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Hipnosis segun Erickson - Francois Paul Cavallier

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HIPNOSIS
SEGUN
ERICKSON
Francois Paul-Cavallier
GAIA Ediciones
Janet, febrero 2004
INTRODUCCIÓN
Lo que realmente llama la atención en la vida de Milton H.
Erickson es la adecuada utilización del sufrimiento. Puede
darse por supuesto que Erickson no procuró
intencionadamente tal sufrimiento, pero sí supo extraer del
mismo la experiencia humana que le permitió situarse más
cerca de sus clientes.
Milton H. Erickson nace con el siglo, en 1901, y muere, a la
edad de setenta y ocho años, el 27 de marzo de 1980.
Siendo médico psiquiatra, resulta importante recordar, sin
embargo, que es autodidacta en cuanto a psicoterapia. No
son, por cierto, los estudios de medicina ni su especialidad
en psiquiatría lo que puede mostrarnos el sentido de su
relación con la enfermedad: este sentido fue adquirido por
Erickson básicamente por la vía de la práctica, pero también
mediante un sentido profundo de la acogida y la
observación. Su conocimiento del sufrimiento humano y de
las dificultades emocionales o de relación en las que
pueden quedar bloqueados los pacientes no le eran ajenos
en absoluto.
Sus padres eran granjeros que se habían iniciado en la vida
sin bienes propios, habiendo adquirido todo lo que llegaron
a poseer gracias a su trabajo. El padre de Milton H. Erickson
comienza a trabajar a los dieciséis años como empleado en
una granja, donde encuentra a la que habría de convertirse
en madre de Milton. Hacia esta época, la vida en el Medio
Oeste estadounidense es todavía la propia de los pioneros:
los desplazamientos por la región se efectúan en carretas
cubiertas, y resulta normal que una familia parta hacia la
aventura sin saber con qué se encontrará en su destino. La
primera vivienda de la familia de Erickson es una cabana
con tres paredes de madera, siendo la cuarta la
correspondiente a la roca de la montaña. El piso es de tierra
batida, que debe ser mantenida húmeda para evitar la
adherencia del polvo de la zona. En este contexto de
supervivencia tan conectado con la naturaleza es necesario
desarrollar mucha creatividad. Milton aprende a utilizar
todos los recursos disponibles de su personalidad para
cambiar y curarse. Por primera vez a los diecisiete años, y
más tarde a los cincuenta y uno, es afectado por ataques de
poliomielitis que le imponen largos períodos de inmovilidad,
a los que hay que sumar los de rehabilitación. En el
transcurso del primer ataque estuvo a punto de morir,
pudiendo describir más tarde el modo en que tuvo que
movilizar sus fuerzas vitales para superar aquella situación.
Las visualizaciones y los ejercicios que concibió
espontáneamente con el propósito de sobreponerse a
aquella dolencia conformaron a uno de los padres
fundadores de la visualización-simbolización, teoría que
más tarde sería de gran peso respecto a la considerable
cantidad de modelos que le siguieron.
Para proceder a su reeducación motriz optó por observar
minuciosamente los primeros movimientos de su hermana
menor —que por entonces aprendía a caminar— con el fin
de encontrar y modelar una determinada forma de andar, de
la que le quedaría la secuela de una leve cojera. Es de
admirar el ingenio que desarrolló para superar esta situación
con lo que tenía a su alcance: se trata aquí de su facultad
de elegir una vía simple y eficaz, como la de observar
atentamente los movimientos de su hermana pequeña,
siendo este hecho muestra de un espíritu resueltamente
volcado hacia la vida y la solución de los problemas que en
ella se plantean. Pero también era disléxico, daltónico y
sordo ante determinados sonidos; estos trastornos suelen
dificultar el aprendizaje, pero él supo apoyarse en estos
defectos para transformarlos e integrarlos al servicio de su
curación. Este conocimiento, en el sentido de «nacer con»
el cliente, es el hilo conductor de la carrera de Milton H.
Erickson.
LA HERENCIA DE ERICKSON
La trayectoria de Milton H. Erickson se halla en el origen —o
al menos forma parte de ellos— de los enfoques llamados
nuevas terapias, como la PNL (Programación NeuroLingüística), la visualización-simbolización y lo que se
conoce como terapias estratégicas. Pero la herencia es más
amplia aún, ya que mucho más que proceder a aportaciones
teóricas, Milton H. Erickson pone en evidencia el arte y la
cualidad de la relación terapéutica que hasta entonces
estaba relegada a un segundo plano en las terapias
analíticas.
Para el sentido acuñado por Milton H. Erickson, el terapeuta
es un «médico» de la personalidad. Ya no se trataría de
administrar un «tratamiento» tal como se receta
sistemáticamente un medicamento para un síntoma
clasificado, sino que se pasaría a una relación de
«curación» aplicada a una persona para que ésta deje de
«ser algo» para la enfermedad, la cual representa la
somatización de su sufrimiento.
Milton H. Erickson no sólo da acceso a la empatía —
inexistente en la situación del analizado tumbado en un
diván que no ve a su terapeuta—, sino que desarrolla la
compasión, lo que significa instalarse con pasión junto a
aquel que sufre. Su estrategia terapéutica se basa en el
respeto por el cliente. También aquí las palabras poseen un
sentido: respetar proviene de respectare, que significa mirar
por segunda vez, tener perspectiva para recuperar aquello
que se recibe en un contexto; el lenguaje verbal es utilizado
como medio y no como un fin en sí mismo. La enfermedad
desempeña un papel relacional; al terapeuta le corresponde
cambiar su propio modo de acción para obtener la mutación
que desea su cliente. Milton H. Erickson entiende que el
inconsciente no es un armario en el que se amontonan
todos los acontecimientos que deseamos inhibir, sino un
lugar de equilibrio constituido por todo lo que no es «el aquí
y ahora».
CAPITULO 1
¿QUÉ ES LA HIPNOSIS?
De todos los procesos de comunicación, proba¬blemente
sea éste el que ha permitido enunciar la mayor cantidad de
tonterías. Su denominación es totalmente errónea: significa
sueño. El sueño puede ser inducido bajo hipnosis, pero no
es en absoluto necesario en el estado hipnótico. Se trata
más bien de un estado modificado de la conciencia en el
que ciertas funciones de la personalidad quedan
marginadas o en vigilia pasiva con consentimiento del
sujeto. La noción de influencia de un individuo sobre otro es
lo que durante mucho tiempo ha intimidado y preocupado
del proceso hipnótico, quedando abierta así una puerta muy
grande para el ingreso de los fantasmas todopoderosos de
los hipnotizadores, que podrían hacer lo que deseasen con
las personas entregadas a su influencia; pero ocurriría lo
propio por parte de los enfermos que podrían acudir a
procurar la curación, a su pesar, de los males que ellos
mismos han contribuido a desarrollar. Podemos observar
aquí una caricatura de la relación terapéutica médicopaciente: por un lado, un científico todopoderoso, y, por el
otro, un individuo impotente a la espera. Todavía hoy
subsisten vestigios de lo que pudo haberse denominado «la
vieja hipnosis» en la sofrología, aun cuando ésta se cuide
de referirse a la hipnosis de la cual proviene.
La hipnosis ha existido en todas las épocas, evolucionando
con las culturas de modo rector y dominante; y
progresivamente ha ido tomando una forma inscrita por
entero dentro de lo que se considera una relación normal
entre dos individuos, al punto de que, a veces, el
hipnotizado y el hipnotizador se hallan implicados
conjuntamente en el proceso sin ser totalmente conscientes
del mismo. El campo en el que Milton H. Erickson la
practicaba era el de la medicina y el de la relación de
asistencia. Y ésta es la que nosotros vamos a estudiar. La
posición del individuo que solicita cuidados le sitúa
directamente en una relación en la que entiende al
terapeuta como una persona capaz de prodigarle aquello
que necesita. Podemos identificar aquí un marco de
transferencia en el que el asistido se halla en situación de
requerimiento respecto del terapeuta. En la relación que los
reúne, todo lo que provenga del terapeuta será percibido por
el solicitante de cuidados como un elemento que forma
parte del tratamiento y que apunta a su mayor bienestar.
EL PROCESO HIPNÓTICO
Denominamos así a la dinámica que anima la relación
terapeuta-paciente en un proceso de sugestión hipnótica.
Milton H. Erickson poseía la cualidad del terapeuta de
situarse en todo momento en el marco de este proceso, en
el sentido de que se mantenía en sintonía con la relación
verdadera existente entre él y su cliente. Y ponía todo el
poder de sugestión de que disponía al servicio de su cliente.
Para que el proceso hipnótico tenga curso, basta con que se
conjuguen tres ingredientes en el espacio relacional. Una
comparación con la ecuación necesaria para la existencia
del fuego, ayudará a entender la interconexión entre los
diferentes parámetros del proceso hipnótico. Para que un
fuego pueda existir es indispensable que se reúnan, en
proporción adecuada, un combustible, oxígeno y una
temperatura suficiente. Si falta uno de estos tres elementos
el fuego no puede encenderse o, simplemente, cesa. Echar
agua al fuego no tiene otra finalidad que hacer bajar la
temperatura; la nieve carbónica aísla el combustible del
oxígeno, etc. En el caso que nos interesa, será
indispensable conjugar el consentimiento, la fijación y la
sugestión para tener una relación hipnótica. Algunos de
estos parámetros se refuerzan recíprocamente, lo que
amplifica de inmediato el efecto sugerente de la relación,
procurando lograr que el inconsciente acepte un nuevo
mensaje que a partir de entonces regirá la vida del cliente.
El término «transe» significa un estado en el que la persona
deja de controlar la realidad del entorno que le rodea. Con
todo, nosotros lo emplearemos en el sentido exclusivo que
tiene en el contexto hipnótico. Deberíamos hablar más
acertadamente de «estado modificado» de la conciencia
para definir el estado de permeabilidad que permite que el
inconsciente acepte una sugestión.
Las experiencias negativas de nuestro pasado influyen en la
toma de decisiones que efectuamos en el presente y que
comprometen el futuro. Es éste un fenómeno sumamente
benéfico que nos permite evitar que repitamos de continuo
los mismos errores o que nos expongamos reiteradamente
a peligros que podrían ser destructores. Ocurre a veces que
tal fenómeno obstaculiza nuestro crecimiento, instaurando
temores o sistemas de defensa exagerados; resulta
entonces necesario modificar el recuerdo que tenemos de la
experiencia para procurar apoyo en algo vivido de forma
diferente. En rigor de verdad, no podemos cambiar los
hechos que hemos vivido, pero podemos modificar su
recuerdo y, mediante esta actuación, el impacto que ejercen
sobre nuestra vida.
