Anuario de Estudios Atlánticos

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I
MADRID-LAS PALMAS
Año 2004
Núm. 50
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
SE ENCUENTRA ASOCIADO AL
DE E STUDIOS HISTÓRICOS
DEL
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
CENTRO
I
MADRID-LAS PALMAS
Año 2004
Núm. 50
Copyright by «Casa de Colón»
Es propiedad
Madrid-Las Palmas, 2004
Published in Spain
ISSN: 0570-4065
Depósito legal: M. 4.925 - 1958
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE REPRODUCCIÓN Y ADAPTACIÓN
PARA TODOS LOS PAÍSES
Fotocomposición e impresión: T ARAVILLA . Mesón de Paños, 6. 28013 Madrid
TRABAJOS EN EL PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CUEVA PINTADA DE GÁLDAR
ANUARIO
DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
Codirectores:
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU
AÑO 2004
NÚM. 50
SUMARIO
Página
TOMO
PRESENTACIÓN, por Antonio
DE
I
BÉTHENCOURT MASSIEU ........
19
FILOLOGÍA
Maximiano TRAPERO: La toponimia de Gran Canaria en el tiempo en que Colón pasó por ella .....................................................
27
Cristóbal CORRALES ZUMBADO y Dolores CORBELLA DÍAZ: Primeros testimonios e impresiones sobre el habla canaria .............
71
Yolanda ARENCIBIA SANTANA: “El Correo de Canarias” y la “Estafeta de Londres”, en el diálogo social del setecientos ...........
121
Núm. 40 (1994)
5
CELSO MARTÍN DE GUZMÁN/JORGE ONRUBIA PINTADO/JOSÉ IGNACIO SÁENZ SAGASTI
Página
Marcial MORERA PÉREZ: Algunas características del español canario del siglo XVIII ........................................................................
155
HISTORIA
Eloy BENITO RUANO: ¿Galicia por Guillermo el Conquistador? ....
213
Alberto VIEIRA: As ilhas atlánticas para uma visão dinâmica da
sua história ......................................................................................
219
Miguel Ángel LADERO QUESADA : Trescientos nombres canarios a
comienzos del siglo XVI ..................................................................
265
Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: Fundaciones canarias en la frontera dominicana en la segunda mitad del siglo XVIII : San
Rafael, las Caobas y San Miguel de la Atalaya ........................
281
Antonio RUMEU DE A RMAS: Frustrado desembarco en Santa Cruz
de Tenerife en 1797 de la infantería de marina inglesa al mando del almirante Nelson: El muelle y el castillo de San Cristóbal, objetivos únicos ...................................................................
309
Agustín MILLARES CANTERO: Luchas por las papas y el pan, los
disturbios populares de Las Palmas en 1851 y 1856 ..............
319
HISTORIA SOCIAL
José Antonio ESCUDERO: Los Reyes Católicos y el establecimiento de la Inquisición ........................................................................
357
Francisco FAJARDO SPÍNOLA: Vino, velas y cañones, nuevos datos y consideraciones sobre la navegación con Canarias en la
Edad Moderna ..................................................................................
395
Luis Alberto ANAYA HERNÁNDEZ : Las polémicas redenciones ......
431
HISTORIA ECONÓMICA
Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN: Tejidos, corambres y
leyes en la Castilla del siglo XVI ..................................................
453
Manuel LOBO CABRERA: El mercado del transporte marítimo en
Gran Canaria en el siglo XVI ........................................................
477
Elisa TORRES SANTANA: Las letras de cambio y la financiación
del comercio exterior canario en la primera mitad del seiscientos ...............................................................................................
509
Ana VIÑA BRITO: La Hacienda de Tazacorte (La Palma) .............
545
Antonio Miguel BERNAL: “Poner freno y castigo a las Canarias”:
Necesidades de la Real Hacienda y presión del consulado de
Sevilla (1644-1653) .........................................................................
589
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
6
TRABAJOS EN EL PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CUEVA PINTADA DE GÁLDAR
Página
Pere MOLAS RIBALTA: La Compañía como proyecto (siglos XVIIXVIII ) ..................................................................................................
607
Santiago DE L UXÁN M ELÉNDEZ y ÓSCAR B ERGASA P ERDOMO :
Puertos Francos e industrialización en Canarias. Un debate
abierto: El caso de la producción azucarera en 1884-1892 ...
625
ÍNDICE ...................................................................................................
675
TOMO
II
PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA
J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: La explotación de la púrpura en las
costas atlánticas de Mauritania Tingitana y Canarias. Nuevas
aportaciones ......................................................................................
689
Jorge ONRUBIA PINTADO, Carmen Gloria RODRÍGUEZ SANTANA y
José Ignacio SÁENZ SAGASTI: El proyecto Cueva Pintada y la
arqueología prehispánica de Gáldar (Gran Canaria). Balance
y perspectiva de dos décadas de investigaciones ......................
705
Alfredo MEDEROS MARTÍN y Gabriel ESCRIBANO COBO: Hábitat
aborigen en cuevas artificiales del sur de Tenerife (Arico-Granadilla) ..............................................................................................
731
Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ: Recuperando patrimonio. Arqueología prehispánica canaria en la Comunidad Valenciana .......
781
ETNOHISTORIA
Antonio TEJERA GASPAR: Canarios, taínos y europeos en los siglos XIV y XV (Un modelo de contacto interétnico) .................
809
HISTORIOGRAFÍA
Antonio RUMEU DE ARMAS: Fray Juan de Abreu Galindo, historiador de Canarias ..........................................................................
837
Antonio de BÉTHENCOURT MASSIEU: “Idea de la conquista de estas Islas” (1679). Núñez de la Peña en la historiografía Canaria ..................................................................................................
853
DEMOGRAFÍA
Antonio MACÍAS HERNÁNDEZ : La población de Canarias a finales del siglo XVI. El Vecindario de 1585 .....................................
907
BELLAS ARTES
José Luis GAGO VAQUERO: La carpintería como materia patri...............................................................................................
monial
Núm. 40
(1994)
957
7
CELSO MARTÍN DE GUZMÁN/JORGE ONRUBIA PINTADO/JOSÉ IGNACIO SÁENZ SAGASTI
Página
José Cesáreo LÓPEZ PLASENCIA: “Sanguis viri dolorum. Redemptio mundi”. Una alegoría de la pasión de Cristo en la escultura española del barroco ..............................................................
971
BIOGRAFÍAS
Manuel de PAZ SÁNCHEZ: Un reformador social cubano del siglo XIX: Gaspar Betancourt Cisneros, “El Lugareño” ............... 1035
CIENCIAS SOCIALES:
DERECHO
Carmen BOLAÑOS MEJÍAS: La restitución del amparo mexicano
por los exiliados: la obra de Millares Carlo sobre instituciones jurídicas durante la colonia .................................................. 1071
ECONOMÍA
Salvador MIRANDA CALDERÍN: La evolución del Régimen Económico y Fiscal de Canarias en los 50 años del Anuario de Estudios Atlánticos (1955-2004) ....................................................... 1103
BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía Atlántica y especialmente Canaria, por el “Centro de
Documentación de Pedro Agustín del Castillo” y “Seminario
de Humanidades Millares Carlo” (UNED) .................................. 1249
CRÓNICA
Memoria de actividades del Servicio Insular de Cultura, 2004 ........ 1227
ÍNDICE ................................................................................................... 1305
{
LAS PALMAS: Casa de Colón
Correspondencia:
Calle Colón, 1 - D. P. 35001
8
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
NÓMINA GENERAL DE COLABORADORES
Helio ABRANCHES VIOTTI: Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Gregoriana de Roma.—José ABREU CARDET.—Luis Miguel
ACOSTA BARROS: Licenciado en Historia.—Andrés ACOSTA GONZÁLEZ:
Doctor en Historia e Ingeniero Aeronáutico.—Pilar ACOSTA MARTÍNEZ:
Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—Emiliano AGUIRRE ENRÍQUEZ: Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense de Madrid.—Néstor ÁLAMO HERNÁNDEZ (†): Cronista Oficial de Gran Canaria, Correspondiente de la Real
Academia de la Historia.—Verónica ALBERTO BARROSO: Departamento
de Prehistoria de la Universidad de La Laguna.—José ALCINA FRANCH
(†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
Complutense de Madrid.—Martín ALMAGRO BASCH (†): Catedrático de la
Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.
Director del Museo Arqueológico de Madrid.—María Rosa ALONSO RODRÍGUEZ: Profesora titular de Filología española en la Universidad de Los
Andes de Mérida (Venezuela).—Manuel ALVAR LÓPEZ: Académico de número de la Real Academia Española, Catedrático de la Facultad de Filología
de la Universidad Complutense de Madrid, Director del «Atlas Lingüístico
Español» del C.S.I.C.—Juan ÁLVAREZ DELGADO (†): Catedrático de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Joaquín
AMIGO DE LARA (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Luis A. ANAYA
HERNÁNDEZ: Profesor titular de la Universidad de Las Palmas.—José
ANDRÉS-GALLEGO: Catedrático de la Universidad Nacional de Educación
a Distancia (UNED).—Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN: Director de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid.—Vicente
ARAÑA SAAVEDRA: Director del Instituto de Geología del C.S.I.C.—Antonio ARBELO CURBELO: Doctor en Medicina.—Adolfo ARBELO GARCÍA:
Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria.—Antonio ARBELO LÓPEZ DE LETONA:
Doctor en Medicina.—M.a Carmen del ARCO AGUILAR: Doctora en Filosofía y Letras (sección Historia).—Yolanda ARENCIBIA SANTANA: Catedrática de la Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria.—Alfonso ARMAS AYALA (†): Director de la Casa de Colón. Director de la Casa-Museo de Galdós. Catedrático de Literatura de Institutos de
Enseñanza Media.—Matilde ARNAY DE LA ROSA: Doctora en Geografía e
Historia.—Mariano ARRIBAS PALAU: Profesor Adjunto de la Facultad de
Filología de la Universidad Complutense.—Joaquín ARTILES SANTANA (†):
Catedrático de Literatura, Ex Inspector de Enseñanza Media del Distrito Universitario de La Laguna.—José Luis de AZCÁRRAGA BUSTAMANTE (†):
Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Alcalá de
Henares, Académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.—Marcos BÁEZ FUMERO: Doctor en Biología, Profesor de la Facultad de Ciencia de la Universidad de La Laguna.—Manuel BALLESTEROS GAIBROIS (†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de
la Universidad Complutense de Madrid, del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.—Lionel BALOUT: Director del
Institute de Paléontologie Humaine de Paris.—Ignacio BARANDIARÁN
MAESTU: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de Santander.—
Germán BARCELÓ SERRA: Doctor en Farmacia.—Rosendo BARRERA
PIÑEIRO: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—Liliana BARRETO: Diplomada en Filología Germánica.—Maximiliano BARRIO GOZALO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e
Historia de la Universidad de Valladolid.—José M.a BASABE GARCÍA: Del
Laboratorio de Antropología de la Universidad de Barcelona.—José Antonio
BATISTA MEDINA: Del Laboratorio de Antropología Social de la Universidad de La Laguna.—Sergio BAUCELLS MESA: Licenciado en Historia por
la Universidad de La Laguna.—Antonio BELTRÁN MARTÍNEZ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.—Eloy
BENITO RUANO: Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia,
Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Óscar BERGASA PERDOMO: Profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria.—Antonio M. BERNAL: Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla.—
María Josefa BETANCOR GÓMEZ: Profesora Titular de la Facultad de
Medicina de Las Palmas de Gran Canaria.—Antonio BÉTHENCOURT
MASSIEU: Catedrático Emérito de la Facultad de Geografía e Historia de
la Universidad de Educación a Distancia, Director del Seminario de Humanidades Millares Carlo.—Ginette BILLY: De la Facultad de Ciencias de
Limoges (Francia).—José María BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Académico de
número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Carmen
BOLAÑOS MEJÍAS: Profesora Asociada de la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid).—Analola BORGES Y JACINTO DEL CASTILLO: Catedrática Emérita de la Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de La Lagunoa.—Óscar BOSCH BENÍTEZ: Doctor en Derecho.—Juan BOSCH MILLARES (†): Doctor en Medicina y en Ciencias Naturales.—Claude A. J. BREGUET: Ingeniero Aeronático, diplomado de la Escuela Libre de Ciencias Políticas de París.—Alexis
D. BRITO GONZÁLEZ: Profesor de la Facultad de Geografía e Historia de
la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Oswaldo BRITO GONZÁLEZ: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Francisco CABALLERO MÚJICA (†): Doctor en
Derecho Canónico.—José C. CABRERA PÉREZ: Licenciado en Geografía e
Historia.—Guillermo CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS (†): Licenciado en Filosofía y Letras.—Javier CAMPOS ORAMAS: Licenciado en Historia.—
Gabriel CAMPS: Director del «Centre de Recherche Anthropologiques,
Préhistoriques et Ethnographiques» de Argel.—Fernando CARNERO LORENZO: Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad
de La Laguna.—Juan M. CARRETERO ZAMORA: Profesor titular de Historia Moderna en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense.—Francisco Javier CASTILLO: Profesor titular de Filología inglesa en la Universidad de La Laguna.—Miguel Ángel CHAVES MARTÍN:
Doctor en Historia del Arte.—Luis CEBALLOS Y FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA (†): Ingeniero de Montes Profesor de Botánica de la Escuela Superior de Montes.—Alejandro CIORANESCU (†): Profesor de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Nuria COLL JULIA:
Doctora en Filosofía y Letras.—Juan COMAS CAMPS: Profesor del Institu-
to de Investigaciones Históricas, Sección de Antropología, de la Universidad
de México.—Juan CONTRERAS Y LÓPEZ DE AYALA (†), Marqués de
Lozoya: Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.—
Dolores CORBELLA: Catedrática de la Facultad de Filología Española de
la Universidad de La Laguna.—David CORBELLA GUADALUPE: Licenciado en Historia del Arte.—Cristóbal CORRALES ZUMBADO: Catedrático de
la Facultad de Filología Española de la Universidad de La Laguna.—Vicenta
CORTÉS ALONSO: Del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y
Arqueólogos, Directora del Archivo del Ministerio de Educación y Ciencia.—
Tomás CRUZ GARCÍA (†): Licenciado en Derecho.—Antonio CRUZ SAAVEDRA: Licenciado en Historia del Arte.—José Manuel CUENCA TORIBIO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Córdoba.—Ad. DAVY DE VIRVILLE: Director del Laboratorio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de París (Sorbona).—Jorge DEMERSON:
Catedrático de la Universidad de Lyon II, Correspondiente de las Reales
Academias Española y de la Historia.—Carmen DÍAZ ALAYÓN: Profesora
titular de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—Juan J.
DÍAZ BENÍTEZ: Licenciado en Historia.—Ramón DÍAZ HERNÁNDEZ:
Catedrático de la Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B. de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Matías DÍAZ PADRÓN: Colaborador del Instituto «Diego Velázquez», del C.S.I.C., Profesor de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid y de la Escuela de Restauración de Obras de Arte.—A. DÍAZ TEJERA: Catedrático de
la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla.—Luis DIEGO CUSCOY
(†): Director del Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife.—Antonio
DOMÍNGUEZ ORTIZ (†): Académico de número de la Real Academia de la
Historia.—Javier M.a DONEZAR Y DÍEZ DE ULZURRÚN: Catedrático de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid.—
Ventura DORESTE VELÁZQUEZ (†): Licenciado en Filosofía y Letras, del
Instituto de Estudios Canarios.—Carlos F. DUARTE: Miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Córdoba.—Gabriel ESCRIBANO COBO: Departamento de Prehistoria de la Facultad de Geografía e
Historia de la Universidad Complutense.—José Antonio ESCUDERO: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid).—Manuel ESPADAS BURGOS: Profesor de Investigación del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.—Francisco ESPAÑOL COLL: Conservador del Museo de Zoología de Barcelona.—Julio ESPINOSA AFONSO:
Doctor en Medicina.—Tomás ESPINOSA SAN JOSÉ: Licenciado en Derecho.—Claudio ESTEVA FABREGAT: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona.—Jean FAÏN: Doctor en Física
Nuclear y Corpuscular, Universidad de Clermont II.—Francisco FAJARDO
SPÍNOLA: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de La Laguna.—Luis FALCÓN RIVERO: Licenciado en Historia.—María Jesús FEBLES DÍAZ, Historiadora del Arte.—Felipe FERNÁNDEZ-ARMESTO: Doctor en Filosofía, Profesor del St. Anthony’s College de
Oxford.—Enrique FERNÁNDEZ-CALDAS: Catedrático Emérito de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de La Laguna.—Rafael FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ: Doctor en Filología Española.—Luis FERNÁNDEZ MARTÍN, S. J.: Doctor en Filosofía y Letras (sección de Historia).—
Jesús M. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ.—Francisco FERNÁNDEZ SERRANO: Doctor en Sagrada Teología, Canónigo de Zaragoza.—Manuel FERRAZ
LORENZO: Centro Superior de Educación de La Laguna.—Manuel FERRER MUÑOZ: Doctor en Derecho.—Pío FONT QUER: Doctor en Ciencias
Naturales.—Inocencio FONT TULLOT: Experto en Meteorología de la Asistencia Técnica de las Naciones Unidas.—Mercedes FÓRMICA: Escritora.—
Carmen FRAGA GONZÁLEZ: Catedrática de Historia del Arte de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Miguel FUS-
TE ARA (†): Del Instituto «Bernardino de Sahagún» de Antropología y Etnología.—José Luis GAGO VAQUERO: Doctor Arquitecto.—Francisco
GALVÁN FERNÁNDEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia
de la Universidad de La Laguna.—Victoria GALVÁN GONZÁLEZ: Profesora de la Universidad de Las Palmas.—María GALLARDO PEÑA: Licenciada en Historia del Arte.—Julián GALLEGO SERRANO: Catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid.—R. GARCÍA BECERRA: Licenciado en Ciencias Biológicas.—María Isabel GARCÍA BOLTA:
Doctora en Filosofía y Letras.—Carmelo GARCÍA CABRERA (†): Director
del Laboratorio Oceanográfico de Canarias del Instituto Español de Oceanografía en Santa Cruz de Tenerife.—María Jesús GARCÍA LÓPEZ: Doctora
en Geografía.—José A. GARCÍA-DIEGO (†): Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.—Faustino GARCÍA MÁRQUEZ: Arquitecto.—María GARCÍA
MORALES: Colaboradora del Museo Arqueológico de Tenerife.—José
GARCÍA ORO: Doctor en Teología, Historia Eclesiástica y Filosofía y Letras;
Profesor de Historia Eclasiástica en la Universidad de Santiago de Compostela.—Manuel GARCÍA SÁNCHEZ: Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.—Graciela GARCÍA SANTANA: Doctora
en Historia del Arte.—M. a D. GARRALDA: Profesora de Antropología de la
Facultad de Biología de la Universidad Complutense.—Attilio GAUDIO: De
la «Société d’Ethnographie» de París.—Manuel GIMÉNEZ FERNÁNDEZ
(†): Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla—
Juan Miguel GÓMEZ-MENOR GUERRERO: Catedrático de Ciencias Naturales en Institutos de Enseñanza Media.—Juan GOMEZ-MENOR ORTEGA:
Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid.—Manuel GONÇALVES DA COSTA: Licenciado en Teología por la Universidad
Gregoriana de Roma.—Rafael GONZÁLEZ ANTÓN: Doctor en Historia—
Carmen Milagros GONZÁLEZ CHÁVEZ.—Joaquín GONZÁLEZ ECHEGARAY: Del Museo de Prehistoria de Santander.—Antonio GONZÁLEZ Y
GONZÁLEZ (†): Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de
La Laguna.—Francisco GONZÁLEZ LUIS: Profesor titular de Filología Latina de la Universidad de La Laguna.—Alejandro GONZÁLEZ MORALES:
Licenciado en Geografía e Historia.—José Luis GONZÁLEZ NOVALÍN: Canónigo Archivero de la Catedral de Oviedo.—Celestino GONZÁLEZ PADRÓN (†): Licenciado en Medicina, miembro del Museo Arqueológico del
Puerto de la Cruz.—Teresa GONZÁLEZ PÉREZ: Doctora en Historia.—
Emilio GONZÁLEZ REIMERS: Doctor en Medicina, miembro del Museo
Arqueológico del Puerto de la Cruz.—Ángel V. GONZÁLEZ RODRIGUEZ:
Licenciado en Historia.—José Manuel GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: Profesor
titular de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de La Laguna.—Enrique GOZALBES CRAVIOTO: Doctor en Historia, Profesor de Instituto de
Bachillerato.—Enrique GUERRERO BAFALCÓN (†): Vicepresidente de la
Fundación «Nuestra Historia» (Instituto Argentino de Estudios Históricos),
Buenos Aires.—Marcos GUIMERÁ PERAZA: Notario.—M. a del Carmen
GUIMERÁ RAVINA: Catedrática de Geografía e Historia de Instituto Nacional de Bachillerato.—Agustín GUIMERÁ RAVINA: Colaborador científico
del C.S.I.C.—Rafael HARDISSON Y PIZARROSO (†): Profesor de Estética
e Historia de la Música en el Conservatorio de Santa Cruz de Tenerife.—
Hans M. HAUSEN: Profesor de Geología de Abo (Finlandia).—Nicole Petit
Marie HEINTZ: Del «Centre National de la Recherche Scientifique» de París.—Justo HERNÁNDEZ: Doctor en Medicina.—P. HERNÁNDEZ: Profesora de Prehistoria de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
Complutense.—José HERNÁNDEZ DÍAZ (†): Catedrático de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla; Académico de número de la
Real de Bellas Artes de San Fernando.—Julio HERNÁNDEZ GARCÍA: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La
Laguna.—Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Vicente
HERNÁNDEZ JIMÉNEZ: Licenciado en Derecho, Funcionario Técnico de
la Administración del Estado.—José Ángel HERNÁNDEZ LUIS: Licenciado en Geografía.—J. M. HERNÁNDEZ OTERO: Licenciado en Farmacia.—
Jesús HERNÁNDEZ PERERA (†): Catedrático de la Facultad de Geografía
e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Alicante.—María de los Reyes HERNÁNDEZ SOCORRO:
Catedrática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria.—Paloma HERRERO ANTÓN: Licenciada en Filosofía y Letras, Catedrática de I.N.B.—Leo J. HOAR, jr.: Doctor en Lenguas
Románicas por la Universidad de Harward.—Henri HOESTLAND: Profesor
de Zoología en la Universidad Libre de Lille.—Ángel HOYOS DE CASTRO
(†): Catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid.—
Ángel Luis HUESO MONTÓN: Doctor en Filosofía y Letras (sección de Historia). Profesor Adjunto de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela.—Fray Diego INCHAURBE ALDAPE, O. F.
M. (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Sylvia Alejandra JIMÉMEZ
BROBEIL: Profesora titular interina de Antropología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.—M.a de la Cruz JIMÉNEZ GÓMEZ:
Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
de La Laguna.—José J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ: Conservador del Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife.—Fernando JIMÉNEZ DE GREGORIO: Catedrático de Geografía e Historia en Institutos de Enseñanza
Media.—Alfredo JIMÉNEZ NÚÑEZ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—Sebastián JIMÉNEZ SÁNCHEZ
(†): Ex Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas en las Canarias
Orientales.—Francisco JORDÁ CERDÁ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca.—José Antonio JORGE
HERNÁNDEZ: Licenciado en Medicina, miembro del Museo Arqueológico
del Puerto de la Cruz.—Gunter KUNKEL, F. L. S.—Miguel Angel LADERO QUESADA: Académico de número de la Real Academia de la Historia,
Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
Complutense de Madrid.— Jesús LALINDE ABADÍA: Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza.—Antonio LINAGE CONDE: Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras.—Carmelo LISÓN TOLOSANA: Profesor Emérito de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—William H. LITTLE: Profesor de la Universidad de Washington (USA).—Manuel LOBO CABRERA: Catedrático de
la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas.—León
LOPETEGUI (†): Doctor por la Universidad Gregoriana de Roma.—J.
LÓPEZ ALVARADO: Licenciado en Ciencias del Mar.—Ramón LÓPEZ
CANEDA: Profesor de Historia del Arte en la Escuela de Profesorado de
E.G.B. de Las Palmas.—Juan Sebastián LÓPEZ GARCÍA: Profesor de la
E.T.S. de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—
Luis LÓPEZ MEDINA: Licenciado en Medicina.—Cesáreo LÓPEZ PLASENCIA: Licenciado en Filología.—José LÓPEZ DE TORO (†): Académico
de la Real Historia; del Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y
Arqueólogos.—Manuel J. LORENZO PERERA: Licenciado en Filosofía y
Letras (sección Historia).—Santiago LUXÁN MELÉNDEZ: Profesor Titular
de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad
de Las Palmas de Gran Canaria.—Elena LLAMAS POMBO: Profesora titular de Filología de la Universidad de Salamanca.—Gabriel LLOMPART MORAGUES: Licenciado en Historia y en Teología.—Federico MACAU VILLAR (†): Doctor-Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.—Raymond R.
MACCURDY: Doctor en Filología.—Antonio M. MACÍAS HERNÁNDEZ:
Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La
Laguna.—José María MADURELL MARIMÓN: Académico numerario de la
Real de Buenas Letras de Barcelona.—Enrique MARCO DORTA (†): Cate-
drático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Georges MARCY (†): Profesor de la Universidad de Argel.—Manuel V. MARRERO GÓMEZ: Licenciado en Biología.—Manuela
MARRERO RODRÍGUEZ: Catedrática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Pedro MARSET CAMPOS: Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Murcia.—Manuel
MARTEL SAN GIL: Catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares.—
Juan Francisco MARTÍN DEL CASTILLO: Doctor en Historia y Profesor
de Instituto Nacional de Bachillerato.—Gonzalo MARTÍN GARCÍA: Doctor
en Historia por la Universidad de Educación a Distancia.—Celso MARTÍN
DE GUZMÁN (†): Del Instituto Español de Prehistoria del C.S.I.C.—Antonio MARTÍN HERRERA: Doctor en Medicina.—Ernesto MARTÍN RODRÍGUEZ: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Juan F. MARTÍN RUIZ: Catedrático de Geografía Humana en la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de La Laguna.—Jesús MARTÍNEZ MARTÍNEZ: Director del
Departamento de Geología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Domingo MARTÍNEZ DE LA PEÑA GONZÁLEZ: Profesor Titular de
la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Luis
MARTÍNEZ VILLA: Profesor de Grafología en la Escuela de Ciencias del
Grafismo.—Raymond MAUNY: Profesor de la Universidad de París (Sorbona); Vicepresidente del «Centre de Recherches Africaines», de la Sorbona.—Joaquín MECO CABRERA: Doctor en Geología, Profesor de Escuela
Universitaria de E.G.B.—Alfredo MEDEROS MARTÍN: Departamento de
Prehistoria de la Universidad Complutense.—María Teresa MENCHÉN BARRIOS: Doctora en Historia.—Raúl Juan MENDOZA RAMOS.—Ramón
MENÉNDEZ PIDAL (†): Director de la Real Academia Española.—Didier
MIALLIER: Doctor en Física Corpuscular, Universidad de Clermont II.—
Mark MILBURN: Socio de la Royal Geographical Society.—Agustín MILLARES CANTERO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de
la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Josep MIRACLE MONSERRAT: De la «Societat d’Estudis Histories» de Barcelona.—Salvador MIRANDA CALDERÍN: Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Soledad MIRANDA GARCÍA: Profesora Ayudante de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Córdoba.—Marina MITJÁ SAGUES: Doctora en Historia; del
Archivo de Protocolos de Barcelona.—Pere MOLAS RIBALTA: Catedrático
de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Bercelona.—
Michell MOLLAT: Profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de
París (Sorbona).—Théodore MONOD: Membre de l’Institut de France.—
Víctor J. MONTSERRAT: Doctor en Biología; Profesor Adjunto de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense.—Víctor MORALES LEZCANO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Francisco MORALES PADRÓN: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—
Alfredo MORENO CEBRIÁN: Colaborador Científico del Instituto «Fernández de Oviedo», del C.S.I.C.—Francisca MORENO FUENTES: Archivera
titular del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna.—María MORERA
HIERRO: Licenciada en Historia.—Marcial MORERA PÉREZ: Catedrático
de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—Hallman L.
MOVIUS, jr.: Del «Peabody Museum», Harward University, USA.—Juan F.
NAVARRO MEDEROS: Licenciado en Filosofía y Letras (sección Historia).—Olegario NEGRÍN DELGADO: Profesor Titular de la Facultad de
Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Constanza NEGRÍN MEDEROS: Profesora de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Rafael NIETO CORTADELLAS:
Miembro del Instituto Cubano de Genealogía y Heráldica.—Manuel NOGALES: Profesor titular de la Facultad de Biología de la Universidad de La La-
guna.—Sebastián de la NUEZ CABALLERO: Catedrático de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Juan Sebastián NUEZ
YÁNEZ: Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.—M.a OJEDA CABRERA: Profesora de la Escuela
Universitaria de E.G.B. de La Laguna.—Concepción OLIVA HERNÁNDEZ:
Licenciada en Medicina.—Jorge ONRUBIA PINTADO: Profesor titular de
Prehistoria en la Universidad de Castilla-La Mancha.—G. ORTEGA: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—Francisco
ORTUÑO MEDINA (†): Ingeniero de Montes.—Aida PADRÓN MÉRIDA: Licenciada en Filosofía y Letras.—H. PARRA MÁRQUEZ (†): Director de la
Academia Nacional de Historia de Venezuela.—Juan Manuel PARREÑO
CASTELLANO, Profesor asociado en la Universidad de Las Palmas.—Manuel de PAZ SÁNCHEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Manuel PELLICER CATALÁN: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—
M. A. PEÑA ESTÉVEZ: Licenciado en Ciencias Biológicas.—José PERAZA
DE AYALA Y RODRIGO-VALLABRIGA (†): Profesor Honorario Adjunto de
la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna.—M.ª Antonia
PERERA BETANCOR: Licenciada en Geografía e Historia.—J. M. PÉREZ:
Licenciado en Ciencias Biológicas.—Federico PÉREZ CASTRO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de
Madrid.—Miguel PÉREZ CORRALES: Doctor en Literatura Española.—Jaime PÉREZ GARCÍA: Cronista Oficial de la ciudad de Santa Cruz de la Palma.—Juan Sisinio PÉREZ GARZÓN: Colaborador Científico del Instituto
«Jerónimo Zurita», del C.S.I.C.—Concepción M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ:
Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La
Laguna.—Luis Miguel PÉREZ MARRERO: Profesor de la Escuela Universitaria de Magisterio de Las Palmas.—Francisco PÉREZ SAAVEDRA: Doctor en Derecho, licenciado en Historia.—José PÉREZ VIDAL (†): Colaborador de número del C.S.I.C.; Conservador del «Museo del Pueblo Español» de
Madrid.—Luis PERICOT GARCÍA (†): Académico de número de la Real
Academia de la Historia, Ex Presidente del Patronato de la Universidad de
Barcelona—Josefina PLÁ (†): Profesora de Investigación de la Universidad
Católica de Asunción (Paraguay).—René-Simon POMEL: Doctor en Geografía, Universidad Aix-Marseille II.—Javier PONCE MARRERO: Licenciado en
Historia.—José PONS ROSSEL: Catedrático de la Facultad de Ciencias de
la Universidad de Barcelona.—Antonio QUILIS MORALES (†): Catedrático
de la Facultad de Filosofía v Letras de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.—Pedro C. QUINTANA ANDRÉS: Doctor en Historia, Catedrático de Instituto de Bachillerato.—Manuel RAMÍREZ MUÑOZ: Doctor
en Historia.—Luis J. RAMÓN GÓMEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Demetrio RAMOS PÉREZ (†): Catedrático de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Luis
REGUEIRO BENÍTEZ: Licenciado en Historia.—Francisco Javier REYES
GARCÍA: Licenciado en Ciencias Económicas.—Ignacio REYES GARCÍA.—
Robert RICARD (†): Profesor de la Universidad de París (Sorbona).—Uwe
RIEDEL: Doctor por la Universidad de Kiel.—Benedicta RIVERO SUÁREZ: Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—María del Pino RODRÍGUEZ
CRUZ: Catedrática de E. U.—Octavio RODRÍGUEZ DELGADO: Profesor titular interino de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—
Juan RODRÍGUEZ DORESTE (†): Secretario del Museo Canario.—Margarita RODRÍGUEZ GONZÁLEZ: Catedrática de la Facultad de Geografía e
Historia de la Universidad de La Laguna.—Conrado RODRÍGUEZ MARTÍN: Doctor en Medicina, Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife.—Carlos RODRÍGUEZ MORALES, Licenciado en Arte.—Antonio RODRÍGUÉZ RODRÍGUEZ: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Univer-
sidad de La Laguna.—Enrique ROMEU PALAZUELOS (†): Conde de
Barbate, Historiador.—Leopoldo de la ROSA OLIVERA (†): Profesor Adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna.—Antonio
RUIZ ÁLVAREZ (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Antonio RUMEU
DE ARMAS: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—José Ignacio SÁENZ SAGASTI: Arqueólogo del Parque Arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar.—Francisco SALAS SALGADO: Profesor de Filología Latina de la Universidad de La Laguna.—
Gregorio SÁNCHEZ DONCEL: Profesor de Geografía e Historia en Institutos de Enseñanza Media.—Alberto SÁNCHEZ DE ENCISO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—
Emilia SÁNCHEZ FALCÓN: Licenciada en Filosofía y Letras.—José
SÁNCHEZ HERRERO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Sevilla.—Andrés SÁNCHEZ ROBAINA: Catedrático de la
Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—M.a D. SÁNCHEZ
VELÁZQUEZ: Profesora de Antropología de la Facultad de Biología de la
Universidad Complutense.—Hipólito SANCHO DE SOPRANIS: (†): Archivero Municipal del Puerto de Santa María (Cádiz).—Xavier de SANTA
CRUZ: Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras.—Juan Manuel SANTANA
PÉREZ: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Lorenzo SANTANA RODRÍGUEZ.—Victoriano SANTANA SANJURJO: Licenciado en Filología.—Miguel SANTIAGO RODRÍGUEZ (†): Del Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecarios y Arqueólogos; Director del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores.—Julio-César SANTOYO: Profesor del Colegio Universitario
de Vitoria.—Julián SAN VALERO APARISI: Catedrático de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia.—Serge SANZELLE: Doctor en Física Corpuscular, Universidad de Clermont II.—Johanna SCHMIDT:
Profesora Doctora.—Juan SCHOBINGER: Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Mendoza (República Argentina).—José SCHRAIBMAN: Profesor de la Universidad de Washington
(USA).—María José SEDILES GARCÍA: Licenciada en Geografía e Historia.—Francisco SEVILLANO COLOM (†): Director del Archivo Histórico de
Mallorca.—Elías SERRA RÁFOLS (†): Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Lothar SIEMENS HERNÁNDEZ: Doctor en Bellas Artes (Musicología).—Georges SOUVILLE: Profesor de la Universidad de Aix-en-Provence (Francia).—Renata SPRINGER
BUNK: Doctora en Geografía e Historia.—Miguel SUÁREZ BOSA: Profesor
Titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria.—Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ: Catedrático de la
Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Autónoma de Madrid,
Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Vicente SUÁREZ GRIMÓN: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Francisco SUÁREZ MORENO: Profesor de Enseñanza Secundaria.—Amanhuy SUÁREZ PÉREZ: Licenciado en Ciencias Ambientales.—Diego SUÁREZ QUEVEDO: Licenciado en Historia del Arte.—José SUBIRÁ PUIG (†): Académico de número de
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.—E. R. SVENSON
SVENTENIUS (†): Director del Jardín Botánico del Puerto de la Cruz
(Tenerife).—Tomás TABARES DE NAVA TABARES (†): Correspondiente de
la Real Academia de la Historia.—Pedro TARQUIS RODRÍGUEZ (†): Del
Instituto de Estudios Canarios.—Miguel TARRADELL MATEU: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona.—M.a
Luisa TEJEDOR SALGUERO: Colaborador Científico del C.S.I.C.—Antonio
TEJERA GASPAR: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de La Laguna.—Leandro TORMO: Colaborador Científico del
Instituto «Enrique Flórez», del C.S.I.C.—Elisa TORRES SANTANA: Catedrá-
tica de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria.—Maximiano TRAPERO TRAPERO: Catedrático de la
Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—
María Antonia VALBUENA GARCÍA: Profesora de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Valladolid.—Henri V. VALLOIS: Ex Director
del «Institute de Paléontologie Humaine» y del «Musée de l’Homme», de París.—Balbino VELASCO BAYÓN: Doctor en Filosofía y Letras.—Juan
VERNET GINÉS: Catedrático de la Facultad de Filosofía v Letras de la
Universidad de Barcelona, Académico de número de la Real Academia de la
Historia.—Alberto VIEIRA: Director del Centro de História do Atlántico.—
Manuel VILLAPLANA MONTES: Doctor en Historia.—Ana VIÑA BRITO:
Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad
de La Laguna.—S. V. VRANICH: Del «Herbert H. Lehman College», de Nueva York.—Julio Antonio YANES MESA: Profesor de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna.—Frederic Everard ZEUNER (†): Profesor de Arqueología Contornal y Geocronología Prehistórica de Londres.—
Eulogio ZUDAIRE HUARTE (†): Doctor en Filosofía y Letras.—Alexandre
ZVIGUILSKY: Agregado en el «Centre de la Recherche Scientifique», de
París.
PRESENTACIÓN
68
PRESENTACIÓN
No es costumbre, salvo una excepción, que los números del
Anuario de Estudios Atlánticos aparezcan precedidos por unas
páginas introductorias. Sin embargo, con éste, el número cincuenta, ha parecido oportuno quebrantar el uso. Oportuno y
necesario por tratarse de un número extraordinario, dos volúmenes, y porque con éste, el Anuario alcanza su media centuria. «Bodas de oro», diríamos, entre el Anuario y sus colaboradores, suscriptores, lectores habituales y estudiosos que con él
cuentan para sus investigaciones.
Ahora, que tan de moda están las estadísticas, cuadros y gráficas, baste decir que a lo largo de medio siglo, han contribuido
trescientos cuarenta y dos autores, con setecientas setenta y cinco colaboraciones a lo largo de 31.428 páginas. Aunque la trascendencia y valor de todas no alcancen el mismo nivel, puede
estimarse que abundan un número muy importante de aportaciones magistrales, y que el nivel medio de las mismas alcance
un valioso prestigio. Calidad que le ha llevado a un puesto muy
destacado entre empresas semejantes.
Al ser creada en Las Palmas de Gran Canaria la Casa Museo de Colón por el Cabildo Insular, entonces presidido por don
Matías Vega Guerra —hombre de excepcional personalidad—,
trató de dotar a su Isla y al archipiélago de un centro de alta
cultura, labor de tanta necesidad y más en aquellos años. Para
el logro, constituyó un Patronato. Tan perspicaz personaje, logró integrar al mismo a un joven catedrático de Historia de España: el profesor don Antonio Rumeu de Armas.
La elección de don Antonio fue el mejor de sus muchos aciertos. Este ilustre tinerfeño ya era conocido como uno de los mejores conocedores de su materia, que entre su variedad de aportaciones, no había marginado la de sus islas nativas, por percibir la
trascendencia de su historia dentro del conjunto nacional.
Núm. 50 (2004)
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2
ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU
En efecto, en los años precedentes (1947-1950) había dado
a luz en tres tomos y cinco volúmenes su obra maestra: Piraterías y ataques navales contra las Islas Canarias. Como opinión
personal, creo que entre los múltiples aciertos que encierran sus
páginas, el mayor fue explicitar la atlanticidad de las islas Canarias, con lo que ello ha acarreado, haciendo del mismo el más
genuino de sus signos idiosincrásicos. Y tanto es esto así, que
al reeditar su obra magna en 1992, aparece con el título Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales. Pues bien, desde
aquellas fechas, el maestro ha continuado ilustrándonos hasta
hoy mismo, aquí, con una de sus contribuciones, que no podía
faltar tras medio siglo de tantas otras muchas.
Entre las varias ideas que el profesor Rumeu brindó para la
Casa-Museo, la más trascendental, fue la publicación del Anuario de Estudios Atlánticos, con una entidad pluridisciplinar sobre el papel de las Islas en el Océano, y las costas tricontinentales que le acotan. No sólo sugirió la idea, sino su diseño y,
durante una cincuentena de años, ha sido su director.
El diseño fue tan lúcido, que en su estructura y formato ha
sido el mismo exactamente, así como las normas de composición, tipos e imprenta. Es curioso como a la misma se han ido
incorporando con suma facilidad las nuevas ramas del saber.
Desde Madrid, él solito ha realizado la ingente labor que
implica este tipo de publicaciones: contacto permanente con los
colaboradores, solicitar trabajos, salvar los inevitables retrasos
en fecha de entrega, sustituir las negativas de última hora, administración, visitas a la imprenta, montaje de cada número, e
incluso elegir el lugar de las ilustraciones, sin que durante la
lectura de textos, no corrigiera descuidos, y en las pruebas, erratas. Siempre llevado por su meticulosidad y amor por la obra
bien hecha y la puntualidad en la entrega.
Y todo ello en medio de sus tareas docentes, su larguísima
trayectoria investigadora, su dilatada tarea publicística, que va
desde las obras de gran empaque a las centenares de colaboraciones en los medios de comunicación, la dirección de organismos en variadas instituciones, las tareas académicas (Dirección
de la Real Academia de la Historia), sus frecuentísimas conferencias en ámbitos nacionales y extranjeros. Aún más, su escru22
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRESENTACIÓN
3
pulosa forma de atender no sólo las atenciones familiares, sino
también las sociales, muy especialmente en el trato con sus
amigos.
Y en medio de tanta agitada tarea, la del Anuario, tan fructífera, que ha conducido a esta publicación a ganar un creciente prestigio científico en el campo nacional e internacional,
como puede ser apreciado de la nómina de sus colaboradores.
Semejante cúmulo de meritorio trabajo, hacía indispensable
que este número extraordinario fuera un simple y mínimo homenaje al padre de la criatura. Razón, por la cual en el mismo
encontrará el lector muestras de la admiración de amigos, discípulos y entusiastas.
Y aun conociéndole desde el inicio de los cuarenta de la
pasada centuria, tengo que confesar que convencer a don Antonio para que el número tuviera dos tomos en vez de uno, me
ha costado gran esfuerzo. Y que fuera dedicado en honor a su
persona, no sólo que me lo perdone, sino que lo agradezca; ya
que lo único que hemos pretendido Cabildo y colaboradores ha
sido dejar un testimonio de nuestro profundo afecto, admiración, gratitud y cariño por don Antonio.
