5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 1/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 2/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Índice Cubierta Portadilla Índice Dedicatoria Prefacio Jueves, junio 2000 Lunes, 322dedejulio dede 2000 Jueves, 6 de julio de 2000 Viernes, 7 de julio de 2000 (San Fermín) Sábado, 8 de julio de 2000 Domingo, 9 de julio de 2000 Lunes, 10 de julio de 2000 Epílogo Notas Sobre los autores Créditos Grupo Santillana http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 3/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com ‹‹Serás como Ra, te alzarás y te acostarás eternamente Del Libro de los Muert de PTOLOMEO V EPÍFANE http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 4/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Prefacio UN DIÁLOGO SOBRE CELSO MIRAPATIOS —No sé si llegó a ser consciente de que, a los ojos de l demás, monstruo; pero loescalofriante. cierto es que lo era. para mí,era sinun duda. Un monstruo Y no solo Inclu por monstruoso aspecto: flaco, altísimo y de manos enormes; porque anduviese siempre gimiendo y babeando; o por el deta de que le faltase un pedazo del cráneo. Yo creo que era u monstruo, sobre todo, porque había llevado una vida digna un monstruo, siempre coqueteando con la muerte. —Coqueteando con la muerte. ¡Qué poético! —Así es: Con su propia muerte y con la de los demás. A lo diecisiete años se apuntó voluntario para luchar en la guerra ci española del lado de los nacionales y fue allí, en el frente nor cerca de Alsasua, le arrancó la vida. donde la metralla de un obús de mortero ca —Pero no murió entonces, claro está. —No. La explosión solo le destrozó parte de la cabeza, que le dejó ya para siempre mudo y medio lelo. Un capit médico que debía de creerse pariente lejano del doct Frankenstein, ordenó al herrero de un pueblo cercano forjar http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 5/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com boquete que el proyectil le había abierto aquí, en el parie derecho, y por el que incluso había perdido parte de la ma encefálica. —Una decisión arriesgada. —Según se mire. Lo ycierto es que no así… tenía nimucho q perder. En plena batalla con una herida él mism habría dado un real por su vida. Inexplicablemen milagrosamente quizá, sobrevivió a la intervención quirúrgica al acabar la contienda, le sustituyeron la placa de hierro por u de acero inoxidable en otra arriesgada operación. Inclu apareció en los periódicos de la época como un éxito d sistema sanitario del nuevo régimen instaurado por el gene Franco. Por cierto que, años después, lo encontré trabajan como bedel en la Facultad de Medicina. —¿Al general Franco? —¡No, hombre…! A Mirapatios. —Ah, ya decía yo… —Se encargaba del cuidado de los cadáveres necesari para las prácticas de disección del departamento de Anatom Los traía y los llevaba, los limpiaba, y hasta remendaba a manera los estragos que en ellos causaban los escalpelos de l estudiantes menos diestros. Al final de cada curso, se encargab de trasladar hasta el cementerio municipal los restos inservibles. Hacía buenas migas con los sepultureros, que consideraban uno de ellos, lo que resulta notable, pues l enterradores conforman un gremio tremendamente corporativo cerrado. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 6/217 — —Hace unos… unos veinte años, calculo. Sí. A principios d los ochenta. Por aquel entonces, en su carnet de identidad aparecía como Celso Mirapatios. Era un nombre inventad claro está. Mirapatios no era sino el apodo por el que 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com conocieron los alumnos del algunos colegio de los hermanos marista donde permaneció durante cursos como vigilante recreos. Y Celso era el nombre de aquel capitán médico que salvó la vida en la guerra civil… o que le condenó a u existencia que quizá no merecía haber llevado, según se mire. —Entonces… ¿incluso usted ignora cuál era su verdade nombre? —Así es. Él lo había olvidado y no poseía documento algu que lo aclarase. Nunca supe dónde nació, ni su edad exacta, si tenía algún familiar. —¡Qué cosa tan tremenda! Vivir sin saber quién eres… —En seguramente fui su único ofrecí sersus mi últimos ayudanteaños, cuando perdió su empleo en laamigo. facultadL raíz de un turbio asunto de tráfico de restos humanos. A pes de sus deficiencias, me empeñé en que aprendiera a defender solo, a preparar los baños para curtir y embalsamar… Aho pienso que fue un error. Nunca debí intentarlo. Una tarde, jus hace ahora once años, cuando yo ya creía que el pobre Cel era capaz de manejarse por sí solo con los productos químico confundió el cloruro sódico con la sosa cáustica, y mur asfixiado por los vapores producidos, en un accidente del qu yo siempre me he sentido único responsable. —Espere, espere un momento… ¿Lo dice en serio? ¿D http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 7/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —En efecto, ya le digo que siempre lo he creído así. —¿Y si yo le dijera que Celso Mirapatios no murió a cau de la inhalación de vapores tóxicos… sino que fallec estrangulado? —¿Qué? Estrangulado… ¡No es posible! —Le aseguro que lo es. Al analizar su… su momia, se pud comprobar que tenía rota la tráquea. —Pero… ¿Qué me está diciendo? ¡Oh, señor…! Si e fuera cierto… yo habría vivido engañado durante todos est años. —En efecto. Aunque, desde luego, no fue usted el único q resultó burlado. —¡Ejem…! No, claro… Pero, como verá, en este asun nadie ha obrado de manera intachable. —Eso parece. Y ya que hablamos de ello… ¿Le importar contarme cómodeacabó el cuerpo Celso enm Museo Egipcio Leningrado? Creodeque ya esMirapatios lo único que intriga. —Eso… es un poco más largo y difícil de explicar. —No se preocupe por eso, don Pablo. No tengo prisa. N tengo ninguna prisa… http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 8/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Jueves, 22 de junio de 2000 S PARRING —Así que, al final, lo has aprobado todo. —Sí. —Me parece inaudito, Gerardo. Mi más sincera enhorabuen Entonces… ¿vas a seguir estudiando? Al escuchar aquello, Gerardo Biela detuvo con dificultad s ciento quince kilos de peso y me miró desde la atalaya de metro noventa y cinco de estatura. Torció el gesto como si hubiese mencionado al Hombre del Saco. A cualquiera que no conociese como yo, le habrían dado escalofríos. —¡Qué dices, hombre, qué dices! —bramó—. ¡De seg estudiando, nada! Si me he roto los codos este curso como nun en mi vida, ha sido porque llegué con mi padre a un acuerdo: aprobaba la secundaria no me daría más la lata con los estudios podría ponerme a trabajar de una condenada vez. Hoy es, para m un día histórico. Buscó con la mirada un cercano grupo de contenedores reciclaje y se dirigió hacia allí. Abrió la cremallera de su mochila la vació por completo en la boca del de color azul. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 9/217 —¿Qué haces? —Señoras y caballeros: Con este sencillo acto, Gerardo Bie Brazatortas dice adiós para siempre a los libros. A los de texto, s entiende. —Buena precisión. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Acto seguido, arrojó la mochila al contenedor amarillo. ‹‹To tipo de envases››, decía el rótulo. —Listo. Gruñó. Luego, metió las manos en los bolsillos y sigu andando. —¿Ya sabes en qué vas a trabajar? —le pregunté, cuando log ponerme a su altura, superada la sorpresa. —No, aún no. De momento, mientras encuentro algo, mi pad me ha ofrecido un puesto en su gimnasio. —¿Haciendo qué? —Como sparring. —Ten cuidado. Tengo entendido que los boxeadores a los qu entrena tu padre son de lo mejor. —No te preocupes. Sé cuidarme. —No, si lo digo por eso, precisamente. A ver si vas descalabrar a una futura promesa del cuadrilátero y te buscas lío. En ese instante, escuchamos a nuestras espaldas la voz grulla de Maximiliano Urgel; Max para los amigos. —¡Eh! ¿Adónde vais tan deprisa? —Lejos del instituto —contestó Biela—. Cuanto más lejo mejor. Fin de curso. Fin de etapa. Fin de todo. —Esperad, esperad. Tengo algo que proponeros. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 10/217 —¡ a ar —exc amamos e a y yo, a un sono, s detenernos. —Pero ¿qué os pasa? ¿Qué clase de amigos sois vosotros, q ni siquiera podéis escuchar una proposición? —Amigos escarmentados —le aclaré, innecesariamente. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Max Urgel abrió los brazos al tiempo que exhibía esa mue repulsiva a la que solo él es capaz de llamar sonrisa. —Vamos, vamos… ya sé que durante estos últimos años n hemos metido en algún que otro lío… —¡No es exacto, Max! Tú nos has metido a los tres en infinid de —Vale, líos. vale… pero ahora traigo algo que os va a compensar d todos los malos tragos que habéis pasado por mi culpa. —A ver… El pelirrojo Urgel carraspeó, antes de continuar. —Decidme: ¿Qué es lo que más desea alguien en nues situación: cumplidos los dieciséis tacos y recién terminada Enseñanza Secundaria, vulgo ESO? —¿Ligar con una tía estupenda? —aventuró Biela. —¡Siempre igual! —se lamentó Urgel—. ¡Siempre pensando lo mismo! ¡Ligar, ligar…! Bueno, pues no es eso. Lo que algui como nosotros desea es… pasta. —¿Macarrones? —¡No, hombre! Pasta gansa. Guita. Tela. Parné. —¿Eh? —¡Dinero, hombre, dinero! Dinero para comprar una moto ciento veinticinco. —Ah. Es que yo no sé montar en moto. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 11/217 — , , comprarte una moto —aventuró Max, inasequible al desaliento. —Pero si yo no… —¡Es un ejemplo, Gerardo, demonios! —¿Un ejemplo de qué? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Visto su escaso éxito con Biela, Max decidió probar sue conmigo. —Veamos… a ti, Nico. ¿Qué es lo que más te apetece comprarte en estos momentos? —¿Lo que más? —Lo que más de lo más. —Un Stradivarius. —¿Eh? ¿Y para qué quieres un… un… un animal prehistórico? —Un Stradivarius no es un dinosaurio sino un violín. Un vio carísimo. —Ya… Bueno… pues ahí lo tenéis. Para comprar extranviarius de esos, hace falta dinero. Y para ganar dinero, ¿q hace falta? Biela y yo nos miramos, una vez más. —Ser un sinvergüenza —dije. —Jugar a la lotería —dijo él. —¡No, demonios, no! —exclamó Max, apretando los puños— Os he dado antes la pista: Resulta que ya hemos cumplido la ed mínima laboral. O sea, que a partir de ahora, podemos encont un trabajo de verano. —¡Hombre…! De eso estábamos hablando hace un momen precisamente. —¿Lo veis? Ya lo sabía yo, ya… ahora, decidme: ¿Qué http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 12/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com facilito? Con solo aquella tonta frase, la conversación de Max adqu súbitamente un marcado interés para Biela y para mí. —¡Qué dices! ¿Ciento cincuenta mil cucas por quince días curro? —¡Ciento cincuenta mil para cada uno de nosotros. ¡Ojo al da ¡Para cada uno! Reconozco que sentí de inmediato un cosquilleo trepando por columna vertebral. —¿De qué hay que trabajar? ¿De minero? —Frío, frío… —Tiene que tratarse de algo ilegal —deduje. —¡Que no, hombre, que no! —protestó Urgel—. ¿Es que me h tomado por un delincuente? —Todavía no. Por ahora, solo un delincuente en potencia. —¡Ciento cincuenta mil pelas! —repitió Biela—. ¡Menudo vera nos íbamos a pegar! —Pues eso está hecho —aseguró Max—. Mi tío Pablo an agobiado de faena y necesita ayuda imperiosamente. No cree q sean más de dos semanas de trabajo, pero está dispuesto pagarnos el mes entero. Si os parece bien, empezaríamos próximo lunes. —Por mí, de acuerdo —dijo Biela. —Absolutamente de acuerdo —dije yo. —¡Perfecto! Voy a llamar ahora mismo a mi tío y le digo q puede contar con nosotros —confirmó Max Urgel—. ¡Lo vamos pasar en grande, ya veréis! — — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 13/217 … , compañero—. ¿A qué se dedica tu tío? —¿Mi tío Pablo? Es taxidermista. Dicen que es uno de l mejores del país. La nueva mirada que Biela y yo cruzamos fue una mira 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com sorprendida. —¿Y qué es un taxidermista? —preguntó él, al fin. —Amigo, Biela, qué poca cultura general… La propia palabra dice. Taxidermista: El que conduce un taxi —dijo Max, más se que una ristra de ajos. —Claro. Justo lo que yo pensaba —murmuró Biela. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 14/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Lunes, 3 de julio de 2000 TORRESECAS Se decía todos losde fantasmas de la ciudad habitaban en palacio de losque marqueses Torresecas. El edificio, sobrecogedor, imponente, de fachada tiznada p mugre centenaria, se alzaba al final de la calle a la que dab nombre sus primitivos propietarios, en lo más castizo del Cas Viejo de la ciudad. Daba la sensación de que el caserón del sig XVI intentaba mantener su dignidad arquitectónica pese al atenta al buen gusto que suponían los diversos negocios que durante última centuria habían ido invadiendo los antiguos graneros de planta baja, ahora convertidos en locales comerciales. De ellos, l más veteranos la tienda de salazones y ahumados deciuda Ante Necromio, y loseran billares Antraca, los más siniestros de la de cuyo dueño, Custodio Antraca, se decía que había perdido pierna derecha peleando en el frente ruso con la División Azul; da falso a todas luces pues Antraca no pasaría de los sesenta añ de edad, lo que significaba que, en el mejor de los casos, tend que haber ido voluntario a la guerra siendo un niño de pecho. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 15/217 na en a e marcos para cua ros, una mpren a con nom de diosa romana y la farmacia de don Leopoldo Lasa completaban los bajos del edificio. En tiempos, por la enorm puerta principal apta para la entrada de carruajes, se accedía a cine de barrio, el Rialto, ahora ya cerrado y, lo que es peo 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com olvidado por todos. La planta noble del palacio de Torresecas había si anárquicamente dividida en varias viviendas, algunas de ell utilizadas ahora como despachos profesionales, y alberga también la sede de un club de jugadores de ajedrez y de Asociación de Amigos delderecho, Seat 600.casi tan alto como la cerca Por fin, en el torreón torre de la iglesia de San Felipe, se hallaba el taller de taxiderm de don Pablo Urgel, ubicación del que iba a ser nuestro prim ‹‹curro››. Qué emoción. DON PABLO URGEL Yo creo que hay profesiones que no solo imprimen carácter quien las ejerce sino que también condicionan su aspecto físic Por ejemplo: Tú‹‹ese ves señor a un tipo por la calle y puedesde decir, sin tem a equivocarte, es luchador profesional sumo››. Bie Pues esa mañana aprendí que esa intuición puede hacer extensiva a quienes disecan animales. Fue echarle la vista encim al tío de Max Urgel y darme cuenta de que solo podía s taxidermista. Bueno, o taxidermista o técnico de luces en un tea municipal, una de dos. Pero, preferentemente, lo primero. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 16/217 , , Vestía camisa blanca y corbata negra de nudo estrecho pero protegía la ropa con un mandil verde oscuro que casi le llegaba los tobillos. También de color verde oscuro, oscurísimo, eran lo cristales de las gafas de pasta marrón que jamás se quitaba. Tr 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com ellas, podía adivinarse una mirada capaz de disecar a un jabalí s el concurso de productos químicos. De inmediato, tuve la sensación de que se trataba de un homb taciturno. Quizá consumido por alguna pena antigua o por alg insoportable remordimiento. —Tío Pablo… —Maximilià, sobrino mío… —dijo, con un leve acento catalán su voz grave como un enfermo de pulmonía. —Estos son mis amigos: Gerardo Biela y Nicolás Mar Mateos. Yo adelanté la mano, dispuesto a estrecharle la suya, pero d Pablo se limitó a saludarnos con un gesto de la cabeza, mientr nos examinaba detenidamente. Tan violenta se tornó la situación que Biela optó por romper silencio. —Supongo que Max ya le habrá dicho que nosotros no tenem ni idea de disecar bichos. —Ni falta que hace —rezongó el taxidermista—. De disecar me encargo yo. Os necesito para limpiar y clasificar las piezas q van a llegar estos días procedentes de un pequeño mus etnológico que va a ser reformado: La Fundación Pérez-Balague Por desgracia, la operación ha coincidido con la celebración nuestra ciudad de dos acontecimientos excepcionales. Por http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 17/217 , . otro, la retirada de los ruedos del famoso torero El Niño Lumpiaque. Mis amigos y yo nos miramos de reojo. —Y… ¿qué tiene eso que ver con…? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Está bien claro, sobrino: Los pescadores del concur querrán llevarse disecadas sus mejores capturas como recuerdo el diestro de Lumpiaque, que se despide de la afición con festival en solitario, me ha pedido que le diseque las cabezas sus seis últimos toros para decorar el salón de su finca Calatayud. —Vaya horterada —gruñó Biela. —Mañana —continuó don Pablo— empezarán a llegar las caj del museo. Dedicad el día de hoy a despejar la sala trasera pa poder almacenar allí los fondos de la Fundación. Llegar colecciones de minerales e insectos, animales disecado artesanías y trajes de diversos países de África y Sudamérica. quiero todo perfectamente organizado, fichado y limpio. ¿Es claro? —Cristalino, tío Pablo. Y si tenemos alguna duda, preguntaremos. —Cuanto menos me molestéis, mejor que mejor. —Entendido. Cuando don Pablo hubo abandonado la estancia, Biela, llamó atención con un codazo. —Yo creía que un museo etnológico era donde se guardab botellas de vino. —Eso es enológico, Gerardo. Enológico. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 18/217 5/26/2018 … Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com . VIOLETA —El —Notato mehuele llamesraro. ‹‹el tato››, ¿quieres? —¡El tato huele raro! —¡Calla de una vez, enana repugnante! —¡Papá! Nico me ha llamado enana repugnante. —Ya lo he oído. Nicolás, no le digas a la nena esas cosas. —¡Mamá! ¡Papá me ha llamado ‹‹la nena››! ¡Y Nicolás, ena repugnante! ¡Y además, huele raro! —repitió mi odiosa herman dirigiéndose a la cocina, donde mi madre preparaba la cena. —Pero ¿de dónde ha salido esa chivata asquerosa? —Eso, tú sabrás, papá. Desde luego, no parece de esta famili hasta donde yo sé,laes tansin hijaque mía tú. Pero e de —Pues que no puedas ni rascarte nariz le como vaya con el cuen a tu madre, te aseguro que no es propio de los Martín, que siemp hemos sido muy nobles, muy leales, muy heroicos, muy benéfic y gente de fiar —dijo mi padre, adjudicando a nuestra familia ca todos los títulos que ostenta la inmortal ciudad de Zaragoza. —Entonces, será cosa de la familia de mamá. Seguro que en los Mateos hay algún delator. El tío Cosme, por ejemplo, tie pinta de confidente de la policía. ¿O no? Mi padre arrugó la nariz y olisqueó el ambiente un par de vece —Cualquiera sabe. Pero en algo sí tiene razón la nena: Aq huele raro. que eran sardinas de lasi cena, ahora v ue eres tú.Creía De dónde haslas traído ese olor uedepero saberse? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 19/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Qué olor? —No sé… como a… a jabón arsenical. —¿Y eso qué es? —Una sustancia que usan los taxidermistas. Lo de mi padre concurso televisión. —Premio, papá.es Esdeque… verás:dehoy he empezado a trabajar un taller de taxidermia. Mi padre arqueó una ceja. La derecha. —¿Te pagan bien? —Ya lo creo. A lo mejor, hasta puedo comprarme una moto. —Eso, ni lo sueñes. —¿Por qué? —Porque no. Mi padre, que en paz descanse, nunca me de tener moto. Y cuando fui mayor de edad, apareció tu madre y nuevo me quedé con las ganas de comprarme una Bultaco, que e la mis años No casa, sabes tú la frustración que teng Asíilusión que, de mientras vivasmozos. en esta no vas a tener mo porque no me sale de las narices. —¡No es justo! —¿Quién ha dicho que lo sea? Nuestra sociedad es injusta p naturaleza, hijo mío. Ya va siendo hora de que lo aprendas. —La mayoría de los padres, lo que desean es que sus hij disfruten de las cosas que ellos no han podido tener. —Naturalmente. Por eso estás aprendiendo a tocar el violín. de la moto es asunto aparte. Mi réplica fue interrumpida por la entrada de mi madre con u fuente sardinas en las escoltada por Violeta, con habitualde sonrisa de hiena demanos, ocho años en los labios. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 20/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —El chico está trabajando. En el taller de un disecador animales. Mi madre me miró como si tuviese la lepra. Violeta abrió mucho los ojos y se me acercó, transida admiración. —¡Qué guay, tato! Oye, ¿disecarás a mi hámster cuando muera? —¡A ti te voy a disecar, como no te calles! Después de la cena, mientras jugábamos nuestra cotidia partida de ajedrez, mi padre me miró por encima de las gafas. —Conste, que me parece estupendo que hayas decidi trabajar este verano, hijo mío, pero… eso de la taxidermia… ¿No parece un trabajo un tanto extraño? —Había pensado en repartir pizzas, pero como no me dejas en moto… —repliqué con retintín. —¿Cómo has encontrado eso del taxidermista? —Ha sido cosa de mi amigo Max. Max Urgel, ya sabes. —Ah, ya… Ahora me lo explico todo —dijo mi padre, torcien el gesto—. Y lo que no entiendo es cómo un chico brillante com tú, tiene esos amigos tan… tan raros. Parpadeé, mientras acariciaba la corona de la dama negra. —Papá… a esta hora, la mayoría de los chicos de mi cla estarán delante del televisor viendo Gran Hermano. Y, en camb yo estoy aquí, jugando contigo al ajedrez. ¿Eso no te dice nada? Mi padre suspiró mientras asentía con la cabeza y movía el alf —Vamos, que te relacionas con tipos raros porque tú tambi http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 21/217 eres un raro. No, si ya lo sospechaba. Eso de que te gusten l boleros y las películas antiguas y el bacalao al pil-pil… Pero serás un marginado ¿verdad? Un frisbi. Intenté que no me diera la risa. —No, papá, no soy un marginado ni un friki. A estas alturas y te habrías tenido que dar cuenta. —Quizá. Pero esos dos con los que vas, seguro que sí lo so El pelirrojo estrafalario y el grandullón. —Urgel es divertido y Biela es un gran tipo. Alguien en quien puede confiar. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Un parece a mí. —Quepoco no, corto, papá.me Habla poco, pero no tiene un pelo de ton Acaba de aprobar la secundaria. Muchos querrían. —Acaba de aprobar con dos años de retraso ¿no? —Repitió quinto de primaria porque tuvo un accidente: Se ca de un tren en marcha. —¿Que se cayó de un tren? —Sí. Nunca nos lo ha aclarado totalmente, pero así fue. Pa cuatro meses en el hospital. Y, luego, en primero de la ESO, cog las paperas. —¿Paperas? ¡No te digo…! Una enfermedad que ya no exis ¡Hasta eso es un raro!sí. Por eso el médico no acertó con —Esenpoco habitual, diagnóstico y casi se muere, el pobre Biela. —En fin, tú sabrás lo que haces. —Claro que lo sé. Y no como tú, que estás en la inopia. —¿A qué viene eso? —Jaque mate, papá. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 22/217 —¿ … ¡ a 5/26/2018 a sea… Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 23/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Jueves, 6 de julio de 2000 LOS RUSOS Los rusos aterrizaron en Madrid en el vuelo 4587 de compañía Aeroflot, procedente de San Petersburgo, a las cuat de la tarde. El inspector de policía Germán Bareta había sid encargado por el comisario Malumbres de acompañarl durante su estancia en España, lo que incluía ir a recogerlos aeropuerto de Barajas y llevarlos hasta Zaragoza en su vetus Seat Málaga sin aire acondicionado. Toda vez que la primera ola de calor de aquel verano barr ya la Península Ibérica desde los primeros días del mes, teniente Vlamidir Goliatkin y el cadete en prácticas Alex Vostok llegaron aquella tarde al Hostal Cataluña con claro síntomas de deshidratación y ya no abandonaron su habitaci hasta la mañana siguiente. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 24/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Viernes, 7 de julio de 2000 (San Fermín) AIRE ACONDICIONADO CuandoGoliatkin el inspectory Bareta a las ocho y media al Hos Cataluña, Vostokllegó ya le esperaban, de pie en vestíbulo de la planta baja, junto a recepción. —Buenos días. ¿Han descansado bien? —Regular, esa es la verdad —respondió el oficial de policía rusa—. En San Petersburgo no estamos acostumbrad al zumbido del aire acondicionado. Pero, claro, sin a acondicionado aquí no hay quien duerma. La temperatura no bajado de los treinta grados en toda la noche. En Rusia, cuand los termómetros marcan treinta grados, la gente se baña en l fuentes públicas. la genteesté se baña en las fuentes cuando gana su equip de —Aquí fútbol, aunque helando a rajas. —Curiosa costumbre. Germán Bareta había empezado a sentir una inexplicab corriente de simpatía por Goliatkin desde que le echase la vis encima el día anterior, en Barajas. En cambio, el muchacho qu le acompañaba, tan rubio, tan alto y tan callado, le producía u http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 25/217 nexp ca e pero ntensa sensac n e ncomo a . —Mi jefe, el comisario Malumbres, les envía sus saludos. M ha dicho que me ponga a su disposición y que no les dé much la lata. Vamos, que no me inmiscuya innecesariamente en investigación —declaró Bareta. —Muy considerado, el comisario. —Pero… si quieren contarme lo que les ha traído has España, soy todo oídos. No teman aburrirme. —Muy amable, inspector. Por ahora no será necesari gracias. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com El español apretó los dientes con disgusto y sonr desganadamente. —Bien. ¿Adónde quieren que los lleve? Goliatkin sacó de su bolsillo unos papeles doblados y bus una dirección. —Al Museo Pérez-Balaguer, por favor. Bareta frunció inmediatamente el ceño. —No me suena ese museo. ¿Tiene la dirección? El ruso sacó una pequeña libreta del bolsillo trasero d pantalón y consultó sus anotaciones. —Calle de San Jorge, número ochenta. —¡Ah…! Estánomuy aquí. allí Incluso podemos andando. Lo que sabía cerca era quede hubiese un museo. Cuando salieron del hostal Cataluña todavía se podía respir sin esfuerzo. Unas horas más tarde, el inclemente sol zaragozan convertiría las calles en la versión urbana del desierto del Sahe un simple paseo, en una travesía agobiante y de final incierto. Cruzaron a la otra acera, y luego caminaron un par de minut http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 26/217 oso a a o s guen o, s n aperc rse e e o, e raza o e antigua muralla romana, hasta llegar a la confluencia con la ca de San Jorge. El numero ochenta era, justamente, la última de las fincas, que hacía esquina con la calle del Coso. —¡Ya decía yo…! —exclamó Bareta al percatarse de ubicación de su destino—. No se trata de ningún museo, sino d antiguo seminario de los jesuitas. Los dos rusos se miraron un instante. —Entonces… ¿No hay un museo en estas señas? —pregun 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com el teniente Goliatkin. — Yo creo que no. Sospecho que está usted confundido. D todos modos, vamos a preguntar. EL MUSEO PÉREZ-BALAGUER —No, no están confundidos. Por supuesto que tenemos aq un museo. El Etnológico y de Ciencias Naturales de Fundación Pérez-Balaguer. Pero, sintiéndolo mucho, es cerrado temporalmente, desde la semana pasada —les inform el fraile tras decrépito de vozdeaflautada salió a abrirles puerta, cinco yminutos llamar alquetimbre—. Vamos acondicionar las salas del museo y el legado del padre Pére Balaguer para que pueda ser admirado en las mejor condiciones. Pensamos reabrirlo coincidiendo con las próxim fiestas del Pilar. El pasado martes comenzó el traslado de l primeras piezas a un taller especializado, para su limpieza http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 27/217 . Goliatkin no disimuló su contrariedad. —¿No podríamos pasar y echar un vistazo a lo que qued —preguntó, mirando de soslayo a Bareta—. Es importante. —¿No les acabo de decir que el museo está cerrado? — replicó el jesuita, un entonces puntito dedel irritación. Germán Baretacon sacó bolsillo su placa de polic y la colocó a un palmo de la nariz del anciano. —¿Nos deja pasar, hermano? Estos señores han venido d muy lejos solo para admirar su colección. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com El hombrecillo tragó saliva, mientras parecía qued hipnotizado por la credencial de Bareta. —Bueno. Siendo así… UN ERROR —Tiene que haber un error —murmuró el policía ruso, acceder a la única sala del museo, situada en la primera plan del edificio del seminario—. Aquí no hay fondos de procedenc egipcia. Mucho menos, las grandes piezas que yo espera encontrar. —¿Y eso es malo? —preguntó el inspector Bareta, con retintín que no le pasó inadvertido a Goliatkin. —Sí, amigo. Es malo —confirmó el ruso, cuyo acento esla era casi imperceptible—. Es malo porque cierta momia egipc que adquirió el Museo de San Petersburgo hace unos añ teóricamente procedía de aquí. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 28/217 — Goliatkin miró a Bareta. Durante unos segundos parec meditar si podía confiar en él. Y debió de concluir que sí. —Pues que hace tres meses, un grupo de estudiantes ingeniería decidió hacer un estudio en TAC de esa momia. Pa 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com adquirir práctica enpor el lomanejo un nuevo escáner adquirid por la universidad, visto. Ydehubo sorpresa. FACULTAD DE CIENCIAS FÍSICAS NIVERSIDAD DE SAN PETERSBURGO U ABRIL DE 2000 —Como veis, en apenas diez minutos el Escáner SC-5200 realizado una tomografía axial computerizada completa d sarcófago su contenido. importante delimitar alcance y yladeprofundidad delEsbarrido efectuado, a finmuy de bien que programa informático pueda dibujar con nitidez todo aquello q nos vaya mostrando el TAC. En este caso, por un lad tendremos el sarcófago y, por otro, su contenido. La mom Como veis, podemos analizar perfectamente la densidad de l materiales, su temperatura, su composición, detectar grietas en fin, cualquier cosa. —Profesora. Profesora Ivaskaia. —¿Qué hay Dimitri? Dimitri Dernev era el empollón de la clase. Casi nunca atend a las explicaciones de los profesores porque, según él,denos enseñaban nada nuevo y, por el contrario, le distraían http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 29/217 personales razonamientos. Así, mientras la profesora Catali Ivaskaia explicaba al resto de la clase las posibilidades del nuev aparato con el que iban a trabajar durante el siguien cuatrimestre del curso, Dimitri centraba su atención en la panta del escáner y en los datos que iban surgiendo del análisis que aparato seguía efectuando automáticamente. —Verá, profesora… las lecturas sobre el sarcófago parec correctas pero…, en la momia… hay algo que no entiendo. —¿El qué, Dimitri? —preguntó la profesora con aire cansin un poco harta de las interrupciones constantes de aquel alumn 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com tan—Fíjese brillante en como maleducado. esto —dijo, señalando la imagen de la pantalla— Mire esta zona del cráneo. Yo lo interpreto como una aparato fractura; con gran pérdida de masa ósea. ¿No cree? —Posiblemente. En todo caso, los expertos del museo ser quienes valoren los datos que les proporcione nuestro trabajo… —Sí, sí, sí, pero… es que aquí hay algo muy, muy curios Extraño, diría yo. El misterioso interés de Dimitri resultó contagioso para resto de la clase. Sus catorce compañeros, comenzaron cuchichear por lo bajo y la profesora Ivaskaia vio, impoten cómo perdía atención de los alumnos. Así qu optó por entrarpor encompleto el juego dela Dimitri. —Está bien… —dijo, acercando la cara a la pantalla mientr se calaba sus gafas de présbite prematura—. Reconozco que m fuerte no es la anatomía pero… veamos… En efecto, a prime vista parece que nuestra querida momia presenta un… considerable boquete en el cráneo. En el hueso parietal derech http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 30/217 concretamente. Algún accidente, tal vez. O quizá una agresió Quién sabe. Han pasado cuatro o cinco mil años desde muerte y supongo que será difícil establecer en q circunstancias se produjo. ¿Qué es lo que ve usted de raro eso, señor Dernev? —Lo raro son esos ocho puntos repartidos alrededor d borde de la fractura. Se trata de pequeños orificios. Como l que habrían servido de alojamiento a ocho pequeños tornill que sujetasen una placa metálica tapando el boquete. La profesora estudió con atención los puntos señalados p 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com su —Bien… alumno. podría ser eso o algo totalmente diferente. En tod caso… aunque mi fuerte no es la historia del Antiguo Egipt tengo entendido que los egipcios… ¡ejem…! poseían algun técnicas quirúrgicas muy avanzadas. Tal vez en vida, nuest sujeto llevase, como usted sospecha, una placa metálica en cráneo. —Lo mío no es una sospecha, profesora. Es una certeza — afirmó el muchacho—. Porque, fíjese qué curioso: En uno de l agujeros… en este, concretamente, aún permanece alojado tornillo. La profesora acercó aúninstrucciones más a la pantalla monito Acto seguido, se tecleó unas en eldelordenad asociado al escáner hasta conseguir ampliar la zona elegida. —Caramba, Dimitri… juraría que tienes razón. Parece tornillo, sí. Sin duda. —¿Ya conocían los antiguos egipcios el tornillo? —pregun otro de los alumnos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 31/217 — econozco que m uerte… no es a stor a e tornillos… —comenzó a decir la profesora Ivaskaia. —Lo más llamativo —interrumpió de nuevo Dimitri— es q no parece en absoluto un tornillo fabricado hace cinco mil año Para empezar, a simple vista se comprueba que, pese a pequeño tamaño, posee una perfección industrial. Pero, p encima de todo, hay un detalle revelador. Si hemos de atender la lectura del espectrómetro, nuestro tornillo tendría u densidad de cuatro con cincuenta y cuatro. Exactamente. —¿Y eso significa…? —preguntó la profesora. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Titanio. —¿Titanio? —Titanio de calidad quirúrgica, para ser más exactos. La profesora y el resto de los alumnos pasearon la vista de u monitor a otro, confirmando así las palabras de Dimitri. —Pero… eso no es posible —concluyó la señora Ivaskaia. —Es lo malo de la realidad: Que le importa un bledo lo q usted piense de ella —ironizó un sonriente Dimitri—. Ese torni es de titanio, le parezca a usted imposible o no. Y l consecuencias de esa certeza solo pueden ser dos: O acabam de hacer un descubrimiento revolucionario en el estudio de civilización del antiguo o…nuestro museo egipcio… es —O la momia queNilo exhibe fraude total y absoluto —concluyó Catalina Ivaskaia. LENINGRADO http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 32/217 — a ura men e, a opc n correc a era a n mero o Alguien estafó a nuestro museo vendiéndole una momia egipc falsa —comentó Goliatkin como conclusión de su relato—. esa es la razón de que el joven Vostok y yo estemos aquí. Bareta enarcó una ceja antes de dirigirse a su colega ruso. —A ver si lo entiendo: La policía de San Petersburgo decid enviarles de vacaciones a España a usted y al joven Vostok pa que investiguen una posible estafa al museo egipcio de su ciud llevada a cabo hace… ¿cuánto tiempo? —Eeeh… Once años. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Once —repitió Bareta, con toda la intención. —Sí. Loaños recuerdo porque entonces la ciudad aún se llama Leningrado. Se recuperó el antiguo nombre en el noventa y uno Bareta metió las manos en los bolsillos de su pantalón y habló al ruso casi de perfil. —Ya… Mire, Goliatkin, si no quiere decirme qué los h traído realmente aquí a usted y a ese muchacho que más pare un bailarín del Bolshoi que un policía, no me lo diga. Pero no m tome por tonto. ¿De acuerdo? Goliatkin miró a Germán Bareta unos instantes, esbozó amago de sonrisa y asintió con un casi imperceptible movimien de—Por cabeza.cierto —dijo después, suavemente— el Bolshoi es en Moscú. El ballet de San Petersburgo… —Ya lo sé —cortó Germán Bareta—. Es el del Teatr Mariinski, aunque mucha gente lo sigue llamando Kirov como la época soviética. Dije Bolshoi para que la frase quedase m redonda. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 33/217 . —Admirable. Nunca pensé que un policía español conocie ese detalle. —Es que me casé con una bailarina de clásico. —¡No me diga! Un policía y una bailarina. Una pareja ca imposible. —Se equivoca: Una pareja totalmente imposible. María y tardamos seis años en rendirnos a la evidencia. Luego, n divorciamos deprisa y sin rencores. Pero en esos seis años y aprendí a disfrutar con Giselle, El corsario y El lago de l 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com cisnes . usted un pozo de sorpresas, Bareta. —Es —Usted, en cambio, es un completo misterio, Goliatkin. Los dos hombres se volvieron entonces hacia el jov acompañante del ruso. El chico le hacía señas a su jefe para q se le acercase. —Disculpe, inspector —murmuró el oficial. Cuando Goliatkin llegó junto a él, el muchacho le habló qued y en su idioma natal: —Realmente, sí hay en este museo una pieza egipcia, aunq solo una, aluna parecer. allí, teniente. Señaló figuraMire menuda, de apenas unos tres palmos altura, totalmente envuelta en vendajes que debieron de s blancos en su día. —Ya veo —confirmó el policía—. Parece una momia de ib Aunque suelen tener un tamaño mayor. —Será una cría de ibis. Los egipcios los adoraban. El ibis e http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 34/217 a masco a m s a ua en a c v zac n egpc a y cuan morían, sus dueños los mandaban embalsamar como a l personas de alto rango. No es una pieza de gran valor porq las hay a miles repartidas por todos los museos del mund pero… de todo cuanto veo aquí, es la única que pertenece Egipto de los faraones. —Bien, chaval. Buen ojo. Goliatkin se aproximó hasta el ibis, que reposaba sobre u tosca peana de madera, sin protección alguna. Durante un instantes, lo contempló con atención. Luego, lo cogió con 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com mano derecha. —¡Eh! ¿Qué hace? —gritó el viejo fraile, que no les hab quitado el ojo de encima ni un instante—. ¡Suelte eso aho mismo! —Pierda cuidado, hermano —dijo Bareta, sin ning entusiasmo—. El señor Goliatkin sabe lo que hace. Es auténtico experto. —Pero, oiga, es que los objetos expuestos en un museo no tocan. El ruso inspeccionó el ibis con atención durante un segundos. Luego, volvió a colocarlo en su lugar, cuando ya anciano se le —Haga el acercaba favor de echando no tocar chispas. nada más —gruñó el jesuita— ¡Y ahora, fuera! ¡Fuera de aquí! —Tranquilícese, que ya nos vamos —respondió Goliatk iniciando el camino hacia la salida. Cerca de la puerta se volvió de nuevo hacia el fraile. —¿Puede decirme quién se encarga de la restauración de l http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 35/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡Ni lo sueñe! —Hermano… —murmuró Bareta, agitando su credencial c parsimonia—, recuerde que su obligación de buen cristiano colaborar con las autoridades. El claudicó anciano alapretó dientes; parecía dispuesto a resistir pero cabo los de unos segundos. —Un antiguo discípulo del padre Pérez-Balaguer. Urgel, llama. —Ah. ¿Don Pablo Urgel? —preguntó entonces el polic ruso—. ¿El taxidermista? —El mismo, sí —respondió el anciano, sorprendido—. ¿L conoce? —Desde luego. Es una eminencia en su oficio. ¿Sig teniendo su taller en el número doce de la calle de los marques de Torresecas? —Pues… sí. Exactamente allí, sí. —Muchas gracias. Cuando dejaron atrás el antiguo seminario, Bareta se sonrió —No piense que me ha impresionado, Goliatkin. Es el tru más viejo del mundo. —No he dicho que no lo sea. —¿Dónde ha visto el nombre de ese tal Urgel? —En la base de la peana del ibis. Había una chapita con nombre y la dirección. —¡Qué coincidencia! Goliatkin gruñó, antes de continuar: — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 36/217 , . gustaría visitar ahora el taller de ese taxidermista. —Ya lo imaginaba. Es allí adonde vamos. —Oh. Bien. Es usted rápido en sus decisiones. —Calle de los marqueses de Torresecas, número do 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com ¿verdad? —Así es. —Hablando de coincidencias: Precisamente allí, en esa mism casa, es donde tiene la consulta mi dentista. —Bueno, supongo que eso sí será una mera casualidad. Durante el siguiente minuto, caminaron en silencio. Al final ese tiempo, Goliatkin se aflojó el nudo de su corbata. —¿Está muy lejos? —preguntó—. Empieza a apretar calor. —No, no se preocupe. Ni siquiera hay que salir de los límit del barrio. Diez minutos más. El jovencon estudiante de policía se dirigió en ruso a su jefe, q respondió un monosílabo. —¿Qué dice el chico? —preguntó Bareta. —Díselo tú mismo, Alexei —fue la respuesta. Ante la sorpresa de Bareta, que no contaba con ello, el jov ruso se expresó en un correcto castellano. —Decía que… no entiendo cómo los españoles pued soportar esto. El calor, digo. —Procuramos vivir de noche —fue la respuesta del inspect —. Ese es el secreto. MALVA Y EL PALACIO http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 37/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Como recién llegado al mundo del trabajo asalariado, acababa de descubrir que uno de los grandes placeres d empleado, aparte de cobrar su sueldo puntualmente, es la pau diaria para el mañana, almuerzo.la pausa prometía ser gloriosa porque Ma Y aquella me había asegurado la noche anterior que pasaría a tomar el ca con nosotros. Y la única razón que yo podía imaginar para que e hubiese tomado esa decisión era la de que quería ligar conmig Por fin. Supongo que no será necesario aclarar que Malva Contreras condenadamente atractiva y condenadamente inteligente. Para m solo tiene un defecto: Antes de que yo me diese cuenta de lo m sexy e interesante que era, hacía ya tiempo que compartíamos u buena amistad. Y, claro, ahora no encuentro el momento de deci que, si por es mí que fuera,estoy mandaría a la porra nuestra amistad; que ocurre perdidamente enamorado de ella. que Yq daría lo que fuera a cambio de un puñado de esos bes apasionados y furiosos que otros le roban, quiero pensar que que ella sea realmente consciente. Durante un tiempo ya demasiado largo, he esperado que Ma me diese alguna señal de sentir por mí algo siquiera parecido a que yo siento por ella. Pero lo cierto es que los meses pasan para mi desgracia, sigue considerándome tan solo su mejor ami mientras no deja de ligar con todos los tíos que se le ponen a tiro Yo hago como que no me importa o como que no me d cuenta nada.serSupongo Miedo descub que no de puedo otra cosaque quetengo eso: miedo. el amigo de ladechica. E http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 38/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com papel que en el reparto de las películas se reserva a un ac estúpido y bobalicón mientras el verdadero protagonista la enamo hasta los tuétanos y la hace vibrar de pasión. A veces pienso q soy un imbécil; que, para estar así, sería preferible salir de duda decirle que no puedo vivir sin ella y aguantar lo que venga, inclu la decepción más atroz. Pero no. No me atrevo. Puedo seg viviendo con la duda de que quizá me quiera aunque aún no sepa; pero no creo que sobreviviese a la certeza de que tengo q conformarme con ser para siempre su viejo compañero de infancia. A veces, Malva me cuenta cosas que yo no habría querido sab jamás. Nos vemos casi a diario. Durante el curso, porque siemp hemos ido a la misma clase, y en tiempo de vacaciones, porq vivimos en la misma calle. Es una tortura. Desde hace mese cada vez que me cruzo con ella o sé que vamos a coincidir, corazón se me agarra a la garganta, me cuesta respirar y creo q me va a dar un síncope. En ocasiones, creo percibir destellos de esperanza: Una fra ambigua, una mirada, una carantoña más cariñosa de lo habitua Más tarde, al recordarlo fríamente, todo eso me parece nada y, p el contrario, enorme la distancia que nos separa. Estoy hecho lío. —¿Dónde quedaste con Malva? —Aquí mismo, en la puerta del palacio. Aunque, si se retrasab le dije que estaríamos en la tasca de Fuenclara. —Pues vamos para allá porque me muero de hambre —gru http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 39/217 Biela. —Espera un poco. Tiene que estar al caer. —¡Eh! ¡Nicolás! Me volví sorprendido, en busca de la voz que me llamaba. No e la de Malva, desde luego. Pero sí me resultaba conocida. —Ho… hola, señor Bareta. —¡Qué señor Bareta ni qué leches de cabra! ¡Inspector Bare que estoy de servicio! ¡Ja, ja, ja…! Le tendí la mano, pero Germán Bareta la apartó de un manota y me abrazó con tal contundencia que casi me desmonta la pelvi 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com tus—¡Chico, padres? qué alegría…! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal est —Pues… están bien. Como siempre, vamos. —Bueno, bueno… ¿Y qué? ¿Qué demonios te trae por aquí? —Pues… estos amigos y yo, que estamos sacándonos un pesetillas con un trabajo de verano. Me pareció que al inspector Bareta se le empañaba la mirada. —Caray… Eso significa que ya has cumplido los diecisé Cómo pasa el tiempo. Pensar que te conocí cuando aún cagab los pañales… —Cierto —dije, rogando para mis adentros que no empezase contar de cuando yo era un bebé, como hacen mayoríaintimidades de los adultos. —¿Y en qué estáis trabajando? Si no es un secreto, claro. —No, claro que no. Estamos trabajando para el tío de mi ami Max, que es taxidermista. Creo que aún no había terminado la frase cuando noté q Germán Bareta fruncía el ceño de un modo casi furioso. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 40/217 —Taxidermista, dices… —Sabe usted lo que es, ¿no? —Sí, desde luego. Y cayó en un silencio incómodo como la cama de un faquir, q finalmente rompió uno de sus acompañantes con un carraspeo. policía parpadeó. —¡Ah! Nicolás… —dijo— os voy a presentar. Estos señor son… dos colegas rusos. Vladimir y Alexei. Nos conocimos en congreso de INTERPOL y han venido de… de turismo. Les est sirviendo de guía. Este es Nicolás y sus amigos… sus amigos… 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Tardé en reaccionar. —¿Eh?cinco ¡Ah!segundos Esto… Gerardo y Max. —Hola. —Hola. —Hola. ¿De veras es inspector de policía? —le preguntó Max. —No, hombre. Soy inspector del gas, no te fastidia… ¡Pu claro que soy policía! —El inspector Bareta es un amigo de mi familia… —comencé explicar. —Eso no es exacto, Nicolás —me cortó él—. Lo que soy es padrino. —¡Ah, sí…!no Esme cierto. Lausted verdad es que no me acordaba de e detalle. Como hace jamás ningún regalo… Bareta se echó a reír a carcajadas. —¡Qué cabrito te has vuelto! Aunque, la verdad es que tiene toda la razón, Nicolás. Y lo siento; pero es que el sueldo de polic no da para ser un padrino espléndido. Pero te llamo siempre p teléfono para felicitarte por tu cumpleaños. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 41/217 — so es c er o —reconoc . —El padre de Nico y yo —comenzó a explicar Bareta— som grandes amigos. Nos conocimos haciendo el servicio militar en l regulares de Melilla. Nos destinaron durante cuatro meses destacamento de las islas Chafarinas y de allí volvimos 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com inseparables… La frase quedó en suspenso cuando la mirada del inspec saltó por encima de mi hombro. Antes de que yo pudie apercibirme de lo que ocurría, él volvió a hablar, en un tono muc más bajo. tododesde el mundo. Volveos y miradD que—Quieto se acerca el fondo de la disimuladamente calle. ¡Menuda chavala! esas que solo se ven en las revistas. No necesitaba volverme para saber de quién hablaba Bare aunque lo hice de todos modos. —Se trata de una amiga nuestra, inspector. Lo digo para que suelte usted ninguna burrada de la que tenga que arrepentirse. —Ah. Has hecho bien —susurró mi padrino, sin apartar mirada de la chica de mis sueños. ALVA M Allí estaba. Malva calzaba sandalias y vestía un vaquero corto una camiseta de color indefinido con un mensaje atrozmen feminista sobre las… sobre el pecho. Por suerte, la calle Torresecas apenas tenía circulación. De lo contrario, se hab producido un atasco a su paso. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 42/217 — — —. —Malva —repitió Bareta—. ¿Qué nombre es ese? —Nunca lo he sabido. Su padre dice que lo sacó de una ca de colores. Ella sonrió —tenía una sonrisa como la luna menguante— y 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com dirigió hacia nosotros sin apresurarse. —Esta es nuestra amiga Malva —dije, cuando llegó has nosotros—. Malva Contreras. No hizo falta seguir con las presentaciones. De inmediato, inspector Bareta se le acercó y le estampó dos sonoros besos las mejillas. —Encantado, jovencita. Soy Germán, el padrino de Nicolás. S amigas son mis amigas. —¿Padrino? —preguntó ella—. Creía que Nicolás no esta bautizado. —Y no lo está. Soy su padrino… honorario, digamos. —Hizo la mili con mi padre —expliqué—. Estando en l Chafarinas se prometieron mutuamente ser los padrinos de s respectivos hijos. —Solo de los primogénitos —aclaró Bareta. —¡Ah, claro! —exclamó entonces Malva—. Es el polic ¿verdad? Recuerdo haber oído hablar de usted en casa de Nicolá El que durante la mili se gastaba la paga entera en coñac. ¿No eso? Germán Bareta se quedó instantáneamente serio. —Eso es absolutamente falso —masculló—. Me la gastaba ron. Ron del bueno. —Estupenda precisión, inspector —comenté. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 43/217 — , . , asegurar que nuestra mísera paga de cabos de reemplazo no da para muchas borracheras. De hecho, cualquiera de m compañeros os podría garantizar que yo era el más sobrio d destacamento… 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Entonces, el inspector Bareta se percató de que Malva ya no prestaba atención. Y es que, acababa de descubrir, tras el tenien de policía ruso, a su joven y rubio ayudante. —Hola. ¿Quién eres tú? El ruso se retiró de la frente el flequillo con un movimiento de cabeza y sonrió. Biela me miró de reojo, con un puntito compasión, y chasqueó la lengua. —Me llamo Alexei. Y estoy encantado de conocerte… Malva. Malva se alzó sobre las puntas de los pies para darle los d besos de rigor. Pero se armaron un cierto lío y acabaron rozándo los labios. —Disculpa —dijo el rubio—. Es que en mi país siempre se d tres besos. —Una estupenda costumbre —dijo Malva, mirando a Alex como si ninguno de nosotros existiésemos. —¡Eh, tío! ¡Tío Pablo! Los gritos de Max empujaron nuestra atención hacia el portal del palacio de Torresecas, bajo cuyo umbral acababa de aparec don Pablo Urgel. El taxidermista contemplaba el grupo que formábamos nosotr tres, los rusos, Malva y mi padrino con cierta estupefacción. Cr que, durante segundo, punto de escabullirse al interior del unortal ero estuvo or fin asintiéndose observado yorregres todo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 44/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com alzó el brazo derecho y accedió a acercarse. Las presentaciones, los apretones de manos, las sonrisas y l besos en las mejillas se repitieron como en las tomas falsas una mala película de cine. Nuestro grupo aumentaba pocoaa parecer poco de tamaño y la estrec calle de Torresecas empezaba el camarote de l hermanos Marx. —De modo que usted es don Pablo Urgel, el taxidermista recuerdo que preguntó el teniente de policía ruso cuando se presentaron. —Pues… sí. —Es un placer conocerle. Por extraño que le parezca, hab oído hablar de usted. —¿Ah, sí? —Sí. El amigo Bareta acaba de mostrarnos el Museo Pére Balaguer. Allí,bien unadeespecie hablado muy usted. de conserje vestido de luto nos h El tío de Max intentó sonreír, pero yo me di perfecta cuenta que la sonrisa se le quedaba entre los dientes, como jirones carne guisada. Un tipo cojo y terriblemente mal encarado había salido de l cercanos billares Antraca y nos contemplaba desde la puerta c una expresión dura como el pedernal. También me pareció ver u sombra al otro lado del cristal de la puerta de la siguiente tiend esa en la que vendían bacalao seco, ahumados y salazones. —¡Inspector Bareta! El policíaUn sehombre volvió de de mediana nuevo hacia dellino palacio Torresecas. edad, elconportal traje de de co http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 45/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com crudo y sombrero panamá, se nos acercaba desde allí. —¡Hola, doctor Aspid! —¿Qué le trae por aquí? —preguntó el recién llegad estrechando la mano de Bareta—. Que yo recuerde, no tenem cita hasta la próxima semana. El lunes, ¿verdad? —Pasaba por casualidad cuando me he tropezado con ahijado, que es este buen mozo y, luego, han ido aparecien otras personas y… bueno, la verdad es que resulta demasia largo para contarlo. —Nosotros íbamos a almorzar —dijo entonces Biela, en v muy alta—. ¿Por qué no nos acompañan a la tasca? Tiene a acondicionado. —Estupenda idea —corroboró mi padrino—. ¡Señoras y señore ¡Todo el mundo a la tasca de Fuenclara! La tasca de Fuenclara ocupaba un sótano en la cercana calle los condes de Fuenclara al que se accedía por una escalera t estrecha que alguien de las dimensiones de Biela corría el ries de quedarse encajado entre las paredes. Tras los diecisie escalones, se desembocaba en un local diminuto pe demostradamente elástico; en el que siempre cabía alguien más. Almorzamos opíparamente grandes dosis de coleste disfrazado de morcillas, chorizos, huevos rotos y otras lindez semejantes. Nosotros pedimos refrescos y cerveza sin alcoh pero entre los cinco adultos se cepillaron dos botellas de tinto d Somontano. Con los cafés, convencimos a Goliatkin para que n cantase ‹‹Ochichornia›› a capella. Nunca debimos hacerlo. Has ese momento, yo pensaba que todos los rusos sabían cantar. E http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 46/217 sí, al concluir su interpretación, le aplaudimos con entusiasmo. Lo peor: Malva y Alexei prácticamente hicieron la guerra por cuenta. Se sentaron aparte, se rieron aparte… Esa mañana comprobé lo sabias que son las leyes penales. el asesinato no estuviera castigado con pena de reclusión mayo creo que no habría podido resistir la tentación de inten estrangular al ruso. Cuando dimos por terminado el ágape, eran cerca de las doce media. La mañana estaba ya agonizante. Solo quedaba rematarla —Tenéis que volver a vuestra tarea —nos indicó el señor Urg 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —. Y yo también debo regresar a lo mío. —¿Y ustedes? —preguntó el doctor Aspid a los policías. —Nosotros —respondió inmediatamente Goliatkin, dejando Bareta con la boca entreabierta— pensábamos visitar el palac árabe de La Aljafería. Nos han asegurado que es maravilloso. —Lo es, señor Goliatkin —confirmó el dentista—. Lo e Maravilloso. Ya de nuevo en la calle, justo antes de despedirnos, u sonrientísima Malva, que no dejaba de comerse a Alexei con lo ojos, nos propuso un plan irrechazable. —¿Sabéis que mañana hay fiesta en Veterinaria? —nos dijo— Podríamos ir. —Yo creía que los de Veterinaria solo organizaban esas fiesta a lo largo del curso —replicó Max. —Hacen nueve durante el curso y esta como despedida, q promete ser la caña de España. Las fiestas de Veterinaria eran absolutamente demenciales difícilmente descriptibles. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 47/217 Organizadas desde tiempo inmemorial por los estudiantes tercer curso de la Facultad de Veterinaria para recaudar fondos co destino a su viaje de paso del Ecuador, duraban doce horas, d nueve de la noche a nueve de la siguiente mañana, y desarrollaban en el edificio de la facultad, cuyos vestíbulos pasillos se convertían por unas horas en la discoteca más salva de la ciudad. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Iremos? —¡Naturalmente que iremos! —dije, encantado ante semejan perspectiva. —¡Hecho! —dijeron al unísono Biela y Urgel. —Ya contaba con ello —concluyó Malva—. Por cierto, que m he permitido invitar a Álex. Seguro que no ha visto nada igual en vida; y así se lleva un buen recuerdo de España. ¿No creéis? —¿Álex? —preguntó Biela—. ¿Quién es Álex? —El ruso joven —murmuró Max, dándole un codazo intentando que yo no lo notase. Pero claro que lo noté. Traducido al cristiano: La mujer de mis sueños esta intentando ligar en mis propias narices con un tipo seis añ mayor yo, dos palmos altoque queyoyo,y bastante más muc gua que yo,que absolutamente másmás rubio con los ojos más azules que los míos. La verdad, no sé qué podía ver Malva en aquel tipo. Definitivamente, a las mujeres no hay quien las entienda. Y ahí seguía, pendiente de él, como si los demás existiésemos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 48/217 — Iremos a cenar algo y, después, a la fiesta. Sin prisa. Realmen aquello no se anima hasta pasada la medianoche. —Bien. —Porque… ahora tú tendrás que trabajar, claro. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Sí. —No, Alexei —corrigió de inmediato Goliatkin, que estaba quite—. Realmente, ya no hay nada interesante que pued aprender hoy a mi lado. Al escuchar aquello, a Malva se le iluminó la cara. —Yo pensaba pasar el resto del día en la piscina. Si tu jefe da permiso, podías venir conmigo. Así tomabas un poco el sol, q creo que en tu país es un bien escaso. —Es que… no se me ha ocurrido echar un bañador entre equipaje. —Por eso, no te preocupes —replicó Malva—. Creo que eres la misma talla que mi hermano. Alexei buscó con la mirada al teniente Goliatkin, quien asin con un gesto. Mientras Biela, Urgel y yo regresábamos al lóbrego palacio Torresecas, Malva y el ruso se alejaban calle adelante, entre risa camino de alguna de las piscinas municipales. —Hacen buena pareja —murmuró entonces Max. —¿Qué eres tú? —salté de inmediato—. ¿Un amigo o una ra traidora? —La verdad es la verdad, Nico. Aunque duela. Seguramente tenía razón. Y aquella verdad dolía como - http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 49/217 5/26/2018 . Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com BILLARES ANTRACA Tras de despedirse de Urgel Nicolás, Gerardo, de elMalva, Alexei, don Pablo y deldedoctor Aspid, inspect Bareta y el teniente Goliatkin permanecieron unos instant frente a la fachada del palacio de Torresecas. El ru inspeccionaba el edificio minuciosamente, como si estuvie anotando en su memoria todos los detalles. —¿Juega usted al billar, Germán? Bareta se sorprendió. Era la primera vez que el ruso llamaba por su nombre de pila. —No. No sé jugar al billar. —Vamos. Yo le enseñaré. Sin esperar réplica, Goliatkin cruzó la calzada y se dirigió a entrada del salón de billares Antraca. Ocupaba un semisótano grandísimo, oscuro incluso en plen día y con excesiva humedad para la práctica del billar de a competición. Pero, eso sí, disponía de algunas mesas magnífica calidad. El ruso no optó por una de esas sino por ot de billar americano, con troneras, situada prácticamente en centro de la sala. Eligió dos tacos y le alargó uno al español. — Yo invito —dijo Bareta, introduciendo en la ranura un moneda de cien pesetas. Tiró luego del mando y las bol cayeron en la bandeja inferior con un estrépito que se les anto escandaloso en medio del ambiente callado y espeso del loc http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 50/217 , , adolescentes, ni se inmutaron. —Empiece usted —rogó el ruso, tras colocar en su lugar l dieciséis bolas. Bareta golpeó la bola blanca que, a su vez, deshizo 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com triángulo que formaban —Su turno, Vladimir.las demás. El ruso jugaba como un campeón. Sin apenas titubeos, co en las troneras cinco bolas seguidas, con una precisi escalofriante. Luego, deliberadamente, falló una carambola m fácil. —Le toca, Germán. Tómese su tiempo. —Bien. El inspector dio varias vueltas a la mesa en busca de jugad mientras el teniente, apoyada la barbilla sobre el taco, estudia disimuladamente el local. Bareta jugóotra y falló. —Pruebe vez —le dijo el ruso—. La bola cuatro en rincón… No, hombre: En el otro rincón. —Aquel me parece más fácil. —Pero está más lejos. El bueno es el otro. —Ah. Esta vez, la carambola se completó y la bola número cuat desapareció por la tronera. —¡Eh! ¡Lo he conseguido! —¿Lo ve? En este juego, lo principal es elegir bien carambola. Bareta volvió la siguiente y Goliatkin le tomó el relev metiendo cuatro asefallar uidas. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 51/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Siga usted. —Pero si no ha fallado. —Siga. El ruso se acercó entonces al encargado del local, un tip siniestro, de la pierna derecha, ataviado con un largo man de cuero,cojo con los bolsillos repletos de monedas. —¿Dónde están los servicios? —preguntó. —Aquí no hay servicios. Hay urinarios —contestó Custod Antraca—. Al fondo, a la derecha. No se lleve el taco. Déje junto a la mesa. Tardó en volver Goliatkin más de cinco minutos. En e tiempo, Bareta metió dos bolas de diecinueve intentos. Cuando regresó, el ruso acabó de una tacada con todas l bolas que quedaban sobre la mesa. —¿Nos vamos? —dijo a continuación. —Vaya—ironizó por Dios.Germán Ahora que le estaba¿Me cogiendo aire a es juego… Bareta—. deja eltomarme revancha con una partida de futbolín? —¿Futbolín? La revancha fue revancha y el inspector le ganó al ruso p nueve goles a uno. Pero Goliatkin encontró aquel jue divertidísimo. Al salir de la penumbra, la intensa luz del mediodía castig dolorosamente las pupilas de los dos hombres. —¿Tiene usted gafas de sol, Vladimir? —No pensé en ese detalle —reconoció el ruso, cubriéndo los—Ten ojos con la mano. a las mías. Puedo asarme sin ellas un ar de día http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 52/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Pero no se las lleve a Rusia. —Descuide. Y muchas gracias. —Tengo una curiosidad: ¿Dónde aprendió a hablar castellano tan correctamente? VladimiryaGoliatkin recuerdos lejanos. suspiró profundamente. Pareció evoc —Lo aprendí en casa. Mi madre era española y a mí siemp me hablaba en español. Ella fue uno de aquellos cientos de niñ que fueron llevados a Rusia para librarlos de los horrores de guerra civil española. Mi segundo apellido es Lozano. SALAZONES ANTERO NECROMIO Caminaron por la acera hasta detenerse ante el escaparate otro de esos tan antiguos como laNecromio. propia memoria la ciudad: Lacomercios tienda de salazones de Antero —¿Qué son esas… cosas repletas de grandes agujeros? — preguntó el ruso, señalando unos objetos con forma de triángu isósceles, de color marrón y, efectivamente, llenas de grand agujeros. —¿Eso? Son lomos de congrio. Un pescado. Aquí tie mucha tradición. Esta es una ciudad de interior y durante sigl solo fue posible consumir el pescado seco o en salazón. congrio admite muy bien ser conservado así. Se seca y se ahum y adquiere ese aspecto tan extraño, como… —Como momia —completó Goliatkin. Bareta se una sonrió. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 53/217 —Ahora que lo dice, creo que así es. No tiene muy bue pinta, es cierto, pero le aseguro que una vez cocinado es delicioso. Goliatkin gruñó una media carcajada. —Es curioso. ¿Sabe cómo llaman coloquialmente a l momias quienes se mueven en el mundillo de la arqueología? —Ni idea. —Pescado seco. —¿Pescado seco? Una imagen un tanto repulsiva, ¿no cree —Nunca lo había visto tan claro como ahora —dijo el ru 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com en tono misterioso. SANTIAGO EL MENOR Ya que habían utilizado la excusa de visitar el palacio de Aljafería, Bareta animó a su colega a caminar hasta allí, pe pronto descubrió que la resistencia del ruso frente al calora que esos días se había instalado en el valle del Ebro era inclu menor que la de los ejércitos de Napoleón frente al frío de estepa rusa. Pronto se vieronentrar obligados un alto en el camino. —¿Podríamos aquí aunhacer momento? —dijo Goliatkin pasar ante las columnas salomónicas que flanqueaban la puer de entrada de la iglesia de Santiago el Menor. —Desde luego —concedió Bareta—. No sabía que interesase el arte sacro católico. —Y no me interesa. Pero supongo que ahí dentro se esta http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 54/217 fresquito y habrá bancos para sentarse. Este calor me es matando. Eran los únicos visitantes de la iglesia y se sentaron en último banco. La luz solar, que entraba como los dedos de Di a través de los rosetones multicolores, cabalgaba sobre el polv en suspensión para hacerse visible. Pese a ello, una penumb fresca y grata era la dueña del interior del templo. —¿Ha renunciado a seguir la pista del taxidermista Urgel? — le preguntó Bareta a Goliatkin, tras unos minutos de reposo recogimiento. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —NiAntes, muchoformábamos menos. Estauntarde pensadoamplio hacerlecom u visita. grupotengo demasiado para quedarme a hablar con él sin llamar la atención. Aunque, he de serle sincero, no tengo muchas esperanzas de que u conversación con ese taxidermista me sea realmente út Dispongo de poco más de setenta y dos horas más antes tener que regresar a mi país y mucho me temo que este va a s un viaje perdido. —Si me dijera lo que busca exactamente, quizá pod ayudarle más y mejor de lo que lo he hecho hasta ahora. Goliatkin contuvo un escalofrío. La temperatura allí, dentro la iglesia, al menos diezsobre gradosla inferior sudor se leera estaba enfriando piel. a la de la calle y —No, gracias, amigo Bareta. En realidad… mi misión mucho menos oficial de lo que usted piensa. Es un favor que estoy haciendo a mi amigo Konstantin Dadan, director geren del Museo Egipcio de San Petersburgo. No puedo decirle má O, mejor dicho, no quiero decirle más. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 55/217 —Veo que e gusta r por re. nc uso se a es ec hábilmente de su ayudante. —Alexei ha sido otra de las concesiones que he tenido q hacer para poder realizar este viaje. Parece un buen chico. List muy listo; pero, hoy por hoy, para mí no supone más que u estorbo. Me lo colocaron mis jefes porque habla español y, p lo visto, sabe mucho sobre el Antiguo Egipto de los faraone Pero aquí de lo que se trata es de saber mucho de l sinvergüenzas de hoy en día. —Entiendo. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Cuando dos hombres a laEran calle,laseldos sol men caía plomo sobrelosZaragoza, comoregresaron lava ligera. veinte de la tarde. —¿Y si nos olvidamos de la Aljafería y nos vamos a come —preguntó Bareta—. Por aquí hay varios restaurantes q ofrecen un buen menú del día por poco dinero. —Ustedes, los españoles, siempre pensando en comer. Bareta rió con ganas. —¡Pues claro! La vida es lo que media entre el café tras u comida y el aperitivo antes de la siguiente. Goliatkin movió la cabeza, resignado. —Hablando de comida, Bareta… ¿Dónde puedo comprar pescado. —¿Un pescado seco? —No, no. Fresco. —En una farmacia, naturalmente. —¿Cómo dice? El inspector volvió a reír, aunque carraspeó de inmediato http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 56/217 que ser o. uz e ca or e es a a a ec an o am n a . —Era una broma, hombre. ¿Dónde va a comprar pescado? ¡En una pescadería, por supuesto! —¿Puede llevarme a una? Bareta miró de soslayo a su colega. No lograba encontrarle sentido a nada de lo que hacía o decía el ruso. —Claro que puedo llevarle a una pescadería —respond consultando su reloj—. Todavía estarán abiertos los puestos d Mercado Central, que está muy cerca de aquí. En cinco minutos recorrieron un laberinto de callejones c 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com salida la de calle Cedro, que desembocaba frente aenuna las del puertas laterales del Mercado dedirectamen Lanuza, antiguo mercado central de la ciudad. Germán Bareta condujo a Goliatkin hasta Pescados Jo Luis, el puesto preferido por María, su ex mujer. Allí, el ru eligió una merluza estupenda, de casi dos kilos y medio. —¿Está fresca? —preguntó Goliatkin. —¿Que si está fresca? —repitió el pescadero, un tipo jove de pelo rizado, con un aro de plata en la oreja, lo que le da cierto aire de pirata—. Ayer, a estas horas, la pobrecilla nadab en el Mar Cantábrico, ignorante de la suerte que le esperab ¿Cómo preparo? ¿A rodajas? le saco los dos lomos? —No,se la no… déjemela tal cual¿O—respondió Goliatkin— Entera. —¿Entera? ¿No le quito la cabeza, siquiera? —No, gracias. Está bien así. —Como quiera. Para mí, menos trabajo. Serán dos m quinientas pesetas para usted. Por ser amigo del inspector. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 57/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Durante la comida, que hicieron en una cafetería cercana, n hablaron en absoluto de la investigación. Quizá por ello, resu muy agradable y, llegando a los postres, Germán Bareta estab ya convencido de que Vladimir Goliatkin era un buen tipo; rar sí, extranjeros, pero dederroteros. buena pasta, y quecomo quizálolason vidatodos habíalos llevado por tortuosos Eran las tres y diez de la tarde cuando se pusieron en p Bareta pagó la cuenta. —Invito yo. —¿No debería coger la factura para justificar el gasto ante jefe? —Le acabo de decir que invito yo, no mi jefe. Goliatkin miró un momento a su colega y, luego, le palmeó espalda. —Gracias, hombre. Oiga… Supongo que a esta hora estar cerrados los comercios. —Excepto las grandes superficies, sí. Aquí, nadie se pone marcha antes de las cinco de la tarde. Muchos lo hacen incluso las seis. —Hasta ahora, no entendía los estrafalarios horari españoles. Pero está claro que, en verano y a las cuatro de tarde, es inútil esperar clientes detrás de un mostrador. —Inútil y peligroso para la salud. Debería usted volver hostal y cumplir con el rito de la siesta. —He leído maravillas sobre esa costumbre tan española. —No duerma más de media hora y, cuando despierte, http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 58/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Creo que… voy a probar, sí. —Coja un taxi hasta su hostal. La mayoría llevan a acondicionado. —Bien. ¿Quiere que le deje antes en alguna parte? —No, Mi comisaría queda en—dijo dirección contraria. —Me gracias. va a crear mala conciencia el ruso, con u sonrisa—. Yo me voy a echar la siesta y usted se marcha trabajo. —¿Le cuento un secreto? Yo también voy a la comisaría echar la siesta. Hasta mañana, Vladimir. Pasaré a recogerlos primera hora. —De acuerdo. Se estrecharon las manos. Fue un apretón largo, q remataron con un par de palmaditas en el hombro, en un ges que, sin llegar a ser un abrazo, sí resultó especialmen afectuoso. Al despedirse de Goliatkin, Bareta no pudo evitar un m presentimiento; una inexplicable incomodidad, una ma sensación. No había razón aparente para ello pero, a veces, e sexto sentido que tan habitualmente desarrollan los policías hac acto de presencia. EL PALO DE CIEGO Goliatkin despertó en En su cama la cabeu pesada y la se boca pastosa. parte, del porhostal habercon dormido http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 59/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com siesta mucho más larga de lo aconsejable y, en parte, por escasa humedad relativa del ambiente, provocada por continuo funcionamiento del aire acondicionado. Fue al baño y se echó agua por la cara. En la bañera, cubier por tres bolsas de hielo que había comprado en la cafetería d propio hostal, reposaba la merluza adquirida en Pescados Jo Luis. Cuando salió a la calle eran las cinco y cuarto de la tarde y l termómetros marcaban cuarenta grados a la sombra. Cogió nuevo un taxi, pues había comprobado que no era un medio transporte excesivamente caro y sí muy cómodo. Le indicó chófer la dirección del palacio de Torresecas. Al descender del vehículo, se refugió rápidamente en el port Y allí permaneció durante un buen rato intentando decidir qu hacer. Por fin, consultó los rótulos de los buzones para localiz el taller de taxidermia y comenzó a subir las escaleras d torreón. Lo acompañó la suerte. Antes de llegar al descansillo, oyó sonido de una puerta al cerrarse. Intuyó que podía tratarse de hombre, así que, con todo sigilo, deshizo el camino has esconderse bajo el primer tramo de escalones. Desde allí pud ver a don Pablo Urgel, pues, en efecto, era él quien bajaba p la escalera tras abandonar su taller. El ruso lo siguió en completo silencio a través de divers dependencias del palacio, todas ellas solitarias y tenebrosa hasta llegar a una puerta disimulada en uno de los muros. Aunque el taxidermista la cerró tras él con llave, no le llev mucho tiempo al policía forzar la cerradura con las ganzúas q http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 60/217 siempre llevaba encima. Al abrir la puerta apareció ante él una escalera lóbrega estrecha que descendía a partir de ese punto. Goliatkin comen a bajar los escalones con todo cuidado. Cuando hubo contad treinta y su vista empezaba a acostumbrarse a aquella oscurid casi impenetrable, pudo distinguir que se encontraba en u estancia que bien podía haber sido despensa o quizá, tiempos, carbonera. Al otro extremo de esa sala se veía un puerta. Y tras la puerta, había luz. Cuando Goliatkin empujó la puerta, esta gim 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com lastimeramente. Donpareció Pablo sorprendido. Urgel se volvió. parec asustarse. Ni siquiera Se limitóNo a mirarle través de sus gafas de sol. —¿Qué desea? —preguntó, tras unos instantes de silencio. El ruso observó la estancia con despreocupado detenimient Al hacerlo, sintió cómo se le erizaba el vello de la espalda. Ca no podía creer su suerte. En aquella sala enorme, del tamaño un pequeño teatro, podían verse por doquier momias sarcófagos del Antiguo Egipto. De inmediato se percató de qu aquel descubrimiento resultaba mucho más interesante de lo q esperaba encontrar. Goliatkin la bolsa plásticoMe quepreguntaba llevaba ensi… la mano. —Buenasalzó tardes, señordeUrgel. si pod disecarme esto. Urgel echó un vistazo al contenido de la bolsa y frunció ceño. Se sintió desconcertado. De inmediato, intuyó que al marchaba rematadamente mal, pero aún no sabía qué. —¿Una… merluza? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 61/217 —Sí —confirmó el ruso—. La he pescado en el Ebro quiero llevármela de recuerdo. Urgel parpadeó. Ahora ya estaba claro. Aquello era un trampa. Un truco de algún tipo. Un juego de ingenio. Algo así. —Podría disecarla, sí, desde luego, pero… verá: ten mucho trabajo. Tal vez dentro de un mes o dos… —No dispongo de tanto tiempo —le interrumpió el ruso— He de volver pronto a mi país. Don Pablo tragó saliva. —Bien… En ese caso, déjemela ahí y veré lo que pued 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com hacer. —Gracias. Liberado de la bolsa, el ruso cruzó los brazos y miró al señ Urgel. —¿No me va a dar un recibo? ¿Ni me va a tomar los dato ¿Y si no vuelvo nunca más? Urgel afiló la mirada. —Sí, claro… vamos a ver… —cogió un talonario y lapicero muy afilado—. ¿Su nombre? —Vladimir Goliatkin. Soy ruso. Y soy policía. —Oh, claro, ahora le recuerdo. Usted es quien esta maña acompañaba de mi sobrino.a ese inspector… el padrino de Nicolás, el amig —Así es. Urgel había roto a sudar. Goliatkin se dio cuenta de ello. —Bien, en ese caso… creo que sí. Que podré atender petición. —Estupendo. Mis compañeros de la policía de S http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 62/217 eters urgo se van a mor r e env a. Al escuchar aquello, Urgel dio un respingo; y no pudo evit romper la mina del lapicero contra el cuaderno. —San Petersburgo —repitió. —Sí. La antigua Leningrado. La ciudad natal de Vladim Putin, el nuevo presidente ruso. Pablo Urgel exhaló todo el aire de sus pulmones mientr asentía con la cabeza. Acababa de dar por hecho que tod había acabado. Bajó la vista y, lentamente, se frotó el puente d la nariz con la mano derecha. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —De modo encontrado el estuvo tornillo a—balbució. Goliatkin noque… movióhan ni una ceja; pero punto de salt de alegría, al darse cuenta de lo que significaba aquella pregun En su respuesta trató de mostrarse perfectamente tranquilo seguro de sí mismo. —Así es —dijo—. Unos estudiantes de la universid escanearon el sarcófago y lo descubrieron. El taxidermista volvió a suspirar profundamente y, tr tambalearse levemente, buscó asiento en un taburete alto. — Yo dejé ahí ese tornillo de titanio —confesó. —¿Lo dejó a propósito? No fue un descuido, entonces. —No, —¿Porno quélolofue. hizo? —Lo hice como una forma de… de expiación. Un modo calmar en lo posible mi mala conciencia. Dejando ese tornil me aseguraba de que, tarde o temprano, alguien lo descubriría —No ha sido fácil. La momificación del cadáver e magnífica. ¿Dónde aprendió esa técnica? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 63/217 — o a apren . a nven y a esarro yo msmo, a par de libros en los que se describían los rituales del Antiguo Egip de los faraones. En apenas un mes y medio, puedo darle a cadáver el aspecto de una momia egipcia de hace cinco milenio Puedo asegurarle que, incluso para un experto, no sería tar fácil distinguir una momia auténtica de una de las que y preparo. —Resulta asombroso. Pero dígame: ¿Quién era el muert ¿Quién se esconde bajo la falsa personalidad del Gr Sacerdote Mirahp-At-Ios de la decimotercera dinastía? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com hilo.Urgel lanzó un anzuelo a sus recuerdos y comenzó a tirar d —Mirahp-At-Ios —repitió—. No es más que un invent Nos pareció una ingeniosa distorsión de su apellido: Mirapatio Celso Mirapatios. Un pobre hombre, oscuro y limitado, que f mi ayudante durante varios años y que llevó una vida miserable —Sin embargo, tras su muerte y durante la última década, sido admirado por los miles de visitantes del Museo de S Petersburgo. —Curiosa paradoja, sí. Supongo que le habría gustado sab que ha sido un famoso post-mortem. —¿Le importaría él? de hito en hito. Luego, Pablo Urgel miróhablarme al policíaderuso encogió de hombros. —¿Qué quiere que le diga…? Solo era un pobre hombre. N sé si llegó a ser consciente de que, a los ojos de los demás, e un monstruo; pero lo cierto es que lo era. Incluso para mí, s duda. Un monstruo escalofriante. Y no solo por su monstruo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 64/217 5/26/2018 , … Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Durante algunos minutos, el taxidermista fue desgranan detalles de la extraña existencia de Celso Mirapatios ante Vladimir Goliatkin que aún no podía creer la suerte de hab resuelto complicado caso don prácticamente por azar. —Unatantarde —recordó Pablo Urgel, poco despué acercándose al final de su relato— justo hace ahora once año cuando yo ya creía que el pobre Celso era capaz de manejar por sí solo con los productos químicos, confundió el cloru sódico con la sosa cáustica y murió asfixiado por los vapor producidos, en un accidente del que yo siempre me he sentid único responsable. Goliatkin parpadeó. —Espere, espere un momento… ¿Lo dice en serio? ¿D veras cree que la muerte de su ayudante fue culpa de usted? —En le digo siempre lo he creído así. a cau —¿Y efecto, si yo leyadijera queque Celso Mirapatios no murió de la inhalación de vapores tóxicos… sino que fallec estrangulado? El taxidermista experimentó casi una convulsión al escuch aquello. —¿Qué? Estrangulado… ¡No es posible! —Le aseguro que lo es. Al analizar su… su momia, se pud comprobar que tenía rota la tráquea. Urgel comenzó a caminar, muy nervioso, en torno a su me de trabajo, mientras se llevaba la punta de los dedos a las siene —Pero… ¿Qué me está diciendo? ¡Oh, señor…! Si e http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 65/217 5/26/2018 … Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com años. —En efecto. Aunque, desde luego, no fue usted el único q resultó burlado. —¡Ejem…! No, claro… pero, como verá, en este asun nadie ha obrado —Eso parece.deYmanera ya queintachable. hablamos de ello… ¿Le importar contarme cómo acabó el cuerpo de Celso Mirapatios en Museo Egipcio de Leningrado? Creo que ya es lo único que m intriga. Urgel parecía a punto de caer en estado de ‹‹shock››. Miró Goliatkin con los ojos vidriosos. —Eso… es un poco más largo y difícil de explicar. —No se preocupe por eso, don Pablo. No tengo prisa. N tengo ninguna prisa… JUNIO DE 1989 Pablo Urgel entró en el taller del sótano cargando c dificultad con un envase de diez kilos de glicerina químicamen pura. De inmediato, sintió el sofocante olor de los vapores de sosa cáustica en altas concentraciones; y, un segundo más tard descubrió el cuerpo de su ayudante tendido en el suelo. —¡Celso! —gritó, mientras sentía cómo un intenso picor apoderaba de su garganta—. ¡Celso, por Dios! ¡Levanta! Estaba caído boca abajo, junto a los restos de dos grand redomas Pablo hechas Ur el añicos. le dio la vuelta con dificultad http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf bus 66/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com infructuosamente el latido del pulso en su arteria carótida. Entonces, comenzó a toser espasmódicamente y tuvo q abandonar el cuarto. —¿Qué pasa, Urgel? ¿Qué son esos gritos? El taxidermista alzó para la vista y reconoció don hacía Jaime,d director de la empresa la que trabajaba adesde años. —Es mi ayudante… —explicó Pablo, con dificultad— ¡Ayúdeme a sacarlo del taller, por lo que más quiera! Con gran dificultad, tratando de no caer ellos mismos víctim de los vapores sofocantes, arrastraron fuera del laboratorio cuerpo del desdichado ayudante y una vez allí le practicaron respiración artificial. Sin embargo, fue inútil. No tardaron convencerse de que la muerte se había apoderad irremisiblemente de Celso Mirapatios. Acuclillado, apoyada la espalda contra la pared, Pablo Urg comenzó a gimotear. —Ha sido culpa mía, don Jaime —reconoció entre solloz —. Pensé que Celso ya era capaz de distinguir los diferent productos químicos. Habíamos establecido un código colores, lo aprendió con rapidez y pensé que ya lo dominaba la perfección. ¡No debí fiarme! —Bueno, bueno, Urgel, no pierdas los nervios… Sea por que sea, ha ocurrido un accidente y eso es algo que ya no tien remedio. Ahora, hemos de buscar la manera de impedir que es circunstancia se convierta en una catástrofe. —¿Cómo a hacer ¡ClaroNo queloesentiende? una catástro Por mi cul avamos ha muerto un eso? hombre! Nun http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 67/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com me lo perdonaré. ¡Nunca! Y lo más probable es que, ademá acabe dando con mis huesos en la cárcel, don Jaime. ¡En cárcel! Y no será porque no lo merezca… —Eh, eh, cálmate. Vamos a intentar que eso no sea a Pablo.túSería verdadera lástima alguien como vierauna su vida arruinada por unque asunto comotan este.brillan Al f y al cabo, Celso era solo un… un débil mental. Un s insignificante cuya desaparición nadie echará de menos. Pablo Urgel tragó saliva con dificultad. —Don Jaime, por Dios… No puede hablar en serio. Cel tenía sus limitaciones, claro, pero era un hombre. Una perso como usted y como yo. —¿Estás completamente seguro de eso? Yo no diría tant En el momento en que aquella bomba le arrancó media cabez creo que dejó de ser una persona como tú o como yo. —Pero… —Sinceramente, yo casi me alegro de que Celso nos ha dejado de este modo. Al fin y al cabo, no ha sufrido y… buen empezaba a preocuparme lo mucho que sabía de nuest negocio. —En ese sentido era completamente inofensivo, se aseguro. Jamás se habría ido de la lengua… Don Jaime cortó la réplica del apesadumbrado disecador c un abrazo. —Pablo, Pablo… escucha: La organización está contigo. L empresa, quiero decir. Y estamos dispuestos a jugar fuerte, apostar por incidente. ti, a conseguir salgas con bienquedenada ested desgraciado Vamos que a tratar de imaginar http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 68/217 esto ha ocurrido. —¿De qué está hablando? —Celso Mirapatios era un hombre absolutamente oscur Puede desaparecer sin que nadie lo eche de menos. No ten familia, ni amigos… — Yo era su amigo. —¡Claro! Y seguro que él no querría que ahora, por culpa d este lamentable accidente, su único amigo acabe entre rejas. Pablo Urgel sacudió la cabeza. —La muerte de un hombre no es fácil de ocultar. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Don Jaime sonrió para sus adentros. Todo estaba saliendo pedir de boca. —Eso, depende. Verás, estaba pensando… Esa técnica d momificación que has desarrollado con tan buenos resultados Podría aplicarse a un cadáver reciente, como el de Cel ¿verdad? —Desde luego, pero… Oiga, ¿qué me está proponiendo? Don Jaime se acarició el mentón antes de continuar. —Casualmente, tenemos una petición del Museo Egipcio Leningrado. Quieren una pieza grande, una momia c sarcófago. Los rusos pagan bien, hacen pocas preguntas y est muy lejosUrgel de aquí. Pablo miróSería… a su jefeperfecto. de hito en hito. —No puedo creerlo. ¿Me está proponiendo que… q hagamos pasar a Celso por una momia egipcia? —¿Por qué no? ¿No confías en tus conocimientos? —Sí, claro que sí. Mi técnica funciona a la perfección, ust lo sabe. A primera vista no habría problemas; nadie notaría http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 69/217 diferencia, pero… un estudio minucioso del cuerpo sí revelaría verdad de inmediato. —Vamos… ¿Por qué razón iban los rusos a hacer un estud minucioso? El museo quiere la momia para exponerla al públi y justificar su presupuesto de gastos de este año. Piénsalo. Tod Leningrado pasará ante tu obra; la admirarán sin apercibirse que la momia, que ellos creen de cinco mil años, en realidad so tiene cinco semanas de antigüedad. Incluso podemos rendirle pequeño homenaje a Celso. Diremos que se trata de la mom del alto sacerdote Mirahp-At-Ios. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Se vueltomenos! loco? ¡Es una pista don clarísima! —¡Ni ha mucho —exclamó Jaime, riendo—. idioma ruso no tiene apenas ningún parecido con el españ Incluso utiliza un alfabeto distinto. Nadie se dará cuenta de broma. Será nuestro secreto. Urgel miró a su jefe con una mezcla de admiración, temor agradecimiento. —Es… es un plan muy brillante, don Jaime. Brillante pe arriesgado. Y usted parece dispuesto a correr el riesgo de s descubierto, poniendo a su empresa en peligro… tan solo p salvarme. Esta empresa es com una—Naturalmente, gran familia y Pablo. todos Naturalmente. debemos ayudarnos mutuamente caso de necesidad. Hoy por ti, mañana por mí. —Yo… no sé qué decir salvo que… si su plan funcionase, y le quedaría eternamente agradecido, don Jaime. —Lo sé, lo sé… y cuento con ello. Cuento con que pondr tus conocimientos y tu experiencia al servicio de nuest http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 70/217 negoc o. As , to os sa remos ene c a os. To os. —Por supuesto. Por supuesto que sí. —Bien… Ahora, deberías ponerte a trabajar en el cuerpo d pobre Celso, para iniciar el proceso de momificación cuan antes. Y, desde luego, pienso que lo más seguro es que lo lleve a cabo aquí mismo, en el sótano. —Sí, claro, claro… conviene ser discreto. Muy discreto. —Puedes utilizar el sarcófago y los lienzos de esa últim momia que trajimos de Alejandría. La número sesenta y cuatr No es gran cosa, ni tiene excesivo valor ni figura en ninguno 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com los catálogos que manejan los museos. DON JAIME Don Pablo había terminado la narración de aquell recuerdos con un sabor terriblemente amargo en la boca. —Y ahora… después de todo este tiempo, viene usted contarme que Celso no murió a causa de un accidente del q siempre me he sentido responsable sino que murió… asesinado El teniente Goliatkin había fruncido el ceño hacía un buen rat apenas iniciado elderelato del taxidermista, y ya no parecía cap de desprenderse esa expresión. —Así es. Tal como yo lo veo, alguien estranguló a ayudante y luego rompió contra el suelo los envases q contenían la sosa cáustica, para simular su muerte por asfix química. —Alguien… —repitió Pablo Urgel, cerrando los ojo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 71/217 espu s as n —. empre me e pregun a o e n e ven don Jaime cuando apareció tan oportunamente esa tarde. Lleg doblando la esquina del pasillo del fondo. No venía, por tant de su despacho. No venía de ninguna parte. Estaba al escondido, esperando que yo encontrase el cuerpo de Cel Mirapatios… al que posiblemente él acababa de asesinar. El ruso guardó silencio durante unos instantes. —Un plan muy hábil, el de su jefe, ese don Jaime. Ideó crimen del que usted se ha considerado siempre culpab Luego, le ayudó a salir del atolladero asegurándose así su eter 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com gratitud. Una gratitudconocimientos que se traducecomo en tener a su disposici sus excepcionales taxidermista y prodigiosa técnica de momificación acelerada. —Sí… —reconoció Urgel, cabizbajo—. Supongo que puede resumir de ese modo. —¿Para qué? —preguntó el policía. —¿Cómo? —No acierto a adivinar qué tipo de empresa necesitaría l servicios de alguien como usted. ¿Una especie de… funerar quizá? —No. En realidad, es una empresa de intermediació Compramos y vendemos piezasSearqueológicas Antigu Egipto. Momias, especialmente. trata de un del mercado expansión. A pesar de los esfuerzos del gobierno egipcio, so miles las momias extraídas de las excavaciones arqueológicas su país que van de aquí para allá, que unos museos venden otros, que particulares venden a museos, que se importan legal ilegalmente del país del Nilo… Ese es nuestro campo de trabaj http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 72/217 — remitente de las piezas que comercializan. El tío de Max Urgel asintió. —Ese y algunos otros pequeños museos de larga historia que figuran desde hace muchos años en el listado internacion de —Entiendo museos de la—dijo UNESCO. Goliatkin—. Remitentes nada sospechos y piezas aparentemente magníficas. Como es lógico, l compradores no van a hacer muchas preguntas si est satisfechos y existe una apariencia de legalidad. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Supongo que administrativos así es aunque, orealmente, muy tanto de los detalles de gestión.noYoestoy me encarg solo de tareas, digamos… técnicas. Conozco muy bien l momias y sé cómo tratarlas. Con paciencia y conocimientos, una momia de escaso valor y en un estado lamentable, se pue conseguir una pieza que cualquier museo exhiba orgulloso. E ocasiones, he creado una momia con partes de otras dos tres… —Y, supongo, también habrá ‹‹fabricado›› algunas otr mediante su brillante técnica de momificación, como hizo c Mirapatios. —Algunas, sí. Pero nunca a partir de un cadáver tan recien como el de Celso… El policía pensó entonces que no podía haber tenido m fortuna. No solo iba a resolver con inusitada rapidez y plen acierto el asunto que le había conducido hasta España sino qu de rebote, iba a sacar a la luz la actividad de una organizaci clandestina de tráfico de objetos arqueológicos. Y todo graci http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 73/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com angustiado por el peso de un crimen que no había cometido. ‹‹¡Qué vueltas da la vida!››, pensó el ruso. EL FIN En ese instante, don Pablo Urgel alzó ligeramente la vista pa mirar por encima del hombro del policía a alguien que acaba de entrar en la estancia. Goliatkin descubrió de inmediato el leve movimiento; entonces, aún invadido por la euforia que le producía inesperado éxito, se percató de que había cometido el más gra error de su vida; que se había comportado como un nova torpe y descuidado; y que ese descuido le iba a costar m caro. Simplemente, no sedeloTorresecas esperaba. No contaba de conque ello.noHab entrado en el palacio convencido ten nada, de que no había encontrado aún la pista adecuada pa encarar adecuadamente el caso y de que la entrevista con disecador iba a ser una pérdida de tiempo en un escenar inofensivo. Como mucho, esperaba encontrar un hilo de seda d que seguir tirando. Inesperadamente, se había topado con todo lo contrario; c el primero de sus palos de ciego, había acertado justo en centro de la diana. Y tan imprevisto había resultado el aciert que solo ahora se daba cuenta de que se había metido en boca del lobo sin haber tomado las más elemental http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 74/217 5/26/2018 . , Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com perdido. No se molestó en girar la cabeza. Le bastó mirar la expresi de Urgel y el impreciso y deformado reflejo que le devolvían l cristales de sus gafas oscuras. Vioque el leve destello producido por el —el movimiento arm corta alguien situado a su espalda famoso de donunJaim seguramente— levantaba hacia él. Se preguntó si aquel homb que ya le tenía en su punto de mira le permitiría verle el rostro, cometería el error de regodearse en la sorpresa de su víctima, accedería a cambiar con él unas frases antes de apretar el gatill concediéndole así la oportunidad de pensar durante un segundos el modo de esquivar a la muerte. Pero eso solo pasa en las películas y en las malas novel policíacas. Sin demora alguna, apenas un parpadeo después, el ruso oy el comienzo estampido de un disparo.antes Solo de el que comienz Antes de quedel se completase la detonación, caye de bruces y su frente golpease la mesa de trabajo d taxidermista manchándola de sangre, Vladimir Goliatkin estaba muerto. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 75/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Sábado, 8 de julio de 2000 Los sábados son, con frecuencia, días algo tontos, ni hábiles festivos. Aquel primer sábado como currantes lo fue en gra sumo. Una jornada inane, que diría el poeta. Para empeza pasamos la mañana trabajando en el taller del señor Urgel al qu por cierto, apenas vimos un par de minutos. Lo justo para abrirn la puerta e indicarnos genéricamente nuestras obligaciones. —Si no he vuelto para entonces, a las dos menos cuarto, ni minuto antes, os vais dejando la puerta cerrada. Tengo trabajo q no puedo interrumpir. Yo apenas lo conocía. Tan solo de los cinco días q llevábamos trabajando para él; pero tuve la clara sensación de q estaba más taciturno aún que de costumbre. Max me confirmó e impresión. —Algo le preocupa —dijo, cuando nos quedamos solos—. Mi es raro, pero no tanto. Trabajamos los tres a conciencia, pues ya nos habíam percatado de que aquella era una tarea de obra cumplida. cuanto hubiésemos limpiado y clasificado todos los fondos d museo Pérez-Balaguer, podríamos dar de mano y cobrar nues anhelado sueldo. Si nos llevaba todo el mes, como si nos http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 76/217 . Max y yo apenas cruzamos palabra y no paramos ni a almorzar. El tío de Max, tal como había anunciado, no regresó. A las dos menos cuarto dimos por concluida nuestra prime semana laboral. Nos despojamos de los delantales y guardapolvo 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com que dejamos colgados del perchero junto a la entrada y, tras hab cerrado la puerta del taller, descendimos por la escalera q desembocaba en el patio del palacio. Biela y yo emprendíamos el camino hacia la calle cuando advertimos que Max se hab detenido y miraba a su alrededor. —¿Qué ocurre? —Me preguntaba… adónde irá mi tío todos los días cuan nosotros estamos trabajando en su taller. Mientas respondía a mi pregunta, se dirigió a la más cercana las cuatro puertas que se abrían en el perímetro del patio. Una tr otra, comprobó que estaban cerradas. —Es posible que se marche fuera —aventuró Gerardo. —¿En zapatillas de casa y con su asqueroso guardapolvo q apesta a líquidos de curtir? No lo creo. Seguro que se dirige alguna parte dentro de este mismo palacio. ¿Pero adónde? ¿Y p qué? —No es cosa nuestra, Max —dije. Él ladeó la cabeza. —No, no lo es. SOLA O NO — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 77/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Veterinaria. La última de este curso. Así que vendré tarde. mañana pronto, según se mire. Se lo dices tú a mamá en momento y de la manera que creas mejor para que no ponga grito en el cielo. Mi padre chasqueó la lengua. —Ni hablar. Se lo dices tú. —Hombre, no seas así. Hazme este favor. —No sabes la faena que me haces. Esta noche echan partido por la tele que me interesaba. —¿Y qué? —Pues que para decirle a tu madre que no vas a volver hasta amanecer, sin mucho riesgo de que me monte un pollo, tendría q invitarla al cine. Y, entonces, me quedo sin ver el fútbol. —Existen unos artefactos llamados vídeos, que permiten grab los partidos y verlos después, tranquilamente. —Ya… Al menos, prométeme volver borracho. —¡Papá…! ¿Cuándo he vuelto no borracho? —Que yo sepa, nunca. Pero para todo hay una primera vez. —¿Diga? Reconocí al instante la voz de Laura, la madre de Malva. Es q tengo un oído finísimo. —Hola. Soy Nicolás. —Hola, Nico. ¿Qué tal va todo? —Bien, supongo. ¿Está Malva en casa? —No. No volverá hasta las ocho. Está en la piscina. En Parque —¿EnSindical. dónde? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 78/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —En ese centro deportivo… ¿cómo se llama ahora? El R Ebro, creo. —Ah, ya. —Qué manía con cambiarles los nombres a los sitios. H calles que aún no sé qué ha sido de ellas. —Y… Estooo… ¿Ha ido sola? —Pues no lo sé. —¿Ha cogido una toalla de más y un bañador de su hermano? —Ahora que lo dices… sí. Sentí una punzadita en el estómago. —Bien. Dígale que me llame cuando vuelva, por favor. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 79/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Domingo, 9 de julio de 2000 VETERINARIA, HORA CERO —¡Son las doce de lael noche! ¡La hora de las por brujas! domingooo…! —berreó disc-jockey contratado los ¡Ya futur veterinarios, casualmente, un chaval de último año de nues instituto que respondía al enigmático nombre de Pepín—. ¡Y es hora de que comience nuestro concurso de rock and roll! Hasta pasadas las dos de la mañana, las fiestas de Veterina no se animaban por completo. Esas primeras cinco horas eran tiempo tranquilo en que aún se podía circular por los pasillo comprar una bebida sin riesgo de que terminase sobre la ropa bailar con cierta holgura en los dos vestíbulos habilitados com pistas. Durante ese tiempo, para mantener caldeado el ambiente entretenido personal, también imposible. se celebraban concursos sorteos. Másaltarde, habría resultado Una de las hermanas Sandoval me enlazó por la cintura y m arrastró hacia la pista del vestíbulo principal. —¿Vamos, guapetón? —¡Naturalmente! Por cierto, tú eres… ¿Eugenia? —Victoria. Puedes llamarme Vicky. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 80/217 —Vicky. Cómo el vikingo. —Exacto. Si ganamos el concurso, nos repartimos el prem ¿vale? —¿Cómo ‹‹si ganamos››? ¿Acaso lo dudas? ¡Vamos a dejarl con la boca abierta, aunque acabemos con una luxación de cade —¿Siempre dices cosas tan raras? —Casi siempre, sí. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com EL RUSO Desde el momento en que los vi marcharse juntos la mañana d viernes, yo no había parado de darle vueltas al tema de Malva y ruso. Imaginaba a Malva y al ruso en la piscina; a Malva y al ru comiendo juntos ensaladilla rusa; a Malva y al ruso montan juntos en la montaña rusa; al ruso diciéndole a Malva al oí ternezas en ruso. Vamos, que el ruso me había amargado las últimas treinta seis horas de mi existencia y yo no estaba dispuesto, bajo ning concepto, a que me amargase también la fiesta de esa noche. como intuía que Malva noopté me por haríaasegurarme el menor caso mientras Migu Strogoff anduviese cerca, compañía femenin Decidí tantear a las hermanas Sandoval, dos gemelas de nues instituto, de bastante buen ver. Por supuesto, no eran t espectaculares como Malva, pero en grandes cachondeos como que nos esperaba esa noche tenían sobre la mujer de mis sueñ una importante ventaja: Bailaban como los ángeles. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 81/217 — nos pagas a en ra a, cuen a con noso ras —me asegu Eugenia Sandoval, cuando la llamé por teléfono esa tarde—. E que estamos a dos velas, corazón. Como hemos suspendido tr cada una, nuestros padres nos han reducido el suministro de pa a cero grados Kelvin hasta las recuperaciones de septiemb 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Tenemos que tirar de ahorros para todo. —Vaaale —acepté, recordando que el sueldo prometido por d Pablo Urgel convertiría en calderilla las mil quinientas pesetas las tres entradas—. Pero las consumiciones os las pagá vosotras. —Hecho. a llevar a algún amigo? —Voy con¿Vas Gerardo y Max. —¿Quieres decir… con Biela y Urgel? —preguntó ella, c cierto temblor en la voz y tras un sospechoso silencio. —Exacto. —Bueno, da igual —aceptó la Sandoval, tras un resoplido— Supongo que habrá otros chicos en la fiesta, ¿no? —Sí, claro: otros mil, más o menos, ya sabes. Pero no os voy pagar la entrada para que liguéis con otros. Si os cansáis de m os podéis turnar tú y tu hermana. Pero quiero a una de las dos mi lado en todo momento. ¿Vale? —Descuida —dijo un gruñido sueñes con darle celosella, a latras Contreras. Tengoirónico—. entendidoPero que vieron ayer en las piscinas de Casablanca con un rubio que, parecer, está como un queso suizo, así que no creo que inmutase ni aunque te viera ligando con Nicole Kidman. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 82/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Quedamos a las diez, con la intención de tomar algo en restaurante italiano. Allí acudieron las Sandoval, Gerardo, Max también Malva y el ruso que, poco acostumbrado al sol españ tras sus dos primeros días de piscina municipal, lucía un color piel entre fucsia y anaranjado que producía escalofríos con so verlo. Pese a ello, las gemelas abrieron unos ojos como platos postre en cuanto vieron al de San Petersburgo y se lanzaron sob él como buitres, atosigándolo a preguntas y sonrisas, con gr disgusto de Malva y gran regocijo por mi parte. Aprovechando una visita a los servicios, abordé lejos del grupo ‹‹la Contreras››, como la llamaba Eugenia Sandoval. —Supongo que esta noche nos vamos a ver más bien poco. Como siempre, ella me entendió a la primera. —Esperaba que lo comprendieses. Álex se marcha de Espa pasado mañana. Tú tienes todo el tiempo del mundo para inten ligar conmigo. Él, solo unas pocas horas. Yo creo que merece e oportunidad. —Eso significa que te gusta. —¡Vaya cosa! Te habrás dado cuenta de que alguien como Ále gusta al noventa y cinco por ciento de las mujeres. —Si tú lo dices… Es que yo, de hombres, no entiendo. —Pues peor para ti. Iba a darme ya la espalda cuando la sujeté por el codo. —¿Y si lo consigue? —pregunté—. ¿Y si consigue enamorart ¿Y si acabas marchándote a Rusia con él? — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 83/217 — , Qué difícil me estaba resultando… —¿Qué… Qué iba yo a hacer sin ti? Malva me miró, ligeramente sorprendida. Con la mirada afila como una navaja de barbero. De pronto, me abrazó. Me abra 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com muy fuerte. —Solo hay una cosa —me susurró al oído— que nunca deb hacer conmigo, Nicolás: Ponerte pesado. Cuando deshizo el abrazo se besó la yema del dedo índice luego, la colocó sobre mis labios. Y se fue. No sé si ya he dicho que a las mujeres no hay quien l entienda. Por si acaso, lo repito. JERRY LEE LEWIS Después de cenar, tomamos los siete el tranvía de la línea que terminaba justamente en la Facultad de Veterinaria, universitario templo de la noche, situado en el extremo oriental d barrio de Montemolín. Desde mucho antes de llegar a nuestro destino, ya una riada gente joven señalaba la dirección del evento sin el menor asomo duda. Al llegar, compramos las entradas y otras quinientas peset por barba en tiques para consumiciones —cien duros en las fiest de Veterinaria daban para mucho más que en cualquier otro lug de España— y, acto seguido, atravesamos el umbral de acceso vestíbulo principal. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 84/217 , entre nosotros o con cualesquiera otros asistentes a la fiesta er los gestos propios del cine mudo o el grito pelado a tres dedos la oreja del oyente. El ambientazo dejó atónito al ruso desde el primer momento. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com no salióand de su estuporamigos hasta yque se inicióseelacercar concur de rock rollestado y todosde nuestros conocidos para animarnos. Mientras giraba y lanzaba a mi pareja de baile por las alturas, podía evitar mirar de vez en cuando a Malva Y Alexei abrazado compartiendo la misma bebida, riendo juntos. Hacían muy buena pareja, desde luego, pero… ¡qué demonio En aquel momento, todo el mundo estaba pendiente de Victo Sandoval y de mí. Otras seis parejas bailaban en la pista pe estaban a años luz de nosotros. —¡Vamos! —le grité entonces a mi compañera—. ¡Ya está bie de Sandoval hacer el pato! ¡Ahora,y vamos bailar verdad! ¡Sígueme! me sonrió se pusoa en misdemanos. Yo necesitaba un baño de autoestima con urgencia y dec dármelo a los acordes del piano de Jerry Lee Lewis. Y fue u pasada total y absoluta, una locura. Túneles, lanzamiento molinetes a ambos lados. Como si lo hubiésemos esta ensayando durante semanas. Giro, giro, patada, paso, patada Un salto, otro. Giro, giro, giro. ¡Otra vez! ¡Del otro lado! ¡Arriba…! Al terminar, recibimos una ovación que hizo temblar las pared del edificio. El ruso estaba encantado; la hermana de Victor transida de euforia, le estampó a Max un par de besos de clase con queunélotambién senadie mostró me louiñó o sin ue se encantado; enterase. y una sonriente Ma http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 85/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com LA NOCHE A partirdedebaile, ahí, la nocheflirteos, fue transcurriendo comomás un otorbelli delicioso música, risas y miradas men ardientes hasta, aproximadamente, las tres menos veinte de mañana. A esa hora, empezó el lío. Una de las hermanas Sandoval —para entonces, me resulta imposible saber cuál— me pidió que bailase con ella un bolero. —¿Y de dónde saco yo un bolero? —grité. Ella me señaló al disc-jockey Pepín, situado en el rellano entreplanta, en lo alto de la escalinata principal, rodeado por s mesas de mezcla y sus etapas de potencia. —¡Los de seguridad dejarán —¿Acaso no somosnolanos pareja queacercarnos ha ganadoa elél!concurso baile? —preguntó ella junto a mi oído. Asentí, no muy convencido, y comenzamos a abrirnos cami hacia el puesto del pinchadiscos. Tal como yo suponía, en cuanto intentamos subir la escaler apareció un guarda jurado diciendo no con el dedo y acariciando porra. Pero tal como Sandoval suponía, cuando le hicimos señas Pepín, este le indicó al vigilante que nos permitiese pasar. En el puesto del disc-jockey, el volumen de la música e ligeramente al de lalepista, de modo quepretensione con men dificultades deinferior las esperadas, expusimos nuestras http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 86/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Hasta dentro de una hora no tenía pensado meter el prim bloque de lentas —nos contestó— pero, tratándose de vosotros ¡de acuerdo! Elegid un par de temas. En ese estuche están l boleros. Hice un rápido repaso, elegí dos canciones y luego le transmit Pepín instrucciones precisas. Él levantó el dedo pulgar, en señ de conformidad. En cuanto volvimos a la pista, cambió la luz y cambió la músic —¡Ahora unos minutos de descanso y carantoñas! —anunció pinchadiscos, ganándose unos cuantos silbidos, aunque menos los que yo esperaba. Comenzó por Lo dudo de Los Panchos. Como no hacía muc tiempo que había servido de tema principal en un anuncio televisión, todo el mundo se la sabía de memoria y la coreamos pleno pulmón. Seguramente fue la más horrenda versión d famoso que Después, se haya escuchado jamás, pero excelentebolero transición. ya con el ambiente más sirvió propic Pepín fue mezclando a Los Panchos con Lucho Gatica. Y coincidiendo con la mezcla, mi dedicatoria. —De Nicolás, nuestro campeón de esta noche en el concur de rock and roll, para Malva, que ni es su pareja de baile ni creo que sea una malva, precisamente. Qué ingenioso, el Pepín. Y comenzó a sonar Algo contigo. ¿Hace falta que te diga que me muero por tener http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 87/217 algo contigo? ¿O es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo…? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Si Malva no lo entendía, era como para hacerle reconocimiento psiquiátrico. Abrazado a ritmo de bolero a Victoria Sandoval, podía ver Malva bailando con Alexei, apoyada la mejilla en el hueco de hombro. Estaban a seis pasos de nosotros, con otras parejas por medio, los perdía de vista de en cuando. Al No regre de una de yesas interrupciones, ellacuando me estaba mirando. h ningún gesto, nada. Solo me miró. Me miró y siguió mirándom durante el resto de la canción. Y yo la miraba a ella, mientr apoyaba mi mejilla en la de Victoria Sandoval. Y no dejamos mirarnos ni un instante, mientras Lucho Gatica continua desgranando su canción: …Ya me quedan muy pocos caminos y aunque pueda parecerte un desatino no quisiera yo morirme sin tener algo contigo… MUY HEAVY Y entonces, haciendo añicos ese momento mágico q seguramente yo recordaré toda mi vida, apareció un tipo enorm http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 88/217 . Desgraciadamente, siempre es así. En todos estos sarao siempre hay un irresponsable que no sabe beber y que lo fastid todo. A este lo tenía yo visto de alguna otra de las fiestas. Era 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com heavy motero al que llamaban el Málaga, por su parecido con Sevilla, el cantante del grupo Mojinos Escozíos. Un bronc impenitente pero al que nunca había visto pasar de l bravuconadas y las groserías. Sin embargo, para todo hay una primera vez, como bien dec mi padre. Esa noche, el Málaga debía de llevar en las venas más alcoh de la cuenta. Comenzó a subir las escaleras camino del puesto d pinchadiscos. El guardia de seguridad salió a su encuentro. motero lo apartó de un inesperado empujón, que lo hizo rod escaleras abajo, y continuó su ascensión. Recuerdo que miré Pepín, que se había quitado los auriculares con un gesto inquietud. Busqué entonces a Biela. Milagrosamente, nuestr miradas se cruzaron y no tuve más que hacerle un gesto para q comenzara a abrirse paso hacia la escalinata. Yo hice lo propio. Algunos, pero solo algunos, de los asistentes habían dejado bailar y atendían al guardia de seguridad, que parec conmocionado. Cuando estábamos a media docena de escalones del rellan pudimos escuchar al Málaga vociferando: —¡Quita esa mierda y pon Iron Maiden! —No tengo nada de Iron Maiden —replicó Pepín, intentan mantener la flema. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 89/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com cazadora y sacó un CD. —¡Toma! ¡Ahí tienes todos sus éxitos! ¡Ahora, ponlo! —Lo siento, pero no se admiten peticiones. —¡La basura que está sonando ha sido una petición! —Te equivocas —dijo Pepín, firme—. Eso lo he puesto porq he querido. —¡Que pongas Iron Maiden o te arranco la cabeza! —gritó energúmeno, agarrando al pinchadiscos por la pechera. —¡Vamos, Gerardo! —le grité a Biela. Llegamos hasta él y Biela sujetó el brazo del Málaga. —Suéltalo —le dijo con voz cavernosa—. Vamos, suelta nuestro amigo. El Málaga obedeció, aunque fue para intentar golpear a Bie Imposible, claro. Ni siquiera estando sereno habría podi sorprenderle. Mucho menos, con la media tajada que llevab Gerardo esquivó el golpe con una finta y, acto seguido, le soltó crochet flojito en el pómulo, que provocó las iras del seguidor Iron Maiden y le hizo revolverse como un toro herido. Biela no tu más remedio que derribarlo sobre el suelo del rellano, mientr Pepín, aún temblando, trataba de comunicar con los otros tr guardas jurados repartidos por la facultad. Viendo la facilidad con la que Gerardo Biela había inmoviliza al tipo, pensé que el incidente no pasaría a mayores. Incluso m permití meterme con sus gustos musicales. —Eres un cateto y un carroza. Donde estén Led Zeppelin, q se quiten los Iron Maiden. Incluso Uriah Heep eran mejores q ellos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 90/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Biela me lanzó una mirada recriminatoria, pidiéndome que echase más leña al fuego, pero no por eso me pareció que tuvie dificultades para sujetar a la fiera. Entonces, en ese instante, descubrimos con espanto que Málaga norabillo habíadel venido solo. Con el ojo percibimos en la pista ciertos sospechos movimientos. Diez segundos después, cuatro clones del fan de Ir Maiden subían los peldaños de la escalinata de tres en tres. —Esto se pone feo. Lárgate —me dijo Biela. —Ni hablar. Si nos han de atizar, tocaremos a menos siend dos. —No digas chorradas. Si somos dos, nos darán el doble cera, y en paz. Vete de aquí ahora mismo y trata de traer cuan antes a algún guardia de seguridad. Es la única solución. Cuando eché a correr escaleras arriba, Pepín ya había hecho propio, meter en incluso una de en las caso platinas casete de oemergenc ‹‹Pase tras lo que pase, de labombardeo terremo suprimir la música es lo que nunca se debe hacer —recuerdo q nos había dicho alguna vez—. Las consecuencias de un silenc son imprevisibles.›› Eché a correr tras él, escaleras arriba hasta la planta super de la facultad, la única que no se utilizaba durante la fiesta. Los techos altísimos permitían enormes ventanales a través los cuales penetraba la luz plateada de las farolas de la cal Iluminado por ese resplandor, intentaba encontrar el modo acceder al exterior sin tener que volver a pasar por el vestíbu principal. — Por a uí, vamos! —oí entonces ritar a Pe ín. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 91/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com El disc-jockey me hacía gestos junto a la salida de emergenc desde la que se accedía a una de las escaleras de incendios. Al abrir la puerta, comenzó a sonar una alarma. Descendimos por la escalera metálica hasta el nivel de la cal En el tiempo que nos llevó dar la vuelta al edificio y regresar ante fachada principal, el desastre se había consumado. La pelea y sonido de la alarma estaban provocando la marcha más o men apresurada de buena parte de los asistentes a la fiesta. En medio de aquel barullo, de manera casi increíble, distingu Malva, a Urgel y a las hermanas Sandoval. Como tanta otra gen corrían hacia la zona habilitada como aparcamiento, lo que se m hizo raro porque nosotros no habíamos venido en coche. —¿Adónde vais? —les grité. —Malva tiene un plan —me respondió Max sin detenerse— Vamos, ven. Entonces me percaté de que se dirigían hacia un grupo de cin motos realmente espectaculares aparcadas en batería junto a seto. —Pero… estas son las motos del Málaga y sus amigos. —Premio. —¿Qué pensáis hacer con ellas? —pregunté, temiéndome peor. —Creo que es la única forma de llamar la atención de es energúmenos —me dijo Malva. —Listo —anunció Max, abriendo sin ninguna dificultad candado de la cadena que abrazaba la llanta delantera de primera moto y un casco más negro que el alma de un verdugo. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 92/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Podrás ponerla en marcha? —le preguntó Malva. —Eso está hecho —dijo Max, que ya hurgaba en la cerradu del contacto con una de sus ganzúas eléctricas. Tres segundos más tarde, el motor de la Harley-Davids cantaba ya con su peculiar sonido intermitente. Malva se encajó el casco, que le venía algo grande, y sa sobre el asiento de la motocicleta. —¿Podrás hacerlo? —le preguntó a Urgel. —Descuida. ¿Y tú? —Enseguida lo sabremos —dijo ella. Antes de que yo pudiera recuperarme de mi sorpresa, Ma metió la primera marcha, aceleró y salió zumbando. Para cuando recuperé el habla, Max ya había soltado l candados de las otras cuatro motos y nos entregaba un casco cada uno. —¿Sabes conducir una moto? —Sí. —¿Y vosotras? —les preguntó a las hermanas Sandoval. —Naturalmente. Tenemos una vespino. —Pues ya está. En el fondo, todas las motos son iguales. Y l vamos a llevar despacito, no os preocupéis —nos indicó Urg mientras iba poniendo en marcha los motores uno a uno con s ganzúas. EL HIJO DE LA ESCAPISTA Lo de Urgel resulta prodigioso, por muy acostumbrado que est http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 93/217 a verle actuar. No hay cerradura o mecanismo de combinación q se le resista. Le viene de familia, claro. Su padre es cerrajero. rey de los cerrajeros, según su hijo. Cuenta Max que, en cie ocasión, se atascó la puerta de la cámara acorazada del Banco España. Ni siquiera la empresa fabricante del mecanismo logra hacerla funcionar. Llamaron a don Máximo Urgel y la abrió dieciocho minutos. Nuestro compañero quizá no posee aún el nivel de su pad pero, a cambio, ha heredado alguna de las habilidades de madre, una escapista que se encuentra casi siempre de g 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com mundial Ruso.oCon a tu lado, es difícil quedar atrapadocon en el unCirco ascensor en Max cualquier otro lugar, y venera famoso mago Harry Houdini como otros lo hacen con los grand futbolistas o con los pilotos de Fórmula 1. CARNAZA Mientras los cuatro saltábamos a la grupa de nuestr respectivas monturas, caí en la cuenta de un detalle. —¿Y el ruso? —pregunté—. ¿Dónde está Alexei? —Se ha quedado dentro, ayudando a Biela —me respond Urgel. De inmediato caí en la cuenta de lo que aquellas siete palabr significaban realmente: Alexei se estaba zurrando con l macarras. Mi simpatía por el ruso sobrepasó por vez primera umbral de la nada absoluta. Mientras Max arrancaba los motores de las otras motos, Ma http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 94/217 se dirigió a la explanada delantera. Los asistentes a la fiesta todavía abandonaban en buen núme el edificio; la concentración humana en el vestíbulo de prime planta había descendido considerablemente; la desigual pel entre los cinco macarras de la banda del Málaga y la extra pareja que formaban Biela y Alexei continuaba cuando Malva d gas y soltó el embrague de la Harley, enfilando la escalina principal de la Facultad de Veterinaria. A punto de llegar al primer peldaño, empujó el manillar hacia suelo y, de inmediato, descargó cuanto pudo el peso sobre 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com rueda delantera. la impresionante motocicleta trepó escalon arriba sin aparenteYdificultad. Ahora llegaba quizá lo más difícil, a partir del momento en que moto saltó sobre el atrio que formaban las grandes columnas de fachada, pasó entre las dos centrales, cruzó la puerta y se plan en el interior del vestíbulo principal. Malva giró el manillar, inclinó levemente la motocicleta, camb de un lado a otro el peso de su cuerpo y pisó el freno para que rueda trasera se deslizase sobre el serrín que cubría el suelo a de facilitar la limpieza tras la fiesta. La Harley, casi un cuarto de tonelada de peso, giró sobre misma quedó mirando a la salida. Parayentonces, el Málaga y sus amigos ya se habían apercibi de la situación. —Pero… ¡pero si esa es mi moto! —gritó el jefe de la banda— ¿Quién es ese tío? —No es un tío, Málaga… ¡es una tía! —le aclaró uno de s colegas. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 95/217 a va oc e c axon e zo e nme a o un cor e e mang que fue el pistoletazo de salida. Olvidando a Biela y al ruso, los cinco energúmenos se lanzar en su persecución. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com EXTRAÑA PERSECUCIÓN Malva aceleró de nuevo la Harley, salió de la facultad por don había entrado, bajó casi volando los catorce peldaños de escalinata y se en unió a nosotros cuatro, que la esperábamos c las otras motos marcha. —¡Que se llevan nuestras motos! —gritaban los cinco fans Iron Maiden en medio de las expresiones más soeces que recordaba haber oído nunca. Abandonamos los terrenos de la facultad y salimos a la aveni de Miguel Servet, la principal del barrio, siempre perseguidos por Málaga y sus secuaces. Circulábamos los cinco despacito, a más de treinta o cuarenta por hora, lo suficiente para mantener distancia con nuestros perseguidores que, por cierto, no encontraban en demasiada buena forma física. —Y ahora ¿qué? Malva, Por colocándome suprepara lado. —Depende de lo —le que grité ellosahagan. si acaso, aten en el móvil el número de tu padrino, ese que es policía. Por una bocacalle de las de nuestra mano derecha asom entonces un taxi libre. El Málaga y sus amigos, reventados ya tanto correr, vieron ahí su oportunidad. Se lanzaron sobre el coc —curiosamente, un Seat Málaga—, abrieron la puerta, sacaron http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 96/217 , aceleraron en nuestra persecución. —Perfecto —murmuró Malva—. Los muy lerdos la acaban cagar. —Pues se acercan a toda pastilla —advertí. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡Nos separamos! —nos gritó Malva—. Que cada cual vuelva Veterinaria por un camino diferente. Ellos solo pueden perseguir uno de nosotros. Al que le toque, que se apañe como pueda has que los taxistas se les echen encima. —¿Los taxistas? —pregunté—. ¿Qué taxistas? En lugar de respuesta a mi pregunta, me encontré con que m cuatro amigos se separaban de mí en distintas direcciones. quizá por ser el que permaneció en la misma ruta, fui el elegido p los pasajeros del taxi robado. En cuanto me quise dar cuenta, l tenía detrás. De inmediato, me adelantaron e intentaron cerrarme el pas pero yo aceleré a fondo, me subí a la acera por el badén de garaje, y logré esquivarlos. Regresé en cuanto pude a la calzada opté por dirigirme hacia el centro de la ciudad, quizá por ser zona que yo mejor conocía. Al tomar la última curva de la calle de Miguel Servet, justo ant de cruzar el puente sobre el río Huerva, me encontré con u cuadrilla de la empresa municipal de limpieza, que regaba el sue a golpe de manguera. El patinazo fue inevitable y el derrapa antológico. De manera intuitiva aceleré, giré el manillar en senti contrario, toqué ligeramente el freno y accioné los intermitentes. como resultado de todo eso, mi Harley corrigió la feroz cruzad hizo amago de derrapar del otro lado y, finalmente, volvió a http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 97/217 . Tras el susto, comprobé que el Seat Málaga se había vuelto pegar a mi guardabarros trasero. Nos saltamos en rojo el semáfo del cruce con la calle Asalto y al entrar en la plaza de San Migu hice amago de desviarme a la izquierda para, de inmedia 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com echarme a la derecha por la calzada lateral prevista para hacer cambio de sentido. Ellos no fueron tan rápidos y, de pronto, se encontrar persiguiendo la nada. Hundieron el pie en el freno y con un violen giro de volante, balancearon el coche hasta hacerlo girar cien ochenta grados. Y cuando iban a reanudar la persecución, toparon con una docena de taxis que les cerraban el paso. Entonces lo comprendí. Esa era la circunstancia que Mal había previsto: El taxista arrojado de su vehículo no había tarda en encontrar a un compañero desde cuya emisora se había dado alerta tanto a la policía local como al resto del gremio de taxista Resultado: El Málaga y sus cuatro adláteres se vieron de pron rodeados de taxistas dispuestos a retenerlos hasta la llegada los primeros coches patrulla del cero noventa y dos. COMO SI NADA Cuando llegué de nuevo a la Facultad de Veterinaria, m amigos me esperaban impacientes. Habían aparcado las mot exactamente en el mismo lugar y orden en que se encontrab anteriormente; y Max se había encargado de volver a cerrar tod los candados. Tras hacer lo propio con la mía, nadie pod http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 98/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com . El peor trago fue encontrarnos frente a frente con Biela y Alex Los macarras les habían atizado a base de bien, sobre todo Gerardo, que presentaba cortes y moratones como para ilust todo un manual de primeros auxilios.elEnaspecto el ruso de destacaba un o morado que acabaría por adoptar una peque coliflor. Eso sí, ambos mantenían el ánimo por las nubes. Ál parecía encantado de haber sobrevivido a su primera pelea en tie española. Biela, por su parte, abrazaba al ruso con rendido afecto —Tendríais que haber visto cómo sacude aquí, el amigo —n explicaba—. Se ve que en la academia de policía donde estudia l preparan para todo. ¡Qué bárbaro! Luego, se volvía de nuevo hacia el rubio y le palmeaba espalda con peligrosa contundencia. —Tú y yo… ¡Amigos! ¡A-mi-gos! —decía Gerardo, sin record que Alexei el español a la perfección—. ¡Mai frie ¡Amigos paracomprendía siempre! Forever! Da? Da? —Que sí, hombre, que sí —respondía el de San Petersburg con una sonrisa que terminaba en un rictus de dolor. Eran cerca de las cinco cuando llegamos todos a la plaza España a bordo de un ‹‹búho››. Bajo la luz ambarina del reloj de la Diputación Provincial, Ma propuso acompañar ella a Alexei hasta el hostal Cataluñ nosotros tres decidimos acompañar a las gemelas Sandoval has su casa. Así, el la primera ronda besosdomingo de despedida tuvoencomo telón s fondo amanecer dedeaquel extraño el que, http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 99/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com nosotros sospecharlo todavía, íbamos a entrar en una catarata misterios y peligros como nunca habíamos podido imaginar. 14'00 HORAS Me levanté a la hora de comer y, claro, tuve que enfrentarme las malas caras de toda la familia. —Vaya horas de llegar, las de anoche. —Sí, papá. Pero fue algo excepcional. Es que el padrino m endilgó a un ruso para que lo cuidase. —¿Padrino? ¿Te refieres a Germán Bareta? —Claro. Me lo encontré el viernes, durante la pausa d almuerzo. Por lo visto, le han encargado acompañar a un policías rusos que están de visita. Uno de ellos solo tiene veintid años y me pidió que le enseñase la marcha del sábado noche nuestra ciudad. No me podía negar. —Ya cogeré yo por banda a ese impresentable —rezongó madre, mirando a mi padre de soslayo. —Los de Veterinaria celebraban su última fiesta del curso y llevamos allí. El tío flipaba por las patas abajo. Mi madre había hecho arroz con pollo. Lo hace en la olla expr y le sale de muerte. Primero, me comí tres platos; luego, me pu malo. Así, a las cuatro de la tarde, andaba preparándome mi terc vaso palmero de sal de frutas cuando sonó el teléfono de e peculiar manera en que suena cuando es Malva la que llama. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 100/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Nicolás. ¿Podemos quedar en el portal de mi casa dentro quince minutos? Las náuseas me subían desde las corvas. A cualquier otro d los seis mil millones de habitantes del mundo le habría dic rotundamente que¿Ocurre no. Peroalgo a Malva —Pues claro. grave?yo no le podía negar nada. —Aún no sé si es grave o no. Al parecer, el ruso h desaparecido. —¿Alexei? —No, no. El otro. El teniente Goliatkin. LA MÁS HERMOSA Ese día resultó ser el más caluroso de aquel vera achicharrante. las cuatro y cinco la tarde iba yoprotegido caminand por la acera deYmia calle, camino de lade casa de Malva, impío sol tan solo por mis gafas Ray-Ban de imitación y una go de visera de Dinópolis que, antes de salir de casa, había empapa de agua bajo el grifo del lavabo. Sin embargo, tamaño sacrificio tuvo una pronta, prime compensación. Malva me esperaba impaciente delante del por de su casa y casi desde el principio de mi caminata la tuve en punto de mira, en mi horizonte, aumentando poco a poco tamaño mientras me acercaba a ella. Contemplando su silueta a contraluz no podía dejar de pens que la chica más hermosa. hermosa que yo conocía. Quizá no la m ua era a, ero sí la más http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 101/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Vamos. Álex nos espera en el hostal Cataluña. Al llegar, Malva y el ruso se dieron un par de besos. A mí m estrechó la mano. Todo, sin cambiar ni una palabra. Luego, n dirigimos a su habitación. —Se ha marchado —dijo Álex, nada más cerrar la puerta—. H recogido sus cosas y se ha marchado, dejándome aquí. Se llevado su ropa y su maleta. Se ha ido. Malva contemplaba el armario, en el que solo colgaban algun de las prendas de Alexei. —¿Cuándo lo viste por última vez? Alexei bajó la vista antes de responder. —El… el viernes. —¿A qué hora? —Cuando nos despedimos tras haber estado en la tas aquella, junto al palacio de Torresecas. —¿Cómo? —exclamé—. ¡Pero si de eso hace cuarenta y oc horas! ¿Quieres decir que la noche del viernes ya no vino a dorm y no te habías preocupado hasta ahora? El ruso carraspeó. —No, no es eso. El que no vino a dormir… fui yo. Me volví hacia Malva, que desvió la mirada. De pronto, me se como el tonto del pueblo. —Fuimos a una fiesta, a casa de Carlota Sáenz. Álex no encontraba bien y los padres de Carlota le permitieron quedarse dormir —dijo Malva, en un tono que delataba la mentira. —En realidad… bebí más de la cuenta —reconoció el ru enseguida—. No volví al hostal hasta cerca de las once de http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 102/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com mañana del sábado. El teniente no estaba pero supuse que hab salido. Su cama estaba hecha, pero imaginé que ya habrí arreglado la habitación. Me di una ducha, me cambié de ropa volví a salir. —Habíamos quedado para ir de nuevo a la piscina —expl Malva, innecesariamente. —He preguntado a la gobernanta del hostal —dijo el ruso— Recuerda perfectamente que el sábado, cuando arreglaron habitación, no tuvieron necesidad de hacer las camas. De mo que, efectivamente, el teniente no vino ya a dormir la noche d viernes. —¿Crees que Goliatkin es un hombre capaz de hacer es Dejarte solo y largarse sin más, quiero decir. Álex abrió los brazos sin dejar de pasear nerviosamente por habitación. —No lo sé. No lo conozco lo suficiente. Parece un buen tipo un buen policía. Pero, realmente, no sé qué clase de persona es. —¿Has echado algo en falta? El ruso carraspeó. —Pues… no. Creo que no. —¿Lo crees o lo sabes? —No estoy seguro… Traje mucha más ropa que el teniente. N podía imaginar que haría tantísimo calor aquí, en España, y… A v si recuerdo… Durante un par de minutos, Álex abrió los cajones, hi memoria de las camisas y los polos que habían formado parte su equipaje. Por fin, pareció tenerlo claro. —Me falta una camisa. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 103/217 —Seguro. —Sí. Y un jersey fino. Seguro, también. Malva se pasó la mano por el pelo, corto y negro, siemp encrespado, despeinándoselo ligeramente. —Sabes lo que eso significa, ¿no? El ruso y yo nos miramos, incapaces de resolver el acertijo. —Si Goliatkin hubiese recogido sus cosas, no se habría lleva nada que no fuera suyo. Si con su ropa han cogido también un p de prendas tuyas es porque… la persona que lo hizo no esta muy segura de lo que tenía que llevarse. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alexei el gesto. En parte a causa de la rabia; en parte causa delapretó dolor que le producía el golpe del ojo. —Esto no tiene buena pinta —reconoció. Cuando entramos en el cuarto de baño, Malva arrugó inmediato la nariz. —Huele ligeramente a pescado, ¿no? Se arrodilló ante el bidé para poder contemplar el fondo des muy cerca. —Mirad esto —dijo, pasando dos dedos sobre la superfic blanca y brillante—. Parecen… escamas. —¿Escamas de pescado? —pregunté—. Eso abre la posibilid de Malva que alguien hayame golpeado al teniente conelunceño. besugo. y Alexei miraron, frunciendo Como si entendiesen lo que les decía. —Con un golpe de besugo de buen tamaño te pueden dejar K —insistí—. Y no hay que despreciar el elemento sorpresa q supone. Quizá sea el único modo de pillar desprevenido a algui de la experiencia de Goliatkin. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 104/217 lex y Malva se miraron. Aparentemente, no les convencía teoría. No sé por qué. —La recepcionista —informó Álex entonces— vio salir teniente Goliatkin a media tarde del viernes. Dejó la llave de habitación en el casillero y, al parecer, ya no regresó. No recuerd que llevase su maleta, ni ningún otro bulto, al salir. Si acaso, un bolsa de plástico, de asas. De momento, ella sería la últim persona que le vio antes de su desaparición. —Si alguien recogió después sus cosas, por lo visto no pidió llave sino que forzó la entrada. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Definitivamente, cosa pintaba vezde peor. Sin embargo, el la inspector Baretacada no fue la misma opinión. no quiso serlo. Quizá el hecho de ser domingo y de que despertásemos de una siesta algo tardía influyó en su apreciaci del problema. —Bueno, bueno… no hay que ponerse nerviosos —nos dijo, c voz pastosa, cuando le llamamos por teléfono—. En realidad ¿q ha ocurrido? Un adulto, teniente de policía, de visita en un pa extranjero, se ausenta de su hotel llevándose sus pertenencia Hombre… yo no soy adivino pero supongamos que el bueno Vladimir ha encontrado un plan… —¿Cómo? —Que ha ligado, quiero decir. El teniente es alto y bie parecido. —Ah. —Quizá pasó más tarde a recoger sus cosas sin que delatarse ante la recepción del hotel. Incluso, puede que ha decidido marcharse del hotel sin pagar. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 105/217 — so o veo muy poco pro a e, erm n. —Ya, ya… pero es una posibilidad entre otras mucha Estamos en verano y en fin de semana. Vamos, que yo espera hasta mañana, lunes. Si mañana no aparece a la hora en q habíamos quedado, denunciamos la desaparición y nos ponem 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com en marcha. Hacerlo ahora me parece precipitado. Cuando colgué el teléfono, solo pude encogerme de hombr ante las miradas de mis amigos. —Mañana —dije, simplemente. No pude evitar ponerme en la piel de Alexei. —Tú, tranquiloAquí —leestamos dije—, que no tepara has lo quedado país extranjero. nosotros que te solo hagaen falt Por ejemplo: Si no puedes quedarte a dormir en el hostal, pued venir a mi casa. —O a la mía —dijo Malva. —Mejor a la mía. —¿Por qué a la tuya? —Porque es más grande. —No, no lo es. —Bueno. Pues es más acogedora. Está pintada en colores m cálidos. Me pareció que a Malva se le escapaba la risa. El hostal esta —No es necesario —dijo Álex, entonces—. pagado por adelantado, con un bono. No me echarán de aquí has pasado mañana. —¿Y los billetes de vuelta a tu país? —preguntó Malva. El ruso se acarició la órbita de su ojo maltrecho. —Los guardaba el teniente. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 106/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com TORRENTE Poco más podíamos hacer, de modo que decidimos ir al cin Vimos ‹Torrente››, de Santiago Segura. Engañamos al ru diciéndole que era una película policíaca y, claro está, en cuan empezó la sesión se quedó estupefacto. A la salida, seguía e estado de choque. —Supongo que hay que ser español para entenderla. ¿De ver es tan graciosa? He pensado que os iba a dar un ataque corazón. Malva aún se enjugaba las lágrimas. —Chico, no sé. Debe de ser lo que tú dices, que va con carácter español. Pero lo cierto es que yo me parto de risa c Segura. ¡Me parto! Desde luego, había conseguido nuestro principal propósi Distraer de su problema durante un par de horas a Alexei. Com beneficio adicional, habíamos pasado a la fresca las horas m calurosas del día. Llamamos al hostal, donde nos informaron de que Goliatkin había regresado. Optamos por pasear por el centro de la ciudad, aunque c frecuentes paradas en bares y cafeterías para reponer líquidos aliviar el calorazo, que seguía siendo infernal. Por fin, pasadas las nueve de la noche, se puso el sol comenzó a descender muy lentamente la luz y la temperatura. Después de cenar, nos reunimos con Biela y Urgel en la terra http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 107/217 5/26/2018 , Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com , existencias de granizado. Decidimos dar por cerrada la jornada al filo de la medianoch Acompañamos todos a Alexei al hostal, nos aseguramos de q no había ningún problema para que siguiera allí alojado establecimos el plan para el día siguiente. —He quedado con Álex en que me llamará por la mañana —d Malva—. Si Goliatkin aparece, bien. Si no, en cuanto llegue padrino, el policía, me acercaré para saber cuál es la decisión q toman. —Y, a continuación, nos llamas a nosotros —dije. —Acuérdate de coger el móvil. —Claro. —Y de conectarlo, que eres un desastre. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 108/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Lunes, 10 de julio de 2000 Una vez conocí a un tipo al que le gustaban los lunes. Era escritor; alguien que podía distribuir el tiempo a su antojo y pa quien, por tanto, no había diferencia entre día hábil y festivo; pe escritores hay pocos y, para casi todo el mundo, el lunes es un d odioso. Aquel lunes no fue una excepción. A las nueve de la maña Max, Gerardo y yo nos reunimos ante el portalón del palacio Torresecas con el lunes pintado en la cara. Gerardo Biela, adem del lunes, llevaba dibujada en el rostro su pelea con los secuac del Málaga. Sin embargo, cuando don Pablo Urgel nos abrió la puerta de taller, intuimos que aquel lunes le había sentado aún mucho pe que a nosotros. —Hola, tío Pablo —murmuró Max, tan impresionado com nosotros por las enormes ojeras que asomaban bajo los cristal verdosos de las gafas del taxidermista. —Hola, chicos —nos dijo, con voz sorda—. Venga, a trabaja Hoy toca limpiar y clasificar coleópteros, fósiles y minerales. No a qué se debe, pero todas las piezas que llegan del Pére Balaguer están cubiertas por una asquerosa capita de grasa, com http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 109/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com bares de El Tubo. Así que ahí tenéis un bote de lavavajill rebajado y unos cepillos de dientes. Limpiadlo todo con muc mimo. Trabajaréis solos porque yo tengo cosas muy urgentes q atender. —Como siempre —musitó Max. —Confío en vosotros —concluyó el taxidermista. —¿Te ocurre algo, tío Pablo? No tienes buen aspecto. El señor Urgel miró largamente a su sobrino. —Comparado con vuestro amigo —dijo, refiriéndose a Biela debo parecer míster Universo. —Es que… ayer tuve partido de rugby —explicó Biela, c notable rapidez de reflejos—. Contra la Santboiana, nada menos. —Perdisteis, imagino. —Por cuarenta y nueve puntos. —Puntos de sutura, se entiende. —Je. Sí. Muy gracioso. DOLOR DE MUELAS Prácticamente a la misma hora, el inspector Bareta llega rabiando al hostal Cataluña, donde le esperaba Alexei Vostok. —Hola, chaval —saludó el policía mientras se masajea nerviosamente el carrillo izquierdo—. ¿Qué te ha pasado en ojo? —Nada grave, inspector. Un tributo a la noche zaragozana. —¿Se — ha sabido algo de tu jefe? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 110/217 . —¡Maldita sea! Esto no hay quien lo aguante… —Comprendo que para usted es un trastorno inesperado… —No me refiero a la desaparición de Goliatkin. ¡Hablo d dolor de muelas que tengo! Estoy viendo las estrellas en plen 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com día,—Recuerdo chaval. Te loque aseguro. el pasado viernes comentó usted con dentista que hoy tenía cita. —Así es. Eso es lo más curioso —respondió el polic ahogando un quejido—. Hasta hace un par de días no me dolí las muelas en absoluto. La cita con el doctor Aspid era para un mera revisión rutinaria. Pero siempre que se acerca la fecha una de esas revisiones, me aparece un problema que acaba uno o dos empastes. No lo entiendo. —Será psicosomático. —¿Eh? Oye, chaval, a ver lo que dices de mí, ¿vale? COMISARÍA DEL CENTRO Bareta comenzó por interrogar al personal del hos Cataluña, con pobres resultados. El camarero de la cafeter recordaba que Goliatkin le había comprado varias bolsas hielo en cubitos cuando llegó el viernes a primera hora de tarde. Un par de horas después, la recepcionista que cubría e turno lo había visto salir. Pero nadie recordaba haberlo vis regresar ni tenían una explicación para la desaparición de equipaje. — Se uro ue cuando se fue no llevaba al una maleta? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 111/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Desde luego que no —le confirmó la chica de la recepci —. Recuerdo que llamé a un radiotaxi y él permaneció un minutos ahí, en el vestíbulo, esperando que llegase. Lo único q llevaba era una bolsa de plástico. De las de asas. —¿Una —Puedebolsa ser, sí.blanca con un dibujo azul y negro? —Es la bolsa de Pescados José Luis. Goliatkin salió de aq con la merluza. —Menos mal. Al menos, esté donde esté, no se morirá d hambre. Bareta miró al joven ruso. —¡Muchacho! Eso es casi humor español. La última pregunta fue de nuevo para la recepcionista. —¿A qué compañía de radiotaxi suelen llamar? —Radiotaxi Aragón. PESQUISAS Tras esas primeras pesquisas, Alexei y Bareta acudieron a comisaría. Allí lo primero que hizo el inspector fue llamar a compañía de taxis, donde le confirmaron que el coche que hab recogido a Goliatkin el viernes, lo condujo hasta l inmediaciones del palacio de Torresecas. Acto seguido, Bareta optó por ir a ver al comisario, pe cuando le preguntó a Elvira Mohedano, su secretaria, esta anunció: —Está en una reunión con el dele ado del Gobierno. L http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 112/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com puedo pasar un mensaje, si cree usted que es importante. —La verdad, no sé si es realmente importante. Cuand puedas, hazle llegar esta nota. Germán Bareta cogió un post-it y garabateó la frase: ‹‹El ru Necesito instrucciones››. ahaladesaparecido. secretaria del comisario Malumbres. Luego, se la entreg Elvira Mohedano frunció inmediatamente el ceño al le aquello. —Ese ruso de la nota… ¿no se llamará Vladimir, p casualidad? Vladimir Guliankin. —Es Goliatkin —intervino Álex—. ¿Qué ocurre? —Hemos recibido durante la noche un fax en ru procedente de la comisaría central de San Petersburgo. En encabezamiento, que es lo único legible porque está en inglé advertía que era para entregárselo personalmente al tenien Vladimir Goliatkin. —Déjame ver ese fax —pidió entonces Germán Bareta. —Enseguida, inspector. Por cierto, que tiene usted muy ma cara. —Ya lo imagino. Una muela me está matando. FAX Bareta y Alexei extendieron sobre la mesa del inspector l tres hojas de papel térmico que les entregó Mohedano. El jov ruso leyó su lentamente concontenido la cabeza. con rapidez y, a continuación, neg http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 113/217 —No hay nada que nos pueda ayudar a localizar al tenien Se trata de información que él había solicitado a Rusia en torno la investigación sobre el asunto de la falsa momia del Mus Egipcio de San Petersburgo. Según dice aquí, al menos otr seis museos rusos habrían comprado en los últimos años piez egipcias de gran valor al museo de la Fundación Pérez-Balague Se trata de joyas, pergaminos, arquetas… y, por supuest sarcófagos y momias. Todo ello muy bien documentado aparentemente legal. A Bareta parecía habérsele olvidado por unos momentos 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com dolor de muelas. —Interesante. ¿Sabes? Ahora ya empiezo a creer que tu je sí pudo venir a España por el caso de la momia falsa. Parec una simple excusa, pero es posible que la dimensión del asun sea mucho mayor de lo que él me dijo. O de lo que yo c entender. —¿Pero saber eso puede ayudarnos a encontrarlo? —Por ahora, no. Por ahora solo es una pieza más de rompecabezas del que no tenemos la muestra. —¿Qué sugiere usted que hagamos, inspector? Bareta suspiró mientras se echaba a la boca un par pastillas que sedonde consideraba sin remedio. —NoJuanola, tenemosa las mucho elegir. adicto Supongamos que teniente me dijo la verdad y que acudió la tarde del viernes taller del taxidermista Urgel. —Con la merluza. —Con la merluza, sí. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 114/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com USETHBI Hacia el mediodía, Bareta y Vostok llamaron con los nudillos la puerta del taller de don Pablo Urgel. Y yo mismo salí a abrir. —Nicolás… —Hola, inspect… quiero decir: Hola, padrino. Alexei… ¿Qu ¿Ha aparecido ya el teniente Gorbachov? —Goliatkin. Se llama Goliatkin —me aclaró el ruso—. Y no, ha aparecido. tu tío, elhasta disecador? —lea mi preguntó Bareta a Urgel, q se —¿Está había acercado colocarse espalda. —Pues… no. Prácticamente no está nunca aquí. Nos abre taller a primera hora de la mañana y de la tarde y luego se march Dice que tiene mucho trabajo. —Vaya… Esto empieza a parecer el juego del escondite. —¿Por qué lo busca? —Lo busco porque lo último que me dijo Goliatkin fue que ten la intención de venir a hablar con él. No sé si llegó a hacerlo per por ahora, es aquí donde se pierde su pista. —Ajá… Pues lo siento pero mi tío tal vez no vuelva hasta tarde. —¿A qué hora? —Nuestra jornada comienza a las cuatro y media. —¡Mira qué bien! Precisamente a esa hora tengo cita con dentista, el doctor Aspid, que tiene aquí mismo la consulta. Vend hacia las cuatro, hablaré con tu tío y así mato dos pájaros de tiro. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 115/217 Alexei, mientras tanto, recorría la estancia como si le traje extraños recuerdos. En cierto momento comenzó a examinar c atención los insectos y minerales que estábamos limpiando clasificando. —¿Habéis tenido que limpiar algún objeto egipcio estos dí atrás? —No, ninguno —respondió Biela—. Todo son animalillos artesanías de África y Sudamérica. No hay nada egipcio. —Y, sin embargo, el Museo Pérez-Balaguer ha suministrad momias, sarcófagos y otros objetos del Egipto de los faraones 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com museos de media Rusia. —Lo más probable es que se trate de una tapadera —murmu mi padrino—. Es posible, incluso, que los responsables del Pére Balaguer sean ajenos a este asunto y desconozcan que han si utilizados como falsos remitentes de esas piezas. El joven ruso seguía husmeando. —Inspector —dijo de pronto—. Aparte del personal del host parece que fue usted el último en hablar con el teniente antes su desaparición. ¿Qué hicieron desde que nos separamos mañana del viernes? El policía frunció el ceño para ayudarse a hacer memoria. —Déjame recordar…LePrimero, de tienda de ahumados. llamó lamiramos atenciónelelescaparate congrio. Lueg jugamos una partida de billar y otra de futbolín en los billares aquí abajo, a continuación entramos en la iglesia de Santiago Menor unos minutos a descansar, compramos una merluza Pescados José Luis y comimos el menú del día en la cafete Lanuza, junto al mercado central. Luego, nos separamos. Tu je http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 116/217 o que vo va a os a para ec arse una s es a y, por o q parece, así lo hizo. —¿Ha dicho que compraron una merluza? —preguntó el ruso. —Él la compró. No quiso que el pescadero la limpiase. Se llevó entera en una bolsa. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alexei se dirigió entonces hacia un gran arcón frigorífico q funcionaba en uno de los rincones de la estancia y alzó la tap Los demás, echamos también un ojo a su contenido. Había vari pescados grandes: Un lucio enorme, un siluro de más de un me y un barbo de tamaño considerable. Y, además, una perdiz y un cotorra. Todos ellos congelados y con sus etiquetas, en espera que les llegase el turno de ser disecados. —No está la merluza —murmuró Vostok, decepcionado—. ¿ preguntó para qué la quería? —Pues no. A esas alturas, yo ya había tomado la decisión d no preguntarle nada y dejar que él me contase lo que quisiera. Y de la merluza no me lo contó. En ese momento, Max alzó la mano. —Acabo de recordar que sí había aquí un objeto claramen egipcio cuando llegamos el lunes pasado. Era una figurita de ba que representaba a un campesino. Si no me equivoco… lleva una—¿Y hoz en la mano. ya no está? —preguntó Bareta. —No. El sábado por la mañana faltaba el ordenador portátil mi tío y esa figurita. Supongo que se debió de llevar las dos cos la noche anterior. —Era un usethbi —dijo, muy seguro, el ruso. —¿El qué? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 117/217 — . . introducían en los sarcófagos uno o varios usethbi. Aunque muerto pudiese gozar de los fértiles campos del Más Allá, exis la creencia de que el dios Osiris podía obligarle a labrar l campos para mantenerlos. Por eso, la mayoría de difuntos 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com hacían acompañar de uno o varios usethbi, para que, llegado caso, atendiesen esa tarea en su lugar. Los usethbi llevaban en costado una inscripción con las palabras mágicas que el difun tenía que pronunciar para que el siervo volviese a la vida. De ahí nombre. Usethbi significa ‹‹El que obedece››. Todos miramos a Alexei con cierta sorpresa. —Caramba —murmuró Bareta—. ¿Eso te lo acabas de inven o realmente entiendes de estas cosas? —Me lo acabo de inventar —dijo Alexei, muy serio—. Por e me enviaron junto al teniente Goliatkin: Porque invento muy bi sobre el Antiguo Egipto. —Ya… —replicó Bareta, con sorna—. Pues ahora invéntate u teoría sobre la desaparición del usethbi. Vostok torció el gesto antes de responder: —Mal asunto. Los usethbi tienen su lugar dentro de las tumba Tal vez el señor Urgel lo haya cogido para que le haga compañía algún muerto reciente. URGENCIAS El tiempo de Alexei Vostok en España se acababa. Aparecie o no su jefe, al día siguiente a primera hora, tendría que volar http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 118/217 . Malumbres se había tomado la molestia de arreglar el tema de l billetes de avión desaparecidos junto con Goliatkin. Lo que hubiera que hacer, había que hacerlo ya. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com A la una y mediaque de la la llamada tarde, sonó mi teléfono melodía que indicaba procedía de Malva.móvil con —¡Por fin llamas! ¿Dónde te has metido toda la mañana? ¿ quedamos en que acompañarías a Alexei y nos tendrí informados? —Lo siento. Mi hermano se ha pillado los dedos con una pue y he tenido que llevarlo a urgencias. Y ya sabes lo que ocurre a que tienes idea de cuándo entras pero no de cuándo sales. además, en el hospital hay que apagar los móviles. ¿Qué sabes Alex? —Está aquí, con nosotros. Ha venido con mi padrino, el polic De—Lo Goliatkin no sabemos nada. a comer en el Triana? imaginaba. ¿Quedamos —Nosotros salimos ahora. ¿Te va bien a las dos menos cuarto TRIANA La decoración del Triana la componían miles y miles botellines de licores diversos, en una colección como habrá poc en España. Y junto a eso, la cabeza disecada de Bulerioso, morlaco de casi seiscientos kilos que el Viti toreó en el coso de Misericordia mil años atrás. A mí el restaurante Triana no me ustaba ni un elo ero Ma http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 119/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com tenía debilidad por sus suelos de madera y por sus camareros, t viejos como el propio local. Comimos casi solos, aunque, cuan ya nos íbamos, aparecieron tres chicas con pinta de abogad laboralistas, que ocuparon la mesa más alejada de la nuestra. más de hora estábamos cuenta cafél fueEn el poco momento en media que pusimos a Malva aldando corriente de del todas novedades surgidas durante la mañana. Sus decisiones, com siempre, fueron inmediatas. —Te quedan dieciocho horas en Zaragoza, Alexei. Podemo dedicarlas a hacer turismo y a comprar recuerdos de España… podemos dedicarlas a buscar al teniente Goliatkin. Tú decides. El ruso nos miró a todos, uno por uno. —Al teniente lo seguirán buscando aunque tú te vayas — recordé. —Y es posible que él mismo no quiera que lo encuentren aventuró Max—. Cabe la posibilidad de que haya desapareci voluntariamente. Álex asintió. —Pero soy estudiante de la Academia de Policía de S Petersburgo. No podría volver a mirar a la cara a mis compañer si regresase a Rusia sin haber hecho todo lo posible por aclarar ocurrido con el teniente Goliatkin. Biela, Urgel y yo nos miramos de reojo y nos encogimos hombros. La suerte estaba echada. —¿A qué hora tenéis que volver al trabajo? —preguntó Malva. —A las cuatro y media. —Sondos lashoras. dos y media —constató, consultando su reloj—. N quedan http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 120/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Muy bien. ¿Qué hacemos? La chica más hermosa del barrio tomó las riendas. —Yo creo que… el misterio que nos preocupa está en palacio. —¿En el palacio de Torresecas? —Pues claro, memo. ¿En qué palacio va a ser? ¿En el de Zarzuela? Por lo que me habéis contado, está confirmado q Goliatkin acudió allí la tarde del viernes. Después de eso, ya hay nada. Es posible que de allí fuese a alguna otra parte, pero estos momentos, su rastro se pierde ahí. Por tanto, mientras haya pruebas en contra, hay que pensar que fue al palacio a hab con don Pablo Urgel… y ya no salió de allí. EL CÓNSUL HONORARIO Diez minutos más tarde, estábamos frente al palacio Torresecas, maquinando a la propia sombra del edificio. —Solo hay una teoría que nos resulta útil: Pensar que teniente Goliatkin está en algún lugar de ese palacio, reteni contra su voluntad. —Pues vamos a registrarlo de arriba abajo —propuso Biela. —Sí, de acuerdo; pero tenemos que ser discretos, Gerardo — explicó Malva—. Si entramos como un elefante en una cacharrer seguramente no lograremos nada. Ya que no contamos con muc tiempo, yo me inclino por intentar echar un vistazo a los sótanos a las buhardillas. resto de los parecen ocupados p oficinas o consultasElprofesionales de pisos apariencia normal. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 121/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Y el local del cine Rialto? —propuso Max—. Lle abandonado un buen montón de años. Es un sitio ideal pa establecer allí un escondite secreto. —Cierto. Sería bueno revisarlo, también. La cuestión es cóm llegar hasta esas zonas del palacio sin despertar sospechas. —Revisar las buhardillas supongo que será fácil —dijo entonc Urgel—. Subimos por la escalera principal y nos toparemos c una puerta que no creo que yo tenga mucha dificultad en abrir. de los sótanos es diferente. Podría ser que cada uno de l comercios de la planta baja tuviera su parte del sótano. —Pero también puede ser que el sótano sea independiente los comercios —aventuró Alexei. —Quizás. Pero entonces… ¿por dónde se entra? —Yo creo haber visto una puerta disimulada en una de la paredes del vestíbulo del fondo, el que daba acceso al cine —d Gerardo. Malva asintió. —Empezaremos por lo fácil, entonces. Primero, buhardilla Después, esa puerta de la que habla Biela. Y así lo hicimos. Pero fueron intentos fallidos. A las buhardillas accedimos sin dificultad, tal como Max hab supuesto. Pero estaban inusitadamente vacías. Ni siquiera serví como trastero. Allí no había más que polvo de siglos. De inmediato, bajamos hasta el vestíbulo principal y, de ahí, vestíbulo interior, el que muchos años atrás servía de hall al ci Rialto. —Ahí —dijo Biela, señalando una de las paredes. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 122/217 La luz era escasa, pero pronto vimos que tenía razón. —Tienes razón —indicó Max Urgel, recorriendo el contorno de puerta con los dedos—. Está muy bien disimulada; mucho más lo habitual. Pero no hay duda de que aquí hay una puerta. O había, más bien, porque ha sido condenada. —¿Cómo? Max retiró un trozo de moldura de madera y, debajo, aparec una chapa metálica del tamaño de una tarjeta de crédito, fijada c ocho remaches. —Posiblemente, se podía entrar por aquí hasta hace unos día 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com La —¿Cómo han condenado muy recientemente. lo sabes? —Fijaos en los remaches. Tienen algunos arañazos, producid en su colocación, y todavía están brillantes. Ni siquiera ha da tiempo a que el metal se empañe. —¿Puedes abrirla? —De ninguna manera. Quizá sea posible por el otro lado, pe no por aquí. Yo puedo forzar con facilidad una cerradura pero si hay cerradura que forzar, no puedo hacer nada. Malva consultó su reloj. —Las tres y cuarto —dijo—. Nos queda una hora y cuarto has que tengáis que entrar a trabajar. Lo que sea, tenemos que hace deprisa. Max pidió la palabra. —El que hayan condenado esa puerta significa, seguramen dos cosas. La primera: Que alguien, hace poco tiempo, la considerado peligrosa. La segunda: Que existe otra entrada mismo sitio. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 123/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com De vuelta a la calle, nos refugiamos en el bar Chotis, jus enfrente del palacio y desde cuya cristalera podía vigilarse fachada entera. —Si Max tiene razón —dijo Malva— y existe otra entrada a l sótanos del palacio, el paso tiene que estar en una de las tiendas —Yo me inclino por los billares Antraca —dije—. El inspect Bareta contó cómo Goliatkin insistió en jugar una partida de billa Estoy seguro de que sospechaba algo. Apostaría los zapatos que desde los billares, que están en un semisótano, hay acceso los verdaderos sótanos del palacio. ¿Quién viene conmigo? Se alzaron tres manos de inmediato. Todas, menos la que deseaba. —¿Tú no vienes, Malva? —Id vosotros por los billares. Tienes razón: Parece la opci más lógica; pero… a mí me resulta mucho más sospechosa tienda del pescado seco. —¿Por alguna razón en especial? —No. Intuición femenina. Pero me gustaría recor detenidamente el perímetro del palacio. Quizá mi sospecha ten algún fundamento y aún no me he dado cuenta. —Pero… no podemos dejar que vayas sola. —No hay problema. Yo la acompañaré —dijo Alexei, con un admirable rapidez de reflejos. Malva sonrió encantada. ¡Por Dios, qué ganas tenía yo de que el condenado ruso cogie el avión de vuelta a su tierra! http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 124/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com EL COJO COME Cuando descendimos los ocho escalones que desde el nivel la calzada nos depositaron en la entrada de los billares Antrac nos encontramos en un local prácticamente vacío. Solo el prop Custodio Antraca nos miró entrar, con un rictus de extrañez mientras se llevaba a la boca parsimoniosamente cucharadas d guiso que se había traído en una fiambrera de aluminio, senta ante la única mesa de ping-pong del establecimiento, que le hac las veces de mesa de comedor. Le saludamos con un gesto que no tuvo respuesta y n instalamos en la mesa de billar americano más alejada de entrada. Sin saberlo, repetimos los movimientos y la estrategia d teniente Goliatkin; sobre todo cuando, a los pocos minutos haber iniciado nuestra partida, yo dejé el taco apoyado en el can de la mesa y me dirigí hacia los servicios. ‹‹Urinarios››, según rezaba el cartelito sobre la puerta. El hedor, mezcla de amoniaco y zotal, era insoportable. Revi rápidamente el apestoso recinto, cubierto de pintadas obscen hasta el último rincón, sin encontrar otra salida que un ventanu alto, protegido por una reja de hierro por la que solo podría escap un gato. —Por los retretes no hay conexión con el resto del edificio —l informé a mis amigos, tras volver junto a ellos—. Si existe algu salida debe de estar tras aquella puerta en la que pone ‹‹almacén —Pero si vamos hacia allí, el cojo nos verá —dedujo Biela. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 125/217 . distraigan mientras el tercero se cuela por la puerta. —Vale. —Id vosotros —dije—. Distraedlo. —¿Cómo lo hacemos? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Yo qué sé. Pedidle cambio de cinco mil pesetas. —¿Y de dónde sacamos un billete de cinco mil? Yo ni siquie he tenido uno en las manos. —Bueno, pues inventad cualquier excusa. Haced que mire pa otro lado diez condenados segundos, caray. Biela y Max avanzaron hacia el hombre, que les lanzó inmediato una mirada desconfiada mientras pelaba una manza con ayuda de una navaja que podría haber servido para abrir u sandía. Yo ensayaba una jugada de billar a tres bandas sin perder vista a mis amigos ni al cojo Antraca. Y cuando Max y Gerardo estaban a diez pasos del hombre, peculiar sonido, un múltiple petardeo intermitente, procedente de calle, los detuvo en seco. —¿De qué me suena ese ruido? —murmuró Max. Lo supo enseguida. Justo ante la puerta de los billares acababan de detenerse cin motos Harley-Davidson, además de una BSA, una Guzzi y u Triumph, todas ellas de gran cilindrada. —Ay, Dios… —murmuró Biela. Un segundo después, el Málaga comenzó a bajar los oc escalones mientras se despojaba del casco. —¿Qué pasa, cojo mantecas? —bramó al entrar. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 126/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Procesó lentísimamente la información y, por fin, gritó como energúmeno. —¡Me cagüen la leche! ¡Son ellooos! ¡Son los de Veterinaria! De manera insensata, el Málaga se abalanzó sobre Biela, q con ununo gesto veterano, esquivó la embestida y lo proyec contra dedelospúgil futbolines. Pero para entonces, la presencia los otros moteros en las escaleras y la puerta de entrada ya n impedía cualquier posibilidad de huida. —¡Atrás! —gritó Max, retrocediendo. Yo solté el taco y corrí hacia los lavabos. —¡No, Nico, no! —exclamó—. ¡Hacia el almacén! Tenía razón. Los retretes eran un callejón sin salida. Que almacén tuviese una puerta trasera era nuestra única posibilidad. SALAZONES En cuanto se vieron solos, Malva y Alexei cruzaron d miradas de complicidad y se dirigieron hacia la tienda salazones de Antero Necromio, que hacía esquina con callejón lateral de carga y descarga situado a la izquierda d palacio. —Vamos. Un viejo camión Ford, cuyo toldo reproducía en sus lateral el rótulo de letras blancas sobre fondo azul que ostentaba fachada del establecimiento, dormitaba la siesta junto a persiana metálica cerraba muelle carga. Soltaron de susque ancla es unaundepequeño las untas delde toldo echar http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 127/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com un vistazo al interior de la caja del camioncito y tuvieron primera sorpresa. —No huele en absoluto a pescado —hizo notar Malva. Vieron mantas y cuerdas. Y todas las superficies metálic estaban protegidas y acolchadas, como en los camiones mudanzas. —Demasiadas precauciones para transportar lomos bacalao —murmuró el ruso. Mientras Alexei vigilaba, Malva se introdujo en el camión consiguió llegar hasta la cabina. Abrió la guantera. Miró en l bolsillos de las puertas y en los portaobjetos situados bajo volante sin encontrar lo que buscaba. De pronto, tuvo u intuición. Bajó el parasol del lado del conductor. Allí, en u pequeño bolsillo de plástico trasparente, vio una llave. Abrió puerta y salió con ella en la mano. —Álex… Había una cerradura junto a la persiana metálica. Mal introdujo la llave y la giró un cuarto de vuelta. Con un sonid más estridente del que ellos habrían deseado, la persia comenzó a subir. Cuando hubo dejado un hueco de algo más d medio metro, la chica giró la llave en sentido contrario, la sacó se la echó al bolsillo. —No hizo falta que se dijeran nada. Ambos se deslizaron p el hueco y se colaron en el local. LMACÉN A http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 128/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com La puerta del almacén estaba cerrada, pero era endeble y abrió de par en par cuando Biela cargó contra ella con todas s fuerzas. —¡Serás bestia! —le gritó Max—. ¿Y ahora cómo la cerramos Por toda respuesta, Gerardo localizó en el local parte de un vie mostrador, se colocó tras él y lo empujó contra la puerta justo el momento en que los primeros moteros asomaban por el fon del pasillo. —¡Traed algo más! —gritó, mientras seguía empujando, pa resistir la embestida de nuestros atacantes. Había también allí una sinfonola prehistórica, aún cargada c discos de vinilo de 45 r.p.m. Entre Max y yo logramos move hasta las inmediaciones de Gerardo y volcarla, de modo que que encajada como una riostra contra el mostrador. —¡Bien! Eso nos dará unos minutos para pensar. —¡No hay nada que pensar! —gritó Max—. Lo que hay q hacer es encontrar el modo de escapar de aquí. —¿Y si no hay salida? —Con ese espíritu, no iremos muy lejos, Nico. Recuerda lo q dice Louis Van Gaal: Siempre positivo, nunca negativo. Por suerte, y pese a mi pesimismo, había una salida. Al fondo del almacén, oculto tras una docena de cajas Mirinda, y junto a los restos de una vieja antena de televisió descubrimos una especie de zulo, una suerte de recoveco en cu fondo se abría un ventanuco que daba acceso a un pasillo lóbreg telarañoso, húmedo y siniestro. —¿Nos tenemos que meter por ahí, sin siquiera una linterna? —Hombre, podemos elegir: O eso, o esperamos a que http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 129/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Málaga y sus amiguitos logren entrar aquí y nos aticen como esteras. —Está claro. Zambullámonos, pues, en las tinieblas. ¿Qui dijo miedo? EL MONTACARGAS Malva y Alexei cerraron tras de sí la persiana metálica y, tr esperar a que sus ojos se acostumbrasen a la penumbra interio pudieron comprobar que se hallaban en la trastienda d comercio de salazones y ahumados. Junto a la pared situada a derecha, encontraron no menos de cincuenta sacos, contenien cada uno de ellos treinta kilos de natrón, si había que fiarse las etiquetas. INDUSTRIAS QUÍMICAS LABARRAQUE PUERTOLLANO Carbonato de Sodio (CO3Na2) ‹‹Natrón›› ORIGEN: Sudán Irrita la piel. Manipúlese con cuidado. Uno de los sacos estaba abierto y el ruso tomó entre l dedos una porción de aquella sustancia suave como el talc formada por diminutos cristales translúcidos y de un pecul olor, fuerte y picante, que recordaba al de la sosa cáustica. —¿Para qué sirve eldesecante natrón? —preguntó —Es un poderoso —respondióMalva. Alexei, mientras http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 130/217 soplaba los dedos tras sentir ya una leve quemazón en la piel. —¿Y con eso se sala el pescado? —Por supuesto que no. Además, esto no es un secader Aquí se dedican a otra cosa. El natrón era fundamental para proceso de momificación. Es un producto conocido des tiempos muy remotos. Ya te habrás dado cuenta de que nombre que los romanos dieron al sodio, natrium, proce precisamente del natrón. —Hombre, claro —ironizó Malva—. Es en lo primero q me había fijado —la chica señaló entonces el rincón opuesto 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com la estancia—. Mira aquello. Parece… una plataforma elevador Se acercaron hasta confirmar su primera impresión. —En efecto. Es un montacargas. Solo que, desde aquí, sirve para subir sino… para descender. —Hombre, cuando estemos abajo sí servirá para subir. —Ah. ¿Es que vamos a bajar? Malva sonrió. —Si prefieres quedarte aquí solo… —Voy donde tú vayas —fue la respuesta del ruso. Se situaron ambos sobre la plataforma, metálica y superficie rugosa. A la izquierda de la guía, sobre un pequeñ mástil de unLametro de altura, una botonera con tan solo tr pulsadores. chica leyó los rotulitos. —Subir. Parar. Bajar. Está claro, ¿no? Malva oprimió el botón inferior y, con un susurro apen audible, la plataforma comenzó a descender hacia los profund sótanos del palacio de Torresecas. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 131/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com LA SALA DE CALDERAS Avanzábamos como ciegos por aquel pasadizo que se n antojaba una catacumba interminable. Y mejor así. De hab podido contemplar las paredes que nos rodeaban, el suelo q pisábamos, la bóveda que nos cubría… lo más probable era q hubiésemos sufrido una crisis nerviosa. Deslizábamos los dedos por las paredes de adobe sintiéndol viscosas, como impregnadas de baba de caracol. A vece telarañas bolsas deintento supermercado se nla adherían tan a laespesas cara y,como en nuestro de respirar, aspirábamos y se nos enredaban en la lengua y en el interior de garganta. Alguna suerte de ser repulsivo se deslizaba por el suelo, junto nosotros y, de cuando en cuando, trepaba por nuestros tobillos ascendía hacia nuestras pantorrillas, deteniéndose a chuparnos sangre. Habíamos oído a lo lejos, de un modo sordo, la irrupción de l moteros del Málaga en el pequeño almacén. Eso nos impulsaba seguir con una convicción febril: Sabíamos que existía adelante, la posibilidad de volver sobrecasi nuestros pasos porque estarían ellos. El pasadizo desembocaba en una sala de calderas: Cañerí que en su día estuvieron pintadas de rojo, llaves de paso, reloje manómetros, bombas de presión… Una carbonera casi vacía, p cuya trampilla, a ras de la acera, entraban esos rayos de sol q http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 132/217 um na an a es anc a y que nos perm an ver, a n. n uno e rincones se apilaban los restos de medio centenar de butacas madera, que en otro tiempo poblaron la platea del cine Rialto. suelo, alfombrado de programas de mano de antiguas película películas que ya no existen en el mundo de lo digital, que so 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com están en el recuerdo de espectadores demasiado viejos pa recordar: Tarzán y las Amazonas, Maciste contra la Reina Saba, El Secreto de Fu-Manchú… —Es la sala de calderas del Rialto —dijo Biela, encandilado— ¡Qué maravilla! Es como la de un transatlántico. Como la d Titanic. —Tú, como siempre, tan tranquilizador —replicó Max. Había una escalera. Siempre hay una escalera. Y trepamos p ella hasta alcanzar el vestíbulo del antiguo cine, abandonado vein o veinticinco años atrás, y donde aún podían verse cartel anunciadores de la última película que se proyectó en el loc Superargo el gigante. Localizamos enseguida los accesos al patio de butacas, el ba la taquilla y las puertas de salida, cerradas con sendas verja Pensamos que ahí estaba nuestra salvación pero los candados q cerraban esas verjas habían sido colocados desde el exterior y hallaban fuera del alcance de Max. —Por aquí no hay escapatoria —aseguré con desespero—. existe una salida, tiene que estar allí. Señalé una puerta, junto a lo que en tiempos fue la barra del b que exhibía un rótulo en el que se adivinaba, más que se le ‹‹cabina de proyección››. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 133/217 , , dificultar en lo posible que los moteros siguiesen nuestra pis Tras la puerta, veinticinco escalones nos condujeron, tal com anunciaba el cartelito, a la cabina del proyeccionista, que más q vacía, parecía desvalijada. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com A través de los ventanucos de proyección pudimos constat con inquietud que el Málaga y sus secuaces ya habían accedido la platea del cine y peinaban la sala en nuestra busc alumbrándose con sus mecheros Zippo por entre las filas butacas supervivientes. —Ay, madre… los tenemos pegados al culo —susurró Max. —Y como den con nosotros, nos van a convertir en pienso pa pollos —completó Gerardo. LAS PROFUNDIDADES Malva y Álex contuvieron la respiración durante interminable descenso a los infiernos que supuso su viaje en montacargas. Vieron una puerta en un nivel intermedio, pero no lograr abrirla. Así, que optaron por seguir hasta el punto inferior d recorrido. —¿Cuánto crees que hemos bajado? —preguntó la chi cuando la plataforma se detuvo al final de su recorrido. —No lo sé —reconoció Álex—. Mucho, desde luego. M de veinte metros, quizá. Malva — consultó su teléfono móvil. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 134/217 5/26/2018 , . Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com con el exterior. Durante el descenso, el ruso había sacado de su bolsillo u pequeña linterna, poco mayor que un bolígrafo pero q proporcionaba una luz blanca e intensa. Iluminándose con el comenzaron a recorrersilencioso. aquel mundo subterráneo, húmedo insano. Dolorosamente —Debemos de estar en el nivel de los cimientos del edificio —Huele a demonios con el vientre suelto. De cuando en cuando, se oían lejanos chillidos de rata. Y también de forma intermitente, gargarismos de cañerías desagüe. Había un eco siniestro y húmedo, que invitaba a hab en voz muy baja. Malva y Álex vieron toneles apilados, rotos e inservible Elementos para la decoración de escaparates que ya nun cumplirían con su cometido. Varias cajas de madera que, por acción de laporhumedad de lasy ratas, reventad diseminando el suelo ydocenas docenashabían de cajitas de u curioso medicamento envasado artesanalmente. VALIDOL Antifermentescible del tubo digestivo, analéptico y sedante del SNC de probada eficacia. LABORATORIO DEL DOCTOR PORRAS Calle Fuenclara, 1 ZARAGOZA posible, pasadizoanti angosto, angustios ReComo as de único hierrocamino a ambos ladosuncerrando uas carbonera http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 135/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com vacías de carbón. En una de ellas, puntales de hier oxidadísimos. En otra, cajones con restos de vajilla, entre viru de madera. Más allá, resmas de papel, formando bloqu retorcidos; la guillotina de una imprenta; sellos de cauch docenas de ellos, como plumillas caligrafía, diseminadas por elsetas suelo,geométricas; como insectos metálic muertos. Más adelante, un colchón reventado y una manta d ejército, hecha jirones. De repente, en mitad del pasadizo, como una aparici sobrenatural, el esqueleto de un animal grande, posiblemente burro. —Pobre bicho… ¿Para qué lo bajarían aquí? —Quizá para trabajar en la cimentación del edificio. Com los caballos que se utilizaban para tirar de las vagonetas de l minas. Y, como ellos, resultó condenado a morir en oscuridad. A un lado, un espacio circular, de paredes rezumando u líquido viscoso, negro y maloliente. El suelo, cubierto p tablones. —Un pozo negro, seguramente. —Dios mío, qué asco… —murmuró Malva, llevándose l manos al estómago. —No te detengas. Tenemos que seguir. Adelante, siempre adelante… El camino se bifurcaba. El corredor de la izquierda esta cortado, cegado a los pocos metros por una pared de ladrill macizos. —La elección es fácil: Habrá que seguir por el otro. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 136/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com El otro desembocó enseguida en un distribuidor de tal dimensiones que la linterna de Alexei no alcanzaba a iluminar contorno. El ruso fijó la luz de la linterna en uno de los vanos. —No puedo creerlo. Mira eso, Malva. Es el arranque unas escaleras… que descienden. No puedo imaginar que s posible llegar a un lugar aún más profundo que este. —Espero que no pretendas averiguar adónde conducen. No había opción, en realidad, pues comprobaron que el pa también aparecía cortado a los pocos metros por una barrera piedras y escombro. —Hay tres opciones para continuar adelante —dijo entonc Alexei—. ¿Cuál prefieres? —La del centro. Al principio, silencio entre ellos. Luego, no. —Nos estamos desviando —advirtió Alexei—. Este pasi describe una curva. —Lo que nos faltaba: A ver si nos vamos a encontrar con ‹‹ chica de la curva››. La pared interior estaba formada por sillares de piedra, s duda robados de la muralla romana de la ciudad. Y en exterior, se abrían cada cuatro pasos, nichos como los de un catacumba; por fortuna, vacíos. En el suelo se acumulaban tr dedos de agua más negra que la pez. —Nos hemos equivocado, Álex —murmuró una Malva ca llorosa—. ¿Qué hacemos aquí? Esperábamos encontr momias, sarcófagos, tesoros del Antiguo Egipto… y, p supuesto, al teniente Goliatkin. Y hasta ahora solo hemos hallad http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 137/217 miasmas y miseria… —Tienes razón. ¿Quieres que volvamos atrás? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com S TAIRWAY TO HEAVEN Aún dudaba Malva sobre la propuesta de retroceso de Ál cuando la luz de la linterna iluminó una esperanza. —¡Por fin! ¡Mira! Aquello parece una escalera de subida. —¡Vamos! —exclamó la chica—. Necesito imperiosamen respirar aire limpio. Treparon febrilmente los treinta y nueve desgastad escalones que los depositaron en un pequeño rellano situad ante la cara exterior de una compuerta metálica de casi un palm de grosor, con cierre por palanca giratoria, como las que d acceso a los estudios de radio o televisión. Con sumo cuidado, liberaron la palanca. Ignorantes de lo q los esperaba más allá, realizaron la operación lentísimamente, un intento de no llamar la atención de quien pudiera hallarse d otro lado. Por fin, sudando por la lentitud del esfuerzo, lograron ab dos—Nadie… dedos la compuerta echar un vistazo a través de la rendij —suspiróyMalva. Fue como cambiar de planeta. Aquello era otro mundo, limpio y luminoso. Accedieron a un cuarto de máquinas en el que crepitaba motor de un imponente deshumidificador. Había también un http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 138/217 ca era e gran tama o, con quema or e gas eo y correspondiente depósito para el combustible. Debía de ten alguna pequeña fuga porque el olor a gasoil era intenso, has casi resultar insoportable. Una luz tenue, de bajo consumo, y el enorme número chivatos luminosos de diversos colores que se encontrab encendidos permitieron a los dos chicos prescindir de la luz de linterna. Curiosamente, aquella estancia parecía ser el nexo de uni entre diversas dependencias del edificio. Además de 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com compuerta lo separaba apesto que Malva que y Álex acababandeldeinframundo recorrer, la húmedo estancia ytenía otr dos salidas. A la derecha, vieron una doble compuerta, metálic con barra antipánico. A la izquierda, una puerta de una sola ho y con ventanilla de cristal. —¿Por dónde salimos? —preguntó el ruso. La respuesta de Malva fue cruzar el índice sobre los labi reclamando silencio y prestar atención a las voces que se oían otro lado de la puerta doble. —¡Eh, mirad esta puerta! —gritaba un tipo de voz cazalle —. ¿No habrán escapado esos tres por aquí? Parece una sali de —No, emergencia y a lono.mejor da ava la acalle. hombre, ¿Cómo dar a la calle si estamos un sótano? Además, ¿No ves que solo se puede abrir del ot lado? Eso no es una salida. —Tienes razón. Y apesta a gasoil. —¿Quiénes son esos? —preguntó Alexei, en un susurro. —No lo sé. Pero me apuesto algo bueno a que ‹‹esos tres› http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 139/217 os que pers guen son co, e a y rge . De pronto, uno de los moteros dio un tremendo golpe sob la puerta de chapa. Malva y el ruso estuvieron a punto de grita lo que les habría delatado irremisiblemente. Por suerte, el sus solo les hizo caer de espaldas. —¡Estate quieto, Chapas! —escucharon, a continuación— ¿No ves que se abre hacia aquí? No vas a conseguir nada m que llamar la atención de algún vecino. ¿Y sabes quién es dueño de este cine? ¡El Vampiro! —¿Quién? ¿El tipo del bigotito? ¿El del pelo peinado c 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com gomina? —Ese mismo. Me han dicho que lo compró hace años luego, lo cerró y lo dejó abandonado. —¿Y para qué quiere un cine abandonado? —No lo sé. Dicen que así no le molesta nadie. —Vaya un tipo raro. —Y peligroso. — Yo diría que le tienes miedo. —¡Yo no le tengo miedo a nadie! Pero tampoco es cuestió de buscarse un lío innecesario. Vamos a localizar a esos tr idiotas, les zurramos la badana y nos largamos. Lo que siento que ha parecido ver a la chavala que iba con ellos. La q cogiónomimemoto. —Que, por cierto, bien buena estaba, la tía. —¡Eh, Málaga! ¡Ya hemos registrado todo el patio d butacas y no hay ni rastro de esos críos! —¿Habéis mirado en la cabina de proyección? —No. Es que la puerta está cerrada. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 140/217 — , allí. ¡Vamos arriba! Malva tragó saliva. —¡El Málaga! —murmuró—. ¡El Málaga y los moteros de fiesta de Veterinaria! ¿Pero cómo es que están aquí? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com buscó su teléfono móvil y marcó el núme deNerviosamente, Nicolás. —A ver si hay suerte y ahora ya consigo enganchar una piz de cobertura… Vamos, vamos… —¿Malva? ¿Eres tú? —¡Nico! ¡Gracias a Dios…! ¿Dónde estáis? —Estamos en la cabina de proyección del antiguo cine Rialt ¿Tú por dónde andas? —Eso no importa. ¡Salid de la cabina inmediatamente! Málaga y sus amigos van a por vosotros! SIN OPCIONES El aviso de Malva resultó providencial, pero a esas altura nuestras opciones de escapatoria se habían reducido a solo una poco aconsejable, además. —¡Han reventado la puerta del vestíbulo y están subiendo por escalera! —exclamó Max. —¡Vamos! —dije, entonces—. ¡Hay que salir fuera! ¡A lo tejados! Biela y Urgel me obedecieron sin rechistar y, a través de u trampilla metálica, salimos a la azotea del edificio del Rial http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 141/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Torresecas. —¡No hay escapatoria! —exclamó Max, cuando nos vimos a rodeados por los medianiles de edificios mucho más modernos. —¡Hay una posibilidad! —dije—. Saltar desde aquí al tejado d palacio. —¡Estás loco! —gritó Gerardo. Sin embargo, los golpes que el Málaga y sus amigos propinab ya a la puerta de la cabina lo convencieron rápidamente de q aquella descabellada posibilidad era mucho más atractiva que la caer en manos de semejantes energúmenos en un lugar com aquel, apartado de la vista de cualquier posible testigo. El alero del tejado y el borde de la azotea en que n encontrábamos se hallaban separados por la anchura de l balcones de la fachada trasera del palacio. Unos tres metro aproximadamente. Los moteros estaban a punto de destrozar la puerta de cabina. —¡Vamos! ¡Hay que saltar! Si nos lo pensamos mucho, estam perdidos. Decidí ser el primero. Retrocedí hasta el otro extremo de azotea para tomar impulso y, luego, eché a correr como desesperado. Me impulsé tan alto como pude. Volé sobre el hue existente entre las dos construcciones. Y caí sobre el tejad Incluso más lejos de lo que imaginaba. Al caer, rompí un buen número de tejas y me produje con ell varios cortes superficiales, que me parecieron cosa de nada comparación con la perspectiva de ser vapuleado por el Málaga http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 142/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡Vamos, saltad! ¡No es difícil! Pese a su tamaño, no me preocupaba Gerardo, que esta fuerte y ágil. Él fue el siguiente en saltar y, en efecto, no tu problemas, salvo que causó con su aterrizaje un destrozo en tejado bastante mayor que el amío. —Van a tener goteras partir de ahora —murmuró, tr incorporarse. Enseguida vimos que Max no las tenía todas consigo. Com nosotros, retrocedió para tomar carrerilla. Y fue la idea de que l moteros estaban a punto de irrumpir en la azotea lo que terminó decidirle; pero emprendió la maniobra sin convicción. —Mierda. Se va a caer —murmuré. Saltó corto. Cortísimo. Milagrosamente, logró echar las man hacia adelante y, en el último instante, consiguió sujetarse canalón de cinc que recorría el extremo del alero. —¡Ayudadme! —gritó, apuradísimo. En ese momento, el Málaga y sus secuaces lograron salir a azotea. Lo que nos faltaba. Biela hizo ademán de acercarse hasta el borde del tejado pa ayudar a Max. —¡Quieto, Gerardo! —le ordené—. Ya voy yo. Tú pes demasiado y el alero está en muy mal estado. Corremos el ries de que se venga abajo. Me tumbé sobre las tejas para repartir mi peso en el máximo superficie y fui deslizándome hasta que logré sujetar a Max por codo derecho. —¡Vamos, ¡Arriba! ¡Ya te tengo! ¡Ahora, intenta subir ierna iz uierdaMax! hasta el canalón! http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 143/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡No puedo! —¡Inténtalo te digo! A tres metros de nosotros, sobre la azotea del Rialto, seis los moteros nos increpaban con toda la potencia de sus pulmone —¡Os vais a caer los dos, idiotas! —¡Vais a tener vuestro merecido! —Yo no quiero que tengan su merecido. ¡Yo quiero atizarles e persona! —decía uno de ellos, mientras Max, con mi ayud lograba, por fin, trepar hasta el tejado. —¡Lo están consiguiendo, maldita sea! —ladró el jefe de banda—. ¡Hay que perseguirlos! La orden fue acogida con escaso entusiasmo por sus secuace —Pero, hombre, Málaga. ¿No has visto que ellos casi palman? El furibundo motorista no estaba dispuesto a atender a razone Mientras nosotros trepábamos a toda prisa por el tejado d palacio, él retrocedía hasta el otro extremo de la azotea pa como nosotros, tomar impulso y saltar. Justo cuando llegamos a lo más alto, al vértice que separaba l dos aguas del tejado, echamos la vista atrás. El Málaga iniciaba su carrera. —Es rápido. Me parece que lo va a lograr —dije. —Y si lo consigue, lo seguirán los demás. El salto del motero fue largo y suficiente. Su error fue aterriz exactamente en el mismo lugar en el que ya lo había hec Gerardo, dejando en su caída muchas tejas rotas y otras má fuera de sitio. Aquel segundo impacto fue demasiado para lo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 144/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com viejos maderos que formaban el soporte del tejado, incapaces soportar el impacto de las diez arrobas largas del Málaga. El tejado se hundió bajo sus pies. Se creó una especie embudo que se tragó al energúmeno, al que oímos gritar mientr volaba, rodeado de escombros, hasta caer sobre el suelo de buhardilla del palacio. Sus compañeros lo llamaron a voces, pero no obtuvier respuesta y, por suerte para nosotros, desistieron de continuar e nuestra persecución. seguimos un par de minutos subiendo y bajando p losNosotros tejados, como los deshollinadores de Mary Poppins, hasta qu al asomarnos a uno de los patios interiores, descubrimos u escala de barrotes de hierro encarcelados en el muro, que n permitió descolgarnos hasta un balcón del segundo piso. SEAT 600 D —¿De dónde habéis salido vosotros? —nos pregun asombrada, la secretaria del Club de Amigos del Seat Seisciento que acudió a abrirnos la puertalosdel balcón tras haber llama nosotros su atención golpeando cristales. —¡Gracias! Estábamos instalando un nuevo sistema pa espantar a las palomas y se nos ha cerrado la trampilla por la q habíamos salido al tejado. Menos mal que estaba usted aquí. —Ah… ¿Y qué? ¿Se espantan las palomas con vues sistema? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 145/217 —¡Ya lo creo! —dije—. Al que no hemos podido espantar h sido a un palomo de ciento treinta kilos, que ha atravesado tejado de la parte de atrás, la más cercana al cine. —Si lo ve por aquí —completó Max, mientras corríamos hacia salida—. No le deje entrar. No le gustan los seiscientos. Solo l motos. —¡Ah! Vale. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Al salir al rellano de la escalera, intenté hablar por teléfono c Malva para decirle que habíamos logrado escapar. Pero parecía estar fuera de cobertura. EL CORREDOR Malva y Vostok decidieron olvidarse de la doble compuer que parecía comunicar con el sótano del cine y salir a un larg corredor de paredes de piedra y ladrillo, con el suelo cemento pintado de verde hospital. Pronto, muy pronto, el intenso olor del gasoil se mezcló c un no menos penetrante tufo a productos químicos. Y, algo después, el por rusolasujetó a Malva brazo y obligó a introducirse primera puertapor queel encontrar abierta. —Para este tipo de trabajos nos venía bien el antig ayudante de don Pablo. ¿Lo recuerdas, Mamulian? —Sí, lo recuerdo perfectamente. ¡Qué tío! ¡Tenía la fuerza d http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 146/217 , —Sí, creo que sí. Ahora vive en San Petersburgo. —¡No te digo! ¡En San Petersburgo, nada menos! Como pachá. —Como un faraón, más bien… Anda, vamos rápido hacia 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com montacargas, queDe el pronto jefe quiere el encargo estétremenda en el camip lo antes posible. le haque entrado una prisa servir todos los encargos pendientes. —Y a mí me ha dicho Fabián que, por el momento, no aceptan nuevos pedidos. —Lo que yo me temía: Ha debido de ocurrir algo grave y d Jaime ha decidido paralizar la actividad durante unas semana Ya ocurrió algo parecido hace unos años… ¡cuida, no le hag una mella a la caja, que ya sabes cómo se pone el jefe! — Ya lo sé, ya… Mantenían la conversación dos hombres de pelo cenicien uno alto y otro peroa de anchísimas espaldas,y qc transportaban entrebajito ambos, lo largo del corredor evidente esfuerzo, un enorme sarcófago recién restaurado. Malva y Vostok los dejaron pasar de largo y cuando hubier desaparecido tras una puerta al fondo del corredor, decidiero seguir avanzando. —¿Sabes? Tengo la sensación de que estamos cerca d resolver el misterio de la desaparición del teniente Goliatkin — murmuró un Alexei Vostok que, pese a manifestar e convicción, no parecía muy esperanzado en hallar con vida a superior. Pronto, empezaron a encontrar pequeños almacene http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 147/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com pero estos estaban limpios, cerrados con puertas de mader pintados de blanco y cuidadosamente ordenados. En el primero vieron más sacos de Natrón, perfectamen apilados. —O gastan mucho natrón exagerado —murmuró Malva.o hicieron en su día un pedido al —Ya lo creo —confirmó el ruso—. Fíjate en estos bidon de plástico. Más natrón. En este caso, molido. Y en cada enva hay doscientos kilos. El siguiente almacén guardaba una considerable variedad productos. Muchos de ellos, exhibían curiosas etiquetas: Alumbre de roca (Sulfato de aluminio) Cremordetártaro (Bitartrato potasio) Jabón arsenical de Bècoeur Piedra infernal (Nitrato de plata) Rejalgar (Bisulfuro de arsénico) —Todos estos son productos propios de la taxidermia — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 148/217 murmur exe —. o r a que e o e ese amgo uyo en mucho que ver con lo que se cuece aquí abajo. En otros armarios se almacenaban productos químicos much más habituales. Desde carbonato de sosa o ácido sulfúrico formol o esencia de trementina. La siguiente puerta dio paso a un nuevo almacén cuy contenido llamó poderosamente la atención del joven rus conforme fue desgranando los nombres que aparecían en l etiquetas. —Aceite de enebro… ¡Pez blanca! Ámbar, mirra, ace 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com esencial de cedro. ¡Agua de elefantina…! Betún amargo, jab de Betania… —¿Sabes de qué se trata? —preguntó Malva. El ruso parpadeaba, todavía asombrado. —¡Pues claro que lo sé! ¡Y es fascinante! Se trata d productos utilizados en el Antiguo Egipto. Algunos de ello tienen que ver con los procesos de momificación aunque tambi hay tintes como el betún de Judea o el caldo de cúrcuma; y otr son de uso general, como el aloe o la casia, que son especia hay cera, miel, tallos de junco y flores de loto envasadas vacío, avena en grano, esparto, cáñamo, hojas de papiro, pa tallos de bambú… Es elpara paraíso de los falsificador de momias egipcias.¡Por NoLenin! falta nada reproducir hasta el m mínimo detalle de un enterramiento ritual. En el siguiente armario descubrieron cientos de bobinas lienzo de lino, idéntico al utilizado para vendar los cadáveres q debían ser momificados. También había lienzos originale clasificados por periodos dinásticos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 149/217 — — que parecía cada vez más fascinado por sus hallazgos. Pero lo que realmente les erizó el vello de la nuca fue lo qu vieron al abrir el acceso al siguiente espacio, sobre el q colgaba un curioso rótulo: ‹‹Almacén de momias de animales 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com con suycorrespondiente inglés: ‹‹Animal mummi store›› una advertenciatraducción en francés:al‹‹Défense de fumer››. —Esto resulta cada vez más fascinante… —dijo el ruso, u vez que constató el contenido de la sala—. Si me hubiesen dich que existía un lugar así, lo habría puesto en duda. Pero es cierto —¿Qué son? —preguntó Malva. —La mayoría, momias de ibis. —¿Son valiosas? —No mucho. En el Antiguo Egipto las vendían en tenderet cercanos a las tumbas y la gente las compraba para dejarl como ofrenda a los muertos. —Como hacemos aquí con las flores. —Algo parecido, supongo. Era la ofrenda más habitual y p eso hay tantísimas. En una sola tumba, en Saqqara, encontraron más de diez mil. —¿Diez mil momias de ibis? —Como lo oyes. Pero aquí no solo hay momias de ib Fíjate: Ahí tenemos momias de cocodrilos, de ranas, serpientes, de arañas, de halcones, de musarañas… Esas utilizaban en rituales diversos. Mientras le ofrecía a Malva sus explicaciones, Alexei recorr los estantes febrilmente, leyendo etiquetas, algunas de las cual parecían — maravillarlo. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 150/217 — , rareza. Se trataba de un animal sagrado y solo los sacerdotes los faraones tenían acceso a ellas. ¡Es increíble! ¡Solo me faltar encontrar una momia de buey! —Aquí veo momias de animales domésticos —exclamó 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com chica, casi alalinstante. harían acompañasen muerto Supongo en el másque allá las igual que para le habíq acompañado en vida. —¡Exacto! ¡Y aquí hay momias de animales comestible Peces, patos, gansos… Sin duda, comida para el largo viaje q emprendían los muertos. El ruso parecía a punto de entrar en un estado de eufor Continuamente se llevaba las manos a la cabeza, e iba de lado a otro sin saber muy bien dónde quedarse. —No sé si te das cuenta de lo que esto significa, Malva. como un supermercado de objetos del Antiguo Egipto. Con que hay aquí uno se la puede su propia tumba faraónica medida. La momia, caja,hacer el sarcófago… y todos los objeta rituales que acompañaban a los muertos en su largo viaje. ¡ increíble! —Lo que me parece increíble es lo mucho que sabes tú sob el tema —dijo Malva—. Por lo que veo, eres un verdade experto. El ruso sonrió. —Se trata para mí de una afición muy antigua —reconoció— Yo creo que fue la principal razón por la que fui elegido pa acompañar al teniente Goliatkin en este viaje. — Ya que hablas del teniente… seguimos sin saber nada d http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 151/217 . 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alexei frunció el ceño. Miró a Malva con cierto disgus como echándole en cara que viniese a fastidiarle su disfrute c aquel asunto tan desagradable. EL DESPACHO DEL JEFE Al final del pasillo se abría un nuevo distribuidor, de form aproximadamente ovalada y cuya puerta principal aparec entornada. Malva asomó la cabeza con precaución y, momento, sacudió la mano ante Alexei, dándole a entender qu lo que acababa de descubrir superaba todo lo vis anteriormente. — Yo creo que este es el despacho del jefe —murmuró— El famoso don Jaime. Estaba presidido por un maravilloso sitial de made policromada y oro representando una escena del libro de l muertos. En el centro, podía verse a Anubis comparando el pe del corazón del difunto con el de una pluma. A su lado, el dio Toht anotando el resultado favorable. A la derecha de la balanz estaba representado el devorante, una criatura mit hipopótamo, mitad cocodrilo, con patas de león, en actitud espera, con la intención de devorar a quienes no pasasen prueba de Anubis. difunto estaba representado izquierda, conElcara de circunstancias, dentroadelasu ataúd. muy pequeñit http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 152/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com La mesa principal era la típica de un alto cargo. Con el mism teléfono, ordenador portátil, portafolios e interfono pa comunicar con su secretaria que tendría cualquier mesa presidente o de director general de una gran empresa. Eso sí, había fotos de la familia. Y, en cambio, podía verse com adorno un pequeño estuche abierto, mostrando una piedra color cobre y brillo pálido. AMALGAMA COBRE Y PLATA . GOMORRESINA, XVII DINASTÍA. SAIS Decía la plaquita grabada. En un lateral del despacho, un archivador metálico mostra impúdicamente su contenido: Docenas y docenas de carpeta colgadas de guías metálicas, con información y fotografías diferentes piezas, clasificadas según su procedencia: Teba Luxor, Gizeh, Saqqara, Deir-el-Bahari… Y también po periodos dinásticos. —¿Cuánto tiempo llevará gente a esu negocio? —se preguntó Vostokesta en voz alta,dedicándose sin ocultar ni por momento su entusiasmo—. Esto es como el sueño de tod aficionado al Antiguo Egipto. De inmediato, se zambulló en el archivador y comenzó consultar el contenido de algunas de las carpetas, con evident signos de admiración. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 153/217 a va e toc en e razo. —Oye, Álex, ya sé que se trata de algo interesantísimo, pe nos estamos jugando el pellejo para encontrar a Goliatkin, n para regodearnos en nuestros hallazgos, por muy interesant que te parezcan. —Sí, sí, tienes razón —murmuró el ruso, sin dejar de revis carpeta tras carpeta—. ¡Por todos los zares! ¡Esta gente clasificado cosas que envidiaría el Museo Británico! —Déjalo para más tarde y sigamos buscando a tu jefe. —Espera un poco. Quizá no tenga otra oportunidad 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com echarle vistazouna a semejante material. Tras un consultar de las fichas, Alexei miró en torno a sí y dirigió a toda prisa a uno de los rincones del despacho. Allí, una vitrina de madera y cristal, junto a otras piezas menores jaspe, coralina y turquesa, dio de inmediato con un pectoral oro y piedras preciosas de una belleza difícil de describir. SENUSERT I 1897-1878 AC XII DINASTÍA (IMPERIO MEDIO) LAHUN Rezaba la chapita identificativa. En la pared del fondo, a espaldas de quien ocupase el sill principal, destacaba un expositor con cuatro vasos canopes piedra representando las cabezas de los cuatro hijos de Hor primorosamente talladas. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 154/217 ras exp car e a a va o excepc ona e as p ezas, ex centró su atención en tres objetos sin aparente relación entre colocados sobre la mesa en una urnita de policarbonato. —Ese es un usethbi —se adelantó la chica, señalando pequeña figurita central, que sonreía desde su pequeño ata con una espiga de cereal en una mano y una hoz en la otra. —Veo que aprendes rápido —admitió Vostok—. A l derecha, se ve claramente una ranita momificada y lo de izquierda… eso es algo realmente curioso. Los expertos l denominan Ooparts u objetos fuera de tiempo. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Por qué ‹‹fuera deno tiempo››? —Los investigadores se ponen de acuerdo para darles u explicación. Los más comunes son masas cilíndricas de arci con un núcleo de antracita, que pudieran tener algún parecid con… una pila eléctrica. Malva se sonrió. —¿Pilas eléctricas en el Antiguo Egipto? Eso parece argumento para un capítulo de Expediente X. Pero el más impensable de los objetos conservados por misterioso jefe de aquella misteriosa empresa, se encontraba una vitrina empotrada en el suelo, bajo un cristal de segurida Cuando Alexei Vostok comenzó logró traducir qu identificaba el contenido, a sudarelypequeño gimió derótulo excitació LABERINTO DE HARVARA PIRÁMIDE INCLINADA DE ON SALVARSAN I PERIODO PREDINÁSTICO http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 155/217 5/26/2018 N ELI POLIS Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡No vas a creerlo, Malva! ¡No vas a creerlo! —¿Qué pasa ahora? —¡Si esto es cierto, este tipo tiene aquí un plano auténtico d laberinto de Harvara! —Como no me des más detalles… —Se trata de uno de los más grandes misterios del Antigu Egipto. Quizá solo sea una leyenda, pero se habla a menudo la fabulosa y antiquísima pirámide inclinada de On, un lug próximo a la ciudad Heliópolis. Si realmente esa queda pirámi primitiva estuvo algunadevez allí, lo cierto es que nada ella. Pues bien: El laberinto de Harvara se encontraría en interior de la pirámide de On y tendría como misión dificultar tarea de los ladrones de tumbas. —Curioso. Aunque parece que no era fácil desanimar a es ladrones de tumbas. Creo que la de Tutankamón es la única qu se ha encontrado intacta hasta ahora. El joven Vostok parecía a punto de sufrir un ataque d ansiedad mientras escudriñaba, tendido sobre el suelo, los tenu trazos de aquel trozo de papiro. —Así es, en efecto —respondió, sinvivieron dejar dedeobservar vitrina—. Durante milenios, tribus enteras expoliar l tumbas de los faraones. ¿Sabes que había ladrones de tumb que llegaban a pasar incluso más de un año dentro de una gr pirámide, sin ver la luz del sol, desentrañando sus secretos desvalijándolas por completo? Esa era su profesión y, en cier modo, resultan tan admirables como los propios constructor http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 156/217 . apenas agua ni comida, sin luz, enfrentándose a las trampas m sofisticadas, a los laberintos más complejos… —En el fondo, no eran más que bandidos. —¡Bandidos…! Para mí, esos bandidos son quienes d sentido a todas unaque de envuelve las leyendas el Antigu Egipto. Sin ellos,yelcada misterio a lossobre grandes faraon sería completamente distinto del que hemos conocido y, segur mucho menos impresionante y sobrecogedor. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com UN AIRE Malva alzó de pronto la cabeza, extrañada por la corriente aire que acababa de sentir acariciándole el rostro. —Álex… Una puerta disimulada en el lateral del despacho acababa abrirse. Por suerte, la persona que salía de ella, lo hizo espaldas, arrastrando un arcón que se adivinaba pesado. E permitió a los dos chicos ocultarse tras la mesa, con l corazones latiendo como los pistones de una locomotora vapor. Malva y Alexei intercambiaron una mirada de pánico cuand el recién llegado dejó caer el arcón y se dirigió precisamen hacia donde ellos se encontraban. Malva pensó que aquello era el fin. Por suerte, el hombre no dio la vuelta a la mesa sino qu accionó el interfono desde el frente del mueble. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 157/217 — — , chicharra. —Diga, don Jaime —respondió el taxidermista, con la v distorsionada por la electrónica, pero perfectamen reconocible. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¿Cómo la tarea? —Bien. Vavabien. El proceso sigue su curso —comentó señor Urgel, notablemente lacónico. —Verás… te llamo porque hay novedades. Una serie d acontecimientos nos aconsejan abandonar inmediatamen nuestra actividad en el palacio. Deberíamos cerrar todos l accesos hoy mismo, lo antes posible. ¿Puedes dejar en suspen el proceso de momificación? Esta vez, la respuesta tardó en llegar unos segundos. —Sí, es posible. Ahora mismo, el cuerpo está en la bañera d natrón. Se puede dejar ahí por tiempo indefinido. —Hazlo así, en entonces. recogeNotodo comonada si noque fueras volver por aquí mucho Y tiempo. te lleves pue asociarse con lo que haces aquí abajo. —Entendido, don Jaime —dijo Pablo Urgel, tras un segundos de silencio. El hombre se dirigió entonces al archivador que Alexei hab consultado poco antes. Quedó de espaldas a los dos chico hojeando algunas de las carpetas. Malva y Álex tuvieron q hacer un esfuerzo supremo para no delatar su presencia pero, mismo tiempo, sabían que su suerte no podía durar. En e momento, tan solo con girar la cabeza, el jefe de los malos pod descubrirlos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 158/217 , . repente, le había dado por pensar que el insensato de Nicol iba a llamarla al móvil precisamente en ese instante. Aun con timbre desconectado, el leve sonido del vibrador se har presente en el silencio casi sepulcral de aquel despac 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com subterráneo. Pero lo que sonó fue otra voz, procedente de la puerta. —Don Jaime… Ya hemos cargado el último envío en camión. —Muy bien —respondió el hombre—. Llevadlo a la agenc y no volváis ya por aquí. Voy a cerrar todos los accesos. Y sabéis: Desde este mismo momento, nada de intentar bajar aq hasta nueva orden. Nada tampoco de intentar comunicar conmigo. —De acuerdo, jefe. Nos vamos ya. —¡Esperad, inútiles! Necesitaréis la documentación, pa incluirla el envío. —Ah.enClaro, claro… El hombre rebuscó en el archivo hasta dar con u determinada carpeta, la sacó de las guías y se dirigió con e hacia la puerta. Sentir que el sujeto se alejaba, aunque fue momentáneamente, alivió a Malva lo suficiente como par incluso, pensar que no era la primera vez que escuchaba la v de aquel hombre. —¿Dónde la he oído? —se preguntó, en un susurro inaudib Había regresado el silencio. Un silencio que, se percataron pronto, — duraba mucho más de lo esperado. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 159/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alexei, pasado más de un minuto—. Intentemos salir de aquí. —Es extraño —susurró el ruso—. No he tenido la sensaci de que fuera a marcharse. En fin… habrá que aprovechar circunstancia. Se asomaron desde comprobando que, encautelosamente efecto, se hallaban solos su en el escondi despach y, de inmediato, se dirigieron de puntillas a la puerta. Cuando encontraban a dos pasos de la salida, oyeron un clarísim carraspeo procedente del pasillo y los pasos del hombr acercándose. —¡Atrás! ¡Rápido! —susurró la chica. Retrocedieron a toda prisa; el ruso, consciente de que n tenían tiempo de regresar a su anterior escondite, empujó Malva hacia la puerta lateral por la que había aparecido el don Jaime y que aún permanecía entornada. LA CÁMARA Durante el siguiente minuto se mantuvieron sumergidos en oscuridad, tratando de serenarse, de controlar su respiració abrazados, tapándose mutuamente la boca con la palma de mano. Por fin, tras una espera que se les antojó larguísima, Alex sacó de nuevo su linternita y la encendió. Y con la luz regresó asombro. La sala de en lailares que de ahoraiedra se encontraban era un antiguo aljib sembrado arcos de herradura bóvedas http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 160/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com ladrillo macizo. Lanzó el joven Vostok una ráfaga circular de luz, con objeto de hacerse una idea de las dimensiones del lugar; pe antes de completarla, su atención quedó presa de u espectacular cabezaEgipto, de piedra queunreproducía, el pecul estilo del Antiguo la de faraón. Unconfaraón de decimocuarta dinastía, según rezaba el rótulo identificador, qu Alexei pudo leer en cuanto se acercó lo suficiente. —¿Adónde demonios vas? —le preguntó Malva, cada v más nerviosa, viendo que su compañero pretendía internarse la estancia. —¿Pero es que no ves lo que hay aquí? —replicó un Alex fascinado hasta los tuétanos—. ¡Hemos dado con la sala d tesoro! ¿No lo comprendes? Si este edificio fuera una pirámid estaríamos en la cámara mortuoria. ¡Mira a tu alrededor! espectacular la cabeza de piedra resultab unaTodavía estelamás funeraria, de que madera policromada y yes representando al Toro Bujis recibiendo las ofrendas del fara Ptolomeo V Epífanes. Sobre una gran tabla chapada en oro podía contemplarse transformación del faraón muerto en el dios Osiris, cuya cabe se hallaba rodeada por los brazos protectores de Horus Anubis. La serpiente que le amenazaba acababa de s atravesada por sendas dagas, al tiempo que el gran pájaro-o sobrevolaba la escena recitando los versos sagrados: ‹‹¡Vet ¡Aléjate! ¡Ve a ahogarte al gran lago del abismo donde tu pad ha ordenado que seas¡Vete, sacrificada! soy deRa,misante quied tiemblan los hombres. rebelde!Yo ¡Huye dagas http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 161/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com luz!››. El ruso acarició suavemente, sobrecogido por la emoción, l caracteres jeroglíficos dibujados sobre la piedra. —¿Te das cuenta, Malva? —¿De qué? —De que todo esto parece auténtico. Seguramente, n hallamos ante piezas verdaderas, confeccionadas hace cinco m años por los hombres que crearon la primera gran civilización la tierra. Tesoros que no se han expuesto en museo alguno, qu apenas nadie ha tenido ocasión de contemplar en los últim siglos. Malva aún sentía el peligro rozándole la piel y, por tant difícilmente podía colocarse en el lugar de Alexei y sentir un fascinación similar a la que él experimentaba ante sus hallazgos —No lo dudo, Álex. Reconozco que es emocionante; pe creo que deberíamos preocuparnos un poco más por nuest propia suerte. —Claro. Tranquila. Será solo un minuto. Había allí unos vasos canopes tan grandes que podrí albergar las entrañas de un atlante. Y una preciosa cuadriga. Y juguetes. Una especie de casa de muñecas, con figuritas d barro cocido. Algo más allá, un espectacular sarcófago de madera. En tapa estaba representada una mujer joven, con el pelo lis perfectamente aceitado, y unos ojos enormes, orlados máscara negra. El ataúd se hallaba vacío, pero exhibía u etiqueta: http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 162/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com DB320/0109 AHMOSE HENUTEMIPET DEIR EL-BAHARI —Debe de tratarse de una de las princesas encontradas en escondite de Deir el-Bahari. Fíjate en sus ojos. Parece que n esté mirando. —Posiblemente te mira a ti —dijo Malva—. Seguro que es primera vez que ve a un ruso de cerca. Había otras muchas, muchísimas cajas de madera, tod etiquetadas. KV35/044 TUTHMOSE IV TEBAS —Ka, uve: King's Valley —aclaró Alexei—. El Valle de lo Reyes. KV62/771 ANKESEN-AMON (TUTANKAMON) TEBAS —¡Sopla! —exclamó Malva, al leer el nombre d conocidísimo faraón—. ¿Es el mismo Tutankamón que yo creo —Claro. —¿Y lo tienen aquí? http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 163/217 — , . procedentes de su tumba. En el centro de la cámara, apoyado sobre unas traviesas ferrocarril, reposaba un cajón de considerables dimensiones. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com EFERTARI (PINEDJEM I) AHMOSE-NDB320/19A —De, be, trescientos veinte —musitó Alexei, señalando etiqueta. Deir el-Bahari, de nuevo. Un yacimiento magnífic Más de cuarenta momias reales fueron escondidas en la tum de la familia del faraón-sacerdote Pinedjem primero. Entre ella las de Amenhotep, Ramsés segundo, Seti primero y la misterio Dama Joven, que se cree puede ser Nefertiti. El tono del joven ruso revelaba continuamente, en cada sílab una profunda y constante admiración hacia todo lo que ib encontrando. Y sus hallazgos no parecían tener fin. TA26/0032 PAATENEMHEB AMENOFIS IV (AKENATÓN) DP01/476 IMHOTEP (DJESER) SAQQARA Apoyada sobre pared deltoloméico fondo reposaba estela funeraria della eriodo formadaunaorenorm vari http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 164/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com piezas de madera de tejo fijadas sobre anclajes. También friso de piedra caliza de más de siete metros de largo. Tr columnas, una con forma de loto gigante. Una máscara funera de la época romana. Una mesa para jugar al senet. Un capitel el quedepodía la diosa Hator, con susdecaracterístic orejas vaca.verse Una acabeza de Anubis, hecha un mater ligero como el cartónpiedra. Un sonajero que todavía sonab Una pequeña barca. Lanzas, escudos, un arpa, un laúd, u trompeta, un cuerno de bronce de casi tres metros… EL SONIDO Fue entonces, en ese preciso instante, cuando oyeron aqu sonido que les heló la sangre en las venas: El de una compuer cerrándose con de contundencia. Un escalofrío deAlex arri abajo el cuerpo Malva, mientras buscaba larecorrió mirada de con la suya, sin conseguir encontrarla en medio de aque oscuridad, solo rasgada por el haz de la linterna. —Oh, no… —gimió la chica—. Eso ha sonado como si… También al ruso se le había acelerado el pulso. Cogió a Mal de la mano y, alumbrándose con la linterna, deshicieron amb con rapidez el camino hasta la puerta por la que habían entrad la que comunicaba con el despacho de don Jaime. Cuando llegaron a sus inmediaciones, comprobaron q estaba cerrada. El joven Vostok iluminó de inmediato contorno. A primera había alguno. —Es ero ue ha vista, a una no forma deasidero abrir esta uerta desde a http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 165/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com dentro —murmuró Malva—. Porque si no es así… estam perdidos. Entonces, surgiendo de la oscuridad que los envolvía, les lleg una voz inesperada, que hizo gritar a la chica y obligó al ruso contener un alarido. —Sí puede abrirse, jovencita; pero, de todos modos, está perdidos. De inmediato, la luz de dos potentes linternas ilumin directamente sus rostros, deslumbrándolos por completo. —¡Antero, Mamulian! ¡Cogedlos! —dijo don Jaime a s secuaces. EL TALLER Tras abandonar cámara yprincipal, el despacho, hicieron a empellones por ellacorredor hastalosllegar a unaavanz puer metálica, con un ventanuco en forma de ojo de buey. —¿Qué tal va todo, Pablo? —preguntó el jefe, entrando en taller donde trabajaba el taxidermista. Urgel se encontraba de espaldas y no se molestó en volver para contestar. —Ya le he dicho que todo va bien, don Jaime. Le extraje s problemas todas las vísceras y la sangre. Ahora, tengo el cuerp aquí, en la bañera principal, cubierto de natrón. Cuatro seman sería tiempo suficiente para continuar con el proceso pero tenemospuede que abandonar durante algunos mese incluso ser mejor.las La instalaciones desecación será mucho más intens http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 166/217 casi perfecta. —Bien. Porque te traigo más trabajo. Aunque ni los chicos ni los dos empleados de don Jaim hicieron el menor ruido, algo debió de alertar al taxidermista qu de repente, frunció el ceño y se volvió. —¿Qué significa esto? —exclamó, abriendo mucho los oj tras los cristales verdosos de sus gafas—. ¿De dónde han salid estos chicos? —Eso me gustaría saber a mí —dijo el jefe—. Pero es claro que han visto y oído mucho más de lo que nos conviene 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com todos. Fue en ese momento cuando Malva y Alexei contemplar por primera vez el rostro de don Jaime. La sorpresa les hi abrir la boca de par en par. —Por algo me sonaba su voz —murmuró la chica—. Ust es… el dentista. —Doctor Jaime Aspid, especialista en estomatología co consulta abierta en el señorial, aunque descuidado, palacio Torresecas —dijo el hombre con cierta frivolidad—. En otr circunstancias estaría encantado de volver a verte, jovenci Pero no ha sido una buena idea por vuestra parte entrar en m dominios haber en sidoserio? previamente invitados. —¿Nosin hablará —le dijo, entonces, el tío de M —. Quiero decir: ¿No estará pensando realmente en acabar c estos dos chicos a sangre fría? La respuesta de Aspid resultó dura como el pedernal. —Lo que, desde luego, no puedo permitir de ninguna mane es que sigan vivos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 167/217 A Urgel se le erizaron todos los vellos del cuerpo. —Pues no cuente conmigo —dijo, tratando de aparentar u firmeza que no sentía—. Una cosa es participar en un negoc ilegal y otra, muy distinta, convertirme en cómplice de un crime El doctor Aspid se volvió como un ave rapaz hacia disecador. —¡Vaya, cuántos escrúpulos, de repente! Sin embargo, recuerdo que llegan tarde, Pablo. ¿Acaso te olvidas de que er encubridor, y por tanto cómplice, en la muerte de ese polic ruso? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Al escuchar Alexei Vostok sintió que el estómago s le daba la vuelta,aquello, como un calcetín. —¿Qué están diciendo? —preguntó con una voz que parecía la suya—. ¿Han matado al teniente Goliatkin? Jaime Aspid miró al muchacho y, luego, al taxidermista. —¿Lo ves, Pablo? ¿Ves cómo no nos queda otro remed que deshacernos de estos dos incómodos testigos? Se trata ellos o nosotros. Pablo Urgel conocía bien al doctor Aspid. Sabía lo poco qu le costaba apretar el gatillo. Lo poco que dudaba ante la muer de los demás. Lo había comprobado hacía apenas cuarenta ocho horas,antes condeel volarle policíalaruso, al que dioahora opción ni parpadear cabeza. Sabíanoque tampo dudaría. Que aquella pregunta retórica que acababa de formula en realidad era la sentencia de muerte para los dos chicos. A n ser que él hiciese algo inmediatamente. Había perdido ya segundo y quizá fuese demasiado tarde. Estaba utilizando una pala para minerales, con la que repar http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 168/217 e natr n so re e cuerpo s n v a e tenente o at n. on movimiento rápido, cargó con la herramienta una porción de sal y la arrojó con fuerza a la cara del dentista. Lo hizo justo a tiempo. Aspid ya alzaba el brazo para disparar sobre Alexei cuand se vio alcanzado por la ráfaga de polvo blanco. Algunos gran se introdujeron en su ojo derecho en el que, de inmediato, sint una fuerte quemazón. Disparó, pese a todo. Y acertó al ruso. Por suerte lo hizo e el brazo y el resultado quedó en un rasguño. De inmediato, 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com joven policíadeselaabalanzó sobreproyectil don Jaime, volvió estudiante a apretar eldegatillo pistola, cuyo esta qv acabó en el techo del taller. Antero Necromio y su ayudante abalanzaron a su vez contra el joven Vostok al tiempo que taxidermista les arrojaba con fuerza su pequeña pala de hierro atinaba en la frente del dueño de la tienda de ahumados salazones. Y aprovechando la confusión creada por unos y otros, Malv escapó. Fue visto y no visto. Los estampidos de los dos dispar parecieron darle alas. Vio una puerta entornada y, sin pensárse dos veces,como se lanzó hacia por la misma, la atravesó y sigu corriendo desesperada el laberinto de corredores q se abría ante ella, cambiando aleatoriamente de dirección cada intersección. Por fin, asfixiada por el esfuerzo y por el miedo, sintió cóm se le doblaban las rodillas; cayó de bruces y, desde el suel miró hacia atrás. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 169/217 a e a segua; pero a , ra a en m a e aque pas asustada y temblorosa, se sintió perdida y débil; y optó, en último esfuerzo, por refugiarse tras la primera puerta q encontrase abierta. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Aquel por mundo subterráneo regentado desde hac décadas el dentista Aspidcreado parecíay no tener fin. Malva Alexei ya habían podido constatar las enormes dimensiones d lugar al descender hasta el último sótano, el situado al nivel de cimentación. El segundo nivel de subsuelo, donde ahora encontraban, podía parecer menor a primera ya q estaba fragmentado en corredores, salas, vista, despachos almacenes, además de la parte que ocupaban los billar Antraca y la sala de calderas del antiguo cine Rialto; s embargo, seguía siendo grandísimo. Cuando parte de laenserenidad primero queMalva hizo fuerecuperó lanzar una mirada derredor. perdida, Y con e mirada descubrió en primer término una bellísima pieza de te de lino de casi tres metros de largo por uno y medio de anch sobre la que se había pintado una escena familiar. Se hallab colgada de la pared, protegida tras un cristal grueso, justo a derecha de la puerta de entrada a la sala; y exhib naturalmente, su correspondiente chapita. PSAMÉTICO I Y SU FAMILIA 664/610 AC XXVI DINASTÍA http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 170/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Al girar la vista hacia el centro de la estancia, la chica tuv que contener un nuevo escalofrío. Y ya había perdido la cuen de los que llevaba desde que decidió entrar junto a Alexei en tienda de salazones Antero Necromio. Esta vez, la causa estremecimiento fuedecontemplar en una urna de cristal, a dd pasos de donde se encontraba, una momia verdadera y aspecto nada tranquilizador, durmiendo su sueño eterno sobre parte inferior de un sarcófago antropomorfo. NECRÓMEDES III PENTANIPÓMENO 170/139 AC XXXII DINASTÍA ALEJANDRÍA en esta ocasióndeeluna inevitable rotulito. pue de Rezaba una momia reciente, época en la queSelastrataba, técnicas embalsamamiento casi se habían perdido y la tarea de quienes dedicaban a esos menesteres se limitaba a la utilización com conservante del betún de Judea procedente del lago Asfaltite como era conocido por entonces el Mar Muerto. Pese a ello, pese a ni siquiera estar vendada, la momia d sacerdote presentaba un aspecto impecable. La piel casi pétrea y de color oscurísimo; el cráneo rapad las orejas grandes, adornadas con pendientes; el rost alargado, duro, de facciones angulosas, rematado por u peculiar perilla. La boca, desproporcionadamente grande pe http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 171/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com de desdén; los ojos cerrados; los brazos cruzados sobre pecho, sosteniendo el kab, el bastón dorado, con franjas rojas verdes. Vestía una túnica blanca orlada de oro, como tambi de oro parecían las sandalias que calzaba. Una piel de leopard sobre los hombros. En definitiva, típica indumentaria de l sacerdotes sem, encargados de laslaceremonias rituales duran los enterramientos. Pese a la angustia, Malva no pudo evitar sentirse fascina por aquel muerto de dos mil años de antigüedad, que parec capaz de volver a la vida en cualquier momento. Fue al continuar con su examen del lugar cuando la atenaz de nuevo, una mala sensación. Y es que aquella parecía una sa de autopsias. En el centro, bajo lámparas ahora apagadas pero q prometían una catarata de luz, vio una mesa de piedra, con perímetro acanaladoir yescurriendo un orificio ahasta modo desagüe, sin du para que pudiese unde cubo la sangre y resto de los líquidos de los cadáveres. En la pared más cercana, un panel similar al que en los taller se utilizan para mantener en orden las herramientas; solo que este caso, se trataba de instrumental quirúrgico: Desde pinzas escalpelos hasta berbiquíes y sierras para huesos. En las otras paredes, varias láminas: De complet Anathomiae de Nicola G. Homúnculo. Y un curioso dibujo, u original de Francis Meléndez representando a un diverti esqueleto en plena danza de la muerte, dedicado personalmen porEnsuun autor a donaledaño Pablo Urgel. cuarto se arado de la sala rinci al or http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 172/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com umbral sin puerta, Malva descubrió otras momias humanas, mal estado y despojadas de toda clase de ornamentos. procedencia solo podía establecerse por un tosco rótulo escr a mano sobre un cartón. Si había que hacer caso de e anotación procedían yacimiento de Dush. Esta claro que apresurada, se trataba de un lote del inservible. Quizá pendiente restaurar. Y, algo más allá, dos espectaculares momias de cocodrilo del Nilo, de un tamaño desmesurado. De regreso a la sala principal, realizó la chica su últim descubrimiento, el que nunca querría haber llevado a cabo. L confirmación de lo que parecía evidente desde hacía un minutos pero que aún confiaba en poder considerar un error. Cuidadosamente plegada, dentro de una cesta de mimbr Malva vio una muda completa de ropa de caballero. El traje gr la camisa con la el corbata cuello manchado de sangre, los zapat negros deblanca cordones, de rayas claramente pasada moda… Por separado, eran prendas que podían pertenecer cualquiera. Pero el conjunto de todas ellas, Malva supo inmediato que solo podía componer la indumentaria de Vladim Goliatkin. No había resquicio para la duda. Y aun en ese caso, le habría bastado rebuscar en los bolsill de la chaqueta para encontrar la cartera con la documentaci en ruso y la placa de teniente de la policía de San Petersburgo. Apenas unos segundos después del hallazgo, una bocana líquida entrañas.y ardiente le subió hasta la garganta procedente de l http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 173/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Acto seguido, fue consciente de lo infinitamente cansada q estaba. Sin conseguir apartar la vista del contenido de la ces de mimbre, Malva se dejó caer mansamente en el suelo, rodillas, hasta terminar recostada, el hombro derecho apoya contra la pared. En esa postura un tanto absurda, no pudo evit echarse a llorar. Empezaba a comprender que la aventura —emocionan hasta divertida en un principio— había pasado a convertirse drama y amenazaba con terminar en tragedia. Vladimir Goliatk estaba muerto. Y quizá en esos momentos también Alexei y tíoElla de Max Urgel habían corrido ya su misma suerte. Y ella… se encontraba allí, indefensa, metida hasta lo m profundo en las fauces de la fiera, sin saber qué hacer. L secuaces de Aspid le habían quitado el teléfono y cada minu que pasaba, aumentaba la posibilidad de que aquellos hombr apareciesen detrás de una pistola cargada con balas q llevaban su nombre. Ya no era una broma. Ya no era un juego. Ya no era un aventura ni una novela. Ya no era divertido ni emocionante. —No puedo más… —gimió, deseando que aquello termina lo antes posible, del modo que fuera. BAR CHOTIS En cuanto salimos a la calle, tras abandonar la sede de l amigos del SEAT 600, nos dirigimos al bar Chotis, justo enfren del palacio, desde donde podíamos vigilar tanto su entrada com http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 174/217 las de los billares, la tienda de ahumados y la farmacia. —¿Qué hacemos ahora? —preguntó Gerardo, escudriñando fachada a través de la cristalera del bar. —No lo sé —admití, mientras llamaba por tercera vez, sin éxi al número de teléfono de Malva—. ¡Y sigue sin contestar! ¿Q demonios estará ocurriendo? Al contrario de lo que sucedía mientras saltábamos como gat por los tejados del palacio, en estos momentos era Max qui parecía más sereno. —La última vez que hablaste con ella nos advirtió de que l 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com moteros nos pisaban los talones —recordó—. Eso significa q Malva y el ruso habían conseguido llegar hasta los sótanos d palacio. Y supongo que lo habían hecho a través del almacén de tienda de salazones. Antes de separarnos, Malva dijo que parecía sospechosa… y, como siempre, debió de acertar. E tienda, y no los billares Antraca, tiene que ser la tapadera d negocio que se oculta en el subsuelo del palacio. Lo que l policías rusos vinieron a investigar. —Vale. Supongamos que tienes razón, Max. La cuestión e ¿Qué hacemos? —¿Por qué no intentamos seguir sus pasos? —propuso Bie —. Los de Malva y el ruso, digo. Intentemos entrar en la tienda d pescado seco por la puerta del almacén, la que da al callej lateral. A ver si damos con ellos. —No me gusta ni un pelo —reconocí de inmediato—. Si los la banda han descubierto a Malva y al ruso, que es lo m probable, ahora estarán sobre aviso. Nos estaríamos jugando pellejo de un modo estúpido. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 175/217 —Entonces ¿qué? ¿Nos quedamos cruzados de brazos? —Podemos intentar otra cosa —propuse. —¿El qué? —Una maniobra de distracción. Tal vez podamos atraer atención de la gente que trabaja en la tienda de salazones; creamos cierta confusión quizá eso ayude a Malva y Alexei escapar o nos permita a nosotros encontrar el modo de entrar s ser vistos. —¿Y… en qué tipo de maniobra de distracción estás pensan esta vez? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com UNA CARCAJADA El doctor Aspid apretaba los dientes de tal modo que l músculos maseteros le habían palidecido claramente. Y lo hac mientras apuntaba al taxidermista con su pistola, temblan peligrosamente de ira. —No sé por qué no te vuelo la cabeza, Urgel —masculló— Quizá aún conservo la esperanza de que te comportes de u modo razonable para no echar por tierra nuestro negocio p culpa de estos críos.de estos críos, don Jaime —replicó Pab —No se trata Urgel, aparentando una calma que no sentía—. Es la polic rusa. Nos han pillado. —¡Bobadas! —bramó el dentista—. ¡Nadie nos ha pillad ¡El policía ruso venía solo y dio con nosotros por pu casualidad! ¡Estoy convencido de eso! Y ahora que h http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 176/217 esaparec o, que se a convert o en una moma mpos e identificar, el peligro ha pasado. —Se olvida de los dos chicos —le recordó Urgel, señaland con las cejas al joven ruso, que permanecía maniatado y silencio en uno de los rincones de la sala—. Ellos ahora lo sab todo. ¿También piensa matarlos y convertirlos en momias? E ese caso, tendrá que hacerlo usted mismo, porque yo ya no v a ayudarle. —Claro que lo haré, si es preciso; pero, antes, quiero sab qué ha sido exactamente lo que los ha traído aquí. Necesi 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com averiguar sobreespañola, nuestra que organizació pero, sobrecuánto todo, saben cuánto los saberusos la policía es la q me preocupa de verdad. —¿Y cómo piensa hacer eso? El doctor Aspid consultó su reloj. —Dentro de diez minutos tendré tumbado en el sillón de consulta al inspector Bareta. Los sacamuelas tenemos fama ser buenos conversadores y con la ayuda de un poco de gas la risa no me resultará muy difícil sonsacarle al inspector todo que sepa sobre el estado en que se encuentra la investigación. En ese momento, irrumpió de nuevo en la sala Ante Necromio, acompañado de su de ayudante, el había hombre al q llamaban Mamulian. El vendedor bacalao se cubierto herida de la frente con un apósito. —Lo siento, doctor Aspid. No encontramos a esa condena chica por ningún lado. —¡Maldita sea! —bramó el dentista—. ¿Cómo es posibl ¡Definitivamente, estoy rodeado de ineptos! http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 177/217 — ompr n a o. ue e a erse escon o en m recoveco Usted sabe que esto es muy grande. Lo que está claro es que n ha podido escapar. Las salidas están condenadas y ya no qued nadie más que nosotros en las instalaciones. Jaime Aspid hizo rechinar los dientes emitiendo un sonido qu puso los pelos de punta a todos. —Bien. Yo voy a abrir la consulta, que ya es la hora. E fundamental no despertar sospechas. En lo posible, todo de seguir igual, como si nada raro ocurriese. —A esta hora, mi sobrino y sus amigos estarán llegando 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com palacio queaparezco, yo les abra la puerta de mi taller —dijo Pab Urgel—.para Si no podrían sospechar. —¿Y qué pretendes? ¿Qué te deje salir de aquí, sin má quizá con la promesa de que volverás mansamente en cuanto l hayas dejado organizado el trabajo a esos tres chicos? ¡Vamo Pablo! ¿Me tomas por tonto? Cuando vean que no aparece esperarán un rato y luego se marcharán, encantados de no ten que trabajar esta tarde. — Yo no estaría tan seguro de eso, doctor Aspid. El dentista se volvió hacia Vostok, que era quien acababa d hablar. Aquí todo el mundo que vigila opina por—¡Vaya, lo visto.hombre! Anda, chaval, cierra la boca.tiene Tú, algo Antero, estos dos hasta que yo vuelva. Y Mamulian, que siga buscand a la chica. Voy a abrir la consulta. —Bien, jefe. —¡No se entera usted de nada, doctor Aspid! —gri entonces el joven ruso—. Tiene sobre sí un problema much http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 178/217 5/26/2018 . Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com sería… soltarme. Jaime Aspid parpadeó durante unos segundos, ca estupefacto por el atrevimiento del muchacho. A continuación, estalló en una larga y burlona carcajada. MANIOBRA DE DESPISTE —Ahí está. Vamos. El pequeño y antediluviano camión Ford, con la rotulaci ‹‹Ahumados y salazones Antero Necromio›› en los laterales de caja, aparentemente dormitaba, apoyada su parte trasera en pequeño muelle de carga situado en el lateral del palacio, cuan Biela, Urgel y yo nos acercamos hasta él de un modo q consideramos disimulado; aunque quizá no lo fuera tanto, ni muc menos. —¿Podrás ponerlo en marcha? Max Urgel enarboló de inmediato una de sus ganzúas. —La duda ofende, amigo Biela. Será pan comido. La pregun es: ¿Sabrás tú conducirlo? —La duda ofende, amigo Urgel. Yo sé conducir cualquier co que tenga ruedas y algunas que no las tienen. —A ello, pues. Nos adentramos en el estrecho callejón que, desde la calle Torresecas, separaba el palacio del edificio colindante y, al lleg junto al camión, Urgel comprobó que tenía cerradas las puertas. Pese a ello, medio minuto más tarde, se acomodaba, junto http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 179/217 , , permanecía sobre el muelle de carga, que tenía cerrada la persia metálica de acceso, atento a cualquier incidencia o a la aparici de alguno de los malhechores; pero nada ocurrió. De inmediato, Max puso el contacto, Gerardo conectó l 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com calentadores y, tras unos segundos de espera, el motor dies arrancó sin problemas. —¡Vamos, sube! —me gritó Biela. Me apoyé en el escalón de la cabina y me sujeté al soporte d espejo retrovisor. —¡Nos vamos! —exclamó nuestro enorme amigo. Arrancó y enfilamos la salida del callejón. Pero antes de llegar a la intersección de las dos vías, le pe que se detuviera. —Frena. Frena, Gerardo. —¿Qué pasa? Yo no había dejado de mirar hacia atrás, hacia el muelle d carga. —Esperaba que saliese alguien en nuestra persecución. Q hubiese gritos, carreras y amenazas. Y aquí no pasa nada. —¿Y qué? —Hombre, Gerardo. Es que si nadie se da cuenta de que n llevamos el camión, ya me dirás qué birria de maniobra distracción es esta. —Ah, claro, claro… ¿Y qué hacemos, entonces? ¿Toco bocina para avisarlos? Va a quedar un poco raro. —A lo mejor no hay nadie —aventuró Max—. La tienda es cerrada; la persiana del almacén, también. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 180/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Biela y Urgel se quedaron mirándome, quizá esperando que mismo respondiese a mi pregunta. Pero no teníamos respues claro. —Voy a entrar en ese almacén —decidí, de repente, de mo nada reflexivo—. Tengo que buscar a Malva y a Alexei. —Te acompaño —dijo Max, abriendo la puerta de la cabina d camión. —No. Prefiero ir solo. Sigo pensando que puede ser peligroso. —No puede ser más peligroso que huir de los moteros d Málaga saltando tejados. Sonreí. —Vete a saber. Pero insisto en ir solo. Tú, ábreme la puerta d almacén y luego ve con Gerardo a aparcar el camión a un par manzanas de aquí. Y permaneced atentos por si os llamo al móv Max secon acercó la cerraja de la persiana metálica y manipuló una dehasta sus ganzúas. —¿Qué pasa? ¿Por qué tardas tanto? —Lo siento. No puedo abrirla. —Pensaba que no había cerraja que se te resistiese. —Y no la hay. Pero no es problema de la cerraja. Es que h bloqueado la persiana desde dentro, con un pasador o unas barr de seguridad. —De modo que no podemos entrar. —Yo no he dicho eso —murmuró Max, alejándose de la facha y mirando hacia lo alto. Luego, se dirigió hacia Gerardo. —Retrocede. Tienesredonda que maniobrar justo bajo esa ventana que se veelahícamión arriba. hasta coloca http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 181/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —A que nos pillan… —Date prisa y no nos pillarán. Biela maniobró el camioncito siguiendo las indicaciones Urgel y así yo, tras haber trepado hasta el techo de la caja, pu alcanzar la ventana. —Seguro que al abrirla suena una alarma —vaticiné. —No lo creo —me tranquilizó Max—. El principal problema se la altura. Está a más de cuatro metros del suelo y según lo q haya al otro lado, te puedes romper una pierna saltando desde a al interior del almacén. Justo debajo de la ventana no había nada, así que el sa resultó largo pero limpio. Y salió bien. ATROPELLO Tras ver desaparecer a Nicolás por el ventanuco redondo, hijo del cerrajero corrió a la cabina del camión. —¡Dale! Gerardo Biela, al que la espera había puesto tremendamen nervioso, fondo. En un santiamén, recorrió elaceleró callejón,a que se estrechaba conforme else camionce acercaba su confluencia con la calle de Torresecas. En los últimos metro las paredes de los dos edificios casi rozaban los laterales de caja del camión. Justo cuando llegaban a la intersección, un peatón aparec insospechadamente por la derecha y a punto estuvieron http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 182/217 llevárselo por delante. —¡Cuidado, Biela! —gritó Max—. ¡Madre mía, madre m ¡Casi te cargas a ese tipo! —¿Quién iba a pensar que andaría alguien por aquí a est horas? ¡Fo! ¡Las maldiciones que nos debe de estar echando, pobre hombre! —supuso Gerardo, lanzando un vistazo rápid por el retrovisor—. Por cierto… ¿A ti no te sonaba su cara? —Ahora que lo dices… sí. Pero no sé de qué. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com LA SACERDOTISA Malva se abrazó a sí misma. Tenía frío. No sabía si realmen había bajado la temperatura de la sala o era que el miedo estaba empezando a helar la sangre. Siempre se había tenido por una persona resuelta, inteligente capaz de pensar con sensatez; pero ahora se sentía torpe confusa. Necesitaba librarse de aquella angustia o no lograr razonar con la frialdad suficiente. La momia del sacerdote Necrómedes parecía respirar. ‹‹¿Qué es preferible? —se preguntó Malva—. ¿Buscar buen esconditedesde y esperar Nicolása yrescatarme sus amigoso,resuelv la situación fueraa yquevengan por contrario, tratar de escapar por mis propios medios?››. Ninguna de las dos opciones la convencía; pero estaba cla que lo más fácil era no hacer nada y dejar pasar el tiempo. Sa ahí fuera de nuevo, al intrincado laberinto que suponían l corredores subterráneos del palacio, era la opción que http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 183/217 pro uc a mayor rec azo. o re to o, porque nc ua a un t p con una pistola dispuesto a disparar sobre ella. Estaba decidido. De momento, se quedaría allí, aguardand acontecimientos. Pero tenía que esconderse. Si los mal irrumpían en la sala, no podía contar con hacerse invisible. Comenzó a buscar dónde ocultarse y cuando empezaba desesperar de hallar un buen escondite, se le ocurrió una ide una idea aparentemente descabellada pero que no logró sustitu por otra mejor. Finalmente, se convenció de que sí, de q podía ser una buena opción. La duda fue entonces si se 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com capaz, si tendría valor rápido. para llevarla El tiempo pasaba Sabíaadelante. que cuanto más tardase decidirse, más aumentaban las posibilidades de ser descubierta —Vamos —se dijo. Se sintió un poco mejor. Volvía a ser la de antes. Volvía a se la chica resuelta que siempre tenía un plan. En esta ocasión, plan disparatado, seguramente; pero aun así, era mejor q nada. Levantaría la urna de policarbonato que cubría los restos d sacerdote egipcio. Lo desnudaría de sus adornos y ropaje Llevaría la momia junto a las otras, las que se amontonaban en sala contigua.III Pentanipómeno, Se vestiría ellaocultaría mismasucon ropasde l Necrómedes cara las con una máscaras que allí se exhibían, y se tumbaría en el sarcófago. A primera vista, podía parecer absurdo pero pensó qu contaba con el factor de lo inesperado para que nadie se die cuenta del cambio de momia. Quién lo iba a imaginar. Durante los siguientes diez minutos llevó adelante su pla http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 184/217 o o como o a a pensa o. po car ona o e a urna e ligero como el corcho, así que, tras soltar unos sencillos anclaje pudo alzarlo sin problemas y apartarlo lejos. Y también lo era momia. Ligerísima. Como si estuviese hueca. La trató con sum cuidado, colocándola sobre una pieza de lienzo y arrastrándo hasta la estancia contigua. Se colocó sus vestiduras. No le impresionó hacerlo, tumbarse en el sarcófago. Quizá si hubiese tenido que poner tapa, habría sido otra cosa, pero aquello era casi como echar a dormir sobre el duro suelo en una noche de camping. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com AMIGO O ENEMIGO Apenas diez minutos después de haber adoptado personalidad del difunto sacerdote sem, notó cómo algui hurgaba en la puerta de la sala hasta conseguir abrirla. Malva contuvo la respiración. Escuchó pasos que recorrían estancia. Tuvo la certeza de que el recién llegado buscab algo… o a alguien. Le escuchó abrir y cerrar puertas, retir obstáculos. percató aspecto más tras comprometido y dé de Se su plan. Alentonces mantenerdel oculto el rostro la máscara dorad no podía ver lo que ocurría en la sala. No tenía medio averiguar si quien acababa de entrar era amigo o enemigo; había llegado para salvarla o para acabar con ella. Necesita que el propio recién llegado se descubriese. Ella, desde lueg no estaba dispuesta a echar por tierra su magnífica estrategia http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 185/217 . ‹‹Vamos, di algo —pensó Malva, furiosamente—. Déjam saber quién eres. Solo necesito dos palabras. Solo dos sílaba Un carraspeo. Un suspiro…›› Pero la pista que Malva necesitaba no acababa de llegar. desconocido se marchaba. Aún La echóabrió un último a la sa antes de dirigirse a la puerta. y salióvistazo al pasillo. detuvo, de pronto, fruncido el ceño, como si hubiese sido cap de oír los pensamientos de la chica. Tras veinte interminabl segundos de silencio, el misterioso visitante regresó al interior 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com la estancia. —¿Malva? El corazón de la chica dio un vuelco. La voz insistió. —Malva, ¿estás aquí? CARGA Y DESCARGA Gerardo Biela aparcó el camioncito dos calles más allá, en de la Torre Nueva, en una zona reservada para carga descarga. —¡Demonios! entonces Urgel—. ¡Ya sé quién e el tipo al que casi —exclamó atropellamos! —¿Quién? —¡El padrino de Nico! El policía. Biela abrió levemente la boca. —¡Es verdad! Dijo que hoy tenía cita con su dentista, aqu fulano con cara de lagarto. Seguro que ahora se dirigía hacia al http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 186/217 — . , encontrarle. —De momento, vámonos al bar Chotis, a esperar la llama de Nico. —¿Y si no llama? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —¡No me nervioso, Si no en llama, pensaremos quépongas hacer; pero deja deGerardo! ponerte siempre lo peo ¿quieres? —Vale, vale… EL GAS DE LA RISA —Adelante, señor Bareta —dijo Amparo, la enfermera ayudante del doctor Aspid—. Siéntese en el sillón, haga el favo —Gracias. —¿Tiene mucho dolor? Lo digo porque trae usted muy ma cara. —Pues sí. Me duele una barbaridad. Sobre todo, desde ha veinticuatro horas. Y, encima, me acabo de dar un susto d muerte. Casi me atropella una camioneta que salía del callejón toda leche. ¡Huy…! Perdone por la expresión. —¡Bah…! No se preocupe. En la consulta de un dentista escuchan toda clase de palabras malsonantes. Póngase cómod El doctor no tardará en venir. Piense que, cuando salga de aqu dentro de un rato, el sufrimiento habrá cesado. ‹‹Hay que ver las cosas tan raras que dice esta mujer››, pen Germán Bareta, mientras se recostaba en el sillón del dentista. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 187/217 , cerradura y de la puerta del piso abriéndose y cerrándose. Ca de inmediato, hizo su aparición Jaime Aspid. Saludó, sonrió, fu a cambiar la chaqueta por la bata blanca, se lav escrupulosamente las manos y, por fin, se acomodó en 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com taburete giratorio, a la derecha sillóneldel paciente. Escuchó la historia que ledel contó policía sobre cómo pasado fin de semana había sido para él un suplicio dental comenzó la inspección. —En efecto, tiene una muela picada. Ha de dolerle mucho la fuerza. —No sabe usted cuánto, doctor —dijo Bareta, esforzándo por pronunciar con corrección pese a los manejos que el doct estaba llevando a cabo sobre sus labios y boca. —Bueno, pues vamos a ello. Voy a anestesiarle con óxid nitroso —dijo el médico, colocándole sobre boca y nariz u mascarilla comprimido.conectada a una pequeña bombona para g —¿No me pincha en la encía, como siempre? El odontólogo carraspeó largamente, para darse tiempo elaborar una respuesta convincente. —No, esta vez no. Es que… cambié hace poco de marca anestesia y parece que algunos pacientes presentan con e ligeros problemas alérgicos, así que… he decidido devolver toda y, mientras me envían una partida nueva, estoy usando óxido nitroso. —Es lo que llaman el gas de la risa. ¿No es así? —Sí. Hace unos años se utilizaba mucho, pero se descubr http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 188/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com embargo, administrado esporádicamente sustituye con ventaja las anestesias. —¿Es como el cloroformo? Aspid rió suavemente. —No, no sedesaparecerá preocupe. No perderá ustedsentirá el conocimient Simplemente, el dolor. Pronto cómo ent en un estado de… de cierta indolencia, en el que todo importará un pimiento, por decirlo de modo sencillo. En fondo, es lo más parecido a la felicidad. Jaime Aspid abrió la espita de la bombona. Esperó un segundos y retiró la mascarilla de la boca de Bareta. —Ya está. ¿Cómo se encuentra? ¿Aún siente dolor? El policía esbozó una sonrisa bobalicona. —¡Ji, ji…! No, doctor. Ya, no. Esto es… maravilloso. UN BOTIJO —¿Malva? —dije en tono quedo—. ¿Estás aquí, Malva? Llevaba cerca de diez minutos recorriendo con cautela pasill interminables, iluminados con luces de emergencia que ocasiones parpadeaban creando una molestísima sensación irrealidad. La mayoría de las puertas que encontraba en mi cami se hallaban cerradas y empezaba a pensar que había hecho m impidiendo que Max me acompañase. Con su ayuda y la de s ganzúas, todo habría sido más fácil. De cuando cuando, hallaba encontrar alguna estancia q examinaba con en rapidez, esperando a Malva.abierta, También http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 189/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alexei, claro, aunque la suerte que él hubiese corrido me importa muchísimo menos. —Malva, soy yo, Nicolás —susurré—. Si estás escondi puedes salir. No hay peligro. Aguardé unos segundos una respuesta que no llegó y volví salir al pasillo dispuesto a continuar mi búsqueda. Al hacerlo, me tropecé con un tipo muy bajo pero anchísimo espaldas, que se acercaba por el corredor. Durante un instante m invadió el pánico. Estuve a punto de salir huyendo. Por suerte, lo hice. —¡Eh! ¿Quién eres tú? Miré al tipo de arriba abajo, mientras simulaba cerrar la pue con llave. —Nicolás. De la… sección de taxidermia. ¿Y tú? El tipo parpadeó. No parecía tener muchas luces. —Yo soy Mamulian. El ayudante del señor Necromio. —Ah, sí, ya… ya había oído hablar de ti. Pero me parece que habíamos coincidido hasta ahora. —No. Creo que no. Oye, ¿no habrás visto por ahí a una chic Una chica morena, de pelo corto. Muy guapa. El corazón se me aceleró al escuchar la descripción de Malva. —Pues… no. Hace rato que no veo a nadie. ¿Por qué? —Porque el doctor Aspid me ha mandado a buscarla. Yo iba de sorpresa en sorpresa. —El doctor Aspid, ¿eh? —Sí. El jefe en persona. —Ya, ya… es que estás todavía aquí? El doctor ha ordena —Peroya, ¿cómo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 190/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com hace ya rato desalojar las instalaciones. —¿Ah, sí? Pues no me he enterado. Ahora me explico lo d camión. —¿Qué pasa con el camión? —Que hace un rato he visto cómo alguien se lo llevaba a to prisa. Mamulian, sorprendido, colocó sus brazos en jarras. No sé p qué, me recordó a un botijo. —¿Qué dices? —exclamó—. ¿Que se han llevado el camió ¡Pero si aún estaba dentro el último envío que teníamos que lleva la agencia! ¡Ay, madre…! Ya verás la bronca que le va a echar jefe al señor Necromio. Y cuando al señor Necromio le cae u bronca, a mí me cae otra, aún más gorda. —Vaya. Lo siento, amigo Mamulian. —Voy a dar aviso de inmediato. —Y yo me voy enseguida. Recojo dos cosas y me largo. —Recuerda: no debemos volver por aquí hasta nueva orden. —Ya. Pero… seguiremos cobrando nuestro sueldo, ¿no? —Hombre, como está mandado… Cuando Mamulian se alejó pasillo adelante, yo estaba sudan frío. Lo cierto es que había tenido una suerte colosal en aqu encuentro. Además de no haber despertado las sospechas d ayudante de Necromio, ahora sabía que Malva se les hab escapado y andaba por algún lugar de aquel mundo subterráneo. fuese capaz de encontrarla y sacarla de allí, sin duda m posibilidades de ligar con ella aumentarían de forma considerable La siguiente puerta estaba también abierta. Era una sala grand http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 191/217 la más grande de las que había visto hasta ahora. Como todas l anteriores, atestada de material diverso y de aparatos cuya funci era un misterio para mí. —¿Malva? —volví a preguntar, en voz baja—. Malva, ¿est aquí? 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com LO INESPERADO Malva me reconoció. Y se incorporó de inmediato. —¡Estoy —exclamó—. Álex! Se retiró aquí! la máscara que le ¡Estoy cubría aquí, la cara y abandonó sarcófago, temblando. Y, temblando, corrió hasta echarse en lo brazos del ruso. Luego, abrazada a él, incapaz de contener por más tiempo, rompió a llorar, temblando como una hoj desencajada por la tensión sufrida. —¡Oh, Álex…! No sabes el miedo que he pasado. —Tranquila, tranquila… —le susurró el ruso al oíd apretándose contra ella, acariciándole la espalda. Permanecieron unos segundos en silencio, acompasando s respiraciones. —¿Estás —Sí. Sí, mejor? ya estoy mejor… Menos mal que has conseguid escapar tú también. ¡Oh, Dios…! He llegado a pensar qu habrías muerto. ¡Eh! ¡Estás herido! —Solo es un rasguño. —¿Cómo has logrado huir? —En realidad, ha sido fácil. El doctor Aspid tenía que abrir http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 192/217 consulta y, al quedarme solo con Necromio, he podid reducirle. —¡Estupendo! ¡Entonces, si Aspid no está, nos resultará fá salir de aquí! —Es posible que sí… —¡Pues vamos! Estoy deseando verme fuera de este lugar… El ruso no se movió. —Espera, espera. No tengas tanta prisa. Todavía está ayudante de Necromio recorriendo los pasillos. Y deberí cambiarte de ropa. No parece adecuado que salgas de aq 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com vestida sacerdote Malvadeasintió, consem. media sonrisa, y se dirigió hacia el cesto mimbre en que había dejado su ropa. —Por cierto… aquí… aquí están las cosas del tenien Goliatkin. Alexei Vostok frunció los labios antes de volver a hablar. —¿Ah, sí? Vaya… Pobre teniente Goliatkin. Malva detectó un tono extraño en la contestación de Alex pero no quiso darle importancia y siguió despojándose, aunq algo más lentamente, de los ropajes del faraón-sacerdote. ALGO VA MAL Justo cuando estaba en ropa interior, a punto de ponerse pantalón, percibió el movimiento del ruso a su espalda. No vio: Lo intuyó. Y tuvo la certeza de que algo iba ma Rematadamente mal. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 193/217 n un gesto apenas consc ente, a z a mano zquer a as colocarla sobre su garganta. Eso le salvó la vida. Oyó el sonid del cable cortando el aire y, de inmediato, sintió aquel inmen dolor sobre el dorso de la mano. Y cayó de rodillas. Alexei Vostok le había rodeado el cuello con un trozo d sirga metálica que llevaba consigo y que ahora apretaba c todas sus fuerzas. Malva no sintió miedo, realmente. Se sintió sorprendid Burlada. Y casi de inmediato, fue presa del odio. Inmersa en un oleada de ira. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Aún tenía la mano derecha de libre. Tanteó máscara de oro que acababa dejar juntohasta a lasencontrar ropas q había vestido. De reojo, localizó el pie de Vostok y lo golpe con la pesada pieza metálica a la altura del tobillo. Le oyó grit de dolor, pero la presión que ejercía en torno a su cuello apen disminuyó. —Me gusta tu coraje, Malva —le susurró Vostok, ca rozándole la nuca con los labios—. Nunca te rindes ¿eh? E está bien. Pero no va a impedir que acabe contigo. Malva se dio cuenta de que estaba perdida. Sin poder utiliz la mano izquierda, que seguía atrapada entre la sirga y su cuell sus de luchar contraniAlexei eran insignificantes. si laposibilidades retiraba, el ruso no tardaría un segundo en rebanarle cuello. Aun manteniéndola allí, empezaba a pensar qu efectivamente, estaba perdida. Que su muerte era solo cuesti de unos pocos segundos. Tuvo certeza de ello cuando vio pasar su vida por delante, un suspiro. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 194/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com UN GRITO En ese momento, oí un grito que me encabritó el corazón. N fue un alarido sino un grito corto, de dolor pero, eso sí, me lle con toda claridad. Procedía de muy cerca. Quizá de la sa contigua a aquella en que me encontraba. Aunque quien hab gritado no era Malva, supe que debía acudir a toda prisa. Salí corriendo al pasillo. La primera puerta, no. Pero sí segunda. Miré a través del ventanuco antes de entrar… y tuve q parpadear para creerlo. Allí estaba Malva, medio desnuda, y Vostok trataba estrangularla con una especie de cable metálico. Tuve que frotarme los ojos para asegurarme de que no trataba de un error de mi mente. UNA EXHALACIÓN Entro en la sala como una exhalación y el ruso me lanza reojo una mirada torva. En mi carrera hacia él, sobre la marc cojo un taburete de laboratorio con la intención de utilizarlo com arma. No tengo ni siquiera la oportunidad de intentarlo. Sin saber cómo, me encuentro volando por los aires aterrizando de espaldas en el suelo, y el dolor me corta http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 195/217 . Ahora recuerdo lo que dijo Biela sobre el ruso: Que pelea como el protagonista de una película de chinos. Está claro que puedo ser enemigo para él y sus técnicas de lucha aprendidas la academia de policía de San Petersburgo. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Al menos, con mi presencia, sí he logrado que sue momentáneamente a Malva, que sangra con abundancia por dorso de la mano izquierda. Mientras intento levantarme, veo al ruso que, tras recoger taburete, lo enarbola por las patas como si se tratase de u extraña maza. Siento llegar el golpe pero, milagrosamente, log esquivarlo en el último instante. El asiento de madera se ast ferozmente contra el suelo, a un palmo de mi cara. Desde posición pateo con desespero la pantorrilla de Vostok y lo ha trastabillar. Bien, ha caído junto a mí. Me lanzó sobre él, tratand de inmovilizarlo. Es inútil. No sé cómo, el ruso me voltea de nuev Por Dios, qué mal he caído. Este tipo me va a matar. Me sien muy mareado. Un golpe en el costado me nubla la vista. Otro en estómago me roba el último aliento. Ahora va a golpearme de nuevo, a placer, porque yo ya no pue ni defenderme. Me hago un ovillo y espero el fin. Ahí viene. Veo un destello dorado y creo que es el anuncio de la muert Pero no. Sigo respirando. Esta vez, el golpe se lo lleva él. Malva aparecido de improviso, cuando yo pensaba que habría intenta escapar, y le golpea con todas sus fuerzas, con rabia. Le golpe en la cara con un objeto dorado y, desde luego, contundente, q no acabo de reconocer. Podría ser una máscara de oro. M http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 196/217 . Pillado de lleno en su tumefacto ojo derecho, el dolor hace q Alexei se tambalee hasta clavar una rodilla en el suelo. M durante un instante a Malva, al tiempo que lanza un exabrupto ruso. Parece volverse loco. Ella intenta golpearle una segunda ve 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com él la esquiva. Yo casi no puedo respirar pero me doy cuenta de que es turno. Reuniendo todas mis fuerzas y toda mi voluntad, m abalanzo sobre el ruso. Esta vez sí, consigo derribarlo. De result del golpe recibido, está sangrando como un cerdo por la nariz. M mancho con su sangre, se revuelve, me golpea de nuevo con codo. Veo las estrellas, pero le he dado a Malva una nue oportunidad que ella no desaprovecha. Toma impulso y, esta ve el impacto con la pesada máscara dorada es brutal. El crujido los huesos de la cara del ruso me produce un escalofrío atroz. Mi mirada se cruza con la suya. El azul de sus ojos es más f que nunca; y justo en ese instante, se trastoca en blanco y, tr un titubeo… Alexei Vostok pierde el conocimiento y se desploma —Cerdo… —masculla Malva. Deja caer la máscara, salpicada de sangre, y viene hacia mí. S echa en mis brazos. Su abrazo me duele pero no quiero que aca nunca. Menos aún, cuando ella busca mis labios con los suyos me besa, intensamente, con desespero, hasta que un sollo inoportuno rompe el hechizo. —¿Estás bien, Nico? ¿Estás bien? Asiento con la cabeza. No consigo articular palabra. —Vámonos —dice—. Vámonos de aquí. La ayudo a vestirse. Su camiseta feminista y el pantal http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 197/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com calamidad, despeinada, los ojos enrojecidos, la sangre, el gesto dolor… Ahora ya no tengo duda de que es la chica más hermosa d planeta. EL TORNO —Así que el ruso ha desaparecido, ¿eh? —¡Ji, ji…! Pues sí, doctor. Desaparecido. ¡Plof! Se esfumado. ¡Ji! —Entonces, habrá una investigación. —Bueno… como siempre, claro. ¡Je, ji…! Si algui desaparece, se abre un expediente… —Pero este será un asunto grave, ¿no? El tipo venía misión oficial los va…! rusos pedirán —¡Qué va,yqué ¡Jia, jia!explicaciones. ¡Ahí está lo curioso. Es que tío había venido por su cuenta. Por hacerle un favor a un amig Nada de misión oficial. —¿No? —No. —¿Y a qué había venido, exactamente? —¡Y yo qué sé…! ¡Jia, jia…! ¡Pues anda que no e misterioso ni nada, el tipo… —¿No sabe usted lo que pretendía investigar? —Bueno, sí… Algo de unas momias, creo… pero no sé meEllodoctor decía en o para ara quesus yo me callara.La información Asserio id sonrió adentros. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 198/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Bareta le estaba proporcionando resultaba mucho m tranquilizadora de lo que había imaginado. Sonó entonces el timbre de la puerta. Amparo, la ayudan del doctor Aspid, acudió a abrir. —Buenas tardes. ¿Está el inspector Bareta? La enfermera miró primero al joven altísimo que le había hecho pregunta. Luego, al muchacho pelirrojo que lo acompañaba. —Pues… sí. Ahora está en la consulta del doctor. —Vamos a pasar, si no le importa —dije yo, asomando ent mis dos amigos. La ayudante del dentista retrocedió un paso, supongo q impresionada por mi aspecto lamentable. —Pero ahora no podéis… —Podemos. Es muy importante. Abrimos dos puertas antes de dar con el consultorio. —¡Inspector! —grité al verle tumbado en el sillón—. ¡El doc Aspid es el jefe de la banda! Bareta ni siquiera se dio por aludido. En cambio, el jefe alzó hacia nosotros una mirada feroz reaccionó con una rapidez endiablada. Saltó del taburete, colocó tras el sillón, sujetó la cabeza del inspector con un brazo con la otra mano, tomó el torno. De inmediato, lo puso funcionamiento a la máxima velocidad, acercando peligrosamen la fresa al ojo derecho de su paciente. —¡Quietos! Si dais un solo paso, le meteré el torno por el o ¿Me habéis oído? Y no solo quedará tuerto. Lo empujaré hasta http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 199/217 fondo. Hasta que le empiece a batir el cerebro como si fuera na montada. ¿Está claro? La perspectiva me encogió el estómago. Me detuve al momen y extendí los brazos para obligar a mis compañeros a hacer propio. Efectivamente, con aquel instrumento podía hacerle muc daño a mi padrino. Posiblemente, incluso acabar con su vida. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com ROTURA DE LA TENSIÓN Durante diezhabría segundos, Aspid y yo nos miramos fieramente. No sé qué pasado. Seguramente, la situación se hab tornado un tanto grotesca, teniendo en cuenta que un torno dentista no es precisamente un arma de bolsillo y no sé cómo doctor Aspid habría intentando mantener su ventaja. En cualquier caso, no hubo posibilidad de saberlo porque, digo, la tensión se deshizo a los diez segundos de su últim amenaza, cuando Malva, que se había quedado en el vestíbulo la consulta, localizó la caja de diferenciales y desconectó interruptor principal de la instalación eléctrica. De inmediato, el torno se detuvo mansamente y, por tanto, de de suponerCuando un instrumento lo miró un moment incrédulo. volvió a mortífero. alzar la Aspid vista, ya Gerardo Biela abalanzaba sobre él y lo dejaba fuera de combate del prim guantazo. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 200/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Epílogo —La organización liderada por el doctor Aspid en Zarago había propiciado la creación de otra red en Moscú y S Petersburgo, encargada de la promoción y distribución de s productos en museos de las repúblicas de la antigua Uni Soviética. —Quieres decir que el doctor Aspid tiene en Rusia una espec de sucursal de su negocio. Germán Bareta negó suavemente. Acababa de regresar de la comisaría de Centro, donde Alex Vostok, Jaime Aspid, Antero Necromio y Eubúlides Mamulia seguían siendo sometidos a interrogatorio. Las líneas principal del embrollo empezaban a estar claras y mi padrino se encontra deseoso de compartir la información con nosotros. —No, no, en absoluto —aclaró—. No parece que las d organizaciones estén relacionadas entre sí sino, más bien, que empresa rusa había surgido al calor de la española. Digamos q Aspid y sus secuaces comenzaron a ofertar sus productos diversos museos y, posteriormente, la mafia rusa, al percatarse las enormes posibilidades del negocio, decidió actuar com intermediaria. Se apropiaban de una buena parte del beneficio Aspid pero, a cambio, le proporcionaban muchísimos más client de los que él habría podido conseguir se ocupaban del transpo http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 201/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com y la entrega de las piezas. De hecho, Aspid, al parecer, no cono en persona a ninguno de los miembros de la organización rusa. eso, a pesar de que ya eran prácticamente sus únicos clientes. —De modo que tampoco conocía a Alexei Vostok. —No, claro que no. Hasta que el propio Vostok no le dijo quié era y que había sido enviado para vigilar a Goliatkin, Asp pensaba, como nosotros, que se trataba realmente de una espec de ayudante del teniente ruso. —Y no era eso, sino todo lo contrario. —Así es. Cuando los mafiosos rusos supieron que Vladim Goliatkin pensaba viajar a España para investigar el origen de falsa momia de San Petersburgo, temieron que pudiera acabar c la organización de Aspid, que les proporcionaba la materia prim para su negocio, así que lograron, a través de sus contactos en policía, que el joven Alexei Vostok lo acompañase. Pero la misió de Vostok era asegurarse de que Goliatkin volviese con las man vacías… o que no volviese. —Lo raro es que Goliatkin no sospechase de él. —Puede que sí lo hiciera. Recuerda qué pronto inten deshacerse de su compañía y llevar su investigación adelante solitario. En cualquier caso, Vostok tenía un disfraz perfecto. parecer es cierto casi todo cuanto nos ha dicho: Estudiante en escuela de policía, gran experto en el arte egipcio y, p descontado, su dominio del idioma español es un hecho. Solo le olvidó decirnos… que trabajaba para los malos. Malva, cogida de mi brazo, no había abierto la boca desde inicio oído. de la conversación; pero, de pronto, acercó sus labios a http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 202/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Lo siento… —susurró. —¿Qué sientes? —Estoy avergonzada. Ya sabes a lo que me refiero. Alexei m deslumbró desde el primer momento. No fui capaz de ver su dob juego. Pensé que también yo le gustaba a él y me dejé querer. —Seguro que así era. Cómo no ibas a gustarle. Otra cosa que, llegado el momento, Vostok no tuviese ningún problema rebanarte el cuello. Malva me miró a los ojos. —Qué borde eres… —me dijo, sonriendo. La investigación seguía su curso y avanzaba a pasos gigante. La organización de Aspid quedaría completamen desmantelada. El dentista iba a ser acusado de asesinato en persona del policía ruso. Y Vostok lo sería de intento de asesina y pertenencia a organización delictiva, entre otros delitos que a estaban por definir por parte del fiscal. La policía rusa tambi quería su parte del pastel y preparaba un buen número detenciones. —¿Y mi tío? —preguntó entonces Max, que tampoco hab despegado los labios hasta ahora. —Ya veremos —le respondió Bareta—. Su participación en l delitos relacionados con la falsificación o el tráfico de obras de a es muy clara. Pero en el caso de los delitos de sangre, aun sien cooperador del doctor Aspid, se tendrá en cuenta que actuación, sin duda, salvó la vida de Malva. De momento, ten entendido que el fiscal piensa solicitar al juez su libertad ba fianza. Cuando llegue el juicio, ya veremos. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 203/217 Nos habíamos reunido en el bar Chotis mientras la polic judicial seguía recorriendo los interminables sótanos del palacio Torresecas, poniendo al descubierto los entresijos de organización de Aspid. El trabajo de catalogación sería ingente. número de obras de arte, sarcófagos, momias y demás piez arqueológicas crecía y crecía conforme la policía lograba accede más salas y almacenes. En ese momento, un policía de uniforme se asomó a la pue del bar. —Inspector Bareta, el señor juez instructor dice que pue 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com usted pasar a reconocer las pertenencias del policía ruso. —Voy. Salimos los cinco y nos dirigimos al vestíbulo del antiguo cin donde el juez Carnicero había instalado su puesto de mando. La ropa de Goliatkin estaba en el mismo cesto de mimbre don ya Malva la había visto anteriormente. —Usted, sin duda —le dijo a Bareta el magistrado—, fue persona que más tiempo acompañó a la víctima desde que aterri en España hasta su muerte. —Seguramente, señoría. —¿Puede reconocer si esa es la ropa que vestía? Mi padrino alzó alguna de las prendas. —Sí, señoría. La reconozco. Era la ropa que usaba Goliatkin pasado viernes. —Son prendas muy vulgares. ¿Está seguro de lo que afirma? Bareta echó mano de nuevo al cesto y levantó unas gafas sol. —Estoy seguro, señoría. Y estas son mis gafas de sol. Se l http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 204/217 pres e pasa o vernes a en en e o a n. —Muy bien. Queda así declarado. —Por cierto, señoría… ¿puedo recuperar mis gafas? —Forman parte de la instrucción del sumario, inspector. Ust lo sabe. 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com —Lo sé, señoría, lo sé… Pero es que me costaron quince m pesetas y la luz cada vez me molesta más. Debe de ser cosa de edad. Seguro que ya se me ha escapado algún delincuente est últimos días por culpa del deslumbramiento. El magistrado chasqueó la lengua. —De acuerdo, Bareta. Dígales a los de criminalística que l hagan unas fotos antes de devolvérselas. —Gracias, señoría. Una vez que las fotografiaron, Germán Bareta se puso las gafa Al hacerlo, me pareció que se emocionaba intensamente. Ladeó la cabeza, inspiró profundamente y consultó su reloj. —Chicos —nos dijo—, mi turno acaba de terminar. Ya no esto de servicio. Me vuelvo al bar. Voy a tomarme un vodka con hielo e memoria de mi colega Vladimir Goliatkin. —Allá tú, padrino. Nosotros nos vamos a la piscina a pasar día, que promete ser de aúpa. —Cuidado con las quemaduras solares. —Llevamos protección total —dijo Gerardo. Echamos a andar por la calle de Torresecas, camino de la pla de España. Malva, deliberadamente, dejó que Biela y Urgel se n adelantaran unos pasos. Entonces, se volvió hacia mí. — http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 205/217 . —¿Yo? ¡Qué dices! Por si no lo recuerdas, fuiste tú la que de fuera de combate al ruso. No atendió a mis razones. Se detuvo, me miró a los ojos c intensidad, me agarró por la pechera y me atrajo hacia sí. Y m 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com besó en los labios de una forma nueva, contundente, que yo conocía; y que ya no estaba condicionada por la proximidad de muerte. El inspector Bareta, que cruzaba en ese momento la calle Torresecas camino del bar, se detuvo en mitad de la calzada, no miró, sonrió y siguió su camino. El beso de Malva sabía a canela, a menta fresca y a nu moscada. Y su sabor permaneció en mis labios durante el resto aquel largo y tórrido verano. El último verano del milenio. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 206/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Notas [1] Un duro = 5 pesetas. 30.000 duros = 150.000 pesetas = 900 euros aprox. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 207/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Sobre los autores José María Almárcegui nace en Zaragoza en 1960. H ejercido multitud de oficios, aunque el dibujo y el diseño so quizá, las actividades que le han acompañado m constantemente en su vida. Le apasionan la radio y el ciclism En la actualidad trabaja como técnico de sonido y montaj audiovisuales. En 1988 comenzó a colaborar como guionista más esporádicamente, como ilustrador) con Fernando Lalan Hasta la fecha han publicado juntos cerca de veinte títulos, c los que han conseguido, entre otros, la Mención de Honor d Premio Lazarillo y el Premio El Barco de Vapor. Fernando Lalana nace en Zaragoza en 1958. Tras estudi Derecho y realizar el servicio militar en Melilla, de donde saca ambiente y personajes para Morirás en Chafarinas, encami sus pasos hacia la literatura, que pronto se convierte en primera y única profesión, tras quedar finalista en 1981 d Premio El Barco de Vapor. Desde entonces, ha publicado m de noventa libros con las principales editoriales españolas y ganado numerosos premios, entre ellos, en tres ocasiones Gran Angular de novela, Mención de Honor del Premio Lazari y el Premio El Barco de Vapor. En 1991, el Ministerio d http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 208/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Cultura le concede el Premio Nacional de Literatura Infantil Juvenil por Morirás en Chafarinas, obra que fue llevada al ci en 1995. Está casado y tiene dos hijas: María e Isabel. Viven Zaragoza. Sobre las piedras que habitaron los romanos Cesaraugusta y los musulmanes de Medina Albaida. O sea, en Casco Viejo. En Alfaguara ha publicado Los hijos del truen La maldición del bronce, La muerte del cisne y Perpetuu mobile, ganadora del Premio Jaén 2006 de Narrativa Infantil Juvenil. http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 209/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com © Del texto: 2006, Fernando Lalana y José María Almárcegui © De Santillana esta edición: 2012, Ediciones Generales, S.L. Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Teléfono: 91 744 90 60 Telefax 91 744 92 24 www.librosalfaguarajuvenil.com ISBN ebook: 978-84-204-0452-3 Diseño de cubierta ebook: María Pérez-Aguilera Conversión ebook: Kiwitech Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma reproducción, distribución, comunicación pública y transformación esta obra sin contar con autorización de los titulares de propied intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y Código Penal). http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 210/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Alfaguara Juvenil es un sello editorial del Grupo Santillana www.librosalfaguarajuvenil.com Argentina www.librosalfaguarajuvenil.com/ar Av. Leandro N. Alem, 720 C 1001 Buenos Tel. (54AAP 11) 41 19 50Aires 00 Fax (54 11) 41 19 50 21 Bolivia www.librosalfaguarajuvenil.com/bo Calacoto, calle 13, n° 8078 La Paz Tel. (591 2) 279 22 78 Fax (591 2) 277 10 56 Chile www.librosalfaguarajuvenil.com/cl Dr. Aníbal Ariztía, 1444 Providencia Santiago de Chile Tel. (56 2) 384 30 00 Fax (56 2) 384 30 60 http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 211/217 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Colombia www.librosalfaguarajuvenil.com/co Carrera 11A, nº 98-50, oficina 501 Bogotá DC Tel. (571) 705 77 77 Costa Rica www.librosalfaguarajuvenil.com/cas La Uruca Del Edificio de Aviación Civil 200 metros Oeste San José de Costa Rica Tel. (506) 22 20 42 42 y 25 20 05 05 Fax (506) 22 20 13 20 Ecuador www.librosalfaguarajuvenil.com/ec Avda. Eloy Alfaro, N 33-347 y Avda. 6 de Diciembre Quito Tel. (593 2) 244 66 56 Fax (593 2) 244 87 91 El Salvador www.librosalfaguarajuvenil.com/can Siemens, 51 Zona Industrial Santa Elena Antiguo Cuscatlán - La Libertad Tel. 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(504) 239 98 84 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com México www.librosalfaguarajuvenil.com/mx Avenida Río Mixcoac, 274 Colonia Acacias 03240 Benito Juárez México D. F. Tel. (52 5) 554 20 75 30 Fax (52 5) 556 01 10 67 Panamá www.librosalfaguarajuvenil.com/cas Vía Transísmica, Urb. Industrial Orillac, Calle segunda, local 9 Ciudad de 261 Panamá Tel. (507) 29 95 Paraguay www.librosalfaguarajuvenil.com/py Avda. Venezuela, 276, entre Mariscal López y España Asunción Tel./fax (595 21) 213 294 y 214 983 Perú www.librosalfaguarajuvenil.com/pe Avda. Primavera 2160 http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf 214/217 ant ago e urco Lima 33 Tel. (51 1) 313 40 00 Fax (51 1) 313 40 01 5/26/2018 Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com Puerto Rico www.librosalfaguarajuvenil.com/mx Avda. Roosevelt, 1506 Guaynabo 00968 Tel. 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