El consentimiento es el primer eslabón del proceso hipnótico
y hace las veces de puerta de entrada a los estados
modificados de la conciencia. El diccionario Robert lo define
como «asentimiento otorgado a un aserto». El
consentimiento puede ser implícito, como en el caso de un
cliente que acude a la consulta, pero puede asumir otras
formas o no haber sido suficientemente conferido. Cuanto
mayor sea el nivel emocional, más amplio será el
consentimiento. Lo mismo ocurrirá con el sufrimiento, que
multiplicará la espera para ser aliviado. Cada aceptación de
un consentimiento da acceso a un consentimiento mayor. Es
evidente que un facultativo que trabaje en la relación se
mostrará atento ante toda molestia en el transcurso de sus
interrogantes; y puede ocurrir asimismo que la relación se
vea interrumpida si el cliente se siente avasallado, o si da
falsas informaciones para evitar encontrar aquello que le
preocupa. Cuando el consentimiento ha sido dado, permite
avanzar en la confianza y da acceso a consentimientos más
importantes.
La fijación apunta a reducir el campo de la conciencia.
Consiste en fijar el espíritu en una única percepción;
atestigua un consentimiento (así, la invitación a sentir que
una mano es pesada focaliza la atención en esta zona del
cuerpo); el hecho de que se perciba la pesadez supone un
consentimiento para ingresar en la relación así ofrecida, tal
como la aceptación de programar la curación es una
declaración de intenciones de mejorar. Las fijaciones mejor
aceptadas son internas, es decir, pertenecen al campo de la
conciencia directamente controlado por la persona.
La sugestión es el tercer elemento indispensable de la
ecuación que gobierna el proceso hipnótico. Consiste
esencialmente en un mensaje. El contenido importa menos
que la forma que se le dé; ella es la que tiene incidencia en
la realización. Podemos enumerar a título de ejemplo
diferentes tipos de sugestión: en primera persona del
singular (yo), en la segunda (tú, usted), en tercera persona
(él). Resulta posible elegir el empleo de las sugestiones:
directas, indirectas, metafóricas, abiertas, cerradas,
específicas, generales, paradójicas, bloqueantes, de
sujeción. El simbolismo de la sugestión, su ritmo, su
dirección darán la medida del arte del operador para entrar
en el marco de referencia del cliente. Los ingredientes del
proceso hipnótico, consentimiento, fijación, sugestión,
frecuentemente se hallan reunidos, lo que produce múltiples
ocasiones cotidianas de verse implicado en un proceso
hipnótico más o menos intenso. Las más de las veces no
somos conscientes de ello, y puede ocurrir que induzcamos
la hipnosis sin saberlo. Recuérdese que al igual que no
podemos no comunicar, tampoco podemos no influir. Milton
H. Erickson comprendió esto muy pronto, y lo convirtió en
una práctica continua en su vida relacional. De hecho,
parece ahora evidente que todo aprendizaje se efectúa
mediante una forma de proceso hipnótico. Obsérvese en la
vida de cada cual los momentos en los que estos tres
parámetros están conjugados: la sala de clase, la relación
amorosa, un oficio religioso, ver publicidad, recibir una
llamada telefónica, ver la televisión, etc. La interacción de
estos tres elementos es autorreforzante, se produce un
efecto acumulativo en cada paso por uno de los polos que
profundiza en el estado modificado de la conciencia. Así
pues, «Instálese confortablemente (si lo hace, se trata de un
consentimiento)... céntrese en su respiración (fijación)... y
permítase sentir tranquilidad (sugestión)... su cuerpo está
tumbado en el suelo, descansado (fijación y sugestión; el
hecho de percibir la sensación consiste en consentir)».
HIPNOSIS ES SUGESTIÓN
El término «sugestión» proviene del latín suggestio, formado
por la preposición sub, que significa «debajo», y el
sustantivo gestio, derivado éste del verbo genere, que
significa «llevar». Así pues, etimológicamente «sugestión,
sugerir» quieren decir «acción de llevar abajo», y de ahí
procurar, inspirar, sugerir. Otra etimología más simbólica
tomaría como raíz sub y la sumaría a stare, uno de cuyos
sentidos es «hacer emerger» y, por extensión, «mantener
de pie». «Sugerir» evocaría la idea de extraer de las
profundidades, conducir hacia la luz, inducir a incorporarse,
hacer surgir, despertar algo que está latente. Es también
posible imaginar que el término proviene del verbo gestare:
portar un niño, estar embarazada, lo que invita a
«desembocar en, al término de un proceso de maduración».
De todos estos sentidos, que se entremezclan, retengamos
la idea de «hacer surgir de», de «despertar» en el otro algo
que ya se encontraba allí.
El principio mismo de la relación significa que estamos
vinculados, es decir, conectados unos con otros por lazos
que influyen en nuestra vida más allá de nuestra conciencia.
No decir nada es un modo de comunicación, ya que mucho
decimos con nuestro silencio: «El silencio es elocuente»,
«Desconfía más del silencio que del ruido». Toda relación
supone una dosis más o menos importante de transferencia
acorde al grado de implicación que nos compromete en la
misma. La noción de transferencia no siempre resulta clara,
dependiendo de que el término sea considerado en sentido
amplio o exclusivamente en el marco del tratamiento
psicoanalítico. Aquí, nosotros consideramos que la
transferencia es lo vivido anteriormente por una persona
conferido en el presente a otro individuo. Si, por ejemplo,
uno se dirige a un hombre de mayor edad que la propia, la
actitud y la relación personales estarán «cargadas» por el
conjunto de las experiencias vividas en la propia historia con
hombres mayores, comenzando por el primero que
inevitablemente se ha «conocido»: el padre. De buen grado
empleamos los términos «inevitablemente» y «conocido»,
pues incluso si no se ha tenido la posibilidad de conocer al
propio padre, como algunas personas nacidas en
instituciones benéficas, sí se ha concebido de él una
«imagen», y, debido a su ausencia, ocupa un sitio en la vida
que condiciona todas las relaciones que se puedan
mantener con los hombres «mayores» que uno. Sigmund
Freud define la sugestión como «la influencia ejercida sobre
un sujeto mediante fenómenos de transferencia» (1912). Es
decir, que la hipnosis depende directamente de la cualidad
de la relación existente entre el operador y su cliente. El
lugar de la hipnosis en el seno de las artes de la medicina
tiene sus defensores y sus detractores; ni unos ni otros
pueden impedir que el proceso hipnótico sea inherente a
toda relación humana. El verdadero proceso se sitúa en un
nivel más ideológico y mercantil, el de la ciencia libre y
progresista contra la ciencia patentada y conservadora, es
decir, entre una medicina que se cree útil para los enfermos
y una medicina que considera que los enfermos están
hechos para ella.
UN POCO DE HISTORIA
Es ya clásico referir la historia científica de la hipnosis a
Messmer, hacia 1878. Pero en realidad la hipnosis existe
desde la más remota antigüedad, habiendo sido empleada
en Egipto y en Grecia. En 1972 se encontró la trascripción
de una sesión de hipnosis en una estela del reinado de
Ramsés II, de la dinastía XX; hace de esto unos tres mil
años. Desde esta «hipnosis primitiva», que probablemente
sé aproximaba a la tarea relacional de los psicoterapeutas
modernos, la hipnosis siguió otros derroteros a partir de la
influencia de Messmer, que amalgamó el magnetismo, un
fluido circulante, con el proceso relacional de la sugestión.
Durante mucho tiempo habría de persistir la creencia de que
el hipnotizador trasladaba un fluido al sujeto situado bajo su
influencia.
En 1776, a la edad de treinta y dos años, Antoine Messmer
defiende su tesis de doctorado en medicina. Esta tesis
estudia la influencia de los planetas sobre el cuerpo
humano, queriendo demostrar que todo lo que vive y forma
parte del cosmos se halla inmerso en un fluido sutil.
Messmer denomina «magnetismo animal» a este fluido —
tomado del término «magneto» (imán) — con el propósito
de dejar sentadas analogías con el fenómeno físico. Este
principio es acertado: nadie duda hoy de la influencia de los
astros o de la meteorología sobre el metabolismo humano.
Pero para desarrollar sus investigaciones, Messmer da
curso a interacciones relacionales cuyos efectos no analiza
en su totalidad; sin embargo, cura a personalidades y
polemiza con personas importantes, y, de este modo,
«carga» su reputación de «poderes». Durante cierto tiempo
efectúa asistencias aplicando imanes; luego los considera
superfluos, confiando en la imposición de las manos como
factor suficiente para transmitir su poder de curación.
Después de algunos escándalos, tiene que abandonar
Viena, instalándose en París, en la plaza Vendóme, y su
éxito es tal que tiene que encontrar los medios para tratar a
una mayor cantidad de enfermos, pasando de la terapia
individual a la de grupo, e inventando la famosa cubeta
magnética. Se producen entonces fenómenos grupales con
crisis catárticas, crisis de histeria individual y colectiva.
Cuando en un sitio en el que se reúnen varias personas un
individuo vive una experiencia emocional intensa, influye en
todos los otros, que se ven arrastrados por un efecto
multiplicador. La personalidad manipuladora de Messmer no
permite discernir si era consciente de que los efectos
terapéuticos que obtenía estribaban en la carga emocional
que los enfermos depositaban en su persona y no en el
efecto de un supuesto magnetismo. En todo caso, a partir
de entonces el hipnotizador es sospechoso injustamente de
poseer un cierto poder sobre el enfermo. Este poder
corresponde a la medida de lo que el enfermo consienta
prestarle. «El poder está en el cliente», ha escrito C.
Rogers.
En 1784, el marqués de Puységur, discípulo de Messmer,
emplea la cubeta y luego la reemplaza por un árbol de
cuyas ramas hace pender unas cuerdas: los enfermos,
sentados debajo del árbol, sostienen sus extremos en sus
manos, recibiendo así el «movimiento vital». Puységur
introduce la noción de relación en su tratamiento,
prescindiendo de poner en escena la terapia tal como la
entendía Messmer; en consecuencia, tiene que atender
muchas menos «crisis»; además, cuando éstas se hacen
presentes, señala que «no hay que abandonar al enfermo
hasta que no haya encontrado su estado de tranquilidad».
En mayo de 1784 hipnotiza a un joven campesino llamado
Víctor. Al cabo de unos minutos lo ve dormirse con un sueño
diferente del sueño común: acababa de descubrir el
sonambulismo y el efecto de la sugestión para
desencadenarlo. En tal estado, Víctor puede no sólo
visualizar los órganos afectados por una dolencia, sino que
comprende asimismo sus causas y puede indicar los medios
que aplicar para la curación. En ese estado, Víctor tiene
facultades de «clarividencia» con las que diagnostica los
males de otros enfermos. Se trata de las primicias de la
hipnosis inscritas en la relación «operador-sujeto». El
oráculo no es ya el magnetizador que utiliza su poder, sino
el magnetizado en trance. Millón H. Erickson no habría de
dudar en reconocer aquí el nacimiento del «espíritu
subconsciente».
En 1845, James Esdaile, cirujano inglés practicante en
India, donde efectuaría más de dos mil intervenciones con
«magnetismo», descubre y pone en práctica la anestesia.
En esa época los cirujanos se lavaban las manos más bien
después de la operación que antes de ella.
