PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIA POLÍTICA Instituto de Historia Los museos como espacios de anti-memoria Antropología Americana Nombre: Olivia Bergström Profesor: Pablo Miranda Ayudantes: Constanza Díaz y Patricia Lillo Santiago de Chile, [23.Noviembre.2017] La memoria es una cualidad propia de la especie humana, que define y constituye la esencia del hombre. En cuanto facultad, es un proceso a través del cual se almacena información del presente para, eventualmente, ser reproducida en el futuro en forma de pasado. De acuerdo a Foucault, toda memoria debe entenderse como una recreación de algo que ya no está, por lo que se aleja de toda posibilidad de ser comprobado. Simplificadamente, podemos decir que la memoria se compone de tres fases: codificación, almacenamiento y recuperación. El primer paso, está referido a la aproximación inicial que tenemos con aquello que vamos a grabar. En segundo lugar, el archivarlo, supone también olvidarlo. Finalmente, la recuperación consiste en revivir aquello que inicialmente se guardó, pero que fue olvidado. Lo anterior nos permite afirmar que la memoria se compone de recuerdos y olvidos, siendo este último el paso previo para alcanzar al primero. Dado que el restablecimiento pleno del pasado es imposible, la memoria es necesariamente una selección, un conjunto de recuerdos olvidados. Solo una vez activada la memoria, ciertos recuerdos olvidados pasan a ser recordados. Para Ricoeur, la única forma de acceder al pasado es reconstruyendo lo ausente mediante una reflexión retrospectiva de lo archivado en la mente. La memoria opera como un portal para acceder al pasado, sin embargo, entrar en ella supone una reinterpretación de los acontecimientos que ya no están. Brauer señala, que conservamos los hechos del pasado en forma de imagen y es esta última la que interpretamos cada vez que viajamos a la mente. Las sociedades, entendiendo la volatilidad y fragilidad de la memoria, suelen plasmarla en museos y así evitar que ciertos acontecimientos sean olvidados. Argumentan que acercarlos a la comunidad y mantenerlos siempre vivos permite fortalecer la identidad que los une. Sin embargo, la memoria es por excelencia un anti-museo. Sin perjuicio de que en el ejercicio de traer al presente el pasado sean de utilidad ciertos soportes, como los museos, estos agotan su función en proporcionar evidencia para ayudar a la mente a recordar. Para justificar la afirmación anterior, el ensayo se centrará en el Museo de la Memoria y DDHH con el objetivo de dar cuenta cómo se restringen, filtran, clasifican y manipulan documentos para crear una aparente memoria colectiva. Además, se analizará el documental “La ciudad de los fotógrafos” para determinar el valor de la fotografía como fuente de memoria. 2 En primer lugar, una de las características de la memoria, es que está en todas partes y no permite ser congelada. De ahí que concebir a los museos como lugares donde descansa la memoria no es más que una falsa ilusión. Ricoeur hace énfasis en la cualidad individual de esta, en cuanto precisa de reflexión, acto que no puede ser realizado sino por la persona misma. Los monumentos, sin embargo, fijan los sentidos de una historia, alguien o algunos deciden cuál será la memoria colectiva de la sociedad. La memoria es por esencia intangible, lo que se traduce en su imposibilidad de transparentarla, imprimirla y fijarla. “El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, construido por el gobierno de Michelle Bachelet como un espacio definitivo y emblemático para recordar el pasado y establecer, de una vez por todas, el compromiso del estado chileno con los derechos humanos de sus ciudadanos” (Lazzara, 2011, p.61) ejemplifica la rigidez del mismo en la forma en que busca hacer memoria. La fijeza a la cual se alude en el párrafo anterior fue ratificada en el discurso inaugural de la presidenta1, en donde el énfasis estuvo puesto en el Nunca Más. ¿Nunca más qué? ¿Esto? ¿Esto según quién? En ningún caso propongo negar la información que provee el museo, sino que la forma en que los acontecimientos han sido expuestos determinan una historia única e impuesta, sin dejar espacio a la reflexión, elemento esencial para configurar la memoria individual. Recuperar los recuerdos, no es un procedimiento mecánico sino un sistema de organización creativa dependiente, exclusivamente, de quien recuerda. En cuanto al documental, este recorre en