El rol de los estudios de opinión en la elaboración de las políticas

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RELACIONES
INTERNACIONALES
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El rol de los estudios de opinión en la
elaboración de las políticas públicas
Sergio Berensztein
El autor inicia su análisis con un resumen de la importancia que tienen los medios de
comunicación en la evaluación de la implementación de distintas políticas públicas. Así, el
espacio que tienen los sondeos y las encuestas en la formulación de políticas públicas se
convierte en instrumental para los gobiernos democráticos y para los procesos de rendición de
cuentas.
Centro de Pensamiento Estratégico-Ministerio de Relaciones Exteriores
I.
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es analizar el impacto de los sondeos de opinión en el
proceso de diseño, implementación y monitoreo de política pública en entornos
democráticos competitivos.
Estos sondeos son ampliamente utilizados en campañas electorales, en la
promoción y posicionamiento de candidatos y para elaborar discursos o mensajes
sobre temas específicos de interés general. En verdad, la importancia de los
estudios de opinión se incrementó de manera exponencial en las ultimas décadas,
en el contexto de la ampliación de la ola democrática, el proceso de
“mediatización” de la política, con el debilitamiento de los tejidos partidarios
tradicionales y, con la consecuente “personalización” de las competencias
electorales (fenómeno que se ha dado incluso en casos en que los partidos
políticos conservan su influencia). También, estos sondeos se han popularizado
como parte de la aplicación de técnicas o prácticas de los estudios de mercado a
la competencia electoral, siguiendo el ejemplo de algunas democracias
consolidadas, sobre todo la norteamericana.
Sin embargo, las investigaciones sobre opinión pública también se utilizan, aunque
con menos frecuencia y sistematicidad, para alimentar la toma de decisiones en
políticas públicas. Muchos gobiernos suelen testear el ánimo y las preferencias de
la sociedad en torno a cuestiones potencialmente polémicas, a los efectos de
medir el eventual impacto y para extraer elementos útiles para la comunicación.
De manera frecuente, son las organizaciones de la sociedad civil o los grupos de
interés los que buscan entender los valores, creencias o ideales que predominan
frente a un tema en particular en el conjunto de la sociedad o en alguno de sus
grupos más representativos. Los medios de comunicación suelen complementar la
cobertura de temas de interés público con datos de opinión pública. También, en
la academia se suele utilizar esta clase de información para el estudio de
cuestiones de política doméstica e internacional. En síntesis, la opinión pública se
ha convertido en un área ligada al debate sobre las políticas públicas. Y, dado que
su utilización es reciente en materia electoral, es conveniente establecer algunos
criterios para contribuir a despejar algunas dudas o confusiones que suelen
encontrarse sobre todo en el debate político y en los medios de comunicación.
Este trabajo apunta a analizar de manera precisa esta cuestión, mediante el uso
de los sondeos de opinión en política publica y desde el punto de vista conceptual,
diferenciando tres etapas fundamentales:
A. El diseño de programas o políticas, que requieren un diagnóstico
adecuado y preciso a los efectos de establecer un diagnóstico y una
"línea de base" para eventuales seguimientos.
B. La implementación de programas de política pública, donde surgen
contratiempos, reacciones y hasta cierta incertidumbre que es necesario
entender e incorporar a los criterios utilizados para elaborar una
comunicación adecuada y un manejo de expectativas respecto del
cambio que supone dicho programa.
C. El monitoreo o la evaluación del impacto de la política pública
desarrollada, donde tiene especial interés comprender las reacciones de
la opinión pública en general y de los stake holders, en particular para
asegurar su sustentabilidad en el mediano/largo plazo.
A su vez, el trabajo está organizado de la siguiente manera. Primero, se incluyen
algunas reflexiones sobre el uso (y a menudo, abuso) de los sondeos de opinión
pública en la política contemporánea. Luego, se analiza la eventual contribución
de los sondeos de opinión pública en la etapa de diseño, para la elaboración de
diagnósticos precisos sobre políticas públicas prioritarias. También se mencionan
las limitaciones que esos sondeos tienen y la utilidad de los estudios cualitativos
para compensarlas.
A continuación, el foco cambia hacia el uso de los sondeos de opinión pública en
la implementación de políticas públicas, en especial para entender las reacciones
u opiniones de los stake holders claves, en particular aquellos que tienen la
capacidad para desarrollar estrategias de oposición o incluso veto. La detección
temprana de dichas resistencias puede contribuir a procesarlas con acciones
específicas que eviten dificultades en el proceso de implementación. También
pueden identificarse errores sustantivos y/o de comunicación.
