Subido por reichita mendoza

pdfslide.net fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf

Anuncio
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
1/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
2/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Índice
Cubierta
Portadilla
Índice
Dedicatoria
Prefacio
Jueves,
junio
2000
Lunes, 322dedejulio
dede
2000
Jueves, 6 de julio de 2000
Viernes, 7 de julio de 2000 (San Fermín)
Sábado, 8 de julio de 2000
Domingo, 9 de julio de 2000
Lunes, 10 de julio de 2000
Epílogo
Notas
Sobre los autores
Créditos
Grupo Santillana
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
3/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
‹‹Serás como Ra, te alzarás y te acostarás eternamente
Del Libro de los Muert
de PTOLOMEO V EPÍFANE
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
4/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Prefacio
UN DIÁLOGO SOBRE CELSO MIRAPATIOS
—No sé si llegó a ser consciente de que, a los ojos de l
demás,
monstruo;
pero loescalofriante.
cierto es que
lo era.
para mí,era
sinun
duda.
Un monstruo
Y no
solo Inclu
por
monstruoso aspecto: flaco, altísimo y de manos enormes;
porque anduviese siempre gimiendo y babeando; o por el deta
de que le faltase un pedazo del cráneo. Yo creo que era u
monstruo, sobre todo, porque había llevado una vida digna
un monstruo, siempre coqueteando con la muerte.
—Coqueteando con la muerte. ¡Qué poético!
—Así es: Con su propia muerte y con la de los demás. A lo
diecisiete años se apuntó voluntario para luchar en la guerra ci
española del lado de los nacionales y fue allí, en el frente nor
cerca
de Alsasua,
le arrancó
la vida. donde la metralla de un obús de mortero ca
—Pero no murió entonces, claro está.
—No. La explosión solo le destrozó parte de la cabeza,
que le dejó ya para siempre mudo y medio lelo. Un capit
médico que debía de creerse pariente lejano del doct
Frankenstein, ordenó al herrero de un pueblo cercano forjar
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
5/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
boquete que el proyectil le había abierto aquí, en el parie
derecho, y por el que incluso había perdido parte de la ma
encefálica.
—Una decisión arriesgada.
—Según
se mire.
Lo ycierto
es que
no así…
tenía nimucho
q
perder.
En plena
batalla
con una
herida
él mism
habría dado un real por su vida. Inexplicablemen
milagrosamente quizá, sobrevivió a la intervención quirúrgica
al acabar la contienda, le sustituyeron la placa de hierro por u
de acero inoxidable en otra arriesgada operación. Inclu
apareció en los periódicos de la época como un éxito d
sistema sanitario del nuevo régimen instaurado por el gene
Franco. Por cierto que, años después, lo encontré trabajan
como bedel en la Facultad de Medicina.
—¿Al general Franco?
—¡No,
hombre…!
A
Mirapatios.
—Ah, ya decía yo…
—Se encargaba del cuidado de los cadáveres necesari
para las prácticas de disección del departamento de Anatom
Los traía y los llevaba, los limpiaba, y hasta remendaba a
manera los estragos que en ellos causaban los escalpelos de l
estudiantes menos diestros. Al final de cada curso, se encargab
de trasladar hasta el cementerio municipal los restos
inservibles. Hacía buenas migas con los sepultureros, que
consideraban uno de ellos, lo que resulta notable, pues l
enterradores conforman un gremio tremendamente corporativo
cerrado.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
6/217
—
—Hace unos… unos veinte años, calculo. Sí. A principios d
los ochenta. Por aquel entonces, en su carnet de identidad
aparecía como Celso Mirapatios. Era un nombre inventad
claro está. Mirapatios no era sino el apodo por el que
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
conocieron
los alumnos
del algunos
colegio de
los hermanos
marista
donde permaneció
durante
cursos
como vigilante
recreos. Y Celso era el nombre de aquel capitán médico que
salvó la vida en la guerra civil… o que le condenó a u
existencia que quizá no merecía haber llevado, según se mire.
—Entonces… ¿incluso usted ignora cuál era su verdade
nombre?
—Así es. Él lo había olvidado y no poseía documento algu
que lo aclarase. Nunca supe dónde nació, ni su edad exacta,
si tenía algún familiar.
—¡Qué cosa tan tremenda! Vivir sin saber quién eres…
—En
seguramente
fui su único
ofrecí
sersus
mi últimos
ayudanteaños,
cuando
perdió su empleo
en laamigo.
facultadL
raíz de un turbio asunto de tráfico de restos humanos. A pes
de sus deficiencias, me empeñé en que aprendiera a defender
solo, a preparar los baños para curtir y embalsamar… Aho
pienso que fue un error. Nunca debí intentarlo. Una tarde, jus
hace ahora once años, cuando yo ya creía que el pobre Cel
era capaz de manejarse por sí solo con los productos químico
confundió el cloruro sódico con la sosa cáustica, y mur
asfixiado por los vapores producidos, en un accidente del qu
yo siempre me he sentido único responsable.
—Espere, espere un momento… ¿Lo dice en serio? ¿D
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
7/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—En efecto, ya le digo que siempre lo he creído así.
—¿Y si yo le dijera que Celso Mirapatios no murió a cau
de la inhalación de vapores tóxicos… sino que fallec
estrangulado?
—¿Qué?
Estrangulado…
¡No
es posible!
—Le aseguro
que lo es. Al
analizar
su… su momia, se pud
comprobar que tenía rota la tráquea.
—Pero… ¿Qué me está diciendo? ¡Oh, señor…! Si e
fuera cierto… yo habría vivido engañado durante todos est
años.
—En efecto. Aunque, desde luego, no fue usted el único q
resultó burlado.
—¡Ejem…! No, claro… Pero, como verá, en este asun
nadie ha obrado de manera intachable.
—Eso parece. Y ya que hablamos de ello… ¿Le importar
contarme
cómodeacabó
el cuerpo
Celso
enm
Museo Egipcio
Leningrado?
Creodeque
ya esMirapatios
lo único que
intriga.
—Eso… es un poco más largo y difícil de explicar.
—No se preocupe por eso, don Pablo. No tengo prisa. N
tengo ninguna prisa…
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
8/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Jueves,
22 de junio de 2000
S PARRING
—Así que, al final, lo has aprobado todo.
—Sí.
—Me parece inaudito, Gerardo. Mi más sincera enhorabuen
Entonces… ¿vas a seguir estudiando?
Al escuchar aquello, Gerardo Biela detuvo con dificultad s
ciento quince kilos de peso y me miró desde la atalaya de
metro noventa y cinco de estatura. Torció el gesto como si
hubiese mencionado al Hombre del Saco. A cualquiera que no
conociese como yo, le habrían dado escalofríos.
—¡Qué dices, hombre, qué dices! —bramó—. ¡De seg
estudiando, nada! Si me he roto los codos este curso como nun
en mi vida, ha sido porque llegué con mi padre a un acuerdo:
aprobaba la secundaria no me daría más la lata con los estudios
podría ponerme a trabajar de una condenada vez. Hoy es, para m
un día histórico.
Buscó con la mirada un cercano grupo de contenedores
reciclaje y se dirigió hacia allí. Abrió la cremallera de su mochila
la vació por completo en la boca del de color azul.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
9/217
—¿Qué haces?
—Señoras y caballeros: Con este sencillo acto, Gerardo Bie
Brazatortas dice adiós para siempre a los libros. A los de texto, s
entiende.
—Buena precisión.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Acto seguido, arrojó la mochila al contenedor amarillo. ‹‹To
tipo de envases››, decía el rótulo.
—Listo.
Gruñó. Luego, metió las manos en los bolsillos y sigu
andando.
—¿Ya sabes en qué vas a trabajar? —le pregunté, cuando log
ponerme a su altura, superada la sorpresa.
—No, aún no. De momento, mientras encuentro algo, mi pad
me ha ofrecido un puesto en su gimnasio.
—¿Haciendo qué?
—Como sparring.
—Ten cuidado. Tengo entendido que los boxeadores a los qu
entrena tu padre son de lo mejor.
—No te preocupes. Sé cuidarme.
—No, si lo digo por eso, precisamente. A ver si vas
descalabrar a una futura promesa del cuadrilátero y te buscas
lío.
En ese instante, escuchamos a nuestras espaldas la voz
grulla de Maximiliano Urgel; Max para los amigos.
—¡Eh! ¿Adónde vais tan deprisa?
—Lejos del instituto —contestó Biela—. Cuanto más lejo
mejor. Fin de curso. Fin de etapa. Fin de todo.
—Esperad, esperad. Tengo algo que proponeros.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
10/217
—¡
a ar —exc amamos
e a y yo, a un sono, s
detenernos.
—Pero ¿qué os pasa? ¿Qué clase de amigos sois vosotros, q
ni siquiera podéis escuchar una proposición?
—Amigos escarmentados —le aclaré, innecesariamente.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Max Urgel abrió los brazos al tiempo que exhibía esa mue
repulsiva a la que solo él es capaz de llamar sonrisa.
—Vamos, vamos… ya sé que durante estos últimos años n
hemos metido en algún que otro lío…
—¡No es exacto, Max! Tú nos has metido a los tres en infinid
de —Vale,
líos. vale… pero ahora traigo algo que os va a compensar d
todos los malos tragos que habéis pasado por mi culpa.
—A ver…
El pelirrojo Urgel carraspeó, antes de continuar.
—Decidme: ¿Qué es lo que más desea alguien en nues
situación: cumplidos los dieciséis tacos y recién terminada
Enseñanza Secundaria, vulgo ESO?
—¿Ligar con una tía estupenda? —aventuró Biela.
—¡Siempre igual! —se lamentó Urgel—. ¡Siempre pensando
lo mismo! ¡Ligar, ligar…! Bueno, pues no es eso. Lo que algui
como
nosotros desea es… pasta.
—¿Macarrones?
—¡No, hombre! Pasta gansa. Guita. Tela. Parné.
—¿Eh?
—¡Dinero, hombre, dinero! Dinero para comprar una moto
ciento veinticinco.
—Ah. Es que yo no sé montar en moto.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
11/217
—
,
,
comprarte una moto —aventuró Max, inasequible al desaliento.
—Pero si yo no…
—¡Es un ejemplo, Gerardo, demonios!
—¿Un ejemplo de qué?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Visto su escaso éxito con Biela, Max decidió probar sue
conmigo.
—Veamos… a ti, Nico. ¿Qué es lo que más te apetece
comprarte en estos momentos?
—¿Lo que más?
—Lo que más de lo más.
—Un Stradivarius.
—¿Eh? ¿Y para qué quieres un… un… un animal prehistórico?
—Un Stradivarius no es un dinosaurio sino un violín. Un vio
carísimo.
—Ya… Bueno… pues ahí lo tenéis. Para comprar
extranviarius de esos, hace falta dinero. Y para ganar dinero, ¿q
hace falta?
Biela y yo nos miramos, una vez más.
—Ser un sinvergüenza —dije.
—Jugar a la lotería —dijo él.
—¡No, demonios, no! —exclamó Max, apretando los puños—
Os he dado antes la pista: Resulta que ya hemos cumplido la ed
mínima laboral. O sea, que a partir de ahora, podemos encont
un trabajo de verano.
—¡Hombre…! De eso estábamos hablando hace un momen
precisamente.
—¿Lo veis? Ya lo sabía yo, ya… ahora, decidme: ¿Qué
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
12/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
facilito?
Con solo aquella tonta frase, la conversación de Max adqu
súbitamente un marcado interés para Biela y para mí.
—¡Qué dices! ¿Ciento cincuenta mil cucas por quince días
curro?
—¡Ciento cincuenta mil para cada uno de nosotros. ¡Ojo al da
¡Para cada uno!
Reconozco que sentí de inmediato un cosquilleo trepando por
columna vertebral.
—¿De qué hay que trabajar? ¿De minero?
—Frío, frío…
—Tiene que tratarse de algo ilegal —deduje.
—¡Que no, hombre, que no! —protestó Urgel—. ¿Es que me h
tomado por un delincuente?
—Todavía no. Por ahora, solo un delincuente en potencia.
—¡Ciento cincuenta mil pelas! —repitió Biela—. ¡Menudo vera
nos íbamos a pegar!
—Pues eso está hecho —aseguró Max—. Mi tío Pablo an
agobiado de faena y necesita ayuda imperiosamente. No cree q
sean más de dos semanas de trabajo, pero está dispuesto
pagarnos el mes entero. Si os parece bien, empezaríamos
próximo lunes.
—Por mí, de acuerdo —dijo Biela.
—Absolutamente de acuerdo —dije yo.
—¡Perfecto! Voy a llamar ahora mismo a mi tío y le digo q
puede contar con nosotros —confirmó Max Urgel—. ¡Lo vamos
pasar en grande, ya veréis!
—
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
13/217
…
,
compañero—. ¿A qué se dedica tu tío?
—¿Mi tío Pablo? Es taxidermista. Dicen que es uno de l
mejores del país.
La nueva mirada que Biela y yo cruzamos fue una mira
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
sorprendida.
—¿Y qué es un taxidermista? —preguntó él, al fin.
—Amigo, Biela, qué poca cultura general… La propia palabra
dice. Taxidermista: El que conduce un taxi —dijo Max, más se
que una ristra de ajos.
—Claro. Justo lo que yo pensaba —murmuró Biela.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
14/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Lunes,
3 de julio de 2000
TORRESECAS
Se decía
todos losde
fantasmas
de la ciudad habitaban en
palacio
de losque
marqueses
Torresecas.
El edificio, sobrecogedor, imponente, de fachada tiznada p
mugre centenaria, se alzaba al final de la calle a la que dab
nombre sus primitivos propietarios, en lo más castizo del Cas
Viejo de la ciudad. Daba la sensación de que el caserón del sig
XVI intentaba mantener su dignidad arquitectónica pese al atenta
al buen gusto que suponían los diversos negocios que durante
última centuria habían ido invadiendo los antiguos graneros de
planta baja, ahora convertidos en locales comerciales. De ellos, l
más
veteranos
la tienda
de salazones
y ahumados
deciuda
Ante
Necromio,
y loseran
billares
Antraca,
los más siniestros
de la
de cuyo dueño, Custodio Antraca, se decía que había perdido
pierna derecha peleando en el frente ruso con la División Azul; da
falso a todas luces pues Antraca no pasaría de los sesenta añ
de edad, lo que significaba que, en el mejor de los casos, tend
que haber ido voluntario a la guerra siendo un niño de pecho.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
15/217
na en a e marcos para cua ros, una mpren a con nom
de diosa romana y la farmacia de don Leopoldo Lasa
completaban los bajos del edificio. En tiempos, por la enorm
puerta principal apta para la entrada de carruajes, se accedía a
cine de barrio, el Rialto, ahora ya cerrado y, lo que es peo
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
olvidado por todos.
La planta noble del palacio de Torresecas había si
anárquicamente dividida en varias viviendas, algunas de ell
utilizadas ahora como despachos profesionales, y alberga
también la sede de un club de jugadores de ajedrez y de
Asociación
de Amigos
delderecho,
Seat 600.casi tan alto como la cerca
Por fin, en
el torreón
torre de la iglesia de San Felipe, se hallaba el taller de taxiderm
de don Pablo Urgel, ubicación del que iba a ser nuestro prim
‹‹curro››. Qué emoción.
DON PABLO URGEL
Yo creo que hay profesiones que no solo imprimen carácter
quien las ejerce sino que también condicionan su aspecto físic
Por
ejemplo: Tú‹‹ese
ves señor
a un tipo
por la calle
y puedesde
decir,
sin tem
a equivocarte,
es luchador
profesional
sumo››.
Bie
Pues esa mañana aprendí que esa intuición puede hacer
extensiva a quienes disecan animales. Fue echarle la vista encim
al tío de Max Urgel y darme cuenta de que solo podía s
taxidermista. Bueno, o taxidermista o técnico de luces en un tea
municipal, una de dos. Pero, preferentemente, lo primero.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
16/217
,
,
Vestía camisa blanca y corbata negra de nudo estrecho pero
protegía la ropa con un mandil verde oscuro que casi le llegaba
los tobillos. También de color verde oscuro, oscurísimo, eran lo
cristales de las gafas de pasta marrón que jamás se quitaba. Tr
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
ellas, podía adivinarse una mirada capaz de disecar a un jabalí s
el concurso de productos químicos.
De inmediato, tuve la sensación de que se trataba de un homb
taciturno. Quizá consumido por alguna pena antigua o por alg
insoportable remordimiento.
—Tío Pablo…
—Maximilià, sobrino mío… —dijo, con un leve acento catalán
su voz grave como un enfermo de pulmonía.
—Estos son mis amigos: Gerardo Biela y Nicolás Mar
Mateos.
Yo adelanté la mano, dispuesto a estrecharle la suya, pero d
Pablo se limitó a saludarnos con un gesto de la cabeza, mientr
nos examinaba detenidamente.
Tan violenta se tornó la situación que Biela optó por romper
silencio.
—Supongo que Max ya le habrá dicho que nosotros no tenem
ni idea de disecar bichos.
—Ni falta que hace —rezongó el taxidermista—. De disecar
me encargo yo. Os necesito para limpiar y clasificar las piezas q
van a llegar estos días procedentes de un pequeño mus
etnológico que va a ser reformado: La Fundación Pérez-Balague
Por desgracia, la operación ha coincidido con la celebración
nuestra ciudad de dos acontecimientos excepcionales. Por
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
17/217
,
.
otro, la retirada de los ruedos del famoso torero El Niño
Lumpiaque.
Mis amigos y yo nos miramos de reojo.
—Y… ¿qué tiene eso que ver con…?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Está bien claro, sobrino: Los pescadores del concur
querrán llevarse disecadas sus mejores capturas como recuerdo
el diestro de Lumpiaque, que se despide de la afición con
festival en solitario, me ha pedido que le diseque las cabezas
sus seis últimos toros para decorar el salón de su finca
Calatayud.
—Vaya horterada —gruñó Biela.
—Mañana —continuó don Pablo— empezarán a llegar las caj
del museo. Dedicad el día de hoy a despejar la sala trasera pa
poder almacenar allí los fondos de la Fundación. Llegar
colecciones de minerales e insectos, animales disecado
artesanías y trajes de diversos países de África y Sudamérica.
quiero todo perfectamente organizado, fichado y limpio. ¿Es
claro?
—Cristalino, tío Pablo. Y si tenemos alguna duda,
preguntaremos.
—Cuanto menos me molestéis, mejor que mejor.
—Entendido.
Cuando don Pablo hubo abandonado la estancia, Biela, llamó
atención con un codazo.
—Yo creía que un museo etnológico era donde se guardab
botellas de vino.
—Eso es enológico, Gerardo. Enológico.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
18/217
5/26/2018
…
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
.
VIOLETA
—El
—Notato
mehuele
llamesraro.
‹‹el tato››, ¿quieres?
—¡El tato huele raro!
—¡Calla de una vez, enana repugnante!
—¡Papá! Nico me ha llamado enana repugnante.
—Ya lo he oído. Nicolás, no le digas a la nena esas cosas.
—¡Mamá! ¡Papá me ha llamado ‹‹la nena››! ¡Y Nicolás, ena
repugnante! ¡Y además, huele raro! —repitió mi odiosa herman
dirigiéndose a la cocina, donde mi madre preparaba la cena.
—Pero ¿de dónde ha salido esa chivata asquerosa?
—Eso, tú sabrás, papá. Desde luego, no parece de esta famili
hasta donde
yo sé,laes
tansin
hijaque
mía
tú. Pero
e
de —Pues
que no puedas
ni rascarte
nariz
le como
vaya con
el cuen
a tu madre, te aseguro que no es propio de los Martín, que siemp
hemos sido muy nobles, muy leales, muy heroicos, muy benéfic
y gente de fiar —dijo mi padre, adjudicando a nuestra familia ca
todos los títulos que ostenta la inmortal ciudad de Zaragoza.
—Entonces, será cosa de la familia de mamá. Seguro que en
los Mateos hay algún delator. El tío Cosme, por ejemplo, tie
pinta de confidente de la policía. ¿O no?
Mi padre arrugó la nariz y olisqueó el ambiente un par de vece
—Cualquiera sabe. Pero en algo sí tiene razón la nena: Aq
huele
raro.
que eran
sardinas
de lasi cena,
ahora v
ue eres
tú.Creía
De dónde
haslas
traído
ese olor
uedepero
saberse?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
19/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Qué olor?
—No sé… como a… a jabón arsenical.
—¿Y eso qué es?
—Una sustancia que usan los taxidermistas.
Lo
de mi padre
concurso
televisión.
—Premio,
papá.es
Esdeque…
verás:dehoy
he empezado a trabajar
un taller de taxidermia.
Mi padre arqueó una ceja. La derecha.
—¿Te pagan bien?
—Ya lo creo. A lo mejor, hasta puedo comprarme una moto.
—Eso, ni lo sueñes.
—¿Por qué?
—Porque no. Mi padre, que en paz descanse, nunca me de
tener moto. Y cuando fui mayor de edad, apareció tu madre y
nuevo me quedé con las ganas de comprarme una Bultaco, que e
la
mis años
No casa,
sabes tú
la frustración
que teng
Asíilusión
que, de
mientras
vivasmozos.
en esta
no vas a tener
mo
porque no me sale de las narices.
—¡No es justo!
—¿Quién ha dicho que lo sea? Nuestra sociedad es injusta p
naturaleza, hijo mío. Ya va siendo hora de que lo aprendas.
—La mayoría de los padres, lo que desean es que sus hij
disfruten de las cosas que ellos no han podido tener.
—Naturalmente. Por eso estás aprendiendo a tocar el violín.
de la moto es asunto aparte.
Mi réplica fue interrumpida por la entrada de mi madre con u
fuente
sardinas
en las
escoltada
por Violeta, con
habitualde
sonrisa
de hiena
demanos,
ocho años
en los labios.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
20/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—El chico está trabajando. En el taller de un disecador
animales.
Mi madre me miró como si tuviese la lepra.
Violeta abrió mucho los ojos y se me acercó, transida
admiración.
—¡Qué guay, tato! Oye, ¿disecarás a mi hámster cuando
muera?
—¡A ti te voy a disecar, como no te calles!
Después de la cena, mientras jugábamos nuestra cotidia
partida de ajedrez, mi padre me miró por encima de las gafas.
—Conste, que me parece estupendo que hayas decidi
trabajar este verano, hijo mío, pero… eso de la taxidermia… ¿No
parece un trabajo un tanto extraño?
—Había pensado en repartir pizzas, pero como no me dejas
en moto… —repliqué con retintín.
—¿Cómo has encontrado eso del taxidermista?
—Ha sido cosa de mi amigo Max. Max Urgel, ya sabes.
—Ah, ya… Ahora me lo explico todo —dijo mi padre, torcien
el gesto—. Y lo que no entiendo es cómo un chico brillante com
tú, tiene esos amigos tan… tan raros.
Parpadeé, mientras acariciaba la corona de la dama negra.
—Papá… a esta hora, la mayoría de los chicos de mi cla
estarán delante del televisor viendo Gran Hermano. Y, en camb
yo estoy aquí, jugando contigo al ajedrez. ¿Eso no te dice nada?
Mi padre suspiró mientras asentía con la cabeza y movía el alf
—Vamos, que te relacionas con tipos raros porque tú tambi
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
21/217
eres un raro. No, si ya lo sospechaba. Eso de que te gusten l
boleros y las películas antiguas y el bacalao al pil-pil… Pero
serás un marginado ¿verdad? Un frisbi.
Intenté que no me diera la risa.
—No, papá, no soy un marginado ni un friki. A estas alturas y
te habrías tenido que dar cuenta.
—Quizá. Pero esos dos con los que vas, seguro que sí lo so
El pelirrojo estrafalario y el grandullón.
—Urgel es divertido y Biela es un gran tipo. Alguien en quien
puede confiar.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Un
parece
a mí.
—Quepoco
no, corto,
papá.me
Habla
poco,
pero no tiene un pelo de ton
Acaba de aprobar la secundaria. Muchos querrían.
—Acaba de aprobar con dos años de retraso ¿no?
—Repitió quinto de primaria porque tuvo un accidente: Se ca
de un tren en marcha.
—¿Que se cayó de un tren?
—Sí. Nunca nos lo ha aclarado totalmente, pero así fue. Pa
cuatro meses en el hospital. Y, luego, en primero de la ESO, cog
las paperas.
—¿Paperas? ¡No te digo…! Una enfermedad que ya no exis
¡Hasta
eso es
un raro!sí. Por eso el médico no acertó con
—Esenpoco
habitual,
diagnóstico y casi se muere, el pobre Biela.
—En fin, tú sabrás lo que haces.
—Claro que lo sé. Y no como tú, que estás en la inopia.
—¿A qué viene eso?
—Jaque mate, papá.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
22/217
—¿ … ¡ a
5/26/2018
a sea…
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
23/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Jueves,
6 de julio de 2000
LOS RUSOS
Los rusos aterrizaron en Madrid en el vuelo 4587 de
compañía Aeroflot, procedente de San Petersburgo, a las cuat
de la tarde. El inspector de policía Germán Bareta había sid
encargado por el comisario Malumbres de acompañarl
durante su estancia en España, lo que incluía ir a recogerlos
aeropuerto de Barajas y llevarlos hasta Zaragoza en su vetus
Seat Málaga sin aire acondicionado.
Toda vez que la primera ola de calor de aquel verano barr
ya la Península Ibérica desde los primeros días del mes,
teniente Vlamidir Goliatkin y el cadete en prácticas Alex
Vostok llegaron aquella tarde al Hostal Cataluña con claro
síntomas de deshidratación y ya no abandonaron su habitaci
hasta la mañana siguiente.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
24/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Viernes,
7 de julio de 2000 (San Fermín)
AIRE ACONDICIONADO
CuandoGoliatkin
el inspectory Bareta
a las
ocho y media
al Hos
Cataluña,
Vostokllegó
ya le
esperaban,
de pie
en
vestíbulo de la planta baja, junto a recepción.
—Buenos días. ¿Han descansado bien?
—Regular, esa es la verdad —respondió el oficial de
policía rusa—. En San Petersburgo no estamos acostumbrad
al zumbido del aire acondicionado. Pero, claro, sin a
acondicionado aquí no hay quien duerma. La temperatura no
bajado de los treinta grados en toda la noche. En Rusia, cuand
los termómetros marcan treinta grados, la gente se baña en l
fuentes públicas.
la genteesté
se baña
en las
fuentes cuando gana su equip
de —Aquí
fútbol, aunque
helando
a rajas.
—Curiosa costumbre.
Germán Bareta había empezado a sentir una inexplicab
corriente de simpatía por Goliatkin desde que le echase la vis
encima el día anterior, en Barajas. En cambio, el muchacho qu
le acompañaba, tan rubio, tan alto y tan callado, le producía u
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
25/217
nexp ca e pero ntensa sensac n e ncomo a .
—Mi jefe, el comisario Malumbres, les envía sus saludos. M
ha dicho que me ponga a su disposición y que no les dé much
la lata. Vamos, que no me inmiscuya innecesariamente en
investigación —declaró Bareta.
—Muy considerado, el comisario.
—Pero… si quieren contarme lo que les ha traído has
España, soy todo oídos. No teman aburrirme.
—Muy amable, inspector. Por ahora no será necesari
gracias.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
El español apretó los dientes con disgusto y sonr
desganadamente.
—Bien. ¿Adónde quieren que los lleve?
Goliatkin sacó de su bolsillo unos papeles doblados y bus
una dirección.
—Al Museo Pérez-Balaguer, por favor.
Bareta frunció inmediatamente el ceño.
—No me suena ese museo. ¿Tiene la dirección?
El ruso sacó una pequeña libreta del bolsillo trasero d
pantalón y consultó sus anotaciones.
—Calle de San Jorge, número ochenta.
—¡Ah…!
Estánomuy
aquí. allí
Incluso
podemos
andando.
Lo que
sabía cerca
era quede
hubiese
un museo.
Cuando salieron del hostal Cataluña todavía se podía respir
sin esfuerzo. Unas horas más tarde, el inclemente sol zaragozan
convertiría las calles en la versión urbana del desierto del Sahe
un simple paseo, en una travesía agobiante y de final incierto.
Cruzaron a la otra acera, y luego caminaron un par de minut
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
26/217
oso a a o s guen o, s n aperc rse e e o, e raza o e
antigua muralla romana, hasta llegar a la confluencia con la ca
de San Jorge.
El numero ochenta era, justamente, la última de las fincas,
que hacía esquina con la calle del Coso.
—¡Ya decía yo…! —exclamó Bareta al percatarse de
ubicación de su destino—. No se trata de ningún museo, sino d
antiguo seminario de los jesuitas.
Los dos rusos se miraron un instante.
—Entonces… ¿No hay un museo en estas señas? —pregun
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
el teniente
Goliatkin.
— Yo creo
que no. Sospecho que está usted confundido. D
todos modos, vamos a preguntar.
EL MUSEO PÉREZ-BALAGUER
—No, no están confundidos. Por supuesto que tenemos aq
un museo. El Etnológico y de Ciencias Naturales de
Fundación Pérez-Balaguer. Pero, sintiéndolo mucho, es
cerrado temporalmente, desde la semana pasada —les inform
el
fraile tras
decrépito
de vozdeaflautada
salió a abrirles
puerta,
cinco yminutos
llamar alquetimbre—.
Vamos
acondicionar las salas del museo y el legado del padre Pére
Balaguer para que pueda ser admirado en las mejor
condiciones. Pensamos reabrirlo coincidiendo con las próxim
fiestas del Pilar. El pasado martes comenzó el traslado de l
primeras piezas a un taller especializado, para su limpieza
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
27/217
.
Goliatkin no disimuló su contrariedad.
—¿No podríamos pasar y echar un vistazo a lo que qued
—preguntó, mirando de soslayo a Bareta—. Es importante.
—¿No les acabo de decir que el museo está cerrado? —
replicó
el jesuita,
un entonces
puntito dedel
irritación.
Germán
Baretacon
sacó
bolsillo su placa de polic
y la colocó a un palmo de la nariz del anciano.
—¿Nos deja pasar, hermano? Estos señores han venido d
muy lejos solo para admirar su colección.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
El hombrecillo
tragó saliva,
mientras parecía qued
hipnotizado
por la credencial
de Bareta.
—Bueno. Siendo así…
UN ERROR
—Tiene que haber un error —murmuró el policía ruso,
acceder a la única sala del museo, situada en la primera plan
del edificio del seminario—. Aquí no hay fondos de procedenc
egipcia. Mucho menos, las grandes piezas que yo espera
encontrar.
—¿Y eso es malo? —preguntó el inspector Bareta, con
retintín que no le pasó inadvertido a Goliatkin.
—Sí, amigo. Es malo —confirmó el ruso, cuyo acento esla
era casi imperceptible—. Es malo porque cierta momia egipc
que adquirió el Museo de San Petersburgo hace unos añ
teóricamente procedía de aquí.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
28/217
—
Goliatkin miró a Bareta. Durante unos segundos parec
meditar si podía confiar en él. Y debió de concluir que sí.
—Pues que hace tres meses, un grupo de estudiantes
ingeniería decidió hacer un estudio en TAC de esa momia. Pa
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
adquirir
práctica enpor
el lomanejo
un nuevo
escáner adquirid
por la universidad,
visto. Ydehubo
sorpresa.
FACULTAD DE CIENCIAS FÍSICAS
NIVERSIDAD DE SAN PETERSBURGO
U
ABRIL DE 2000
—Como veis, en apenas diez minutos el Escáner SC-5200
realizado una tomografía axial computerizada completa d
sarcófago
su contenido.
importante
delimitar
alcance y yladeprofundidad
delEsbarrido
efectuado,
a finmuy
de bien
que
programa informático pueda dibujar con nitidez todo aquello q
nos vaya mostrando el TAC. En este caso, por un lad
tendremos el sarcófago y, por otro, su contenido. La mom
Como veis, podemos analizar perfectamente la densidad de l
materiales, su temperatura, su composición, detectar grietas
en fin, cualquier cosa.
—Profesora. Profesora Ivaskaia.
—¿Qué hay Dimitri?
Dimitri Dernev era el empollón de la clase. Casi nunca atend
a las explicaciones
de los
profesores
porque,
según él,denos
enseñaban
nada nuevo
y, por
el contrario,
le distraían
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
29/217
personales razonamientos. Así, mientras la profesora Catali
Ivaskaia explicaba al resto de la clase las posibilidades del nuev
aparato con el que iban a trabajar durante el siguien
cuatrimestre del curso, Dimitri centraba su atención en la panta
del escáner y en los datos que iban surgiendo del análisis que
aparato seguía efectuando automáticamente.
—Verá, profesora… las lecturas sobre el sarcófago parec
correctas pero…, en la momia… hay algo que no entiendo.
—¿El qué, Dimitri? —preguntó la profesora con aire cansin
un poco harta de las interrupciones constantes de aquel alumn
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
tan—Fíjese
brillante en
como
maleducado.
esto —dijo, señalando la imagen de la pantalla—
Mire esta zona del cráneo. Yo lo interpreto como una aparato
fractura; con gran pérdida de masa ósea. ¿No cree?
—Posiblemente. En todo caso, los expertos del museo ser
quienes valoren los datos que les proporcione nuestro trabajo…
—Sí, sí, sí, pero… es que aquí hay algo muy, muy curios
Extraño, diría yo.
El misterioso interés de Dimitri resultó contagioso para
resto de la clase. Sus catorce compañeros, comenzaron
cuchichear por lo bajo y la profesora Ivaskaia vio, impoten
cómo
perdía
atención de los alumnos. Así qu
optó por
entrarpor
encompleto
el juego dela Dimitri.
—Está bien… —dijo, acercando la cara a la pantalla mientr
se calaba sus gafas de présbite prematura—. Reconozco que m
fuerte no es la anatomía pero… veamos… En efecto, a prime
vista parece que nuestra querida momia presenta un…
considerable boquete en el cráneo. En el hueso parietal derech
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
30/217
concretamente. Algún accidente, tal vez. O quizá una agresió
Quién sabe. Han pasado cuatro o cinco mil años desde
muerte y supongo que será difícil establecer en q
circunstancias se produjo. ¿Qué es lo que ve usted de raro
eso, señor Dernev?
—Lo raro son esos ocho puntos repartidos alrededor d
borde de la fractura. Se trata de pequeños orificios. Como l
que habrían servido de alojamiento a ocho pequeños tornill
que sujetasen una placa metálica tapando el boquete.
La profesora estudió con atención los puntos señalados p
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
su —Bien…
alumno. podría ser eso o algo totalmente diferente. En tod
caso… aunque mi fuerte no es la historia del Antiguo Egipt
tengo entendido que los egipcios… ¡ejem…! poseían algun
técnicas quirúrgicas muy avanzadas. Tal vez en vida, nuest
sujeto llevase, como usted sospecha, una placa metálica en
cráneo.
—Lo mío no es una sospecha, profesora. Es una certeza —
afirmó el muchacho—. Porque, fíjese qué curioso: En uno de l
agujeros… en este, concretamente, aún permanece alojado
tornillo.
La profesora
acercó
aúninstrucciones
más a la pantalla
monito
Acto
seguido, se
tecleó
unas
en eldelordenad
asociado al escáner hasta conseguir ampliar la zona elegida.
—Caramba, Dimitri… juraría que tienes razón. Parece
tornillo, sí. Sin duda.
—¿Ya conocían los antiguos egipcios el tornillo? —pregun
otro de los alumnos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
31/217
— econozco que m uerte… no es a stor a e
tornillos… —comenzó a decir la profesora Ivaskaia.
—Lo más llamativo —interrumpió de nuevo Dimitri— es q
no parece en absoluto un tornillo fabricado hace cinco mil año
Para empezar, a simple vista se comprueba que, pese a
pequeño tamaño, posee una perfección industrial. Pero, p
encima de todo, hay un detalle revelador. Si hemos de atender
la lectura del espectrómetro, nuestro tornillo tendría u
densidad de cuatro con cincuenta y cuatro. Exactamente.
—¿Y eso significa…? —preguntó la profesora.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Titanio.
—¿Titanio?
—Titanio de calidad quirúrgica, para ser más exactos.