La mortalidad posoperatoria como consecuencia de
infección era de un 50 por 100. Una vez que Esdaile
practica sus intervenciones con «magnetismo», comprueba
que las complicaciones infecciosas descienden al 5 por 100.
A partir de entonces entendemos que el sistema inmunitario
se halla situado bajo el gobierno del inconsciente, que —
además del tratamiento médico apropiado— moviliza las
fuerzas vitales disponibles para organizar la curación.
Hacia 1820, el abate De Faria practica un hipnotismo
bastante cercano al de los sofrólogos contemporáneos.
Instala al sujeto confortablemente en un asiento y le pide
que cierre los ojos y no piense sino en el sueño; al cabo de
cierto tiempo, De Faria ordena brutalmente: «¡Duérmase!» Y
los sujetos suficientemente permeables se sumen en un
ligero trance.
Cuando esto no resulta suficiente, practica la «fijación»
solicitando al sujeto que se concentre en su mano; la
concentración y la fijación terminan por inducir el trance.
Por último, si ambos métodos fracasan, recurre a contactos
corporales a la altura de las sienes, la base de la nariz, el
diafragma y los pies.
Están ya conjugados los principales elementos de la
hipnosis, pudiendo afirmarse que el abate De Faria fue el
primero en aplicar el proceso sugestivo de la hipnosis aun
cuando hubiesen de ser necesarios muchos años para
describirlo y analizarlo en toda su amplitud.
James Braid, cirujano inglés, consigue en 1843 el trance
haciendo fijar un objeto durante cierto tiempo, lo que
ocasiona fatiga en los párpados. Y concluye en que «la
fijeza sostenida de la mirada, al paralizar los centros
nerviosos de los ojos y destruir el equilibrio del sistema
nervioso, produce el fenómeno hipnótico». Piensa en un
principio que el fenómeno es esencialmente mecánico;
luego, progresivamente, entiende que la concentración en
un único punto al modo de un «ojo mental» sugerido
corresponde más al psiquismo que a lo físico. Observa que
los sujetos en experimentación se vuelven capaces de ser
afectados totalmente por la imaginación.
Liébault, en la década de 1850, aplica en su práctica lo que
ha comprendido de la hipnosis y el magnetismo; es un
médico rural que ha efectuado estudios sólidos, dispuesto a
retomar los trabajos de Braid. Para él ya no es
indispensable la fijación en un punto brillante; él mismo está
presente en la relación con el sujeto: en lo que respecta a la
fijación, anuncia sensaciones o síntomas que habrán de
producirse, como la pesadez en los párpados, el
entumecimiento del cuerpo o el aislamiento en relación con
el mundo exterior. Bernheim, profesor de clínica médica en
Nancy, se interesa en el trabajo de Liébault y le da a
conocer en el mundo médico, habla de él con un respeto
desconocido en esta profesión en cuanto a un colega de
éxito: «Duerme mediante la palabra, cura a través de la
palabra, introduce en el cerebro la imagen psíquica del
sueño, procura situar allí la imagen psíquica de la curación.»
Bernheim funda, con Liébault, lo que más tarde se
conocería como «la escuela de Nancy», desprendiéndose
ambos de las antiguas teorías del magnetismo. El proceso
de sugestión no es función de un cierto fluido magnético
(Messmer) ni de un estado hipnótico (Braid), ni tampoco de
un sueño provocado (Liébault). Es únicamente función de la
condición de sugestión del sujeto, es decir, de un
consentimiento que da curso a «la aptitud para transformar
una idea en acto». El consentimiento puede ser que entre
en acción a partir de un estado de vigilia. La escuela de
Nancy actúa sobre el psiquismo para llegar al fenómeno
físico.
En 1880, con gran escándalo, Charcot se apropia de la
hipnosis para convertirla en instrumento de su carrera
haciendo caso omiso de las restricciones deontológicas que
serían de esperar de parte de un médico. Y selecciona a
pacientes histéricos sobre los que efectúa demostraciones
públicas a médicos y no médicos. El fue quien contribuyó al
descrédito de la hipnosis en el mundo médico francés.
Sigmund Freud, con veintinueve años, pasa seis meses en
París en la consulta de Charcot y queda muy impresionado
por la realidad del fenómeno hipnótico. Es de imaginar que
a partir de aquí descubriría la noción de inconsciente.
Durante el verano de 1889, Freud acude a Nancy para
formarse más seriamente en la hipnosis, comentando: «Vi al
anciano y conmovedor Liébault manos a la obra entre los
pobres y los niños de la población proletaria. Fui testigo de
las asombrosas experiencias de Bernheim con sus
enfermos del hospital, siendo allí donde recibí las más
fuertes impresiones relativas a las posibilidades abiertas por
los poderosos procesos psíquicos que, con todo,
permanecían ocultos a la conciencia del hombre.»
Freud abandonó la hipnosis porque probablemente fuera
mal hipnotizador, pero sobre todo porque temía a unos
fenómenos de transferencia que no podía dominar. De esta
experiencia le quedó la convicción de que el enfermo posee
todos los elementos de su curación, siendo importante
lograr que se exprese libremente para ayudarle a liberar su
inconsciente.
Si se sigue el encauzamiento histórico del proceso de
sugestión, se observará que se diseña claramente una
reapropiación del poder de curación por parte del médico,
restituido luego, progresivamente, al enfermo. Esta puede
ser la razón del escarnio de que la hipnosis sigue siendo
objeto hoy en el ámbito del cuerpo médico.
CAPITULO 2
LA PRÁCTICA DE MILTON H. ERICKSON
Las herramientas a que Milton H. Erickson apela en su
práctica están vinculadas por un proceso común: el
centrado en la relación que se establece con el cliente, y la
necesidad, para el terapeuta, de volver a ingresar por entero
en el marco de referencia de la persona a la que procura
ayudar. Con este fin, Milton H. Erickson especifica un cierto
número de parámetros retomados más tarde por otros
teóricos de la psicoterapia. Antes de citarlos como reglas de
funcionamiento terapéuticas es necesario situar el marco en
el cual funcionaban. El marco, por sí solo, da la dirección de
su trayectoria. Milton H. Erickson toma como base su
experiencia personal de la vida; considera que la hipnosis
no es otra cosa que una herramienta de aprendizaje que da
paso hacia la vida a nuevos comportamientos apropiados a
la situación nueva a la que el sujeto se enfrenta. E integra
esta noción de aprendizaje después de la gran crisis de
poliomielitis que lo inmoviliza en el lecho a la edad de
diecisiete años.
Para volver a encontrar el gusto y la motivación de vivir,
concibe ejercicios mentales que no son simples trabajos de
imaginación, sino ejercicios de activación y de reactivación
de los recuerdos sensoriales de la época en que gozaba de
buena salud. Conserva de esta manera un conjunto de
«imágenes» sensoriomotoras con el propósito de mantener
despierta la coordinación de sus movimientos y las redes
neurológicas necesarias para su curación.
En este momento reconoce, mediante una práctica vivida en
sí, los principios de la ideomotricidad descubiertos por
Bernheim en la generación anterior, fraguándose su
convicción de que el ejercicio del pensamiento y la práctica
de la idea de movimiento conducen a la verdadera
experiencia del movimiento espontáneo del cuerpo.
Esta idea ha sido retomada actualmente para la
reeducación de las personas inmovilizadas —con escayola
— con la denominación de «movimiento anacinético». De
este período de su vida, Milton H. Erickson extrae su
fantástico sentido de la observación, imponiéndosele esta
aptitud para emprender su reeducación. Asimismo, la
observación de la naturaleza, de los animales, y el desglose
en secuencias repetitivas son los que permiten que Milton
H. Erickson se adiestre en esa herramienta incomparable
que es la observación.
Esto le facilita asimismo gran soltura en la relación, pues
puede adelantarse a las reacciones posibles de su
interlocutor con suficiente anticipación como para nunca ser
pillado por sorpresa.
SU ESTRATEGIA
El sufrimiento con que se enfrente una persona construye
progresivamente sus defensas. A nadie le gusta sufrir, por lo
que progresivamente elaboramos un «sistema de
protección» que nos protege y nos limita a la vez. Milton H.
Erickson «inventa» realmente una nueva teoría y un nuevo
enfoque para cada individuo con el que se encuentra. El
objetivo procurado es siempre soslayar las resistencias del
cliente para que el cambio se efectúe con la mayor soltura
posible.
La concienciación carece de sentido para Milton H.
Erickson, contando únicamente con la facultad de aprender
un nuevo funcionamiento. Aplica toda su estrategia a partir
de esta perspectiva. Las respuestas de comportamiento
internas y externas de la persona siempre están, para él,
vinculadas a aprendizajes del pasado. Con el fin de obtener
un cambio duradero bastará con borrar un aprendizaje
inapropiado para reemplazarlo por un nuevo aprendizaje
adecuado.
Con una creatividad extraordinaria, o simplemente
observando la relación con su cliente, encuentra la brecha
ofrecida para deslizar una sugestión que progresivamente
induce el cambio deseado por el propio cliente, que las más
de las veces lo ignora.
Se encuentra en Milton H. Erickson una noción de la
memoria que lleva a pensar en un fichero alfabético. Cada
ficha domina un comportamiento y abarca un campo de la
vida del individuo. Es posible crear y quitar nuevas fichas;
cada operación necesita, por parte del inconsciente, la
reorganización del fichero completo. La incapacidad de
cambio no es percibida como una «resistencia», sino
simplemente como una dificultad del lugar estructurador que
es el inconsciente para manejar el nuevo orden de las
fichas. Milton H. Erickson propone elegir siempre el camino
más fácil con el fin de encontrar el mínimo de resistencia.
Presentaremos a continuación las principales herramientas
que Erickson utilizaba. Jamás habría que plantearse
aplicarlas como una receta, sino siempre vinculadas
directamente con lo que se presenta en la relación con y
para beneficio del cliente. Milton H. Erickson es un
antiteórico. No desarrolla conceptos al modo de otras
«escuelas» de psicología y de psicoterapia; su único
objetivo es el cliente; en éste concentra toda su atención y
su energía. Muestra un gran respeto por la persona que
acude a solicitarle ayuda, estableciendo una alianza con ella
para, «juntos», desbaratar las resistencias del inconsciente
y «aprender» a entrar en el trance hipnótico que permitirá
«aprender» un nuevo comportamiento.
Vemos aquí que, más que de «aprender a aprender», se
trata de un contenido específico que el cliente debería
integrar en sí, siendo más importante el proceso de
aprendizaje que los conocimientos. Todo ocurre en medio
de gran calma y con sumo respeto. Si tenemos defensas,
ello se debe a que en un momento dado de nuestra vida nos
fueron indispensables para sobrevivir. Así pues, ellas son la
señal de una adaptación apropiada a una situación dada. El
hecho de que resulten obsoletas exige un reajuste a una
situación que ha evolucionado, pero no cuestiona a la
persona en su «ser».