Luego, se analiza el uso de los sondeos de opinión pública para evaluar el impacto
de la política pública. Si bien hay múltiples estrategias posibles, los sondeos de
opinión permiten determinar las reacciones (aprobación, importancia relativa,
atributos de los policy makers involucrados, etc.) tanto de la opinión pública en
general como de stake holders claves. Esta información es crítica para asegurar la
sustentabilidad de los programas de política publica en el mediano/largo plazo.
II.
ALCANCES Y LIMITACIONES DE LOS SONDEOS DE OPINIÓN
PÚBLICA
La representación es el elemento central de los regímenes democráticos
modernos, en donde los votantes concurren periódica y sistemáticamente a las
urnas para elegir a los funcionarios que representarán sus ideas y opiniones en la
conducción del Estado. En este contexto, conocer e interpretar la opinión pública
constituye un desafío tanto para los muchos que aspiran a ocupar un cargo
electivo como para los pocos que lo logran. Por opinión pública entendemos al
agregado de las opiniones de los individuos miembros de una colectividad
determinada, acerca de valores y temas específicos, que sin embargo se
combinan en un todo colectivo generando propiedades que no operan a nivel
individual (Mora y Araujo, 2002).
El debate en torno a cuál es la real influencia de la opinión pública en los procesos
de toma de decisión de dirigentes políticos y de funcionarios estatales ha
suscitado cataratas de tinta en la ciencia política contemporánea. Y, si bien es
cierto que no existe una respuesta concluyente al rol que cumple la opinión publica
en el policymaking, existe suficiente evidencia práctica y teórica para sostener que
su influencia es cada vez mayor (Glynn, 2004).
Entre los elementos que potencian esta interrelación dinámica entre opinión
pública y policymaking se pueden identificar la proliferación y sofisticación de las
encuestas y estudios demoscópicos, así como la apelación permanente de los
líderes políticos a lo que la opinión pública –en Latinoamérica caracterizada
usualmente como el pueblo o “la gente”- quiere, desea o merece.
Aunque la intención del presente paper no es intervenir en el debate de hasta qué
punto es positivo o negativo que un gobierno, partido o líder político decida sus
políticas en base a las demandas de la opinión pública, es importante señalar que
entre las críticas más recurrentes a la creciente influencia de la opinión pública en
el policymaking se menciona el deterioro de los canales institucionales de consulta
y de deliberación entre dirigentes y expertos. También, su consecuente reemplazo
por otra clase de mecanismos, donde los datos de opinión publica pueden
utilizarse de forma sesgada para impulsar iniciativas de corte populista donde se
pretende una relación directa entre el líder y la sociedad.
Al respecto, estos mecanismos populistas suelen ofrecer una falsa caracterización
democrática, que oculta la manipulación de la que en ocasiones es objeto la
opinión pública a través de información sesgada, parcial o falsa. A fin de evitar
este tipo de situaciones resulta central resaltar la importancia de contar con una
opinión
pública
autónoma
(en
contraposición
con
una
opinión
pública
heterónoma), lo que requiere necesariamente de un ciudadano informado
mediante un sistema policéntrico de medios de comunicación (Sartori, 1998).
Ahora bien, de entre todas las maneras de indagar en la opinión pública, los
sistemas más fiables suelen ser los que usan los elementos y los recursos de la
estadística. En esta línea, las encuestas de opinión pública han alcanzado un
lugar privilegiado en las sociedades modernas. Además, con el crecimiento
exponencial de la tecnología y la cobertura de los medios de comunicación, las
encuestas están cada vez más presentes en la agenda pública, constituyéndose
en un recurso indispensable para orientar las decisiones de los actores públicos y
privados.
Efectivamente, las encuestas y otros estudios de carácter demoscópico posibilitan,
mediante muestras estadísticas representativas, el abordaje de determinados
aspectos de la realidad social que de otro modo resultarían inabordables. En este
sentido, las encuestas resultan únicas a la hora de obtener información directa a
través de las respuestas de la gente sobre una infinidad de temas y en diferentes
niveles. Así, una encuesta de opinión pública permite elaborar un diagnóstico
sobre hábitos sociales y valores culturales relativamente estables, medir la volátil
evolución de la aprobación de un gobierno en tiempos de crisis o aportar los
elementos centrales de la estrategia discursiva de un líder político o social.
