Subido por David Montecinos Gallardo

Infierno Verde

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INFIERNO VERDE
Por: David Montecinos Gallardo
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A mi padre, por todas sus medicinas,
que por no usarlas, las dejó para mí.
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Prefacio
La gastronomía está estrechamente relacionada con las drogas; ustedes queridos comensales, no
podrían ni imaginar cuantas de sus cenas románticas más memorables han sido preparadas por
cocineros estando drogados y/o ebrios; a ciencia cierta, no les podría dar un factor o una razón o
una explicación lógica de porque se da esta situación, solo les puedo presentar, a manera de
ejemplo, las vivencias de Arturo. Que es uno tantos otros ejemplos que vi hasta ahora durante mi
corta carrera, conociendo, desde respetables gastrónomos europeos cuyas reputaciones de
neuróticos violentos y excelentes profesionales les preceden, hasta anónimos lavaplatos de chifas
y pensiones, ambos, inmersos en las tinieblas de la pasta base de cocaína.
He querido narrar una historia con la temática de la gastronomía; no pudiendo hacerlo debido a la
frustración que arrastro, frustración en base a la situación profesional en nuestro ámbito (el
profesionalismo prácticamente no existe, no solo en cocina) esta temática ha sido relegada a
segundo plano, dándole mayor notoriedad, y esto sin buscarlo ni desearlo, a la filosofía del tedio.
William Burroughs decía que: “Uno se hace adicto a los narcóticos porque carece de motivaciones
fuertes que lo lleven a otra dirección”; viendo esto desde un punto de vista más ambiguo y,
porque no, conveniente, se podría decir, y yo lo digo, con la menor intención alguna de probar lo
que digo, que uno está predestinado a tomar esa dirección y no otra, ya que al seguir esa dirección
uno aprende las lecciones que uno mismo ha escogido tomar para la propia evolución personal
que precisa el espíritu para desarrollar quien sabe que cosas durante quien sabe qué tiempo a lo
largo de quien sabe cuál sea el equivalente a nuestras vidas de las energías a las cuales muy pocos
de nosotros ponemos atención. El autoconocimiento es esencial.
Introducirse en el mundo de las drogas es, para la mente, volver al estado salvaje y violento propio
del reino de Naturaleza, solo los más fuertes sobreviven, y prevalecen.
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LA NOCHE DE LOS
PERROS
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1. Lunes
P
ueblo chico infierno grande dice el dicho popular, desde que llegué a esta ciudad, hace
unos cuatro meses ya, me pregunto cuál sería el comparativo correcto para un pueblo
gigante.
Acá, en mi nueva “ciudad”, casi todas las noches son tan vacías como la de hoy, los únicos seres
que se observan son las polillas que se acercan a la luz y los guardias que deambulan en estos
barrios aledaños al centro ricachón de Santa. Ahí está el que siempre me saluda, sonriente y
sereno con voz suave, yo cuando puedo me paso sin saludar ni verle a los ojos, su personalidad tan
amigable se siente como la mano de un pervertido acariciándome el culo que llevo de corazón, y
muy en el fondo, sé, o supongo, que si le diera conversación descubriría que lo único que quiere es
que le saque algo de las innumerables sobras de los clientes del restaurante en el que trabajo, un
tipejo más de la calle de entre todos los que seguramente iré conociendo. Voy de retorno a casa,
después de un día muy cansador.
Hay un puente peatonal muy sencillo y hermoso a la mitad de camino entre mi trabajo y el cuarto
que alquilo; siempre está todo oscuro, en la noche solo resalta el brillo del agua sucia y silenciosa
que corre por debajo. Lo atravieso despacio; siempre veo el reflejo de la luna en el agua, y los
renacuajos nadando a contra corriente, mientras paso. Antes que termine de cruzar el puente veo
a lo lejos una sombra cojeando, es el perro negro, un perro como a los que estoy acostumbrado
desde niño, su oscuridad hace que solo se distinga su silueta y sus ojos, los escucho babeando y
veo como se acerca lentamente con su cadera desviada, trato de ladearlo pero es imposible, me
aborrece desde que llegué, se aprovecha de mi miedo y siempre que puede no me deja pasar, hay
tantas cosas a las que tendría que temer en esta ciudad oscura y pecaminosa y lo único que
atormenta mis vueltas a casa es este desafortunado y maldito perro ladrando, seguro alguien
como yo le dislocó la cadera, porque no le ladra a nadie más.
Retrocedo, no aguanto como me confronta, voy a dar toda la vuelta por las calles paralelas para
llegar a resguardarme en mi pequeña habitación. Hoy ha sido un día tan tedioso como cualquiera
de estos últimos meses, con excepción de los domingos, cuando el tedio se mezcla con lujuria,
risas, alcohol y bajón, y comida abundante, mayormente grasosa. Llego a mi casa, que es una
pequeña habitación en la parte baja de un conventillo de dos pisos, cruzo mi puerta y mato una
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cucaracha, dejo mis cosas y me voy al baño donde encuentro dos más, este baño está plagado de
bichos, me siento en el retrete y empiezo a matar todos los mosquitos que pueda, unos… dos…
tres… ¡cinco! Amo matar a dos al mismo tiempo mientras veo que están copulando, termino de
cagar y vuelvo a mi cuarto con las palmas manchadas con la sangre de mis vecinos, no eché agua,
el baño esta jodido hace semanas.
Quería llegar tanto acá y ahora no puedo quedarme echado en mi cama, no puedo quedarme en
mi cuarto y no puedo apagar la luz, ¿soy un niño tan nervioso aún? Incapaz de esperar a que salga
el sol siento que tengo que ir a buscarlo caminando, buscarlo entre las calles hasta verlo aparecer
en el horizonte y así saber para que me he desvelado y entonces poder dormir bien en la mañana.
Pero hoy es lunes, la calle está muerta y vacía incluso para la gente que como yo estaría buscando
un sol en el cual refugiarse, o al contrario, saldría de noche escondiéndose del astro a toda costa,
para no apestar tanto, acá, en Santa, la noche esconde el olor de la podredumbre.
En fin, entre quejarse y no hacer nada y quejarse y buscar el desahogo hoy elijo no hacer nada, me
resigno y me boto en mi colchón, al final de cuentas hoy lloverá más tarde y eso espanta aún más
a los ángeles y demonios que andan por ahí en la noche, los únicos seres con los que se puede
mantener una charla decente.
“Claridad nocturna que me acaricias con el humo del insomnio, mis pensamientos se regocijan al
encontrarse todos en el mismo cuarto, tendremos una fiesta en los sueños que nos prometen las
tibias costas mal instaladas adrede…”
Son estas noches de insomnio en las que aprovecho de escribir, mayormente, aunque a veces solo
me dedico a fumar y hablar con las manchas de la pared; escribo a pesar de que me escucho como
un niño quejándose de que su madre no le ha ensañado como afrontar la vida; quisiera escribir
como un adulto inteligente y locuaz, quisiera hablar como un rockero seguro y carismático,
quisiera escribir como un yonqui viejo y superdotado; pero si solo pensara y me enfocara en esos
“quiero, quiero, quiero”, no escribiría un carajo, total, nadie lee lo que escribo, está todo ahí en
mis hojas de cuaderno desparramadas en el polvoriento piso de mi cuarto, junto a todas mis
pertenencias, no es por desordenado, pero es que no tengo ni cajas donde apilar mis cosas, mi
ropa sigue en las maletas con las que llegué.
“…tú sabes todo de mí y no me quieres poner al día, vivo en la duda de como soy por mi silencio
hacia tus opiniones, entérate que no estoy a gusto hoy, pero como siempre no es nada inusual y
mañana, al igual que hoy, estaré cómodamente feliz…”
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¡Va! ¡Que lo lean los bichos! Si yo sé bien que esas cucarachas de mierda tienen más cerebro que
el pelotudo de mi vecino, que lo lea el viento que entra por debajo de la puerta, y que llena de
hojas y polvo el suelo, o en todo caso, ¡que lo lea algún fantasma de todos los que existen y me
visitan en silencio! Yo sé que están en todos lados pero solo joden a la gente que les tiene miedo,
que lo lea el pasado, así repercute en el futuro, aunque no tenga idea de para que vaya a servir esa
acción.
Empieza a llover, las tormentas acá suenan hermosas, me recuerdan a cuando era infante y me
sentaba en la puerta de la sala de mi abuela a ver la lluvia, los recuerdos me adormilan y hacen
que mis parpados se cierren de rato en rato, visiones de una morena de ojos verdes me devuelven
a la amarillenta luz de mis madrugadas, me llegó el sueño, que regocijo más grande.
“… a diferencia de lo que crees, yo no estoy hablando de ti, ni de nadie que no quiera sentirse bien
con mi opinión…”
Realmente me pregunto si hay alguien despierto en este pueblo a esta hora un día como hoy, lo
hermoso, o bueno, lo que me encanta del insomnio es que es como un portal que te lleva a una
dimensión donde todo el resto del mundo son rocas o troncos inertes, exponiendo toda su
humanidad al que pueda contemplarlos con la paciencia de un dios medianamente eterno, la
gente al dormir, muestra las expresiones más sinceras que puedan tener.
“…solo son frases sueltas resultado de conexiones encontradas, que al igual que mis puntos de
vista ambiguos y contradictorios, solo podrán ser entendidos por los sabios comprendedores con
la capacidad del disfrute de comer y cagar al mismo tiempo”.
Me dormí, al despertar noto que estoy destapado y subo las colchas del piso, están empapadas,
¡Maldita tormenta!, todo mi cuarto está inundado, y aún sigue lloviendo, que cagada, cojo todo lo
aun seco y lo subo al colchón, mi ropa esta mojada y mis maletas empapadas también, adiós hojas
y revistas, y posters que aún no había colgado, cuando abro la puerta para ver la inundación veo
como salen flotando por el patio de la vecindad, la gente acá debe estar acostumbrada, obvio yo
no, y, desesperado, trato de sacar el agua con mi escoba, inútil, la tormenta es fuertísima y entra
más agua de la que saco, ni que hacer, me lio un porro y me siento en la cima de mis cosas a
contemplar la lluvia, recreando mi recuerdo de niño, en la sala de mi abuela. Más tarde tendré que
ordenar mi cuarto.
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2. La Perseguidora
“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”
Juan 6:55
El barrio en el que vivo huele a verde y es propiedad del infinito, su signo dentro de un círculo
grafitteado por todas las paredes lo indica, junto a tantas otras voces anónimas escritas; hay tan
pocas cosas y tan poca gente acá en las mañanas que siempre parece feriado. En las noches, al
contrario, cuando la luz desaparece, las sombras y los alientos proliferan fuera de tu rango de
visión, pero se siente una multitud merodeando. Yo vivo tan cómodo aquí desde que llegué
porque también está plagado de animales, vivos y muertos, andando por acá se ven petirrojos
cortejándose, gatos, correteando y jugando en los pastos o aplastados en el asfalto con sus ojos
súper salidos de su órbita por la presión, o esos anfibios ciegos sin patas, que para evitar alusiones
no usare su nombre común; siempre se los ve agonizando fuera de la tierra después de una lluvia,
aprovechan el agua para salir de sus cuevas, se evapora el agua y se quedan en la calle, secándose,
como mi garganta después de mis más amados orgasmos, muerte gloriosa.
Amo dormir con la lluvia de fondo, anoche soñé que un conejo saltaba encima de mi cama, los
saltos sonaban a gotas destruyéndose contra calaminas de hojalata. La época de lluvias trae las
complicaciones más comunes para quienes viven en lugares pantanosos como estos, las
consecuencias de la tormenta de hace unos días más la costumbre aun arraigada de mi anterior
vida encerrado en una cueva fue la perdida de mucha ropa, afortunadamente casi innecesaria, que
fue tomada por el imperio funji, conocido por algunos como Popí, señor de la humedad; voté lo
irrecuperable, unos sacos, abrigos gruesos, poleras viejas y un par de jeans. Todo desapareció en
minutos del basurero, eso me confortó un tanto.
Ordenar mi cuarto me hace pensar que estuviera rehaciendo mi vida, tengo que agarrar todas las
cosas que hice en el pasado y hacerlas a un lado, soy tan romántico, o empedernido, aun creo no
saber la diferencia, que dejo todo en su lugar, como una fotografía tatuada en mi campo visual, ahí
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está todo sobre todo y yo tomando la siesta encima, me despierto y veo mis libros en mi cabecera,
más abajo mi cuaderno, mi lápiz y las mierdas que le salen al lápiz al tajar, todo con una capa de
polvo, telarañitas y migas de galletas o de pan; es una capa tan liviana que no tarda en apoderarse
de todo en días, y luego todo es bendecido con el no tan fiel rocío postmorten de dos mamíferos
despelechándose dentro cuatro metros cuadrados.
Sin embargo esa descripción no es la correcta para el actual estado de mi pieza, después de una
semana de pasar la escoba mi cuarto aún está casi impecable, pero es el único orden que le puedo
dar a mi vida por el momento, tampoco quiero más, y cuando el cuarto está así de vacío hay que
llenarlo de acción, pondré a funcionar mi motor hoy, sábado, día de recarga de combustible.
Diesel, gas, clorofila, sangre, alcohol; mi sudor huele a alcohol y siento como vacío mi tanque con
cada bocanada de aire que expulso de mi interior.
Me visto cómodo y tomo un sorbo de ajenjo para calentarme de la ducha de agua fría que acabo
de recibir, encontré un anillo de oro en el baño, alguna vecina lo dejó al bañarse, tiene una
inscripción de compromiso, Milenka, me auspiciará algo otro día, lo guardo en mi cajón del
velador que me compré hace unas dos semanas.
Inspección de bolsillos, celular y billetera en su lugar, headphones rodeando el cuello para aislar el
entorno, no encuentro mi llave, nada en la ropa sucia, nada bajo la cama, nada en ningún lado, la
niebla no ayuda tampoco, ni modo, después de desquiciarme buscando mi llave salgo de mi cuarto
con la verga entre las piernas y le pregunto a la casera si de casualidad…
- Si joven, tiene que ser más cuidadoso, después se nos entran los maleantes, es la última vez que
le devuelvo su llave.
La dejé colgada en el candado de la reja, otra vez.
- Gracias, no, no se preocupe, es la última vez, hasta luego.
El mismo camino de ida que de venida, ayer de noche, hoy de día, la misma ruta día tras día, me
tomo mi tiempo y paseo, saboreo cada paso que doy, siento como la energía que estampo en el
suelo rebota en mi respiración; el mismo trayecto, antes con el sol de objetivo, hoy con la luna en
la cabeza. Ahí está, ya llego, lo veo de lejos, está al frente, donde siempre, efectivo.
8097.
50 por si las moscas.
1030 para el resto del mes.
Los cajeros lo saben todo, dejas esencia ahí como la dejas en tu casa, en las clínicas, en la misa, en
los cuerpos de los demás, así funcionan y se comportan, te dan la mano siempre que la billetera se
humedece y necesita abrigar un billete por un momento, ponerle su polen blanco y luego soltarlo
en manos de algún fronterizo, repartes su semilla maligna y les das información estadística para
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donde poner otro pilón, alumbrando la noche como gasolinera personal, estacionamiento, check
point.
Media vuelta, busco mi futuro.
No doy ni cinco pasos y en medio de un arbusto me encuentro una botellita de ron en el suelo,
nueva, la botella limpia, de buena marca, no es adulterado, me tomo un cuarto y me lo guardo,
me ahorro la ida a la licorería, alcohol gratis, encontrarse alcohol debe ser una dicha que pocos
conocen, jamás olvidare este día.
Reproducir. Viaje en el tiempo.
People walk /Something blows up
and even talk/won't come down
people listen/scattered muscles twitch
then they halt/too late to switch.
Cuando la escucho cantar, todo se vuelve azul, incluso en este calor; la siento frente mío, inflando
su pecho, abriendo su boca frente a su falo favorito.
La mujer invoca al hombre con su voz, él la retroinvoca danzando con su saxo, camino hacia ella
como hacia un espejismo, es un reflejo del tiempo que solo mis oídos logran entender.
En segundos la música rige mi existencia, veo la gente desde la perspectiva de la canción, yo soy
un emisor del pasado, aquí y ahora soy otro mundo autónomo, sudado, andando de aquí para allá,
veo pasar el pasado frente a mí, lo descifro y contemplo como se repite, nómada desconocido.
Una canción tiene tanta razón, estamos desbordados de identidad, pero las coberturas son muy
duras, también endurece el entorno, siento que la voz no vale un carajo en este limbo que no te
deja ser un digito aparte, tienes que sumarte.
Ahora es tan claro que seré peor que yo mismo para ser mejor en algún otro momento.
Watch the muscles twitch
for a brand new switch.
They’re dying to switch.
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De vuelta ya en casa me estampo la cara con el agua tibia que sale a borbotones del grifo de la
lavandería del patio, me empapo el cabello, me enjuago el sudor que es demasiado salado y hace
que mis ojos se sientan como babosas; de nuevo en mi cuarto, al cual volví para tomar un bocado
de algo a manera de desayuno, me como un panecillo con azúcar y tomo un shot de ajenjo. Todo
bien contigo, hermano, me digo al espejo. Salgo de mi cuarto.
He ahí un personaje, he ahí compañía en mi descripción del paisaje, pero este no hace que la
trama sea más amena, afortunadamente no se su nombre, es de esos señores morenos que solo
aparecen en algunos malos chistes, padre de familia latino de pésimos gustos culturales, con un
tatuajito de una esvástica en su hombro, está arreglando la moto con su vástago, y encima de
ellos, a manera de ornamento, una jaula tapizada con periódico lleno de caca blanca hedionda y
comida masticada por un loro verde con vetitas azules, pequeñito y tímido, a este le cortaron la
cola y las alas de manera ridícula y brutal, hasta casi la base, parece más un kiwi que un loro el
desafortunado; cuando pasan las bandadas de loros por el cielo, charlando entre ellos a gritos, el
lanza chillidos tan lastimeros que hacen que mis cejas se carguen de rabia contra el tipejo que
tengo en frente. Como siempre me voy lo más rápido que puedo, no soporto ni ver a esa familia.
Durante las horas que le quedan a la mañana y las que restan en la tarde decido dar una vuelta por
el centro antes de ir a trabajar, tomé el anillo del velador e iré por el mercado central para
empeñarlo, que yo creo que me darán unos trecientos billetes, aprovechare de comer algo cerca
de la catedral, que hay una pensión muy pequeña a la cual me gusta ir de vez en cuando.
Ya en el mercado no tardó en encontrar el sector donde engarzan joyas y compran oro y plata,
tenía esperado que me confundan con la clientela usual debido al estilo de ropa y las cicatrices en
mis brazos, pero no había pensado que eso me afectaría con el precio del anillo, a penas conseguí
doscientos, después de insistir mucho comerciante tras comerciante, ya que nadie me quería dar
más de ciento setenta. Me vieron con cara de ladronzuelo desesperado y mi aliento alcohólico no
me debió ayudar en nada.
La pensión la encuentro cerrada, así que me compro un par de latas de cerveza, una pizza que me
calientan en microondas y un par de peras amarillas, almuerzo en las gradas del micro mercado
donde adquirí todo mientras espero a un amigo al que llame para que me pase un paquete de
yerba, ahí lo veo llegando, de camisa ancha y cómoda como la mía, solo que la de él es floreada,
nos chocamos los puños luego de las palmas.
- Qué onda bro, ¿todo chala? Hace rato no me llamabas.
- Si, todo bien bre, anduve cero de dinero te cuento pero ahora en la mañana me encontré una
sortija ahí por mi barrio y acabo de venderla, para no gastar en otra cosa me fui a lo seguro para
tener buen faso para la noche y el finde que viene.
- Bien ahí, vamos caminando, entremos al shopping, ¿cincuentón me dijiste no?
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Nos metemos por los pasillos vacíos del shopping que está a la vuelta de la esquina, mete la bolsa
en mi mochila y yo le paso los billetes, le digo que fumemos un hit para matar el tiempo y nos
cargamos una pipa, la yerba esta rica, siento que me pega fuerte en las piernas.
- Te comprare un veinte más compadre, esta rica esta cepa.
Nos colgamos charlando, no me doy cuenta cuanto tiempo, después de despedirnos yo me voy
dando tumbos de ida a mi trabajo, caminando por las calles más vacías que pueda, ya que estas
están llenas de árboles.
Camino unos cuantos kilómetros y llego al trabajo, que por fuera es un hermoso lugar, rustico y
bastante cómodo, no tan elegante pero aun así es de los restaurantes más cotizados de esta
ciudad. Ya el resto del lugar que no está a la vista de la gente es una perfecta desgracia, en la parte
trasera es el patio donde están las parrillas y las verduras amontonadas en cajas, hay dos
refrigeradores en los que guardamos algo más de verdura, los quesos, los embutidos y algunas
salsas, en la parte superior del refrigerador hay apostados unos cráneos de cocodrilo y un
esqueleto de tortuga, al lado está la oficina del capataz, luego la puerta del depósito de carne, que
es un hervidero de moscas, seguidamente el baño y más al fondo por el pasillo, al lado del carbón
amontonado, está el vestidor de los meseros. Ahí viven dos gatitos, una es bonita y vivaracha,
tiene mal la cadera porque de cría se le cayó el mazo para carne encima del espinazo, el otro es un
plomo menos alegre, enfermo, su cadera está aún peor porque el parrillero grumete se desquito
con él un día que fue a trabajar borracho, aparte de que no podía cumplir con las comandas se le
apago el carbón a la mitad del servicio, y todo se le fue a la mierda, se imaginaran el despute de
los meseros ese instante, entonces su frustración se volvió cólera y el gato pago las cuentas
recibiendo un puntapié terrible, dejándolo casi parapléjico; por suerte para el mierda ése aún yo
no trabajaba acá.
Reciclamos el arroz, las papas fritas y las salsas que vuelven de las mesas en los platos recogidos,
un uso digno para esa comida seria donarla a los mendigos, pero no es el caso, toda esa comida es
para los clientes que vendrán después, nunca antes había trabajado en un lugar así, con esas
políticas nefastas, me cuesta mucho pero aún no quiero arriesgarme a lanzarme a buscar más
cosas en esta ciudad que tan poco conozco. Casi todo el equipamiento esta viejo, grasoso y
oxidado, la limpieza profunda no existe, solo los circos acuáticos del domingo, las cucarachas son
habitantes totalmente comunes, las ratas en cambio, cuando aparecen caminando entre las vigas
o las verduras, si llaman más la atención, es un escenario bastante negativo diría cualquiera, más
aun si se piensa en todo este lugar como una cocina, pero es especialmente el hecho de que es
una cocina lo que hace que pueda digerir todo y quedarme el tiempo que vea conveniente, si
aguanto acá sé que el futuro será más próspero, o bueno, es lo que me dicen mis corazonadas, en
tanto seguiré mimando a esos gatos mientras, sentados en el patio, pelamos kilos y kilos de yuca y
tomate; solo será por un tiempo, unos par de meses, me repito constantemente en mi cabeza.
Orejón es el único adjetivo con el que me puedo referir al cocinero principal, aunque si no fuera
porque me caga, le diría hediondo de mierda. El tipo es tan sucio que él y su freidora son tal para
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cual. Lo único bello, casi como lo único bello en esta ciudad, son las mujeres, y siendo el mismo
caso acá, están las meseras; sus pómulos marcados y curvos son tan sexys como sus caderas,
todas son tan coquetas, estar con algunas copas y verlas es lo único que necesito para aguantar
aquí.
Ya entrando a la noche, antes del servicio, una rata apareció por el tubo del extractor mientras
preparaban la cena, rodeo internamente la campana corriendo presurosamente, sabía que la
habíamos visto, huía tratando de escapar de nuestra presencia, uno de los parrilleros le lanzo una
sartén, que si bien fallo en alcanzar su objetivo, si cumplió su cometido, casi llegando al final de la
línea, la rata perdió el equilibrio por el golpe que recibió el metal grasoso, se cayó de una altura no
muy elevada pero ahí estaba esperándole una piscina de aceite rehusado de doce días, hirviendo
con las papas de la cena.
Una carcajada fue lo primero que recuerdo haber oído después del líquido salpicando, pero no
recuerdo si la risa era mía o de alguien más, el Orejón con cara de resignación divertida se acercó
lentamente a su freidora y saco al empapado cadáver con una pinza, una masa negra totalmente
arrebatada y tensa, desechó el cuerpo antes de que alguien más lo viera.
Le pregunté si quería que cambie el aceite, me dijo que faltaban algunos días para cambiarlo, que
tiene que durar quince días, así que por esa lógica todo siguió bajo toda normalidad, le pregunté si
tampoco no iba a decirle nada a nadie, no, me dijo, quiero que mi gente coma tranquila, arguyó.
Y así, todos, menos yo que me hice al loco, por decisión del orejón, tomaron al sacrificado en sus
cuerpos, la ridícula muerte del roedor será recordada para siempre gracias al rastro biológico que
dejen mis compañeros. Y luego de cenar, como si no hubiera sido ya el colmo de la asquerosidad,
durante el servicio, tal cual fuéramos una secta vandálica, repartimos la esencia del cuerpo de la
rata entre nuestros comensales, asistentes siempre fieles al sabor de nuestra parrilla; como en la
comunión, aceptaron el cuerpo del sacrificado en cada papa frita que posaban en su lenguas, tal
cual fueran hostias; porque como tenemos a cristo en nuestras venas tenemos también ratas,
vacas y aves fabricadas, somos parte entera de este mundo y nuestra santa sangre es la prueba de
ello, todos somos todo, aunque lo ignoremos o no lo queramos aceptar. Como todo buen vándalo
en espíritu y esencia, yo no pude evitar disfrutar de la situación y cagarme de risa hacia mis
adentros, mientras veía a través de la ventanilla de entregas a presentadores de noticas y
futbolistas devorar las papas chorreando de aceite. Después de la transustanciación, tan
tradicional en esta ciudad pero claro no a estas horas ni con tanta concurrencia, terminamos el
servicio, limpiamos a la mala y estamos una vez más fuera, en las calles.
Este es el equipo de cocina más joven al que he pertenecido, de quince a veintitrés años, todos
hombres, la mayoría sin ningún estudio terminado, jovialidad pura y campirana sentada en las
gradas de una acera del boulevard más aburrido y desértico que podría haber imaginado
encontrar, charlamos a risotadas, nos alejamos caminando lentamente, algunos se separan en el
camino, se van a sus cuartos por los alrededores, yo acompaño a tres hasta la esquina de la
licorería más grande de este barrio, los chicos se compran unas botellitas de alcohol económico,
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uno sabor canela y otro de menta, en la botella titula “Pecho Colorado”, alguna gente los mezcla
con soda pero son más agradables puros para calentar la garganta, verán una peli y me invitan a
pasar la noche en su cuarto, desde que llegué a la ciudad no veo una película, me dan curiosidad
los gustos del compañero y acepto.
Doblamos por la esquina trasera de la licorería, hay un tubo de acero gigante tendido en el piso a
modo de banca para los borrachines, hay muchas botellas vacías tiradas y bastante olor a orines,
pero hoy se encuentra sin gente, más arriba es un botadero de autos y un estacionamiento de tres
pisos, que oscurece toda la calle con sus celdas negras en el horizonte, caminamos por la acera
con árboles, una serpiente formada por el viento hace sonar las hojas secas del piso, su habitación
está más cerca del centro que la mía, a unas calles del Palacio.
Llegamos a su vecindad, Pepe Reyes se llama el dueño del cuarto y las pelis, de noche el
conventillo en el que vive es un depósito de carritos de jugos y raspadillos, amontonados en el
centro del patio, el lugar es mil veces más feo que en el que yo vivo, con el doble de animales y el
triple de basura, ellos viven en el barro literalmente, el dueño del restaurante les consigue los
cuartos a los chicos que llegan de los pueblos que no saben bien cómo moverse en la ciudad, a mí
me hizo la misma oferta pero yo no soy ningún pelotudo, seguro que el conventillo es también de
su propiedad.
Pepe es con el mejor que me llevo del grupo, es muy ingenioso, de ventilador tiene el motor de
unos de los refrigeradores del boliche, se jodió y se lo llevo para instalarlo encima de su cama, si
no fuera por esa cosita y sus insecticidas tipo mecha este cuarto seria inhabitable, me hace sentir
tan afortunado de haber encontrado un cuarto barato como el que tengo. Nos botamos donde
podemos, empiezan a fumar hierba en patos de estaño, rolan el pato, siento un olor raro, cuando
aspiro siento una aspereza que no había sentido nunca, su hierba es fea y me pega raro, siento
que se me hunden los ojos y mi respiración se agita de golpe, estoy ansioso y el cuarto se pone
muy caliente, todos se ven nerviosos, mi voz tiembla cuando les hablo.
- Ya le pego la perseguidora, no le des más.
El dueño de la hierba, Leonel, es el más afectado, no deja de ver a la ventana, su ojos saltones y su
nariz aguileña grande lo hacen ver aún más flaco, sus bigotes de 3 días se notan más que nunca,
como el color café dorado de su piel, sudada, como si estuviera en un socavón, absorbiendo la
oscuridad.
Estos mierdas me dieron nevado, me digo a mi mismo, conservo la calma y trato de relajarme con
hierba pura que me pasan con cariño, lo peor sería alarmarse, así que lo tomo con calma.
Ebrios y cruzados empezamos a ver la película, se ve interesante, actores conocidos, parece de
hace unos veinte años, tal vez menos, es una locura onírica influenciada por todas las drogas
existentes, buenos gustos parece tener este chico, hay una frase al principio de la película, la
anoto en un papel que pido me regalen de una libreta que veo tirada, me surge la curiosidad, está
en inglés, luego veré que significa.
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La humedad es más insoportable que el calor, somos una masa única de vapor humano, un solo
cuerpo aspirando y exhalando droga; cabeceo, reacciono algo al mareo y veo que está dando otra
película, entre risas y ensoñaciones terminó la anterior y no me di cuenta, levanto la cabeza y veo
una escena de un tipo cogiéndose a una mina frente a su novio, de noche, sobre un auto, es un
policía, obliga a ver todo al otro tipo apuntándole con una pistola, me perséa y me derribo de
nuevo, al levantar luego la cabeza veo tomas de iguanas muy verdes, la risa gigante y los ojos
perdidos del mismo policía, no registro nada más, vuelvo a levantar la cabeza y todo está a
oscuras, buenos gustos en películas.
Todos están dormidos, botados en las camas y en el piso sobre frazadas o en algún rincón, creo
que duermo, pero estoy totalmente consiente del entorno, el pánico se apodera de las visiones
que me llegan, me imagino que los vecinos llaman a la policía por el olor del humo y la farra,
mientras dormimos llegan los policías, entran al cuarto y nos sacan de nuestro sueño, como a
trapos para noticiero nos ponen en fila contra la pared, sucios, sudados y desorientados, una
basura de camarógrafo nos enfoca con su fálico artefacto, casi violándonos, aprovechándose de
nuestra confusión, la imagen sale en todos los noticieros, ahí me ve mi familia, al lado de esos
chicos que para cualquier mortal que ve televisión son pandilleros, narcotraficantes, basuras que
no hacen nada de su vida, escoria creada de la nada porque nadie es responsable de ellos, o
bueno, eso aparece en el titular bajo el presentador de noticias que vi esa misma noche, en el
trabajo, comiendo papas fritas. Yo me veo como uno de ellos, soy uno de ellos, con las mismas
ropas y el mismo olor, nuestra respiración agitada al unísono nos vuelve una misma persona,
somos uno en nuestra confusión, hijos redimidos por la droga. Pero pienso en mi familia y mi
familia no piensa así, ellos se desmoronan al verme y ver el titular, siento sus corazones
estrujándose por ver a su hijo menor drogándose con una cuartilla de tipejos en una vecindad
maloliente, se desmorona mi mundo; entonces escucho un fuerte golpe que de pánico me hace
levantar de la cama, lanzo el suspiro más fuerte que he lanzado y veo al flaco Leonel entrando por
la puerta que abrió de un golpe, dejando entrar la luz del exterior, sigue siendo de madrugada,
todos duermen a mi alrededor, trato de calmarme y encuentro la tranquila oscuridad en mi sueño
por fin.
Me despierto y todos siguen muertos, me dicen con señas que la puerta de afuera está abierta,
alzo mis cosas y los dejo en sus lugares botados, al salir el aire me devuelve algo la vida, jamás me
sentí tan meloso por el sudor y tengo la peor resaca que he sentido en mi vida, mi pecho se siente
estrujado, sigo mareado y mi boca se siente como de plastoformo, y sabor a mierda, camino hasta
mi cuarto, llego, entro, me saco mis zapatos, saco las cosas de mis bolsillos, pongo todo en el
velador menos un papelito doblado con el cual me quedo en la mano, me desplomo, trato de
descansar pero mi corazón no me deja, tengo que comer algo pero esperare a que mi estómago se
sienta mejor, veo el papel, escrito con mi letra de drogado, chueca y chorreándose por la
cuadricula, no entiendo bien que dice, aparte está en inglés.
“He who makes a beast out of himself gets rid of the pain of being a man”.
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La frase de la película de anoche, la que llamó mi curiosidad, por lo que debe ser importante. La
guardo en mi billetera, como y bebo algo, me lavo la cara y los dientes a la rápida y me voy a
buscar a mi chica que me espera cerca, en la plaza que está a unas cuadras.
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3. Identidad
Soy eterno viajero de sueños e ilusiones.
Soy eterno viajero de amores.
Cruzaré los mares en mi barco pirata
con los cañones acenagados
y mi bandera será blanca…
Eterno Viajero – Manolo Chinato
Es un hermoso ciclope, el rosado de su rostro es terso y perfecto, su simetría es tan envidiable
como la simetría de mi rostro; decidido y bramante toma el camino de retorno a su abrigadora
cueva, húmeda y deliciosamente ambientada, frota su cuerpo en la entrada para marcar con su
almizcle los labios del portal, retorna a la luz de la oscuridad, se regocija alimentando y llenando
de energía su albergue temporal, el calor es tan brutal que la cueva se derrite con el tiempo cada
vez más, la propia cueva se desborda por su entrada en chorros viscosos de amor maternal, el
ciclope se entrega a la verdad absoluta, su muerte destruirá la cueva y en un grito placentero y
brutal expulsa por su ojo su esencia de masculinidad, estalla en palpitaciones y temblores mientras
la vida se le va, provocando la hecatombe en la cueva, todo se comprime y se unifica, todo pasa a
ser liquido elemental, el calor ha derretido todo, solo quedan dos cuerpos desnudos, son dos
infantes retornando de la muerte tendidos en un colchón en el suelo polvoriento, sudados,
tratando de entender porque la vida es tan deliciosa cuando se nos da la gana.
Si solo hay algo y solo algo que puede calmar la fiebre y la efervescencia descontrolada de mi
carácter, y la pesadez del malestar de cuerpo a causa de la noche anterior, es la implacable caricia
de una mujer, aquí está mi eterna dulcinea temporal, entregada totalmente a un loco al que no se
le entiende que mierdas balbucea al hablar, y que más da, Ella también está como una cabra, la
manera en que me chupa la verga solo es comparable con la manera en que bebe y bebe a
borbotones su botella de vodka.
Hoy es día del señor y las fuerzas en sus hijos se sienten renovadas, vine a visitar a Ella (es el
nombre de mujer más hermoso que he escuchado) a su cuarto, hemos pasado toda la mañana
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juntos y después de nuestro ritual de sunday aún tenemos toda la tarde para pasarla con los
parseros. El boliche en el que nos reunimos es al aire libre, los arboles nos dan el escudo necesario
para los encendedores; somos veinte locotos, que van desde acomodados hasta hijos de
proletariado puro y oriental, todos provenientes de distintos lugares. en Santa, como en cualquier
Babilonia, ves todo tipo de juntuchas de gente. En estos círculos hay una recopilación de todo lo
pecaminosamente divertido, acá, la Ganga y Dionisio brindan ampulosamente mientras punkis y
metaleros bailan el trencito cha cha cha; un cambio de clima es lo necesitaba, entornos más
habitables con risas más saludables; a los pies de los arboles altísimos prender delicioso con esta
flaca de pelo salvaje, brindando en la naturaleza, solo nos falta estar desnudos, porque rodeados
de animales ya estamos.
Abrimos los ojos y ya nos alcanzó la noche, estamos bastante alejados de la ciudad así que
volvemos por donde vinimos, pero sin mucha prisa.
Otra vez estamos rodeados de concreto, el proyecto calavera ha comenzado una vez más, es una
fiesta eterna en la que todos nos olvidamos de nuestra realidad en este plano, las auras, tan
ligeras como el humo se elevan hacia donde se dirigen también nuestras miradas, allá arriba,
donde está la oscuridad del nuevo día; la luna, pasando por esa línea que marcara el inicio de un
nuevo mañana. Nos renovamos gracias al sudor exhalado por nuestro poros, el baile nos redime,
los zapatos desaparecen como nuestro control de los brazos, que se mueven guiados por la voz de
Jah a través de la percusión, cada uno tocado a su estilo, unos más escépticos, otros más devotos,
otros aún más escépticos que están solo por la moda, pero todos inconscientemente forman parte
de la atmosfera creada por esta juventud perdida, que la genera noche tras noche, proyecto tras
proyecto, al sacarse la carne de los rostros, de las piernas y del pecho. En la calle se ve el reflejo
del bullicio, en las cuadras alrededor puedes ver sombras y piececillos de aquí para allá, las risillas
y el humo herbal se trasladan calle por calle, doblando las esquinas gracias a la brisa que busca
seducir a la mayor cantidad de juventud posible.
No hay mucho mas de que hablar sobre el tema, la mayoría de nosotros a estado ahí o en lugares
parecidos, buscando pareja, buscando calma, buscando relax, siempre en esa búsqueda infinita de
algo que no se sabe que es ni para qué pero que se necesita con suma urgencia banal, no pienso
alargar la búsqueda, ese es trabajo de ustedes, a mí se me pasan la horas bailando.
Quisiera recordar todo lo que hablo con toda la gente que conozco día a día, darme cuenta en qué
momento se van o llegan, despedirme siquiera de aquellos que me saludan, acompañar a alguien
a su casa por cortesía, relajarme y tomar un taxi que me deje cómodamente en la puerta de mi
casa; mientras pienso en toda esa gente tomo conciencia de mis pies, me encuentro caminando en
la calle y me fijo que estoy casi por llegar al Palacio, las horas si se me han ido bailando esta vez,
en automático tomé la retirada, estuve borracho todo el día y ya el efecto empieza a disiparse y no
me acuerdo haberme despedido ni siquiera de Ella, si es que ella no se fue antes. Dejo de pensar
en ello, le llamare mañana, ahora razono y no quiero tomar esta ruta, así que me desvío unas
calles para tomar la avenida de atrás hacia mi casa, aun me siento novato en esta ciudad y no
quiero pisar los alrededores del falo más alto de Santa.
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Avanzo unas cuadras y de pronto siento que la noche se vuelve de las más tranquilas en las que he
deambulado, los peatones desaparecen y solo se ven algunos autos y sus luces muy a lo lejos, pero
no se oye nada, el viento ha desaparecido y las sombras ya no se mueven. Es inquietante, no lo
voy a negar, estoy acostumbrado a las tormentas así que el aspecto de pradera que ha tomado de
pronto la ciudad me intriga de sobremanera, incluso la luna se siente como un sol tibio que
mantiene en latencia los líquidos. Me apresuro y camino ligero, pero mis pasos parecen granos de
arena cayendo por un cuentagotas.
Son dos las alternativas de camino que se me presentan, tomo el más peligroso ya que el más
corto y seguro está totalmente inundado, ha explotado una cañería y la calle se ha vuelto un
pantano sucio y hediondo, la segunda alternativa que penetro es un callejón que esta
aparentemente vacío, dentro de él no se ve nada fuera de lo común, solo hay basura e insectos,
las paredes llenas de graffitis sin arte y papel higiénico usado revolotea con el viento alrededor de
tres defecaciones que me percato de no pisar; clásicas cacas de borracho, grandes, oscuras y
pastosas. Elevo la vista y unas cuantas estrellas alumbran el presente, ya estoy dentro me digo a
mi mismo, el callejón me lleva al inicio de uno de los canales cercanos a mi casa, los canales son
territorio de topos, muy jóvenes en su mayoría; hay una leyenda que cuenta la historia de una
madre abnegada que por buscar a su hijo, que se había escapado de su casa, se dedicó al
narcotráfico, ya que sabía que su hijo estaba en esas movidas, con el pasar del tiempo ella mismo
se vio metida en la pasta base y termino viviendo en los canales, donde por cuestiones de la vida,
siempre justa y sabia, encontró a su hijo, volviendo así a estar juntos, así de pequeña es esta
ciudad, un pueblo gigante.
Y así de gigante como pequeña es esta capital que al salir del callejón, a la vista de los canales veo
a un chico haciendo malabares en el semáforo, un conocido de vista que algunas mañanas me ha
lanzado un saludo o pedido una moneda que yo nunca le he negado, alguien a quien veo casi
todas las mañanas, me asombro, hay que darle crédito, ¿son qué? ¿Las cuatro y treinta? Y no hay
autos, ninguna de las vagonetas ni deportivos que pasan bramando a estas horas, junto a los
clásicos taxis de letrerito verde, de los cuales no he visto ninguno desde que me encontré
caminando, el semáforo se pone en rojo y no hay ningún auto que se detenga, pero ahí está el
haciendo malabares con tres limones ¿Qué haces ahí? Le pregunto dentro mi cabeza.
Como si, telepáticamente, hubiera oído mi pregunta, a lo lejos veo como gira su cabeza para
mirarme, guarda en sus bolsillos los tres limones y se me acerca a paso ligero. Estoy muy ebrio
para estos afanes, le invitaría faso pero los cuates arrasaron, ¿qué querrá? asaltarme no creo, pero
se acerca con maldad, ese paso no es normal, sus hombros parecen alas de buitre haciendo tierra.
En tres pasos que pareciera haber dado tengo sus ojos frente mío, que son celestes, en un fondo
de piel bronce terroso, tiene una mascarilla de suciedad, polvo en su pelo claro, sus fosas son
como de mono, infladas como el área de sus clavículas.
- ¿Cómo te llamas? - Me mira a los ojos con curiosidad, le había dicho mi nombre en alguna
mañana pero ahora no me reconoce, yo a su mirada tampoco.
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- Arturo me dicen, ¿a ti? - Sigo caminando más despacio en dirección hacia mi casa que ya no
queda lejos, le devuelvo la mirada, es profunda, me agarra, no puedo evitarlo.
- Yo soy el rey Davico, a mí también me dicen.
Llegamos a la esquina del puente peatonal, el faro de la esquina está lleno de gigantes bichos
ajetreados que deforman las sombras en la avenida, me distraigo con las sombras y Davico
aparece apoyado en la baranda fumando de un pato de estaño que apareció en su palma, solo
escuché el encendedor y vi el humo flotando alrededor de su cabeza, como si nada más existiera
alrededor.
- Pega bien, el orín, de esos peruanos – me dice subiendo más sus hombros, resaltando el hueso –
¿tú le hechas?
La luz a través del humo resalta sus ojos que parecen un amanecer con niebla fría, el humo que
huelo me acelera el corazón, sostengo el pato mientras divago sobre si vale la pena escuchar sus
historias en vez de descansar, mi boca se seca mientras le balbuceo, ¿qué rato llegó esto a mi
mano?
- ¿Rey de dónde?
- Mi padre es el administrador del Palacio, soy el único hijo sobreviviente de su familia, el menor,
el más fuerte, debo iniciar desde abajo, para conocer todo, aprender ¡Desde abajo se toma el
poder! – Mis dedos giran el encendedor en mi bolsillo.
Sus ojos temblaban viendo quien sabe que visiones propias de una mente joven pero en este caso
podrida por la suerte de conocer cosas nada apropiadas a su edad, ni a la edad de cualquiera,
continuó diciéndome.
- ¿Vos sabes cómo es ahí? Has visto – No, le indico con mi rostro, soy nuevo por acá, le digo, por
sentirme familiar me prendo su artefacto.
- Has venido a aprender, ahí si buscas todo encuentras, arriba hacen todo, escriben y pisotean la
coca, ahí mean, hacen castings, ahí se crea lo de abajo, de las ventanas botan, en avioncitos de
papel, la pasta.
Flash, relámpagos.
Se ven caer aviones de papel cubriendo el cielo como si nevara una navidad gringa.
Destellos de autos girando en las esquinas, patrullando el boulevard; pornografía, cajetillas y latas
tapizando las aceras.
- Me avisas cuando vayas por ahí para que te acompañe, me iré a mi casa ahora, me están
esperando, te cuidas – Le digo por decirle cualquier cosa.
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Hace tanto calor que solo pienso en sacarme la ropa y meterme a la ducha no importa lo fría que
este el agua, y necesito un pucho, y cagar, hay que cagar full.
Hasta que llego a mi habitación, lo único que oigo es el escándalo de los perros agitando las rejas
de las casas donde viven. En la calle dos pandillas de perros están en medio de una campal, el
negro está ahí, por suerte para mí, revolcando a un bóxer contra el suelo.
Llego. Voy a la derecha y entro directo al baño, a diferencia de hace unas horas ahora todo, hasta
mi sudor, cae en cámara rápida, mi corazón como tambor marca el ritmo para que se desenvuelva
el entorno, y poco a poco mientras más mierda se aposenta en el agua, más normalidad vuelve al
ambiente.
Y ahí está el estaño, sale junto al papel de mi bolsillo, el brillo metálico refleja el foco amarillo
directo a mi cara, parece un diamante de metal, con todos esos lados…
Saco yerba de mi velador y lleno el pato para mezclar con lo que queda que es algo de tabaco con
ceniza y una cosa amarillenta alrededor de toda la olla, creo que me levanté del inodoro sin
limpiarme el culo.
Me acuerdo de la ducha y vuelvo al baño, mejor fumar ahí para no dejar el olor en el cuarto, me
paro en medio del baño, cuando enciendo el fuego el reflejo de la flama llama mi atención y
conecto mis pupilas al espejo, ver dos fuentes de fuego me hipnotiza y fumo viéndome la cara al
espejo, veo las brasas enrojecer, el humo empieza a brotar, danzando, del pato y mis fauces, que
ahora somos un sistema, como la escultura de una fuente que lanza humo en vez de agua, tiesos,
solo el calor vive, y levanto los hombros y mi pecho se infla, mi frente se recorre para dar paso a
mis cejas que quieren ahora ocupar un lugar preferencial, se van arriba, mostrando los ojos al
espejo, abierta la pupila, se vuelve un túnel carpiano, el espejo a través de él inserta la luz en
forma de tendones, se mueven como cuerdas, manejan y me dicen también, los cables se tensan y
no puedo moverme, me cuelgo en mis ojos, es la única estabilidad que encuentro, entonces veo a
Davico, ahí está tal cual apareció debajo de la luz de la luna hace un instante, los hombros altos,
esféricos, me veo tan flaco que parezco un esqueleto poseído, levantado con cuerdas en medio
del baño, me miro, me observo como nunca antes, soy él mismo, veo a tanta gente a través de mí
mismo, tantos rostros, temerosos, curiosos, inquietos, jóvenes, pálidos, fijos a los ojos, a través de
mi mismo; poco a poco me calmo, la presencia se desvanece como el brillo exagerado de todo, mi
vista ya no tiembla y entonces no me siento seguro de que hacer, titubeo, veo una vez más al
espejo pero no encuentro fuerzas para quedarme de pie ahí parado frente a mi reflejo; me pica,
me rasco la cabeza, salgo, me boto en mi cama y veo como da vueltas el techo, mi cama es un
mostrador de pastelería, yo semidesnudo girando en medio de mi cuarto, yo tieso y el universo
girando a mi alrededor.
Observo mí alrededor y solo puedo imaginarme que pasa en mi mente ese momento, quisiera
recordar, darme cuenta, pero un vacío absoluto se presenta, no hay nada en mi cabeza.
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Entonces reacciono y son las ocho y algo más de la mañana, la luz sigue prendida, apago la luz y
cierro la cortina un poco más, tiemblo de frio, entonces me cubro con todo lo que está encima de
mi cama, tiemblan mis manos y mis ojos no pueden abrirse ni cerrarse completamente, intento
dormir con la plantada pregunta de que estoy haciendo, ¿me estoy volviendo parte de un montón
que hasta ahora desconocía?, ¿ser un digito aparte?, me acuerdo de esa idea que ahora me parece
un capricho de borracho, la recuerdo lejana pero muy presente, ¿que soy ahora?, parte de un
montón distinto de los montones que engloban a todos al final, y al final de cuentas, ¿quién soy en
toda esta historia, para empezar? ¿Qué hago aquí y porque ando sin rumbo aparente? ¿Un
zaparrastroso que sabe entrar y salir del glamour cuando se le pinta? ¿En esa simple oración cabe
la identidad de esta persona? - ¿¡Quién soy!? - me increpa mi mente. Entonces recuerdo una
noche lejana en otra ciudad, más gótica; andaba borracho paseando con una ex novia, nos
paramos en una licorería, queríamos más vino, me acuerdo oír una voz increpando a mi derecha,
ebrio vi a una doña, nos jodía sobre respetarnos y esas mierdas de dios, que nos ama y bla bla bla,
mientras, en mi vivo recuerdo, mi chica se caga de risa, yo le respondo a la doña que yo soy dios
inmortal, que leí en la biblia que dios vive en mi corazón, que le creo, que él siempre está conmigo
porque yo soy él, ósea señora, todos somos unos pedacitos benditos de dios, y a quien le importa
que una porcioncita de dios vaya por ahí, borracho, como justamente, dirían ustedes, a la de dios.
Con eso ella se quedó callada, y espero, para que ahora pueda dormir, todos ustedes también.
23
LA NOCHE DE LOS
INSECTOS
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4. So now wut?
Es una tarde seca, lo más que se puede acá, las plantas tienen un tono amarillento y el viento
fuerte trae arena de todos los alrededores, a los bordes del sendero por el que ando hay altos
arboles de algodón con gruesas espinas en toda la base del tronco que igual se ven en las ramas a
lo alto, también, se ven unas cositas cafés pegadas por todo lado.
De larva a cigarra, estando en el capullo, la transformación se siente abominable, bebes y te
alcoholizas con tus fluidos, vives en una oscuridad color ámbar a la incertidumbre si es que no te
mintieron, si es que hay salida de este túnel, entonces dudas, te mientes a ti mismo y te
auto(su)gestionas, te revelas contra tu transformación dirigiéndote con tu mente hacia el abismo,
desesperado, buscándote en todos los rincones de esa carcasa que ahora se siente tan basta e
infinita.
Imagina el grito que dará la cigarra al salir de su capullo…al salir dentro tu(yo)…
- …es de ustedes la culpa de que en nuestro rubro nos sigan tratando como mano de obra de
segunda, ¡nos siguen tratando a la cagada! ¡Sus sonrisitas de mierda!
Solo gestos vacíos, ni una palabra de su respuesta grabada en mi egoísta memoria.