La profesora y el resto de los alumnos pasearon la vista de u
monitor a otro, confirmando así las palabras de Dimitri.
—Pero… eso no es posible —concluyó la señora Ivaskaia.
—Es lo malo de la realidad: Que le importa un bledo lo q
usted piense de ella —ironizó un sonriente Dimitri—. Ese torni
es de titanio, le parezca a usted imposible o no. Y l
consecuencias de esa certeza solo pueden ser dos: O acabam
de hacer un descubrimiento revolucionario en el estudio de
civilización
del antiguo
o…nuestro museo egipcio… es
—O la momia
queNilo
exhibe
fraude total y absoluto —concluyó Catalina Ivaskaia.
LENINGRADO
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
32/217
— a ura men e, a opc n correc a era a n mero o
Alguien estafó a nuestro museo vendiéndole una momia egipc
falsa —comentó Goliatkin como conclusión de su relato—.
esa es la razón de que el joven Vostok y yo estemos aquí.
Bareta enarcó una ceja antes de dirigirse a su colega ruso.
—A ver si lo entiendo: La policía de San Petersburgo decid
enviarles de vacaciones a España a usted y al joven Vostok pa
que investiguen una posible estafa al museo egipcio de su ciud
llevada a cabo hace… ¿cuánto tiempo?
—Eeeh… Once años.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Once
—repitió
Bareta,
con toda
la intención.
—Sí. Loaños
recuerdo
porque
entonces
la ciudad
aún se llama
Leningrado. Se recuperó el antiguo nombre en el noventa y uno
Bareta metió las manos en los bolsillos de su pantalón y
habló al ruso casi de perfil.
—Ya… Mire, Goliatkin, si no quiere decirme qué los h
traído realmente aquí a usted y a ese muchacho que más pare
un bailarín del Bolshoi que un policía, no me lo diga. Pero no m
tome por tonto. ¿De acuerdo?
Goliatkin miró a Germán Bareta unos instantes, esbozó
amago de sonrisa y asintió con un casi imperceptible movimien
de—Por
cabeza.cierto —dijo después, suavemente— el Bolshoi es
en Moscú. El ballet de San Petersburgo…
—Ya lo sé —cortó Germán Bareta—. Es el del Teatr
Mariinski, aunque mucha gente lo sigue llamando Kirov como
la época soviética. Dije Bolshoi para que la frase quedase m
redonda.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
33/217
.
—Admirable. Nunca pensé que un policía español conocie
ese detalle.
—Es que me casé con una bailarina de clásico.
—¡No me diga! Un policía y una bailarina. Una pareja ca
imposible.
—Se equivoca: Una pareja totalmente imposible. María y
tardamos seis años en rendirnos a la evidencia. Luego, n
divorciamos deprisa y sin rencores. Pero en esos seis años y
aprendí a disfrutar con Giselle, El corsario y El lago de l
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
cisnes
. usted un pozo de sorpresas, Bareta.
—Es
—Usted, en cambio, es un completo misterio, Goliatkin.
Los dos hombres se volvieron entonces hacia el jov
acompañante del ruso. El chico le hacía señas a su jefe para q
se le acercase.
—Disculpe, inspector —murmuró el oficial.
Cuando Goliatkin llegó junto a él, el muchacho le habló qued
y en su idioma natal:
—Realmente, sí hay en este museo una pieza egipcia, aunq
solo
una, aluna
parecer.
allí, teniente.
Señaló
figuraMire
menuda,
de apenas unos tres palmos
altura, totalmente envuelta en vendajes que debieron de s
blancos en su día.
—Ya veo —confirmó el policía—. Parece una momia de ib
Aunque suelen tener un tamaño mayor.
—Será una cría de ibis. Los egipcios los adoraban. El ibis e
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
34/217
a masco a m s a ua en a c v zac n egpc a y cuan
morían, sus dueños los mandaban embalsamar como a l
personas de alto rango. No es una pieza de gran valor porq
las hay a miles repartidas por todos los museos del mund
pero… de todo cuanto veo aquí, es la única que pertenece
Egipto de los faraones.
—Bien, chaval. Buen ojo.
Goliatkin se aproximó hasta el ibis, que reposaba sobre u
tosca peana de madera, sin protección alguna. Durante un
instantes, lo contempló con atención. Luego, lo cogió con
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
mano
derecha.
—¡Eh!
¿Qué hace? —gritó el viejo fraile, que no les hab
quitado el ojo de encima ni un instante—. ¡Suelte eso aho
mismo!
—Pierda cuidado, hermano —dijo Bareta, sin ning
entusiasmo—. El señor Goliatkin sabe lo que hace. Es
auténtico experto.
—Pero, oiga, es que los objetos expuestos en un museo no
tocan.
El ruso inspeccionó el ibis con atención durante un
segundos. Luego, volvió a colocarlo en su lugar, cuando ya
anciano
se le
—Haga
el acercaba
favor de echando
no tocar chispas.
nada más —gruñó el jesuita—
¡Y ahora, fuera! ¡Fuera de aquí!
—Tranquilícese, que ya nos vamos —respondió Goliatk
iniciando el camino hacia la salida.
Cerca de la puerta se volvió de nuevo hacia el fraile.
—¿Puede decirme quién se encarga de la restauración de l
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
35/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡Ni lo sueñe!
—Hermano… —murmuró Bareta, agitando su credencial c
parsimonia—, recuerde que su obligación de buen cristiano
colaborar con las autoridades.
El claudicó
anciano alapretó
dientes;
parecía dispuesto a resistir
pero
cabo los
de unos
segundos.
—Un antiguo discípulo del padre Pérez-Balaguer. Urgel,
llama.
—Ah. ¿Don Pablo Urgel? —preguntó entonces el polic
ruso—. ¿El taxidermista?
—El mismo, sí —respondió el anciano, sorprendido—. ¿L
conoce?
—Desde luego. Es una eminencia en su oficio. ¿Sig
teniendo su taller en el número doce de la calle de los marques
de Torresecas?
—Pues…
sí.
Exactamente
allí,
sí.
—Muchas gracias.
Cuando dejaron atrás el antiguo seminario, Bareta se sonrió
—No piense que me ha impresionado, Goliatkin. Es el tru
más viejo del mundo.
—No he dicho que no lo sea.
—¿Dónde ha visto el nombre de ese tal Urgel?
—En la base de la peana del ibis. Había una chapita con
nombre y la dirección.
—¡Qué coincidencia!
Goliatkin
gruñó, antes de continuar:
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
36/217
,
.
gustaría visitar ahora el taller de ese taxidermista.
—Ya lo imaginaba. Es allí adonde vamos.
—Oh. Bien. Es usted rápido en sus decisiones.
—Calle de los marqueses de Torresecas, número do
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
¿verdad?
—Así es.
—Hablando de coincidencias: Precisamente allí, en esa mism
casa, es donde tiene la consulta mi dentista.
—Bueno, supongo que eso sí será una mera casualidad.
Durante el siguiente minuto, caminaron en silencio. Al final
ese tiempo, Goliatkin se aflojó el nudo de su corbata.
—¿Está muy lejos? —preguntó—. Empieza a apretar
calor.
—No, no se preocupe. Ni siquiera hay que salir de los límit
del barrio. Diez minutos más.
El jovencon
estudiante
de policía se dirigió en ruso a su jefe, q
respondió
un monosílabo.
—¿Qué dice el chico? —preguntó Bareta.
—Díselo tú mismo, Alexei —fue la respuesta.
Ante la sorpresa de Bareta, que no contaba con ello, el jov
ruso se expresó en un correcto castellano.
—Decía que… no entiendo cómo los españoles pued
soportar esto. El calor, digo.
—Procuramos vivir de noche —fue la respuesta del inspect
—. Ese es el secreto.
MALVA Y EL PALACIO
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
37/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Como recién llegado al mundo del trabajo asalariado,
acababa de descubrir que uno de los grandes placeres d
empleado, aparte de cobrar su sueldo puntualmente, es la pau
diaria
para el mañana,
almuerzo.la pausa prometía ser gloriosa porque Ma
Y aquella
me había asegurado la noche anterior que pasaría a tomar el ca
con nosotros. Y la única razón que yo podía imaginar para que e
hubiese tomado esa decisión era la de que quería ligar conmig
Por fin.
Supongo que no será necesario aclarar que Malva Contreras
condenadamente atractiva y condenadamente inteligente. Para m
solo tiene un defecto: Antes de que yo me diese cuenta de lo m
sexy e interesante que era, hacía ya tiempo que compartíamos u
buena amistad. Y, claro, ahora no encuentro el momento de deci
que,
si por es
mí que
fuera,estoy
mandaría
a la porra
nuestra amistad;
que ocurre
perdidamente
enamorado
de ella. que
Yq
daría lo que fuera a cambio de un puñado de esos bes
apasionados y furiosos que otros le roban, quiero pensar que
que ella sea realmente consciente.
Durante un tiempo ya demasiado largo, he esperado que Ma
me diese alguna señal de sentir por mí algo siquiera parecido a
que yo siento por ella. Pero lo cierto es que los meses pasan
para mi desgracia, sigue considerándome tan solo su mejor ami
mientras no deja de ligar con todos los tíos que se le ponen a tiro
Yo hago como que no me importa o como que no me d
cuenta
nada.serSupongo
Miedo
descub
que no de
puedo
otra cosaque
quetengo
eso: miedo.
el amigo
de ladechica.
E
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
38/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
papel que en el reparto de las películas se reserva a un ac
estúpido y bobalicón mientras el verdadero protagonista la enamo
hasta los tuétanos y la hace vibrar de pasión. A veces pienso q
soy un imbécil; que, para estar así, sería preferible salir de duda
decirle que no puedo vivir sin ella y aguantar lo que venga, inclu
la decepción más atroz. Pero no. No me atrevo. Puedo seg
viviendo con la duda de que quizá me quiera aunque aún no
sepa; pero no creo que sobreviviese a la certeza de que tengo q
conformarme con ser para siempre su viejo compañero de
infancia.
A veces, Malva me cuenta cosas que yo no habría querido sab
jamás.
Nos vemos casi a diario. Durante el curso, porque siemp
hemos ido a la misma clase, y en tiempo de vacaciones, porq
vivimos en la misma calle. Es una tortura. Desde hace mese
cada vez que me cruzo con ella o sé que vamos a coincidir,
corazón se me agarra a la garganta, me cuesta respirar y creo q
me va a dar un síncope.
En ocasiones, creo percibir destellos de esperanza: Una fra
ambigua, una mirada, una carantoña más cariñosa de lo habitua
Más tarde, al recordarlo fríamente, todo eso me parece nada y, p
el contrario, enorme la distancia que nos separa. Estoy hecho
lío.
—¿Dónde quedaste con Malva?
—Aquí mismo, en la puerta del palacio. Aunque, si se retrasab
le dije que estaríamos en la tasca de Fuenclara.
—Pues vamos para allá porque me muero de hambre —gru
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
39/217
Biela.
—Espera un poco. Tiene que estar al caer.
—¡Eh! ¡Nicolás!
Me volví sorprendido, en busca de la voz que me llamaba. No e
la de Malva, desde luego. Pero sí me resultaba conocida.
—Ho… hola, señor Bareta.
—¡Qué señor Bareta ni qué leches de cabra! ¡Inspector Bare
que estoy de servicio! ¡Ja, ja, ja…!
Le tendí la mano, pero Germán Bareta la apartó de un manota
y me abrazó con tal contundencia que casi me desmonta la pelvi
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
tus—¡Chico,
padres? qué alegría…! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal est
—Pues… están bien. Como siempre, vamos.
—Bueno, bueno… ¿Y qué? ¿Qué demonios te trae por aquí?
—Pues… estos amigos y yo, que estamos sacándonos un
pesetillas con un trabajo de verano.
Me pareció que al inspector Bareta se le empañaba la mirada.
—Caray… Eso significa que ya has cumplido los diecisé
Cómo pasa el tiempo. Pensar que te conocí cuando aún cagab
los pañales…
—Cierto —dije, rogando para mis adentros que no empezase
contar
de cuando yo era un bebé, como hacen
mayoríaintimidades
de los adultos.
—¿Y en qué estáis trabajando? Si no es un secreto, claro.
—No, claro que no. Estamos trabajando para el tío de mi ami
Max, que es taxidermista.
Creo que aún no había terminado la frase cuando noté q
Germán Bareta fruncía el ceño de un modo casi furioso.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
40/217
—Taxidermista, dices…
—Sabe usted lo que es, ¿no?
—Sí, desde luego.
Y cayó en un silencio incómodo como la cama de un faquir, q
finalmente rompió uno de sus acompañantes con un carraspeo.
policía parpadeó.
—¡Ah! Nicolás… —dijo— os voy a presentar. Estos señor
son… dos colegas rusos. Vladimir y Alexei. Nos conocimos en
congreso de INTERPOL y han venido de… de turismo. Les est
sirviendo de guía. Este es Nicolás y sus amigos… sus amigos…
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Tardé
en reaccionar.
—¿Eh?cinco
¡Ah!segundos
Esto… Gerardo
y Max.
—Hola.
—Hola.
—Hola. ¿De veras es inspector de policía? —le preguntó Max.
—No, hombre. Soy inspector del gas, no te fastidia… ¡Pu
claro que soy policía!
—El inspector Bareta es un amigo de mi familia… —comencé
explicar.
—Eso no es exacto, Nicolás —me cortó él—. Lo que soy es
padrino.
—¡Ah,
sí…!no
Esme
cierto.
Lausted
verdad
es que
no me
acordaba de e
detalle.
Como
hace
jamás
ningún
regalo…
Bareta se echó a reír a carcajadas.
—¡Qué cabrito te has vuelto! Aunque, la verdad es que tiene
toda la razón, Nicolás. Y lo siento; pero es que el sueldo de polic
no da para ser un padrino espléndido. Pero te llamo siempre p
teléfono para felicitarte por tu cumpleaños.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
41/217
— so es c er o —reconoc .
—El padre de Nico y yo —comenzó a explicar Bareta— som
grandes amigos. Nos conocimos haciendo el servicio militar en l
regulares de Melilla. Nos destinaron durante cuatro meses
destacamento de las islas Chafarinas y de allí volvimos
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
inseparables…
La frase quedó en suspenso cuando la mirada del inspec
saltó por encima de mi hombro. Antes de que yo pudie
apercibirme de lo que ocurría, él volvió a hablar, en un tono muc
más bajo.
tododesde
el mundo.
Volveos
y miradD
que—Quieto
se acerca
el fondo
de la disimuladamente
calle. ¡Menuda chavala!
esas que solo se ven en las revistas.
No necesitaba volverme para saber de quién hablaba Bare
aunque lo hice de todos modos.
—Se trata de una amiga nuestra, inspector. Lo digo para que
suelte usted ninguna burrada de la que tenga que arrepentirse.
—Ah. Has hecho bien —susurró mi padrino, sin apartar
mirada de la chica de mis sueños.
ALVA
M
Allí estaba. Malva calzaba sandalias y vestía un vaquero corto
una camiseta de color indefinido con un mensaje atrozmen
feminista sobre las… sobre el pecho. Por suerte, la calle
Torresecas apenas tenía circulación. De lo contrario, se hab
producido un atasco a su paso.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
42/217
—
— —.
—Malva —repitió Bareta—. ¿Qué nombre es ese?
—Nunca lo he sabido. Su padre dice que lo sacó de una ca
de colores.
Ella sonrió —tenía una sonrisa como la luna menguante— y
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
dirigió hacia nosotros sin apresurarse.
—Esta es nuestra amiga Malva —dije, cuando llegó has
nosotros—. Malva Contreras.
No hizo falta seguir con las presentaciones. De inmediato,
inspector Bareta se le acercó y le estampó dos sonoros besos
las mejillas.
—Encantado, jovencita. Soy Germán, el padrino de Nicolás. S
amigas son mis amigas.
—¿Padrino? —preguntó ella—. Creía que Nicolás no esta
bautizado.
—Y no lo está. Soy su padrino… honorario, digamos.
—Hizo la mili con mi padre —expliqué—. Estando en l
Chafarinas se prometieron mutuamente ser los padrinos de s
respectivos hijos.
—Solo de los primogénitos —aclaró Bareta.
—¡Ah, claro! —exclamó entonces Malva—. Es el polic
¿verdad? Recuerdo haber oído hablar de usted en casa de Nicolá
El que durante la mili se gastaba la paga entera en coñac. ¿No
eso?
Germán Bareta se quedó instantáneamente serio.
—Eso es absolutamente falso —masculló—. Me la gastaba
ron. Ron del bueno.
—Estupenda precisión, inspector —comenté.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
43/217
—
,
.
,
asegurar que nuestra mísera paga de cabos de reemplazo no da
para muchas borracheras. De hecho, cualquiera de m
compañeros os podría garantizar que yo era el más sobrio d
destacamento…
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Entonces, el inspector Bareta se percató de que Malva ya no
prestaba atención. Y es que, acababa de descubrir, tras el tenien
de policía ruso, a su joven y rubio ayudante.
—Hola. ¿Quién eres tú?
El ruso se retiró de la frente el flequillo con un movimiento de
cabeza y sonrió. Biela me miró de reojo, con un puntito
compasión, y chasqueó la lengua.
—Me llamo Alexei. Y estoy encantado de conocerte… Malva.
Malva se alzó sobre las puntas de los pies para darle los d
besos de rigor. Pero se armaron un cierto lío y acabaron rozándo
los labios.
—Disculpa —dijo el rubio—. Es que en mi país siempre se d
tres besos.
—Una estupenda costumbre —dijo Malva, mirando a Alex
como si ninguno de nosotros existiésemos.
—¡Eh, tío! ¡Tío Pablo!
Los gritos de Max empujaron nuestra atención hacia el portal
del palacio de Torresecas, bajo cuyo umbral acababa de aparec
don Pablo Urgel.
El taxidermista contemplaba el grupo que formábamos nosotr
tres, los rusos, Malva y mi padrino con cierta estupefacción. Cr
que,
durante
segundo,
punto de escabullirse
al interior
del unortal
ero estuvo
or fin asintiéndose
observado yorregres
todo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
44/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
alzó el brazo derecho y accedió a acercarse.
Las presentaciones, los apretones de manos, las sonrisas y l
besos en las mejillas se repitieron como en las tomas falsas
una mala película de cine.
Nuestro
grupo aumentaba
pocoaa parecer
poco de tamaño
y la estrec
calle
de Torresecas
empezaba
el camarote
de l
hermanos Marx.
—De modo que usted es don Pablo Urgel, el taxidermista
recuerdo que preguntó el teniente de policía ruso cuando se
presentaron.
—Pues… sí.
—Es un placer conocerle. Por extraño que le parezca, hab
oído hablar de usted.
—¿Ah, sí?
—Sí. El amigo Bareta acaba de mostrarnos el Museo Pére
Balaguer.
Allí,bien
unadeespecie
hablado muy
usted. de conserje vestido de luto nos h
El tío de Max intentó sonreír, pero yo me di perfecta cuenta
que la sonrisa se le quedaba entre los dientes, como jirones
carne guisada.
Un tipo cojo y terriblemente mal encarado había salido de l
cercanos billares Antraca y nos contemplaba desde la puerta c
una expresión dura como el pedernal. También me pareció ver u
sombra al otro lado del cristal de la puerta de la siguiente tiend
esa en la que vendían bacalao seco, ahumados y salazones.
—¡Inspector Bareta!
El policíaUn
sehombre
volvió de
de mediana
nuevo hacia
dellino
palacio
Torresecas.
edad, elconportal
traje de
de co
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
45/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
crudo y sombrero panamá, se nos acercaba desde allí.
—¡Hola, doctor Aspid!
—¿Qué le trae por aquí? —preguntó el recién llegad
estrechando la mano de Bareta—. Que yo recuerde, no tenem
cita hasta la próxima semana. El lunes, ¿verdad?
—Pasaba por casualidad cuando me he tropezado con
ahijado, que es este buen mozo y, luego, han ido aparecien
otras personas y… bueno, la verdad es que resulta demasia
largo para contarlo.
—Nosotros íbamos a almorzar —dijo entonces Biela, en v
muy alta—. ¿Por qué no nos acompañan a la tasca? Tiene a
acondicionado.
—Estupenda idea —corroboró mi padrino—. ¡Señoras y señore
¡Todo el mundo a la tasca de Fuenclara!
La tasca de Fuenclara ocupaba un sótano en la cercana calle
los condes de Fuenclara al que se accedía por una escalera t
estrecha que alguien de las dimensiones de Biela corría el ries
de quedarse encajado entre las paredes. Tras los diecisie
escalones, se desembocaba en un local diminuto pe
demostradamente elástico; en el que siempre cabía alguien más.
Almorzamos opíparamente grandes dosis de coleste
disfrazado de morcillas, chorizos, huevos rotos y otras lindez
semejantes. Nosotros pedimos refrescos y cerveza sin alcoh
pero entre los cinco adultos se cepillaron dos botellas de tinto d
Somontano. Con los cafés, convencimos a Goliatkin para que n
cantase ‹‹Ochichornia›› a capella. Nunca debimos hacerlo. Has
ese momento, yo pensaba que todos los rusos sabían cantar. E
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
46/217
sí, al concluir su interpretación, le aplaudimos con entusiasmo.
Lo peor: Malva y Alexei prácticamente hicieron la guerra por
cuenta. Se sentaron aparte, se rieron aparte…
Esa mañana comprobé lo sabias que son las leyes penales.
el asesinato no estuviera castigado con pena de reclusión mayo
creo que no habría podido resistir la tentación de inten
estrangular al ruso.
Cuando dimos por terminado el ágape, eran cerca de las doce
media. La mañana estaba ya agonizante. Solo quedaba rematarla
—Tenéis que volver a vuestra tarea —nos indicó el señor Urg
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—. Y yo también debo regresar a lo mío.
—¿Y ustedes? —preguntó el doctor Aspid a los policías.
—Nosotros —respondió inmediatamente Goliatkin, dejando
Bareta con la boca entreabierta— pensábamos visitar el palac
árabe de La Aljafería. Nos han asegurado que es maravilloso.
—Lo es, señor Goliatkin —confirmó el dentista—. Lo e
Maravilloso.
Ya de nuevo en la calle, justo antes de despedirnos, u
sonrientísima Malva, que no dejaba de comerse a Alexei con lo
ojos, nos propuso un plan irrechazable.
—¿Sabéis que mañana hay fiesta en Veterinaria? —nos dijo—
Podríamos ir.
—Yo creía que los de Veterinaria solo organizaban esas fiesta
a lo largo del curso —replicó Max.
—Hacen nueve durante el curso y esta como despedida, q
promete ser la caña de España.
Las fiestas de Veterinaria eran absolutamente demenciales
difícilmente descriptibles.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
47/217
Organizadas desde tiempo inmemorial por los estudiantes
tercer curso de la Facultad de Veterinaria para recaudar fondos co
destino a su viaje de paso del Ecuador, duraban doce horas, d
nueve de la noche a nueve de la siguiente mañana, y
desarrollaban en el edificio de la facultad, cuyos vestíbulos
pasillos se convertían por unas horas en la discoteca más salva
de la ciudad.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Iremos?
—¡Naturalmente que iremos! —dije, encantado ante semejan
perspectiva.
—¡Hecho! —dijeron al unísono Biela y Urgel.
—Ya contaba con ello —concluyó Malva—. Por cierto, que m
he permitido invitar a Álex. Seguro que no ha visto nada igual en
vida; y así se lleva un buen recuerdo de España. ¿No creéis?
—¿Álex? —preguntó Biela—. ¿Quién es Álex?
—El ruso joven —murmuró Max, dándole un codazo
intentando que yo no lo notase.
Pero claro que lo noté.
Traducido al cristiano: La mujer de mis sueños esta
intentando ligar en mis propias narices con un tipo seis añ
mayor
yo, dos palmos
altoque
queyoyo,y bastante
más muc
gua
que yo,que
absolutamente
másmás
rubio
con los ojos
más azules que los míos.
La verdad, no sé qué podía ver Malva en aquel tipo.
Definitivamente, a las mujeres no hay quien las entienda.
Y ahí seguía, pendiente de él, como si los demás
existiésemos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
48/217
—
Iremos a cenar algo y, después, a la fiesta. Sin prisa. Realmen
aquello no se anima hasta pasada la medianoche.
—Bien.
—Porque… ahora tú tendrás que trabajar, claro.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Sí.
—No, Alexei —corrigió de inmediato Goliatkin, que estaba
quite—. Realmente, ya no hay nada interesante que pued
aprender hoy a mi lado.
Al escuchar aquello, a Malva se le iluminó la cara.
—Yo pensaba pasar el resto del día en la piscina. Si tu jefe
da permiso, podías venir conmigo. Así tomabas un poco el sol, q
creo que en tu país es un bien escaso.
—Es que… no se me ha ocurrido echar un bañador entre
equipaje.
—Por eso, no te preocupes —replicó Malva—. Creo que eres
la misma talla que mi hermano.
Alexei buscó con la mirada al teniente Goliatkin, quien asin
con un gesto.
Mientras Biela, Urgel y yo regresábamos al lóbrego palacio
Torresecas, Malva y el ruso se alejaban calle adelante, entre risa
camino de alguna de las piscinas municipales.
—Hacen buena pareja —murmuró entonces Max.
—¿Qué eres tú? —salté de inmediato—. ¿Un amigo o una ra
traidora?
—La verdad es la verdad, Nico. Aunque duela.
Seguramente tenía razón. Y aquella verdad dolía como
-
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
49/217
5/26/2018
.
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
BILLARES ANTRACA
Tras de
despedirse
de Urgel
Nicolás,
Gerardo,
de elMalva,
Alexei,
don Pablo
y deldedoctor
Aspid,
inspect
Bareta y el teniente Goliatkin permanecieron unos instant
frente a la fachada del palacio de Torresecas. El ru
inspeccionaba el edificio minuciosamente, como si estuvie
anotando en su memoria todos los detalles.
—¿Juega usted al billar, Germán?
Bareta se sorprendió. Era la primera vez que el ruso
llamaba por su nombre de pila.
—No. No sé jugar al billar.
—Vamos. Yo le enseñaré.
Sin esperar
réplica,
Goliatkin
cruzó la calzada y se dirigió a
entrada
del salón
de billares
Antraca.
Ocupaba un semisótano grandísimo, oscuro incluso en plen
día y con excesiva humedad para la práctica del billar de a
competición. Pero, eso sí, disponía de algunas mesas
magnífica calidad. El ruso no optó por una de esas sino por ot
de billar americano, con troneras, situada prácticamente en
centro de la sala. Eligió dos tacos y le alargó uno al español.
— Yo invito —dijo Bareta, introduciendo en la ranura un
moneda de cien pesetas. Tiró luego del mando y las bol
cayeron en la bandeja inferior con un estrépito que se les anto
escandaloso en medio del ambiente callado y espeso del loc
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
50/217
,
,
adolescentes, ni se inmutaron.
—Empiece usted —rogó el ruso, tras colocar en su lugar l
dieciséis bolas.
Bareta golpeó la bola blanca que, a su vez, deshizo
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
triángulo
que formaban
—Su turno,
Vladimir.las demás.
El ruso jugaba como un campeón. Sin apenas titubeos, co
en las troneras cinco bolas seguidas, con una precisi
escalofriante. Luego, deliberadamente, falló una carambola m
fácil.
—Le toca, Germán. Tómese su tiempo.
—Bien.
El inspector dio varias vueltas a la mesa en busca de jugad
mientras el teniente, apoyada la barbilla sobre el taco, estudia
disimuladamente el local.
Bareta
jugóotra
y falló.
—Pruebe
vez —le dijo el ruso—. La bola cuatro en
rincón… No, hombre: En el otro rincón.
—Aquel me parece más fácil.
—Pero está más lejos. El bueno es el otro.
—Ah.
Esta vez, la carambola se completó y la bola número cuat
desapareció por la tronera.
—¡Eh! ¡Lo he conseguido!
—¿Lo ve? En este juego, lo principal es elegir bien
carambola.
Bareta volvió
la siguiente y Goliatkin le tomó el relev
metiendo
cuatro asefallar
uidas.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
51/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Siga usted.
—Pero si no ha fallado.
—Siga.
El ruso se acercó entonces al encargado del local, un tip
siniestro,
de la
pierna derecha,
ataviado
con un largo man
de cuero,cojo
con los
bolsillos
repletos de
monedas.
—¿Dónde están los servicios? —preguntó.
—Aquí no hay servicios. Hay urinarios —contestó Custod
Antraca—. Al fondo, a la derecha. No se lleve el taco. Déje
junto a la mesa.
Tardó en volver Goliatkin más de cinco minutos. En e
tiempo, Bareta metió dos bolas de diecinueve intentos.
Cuando regresó, el ruso acabó de una tacada con todas l
bolas que quedaban sobre la mesa.
—¿Nos vamos? —dijo a continuación.
—Vaya—ironizó
por Dios.Germán
Ahora que
le estaba¿Me
cogiendo
aire a es
juego…
Bareta—.
deja eltomarme
revancha con una partida de futbolín?
—¿Futbolín?
La revancha fue revancha y el inspector le ganó al ruso p
nueve goles a uno. Pero Goliatkin encontró aquel jue
divertidísimo.
Al salir de la penumbra, la intensa luz del mediodía castig
dolorosamente las pupilas de los dos hombres.
—¿Tiene usted gafas de sol, Vladimir?
—No pensé en ese detalle —reconoció el ruso, cubriéndo
los—Ten
ojos con
la mano.
a las
mías. Puedo asarme sin ellas un ar de día
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
52/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Pero no se las lleve a Rusia.
—Descuide. Y muchas gracias.
—Tengo una curiosidad: ¿Dónde aprendió a hablar
castellano tan correctamente?
VladimiryaGoliatkin
recuerdos
lejanos. suspiró profundamente. Pareció evoc
—Lo aprendí en casa. Mi madre era española y a mí siemp
me hablaba en español. Ella fue uno de aquellos cientos de niñ
que fueron llevados a Rusia para librarlos de los horrores de
guerra civil española. Mi segundo apellido es Lozano.
SALAZONES ANTERO NECROMIO
Caminaron por la acera hasta detenerse ante el escaparate
otro
de esos
tan antiguos
como laNecromio.
propia memoria
la ciudad:
Lacomercios
tienda de salazones
de Antero
—¿Qué son esas… cosas repletas de grandes agujeros? —
preguntó el ruso, señalando unos objetos con forma de triángu
isósceles, de color marrón y, efectivamente, llenas de grand
agujeros.
—¿Eso? Son lomos de congrio. Un pescado. Aquí tie
mucha tradición. Esta es una ciudad de interior y durante sigl
solo fue posible consumir el pescado seco o en salazón.
congrio admite muy bien ser conservado así. Se seca y se ahum
y adquiere ese aspecto tan extraño, como…
—Como
momia —completó Goliatkin.
Bareta
se una
sonrió.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
53/217
—Ahora que lo dice, creo que así es. No tiene muy bue
pinta, es cierto, pero le aseguro que una vez cocinado es
delicioso.
Goliatkin gruñó una media carcajada.
—Es curioso. ¿Sabe cómo llaman coloquialmente a l
momias quienes se mueven en el mundillo de la arqueología?
—Ni idea.
—Pescado seco.
—¿Pescado seco? Una imagen un tanto repulsiva, ¿no cree
—Nunca lo había visto tan claro como ahora —dijo el ru
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
en tono misterioso.
SANTIAGO EL MENOR
Ya que habían utilizado la excusa de visitar el palacio de
Aljafería, Bareta animó a su colega a caminar hasta allí, pe
pronto descubrió que la resistencia del ruso frente al calora
que esos días se había instalado en el valle del Ebro era inclu
menor que la de los ejércitos de Napoleón frente al frío de
estepa rusa.
Pronto
se vieronentrar
obligados
un alto en
el camino.
—¿Podríamos
aquí aunhacer
momento?
—dijo
Goliatkin
pasar ante las columnas salomónicas que flanqueaban la puer
de entrada de la iglesia de Santiago el Menor.
—Desde luego —concedió Bareta—. No sabía que
interesase el arte sacro católico.
—Y no me interesa. Pero supongo que ahí dentro se esta
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
54/217
fresquito y habrá bancos para sentarse. Este calor me es
matando.
Eran los únicos visitantes de la iglesia y se sentaron en
último banco. La luz solar, que entraba como los dedos de Di
a través de los rosetones multicolores, cabalgaba sobre el polv
en suspensión para hacerse visible. Pese a ello, una penumb
fresca y grata era la dueña del interior del templo.
—¿Ha renunciado a seguir la pista del taxidermista Urgel? —
le preguntó Bareta a Goliatkin, tras unos minutos de reposo
recogimiento.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—NiAntes,
muchoformábamos
menos. Estauntarde
pensadoamplio
hacerlecom
u
visita.
grupotengo
demasiado
para quedarme a hablar con él sin llamar la atención. Aunque,
he de serle sincero, no tengo muchas esperanzas de que u
conversación con ese taxidermista me sea realmente út
Dispongo de poco más de setenta y dos horas más antes
tener que regresar a mi país y mucho me temo que este va a s
un viaje perdido.
—Si me dijera lo que busca exactamente, quizá pod
ayudarle más y mejor de lo que lo he hecho hasta ahora.
Goliatkin contuvo un escalofrío. La temperatura allí, dentro
la
iglesia,
al menos
diezsobre
gradosla inferior
sudor
se leera
estaba
enfriando
piel. a la de la calle y
—No, gracias, amigo Bareta. En realidad… mi misión
mucho menos oficial de lo que usted piensa. Es un favor que
estoy haciendo a mi amigo Konstantin Dadan, director geren
del Museo Egipcio de San Petersburgo. No puedo decirle má
O, mejor dicho, no quiero decirle más.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
55/217
—Veo que e gusta r por re. nc uso se a es ec
hábilmente de su ayudante.
—Alexei ha sido otra de las concesiones que he tenido q
hacer para poder realizar este viaje. Parece un buen chico. List
muy listo; pero, hoy por hoy, para mí no supone más que u
estorbo. Me lo colocaron mis jefes porque habla español y, p
lo visto, sabe mucho sobre el Antiguo Egipto de los faraone
Pero aquí de lo que se trata es de saber mucho de l
sinvergüenzas de hoy en día.
—Entiendo.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Cuando
dos hombres
a laEran
calle,laseldos
sol men
caía
plomo
sobrelosZaragoza,
comoregresaron
lava ligera.
veinte de la tarde.
—¿Y si nos olvidamos de la Aljafería y nos vamos a come
—preguntó Bareta—. Por aquí hay varios restaurantes q
ofrecen un buen menú del día por poco dinero.
—Ustedes, los españoles, siempre pensando en comer.
Bareta rió con ganas.
—¡Pues claro! La vida es lo que media entre el café tras u
comida y el aperitivo antes de la siguiente.
Goliatkin movió la cabeza, resignado.
—Hablando de comida, Bareta… ¿Dónde puedo comprar
pescado.
—¿Un pescado seco?
—No, no. Fresco.
—En una farmacia, naturalmente.
—¿Cómo dice?
El inspector volvió a reír, aunque carraspeó de inmediato
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
56/217
que ser o. uz e ca or e es a a a ec an o am n a .
—Era una broma, hombre. ¿Dónde va a comprar
pescado? ¡En una pescadería, por supuesto!
—¿Puede llevarme a una?
Bareta miró de soslayo a su colega. No lograba encontrarle
sentido a nada de lo que hacía o decía el ruso.
—Claro que puedo llevarle a una pescadería —respond
consultando su reloj—. Todavía estarán abiertos los puestos d
Mercado Central, que está muy cerca de aquí.
En cinco minutos recorrieron un laberinto de callejones c
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
salida
la de
calle
Cedro,
que desembocaba
frente aenuna
las del
puertas
laterales
del Mercado dedirectamen
Lanuza,
antiguo mercado central de la ciudad.
Germán Bareta condujo a Goliatkin hasta Pescados Jo
Luis, el puesto preferido por María, su ex mujer. Allí, el ru
eligió una merluza estupenda, de casi dos kilos y medio.
—¿Está fresca? —preguntó Goliatkin.
