Subido por itale_17

APUNTES SOBRE JUSTICIA RESTAURATIVA.-Julio González Z

Anuncio
APUNTES SOBRE JUSTICIA RESTAURATIVA
Sobre esto punto pienso que hay que ser a la vez modesto y racional,
racionalmente modesto, y recordar aquello que decía Nietzsche hace ya más
de un siglo, a saber, que en nuestras sociedades contemporáneas ya no se
sabe con exactitud qué es lo que se hace cuando se castiga, ni tampoco qué
puede en el fondo justificar la punición: todo ocurre como si practicásemos
un tipo de castigo en el que se entrecruzan ideas heterogéneas, sedimentadas
unas sobre otras, que provienen de historias diferentes, de momentos
distintos, de racionalidades divergentes (Foucault, 1989: 222).
Julio González Z
Introducción
La justicia restaurativa es una de las formas de “nuevas” justicias, que han venido ganando
espacio en la discusión académica y en las prácticas judiciales, en las últimas dos o tres
décadas. Esta forma para la justicia penal, ha sido recibida por algunos sectores con un
entusiasmo exagerado y por algunos pocos con mucho recelo.
En este escrito se pretende hacer una aproximación conceptual a la justicia a la justicia
restaurativa, se hablara de su origen, algunas de las formas que puede tener y se harán
algunas consideraciones sobre el contexto, en materia penal, en el cual se está retomando
esta forma de resolver conflictos.
Una aproximación conceptual
La justicia restaurativa es uno de los mecanismos alternativos para la resolución de
conflictos, utilizable, también, en el campo penal en donde se postula como una alternativa
a la justicia penal tradicional, cuya denominación se simplifica como justicia retributiva.
Sus principales novedades son dos. En primer lugar, considera que el conflicto manifestado
en el delito no puede ser resuelto sólo entre el estado y el victimario, sino que debe
involucrar a la víctima y a la sociedad. Y en segundo lugar, considera que las soluciones del
sistema penal (básicamente la prisión y la multa) son altamente insatisfactorias; más que
sancionar al delincuente, es necesario buscar su reintegración a la sociedad y reestablecer
las condiciones que existían previamente a la comisión del delito. En palabras sencillas, a
diferencia de la justicia retributiva que mira hacia el pasado (el delito que se cometió) la

Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
justicia restaurativa mira hacia el futuro (cómo restablecer los vínculos sociales rotos por el
delito).
Orígenes.
Como se había dicho la práctica de la justicia restaurativa tiene sus orígenes en formas de
justicia practicadas por comunidades aborígenes en América, Australia y Nueva Zelandia.
En la cultura jurídica oficial de occidente, se habla de esta forma de justicia solo hace
veinte o treinta años. Que se quieran rescatar estas formas de justicia tradicional no es
gratuito. Señalaré dos factores importantes que contribuyeron a este re-descubrimiento: por
un lado, las críticas radicales que se le hicieron al sistema penal de parte de la criminología
crítica y del abolicionismo y el triunfo del neoliberalismo. Veamos en qué consistían esas
críticas y qué efectos tuvo el modelo neoliberal en la concepción sobre la justicia.
Se dice que el concepto de justicia restaurativa tiene apenas veinte años de aparición, pero
es fácil demostrar que la idea es muy antigua y que su práctica no es tan reciente. De hecho
que esta forma de resolver los conflictos ha sido ancestralmente practicada en algunas
comunidades indígenas del lejano Pacífico (Australia y Nueva Zelandia) y en América,
tanto en el norte como en el sur entre algunas comunidades indígenas. Nuestros
“palabreros” guajiros son una muestra de ello.
Formas mediante las cuales se puede realizar la justicia restaurativa
Entre las diversas formas para aplicar la justicia restaurativa, se pueden mencionar como
principales, las siguientes:
• Mediación entre la víctima y el infractor.
Esta
forma de justicia restaurativa se desarrolla mediante un esquema triangular. El
acercamiento de la víctima y del victimario se produce con la intervención de un
intermediario o mediador; la víctima expone su vivencia y habla de los perjuicios y daños
2
sufridos y el victimario explica lo sucedido, responde las preguntas y cuestionamientos de
la víctima y finalmente el mediador les ayuda a buscar una solución a su conflicto1.
• Conferencias comunitarias.