También entiendo que es de justicia felicitar al Cabildo de
Gran Canaria, pues pese a los avatares vividos a lo largo de
media centuria, en todo momento ha valorado al Anuario, lo ha
protegido y financiado con generosidad. Generosidad que ha
demostrado su Presidente que fue el primero en insinuar la
imperiosa necesidad de que con motivo del cincuentenario, el
número fuera extraordinario, y la presentación del mismo rodeada de algunos actos y muestras, pues para él, el Anuario de
Estudios Atlánticos era uno de los logros culturales que mayor
prestigio había otorgado al Cabildo de Gran Canaria. Razón por
la que con este número debería rendirse un cálido homenaje a
su creador e ininterrumpido director.
Gratitud que la dirección desea manifestar a la Casa-Museo
de Colón por dar toda clase de facilidades, indispensables para
su infraestructura. También a la imprenta Taravilla que tanto
interés pone en el mismo, contribuyendo incluso a que cada
número aparezca con inusitada limpieza, sin errata alguna, y
haya salido con puntualidad británica a lo largo de medio siglo.
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ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU
Finalmente, a los colaboradores que fueron, así como los
habituales por sus aportaciones. Y estimularles para que animen
a entrar en la nómina del mismo a cuantos tengan en elaboración novedades dignas de una pronta publicidad. Al tiempo, un
ruego, serán bienvenidas aquellas insinuaciones que estimen
oportunas.
Gratitud sobre todo a su director, el Excmo. Señor don Antonio Rumeu de Armas, a quien rendimos este homenaje, con
la esperanza y deseo que durante años siga marcando la ruta
de su Anuario de Estudios Atlánticos.
ANTONIO
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DE
BÉTHENCOURT MASSIEU
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FILOLOGÍA
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LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA
EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN
PASÓ POR ELLA
POR
MAXIMIANO TRAPERO
1. LA
TOPONIMIA, TESTIMONIO DE UNA HISTORIA
Y DE UNA CULTURA
Los nombres de lugar constituyen uno de los rastros más
claros, más elocuentes y más duraderos de la historia de un
territorio. A través de ellos podemos conocer su propio origen,
su naturaleza y la constitución de los distintos grupos étnicos
que sucesivamente se han asentado en él. Fijados por la tradición, los topónimos llegan —como si fueran fósiles— a revelar
hasta los estratos más antiguos de la formación cultural de un
pueblo y de su territorio. En este sentido, la toponimia de Canarias nos ofrece las muestras más abundantes y ricas de la
cultura aborigen prehispánica. Los topónimos pueden conservarse bien por la escritura, bien en la oralidad, bien en los dos registros, aunque en términos proporcionales los nombres que han
pasado a la cartografía de un territorio o las historias que sobre ese territorio se han escrito son muchísimos menos que los
que se conservan y se transmiten por tradición oral. Más aún:
hay que decir que la toponimia, como la lengua misma, es un
fenómeno eminentemente oral, que nace, se transmite y se conserva en la pura oralidad, y que sólo una mínima parte de esa
Núm. 50 (2004)
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2
MAXIMIANO TRAPERO
realidad lingüística que es la toponimia pasa, cuando pasa, a los
registros escritos. De ello hablaremos con mayor detalle aquí y
nos detendremos en el panorama que la isla de Gran Canaria
presentaba en este terreno en el tiempo en que Colón pasó por
ella, es decir, en el trance del cambio del siglo XV al XVI, en un
momento especialmente interesante por cuanto significa el cambio de una cultura por otra, y de una lengua por otra.
El hombre pone nombres a los lugares donde discurre su
actividad vital para familiarizarse con ellos y para poder identificarlos en su vida comunitaria. El mecanismo a través del cual
surgen los nombres de lugar no puede ser más simple. Resulta
muy complejo y muy variado el panorama de la toponimia de
un territorio cuando se nos ofrece en su conjunto, pero si la
visión la fijamos sólo en el momento inicial de poner un nombre a un lugar el proceso resulta tan simple como simple es
poner nombre a una cosa cualquiera, a las más elementales que
el hombre tiene a su alcance: una casa, una mesa, los animales
domésticos, el pueblo, la familia, los hijos... De la misma manera natural surge el nombre del risco que corona el horizonte, la
fuente que mana en el andén, el palmeral que crece en el barranco, el cercado que guarda los cultivos, la degollada que ofrece el paso entre barrancos...
Todo aquello que en la naturaleza adquiere una notoriedad
y cumple una función identificadora merecerá un nombre. Las
palabras a las que se acudirá para «bautizar» esa realidad seleccionada serán las del habla común: el nombre de una persona
destacada que haya tenido relación con esa realidad, el de un
acontecimiento histórico allí ocurrido, la advocación a un elemento religioso bajo cuya protección se busca amparo, la forma que adquiere el relieve, el color predominante de las tierras,
la vegetación que allí impera, la orientación del accidente... Todos los nombres propios —también los topónimos— tienen su
origen en un nombre común o en una expresión apelativa. Lo
que primero fue un ingenio para la elaboración del azúcar de
caña ha llegado a ser un núcleo de población con el topónimo
de Ingenio; una casa blanca aislada en medio de un campo
puede convertirse en una Urbanización con el nombre de
Casablanca; el lugar por el que las palomas suelen cruzar en la
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
3
cumbre de un barranco a otro acabará llamándose Degollada de
las Palomas, etc. De tal forma que, como ha propuesto Francisco Marsá (1990: 46-47), más que de nombres propios y de nombres comunes, se puede hablar del «uso común» y del «uso propio» de los sustantivos: nombres como casa, palacio, torre, muro,
puerta, corredor, sala o terrado, pertenecen a un mismo «campo
semántico» (sic) si funcionan como apelativos, pero pueden funcionar también como nombres propios, y aun dentro de esta
categoría, como nombres (o mejor, como apellidos) de persona
(y podemos encontrarlos en una guía telefónica) o como nombres de lugar (y podemos encontrarlos en un diccionario geográfico).
El procedimiento toponímico puede ser más simple aun:
aceptando la denominación que el accidente tenía cuando unos
pobladores llegan a un territorio y lo encuentran ocupado y
colonizado por otros pueblos, con otra cultura y otra lengua.
Éste es el caso que ocurrió en Canarias y que, a la postre, se
nos presenta como el caso más interesante de la toponomástica
canaria.
2. LA
TOPONIMIA COMO
«LENGUAJE»
DE UN TERRITORIO
Justamente porque la toponimia es un mecanismo abarcador de toda la actividad humana y en ella queda reflejada la
historia toda de los pueblos, se la han disputado como ciencia
propia, desde muy distintos lados, los historiadores, los geógrafos, los cartógrafos, los lingüistas, los antropólogos... La toponimia es un dominio compartido por muchas especialidades, no
cabe duda, pero es innegable que, por sí misma, constituye
un capítulo muy definido de la lingüística, y a la lingüística se
ha de acudir para explicar su nacimiento, su evolución, su fijación a través del tiempo y el significado que los topónimos
tienen.
Cierto que no es lo mismo percibir la realidad geográfica de
un territorio cuando estamos ante él que cuando lo vemos a
través de la cartografía, y mucho menos cuando estamos sólo
ante un corpus toponymicum. Pero tampoco el nombre de una
Núm. 50 (2004)
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4
MAXIMIANO TRAPERO
realidad cualquiera nos ofrece todas las características que el
objeto pueda tener. Una palabra como mesa, por ejemplo, nos
hará pensar en un «tipo de cosas», pero no en esta o en aquella
mesa, cada cual con sus características particulares, de madera
una y de metal otra, grande ésta y chica aquélla, para comer o
para estudiar, etc. Habrá topónimos que nada dicen respecto a
la realidad designada, que son nombres totalmente inmotivados,
tales como Bentaiga, Ayacata o Teror, pero habrá otros que son
relativamente motivados, pues en su formulación hay un nombre común que referencia justamente lo que ese nombre significa en la lengua común: ante un topónimo como Roque Nublo
sabemos, al menos, que se trata de un roque y no de una montaña; y ante Barranco de Guayedra, sabemos que, al menos, el
accidente así nombrado es un barranco y no un río, aunque
nada nos digan significativamente Nublo (que nosotros interpretamos como guanchismo: Trapero, 1995: 153-188) y Guayedra.
Pero hay también topónimos que nos revelan características que
la geografía tiene y que nuestros ojos no perciben en la realidad, tales La Tierra que Suena o La Morada del Viento, topónimos respectivos de la zona central de la isla de El Hierro y del
monte de La Esperanza en Tenerife. Y naturalmente muchas
veces veremos imaginariamente frente a las palabras de la
toponomástica lo mismo que veríamos frente a la naturaleza
descrita o referenciada; es éste el aspecto que muchas veces nos
ha hecho pensar en la toponomástica como, en cierta medida,
una ciencia exacta. Los topónimos son —o pretenden ser— espejo y reflejo fiel de una geografía. En su gran mayoría, los
topónimos están aplicados al lugar a que se refieren con tal
justeza que modificarlos significaría desvirtuar la relación que
existe entre la lengua y la realidad. En muchas ocasiones, al
recorrer los parajes investigando sus nombres, llega uno a la
conclusión de que ese lugar concreto sobre el que se camina no
podría llamarse de otra manera que como se llama; o dicho de
otra forma, que de haber estado en el momento aquel en que
se «bautizó» el paraje, no se nos hubiera ocurrido ponerle otro
nombre mejor que el que se le puso: cualquiera (buen conocedor del terreno, eso sí) en cualquier época pondría los mismos
nombres a los mismos lugares. «Es decir —como escribe muy
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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convincentemente Álvaro Galmés—, que el hablante, creador de
la toponimia, es más racional de lo que muchas veces pensamos, y así, lo mismo que llama al pan pan y al vino vino, al
monte le llama monte, y a la peña peña, y al valle valle, y al
llano llano, y al río río, etc.» (Galmés, 1990: 7). A eso es a lo
que se puede llamar la «racionalidad de la toponimia».
Claro está que no siempre esto es así; unas veces porque el
topónimo no es «descriptivo», sino sólo «nominativo», como ocurre en la mayoría de los topónimos constituidos por una sola
palabra, tipo Amurga, Fataga, Aríñez, Lanzarote..., y más si éstas pertenecen a una lengua anterior, cuyos significados se ignoran, como ocurre en Canarias con los guanchismos; y otras
veces porque la realidad ha cambiado, mientras que el topónimo
ha permanecido. Así ocurre con muchísimos topónimos referidos a la vegetación, a la hidronimia o a los topónimos de cultura, que nacieron en su momento para describir una realidad
existente y bien definida entonces y que ahora ha cambiado de
uso o simplemente ha desaparecido. ¡Cuantos topónimos de
Fuentes, Aguas, Palmerales, Sabinales, Saos (Sauces), Abejeras,
Arrastraderos, etc., siguen vivos en la toponimia de Gran Canaria, sin que en el lugar por ellos señalado existan ya ni fuentes,
ni agua, ni vegetación alguna, ni colmenas, ni se arrastren por
sus laderas los pinos y la leña del monte!
Se trata, en definitiva, del problema de la motivación y de la
transparencia semántica de los topónimos. Cuando nacen se
acomodan (o tratan de acomodarse) a la realidad a la que van
a nombrar, estableciendo una relación directa entre el nombre
y la cosa nombrada; son términos semánticamente motivados.
Pero esa transparencia semántica se va desvaneciendo con el
tiempo y en la mayoría de los casos la arbitrariedad entre los
nombres y la realidad llega a ser casi tan absoluta como la que
existe en el lenguaje común. O dicho de otra manera: la realidad cambia, se transforma y hasta desaparece; la lengua permanece.
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6
MAXIMIANO TRAPERO
3. LOS
TOPÓNIMOS DE
CANARIAS
QUE APARECEN
EN LAS FUENTES COLOMBINAS
No es este el lugar, ni somos tampoco nosotros los indicados, para adentrarnos en la problemática que plantean las fuentes por las que se conocen los viajes de Colón. Baste decir que,
en ello, nos guiamos por la autoridad que nos merecen quienes,
desde las propias Islas Canarias, han tratado del tema: Miguel
Santiago (1955), Néstor Álamo (1957), Alejandro Cioranescu
(1959), Manuel Alvar (1972), Francisco Morales Padrón (1981),
Antonio Rumeu (1989 y 1991) y Antonio Tejera Gaspar (2000 y
2002), entre otros.
El primer viaje de Colón lo conocemos por dos vías, aunque
ninguna sea de su propia mano, sino copias que del Diario del
Descubrimiento hicieron Fr. Bartolomé de Las Casas y el hijo del
Almirante, Hernando Colón. Para los otros tres viajes, las fuentes se multiplican, y a la principal de su hijo Hernando se suman otras secundarias, como cartas, relaciones, crónicas o décadas, de autoría muy diversa. Pero para las cuestiones del
paso de Colón por las Islas no han bastado las fuentes directas, sino que —como dice Manuel Alvar (1972: II, nota 13,
pág. 22)— su paso y estancia en las Islas «se ha llenado de una
literatura a veces enconada y descompuesta», corrigiendo, ampliando o incluso contraviniendo lo que se dice en las fuentes
primarias, y todo por ganarse el honor de que tan ilustre personaje hubiera pisado ese suelo.
Pocos son los topónimos de Canarias que se citan en las
fuentes colombinas, lo cual no debe extrañarnos, pues no fueron las Islas el destino de sus viajes ni se adentró en ellas lo
suficiente como para reconocerlas. Las citas quedan reducidas,
pues, a los lugares en los que estuvo y a los de referencia. Todos estos topónimos nos son reconocidos en la actualidad, puesto que permanecen con igual (o parecido) nombre. Incluso la
isla de San Borondón, que, si bien no existe, forma parte sustancial del inventario ideográfico del archipiélago (y existe en la
toponimia real de al menos tres islas: Gran Canaria, La Palma
y Tenerife). No la cita expresamente Colón, pero sí la alude de
manera indubitable: «Que cada año veían tierra al vueste de las
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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Canarias, que es al poniente; y otros de la Gomera afirmaban
otro tanto con juramento», se dice en el Diario del primer viaje
(Alvar, 1972: II, 24). Y la cita expresamente su hijo Hernando
Colón en la Historia del Almirante: «De modo que, aunque resultase que el dicho Antonio de Leme había visto alguna isla,
creía el Almirante que no podía ser otra que alguna de las mencionadas, como se presume fueron aquellas denominadas de
San Brandán, en las cuales, se refiere haberse visto muchas
maravillas» (1991: 73).
Estos son los lugares de Canarias citados por sus propios
nombres en las fuentes colombinas de sus cuatro viajes a las
Indias, puestos en comparación a la denominación que aquellos
lugares tienen en la actualidad en la toponimia de las Islas:
TOPONIMIA CANARIA EN LAS FUENTES COLOMBINAS
Actualidad
Canarias/IC
Gran Canaria
Lanzarote
Fuerteventura
Tenerife
La Gomera
El Hierro
Gando
San Borondón
La Isleta
Maspalomas
Primer viaje
Canaria/Canarias
islas de Canaria
Gran Canaria
Canaria
Lançarote
Tenerife
Gomera
Hierro/Fierro
puerto de Gando
[alusión]
Segundo viaje
Canarias
Tercer viaje
islas de Canarias
Cuarto viaje
las Canarias
Gran Canaria
Canaria
Gran Canaria/Canaria
Grand Canaria
Lanzarote
Fuerteventura
Tenerife
La Gomera/Gomero La Gomera/Gomera
Hierro/Fierro
Hierro
Fierro
las Isletas
Maspalomas
En cuanto al número de lugares citados, los dos primeros
viajes son los que más: 8 en el primero y 7 en el segundo; y los
dos últimos los que menos: 5 en el cuarto y 4 en el tercero. En
todos ellos se cita al conjunto del archipiélago, con una multitud de formas: Canarias, islas de Canarias, las Canarias, Islas de
Canaria y Canaria, y se cita igualmente cada una de sus islas
principales, excepto La Palma, que no aparece nunca. Las únicas que se citan en los cuatro viajes son las de Gran Canaria y
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MAXIMIANO TRAPERO
El Hierro: la primera con las formas de Gran o Grand Canaria
y Canaria, y la segunda con las de Hierro y Fierro (sin el artículo que hoy es parte integrante del topónimo). La Gomera aparece citada en los tres primeros viajes, pero no en el cuarto
(donde no estuvo), tanto con artículo, La Gomera, como sin él,
Gomera; una vez, en el segundo viaje, se cita como Gomero (Carta del Doctor Diego Álvarez Chanca al Cabildo de Sevilla, cit.
Tejera, 2000: 149), que parece simple errata de escritura.
Lanzarote y Tenerife aparecen citadas ambas en los dos primeros viajes, con las mismas formas actuales, excepto Lançarote
que en el primer viaje se escribe con una ç que denota el seseo
que ya se practicaba en esa época. Finalmente, Fuerteventura
aparece citada, así, tal cual se nombra hoy, sólo en las fuentes
del segundo viaje.
Otros lugares menores aparecen en las fuentes colombinas,
ellos pertenecientes a Gran Canaria: el puerto de Gando, en el
primero, y las Isletas y Maspalomas en el cuarto. El Padre Las
Casas dice textualmente que, en el primer viaje, el Almirante
estuvo en el puerto de Gando, «que es bueno» (Hist. Indias, I,
128b), mientras que otros autores han interpretado que su desembarco pudo ser en las Isletas. «Sobre la estancia de Colón en
Gando o las Isletas —dice Manuel Alvar— se ha hecho correr
mucha tinta. El problema es poco interesante. No poseemos más
datos veraces que los del Almirante en su Diario y Las Casas en
su Historia; como uno y otro nos son conocidos sólo por la versión del dominico, tendremos que darle o negarle el valor que
nos parezca discreto. Si pensamos que Gando es un error, porque otros ha cometido Las Casas en su Historia, carecemos de
fundamento con qué sustentar la hipótesis, puesto que Gando
es un topónimo real, está unos pocos kilómetros al sur del lugar donde otros quieren hacer el desembarco del Almirante, y,
precisamente allí, existía una fortaleza de Diego de Herrera,
suegro de doña Beatriz de Bobadilla, la ilustre dama con la que
Colón tuvo amistad. Para otros autores el arribo de Colón a las
Isletas parece marineramente más lógico. Puede aceptarse. Pero
¿por qué no ir del norte hacia el centro de la costa en busca de
un puerto amparado bajo la protección de sus amigos? Que,
desembarcado en las Isletas o en Gando, fuera al Real de Las
34
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
9
Palmas, no es improbable. Pero nada de ello afecta a lo que se
puede deducir del Diario o de su aclaración en la Hist. Indias»
(Alvar, 1972: II, 22, nota 13).
Las fuentes colombinas se conforman con citar los topónimos, sin referencia o descripción particular de cada uno de
ellos. Sólo en algunos casos se hace alguna valoración, como
que el puerto de Gando «es bueno» (Hist. de las Indias); que la
isla de Tenerife «es muy alta en gran manera» (Diario de Colón)
y que «es una de las altas que se saben en el mundo» (Hist. de
las Indias, coincidiendo en la travesía del primer viaje con una
erupción volcánica cuyas «grandísimas llamas» maravillaron a
toda la tripulación (Historia del Almirante); que a la isla de
Fuerteventura «los latinos llaman no sin gracia Buenaventura»
(Relación de Guillermo de Coma, cit. Tejera, 2000: 149); y que la
isla de El Hierro es «la postrera hazia el poniente» de todas las
Canarias (Historia de las Indias, tercer viaje), y que tiene un
árbol prodigioso que abastece de agua a toda la isla (Relación
de Guillermo de Coma, cit. Tejera, 2000: 150).
3.1. El topónimo Maspalomas
Lo que no ha provocado discusión es la estancia de Colón
en el cuarto viaje en Maspalomas «para tomar el agua y la leña
que eran necesarias en el viaje». La fuente que lo acredita es la
de su propio hijo, Hernando Colón, quien, con trece años,
acompañaba a su padre en aquel viaje. Dice:
El mismo día [13 de mayo de 1502] nos hicimos a la vela
y llegamos a la Gran Canaria el 20 de mayo, surgiendo en
las Isletas. El 24 pasamos a Maspalomas, que está en la
misma isla, para tomar el agua y la leña que eran necesarias en el viaje. De aquí partimos la noche siguiente hacia
la India con próspero viaje, como plugo a Dios, de modo
que sin tocar las velas, llegamos a la isla de Matinino, a
15 de Junio por la mañana, con bastante alteración del
mar y del viento... (Historia del Almirante, cap. LXXXVIII).
La verosimilitud de esta estancia en Maspalomas se reafirma
en la expedición de Juan de la Cosa en 1504:
Núm. 50 (2004)
35
10
MAXIMIANO TRAPERO
Arribaron en la isla de Gran Canaria, e fueron a un puerto o ancón que se llama Maspalomas, e allí hicieron carnaje e tomaron agua e leña (Tejera, 2000: 140).
Dos cosas llaman la atención a este respecto: primera, que
ya entonces existiera el topónimo Maspalomas, y segunda, que
fuera aquel lugar el idóneo para el aprovisionamiento de las
naves. Como lugar de desembarco, la ensenada de la zona era
muy propicia para el fondeo, mas ¿lo era también para el avituallamiento? En cuanto a la aguada, la charca que todavía
existe hoy, aunque en condiciones muy distintas, contenía agua
«potable aunque salobre», fruto principal de la que corría por
el barranco y de la que se filtraba desde el mar. Y dice Antonio
Tejera que este agua salobre se conservaba mejor en los envases de madera durante la travesía (Tejera, 2000: 140), razón por
la que está totalmente justificada la aguada de Maspalomas. Y
en cuanto a la carne, es de suponer que comerciaran con los
aborígenes, quienes seguirían pastoreando sus rebaños de cabras y ovejas por aquellos parajes. Pero, ¿qué leña proporcionaría aquel lugar que pudiera servir para las necesidades de la
travesía? La vegetación actual no parece ser la más adecuada
para convertirse en leña eficaz, ya que, aparte de palmeras, las
laderas del barranco y las partes bajas de la costa de Maspalomas no produce sino vegetación arbustiva halófila (tabaibas,
cardones, ahulagas y otros diversos matorrales).
En cuanto al topónimo, así aparece escrito en las fuentes
colombinas, tal cual lo pronunciamos y escribimos hoy: Maspalomas, si bien en otras fuentes históricas antiguas aparece de
variadas maneras: Maspaloma y Punta de Maspaloma lo nombra Gómez Escudero, como Mas Palomas aparece en el mapa
de Gran Canaria de Torriani y como Mas Paloma lo escribe Viera al referir el intento de Gadifer de la Salle de introducirse en
Gran Canaria: «Zarparon las anchas y transitaron a hacer
aguada en la ensenada que se llama de Mas Paloma» (Viera,
1982: I, 311).
Nada concluyente podemos decir respecto a su etimología,
siendo éste un buen ejemplo de lo difícil que es resolver satisfactoriamente la etimología de los topónimos, aun siendo término aparentemente tan simple y, desde luego, tan joven (topono36
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
11
másticamente hablando). Desde luego, el término no parece ser
guanche1, sino románico, y, por tanto, nacido con posterioridad
a la conquista de la isla, pues es poco verosímil que fuera puesto por alguna de las expediciones (mallorquinas, genovesas o
portuguesas) que anduvieron por las Islas en el siglo XIV y que
perviviera hasta la llegada de los castellanos. La etimología popular resuelve fácilmente el problema diciendo que se llama
Maspalomas por las muchas palomas que iban a abrevar a la
charca. Efectivamente la gran charca que se ha formado en la
desembocadura del barranco, separada de la línea de costa por
una lengua de arena, ha servido desde siempre como lugar de
descanso y de nidificación de distintas aves migratorias, pero en
ningún momento las palomas (que es animal que nidifica en los
riscos del interior, no en la costa) fueron especie predominante
como para que el lugar tomara de ellas el nombre, y es «ley» de
la toponomástica que cuando se trata de un fitónimo o de un
zoónimo éste se refiere siempre a especies predominantes de la
zona. Y sin embargo, hemos leído en unas declaraciones periodísticas2 de Francisco Morales Padrón que en documentos contemporáneos a Colón (sin especificar cuáles) a esta zona se le
llamaba Mar de las Palomas. Nosotros, desde luego, no hemos
encontrado esa referencia, a pesar de buscarla intencionadamente. Más verosímil parece lo que han apuntado otros: que el
topónimo sea el resultado de la fusión de dos apellidos, el uno
catalán, Mas, y el otro valenciano, Palomar, procedentes ambos
del reparto de tierras que se hizo después de la conquista de la
isla. Concretamente, Néstor Álamo habló (yo, al menos, no lo
he hallado escrito) de un tal Rodrigo Mas de Palomar, mallorquín, que recibió aquellas tierras del sur, tan deshabitadas y tan
ajenas a los intereses de una explotación agrícola. Y en efecto,
hubo un Francisco Palomar, rico comerciante de origen genovés y apellido Palmaro, que lo castellanizó en Palomar, que vino
1
Utilizamos el término guanche en el sentido general que tiene en el
habla de Canarias, con referencia específica a la lengua de los aborígenes,
sin distinción de islas; lo mismo que guanches fueron los de todas las islas,
según atestigua de manera irrefutable precisamente la toponimia de todas
las islas (Trapero y Llamas, 1998).
2
Canarias 7, Las Palmas de Gran Canaria, 2 de julio de 2002.
Núm. 50 (2004)
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12
MAXIMIANO TRAPERO
a las islas procedente de Valencia, y que en 1494 compró al
futuro Adelantado Alonso Fernández de Lugo, necesitado entonces de fondos para emprender la conquista de Tenerife, el famoso ingenio de Agaete (Rosa Olivera, 1978: 259-269), aunque
nada se dice de la posible presencia de este Palomar en Maspalomas3. Y aun siendo así, llama la atención la conversión tan
temprana de un antropónimo en un topónimo, desde el final de
la conquista (1483) hasta la primera documentación del término (1502), en menos de un lustro, pues es también «ley» de la
toponomástica que un nombre de lugar, para ser verdaderamente topónimo, debe haber sido aceptado colectivamente, y eso
requiere de un lento y largo proceso de tradición.
3.2. Sobre el nombre de Gran Canaria
Ya hemos visto que, esencialmente, los topónimos canarios
citados en las fuentes colombinas se conservan hasta la actualidad inalterables, y que las variantes con que entonces aparecían más deben achacarse a la escritura que a su verdadera
pronunciación, como Lançarote / Lanzarote o Hierro / Fierro. Las
Isletas sí era forma antigua que ha evolucionado hacia la única
forma que en la actualidad se nombra, en singular, La Isleta.
De igual manera también eran formas toponímicas antiguas la
de islas de Canaria para el conjunto del archipiélago y la de
Canaria para Gran Canaria. Quizás valga la pena detenerse un
poco en estas denominaciones, por cuanto nos plantea la etimología del nombre principal del archipiélago, y ello porque también en las fuentes colombinas se hace alusión al origen de ese
nombre.
En la Carta del Doctor Diego Álvarez Chanca al Cabildo de
Sevilla, en que se narra el segundo viaje de Colón, se recoge el
3
En el RGS II-1505, fol. 441, consta una carta del Rey «a los gobernadores de Gran Canaria, Tenerife y La Palma y a las justicias de los reinos
para que obtengan información y la remitan a la corte acerca de los bienes
de Francisco Palomar que quedan en las islas, ya que éste ha sido condenado y se le han confiscado los bienes por sacar dinero del reino contra las
leyes» (Fuentes Rebollo, 2002: 242).
38
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
13
dato bien conocido del historiador latino Plinio, que atribuye el
nombre de Canaria a los muchos y grandes canes que había en
la isla, de donde vendría a valer por algo así como ‘isla de los
perros’. Esa es la etimología más divulgada y la más comúnmente admitida sobre el nombre de Canarias. Pero no es la
única. Precisamente en otra fuente de los viajes de Colón, en la
Relación de Guillermo Coma, se aduce otra etimología que empieza a reivindicarse modernamente, la de que los canarios aborígenes procedían de una etnia norteafricana llamada canarii.
Dice así:
En medio de las arenas de Libia otros canarios habitan
desde el Atlas desfiladeros llenos de serpientes y de elefantes, a través de desiertos de polvo negro; se llaman canarios «porque participan de la comida de los canes y se reparten con ellos las entrañas de las fueras» (sic). Otros
canarios habitan en Etiopía en la ciudad de cinópolis, esto
es, ciudad de los perros, en la que se solía adorar a Anubis
y se servía a los perros una comida sagrada (cit. Tejera,
2000: 150).
No son muchos los pueblos que comen perros, de ahí que
llamaran la atención aquellos que practicaban (y practican) la
cinefagia, y que por ello fueran distinguidos con un etnónimo.
En todo caso, todo parece indicar que esa denominación de los
canarii norteafricanos no es bereber, sino latina, y que les fue
impuesta no por sus propios habitantes, sino por los romanos,
y que ese nombre tanto podría estar motivado porque aquellas
gentes comieran perros como porque comieran como perros.
Curiosamente, esta segunda acepción es la que aduce López de
Gómara en el capítulo de su Historia General de las Indias que
dedica a las Islas Canarias: «Piensan algunos —dice Gómara—
que los llaman canarios por comer como canes, mucho y crudo, pues un canario comía veinte conejos de una comida, o un
gran cabrón, que es mucho más» (1985: 311). Y aún otra motivación etimológica se ha aducido al nombre de Canarias relacionada con canis, la que lo atribuye, no a los perros, sino a las
focas monjes que con tanta abundancia poblaban las costas
arenosas del islote existente entre Lanzarote y Fuerteventura
(«allí acude un número increíble de lobos marinos», dice Le
Núm. 50 (2004)
39
14
MAXIMIANO TRAPERO
Canarien, G, 142), y que tanta importancia tuvieron para los
primeros que comerciaron en las Islas (que «cada año podría
obtenerse por las pieles y las grasas un beneficio de más de 500
doblas de oro», ibidem), hasta que las extinguieron, de donde
viene el nombre que aún tiene la isla de Lobos, porque «lobos
marinos» llamaban a las focas, y eso porque aullaban como
perros salvajes.
Y respecto a la denominación de Gran para la isla de Canaria, dice Abreu Galindo que se la llamó Grande «no porque sea
grande la isla, ni la mayor, ni la mayor en cantidad, sino
en cualidad, por la grande resistencia y fortaleza que en ella
halló de los naturales en defenderse y ofender con destreza de
los que mal y daño les querían hacer» (Abreu, 1977: 145-146).
O como, poéticamente, argumentó Cairasco en su Templo militante (1989: 76):
Esta es la isla de Gran Canaria
a quien su nombre dio también Fortuna,
nombrada con razón en toda parte
princesa de las Islas Fortunadas,
que todas toman della el apellido.
4. LA
TOPONIMIA DE
GRAN CANARIA
EN LAS FUENTES HISTÓRICAS
DE LA ÉPOCA
Claro está que la toponimia real de la isla no podía limitarse
a tan reducida nómina como la de las fuentes colombinas. Ni
siquiera aparece en los Diarios de Colón el nombre del real de las
Palmas, en donde parece fuera de toda duda que estuviera, y
hasta que orara en la primitiva ermita de San Antonio Abad,
según se recuerda en una placa puesta modernamente en el lugar.
Un breve comentario nos merece este topónimo primitivo del
Real de Las Palmas, pues topónimo fue, en efecto, posiblemente
el primero en lengua castellana que tuvo la isla, aunque por
poco tiempo fijado de esa forma, pues primero perdió el apelativo de real, que hacía referencia a lo que en un principio fue,
un campamento de tropas, y, siglos después, ganó el apellido de
Gran Canaria, que lo tomó del nombre de la isla, para diferen40
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
15
ciarse de las otras tantas Palmas y Palma que hay por la geografía española. Topónimo «descriptivo» fue, pues, en su origen
el nombre de la capital de la isla, pues lo recibió de las características del palmeral en que se asentó. Pero, bien mirado, cualquier otro nombre deleitoso hubiera podido haber recibido a
juzgar por las descripciones que del lugar hicieron sus primeros
cronistas. Valga aquí la de López Ulloa:
Es muy amena y deleytable...; [tiene] casas muy lucidas y
pocas o ninguna dellas deja de tener dentro un jardín, con
su agua de pie para la recreazión humana, compuesto de
varias flores y yervas odoríferas, árboles frutales y de agrio,
quen todo este género es abundosa toda la ysla... Tiene y
encierra en sí muchas güertas de grande amenidad y
recreazión de ortalizas y árboles diferentes. Por medio de
esta ciudad pasa un río de agua muy bueno, y deste por
las partes altas se hacen algunos repartimientos para regar las tierras, según les alcansa; y todas estas huertas y
jardines se riegan con esta agua, por sus acequias y
arcaduçes, y es esta ciudad muy regalada de todo género,
y particularmente de pescado fresco de varias suertes, que
todos los días los barcos de la propia ciudad lo tryan de las
pesquerías que hacen a la vista de la propia ciudad, y así
en este género es muy abundosa como en todo lo demás
(Morales Padrón, 1978: 319-320).
Efectivamente, si ampliamos nuestra mirada a las otras
fuentes escritas por las fechas en que Colón pasó por Canarias,
nos encontraremos con las llamadas Crónicas de la conquista de
Gran Canaria, cuya edición y publicación agrupada de todas
ellas por parte de Francisco Morales Padrón (1978, segunda ed.
de 1993) tanto beneficio ha proporcionado a la investigación
histórica de Canarias. Porque, en efecto, ningún acontecimiento referido a las Islas provocó tanta atención por parte de la
historiografía de la época como la conquista de Gran Canaria,
y tanto en las propiamente Crónicas como en las Historias de
finales del siglo XVI y principios del XVII. Y es en esos relatos de
la conquista de Gran Canaria en donde aparece el mayor número de nombres locales, sin comparación con el resto del archipiélago, de tal forma que bien se puede decir que, atendiendo sólo a las primitivas fuentes historiográficas, la de Gran
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41
16
MAXIMIANO TRAPERO
Canaria es la única isla que está mínimamente descrita y «señalada» por sus propios nombres.
Para tal comprobación, hemos revisado, juntado y comparado los topónimos referidos a Gran Canaria citados en Le
Canarien (que son solamente cuatro: Gran Canaria, Agüimes,
Arguineguín y Telde), en las Crónicas sobre la conquista de Gran
Canaria y en las Historias de Espinosa, Torriani y Abreu Galindo
(esta última la fuente más interesante y prolija, sin duda, de
todas las fuentes históricas antiguas sobre Canarias, también en
este aspecto de la toponimia)4. El resultado, expuesto en forma
comparativa respecto a las formas toponímicas que perviven
actualmente5, es el siguiente:
TOPÓNIMOS DE GRAN CANARIA CITADOS EN FUENTES
HISTÓRICAS ANTIGUAS
Actual
Grafías antiguas
Acusa ............................
Agaete ...........................
Aguayro ........................
Agüimes .......................
Acusa, Aracuzem, Aracusen.
Agaete, Agaethe, Agayte, Gaete, Gayerte, Lagaete.
Acayro ? 6
Argomes, Argones, Argoimez, Argouimes, Aguimes,
Agüimes, Agüymes, Aragüimes, Güimes.
Aiodar, Ajodar, Ajódar, Arjoda, Axodar, Jodar, Jódar.
Amagro, a magro, Amago, Amarço, Margo, Cimarso.
Afurgad ?
Ansite, Ancite, Ansid, Ansita, Ansote, Ante.
Arguyniguy, Arguinigui, Arguiniguy, Arguyneguy,
Argyneguy, Argynegy, Arganeguin, Arganeguín,
Ajódar ...........................
Amagro .........................
Amurga .........................
Ansite ...........................
Arguineguín .................
4
Para este trabajo hemos contado con la colaboración de Rita María
Navarro Hernández, quien, siendo alumna nuestra en la Facultad de Filología Hispánica, recibió una beca de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria para la revisión de la toponimia «histórica» de Gran Canaria. Así
pues, los datos allegados a esta parte de nuestro estudio proceden de la minuciosa investigación realizada por nuestra alumna.
5
Constatamos la toponimia «actual» de Gran Canaria a partir de la investigación sistemática y exhaustiva que realizamos (en equipo interdisciplinar) entre 1988 y 1992 para la «recuperación y fijación de la toponimia de Gran Canaria, recogida de la tradición oral», y cuyos resultados
pueden verse en Trapero et alii 1997.
6
El interrogante después de una forma variante significa que la correspondencia con el topónimo actual no es segura.
42
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
Actual
Artejévez ......................
Artenara .......................
Arucas ...........................
Bco. y Cuesta de Silva .
Bco. de Guadalupe .....
Bañaderos ....................
Bentaiga .......................
Casas de Tifaracás ......
Castillo de la Luz .......
Chobicenas ..................
Farailaga ......................
Fataga ...........................
Firgas ...........................
Furel .............................
Gáldar ...........................
Gando ...........................
Gazaga ..........................
Gitagana .......................
Gran Canaria ...............
Guayedra ......................
Guía ..............................
Guiniguada ..................
Jinámar ........................
La Isleta .......................
Madres, Las .................
Maspalomas .................
Mña. de Doramas .......
Moya ............................
Palmitares ....................
Palmas de GC, Las .....
Riscos Blancos ............
Roque de las Mujeres .
San Antón ....................
San Francisco .............
Núm. 50 (2004)
17
Grafías antiguas
Arguinaguín, Arguinerguin, Arguineguín, Arguineguí, Arganegín, Arganegin, Arganegui, Areaganigui.
Arteguede.
Artenara, Artenaran.
Arucas, Amcas, Arehucas.
risco y puerto de Silva.
Bco. Guadalupe.
El Bañadero, Bañadero, Los Vañaderos, Vañadero.
Bentaiga, Ventaiga, Ventagay, Bentagaire, Ventagaire,
Ventangay, Ventaygay.
Casa del caballero de Facaracas.
Castillo de la Luz, La Luz.
Tebicena.
el/la Ayraga, Aeragraca ?
Fataga, Adfatagad.
Firgas, Afurgad ?
Furie.
Gadar, Galda, Gáldar, Aregaldar.
Gando.
Arautiagasia ?
Aganegu.
Canare, Quenare, Grant Canare, Grant Quenare,
Grât Canare, Canaria, Gran Canaria, Gram Canaria.
Guayayedra, Aregaieda ?
Guía.
Geniguada, Giniguada, Guaniguada, Gueniguada,
Guiniguada, Niguiaiguada, Tinaguada.
Jinámar.
La Isleta, Las Isletas, Las Ysletas, las Isletas de Canaria.
Las Madres de Firgas.
Maspaloma, Punta de Maspaloma.
Doramas, Oramas, montaña Doramas.
Moya.
Los Palmitares.
el Real, el Real de Las Palmas, el rreal, el rreal de
Las Palmas, Las Palmas.
Riscos Blancos, Los Riscos Blancos.
Risco de las Mujeres, Cañada Jurtamujeres, Despeladeros de las Mujeres, Salto de las Mujeres.
San Antón.
San Francisco.
43
18
MAXIMIANO TRAPERO
Actual
Grafías antiguas
San Nicolás .................
Sardina .........................
Satautejo ......................
Taidía ...........................
Tamaraceite .................
el Aldea, el Aldea Nicolás.
Sardina.
Taçautejo, Satautejo.
Atairia.
Tamarasaite, Camaracay, Atamariaseid, Tamaraseyte,
Tamarazayte.
Tafarte, Atasarti.
Tazartico.
Tejeda, Texeda.
Telde, Teldes.
Themensas.
Tenesoya.
valle de Tenoya, Tenoyo.
Teror, Terore, Aterura.
Araremigada ?
Tirajana, Tirahana, Tirahána, Atrahanaca ?
Tirma, Tirmac, Thirma, Tirmah, Tyrma, Atirma.
Tunte, Trinte.
Atiacar, Arautiagasia ?
Arbenuganias ?
Humiaia, Umiaga, Umiaya.
Litana, Titana.
Niguaria.
Afaganige.
Aquetara.
Araguacad.
Areachu.
Areagraja.
Arecacasumaga.
Arerehuy.
Artevirgo, Artubrirguais.
Areagamasten
Anate.
Atagad.
Ateribiti.
Tayra.
Santa Ana, Santa Anna, Sancta Anna.
Las Madres de Moya.
Caleta de Santa Catalina.
Tasarte ..........................
Tasartico ......................
Tejeda ...........................
Telde .............................
Temisas ........................
Tenesoya ......................
Tenoya ..........................
Teror .............................
Timagada ......................
Tirajana ........................
Tirma ............................
Tunte ............................
Utiaca ...........................
Venegueras ...................
? 7 ...................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
? ....................................
— 8 ................................
— ..................................
— ..................................
7
? significa que dicho nombre ha desaparecido como topónimo y que
resulta ilocalizable en la actualidad.
8
Los tres últimos han desaparecido como verdaderos topónimos, aunque se conoce con exactitud su referencia antigua: en el caso de Santa Ana,
44
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
19
El interés que pueda tener para nosotros la toponimia antigua de Gran Canaria (y en general de todo el archipiélago), no
lo es tanto por la cantidad de nombres registrados como por la
condición de cada uno de ellos. La cantidad es mínima, y en
nada representativa de la verdadera toponimia existente: juntando todas las fuentes, apenas si se citan 81 lugares por su nombre propio, pero, como veremos, tan corta nómina encierra dentro de sí muchos de los fenómenos de interés que cualquier
corpus toponymicum, por amplio que sea, contiene.
4.1. Interés histórico
La toponimia antigua de Gran Canaria tiene, en primer lugar, un interés histórico, por cuanto permite:
a) reconstruir la geografía e incluso la cronología de los
hechos de la conquista,
b) identificar los lugares en que tuvieron lugar las acciones
militares más sobresalientes de la conquista,
c) señalar los lugares que tenían una condición sagrada
para los aborígenes,
d) confirmar la presencia de gentes de pueblos europeos tan
diversos como se asentaron en las Islas, y
e) determinar los nombres que perviven en la actualidad, los
que han desaparecido, los que son ilocalizables y los que
son de dudosa localización.
Por ejemplo, topónimos como Los Frailes o Ansite nos recuerdan hechos ocurridos durante la conquista que supusieron acciones violentas entre las dos partes en contienda; otros, como
Juan Grande, Tasarte o Doramas, nos recuerdan a determinados
personajes destacados entre los aborígenes; de la misma manela catedral de Las Palmas y lo que se convirtió en «plaza mayor» de la
ciudad; Las Madres de Moya, que en la actualidad corresponde a la demarcación de Firgas; y la Caleta de Santa Catalina, el conjunto marítimo que en
la actualidad lo forman la playa de Alcaravaneras, el Muelle Deportivo y
parte de la Avenida Marítima.
