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Abdominales y region central

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ENTRENAMIENTO TOTAL
Anexo
Indicaciones prácticas, de base anatómica, para la realización
de un entrenamiento complementario sobre el ejemplo del
entrenamiento de la musculatura del tronco
Como acabamos de mencionar, los movimientos rápidos del tronco tienen una gran importancia para el rendia
b
miento deportivo en muchas modalidades. Los diferentes
músculos del abdomen y de la espalda desempeñan un papel decisivo para recuperar y mantener el equilibrio del
tronco. En las zonas anterior y lateral del tronco esta tarea
corresponde a los músculos rectos, oblicuos y transversos
del abdomen (v. figs. 215 y 216), y en la zona de la espalda
sobre todo a los extensores de la espalda (v. fig. 217).
c
d
Figura 215. Vista general de los músculos más importantes del abdomen: a) recto del abdomen; b) oblicuo externo; c) oblicuo interno, y d)
músculo transverso del abdomen (de Weineck, 1994, 92 ss.).
a
Figura 216. Representación esquemática del cinturón transversal y
oblicuo de la pared abdominal y de su unidad funcional.
b
Figura 217. Extensor de la espalda (erector de la columna) (a) y su
interacción funcional con la musculatura abdominal (b).
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ENTRENAMIENTO DE LAS PRINCIPALES CAPACIDADES MOTORAS
La figura 216 muestra la unidad funcional de los diferentes músculos del abdomen; la figura 217 permite observar la interacción de la musculatura del abdomen y de la
espalda.
Mientras que los músculos abdominales y extensores
de la cadera enderezan la pelvis, la musculatura de la zona
lumbar de la espalda y los flexores de la cadera llevan la
pelvis hacia delante. La posición de la pelvis –y por tanto
de la columna vertebral– óptima para la función deportiva
necesita una relación equilibrada de fuerzas entre los músculos que se insertan en la pelvis.
Como podemos ver en la figura 218 sobre el ejemplo
de un jugador de fútbol, esta situación dista mucho de ser
la habitual.
El entrenamiento orientado a la carrera, el salto y el
disparo fortalece sobre todo los músculos flexores de la cadera. En paralelo a este proceso se produce un acortamiento de la musculatura extensora de la espalda en su parte inferior, con el resultado de una inclinación de la pelvis
hacia delante y la consiguiente acentuación de la hiperlordosis lumbar.
Como muestra la figura 289 (v. pág. 367), la carrera y el
esprint apenas activan la musculatura del abdomen, al
contrario de lo que ocurre con la musculatura de la espalda. La falta de desarrollo de la musculatura abdominal no
permite, pues, el enderezamiento de la pelvis y la compensación de la hiperlordosis en la zona lumbar, máxime
cuando los músculos de la región glútea, responsables
también del enderezamiento de la pelvis, presentan una
tendencia al debilitamiento.
Hemos de procurar, por tanto, un entrenamiento suficiente de la musculatura abdominal con el fin de prevenir la hiperlordosis, el dolor de espalda asociado a ésta y
una serie de lesiones debidas a acortamientos e hipertonías musculares.
El fortalecimiento de los músculos abdominales debería ir siempre precedido del estiramiento y la relajación de
los músculos acortados de la espalda y de los músculos flexores de la cadera.
Ejercicios para fortalecer la musculatura del abdomen
El problema específico del entrenamiento de la musculatura del tronco, sobre todo del abdomen, consiste en que
los “ejercicios de abdominales” habituales suelen cargar
y fortalecer en mayor medida grupos musculares distintos de los que se pretende entrenar, sobre todo los ya
a
307
b
Figura 218. Alteración de la estática de la columna vertebral y de la
pelvis debido a los desequilibrios musculares, sobre el ejemplo de un
jugador de fútbol (de Knebel/Herbeck/Hamsen, 1988, 15). a) Unos
flexores de la cadera fuertes (discurriendo por el interior de la pelvis,
la estructura de las fibras está representada de forma esquemática,
con trazo discontinuo), asociados a los extensores de la articulación
de la rodilla, inclinan la pelvis hacia delante. Como compensación, la
musculatura de la espalda adopta una longitud diferente. Se acorta
progresivamente y apoya la inclinación de la pelvis. b) Algunos ejercicios gimnásticos seleccionados pueden impedir o compensar el desequilibrio:
1. Ejercicios de estiramiento para los flexores de la cadera (psoas
ilíaco).
