Y MANANA SERAN HOMBRES... Luis Darío Salamone "De ahí en adelante había pues de decirse: el día de su tercer aniversario nuestro pequeño Oscar rodó por la escalera de la bodega y, aunque no se rompió nada, desde entonces dejó de crecer." Günter Grass (El tambor de hojalata) 1- El reino del niño generalizado. Eric Laurent la desarrolla la teoría del niño generalizado en varios lugares. Encuentra su fundamento en una intervención de Jacques Lacan, en el "Discurso de clausura de las jornads sobre la psicosis en el niño". Allí se refiere a las Antimemorias de André Malraux. El futuro capellán de Vercors realiza una observación: "... lo que pasa es que, en el fondo, no hay gente madura". Malraux insiste con una frase "El hombre es lo que hace". Y es evidente que, lo que hacen los hombres de hoy, muchas veces es cosa de niños. En las Antimemorias Malraux se refiere a los campos de concentración, a la necesidad de los personajes de ignorar la muerte, como lo plantea Eric Laurent, ese encarnizamiento en hacerse el distraído tiene un costado profundamente infantil. En el mundo de hoy en día, donde la ciencia y el discurso capitalista han operado, el padre ha dejado de presentar el estatuto de padre trágico, para adoptar el estatuto de padre humillado. Un padre que es un trabajador aplicado, pero con el cual no se cuenta para asegurar la distribución de un goce de manera conveniente. Desde que escuché esta teoría me pareció perfectamente aplicable para ciertos casos en que la droga es un recurso posible para instalarse en este reino del niño generalizado. 2- Primavera y pesadilla. Oscar, en el momento en que se presenta, sólo fuma marihuana. Hace tres años dejó de consumir cocaína. Su problema son los miedos. Comenzó a fumar a los 22 años pensando que esto le permitiría hablarle a las mujeres. Dice que los primeros meses fueron una primavera, después fue todo una pesadilla. Fumando pretendió dejar de lado la tristeza. Después de la colimba, en la cual estuvo a punto de ir a las Malvinas, quedó triste. A partir de que volvió no se sintió seguro, el miedo no le dejaba avanzar. Los problemas no comenzaron en esa época. Su madre siempre le pegaba. Sus padres se separaron cuando él tenía cinco años, no volvió a ver al padre, que murió cuando él tenía nueve. Cuando recibió la noticia de que había fallecido en un accidente, no se inmutó. Le costó perdonarlo, un día fue al cementerio para decirle que ya podía entenderlo, que a un hombre le pasan cosas, que hoy ama y mañana no. Una sola cosa le dejó el padre. El fanatismo por un equipo de fútbol. Equipo que cada vez que pierde lo deja angustiado, entonces fuma. Tiene serias dificultades para dormir, vive tensionado, nervioso, antes padecía de furúnculos, estos fueron suplantados por problemas en el estómago, por dolor de cabeza. Por las noches le agarran ataques de frío en los cuales se queda duro, temblando. Cuando no puede dormir, se acurruca, como un niño. Apoyando la cabeza en la almohada la gira y fantasea con las cosas que le gustaría hacer al otro día, y que, indefectiblemente, no podrá realizar. Consumió cocaína durante ocho años. Era un tormento. Asocia la cocaína a su madre, en esa época se peleaba mucho con ella. La define como una especie de carga pegajosa que siempre estuvo presente. A ella le agarraban ataques de nervios y lo cagaba a palos. El se escapaba, aun hoy no soporta escuchar a una mujer gritando. Le golpeaba la cabeza, de ahí posiblemente los frecuentes dolores que padece. Siente que la vieja lo atraviesa con una mirada fulminante. Después tiene que hacerse curar el mal de ojo. El pensaba que a los 18 años iba a ser mayor de edad y sería libre. A los hombres no se le pega. El problema es que no puede ser un hombre. No podía tener una buena relación sexual, le costaba tener una erección o tenía eyaculación precoz. El miedo, los nervios, le hacen hacer todo muy rápido. 