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La increíble impunidad de Cristina - 23 diciembre 18

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LA NACION | OPINIÓN | ACTUALIDAD POLÍTICA
La increíble impunidad de Cristina
Joaquín Morales Solá
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LA NACION
23 de diciembre de 2018
C
ristina Kirchner debería estar presa desde hace 48 horas. No por algunas de sus
decisiones políticas, discutible si son justiciables o no, sino por la investigación más
profunda que se haya hecho sobre el robo del dinero público durante 12 años. Una
segunda instancia judicial, la Cámara Federal conformada por dos jueces, confirmó la
decisión de Claudio Bonadio de procesarla y dictarle prisión preventiva. Son ya tres,
entonces, los magistrados que concluyeron que ella debe estar en la cárcel. El peronismo
del Senado no aportará los dos tercios de los votos que se necesitan para su desafuero y
para que definitivamente vaya a prisión. Esa mayoría especial requiere del peronismo;
sin él, es imposible alcanzarla. Cristina no es ya una cuestión de la Justicia, sino de la
política. Los matices del peronismo se desvanecen cuando se trata de protegerla. Más
pronto que tarde, el justicialismo pagará con moneda política esa decisión de auxiliar
con increíble empeño a la expresidenta. El peronismo está votando una virtual amnistía
para Cristina por descarados hechos de corrupción, no por lo que hizo en la política. La
teoría de los senadores peronistas (no hay cárcel para ellos sin sentencia definitiva) no
está escrita en ningún lado. Es un acuerdo de palabra que beneficia a los corruptos y
perjudica a los inocentes.
Cristina Kirchner ha conseguido, tres años después de perder el poder, retener el
protagonismo político, judicial y económico. Su presencia tan destacada como
inexplicable en las encuestas explica en parte la espectacular suba del riesgo país, que
obligó al gobierno de Mauricio Macri a suspender el programa de obras públicas con la
participación conjunta del Estado y los privados. No es ella el único factor que convirtió
a la Argentina en un país con satelitales índices de desconfianza. Pero ella es la que
agrava los otros factores, que son varios. ¿Ejemplos? La historia del país, con un
monumental default declarado alegremente hace 17 años por un peronismo
irresponsable y que solo se resolvió hace dos años. La deuda pública, que significa un
alto porcentaje del PBI. Un único prestamista (el Fondo Monetario) que ya prestó todo
lo que podía. El país está en recesión y la reactivación de su economía será lenta después
del severo ajuste dispuesto por el Gobierno. La inversión cayó. Es perceptible también
en los mercados cierto hartazgo con la volatilidad permanente de la Argentina. Siempre
entre el cielo y el infierno. Los argentinos estamos acostumbrados a respirar bajo el
agua, pero los extranjeros no tienen por qué someterse a ese cruel ejercicio. El remate
de esa sucesión de factores es Cristina, en un duelo de iguales con Macri cuando falta
menos de un año para las elecciones presidenciales. Cristina no es el nombre de una
solución; es el nombre del problema.
La resolución de la Cámara Federal permite sacar algunas conclusiones. La primera de
ellas es que la Justicia está en condiciones, cuando quiere, de investigar y decidir con
rapidez. El juez Bonadio y los fiscales Carlos Stornelli y Carlos Rívolo hicieron y
concluyeron la primera fase de la investigación en apenas seis meses. Ese primer tramo,
que es el que se decidió el jueves, se refiere a la asociación ilícita y el cohecho, la manera
elegante como el Código Penal llama al pago de coimas. Ese tiempo tan corto contrasta
con la misma Justicia que esperó 23 años para decidir si Menem era culpable o no en el
caso del contrabando de armas a Ecuador y Croacia. O con los 14 años que demoró para
establecer que el infaltable Luís D'Elía debe ir preso por la toma de la comisaría de La
Boca en 2004, que fue filmada y fotografiada. Pruebas no faltaban. Esa causa pudo
prescribir, pero el propio D'Elía se encargó de mantenerla abierta cuando le pegó una
trompada a un productor agropecuario en la Plaza de Mayo, en medio de la guerra
cristinista contra el campo.