2. Ejercicios de estiramiento para los extensores de la espalda (erector de la columna, parte lumbar).
3. Ejercicios de fortalecimiento para los músculos abdominales rectos
(recto del abdomen).
4. Ejercicios de fortalecimiento para los flexores de la articulación de
la rodilla (músculos isquiotibiales).
5. Ejercicios de fortalecimiento para la musculatura de la región glútea (glúteo mayor) (dirección de la flecha = dirección de la tracción
de los músculos).
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mencionados flexores de la cadera, con fuerte tendencia
al acortamiento. De esta forma se genera involuntariamente un desequilibrio muscular progresivo y se empeora la situación de la pelvis y de la columna vertebral.
Por ello, el criterio de elección para los ejercicios de la
musculatura abdominal debe ser la eficacia con la que se
fortalece realmente el grupo muscular deseado y no los
músculos “equivocados”.
El registro del modelo de activación muscular con la
ayuda de un electromiograma (EMG) puede aportar una
ayuda valiosa para la configuración de un programa de
ejercicios apropiados.
Otro problema relativo al entrenamiento de los músculos abdominales consiste en que en ellos predominan las
fibras musculares de contracción lenta. Por tanto, todos
los ejercicios de ejecución explosiva (v. pág. 309) suponen –sobre todo para los jóvenes y los deportistas con
musculatura abdominal poco desarrollada– una carga
“antifuncional”, que no se corresponde con el modelo
de actividad propio.
Conclusión. En el entrenamiento de principiantes se debe trabajar los músculos abdominales sin pesos suplementarios y con ritmo de movimiento lento. Conviene
evitar un entrenamiento paralelo de músculos ya acortados.
a
Correcto
Incorrecto
b
Figura 219. Entrenamiento de los flexores de la cadera (y de la musculatura abdominal) en realización correcta y errónea (a) y como ejercicio por parejas (b) (cf. Schmidt,1988, 103).
En los deportistas bien entrenados puede y debe utilizarse las formas de entrenamiento explosivas, pues los movimientos de fuerza rápida del tronco son determinantes en
múltiples sentidos para el rendimiento en competición.
En deportistas con hiperlordosis consolidada (de nacimiento o debida a entrenamiento) no sólo se debería realizar una elección cuidadosa de los ejercicios (v. pág. 310
s.), sino también renunciar a “ejercicios mixtos” dinámicos de mucho volumen, por ejemplo, la “navaja”, pues con
ellos se entrenan en mayor medida los flexores de la cadera, de contracción rápida, y menos los músculos abdominales, de contracción lenta, favoreciendo así un nuevo incremento de la lordosis lumbar.
Antes de describir diferentes ejercicios para la musculatura abdominal, hemos de señalar la posibilidad de que,
existiendo desequilibrios musculares debidos a la alteración de los estereotipos motores automatizados, los ejercicios convencionales para fortalecer determinados grupos
musculares produzcan un efecto de entrenamiento completamente diferente, esto es, que no entrenen los músculos que normalmente entrenarían, sino otros cuyo fortalecimiento no interesa en absoluto, como, por ejemplo, los
grupos musculares ya acortados y fuertemente desarrollados. Como ejemplo podemos mencionar el ejercicio de
“descenso de las piernas en decúbito supino desde la vertical”, muy frecuente en el entrenamiento de los músculos
abdominales (cf. fig. 219).
