, interleucina-1)
atraen a los neutrófilos hacia el espacio subaracnoideo y se produce el exudado inflamatorio (especialmente
denso en las cisternas basales) que, al crecer, lesiona los pares craneales, oblitera las vías de circulación del
LCR (causando hidrocefalia) e induce una vasculitis y tromboflebitis (produciendo isquemia). Los
metabolitos del ácido araquidónico y las citocinas generados por la lesión de las membranas celulares y la
rotura de la barrera hematoencefálica inducen edema cerebral, agravado posteriormente por la isquemia
cerebral y el síndrome de secreción inadecuada de hormona antidiurética (SIADH). La presión intracraneal
aumenta, la presión arterial baja (causando shock séptico) y el paciente puede fallecer a causa de las
complicaciones sistémicas o de la isquemia cerebral masiva.
Síntomas y signos
Generalmente, una infección respiratoria o una inflamación faringo-amigdalar preceden a la aparición de
fiebre, cefalea, rigidez de nuca y vómitos, que caracterizan a la meningitis aguda. Los adultos pueden estar
muy afectados en 24 h y los niños incluso antes. En niños mayores y adultos, aparecen alteraciones de la
conciencia que progresan hasta la irritabilidad o la confusión, somnolencia, estupor y coma. Pueden aparecer
convulsiones y parálisis de pares craneales. Es frecuente que el paciente esté deshidratado y el colapso
vascular puede conducir al shock o a un síndrome de Waterhouse-Friderichsen, especialmente en la
bacteriemia meningocócica. La hemiparesia y otros déficit focales pueden ser secundarios a infarto cerebral,
pero su aparición precoz es infrecuente y suelen deberse a abscesos, isquemia focal por émbolos sépticos
secundarios a endocarditis bacteriana o parálisis de Todd.
En los niños de 3 meses a 2 años, los síntomas y signos son menos predecibles. Son frecuentes la fiebre, los
vómitos, la irritabilidad, las convulsiones, un llanto muy agudo y la tensión o abombamiento de la fontanela;
la rigidez de nuca puede estar ausente. En lactantes y niños pequeños puede haber extensión al espacio
subdural, desarrollándose un empiema en varios días; los signos típicos son fiebre persistente, convulsiones y
macrocefalia. La punción subdural a través de las suturas coronales permite detectar un elevado contenido
proteico en el líquido subdural.
Diagnóstico
Dado que la meningitis bacteriana aguda, especialmente la meningocócica, puede ser mortal en horas, es
necesario realizar un diagnóstico y tratamiento urgentes. Cuando se sospecha una meningitis bacteriana
deben administrarse antibióticos inmediatamente, sin esperar los resultados de las pruebas complementarias.
Deben inspeccionarse la cabeza, los oídos y la piel para detectar el origen de la infección. En la septicemia
generalizada puede aparecer una erupción rash petequial o purpúrica, pero si se asocia a cefalea reciente,
confusión o signos meníngeos indica meningitis meningocócica, mientras no se demuestre lo contrario. Debe
inspeccionarse la piel situada sobre la columna vertebral para excluir la existencia de hoyuelos, fístulas
dérmicas, nevos o mechones de pelo, que pueden indicar una comunicación anómala congénita con el espacio
subaracnoideo. Las articulaciones, el pulmón y los senos paranasales pueden estar afectados en las
infecciones meningocócicas y por H. influenzae.
La flexión brusca del cuello en el paciente en decúbito supino produce una flexión involuntaria de las caderas
y las rodillas (signo de Brudzinski). Al intentar extender las rodillas cuando las piernas están flexionadas
36
aparece una fuerte resistencia pasiva (signo de Kernig). Ambos signos parecen ser debidos a la irritación de
las raíces nerviosas motoras que atraviesan las meninges inflamadas al ser estiradas. También puede estar
presente un signo de Babinski unilateral o bilateral. Las alteraciones de los pares craneales (p. ej., parálisis
oculomotora o del nervio facial; ocasionalmente hipoacusia) también son posibles.
