La crisis de la deuda soberana en la Unión Europea

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Asunto: El siglo XXI. La expansión de la Europa de los 25. La
crisis de la deuda soberana en la Unión Europea.
Madrid, 24 de abril de 2014.
A quien corresponda:
Para la economía mundial en su conjunto la Gran Recesión solo se prolongó
durante 2008, año en el que durante cuatro trimestres sucesivos la producción se redujo.
La recuperación se inicio en 2009 y ha sido intensa en la mayor parte de los países en
desarrollo de Asia, América Latina y África. En Europa, en cambio, se ha producido en
2010 una grave crisis, que por un momento pareció poner en peligro la estabilidad del
euro, la llamada crisis de la deuda soberana, que se inicio en Grecia.
La crisis de la deuda soberana en la Unión Europea.
El día 9 de mayo de 2010, aquel en que la Unión Europea acordó establecer un
masivo mecanismo de ayuda para aquellos de sus miembros que se encuentran en
dificultades financieras, representa una fecha histórica. Forzados por la situación creada
por el impacto de la Gran Recesión, los Estados de la Unión Europea dieron en día un
paso muy importante en su integración económica.
La decisión se tomo a raíz de la crisis de la deuda soberana griega, es decir la
posibilidad de que el Estado griego fuera incapaz de financiarse debido a la creciente
desconfianza de los inversores acerca de su capacidad de pagar la voluminosa deuda
que había contraído (la deuda del Estado se denomina deuda pública o deuda soberana).
El problema es que Grecia forma parte de la zona euro y por tanto se ha producido un
contagio de desconfianza, debido a que los inversores temen que otros países de la zona
euro, entre ellos España, se encuentren también en dificultad para hacer frente a su
deuda.
Cuando un país se encuentra en esa situación, la salida puede consistir en que
suspenda los pagos e inicie con sus acreedores una negociación encaminada a la
reestructuración de su deuda, es decir a que parte de ella se anule y se fijen plazos más
largos para el pago del resto. Ello suele ir acompañado de una devaluación de la
moneda, que hace que las exportaciones de ese país resulten más baratas y por tanto
competitivas, mientras que sus importaciones se encarecen y por tanto se reducen, con
la consiguiente mejora de su balanza comercial. Pero Grecia no puede devaluar, porque
no tiene moneda propia. Puede abandonar el euro, volver a la moneda propia,
devaluando, y suspender pagos, pero ese fracaso de un país de la zona euro provocaría
una pérdida de confianza de los inversores afectaría a toda la zona y especialmente a sus
miembros más vulnerables.
Para evitar que pudiera ocurrir algo semejante, al adoptarse el euro como moneda
común para todos los países de la zona, se tomaron medidas de precaución para impedir
que ninguno de sus Estados miembros pudiera endeudarse de manera peligrosa para su
estabilidad financiera. En concreto se fijaron unos límites máximos para el déficit
público (la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado en un año) y para la
deuda pública acumulada (medida en relación con el PIB anual del país). El problema es
que Grecia tenía un fuerte déficit público desde hacía años, debido a que el Estado
ofrecía a los ciudadanos un volumen de servicios y transferencias muy superior al de los
impuestos que recaudaba y falseaba sus estadísticas para ocultarlo, sin que, por
sorprendente que parezca, la Unión Europea decidiera investigar esas cuentas falseadas.
La Gran Recesión agravó la situación, porque afectó gravemente a dos sectores
fundamentales de la economía griega, el turismo y la industria naviera. El nuevo
gobierno socialista de Papandreu concluyó que el ocultamiento era ya insostenible 20
noviembre de 2009 anunció que el déficit público griego era el doble de lo que se había
dicho. A partir de entonces la confianza de los inversores se hundió y ello se tradujo en
que para conseguir vender sus nuevas emisiones de bonos de deuda hubo de pagar
intereses cada vez más altos, y lo mismo le comenzó a ocurrir, en menor medida, a
Irlanda, a Portugal y a España. Se elevó muchísimo la prima de riesgo, es decir la
diferencia de interés que el inversor exige por encima de la que pagan los Estados que
inspiran más confianza, es decir Alemania en el caso de la zona euro. En mayo, el
diferencial entre el bono de deuda griego a diez años llegó a casi 1.000 puntos básicos
(es decir diez puntos porcentuales).