LAS
HERRAMIENTAS
COMUNICACIÓN
RELACIONALES
DE
LA
La voz
Sabemos hoy que el 93 por 100 de la comunicación es no
verbal, en el sentido de que no está ligada al contenido sino
en una porción menor aunque indispensable. Puede parecer
paradójico que se hable de la voz en el registro no verbal;
sin embargo, el tono, el ritmo forman parte en mayor grado
del comportamiento que del contenido anecdótico que es
transmitido. Milton H. Erickson relata cómo, cuando
trabajaba en el hospital psiquiátrico, había establecido un
contacto suficiente como para iniciar la terapia de un
hombre que manifestaba propósitos incoherentes con una
especie de jerigonza particular. Comenzó por imitar su ritmo
y su voz, dirigiéndose a él en dicha manera hasta el día en
que el enfermo le pidió: «Doctor, ¡podría usted hablarme
normalmente!»
La acogida y la relación
Se trata del proceso más importante de la comunicación
entre individuos. Establecer la relación es establecer con
otro un vínculo de armonía, de escucha y de comprensión.
El proceso relacional que liga a los individuos suele ser más
importante que el contenido de lo que se digan. La relación
forma parte de este proceso, es su eje central. Milton H.
Erickson se centra en lo que ocurre entre la petición de su
cliente y los recursos que posee y a los cuales todavía no
tiene acceso. Comprende el lugar que le es atribuido
mediante la transferencia para resolver el problema que se
le presenta.
Milton H. Erickson tiene la costumbre de sincronizarse con
la gestualización, el ritmo, la voz y la respiración de su
cliente. Es ésta una manera de entrar en el marco de
referencia de la persona, que así se siente comprendida,
como si el terapeuta hablase la misma lengua que ella. Para
el terapeuta esto «da acceso» a sensaciones empáticas con
respecto a la persona que se encuentra delante de él. En
todo momento de la vida nos hallamos en el seno de una
emoción que se traduce mediante manifestaciones
fisiológicas y de comportamiento, siendo el cambio de ritmo
respiratorio lo que resulta más evidente. El hecho de
ajustarse a la respiración de un interlocutor acerca a lo que
él experimenta. ¡Cuidado con la apnea!
La convicción
En todos los fenómenos de sugestión —y por consiguiente
de manera especial en la hipnosis— las barreras filtrantes
del razonamiento consciente son puestas entre paréntesis;
existe entonces una especie de porosidad entre el
inconsciente del cliente y el del terapeuta, y de ahí la
necesidad de congruencia entre los objetivos de esta
«pareja» terapéutica.
Para Milton H. Erickson, el cambio terapéutico no puede
realizarse a no ser que el terapeuta tenga la convicción de
que los recursos necesarios para la resolución del problema
residen en la historia y la vida del cliente. Ante cada
problema que se plantea, las soluciones se encuentran en el
propio interior.
A partir de aquí, otros investigadores trabajaron en la ley de
«realización automática de las predicciones», que afirma
que cuando se efectúa una predicción, uno se comporta de
manera compatible con su realización. Lo que equivale a
afirmar que se filtra todo lo que podría acudir al encuentro
de su realización. La convicción común en el seno de la
relación mantiene un vínculo con el «efecto Pigmalión»
demostrado por Rosenthal.
La expectación positiva del profesor acerca de las
competencias de su alumno influye directamente en los
resultados escolares de este último.
«En el dominio médico, un pronóstico pesimista adquiere,
por el desaliento que entraña de parte del médico, la familia,
los sanitarios y el enfermo, un potencial de verificación
automática que lo hace temible.»
Milton H. Erickson comprende muy pronto que las personas
implicadas en una relación se encuentran «en el mismo
asunto», y que es necesario, para un buen funcionamiento,
que se acabe estableciendo cierta congruencia.
La observación es la manifestación de una presencia ante el
otro en la que adquiere sentido hasta el más pequeño
detalle. Una persona se expresa con todo su ser
psicosomático. El cuerpo visible del exterior es pues, en
cada instante, la manifestación de lo que ocurre en el
interior en los niveles psíquico y emocional. Todo lo
percibido tiene que encontrar un lugar para participar de
esta manifestación y convertirse en un incentivo terapéutico
capaz de ocasionar un beneficio al cliente.
En cuanto a la escucha, no se trata de oír una palabra que
tendría como función terapéutica, simplemente, ser dicha y
caer en un pozo. Es necesario recibir lo dicho por una
persona que sufre a una persona que tiene la competencia
necesaria para aportar una solución de cambio. La palabra
se inscribe en la relación, el terapeuta la deja resonar en sí
para hacerle eco.
Ella es el soporte de la relación, ella es la que aporta las
metáforas, las «historias» que a Milton H. Erickson le gusta
emplear para conmover como por casualidad a sus clientes,
relatándoles anécdotas referentes a otros «clientes», a
veces quizá totalmente imaginarias.
Se trata de un estilo muy diferente de lo que es posible
encontrar habitualmente; el terapeuta permanece en el lugar
que le es atribuido por el marco de la relación terapéutica,
pero lejos de escudarse en la arrogancia y la pretensión de
aquel «que sabe», se mantiene cerca de la humanidad de
su cliente. Y puede permitirse poner en práctica el humor y
efectuar bromas que ayudan al proceso terapéutico.
Estas tres últimas herramientas pueden ser agrupadas bajo
una misma señal de implicación que da cuerpo a la relación
entre el terapeuta y su cliente.
Las sugestiones con fin abierto
Para Milton H. Erickson, es evidente que el mejor terapeuta
no pretende dar la sugestión apropiada al paciente sino la
más cercana, habida cuenta la comprensión que el
terapeuta pueda tener del problema de su cliente. Así pues,
es indispensable dejar una parte importante del poder
terapéutico a este último, para que ajuste él mismo el
mensaje que necesita.
Para ello habrá de tener oportunidad de decir abstracciones
más que de ser directo y conciso, ya que el encuentro
frontal choca inmediatamente con las resistencias.
Si, por ejemplo, se quiere dar curso al siguiente mensaje:
«Su marido tiene que hacer terapia», no habrá que emplear
las palabras «marido» ni «terapia», sino que se dirá algo
como: «En los grupos, o sistemas de vida en conjunto, es
importante que los recursos del conjunto del grupo se
reúnan para resolver el problema».
Semejante sugestión deja abierta la vía a otras soluciones
que también pueden ser resolutorias, sin comprometer al
terapeuta a que se haga cargo del problema de manera
directiva.
La implicación del paciente
Dirigirse a una persona afirmándole el resultado que quiere
obtener la implica en la trayectoria a lograr. Cuando se nos
hace una predicción, nos comportamos de modo compatible
con la realización de tal predicción. Presuponer el éxito es lo
opuesto de lo que hacemos cuando empleamos el verbo
«intentarlo», que induce al fracaso. «Dado que ha optado
usted por terminar su bachillerato en junio» supone mayor
implicación que: «Tiene que procurar terminar su
bachillerato en junio». Los recursos motrices residen
exclusivamente en la historia del cliente; la movilización de
estos recursos no puede provenir sino de él mismo.
La amalgama
Enunciar dos informaciones evidentes y absolutas
amalgamadas a una información aleatoria tiende a
asociarlas como si las tres fueran absolutas o evidentes.
«Está usted ahora en mi despacho... confortablemente
instalado en ese sillón... y acaba de encontrar una solución
aceptable para ese problema.»
La amalgama también es denominada sugestión
contingente o compuesta; las primeras proposiciones
enuncian una evidencia, y la tercera introduce una sugestión
de lo que se espera.
Es ésta, todavía, la utilización del «proceso» con respecto al
«contenido». El impulso del proceso de las dos primeras
afirmaciones induce a la facilidad y la evidencia; con esta
actitud es con lo que trata acto seguido el tercer mensaje.
Decir la evidencia
En una relación de ayuda, ocurre que el cliente y el
profesional navegan en consideraciones intelectuales que
hacen perder todo sentido a dicha relación, hallándose cada
cual encerrado en un funcionamiento esencialmente
intelectual y sumamente alejado de la relación entre
personas, que es donde se encuentra la energía
reparadora.
Decir la evidencia devuelve los pies a la tierra y pone en
común algo indiscutible que reunifica la relación alrededor
de un mismo elemento: «Todos los niños han
experimentado un día el nacimiento», «cada familia elabora
sus propias reglas para funcionar», o incluso «usted está
aquí, ahora, para buscar una solución». Se trata de una
forma de poner las cosas en claro que da seguridad, ya que
lo que se está enunciando no puede ser puesto en duda.
Afirmaciones destinadas a reforzar la evocación en el aquí y
ahora
Hemos visto, en el proceso hipnótico, que era indispensable
producir un consentimiento más una fijación más una
sugestión, siendo posible a veces afirmar un mensaje que
abarca los tres elementos indispensables para la hipnosis
como, por ejemplo: «Me pregunto si siente usted que está
listo para comenzar.» Pero también es posible inducir
asociaciones y de este modo focalizar la atención de la
persona en un tema congruente con lo que ocurre en la
terapia: «Imagino lo que un padre puede pensar al descubrir
que su hijo ha resuelto el atolladero en que se encontraba.»
El padre entra en escena y el cliente piensa en él mientras
que el terapeuta no ha planteado ninguna pregunta sobre
aquél y nada ha dicho a su respecto. Sucede simplemente
que la atención ha sido desplazada, y no ha sido necesario
pedirle al cliente que fuese él quien lo hiciera. Mediante un
trabajo de zapa paulatino es posible abarcar un terreno
bastante amplio como para reunir en el presente una
multitud de personajes o de ideas en una interacción
fecunda para el proceso terapéutico.
Sugestiones en forma de negación
La frase siguiente: «Usted no ve la tarea en forma de
elefante rosa en el techo...» obliga a concebir «la idea» de
una tarea en el techo, luego un elefante y, por último, el
color rosa. Así, esto focaliza al cliente en estas imágenes
incluso en el caso de que se le proponga no verlas. En un
cliente ansioso o rebelde esto elude el sistema de defensas.
El terapeuta puede utilizar la negación por sí misma, lo que
al paciente le da la impresión de que el caso no le
concierne: «No sé si podrá usted imaginar el momento de
su éxito... hasta cuando alcance su objetivo... No sé si esto
es importante o si no le aporta más que cierto sentimiento
de confianza... No sé si...» La negación permite que un
sujeto consienta diciendo «no».
El doble vínculo consciente/inconsciente
En esta operación, dos mensajes se hallan encadenados
conjuntamente a uno de los dos niveles. La versión más
simple consiste en asociar dos experiencias diferentes,
como «encontrar placer en amañar un juguete» y «ver el
placer del niño que juega con ese juguete». Pero es también
posible encadenar dos mensajes disociados entre un nivel
«social» aparente que denominaremos «consciente» y un
nivel «oculto» llamado «inconsciente». «Usted puede
conscientemente tener ganas de ver la televisión, mientras
que inconscientemente siente la energía suficiente como
para poner manos a la obra.»