—¿Que si está fresca? —repitió el pescadero, un tipo jove
de pelo rizado, con un aro de plata en la oreja, lo que le da
cierto aire de pirata—. Ayer, a estas horas, la pobrecilla nadab
en el Mar Cantábrico, ignorante de la suerte que le esperab
¿Cómo
preparo?
¿A rodajas?
le saco los dos
lomos?
—No,se la
no…
déjemela
tal cual¿O—respondió
Goliatkin—
Entera.
—¿Entera? ¿No le quito la cabeza, siquiera?
—No, gracias. Está bien así.
—Como quiera. Para mí, menos trabajo. Serán dos m
quinientas pesetas para usted. Por ser amigo del inspector.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
57/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Durante la comida, que hicieron en una cafetería cercana, n
hablaron en absoluto de la investigación. Quizá por ello, resu
muy agradable y, llegando a los postres, Germán Bareta estab
ya convencido de que Vladimir Goliatkin era un buen tipo; rar
sí,
extranjeros,
pero dederroteros.
buena pasta, y
quecomo
quizálolason
vidatodos
habíalos
llevado
por tortuosos
Eran las tres y diez de la tarde cuando se pusieron en p
Bareta pagó la cuenta.
—Invito yo.
—¿No debería coger la factura para justificar el gasto ante
jefe?
—Le acabo de decir que invito yo, no mi jefe.
Goliatkin miró un momento a su colega y, luego, le palmeó
espalda.
—Gracias,
hombre. Oiga… Supongo que a esta hora estar
cerrados
los comercios.
—Excepto las grandes superficies, sí. Aquí, nadie se pone
marcha antes de las cinco de la tarde. Muchos lo hacen incluso
las seis.
—Hasta ahora, no entendía los estrafalarios horari
españoles. Pero está claro que, en verano y a las cuatro de
tarde, es inútil esperar clientes detrás de un mostrador.
—Inútil y peligroso para la salud. Debería usted volver
hostal y cumplir con el rito de la siesta.
—He leído maravillas sobre esa costumbre tan española.
—No duerma más de media hora y, cuando despierte,
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
58/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Creo que… voy a probar, sí.
—Coja un taxi hasta su hostal. La mayoría llevan a
acondicionado.
—Bien. ¿Quiere que le deje antes en alguna parte?
—No,
Mi comisaría
queda en—dijo
dirección
contraria.
—Me gracias.
va a crear
mala conciencia
el ruso,
con u
sonrisa—. Yo me voy a echar la siesta y usted se marcha
trabajo.
—¿Le cuento un secreto? Yo también voy a la comisaría
echar la siesta. Hasta mañana, Vladimir. Pasaré a recogerlos
primera hora.
—De acuerdo.
Se estrecharon las manos. Fue un apretón largo, q
remataron con un par de palmaditas en el hombro, en un ges
que, sin llegar a ser un abrazo, sí resultó especialmen
afectuoso.
Al despedirse de Goliatkin, Bareta no pudo evitar un m
presentimiento; una inexplicable incomodidad, una ma
sensación. No había razón aparente para ello pero, a veces, e
sexto sentido que tan habitualmente desarrollan los policías hac
acto de presencia.
EL PALO DE CIEGO
Goliatkin
despertó
en En
su cama
la cabeu
pesada
y la se
boca
pastosa.
parte, del
porhostal
habercon
dormido
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
59/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
siesta mucho más larga de lo aconsejable y, en parte, por
escasa humedad relativa del ambiente, provocada por
continuo funcionamiento del aire acondicionado.
Fue al baño y se echó agua por la cara. En la bañera, cubier
por tres bolsas de hielo que había comprado en la cafetería d
propio hostal, reposaba la merluza adquirida en Pescados Jo
Luis.
Cuando salió a la calle eran las cinco y cuarto de la tarde y l
termómetros marcaban cuarenta grados a la sombra. Cogió
nuevo un taxi, pues había comprobado que no era un medio
transporte
excesivamente
caro
y
sí
muy
cómodo.
Le
indicó
chófer la dirección del palacio de Torresecas.
Al descender del vehículo, se refugió rápidamente en el port
Y allí permaneció durante un buen rato intentando decidir qu
hacer. Por fin, consultó los rótulos de los buzones para localiz
el taller de taxidermia y comenzó a subir las escaleras d
torreón.
Lo acompañó la suerte. Antes de llegar al descansillo, oyó
sonido de una puerta al cerrarse. Intuyó que podía tratarse de
hombre, así que, con todo sigilo, deshizo el camino has
esconderse bajo el primer tramo de escalones. Desde allí pud
ver
a
don
Pablo
Urgel,
pues,
en
efecto,
era
él
quien
bajaba
p
la escalera tras abandonar su taller.
El ruso lo siguió en completo silencio a través de divers
dependencias del palacio, todas ellas solitarias y tenebrosa
hasta llegar a una puerta disimulada en uno de los muros.
Aunque el taxidermista la cerró tras él con llave, no le llev
mucho tiempo al policía forzar la cerradura con las ganzúas q
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
60/217
siempre llevaba encima.
Al abrir la puerta apareció ante él una escalera lóbrega
estrecha que descendía a partir de ese punto. Goliatkin comen
a bajar los escalones con todo cuidado. Cuando hubo contad
treinta y su vista empezaba a acostumbrarse a aquella oscurid
casi impenetrable, pudo distinguir que se encontraba en u
estancia que bien podía haber sido despensa o quizá,
tiempos, carbonera. Al otro extremo de esa sala se veía un
puerta. Y tras la puerta, había luz.
Cuando Goliatkin empujó la puerta, esta gim
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
lastimeramente.
Donpareció
Pablo sorprendido.
Urgel se volvió.
parec
asustarse. Ni siquiera
Se limitóNo
a mirarle
través de sus gafas de sol.
—¿Qué desea? —preguntó, tras unos instantes de silencio.
El ruso observó la estancia con despreocupado detenimient
Al hacerlo, sintió cómo se le erizaba el vello de la espalda. Ca
no podía creer su suerte. En aquella sala enorme, del tamaño
un pequeño teatro, podían verse por doquier momias
sarcófagos del Antiguo Egipto. De inmediato se percató de qu
aquel descubrimiento resultaba mucho más interesante de lo q
esperaba encontrar.
Goliatkin
la bolsa
plásticoMe
quepreguntaba
llevaba ensi…
la mano.
—Buenasalzó
tardes,
señordeUrgel.
si pod
disecarme esto.
Urgel echó un vistazo al contenido de la bolsa y frunció
ceño. Se sintió desconcertado. De inmediato, intuyó que al
marchaba rematadamente mal, pero aún no sabía qué.
—¿Una… merluza?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
61/217
—Sí —confirmó el ruso—. La he pescado en el Ebro
quiero llevármela de recuerdo.
Urgel parpadeó. Ahora ya estaba claro. Aquello era un
trampa. Un truco de algún tipo. Un juego de ingenio. Algo así.
—Podría disecarla, sí, desde luego, pero… verá: ten
mucho trabajo. Tal vez dentro de un mes o dos…
—No dispongo de tanto tiempo —le interrumpió el ruso—
He de volver pronto a mi país.
Don Pablo tragó saliva.
—Bien… En ese caso, déjemela ahí y veré lo que pued
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
hacer.
—Gracias.
Liberado de la bolsa, el ruso cruzó los brazos y miró al señ
Urgel.
—¿No me va a dar un recibo? ¿Ni me va a tomar los dato
¿Y si no vuelvo nunca más?
Urgel afiló la mirada.
—Sí, claro… vamos a ver… —cogió un talonario y
lapicero muy afilado—. ¿Su nombre?
—Vladimir Goliatkin. Soy ruso. Y soy policía.
—Oh, claro, ahora le recuerdo. Usted es quien esta maña
acompañaba
de mi sobrino.a ese inspector… el padrino de Nicolás, el amig
—Así es.
Urgel había roto a sudar. Goliatkin se dio cuenta de ello.
—Bien, en ese caso… creo que sí. Que podré atender
petición.
—Estupendo. Mis compañeros de la policía de S
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
62/217
eters urgo se van a mor r e env a.
Al escuchar aquello, Urgel dio un respingo; y no pudo evit
romper la mina del lapicero contra el cuaderno.
—San Petersburgo —repitió.
—Sí. La antigua Leningrado. La ciudad natal de Vladim
Putin, el nuevo presidente ruso.
Pablo Urgel exhaló todo el aire de sus pulmones mientr
asentía con la cabeza. Acababa de dar por hecho que tod
había acabado. Bajó la vista y, lentamente, se frotó el puente d
la nariz con la mano derecha.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—De
modo
encontrado
el estuvo
tornillo a—balbució.
Goliatkin
noque…
movióhan
ni una
ceja; pero
punto de salt
de alegría, al darse cuenta de lo que significaba aquella pregun
En su respuesta trató de mostrarse perfectamente tranquilo
seguro de sí mismo.
—Así es —dijo—. Unos estudiantes de la universid
escanearon el sarcófago y lo descubrieron.
El taxidermista volvió a suspirar profundamente y, tr
tambalearse levemente, buscó asiento en un taburete alto.
— Yo dejé ahí ese tornillo de titanio —confesó.
—¿Lo dejó a propósito? No fue un descuido, entonces.
—No,
—¿Porno
quélolofue.
hizo?
—Lo hice como una forma de… de expiación. Un modo
calmar en lo posible mi mala conciencia. Dejando ese tornil
me aseguraba de que, tarde o temprano, alguien lo descubriría
—No ha sido fácil. La momificación del cadáver e
magnífica. ¿Dónde aprendió esa técnica?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
63/217
— o a apren . a nven y a esarro yo msmo, a par
de libros en los que se describían los rituales del Antiguo Egip
de los faraones. En apenas un mes y medio, puedo darle a
cadáver el aspecto de una momia egipcia de hace cinco milenio
Puedo asegurarle que, incluso para un experto, no sería tar
fácil distinguir una momia auténtica de una de las que y
preparo.
—Resulta asombroso. Pero dígame: ¿Quién era el muert
¿Quién se esconde bajo la falsa personalidad del Gr
Sacerdote Mirahp-At-Ios de la decimotercera dinastía?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
hilo.Urgel lanzó un anzuelo a sus recuerdos y comenzó a tirar d
—Mirahp-At-Ios —repitió—. No es más que un invent
Nos pareció una ingeniosa distorsión de su apellido: Mirapatio
Celso Mirapatios. Un pobre hombre, oscuro y limitado, que f
mi ayudante durante varios años y que llevó una vida miserable
—Sin embargo, tras su muerte y durante la última década,
sido admirado por los miles de visitantes del Museo de S
Petersburgo.
—Curiosa paradoja, sí. Supongo que le habría gustado sab
que ha sido un famoso post-mortem.
—¿Le
importaría
él? de hito en hito. Luego,
Pablo Urgel
miróhablarme
al policíaderuso
encogió de hombros.
—¿Qué quiere que le diga…? Solo era un pobre hombre. N
sé si llegó a ser consciente de que, a los ojos de los demás, e
un monstruo; pero lo cierto es que lo era. Incluso para mí, s
duda. Un monstruo escalofriante. Y no solo por su monstruo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
64/217
5/26/2018
,
…
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Durante algunos minutos, el taxidermista fue desgranan
detalles de la extraña existencia de Celso Mirapatios ante
Vladimir Goliatkin que aún no podía creer la suerte de hab
resuelto
complicado
caso don
prácticamente
por azar.
—Unatantarde
—recordó
Pablo Urgel,
poco despué
acercándose al final de su relato— justo hace ahora once año
cuando yo ya creía que el pobre Celso era capaz de manejar
por sí solo con los productos químicos, confundió el cloru
sódico con la sosa cáustica y murió asfixiado por los vapor
producidos, en un accidente del que yo siempre me he sentid
único responsable.
Goliatkin parpadeó.
—Espere, espere un momento… ¿Lo dice en serio? ¿D
veras cree que la muerte de su ayudante fue culpa de usted?
—En
le digo
siempre
lo he creído
así. a cau
—¿Y efecto,
si yo leyadijera
queque
Celso
Mirapatios
no murió
de la inhalación de vapores tóxicos… sino que fallec
estrangulado?
El taxidermista experimentó casi una convulsión al escuch
aquello.
—¿Qué? Estrangulado… ¡No es posible!
—Le aseguro que lo es. Al analizar su… su momia, se pud
comprobar que tenía rota la tráquea.
Urgel comenzó a caminar, muy nervioso, en torno a su me
de trabajo, mientras se llevaba la punta de los dedos a las siene
—Pero… ¿Qué me está diciendo? ¡Oh, señor…! Si e
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
65/217
5/26/2018
…
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
años.
—En efecto. Aunque, desde luego, no fue usted el único q
resultó burlado.
—¡Ejem…! No, claro… pero, como verá, en este asun
nadie
ha obrado
—Eso
parece.deYmanera
ya queintachable.
hablamos de ello… ¿Le importar
contarme cómo acabó el cuerpo de Celso Mirapatios en
Museo Egipcio de Leningrado? Creo que ya es lo único que m
intriga.
Urgel parecía a punto de caer en estado de ‹‹shock››. Miró
Goliatkin con los ojos vidriosos.
—Eso… es un poco más largo y difícil de explicar.
—No se preocupe por eso, don Pablo. No tengo prisa. N
tengo ninguna prisa…
JUNIO DE 1989
Pablo Urgel entró en el taller del sótano cargando c
dificultad con un envase de diez kilos de glicerina químicamen
pura. De inmediato, sintió el sofocante olor de los vapores de
sosa cáustica en altas concentraciones; y, un segundo más tard
descubrió el cuerpo de su ayudante tendido en el suelo.
—¡Celso! —gritó, mientras sentía cómo un intenso picor
apoderaba de su garganta—. ¡Celso, por Dios! ¡Levanta!
Estaba caído boca abajo, junto a los restos de dos grand
redomas
Pablo hechas
Ur el añicos.
le dio la vuelta con dificultad
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
bus
66/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
infructuosamente el latido del pulso en su arteria carótida.
Entonces, comenzó a toser espasmódicamente y tuvo q
abandonar el cuarto.
—¿Qué pasa, Urgel? ¿Qué son esos gritos?
El taxidermista
alzó para
la vista
y reconoció
don hacía
Jaime,d
director
de la empresa
la que
trabajaba adesde
años.
—Es mi ayudante… —explicó Pablo, con dificultad—
¡Ayúdeme a sacarlo del taller, por lo que más quiera!
Con gran dificultad, tratando de no caer ellos mismos víctim
de los vapores sofocantes, arrastraron fuera del laboratorio
cuerpo del desdichado ayudante y una vez allí le practicaron
respiración artificial. Sin embargo, fue inútil. No tardaron
convencerse de que la muerte se había apoderad
irremisiblemente de Celso Mirapatios.
Acuclillado,
apoyada la espalda contra la pared, Pablo Urg
comenzó
a gimotear.
—Ha sido culpa mía, don Jaime —reconoció entre solloz
—. Pensé que Celso ya era capaz de distinguir los diferent
productos químicos. Habíamos establecido un código
colores, lo aprendió con rapidez y pensé que ya lo dominaba
la perfección. ¡No debí fiarme!
—Bueno, bueno, Urgel, no pierdas los nervios… Sea por
que sea, ha ocurrido un accidente y eso es algo que ya no tien
remedio. Ahora, hemos de buscar la manera de impedir que es
circunstancia se convierta en una catástrofe.
—¿Cómo
a hacer
¡ClaroNo
queloesentiende?
una catástro
Por
mi cul avamos
ha muerto
un eso?
hombre!
Nun
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
67/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
me lo perdonaré. ¡Nunca! Y lo más probable es que, ademá
acabe dando con mis huesos en la cárcel, don Jaime. ¡En
cárcel! Y no será porque no lo merezca…
—Eh, eh, cálmate. Vamos a intentar que eso no sea a
Pablo.túSería
verdadera
lástima
alguien
como
vierauna
su vida
arruinada
por unque
asunto
comotan
este.brillan
Al f
y al cabo, Celso era solo un… un débil mental. Un s
insignificante cuya desaparición nadie echará de menos.
Pablo Urgel tragó saliva con dificultad.
—Don Jaime, por Dios… No puede hablar en serio. Cel
tenía sus limitaciones, claro, pero era un hombre. Una perso
como usted y como yo.
—¿Estás completamente seguro de eso? Yo no diría tant
En el momento en que aquella bomba le arrancó media cabez
creo que dejó de ser una persona como tú o como yo.
—Pero…
—Sinceramente, yo casi me alegro de que Celso nos ha
dejado de este modo. Al fin y al cabo, no ha sufrido y… buen
empezaba a preocuparme lo mucho que sabía de nuest
negocio.
—En ese sentido era completamente inofensivo, se
aseguro. Jamás se habría ido de la lengua…
Don Jaime cortó la réplica del apesadumbrado disecador c
un abrazo.
—Pablo, Pablo… escucha: La organización está contigo. L
empresa, quiero decir. Y estamos dispuestos a jugar fuerte,
apostar por incidente.
ti, a conseguir
salgas
con bienquedenada
ested
desgraciado
Vamos que
a tratar
de imaginar
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
68/217
esto ha ocurrido.
—¿De qué está hablando?
—Celso Mirapatios era un hombre absolutamente oscur
Puede desaparecer sin que nadie lo eche de menos. No ten
familia, ni amigos…
— Yo era su amigo.
—¡Claro! Y seguro que él no querría que ahora, por culpa d
este lamentable accidente, su único amigo acabe entre rejas.
Pablo Urgel sacudió la cabeza.
—La muerte de un hombre no es fácil de ocultar.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Don
Jaime
sonrió
para
sus
adentros.
Todo
estaba
saliendo
pedir de boca.
—Eso, depende. Verás, estaba pensando… Esa técnica d
momificación que has desarrollado con tan buenos resultados
Podría aplicarse a un cadáver reciente, como el de Cel
¿verdad?
—Desde luego, pero… Oiga, ¿qué me está proponiendo?
Don Jaime se acarició el mentón antes de continuar.
—Casualmente, tenemos una petición del Museo Egipcio
Leningrado. Quieren una pieza grande, una momia c
sarcófago. Los rusos pagan bien, hacen pocas preguntas y est
muy
lejosUrgel
de aquí.
Pablo
miróSería…
a su jefeperfecto.
de hito en hito.
—No puedo creerlo. ¿Me está proponiendo que… q
hagamos pasar a Celso por una momia egipcia?
—¿Por qué no? ¿No confías en tus conocimientos?
—Sí, claro que sí. Mi técnica funciona a la perfección, ust
lo sabe. A primera vista no habría problemas; nadie notaría
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
69/217
diferencia, pero… un estudio minucioso del cuerpo sí revelaría
verdad de inmediato.
—Vamos… ¿Por qué razón iban los rusos a hacer un estud
minucioso? El museo quiere la momia para exponerla al públi
y justificar su presupuesto de gastos de este año. Piénsalo. Tod
Leningrado pasará ante tu obra; la admirarán sin apercibirse
que la momia, que ellos creen de cinco mil años, en realidad so
tiene cinco semanas de antigüedad. Incluso podemos rendirle
pequeño homenaje a Celso. Diremos que se trata de la mom
del alto sacerdote Mirahp-At-Ios.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Se
vueltomenos!
loco? ¡Es
una pista don
clarísima!
—¡Ni ha
mucho
—exclamó
Jaime, riendo—.
idioma ruso no tiene apenas ningún parecido con el españ
Incluso utiliza un alfabeto distinto. Nadie se dará cuenta de
broma. Será nuestro secreto.
Urgel miró a su jefe con una mezcla de admiración, temor
agradecimiento.
—Es… es un plan muy brillante, don Jaime. Brillante pe
arriesgado. Y usted parece dispuesto a correr el riesgo de s
descubierto, poniendo a su empresa en peligro… tan solo p
salvarme.
Esta empresa
es com
una—Naturalmente,
gran familia y Pablo.
todos Naturalmente.
debemos ayudarnos
mutuamente
caso de necesidad. Hoy por ti, mañana por mí.
—Yo… no sé qué decir salvo que… si su plan funcionase, y
le quedaría eternamente agradecido, don Jaime.
—Lo sé, lo sé… y cuento con ello. Cuento con que pondr
tus conocimientos y tu experiencia al servicio de nuest
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
70/217
negoc o. As , to os sa remos ene c a os. To os.
—Por supuesto. Por supuesto que sí.
—Bien… Ahora, deberías ponerte a trabajar en el cuerpo d
pobre Celso, para iniciar el proceso de momificación cuan
antes. Y, desde luego, pienso que lo más seguro es que lo lleve
a cabo aquí mismo, en el sótano.
—Sí, claro, claro… conviene ser discreto. Muy discreto.
—Puedes utilizar el sarcófago y los lienzos de esa últim
momia que trajimos de Alejandría. La número sesenta y cuatr
No es gran cosa, ni tiene excesivo valor ni figura en ninguno
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
los catálogos que manejan los museos.
DON JAIME
Don Pablo había terminado la narración de aquell
recuerdos con un sabor terriblemente amargo en la boca.
—Y ahora… después de todo este tiempo, viene usted
contarme que Celso no murió a causa de un accidente del q
siempre me he sentido responsable sino que murió… asesinado
El teniente Goliatkin había fruncido el ceño hacía un buen rat
apenas
iniciado elderelato
del taxidermista, y ya no parecía cap
de desprenderse
esa expresión.
—Así es. Tal como yo lo veo, alguien estranguló a
ayudante y luego rompió contra el suelo los envases q
contenían la sosa cáustica, para simular su muerte por asfix
química.
—Alguien… —repitió Pablo Urgel, cerrando los ojo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
71/217
espu s as n —. empre me e pregun a o e n e ven
don Jaime cuando apareció tan oportunamente esa tarde. Lleg
doblando la esquina del pasillo del fondo. No venía, por tant
de su despacho. No venía de ninguna parte. Estaba al
escondido, esperando que yo encontrase el cuerpo de Cel
Mirapatios… al que posiblemente él acababa de asesinar.
El ruso guardó silencio durante unos instantes.
—Un plan muy hábil, el de su jefe, ese don Jaime. Ideó
crimen del que usted se ha considerado siempre culpab
Luego, le ayudó a salir del atolladero asegurándose así su eter
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
gratitud.
Una gratitudconocimientos
que se traducecomo
en tener
a su disposici
sus excepcionales
taxidermista
y
prodigiosa técnica de momificación acelerada.
—Sí… —reconoció Urgel, cabizbajo—. Supongo que
puede resumir de ese modo.
—¿Para qué? —preguntó el policía.
—¿Cómo?
—No acierto a adivinar qué tipo de empresa necesitaría l
servicios de alguien como usted. ¿Una especie de… funerar
quizá?
—No. En realidad, es una empresa de intermediació
Compramos
y vendemos
piezasSearqueológicas
Antigu
Egipto. Momias,
especialmente.
trata de un del
mercado
expansión. A pesar de los esfuerzos del gobierno egipcio, so
miles las momias extraídas de las excavaciones arqueológicas
su país que van de aquí para allá, que unos museos venden
otros, que particulares venden a museos, que se importan legal
ilegalmente del país del Nilo… Ese es nuestro campo de trabaj
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
72/217
—
remitente de las piezas que comercializan.
El tío de Max Urgel asintió.
—Ese y algunos otros pequeños museos de larga historia
que figuran desde hace muchos años en el listado internacion
de —Entiendo
museos de la—dijo
UNESCO.
Goliatkin—. Remitentes nada sospechos
y piezas aparentemente magníficas. Como es lógico, l
compradores no van a hacer muchas preguntas si est
satisfechos y existe una apariencia de legalidad.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Supongo
que administrativos
así es aunque, orealmente,
muy
tanto
de los detalles
de gestión.noYoestoy
me encarg
solo de tareas, digamos… técnicas. Conozco muy bien l
momias y sé cómo tratarlas. Con paciencia y conocimientos,
una momia de escaso valor y en un estado lamentable, se pue
conseguir una pieza que cualquier museo exhiba orgulloso. E
ocasiones, he creado una momia con partes de otras dos
tres…
—Y, supongo, también habrá ‹‹fabricado›› algunas otr
mediante su brillante técnica de momificación, como hizo c
Mirapatios.
—Algunas,
sí. Pero nunca a partir de un cadáver tan recien
como
el de Celso…
El policía pensó entonces que no podía haber tenido m
fortuna. No solo iba a resolver con inusitada rapidez y plen
acierto el asunto que le había conducido hasta España sino qu
de rebote, iba a sacar a la luz la actividad de una organizaci
clandestina de tráfico de objetos arqueológicos. Y todo graci
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
73/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
angustiado por el peso de un crimen que no había cometido.
‹‹¡Qué vueltas da la vida!››, pensó el ruso.
EL FIN
En ese instante, don Pablo Urgel alzó ligeramente la vista pa
mirar por encima del hombro del policía a alguien que acaba
de entrar en la estancia.
Goliatkin descubrió de inmediato el leve movimiento;
entonces, aún invadido por la euforia que le producía
inesperado éxito, se percató de que había cometido el más gra
error de su vida; que se había comportado como un nova
torpe y descuidado; y que ese descuido le iba a costar m
caro.
Simplemente,
no sedeloTorresecas
esperaba. No
contaba de
conque
ello.noHab
entrado
en el palacio
convencido
ten
nada, de que no había encontrado aún la pista adecuada pa
encarar adecuadamente el caso y de que la entrevista con
disecador iba a ser una pérdida de tiempo en un escenar
inofensivo. Como mucho, esperaba encontrar un hilo de seda d
que seguir tirando.
Inesperadamente, se había topado con todo lo contrario; c
el primero de sus palos de ciego, había acertado justo en
centro de la diana. Y tan imprevisto había resultado el aciert
que solo ahora se daba cuenta de que se había metido en
boca del lobo sin haber tomado las más elemental
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
74/217
5/26/2018
.
,
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
perdido.
No se molestó en girar la cabeza. Le bastó mirar la expresi
de Urgel y el impreciso y deformado reflejo que le devolvían l
cristales de sus gafas oscuras.
Vioque
el leve
destello
producido
por el —el
movimiento
arm
corta
alguien
situado
a su espalda
famoso de
donunJaim
seguramente— levantaba hacia él. Se preguntó si aquel homb
que ya le tenía en su punto de mira le permitiría verle el rostro,
cometería el error de regodearse en la sorpresa de su víctima,
accedería a cambiar con él unas frases antes de apretar el gatill
concediéndole así la oportunidad de pensar durante un
segundos el modo de esquivar a la muerte.
Pero eso solo pasa en las películas y en las malas novel
policíacas.
Sin demora alguna, apenas un parpadeo después, el ruso oy
el
comienzo
estampido de
un disparo.antes
Solo de
el que
comienz
Antes
de quedel
se completase
la detonación,
caye
de bruces y su frente golpease la mesa de trabajo d
taxidermista manchándola de sangre, Vladimir Goliatkin
estaba muerto.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
75/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Sábado,
8 de julio de 2000
Los sábados son, con frecuencia, días algo tontos, ni hábiles
festivos. Aquel primer sábado como currantes lo fue en gra
sumo. Una jornada inane, que diría el poeta. Para empeza
pasamos la mañana trabajando en el taller del señor Urgel al qu
por cierto, apenas vimos un par de minutos. Lo justo para abrirn
la puerta e indicarnos genéricamente nuestras obligaciones.
—Si no he vuelto para entonces, a las dos menos cuarto, ni
minuto antes, os vais dejando la puerta cerrada. Tengo trabajo q
no puedo interrumpir.
Yo apenas lo conocía. Tan solo de los cinco días q
llevábamos trabajando para él; pero tuve la clara sensación de q
estaba más taciturno aún que de costumbre. Max me confirmó e
impresión.
—Algo le preocupa —dijo, cuando nos quedamos solos—. Mi
es raro, pero no tanto.
Trabajamos los tres a conciencia, pues ya nos habíam
percatado de que aquella era una tarea de obra cumplida.
cuanto hubiésemos limpiado y clasificado todos los fondos d
museo Pérez-Balaguer, podríamos dar de mano y cobrar nues
anhelado sueldo. Si nos llevaba todo el mes, como si nos
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
76/217
.
Max y yo apenas cruzamos palabra y no paramos ni a almorzar.
El tío de Max, tal como había anunciado, no regresó.
A las dos menos cuarto dimos por concluida nuestra prime
semana laboral. Nos despojamos de los delantales y guardapolvo
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
que dejamos colgados del perchero junto a la entrada y, tras hab
cerrado la puerta del taller, descendimos por la escalera q
desembocaba en el patio del palacio. Biela y yo emprendíamos
el camino hacia la calle cuando advertimos que Max se hab
detenido y miraba a su alrededor.
—¿Qué ocurre?
—Me preguntaba… adónde irá mi tío todos los días cuan
nosotros estamos trabajando en su taller.
Mientas respondía a mi pregunta, se dirigió a la más cercana
las cuatro puertas que se abrían en el perímetro del patio. Una tr
otra, comprobó que estaban cerradas.
—Es posible que se marche fuera —aventuró Gerardo.
—¿En zapatillas de casa y con su asqueroso guardapolvo q
apesta a líquidos de curtir? No lo creo. Seguro que se dirige
alguna parte dentro de este mismo palacio. ¿Pero adónde? ¿Y p
qué?
—No es cosa nuestra, Max —dije.
Él ladeó la cabeza.
—No, no lo es.
SOLA O NO
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
77/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Veterinaria. La última de este curso. Así que vendré tarde.
mañana pronto, según se mire. Se lo dices tú a mamá en
momento y de la manera que creas mejor para que no ponga
grito en el cielo.
Mi
padre
chasqueó
la lengua.
—Ni
hablar.
Se lo dices
tú.
—Hombre, no seas así. Hazme este favor.
—No sabes la faena que me haces. Esta noche echan
partido por la tele que me interesaba.
—¿Y qué?
—Pues que para decirle a tu madre que no vas a volver hasta
amanecer, sin mucho riesgo de que me monte un pollo, tendría q
invitarla al cine. Y, entonces, me quedo sin ver el fútbol.
—Existen unos artefactos llamados vídeos, que permiten grab
los partidos y verlos después, tranquilamente.
—Ya…
Al menos,
prométeme
volver borracho.
—¡Papá…!
¿Cuándo
he vuelto no
borracho?
—Que yo sepa, nunca. Pero para todo hay una primera vez.
—¿Diga?
Reconocí al instante la voz de Laura, la madre de Malva. Es q
tengo un oído finísimo.
—Hola. Soy Nicolás.
—Hola, Nico. ¿Qué tal va todo?
—Bien, supongo. ¿Está Malva en casa?
—No. No volverá hasta las ocho. Está en la piscina. En
Parque
—¿EnSindical.
dónde?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
78/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—En ese centro deportivo… ¿cómo se llama ahora? El R
Ebro, creo.
—Ah, ya.
—Qué manía con cambiarles los nombres a los sitios. H
calles que aún no sé qué ha sido de ellas.
—Y… Estooo… ¿Ha ido sola?
—Pues no lo sé.
—¿Ha cogido una toalla de más y un bañador de su hermano?
—Ahora que lo dices… sí.
Sentí una punzadita en el estómago.
—Bien. Dígale que me llame cuando vuelva, por favor.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
79/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Domingo,
9 de julio de 2000
VETERINARIA, HORA CERO
—¡Son las doce
de lael noche!
¡La hora
de las por
brujas!
domingooo…!
—berreó
disc-jockey
contratado
los ¡Ya
futur
veterinarios, casualmente, un chaval de último año de nues
instituto que respondía al enigmático nombre de Pepín—. ¡Y es
hora de que comience nuestro concurso de rock and roll!
Hasta pasadas las dos de la mañana, las fiestas de Veterina
no se animaban por completo. Esas primeras cinco horas eran
tiempo tranquilo en que aún se podía circular por los pasillo
comprar una bebida sin riesgo de que terminase sobre la ropa
bailar con cierta holgura en los dos vestíbulos habilitados com
pistas. Durante ese tiempo, para mantener caldeado el ambiente
entretenido
personal,
también imposible.
se celebraban concursos
sorteos. Másaltarde,
habría resultado
Una de las hermanas Sandoval me enlazó por la cintura y m
arrastró hacia la pista del vestíbulo principal.
—¿Vamos, guapetón?
—¡Naturalmente! Por cierto, tú eres… ¿Eugenia?
—Victoria. Puedes llamarme Vicky.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
80/217
—Vicky. Cómo el vikingo.
—Exacto. Si ganamos el concurso, nos repartimos el prem
¿vale?
—¿Cómo ‹‹si ganamos››? ¿Acaso lo dudas? ¡Vamos a dejarl
con la boca abierta, aunque acabemos con una luxación de cade
—¿Siempre dices cosas tan raras?
—Casi siempre, sí.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
EL RUSO
Desde el momento en que los vi marcharse juntos la mañana d
viernes, yo no había parado de darle vueltas al tema de Malva y
ruso.
Imaginaba a Malva y al ruso en la piscina; a Malva y al ru
comiendo juntos ensaladilla rusa; a Malva y al ruso montan
juntos en la montaña rusa; al ruso diciéndole a Malva al oí
ternezas en ruso.
Vamos, que el ruso me había amargado las últimas treinta
seis horas de mi existencia y yo no estaba dispuesto, bajo ning
concepto, a que me amargase también la fiesta de esa noche.
como
intuía
que Malva
noopté
me por
haríaasegurarme
el menor caso
mientras
Migu
Strogoff
anduviese
cerca,
compañía
femenin
Decidí tantear a las hermanas Sandoval, dos gemelas de nues
instituto, de bastante buen ver. Por supuesto, no eran t
espectaculares como Malva, pero en grandes cachondeos como
que nos esperaba esa noche tenían sobre la mujer de mis sueñ
una importante ventaja: Bailaban como los ángeles.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
81/217
— nos pagas a en ra a, cuen a con noso ras —me asegu
Eugenia Sandoval, cuando la llamé por teléfono esa tarde—. E
que estamos a dos velas, corazón. Como hemos suspendido tr
cada una, nuestros padres nos han reducido el suministro de pa
a cero grados Kelvin hasta las recuperaciones de septiemb
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Tenemos que tirar de ahorros para todo.
—Vaaale —acepté, recordando que el sueldo prometido por d
Pablo Urgel convertiría en calderilla las mil quinientas pesetas
las tres entradas—. Pero las consumiciones os las pagá
vosotras.
—Hecho.
a llevar
a algún amigo?
—Voy con¿Vas
Gerardo
y Max.
—¿Quieres decir… con Biela y Urgel? —preguntó ella, c
cierto temblor en la voz y tras un sospechoso silencio.
—Exacto.
—Bueno, da igual —aceptó la Sandoval, tras un resoplido—
Supongo que habrá otros chicos en la fiesta, ¿no?
—Sí, claro: otros mil, más o menos, ya sabes. Pero no os voy
pagar la entrada para que liguéis con otros. Si os cansáis de m
os podéis turnar tú y tu hermana. Pero quiero a una de las dos
mi lado en todo momento. ¿Vale?
—Descuida
—dijo
un gruñido
sueñes
con darle
celosella,
a latras
Contreras.
Tengoirónico—.
entendidoPero
que
vieron ayer en las piscinas de Casablanca con un rubio que,
parecer, está como un queso suizo, así que no creo que
inmutase ni aunque te viera ligando con Nicole Kidman.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
82/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Quedamos a las diez, con la intención de tomar algo en
restaurante italiano. Allí acudieron las Sandoval, Gerardo, Max
también Malva y el ruso que, poco acostumbrado al sol españ
tras sus dos primeros días de piscina municipal, lucía un color
piel entre fucsia y anaranjado que producía escalofríos con so
verlo.
Pese a ello, las gemelas abrieron unos ojos como platos
postre en cuanto vieron al de San Petersburgo y se lanzaron sob
él como buitres, atosigándolo a preguntas y sonrisas, con gr
disgusto de Malva y gran regocijo por mi parte.
Aprovechando una visita a los servicios, abordé lejos del grupo
‹‹la Contreras››, como la llamaba Eugenia Sandoval.
—Supongo que esta noche nos vamos a ver más bien poco.
Como siempre, ella me entendió a la primera.
