Observatorios Urbanos Financiamiento de la educación normal en Sonora Francisco Fernández de Castro* Recientemente concluyó el proceso de selección de alumnos que ingresarán a las escuelas normales en el Estado de Sonora para el ciclo escolar 2008-2009, y con ello, se inició un nuevo compromiso entre los estudiantes seleccionados y las instituciones que habrán de ofrecer los servicios educativos de ese nivel. En este contexto, los nuevos compromisos asumidos en un marco de recursos presupuestarios escasos, plantean un problema que merece particular atención. La educación normal es uno de los servicios educativos regulados por la autoridad central, pero administrados por los estados de la Federación. De acuerdo con la Ley General de Educación, sección 3, su financiamiento descansa en un mecanismo de concurrencia de recursos entre las autoridades federales y estatales; sin embargo, la mayor parte del presupuesto fiscal para este nivel educativo ha provenido históricamente de lo que el gobierno federal transfiere a los Estados a través del ramo 33 “Aportaciones Federales para Entidades Federativas y Municipios”. De acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación 2008, el ramo 33 considera para el presente año, un importe de $ 204,000 millones para el Fondo de Educación Básica y Normal, de los cuales, $ 5,214.5 millones se tienen previstos para el Estado de Sonora. Las necesidades y rezagos educativos normalmente han sido superiores a las capacidades estructurales de la hacienda pública. Por lo tanto, cualquier estrategia para el financiamiento de proyectos educativos en un contexto de restricción presupuestal como el que hoy tenemos, tiene que considerar al menos dos vertientes: asignación y ejecución eficiente del gasto y b) diversificación de fuentes de financiamiento. En cuanto a la primera vertiente, sobresale lo que en las escuelas normales se conoce como Proyecto Integral, documento en el que habrán de integrarse los proyectos que dichas instituciones consideran necesarios para el logro de sus objetivos. Al respecto, debe aclararse que la metodología de presupuestar por proyectos llega con cierto retraso a la educación normal, ya que esa práctica tiene al menos 10 años de haberse considerado por primera vez en los presupuestos públicos en México, aunque previamente ya se conocía con algunas variantes en el sector educativo. De este modo, resulta esencial que previo a la formulación del Proyecto Integral, las escuelas normales cuenten con un plan rector. Con base en este plan deberán diseñarse cada uno de los proyectos de la institución y los mecanismos para financiarlos, ya que con ello se garantizará una asignación eficiente de los recursos escasos, en virtud de su vinculación con los lineamientos de política derivados de la etapa de planeación. La siguiente etapa, conocida como programación, obligará a las instituciones a pensar en el cómo y el cuándo, es decir, en las rutas más eficaces para llegar al punto que se han propuesto en el corto, mediano y largo plazos, y esa será la orientación de los proyectos educativos de inversión. La tercera etapa, entendida como presupuestación, será un filtro más, ya que podrá surgir un proyecto técnicamente sólido y compatible con la política institucional, pero sus costos financieros y no financieros podrían ser tan altos, que ese proyecto sería inviable. Aquí será fundamental contar con parámetros para definir la rentabilidad educativa de cada proyecto, a partir de costos y beneficios medibles, así como del análisis de sensibilidad que se realice. 1 Sobre la vertiente relacionada con la diversificación de las fuentes de financiamiento, cabe decir que el gasto educativo en México y en algunos países de América Latina, ha sido financiado no sólo por recursos fiscales sino también por fuentes extragubernamentales. Sin embargo, en el caso de la educación normal, este tema ha sido de poca resonancia, ya que nos hemos limitado a los recursos hacendarios, lo cual constituye una fuerte limitante. En este sentido, es deseable y urgente pensar en lo que pudiera ser un Fondo para la Calidad de la Educación Normal en el Estado de Sonora, que consistiría en un fideicomiso alimentado por aportaciones gubernamentales y recursos de los sectores social y privado, tales como empresarios, exalumnos, asociaciones civiles y fundaciones internacionales relacionadas con la educación, entre otras. Debe aclararse que este mecanismo es técnica y jurídicamente viable, aunque a veces no es compatible con los modelos de gestión de algunas instancias de gobierno. Además, este tipo de fondos ha venido desarrollándose para distintas políticas públicas en México con resultados exitosos, y para el caso de la educación normal en Sonora, considero que sería una excelente oportunidad. *Egresado del Área de Políticas [email protected] Públicas de El Colegio de Sonora, 2