6. La declaración unilateral de la voluntad como fuente de las obligaciones. Después de haber estudiado al contrato que es considerado como la principal fuente de las obligaciones contractuales, corresponde ahora analizar a las obligaciones extracontractuales en el orden expuesto en el Código Civil, por lo que daremos inicio con el tema de la declaración unilateral de la voluntad. La declaración unilateral de la voluntad como fuente de obligaciones, es una especie del género de los actos jurídicos unilaterales, lo que es necesario tener en cuenta, puesto que el Código Civil para el Distrito Federal la regula dentro del libro de las obligaciones y reconoce cuatro figuras dentro de esta especie que son: La oferta al público La promesa de recompensa La estipulación a favor de tercero Los documentos civiles a la orden o al portador Es importante señalar que estos supuestos no agotan todos los casos de actos jurídicos unilaterales. De este modo, se encuentran también las figuras de la remisión y el reconocimiento de deuda, el testamento, el legado impuesto al heredero con efecto puramente obligacional, el abandono de bienes, el poder, así como el régimen de propiedad en condominio. En general, la declaración unilateral de la voluntad está relacionada con una persona que manifiesta su voluntad de ejecutar una determinada prestación en favor del destinatario o destinatarios de la declaración, con la intención de vincularse inmediatamente, por el solo efecto de aquella, sin necesidad de que concurra la manifestación de voluntad de él o los destinatarios de la misma. Igualmente, resulta necesario precisar que la consideración de la declaración unilateral de la voluntad como fuente de las obligaciones, es relativamente reciente en la historia de la cultura jurídica europea continental; de hecho, la tradición es contraria a reconocerla, aunque hubo casos en el Derecho Romano se les dio validez a estas declaraciones unilaterales. 6.1 La declaración unilateral de la voluntad como fuente de obligaciones. Como hemos visto a lo largo del curso, la fuente voluntaria por excelencia de las relaciones obligatorias ha sido el contrato, que es por definición, un acuerdo de voluntades en el que cada una de las partes que participan en él señala claramente los términos en los que desea obligarse y definiendo los límites en los que está de acuerdo con otra voluntad. Por tal motivo, por siglos se negó que la manifestación aislada de voluntad pudiera reconocerse como fuente de obligaciones, hasta que a principios del S. XIX la escuela alemana sustituyó la noción de contrato por la de negocio jurídico, dentro de la cual se encuentra, cualquier declaración unilateral de la voluntad. El principal problema para reconocer a la declaración unilateral de la voluntad como fuente de obligaciones radica en que presenta la problemática de determinar quién es el acreedor y cuál sería la prestación a la que está obligado el declarante. CONTRATO DERECHOS Y OBLIGACIONES ACREEDOR DEUDOR DECLARACIÓN UNILATERAL DE LA VOLUNTAD NO SE CREAN DERECHOS NI OBLIGACIONES ENTRE LAS PARTES PORQUE SE TRATA DE CUMPLIR CON UN DEBER JURÍDICO La postura adoptada en nuestra legislación es la de negar la eficacia obligatoria de la declaración unilateral de la voluntad , debido principalmente y como hemos de ver más adelante, a que es causa de un deber jurídico, pero no de una obligación, en tanto que no conlleva la posibilidad de que un acreedor exija a un deudor al cumplimiento de una determinada prestación. El declarante adquiere un deber jurídico, que no es, en sentido estricto, una obligación. Por tanto, es necesario no confundir el deber asumido por quien manifiesta unilateralmente su voluntad, con la obligación de cumplir la prestación prometida. 6.2. Oferta al público y promesa de recompensa. Es necesario señalar que para que ambas figuras puedan considerarse como casos de declaración obligatoria de la voluntad, éstas deben manifestarse públicamente frente a persona indeterminada, y para el caso de la recompensa, que se premie una actividad o un resultado. La naturaleza de estas figuras ha sido explicada básicamente de acuerdo con dos parámetros. Por un lado, quienes niegan su calidad de declaración obligatoria de la voluntad acentúan tanto el hecho de la revocabilidad, como el que es necesario para que surja la obligación que se tenga la intención de perfeccionar la relación jurídica. Por el otro lado están quienes consideran que se trata de una declaración vinculante, que señalan que es revocable solo excepcionalmente, cumpliéndose la misma forma que la publicación y que el premio se debe aun cuando no se tenga la intención de obtenerlo. 