La punción lumbar debe realizarse precozmente, pero sólo tras realizar TAC y excluir una masa intracraneal;
la punción puede precipitar un empeoramiento neurológico grave si existe un absceso u otra masa cerebral. El
LCR debe examinarse y cultivarse. Cualquier síndrome febril en un niño de 3 meses a 2 años exige que se
realize una punción lumbar si el niño presenta irritabilidad o letargia progresivas, vómitos y anorexia o tiene
convulsiones o signos de irritación meníngea. Si el agente infeccioso no se detecta en la tinción del LCR, en
ocasiones puede hacerse un diagnóstico rápido mediante pruebas serológicas de aglutinación en látex para
antígenos bacterianos, disponibles para meningococo, H. influenzae tipo B y neumococo. Estas pruebas
pueden ser especialmente útiles en las meningitis parcialmente tratadas, en las que los cultivos suelen ser
negativos. Su sensibilidad y especificidad varían según los laboratorios y un resultado negativo no excluye la
meningitis bacteriana. Las técnicas de reacción en cadena de la polimerasa pueden ser válidas para el
diagnóstico rápido de la meningitis meningocócica y cuando los cultivos son negativos.
Otras pruebas necesarias son los hemocultivos, urocultivos, cultivos de secreciones respiratorias y
nasofaríngeas y de lesiones cutáneas. La coagulación intravascular diseminada (CID) es una complicación
frecuente caracterizada por aumento de los tiempos de protrombina y tromboplastina parcial,
trombocitopenia, hipofibrinogenemia y aumento de los productos de degradación de la fibrina (PDF).
También hay que controlar el sodio en suero y orina y la osmolaridad para detectar un posible SIADH.
La TAC puede ser normal o mostrar la existencia de ventrículos pequeños, borramiento de los surcos y realce
de la convexidad con el contraste. La RM con gadolinio puede detectar mejor la inflamación subaracnoidea.
Sus indicaciones son fundamentalmente la exclusión de abscesos cerebrales, sinusitis o mastoiditis, fracturas
craneales y anomalías congénitas. Los infartos venosos y la hidrocefalia comunicante son complicaciones que
pueden detectarse posteriormente.
Diagnóstico diferencial
La meningitis bacteriana debe diferenciarse de la meningitis aséptica (especialmente vírica) y la encefalitis.
El diagnóstico depende fundamentalmente de los hallazgos en el LCR (v. tabla 165-3
y Encefalitis vírica
aguda y meningitis aséptica, más adelante). El amplio uso de antibióticos (p. ej., para tratar infecciones
respiratorias leves) ha hecho de la meningitis bacteriana parcialmente tratada un problema diagnóstico, ya que
la infección puede persistir aunque ya no existan signos meníngeos, el LCR haya vuelto a su estado normal y
los cultivos del líquido sean negativos. El diagnóstico diferencial con la meningitis subaguda se basa en los
síntomas lentamente progresivos y las características del LCR.
La fiebre manchada de las Montañas Rocosas y otras infecciones por rickettsias (p. ej., tifus) pueden causar
fiebre, cefalea, exantema macular y petequial y delirio que progresa hasta el coma. Sin embargo, el exantema,
al contrario que el de la meningococemia, comienza en las muñecas y los tobillos y el LCR es normal o
presenta solamente una leve pleocitosis linfocitaria.
La leptospirosis produce meningitis aséptica con fiebre, mialgias, cefalea y meningismo, seguidos de
exantema y lesiones renales y hepáticas. Un dato clave para el diagnóstico es la exposición a agua o tierra
contaminadas por orina de perros, ratas, cerdos o ganado.
Las amebas de vida libre (especies de Naegleria) pueden producir infecciones en los nadadores en lagos de
aguas cálidas, causando una meningoencefalitis purulenta muchas veces mortal. El movimiento ameboide
puede detectarse mediante la técnica de gota húmeda del LCR y la ameba puede cultivarse. El tratamiento
combinado i.v. e intratecal con anfotericina B (para las dosis, v. Tratamiento en Meningitis subaguda y
crónica, más adelante) puede salvar la vida del paciente en ocasiones.