El temor a que la crisis de la deuda soberana alcanzara también a otros países,
incluida España, cuya magnitud económica es muy superior a la de Grecia, representaba
un grave riesgo internacional. Las fuertes inversiones de los bancos alemanes y
franceses en los países vulnerables de la zona euro estaban amenazadas, la confianza en
el euro podía hundirse, con graves repercusiones para la solidez de la propia Unión
Europea, y la posible depreciación del euro representaba una amenaza para Estados
Unidos, pues al aumentar el valor del dólar respecto al euro las exportaciones
estadounidenses se encarecerían y resultarían menos competitivas.
La solución, retrasada durante meses, se alcanzó en tensas negociaciones que
tuvieron lugar entre el viernes siete de mayo, día en el que se reunió el Consejo Europeo
(en el que participan los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países miembros) y el
domingo nueve, día en el que se reunió el Consejo de Ministros de Finanzas (Ecofin).
La reticencia del gobierno alemán a prestar una ayuda masiva a países que se
hallaban en dificultades por su propia irresponsabilidad financiera era el obstáculo
mayor. El presidente francés Sarkozy jugó un gran papel para convencer a la canciller
Merkel y el presidente Obama también contribuyó al resultado, mediante una
conversación telefónica con Merkel. Finalmente los gobiernos de la zona euro
acordaron crear un enorme fondo destinado al rescate de los países en dificultades,
mediante créditos a interés más bajo que el del mercado. La Comisión Europea
comprometió otra cantidad, como también lo hizo el Fondo Monetario Internacional, y
el Banco Central Europeo se comprometió a comprar, por primera vez, bonos de deuda
pública de los países en dificultades.
Los manifestantes marchan y llevan
banderas de la unión durante una protesta
contra las medidas de austeridad del
gobierno en Madrid, España, Jueves, 03 de
abril 2014. Los sindicatos organizaron 50
manifestaciones en toda España para
protestar contra las medidas de
austeridad aplicadas por el gobierno
español y recomendadas por la Unión
Europea. Las manifestaciones están en
línea con las acciones del Sindicato de la
Confederación Europea de Sindicatos que
culminaron el viernes 4 de abril con una
euro-manifestación en Bruselas con la
participación de más de una veintena de
sindicatos de unos doce países europeos.
De esta manera Grecia pudo evitar la
suspensión de pagos, pero el volumen
gigantesco de los recursos financieros
comprometidos demostraba que se estaba
garantizando también a países de mayor
magnitud económica, como España. La
contrapartida fueron los planes de austeridad
que inmediatamente adoptaron los países en
peligro, en concreto Portugal y España.
Unos meses después, el mecanismo
diseñado en mayo hubo de ser empleado en
beneficio de Irlanda, cuya deuda soberana
había entrado también en crisis. En
noviembre el diferencial respecto al bono
alemán alcanzo casi 900 puntos básicos en
Grecia, más de 600 en Irlanda, casi 400 en
Portugal y casi 250 en España.
La crisis irlandesa se había iniciado dos
años antes como resultado del estallido de una
burbuja inmobiliaria. Tras las reformas
liberalizadoras de finales del siglo XX la
economía irlandesa había tenido unos años de
crecimiento espectacular y la prosperidad resultante se había traducido en una gran
demanda de nuevas viviendas. El problema es que el precio de las viviendas y el
volumen de la construcción llegaron a unos niveles demasiado altos, es decir que se
produjo una burbuja especulativa en el sector inmobiliario, similar a la que se dio en
Estados Unidos, Reino Unido y España. Además la banca irlandesa, que había atraído
mucha inversión extranjera y que estaba muy poco regulada, como resultado de una
gran confianza en el libre funcionamiento del mercado, financió de manera excesiva la
compra de viviendas y se vio amenazada cuando, al comenzar la Gran Recesión
mundial, entró en crisis el sector inmobiliario irlandés. El gobierno tuvo que
nacionalizar la banca y tomó la decisión, luego muy criticada, de garantizar el dinero
que los inversores tenían en la banca irlandesa (Islandia, que había tenido también una
grandísima crisis bancaria, no hizo lo mismo). El resultado es que la deuda privada de la
banca irlandesa se ha convertido en deuda soberana del Estado irlandés. Y este
endeudamiento masivo, que obligó a adoptar durísimas medidas de austeridad, se
tradujo finalmente en la crisis de noviembre, que exigió el rescate europeo.
A comienzos de 2011 no se sabe si la crisis de la deuda soberana europea está en
vías de solución o si surgirán nuevos problemas.
Afectuosamente, JAG.stilo.
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