6.2.1. Código Civil para el Distrito Federal. La forma en que nuestra legislación regula ambas figuras es la siguiente: Artículo 1860. El hecho de ofrecer al público objetos en determinado precio, obliga al dueño a sostener su ofrecimiento. De lo anterior se observa que no obstante a que el código se refiere expresamente a las ofertas de contratos en los que la contraprestación es un precio, como es el caso de la compraventa y el arrendamiento, una interpretación extensiva del precepto permite ampliar su alcance, de manera que quede comprendido cualquier caso de oferta pública de contratación; sin embargo no se desconoce que el caso más frecuente es el de la compraventa. Por cuanto a la promesa de recompensa, ésta se regula de la siguiente forma: Artículo 1866. En los concursos en que haya promesa de recompensa para los que llenaren ciertas condiciones, es requisito esencial que se fije un plazo. Artículo 1867. El promitente tiene derecho de designar la persona que deba decidir a quién o a quiénes de los concursantes se otorga la recompensa. Adicionalmente, cabe hacer mención que en estas figuras el código considera expresamente que se trata de casos de declaración unilateral de la voluntad como fuente de obligaciones, pero en realidad no se considera que lo sea, en virtud de que lo que se crea verdaderamente es un deber de no revocar arbitrariamente la declaración y no ser una auténtica obligación que pudiera ser exigida por un acreedor. 6.3. Estipulación a favor de tercero. El derecho de las obligaciones se encuadra dentro del más amplio grupo de los derechos patrimoniales, en los cuales rige el principio de acuerdo con el cual, corresponde exclusivamente al titular la conservación y alteración de su patrimonio, o en su formulación negativa, nadie puede intervenir en el patrimonio ajeno. Sin embargo, existen casos excepcionales en los que la actuación de una persona produce consecuencias en el patrimonio ajeno, tal y como acontece con la estipulación a favor de tercero. Para poder hablar del tercero en el contrato, es necesario que el contrato no haya sido celebrado en su nombre (como en el caso de la representación), ni tampoco adquiera el mismo derecho del contratante que ha intervenido directamente. De esta forma, debe entenderse por estipulación a favor de tercero aquella que atribuye a una persona extraña al contrato, un derecho completamente diverso de aquéllos que se originan a favor de las partes. El Código Civil para el Distrito Federal faculta a los contratantes a celebrar estipulaciones a favor de tercero de acuerdo con lo siguiente: Artículo 1869. La estipulación hecha a favor de tercero hace adquirir a éste, salvo pacto escrito en contrario, el derecho de exigir del promitente la prestación a que se ha obligado. De lo anterior podemos observar que la legislación concede acción al estipulante y al beneficiario en contra del promitente, para exigir de este la prestación debida. Algunos autores afirman que la estipulación a favor de tercero es un contrato, en tanto que el derecho nace al momento en que el beneficiario acepta beneficiarse de ella y se tendrá por no nacido si el tercero rehúsa la prestación a su favor. En este caso la declaración unilateral de la voluntad sólo genera una expectativa de derecho desprovista de acción y no sería una auténtica fuente de obligación. Sin embargo, otra parte de la doctrina establece que el derecho del tercero nace a través de una declaración unilateral de voluntad al momento de celebrarse el contrato, debido a que la voluntad del tercero es irrelevante para que el derecho surja, como lo establece el artículo 1870, que a la letra dice. Artículo 1870. El derecho de tercero nace en el momento de perfeccionarse el contrato, salvo la facultad que los contratantes conservan de imponerle las modalidades que juzgue convenientes, siempre que éstas consten expresamente en el referido contrato. Del artículo anterior se observa que el tercero puede no beneficiarse de lo establecido en el contrato si no cumple con las modalidades que el promitente le establece, entendida ésta como una condición necesaria para la conducta del promitente. En este supuesto, ¿Tendría el tercero acción contra el estipulante para exigir el cumplimiento? De hacerlo, es parte del contrato y goza de interés jurídico para exigir el cumplimiento de las obligaciones condicionantes de su derecho, por lo que, en el momento de aceptar las condiciones impuestas y/o exigir su cumplimiento ya no sería un tercero en el contrato, por extraño que esto parezca. 