Yoga, estado de unión y herramienta de evolución El estado de yoga como esencia, ese estado de cohesión del Ser, está unido a la aparición de la consciencia humana; a la relación con todo lo que nos rodea desde donde uno Es. Este artículo podría empezar como tantos otros, recordando los orígenes del yoga y fechándolos allá por mediados del segundo milenio antes de nuestra era. Puede que de esa época daten los primeros hallazgos relacionados con el yoga y su concepción actual, las estatuillas y sellos de Mohenjo Daro, restos de la Civilización del Indo, etc. Pero es en el instante en que salimos del estado de consciencia absoluta o estado de yoga, cuando por defecto aparece la consciencia humana. Surge esa tendencia natural del ser a completarse, a ser pleno, a no estar fragmentado, como esa añoranza de vuelta al hogar en un desapacible día de invierno. Paradójicamente, esa aparición de la consciencia es la que nos hace dar cuenta de la necesidad de volver a ese estado completo que es natural en el Ser y al que podemos retornar a través de la práctica de yoga. Es importante tener en cuenta que yoga es una herramienta y al mismo tiempo un estado transitorio que nos puede ayudar a volver a nuestro estado natural de consciencia absoluta y por eso, en el último instante, tendremos que desapegarnos del yoga, trascendiendo el estado de consciencia en el que estemos para conectar con la consciencia absoluta. Algunos podrán retornar a ese estado natural a lo largo de su vida, pero todos volveremos a casa cuando abandonemos este cuerpo terrenal con el que compartimos viaje. Es en el ser humano, donde Maya mantiene un pulso constante con la consciencia. La primera lanzando mensajes de separación de fragmentación del Ser; y la segunda intentado que nuestro estado de unión permanezca lo más integro posible. Paralelamente, dentro de las facultades que forman la mente individual, buddhi, ahamkara, manas y chitta, es ahamkara (el ego) una de las grandes aliadas de Maya. Es la tendencia del ego la de dominar y subyugar a las otras tres facultades: intelecto, pensamiento y memoria. De esta manera es como nuestra mente individual, sometida por el ego, se transforma en caballo desbocado alejándonos de nuestra integridad divina. No me considero una persona partidaria de conocer los porqués, más bien me planteo estar en el presente, intentando ser consciente del momento y no tanto de qué hizo que esté donde estoy o como estoy. Pero en este caso me atrevo con la pregunta: ¿por qué el ego se convierte en el tirano de la mente individual, de mi mente? ¿Quién o qué le da ese poder? Empezando por la segunda cuestión, la respuesta parece sencilla y evidente: “Yo”, responde el ego desde mi interior. Pero para la primera pregunta hay razones de mayor enjundia en la profundidad y me atrevo a esbozar alguna de ellas. Para algunos filósofos de la cultura occidental, el ser humano es un ser social por naturaleza (Aristóteles). Es en sociedad donde el hombre puede alcanzar la plenitud. Para otros, el hecho social corresponde más a una herramienta de superviviencia del hombre para compensar su debilidad natural (Hobbes) y que le supone una pesada carga, aburrida y molesta. ¿Podría tener Hobbes razón y que la sociedad sea una dificultad añadida en la consecución de un estado pleno del Ser? Aunque quizás no se lo planteara a la hora de elaborar sus tesis sobre el paso del derecho natural al derecho social, puede que apuntara una de las razones a las que antes me refería. A medida que, supuestamente, más evolucionamos como ser social, más nos alejamos de nuestra propia evolución como ser individual. Esto es, cuanto más sociales o supuestamente sociales nos hacemos, más acotamos y encarcelamos nuestra libertad y mayor dependencia nos creamos del grupo entrando en un chantaje moral constante que nos aleja más de nuestra propia esencia. La distancia con nuestra integridad universal vendrá dada por el grado de identificación que tengamos respecto al grupo social al que nos vinculemos y de la exigencia que dicho grupo tenga sobre nuestra individualidad. Aparece lo que