Núm. 50 (2004)
45
20
MAXIMIANO TRAPERO
ra que Barranco de Siberio, Cuesta de Silva, Mujica, Playa de
Cabrón o Trejo atestiguan la memoria de otros destacados capitanes españoles.
Los mayoría de los topónimos citados en los textos antiguos
pervive en la actualidad: de los 81 lugares registrados perviven
tal cual (o con ligeras variantes) 62, lo que representa el 76%.
Pero también hay otros que han desaparecido sin dejar memoria de su ubicación, como Litana (Valera: 501) o Titana (Abreu,
1977: 228 y 229), Niguaria (Palencia: 475, 479, 481), Aquetara,
Artevirgo, Anate (Matr., 251) y Tayra (Valera: 501). Algunos de
entre los desaparecidos en la tradición oral han sido recuperados modernamente, a través de las fuentes escritas, por asociaciones culturales, grupos ecologistas o reivindicativos, títulos de
revistas, edificios singulares, etc., tales como Ansite, Humiaia
(Umiaya o Umiaga), Facaracas y Ajódar. De ellos diremos algo a
continuación. Y finalmente, hay otros topónimos que, tal cual
aparecen escritos en la antigüedad, son ilocalizables o de dudosa localización, pero que tal vez se correspondan con otros que
sí viven en la oralidad: por ejemplo, Acayro (Abreu, 1977: 228)
podría ser el Roque Aguairo (de Agüimes), Atiacar (Abreu, 1977:
135), el actual Utiaca (de San Mateo), Aganegu (Valera: 502), el
actual Gitagana (de San Bartolomé de Tirajana), etc.
4.2.
Unos topónimos entre históricos y sagrados
Unos lugares había en Gran Canaria que debían tener la
consideración de «sagrados» para los aborígenes, o al menos de
ceremoniales, según testimonios de las crónicas de la conquista. Éstos fueron, al menos: Tirma, Bentaiga, Ajódar, Amagro,
Humiaga, Roque de las Mujeres y Ansite, todos ellos montañas o
riscos eminentes, aunque no todos ellos tengan hoy una precisa
localización.
Los de Tirma, Amagro, Bentaiga y Roque de las Mujeres son
de localización segura, pues permanecen en la toponimia actual,
mientras que los otros plantean problemas, pues aparte de haber desaparecido de la oralidad la documentación antigua los
sitúa en lugares diferentes.
46
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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Dice la Crónica Ovetense, la supuestamente más antigua de
entre las conservadas, que «estos canarios tenían por santuario
a dos riscos llamados Tirma y Cimarso [Amagro], que tienen dos
leguas cada uno en redondo, que confinan con el mar, y el
malhechor que a estos cerros se acogía era libre y seguro, y no
le podían sacar de allí si él no quería, guardándolos y reverenciándolos como a iglesias, y como acá amparados la casa santa
de Jerusalén juraban ellos Asitis tirma y Asitis magro» (cap. 22).
Esta misma redacción se copia literalmente en la Lacunense
(cap. 22) y, con muy ligeras variantes, en la Matritense (cap. 24).
López Ulloa, por su parte, añade una nueva función a estos
lugares diciendo que el «juramento de estos canarios era decir
asitis tirma o assitis março, a significación de aquellos riscos, y
como comúnmente en los actos jurídicos se dice que juramos a
Dios y a la cruz de decir verdad, así ellos en las causas juraban
diciendo Asitis tirma o Assitis março. Y así se averiguaba el haber jurado falso eran castigados rigurosamente con pena de
azotes». Y añade que por temor al castigo los canarios «eran
verdaderísimos en sus juramentos» (López Ulloa, cap. 22).
A las funciones de lugar de refugio y de juramento que a los
riscos de Tirma y Amagro atribuían las primeras Crónicas, añade Gómez Escudero las de lugar de ofrenda y advocación de
los canarios a su dios. «Invocaban —dice Gómez Escudero— y
sacrificaban regándola con leche todos los días» (cap. 19), al
igual que hacían en los almogarenes. Sólo que ahora Gómez
Escudero cita el risco de Tirma y, en sustitución del de Amagro,
otros dos: el de Humaya [¿Humiaga?] y el de Riscos Blancos
[que no debe ser otro que el Risco de Tirajana, en traducción
directa del guanche al español, como interpreta Álvarez Delgado, 1941: 39].
Las grandes dificultades en el avance de la Conquista de
Gran Canaria por parte de los españoles se debieron, entre otras
causas, a la defensa enconada que los canarios hicieron de su
territorio y a la extrema fragosidad del terreno en que se refugiaron. Así lo advierten expresamente todas las Crónicas: «Y
siendo desbaratados [en el llano] retirábanse a las cuevas de los
riscos, onde peleaban como de muy fuertes castillos, arrojando
piedras muy grandes» (Gómez Escudero, cap. 19). Y así lo recoNúm. 50 (2004)
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22
MAXIMIANO TRAPERO
ge también Viera y Clavijo: «Esta campaña, a la verdad, tenía
más visos de una batida contra fieras, refugiadas en las malezas de los bosques, que de una guerra contra criaturas racionales» (Viera, 1982: I, 44). De ahí que los últimos refugios de los
canarios fueran, según Viera, lugares como Ajódar (I, 45), Tirma
(I, 44), Bentaiga (I, 43), Fataga (I, 44) y Ansite (I, 47).
Ya decimos que Tirma, Bentaiga y Amagro son de localización inequívoca, pues son puntos destacados que hasta hoy conservan sus nombres antiguos. Tirma es región amplia perteneciente al mun. de Artenara, pero cuyo accidente principal es una
montaña; el Bentaiga es el roque eminente situado en el centro
de la caldera de Tejeda, y Amagro es una montaña con imponentes espigones cercana a Gáldar. Menos conocido es el Roque
de las Mujeres, conservado en las cumbres de Inagua, en el mun.
de Tejeda, pero testimonio también de la arrogante acción de
unas mujeres aborígenes. Lo cuenta Sedeño (cap. 13): «Hay
otro risco llamado El Salto de las Mujeres, y es que unos españoles siguiendo unas mujeres por unos cerros altos y despeñados, habiendo ya cogido algunas, iban en seguimiento de otra
(debía ser noble) muy hermosa y de grandes bríos, y viéndose
cercada de hombres sus enemigos, se arrojó por un risco abajo,
y viniendo después su madre a socorrerla sabiendo su desesperación hizo ella lo mismo».
El hecho de despeñarse antes de caer en manos de los castellanos se ha destacado como un símbolo del valor y orgullo
de la raza guanche. Esta inmolación, que según las fuentes históricas antiguas fue obra solo de contados aborígenes grancanarios, se ha atribuido en la tradición posterior a todo el pueblo canario y a valientes de todas las islas: así Beneharo «el
mencey loco», en Tenerife, y el viejo Hupalupa, jefe de la tribu
de Arure, en La Gomera, y Ferinto, el joven bimbape de El Hierro. Por lo que respecta a la isla de Gran Canaria, fueron tres
con nombre propio: en primer lugar, el valeroso Tazarte, quien
«arrebatado de dolor y frenesí, corrió al borde del célebre risco
Tirma de Gáldar y, clamando en voces altas ¡Atis Tirma!, se precipitó al mar» (Viera, 1982: I, 44); después, el Faicán de Telde y
Bentejuí, quienes, sin querer oír las voces de Fernando Guanarteme que los exhortaba a la rendición, «se abrazaron fuerte48
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LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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mente el uno con el otro y se precipitaron desde la eminencia
de Ansite, repitiendo la regular exclamación ¡Atis Tirma!» (ibid.:
47). Se atribuye esta acción como el último acto de la conquista de Gran Canaria y se sitúa, aunque las fuentes antiguas no
lo precisan, en el alto de Ansite. Pero es lo cierto que ese
topónimo ha desaparecido de la tradición oral. Los organizadores de una celebración moderna llamada «Atis Tirma», que
conmemora el final de la Conquista y que tiene lugar el 29 de
abril, fecha en que efectivamente finalizó, en el año de 1483,
llaman Ansite a una fortaleza que está en la parte media del
Barranco de Tirajana (en el término municipal de Santa Lucía
de Tira-jana, y que las gentes del lugar lo han llamado desde
tiempo inmemorial La Fortaleza), y allí celebran la conmemoración, aunque no haya pruebas definitivas de su verdadera ubicación. Ansite, según Viera (ibidem, que sigue en esto a Abreu
Galindo), se sitúa «entre Gáldar y Tirajana»; según Marín y
Cubas el «fuerte de Ansite» estaba cerca de Tirajana, y según
Gómez Escudero frente al risco de Tirma.
Y lo mismo pasa con Ajódar, que ha desaparecido de la
tradición oral moderna, y que algunos lo han reivindicado modernamente, situándolo en las inmediaciones de Gáldar, pero
que Abreu Galindo lo localiza en el actual Tasarte, mientras
que Sedeño lo sitúa en el actual Tasartico (ibid.: I, 45). Prueba
de la paulatina pérdida de memoria de la ubicación y verdadero
nombre de este topónimo lo hallamos en el propio Viera, quien
unas veces lo escribe como Ajódar y otras como Amodar («Tal
era el puesto de Amodar y principal cuartel de los canarios»:
ibid.: I, 531)9.
9
Alejandro Cioranescu, editor de Viera, hace notar en nota a pie de
página esta confusión terminológica del Arcediano, y a su vez opina sobre
el verdadero emplazamiento del topónimo, «entre los barrancos de Tasarte
y Tasartico, que es donde resulta que murió Miguel de Muxica», si bien
dice que en la actualidad se llama Aljobal, variante que nosotros no hemos
registrado.
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4.3. Interés lingüístico
A la toponimia antigua le sigue también un interés lingüístico, por cuanto nos permite advertir el proceso de constitución
de la lengua que se instauró en las Islas, pues no en vano la
toponimia es una parcela de la lingüística y en ella se plasman
todos —absolutamente todos (aunque no todos en igual medida
que en la lengua común)— los fenómenos que hacen particular
una modalidad dialectal, como lo es, sin duda, el canario.
No hay que olvidar que las islas fueron una tierra de conquista, y que los hombres que llegaron a ellas no se las encontraron vacías, sino ocupadas por unos hombres y «bautizadas»
con unos nombres que pertenecían a una lengua muy distinta
a la que los conquistadores traían. Y se produjo entonces el fenómeno lingüístico que siempre ocurre en una acción de conquista: de forma paralela al choque entre pueblos, también las
dos lenguas (la de los que estaban y la de los que llegaron)
entran en colisión, y de esa colisión una sale vencedora y se
impone, mientras que la otra será «vencida» y se irá olvidando
poco a poco, hasta que se extinga el último de sus hablantes.
Pero no podrá librarse la lengua vencedora de que en ella queden huellas y testimonios de la vencida, y muy especialmente en
el campo de la toponimia. Así ocurrió también con la lengua
guanche. La lengua, como tal, desapareció: nada sabemos de su
sistema fonológico, nada de su gramática, lo que nos queda es
un conjunto de elementos sueltos (como tablas a la deriva después de un gran naufragio) pertenecientes sólo al léxico; no son
pocas, pero las reconocemos funcionando ya dentro del sistema
de la lengua vencedora, el español. Y podemos decir, además,
que, en su inmensa mayoría, ese léxico pertenece al dominio de
la toponimia: el cálculo es difícil de precisar, pero creo que no
ande muy lejos del 85 o del 90% del total del vocabulario
guanche conservado actualmente.
Porque junto a los topónimos guanches por todos conocidos,
porque denominan localidades mayores o puntos relevantes del
terreno, como Agaete, Agüimes y Arguineguín o Bentaiga, Gando
y Guayedra, existen otros de los denominados «topónimos me50
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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nores» que ni están en los mapas ni en registro lexicográfico
alguno y, por tanto, fuera de la consideración de cualquier
estudioso. ¿Quién que no sea herreño de El Pinar, por ejemplo,
ha oído alguna vez los nombres de Taibique, Tanajara, Temanasén, Tajusara, Ícota o Tembárgena? Pues allí son de uso ordinario. ¿Y quién que no sea palmero, los topónimos Mayantigua,
Tacande, Tacote, Taganana y Tirimoche? ¿Y quién los de Artejévez, Tifaracás, Farailaga, Gitagana y Satautejo, citados también
entre la documentación histórica de Gran Canaria y que perviven hasta la actualidad? Es lo cierto que la toponimia de nuestras islas la conocemos a muy grandes rasgos, y que sólo investigaciones minuciosas sobre el terreno pueden permitir rescatar
de la oralidad muchos y nuevos topónimos guanches nunca
antes oídos ni registrados.
Tres fueron los procesos lingüísticos que se llevaron a cabo
en Canarias en la configuración de la toponimia:
a) el de la adopción de unos nombres ya establecidos en la
lengua de los antiguos,
b) el de la adaptación de esos nombres preexistentes a las
leyes fonéticas, morfológicas y sintácticas de la lengua de
ocupación, y
c) la creación de nuevos nombres para lugares que o no los
tenían o fueron intencionalmente sustituidos.
«Adopción, adaptación y creación —dice Manuel Alvar, extendiendo ahora la consideración a toda la lengua— van a ser las
tres esquinas en que tropezaremos cada vez que atendamos a
la policromía lingüística de las Islas» (1993: 154).
Topónimos «de adopción» debemos consideran, pues, a todos
los guanchismos que en la actualidad aparecen en la toponimia
de Gran Canaria. Ahora serán proporcionalmente pocos, si los
contemplamos en el conjunto del corpus toponymicum de la
isla, pero en los momentos de la Conquista y posterior colonización fueron la mayoría: de los 67 lugares citados por su propio topónimo en las fuentes escritas que estamos utilizando, 40
son totalmente guanches, lo que representa el 60%, y 4 de ellos,
además, tienen un elemento guanche en su formulación: Casas
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del caballero de Facaracas, Montaña Doramas, Valle de Tenoya y
Risco Umiaya. Éstos cuatro serían buenos ejemplos del proceso
de «adaptación»: los nuevos ojos de los conquistadores empezaron a ver nuevas realidades, antes sin nombre, y les fueron insuficientes los específicos nombres guanches, de tal manera que
necesitaron anteponerles unos genéricos españoles como casas,
montaña, valle o risco para precisar la realidad que se quería
nombrar. Y adviértase que en estos casos se recurre siempre al
léxico castellano para el nuevo «bautizo»; ningún caso conocemos en toda la toponimia canaria, ni uno solo, de un sintagma
formado por dos guanchismos. Pero «adaptación» a la fonética
del español deben considerarse también, sin duda, los topónimos
ahora nombrados como Ajódar, Tirajana, Tejeda, Arguineguín y
tantos otros. ¿Cómo sonarían en guanche? Porque es de todos
sabido que cada lengua tiene su propio sistema fonológico, y
entre el español y el guanche debió haber tanta distancia como
podamos imaginarnos. Finalmente, los topónimos «de creación»
en lengua española son pocos: en el corpus reunido entre la
documentación antigua, apenas un 17%; pero serán los de este
tipo los que, poco a poco, irán nombrando la superficie toda de
la geografía insular. Los primeros fueron: Real de Las Palmas,
Las Isletas, Caleta de Santa Catalina, Barranco y Cuesta de Silva, Barranco de Guadalupe, Bañaderos o El Bañadero, Riscos
Blancos, Sardina, Risco de las Mujeres, Las Madres de Moya y
unos pocos más.
La toponimia de cualquier territorio, como es obvio, no nace
de una sola vez ni en un único momento; no se organizan cruzadas ni exploraciones inmediatas con el propósito de bautizar
un territorio conquistado, sino que, por el contrario, los nombres de los lugares nacen y crecen al ritmo en que ese territorio
se puebla y los habitantes se asientan en él de manera estable.
Y tampoco existen ni un código ni unas normas toponomizadoras, ni siquiera una «autoridad» que dicte las características que deban tener esos nombres. Los topónimos nacen con la
misma espontaneidad y silencio con que nacen las demás palabras de la lengua, en la inmensa mayoría de los casos sin poder
certificar el momento de su nacimiento. Aunque, por lo que
respecta a Canarias, el «bautizo» lingüístico de su territorio hay
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
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que situarlo, básicamente, alrededor de la conquista y, especialmente, de la colonización. En el caso concreto de Gran Canaria, posiblemente en poco más de un siglo, entre 1478, año en
que los españoles llegan a la isla al mando de Juan Rejón, y
finales del XVI, en que se cierran los intentos piráticos más serios, primero por parte de los ingleses de Drake y Hawkins (en
1595) y después de los holandeses de Van der Does (en 1599),
debió nacer la gran mayoría de los topónimos que hoy pueblan
los altos, las hondonadas y los caminos de la isla.
Y de especial interés lingüístico es también la evolución que
determinados topónimos han tenido desde su registro antiguo
hasta su pervivencia en la toponimia actual. De las varias
grafías con que se menciona Agüimes en la antigüedad, a saber,
Aguimes, Agüimes, Agüymes, Aragüimes y Güimes, ¿qué proceso
evolutivo, si es que lo hubo, debemos suponer hasta la constitución del topónimo actual? ¿Y qué fenómeno lingüístico explica
la simplificación del Guayayedra antiguo (Abreu, 1977: 224) al
Guayedra actual? ¿Y cómo se explica el cambio acentual de Casa
del caballero de Facaracas antiguo (Abreu, 1977: 171) al actual
Casas de Tifaracás? Etcétera.
4.4. Interés toponomástico
El «enmarañado camino» por el que siempre se transita en
la etimología de las palabras tiene en la toponimia de Canarias,
sin embargo, un trazado singular que resulta más plano y mucho más rectilíneo que el de otras áreas españolas peninsulares.
Mientras que la toponimia de León, por ejemplo, es el resultado
de un complicado sucederse de tiempos, culturas y lenguas (desde los substratos prerromanos hasta los superestratos modernistas, pasando por los substratos romano, visigodo, árabe y
mozárabe, además del trasiego de otros pueblos y culturas peninsulares interiores ocurridas en el tiempo de la repoblación del
valle del Duero: cf. Llorente: 1970), la toponimia de Canarias
presenta un panorama mucho más simple, porque más corta y
más clara es su historia: formulándolo un poco simplistamente:
todo lo anterior al siglo XV es guanche (con algunas diferencias
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interinsulares) y todo lo posterior al siglo XV es hispánico (o, si
se quiere, para ser más exactos, europeo). Pero no por eso la
toponimia de Canarias deja de ser menos interesante que la de
cualquier otro lugar con historia más remota, porque justamente por tener unos «tiempos» históricos tan precisos y tan conocidos (como después pasaría a ser la de América) se convierte
en espejo en el que contemplar el proceso de la formación
toponímica de un lugar cualquiera. Casi podemos asistir con
nuestros propios ojos y oídos al momento mismo en que unos
nuevos hombres llegados a las islas la «bautizaron». Y la motivación lingüística que siempre hay debajo de un topónimo se nos
muestra aquí con unos perfiles casi intactos.
El interés de la toponomástica de Canarias radica, sobre
todo, en su juventud, por cuanto ejemplifica paradigmáticamente
los procesos de toponomización de cualquier territorio.
5. LA
ESCRITURA DE LOS TOPÓNIMOS
Otro punto de interés de la toponimia histórica antigua, y
especialmente en los nombres guanches, radica en la forma en
que aparecen escritos. Cuando hay una diversidad de fuentes,
muy raramente un mismo topónimo aparece escrito en ellas de
la misma forma; por el contrario, lo normal es la diversidad,
incluso, como veremos, dentro de una misma fuente, cuando el
topónimo es muy repetido. Por ejemplo, un nombre tan simple
y tan nítido como Tirma lo encontramos escrito en las fuentes
antiguas así, Tirma, pero también como Tirmac, como Thirma,
como Tirmah y como Tyrma. ¿A qué se debe ello? Podría argüirse que a la falta que entonces existía de una normativa ortográfica, lo cual es cierto, pero eso no explicaría todas las variantes de escritura que se manifiestan en este ejemplo y en otros
muchos que veremos. Explicarían, sí, aquellos casos en que esas
variantes de escritura no son más que eso, variaciones gráficas
que tienen un mismo valor fonético, tales como Vañaderos y
Bañadero, Bentagaire y Ventagaire, Humiaga y Umiaga, Agaethe
y Agaete, Agüymes y Agüimes, incluso Aiodar, Axodar y Ajodar,
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
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Texeda y Tejeda, etc. Pero ¿son variantes meramente ortográficas las que encontramos, por ejemplo, en el caso de Agaete, escrito en lo antiguo como Agaethe, Agayte, Gaete, Gayerte y
Lagaete? Evidentemente no. Y si el ejemplo fuera un nombre de
mayor complejidad fonética, entonces las variaciones de escritura manifestarían paralelamente las complejidades léxicas que
esos nombres encierran, como ocurre con Guiniguada, que lo
hallamos escrito como Geniguada, Giniguada, Guaniguada,
Gueniguada, Guiniguada, Niguiaiguada, Tinaguada y otros varios. ¿A cuál de las formas escritas deberíamos hacer caso? Porque es obvio que un lugar no puede llamarse de tantas maneras. El problema no está en el nombre, sino en la escritura de
ese nombre. Repetimos, ¿a cuál de las formas escritas debemos
hacer más caso? Nuestra respuesta es clara: aquella que más se
acercara a la expresión de lo que en la oralidad se pronunciara:
Guiniguada, si es que la pronunciación actual es fiel reflejo de
la forma heredada de los guanches. Pero, ¿qué ocurriría si ese
nombre no hubiera pervivido en la oralidad?, ¿cuál de las escrituras nos merecería entonces mayor credibilidad?, ¿y por qué esa
forma y no otra?
Estas preguntan van dirigidas especialmente a quienes toman la escritura como la fuente más autorizada de la verdad,
aunque en ese caso se trate de una «verdad» lingüística, consistente en dilucidar la verdadera naturaleza de un nombre (tan
poca o tan grande cosa, según como se mire); más aún, a quienes creen que la evolución de las palabras va desde la escritura
a la oralidad.
Valga aquí un comentario muy pertinente, suscitado por las
opiniones que Francisco Morales Padrón hacía, en los días en
que yo escribía este trabajo, al nombre aborigen de su pueblo
natal, hoy Santa Brígida, y entonces, según parece, Satautejo o
Tasautejo. Precisamente así titulaba su comentario el ilustre
historiador: ¿Satautejo o Tasautejo?: Santa Brígida10. En efecto,
esos dos nombres figuran en la Historia de Abreu, la única fuente histórica antigua en que lo encontramos, y por tres veces citado: una con la forma primera de Taçautejo («Pasada la refrie10
La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 18 de julio de 2002.
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ga dicha, los cristianos fueron fortaleciendo el real, con su torre y cerca; y de aquí salían a hacer las entradas, a veces hacia
Telde, y otras a Taçautejo... »: Abreu, 1977: 194), y las otras dos
con la forma segunda Satautejo («Pedro de la Algaba y el deán
don Juan Bermúdez determinaron hacer una entrada por la isla,
para suplir la falta de los mantenimientos; y, dejando recaudo
en el real, se fueron a Satautejo, donde no hallaron gente, por
haberse alzado a los altos y sierra»: ibid.: 194) (y lo mismo en
pág. 213). Y como, también en efecto, en la actualidad el
topónimo aborigen pervive con la forma Satautejo (aunque no
exactamente con referencia al poblado de Santa Brígida, sino a
un lugar concreto cercano), el razonamiento de Morales Padrón
era que «el topónimo aborigen de Taçaute o Taçautejo estaba
determinado a experimentar un cambio de la letra ç (c con
cedilla) para convertirse en Tazaute o Tasautejo», de donde se
puede deducir que, para Morales Padrón, el conflicto lingüístico
está entre la «verdadera» forma en que lo escribió Abreu por vez
primera, con -ç-, y el sonido actual /s/ con que se pronuncia.
Nuestro razonamiento es muy contrario: entre la -ç- de la primera forma y la -s- de las dos segundas no hay ningún conflicto lingüístico, sino una mera cuestión ortográfica sin ninguna
repercusión fonética; el topónimo aborigen siempre se pronunció con /s/, sonido para el que la escritura del tiempo de Abreu
tenía dos grafías. El verdadero cambio lingüístico del topónimo
no está en la /s/, sino en la metátesis sufrida de la primera forma Taçautejo a la segunda Satautejo, conservándose en ésta el
sonido /s/ que tuvo desde el principio.
No es que los topónimos se pronuncien de manera diferente
a como se escriben, sino que, en todo caso, el planteamiento
debe ser totalmente al revés: que algunos topónimos, y casi
siempre por un motivo de hipercultismo, se escriben de manera
diferente a como realmente son, es decir, a como se pronuncian.
La verdadera naturaleza de los topónimos —como lo es la de la
lengua entera, la de cualquier lengua «natural»— es la oralidad,
no la escritura, por mucho que parezca que la cartografía, que
es un registro escrito, sea el lugar en que mejor acomodo tengan esos nombres. Pero no. Los nombres de lugar pueden vivir
—verdaderamente «vivir»— sin haber estado nunca escritos,
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como de hecho así ha sido en la inmensa mayoría de los casos;
la escritura, sea cual sea el soporte y el registro en que se haya
plasmado, en el caso de la toponimia —como en el de la lengua, en general—, no ha sido sino una pura circunstancia. El
primer mapa en que aparecen los nombres de dos islas de las
Canarias es, como se sabe, el de Angelino Dulcert, de 1339
(Rumeu, 1991: I, 9), escritas allí como Insula de lanzarotus
marucolus y laforte ventura (sic). La pregunta es obvia: ¿cómo
se llamaban verdaderamente aquellas dos islas en el tiempo en
que se imprimió aquel cartulano?, ¿como las escribió Angelino
Dulcert o como se llaman hoy: Lanzarote y Fuerteventura? Y
otra pregunta más obvia aún: ¿es que todavía no tenían nombre las otras islas del archipiélago y por eso no aparecen en el
mapa?
No negamos, de ninguna forma, la posible evolución léxica
de un topónimo, como la de cualquier otra palabra de la lengua, y por ello es de una ayuda importantísima contar con documentación histórica antigua11, pero reclamamos la primacía
(y, por tanto, su imposición) de la oralidad sobre la escritura
cuando aquella existe. Por ejemplo, de la misma forma que se
usa el término de guanches, y no el de guanchos, para referirse
a los aborígenes canarios (de todas las islas, no sólo de Tenerife:
Trapero y Llamas, 1998), porque el primero ha pervivido en la
oralidad y el segundo no, debería usarse el de bimbape para la
referencia al aborigen de El Hierro, que es la forma que pervive
en la actualidad, y no el de bimbache, que es sólo una forma
escrita (y además variante) del siglo XIX. Y así con tantos nombres como la «erudición» histórica y arqueológica de las islas
trata de imponer desde sus respectivas «ciencias», con ignorancia o menosprecio de la lingüística.
Y lo mismo habría que decir de esas «falsas» escrituras de
tantísimos topónimos guanches que se pronuncian de una forma y se escriben de otra distinta, tales como los impronun11
Por ejemplo, entre las dos formas Tasautejo y Satautejo comentadas
más arriba, nosotros damos mayor verosimilitud a la primera citada por
Abreu, Tasautejo, por el simple hecho de comenzar por ta-, formante de las
lenguas bereberes, equivalente a nuestro artículo, con que comienzan la
mayoría de los topónimos guanches (con las variantes ta-/te-/ti-).
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ciables para un canario Guatiza, Yaiza, Zonzamas, Guarazoca, etc. Y no es que se quiera subsanar en estos casos un problema de seseo, sino que se trata de falsas interpretaciones, al
suponer que en la lengua guanche existían las mismas etimologías que en el español. Pues no: esas palabras deben escribirse
con /s/, como se escriben Teguise, Isora, Tenesedra, Erese y tantos otros, que tienen exactamente la misma problemática que los
primeros, porque esa es la única forma con que siempre se han
pronunciado en las islas, desde luego desde que los españoles
llegaron a ellas y es lo más probable que también antes, por los
propios guanches.
Porque las variantes de escritura de los topónimos guanches
lo que reflejan es, justamente, la pretensión de acomodar en la
escritura de una lengua, el castellano, «lo dicho» en otra lengua, el guanche. El problema no es sencillo, ni mucho menos,
y requiere de toda una teoría, la de la comunicación: quien oye
lo hace con unos oídos acomodados a la fonética de la lengua
que él mismo habla, no a la lengua que habla el emisor. Y hay
que recordar algo obvio: que fueron los castellanos quienes escribieron las palabras guanches, no los propios guanches; y que
al hacerlo trataron de imitar fonéticamente lo que oían, o, mejor dicho, lo que creían oír, o lo que recordaban haber oído de
los aborígenes. Porque de todo ello cabría hablar cuando para
un mismo lugar que hoy pronunciamos /Tamaraséite/ los documentos antiguos escribieron Tamarasaite (Gómez Escudero
y Abreu), Camaracay (Valera: 499), Atamariaseid (Bernáldez: 515), Tamaraseyte (Abreu, 1977: 135) y Tamarazayte (ibid.:
172, etc.).
Es de particular interés, a este respecto, la valoración que
hace Espinosa sobre las fuentes directas que toma para escribir
su Historia de N.S. de la Candelaria (en 1591), a casi cien años
de la conquista de Tenerife:
Esto es lo que de las costumbres de los naturales he podido, con mucha dificultad y trabajo, acaudalar y entender, porque son tan cortos y encogidos los guanches
viejos que, si las saben, no las quieren decir, pensando
que divulgarlas es menoscabo de su nación. Y así quedar
yo corto, habiéndolo tomado tan tarde (pues ha casi cien
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
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años que la isla se conquistó) no es culpa mía, ni yo me
ofrecí a dar más de lo que podía (Espinosa, 1980: libro I,
cap. 9).
¡Con cuanta razón se lamentaba Gómez Escudero de la poca
atención con la que los españoles trataron de aprender la lengua y las costumbres de los canarios aborígenes!
Los españoles —dice el cronista— siempre controvertían el
nombre de las cosas [de Canarias] y despreciaron sus vocablos [los de los canarios] y cuando se reparó para rastrearles sus costumbres por más extenso no hubo quien
diera razón de ello (Morales Padrón, 1978: 435).
Las variantes de escritura de los topónimos históricos de
Gran Canaria reflejan justamente toda esta casuística:
a) La dificultad de identificación de las unidades léxicas de
una lengua ajena: a magro (Lac., 223) por Amagro, o
lagaete (Abreu: de continuo) por Agaete, seguramente por
fonética sintáctica.
b) La pérdida o añadidura de algún elemento, posiblemente por considerarlo morfemático, como es la pérdida de
a- inicial en muchos casos: Margo (por Amagro), Gaete (por Agaete), Jodar (por Ajódar), Güimes (por Agüimes), etc.; o la añadidura de otros sonidos: Aragüimes
(por Agüimes), Arehucas (por Arucas), Atamariaseid (por
Tamaraceite), Aregaldar (por Gáldar), Guayayedra (por
Guayedra), Artenaran (por Artenara), etc.
c) La falta o la anarquía que existe en la acentuación de
los topónimos, cuando tan importantísimo es para su
correcta identificación (el acento es parte sustancial de
la palabra, y como tal debe reflejarse en la escritura):
Ajodar y Ajódar, Arganeguin y Arguinaguín, Gadar y
Aregaldar (por Gáldar), Facaracas (hoy Tifaracás), Tirahána, etc.
d) La metátesis de algún sonido: Margo y Amagro; Bentaiga,
Ventagay, Bentagaire, Ventangay y Ventaygay; Taçautejo y
Satautejo.
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MAXIMIANO TRAPERO
e) El fenómeno del seseo/ceceo: Ansite y Ancite, Tamarasaite
y Tamarazayte, Tafarte y Tazartico, Taçautejo y Satautejo.
f) La aspiración o pérdida de consonantes finales: Arguineguí y Arganegui, y quizás Bañadero.
g) En fin, otras veces las escrituras manifiestan grafías que
son evidentes erratas, muchas de ellas arrastradas de un
documento a otro por una mala lectura: Amcas (Matr.,
244) por Arucas, Tenoyo (Ovet., 145) por Tenoya, Ansote
(Lac., 222) y Ante (Matr., 250) por Ansite, Trinte («término de Gáldar», Abreu, 1977: 176) por Tunte, etc.12
6. UNA
RELACIÓN ENIGMÁTICA DE TOPÓNIMOS GUANCHES
Una relación enigmática de topónimos guanches, la única
que se presenta como tal relación en las Crónicas, es la que
12
Un ejemplo harto ilustrativo de este tipo de fenómenos, que empiezan por una simple errata y acaban en disparatadas elocubraciones pseudofilológicas es el caso del topónimo herreño Fuente de Acof estudiado por
nosotros (Trapero, 1966: 192-193). Detrás de esa fuente de Acof, así registrada por Torriani (1978: 210) y por Abreu (quien añade que «en su lenguaje quiere decir ‘río’, —aunque matiza— no por la copia de agua que
harto poca tiene», 1977: 85-86), que sería inidentificable leída al pie de la
letra (en el manuscrito del que copiaron Torriani y Abréu debió faltar la
-ç-), está la actual Fuente de Asofa, situada en la parte baja y central del
pueblo de Isora (mun. Valverde), nombrada por los viejos también como
Asofa Baja (pues Asofa es el término territorial que engloba los pagos
cumbreros de San Andrés y de Isora), en un barranco que, justamente por
ella, lleva el nombre de Barranco de la Fuente. Para más aclaración del
término, Glas intenta dar una explicación etimológica de la falsa voz
herreña acof comparándola con la voz del dialecto zenata aseif que también significa ‘río’; y más tarde Abercromby remite al término beréber assif,
también ‘río’; y Wölfel, por último, amplía los paralelos beréberes a asif/
isaffen ‘valle’, asuf ‘valle’, tazeft/cizzif ‘canal’ y suf/isaffen ‘río’. No entramos
en la veracidad de la equivalencia del guanche asof a ‘río’, pero advertimos
que el término Asofa designa hoy una comarca entera de la isla del Hierro,
que efectivamente pudo recibir el nombre de la fuente que había en su territorio, mucho más cuando las fuentes son puntos tan referenciales en la
toponimia herreña (por lo importantes que son), pero también puede
argumentarse al revés, que la fuente recibe el nombre de la comarca en la
que está, siendo que la fuente de Asofa en nada pudo parecerse nunca a un
río, como observó Abreu.
60
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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aparece en el capítulo dedicado a Canarias por Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, dentro de sus Memorias del reinado
de los Reyes Católicos. Por ser tan enigmática y por contener
tantos interrogantes de interpretación, merece que nos detengamos un poco en ella, pues manifiesta de manera ejemplar algunos de los problemas principales ante los que nos enfrentamos
al estudiar los nombres aborígenes de Canarias. Dice el Cura de
los Palacios que en la isla de Gran Canaria los lugares poblados «al tienpo que la conquista se començó» eran los siguientes:
Telde, de donde se intitulavan el rey e un obispo. Galda, de
donde se intitularon el otro rey e el otro obispo. Araguacad.
Aragüimes. Themensas. Atrahanaca. Atairia. Atagad.
Adfatagad. Furie. Artenaran. Afaganige. Areaganigui. Arecacasumaga. Atasarti. Aeragraca. Arbenuganias. Arerehuy.
Atirma. Aracuzem. Artubrirguais. Atamariaseid. Arteguede.
Aregaieda. Aregaldar. Areagraja. Areagamasten. Areachu.
Afurgad. Arehucas. Aterura. Atenoya. Araremigada.
Ateribiti. Arautiagasia (Morales Padrón, 1978: 515).
¿De dónde pudo tomar Andrés Bernáldez esta relación? ¿O
la elaboró él? ¿Y qué oídos castellanos (hechos a la fonética de
esa lengua) pudieron oír sonidos tan extraños al castellano? Más
aún, ¿por qué escribir esos nombres con grafías que en el español de las Islas nunca tuvieron ni tienen pronunciación, como
Themensas, Adfatagad, Aracuzem o Artubrirguais? A lo que se nos
alcanza, Bernáldez nunca estuvo en las Islas, por lo que tales
nombres debió entresacarlos de las informaciones que oyó a los
naturales de Gran Canaria cautivos en Sevilla o de otros documentos e informaciones varias. ¿Pero qué extraña lengua era
aquella en la que casi todos sus términos empezaban por un
mismo sonido /a/? En la transcripción que nos ofrece Morales
Padrón del pasaje de Bernáldez faltan los acentos ortográficos,
que son fundamentales para la identificación de cada término,
pero, aún así, pueden reconocerse algunos de ellos desde la fonética con que se pronuncian hoy en día. Así, el Telde del Cura
de los Palacios es el mismo Telde de hoy; su Galda, el Gáldar
actual; Aragüimes debe corresponder con el actual Agüimes; su
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MAXIMIANO TRAPERO
Themensas con el actual Temisas (mun. Agüimes); Atairia puede
ser el actual Taidía (San Bartolomé de Tirajana); Adfatagad parece traslucir el nombre actual de Fataga (San Bartolomé de
Tirajana); su Furie debe ser el actual Furel (San Nicolás de
Tolentino); su Artenaran, el actual Artenara; su Areaganigui, el
actual de Arguineguín (Mogán); su Atasarti, el actual Tasarte
(San Nicolás de Tolentino); su Atirma, el actual Tirma (Artenara)
y su Aracuzem, la actual Acusa (Artenara). En su Artubrirguais
queremos reconocer el nombre de Artevirgo, topónimo que se cita
mucho en textos históricos posteriores como localidad perteneciente al municipio de San Nicolás de Tolentino, pero que ha
desaparecido en la actualidad. Atamariaseid parece ser el actual
Tamaraceite (Las Palmas) y su Arteguede, el actual Artejévez
(San Nicolás de Tolentino). ¿Su Aregaieda será la variante antigua del actual Guayedra (Agaete), Aregaldar del actual Gáldar,
aunque esté repetido en la relación, Atrahanaca del actual
Tirajana, Aeragraca del actual Farailaga (Arucas), Arbenuganias
del actual Venegueras (Mogán) y Araremigada del actual Timagada (Tejeda)? De su Afurgad se desprenden dos posibles
equivalencias, los actuales Amurga (San Bartolomé de Tirajana)
o Firgas; lo mismo que de su Arautiagasia podemos deducir los
actuales Utiaca (San Mateo) o Gazaga (Agaete). Su Arehucas es
variante antigua del actual Arucas, lo mismo que su Aterura lo
es del actual Teror, y su Atenoya del actual Tenoya (Las Palmas).
Los demás topónimos de la relación de Andrés Bernáldez son
para nosotros totalmente indescifrables: Araguacad, Atagad,
Afaganige, Arecacasumaga, Aeragraca, Arbenuganias, Arerehuy,
Areagraja, Areagamasten, Areachu y Ateribiti.
Pero basta con los supuestamente identificados para comprobar el abismo fonético que hay que salvar en la mayoría de los
casos para llegar de los nombres del siglo XV a los actuales; saltos así no se dan nunca en la historia de las lenguas, ni siquiera cuando se trata, como en este caso, del paso de una lengua
a otra. Así que el problema no está en la fonética, por muy extraña que fuera a la del español, sino en la escritura.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
7. SOBRE
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LA TRADUCCIÓN Y EL SIGNIFICADO
DE LOS TOPÓNIMOS GUANCHES
Algunos autores han intentado traducir los topónimos guanches, dándoles un sustituto español, aplicando la fórmula «antes se llamaba así y ahora lo llaman o le dicen así». Adviértase
que en esta fórmula se confunde el significado, que es un valor
lingüístico, con la referencia, que es un hecho de la realidad.
Totalmente caprichoso nos parece este procedimiento, pues eso
hace suponer que todas las lenguas —en este caso el guanche y
el español— proceden siempre y en todos los casos poniendo
nombres según la referencia, lo que equivale a negar el principio de la arbitrariedad del signo lingüístico. Eso es lo que hacen los que, sin oficio, ofician de improvisados lingüistas, como
Antonio Cubillo, por ejemplo, al decir que el topónimo grancanario Titana (citado, por cierto, en nuestra relación) significa
‘fuente de la oveja’ porque en las cercanías de las cuevas que
hoy sirven para guardar los ganados había antes una fuente,
aunque ahora esté seca (Cubillo, 1992: 73-74). Pero el procedimiento no es nuevo: se ha usado desde siempre y por casi todos. Por ejemplo, López de Ulloa explica el topónimo de la capital de la isla, Las Palmas, a partir del guanchismo Guiniguada,
pues —dice— «la çiudad que ahora se llama de las Palmas,
quen la lengua Canaria se llamava Guaniguada» (Morales Padrón, 1993: 312).
El procedimiento pasa, en todo caso, por traducir desde el
guanche al español, conforme a los hechos ocurridos, aunque
casos hay, como el del poeta Viana, en que se hace al revés,
anticipando desde el español lo que se nombrará en lengua
guanche, como cuando los conquistadores pusieron nombre a
los lugares de costa del norte de Tenerife:
Allí donde un gran roque está cercado
del mar, que lo combate, certifico
que ha de haber un gran pueblo celebrado,
y ha de tener por nombre Garachico.
(VIANA: Canto X, 279-282)
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Es decir, porque había allí un gran roque pusieron al pueblo
que allí se fundó el nombre de Garachico, de donde podemos
deducir que Viana conocía que el componente gara significaba
en guanche ‘gran roque’, lo que así parece convenir en la multitud de topónimos insulares en que se repite ese elemento:
Garafía, Garajonay, Garajao, Garasicel, etc.
Pero quien más utilizó el procedimiento fue Abreu Galindo,
y tanto para los topónimos como para los antropónimos guanches. Por ejemplo, Adargoma —dice Abreu— significaba ‘espaldas de risco’ porque el guanche así llamado tenía las espaldas
«muy anchas» (pág. 173), y Doramas quería decir ‘narices’ porque el valiente de Arucas «las tenía muy anchas» (175). Y en
cuanto a los topónimos, hace equivaler el franciscano, en Gran
Canaria, el guanchismo Tirajana con el español Riscos Blancos
(156); en La Gomera: Chegelas con Fuente del Conde (74); en El
Hierro: Amoco con Valverde (85), Bentaica con Los Santillos de
los Antiguos (90), Iramase con Puerto de Naos (92); en La Palma: Tagratito (que significaba ‘agua caliente’) con Fuencaliente
(264), Tedote (que significaba ‘monte’) con Breña (267), Tenibucar
con Santa Cruz (267), Adeyahamen (‘debajo del agua’) con Los
Sauces (268), Tagaragre con Barlovento (268), Acero (‘lugar fuerte’) con La Caldera (284), Adirane con Los Llanos (279), Ajerjo
(‘chorro de agua’) con Paso del Capitán (285); en Tenerife: Añazo
con Puerto de Santa Cruz (314), Aguere con La Laguna (318),
Arguijón (‘mira navíos’) con La Cuesta (que hay entre La Laguna y Santa Cruz). En algunos de ellos, de ser cierto el significado que Abreu atribuye a la voz aborigen, se trataría de una traducción al castellano, caso de Tirajana, Tagratito o Aridane, pero
en otros se trataría de meras sustituciones léxicas, sin correspondencia semántica alguna entre las dos lenguas, caso de
Valverde (por Amoco), Santa Cruz (por Tenibucar en La Palma y
por Añazo en Tenerife) o La Caldera (por Acero).