—Esperaba que lo comprendieses. Álex se marcha de Espa
pasado mañana. Tú tienes todo el tiempo del mundo para inten
ligar conmigo. Él, solo unas pocas horas. Yo creo que merece e
oportunidad.
—Eso significa que te gusta.
—¡Vaya cosa! Te habrás dado cuenta de que alguien como Ále
gusta al noventa y cinco por ciento de las mujeres.
—Si tú lo dices… Es que yo, de hombres, no entiendo.
—Pues peor para ti.
Iba a darme ya la espalda cuando la sujeté por el codo.
—¿Y si lo consigue? —pregunté—. ¿Y si consigue enamorart
¿Y si acabas marchándote a Rusia con él?
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
83/217
—
,
Qué difícil me estaba resultando…
—¿Qué… Qué iba yo a hacer sin ti?
Malva me miró, ligeramente sorprendida. Con la mirada afila
como una navaja de barbero. De pronto, me abrazó. Me abra
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
muy fuerte.
—Solo hay una cosa —me susurró al oído— que nunca deb
hacer conmigo, Nicolás: Ponerte pesado.
Cuando deshizo el abrazo se besó la yema del dedo índice
luego, la colocó sobre mis labios. Y se fue.
No sé si ya he dicho que a las mujeres no hay quien l
entienda. Por si acaso, lo repito.
JERRY LEE LEWIS
Después de cenar, tomamos los siete el tranvía de la línea
que terminaba justamente en la Facultad de Veterinaria,
universitario templo de la noche, situado en el extremo oriental d
barrio de Montemolín.
Desde mucho antes de llegar a nuestro destino, ya una riada
gente joven señalaba la dirección del evento sin el menor asomo
duda.
Al llegar, compramos las entradas y otras quinientas peset
por barba en tiques para consumiciones —cien duros en las fiest
de Veterinaria daban para mucho más que en cualquier otro lug
de España— y, acto seguido, atravesamos el umbral de acceso
vestíbulo principal.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
84/217
,
entre nosotros o con cualesquiera otros asistentes a la fiesta er
los gestos propios del cine mudo o el grito pelado a tres dedos
la oreja del oyente.
El ambientazo dejó atónito al ruso desde el primer momento.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
no
salióand
de su
estuporamigos
hasta yque
se inicióseelacercar
concur
de rock
rollestado
y todosde
nuestros
conocidos
para animarnos.
Mientras giraba y lanzaba a mi pareja de baile por las alturas,
podía evitar mirar de vez en cuando a Malva Y Alexei abrazado
compartiendo la misma bebida, riendo juntos.
Hacían muy buena pareja, desde luego, pero… ¡qué demonio
En aquel momento, todo el mundo estaba pendiente de Victo
Sandoval y de mí. Otras seis parejas bailaban en la pista pe
estaban a años luz de nosotros.
—¡Vamos! —le grité entonces a mi compañera—. ¡Ya está bie
de Sandoval
hacer el pato!
¡Ahora,y vamos
bailar
verdad! ¡Sígueme!
me sonrió
se pusoa en
misdemanos.
Yo necesitaba un baño de autoestima con urgencia y dec
dármelo a los acordes del piano de Jerry Lee Lewis. Y fue u
pasada total y absoluta, una locura. Túneles, lanzamiento
molinetes a ambos lados. Como si lo hubiésemos esta
ensayando durante semanas. Giro, giro, patada, paso, patada
Un salto, otro. Giro, giro, giro. ¡Otra vez! ¡Del otro lado! ¡Arriba…!
Al terminar, recibimos una ovación que hizo temblar las pared
del edificio. El ruso estaba encantado; la hermana de Victor
transida de euforia, le estampó a Max un par de besos de clase
con
queunélotambién
senadie
mostró
me louiñó
o sin ue
se encantado;
enterase. y una sonriente Ma
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
85/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
LA NOCHE
A partirdedebaile,
ahí, la
nocheflirteos,
fue transcurriendo
comomás
un otorbelli
delicioso
música,
risas y miradas
men
ardientes hasta, aproximadamente, las tres menos veinte de
mañana.
A esa hora, empezó el lío.
Una de las hermanas Sandoval —para entonces, me resulta
imposible saber cuál— me pidió que bailase con ella un bolero.
—¿Y de dónde saco yo un bolero? —grité.
Ella me señaló al disc-jockey Pepín, situado en el rellano
entreplanta, en lo alto de la escalinata principal, rodeado por s
mesas de mezcla y sus etapas de potencia.
—¡Los
de seguridad
dejarán
—¿Acaso
no somosnolanos
pareja
queacercarnos
ha ganadoa elél!concurso
baile? —preguntó ella junto a mi oído.
Asentí, no muy convencido, y comenzamos a abrirnos cami
hacia el puesto del pinchadiscos.
Tal como yo suponía, en cuanto intentamos subir la escaler
apareció un guarda jurado diciendo no con el dedo y acariciando
porra.
Pero tal como Sandoval suponía, cuando le hicimos señas
Pepín, este le indicó al vigilante que nos permitiese pasar.
En el puesto del disc-jockey, el volumen de la música e
ligeramente
al de lalepista,
de modo
quepretensione
con men
dificultades deinferior
las esperadas,
expusimos
nuestras
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
86/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Hasta dentro de una hora no tenía pensado meter el prim
bloque de lentas —nos contestó— pero, tratándose de vosotros
¡de acuerdo! Elegid un par de temas. En ese estuche están l
boleros.
Hice un rápido repaso, elegí dos canciones y luego le transmit
Pepín instrucciones precisas. Él levantó el dedo pulgar, en señ
de conformidad.
En cuanto volvimos a la pista, cambió la luz y cambió la músic
—¡Ahora unos minutos de descanso y carantoñas! —anunció
pinchadiscos, ganándose unos cuantos silbidos, aunque menos
los que yo esperaba.
Comenzó por Lo dudo de Los Panchos. Como no hacía muc
tiempo que había servido de tema principal en un anuncio
televisión, todo el mundo se la sabía de memoria y la coreamos
pleno pulmón. Seguramente fue la más horrenda versión d
famoso
que Después,
se haya escuchado
jamás, pero
excelentebolero
transición.
ya con el ambiente
más sirvió
propic
Pepín fue mezclando a Los Panchos con Lucho Gatica. Y
coincidiendo con la mezcla, mi dedicatoria.
—De Nicolás, nuestro campeón de esta noche en el concur
de rock and roll, para Malva, que ni es su pareja de baile ni creo
que sea una malva, precisamente.
Qué ingenioso, el Pepín.
Y comenzó a sonar Algo contigo.
¿Hace falta que te diga
que me muero por tener
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
87/217
algo contigo?
¿O es que no te has dado cuenta
de lo mucho que me cuesta
ser tu amigo…?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Si Malva no lo entendía, era como para hacerle
reconocimiento psiquiátrico.
Abrazado a ritmo de bolero a Victoria Sandoval, podía ver
Malva bailando con Alexei, apoyada la mejilla en el hueco de
hombro. Estaban a seis pasos de nosotros, con otras parejas
por
medio,
los perdía
de vista de
en cuando.
Al No
regre
de una
de yesas
interrupciones,
ellacuando
me estaba
mirando.
h
ningún gesto, nada. Solo me miró. Me miró y siguió mirándom
durante el resto de la canción. Y yo la miraba a ella, mientr
apoyaba mi mejilla en la de Victoria Sandoval. Y no dejamos
mirarnos ni un instante, mientras Lucho Gatica continua
desgranando su canción:
…Ya me quedan muy pocos caminos
y aunque pueda parecerte un desatino
no quisiera yo morirme sin tener
algo contigo…
MUY HEAVY
Y entonces, haciendo añicos ese momento mágico q
seguramente yo recordaré toda mi vida, apareció un tipo enorm
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
88/217
.
Desgraciadamente, siempre es así. En todos estos sarao
siempre hay un irresponsable que no sabe beber y que lo fastid
todo.
A este lo tenía yo visto de alguna otra de las fiestas. Era
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
heavy motero al que llamaban el Málaga, por su parecido con
Sevilla, el cantante del grupo Mojinos Escozíos. Un bronc
impenitente pero al que nunca había visto pasar de l
bravuconadas y las groserías.
Sin embargo, para todo hay una primera vez, como bien dec
mi padre.
Esa noche, el Málaga debía de llevar en las venas más alcoh
de la cuenta. Comenzó a subir las escaleras camino del puesto d
pinchadiscos. El guardia de seguridad salió a su encuentro.
motero lo apartó de un inesperado empujón, que lo hizo rod
escaleras abajo, y continuó su ascensión. Recuerdo que miré
Pepín, que se había quitado los auriculares con un gesto
inquietud. Busqué entonces a Biela. Milagrosamente, nuestr
miradas se cruzaron y no tuve más que hacerle un gesto para q
comenzara a abrirse paso hacia la escalinata. Yo hice lo propio.
Algunos, pero solo algunos, de los asistentes habían dejado
bailar y atendían al guardia de seguridad, que parec
conmocionado.
Cuando estábamos a media docena de escalones del rellan
pudimos escuchar al Málaga vociferando:
—¡Quita esa mierda y pon Iron Maiden!
—No tengo nada de Iron Maiden —replicó Pepín, intentan
mantener la flema.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
89/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
cazadora y sacó un CD.
—¡Toma! ¡Ahí tienes todos sus éxitos! ¡Ahora, ponlo!
—Lo siento, pero no se admiten peticiones.
—¡La basura que está sonando ha sido una petición!
—Te equivocas —dijo Pepín, firme—. Eso lo he puesto porq
he querido.
—¡Que pongas Iron Maiden o te arranco la cabeza! —gritó
energúmeno, agarrando al pinchadiscos por la pechera.
—¡Vamos, Gerardo! —le grité a Biela.
Llegamos hasta él y Biela sujetó el brazo del Málaga.
—Suéltalo —le dijo con voz cavernosa—. Vamos, suelta
nuestro amigo.
El Málaga obedeció, aunque fue para intentar golpear a Bie
Imposible, claro. Ni siquiera estando sereno habría podi
sorprenderle. Mucho menos, con la media tajada que llevab
Gerardo esquivó el golpe con una finta y, acto seguido, le soltó
crochet flojito en el pómulo, que provocó las iras del seguidor
Iron Maiden y le hizo revolverse como un toro herido. Biela no tu
más remedio que derribarlo sobre el suelo del rellano, mientr
Pepín, aún temblando, trataba de comunicar con los otros tr
guardas jurados repartidos por la facultad.
Viendo la facilidad con la que Gerardo Biela había inmoviliza
al tipo, pensé que el incidente no pasaría a mayores. Incluso m
permití meterme con sus gustos musicales.
—Eres un cateto y un carroza. Donde estén Led Zeppelin, q
se quiten los Iron Maiden. Incluso Uriah Heep eran mejores q
ellos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
90/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Biela me lanzó una mirada recriminatoria, pidiéndome que
echase más leña al fuego, pero no por eso me pareció que tuvie
dificultades para sujetar a la fiera.
Entonces, en ese instante, descubrimos con espanto que
Málaga
norabillo
habíadel
venido
solo.
Con el
ojo percibimos
en la pista ciertos sospechos
movimientos. Diez segundos después, cuatro clones del fan de Ir
Maiden subían los peldaños de la escalinata de tres en tres.
—Esto se pone feo. Lárgate —me dijo Biela.
—Ni hablar. Si nos han de atizar, tocaremos a menos siend
dos.
—No digas chorradas. Si somos dos, nos darán el doble
cera, y en paz. Vete de aquí ahora mismo y trata de traer cuan
antes a algún guardia de seguridad. Es la única solución.
Cuando eché a correr escaleras arriba, Pepín ya había hecho
propio,
meter
en incluso
una de en
las caso
platinas
casete de oemergenc
‹‹Pase tras
lo que
pase,
de labombardeo
terremo
suprimir la música es lo que nunca se debe hacer —recuerdo q
nos había dicho alguna vez—. Las consecuencias de un silenc
son imprevisibles.››
Eché a correr tras él, escaleras arriba hasta la planta super
de la facultad, la única que no se utilizaba durante la fiesta.
Los techos altísimos permitían enormes ventanales a través
los cuales penetraba la luz plateada de las farolas de la cal
Iluminado por ese resplandor, intentaba encontrar el modo
acceder al exterior sin tener que volver a pasar por el vestíbu
principal.
— Por a uí, vamos! —oí entonces ritar a Pe ín.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
91/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
El disc-jockey me hacía gestos junto a la salida de emergenc
desde la que se accedía a una de las escaleras de incendios.
Al abrir la puerta, comenzó a sonar una alarma.
Descendimos por la escalera metálica hasta el nivel de la cal
En el tiempo que nos llevó dar la vuelta al edificio y regresar ante
fachada principal, el desastre se había consumado. La pelea y
sonido de la alarma estaban provocando la marcha más o men
apresurada de buena parte de los asistentes a la fiesta.
En medio de aquel barullo, de manera casi increíble, distingu
Malva, a Urgel y a las hermanas Sandoval. Como tanta otra gen
corrían hacia la zona habilitada como aparcamiento, lo que se m
hizo raro porque nosotros no habíamos venido en coche.
—¿Adónde vais? —les grité.
—Malva tiene un plan —me respondió Max sin detenerse—
Vamos, ven.
Entonces me percaté de que se dirigían hacia un grupo de cin
motos realmente espectaculares aparcadas en batería junto a
seto.
—Pero… estas son las motos del Málaga y sus amigos.
—Premio.
—¿Qué pensáis hacer con ellas? —pregunté, temiéndome
peor.
—Creo que es la única forma de llamar la atención de es
energúmenos —me dijo Malva.
—Listo —anunció Max, abriendo sin ninguna dificultad
candado de la cadena que abrazaba la llanta delantera de
primera moto y un casco más negro que el alma de un verdugo.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
92/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Podrás ponerla en marcha? —le preguntó Malva.
—Eso está hecho —dijo Max, que ya hurgaba en la cerradu
del contacto con una de sus ganzúas eléctricas.
Tres segundos más tarde, el motor de la Harley-Davids
cantaba ya con su peculiar sonido intermitente.
Malva se encajó el casco, que le venía algo grande, y sa
sobre el asiento de la motocicleta.
—¿Podrás hacerlo? —le preguntó a Urgel.
—Descuida. ¿Y tú?
—Enseguida lo sabremos —dijo ella.
Antes de que yo pudiera recuperarme de mi sorpresa, Ma
metió la primera marcha, aceleró y salió zumbando.
Para cuando recuperé el habla, Max ya había soltado l
candados de las otras cuatro motos y nos entregaba un casco
cada uno.
—¿Sabes conducir una moto?
—Sí.
—¿Y vosotras? —les preguntó a las hermanas Sandoval.
—Naturalmente. Tenemos una vespino.
—Pues ya está. En el fondo, todas las motos son iguales. Y l
vamos a llevar despacito, no os preocupéis —nos indicó Urg
mientras iba poniendo en marcha los motores uno a uno con s
ganzúas.
EL HIJO DE LA ESCAPISTA
Lo de Urgel resulta prodigioso, por muy acostumbrado que est
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
93/217
a verle actuar. No hay cerradura o mecanismo de combinación q
se le resista. Le viene de familia, claro. Su padre es cerrajero.
rey de los cerrajeros, según su hijo. Cuenta Max que, en cie
ocasión, se atascó la puerta de la cámara acorazada del Banco
España. Ni siquiera la empresa fabricante del mecanismo logra
hacerla funcionar. Llamaron a don Máximo Urgel y la abrió
dieciocho minutos.
Nuestro compañero quizá no posee aún el nivel de su pad
pero, a cambio, ha heredado alguna de las habilidades de
madre, una escapista que se encuentra casi siempre de g
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
mundial
Ruso.oCon
a tu lado,
es difícil
quedar
atrapadocon
en el
unCirco
ascensor
en Max
cualquier
otro lugar,
y venera
famoso mago Harry Houdini como otros lo hacen con los grand
futbolistas o con los pilotos de Fórmula 1.
CARNAZA
Mientras los cuatro saltábamos a la grupa de nuestr
respectivas monturas, caí en la cuenta de un detalle.
—¿Y el ruso? —pregunté—. ¿Dónde está Alexei?
—Se ha quedado dentro, ayudando a Biela —me respond
Urgel.
De inmediato caí en la cuenta de lo que aquellas siete palabr
significaban realmente: Alexei se estaba zurrando con l
macarras. Mi simpatía por el ruso sobrepasó por vez primera
umbral de la nada absoluta.
Mientras Max arrancaba los motores de las otras motos, Ma
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
94/217
se dirigió a la explanada delantera.
Los asistentes a la fiesta todavía abandonaban en buen núme
el edificio; la concentración humana en el vestíbulo de prime
planta había descendido considerablemente; la desigual pel
entre los cinco macarras de la banda del Málaga y la extra
pareja que formaban Biela y Alexei continuaba cuando Malva d
gas y soltó el embrague de la Harley, enfilando la escalina
principal de la Facultad de Veterinaria.
A punto de llegar al primer peldaño, empujó el manillar hacia
suelo y, de inmediato, descargó cuanto pudo el peso sobre
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
rueda
delantera.
la impresionante motocicleta trepó escalon
arriba sin
aparenteYdificultad.
Ahora llegaba quizá lo más difícil, a partir del momento en que
moto saltó sobre el atrio que formaban las grandes columnas de
fachada, pasó entre las dos centrales, cruzó la puerta y se plan
en el interior del vestíbulo principal.
Malva giró el manillar, inclinó levemente la motocicleta, camb
de un lado a otro el peso de su cuerpo y pisó el freno para que
rueda trasera se deslizase sobre el serrín que cubría el suelo a
de facilitar la limpieza tras la fiesta.
La Harley, casi un cuarto de tonelada de peso, giró sobre
misma
quedó mirando
a la salida.
Parayentonces,
el Málaga
y sus amigos ya se habían apercibi
de la situación.
—Pero… ¡pero si esa es mi moto! —gritó el jefe de la banda—
¿Quién es ese tío?
—No es un tío, Málaga… ¡es una tía! —le aclaró uno de s
colegas.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
95/217
a va oc e c axon e zo e nme a o un cor e e mang
que fue el pistoletazo de salida.
Olvidando a Biela y al ruso, los cinco energúmenos se lanzar
en su persecución.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
EXTRAÑA PERSECUCIÓN
Malva aceleró de nuevo la Harley, salió de la facultad por don
había entrado, bajó casi volando los catorce peldaños de
escalinata
y se en
unió
a nosotros cuatro, que la esperábamos c
las otras motos
marcha.
—¡Que se llevan nuestras motos! —gritaban los cinco fans
Iron Maiden en medio de las expresiones más soeces que
recordaba haber oído nunca.
Abandonamos los terrenos de la facultad y salimos a la aveni
de Miguel Servet, la principal del barrio, siempre perseguidos por
Málaga y sus secuaces. Circulábamos los cinco despacito, a
más de treinta o cuarenta por hora, lo suficiente para mantener
distancia con nuestros perseguidores que, por cierto, no
encontraban en demasiada buena forma física.
—Y
ahora ¿qué?
Malva, Por
colocándome
suprepara
lado.
—Depende
de lo —le
que grité
ellosahagan.
si acaso, aten
en el móvil el número de tu padrino, ese que es policía.
Por una bocacalle de las de nuestra mano derecha asom
entonces un taxi libre. El Málaga y sus amigos, reventados ya
tanto correr, vieron ahí su oportunidad. Se lanzaron sobre el coc
—curiosamente, un Seat Málaga—, abrieron la puerta, sacaron
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
96/217
,
aceleraron en nuestra persecución.
—Perfecto —murmuró Malva—. Los muy lerdos la acaban
cagar.
—Pues se acercan a toda pastilla —advertí.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡Nos separamos! —nos gritó Malva—. Que cada cual vuelva
Veterinaria por un camino diferente. Ellos solo pueden perseguir
uno de nosotros. Al que le toque, que se apañe como pueda has
que los taxistas se les echen encima.
—¿Los taxistas? —pregunté—. ¿Qué taxistas?
En lugar de respuesta a mi pregunta, me encontré con que m
cuatro amigos se separaban de mí en distintas direcciones.
quizá por ser el que permaneció en la misma ruta, fui el elegido p
los pasajeros del taxi robado. En cuanto me quise dar cuenta, l
tenía detrás.
De inmediato, me adelantaron e intentaron cerrarme el pas
pero yo aceleré a fondo, me subí a la acera por el badén de
garaje, y logré esquivarlos. Regresé en cuanto pude a la calzada
opté por dirigirme hacia el centro de la ciudad, quizá por ser
zona que yo mejor conocía.
Al tomar la última curva de la calle de Miguel Servet, justo ant
de cruzar el puente sobre el río Huerva, me encontré con u
cuadrilla de la empresa municipal de limpieza, que regaba el sue
a golpe de manguera. El patinazo fue inevitable y el derrapa
antológico. De manera intuitiva aceleré, giré el manillar en senti
contrario, toqué ligeramente el freno y accioné los intermitentes.
como resultado de todo eso, mi Harley corrigió la feroz cruzad
hizo amago de derrapar del otro lado y, finalmente, volvió a
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
97/217
.
Tras el susto, comprobé que el Seat Málaga se había vuelto
pegar a mi guardabarros trasero. Nos saltamos en rojo el semáfo
del cruce con la calle Asalto y al entrar en la plaza de San Migu
hice amago de desviarme a la izquierda para, de inmedia
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
echarme a la derecha por la calzada lateral prevista para hacer
cambio de sentido.
Ellos no fueron tan rápidos y, de pronto, se encontrar
persiguiendo la nada. Hundieron el pie en el freno y con un violen
giro de volante, balancearon el coche hasta hacerlo girar cien
ochenta grados. Y cuando iban a reanudar la persecución,
toparon con una docena de taxis que les cerraban el paso.
Entonces lo comprendí. Esa era la circunstancia que Mal
había previsto: El taxista arrojado de su vehículo no había tarda
en encontrar a un compañero desde cuya emisora se había dado
alerta tanto a la policía local como al resto del gremio de taxista
Resultado: El Málaga y sus cuatro adláteres se vieron de pron
rodeados de taxistas dispuestos a retenerlos hasta la llegada
los primeros coches patrulla del cero noventa y dos.
COMO SI NADA
Cuando llegué de nuevo a la Facultad de Veterinaria, m
amigos me esperaban impacientes. Habían aparcado las mot
exactamente en el mismo lugar y orden en que se encontrab
anteriormente; y Max se había encargado de volver a cerrar tod
los candados. Tras hacer lo propio con la mía, nadie pod
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
98/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
.
El peor trago fue encontrarnos frente a frente con Biela y Alex
Los macarras les habían atizado a base de bien, sobre todo
Gerardo, que presentaba cortes y moratones como para ilust
todo
un manual
de primeros
auxilios.elEnaspecto
el ruso de
destacaba
un o
morado
que acabaría
por adoptar
una peque
coliflor. Eso sí, ambos mantenían el ánimo por las nubes. Ál
parecía encantado de haber sobrevivido a su primera pelea en tie
española. Biela, por su parte, abrazaba al ruso con rendido afecto
—Tendríais que haber visto cómo sacude aquí, el amigo —n
explicaba—. Se ve que en la academia de policía donde estudia l
preparan para todo. ¡Qué bárbaro!
Luego, se volvía de nuevo hacia el rubio y le palmeaba
espalda con peligrosa contundencia.
—Tú y yo… ¡Amigos! ¡A-mi-gos! —decía Gerardo, sin record
que
Alexei
el español
a la perfección—. ¡Mai frie
¡Amigos
paracomprendía
siempre! Forever!
Da? Da?
—Que sí, hombre, que sí —respondía el de San Petersburg
con una sonrisa que terminaba en un rictus de dolor.
Eran cerca de las cinco cuando llegamos todos a la plaza
España a bordo de un ‹‹búho››.
Bajo la luz ambarina del reloj de la Diputación Provincial, Ma
propuso acompañar ella a Alexei hasta el hostal Cataluñ
nosotros tres decidimos acompañar a las gemelas Sandoval has
su casa.
Así, el
la primera
ronda
besosdomingo
de despedida
tuvoencomo
telón s
fondo
amanecer
dedeaquel
extraño
el que,
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
99/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
nosotros sospecharlo todavía, íbamos a entrar en una catarata
misterios y peligros como nunca habíamos podido imaginar.
14'00 HORAS
Me levanté a la hora de comer y, claro, tuve que enfrentarme
las malas caras de toda la familia.
—Vaya horas de llegar, las de anoche.
—Sí, papá. Pero fue algo excepcional. Es que el padrino m
endilgó a un ruso para que lo cuidase.
—¿Padrino? ¿Te refieres a Germán Bareta?
—Claro. Me lo encontré el viernes, durante la pausa d
almuerzo. Por lo visto, le han encargado acompañar a un
policías rusos que están de visita. Uno de ellos solo tiene veintid
años y me pidió que le enseñase la marcha del sábado noche
nuestra ciudad. No me podía negar.
—Ya cogeré yo por banda a ese impresentable —rezongó
madre, mirando a mi padre de soslayo.
—Los de Veterinaria celebraban su última fiesta del curso y
llevamos allí. El tío flipaba por las patas abajo.
Mi madre había hecho arroz con pollo. Lo hace en la olla expr
y le sale de muerte. Primero, me comí tres platos; luego, me pu
malo.
Así, a las cuatro de la tarde, andaba preparándome mi terc
vaso palmero de sal de frutas cuando sonó el teléfono de e
peculiar manera en que suena cuando es Malva la que llama.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
100/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Nicolás. ¿Podemos quedar en el portal de mi casa dentro
quince minutos?
Las náuseas me subían desde las corvas. A cualquier otro d
los seis mil millones de habitantes del mundo le habría dic
rotundamente
que¿Ocurre
no. Peroalgo
a Malva
—Pues claro.
grave?yo no le podía negar nada.
—Aún no sé si es grave o no. Al parecer, el ruso h
desaparecido.
—¿Alexei?
—No, no. El otro. El teniente Goliatkin.
LA MÁS HERMOSA
Ese día resultó ser el más caluroso de aquel vera
achicharrante.
las cuatro
y cinco
la tarde
iba yoprotegido
caminand
por la acera deYmia calle,
camino
de lade
casa
de Malva,
impío sol tan solo por mis gafas Ray-Ban de imitación y una go
de visera de Dinópolis que, antes de salir de casa, había empapa
de agua bajo el grifo del lavabo.
Sin embargo, tamaño sacrificio tuvo una pronta, prime
compensación. Malva me esperaba impaciente delante del por
de su casa y casi desde el principio de mi caminata la tuve en
punto de mira, en mi horizonte, aumentando poco a poco
tamaño mientras me acercaba a ella.
Contemplando su silueta a contraluz no podía dejar de pens
que
la chica
más hermosa.
hermosa que yo conocía. Quizá no la m
ua era
a, ero
sí la más
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
101/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Vamos. Álex nos espera en el hostal Cataluña.
Al llegar, Malva y el ruso se dieron un par de besos. A mí m
estrechó la mano. Todo, sin cambiar ni una palabra. Luego, n
dirigimos a su habitación.
—Se ha marchado —dijo Álex, nada más cerrar la puerta—. H
recogido sus cosas y se ha marchado, dejándome aquí. Se
llevado su ropa y su maleta. Se ha ido.
Malva contemplaba el armario, en el que solo colgaban algun
de las prendas de Alexei.
—¿Cuándo lo viste por última vez?
Alexei bajó la vista antes de responder.
—El… el viernes.
—¿A qué hora?
—Cuando nos despedimos tras haber estado en la tas
aquella, junto al palacio de Torresecas.
—¿Cómo? —exclamé—. ¡Pero si de eso hace cuarenta y oc
horas! ¿Quieres decir que la noche del viernes ya no vino a dorm
y no te habías preocupado hasta ahora?
El ruso carraspeó.
—No, no es eso. El que no vino a dormir… fui yo.
Me volví hacia Malva, que desvió la mirada. De pronto, me se
como el tonto del pueblo.
—Fuimos a una fiesta, a casa de Carlota Sáenz. Álex no
encontraba bien y los padres de Carlota le permitieron quedarse
dormir —dijo Malva, en un tono que delataba la mentira.
—En realidad… bebí más de la cuenta —reconoció el ru
enseguida—. No volví al hostal hasta cerca de las once de
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
102/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
mañana del sábado. El teniente no estaba pero supuse que hab
salido. Su cama estaba hecha, pero imaginé que ya habrí
arreglado la habitación. Me di una ducha, me cambié de ropa
volví a salir.
—Habíamos quedado para ir de nuevo a la piscina —expl
Malva, innecesariamente.
—He preguntado a la gobernanta del hostal —dijo el ruso—
Recuerda perfectamente que el sábado, cuando arreglaron
habitación, no tuvieron necesidad de hacer las camas. De mo
que, efectivamente, el teniente no vino ya a dormir la noche d
viernes.
—¿Crees que Goliatkin es un hombre capaz de hacer es
Dejarte solo y largarse sin más, quiero decir.
Álex abrió los brazos sin dejar de pasear nerviosamente por
habitación.
—No lo sé. No lo conozco lo suficiente. Parece un buen tipo
un buen policía. Pero, realmente, no sé qué clase de persona es.
—¿Has echado algo en falta?
El ruso carraspeó.
—Pues… no. Creo que no.
—¿Lo crees o lo sabes?
—No estoy seguro… Traje mucha más ropa que el teniente. N
podía imaginar que haría tantísimo calor aquí, en España, y… A v
si recuerdo…
Durante un par de minutos, Álex abrió los cajones, hi
memoria de las camisas y los polos que habían formado parte
su equipaje. Por fin, pareció tenerlo claro.
—Me falta una camisa.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
103/217
—Seguro.
—Sí. Y un jersey fino. Seguro, también.
Malva se pasó la mano por el pelo, corto y negro, siemp
encrespado, despeinándoselo ligeramente.
—Sabes lo que eso significa, ¿no?
El ruso y yo nos miramos, incapaces de resolver el acertijo.
—Si Goliatkin hubiese recogido sus cosas, no se habría lleva
nada que no fuera suyo. Si con su ropa han cogido también un p
de prendas tuyas es porque… la persona que lo hizo no esta
muy segura de lo que tenía que llevarse.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alexei
el gesto.
En parte
a causa
de la rabia; en parte
causa
delapretó
dolor que
le producía
el golpe
del ojo.
—Esto no tiene buena pinta —reconoció.
Cuando entramos en el cuarto de baño, Malva arrugó
inmediato la nariz.
—Huele ligeramente a pescado, ¿no?
Se arrodilló ante el bidé para poder contemplar el fondo des
muy cerca.
—Mirad esto —dijo, pasando dos dedos sobre la superfic
blanca y brillante—. Parecen… escamas.
—¿Escamas de pescado? —pregunté—. Eso abre la posibilid
de Malva
que alguien
hayame
golpeado
al teniente
conelunceño.
besugo.
y Alexei
miraron,
frunciendo
Como si
entendiesen lo que les decía.
—Con un golpe de besugo de buen tamaño te pueden dejar K
—insistí—. Y no hay que despreciar el elemento sorpresa q
supone. Quizá sea el único modo de pillar desprevenido a algui
de la experiencia de Goliatkin.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
104/217
lex y Malva se miraron. Aparentemente, no les convencía
teoría. No sé por qué.
—La recepcionista —informó Álex entonces— vio salir
teniente Goliatkin a media tarde del viernes. Dejó la llave de
habitación en el casillero y, al parecer, ya no regresó. No recuerd
que llevase su maleta, ni ningún otro bulto, al salir. Si acaso, un
bolsa de plástico, de asas. De momento, ella sería la últim
persona que le vio antes de su desaparición.
—Si alguien recogió después sus cosas, por lo visto no pidió
llave sino que forzó la entrada.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Definitivamente,
cosa pintaba
vezde
peor.
Sin embargo, el la
inspector
Baretacada
no fue
la misma opinión.
no quiso serlo. Quizá el hecho de ser domingo y de que
despertásemos de una siesta algo tardía influyó en su apreciaci
del problema.
—Bueno, bueno… no hay que ponerse nerviosos —nos dijo, c
voz pastosa, cuando le llamamos por teléfono—. En realidad ¿q
ha ocurrido? Un adulto, teniente de policía, de visita en un pa
extranjero, se ausenta de su hotel llevándose sus pertenencia
Hombre… yo no soy adivino pero supongamos que el bueno
Vladimir ha encontrado un plan…
—¿Cómo?
—Que ha ligado, quiero decir. El teniente es alto y bie
parecido.
—Ah.
—Quizá pasó más tarde a recoger sus cosas sin que
delatarse ante la recepción del hotel. Incluso, puede que ha
decidido marcharse del hotel sin pagar.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
105/217
— so o veo muy poco pro a e, erm n.
—Ya, ya… pero es una posibilidad entre otras mucha
Estamos en verano y en fin de semana. Vamos, que yo espera
hasta mañana, lunes. Si mañana no aparece a la hora en q
habíamos quedado, denunciamos la desaparición y nos ponem
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
en marcha. Hacerlo ahora me parece precipitado.
Cuando colgué el teléfono, solo pude encogerme de hombr
ante las miradas de mis amigos.
—Mañana —dije, simplemente.
No pude evitar ponerme en la piel de Alexei.
—Tú,
tranquiloAquí
—leestamos
dije—, que
no tepara
has lo
quedado
país
extranjero.
nosotros
que te solo
hagaen
falt
Por ejemplo: Si no puedes quedarte a dormir en el hostal, pued
venir a mi casa.
—O a la mía —dijo Malva.
—Mejor a la mía.
—¿Por qué a la tuya?
—Porque es más grande.
—No, no lo es.
—Bueno. Pues es más acogedora. Está pintada en colores m
cálidos.
Me
pareció
que a Malva
se le
escapaba
la risa. El hostal esta
—No
es necesario
—dijo
Álex,
entonces—.
pagado por adelantado, con un bono. No me echarán de aquí has
pasado mañana.
—¿Y los billetes de vuelta a tu país? —preguntó Malva.
El ruso se acarició la órbita de su ojo maltrecho.
—Los guardaba el teniente.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
106/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
TORRENTE
Poco más podíamos hacer, de modo que decidimos ir al cin
Vimos ‹Torrente››, de Santiago Segura. Engañamos al ru
diciéndole que era una película policíaca y, claro está, en cuan
empezó la sesión se quedó estupefacto. A la salida, seguía e
estado de choque.
—Supongo que hay que ser español para entenderla. ¿De ver
es tan graciosa? He pensado que os iba a dar un ataque
corazón.
Malva aún se enjugaba las lágrimas.
—Chico, no sé. Debe de ser lo que tú dices, que va con
carácter español. Pero lo cierto es que yo me parto de risa c
Segura. ¡Me parto!
Desde luego, había conseguido nuestro principal propósi
Distraer de su problema durante un par de horas a Alexei. Com
beneficio adicional, habíamos pasado a la fresca las horas m
calurosas del día.
Llamamos al hostal, donde nos informaron de que Goliatkin
había regresado.
Optamos por pasear por el centro de la ciudad, aunque c
frecuentes paradas en bares y cafeterías para reponer líquidos
aliviar el calorazo, que seguía siendo infernal.
Por fin, pasadas las nueve de la noche, se puso el sol
comenzó a descender muy lentamente la luz y la temperatura.
Después de cenar, nos reunimos con Biela y Urgel en la terra
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
107/217
5/26/2018
,
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
,
existencias de granizado.
Decidimos dar por cerrada la jornada al filo de la medianoch
Acompañamos todos a Alexei al hostal, nos aseguramos de q
no había ningún problema para que siguiera allí alojado
establecimos el plan para el día siguiente.
—He quedado con Álex en que me llamará por la mañana —d
Malva—. Si Goliatkin aparece, bien. Si no, en cuanto llegue
padrino, el policía, me acercaré para saber cuál es la decisión q
toman.
—Y, a continuación, nos llamas a nosotros —dije.
—Acuérdate de coger el móvil.
—Claro.
—Y de conectarlo, que eres un desastre.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
108/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Lunes,
10 de julio de 2000
Una vez conocí a un tipo al que le gustaban los lunes. Era
escritor; alguien que podía distribuir el tiempo a su antojo y pa
quien, por tanto, no había diferencia entre día hábil y festivo; pe
escritores hay pocos y, para casi todo el mundo, el lunes es un d
odioso.