Las conferencias surgieron en Nueva Zelanda como una alternativa a los tribunales juveniles. Se
tomaron en préstamo los procesos tradicionales del pueblo maorí, la población aborigen de Nueva
Zelanda, y posteriormente se han adoptado y utilizado en todo el mundo. Las conferencias se
diferencian de la mediación en que se implican a más participantes. No sólo están presentes la
víctima y el infractor sino también las víctimas secundarias (como los familiares y amistades de la
víctima), así como los allegados del infractor (como sus familiares y amistades). También pueden
participar los representantes del sistema de justicia penal. La conferencia se asemeja a la mediación
entre la víctima y el infractor por su estructura y por el hecho de que interviene un facilitador. Pero la
mayor diferencia consiste en que es el grupo en su totalidad el que decide lo que debe hacer el
infractor para reparar el daño, y qué ayuda necesitará el infractor para poderlo hacer. El acuerdo se
pone por escrito, se firma y se envía a los correspondientes funcionarios de la justicia penal. Por lo
general, esta técnica se utiliza en una fase del proceso anterior a la mediación entre la víctima y el
infractor (Van Hess & Heetderks Strong, 1997, pág. 111).
• Círculos de paz.
Los círculos se parecen al método de las conferencias en que también aquí se amplia la
participación para incluir a los familiares y amistades de las víctima y del infractor, así
como a los funcionarios de la justicia penal. Pero también puede participar cualquier
miembro de la comunidad que se interese en el caso. La definición más sencilla de los
círculos es la que de “partes interesadas en el delito cometido”.
Los círculos son una adaptación de las tradiciones de los pueblos aborígenes de Canadá, y
mantienen en parte su tónica original. Todos los participantes se sientan en un círculo. Por
lo general, el infractor inicia el diálogo con una explicación de lo ocurrido y a continuación
se permite hablar a todas las personas sentadas en el círculo. El uso de la palabra pasa de
persona a persona alrededor del círculo, y todo el mundo dice lo que le parezca. La
1
Esta forma está expresamente regulada en el Código de Procedimiento Penal Colombiano, en el artículo 518
y s.s.
3
conversación continúa hasta que se haya dicho todo lo que deba decirse, y en ese momento
se llega a una conclusión.
Momentos
La justicia restaurativa, entre nosotros y cuando se aplica al campo penal, puede actuar
antes de la iniciación de un proceso penal, en el o con posterioridad a su terminación.
Obviamente, sus alcances son completamente diferentes según el momento en el que
ocurre. En el primer caso, el proceso no se inicia; en el segundo, si la mediación es
satisfactoria, el proceso se termina y en el tercer caso se pueden modificar las condiciones
para el cumplimiento de la pena. Pero obviamente cuando se asume integralmente una
fórmula restaurativa, ella misma agota su propósito, y por lo tanto no habría actividades
posteriores, distintas al cumplimiento de los acuerdos convenidos.
Fines
La justicia restaurativa es un modo de pensar diferente sobre el delito y la respuesta a sus
consecuencias y se espera que por lo menos consiga estos propósitos:
• Restitución y servicio comunitario.
La restitución consiste en que el infractor le reintegre a la víctima lo que ésta haya perdido,
ya sea mediante pagos en efectivo, la devolución o sustitución de los bienes, o la prestación
de servicios directos a la víctima. La restitución puede acordarse por las partes, solas o con
ayuda del mediador o señalarse por la comunidad. Igualmente, puede acordarse que el
victimario pida perdón o realice trabajos a favor de la víctima o de la comunidad. Por lo
tanto, para que la restitución tenga un máximo efecto restaurativo, debe surgir de un
proceso restaurativo.
El servicio comunitario puede dictarse por el tribunal y en muchos países es habitual que el
servicio exigido tenga una relación mínima con el delito o el daño infligido. Cuando se
utiliza de esta forma, equivale prácticamente a una sanción retributiva cuyos efectos
4
restaurativos son mínimos o inexistentes. No obstante, también el servicio comunitario
dictaminado de esta forma pudiera tener un efecto restaurativo, siempre y cuando el
servicio se programe de tal forma que el trabajo en cuestión se relacione con el perjuicio
causado y represente algún beneficio para la víctima.
Pero se consideran fines esenciales de esta forma de justicia la reintegración de la víctima y
del ofensor a la comunidad, reducir la posibilidad de reincidencia y en algunos casos, bajo
una fuerte influencia religiosa o espiritual, se procura la “sanación” tanto de la víctima
como del victimario.