actualmente se define como “ego colectivo”. El ego colectivo es cuando el ser humano se identifica tanto con las inquietudes, necesidades, objetivos etc. de un grupo que parece que trasciende las demandas del ego personal e incluso trasciende al mismo ego. Puede que incluso esa persona se vincule de una manera desinteresada, sin buscar o demandar nada a cambio, pero el ego colectivo posee las mismas características limitantes y constringentes que el ego personal. Es por esto que nuestro estado actual esta distorsionado por los velos que nos hemos y nos han colocado no solo delante de los ojos, sino también delante de la capacidad de observación y percepción internas. Velos sociales, culturales, religiosos, familiares y un sinfín de ellos. Siempre hemos oído decir que el camino de la reconexión con la consciencia absoluta es individual, nadie puede hacerlo por ti. Aunque los monjes, buscadores, místicos, ascetas, eremitas -por cierto, sinónimos algunos de ellos del término solitariosolían vivir en grupos o comunidades, era en soledad donde encontraban la plenitud y la conexión con su esencia original. ¿Es posible, en esta sociedad tan “social”, encontrarse a uno mismo más allá de los parámetros, límites y condiciones de los que nos rodeamos? El ego y la identificación El estado natural del ser es el estado de yoga, el estado de unión y amor con uno mismo, y solo cuando uno ha podido trascender el ego, puede reconectarse con su esencia. El ego es una herramienta mediante la cual el ser humano ha podido relacionarse y moverse en su entorno social. Como dice un gran terapeuta y amigo, Benjamín E., el ego es cada personaje que representamos en las diferentes situaciones o contextos de la vida y que nos ayudan a gestionar esos momentos. Por lo tanto es necesario en nuestra evolución ya que es parte fundamental en el despertar a una nueva consciencia y en el compromiso de evolución personal. Es el hecho de identificarnos con esos personajes lo que nos aleja de nuestro estado de yoga original. Somos más que el personaje que representamos. En este caso, la socialización o la identificación social que hacemos de nosotros mismos va en contra de nuestro estado de unión plena. El yoga como herramienta es un soporte para desidentificarnos del ego. La toma de consciencia de la respiración a través de pranayama, del cuerpo a través de asana, de los sentidos y la mente a través de pratyahara y dharana son claves en el camino de trascender el ego. Pero no podemos olvidarnos de dos pasos previos que nos muestra Patanjali, yama y niyama, como herramientas para trascender, no solo el ego personal, sino también el ego colectivo. Aunque aquí hago una asociación por un lado y fragmentación por otro, evidentes, no podemos olvidar el significado de yoga (unión). Efectivamente, en el camino de la re-unión con nuestra esencia no podemos dejar de lado ninguno de los pasos enunciados en los Sutras. Todos estos aspectos forman una unidad completa e integrada que es el yoga y que existe desde que el hombre adquirió consciencia de su des-unión, mucho antes de que los estudios de Patanjali clarificaran y establecieran los 8 pasos para su consecución. Es este el yoga que nos devolverá a nuestro estado de armonía con el universo y a la consciencia absoluta; una vez hayamos llegado al estado en que trascendamos el propio yoga. El yoga habita en ti De esta manera, el yoga es más que una disciplina, más que una filosofía, más que una tendencia o una moda, es una parte que habita en nosotros desde nuestros orígenes. Es en el momento en el que conectas con esa consciencia interna, con esa tendencia de re-unión en ti, cuando el yoga como herramienta pasa a ser un estado de la propia consciencia. Pasas de hacer, practicar, vivir en el yoga a ser yoga; con independencia del grado de reconexión que tengas en cada momento. El yoga es en ti. Desde aquí te invito a investigues, estudies (swadyaya) y hagas tuyo todo aquello que desees. Crece en tu consciencia desde tu consciencia, no te conformes con aceptar y asentir todo aquello que te llega, ni siquiera estas palabras.