6.4 Documentos civiles a la orden y al portador. La creación de documentos en los que se encuentra incorporado un derecho corresponde a la práctica y a la dogmática mercantil. Sin embargo, debido a las ventajas prácticas que ellos ofrecen, los civilistas introdujeron en su disciplina esta especie, tradicionalmente señalada como otro caso de declaraciones unilaterales de voluntad con eficacia obligatoria. El punto medular de las discusiones se encuentra en la determinación de la naturaleza mercantil, civil o mixta de estos títulos, y en el caso específico de la legislación mexicana, determinar si las disposiciones conducentes del Código Civil han sido derogadas por la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito. El Código Civil de 1928 reguló dentro del capítulo de la declaración unilateral de la voluntad, la materia relativa a los títulos de crédito, de acuerdo con las siguientes disposiciones: Artículo 1873. Puede el deudor obligarse otorgando documentos civiles pagaderos a la orden o al portador. De acuerdo al artículo anterior, se acepta la posibilidad genérica de obligarse a través de esta institución, lo cual implicó en su momento una innovación legislativa en la creación de derechos incorporados a documentos en la materia civil. Por ello, fue necesario incorporar un régimen especial a la legislación para la circulación de dichos documentos, por medio del endoso y la simple entrega, que está contenido de los artículos 1874 al 1879 del Código Civil. se transfiere por simple endoso, que contendrá el lugar y fecha en que se hace, el concepto en que se reciba el valor del documento, el nombre de la persona a cuya orden se otorgó el endoso y la firma del endosante. Artículo 1875. El endoso puede hacerse en blanco con la sola firma del endosante, sin ninguna otra indicación; pero no podrán ejercitarse los derechos derivados del endoso sin llenarlo con todos los requisitos exigidos por el artículo que precede. Artículo 1876. Todos los que endosen un documento quedan obligados solidariamente para con el portador, en garantía del mismo. Sin embargo, puede hacerse el endoso sin la responsabilidad solidaria del endosante, siempre que así se haga constar expresamente al extenderse el endoso. Artículo 1877. La propiedad de los documentos civiles que sean al portador, se transfiere por la simple entrega del título. Artículo 1878. El deudor está obligado a pagar a cualquiera que le presente y entregue el título al portador, a menos que haya recibido orden judicial para no hacer el pago. Artículo 1879. La obligación del que emite el título al portador no desaparece, aunque demuestre que el título entró en circulación contra su voluntad. Ahora bien, de acuerdo a diversos autores, entre los que se encuentra Manuel Borja Soriano, las disposiciones transcritas del Código fueron derogadas por la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito de 1932, misma opinión que ha sido sostenida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de acuerdo con la Tesis denominada “Endoso de documentos civiles”. Quinta Época, T. XVVIV, p. 4567. Delgado Abeytia Héctor. Sin embargo, hay autores como Rafael Rojina Villegas que sostienen lo contrario, es decir, que los artículos citados gozan de plena vigencia, ya que postulan que los documentos civiles a la orden y al portador pueden coexistir perfectamente con los títulos crédito mercantiles, en tanto que los primeros pueden contener exclusivamente obligaciones de hacer, mientras que los segundos se refieren a las de dar. En conclusión podemos señalar que, no obstante que éstos artículos se encuentran vigentes, no tienen ninguna práctica, justamente porque no siguen la realidad social, sino un modelo ideal de codificación, válido en otras circunstancias, pero ajeno a nuestra realidad social.