Los estudios de opinión pública, y en especial las encuestas, tienen el gran valor
de abordar un objeto de conocimiento de carácter macrosocial desde el individuo.
En este sentido, el análisis demoscópico materializa un vínculo tangible entre la
eterna dicotomía sociológica de la subjetividad y la objetividad (Vázquez
Fernández, 2006).
Las encuestas constituyen entonces una herramienta de enorme utilidad ya que
son
investigaciones
sociales
realizadas
sobre
una
muestra
de
sujetos
representativa de un colectivo más amplio que se desarrolla mediante
procedimientos estandarizados de indagación con el fin de tener mediciones
cuantitativas de ciertos aspectos cuantitativos y cualitativos de la población
(García Ferrando, 1986)
Sin embargo, resulta oportuno señalar que todos los sondeos de opinión, incluso
los más sofisticados, constituyen una fotografía de un aspecto particular en un
momento dado para una población predefinida. Y que, además, dicha fotografía
puede ser interpretada de maneras diferentes -e incluso contradictoriasdependiendo de quién y cómo las realice. En otras palabras, las encuestas no
constituyen un instrumento total de predicción o análisis y su valor radica más bien
en identificar algunos trazos de la realidad social que deben ser leídos e
interpretados a la luz de otros saberes y conocimientos.
La utilización abusiva de las encuestas en la arena política es un fenómeno
mundial que deriva de la creencia, no comprobada, acerca de la influencia que
tendría la publicación de sondeos previo a los procesos electorales. En este
sentido, cientos de empresas de opinión pública aparecen y desaparecen cada
año con el único objetivo de producir encuestas apócrifas o deficientes en su
técnica para ser empleadas como herramientas de campaña destinadas a influir
en el resultado de una elección determinada. El voto útil (por el cual un elector
decide dirigir su voto a un candidato con posibilidades de triunfo evitando la
dispersión del voto), el efecto bandwagon (por el cual un elector decide votar a
quien cree ganará la elecciones) o el efecto underdog (por el cual un elector
decide apoyar a un candidato aparentemente débil) son sólo algunas de las
consecuencias que se buscan con la producción y publicación de encuestas a
medida de los comités de campañas y otros grupos de presión interesados en
influir en cualquier contienda electoral.
En cualquier caso, existe una preocupación creciente por la profusa difusión a
medida que se acercan los comicios de sondeos electorales que en muchos casos
solo tienen un fin proselitista o incluso desinformativo. Y, aunque no existe un
antídoto para la proliferación de encuestas apócrifas o deficientes en su técnica, la
mejor solución pasa por limitar su difusión en los medios de comunicación. Para
hacer esto sin arbitrariedades es necesario familiarizarse con los alcances y las
limitaciones de las encuestas, evaluando además de los procedimientos técnicos
empleados1 (tipo de muestreo, marco muestral, definición del universo, tipo de
entrevista, mecanismo de supervisión, márgenes de error, ponderadores
empleados, fecha del trabajo de campo, cuestionario empleado, etc.), la
trayectoria de quien las produce y publica.
Sobre el tema de la difusión de sondeos de opinión pública en tiempos
preelectorales conviene resaltar la experiencia de prestigiosos medios de
comunicación de alrededor del mundo que han decidido desarrollar sus propios
departamentos de opinión pública para así poder controlar los sondeos que
publican o directamente trabajar en exclusiva con empresas encuestadoras de
probada idoneidad.
1
En este sentido, la ficha técnica –documento que acompaña los resultados de la encuesta y que incluye
todas estas especificaciones técnicas- es la clave con la que se puede evaluar, analizar e interpretar el
contenido de un estudio de opinión pública determinado. Esta clave –una suerte de piedra rosettea-, varía
de investigación en investigación, tornándose indispensable en lectura de resultados.
III.
ESTABLECIENDO EL PUNTO DE PARTIDA DE UNA POLÍTICA
PÚBLICA
El diseño de políticas públicas requiere de un diagnóstico preciso y adecuado y,
en este sentido, es mucho el aporte que los sondeos de opinión pueden hacer. En
efecto, las encuestas son útiles para identificar correctamente las demandas de la
sociedad, tanto en términos generales como específicos, y pueden también servir
para priorizarlas e incluso definir algunos de sus atributos.
