Subido por Millán González-Bueno

Conversation does not shuffle the cards

Anuncio
Millán González-Bueno Aguirre
1º Bachillerato X
“Conversation does not shuffle the cards, but creates new cards.” ¿En
qué medida crees que tratar tus ideas con otras personas te ayuda a
tener nuevas ideas?
Desde la mayéutica socrática hasta la logopedia del siglo XXI, la palabra ha tenido
un poder en nuestro desarrollo como individuos y sociedad del que muy pocos otros
elementos gozan. Ya sea para pedir un café o redactar el artículo más importante de una
nueva constitución, utilizamos el lenguaje como vehículo. Pero de nada sirven las
palabras sin conceptos que representen, sin ideas que expresen. La comunicación verbal
y escrita entre seres humanos se resume en corrientes bidireccionales o multidireccionales
de imágenes construidas por fonemas o grafías. Como cualquier otro tipo de
comunicación, es esencial que haya un emisor y un receptor, solo que en este caso se trata
de seres completos; entes pensantes e independientes. Poner ideas en común ha sido la
base de la sociedad desde el albor de las civilizaciones, donde, a aquellas ágoras helénicas,
los jóvenes (y no tan jóvenes) iban a escuchar y ser escuchados. Era la base de su
educación y su presentación en sociedad: se convertían en gente crítica, capaz de hacer
política. Siglos más tarde, tras una serie de altibajos y modificaciones, compartir ideas
con otros seres humanos sigue siendo una actividad fundamental para moldear sujetos
con capacidad de análisis y valoración. Sin ir más lejos, el progreso tecnológico que
hemos experimentado en el campo de la informática en las últimas décadas responde, en
gran medida, a un proceso creativo conocido como lluvia de ideas (traducción
prácticamente literal del término anglosajón “brainstorm”). En él, distintas personas (a
ser posible con diferencias de edad, género o trasfondo cultural) se sientan en torno a una
mesa y comienzan a decir todo aquello que se les pasa por la cabeza, por muy
descabellado que sea, durante un breve periodo de tiempo. Durante todo el proceso,
alguien se encarga de apuntar todas las ideas que surgen para, posteriormente y en frío,
estudiarlas más en detalle o combinarlas para construir la idea o conclusión final.
Tomando la lluvia de ideas como ejemplo práctico de los beneficios del diálogo y
el intercambio de ideas aplicados a, por ejemplo, el campo de la innovación en softwares,
analicémoslos en más detalle. Para simplificar las consecuencias de un intercambio de
ideas con más gente, partiré de un diálogo bilateral y luego lo llevaré al ámbito grupal.
Cuando hablamos con otra persona sobre un tema que requiere de un ejercicio de crítica
y valoración personal (entre los que se encuentran desde la política hasta el uso de la luz
en películas de Disney a partir de 2013), se pueden dar dos casos en cuanto a la relación
de las perspectivas se refiere. El primero es que ambas partes estén de acuerdo. Si se da
este caso, los dos emisores-receptores entienden el punto a debatir de una manera similar,
pero no necesariamente igual. Es de hecho mejor para la producción de nuevas ideas que
compartan la misma conclusión alcanzada por distintas vías, ya que a base de adición de
reflexiones se pueden establecer relaciones entre conceptos aparentemente inconexos,
que a su vez pueden dar lugar a nuevas ideas (ya sean en la misma línea o deriven a otras).
El segundo caso es que las partes discrepen en algún punto. No me refiero a una
discrepancia absolutamente antitética, digna de la nada y el todo o el blanco y el negro,
sino a una discrepancia dentro de esa escala de grises que se da entre la última pareja de
antagonistas. Ante esta situación, pueden ocurrir dos cosas con las ideas de cada uno de
los “litigantes”. Una es que se reafirmen por completo ante el inminente bombardeo de
contraargumentos que, a juicio de la persona, carezcan de lógica aplastante o buenos
Millán González-Bueno Aguirre
1º Bachillerato X
fundamentos. La otra es que esos contraargumentos lleven a un cambio de ideas, inspirado
por una comprensión y valoración de las justificaciones que se le ofrecen por parte del
receptor. En cualquiera de los dos casos, la conversación ayuda a sofisticar y ganar
determinación en la defensa de las ideas, así como sofistica las ideas mismas. El trato de
distintas perspectivas y el verse envuelto en una “batalla” de diversos frentes ideológicos
también nos hace ganar conciencia sobre nuestros supuestos y prejuicios, ayudando a
nuestra deconstrucción como individuos dentro de una esfera social.
Sin embargo, la puesta en común de ideas también se puede convertirse en algo
tóxico para sujetos que duden o no tengan una mente dispuesta a abrirse, a escapar de su
burbuja circunstancial. El falso diálogo y la reiteración de las mismas ideas envenenadas
son las armas más peligrosas del adoctrinamiento juvenil por parte de grupos extremistas
como, por ejemplo, la ultraderecha o los musulmanes fundamentalistas. En un grupo de
estas características, entrar en una dinámica de discusión de los mismos dogmas -dignos
del concilio de Trento y disfrazados de “innovaciones en la ideología”- puede llevar a
educar a sus integrantes en el más absoluto escepticismo y rechazo a toda opinión ajena
a un pensamiento afín al suyo. Haciendo esto se consigue justo lo contrario al objetivo
del diálogo (valorar distintas perspectivas utilizando argumentos propios o adquiridos):
el individuo se aísla y se refugia en una serie de argumentos y razones a menudo sin
fundamento, sin oír más que lo que quiere (o creer querer) oír. Se denomina a esta actitud
como “de posverdad” y es un tema especialmente candente en estos últimos años, donde
las teorías conspiracionistas y el nacionalismo exacerbado se han apoderado de la
sociedad occidental. Entrar en un bucle de posverdad significa renegar del juicio crítico
individual y cortar de raíz toda idea que se esté gestando en la mente pensante de la propia
persona o de otra, si esta es contraria a las creencias establecidas. Significa cortar el
progreso y caer en el estancamiento del desarrollo personal y grupal. Por esta razón, la
conversación no siempre ayuda a tener nuevas ideas.
Una vez explicadas ambas perspectivas con respecto al valor de la conversación
en el proceso creativo mental y entendido que, a su vez, esta es un arma de doble filo,
podemos extraer varias conclusiones. La ocurrencia de nuevas ideas no depende de la
conversación como tal, sino de la predisposición a abrir la mente a nuevas propuestas que
tengan sus partes. Se puede convertir en algo peligroso para la sociedad si su discurso es
constante y xenófobo, homófobo o racista (entre otros muchos tipos de discriminación).
Pero también puede ser la base de un sistema educativo, pues desarrolla múltiples
competencias -como la retórica o el autoconocimiento- que forman sujetos íntegros,
completos y polivalentes. Con respecto al proceso creativo, es absolutamente esencial,
por el simple hecho de que dos (o más) mentes piensan más que una, por muy brillante
que sea. Se puede, por tanto, concluir que la conversación es al mismo tiempo vehículo,
creadora y destructora de ideas. Debemos enfocarla de la manera correcta y no debe
quedar en un plano secundario a la hora de educar a nuestros jóvenes, pues es vital para
no dejarlos caer en el dogmatismo y de ellos depende sentar las bases del mundo del
mañana.
Descargar