Hasta qué punto las significaciones españolas que Abreu
otorga a los topónimos guanches sean correctas es asunto que
resulta indescifrable. Nos consta por su testimonio el afán que
tuvo por averiguar la lengua de los aborígenes, pero ¿llegó él a
conocerla hasta el punto de atribuirle un significado a tantas
palabras que, además, por su condición de topónimos, podrían
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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no tenerlo? ¿No nos dice él mismo que los naturales más viejos
de quienes se informaba «ya habían perdido su lenguaje»? Además, ¿qué lengua insular llegó a conocer Abreu?, porque según
él mismo «ni menos se entendían los de una isla con los de las
otras, que es argumento de que jamás se comunicaron, pues no
se entendían» (1977: 26). Porque una cosa es determinar el significado de una palabra y otra muy distinta señalar su referencia. Este segundo procedimiento nada tiene de lingüístico, y sin
embargo es el que se practica generalmente cuando se desconoce una lengua de origen pero se quieren traducir sus palabras a otra lengua. ¿Cómo podemos creer que Arguijón significara, según Abreu, ‘mira navíos’, siendo como es una palabra
guanche y los guanches desconocían totalmente el arte de la
navegación? No se puede nombrar lo que no existe. ¿No será
más verosímil pensar que Abreu «asignó» el significado español
‘mira navíos’ a la palabra guanche Arguijón porque desde el
lugar así nombrado pudo comprobar él mismo que se divisaban
los barcos que se acercaban a la rada de Añazo?
8. ALGUNAS
CONCLUSIONES
Hasta aquí las reflexiones a que nos han llevado unos pocos
nombres anotados en el Diario de Colón y en las otras fuentes
colombinas que dieron noticia de su paso por Canarias, en general, y por Gran Canaria en particular, complementados por los
otros topónimos citados en las fuentes históricas más o menos
contemporáneas a los acontecimientos principales. Los topónimos, como las cerezas, difícilmente pueden contemplarse aisladamente, uno a uno, pues en cuanto quieres traer a consideración uno, se te enredan de tal manera tras él los otros que se te
vienen todos como en racimo. Y así debe de ser. La toponomástica no es tan solo el estudio de unos cuantos topónimos por
la curiosa y enigmática etimología que tengan. La verdadera
toponomástica, es decir, el estudio científico de la toponimia,
exige contemplar un corpus de nombres de lugar como si de
«un todo» se tratara, como así es, en efecto, y poniendo en el
método exhaustividad y sistematicidad.
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MAXIMIANO TRAPERO
Después de todo lo dicho, podemos concluir lo siguiente:
a) El estudio de la toponimia guanche está por hacer. No
es que no se haya hecho nada al respecto, pero lo realizado
hasta ahora se ha efectuado sobre tales carencias y, por tanto,
muestra tantas deficiencias, que requiere una revisión total,
desde el principio.
b) El estudio de los topónimos guanches, como signos lingüísticos que son, debe hacerse en sus dos aspectos complementarios: en la identificación de los significantes originarios y en
la determinación de sus correspondientes significados. Ante una
imposibilidad filológica como esa, en una lengua desaparecida,
cabe un método sustitutorio en el segundo aspecto, cual es la
relación de equivalencias entre el guanche y el español a través
de las referencias orográficas a las que el topónimo guanche se
aplica, teniendo en cuenta que en el dominio de la toponimia
es donde funciona con mayor plenitud la motivación semántica, y que disponemos en muchos casos no de una única forma
guanche, sino de varias, que se aplican a lugares diferentes de
las Islas, pero de similares características físicas y orográficas,
como es el caso de Goro, Eres, Gambuesa, Juaclo, Letime o Time
y de algunos elementos léxicos (seguramente morfemáticos en
origen) que se repiten en multitud de topónimos guanches,
como a-, aga y agua, ara, ben, chaj, chej y chij, gal, gara, gua y
guad, ta, te y ti, tab, tama, tar y otros.
c) Los estudios del futuro sobre la toponimia guanche deben partir de catálogos exhaustivos de voces por cada una de
las islas, con el reconocimiento de todas las variantes léxicas que
cada una de ellas tenga. Para ello debe contarse con los dos
tipos de registros que las han conservado: las fuentes escritas y
la tradición oral, pero en distinto orden a como se ha hecho
hasta ahora, prestando mayor atención y dando prioridad a la
tradición oral, que es un registro verdadero, cualidad que no
siempre pueden aducir las fuentes históricas. Ambos registros
deben complementarse y jugar juntos a favor de una investigación rigurosa, pero —insistimos— cambiando el método de estudio, partiendo del registro oral.
d) Las fuentes orales no deben contentarse sólo con los lla66
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA
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mados «topónimos mayores» (nombres de poblaciones, comarcas y accidentes más relevantes), sino que deben atender por
igual a la llamada toponimia «menor», pues desde el punto de
vista lingüístico es igualmente importante y, sin embargo, ha
permanecido inédita para casi todos. Entre las fuentes escritas deben tener prioridad aquellas que son más cercanas a la
tradición oral, como fueron en los tiempos antiguos las datas, los acuerdos de cabildos y las actas notariales de repartimiento de tierras y de heredamientos, y en los tiempos modernos los heredamientos, los amillaramientos y los catastros
municipales.
e) Desde el manejo de un inventario completo de topónimos
por cada isla, el estudio de la toponimia guanche debe extenderse de una manera sistemática al nivel comparativo de todo
el Archipiélago; sólo desde esa perspectiva podrá tenerse una
visión panorámica de la conflictiva teoría de la unidad o variedad lingüística prehispánica de Canarias. Hasta ahora se han
puesto en relación formas toponímicas de distintas islas de una
manera anecdótica, pero es necesario pasar de la anécdota y del
ejemplo aislado al sistema que permite la exhaustividad.
f) Ante un panorama así y ante dificultades de tal calibre,
el proceder de todo investigador que se acerque a este campo
de estudio, debe estar guiado por una serie de cualidades
concebidas en un sentido restrictivo: prudencia, rigor, objetividad y sentido común, aparte de ser necesarios una preparación lingüística y filológica profundas y un conocimiento
suficiente de las «leyes» que operan en el funcionamiento
toponomástico.
g) La tarea es tan grande y tan ardua que exige la concurrencia de equipos de investigación en que los lingüistas y
filólogos se vean auxiliados por otros especialistas procedentes
del campo de la historia (y de la prehistoria), de la geografía y
de las ciencias naturales (biólogos y botánicos), que puedan
abordar la compleja y heterogénea realidad a la que la toponimia se refiere.
* * *
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Van estas reflexiones dedicadas, con la admiración más profunda y el respeto más alto, a quien con tanto rigor y entrega
ha dedicado una vida entera, tan fructífera, a desvelar la realidad histórica verdadera de nuestras Islas, ANTONIO RUMEU DE
ARMAS: ejemplo moderno de inteligencia total, de saberes fundamentados y de elegancia en la pluma, tres de las virtudes que,
conjuntadas, sólo las poseen los clásicos.
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PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES
SOBRE EL HABLA CANARIA
POR
CRISTÓBAL CORRALES
y
DOLORES CORBELLA
1. No es posible establecer un paralelismo exacto entre la
historiografía lingüística del español de América y el de Canarias, pese a que ambos tienen mucho en común y que entre ellos
ha habido, desde la conquista y colonización del Nuevo Mundo,
una continua corriente de contactos, entrecruzamientos, influencias y préstamos.
En América se puso en duda, y por investigadores de gran
prestigio como Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso, que el
español trasplantado a aquellas tierras tuviera una base andaluza, de modo que las coincidencias que se advertían serían sólo
eso, sin apenas ningún tipo de relación, debidas a la evolución
autónoma e independiente del sistema a uno y otro lado del
Atlántico. En el momento en que ambos plantearon sus tesis no
se tenía sino una información muy incompleta de la importancia que la emigración andaluza tuvo en el poblamiento de las
colonias americanas, por lo que tan pronto se fue mejorando y
actualizando el estudio estadístico, se puso de manifiesto el alto
porcentaje de viajeros andaluces y en especial el de andaluzas,
porque si bien eran pocas las mujeres emigrantes, el número de
las que procedían de Andalucía fue siempre el más elevado, con
lo que esto comporta para la transmisión de la lengua. Estas
Núm. 50 (2004)
71
2
CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA
nuevas aportaciones condujeron a una reconsideración del estudio de los orígenes del español de América, al mismo tiempo
que se advertía que fenómenos como el yeísmo, la confusión -r/
-l o la aspiración de la s implosiva, tenían una historia anterior
al siglo XVI en la Península Ibérica, sin haber nacido, además,
en Andalucía, sino que en esa región sus hablantes los generalizaron e hicieron suyos y, por lo tanto, de allí tuvieron que
partir para expandirse luego por el continente.
Pero no sólo andaluces pasaron a América a lo largo de los
siglos XVI y XVII, por lo que el resultado de la convergencia de
varias hablas entre los nuevos habitadores del continente trajo
consigo la formación de una koiné, en la cual predominan los
rasgos andaluces. Esa koiné tal vez pudo comenzar a formarse
en el archipiélago canario, de modo que su propagación americana, como en otros varios aspectos, se produjo después de haber pasado por el «laboratorio» de las islas, donde a escala menor se forja el modelo de lengua que luego va a quedar en las
zonas marítimas americanas.
Pues bien, en Canarias no ha existido ninguna polémica en
torno al andalucismo básico de su español, quizá porque históricamente ha estado siempre muy clara la importancia que tuvieron los andaluces en la conquista de las islas y en su posterior poblamiento. El interés de los mercaderes andaluces por el
archipiélago es incluso anterior a la incorporación de las llamadas islas de señorío. Ya en 1393 se puede advertir su presencia
tras las razias llevadas a cabo en Canarias (Sánchez Saus, 2002)
y, cuando el conquistador normando Jean de Béthencourt se
dirige a Sevilla para solicitar al rey castellano la enfeudación del
archipiélago, se encuentra allí respaldado por la presencia en la
corte del embajador Rubin de Braquemont, tío suyo y emparentado con la nobleza andaluza de la época. «Todo lleva a suponer —afirma Ladero Quesada (1977: 142)— que los linajes
involucrados en las empresas canarias iniciales contaban con
una cobertura financiera fuerte y con unas relaciones económicas muy sólidas en Sevilla, consecuencia del ejercicio de cargas
hacendísticas importantes». La documentación posterior del siglo XV, como la que aporta la «Pesquisa de Cabitos», vuelve a
incidir en la relevancia que va adquiriendo el componente cas72
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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tellano y, dentro de éste, el de origen meridional, «que proporcionaba buena parte de los repobladores, tanto laicos como eclesiásticos. [...] Además hay que añadir el origen andaluz del clero
regular y de los obispos. Su predominio numérico se correspondía con su predominio social, como muestran las relaciones de
cargos administrativos, o el origen de los señores y de los obispos» (Aznar Vallejo, 1990: 30). Una vez sometidas también las
islas de realengo, la vinculación previa —económica y familiar—
con los grupos dominantes andaluces avalaría el asentamiento
de campesinos y artesanos de esta procedencia durante finales
del siglo XV y todo el XVI (Aznar Vallejo, 1983: 193).
El archipiélago se convertirá así en lo que se ha llamado la
«antesala» de América. Lo explicita Francisco Morales Padrón
(1970b: 28-29) cuando escribe que «el archipiélago se coloniza
por hombres de Hispania, en especial de Andalucía, que prolongan la Reconquista y aportan métodos, instituciones y sistemas
que luego se llevarán a América». A ese paralelismo inicial se
añade la forma de implantación del español en ambas comunidades —la canaria y la americana—, cuyo factor principal fue
la sustitución en algunas zonas de las lenguas indígenas por un
estrato de español que era esencialmente el mismo y cuyas características y evoluciones compartirían a partir de ese momento. Usando palabras de Uslar Pietri, «Las Canarias fueron por
todo el mayor tiempo de la conquista y de la población de las
Indias, puerta, cabeza de puente, jardín de aclimatación, despensa y huerta de las lejanas tierras occidentales. [...] En lenguaje,
en usos, en labores, en carácter, el aporte canario fue inmenso
en la hechura de lo que iba a ser la América Latina de nuestros
días» (1981: 131-133).
2. Consideramos que el estudio científico del español canario comienza en 1959, cuando Manuel Alvar publica El español
hablado en Tenerife. A partir de ese momento no hará sino aumentar la bibliografía de los trabajos que se ocupan de todos
los aspectos de ese español y de sus variedades isleñas. Las enseñanzas de Alvar, unidas a las que desarrollaron durante sus
estancias en la Universidad de La Laguna estudiosos de la categoría de Diego Catalán y Gregorio Salvador, cambiaron radicalNúm. 50 (2004)
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mente las perspectivas anteriores, y se pasó de tener una información fragmentaria de la realidad del español canario, y
en muchos aspectos errónea, a una auténtica avalancha de investigaciones diversas, que han convertido al canario en uno de
los dialectos más estudiados y, por ello, mejor conocido en el
siglo XX.
Sabemos cómo era, qué características tenía y qué problemas internos traía el español que llegó a la islas en el siglo XV y
en el siguiente, pues la amplia nómina de estudios dedicados a
la evolución sufrida por el castellano medieval para convertirse
en el español moderno nos permite hoy partir con conocimiento de causa al adentrarnos en lo que va sucediendo luego, durante el tiempo largo en que también las vastas colonias americanas estaban bajo el dominio de la corona española, porque en
lo que al idioma se refiere las islas y el nuevo continente tuvieron una buena parte de historia común.
Lo que echamos en falta, los que nos interesamos por cuestiones de historia de la lengua, es una información de primera
mano —inmediata o cercana al momento mismo—, de cómo fue
la implantación del español en las islas, en aquellos siglos
alboreales del idioma moderno, de qué manera lo conservaron
los que decidieron permanecer en el archipiélago, cómo fue conformándose la variación de una isla a otra, de un nivel social a
otro, por citar sólo estos aspectos importantes.
Pasará el tiempo, y sólo cuando tras varias generaciones se
va tomando conciencia de las peculiaridades del español hablado en las islas, se comezará a dar noticia de ellas, y son esas
noticias precisamente las que hemos tratado de encontrar en el
corpus que hemos manejado. Hemos recurrido al testimonio de
historiadores, eruditos y viajeros que, sin necesidad de ofrecernos unos datos estrictamente lingüísticos, nos proporcionen al
menos sus impresiones personales al entrar en contacto con la
realidad del habla de los isleños.
3. Hay que tener presente que las primeras documentaciones lingüísticas proporcionadas por los historiadores hacen referencia, como es natural, a la lengua de los aborígenes, por la
que se interesaron especialmente los predicadores que habían de
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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adoctrinarlos en la fe cristiana. Así nos lo hace ver Bethencourt
Alfonso (1880: 69, nota 2): «Tenemos entendido que en tiempo
de la conquista existió en Sevilla uno o más conventos donde se
enseñaba la lengua de los aborígenes de algunas de nuestras
islas, con el piadoso objeto de mandar misiones para catequizarlos. En los archivos procedentes de dichos conventos debe
encontrarse, pues, algún diccionario, gramática o vocabulario;
y a nadie se oculta la importancia que tendría para la prehistoria de Canarias un hallazgo de tal naturaleza». Sin duda, las
circunstancias demográficas canarias fueron bien distintas a las
americanas, por lo que era más sencillo enseñar el español a los
colonizados o simplemente obligarlos a incorporarse a él, si pretendían mejorar su situación vital, que plantearse el conocimiento profundo de su lengua, al estilo de lo que se haría en América, donde son innumerables las gramáticas y léxicos de lenguas
amerindias escritas por los misioneros, obligados por las necesidades comunicativas tan variadas y extensas.
De ahí que nuestro conocimiento de las lenguas prehispánicas haya estado limitado y supeditado siempre a lo que los
historiadores pudieron oír y transcribir a través de sus propios
hábitos lingüísticos y escriturarios. No obstante, la presencia de
aborígenes figura también en la literatura de la época. Lope de
Vega publicó en 1618 la obra titulada Los guanches de Tenerife
y conquista de Canarias y, unos años antes, el 6 de mayo de
1582, el canónigo renacentista Bartolomé Cairasco de Figueroa
había hecho representar ante Don Fernando de Rueda, obispo
de Canarias, su Comedia del Recebimiento en la que introducía
un personaje, Doramas, que en la escena primera dialoga con
«Sabiduría» en la lengua de Gran Canaria, mientras que en la
escena tercera advierte, ya en castellano, que «a nadie espante
que la lengua ruda/ de un bárbaro canario a tal se atreva/ y, de
estilo y retórica desnuda,/ presumo entrar en tan difícil prueba:/
que Aquel que desató mi lengua muda/ y me sacó de la profunda cueva,/ me dio poder de mejorar lenguaje,/ aunque me lo
quitó de mudar traje» (1582: 119-120).
George Glas es quizá de los primeros viajeros a las islas que
no sólo se interesa por la lengua aborigen sino que también
constata la nueva realidad lingüística, formada a partir de un
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mestizaje entre «españoles y otros europeos», que ha dado como
resultado la aparición «al fin de un solo pueblo» con una sola
lengua: el castellano. Así lo expresa Glas, en referencia tanto a
los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, de los que dice que
«Nunca hablan, ni entienden otro idioma que el castellano, el
cual lo pronuncian de manera bárbara» (1764: 37), como del
resto de las islas: «Los descendientes de esta mezclada nación
se llaman ahora españoles, y no hablan otro lenguaje que el
castellano» (Ibíd.: 111). Ahora bien, dentro de esta unidad
idiomática, Glas comprueba la existencia de variaciones sociales
muy marcadas, pues ese castellano, que ha sido capaz de aglutinar a distintos grupos humanos, «la gente acomodada lo habla a la perfección, pero los campesinos, que viven en los lugares apartados de las islas, lo hablan de una manera casi
ininteligible para los extranjeros; su pronunciación es tal que
podría compararse sin impropiedad con la de un hombre que
hablara con algo dentro de la boca» (Ibíd.: 111). Extraña resulta la percepción de Glas, condicionada previsiblemente por su
«oído extranjero», pero no deja de ser por ello expresiva y elocuente. La conocida frontera entre habla urbana y habla rural
se manifiesta, por lo tanto, con claridad en el siglo XVIII y posteriormente, como es lógico, se continuará verificando por aquellos que se adentran en el campo canario. Así por ejemplo, la
viajera victoriana Olivia M. Stone confiesa, al referirse a un
arriero de Gran Canaria, que «Jamás traté a una persona más
difícil de entender en todas nuestras andanzas por las siete islas. Al principio cuando le preguntábamos algo solamente movía la cabeza. Daba por hecho, creo que sin escuchar siquiera,
que le estábamos hablando en inglés —¡algo que no dice mucho de nuestro castellano!— y cuando se dio cuenta de que le
hablábamos en español, no paraba de hacernos preguntas, la
mitad de ellas imposibles de entender ya que hablaba un terrible patois» (1887: II, 159-160). Charles Edwardes, otro viajero
inglés, coetáneo de Stone, emite un juicio semejante al de ésta,
al asegurar que el joven que lo guía en su ascensión al Teide
hablaba «un dialecto imposible» (1888: 127).
3.1. Pero, junto a esa variedad diastrática, también es evidente la variación geográfica. Ya en el siglo XIX, Carballo Wan76
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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güemert (1862: 182) constata que entre los hablantes de las distintas islas hay marcadas divergencias en el uso del idioma y así
señala que «puede el atento observador notar diferencias de
unas islas a otras, pues no se confunden los tinerfenses con los
palmeros, ni estos con los gomeros y los herreños...». Stone es
de opinión similar, al considerar que las siete islas son bastante
distintas no sólo en lo físico sino también en sus costumbres, y
lo mismo sucede en el plano lingüístico: «La lengua que se habla es, desde luego, el español, pero supone todo un reto para
cualquiera entender al campesino corriente de El Hierro o de
La Gomera, debido a lo diferente que es el dialecto en cada
una» (1887: II, 220-221). La variedad de hablas que conforman
la unidad del canario no es, por supuesto, ninguna característica peculiar de estas islas, sino una constante de todas las lenguas, y buscar las razones de esa diversidad a veces en motivos
no bien conocidos ha sido también frecuente. Podemos suponer
que en los siglos XVIII y XIX las diferencias, no solo entre una
isla y otra sino en el interior de cada una, fueran más marcadas que en la actualidad, debido a la mayor dificultad de comunicación que existía y, por ello, a la menor movilidad de los grupos campesinos, especialmente. Para Stone las divergencias
podrían deberse «al efecto de las características físicas de las
islas o a la herencia de las distintas tribus guanches que, también distintas, habitaron las islas» (1887: II, 221). Es decir, plantea como algo que debería servir «para la reflexión y la investigación» la existencia, en lo propio de cada isla, de un sustrato
guanche diferenciado, lo cual parece complicado de demostrar
y de admitir, aunque haya todavía hoy propuestas en tal sentido basadas en la documentación histórica. Efectivamente, el
primer texto que nos ofrece información sobre unas Canarias
reales, «redescubiertas», titulado «De Canaria et insulis reliquis
ultra ispaniam in oceano noviter repertis», tradicionalmente atribuido a Boccaccio y compuesto hacia 1341, ya nos indica que
«son tan diversos los idiomas que hablan los habitantes, que no
se entienden entre ellos» (Peloso, 1988: 825). Esta información
será corroborada en 1402, cuando los componentes de la expedición bethencouriana, aparte de solicitar en Sevilla intérpretes
o trujamanes distintos para cada una de las islas, señalan en
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varias ocasiones que éstas están «pobladas por gentes infieles de
diversas creencias y distintas lenguas» (Le Canarien, 1402-1404:
5, 22, 81). Los testimonios vuelven a repetirse en las crónicas
posteriores y, todavía en el siglo XVIII, el franciscano realejero
Dámaso Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.152r) volverá a afirmar que los conquistadores encontraron «un distinto Ydioma en
cada Ysla en la forma misma q[ue] se vio en las Yndias que en
cada lugarcillo se parlava distinto [...]».
3.2. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que la impresión que se lleva el que oye, por primera vez, el habla de los
isleños del siglo XIX, es la de estar ante una forma menos ruda
y rotunda de articular los sonidos que la castellana, en conexión
con la americana, tal y como lo relata Hermann Christ (1886:
115 y 116): «En Canarias domina la dulzura en la pronunciación de las colonias de las Indias Occidentales. [...] El peninsular menosprecia la dulzura femenina del isleño, mientras éste le
reprocha una pronunciación afectada y presuntuosa». Stone
(1887: I, 138), por su parte, califica de «musical» la manera de
hablar canaria, y así también lo apreciaba unos años antes
Góngora y Martínez (18822): «Los naturales de las Islas Canarias [...] son laboriosos, sufridos, valientes, apasionados, honrados, de comprensión pronta y fácil, expresivos en sus palabras,
que modulan con atractivo acento musical». Tópicos aparte, es
cierto que existe una marcada diferencia entonativa entre el
español isleño y el castellano, como existe también de una isla
a otra o incluso, dentro de una misma isla, de una comarca a
otra. La tentación de explicar las disimilitudes a partir de
sustratos diversos está presente siempre en la investigación; basta comprobarlo en el español americano, donde la entonación
tiene un amplio abanico de realizaciones, que algunos consideran nacidas de influencias indígenas. Los términos con que describen los autores canarios estas disparidades entonativas a las
que nos referimos son deje, dejo, acento y tonillo, cuatro sinónimos de uso normal, que se encuentran recogidos en el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia. Ya hemos visto que el historiador Góngora y Martínez hablaba de «acento
musical». El polígrafo alcalde del Puerto de la Cruz, Álvarez
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PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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Rixo, en sus obras Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava
(c1872: 491) y Descripción histórica del Puerto de la Cruz (c1872:
155), pone de relieve la distancia no sólo social sino también
lingüística que separa a los habitantes del barrio de pescadores
de La Ranilla de lo que él llama «gente principal o que tiene
instrucción». Estos pronuncian la lengua «como en cualquiera
otro punto de esta provincia», mientras que de los ranilleros y
sus hijos dice que tienen un «deje repugnante que les distingue»,
en el primer texto, y «un dejo peculiar y repugnante», en el segundo. En el habla de los majoreros, en cambio, advierte Álvarez
Rixo (c1859: 446) que «el castellano se modula generalmente sin
dejo ni otro vicio repugnante». A Ángel Guimerá (s.a.: 77), la
visita en su casa catalana de un tinerfeño que «hablaba el castellano sin el ceceo de los españoles de la Península y con el dejo
reposado y bondadoso de los hijos de Tenerife», le evoca de inmediato la manera de hablar de su madre, que califica de «dulce y halagadora». Ya en el siglo XX, autores como el limeño
Felipe Sassone (s.a: 95) o el andaluz Cristóbal de Castro (s.a.:
60) inciden en la misma consideración. Para el primero, las islas tienen algunas características similares a América, como son
«la vegetación ubérrima, el paisaje magnífico, el pasado pintoresco y heroico, a la vez guerrero y pastoril, que canta en la
historia de los “guanches”, y el amor y el espíritu de España» y,
en lo que se refiere al habla de sus gentes, «la cadencia dulzona
e insinuante —voces cubanas, giros argentinos, vocablos venezolanos—»; para el segundo, los que trabajan en los puertos
«Hablan, entienden, mejor dicho, el habla de varios idiomas,
pero a todos los sellan de un tonillo lento, perezoso y con dejos
tropicales». Así pues, la misma impresión que recibían los primeros viajeros que pasaban por las islas, en lo que a la especial
modulación de la voz del hablante canario se refiere, se mantiene en iguales términos siglos más tarde.
4. Es lógico que el seseo en Canarias se refleje en la escritura «desde los comienzos del quinientos» (Lapesa, 1964: 176) y
que a la mitad de siglo rompa «toda presión normativa» para
inundar «con sus huellas gráficas los textos canarios» (Frago
Gracia, 1996b: 244), puesto que, como ya hemos señalado más
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arriba, las islas se convierten en esos momentos en una prolongación lingüística de Sevilla. Además, la consolidación del fenómeno seseante entre los primeros canarios pudo estar favorecida «por los portugueses, tan abundantes en las islas, y cuya
lengua es seseante» (Alvar, 1990: 60). Una interesante —por
temprana— referencia literaria al seseo canario la anotamos en
las Aventuras del bachiller Trapaza, de Alonso de Castillo Solórzano, novela picaresca aparecida en 1637. En ella, en el capítulo II, el personaje que da título a la obra esconde su verdadera
personalidad presentándose como «un caballero de la casa de
los Quiñones de León, si bien nacido en Canarias, donde tenía
a su padre. Para desconocerse más se puso anteojos y comenzó
a cecear un poco». Con este verbo se expresaba, en aquel momento, lo que luego se llamaría sesear, ya que, con palabras de
Lapesa (1957: 77), «en el siglo XVI y primera mitad del XVII los
términos con que se designaba la confusión andaluza de sibilantes eran cecear, zezear y ceceo, zezeo, nunca sesear ni seseo».
Para los castellanos distinguidores de los fonemas /s/ y /θ/, el
seseo era un vicio de pronunciación que habría que desterrar, y
con ese criterio se manifiestan diversos gramáticos o eruditos
desde el siglo XVI al XX. Hubo que esperar a 1956 para que el
Segundo Congreso de Academias de la Lengua Española, reunido en Madrid, aprobara «por unanimidad una moción por la
cual en la próxima edición de la Gramática de la Academia
constará que el seseo no es un vicio de pronunciación sino una
forma legítima de hablar español» (Guitarte, 1983: 104).
El seseo, lejos de desaparecer o «de corregirse» normativamente, se convierte en América «en causa de identificación indiana», tal y como señala Frago Gracia (1996a: 38), quien asegura a continuación que «Más de un emigrado distinguidor tras
muchos años de permanencia en el Nuevo Mundo se contagió
de este modismo fónico y muchos criollos de primera generación, descendientes de españoles ni seseosos ni ceceosos, se criaron en la indistinción». Se asienta entonces definitivamente el
seseo como rasgo más característico del llamado español meridional, con la articulación mayoritaria de una s diferente de la
castellana, cuya perfecta descripción la podemos encontrar no
precisamente en un lingüista, sino en un literato de primera fila
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como fue Agustín Espinosa (1927: 8-9): «¿Cuántos canarios han
escuchado, con inteligencia filológica, la música de la S de Canarias? Los concursantes insulares a un premio de fonética de
esta S oceánica serían escasos. Y yo pregunto: ¿cómo es posible
vivir, desconociendo el mecanismo articular que fragua el silbar
de la S intervocálica de Canarias? [...]. Es una S predorsal. La
articulación se ha hecho con el predorso de la lengua. El ápice
(el instrumento esencialmente articulatorio de la S castellana)
desciende, pasivo, sobre los incisivos inferiores. El cuenco castellano se ha tornado tortuga (cóncavo > convexo)».
A tenor de la escasez de referencias a esta cuestión del seseo
en el corpus examinado por nosotros, da la sensación de que los
primeros comentaristas del hablar canario o no se percatan del
hecho o lo consideran de poco interés, más atentos quizá a otros
fenómenos que consideran más llamativos. Lo que sí preocupa
a un ilustrado como Viera y Clavijo es la repercusión que el
seseo tiene en la ortografía, al complicar el aprendizaje de la
misma, ya que las normas de escritura corresponden a las del
castellano. En El Síndico Personero General, Viera piensa que es
la desidia y la falta de reflexión, así como el no utilizar la ortografía de la Real Academia, lo que conduce a que no se escriba
correctamente. Y hace hincapié en un «defecto que podemos
considerar como endémico o propio de nuestro País. Nosotros
pronunciamos con un mismo sonido tres letras que los castellanos saben distinguir bastantemente. La C cuando precede a E
ó I, la S y la Z son en nuestras bocas una misma cosa. ¿Pues
que muchos perdamos fácilmente el tino cuando queremos escribir y no queremos observar? Nuestros escribanos, unos escriben sertificación, otros zertificación, y otros que son los que aciertan certificación» (1764: 91). Aunque Viera y Clavijo se muestra
relativamente cauto a la hora de enjuiciar el seseo, si bien lo
tilda de «defecto», hemos de situarnos en el momento en que
escribe para entender no sólo su postura sino la de otros que
van a continuar la misma senda de sus desvelos ortográficos.
Téngase en cuenta que incluso en América, ya en los años de
independencia, una personalidad de tanto prestigio como Andrés
Bello mostraba su pesadumbre porque fuera «cosa ya desesperada restablecer en América los sonidos castellanos de s y z» y
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añadía que «quienes aspiren [en Chile] a una pronunciación
más esmerada [que la simple corrección de los vulgarismos locales], distinguirán también la s de la z» (citado por Guitarte,
1991: 76). Este mismo criterio lo hallamos en Canarias, en la
misma época, donde educadores como Juan de la Puerta Canseco pretenden no sólo aleccionar sobre la corrección ortográfica sino además sobre la propia pronunciación, tal y como se
comprueba en el título del librito, de 27 páginas, que publica en
1857: Ejercicios de lectura para la buena pronunciación de las
letras c, s y z. Anteriormente, en el núm. 20, de 16 de abril de
1853, de El instructor, periódico dirigido por el propio De la
Puerta Canseco, al referirse a la ortografía de la c, z y s califica
de «abuso inveterado de pronunciación» el que se confunda
«generalmente la c con la s delante de e, i». Y añade que «Este
defecto aumenta considerablemente la dificultad de la ortografía en esta parte; sin embargo veremos de daros algunas reglas
prácticas para remediar este provincialismo. La Academia de la
lengua no se ocupa de ello, porque no parece posible que la
pronunciación de dos letras tan distintas puedan nunca confundirse». Muestran todos estos datos que no se tiene conciencia,
en la época, de las causas de la aparición del seseo en el español moderno, que fueron motivadas por una distinta evolución
del sistema consonántico medieval en Sevilla, como es de sobra
sabido; sin embargo, hoy resulta cuando menos curioso el largo camino que ha habido que recorrer para superar el empecinamiento en tildar de defecto y vicio la no distinción entre /s/
y /θ/. Por otra parte, es más destacable que la no aparición de
la /θ/ en el sistema meridional del español moderno, la articulación tan diferente entre la /s/ castellana y la meridional, pues
ésta es como la /θ/ una consonante dental, tal como hemos visto que la describía Agustín Espinosa.
5. Otro fenómeno caracterizador del español meridional,
aunque no exclusivo de él, es la aspiración o pérdida de la /-s/.
Se creyó tardío, del siglo XIX, pero el análisis de la documentación lo ha ido retrasando cada vez más, y así Frago Gracia
(1993: 478) encuentra las primeras pruebas textuales en los siglos XIII y XIV, por lo que no descarta «que la evolución andalu82
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PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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za de la /-s/ suponga el afianzamiento regional de usos fónicos
actuantes sobre todo en el habla de repobladores provenientes
del reino de Toledo, de Extremadura y de algunos territorios
leoneses». La posibilidad de que desaparezca en la escritura la s
de fin de sílaba o de palabra, así como la aparición de usos
hipercorrectos, es lo que permite suponer que el autor de tales
yerros no articulaba con plenitud la consonante en cuestión, sin
desechar lo de interpretable e incluso discutible que hay en
muchos de los casos, porque podrían tratarse también de simples lapsus cálami. El mismo Frago Gracia (1996b: 246-247)
propone ejemplos canarios ya en 1509, 1552 y 1558, encontrados en documentos del Archivo Histórico del Ayuntamiento de
La Laguna y del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de
Gran Canaria. No hay testimonios, sin embargo, de gramáticos
del siglo de oro español, ausencia que suele señalarse como llamativa aunque tampoco sea decisivo semejante silencio, si se
tiene en cuenta el carácter esencialmente preceptista de aquellos autores y el poco interés que despertaba en ellos todo lo que
estuviera fuera de la órbita del castellano.
En Canarias, la información directa que se recoge es también tardía. Así, muy avanzado el siglo XIX, Hermann Christ
(1886: 116) constata, durante su viaje por las islas, no sólo el
seseo canario sino también la pérdida de la /-s/ implosiva. Al
respecto escribe: «También la ‘Z’, que el español de la Península
pronuncia como nosotros la ‘th’ inglesa, la hace resaltar el isleño como una ‘s’ débil, e incluso la omite, de manera que Santa
Cruz, pronunciado por él, suena ‘Santa Cru’». Anteriormente, ha
hecho hincapié en la misma cuestión, refiriéndose a «La ‘S’, en
cuyo sonido silbante se esfuerza más el español de la Península, casi desaparece allí al final de la palabra y, con frecuencia,
también dentro de la misma: en lugar de ‘los silos’, se dice
frecuentemente ‘lo hilo’; en vez de ‘los ingleses’, ‘loh inglehe’».
Un año más tarde, en 1887, Olivia M. Stone nos proporciona
dos nuevos ejemplos, uno de ellos muy valioso al contener varios fenómenos fonéticos. En el primero nos muestra la pérdida
de la s aspirada: «[De camino de Teror a Las Palmas] Nos cruzamos con tres mujeres más, con cestas sobre las cabezas, y con
otra que lleva un chal. Nos dieron el adiós habitual, o como lo
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pronuncian aquí, adió» (II, 104). En el segundo encontramos,
junto a la aspiración y pérdida de la s, la simplificación del grupo consonántico -rn- > -hn- > -n-: «[Cerca del Valle de Tirajana,
en Gran Canaria] A continuación cruzamos una meseta llana
(5.400 pies) que nuestro arriero llamó Lojonos. Así es como lo
pronuncian localmente y puede que el nombre no sea completamente correcto» (II, 128). El traductor precisa que ese topónimo Lojonos «se refiere a Los Hornos». En el texto original
inglés, sin embargo, lo que aparece es Lojono, aquí sí con la
pérdida de la s final de palabra. Por lo que respecta a la otra s,
la del artículo, se transcribe con la j para indicar que el arriero
la pronuncia con una clara aspiración. Durante el viaje que hizo
a las islas, seguramente en los primeros años del siglo XX —el
texto se recoge sin fecha—, el arquitecto vasco Teodoro de
Anasagasti nos ha dejado también testimonio de la pérdida de s
final de palabra, al referirse al modo de hablar de los estibadores del puerto de Santa Cruz de Tenerife: «Rápidos inician la
tarea; pero el exigente capataz que por un tanto ajustó la carga, les grita: —Vamo, vamo; má vivo; má...» (s.a.: 227).
5.1. La pérdida de la -s final de palabra ha traído consigo
la aparición de realizaciones muy singularizadoras del habla de
Las Palmas de Gran Canaria y del norte de la isla de Gran
Canaria, porque como muy bien lo describe Diego Catalán
(1989: 133) «El olvido de la aspiración se extiende a los casos
en que la implosiva iría agrupada, por fonética sintáctica, con
una consonante. En tales casos, la aspiración, al desaparecer,
convierte a la consonante sonora inmediata en una oclusiva [b],
[d], [g]: lo-banco, la-do, lo-gato». Esta manera tan particular de
sustituir la pérdida de la -s parece oírse, por parte de los que no
hacen tal cambio, como si existiera una nasalización delante de
la consonante oclusiva y, con más sentido paródico que real,
aseguran que se dice lon-banco, lan-do, lon-gato. En la tradición costumbrista que representa como primera figura Pancho
Guerra, se reproducen estos tipos de contextos fonéticos con
nasalización, con evidente deseo caricaturesco, como son por
ejemplo: «Lan dose y media están al caer» (1983: 2, 23), «Después se puso a hojear un libro y a recorrer con un dedo largo y
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PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA
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flaco un plano de la estirada ciudad de Lan Parma» (Ibíd.: 44)
o «Dieron lan don en la Catedrán» (Ibíd.: 106). Ya a principios
del siglo XX, tenemos noticia de este mismo hecho, por medio
de J.C. Moreno (1914: VIII), quien, refiriéndose a los habitantes
del norte de la isla de Gran Canaria y concretamente a los de
Gáldar y Agaete, declara que «estos norteños eran los que decían lan vacas y lan doce».
6. Acabamos de indicar arriba que Olivia M. Stone utiliza
la j para reflejar la aspiración de la s final de palabra, con lo
cual nos está señalando de pasada que esa letra corresponde en
las islas, como sucede en el español meridional, a una aspiración, bien diferente por tanto de la pronunciación fricativa velar del español castellano. Los fonemas medievales /š/ y /ø/, es
decir, prepalatal fricativo sordo y sonoro, respectivamente, retrasaron su punto de articulación hasta el velo del paladar, una vez
desaparecida la unidad sonora, dando origen a la actual consonante fricativa velar, la jota /x/, que «en las regiones donde se
conservaba la [h] aspirada procedente de /f-/ latina y de aspiradas árabes [...] se hizo también aspirada, confundiéndose con
aquélla» (Lapesa, 19808: 379). Este cambio, que en principio
parece haber tenido una valoración social baja, acabó por generalizarse en Andalucía, desde donde «pasó muy pronto a Canarias y América» (Ibíd.: 380). En las islas, Frago Gracia (1996b:
246) anota ejemplos, en los siglos XVII y XVIII, como ajogo, joia
‘hoya’, henhambre ‘enjambre’ o hente, que muestran su asentamiento en el español canario. Así pues, las grafías h y j servirán
ahora para reflejar la aspiración en la que han confluido la
antigua /f-/ inicial latina y la nueva velar /x/ aparecida en el
español moderno, a partir del sistema medieval. Por eso Glas
(1764: 73), cuando se refiere al topónimo tinerfeño Adeje, precisa que se pronuncia Adehe, empleando la h para reflejar la aspiración de la jota. Esta es la cita completa: «Toda esta parte de
la costa es árida y casi deshabitada, excepto a casi mitad de
camino de Montaña Roja y Punta Teno, o más bien más cerca
de Teno, está la bahía de Adeje, o, según se pronuncia, Adehe».
Capta la diferencia con el castellano, ya en el siglo XIX, Christ
(1886: 116) y así lo expresa: «También la jota, esa joya del espaNúm. 50 (2004)
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ñol que el auténtico castellano suelta con un sonido gutural tan
fuerte que sólo la costumbre le protege de la afonía, suena en
las islas más suave». Por su parte, el ya citado historiador
Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.41r) nos hace ver que en el
siglo XVIII se tenía pleno conocimiento del papel desempeñado
por los andaluces en la extensión de este cambio igualatorio por
el archipiélago. A propósito del nombre de la isla de El Hierro,
para explicar la aspiración de la h- inicial utiliza precisamente
las letras j y g para evidenciar el mantenimiento de la vieja realización castellana, y así escribe «que como la maior parte de
los conquistadores de esta y las otras Yslas llegaron de la
Andalucia, donde se usa mucho la J y G diciendo Jacer, Gernan
y Gernando, Jambre por Hambre, Jierro por hierro, a quedado
entre las gentes campestres nombrar a esta Ysla jierro; el mesmo
que tambien dan a el metal fierro diciendo Jierro». De similar
manera se manifiesta al referirse al actual topónimo portugués
de Funchal (fol. 68v): «y marco en el mapa por el nor noroeste
con el nombre Juncal, por la costumbre deste país como Provincia de la Andalucia donde dan valor de J a la h; porque funco
donde proviene funcal en Portugues; es hunco en español bien
castellanizado, y Juncal paraxe que produce Juncos (en este
pais), porque como en el hicieron su Primera escalla los
Portuguezes quando la invadieron y tambien en su vezino de las
Nieves por mas pratico, de el y mala navegacion a el de la Luz
en la montada de su Punta de la Ysleta, prosiguieron con el
nombre Funcal o huncal, esto es, parte por donde entro la tropa Portuguesa del Funcal, Capital de la sinco Yslas de la Madera [...]». Revelador de que la aspiración es la realización normal
del fonema castellano /x/ es que su grafía, la jota, según hemos
comprobado en los ejemplos anteriores, se emplea para representar la aspiración de la h y, en algunos casos, hasta se
lexicaliza, de modo que es posible diferenciar palabras sobre la
base de la distinción gráfica, como lo vemos en este texto del
botánico lagunero Domingo Bello y Espinosa, fechado en 1879:
«—Estas son las jijas de nuestro país, dijo el paisano. —¿Cómo
jijas? le interrumpí yo; así pronuncian los campesinos de por
allá. Diga V. hijas para que nos entendamos. —Al contrario, ese
sería el modo de no entenderse. Si yo hubiera dicho esas son
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las hijas de nuestro país ¿no se habría quedado V. a oscuras?