Si el compañero da un impulso a las piernas en la dirección del suelo, el momento de la aproximación de las piernas al suelo intensificará la hiperlordosis en deportistas
con musculatura abdominal débil, sobre todo en la edad
juvenil: los músculos abdominales no son capaces de mantener la pelvis recta; la fuerza excéntrica de los flexores de
la cadera inclina la pelvis hacia delante y provoca el desfavorable efecto de la hiperlordosis en el ámbito de las vértebras lumbares (fig. 220).
Este ejercicio sobreestira además, involuntariamente,
la musculatura abdominal ya de por sí débil y sobreestirada. Así pues, resulta apropiado para fortalecer los flexores
de la cadera en un sujeto con la musculatura abdominal
bien entrenada, pero no en un “principiante de la musculatura abdominal”, pues no consigue el doble objetivo de
“entrenar los flexores de la cadera y fortalecer la musculatura abdominal, y puede producir además lumbalgia (por
el acortamiento de los músculos extensores de la espalda
en la zona de las vértebras lumbares).
Como muestra la figura 219, este ejercicio se sigue realizando con la “ayuda” del compañero: éste lanza con
fuerza las piernas hacia abajo, en una realización que
consideramos “de nula funcionalidad” para los músculos
abdominales de contracción lenta, sobre todo en los principiantes.
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Flexores de la cadera
Recto del abdomen
Figura 220. La sobrecarga de la musculatura abdominal, recta y oblicua (rectos y oblicuos del abdomen), producida
con el descenso de las piernas, origina
una inclinación creciente de la pelvis
hacia delante (flecha 1), seguida por
una acentuación de la lordosis lumbar
(flecha 2).
Músculo oblicuo externo,
fibras laterales
Si durante la realización del ejercicio se mantiene una
lordosis lumbar provocada por la debilidad de los músculos abdominales –que no pueden fijar la posición de la pelvis–, las actividades musculares registradas tienen lugar
sobre todo en los músculos extensores profundos de la espalda en su zona lumbar. En cambio, la actividad muscular
(potenciales de acción) en la musculatura abdominal es
escasa, así que en lugar de fortalecerse ésta se produce un
creciente acortamiento de los músculos extensores de la
espalda. Por ello, al entrenar la musculatura abdominal
con las piernas extendidas, se debe impedir que las piernas
de un deportista con musculatura abdominal débil desciendan más allá del punto en el que las vértebras lumbares pierden el contacto con el suelo (cf. fig. 219).
Para el entrenamiento de la musculatura abdominal
conviene advertir también que los ejercicios de abdominales “típicos” sólo cargan los músculos de forma óptima en ángulos determinados. En estos ejercicios, el trabajo principal suele recaer en los flexores de la cadera
(psoas ilíaco, recto femoral, tensor de la fascia lata), aunque el objetivo propiamente dicho debería ser los músculos abdominales (fig. 221).
1. Entrenamiento de los músculos rectos del abdomen
Recomendamos los siguientes ejercicios para el fortalecimiento aislado de los músculos rectos del abdomen:
• Elevación del tronco (fig. 222)
Caracterización del ejercicio. Este ejercicio de abdominales aislado se considera uno de los más importantes en
el entrenamiento complementario de la fuerza para la mayoría de las modalidades.
Flexores
de la cadera
Músculos
abdominales
Músculos
abdominales
Flexores
de la cadera
Figura 221. Ángulos de flexión de la cadera en los cuales los músculos abdominales aportan el trabajo decisivo.
Por una parte, fortalece la musculatura abdominal que
la carrera no entrena suficientemente, y por otra, evita el
trabajo paralelo de los flexores de la cadera, ya acortados
en muchos deportistas (v. fig. 223).