- …tenías que tomar en cuenta avisarnos con anticipación, pero viendo como describes las cosas
tienes razones fuertes para tomar la decisión a la rápida, es como si a mí me ofrecieran el mismo
puesto, que se, en una petrolera…
Eso sí lo recuerdo porque me pareció un chiste terrible. Esas eran la voces del pasado reciente en
mi cabeza, que aún siguen frescas, dándome palo mientras camino bajo el sol abrazador; hace dos
días que abandone mi trabajo, dentro de una semana me encontrare en otro que ya encontré
gracias a mi buena fortuna; ahora que tengo todo este tiempo de vacaciones tengo que eliminar
esa rabia que tengo acumulada. No encontré pan para mi desayuno en la tiendas ya que me
levanté muy tarde de cama, así que me vine caminando a un supermercado más alejado de mi
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barrio, en la pequeña Rio, me perderé unos minutos en mi pensamientos transitando los pasillos
de enlatados, casi todos importados; mazorcas bebes, arvejas verdes, tomates en puré,
champiñones que parecen de plástico, leche de coco, aceitunas, duraznos, cherrys, espárragos,
palmitos, un sinfín de productos multicolores a los que uno les da vueltas y vueltas, como si elegir
una lata fuera tan complicado, hablando de latas, me comprare unas cerveza para acompañar mi
pan integral.
Estaba tan soleado cuando entre al supermercado y ahora que salgo de acá; no con una lata sino
con una buena morocha de litro de una mano y mi bolsa de pan en la otra, al pasar por la puerta
automática, me encuentro con una tibia y pesada llovizna y todo el horizonte plomo y purpura,
como con cientos de pañueletas entrelazadas cubriendo el sol, y un fuerte viento dándome a la
cara; mi botella está abierta, no hay vuelta atrás, guardo el pan en mi morral, así que decido
caminar en contra de mis buenos pronósticos. La pequeña Rio es un barriecito lindo pero bastante
peligroso en las noches, está llena de mecánicas, carnicerías y licorerías, todas con su letrero en
portugués, solo eso se ve en unas cinco cuadras de avenida a la redonda, aparte de las pequeñas
plazuelas llenas de sauces y adornos florales, es una divertida ruta para pasar cualquier mañana de
ocio como esta, ajetrear la vista, refrescar el buche, caminar como haciendo un bailecito; respiro
humo bajo un árbol en una pausa que desaparece la gente, de pronto la llovizna madura, entonces
me entono aún más con la música, camino con elegancia y combino con el aire tropical canceroso
de hoy porque me salí con sandalias a buscar el pan desde mi barrio, ando con dicha de la vida,
con flores en mis orejas adornando mi cabello.
- ¡¿Arturo?! Tanto tiempo ¿vives acá?
Casi respondo cualquier cosa antes de darme cuenta a quien le estoy dando la mano, creo que es
alguien de mi colegio, primera vez que me encuentro con alguien acá.
- Miguel – me acordé, que tedio, y que raro encuentro – eh, si, hace un año casi, creo ¿tú que
ondas?
- Mi familia se vino hace unos cinco ¿estas con tu chela? ¡Ja! ¿Y esa flor?
Uh por dios, que lata – Salud bro – Hago ademan de brindar con mi botella, mientras la bebo veo
cómo observa mi cabello, el confort de mi ropa, ¿habré cambiado mucho o no he cambiado en
nada?, algo así debe estar pensando, mis pupilas brillan con cada sorbo, cruzamos unas cuantas
oraciones más, vago recuerdo…
- A ver pues cuando nos vemos, paso clases por acá cerca, seguro nos encontramos.
- Chau, te cuidas – se fue corriendo por la lluvia.
De no haberme sacado por un minuto mis headphones no lo hubiera escuchado llamarme, que
impreciso y tedioso encuentro. ¿Qué demonios fue eso? En fin, no le doy la importancia que tal
vez merece y seguimos el camino a casa.
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Cualquier citadino común y consciente diría, que el hecho de que, al seguir por la calle hacia la
rotonda de la avenida, antes de llegar a la esquina, al pararme a darle un gran trago a mi chela,
vea un grupo de cebús aparecer por la avenida, todos plomos con degradaciones blancas,
caminando hacia la plaza, es sin duda causa de mis estados etílicos fuera de horario. No broder,
ahí están esos bichotes en medio de la calle yendo a pastar detrás de la banca donde esa señora
está protegiéndose de la lluvia, amantando a su niño; pasan a su lado, al lado de tanta gente y
nadie se inmuta de ellos, ni ellos de nadie, es como si solo yo los viera.
Nadie los observa, nadie los comenta, tampoco nadie los arrea, asumo que nadie de por acá sabe
de donde salieron ni a donde van, ellos solo caminan, totalmente seguros de lo que están
haciendo.
Dos se quedaron pastando, otros cuatro siguieron directo después de dar unos buenos mascazos a
la hierba, termina de llover y yo sigo con el paso regular hacia mi acogedor hogar, no me queda
más que cuarta botella y la duda berrinchosa de porque nadie noto a los rumiantes, tan grandes,
andando tranquilos por ahí como si estuviéramos en tiempos antediluvianos, que decepción de
gente, nada detallista, cólera ebria. Camino respirando la verde humedad, el barro, los charcos de
la calle levantándose por el sol que empieza a iluminar de nuevo la ciudad, mi ropa también se
empieza a secar, media hora más de caminata y ya estoy acá, seco, de vuelta en casa, debe ser
más del medio día así que el pan del desayuno se volverá almuerzo con una leche chocolatada a
manera de sopa.
Almuerzo, y luego, mi queso de costumbre después de las comidas, quedo como bebe después de
lactar y me boto a la cama, todo empieza a girar con mi pecho como eje, una siesta, ha sido una
larga mañana.
Una partida de poker compañero, no vendría mal, sentémonos frente a frente, la mesa es
cuadrada, las sillas no son bancos, su terno fosforescente se acomoda en el espaldar, demoniaco,
su cola de caballo combina con los cigarros que nos prendemos, viejo del hampa, saca las cartas de
su bolsillo ¿barajas? Con placer, te gusta barajear, me dice, barajeo perfectamente las cartas, una
después de otra, todas de arriba a abajo primero, las levanto todas y forman un arco, vuelven a
caer todas, son un bloque perfecto, repito tres veces, te gusta barajear, me dice alargando la r,
parta, reparta, reparto, amo mis manos, al parecer el también, quemo las dos respectivas y las
otras tres nos dan sus caras, usted habla compañero, paso, hay un par de dos y un diez, tengo un
rey de espadas y una reina de rombos, que sea interesante compañero, suelta dos fichas, igualo,
compañero, suelto dos cartas, un príncipe aparece a rescatarme, mi dedo golpea la mesa ¡ah!
Creo que esta de suerte compañero, ¡le ha seguido su familia! ¡En homenaje a ellos! caen tres
fichas, el humo de mi cigarro sube a través de la mesa, haciendo espirales por las ranuras, igualo,
suelto dos cartas, un nueve me da la escalera que necesito, paso compañero, se me adelanta, ese
número lo conozco bien, disimulo con seriedad, suelto dos fichas, a mí me da vida, reprocho, estoy
de acuerdo, increpa lanzando las dos últimas fichas, pago por ver compañero, estampo mis cartas
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contra la mesa, un montón de polillas blancas, hermosas, salen volando cuando levanto mi mano,
parece que tiene mucho compañero, tanto, que no se puede ver, poker de dos, cuatro patos
aparecen en la mesa y se bajan uno por uno, god bye compañero, recoge los tributos y se abre una
puerta frente mío, a su espalda, entra la luz y me entra el pánico, se me infla el pecho
despavorido.
- ¡Cof cof cof!, ¡cof cof cof! ¡UACOF COF COF COF! Aeeeeejjjjj, aej, aej, aej, ej, ej, maldita, sea…
Toso como endemoniado, ahogarse con la saliva mientras uno duerme es una de las cosas a las
que más pánico tengo, toser y no poder respirar, solo entra y entra aire mientras los ojos se ponen
rojos.
Al parecer dormí un buen tanto, el cielo está más opaco y ya no hace tanto calor, me despabilo y
tomo un poco de agua para calmar la garganta, aun me arde un poco por tanto esfuerzo que hice
para respirar, mi panza ruge, abro el refri que hoy nos ofrece una latita de atún abierta, me
sobraron dos panes del almuerzo así que me hago dos sándwiches, tengo mostaza para amenizar,
me siento tranquilamente mientras disfruto de mi alimento, ojeo mis revistas mientras pienso a
que dedicarme el resto del día, no hice planes con nadie así que todo es posible, quiero
aprovechar esta semana que me queda de vacación hasta que comience el duro nuevo trabajo que
me espera, termino de ojear mis revistas y me pongo guapetón y chino para salir, me cuelgo mi
morral en el que tengo todo lo que voy a necesitar más tarde y pongo pies en la calle.
Ando por el barrio, siempre con THC in mai jed, siempre con música en mis oídos, decido buscar
que hacer y con quien compartir la actividad en la red, mi celular rara vez tiene saldo así que solo
lo tengo por si me llaman de emergencia.
Hay un bar-internet del que soy casero y me gusta ir por esa calle, ya que ni bien entras lo único
que vez es juventud fumando en todas las aceras a lo largo, es como si fuera un colegio al aire
libre, todos relatando y matando su tiempo, nunca hablo con ninguno, solo me encanta estar
rodeado de esa gente.
Dos mensajes, después los revisare, nada muy importante a primera vista, mi querida me da
conversación pero al parecer no podremos vernos hoy, tiene una despedida de soltera me cuenta,
que se divierta, ojala yo tuviera cuates serios que se casan, y otros cuates serios con trabajo para
auspiciar una despedida de soltero.
- Oh, si es el perdido de usted, ¿qué es de esa vida Edu? – Me escribe un amigo del instituto donde
estudie.
- Que tal, todo bien por acá, todo tranquilo, ¿allá cómo están?
- Todo bien, la carrera como siempre, algunos amigos me preguntan por ti pero casi nadie sabe
nada, ¿sigues en ese trabajo del orto que me contaste?
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- No te cuento, me salí hace unas semanas porque me llamaron de otro “boliche”, hace unos dos
meses estuve repartiendo mi curriculum por todo lado porque ya me harté de hacerme al señor
gran monje de la paciencia en esa churrasquería nefasta, por suerte ese tipo de restaurantes en un
tiempo entraran en peligro de extinción.
- Tan deli tu laburo hermano, comiendo rico todos los días, el resto de la gente desarrollando
nalga nomas de todo el día estar sentado.
- ¡Uh si deli la comida ahí! Si supieras jajajaja pero bueno, les grite algunas cosas en la cara y me
salí, en unas semanas cobrare lo que me toca y comenzare en un restaurante que recién
inauguraron, re bien eso porque la mayoría del personal es de casi mi misma edad, ¡y papá! no
sabes lo deliciosas que son las meseras en esta ciudad, es para ponerlas a ellas en los platos de
hermosas que son.
- ¡Ja! Buena esa, ve que tienes buena vida, nadie sabe porque siempre te andas quejando de todo
y criticando a todos.
- Alguien tiene que hacerlo compadre.
Una tailandesa que vive en Seattle me manda sus fotos en calzones, me entero de que para la
mayoría de la gente próximamente será el fin del mundo, curioseo, curioseo efímeramente,
contesto los mensajes que nos son publicidad; algo interesante, el conejo, la luna y la muerte,
cosmogonía mesoamericana, me entretendré leyendo esto un rato.
- Hola muñeco, ¿andas de ocioso? ¿Vas a ir a la tocada en la noche? – Aparece otro mensaje
instantáneo.
- Hola guapa, si pues, tú sabes, ¿hay toquín? Qué bien yo justo en busca de planes ¿dónde es?
- No sé bien donde es, creo que por la zona de los ferreteros, tengo que llamarle al Calacas, ubicas
que es medio ander la tocada, no hay evento publicado ni nada, solo VIP’s.
- Uju, con el Calacas, hace rato que no charlo con ese borracho, nos veamos pues antecitos,
compartimos un trago y vamos de ahí.
- Claro que si papacito, con lo deli que es farrear contigo, llámame en una hora y te digo donde nos
vemos.
- Te llamo, nos vemos en un rato.
Listo, no pienso botar más plata acá, me voy a dar un vuelco por ahí para hacer hora, la noche ya
está armada, la luna empieza a salir por el horizonte.
Manejar la ociosidad, creo yo, no debe tomarse a la ligera, es como un vicio cualquiera, te tomas
tu tiempo para disfrutar de las cosas, caminas y piensas sin rumbo, y de pronto un día reaccionas y
pesas veinte kilos más, tienes hemorroides y la única compañía que te da algo de cariño es tu
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mano; es un arte, y el arte te destruye o te lleva a los cielos, cualquiera de los dos primero, o,
dependiendo de la persona, las dos opciones pueden ser la misma cosa. Yo soy un vagabundo
profesional, orgulloso de serlo, es una de las pocas ciencias del humano que su estudio es
totalmente autodidacta y empírico, la falta de actividad maximiza los placeres más pequeños,
realza los detalles, y, cuando vas perfeccionando la técnica, empiezas a ver el universo en los
verdes pastos en los que te hechas con tu botella de vino, admirando la belleza de las cosas, como
un fauno contemporáneo, emborrachando a los que acuden a ti, brindando con la naturaleza;
ocio, lentitud, silencio, maravillas inalcanzables para la gente extremadamente urbana de la que
vivo rodeado. La damisela de pantis sucias me cita en un parque que se llama Rincón de las
Gardenias, he ido un par de veces, hermoso lugar, pero medio alejado, caminaría con gusto pero
llegare dos horas tarde, me apresuro en encontrar un buen rincón, sentarme cómodamente y
prender mi pipa, tomare un bus y no pienso subirme sobrio a esa cosa.
Me prendo un cigarro mientras espero en la parada, una señora con su hija infante y un extranjero
me acompañan en la espera, no se suele aguardar mucho pero suelen haber malos días, o bueno,
malos conductores.
Hoy tenemos suerte y no esperamos casi nada, me deshago de mi pucho a la mitad ya que el bus
aparece violentamente doblando la esquina, saco dos monedas para no tardar al entrar, y hay más
suerte al parecer, no hay mucha gente, el bus está limpio y encuentro asiento vacío a la mitad del
pasillo, me apoyo contra la ventana y me pierdo en el horizonte, estoy sin música, se acabó la
batería de mi reproductor, así que trato de distraerme con las nubes que se arremolinan a lo lejos.
- Buenas tardes damas y caballeros, jóvenes y jovencitas, no es mi intención molestarles ni
incomodarles, con el mayor de los respetos me dirijo a ustedes, sin intención de ofenderles, yo soy
un joven de la calle, trabajador, me gano el pan del día horadamente para mi familia también, yo
bien podría estarles asaltando en las calles pero soy un hombre honesto soy un hombre del
señor…
Uy, este hombre del señor tiene los ojos más rojos que yo y un tufo que si no hubiera sido tan
fuerte ni me habría fijado en el ¿que se tomó? ¿Thinner?
…yo me gano la vida honradamente vendiendo estos caramelos de menta, chocolate, frutilla, dos
por cincuenta, industria extranjera, con el permiso del conductor voy a pasar asiento por asiento
al ritmo de esta alabanza al señor niñito Jesús, dice así, aleluya, aleluya, junto a ti, Jesús, rezaré, tu
palabra quiero vivir, ¿un caramelo señor?, dos por cincuenta, tú me haces sencillo señor, en tus
manos me dejare, aleluya, ¿dulcecito señora?, ¿para la niña?, chocolate, frutilla, cantare el amor
que hay en ti, porque me amas y estas aquí, caramelo joven…
Nadie le compra nada, nadie le contesta, ni si quiera le devuelven la mirada, es como si no hubiera
nadie ahí, el bus sigue su recorrido, todos los semáforos le dan el verde que necesita para no
parar, lo único que enrojece es la cara de este “joven” que se está sulfurando cada vez más por la
indiferencia de la gente.
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…cantare el amor que hay en ti, porque me amas y estas aquí, un caramelo señor para el gustito,
un caramelo por el amor de dios, dos por cincuenta, PONES PAZ EN MI CORAZÓN, CON TU AMOR
FELIZ YO SERÉ…
Ya se puso a gritar, maldita sea soy el ultimo del bus ¿y no puedes apartar tu vista de él?
…un caramelo joven, dos por CINCUENTA joven, baratito.
- No gracias, no me alcanza – Error.
- Dos por cincuenta joven, en tu trago gastas más de seguro, una colaboración pues joven.
- No, no gracias, no me alcanza – Craso error. ¿Para qué le respondes? Su mirada se irrita y sus
ojos se inflan clavando sus pupilas contra las mías, si estuviéramos en la calle ya me hubiera
estampado sus nudillos en la jeta, retrocede temblando sin apartarme la vista, me calmo, de
verdad creí que ya se me había armado, se da la vuelta y vuelve hacia la puerta, gira su cabeza, me
mira de nuevo y mirando al resto del bus se pone a gritar.
- ¡¡¡TACAÑOS DE MIERDA!!!
Se baja del bus en el primer rojo en todo el trayecto, suben dos personas, veo como se aleja
mirando hacia mi ventana, blasfemando para el mismo, antes de que nos alejemos alcanzo a ver
cómo me dedica un gran dedo del medio.
Espero que sus alabanzas le sirvan de algo, respecto a mí, me levanto de mi asiento porque ya está
cerca la parada en la que me quedo, ya es oscuro, pasando las siete, ya en el lugar de la cita me
adentro hasta la mitad del parque hacia un árbol que conozco bien, he quedado de vernos ahí y tal
cual al acercarme puedo ver una silueta de rojo y negro caminando alrededor del tronco.
- Vaya puntualidad joven.
Zandra es una chica alta y delgada de pelo corto, morena como mi cerveza del desayuno, sus ojos
son aún más oscuros, casi del mismo tono que su cabello, el cual adorna con una de las miles de
gardenias del parque, ella lleva una blanca que le da un aire angelical muy curioso entre toda esa
violencia que muestra su imagen; nos acercamos y me rodea el cuello con sus brazos, mientras
apretó sus cintura entre mis brazos y mi vientre ella me besa húmedamente mi comisura derecha
y me pone una flor en la oreja, la mía es lila.
- Hace rato que no nos vemos, te ves tan bien, tu pelo está más corto de lo que recuerdo, te
resalta tu sonrisa.
Zandra es una de las mujeres que por alguna razón en su vida ha aprendido a conocer y entender
a los hombres, a saber qué es exactamente lo que queremos, es como un don que tiene. Desde
que la conocí, mientras nos embriagábamos en una fiesta hace casi un año, no deja de
sorprenderme, cada vez que nos vemos, es como si me escaneara con sus seductores ojos, como si
su mirada hiciera que mi pecho se abriera a todo lo largo del esternón y le mostrara de que estoy
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hecho, y sé que tiene el mismo efecto con todos los hombres con los que se ha juntado, muchos,
conocidos míos.
- Pero si tú también andas perdido bombón, no me eches toda la culpa a mí, y bien sabes que
desde que te has juntado con esa petiza ya casi no tienes tiempo para nadie, ¿que sabrá hacerte
tan bien que hasta de mí ya te olvidas no?
- Que te puedo decir, de hecho trato de ni siquiera hablar mucho de ella para evitar enamorarme,
más de lo que ya puedo estar.
Le tiendo mi brazo y nos ponemos a caminar por el césped, la muy tentadora me conoce tan bien
que se ha venido con la misma falda que usaba cuando la conocí, recuerdo bien esa noche que me
quede todo embobado de sus piernas, de tan borracho que estaba no pude evitar arrodillarme
delante de ella y abrazarlas mientras le declaraba mi amor infinito y alcohólico, excusa también
para poder ver de qué color era su calzoncito.
Andamos despacio, poniéndonos al día, ella saca una manzana y un joyero de su bolso, llena la
manzana con sus polvos mágicos para envolvernos de humo, es deliciosa la hierba que consigue
esta mujer, tan floral como nuestra cita.
- Sorpresa, mira lo que traje de mi casa.
- ¡Tan rico! Para ponernos morados y dulces los labios.
Aparte saco también el sacacorchos de mi morral que está siempre junto al resto de mis
accesorios de uso frecuente, buscamos una banca y comenzamos a brindar ni bien nos sentamos,
su magnetismo es muy fuerte y mi brazo no puede evitar rodearla con cariño, su calor me
reconforta el pecho y le doy un gran trago a mi botella, ella se emociona y me da competencia,
nos tiramos media botella en dos tragos cada uno, a ella le chorrea vino por sus labios, permite
que la gota resbale suavemente desde su boca hasta su cuello, es demasiado, como bien sé que
cada parte de mi cuerpo actúa autónomamente cuando me conviene, mi lengua sale disparada
para limpiarle la piel pintada de vino tinto, cuando estoy llegando a su cuello siento sus dedos que
levantan mi quijada y hace que mi boca se encuentre con la suya, el primer beso siempre tiene
mucha ternura, pero pasadas las primeras fracciones de segundo ya todo desemboca en una feroz
batalla entre nuestras lenguas, a ver cuál excita más a la otra.
- ¡Vamos a derramar el vino! – Me sujeta la mano que sostiene la botella, nos componemos un
poco, nos miramos a los ojos y estallamos en carcajadas hermosas y delirantes, entonces escucho
un ruido de pasos inseguros en el césped.
- Joven, ¡respeto pues! Es un lugar público, ahí está irrespetando a la señorita – Un viejo borracho
aparece tambaleándose entre las sombras, no puede ser, no quiero ni pensar que este va a ser de
esos días en los que me encuentro esta tipo de gentuza en cada lugar que pise, borrachos de poca
monta, no estoy para soportar estas cagadas.
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- ¡Aj! ¡Viejo de mierda no joda!
- ¡Mocoso irrespetuoso, ni respetar a tus mayores! – Infla su pecho jalando aire, haciendo un ruido
como de incredulidad exageradísima – Va a disculpar señorita, usted es una dama, ¡este
mequetrefe es un irrespetuoso malcriado! – Ella me sostiene la mano y me dice que me
tranquilice, pero ya me está hirviendo la cabeza.
No creo en ese respeto automático que la gente cree merecer de la nada, ni por la edad ni por otra
razón alguna, y ahora este viejo que se cree matusalén, que no tiene más de cincuenta pero que se
ve de sesenta y cinco por toda la mierda que se ha metido a la tripa, ahora me viene a joder
cuando estoy prendiendo con esta guapura, con sus ínfulas de respetable, él está más ebrio que
nosotros, y es un verde, ¡viejo verde machista! Me da ganas humillarlo hasta las lágrimas,
quebrarlo, orinarlo, ¡que rabia! Creer que uno tiene alguna especie de trato preferencial en esta
vida poniendo la excusa de ser más viejo, o más antiguo, o más cualquier mierda es una de las
cagadas más grandes que se ha encajado la mayoría de la gente en la cabeza.
- ¡Se va de aquí carajo! ¡Ahora mismo! – Me levanto con fuerza del banco sin apartarle la vista de
la cara, sosteniendo el saca corchos con mi izquierda hago ademan de que ni bien lo alcance se lo
clavaré en las piernas.
Pero siento un tirón en mi brazo que jala hacia atrás, Zandra me sostiene con tranquilidad y se
levanta del banco con las cosas, me lleva con ella y yo me dejo conducir sin problemas, el viejo de
susto casi se cae de costado, lo dejamos ahí mientras sigue balbuceando para sus adentros.
- Ay Arthur, como te vas a alterar, nunca te había visto así, tú no eres violento y que yo sepa este
tipo de situaciones normalmente no te inmutan en lo más mínimo.
- No importa, hubo algo de ese tipo que me sacó de quicio, sus palabras, que se yo, ¿no importa
si? Gracias por tranquilizarme.
Me tranquiliza, solo sentir sus dedos entre los míos me relaja toda la espalda, como una corriente
de agua fría por todo mi interior, la sigo, la seguiría donde me llevara.
Nos quedamos bajo una árbol, a unos pasos a su izquierda está un faro que forma una mini isla de
luz en medio del parque, más allá de unos ocho metros no se ve casi nada, entonces me apoyo
contra el árbol y la jalo contra mi pecho; es hermoso como se iluminan sus ojos negros, es una
oscuridad tan brillante la que emana de sus pupilas, profunda y serena, me sonríe, retomamos lo
menesteres lingüísticos, nos saboreamos y nos apretamos mientras seguimos disfrutando del vino,
tinto, como nuestros labios, que se tiñen más y más, se hinchan, se endulzan.
- Salud – Le digo alzando la botella.
- Salud – Me responde poniéndose de espaldas contra mí, aprisiona mi pene que siente toda la
suavidad de sus nalgas, se queda ahí, se acomoda frotándose descaradamente, bebe de la botella
observando el más allá.
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La noche se ha tranquilizado, no hay viento y no hace demasiado calor, la mayoría del vino ya no
está en la botella sino circulando en nuestro cuerpo, sus rodillas se tambalean y lanza un gran
suspiro de comodidad, encima nuestro las ramas del árbol nos presumen sus flores blancas toda
iluminadas, y varias polillas blancas se regocijan entre los pétalos, es pleno Septiembre. Ya no
queda vino, me antojo humo y le pido que me invite unas villas de su pipa, fumamos, nos
cruzamos, estamos lejos del resto, estamos solos, entramos en otro lugar, donde la fuerza que
más rige es el placer, el placer banal, donde la oscuridad se funde cada vez más con la luz que nos
rodea y protege de alguna manera; entonces veo sombras negras veloces, saetas oscuras pasar a
nuestro lado, ella también las ve y se estrecha contra mis brazos, ¿qué es eso?, pregunta en voz
alta esperando una respuesta no necesariamente mía, entonces aparecen más, y más y nos
rodean, y se elevan hacia las flores; un montón de murciélagos se lanzan a la cacería de las polillas
que revoloteaban encima de nosotros, la luz nos da un privilegiado espectáculo de naturaleza, nos
rodean y aletean a nuestro alrededor, el sonido de sus alas hace que nos refugiemos más el uno
con el otro, apoyándonos contra el árbol que nos abriga del entorno, sonreímos, nos reímos, es
algo de lo más hermoso que he visto, la naturaleza danzando a nuestro alrededor.
- Que mágico, que loco, nunca había visto algo así de tan cerca.
- Yo tampoco loca, que noche mágica, ¡y recién empieza! – Mi juventud se emociona.
Se da la vuelta y mientras me muerde los labios me agarra de un manotazo los genitales con la
mano izquierda, me agarra fuerte haciendo salir un suspiro corto y profundo de mi boca, el aire
entró en su garganta. La estruje contra mi cuerpo, su piel es tan tersa que hace resbalar mis dedos
con facilidad, levantándole la falda, sintiendo la tela de su pequeña ropa interior.
- Recuerdo esta falda, de cuando te conocí, me encanta como muestras tus piernas.
- A mí me encanta como las tocas, me pone loca no sabes cuánto, y también seguro te acuerdas de
esto…
Lo sabía, se aleja un poco y sube despacio sus manos por el costado de sus muslos, levantándose
su falda hasta las cadera, para luego, despacio, volver a bajarlas por la misma ruta, pero esta vez
sus dedos sosteniendo las tiras de su tanga, de encaje, roja con detalles negros al borde, con
motivos floreados, lo sabía, la misma de esa noche tan lejana; se gira de nuevo y me la deja echa
una bolita en mi mano derecha, entonces me abre la bragueta, mete sus dedos y encuentra la
abertura de mi bóxer, recorre la franja de tela con sus uñas y de entre toda la tela libera mi pene
duro y húmedo, lo saca al aire libre y lo masturba mientras me muestra el brillo de sus ojos, su
boca entre abierta; sin quitarme la vista de los ojos desciende sus cuerpo flexionando su rodillas,
abriendo sus piernas para rodearme con ellas, yo me llevo su tanga húmeda a mis fauces, aspiro
como degenerado sus feromonas, mi pene siente el efecto de esa droga y el glande se hincha
soltando gotas que ella observa con amor y las recoge con la punta de su lengua, creando un fino
hilo con su saliva. Ella no me la chupa, sostiene mi verga con fuerza de la base y pasa su lengua por
todo lado, me besa apasionadamente, pasa sus labios haciendo forma de pico, se frota los labios,
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la mejilla, la quijada; la sostiene contra sus labios y saca su lengua, lame y relame como si fuera un
helado derritiéndose y no deja que caiga ni una gota. Ya no lo soporto, me muero por volver a
entrar en ella, me imagino lo mojada que esta, entonces la levanto y la giro con fuerza, aferro sus
caderas con la izquierda y mientras le muerdo la oreja levanto su falda por la parte de atrás y dirijo
sus nalgas hacia mi pene empapado de su saliva, entonces todo su calor se impregna en mi
cuerpo, recorre desde mi glande hasta mis caderas y se expande por mis extremidades hasta mi
cabeza, transpiro, me agito, ella gime despacio y entre cortado, apoya su nuca en mi hombro
izquierdo botando su aliento a mi cara, nuestro cabello se enreda, me agarra la mano izquierda y
la pone contra su corazón del cual su latido se siente en todo su cuerpo, apretó su seno izquierdo
mientras froto su clítoris con el corazón y el anular de mi derecha, nos apareamos como bestias
silvestres en nuestro bosque, suelto su seno y levanto su pierna izquierda, sus muslos son la
debilidad de ambos, penetro más profundo, se vuelve loca, me destroza, no soporto su batir de
caderas, siento un gatillazo incontrolable, le pregunto si quiere que la inunde o que la embarre, lo
que se me antoje me dice, entonces grito como bestia y blasfemo, desparramo olas y olas de
semen dentro su vagina e inevitablemente también embarro sus muslos y sus nalgas, me derrito
en su cuerpo y mi garganta se seca, las fuerzas nos abandonan y nos arrodillamos al unísono, y ahí
nos quedamos minutos eternos, abrazados, arrodillados, rendidos frente a la naturaleza,
resguardados por el árbol grueso, con murciélagos y polillas de testigos de nuestro acto, tan carnal
como romántico. No podemos soltarnos, solo gira su cabeza y nos besamos, me devuelve el
aliento con su dulce saliva, yo no puedo hacer más que mover mi lengua por el momento, nos
levantamos del piso despacio; aun algunos murciélagos revolotean a nuestro alrededor. Revivimos
y nos vestimos lo poco que nos hemos desvestido, nos sostenemos uno contra el otro durante
unos segundos y nos vamos caminando por la oscuridad.
Una llamada telefónica para conocer el siguiente destino, que como bien dijo antes, queda por
donde los ferreteros. Zandra es de la gente que como yo, podría ir caminando hasta el infierno si
es que tuviera tiempo para perder; hoy nos sobra la noche, entonces nos dirigimos a pie hacia la
tokada cortando a la mitad la ciudad con pasos un poco más que ligeros, la adrenalina aun nos
revolotea las cienes, en unas dos horas de caminata derivamos a la avenida Blanco Segundo, una
larga avenida que de día solo suena a metal producto del ajetreo del negocio de los ferreteros; en
las noches como estas, también casi solo se escucha metal, producto del ajetreo de músicos y
aficionados greñudos, reunidos en los bares y rockolas que están dispersos entre los negocios.
Casi a la mitad de la avenida nos quedamos en una puerta estrecha de fierro, parece roja, pero la
noche la oscurece y no se distingue bien su tonalidad; podría ser hasta café, o incluso morada,
escuchamos pasos.
- Jóvenes, buenas noches – Nos abren la puerta.
- ¡El Calacas! ¿Qué ondas en esa vida? No me acuerdo la última vez que nos vimos.
- Hemos debido estar muy vergas porque yo tampoco me acuerdo, todo bien por acá, pero pasen,
hola Zandrita, ven dame un abrazote.
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Avanzamos por un pasillo largo y delgado sin techo, los muros son de ladrillo descubierto, llenos
de letras y manchas de todo tipo. Rodeando los negocios de al lado, el pasillo nos lleva a lo que
debe ser el centro del manzano; llegamos a una especie de almacén con un tinglado a lo alto,
parece una ex cancha de voleibol, que utilizaron a manera de depósito. Mucho del lugar está
ocupado por montones de cajas, baldes, fierros en buen estado y otros retorcidos; cerca de la
montonera de material está instalado el bar, nunca he sabido quienes son los voluntarios para
hacer de bartender, pero siempre se quedan ahí toda la noche, emborrachando a los demás, debe
ser una especie de fetiche.
Esta tiene toda la pinta de que será de esas tocadas lastimeras, pura farra y sonido de mierda, de
esas que me recuerdan a mi ciudad natal; y no solo lo digo por la cantidad de trago que hay, ni por
la pésima disposición de los equipos, sino, más que nada, por el distinguido público que se ha
presentado al espectáculo, hoy casi solo distingo a los metaleros y punkis más nefastos, de esos
que usan de excusa la “movida” y el “harcor” solo para olvidar sus cómodas vidas matutinas, y así
librarse de admitir el nivel de adicción al que han llegado, pero bueno, al final, son todos una
belleza de divertidos, uno bebe con ellos y es para cagarse de risa de todo lo amenos y charlatanes
que son, si yo fuera un poco más carismático, hasta me vestiría como ellos.
Zandra ya ha desaparecido entre la multitud y yo voy por mi tercer vaso de vodka Jamaica con
soda, es tan ander la tocada que ni tengo idea quienes son los chicos que están balbuceando en el
escenario, delante ellos hay unos veinte cuerpos que no sé de dónde sacan inspiración para ese
pogo tan divertido que se están mandando; el sonido es pésimo, han de ser cuates de la banda
porque tampoco reconozco a ninguno, y no es que yo sea tan popular en estos círculos, pero en un
pueblo como este, solo con ir a tres conciertos, ya tienes casi documentados los rostros de la
mayoría de los “incomprendidos sociales” que no faltan casi nunca a ningún toquín, entre ellos,
obviamente, un servidor.
Carcajeo con los compadres que encuentro, cada vez más fuerte por este vodka que me abre la
garganta sin mínima consideración, acá a mi lado está el Calacas, que solo chupa ron, así que está
más entumecido que yo, de rato en rato se apoya en mi hombro alzando su vaso desechable para
brindar conmigo; también está Jhony, un punki de los más ricachones y drogos que puedan haber,
contradicción pura es este tipo, pero mierda que es buen músico; hoy, como no toca, está en plan
de coctel de pastillas, solo asienta la cabeza y ríe desmandibulado cuando oye otras risas, morirá
en unas horas; Julieta, que es su pareja, está a su lado sosteniéndolo esperando a que se
desplome para poder hacerse con alguno de los del círculo, al que primero pise el palito yo creo,
porque está repartiendo sus ojitos uno por uno a todos alrededor; Jonatán, un maricón buen tipo,
bastante joven, está con nosotros, y lo veo rolando un porro, siempre está rolando porros. No sé
cómo es que siempre tiene tanta yerba, sus padres son muy pobres y él no trabaja ni aunque se lo
supliquen sus hermanos menores, pero tampoco roba, ni dilerea, nada ilegal, no es su estilo, yo
pienso que tiene algún o alguna amante que le regala toda esa yerba, porque de verdad no tendría
sentido de otra forma; también están Grillo, Lee, la Chela y Tuchesito, que más que amigos son
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conocidos, a Tuchesito, un tipo barbón y rapado, flaco y neurótico, yo le puse ese apodo, créanme,
se lo merece.
Algo que amo de juntarme con esta gente es el respeto al individualismo, todos distintos, cada
uno con su pedo, cada uno con sus drogas y sus negaciones, pero todos siempre juntos, nunca nos
criticamos de mala manera lo que hacemos, si alguno decidiera matarse de loco, frente a todos, lo
contemplaríamos pacíficamente, sería un atrevimiento forzar al otro a vivir como el resto lo hace,
si uno no quiere, no quiere y punto, entre ellos, entre nosotros, es así con todo.
La situación se hace lamentablemente aburrida, yo esperaba una fiesta más “bailable” pero esto
es un bodrio y yo ya estoy lo suficientemente borracho como para que me llegue a dar sueño esta
situación, Jhony murió hace un rato y Julieta se abalanzo a mis brazos confundiendo una mirada
que le devolví, pero se la rebote hacia el Calacas; él está mucho más ebrio que yo, que se la coma
el, yo paso sin ver. Algo que me revuelve el estómago es el olor de la vagina de una pilera, y no
volveré a cometer el error que cometí el año pasado, cuando decidí seducir a esta chica; las
pastillas hediondan todo el cuerpo y ella está cada vez más metida en ellas.
Tomo dos vasos más para el camino y me largo casi sin despedirme de nadie, a Jonatán le digo que
me acompañe hasta la esquina para que me rebote un porro, él está igual cansado así que me dice
que me acompaña hasta por ahí, ya que tenemos casi la misma ruta, acepto la compañía que
nunca esta demás y nos encaminamos hacia nuestros respectivos hogares.
- ¿Que al pedo la tocada no?
- Si, pues, más bien había harto trago, sino aburrimiento total compadre.
- Yo este bajón no lo aguanto men, la falta de música me destroza el ánimo, ¿le demos una punta
para menguar? Está re bien está que conseguí.
- ¡Va! ¿Y desde cuando le das al tuche tú? Creí que eras pura bondad, nada de esas mierdas
químicas me dijiste alguna vez, creo.
- Bro, el que no cambia se estanca.
- ¡Damn it! Bueno, me has convencido, vamos a ese cajero de la esquina.
Nos metemos en el pilón de brillo azul y amarillo, mientras Jonatán saca su sobrecito yo aprovecho
de sacar un poco de plata, creo que solo por manía.
8097.
20, suficiente.
No saco extracto, creo que tengo suficiente para el resto del mes.
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Mientras hago la transacción él ya ha terminado de embalar, me pasa una punta con su llave que
jalo con la fosa izquierda, me ofrece una más pero para mí es suficiente, después el bajón va a ser
una mierda y no tengo cigarros en mi cuarto.
- ¡Puummmmm! Jajajajajajaja ¡en tu cara sociedad! – Grita eufórico hacia la cámara, yo le
acompaño con una carcajada; recuerdo una teoría conspiratoria que oí algún día, hace no mucho
creo, según dicen, a la gente que se droga en los cajeros, nunca las arrestaran, más bien es una
truco para que las cámaras registren a los clientes habituales, ya que los dilers, que no son más
que empleaduchos de narcos, y estos, a la vez, grandes socios de los bancos; las cámaras son
como un respaldo para preservar la clientela, y cuando registran a un usuario descarado, envían la
ubicación a las centrales, para que desplacen a un diler inmediatamente, e intercepte a los
potenciales clientes; yo creo ilusamente en esa teoría.
Damos la vuelta la esquina para acercarnos a la avenida paralela, casi a media cuadra que
avanzamos, mientras la cascadita amarga desciende por mi tráquea, veo una oscuridad que viene
de unas gradas que entran al edificio por el que pasamos, huele fuerte a orines y a piel sucia,
entonces, casi por primera vez andando por la ciudad, y de las pocas que recuerdo, siento miedo, y
no es por otra cosa que por el personaje que se presenta ante mis ojos.
- Como es cuate, ahora si cómprame pues dulcecitos – Me reconoce, yo a él también, desde que lo
vi de cerca, pero Jonatán se asusta más que yo al verle, ya que ahora tiene los ojos aún más rojos
que en la tarde, como si estuvieran reventados; en la tarde sabía que esa lacra tenía algo de que
temerle, pero si ahora le muestro miedo cago.
- ¡Va! Y que dulces pues venden a esta hora.
- Tuche, base, ¿esos dulces si te gustan no cabrón? Pilas tengo si me esperas aquí voy a la vuelta y
te lo traigo.
- Dame veinte de base y déjame en paz.
Intercambiamos rápido, intento no tocarlo pero el pendejo me acaricia la mano al coger el billete,
la retiro rápido y me trago el gargajo que me nació tirarle para evitarme más problemas, me alejo
jalando del brazo a Jonatán, que por alguna razón se quedó medio paralizado – ¡Marica! – Me
grita mientras cruzamos a la acera del frente.
Llegamos rápido a la parada de bus, nuestros corazones no nos lo permitirían más lento, estamos
agitados, yo por el encuentro, él por el susto, y obviamente los dos por la coca, nos botamos en la
banca a esperar nuestro transporte.
- ¿Con esa gente te juntas huevón? – Me pregunta de forma correctiva, escuchar ese tono de voz
en personas como nosotros me parece jodidamente cómico.
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- ¿Que me crees? Lo vi en la tarde vendiendo dulce en el bus y no le quise comprar, me grito
algunas mierdas y se fue, ahora me reconoció de eso, nada más, que encuentro de mierda – y
jodidamente extraño.
Fumamos un poco de yerba para calmarnos, llega el bus y embarcamos, vuelteamos la ciudad de
madrugada y llegamos a nuestra parada, todo rápido y en silencio.
Desembarcamos, caminamos en línea recta por medio de la calle desierta, es una avenida con
muchos árboles de aceituna en la que estamos ahora, estos arrojan sus frutos que nadie
aprovecha al suelo, donde son pisoteados, toda la acera esta manchada de un negro aceitoso que
huele muy bien. Yendo directo por esta avenida llegaríamos rápido a nuestras, posteriormente,
respectivas rutas, pero mientras andamos, cuando giro mi vista a una calle que se abre a mi
derecha, no puedo evitar desviarme por ella para dar un paseo extra, hay una plaza hermosa
iluminada con faroles amarillos, hay muchos árboles frondosos, unos altos de hojas muy anchas y
gruesas, con ojos grandes y circulares, muy abiertos, dispersos por casi todo el tronco, y otros
espinosos de ojos más rasgados, no tan grandes ni tan frondosos pero igual de misteriosos y
apasionantes; como si fuera un niño entrando a un parque me encapricho de pasear por entre
ellos, sentirlos cerca; siempre que estoy ebrio amo acercarme a las plaza para rodearme de
árboles, dan una paz a mi cuerpo que no podría explicar con palabras. Antes de que llegue a la
plaza, veo una calle a mi izquierda; extrañamente, la oscuridad total apareció como un túnel
envolviendo toda esa calle, ocultando todo; como un atajo más largo de retorno a casa, me jala,
me olvido de mi acompañante y de los árboles que quería visitar y me adentro en las tinieblas. No
se ve nada, absolutamente nada, solo las estrellas y la luna en el cielo, pero sus luces se quedan
como un manto encima de todo, no penetran la oscuridad, camino tanteando con mis manos,
tratando de escuchar algo, Jonatán me grita a mis espaldas algo que no entiendo y yo le grito
emocionado – ¡Ven! ¡Que de la puta! - dentro la oscuridad el aire es más fresco, como una niebla
de madrugada, se huelen más las plantas y las corrientes de aire, ralentiza el tiempo, silencia todo,
me abruma y no puedo dejar de seguir entrando en ella, camino unos buenos metros y veo la
salida en una esquina doblando a la izquierda, que devuelve a la avenida, que se ve iluminada
como siempre, doy unas cuantas vueltas en círculos y doy unos saltitos antes de salir a la luz; al ver
las calles de nuevo a la luz de la noche, al volver a usar los ojos, inevitablemente vuelven los
miedos y deseos cotidianos. La oscuridad nos deja y retornamos a la necesidad de vestiduras, el
corazón de mi acompañante no entiende la complejidad de los portales que aparecen en la ciudad
de vez en cuando, el solo se queja y se preocupa por sí mismo, una lagrima de susto corre por su
joven rostro cuando vuelvo a verlo saliendo del túnel.
A mí no me importa, la euforia la siento revoloteando en mis nervios, como si la noche volviera a
empezar, siento que nuestro manto negro es eterno y no me puedo permitir volver a mi casa, no
quiero y mis pies no me dejan, me siento en el borde de la acera, estiro mis piernas y mis brazos
hacia atrás, estiro mis músculos y contemplo las calles desiertas, el viento nocturno y tibio
revoloteando las copas de los árboles, las casas silenciosa y apagadas, Jonatán se para a mi lado –
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¿Qué haces loco? Vámonos de una vez – se inquieta, está nervioso desde que nos cruzamos con el
dulcero, y mi conducta no le ayuda en nada para calmarse.
- Pero tranquilo, más bien, ¿rebótame un cachito de yerba para que fume mi base? Ven, nos
sentaremos.
No me responde con palabras, solo con una mirada asustada, saca dos cogollos y me los da en un
papelito, me mira, dubita, se da la vuelta y se aleja poco a poco sin despedirse, mirando hacia
atrás un par de veces.
Siempre tengo a mano mi pipa de emergencia, cargo el producto mezclado con la planta, invoco al
fuego con mi pulgar, fumo, exhalo, fumo, exhalo, fumo, exhalo, endurezco, camino, vuelteo, troto,
me quemo, ardo, mi sombra se tambalea con el viento, deambulo por mi barrio escuchando una
voz idéntica a la mía en mi cabeza, autónoma, no me pertenece, imita mi tono, pero no le
entiendo, balbucea, babea entre silabas, pero me guía, por donde ir, a donde mirar, corazón
malvado, como en esa canción del águila, corazón malvado, me vuelvo una bestia, corazón de
bestia, corazón inhumano, un simio en las sombras, viendo y oyendo, no hay miedo, somos uno
solo con el miedo, somos el miedo, me escondo entre los árboles, veo movimiento y escucho
jadeos, he ahí dos hombres, pero uno es mujer en esencia, fornican en la oscuridad de la
madrugada, no tienen casa, o no quieren tenerla, los observo, siento que los acecho, pero
mientras se me va pasando el efecto de la base me voy haciendo visible, reacciono y reaccionan,
se asustan, el hombre se sube los pantalones presurosamente, huye corriendo, avergonzado de
que lo vieran con un travesti; el travesti se acomoda sus prendas y se aparta serenamente, camina
y desaparece por las calles siguientes. Yo, volviendo a mi humanidad; me percato que estoy en la
esquina de mi casa, mi espalda me pide mi cama, llego a la reja pero no puedo entrar, mis dedos
desesperados buscan mi llave pero no está, simplemente no está en ningún lado, la perdí, así de
fácil uno se queda sin casa, la rabia me inunda por dentro, quiero gritar pero me cohíbo, no llamo
a nadie, para que hacer escenas, me resigno, las noches afortunadamente no son muy frías
entonces me siento en el borde de la pared, me hago una almohada con mi camisa y cierro los
ojos esperando que el sol devuelva todo a la “normalidad” prontamente.
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5. Prolongando las raíces
“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura;
y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”
1 Corintios 2:14
Lluvia otra vez, riego otra vez; estamos en la época del viento helado, donde la humedad parece
eterna y te demuestra cuán delgada es la piel de los humanos; y que la piel absorbe todo.
Estoy ligeramente ebrio, muy mareado, por la hierba más fuerte que he comprado hasta ahora.
Salgo del mismo barrio hacia la misma ruta por el mismo puente pero provengo de otra vecindad,
mucho menos tranquila pero más accesible y familiar para mí, ahí tenemos la fortuna de que la
dueña vive en su otra casa a unos barrios de acá, y solo aparece de mes en mes para cobrar los
alquileres y servicios; el resultado: solo inquilinos de entre veinte a treinta años, todos solteros, la
mayoría borrachos; una de las vecinas anda de cuarto en cuarto, meneando los bordados de
encaje de su vestido. Lo mejor de todo, tengo proveedor de hierba fijo y confiable, mi vecino del
cuarto de al lado.
De mi anterior residencia me botaron el día que me encontraron dormido en la puerta, más que
nada por la llave perdida, no le pague lo que quedaba de mes, me di dos vueltas por el barrio y
encontré este lugar, traslade mis cosas ese día y todo de nuevo a la tranquilidad y confort que creo
solo puedes encontrar en esta ciudad; ahora ando de camino al trabajo, silbando y cantando,
girando mi llave con la mano derecha que ahora está sujeta a una pita de cuero amarrada a mi
pantalón, no pienso perder esa porquería de nuevo.
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Va pasando el tiempo y conozco más esta ciudad, me he compenetrado poco a poco sabiendo que
yo también le voy perteneciendo cada vez más y más. Andando todos los días de aquí para allá, sin
oír más que música como ahora; solo captando mí alrededor con mis ojos y mi consciencia; está,
mayormente en estados alterados. Reflexiono sobre la naturaleza que me rodea, aprecio sus giros
y descarrilamientos, aprendo como debo caminar y desenvolverme, aprendo, sintiendo a los
árboles, viendo a los perros y gatos. El nuevo borracho del barrio…
Seven.
Seven.
…camino y observo, observo y sigo caminando; esta es una ciudad de gatos, pero no de esos gatos
zalameros como los de otras ciudades de otros países; que se acercan a cualquier pobre diablo
para, propiamente dicho, engatusarlo y ver hasta donde les rinden devoción, no, acá son salvajes,
muchas veces intocables, totalmente multicolores, prosperan y distribuyen sus ojos por toda la
ciudad. En cambio a los perros, acá el ambiente les trata mal, no existen perros bien alimentados,
ni siquiera existiendo tanta basura en las calles, acá su pelo es delgado, no hay perro al que no se
le noten las costillas y los huesos de la cadera, muchos cojos, la mayoría sarnosos, con sus anos
irritados y sangrantes, con sus patas infectadas de bichos; las hembras llevan la peor parte, con
sus vaginas hinchadas de hemorroides a causa de las jaurías que las violan todo el día. En las
avenidas anchas, simplemente los masacran a granel. En esas mismas avenidas se ven de todo tipo
de animales muertos a causa el fanatismo del cuatro por cuatro que acá tiene la gente; pero me
parece curiosísimo ver más cadáveres de perros tapizando el asfalto que de ratas o palomas. Amo
esta canción.
I'm keeping my commission to faith's transmission
Two speakers dream the same and skies turn red
Satellites flashing down orchard and delancey
I can't get laid cuz everyone is dead.
Es claro como quienes hay que manejarse en esta ciudad, los gatos guían a la supervivencia, el
silencio es la clave, callado se escucha mejor; solo recuerda ver por encima de tus hombros, creo
oí eso en otra canción. Me prendo un cigarro para menguar el frio.
She's talking blue streaks everywhere
Your spirit is time-reversed to your body
Stereographic mix-up field on field
It started growing up the day your body dies
Only apparently, real to irreal.
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A mí también me han dicho que escuchar música en un idioma que no entiendes bien es una
idiotez, un sinsentido propio de alienados a su cultura latina oprimida. Que idea tan resentida y
aburrida. Cuando siento la melodía, el tono de voz, y todo mi cuerpo recibe y registra el mensaje
sin necesidad de usar mi mente; mi espíritu asimila y la comprende la canción; mientras yo me
divierto como niño balbuceando a gritos cosas que nadie entiende, palabras inexistentes, que
tienen la misma sensación. Que vibran tan similar.
Hey - stereo stations.
Es como dibujar un símbolo con mal pulso.
Perfect image, kneel down.
Es como caminar tambaleándose. Y, por el gran trago que me di antes de salir de casa, que vació
mi botella de ajenjo, es así como llego al trabajo, tambaleándome. El mismo destino que del resto
de los compañeros que también llegan puntuales, solo que yo vine zigzagueando de rato en rato,
la misma CA-GA-DA. Me pongo sobrio y entro a los vestidores; todos saben lo infantiles que son
los vestidores de hombres, entonces no necesito entrar en detalles del lugar, me pongo mi
uniforme negro hermoso de cocinero, me amarro mi delantal a la cintura, fuerte el nudo para
resaltar mi pecho y mis hombros, recojo mis greñas dentro de una pequeña y elegante calatrava.
Acá si traigo mi cuchillo, sin temor que desaparezca, o aparezca arruinado, el cual combina
perfecto con mi uniforme. Me veo al espejo todos los días, en casa y luego acá, en la calle se
queda ese zaparrastroso, despeinado y mareado, esta es mi otra faceta, la de artista-marcial.
En cocinas como esta si vale la pena romperse el lomo; buenos y nuevos equipos, buenos
uniformes, duchas, dos cámaras frías, una de ellas congeladora, y un menú muy entretenido.