Esas son las jijas y pronto verá usted las jayas. [...]. La jija, prosiguió, es una variedad del Cerasus Lusitanica, propia de nuestras islas, familia de las Rosáceas» (1879: 344). La lexicalización
de jija, permite, como se advertirá, que quede diferenciada de
hija. Ejemplos de uso habitual de la aspiración de la h ortografiada con j tenemos varios en el léxico tradicional canario,
como son, entre otros, jalar, jalón, jilorio, jiñera, jitera, jorqueta
y jurar.
7. De la desaparición de la oposición entre la vibrante /r/ y
la lateral /l/, a favor de uno u otro fonema, con realizaciones
variadas según las zonas y los niveles de habla, hay ejemplos
muy antiguos, desde 1161, en el mozárabe toledano, según
Lapesa (19808: 385). Testimonios tempranos, en los orígenes del
español canario y americano, provenientes sin duda de Andalucía, recogen también el mismo Lapesa y Frago Gracia (1996b:
246), por citar sólo a estos dos investigadores. Pero ni en América ni en Canarias es hoy un fenómeno de carácter general.
Combatido por la escuela, se refugia en las islas en el nivel vulgar básicamente, aunque a veces aflora en niveles semicultos,
como puede comprobarse en los medios de comunicación.
Álvarez Rixo, en sus Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava
(c1872: 491), nos confirma ya en el siglo XIX lo que decimos.
Observa «que a pesar de las dos escuelas de niños de cosa de
120 a 130 años, entre ambas, y otra de 70 a 80 niñas que funcionan hace algunos años, los moradores del barrio de La
Ranilla no han dejado de seguir confundiendo o cambiando la
letra r con la l, o viceversa, por ejemplo: dicen arcarde por alcalde, arma por alma, barcón por balcón, templano por temprano, etc. Pues aunque corrijan los maestros, cuando los chicos
vuelven a sus casas repiten el idioma de sus padres, además del
deje repugnante que les distingue». También J. Cirilo Moreno
(1899: V-VI) caracteriza el habla popular de una muchacha, a la
cual dedica su libro, recordando que ella lo llamaba «oficiar»,
«con la monada de tu trastrueque de eles y erres que tanta gracia me hacía». Y entre los términos que luego cita en la evocación que hace están salgento, pórvora y altillero, y, para que no
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quede duda sobre el modo de hablar de la mujer, pone en su
boca el uso del interrogativo vulgar «cuásla», que en el oído de
Moreno sonaba «como suave música; barbarismo mono que tu
dulce boquita llenaba de gracia».
8. El yeísmo o desaparición de la oposición entre los fonemas /l>/ y /y/, grafías ll y y, por pérdida de la fricación lateral del
primero, que desaparece por ello del sistema consonántico, es,
según Lapesa (19808: 382), el meridionalismo «que cuenta con
vestigios más remotos», pues se da ya entre los mozárabes, con
un ejemplo fechado en 982. Fue en Andalucía donde el yeísmo
se instaló con mayor fuerza, aunque su avance parece haber
sido lento, lo cual no evita que pasara a Canarias y América,
lugares en los que también va adquiriendo, con el paso del tiempo, una presencia cada vez más amplia, sin llegar a un triunfo
total, al existir todavía hoy zonas distinguidoras. Según Frago
Gracia (1993: 507) «las cartas que desde Indias remiten los
emigrados andaluces demuestran que a mediados del XVI en su
tierra natal el yeísmo estaba popularmente muy difundido, igual
en las ciudades que en ambientes rústicos». Sin embargo, las
noticias que del yeísmo se tiene a través de los gramáticos son
tardías, sin duda porque también fue tardía su consolidación, y
así en nuestro corpus informativo no hemos encontrado ninguna referencia a su presencia en el habla insular, y sí en cambio
a Andalucía y América. El ya citado Juan de la Puerta Canseco,
en su periódico El instructor del 15 de mayo de 1855, en la
Lección 9ª, que titula «De la H, J, L y LL», escribe: «Debo decirte,
hijo mío, que en Andalucía y América equivocan esta letra con
la y consonante, que si bien es verdad tiene mucha afinidad con
ella, sin embargo hay muchas razones para que no se confundan estas dos letras. Las principales son: que nunca se debe tratar de empobrecer un idioma suprimiéndole sonidos, y porque
también hay muchas voces que perderían su significación; siendo así que hay mucha diferencia entre mallo y mayo, pollo y
poyo, valla y vaya, calló y cayó, etc.».
9. Como es lógico, los comentarios de tipo gramatical sobre aspectos morfológicos o construcciones sintácticas propias
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de las islas son todavía más escasos y tardíos que los anteriormente expuestos, ya que resultan menos evidentes y difíciles de
captar para unos observadores, foráneos o no, poco versados generalmente en estos asuntos.
Se hacía eco el autor grancanario Alonso Quesada en sus
«Crónicas de la ciudad», escritas entre 1916 y 1919, del abuso
del diminutivo en Canarias: «Aquí se llaman todas las cosas así.
Un comerciante paga una letra y cuando la va a pagar dice:
“Deme usted esa letrilla”. Un enfermo de divieso se dirige a la
botica y exclama: “¿Tiene usted ahí una unturilla para este
diviesillo que me está saliendo?”. Un tenorio se despide de nosotros para ver a su amiguilla; un padre compra para su hijo pequeño un juguetillo... Al referirnos a un amigo canceroso solemos exclamar: “Está jeringadillo”. ¡Oh, el dulce, plácido y donoso
diminutivo!...» (1986: 102). Con este valor subjetivo-afectivo, la
documentación de este diminutivo ha sido general, aunque a
pesar de este testimonio, en la actualidad, presenta mayor vitalidad en las islas el sufijo más reciente -ito, con un uso tan frecuente que afecta incluso a algunos adverbios (acasito, ahorita,
lueguito) o que ha llegado a lexicalizarse en determinados casos
(como en los sustantivos apoyito, forito, fosforito, padrito o palmito).
En cuanto a los pronombres, tradición e innovación se unen
en la gramática canaria. Por un lado, hay tendencia a la conservación de rasgos arcaizantes (como el mantenimiento de la
distinción etimológica del pronombre como objeto directo) pero,
por otro, las formas de tratamiento suponen una revolución en
el esquema clásico. Cuando De la Puerta Canseco comenta en
su periódico El instructor, en la lección correspondiente al día
25 de diciembre de 1854, que «Usted, usia, vuecencia, etc. son
fórmulas urbanas del idioma que deben corresponder a este
pronombre, si bien concuerden en tercera persona», no advierte
que en Canarias este uso no es semejante al del español peninsular. Entre estos tratamientos, el plural «ustedes» se generalizó
en la variedad meridional, sustituyendo en el habla insular, tanto en situaciones formales como no formales, al pronombre «vosotros», salvo, como ya advertía Catalán (1964), en algunas
áreas rurales de La Gomera, El Hierro y La Palma, afianzándoNúm. 50 (2004)
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se así una fluctuación que se daba en español desde mediados
del siglo XVI. Tal es el arraigo de este pronombre en el habla de
las islas que el costumbrista Pancho Guerra muestra la dificultad del canario para adaptarse al modo de hablar castellano,
mezclando el «ustedes» con el «vosotros», alternando a veces
incluso las personas verbales: «Y luego jablando fino, que se viró
peninsulá perdía. ¿Sabe lo que le dijo la otra noche a la salía
del Pabellón a unas mujeres que venían detrás? “Vosotras, no
arrempujéis”. Fíjese usté» (1983: 3, 590); «—Quítate de la puerta, Dolores. Deja hablar... ¿Qué es lo que quieren vosotros?
—iba por tiempos a la Península y había cogido allá sus tinetillos
y palabrejas finas, que entremezclaba a gusto. [...] —Ustedes os
pongáis en la calle, ¿saben? —dijo sin moverse tanto así—»
(Ibíd.: 132).
Esta generalización de «ustedes» tendrá consecuencias importantes, tanto en el sistema de pronombres personales como
en el sistema de posesivos. El 15 de marzo de 1855, el mismo
Juan de la Puerta Canseco realiza un nuevo comentario gramatical, en este caso sobre el empleo de la forma «de usted» como
posesivo y lo ejemplifica con la frase «Esa gorra es de usted». El
reajuste que sufrió el sistema de pronombres personales supuso
una reordenación del esquema de los posesivos (Catalán, 1964:
155), especialmente al aumentar la frecuencia de construcciones de tipo analítico para reforzar y delimitar la segunda y la
tercera personas, tal como se puede observar en el ejemplo de
este pedagogo y tal como se puede comprobar en toda la documentación textual anterior («y fimos a una casa de donde Salvador rramos me escrivio una carta para el vicario en nombre
de usté», se lee en una misiva escrita en 1712 y conservada actualmente en El Museo Canario, mientras que el empleo de su
en esta misma carta requiere la presencia al mismo tiempo de
un sintagma prepositivo con de para especificar que se refiere a
la tercera persona: «y entonses le dige que por el ombre que
pregunto que era io su entenado del»).
Durante algún tiempo se mantuvo la distinción etimológica
del pronombre átono en función de objeto directo y éste fue el
esquema que se llevó a América. En Canarias, según Catalán
(1964: 155), «la norma regional no hace concesiones al “leísmo”
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
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y “laísmo” castellanos: [...] el acusativo es lo-la, los-las; el dativo, le, les, sin excepciones». La investigación posterior ha demostrado que el uso no es tan categórico como el que apuntaba este
dialectólogo, y los mismos textos se encargan de confirmar que
existe, y desde época temprana, el llamado «leísmo» de persona,
que todavía se mantiene en la actualidad, junto a un «leísmo»
de cosa bastante más raro. Así lo recogemos ya en 1554, en un
fragmento de la llamada Crónica Lacunense, de autor anónimo
(«y auiendo saltado en tierra hasta docientos hombres los nuestros antes que se pudiessen poner en orden les embistieron»,
Morales Padrón, 1978: 201), y así se puede advertir en otros
textos posteriores ya de segura filiación canaria («le e de
aconpañar a las bisperas», en un documento de 1592 conservado en el Archivo General de Indias y reproducido por Enrique
Otte en su recopilación de Cartas privadas de emigrantes a Indias; «y le alle con la mui cabal salud que io para mi deseo», en
otra carta ya citada de 1712). Sin embargo, no hemos recogido
todavía la pertinente observación metalingüística, excepto la
expresada en época reciente por el fetasiano Isaac de Vega que,
en su novela Conjuro en Ijuana, publicada por primera vez en
1981, realiza un comentario bastante ilustrativo: «—¡Ah, sí!
—se sobresaltó—. Excelente persona, muy preocupado por el bien
común. Le leo siempre. (¿Le leo o lo leo? Tendré que averiguarlo;
ya la cabeza no me anda bien)». No se da en Canarias, por el
contrario, el llamado «laísmo», como demuestra su ausencia en
la documentación histórica, a pesar de que se haya encontrado
excepcionalmente en algún que otro texto: en una de las ediciones modernas del poema Antigvedades canarias de Antonio de
Viana (obra escrita en 1604), aparece la frase «con enojo la responde», mientras que el facsímil del mismo texto muestra claramente «con enojo le responde»; también en 1676 Núñez de la
Peña en su libro Conqvista y antigvedades escribe: «Y porque
entre ellos era costumbre, que si topauan alguna muger a solas,
y en lugar solitario, no la hablaban, porque incurrian en pena de
muerte», donde la aparición del pronombre femenino puede
deberse a que en la lengua antigua, según Kany (1969: 136-137),
el verbo hablar podía tomar un complemento directo. El ilustrado Viera y Clavijo en algunos pasajes de su Historia se muestra
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también como «laísta» («la respondió», «pusieron especial cuidado en darlas el nombre de Hijas»), fenómeno que podría atribuirse, muy probablemente, a hipercorrección tipográfica, ya que esta
obra fue impresa en Madrid.
Otros muchos rasgos gramaticales propios del español de las
islas se pueden observar en la documentación textual, pero no
cuentan por ahora con comentarios que demuestren una clara
conciencia lingüística del fenómeno. Así, en la ordenación de los
elementos en el sintagma, encontramos ejemplos dieciochescos
de las construcciones adverbiales más nada, más nunca, más
nadie, inversiones frecuentes hoy en América y corrientes todavía en León, Galicia y Aragón. O, también, sigue siendo común
el orden clásico del adverbio ya antepuesto al pronombre personal, como en el Quijote («ya yo os conozco, fementida canalla»),
disposición que se puede rastrear en los expurgos documentales
que realicemos, pero que apenas ha sido advertida ni siquiera
por los textos gramaticales (Frago Gracia, 2002: 487-488).
10. Situación bien distinta muestra el vocabulario. En los
documentos más antiguos es fácil recoger ejemplos de la apreciación por parte de los autores de la divergencia de usos léxicos, bien empleando parejas sinonímicas que ponen en evidencia el contraste diferencial, bien ofreciendo el equivalente
castellano o, simplemente, presentando la variación con los
sintagmas «que aquí llaman», «que nombran aquí» o «como
ellos dicen», con el fin de dar constancia de su propiedad e
implantación insular. Desde el primer momento de la anexión,
sobre todo en la época realenga, hay clara conciencia por parte
de algunos autores del regionalismo léxico, necesario para designar una realidad completamente distinta y que contraponen
al término castellano, lo que muestra que la diferenciación
diatópica del léxico se inició con la llegada de los europeos a las
islas. Sirven de muestra los tempranos ejemplos del cronista
Andrés Bernáldez y del viajero portugués Valentim Fernandes al
valorar la presencia de la voz «mareta». El primero, en sus
Memorias del reinado (c1500), advierte que las islas «No tienen
agua dulce; beben los onbres e ganados aguas llovedizas, que
cogen en cisternas, que llaman maretas» (DHECAN: 962); el segun92
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do, en un texto redactado unos años más tarde (entre 1506 y
1507), define la voz señalando que «El lugar donde recogen las
aguas lo llaman mareta; con ellas abastecen todo el año a las
bestias y ganados» (DHECAN: 962). Estas matizaciones son frecuentes en los cronistas-historiadores (Juan de Abreu Galindo,
Gaspar Frutuoso, Leonardo Torriani, Antonio Sedeño, Thomas
Arias Marín de Cubas, George Glas, Alonso de Espinosa, fray
José de Sosa), pero también hallamos algunas precisiones realizadas por los escribanos e, incluso, por los redactores de la actas de la Inquisición. Así, en junio de 1521, documentamos en
una declaración de un testigo tanto el término castellano general con que se designa a la «abubilla» (Upupa epos), como el
regionalismo «abobito», una de las muchas variantes (junto a
«tabobo», «jabobo», «altabobo») con que es conocido este pájaro insectívoro en el archipiélago: «Y que le vydo este testigo
andar en busca de un paxaro que se llama habubylla, y que
dezia que con aquel habubyto avia de sacar del un hueso, para
que tocando con el a qualquier persona que qujsyese la querria
byen [...]» (DHECAN: 9). O en las Datas o escrituras de repartimientos de tierras también es continua la aclaración, de ahí
que desde un primer momento al «lentisco» se le designe con la
denominación popular «almácigo»: «[...] que lindan con el barranco que viene de Palmar contra la parte de Teno como dicen
los hamácigos fasta la mar, 100 fanegas» (en documento de
1499, DHECAN: 81). O en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, en
los inicios del siglo XVI (en julio de 1515), se puede leer la definición del prehispanismo guanil, haciéndolo equivaler a «alzado»: «e en la dicha isla tenemos ordenança hecha por justicia e
regimiento e costumbre husada e guardada quel tal ganado
alçado que se llama guanir ninguno lo pueda matar ni marcar
so cierta pena e que los criadores de la comarca de cuyos ganados ha procedido el dicho ganado guanir lo montehen todos
juntos con licencia de la justicia e lo repartan entre si segund
la cantidad de ganados mandsos que cada uno tiene [...]»
(DHECAN: 94).
Son continuas las alusiones a la pervivencia de términos,
bien de arcaísmos castellanos, bien de voces propias de las islas,
lo que nos permite confirmar su vigencia de uso en determinaNúm. 50 (2004)
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das épocas. El portugués Gaspar Frutuoso, por ejemplo, en el
apartado que dedica a «As Ilhas Canárias» en sus Saudades da
Terra (1590), al hablar del localismo bailadero, de donde proceden muchos topónimos actuales, precisa su empleo en el siglo
XVI: «Cuando les faltaba lluvia para sus sementeras y pastos y
había gran sequía, para rogar a Dios hacían procesiones, llevando los ganados a lugares espaciosos como plazas que tenían ya
señalados para esto y que llamaban, y aún todavía hoy, bailaderos». En 1912, Bethencourt Alfonso en su Historia del pueblo guanche, al referirse al sinónimo de procedencia aborigen guara o guaracho, confirma su sustitución total por la creación castellana: «Los guaras o guarachos, nombres ya perdidos
para la presente generación, son conocidos en la actualidad por
su traducción al castellano de “Bailaderos”, que aún llevan bastantes localidades porque en ellas estuvieron establecidos»
(DHECAN: 159).
Aunque lo común es la simple igualación (a veces, incluso,
yuxtaposición) de la voz provincial a la designación general. En
las Datas es frecuente este recurso: «un camino que sube a la
montaña que siguen los almocreves o arrieros» (en documento
de 1518, DHECAN: 86). En las mismas actas de la Inquisición, esta
vez del siglo XVII (marzo de 1674), se recoge la sinonimia
«abobido»/«lenguaje», con un sentido amplio equivalente a «rezado ininteligible»: «para curar una muger enferma que tenia
en su casa avia echado unas suertes en un lebrillo de agua y
puesto ensima un jarnero y hecho unos lenguajes o abobidos al
deredor del lebrillo [...]» (DHECAN: 8); en 1810, Juan Primo de la
Guerra y del Hoyo anota en su Diario el portuguesismo «mazapé» y lo iguala al término general «barro»: «Las mujeres se
ocupan en la loza, para la que llevan el barro o mazapé de la
cumbre o de Arafo y el almagre de mayor distancia» (DHECAN:
973). Los ejemplos podrían multiplicarse y, por sencillos que
parezcan, son todos ellos muestra de una fina observación lingüística. Su empleo literario se generalizará en las obras costumbristas de finales del XIX y principios del siglo XX, y servirá
para contraponer el habla de campesinos y «roncotes» frente a
la lengua a veces pretendidamente más culta de otros niveles
sociales. Es el caso de este sencillo diálogo entresacado de una
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comedia del periodista Leoncio Rodríguez, titulada Plataneras y
publicada en 1933, en la que con una simple apostilla se puede
advertir la divergencia de uso del sintagma de origen portugués
«de risa», al que se hace equivaler el sinónimo castellano correspondiente: «Juez. —¿Con hijos también? Venancio. —Con hijos
las solteras. Juez. —Querrá usted decir las casadas. Venancio.
—No, señor; las solteras. De risa, como suele decirse. Juez. —Sí,
naturales. Venancio. —Eso es, señor juez. Golpes de la vida»
(DHECAN: 500).
No resulta tampoco anecdótico que sean en la mayoría de
las ocasiones los autores foráneos (tanto peninsulares como extranjeros), los que más observaciones de este sentido presenten.
El ejemplo del burgalés Francisco F. Escolar y Serrano puede ser
bastante ilustrativo. Comisionado regio para elaborar la Estadística del archipiélago, llegó a Santa Cruz de Tenerife en 1805 y
recorrió una por una todas las islas. Aunque no pudo terminar
su obra (no acabó ni la estadística de Tenerife ni la de Gran
Canaria), sus apreciaciones nunca resultan ociosas. Así va anotando, junto al frío registro contable y estadístico, algunas peculiaridades propias del léxico canario, generalmente contraponiendo la voz que ya conocía con la regional («la cercanía a que
están del monte es causa de que se anieblen o alforren como
dicen aquí»; «y se hacen zanjas o machos para recibir y canalizar el agua de lluvia»; «las camisas del palote o caña de maíz y
la rama de las papas que, generalmente, siembran con este fin»,
DHECAN: 79, 917 y 1088), definiendo el provincialismo («sólo necesita de las lluvias que proporcionan los bosques para que gran
parte de sus terrenos sean de los que llaman en el país de bebedero, que producen cosechas tan asombrosas como vimos hablando de Lanzarote»; «hay que contener la tierra con gruesas
paredes que aquí llaman cadenas, para que las avenidas y torrentes no se la lleven al mar»; «La lagarta es la plaga que ataca con mayor frecuencia los cultivos», DHECAN: 198, 276 y 860),
o simplemente incluyéndolo en una enumeración («No existen
bosques propiamente dichos porque su flora más abundante y
casi única son las tabaibas, valos, ahulagas y otras plantas de
este género, aprovechados para el alimento del ganado en el
verano y en el consumo de la leña», DHECAN: 171).
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Pocas, pero interesantes, también son las apreciaciones sobre la variación sociocultural y sociolectal desde el punto de vista
léxico, aunque en el corpus son mucho más tardías. Cristóbal
del Hoyo, en su Carta de Lisboa, redactada en 1734, anota una
variedad de caña y especifica «de estas que vulgarmente llamamos de rueca» (DHECAN: 323). José María Zuaznavar y Francia,
amigo y coetáneo de Viera y Clavijo, emplea en su Diario sobre
su estancia en Telde (entre 1805 y 1806) la misma expresión:
«Me hicieron distinguir lo que en las Canarias llaman vulgarmente “cohombrillo”, y me manifestaron la “raspilla”, “cerrillo” y
otras yerbas que no recogí como aquel fruto, porque se hallaba
sin flor» (DHECAN: 429). Y Domingo J. Navarro, en su obra costumbrista Recuerdos de un noventón, aparte de apuntar el posible desuso a fines del siglo XIX de la voz «amiga» (con el sentido de «maestra de escuela»), indica que «El vulgo las llamaba
Migas y tal vez con razón, porque no teniendo nada de amigas
les sobraba la causticidad de los ajos de aquel insustancial alimento» (DHECAN: 99). En otras ocasiones, el término viene definido como propio de determinados ambientes. Así sucede con la
voz armadero, que Manuel Pereyra de Armas en su obra Tipos
de mi Tierra (publicada en 1897) define como propia de la «jerga tabernaria» (DHECAN: 124).
La producción lexicográfica castellana del siglo XVIII y, sobre
todo, la proliferación de diccionarios en el siglo XIX, lleva en
otras ocasiones a intentar localizar el canarismo en las obras
generales y a determinar, por contraste, su carácter regional.
Conocidas son las observaciones realizadas por Álvarez Rixo
sobre la escasa o nula intervención del portuense Bernardo de
Iriarte a favor de la presencia de canarismos en el DRAE: «En la
redacción del Diccionario de la Lengua Castellana le tocó la letra C, y fue lástima que por haber salido de las Canarias tan
niño no conservara recuerdo de algunas dicciones que tenemos
en estas Islas con dicha letra» (c1872: 158), lo que le lleva a
escribir en el periódico palmero El Time, en 1868, una relación
de «Vocablos isleños», con la intención de que sean adoptados
por la institución académica «a fin de que se hiciese mérito y
justicia a nuestras Islas Canarias, insertando algunos vocablos
dignos de figurar en dicha obra, por lo generalizados que se
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hallan, no sólo en Canarias, sino también en las provincias
americanas». Esa comparación continua con el repertorio oficial es la que permite al alcalde portuense advertir también en
su Historia del Puerto de Arrecife (c1866: 90) que los ictiónimos
«tonina» y «bote» «ni uno ni otro nombre sea el verdadero»,
para designar al cetáceo conocido generalmente como «delfín».
En esta misma línea, Elías Zerolo, lexicógrafo de profesión, en
la segunda mitad del siglo XIX va a continuar la labor del historiador y político portuense, al tomar nota por primera vez de
numerosos términos y cambios de significado y de designación
de los regionalismos canarios con respecto a los vocablos generales del español, estudio que va a concretar en la publicación
de su artículo «La lengua, la Academia y los académicos». Así,
al comentar la palabra «bienmesabe» advierte que equivale en
Canarias a cierto dulce «distinto del que define con este nombre el Diccionario» (DHECAN: 218).
Resulta evidente, por lo que hemos visto y analizado hasta
ahora, que la historia del léxico canario no se puede realizar sin
tener en cuenta las aportaciones que poco a poco se han ido
atesorando, fruto de un exhaustivo rastreo en toda la documentación escrita. No queda fuera de este planteamiento tampoco
el análisis etimológico, ya que las distintas observaciones recopiladas constituyen muchas veces no sólo impresiones de los
distintos autores sino verdaderos testimonios de la búsqueda de
los orígenes de esta variedad.
10.1. «Adopción», «adaptación» y «creación» fueron los tres
procedimientos que, según Manuel Alvar (1969), llevaron a la
conformación del léxico propio del archipiélago. Ya hemos anotado la opinión de los cronistas y viajeros sobre la presencia en
cada una de las islas de lenguas o dialectos prehispánicos diferentes. Queda avalado este hecho por la necesidad de contar,
durante todo el siglo XV, con trujamanes, farautes o, como se
lee en textos castellanos de la época, lenguas. Los redactores de
Le Canarien especifican el nombre castellano de dos de estos
trujamanes (especialistas en los dialectos o lenguas de Lanzarote
y Fuerteventura) e indican su deseo de enviar al puerto hispalense por más intérpretes para las demás islas, y en el Acta del
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Bufadero, redactada en 1464, se advierte de la presencia de estos trujamanes «que sabian la lengua de la dicha isla de
Thenerife». De ahí que Andrés Bernáldez, en el capítulo titulado «De las siete islas de Canaria», incluido en sus Memorias del
reinado de los Reyes Católicos, llegue a afirmar —como había
hecho Boccaccio en el texto antes mencionado— que «Estas siete
islas tienen siete lenguages, cada una el suyo, que no se entendían ni parecían unos a otros; los cuales agora los de la nación
de ellos retienen entre ellos» (Morales Padrón, 1978: 509). El
proceso de aculturación, sin embargo, tuvo que haber sido en
algunas zonas muy rápido, porque Pedro Gómez Escudero, en
el siglo XVII, al hablar «de las calidades y propiedad de los Canarios y la isla», esto es, de Gran Canaria, se queja de que los
conquistadores habían cambiado el término aborigen «magua»
o «maguada» por el de «marimaguada» y lamenta que «[los
españoles] siempre controuertieron el nombre a las cosas i despreciaron sus vocablos, i quando se reparó para rastrearles sus
costumbres por más extenso no hubo quien diera rasón de ello»
(Morales Padrón, 1978: 435). Los comentarios que Alexander von Humboldt realizó durante su escala en Canarias en
junio de 1799, de camino al Nuevo Continente, resultan bastante explícitos: «El único monumento propio para esparcir
alguna luz sobre el origen de los guanches es su lengua; pero
por desgracia sólo nos han quedado de ella cerca de ciento cincuenta voces, de las que algunas expresan idénticos objetos
según el dialecto de las diferentes islas. Además de estas voces recogidas con cuidado existen aún fragmentos preciosos en
las denominaciones de gran número de aldeas, colinas y torrentes» (1816: 170). Algunos de estos prehispanismos fueron inventariados por autores posteriores como Bory de Saint-Vincent,
miembro de la expedición organizada por Nicolas Baudin a las
tierras autrales y que en noviembre de 1800 realizó una escala
en Tenerife. Como resultado de esa pequeña estancia, Bory publicó tres años más tarde sus Essais sur les îles Fortunées et
l’Atlantide, en uno de cuyos primeros capítulos llega a recopilar
más de cien palabras que considera aborígenes, «tomadas de
diversos autores y de notas que han tenido a bien facilitarme»
(1803: 38).
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Las observaciones y apreciaciones continuaron durante el
siglo XIX, no sólo con la intención de ir recopilando todos los
vestigios de esas lenguas prehispánicas (como habían hecho Viera y Clavijo, el mismo Bory y, unos años más tarde, en 1842,
Sabin Berthelot en su Ethnographie et les Annales de la Conquête), sino también, y es lo que aquí más nos interesa, confirmando el empleo de estas voces. José Agustín Álvarez Rixo, por
ejemplo, en la descripción que hace de Fuerteventura, manuscrito que redactó hacia 1859, afirma que «Además de los nombres de los pueblos y dehesas que retienen los aborígenes, estos
naturales conservan algunos otros vocablos domésticos; p.e.
Alican, Almijarra, Amolán, Chibusque, Guelde, Tigalate, etc.»
(c1859: 446). Aunque no todos estos términos proceden del
sustrato prehispánico (como el arabismo almijarra, el probable
romandalusí alicán, o el portuguesismo madeirense guelde), el
polígrafo portuense no hace aquí sino mostrar una preocupación que será constante en su obra al intentar ofrecer en cada
momento tanto la procedencia como la vigencia de las palabras
propias del archipiélago.
Unos años más tarde, en 1886, el viajero Herman Christ,
cuando visita el Barranco del Carmen, en la isla de La Palma,
señala que «la gente conoce siempre los bonitos nombres, poco
españoles, más bien canarios, de las flores» (1886: 75), y más
adelante, cuando describe su estancia en el Puerto de la Cruz,
vuelve a incidir en este aspecto, al tiempo que ofrece una detallada enumeración: «El campesino de Tenerife, como el de La
Palma, conoce casi cada planta de la isla por sus nombres, que,
en gran parte, han sobrevivido apenas transformadas desde los
tiempos aborígenes hasta la actualidad. Agradezco a los señores
Honegger y Wildpret, a mis guías y a los campesinos, los datos
de los siguientes ejemplos: chahorra (Leucophaë), jara (Cistus
vaginatus), orobal (Withania), arrebal (Echium simplex), tabaiba
(Euphorbia), tagasaste (Cytisus proliferus), taginaste (Echium
strictum), mocán (Visnea), hediondo (Bosia), balillo (Sonchus
leptocephalus), berode (Kleinia), berodillo (Aeonium), tacorontillo
(Dracunculus), algaritofe (Cedronella), alicacaba y gibalbera
(Ruscus androgynus), guaïdil (Rhodorrhiza), ajonjolí (Callianassa). Todos son, indudablemente, de antiquísimo origen endéNúm. 50 (2004)
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mico» (Ibíd.: 136). Efectivamente, algunas de estas palabras
hacen alusión a endemismos propios de las islas y muchas de
ellas son, en opinión de los investigadores, prehispánicas (a excepción, al menos, de jara, arrebal —arrebol—, hediondo, balillo,
berode, tacorontillo, alicacaba —alicacán— y gibalbera, cuya procedencia debe adscribirse al castellano o al portugués).
10.2. Otro componente de ese proceso de adopción, en este
caso más importante cuantitativamente, es el elemento luso. Si
nos situamos algunos siglos atrás, podremos rastrear esa presencia desde finales del siglo XV y los albores del XVI. Es de sobra conocida la observación que realiza en 1544 fray Tomás
de la Torre, en su paso por La Gomera de camino hacia América acompañando a Fray Bartolomé de las Casas hasta su diócesis de Chiapas: «Está esta Isla por la mayor parte poblada de
portugueses» (citado por Martínez, 1984: 252). También concluyente es la opinión de Gaspar Frutuoso, que en el capítulo dedicado a las Islas Canarias en sus Saudades da Terra, al describir las localidades del norte de Tenerife, afirma que Icod de los
Vinos «es también villa de 200 vecinos, casi todos portugueses
ricos de vinos, sembraduras y gañanías» (1590: 106). De la misma época es la descripción que ofrece el ingeniero italiano
Leonardo Torriani con respecto a Santa Cruz de La Palma: «Esta
ciudad está poblada de portugueses, castellanos, flamencos,
franceses y algunos genoveses. [...] Las casas son blancas, fabricadas a la manera portuguesa, estrechas por dentro, y en
general sin pozos ni patios; sin embargo, son más altas y más
alegres que las de las demás islas» (1590: 142 y 171).
Es de suponer, además, que durante algunos años las generaciones de inmigrantes portugueses conservaran su lengua originaria. Y así lo podemos confirmar a través de las Datas, como
en una redactada en 1499, en la que Gonzalo Anes («vizinho
desta ilha de Tenerife») pide «en repartiçam e como a vizinho
humas tierras que sam da parte de Taquo comensan des do
barranco que vem do Palmar abaxo das Palmas como diz os
almaçegoes contra a parte de Teno a onde esta ho aucham para
la mar que aveira çiem fanegadas de sembradura las quales tierras sam de sequeyro» (Serra Ràfols, 1978: 69); o en la Data de
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3 de enero de 1505, en la que Juan de Fontes y Fernán Martínez («portugueses estantes que somos en esta ilha») se dirigen
al Adelantado Alonso de Lugo con el fin de pedirle unas tierras,
para «tomar vezindad em elha e em elha abitar, por tanto pedimos a vuestra señoría q[ue] por bem da d[ic]ha abitaçam e
vezindá aja por bem de nos fazer mercé e nos queyra dar t[err]as
em elha» (Ibíd.: 65); o en la de 16 de marzo de 1509, en la que
el gobernador de las islas cede ante la solicitud de Perianes y
María Borges, vecinos de Daute: «don a repartimento y vezinda
a vos pi anes e maria Borjes vra. mojer vnas terras de sequeyro
que sam en Daute a los almaçoguos que sam a las couas y
vchan del Rey» (Ibíd.: 37).
Y no menos relevante como indicio de este bilingüismo en
la época posterior a la Conquista es la información que podemos entresacar de las Actas inquisitoriales. Conservadas hoy en
El Museo Canario, algunos de estos documentos delatan la lengua originaria de los demandados, como sucede en la denuncia
de Ana González, de La Palma, en la que se precisa «que estando sus padres acostados yendose ella acostar hizo la señal de la
cruz para acostarse, y que la dicha Mençia Vaez su madre dixo
al dicho Alvar Gonçales ‘Mira, non veds alla a vosa filla’» (Birch,
1903: 78). No debemos olvidar la persecución religiosa que recibieron algunos de estos portugueses judeoconversos y que, por
ello, todo lo relacionado con la lengua lusa podría ser motivo
de proceso (de hecho, el número de expedientes incoados a portugueses hasta mediados del siglo XVII superó a los de los españoles, según las cifras de Fajardo Spínola, 2003: 59). Similar
circunstancia llevó al grancanario Cairasco de Figueroa a retractarse ante el Tribunal de la Inquisición en 1558 por haber dejado representar una de sus obras teatrales con diálogos en portugués, a la manera del teatro vicentino: «Muy magnífico y muy
reverendo señor: Bartholomé Cayrasco, canónigo desta Catedral
yglesia, paresco ante Vuestra Paternidad y digo que el día de la
Asumpción de nuestra Señora próximo pasado, en un entremés
que hize para cierta farça que entonces se representó en la iglesia de Nuestra Señora, introduxe un portuguez el qual, blasonando de su gentileza, dixo así: “Consagro eu Deus que Deus
naun he tan gentil home como eu”, lo qual ordené sin saber ni
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mirar lo que ordenaua; y después acá, mirando más en ello,
entendí que auía errado porque aunque aquella era cosa
de representación de burlas y disparates de un loco portuguez,
pero ni en burlas ni en beras no es lícito poner la lengua en
Dios sino con aquella adoración y beneración y temor que se
deue a su infinita bondad y omnipotencia [...]» (Millares Carlo,
1932: 149).
Todo esto demuestra que la influencia lusa sobre la variedad
canaria tuvo que haber sido profunda. Si pocas son las huellas
de esa presencia en la fonética del español hablado en las islas,
tal como apuntaba Alvar, en el léxico la documentación demuestra que a lo largo de todo el siglo XVI ya se habían incorporado
numerosos portuguesismos a esta variedad (acebiño, aderno,
alhorra, bagazo, balayo, barbuzano, beberaje, bica, bicuda,
burgao, caboco, cabuquero, cachaza, callao, cangrejo judío, cangrejo moro, canto, casa terrera, castañero, cisco, colmo, conduto,
corriente, corza, crianza, degredado, desburgar, encampar, engeño,
engonzar, engrudo, escuma, esteo, fabricada, fajana, faldra,
falqueado, fasquia, faya, ferrugento, ferrojo, fetor, filera, fogalera,
forma, fornalla, fraguero, frechal, furnia, furo, gilbarbero, goa, granel, herido, jable, laja, lata, latada, lealdado, lealdador, lealdar,
liame, lombada, lombo, loro, maestre de azúcar, mallete, mangla,
marmulano, masapé, mascabado, pancada, panela, pedrero, peje,
picuda, pomba, quelbe, rapadura, remiñol, rolar, serventía, sino,
sollado, sollar, talla, tallamar, támara, tanque, taño, til, toldarse,
topo, tostón, venta, vieja, viñático, virazón, zoca). Además, muchos de estos préstamos continúan aún hoy vivos en el habla
del archipiélago.
La conciencia del préstamo como procedente del portugués
es temprana y algunos testimonios tenemos en este sentido. En
1583, el mercader inglés Thomas Nichols no duda en considerar propias de la isla de Madeira dos especies de árboles, características de la laurisilva, que también son usuales en los
bosques de Canarias: «Ha sido llamada isla de Madera, primeramente por el aspecto salvaje de las varias clases de árboles que
crecían allí, y que aun crecen tales como cedros, cipreses,
viñátigos, barbusanos, pinos y otros varios» (DHECAN: 183). Unos
años más tarde, Juan de Abreu Galindo, en su Historia de la
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conquista, redactada entre 1590 y 1602, acierta cuando postula
el origen del apero llamado tradicionalmente «corza»: «Es tan
fragosa esta isla de La Palma, que por su aspereza, así en los
campos como en la ciudad, no se sirven con carretas de bueyes,
sino con un madero de dos gajos, como horqueta, que llevan
arrastrando por el suelo, y encima llevan la carga que los bueyes pueden tirar, al cual madero llaman corza en lenguaje portugués; o sea, que le pusieron este nombre, corza, por la semejanza que tiene a los cuernos del corzo, o por haber sido la
inventora de este instrumento Corsa, la criada del boyero, por
cuya contemplación la isla de Córcega se llamó de este nombre.
Y de este vocablo e instrumento se usa en el reino de Portugal»
(DHECAN: 460).
Cuando entre 1799 y 1812 Viera y Clavijo termina su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Índice
alfabético descriptivo de sus tres reinos: animal, vegetal y mineral, el que será considerado el primer repertorio sistemático de
términos canarios, incluye en él algunos portuguesismos, aunque todavía no acierta con determinadas etimologías. Es consciente —y así lo afirma s.v. alhorra— que en las islas se han
introducido «muchos vocablos lusitanos, por los muchos portugueses venidos a ellas, que tanto a la conquista como después
fueron llegando de pobladores, labradores y artesanos». Señala
algunas confluencias con Madeira (s.v. acebiño, por ejemplo,
afirma, como ya había adelantado Abreu Galindo, que «es una
especie muy particular de acebo, indígena y propio de nuestras
islas y de la de Madera [...] y aun entre nosotros ha prevalecido
el nombre portugués de acebiño»; bajo la entrada culantrillo
—refiriéndose a la variedad conocida en Canarias como «culantrillo de risco»— indica que su nombre científico es maderensis,
«por ser planta peculiar no sólo de nuestras Canarias, sino también de la isla de Madera», y define la haya como «una especie
de acebo y un acebo indígena y peculiar de nuestras Canarias y
de la isla de la Madera»), así como apunta la posible creación
de voces canarias derivadas de étimos portugueses (s.v. aguamala
indica que «los portugueses [la llaman] agua mar, de donde los
canarios tomamos sin duda el nombre de aguamala, con que es
conocido este viviente en nuestras costas»).
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Pero será Álvarez Rixo el que dé noticias más concretas sobre esta parcela tan importante del vocabulario del archipiélago: «Sus consideraciones etimológicas, con los inevitables
errores, achacables al desconocimiento que se tenía aún de determinados hechos, son casi siempre atinadas, y puede decirse
que con él se inicia el reconocimiento de la importancia que en
la formación del léxico canario tuvo la lengua portuguesa»
(Corrales, 1996: 149). Álvarez Rixo contaba con la ventaja del
conocimiento directo del portugués, por su ascendencia lusa y
porque aprendió la lengua durante su estancia en Madeira entre los años 1813 y 1814. En un artículo publicado en la prensa palmera sobre «Agricultura» en 1866, tras quejarse de que
los manuales sobre esta materia empleen términos «que sólo
por inferencia comprendemos», por lo que «en puntos de labranza y de geografía respecto a nuestras Islas están muy mal
impuestos allá por la Península, y por lo tanto, que tales libros
no son los aceptables a nuestro país, por más que el Gobierno
en la creencia de eficaces los haya recomendado», recopila al
final un total de diecisiete «Voces portuguesas o gallegas usadas en Canarias en la labranza y sus aperos» (alhorra, azeviño,
balayo, bica, carozo, caruncho, corza, esteo, fonil, grelo, grelar,
hortelana, moriangana, mazaroca, sabugo, penera y viñátigo)
con sus equivalentes castellanos. Por ello tampoco es de extrañar que, de las trescientas cinco entradas que registra con un
criterio selectivo en su repertorio de Voces, frases y proverbios
provinciales de nuestras islas canarias con sus derivados, significados y aplicaciones —obra que podemos situar en la misma
época de sus escritos periodísticos—, cincuenta y siete tengan, según él, procedencia lusa, a las que habría que añadir
algunas más en un estudio más detallado, incluidas en su vocabulario sin etimología o como procedentes de otras lenguas (bicariño, barbusana, burgado, chafladero, charaviscal,
claca, cotio, entaliscar, aderno, arrife o gorar). La nómina de
portuguesismos seguirá creciendo a partir de este momento, especialmente a lo largo de todo el siglo XX en que Pérez
Vidal dedicará casi medio siglo de investigación (entre 1944 y
1991) a analizar la influencia lusa en la cultura tradicional canaria.