La figura 223 muestra claramente que con las piernas
extendidas no sólo se produce una mayor activación de
los rectos del abdomen –un objetivo deseado–, sino también un trabajo paralelo, no deseado por muchas razones,
de los dos flexores de la cadera más importantes (recto femoral y psoas ilíaco). La flexión de la articulación de la
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cadera reduce las posibilidades de trabajo de los flexores
de la cadera (los músculos acortados, no estirados previamente, desarrollan menos fuerza) o desactiva estos músculos (el glúteo se activa mediante presión del talón sobre
la superficie de apoyo y los flexores de la cadera, sobre todo el psoas ilíaco, se relajan de forma refleja). Este ejercicio es apropiado también para deportistas con hiperlordosis habitual. Se optimiza el ejercicio apoyando las
piernas sobre un cajón de plinto, pues de esta forma los
flexores de la cadera quedan excluidos casi por completo
del movimiento de flexión del tronco (fig. 224).
• Flexión del tronco hacia delante en la máquina
de fuerza (fig. 225)
El fortalecimiento aislado de los músculos abdominales que hemos mostrado en los ejercicios anteriores puede
practicarse también en la máquina de fuerza. También
aquí se puede excluir del movimiento a los flexores de la
cadera (fig. 224).
• Flexión del tronco acuclillando las piernas (levantando la
pelvis) con o sin ayuda de compañero
a) En decúbito supino, levantar la pelvis acuclillando las piernas
En esta forma de ejecutar el ejercicio es importante que
la pelvis se levante del suelo y se “enrolle” (cf. fig. 221),
pues los músculos abdominales sólo se entrenan en buenas condiciones si la sínfisis pubiana (inserción) se aproxima suficientemente al arco costal (arranque del músculo
recto del abdomen, cf. fig. 217).
Este ejercicio resulta también muy apropiado para deportistas con problemas de espalda o desequilibrios musculares. Su inconveniente radica en la escasa amplitud del
movimiento.
b) En decúbito supino, elevar la pelvis acuclillando las piernas
con ayuda de un compañero (fig. 226)
Hacer el ejercicio precedente con ayuda del compañero
supone una forma de ejecución aún más intensa, incrementando la amplitud del movimiento.
Los ejercicios de la musculatura abdominal mostrados
hasta ahora deberían practicarse, dependiendo del estado
de rendimiento, en de una a tres series con 6-15 repeticiones cada una.
Si se realizan además acompañados de un giro de tronco o de pelvis, se trabajan de forma paralela los músculos
abdominales, tanto los rectos como los oblicuos (internos
y externos).
Los deportistas bien entrenados pueden intensificar todos los ejercicios con la incorporación de pesos (p. ej., saco de arena, disco de haltera, etc.).
Recto del abdomen
Recto femoral
Pectoral mayor
Psoas ilíaco
Dorsal ancho
Músculos isquiotibiales
Extensores de la espalda
Glúteo mayor
Figura 222. Elevación del tronco (flexión del tronco hacia delante). Actividad EMG de los principales grupos musculares participantes, con la
cadera y las rodillas flexionadas (modificado de Kunz/Unold, 1988, 53).
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Recto femoral, parte media
Recto del abdomen
Recto femoral, parte superior
Extensores de la espalda
Músculos isquiotibiales
Psoas ilíaco
Aductor del muslo
Glúteo mayor
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Figura 223. Flexión del tronco hacia delante en la tabla inclinada. Actividad EMG de los principales grupos musculares participantes: recto del
abdomen; recto femoral, arriba; psoas ilíaco con las rodillas extendidas (modificado de Kunz/Unold, 1988, 43).
Figura 224. Elevación del tronco con presión simultánea de los talones sobre el cajón del plinto como ejercicio de abdominales aislado
sin actividad paralela de los flexores de la cadera.
Figura 225. Flexión del tronco hacia delante en la máquina de fuerza.
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2. Entrenamiento de los músculos oblicuos del abdomen
Para el trabajo de estos músculos (oblicuos externo e
interno del abdomen) proponemos los siguientes ejercicios:
• Flexión con giro del tronco hacia delante (con las piernas en
ángulo) (fig. 227)
Figura 226. Elevación de la pelvis con ayuda del compañero.