Cocineros ciegos y chefs pedantes me dirían – ¡Pero si eso es básico! – Pues no en la realidad de la
mayoría de los trabajadores en cocina, menos en este país, donde mayormente lo básico es un
lujo; agradezco mucho mi anterior temporada en ese antro churrasquero, donde conocí a gente
tan humilde como otra tan mierdera, gracias a quienes vi una realidad que no consideraba siquiera
que pudiera existir; ahora siento que podría trabajar donde sea. A veces paso por ahí y veo como
sigue todo igual, las paredes traseras todas puercas de grasa y basura, agua hedionda saliendo
debajo la puerta del garaje, algunos de los chicos fumando en sus estaños en el techo, me saludan
alzando sus manos al verme, yo les respondo de lejos, disimulando una sonrisa. Una vez me alegre
mucho al ver a la gatita descaderada correteando muy bien, por la pared y luego saltando a la
calle, ella si prospero.
Acá también hay gatos, hay una gata blanca que tiene su camada de críos, todos ellos blancos
como el algodón, recién los parió, así que son la diversión de muchos de los meseros y una de las
cocineras, que junto a mi cuando, hay tiempo libre, los observamos como juegan y corretean entre
los basureros; yo no me resisto y cuando se puede les invito los recortes de salmón que botamos
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día tras día, sé que igual los sacan del basurero, pero alimentarlos de la mano es un gusto tan
especial. Desde que entré estoy en el área de guarniciones; hongos, cereales y vegetales es a todo
lo que me dedico desde que llego hasta que salgo; un puré de papas rustico con trozos de brócoli y
sésamo para el salmón, uno delicioso de zanahoria para el cerdo al vacío, risotto de setas para los
mariscos a la parrilla, arroz salvaje con verduras sofritas para el magret, quinua salteada con
plátano maduro y jengibre para el paiche, mi favorito; y todo tipo de verduras, para tempuras o
cocidas al vapor. Un menú muy a mi estilo, con mucha personalidad y nada pretencioso.
Aun no hablo con todos pero ya he encontrado los panas que entienden la onda de mi humor, dos
cocineros y una cocinera están seguros en mi lista de nuevos amigos, futuros compañeros de
fiesta. Uno de los stewarts, que creo es bisexual, guarda en tarritos de metal todo los tragos que
vuelven casi intactos; vino, mojitos, whiskey, martinis. No entiendo a la gente que deja sobras, me
parece una terrible costumbre, pero en fin, tenemos alcohol durante el servicio gracias a ellos. Los
meseros son todos unos viejos mañudos, no hay nada que buscar ahí. Y también están las
pasantes, y pues, ellas, están bastante amenas.
Observo todo esto durante el servicio. Aún estoy a prueba pero ya me siento como un pez en el
agua de nuevo; las comandas no dejan de imprimirse y yo no dejo de subir y bajar sartenes de las
hornillas durante toda la noche, los gritos nos mantienen a ritmo así que todo marcha con
puntualidad, los errores son casi imperceptibles, y mayormente son corregidos al instante. Es una
cocina, nada más que eso, tal cual las recordaba; me parece una eternidad desde la última vez que
pise un empleo así, los diez meses anteriores trabajando tan precariamente me parecieron
eternos, pero por fin acabaron.
Terminamos rápido el servicio por hoy y nos vamos a las duchas, molidos, tal cual hubiera sido un
partido de rugby.
Aprovecho las duchas del trabajo, en la vecindad no hay agua caliente y a mí siempre me ha
gustado bañarme con agua muy caliente, a unos sesenta o sesenta y cinco grados; y solo
quedarme parado abajo del chorro, dejando que toda la mugre se escurra por mi piel, el cabello
muerto se desprenda solo; quieto, pensando bajo el agua, como si fuera una cascada. Hay veces
que me hundo tanto en mis pensamientos que siento el agua enfriarse, como si fuera,
literalmente, una cascada, vertiendo sus aguas a un manantial desde alguna montaña helada; y yo
estoy al final de la corriente, en los cálidos valles que baña.
Se acaba la jornada y vuelvo a las vestimentas usuales, me voy rápido ya que tengo compañía
esperándome en mi cuarto, le dejé mis llaves a Ella, me está esperando mientras toma su vodka y
fuma unos cigarros.
Hay una góndola que deja al personal en la puerta de sus casas o en las aproximaciones, dicen que
es peligroso andar por acá de noche, yo me acabo de enterar. A mí me dejan al principio del
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puente peatonal, de nuevo la misma ruta para entrar al barrio; el perro negro de nuevo,
tambaleando su cadera se aproxima a mí, ladrando; hoy estoy con prisa y no pienso aguantar a
este bicho, alzo una piedra grande y camino hacia el tratando de bordearlo, le amenazó con la
piedra y retroalimento el miedo que me provoca, vocifera más fuerte que nunca pero se aparta y
me da paso, sabe que se puede meter en problemas. Camino ligero y llego hasta la reja de la
vecindad, a dos cuadras de donde está el perro, al que aún escucho ladrando mi nombre. Abro la
reja y me apuro en entrar a mi cuarto.
Entro y la encuentro dormida, tendida sobre el colchón apenas cubierta con mis sabanas, se quitó
el pantalón quedándose en blusa y calzoncito; también se sacó el sostén para estar cómoda. El
humo de su último cigarro aún está flotando en el techo, la botella de vodka está casi a la mitad, a
punto de caerse de su mano derecha que la aferra con tres dedos, la sostengo y la pongo en el
velador, me recuesto a su lado y la contemplo en su borrachera, le acaricio el cabello, está muy
borracha, ni se inmuta, fantaseo en las posibilidades que tengo con su cuerpo desvanecido y me
éxito contemplándolas, entonces le abro la blusa para ver sus senos, para ver su tatuaje, amo su
tatuaje, es una araña en la parte media inferior de sus senos, mirando hacia arriba; su abdomen,
exageradamente abultado, es un cráneo no muy realista, parece el dibujo de un pergamino
antiguo; y una telaraña, a modo de cabellos del cráneo, se expande rodeando la parte inferior de
la circunferencia de sus senos. Sus senos medianos, delicadísimos; quiero despertarla, entonces le
chupo sus senos, me concentro en sus pezones porque se cómo la vuelve loca, abre su boca aun
durmiendo, su respiración se agita y yo pongo mi lengua más tensa, entonces da un gemido agudo
y se despierta. Conecto nuestros ojos ese instante.
- ¡Corazón! Ay mi dios, ¿así me despiertas?
- Como no aprovechar – Le guiño un ojo y me meto su seno derecho a la boca, lanza un gemido
fuerte y me jala hacia ella para besarme la boca.
Me desviste, yo solo alcanzo a sacarle su blusa, me sostiene las manos cuando me disponía a
sacarle su ropa interior. Esta con su periodo, me dice.
- Esta noche es para las tetitas, entonces – Concluyo y me responde que si con una pícara sonrisa,
me levanto de la cama para buscar las cosas que necesito para liarme un porro; no importa el
clima, igual estamos acostumbrados a andar desnudos, aunque el año pasado aprendí la lección y
me conseguí una pequeña estufa eléctrica para estas estaciones; ella se prende otro cigarro y se
levanta de la cama, estira su cuerpo que seguro lo tubo echado desde que llegó hasta que llegué,
da unas vueltas el cuarto y cambia de música – ¿Me invitas un sorbo? – Me alcanza la botella, un
trago largo que me estremece el cuerpo de satisfacción, cae por mi esófago, raspando, que rico,
mis piernas se ponen a bailar – ¡Salud Ella! - Le paso la botella - ¡Salud Arturo! – Su garganta es
algo de lo más erótico que he conocido. Sube el volumen, nos subimos al colchón y nos ponemos a
bailar, saltamos como locos; abrazados, es difícil no caernos, nos reímos a carcajadas cuando
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derramamos chorros de alcohol, como rindiendo ofrenda satíricamente; nos arrodillamos, un
resorte del colchón se ha salido de una esquina, me parece peligroso para después así que le pido
ayuda para darle la vuelta, entonces aprovechamos la pausa del baile para poner música suave y
prender el sahumerio pagano.
- Se te siente tan bien desde que renunciaste a ese lugar.
- ¿Me sientes bien? Yo también me siento más cómodo, de verdad no sé cómo he podido aguantar
tanto en ese lugar.
- ¿Las meseras? – Me pregunta con su cara picara, riéndose.
Le contesto también riéndome – ¡Para nada! Eran bien antipáticas, y aburridas; guapas y todo lo
que quieras, pero no me inspiraban la palabra, eso sí, contemplarlas ayudaba mucho, no te lo
puedo negar.
- ¡Ay! Que hecho al deli eres – me agarra mi verga con fuerza para hacerme suspirar – pásame el
porrito.
Lo terminamos en silencio, ella no quita su mano de mi pene, lo acaricia fuerte con sus dedos
concentrándose en la parte del frenillo, sabe que ese es mi equivalente a su monte de venus;
juguetea, baja su mano hasta la base y me lo sacude de un lado para el otro, haciendo un ruido
nervioso de ternura apretando sus labios con sus dientes, se levanta, sube más el volumen y apaga
las luces.
Veo su silueta, que ahora se ha convertido también en su sombra, caminando despacio hacia mí;
contonea sus caderas, la sombra se hace más grande mientras se sube a la cama.
Der Wahnsinn
Ist nur eine schmale Brucke
Die Ufer sind Vernunft und Trieb
Ich steig Dir nach
Das Sonnenlicht den Geist verwirrt
Ein blindes Kind das vorwarts kriecht
Weil es seine Mutter riecht.
- Te dedico esta canción – Le oigo decir suspirando.
Ich Finde Dich
Die Spur ist frisch und auf die Brucke
Tropft dein Schweiss Dein warmes Blut
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Ich seh Dich nicht
Ich riech Dich nur Ich spure Dich
Ein Raubtier das vor Hunger schreit
Witter Ich Dich meilenweit.
Siento su cuerpo que se desliza sobre el mío, sus pezones los usa como antenas para
reconocerme, me observa con sus senos mientras me agarra de las muñecas, me lame los labios y
me susurra al oído - Mi delicioso hombre, la vida es hermosa; pero que sería sin lujuria ni alcohol
ni música, ahora es simplemente exquisita…
Du riechst so gut
Du riechst so gut
Ich geh Dir hinterher
Du riechst so gut
Ich finde Dich
So gut
So gut
Ich steig Dir nach
Du riechst so gut
Gleich hab Ich Dich
Jetz hab Ich Dich.
Al igual que yo todos los días recorro mi camino de mi hogar al trabajo y vicerversa, sus senos
recorren mi cuerpo por el mismo camino pero en la dirección opuesta, desde mi pecho hacia mis
caderas, su pezón derecho se topa con mi glande rígido y goteante, suspira y se frota con fuerza, lo
agarra de la base como hace unos minutos y lo sacude de la misma manera, pero esta vez
frotando sus pezones, turnando cada seno. Repite la acción tantas veces que pierdo la cuenta, me
tiene delirando, y recién está empezando; sin soltar mi pene pone su rostro frente al, levantando
sus caderas para recorrer el resto de su cuerpo, entonces siento el calor y la humedad de su boca
rodear mi verga poco a poco, sin tocarla, solo la rodea y se la introduce. Cuando toda esta cubierta
por el rocío húmedo de su aliento, siento la presión de sus labios en la base, y aspira; como
queriendo sacar toda mi esencia de una sola succión – ¡Como la chupas tan bien! – Hace que grite
sin medir mis decibeles, y no para, y continúa; sigue devorando su bombón favorito, sacándole el
relleno blanquecino gota a gota con sus poderosos labios, recogiéndolos con la punta de su lengua
que abre suavemente mi meato; la sombra de sus caderas y sus nalgas forman la silueta de un
corazón que se dibuja con la luz de la luna que entra a través de la cortina azul. Me sigue
chupando hasta que ya no puede respirar, y con un gran resoplido, lo saca de su boca; oigo su
jadeo mientras me la pajea con su izquierda, haciendo giros con sus muñeca – Ahora te toca estar
echadita ricura – Le digo, le jalo de los hombros hacia mí y la pongo de espaldas sobre la cama a mi
izquierda, me levanto y me devoro sus senos, ella no desaprovecha mi erección y me masturba
con la misma violencia de hace unos segundos. Gime fuertísimo, como si sus pezones fueran un
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par de clítoris; y su palma fuera la entrada de su vagina. Me empuja el pecho con su derecha y me
pone erguido; Ella es fuertísima, y me jala mi verga hacia sus labios, tan fuerte que me hace
caminar de rodillas, casi me la arranca y se la devora de nuevo, como si quisiera morir ahogada,
pero como si también la necesitara para respirar, abre ligeramente sus labios y aprovecho para
mover mis caderas como si la estuviera penetrando, el frenillo de mi pene contra sus labios
perfectos se siente demasiado increíble, es demasiado placer, siento que desfallezco entonces
direcciono mi glande a sus senos.
- ¡Me corro mamita!
- ¡Báñame! ¡Empápame! ¡Dame tú semilla corazón!
- ¡FUUUUUUUUUUUCK!
- ¡Oh por dios! Tu semen caliente… - La riego, disemino mi semen por todo su pecho, sus senos
quedan completamente cubiertos, absorbiendo cada centímetro cubico con sus poros; me
desplomo sobre sus caderas, su respiración se agita cada vez más, con lo que me queda de fuerza
estiro mis manos y le acaricio sus pezones empapados, los aprisiono entre mis índices y mis dedos
medios, seno derecho e izquierdo con manos derecha e izquierda respectivamente, no pasan
muchos segundos que hago esto y Ella explota en un orgasmo fuertísimo y mudo, veo la silueta de
su boca abrirse, tal cual, como si estuviera muriendo. Tiembla fuertísimo y la recojo en mis brazos,
la apretó y abrazo, me empapa el pecho con mi semen. La sostengo hasta que retorna a la vida,
poco a poco.
Se duerme prácticamente al instante, yo no siento ni pisca de sueño así que escurro mi brazo que
quedo debajo de ella y me levanto, enciendo una vela para no despertarla con la luz del foco. Me
cargo un poco de yerba en mi pipa, me apropio de lo que queda de vodka y rebajo un poco el
volumen de la música. Deambulo por el cuarto mientras me recupero poco a poco del éxtasis.
Ojeo mis papeles, mis revistas; estoy inquieto, empiezo a dar vueltas en círculos muy lentos, pero
círculos al final, me alzo uno de sus cigarros y me pongo a contemplarla, salvaje, apaciguada,
durmiendo borracha y extasiada, su semblante tranquilo. Que yegua poderosa, que cosa más
intrigante es su libido, la tapo con la sabana, me conmuevo de cierta manera y de pronto siento
una ansiedad terrible en el pecho, por alguna razón este trago no ayuda y el cigarro lo empeora,
pero no pienso dejarlos. Me siento al borde de la cama a terminar mi cigarro, no puedo dejar de
verla mientras me tomo su botella, siento un temblor en las piernas, como calambres, bastante
incomodo; no lo resisto, es como si algo me oprimiera, necesito aire fresco, utilizar más mis
piernas. Me visto, me abrigo para no perder el calor y me salgo del cuarto con botella en mano,
salgo conmovido, dubitativo, no me entiendo; entonces se me acerca el gato que vive en el cuarto
del frente a saludarme, es un gato color beige bastante flaco, callejero, con muchas cicatrices.
Froto su nuca con mis falanges dobladas, me habla, corre y me mira de reojo a pausas, como
indicándome algo, lo sigo, él se acerca por una caricia y se aleja, en ese ir y venir me lleva hasta el
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muro donde está la lavandería, el sube hacia el techo por una escalera que dejaron contra la
pared, sin pensar lo sigo a ver dónde me lleva; reacciono y estoy trepando la escalera de madera
enmohecida, la escalera son seis tablas amarradas con alambre a dos tablas más largas y anchas,
no parece pero esta resistente, conduce a una séptima grada que es el borde del muro con
pedazos de vidrios anti maleante, deben ser muy antiguos porque no tienen nada de filo, subo el
último peldaño y estoy en el techo de una de mis vecinas. Camino, el gato que se encuentra
delante mío me ve y baja por el otro extremo; no sé qué hacer así que me siento a pensar, debe
ser el alcohol pero la noche ya no se siente tan fría, eso sí, las nubes casi han desaparecido y
contemplo la luna, que hace unos días no se la podía ver por el clima; está llena y brillante, ilumina
toda la vecindad como un proyector. Mientras brindo por ella y tomo un gran sorbo, veo al gato
caminando por la calle, se va trotando y se pierde entre detrás de un basural, me da curiosidad ver
por donde bajó; nunca había subido a un techo antes, se ve todo tan distinto, y son unos metros
de diferencia nada más. Él bajó saltando el muro por los ladrillos salidos, a manera de escalones,
imposible que me anime a saltar desde el techo, me torcería un tobillo o alguna verga, estoy muy
borracho y se cuidarme en estos estados, entonces decido bajar por la escalera por la cual subí, en
mi pantalón sigue la llave así que decido ir a darme una vuelta, a ver si encuentro al gato por ahí.
Sinceramente dudo que lo encuentre, es más, ya debe haber tomado otro camino y se encuentra
de nuevo en la vecindad, pero qué más da, siento que la ansiedad desaparece aunque sea en sus
síntomas físicos y decido darme un paseo sin rumbo. Voy por senderos de mi barrio que no
conocía, hay un parque de niños muy colorido cerca de algo que parece un spa. Ahí hay dos calles
que llevan hacia los extremos, al frente mío encuentro un mural muy mal hecho de una virgen con
su crio y muchos niños y niñas a su alrededor, jugando futbol y básquet; es surrealista a un nivel
sarcástico, hay un lema pintado: SI AL DEPORTE, NO A LAS DROGAS. Me cago de risa, no tanto por
el mensaje en si sino por lo bien que va con la calidad artística del mural; y no veo otra acción
posible que orinarme en él, hago las formas que puedo con mi meo que chorrea sobre la pared,
hago presión en mi abdomen y levanto mi verga para ver qué tan alto llega el chorro, con esfuerzo
llega a los pies del crio de la virgen, descargo todo el tanque y tomo la calle que va hacia la
derecha. Esta ciudad, se podría decir; de su disposición, está muy mal diseñada, pero si uno se
pone a pensar mejor se puede llegar a la conclusión de que nunca ha sido diseñada, la han
construido sobre la marcha a ver cómo salía. Perderse es la cosa más fácil, uno toma una esquina,
da la vuelta en la siguiente, toma los atajos, seguro de que llegara el destino obvio y esperado,
pero no, uno termina donde sea; muchas veces he caminado en círculos sin darme cuenta, como
esta noche al parecer, se suponía que los canales estaban al otro extremo de mi barrio y no se
bien como hice pero llegué acá, al extremo norte del canal. Me alejé mucho de mi casa, y no sé
qué hora es como para volver o seguir paseando. Sueño no tengo, y no creo que mi maja se
despierte hasta mañana, me arriesgo y le tiro la caminata, total, en caso de emergencia, tomo un
taxi para volver, mi billetera también sigue en mi pantalón así que no me preocupa perderme.
Aun me queda un cuarto de botella, dos buenos sorbos ahora y el resto para el camino. Andar con
una botella es muy buena defensa, pero tiene su contras; también atrae a cierto tipo de bichos.
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Creo que estoy en la parte trasera del estacionamiento cerca del cuarto donde viven los chicos de
mi ex trabajo, esta oscuridad se me hace familiar. De pija camino mucho más rápido que de sobrio,
mis pasos se agigantan, como si el zigzagueo me aumentara la propulsión. Llego a una avenida
llena de boliches, están abiertos pero no son de mi onda para nada, hay puro fashion de tercera
categoría; es día de semana pero aun así hay gran cantidad de gente, muchos con sus autos
parqueados a modo de rockolas, con sus puertas y maleteras abiertas, todos los grupos con tragos
multicolores fosforescentes en botellas de plástico de tres litros; ni una cerveza, ni una bebida
espirituosa, solo basura. Me doy una vuelta a modo de paseo pero su música me espanta
rápidamente, salgo de ahí por una calle que da a una gasolinera abandonada, ahí encuentro un
mural hermoso; no como la mierda de hace rato, me intriga jodido y me quedo embobado
viéndolo, es un esqueleto muy realista, en un fondo morado con rojo y tonos verdes, el esqueleto
está mirando hacia el frente, como dirigiéndose al espectador, está tendiendo su brazo que lleva
un cigarrillo apagado, un graffiti muy encriptado y jodidamente pendejo realza su petición:
¿FUEGO?
Brindo por su belleza y me tomo el último sorbo de vodka.
- Hola
Mi espalda se congela y me volteo violentamente amenazando con mi botella, pero me calmo al
instante al darme cuenta que la agudez de la vos que me saluda se debe a que proviene de un niño
de no más de ocho años. Viste un canguro verde, con la capucha puesta, llevando un palo en su
mano.
- Hola – Respondo dubitativo - ¿Todo bien?
- Si – Me responde tranquilamente, y no dice más, pero sigue mirándome, y de rato en rato echa
un vistazo alrededor. Estoy ebrio, y no estoy seguro de que hacer.
- ¿Estás perdido? – Es lo único que se me ocurre preguntarle.
- No, vivo siguiendo esta avenida, cerca de ese edificio grandote, ¿vez? Pero tengo algo de miedo,
hoy la noche está muy agitada y me dan miedo los bichos ¿No me acompañas?
Me fijo a donde apunta su dedo y me doy cuenta que estoy a tres cuadras del Palacio, hace tanto
que ya estoy acá y aun no paso por allá, y ahora aparece este niño, que me dice que vive por ahí,
supuestamente con miedo, pero totalmente relajado a la vista del exterior. La corriente fría aun
recorre mi espinazo, como una corriente recorriendo mi cuerpo, y más aún después de ver a
donde quiere que me dirija este niño. Dudo, he oído muchas cosas de ese lugar, y aún recuerdo las
visiones que tuve cuando me conocí con Davico. Dudo, pero el niño me da confianza ¿Cómo tener
miedo viendo a este niño, indefenso e inofensivo, andando en la madrugada, por estas calles,
como si estuviera volviendo de la escuela?
- Vamos, te acompaño, tengo aun tiempo para pasear.
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Le sigo por un boulevard lleno de cafés y restaurantes, tiene la pinta de que hubiera habido un
desfile de carnaval el día anterior; toda la calle llena de basura, latas de cerveza más que nada, en
algunas esquinas hay grupos de cleferos, cada montón forma una sola bola humana, parecen
organismos únicos, hidras con trapos mugres que cubren sus cuerpos. Uno o dos restaurantes
están terminando su limpieza y salen algunos grupos de trabajadores que se alejan por las calles
intermedias, todos en grupos, no veo a nadie caminando solo, somos los únicos INDIVIDUOS
andando por esta zona. Jamás vi tantos cajeros instalados en la misma área, también noto que hay
cámaras en cada esquina; a la mitad de la avenida hay un edificio muy elegante y bien diseñado, es
una central del banco en el que tengo mi cuenta, tiene tres cajeros en su entrada y uno más que es
parte del auto-servicio, ese para los cómodos que no pueden separar sus culos de los asientos de
sus automóviles. Seguimos caminando recto, no me nace preguntarle nada a este niño, aún estoy
algo perplejo de toda esta situación, caminamos un poco más, pasamos por una farmacia abierta
que tiene un letrero prendido que dice “DE TURNO”. A simple vista, todo este trayecto no se ve
tan peligroso como todos dicen que es, pero desde que empezamos a caminar no he dejado de
sentirme observado por todos los ojos aquí presentes, desde todos los ángulos.
El palacio ocupa toda una cuadra, nosotros nos encontramos en la esquina diagonalmente
opuesta, con vista trasera del edificio. En la acera frente nuestra hay como un parque sin muchos
árboles; se debe abrir al público en las mañanas ya que esta todo rodeado de barandas de metal
gruesas, y la reja está cerrada con candado.
- Aquí vivo, pero está cerrado – me dice afligiéndose, observo las barandas y veo que no son muy
delgadas como para que pase – te puedes trepar por aquí – le digo, dirige su mirada a las barras de
metal y no cambia de expresión, me echa una mirada de duda y vuelve a contemplar las barandas
que le impiden seguir su camino – te hago pie de gato – le sugiero. Con una sonrisa muy bonita y
con tono esperanzado me responde - ¿Sabes?
Le contesto que si moviendo mi cabeza, me acerco a la reja y me arrodillo poniendo mis manos, el
bota su palo hacia adentro y se eleva con ayuda de mis manos, se agarra de la baranda más alta a
la que llega y mete sus piernas por el espacio que tiene a su alcance, entonces le agarro de sus
axilas y lo bajo despacio hasta que pone sus pies en el borde de cemento de donde da un salto
hacia el piso.
- Gracias – me dice tranquilamente – toma – estira su mano, y yo la mía; me deja un sobre
pequeño, levanta su palo y se aleja dando brinquitos - ¡Cuídate! – alcanzo a gritarle, me fijo mi
recompensa y mi mente se vuelve una tormenta de confusión. Me ha dado un brete de cocaína.
No entiendo, mi borrachera casi desaparece por lo estupefacto que me pone la situación, incluso
me deprimo casi instantáneamente ¿Qué carajos es todo esto? No tiene la más mínima lógica. No
quiero pensar más en el asunto, quiero volver a casa y nada más. En este mismo instante, de
pronto me siento como enfermo del estómago, siento unas nauseas repentinas; por suerte no
muy fuertes así que no me impiden caminar apresurado, vuelvo por la acera por la que vinimos a
paso ligero. Mientras camino algo me llama la atención a mis espaldas, sin girar volteo mi cabeza a
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la derecha y observo por encima de mi hombro, un taxi que estaba estacionado prende su motor y
arranca pasándome de largo, pero va por el carril opuesto, a no mucha velocidad. Siento una
desazón en todo esto y algo, un importante algo, me dice que vaya a la acera del frente. Cruzo
presuroso y cuando llego a la otra acera veo como a lo lejos, al final del boulevard, el taxi gira en u
y repite la trayectoria, pasando al lado de la acera por la que caminaba antes, mis nervios se
incomodan terriblemente, algo muy malo está sucediendo, vuelvo a la acera del frente y el taxi, al
llegar al otro extremo del boulevard vuelve a girar en u, veo como me pasa de largo de nuevo. Esta
vez alcanzo a ver al taxista, me ha visto directamente a los ojos con una expresión amenazante,
entonces me desvió por la calle que se abre hacia mi izquierda, y me pongo a correr como un
venado despavorido antes de que gire nuevamente en u, antes que vea que calle tomo. Corro
dando pasos grandes, casi saltos; siento el viento frio refrescándome el rostro, veo hacia atrás
eventualmente, para ver si aparece algún auto. Corro sin detenerme por nada, intuyendo,
esperando tomar el camino correcto hacia el canal, que es la única referencia que tengo para
llegar a mi casa, corro unas cuadras más siguiendo mi instinto y logro divisar el principio del canal,
donde decidí continuar mi paseo hace algunas horas; por la avenida no veo ningún auto parecido a
ese taxi blanco, pero aun es fuerte la presencia de la adrenalina en mi cerebro. Sigo corriendo, no
tan desesperadamente, hasta que llego a la puerta de mi vecindad, abro la reja y me aseguro de
cerrar bien el candado, me acerco a la lavandería y me doy un buen chapuzón en toda mi cabeza,
me seco con mi polera y regreso al cuarto, Ella se despierta y yo prendo la luz, la vela se apagó,
pero no se consumió totalmente; de hecho esta casi del mismo tamaño que la dejé. Me pregunta
que paso y le dije que me emocione con el vodka y acabo de volver del baño, que fui a vomitar.
Entonces se recuesta de nuevo, yo me desnudo y me acurruco en sus brazos, me reusó a seguir
pensando en lo sucedido y dejo mi mente en blanco hasta que me llegue la fase de sueño, cosa
que me resulta muy difícil. Mi rostro se refugia en sus senos, como si fuera un niño durmiendo con
su madre.
- Buenas noches mi amor.
- Buenas noches…
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6. Acedia: Demonio sin Reloj
…Otra vez cayó su cabeza sobre el pecho;
estaba tal como lo había visto al comienzo.
Noté que seguía el camino que tomaba el grueso del público,
pero me era imposible comprender lo misterioso de sus acciones.
“El Hombre de la Multitud – Edgar Allan Poe”
Unos cuantos meses en este cuarto y pareciera que siempre me ha pertenecido, mi olor ya está
totalmente impregnado a sus paredes, y el del ambiente en mis poros. Ha llegado el verano
ventoso a la ciudad de todos, es temporada de vacaciones lo que se traduce en época de rotura de
culos en el rubro al que pertenezco, pero también significa navegar por las calles en un mar de
piernas hermosas y unas que otras cinturas exhibiendo sus ombligos seductores; bien por mal o
mal por bien que venga, esta estación, a mí, me destruye.
En la mañana el calor es tan fuerte que es imposible no tomarse unas cuantas cervezas, y quien
dice cervezas dice faso para maridar, pero llega el bajón justo de mano del medio día y esas son las
horas infernales, de las calles desaparece la gente ya que las horas sin sombra son insoportables;
sobredosis de luz yo le llamo, cuando nuestro padre se pasa de sobreprotector y nos arrebata la
piel cuando nos acaricia con sus rayos. Es pasar por eso o quedarme en mi cuarto que a esas horas
se convierte en un sauna, calor seco o calor húmedo, esas son las opciones, deambular por las
calles como un fantasma ocioso o dar vueltas en el cuarto, jadeando, como felino enjaulado.
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Elijo mi enjaula/miento, para refrescarme he comprado un ventilador que me habla cuando estoy
muy drogado, sin él moriría sofocado; la botella de vodka ahora está en el congelador junto a una
de Jägermeister, y como ahora mi sueldo es sustancialmente mejor también me hice mandar dos
botellas de ajenjo artesanal por correo, las cuales también están en el refri, junto a algunas
siempre bienaventuradas latas de cerveza, también tengo paté y mostaza, que nunca faltan para
acompañar el pan. Tener un diler al lado de donde vivo es una obra de la providencia que nunca
creí llegar a conseguir, tengo una caja de zapatos llena de yerba la cual dejo en mi velador para
que siempre este cerca de mis manos, junto a un estuche donde está la pipa, papelillo, filtros,
encendedores y clips para limpiar la pipa, todo un fumeta respetable según mis cuates, gloria
mediocre.
Hace algo de tiempo, no mucho, poco más de un mes será, se ha formado una clara y tangible
línea divisoria que marca mis dos facetas día tras día; la primera que empieza con el despertar
hasta el momento de entrar a los vestidores del trabajo, lapso de tiempo que, no por regla, sino ya
por fuerza de costumbre, no dejo que aparezca el bajón, supuestamente inevitable, propio del
consumo de cualquier droga legal o ilegal, entonces me mantengo chino y algo borracho todo el
día, cuidando de no llegar a estados demasiado impedientes para llegar al laburo; aunque ha
habido algunos días en los que me he visto botado todo el día en cama, y me costó mucho cumplir
mis horarios, y otros donde la experimentación y la mezcolanza de drogas, legales e ilegales, ha
tenido resultados, si bien divertidísimos, jodidamente perjudiciales a mi rendimiento; como el día
que con un parsero nos metimos cantidad de aspirinas con cafeína, energizantes y una cerveza
gringa asquerosa con saborizante a uva, de esas que utilizan para esclavizar a la nación Lakota, la
combinación fue un excelente reemplazante a la cocaína, pero con el inconveniente de que,
llegado el bajón, estuve todo el servicio vomitando por la intoxicación, y terminé con la expulsión
de un orín hediondo y doloroso, acompañado de un sedimento blanco parecido a pastilla molida,
me ardió la verga toda la noche, tuve un dolor incomodo en los riñones al día siguiente. Es ahí
donde la importancia de la segunda faceta entra en la trama, mi trabajo hace que el sedentarismo
y el narcohedonismo no se expanda más de doce horas, el placer de cocinar supera al tedio de no
hacer nada, y claro, también está la recompensa económica, que al mismo tiempo alimenta ese
tedio, es una retroalimentación muy curiosa; cocino para no verme totalmente abatido por mi
decidía y hastío, pero también está el dinero que necesito para los insumos que auspician esa
misma decidía y hastío, una muy interesante rueda girando día a día, la cocina me da todo lo que
necesito, y también lo que no.
Es domingo y ya se acerca la noche, hoy las circunstancias han querido que descansemos de una
semana muy jodida; no faltaba mucha producción y tampoco hay muchas reservas así que
cenamos tranquilos mientras esperamos el inicio del servicio; casi siempre me siento primero,
para asegurarme un lugar cerca de los ventiladores, me cuelgo mirando mi plato, no sé cuánto
tiempo, levanto la vista y me percato de que me acompañan Mariela y Antonio, dos de los tres
cocineros que les había echado el ojo al entrar a trabajar, ya hace seis meses, y que ahora ya son
buenos compañeros de joda, Mariela es de ese tipo de chicas que las considero hermanas natas,
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pequeña y divertida, entiende bien mis gustos y fascinaciones, pero no las comparte, ella es de un
estilo más tranquilo, se sabe divertir muy bien y siempre me cuenta sus aventuras con los
extranjeros que le gusta cazar. Antonio, joven y casado, espera su primer hijo, de esos tipos
reilones y divertidos, inquieto y con voz fuerte, pero sin esa carisma exagerada ni seductora, él
tiene un encanto muy sencillo y humilde, y es bastante espiritual, es el tipo de gente con la que
más me tendría que juntar, no con los tipejos a los que tengo que estar brindándoles alcohol o
salvándoles de la policía, como me ha venido sucediendo los meses anteriores. También están
Guido, uno de los ayudantes relativamente nuevos, y un mesero del que aún no aprendí su
nombre.
- …bueno, yo por lo menos, no puedo estar tranquilo, ya estoy harto de este tipo, no sé cómo es
que lo han aceptado para trabajar acá – Protestaba Guido mientras le ponía sal a su ensalada.
- Y, nadie sabe compadre, a mí tampoco me parece, yo desde que lo vi me di cuenta de que no
jalaba, pero como no tengo voz ni voto ¿quieren más refresco? - Antonio y el mesero me pasan
sus vasos que lleno junto al mío de un agua de tamarindo demasiado azucarada.
- Gracias. Solo podemos esperar, y tratar de trabajar lo mejor que podamos con él, sé que es
molesto e irritante, pero habrá que darle una oportunidad, aún está estudiando y tiene una hija
pequeña, conociendo a Valdez – el chef ejecutivo – seguro se compadeció de eso.
- Claro, como se la pasa viajando en busca de sus ingredientes mágicos ya casi nunca está aquí
para cerciorarse de esas cosas, y lo peor es que nunca vuelve con nada, era tan estricto hace unos
meses, ha empezado a salir en todas esas revistas y se ha dormido en sus laureles.
- Cambiemos de tema chicos – La cantaleta de la gente me irrita la piel y no me deja comer
tranquilo – Este arroz con frijoles te ha salido tan delicioso Mari.
- Gracias Arturito, y si, tienes razón, dejemos en paz a ese panzón y esperemos lo mejor, total, son
dos manos que nunca están demás, en el peor de los casos, para que no estorbe, lo mandamos a
limpiar la cámara y nos libramos de esa tarea de mierda.
El mesero come callado sin apartar la vista de su plato, no creo que ni haya puesto atención a la
charla; termino mis alimentos y me levanto – Provecho, nos vemos en la cocina, iré un rato a
defecar con calma aprovechando que aún es temprano – Me voy sonriendo disimuladamente,
Guido, que no me cae muy bien, se ha molestado por mi léxico puntual, Mariela y Antonio lanzan
unas risillas.
Como bien se nos veía venir, es una noche muy tranquila, como no hemos tenido en muchas
semanas, entonces me dedico a limpiar a fondo mi área. Al igual que en mi anterior trabajo, que
he descubierto la inmensa paciencia que soy capaz de tener, acá también he descubierto una
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característica que no sabía que tenía, y que mucho menos me la esperaba, pero que va muy de la
mano con la paciencia, el detallismo; ahora me encuentro apartado de las hornillas, y el trabajo
con mi cuchillo a quedado casi totalmente relegado por el trabajo que realizo con un par de
pequeñas pinzas, sin casi darme cuenta he terminado en el área de decoración y despacho,
trabajando directamente con Miranda, que es el chef de partida, un tipo de unos treinta y cuatro,
bastante modesto y tranquilo; hoy es su día libre, así que el área es mía. Es un puesto entretenido
que solo me presenta una incomodidad, no puedo aprenderme los nombres de los meseros,
asumo será esa tema casi xenófobo que desde siempre han tenido los cocineros de antaño que en
mi esta tan arraigada; los veo a todos igualitos, hablan igual, se mueven igual, roban igual, incluso
cuando vuelven algunas sobras sustanciosas se arremolinan como un enjambre alrededor de los
platos, se reparten equitativamente los despojos y comen haciendo las mismas muecas y sonidos
¡¿Cómo diferenciarlos?!
Ya los días me dirán como afrontar es pequeño problema, ahora me dedico a limpiar mi pequeño
refri, que es lo único que me falta.
Ando aburrido y vuelteo por la cocina después de terminar, aprovecho de coquetear con una
pasante llamada Pamela, una jovencita que desde que llegó no ha parado de revolotear a mí
alrededor, y como a mí también me ha gustado en algo, pues, ahí va el asunto. A modo de juego
busco ingredientes que estén medio demás o que al final del turno serán desechados, le digo que
me acompañe, que vamos a hacer un plato ya que el boliche está vacío y siempre se puede hacer
algo.
Improviso con quesos encostrados, tempuras de alga, decoración con hojitas bebes de lechuga
suiza, tréboles y semillas frescas de cilantro; mientras le enseño a emulsionar correctamente una
vinagreta le agarro de la mano, le choco las caderas, hago conectar las miradas, algo de
conversación, técnica y listo el plato, se los muestro a los demás y le doy el crédito a la chica,
sesión de fotos de todo ángulo, luego destruimos el jardín con nuestro trinches. Unas horas luego,
estoy sentando en un taxi con Pamela rumbo a un motel cerca de su casa.
Nos desnudamos ni bien entramos al cuarto y nos metemos dentro de las sabanas, la penetro casi
sin besarla, huele fuertísimo a feromona pero casi no se mueve, gime hasta podría decirlo
lastimeramente, solo abre sus piernas y yo me veo encargado de todo el movimiento, cero feeling
entre nosotros; de igual manera a la noche de trabajo, se desarrolla nuestro encuentro carnal,
aburrido, con un bocado delicioso en medio que fue apreciar su cuerpo desnudo, después rápido y
casi sin sentido. No hubo la química necesaria. Nos vestimos casi inmediatamente de que
terminamos, pago la habitación y le acompaño hasta la puerta de su casa, solo por precaución,
luego me quedo en la esquina apoyado en un faro, enciendo un cigarro y contemplo la inmensa
noche frente a mí.
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Fin de la segunda faceta, pero la primera no comienza hasta que llegue el amanecer por el
horizonte, entonces comienza ese lapso de tiempo que no se bien como bautizar, mejor dicho, ese
lapso de no tiempo; el insomnio es solo un síntoma al igual que la ansiedad, pero aún no se a que
se deben esos síntomas. Empiezo a caminar, a cruzar el puente, pero no el peatonal de todos los
días, es parecido pero este tiene una prolongación al inicio y al final, la cual se ha ido formando
noche tras noche, ahora el puente es inmenso, lo cruzo hasta encontrar el sol.
La mayoría de las noches ya no duermo, giro en mi cuarto o deambulo por las calles, la ansiedad
por ver el sol y poder dormir bajo su luz protectora me lo impide, algunas veces que mi cuerpo
está muy agotado por el trabajo puedo conciliar el sueño, pero si o si con la luz prendida, cosa que
hace que me despierte aún más cansado y aturdido; hace unas semanas, no me doy cuenta bien
cuantas, al intentar dormir con la luz apagada algo me toma del cuello, sentándose en mi pecho,
me inmoviliza, incluso a mis pulmones, no puedo respirar ni moverme por minutos agónicos, y
cuando me suelta tengo que prender la luz, sino vuelve, es más persistente que yo. Han sido
aterradoras las noches en las que esa cosa ha aparecido en mi cuarto. Lo peor es que podría ser
tan solo un sueño, pero eso me da más miedo aun; mi presentimiento es que algo quiere surgir de
mí en la oscuridad y esta fuerza lo aprisiona.
No conozco esta zona así que me decido a dar una vuelta, al salir de las calles suburbanas me
encuentro con un escenario que califica totalmente como una zona roja, pero de muy poca monta,
¿coincidencia llegar acá? No lo creo. En las puertas de los clubes hay focos de todos colores, más
que nada azules, y grupos de tres o cuatro tipos incitando a los escasos paseantes a ingresar a los
boliches, algunos ofreciendo panfletos, otros directamente agarran del brazo a los más borrachos
y los convencen casi a la fuerza de que adentro esta la mujer de sus sueños. Este pueblo es
gigante, así que es poco probable ver gente caminando, a todos los boliches, ya tengan categoría o
sean tugurios como estos, la gente llega en taxis.
El aburrimiento incrementa mi curiosidad y decido hacer un tour de reconocimiento, entro al
primer boliche de la cuadra, uno de foco azul, pequeño y destartalado a la entrada, ni siquiera
tiene nombre, se paga el ingreso con derecho a una cerveza, me parece una ganga para empezar,
pero al abrir la puerta el sudor y el humo de cigarro me dan tal codazo en el tabique que casi
hacen que dude de seguir adelante, pero ya pague por mi cerveza, me siento en una mesita para
dos e inmediatamente a mi lado se sienta una chica joven y muy fea de las que trabajan aquí, es
un sitio casi nada iluminado, pequeño y muy mal ambientado, parece que hubieran habilitado a la
fuerza un deposito; hay una rockola en la que suena estruendosa música nefasta.
- Hola – me saluda con tono de estar siguiendo un dialogo aprendido - Hola, ¿todo bien? –
Indiferencia de mi parte.
Se queda mirándome un momento en silencio, como si no supiera que responder, asienta la
cabeza luego de unos segundos y me pide que le invite una cerveza, le pregunto que conlleva eso y
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se queda muda de nuevo, la veo a los ojos mientras sorbo mi botella, sostengo mi cara de seriedad
pero me cago de risa para mis adentros, a estas horas no me considero para nada un buen tipo,
entonces al fin me responde preguntándome que es lo que quiero.
- Sexo, ¿me ayudarías con eso? – Sus ojos se indignan de formar chistosísima.
- ¡Ashhh! ¿Por qué todos los chicos solo quieren eso?
Este no es un prostíbulo, las chicas que trabajan acá se dedican a esperanzar a los borrachines
para que gasten la mayor cantidad de billetes, ella habrá esperado que finja cortesía aunque sea;
se levanta de la mesa y se sienta con el resto de sus compañeras a papar moscas, mientras en el
resto de las mesas se emborrachan grupos de hombres, todos horrendos, hay algunos que están
acompañados por alguna chica, haciendo charla de borrachos, descargando penas triviales y las
chicas hacen como que les escuchan mientras ellos sueltan billetes para comprar más cerveza, yo
me tomo la mía de un sopetón, el clima esta cargadísimo y no quiero que la caliente más de lo que
ya lo ha hecho, este lugar es terrible, jodidamente depresivo, dejo la botella vacía y salgo lo más
rápido que puedo.
Voy directamente al frente y ahora me topo con el club más grande de toda la zona, tiene letreros
luminosos en sus paredes con fotos de mujeres y hombres semidesnudos, dos tipos con traje
custodian la puerta cada uno sentado en un banquito alto, con el cojín forrado de cuero rojo. Un
gran letrero luminoso arriba de la entrada bautiza el lugar, con letras violetas y en cursiva, como
SPOOKY NIGHTS; una palmera igual de neón como todo el letrero, parpadea intermitentemente al
lado de las palabras. Entro y me encuentro con un salón grande, casi todo rojo, con un escenario
casi al largo de todo el lugar; tiene muchas pretensiones de elegancia pero no se acerca para nada
a ese objetivo. Está casi vacío, hay unos tipos en la barra acompañados de dos mujeres en ropa
interior que se tambalean, un gordo está en una mesa con otra bailarina y en una mesa al fondo
del salón están sentadas otras dos chicas de vestido, una de rojo y la otra de azul, muy sensuales,
hasta casi elegantes, totalmente distintas al resto.
La noche es misteriosa, me presenta a la gente con otras caretas muy distintas a las que usan en la
mañana; una de la chicas, la de vestido rojo, se me acerca y puedo jurar que es una amiga que
conocí hace un tiempo en alguna fiesta, muy amiga de Ella, una actriz y profesora de teatro, y
ahora veo a esta mujer que se siente distinta pero es totalmente idéntica, lleva el mismo rostro y
usa la misma voz, pareciera tener el mismo cuerpo que ahora se ve más curvilíneo por sus
prendas, pero es ella estoy seguro, estará actuando tal vez, tan bien como lo sabe hacer; me mira
a los ojos y no pareciera importarle encontrarse con un conocido. La duda de si es ella o no me
invade y me acorrala, no me deja reaccionar y me quedo estupefacto por algunos segundos, ¿o es
que es un duplicado de ella? Pienso: ¿O estaré usando yo alguna careta muy distinta y no me
reconoce? ¿Estará sintiendo la misma incógnita hacia mí? ¿Se preguntará qué hago acá? La
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seguridad de que es ella me hace dudar de la realidad misma, me conduce a una mesa y me
pregunta que voy a tomar, llama a un mesero agitando su mano.
- Dame una cerveza – le digo al garzón; Jessica, así se hace llamar, me dice que no tomara nada ¿Primera vez que vienes? – me pregunta levantando su ceja derecha tratando de intimidarme – Si
– le respondo de forma algo seca, sigo en una especie de shock por su presencia – Suele ser más
movido pero hoy ha sido un día flojo, demasiado tranquilo – no quita sus ojos de los míos.
- ¿Hace cuánto trabajas acá?
- No trabajo acá, a veces acompaño a mi hermana, la que está allá atrás, ella si trabaja acá pero no
hace servicio.
- Ya veo, y a que te dedicas entonces.
- Estudio medicina.
El dialogo me confunde aún más, incluso su forma de hablar me causa cierto vértigo. Mi cerveza
llega a la mesa y la uso de excusa para quedarme callado. En la pista aparece un tipo musculoso,
infladísimo, con un traje de vaquero barato y gafas oscuras, empieza su show bailando una mezcla
horrenda entre cumbia y ballenato, exagera ridículamente sus movimientos, secos y rígidos,
siempre que puede se mira de reojo en el espejo que recorre toda la pared al fondo del escenario
– Siempre están jalados, ¿se re nota no? – Me dice la voz femenina, yo asiento con mi cabeza, el
tipo se ve patético.
No somos más de diez personas las que estamos en todo el lugar, el ambiente es lastimero, me
hace lanzar bostezos que ni siquiera me preocupo por disimular o taparlos con la mano, el tipo
hace que el tiempo pase aún más lento con sus movimientos tan toscos, pero se nota que en su
cabeza todo va a mil por hora, definitivamente no puedo soportar los gestos que hace mientras se
desnuda y se ve al espejo, es un narcisista en muy mal plan, le quito la mirada y me distraigo con
las tetas de mi acompañante mientras sorbo mi cerveza.
- ¿Quieres charlar con alguna de las chicas? – Me pregunta casi inmediatamente – Dime cual te
gusta para que la llame y le invites un trago, para que te animes un poco.
Que flojera, me digo a mi mismo, veo a mi alrededor de nuevo y solo veo a esas dos chicas que
están conversando con el grupo cerca de la barra, no me inspiran nada, no siento nada más que
deseos de seguir sorbiendo mi cerveza – tal vez mas rato – le respondo sin inmutarme mucho. Me
distraigo con la mesa del frente donde está el gordo borracho, la mujer que esta con él es una
morena cuarentañera, tiene el pelo teñido de rubio, lleva conjunto de falda y top negro con
bordes de encaje dorado, con botas hasta las rodillas, se ve pálida y casi tan desganada como yo,
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está sentada frente al gordo que le jalonea el brazo por encima de la mesa para sacarle alguno que
otro beso eventual, esta borrachísimo y no puede disimular su desesperación de meter su pito en
un agujero caliente, el que sea, la mujer de rato en rato lo besa y se levanta de la mesa, haciendo
un bailecito moviendo las caderas en la cara del gordo, y luego se vuelve a sentar.
El vaquero on cocaine ha terminado al fin su show, recoge sus prendas y baja por las escaleras que
hay al fondo de la pista, que llevan a los vestidores seguramente; me imagino el tipo de depósito
que debe ser, apestoso, lleno de cajas y ropa sudada. El baño del personal debe ser inmundo. Pasa
unos instantes y a la pista sube otro tipo, no tan fibroso pero si mucho más desaliñado, con un
traje de policía gringo, igual de drogado, solo que este está eufórico a mas no poder, baila
descontroladamente una electrónica popera re cursi mientras se despoja de sus prendas y las
lanza por donde sea, igual esta con gafas oscuras pero él se las quita, mostrando sus ojos saltones,
sus pupilas dilatadas y perdidas; da la sensación de que si no se moviera tan rápido le va a dar un
infarto, que horror de espectáculo, me imagino si a alguna mujer o a algún homosexual le excitaría
algo así, me termino mi cerveza y le hago un ademan al mesero de que me traiga otra.
- ¿Y cuánto cobran las chicas?
- Depende de cada una de ellas ¿cuál te da curiosidad? – Le indico la más flaca y menuda del par
que está con el grupo de la barra, ella se levanta de la mesa y se acerca al grupo, le dice algo al
oído a la chica que luego me mira fijamente a los ojos, entonces se acerca tambaleándose, parece
un débil esqueleto que apenas se puede sostener, sus parpados están caídos y morados, no lleva
maquillaje y sus ojeras son tan grandes como las mías; tiene un cuerpazo de los que me encantan,
es flaquita con senos medianos y caderas bien redondeadas, piernas largas para su estatura corta,
y un culo tan bonito y pronunciado que parece un hermoso tomatito fresco. Pero su forma de
moverse, su cara de enferma, mas su cabello seco y destartalado hacen que me recuerde al perro
negro de mi vecindario.
- Hoooola pap’cito, ¿qué dicesss? ¿Me invites un cerveshita?
De lejos solo parecía que estaba borracha pero ahora al escucharla me doy cuenta lo drogada que
esta, le mete anfetas, cada palabra que suelta lo hace mandibuleando y botando gotas de saliva
como un aspersor, me lo he buscado, la atraje a la mesa por mi aburrimiento y si ahora la raleo fija
se me arma un escándalo, sus uñas son gigantes; mejor aparentar que me cae bien, que en parte
no es mentira, me intriga, quisiera conocerla más, me atrae de una forma muy lasciva, sé que
tendríamos charlas y revolcones exquisitos, pero este no es el momento ni lugar adecuado para
esas intenciones; mientras pido una cerveza más para esta flaca tenebrosa Jessica aparece por
detrás mío y retorna a su asiento, en silencio, solo nos observa; llegan las cervezas y como no hay
más sillas en la mesa la chica se sienta en mis piernas antes de que pida una extra al mesero,
choca mi botella con la suya y bebe abriendo su garganta de forma grotesca, como una pez al
comer, mirándome de reojo, como indirecteandome sus habilidades para tragar vergas.