37
La endocarditis bacteriana subaguda puede producir fiebre, lesiones cutáneas moderadas, infartos
embólicos y pleocitosis del LCR. El comienzo brusco de los síntomas neurológicos sugiere un embolismo
más que un infarto venoso, el cual no suele progresar de forma tan abrupta.
Las inflamaciones o infecciones parameníngeas (p. ej., mastoiditis, absceso epidural) pueden producir
fiebre, pleocitosis y en ocasiones aumento de la presión del LCR (p. ej., en la trombosis del seno lateral
secundaria a flebitis). Aunque la tinción y los cultivos del líquido son negativos, el tratamiento debe incluir
tanto antibióticos como drenaje quirúrgico de la zona infectada.
El meningismo sin alteraciones del LCR es común en niños pequeños con neumonía o infecciones por
Shigella. Las infecciones inespecíficas en los niños causan síntomas también inespecíficos (p. ej., letargia o
irritabilidad) con o sin fiebre, por lo que suele ser necesaria una punción lumbar para excluir meningitis.
La encefalopatía por plomo puede producir un cuadro similar a la meningitis bacteriana, pero el inicio suele
ser menos explosivo, la fiebre es infrecuente y la glucosa en LCR generalmente es normal.
La meningitis química puede aparecer de forma episódica cuando el contenido queratináceo de un tumor
epidermoide o un craneofaringioma se abre hacia el LCR; no suele existir fiebre. La quimioterapia intratecal,
la anestesia espinal y los medios de contraste para mielografía también pueden irritar las meninges. Siempre
debe excluirse una infección.
La meningitis de Mollaret es una enfermedad rara, autolimitada y recurrente que se distingue por la
presencia de grandes células endoteliales en el LCR. Puede existir pleocitosis, inicialmente de PMN que
después son sustituidos por linfocitos. Algunos casos pueden ser debidos al virus del herpes simple tipo 1.
La hemorragia y el infarto cerebeloso agudos pueden producir una herniación de amígdalas con la
consecuente rigidez de nuca, seguida de hidrocefalia obstructiva, estupor, coma y muerte. Cuando se
acompaña de fiebre, este cuadro puede confundirse con una meningitis. La punción lumbar puede resultar
catastrófica. Los déficit neurológicos referidos a la fosa posterior son la clave para el diagnóstico y la TAC o
RM lo confirman
Pronóstico y profilaxis
Los antibióticos y las medidas de soporte iniciados precozmente han reducido la tasa de mortalidad de la
meningitis bacteriana aguda a <10%. Sin embargo, la meningitis tratada tardíamente y la neonatal o del
anciano suelen ser mortales. El recuento leucocitario periférico bajo es un signo de mal pronóstico. La
leucopenia persistente, el tratamiento retardado y el desarrollo del síndrome de Waterhouse-Friderichsen
reducen las posibilidades de supervivencia. Los pacientes que sobreviven pueden presentar signos de lesión
de los pares craneales o de infarto cerebral, convulsiones recurrentes o deterioro cognitivo.
La vacunación meningocócica se utiliza fundamentalmente durante las epidemias y en las poblaciones
cerradas cuando se sospecha una extensión epidémica. Los miembros de la familia, el personal sanitario y
otros contactos cercanos con un paciente infectado deben recibir quimioprofilaxis con rifampicina durante 48
h (en adultos 600 mg/ 12 h, en niños 10 mg/kg/12 h y en lactantes <1 mes, 5 mg/kg/12 h). La minociclina es
menos aconsejable para la quimioprofilaxis por sus efectos vestibulares adversos. La vacuna contra el H.
influenzae tipo B protege a los niños menores de 2 meses. Los niños y adultos en contacto próximo con
pacientes con meningitis por H. influenzae tipo B deben recibir rifampicina, 20 mg/kg/d (sin pasar de 600
mg/d) v.o. durante 4 d.