Con los brazos extendidos, se desplazan las manos entrecruzadas pasando a derecha e izquierda alternativamente junto a las rodillas, que al mismo tiempo se acercan al
tronco en sentido contralateral, mientras se levanta y se gira el tronco. El ritmo del movimiento es lento, el número
de repeticiones por cada serie se sitúa entre 6 y 15.
• Limpiaparabrisas (fig. 228)
Figura 227. Flexión con giro del tronco hacia delante.
El ejercicio se puede efectuar en solitario (extendiendo
las manos hacia los lados o fijándolas en la espaldera) o
con ayuda del compañero. Como muestra la figura 228,
esta forma de entrenamiento es un ejercicio de fuerza multilateral, que activa todos los músculos participantes en el
giro del tronco. El interés primordial se centra en el fortalecimiento de los músculos oblicuos del abdomen. El ejercicio se puede intensificar utilizando pesos adicionales
Recto femoral
Tensor de la fascia lata
Músculos isquiotibiales
Oblicuo del abdomen
Psoas ilíaco
Glúteo mayor
Aductor del muslo
Figura 228. “Limpiaparabrisas”. Actividad EMG de los principales grupos musculares participantes (modificado de Kunz/Unold, 1988, 43).
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Músculos
abdominales
Rectos
Movimiento
de tronco
Oblicuos
Movimiento
de piernas
Movimiento
de tronco
Transversos
Movimiento
de piernas
Movimiento
de pelvis
Movimiento
de tronco
Figura 229. Resumen de las diferentes posibilidades de fortalecimiento amplio de la musculatura abdominal.
(balones de diferente peso entre los pies, manguitos lastrados). El trabajo máximo de los músculos participantes tiene lugar con una flexión de cadera de 90°.
La figura 229 presenta un resumen de las diferentes posibilidades de trabajo de la musculatura abdominal. Se puede
ver que los diferentes grupos musculares se desarrollan de
forma óptima con tres formas de ejercicio principales, a saber: ejercicios de flexión de cadera, ejercicios con giro de
tronco y ejercicios con un componente de carga lateral.
Dado que el deportista se mueve en todos los planos
con la ayuda de los músculos abdominales (en colaboración con los músculos de la espalda, entre otros), interesa
fortalecer plenamente este grupo muscular, a menudo
muy descuidado o entrenado de forma errónea. La figura
230 muestra que los músculos abdominales se pueden entrenar de forma dinámica y/o estática. El trabajo óptimo alterna ambos métodos (cf. Cometti, 1988b, 242).
Ejercicios para fortalecer los músculos extensores
de la espalda
Los movimientos rápidos del tronco y su equilibrado
constante sólo se pueden efectuar a través de una interacción compleja de todos los músculos del tronco y de
la pelvis. Para ello, una musculatura abdominal bien desarrollada, acompañada de unos músculos de la espalda
y extensores de la cadera mal entrenados, es tan ineficaz
Estático
Forma
de
trabajo
Dinámico
Figura 230. Forma de trabajo dinámico y estático para mejorar la fuerza de
los músculos abdominales.
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como unos músculos de la espalda y extensores de la cadera vigorosos acompañados de una musculatura abdominal poco desarrollada. Todos los grupos musculares
participan en igual medida, con una colaboración óptima, en los movimientos del tronco y en el mantenimiento de una posición adecuada de la columna vertebral.
glúteo mayor. Los músculos profundos de la espalda
muestran, al igual que los músculos de la cara posterior
del muslo, potenciales de acción reducidos. Con un debilitamiento ligero de la musculatura glútea (nivel 4) se aproximan los potenciales de acción de todos los músculos
mencionados. Si el debilitamiento de la musculatura glútea es pronunciado (nivel 3), la actividad muscular máxi-
• Elevar el tronco y los hombros hacia atrás (fig. 231)
Al apoyar el tronco sobre el plinto se produce una descarga de los extensores de la espalda a nivel lumbar, esto
es, en la parte de la musculatura de la espalda que en los
deportistas suele tender al acortamiento, y por tanto a la
hiperlordosis. Además de los músculos profundos extensores de la cadera, se entrenan el trapecio y los distintos
músculos dorsales de la escápula.