La Cámara Federal construyó dos bloques muy claros. Uno es el de los funcionarios y
empresarios que se agruparon como una banda para robar dinero del Estado
(asociación ilícita); otro bloque es el de los empresarios que fueron extorsionados o
coaccionados para pagar coimas (cohecho). La diferencia entre los dos delitos está en la
pena mínima más que en la máxima. La pena mínima de asociación ilícita es de tres
años; no hay posibilidad de una prisión en suspenso, porque las condenas de tres años o
más deben cumplirse efectivamente. La pena mínima del cohecho es de un año y, por lo
tanto, la prisión puede ser en suspenso. Es decir, el condenado puede estar en libertad
mientras cumple la pena, siempre que no exista otra condena por cualquier otro delito.
Sin embargo, es poco probable que un condenado por el pago de sobornos, que no se
haya incorporado al régimen del arrepentido, reciba una pena menor a los tres años. Los
arrepentidos tienen el beneficio, como en los sistemas judiciales de los países más
avanzados del mundo, de una pena menor por los aportes que hicieron a la
investigación. La diferencia es esa, pero el cohecho (o el pago de coimas , en su versión
más prosaica) significa también una severa condena moral a los que son acusados o
condenados por ese delito. Ni siquiera sirvieron para la Cámara los argumentos de la
extorsión o la coacción.
Otro aspecto importante del escándalo es el nulo papel que jugó el Gobierno en la
investigación. Nadie puede decir que tiene influencia en Bonadio o en los fiscales
Stornelli y Rívolo. Pero también es cierto que la administración de Macri se fue
enterando de las novedades por los medios periodísticos. Es un progreso institucional
importante que marca un contraste definitivo con los años del peronismo, haya sido este
menemista o kirchnerista. El Gobierno estuvo tan ajeno al asunto que la familia del
Presidente (su padre y su hermano) fueron citados por Bonadio por un informe
impreciso del Occovi, un organismo que depende del propio Gobierno y que sirve para
el control de las concesiones viales. Macri se enteró por los diarios de que Franco y
Gianfranco Macri habían sido citado a los tribunales. Nunca supo nada del informe del
Occovi a Bonadio; los Kirchner controlaron en su momento ese organismo con uno de
sus principales operadores, Claudio Uberti, miembro de la asociación ilícita que
determinó la Cámara Federal.
Una conclusión no menor es el papel que juega el periodismo de calidad en tiempos de
información abundante y caótica. Diego Cabot, que se convirtió con este caso en uno de
los mejores periodistas del país, retuvo la primicia en sus manos durante más de dos
meses, hasta que comprobó él mismo que lo que decía el chofer Oscar Centeno en su
cuadernos era cierto o verosímil. Siguió guardando el eventual galardón de la primicia,
con el riesgo de perderlo, mientras la Justicia hizo sus propias investigaciones en medio
del secreto. Al final de ese proceso, los lectores se enteraron de una verdad irrefutable,
corroborada el jueves por una segunda y decisiva instancia de la Justicia. No es poco en
un mundo en el que las redes sociales han diversificado las fuentes de información,
aunque difunden muchas veces noticias inciertas e improbables como verdades
absolutas. El exceso de información (o la mala información) puede parecerse mucho a la
desinformación.
A Bonadio, Stornelli y Rívolo les queda mucho trabajo por delante. Este fue solo el
primer tramo, que irá pronto a juicio oral. Todavía deben investigarse los delitos de
administración fraudulenta y de cartelización de la obra pública , entre varios más. Otra
vez funcionarios del kirchnerismo y empresarios desfilarán por los tribunales. Esta
historia no terminó.
Por: Joaquín Morales Solá
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