El cuestionamiento
Plantear una pregunta cuya respuesta es evidente o importa
poco equivale a efectuar una afirmación. «Quizá usted se
pregunte cómo cambiar su costumbre de...» De este modo,
al plantear un interrogante se introduce una sugestión en
tanto que no se espera ninguna respuesta; esto permite
dirigir la atención del paciente hacia sus preocupaciones
internas. Es importante formular cada pregunta de manera
que facilite el progreso del proceso terapéutico.
Sugestiones que abarcan todas las posibilidades de
respuesta
Cualquier respuesta será recibida como válida en las
sugestiones abiertas. Serán enunciadas todas las
respuestas posibles, lo que tiene por objeto restringir las
iniciativas y canalizar las respuestas del cliente en un
sentido determinado, asegurándose de que él no puede
fracasar. Esta sugestión incluye evidentemente la
posibilidad de la no respuesta. «Pronto su mano derecha, o
quizá su mano izquierda, se va a levantar o a ponerse
pesada, o a permanecer inmóvil, pero nosotros vamos a
esperar para ver lo que ocurre. Quizá el pulgar sea el primer
dedo en reaccionar, o quizá acabe usted identificando una
sensación en el meñique; lo importante no es que su mano
sea liviana o pesada, o que permanezca inmóvil, sino que
usted pueda apreciar su capacidad para percibir
sensaciones en su mano.» Con semejantes mensajes, el
cliente está de alguna manera condenado a tener éxito.
El signo señal
Esta herramienta se parece al anclaje en PNL; consiste en
asociar un «signo», un gesto, a un efecto que va a
producirse automáticamente. Es una sugestión a menudo
poshipnótica, que tiene que realizarse en el futuro. «Su
mano se levanta... cuando toque su frente, caerá usted en
un estado profundo de tranquilidad y de relajación...», o
incluso puede servir para «escanear» en el inconsciente
hasta encontrar una respuesta: «Apenas su inconsciente
haya encontrado una respuesta, su mano podrá moverse
libremente...» Resulta posible utilizarla en la relación
terapéutica, siendo las más de las veces el terapeuta quien
lleva a cabo el gesto desencadenante; y puede también ser
dada al sujeto para que éste la use en el momento que le
convenga. Para entrenamiento de oradores, o preparación
de estudiantes en momento de exámenes y oposiciones,
proponemos asociar bajo hipnosis «calma, concentración y
memoria» con la sensación de contacto entre el pulgar, el
índice y el dedo corazón de la mano no rectora. Este simple
gesto puede ser efectuado discretamente sin que el entorno
lo advierta. En la vida corriente existen numerosos «signos»
o gestos que tienen un efecto reflejo sin que siquiera
tengamos conciencia de ellos y que, de alguna manera,
hacen las veces de «signo señal». Resulta posible
desactivarlos para otorgarles una nueva carga refleja.
Los gestos y el lenguaje corporal
Tal como hemos visto en el caso de la voz, la comunicación
no verbal prima sobre el contenido verbal; así pues, todos
nuestros gestos participan de lo que decimos, sean
congruentes o no. Saludar a una persona con un «Me
alegra verle» cruzando los brazos, crea una ruptura en la
congruencia de la relación. El mensaje contradictorio entre
el nivel verbal y corporal dejará una huella en el
inconsciente. Decir «sí» meneando la cabeza de izquierda a
derecha significa, a nivel social, que se está diciendo «sí»
mientras el inconsciente retiene un «no». Milton H. Erickson
utiliza constantemente los gestos y la pantomima para
ofrecer sugestiones mediante gestos al inconsciente del
sujeto en tanto su consciente se halla ocupado a nivel
social.
Encadenamiento de alternativas comparables
He aquí una manera sutil de dar una instrucción, causando
la sensación de que se puede elegir, que facilita el cambio al
sujeto salvando las apariencias: «¿Quiere usted hacerlo de
esta manera o prefiere realizarlo de esta otra?»
Lo que no se cuestiona en esta pregunta es el objetivo. Se
presupone que «hacerlo», por representar la tarea a
efectuar, será efectivo aunque el nivel consciente sea
invitado a elegir entre dos maneras posibles de ejecutar la
acción. Los niños son sensibles a esta forma: «¿Prefieres
ponerte el pijama y ordenar tu cuarto o poner en orden tu
cuarto y prepararte para acostarte después?»
Sembrar ideas
Tal como los esnobs practican el name dropping, es decir,
salpican sus conversaciones con nombres de personajes
célebres dejando que se cierna la idea de que esas
celebridades les son familiares, el terapeuta puede
entreverar en su conversación inducciones que se asocian
unas con otras y progresivamente, formando un conjunto
que, por asociación o metáfora, adquiera un sentido muy
exacto.
Inserción de opuestos
Se trata de ajustar aspectos negativos aportados por el
cliente para darles un sentido positivo. Al igual que en el
yudo, en el que no se pierde ninguna energía sino que toda
es recuperada, el cliente que efectúa un impulso hacia
adelante se verá arrastrado por la fuerza que él mismo ha
puesto en funcionamiento. «Cuanto más dude de los
beneficios que puede extraer de esta tarea, más
significativos y personales serán sus conocimientos cuando
los descubra.»
Detrás de este proceso se perfila una verdadera filosofía de
la vida, en la que el error es considerado como un medio de
crecer y aprender. Todo sufrimiento es funcional si la
persona lo integra en una dinámica de crecimiento.
Los vínculos ilógicos
El salto de un tema a otro yuxtapone dos informaciones que
no pueden seguirse de modo lógico, creando cierta
confusión. La idea consiste en proponer la elección entre un
objetivo y la reformulación del mismo objetivo. En realidad,
se está proponiendo una elección que no es tal, porque se
da a elegir entre dos cosas idénticas: «¿Desea usted
experimentar el trance hipnótico, o simplemente modificar
su estado de conciencia para sentirse más concentrado en
su espacio interior?»
La negación
Cuando una persona se resiste, suele ser más eficaz
sumarse a su posición que luchar contra ella: «No está
usted obligado a moverse, o a mantener los ojos abiertos...»
Milton H. Erickson utiliza con gran destreza la energía del
rebelde o del pasivo, no incitándole a hacer cosas sino
reafirmándole en su comportamiento. Aquí se puede llegar
incluso a prescribir «más de lo mismo», lo cual provoca al
rebelde, a quien se le agradece su resistencia y que, en
consecuencia, se ve privado de su rebelión.
La metáfora
Permite ésta pasar de lo concreto a lo abstracto, y a la
inversa; es la herramienta predilecta de Milton H. Erickson,
que constantemente desplaza el contenido de la
conversación hablando de otro tema animado por un
proceso similar. La metáfora ofrece la posibilidad de hablar
de una cosa describiendo otra, es decir, manteniendo lo
esencial del proceso revistiéndolo a su vez con un contenido
superficial que le es secundario. La historia del viejo Joe es
un ejemplo conmovedor de la eficacia de la metáfora.
Llaman a Milton H. Erickson para aliviar al viejo Joe,
afectado por un cáncer en fase terminal e inmune a los
analgésicos de la época. No sabe casi nada de Joe, a
excepción de que no quiere ni oír hablar de psiquiatras ni de
hipnosis y que es de profesión horticultor.
Milton H. Erickson se fija como objetivo relajarle con el fin de
reducir el dolor en trance hipnótico; y asocia a esto una
preparación para la muerte tal como la practicamos, como
una actitud de acompañamiento al término de una vida. Este
enfoque lo realiza en base a la metáfora de un tomate, que
a partir de la semilla hasta la planta adulta ofrece su fruto,
cumpliendo así su misión vegetal y terminando su vida con
la gratificación del justo camino recorrido.
La simbolización
El símbolo es la imagen de un concepto. Al decir imagen
somos conscientes de que esta palabra es impropia, ya que
puede abarcar «sensaciones sensoriales» además de
visuales, como las «imágenes» auditivas, kinestésicas,
olfativas o gustativas. Los símbolos forman parte del
lenguaje del inconsciente: crear un símbolo en relación con
el problema a resolver abre una puerta directa al
inconsciente.
Resulta
entonces
posible
intervenir
directamente sobre el símbolo para modificar los elementos
inconscientes que él representa, más que afrontar
directamente el problema a resolver. Una persona
enfrentada a la dificultad de entrar en relación con otros
dice: «Un muro me separa de aquellos con los que querría
encontrarme.»
«Vea ese muro, y eventualmente dibújelo...; luego,
encuentre un medio que se adecue a usted para ver lo que
ocurre al otro lado..., piense qué necesitaría para
franquearlo... escalera, puerta, árbol, cuerda, etc. Y cuando
haya encontrado el accesorio que necesita, dibújelo sobre
su dibujo original» *.
La simbolización ha sido retomada como técnica específica
por, entre otros, terapeutas como Marge Reddington y C. y
S. Simonton para el tratamiento de enfermedades
psicosomáticas.
CAPITULO 3
EL USO DEL INCONSCIENTE POR PARTE DE MILTON H.
ERICKSON
La concepción ericksoniana del inconsciente es
sensiblemente diferente a la de Freud. A todas luces, es
absurdo separar las nociones de consciente e inconsciente.
Cada una de estas entidades influye en un continuum una
sobre otra, abasteciendo lo consciente al inconsciente,
permanentemente, de informaciones perceptivas sobre la
experiencia de la vida en su desarrollo.
El inconsciente archiva y almacena las informaciones
clasificándolas por modelos y asociaciones, tal como se
agruparían datos por familias. Las familias de que se trata
no son idénticas para todos los individuos, sino únicas para
cada uno de ellos. Tomemos la palabra «casa», que puede
constituir un título de capítulo en el banco de datos que es el
inconsciente. Habría quienes la asocien con el aspecto
arquitectónico de la construcción: puerta, ventana, escalera,
techo, etc., o incluso con los sinónimos referidos a su propia
casa, taller, establecimiento, edificio, familia; otros
empalmarían sus ideas con una de esas palabras, como la
última, «familia»: ajuar, raza, prole, sangre, tronco,
descendencia, etc. Siempre en relación con las mismas
palabras,
las
asociaciones
pueden
desencadenar
arborescencias en los niveles de las emociones o de las
personas vinculadas a esa memoria fantástica que es el
inconsciente. Milton H. Erickson considera que es posible
dirigirse tanto al inconsciente como a lo consciente del
sujeto que acaba de consultarle: a una
____________
* Véase Francois Paul-Cavallier, Visualisation des images
par des actes, Inter Éditions. (NT)
asistenta le habla de esta parte oculta como de un
supermercado, a un maestro se la describe como una
cantera de aprendizaje, a un terapeuta le presenta este
depósito de recuerdos emergiendo a lo consciente. No cabe
duda de que para Milton H. Erickson el inconsciente es el
interlocutor privilegiado en el que el cliente encuentra todos
los recursos que puede necesitar para resolver el problema
al que se enfrenta; las soluciones están aquí, en el
inconsciente, ocultas por aprendizajes conscientes que las
mantienen fuera de alcance. Bastará, pues, con cruzar la
frontera entre lo consciente y el inconsciente para acceder a
ellas. De hecho, el inconsciente freudiano no es muy
diferente de aquel de que habla Milton H. Erickson, pero sí
lo es la manera de utilizarlo. La imagen que de él se da en
la hipnosis ericksoniana es resueltamente positiva, no se
trata de pasos que dar hacia un acto en un sentido
perjudicial; por el contrario, el inconsciente protege a la
persona, siempre elige la mejor solución posible para el
sujeto habida cuenta su estadio de desarrollo, sin que esto
le resulte siempre comprensible. Existe una relación de
vaivén, semejante a la de los vasos comunicantes, entre
ambas partes de nuestro ser. Si bien podemos ir en busca
de elementos inconscientes haciendo que se muestren a la
conciencia, podemos también depositar mensajes en forma
de símbolos en nuestro inconsciente y dejarlos «en
infusión», como una bolsa de té en una tetera. Para Milton
H. Erickson no es necesaria la toma de conciencia del
material inconsciente; es suficiente el camino progresivo de
la sugestión para que el inconsciente elabore y reorganice
los datos que posee, posibilitándose así el cambio. Milton H.