La extensión del tronco en postura de rodillas (fig.
232) es un ejercicio muy sencillo, pero muy eficaz para
fortalecer los músculos extensores de la espalda. Con este
ejercicio se entrenan además el trapecio y el glúteo mayor.
Importante. La extensión del tronco no debe llevarse
hasta el sobreestiramiento de la cadera con formación de
hiperlordosis. El ejercicio sirve para trabajar la resistencia
de la fuerza; el ritmo de ejecución debería ser lento y el número de repeticiones situarse entre 16 y 25.
El entrenamiento de la musculatura de la espalda es
siempre problemático cuando ésta se encuentra acortada o
debilitada, o cuando existen restricciones funcionales en
otros grupos musculares que actúan sobre la extensión de
la cadera. Dependiendo del estado funcional de los glúteos, sobre todo del glúteo mayor, un ejercicio completamente “normal” para fortalecer los músculos de la espalda
–como, por ejemplo, “doblarse hacia arriba y hacia atrás
desde el decúbito prono”– puede ver su efecto de entrenamiento limitado en buena medida o anulado completamente en relación con el objetivo planteado. La figura 233
muestra la actividad muscular de los grupos musculares
participantes en diferentes estados funcionales.
Si el estado funcional de la musculatura glútea es óptimo, predomina, según Schmidt (1988, 270), la función del
Figura 232. Extensión del tronco en postura de rodillas.
Nivel 5
Nivel 4
Nivel 3
M. glúteo mayor
M. erector de la columna
M. bíceps femoral
M. semitendinoso
5 mV
1s
Figura 231. Elevación del tronco y de los hombros hacia atrás, en el
plinto.
Figura 233. Potenciales de acción musculares de los glúteos (y de
otros grupos musculares) en diferentes estados funcionales. Nivel 5 =
estado funcional óptimo. Nivel 4 = función ligeramente debilitada.
Nivel 3 = función muy debilitada (de Wittekopf/Wulf, citado en Schmidt, 1988, 270).
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Figura 234. Ejercicios isométricos para la estabilización de todo el cuerpo. a) Apoyo sobre los antebrazos y los pies (o las rodillas); b) Idéntico
al anterior, pero dificultado mediante elevación de la pierna izquierda o derecha alternativamente (para deportistas avanzados); c) Plancha lateral con apoyo sobre el antebrazo (o la mano); d) Idéntico al anterior, pero dificultado por la elevación de la pierna superior (para deportistas
avanzados; atención: cambio de lado); e) Plancha boca arriba con apoyo sobre los antebrazos y talones; f) Idéntico al anterior, pero facilitado
mediante flexión de piernas (para principiantes); g) Idéntico al anterior, pero con una sola pierna flexionada y presionando con ambas manos
contra la rodilla de la pierna flexionada; h) Idéntico a “e”, pero dificultado por la elevación de la pierna extendida, derecha e izquierda alternativamente (para deportistas avanzados).
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ma se observa en el músculo profundo de la espalda. Los
músculos glúteos y los músculos isquiotibiales presentan
niveles de actividad escasos.
Así pues, si la lordosis lumbar es acentuada, no se consigue el objetivo previsto de fortalecer la musculatura glútea, y sí un efecto que se debe evitar a toda costa: un nuevo
acortamiento de la musculatura profunda extensora de la
espalda (erector de la columna), con el consiguiente aumento de la lordosis lumbar.
Algunos ejercicios estáticos sencillos han demostrado
una eficacia especial como ejercicios de todo el cuerpo,
que involucran a toda la musculatura del tronco, esto es,
tanto de la espalda como del abdomen; en efecto, pueden
introducirse sin problemas en la secuencia de ejercicios en
el marco de cualquier entrenamiento específico de una
modalidad (cf. fig. 234).