3- El patito feo. Relaciona insistentemente el miedo al temor a que la vieja le pegue. Tiene la sensación de que su cara es capaz de transfigurarse por el pánico, se le desencaja y se siente feo. El lugar que le ha sido asignado es el del patito feo. Su madre le decía que a él lo habían dejado abandonado los gitanos, o que lo habían tirado unos coyas que habían bajado de la montaña. Esta cuestión de "ser tirado" recorrió su vida. 4- Los dolores del alma. Tienen que realizarle una pequeña intervención quirúrgica y tiene pánico a la anestesia. "Haber si se olvidan de despertarme". Manifiesta un miedo profundo a la muerte. Es en ese punto donde la historia de las Malvinas hizo mella, esa sensación de quedarse duro, congelado, de alguna forma era el destino posible en una trinchera del Atlántico Sur. Pero ya a los 11 años, cuando una amigo le dijo que lloraba siempre por miedo a morirse, tubo la certidumbre de la posibilidad de muerte. A las Malvinas sabía que iba a verse con la muerte, sin embargo cantaban: "lo vamos a reventar". Recuerda la frase de un teniente que decía "El soldado es consciente de su inconsciencia". Y algo de eso había. Pero a la noche sentía miedo. Decían que habían operativos, que había comandos ingleses en la costa para dinamitar aeropuertos. El fuma sólo de noche y lo hace para calmar los dolores del alma. Le hace olvidarse por un instante que él vive acurrucado en ese rincón de las miserias. El vicio es lo que lo lleva adonde no quiere ir. La droga operó como un amplificador de los problemas que tenía. Con la droga procuró tapar la angustia pero sin resolver los problemas. Comienza a hablar de los problemas con la cuestión del sexo. 5- Desconectar la cabeza del pito. Oscar plantea con lucidez cual es la función específica de la droga: desconectar el cable que une la cabeza al pito, evitando que lleguen las sensaciones. Cuando tenía 11 años apoyó por atrás a la prima. La madre lo vio y le dijo: "Vos me vas matar". Quedó con mucha culpa. Relaciona este hecho con el temblor que le provocaba estar con una mujer. A los 23 años estaba con una chica en un zaguán y aparece la madre de ella. Le jode que lo espíen y lo vincula a la eyaculación precoz. Si termina rápido hay menos posibilidades de que lo vea la vieja. La Marihuana pasó a ser su novia, la defendía, "metete conmigo, pero con ella no." Pero la verdad es que terminó siendo un pajero. Llora, dice que no decidió ser un pajero, que se perdió de vivir. A la noche fuma y divaga, eso también lo considera una forma de masturbarse, con el pensamiento. Recuerda cuando tenía 6 años, estaba acostado con su madre y comenzó a tocarse el pito, él no sabía lo que hacía, la madre le pegó uno de sus gritos fulminantes. Recuerda que una vez rozó a la madre y sintió que el pito se le paraba. Se sintió una porquería, por calentarse con la vieja. 6- El tambor de marihuana. El sentirse chiquito lo vincula a es mirada fulminante, la mirada de la madre lo achica. Se siente ojeado, va a una curandera, luego dirá que al salir de la sesión se sintió como curado del mal de ojo, no podía parar de bostezar. Trata de esconderse como si fuera un chico. Se siente un chico que quiere hacer cosas de grande. Le llama la atención un aviso de TV que dice "Un niño que no fue niño es un grande que no es grande". "Yo soy chico, no quiero ser grande", asegura que nunca asumió compromisos. Le molesta la palabra "chico" y procura luchar contra eso. "Hace años me plantaba en No voy a crecer. Si yo hacía fuerza con la cabeza podría frenar el crecimiento anatómico. No estoy preparado para crecer". Los grandes tienen muchos problemas. Oscar es el nombre del personaje de la novela de Günter Grass "El tambor de hojalata", un niño que a los tres años decide dejar de crecer. A Oscar no le gusta lo que ve en los padres, no queda claro cual es el hombre de la madre, si aquel del cual lleva el apellido o un primo al que la madre siempre amó. El del apellido, degradado, acomodaticio, pusilámine, cambia el retrato de Beethoven por el de Hitler, pero cuando éste cae se quejará, "Beethoven, ése sí que era un genio". Luego de la desaparición de Hitler, y del padre (de la cual Oscar es responsable) reanuda el proceso de crecimiento que había sido interrumpido. Mientras tanto Oscar utiliza un tambor de hojalata como forma de comunicación con el mundo exterior, o de no comunicación. Oscar, no el del libro de Grass o la película de Volker Schöndorff, sino el niño que decidió dejar de crecer del caso que presentamos, en lugar de tirarse por una escalera recurre a la marihuana. Con las drogas pensó que