fotografías la violencia y censura que vivieron algunos chilenos durante el período del gobierno militar. Utiliza las imágenes como archivos vitales, una forma de ritual que busca situar al espectador en el momento en que fueron tomadas. Estas, constituyen una forma de lenguaje a través del cual el autor busca retratar protestas, maltratos y represiones. Sin embargo, en cuanto ayuda de memoria, solo sirven para aquellos fotógrafos que estuvieron detrás del lente, son ellos los únicos capaces de reconstruir y reinterpretar los recuerdos que guardan en su mente. Para aquellos que no estuvimos ahí, no es más que un archivo rígido y congelado. Si a esto le sumamos las palabras del narrador y el tono nostálgico y triste que impregna el documental, nos vemos imposibilitados de ejercer nuestras propias reflexiones, sino que adoptamos las que han hecho otros por nosotros. 1 http://www.anajnu.cl/museodelamemoria.htm 3 La petrificación de una escena en forma de fotografía, transforma aquello que se supone una ayuda de memoria, en un relato totalizador que no admite reinterpretación. Coartando la posibilidad de formar nuestra propia memoria, porque por definición esta admite ser repensaba y es siempre cambiante. En segundo lugar, admitamos que los museos no son puros recuerdos, sino que están formados, principalmente, de olvidos. Lo que en sí mismo no impide llamar a esto memoria, en cuanto esta está constituida por estos dos elementos: recuerdos y olvido. Sin embargo, la particularidad que tiene la presencia conjunta de ambos registros, es que operen en forma creativa, armando y desarmando distintas cadenas de recuerdos y olvidos. En los museos se fija lo que será considerado como identidad colectiva, sin que ello signifique inventar un pasado, sino que acotarlo, comprenderlo y percibirlo desde un único lente. El problema está en que, en el olvido de algunos recuerdos, puede distorsionarse el pasado. Dado que el peso del recuerdo es tan pesado que a veces se reprime, se reforma o se elimina, obliga a los museos a olvidar. Ese olvido no es temporal y susceptible a ser recordado como el olvido que compone a la memoria, sino que es absoluto y permanente. Un museo tiene limitaciones físicas a las que se agregan las limitaciones ideológicas que impone el equipo que dirige su formación. Por lo mismo, no se puede desconocer que son espacios que seleccionan y excluyen. ¿Cómo seleccionar y colar la información? El Museo de la Memoria expone testimonios de chilenos que vivieron atrocidades durante el gobierno militar. Sin embargo, no hay que desconocer que esta es una perspectiva acotada. La memoria del museo si bien reproduce gran cantidad de recuerdos, también olvida muchos de ellos, lo que en sí no tiene nada de malo, pero que resulta tremendamente limitante en cuanto se considere a este monumento como “Museo de la Memoria”. ¿Dónde quedan las memorias de quienes no han prestado testimonio? Por ejemplo, el museo se olvidó estudiar a la figura de Salvador Allende, se olvidó de indagar en los significados que algunos le daban a la revolución en un gobierno comunista y, sobre todo, se olvidó que el tiempo que duró el gobierno militar no son años aislados en la historia de Chile, sino que hay un antes y un después. Jelin menciona cómo la memoria contra el olvido, lo que vendría siendo este museo, esconde lo que en realidad es una oposición de distintas memorias rivales, en donde cada una tiene sus propios olvidos. “Es en verdad memoria contra memoria” (Jelin, 2002, p.6). 4 En tercer lugar, la fotografía es un documento que sólo opera como soporte de memoria para quienes estuvieron en el lugar en que esta fue tomada. Las imágenes son evidencias planas, en donde la conclusión que se saque de ellas es meramente interpretativa. Su construcción está siempre determinada por filtros. Susan Sontag, se refiere a la carga que per se tienen las fotografías, alterando y ampliando las nociones de lo que merece la pena observar. Rememorar supone reinterpretar la evidencia, contrastarla y relacionarla con otras, porque en la memoria nada es fijo, y el pasado tomará distintas formas según la reproducción que se haga de los recuerdos. Entonces, ¿qué relación tiene la fotografía y la memoria? ¿qué función cumplen los archivos fotográficos de la sala “Ausencia y Memoria” del museo? Este espacio se compone de una pared repleta de fotografía en blanco y negro con rostros de desaparecidos. El silencio que impregna la