Erickson se desplaza por el inconsciente como si las
nociones de espacio y tiempo ya no existieran, lo que
permite provocar, cuando ello es necesario, amnesias,
regresiones en edad o distorsiones del tiempo, toda vez que
estos fenómenos son considerados aprendizajes normales
empleados con el exclusivo propósito de hacer progresar el
estado del cliente. El inconsciente presente es accesible en
todo momento desde que la permeabilidad de la frontera
resulta posible debido a la modificación del estado de
conciencia en medio del trance. Para lograrlo, nadie
necesita trances espectaculares o sonambulismo. Se
alcanza este umbral cada vez que se reúnen los tres
parámetros (fijación, consentimiento y sugestión). El sueño
dormido o despierto da acceso a este estado, al igual que el
trance ligero durante el cual el sujeto puede intercambiar
palabras con su terapeuta.
LOS ENFOQUES INDIRECTOS Y LOS COMPONENTES
DEL TRANCE
Puede haber un efecto redundante al describir los enfoques
indirectos que utilizaba Milton H. Erickson porque solemos
hallarnos en una dinámica consistente en eludir las
resistencias. Algunos enfoques directos producen el mismo
efecto, pero Milton H. Erickson siente placer en afinar su
arte, y, cual un maestro del billar, apunta a la banda con
aparente desenvoltura y da en el blanco sobre puntos de
impacto situados en direcciones opuestas, obteniendo un
efecto de sorpresa que participa en la inducción terapéutica.
En la reseña histórica de la hipnosis pudimos constatar que,
en el transcurso de los años, esta trayectoria evolucionaba
progresando desde una práctica mágica —en la que el
sujeto era totalmente desposeído de su libre albedrío
experimentando un fluido exterior— hacia una forma de
hipercomunicación relacional en la que el terapeuta no hace
sino permitirle al cliente asociar sus propios recursos. La
descripción que hemos dado del proceso hipnótico al inicio
de este libro es la apropiada, pero resulta demasiado global
para definir la sutileza del dictamen ericksoniano.
Todo ocurre en el proceso cuando el contenido sirve casi de
distracción. No se trata de «atiborrar» de sugestión la
cabeza del cliente, sino de que «aprenda a aprender»
aquello que necesita para funcionar de manera apropiada.
El hecho mismo de aprender a entrar en trance hipnótico y
de poder hacerlo cada vez que sea necesario constituye un
aprendizaje terapéutico. La dinámica del trance es el
encadenamiento de etapas mentales. Nosotros lo
denominamos «movimiento mental»; está formado por un
conjunto de parámetros que es posible encontrar según la
profundidad que el sujeto llegue a alcanzar. Para obtener un
estado modificado de conciencia suficientemente profundo y
establecer la permeabilidad entre lo consciente y el
subconsciente habrá que reunir las etapas de este
movimiento mental en un determinado espacio-tiempo.
Esquemáticamente, ya hemos ofrecido tres: fijación,
consentimiento, sugestión. El trabajo de Milton H. Erickson
nos ofrece ahora la posibilidad de acendrar cinco:
—
—
—
—
—
La fijación de la atención.
Desconectar el razonamiento lógico.
La iniciación de una búsqueda inconsciente.
La emergencia inconsciente.
La respuesta hipnótica.
La fijación de la atención es una única percepción o idea
tiene por objetivo reducir el campo de conciencia y, como
ocurre en el campo de la fotografía, focalizar la energía
mental en un punto. Pero aquí no se trata ya de mirar un
punto brillante e intermitente, ni de mantener el brazo
extendido delante de sí; una simple pregunta puede captar
la atención del sujeto. Una evocación que exija una ligera
concentración: «Había flores en un jarrón sobre la mesa;
sienta ese perfume a flores.» Una invitación a estar en
contacto con lo que ocurre en el aquí y ahora: «Está bien,
siga sintiendo como lo hace ahora..., sí, continúe... Está
bien eso de sentir así...» A Milton H. Erickson le gustaba
contar historias; al comenzar su narración inducía la fijación,
y luego encadenaba al mismo nivel las etapas siguientes.
En cuanto queda desconectada la conciencia en el estado
de vigilia resulta posible pasar a la etapa siguiente.
Desconectar el razonamiento lógico para entrar en un
mundo imaginario en el que todo es posible, y sobre todo
aceptar que el otro se hace cargo de la progresión del
pensamiento, es un verdadero alejamiento de la voluntad.
La iniciación de una búsqueda inconsciente consiste en
invitar al sujeto a inventariar los recursos existentes en el
banco de datos de su inconsciente; se trata de un momento
importante, durante el cual el sujeto es particularmente
sensible a las evocaciones y a las asociaciones que le son
propuestas.
Una vez dada la sugestión, el inconsciente va realmente a
«escanear» el conjunto de informaciones que posee para
asociar la nueva información recibida. Se trata de una
verdadera reestructuración del material archivado para darle
un sentido nuevo. Podríamos hablar de una búsqueda de
sentido. Milton H. Erickson tenía costumbre de dirigirse
directamente al inconsciente de sus clientes como si se
tratase de una entidad separada de la persona.
La emergencia inconsciente se manifiesta mediante la
asociación con un recurso pasado que le estaba velado al
sujeto. No se trata de una visión de la causa del trastorno,
sino de una respuesta o solución para salir de la dificultad
actual.
A partir de aquí se plantea una reorganización del marco de
referencia del sujeto. Cuando Milton H. Erickson afirma que
es necesario «creer al cliente», supone que todo lo que
emerge del inconsciente del sujeto tiene sentido en su vida,
y que resulta absolutamente necesario tomarlo en cuenta,
incluso si esto pareciese totalmente extravagante.
ALGUNOS
MEDIOS
ERICKSONIANOS
DESCONECTAR LA CONCIENCIA
DE
El objetivo es crear una ruptura de la vigilancia ante la
realidad exterior para devolver al sujeto hacia una búsqueda
interior que lo va a sustentar y volver más profundo.
La confusión es probablemente el medio más común: el
terapeuta hace o dice algo inhabitual o no congruente, lo
que desconcierta al cliente y permite una reorientación de la
dinámica relacional. Pueden aplicarse aquí juegos de
palabras imprevisibles, portadores de múltiples mensajes.
La interrupción pura y simple de la palabra del cliente o del
terapeuta en un momento no previsible: la sorpresa crea
una ruptura del curso del pensamiento para tomar en cuenta
el elemento nuevo que se presenta.
La evocación es una maniobra de reactivación de lo vivido
por el cliente, puesto que no se puede evocar sino lo que
existe ya en el sujeto. Permite situar el presente en paralelo
con imágenes del pasado, lo que ofrece la posibilidad de
reorientarlas, o, por asociación, cambiarles el sentido.
La sugestión directa presenta el inconveniente de entrar en
el marco de referencia del cliente de manera rígida, lo que
amenaza con provocar reacciones hostiles y resistencias.
Milton H. Erickson la utiliza específicamente una vez que
entiende el marco de referencia de su sujeto. Pero este tipo
de sugestión muestra tendencia a reforzar la pasividad del
cliente ante el terapeuta «todopoderoso», contribuyendo a
desarrollar la creencia de que el hipnotizador le dice al
paciente lo que tiene que hacer, cuando la hipnoterapia
tiene como objetivo explorar los recursos del cliente y
facilitarle la aplicación de cambios a partir de lo que le
pertenece, sin esfuerzos conscientes.
La sugestión indirecta es utilizada casi sistemáticamente por
Milton H. Erickson; se parece a la evocación, pero otorga
más posibilidades de interpretación al sujeto, que puede
acudir a extraer de su subconsciente lo que tenga sentido
en el momento oportuno. Una sugestión de modo directo
sería: «Usted escucha el canto de las aves», y otra de modo
indirecto: «Permítase escuchar los sonidos de este lugar.»
Apertura y permisividad completan el arsenal que permite
evitar las resistencias. Milton H. Erickson asocia a menudo
evocación, sugestiones indirectas y permisividad. Suele
incluso jugar con la complejidad, asociando en una misma
frase modos diversos y a veces contradictorios. En realidad,
el terapeuta no tiene suma necesidad de conocer los
detalles del contenido de las imágenes mentales de su
cliente, importándole más si es reacio al proceso hipnótico.
Cuanta más apertura y permisividad aporte, menos
resistencia opondrá el sujeto. En este sentido puede
comentar algo como: «Me pregunto, al verle sentado en ese
sillón, si puede usted transportarse a un lugar real o
imaginario. Allí quizá se viese sorprendido, o encontraría la
sensación agradable de sus párpados que se cierran como
cuando se hunde en un profundo sueño.»
Poco importa que el sujeto elija un lugar junto al mar, en la
montaña o en el campo, que se sienta sorprendido o que
encuentre agradable la sensación; el terapeuta puede
advertir si entra en trance para proponerle otras
sugestiones. El empleo de la agitación y de gestos
repetitivos puede también ser aprovechado como puerta de
entrada para focalizar la atención en este comportamiento.
Rossi cita una situación por la que pasó Milton H. Erickson:
un cliente muy agitado acude a verle a su consulta; va y
viene constantemente por el despacho, de un extremo a
otro, explicando que no soportaría sentarse para hablar de
sus dificultades. Especifica que los otros psiquiatras que
había consultado renunciaron a tratarle, considerándole
poco cooperativo. Milton H. Erickson le interrumpe: «¿Está
usted dispuesto a cooperar conmigo en tanto vaya y venga
por el despacho, tal como lo está haciendo ahora?» Todo
puede ser tomado como pretexto para una inducción; a una
persona que es hostil a la relajación y se pone tiesa llorando
en el consultorio del dentista, Milton H. Erickson le dice: «No
ha conseguido usted entrar en trance. Estaba tieso de
miedo, y lloraba. Habría bastado con ponerse tieso sin
llorar...» Luego, Milton H. Erickson encadena: «Tiene ante
todo que ponerse tieso. Es lo primero que debe hacer, y
hágalo ahora...» Habiéndose obtenido la fijación, no queda
sino proseguirla. Cada vez que una persona manifiesta una
necesidad o una exigencia, es posible orientar la respuesta
hacia una inducción para arrastrarla al proceso hipnótico. El
silencio forma parte de las cosas más difíciles de manejar
por parte de un terapeuta. ¿Qué hacer ante un paciente
mudo que permanece totalmente silencioso? Milton H.
