Los aymaras son mas emprendedores porque asimismo han tenido la capacidad de trasladar las formas organizacionales de la gestión comunal y prácticas culturales como el “ayni”, la “minka”, el valor del trabajo(especialmente el trabajo comunitario), a un sistema económico producto de una tradición cultural distinta (la occidental), combinando así provechosamente para sus intereses lo étnico y lo “moderno” en la gestión de las empresas. Los aymaras han incursionado en el rubro de confección de textiles en lo que después se convertiría en el emporio comercial Gamarra en el populoso distrito de La Victoria. En un comienzo, tal como señala Justo Uchasara, se juntaron 24 familias de Ollaraya para comprar un terreno en Gamarra y construir un establecimiento comercial que se denominó Galería Industrial San Miguel. Reproduciendo la modalidad de trabajo del campo, la “minka”, los varones ayamaras se encargaron de erigir este establecimiento, mientras las mujeres (sus esposas) hacían “olla común” para alimentarlos. Así la gestión económica en la comunidad de origen siempre ha sido colectiva, pero igual cada uno busca sus ingresos personales para que él y su familia puedan subsistir. Esos elementos combinados, lo colectivo y lo individual, han compatibilizado con la economía capitalista. Para el aymara, si bien su trabajo ancestral siempre ha sido de carácter colectivo, también se preocupa por lo suyo (lo individual, su familia)”. Nemesio Arhuata (10/09/07) resalta el valor que tiene el trabajo para el aymara al señalar que: “ningún aymara debe ser ocioso, flojo o ladrón. Deben demostrar que son ambiciosos”. De la misma manera, para Moisés Suxo (03/08/07): “para el aymara el no trabajar es un delito, una falta a sus valores, porque el trabajo es un valor para el aymara. Siempre el aymara aunque no tenga recursos va a estar trabajando”. Para los aymaras todos coinciden en señalar que los logros económicos alcanzados por muchos en la capital se deben principalmente a la larga tradición de intercambio comercial que los caracteriza. Por lo tanto, en las ciudades a las cuales emigran, los aymaras recrean esa vieja práctica que los identifica. Prueba de ello es que, aparte de los unicachinos y los ollarayinos, existen otros conglomerados de migrantes aymaras en Lima que se vienen dedicando con éxito a los negocios. Así, aymaras provenientes del distrito de Tinicachi venden telas (que importan desde Bolivia) y los aymaras de Ichu322 se dedican al rubro de calzados y cueros (teniendo una fábrica en el distrito del Rímac). De acuerdo a las localidades de origen, se ha producido una especialización en el rubro de negocios. Como conclusión, los casos ilustrados reflejan claramente cómo valores y prácticas culturales aymaras pueden adaptarse exitosamente en un medio social y económico regido bajo los cánones de la tradición cultural occidental, constituyéndose así en un importante argumento para desmitificar la extendida versión de una pretendida superioridad de dicha tradición. De la misma manera, la experiencia de estos aymaras enseña que el capital cultural de las personas, lo que da contenido a la etnicidad, no es una característica fija, sino cambiante y dinámica de acuerdo al contexto social en el cual se desenvuelve.