sala, sumado a la impresión que causa observar el mural repleto de individuos, anónimos y sin nombres, consigue sensibilizar al visitante frente al dolor de esas familias. ¿Cómo pueden ser soportes de memoria para quienes no conocieron a esos individuos? De ahí que debamos cuestionarnos el rol de la fotografía en cuanto recuerdo. Establecer una identidad consolidada a partir de estas imágenes, supone cerrar la puerta de la memoria en cuanto portal de continua reinterpretación de recuerdos. La relación entre los recuerdos, que son el pasado, y la percepción, que es el presente, construye nuestra identidad. Sontag plantea que cuando se hace referencia a fotografías de guerra, estas son susceptibles a manipulación ideológica. La memorización no es la mera repetición de lo ausente, sino un proceso de interpretación y reflexión. En sus escritos, Levi hace hincapié en que la representación del pasado implica una simplificación de sus elementos. Por lo tanto, una fotografía o una palabra jamás podrá transparentar la memoria que se tiene del pasado. Concluyamos que, por estar la memoria en todas partes y no poder ser congelada, que porque los museos son principalmente olvido y que, porque la fotografía es un documento que sólo opera como soporte de memoria para quienes estuvieron en el lugar en el que fue tomada, la memoria es por excelencia un anti-museo. 5 El museo ofrece una verdad parcial, desde el momento en que se constituye como una mirada excluyente de los acontecimientos. Nunca una memoria se puede considerar resuelta. Para los que no vivimos esa época, y que por tanto carecemos de recuerdos propios, este museo pretende representar ese período, presentando evidencia, datos, imágenes, videos, testimonios para que formemos nuestra memoria. Sin embargo, esta perspectiva impuesta por quienes ya han reflexionado e interpretado por nosotros, es bastante limitante. En ningún caso, el Museo de la Memoria puede ser una verdadera memoria. Lo que pretende ser una realidad, no es sino un objeto. El objetivo de las fotografías expuestas en el Museo de la Memoria, es dar la falsa impresión de que en ella podemos situarnos en la escena de la misma manera en que lo hizo el fotógrafo. La calidad de representar a la realidad en pausa se encuentra limitada por el marco que se le da, el contexto en donde está colgada y la nota al pie que la acompaña. Terminemos con esa convicción socialmente adoptada de que las imágenes son pedacitos de historia. Lo son, sin duda, pero sólo para aquellos que estuvieron en la escena de la fotografía. El resto debe observarlas con cierto cuidado, sin dejar descansar el ejercicio crítico que permita reconstruir un contexto con significado propio. Esclarezcamos, en primer lugar, el motivo principal de su exposición en ese lugar. Ello nos permitirá analizar la fotografía con criterios más rígidos, estando alertas de no caer en la manipulación que pretenden ejercer en nosotros. No queda más que cuestionarnos, sobre si ¿se puede crear un espacio de verdaderas memorias cuyo contenido no termina de definirse y cuya interpretación sigue siendo materia de disputa en el presente? 6 Bibliografía Barthes (2013): Políticas de la mirada y la memoria en la captura y el archivo de fotografías. Discursos fotográficos, Vol.9 Nº15, pp. 13-35. Brauer, Daniel (2002): La fragilidad del pasado. Buenos Aires: Paidós. Moreno, Sebastián (2006). La ciudad de los fotógrafos. Disponible en www.youtube.com Cogollo, Sonia; Toro, Luis (2016): Papel de los archivos fotográficos de Derechos Humanos en la memoria colectiva. Revista Interamericana de Bibliotecología. Vol.39, Nº1, pp. 71-83. Colasurdo, María; Sartori, Julieta; Escudero, Sandra (2010): La implicancia de la memoria y la identidad en la constitución del patrimonio. Algunas reflexiones. Revista del Museo de Antropología. Vol.3, pp. 149.154. Foucault, Michael (2004). Nietzsche, La genealogía, la historia. Valencia: Editorial Pretextos. Jelin, E (2002): Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI. Lazzara, Michael (2011): Dos propuestas de conmemoración pública: Londres 38 y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Revista de historia social y literatura de América Latina. Vol. 8 Nº3, pp. 55-90. Ricceur, Paul (2004): La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Schindel, Estela (2009): Inscribir el pasado en el presente: memoria y espacio urbano. 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