Textos para subir nota Aquí tenéis 4 textos para subir nota

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Textos para subir nota
Aquí tenéis 4 textos para subir nota. Recordad, tal y como quedamos en clase,
que (como máximo) podréis subir 0,75 puntos de la nota final y que solamente se
tendrá en cuenta la nota de uno de los textos (si comentáis más de uno tendré en cuenta
el que tenga mejor nota)
Tenéis que comentar, por lo menos, los siguientes aspectos:
1. Trayectoria del autor y características de la obra a la que pertenece el fragmento.
2. Comentario del fragmento (tema/s, estructura, tipología textual, recursos
estilísticos, vocabulario…)
3. Época o movimiento literario en el que situamos la obra.
4. Valoración crítica del texto.
Texto 1
En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.
A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.
«¡Oh, reina rubia! ?díjele?, mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar».
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.
Azul. Rubén Darío
Texto 2
Me dijo un alba de la primavera:
Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aún mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
Respondí a la mañana:
Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños;
ni sé si está mi corazón florido.
Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas,
mi corazón tus lirios.
Antonio Machado. Soledades, galerías. Otros poemas.
Texto 3
–Pero ¿te has metido a escribir una novela?
–¿Y qué quieres que hiciese?
–¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?
–Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento
se hace él solo.
–¿Y cómo es eso?
–Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué pacer, pero sentía ansia de hacer algo,
una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me dije: voy a escribir una
novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá. Me senté, cogí unas
cuartillas y empecé lo primero que se me ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin plan
alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según hablen;
su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no tenerlo.
–Sí, como el mío.
–No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar.
–¿Y hay psicología?, ¿descripciones?
–Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen, que
hablen mucho, aunque no digan nada.
–Eso te lo habrá insinuado Elena, ¿eh?
–¿Por qué?
–Porque una vez que me pidió una novela para matar el tiempo, recuerdo que me dijo
que tuviese mucho diálogo y muy cortado.
–Sí, cuando en una que lee se encuentra con largas descripciones, sermones o relatos,
los salta diciendo: ¡paja!, ¡paja!, ¡paja! Para ella sólo el diálogo no es paja. Y ya ves tú,
puede muy bien repartirse un sermón en un diálogo...
–¿Y por qué será esto?... –Pues porque a la gente le gusta la conversación por la
conversación misma, aunque no diga nada. Hay quien no resiste un discurso de media
hora y se está tres horas charlando en un café. Es el encanto de la conversación, de
hablar por hablar, del hablar roto a interrumpido.
–También a mí el tono de discurso me carga...
–Sí, es la complacencia del hombre en el habla, y en el habla viva... Y sobre todo que
parezca que el autor no dice las cosas por sí, no nos molesta con su personalidad, con su
yo satánico. Aunque, por supuesto, todo lo que digan mis personajes lo digo yo...
–Eso pasta cierto punto...
–¿Cómo hasta cierto punto?
–Sí, que empezarás creyendo que los llevas tú, de tu mano, y es fácil que acabes
convenciéndote de que son ellos los que te llevan. Es muy frecuente que un autor acabe
por ser juguete de sus ficciones...
–Tal vez, pero el caso es que en esa novela pienso meter todo lo que se me ocurra, sea
como fuere.
–Pues acabará no siendo novela.
–No, será... será... nivola.
–Y ¿qué es eso, qué es nivola?
–Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una
vez le llevó a don Eduardo Benoit, para leérselo, un soneto que estaba en alejandrinos o
en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es
soneto! ...» «No, señor –le contestó Machado–, no es soneto, es... sonite. » Pues así con
mi novela, no va a ser novela, sino... ¿cómo dije?, navilo... nebulo, no, no, nivola, eso
es, ¡nivola! Así nadie tendrá derecho a decir que deroga las leyes de su género... Invento
el género, a inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes
que me place. ¡Y mucho diálogo!
–¿Y cuando un personaje se queda solo?
–Entonces... un monólogo. Y para que parezca algo así como un diálogo invento un
perro a quien el personaje se dirige.
Niebla, Miguel de Unamuno
Texto 4
—¿Y entonces qué plan tienes?
—¿Plan personal? Ninguno.
—Demonio. ¿Tan pobre estás de proyectos?
—Sí, tengo uno; vivir con el máximum de independencia. En España en general no
se paga el trabajo, sino la sumisión. Yo quisiera vivir del trabajo, no del favor.
—Es difícil. ¿Y como plan filosófico? ¿Sigues en tus buceamientos?
—Sí. Yo busco una filosofía que sea primeramente una cosmogonía, una hipótesis
racional de la formación del mundo; después, una explicación biológica del origen de la
vida y del hombre.
—Dudo mucho que la encuentres. Tú quieres una síntesis que complete la
cosmología y la biología; una explicación del Universo físico y moral. ¿No es eso?
—Sí.
—¿Y en dónde has ido a buscar esa síntesis?
—Pues en Kant, y en Schopenhauer sobre todo.
—Mal camino —repuso Iturrioz—; lee a los ingleses; la ciencia en ellos va envuelta
en sentido práctico. No leas esos metafísicos alemanes; su filosofía es como un alcohol
que emborracha y no alimenta. ¿Conoces el “Leviathan” de Hobbes? Yo te lo prestaré si
quieres.
—No; ¿para qué? Después de leer a Kant y a Schopenhauer, esos filósofos
franceses e ingleses dan la impresión de carros pesados, que marchan chirriando y
levantando polvo.
—Sí, quizá sean menos ágiles de pensamiento que los alemanes; pero en cambio no te
alejan de la vida.
—¿Y qué? —replicó Andrés—. Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber
qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a
donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan
fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante
detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz;
pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en
todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad
emocional de la existencia.
—Estás perdido —murmuró Iturrioz—. Ese intelectualismo no te puede llevar a nada
bueno.
—Me llevará a saber, a conocer. ¿Hay placer más grande que éste? La antigua
filosofía nos daba la magnífica fachada de un palacio; detrás de aquella magnificencia
no había salas espléndidas, ni lugares de delicias, sino mazmorras oscuras. Ése es el
mérito sobresaliente de Kant; él vio que todas las maravillas descritas por los filósofos
eran fantasías, espejismos; vio que las galerías magníficas no llevaban a ninguna parte.
El árbol de la ciencia. Pío Baroja
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