Campos de aplicación
Se ha considerado que la justicia restaurativa se aplica para la delincuencia menor o
mediana (delincuencia juvenil), delitos relacionados con el alcohol y sólo algunos delitos
violentos. Se piensa que la justicia restaurativa puede operar como un mecanismo
alternativo a las penas de prisión o de multa2. Pero esto ya es una restricción importante
para la justicia restaurativa en materia penal, pues se hace depender sus efectos, de la
gravedad del delito. Si realmente se pensara como una alternativa a la justicia tradicional,
esta limitación no debería existir y cualquier delito podría intentar resolverse bajo esta
fórmula. Es posible que en la práctica no pueda hacerse con todos los delitos, pero no
parece lógico que de antemano se descarten lo más graves. Aún frente al homicidio podría
intentarse fórmulas restaurativas.
Si la justicia restaurativa se ha propuesto como una alternativa a la justicia retributiva, es
importante mirar las críticas que se le han formulado a ésta última y desde ahí, mirar el
importante campo civilizatorio que tendría la justicia restaurativa, frente a la justicia
retributiva.
El neoliberalismo en los asuntos penales
2
Ver: (Larrauri, Tendencias actuales de la justicia restauradora, 2004).
5
En los años setenta surgió en Inglaterra y EEUU y luego se extiende por toda Europa e
inclusive, logra llegar hasta a América Latina, la corriente conocida como criminología
crítica3, la cual hace un vigorosa crítica al sistema penal, mostrando, entre otras cosas que
cualquier sistema penal es estructuralmente discriminatorio, desigual y selectivo.
Rompiendo con los esquemas explicativos de la criminología positivista sostuvo que el
delincuente es un producto de los procesos de criminalización y por lo tanto, ni el delito ni
el delincuente son categorías ontológicas y que en fin, el derecho penal se ha construido
sobre seis pilares, que a lo sumo se pueden considerar mitos: el bien y el mal, culpabilidad,
legitimación, igualdad, fin o de la prevención, interés social y del delito natural4.
Pero la crítica más demoledora al sistema penal lo haría el abolicionismo y básicamente
señalaría: El sistema penal es inútil, transforma las relaciones sociales en problemas
individuales, tiene una concepción falsa de la sociedad, reprime las necesidades humanas,
concibe al hombre como un enemigo de guerra, defiende y crea valores negativas para las
relaciones sociales, la pena impuesta por el sistema es ilegítima, la prisión no es solo
privación de la libertad, el sistema penal estigmatiza, sigue siendo una máquina para
producir dolor inútilmente, al sistema no le interesa la víctima (Martínez Sánchez, 1995,
págs. 53-62).[..]
Las tres razones principales que hacen al sistema de justicia penal problemático como sistema de
control social son: causa un sufrimiento innecesario que, además, esta desigualmente repartido;
´roba´ el conflicto, como dice Christie, ya que apenas influye en aquellos que se ven directamente
involucrados y parece difícil de controlar (De Folter, 1989, pág. 61).
Como puede verse muchas de esas críticas estuvieron dirigidas a resaltar el ocultamiento y
el desconocimiento de la víctima por parte de la administración de justicia, a la cual la
justicia tradicional la consideró un personaje secundario; en cambio, la justicia restaurativa
la considera un personaje protagónico.
3
4
Ver: (Taylor, Walton, & Young, 1981) y (Larrauri, 1991).
Este punto se puede ampliar en Alessandro Baratta: (Baratta, 2002, págs. 36-37)
6
Críticas a la cárcel
Pero probablemente las críticas más puntuales y demoledoras se le hicieron a la cárcel:
La prisión, sanción principal del sistema penal, no se reduce a privar al condenado de su libertad de
movilización como los códigos lo predican; ella representa también un cambio radical en su vida; se
le priva del hogar, del trabajo, de vivir con la familia, de sus amigos, de su identidad, de las
relaciones sexuales, de la autonomía, de la seguridad, del aire, del sol, etc. La pena de prisión se
diferencia de las penas corporales antiguas, solo en que el sufrimiento irrogado no se concentra en el
tiempo sino que es dilatada en un espacio extenso” (Martínez Sánchez, 1995)
Como se ha dicho la cárcel no resocializa, no rehabilita, no reeduca y produce reincidencia.