iba a poder enfrentar situaciones, con la marihuana que iba a poder hablar, con la cocaína que iba a poder coger bien. Lo que hizo fue escapar. Lo jodía el tener el pito chico. "Claro, si uno es chico, tiene el pito chico." Con la cocaína el pito parecía 10 veces más chico. Le pasa lo mismo que a su pito. Lo siente chiquito y se siente chiquito, si está bien el pito está bien, si está nervioso el pito se siente nervioso o tiene contracturas. Le digo: "vos no sos un pito". La droga lo confunde, es como huir. Pero huir de huir no tiene sentido. Relaciona la dependencia de la droga con la dependencia de la madre. La relación con la madre se subsume en un significante: ABSORVIDO. En una oportunidad comete un fallido: quiere decir inhalar y dice absorver. El "ser pegado" a la madre y por la madre, contrasta con lo mal que le pega la droga. Sitúa a lo 22 años el inicio del sexo, y el inicio de la droga. La cocaína la dejó porque le pareció que se iba a morir. Relaciona la marihuana con la impotencia, le costaba tener un buen sexo. Algo le daba miedo. La marihuana cortaba ese cable, entonces ya no era un problema la falta de armonía entre la cabeza y el pito. Si a la cabeza le gusta una mina eso que siente no se lo puede mandar al pito. La marihuana bloquea el camino. Cosa rara: comenzó a soñar. Él era un guerrero vikingo, pero un guerrero que huía, sabía que iba a perder la guerra. Si lo matan no sirve. Siente un dolor en el alma, se anima a ir a hablarle a su ex-novia. La amó siempre pero escapó, no por la guerra sino por la posibilidad de matrimonio, lo cual le parece más peligroso. Ella le cuenta que está embarazada de 3 meses. La evitaba por no enfrentarse a perderla. Hace cuatro años que estaba viviendo en pareja. Dice que la perdió por irresponsable, por la droga, por no poder decidir. El esperaba que el tiempo hubiera estado como suspendido gracias a la marihuana y pudiera continuar a partír de ahí. Pero el tiempo pasó. El tiempo no puede detenerse, es como la muerte. Cuando vino a Buenos Aires desde el interior, preguntaba a cada rato "¿Y papá?"; "Ya va a venir" le contestaban. Cuando venía tuvo un accidente, su auto chocó y murió en el acto. Cuando su madre se lo informó él no reaccionó y se fue a jugar con los soldados. Su hermana lo agarró de los pelos y le gritó "Murió papá y vos seguís jugando?". Jugaba para no enfrentarse a las cosas, era su refugio en esa ciudad extraña. Dice que la droga también es una especie de juego, jugar a esconderse de la policía, a conocer gente, a conocer punteros. "jugaba y no me angustiaba. Ahora la angustia es terrible, perdí todo". Le digo "Dejaste de jugar y te diste cuenta de que habías perdido" Dice: "Ella (su ex-novia), estaba esperando a que creciera, yo prefería jugar, no comprometerme. Ahora quiero mostrar que empecé a crecer. Quiero mañana poder ser un hombre". El caso de Oscar es el reverso de ese caso que nos presenta Ernesto Sinatra en "¿Por qué los hombres son como son?", en un capítulo titulado "Ser un hombre de verdad", allí era el alcohol el que lo hacía sentir hombre, en nuestro caso es la droga lo que le impide serlo. No creo que sea sólo en este caso. Por el contrario considero que la droga es uno de los elementos que hace que no haya gente madura. Una persona grande sería alguien responsable de su goce y, como ya hace un tiempo Mauricio Tarrab lo planteó, las toxicomanías pueden enmarcarse en lo que Miller denominó "Patologías de la ética". No es un problema de edad, es de la responsabilidad del goce. Si el sujeto decide detener su crecimiento antes de enfrentarse a la castración paga con un precio muy caro: su deseo. Oscar, el de la película, se aferra a su tambor, y es un niño por casi dos décadas. Con su repiqueteo desafinado y anacrónico se aturde y aturde al Otro para que no haya comunicación. Así evita comportarse como una persona madura, dejando de crecer. En Oscar, el de nuestro caso, la marihuana cumplía dicho objetivo. Va con su tambor de marihuana por el mundo hasta que el análisis lo enfrenta a la disyuntiva de ser hombre, hasta que decide asumir ese goce que pretendía aplacar desconectando ese cable que une la cabeza con el pito, tras la confusión generada por el repiquetear silencioso de la droga.