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- Tan serioooo – Me dice acariciándome la barbilla, mi brazo derecho responde inconscientemente
y la rodeo de la cintura, acariciando su piel seca – Primera vezzz que teveo por acá, ¿veniste a
cumplir tus fantasissss? – Su voz parece un tocadiscos destrozado, me enfría la espalda.
- Ando de curioso, a ver con que cosas me encontraba.
- ¿Y quete paresss lo que haz encontrado? - Mueve su culo frotándome mi muslo, su tanga se
recorre un poco por la fricción y me deja oler su sexo narcotizado, tengo que poner fin a esto.
- Bastante ilustrativo me ha resultado el paseo – Cara de duda, bien muchacho, sigue así – ¿cuánto
cobras? – Tengo que sacármela de encima.
- Cien verdesss pap´cito.
- Mmm, creo que no tengo tanto, me he emocionado con las cervezas, no me queda mucho.
- ¿Eshtas seguro amorrrrr? Me pone mi mano en su seno izquierdo.
- Bien seguro, después no te quiero terminar estafando – le acaricio su teta, apretó un poco su
pezón y le guiño el ojo en son de paz – porque no me dejas tu número y te llamo otro día, me
gustas – Me dicta su número que yo finjo guardar en mi teléfono, se levanta su cerveza y vuelve
con el grupo que no nos había dejado de mirar, aliviado tomo un buen sorbo de mi cerveza, el tipo
de la pista ya no está, cambian de canción y la misma flaca se sube al escenario, no tiene más que
su ropa interior así que por un momento solo se dedica a bailar, de manera tan arrítmica que
parece que se va a dislocar la cadera, se la nota ansiosa, no tarda mucho en quitarse su sostén y su
tanga, da unos giros rápidos alrededor de la pista y se baja casi tropezándose del escenario, para
una vez más volver con el grupo con el que esta, se queda desnuda el resto de la noche, Jessica me
mira fijamente y yo trato de no responderle la mirada, me vuelvo a distraer a propósito con el
gordo que sigue en el mismo trámite con la rubia madura, el gordo le dice algo al oído estirándose
torpemente sobre la mesa, entonces se levanta de su silla, la arrastra un poco alejándola de la
mesa hacia su izquierda y se vuelve a sentar llevando su nuca hacia atrás, la mujer se vuelve a
poner de pie y comienza a bailarle, ella baila algo mejor que los esperpentos que he visto toda
esta noche, pero aun así con muchísimo desgano, el gordo se emociona de sobremanera y la jala
del brazo para que se siente en sus piernas, ella no puede resistirse a la fuerza pesada de un
borracho obeso y ni bien posa sus muslos en los del gordo la silla se parte por el exceso de peso, la
mujer se levanta casi inmediatamente, mira a todas direcciones completamente avergonzada, en
solo fracciones de segundo que sus ojos se conectan con los míos me doy cuenta que ya no
aguanta más su vida, está por explotar en llantos, pero se los traga, no puede explotar, no se lo
permite, está trabajando; el gordo se queda sentado en el piso, su culo no le deja pararse por sí
solo y el mesero corre a ayudarlo a levantarse, lo alza de los hombros y por poco se cae el también
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por el esfuerzo, el gordo se ve avergonzado también e intenta pedir disculpas a la mujer poniendo
una expresión de ridícula caballerosidad en su cara, le dice que se siente de nuevo en la mesa y
ella no ve otra opción, se sienta y empieza a beber su cerveza mientras traen otra silla para su
cliente del día, yo me tapo la boca para evitar que mis carcajadas me ocasionen problemas, espero
a que se me pase la risa y me acabo mi cerveza, me acerco al mesero y le pago mi cuenta sin pedir
mi cambio, ya ha sido suficiente, mis ojos han grabado demasiado de este lugar.
La noche me dice que aún no es tiempo de descansar la cabeza pero por nada seguiré en este
boulevard tan obsceno, veo mi billetera y me arrepiento de ser tan precipitado y no haber pedido
mi cambio, pero qué más da, algo que no puede faltar en este tipo de zonas es una cajero, en
especial del banco donde tengo mi cuenta; siempre los encuentro, o me encuentran, en todo
lado…
8097.
120, por si encuentro algo interesante.
5269, si me asaltan los hare ricos.
Camino un poco hasta encontrar un taxi que me parezca confiable, pero no me preocupo tanto,
me vine directo del trabajo así que llevo conmigo mi cuchillo envuelto en un trapo, listo para
sacarlo de mi morral con la mano derecha si es que la ocasión lo amerite, casi siempre ando con
mi cuchillo… paro un taxi de color amarillo pálido.
- Buenas, me lleva a esas tabernas cerca de…. esa avenida antes de llegar al Palacio, ¿que se
llama?
- ¿A la Mendigos Salazar? 15 seria hasta allí.
- Vamos – Que curioso nombre pienso casi en voz fuerte mientras entro al taxi, me siento atrás del
conductor, apoyo mi cabeza en la ventana y observo como se desenvuelve la noche, que está casi
desierta, damos vueltas por grandes avenidas, casi no se ve ninguna luz, solo la de los faros en
cada esquina, hay topos que se reúnen bajo los postes de luz y los semáforos, algunos limpian
vidrios para ganarse algunas monedas, veo también algunas gasolineras que atienden veinticuatro
horas, con chicas en minifalda, no importa el clima; cajeros, mas cajeros por toda la ciudad que
también iluminan la noche, atrayendo a los bichos, veo algunos burdeles, focos azules, rojos y
verdes en puntos estratégicos, licorerías hay en cada cuadra, siempre abiertas o siquiera con una
bombilla prendida que anuncia que hay atención.
Vuelteamos por unos diez minutos y llegamos a los alrededores de un mercado que hace que
cierre la ventanilla por la peste que emana, acá si hay movimiento de gente, casi como en toda la
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ciudad acá igual está todo a oscuras, las pocas luces que se ven no alumbran a más de dos metros
bajo ellas, como si la penumbra no dejara avanzar a su contraparte, hace respetar sus dominios
tajantemente, así que la gente solo se ve como sombras envueltas de tela sucia revolcándose
entre la basura, desperdigando y seleccionando cosas, embolsan lo que les sirve y el resto lo dejan
desparramado por ahí, se ven unos que otros perros tratando de conseguirse un hueso pero se
tienen que pelear con la mucha gente que también está en busca de comida, hay montones de
almas reunidas acá, mucha gente tiene a sus niños cerca, los cuales se juntan para juguetear
mientras sus padres o hermanos buscan su sustento, hay también grupos de cleferos reunidos, tan
mugrosos que se camuflan entre los montones de desperdicios, algunos que se apartaron del
grupo, están semidesnudos tirados en el césped de las jardineras, haciendo cucharita, fornicando
frente a todos; una visión horrible, alcanzo a ver caballos con sus costillas recontra marcadas,
sucios y sarnosos, arrancando el pasto seco a pocos pasos de los cleferos lujuriosos, alguien les ha
amarrado sus patas delanteras con cadenas para que no puedan correr, avanzan a saltitos
forzados y lastimeros como si fueran mitad gorriones gigantes, es algo de lo más triste y cruel que
he visto en todo este tiempo. Este es uno de los mercados principales, foco de la alimentación de
buena parte de la población, de día y de noche.
- ¿Que se llama este mercado? – Le pregunto al chofer, a modo de entablar confianza entre los
dos.
- Principal Docena de Abarrotes, pero es más conocido como “El Gran Doce”.
- Bastante caldeado – No decimos más. Tomo conciencia de que estamos cerca de mi destino;
estoy muy sobrio para intentar siquiera volver a casa, y de mala pata no he sacado yerba de mi
casa, las tres cervezas que me he tomado han servido a penas para motivar los carburadores así
que estoy algo ansioso por llegar a cualquier cantina en la que pueda conseguir alcohol barato.
Cambio de ventanilla para salir a la acera cuando nos estacionemos, son unas dos cuadras que
faltan, estamos esperando a que el semáforo se ponga en verde. Una mosca grande y gorda
aparece caminando por la ventanilla, la sigo con la mirada y me muestra un letrero blanco de
alcohólicos anónimos que está en la esquina de la calle que entra a la derecha, entonces veo abajo
del letrero y reconozco a Davico, que está apoyado junto a la pared; él también me ve y me hace
un gesto con la mano que no entiendo bien, me precipito - ¡Tenga! - casi le arrojo un billete y unas
monedas al chofer – Me quedo acá – salgo casi de un salto del taxi y tiro la puerta con fuerza,
escucho que el chofer me grita algo así como loco de mierda, es eso, o me faltaron algunas
monedas para llegar a la tarifa y él me reclamaba, ya no importa, tampoco me va a seguir. En la
esquina ya no hay nadie, avanzo presuroso y veo de nuevo a Davico mirándome de reojo entrando
a un callejón a mitad de la calle, me apresuro para no perderlo así que voy trotando, tengo un
impulso que sale de mi pecho por alcanzarlo que la verdad no comprendo porque me ha nacido,
tengo también una voz en mi cabeza que no para de decirme que no es buena idea, pero a esas
voces suelo no hacerles caso (dicen cosas muy contradictorias); llego al callejón y lo cruzo a paso
ligero, al entrar me brota una sonrisa que brilla en la oscuridad y hace que mi trote se convierta
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casi en paseo; siento una atracción muy profunda por los callejones, una sensación muy
reconfortante me inunda cuando siento que me hundo en la oscuridad que producen dos paredes
estrechas, pintadas de graffitis, llenas de garabatos, letras chuecas y chorreadas vociferando
maldiciones hacia el cielo. Llego al otro lado y no veo a quien busco, me encuentro en una
intersección vacía, sin ruido y casi sin luces, ni una pista de por donde se ha podido ir el muchacho,
me distraje mucho en el callejón, perdí velocidad por contemplar la violenta arquitectura de la
ciudad y por nada más lo perdí, doy vueltas en círculos y no sé qué dirección tomar, mi pecho se
estremece, se aflige, como si hubiera perdido a alguien muy querido, lo quería, lo necesitaba por
algún motivo y ahora no está, me voy hacia la derecha, camino dando tumbos, entonces en la
esquina veo dos figuras altas y voluptuosas, desprenden un olor a maquillaje barato que siento
antes de poder verlas bien y darme cuenta que son dos travestis esperando por algún cliente, una
es horrible, parece un simple homosexual disfrazado de mujer, su espalda ancha hace notar más
sus caderas delgadas y masculinas, es un desastre estético; en cambio la otra es una mujerona, su
ropa si bien baratísima está muy bien combinada, está bien peinada y su maquillaje,
exageradísimo si, combina muy bien con su ropa, a diferencia de las bolas de papel higiénico que
lleva su “compañera”, ella se ha tomado la molestia de ahorrar (o conseguir quien le pague) para
el implante de senos que tiene y que no son para nada exagerados; ella si se lo toma enserio. Aun
no me han visto pero mi corazón se calma de a poco con cada paso que me acerco a ellas, mi
mente aturdida por la ansiedad de la persecución tiene poco a poco más clara la idea de por qué
buscaba en Davico, llego frente a ellas, me ven extrañadas, porque ni se dieron cuenta que estaba
tanto tiempo acercándome, quiero preguntarles si vieron correr a algún chico sin polera con cara
de simio, pero otras palabras afloran de mi boca cuando me increpa la más pintuda.
- Hola papi, ¿estás buscando compañía? – Hace ademan de querer tocarme las bolas.
- Hola, no, de hecho, estoy buscando base, ¿será que tienes? – Todo el mundo sabes que las
prostitutas de la calle, tengan vagina o pene, manejan o saben dónde conseguir drogas duras.
- ¿Quieres base? – Me mira de pies a cabeza medio asombrada y le brillan los ojos, la otra se aleja
un poco echándome una mirada de desprecio – No tengo acá, pero sé dónde conseguir, me tienes
que acompañar si, y darme cincuenta billetes.
- ¿Es muy lejos de acá?
- Unos diez minutos en taxi, es lo más cerca que vas a poder conseguir muñeco.
Acepto su propuesta y me toma del brazo, su compañera de esquina le pregunta si de verdad va a
ir conmigo, la otra le responde con un guiño y con una mueca llena de lascivia, su compañera
parece resentida y asustada, se hace para atrás estremeciéndose con la mirada baja y nosotros
avanzamos hacia la calle, me dejo guiar a la esquina donde inmediatamente aparece un taxi
blanco, ella se acerca a la ventanilla y supongo que le indica la naturaleza del viaje, embarcamos,
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nos quedamos en silencio mientras ella trata de frotarme con todo su cuerpo, tiene toda la pinta
de una mujer drogadicta por las cuales siento esa atracción tan fuerte, así que dejo que me
manosee; sus tatuajes me dicen que cuando ella era adolecente era un metalero o algo así, aparte
que lleva un collar con una estrella de cinco puntas invertida – ¿Cómo te llamas? – le pregunto
mientras atrevidamente me agarra mi verga – Soledad – me responde – es mi nombre artístico Tomamos la ruta por la que pasaba hace unos momentos, no suelta mi verga en todo el trayecto
asegurándose de tenerme bien aferrado a la ansiedad sexual del momento, cuando llegamos a la
avenida principal del mercado y el taxi gira a la derecha tomando una calle estrecha que conduce a
unos depósitos con puertas grande de metal, ella me pide los cincuenta mientras nos
estacionamos frente a un montón de bichos, un grupo de monstruos que parece una sola masa
moviéndose como un montón de gusanos encima de comida podrida, Soledad abre su ventanilla y
tres tipos y una mujer, todos deformes se acercan a trote tambaleándose como chimpancés
excitados al ver una presa, el más robusto llega primero, reconoce a Soledad, no oigo bien su
conversación pero me doy cuenta, por sus ademanes, que le pide dos bretes de base, el los saca
de su bolsillo y recibe a cambio los billetes nuevos que recién acabo de sacar del cajero, los estruja
y se los mete al otro bolsillo, se aleja de nuevo hacia su manada para continuar con el tumulto,
nosotros partimos. Mientras volvemos al punto de partida ella saca una pedazo de papel estañado
de una cajetilla de cigarros, le hace unos dobleces y lo enrolla con su dedo, hace un tubito perfecto
que para terminar le hace algo como una incisión en un extremo, con la uña gigante de su índice,
para darle forma de pato; lista la pipa y con la mercadería conseguida nos bajamos del taxi y nos
resguardamos en la sombra de un árbol, de su cartera saca un sobre hecho de bolsa plástica
blanca y un cigarrillo, desenvuelve el sobre y deschava el cigarro sobre el sobrecito que saca a
relucir la levadura, saca el pato también de su cartera y posa sus manos a nivel de mi esternón,
carga el estaño con la mitad del brete y me da el resto para que lo sostenga, saca un encendedor
de plástico purpura transparente, el fuego enciende nuestros corazones al penetrar nuestros
cuerpos con su luz a través de nuestras pupilas, la imagen del tabaco encendiéndose me viola por
mi par de orificios más oscuros y pequeños, me llega una sensación de paz cuando huelo el
sahumerio fatal que impregna el templo que llevamos; todos, en nuestro cuerpo. Me pasa el pato
y jalo con fuerza, dos cuerpos cercanos vibrando a una frecuencia dantesca, con vibraciones
erráticas que parecen alas de mosca; satíricamente es un momento muy romántico, cuando dos
personas se unen así, las pupilas vibrando al unísono, el mismo humo expandiéndose por los
cuerpos haciendo ese ruido que se siente solo en los nervios y ductos de respiración, estira los
tendones, tensos como cuerdas de alpinismo, sosteniendo al alpinista colgado del tobillo con la
corona hacia el precipicio.
- El águila ha arribado con aterrizaje forzoso.
- ¿Que dices?
- ¿Sientes?
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- La circulación hace vibrar todo. ¿Fuego?
Se inclina la cabeza para recibir los honores, brasas prendidas nuevamente se las levantan en alto,
las pupilas se dilatan a destiempo, una mano encima de nuestras cabezas hace que levantemos los
hombros y tengamos los mismos rostros. Demonio está ahí, en la habitación abierta donde nos
encontramos; el árbol viejo es el altar que nos guía con sus raíces hacia nuestro norte invertido.
Jajaja, me enamoro…
Carga de nuevo el estaño y se repite la escena anterior, creo que incluso con el mismo dialogo, y
muy de repente, entonces, nos encontramos de nuevo en un taxi sin que casi me haya dado
cuenta; no se ve fuera de las ventanas, me concentro en el cigarro que compartimos con Soledad,
no hay voces, tampoco radio, solo una espera tensa y tenue, acompañada del sonido del tabaco y
el papel consumiéndose; un conteo regresivo que se marca por cada golpeteo que hacen sus uñas
negras contra mi muslo. Nos detenemos y le alcanzo un billete al chofer, me devuelve cambio
mientras no deja de sonreírme de forma burlona, me manda un juicio con su boca, voltea
rápidamente la mirada y se aleja con un arrancón muy veloz. Se pierde en la oscuridad de la
avenida, más allá del ultimo faro no se ve nada, ni siquiera se distingue el cielo de la tierra.
Vive en una vecindad muy parecida a la mía, solo con un patio más amplio y la dirección de los
cuartos es contraria; igualmente hay una lavandería, bajo un foco amarillo prendido que ilumina
todo el lugar; ahí veo lavando ropa a otro travesti, igual con ropa de mujer pero no con prendas
callejeras para incitar el celo de los hombres, sino con ropa sencilla y cómoda, de mujer en su casa,
la saludo de lejos con mi mano, pero luego me acerco al muro de la lavandería, muy cerca de ella
que me ve con ojos desconfiados, para acariciar a un gato negro que la acompaña; es un hermoso
gato robusto de ojos verdes, que lleva un canguro rojo con su capucha puesta, parece una
pequeña gárgola sentada en un pilar de ladrillo que sube por el muro al lado de la lavandería –
Que bonito – digo con voz enternecida, el gato me responde con un largo maullido, nos
observamos a los ojos unos segundos más y entro al cuarto de mi “cita” nocturna.
Y el ritual de la base sigue su curso, su cuarto es idéntico al mío, dejamos que la oscuridad
permanezca envolviéndonos, no ponemos igual de tensos uno al lado del otro, sentados en su
cama, saca los artilugios respectivos de su cartera, deschaba un cigarro sobre una hoja de papel,
desase los copos de base, frágiles como ostias, carga el pato con la mezcla de polvos. Entonces se
vuelve una bruja, prepara el sahumerio ácido y mal habido y conjura nuestra perdición; sus
prendas no solo resaltan su personalidad sexual sino también la locura e inestabilidad en su
psique, drogadicta erótica, veo las cadenas que la amarran a sus adicciones químicas y lujuriosas,
atada sin escapatoria aparente, se ve más deseable aun, me endura.
- Fuego.
- Fauces humeantes.
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- Dices cosas muy raras.
- Yo no digo nada.
El brete alcanza, también, para dos fumadas cada uno, cuando sentimos el vacío en la pipa nos
retorna la mirada del uno al otro.
- Y bueno… - me levanto de la cama, mi cuello estira mis tobillos.
- Te iras, ¿no habrás venido solo por eso verdad? Tú pareces un caballero… - su mirada en
combinación con la droga es mortífera.
- Pues no… - subo mi ceja y creo le causo la misma sensación mortífera, acerco mi boca a la suya,
le beso, debe besar bien pero su aliento y sus bigotes ásperos me alejan casi al instante, pero al
erguirme de nuevo siento mi verga dura oprimiéndose contra mi bragueta, en ese mismo instante
su mano derecha aparece liberando esa opresión, abre mi cierre y me agarra muy fuerte los
nervios, lo tendones, las fibras musculares, hasta ahora tan tensas por el contacto con la base;
ahora de pronto enloquecen, con la misma tensión vibran catastróficamente, la oscuridad se
vuelve penumbra en el momento que siento su saliva y su calor empapando mi verga, esta
durísima, no por placer, es un acto reflejo causado por la base, me doy cuenta de ello, me siento
como los perros que se excitan solo con rascarse la panza, puro instinto sexual primitivo y a ella le
encanta por los gemidos de placer que lanza, como si la vagina que no tuviera entre las piernas se
la hubieran puesto en la garganta, su clítoris es su campanilla, cada que mi glande la toca ella se
babea toda la cara, se le chorrea la saliva por sus mejillas.
Entonces se pone de cuatro bajándose el calzón hasta los muslos y se sube la falda, cuida por
sobre todo que no se note ni la sombra de su pene, el cual obviamente no está erecto, a ella no le
sirve más que para orinar; me agarra mi verga empapada y se la inserta en el ano sin ninguna
dificultad, serán los cocteles de hormonas que ella toma pero puedo jurar que huele a mujer, al
parecer a falta de la vagina que no tiene entre las piernas, corrigiendo la anterior aseveración,
tiene dos, la cariñosa y traviesa que penetraba hace unos segundos, y la que penetro ahora que es
demasiado violenta y adict(a)iva.
Interpretamos una porno clásica escrita por un guionista yonqui.
- ¿Te gusta el semen?
- Si – Se arrodilla automáticamente, me lo chupa con más fuerza, le aparto el rostro y sus manos
de mi verga que me la cojo con mi mano, entonces recuerdo a todas las mujeres que se han
acuclillado ante mí con la misma dedicación que lo hizo Soledad y literalmente me desparramo en
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su rostro, le empapo toda la barbilla y algo de las mejillas, me chorreo y desgasto en su ropa y en
sus botas.
Todo culmina y se prenden la luces, me abrocho el pantalón mientras ella, sentada en el borde de
su cama se limpia la cara con una toalla, la luz la transforma y veo la falsa ilusión que se me ha
presentado desde que me acerqué a ella, ahora solo veo a un hombre común y corriente con aire
de humillado; como un niño orinado por sus compañeros de colegio, descuajeringado, sucio y con
la peluca movida a un lado, me acerco y le doy las gracias, me acaricia las piernas volviendo a fingir
su papel y me dice dónde buscarle siempre, le entrego unos noventa mangos y salimos de la
habitación, me acompaña a la puerta que da a la calle, al salir me despido de su vecina que sigue
lavando ropa y del gato que la sigue acompañando, me indica que tome un taxi del frente y se
despide acariciándome la mano.
Cruzo la calle y un vacío se me presenta, una abominable extensión de campo visual se siente en
mi estómago como si hubiera mil mundos dentro mi abdomen, expandiendo la materia para que
pase más oscuridad entre los átomos, y pienso eternamente, un pensamiento tan plano como
basto el vacío, la base me empieza a abandonar, dejando desolación absoluta en los campos en la
que fue plantada, fertilizada, regada y cosechada, abusamos en la cosecha, la ambición por ser
inmortales nos ha traído a este punto corazón, nos ha traído a bailar sobre los muros de la
frontera, los faltos de fe y locura nunca llegaran a este punto, hemos triunfado mi celofán, haz
atravesado y llegado a la primera escala, y sin maletas, sin equipaje que te haga arrastrar los
hombros, con miembros libres y desnudos, con soltura sin prejuicios, eres un caballero y un
pervertido, somos tus sacerdotisas invocándote con humo, el humo, la niebla, vivirás rodeado de
ella, tus reinos, borrascosos y húmedos, tropicales, cáncer y capricornio en un mismo pueblecito
lleno de palmeras, nuestro hogar, nuestra nación amiga, nosotros…
…que tan perverso era ese hombre para haberse convertido
en un súcubo pastabasero, que tan hermoso es su cliente para
que esta mujer aprisionada se enamore…
…la noche esta infestada de bichos, no hay más fuerza que la del insecto, millones moviéndose
como uno, haciendo vibrar los cimientos de tus memorias, las transportan y te integran otras;
abuelo leo tus historias, en las estrellas, sobre heroínas e insectos, todos rasgándose las mejillas
con la risa, caraduras, no se sacian…
…semen por saliva, penetración por absorción,
sexo por base, base por sexo, vicio por vicio, yo por ti,
tu por mí, la prostitución también viene en forma de trueque
las décadas duelen, los siglos de sufrimiento saldrán por tu garganta
como cascadas de insectos en gestación, como puré de cartílagos.
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- ¡Absórbeme!
- ¡Penétrame! ¡Inúndame!
Punto y aparte - ¡Siguiente!
Mis oídos suenan como guitarras eléctricas desgarrándose en una nota muy baja, terminando una
canción. Doy dos pasos después de una eternidad estando quieto, del extremo de la avenida
aparece un taxi que abordo sin decir nada, quiero mi cama y un buen faso, el cielo se aclara
mientras volvemos por el centro de la ciudad, no sé tú, pero yo tengo un culo de sueño.
Pase despierto y agitado una media hora más, dormí alrededor de tres horas sin siquiera ponerme
en una posición cómoda, una ducha y un faso muy necesarios, luego muchos pasos apresurados,
casi a trote y, con un poco de demora, estoy acá otra vez, con mi elegante y hermoso uniforme
negro puesto, tambaleándome, con mis ojos deformes y mi boca chueca, en medio de sartenes,
mesones y fuego.
- ¡Esa cara huevon! Jajajaja estuvo buena la fiesta anoche.
- Bastante turbia compadre.
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LA BASE DE LA
SOCIEDAD
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7. J y B (El Venado en Llamas)
"No hay división entre 'el mundo real' y el mundo de los mitos y los símbolos.
Objetos, sensaciones, golpeados con el impacto de la alucinación".
William S. Burroughs.
La soledad y unos cuantos compañeros más nos acompañan en otra noche ya más lejana a los
eventos anteriormente relatados, Saturno respalda a la ex suegra, y le da una capa de brillo que
me permite pernoctar sin necesidad de forzar la vista, la oscuridad hoy revela todo. Los veras a
todos a los ojos…
Mariela, Antonio y el panzón, del cual no pienso mencionar su nombre, forman conmigo, un
circulo dentro el cual lanzamos por turnos enérgicamente un par de dados; unas buenas cervezas
y algunos cigarrillos amenizan el junte que se improvisó al salir hoy del trabajo y nos vinimos a un
barcito a la vuelta del trabajo. Por un descuido, se nos coló el panzón, lo bueno es que amolla muy
generosamente para las birras.
– ¡Va! Que cagada de tema…
- A mí tampoco me caen esos gauchos melenudos viejo, mucho solito pedante.
- Mira, desde el año pasado que empecé a escuchar algunos grupos de metal; que por suerte que
no lo hice de adolescente, iba a entender todo a la cagada; y te diré que hay cosas muy buenas,
que me encantaron, como Testament por ejemplo, pero el metal es re variado, yo no entiendo y
no sé si algún día lo haga, ¿cómo cosas tan distintas entrar en la misma onda?, y ese tipo de solos
de guitarra, aburrido y largos, como los de estos gauchos, me caen re mal ¿Qué se llama ese
estilito sabes?
- No sé, pero sé a qué te refieres, a mí tampoco me gusta ese estilo, es muy pretensioso, y
aburridísimo, hay un gringo… que tiene horas y horas de solo de ese estilo, que se llama ese
huevoncito… ¡Satriani!
- Satriani, jajajaja, exacto, es ese mismo estilo; tenía un disco de mi hermana mayor en mi casa, no
pase de la primera canción, que aburrido, no es para nada mi feeling.
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- De que estarán hablando los rockeritos, voy a poner una salsa en la rockola para que movamos
los pies – Tenemos un montón de monedas al centro de la mesa para que cuando uno quiera vaya
y ponga un tema, Mari alza dos y se levanta de la mesa, no puedo evitar verle las piernas cuando
se aleja caminando suavito, desde el tobillo al medio del muslo la recorro con mis pupilas, cuando
llegue el turno de su canción la sacare a bailar.
- ¿Unas dos botellitas mas no chicos? – Nos dice el panzón sacando su billetera, tensamos los
labios haciendo un gesto dubitativo, como diciéndole “ohhh, míralo al generoso”.
- Y, que sea, bro.
Alza sus palmas para aplaudir dos veces, no es suficiente con esa acción e impaciente silva con los
dedos entre la boca, no solo para llamar al mesero, sino también para, inconscientemente, hacer
notar su presencia en todo el boliche, lo consigue con parcialidad, nosotros y la gente de las mesas
cercanas lo ven con gestos de burla y desaprobación, medio megalómano resulto este muchacho.
Nos terminamos una de las dos botellas que pedimos y empieza a sonar una buena salsa, la que
puso Mari.
- ¡Uhhhh! ¡Mi tema!
- Me has convencido Mari, ¿estiremos las piernas? – La agarro de la mano y nos ponemos a bailar
ahí cerca de la mesa, acompañando a unas dos o tres parejas más que también les gusto la
canción, que no dura mucho, pero me permite el gusto de sostener la cintura de Mari y conseguir
una hermosa mirada de su parte; una mirada es suficiente para que mi imaginación vuele y
fabrique un sinfín de posibilidades alternas; ahora, en este mismo instante, en algún lugar donde
vuelan las fantasías, nos estamos besando apasionadamente, con mucha saliva; en otro lugar, nos
besamos tiernamente, apenas abriendo los labios, acariciándonos las bocas; en otro, estamos en
la playa y estamos de traje de baño, cosa que me hace excitar más por sentir su piel con mi manos;
en otra, no pudimos aguantar la lujuria y nos fuimos a desfogar al baño, sin importar que nos
escuchen destrozarnos; acá, somos amigos casi hermanos, nos acariciamos y nos comemos un
poquito con los ojos.
- Artur, que bonito bailas cuando estas borrachito.
- Jajajajaja se me activan los superpoderes…
La salsa esta entre los ritmos que jamás pensaría considerarlos como música que me agrada
escuchar, tanto bailar tampoco; tengo complejo de disque nihilista con la música y no me gusta
seguir pasos muy determinados; Mari, afortunadamente, no es de las personas que siguen los
pasos de la salsa como si fueran un dogma inquebrantable, entonces podemos disfrutar de esta
canción bailando como se nos pegue la gana. Ella me dirige y me hace bailar muy bonito.
Volvemos a la mesa cuando termina la canción, ella sosteniéndome de la mano. Al sentarme al
lado del panzón no puedo evitar notar su mirada recelosa hacia mí, siento unos celos muy fuertes
e inseguros salpicándome a la ropa, lo veo nervioso y se levanta de su lugar.
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- Voy un momento al baño.
Entonces aprovechamos su ausencia para descargar nuestras bocas contra él, es una persona de lo
más incoherente, torpe e insolente, pero muy carismático, siempre trata de hacerse amigo de
todo el mundo, del tipo de personas que en el colegio se la pasan lamiendo los culos de los chicos
populares, siempre detrás de ellos para acercarse a alguna chica bonita, como si fueran rémoras
tras las posibles sobras del dominante tiburón. Eso, para después babearse y recrear su mente con
los pensamientos más cobardes y falsos, de esos que a los hombres se nos salen muy a menudo,
pero en caso de él son exagerados y muy deformes, se le nota como le afloran por los poros de las
mejillas, y ya he notado ese comportamiento de su parte en el trabajo, los cachetes reilones de
hiena, sus ojos llenos de celos y lascivia.
- Y bueno, todos somos hijos del señor – Dice Antonio, haciéndome cagar de risa; las carcajadas
caen como diarrea interminable, y solo se detienen cuando sentimos que el panzón se sienta de
nuevo en su lugar, le evitamos la mirada y controlamos la risa que nos queda.
- ¿Me cuentan el chiste chicos? – Ese tono, que ya he escuchado en otras voces. Mis compañeros
ni se mosquean pero a mí me recorre esa especie de corriente fría por la espalda, esa misma que
ya he sentido durante tantas noches de los últimos meses; veo al panzón a la cara y entonces
entiendo muchas cosas de él. Está muy duro, se ha metido un buen par de líneas en el baño; se
desató su inseguridad, no lo pudo soportar y venga el remedio en polvo, ahora vuelve a la mesa y
el sonido de sus muelas frotándose parece más fuerte que el de la música, mis compañeros han
tardado un tiempo más en darse cuenta de su estado, y ellos no reaccionan tan bien como yo,
ellos no están acostumbrados a este tipo de sabandijas, se incomodan y entonces se apresuran en
terminar sus cervezas, alegan el horario del día siguiente para retirarse temprano y dejarme solo
con este badulaque, y estoy condenado, mis horarios de trasnoche están rígidamente
establecidos, intentare sacarle provecho, no tengo otra.
- ¿Unas dos más Arturito?
Me estremece que me llame por el diminutivo de mi nombre, como si quisiera que le haga un
favor, que le preste dinero o algo asi. Que hombre más irritante, acepto con gusto la cervezas y
trato de quedarme lo más callado posible.
- Si algo quiero que sepas Arturito, es lo agradecido que estoy contigo y los chicos del trabajo por
permitirme trabajar con ustedes y compartir su amistad, yo he estudiado muchas cosas antes,
pero en el fondo siempre ha sido mi sueño ser chef, ahora, que estoy desde el año pasado
estudiando me he sentido mucho mejor, y mientras estoy estudiando de pronto veo la
oportunidad y ¡PUMMM! Trabajando en el restaurante de moda, el sueño de todo chef joven, y te
juro que desde que entré, no dejo de pensar en el día en el que pondré mi restaurante, y luego
otro, y tal vez uno más, y luego poner a este país en el mapa gastronómico, yo quiero todo eso
Arturito, quiero verme ahí, en las portadas como el chef Valdez ¡Que emoción!
- ¿Qué edad tienes?
- Treinta y tres ¿tu veintidós, veintitrés? Eres joven Arturito, tienes muchas cosas que aprender y
conocer todavía, tantas putitas por cogerte, como yo lo hice, ¡ah cuando tenía tu edad Arturito! mi
73
vida era siempre una fiesta, rodeado de putitas, en auto con los amigos, el pasado ¡Qué vida!
¡Salud! ¡Por nosotros los chefs! – Choco mi vaso contra el suyo con desgano – Ahhh buena
juventud, tu eres joven Arturito ¿Tienes hijos?
- No.
- Es bueno cuidarse, yo tenía una novia que aborto a mi primogénito, yo tenía casi tu edad tal vez
un poco más, me contó la historia unos meses después de que nos habíamos separado, creo que la
enbombé en nuestro último garche antes de que me deje, y si, tenía sus razones para dejarme, lo
admito – dice golpeándose el pecho con la palma izquierda – yo fui un tipo medio alterado en
algún tiempo, pero después fui saliendo adelante, se lo debo a mi viejo, él me ha enseñado todo y
me ha hecho el hombre que soy ahora. El más grande consejo de mi padre “Siempre cáele bien a
todo el mundo” ¡Qué gran consejo hermano! Nunca me han faltado amigos que me den una
mano, después yo obviamente siempre les retribuía el favor, ahora soy un hombre tranquilo. A mi
esposa la conocí hace dos años, la preñe muy rápido y eso me inquieto un tiempo, pero luego nos
casamos y ahora tengo a mi hijita, es la razón de mi vida Arturito, por ella soy un mejor hombre
cada día, la necesito muchísimo, la amo más que a mí mismo.
- Es una historia muy conmovedora – Me termino mi vaso y es lo último de la cerveza.
- ¡Mierda esa garganta! ¡¿No dura nada la chela contigo no?! ¡Jaja! ¿Pero esta aburrido este local
no? Tengo unos amigos que están en La Puerta Roja, vámonos para allá Arturito, les vas a caer
bien, y no sabes las putitas que se encuentran allá ¡De lo mejor!
- Suena a alcohol gratis, vamos pues – tomamos un taxi.
Alcohol gratis, es una de mis conjugaciones de palabras favoritas, es algo que me motivaría a
soportar la conversación de la gente más indeseable; con unos buenos espirituosos encima, estoy
seguro de que consigo parecer amigo de cualquiera, siempre y cuando el pague las copas.
…la prostitución también viene en forma de trueque…
- ¡¿Que dijiste?!
- Nada, te iba a decir que ahí está la lico, ¿todo bien?
Escuché que alguien hablaba detrás de mí, giro bruscamente para revisar pero no hay nadie en la
calle, hace unos meses que vengo escuchando susurros; el efecto de la coca ya casi se desvanece
en el rostro del gordo, vuelve a hablar como borracho.
- “Siempre cáele bien a todo el mundo” – me repite mientras entramos a la licorería por una
botella de ron – que gran hombre era mi padre, y yo quiero ser tu amigo Arturito, nuestra amistad
va a ser grande.
- ¿Hazme un favor si?
- Lo que quieras papá, suelte esa boca que tiene tan callada.
74
- ¿Llámame por mi nombre si? No me gusta el diminutivo.
- ¿Arturo? ¡Qué seriedad! Jajajajaja, por supuesto, ¡rey Arturo jajajaja! ¿Te parece bien este ron?
Acá hay uno más barato, ¿me dijiste que no tenías mucha plata verdad? No te preocupes por eso,
recién me igualaron el sueldo con el de ustedes, este corre por mi cuenta, después ya se
encargaran mis amigos del resto del trago, les echaré una llamada a propósito, para confirmar
donde están.
Al final compra la botella de ron más barata y una gaseosa, también una botellita que tiene
extracto de limón, que parece bastante zumo de limón natural; el hombrecito de la etiqueta se
parece bastante a él, también se compra una cajetilla de cigarros saborizados, son horribles, no
pienso probarlos. Nos subimos a otro taxi con rumbo al centro.
- ¡Hola! – Habla a gritos por el teléfono - ¡¿Chico que andan haciendo?! Siguen en el boliche
entonces, positivo carnero, en unos minutos les caigo con un amigazo del trabajo más que quiero
que conozcan, fija se vuelve nuestro nuevo adulado, ¿está ahí el hermanito? Ha llevado las
provisiones de siempre, ¿de cuál? ¡Uhhhhhhhh! ¡Se me hace agua la nariz huevón! Jajajajaja, dale,
dale, si y ahí metemos lo que nos quede del trago que tenemos, positivo, chau locote.
Estamos borrachos pero aún tenemos el equilibrio para tomar el ron en los vasitos de plástico que
nos han regalado, a pesar de las curvas que el taxi toma con gran velocidad, esto hace que nuestra
noche parezca una carrera de gran turismo en medio de la ciudad, las luces de los autos pasan
como estelas rojas y amarillas al costado de mis ojos, con una música ordinaria fuertísima de
fondo; el taxi apesta a tabaco, y a un olor parecido al del bicarbonato de sodio.
- Arturito – otra vez con el diminutivo de mierda – ¿Que buena que esta Mari no? ¿Tú ya te la has
dado? Mierda que yo le tengo ganas, he intentado acercarme pero creo que falta que tenga un
poco de confianza, que pena que se haya ido, yo creo que unos tragos más y caía, ese culo que
tiene mmm ¿tú ya te la has dado verdad?
Me rio con carcajadas fuertes y sarcásticas, le indico que no y le deseo suerte con su galantería.
- ¡Va! No te creo, tú ya te la has cogido solo que te haces al bien y no quieres hablar de eso, lo
respeto Arturito, que buen tipo eres – A él se le subió el alcohol más rápido, me agarra la mano
derecha con sus dos manos y la besa casi con reverencia, me inquieta, me sorprende y me genera
un tipo de asco, este tipo es muy chupabolas y de pronto siento un muy mal presentimiento de sus
amigos; pero que va, si algo he sentido pocas veces es miedo de la gente y menos de las
circunstancias.
- ¡Vamos a conseguir unos buenos culitos esta noche papá! Has venido a aprender. Te apuesto a
que no se resisten a nuestra carisma.
Suficiente espacio en mi mente ya le he dedicado a este hijo nato del machismo, lo guio por
conversaciones aún más triviales y vacías, cosa de que nos enfoquemos en ese delicioso ron.
- Y a esto ¿de qué partido eres?
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El taxi sigue su galope desenfrenado hasta que terminamos la mitad de la botella, nos paramos en
una esquina antes de llegar a la multitud que está esperando para entrar a la Puerta Roja, nos
terminamos lo que queda de soda y dejamos la botella de pie en el marco de una ventana, el ron
entra en el bolsillo interior de la chaqueta del panzón, su cuerpo y el corte de su prenda camuflan
perfectamente la botella.
Se saluda con el guardia como si lo conociera, este lo manda a formarse en la fila, entonces el
panzón le dice que estamos buscando a James - ¿Al hermano? - Le preguntan, como si no le
creyeran lo que dice, responde que sí, me ven a los ojos y vuelve a mirar al panzón, uno de los
guardias nos pregunta nuestros nombres y entra al boliche para preguntar si nos están esperando.
Vaya tipo con el que me vengo a meter, no me sorprendería que sea el tipo que le limpia el auto a
ese tal hermano.
El guardia no se tarda mucho y entramos por delante de la multitud que empieza a vociferar y
silbar a modo de protesta, al entrar alzo la mano y mando saludos a la gente, incluso llego a
mandar algunos besos antes de cruzar la puerta; dentro el ambiente es muy agradable, no hay
mucha gente, me pregunto porque no dejan entrar al resto; las luces tenues de colores chillones
envuelven la barra circular a modo de isla en el centro del lugar, una pista de baile mediana que
solo usan una pareja de chicas, las voces no se escuchan muy fuerte, algunas carcajadas que salen
de los cuartos con sillones que hay a todo lo largo del pub, la mayoría de la gente que se ve es
bastante presuntuosa, y, las chicas, ahora entiendo las babas de este gordinflón, que cuerpazos
que se mandan, presumiéndose con sus vestidos ajustados y brillantes, todas de tacos,
acentuando sus caderas y sus nalgas.
Encontramos la mesa que buscábamos, tres tipos con cuatro chicas, sentados en un sillón rojo de
cuero, bastante amplio, los hombres están todo cómodos con las espaldas relajadas y las piernas
abiertas, las chicas todas con las piernas cruzadas, conservando su porte, son todas unas geishas
glamorosas, multicolores y perfumadas, y los tipos todos unos badulaques pretensiosos; verlas a
ellas es como ver las chicas de esos catálogos de perfumes que veía en los despertares cachondos
de mi adolescencia, verlos a ellos junto a ellas es como ver la primera escena de una porno texana;
no necesito observar más de tres segundos al grupo para saber que ese tal hermano es el flaco
huesudo y pálido del medio, canoso con cola de caballo, su piel morena se resalta por el morado
chillón y brillante de su terno arrugado, que tipo más fachoso; los otros dos más que sus amigos
parecen sus matones, uno de terno blanco y el otro de negro, uno rapado y el otro con el pelo
muy corto y con barba abultada, tienen una botella de vodka y otra de whiskey, todos toman en
las rocas, nos acercamos mientras nos dirigen las miradas, yo me vine en unas fachas terribles,
parezco un pordiosero al lado de ellos, eso me divierte y me hace sonreír picarescamente.
- ¡Se armó la fiesta! – Grita el panzón al saludarlos a todos, se abalanza contra sus amigos
abrazándolos torpemente, estallan en risas, el sonido de copas chocando se expande por todo mí
alrededor. Entonces de pronto, en mi borrachera todo se detiene, nada avanza, todos están
estáticos y el único movimiento que veo es el de las imágenes de los recuerdos que comienzan a
vislumbrar en mi mente, como flashes que me enceguecen.
Me veo en el día que llegué a este pueblo gigante, con dos maletas, la promesa de un trabajo
asegurado que después nunca apareció y una mochila llena de libros, sin conocer a nadie y sin un
gramo de cocaína o de base en el cuerpo; me veo caminando en la estación de buses, con todo un
mundo por delante.
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Recuerdo la plaza donde conocí a Ella, que ahora ya no está conmigo; era una plaza llena de
palomas y niños, la vi en la banca del frente mientras los dos observábamos a los niños que
correteaban, correteaban detrás de las palomas y uno de ellos, el más gordito, no vio un desnivel
del piso y se estrelló de cara contra el suelo, no se lastimo pero empezó a llorar, y nosotros, juntos
pero separados, como si nuestras mentes se conectaran, estallamos en carcajadas muy fuertes, de
muy mal gusto para la madre que corrió a levantar a su niño, pero que nos inflo los corazones de
tal manera que nos enamoramos ese instante locamente, nos acercamos y nos perdimos en
nuestros ojos; meses después nos prometíamos morir juntos, de ancianos.
Recuerdo la noche que conocí a Davico, en medio de la oscuridad bajo ese faro al final del puente,
la noche que luego me conocí a mí mismo, la noche desde la cual ya no me reconozco en ningún
espejo.
Los recuerdos se detienen y la gente a mi alrededor vuelve a su barullo, como devolviéndome al
presente con un sopapo certero, se terminan de saludar con el señor carisma y entonces todo el
mundo centra su mirada en mí.
- Él es Arturo, uno de los mejores chefs y amigos que conocí en mi nuevo trabajo – me presenta
con tono de vendedor ambulante.
- ¡Hola Arturo! – Gritan borrachos y eufóricos, sonrió por lo extraño que se ven sus sonrisas
gigantes y blancas, me recuerdan a dibujos de arlequines y duendes que aparecían en mis libros de
cuentos cuando era niño, que me aterrorizaban. Silencioso, extiendo mi mano a los hombres y mi
mejilla a las mujeres, luego en general digo:
- Hola, un gustazo…
Hasta el momento de saludar a todos no me di cuenta lo ebrio que me dejo la mezcla del ron
barato, la soda y la velocidad del taxi, saludo torpemente y casi no percibo bien los nombres, de
los dos tipos mastucos sus nombres comienzan con B y con J, no puedo memorizarme el resto de
sus nombres, que parece que me lo dijeran en un idioma antiguo y raro, no importa, para mí son
Boris y Joaquín, algo así les entendí; la chica que esta con el hermano se llama Carmen, se la ve
tranquila y divertida, bastante reilona, es la más voluptuosa de las tres, y también la mayor, se ve
por lo menos con unos diez años más que las otras chicas; no recuerdo bien el nombre de las otras
tres solo que la izquierda parece inglesa, la que esta después de ella tiene fuerte acento de la
ciudad donde nací y la que está al final del grupo tiene el nombre de alguna flor, parece brasilera,
con el pelo crespo; me siento al lado de ella para sonreírle de cerca.
- Hemos metido este traguito – aparece la botella de ron, con un aire y un sonido de pretensión al
posarse en la mesa.
- Jajajajaja solo tu podrías alardear de un ron tan barato, espero que alguno de los chicos te ayude
a terminar eso, porque ni yo ni las chicas tomamos esa basura – Dictamino Carmen, sentenciando
al pobre y amable gordito a estar de pareja toda la noche con su botella a medias; ahora que hay
vodka en la mesa es impensable que yo me acerque a ese ron, que ahora solo me sabría a chicle.
Se sirven más vasos, es de esas noches en las que hago un esfuerzo para estar consiente de todo lo
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que pasa alrededor, pero no consigo encontrar la línea por la que se unen los sucesos, nos escuchó
palabras concretas, solo risas en diferentes tonos, termino mi vaso de vodka e inmediatamente
encuentro uno a la mitad, lo tomo y se repite la acción. Noche de alcohol infinito, el vodka se
volvió whiskey y un cigarro aparece en mi boca.
- ¡Salud! ¡Hasta el fondo! – Brindamos a coro, me aseguro de chocar la copa y ver los ojos de
todos, dejamos secos los vasos, mi “mejor amigo” se atora muy fuerte hasta sonrojarse, lanzando
gotas de baba hacia el centro de la mesa, le queda un cuarto de botella y creo que esta ya por
morir, una vez más estallan las carcajadas alcohólicas mientras él se ahoga con su saliva, cada vez
más las risas se parecen a llantos de hienas en jolgorio, la noche aun es larga pero la borrachera
avanza al igual que el taxi que nos trajo, a todo galope.
- De entre todos los tipos de drogadictos o alcohólicos, o viciosos de alguna de las mierdas
administradas por los estados, si hay alguno que se respeta, o por lo menos yo respeto y sé que
mucho colegas y superiores también, son los que se mantiene en su adicción por las noches y en
las mañanas conservan una vida perfectamente tranquila y normal a los ojos de sus seres
queridos; que se destrozan durante las noches y al día siguiente están puntuales en sus oficinas,
balance perfecto entre yin y yan, disciplina en el despute.
Al escuchar eso reacciono un poco a lo que pasa a mí alrededor, la chica con el nombre de flor, o
de fruta, ya no estoy tan seguro, está apoyada a mi hombro mientras yo le tiendo mi brazo,
también me percato que me apropie de una botella de vodka, de las dos que ahora hay en la
mesa, era yo el que no dejaba que mi vaso quede vacío; las palabras que recién oí vienen de ese
tal Boris o como se llame, que brinda ampulosamente, dos de las chicas están bailando encima de
los cojines, una es Carmen que tiene al hermano parado frente a ella con su cabeza entre sus
piernas dentro de su vestido, Carmen se ríe de manera muy aguda mostrando sus grandes dientes,
también veo que mis pronósticos sobre el gordinflón fueron correctos, ahí yace dormido con la
cara en la mesa y su últimos vaso de ron servido, la botella lo venció antes de terminar la última
copa.
- ¡Vamos a bailar, yo quiero bailar!
- ¡Baila acá, anda! ¡Súbete tu vestido y baila sobre la mesa! – el hermano aparta las botellas,
Carmen apoya el brazo en su cabeza y con un impulso torpe se para en la mesa, haciendo caer el
vaso del durmiente que vierte el líquido que quedaba en su pierna, Carmen una vez arriba jala del
brazo a la mujer-flor de mi lado que también sube tambaleándose, tirando mi vaso y el cenicero,
estallando en risas. A pesar de que parezca una de las mejores farras en las que uno pueda estar,
con mucho vodka gratis y cuatro preciosuras meneando sus piernas y caderas a la altura de
nuestros rostros; me doy cuenta que estoy en un pedacito del infierno, por una desazón que hay
en el ambiente, algo que me sabe muy amargo y hace que me duela un tanto el estómago, algo
que le deforma las sonrisas a la gente.
- Tú pareces de buena calaña, ¿nos conocemos verdad? – Me pregunta James mientras me aparta
de la distracción de las piernas bailando, al verlo me olvido que me preguntó y asiento la cabeza,
sonrió y empiezo a batir las palmas, el hermano lee un mensaje en su teléfono y hace traer un par
más de botellas, ahora de whiskey, y una silla más, silbamos y ellos cantan las cumbias de antaño
que suenan en los parlantes – Si, me pareciera que si – le respondo ya que recién entendí bien su
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pregunta, estoy embobadízimo con la mujer flor, aprovecho de ver qué color es su ropa interior
mientras recojo el cenicero del piso, sonrió descaradamente al darme cuenta que no está usando
nada. Todos conocen esas sensación de mareo que aqueja al cerebro cuando el cuerpo, al erguirse
abruptamente, como yo lo acabo de hacer al levantar el cenicero, hace sacudir toda la sangre de la
cabeza haciendo girar levemente el entorno, el alcohol hace que sienta mucho más fuerte esa
sensación y me dificulta aún más seguir con la línea de tiempo normal de la borrachera, mi cabeza
da más vueltas y los enredos típicos de un borracho comienzan a materializarse, se me traba la
lengua cuando pido un cigarrillo, no distingo casi ninguna de las palabras que se pronuncian y mi
cabeza empieza a caerse hacia abajo, hundiéndome en una oscura pesadez que empieza a traerme
más recuerdos recientes.
No siento que haya nada más que pueda decir ni aprovechar de esta euforia neo ochentera
tropical, estoy adormecido, una embriaguez que nunca me había provocado el buen vodka, habrá
sido ese ron de porquería, y ni siquiera, no tengo porque hablar mal del alcohol, el claro culpable
fue la soda, ¡cómo me hace mierda la azúcar el cerebro!
No me había dado cuenta pero ahora, viendo el calendario de mi celular, me parece que se
cumple dos años que vivo en esta ciudad, que insisto, de ciudad tiene muy poco.