O en palabras de Foucault la cárcel recibe un infractor de la ley y le devuelve a la sociedad
un delincuente. Estas críticas al sistema penal y a la cárcel, por paradójico que parezca,
irían a ser bien recibidas en la otra orilla ideológica, es decir, el pensamiento más
conservador y autoritario porque verían en esas críticas la oportunidad para deshacerse de
la pesada carga de costosos e inútiles tratamientos penitenciarios y empieza a abandonarse
cualquier idea rehabilitadora del delincuente, pero no renuncia a la idea de cárcel. Y como
se sigue considerando la cárcel como un pilar fundamental del orden establecido (para
garantizar la seguridad o simplemente para combatir la delincuencia) se ha hecho esa
recepción tan fragmentada y parcial de la justicia restaurativa.
Reaparición de la víctima
Muy importante en el surgimiento de la justicia restaurativa, ha sido el gran protagonismo e
interés que despertó la víctima después de la segunda guerra mundial. Empezó a hablarse
de una nueva ciencia: la victimología. Se discute todavía si es una ciencia independiente o
una rama de la criminología, pero lo cierto es que ha suscitado un interés por la víctima que
David Garland lo considera exagerado y peligroso.
Sí las víctimas fueron alguna vez el resultado olvidado y ocultado del delito, ahora han
vuelto para vengarse, exhibidas públicamente por políticos y operadores de los medios de
comunicación que explotan permanentemente la experiencia de las víctimas en función de
sus propios intereses”. (Garland, 2005, pág. 241)
7
Esta instrumentalización de la víctima coincide con un movimiento ampliamente
desconocedor de los derechos del delincuente:
Esta santificación de las víctimas también tiende a invalidar la preocupación por los delincuentes. El
juego de suma cero que existe entre unas y otros asegura que cualquier demostración hacia el
delincuente, cualquier mención de sus derechos, cualquier esfuerzo por humanizar su castigo puede
ser fácilmente considerado un insulto a las víctimas y a sus familias. (Garland, 2005, pág. 241)
Y esta es probablemente otra de las razones por las cuales se hace recepción parcial. Ahora
se supone que el castigo es un derecho de la víctima.
La búsqueda de un nuevo criterio para relegitimar el derecho penal.
El derecho penal liberal se legitimó en el contrato social por oposición al derecho penal del
antiguo régimen, erigido sobre la idea de que el delito ofendía la autoridad divina o civil
(delitos de lesa majestad); en la ideología penal del estado social democrático, la
legitimación se hizo a partir de la protección de bienes jurídicos. Todas las dificultades para
legitimar el derecho (incluido el aparecimiento de bienes jurídicos difusos como el medio
ambiente, la lucha contra la corrupción, la protección frente a nuevos riesgos como el Sida,
los avances de biotecnología y el terrorismo) llevaron al derecho penal a un callejón sin
salida, en el que la víctima le ha extendido una mano salvadora. El estado se ve relevado
de buscar su difícil y problemática legitimidad, porque se acude a un criterio
universalizante y atemporal: la humanidad. El estado queda exonerado de la necesidad de
justificar el ejercicio del poder punitivo porque ya no es un asunto que toque con su
supervivencia, sino que es una obligación moral ineludible con todos los individuos y todos
los estados. La punibilidad se va convirtiendo en un asunto que se le escapa de sus manos.
Los estados nacionales no tienen que legitimar el ejercicio punitivo, sino que este se asume
como una obligación que tiene con la comunidad internacional.
Otra motivo sobre este renovado interés por la víctima proviene del pensamiento
autoritario, que en esta ocasión reclamaba por el exceso de garantías que el proceso penal le
8
otorgaba al sindicado y pretendía que estas se rebajaran en favor de la víctima. De acuerdo
con esta versión, el derecho penal había dotado de excesivas garantías al victimario y era
hora, decían, que cuando menos, se equilibraran con las de la víctima, ignotas hasta ese
momento.
Adicionalmente, como motivo para la reaparición de este interés por la víctima, hay que
tener en cuenta el proceso de adelgazamiento del Estado. Para el Estado resulta más barato
derivar ciertos conflictos hacia formas alternativas como la conciliación, la mediación y la
reparación, que asumir directamente los costos de un proceso penal. Estos mecanismos
pueden ser instrumentalizados por fuera del derecho penal y por lo tanto el estado se ahorra
algunos recursos y la comunidad asume la responsabilidad.
En el desarrollo ulterior de este fenómeno es donde vamos a ver aparecer las “nuevas
justicias”: justicia comunitaria, justicia transicional y justicia restaurativa5
Ventajas
Es indudable que la justicia restaurativa tiene ventajas sobre la justicia tradicional.