38
Tratamiento
Tratamiento inicial. Si el paciente presenta aspecto de afectación aguda importante, debe iniciarse
inmediatamente el tratamiento empírico con varios antibióticos tras establecer una vía i.v. y tomar muestras
para hemocultivos. La punción lumbar puede efectuarse posteriormente. En el tratamiento debe incluirse una
cefalosporina de 3.ª; generación (p. ej., ceftriaxona o cefotaxima) dado que son muy activas contra los
patógenos comunes en la meningitis bacteriana a cualquier edad. Sin embargo, como las cepas de
neumococos resistentes a la ceftriaxona y cefotaxima se están haciendo cada vez más prevalentes, suele
añadirse vancomicina con rifampicina o sin ella. La ampicilina se asocia para cubrir las especies de Listeria.
En los recién nacidos debe añadirse gentamicina para aumentar el espectro contra los gramnegativos. Estas
recomendaciones probablemente cambiarán a medida que aparezcan nuevas resistencias microbianas y se
desarrollen nuevos antibióticos. Cuando la punción lumbar puede realizarse, es posible ajustar el tratamiento
antibiótico en función del germen causante.
Si el paciente no está muy afectado, puede efectuarse rápidamente la punción lumbar antes de iniciar el
tratamiento, pero sólo después de excluir una masa con TAC. La tinción de Gram del sedimento del LCR
puede diferenciar entre meningococos, neumococos, estafilococos o H. influenzae y los gramnegativos. Los
antibióticos deben iniciarse inmediatamente después de enviar las muestras de LCR, sangre, secreciones
nasofaríngeas u otros fluidos pertinentes para cultivo. Si el microorganismo no puede identificarse en la
extensión, se establece el tratamiento empírico como se ha especificado anteriormente, en función de los
resultados serológicos y de los cultivos del LCR.
La terapia adyuvante con corticoides puede ser útil. El uso precoz de dexametasona (0,15 mg/kg i.v. cada 6 h
durante 2 d) u otros antiinflamatorios puede evitar secuelas neurológicas importantes, incluyendo la pérdida
auditiva en niños con meningitis por H. influenzae. La dexametasona administrada 10 a 15 min antes o junto
con la primera dosis de antibiótico, se supone que inhibe la liberación de citocinas proinflamatorias
promovida por los fragmentos bacterianos resultantes de la acción antibiótica. Algunos especialistas
recomiendan los corticoides en adultos con inflamación meníngea lo suficientemente grave para afectar al
estado mental, producir parálisis de pares craneales, causar edema cerebral demostrado en TAC, aumentar la
presión del LCR por encima de 200 mm de H2O o dar lugar a la presencia de gran cantidad de neutrófilos y
microorganismos (observados en la extensión del LCR). Si no se identifica el patógeno en la extensión de
LCR, debe sospecharse una meningitis tuberculosa (tbc) o fúngica y añadir otros antibióticos, así como
suspender los corticoides. Si en los cultivos no crece ninguna bacteria o ésta se identifica después de 24 a 48 h
de tratamiento empírico, los corticoides deben suspenderse y hay que reajustar el tratamiento antibiótico en
función de los mismos. Los corticoides administrados durante un día no suelen ser perjudiciales, incluso
aunque la causa sea un virus, un hongo o la tbc. Sin embargo, su uso continuado sin una cobertura antibiótica
adecuada puede empeorar gravemente la infección, por lo que deben suspenderse siempre que siga sin
detectarse el patógeno. Otra contraindicación relativa de los corticoides son los estados de inmunodeficiencia,
dado el elevado riesgo de infecciones atípicas. Además, pueden impedir la penetración de la vancomicina en
el LCR.