Erickson no se dirige directamente a él, sino a su
inconsciente, que no puede dejar de estar allí: «Mientras
usted permanece silencioso ahí, delante de mí, yo me dirijo
a su inconsciente, que sí me escucha y puede contestar. Su
inconsciente comienza a pensar y a encontrar soluciones,
empieza a trabajar en secreto sin que su consciente lo
sepa... Todo el tiempo que usted pasa aquí, mientras su
consciente se mantiene en silencio, es utilizado por su
espíritu inconsciente para aprender a entrar en un estado de
tranquilidad más profundo...»
PRINCIPIOS DE TRATAMIENTO SEGÚN MILTON H.
ERICKSON
Los principios de tratamiento de Milton H. Erickson agrupan
la conceptualización de su práctica. Cada uno de ellos
merece ser examinado por separado para diferenciar
aspectos que a veces están amalgamados. Milton H.
Erickson nunca dudó en apoyarse en descubrimientos
efectuados en su alrededor ni en adaptarlos a las
necesidades específicas de su práctica terapéutica.
1. Los individuos funcionan a partir de sus mapas internos y
no a partir de su experiencia sensorial.
Este aserto está tomado directamente de Korzybski, el
diseñador de la semántica general. Cada individuo percibe
el mundo a partir de un marco de referencia, elaborado a
través de las experiencias de su historia. Esto es tanto como
decir que la capacidad de visión es a veces muy estrecha.
Milton H. Erickson nos invita a identificar a partir de qué
marco funciona el cliente. Y constata que solemos mostrar
tendencia a traducir el lenguaje del otro a nuestro propio
lenguaje, como si el terapeuta le exigiese al cliente que
emplease su mapa del mundo (el del terapeuta) en lugar de
funcionar a partir del correspondiente al cliente. Cada uno
de nosotros entra en la habitación, en donde nos
encontramos con percepciones internas que nos son
propias, independientes del contexto que nos reúne. Las
bromas dan buen ejemplo de ello: ante un mismo chiste
algunos se muestran prestos a, literalmente, morir de risa,
mientras que otros esbozarán una sonrisa de
circunstancias, y otros más considerarán la broma de un
gusto dudoso o francamente fuera de lugar en función de
sus vivencias personales. Se trata de una invitación a labrar
una práctica a medida para ofrecer intervenciones que
habrán de ensanchar el mapa del cliente. Sin esta
precaución, intervenciones terapéuticas ingeniosas corren el
riesgo de ser rechazadas por el cliente y acabar
perdiéndose.
2. Los individuos efectúan en todo momento la mejor
elección posible en función del contexto.
El instinto de supervivencia nos incita a tomar la mejor
decisión posible en función de nuestro estadio de desarrollo
y de la lectura que efectuamos del contexto que nos rodea.
De nada sirve censurar comportamientos inapropiados o
perjudiciales cuando ellos son, las más de las veces, la
única respuesta disponible para la persona en el momento
de su elección. Milton H. Erickson invita a enseñarle al
cliente los mecanismos asociativos apropiados con el fin de
que pueda efectuar una elección entre un número mayor de
opciones.
Ocurre aquí lo mismo que lo denominado comúnmente
«resistencias»; si el cliente se resiste, ocurre que no sabe
cómo actuar de otro modo, y que lo que opone es algo que
conoce por oposición a algo que ignora.
3. Las explicaciones, las teorías o las metáforas empleadas
para describir hechos que atañen a una persona no son la
persona.
También aquí encontramos la influencia de Korzybski a
través de la noción de que «el mapa no es el territorio». La
nosología y las etiquetas de diagnóstico que utilizamos para
reconocernos en conceptos con frecuencia abstractos
definen comportamientos y no a personas. Si olvidamos
esto encerramos al cliente en su comportamiento y ya no
podemos entender a la persona que es.
Es grande la tentación de sintetizar una larga historia
terapéutica para hacerla entrar en un esquema conceptual
que, acto seguido, nos permitiría aplicar estrategias
«teóricas» acordes con lo que hemos aprendido en los
bancos de la universidad.
En este caso nos preocuparíamos más por la enfermedad
que por el cliente. Con mayor sutileza, podríamos vernos
llevados a elaborar una explicación del síntoma y
adscribírsela al cliente.
La explicación no es la persona; la explicación impulsa a
menudo al cliente a centrarse en cómo se halla arrinconado
en su problema más que en considerar cómo salir de él. Es
más acertado utilizar la memoria para impulsar recursos
más que explicaciones.
4. Respétense todos los mensajes provenientes del cliente
(créase al cliente).
Se trata de todos los mensajes lanzados simultáneamente
por el cliente en su comunicación verbal y no verbal. Existen
diversos niveles de comunicación en el nivel social, al igual
que en los icebergs, en los que una pequeña parte es visible
aunque la parte sumergida sea considerablemente más
importante. Hay siempre un mensaje a nivel psicológico
además del mensaje a nivel social.
Esto exige estar situado en la misma longitud de onda que
el cliente, para poder observar hasta los elementos más
sutiles que surjan en la comunicación; se tratará a menudo
de modificaciones de la tensión muscular, de la coloración
de la piel, del tono de la voz, de los gestos o de posturas
inconscientes, o incluso de modificaciones respiratorias. La
mayoría de los mensajes no verbales están cargados de
informaciones indecibles con claridad por parte del emisor;
así pues, es importante aportar aquí un gran respeto y
ofrecer respuestas metafóricas que preserven la parte
molesta del mensaje.
5. Enseñe la elección; jamás intente suprimir la elección.
El hecho de considerar al cliente como persona competente
para sí misma, y probablemente la única realmente
competente para modificar el curso de su vida, prohíbe
colocar a la persona ante una situación que implique nada
más que una única salida. La fórmula «No hay más que una
solución...» reduce al cliente a la impotencia total, es una
especie de alienación y de denegación del principio 2,
según el cual una persona elige siempre la mejor solución
posible habida cuenta su evolución. Nos encontramos a
veces con clientes que nos solicitan que se les erradiquen
determinados componentes de su personalidad que les
plantean problemas. Esta expectativa no sólo es totalmente
ilusa, sino que corresponde a la proyección de un poder que
atribuyen al terapeuta en detrimento de su propio poder
para modificar el curso de su existencia. Convencidos de
que siempre hacemos la mejor elección posible, es con
mucho preferible dedicar energías a enseñar al cliente a
encontrar nuevas posibilidades entre las cuales elegir, y,
sobre todo, asociar a partir de sus experiencias pasadas
para elegir los recursos disponibles que allí residen.
6. Los recursos que el cliente necesita radican en su historia
personal.
Al igual que en el caso de la pieza necesaria para ir
completando un rompecabezas, lo que puede encontrar el
lugar acertado está siempre en relación con los elementos
constitutivos que se han venido preparando en la historia de
la persona. Milton H. Erickson repetía incansablemente a
sus clientes y a sus discípulos: «Vuestro inconsciente es un
enorme depósito que contiene los aprendizajes, los
recuerdos y los recursos que necesitáis.»
Este principio recuerda inevitablemente la experiencia que
Milton H. Erickson tuvo al volver a aprender a incorporarse y
a caminar después de su poliomielitis, contemplando cómo
aprendía a andar su hermana menor. El aprendizaje rural de
Milton H. Erickson también desarrolló en él la noción de
valor positivo del error. De todo mal es posible extraer un
bien. Con este propósito, utilizaba el ajuste para positivar lo
que podía aparecer como un defecto, convirtiéndolo en una
cualidad eficaz.
7. Encuentre a los clientes en su modelo de mundo.
Este punto es consecuencia lógica del punto 1. Una vez que
se ha comprendido que cada individuo tiene una
representación diferente del mundo, no sólo es
indispensable no solicitarle que se adapte a nuestra visión
del mismo, sino que resulta necesario incorporarse a la
suya. En un primer momento, la relación empalica permite
validar sistemáticamente todo lo que el cliente aporta como
información además de ir a su encuentro en lo que vive: su
confusión, su sufrimiento, etc. Milton H. Erickson cita un
ejemplo de encuentro en un hospital psiquiátrico en el que
aprendió la jerigonza de un paciente para entrar
suficientemente en relación con él como para comenzar la
terapia.
Este comportamiento no es en rigor verdaderamente nuevo.
Se halla en la Biblia: «Alegraos con los que se alegran;
llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos
para con los otros» (Romanos 12, 15-16).
8. La persona que posee la mayor flexibilidad será la que
controle el sistema.
Pensamos a menudo, sin razón, que aquel que detenta más
poder es quien ejerce más control o rige con mayor fuerza.
En las artes marciales, por ejemplo el yudo, comprobamos
que quien es capaz de emplear mejor la energía de su
adversario es quien se lleva la palma. Milton H. Erickson
preconiza que se entre totalmente en el marco de referencia
del cliente, que se valore su dinámica del momento con el
fin de establecer una relación que ofrezca el mínimo de
resistencia. A partir de aquí es posible, respetando sus
valores, sugerirle aprendizajes que influirán en el curso de
su vida. En terapia sistémica sabemos asimismo que el
miembro que tenga más flexibilidad de comportamiento es
aquel que controlará el conjunto del sistema, incluso si esto
significa estar enfermo al punto de poner su propia vida en
peligro. Ejerciendo gran flexibilidad, el terapeuta puede dar
con un gran número de clientes entre los que cada cual
posea una imagen del mundo que sea única. La flexibilidad
otorga también gran apertura para considerar opciones
creativas de cambio.
9. Una persona no puede no dar respuesta.
Esto remite a la constatación de Paul Watzlawick: «No se
puede no comunicar.» El cliente, aunque sea mudo,
bombardea a su terapeuta con informaciones; en primer
lugar mediante su silencio, porque al no decir nada se está
diciendo algo. Sin contar con todo el lenguaje no verbal
expresado por el cuerpo; el terapeuta tiene que poder
guiarse a partir de esta fuente inagotable de informaciones.
10. Si resulta demasiado duro, redúzcase el esfuerzo.
La broma infantil «¿Cómo se come un elefante?» ilustra
adecuadamente este principio ericksoniano. La respuesta —
no siempre hallada— es: «bocado a bocado».
Todas las tareas más importantes de la humanidad se han
realizado mediante la fragmentación del esfuerzo en
multitud de pequeñas tareas.