Mientras a mi alrededor las mujeres siguen bailando sobre los sillones y los hombres aúllan como
lobos de caricatura con sus corbatas aflojadas, al igual que los botones de sus camisas, mientras el
estruendo de sus aplausos y sus risas envuelven la mesa y giran alrededor del alcohol, mientras la
fiesta y la “alegría” y algunos otros etcéteras me rodean embriagándome más y más, en mi cabeza
aparece la imagen, y en mis labios el sabor, del recuerdo de Ella, despertándome en las mañanas
con el calor de su existencia cuando habitaba mis aposentos, me hace bastante falta, pero haya
terminado esa relación a tiempo es algo que me alegra que haya pasado, bastante fría y
calculadora, pero tierna y de un corazón puro, ella supo perfectamente en que momento alejarse
y dejarme con la verga hecha un tumulto de sensaciones oprimidas, debo aceptar que fue culpa
mía, mis extrañas conductas y desapariciones nocturnas en busca de base cada vez se fueron
haciendo más notorias, y ella era cada vez menos el foco de mi atención.
Ella no iba a estar perdiendo más tiempo conmigo, así que me dejó.
Hace un mes aproximadamente me volví a encontrar con Davico, cerca del canal donde nos
conocimos, lo encontré tirado en el piso, junto a un diler al que alguna vez le había comprado faso,
diler que cuando le compré tenía las dos piernas, no como esa noche que tenía un burro al lado
para poder desplazarse; donde alguna vez se encontró la pierna derecha solo tenía unos vendajes
que hacían notar que su herida aún estaba fresca, los dos compartían un estaño con tabaco y base
– yo he recorrido todo el sur del continente, tenía que llegar acá, comprar los productos directo de
la fábrica es jodidamente más barato huevón – me dijo el diler con acento ecuatoriano, les
intercambié un porro por un brete de base que luego me fumé en el baño de mi vecindad, cuando
lo terminé y volví a buscarlos ya no estaban. Me pregunto si aún está vivo.
La chupa continúa. Los recuerdos continuos.
- ¡Mamita rica! Escúchame bien, tu que te meneas hasta coger la botella con tus muslos y acá
todos vamos a hacer que sea navidad ¡Tú sabes mamita! ¡Con nieve y villancicos!
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- ¡Estos hombres! Jajaja ¿Lo que sea por ver un poco más de piel no? – Se levanta más su vestido
para menearse. La farra continúa sin que altere en gran medida mi silencioso cortejo con el vodka,
que ha desviado totalmente la atención que le daba a la mujer flor, mi compañero está
resucitando de a poco en su rincón, animado por los aplausos y la histeria del resto al ver que el
hermano saca una cigarrera del bolsillo interior de su saco, una cigarrera sin tabaco, también saca
una tarjeta de su billetera.
- ¡Blanca Navidad! Vamos Santa, queremos nuestros regalos – se ponen como niños cuando ven al
hermano armando las líneas de coca sobre su cigarrera, el primer regalo es para el hijo menor y
más necesitado del cariño navideño, el gordo aun apenas puede reaccionar, necesita su medicina,
rigth fucking now.
Mas recuerdos instantáneos: la noche que compré coca por primera vez, recuerdo que fue por
mera curiosidad, estaba solo, caminando de ida hacia el centro en busca de joda a algún boliche,
caminaba por la ruta ya cotidiana que había adoptado hace unos meses, que llevaba directamente
de mi casa a las calles principales de la ciudad, justo casi a la mitad del camino hay un
supermercado no muy antiguo que ocupa media cuadra, en la parte posterior, por donde se
ingresa a los parqueos, se habían instalado un grupo de prostitutas a las que en un par de
ocasiones les había comprado yerba, me acerqué a probar suerte una vez más con las cortesanas,
no la tuve, no tenían yerba, entonces muy del fondo de mi cráneo se asomó esa vocecilla que no
siempre sabemos bien de donde sale, esa misma que hizo que mi boca pidiera base a Soledad,
hizo que pronunciara, claro y fuerte, las palabras “¿y tuche tienes?”, compré dos pequeños bretes
por treinta billetes, avance unas cuadras y entré a un cajero no muy concurrido, con mi tarjeta
hice un par de líneas sobre el tablero del cajero automático, recordé un billete de un dólar que
hace unos años encontré en el bolsillo de una camisa que compré en un mercado de pulgas y que
guardé en mi billetera desde entonces, hice con él un tubito y como si fuera un mosquito sediento
estiré mi recta trompita para aspirar los cristales blancos a través del billete, lleno de dibujos de
pirámides, ojos, relojes con horas extrañas y todas esas cosas de las que tanto habla la gente de
ahora, entonces me convertí en el hombre con más porte y elegancia de la noche, sentí el placer
de mascullar mis muelas y luego conocí el dulce amargor de la cascadita que chorrea de tu nariz a
tu garganta cuando la coca te empieza a hacer efecto con más fuerza. “Soy inmortal”, recuerdo
haberme dicho en mi cabeza.
Tal vez esa inmortalidad que ahora presume el buen y querido gordinflón, que ahora está de pie
abrazando a la inglesa y a la chica flor, bailando como si estuviera empezando la noche, la coca
entonces empieza a pasar uno por uno mientras desafinan en coro la cumbia chota que suena de
fondo.
- ….vodka para el buche, ron para el corazón… tequila y cerveza, un buen quitacalzón…. cigarros,
caídos en batalla…. cáncer, cáncer, en mi corazóoooooon….mala mujeeeer…
Es mi turno y les digo que no gracias, no me gusta jalar cuando quiero estar borracho, y a
diferencia de ellos, la coca nunca me llegó a cautivar; lo mío son las tinieblas de la base, la neblina
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bestial, no ese tónico contra la falta de autoestima – No gracias – les repito – Hoy no estoy
antojado.
Todos me miran con cara de culo menos el hermano, que sabe de lo que estoy hablando.
- Andas muy aburrido chico, tú quieres escapar de algo y emborracharte, y no conseguirás nada
con esas botellas de vodka, si tienes una cara de aguante… ¡Mesero! ¡Un Venado en Llamas!
El mesero aparece instantáneamente, como salido de bajo la mesa, con un vaso whiskero lleno de
un líquido verde con tonos azules, flameando fuego morado y una bombilla al lado.
- ¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo!
Inserto la bombilla en el vaso y absorbo todo el contenido de un sopetón, la temperatura del
alcohol derrite mi esófago, inunda mi estómago y escala por mis vertebras hasta llegar al cerebro
dejándome en un estado de shock alcohólico muy parecido a la sensación de estar en la cima de
una montaña rusa, me quedo en esa cima unos instantes mientras espero el descenso; el mesero
recoge los vasos vacíos, aprovecha, y yo noto, que se queda mirando a Carmen, o bueno, a las
bragas de Carmen, que esta tirada contra el sillón con las piernas abiertas y uno de sus senos a
punto de salirse por encima de su escote, con media línea de coca que dejó frente suyo en la
mesa, está muy ida.
- ¡Garzón! – increpa Joaquín (o como se llame) al mesero - ¿Se te antoja? ¡Poniendo huevos
choquito! ¡Poniendo plata!
Se va fingiendo estar abochornado, mientras yo desciendo la montaña.
- Que cosita me has invitado Hermano, tu si sabes lo que es bueno para mi estómago – Mientras
se ríe y me da una palmada en la espalda me cuenta la historia de ese trago, mientras oigo las
palabras, la realidad se derrite….mi cerebro se derrite y quiero otra cerveza… – ¿Invítame una
cerveza Hermano?.....amo mucho la cerveza….una cerveza muy fría….y el vino….y los labios de Ella
con vino….!mujer flor-fruta-flor! ¡Siéntate a mi lado!……deseo….deseo….deseo….
Vodka, gin, ajenjo,
angostura(ruda),
blue curaçao, el azúcar para fermentar no puede faltar.
Las medidas no las sé, soy cocinero, no bartender
Mucho menos un mesero amaestrado.
Así que se llama el venado en llamas porque se te queman desde los nervios hasta las astas, se te
ponen verdes y ardientes, los ojos y la cara, como si te hubieras comido un cadáver de sapo,
envenenado por el tiempo, (se dice que los venados comen sapos), y, más que nada, porque al que
invento el trago, el mismísimo hermano, su padre lo llevaba, cuando era niño, y también más
adelante cuando fuera adolescente, a las faldas de las montañas boreales, a cazar venados, los
cuales cocinaban en las llamas, que compartían entre amigos en medio del bosque, de
adolescente, empezó a celebrar con los adultos, brindando con botellas de ajenjo artesanal,
del pueblo cercano.
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Qué lindo cuentito.
¡Joven! que borracho ha quedado, y yo acá desvariando me encargo, de tus madafackas relatos, ok
te cubriré, total no dañara a nadie, que un resto de gente más se dé cuenta, de que todos somos
envolturas temporales de espíritus aleatorios, mixtura de entes que nos penetran por
absolutamente todos nuestros orificios.
Los de los químicos, por la boca, por las fosas, por el culo, por los orificios que nos creamos.
Los de la obsesión sexual, por los anos, por las vaginas, por los glandes, por la boca, por entre las
manos, por los condones rotos, por los poros al cubrirse y filtrar, fluidos varios.
Los de la ceguera, por los orificios más escondidos y sacros, los vórtices que están ahí sin verlos,
a lo largo de todo el cuerpo.
Y tantos huecos, y tantos otros espíritus, random, quiméricos, como yo.
Algunos de nacimiento, incluso. Sí; ante todo, recalcar nuestro estado etílico, el efecto del venado
en llamas ha pelado la punta de nuestros cables, es por eso que rotundamente he decidido que
nuestros nuevos amigos han sido… ¡lo mejor que nos ha pasado en la vida!
- ¡Apoyo la noción del recién llegado!
Un tipo narigón, rubio, de lentes.
- ¡Vámonos a ese burdel de una!
Tus palabras, a este lado, hacen estremecer todo, compañero.
Y, a propósito, ¿te has puesto a pensar? lo egocéntricos que somos, hablando todo el día solo entre
nosotros, incluso cuando fingimos tener una conversación con otra persona. Egoistas sumus.
Los taxis de Santa, siempre tan veloces, veo por la ventana y la ciudad se vuelve solo una
formación de líneas, algunas de luces, esta vez pisamos un gato, veo que dejamos un bulto
ensangrentado en medio de la calle, mientras miro hacia atrás sacando el cuello, el viento me
refresca, algo, la cabeza.
Un gato muerto a nuestro paso.
Llegamos en un santiamén. Siento las piernas funcionando, WHITE DIAMOND, mas letreros
luminosos, acercándose mientras me acerco.
Intermitentes,
como las palabras de nuestra boca.
Babeantes palabras de nuestra boca, saliva espesa que cementa las muelas, labios secos, como los
de la flor-mujer que nos besa, nos acompañan las mujeres, las del antro anterior, nos guiaron a su
recinto, nos abren el paso de una puerta con dos guardias fornidos como pilares, uno de terno
blanco, otro de terno negro, J bordado en la solapa blanca, B bordado en la solapa negra, guardias
con ojos que ya había visto hace varios instantes. Oye gordinflón ¿Por qué tus amigos Joaquín y
Boris estaban ahí en la puerta? ¿Joaquín y Boris se llaman no?, cuestionamos al gordo, ¡¿Gordo?!
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ahora más despierto que Arturo, abusa cocaína, tramposo, ¡yo somos un borracho con principios!
representando orgullosamente al conejo, al sagrado y alcohólico conejo, la cocaína tiene su lugar y
momento, como tiene sus acólitos responsables a su oficio, tenemos uno acá, Hermano James, no
como este triste pedorro que se cree cocinero, que no soporta el peso de la vida. Cruzamos la
puerta.
Acá, desde donde yo veo, todo va aún más rápido y el tiempo es más ancho, más ancho que
cualquiera de las noches que hayamos pasado hasta ahora, que ahora nos parecen tantas y tan
vastas, las salidas de boulevard en busca de narcóticos, todas las tokadas, las borracheras en
discotecas retro, las antiguas noches de películas y nevado, la primera y las subsiguientes, durante
mi estadía en ese churrasco satánico. Satánico recibimiento a la oscuridad que ahora muchos de
nosotros habitamos, satánico por decirlo así, de alguna manera, que les asuste, como de niño nos
asustaba la oscuridad, y los esqueletos, los ilustrados en libros de anatomía, y ahora nos encantan,
vida fluctuante y perfecta, ahora nos encanta toda esa mierda; todo va más rápido, las mandíbulas
al reírse, al mascullar y al sorber la amarilla cerveza, los espirales que forman los cigarros
desprendiendo su humo, las miradas intercambiándose de ojos en ojos, las manos dejando billetes
en los senos y en las caderas de las bailarinas, los meseros de un lado para el otro, la realidad se
amotina contra los sentidos, ya que los sentidos están ahogados en alcohol y la razón la domina la
lujuria.
…Posdata: no olvides la puntualidad y la eficacia…
Cruzamos la puerta, hace ya algunos minutos, el libidinoso palacio nos recibe con pompones y ra ra
ras, y es porque, tal cual señale, nuestras acompañantes de farra nos trajeron a su recinto, a su
territorio de invocaciones lascivas, a sus círculos de rituales eróticos, pop y bastante lucrativos, y
esa es la fuerza que ahora entra en el relato, esa fuerza mórbida, ambigua y densa, Dinero,
estamos en un templo lleno de sacerdotisas que adoran a Alcohol y a Dinero, vasallos en esmoquin
que reparten la bebida, que cobran los tributos, brujos que preparan los brebajes, para adormecer
a los sacrificados, la mujer flor-fruta es una de las sacerdotisas, está sentada en mis piernas, ahora
se su nombre, el cual nunca fue de ninguna flor, pero si su nombre es tan dulce como el de una
fruta, se llama Livertad; libertad absoluta para hacer lo que se nos cante en gana proclama,
emborracharse, rodeado de los brazos de esta sacerdotisa, es como morir por un veneno suave y
dulce.
A dónde es que hemos llegado, desde cuándo es que estamos en este camino, preguntas
afirmativas, una nostalgia de pronto nos inunda los ojos mientras Livertad se ausenta para
alistarse en los camerinos, en unos instantes es su turno para subir al escenario, nos inunda esa
nostalgia con sabor a vino, con olor a piel joven y pensamientos tranquilos, entonces sentimos las
distancias nocturnas caminadas, las sentimos en kilos sobre nuestros hombros, tensión que se
inserta endurando los trapecios, las escenas ya contadas y otras que he querido ocultar a
propósito, aparecen en nuestra memoria, mientras vemos nuestro reflejo salpicado de agua en el
espejo del baño, cagar nos puso aún más sentimentales, y un poco más lúcidos, por un instante me
reconozco en el espejo, aun somos tan jóvenes. Estamos solos en una pequeña mesa cuadrada,
para dos personas, frente al escenario, donde Livertad esta vestida de palácida, se quita las
prendas delicadamente, las lanza livianas, flotan dibujando una parábola, cayendo todas, una por
una entre mis manos, ella incorpora siglos de historia erótica en su cuerpo a través de su baile,
historia egipcia, misteriosa y ocultista, incorpora felinas que nos elijen como sus presas, somos los
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elegidos por su danza de cacería (acompañada de un temón de la vida), conoceremos el equilibrio
de la vida, tanta lujosa lujuria, belleza, que tiene un precio muy alto, pero eso por lo pronto, solo lo
sé yo.
My mouth is touching
To your mouth is running.
No loving for nothing
Nobody knock my body out.
How are you not going to show your scar?
How are you not going to get high, high?
How are you not going to show your scar?
How are you not going to get high, high?
How are you not going to show your scar?
How are you not going to get high, high?
How are you not going to show your scar?
How are you not going to get high, high?
Las voces de las mujeres, las delgadas, a veces gruesas, a veces roncas, finas o estrepitosas, de
negro, de rojo, de azul eléctrico;
(it drives me crazy bre)
pantis ajadas, jeans desprolijos, coquetería ambigua, hermosura rescatada del suelo, metales
atravesando el cuerpo, murales sobre paredes de piel, callejones estrechos admitiendo algo de luz,
admitiendo algo de carne, nuestra boca abierta suponiendo,
drogadas, drogados, cadenas sacudiéndose por nuestra euforia, de estar atrapados,
nos encontramos atrapados, nos hipnotiza nuestra lujuria hacia ellas, pero no escuchamos, bien, lo
que nos dicen.
La canción de la dragona ha terminado, ha desparramado todo su fuego sobre nuestro cuerpo,
amarrado el cuerpo a la silla, con sus prendas como cuerdas livianas y sedosas, nos quedamos
inmóviles esperando a que vuelva por nosotros, a que termine con su presa, que termine de
alimentarse,
pero ella solo cocina el alimento, no es ella quien nos va a comer, no vamos a pasar a través de su
garganta como tanto quisiéramos, no vamos a ser liquido dentro de sus entrañas.
Los desiertos de la mente esperanzada y confundida son perpetuos y crueles. Sentados, y
alrededor nuestro, movimiento infinito, nuestra vasta soledad que vuelve a acompañarnos
para poder comprender en qué punto, del camino que hemos elegido, estamos. Ahora,
borrachos, ebrios, totalmente dominados, yacemos esperando el fin del sacrificio, vemos a
los alrededores sin mover mucho el cuerpo, ninguna rostro conocido, ninguna mujer, en las
que creímos que, este chico confiado y orgulloso, podía resguardase como si se tratasen de
un montón de nodrizas, caritativas, tiernas y dulces.
Ninguno de los rostros con los que vinimos, ya no están.
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No jovencito, no existe la caridad en esta parte del mundo, en las noches, desde hace tantas
noches, caminando por debajo de la luz, por debajo de edificios, entre las sombras, entre topos e
insectos, desenterrando imágenes prohibidas, sepultadas a la vista de la gente ordinaria, gente
que no se imagina que pasa debajo de sus pies, que no lo toleraría, no soportaría esa información.
Información a la que se accede solo yendo hacia abajo, hacia abajo y hacia adelante, siempre
adelante, siempre de frente con los ojos cerrados, hasta que te topas con este mundo, y te enteras,
como hoy, que siempre te han estado esperando, como a nosotros, como a todos, están ahí
aguardándonos, la parte terrible de la realidad de pronto toma forma, toda la sombra que
gobierna, cada sombra en su parcela continental.
Todo empieza a cobrar sentido, cuando no encuentro a nadie, Livertad está en los camerinos, la
veo durmiendo cuando entre abren la puerta, entonces damos vueltas, inquietos, alrededor del
templo, nos sentamos y todo cobra más sentido, cuando vemos acercarse a un elegante mesero
con cara de perro, de perro delgado y negro, la cuenta a pagar es abismal, los precios de la cerveza
son fatalmente altos, y aun mas alto el precio de un ítem que titula: cuarto privado, al cual, ni yo
recuerdo hallamos ingresado, entregamos la tarjeta, mencionamos al hermano James, !conocemos
a James, somos sus invitados¡ salta el ego temeroso, mientras las sonrisillas estallan estirando
labios deformes, mis fondos no bastan ahora, en la billetera hay solo un billete de veinte, el ego
lastimado se revuelca de dolor en nuestro pecho, avergonzado, ha llegado acá lanzando cuetillos
en su propio nombre y ahora no es más que un conejo sacrificado y desfalcado.
Nuestro corazón desequilibra totalmente la balanza, la cuenta es mucho más pesada, no tenemos
ni la mitad de lo suficiente.
Nos dejan en cero.
Ahora todo tiene sentido, hemos alcanzado lo que estábamos buscando y no sabíamos que era,
mientras estirábamos nuestras raíces entre la oscuridad underground nos topamos con las raíces
mismas de la sociedad, que ofrecían suculentos y estimulantes químicos, los tomamos y dejamos,
en los billetes que entregábamos, nuestra data y a nosotros mismos, poco a poco, pedazo a
pedazo, inhalación tras exhalación, hasta esta noche, en la que los conocimos, personalmente, en
la que nos entregamos, en sus manos.
- Bueno, no te vas hasta que nos des el resto.
Atención, perrrrsonalizada.
(recuerdo las voces de la radio)
Es hora de hacerse al loco.
Guardar el corazón en el bolsillo trasero, hacernos a los pendejos, orar por que el cielo nos ampare,
adentrarnos en los baños, revisando una por una, las casetas de mingitorios, una más embarrada
en caca que la anterior, siendo la última y la más hecha mierda, la única que accede al callejón
trasero, a través de una ventanilla delgada.
Los pies, sobre el inodoro empapado de orines y casi rebalsando de caca parcialmente disuelta en
agua, rompemos la ventana para que pueda pasar nuestro culo, confianza muchacho, un resbalón
y estamos muertos, ¡salta! Estas fuera, aterrizaste sobre caca de borracho de todas maneras.
¡Corre por lo que más quieras! Gracias a papá por heredarnos estas útiles piernas de venado.
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¡Correr ebriooooooooo! Puedo oír los gritos tras nuestro, pero nuestros latidos se escuchan más
fuerte, sonrió de euforia y satisfacción, incluso se nos erecta un poco la verga.
Estamos ebrios, no sentimos demasiado drama, por un “poco” de dinero, demasiado dolor por un
poco de sangre desparramada, al ver de nuevo la noche fuera del templo, al oler nuevamente las
sombras que revolotean por entre los callejones, una sensación de hambre y tranquilidad me
recuerdan que los mosquitos nos chupan más sangre de la que me acaban de succionar en este
sacrificio moderno, el orgullo y la conformidad de drogadicto hace que nuestro cuerpo olvide del
desfalco, el ego se encargará de absorber el golpe de tensión y cobrárnosla con una fiebre o alguna
cagada por el estilo, miro al horizonte poco iluminado, y caminamos, como tanto nos gusta hacer.
Caminar es, la única actividad que realizamos, comparable a escribir; al igual que escribimos para
fantasmas y bichos, caminamos con ellos de lado, con ellos delante guiando el camino, con todos
detrás observando los pasos; por las mismas aceras y calles, mayormente, por las madrugadas, de
preferencia.
Dos cosas puntuales, siempre presentes cuando caminamos por las calles, una, siempre manos en
los bolsillos, dos, henos aquí como ovejas en medio de lobos, hola, hola, hola bro, no gracias
guapa(o), no estoy buscando nada, ¿la hora?, deben ser como las tres y cincuenta y dos, mi batería
murió, mirá, ¿invítame?, tengo fuego.
Astucia e inocencia, es bueno escuchar los consejos no importa de donde vengan; así, andando, de
esquina en esquina, charlando con bichos inmortales, algunos muy de batalla, siendo saludados
por muchos, nos encontramos con nuestro apreciado y sinónimo Davico.
¿Correteando por ahí? Te he visto una par de veces, andando por la calle, a estas horas, caminas
rápido, no te puedo alcanzar, yo ando un cacho lento, me apalearon hace un tiempo, estaba
andando con burro, recién me estoy recuperando, esta mierda ayuda harto, nos cuenta Davico
mientras nos muestra su bolsita de nylon con algo de tabaco y pasta base ¿Tú también le sientes lo
dulce? Decimos que sí, que un poquito.
Sabes Davico, le digo, a mí me gustan las coincidencias que no son coincidencias, y no es
coincidencia que, en muchos lugares de sud américa, a los polis se los llama pacos, y esta noche
esta caldeada, he visto harto paco;
¿Qué recomiendas? Nos dice, astuto bro, ¿para tu jato? Yo no dije eso, pero no es mala idea, estoy
muy borracho, y necesito mi buena cama, vamos bro, no hay de que temer, no voy a chorearte
nada, nos decimos mutuamente.
Uno de los dos seguramente miente, si es que no lo hacemos los dos.
Ese putero es de mi tío, nos cuenta mientras deambulamos, alejándonos lo más posibles de los
focos tóxicos, el a ratos nos sostiene del brazo para que no me estrelle contra el suelo. Estamos
muy ebrios y necesitamos nuestra hermosa cama, y necesitamos una hamburguesa, de esas de
carne de burro con el pan desbordando salsas de grasa, y necesitamos un cerveza para maridar,
una cerveza en lata, una cerveza heladísima y refrescante en lata, necesitamos un muy buen porro,
necesito yo liarlo, con la cantidad justa de faso, la cantidad que me gusta broder, la cantidad justa,
recalcamos al compañero, ahora en vos alta, a ti te gusta más la base con faso o tabaco? Abuelo
tabaco por siempre, me responde, a mí con fasito, le respondemos casi babeando al pronunciar la
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s, arrastrando el acento de nuestra tierra ¿en mi casa le echemos uno con fasito si? Se nos termina
de caer la baba.
El humilde puente de siempre, la luna reflejándose en el arroyo, iluminando a los peces de agua
fría, el mismo faro iluminando la avenida, donde nos conocimos hace varios meses, que escena
más romántica, la de dos jóvenes cómplices, atravesando un puente a la luz de la luna brillosa, un
par de hermanos lunáticos, bajo el resguardo de su madre contemplativa, que les brinda la luz
blanca que brilla en sus pupilas, luz que les permite guiarse en la oscuridad que emerge de esta
ciudad; al igual que cualquier otra ciudad, oscurecida por edificios, que ocultan en sus callejones, el
mercado negro del cual todos somos clientes. Son tantas las cosas, que atraviesan este pequeño
puente.
Huele rico tu cuarto, gracias, lo mismo pienso yo, almizcle, hierba, humedad, mira las telarañas, las
dejo porque siento que me protegen de otros bichos, es hermoso mi palacio, mi cama, ahhhh
botarse en el colchón de borracho, echarse al medio del cuarto, abrir los ojos y mirar al techo, y
todo empieza a girar, despacio a mi alrededor, hacia la derecha, casi siempre a la derecha, una vez
empezó todo a girar a la izquierdo y casi vomito todo, y que haces tú ahí parado viéndome como si
me fueras a mear, toma mi paip, démosle un buen faso con tu shit, tengo fuego.
Se me ha dado la oportunidad de hablar, la oportunidad de expresarme en la forma más pura, de
revelar (casi) todos mis secretos, pero en vez de eso, ahora que veo el ocaso de mi presencia, me
doy cuenta que solo hice lo mejor que se hacer, balbucear verdades triviales sobre el mundo del
hampa, el mundo de los narcóticos y defender a regañadientes el orgullo alcohólico que nos
permite subsistir hasta ahora sin haber acarreada la más mínima preocupación, he hablado de
libertad sin que me haya dado cuenta, ahora se entremezclaran las voces de nuevo, este joven
muchacho volverá a abrir las pupilas que tienen sus nervios de acceso al cerebro, bloqueados, se
dilataran una vez más, tensando esas cuerdas que nos fascina sentir duras, ahí va, los pulgares de
Davico empujando la yerba condimentada con agridulce base en la olla del pato, nos la tiende en la
mano, nosotros tenemos el fuego, que se presenta con el accionar de nuestro pulgar, unos
segundos de combustión, y esa serpiente de humo escala desde mis bronquios hasta mi cerebro…
- ¡Prendiendo la luz!
- ¿Para que la luz?
- Para ver todo en hiperrealismo, tan claro como esta todo ahora, con ese brillo tan denso que casi
se puede palpar, lo vez, sé que lo vez ¿yo también soy de ese color verdad? Que maravilloso,
siento que de nuevo puedo pensar, a propósito ¿cómo llegamos? El resto de la historia casi puedo
deducirla, por algo tengo esto en la mano, ¿pero sabes cómo llegamos? estaba en una fiesta,
¿habrá acabado? Podemos intentar volver, podemos…
- Si se, me contaste, estabas en el White Diamond, te conté, ¿recuerdas?, el putero, pertenece a
mi tío, primo de mi padre, James, le dicen, es su hermano, mi tío.
- ¡Lo ubico a ese Hermano James! Estábamos farreando con él, me invito un trago verde, era verde
y estaba en llamas, te cuento, me incendió la garganta, ahora que hablo de él siento el fuego aún
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vivo en mi corazón, aquí en mi esternón, hace que me ponga de pie broder ¡de pie así jodido! ¿Ya
terminaste la paip? Le carguemos uno más con fasito.
- Toca con tabaco; mi tío, entonces, ya estabas cerca, seguro que ya estabas cerca, y ahora, yo en
tu mansión, con luz encendida, con todos estos dibujos alrededor, de plantas, de vacas, de gatos,
de garzas…yo ubico todo esto, sabes.
- Tengo posters de bandas también, hay cervezas frías en la nevera, sácate una, yo quiero una,
muy fría, hace tanto que quiero una, tengo la sensación, con tabaco entonces.
Es muy delicada, y apresurada, bastante apresurada la manera en que saca, el tabaco del cigarrillo,
el alquitrán hace que se queme menos rápido, me explica, el tabaco y la base, se queman menos
rápido, me dice, menos rápido, como sus labios menos rápidos, porque de lo que fumamos antes,
el efecto ya se está desvaneciendo, y a medida que se desvanece, sus labios se hacen más lentos,
entonces sus dedos se vuelven más rápidos.
- ¡Apúrate bro! – Le digo un poco nervioso por el sonido de sus uñas frotándose – Apúrate un poco
más que luego tengo que ir cagar urgente, pero quiero esperar es jit más.
- Uan jit buonder bro, ffffffft, con tabaco viste, ffffffft ¡Toma!
- Igual dos van bien, ffffffft, cada uno es un, ffffffft, uan jit buonder, ffffffft, tres mejor, más
ricoffffffft.
Entonces reboto en la cama, aterrizo sentado en el inodoro y a borbotones, como si mi culo
estornudara violentamente, cae el excremento naranja arcilloso, de los más líquidos que he tenido
el placer de sentir en las últimas semanas, y aun así, mi culo se siente tan duro. Una multitud de
cucarachas revolotean a mi alrededor como si quisieran hostigarme sexualmente, trepándose a
mis zapatos y algunas emprendiendo vuelo para provocarme, ya hice explotar alguno mosquitos
contra mi piel mientras me succionaban, las manchitas rojas de sangre con lo pedazos de bicho
tiñen mi piel de un tono ruborizado mientras pienso: “antes era más rápido, siempre los mataba
antes de que me toquen”.
¿O es que la base hace a los mosquitos más rápidos? Mi corazón se acalora con la idea.
El patio está iluminado totalmente por la luna llena, el grito fuerte de una mujer retumba a lo lejos
en el interior del barrio, más sacrificios para esta noche sin duda.
- Ffffffft, ffffffft, ffffffft – Davico atragantándose con el humo de la base, ampliando su caja
torácica.
Mientras me cargo un jit más pregunto, ¿porque con tabaco?, ¿porque la preferencia? – ¡Por los
elementales, viejo! – me responde, el elemental de la planta, prosigue, al igual que los espíritus y
los demonios que rigen las penurias y las enfermedades, las plantas y las sustancias alteradas, me
sigue ilustrando, tienen sus elementales, sus personalidades, sus identidades, su forma de
enseñarte, y de mandarte a la mierda, el tabaco es tierra, y es agua, la pasta base es fuego
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demoniaco, el tabaco es barrera, la marihuana es muy benévola, no me gusta lo tranquilito, es
más deli el conflicto, me indica mientras termino de fumar mi ronda.
- Yo ubico, todo esto, sabes.
Ahora empiezo a entender, también me explica del elemental de la coca, toda la potencialidad
curativa ancestral hippie que tiene, al volverla droga, se invierte al otro lado, al negativo, le salen
unos cuernotes hermosos y seductores, y se apodera de la gente, nos libera de todo dolor,
llevándose las almas sensibles, dejando carcasas vacías, sin sensaciones; como los capullos que
dejan las cigarras, en su metamorfosis, aferradas a los árboles, cuerpo secos con mirada perdida,
tiesos, pero muy sonrientes, muy contentos de que todo, absolutamente, nos importe un carajo.
- ¿Qué otras drugs has probado, rubiecito?
- Cocaína me da bien, con las pilas no me llevo; trauma de adolescencia con las pastillas de mi
abuela, haloperidol, aunque quisiera probar éxtasis; las agujas me dan nervios, el azúcar me hace
mierda.
- Me gusta, que te guste aprender, vamos a hacer algo loco, nos vamos a pasar de cocos, vas a ver,
yo, de momento, no creo que haya más, polis bailando ronditas, vamos a dar una vuelta, me gusta
pasear cerca de casa, hace rato no voy, por el palacio, seguro que saludamos, algunos conocidos
por las esquinas, seguro que conseguimos, un regalito, incluso putitas, putitas bro, que nos
prendan el pato, mientras nos la chupan.
- No sabes lo arrecho que estoy ¡No sabes lo arrecho que estoy! Desde que Ella no está, hay algo
que no funciona, algo ha cambiado, algo no es igual, ya ni puedo garchar, me corro cada vez más
rápido, las dos últimas veces, se me durmió la pija, así de la nada, hoy había tantas minas, me
siento tan arrecho, pero no me inspira ni jalármela, si veo un traba guapa me la voy a hacer
chupar, no invoques esas shits, bro.
- …que nos prendan el pato mientras nos la chupan, ffffffft.
- ¿Entonces qué? ¿O qué? ¿Qué regalo me prometes? Me gusta pasear, vamos a de paseo a ver el
despute, ¡el despute! Vamos de paseo... en un auto viejo…
- Tan divertido, el descule.
Cómodamente en pijamas y sandalias (el siempre viste así y yo me puse cómodo al llegar, al
parecer) nos salimos hacia las calles como si fuéramos a la tienda en busca de pan, como si fuera
una tarde tranquila de jueves, con una briza suave y el cielo tornando naranja, tornando violeta,
tornando azul, como si estuviera en esos bellos días en los que me enamoraba de esta tierra, salgo
a conocer, de cerca, el falo más alto de la ciudad.
La ciudad se nota tan agitada esta noche; todas las calles están llenas de basura y violencia de
cierto grado; algunos metros más allá de la puerta de mi vecindad, en la frontera entre la acera y
el asfalto, esta desparramada una caja de cartón llena de huesos de pollo frito y algo de arroz,
ocho palomas nocturnas se encuentran alrededor del desperdicio, las más sanas picoteando algo
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de arroz; las otras que tienen el plumaje desgastado y enfermo, con tumores en las garras, flacas y
con partes de la cabeza desplumadas, poniendo a la vista su piel rosada y carnosa, están
picoteando el hueso de una pierna, que aun lleva algo de carne y piel frita adherida, tal cual
pequeños buitres mutantes. La beis ya casi se ha esfumado, damos unos pasos más y de golpe, nos
quedamos en cero, las cuerdas se aflojan y nuestros huesos se aligeran, soltando la tensión, solo
soltándola un poco, no mucho, uno a estas alturas ya no sabe cómo se siente vivir sin nada de
tensión, sin nada de estrés.
- ¡Vamos compadre! ¡Hay que despachar rápido todas las comandas!
- ¿Qué? ¡Ah sí! vamos rápido, te voy a presentar, una changa deli.
Ya sobrios, por así decirlo, llegamos a la avenida que delimita el centro de la ciudad con el resto
del pueblo, Av. Rocío Rojo señala un letrero azul en plena esquina, donde justamente se me
aprieta el estómago, una molestia en la cabeza y una sequedad desértica en mi boca acompañan
la sensación de vacío en el vientre, necesito mantener el pedo sino esto se pondrá muy aburrido,
los ojos de Davico denotan que también necesita ponerse en onda, mientras cruzamos la avenida
saco el porro de emergencia que tenía listo en mi cuarto, un astuto bro sale de la boca de Davico,
elogiándome, prendemos la antorcha y estamos otra vez en semisintonía, al llegar al otro extremo
de la avenida un movimiento en el piso llama mi atención y me agacho a ver de cerca, una
pequeñísima serpiente posada en forma de un nueve se retuerce ahí muy cerca de nuestros pies,
la señalo.
- ¡Que linda mira! Se habrá perdido.
- Pequeño basilisco, ven por acá –le susurra Davico levantándola y llevándola a una jardinera de la
entrada del edificio que esta frente a nosotros, al levantar la vista para ver su altura me doy
cuenta que desde acá ya es visible la punta de aguja del palacio, elevándose por encima de todo el
resto de las construcciones.
Pasamos por un parque con un gran estanque de agua verdosa que refleja las pocas estrellas que
se notan desde acá, pasamos por la calle llena de cantinas de lastimera muerte a las que al final
nunca llegue a visitar ese día que las estaba buscando, calle Mendigos Salazar, recuerdo la cara del
taxista gritándome y yo ahora, al lado del chico por el que corría esa noche, tanto buscamos, tanto
encontramos; pasamos cerca de las cantinas y dando vuelta la esquina una fila de cajeros
iluminando la acera, también los pasamos, preferimos no detenernos con la distracciones que
encontramos en nuestro camino; avanzamos y pasamos también delante de una farmacia de
turno, de la cual a unas cuadras encontramos un cine porno atendiendo, la luces prendidas de la
entrada y de los letreros de la películas hacen que el callejón que está al lado se vea muchos más
oscuro que el mismo cielo, damos unos pasos al lado del callejón y el olor de lo último que queda
de nuestro porro hace que de la oscuridad salga un cuarteto de topos y un trio de perros
disparados, los siete ladrando con toda la fuerza que brinda el deseo y el miedo, Davico, que está
del lado de donde salen ellos, choca sus dientes con la punta de su lengua, que está levantada casi
rozando el paladar, y saca de su boca un fuerte y retumbante ¡shhhht! que hace estremecer las
espinas de los perros y de los topos también, nos ven directo a los ojos con recelo pero se
amontonan retrocediendo un poco, entrando poco a poco de nuevo a su cueva mientras nosotros
avanzamos.
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- Hace mucho que no, hacia esto men, hace mucho te digo, es loco conocerte, eres un cuate muy
interesante, eres curioso, eso te va dar, mucho, te voy a invitar algo bien rico men, ¿has escuchado
del deemete? Vamos a ubicar ahora, yo ubico un dude que consigue, ¡jeje!, YO UBICO, TODO – me
cuenta mientras mis ojos se abren jodido de la maldita emoción de saber que vamos a fumar
D.M.T., claro que he escuchado de él, le respondo, he escuchado tanto hablar de esa changa en las
calles, tantos que presumen haberla probado en el exterior, tantos que he escuchado contar esas
visiones loquísimas que duran segundos y que parecen eternidades, tanta otra gente que me ha
mencionado el nombre de Ayahuasca, que han sido tan dichosos de probarla en esas ceremonias
que realizan en las afueras de las ciudades, o en casas clandestinas, ¡imagínate ese elemental! ,
me dice casi gritando, y continúa.
- Pero vamos a pasarnos de cocos rubiecito, vamos a densearnos waso, vamos a ensaladear, con
base, men.
D.M.T., base, mi cerebro hace chispas, me cuelgo mientras leo una pared; Mildred Pierce, dicen las
palabras de gruesas letras pintadas con aerosol negro en los ladrillos de la pared que tengo en
frente, Mildred Pierce, sin saber bien cómo se pronuncia, es el único sonido que retumba en mi
cabeza después de haber escuchado los planes de mi desquiciado compañero, después de leer y
repetir enecientas veces ese par de palabras en mi mente, las que siguen a continuación igual
retumban con gran peso en mi cabeza: Osado, denso, peligroso, intrigante, jodidamente
intrigante, tos, humo, fuego, raro, loco; me quedo colgado leyendo la pared unos segundos más,
vuelvo del abismo después de haber meditado el plan por segundos que asemejaban horas y
respondo con un claro, seco y sereno – De una…Mildred Pierce…
Seguramente por el shock de la aventura, algo de cordura resurge en mi labia y pregunto - ¿Y tú
viejo bro? ¿Labura ahí me dices?
- ¿El hermano del Hermano? ¡Alto chisme este, escucha! – Me cuenta que su viejo siempre ha sido
poli, siempre, desde sus ancestros incluso; entró a la academia y bla bla bla, luego fuerzas
especiales, narcotráfico, su área favorita desde adolescente; entonces participó de los cursos más
unders, inteligencia y espionaje fronteriza, los del nueve tatuado, les metían humo de la
combustión de pasta base en pipas de agua llenas de alcohol dentro de las máscaras antigás,
patrullajes totalmente dominados por el demonio de estar paco, narco policías estatales para el
control de los monopolios, los años ochenta que duraron veinte años. El tiempo pasaba y el
policía, a medida que subía de rango, se cogía a cuantos drogos accedían (Davico mismo incluido)
a entregar el culo a cambio de las drogas que incautaban junto con su tío, el Hermano, por
entonces, fiscal junior.
- Con el que yo estaba farreando, que heavy, ¿sus entrenamientos re gringos no? Como con el
crack, como antes con la heroína, como hace tanto con el opio.
- Llegó a los ministerios, suena a monasterios ¿Qué loco no? Llegó hasta esos escaños, como ya
era un adicto, en recontra mal plan; más aun, desde sus entrenamientos, pelo cable, con el poder
que obtuvo, aparte de, su adicción crónica, y, de esperarse, consiguió sífilis, tanto culo sucio, que
se comía, sus nervios colapsaron, demencia, lo transfirieron, era perfecto, para el manejo bajo
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vigilancia perpetua, del Palacio Administrativo, del Centro de Producción, de Narcóticos, de Santa
Serena, ex Sud Interzona.
- Jodida carrera – interrumpo, él continúa diciéndome que no solo su padre era perfecto para la
administración de estas tierras, sino también para la experimentación e investigación de los
efectos de drogas duras en personas con trastornos, enfermedades terminales y desequilibrios
mentales, laboratorios situados en las mismas instalaciones del Palacio.
Entonces, a medida que experimentaban con él, experimentaban con la ciudad, al poner a cargo
tras el telón de los mandatos de turno, a este ente absorbido por el poder y la enfermedad,
transformando un tranquilo pueblo diminuto, en lo que es ahora. Eso paso en los setentas, me
cuenta.
- Hace tiempo, no venía cerca de casa, ahí están los vecinos ¿ves? Allá arriba, el viejo.
Me señala con su dedo huesudo hacia el frente, ahí está en alguno de los últimos pisos, el que
maneja los hilos de la drogadicción de este continente, durmiendo conectado a bastantes tubos de
goma, en ese edificio tan notorio. Y de pronto me doy cuenta, ahí está la escena tan esperada, la
toma principal de la porno-tragicomedia clase b que se ha convertido mi vida hasta ahora. Una
sola calle abriéndose ante nosotros, y en el fondo del cuadro irguiéndose el Palacio, que ahora que
lo veo de cerca tiene de palacio lo que Davico tiene de principesco; es nefasto, es un edificio
bastante grueso y alto con un diseño de lo más grosero, despintado, decolorado y con toda su
fachada llena de graffitis al pedo; los alrededores, llenos de basura, al igual que el resto de la
ciudad. Las ventanas de los tres primeros pisos son transparente y están iluminadas a pesar de la
hora, al igual que las luces de los salones que conectan los jardines con las planta baja, por las
cuales se nota desde acá por lo menos unos veinte círculos de personas, como pequeñas islascolonias de insectos, apretujados e inmóviles, quien sabe por el frio, quien sabe por alguna droga,
quien sabe por estar sodomizando a alguien en medio de todos, los jardines son escasos y poco
frondosos, sin contar cuatro árboles que se ven más al fondo oscureciendo la parte trasera del
jardín, adelante solo hay palmeras medianas y algunos arbustos de floripondios; volviendo hacia
arriba continúan todo el resto de pisos hasta llegar al último, de los cuales todos sus vidrios están
polarizados, una gran torre de negro brilloso reflejando las pocas luces que hay alrededor, y en la
cima una especie de cúpula formada por paneles brillantes, geométricos y de un dorado igual
decolorado, terminando en una aguja delgada de metal, que seguramente es un tipo de antena,
muy cerquita a su esquina superior derecha se ve la luna llena, contemplándonos juntos por
segunda vez en la noche, esta vez iluminando el edificio más importante de Santa para que
podamos verlo resplandecer en la oscuridad.
Y yo ya estoy demasiado sobrio y seco de nuevo, el porro no ha menguado la sed por suficiente
tiempo esta vez, la fiesta ya estuvo muy dura como para continuarla con un simple porro, apuro a
mi loco guía y nos acercamos a una de las calles en frente, hacia una luminaria que muestra un
montón de mujeres y algunos hombres esperando clientes.
- ¡Míralo a este cojonudo! ¿Que estará haciendo por acá? tanto tiempo loco de mierda, ¿te has
vuelto a coger algún fetito por ahí? ¿Puede ser?
92
- Puede ser, de borracho – Contesta Davico al diler que se nota controla esa porción de gente, que
nos observan, en especial a Davico, con especial recelo – Estoy buscando una bomba de tiempo, te
cuento, ¿será que me puedes, indicar, el camino correcto?
- ¡Claro que si papá! Hay que dar una vuelta pero, este bussines es con los de la vuelta. ¿Y este
colado? ¿Tu nueva putita?
- ¿Esta bueno no? Pero muy viejo, sabes mis gustos, aparte, me cae bien, sino, ya me lo hubiera
culeado. Necesitamos también, tú sabes, necesito, putitas, sacerdotisas esclavas, para mantener,
las llamas, un conjuro bien hecho.
- Bueno tipo, ¿pero con calma verdad? Yo no fumare pero me quedare checando, solo porque eres
V.I.P., sabes chango, solo porque eres hijo de tu papaíto, primero vamos en busca de esa mimosa,
luego buscamos tus putitas. ¿Tienen plata no?
- Te pago en especie, ¿sigues en el sindicato, verdad? – Sus cejas suben hasta el cielo y su mirada
hacia el diler se vuelve la de una serpiente viendo un ratón, tampoco había escuchado hablar a
Davico con tanta locuacidad antes, las cosas se ponen cada vez más turbias, me dice mi corazón.
- Jodido de mierda… - Le responde el diler ya con tono mucho menos seguro, vamos hacia la
vuelta, damos unas decenas de pasos lentos y absorbentes y llegamos a una calle vacía de
movimiento, todo estático, no hay sonido más que de nuestros pasos, nada de basura danzando
con el viento, ningún letrero parpadeando, ni un cajero afortunadamente, que ya me ponen
ansioso, ni siquiera un solo bicho existiendo, solo nosotros, un diler de camisa a cuadros con gorra
y lentes de aumento muy gruesos, un malabarista callejero y huesudo, cuasi demoniaco, un tipo
en pijamas que sigue alegando que está aquí por casualidad, y nadie más.
Nos paramos frente a una ventana con marcos de madera, cerrada, paralela a un árbol de molle
que inmóvil ensombrece la calle, accionan el celular para llamar y luego colgar, acción que el diler
repite tres veces, se acerca a la ventana y sin prenderse la luz esta se abre, el diler susurra algo
hacia adentro, inserta unos billetes dentro como si depositara dinero en un banco y termina el
bussines extrayendo, a manera de recibo, una bolsa zipper con una sustancia en apariencia como
mezcla entre base, marihuana y pólvora, se cierra la ventana fuertemente formando la única brisa
de viento que nos llega en la cara.
- Ahora chúpamela rápido pendejo – se abre el cierre – tu saliva me deja apestando la bolas que
no me aguanto luego, la última vez casi me buitreo, aprovechado de mierda – el diler se prende un
pato nevado que al parecer traía listo consigo, mientras aspira el humo su verga dura se asoma
por entre la bragueta.
- ¡Jajaja!, yo nací, para este estilo, de vida, ¡sácanos una foto, rubiecito! – Ironiza y se arrodilla
para chuparle la verga al diler que no se puede aguantar la erección por más que lo intenta
sufriendo y contorsionando su cuerpo, Davico es una maquina visceral espantosa, babea
guturalmente una saliva amarillenta y pesada mientras se atraganta, lastimando con los dientes el
pene del diler que se va tornando morado, al que una uña ya se le ha clavado en la base, al que ya
comienza a negársele más sangre y empieza a volver a su estado de pene indefenso y flácido por la
tremenda paliza que le acaban de dar, en menos de un minuto, entonces el diler aparta a Davico
93
de un severo sopapo y cae hacia atrás al tratar de guardar su verga lo más rápido que pudiera
dentro sus ropas.
- ¡Toma tu golden shit cabrón! – se la tira en la cara babeante - ¡hagan sus pendejadas acá putos
jodidos! – Se va casi corriendo empujándome en el camino.
- Vamos a, tener que, buscar nosotros, las putitas, dude – Me dice Davico mientras se levanta
riéndose y limpiándose la baba, que sí, realmente apesta, a una mezcla de semen enfermo y saliva
y sangre de encías con periodontitis.
Me parece que fuera la noche más larga del siglo, la caminata más larga que he dado en busca del
sol, aumenta mi incertidumbre que todos los relojes que vamos encontrando por la calle indican
horas distintas, tres y treinta y cinco, once con cuarenta y dos, cinco y cincuenta y cinco; todos los
que vi hasta ahora. Nos quedamos bajo un reloj digital que indica las dos y treinta y nueve, en un
poste al medio de la calle, en una arboleda repleta de prostitutas de todas las condiciones físicas,
más al fondo, entre los otros árboles, se ven muchos hombres recibiendo sexo oral. A Davico
todos lo reconocen, es el chico más popular en este círculo de fiestas, yo ya hace bastante rato
que solo camino siguiéndolo, como si fuera mi guía en un circuito programado de algún museo
etnográfico del mundo de las drogas; en silencio y observando. Davico, casi sin chistar, elije
rápidamente dos chicas de entre todas, una mujer de mediana edad, toda de negro, con el cabello
y la piel seca, sin un cuerpo llamativo, sin nada llamativo, pareciera cualquier otra mujer
caminando por la calle, así de común es su pinta; y un travesti, de los más jóvenes que he visto,
parece una quinceañera con todo y senos pequeños, pero vestida y peinada como toda una miss
pitillo.
- Maldito, te dije, no invoques esas shits, ni nos está costando plata, ¡lo fácil es jodido! ¿Me dejas
oler eso?
- Toma, olé; ¿tienen fuego chicas? – obvio, le responden – nais, ¿quieren basesita? Que no, van a
querer, putitas, tomen, préndanse, mientras les explico – Mientras las “chicas” se drogan él les
susurra el plan que ahora yo soy el único que no conoce.
- De espaldas al sauce, rubiecito, quiero que veas mi casa, es una linda vista, ¿no crees? – Sus ojos
me acarician de cerca con una mirada perversa mientras acerca su cara a centímetros de la mía.
- Si, las luces, toda la avenida a lo largo hasta allá, la luna, en la punta, todo el descule que se
siente a lo lejos, ¡Uy bro! Que jodido, que hayas invocado estas shits, estoy muy arrecho, debo
seguir borracho, ¡¿Señora!? ¿Es su hija está de al lado? Se parecen un poco, la chupan igualito,
¡jajaja! Se mueven al unísono, parecen unos marcadores de compas, parecen limpiadores de
parabrisas jajaja, ¡Uy! Rico ¡Chúpala más rápido!
- Putitas, que nos enciendan, los patos, toma, está todo listo – Me alcanza la reluciente pipa, la
llevo a mi boca y la mujer, sin dejar de chupármela, me brinda fuego desde abajo, enciendo la pipa
aspirando y la misma sensación de la base, pero jodidamente potenciada en dulzor me invade la
boca y el esófago, entonces la energía de millones de estrellas naciendo dentro de mi cerebro me
bota hacia el árbol haciendo que mi peso se descargue en él, mis piernas se derriten, me desplomo
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sentado en el césped, haciendo que la mujer recorra sus piernas, quedando a gatas frente mío,
entre mis piernas abiertas, chupándomela, aunque ya no la sienta siquiera.