En cuanto a la práctica de los ejercicios, conviene evitar
algunos errores típicos “de principiantes”:
1. En los ejercicios a y b de la figura 234 se debe vigilar
que la nuca se encuentre extendida (esto es, ausencia de lordosis cervical, la cabeza como prolongación
de la columna vertebral) y que la tensión sea máxima
en el ámbito de la musculatura de abdomen, espalda
y glúteos (esto es, sin lordosis lumbar).
2. En los ejercicios c y d vigilamos nuevamente que la
espalda se encuentre recta (esto es, que no haya tensión en los flexores). El pie de apoyo debe reposar
sobre el talón y sobre toda su cara externa.
3. En los ejercicios e, f, g y h –que sirven no sólo para
estabilizar el tronco en general, sino también para
fortalecer los músculos isquiotibiales, normalmente
acortados y debilitados– controlamos una vez más
que se mantenga una buena tensión corporal, sin
aflojar (cf. Kremer, 1992, 91/92).
Este tipo de programa de estabilización de todo el
cuerpo ha demostrado su eficacia sobre todo en relación
con un entrenamiento de la fuerza de salto específico de la
modalidad.
Como muestran los estudios de Kremer (1992, 79),
efectuados en el ámbito del voleibol, estos ejercicios de
tensión de todo el cuerpo mejoran considerablemente el
comportamiento de salto y contribuyen de forma decisiva
a prevenir el síndrome de la lumbalgia, muy frecuente en
esta modalidad, y también en otros juegos deportivos donde el salto reviste cierta importancia, como, por ejemplo,
baloncesto, balonmano o también fútbol.
Antes de trabajar la fuerza de salto en la forma específica
de la modalidad, la realización de un programa de estabilización de todo el cuerpo (v. pág. 317) ha demostrado su eficacia para elevar el tono de la musculatura de sustentación,
sometida a carga intensa durante los saltos; esta elevación
del tono muscular es importante para proteger la columna
vertebral y adoptar una posición correcta de la pelvis.
Planificación y periodización del entrenamiento
de la fuerza
Principios generales de la planificación y la periodización
del entrenamiento de la fuerza
En correspondencia con las categorías de la periodización general del entrenamiento, en el ámbito de la fuerza,
la subdivisión –enfocada hacia diversos objetivos– distingue entre pretemporada, período de competición y período de transición.
La planificación del entrenamiento establece para cada
uno de estos períodos unos objetivos, métodos y contenidos definidos, que –en mutua interacción– deberían llevar
en último término al rendimiento máximo individual, al
mantenimiento de la forma deportiva y a su pérdida controlada en el sentido de una fase de regeneración.
Para obtener resultados óptimos en los diferentes tipos
de entrenamiento de la fuerza, la práctica deportiva ha establecido como necesarios los siguientes períodos (cf. Ehlenz/Grosser/Zimmermann, 1983, 128; v. tabla 46):
1. Entrenamiento de la fuerza máxima: 7-13 semanas,
de ellas:
a) entrenamiento de musculación: 4-8 semanas;
b) entrenamiento intramuscular: 3-5 semanas.
2. Entrenamiento de la fuerza rápida (sobre todo entrenamiento intermuscular, técnico): unas 3 semanas.
Los períodos más cortos de aplicación del entrenamiento
de musculación no producen el efecto de adaptación deseado, y en el trabajo de la coordinación intramuscular
son insuficientes para agotar el potencial muscular mejorado por el entrenamiento de musculación.
Con tiempos más largos, el esfuerzo de entrenamiento no
guarda relación con los resultados de adaptación conseguidos por añadidura.
Este ciclo de periodización de 20 semanas (tabla 46) se
puede recorrer, dependiendo de la modalidad, una vez (p.
ej., en atletismo), hablamos entonces de modalidades de
un solo pico, o dos veces (p. ej., en halterofilia), llamadas
entonces modalidades de dos picos (cf. también pág. 62).
En el entrenamiento plurianual, el ciclo de 20 semanas
constituye la base de cada programa anual (tabla 46).
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