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10.3. Cuando los castellanos llegaron al archipiélago, encontraron una realidad muy distinta de la que conocían y que
tuvieron que describir con sus propias palabras, mediante comparaciones, creando nuevas voces de carácter metafórico o realizando un cambio designativo por similitud o semejanza con los
elementos de la naturaleza que les resultaban familiares. En
otros casos, como ya hemos señalado, adoptaron e hicieron suyas las denominaciones aborígenes, aunque al pasar por el tamiz del oído europeo, como afirma Olivia Stone, «En todo el
archipiélago es muy difícil averiguar los nombres correctos. Aún
quedan muchos de los nombres antiguos; algunos se han asimilado al español y otros son totalmente españoles» (1887: II,
389). A pesar de este hecho, resulta evidente que la mayor parte del léxico canario procede del fondo común castellano y, en
este caso, su carácter diferencial viene dado bien por la «adaptación» que estos términos han sufrido al ser utilizados en un
nuevo contexto, bien por la «conservación» de voces que tanto
aquí como en América se mantuvieron vigentes mientras que en
el español general pasaron a considerarse como arcaicas.
Se quejaba Herman Christ, a finales del siglo XIX, de que
«Los españoles han traspasado, bastante arbitrariamente, los
nombres conocidos por ellos de plantas europeas a las canarias,
a veces muy diferentes» (1886: 136). La asociación creada por
la similitud en el aspecto del árbol —por citar sólo ejemplos
botánicos—, en el color de los frutos o en la forma de las hojas,
llevó a asignar denominaciones europeas a especies endémicas,
como el Ilex peralo o el Arbutus canariensis, conocidos respectivamente como «naranjo» o «naranjero salvaje» y «madroño». A
estos ejemplos podemos añadir muchos otros que nos ofrece este
mismo botánico: «Así, llaman al delicado cabello de Venus de las
fuentes (Adiantum), culantrillo, el pequeño cilantro; al Oreodaphne lauráceo, til (tilo); a la Euphorbia balsamifera, adelfo; a
la Heberdenia, aderno (arraclán); a la Erica scoparia, tejo; a la
Catha, peralillo (pequeño peral); a la Euphorbia canariensis, cardón (cardo); al Juniperus, cedro; a la Pistacia atlantica, almácigo; a la banana, plátano; al Ilex platyphylla, naranjo salvaje; a
la Messerschmidia, duraznillo (pequeño melocotón por su piel
arrugada); al Phagnalon, romero; a la Artemisia canariensis,
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incienso; a la Lavendula arbotanoides, romarillo (pequeño romero); a la Myrica Faya, faya; a las cinerarias, tucilage» (Ibíd.:
136). Aunque, reconoce que «Hay nombres típicos españoles que
son especialmente bonitos, como los siguientes: carnical (Periploca con una cápsula de dos cuernos); amor seco (Bidens pilosa
por sus frutos ásperos); árbol de Santa María (la bonita Clethra
de flores blancas); oreja de abad (cuyas hojas se parecen a orejas grasientas y colgantes); pastel de risco (las rodajas en forma
de plato del Aeonium tabulaeforme); siempreviva de mar (la
Statice con sus flores secas, duraderas); palomera (el bonito
Senecio appendiculatus blanco); pico de paloma (el picudo Lotus
peliorhynchus); mataprieta (Gendarussa hyssopifolia); cachimbera
(Phyllis); no me olvides; rabo de burro (Equisetum, también
Aristida, una gramínea); leña buena (Cneorum pulverulentum, del
tipo de palo rosa); leña de navidad (agáloco, la Rhodorrhiza de
olor a rosa); trigo de los guanches (Aegilops, una gramínea
infértil parecida al trigo); ratonera (la fea y punzante Forskahlea); sangradera (Alternanthera); palo blanco (Notelaea); piquita (el algo punzante Achyranthes); serrajón (las hojas dentadas como una sierra, de la especie Sonchus); buenas noches
(estramonio, cuya flor nocturna despide un olor embriagador);
pelo de la vinagrera (el parásito Cúscuta que crece sobre el
agracejo); hierba camellera (el Heliotropium erosum buscado por
los camellos); hierba tostonera (Adiantum reniforme con hoja
parecidas a monedas); mataperro (la venenosa Ceropegia); amor
indiano (la roja como el fuego Asclepias curçavica de las Indias
Occidentales); manzanilla (la olorosa Chamomille); hierba del
tiempo (Erigeron); algodonera (Gnaphalium Webbii, el lanoso
edelweiss de Lanzarote); sanguiño (Rhamnus glandulosa), viola
del Pico (Viola Cheiranthifolia); corazoncillo y maljurado (Androsaemum grandifolium); doradilla (el helecho de escamas doradas
Ceterach aureum); y el brezo, muy parecido a la palabra suiza
‘Brüsch’, como nosotros denominamos esta planta» (Ibíd.: 137).
Otro grupo numeroso de voces de origen castellano deben ser
consideradas como arcaísmos con respecto al español peninsular, «porq[ue] en la campaña esto es en las Aldeas conseruan
aun aquellos terminachos antiguos y mesclados», como confirma en la segunda mitad del siglo XVIII Dámaso Quezada y
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Chaves (c1770-1784: fols. 154v-155). De ahí que, entre las «Partes del cuerpo», advierta que en las islas llaman «Cogote a el
Pesqueso; nunca o guarguero por donde pasa la comida; a la
caueza suelen decir testa; y a las piernas ganbas, a las Partes
vergonzosas de uno y otro sexo dan muchisimos nombres como
tambien a la fornicacion que entre ellos es un poluear. Esto
es quando dos enamorados dicen cosas deshonestas» (Ibíd.:
fol. 155). O que afirme que «Comida Caldo i Potaxe dicen a la
minestra de legumbre. Puchero a la carne y todo lo q[ue] se
pone dentro la casuela o olla, y en summa se encuentran en
cada Ysla diferentes terminos originarios de aquellos primeros
Pobladores que de varias Partes llegaron» (Ibíd.: fol. 155).
Pocas son las citas que ponen de relieve el aporte léxico debido al andaluz. El mismo Quezada y Chaves, aparte de los
comentarios de tipo fonético que en este sentido realiza y que
ya hemos anotado, afirma que en cuanto a los elementos de la
«Cosina: y o todos sus aherentes lo mismo q[ue] en Andalucia»
(Ibíd.: fol. 155). Sin embargo, a pesar de esta escasez de observaciones de carácter léxico, es evidente que la presencia de andaluces contribuyó a arraigar en Canarias no sólo sus propias
voces (como la denominación popular almirones, documentada
en textos canarios al menos desde 1686; o el azándar, registrado
en el poema de Viana en varias ocasiones, hacia 1604; o el
andalusí almaizalado, referido al color blanco y jaspeado de los
claveles, de escasa presencia posterior, aunque muy antiguo ya
que lo emplea Cairasco de Figueroa en su Templo militante, en
1602), sino a difundir buena parte del vocabulario de extracción
occidental, al tiempo que contribuyó a la conservación de numerosos arcaísmos, compartidos todavía en la actualidad con
buena parte del español meridional. La historia se ha encargado de ir demostrando, además, que algunos supuestos «prehispanismos», considerados como tales por su documentación muy
temprana y por su arraigo en el campo toponímico, procedían
en realidad de antiguos empleos andaluces de voces castellanas,
como en los casos de «ereta» (diminutivo de era) y «oroval».
10.4. El carácter diferencial viene motivado, en ocasiones,
por la aparición de neologismos o creaciones, algunas de las
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cuales van acompañadas de la pertinente anotación etimológica.
Quizá la más antigua de estas creaciones sea la de la palabra
«malpaís», que designa en las islas un «terreno de lava» o la
«lava misma que lo forma». Documentada desde los inicios del
siglo XV con las formas francesas mauuait pays y mauues pais
(Le Canarien, 1402-1404: 69 y 252), es una voz de uso extenso
en vulcanología. En 1799 Alexander von Humboldt, después de
iniciar la ascensión al Teide por el valle de La Orotava, pasar
por la región de monte verde y atravesar los llanos de La Retama, llega a la zona de Altavista, donde nos aclara: «Arriba de
este punto empieza el malpaís, denominación con que se designa aquí, como en México, Perú y dondequiera que hay volcanes, a un terreno desprovisto de tierra vegetal y cubierto de
fragmentos de lava» (1816: 109). Otra palabra que se difundiría
desde Canarias y desde aquí adquiriría carácter internacional,
en su significado de «cráter», fue «caldera», de antigua documentación en el archipiélago, difundida y adoptada como término propio de la geología a partir de la publicación de las
observaciones realizadas por Leopold von Buch en 1825 sobre
la Caldera de Taburiente (DHECAN, 291-293).
Pero otras veces el testimonio no es ocasional, sino muy concreto y preciso, aclarando la motivación que ha actuado en la
creación de una determinada palabra, cuyo origen puede haber
quedado velado por el paso del tiempo. Entrarían estos comentarios dentro de la lexicogénesis, del análisis de los procedimientos de que dispone el hablante para la formación de toda una
gama de términos populares, instrumentos y procedimientos que
son similares en cualquier variedad de lengua pero que sirven
en cada zona para cubrir necesidades concretas de designación.
Las observaciones son muchas y variopintas, esclarecedoras en
algunos casos, ingeniosas aunque erradas en otros. Por etimología popular, de baladero se formó el canarismo «bailadero»,
que designa un lugar más o menos llano situado en zonas altas: la similitud fonética sin duda propició el cambio, pero también las posteriores prácticas brujeriles que se solían realizar en
aquellos descampados altos y llanos (denominados por muchos
bailaderos de las brujas). La explicación inicial nos la ofrece José
María Zuaznavar en su Diario: «También vi este día vna hacien108
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da de Don Agustín de la Rocha, vecino del “Real de Las Palmas”, situada a la entrada del pueblo, en la orilla del barranco:
hoy la llaman el “Bailadero”; pero Cristina Báñez, muger de
Alonso de Matos, cuya era el año de 1570, le da el nombre de
“Baladero” en su testamento otorgado aquel año ante Juan de
Vega, sin duda porque según tradición que hay en el pueblo de
“Telde”, confirmada por Núñez de la Peña, quando los “Canarios” se veían perseguidos de la hambre, de la peste o de otra
cosa semejante, imploraban la misericordia de Dios encerrando
su ganado lanar en una gran plaza de tosca, que hay en dicha
hacienda junto al barranco, donde privándole de pasto y comida por unos quantos días, le obligaban a “balar”, lo qual consideraban como un medio de implorar la misericordia divina»
(DHECAN: 159). También ha sido clara la procedencia de otro término de empleo común en la toponimia, la voz «bufadero» (que
en 1464 ya se documenta en la toma de posesión de la isla de
Tenerife por Diego García de Herrera, recogida en la ya citada
«Acta del Bufadero»). La motivación que llevó a la creación de
esta voz la explicaba en 1694 Thomas Arias Marín de Cubas en
su Historia: «así llamamos en Canaria á este sitio, que por debajo corre el agua del mar hasta la sima ó profundidad de un
alto monte que abrió un volcán [...]. Cuando corre viento oriental, ó antes de llover, suele el Bufadero dar grandes bramidos
que retumban por toda la Isla, y otras veces arroja el agua más
alta y derecha que tres picas» (DHECAN: 253). Los antiguos habitantes de las islas orientales construían «casas hondas», llamadas así, según nos comenta Viera y Clavijo en su Historia, «porque en parte eran subterraneas, y tenian las puertas tan
estrechas, y bajas, que una persona regular entra ahora dificultosamente por ellas» (DHECAN: 344). En Gran Canaria, al callejón estrecho y largo con muchas corrientes de aire se le denominaba «cañón», del que nos dice Alonso Quesada en sus
Crónicas de la ciudad y de la noche que es un «cañón alegórico.
Un cañón de viento. [...] —Todas estas calles que dan a la Marina son unos cañones. Yo no sé cómo no hay más pulmonías.
Es un milagro que la gente no se enferme con más frecuencia.
Nosotros sonreímos. Ya hemos comprendido por qué llama cañón Ginorio a las calles de la Marina. Ginorio cree que los consNúm. 50 (2004)
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tipados se pueden coger en las bocas de los cañones. Pero el
cañón se ha popularizado» (DHECAN: 326).
A veces se puede establecer cierta relación lógica entre la
designación y la carga semántica específica del término empleado. Así sucede con «bailarín», denominación popular del paíño
común, que Webb y Berthelot traducían en su Histoire Naturelle
des Îles Canaries como «danseur, à cause de l’habitude qu’il a de
sautiller en volant au-desus des vagues» (DHECAN: 160). «Bollo
extreme» sería otro ejemplo. Designa una torta hecha con raíces de helecho que se comía en los años de gran escasez; de ella
dice fray Juan Francisco Medinilla en su Noticia de las Misiones
(escrita entre 1756 y 1759) «que es tal que no se puede explicar
el horror que causa el verle, de modo que ni los anacoretas en
los yermos tendrían la penitencia en la comida que padecen
estos mis pobrecitos», mientras que Francisco Escolar y Serrano, en su estadística de La Palma, establece tres tipos distintos:
«el misturado que se compone de mistura o salvado en grano y
harina de raíz de helecho; el estreme que se compone de harina
de raíz de helecho sin salvado, y el estremismo que se compone
de desperdicios deshechos o salvado de helecho, y le come la
clase más infeliz de la isla» (DHECAN: 232).
En otras ocasiones, sólo se pueden conjeturar algunas hipótesis. Es lo que ocurre con el sustantivo «belmontina», del que
se preguntan los hermanos Millares: «¿Quién, hasta hace pocos
años, decía en Gran Canaria un quinquet de petróleo, una lata
de petróleo? Todos los altos y bajos, decíamos un quinquet de
belmontina, una lata de belmontina. ¿Origen de tal nombre?
Declaramos no saberlo con fijeza. De tan grave problema filológico, la única solución que podemos ofrecer es una mera hipótesis. Hemos oído hablar vagamente de un señor Belmonte,
introductor del petróleo en la Península y padrino a la vez del
nuevo combustible, el cual penetró en las Canarias con el
nombre de belmontina y aquí lo conservó cuando en el continente nadie se acordaba ya de él. Pero del señor Belmonte
no sabemos absolutamente nada y hay quien duda de su
existencia, como de la del divino Homero» ( DHECAN : 202).
Sin embargo, para investigadores más modernos, la denominación procedería de Belmont, barrio industrial de Londres
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donde estaba la refinería que fabricaba las latas de petróleo
(TLEC: I, 458).
Un simple eufemismo puede estar en el origen de una determinada denominación. Es lo que favoreció la creación del término grancanario «cuarto de las cachuchas», con el que popularmente se designaba a la prevención municipal. Para Luis
Morote —como explica en su obra La tierra de los Guanartemes,
publicada hacia 1909— se trataba de una denominación motivada por el uso que solía darse a lo designado: «Y es que allí en
el Ayuntamiento hubo no hace muchos años una escuela. Los
chicos entraban en el aula y en un cuarto de junto á la puerta
se dejaban las cachuchas, especie de gorras con visera que eran
por aquel entonces el tocado de los muchachos. Ya no hay escuela y el cuarto de las gorras se convirtió en prevención y sigue no obstante con el primer nombre que recibió. ¿Dónde vas?
Al cuarto de las cachuchas y así resulta menos bochornoso haber estado preso por escándalo o embriaguez» (DHECAN: 475-476).
Pero la pura anécdota o la simple fantasía puede aparecer
en este tipo de explicaciones etimológicas. Y, sin duda, una de
las observaciones más curiosas que hemos recopilado a lo largo
de estas lecturas ha sido la que ofrece Olivia Stone sobre la
denominación popular de la Nicotiana glauca, el «mimo», según
ella procedente de la peculiar pronunciación canaria de «mismo»: «Hasta alrededor de 1867-69 —me tomé la molestia de
conseguir la fecha exacta— esta planta era desconocida en la
isla. Entonces, repentina y casi simultáneamente, apareció por
todas partes. Cuando un campesino viajaba a una aldea en el
otro extremo de la isla, la veía creciendo a lo largo de las orillas
del camino. Los habitantes del pueblo le solían preguntar si
había visto la misma planta creciendo en el lugar de donde procedía y la respuesta siempre era igual: “Sí, la misma”. Y así ocurrió que lo singular de la planta y su repentina aparición en
Fuerteventura —donde no se ve ningún árbol ni casi ninguna
planta que se eleve más de algunas pulgadas del suelo, excepto
alrededor de las casas en zonas bien regadas— despertaron la
curiosidad de los isleños que se hacían toda clase de preguntas
entre ellos sobre dicha planta. Todos habían visto lo mismo,
aquella planta, en alguna otra parte de la isla y de ahí que en
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poco tiempo se conocía por el nombre local que aún tiene, la
llamaron mismo. La planta es oriunda de Buenos Aires, pero
también crece en la vecina costa de África, por lo tanto los pájaros o el hombre pueden haberla traído» (1887: II, 395-396).
11. Los testimonios e impresiones recogidos nos permiten
deducir, desde el punto de vista léxico, diferencias intrarregionales y, por tanto, la conciencia de la variedad también de
una isla a otra. No en vano, el aislamiento que supone un espacio insular propicia y favorece la diferenciación y un hablante puede reconocer la procedencia concreta de otro canario tanto por su «deje» o entonación, como por la pronunciación de
determinados fonemas, por peculiares usos morfosintácticos y,
sobre todo, por el empleo de algunos particularismos léxicos
(Corrales-Corbella, 1998: 77).
El franciscano Quezada y Chaves ya advierte este hecho en
relación con la ictionimia popular, al señalar que hay peces «De
todos Generos quantos se pueda imaginar aunq[ue] de varios
nombres porque aun en cada Ysla son conocido con destincion»
(c1770-1784: fol. 149). Tanto en este campo como en otros, los
testimonios sobre el diatopismo léxico son abundantes, especialmente los que nos ofrecen en la primera mitad del siglo XIX J.
de Viera y Clavijo en su Diccionario de Historia Natural (c17991812) y P. B. Webb y S. Berthelot en su Histoire Naturelle des
Îles Canaries (1836-1844). Muy expresivo vuelve a ser el comentario de Olivia Stone sobre la diferenciación diatópica, en este
caso entre Lanzarote y Fuerteventura: «Aunque para sorpresa
nuestra, descubrimos que las otras cinco islas del archipiélago
eran diferentes en cuanto a costumbres, hábitos y paisaje, creíamos que estas dos serían bastante parecidas, debido tanto a su
proximidad como a que los habitantes de las otras islas las clasificasen siempre juntas. Sin embargo, no solamente es la configuración del terreno diferente sino que utilizan palabras totalmente distintas para expresar lo mismo. Incluso para ordenarle
a un camello que se arrodille, los conejeros dicen “¡Tutchi!” y
los majoreros “¡Fuchi!”» (1887: II, 387).
No escasean tampoco las citas sobre coincidencias suprarregionales, especialmente con el español americano, y no sólo a
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nivel fonético, como ya hemos comentado, sino también en el
vocabulario. Los mismos redactores de las crónicas indianas, al
referirse a Canarias, presentan datos que reflejan una relación
muy cercana, a veces directa, con el archipiélago, y de su escala en las islas no sólo se llevan recuerdos e impresiones, sino
también nuevas técnicas agrícolas, los productos insulares y con
ellos los nombres que los designan: «pescado salado de tollos»
(Fernández de Oviedo, 1959: Lib. I, cap. IX, 37), los «plátanos»
(«Trujeron los primeros de Gran Canaria e yo los vide en la
misma cibdad en el monasterio de San Francisco el año de mil
quinientos veinte, e así los hay en las otras islas Fortunadas o
de Canaria», Ibíd.: Lib. VIII, cap. I, 248-249) o la terminología
de la «caña de azúcar» (Ibíd.: Lib. IV, cap. VIII, 106). En 1647
un juez de registros de Tenerife indica que son «más los naturales della que residen en aquellas Provincias (las Indias) que los
que abitan en esa isla» (citado por Morales Padrón, 1970a: II,
92-93). Y a finales del siglo de las luces, Humboldt llega a afirmar que «El archipiélago entero no contiene 160.000 habitantes, y los isleños son quizá mucho más numerosos en el Nuevo
Continente que en su primitiva patria» (1995: 172). De ahí que
sea frecuente la presencia del término «isleño», haciendo referencia exclusivamente a los emigrantes canarios, en la documentación americana desde principios del siglo XVII (Boyd-Bowman,
1983). O, también, que determinadas voces prehispánicas arraiguen pronto al otro lado del Atlántico, como advierte Esteban
Pichardo (1875) al comentar el significado de la palabra gofio
en Cuba: «El maíz seco, tostado y molido en polvo a estilo del
de trigo de Islas Canarias; y de aquí el sarcasmo de los muchachos y Negritos a los Isleños cuando les dicen Come gofio».
Como contrapartida, los americanismos léxicos adquieren pronto carta de naturaleza en el español canario, como puede comprobarse en el quechuismo «papa», del que afirma Viera y
Clavijo que no hay duda que «son originarias de la América, y
uno de los más bellos presentes que el Nuevo Mundo ha hecho
al antiguo; sin embargo, se ignora si fueron traídas a Europa
por la primera vez del Perú o de la Virginia, si bien, por lo que
respecta a nosotros, tenemos en Tenerife la tradición constante,
depositada en la familia de los señores Bethencourt y Castro, de
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que las primeras papas nos las trajo del Perú don Juan Bautista de Castro, por el año de 1622. Este señor las hizo sembrar
en sus tierras de Icod el alto, desde donde tan felizmente se ha
difundido por todas las Canarias este alimento que sustenta en
gran parte a sus moradores» (DHECAN: 1096-1097). O es lo que
sucede también con la temprana incorporación de la voz
araucana «bohío»: empleada por Colón y documentada en una
descripción de las Islas Canarias de finales del siglo XVI, hoy
puede considerarse, sin embargo, de uso literario referida casi
exclusivamente a contextos cubanos.
12. Como se ha demostrado en estas páginas, las apreciaciones, impresiones y testimonios sobre las peculiaridades del español canario aparecen desde los primeros textos, si bien, como
sucede en Andalucía o en América, esas observaciones se hacen
más frecuentes a finales del siglo XVIII y, sobre todo, a lo largo
del siglo XIX. A pesar de ello, el reconocimiento de una variedad
diferenciada por parte de los investigadores no llegará hasta el
siglo XX, momento en que el análisis de las hablas populares
empieza a considerarse y a consolidarse en los estudios lingüísticos.
A través de este cúmulo de citas que hemos recogido, comprobamos que es el diatopismo léxico el que más referencias ha
recibido porque, como es lógico, son precisamente las palabras
las primeras que manifiestan, sin apenas advertirlo, las peculiaridades y singularidades designativas de cada región. No obstante, también resultan ilustrativos los comentarios fonéticos que
confirman los datos que las pesquisas documentales realizadas
en estos últimos años han ido desvelando. Todo ello prueba que
el canario se forjó desde época temprana y que algunos de los
fenómenos comúnmente admitidos como propios o más frecuentes del otro lado del Atlántico tuvieron aquí un primer proceso
de adaptación. En el futuro, la lectura atenta de otros textos
podrá ir datando antes, con otras referencias, la aparición de la
conciencia lingüística sobre éstas y otras peculiaridades propias
de esta modalidad. Es evidente que la historia del español canario no podrá hacerse de otra manera sino con el análisis de la
base documental, pues son los textos y los documentos los úni114
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cos testigos que han custodiado y pueden mostrar el devenir del
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
68
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
EL CORREO DE CANARIAS
Y LA ESTAFETA DE LONDRES,
EN EL DIÁLOGO SOCIAL DEL SETECIENTOS
POR
YOLANDA ARENCIBIA
INTRODUCCIÓN
Entre septiembre y diciembre de 1762 publica Francisco
Mariano Nipho en Madrid las cartas sucesivas que conforman
La Estafeta de Londres, un semanario dedicado a divulgar asuntos de política y economía, con decidido afán utilitarista y en
línea con las pautas marcadas por el reformismo ilustrado. Del
mismo año de 1762 datan los seis «correos» del Correo de Canarias, un texto manuscrito, anónimo y nacido en el marco de la
tertulia lagunera de Nava, que guarda armonía de espíritu y de
intenciones con el texto anterior. Que la voz del autor canario
responde a la del madrileño, y que el diálogo que aquél abre con
su texto pronto va a discurrir por cauces propios, es evidente
desde el primer párrafo del Correo... En él, y aludiendo a la coyuntura histórica de la España del momento, enfrentada a Inglaterra en el marco general de la guerra de los Siete Años, se
lee lo siguiente:
Muy Sr. mío: He leído la Estafeta de Londres, cuyo asunto
es la cantinela acostumbrada en tiempos de Guerra con
Ingleses, Fábricas, Manufacturas, Navíos, Comercio, Marina etc. Mientras hierve la olla de la Tripulación, Presas de
Núm. 50 (2004)
121
2
YOLANDA ARENCIBIA
Registros, Avisos interceptados, Socorros impedidos, y Escuadras bloqueadas, humean los cerebros Planes de Reformas, Declamaciones, Inbentivas (SIC), y otras drogas de la
Farmacopea política, pero pasada la Tempestad todo va al
Recetario de el Ocio (C.C., p. 1).
El porqué de la referencia que el Correo hace de la Estafeta
tiene mucho que ver con los vehículos del diálogo sobre la «cosa
pública» del siglo XVIII y sus modos. El cómo conceptual de
ambos textos y la derivación de modos y de motivos que va a
transparentar el del canario tiene mucho que ver con la diferencia —lógica— de perspectivas que, en asuntos públicos como
en tantos otros, van a manifestar las distintas Provincias españolas. Por fin, la rapidez de la respuesta del Correo canario,
la organización de los materiales que ofrece, su porqué, su
cómo, y el tono de los mismos, sobre iluminan el conocimiento
actual de la Ilustración canaria con extremos que no carecen
de interés.
El trabajo que ahora inicio se propone contemplar ambos
textos, la Estafeta de Londres y el Correo de Canarias, en paralelo. La consideración de los aspectos arriba apuntados le servirá
de cañamazo y marcará su desarrollo.
EL
DIÁLOGO ILUSTRADO Y SUS CANALES
El didactismo y el pragmatismo de una filosofía como la ilustrada precisaba, para el cumplimiento de sus fines, de un receptor amplio y capaz de recibir el mensaje, y de unos canales de
difusión abiertos y variados. Nada fácil resulta la tarea, pues
habría sido necesario contar con un público debidamente
alfabetizado, una situación que la España del XVIII estaba muy
lejos de alcanzar pese a los esfuerzos —importantes— que la
Ilustración hiciera para llevar a cabo unos proyectos que el despotismo gubernativo proponía como ideales1. En efecto, en te1
Por razones de espacio y de oportunidad, soslayamos ahora un tema
importante: ¿fue suficiente la Ilustración española?. La oportunidad crítica
está abierta. Al respecto, pueden verse las aportaciones de Subirats y de
Larubia-Prado reseñadas en la bibliografía.
122
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
3
mas de formación como en otros muchos, la situación era precaria. Las clases alfabetizadas (los nobles, la burguesía acomodada) eran minoría, mientras que la enseñanza en los niveles
superiores se movía en un conservadurismo atrasado, decadente y poco abierto a novedades, que las sucesivas reformas de
Carlos III y Carlos IV no lograron redimir. De este modo, el
objetivo dieciochesco de alcanzar la generalización de una educación primaria (obligatoriedad de la enseñanza, creación de
centros, formación de maestros, etc.) fue tarea pendiente que
sólo llegaría a lograrse (poco a poco, y no sin problemas) a lo
largo del siglo XIX2.
Así las cosas, el diálogo ilustrado discurrió a partir de tres
cauces principales: en primer lugar, las Sociedades Económicas
de Amigos del País, que se extendieron por toda España desde
1763 a 1802 (especialmente a partir de la voluntad expresada
por Pedro Rodríguez Campomanes en su Discurso sobre el fomento de la industria popular); en segundo lugar, las Universidades o Estudios Generales, allí en donde existían (hubo en la
España de la época más de treinta de estos centros, de muy distinta antigüedad y todos en manos de la Iglesia, de modo que
escapaban, en principio, al control del poder Estado); y por fin,
la Prensa, en las pocas ciudades en que ésta conoció expansión
suficiente (Madrid, en primer lugar; luego, Granada, Cádiz, Sevilla y Barcelona).
Pero hubo otros cauces para ese diálogo ilustrado, que se
genera y discurre a través del espacio de encuentro que ofrecen
instituciones de muy distinto rango. Entre ellas, en primer plano, las Academias, como organizaciones oficiales («reales», casi
todas ellas); y luego otros «establecimientos útiles», de diversa
índole, esparcidos por toda la geografía española: Instituciones
gubernamentales (como, por ejemplo, las Juntas de Comercio),
Academias menos organizadas, Gabinetes, Tertulias, etc. Todos
ellos —y al margen de su papel oficial— suponen agrupaciones
de hombres inquietos, que dialogan, que conversan, que discuten proyectos y que redactan memorias, solicitadas o no, con
2
Sobre tan interesante cuestión, baste ahora lo apuntado. Hay amplia
bibliografía al respecto, que no creo pertinente reseñar ahora.
Núm. 50 (2004)
123
4
YOLANDA ARENCIBIA
propuestas más o menos utópicas. En todos ellas, la constancia
actual de aquel diálogo y la realidad de su difusión pública depende de la existencia y de la conservación de Actas de los debates y los acuerdos, o textos similares.
Si en la España del siglo XVIII el panorama de la prensa ofrece grandes contrastes (grandes periodos de silencio, junto a fases de intenso desarrollo), más profunda diferencia ofrece el
panorama de la cuestión estudiando en conjunto las distintas
zonas del país. Conviene recordar de pasada (no es el momento
de hacerlo con más amplitud) la importancia que adquirió la
Prensa en la España del siglo XVIII; una prensa que tiene como
modelo y referente a la que se publica en Europa, y una prensa
que, sin dejar de ser minoritaria y selectiva, se fue consolidando
a lo largo del siglo como vehículo para la difusión de las nuevas ideas de cultura y de progreso. Llegará la culminación de
ese proceso a partir de la segunda mitad del siglo. En el sentido
que ahora nos interesa, los papeles periódicos constituyeron, en
efecto, canal idóneo para fomentar y generalizar la difusión de
la cultura ilustrada y para satisfacer la curiosidad ciudadana de
forma ágil, atractiva y con razonamientos ligeros; un canal,
además, expedito, puesto que sus materiales —los periódicos—
están disponibles para ser adquiridos con relativa facilidad por
un público amplio y hasta vulgar que sólo gusta de lecturas livianas, que lo entretengan por su novedad y que le sean accesibles por su poco precio; un público, en todo caso, que ahora
nace y que superará muy pronto en número a aquél que se aplicaba a los grandes libros in-folio.
Entre los diversos contenidos que ofrecen las publicaciones
periódicas dieciochescas, son los más numerosos los centrados
en la crítica literaria, social y de costumbres3. Le siguen en número los que se refieren a la divulgación e información de los
asuntos políticos, de «la cosa pública»: una muestra de la voluntad utilitarista del ilustrado y de la urgencia con que se contemplaban los programas de reforma económica en España.
Alcanzan éstos su máximo desarrollo en la segunda mitad del
3
del
124
Ya Aguilar Piñal dejó anotados los posibles grupos de periódicos
en función de su contenido (1978: XI-XII)
XVIII,
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EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
5
siglo y, en ámbito y en intenciones, se acercan bastante a determinadas publicaciones de contenido económico inglesas y francesas, que tan importante desarrollo lograron en el siglo XVIII
(los principales, desde su presencia en España, el Journal des
Savants, las Memoires de Trevoux y el Journal Economique). Tratando de estas publicaciones político-económicas, recuerda M.
Dolores de Asís cómo van siendo analizados y criticados en los
periódicos
la injusticia que inspira el reparto de la cargas financieras
y la distribución de la propiedad, la decadencia del comercio y la navegación, el escaso desarrollo de la industria y
la pesca, el abandono y la mala estructuración de la economía colonial y, sobre todo, el sistema irracional de explotación de la tierra (1987:201).
La observación de los documentos periodísticos nos muestra
que, en efecto, los temas señalados se entrelazan en los distintos textos, como importantes aspectos complementarios de la
cosa pública a que refieren. Y así ocurre en la Estafeta de Londres, y así puede apreciarse en el texto del Correo de Canarias,
los dos documentos que constituyen la base de este trabajo. Pero
el canal de difusión de ambos va a marcar, de entrada, una diferencia importante entre ellos.
En efecto, la Estafeta de Londres nació en el marco de una
prensa madrileña relativamente bien desarrollada y de la pluma
de un «diarista» experimentado, Francisco Mariano Nipho y
Gagigal (Alcañiz-Teruel 1719-Madrid, 1803), dramaturgo y traductor, pero sobre todo periodista: «el primer periodista español
de profesión, el primero en considerar al periódico como una
empresa capaz de ocupar enteramente a un hombre de letras»,
en opinión de su mejor estudioso, L. M. Enciso (1956, 147).
Nipho, que ya se había estrenado en el periodismo social con el
semanario, traducido del italiano, Varios discursos elocuentes y
políticos (en 1755), da un paso de gigante en la tarea con la
Estafeta de Londres, un proyecto que hacía el número once de
los que llevara a buen término el alcañizano; un semanario, la
Estafeta..., culto a la vez que informativo, y con el que Nipho se
proponía tratar de la cosa pública con la intención de influir en
Núm. 50 (2004)
125
6
YOLANDA ARENCIBIA
ella, pero también animado por la idea de consolidar su firma
de periodista dando entrada, con solidez, a temas de política y
economía en los papeles periódicos españoles4. El Correo de Canarias, por su parte, surge, sin duda, al calor de la tertulia
tinerfeña de Nava cuando no existía imprenta en las islas; y el
autor de los textos, seguro de su mensaje y cómodo ante la cercanía y la complicidad de los destinatarios, expone sus pareceres y sus ideas abierta y rotundamente5. El documento, por intención, por estructuración y por modos de escritura, puede
constituir hoy, como se ha dicho (el primero, V. Doreste 1945 y
1977), «el periódico más antiguo de Canarias»; y seguramente,
el calor de la emulación del periódico madrileño originó el porqué de su existencia. Pero, al mismo tiempo, la derivación final
de sus contenidos y la declaración de intenciones que en él pueden comprobarse, aconseja situar al Correo de Canarias en la
línea de los muchos Memoriales que se dirigían a Madrid desde
la lejana Provincia canaria6.
LA ESTAFETA
DE
LoNDRES:
ORGANIZACIÓN, ESTRATEGIAS
LITERARIAS Y CONTENIDOS
La Estafeta de Londres7 comenzó á publicarse el 21 de septiembre de 1762 en forma de «cartas» independientes que fue4
Sólo dos publicaciones de tema social pueden ser consideradas precedentes españolas de la Estafeta... de Nipho: el Mercurio histórico y político, una traducción del francés que se publica a partir de 1738, y los Discursos mercuriales y políticos, publicados quincenalmente a partir de 1755.
5
En el presente trabajo, prefiero seguir considerando como anónimo
al Correo de Canarias, aunque autoridades como Millares Carlo-Hernández
Suárez en la edición 1992 de la Biobibliografía... lo atribuyan a D. José de
Viera (1992, 647). Es muy posible que sea así; pero no es evidente ni indiscutible. Prefiero seguir en esta posición de cautela en la espera de dedicar
un trabajo futuro a la cuestión.
6
En diversos archivos nacionales y locales se conservan muchos de estos
documentos. Así en el Museo Canario de Las Palmas y en el Archivo Municipal de La Laguna. Este último fondo, especialmente importante, ha sido
catalogado por Leopoldo de la Rosa, como se indica en la bibliografía.
7
Reza así la portada primera de la publicación: Estafeta de Londres.
Obra periódica repartida en diferentes cartas en las que se declara el proceder
126
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
7
ron saliendo los martes de cada semana, sin interrupción, hasta el 28 de diciembre del mismo año, coincidiendo así el final
del año con la publicación de la Carta decimoquinta y el cierre
del proyecto. La portada de cada una de las entregas registra
los datos de la identidad del autor del semanario, la licencia de
publicación correspondiente y el lugar de la venta; según estos
últimos datos, siempre, respectivamente, «en la imprenta de don
Gabriel Ramírez, calle de Atocha», y «en la librería de Don
Joseph Mathías Escribano, frente a las Gradas de San Phelipe
el Real» o, algunos números, «en la Real Tienda de Cristales,
frente a las Gradas de San Phelipe el Real»8. El envés de esa
misma primera hoja de cada carta anuncia la fecha de aparición de la entrega siguiente, «en continuación de esta obra» y,
en muchas de ellas, ese espacio se aprovecha para añadir publicidad de otras obras del mismo Nipho. La «Carta Primera» aparece como obra de «don Mariano de la Giga», pero ya la segunda registra a «don Francisco Mariano de Nipho» como autor,
quien explicará esta circunstancia en «advertencia» inserta en
el envés de la carátula9.
de la Inglaterra respecto a sus costumbres, industria, artes, literatura, comercio, y marina, por don Mariano de la Giga. Con licencia. En Madrid: en la
imprenta de don Gabriel Ramírez, calle de Atocha, año 1762.
8
Citaré a lo largo del trabajo por el ejemplar de la primera edición del
periódico (1762) que se encuentra en la Hemeroteca Municipal de Madrid,
una edición completa en cinco volúmenes, en 8º. Existen reediciones de
1779 y de 1786, esta vez en dos tomos y con algunas diferencias no sustanciales. Cartas sueltas de La Estafeta... pueden encontrase en distintas bibliotecas o archivos. En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra un
ejemplar de la Carta Tercera (edición 1762) en un curioso volumen misceláneo procedente la Biblioteca de Pascual Gayangos.
9
El texto completo de esa «advertencia» dice así: «Una casualidad
imprevenida quitó mi nombre del rebozo de la anagrama. Justamente desconfiado de mis talentos para la continuación de esta obra, me ofrecí al
público disfrazado; pero habiéndome importunado unos amigos verdaderos a que me diese a conocer por lo que soy y no por lo que finjo, paso de
disfraces misteriosos al nombre verdadero, no porque la vanidad me estimule, sino porque la justicia lo requiere. Muchos favorecen y aprecian esta
amada fatiga, y yo creo que no es justo que habiendo sujeto que reciba
falte persona que corresponda. Quiero, pues soy el favorecido, cifrar en mí
solo el agradecimiento».
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8
YOLANDA ARENCIBIA
Convencido de la validez de la vieja recomendación horaciana del delectare aut prodesse, el autor de la Estafeta se vale
de la ficción epistolar como envoltura técnica de su escrito; una
estrategia literaria, la de las cartas fingidas, ya prestigiada y que
va a tener espléndida continuación en la literatura (José Cadalso y sus Cartas marruecas, el ejemplo más próximo y más destacado, de entre los españoles)10; y, además, una estrategia idónea
para enmarcar con ella contenidos generales en un lenguaje llano y conversacional, con apariencia de opinión espontánea y
nada dogmática, en la línea del ensayo, un recurso técnico especialmente eficaz para la divulgación y para el tono pedagógico y de utilidad que el espíritu dieciochesco imponía. Y unas
cartas-ensayos —éstas de la Estafeta...— enviadas supuestamente desde la capital británica a un señor de la corte, con lo que
se añade a la cuestión el atractivo asunto de los viajes como vía
para la educación11, tema presente en la prosa ilustrada (la novelesca —de nuevo Cadalso—, la ensayística y la periodística), y
con la literatura de viajes que tan buenos frutos dará en este
siglo y en el XIX12.
La Carta de salida de la Estafeta de Londres se abre con una
Introducción amplia paginada en romanos. En adelante, cada
10
De un modo muy particular, la literatura tiene clara relación con la
prensa en el siglo XVIII, aunque ocurre así en todas las épocas, y aunque en
el siglo XVIII se entiende por «literatura» lo cultural, todo lo escrito: constituyen los espacios de la prensa un medio primordial para la publicación
de las obras literarias y para la discusión y el debate de las ideas literarias
de la época. El tema es muy sugerente y muy amplio y merece un espacio
propio, que no es el de este trabajo.
11
Destaca Gómez de la Serna (1974:11-13) la importancia no sólo social sino intelectual del viajar en el siglo XVIII «porque proporciona al ejercicio de la Razón la primera materia de la realidad, sentando las bases de
una futura ciencia: la Sociología». Recuerda este autor cómo fue Jean
Jacques Rousseau en su Emilio, quien sentó las bases del viaje dieciochesco:
para «ilustrarse sobre la vida del hombre [y] filosofar con la experiencia
por delante».
12
Tal vez sea oportuno recordar ahora cómo la recuperación de la figura de Nipho para la historia del mejor periodismo español de XVIII es
bastante reciente, de los años cincuenta del siglo XX y de la mano —sobre
todo— de L. M. Enciso, en distintas publicaciones a partir del estudio de
1956 (ver bibliografía). No ha de extrañar demasiado la cuestión, pues algo
similar ha ocurrido con la consideración general de XVIII español.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
9
una de las entregas constará de 32 páginas, poseerá título propio que resume el asunto, y se dirigirá a distintos destinatarios
con textos más o menos amplios de envío y con espacio final de
cierre. La primera Carta se dirige al Excmo. Sr. Conde de ***;
la segunda a «un catedrático jurista de una de las principales
Universidades de España»; la tercera a «un respetable individuo
de una de las principales oficinas de España»; la cuarta a «un
intendente de una de las principales Provincias de España»; la
quinta y la sexta a «un caballero andaluz entendido en agricultura»; la séptima «Al Sr. Marqués de ***»; las cuatro siguientes
«Al Excelentísimo Sr. Duque de ***»; la décimo segunda «A un
Sr. Canónigo de una de las principales catedrales de España»;
las dos siguientes (y últimas con destinatario expreso) «A uno
de los más respetables individuos de una de las Reales Juntas
de su Majestad católica».
Los contenidos de las diferentes Cartas se completan con
distintas notas a pie de página, en número variable de dos a seis.
Las primeras entregas son las más ricas en notas y las dos últimas no las llevan, demostrando así cierto cansancio del autor y
los alicientes que ya veía en la que será su publicación periódica inmediata, el Correo General, centrada directamente en la
«cosa pública» española. Casi todas las notas son amplias y
discursivas, con espacio para la anécdota, para el dato contrastado o para el comentario oportuno. Aprovecha Nipho una de
esas notas, la que hace el número cuatro de la Introducción,
para explicar la organización del proyecto periodístico que inicia (en «varias cartas escritas desde Londres a varias personas y
de algunas observaciones de varios políticos [...] todas las semanas una»), la estrategia de la perspectiva elegida («en [este tratado] me supongo residente en Londres, observando lo bueno y
lo malo de sus costumbres»), y también el fin del proyecto: «una
colección de averiguaciones políticas» sobre las acciones y actuaciones de los ingleses y sobre los propios individuos.