Ya no hay tiempo, ya no hay peso.
…los ojos solo son espejos; las imágenes en el cerebro, vienen de otra pupila, no tan ciega.
Dos botas que soportan el peso de un cuerpo aparecen frente a mí, vociferan:
- Escúchame bien sabandija, ¿qué te crees tú para estar aquí? ¿No sabes que es un área
restringida? ¿Crees que tus ojos pueden andar fisgoneando por aquí? ¿Estás en un reportaje o
algo por el estilo? No veo tu autorización, no has hecho los permisos correspondientes, ni siquiera
sabes de ellos, ni sabes quienes somos, no sabes nada, que mierda te crees para estar aquí sin
saber nada del asunto, esto es un bussines jodido, tienes suerte de estar acompañado, muy mal,
pero a la vez, muy apropiadamente acompañado; así que te gusta viajar, pues no iras más lejos de
esta frontera, no con esas sucias piernas que llevas, pero tus ojos, esos ojos, ¡maldito bastardo!
¡Dame esos ojos! Se merecen una excursión ¡estate atento! ¡Que tu lengua se vuelva de grafito, y
que desde ahora, y como siempre, no tenga nunca descanso! – Me gritan las botas con una voz
muy parecida a la mía - ¡Toma nota!
- ¡Antes un jit más! – sugiere la voz que sale de la boca de Davico, que ahora suena a radio con
estática, me pasa el pato de su boca creando un hilo de baba espesa.
- ¡De uan! Ffffffft.
El humo de la combustión que pasa por mis ductos dilata mi vientre, no solo haciéndome soltar un
pedo, sino haciendo que mi verga eyacule por fin, hace semanas que no eyaculaba, la explosión de
energía en mis genitales, invade mi cuerpo que rebosa de energía y calor, mi cuerpo se disuelve en
el brillo de la noche mientras la prostituta se aparta a un rincón para vomitar mi semen.
- ¡Uno más! Ffffffft.
¡La sensación en mis nervios me recuerda el sonido del agua fría cayendo en el aceite hirviendo!
Las botas no están, se fueron por donde vinieron, la mano de Davico se transforma en una araña
peluda y obesa, escucho sus patas pesadas acercándose pisando el césped hasta llegar a mi mano,
me toca con una pata, me toca con el resto de sus patas, hasta estar totalmente encima de la mía,
la cara de Davico ya no existe, no tiene rostro, solo su voz se escucha, desde la araña, con
intermitencia, como una radio descompuesta, mis cabellos se erizan y oigo como de forma
tranquila me dice “bienvenido a la frontera”.
- ¡Calor broder! ¡Me hace mucho calor! Mis nervios, ¡broder mis nervios! ¡No puedooooooo!
No fue él, sino tú, el que invoco, esas shits, bro, no fue él, sino tú, el que te trajo hasta acá, bro, no
fue él, el que te encontró, fuiste tú, que lo encontraste a él, al atravesar la oscuridad, que la
mayoría, rechaza. Al buscarte a ti.
Respira, solo debes tomar nota, respira.
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¡Tú pediste uno más!
Entiendo.
A mi alrededor el espesor de la realidad aumenta, dejándome palpar la energía en el aire, líneas
muy delgadas se expanden uniendo todo lo que mi vista alcanza, telas de araña unen arboles con
edificios, unen metales fríos con el césped fresco que se balancea con la brisa nocturna, silbando
una melodía tranquila que no es fácil de percibir, un melodía tranquila, que hace vibrar todas
líneas, los hilos finos que de pronto se expanden en todo mi entorno.
Simetría perfecta, la misma distancia a la izquierda, la misma distancia a la derecha, mi culo
sentado en medio de todo apoyando mi eje contra el árbol, mi columna, por primera vez en la vida,
recta, mi vista, directa, mi visión, abarca toda una perspectiva perfecta, apreciando la calle, larga,
lóbrega, en el extremo opuesto, una torre negra, un palacio obscuro que genera un vórtice en la
ciudad, atrayendo todo hacia él, la gente, el viento, los sonidos, las cuerdas, los hilos.
Las náuseas abren mi boca, las arcadas sacan mi lengua, convertida en un agudo y filoso lápiz,
amarillo.
Observa de cerca.
El Palacio del reino que habitas, de fuera, no es comparable con el interior, un vistazo al interior, de
este o de cualquier palacio, de este o cualquier templo, tan solo un vistazo, dentro y conocerás,
la base de la sociedad.
- ¡ESOS PRIVILEGIADOS OJOS!
Mis parpados se derriten haciendo arder mis pupilas, mis manos, estiradas hacia el frente, con
palmas hacia arriba, izquierda sobre derecha, las palabras que pienso, quedan grabadas con el
lápiz, sobre la palma izquierda, con letras de sangre, que cicatrizan ese instante.
La prostituta vomitando a mi izquierda, el adolescente siendo violado a mi derecha, desaparecen
quedándose atrás junto al reloj, el árbol a mis espaldas, nos propulsiona hacia adelante, pasamos
por la calle, cubierta de latas, de colillas, de jeringas, de estaños, de pornografía, de sangre, de
perros aplastados, de cacas de borracho, cubierta por todas las inmundas desgracias, que de
pronto tapizan mi paso hacia el palacio.
El jardín, delimitado por los floripondios, y luego, las islas colonias, de bichos intercambiando
información, no tienen frio, no sodomizan a nadie, su droga es la información y sus penes erectos
son sus antenas, que frotan unos contra otros, tal cual fueran hormigas encontrándose, dándose
direcciones, dándose calor.
El guardia que siempre me sonreía, aparece abriéndonos la puerta, reconozco sus botas, de hace
un instante, y con mi misma voz nos dice:
“Susodicho, yo guiare, vuestro trip”.
Planta baja: Departamento de Justicia, abierto al público, recepción de trámites y espera de
sentencias, filas en espiral de gente adormecida, purgatorio de mentes dormidas, ilusiones de
encuentro, con la verdad y la justicia, mal utilizando la palabra dios, casetas a diestra y siniestra,
sellando papeles de gente, que no valen nada, cortinas, pantallas.
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“Pasen al ascensor escarlata, por favor”.
Piso -3: Ventas por Mayor, balanzas, pizarras, recibos, montones de saquillos, comerciantes
mayoristas, ahora no hay nadie, atendemos en horarios de oficina.
Piso -9: Departamento de Comunicaciones, instalaciones en alquiler, academias de modelaje y filial
de televisoras, atención a publico pre seleccionado, dos sets de filmación, pasillo a la derecha,
camerinos, maquillaje y peluquería, círculos de micrófonos alrededor del escenario, arriba, una
elipse de cámaras apuntando al centro, detrás, equipo de fotografía, al centro, chicas jóvenes,
bellas, con vestidos de coctel, entrevistas pre felación, coreografías y protocolo para la copulación,
inserción de chips vía anal, etiqueta; pasillo a la izquierda, estudios de entrevistas para
documentales, esto no es un secreto para nadie.
Piso -13: Clínica de Cirugías Estéticas, botox, implantes de senos, implantes de glúteos, tratamiento
intensivo de hormonas, irrigación intensiva de cocaína intravenosa, preparación en ventas y
espionaje, entrenamiento de agentes T.
Piso -18: Sindicato de Dealers en Especie, adulteración de la cocaína con viagra, cocaína azul, igual
de adictiva, provoca fuertes erecciones, irrigación intensiva de cocaína azul intravenosa, se genera
la reacción alérgica al futuro consumo del alcaloide, los penes se hinchan y paran, no por
excitación, cabinas tipo confesorio, con gloryhole, para el intercambio de drogas por sexo oral, se
reciben voluntarios, todos los clientes son importantes, no interesa el dinero, solo expandir la
enfermedad, expandir el control.
Piso -23: Fabricas Interiores, high quality production, lo más fuerte, lo más puro, la mejor cosecha
termina aquí, solo para consumo interno, ventas al exterior por catálogo, cadenas de producción a
lo largo de todo el piso, áreas de pisado, tubos caen del techo, conducen la orina hacia las fosas de
maceración, cuajado de la pasta base en cámaras de presión, el mejor cristal, ollas de fondo triple,
control del calor con termostato digital, envasado de cocaína al vacío, las mejores manos,
chefs peruanos de confianza, extraídos de su revolución, cocina gourmet.
Piso sin número: Oficinas de Administración, logística, pantallas, conectadas a las cámaras de
vigilancia, a las cámaras de los cajeros, de toda la ciudad, todos los movimientos, las
transacciones, los clientes preferenciales (los que no soltamos), mapas de distribución de Santa
Serena, puntos rojos, los focos de venta por menudeo, horarios de patrullas, mapas del Sud
Continente, rutas, cifras de producción, al noroeste, llanos inmensos de materia prima barata,
pueblos enteros de mano de obra, barata, centenares de fábricas, más al norte, la cortina militar,
territorios de guerra para el abastecimiento de armas y fondos, al este y sudeste, el demonio vive
en la oscuridad de la selva, al sur, ciudades experimentales, efectos de la pasta base a gran escala,
la mayor concentración de bichos; en el corazón, materia prima de gran calidad, fábricas de gran
capacidad, asesoramiento judicial, centro administrativo, la capital del narco.
Cúpula, último piso (Igual bajando, llegamos arriba): Orfanato, guardería para los empleados,
interior dorado de tonalidades cafés, decenas de niños armando aviones de papel, introducen
sobres de pasta base, cada 12 de Abril, abren los paneles laterales, y arrojan millones de aviones
que caen hacia la ciudad, volviendo blanca la noche, como una cruenta nevada gringa.
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“Eso ya lo habéis visto, caminas rápido, maldito”.
El orín de los niños es el más puro, orín aun cargado de pura inocencia, el mejor ingrediente para
los pozos de maceración, del piso -23.
“Ven, acércate”.
Una enorme fuente circular en medio de la habitación, todos los niños, por turnos, orinando en ella
como si fueran querubines de mármol de una elegante fuente ornamental. Fuente proyectora de
visiones, adivinadores cargados de la influencia nuestra, acariciados por nuestras ventosas sobre
cada una de sus vertebras, se acercan, de a cuatro en cada lectura, abren las tapas que nos
muestran el cielo, reflejan, en el líquido, las estrellas y a nuestro satélite cuando esta negro, unen
las manos, agachados, respetuosos, elevando sus culos, endoscopia, abren bien sus ojos como
abren ampliamente sus anos, con fe, para la lectura de las instrucciones, para las lecturas de las
situaciones, de cómo se encuentran nuestros dominios, más allá, en el futuro, que instrucciones
nos da el pasado.
“¡Avanza!”
El reflejo de las estrellas y la noche en el líquido dorado, suave olor a orín sano, dedos viscosos y
peludos sostienen mi nuca con fuerza, un fuerte macanazo detrás las piernas, me arranca un grito
sordo y hace que, elevando mi culo, sumerja mi rostro en el líquido premonitorio, las burbujas se
multiplican con mi desesperación mientras un dedo rígido y viscoso maniobra mi escroto desde
dentro, segundos inmensos de agonía, las burbujas, cada instante más numerosas, a medida que el
dolor se vuelve placer, van quedando estáticas, como esferas hermosas dentro una piscina
gelatinosa, se siente un corriente de energía, cada que el dedo maniobra mis pupilas a través de mi
cuerpo, enfocando y desenfocando, mis iris en cada burbuja, interiorizando, en cada una, es un
mundo, cada una, una realidad, paralela, pero nada distinta.
Recuerdo, mis ojos conectados con el espejo, recuerdo el túnel carpiano extendiendo las cuerdas
tensas que conectaban mis pupilas con el espejo de mi baño, veo, como soy todos mis hermanes,
en todo el continente, hermanes presentes, hermanes pasados, exterminados, los hermanes que
vendrán, para reemplazarnos, multitudes de gárgolas agachadas, multitudes de rodillas, de
cuclillas, para recibir los mini falos esclavizantes, falos de estaño o de carne, sumisión total al
virulento experimento al que sometidos, a causa del placer, nos encadenamos por nuestra propia
voluntad.
“A él se le fueron dados los ojos para ver.
No volverán a estar de pie”.
Barrios enteros, familias devastadas; años que son lo mismo que minutos, de sufrimiento,
multitudes que son solo uno, una mente dominada, para todos, bajo el dominio de los cajeros.
¡Levántate y vocifera al mundo! ¡Con voz gutural, babeante y ronca! ¡TODOS SOMOS UNO!
!Tu voz es la mía! ¡No hay voces diferentes, insectos de antenas corruptas!
¡Así los de abajo como los de arriba!
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Yo soy testigo, mi carne presencial, mis nervios conscientes y fritos, el dolor de las multitudes en un
solo corazón ¡Levántate y grita al mundo, que todos somos culpables y víctimas,
aunque solo nos creamos jueces!
“Levántate, vete, haz lo que quieras, olvida todo o corre la buena nueva, haznos publicidad”
…-3, -2, -1…
…0.
- ¡¿Hola?! ¿Hola? – ¿estoy en mi cuarto? Si, la luz prendida – mmmjjjj – la luz me lastima, mis ojos
están pegados, todo borroso, ya se compondrá, ¿qué es todo este desmadre? La noche tan larga,
he dormido, en un rato a trabajar – ¡Shit! – los vagos recuerdos afloran en mi cabeza, carajo,
cuanto desmadre ¡Carajo!
- ¡Mi dinero! ¡Mierda! ¡Carajisima mierda! ¿Qué fue? ¿Qué paso? Davico…
Nada a mi alrededor que me diga que paso, un par de latas vacías de cerveza, unos estaños tirados
y mi marihuana desperdigada por el piso – ¡Mierda, mi faso! – me boto al piso para recoger los
pocos cogollos que no están desechos y mezclados con la tierra de mis zapatos, una pista, una
nota…
“Te traje y te deje ruviecito ai en tu cama lindos auriculares me los llevo a cambio de la escursion
de anoche junto con tus quintos del cajon.
Xoxo.”
…Davico… – ¡Hijo de paco! – ¡Malparido de mierda! – ¡Y esta luz del carajo! – Apago la luz y
revuelvo mis cosas, ¡se llevó mis headphones! ¡Y mi plata! ¡Él muy gran puta! ¿De dónde viene
esta puta luz? Muevo la cortina, el sol resplandeciendo a la mitad del cielo, mi espina se
estremece, ¿qué hora es? Mi celular…revuelvo todo, tiro mis cobijas, mi ropa sucia por todo el
suelo polvoriento, lo encuentro, la hora, mi trabajo…
Trece y cuarenta y siete.
Me quedo estático, siento que desde mis pies las burbujas en mi sangre comienzan a subir por mis
venas, cubriendo mis piernas, punzando mí estómago, crispando mis manos, estrujando mi pecho,
contrayendo mi cuello, presionando mis dientes en una sonrisa colérica y enferma, espumando
saliva, nublando mi vista y exterminando lo último de amor propio que pudiera sentir - ¡ME CAGO
EN LA MISMÍSIMA MIERDA DE MI PADRE! ¡ME DORMÍ! – giro, levanto con mi puño mi ventilador,
mi primera adquisición, mi primer compañero de charlas nocturnas, la primera cosa que obtuve
con el esfuerzo de mi trabajo y con toda la ira que pudiera generar la frustración lo arrojo contra la
pared, partiéndole la cobertura de las hélices, doblándolas, haciendo que grite como si tuviera la
culpa de todo, destruido, lo veo dando sus últimos giros en el piso, vuelvo a dar un respiro, la
sangre vuelve a bajar.
99
- Es tan tarde – y no tengo ganas de nada, todo está hecho mierda, hoy no iré al trabajo.
Cargo mi pipa, el poco faso que recuperé, el único consuelo que queda.
Tomare una siesta muy larga.
100
8. Patriarcado (V.G.Mch)
Y llamo su nombre Noé, diciendo:
Este nos aliviará de nuestras obras, y del trabajo de nuestras manos,
á causa de la tierra que Jehová maldijo”.
Génesis 5:29
- La mujer más cautivadora del mundo te digo, Jaime. Cuando reposaba encima de su cuerpo
sentía como salían las telarañas desde el centro de su tronco, desde el tatuaje debajo sus senos,
desde las partes perforadas de su piel, miles de hilos plateados formados por cuentas en forma de
lagrimillas, expandiéndose por todo el cuarto apestoso a alcohol.
- Qué asco ¿Ósea que como que te excitaba la idea de tirar con una araña? ¿Algo así?
- Que burro que sós Jaime, él se refiere a otra cosa, él se refiere al beso de la araña, es una historia
hermosa esa, Arturo es un poeta, por eso sabe esas cosas.
- ¿Me dices poeta por estar hablando así que es solo cuando estoy ebrio? Que tierno que eres
Negra, ojala hablar así sirviera para conseguir dinero.
- Seguro es una mujer hermosa Arturo, pero ya encontraras de quien más apasionarte. Seguringo
eso.
- Si no fueras tan borracho tendrías plata, pero no escuches mis críticas, yo tampoco sirvo con eso
del dinero, ni con eso de no chupar, ya con el cristal se me va tanta plata, ¡Ja! Y bueno Arturo,
también con las huevadas que te mandas a hacer como la que nos contaste recién como no
esperas no tener plata, y más aún ya no tener a tu mujer/bicho que tanto amabas pero dices que
no amabas. ¡Hey! ¡Papi! ¡Uno más!
101
Se llevan la jarra de cerámica vacía y nos dejan otra llena de fermento de maracuyá, ya la tercera
que nos tomamos con Jaime y La Negra Santiago, con quienes vinimos a beber aprovechando que
nos pagaron recién los sueldos, y yo les había prometido ir a festejar mi salida de las deudas que
me hicieron tener náuseas y urticaria durante los últimos dos meses, tiempo en el que me
recuperaba de mi noche en Las Vegas que me di junto a ese gordinflón y compañía, y ni hablar de
los ahorros que me tiro Davico. Vinimos a un bar cerca de las villas de la ciudad, que se llama El
Edén, mala suerte que sea solo el nombre, sino vería a ese par de hermosuras besándose
desnudas. Hay muchas parejas del mismo sexo, de seguro es de esos bares de remate
primordialmente homosexuales, pero que también aceptan gente de mente más sólida; de seguro
también, mis dos compañeros son clientes habituales.
- ¡Si la amaba! En especial por la forma en la que me hacía sentir el hombre más hermoso del
mundo, el más seductor, el que siempre la lograba, se fue y todo al cuerno, ¿dicen que son las
hormonas también no?
- ¿No estarás enfermo? Yo hace rato que te veo como con cara de triste por no decir de traste, y
seguro es por eso que no anotas con ninguna de tus loquitas.
- Yo pienso igual, te ves como enfermo mi Arturingo, tenés que cuidarte, tú eras bien vivaracho
cuando te conocí, juguetón, pícaro, reías tanto ahí con los chicos de tu área, y vos no la cagabas
tanto como este último tiempo, estas como cagau de tus nervios, ¿cómo haces las cosas que nos
contás?, ni si quiera suenan divertidas como para que te entienda, yo tampoco soy una santa no,
¡Uyyyy! Si supieras las cosingas que he pillado y que me he mandado, pero es otro tipo de joda, a
parte, a mí me invitan todingo esos arrechos, no despilfarro en nadinga.
- Y de seguro bre, nadie sale inmune de estas, ni el acero aguanta ciertas vibraciones, por suerte
sigue ahí el alcohol y la vida mundana para cobijarnos, ¡Salud! Esta bueno su boliche, la música
medio chota, pero vienen lindas minitas.
- Mujeriego sós mi Arturingo.
- Jajaja, si ¿hecho al gallito no el pelado?
Jaime, el stewart que guarda en cantaros las sobras de los tragos que los clientes dejan a medias,
de bisexual resulto solo tener la mitad, le gusta solo los penes como a La Negra, que es uno de los
meseros con los que hace poco recién comencé a charlar, le pedí dinero prestado casi a todo el
personal, él fue uno de los que más me ayudo y comenzamos a charlar mejor, muy grata persona,
hace unos días recién me entere que es travesti, mientras nos contábamos sobre nuestras jodas
en el trabajo, yo le conté de las pasantes con las que había estado, luego él se reía y me dijo que él
no podía vender a los chicos que habían caído con ella, que era lo único que le habían pedido a
cambio de penetrar su culo delgado.
El sabor dulce y ácido con color naranja fuerte y oloroso del fermento de maracuyá es muy
delicioso, es de las bebidas más deliciosas que he probado; hace que nuestras mejillas enrojezcan
102
con la misma tonalidad naranja, nuestros ojos se pongan vidriosos por la acidez, la cual también
alborota las papilas, haciéndolas hinchar cubriendo nuestras lenguas de miles de diminutos
pezones muy sensibles. Algo de paz después de tantos días de solo tensión y pajas mal hechas, la
melancolía por los viejos tiempos aflora y con ayuda del apasionante fermento me sincero con mis
bres.
- Me he estado pajeando mucho gays, mis ductos están macurcados – estallan en risas – y mi ropa
limpia no me dura muchos días, así que mientras más tiempo pase bebiendo con amigos como
ustedes mejor compadres, ustedes me escuchan, ojala los machos fueran así mayormente.
- Yo, te darás cuenta por mi carácter, creo que tengo mucha más experiencia para hablar de la
sensibilidad de los hombres que tú, y te diré que la mayoría son casi tan lloricos como cualquier
chica, en especial si se trata cuando alguien les toca muy profundo sus corazoncitos, se les parte
en trizas cuando de pronto sacas tu presencia de sus viscerales existencias, viscerales y estrechas,
me callo que me babeo, y bueno entonces, no te andes quejando de que no te llevabas bien con
tu papá que de seguro tu eres igual o has sido igual de mierda con tus amigos y con tu ex mina. Y
bueno si no te escuchan es porque a la mayoría de los hombres no les gusta escuchar lloriqueos,
porque les recuerda que son también todos unos lloricos que ni siquiera tienen los huevos para
llorar en público.
- ¿Porque estas tan alterado Jaime? ¿Tu diler no ha querido aceptar una chupada de huevos a
cambio de la coca?
- Seguringo que es eso, si este cuando no está duro, peor borracho, es insoportable, si uno no
puede dejar tranquilo su vino ahí en la entrega sin tener que dejarle bien encargado que no lo
guarde sino desaparece, ¿por nada más trabajás en limpieza verdad loca?
- De tu trago no te quejes conmigo que acá Arturo es el que más deja limpios los vasos, verdad
primor – me da una fuerte palmada en el hombro, yo sonrió humildemente, orgulloso de mi
borrachera, levantando la ceja les respondo: – ¿Creo que pedimos una mas no?, es lo más barato y
algo de lo más delicioso que he bebido; ¡Y esas villeras tan indignas! ¡Que buen ritmo girlas! Nada
raro que más tarde me vaya a buscar una parejita para bailar como si fuera Fiebre de Sábado.
- Oye Arturo, ¿tú te cogiste algún travesti como alguno de los de acá, que están más buenas que
cualquiera de las chicas que trabajan allá en el laburo? – Me pregunta Jaime, ahora el levantando
la ceja, estirando su nariz aguileña hacia la pista de baile.
- Si broder, y su culo olía a polen, pero tenía menos clase que las de acá.
- El mío huele a acerola por si algún día querés sentir mi Arturingo.
- Lamentablemente mi Negra, yo a ti te conozco de civil así que no funcionaria, ¿dicen que eres un
cuerazo no?
- ¡Uf! Papito, me estarías cogiendo antes de que me reconocieras, tú te lo perdés.
103
-Jajajajajajaja, sonso de shit, hace mucho tiempo que no me cagaba de risa estando con dos
amigos, los dos resultando gays, como tantos de mis héroes, intelectualoides y artistas, con
muchas y muy amenas dependencias todos, la mayoría autosacrificados por causa de mantener la
libertad común. En especial la de meter el rabo a quien se nos antoje, ¡Salud! ¡Por la Queen!
- ¡Ehhhhh! – Chocamos las copas como ebrios de caricaturas.
- Bueno, nosotros dos metemos y recibimos papachin, hasta donde nos has contado tu nunca has
recibido ¿o sí? ¿Nunca has sentido una comezoncita desde dentro, donde no llegues y le tengas
que pedir de favor a alguien para que te rasque? ¿Al que te estas cogiendo tal vez?
- De adolescente tenía unas picazones pero creo que era porque solía ser un cerdo, algunas veces
me frote con mis dedos un poco más dentro de lo usual y nunca sentí placer más allá del que uno
siente rascándose cualquier otro centímetro cuadrado del cuerpo, afortunadamente tampoco
nunca me he visto en situación de que ofrezcan cambiar de rol de repente.
- ¿Y que te penetre una mujer?
- Mira…ahora que lo mencionas…haces años si fantaseaba con la idea de que me penetre una
mujer, siempre y cuando sea mientras me la esté chupando, debe ser verdad todo ese cuento de
la próstata y el punto g masculino y bla bla bla.
- Como nunca te pille andando por ahí – Me dice Santiago lamentándose en broma.
- No andas por los fosos y barriales llenos de cheiro por los que yo frecuento de ocasión mi Negra.
- ¡Que jeringoso con eso che! – Estalla Jaime – Como si fueras el único que ha andado por
cagadas, todos acá tenemos las manos sucias del mismo barro. Mira, la naturaleza del hombre es,
o por lo menos yo lo creo así, bastante conflictiva, desde el punto de vista de la competencia, en
especial entre los aguerridos como yo y mis novios, imagínate toda esa competitividad ya que de
por si se da en entornos masculinos, a eso súmale un ambiente general de coqueteo, y con el
factor tabú del sexo (quien es la más puta) que está más que presente, analízalo un cacho, date
cuenta que nos hacemos mierda, nos la pasamos rompiéndonos los anos todo el tiempo, de
muchísimas maneras. Esa misma naturaleza se refleja en la soledad del hombre, nos auto
boicoteamos porque siempre estamos compitiendo con nuestro ego, queremos alcanzar las metas
que nos propone pero a la vez nos ponemos trancas a través de él, y muchas veces, nos
terminamos flagelando.
- Hay hartango machismo entre las locas también.
- ¿Dices que tengo machismo Negra?
- Todos somos hijos del patriarcado nene querido, entre hombres varia claro, cuantos genes se
tiene infectados con ese bichingo machismo, unos tienen más, otros tienen menos, pero todos
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tenemos un poco de eso en las células; y eso es clave en todo el embrollo en el que esta esté
pelado.
- Yo debo tener bastante machismo seguramente; alguna vez me han dicho creo, en alguna tokada
alguna mina, es medio jodido pasar de la teoría a la práctica, uno sabe mucho de esas cosas, pero
aplicarlas es denso.
- ¡Tú eres un mujeriego machista! ¡Cállate! Jajajaja
- Que malo que sós con Arturo
- Jejeje me gusta molestarlo, él sabe que lo amo, siempre le guardo su tarrito con vino.
- Yo conocí a un tipo que me conto que él se dejó coger con su padre, chupándosela y todo, a
cambio de drogas, lo disfrutó, sé que lo hizo, algo me dice; y algo que me atrae bastante, de la
gente que le gusta recibir por el culo, es que tienen una oscuridad que me es difícil de entender,
me obsesiona, tienen otra forma de pensar, muy distinta a la gente que para follar solo utiliza sus
genitales.
- Creo que sabes muy poco del tema para dirigir esta charla señorito.
- Son muchas cuestiones, y la mayoría son personales, no nos puedes encasillar diciendo la gente
que hace esto es así, no se puede hacer eso con nadie, que yo sepa; pero si hay algo de oscuridad
en todo eso que mencionas, si la conoceré bien, y eso es algo que no sabrías si no te hubieras
cogido un hombre, ya que el sexo anal con las chicas es muy distinto (también tengo amigas
mujeres con las que tengo estas charlas) sé que también sabes eso, pero no has debido caer en
cuenta, que esas oscuridades tan profundas que has estado explorando, son muy distintas,
reaccionan distinto.
- Los hombres siempre se han culeado unos a otros, antes y después del patriarcado, ¿tú misma
me contaste te acuerdas Negra? ¿O cómo era el tema ese? Es que estudió antropología cuando
era hippie hace unos quince años, cuando era joven.
- ¡Caradura el atrevido este! Tengo apenas veintisiete, ¡rayado!
- Algo con los padres, algo con las espadas, ¿no sé qué era?
- No me acuerdo.
- Todos hemos sido víctimas del machismo nos dices entonces, Negra, sí, yo siento que eso es
verdad.
- ¿Por qué?
- Es como un virus genético, lo tienes tú, lo tengo yo, lo tienen las locas y las mujeres también,
muy contagioso, es tan viral que incluso se transmite por televisión, por canal abierto, alguna
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gente es más resistente, otra no, bien claro lo dijo la Negra hace un rato. Lo que nunca pude tener
claro es que si fue primero la enfermedad y después la guerra o al revés. – Me pongo a pensar un
rato mientras los dos me escuchan absortos a causa de nuestra borrachera – Más me inclino a
creer que la guerra es un síntoma de la enfermedad, una característica clave del machismo es
renegar del trabajo, he ahí una clave; esa flojera, se volvería poco a poco en ganas de que otro
trabaje por ti, tu vecino no se ve mal para ello, entonces lo esclavizas, ¿no suena mal no?, incluso
te quedas con su mujer, ¡y ta chan! eh ahí un factor más para que haya guerra.
- Que locuras hablan ustedes dos, ¿de verdad sacan eso de esos libros de los que paran charlando?
- ¡Todingo está en ellos! Y más que nada en la biblia, para quien sabe leerla. Yo siempre que puedo
la ojeo, en especial antes de dedearme el culingo, amo esos poemas tan románticos escritos por
Salomón, ese sí que debió ser un hombre.
- ¡Jajajaja! ¡Qué buena esa! ¿Y en qué parte está eso que digo de los virus y eso?
- ¿Dónde más? ¡En el principio! Se dice que el diluvio fue el punto de marcha para el Patriarcado,
toda una nueva sociedad gestándose dentro de ese barquingo, a la cabeza del padre de familia;
toda una maquinaria heteronormativa flotando por el mar gigantesco.
- Interesante ese cuento; ¿ustedes alguna vez fueron héteros gays?
- Yo no, siempre les metía mano a mis compañeritos.
- Yo sí, hasta mis veinte más o menos, allá cuando estudiaba en tu ciudad conocí un pelado que
me hizo entregarle el culo como si fuera mi ofrenda más preciada, abrió un túnel en mi dando
paso a que salga toda mi diosa interior, por mi culo es por donde salen mis alas.
- Imaginar eso hace que te vea como al ángel más obsceno del reino de dios mi Negra.
- ¡Las mujeres están locas chico! A las lesbianas menos les entiendo, ¿no les basta con ellas
mismas? ¡Todavía se buscan más mujeres! Esas relaciones deben ser masacre tras cogida tras
griterío tras ternura rosa rosa rosa tras masacre otra vez, brrrrrr, las miradas de las mujeres me
ponen nervioso.
- Las mujeres están locas sí, pero las locas más heavys, las con temas más punzantes, son las más
hermosas y excitantes, esa nebulosas fragantes que tienen por psique, son como mantos que
cubren mi razón, adoro quedarme horas pensando en una mujer, pensando en porque es así,
¿porque será TAN así? Desordenadas, erráticas como la frecuencia de radio, de madrugada, adoro,
las chicas como ellas; esas de la esquina de la barra, ¿las ven? que se nota a leguas que, primero,
no pueden vivir la una sin la otra, y segundo, que no pueden dejar de beber por más que una ya se
haya orinado y la otra este por dormirse en la barra, ¡y esas pintas! Me las imagino encadenadas,
con toda la libertad de moverse, pero por siempre aprisionadas, agitadas, no es como la gente dice
que uno no se da cuenta de las cadenas de nuestras adicciones que nos aprisionan, todos los
adictos a algo sabemos que somos esclavos, consientes de nuestras ataduras, pero también
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sabemos lo excitante que eso resulta, vernos con las ropas rasgadas, con ojeras purpuras y
profundamente talladas, sacudiendo las cadenas para hacerlas sonar tan alto que nuestros nervios
afloren por los poros, para gritar con todo nuestro cuerpo; es rico men, me excita mucho ver a una
chica, (o a un hombre-chica en los casos más turbios), contonearse presumiendo sus cadenas,
haciendo tintinear los eslabones que perforan sus cartílagos, sus lóbulos, sus labios...Tan hermosas
ellas, todas rotas.
- Mi Arturingo, ¿estas llorando? Ya estás muy borrachingo, nunca imagine verte llorar, no piensas
más en ella.
- Este trago me ha puesto muy melancólico Negra, está muy sabroso.
Lágrimas de cocodrilo.
- Bueno yo me voy, creo que ya cumplí mi función acá, vámonos chicos, es día de semana y
mañana no quiero estar hecho putas y ustedes tampoco.
- Vámonos.
- Lets get the fuck out of here – Lanzamos cada uno un billete de cinco y nos levantamos de la
mesa, salimos del antro y rápidamente tomamos un taxi los tres, que nos dejara a cada uno en
nuestros destinos.
- Me dejaste pensando en eso del arca Negra.
- Ahí seguro estaban todos culeando y martirizando a sus pobres mujeres, casi como en Caín, de
Saramago, ¿leíste? así mismo, seguringo, rodeados de caca flotando atrapados en su país barca
¡EN SU PATRIA-ARCA! ¡Jajaja! ¡Ahí quedo justingo!
Este mesero es muy culto, me digo a mi mismo, ojala todos los hombres fueran un mínimo así.
Después de unos quince minutos de recorrido La Negra es el primero en abandonar el carruaje
motorizado, se demora al entrar a su casa por una disputa que se genera con el cerrojo de su
puerta, hacemos esperar al taxi hasta que entre, cuando al fin lo hace, nos aseguramos de que
haya cerrado su puerta y nos marchamos.
- ¿Tu casa está más cerca no Jaimito?
- Si. Chofer, al Puente de Villa Esperanza por favor.
El motor relincha mientras salimos del callejón donde vive Santiago y nos dirigimos hacia la oscura
carretera que nos lleva hacia una de las pocas áreas elevadas de la ciudad, una favela que hace de
mirador de la ciudad, Jaime vive justo en la esquina donde empieza el puente, delgado y antiguo;
nos despedimos con un estruendo de manos y un beso en la mejilla, el no tarda en entrar, vive en
una vecindad parecida a la mía, la cual al parecer permanece con la reja abierta toda la noche.
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- ¿Y usted?
Yo vivo en el barrio Mercedes Urquidi, en la calle 9 Oeste, la tercera esquina a la derecha, al lado
de la mecánica Nashville.
- A la Mendigos Salazar por favor.
Ops.
La memoria de un adicto al placer es más sensorial que otra cosa, los detalles placenteros de las
sensaciones percibidas durante los momentos de gozo erradican cualquiera de esas quisquillosas
quejas de la consciencia; el recuerdo de los borbotones de alcohol a través de la garganta, los
sahumerios de shit que idiotizan los lóbulos frontales, los senos de plástico hipnotizando las
pupilas, hacen que Pepe Grillo quede reducido a una cucaracha pastabasera diciéndote al oído
izquierdo “¡Dale bro! ¡La ultima hubo mala suerte! ¡Hoy volveremos a ser los propios!” Entonces
uno anda con otra voluntad, los pies simplemente se mueven sin darse cuenta que ya han pisado
esos caminos embarrados de caca de perro enfermo, embarrándose los pies de nuevo, culpando a
la mala suerte.
Es un largo tramo incluso para las velocidades que manejan los taxistas de esta región, me reclino
hundiéndome en el cómodo asiento, pienso en Jaimito y en La Negra Santiago, pienso en sus
rostros descalificándome, acongojándose a causa de mi indiferencia hacia sus reflexiones, me
cago, su amistad es muy hermosa pero eso no hará que mis nervios se desacostumbren a vibrar en
otros tonos, necesito shit, aun a sabiendas que es un producto para esclavizarnos, vendiéndonos
libertad…esclavizarnos…alcohol nefasto, shit drugs, amor de alquiler…herramientas para
esclavizarnos…como la guerra, no todo lo que hablamos se me borro de la cabeza Negra, guerra
para esclavizarnos como dijimos hace un rato, y como efecto colateral llegaron luego los
narcoestados, para que matarnos, si podemos sustentarlos, nos esclavizan, bajo nuestra voluntad.
Los narcoestados son como la técnica de control por parte de los sistemas, el machismo es el virus
con el que se expande, ¿o usted no lo cree, taxista?
- ¿Está hablando conmigo?
- ¿Si/no? ¿O lo pensé? Dígame.
- Nose joven, usted está medio verga, pero creo que tiene un cacho de razón en toda esa shit de la
que habla.
Me callo. Llegamos, pago y me bajo del taxi. Me quedo parado en la esquina justo bajo el faro de
luz, escuchando el viento que silva anunciando que en estas calles no hay vida, camino un poco
por la acera de los bares de pésima muerte a los que nunca entre, en busca de alguno abierto, en
busca de alguno que tenga una luz prendida o algo de música escondida anunciando que están
atendiendo a puerta cerrada, ninguno disponible, todos muertos, vacíos por fuera y dentro, vuelvo
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a la esquina en la que arribé, doy un prolongado vistazo al horizonte de nuevo, un viento tibio me
sopla la cara, me muevo de lado a lado y me voy caminando.
Ya no puedo recordar ni exponer las cosas en tiempo pasado, a pesar de que me inundan los
recuerdos. Desde hace meses que siento todo demasiado presente, de camino entre estas calles
hacia el Palacio, justo por donde paso ahora, se encuentra el Güero Burger, un pequeño snack
nada elegante que vende una pequeña variedad de sándwiches y hamburguesas, de entre las
mejores que puedes encontrar en las calles; toda su comida viene con la especialidad de la casa,
que es una mayonesa con ajo y orégano, jodidamente deliciosa, muy adictiva; como no tengo prisa
en llegar a mi casa, tomo un descanso en las escaleras de la entrada, me apoyo en la pared
izquierda y cuando giro mi vista a la derecha, en forma de espejismo, está Ella, abriendo sus
mandíbulas como si fuera una jaguar bostezando para darle una gran mordida a su hamburguesa;
aprieta sus incisivos contra el pan, desgarra la carne y la salsa, acompañada de unas cuantas
semillas de tomate, que se desparraman por sus labios, embarrando, no tan groseramente, sus
comisuras; pasa la punta de su lengua para limpiarse, dirige una mirada de deseo carnal a lo que le
queda de hamburguesa, mastica con placer el bocado que tiene en la boca, unas cuatro veces,
para luego voltear hacia mí, y mirarme con el rostro más tierno que puedo haber visto, la alegría
más pura que puede mostrar un rostro, complacida con su grasiento alimento, como si fuera una
tierna niña comiendo su comida favorita. Mientras sigue masticando se apoya en mi hombro, alza
su mirada y me clava sus enternecedoras pupilas oscuras en mis ojos, no existe mayor felicidad, no
existe felicidad más dulce que la que me muestra, que es la de compartir esos momentos de
alegría con la persona que amas, ella me ama, ella ama a ese hombre con el que comparte su
hamburguesa, ella ama ese snack que descubrimos juntos un día mientras andábamos borrachos y
hambrientos después de haber salido a bailar, ella ama ese momento que ahora se muestra ante
mis ojos, ese momento que yo ahora siento tan presente. Estiro mi mano para alcanzar la
hamburguesa que ella me pasa con ambas manos, mostrándome la parte mordida para que
continúe lo iniciado, para que siga el camino marcado con su saliva, mi dedos están por tocar el
pan y, mientras más acerco los dedos, poco a poco se esfuma su repentina presencia, volviendo
niebla todo su cuerpo, quedando frente a mí solo la brillante oscuridad de sus pupilas, las que
ahora de pronto se han convertido en las de una gata negra que corre velozmente, escabulléndose
en la oscuridad, dejándome de nuevo completamente solo en medio de toda la calle.
¿Dónde ha quedado ese amor? Sepultado por el egoísmo de un hombre.
Ha muerto por inanición, como la ya clásica historia de desamor: Un hombre de carácter al parecer
indomable, con una chispa brillante que lo caracteriza, una mujer con mucha leña, que da vida al
fuego del amor, mujer que enciende aún más esa chispa, la aviva y protege todos los días, sin
cansarse, sin mezquinar su leña; el hombre es confiado, el hombre es cómodo, y reniega del
trabajo, esforzarse es un castigo de alguna manera, el fuego es fuerte, piensa, tiene mucha leña,
piensa, yo no tengo que hacer nada. La relación se agota, el fuego se debilita, ya no calienta tanto
como al principio cuando estallaron las llamas, y, poco a poco, con el tiempo, se apaga.
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La historia es muy típica; recuerdo, también, que mi padre me contaba cosas parecidas, cuando mi
madre lo abandono, lo recuerdo, sufriendo por ver las cenizas apagándose de lo que en algún
momento fue su relación, pero también lo recuerdo, viendo el fuego todo pancho y relajado,
sentando en el sofá, con una cerveza en la mano y un cigarrillo en la otra, solo viendo, solo
disfrutando del calor, mientras mi madre traía la leña desde muy lejos.
Recuerdo la misma historia, contada por hermanos, por sus padres, por libros, por películas, por
taxistas, por peluqueros, por borrachos en barras de los bares a los que fui alguna vez, en busca de
alguna chica que ofreciera fácil su fuego, y solo terminaba charlando y embriagándome con
borrachos perdedores.
Y eso, para la mayoría de nosotros, es un comportamiento de lo más normal.
- Estas pensando mucho en esa chica – me digo a mi mismo, en voz baja, cuando cruzo con mi
reflejo en la vitrina de una tienda de lencería – habiendo tantas chicas – me sigo diciendo,
mientras veo mi reflejo rodeado de las formas femeninas de tres maniquís presumiendo cuerpos
moldeados y lencería colombiana que solo algunas mujeres saben portar dignamente. Recuerdo a
una, Libertad, la mujer que demostró su eficacia laboral dejándome en la bancarrota, recuerdo su
lencería blanca y dorada que usaba durante su performance, vagos recuerdos de esa noche
vuelven de pronto, la recuerdo charlando conmigo, de libros, de historia, algo de Cleopatra y la
conquista de los hombres, “¡Yo no creo en el feminismo! ¡Esos son radicalismos que no van con
esta mujer!” me decía orgullosa, levantándose para presumirme lo bien que se veían sus piernas
usando tacones.
Me dijo que no creía en el feminismo, que ella consiguió más libertad de la que cualquier mujer
podría tener y la consiguió aceptándose a ella misma, nada más, sin nada de dogmas.
Pero en ese negocio hay reinas y esclavas, y no hubiera conocido una reina de no haber conocido
muchas esclavas antes, como la drogadicta que apestaba a pastillas; o como la señora de más de
cuarenta del que fui su primer cliente, que cuando le pregunté su edad me dijo dieciocho, que yo
sabía que era mentira, le calculaba unos veintiocho a treinta, pero por la ropa y el maquillaje que
usaba no me di cuenta de su verdadera edad hasta que la vi desnuda en la cama, claros senos de
madre de dos o tres críos, habrá llegado a ese rubro por tantas razones posibles; o una que
recuerdo en especial, una treintañera de un cuerpazo exuberante y ya de avanzada vida en esa
carrera, me dio a entender eso, no solo por lo que me contaba, sino también por la manera que
dominaba su cuerpo y el mío. De que fue una gran y codiciada prostituta allá en sus tierras
guaraníes, que los clientes la buscaban mucho, y que solo preguntaban por la chica del tatuaje de
mariposa, un tatuaje ya bastante decolorido que tenía en su culo, de muy buen tamaño, el tatuaje,
también; un ala en cada nalga, con algunos detalles del cuerpo entrando hacia el ano, me la
imaginaba y realmente de joven esa mujer debió ser una de las sacerdotisas más codiciadas y
admiradas de su tierra, para diez años después trabajar en un tugurio de segunda, rebajando el
precio de sus servicios, ya que las veinteañeras cobraban más, por cuestiones de “gusto” de los
clientes, pfff, pinches políticas de trabajo despectivas, antes de ella me tomé un trago con una de
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las veinteañeras y era una hueca boba, y muy pretensiosa, fue mucho más placentero yacer con
una mujer más conocedora de la vida, como lo era esa anónima del tatuaje de mariposa en las
nalgas.
En noches de insomnio como estas, de entre todas la puertas que uno puede encontrar (y ver)
abiertas, son las de los burdeles, queramos o no, y ya sean con presencia de reinas o esclavas, de
los lugares más seguros; ya que en estos recintos domina la fuerza femenina, aceptémoslo o no,
haciéndolos lugares peligrosos para uno mismo solo si es que se posee un pésimo olfato y se mete
la pinga en algún orificio enfermo, desleal y muy necesitado de dinero; las otras opciones para
pernoctar son, o muy turbias, o demasiado enfermizas; en todas la noches que deambule por
estas calles omití la idea de comprar un trago barato y juntarme a beber con los panderos o con
los cleferos que dominan muchas esquinas hasta entrada la madrugada, o llegar a los
condos/perforadurias de ketamina, tan duros como los suburbios base del sur, extensos barrios
llenos de palmeras y barro, en los que incluso te puedes dar semanas de vacaciones si tienes los
billetes para pagar los servicios de alquiler de una pieza.
Todo eso, así, simplonamente explicado, suena igual de divertido que cualquier otra aventura
relacionada con cualquier vicio ordinario, en especial en el mundo de las drugs, pero los territorios
de violadores, caníbales, vampiras con sida, lampreas de canal, tinn(ag)ers, traficantes de riñón y
policías no se pintan para mí, por allá se va cuando uno no tiene nada que perder, o no tiene
miedo a perderlo todo.
Yo soy una persona normal, que tiene aún bastantes miedos.
Tengo una amiga que amaneció muerta y empapada de semen por dentro y por fuera en una de
las perforadurias de ketamina cerca de un mercado de pulgas del centro.
Ese es un tema, por el que nunca me di una vuelta por ninguno de esos boliches, el otro tema es el
sexo.
En esos lugares uno no va a disfrutar de los placeres para y del cuerpo humano, allá la gente va a
morir un poquito más rápido, de manera insípida y fofa, los resignados al tedio absoluto de vivir;
yo cuando estoy en pedo, de las cosas que más deseo es coger, la lujuria es una sensación muy
placentera, obviamente, y que cata muy bien con la base y el alcohol, y a cambio de coger se
consigue drugs mas fácil, todos los vicios se unen, en especial uno de lo que más implantado
tengo, y muchos tenemos, ¿verdad chicos?, el de eyacular a la girla en el rostro.
Una obsesión, más que un vicio, que tengo desde que de adolescente empecé a usar internet, esas
imágenes de esas mujeres preciosas con sus mejillas ruborizadas chapaleadas de semen me
lavaron el cerebro, literalmente.
Una obsesión que solo una chica me dejó satisfacer, menudita y delgada cocainómana, con la que
jugueteamos desnudos toda la noche hace ya varios años, la primera mujer, ahora que recuerdo,
con la que pase una noche entera entre sus sabanas; en ningún momento dejó que la penetre,
111
haciéndome varios amagues toda la velada, ya para darme el gusto del orgasmo y hacer que me
duerma de una vez me dijo que le eyacule en sus pechos, mi verga estaba tan cargada por tanto
jugueteo de horas que la termine empapando, desde sus costillas hasta su nariz, y con lo pequeña
que era… cuando sintió el chorro hizo un ruidito parecido al que hacemos al entrar en una cascada
helada, un suspiro de ahogo, más o menos.
Obsesión que solo volví a complacer hasta que conocí a Soledad, que me mintió al decirme que
siempre podía buscarla aquí, y ahora que la vengo a buscar no está, me siento un estúpido por
haber venido a buscarle, me siento un tarado por no haberme ido directo a mi casa en ese taxi,
también me siento un hipócrita por haberme estado lamentando todas estas semanas hasta esta
noche por haber perdido a Ella, ahora recordando tantas veces que la engañe diciéndole que
estaba en mi casa, y ahora sin remordimiento vuelvo por las mismas andadas, por gusto, pero casi
sin darme cuenta, automáticamente; me siento a la cagada, siento frio y las sensaciones de vacío
en el estómago son como calambres de hambre, entonces veo el edificio que oscurece más las
madrugadas de esta ciudad y decido ir a buscar mi vacuna favorita contra la “sensación”.
Y estando ahora, caminando desde esta determinante esquina hacia el palacio negro, es que me
doy cuenta, que una de las razones por las que después de conocer a Soledad volví una que otra
vez a “forzar” la casualidad de comenzar el fin de la noche haciéndomela chupar con un travesti,
no solo fue porque ellas están muchísimo más guapas que las prostitutas que trabajan en las
mismas aceras, tampoco es solo el hecho de que sean fuentes más seguras de narcóticos básicos,
es también el hecho de que son más carismáticas, sonrientes, complacientes y no tienen ningún
prejuicio con que les destroces el maquillaje con una eyaculación.
Materializar la pornografía.
Amo estas noches de reflexión melancólica de la vida, donde ahondado randomicamente en el
interior de los pensamientos y las conversaciones trascendentales inspiradas en el alcohol, se
logran incluso identificar las armas esclavizantes del tan dichoso patriarcado, del cual hoy por hoy
solo se quejan las mujeres, ya que son las victimas en carne propia; tantas hermanas violadas e
infamemente asesinadas por la violencia y la arrogancia sexual de mis ignorantes hermanos (que
lo son, son mis hermanos, por más vergüenza que me provoque) pero de cómo el patriarcado nos
maneja, a los propios hombres, casi nadie habla, menos aún en este continente tan machista.
Alcohol barato, mi favorito, entumecer la voluntad. Drugs multicolores, multiformas,
multitexturas, ilusión de libertad, narcohedonismo (yo hago lo que quiero). Sexo fácil,
apareamiento sin esfuerzo, lo que todo macho, flojo, de cualquier especie animal, adoraría (eres el
macho alfa). Nos tienen dominados, y encima, les damos nuestros ahorros.
- Adicto perro egoísta – me digo al oído – sientes pena pero no te sientes ni un poco culpable.
- ¡Que perrito tan bonito! ¡Guapo perrito faldero, husmeando con su nariz de aquí para allá sin
pensar, instinto canino, instinto animal, rastreando placeres olorosos por la ciudad! ¡Perro
convenienciero! – Los azotes verbales llueven sonoros en mi espalda mientras me detengo a
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orinar tras una caja de conexión de teléfonos cuyos cables seguramente también conducen al
palacio/droguería al por mayor.
Ya no son los mismos ojos que ahora observan la alta torre del Palacio, los dos meses que han
pasado se sienten como si fueran dos años y más, es imposible verlo de la misma manera que lo
hacía antes de que, por gajes del oficio, descubriera sus entrañas. Por lo irritados que han estado
mis nervios estas recientes semanas, he vuelto a fumar tabaco, cosa que pensé había dejado hace
mucho tiempo; mientras me acerco poco a poco al edificio, prendo con dificultad, a causa del
viento, el ultimo cigarrillo que llevaba en los bolsillos, mi saliva moja el borde del filtro de tanto
que los sostuve antes de prenderlo y hace que la punta de mi labio quede pegada al papel,
causándome dolor y haciendo que mi labio sangre levemente cuando retiro, de golpe, el cigarrillo
de mi boca para botar el humo absorbido de la primera villa, el sabor del tabaco cierra levemente
mis parpados, concentrando mi mirada en el árbol frondoso bajo el que conocí la narcomancia
practicada por algunos narcotraficantes; un dos por ciento de toda la comparsa de la memorable
pasada noche está bajo ese mismo reloj que ahora apunta las cuatro y cuarenta y cinco, reviso el
reloj de mi teléfono y es la una y cincuenta y siete; reviso mis bolsillos y mi billetera, tengo lo justo
para no sentir, por minutos eternos, esta melancolía que me invade desde hace unos días. Meto
mi mano izquierda al bolsillo, apretando el billete de veinte que necesito para ir a ese lugar donde
puedo darme el lujo de no sentir, ni pensar; toso sin querer mientras avanzo, anunciando mi
presencia, que creo no se notaba por la oscuridad y el silencio, son tres mujeres que me miran de
pronto, me observan y luego me ignoran, termino mi cigarro y me dirijo a la que está más cerca,
una mujer vestida de manera normal, de unos treinta y seis años calculo, de mi estatura, muy
guapa, sencilla, tranquila, parece la profesora simpática de primaria.