Aquel lunes no fue una excepción. A las nueve de la maña
Max, Gerardo y yo nos reunimos ante el portalón del palacio
Torresecas con el lunes pintado en la cara. Gerardo Biela, adem
del lunes, llevaba dibujada en el rostro su pelea con los secuac
del Málaga.
Sin embargo, cuando don Pablo Urgel nos abrió la puerta de
taller, intuimos que aquel lunes le había sentado aún mucho pe
que a nosotros.
—Hola, tío Pablo —murmuró Max, tan impresionado com
nosotros por las enormes ojeras que asomaban bajo los cristal
verdosos de las gafas del taxidermista.
—Hola, chicos —nos dijo, con voz sorda—. Venga, a trabaja
Hoy toca limpiar y clasificar coleópteros, fósiles y minerales. No
a qué se debe, pero todas las piezas que llegan del Pére
Balaguer están cubiertas por una asquerosa capita de grasa, com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
109/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
bares de El Tubo. Así que ahí tenéis un bote de lavavajill
rebajado y unos cepillos de dientes. Limpiadlo todo con muc
mimo. Trabajaréis solos porque yo tengo cosas muy urgentes q
atender.
—Como siempre —musitó Max.
—Confío en vosotros —concluyó el taxidermista.
—¿Te ocurre algo, tío Pablo? No tienes buen aspecto.
El señor Urgel miró largamente a su sobrino.
—Comparado con vuestro amigo —dijo, refiriéndose a Biela
debo parecer míster Universo.
—Es que… ayer tuve partido de rugby —explicó Biela, c
notable rapidez de reflejos—. Contra la Santboiana, nada menos.
—Perdisteis, imagino.
—Por cuarenta y nueve puntos.
—Puntos de sutura, se entiende.
—Je. Sí. Muy gracioso.
DOLOR DE MUELAS
Prácticamente a la misma hora, el inspector Bareta llega
rabiando al hostal Cataluña, donde le esperaba Alexei Vostok.
—Hola, chaval —saludó el policía mientras se masajea
nerviosamente el carrillo izquierdo—. ¿Qué te ha pasado en
ojo?
—Nada grave, inspector. Un tributo a la noche zaragozana.
—¿Se
— ha sabido algo de tu jefe?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
110/217
.
—¡Maldita sea! Esto no hay quien lo aguante…
—Comprendo que para usted es un trastorno inesperado…
—No me refiero a la desaparición de Goliatkin. ¡Hablo d
dolor de muelas que tengo! Estoy viendo las estrellas en plen
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
día,—Recuerdo
chaval. Te loque
aseguro.
el pasado viernes comentó usted con
dentista que hoy tenía cita.
—Así es. Eso es lo más curioso —respondió el polic
ahogando un quejido—. Hasta hace un par de días no me dolí
las muelas en absoluto. La cita con el doctor Aspid era para un
mera revisión rutinaria. Pero siempre que se acerca la fecha
una de esas revisiones, me aparece un problema que acaba
uno o dos empastes. No lo entiendo.
—Será psicosomático.
—¿Eh? Oye, chaval, a ver lo que dices de mí, ¿vale?
COMISARÍA DEL CENTRO
Bareta comenzó por interrogar al personal del hos
Cataluña, con pobres resultados. El camarero de la cafeter
recordaba que Goliatkin le había comprado varias bolsas
hielo en cubitos cuando llegó el viernes a primera hora de
tarde. Un par de horas después, la recepcionista que cubría e
turno lo había visto salir. Pero nadie recordaba haberlo vis
regresar ni tenían una explicación para la desaparición de
equipaje.
— Se uro ue cuando se fue no llevaba al una maleta?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
111/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Desde luego que no —le confirmó la chica de la recepci
—. Recuerdo que llamé a un radiotaxi y él permaneció un
minutos ahí, en el vestíbulo, esperando que llegase. Lo único q
llevaba era una bolsa de plástico. De las de asas.
—¿Una
—Puedebolsa
ser, sí.blanca con un dibujo azul y negro?
—Es la bolsa de Pescados José Luis. Goliatkin salió de aq
con la merluza.
—Menos mal. Al menos, esté donde esté, no se morirá d
hambre.
Bareta miró al joven ruso.
—¡Muchacho! Eso es casi humor español.
La última pregunta fue de nuevo para la recepcionista.
—¿A qué compañía de radiotaxi suelen llamar?
—Radiotaxi Aragón.
PESQUISAS
Tras esas primeras pesquisas, Alexei y Bareta acudieron a
comisaría. Allí lo primero que hizo el inspector fue llamar a
compañía de taxis, donde le confirmaron que el coche que hab
recogido a Goliatkin el viernes, lo condujo hasta l
inmediaciones del palacio de Torresecas.
Acto seguido, Bareta optó por ir a ver al comisario, pe
cuando le preguntó a Elvira Mohedano, su secretaria, esta
anunció:
—Está en una reunión con el dele ado del Gobierno. L
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
112/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
puedo pasar un mensaje, si cree usted que es importante.
—La verdad, no sé si es realmente importante. Cuand
puedas, hazle llegar esta nota.
Germán Bareta cogió un post-it y garabateó la frase: ‹‹El ru
Necesito instrucciones››.
ahaladesaparecido.
secretaria del comisario
Malumbres. Luego, se la entreg
Elvira Mohedano frunció inmediatamente el ceño al le
aquello.
—Ese ruso de la nota… ¿no se llamará Vladimir, p
casualidad? Vladimir Guliankin.
—Es Goliatkin —intervino Álex—. ¿Qué ocurre?
—Hemos recibido durante la noche un fax en ru
procedente de la comisaría central de San Petersburgo. En
encabezamiento, que es lo único legible porque está en inglé
advertía que era para entregárselo personalmente al tenien
Vladimir
Goliatkin.
—Déjame
ver ese fax —pidió entonces Germán Bareta.
—Enseguida, inspector. Por cierto, que tiene usted muy ma
cara.
—Ya lo imagino. Una muela me está matando.
FAX
Bareta y Alexei extendieron sobre la mesa del inspector l
tres hojas de papel térmico que les entregó Mohedano. El jov
ruso leyó su
lentamente
concontenido
la cabeza. con rapidez y, a continuación, neg
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
113/217
—No hay nada que nos pueda ayudar a localizar al tenien
Se trata de información que él había solicitado a Rusia en torno
la investigación sobre el asunto de la falsa momia del Mus
Egipcio de San Petersburgo. Según dice aquí, al menos otr
seis museos rusos habrían comprado en los últimos años piez
egipcias de gran valor al museo de la Fundación Pérez-Balague
Se trata de joyas, pergaminos, arquetas… y, por supuest
sarcófagos y momias. Todo ello muy bien documentado
aparentemente legal.
A Bareta parecía habérsele olvidado por unos momentos
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
dolor
de
muelas.
—Interesante. ¿Sabes? Ahora ya empiezo a creer que tu je
sí pudo venir a España por el caso de la momia falsa. Parec
una simple excusa, pero es posible que la dimensión del asun
sea mucho mayor de lo que él me dijo. O de lo que yo c
entender.
—¿Pero saber eso puede ayudarnos a encontrarlo?
—Por ahora, no. Por ahora solo es una pieza más de
rompecabezas del que no tenemos la muestra.
—¿Qué sugiere usted que hagamos, inspector?
Bareta suspiró mientras se echaba a la boca un par
pastillas
que sedonde
consideraba
sin remedio.
—NoJuanola,
tenemosa las
mucho
elegir. adicto
Supongamos
que
teniente me dijo la verdad y que acudió la tarde del viernes
taller del taxidermista Urgel.
—Con la merluza.
—Con la merluza, sí.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
114/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
USETHBI
Hacia el mediodía, Bareta y Vostok llamaron con los nudillos
la puerta del taller de don Pablo Urgel. Y yo mismo salí a abrir.
—Nicolás…
—Hola, inspect… quiero decir: Hola, padrino. Alexei… ¿Qu
¿Ha aparecido ya el teniente Gorbachov?
—Goliatkin. Se llama Goliatkin —me aclaró el ruso—. Y no,
ha aparecido.
tu tío, elhasta
disecador?
—lea mi
preguntó
Bareta a Urgel, q
se —¿Está
había acercado
colocarse
espalda.
—Pues… no. Prácticamente no está nunca aquí. Nos abre
taller a primera hora de la mañana y de la tarde y luego se march
Dice que tiene mucho trabajo.
—Vaya… Esto empieza a parecer el juego del escondite.
—¿Por qué lo busca?
—Lo busco porque lo último que me dijo Goliatkin fue que ten
la intención de venir a hablar con él. No sé si llegó a hacerlo per
por ahora, es aquí donde se pierde su pista.
—Ajá… Pues lo siento pero mi tío tal vez no vuelva hasta
tarde.
—¿A qué hora?
—Nuestra jornada comienza a las cuatro y media.
—¡Mira qué bien! Precisamente a esa hora tengo cita con
dentista, el doctor Aspid, que tiene aquí mismo la consulta. Vend
hacia las cuatro, hablaré con tu tío y así mato dos pájaros de
tiro.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
115/217
Alexei, mientras tanto, recorría la estancia como si le traje
extraños recuerdos. En cierto momento comenzó a examinar c
atención los insectos y minerales que estábamos limpiando
clasificando.
—¿Habéis tenido que limpiar algún objeto egipcio estos dí
atrás?
—No, ninguno —respondió Biela—. Todo son animalillos
artesanías de África y Sudamérica. No hay nada egipcio.
—Y, sin embargo, el Museo Pérez-Balaguer ha suministrad
momias, sarcófagos y otros objetos del Egipto de los faraones
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
museos
de media
Rusia.
—Lo más
probable
es que se trate de una tapadera —murmu
mi padrino—. Es posible, incluso, que los responsables del Pére
Balaguer sean ajenos a este asunto y desconozcan que han si
utilizados como falsos remitentes de esas piezas.
El joven ruso seguía husmeando.
—Inspector —dijo de pronto—. Aparte del personal del host
parece que fue usted el último en hablar con el teniente antes
su desaparición. ¿Qué hicieron desde que nos separamos
mañana del viernes?
El policía frunció el ceño para ayudarse a hacer memoria.
—Déjame
recordar…LePrimero,
de
tienda
de ahumados.
llamó lamiramos
atenciónelelescaparate
congrio. Lueg
jugamos una partida de billar y otra de futbolín en los billares
aquí abajo, a continuación entramos en la iglesia de Santiago
Menor unos minutos a descansar, compramos una merluza
Pescados José Luis y comimos el menú del día en la cafete
Lanuza, junto al mercado central. Luego, nos separamos. Tu je
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
116/217
o que vo va a os a para ec arse una s es a y, por o q
parece, así lo hizo.
—¿Ha dicho que compraron una merluza? —preguntó el ruso.
—Él la compró. No quiso que el pescadero la limpiase. Se
llevó entera en una bolsa.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alexei se dirigió entonces hacia un gran arcón frigorífico q
funcionaba en uno de los rincones de la estancia y alzó la tap
Los demás, echamos también un ojo a su contenido. Había vari
pescados grandes: Un lucio enorme, un siluro de más de un me
y un barbo de tamaño considerable. Y, además, una perdiz y un
cotorra.
Todos ellos
congelados
y con sus etiquetas, en espera
que les llegase
el turno
de ser disecados.
—No está la merluza —murmuró Vostok, decepcionado—. ¿
preguntó para qué la quería?
—Pues no. A esas alturas, yo ya había tomado la decisión d
no preguntarle nada y dejar que él me contase lo que quisiera. Y
de la merluza no me lo contó.
En ese momento, Max alzó la mano.
—Acabo de recordar que sí había aquí un objeto claramen
egipcio cuando llegamos el lunes pasado. Era una figurita de ba
que representaba a un campesino. Si no me equivoco… lleva
una—¿Y
hoz en
la mano.
ya no
está? —preguntó Bareta.
—No. El sábado por la mañana faltaba el ordenador portátil
mi tío y esa figurita. Supongo que se debió de llevar las dos cos
la noche anterior.
—Era un usethbi —dijo, muy seguro, el ruso.
—¿El qué?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
117/217
—
.
.
introducían en los sarcófagos uno o varios usethbi. Aunque
muerto pudiese gozar de los fértiles campos del Más Allá, exis
la creencia de que el dios Osiris podía obligarle a labrar l
campos para mantenerlos. Por eso, la mayoría de difuntos
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
hacían acompañar de uno o varios usethbi, para que, llegado
caso, atendiesen esa tarea en su lugar. Los usethbi llevaban en
costado una inscripción con las palabras mágicas que el difun
tenía que pronunciar para que el siervo volviese a la vida. De ahí
nombre. Usethbi significa ‹‹El que obedece››.
Todos miramos a Alexei con cierta sorpresa.
—Caramba —murmuró Bareta—. ¿Eso te lo acabas de inven
o realmente entiendes de estas cosas?
—Me lo acabo de inventar —dijo Alexei, muy serio—. Por e
me enviaron junto al teniente Goliatkin: Porque invento muy bi
sobre el Antiguo Egipto.
—Ya… —replicó Bareta, con sorna—. Pues ahora invéntate u
teoría sobre la desaparición del usethbi.
Vostok torció el gesto antes de responder:
—Mal asunto. Los usethbi tienen su lugar dentro de las tumba
Tal vez el señor Urgel lo haya cogido para que le haga compañía
algún muerto reciente.
URGENCIAS
El tiempo de Alexei Vostok en España se acababa. Aparecie
o no su jefe, al día siguiente a primera hora, tendría que volar
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
118/217
.
Malumbres se había tomado la molestia de arreglar el tema de l
billetes de avión desaparecidos junto con Goliatkin.
Lo que hubiera que hacer, había que hacerlo ya.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
A la una
y mediaque
de la
la llamada
tarde, sonó
mi teléfono
melodía
que indicaba
procedía
de Malva.móvil con
—¡Por fin llamas! ¿Dónde te has metido toda la mañana? ¿
quedamos en que acompañarías a Alexei y nos tendrí
informados?
—Lo siento. Mi hermano se ha pillado los dedos con una pue
y he tenido que llevarlo a urgencias. Y ya sabes lo que ocurre a
que tienes idea de cuándo entras pero no de cuándo sales.
además, en el hospital hay que apagar los móviles. ¿Qué sabes
Alex?
—Está aquí, con nosotros. Ha venido con mi padrino, el polic
De—Lo
Goliatkin
no sabemos
nada. a comer en el Triana?
imaginaba.
¿Quedamos
—Nosotros salimos ahora. ¿Te va bien a las dos menos cuarto
TRIANA
La decoración del Triana la componían miles y miles
botellines de licores diversos, en una colección como habrá poc
en España. Y junto a eso, la cabeza disecada de Bulerioso,
morlaco de casi seiscientos kilos que el Viti toreó en el coso de
Misericordia
mil años atrás.
A mí el restaurante
Triana no me ustaba ni un elo ero Ma
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
119/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
tenía debilidad por sus suelos de madera y por sus camareros, t
viejos como el propio local. Comimos casi solos, aunque, cuan
ya nos íbamos, aparecieron tres chicas con pinta de abogad
laboralistas, que ocuparon la mesa más alejada de la nuestra.
más de
hora estábamos
cuenta
cafél
fueEn
el poco
momento
en media
que pusimos
a Malva aldando
corriente
de del
todas
novedades surgidas durante la mañana. Sus decisiones, com
siempre, fueron inmediatas.
—Te quedan dieciocho horas en Zaragoza, Alexei. Podemo
dedicarlas a hacer turismo y a comprar recuerdos de España…
podemos dedicarlas a buscar al teniente Goliatkin. Tú decides.
El ruso nos miró a todos, uno por uno.
—Al teniente lo seguirán buscando aunque tú te vayas —
recordé.
—Y es posible que él mismo no quiera que lo encuentren
aventuró
Max—. Cabe la posibilidad de que haya desapareci
voluntariamente.
Álex asintió.
—Pero soy estudiante de la Academia de Policía de S
Petersburgo. No podría volver a mirar a la cara a mis compañer
si regresase a Rusia sin haber hecho todo lo posible por aclarar
ocurrido con el teniente Goliatkin.
Biela, Urgel y yo nos miramos de reojo y nos encogimos
hombros. La suerte estaba echada.
—¿A qué hora tenéis que volver al trabajo? —preguntó Malva.
—A las cuatro y media.
—Sondos
lashoras.
dos y media —constató, consultando su reloj—. N
quedan
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
120/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Muy bien. ¿Qué hacemos?
La chica más hermosa del barrio tomó las riendas.
—Yo creo que… el misterio que nos preocupa está en
palacio.
—¿En el palacio de Torresecas?
—Pues claro, memo. ¿En qué palacio va a ser? ¿En el de
Zarzuela? Por lo que me habéis contado, está confirmado q
Goliatkin acudió allí la tarde del viernes. Después de eso, ya
hay nada. Es posible que de allí fuese a alguna otra parte, pero
estos momentos, su rastro se pierde ahí. Por tanto, mientras
haya pruebas en contra, hay que pensar que fue al palacio a hab
con don Pablo Urgel… y ya no salió de allí.
EL CÓNSUL HONORARIO
Diez minutos más tarde, estábamos frente al palacio
Torresecas, maquinando a la propia sombra del edificio.
—Solo hay una teoría que nos resulta útil: Pensar que
teniente Goliatkin está en algún lugar de ese palacio, reteni
contra su voluntad.
—Pues vamos a registrarlo de arriba abajo —propuso Biela.
—Sí, de acuerdo; pero tenemos que ser discretos, Gerardo —
explicó Malva—. Si entramos como un elefante en una cacharrer
seguramente no lograremos nada. Ya que no contamos con muc
tiempo, yo me inclino por intentar echar un vistazo a los sótanos
a
las buhardillas.
resto de los
parecen
ocupados p
oficinas
o consultasElprofesionales
de pisos
apariencia
normal.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
121/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Y el local del cine Rialto? —propuso Max—. Lle
abandonado un buen montón de años. Es un sitio ideal pa
establecer allí un escondite secreto.
—Cierto. Sería bueno revisarlo, también. La cuestión es cóm
llegar hasta esas zonas del palacio sin despertar sospechas.
—Revisar las buhardillas supongo que será fácil —dijo entonc
Urgel—. Subimos por la escalera principal y nos toparemos c
una puerta que no creo que yo tenga mucha dificultad en abrir.
de los sótanos es diferente. Podría ser que cada uno de l
comercios de la planta baja tuviera su parte del sótano.
—Pero también puede ser que el sótano sea independiente
los comercios —aventuró Alexei.
—Quizás. Pero entonces… ¿por dónde se entra?
—Yo creo haber visto una puerta disimulada en una de la
paredes del vestíbulo del fondo, el que daba acceso al cine —d
Gerardo.
Malva asintió.
—Empezaremos por lo fácil, entonces. Primero, buhardilla
Después, esa puerta de la que habla Biela.
Y así lo hicimos. Pero fueron intentos fallidos.
A las buhardillas accedimos sin dificultad, tal como Max hab
supuesto. Pero estaban inusitadamente vacías. Ni siquiera serví
como trastero. Allí no había más que polvo de siglos.
De inmediato, bajamos hasta el vestíbulo principal y, de ahí,
vestíbulo interior, el que muchos años atrás servía de hall al ci
Rialto.
—Ahí —dijo Biela, señalando una de las paredes.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
122/217
La luz era escasa, pero pronto vimos que tenía razón.
—Tienes razón —indicó Max Urgel, recorriendo el contorno de
puerta con los dedos—. Está muy bien disimulada; mucho más
lo habitual. Pero no hay duda de que aquí hay una puerta. O
había, más bien, porque ha sido condenada.
—¿Cómo?
Max retiró un trozo de moldura de madera y, debajo, aparec
una chapa metálica del tamaño de una tarjeta de crédito, fijada c
ocho remaches.
—Posiblemente, se podía entrar por aquí hasta hace unos día
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
La —¿Cómo
han condenado
muy recientemente.
lo sabes?
—Fijaos en los remaches. Tienen algunos arañazos, producid
en su colocación, y todavía están brillantes. Ni siquiera ha da
tiempo a que el metal se empañe.
—¿Puedes abrirla?
—De ninguna manera. Quizá sea posible por el otro lado, pe
no por aquí. Yo puedo forzar con facilidad una cerradura pero si
hay cerradura que forzar, no puedo hacer nada.
Malva consultó su reloj.
—Las tres y cuarto —dijo—. Nos queda una hora y cuarto has
que
tengáis que entrar a trabajar. Lo que sea, tenemos que hace
deprisa.
Max pidió la palabra.
—El que hayan condenado esa puerta significa, seguramen
dos cosas. La primera: Que alguien, hace poco tiempo, la
considerado peligrosa. La segunda: Que existe otra entrada
mismo sitio.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
123/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
De vuelta a la calle, nos refugiamos en el bar Chotis, jus
enfrente del palacio y desde cuya cristalera podía vigilarse
fachada entera.
—Si Max tiene razón —dijo Malva— y existe otra entrada a l
sótanos del palacio, el paso tiene que estar en una de las tiendas
—Yo me inclino por los billares Antraca —dije—. El inspect
Bareta contó cómo Goliatkin insistió en jugar una partida de billa
Estoy seguro de que sospechaba algo. Apostaría los zapatos
que desde los billares, que están en un semisótano, hay acceso
los verdaderos sótanos del palacio. ¿Quién viene conmigo?
Se alzaron tres manos de inmediato. Todas, menos la que
deseaba.
—¿Tú no vienes, Malva?
—Id vosotros por los billares. Tienes razón: Parece la opci
más lógica; pero… a mí me resulta mucho más sospechosa
tienda del pescado seco.
—¿Por alguna razón en especial?
—No. Intuición femenina. Pero me gustaría recor
detenidamente el perímetro del palacio. Quizá mi sospecha ten
algún fundamento y aún no me he dado cuenta.
—Pero… no podemos dejar que vayas sola.
—No hay problema. Yo la acompañaré —dijo Alexei, con un
admirable rapidez de reflejos.
Malva sonrió encantada.
¡Por Dios, qué ganas tenía yo de que el condenado ruso cogie
el avión de vuelta a su tierra!
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
124/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
EL COJO COME
Cuando descendimos los ocho escalones que desde el nivel
la calzada nos depositaron en la entrada de los billares Antrac
nos encontramos en un local prácticamente vacío. Solo el prop
Custodio Antraca nos miró entrar, con un rictus de extrañez
mientras se llevaba a la boca parsimoniosamente cucharadas d
guiso que se había traído en una fiambrera de aluminio, senta
ante la única mesa de ping-pong del establecimiento, que le hac
las veces de mesa de comedor.
Le saludamos con un gesto que no tuvo respuesta y n
instalamos en la mesa de billar americano más alejada de
entrada.
Sin saberlo, repetimos los movimientos y la estrategia d
teniente Goliatkin; sobre todo cuando, a los pocos minutos
haber iniciado nuestra partida, yo dejé el taco apoyado en el can
de la mesa y me dirigí hacia los servicios.
‹‹Urinarios››, según rezaba el cartelito sobre la puerta.
El hedor, mezcla de amoniaco y zotal, era insoportable. Revi
rápidamente el apestoso recinto, cubierto de pintadas obscen
hasta el último rincón, sin encontrar otra salida que un ventanu
alto, protegido por una reja de hierro por la que solo podría escap
un gato.
—Por los retretes no hay conexión con el resto del edificio —l
informé a mis amigos, tras volver junto a ellos—. Si existe algu
salida debe de estar tras aquella puerta en la que pone ‹‹almacén
—Pero si vamos hacia allí, el cojo nos verá —dedujo Biela.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
125/217
.
distraigan mientras el tercero se cuela por la puerta.
—Vale.
—Id vosotros —dije—. Distraedlo.
—¿Cómo lo hacemos?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Yo qué sé. Pedidle cambio de cinco mil pesetas.
—¿Y de dónde sacamos un billete de cinco mil? Yo ni siquie
he tenido uno en las manos.
—Bueno, pues inventad cualquier excusa. Haced que mire pa
otro lado diez condenados segundos, caray.
Biela y Max avanzaron hacia el hombre, que les lanzó
inmediato una mirada desconfiada mientras pelaba una manza
con ayuda de una navaja que podría haber servido para abrir u
sandía.
Yo ensayaba una jugada de billar a tres bandas sin perder
vista a mis amigos ni al cojo Antraca.
Y cuando Max y Gerardo estaban a diez pasos del hombre,
peculiar sonido, un múltiple petardeo intermitente, procedente de
calle, los detuvo en seco.
—¿De qué me suena ese ruido? —murmuró Max.
Lo supo enseguida.
Justo ante la puerta de los billares acababan de detenerse cin
motos Harley-Davidson, además de una BSA, una Guzzi y u
Triumph, todas ellas de gran cilindrada.
—Ay, Dios… —murmuró Biela.
Un segundo después, el Málaga comenzó a bajar los oc
escalones mientras se despojaba del casco.
—¿Qué pasa, cojo mantecas? —bramó al entrar.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
126/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Procesó lentísimamente la información y, por fin, gritó como
energúmeno.
—¡Me cagüen la leche! ¡Son ellooos! ¡Son los de Veterinaria!
De manera insensata, el Málaga se abalanzó sobre Biela, q
con
ununo
gesto
veterano,
esquivó
la embestida
y lo proyec
contra
dedelospúgil
futbolines.
Pero
para entonces,
la presencia
los otros moteros en las escaleras y la puerta de entrada ya n
impedía cualquier posibilidad de huida.
—¡Atrás! —gritó Max, retrocediendo.
Yo solté el taco y corrí hacia los lavabos.
—¡No, Nico, no! —exclamó—. ¡Hacia el almacén!
Tenía razón. Los retretes eran un callejón sin salida. Que
almacén tuviese una puerta trasera era nuestra única posibilidad.
SALAZONES
En cuanto se vieron solos, Malva y Alexei cruzaron d
miradas de complicidad y se dirigieron hacia la tienda
salazones de Antero Necromio, que hacía esquina con
callejón lateral de carga y descarga situado a la izquierda d
palacio.
—Vamos.
Un viejo camión Ford, cuyo toldo reproducía en sus lateral
el rótulo de letras blancas sobre fondo azul que ostentaba
fachada del establecimiento, dormitaba la siesta junto a
persiana
metálica
cerraba
muelle
carga.
Soltaron
de susque
ancla
es unaundepequeño
las untas
delde
toldo
echar
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
127/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
un vistazo al interior de la caja del camioncito y tuvieron
primera sorpresa.
—No huele en absoluto a pescado —hizo notar Malva.
Vieron mantas y cuerdas. Y todas las superficies metálic
estaban
protegidas y acolchadas, como en los camiones
mudanzas.
—Demasiadas precauciones para transportar lomos
bacalao —murmuró el ruso.
Mientras Alexei vigilaba, Malva se introdujo en el camión
consiguió llegar hasta la cabina. Abrió la guantera. Miró en l
bolsillos de las puertas y en los portaobjetos situados bajo
volante sin encontrar lo que buscaba. De pronto, tuvo u
intuición. Bajó el parasol del lado del conductor. Allí, en u
pequeño bolsillo de plástico trasparente, vio una llave. Abrió
puerta y salió con ella en la mano.
—Álex…
Había una cerradura junto a la persiana metálica. Mal
introdujo la llave y la giró un cuarto de vuelta. Con un sonid
más estridente del que ellos habrían deseado, la persia
comenzó a subir. Cuando hubo dejado un hueco de algo más d
medio metro, la chica giró la llave en sentido contrario, la sacó
se la echó al bolsillo.
—No hizo falta que se dijeran nada. Ambos se deslizaron p
el hueco y se colaron en el local.
LMACÉN
A
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
128/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
La puerta del almacén estaba cerrada, pero era endeble y
abrió de par en par cuando Biela cargó contra ella con todas s
fuerzas.
—¡Serás bestia! —le gritó Max—. ¿Y ahora cómo la cerramos
Por toda respuesta, Gerardo localizó en el local parte de un vie
mostrador, se colocó tras él y lo empujó contra la puerta justo
el momento en que los primeros moteros asomaban por el fon
del pasillo.
—¡Traed algo más! —gritó, mientras seguía empujando, pa
resistir la embestida de nuestros atacantes.
Había también allí una sinfonola prehistórica, aún cargada c
discos de vinilo de 45 r.p.m. Entre Max y yo logramos move
hasta las inmediaciones de Gerardo y volcarla, de modo que que
encajada como una riostra contra el mostrador.
—¡Bien! Eso nos dará unos minutos para pensar.
—¡No hay nada que pensar! —gritó Max—. Lo que hay q
hacer es encontrar el modo de escapar de aquí.
—¿Y si no hay salida?
—Con ese espíritu, no iremos muy lejos, Nico. Recuerda lo q
dice Louis Van Gaal: Siempre positivo, nunca negativo.
Por suerte, y pese a mi pesimismo, había una salida.
Al fondo del almacén, oculto tras una docena de cajas
Mirinda, y junto a los restos de una vieja antena de televisió
descubrimos una especie de zulo, una suerte de recoveco en cu
fondo se abría un ventanuco que daba acceso a un pasillo lóbreg
telarañoso, húmedo y siniestro.
—¿Nos tenemos que meter por ahí, sin siquiera una linterna?
—Hombre, podemos elegir: O eso, o esperamos a que
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
129/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Málaga y sus amiguitos logren entrar aquí y nos aticen como
esteras.
—Está claro. Zambullámonos, pues, en las tinieblas. ¿Qui
dijo miedo?
EL MONTACARGAS
Malva y Alexei cerraron tras de sí la persiana metálica y, tr
esperar a que sus ojos se acostumbrasen a la penumbra interio
pudieron
comprobar
que
se
hallaban
en
la
trastienda
d
comercio de salazones y ahumados. Junto a la pared situada a
derecha, encontraron no menos de cincuenta sacos, contenien
cada uno de ellos treinta kilos de natrón, si había que fiarse
las etiquetas.
INDUSTRIAS QUÍMICAS LABARRAQUE
PUERTOLLANO
Carbonato de Sodio (CO3Na2) ‹‹Natrón››
ORIGEN: Sudán
Irrita la piel. Manipúlese con cuidado.
Uno de los sacos estaba abierto y el ruso tomó entre l
dedos una porción de aquella sustancia suave como el talc
formada por diminutos cristales translúcidos y de un pecul
olor, fuerte y picante, que recordaba al de la sosa cáustica.
—¿Para
qué sirve eldesecante
natrón? —preguntó
—Es
un poderoso
—respondióMalva.
Alexei, mientras
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
130/217
soplaba los dedos tras sentir ya una leve quemazón en la piel.
—¿Y con eso se sala el pescado?
—Por supuesto que no. Además, esto no es un secader
Aquí se dedican a otra cosa. El natrón era fundamental para
proceso de momificación. Es un producto conocido des
tiempos muy remotos. Ya te habrás dado cuenta de que
nombre que los romanos dieron al sodio, natrium, proce
precisamente del natrón.
—Hombre, claro —ironizó Malva—. Es en lo primero q
me había fijado —la chica señaló entonces el rincón opuesto
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
la estancia—.
Mira
aquello.
Parece…
una
plataforma
elevador
Se acercaron hasta confirmar su primera impresión.
—En efecto. Es un montacargas. Solo que, desde aquí,
sirve para subir sino… para descender.
—Hombre, cuando estemos abajo sí servirá para subir.
—Ah. ¿Es que vamos a bajar?
Malva sonrió.
—Si prefieres quedarte aquí solo…
—Voy donde tú vayas —fue la respuesta del ruso.
Se situaron ambos sobre la plataforma, metálica y
superficie rugosa. A la izquierda de la guía, sobre un pequeñ
mástil
de unLametro
de altura,
una botonera con tan solo tr
pulsadores.
chica leyó
los rotulitos.
—Subir. Parar. Bajar. Está claro, ¿no?
Malva oprimió el botón inferior y, con un susurro apen
audible, la plataforma comenzó a descender hacia los profund
sótanos del palacio de Torresecas.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
131/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
LA SALA DE CALDERAS
Avanzábamos como ciegos por aquel pasadizo que se n
antojaba una catacumba interminable. Y mejor así. De hab
podido contemplar las paredes que nos rodeaban, el suelo q
pisábamos, la bóveda que nos cubría… lo más probable era q
hubiésemos sufrido una crisis nerviosa.
Deslizábamos los dedos por las paredes de adobe sintiéndol
viscosas, como impregnadas de baba de caracol. A vece
telarañas
bolsas deintento
supermercado
se nla
adherían tan
a laespesas
cara y,como
en nuestro
de respirar,
aspirábamos y se nos enredaban en la lengua y en el interior de
garganta.
Alguna suerte de ser repulsivo se deslizaba por el suelo, junto
nosotros y, de cuando en cuando, trepaba por nuestros tobillos
ascendía hacia nuestras pantorrillas, deteniéndose a chuparnos
sangre.
Habíamos oído a lo lejos, de un modo sordo, la irrupción de l
moteros del Málaga en el pequeño almacén. Eso nos impulsaba
seguir
con una
convicción
febril: Sabíamos
que
existía adelante,
la posibilidad
de volver
sobrecasi
nuestros
pasos porque
estarían ellos.
El pasadizo desembocaba en una sala de calderas: Cañerí
que en su día estuvieron pintadas de rojo, llaves de paso, reloje
manómetros, bombas de presión… Una carbonera casi vacía, p
cuya trampilla, a ras de la acera, entraban esos rayos de sol q
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
132/217
um na an a es anc a y que nos perm an ver, a n. n uno e
rincones se apilaban los restos de medio centenar de butacas
madera, que en otro tiempo poblaron la platea del cine Rialto.
suelo, alfombrado de programas de mano de antiguas película
películas que ya no existen en el mundo de lo digital, que so
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
están en el recuerdo de espectadores demasiado viejos pa
recordar: Tarzán y las Amazonas, Maciste contra la Reina
Saba, El Secreto de Fu-Manchú…
—Es la sala de calderas del Rialto —dijo Biela, encandilado—
¡Qué maravilla! Es como la de un transatlántico. Como la d
Titanic.
—Tú, como siempre, tan tranquilizador —replicó Max.
Había una escalera. Siempre hay una escalera. Y trepamos p
ella hasta alcanzar el vestíbulo del antiguo cine, abandonado vein
o veinticinco años atrás, y donde aún podían verse cartel
anunciadores de la última película que se proyectó en el loc
Superargo el gigante.
Localizamos enseguida los accesos al patio de butacas, el ba
la taquilla y las puertas de salida, cerradas con sendas verja
Pensamos que ahí estaba nuestra salvación pero los candados q
cerraban esas verjas habían sido colocados desde el exterior y
hallaban fuera del alcance de Max.
—Por aquí no hay escapatoria —aseguré con desespero—.
existe una salida, tiene que estar allí.
Señalé una puerta, junto a lo que en tiempos fue la barra del b
que exhibía un rótulo en el que se adivinaba, más que se le
‹‹cabina de proyección››.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
133/217
,
,
dificultar en lo posible que los moteros siguiesen nuestra pis
Tras la puerta, veinticinco escalones nos condujeron, tal com
anunciaba el cartelito, a la cabina del proyeccionista, que más q
vacía, parecía desvalijada.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
A través de los ventanucos de proyección pudimos constat
con inquietud que el Málaga y sus secuaces ya habían accedido
la platea del cine y peinaban la sala en nuestra busc
alumbrándose con sus mecheros Zippo por entre las filas
butacas supervivientes.
—Ay, madre… los tenemos pegados al culo —susurró Max.
—Y como den con nosotros, nos van a convertir en pienso pa
pollos —completó Gerardo.
LAS PROFUNDIDADES
Malva y Álex contuvieron la respiración durante
interminable descenso a los infiernos que supuso su viaje en
montacargas.
Vieron una puerta en un nivel intermedio, pero no lograr
abrirla. Así, que optaron por seguir hasta el punto inferior d
recorrido.
—¿Cuánto crees que hemos bajado? —preguntó la chi
cuando la plataforma se detuvo al final de su recorrido.
