Subido por ammisaddai05421

Cuento

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Cuento
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que
se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el
regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos
y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos
magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había
regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se
explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es
sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se
ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan
enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y
atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó
por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca
surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y
transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó
su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y
los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían
encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por
cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había
prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.
¡Vamos a trabajar el cuento, ahora que aún está fresco!
Un minuto para pensar...
¿Qué crees que es lo que le gustó a la princesa del joven del cuento?
Este dice al principio que su corazón aún no pertenece a la princesa ¿crees que tenía algún motivo
para quererla?
¿Por qué crees que termina queriéndola?
¿Se te ocurre alguna forma de conseguir que los demás te quieran más?
Una buena conversación
Aprovecha este cuento para preguntarle a tus padres cómo se conocieron y qué es lo que más les
gustó de cada uno.
¿Y si pasamos a la acción?
Una de las mejores formas de desarrollar una afectividad sana es aprender a admirar la bondad y
las buenas personas. Para reforzar este hábito te invito a crear un álbum de tus dibujos, recortes o
manualidades que hagas después de cada lectura. La idea es ir llenándolo con tus creaciones y juntos
ir aprendiendo algo nuevo para que seas una persona increíble.
¿Te parece?
Cuento
Dani estaba muy disgustado con Papá Noel. Era un niño muy bueno, pero le molestaba
tremendamente ver que casi todos los años muchos otros niños, claramente más malos, recibían más
juguetes por Navidad. Y fueron tantas sus quejas, que una noche el propio Papá Noel apareció con el
trineo en su habitación, y le llevó con él al Polo Norte.
- Quiero enseñarte el mayor de los secretos -le dijo Papá Noel-. Si vienes te mostraré cómo decidimos
cuántos juguetes recibe cada niño en Navidad.
Cuando llegaron, Santa Claus le mostró algunos raros artilugios, mientras le explicaba:
- Esto fue nuestro primer medidor de juguetes. Era una balanza, y los juguetes se regalaban por peso.
Dejamos de usarlo cuando un niño recibió tantos globos que al explotar derrumbaron las paredes de
su
casa.
- Ese otro con forma de molde se llamaba "igualator". Servía para asegurarnos de que todos los niños
recibieran los mismos juguetes, pero como luego no tenía gracia cambiarlos con otros niños, nadie los
quería... Puff, casi me quedo sin trabajo, hubo un año que apenas recibí unas pocas cartas y tuvimos
que cambiarlo a toda prisa...
Y así fue hablando de los inventos que habían utilizado; algunos realmente ridículos, otros un poco
simplones, hasta que finalmente dijo:
- .. pero todo se arregló con este invento, y desde entonces cada año recibo muchos más millones de
cartas que el anterior. Se llama Felicímetro, y sirve para medir la felicidad de los niños. Cuando
visitamos un niño, ponemos en el felicímetro todo lo que tiene, y automáticamente nos dice los mejores
regalos
para
él.
- Pues debe estar estropeado, a mí siempre me tocan pocos regalos...- protestó el niño.
- ¡Qué va! funciona perfectamente. Los niños que como tú tienen muchos amigos, unos papás y
hermanos que les quieren mucho, son generosos y no buscan la felicidad en las cosas tienen miles de
puntos en el felicímetro, y regalarles muchos juguetes sólo podría bajárselos. Sin embargo, los niños
que están más solos, o cuyos papás les hacen menos caso, o que no tienen hermanos ni amigos,
tienen tan pocos puntos que da igual cuántos regalos añadamos al felicímetro: nunca pasan de la
mitad... ése es el gran secreto del felicímetro: reciben más quienes de verdad menos tienen.
Como no parecía terminar de creerlo, aquella Navidad Dani acompañó a Santa Claus en su trineo
llevando el felicímetro, comprobando él mismo cómo quienes más regalos recibían eran los menos
felices de todos. Y no pudo evitar llorar cuando vieron un niño muy rico pero muy triste, que después
de haber abierto cien regalos, pasó la noche solitario en su habitación...
Y sintió tanta pena por esos niños, que ya nunca más volvió a envidiar sus regalos y sus cosas, y se
esforzó cada día por hacerles llegar a aquellos niños una pequeña parte de su gran felicidad.
Cuento
Ogro Mogro, Gigantón y Abominable llevaban cientos de años encerrados en la cárcel de los
monstruos. Habían entrado allí voluntariamente, después de darse cuenta de que asustar a los
niños no era una buena forma de ganarse la vida. Desde entonces, los tres andaban tristes y
solitarios; no sabían hacer otra cosa que asustar, así que carecían de ilusiones y pensaban que no
servían para nada. Ya habían cumplido sus condenas varias veces, pero cuando les decían que
podían marchar, respondían que a dónde iban a ir, si sólo sabían asustar...
Pero todo cambió el día que encerraron a Pesadillo. Pesadillo era un monstruo chiquitajo, que
asustaba más bien poco y se pasaba todo el día durmiendo, pero era realmente muy divertido. Contaba
cientos de historias de cómo había cambiado los sueños de la gente para que fuesen más divertidos,
y de cómo casi siempre sus cambios salían tan mal que acababan asustando a cualquiera. A Ogro
Mogro y sus amigos les encantaban sus historias, pero había que esperar a que el dormilón de
Pesadillo se levantase para escucharlo. Y no era nada fácil, porque parecía que ni un terremoto era
capaz de despertarlo.
Hasta que un día, los tres monstruos juntaron sus más terrofícos gritos. Pesadillo dio un bote en
la cama y se despertó al instante. Los miró con los ojos muy abiertos, pero no parecía estar asustado,
ni enfadado; más bien parecía estar contento:
- ¡Genial! - dijo- siempre he querido levantarme temprano. El día se aprovecha mucho más
¿Sabéis? deberíais trabajar de despertadores, sé de muchos dormilones que os lo agradecerían.
Los tres monstruos se sintieron felices al oír aquellas palabras; ¡servían para algo! Después de
tantísimos años, resulta que podían hacer más cosas de las que habían creído, y sin asustar ni
molestar a los niños.
Ese mismo día abandonaron la cárcel dispuestos a crear su primer negocio de despertadores.
Y así, los tres monstruos se hicieron famosísimos con sus servicios para dormilones, muy
contentos de haber comprendido que siempre hay algo genial que podemos hacer y está por
descubrir.
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