- ¿Buscas compañía chico?
- Con usted me encantaría, pero sé que no me alcanza, estoy buscando base, ¿tiene o sabe alguien
que por acá este vendiendo?
Se me queda observando, sus ojos toman una expresión como entre sorpresa e indignación, con
un toque de tristeza.
- ¡¿Qué te pasa?! Un jovencito como tú… no te enganches en esa basura.
¿Qué? – Este, no, no estoy enganchado, yo solo, es como, paseo, yo pruebo, no más…
- Eres un chico adorable, no andes por esos caminos, ándate nomas – Su mirada de pronto se
vuelve la de mi madre el día que nos vimos por última vez cuando salí de mi ciudad.
- ¿Y coca no tiene?
Me acaricia el rostro condescendientemente a modo de respuesta, de pronto una vagoneta para
al lado de nosotros con la ventanilla delantera abierta, las tres mujeres se acercan a ofrecer sus
servicios, que de seguro contratan a alguna, son las únicas activas esta noche; aun algo pasmado y
confundido me alejo, mejor no interrumpir más su trabajo.
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Me largo con mis billetes intactos, con el alcohol evaporándose a través de mi piel y con una
sensación de depresión estomacal muy frustrante, ni modo, nos vamos a la segura, la licorería que
veo a dos calles esta con las luces prendidas.
Me alejo del palacio con las manos en el bolsillo y la cabeza gacha, como si ya no me quisieran
cerca.
Qué raro, de donde habrá salido esa mujer, que pareciera me hubiera confundido con su hijo,
habrá que pensar luego respecto a ella, ¿enganchado? Nunca me he considerado enganchado,
aunque suene como un mal chiste.
Un foco verde, mi color favorito, toco el timbre.
-¿¡Atención!?
- ¿Que va a querer?
- Deme una sobaquera de tequila, y un par de cigarrillos negros sin filtro.
- Diecisiete cincuenta y cinco.
- Aquí tiene señora
- Su cambio.
- No se preocupe, hasta luego.
- Gracias, buenas noches.
Alcohol, el siempre presente, el que nunca falla, un buen trago, ¡Uggghhh! ¡Salud! Me prendo mi
cigarrillo y me voy hacia mi casa, no quiero perder más tiempo en la calle, todavía me hace frio,
me calentare al embriagarme tranquilamente hasta quedarme dormido en mi cuarto.
Hay un brillo invisible en el cielo, el viento para y las nubes desaparecen del oscuro manto que se
eleva por todo lo alto, algunas estrellas vuelven a brillar y yo empiezo a girar sobre mis talones
para contemplar toda la circunferencia del cielo encima de mi cabeza, habiendo dado algunas
vueltas me detengo por el mareo, tomo un gran sorbo y, encima, contemplo que ese extraño brillo
viene de un circulo negro mucho más oscuro que el cielo; es la luna que esta vestida de elegante
bruja, asombrosa por la intensa penumbra que rebota de nuestra sombra que proyecta la luz solar
que se encuentra, ahora, al otro lado.
De pronto, pasos de mujer, un sonido de tacones se manifiesta por toda la calle, dejo el cielo en su
lugar para volver a saborear la candela ardorosa, mientras cierro la botella los pasos se hacen más
notorios, entonces poco a poco, revelándose desde la curvatura que tiene la perspectiva de la
avenida, caminando lentamente por la acera, aparece una mujer topo, andrajosa, con la piel sucia
como cubierta de carbón y apestosa a heces secas, negra su piel hace que parezca un montón de
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telas rotas caminando, tambaleándose, carga una cartera desecha llena de botellas de vidrio, lleva
un montón de trapos cubriéndola haciendo que no se pueda distinguir entre blusa, falda, abrigo ni
bufanda, y unos tacos rojos prácticamente nuevos; yo no quiero volver atrás, tampoco demostrar
desprecio o miedo cruzando al frente, ella ya se ha fijado en mí y no es posible ignorarnos a estas
horas, como si hubiera una multitud rodeándonos; la calle es nuestra y será un escenario gigante
para nuestra charla que se avecina, imparable. Hablar y charlar, sin pensar.
A pocos pasos, se nota mucho más de ella; es peligrosa, tiene miedo y está a la defensiva, lanza
odio con sus muecas, me increpara con señas obscenas para asustarme, desde que me vio más de
cerca empezó a golpetear una de sus botella con sus largas y partidas uñas cafés amarillentas,
filosas.
- ¡¿Yeneliesvoooos?!
Hago un esfuerzo por entender lo que dice, su expresión ayuda un poco en la tarea.
- Hola, yo paseando, ¿todo bien?
- ¡Noooooooo!Esohiyosdesgreciados!Esodeahiiiiiiilosdeahiiii!
- ¿Los de allá? – Señalo a las mismas casas lujosas que me muestra a su izquierda, a mi derecha, un
condominio residencial cerrado, elegante, pero antiguo y mal cuidado.
- ¡MiooooomiyooooerlatooomioooooylesosMIOOOORDASmequilarommaleantes!
- A mí también me emputan, ratas gordas.
- ¡AHHHHHHHH! – grita agudo haciendo vibrar el viento – ¡ROSVOIIILAMATARÑIJOSSOOOPUTA!
¡MIOOOMELANQUITADOYOREERESUXFIN!
Se pone a lagrimear, yo abro la botella que sigue en mi mano, tomo un buen sorbo y se la paso.
- Salud, nosotros hacemos lo que queramos, salud, toma viejita
- ¡Ehhhhhhhgrasasehhhhhgraças! – Toma grandes sorbos y de pronto sus ojos brillan con la
amabilidad y la alegría de los ojos de un cachorra cuando se la saca a pasear; en medio de sus
cachetes hinchados y rajados que rodean su nariz torcida y carcomida, se dibuja, desde su boca
desdentada, una sonrisa hermosa y aliviada, dándole algo de brillo a sus labios que ahora se
relame de gusto. Es un hecho, a las mujeres les encanta el tequila.
- Esa mala mierda de gente no nos va a quitar la felicidad, yo me voy, te regalo la botella, chau, te
cuidas.
- Yaaayaaachaujejejechauuu – me abraza y me besa en la mejilla, su olor me crispa la espalda y su
cabello áspero me hace picar la cara, pero por uno o dos segundos pongo un poco de presión con
mi mano en su omoplato para responderle el cariño, me suelta y me voy por su derecha, agitando
115
la mano despidiéndome y sonriéndole sin mostrar mis dientes, ella se va tambaleando sin rumbo,
ahora, con su flamante botella de tequila.
Yo sigo rumbo a mi cuarto al cual no me falta mucho por llegar, estoy en la misma avenida en la
que hace meses junto a Jonatán vimos el túnel de oscuridad total. Enciendo mi último cigarrillo, el
viento vuelve, frio, haciendo que meta más mi mano izquierda en el bolsillo, apretando mis codos
contra mis costillas.
Ya en mi cuarto, ya sentado sobre mi cama, sin zapatos y sin cinturón, siento, como por arte de
magia, las incontrolables ganas de recostarme y dormir sin dificultad, siento sueño, siento ligereza
y por primera vez en mucho tiempo, me da flojera todo el trámite de preparar un poco de
marihuana para antes de dormir, pongo música a bajo volumen y me meto a la cama para disfrutar
del silencio y la oscuridad de una noche tranquila.
Féminas, noche llena de sus energías, en cada parpadeo pesado y largo las veo y escucho como me
han hablado toda esta noche; gritando y riendo desquiciadamente, vestida con harapos, la
oscuridad de mi cuarto; anciana, amable y serena, ganándose su dinero honradamente,
entregándome un par de cigarrillos, la oscuridad de mi cuarto; atractiva, de voz dulce,
acariciándome la mejilla, vendiendo su cuerpo, la oscuridad de mi cuarto; culta, consolándome
con amistad, bebiendo fermento, disfrazándose de hombre, la oscuridad de mi cuarto. La
oscuridad detrás de mis parpados, la voz de Kim dentro mis oídos, dulce, melancólica y poderosa,
susurrándome desde los parlante, voces, cuerdas, percusiones…
…la mujer más cautivadora del mundo, te digo, Negra, ¿tan cautivadora?, si, demasiado, escúchala
cantar, mírala brillar, en el escenario, ¿Dónde? Allá, ¡¿Dónde?! Ya no está; ya no estas, ya es
momento de terminar, me voy también, embarquemos esta balsa, nos servirá, yo remo, tu canta,
canta por favor, tu dulce voz que nunca utilizas, no me burlare más, ¿me lo prometes? Te lo
prometo, mientras remo, ella, comienza a cantar, ella, mira al sol, se pone a cantar, no mueve sus
labios, quieta su boca, igual, quietas las aguas, sube tu volumen, mejor, tu escucha mejor, mi
grabación, acá está el botón, de reproducir, nunca, dejare de cantar, de repetir, support the power
of woman, use the power of man, support the flower of women, use the word, ¡fuck!
The word is love.
116
9. Mierda
Lloraras cuando mañana,
ya nadie de mí se acuerde,
porque en el infierno verde,
solo Dios se acordara.
Infierno Verde – Alberto Ruiz Lavadenz
Carnaval, dios bendiga el hermoso carnaval, con toda su serpentina y mistura, con todos sus
banquetes y barriles de vino y cerveza, con toda su música alegre y sus mujeres mojadas, con
todos sus amantes apareándose donde sea, gente disfrazada, trajes multicolores y máscaras
enigmáticas, olor a pólvora y alcohol (y lamentablemente a meo también). Por casi todas las calles
se siente la energía de estas fechas, se siente fuerte el hecho de que en todo el mundo occidental
la mayoría de la población esta borracha, de día y de noche, durante por lo menos cuatro
maravillosos días, y yo después de tantos años, estoy libre por las calles para disfrutar de este
apogeo del bien y del mal.
Adoro cuando mis actos quedan justo acordes con las fechas divertidas, al igual que cuando mis
días libres tocaban en algún feriado o el día de alguna tokada, haber renunciado justo para estos
días es una maravilla que no tenía contemplada, ¡Me alegro tanto de haber renunciado! A pesar
de la buena paga y del prestigio de trabajar en el (por el momento) mejor restaurante de este país,
la monotonía me destrozó, pero no solo sería eso, los momentos de gloria no duran muchos
meses y la administración en el restaurante cada vez estaba más a la patada, ya nuestra cabeza
estaba casi totalmente ausente y las contrataciones al pedo siguieron en marcha, no siendo
suficiente con el ineficaz gordinflón, contrataron a dos pedorros más que lo único que sabían era
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creerse la más grande mierda del mundo de la gastronomía; una mosca muerta que a lo único que
se dedicaba era a hacerse hacer todo el trabajo con los pasantes mientras se la pasaba toda la
noche meneándole el culo al chef de partida, y un holgazán confianzudo que porque tenía la
misma nacionalidad de Valdez y porque llegó hecho al desamparado se terminó pegando a
nuestra área como un piojo de porquería, un insoportable y ordinario naco desaseado con un ego
demasiado inflado para ser un feto ridículo saliendo recién de la pubertad.
Eso, sumando mis ataques de nervios que me hacían ir a vomitar al baño durante las pausas del
servicio, mis atrasos por la falta de ganas que tenía al despertar de mis siestas y mi humor que
estaba por el piso a causa del hueco que dejó la repentina ausencia de la base; vacío que, por
decirlo de alguna manera alentadora, he venido aguantando de manera muy prolija y destacable,
a pesar de estar ebrio casi todos los días. Tales factos hicieron que tome la irreprochable decisión
de dejar mi tan amada labor por la cocina y me aleje, por un tiempo indefinido, de cualquier
actividad lucrativa, dentro de poco me iré a alguna otra ciudad con lo que tengo guardado de mi
finiquito y me buscare algo parecido para hacer, que se muy bien que cuando uno tiene el don y el
amor por la cocina, la vida de la hotelería profesional no es lo único a lo que uno se puede dedicar.
Renuncie, oh yeah, y ahora ando por las calles de fiesta, como un fauno, cargando mis botellas de
vino y ajenjo en mi mochila y paseando por el sector sudoeste del centro urbano de ida a la mega
tokada organizada por el clan de los punkis fiesteros en el Escondite de Al-Mendras. El Al-Mendras
es un viejo barbón turco, pankero de la vieja escuela, de los primeros que aparecieron en estos
lares hace ya más de veinte años, con el tiempo le llegó la calvicie, la panza y un bello hijo, gracias
al cual se ganó su chapa porque para mantenerlo cuando nació se dedicó a vender aceite y
jabones de almendra que él fabricaba, y los ofrecía en los mercados de la ciudad todas las
mañanas, dicen que verlo era todo un ejemplo para el resto de los punkis vagabundos que se
juntaban con él, ver como se ahorraba todas la monedas para la crianza de su hijo mientras su
mujer, una gorda metalera de las más buena onda que se puedan llegar a conocer, cuidaba al
enano mientras atendía en un baño público todos los días por turnos de quince horas sin pausa, se
rajaron tanto que pronto pudieron abrir una licorería que luego expandieron a centro de eventos,
con lo cual pudieron sustentarse sin partirse tanto el lomo, poner al enano al colegio y más que
nada, mantenerse estables en la movida, nunca se alejaron de su esencia, de los pocos pankeros
respetables de este país.
Ahora, en el Escondite de Al-Mendras, boliche re camuflado porque no paga ningún tipo de
impuesto, él se dedica a repartir los tragos mientras su esposa se encarga de las cuentas, cobrar
los tragos y botar a patadas a cualquier borracho de mierda que se pase de revoltoso; el Escondite,
como todo buen escondite, está muy cerca del centro, lejos de las redadas de pacos por los barrios
marginales, detrás de la central de la policía, con apariencia de una casa común y vulgar, nada
mejor que la sombra del alto edificio de las oficinas de la ley para resguardar a las plantas de
marihuana que crecían en el patio trasero, cosecha que solo vende a amigos y conocidos de
mucha confianza, tampoco hay que ser descuidado en eso, lo soplones son mucho más peligrosos
que tener a un contingente de policías al lado.
Las fiestas pankis son, entre tantas cosas, pseudo desfiles de modas; a mis ojos, entre los chicos se
forma un fiesta temática sobre quien tiene la polera con el estampado más punkero, y es que
gracias a los mercados de pulgas, uno, si es pendejo en el trámite de madrugar y escarbar entre los
montones de ropa, puede encontrar estampados de fábula, y hoy, en esta saturnalia de carnaval
118
pankero, veo las poleras mas ley que haya visto hasta ahora; entre todas, la que se llevaría el
premio a la mas pintuda sin duda seria la del maleante del Calacas, que tiene estampada un
Ronald McDonald haciendo pogo con una leyenda al lado que dice “NAZI PUNKGERS FUCK OFF!!!”,
es simplemente, una joya. Yo llevo una de mis favoritas, con un cráneo estampado formado por un
collage de periódicos con titulares de noticias de mierda.
Hay algo mágico que siento con los estampados de las poleras; las leyendas escritas, las de bandas,
las ilustraciones locas, son como los emblemas de los estandartes, los escudos de las casas en las
pecheras de los antiguos caballeros, o de sus contemporáneos piratas o salteadores de los
desiertos, es como que todo el cuerpo mandara un mensaje, a través del pecho, invocando a las
bandas y a las culturas que forjaron nuestros espíritus salvajes.
- ¡Que buena lera gran puta!
- ¡Oh perdidazo! Tenía el presentimiento de verte acá, esta cabrona tú mascara, ¿eres el dios
Momo a alguna cosa así?
- Nose, venia de regalo con un sixpack de chelas que me compré ayer, ¿está loca no? Parece la
cara de un borracho hinchado a punto de colapsar, ¿Qué ondas? ¿Qué se pinta por acá?
- Mirá, allá donde solía estar solo el almendrero ahora están esas tres pollitas de azul que le están
ayudando a repartir el trago; has llegado temprano, hay cincuentas damajuanas de vino, cien
turriles de cerveza, veinte de cerveza negra; y para luego, cuando empiece a escasear los fresco
tenemos guardados diez bidones de vodka tropical, otros diez de ron nacional, cinco de pisco de
contrabando y dos cajas de cartón de alcohol de quemar para los que sobrevivan hasta la noche
de mañana, ósea estamos hechos y jodidamente derechos mi estimado perro callejero.
- Amo los arcoíris alcohólicos en mi estómago Calaquín, ustedes sí que saben hacer compras.
- ¡Y que compras cabrón! Hablando de bussines, ¿conoces la oficina del boliche no? Dame tu
muñeca, te voy a sellar, cualquier producto que te antojes tocas cinco veces y entras nomas,
adentro le muestras tu sello al que este atendiendo, de entre los que estarán ahí turnándose
estará Tuchesito, ahora le dicen Tuche Loco MacPiter, ha crecido harto dilereando te cuento, pero
si no es con él igual no más te atenderán, hay todo.
- ¡¿Hasta base?!
- ¡Ya quisieras drogadicto puerco! Jajajaja, ¡Acá nada de esa basura de porquería, anda buscarte
tus mierdas por el Palacio! ¡O al Caribean mejor! Que ahí igual deben estar carnavaleando.
- Jajaja no men, nica. Aunque siempre quise conocer ese liche.
No invoques esas shits, bro.
- ¿Qué? ¿Cosa?
119
Nuestra cara de incógnita, nevermind. Unos duds están afinando en el escenario, encima del cual
se lee grande, en una tela negra, con letras rojas: “LAGONA EDATERA”.
- ¿Ya toco alguien? No vi el panfleto bre, ¿quiénes van a tocar?
- Recién toco la primera banda, unos que sacaban covers de Intoxicados, bien nomas, la gente
bailó con los temones; esos de ahí no me caen, tocan pele, por eso les pusimos temprano para
hacer bulto y checar sonido, Church of Fear se llaman, hechos a los metaleros, después no sé si se
respete el orden, pero estarán Los Culiaos, Edén con Drogas, Yutux Krest, unos que hacen covers
de Ministry que no me acuerdo que se llaman, Las Pelotudas, Jude Law, Saliva de Perro…
- ¡Ehhh! ¡Esos son capos!
- …Cáncer de Culo, Aquelarre Anárquico y Tropical Madness Klan; después para el baile vendrá un
Vj nosequé.
- Loco, este va a ser el despute del año ¡Salud! – Saco frenético mi botella de ajenjo de la mochila y
como pelotudo hago caer la de vino, tal cual fuera una escena épica todo el mundo se quedó en
silencio justo el momento en el que el vidrio estallo contra el piso creando un inmenso charco
tinto, espeso, como si hubieran sacrificado ahí a un cerdo.
- ¡Weeeeeeeeeee! – Me chifla la multitud, el Calacas se ríe a carcajadas mientras yo veo al cielo (a
través del techo) en busca de explicaciones, gritando - ¿¡Por quéééééé?! – Él me ayuda a levantar
los vidrios para que nadie se saque las tripas más tarde. Que mierda, no era un vino corriente,
eran de esos más caros que uno compra en las ocasiones especiales, de esos con etiquetas más
fifirusnais; el charco huele delicioso, a guinda seca con un toque de pimienta dulce, una lagrima,
conmovida por el aroma que agoniza en el suelo, rueda solitaria por mi mejilla para morir
estrellada contra el piso cubierto de vino, ni modo, a conformarse con las potentes damajuanas.
Se me acercan algunos panas para comentar la tragedia.
- Seguro ya estas pa los muertos desde tan temprano, ¡Como le haces eso al vino!
- Borracho como siempre el Arturito, mira, con su diablo verde el fanático.
- Brindemos una ronda gays, ¡Salud! – Le doy un buen sorbo a mi botella de litro.
- ¡Voz y tu mierda verde! Un poquito invítame en la tapa, es la cosa más fuerte que he probado,
¡Salud!
- Muy amargo, eso para mí es no-bebible, ponme un chorrito acá, ¡Salud niños! – brinda Zandra,
con su vaso de chela ahora con hilos verdes danzando como un espectro en una piscina amarilla.
Le ha crecido mucho el cabello en todo este tiempo que no la he visto, ahora lo tiene teñido de
purpura.
- ¡Es deli la absenta! Pero no es para chupársela como este grosero, invítame una tapita, ¡Salud!
120
La forma en que entra el alcohol amargo en cada garganta, se expresa distinta en cada rostro, con
cada mueca tan peculiar que se puede formar por la mezcla de placer y acritud del ajenjo cuando
ultraja delicioso las papilas de la boca, estirando las mejillas, incendiando las fauces, chamuscando
el esófago y detonando la personalidad que reside en los estómagos; cada que tomo un sorbo del
ajenjo artesanal producido en mi tierra, cada que veo la reacción de la gente a la que se la invito,
entiendo porque la bohemia europea antigua vivía en una constante, prendida y delirante locura
por el arte, de farrear duro.
- Esta banda es una caca, vamos al jardín a prendernos unos buenos jits, ¿qué dicen?
- De una, toma un lillo de los largos querido, somos de pulmón ancho – Zandra le extiende un
cuero XL al Calacas estirando sus uñas pintadas de violeta, mientras le lanza destructor guiño con
su ojo izquierdo.
He aquí mi incapacidad de mantener una conversación trivial, me siento entre los tres parseros y
me enmudezco mientras de rato en rato le doy sorbitos a mi botella, ellos hablan sobre las cosas
de las que nunca estoy al día, pedos con otros duds, cosas de la universidad, en la que todos ellos
están, pedos con sus familias, pedos con sus padres sobreprotectores, chismes de las ultimas
farras que se mandan casi todos los días, a las que muy rara vez asistí, en algún día libre, porque
muchas veces empiezo a emborracharme en mi cuarto desde muy temprano, ya estando ebrio
para la tarde y, después de tomarme una buena siesta de borracho, en la noche me despertaba
todo perdido para continuarla solo, y termino deambulando por las calles, amargo, pero como un
niño descubriendo el mundo en mi interior.
- ¿Dicen que renunciaste yu dam fagot? Bien esa bre, ahora vas a tener más tiempo para romperte
con nosotros ¡Aparte que siempre que apareces haces muy buenos amolles jajaja!
- Normal carnal, y tú sabes, las chupas que les he auspiciado van por cortesía de todos esos hijitos
de mamá que nos llenaban los bolsillos de verdes a mí y a mis compañeros, a cambio de comer
como reyes en un pueblo de mierda; como este ajenjo, que no estaría en mis manos si no fuera
por las ilusiones en las que vive toda esa gentuza ¡Salud mierda!
- Hablas mierda nomas – Zandra me besa en la mejilla - ¡Salud!
Una neblina verdosa emerge desde la floresta que nos rodea a partir de que nos entonamos bien
con ese buen porro de calidad, no sé si ellos se percatan, pero el ambiente se condensa
ligeramente, como si estuviéramos rodeados de vapor de musgo y roció matinal de pantano, ha
pasado tiempo, la banda que todos opinamos que son unos ojetes ya no está sonando y solo se
escuchan los temas que ponen de fondo junto a las proyecciones “bizarras”, ingresamos de nuevo
y yo me voy a plantar a la barra a ver un poco de azul eléctrico dibujado en bellas curvas.
- Lléname de vino esa yarda porfa…
…bonita.
A todo esto, ¿Cuál es el sentido de la marginalidad que, supuestamente, el punk, y más que nada
el punk, dentro de cualquier garcada rockera, deslumbra, irradia esa desazón hacia la vida, pero
sin embargo, la celebra con tanto fervor? Hubo un tiempo en el pasado, como en el pasado de
todos, en que uno desconoce las cosas que a la larga lo terminan influyendo transgresoramente;
121
tiempo en que yo desconocía ese sentido punki de las cosas, pero que lo pedía a gritos por mi
condición de expuberto disconforme y a la deriva, luego llega ese momento en el que la persona
que desconoce ese “sentido” y, por x, k, o w motivo, traspasa esa barrera entre la vida ordinaria
que consume a la mayoría de la gente y arriba a unos de estos juntes, y luego al segundo,
buscando la misma euforia descubierta en la primera, y luego a una tercera, y a una cuarta, ya más
sabiamente, no buscando la misma e irrepetible sensación de la primera, sino ya porque se
encuentra ese “sentido” que se buscaba inconscientemente, y no en una explicación verbal de
algún borracho legendario; sino en las acumuladas vibraciones de décadas, en los millones de
gritos estridentes de clubes de todo el mundo, en el arte irreverente sin objetivo de multitud de
jóvenes que según ellos solo vomita(ro)n las mierdas que absorbían día a día de la stablishment
society, y más que nada, en los respiros y el desahogo que se encuentra en pasar un buen
momento riendo, bailando, contorsionando, vibrando, brindando y gritando junto a temporales
hermanes; yo le encontré ese sentido a todo esto, transformar ira y decepción por la sociedad en
diversión y amor fraterno, eso hace que cada vez que uno vuelve a pisar una tokada, no
importando la distancia de tiempo entre una y otra, a pesar de todo, uno se sienta en kasa.
Me quede divagando, babeante, mientras la chica de azul carga mi yarda y me muestra su espalda,
desnuda, marcada por un escote en forma de lagrima, varias gotas de sudor caen desde su cuello
hasta su cintura al igual que las mías caen desde mi frente hasta mi cuello pasando muy cerca de
los ojos, haciendo que me ardan; estamos casi por llegar al medio día y este lugar es un sauna
lleno del vapor de los cuerpos, mayormente mugrosos, de todos nosotros. Su pequeña mano me
alcanza el negro liquido con poca espuma, le doy un buen sorbo y siento el horror de la realidad
que nos rodea, está más que tibia, entonces me doy cuenta de que, como siempre en este lugar,
solo hay una conservadora, llena de las birras en botella de vidrio, los turriles están a temperatura
ambiente y se están caldeando al igual que la gente, mis gotas de sudor se camuflan por lágrimas
igual de saladas.
¡Qué asco! Es un líquido infame que no puedo ni beber ni tirarlo, entonces opto por la caridad y
busco algún borracho ya sin glamour del que su garganta acepte cualquier cosa, he ahí un
skinhead malnutrido con el que solo he hablado estando borracho, me acercare a él ofreciéndole
una cordialidad, cordialidad que aunque la birra estuviera fría igual no calificaría en el concepto ya
que todo el alcohol es gratis para los asistentes, pero invitar alcohol no deja de ser un gran gesto
incluso en nuestras épocas.
- ¡Rolo! ¡Salud!
La recompensa por mi hipócrita “cortesía” es que el dud, con sus dedos parapléjicos por su
borrachera, sostenga al pedo la yarda y me tire más de la mitad encima.
- ¡Pero que cagada Rolo! – los orcos que lo acompañan caen en serosas risillas famélicas.
- Wuuuoooo, que mal rollo sooo, toma, chupa bresitooo, jejeje, que huevada – Una deslumbrante
sobaquera con forro de cuero calienta aún más mis manos, brindo y un gran sorbo quema mi boca
y hace que bruscamente mi pedo derrape en una curva muy cerrada tomando una dirección
inesperada.
- Alcohol potable - ¡Hip! - Una cortesía es una cortesía, ¡nos estamos checando Rolo!
122
Arcoíris alcohólico en la panza, duro y bruto como una verga me tambaleo a la barra de nuevo
para seguir babeando a gusto.
- Me lo han echado mi trago guapa, ¿me das? Vino pero.
- ¡Cual guapa marica de mierda! ¡¿Qué quieres que te dé, ah putín?! Jajaja toma corotón.
Asiento, el turco se aleja a seguir atendiendo y yo me cuelgo pensativo con mi vino a mi siniestra;
no estoy seguro…creo…ya han pasado buenas horas desde aquel porro, o larguísimos minutos,
siento dentro mío las ultimas gotas de arena, rayendo, antes del bajón ansioso. Unas de las
bandas, montadas en el escenario, han convocado un pogo con la mayoría de los presentes, ya
muchos sin polera, haciendo que sus torsos resbalen unos con otros al chocarse, erizando mis
nervios al imaginar el chirrido de la fricción entre las jóvenes pieles masculinas, huácala. Eso, más
el sonido flemoso de la banda y sus triviales letras ya más que estampadas en el
cliché…bobalicones que lactan aun de sus padres, si no los reconoceré…entonces una bombilla de
luz se prende en mi nuca, mientras camino rumbo al jardín: ¿Qué nos pasa hermano? Por más a
gusto que me encuentre en estos entornos, hace bastante que no me encuentro conforme, mira a
todos tus bredas como lo pasan de fábula y tú te estas pedorreando en un rincón al fondo junto a
los punkis más abuelos, de los que ya no dan más porque igual están consumidos por el tedio.
No sabe, no responde.
La inmensa fila esperando a la puerta de la oficina, al pasar cerca de ella mi garganta se sacrifica
otro tanto para que descienda hacia el buche un buen torrente de inferno verde. Áspero, el
entorno ya más cercano a los baños; en el de los bres los urinarios convertidos en blancas fuentes
desbordantes de mierda liquida y dorada, y en el de las muchachas, una borracha en pésimo plan
está defecando en la puerta del baño al lado de las otras damas que forman un inmensa fila,
fotografiándola con sus teléfonos mientras caga.
Ni idea, meare cuando llegue afuera.
Hay una especie de pasillo ancho y oscuro, hacia un depósito, que se ha convertido en el motel del
boliche donde varias parejas realizan múltiples tipos de penetraciones, afortunadamente en esta
tierra el desenfreno por el sexo es mayor que por las drogas, sino ese pasillo estaría lleno de
insectos compartiendo sus agujas creándose nuevos lunares.
Zandra destruyendo con sus pompis la cadera de un panki jailon contra el muro, se me pone dura
y me quedo observando como jadea delicioso, babeándose lento el mentón.
- ¿Quieres un poco? ¿Te antojas? – Digo arrecho hacia mi derecha ofreciendo ajenjo a una random
girla que solo me brinda su indiferencia. Sigo derecho, entre los grupos de chicos riéndose,
jugueteando, empujándose, brindando; los nenes disque malos, que resultaron ser Los Culiaos,
han terminado, entonces la buena música del ordenador vuelve a fluir por los parlantes,
ayudándome a volver a ignorar a la gente.
- …Soup is good foooood, so how thats it feeeeel…
123
Y es la energía que mana la que realmente me atrae a estas actividades, no tanto los participantes.
Ya en el jardín, después de haber meado a la vuelta de la puerta, caminando por el pasto, me
encuentro con el cielo celeste levemente nuboso, con el sol justamente al medio de todo el
celeste océano de verano, levemente cubierto de nubes a manera de espuma, doy unos pasos más
para disfrutar de unos minutos bajo el sol y aprovechar el calor para que se evapore la cerveza de
mi ropa.
Y yo digo:
-…ok…all rigth… esto apesta a aburrimiento… y no sé si es por haber venido a esta hora o por
haber venido solo, o porque este alcohol duro me ha puesto pesado, y ahora, el sol al medio del
cielo y yo, justo bajo él secando mis húmedas frustraciones ¡Pero miren esas nubes! ¡Todas
pomposas y bien formadas a la izquierda! Y cuando cruzan el cielo tapando el sol, pasando de a.m.
a p.m. ¡Como gruesas bolas de algodón se van deshilando! Como si el viento las difuminara
¡Mírenlas! ¡Como el avanzar del día las va desgastando!
¡Seguiremos el ejemplo! Ese desgaste transforma; como si nuestro cuerpo, sabio evolucionador,
para sofocar el drástico calor, se volviera más ligero, más laxo.
- ¿Si/no carnal? Buenazas las nubes; ¿un buen faso? – Un x me acerca el porro que comparte con
el circulo de gente que aparece (en mi percepción, porque no sé qué rato llegaron) a mi alrededor;
algunos tensos, parados y compartiendo una charla ruidosa, otros sentados disfrutando del
césped.
- Esa onda bre, ffffffft
¿O yo llegué hacia donde ellos?
Un vagabundo con la barba hedionda a alcohol que salió de la nada hace notar aún más su
presencia parándose en medio de la gente, tiene un cuaderno en la mano del cual, al parecer,
emergerán sus oraciones. Es un poeta de mierda, lacra, sucio y sudoroso, hace uso de la palabra,
confianzudo, no teme represalias a sus atroces palabras ni a su mal aliento. Dice así:
Yo no soy elegante
Ni bien portado
Burbujas de pus y de chancro
Arriman por mi pescuezo embriagado
Las causas de su presencia
Son simples de entender
Un poco de desamor, un poco de envidia
Bastante alcohol, bastante ego
Demasiado tedio, demasiado confort
Arranca las hojas que las reparte entre los oyentes, es dramático hasta en sus movimientos, me
recuerda a mi viejo cuando llegaba verga a nuestra casa.
124
Las estrellas ya no existen más
Son visiones del pasado
Tan simple como entender eso
Es entender que nos manipula
Un extraño con dedos muy largos
Nadie le aplaude, nadie le dice nada, ni un bravo, ni un abucheo, yo me alejo de ahí el momento
en que empieza a destrozar las hojas de su cuaderno y se las mete en la boca escandalosamente,
atragantándose con su aspereza.
- ¡NADIE ME ENTIENDE!
Su histeria me estremece, quiero fumar solo para calmar un poco mis nervios así que me daré una
vuelta por las calles de los alrededores, a manera de dar un paseo.
El pasado ya no existe, me he quedado pensando en el poema del borracho ya que su afirmación
suena muy correcta, pero si realmente el pasado no existe, ¿porque demonios se siente tan real?
Mientras cargo mi pipa, caminando por estas calles, recuerdo la primera vez que estuve por acá,
cuando llegué a esta ciudad, recuerdo la sensación que tenía en el corazón, me sentía vivo, sentía
paz y sentía tranquilidad en mi interior, las calles me parecían hermosas, las plantas en todo lugar
me daban frescor, los colores eran nuevos y la alegría reinaba por donde fuera, ahora que paso
por este lugar de nuevo, y me doy cuenta que son mis últimos días en esta ciudad, solo por un
momento me doy cuenta cómo han cambiado las cosas, me siento agonizante, siento ansiedad y
turbulencia en mi interior, las calles son grotescas, las plantas están muertas, los colores son
opacos y, como dice la canción (una de mis preferidas) la tristeza parece infinita.
Acá, debido seguramente al clima, ha florecido la basura de mi interior, se ha distorsionado ese
bello y positivo muchacho que conocía antes, ha germinado una planta amarga, y la he ido
regando, diariamente, con amargo alcohol… eso me recuerda que se me está secando la garganta,
un buen sorbo de ajenjo es lo que necesito para no pensar tanto, ahhhhhh delicioso, amo el
alcohol, es lo único que me trae paz, viviría borracho si no necesitara dinero para comprarlo, odio
el dinero, aborrezco que el mundo gire gracias a él, detesto a la gente cuando lo menciona,
cuando lo toma en cuenta.
No recuerdo como era antes, pero recuerdo que era muy distinto; hace tanto que no llevo una flor
en mi oreja…
- Ffffffft, ffffffft, ffffffft, ffffffft.
El callejón donde me encuentro está vacío, hay un par de cacas humanas frescas y una parte de la
pared esta recientemente meada, durante el carnaval todas las calles se vuelven una taberna y la
mayoría de sus rincones se vuelven un baño, a la vuelta de la esquina, un montón de adolescentes
están bebiendo escandalosamente, una corazonada hace que me quede en el callejón
espiándoles, entonces, acorralándolos, aparecen seis motocicletas de la policía, justo por la calle
por la que iba a continuar mi caminata; como todo paco, estos se comportan de manera abusiva y
cobarde con los muchachos, tres de los policías los muelen a macanazos y después los cargan en
125
una camioneta que llega después ya con un previo cargamento de borrachos, yo iba a estar ahí si
no me hubiera metido en este sucio callejón para fumar un poco de buena shit, termina la redada
y yo salgo con calma de mi escondrijo, suficiente aire fresco, me voy de vuelta hacia la tokada.
- ¡¿Dónde estabas?! ¡Te perdiste de Las Pelotudas!, la vocalista es una mamacita y mostro sus
tetas mientras tocaban.
Le relato mi paseo y se acongoja de miedo.
- Que te atrapen esos mierdas te marca de por vida Arturo, cuantos de mis carnales han salido
violados de esas celdas.
Hay algo raro en su voz, también en el entorno y aún más raro en mi alcohol, ya he bebido
bastante pero no me pongo borracho, estoy en otro pedo, las cosas cada vez son más brillantes y
todo se mueve más rápido, pero yo me siento opaco y pesadamente rígido, camino como si mis
pies levitaran al ras del suelo, las cosas simplemente se acercan.
- Un buen pogo Calacas, ¡esos son los Saliva! Volví justo a tiempo, ¡acompáñame hermano, vamos
a sacarnos la mierda!
- ¡Esa onda!
- ¡SEÑORES CARAJO! ¡ESTA CIUDAD ES UNA MIERDA PERO ES NUESTRO HOGAR! ¡NOS HA VISTO
CRECER Y HEMOS VISTO SU MALDITA CORRUPCIÓN!, ¡VAMOS A SER LIBRES Y A QUEMARNOS
JUNTO A ESTE LUGAR!, ¡A DESTRUIRNOS CON UNOS MALDITOS POGOS HASTA QUE SEAMOS
CENIZA! ¡SEREMOS EL FOCO DEL INCENDIO! ¡QUE DERRUMBE LA BASE DE LA SOCIEDAD
PESTILENTE E HIPÓCRITA! ¡SPICE SUPPOSITORY! ¡1, 2, 3, 4!
¡The stars are coming back, ya’ll see
To involve us all, into Disney shit world!
¡We’ll no longer had Valium and narco stuffs
We’ll drink aspirins and coke!
¡Spice suppository, I wanna throw up low notes!
¡Spice suppository, twelve thousand broken cords!
¡I just play the guitar, to kill everyone!
El solo de guitarra es brutal, el Calacas, sin querer, le ha roto la nariz a un x de un codazo, la sangre
en el piso hace que dos tipos se resbalen, cayendo uno de rodillas y el otro de nuca, el que cayó de
rodillas no se puede levantar, dos tipos lo arrastran a un rincón para que no muera pisoteado.
!Oi! !Oi! !Oi! !Oi! !Oi!
¡Lets defecate shit of fire, all like monkeys against their thoughts!
¡I don´t think that could make enough
126
But you’ll see that we gonna hurt their balls!
¡Spice suppository, I wanna throw up low notes!
¡Spice suppository, twelve thousand broken cords!
- ¡SE HAN SACADO LA MIERDA! ¡PERO ESTO AÚN PARECE UNA FIESTITA DE QUINCE AÑOS! ¡DEJEN
DE BAILAR VALS CARAJO! ¡QUEREMOS VER MUERTOS! ¡ESTE TEMA LO CONOCEN Y SE VAN A
ROMPER COMO SE LO MERECE!
¡1, 2, 3, 4!...
“¡TEMÓN!” Gritan a mí alrededor cuando la batería empieza a retumbar en nuestros estómagos
como si fueran un cataclismo aproximándose.
¡Here in this place lies the genie of death, touch it, see it, whoaaaa!
¡Here in this place is a means to your end touch it,
feel it, green hell!
¡You've come to this like no one could, I bet you never knew you woke it,
and don't you run away from anything, I bet you thought you really could in hell, we're gonna burn
in hell, green hell, like every hell but kind of green, in hell, green hell, we're gonna face the mess
we're in hell, green hell, I think i'd rather be up here in hell, green hell, you know I fuckin' shake
apart in hell, green hell, gotta find a way that you will stay, green hell, cannot forget about the
heat in hell, green hell, hell is green I need a flame in hell, green hell, gonna burn in hell!
¡Green hell!
Justo a la mitad de la canción, justo en el momento de mayor éxtasis del mejor pogo en el que he
estado, justo cuando suena ese redoble de batería que anuncia el resto del tema, retumban los
vidrios, de las pocas y oscuras ventanas, rompiéndose, mientras cuatro granadas de gas
lacrimógeno entran como saetas en el boliche botando humo blanco, los infaltables gritos de las
mujeres suenan inmediatamente y después se abren las puerta principales y las de emergencia
por donde entran decenas de policías con macanas, cascos, y algunos, con escudos acrílicos,
entonces una buena parte de la gente comienza a correr despavorida, pero desde los parlantes, un
grito hace que la fiesta continúe.
- ¡POLICÍA MALDITA! ¡HAN VENIDO A CALDEAR LA FIESTA! ¡ES EL COMBUSTIBLE QUE
NECESITÁBAMOS! ¡SÁQUENSE LA MIERDAAAAA!
¡You've come to this like no one could, I bet you never knew you woke it, and don't you run from
anything, I bet you thought you really could take!
¡Here in this place is the genie of death, touch it, see it, whoaaaaa!
El vocalista salta del escenario y el soundtrack de la batalla se vuelve un instrumental, es el pogo
más loco que mis ojos van a poder apreciar y mi cuerpo va a poder resistir, la mitad punkeros de
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los más drogados y locos contra la otra mitad de policías que no saben que carajos está pasando,
por lo que su reacción no deja de ser violenta, tal como ellos ya están acostumbrados; compañero
que es alcanzado por un macanazo se desploma en el piso y es arrastrado afuera por dos policías,
yo, empujado por una patada en mi espalda, termino arrastrándome detrás de la barra, desde
donde, junto al Al-Mendras y otros dos tipos, nos ponemos a lanzar las botellas vacías en contra
de los polis que aparecen por la entrada, el Calacas es al único que distingo en medio de la pelea
campal, él no ha olvidado sus épocas de pandero y ya ha utilizado su navaja de mariposa en contra
de un paco que está en el piso con la pierna sangrando, mientras da vueltas sobre su eje alejando
a los policías que lo rodean le llega un macanazo destrozándole la nuca, se desmalla en medio de
los polis, que como hormigas lo arrastran hacia sus camionetas, cada vez somos menos, los Saliva
de Perro ya han dejado de tocar y ya no hay música tribal que nos inspire para seguir batallando,
los dos tipos que estaban con nosotros huyen, entonces el almendrado toma todo el dinero que
tiene en el mostrador, unas llaves y algunos papeles, decidimos correr, los policías entran como si
fueran un ejército de langostas verdes y nuestras botellas no son suficientes para detenerlos,
mientras nos escabullimos entre el humo lacrimógeno hacia el pasillo del depósito vemos como se
abre la puerta de la oficina cuando pasamos junto a ella, de ahí salen el Tuche Loco MacPiter y
Jonatán, que hace meses que no los veía, Jonatán ahora esta con una peluca que, hasta para un
punki, se ve extravagante, y Tuche esta disfrazado de Jesús de Nazaret, vistiendo una túnica roja,
con corona y todo; dejan detrás de ellos la puerta abierta, de donde salen llamaradas de fuego,
inteligentemente, tuvieron paciencia y quemaron todo el producto que tenían adentro, aunque el
humo que desprende el incendio atraerá a los policías como a perros, el olor a droga quemada es
fuerte e inconfundible, me deja baboso, retrocedo en el tiempo cuando, mis fosas nostálgicas,
olfatean el humo de la combustión de la cocaína por un instante abismal.
- ¡Absórbeme!
- ¡Al depósito putos!
Entramos por el pasillo donde nos cuesta no tropezar con las piernas de algunas parejas que
después de garchar se quedaron dormidas y semidesnudas en medio del piso, de entre los cuerpos
reconozco al de Zandra, que yace inconsciente sin su acompañante de hace unos instantes.
Llegamos a la puerta que Al-Mendras abre presuroso, entramos y la cierra dejándonos en
penumbras, la única luz que se divisa es la que pasa por una ventana a poco más de dos metros
del suelo, cuando nuestros ojos ya se acostumbran a la oscuridad distinguimos las cajas que
usaremos para escapar, me siento como en un dejavu mientras escalamos hacia la ventana,
saltamos a través de ella y estamos en el callejón donde me detuve a fumar cuando salí a la calle,
Jonatán aterriza pesadamente sobre una de las cacas frescas que había visto anteriormente,
haciéndolo resbalar y caerse de culo lastimándose duramente su coxis.
- Jajajajajaja, ¡la cereza de la torta! ¡Que fiesta tan buena carajo!
- ¡Como dices esa cagada! ¡Estoy arruinado pelotudo! ¡Mi negocio… esos polis de mierda!...!Para
que mierda dejé que vendan su puta mercancía! Nunca lo hice… ¡y mira! ¡A la primera y esos
perros olieron todo!
El afligido Al-Mendras se pone a llorar desconsolado frente a nosotros.
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- ¡No nos distraigamos, hay que hacernos pepa de acá, vámonos de una vez que yo aún sigo con
cargamento! – Nos alerta Tuche sin mosquearse por la tristeza del almendrado.
- Ustedes váyanse de una vez, yo ya les salve el culo, ahora me iré a buscar a mi esposa – Se aleja
corriendo hacia el tumulto de donde escapamos y nosotros tres nos vamos corriendo sin rumbo.
Son aproximadamente las cuatro de la tarde, la ciudad está en aparente receso de la algarabía del
carnaval; mientras el sol se sitúa justamente frente a nosotros, alargando nuestras sombras
haciéndolas ver como de gigantes, a modo de refrescar la garganta y reponer el alcohol sudado
por la anterior carrera, mientras aligeramos el paso, abro mi botella de ajenjo y propongo un
brindis.
- ¡Porque se mueran eso pinches! ¡Salud!
- ¡Yeah! ¡Salud!
- ¿Mierda que es eso weon? – Pregunta Jonatán
- Es un elixir mágico – le digo – te da superpoderes de artista y, por sobre todo, visión, ¡hip!
transgresora.
Dirán que no hay relación alguna, pero la reacción al tomar ajenjo, de una persona
exageradamente aniñada y quisquillosa como Jonatán, no podría ser otra: antes de que entre algo
del licor a su boca, el olor de la absenta que entró por sus fosas y el poco líquido que ha tocado sus
labios hace que el cucurucho este escupa todo por sobre la boquilla, casi me tire la botella y en
medio de una tos exagerada se vaya a un rincón de la calle a vomitar. Con Tuche, nos cagamos de
risa al burlarnos de Jonatán y nuestros egos crecen embriagándonos más; gradualmente…
Un pussypunk buitreando, “anárquicamente”,
un cristo temblando, duro, de túnica
roja sangre; un demonio, rojo caldero,
con polera con emblema de muerte,
¿Qué especie de profecía es esta?
El humano ostentoso enfermo de cuatro ante el bien y el mal, supongo.
…el alcohol que corre por mis venas ya se siente como se adhiere a los nervios, conductores de la
labia, del pensamiento.
- ¡Psst! ¡Arturo! – Su chasquido de dedos me vuelve en si – ¡Deambular al pedo por la city no es
buen plan carajo! ¡Estoy cargadísimo! ¡Vamos a fiestear, vamos a fiestear bro!
- Take it easy mesías, ¿dónde podemos estar a gusto? ¿Tú no sabes de alguna tokada maldito
cerdo? a propósito, me babeaste toda la botella, conchudo.
- Tan feo tu trago, oí que hay fiesta de gárgolas en el Caribean, vamos, esta como para nuestra
situación, ya no tenemos nada que perder a esta hora.
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La tardanza de alguna respuesta se alarga debido a la reputación del boliche en cuestión, me lo
han descrito como territorio de cleferos arraigados a ese antro desde la edad de tinn(ag)ers, lugar
donde se los ve entremezclados con travestis de clanes nefastos, degenerados terminales,
minoristas de base y, entre otros, vomerófilos que llevan a cabo ahí sus banquetes. Un destino
apropiado para una tarde con el cielo tan misterioso como este, que ahora está con tantos
nubarrones que giran en forma de vórtices muy a lo lejos.
- Denso ¡Puedo hacer gran feria! Y buenos contactos, crrrck, crrrck.
Pareciera que mastica huesos de pollo cuando mandibulea.
- Siempre quise conocer esa taberna, vamos, ahí no creo que nos pase lo mismo que allá.
Invocar es un juego de niños.
Entonces todo el panorama cambia en menos de unos cuantos minutos luego de la trifulca policial,
ahora estoy con estos dos tipos, agitados, aun con la adrenalina aliñando nuestros pedos
alcohólicos ¿Cómo hacemos? Nos preguntamos al llegar a una bifurcación de una ancha avenida,
¿camino largo, camino rápido? Esta alejado, no necesitamos muchos fondos allá, es carnaval así
que el lugar estará lleno de cerdos despilfarradores queriendo hacerse a los borrachos
importantes a ojos de la escoria, eso, sin contar que el precio de las jarras de la casa son una
ganga, a lo que cuentan, entonces nos podemos costear un taxi en vez de caminar por horas.
- Y así bebemos seguros mientras vamos al boliche
- Yo quiero tu cosa verde, pero compremos unas birras también, hace mucho calor como para
estarnos disecando la lengua solo con ese formol que cargas como si fuera tú condena.
Después de comprar seis latas frías no embarcamos en el primer taxi que se digna a llevarnos, la
primera taxista que veo en esta ciudad de choferes desaseados, aunque esta mujer igual tiene el
cabello sucio como embadurnado en margarina.
El Tuche, ahora ya gran conocedor de todos los recovecos de este inmenso pueblo, después de
indicarle la dirección del barrio al que nos dirigimos le alcanza a la conductora un reproductor para
que tengamos un soundtrack apropiado mientras consumimos nuestros alcoholes, amarillo helado
y verde incendiario.
- ¡Nirvana! ¡Qué mejor para recordar nuestro tiempos!
- ¿Qué es eso de fiesta de gárgolas dud?
- ¿Cuando el boliche está a full ubicas? Estuvimos en uno hace un tiempo, antes de que estos felas
me lleven a un putero para estrenarme, ¿te acuerdas Tuche? Ya vas a ver, a ti te va a gustar, y
nada de extrañar que termines como una estatua gótica con todo y color cemento.
- Que gracioso, cabrón granputa, ja, ja, ja.
130
Dejamos atrás el circulo interior que conforma el centro de la ciudad; por una terrosa avenida, la
conductora, muy segura y prolija al volante, nos lleva hacia un barrio que llaman La Arboleda;
entre el Tuche y yo nos hemos dado un par de rondas de ajenjo a la vez que bebemos
rápidamente nuestras mediocres pero convenientemente baratas cervezas made in Brazil. Cuando
desvió mi mirada hacia la parte del copiloto, noto que el parabrisas tiene la mitad superior
cubierta con esos adhesivos para vidrio, de color verde, del mismo tono de una botella de vino.
Ese detalle, junto con mi borrachera, hace que me imagine viviendo dentro de una esfera gigante
de vidrio verde, ese pedazo de cielo con tono verde produce en mi cerebro la misma sensación
que genera mi amarga saliva al calar mi paladar, la de un leve y nauseabundo mareo.
¡Alegría, alegría! Voy a pasar el carnaval rodeado de muchos de los esbirros que he ido registrando
en mi bestiario a lo largo de esta estadía, de trabajo, en Santa Serena.