—No lo sé —reconoció Álex—. Mucho, desde luego. M
de veinte metros, quizá.
Malva
— consultó su teléfono móvil.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
134/217
5/26/2018
,
.
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
con el exterior.
Durante el descenso, el ruso había sacado de su bolsillo u
pequeña linterna, poco mayor que un bolígrafo pero q
proporcionaba una luz blanca e intensa. Iluminándose con el
comenzaron
a recorrersilencioso.
aquel mundo subterráneo, húmedo
insano. Dolorosamente
—Debemos de estar en el nivel de los cimientos del edificio
—Huele a demonios con el vientre suelto.
De cuando en cuando, se oían lejanos chillidos de rata. Y
también de forma intermitente, gargarismos de cañerías
desagüe. Había un eco siniestro y húmedo, que invitaba a hab
en voz muy baja.
Malva y Álex vieron toneles apilados, rotos e inservible
Elementos para la decoración de escaparates que ya nun
cumplirían con su cometido. Varias cajas de madera que, por
acción
de laporhumedad
de lasy ratas,
reventad
diseminando
el suelo ydocenas
docenashabían
de cajitas
de u
curioso medicamento envasado artesanalmente.
VALIDOL
Antifermentescible del tubo digestivo,
analéptico y sedante del SNC de probada eficacia.
LABORATORIO DEL DOCTOR PORRAS
Calle Fuenclara, 1
ZARAGOZA
posible,
pasadizoanti
angosto,
angustios
ReComo
as de único
hierrocamino
a ambos
ladosuncerrando
uas carbonera
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
135/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
vacías de carbón. En una de ellas, puntales de hier
oxidadísimos. En otra, cajones con restos de vajilla, entre viru
de madera. Más allá, resmas de papel, formando bloqu
retorcidos; la guillotina de una imprenta; sellos de cauch
docenas de
ellos, como
plumillas
caligrafía,
diseminadas
por elsetas
suelo,geométricas;
como insectos
metálic
muertos. Más adelante, un colchón reventado y una manta d
ejército, hecha jirones.
De repente, en mitad del pasadizo, como una aparici
sobrenatural, el esqueleto de un animal grande, posiblemente
burro.
—Pobre bicho… ¿Para qué lo bajarían aquí?
—Quizá para trabajar en la cimentación del edificio. Com
los caballos que se utilizaban para tirar de las vagonetas de l
minas. Y, como ellos, resultó condenado a morir en
oscuridad.
A un lado, un espacio circular, de paredes rezumando u
líquido viscoso, negro y maloliente. El suelo, cubierto p
tablones.
—Un pozo negro, seguramente.
—Dios mío, qué asco… —murmuró Malva, llevándose l
manos al estómago.
—No te detengas. Tenemos que seguir.
Adelante, siempre adelante…
El camino se bifurcaba. El corredor de la izquierda esta
cortado, cegado a los pocos metros por una pared de ladrill
macizos.
—La elección es fácil: Habrá que seguir por el otro.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
136/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
El otro desembocó enseguida en un distribuidor de tal
dimensiones que la linterna de Alexei no alcanzaba a iluminar
contorno.
El ruso fijó la luz de la linterna en uno de los vanos.
—No puedo creerlo. Mira eso, Malva. Es el arranque
unas escaleras… que descienden. No puedo imaginar que s
posible llegar a un lugar aún más profundo que este.
—Espero que no pretendas averiguar adónde conducen.
No había opción, en realidad, pues comprobaron que el pa
también aparecía cortado a los pocos metros por una barrera
piedras
y
escombro.
—Hay tres opciones para continuar adelante —dijo entonc
Alexei—. ¿Cuál prefieres?
—La del centro.
Al principio, silencio entre ellos. Luego, no.
—Nos estamos desviando —advirtió Alexei—. Este pasi
describe una curva.
—Lo que nos faltaba: A ver si nos vamos a encontrar con ‹‹
chica de la curva››.
La pared interior estaba formada por sillares de piedra, s
duda robados de la muralla romana de la ciudad. Y en
exterior,
se
abrían
cada
cuatro
pasos,
nichos
como
los
de
un
catacumba; por fortuna, vacíos. En el suelo se acumulaban tr
dedos de agua más negra que la pez.
—Nos hemos equivocado, Álex —murmuró una Malva ca
llorosa—. ¿Qué hacemos aquí? Esperábamos encontr
momias, sarcófagos, tesoros del Antiguo Egipto… y, p
supuesto, al teniente Goliatkin. Y hasta ahora solo hemos hallad
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
137/217
miasmas y miseria…
—Tienes razón. ¿Quieres que volvamos atrás?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
S TAIRWAY TO HEAVEN
Aún dudaba Malva sobre la propuesta de retroceso de Ál
cuando la luz de la linterna iluminó una esperanza.
—¡Por fin! ¡Mira! Aquello parece una escalera de subida.
—¡Vamos! —exclamó la chica—. Necesito imperiosamen
respirar
aire limpio.
Treparon
febrilmente los treinta y nueve desgastad
escalones que los depositaron en un pequeño rellano situad
ante la cara exterior de una compuerta metálica de casi un palm
de grosor, con cierre por palanca giratoria, como las que d
acceso a los estudios de radio o televisión.
Con sumo cuidado, liberaron la palanca. Ignorantes de lo q
los esperaba más allá, realizaron la operación lentísimamente,
un intento de no llamar la atención de quien pudiera hallarse d
otro lado.
Por fin, sudando por la lentitud del esfuerzo, lograron ab
dos—Nadie…
dedos la compuerta
echar un vistazo a través de la rendij
—suspiróyMalva.
Fue como cambiar de planeta.
Aquello era otro mundo, limpio y luminoso.
Accedieron a un cuarto de máquinas en el que crepitaba
motor de un imponente deshumidificador. Había también un
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
138/217
ca era e gran tama o, con quema or e gas eo y
correspondiente depósito para el combustible. Debía de ten
alguna pequeña fuga porque el olor a gasoil era intenso, has
casi resultar insoportable.
Una luz tenue, de bajo consumo, y el enorme número
chivatos luminosos de diversos colores que se encontrab
encendidos permitieron a los dos chicos prescindir de la luz de
linterna.
Curiosamente, aquella estancia parecía ser el nexo de uni
entre diversas dependencias del edificio. Además de
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
compuerta
lo separaba
apesto
que Malva que
y Álex
acababandeldeinframundo
recorrer, la húmedo
estancia ytenía
otr
dos salidas. A la derecha, vieron una doble compuerta, metálic
con barra antipánico. A la izquierda, una puerta de una sola ho
y con ventanilla de cristal.
—¿Por dónde salimos? —preguntó el ruso.
La respuesta de Malva fue cruzar el índice sobre los labi
reclamando silencio y prestar atención a las voces que se oían
otro lado de la puerta doble.
—¡Eh, mirad esta puerta! —gritaba un tipo de voz cazalle
—. ¿No habrán escapado esos tres por aquí? Parece una sali
de —No,
emergencia
y a lono.mejor
da ava
la acalle.
hombre,
¿Cómo
dar a la calle si estamos
un sótano? Además, ¿No ves que solo se puede abrir del ot
lado? Eso no es una salida.
—Tienes razón. Y apesta a gasoil.
—¿Quiénes son esos? —preguntó Alexei, en un susurro.
—No lo sé. Pero me apuesto algo bueno a que ‹‹esos tres›
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
139/217
os que pers guen son co, e a y rge .
De pronto, uno de los moteros dio un tremendo golpe sob
la puerta de chapa. Malva y el ruso estuvieron a punto de grita
lo que les habría delatado irremisiblemente. Por suerte, el sus
solo les hizo caer de espaldas.
—¡Estate quieto, Chapas! —escucharon, a continuación—
¿No ves que se abre hacia aquí? No vas a conseguir nada m
que llamar la atención de algún vecino. ¿Y sabes quién es
dueño de este cine? ¡El Vampiro!
—¿Quién? ¿El tipo del bigotito? ¿El del pelo peinado c
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
gomina?
—Ese mismo. Me han dicho que lo compró hace años
luego, lo cerró y lo dejó abandonado.
—¿Y para qué quiere un cine abandonado?
—No lo sé. Dicen que así no le molesta nadie.
—Vaya un tipo raro.
—Y peligroso.
— Yo diría que le tienes miedo.
—¡Yo no le tengo miedo a nadie! Pero tampoco es cuestió
de buscarse un lío innecesario. Vamos a localizar a esos tr
idiotas, les zurramos la badana y nos largamos. Lo que siento
que
ha parecido ver a la chavala que iba con ellos. La q
cogiónomimemoto.
—Que, por cierto, bien buena estaba, la tía.
—¡Eh, Málaga! ¡Ya hemos registrado todo el patio d
butacas y no hay ni rastro de esos críos!
—¿Habéis mirado en la cabina de proyección?
—No. Es que la puerta está cerrada.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
140/217
—
,
allí. ¡Vamos arriba!
Malva tragó saliva.
—¡El Málaga! —murmuró—. ¡El Málaga y los moteros de
fiesta de Veterinaria! ¿Pero cómo es que están aquí?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
buscó su teléfono móvil y marcó el núme
deNerviosamente,
Nicolás.
—A ver si hay suerte y ahora ya consigo enganchar una piz
de cobertura… Vamos, vamos…
—¿Malva? ¿Eres tú?
—¡Nico! ¡Gracias a Dios…! ¿Dónde estáis?
—Estamos en la cabina de proyección del antiguo cine Rialt
¿Tú por dónde andas?
—Eso no importa. ¡Salid de la cabina inmediatamente!
Málaga y sus amigos van a por vosotros!
SIN OPCIONES
El aviso de Malva resultó providencial, pero a esas altura
nuestras opciones de escapatoria se habían reducido a solo una
poco aconsejable, además.
—¡Han reventado la puerta del vestíbulo y están subiendo por
escalera! —exclamó Max.
—¡Vamos! —dije, entonces—. ¡Hay que salir fuera! ¡A lo
tejados!
Biela y Urgel me obedecieron sin rechistar y, a través de u
trampilla metálica, salimos a la azotea del edificio del Rial
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
141/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Torresecas.
—¡No hay escapatoria! —exclamó Max, cuando nos vimos a
rodeados por los medianiles de edificios mucho más modernos.
—¡Hay una posibilidad! —dije—. Saltar desde aquí al tejado d
palacio.
—¡Estás loco! —gritó Gerardo.
Sin embargo, los golpes que el Málaga y sus amigos propinab
ya a la puerta de la cabina lo convencieron rápidamente de q
aquella descabellada posibilidad era mucho más atractiva que la
caer en manos de semejantes energúmenos en un lugar com
aquel, apartado de la vista de cualquier posible testigo.
El alero del tejado y el borde de la azotea en que n
encontrábamos se hallaban separados por la anchura de l
balcones de la fachada trasera del palacio. Unos tres metro
aproximadamente.
Los moteros estaban a punto de destrozar la puerta de
cabina.
—¡Vamos! ¡Hay que saltar! Si nos lo pensamos mucho, estam
perdidos.
Decidí ser el primero. Retrocedí hasta el otro extremo de
azotea para tomar impulso y, luego, eché a correr como
desesperado. Me impulsé tan alto como pude. Volé sobre el hue
existente entre las dos construcciones. Y caí sobre el tejad
Incluso más lejos de lo que imaginaba.
Al caer, rompí un buen número de tejas y me produje con ell
varios cortes superficiales, que me parecieron cosa de nada
comparación con la perspectiva de ser vapuleado por el Málaga
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
142/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡Vamos, saltad! ¡No es difícil!
Pese a su tamaño, no me preocupaba Gerardo, que esta
fuerte y ágil. Él fue el siguiente en saltar y, en efecto, no tu
problemas, salvo que causó con su aterrizaje un destrozo en
tejado
bastante
mayor
que el amío.
—Van
a tener
goteras
partir de ahora —murmuró, tr
incorporarse.
Enseguida vimos que Max no las tenía todas consigo. Com
nosotros, retrocedió para tomar carrerilla. Y fue la idea de que l
moteros estaban a punto de irrumpir en la azotea lo que terminó
decidirle; pero emprendió la maniobra sin convicción.
—Mierda. Se va a caer —murmuré.
Saltó corto. Cortísimo. Milagrosamente, logró echar las man
hacia adelante y, en el último instante, consiguió sujetarse
canalón de cinc que recorría el extremo del alero.
—¡Ayudadme!
—gritó,
apuradísimo.
En ese momento,
el Málaga
y sus secuaces lograron salir a
azotea. Lo que nos faltaba.
Biela hizo ademán de acercarse hasta el borde del tejado pa
ayudar a Max.
—¡Quieto, Gerardo! —le ordené—. Ya voy yo. Tú pes
demasiado y el alero está en muy mal estado. Corremos el ries
de que se venga abajo.
Me tumbé sobre las tejas para repartir mi peso en el máximo
superficie y fui deslizándome hasta que logré sujetar a Max por
codo derecho.
—¡Vamos,
¡Arriba!
¡Ya te tengo! ¡Ahora, intenta subir
ierna
iz uierdaMax!
hasta
el canalón!
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
143/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡No puedo!
—¡Inténtalo te digo!
A tres metros de nosotros, sobre la azotea del Rialto, seis
los moteros nos increpaban con toda la potencia de sus pulmone
—¡Os vais a caer los dos, idiotas!
—¡Vais a tener vuestro merecido!
—Yo no quiero que tengan su merecido. ¡Yo quiero atizarles e
persona! —decía uno de ellos, mientras Max, con mi ayud
lograba, por fin, trepar hasta el tejado.
—¡Lo están consiguiendo, maldita sea! —ladró el jefe de
banda—. ¡Hay que perseguirlos!
La orden fue acogida con escaso entusiasmo por sus secuace
—Pero, hombre, Málaga. ¿No has visto que ellos casi
palman?
El furibundo motorista no estaba dispuesto a atender a razone
Mientras nosotros trepábamos a toda prisa por el tejado d
palacio, él retrocedía hasta el otro extremo de la azotea pa
como nosotros, tomar impulso y saltar.
Justo cuando llegamos a lo más alto, al vértice que separaba l
dos aguas del tejado, echamos la vista atrás.
El Málaga iniciaba su carrera.
—Es rápido. Me parece que lo va a lograr —dije.
—Y si lo consigue, lo seguirán los demás.
El salto del motero fue largo y suficiente. Su error fue aterriz
exactamente en el mismo lugar en el que ya lo había hec
Gerardo, dejando en su caída muchas tejas rotas y otras má
fuera de sitio. Aquel segundo impacto fue demasiado para lo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
144/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
viejos maderos que formaban el soporte del tejado, incapaces
soportar el impacto de las diez arrobas largas del Málaga.
El tejado se hundió bajo sus pies. Se creó una especie
embudo que se tragó al energúmeno, al que oímos gritar mientr
volaba, rodeado de escombros, hasta caer sobre el suelo de
buhardilla del palacio.
Sus compañeros lo llamaron a voces, pero no obtuvier
respuesta y, por suerte para nosotros, desistieron de continuar e
nuestra persecución.
seguimos
un par de minutos
subiendo
y bajando p
losNosotros
tejados, como
los deshollinadores
de Mary
Poppins, hasta qu
al asomarnos a uno de los patios interiores, descubrimos u
escala de barrotes de hierro encarcelados en el muro, que n
permitió descolgarnos hasta un balcón del segundo piso.
SEAT 600 D
—¿De dónde habéis salido vosotros? —nos pregun
asombrada, la secretaria del Club de Amigos del Seat Seisciento
que
acudió
a abrirnos
la puertalosdel
balcón tras haber llama
nosotros
su atención
golpeando
cristales.
—¡Gracias! Estábamos instalando un nuevo sistema pa
espantar a las palomas y se nos ha cerrado la trampilla por la q
habíamos salido al tejado. Menos mal que estaba usted aquí.
—Ah… ¿Y qué? ¿Se espantan las palomas con vues
sistema?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
145/217
—¡Ya lo creo! —dije—. Al que no hemos podido espantar h
sido a un palomo de ciento treinta kilos, que ha atravesado
tejado de la parte de atrás, la más cercana al cine.
—Si lo ve por aquí —completó Max, mientras corríamos hacia
salida—. No le deje entrar. No le gustan los seiscientos. Solo l
motos.
—¡Ah! Vale.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Al salir al rellano de la escalera, intenté hablar por teléfono c
Malva para decirle que habíamos logrado escapar.
Pero parecía estar fuera de cobertura.
EL CORREDOR
Malva y Vostok decidieron olvidarse de la doble compuer
que parecía comunicar con el sótano del cine y salir a un larg
corredor de paredes de piedra y ladrillo, con el suelo
cemento pintado de verde hospital.
Pronto, muy pronto, el intenso olor del gasoil se mezcló c
un no menos penetrante tufo a productos químicos.
Y, algo
después, el por
rusolasujetó
a Malva
brazo y
obligó
a introducirse
primera
puertapor
queel encontrar
abierta.
—Para este tipo de trabajos nos venía bien el antig
ayudante de don Pablo. ¿Lo recuerdas, Mamulian?
—Sí, lo recuerdo perfectamente. ¡Qué tío! ¡Tenía la fuerza d
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
146/217
,
—Sí, creo que sí. Ahora vive en San Petersburgo.
—¡No te digo! ¡En San Petersburgo, nada menos! Como
pachá.
—Como un faraón, más bien… Anda, vamos rápido hacia
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
montacargas,
queDe
el pronto
jefe quiere
el encargo
estétremenda
en el camip
lo antes posible.
le haque
entrado
una prisa
servir todos los encargos pendientes.
—Y a mí me ha dicho Fabián que, por el momento, no
aceptan nuevos pedidos.
—Lo que yo me temía: Ha debido de ocurrir algo grave y d
Jaime ha decidido paralizar la actividad durante unas semana
Ya ocurrió algo parecido hace unos años… ¡cuida, no le hag
una mella a la caja, que ya sabes cómo se pone el jefe!
— Ya lo sé, ya…
Mantenían la conversación dos hombres de pelo cenicien
uno
alto y otro
peroa de
anchísimas
espaldas,y qc
transportaban
entrebajito
ambos,
lo largo
del corredor
evidente esfuerzo, un enorme sarcófago recién restaurado.
Malva y Vostok los dejaron pasar de largo y cuando hubier
desaparecido tras una puerta al fondo del corredor, decidiero
seguir avanzando.
—¿Sabes? Tengo la sensación de que estamos cerca d
resolver el misterio de la desaparición del teniente Goliatkin —
murmuró un Alexei Vostok que, pese a manifestar e
convicción, no parecía muy esperanzado en hallar con vida a
superior.
Pronto, empezaron a encontrar pequeños almacene
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
147/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
pero estos estaban limpios, cerrados con puertas de mader
pintados de blanco y cuidadosamente ordenados.
En el primero vieron más sacos de Natrón, perfectamen
apilados.
—O gastan
mucho natrón
exagerado
—murmuró
Malva.o hicieron en su día un pedido al
—Ya lo creo —confirmó el ruso—. Fíjate en estos bidon
de plástico. Más natrón. En este caso, molido. Y en cada enva
hay doscientos kilos.
El siguiente almacén guardaba una considerable variedad
productos. Muchos de ellos, exhibían curiosas etiquetas:
Alumbre de roca
(Sulfato de aluminio)
Cremordetártaro
(Bitartrato
potasio)
Jabón arsenical
de Bècoeur
Piedra infernal
(Nitrato
de plata)
Rejalgar
(Bisulfuro de arsénico)
—Todos estos son productos propios de la taxidermia —
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
148/217
murmur exe —. o r a que e o e ese amgo uyo en
mucho que ver con lo que se cuece aquí abajo.
En otros armarios se almacenaban productos químicos much
más habituales. Desde carbonato de sosa o ácido sulfúrico
formol o esencia de trementina.
La siguiente puerta dio paso a un nuevo almacén cuy
contenido llamó poderosamente la atención del joven rus
conforme fue desgranando los nombres que aparecían en l
etiquetas.
—Aceite de enebro… ¡Pez blanca! Ámbar, mirra, ace
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
esencial
de cedro. ¡Agua de elefantina…! Betún amargo, jab
de Betania…
—¿Sabes de qué se trata? —preguntó Malva.
El ruso parpadeaba, todavía asombrado.
—¡Pues claro que lo sé! ¡Y es fascinante! Se trata d
productos utilizados en el Antiguo Egipto. Algunos de ello
tienen que ver con los procesos de momificación aunque tambi
hay tintes como el betún de Judea o el caldo de cúrcuma; y otr
son de uso general, como el aloe o la casia, que son especia
hay cera, miel, tallos de junco y flores de loto envasadas
vacío, avena en grano, esparto, cáñamo, hojas de papiro, pa
tallos
de bambú…
Es elpara
paraíso
de los falsificador
de momias
egipcias.¡Por
NoLenin!
falta nada
reproducir
hasta el m
mínimo detalle de un enterramiento ritual.
En el siguiente armario descubrieron cientos de bobinas
lienzo de lino, idéntico al utilizado para vendar los cadáveres q
debían ser momificados. También había lienzos originale
clasificados por periodos dinásticos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
149/217
—
—
que parecía cada vez más fascinado por sus hallazgos.
Pero lo que realmente les erizó el vello de la nuca fue lo qu
vieron al abrir el acceso al siguiente espacio, sobre el q
colgaba un curioso rótulo: ‹‹Almacén de momias de animales
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
con
suycorrespondiente
inglés: ‹‹Animal
mummi
store››
una advertenciatraducción
en francés:al‹‹Défense
de fumer››.
—Esto resulta cada vez más fascinante… —dijo el ruso, u
vez que constató el contenido de la sala—. Si me hubiesen dich
que existía un lugar así, lo habría puesto en duda. Pero es cierto
—¿Qué son? —preguntó Malva.
—La mayoría, momias de ibis.
—¿Son valiosas?
—No mucho. En el Antiguo Egipto las vendían en tenderet
cercanos a las tumbas y la gente las compraba para dejarl
como ofrenda a los muertos.
—Como
hacemos
aquí
con
las
flores.
—Algo parecido, supongo. Era la ofrenda más habitual y p
eso hay tantísimas. En una sola tumba, en Saqqara,
encontraron más de diez mil.
—¿Diez mil momias de ibis?
—Como lo oyes. Pero aquí no solo hay momias de ib
Fíjate: Ahí tenemos momias de cocodrilos, de ranas,
serpientes, de arañas, de halcones, de musarañas… Esas
utilizaban en rituales diversos.
Mientras le ofrecía a Malva sus explicaciones, Alexei recorr
los estantes febrilmente, leyendo etiquetas, algunas de las cual
parecían
— maravillarlo.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
150/217
—
,
rareza. Se trataba de un animal sagrado y solo los sacerdotes
los faraones tenían acceso a ellas. ¡Es increíble! ¡Solo me faltar
encontrar una momia de buey!
—Aquí veo momias de animales domésticos —exclamó
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
chica,
casi alalinstante.
harían
acompañasen
muerto Supongo
en el másque
allá las
igual
que para
le habíq
acompañado en vida.
—¡Exacto! ¡Y aquí hay momias de animales comestible
Peces, patos, gansos… Sin duda, comida para el largo viaje q
emprendían los muertos.
El ruso parecía a punto de entrar en un estado de eufor
Continuamente se llevaba las manos a la cabeza, e iba de
lado a otro sin saber muy bien dónde quedarse.
—No sé si te das cuenta de lo que esto significa, Malva.
como un supermercado de objetos del Antiguo Egipto. Con
que
hay aquí
uno se la
puede
su propia tumba
faraónica
medida.
La momia,
caja,hacer
el sarcófago…
y todos
los objeta
rituales que acompañaban a los muertos en su largo viaje. ¡
increíble!
—Lo que me parece increíble es lo mucho que sabes tú sob
el tema —dijo Malva—. Por lo que veo, eres un verdade
experto.
El ruso sonrió.
—Se trata para mí de una afición muy antigua —reconoció—
Yo creo que fue la principal razón por la que fui elegido pa
acompañar al teniente Goliatkin en este viaje.
— Ya que hablas del teniente… seguimos sin saber nada d
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
151/217
.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alexei frunció el ceño. Miró a Malva con cierto disgus
como echándole en cara que viniese a fastidiarle su disfrute c
aquel asunto tan desagradable.
EL DESPACHO DEL JEFE
Al final del pasillo se abría un nuevo distribuidor, de form
aproximadamente ovalada y cuya puerta principal aparec
entornada. Malva asomó la cabeza con precaución y,
momento, sacudió la mano ante Alexei, dándole a entender qu
lo que acababa de descubrir superaba todo lo vis
anteriormente.
— Yo creo que este es el despacho del jefe —murmuró—
El famoso don Jaime.
Estaba presidido por un maravilloso sitial de made
policromada y oro representando una escena del libro de l
muertos. En el centro, podía verse a Anubis comparando el pe
del corazón del difunto con el de una pluma. A su lado, el dio
Toht anotando el resultado favorable. A la derecha de la balanz
estaba representado el devorante, una criatura mit
hipopótamo, mitad cocodrilo, con patas de león, en actitud
espera, con la intención de devorar a quienes no pasasen
prueba de Anubis.
difunto
estaba representado
izquierda,
conElcara
de circunstancias,
dentroadelasu
ataúd. muy pequeñit
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
152/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
La mesa principal era la típica de un alto cargo. Con el mism
teléfono, ordenador portátil, portafolios e interfono pa
comunicar con su secretaria que tendría cualquier mesa
presidente o de director general de una gran empresa. Eso sí,
había fotos de la familia. Y, en cambio, podía verse com
adorno un pequeño estuche abierto, mostrando una piedra
color cobre y brillo pálido.
AMALGAMA
COBRE Y PLATA .
GOMORRESINA,
XVII DINASTÍA.
SAIS
Decía la plaquita grabada.
En un lateral del despacho, un archivador metálico mostra
impúdicamente su contenido: Docenas y docenas de carpeta
colgadas de guías metálicas, con información y fotografías
diferentes piezas, clasificadas según su procedencia: Teba
Luxor, Gizeh, Saqqara, Deir-el-Bahari… Y también po
periodos dinásticos.
—¿Cuánto
tiempo llevará
gente
a esu
negocio?
—se preguntó
Vostokesta
en voz
alta,dedicándose
sin ocultar ni por
momento su entusiasmo—. Esto es como el sueño de tod
aficionado al Antiguo Egipto.
De inmediato, se zambulló en el archivador y comenzó
consultar el contenido de algunas de las carpetas, con evident
signos de admiración.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
153/217
a va e toc en e razo.
—Oye, Álex, ya sé que se trata de algo interesantísimo, pe
nos estamos jugando el pellejo para encontrar a Goliatkin, n
para regodearnos en nuestros hallazgos, por muy interesant
que te parezcan.
—Sí, sí, tienes razón —murmuró el ruso, sin dejar de revis
carpeta tras carpeta—. ¡Por todos los zares! ¡Esta gente
clasificado cosas que envidiaría el Museo Británico!
—Déjalo para más tarde y sigamos buscando a tu jefe.
—Espera un poco. Quizá no tenga otra oportunidad
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
echarle
vistazouna
a semejante
material.
Tras un
consultar
de las fichas,
Alexei miró en torno a sí y
dirigió a toda prisa a uno de los rincones del despacho. Allí,
una vitrina de madera y cristal, junto a otras piezas menores
jaspe, coralina y turquesa, dio de inmediato con un pectoral
oro y piedras preciosas de una belleza difícil de describir.
SENUSERT I
1897-1878 AC
XII DINASTÍA
(IMPERIO MEDIO)
LAHUN
Rezaba la chapita identificativa.
En la pared del fondo, a espaldas de quien ocupase el sill
principal, destacaba un expositor con cuatro vasos canopes
piedra representando las cabezas de los cuatro hijos de Hor
primorosamente talladas.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
154/217
ras exp car e a a va o excepc ona e as p ezas, ex
centró su atención en tres objetos sin aparente relación entre
colocados sobre la mesa en una urnita de policarbonato.
—Ese es un usethbi —se adelantó la chica, señalando
pequeña figurita central, que sonreía desde su pequeño ata
con una espiga de cereal en una mano y una hoz en la otra.
—Veo que aprendes rápido —admitió Vostok—. A l
derecha, se ve claramente una ranita momificada y lo de
izquierda… eso es algo realmente curioso. Los expertos l
denominan Ooparts u objetos fuera de tiempo.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Por
qué ‹‹fuera deno
tiempo››?
—Los investigadores
se ponen de acuerdo para darles u
explicación. Los más comunes son masas cilíndricas de arci
con un núcleo de antracita, que pudieran tener algún parecid
con… una pila eléctrica.
Malva se sonrió.
—¿Pilas eléctricas en el Antiguo Egipto? Eso parece
argumento para un capítulo de Expediente X.
Pero el más impensable de los objetos conservados por
misterioso jefe de aquella misteriosa empresa, se encontraba
una vitrina empotrada en el suelo, bajo un cristal de segurida
Cuando
Alexei
Vostok comenzó
logró traducir
qu
identificaba
el contenido,
a sudarelypequeño
gimió derótulo
excitació
LABERINTO DE HARVARA
PIRÁMIDE INCLINADA DE ON
SALVARSAN I
PERIODO PREDINÁSTICO
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
155/217
5/26/2018
N
ELI POLIS
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡No vas a creerlo, Malva! ¡No vas a creerlo!
—¿Qué pasa ahora?
—¡Si esto es cierto, este tipo tiene aquí un plano auténtico d
laberinto de Harvara!
—Como no me des más detalles…
—Se trata de uno de los más grandes misterios del Antigu
Egipto. Quizá solo sea una leyenda, pero se habla a menudo
la fabulosa y antiquísima pirámide inclinada de On, un lug
próximo
a la ciudad
Heliópolis.
Si realmente
esa queda
pirámi
primitiva estuvo
algunadevez
allí, lo cierto
es que nada
ella. Pues bien: El laberinto de Harvara se encontraría en
interior de la pirámide de On y tendría como misión dificultar
tarea de los ladrones de tumbas.
—Curioso. Aunque parece que no era fácil desanimar a es
ladrones de tumbas. Creo que la de Tutankamón es la única qu
se ha encontrado intacta hasta ahora.
El joven Vostok parecía a punto de sufrir un ataque d
ansiedad mientras escudriñaba, tendido sobre el suelo, los tenu
trazos de aquel trozo de papiro.
—Así es,
en efecto
—respondió,
sinvivieron
dejar dedeobservar
vitrina—.
Durante
milenios,
tribus enteras
expoliar l
tumbas de los faraones. ¿Sabes que había ladrones de tumb
que llegaban a pasar incluso más de un año dentro de una gr
pirámide, sin ver la luz del sol, desentrañando sus secretos
desvalijándolas por completo? Esa era su profesión y, en cier
modo, resultan tan admirables como los propios constructor
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
156/217
.
apenas agua ni comida, sin luz, enfrentándose a las trampas m
sofisticadas, a los laberintos más complejos…
—En el fondo, no eran más que bandidos.
—¡Bandidos…! Para mí, esos bandidos son quienes d
sentido
a todas
unaque
de envuelve
las leyendas
el Antigu
Egipto. Sin
ellos,yelcada
misterio
a lossobre
grandes
faraon
sería completamente distinto del que hemos conocido y, segur
mucho menos impresionante y sobrecogedor.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
UN AIRE
Malva alzó de pronto la cabeza, extrañada por la corriente
aire que acababa de sentir acariciándole el rostro.
—Álex…
Una puerta disimulada en el lateral del despacho acababa
abrirse. Por suerte, la persona que salía de ella, lo hizo
espaldas, arrastrando un arcón que se adivinaba pesado. E
permitió a los dos chicos ocultarse tras la mesa, con l
corazones latiendo como los pistones de una locomotora
vapor.
Malva y Alexei intercambiaron una mirada de pánico cuand
el recién llegado dejó caer el arcón y se dirigió precisamen
hacia donde ellos se encontraban.
Malva pensó que aquello era el fin.
Por suerte, el hombre no dio la vuelta a la mesa sino qu
accionó el interfono desde el frente del mueble.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
157/217
—
—
,
chicharra.
—Diga, don Jaime —respondió el taxidermista, con la v
distorsionada por la electrónica, pero perfectamen
reconocible.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¿Cómo
la tarea?
—Bien. Vavabien.
El proceso sigue su curso —comentó
señor Urgel, notablemente lacónico.
—Verás… te llamo porque hay novedades. Una serie d
acontecimientos nos aconsejan abandonar inmediatamen
nuestra actividad en el palacio. Deberíamos cerrar todos l
accesos hoy mismo, lo antes posible. ¿Puedes dejar en suspen
el proceso de momificación?
Esta vez, la respuesta tardó en llegar unos segundos.
—Sí, es posible. Ahora mismo, el cuerpo está en la bañera d
natrón. Se puede dejar ahí por tiempo indefinido.
—Hazlo
así, en
entonces.
recogeNotodo
comonada
si noque
fueras
volver
por aquí
mucho Y
tiempo.
te lleves
pue
asociarse con lo que haces aquí abajo.
—Entendido, don Jaime —dijo Pablo Urgel, tras un
segundos de silencio.
El hombre se dirigió entonces al archivador que Alexei hab
consultado poco antes. Quedó de espaldas a los dos chico
hojeando algunas de las carpetas. Malva y Álex tuvieron q
hacer un esfuerzo supremo para no delatar su presencia pero,
mismo tiempo, sabían que su suerte no podía durar. En e
momento, tan solo con girar la cabeza, el jefe de los malos pod
descubrirlos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
158/217
,
.
repente, le había dado por pensar que el insensato de Nicol
iba a llamarla al móvil precisamente en ese instante. Aun con
timbre desconectado, el leve sonido del vibrador se har
presente en el silencio casi sepulcral de aquel despac
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
subterráneo.
Pero lo que sonó fue otra voz, procedente de la puerta.
—Don Jaime… Ya hemos cargado el último envío en
camión.
—Muy bien —respondió el hombre—. Llevadlo a la agenc
y no volváis ya por aquí. Voy a cerrar todos los accesos. Y
sabéis: Desde este mismo momento, nada de intentar bajar aq
hasta nueva orden. Nada tampoco de intentar comunicar
conmigo.
—De acuerdo, jefe. Nos vamos ya.
—¡Esperad, inútiles! Necesitaréis la documentación, pa
incluirla
el envío.
—Ah.enClaro,
claro…
El hombre rebuscó en el archivo hasta dar con u
determinada carpeta, la sacó de las guías y se dirigió con e
hacia la puerta.
Sentir que el sujeto se alejaba, aunque fue
momentáneamente, alivió a Malva lo suficiente como par
incluso, pensar que no era la primera vez que escuchaba la v
de aquel hombre.
—¿Dónde la he oído? —se preguntó, en un susurro inaudib
Había regresado el silencio. Un silencio que, se percataron
pronto,
— duraba mucho más de lo esperado.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
159/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alexei, pasado más de un minuto—. Intentemos salir de aquí.
—Es extraño —susurró el ruso—. No he tenido la sensaci
de que fuera a marcharse. En fin… habrá que aprovechar
circunstancia.
Se asomaron
desde
comprobando
que, encautelosamente
efecto, se hallaban
solos su
en el escondi
despach
y, de inmediato, se dirigieron de puntillas a la puerta. Cuando
encontraban a dos pasos de la salida, oyeron un clarísim
carraspeo procedente del pasillo y los pasos del hombr
acercándose.
—¡Atrás! ¡Rápido! —susurró la chica.
Retrocedieron a toda prisa; el ruso, consciente de que n
tenían tiempo de regresar a su anterior escondite, empujó
Malva hacia la puerta lateral por la que había aparecido el
don Jaime y que aún permanecía entornada.
LA CÁMARA
Durante el siguiente minuto se mantuvieron sumergidos en
oscuridad, tratando de serenarse, de controlar su respiració
abrazados, tapándose mutuamente la boca con la palma de
mano.
Por fin, tras una espera que se les antojó larguísima, Alex
sacó de nuevo su linternita y la encendió. Y con la luz regresó
asombro.
La sala de
en lailares
que de
ahoraiedra
se encontraban
era un antiguo
aljib
sembrado
arcos de herradura
bóvedas
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
160/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
ladrillo macizo.