No todas las demandas que tiene una sociedad determinada logran llamar la
atención de los decisores ni mucho menos convertirse en políticas públicas. Sólo
aquellas que por algunas circunstancias y motivos especiales logran la atención
del Estado y la formulación de una respuesta institucional –incluso si esa
respuesta es la no respuesta- pasan a formar parte del universo de las políticas
públicas (Dye, 1978).
Siguiendo el modelo secuencial de la política pública, el diseño constituye la etapa
inicial que contempla la elaboración del diagnóstico y el establecimiento de las
metas y los objetivos a alcanzar. Los sondeos de opinión son de gran valor en
esta etapa porque permiten establecer estudios de línea de base (baseline en
ingles) para eventuales seguimientos. La metodología de la línea de base provee
un análisis de la situación que prevalece antes de que se intervenga en un asunto
específico y sirve como punto de referencia para evaluar avances y hacer
comparaciones intratemporales. Su fin es cuantificar la distribución de ciertas
variables en la población de estudio en un punto en el tiempo.
El estudio de línea de base, forma parte del diagnostico, y suele construirse a
partir de una encuesta realizada ex profeso, aunque en algunos casos se utilicen,
única o complementariamente, datos ya disponibles como censos o estudios
previos. Este tipo de fuentes secundarias, aunque valiosas, tienen importantes
condicionantes dado que todas las políticas públicas tienen particularidades
propias concernientes a contextos o escenarios específicos no contemplados en
investigaciones previas.
En este sentido, la encuesta de línea de base constituye un elemento necesario y
único para cualquier política pública. Su tiempo de aplicación debe ser
obligadamente al momento de iniciarse las acciones planificadas y su resultado se
conoce como “momento base” o “momento cero”.
Las políticas públicas que se diseñan sin contar con datos precisos y actualizados
corren el riesgo de ser respaldadas de manera exclusiva por la intuición, la
ideología o la experiencia (“visión”) de los tomadores de decisiones. En algunos
casos esas intuiciones, ideales o juicios de valor pueden tener algún resultado
positivo. Pero el riesgo de tomar decisiones basadas en ellos es demasiado
grande en términos del uso ineficiente de recursos públicos, que siempre son
limitados, y en la generación de consecuencias no deseadas (Banks, 2009). En
este sentido, los diagnósticos claros y precisos son de enorme utilidad en entornos
democráticos donde predominan mecanismos de rendición de cuentas y los
gobiernos quieren facilitar el control por parte de la sociedad civil y de los órganos
especializados.
Lo contrario también aplica: en entornos populistas (o de democracias electorales
pero no liberales), donde la política pública suele surgir de la inspiración del líder o
de las iniciativas unilaterales de las burocracias, muchos programas se
caracterizan por el voluntarismo o los objetivos clientelistas o electoralistas y por
eso eluden diagnósticos objetivos y adecuados.
En la esfera de lo ideal, los diagnósticos efectivos deben incluir tanto datos
cuantitativos como cualitativos, los cuales se emplean para construir indicadores.
En este sentido, las encuestas de línea de base tiene por objeto proporcionar
datos e información que sirvan como herramientas de evaluación ex ante y ex post
(Arzaluz, 2011).
La encuesta de línea de base, como cualquier estudio cuantitativo, tiene la
limitación de no poder acceder en forma directa a las motivaciones o razones que
subyacen a la conducta de los individuos. Por esta razón es conveniente que el
estudio de línea de base se complemente con estudios de corte cualitativo
(principalmente entrevistas en profundidad y grupos motivacionales) que permitan
obtener información de los temas a tratar en la encuesta, proveyendo valiosos
insumos para la elaboración de las preguntas y las categorías de las respuestas
que se espera obtener.
De este modo, la primera característica de las técnicas cualitativas consiste en
permitir una observación directa que implica un contacto vivo en condiciones
controladas. Por lo tanto, la información recogida no solo proviene -como en una
encuesta- de lo que el entrevistado dice, sino también de sus reacciones, sus
gestos, sus matices y sus silencios. En este sentido, el enfoque cualitativo tiene la
ventaja de permitir la libre y espontánea manifestación de los intereses y
preocupaciones de los entrevistados así como de sus creencias y deseos (García
Ferrando, 1986).
Por eso, los estudios sólidos de línea de base que combinan enfoques cualitativos
y cuantitativos son uno de los instrumentos más adecuados para evaluar la
eficiencia de las políticas públicas. Es más, su sola implementación implica un
mejoramiento inmediato en la comprensión del diagnóstico y su posterior
comunicación (Banks, 2009).