La amplia Introducción que abre los números de la Estafeta... pretende, a la vez, servir de justificación y explicación del
proyecto, que actuar como reflexión filosófica sobre el asunto
público de que se trata. En el primer párrafo, muy en línea con
el pensamiento ilustrado, Nipho comienza afirmando que «el
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129
10
YOLANDA ARENCIBIA
estudio más digno del hombre es el del hombre mismo», para,
en seguida, ampliar tal concepto en relación con «las preocupaciones de su patria» a través de la observación de naciones ajenas (así, lo hicieran griegos y romanos —indica—) con el fin de
«aprender la vida política necesaria para el gobierno de los estados», de acuerdo con la «exquisita filosofía que manifiesta a
todos los hombres los dulces y estrecho vínculos que unen a la
virtud y a la felicidad» (1762, III-IV). Inmediatamente explicita
la propuesta de observación de Inglaterra como parangón amplio: de sus vicios como tema de investigación, y de sus virtudes
como objeto de imitación: «Inglaterra, guerrera como Roma,
comerciante como Cartago; sabia como Atenas», dice (1762,
XVI). La reina Isabel I y Oliver Cromwell (este último con algunos reproches) serán ejemplos frecuentes, aludidos desde la admiración. El periodista ilustrado no podía dejar de citar, al hilo
del texto, nombres de autores ingleses de su tiempo de los que
se servirá como fuente (ahora, Akenside y Hume13), una práctica, la de la referencia a una autoridad libresca, que será habitual en la sucesión de los distintos números del periódico, con
el valor añadido de lo que tal práctica aportaría a los españoles. En esta línea, afirma Nipho:
Basta la voluntad de saber para no ignorar: sin salir de la
quietud de nuestro retiro podemos ver, observar y conseguir
todo lo que apetezcamos respecto al modo de conducirse
en todas sus acciones públicas y ocultas nuestros vecinos y
aún alejados. El principal remedio de los atrasos de España está en hacer más aprecio de la lectura: esta enseña lo
que no se puede aprender en universidades, gabinetes y
oficinas; porque un libro habla con más verdad y tono firme que los hombres (1762, XXV).
El asunto de la comparación Inglaterra-España que la Estafeta... contiene, da ocasión al periodista para, sin dejar de exal13
Marc Akenside, médico y poeta inglés (1771-1770) y David Hume, el
filósofo e historiador escocés (1771-1776) que, además de varios tratados,
escribió una Historia de Inglaterra de gran éxito e influyó en la formación
de los economistas liberales clásicos, como Adam Smith (1723-1790), a
quien también acudirá Nipho como autoridad.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
11
tar los valores patrios y la exagerada anglofilia que muestran
muchos españoles, denunciar el abandono de España respecto
a las riquezas y los bienes que posee promoviendo tal hecho, por
omisión, el enriquecimiento de otras naciones; como es el caso,
destacado, de Inglaterra. Para el memorialista, la emulación
fructífera de los buenos ejemplos ajenos y la oportunidad de
aprovechar las virtudes políticas de Carlos III deberían ser aprovechadas por los españoles para, en consonancia y en correspondencia, trabajar y esforzarse, porque «estar ociosos y querer
ser afortunados es dormir y soñar a ojos abiertos» (1762, XXX).
Tras la Introducción, se suceden las quince cartas que conforman el proyecto cuyos contenidos podrán agruparse, como
indica Enciso (1956, 241) en función de tres núcleos: la exposición del conocimiento de Inglaterra, la indicación de lo que Inglaterra tiene que aprender de España y la aportación de algunas medidas concretas para solucionar las deficiencias hispanas.
Un grupo amplio de las primeras Cartas tratan del conocimiento de Inglaterra. La Carta Primera, tras su título («sobre el
estado actual de Inglaterra») y una interesante exculpatio al uso
retórico dirigida al presunto destinatario que encubre a sus lectores, Nipho presenta un panorama bastante subjetivo del qué
y el cómo de «la complexión de la Inglaterra» para llegar a la
observación de su política. La Carta Segunda, respondiendo a
su título («Sobre las dos Cámaras del Parlamento de Inglaterra,
y depravación de costumbres que ocasiona su gobierno»), se destina a la observación —de nuevo subjetiva— de esas dos cámaras y de los problemas que tal régimen de gobierno origina. La
Carta Tercera, que se dedica a «la exquisita política de los ingleses en el modo de animar las ciencias, comercio, marina y
artes», comienza con una reflexión alegórica sobre las enfermedades que pueden producirse en los cuerpos de las naciones
cuando no son capaces de aprender en la escuela del mundo.
Viene el asunto en consonancia con un primer concepto que el
cuerpo de la carta recoge en mayúsculas: la emulación. En este
caso, las instituciones artísticas de Inglaterra y el número y la
importancia de premios que ellas ofrecen a los individuos que
las cultivan, es tema relevante como digno de ser imitado. En
la despedida, se explicita una llamada al mérito, influencia y
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12
YOLANDA ARENCIBIA
capacidad del supuesto destinatario para que pueda servir de
instrumento al bien común, sembrando nobles pensamientos en
«nuestro desatendido suelo».
Continúa la observación de Inglaterra la Carta Cuarta para
tratar el interesante tema de «los medios convenientes de que
se valen los ingleses para hacer que los pobres sean útiles para
sí y no gravosos al Estado», desde la idea de que «los pobres son
los granos pequeños de un estado» que también hay que aprovechar, con asistencia debida. Explicitando el asunto en letras
mayúsculas (la Asistencia) el periodista aborda la explicación de
lo realizado por otro países en aprovechamiento de los pobres y
sobre la construcción de hospicios. De nuevo Inglaterra servirá
como ejemplo del aprovechamiento de su pobres para la agricultura y las fábricas, con una bien entendida generosidad hacia éstos. En la despedida, añade Nipho la recomendación de la
práctica de los viajes a países extranjeros como vía de conocimiento y de emulación. Enlazando con el tema de esta carta, la
siguiente, la Carta Quinta, trata directamente de la agricultura
y su atención («sobre que la mayor riqueza y causa originaria
del provechosos comercio de la Inglaterra es y será la agricultura») insistiendo en qué ventajas y esfuerzos ha ocasionado tal
cuidado al gobierno de Gran Bretaña. En nota, se destaca lo
realizado al respecto por dinamarqueses y suecos, italianos y
franceses, y también por los españoles, que trataron bien a la
agricultura «en los tiempos antiguos». En la despedida se indica al presunto destinatario: «anime usted a los particulares, y
haga una academia a favor del cultivo». Salvando, en el orden,
la Carta Sexta (de la que en seguida trataremos) la Carta Séptima continúa la cuestión del conocimiento de Inglaterra,
suponiéndose contestación a la solicitud del remitente del envío
de «algunas noticias de las extravagancias inglesas, porque quiere saber que partido tiene entre estos pensamientos la locura».
Comienza Nipho afirmando que «Todo es peregrino y singular
es ese país, hasta el vicio» para extenderse luego en la descripción de prácticas peregrinas de aquellos ciudadanos, encaminadas todas a «hacer asombrosa y feliz a su nación» y consiguiendo que se les considere en todo «siempre grandes, siempre
gloriosos, nunca vencidos y siempre triunfantes». En Inglaterra,
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
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afirma, todo es monstruosidad, tanto el vicio como la virtud;
pero aún de los vicios, ridiculeces y extravagancias procuran
sacar beneficio común aquellas Islas.
La Carta Sexta, bajo el título de «lo que valdría España en
competencia con la Inglaterra si volviera a su antiguo esplendor la agricultura» y el motivo destacado en mayúsculas (la
Agricultura), trata tan interesante tema con relación a la realidad española. A la postre constituye la carta un alegato decidido en favor de la Agricultura destacándola como principio
de todos los bienes («Fue la Agricultura (...) quien finalmente
hizo a la España casi señora absoluta del orbe (...) No busquéis
causas extranjeras: la agricultura, la agricultura, la agricultura») en su parentesco estrecho con la ganadería, con la industria de ellas derivada y, por fin, con el comercio. Los males a
este respecto en España son, para Nipho, la desidia de gobernantes y de vasallos: de aquéllos por no ser capaces de incentivar
con premios eficaces la dedicación a la agricultura, y de éstos
por la tendencia a la holgazanería y a posponer siempre las
cosas importantes; (hay que luchar con el «tiempo hay harto»,
dice).
La Carta Octava inicia un tema importante, el de la navegación, que ocupará bastante espacio en las páginas de La Estafeta..., entrelazado, casi siempre, con el del comercio. Se plantea
el tema de «la navegación y provechos que procuran a todas las
naciones en común y particularmente a la Inglaterra» desde la
estrategia, declarada ahora, de estar escribiendo el texto periodístico desde fuera de España, «a la distancia»; lo que le da
ocasión para insertar un alegato interesado sobre lo bien que
se acoge a los escritores de fuera, frente a los cercanos; por ello
él —ahora escritor foráneo— va a atreverse a hablar del mar
(«San Telmo me asista», dice). «Es el mas importante fondo para
hacer progresiva y constante la riqueza de un estado», afirma,
uniendo navegación y comercio. Y ejemplifica con los casos de
los bienes que ha procurado a Holanda y a Inglaterra, extendiéndose en la descripción de los modos de comerciar y de los
medios que se ofrecen para ello. A lo largo del texto y en su final, el autor no deja de lamentarse por la dejadez de España
en esos menesteres. Insiste en el tema una y otra vez, dedicanNúm. 50 (2004)
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do una extensa nota a ponderar las riquezas que produce España (agricultura, ganadería, minas, maderas) y que podrían ser
exportados directamente con una buena navegación. Continúa
el asunto en la carta siguiente, la Carta Novena, rememorando
gestas antiguas sobre el arte de navegar (españolas e inglesas)
y lamentándose de que no habrá remedio en España «mientras
el premio no unte las ruedas». El ejemplo inglés sigue siendo un
acicate, pero el descuido español hace que no se imite a los ingleses. El pesimismo que el autor deja aflorar a los textos en el
cierre de esta carta parece acentuarse en la carta siguiente, la
décima, que continúa la cuestión haciéndose eco de ciertos reproches que ha recibido de «algunos corazones sombríos (...)
que quieren hacer retroceder mis ideas» (aunque otros le animan —reconoce—). Así las cosas, esta Carta añade a la cuestión un nuevo giro, animado –dice— por un inglés: abogar por
animar la pesca y hacer un río navegable. A ese propósito, trata del beneficio y de la bondad de la pesca en general y de la de
la ballena en particular, ejemplificando en el caso holandés y
también en el inglés, animado tal asunto en ese país por la actitud decidida en su promoción de la reina Isabel I. España sin
embargo —se lamenta— no lo hace, a pesar de las inmejorables condiciones de sus costas. La Carta Undécima continúa la
materia anterior insistiendo en de cuánta importancia sería para
España hacer algunos ríos navegables y «particularmente el de
la Corte», siguiendo los consejos de un inglés «rodeado de libros
españoles»: los españoles —le dice a Nipho el supuesto individuo inglés— tienen una complexión perfecta para todos los climas y un genio capaz de cualquier cosa en cualquier rincón de
la tierra; pero no tiene estímulos; «y milagro es quien escriba
sin estímulos». Habría que atender a los posibles trabajadores y
a todos los que se encargan de «dar movimiento a las ruedas».
La Carta vuelve una y otra vez al tema central: el de la pesca y
de la conveniencia del acercamiento de los productos al mar. Y,
de ahí, el de la importancia de los ríos navegables: Londres y lo
logrado con el Támesis es un claro ejemplo; lo mismo podría ser
Madrid, que tiene el Tajo tan cerca. Y otras muchas ciudades
españolas.
La Carta Decimosegunda cambia el tema para, dirigiéndose
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a un Canónigo, volver al «cuidado exquisito de mirar por los
pobres en Inglaterra y de cuántos provechos acarrearía a España tan sabia como útil política». Encarece de nuevo la imitación debida a ingleses, a holandeses y a franceses que, en pro
de la economía pública, no protegen la mendicidad ni la ociosidad, sino que establecen gobiernos de pobres por condados de
modo que se estudien la distribución de las limosnas, con reglamentos apropiados. No habría, entonces, pobres perezosos pues,
«incentivándolos», se quitarían vicios de pereza y enfermedades
derivadas. El autor indica que ello podría hacerse en España,
un asunto al que dedica dos extensas notas que aportan detalles del número de mendigos existentes y de lo que podrían hacer al respecto los obispados y arzobispados correspondientes.
Las últimas cartas abordan el tema del comercio como centro. La Carta Decimotercera («Sobre la dilatación del comercio
de Inglaterra y cuán oportuno sería para España no perder de
vista los medios de que se ha valido para tan dichosos efecto la
Gran Bretaña») se vale del ardid retórico de la auto referencia
para encararse con cuestión tan peliaguda:
si aún cuando de las fragrantes rosas saca veneno la araña...; pues yo me digo: Nipho... si el rey te encargara... ¿te
distraerías en asuntos ajenos a tu obligación...? Sí, si fueran asuntos serios; no por necedad o capricho, por divertirse. Los empleos grandes, bien están para hombres pequeños. Vamos sobre el comercio en Inglaterra.
Tras aludir al origen del comercio inglés, entra en la cuestión del comercio de Indias y del papel en él de España, a quien
todas las naciones, envidiosas, se propusieron usurparle la riqueza. Para referirse al tema de las prácticas del comercio inglés,
se detiene en la pormenorización de éste con el resto de los
países: con Turquía; con Italia; con España; con Portugal; con
Francia. («¡Si España hiciera lo mismo....!»). Tras una pausa,
continúa la cuestión en la Carta Decimocuarta («en continuación de la antecedente»): comercio de Inglaterra con Flandes;
con Alemania; con la Dinamarca; con la Suecia; con la Rusia;
con la Holanda; con Irlanda; con los países del Sur que producen azúcar; con los que dan tabaco; con la Carolina; con la
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Pensilvania...; con la Nueva Jersey y con Nueva York; con la
nueva Inglaterra; con la África; con la Indias orientales. («Quiera Dios —dice— que tantos ejemplos sacudan a los españoles»).
La alusión al modo de ser de los españoles («que nacieron
para cosas grandes, pero por una educación indiscreta...») va a
dar ocasión a Nipho para anunciar un nuevo proyecto, «el año
que viene», con otro objeto y otro título, que demostrará
—dice— en qué somos infelices y cómo podremos ser afortunados los españoles. Será el Correo general e histórico, su próximo
periódico. Y la Carta que cierra la Estafeta... con el número
quince, viene a ser una especie de colofón de toda la publicación. En ella, con grandilocuencia manifiesta y siguiendo la letra del título, convida «a los españoles sabios y bienintencionados a que concurran con su aplicación y trabajos a sacar a la
España de la esclavitud en que mora respecto al retraso en ciencias, artes, comercio, navegación y, sobre todo, agricultura».
Tras el fin de la Estafeta, Nipho proseguirá la tarea de la
incursión periodística en la «cosa pública», política y económica. Como vimos, se cierra la Estafeta con el anuncio de otro
periódico que va a ser su continuación, que comenzará a
publicarse inmediatamente —el 11 de enero de 1763—, y que
tiene el interés particular de referirse a temas nacionales; unos
temas con los que Nipho se propone atender la demanda de
información de unos lectores interesados. El momento es oportuno: ahora cuando, siguiendo los planes de Carlos III, comenzaba la modernización de Madrid, y cuando España se veía
envuelta en la Guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra. Así nace el Correo general histórico, literario y económico de
la Europa14, que se prolongará a lo largo del año 1763 en car14
El título completo: Correo general, Histórico, Literario y Económico
de la Europa (en continuación de la Estafeta de Londres) donde se tienen
memorias útiles sobre las ciencias, agricultura, artes y comercio de Francia,
Italia y demás reinos y provincias europeas, que saben sacar su felicidad de
una prudente y bien dirigida economía pública. También, y por ser más
necesarias, se darán las noticias recientes, regulares o imprevenidas que sobre
todo lo expresado y de la Historia natural, literaria e industriosa ofreciesen
los reinos y provincias de España, por Don Francisco Mariano Nipho y
Cagigal. Con licencia. En Madrid: en la imprenta de don Gabriel Ramírez,
calle de Atocha, año de 1763.
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tas o cuadernos semanales. Años adelante, Nipho volverá a la
cuestión de la «cosa pública» española con otro proyecto, el
Correo General de España15, que se publicará desde 1770 a 1771.
EL CORREO
DE
CANARIAS:
ORGANIZACIÓN, ESTRATEGIAS
Y CONTENIDOS
El único manuscrito conocido del Correo de Canarias se conserva en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Se
trata de un documento unitario formado por 240 holandesas que
distribuyen el total del texto en seis unidades o Correos. En todos ellos, la primera página, a modo de portada, aparece encabezada con el título general del texto destacado en la dimensión
de sus caracteres (Correo de Canarias), seguido del ordinal correspondiente, en línea aparte. El primer número añade una
nueva línea para indicar la fecha («en el año de 1762») y abre
el texto con un «Muy señor mío» general que explicita desde
ahora la intención genérica del mismo: en correspondencia con
su título, una sucesión de cartas o envíos a un destinatario
anónimo. Los distintos Correos estrenarán holandesa, excepto el
tercero, que seguirá al segundo en solución de continuidad. Dos
únicas referencias de tiempo y lugar presenta el texto: la primera, encabezando el Correo Primero —como dijimos—, sólo indica el año del escrito, y la segunda, más explícita, aparece en el
cierre del Correo Segundo para señalar, «Isla de Tenerife, a 8
de Noviembre de 1762».
El total de las 240 holandesas se reparten entre los seis correos del modo siguiente: 50 cuartillas ocupa el Primer Correo,
el Segundo alcanza la 94, el Tercero llega hasta la 116, el Cuarto hasta la 145, el Quinto hasta la 172 y hasta el total de la
240 el Sexto; cierra este último Correo un «En resumen», a
modo de remate particular del texto que se extiende desde la
cuartilla 213 a la final.
15
Correo General de España y noticias importantes de agricultura, artes,
manufacturas, comercio, industria y ciencias, etc., que con la generosa protección de la Real Junta de Comercio da al público don Francisco Mariano
Nipho, con las licencias necesarias. En Madrid, año de MDCCLXIX.
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La totalidad del documento del Correo... muestra una redacción fluida y ágil mediante caligrafía clara y firme que no dejará de transparentar algunas alteraciones o irregularidades en su
discurrir, como tendremos ocasión de indicar. Contrariamente al
periódico madrileño, el Correo de Canarias carece de notas a pie
de página, pero sí que se aprovechan sus márgenes para dejar
constancia de las referencias de algunos de los textos latinos
citados y de todas las librescas que contiene.
El Correo de Canarias se presenta en forma de contestación
a la Estafeta de Londres de Francisco Mariano Nipho, como ya
se indicó. Tras aquel primer párrafo que explicita tal dependencia (y que se reprodujo al principio de este trabajo) el manuscrito canario va diluyendo sus contenidos en una reflexión
personal imbuida de sentido utilitarista y de pragmatismo: tímidamente en los dos primeros Correos; de forma más clara en
las entregas tercera y cuarta y, decididamente, al llegar a los
Correos quinto y sexto, en que tal reflexión alcanza profundidades de Memoria y deriva en propuesta de proyecto elaborado con
el conocimiento profundo de los hechos y desde la realidad de
los datos; una respuesta y una propuesta que pudo ser enviada
al Gobierno central desde la Provincia canaria.
Ningún correo va a explicitar de modo más claro que el
Correo Primero la condición de respuesta a la Estafeta... de
Nipho, cuya referencia lo abre y lo cierra. Y ninguno como
éste va a dejar claras las notas personales y literarias de aquel
autor que veíamos afianzado en sus conocimientos y en su personalidad, evidentemente cómodo respecto a sus interlocutores,
cercanos y conniventes, y que se permite marcar su discrepancia respecto a las afirmaciones del madrileño con tonos que
van desde la contundencia altiva a la displicencia irónica. Las
diferencias con Nipho merecen las primeras citas latinas del
texto, ambas en el segundo párrafo: la primera (Moisés como
autoridad) para reprocharle su aparente ingenuidad al dirigirse a «sordos (predicando) a españoles», un actitud que esconde la astucia de «hablar a las ovejas dirigiéndose al lobo»; y la
segunda (el Padre Estrada como apoyo) para amplificar sus diferencias respecto a los juicios del madrileño sobre los ingleses,
a quienes, bajo apariencia de crítica, consigue elogiar. A partir
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del tercer párrafo, el autor canario desarrolla sus pareceres
(«Con ninguna otra nación pudiera España cultivar comercio
recíprocamente útil que con la Inglesa», p.4), sin dejar de aludir al madrileño al hilo de las ideas que apunta, casi siempre
marcando los términos de su discrepancia: respecto a las opiniones sobre la libertad del comercio, sobre los inconvenientes
de la excesiva libertad, o sobre lo perverso del gobierno mixto
de Monarquía Aristocracia y Democracia en Inglaterra; aunque
también conviene con él en determinados temas, como en la
bondad del anhelo de felicidad que reside en el fondo de aquel
Gobierno, y la libertad interna que sus súbditos poseen respecto a sectas y religiones (lo que le depara ocasión para expresar
su extrañeza). El asunto de la naturaleza y forma de los gobiernos merece del autor canario el espacio amplio de 20 cuartillas en las que intercala interesantes consideraciones personales al hilo de las opiniones de Nipho. En ellas defiende a lo
gobiernos caracterizados por principios de libertad, los cuales,
sin atacar los de la Monarquía española, le lleva a justificar el
éxito del gobierno inglés: por el demostrado interés de los suyos, emulados por un bien entendido amor propio, aquél que
considera que el trabajar por la patria es como el trabajar por
sí mismos.
La sucesión de opiniones y de controversias da ocasión al
canario para acudir a estrategias de escritura: para insertar
nuevas frases en latín (sin referencias, como para un público
cómplice), para apelar a autoridades (como Platón o Tomás
Moro), para distender los tonos con coloquialismo («Pues no
sean bobos: hagan en su casa lo que van hacer en la ajena»,
p. 31), o para insertar argumentaciones cercanas a la confidencia y hasta a la admonición. Así, tratando de los problemas que
la práctica inglesa de los premios podría acarrear se permite
aventurar una conjetura:
El amor propio es un Duende que ocultamente travesea en
nuestra Alma, y sin advertirlo nosotros juega en todas
nuestras acciones y en nuestros afectos y más íntimos pensamientos desfigurando y enmarcando las cosas. La cobardía la disfraza en cautela; la bajeza de espíritu en humildad; la arrogancia y soberbia en magnanimidad; la
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avaricia en parsimonia, el rigor en severidad y la rusticidad en fortaleza. (p. 24)
«No sólo con exordios se corrige el genio» dice, y enriquece
el texto acudiendo —como el periodista madrileño— al recurso
de la comparación cercana, que protagonizarán ahora los cangrejos empeñados inútilmente en cambiar el rumbo de su camino. Cierra nuestro autor el Correo Primero —como hacía Nipho
con sus Cartas— dirigiéndose al presunto destinatario con explicaciones respecto al método empleado en la contestación «al
autor de la Estafeta»:
No (siguiéndole) por el orden de sus cartas, sino que
habiéndolas leído, una vez hecho depósito en la memoria,
copio y refiero según ocurren sus cláusulas. Vuestra Merced las cotejará, y anotará en sus lugares, si quiere, mientras yo dejando especulativas y reflexiones generales, arrojo también mi Pelota, y doy algún ingrediente específico a
la receta en otro correo.
El Correo Segundo presenta como eje temático principal la
conveniencia de una marina comercial española. El abordaje
estilístico de tan interesante tema, es astutamente indirecto: «ya
que la marina española no puede mantenerse, y como España
no va a entrar en guerra agresiva ¿no sería mejor..?» Debería,
pues, ahorrarse en armada para fortalecer los puertos y amparar el comercio. El asunto del comercio con América ocupa espacio de preferencia en este correo segundo, como tema de la
mayor importancia: «los estranjeros publican y nosotros vemos,
cuántos navíos, cuantas flotas reciben cargadas de los frutos,
oro y plata de nuestra América, que debieran venir por el canal
derecho» (p. 63). Para remediarlo, debería abrirse a los vasallos
el comercio de América, sin restricciones, así «convaleceremos
de la modorra que nos oprime» El canario, demostrando un
profundo conocimiento del tema y apoyando su opinión con
profusión de datos y de propuestas, llama la atención sobre la
mala situación de las provincias pobres (americanas) y solicita
se coteje la diferencia de ganancias si se hiciere el comercio de
otro modo. En la defensa argumentada de esos contenidos, el
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autor canario aporta algunas indicaciones prácticas de cómo
debía España realizar su comercio, para terminar aludiendo
a las relaciones —descuidadas— de España con las provincias americanas. En línea con las reflexiones del periodista madrileño, el canario insiste en la necesidad de fomentar en las
gentes la aplicación al trabajo incentivándolas convenientemente, «porque los gobiernos los estableció Dios para beneficio
de los pueblos y no los Pueblos para regalo de los gobiernos
sordos».
Especial sensación de inmediatez aporta al texto de este Correo Segundo el dato de la llegada a la isla de la noticia de la
toma de La Habana por los ingleses, ocurrida el 12 de agosto
pasado (p. 78). La irregularidad de la caligrafía es ahora marca
externa de una alteración importante del ánimo que alterará el
ritmo del diálogo con un importante aumento de censuras y recriminaciones tanto para los responsables directos como para los
gobiernos que maltratan a las Provincias lejanas y que permiten excesivo atesoramiento del erario público propiciando la parcialidad, el soborno, el interés y hasta las salvajadas, en detrimento de la justicia debida. La admonición toma tintes coléricos
y se expande en interrogaciones retóricas llenas de contundencia: «¿Por qué se antepone el cuidado del dinero y se olvida la
observancia de las Leyes? ¿Por qué el empeño y los encargos se
dirigen al erario y nada a la administración de Justicia y felicidad de los Pueblos? (...)» «¿Por qué a las Provincias ultramarinas y distantes, donde los Hombres gobiernan como Reyes, no
se envían hombres sino Fantasmas?» (pp. 83-85). Entre las provincias lejanas está, claro, la canaria, víctima, como las de
América del olvido y del mal trato:
Nuestras Islas ofrecen un mapa adecuado de todo lo dicho
en todo y por todo (...) Todo son ahorros, y todo arbitrios;
nada se gasta en fortificaciones y defensas. Padecíamos
hambre y sucedieron con la fatalidad de La Habana muertes y pérdidas (...) Y qué ¿el Dios de las venganzas y de la
injusticia ha de dormir? (p. 91-2).
Y algunas de las consecuencias son especialmente negativas
para las lejanas Provincias: la mala situación afecta a la recepNúm. 50 (2004)
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ción del correo en las islas, un «socorro utilísimo para sostener
y aumentar la sociedad humana, y explayar la religión». Pero
aquí —increpa, sin disimular el enfado— «se establece Correo
para interrumpir, dificultar y quitar del todo las comunicaciones y correspondencias, reduciéndonos a lo inexcusable de la
mercancía y restituyéndonos al estado de Guanches, volviéndose daño lo que se concibió para beneficio, para que en todo se
vea pervertido el orden de las cosas» (p. 93).
En este Correo Segundo, y merced a los cambios de tono
aludidos, parece apreciarse de modo más marcado las diferencias entre el ilustrado que se explaya en datos y en temas que
interesan a la economía y a la política relacionada muy directamente con su tierra, y el eclesiástico en quien afloran modos y
tono de sermón y que acude al auxilio de las referencias latinas
para sus textos. En lo que podríamos considerar primera parte
del texto, más amable en tonos, el memorialista se había permitido la inclusión de un refrán popular y hasta de una metáfora
oportuna, y había acudido a una amplia cita, en latín, de
Cicerón, para referirse a asuntos de educación. Cuando el tono
sube en la segunda parte, la alusión a asuntos religiosos o eclesiásticos al hilo de los reproches, van a merecer del escritor referencias eruditas del mundo de la Iglesia o la fe: así, la que se
hace a las enseñanzas de San Bernardo se apoya en otros textos bíblicos (las fuentes, indicadas en el margen) para quejarse
de la dispensa inapropiada del ayuno, del desprecio civil de las
opiniones de los teólogos; o cuando se alude al dios de las venganzas con una reseña oportuna del Eclesiastés.
Continuando el asunto del comercio, el Correo Tercero comienza abogando por que la monarquía haga privativo de sus
vasallos el comercio interior de sus dominios para así favorecer
a las fuerzas navales (porque así tendría disponibles y adiestrados navíos y marineros para guerra, si los necesitara, ya que «El
timón y la vela más que el fusil y la espada, juegan en la mar»,
p. 98). Y, en la misma línea, aboga igualmente por la existencia
de vigilantes y guardacostas. Explicitadas las razones mediante
una serie de preguntas directas, con respuestas concretas en el
propio texto, explica el autor canario que en España no puede
permanecer ningún establecimiento útil porque no se gestionan
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con tesón y porque se basan en informes de los mismos que han
promovido el mal. Y explica también que Inglaterra, adeudada
y con una guerra en sus territorios, tiene disponible para pagar
y promover una marina adecuada mientras España desempeñada y libre no puede hacerlo: el misterio —indica— es un secreto
a voces, y es que los acreedores ingleses son sus mismos vasallos,
de modo que allí los gastos se vuelven ganancias. Por fin, también explica que la falta de justicia ha promovido que España
sea pobre a pesar de sus muchas riquezas: los españoles son
pobres porque no trabajan —indica—; y el peor librado de los
vasallos es el labrador sobre quien recae la fuerza de las injusticias. Como en la segunda parte del correo anterior, de nuevo
se detecta interesante tono personal en este Correo Tercero, expresado principalmente por la abundancia y la inmediatez de
sus muchas interrogaciones, y por la presencia de reflexiones
personales a flor de texto. Así ocurre en las líneas finales, en
donde, desde la constancia de textos latinos sin referencia y de
alusiones a los Santos Padres en su idea de justicia, se explaya
una reflexión bastante pesimista sobre la conducta errada e injustas de los políticos cristianos (pp. 111-115). «Qué será pues
en donde el alma del Gobierno es el Tesoro, y en donde atravesándose del interés del Fisco, calla la Justicia, abochornada del
poder?» (p. 114-115).
El Correo Cuarto comienza, en línea con el anterior, tratando de los arbitrios y de la poca habilidad para recaudarlos. Comparaciones comunes (los malos médicos que recetan purgas innecesarias y los pastores que quiere sacar leche de la cabra o
de la oveja, estrujándola) y menos comunes (el senador que
pretende ampliar el número de puertas de entrada de arbitrios)
dan entrada a la explicación del exceso de impuestos con que el
poder grava al pueblo, y aboga porque gasten los ricos para que
circule el dinero que han de recibir los pobres en trabajo y atenciones. En el derivar del texto, abundan las citas históricas para
fundamentar los argumentos: Marco Antonio y Julio César,
a través de Dion Casio; Vespaciano a través de Plinio; las reinas María e Isabel I de Inglaterra, con el tirano Cromwell y
Luis XIV; Diocleciano y Maximiano, el rey de Prusia; Catón a
través de Tito Livio; el emperador Trajano a través de Plinio el
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mozo, Nerón y Tácito. La lección final extraíble de los ejemplos
es clara: «la riqueza de un Reyno consiste en que los vasallos
trabajen y saquen utilidad de su trabajo para que el fruto los
aficione» (p. 140). Y la conveniencia para España es indudable;
España, que por sus muchos y distantes dominios necesita «brazos largos para alcanzar a protegerlos» (p. 143), que son las naves y los marineros que se crían y mantienen con el comercio.
España, pues, necesita naves y marineros: «haga (España) ricos
a los vasallos haciéndolos trabajar. Ellos harán rico el erario y
se harán a sí mismo hábiles y expertos». Y remata: «sobre todo
haya justicia, que es la que hace a los Pueblos felices, y poderosas las monarquías» (p. 145).
El Correo Quinto se distancia formalmente de los anteriores.
Desde una indicación específica a modo de título («Continuación
de la respuesta a la consulta propuesta a la Junta de comercio»)
y respondiendo a ella, el contenido se estructura en tres unidades dedicadas a informes sobre temas concretos: «Tierra de Labor. Pastos», el primero; «Sobre el corto número de labradores»,
el segundo; y «De algunos sufragios conducentes al fomento de
la labranza», el tercero. También de modo inusual, el texto se
abre y se cierra con ejercicios retóricos del exculpatio; una cita
latina del Eclesiastés va a cumplir esta misión en la entrada del
texto; y un parlamento alusivo a la razón que ha generado el
texto lo cierra: ha sido escrito —explica— «por no desairar la
estimación que de mi dictamen había concedido el Señor D. Pedro Pérez Valiente16, a cuya invitación he querido gustoso complacer en el modo que he podido y me ha permitido el tumulto
de ocupaciones y embarazos que diariamente me mortifican el
cuerpo y embargan y distraen el ánimo (...)».
La Agricultura es, pues, el tema general del Correo. La primera parte contiene una serie de consideraciones sobre las tierras de labor y la manera de sacarles utilidad para lo que pre16
D. Pedro Pérez Valiente (Granada, 1713-1789) fue magistrado del
Antiguo Régimen que ocupó distintos cargos políticos a lo largo de su vida.
Desde 1760, era asesor general de arzobispo de Sevilla y Fiscal de la Junta
de Comercio Moneda y Minas. Desde este cargo, seguramente, se dirigiría
al ilustrado canario. Interesantes noticias de su persona y de su biblioteca
nos ofrece el trabajo de A. I. Quintanilla que figura en la bibliografía.
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senta nuestro ilustrado propuestas avanzadas, como la que el
estado dirija y regule el trabajo de los labriegos, procurándoles
el dominio y la propiedad de las tierras que trabajan para
incentivarles hacia la tarea: «El amor a lo propio, a la heredad
que ha de quedar a sus hijos, les hace suave el trabajo y incita
la solicitud. Al contrario es fastidioso y envidioso el afán en sentido contrario.» (p. 153). Defiende el oficio de labrador como
tarea digna, que sólo no lo es «en la grosera opinión que favorece la holgazanería y la bribonada para huir de la aplicación
al trabajo» (p. 157). En el desarrollo del informe específico sobre «el corto número de los labradores» recoge estrategias para
aumentar el número de los mismos «suavizando la aspereza de
su condición» y «cerrándoles indirectamente, y sin violencia las
puertas a otros menesteres, y oficios». Por ello condena la práctica de privilegiar al primogénito con mejora legal en la herencia paterna, que ahuyentaría de la labranza al resto de los hermanos: «No es remedio tener pocos labradores ricos, cuando se
necesitan muchos, aunque sean pobres» (p. 161). Entra el autor en prácticas concretas del oficio aconsejando el empleo de
bueyes para la labor en lugar de mulas, pues «la labor del buey
es más profunda, y saca la tierra más honda, esponjándola, y
ablandándola para que dé tránsito a las sales, y nitros que en sí
encierra (...) es más barata su alimentación y su cría es más
útil»17. El último de los informes de este Correo («De algunos
sufragios conducentes al fomento de la labranza») insiste en el
tema proponiendo la creación de sociedades o academias en las
Provincias, que acojan la representación de los labradores,
«compuestas de sujetos hacendados, y arraigados de la Nobleza, sin exclusión de otras calidades en sujetos hábiles, y de aplicación» que a la vez que los defienda les sirva de medio para la
solicitud y la comunicación de «inventos, y descubrimientos en
el mismo arte». Abundan en citas latinas las páginas del Correo
17
También La Estafeta... encarecía el servicio de los bueyes para la labranza, en términos muy cercanos a los que podemos leer en el Correo de
Canarias. La indicación de Nipho aparece en la Carta sexta, que se publicó
el 2 de noviembre, lo que indicaría que la redacción del Correo canario
—y la lectura del semanario madrileño— hubo de superar ampliamente
aquella fecha del 8 de noviembre que cerraba el Correo segundo.
Núm. 50 (2004)
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quinto. Además de la ya citada, el Eclesiastés, Cicerón (en dos
ocasiones), Mecenas y textos concretos del Derecho romano, son
aludidos como autoridad al hilo de las argumentaciones.
Cierra el Correo de Canarias las páginas del Correo Sexto
que, en la línea del anterior, se plantea como examen y juicio
de un documento útil que ha sido propuesto al autor: esta vez
un Memorial anónimo mediante el que un sujeto que se supone práctico del comercio del Perú, propone al Rey nuevo método de comercio de España con la América. El tema central es
pues, el comercio; y el comercio con América. Y el motivo del
documento, una propuesta de reformas para el comercio español consistente en la creación de nuevas aduanas en las colonias, que recojan tributos en los puertos de llegada, y un nuevo
consejo en que estén representadas las provincias o reinos de
España y de Indias, responsable de todos los asuntos conducentes a «animar y fomentar el comercio y las fábricas, extendiéndose a poner factorías en la África, lo uno para la recluta de
negros, y lo otro para el comercio de la India» (p. 175-176).
Nuestro ilustrado es totalmente contrario al plan indicado,
cuyos términos rebate con fuerza y con calor en más de
cincuenta holandesas. Sostiene la tesis de que al comercio
español —al interior y al americano— habría que darle facilidades que ayuden a su expansión y no cargarlo de nuevos gravámenes que lo harían aún menos competitivo ante el extranjero. La creación de las aduanas que el memorial propone
—indica— sólo conseguirían recargar los costos con gastos de
nuevo personal, con el aumento consiguiente del fraude («porque a estas gentes no les llena el saco el sueldo» p. 184), y agravar la situación de las Provincias pobres que, no pudiendo mantenerlas, quedarían en muy mala situación. Insiste al hilo de su
informe en el tema de la desconsideración del reino hacia las
provincias pobres y lo rentable que sería para el tesoro público
gravar poco, pero expandir más el comercio («¿Pues no sería
mejor que el rey tomase un poco por ciento en muchos cientos,
que el mucho por ciento en poquísimos cientos?», p. 192). Si se
liberase el comercio, que es «el manantial de todas las utilidades de un estado» (p. 196), se aseguraría la población atrayendo marineros, artistas y negociantes de otras naciones lo que
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promovería el fomento de las fábricas y manufacturas, y estimularía la labranza para atender al necesario consumo de víveres. En tonos vivos defiende el ilustrado su postura contraria a
estas aduanas. Y avanza en sus ideas: al contrario, indica, el
ensanche del comercio ha de ir aparejado con el de la manufacturación propia de las materias primas, evitando el exportarlas en grupo para comprarlas de nuevo muy gravadas. Para
ello se impone la necesidad de controlar el gasto que un estado
puede permitirse («un estado no se diferencia de una casa, o
familia sino en la extensión. Si un padre de familias gasta más
de lo que tiene de renta es pobre, si se gasta menos es rico»), y
se impone también la necesidad del trabajo de los vasallos, verdadera riqueza de los pueblos, porque no puede subsistir un
pueblo compuesto de hombres ricos sino que es necesario que
haya pobres que trabajen. Simbolizando el hierro con el trabajo
del hombre y el imán con la plata y el oro, concluye: «Si el hierro está fijo, el imán es atraído. Si en España se trabajara, en
España hubiera oro» (p. 207). Cierra su propuesta el ilustrado
añadiendo la necesidad de una gradación en los aranceles en
función de la mayor o menor utilidad de esos productos; así, se
liberarían los necesarios, como el trigo, y se gravarían los superficiales o superfluos.
Llegado el momento del resumen final, se abre éste con una
afirmación conclusiva: «para el grande asunto de atajar la eminente ruina de la monarquía, es menester enmendar lo que se
halla defectuoso en la península, y dirigir su comercio de la
América muy diferentemente de como ha girado hasta ahora».
(p. 213), y, para el comercio de España, proteger las manufacturas y franquear el comercio interior; para el comercio con
América, liberalizarlo pagando los derechos correspondientes en
los puertos de entrada y salida, cuidar las cargas excesivas, el
contrabando y el fraude.
En cuanto al comercio con África, considerado por el Memorial anónimo como necesario para la buena relación con América y que incluye la «saca» de negros, muestra el ilustrado sus
recelos: «a la verdad, es cosa dura en el cristianismo hacer esclavos a los que no son enemigos ni tienen querella con nosotros (...) pues el evangelio resiste a toda violencia, además que
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28
YOLANDA ARENCIBIA
no es éste el fin del operante»; sin embargo, supuesta la necesidad —admite— España debería organizar por sí este comercio,
impidiendo males mayores. Respecto al comercio con Oriente,
que también propone el anónimo, señala sus dificultades; y lo
rechaza por considerarlo inútil y hasta perjudicial teniendo en
cuenta los productos que lo constituyen («Con sus especerias
nos han venido enfermedades que conocíamos, o se han hecho
comunes las que eran raras. Sin su algodón nos abrigábamos,
y lucíamos sin su seda. Sin su porcelana comíamos, y digeríamos sin su té, y en cambio de estas preciosidades no damos otra
cosa que nuestra plata») (pp. 230-231).
Respecto al establecimiento de la nueva Junta de estado y comercio (la segunda propuesta del memorial) responde oponiéndose a la misma y, especialmente, a su composición por personas inexpertas («togados que de la universidad pasan a una
audiencia sin experiencia comercial alguna»). Mejor —propone—
es abolir las Juntas de comercio y moneda, la de abastos y la de
plantíos, erigiendo en su lugar un consejo o junta de economía
del reino, de amplio contenido, ubicada en cada Provincia y con
una central en Madrid. La Junta de cada Provincia estaría formada por los hombres más hábiles de ella que recibirían «un
sueldo muy moderado con algún distintivo honorífico» (p. 238)
y formado por «sujetos de conocida experiencia, habilidad y pericia en las materias (...) que hayan aprendido en el gabinete
con aplicación a estos asuntos y en trato y comunicación con
los países» (p. 235). «Yo aseguro que un congreso de hombres
de inteligencia y práctica en estas materias, con autoridad, y
facultades para obrar, ganarían bien los sueldos, y servirían al
Rey y al Reyno, causando muchos beneficios».
El concienzudo ilustrado isleño cierra este Correo y el Correo
de Canarias con una interesante declaración rematada con texto de Tito Livio:
He cumplido con decir lo que sueño: sueño lo llamo porque conozco que me extravío del modo común de pensar,
pues lo que se piensa es añadir, renglones o partidas a la
Real Hacienda, aunque al cabo salgan ceros: este es celo
falso, no según la prudencia; pero la lástima es que el
mérito se gradúa de contado, y a la vista, y el desengaño
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EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO
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llega tarde cuando quizá verifique que nec mala nostra
possumus pati nec remedia18.