El proceso es siempre más importante que el contenido; el
hecho de conseguir un pequeño cambio da confianza para
acometer otro mayor; este principio se aplica tanto al
aprendizaje como al tratamiento terapéutico. Conseguir es
más importante que aquello que se consigue. La necesidad
de reducir el objetivo para alcanzar el umbral de
consecución posible es una exigencia pedagógica.
Las tareas más complejas podrán de este modo ser
realizadas a través de segmentos simples y progresivos.
«¡No leáis este libro como un único bocado, sino palabra a
palabra!»
11. Los resultados quedan fijados a nivel psicológico.
Eric Berne, el fundador del análisis transaccional, enuncia
este principio como la tercera regla de la comunicación:
«Cuando una transacción es de doble fondo, el resultado de
esta transacción quedará determinado por el mensaje
psicológico más que por el mensaje social.» Imagínese a un
apuesto cowboy que sostuviese ostensiblemente a una
jovencita por la cintura y que diera, de cuando en cuando,
manifiestas señales de interés a otra en el transcurso de un
paseo campestre. Una granja aislada está cerca de ellos:
«¿Te gustan las granjas?», dice él (mensaje social que
oculta un mensaje psicológico). «¡Oh, sí!», contesta su
acompañante excitada por la propuesta subentendida que
no se refiere por cierto a un estudio de la arquitectura de las
granjas. De hecho, en una relación se entablan
simultáneamente varios niveles de comunicación. El
mensaje social formulado en palabras dice una cosa,
mientras que el mensaje psicológico reflejado por el tono de
la voz, los gestos, el énfasis, dice otra fuera del campo de la
conciencia. La respuesta y el resultado del intercambio se
producirán siempre a partir de los elementos del nivel
psicológico. Esto explica el frecuente empleo de la metáfora
por parte de Milton H. Erickson, que induce un mensaje
psicológico indirecto fuera del campo de conciencia del
cliente.
De este modo, el cambio deseado por el cliente se produce
cuando no es claramente consciente de los componentes de
su problema, ni de lo que ocurre en el momento de su
resolución. Milton H. Erickson afirma que la hipnosis en sí
no provoca la curación, sino que la curación se produce por
sí misma cuando el cliente puede volver a asociar los
diferentes elementos y los recursos de sus experiencias
vitales. Las tomas de conciencia del pasado pueden tener
interés histórico, pero de ninguna manera pueden cambiar
el pasado. Nosotros no podemos cambiar los hechos de
nuestra historia, pero sí podemos cambiar su sentido.
LA TERAPIA ESTRATÉGICA
La noción de terapia estratégica se fue desarrollando
alrededor del trabajo de Milton H. Erickson; consiste
principalmente en la flexibilidad del terapeuta para
comprender y entrar en el marco de referencia del cliente
con el fin de producir un cambio a medida acorde con la
petición del cliente.
El cliente se halla en el centro del proceso y la táctica
puestos en práctica; se le considera poseedor en sí de las
competencias y los medios de curación, siendo el terapeuta
un acompañante en el aprendizaje de nuevos
funcionamientos. La flexibilidad del terapeuta tiene que
permitirle disponer cada una de sus intervenciones en
función de las reacciones observadas en el cliente.
Se trata de una interacción permanente que exige
cualidades técnicas a las que se puede acceder
espontáneamente, para permitir un reajuste constante de
los medios en relación con los objetivos. La terapia
estratégica supone un plan terapéutico, pero es
constantemente cuestionada y afinada por la observación
de las reacciones aportadas por el cliente, siendo estas
últimas las que priman sobre el plan terapéutico, que en
cualquier momento puede ser modificado o abandonado en
función de una resistencia imprevista que se encuentre en el
camino.
El terapeuta que practica la hipnosis ericksoniana y la
terapia estratégica «no sabe» nada por anticipado, pero
tiene confianza. La hipnosis ericksoniana no es espectacular
porque se trata de una hipnosis sin hipnosis; todo ocurre en
la relación.
El cliente no tiene que conocer las herramientas de este
enfoque: entra simplemente en esta relación —en el juego
—, a veces sin saberlo, porque es el terapeuta quien
«conoce» todas las facetas de la comunicación: es éste un
políglota de la comunicación que hablará la lengua del
cliente no para manipularlo, sino para maniobrar en una
jungla desconocida de donde la pareja terapéutica clienteterapeuta tiene que salir gananciosa.
Estos enfoques exigen que el facultativo reúna a la vez un
saber, un saber hacer y un saber estar, lo que no es muy
frecuente en un recién llegado.
Y resulta insuficiente la posesión exclusiva de una de estas
cualidades; un saber exclusivo y libresco puede revelarse
como un gran peligro en la práctica terapéutica, ocurriendo
lo mismo con las otras dos.
Al igual que en todas las prácticas psicoterapéuticas, el ser
del psicoterapeuta ocupa un lugar preponderante. Es
indispensable que haya completado un desarrollo
terapéutico personal intenso y profundo para no ver los
problemas con que se encuentre en sus clientes a través de
sus propias defensas.
LA INFLUENCIA DE MILTON H. ERICKSON
Podemos afirmar que la mayoría de los enfoques del
movimiento del potencial humano han experimentado la
influencia —o han sido directamente inspirados en su
pensamiento— de Milton H. Erickson. Desde luego, las
ideas se hallan en el aire al mismo tiempo, por lo cual lo que
se pretende para la comunicación de inconsciente a
inconsciente tiene que ser considerado a nivel de las ideas
para el conjunto de la especie humana. El conocimiento del
sufrimiento auténtico es tal vez el camino por el cual Milton
H. Erickson pudo acceder a la comprensión profunda de lo
que se juega en la relación terapéutica, más allá de los
estereotipos casi fosilizados en los que el psicoanálisis se
ha hundido a veces a fuerza de creer, como un niño
egocéntrico, que era la única vía hacia el inconsciente. El
concepto de inconsciente de que habla Milton H. Erickson
se halla más cerca de Donald Winnicott que de Sigmund
Freud. Se trata de una entidad incierta en constante
emergencia con la cual es posible dialogar, negociar. No es
una entidad que esté expuesta en un museo lapidario y que,
cual un fantasma, haga incursiones en lo cotidiano, pero
permaneciendo inasequible para modificar el curso de la
vida. Los recursos están en la historia del paciente y no en
la ciencia del terapeuta que acude desde el exterior a
aportar la curación.
Entre los nuevos hipnotizadores, los sofrólogos, hay algunos
que han recibido las aportaciones de Milton H. Erickson, sin
practicar no obstante, hablando con propiedad, la sofrología,
sino más bien la hipnosis ericksoniana; otros han
permanecido puros y duros en una hipnosis en la que la
relación se ejerce con todo el poder del sofrólogo sobre su
cliente. Lo que Milton H. Erickson ha descubierto, verificado
y enseñado no puede aprenderse en unos pocos fines de
semana de formación, se sea médico o técnico sanitario.
Para iniciarse en este arte de la relación se necesita tiempo,
observación en el terreno, un cuestionamiento permanente
que lime las certidumbres en provecho de la escucha del
cliente. Una humildad que nos recuerda que estamos
hechos de aluviones, de humus. El mundo ha existido antes
de nosotros y nos sobrevivirá; y en el espacio intermedio
que conocemos como el presente estamos condenados a
hacer cuanto podamos ante aquello con lo que nos
encontremos.
Nada podemos cambiar en los otros, pero podemos
acompañarles, estar junto a ellos para proponerles un
camino que les permita salir de su sufrimiento, u otorgarles
un sentido que haga las veces de cimientos sobre los cuales
apoyarse para construir la vida. En la trayectoria de Milton
H. Erickson, la relación es lo que cura.
La PNL
El trabajo de Milton H. Erickson vuelve a encontrarse casi
por entero en la programación neurolingüística, que lo
considera su base. Por supuesto, la PNL no se compone
únicamente de él. La PNL ha recolectado un poco en todas
partes de los procesos que funcionaban adecuadamente,
para formalizarlos en conceptos utilizables en la
comunicación, y en especial en el campo de la empresa. Se
trata de un enfoque poderoso para modificar los
comportamientos mediante nuevos aprendizajes. Hay
quienes pretenden considerarla una terapia; y otros afirman
que amenaza con grandes peligros. Ambas visiones se
revelan acertadas. Empleada adecuadamente por un
psicoterapeuta habilitado, la PNL es una herramienta para
desbloquear situaciones que necesitan la intervención
exterior del terapeuta.
Puesta en manos de presuntos terapeutas que no han
elaborado una psicoterapia profunda en sí mismos, ni
adquirido una formación psicológica y psicopatológica
suficiente, la PNL se convierte en un gran peligro tanto para
quien la ejerce como para quien la experimenta.
La visualización – simbolización.
En un principio, este enfoque fue elaborado por C. y S.
Simonton para el tratamiento psicológico de los enfermos
cancerosos
paralelamente
al
tratamiento
médico
convencional de su enfermedad.
Consiste en asociar al tratamiento imágenes mentales de
curación, implicando así al enfermo en la trayectoria
terapéutica que le atañe.
Los recursos que residen en el paciente habrán de permitir
resolver las trabas que se hallan en el origen del
desencadenamiento de la enfermedad. Se trata aquí de
técnicas terapéuticas muy poderosas que se insertan en el
marco de una psicoterapia strícto sensu.
La eficacia de esta aplicación ha llevado a que se desborde
su utilización más allá del marco terapéutico, siendo
empleada hoy en el entrenamiento de deportistas de alto
nivel, la preparación para concursos o el desarrollo
personal.
También en este caso su puesta en práctica exige las
mismas precauciones que en todos los enfoques de
formación rigurosa. Marge Reddington ha elaborado
específicamente el enfoque de la simbolización, que utiliza
con fines terapéuticos y espirituales.
La hipnosis clínica
Ha tenido sus detractores, que ven en su práctica un
desarrollo excesivo del poder del facultativo sobre su
cliente. El trance amplifica el fenómeno transferencial,
resultando real el riesgo de pasar de una influencia benéfica
a un verdadero dominio. Una vez más, no es la intención del
facultativo lo que se pone en tela de juicio.
Una gran mayoría de curanderos utilizan, sin a veces ser
conscientes de ello, el proceso hipnótico, situando a su
clientela en una actitud de falta de responsabilidad ante su
propia vida.
El curandero, el astrólogo, el vidente, el hipnotizador se
hallan en posesión del poder de curar, pero de ese modo
privan a la persona que acude a consultarles de la
posibilidad de cambiar los aspectos de su vida que se hallan
en el origen de sus trastornos. Algunos médicos practican
todavía la hipnosis clínica bajo la denominación velada de
sofrología.
Y cada vez son más los facultativos que, utilizando el
fantástico potencial del proceso hipnótico, lo practican en
forma de hipnosis ericksoniana sugiriendo a sus clientes
que los recursos necesarios para su curación residen en
ellos y no en un supuesto poder del médico o del
hipnotizador.
Tal como lo afirmábamos al comienzo de este breve libro, no
se puede no influir, pero se puede influir con integridad.
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