En efecto, los resultados de los estudios de línea base, debido a su naturaleza
estadística a menudo pueden ser utilizados de manera exitosa para influenciar a
los tomadores de decisiones y otros stake holders sobre la necesidad de
implementar o apoyar cierto aspecto puntual o general de la política y, mejorar así
las posibilidades de éxito. Por último, compartir y difundir los resultados de un
estudio de línea de base con la comunidad, muchas veces estimula la
participación de actores antes reticentes.
IV.
INCERTIDUMBRE, CONTRATIEMPOS Y
PROCESOS
READECUACIÓN DE
Hasta los años setenta el estudio de la implementación de las políticas públicas
pasó bastante desapercibido en el campo de las ciencias sociales. Se creía que
una vez diseñada la política pública, su implementación era relativamente sencilla.
No obstante, la evidencia se encargó de demostrar una brecha entre los objetivos
iniciales de las políticas y sus resultados finales.
La implementación es la etapa que se encuentra entre la declaración de los
objetivos del programa y su resultado final alcanzado. Es un momento, un
proceso, en el cual una política puede ser influenciada por diversos actores y
factores que alteran, afectan y obstaculizan el cumplimiento de los objetivos
iniciales (Revuelta Vaquero, 2007)
Los estudios de opinión pública, tanto las encuestas como los grupos focales y las
entrevistas en profundidad con informantes clave, son de extrema utilidad para ir
obteniendo de manera periódica información confiable y pormenorizada sobre el
rumbo de la política y su impacto entre aquellos actores con capacidad de
desarrollar estrategias de oposición o veto. En este sentido, el rol crucial de los
estudios de opinión es identificar los factores y actores que pueden intervenir con
la consecución de los objetivos definidos durante el diseño de la política.
De este modo, la incertidumbre y los contratiempos que necesariamente
acompañan la etapa de implementación de cualquier política pública se ven
dimensionados y puestos en perspectiva con la provisión de datos e informaciones
que
permiten
procesar
demandas,
identificar
errores
sustantivos
o
de
comunicación y readecuar procesos.
En última instancia se trata de reconocer la necesidad de identificar, seleccionar y
tratar a los stake holders como agentes determinantes en el éxito de las políticas.
Naturalmente los stake holders tienen misiones, visiones e intereses diversos y
entre ellos se inscriben desde agencias públicas y actores institucionales hasta
líderes sociales y beneficiarios directos de la política. Los estudios de opinión
buscan en esta etapa identificar sus posiciones y recursos para apoyar u
obstaculizar la implementación de la política. Para ello, siempre es conveniente no
solo indagar sobre su nivel de apoyo y/o rechazo a la política, sino esencialmente
sobre su poder expresado en fuerza, recursos utilitarios, recursos normativos y
recursos simbólicos.
La detección temprana de resistencias en actores con capacidad de acción alta
puede contribuir a procesarlas con acciones específicas que eviten dificultades en
el proceso de implementación. En base a estas informaciones se puede además
diseñar estrategias para asegurar el apoyo de cada actor y generar otras que
permitan construir nuevas alianzas. Asimismo, se pueden generar políticas de
persuasión considerando concesiones, de manera que se puedan obtener nuevos
aliados en el proceso.
Por último, en políticas públicas que demandan un proceso de implementación
extenso, es conveniente realizar un monitoreo sistemático de algunos indicadores
definidos con anterioridad en el estudio de línea de base mediante trackings
(seguimientos
permanentes)
orientados
a
controlar
el
impacto
de
la
implementación parcial de la política. De este modo, se pueden ir haciendo
readecuaciones y ajustes pertinentes para el éxito de la política pública.
V.
COMPRENDIENDO LOS IMPACTOS DE LA POLÍTICA PÚBLICA
La evaluación es la etapa final del modelo procesual de la política publica - aunque
en la práctica se lleva a cabo de diversas formas a lo largo de todo el ciclo-. Su
aplicación constituye un proceso objetivo de entendimiento y aprendizaje acerca
de cómo fue implementada una política, qué efectos tuvo, para quiénes y por qué
(Gutiérrez, 2011). Si bien los expertos cumplen un rol central en esta etapa, no
puede decirse que sea de manera exclusiva un proceso técnico, ya que también
se incluyen consideraciones o criterios de naturaleza política. Pero el papel de los
técnicos es vital para evitar que se ¨politice¨ (es decir, predominen criterios o
intereses partidarios o sectoriales) la tarea de evaluar el impacto de una política
pública determinada. Para evitar sesgos, el equipo a cargo de la evaluación debe
contar con una sólida reputación y carecer de sesgos teóricos o ideológicos.