Cuando se sospecha una meningitis aséptica y el paciente no presenta gran afectación general, los antibióticos
deben evitarse y repetir la punción lumbar a las 8 a 12 h (o antes si existe deterioro). Si se presenta un cambio
del predominio de PMN a mononucleares, la glucosa se mantiene normal y el paciente mantiene un estado
general aceptable, no es probable que la infección sea bacteriana, por lo que se debe evitar la administración
de antibióticos hasta que se reciba el resultado de los cultivos. En cambio, si la situación del paciente es mala
y especialmente si se ha iniciado la antibioterapia (que evita el crecimiento en los cultivos), debe asumirse la
posibilidad de una meningitis bacteriana y proporcionar una cobertura antibiótica empírica.
Elección del antibiótico. Si en la extensión del LCR se identifican microorganismos grampositivos,
se administra cefotaxima o ceftriaxona con vancomicina hasta disponer del antibiograma. Si son de aspecto
pleomórfico, debe asociarse ampicilina para cubrir la Listeria. La penicilina G debe sustituirse por ampicilina
si en los cultivos se identifican meningococos, neumococos o estafilococos sensibles y estreptococo -
39
hemolítico. En las infecciones sospechosas de etiología estafilocócica, se utiliza la vancomicina hasta recibir
el antibiograma.
Si se detectan bacilos gramnegativos, el tratamiento debe comenzar con ceftazidima y un aminoglucósido,
asociación que cubre muchos microorganismos gramnegativos (incluidas sp. Pseudomonas). La cefotaxima y
otras cefalosporinas de 3.ª; generación parecen tan activas como los aminoglucósidos pero menos tóxicas,
aunque no cubren Pseudomonas. La mejor combinación contra Pseudomonas es la que asocia ticarcilina o
ceftazidima con un aminoglucósido. La amikacina debe usarse en los hospitales donde los microorganismos
entéricos resistentes a gentamicina son comunes.
El LCR debe reexaminarse (a las 24-48 h del comienzo de los antibióticos) para confirmar su esterilidad y la
conversión celular a un predominio linfocitario. Generalmente, los antibióticos deben mantenerse al menos
hasta 1 sem después de la desaparición de la fiebre y la normalización del LCR (la vuelta a la normalidad del
LCR, en cambio, se correlaciona poco con el éxito del tratamiento y puede llevar varias semanas). Las dosis
no deben reducirse aunque exista mejoría clínica, ya que la penetración del antibiótico suele decrecer a
medida que la inflamación de las meninges disminuye.
Tratamiento de soporte. La fiebre, la deshidratación y los trastornos electrolíticos requieren
corrección. Los pacientes con edema cerebral no deben sobrehidratarse. Las convulsiones y el status
epiléptico precisan tratamiento específico.
El colapso vascular y el shock pueden deberse a insuficiencia suprarrenal (en el síndrome de WaterhouseFriderichsen), pero en su génesis también es importante la pérdida de líquidos. No existe acuerdo respecto al
valor de la ACTH y los corticoides.
Para el edema cerebral grave capaz de producir herniación central o transtentorial pueden utilizarse la
hiperventilación controlada (PaCO2 entre 25 y 30 mm Hg), manitol (0,25 a 0,50 g/kg i.v.) y dexametasona (4
mg i.v./4 h). Si se emplean estas medidas, se debe plantear la monitorización de la presión intracraneal.
Cuando existe evidencia de aumento de tamaño de los ventrículos, la presión intracraneal puede controlarse
mediante el drenaje del LCR, aunque en estos casos el pronóstico suele ser desfavorable.
En los niños con empiema subdural, pueden ser beneficiosas las punciones subdurales diarias repetidas a
través de las suturas. No deben extraerse más de 20 ml/d de LCR de un lado para prevenir desplazamientos
súbitos del contenido intracraneal. Si la colección persiste después de 3 a 4 sem con este tratamiento, está
indicada la exploración quirúrgica para la posible escisión de la membrana subdural.
Todos los pacientes con una supuesta meningitis bacteriana deben permanecer aislados durante las primeras
24 h del tratamiento.
40
Descargar