Probablemente la víctima se siente mucho mejor cuando los daños y perjuicios que ha
sufrido le sean reparados. Inclusive, que sin obtener compensación económica reciba las
excusas sinceras del victimario y la promesa de que los hechos no se van a repetir. Es
probable también, que una solución restaurativa, evite que el infractor no se pierda
definitivamente en el archipiélago carcelario y que pueda reaccionar oportunamente ante su
error.
Y que finalmente, se camine en la aspiración de Gustav Radbruch de encontrar algo mejor
que el derecho penal. Sin duda, sólo quien crea en la venganza o considere que el castigo es
un valor en sí mismo, podría encontrar que la prisión no es una solución irracional, costosa,
denigrante, incivilizada y delirante.
Ver: Elena Larrauri, “Tendencias actuales de la justicia restauradora”. En Estudios de Derecho, Facultad de
Derecho y Ciencias Políticas, Universidad de Antioquia, año LXIV, número 138, junio de 2004, págs. 57-85.
5
9
Y es indudable que la justicia restaurativa promueve unas relaciones sociales mucho más
horizontales que la justicia penal tradicional, que se basa en una idea completamente
vertical de la sociedad.
Pero eso no nos autoriza a dejar de lado ciertas preocupaciones por la derivación de los
problemas penales del Estado hacia las víctimas o a la comunidad porque esto se produce
en medio de una reorganización del estado que se conoce como neoliberalismo, que ha
traído unos problemas muy serios y se produce en un contexto cultural y político recargado
de amenazas para la libertad individual y las garantías ciudadanas.
Desventajas
Algunas ideas sobre la situación actual de la cuestión penal
Las políticas del neoliberalismo que se empezaron a implantar después de la crisis petrolera
de 1973, tuvieron su influencia en las políticas criminales. La idea de un Estado mínimo,
que se retira del campo social y económico para dejarle el espacio libre al mercado, generó
unas grandes paradojas porque ese retiro no se produjo en el campo penal: “…se pasó a
enfatizar el control en cada aspecto de la vida social, con excepción del ámbito económico
que asistió a su desregulación, de forma que más y más controles fueron impuestos al pobre
mientras menos y menos controles afectaron a las libertades de mercado” (Tedesco, 2004,
pág. 246). Y por otro, se pretende extender el derecho penal, controlar la vida social
íntegramente con él, mientras que está profundamente cuestionado el mito moderno de la
soberanía estatal y de su capacidad para generar “ley y orden”.
En la actualidad, el dilema para las autoridades gubernamentales radica en que se dan cuenta
de la necesidad de abandonar su pretensión de ser los proveedores fundamentales y
efectivos de la seguridad y el control del delito, pero también son conscientes, de forma
igualmente clara, que los costos políticos de semejante abandono son desastrosos (Garland,
2005, pág. 189).
10
Esa pretensión de conservar el derecho penal como la única función básica del Estado, pero
ahora compartiendo la responsabilidad de sus excesos y fracasos con la comunidad, se
traduce en la introducción cada vez más avasallante del discurso penal en los escenarios
electorales políticos:
Hoy en día, con un Estado debidamente debilitado, para la mayoría de los políticos es casi
un sueño verse involucrados con la ley, particularmente con el derecho penal. La
explicación probablemente resulte obvia en este punto: quedan muy pocos campos para el
lucimiento a nivel nacional, para los políticos como figura política, y para la política de
partido. Con la economía fuera de la política, sin el dinero de los impuestos para una
reforma social, en una sociedad en la que el monolito está sólidamente establecido…en
dicho sistema el delito se convierte en el principal escenario para lo que queda de la política
(Christie, 1998, págs. 51-52).
El protagonismo que de esta manera adquieren el derecho penal y la política criminal en las
campañas electorales y en el ejercicio cotidiano de la política, trajo, entre otras
consecuencias, que las barreras existentes entre los partidos políticos y entre la izquierda y
la derecha, en gran parte se desvanecieron:
A medida que el delito y el castigo se transformaron en cuestiones electorales muy
importantes, los partidos políticos del gobierno y de la oposición comenzaron a competir
para ser reconocidos como “duros” con el delito, preocupados por la seguridad pública y
capaces de reestablecer la moralidad, el orden y la disciplina frente a los corrosivos cambios
de la modernidad tardía (Garland, 2005, pág. 222).