Realizado de forma profesional, el resultado del proceso evaluatorio tiene
múltiples utilidades políticas y técnicas. En primer lugar, sirve para la rendición de
cuentas inherente a cualquier política democrática. En segundo lugar, provee
evidencia significativa acerca de la efectividad de la intervención. En tercer lugar,
genera información tendiente a orientar las decisiones futuras de la política
pública.
Las encuestas, sin ser el único método existente para la evaluación de políticas
públicas, constituyen sin duda una de las herramientas que mejor se adaptan a los
requerimientos de aprendizaje y comprensión. Su carácter cuantitativo permite que
a través de su aplicación sea posible realizar mediciones acerca del impacto de
una política mediante la estimación de sus efectos en términos relativos a la
situación inicial antes de la intervención, lo que se esperaba y lo que
efectivamente se logró (Gutiérrez, 2011).
Con seguridad los datos obtenidos en la encuesta de evaluación serán de mayor
utilidad cuanto mayor sea la posibilidad de poderlos comparar con otros similares
y anteriores en el tiempo o incluso procedentes simultáneamente de otras
poblaciones. Es que, una vez que se dispone de un cuerpo de respuestas a
preguntas estandarizadas, se hace posible establecer tendencias en el desarrollo
de las opiniones y relacionarlas con la política en cuestión (García Ferrando,
1986).
De nuevo desde lo ideal, la etapa de evaluación complementa a la de diseño, es
decir, los estudios de opinión pública deben seguir los mismos criterios
metodológicos empleados en los estudios de diagnóstico (línea de base). A
menudo, otros estudios de opinión pública desarrollados con anterioridad
constituyen elementos de utilidad al momento de la evaluación y deben ser
considerados.
Es necesario enfatizar que los sondeos cuantitativos destinados a la evaluación
necesitan ser aplicados a una muestra representativa de la población involucrada
con una metodología rigurosa. Es decir, debe replicarse la metodología y los
procedimientos utilizados en el estudio de línea de base a fin de garantizar la
comparabilidad de los resultados, anulando posibles sesgos y desviaciones en pos
de
asociar
las
modificaciones
como
impactos
producidos
mediante
la
implementación de la política pública.
En los casos de políticas públicas puntuales, y a fin de analizar su sustentabilidad
en el mediano y largo plazo, es conveniente desarrollar una investigación ad-hoc
para evaluar las reacciones de los stake holders a través de entrevistas en
profundidad y otras técnicas cualitativas.
En base a los resultados de los procesos evaluatorios, cuantitativos y cualitativos,
se puede decidir retroalimentar el proceso para reiniciar el ciclo (reajuste) o bien
suprimir la política en cuestión.
VI.
COMENTARIOS FINALES
Los políticos y los politólogos han hecho, de manera tradicional, un uso extensivo
de los estudios de opinión pública para ser empleados en la promoción y
posicionamiento de candidaturas y en la elaboración de discursos o mensajes
sobre temas específicos y de interés general. En épocas recientes, han sido los
gestores de políticas públicas quienes han ido incorporando las encuestas y otros
instrumentos de indagación de opinión pública a su set de herramientas
profesionales. Así, los estudios demoscópicos, hasta hace poco ajenos a los
procesos de diseño, implementación y evaluación de las políticas publicas, han
hecho su interrupción en la política pública, aportando nuevas dimensiones de
investigación (Carrillo y Tamayo, 2009).
Actualmente diversas agencias de administración pública producen o contratan
estudios y sondeos periódicos de opinión pública para recabar información sobre
las opiniones de los ciudadanos con el objeto de diseñar y evaluar sus políticas de
forma rápida, objetiva y eficiente. Sin embargo, a pesar del creciente interés, los
administradores de políticas públicas desconocen en muchos casos las utilidades
y potencialidades de las herramientas de opinión pública aplicadas al proceso de
políticas públicas.
No tan frecuentes y mucho menos difundidos que los estudios electorales, las
investigaciones demoscópicas tienen aún un gran camino por recorrer en el
campo de las políticas públicas. En Latinoamérica, su utilización es todavía
deficitaria, y su promoción supone un importante aporte en el intento por generar
políticas públicas de calidad.
VII.
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