La mezcla de alcohol ha sido muy eficiente y veloz, al igual que nuestra chofer. En un santiamén
hemos llegado a la esquina de la calle que lleva al Caribean. La mujer nos deja tambaleándonos en
la esquina – más allá de esta calle no entro muchachos, hasta acá son treinta y cinco – pagamos y
nos adentramos por la callejuela llena de lodo, es un barrio con fuerte olor a humedad y dulce
putrefacción de frutas. Todas las casas son hechizas; con techos de calamina plástica, paredes de
tablas enmohecidas y calaminas de metal, casi todas las casas tienen antenas de televisión satelital
con forma de plato montadas en los techos con sus cables saliendo de las ventanas; los jardines
que forman la misma floresta general del barrio están llenos de palmeras de plátano y papaya,
palmeras espinosas, palmeras enanas con escamas largas y gruesas, palmeras de semillas duras
que picotean loros y unos pájaros azulados de pico curvo, hay helechos de muchos tamaños,
cubiertos junto a las palmeras por la sombra de árboles de palta, mango, algodón, gomeros,
arboles verdes y espinosos, arboles blancos como acacias, estos últimos, a diferencia de sus
compañeros de ojos grandes y multitudinarios, son ciegos como los anfibios que habitan
enterrados en el fango, con su cuerpo igual de liso y pálido; hay muchas enredaderas con flores
acampanadas que se aferran con sus tentaculillos a los alambres que delimitan las propiedades;
gatos multicolores juguetean hasta que pasamos frente a ellos, momento en que nos clavan sus
miradas deteniendo todos sus movimientos, hay también muchos perros sarnosos que yacen
botados en la hierba moviendo la cola, exhaustos por el calor, y entre la basura y el barro de las
casas muchas gallinas escarbando junto con sus pollitos, y uno que otro gallo cacareando a
nuestro paso. En una calle que se divide en v hay un letrero de madera negra antigua y mohosa
que dice: SONRÍA, AHORA ESTA EN LA ARBOLEDA DE FÁTIMA.
La borrachera que da el ajenjo no es como la de cualquier alcohol, el termino bebida espirituosa
se hace respetar a cabalidad, me siento en otra dimensión, mis acompañantes asumen más sus
irónicas vestimentas, a mí sombra le salen cuernos del cráneo que en mi cuerpo es mi cabello
erizado por la humedad, y mi botella…
…que hace rato no suelta mi mano, tiene forma esférica, es una glándula biliar,
tal vez, de un dragón, de un dinosaurio,
o la de un basilisco; y el cielo,
como si aún siguiera tras el vidrio del taxi, es verde,
las nubes del ocaso, amarillas como los ojos de gatos, o de búhos;
el sol, resplandece convertido en puro jade.
El espectro verde gobierna el cielo entero,
131
el sol, a la altura del estómago del firmamento,
como si fuera un brillante ombligo; una canción familiar,
resuena en mi memoria, me aclara que, esta luz verde, es la luz de la noche
que se aproxima, que con la noche llegan los bichos,
de los cuales ya se escuchan sus perforantes zumbidos desde las sombras entre las hojas.
Los mosquitos, son del tamaño de colibrís.
- ¡Carajo! ¡Tantos mosquitos!
Después de una buena caminata en silencio nos topamos frente a una derruida cabaña mucho más
notoria que las demás, hay una camioneta en su entrada trasera, que en el lugar de la placa con la
matricula tiene un placa con una bandera confederada, alrededor de la camioneta hay muchas
gallinas, algunas han defecado en el chasis; y en la parte superior del auto, un gallo negro con
plumas verdes y azules metálicas cacarea fuerte anunciando el ocaso. Justo al lado de esta casa,
compartiendo el terreno, está el letrero que anuncia CARIBEAN.
- ¡Llegamos al fin! Acá dentro el humo seguro espantara a tanto mosquito, mierda que esto parece
una selva – de un palmazo Jonatán hace explotar un mosquito que tenía posado en su hombro,
haciéndose salpicar su ropa y cuello de la sangre fresca que el bicho tenia acumulada en su panza.
El letrero es de madera tallada, sobre dos pilares de madera altos y enredados de focos que
parecen de navidad; dentro, tal cual me lo pintaban, hay una multitud de seres multiformes narco
alcoholizados en pleno jolgorio, los más viejos zapateando y agitando pañuelos mientras giran sus
muñecas alrededor de sus parejas al ritmo de una cueca antigua, sus parejas son señoras
hinchadas de alcohol y travestis que les llevan más de una cabeza de estatura, muchas, gracias a
sus descomunales tacos. Mientras entramos le doy un puntapié a una cucaracha del mismo
tamaño de mi zapato, con grandes ojos saltones como dos granos de pimienta verde, vuela
disparada hacia la pista de baile donde queda empalada por el tacón aguja de uno de los travestis.
No muere, se queda incrustada agitando sus patas y antenas.
- ¿Es lo que esperaban verdad nenes? ¡¿Verdad putines?! Claro que sí, ¡miren! La única mesa
vacía.
Acomodados ya, nos pedimos inmediatamente una buena dotación de birras en jarra, mejor no
optar por otros alcoholes por el momento, mis compañeros se enfrascan en una charla trivial a la
que no presto atención ya que me quedo absorto, pasmado y babeantemente cautivado por la
esquizofrenia que ofrece a mi cerebro este paisaje; no veo gente, no veo personas, toda la
concurrencia ha sido sacada de otras realidades y sus personalidades han sido alteradas con
drogas y alcohol barato, traídos de otro plano por la diversión carnal de estas gloriosas fechas,
bailando se ve a gente de antaño, criollos celebrando con la cueca de sus años mozos, y que de
parejas llevan demonios de grandes astas, banshees y una que otra medusa vistiendo
transparencias, cueros apretos, o nada más que una tanga, con el resto del cuerpo pintado; hay
zombis que no necesitan mucho maquillaje para verse como zombis, que bailan con gorilas, con
peces con piernas, con lagartos robustos o con cucarachas; veo drag queens bailando con
adolecentes pordioseros, veo monjas que no disimulan tener pene, veo penes que no disimulan
tener piernas y cara, veo vampiras, enfermeras, ninfas, conejas blancas y muchas garotas
emplumadas exhalando narcótico vapor mientras agitan sus caderas, rígidas, blandiendo miradas
132
llenas de cocaína, escuálidas, deseándose entre ellas; ahora bailan al son de un bolero que habla
de alguna de ellas, que habla de todas ellas en realidad.
En la mesas hay dos grupos grandes muy notorios, una lejana que esta con un montón de tipos
viejos y pálidos, vestidos de gabardina y sombreros de ala ancha, fosforescentes todos, inmóviles,
con gafas oscuras, anillos gruesos y cadenas doradas por encima de sus camisas, acompañados de
menudas adolescentes con ojeras verdes y rostros decaídos; mejor no observarlos demasiado, que
seguramente estos son los degenerados terminales, y como dice el dicho: “viejo verde, no solo
muerde”; la otra, más cerca mía, es de un grupo de cinco hombres y una mujer, vestidos todos de
payasos; escandalosos, todos con cigarrillo, el olor fuerte de su maquillaje se mezcla con el olor del
tabaco negro y del sudor de cada uno formando un aroma rancio como de esponja o tela
enmohecida, sus trajes están mugrosos y aportan mucho a ese olor que desprenden, el cual
abofetea más que nada a Tuche, de quien están más cerca. Un detalle curioso, en su mesa no hay
ceniceros, todos tiran la ceniza de los puchos a su jarra de alcohol viscoso.
Al observar al resto de las mesas, comprendo porque a estas ocasiones de full asistencia las
llaman fiesta de gárgolas, suponía la razón, en mi inconsciente, pero no creí que llegara a estas
dimensiones.
Con las clavículas, los hombros y los omoplatos rígidos y elevados, las frentes estirando al máximo
las cejas y los parpados, las pupilas infladas al igual que sus pechos, dilatados y agitados, y de
cuclillas sobre las sillas abrazándose las rodillas, está el resto de la mayoría de la gente del resto de
las mesas del boliche que ha resultado ser un escondrijo del consumo y comercio de pasta base,
toda esa gente esta dura como una gárgola a la que le ha llegado la luz del sol, de un sol negro;
albergando, dentro de la carcasa de piedra, un demonio terrorífico sedado por la droga más barata
del mercado global. Estoy en un lugar, donde ahora doy las gracias, de no haber llegado a pisarlo
antes llevado por mi curiosidad, siempre quise conocer este boliche y ahora veo porque los
vientos han negado mi arribo los meses anteriores, es una barraca/taberna de consumidores de
pasta base, acá, hace unos meses, me hubiera ahogado como pez enredado en la redes de los
pescadores de personas de nuestro sistema narco patriarcal, me hubiera quedado a “vivir” por
siempre acá, cosa que, gracias a esa hermosa y bendita prostituta, la que me acaricio mi rostro,
ahora eso no va a pasar.
Un mareo que hace dar vueltas la mesa ataca mi cabeza repentinamente, tengo una punzada en
mi sien izquierda, que se siente como si mis músculos se desgarraran separándose del cuero
cabelludo, siento arcadas leves y un olor a azufre emerge de debajo la mesa, haciéndole cosquillas
maliciosas a mi nariz. Un buen trago de mi pócima me compondrá.
- ¡Ya he visto clientela! ¡Vuelvo al rato pollos! – Adiós Tuche…
…imagina, yo te bauticé, con ese sobrenombre,
que ahora veo, como ha fructificado,
de un punki, narco hedonista, a un as, del comercio de drogas,
¿perteneces al sindicato? ¿A los dealers en especie?
¿te harías chupar la verga por alguna de estas gárgolas?
Las mismas gárgolas que vimos,
a través del orín,
¿Recuerdas?
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Recuerdo, el recuerdo de esa parte de la visión de esa noche, en la que fumé base por última vez,
mezclada con D.M.T., que, por cuestiones estelares, me llegó de cortesía. Afloran mis recuerdos
borrosos, de las visiones de multitudes de personas en todo el continente, en la misma posición
que la gente que veo ahora en estas sillas; las naciones de los agachados sudacas, carreteras
enteras cubiertas de gárgolas vigilantes; los recuerdos emergen aumentando mis nauseas, siento
subir el líquido por mi esófago, sin control, me tapo la boca y por instinto llego corriendo al baño.
Puerta podrida, porcelana puerca, agua estancada,
el tinto vino, la aguada cerveza, la agria absenta: el cuerpo del alcohol,
unificado, viscoso, espeso, pesado y hediondo,
parcialmente digerido, ha retrocedido en su camino,
ha girado, tímido al público, por varios segundos, largos segundos,
en los redondos cachetes, endulzando amargamente la boca,
la émesis, mi némesis, saborea la boca, y deja sus sabor,
como despedida, ante su brutal expulsión.
- ¡Qué asco!
El blancuzco amarillo, de un huevo cocido,
del violento chorro, salpicando el agua,
a mi roja cara, por el ardor en mi garganta.
- ¡Carajo!
Más oscuro, más denso, mostaza,
un guiso con curry, y grumos verdes como arvejas,
embadurnan las costas de porcelana, atiborrando el charco pantanoso,
el peso, la acidez del líquido,
doblegan las rodillas, sulfuran la garganta.
- ¡MIERDA! ¡BLRUUUOOAAGHHH!
- ¡BLRUUUOOAAGHHH!
Café diarreico, con vetas rojas de dolor,
cataratas tras cada enteropulsación,
se pinta una violenta obra de arte, con la porcelana como lienzo,
¡De rodillas cabrón! ¡Antes que me vaya!
¡Abraza a tu fétido confesor! Mientras liberas tus pecados estomacales,
¡Que corran lágrimas de ardor! ¡Que se llene la nariz de jugos gástricos!
Dejando hilos de saliva y mucosidad,
colgando de las fauces temblorosas,
el último beso, de despedida,
dejando fauces y fosas, dilatadas, irritadas,
y un vacío en el estómago, que dur(o lo h)ará para siempre.
De pie, eres un hombre nuevo, la imagen de un nombramiento real se me viene a la cabeza
mientras apoyo mi mano en la rodilla derecha para levantarme. Arturo, carajo, las cosas por las
que pasamos; afortunadamente el lavabo funciona y deja caer un pequeño chorro de agua fresca
con el que puedo limpiarme la boca, soplarme la nariz para quitar los mocos y el vómito que han
quedado entre mis vellos, refrescar mi garganta quemada y empaparme la cara, y un poco el
cabello, para despabilarme después de semejante buitreada, uso un poco del agua de mis manos
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húmedas para limpiar la mugre del piso que ha quedado estampada en mis rodillas, levanto la
mirada y me encuentro con mi reflejo deformado por el vidrio roto, ojeroso, con ojos irritados y
ausentes, despeinado, respirando agitado aun con la boca abierta, pálido, delgado y con la barba,
de unas dos semanas, desigual y sucia, hay un poco de vomito aun en mi quijada que enjuago
rápidamente, no quiero y no me vuelvo a ver al espejo, mis pupilas temblaron ahora que lo hice
porque no me ha gustado lo que he visto. Afortunadamente, aún tengo mi mascara cubriendo mi
nuca, volveré a la mesa con ella puesta sobre el rostro.
Como todo un romano vuelvo al banquete después de haber vomitado las demasías de mi
estómago, la energía rugosa que domina el ambiente sigue muy presente pero mi cuerpo y algo de
mi cabeza se encuentran muchos más sobrios, lo que hace que no la absorba totalmente; pienso
en mover mi mano y esta lo hace sin problemas ni mucho retraso, pienso en caminar recto hacia la
mesa, y lo consigo sin las dificultades que hubiera tenido hace rato; efectivamente, vomitar, es de
las mejores técnicas para balancear el alcohol ingerido y recobrar algo de sentido, para luego,
ingerir más alcohol y continuar la parranda, es eso, o jalar coca, cosa que no tengo en mente
ahora.
Vuelvo a la mesa llevando puesto mi rostro postizo, por fortuna mi mochila y la botella de ajenjo
siguen en su lugar, las dejé sin pensar a causa de la repentina ola de vomito que lleno mis
cachetes. Mi “amigo” no era para nada una garantía para que sigan en su lugar, es, obviamente,
un milagro.
- Tardaste bastante ¿Ya te metiste una buena seca de levadura?
No hago mucho caso a la ya gastada cantaleta de Jonatán sobre mi relación con la base y me
engullo lo que queda de mi tarro de chela levantando ligeramente mi mascara, la vuelvo a llenar
con lo que queda en la jarra y pido una nueva a un simiesco mesero que está a los alrededores
como un tiburón nadando en círculos.
Jonatán me cuenta que, mientras yo buitreaba como emperador en bacanal, el ubico un diler que
maneja buen skunk, no le hago mucho caso ya que la mesa de los payasos hace que mi
concentración se centre en ellos, especialmente en la única mujer de la mesa, una payasa rolliza
que hace movimiento muy discretos, pero inundados de lascivia; esta con unas trenzas de lana
verde fosforescente y una pantalón abombado rojo con lunares negros. Mientras los tipos, con el
maquillaje corrido, uno por uno escupen en la jarra, ella desabotona su pantalón de tela y se lo
baja hasta las rodilla, dejando ver a todos su calzón percudido y ancho, reclinándose en el espaldar
para sentarse más cómoda, luego que cada uno escupe a la jarra se sirven el líquido azulado
espeso lleno de ceniza de cigarro en sus vasos whiskeros, cada uno respetando su turno se seca el
vaso, la payasa hace lo mismo mientras mete su mano derecha dentro de su calzón harapiento,
describiendo círculos ansiosos con sus dedos mientras se frota sus genitales; con toda la lentitud
de mi embriaguez mi foco se prende poniéndome en cuenta de que están iniciando una orgía. Son
los vomerófilos, todos muy ebrios y derrochan expresiones de excitación perturbadoras y
sobreactuadas, cómicas con un tono vulgar de asqueroso gusto, como interpretando a la
perfección el papel que les otorga sus disfraces.
- Nos va a esperar a una cuadra de acá cuando le haga sonar su celular men, ¡me la mostro! ¡Es
verde! No ese marrón al que estamos acostumbrados, ¡Verde! ¡Como una botella de Tanqueray!
135
Una mancha oscura de humedad empieza a crecer en la tela percudida del calzón mientras la
payasa se masturba; el resto de la mesa, respetando el mismo orden, se provocan arcadas ya sea
metiéndose el dedo a las gargantas o, simplemente, haciendo un sobreesfuerzo con su laringe,
todos los vómitos que lanzan van dentro de la jarra, uno de los payasos, el más delgado, calvo y
con una nariz negra, después de vomitar se une a la acción de su compañera y abriendo su
bragueta deja salir su verga delgada y sucia, sucia como si estuviera cubierta de tierra negra, y se
pone a jalarla mientras todos aúllan a coro “!Orgasmo bilioso, orgasmo bilioso!”
- ¡Mieeeerda bro mira! ¡Esa gorda se está dedeando!
- ¡No me digas! Oye, hazle timbrar a ese tipo que dices, terminemos esta chela y vámonos de este
botadero.
Sus maquillajes se corren aún más por el vómito que dejan chorrear a propósito por sus mejillas,
ya después de vomitar toda la mesa se encuentra en un lascivo trance, adormecidos, casi todos ya
se encuentran masturbándose con excepción de los dos tipos de la mitad de la mesa que han
empezado a besuquearse y esparcir sus manchas de vomito por sus rostros usando sus lenguas
como brochas anchas; el mesero simiesco se acerca a la mesa y viendo la incapacidad de sus
clientes para continuar su orgia les llena los vasos nuevamente, tirándoles un gargajo a cada uno,
luego de llenarlos, ganándose así una buena propina que el mas lucido de todos, el flaco de nariz
negra, le introduce en el bolsillo de su chaleco; estimulados por el excelente servicio y por la flema
fresca del mesero todos se concentran en sus vasos nuevamente y brindando al unísono:
“!Orgasmo bilioso!” todos chocan sus copas, engullendo su contenido seguidamente, todos
vuelven a vomitar casi inmediatamente, cuatro de ellos controlan su impulso y vomitan
“pulcramente” en la jarra; el tipo que está al lado de la payasa decidió no hacer lo mismo y, para
estimular más al resto, dirige su buitreada al cuerpo de la mujer, empapando todo su antebrazo
derecho, su vientre, sus muslos y sus bragas, ella se arquea y convulsiona gimiendo tétricamente,
se baja el calzón empapado hasta las rodillas, en el momento en que nos levantamos de la mesa la
mujer lleva su nuca hacia atrás y blanquea sus ojos, y, al mismo tiempo que un vomito acuoso, de
olor amargo y color verde, parecido a mi ajenjo, sale escurriéndose entre sus dientes tensos,
chorros delgados de un líquido claro y oloroso, intermitentes, salen disparados de su vagina,
causándole terribles espasmos en el vientre y sacudiendo sus piernas como si estuviera en un
exorcismo. La payasa lo logró, verde y agrio orgasmo bilioso. Al cruzar por los pilares de madera,
cuando salimos del tugurio, mi cuerpo lanza un gran suspiro de alivio, como cuando después del
trabajo, me quitaba mi sudado y caliente uniforme de cocinero.
El sol de jade que mi mente me describía hace instantes se ha escondido, la humedad se vuelve
más refrescante con la oscuridad que acrecienta y esta ayuda a refrescar mi cabeza que aún sigue
aturdida debido al verde espectáculo porno del que fui presente; alcohol verde, espectro verde,
vomito verde, todo rodeado del verdor de la selva violenta que algún día dominó todo este
territorio por el que caminamos ahora con este sujeto, a quien solo puedo describir como un
conocido, un tipejo de la calle, al cual ahora me aferro automáticamente debido a su oferta de
conseguir un poco de yerba premium. La rara embriaguez que sentía desde poco antes del medio
día la sigo distinguiendo; estoy lucido, pero duro y torpe de movimientos. Enmudecido, me siento
misteriosamente enfurecido, asqueado de las decisiones que he tomado, han pasado tres años y
en más de la mitad de estos he estado en situaciones cada vez turbias y estancadas, nada
136
divertidas como lo hacen ver la mayoría de las súper estrellas drogadictas del anterior siglo, sino
más parecidas a las situaciones tediosas e insípidas, pero románticas y misteriosas, descritas por
anónimos poetas torturados de ninguna época en específico; personas, a veces duras como rocas
y otras veces sensibles como el agua, con temples de acero, y corazones volcánicos de sangre
hirviente. Tres años de decisiones y acciones incoherentes de las que ahora siento como sus ecos
han hecho efecto en el tiempo, haciendo que situaciones como en las que me encontraba hace
instantes me lleguen como si fueran los gordos mosquitos que me rodean ahora que parecen
satélites espiándome, simplemente atraídos por el olor de mi sangre y de mi sudor, atraídos por la
energía que he absorbido como esponja debido a mi juventud.
Hemos avanzado una cuadra como decían las instrucciones que recibió mi compañero, al frente
nuestro se dibuja una plazuela llena de tierra con unos cuantos arboles resquebrajados,
trastocando todo el entorno pantanoso. La noche hace que las luces de los faros alumbren con un
verde amarillento, alrededor de los cuales vuelan centenares de escarabajos y taparacus; al centro
de la plaza se ve una capilla a medio construir y, sobre un montículo de cemento, una cruz de
madera enmohecida, frente a la que tendría que ser la entrada de la capilla; en el horizonte,
reflejando la luz del sol de jade, alineándose perfectamente con la punta de la cruz enmohecida,
se encuentra elevándose en el firmamento la luna llena, convertida en una enceguecedora
esmeralda rodeada de un aura magnífica, con su fiel conejo observándonos desde su superficie.
- ¡Psst! ¡Oye! ¡Que colgado que estas! ¿Me oyes lo que te digo? Mira esperemos acá al diler.
Una banca de plaza, el mejor descanso para la mente y para la espalda – ¡Que jodido dia! – el me
mira con sus parpados entrecerrados e hinchados – los rumores no son nada a cuando uno
presencia esos espectáculos en persona, esa vez que me contaste, que te trajeron, ¿vieron algo
parecido?
- No me acuerdo cabrón, ¿la mina dedeándose?
- ¡Eso! ¡Y esos bultos buitreándose!
- ¿Se estaban buitreando? Solo me fije en la guarrilla, estaba buena, tanto tarda ese men.
- ¿¡No te fijaste en sus vómitos?!
- Estoy muy cruzado bro.
Entonces recuerdo que no es de sorprenderse, pero si de lamentarse, que la mayoría de la
humanidad esta ciega por sus obsesivos placeres. “Mira la luna esmeralda, ¿ves ese espectro
verde (o)paco que nos rodea? ¿Hueles el azufre del aire?” Le pregunto para cerciorarme si está en
el mismo pedo que el mío.
- ¡Estoy tan cruzado! ¡La luna parece una gran teta jajajaja! ¡Con tantos pezones jajaja! ¡A punto
de estallar en cataratas de leche!
Los pedos son personales.
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- ¡Al fin! Mira, ese es el huevón.
MI corazón se acelera al llenarse de una gratificante ira que nunca había sentido antes, porque veo
acercarse una sombra más que conocida, se acerca caminando como la primera vez que la vi, con
paso de maldad, con la apariencia de un buitre haciendo tierra; acercándose como un esqueleto
poseído, ahí está, una vez más, apareciendo, puntualmente, el rey Davico.
Pequeño es el mundo, más pequeño aun este pueblo gigante, mi corazón iracundo se infla ante
todo el desfile de coincidencias y hechos que durante este día han llevado a que ahora este frente
a frente al puto que se llevó mis cosas, mi sangre caliente enrojece la piel de mi cara hasta que es
una sola junto con mi mascara, la cual oculta mi sonrisa jadeante de perro rabioso excitado, es una
ira preciosa, meticulosa, “deja que crezca, Arturo”, me digo sonriente, “deja que se acumule más
hasta estallar, en el momento adecuado”.
Hacen la tranza, no he abierto el pico y no he movido ningún musculo del cuerpo, mis parpados no
se han cerrado mientras mis pupilas se mueven de derecha a izquierda, enfocándose en los rostros
de ambos, en cada uno mientras pronunciaban una oración, las cuales son sordas para mí, ya que
mis oídos solo perciben las burbujas de sangre en mi rostro, en el de carne, y la ruidosa estática en
mi mente; una gran burbuja de energía se infla en mi panza mientras ellos se cargan una pipa para
cerrar la tranza.
- Es muy buen, skunk, duds, ¿no quieren, que, lo azucaremos?
- No le hago broder, luego seguro querrá él, este lo dejemos así.
Mientras fuman, gasolina verde al tanque, uno, dos, tres muy generosos tragos que ponen aún
más verde el espectro lumínico a mí alrededor, me llega a mis manos la pipa, fffffffffft, ¡La chispa
que prende la mecha! ¡Que buen enredo de cables! Disparado y cruzado me paro, camino al
frente del reptil de piel ploma verdosa, sirvo en la tapa de metal un poco de ajenjo y
ofreciéndoselo le digo:
- ¡Que buenísima onda broder! ¡Un buen traguito para brindar! ¡SALUD! – Le lanzo un gancho en la
quijada haciéndole estallar la botella en la cara, me quito la máscara para mostrar mi rostro - ¡ME
DEJASTE SIN MÚSICA! – un zurdazo en la otra mejilla, es un demonio, recuerda, ciego por breves
segundos, ¡aprovecha! Su cara esta astillada con vidrios al igual que parte de mi muñeca – ¡¿ME
TIRASTE LA PLATA NO PENDEJO?! – Le clavo la boca de la botella en el brazo derecho,
desgarrándole lo más que pueda de musculo para que no se defienda, entonces siento unos
brazos que me detienen, haciendo que tire lo que queda de mi botella al piso – ¡Déjalo huevón!
¡Deja de gritar! ¡Los vecinos! ¡Van a llamar a la policía! – ¡Maldito cobarde! - ¡LA POLICÍA! ¡EL ES
UN HIJO DE POLICÍA! ¡HIJO DE PACO! – Con la fuerza de un grito me suelto de Jonatán, doy media
vuelta y, impulsándome con mi pierna derecha y cargando más fuerza con mi pierna izquierda le
estampo mi puño derecho en el centro de la jeta, haciéndole estallar la nariz y la boca, varias gotas
gordas de sangre salpican a mi pantalón y al cráneo de mi lera, levanto los brazos y giro para
volver contra Davico - ¡HIJO DE PACO! – Se me abalanza para aferrarse a mi cuerpo, nos botamos
al piso donde en un improvisto le meto mis dedos a los ojos, su fuerza es descomunal, es un mono
demoniaco, de un rodillazo en su huevos me libero, no dejo que se pare, entonces con cada grito
le hago llegar una patada - ¡HIJO DE PACO! – Patada en la costillas - ¡TE VOY A HACER MIERDA! –
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Patada en la quijada – ¡LADRÓN HIJO DE POLICÍA! – el último golpe, en la sien, con el cual al fin lo
dejo algo aturdido.
Bien utilizada la ira y la adrenalina, poco a poco se van retirando; Jonatán, con la cara chorreando
sangre como un grifo averiado, se va corriendo sin rumbo al tiempo que escucho bullicio a mis
espaldas.
- ¡¿Que está pasando?! – Se acerca corriendo un grupo de gente, hombres jóvenes, morenos,
vestidos todos de casacas verdes y blancas, algunos con pañueletas, otros con gorras, otros
luciendo trenzas, casi todos con tatuajes baratos, muchos, la mayoría de ellos, relacionados con la
mota; atrás de ellos logro divisar a un viejo, casi calvo, que lleva una camiseta blanca, rodeado de
otros muchachos.
- ¡ME HA ROBADO! ¡ESTE HIJO DE POLICÍA! ¡ME HA DEJADO SIN MÚSICA!
Entonces al ver la reacción de la gente me doy cuenta que mis gritos han condenado al rey Davico.
- ¡Es un policía maleante! ¡Cero polis en nuestra arboleda! ¡Cero paco! ¡MUERTE AL PACO!
En solo un instante, mi venganza personal se convierte en un linchamiento brutal, Davico,
acorralado, es destrozado por innumerables puntapiés que le destrozan las costillas, que hacen
explotar su labios, que luego hacen estallar su ojo izquierdo; lo dan la vuelta de una última patada
en el pecho, echado de espaldas comienza a vociferar maldiciones incomprensibles, escupe sangre
a los que puede haciéndose ganar un pisotón en la cara, entonces entre tres de los panderos le
revisan los bolsillos, se quedan con toda la plata y la ganga, y cuando encuentran los paquetitos de
base, levantándolos en alto, empiezan a vociferar a la luna, no como un aullido ni como un grito,
sino más bien, de forma muy gutural, se ponen a croar, terroríficamente, inflando sus cachetes y
expandiendo sus pechos; arrastran de las piernas a Davico, mientras aún sigue maldiciéndolos en
su idioma agónico; en su delirio, me dirige su mirada poseída, mostrándome su ojo reventado
chorreando un líquido verde negruzco; y con el otro ojo, sano, me muestras un celeste cielo, frágil
y conmovedor, dejándome ver por brevísimos segundos, un ángel que en algún momento pudo
haber sido ese chico, que tan solo debe tener dieciséis o diecisiete años.
La muchedumbre ata de manos y piernas a Davico a la cruz enmohecida, otros acarrean bastantes
ramas secas y hojas de palmeras amarillentas, también secas, de los alrededores. Ocasionando
gritos mezclados con risas lunáticas, uno de los chicos tira gasolina sobre el cuerpo maltrecho de
Davico, mientras el resto de la turba sigue croando mirando al cielo.
La pequeña llama de un encendedor, la tierna flama de base azul y cuerpo y punta amarillos,
accionada con el pulgar de la aprobación, esa pequeña llama, puede generar tantos fuegos
infernales; con esa misma llama, Leonel me abrió la puerta a un mundo que nunca busque, que sin
embargo me estaba esperando desde hace siglos, con esa llama, diminuta, atravesé los túneles del
tiempo y el espacio a través de un espejo, quemando mis nervios en consecuencia; la misma
llama, que de manos de una prostituta de nombre desconocido, me mostro la base de la sociedad.
Una llama, parecida, algo más pequeña, de un olor distinto, ya que proviene de un fosforo, es la
que ahora, al tocar la gasolina, crea la hoguera en la que se achicharrará, primero la piel, y luego la
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carne, de Davico; mientras el fuego rojo se eleva, la luna va perdiendo su tonalidad verde, mis
pupilas tiemblan junto con las llamas danzantes, mientras mi cuerpo estático no logra comprender
como una simple noche de películas pudo llegar a esto, Davico agoniza, mientras el espectro verde
poco a poco se va desvaneciendo, las casacas verdes y blancas de la multitud se vuelven ropa
normal de todos colores; la noche vuelve a poco a poco a su normalidad y mi borrachera poco a
poco se hace más “usual” – ¡Nada de polis en la arboleda! – Grita el tipo que tenía los paquetes de
base, que los lanza también a la hoguera, y entonces todos se retiran por donde vinieron, vuelven
a sus casas o se dispersan a sus alrededores mientras las brasas exhuman una peste a carne
quemada en grasa rancia y droga incinerada.
Yo aún sigo estático, boquiabierto, borracho, desconcertado y muy asustado, mientras, poco a
poco, gracias al fuego que combustiona la carne, se va dibujando la calavera de Davico; ha
quedado con las mandíbulas abiertas, mirando hacia arriba, con una expresión petrificada que
pareciera gritara, lanzando su último aliento pernicioso, justo hacia el conejo que se encuentra
observándolo todo, desde allá arriba; ese que siempre observa todo, y nos permite observarlo
todo, cuando estamos en fase de luna llena.
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10. Decisiones
Ellos, decidiendo como uno solo, dejaron poblar su existencia,
y al poblar algo, se riegan semillas,
que ahondan, en lo más profundo, de la materia fértil.
Anónimo
Después de haber visto terminar de carbonizarse el cuerpo de Davico, recién mi cuerpo pudo
moverse de ese lugar; cuando me moví, caí al primer paso que di, ya que mi borrachera se había
multiplicado (o había vuelto a la normalidad) por arte de magia. Tambaleándome, y haciendo uso
del instinto más básico de supervivencia, recorrí la Arboleda de Fátima de vuelta hasta la esquina
donde nos había dejado el taxi, tome otro en el que me dirigí directamente a mi casa, para
resguardarme en mi cuarto, al llegar a mi vecindad me encontré con una borrachera carnavalera
que me recibió con los brazos abiertos, mis vecinos tenían cajas de cervezas, patas de elefante y
bastante coca para mascar; escuchando cumbia autóctona. Yo, aun en estado de shock, no pude
reusar la buena diversión que me ofrecían y me quede a beber con ellos, borrándose mi memoria
casi inmediatamente. Cuando desperté, no sabía qué hora era, ni que día, y los recuerdos del
linchamiento, más los recuerdos de los sucesos predecesores, me sabían agrios y se veían turbios y
pesados en mi mente, mi resaca moral hacía sentir peor lo sucedido y un dolor en el estómago me
decía que no recordaba cuando había sido la última vez que había comido algo, mire en el
refrigerador y no había más que una botella de agua en las ultimas, me di una ducha muy veloz, ya
que no pude soportar el agua fría y salí a la calle con todo el dinero que tenía a la mano, una
cajetilla de cigarrillos que vi en mi velador y mi encendedor. No encontré mi teléfono, el cual
seguro habré perdido en alguno de los días anteriores.
Calcule por la luz del sol que eran aproximadamente las diez y media, también porque en la
esquina al frente de la avenida principal de mi barrio aun había una buena cantidad de periódicos
a la venta; me acerqué a una confitería y me compré una empanada frita de carne de pollo
desmenuzada, la engullí y mi estómago se resintió negándose a comer alguna otra cosa más. Al
caminar y al tratar de razonar me di cuenta que no estaba de resaca sin más bien que aún seguía
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bastante borracho; mis dedos estaban bastante rígidos e hinchados y sentía la misma hinchazón
en mi rostro; me sentía obnubilado, como si hubiera pasado meses dormido. Sin saber que hacer
me subí a un bus que iba hacia el centro; dentro, por mi rostro demacrado y por mi peste a juerga,
llamaba la atención de la mayoría de la gente que tenía cerca, todos ellos enfrascados en su rutina
matinal de trabajo y responsabilidades, y yo ahí recordándoles que siempre habrá gente a las que
esas cosas valen verga; no había lugar para sentarme así que iba parado sosteniéndome con mi
derecha de uno de los sucios barandales metálicos, a mi lado, una señora veía distraída su
teléfono, la vi y traté de ver la fecha en la pantalla, no lo conseguí, mis parpados no se habían
despegados del todo y los detalles los notaba borrosos, “disculpe señora”, le dije con voz de
borracho, “¿qué día es?” Le pregunté, excusando la naturaleza de mi pregunta con mi estado,
“jueves” me contesto ella, riendo nerviosa, como simio a la defensiva, le agradecí y me alejé un
poco de ella ya que noté que mi aliento le quemaba las cejas. Algo me decía, en mi cabeza, que
tenía algo importante que hacer, pero no podía darme cuenta que era.
Llegué al centro y entré a un café en el segundo piso de un shopping, que tenía muchas de sus
mesas en la terraza que daba a una de las calles que venía directamente de la plaza principal, de la
cual estábamos a una cuadra. Entré a pensar, a sentarme y a pensar mientras mis manos
temblaban por la deshidratación, me senté cerca de la baranda y pedí un café negro, al cual le
puse más azúcar de lo usual, lo tome lentamente mientras me fumaba dos o tres cigarrillos, si mas
no me acuerdo.
No podía pensar, la resaca solo ponía en mi mente una lamentable sensación de abandono, y en
mi cuerpo gobernaban los escalofríos y los temblores. Pedí otro café, ya que no sabía que más
hacer, me lo trajeron con algo de demora, tiempo en el cual fumé otro cigarrillo. Cuando el café
llegó a la mesa una punzada fuerte me aquejó en la zona del vientre, encima de la zona de los
pendejos, tomé tres sorbos del café y me fui al baño. No podía pensar ya que tenía una caca
alojada en los intestinos que presumo debió estar atascada de dos días antes.
Sentado en el retrete, mientras la enorme y gruesa deposición salía lenta y forzosamente por mi
ano, mis pensamientos comenzaron a fluir, como si mi mente se desatascara, como si estuviera
directamente conectada a mi culo.
Pensé en toda la gente que había conocido, de la cual a la mayoría no volvería a ver, de eso estaba
seguro. Me tapaba la cara con las manos, frotando mí frente con la yema de los dedos,
restregando los ojos con las palmas, como cuando uno no se despereza; una manía que tengo
cuando estoy de resaca, o cuando estoy profundamente tedioso. Mientras me cubría los ojos con
la oscuridad de mis manos, se me venían a la mente escenas de mi vida durante los últimos tres
años, escenas aleatorias, como pantallazos de una película. La que más se repetía: yo caminando
por el puente peatonal de mi barrio, de día, yendo a trabajar. Dormitaba en el baño, sentía que me
desvanecía y que con destellos volvía a reaccionar, no sé cuánto tiempo estuve en ese trance de ir
y venir, pero me pareció que esa shit tardo casi media hora en terminar de abandonar mi cuerpo.
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Volví a mi mesa, encontré mi café más frio que tibio, le di unos sorbos y me encendí otro cigarrillo;
mientras la depresión (que era lo que creía que tenía en ese momento) me invadía más y más a
cada instante. Tenía esos incontrolables deseos de volver al pasado, de estar en el pasado; y de
sentirme como en él.
Saqué mi billetera, la abrí y revisé todo lo que en ella tenía. Aparte del dinero, la foto de mi madre,
la de mi padre, mi C.I. y mi tarjeta de banco, tenía un montón de papeles doblados, notas y
tarjetas de negocios y personas, muchas ya ajadas y amarillentas; ya que nunca había hecho una
revisión del contenido de mi billetera, la cual no recuerdo si me la compré, o me la regalaron. El
único objeto que conservo durante tantos años, que nunca perdí.
Junto a las cenizas y las colillas, dejé la mayoría de los papeles, hechos bolitas, que fui arrugando
después de leerlos. Recibos y facturas de farmacias, licorerías y supermercados con notas,
direcciones y teléfonos escritos al dorso fue lo que más dejé, junto a las tarjetas de mis dos ex
trabajos, y las de algunos otros restaurantes a los que fui alguna vez a cenar. Extrañamente,
recuerdo muy claramente tres papeles que me despertaron mayor cantidad de nostalgia al verlos:
Un recibo por treinta y cinco centavos del Jardín Botánico Municipal con la palabra VISITANTE
escrita al centro, el boleto del asiento veintiuno del bus en el que vine de mi ciudad natal a Santa
Serena y una nota con letras redondeadas e irregulares que decía “adoro chupar media toronja
por las mañanas”. Las dejé también en el cenicero.
No necesitaba conservar nada, con excepción de una nota, una de las más ajadas, la cual me
recordó lo que no podía recordar más temprano en la mañana. Era la nota que tomé la noche que
fumé por primera vez un nevado, la frase en inglés de la película que nos reunimos a ver con los
chicos de la churrasquería, al reverso de la nota estaba escrito “tatuaje cita reservada jueves 14
febrero 5 p.m. Rudy”. Era ese jueves.
Recogí mis cigarrillos y fui hacia la caja a pagar mi cuenta, pregunté la hora y me dijeron que era
menos cuarto para las tres. Salí del shopping y me dirigí a la plaza principal, ya que el estudio de
tatuaje se encontraba cerca.
Me encontraba muy ansioso, y me sentía más mareado que antes, el café no me había sentado
nada bien y sentía como mi presión subía como una araña trepando de mis lumbares hacia mi
nuca, calentando la sangre del área que pisaba. En la plaza no había nadie, estaba desierta, no
había ni guardias, ni mendigos, ni fotógrafos, no había nadie; las palomas, todas estaban
petrificadas en los árboles, como si fueran pequeñas estatuillas de piedra. Me invadió una
sensación de soledad inmensa, como si me encontrara rodeado de un vacío inmenso, infinito; tan
inmenso que no se podía percibir cuanto realmente abarcaba; me hundí en la desesperación.
Temblando, dando esforzados pasos caminé sin rumbo por toda la plaza hasta llegar al
monumento del centro, dos arcadas fuertes me agitaron e hicieron que me sostenga de la
columna de mármol negro que sostenía la estatua del colonizador de la región. Me reduje al
estado de un niño débil y desolado, con la misma ansiedad de esos niños nerviosos que se
desesperan cuando sus padres parecen haberlos abandonado; temblaba y me desesperaba, y de
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pronto se sumó una terrible sensación de culpabilidad, como una mezcla de desamparo y odio a
mí mismo. Una idea desesperada me surgió dentro de mi cabeza, el confesorio de la catedral de la
plaza principal, ahí tendría que haber alguien, un cura, quien sea, para escucharme; quería a toda
costa hablar con alguien. Caminé temblando más, con tentativas de desmayarme antes de llegar; a
lo que recuerdo por la luz del entorno debió ser una día bastante nublado, ya que todos se veía de
un tono purpura plomizo; no puedo asegurar, ya que en todo el trayecto no levanté la mirada al
cielo ninguna vez, no recuerdo las nubes ni el sol de ese día.
Llegué al frontis de la iglesia y encontré la puerta cerrada. La ironía de que en la primera y única
vez que quise entrar a una iglesia, con la sensación de necesitar hacerlo, encontrara la puerta
cerrada, me hizo estallar en carcajadas cargadas de demencia.
- ¡ESTO ES UNA MAMADA! – Grite en voz alta denunciando la ironía y me desplome sentado en las
gradas de la catedral, la fuerza de mi risa disminuía, mientras empecé a hundirme en un profundo
y desconsolador llanto. Lloré amargamente, empapando mi rostro y mis manos; con los ojos
cerrados, me veía solo en mi habitación, sentado en mi cama, con el piso regado de pedazos de
vidrio verde; con mi ventilador girando frente mío, ayudándome a espantar los mosquitos que me
asediaban como buitres. Lloré hasta que mis ojos me dolieron, como si quisieran caer al suelo
junto con las lágrimas que desprendían. Todas esas lágrimas, fueron las que no había derramado
en todo el tiempo que viví en Santa. Fue la descarga de toda la tensión y el estrés que me cause al
irme cargando el peso de tener una doble vida; ocultándola a cualquier precio de la luz del sol.
Queriendo esconderla, incluso, de mi propia consciencia.
Sonó el campanario de la catedral: tum tum tim tum, tum tim tim tum, tum tum tim tum, tum tim
tim tum, tum… tum… tum… dando la tres de la tarde en punto
Ese momento me retorno la lucidez, abrí los ojos irritados y mirando a la nada me cuestione:
“¿Qué haces queriendo buscar a un cura para… ¡Confesarte!?”
“¡Estoy delirando!” Me dije.
Me observé con más criterio. Estaba temblando descontroladamente, con las manos pálidas y
rígidas, sudando tan frio como un rocío de invierno, había bebido tanto que mi cuerpo me seguía
pidiendo alcohol para subsistir, y al nutrirlo de café con exceso de azúcar me ocasione una especie
de delirium tremens, me sentí como un bobalicón, abrí bien los ojos y con esfuerzo me levanté de
esas gradas llenas de caca de paloma y orines de mendigos. Caminé tambaleándome, sin un
rumbo claro, pero con la idea de conseguir ayuda, esta vez, ayuda real. Encontré unos guardias
cerca de un museo a unos cuantos metros detrás de la iglesia, les pregunté por alguna enfermería
o algún centro de emergencias cercano, me indicaron dos, la de una farmacia y la de una clínica
cercanas, al ver sus rostros de apatía y su indiferencia a mi estado (ya que no era nada grave, solo
estaba intoxicado) no dudé en no pedirles más ayuda y seguí mi camino solo.
Fui a la clínica directamente, antes de entrar revisé mi billetera y afortunadamente tenía una suma
suficiente de dinero para cubrir cualquier emergencia, la clínica estaba sin ningún paciente, entré
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a la sala de emergencias donde expliqué mi situación, me miraron atónitos una enfermera y el
medico de turno, me hicieron echarme en la camilla y me inyectaron en el brazo izquierdo una
muy grande inyección de un líquido color rojo gelatina. A medida que el líquido entraba por mis
venas sentía cómo una ola de frescor me devolvía las energías, la lucidez y el bienestar, mientras a
la vez me cagaba de risa histéricamente, ya que la aguja era inmensa. Me recosté unos cinco
minutos y al levantarme estaba como nuevo.
Me hicieron llenar una ficha para el historial, con mis datos y los detalles de la emergencia; al
terminar de llenar la ficha la enfermera me miro a los ojos y me pregunto, muy seria y con un aire
concientizador: “¿No ha pensado en entrar a alcohólicos anónimos?”
“No”, le respondí. Me levanté, le di las gracias, fui a la caja a pagar mi cuenta y me fui hacia el
estudio de tatuaje, a pasar de una aguja a otra.
Los días anteriores sin memoria, afortunadamente, no me había acercado a ningún cajero
automático; fui a uno esa tarde, antes de entrar al estudio, para reponer lo gastado en la clínica.
Me hice tatuar la frase de estaba escrita en el papel, con letras estilizadas y poco legibles; antes de
empezar el tatuaje el broder me pregunto qué quería decir esa frase: “Aquel que hace una bestia
de sí mismo se libera del dolor de ser hombre” le dije, escuchó y asintió respondiéndome: “Esa
onda”. Mi inglés mejoro mucho esos años, gracias a la música que escuchaba, a las películas que vi
y mi apasionada vivencia en las calles.
Volví a mi cuarto y dormí cómodamente hasta el día siguiente. Las siguientes dos semanas las
dediqué a ordenar mis cosas, volver a armar las dos maletas con las que llegué a la ciudad y buscar
a quien donar los muebles que compré en esos tres años. No me despedí de nadie; un martes
embarque mi vuelo, con pasaje solo de ida, hacia México, en el cual gasté casi todo lo que me
quedaba del finiquito de mi trabajo.
Fueron como tres años y un poco más los que viví en Santa Serena. Esa ciudad extremófila que
habite por todo ese tiempo ha sido el ente que me ha enseñado, a rajatabla, como las personas se
pierden caminando en círculos. Andando, involuntariamente, ciegamente; por los mismos
caminos, dando los mismos pasos, y; si bien esquivando peligrosos baches y descomunales heces,
pasando también junto a los mismos obstáculos. La gente cree que anda, objetiva en mente, en
línea recta. Pero no, estamos encerrados en círculos viciosos.
Y yo camino cojonudamente rápido. En poco tiempo, en pocas experiencias, he andado por las
zonas de la droga dando grandes brincos; todo a causa de mi inocente ignorancia, dándole vueltas
a los anillos más rápido de lo normal.
Bretes de cien con aproximadamente diez a quince dosis me las engullía en un par de monstruosas
y gordas líneas, quedando poseído de duro, convertido todo yo en demoniaco cristal rígido,
incorporando prolijamente a la cocaína, con todo lo que eso conlleva.
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Seguramente, al igual que muchos tontos desesperados, me las ingenie para fumar base sin
tabaco o marihuana; claro, haciendo colapsar la olla del pato con esa levadura maldita,
descendiendo a los infiernos más interiores como si resbalara por toboganes de agua maniáticos.
Todo ello mientras abarrotaba mi cuarto de botellas vacías de espíritus consumidos.
De no haber sido por mi profesión, mi dieta hubiera consistido básicamente en pan, cerveza,
ajenjo, y alguna fruta ocasional.
¡¿Todo eso para qué?! Mis nervios colapsaron en los siguientes meses en los que me hundí en los
ataques de ansiedad psicótica más tenebrosos. La recompensa: Cruzar, con la vista, la frontera que
limita la libertad de la raza humana, trepar por sobre las rejas que delimitan las enormes granjas
automáticas donde pastamos mansamente. Sacrificio, el sacrificio es el tributo y la recompensa.
Mi adicción al alcohol fue una carroza verde desde la cual manejaba las riendas de tres caballos:
Marihuana, cocaína y base; la carroza dependía de los caballos para moverse; dependiendo lo
fuertes que sean, la llevan más lejos y a mayor velocidad; adicto es el cuerpo, que necesita algo
para ser y estar; dependiente es la mente.
Ni la cocaína, ni la base, mucho menos la marihuana, son adictivas, adicción es una palabra mal
utilizada a causa del miedo, insertado en las mentes humanas por la cultura del miedo que
perpetran los entes que manejan el sistema nervioso del orbe. La gente, temerosa y siempre en el
papel de víctima, cobardemente prefieren declararse adictas, le dan el poder total de sus cuerpos
a cualquier sustancia en vez de enfrentarse a sus mentes y reconocerlas como débiles, dándose
cuenta que son dependientes de una simple y llana sensación de placer.
¡¿Cómo es de hipócrita y ciega la mayoría de ustedes!? ¡Qué critica, juzga y teme a los drogos y
alcohólicos, siendo ustedes dependientes absolutos de trivialidades fofas e insípidas! ¡Dependen
de papeles y cartones que certifican la validez de su vida! ¡De a antigripales, analgésicos, laxantes,
dietas! ¡De dogmas cobardes que encuadran sus vidas! ¡De televisores, señores del miedo; a las
pantallas de sus teléfonos y a sus baterías que TIENEN que estar cargadas 24/7!
Pero la dependencia más estúpida de todas, sin duda, es la de sentirse importante en la sociedad;
posar el culo en la silla de la mesa de un restaurante, donde, automáticamente, el ego toma forma
de corona (como las de Burger King) y el cliente se cree el todopoderoso e incuestionable
merecedor de todas las chupadas de genitales posibles por parte de los demás. Y esa dependencia
ridícula, ese apego al poder que tienen, no la reconocí gracias a andar de la mano con las drogas;
lo reconocí por estar detrás de bastidores, por ser parte del rubro de la atención al cliente, one of
the biggest bullshits of our time.
En este tiempo, oí muchas historias, más que nada de viajeros, que se habían visto también
enrolados en las filas de fumadores de base; me contaban sobre la primera vez que habían
fumado; lo más usual y común era que un amigo, siempre un hombre, les haya dado de fumar sin
que se den cuenta, después de eso el resto era historia conocida.
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Leonel: Maldito amigo. ¡Gracias hermano! El veneno que me invitaste, me hizo pensar, ver y sentir
más allá de mi posibilidad, morí, y luego sentí. Ahora los conozco y se sus modos. La base,
levadura inicial de la cocaína, al sentirse tan cómoda en mis nervios transformo mis ojos, los abrió
de un tajo, permitiéndome ver la semilla; el huevo larvario, de la enfermedad que todos conocen
como “el mal”, la maldad interior; de gente, de perros, de gatos, y de entornos; de casas. Reconocí
mi carroza.
Ahora, luego de mucho meditar, debo admitir que me gusta esa vida, estar rodeado de ella,
respirarla; me atrae y me seduce, su estética, sus formas; el olor de su fuerza y el color de sus
energías; pero no cometeré el pecado de la gula cuando vuelva a tener la oportunidad de saborear
esos pecaminosos manjares y sus condimentos. Me los comeré, en una degustación por tiempos,
junto a una buena copa de lucidez.
A los demonios del frente, a los ángeles a mi espalda; a la memoria de las ancianas, de los
ancianos, a los cuatro todo; con ayuda del niño, de la mente y de mis amados animales; desde lo
terrenal, al servicio de la luz, escribiendo, como es debido, he aquí mi informe.
Parkinson Gallardo
Tollan, 31 de agosto de 2016.
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