Pero este protagonismo del delito en la política, no quiere decir que el “tsunami”
privatizador no haya llegado también al sistema penal. Cárceles privadas, modelos de
seguridad privadas (como vecindarios vigilantes, policías comunitarias), y obviamente,
gran parte de los mecanismos alternativos de solución de conflictos, se extendieron por
todo el mundo: “La nueva estrategia del Estado no consiste en ordenar y controlar sino, más
bien, en persuadir y alinear, organizar y asegurar que otros actores cumplan su función”
(Garland, 2005, pág. 214).
La convocatoria de esos otros actores ha generado, entre otras cosas, lo que Nils Christie ha
llamado La industria del control del delito la cual goza de una excelente salud:
11
..., en comparación con la mayoría de las industrias, la industria del control del delito se
encuentra en una situación más que privilegiada. No hay escasez de materia prima: la oferta
de delito parece infinita. También son infinitas la demanda de servicio y la voluntad de
pagar por lo que se considera seguridad […] Se estima que esta industria cumple con tareas
de limpieza, al extraer del sistema social elementos no deseados (Christie, 1998, págs. 5152). Y es una tarea en la cual el estado ya no está solo
Una segunda desventaja de la justicia restaurativa podríamos considerarla, más bien, como
una gran incoherencia. Si la justicia restaurativa nace como una reacción a lo que se asume
como críticas válidas a la pena de prisión, ¿por qué su aplicación se reduce sólo aquellos
delitos menos graves? ¿o es que la pena de prisión es irracional hasta cierto tope de años y
deja de serlo de ahí en adelante?.
Decir que la pena de prisión es irracional hasta los cinco años (como ocurre en Colombia
para poder aplicar los mecanismo de justicia restaurativa) y por lo tanto hay que buscarle
alternativas deja en el aire la amarga pregunta de después de cinco años, hasta sesenta por
ejemplo, como, otra vez, en Colombia, ya deja de ser irracional.
Para concluir, digamos que la justicia restaurativa tiene ventajas indudables sobre la justicia
tradicional, pero el contexto en que surge y el momento actual de la cuestión penal, en la
cual se vuelve a pensar en el derecho penal como la primera razón de los estados, en medio
de un populismo punitivo, es una “solución” que en lugar de contraer el aparato de justicia
penal, puede extender sus redes y por lo tanto, es indispensable que asumamos con seriedad
este mecanismo civilizatorio de resolver conflictos y no lo reduzcamos simplemente a un
instrumento para descongestionar el aparato judicial de aquellos casos “menores” y en
consecuencia se reserve una justicia retributiva pura y dura para la delincuencia
considerada más grave, ensanchando y endureciendo el sistema penal, cuyo disminución y
hasta su supresión
estuvo siempre en el horizonte cuando se buscaron respuestas
restaurativas.
REFERENCIAS
12
Baratta, A. (2002). Criminología crítica y crítica al derecho penal: introducción a la
sociología jurídico-penal (1a reimpresión ed.). (Á. Búnster, Trad.) Buenos Aires: Editorial
Siglo XXI.
Christie, N. (1998). El derecho penal y la sociedad civil: peligros de sobrecriminalización.
"Memorias XX jornadas internacionales de derecho penal, Universidad Externado de
Colombia, Departamento de derecho penal , 45-66.
De Folter, R. (1989). Sobre la fundamentación metodológica del enfoque abolicionista del
sistema de justicia penal. Una comparación de las ideas de Hulsman, Mathiesen y Foucault.
En M. Ciafardini, M. L. Bondaza, & (trad), El abolicionismo. Buenos Aires: Ediar.
Foucault, M. (1989). La vida de los hombres infames: ensayos sobre desviación y
dominación. (J. V. Uría, Trad.) Madrid: La piqueta.
Garland, D. (2005). La cultura del control. (M. Sozzo, Trad.) Barcelona: Gedisa S.A.
Larrauri, E. (1991). La herencia de la criminología crïtica. Madrid: Siglo XXI editores.
Larrauri, E. (2004). Tendencias actuales de la justicia restauradora. Estudios de Derecho ,
55-85.
Martínez Sánchez, M. (1995). La abolición del sistema penal. Bogotá: Temis.
Taylor, I., Walton, P., & Young, J. (1981). Criminología crítica (2a ed.). (N. Grab, Trad.)
México: Siglo XXI.
Tedesco, I. F. (2004). El castigo como una compleja institución social: el pensamiento de
David Garland. En I. R. Beiras, Mitologías y discursos sobre el castigo. Barcelona:
Antrhopos.
Van Hess, D., & Heetderks Strong, K. (1997). Justicia Restaurativa. Cincinnati: Editorial
Anderson.
13
Descargar