Lanzó el joven Vostok una ráfaga circular de luz, con
objeto de hacerse una idea de las dimensiones del lugar; pe
antes de completarla, su atención quedó presa de u
espectacular
cabezaEgipto,
de piedra
queunreproducía,
el pecul
estilo
del Antiguo
la de
faraón. Unconfaraón
de
decimocuarta dinastía, según rezaba el rótulo identificador, qu
Alexei pudo leer en cuanto se acercó lo suficiente.
—¿Adónde demonios vas? —le preguntó Malva, cada v
más nerviosa, viendo que su compañero pretendía internarse
la estancia.
—¿Pero es que no ves lo que hay aquí? —replicó un Alex
fascinado hasta los tuétanos—. ¡Hemos dado con la sala d
tesoro! ¿No lo comprendes? Si este edificio fuera una pirámid
estaríamos en la cámara mortuoria. ¡Mira a tu alrededor!
espectacular
la cabeza
de piedra resultab
unaTodavía
estelamás
funeraria,
de que
madera
policromada
y yes
representando al Toro Bujis recibiendo las ofrendas del fara
Ptolomeo V Epífanes.
Sobre una gran tabla chapada en oro podía contemplarse
transformación del faraón muerto en el dios Osiris, cuya cabe
se hallaba rodeada por los brazos protectores de Horus
Anubis. La serpiente que le amenazaba acababa de s
atravesada por sendas dagas, al tiempo que el gran pájaro-o
sobrevolaba la escena recitando los versos sagrados: ‹‹¡Vet
¡Aléjate! ¡Ve a ahogarte al gran lago del abismo donde tu pad
ha
ordenado
que seas¡Vete,
sacrificada!
soy deRa,misante
quied
tiemblan
los hombres.
rebelde!Yo
¡Huye
dagas
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
161/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
luz!››.
El ruso acarició suavemente, sobrecogido por la emoción, l
caracteres jeroglíficos dibujados sobre la piedra.
—¿Te das cuenta, Malva?
—¿De qué?
—De que todo esto parece auténtico. Seguramente, n
hallamos ante piezas verdaderas, confeccionadas hace cinco m
años por los hombres que crearon la primera gran civilización
la tierra. Tesoros que no se han expuesto en museo alguno, qu
apenas nadie ha tenido ocasión de contemplar en los últim
siglos.
Malva aún sentía el peligro rozándole la piel y, por tant
difícilmente podía colocarse en el lugar de Alexei y sentir un
fascinación similar a la que él experimentaba ante sus hallazgos
—No lo dudo, Álex. Reconozco que es emocionante; pe
creo que deberíamos preocuparnos un poco más por nuest
propia suerte.
—Claro. Tranquila. Será solo un minuto.
Había allí unos vasos canopes tan grandes que podrí
albergar las entrañas de un atlante.
Y una preciosa cuadriga.
Y
juguetes.
Una
especie
de
casa
de
muñecas,
con
figuritas
d
barro cocido.
Algo más allá, un espectacular sarcófago de madera. En
tapa estaba representada una mujer joven, con el pelo lis
perfectamente aceitado, y unos ojos enormes, orlados
máscara negra. El ataúd se hallaba vacío, pero exhibía u
etiqueta:
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
162/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
DB320/0109
AHMOSE HENUTEMIPET
DEIR EL-BAHARI
—Debe de tratarse de una de las princesas encontradas en
escondite de Deir el-Bahari. Fíjate en sus ojos. Parece que n
esté mirando.
—Posiblemente te mira a ti —dijo Malva—. Seguro que es
primera vez que ve a un ruso de cerca.
Había otras muchas, muchísimas cajas de madera, tod
etiquetadas.
KV35/044
TUTHMOSE IV
TEBAS
—Ka, uve: King's Valley —aclaró Alexei—. El Valle de lo
Reyes.
KV62/771
ANKESEN-AMON
(TUTANKAMON)
TEBAS
—¡Sopla! —exclamó Malva, al leer el nombre d
conocidísimo faraón—. ¿Es el mismo Tutankamón que yo creo
—Claro.
—¿Y lo tienen aquí?
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
163/217
— ,
.
procedentes de su tumba.
En el centro de la cámara, apoyado sobre unas traviesas
ferrocarril, reposaba un cajón de considerables dimensiones.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
EFERTARI (PINEDJEM I)
AHMOSE-NDB320/19A
—De, be, trescientos veinte —musitó Alexei, señalando
etiqueta. Deir el-Bahari, de nuevo. Un yacimiento magnífic
Más de cuarenta momias reales fueron escondidas en la tum
de la familia del faraón-sacerdote Pinedjem primero. Entre ella
las de Amenhotep, Ramsés segundo, Seti primero y la misterio
Dama Joven, que se cree puede ser Nefertiti.
El tono del joven ruso revelaba continuamente, en cada sílab
una profunda y constante admiración hacia todo lo que ib
encontrando. Y sus hallazgos no parecían tener fin.
TA26/0032
PAATENEMHEB
AMENOFIS IV (AKENATÓN)
DP01/476
IMHOTEP
(DJESER)
SAQQARA
Apoyada
sobre
pared deltoloméico
fondo reposaba
estela
funeraria
della eriodo
formadaunaorenorm
vari
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
164/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
piezas de madera de tejo fijadas sobre anclajes. También
friso de piedra caliza de más de siete metros de largo. Tr
columnas, una con forma de loto gigante. Una máscara funera
de la época romana. Una mesa para jugar al senet. Un capitel
el
quedepodía
la diosa
Hator, con
susdecaracterístic
orejas
vaca.verse
Una acabeza
de Anubis,
hecha
un mater
ligero como el cartónpiedra. Un sonajero que todavía sonab
Una pequeña barca. Lanzas, escudos, un arpa, un laúd, u
trompeta, un cuerno de bronce de casi tres metros…
EL SONIDO
Fue entonces, en ese preciso instante, cuando oyeron aqu
sonido que les heló la sangre en las venas: El de una compuer
cerrándose
con de
contundencia.
Un escalofrío
deAlex
arri
abajo el cuerpo
Malva, mientras
buscaba larecorrió
mirada de
con la suya, sin conseguir encontrarla en medio de aque
oscuridad, solo rasgada por el haz de la linterna.
—Oh, no… —gimió la chica—. Eso ha sonado como si…
También al ruso se le había acelerado el pulso. Cogió a Mal
de la mano y, alumbrándose con la linterna, deshicieron amb
con rapidez el camino hasta la puerta por la que habían entrad
la que comunicaba con el despacho de don Jaime.
Cuando llegaron a sus inmediaciones, comprobaron q
estaba cerrada. El joven Vostok iluminó de inmediato
contorno.
A primera
había
alguno.
—Es ero
ue ha vista,
a una no
forma
deasidero
abrir esta
uerta desde a
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
165/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
dentro —murmuró Malva—. Porque si no es así… estam
perdidos.
Entonces, surgiendo de la oscuridad que los envolvía, les lleg
una voz inesperada, que hizo gritar a la chica y obligó al ruso
contener
un alarido.
—Sí puede
abrirse, jovencita; pero, de todos modos, está
perdidos.
De inmediato, la luz de dos potentes linternas ilumin
directamente sus rostros, deslumbrándolos por completo.
—¡Antero, Mamulian! ¡Cogedlos! —dijo don Jaime a s
secuaces.
EL TALLER
Tras abandonar
cámara yprincipal,
el despacho,
hicieron
a empellones
por ellacorredor
hastalosllegar
a unaavanz
puer
metálica, con un ventanuco en forma de ojo de buey.
—¿Qué tal va todo, Pablo? —preguntó el jefe, entrando en
taller donde trabajaba el taxidermista.
Urgel se encontraba de espaldas y no se molestó en volver
para contestar.
—Ya le he dicho que todo va bien, don Jaime. Le extraje s
problemas todas las vísceras y la sangre. Ahora, tengo el cuerp
aquí, en la bañera principal, cubierto de natrón. Cuatro seman
sería tiempo suficiente para continuar con el proceso pero
tenemospuede
que abandonar
durante
algunos
mese
incluso
ser mejor.las
La instalaciones
desecación será
mucho
más intens
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
166/217
casi perfecta.
—Bien. Porque te traigo más trabajo.
Aunque ni los chicos ni los dos empleados de don Jaim
hicieron el menor ruido, algo debió de alertar al taxidermista qu
de repente, frunció el ceño y se volvió.
—¿Qué significa esto? —exclamó, abriendo mucho los oj
tras los cristales verdosos de sus gafas—. ¿De dónde han salid
estos chicos?
—Eso me gustaría saber a mí —dijo el jefe—. Pero es
claro que han visto y oído mucho más de lo que nos conviene
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
todos.
Fue en ese momento cuando Malva y Alexei contemplar
por primera vez el rostro de don Jaime. La sorpresa les hi
abrir la boca de par en par.
—Por algo me sonaba su voz —murmuró la chica—. Ust
es… el dentista.
—Doctor Jaime Aspid, especialista en estomatología co
consulta abierta en el señorial, aunque descuidado, palacio
Torresecas —dijo el hombre con cierta frivolidad—. En otr
circunstancias estaría encantado de volver a verte, jovenci
Pero no ha sido una buena idea por vuestra parte entrar en m
dominios
haber en
sidoserio?
previamente
invitados.
—¿Nosin
hablará
—le dijo,
entonces, el tío de M
—. Quiero decir: ¿No estará pensando realmente en acabar c
estos dos chicos a sangre fría?
La respuesta de Aspid resultó dura como el pedernal.
—Lo que, desde luego, no puedo permitir de ninguna mane
es que sigan vivos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
167/217
A Urgel se le erizaron todos los vellos del cuerpo.
—Pues no cuente conmigo —dijo, tratando de aparentar u
firmeza que no sentía—. Una cosa es participar en un negoc
ilegal y otra, muy distinta, convertirme en cómplice de un crime
El doctor Aspid se volvió como un ave rapaz hacia
disecador.
—¡Vaya, cuántos escrúpulos, de repente! Sin embargo,
recuerdo que llegan tarde, Pablo. ¿Acaso te olvidas de que er
encubridor, y por tanto cómplice, en la muerte de ese polic
ruso?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Al escuchar
Alexei
Vostok sintió que el estómago s
le daba
la vuelta,aquello,
como un
calcetín.
—¿Qué están diciendo? —preguntó con una voz que
parecía la suya—. ¿Han matado al teniente Goliatkin?
Jaime Aspid miró al muchacho y, luego, al taxidermista.
—¿Lo ves, Pablo? ¿Ves cómo no nos queda otro remed
que deshacernos de estos dos incómodos testigos? Se trata
ellos o nosotros.
Pablo Urgel conocía bien al doctor Aspid. Sabía lo poco qu
le costaba apretar el gatillo. Lo poco que dudaba ante la muer
de los demás. Lo había comprobado hacía apenas cuarenta
ocho
horas,antes
condeel volarle
policíalaruso,
al que
dioahora
opción
ni
parpadear
cabeza.
Sabíanoque
tampo
dudaría. Que aquella pregunta retórica que acababa de formula
en realidad era la sentencia de muerte para los dos chicos. A n
ser que él hiciese algo inmediatamente. Había perdido ya
segundo y quizá fuese demasiado tarde.
Estaba utilizando una pala para minerales, con la que repar
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
168/217
e natr n so re e cuerpo s n v a e tenente o at n. on
movimiento rápido, cargó con la herramienta una porción de
sal y la arrojó con fuerza a la cara del dentista.
Lo hizo justo a tiempo.
Aspid ya alzaba el brazo para disparar sobre Alexei cuand
se vio alcanzado por la ráfaga de polvo blanco. Algunos gran
se introdujeron en su ojo derecho en el que, de inmediato, sint
una fuerte quemazón.
Disparó, pese a todo. Y acertó al ruso. Por suerte lo hizo e
el brazo y el resultado quedó en un rasguño. De inmediato,
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
joven
policíadeselaabalanzó
sobreproyectil
don Jaime,
volvió estudiante
a apretar eldegatillo
pistola, cuyo
esta qv
acabó en el techo del taller. Antero Necromio y su ayudante
abalanzaron a su vez contra el joven Vostok al tiempo que
taxidermista les arrojaba con fuerza su pequeña pala de hierro
atinaba en la frente del dueño de la tienda de ahumados
salazones.
Y aprovechando la confusión creada por unos y otros, Malv
escapó.
Fue visto y no visto. Los estampidos de los dos dispar
parecieron darle alas. Vio una puerta entornada y, sin pensárse
dos
veces,como
se lanzó
hacia por
la misma,
la atravesó
y sigu
corriendo
desesperada
el laberinto
de corredores
q
se abría ante ella, cambiando aleatoriamente de dirección
cada intersección.
Por fin, asfixiada por el esfuerzo y por el miedo, sintió cóm
se le doblaban las rodillas; cayó de bruces y, desde el suel
miró hacia atrás.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
169/217
a e a segua; pero a , ra a en m a e aque pas
asustada y temblorosa, se sintió perdida y débil; y optó, en
último esfuerzo, por refugiarse tras la primera puerta q
encontrase abierta.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Aquel por
mundo
subterráneo
regentado
desde
hac
décadas
el dentista
Aspidcreado
parecíay no
tener fin.
Malva
Alexei ya habían podido constatar las enormes dimensiones d
lugar al descender hasta el último sótano, el situado al nivel de
cimentación. El segundo nivel de subsuelo, donde ahora
encontraban,
podía parecer
menor a primera
ya q
estaba
fragmentado
en corredores,
salas, vista,
despachos
almacenes, además de la parte que ocupaban los billar
Antraca y la sala de calderas del antiguo cine Rialto; s
embargo, seguía siendo grandísimo.
Cuando
parte
de laenserenidad
primero
queMalva
hizo fuerecuperó
lanzar una
mirada
derredor. perdida,
Y con e
mirada descubrió en primer término una bellísima pieza de te
de lino de casi tres metros de largo por uno y medio de anch
sobre la que se había pintado una escena familiar. Se hallab
colgada de la pared, protegida tras un cristal grueso, justo a
derecha de la puerta de entrada a la sala; y exhib
naturalmente, su correspondiente chapita.
PSAMÉTICO I Y SU FAMILIA
664/610 AC
XXVI DINASTÍA
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
170/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Al girar la vista hacia el centro de la estancia, la chica tuv
que contener un nuevo escalofrío. Y ya había perdido la cuen
de los que llevaba desde que decidió entrar junto a Alexei en
tienda
de salazones
Antero Necromio.
Esta vez,
la causa
estremecimiento
fuedecontemplar
en una urna
de cristal,
a dd
pasos de donde se encontraba, una momia verdadera y
aspecto nada tranquilizador, durmiendo su sueño eterno sobre
parte inferior de un sarcófago antropomorfo.
NECRÓMEDES III PENTANIPÓMENO
170/139 AC
XXXII DINASTÍA
ALEJANDRÍA
en esta
ocasióndeeluna
inevitable
rotulito.
pue
de Rezaba
una momia
reciente,
época en
la queSelastrataba,
técnicas
embalsamamiento casi se habían perdido y la tarea de quienes
dedicaban a esos menesteres se limitaba a la utilización com
conservante del betún de Judea procedente del lago Asfaltite
como era conocido por entonces el Mar Muerto.
Pese a ello, pese a ni siquiera estar vendada, la momia d
sacerdote presentaba un aspecto impecable.
La piel casi pétrea y de color oscurísimo; el cráneo rapad
las orejas grandes, adornadas con pendientes; el rost
alargado, duro, de facciones angulosas, rematado por u
peculiar perilla. La boca, desproporcionadamente grande pe
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
171/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
de desdén; los ojos cerrados; los brazos cruzados sobre
pecho, sosteniendo el kab, el bastón dorado, con franjas rojas
verdes. Vestía una túnica blanca orlada de oro, como tambi
de oro parecían las sandalias que calzaba. Una piel de leopard
sobre
los hombros.
En definitiva,
típica indumentaria
de l
sacerdotes
sem, encargados
de laslaceremonias
rituales duran
los enterramientos.
Pese a la angustia, Malva no pudo evitar sentirse fascina
por aquel muerto de dos mil años de antigüedad, que parec
capaz de volver a la vida en cualquier momento.
Fue al continuar con su examen del lugar cuando la atenaz
de nuevo, una mala sensación. Y es que aquella parecía una sa
de autopsias.
En el centro, bajo lámparas ahora apagadas pero q
prometían una catarata de luz, vio una mesa de piedra, con
perímetro
acanaladoir yescurriendo
un orificio ahasta
modo
desagüe,
sin du
para que pudiese
unde
cubo
la sangre
y
resto de los líquidos de los cadáveres.
En la pared más cercana, un panel similar al que en los taller
se utilizan para mantener en orden las herramientas; solo que
este caso, se trataba de instrumental quirúrgico: Desde pinzas
escalpelos hasta berbiquíes y sierras para huesos.
En las otras paredes, varias láminas: De complet
Anathomiae de Nicola G. Homúnculo. Y un curioso dibujo, u
original de Francis Meléndez representando a un diverti
esqueleto en plena danza de la muerte, dedicado personalmen
porEnsuun
autor
a donaledaño
Pablo Urgel.
cuarto
se arado de la sala rinci al or
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
172/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
umbral sin puerta, Malva descubrió otras momias humanas,
mal estado y despojadas de toda clase de ornamentos.
procedencia solo podía establecerse por un tosco rótulo escr
a mano sobre un cartón. Si había que hacer caso de e
anotación
procedían
yacimiento
de Dush.
Esta
claro
que apresurada,
se trataba de
un lote del
inservible.
Quizá
pendiente
restaurar.
Y, algo más allá, dos espectaculares momias de cocodrilo
del Nilo, de un tamaño desmesurado.
De regreso a la sala principal, realizó la chica su últim
descubrimiento, el que nunca querría haber llevado a cabo. L
confirmación de lo que parecía evidente desde hacía un
minutos pero que aún confiaba en poder considerar un error.
Cuidadosamente plegada, dentro de una cesta de mimbr
Malva vio una muda completa de ropa de caballero. El traje gr
la
camisa
con la
el corbata
cuello manchado
de sangre, los
zapat
negros
deblanca
cordones,
de rayas claramente
pasada
moda…
Por separado, eran prendas que podían pertenecer
cualquiera. Pero el conjunto de todas ellas, Malva supo
inmediato que solo podía componer la indumentaria de Vladim
Goliatkin. No había resquicio para la duda.
Y aun en ese caso, le habría bastado rebuscar en los bolsill
de la chaqueta para encontrar la cartera con la documentaci
en ruso y la placa de teniente de la policía de San Petersburgo.
Apenas unos segundos después del hallazgo, una bocana
líquida
entrañas.y ardiente le subió hasta la garganta procedente de l
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
173/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Acto seguido, fue consciente de lo infinitamente cansada q
estaba. Sin conseguir apartar la vista del contenido de la ces
de mimbre, Malva se dejó caer mansamente en el suelo,
rodillas, hasta terminar recostada, el hombro derecho apoya
contra la pared. En esa postura un tanto absurda, no pudo evit
echarse a llorar.
Empezaba a comprender que la aventura —emocionan
hasta divertida en un principio— había pasado a convertirse
drama y amenazaba con terminar en tragedia. Vladimir Goliatk
estaba muerto. Y quizá en esos momentos también Alexei y
tíoElla
de Max
Urgel
habían
corrido
ya
su
misma
suerte.
Y
ella…
se encontraba allí, indefensa, metida hasta lo m
profundo en las fauces de la fiera, sin saber qué hacer. L
secuaces de Aspid le habían quitado el teléfono y cada minu
que pasaba, aumentaba la posibilidad de que aquellos hombr
apareciesen detrás de una pistola cargada con balas q
llevaban su nombre.
Ya no era una broma. Ya no era un juego. Ya no era un
aventura ni una novela. Ya no era divertido ni emocionante.
—No puedo más… —gimió, deseando que aquello termina
lo antes posible, del modo que fuera.
BAR CHOTIS
En cuanto salimos a la calle, tras abandonar la sede de l
amigos del SEAT 600, nos dirigimos al bar Chotis, justo enfren
del palacio, desde donde podíamos vigilar tanto su entrada com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
174/217
las de los billares, la tienda de ahumados y la farmacia.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Gerardo, escudriñando
fachada a través de la cristalera del bar.
—No lo sé —admití, mientras llamaba por tercera vez, sin éxi
al número de teléfono de Malva—. ¡Y sigue sin contestar! ¿Q
demonios estará ocurriendo?
Al contrario de lo que sucedía mientras saltábamos como gat
por los tejados del palacio, en estos momentos era Max qui
parecía más sereno.
—La última vez que hablaste con ella nos advirtió de que l
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
moteros nos pisaban los talones —recordó—. Eso significa q
Malva y el ruso habían conseguido llegar hasta los sótanos d
palacio. Y supongo que lo habían hecho a través del almacén de
tienda de salazones. Antes de separarnos, Malva dijo que
parecía sospechosa… y, como siempre, debió de acertar. E
tienda, y no los billares Antraca, tiene que ser la tapadera d
negocio que se oculta en el subsuelo del palacio. Lo que l
policías rusos vinieron a investigar.
—Vale. Supongamos que tienes razón, Max. La cuestión e
¿Qué hacemos?
—¿Por qué no intentamos seguir sus pasos? —propuso Bie
—. Los de Malva y el ruso, digo. Intentemos entrar en la tienda d
pescado seco por la puerta del almacén, la que da al callej
lateral. A ver si damos con ellos.
—No me gusta ni un pelo —reconocí de inmediato—. Si los
la banda han descubierto a Malva y al ruso, que es lo m
probable, ahora estarán sobre aviso. Nos estaríamos jugando
pellejo de un modo estúpido.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
175/217
—Entonces ¿qué? ¿Nos quedamos cruzados de brazos?
—Podemos intentar otra cosa —propuse.
—¿El qué?
—Una maniobra de distracción. Tal vez podamos atraer
atención de la gente que trabaja en la tienda de salazones;
creamos cierta confusión quizá eso ayude a Malva y Alexei
escapar o nos permita a nosotros encontrar el modo de entrar s
ser vistos.
—¿Y… en qué tipo de maniobra de distracción estás pensan
esta vez?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
UNA CARCAJADA
El doctor Aspid apretaba los dientes de tal modo que l
músculos maseteros le habían palidecido claramente. Y lo hac
mientras apuntaba al taxidermista con su pistola, temblan
peligrosamente de ira.
—No sé por qué no te vuelo la cabeza, Urgel —masculló—
Quizá aún conservo la esperanza de que te comportes de u
modo razonable para no echar por tierra nuestro negocio p
culpa
de estos
críos.de estos críos, don Jaime —replicó Pab
—No
se trata
Urgel, aparentando una calma que no sentía—. Es la polic
rusa. Nos han pillado.
—¡Bobadas! —bramó el dentista—. ¡Nadie nos ha pillad
¡El policía ruso venía solo y dio con nosotros por pu
casualidad! ¡Estoy convencido de eso! Y ahora que h
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
176/217
esaparec o, que se a convert o en una moma mpos e
identificar, el peligro ha pasado.
—Se olvida de los dos chicos —le recordó Urgel, señaland
con las cejas al joven ruso, que permanecía maniatado y
silencio en uno de los rincones de la sala—. Ellos ahora lo sab
todo. ¿También piensa matarlos y convertirlos en momias? E
ese caso, tendrá que hacerlo usted mismo, porque yo ya no v
a ayudarle.
—Claro que lo haré, si es preciso; pero, antes, quiero sab
qué ha sido exactamente lo que los ha traído aquí. Necesi
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
averiguar
sobreespañola,
nuestra que
organizació
pero, sobrecuánto
todo, saben
cuánto los
saberusos
la policía
es la q
me preocupa de verdad.
—¿Y cómo piensa hacer eso?
El doctor Aspid consultó su reloj.
—Dentro de diez minutos tendré tumbado en el sillón de
consulta al inspector Bareta. Los sacamuelas tenemos fama
ser buenos conversadores y con la ayuda de un poco de gas
la risa no me resultará muy difícil sonsacarle al inspector todo
que sepa sobre el estado en que se encuentra la investigación.
En ese momento, irrumpió de nuevo en la sala Ante
Necromio,
acompañado
de su de
ayudante,
el había
hombre
al q
llamaban Mamulian.
El vendedor
bacalao se
cubierto
herida de la frente con un apósito.
—Lo siento, doctor Aspid. No encontramos a esa condena
chica por ningún lado.
—¡Maldita sea! —bramó el dentista—. ¿Cómo es posibl
¡Definitivamente, estoy rodeado de ineptos!
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
177/217
— ompr n a o. ue e a erse escon o en m recoveco
Usted sabe que esto es muy grande. Lo que está claro es que n
ha podido escapar. Las salidas están condenadas y ya no qued
nadie más que nosotros en las instalaciones.
Jaime Aspid hizo rechinar los dientes emitiendo un sonido qu
puso los pelos de punta a todos.
—Bien. Yo voy a abrir la consulta, que ya es la hora. E
fundamental no despertar sospechas. En lo posible, todo de
seguir igual, como si nada raro ocurriese.
—A esta hora, mi sobrino y sus amigos estarán llegando
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
palacio
queaparezco,
yo les abra
la puerta
de mi taller —dijo Pab
Urgel—.para
Si no
podrían
sospechar.
—¿Y qué pretendes? ¿Qué te deje salir de aquí, sin má
quizá con la promesa de que volverás mansamente en cuanto l
hayas dejado organizado el trabajo a esos tres chicos? ¡Vamo
Pablo! ¿Me tomas por tonto? Cuando vean que no aparece
esperarán un rato y luego se marcharán, encantados de no ten
que trabajar esta tarde.
— Yo no estaría tan seguro de eso, doctor Aspid.
El dentista se volvió hacia Vostok, que era quien acababa d
hablar.
Aquí todo
el mundo
que vigila
opina
por—¡Vaya,
lo visto.hombre!
Anda, chaval,
cierra
la boca.tiene
Tú, algo
Antero,
estos dos hasta que yo vuelva. Y Mamulian, que siga buscand
a la chica. Voy a abrir la consulta.
—Bien, jefe.
—¡No se entera usted de nada, doctor Aspid! —gri
entonces el joven ruso—. Tiene sobre sí un problema much
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
178/217
5/26/2018
.
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
sería… soltarme.
Jaime Aspid parpadeó durante unos segundos, ca
estupefacto por el atrevimiento del muchacho.
A continuación, estalló en una larga y burlona carcajada.
MANIOBRA DE DESPISTE
—Ahí está. Vamos.
El pequeño y antediluviano camión Ford, con la rotulaci
‹‹Ahumados y salazones Antero Necromio›› en los laterales de
caja, aparentemente dormitaba, apoyada su parte trasera en
pequeño muelle de carga situado en el lateral del palacio, cuan
Biela, Urgel y yo nos acercamos hasta él de un modo q
consideramos disimulado; aunque quizá no lo fuera tanto, ni muc
menos.
—¿Podrás ponerlo en marcha?
Max Urgel enarboló de inmediato una de sus ganzúas.
—La duda ofende, amigo Biela. Será pan comido. La pregun
es: ¿Sabrás tú conducirlo?
—La duda ofende, amigo Urgel. Yo sé conducir cualquier co
que tenga ruedas y algunas que no las tienen.
—A ello, pues.
Nos adentramos en el estrecho callejón que, desde la calle
Torresecas, separaba el palacio del edificio colindante y, al lleg
junto al camión, Urgel comprobó que tenía cerradas las puertas.
Pese a ello, medio minuto más tarde, se acomodaba, junto
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
179/217
,
,
permanecía sobre el muelle de carga, que tenía cerrada la persia
metálica de acceso, atento a cualquier incidencia o a la aparici
de alguno de los malhechores; pero nada ocurrió.
De inmediato, Max puso el contacto, Gerardo conectó l
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
calentadores y, tras unos segundos de espera, el motor dies
arrancó sin problemas.
—¡Vamos, sube! —me gritó Biela.
Me apoyé en el escalón de la cabina y me sujeté al soporte d
espejo retrovisor.
—¡Nos vamos! —exclamó nuestro enorme amigo.
Arrancó y enfilamos la salida del callejón.
Pero antes de llegar a la intersección de las dos vías, le pe
que se detuviera.
—Frena. Frena, Gerardo.
—¿Qué pasa?
Yo no había dejado de mirar hacia atrás, hacia el muelle d
carga.
—Esperaba que saliese alguien en nuestra persecución. Q
hubiese gritos, carreras y amenazas. Y aquí no pasa nada.
—¿Y qué?
—Hombre, Gerardo. Es que si nadie se da cuenta de que n
llevamos el camión, ya me dirás qué birria de maniobra
distracción es esta.
—Ah, claro, claro… ¿Y qué hacemos, entonces? ¿Toco
bocina para avisarlos? Va a quedar un poco raro.
—A lo mejor no hay nadie —aventuró Max—. La tienda es
cerrada; la persiana del almacén, también.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
180/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Biela y Urgel se quedaron mirándome, quizá esperando que
mismo respondiese a mi pregunta. Pero no teníamos respues
claro.
—Voy a entrar en ese almacén —decidí, de repente, de mo
nada
reflexivo—.
Tengo
que
buscar
a Malva
y a Alexei.
—Te
acompaño
—dijo
Max,
abriendo
la puerta
de la cabina d
camión.
—No. Prefiero ir solo. Sigo pensando que puede ser peligroso.
—No puede ser más peligroso que huir de los moteros d
Málaga saltando tejados.
Sonreí.
—Vete a saber. Pero insisto en ir solo. Tú, ábreme la puerta d
almacén y luego ve con Gerardo a aparcar el camión a un par
manzanas de aquí. Y permaneced atentos por si os llamo al móv
Max secon
acercó
la cerraja de la persiana metálica y
manipuló
una dehasta
sus ganzúas.
—¿Qué pasa? ¿Por qué tardas tanto?
—Lo siento. No puedo abrirla.
—Pensaba que no había cerraja que se te resistiese.
—Y no la hay. Pero no es problema de la cerraja. Es que h
bloqueado la persiana desde dentro, con un pasador o unas barr
de seguridad.
—De modo que no podemos entrar.
—Yo no he dicho eso —murmuró Max, alejándose de la facha
y mirando hacia lo alto. Luego, se dirigió hacia Gerardo.
—Retrocede.
Tienesredonda
que maniobrar
justo
bajo esa ventana
que se veelahícamión
arriba. hasta coloca
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
181/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—A que nos pillan…
—Date prisa y no nos pillarán.
Biela maniobró el camioncito siguiendo las indicaciones
Urgel y así yo, tras haber trepado hasta el techo de la caja, pu
alcanzar la ventana.
—Seguro que al abrirla suena una alarma —vaticiné.
—No lo creo —me tranquilizó Max—. El principal problema se
la altura. Está a más de cuatro metros del suelo y según lo q
haya al otro lado, te puedes romper una pierna saltando desde a
al interior del almacén.
Justo debajo de la ventana no había nada, así que el sa
resultó largo pero limpio. Y salió bien.
ATROPELLO
Tras ver desaparecer a Nicolás por el ventanuco redondo,
hijo del cerrajero corrió a la cabina del camión.
—¡Dale!
Gerardo Biela, al que la espera había puesto tremendamen
nervioso,
fondo.
En un santiamén,
recorrió elaceleró
callejón,a que
se estrechaba
conforme else camionce
acercaba
su confluencia con la calle de Torresecas. En los últimos metro
las paredes de los dos edificios casi rozaban los laterales de
caja del camión.
Justo cuando llegaban a la intersección, un peatón aparec
insospechadamente por la derecha y a punto estuvieron
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
182/217
llevárselo por delante.
—¡Cuidado, Biela! —gritó Max—. ¡Madre mía, madre m
¡Casi te cargas a ese tipo!
—¿Quién iba a pensar que andaría alguien por aquí a est
horas? ¡Fo! ¡Las maldiciones que nos debe de estar echando,
pobre hombre! —supuso Gerardo, lanzando un vistazo rápid
por el retrovisor—. Por cierto… ¿A ti no te sonaba su cara?
—Ahora que lo dices… sí. Pero no sé de qué.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
LA SACERDOTISA
Malva se abrazó a sí misma. Tenía frío. No sabía si realmen
había bajado la temperatura de la sala o era que el miedo
estaba empezando a helar la sangre.
Siempre se había tenido por una persona resuelta, inteligente
capaz de pensar con sensatez; pero ahora se sentía torpe
confusa. Necesitaba librarse de aquella angustia o no lograr
razonar con la frialdad suficiente.
La momia del sacerdote Necrómedes parecía respirar.
‹‹¿Qué es preferible? —se preguntó Malva—. ¿Buscar
buen
esconditedesde
y esperar
Nicolása yrescatarme
sus amigoso,resuelv
la situación
fueraa yquevengan
por
contrario, tratar de escapar por mis propios medios?››.
Ninguna de las dos opciones la convencía; pero estaba cla
que lo más fácil era no hacer nada y dejar pasar el tiempo. Sa
ahí fuera de nuevo, al intrincado laberinto que suponían l
corredores subterráneos del palacio, era la opción que
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
183/217
pro uc a mayor rec azo. o re to o, porque nc ua a un t p
con una pistola dispuesto a disparar sobre ella.
Estaba decidido. De momento, se quedaría allí, aguardand
acontecimientos. Pero tenía que esconderse. Si los mal
irrumpían en la sala, no podía contar con hacerse invisible.
Comenzó a buscar dónde ocultarse y cuando empezaba
desesperar de hallar un buen escondite, se le ocurrió una ide
una idea aparentemente descabellada pero que no logró sustitu
por otra mejor. Finalmente, se convenció de que sí, de q
podía ser una buena opción. La duda fue entonces si se
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
capaz,
si tendría
valor rápido.
para llevarla
El tiempo
pasaba
Sabíaadelante.
que cuanto más tardase
decidirse, más aumentaban las posibilidades de ser descubierta
—Vamos —se dijo.
Se sintió un poco mejor. Volvía a ser la de antes. Volvía a se
la chica resuelta que siempre tenía un plan. En esta ocasión,
plan disparatado, seguramente; pero aun así, era mejor q
nada.
Levantaría la urna de policarbonato que cubría los restos d
sacerdote egipcio. Lo desnudaría de sus adornos y ropaje
Llevaría la momia junto a las otras, las que se amontonaban en
sala
contigua.III Pentanipómeno,
Se vestiría ellaocultaría
mismasucon
ropasde l
Necrómedes
cara las
con una
máscaras que allí se exhibían, y se tumbaría en el sarcófago.
A primera vista, podía parecer absurdo pero pensó qu
contaba con el factor de lo inesperado para que nadie se die
cuenta del cambio de momia. Quién lo iba a imaginar.
Durante los siguientes diez minutos llevó adelante su pla
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
184/217
o o como o a a pensa o. po car ona o e a urna e
ligero como el corcho, así que, tras soltar unos sencillos anclaje
pudo alzarlo sin problemas y apartarlo lejos. Y también lo era
momia. Ligerísima. Como si estuviese hueca. La trató con sum
cuidado, colocándola sobre una pieza de lienzo y arrastrándo
hasta la estancia contigua.
Se colocó sus vestiduras. No le impresionó hacerlo,
tumbarse en el sarcófago. Quizá si hubiese tenido que poner
tapa, habría sido otra cosa, pero aquello era casi como echar
a dormir sobre el duro suelo en una noche de camping.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
AMIGO O ENEMIGO
Apenas diez minutos después de haber adoptado
personalidad del difunto sacerdote sem, notó cómo algui
hurgaba en la puerta de la sala hasta conseguir abrirla.
Malva contuvo la respiración. Escuchó pasos que recorrían
estancia. Tuvo la certeza de que el recién llegado buscab
algo… o a alguien. Le escuchó abrir y cerrar puertas, retir
obstáculos.
percató
aspecto
más tras
comprometido
y dé
de Se
su plan.
Alentonces
mantenerdel
oculto
el rostro
la máscara dorad
no podía ver lo que ocurría en la sala. No tenía medio
averiguar si quien acababa de entrar era amigo o enemigo;
había llegado para salvarla o para acabar con ella. Necesita
que el propio recién llegado se descubriese. Ella, desde lueg
no estaba dispuesta a echar por tierra su magnífica estrategia
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
185/217
.
‹‹Vamos, di algo —pensó Malva, furiosamente—. Déjam
saber quién eres. Solo necesito dos palabras. Solo dos sílaba
Un carraspeo. Un suspiro…››
Pero la pista que Malva necesitaba no acababa de llegar.
desconocido
se marchaba.
Aún La
echóabrió
un último
a la sa
antes de dirigirse
a la puerta.
y salióvistazo
al pasillo.
detuvo, de pronto, fruncido el ceño, como si hubiese sido cap
de oír los pensamientos de la chica. Tras veinte interminabl
segundos de silencio, el misterioso visitante regresó al interior
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
la estancia.
—¿Malva?
El corazón de la chica dio un vuelco. La voz insistió.
—Malva, ¿estás aquí?
CARGA Y DESCARGA
Gerardo Biela aparcó el camioncito dos calles más allá, en
de la Torre Nueva, en una zona reservada para carga
descarga.
—¡Demonios!
entonces Urgel—. ¡Ya sé quién e
el tipo
al que casi —exclamó
atropellamos!
—¿Quién?
—¡El padrino de Nico! El policía.
Biela abrió levemente la boca.
—¡Es verdad! Dijo que hoy tenía cita con su dentista, aqu
fulano con cara de lagarto. Seguro que ahora se dirigía hacia al
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
186/217
—
.
,
encontrarle.
—De momento, vámonos al bar Chotis, a esperar la llama
de Nico.
—¿Y si no llama?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—¡No me
nervioso,
Si no en
llama,
pensaremos
quépongas
hacer; pero
deja deGerardo!
ponerte siempre
lo peo
¿quieres?
—Vale, vale…
EL GAS DE LA RISA
—Adelante, señor Bareta —dijo Amparo, la enfermera
ayudante del doctor Aspid—. Siéntese en el sillón, haga el favo
—Gracias.
—¿Tiene mucho dolor? Lo digo porque trae usted muy ma
cara.
—Pues sí. Me duele una barbaridad. Sobre todo, desde ha
veinticuatro horas. Y, encima, me acabo de dar un susto d
muerte. Casi me atropella una camioneta que salía del callejón
toda leche. ¡Huy…! Perdone por la expresión.
—¡Bah…! No se preocupe. En la consulta de un dentista
escuchan toda clase de palabras malsonantes. Póngase cómod
El doctor no tardará en venir. Piense que, cuando salga de aqu
dentro de un rato, el sufrimiento habrá cesado.
‹‹Hay que ver las cosas tan raras que dice esta mujer››, pen
Germán Bareta, mientras se recostaba en el sillón del dentista.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
187/217
,
cerradura y de la puerta del piso abriéndose y cerrándose. Ca
de inmediato, hizo su aparición Jaime Aspid. Saludó, sonrió, fu
a cambiar la chaqueta por la bata blanca, se lav
escrupulosamente las manos y, por fin, se acomodó en
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
taburete
giratorio,
a la derecha
sillóneldel
paciente.
Escuchó
la historia
que ledel
contó
policía
sobre cómo
pasado fin de semana había sido para él un suplicio dental
comenzó la inspección.
—En efecto, tiene una muela picada. Ha de dolerle mucho
la fuerza.
—No sabe usted cuánto, doctor —dijo Bareta, esforzándo
por pronunciar con corrección pese a los manejos que el doct
estaba llevando a cabo sobre sus labios y boca.
—Bueno, pues vamos a ello. Voy a anestesiarle con óxid
nitroso —dijo el médico, colocándole sobre boca y nariz u
mascarilla
comprimido.conectada a una pequeña bombona para g
—¿No me pincha en la encía, como siempre?
El odontólogo carraspeó largamente, para darse tiempo
elaborar una respuesta convincente.
—No, esta vez no. Es que… cambié hace poco de marca
anestesia y parece que algunos pacientes presentan con e
ligeros problemas alérgicos, así que… he decidido devolver
toda y, mientras me envían una partida nueva, estoy usando
óxido nitroso.
—Es lo que llaman el gas de la risa. ¿No es así?
—Sí. Hace unos años se utilizaba mucho, pero se descubr
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
188/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
embargo, administrado esporádicamente sustituye con ventaja
las anestesias.
—¿Es como el cloroformo?
Aspid rió suavemente.
—No, no sedesaparecerá
preocupe. No
perderá
ustedsentirá
el conocimient
Simplemente,
el dolor.
Pronto
cómo ent
en un estado de… de cierta indolencia, en el que todo
importará un pimiento, por decirlo de modo sencillo. En
fondo, es lo más parecido a la felicidad.
Jaime Aspid abrió la espita de la bombona. Esperó un
segundos y retiró la mascarilla de la boca de Bareta.
—Ya está. ¿Cómo se encuentra? ¿Aún siente dolor?
El policía esbozó una sonrisa bobalicona.
—¡Ji, ji…! No, doctor. Ya, no. Esto es… maravilloso.
UN BOTIJO
—¿Malva? —dije en tono quedo—. ¿Estás aquí, Malva?
Llevaba cerca de diez minutos recorriendo con cautela pasill
interminables, iluminados con luces de emergencia que
ocasiones parpadeaban creando una molestísima sensación
irrealidad. La mayoría de las puertas que encontraba en mi cami
se hallaban cerradas y empezaba a pensar que había hecho m
impidiendo que Max me acompañase. Con su ayuda y la de s
ganzúas, todo habría sido más fácil.
De cuando
cuando,
hallaba encontrar
alguna estancia
q
examinaba
con en
rapidez,
esperando
a Malva.abierta,
También
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
189/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alexei, claro, aunque la suerte que él hubiese corrido me importa
muchísimo menos.
—Malva, soy yo, Nicolás —susurré—. Si estás escondi
puedes salir. No hay peligro.
Aguardé unos segundos una respuesta que no llegó y volví
salir al pasillo dispuesto a continuar mi búsqueda.
Al hacerlo, me tropecé con un tipo muy bajo pero anchísimo
espaldas, que se acercaba por el corredor. Durante un instante m
invadió el pánico. Estuve a punto de salir huyendo. Por suerte,
lo hice.
—¡Eh! ¿Quién eres tú?
Miré al tipo de arriba abajo, mientras simulaba cerrar la pue
con llave.
—Nicolás. De la… sección de taxidermia. ¿Y tú?
El tipo parpadeó. No parecía tener muchas luces.
—Yo soy Mamulian. El ayudante del señor Necromio.
—Ah, sí, ya… ya había oído hablar de ti. Pero me parece que
habíamos coincidido hasta ahora.
—No. Creo que no. Oye, ¿no habrás visto por ahí a una chic
Una chica morena, de pelo corto. Muy guapa.
El corazón se me aceleró al escuchar la descripción de Malva.
—Pues… no. Hace rato que no veo a nadie. ¿Por qué?
—Porque el doctor Aspid me ha mandado a buscarla.
Yo iba de sorpresa en sorpresa.
—El doctor Aspid, ¿eh?
—Sí. El jefe en persona.
—Ya,
ya… es que estás todavía aquí? El doctor ha ordena
—Peroya,
¿cómo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
190/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
hace ya rato desalojar las instalaciones.
—¿Ah, sí? Pues no me he enterado. Ahora me explico lo d
camión.
—¿Qué pasa con el camión?
—Que hace un rato he visto cómo alguien se lo llevaba a to
prisa.
Mamulian, sorprendido, colocó sus brazos en jarras. No sé p
qué, me recordó a un botijo.
—¿Qué dices? —exclamó—. ¿Que se han llevado el camió
¡Pero si aún estaba dentro el último envío que teníamos que lleva
la agencia! ¡Ay, madre…! Ya verás la bronca que le va a echar
jefe al señor Necromio. Y cuando al señor Necromio le cae u
bronca, a mí me cae otra, aún más gorda.
—Vaya. Lo siento, amigo Mamulian.
—Voy a dar aviso de inmediato.
—Y yo me voy enseguida. Recojo dos cosas y me largo.
—Recuerda: no debemos volver por aquí hasta nueva orden.
—Ya. Pero… seguiremos cobrando nuestro sueldo, ¿no?
—Hombre, como está mandado…
Cuando Mamulian se alejó pasillo adelante, yo estaba sudan
frío.
Lo cierto es que había tenido una suerte colosal en aqu
encuentro. Además de no haber despertado las sospechas d
ayudante de Necromio, ahora sabía que Malva se les hab
escapado y andaba por algún lugar de aquel mundo subterráneo.
fuese capaz de encontrarla y sacarla de allí, sin duda m
posibilidades de ligar con ella aumentarían de forma considerable
La siguiente puerta estaba también abierta. Era una sala grand
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
191/217
la más grande de las que había visto hasta ahora. Como todas l
anteriores, atestada de material diverso y de aparatos cuya funci
era un misterio para mí.
—¿Malva? —volví a preguntar, en voz baja—. Malva, ¿est
aquí?
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
LO INESPERADO
Malva me reconoció. Y se incorporó de inmediato.
—¡Estoy
—exclamó—.
Álex!
Se retiró aquí!
la máscara
que le ¡Estoy
cubría aquí,
la cara
y abandonó
sarcófago, temblando. Y, temblando, corrió hasta echarse en lo
brazos del ruso. Luego, abrazada a él, incapaz de contener
por más tiempo, rompió a llorar, temblando como una hoj
desencajada por la tensión sufrida.
—¡Oh, Álex…! No sabes el miedo que he pasado.
—Tranquila, tranquila… —le susurró el ruso al oíd
apretándose contra ella, acariciándole la espalda.
Permanecieron unos segundos en silencio, acompasando s
respiraciones.
—¿Estás
—Sí. Sí, mejor?
ya estoy mejor… Menos mal que has conseguid
escapar tú también. ¡Oh, Dios…! He llegado a pensar qu
habrías muerto. ¡Eh! ¡Estás herido!
—Solo es un rasguño.
—¿Cómo has logrado huir?
—En realidad, ha sido fácil. El doctor Aspid tenía que abrir
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
192/217
consulta y, al quedarme solo con Necromio, he podid
reducirle.
—¡Estupendo! ¡Entonces, si Aspid no está, nos resultará fá
salir de aquí!
—Es posible que sí…
—¡Pues vamos! Estoy deseando verme fuera de este lugar…
El ruso no se movió.
—Espera, espera. No tengas tanta prisa. Todavía está
ayudante de Necromio recorriendo los pasillos. Y deberí
cambiarte de ropa. No parece adecuado que salgas de aq
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
vestida
sacerdote
Malvadeasintió,
consem.
media sonrisa, y se dirigió hacia el cesto
mimbre en que había dejado su ropa.
—Por cierto… aquí… aquí están las cosas del tenien
Goliatkin.
Alexei Vostok frunció los labios antes de volver a hablar.
—¿Ah, sí? Vaya… Pobre teniente Goliatkin.
Malva detectó un tono extraño en la contestación de Alex
pero no quiso darle importancia y siguió despojándose, aunq
algo más lentamente, de los ropajes del faraón-sacerdote.
ALGO VA MAL
Justo cuando estaba en ropa interior, a punto de ponerse
pantalón, percibió el movimiento del ruso a su espalda. No
vio: Lo intuyó. Y tuvo la certeza de que algo iba ma
Rematadamente mal.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
193/217
n un gesto apenas consc ente, a z a mano zquer a as
colocarla sobre su garganta. Eso le salvó la vida. Oyó el sonid
del cable cortando el aire y, de inmediato, sintió aquel inmen
dolor sobre el dorso de la mano. Y cayó de rodillas.
Alexei Vostok le había rodeado el cuello con un trozo d
sirga metálica que llevaba consigo y que ahora apretaba c
todas sus fuerzas.
Malva no sintió miedo, realmente. Se sintió sorprendid
Burlada. Y casi de inmediato, fue presa del odio. Inmersa en un
oleada de ira.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Aún tenía
la mano
derecha de
libre.
Tanteó
máscara
de oro
que acababa
dejar
juntohasta
a lasencontrar
ropas q
había vestido. De reojo, localizó el pie de Vostok y lo golpe
con la pesada pieza metálica a la altura del tobillo. Le oyó grit
de dolor, pero la presión que ejercía en torno a su cuello apen
disminuyó.
—Me gusta tu coraje, Malva —le susurró Vostok, ca
rozándole la nuca con los labios—. Nunca te rindes ¿eh? E
está bien. Pero no va a impedir que acabe contigo.
Malva se dio cuenta de que estaba perdida. Sin poder utiliz
la mano izquierda, que seguía atrapada entre la sirga y su cuell
sus
de luchar
contraniAlexei
eran insignificantes.
si laposibilidades
retiraba, el ruso
no tardaría
un segundo
en rebanarle
cuello. Aun manteniéndola allí, empezaba a pensar qu
efectivamente, estaba perdida. Que su muerte era solo cuesti
de unos pocos segundos.
Tuvo certeza de ello cuando vio pasar su vida por delante,
un suspiro.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
194/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
UN GRITO
En ese momento, oí un grito que me encabritó el corazón. N
fue un alarido sino un grito corto, de dolor pero, eso sí, me lle
con toda claridad. Procedía de muy cerca. Quizá de la sa
contigua a aquella en que me encontraba. Aunque quien hab
gritado no era Malva, supe que debía acudir a toda prisa.
Salí corriendo al pasillo. La primera puerta, no. Pero sí
segunda.
Miré a través del ventanuco antes de entrar… y tuve q
parpadear para creerlo.
Allí estaba Malva, medio desnuda, y Vostok trataba
estrangularla con una especie de cable metálico.
Tuve que frotarme los ojos para asegurarme de que no
trataba de un error de mi mente.
UNA EXHALACIÓN
Entro en la sala como una exhalación y el ruso me lanza
reojo una mirada torva. En mi carrera hacia él, sobre la marc
cojo un taburete de laboratorio con la intención de utilizarlo com
arma.
No tengo ni siquiera la oportunidad de intentarlo.
Sin saber cómo, me encuentro volando por los aires
aterrizando de espaldas en el suelo, y el dolor me corta
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
195/217
.
Ahora recuerdo lo que dijo Biela sobre el ruso: Que pelea
como el protagonista de una película de chinos. Está claro que
puedo ser enemigo para él y sus técnicas de lucha aprendidas
la academia de policía de San Petersburgo.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Al menos, con mi presencia, sí he logrado que sue
momentáneamente a Malva, que sangra con abundancia por
dorso de la mano izquierda.
Mientras intento levantarme, veo al ruso que, tras recoger
taburete, lo enarbola por las patas como si se tratase de u
extraña maza. Siento llegar el golpe pero, milagrosamente, log
esquivarlo en el último instante. El asiento de madera se ast
ferozmente contra el suelo, a un palmo de mi cara. Desde
posición pateo con desespero la pantorrilla de Vostok y lo ha
trastabillar. Bien, ha caído junto a mí. Me lanzó sobre él, tratand
de inmovilizarlo. Es inútil. No sé cómo, el ruso me voltea de nuev
Por Dios, qué mal he caído. Este tipo me va a matar. Me sien
muy mareado. Un golpe en el costado me nubla la vista. Otro en
estómago me roba el último aliento.
Ahora va a golpearme de nuevo, a placer, porque yo ya no pue
ni defenderme. Me hago un ovillo y espero el fin.
Ahí viene.
Veo un destello dorado y creo que es el anuncio de la muert
Pero no. Sigo respirando. Esta vez, el golpe se lo lleva él. Malva
aparecido de improviso, cuando yo pensaba que habría intenta
escapar, y le golpea con todas sus fuerzas, con rabia. Le golpe
en la cara con un objeto dorado y, desde luego, contundente, q
no acabo de reconocer. Podría ser una máscara de oro. M
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
196/217
.
Pillado de lleno en su tumefacto ojo derecho, el dolor hace q
Alexei se tambalee hasta clavar una rodilla en el suelo. M
durante un instante a Malva, al tiempo que lanza un exabrupto
ruso. Parece volverse loco. Ella intenta golpearle una segunda ve
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
él la esquiva.
Yo casi no puedo respirar pero me doy cuenta de que es
turno. Reuniendo todas mis fuerzas y toda mi voluntad, m
abalanzo sobre el ruso. Esta vez sí, consigo derribarlo. De result
del golpe recibido, está sangrando como un cerdo por la nariz. M
mancho con su sangre, se revuelve, me golpea de nuevo con
codo. Veo las estrellas, pero le he dado a Malva una nue
oportunidad que ella no desaprovecha. Toma impulso y, esta ve
el impacto con la pesada máscara dorada es brutal. El crujido
los huesos de la cara del ruso me produce un escalofrío atroz.
Mi mirada se cruza con la suya. El azul de sus ojos es más f
que nunca; y justo en ese instante, se trastoca en blanco y, tr
un titubeo… Alexei Vostok pierde el conocimiento y se desploma
—Cerdo… —masculla Malva.
Deja caer la máscara, salpicada de sangre, y viene hacia mí. S
echa en mis brazos. Su abrazo me duele pero no quiero que aca
nunca. Menos aún, cuando ella busca mis labios con los suyos
me besa, intensamente, con desespero, hasta que un sollo
inoportuno rompe el hechizo.
—¿Estás bien, Nico? ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza. No consigo articular palabra.
—Vámonos —dice—. Vámonos de aquí.
La ayudo a vestirse. Su camiseta feminista y el pantal
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
197/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
calamidad, despeinada, los ojos enrojecidos, la sangre, el gesto
dolor…
Ahora ya no tengo duda de que es la chica más hermosa d
planeta.
EL TORNO
—Así que el ruso ha desaparecido, ¿eh?
—¡Ji, ji…! Pues sí, doctor. Desaparecido. ¡Plof! Se
esfumado. ¡Ji!
—Entonces, habrá una investigación.
—Bueno… como siempre, claro. ¡Je, ji…! Si algui
desaparece, se abre un expediente…
—Pero este será un asunto grave, ¿no? El tipo venía
misión
oficial
los va…!
rusos pedirán
—¡Qué
va,yqué
¡Jia, jia!explicaciones.
¡Ahí está lo curioso. Es que
tío había venido por su cuenta. Por hacerle un favor a un amig
Nada de misión oficial.
—¿No?
—No.
—¿Y a qué había venido, exactamente?
—¡Y yo qué sé…! ¡Jia, jia…! ¡Pues anda que no e
misterioso ni nada, el tipo…
—¿No sabe usted lo que pretendía investigar?
—Bueno, sí… Algo de unas momias, creo… pero no sé
meEllodoctor
decía en
o para ara
quesus
yo me
callara.La información
Asserio
id sonrió
adentros.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
198/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Bareta le estaba proporcionando resultaba mucho m
tranquilizadora de lo que había imaginado.
Sonó entonces el timbre de la puerta. Amparo, la ayudan
del doctor Aspid, acudió a abrir.
—Buenas tardes. ¿Está el inspector Bareta?
La enfermera miró primero al joven altísimo que le había hecho
pregunta. Luego, al muchacho pelirrojo que lo acompañaba.
—Pues… sí. Ahora está en la consulta del doctor.
—Vamos a pasar, si no le importa —dije yo, asomando ent
mis dos amigos.
La ayudante del dentista retrocedió un paso, supongo q
impresionada por mi aspecto lamentable.
—Pero ahora no podéis…
—Podemos. Es muy importante.
Abrimos dos puertas antes de dar con el consultorio.
—¡Inspector! —grité al verle tumbado en el sillón—. ¡El doc
Aspid es el jefe de la banda!
Bareta ni siquiera se dio por aludido.
En cambio, el jefe alzó hacia nosotros una mirada feroz
reaccionó con una rapidez endiablada. Saltó del taburete,
colocó tras el sillón, sujetó la cabeza del inspector con un brazo
con la otra mano, tomó el torno. De inmediato, lo puso
funcionamiento a la máxima velocidad, acercando peligrosamen
la fresa al ojo derecho de su paciente.
—¡Quietos! Si dais un solo paso, le meteré el torno por el o
¿Me habéis oído? Y no solo quedará tuerto. Lo empujaré hasta
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
199/217
fondo. Hasta que le empiece a batir el cerebro como si fuera na
montada. ¿Está claro?
La perspectiva me encogió el estómago. Me detuve al momen
y extendí los brazos para obligar a mis compañeros a hacer
propio. Efectivamente, con aquel instrumento podía hacerle muc
daño a mi padrino. Posiblemente, incluso acabar con su vida.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
ROTURA DE LA TENSIÓN
Durante
diezhabría
segundos,
Aspid
y yo nos miramos
fieramente.
No sé qué
pasado.
Seguramente,
la situación
se hab
tornado un tanto grotesca, teniendo en cuenta que un torno
dentista no es precisamente un arma de bolsillo y no sé cómo
doctor Aspid habría intentando mantener su ventaja.
En cualquier caso, no hubo posibilidad de saberlo porque,
digo, la tensión se deshizo a los diez segundos de su últim
amenaza, cuando Malva, que se había quedado en el vestíbulo
la consulta, localizó la caja de diferenciales y desconectó
interruptor principal de la instalación eléctrica.
De inmediato, el torno se detuvo mansamente y, por tanto, de
de
suponerCuando
un instrumento
lo miró
un moment
incrédulo.
volvió a mortífero.
alzar la Aspid
vista, ya
Gerardo
Biela
abalanzaba sobre él y lo dejaba fuera de combate del prim
guantazo.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
200/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Epílogo
—La organización liderada por el doctor Aspid en Zarago
había propiciado la creación de otra red en Moscú y S
Petersburgo, encargada de la promoción y distribución de s
productos en museos de las repúblicas de la antigua Uni
Soviética.
—Quieres decir que el doctor Aspid tiene en Rusia una espec
de sucursal de su negocio.
Germán Bareta negó suavemente.
Acababa de regresar de la comisaría de Centro, donde Alex
Vostok, Jaime Aspid, Antero Necromio y Eubúlides Mamulia
seguían siendo sometidos a interrogatorio. Las líneas principal
del embrollo empezaban a estar claras y mi padrino se encontra
deseoso de compartir la información con nosotros.
—No, no, en absoluto —aclaró—. No parece que las d
organizaciones estén relacionadas entre sí sino, más bien, que
empresa rusa había surgido al calor de la española. Digamos q
Aspid y sus secuaces comenzaron a ofertar sus productos
diversos museos y, posteriormente, la mafia rusa, al percatarse
las enormes posibilidades del negocio, decidió actuar com
intermediaria. Se apropiaban de una buena parte del beneficio
Aspid pero, a cambio, le proporcionaban muchísimos más client
de los que él habría podido conseguir se ocupaban del transpo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
201/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
y la entrega de las piezas. De hecho, Aspid, al parecer, no cono
en persona a ninguno de los miembros de la organización rusa.
eso, a pesar de que ya eran prácticamente sus únicos clientes.
—De modo que tampoco conocía a Alexei Vostok.
—No, claro que no. Hasta que el propio Vostok no le dijo quié
era y que había sido enviado para vigilar a Goliatkin, Asp
pensaba, como nosotros, que se trataba realmente de una espec
de ayudante del teniente ruso.
—Y no era eso, sino todo lo contrario.
—Así es. Cuando los mafiosos rusos supieron que Vladim
Goliatkin pensaba viajar a España para investigar el origen de
falsa momia de San Petersburgo, temieron que pudiera acabar c
la organización de Aspid, que les proporcionaba la materia prim
para su negocio, así que lograron, a través de sus contactos en
policía, que el joven Alexei Vostok lo acompañase. Pero la misió
de Vostok era asegurarse de que Goliatkin volviese con las man
vacías… o que no volviese.
—Lo raro es que Goliatkin no sospechase de él.
—Puede que sí lo hiciera. Recuerda qué pronto inten
deshacerse de su compañía y llevar su investigación adelante
solitario. En cualquier caso, Vostok tenía un disfraz perfecto.
parecer es cierto casi todo cuanto nos ha dicho: Estudiante en
escuela de policía, gran experto en el arte egipcio y, p
descontado, su dominio del idioma español es un hecho. Solo
le olvidó decirnos… que trabajaba para los malos.
Malva, cogida de mi brazo, no había abierto la boca desde
inicio
oído. de la conversación; pero, de pronto, acercó sus labios a
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
202/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Lo siento… —susurró.
—¿Qué sientes?
—Estoy avergonzada. Ya sabes a lo que me refiero. Alexei m
deslumbró desde el primer momento. No fui capaz de ver su dob
juego. Pensé que también yo le gustaba a él y me dejé querer.
—Seguro que así era. Cómo no ibas a gustarle. Otra cosa
que, llegado el momento, Vostok no tuviese ningún problema
rebanarte el cuello.
Malva me miró a los ojos.
—Qué borde eres… —me dijo, sonriendo.
La investigación seguía su curso y avanzaba a pasos
gigante. La organización de Aspid quedaría completamen
desmantelada. El dentista iba a ser acusado de asesinato en
persona del policía ruso. Y Vostok lo sería de intento de asesina
y pertenencia a organización delictiva, entre otros delitos que a
estaban por definir por parte del fiscal. La policía rusa tambi
quería su parte del pastel y preparaba un buen número
detenciones.
—¿Y mi tío? —preguntó entonces Max, que tampoco hab
despegado los labios hasta ahora.
—Ya veremos —le respondió Bareta—. Su participación en l
delitos relacionados con la falsificación o el tráfico de obras de a
es muy clara. Pero en el caso de los delitos de sangre, aun sien
cooperador del doctor Aspid, se tendrá en cuenta que
actuación, sin duda, salvó la vida de Malva. De momento, ten
entendido que el fiscal piensa solicitar al juez su libertad ba
fianza. Cuando llegue el juicio, ya veremos.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
203/217
Nos habíamos reunido en el bar Chotis mientras la polic
judicial seguía recorriendo los interminables sótanos del palacio
Torresecas, poniendo al descubierto los entresijos de
organización de Aspid. El trabajo de catalogación sería ingente.
número de obras de arte, sarcófagos, momias y demás piez
arqueológicas crecía y crecía conforme la policía lograba accede
más salas y almacenes.
En ese momento, un policía de uniforme se asomó a la pue
del bar.
—Inspector Bareta, el señor juez instructor dice que pue
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
usted pasar a reconocer las pertenencias del policía ruso.
—Voy.
Salimos los cinco y nos dirigimos al vestíbulo del antiguo cin
donde el juez Carnicero había instalado su puesto de mando.
La ropa de Goliatkin estaba en el mismo cesto de mimbre don
ya Malva la había visto anteriormente.
—Usted, sin duda —le dijo a Bareta el magistrado—, fue
persona que más tiempo acompañó a la víctima desde que aterri
en España hasta su muerte.
—Seguramente, señoría.
—¿Puede reconocer si esa es la ropa que vestía?
Mi padrino alzó alguna de las prendas.
—Sí, señoría. La reconozco. Era la ropa que usaba Goliatkin
pasado viernes.
—Son prendas muy vulgares. ¿Está seguro de lo que afirma?
Bareta echó mano de nuevo al cesto y levantó unas gafas
sol.
—Estoy seguro, señoría. Y estas son mis gafas de sol. Se l
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
204/217
pres e pasa o vernes a en en e o a n.
—Muy bien. Queda así declarado.
—Por cierto, señoría… ¿puedo recuperar mis gafas?
—Forman parte de la instrucción del sumario, inspector. Ust
lo sabe.
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
—Lo sé, señoría, lo sé… Pero es que me costaron quince m
pesetas y la luz cada vez me molesta más. Debe de ser cosa de
edad. Seguro que ya se me ha escapado algún delincuente est
últimos días por culpa del deslumbramiento.
El magistrado chasqueó la lengua.
—De acuerdo, Bareta. Dígales a los de criminalística que l
hagan unas fotos antes de devolvérselas.
—Gracias, señoría.
Una vez que las fotografiaron, Germán Bareta se puso las gafa
Al hacerlo, me pareció que se emocionaba intensamente.
Ladeó la cabeza, inspiró profundamente y consultó su reloj.
—Chicos —nos dijo—, mi turno acaba de terminar. Ya no esto
de servicio. Me vuelvo al bar. Voy a tomarme un vodka con hielo e
memoria de mi colega Vladimir Goliatkin.
—Allá tú, padrino. Nosotros nos vamos a la piscina a pasar
día, que promete ser de aúpa.
—Cuidado con las quemaduras solares.
—Llevamos protección total —dijo Gerardo.
Echamos a andar por la calle de Torresecas, camino de la pla
de España. Malva, deliberadamente, dejó que Biela y Urgel se n
adelantaran unos pasos. Entonces, se volvió hacia mí.
—
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
205/217
.
—¿Yo? ¡Qué dices! Por si no lo recuerdas, fuiste tú la que de
fuera de combate al ruso.
No atendió a mis razones. Se detuvo, me miró a los ojos c
intensidad, me agarró por la pechera y me atrajo hacia sí. Y m
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
besó en los labios de una forma nueva, contundente, que yo
conocía; y que ya no estaba condicionada por la proximidad de
muerte.
El inspector Bareta, que cruzaba en ese momento la calle
Torresecas camino del bar, se detuvo en mitad de la calzada, no
miró, sonrió y siguió su camino.
El beso de Malva sabía a canela, a menta fresca y a nu
moscada. Y su sabor permaneció en mis labios durante el resto
aquel largo y tórrido verano.
El último verano del milenio.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
206/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Notas
[1] Un duro = 5 pesetas.
30.000 duros = 150.000 pesetas = 900 euros aprox.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
207/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Sobre los autores
José María Almárcegui nace en Zaragoza en 1960. H
ejercido multitud de oficios, aunque el dibujo y el diseño so
quizá, las actividades que le han acompañado m
constantemente en su vida. Le apasionan la radio y el ciclism
En la actualidad trabaja como técnico de sonido y montaj
audiovisuales. En 1988 comenzó a colaborar como guionista
más esporádicamente, como ilustrador) con Fernando Lalan
Hasta la fecha han publicado juntos cerca de veinte títulos, c
los que han conseguido, entre otros, la Mención de Honor d
Premio Lazarillo y el Premio El Barco de Vapor.
Fernando Lalana nace en Zaragoza en 1958. Tras estudi
Derecho y realizar el servicio militar en Melilla, de donde saca
ambiente y personajes para Morirás en Chafarinas, encami
sus pasos hacia la literatura, que pronto se convierte en
primera y única profesión, tras quedar finalista en 1981 d
Premio El Barco de Vapor. Desde entonces, ha publicado m
de noventa libros con las principales editoriales españolas y
ganado numerosos premios, entre ellos, en tres ocasiones
Gran Angular de novela, Mención de Honor del Premio Lazari
y el Premio El Barco de Vapor. En 1991, el Ministerio d
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
208/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Cultura le concede el Premio Nacional de Literatura Infantil
Juvenil por Morirás en Chafarinas, obra que fue llevada al ci
en 1995. Está casado y tiene dos hijas: María e Isabel. Viven
Zaragoza. Sobre las piedras que habitaron los romanos
Cesaraugusta y los musulmanes de Medina Albaida. O sea, en
Casco Viejo. En Alfaguara ha publicado Los hijos del truen
La maldición del bronce, La muerte del cisne y Perpetuu
mobile, ganadora del Premio Jaén 2006 de Narrativa Infantil
Juvenil.
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
209/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
© Del texto: 2006, Fernando Lalana y José María Almárcegui
©
De Santillana
esta edición:
2012,
Ediciones Generales, S.L.
Torrelaguna, 60. 28043 Madrid
Teléfono: 91 744 90 60
Telefax 91 744 92 24
www.librosalfaguarajuvenil.com
ISBN ebook: 978-84-204-0452-3
Diseño de cubierta ebook: María Pérez-Aguilera
Conversión ebook: Kiwitech
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma
reproducción, distribución, comunicación pública y transformación
esta obra sin contar con autorización de los titulares de propied
intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede
constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y
Código Penal).
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
210/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Alfaguara Juvenil es un sello editorial del
Grupo Santillana
www.librosalfaguarajuvenil.com
Argentina
www.librosalfaguarajuvenil.com/ar
Av. Leandro N. Alem, 720
C
1001
Buenos
Tel.
(54AAP
11) 41
19 50Aires
00
Fax (54 11) 41 19 50 21
Bolivia
www.librosalfaguarajuvenil.com/bo
Calacoto, calle 13, n° 8078
La Paz
Tel. (591 2) 279 22 78
Fax (591 2) 277 10 56
Chile
www.librosalfaguarajuvenil.com/cl
Dr. Aníbal Ariztía, 1444
Providencia
Santiago de Chile
Tel. (56 2) 384 30 00
Fax (56 2) 384 30 60
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
211/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Colombia
www.librosalfaguarajuvenil.com/co
Carrera 11A, nº 98-50, oficina 501
Bogotá DC
Tel. (571) 705 77 77
Costa Rica
www.librosalfaguarajuvenil.com/cas
La Uruca
Del Edificio de Aviación Civil 200 metros Oeste
San José de Costa Rica
Tel. (506) 22 20 42 42 y 25 20 05 05
Fax (506) 22 20 13 20
Ecuador
www.librosalfaguarajuvenil.com/ec
Avda. Eloy Alfaro, N 33-347 y Avda. 6 de Diciembre
Quito
Tel. (593 2) 244 66 56
Fax (593 2) 244 87 91
El Salvador
www.librosalfaguarajuvenil.com/can
Siemens, 51
Zona Industrial Santa Elena
Antiguo Cuscatlán - La Libertad
Tel. (503) 2 505 89 y 2 289 89 20
Fax (503) 2 278 60 66
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
212/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
España
www.librosalfaguarajuvenil.com/es
Torrelaguna, 60
28043 Madrid
Tel. (34 91) 744 90 60
Fax (34 91) 744 92 24
Estados Unidos
www.librosalfaguarajuvenil.com/us
2023
N.W.
84th Avenue
Miami,
FL 33122
Tel. (1 305) 591 95 22 y 591 22 32
Fax (1 305) 591 91 45
Guatemala
www.librosalfaguarajuvenil.com/can
26 avenida 2-20
Zona nº 14
Guatemala CA
Tel. (502) 24 29 43 00
Fax (502) 24 29 43 03
Honduras
www.librosalfaguarajuvenil.com/can
Colonia Tepeyac Contigua a Banco Cuscatlán
Frente Iglesia Adventista del Séptimo Día, Casa 1626
Boulevard Juan Pablo Segundo
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
213/217
, . . .
Tel. (504) 239 98 84
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
México
www.librosalfaguarajuvenil.com/mx
Avenida
Río Mixcoac, 274
Colonia Acacias
03240 Benito Juárez
México D. F.
Tel. (52 5) 554 20 75 30
Fax (52 5) 556 01 10 67
Panamá
www.librosalfaguarajuvenil.com/cas
Vía Transísmica, Urb. Industrial Orillac,
Calle segunda, local 9
Ciudad
de 261
Panamá
Tel. (507)
29 95
Paraguay
www.librosalfaguarajuvenil.com/py
Avda. Venezuela, 276,
entre Mariscal López y España
Asunción
Tel./fax (595 21) 213 294 y 214 983
Perú
www.librosalfaguarajuvenil.com/pe
Avda. Primavera 2160
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
214/217
ant ago e urco
Lima 33
Tel. (51 1) 313 40 00
Fax (51 1) 313 40 01
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Puerto Rico
www.librosalfaguarajuvenil.com/mx
Avda. Roosevelt, 1506
Guaynabo 00968
Tel. (1 787) 781 98 00
Fax (1 787) 783 12 62
República Dominicana
www.librosalfaguarajuvenil.com/do
Juan Sánchez Ramírez, 9
Gazcue
Santo Domingo R.D.
Tel. (1809) 682 13 82
Fax (1809) 689 10 22
Uruguay
www.librosalfaguarajuvenil.com/uy
Juan Manuel Blanes 1132
11200 Montevideo
Tel. (598 2) 410 73 42
Fax (598 2) 410 86 83
Venezuela
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
215/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
Avda. Rómulo Gallegos
Edificio Zulia, 1º
Boleita Norte
Caracas
Tel.
(58 212)
212) 239
235 30
Fax (58
10 33
51
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
216/217
5/26/2018
Fernando Lalana-LamomiadeLeningrado.PDF -slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/fernando-lalana-la-momia-de-leningradopdf
217/217
Descargar