A lo largo del texto, el autor del Correo de Canarias ha ido
dejando testimonios de su personalidad, que es la de un ilustrado bien conocedor de la realidad española y de la canaria, con
ideas muy claras sobre asuntos de política y de economía y dominado por la misma intención de testimonio útil y positivo que
moviera al periodista madrileño. Un hombre de su tiempo, que
muestra la impronta de la Ilustración en el talante moderno y
avanzado que demuestra al apostar por innovaciones interesante y comprometidas; también por defender temas que en la época fueron novedad: como la felicidad como bien humano; como
la necesidad de justicia para el pueblo; como la conveniencia del
incentivo necesario al trabajo. Un autor habilidoso, con dominio de los recursos literarios que añaden a las páginas el atractivo necesario para incitar a su lectura. Y un autor, además,
eclesiástico, que no puede evitar dar a su escrito cierto tono de
sermón, admonitorio en ocasiones y que adoba su texto (lo adorna, diríamos) con profusión de citas latinas más o menos amplias anotadas con cuidado y rigor, siempre oportunas y en las
que podría apreciarse un tanto de petulancia.
CONCLUYENDO
Hemos podido observar en paralelo la realidad de dos documentos, la Estafeta de Londres y el Correo de Canarias, muy distintos pero nada distantes, en el marco del diálogo ilustrado
español sobre asuntos de política económica. En los cauces de
aquel diálogo, fuera de toda duda está el alcance y el valor del
texto madrileño, tanto en el marco del corpus literario que promoviera Francisco Mariano Nipho como en el conjunto de los
papeles periódicos de la España del Setecientos; de los más comprometidos con la realidad, de esos periódicos.
18
«No podemos soportar ni nuestros males ni sus remedios», viene a
decir.
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30
YOLANDA ARENCIBIA
Sin duda fue una suerte —así lo consideramos hoy— que
algún ejemplar del semanario económico del inquieto Nipho
saltara de la librería del escribano don José Matías, frente a las
Gradas de San Felipe el Real, a los fardos del correo del Marqués de Nava o al que tenía al Cabildo tinerfeño como destino;
que cayera éste en manos de una personalidad inquieta y que,
lejos de dejarlo indiferente, consiguiese estimularlo a una respuesta rápida; como si de un reto intelectual se tratara.
No es difícil suponer la génesis y el desarrollo de nuestro
texto: una lectura de los primeros números de la Estafeta... (en
la fecha de noviembre que da el segundo correo sólo podrían
haber llegado a la isla cinco Cartas); un interés muy particular
desde la lejana provincia Canaria, por el tema de la relación con
Inglaterra y por los asuntos —tan cercanos— de la navegación
y del comercio; un ejercicio atractivo de imitación de género y
de tonos... Y se redactan, de corrido, los dos primeros Correos:
el primero más sereno; el segundo espoleado por la inmediatez
del hecho lamentable de los sucesos de Cuba. El tercero y el
cuarto Correos van a tener otro cariz. El ejemplar del periódico
madrileño parece haberse alejado, y el texto se acerca a la calidad de memorial, de propuesta de proyecto viable; tal vez demandado desde la Junta de Comercio, tras el conocimiento de
los dos primeros correos. Los Correos quinto y sexto ya no ocultan esa intención de memorial, incluso desde la referencia a su
más que posible receptor, D. Pedro Pérez Valiente que, desde
la Junta de Comercio de Sevilla, habría requerido de nuestro
ilustrado su parecer y su consejo. Y éste se documenta; y medita; y responde. Con ecuanimidad pero con vigor y con rigor.
Y con la seguridad de la experiencia vivida y de los datos contrastados.
En todo caso, la existencia del Correo de Canarias supone,
además de una prueba de la rapidez con que podían llegar a
las islas los periódicos de Madrid, un ejemplo excepcional de la
inquietud con que se vivían en Canarias los problemas económicos y sociales del XVIII español, principalmente de los que, geográfica y socialmente, más afectaban; y de cómo reaccionaban
ante las estímulos nuestros ilustrados.
Ya hemos apuntado los indicios sobre la personalidad in150
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quieta del autor que nos ha ido revelando el texto del Correo
de Canarias, y también sobre los estímulos pragmáticos que
generaron el texto. Cerraremos este trabajo con las palabras
directas y elocuentes del autor, al hilo de su propia justificación:
Pero he cumplido como ofrecí, deseando como vasallo y
como hermano, contribuir con lo que pueda al beneficio
del Reino. Si algo hubiere acertado a decir que sea útil, no
soy insensible al gusto de escribir a la sociedad y al Rey, si
nada; no habré perdido el tiempo. (Fin del Correo Quinto,
p. 172).
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL
CANARIO DEL SIGLO XVIII
POR
MARCIAL MORERA
1. INTRODUCCIÓN
La historia del habla canaria presenta cuatro tipos de problemas distintos, aunque, como es obvio, íntimamente relacionados: el problema de la fecha de la llegada del español al archipiélago y su implantación definitiva; el problema de cuál de
las diversas modalidades históricas de español es la que se trae
a las islas; el problema de su adaptación; y el problema de su
evolución interna y su papel en el contexto hispánico. El grado
de complejidad de cada uno de estos temas es mayor o menor,
según los casos.
El problema de la llegada del español y su implantación definitiva en el archipiélago no ofrece, en realidad, grandes dificultades. Sabemos que esta lengua alcanza por primera vez la
geografía isleña (más concretamente, la de las islas orientales
de Lanzarote y Fuerteventura1) en los albores del siglo XV, en
boca de los españoles que vinieron en las tripulaciones del conquistador normando Jean de Bethencourt y los que arribaron
después con las familias Peraza, García de Herrera, etc. La
1
Vid. mi «El español de Fuerteventura: estado de la cuestión y perspectivas de futuro», en El habla canaria en la escuela, Puerto del Rosario,
2004 (en prensa).
Núm. 50 (2004)
155
2
MARCIAL MORERA PÉREZ
afluencia se intensificaría casi a finales de este mismo siglo, con
los soldados y colonos que vienen a la conquista y ocupación
de las islas de realengo Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Respecto de la filiación geográfica del español originario de
Canarias, es de suponer que el habla que traen los primeros
castellanos en pisar las islas es un habla meridional bastante
arcaica, con muchos rasgos conservadores, tanto en vocabulario como en fonética y gramática2. Sólo la llegada posterior de
grandes contingentes de andaluces que vienen a la conquista y
colonización de las mencionadas Gran Canaria, La Palma y
Tenerife introduciría un habla más evolucionada, que es la que
correspondía entonces al reino de Sevilla.
El problema de la adaptación del español a las islas implica,
a su vez, dos temas distintos. Por una parte, el tema de cómo
responde la lengua a la nueva realidad geográfica, social, natural, etc. Como es obvio, la situación se saldó ya ampliando, por
metáfora o metonimia, el campo de usos de las viejas palabras,
ya creando voces nuevas a partir de las viejas raíces castellanas
y los procedimientos derivativos y compositivos generales del
idioma3. Por otra, el tema de la relación del español con las otras
lenguas implicadas en el proceso colonizador: la lengua de la
población prehispánica, la lengua de los miles de emigrantes
portugueses que inundan las islas por la época y la lengua de
la población morisca esclava. Aunque, como es obvio, el español tuvo siempre vocación hegemónica, lo cierto es que, antes
de acabar con ellas, tomó de las mencionadas lenguas no hispánicas un enorme caudal de voces, relacionadas sobre todo con
la cultura material (toponimia, ganadería, flora, fauna, gastronomía, mundo de la mar...), que han contribuido a enriquecer
enormemente sus paradigmas léxicos4.
2
Para todo lo relacionado con el español medieval, vid. R. LAPESA, Historia de la lengua española, Madrid, 1981, pp. 193-290.
3
El problema ha sido abordado ya por M. ALVAR en su «Adaptación,
adopción y creación en el español de las Islas Canarias», en Estudios canarios, tomo II, Islas Canarias, 1993, pp. 153-176.
4
Se trata de uno de los aspectos más estudiados de la historia del español de Canarias. Vid. al respecto PÉREZ VIDAL, Los portugueses en Canarias. Portuguesismos, Las Palmas, 1991; FRANCISCO NAVARRO, Teberite. Diccionario de la lengua aborigen canaria, Las Palmas, 1984; MARCIAL MORERA,
156
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
3
Por último, tenemos el problema de la evolución interna del
habla canaria y su papel en el contexto hispánico. ¿Cómo se ha
desarrollado internamente el español de las islas? ¿Cómo se ha
ido renovando? ¿Cuáles son sus focos más innovadores? ¿Desde
dónde irradian las innovaciones? Pensemos, por ejemplo, en la
aspiración de la /-s/ implosiva. Sabemos que se trata de un hecho de pronunciación de desarrollo tardío, hasta el punto de que
todavía hoy no ha logrado implantarse definitivamente en el
habla de la isla de El Hierro5. ¿Surgió espontáneamente en las
islas? No lo parece. Lo más probable es que proceda de Andalucía, donde el fenómeno se detecta desde muy temprano. Ahora
bien, si procede del español meridional, ¿cuándo se produce su
introducción en el archipiélago? ¿Por qué isla penetra? ¿Cómo
se difunde al resto de las islas? En realidad, nos encontramos
ante el tema más complejo y complicado de la historia del español de Canarias, un tema que solamente podremos resolver
mediante estudios monográficos minuciosos de la documentación escrita existente, como protocolos notariales, acuerdos de
los viejos cabildos insulares, cartas y diarios particulares, crónicas, etc.6
Precisamente, lo que pretendemos nosotros con el presente
estudio es aportar un pequeño granito de arena en el esclarecimiento de estos complicados problemas7, analizando algunas de
las características del español canario del siglo XVIII, a partir,
concretamente, de tres documentos que juzgamos de una importancia capital para la historia del habla de la época: las cartas que Silvestre Izquierdo, medianero de la finca Las Palmas
«El estudio de los guanchismos. Consideraciones metodológicas», Anuario
de Estudios Atlánticos, núm. 43 (1997), pp. 501-148, y Español y portugués
en Canarias. Problemas interlingüísticos, Tenerife, 1994.
5
Vid. MANUEL ALVAR, «La articulación de la s herreña», en Estudios
canarios, tomo II, pp. 59-70.
6
He abordado algunos de estos problemas en mi estudio «Origen y evolución del habla canaria», en El habla canaria en la escuela citado más arriba.
7
En relación con el habla canaria del siglo XVII, he publicado, en colaboración con B. MONZÓ CONCEPCIÓN, el artículo «Aspectos lingüísticos de
las actas del Cabildo de Lanzarote del siglo XVII», en X Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, Arrecife, 2001 (en prensa).
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157
4
MARCIAL MORERA PÉREZ
de Anaga, escribió a su patrón Juan Castro, residente en Santa
Cruz, entre los años 1769 y 1786, dándole cuenta del estado de
su hacienda8, el diario en que Antonio Betancourt, comerciante
de Las Palmas de Gran Canaria, fue relatando los sucesos más
relevantes de su vida, entre los años 1796-18079, y el diario en
que Isidoro Romero Ceballos, abogado y político de esta misma
ciudad, fue anotando los sucesos más destacados de la vida del
lugar, entre los años 1780 y 181410. Sobre todo los dos primeros
documentos presentan un enorme interés filológico, porque están redactados por gentes que carecen de los prejuicios académicos que pervierten la realidad del lenguaje más natural y espontáneo. Según estos textos, ¿cómo era el habla canaria del
siglo XVIII? Veamos sus distintos niveles de organización fónica,
gramatical y léxica por separado.
2. ASPECTOS
FÓNICOS
En el ámbito del vocalismo, destacan por encima de todo, los
dos hechos siguientes:
En primer lugar, el cambio de timbre (por asimilación o
disimilación) de determinadas vocales cuando aparecen en posición átona, al sufrir la influencia del contexto, ya de forma permanente ya de forma esporádica. Es el caso de las voces estilo,
certidumbre, lagarta, entrega, primicia, legítimo, ninguno, verificar, raíz, después, lenteja, desocupar, impertinencia, trasquila, desgraciar, habilitar, murmurar, composición, Pires, exhibir, enviado,
tumulto, deforme, ictericia, parche, ermita, Raimundo, recibimiento, etc., como se aprecia en los textos que siguen: «no se parten
8
JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Cartas de medianeros de Tenerife
(1769-1893), Islas Canarias, pp. 17-153. Citaremos por Cartas.
9
Diario de Don Antonio Betancourt, comerciante en Las Palmas de Gran
Canaria (Fines del siglo XVIII y principios del XIX). Extractado, publicado y
comentado por encargo de la Sociedad el Museo Canario (edic. de Agustín
Millares Cubas), Madrid, 1931. Citaremos por Diario.
10
Diario cronológico histórico de los sucesos elementales, políticos e
históricos de esta isla de Gran Canaria (1780-1814), tomo I y tomo II (transcripción y estudio preliminar de V. J. Suárez Grimón), Las Palmas de Gran
Canaria, 2002. Citaremos por Diario histórico I y Diario histórico II.
158
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
5
hasta el día de su Santo q. es histilo el partir» (Cartas, 17); «no
le puedo dar quenta con sertadumbre de lo q. cada una de por
sí dio» (ídem, 19); «la legarta les ase mucho daño» (ídem, 21);
«diga lo q. dispone o a quien se yntrega o devo dar qta. ques lo
q. quiero saber» (ídem, 28); «la media fanega del trigo de la
premisia no ai quien lo compre» (ídem, 36); «es el ligítimo dueño de toda la hasienda» (ídem, 56); «yo por mi digo q. no e
bendido a los ocho pesos nenguno» (ídem); «quisiera allarme
ante Vmd. Con todos ellos para bereficar el quando me pidieron
semilla» (ídem, 62); «ban unas reisitas de batatas y un bubanguito» (ídem, 64); «dispués q. conosco las palmas senpre se a
hido a coger fuera de aquí» (ídem, 73); «ban quatro alms. de
lantejas pardas» (ídem, 75); «no me parese fasil el q. se puedan
desucupar» (ídem, 81); «dirá q. son empertinencias mías» (ídem,
111); «le mande dies y ocho libras de lana q. le toco de la
tresquila deste año» (ídem, 117); «yo sentire mucho q. por andar en tan malas tierras de laderas y riscos se disgrasie alguno»
(ídem, 125); «si Vmd. me abelita en esto la puedo aser» (ídem,
126); «ni por pienso me aia pasado el aser lo q. me anden
mormurando por fuera» (ídem, 137); «en la composesión de las
pipas fuera lo mismo» (ídem, 150); «Y tambien trajo dicho varco
una pipa de aguardiente de la tierra para D. Antonio Piris» (Diario, 4); «Se hisibieron 492 ps. corrts. 7 rrs. plata en presencia del
escribano D. Thomas Oramas» (ídem, 13); «me avia ynbiado
para mi enfermedad que me dio del costado» (ídem, 30); «fue
tanto el tomulto que las gentes que se agolpiaron en parte»
(ídem, 70); «se aparecieron enfrente del varranco unos tres palos mui diformes, lingados al modo de jangada» (ídem, 84);
«murio el cura de Arucas D. Josef del Toro (...), de idropesia y
tiricia negra» (ídem, 88); «y lo primero que se me puso en la
llaga fue un parcho de aquilón» (ídem, 96); «el caso fue que
junto al Armita de S. Diego (...) cojieron a esta infelis» (ídem,
147); «se cayó un chiquito de 6 a 7 años de D. Raymundo
Farrugia, de la ventana a la calle, y solo se hiso unos quantos raspafilones» (ídem); «hiso buen resevimiento, como digo»
(ídem, 157).
En segundo lugar, la fuerte tendencia a la diptongación de
los hiatos (ae/; /ea/, /eo/, /oa/: «siempre q. sea presiso el entrar
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algún pion podran yr alguno de los medianeros» (Cartas, 20);
«lo dio a maxar a destaxo las dies dosenas a rial y medio de
plata» (ídem); «En quanto al beserro de tio basilio siempre q.
nos ajustemos los traire el domingo» (ídem, 39); «tanbien me
escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas la e baldoniado
mucho» (ídem, 63); «se allaron nueve piones todo el dia para
cogerle un poco» (ídem, 74); «en que fué el señor probisor D.
Juaquín Vicente» (Diario, 4); «llegó a Canaria la noticia de que
avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo Suarez,
S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca barlobentiando con la noche» (ídem, 7); «estubieron fondiados por muchos días» (ídem, 9); «me prestó el viato Francisco Carme media fanega de gofio» (ídem, 21); «se corrió que avia el Ingles
enpezado a bonbiar la plaza de Sta. Cruz» (ídem, 26); «compró
mi sobrina Teresa la casa a Pepa Montesdioca» (ídem, 50);
«costió el dicho Vetancourt todo el costo del viaje, que asendería
a 20 ps.» (ídem, 56); «está junto al Galión en la hacienda de
Josefa Nuez» (ídem, 63); «le acometió un grave asidente a
Marianita la Vacharela, a causa de aver estado mala de su costumbre y aver tomado un baso de helada, de cuia causa se
inchó, se pribó y la oliaron» (ídem, 85-86); «se presentó Juanico
Baiz en calidá de preso en el Principal» (ídem, 102); «Estos
fondiaron asta más afuera de la Punta» (ídem, 108); «declaró mi
comadre Manuela Higera que fué la primera ves que sintio
meniarse en el bientre la criatura del segundo parto» (ídem, 115);
«agolpiaron a Luis Cabrera el aserrador de Telde» (ídem, 124);
«solo escasió la humedad un poco bien serca de la primavera»
(Diario histórico I, 228); «A mediados de este mes se puso la
postura a la libra forfolina de pan floriado a tres quartos y
medio» (ídem, 257); «El día 31 se subió la postura a la libra de
pan floriado medio quarto» (ídem, 261); «Aviéndose acrecentado
la aflicción con la nobedad de haver fondiado en este puerto de
la Luz» (Diario histórico II, 45).
Tal vez como reacción a esta tendencia popular a la diptongación, han surgido los hiatos de las formas Eogenio y cambear,
tradicionalmente diptongadas: «Eojenio gomero de un pedasito
paga 4 de plata» (Cartas, 22); «pepe perera me a dicho que Vmd.
le canbea dos fanegas» (ídem, 102); «beo q. mescrive q. yo
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le cambeo algunas reses suias quitando para mi las buenas»
(ídem, 137).
En ciertos casos nos encontramos también con determinadas voces que han desarrollado una yod epentética: «la q. se
escapare ahora las llebaran apenas tengan alguna como una
almiendra» (Cartas, 58); «en punto de trigo morisco por aca no
ai quien lo cambeie» (ídem, 60); «muchas beses las apartamos
para q. las salteie el toro» (ídem, 112); «para que este entriegue
a D. Pedro Sedano mi agente» (Diario, 18); «murió el hijo de la
Cangreja (...), a rresultas de una palicia que le dieron en una
vela en el rrisco de S. Juan» (ídem, 98); «hisieron las esponsalias
con el fin de casarse a buelta de este viaje que viniere de la
Costa» (ídem, 108).
También como reacción a esta práctica popular, es probable
que se haya eliminado la yod o la /y/ de formas como leyendo,
creyendo, habiendo, trayendo, cayendo, cayeron, etc., en los textos que siguen: «tanbien lo echo ahora leendoles el papel a cada
uno claramente» (Cartas, 49); «yo digo que Vmd. debe estar
creendo q. acaso se los comen» (ídem, 78); «Vmd. esta creendo q. esto consiste todo en la mala quenta que se le da»
(ídem); «tanbien estraño q. abendole escrito esto mismo no aia
Vmd. respondido» (ídem, 99); «trahendola su padre a su casa»
(Diario, 37); «Juan Correda y otros muchos más caeron» (ídem,
49); «se le caheron quatro muelas y se le rompió algún diente»
(ídem, 151).
La vocal /u/, por último, desarrolla una consonante velar /g/
en determinados contextos, como los siguientes: «ban (...) quatro
sestitos de frutas dos de sirguelas» (Cartas, 24); «por aca solo
con algún guevo se le puede atender» (ídem, 38); «se le echa dos
libras y media de pipa y tres guebos» (Diario, 14-15); «Estube en
la guerta, me permitió lizencia para que entrase en la selda de
las Sras. Falconas» (ídem, 28); «le empezaron a salir las virgüelas a mi nietecito Nicolás» (ídem, 38); «les mandó de merienda dos libras pan, un frasco de vino, dos rrapaduras, un padaso
de sopa ingenio, dos guebos y una caja de tabaco» (ídem, 55);
«avía diferencias sobre una guerta que fue dada a la iglesia»
(Diario histórico I, 137); «una telecita tanbién se le aplicó, de
güebo, puesto en el dedo margarito de la mano izquierdo» (ídem,
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232); «escalaron tres quatro ladrones los muros de la huerta del
palacio episcopal» (ídem, 259); «mui señalado el rostro por
sicatrises de virgüelas» (ídem, 330).
En el ámbito de las consonantes, nos encontramos con una
fuerte tendencia al relajamiento articulatorio, lo que se traduce
en una serie de reducciones y neutralizaciones fonológicas, aunque también se observa algún que otro caso de conservación.
Veamos los aspectos más destacados de este problema:
a) Uso de una sola consonante sibilante, la llamada /s/
predorso-dental, con total exclusión de la /s/ ápico-alveolar. Es
lo que explica la alternancia indiscriminada de las grafías s y z
-c- en los documentos que consideramos. Se trata de un fenómeno tan omnipresente en los tres textos, que basta con poner
un par de ejemplos para dejar constancia de su existencia: «al
prezentestan bien le doi parte a Vmd. como mi Santiago me
disen que quiere casar ahora luego» (Cartas, 54); «no las queria
traer aquí porq. Se cequan mucho y se pierden» (ídem, 81);
«Mui Sr. mío resivi el de Vmd. y quedo enterado de todo lo que
me es presiso responder y digo que todas las cosas temporales
se hacaban y tienen fin=en el tiempo de su abuelo conosi las
palmas tan bien como las conosco ahora» (ídem, 110); «y en la
ultima noche puse mas de sinquenta luses» (Diario, 8); «Se le
pucieron por nombres Manuel, Isidoro, Juan, Estevan...» (Diario
histórico I, 209)11.
b) Mantenimiento de la aspiración procedente de /f/ inicial
latina (o árabe), en muchas voces que la habían perdido ya a
estas alturas de la evolución del idioma en su modalidad más
estándar. Es lo que ocurre con las formas hoyo, harpillera, hato,
alhondiga, haz, rehinchar, moho, herramienta, harina, ahorrar,
herrar, ahechar, hurtar, hebra, huir, hacer, hilado, hembra, hablar,
ahogar, higuera, hilo, herrero, hierro, haba, que aparecen en los
siguientes textos: «Antonio rojo de la Joia del aseradero paga
media fanega de trigo» (Cartas, 22); «mi conpadre oliva hiso una
11
Se trata de un fenómeno de pronunciación que se encontraba ya en
el habla de los primeros españoles que llegaron a las islas. El tema ha sido
perfectamente estudiado por Diego Catalán en su artículo «el çeçeo-zezeo
al comenzar la expansión atlántica de Castilla», en El español. Orígenes de
su diversidad, Madrid, 1989, pp. 53-75.
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bendimia en el joio» (ídem, 30); «ba la limeta con el vino = la
serbilleta q. bino con el pan y la garpillera» (ídem, 38); «no se le
pueden dar porq. las quiere ajuntar a otro jato grande q. tiene»
(ídem, 50); «me dexo clabado con tres alms. de trigo q. debia en
la aljondiga» (ídem, 69); «les tengo dicho le mandemos cada uno
un jase del» (ídem, 74); «ban dos jasitos de juncos y unas
batatitas» (ídem, 75); «me mando (...) que las reginchase con las
madres» (ídem); «no tube lugar de rebatir la dicha Pipa ni
reginchirla» (ídem, 78); «el año pasado plate unos pocos y se
perdieron porq. le dio un mogillo blanco debago de la tierra»
(ídem); «su tio Dh. Pedro bendio alguna piesa de jerramienta
biexa q. abia» (ídem, 79); «todos se asen una jarina y luego q.
se remojan se asen pedasos» (ídem, 81); «yo yre aprovechando
y ajorando todas las q. pudiere» (ídem, 97); «mandeme Vmd.
asufre y medio rial de clabos de jerar para los arcos de fierro»
(ídem, 100); «le mandare de aquí la fanega de trigo bien
ajechada y conpuesta» (ídem, 104); «tambien se an jurtado las
papas de las chosas de tafada» (ídem, 105); «ban atadas con una
jebra de hilado» (ídem, 116); «dudo que llegue barco aquí q. lo
quiera llebar porq. juyen de llegar a tierra» (ídem, 118); «ella no
puede ir a jaserle la escritura a la Ciudad» (ídem, 126); «mi pepa
manda tres madegas de hilo blanco y dos guisadas = y de jilado»
(ídem, 129); «le tocan a su parte de Vmd. sinco machos y dos
baifos genbras» (ídem); «fueron por todos 26 de los quales les
llevo el diesmo dos: macho y genbra» (ídem, 132); «biendo io los
jablares de cada uno lo solte cargue mi jeramta.y me bine con
dios» (ídem, 145); «solo me an entregado una fanega de jabas»
(ídem, 147); «a las dose del dia, le gurtaron la Perrita a mi hija
unos chiquillos» (Diario, 3); «a no aver sido Miguel Plaseres que
se tiró al agua a sacarlo, se hubiera agogado» (ídem, 16); «El
juyó y se escondió y la muchacha se quejó al Gobernador»
(ídem, 31); «me siguió la cura con unas jilas de ungüento amarillo» (ídem, 49-50); «al cabo de 6 dias se juió para Galdar a
embarcarse» (ídem, 57); «murió Jacinto Mederos, Gerrero, y me
debia 34 ps. 7 pts. 12 quartos» (ídem, 69); «se casó y veló en la
Iglesia Juan Roque y Agustina Marques y Gigera, hija de Maria
Higera y de Francisco Marques, pescador» (ídem, 102); «llegó a
Canaria el Sor. Obispo, de la visita de la Palma, Gierro y
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Gomera» (ídem, 105-106); «se comieron unas jabas, quejandose el dueño de las habas» (ídem, 116); «ofrecí yo 700 pesos
(...), quatro botijas aceite y dos libras jilo carrero y mi persona» (ídem, 130); «En dicho dia se empesaron a jacer los oficios
divinos» (ídem, 139); «La vara de sinta de giladillo a quarto
y ¼» (Diario histórico I, 111); «por no haverlo fecho, estaba
en gran riesgo de caer el maderamiento» (ídem, 136); «Una
sita echa por el señor sarxento mayor (...) en dos fojas» (ídem,
204); «y la quina media onsa en polvo con jollín» (ídem, 233);
«entre sus pasajeros, el jerreño capitán de mar» (ídem, 279);
«Suceso trájico en el Jierro con unos estranjeros» (ídem, 289);
«y otros sinco oficiales jerreños de Milisias» (ídem, 303); «Data
de la Jolla de Mondalón en el Monte Lentiscal» (ídem, 308); «se
persuadieron se ajundía la ciudad» (ídem, 349); «le eché jormigón, y también lo hize echar al almasén grande» (Diario histórico II, 118).
c) Aspiración de la /x/ tensa castellana, como se descubre
en el hecho de que Silvestre Izquierdo ortografíe con h la j de
palabras como migaja, junta, etc., lo que pone, además, de manifiesto que su pronunciación no se diferenciaba de la pronunciación de la aspiración analizada en el apartado anterior: «se
fueron aculando todas hunta sobre la fuga de un rrisco mui
grande» (Cartas, 23); «ban dos madehitas de hilo y un sestito de
ñames» (ídem, 43).
d) Aspiración (y en algunos casos pérdida) de la /s/ implosiva, fenómeno que, en las dos zonas del archipiélago representadas por los textos que estudiamos, parece encontrarse ya por
esta época totalmente consolidado. Es lo que indican textos
como los siguientes: «se fueron aculando todas hunta sobre la
fuga de un rrisco mui grande» (Cartas, 23); «bien tarde lechamo
(al cochino) agua y de comer y comio bien» (ídem, 24-25); «pero
ahora conoco io el buen conseto q. Vmd. hase de mi en q. no
le miro pr. sus cosas» (ídem, 25); «hes lo q. le podra dar megores
batata» (ídem, 42); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado
que las breñas las e baldoniado mucho» (ídem, 63); «se hacen
otras q. les sea de su satifacion dellos» (ídem, 90); «bea su merse
si son esas la q. dise q. le falta» (ídem, 128); «pidio satifación al
Comandante General para ocurrir al Madrí» (Diario, 25); «vino
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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la seula del Consejo para el areglamento de pesos y media de
todas las Islas que areglasen por las de Canaria» (ídem, 78); «se
leyó en Sto. Domingo un apenitenciado por la Inquisición, por
blafemo irreverente, en aver tomado la magestad al tiempo de
comulgar y escupirla en el suelo y averla pisotiado» (ídem, 98);
«hubo día que morían asta 250 cuerpos» (ídem, 122); «murió la
muger de Alensibia de los Barranco» (ídem, 126); «decían los
viejos que no avían bisto en su tiempo otros panes en aquella
juridición tan frondosos» (Diario histórico I, 228).
e) Neutralización de la oposición de las líquidas alveolares /r//l/, generalmente en favor del segundo miembro. Es lo que sucede en el caso de las formas Almáciga, volver, albañil, almacén,
remolque, Fulgencio, alguacil, Galván, reservar, clavel, carcelero,
Arquineguín, Artenara, culpa, alcanzar, Javier, etc., que los autores ortografían ora con /r/ ora con /l/, según los casos: «tambien
las dieron de medias a uno de armasica» (Cartas, 51); «pues
conseturara el q. se borbiese luego» (ídem, 70); «mirando q. para
borber a poner aquí las pipas tanbien le asen costo» (ídem, 84);
«el otro dia se lo borvi a desir» (ídem, 122); «se apreció la casa
de D. Francisco Laguna, en que vive Dª. Maria Volcán por el
mtro. Visente Falcón de pedrero y por el mtro. Juan Cabral,
portugués, de carpintero, cuios aprecios llegaron al Arbañil 291
ps. 7 pts.» (Diario, 5); «le mandé a Dª. Ana del Castillo dose
pesos por quenta del armasén de la vodega que le tengo arquilada» (ídem, 15); «pincándole los cabos se la sacaron a la vela y
remorque con el maior atrebimiento» (ídem, 20); «amenecio
muerto de un fuerte tabardillo el hijo único que tenía D.
Furgencio Arturo» (ídem, 23); «hera Arguaciel mayor y disen que
hera incompatible» (ídem, 68); «le pagué a Dª. Ana del Castillo
(...) los dose pesos del Armasén que le tengo arquilado en la casa
de Cotando» (ídem, 74); «compré una cuchara a Fernando
Garban, hijo de Diego Garban» (ídem, 81); «me puso mi hija en
mi poder unas prendas, las que reselbé contra mi gusto» (ídem);
«se hagogó un sobrino del canónigo D. Francisco Anriquez (...),
en la mar, por enfrente de la calle del Claber» (ídem, 85); «fue
motivo para embriagarse el calselero y calseleros para que ellos
tubieran la libertá de salir» (ídem, 115); «Y el calselero fué desterrado a un presidio por 6 años» (ídem); «Estos ingleses saltaNúm. 50 (2004)
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ron por Alganiguín y allí tomo algunos animalillos, guebos, gallinas y demás» (ídem, 130); «ofrecí de hacer una esplanada de
artilleria en la marina al salir la calle del Claver» (ídem, 137);
«se agogó un soldado que era cabo o sargento de Altenara»
(ídem, 146); «declaró que el sobrino no a tenido curpa, y sanó
de esta enfermedá» (ídem, 147); «murio de repente Frasquita
Ortega Gil, (...) sin arcansal el S. Tolio» (ídem, 148); «le rompió
una paré del armasén» (ídem, 151); «se entró en la casa del Sor.
Oydor Oromiz un ladrón, hijo de Jabiel el tuerto» (ídem, 152153); «de arquiler di una moneda por cada camello» (Diario histórico I, 114); «Escritura de arrendamiento de las tierras de Tetil»
(ídem, 156); «un barco de costa con la gente y demás peltrechos
necesarios para la tentativa de la pesca» (ídem, 315); «arquilé en
veinte y quatro pesos al año al contador don Francisco Días»
(Diario histórico II, 62-63).
También pertenecen a este apartado las formas armitir,
armirar, etc., de textos como los siguientes: «sin remición de que
se bolviera mas armitir en la Iglesia a este» (Diario, 101); «fue
bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con
armiración de quantos le mirabamos» (ídem, 136). Obviamente,
se trata de formas que tenían originariamente el grupo consonántico /-dm-/, que el habla popular insular resuelve en /-lm-/,
como veremos luego.
Aunque muy raramente, también se detecta alguna que otra
neutralización de la oposición consonántica que nos ocupa en
posición explosiva: v. gr., pelegrina, por peregrina, flaile, y no fraile, etc.: «bibia en la calle de Pelegrina» (Diario, 81); «se halló
muerto al padre de Salbador el Flayle» (ídem, 118).
Como ponen de manifiesto los mismos ejemplos aducidos,
esta práctica fónica estaba por la época que estudiamos mucho
más extendida en el habla grancanaria (incluso en la propia de
la burguesía, clase social a la que pertenece Antonio Betancourt)
que en el habla tinerfeña. Es prueba de que se trataba de un
fenómeno de implantación más o menos reciente, que penetra
en el archipiélago por la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, como otras tantas prácticas lingüísticas.
f) En posición intervocálica (o flanquedas por líquida), las
consonantes sordas /p/, /t/ y /k/ sonorizan esporádicamente,
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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como se aprecia en los siguientes ejemplos: «en orden algodón
tres pies no mas son lo q. ai todos petiseguos y quebrados de los
bientos» (Cartas, 78); «no ai a quien apelar ni alguiladas ni
dadas» (ídem, 97); «fue tan fuerte su estrépido que se oyó en la
ciudad el golpe» (Diario, 86). Mucho más esporádica todavía es
el ensordecimiento de las sonoras correspondientes. Es fenómeno que solamente hemos detectado en la forma gangrena: «murió D. Christobal Flores el músico encangrenado. Se enterró en
Sto. Domingo y su enfermedá fué de mui pocos dias» (Diario,
86); «a este le entró cangrena» (ídem, 111).
g) La consonante /b/ suele convertirse en /g/ cuando aparece seguida de la vocal velar /u/: «llegó a Canaria el aguelo de
Ramonsillo el de mi hermana Francisca» (Diario, 16); «anoche
se despareció una en el mismo abujero adonde las echamos a
dormir» (ídem, 38); «murió la agüela de D. Sipriano Avilés»
(ídem, 133). Al contrario, es muy probable que, por ultracorrección, la /g/ (etimológica o popular) seguida de la mencionada
vocal se convierta a veces en /b/: «ba media fanega de avas =
unas papas = quatro bubangos = sebollas = y dos sestitos de
fruta uno de sirbuelas» (Cartas, 22); «ban unas papas = tres
sestitos de fruta dos de sirbuelas» (ídem, 87); «se hiso la escritura de la casa que compró Maria Higera (...) a Josef Butierres el
Purrandaño, uezº. De Santa Cruz» (Diario, 90).
h) La /d/ intervocálica aparece frecuentemente elidida en el
caso del texto grancanario, no así en el de la provincia occidental. Es lo que les ha sucedido a las formas dentadura, cédula,
marido, destacamento, discordia, Cádiz de los fragmentos que
reproducimos a continuación: «la primera incomodidá que me
avía dado mi entadura» (Diario, 34); «se rrematan por seulas en
los 3 domingos primeros de Enero» (ídem, 39); «Y asimismo me
entregó Ramón de Sta Ana, marío de Teresa, una cucharilla
plata» (ídem, 41); «pesando el pescado de su barco, Francisco
Miguel, marío de Frascorra Timoteo» (ídem, 48); «yendo a
mariscar un meliciano de los que hian de estacamento al puerto, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «hubo una iscordia entre el cura de Arucas, el sacristán y monigotes con el alcalde»
(ídem, 140); «salieron del Puerto de la Lus el barco de D. Juan
Gabaso para Mogador y Cayz» (ídem, 169). Por el contrario, la
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/d/ etimológica del verbo ver (lat. videre), se conserva intacta en
la primera persona del singular del pretérito indefinido: «yo lo
bide pero paresiome mui granado» (Cartas, 32); «El dia Juebes
fui a misa a taganana y vide las quatro pipas q. estan en el
roque de las bodegas» (ídem, 93). Como reacción a esta tendencia que los hablantes sienten muy popular, se introduce a veces
una /d/ entre las vocales de determinados hiatos, como se aprecia en los textos siguientes: «En este mes de maio de 1798
acadeció la falta del tabaco» (Diario, 31); «regalé a la Sra.
Abbadesa con dos millares cacado y dos gallinas gallipabas»
(ídem, 45); «una enfermedá muy aguda, que fué serrarse las dos
vidas» (ídem, 149).
También aparece elidida la /b/ intervocálica del pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir: «estube con Juan bastian
quien me dixo hia a trillar» (Cartas, 52); «eogenio se fue uyendo
de aqu sin yo saber q. se hia» (ídem, 69); «le benían dando a
las bombas continuamente, que hía para el Norte mérica» (Diario, 4); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de
estacamente al puerto, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «Y
de cinco que hían solo se agogaron las dos» (ídem, 110).
i) Determinadas consonantes implosivas tónicas tienden a
perderse en posición final absoluta. Es lo que ocurre sistemáticamente en el caso de la consonante /-d/: v. gr., «el qual se hiso
con pare bien alta» (Cartas, 36); «y yo si es bolunta de Vmd. q.
se la quiten no tengo enpeño» (ídem, 45); «me causa mucha
nobeda y me ase fuerza el creerlo porq. yo ynoro el motivo q.
aia para ello» (ídem, 53); «pero no cogen para pagar la mita de
lo que deben» (ídem, 59); «mi bolunta buena es de poderla sacar el agua» (ídem, 63); «ba almu y medio de lantegas» (ídem,
76); «Mui Sr. mio no respondo ahora con clarida en orden al
bino» (ídem, 77); «a esto respondo q. si Vmd. tiene tanta
bolunta de quitarmela de ensima» (ídem, 142); «se sacó los premios del cochino de San Antonio Abá» (Diario, 3); «la mortandá
de los Ingleses se infieren fue mui grande» (ídem, 24); «pidio
satifación al Comandante General para ocurrir al Madrí» (ídem,
25); «Se determinó mandar compañías en li de guerra» (ídem,
25-26); se alborotó la ciudá, a causa de aver tirado un cañonaso
el castillo del puerto» (ídem, 85); «se sosegó esta tempestá y
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empesó a llover de la una de la noche en hadelante» (ídem, 87);
«las que se hisieron con la maior solenida» (ídem, 122); «en la
misma noche hiso un agujero en la paré» (ídem, 149).
También es frecuente la elisión de la consonante nasal en
posición final absoluta de palabra, como vemos en los siguientes textos: «todo lo que queda de mantencio dentro de la casa
son nuebe almudes de trigo» (Cartas, 41); «algunos de los
vezinos q. pudiera tenerle dos o tres dise que le tendra» (ídem,
44); «le habrieron la puerta de la lonja del viato Franciso Carme»
(Diario, 21); «murió Pepe Candelaria, sapatero y marío de Agustina Chaschas, muy devoto de Ntra. Sra. del Carme» (ídem, 64);
«fuí a Saltutejo o Engostura que llama en la Vega, a ver a mi
hija y pasar un dia con ella» (ídem, 83); «por cuio motibo pasaba por aquel vejame vergonsoso» (ídem, 103). Por el contrario,
en el caso del pronombre existencial nadie, se añade una nasal:
«me quisieron quitar los calsones q. me balio tenerlos bien
amarados porq. quieran vivir a su gusto y que nadien les diga
nada» (Cartas, 51); «nadien quiere mandarle del q. tiene como
lo e mandado yo» (ídem, 74).
Más esporádica resulta la elisión de la consonante vibrante
/r/ en posición final absoluta de palabra, aunque también se
detecta algún que otro caso: «con tanta agua no se han podido
fabrica las tierras en la breña» (Cartas, 76); «Se presentó
Sebastián Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a
jalar la madera» (Diario, 111).
Por su parte, la forma reloj se pronuncia con la consonante
velar final aspirada: «se puso el rrelos en la Sta. Iglecia y empesó
a dar las oras» (Diario, 141).
j) La oposición /y/-/ll/ presenta dos soluciones distintas, según los casos. En los textos de Silvestre Izquierdo y Antonio
Bentancourt, no existe ni el más mínimo indicio de yeísmo. La
consonante /ll/ se mantiene incólume en todos sus contextos
tradicionales: «pocos son los que se allan en todos los vezinos
porq. las gallinas no quieren poner» (Cartas, 38); «por aca no
las allo caros ni baratos» (ídem, 47); «lleva el moso una fanega
de trigo y 8 alms. de papas» (ídem, 51); «benia mal capado pues
una criadilla se le a buelto abaxo» (ídem, 57); «es lo mismo q.
llebar gallinas» (ídem); «en orden al sebollino tanto yo como
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todos los demás sembranos para toda las palmas» (ídem, 59); «no
se como se llama ni lo e bisto estos dias» (ídem, 74); «esta toda
matada de modo q. no se le puede poner la silleta y de llevarla
no llegara alla» (ídem, 107); «Vino el médico, le aplicó un baño
a los pies, una tasa de agua de toronjil y unas cataplasmas de
mostacilla» (Diario, 11); «desde que salieron de la ciudad les fue
llobiendo» (ídem, 20); «se cogió una balandrilla inglesa por detrás de los rroques de la Isleta» (ídem, 136). Por el contrario, el
diario de Isidoro Romero y Ceballos confunde sistemáticamente
el uso de ambas grafías, lo que pone de manifiesto que es su
autor es flagrantemente yeísta: «Una compañía de sinco aserradores de Molla me aserraron dies hilos en dos días» (Diario
histórico I, 120); «concurrir con su bestia de gracia cada ves que
vallamos a Teror» (ídem, 153); «se olleron tres o quatro truenos
mui recios sobre esta ciudad de Canaria» (ídem, 209); «El día 24
calló un hombre de los que estavan desvaratando las paredes de
la capilla de la parroquia vieja» (ídem, 223); «las tercianas fueron disminullendo de su bigor» (ídem, 233); «aniquilaron la llerva,
malograron la mayor parte de las crías en el ganado menor»
(ídem, 239); «Paren a dos cachorros las lleguas y cae nieve» (ídem,
240); «estando la luna bien clara se estrayó por una imprudente
confiansa» (ídem, 273); «Duró poco más de media hora, callendo
tanta agua» (Diario histórico II, 15); «trastornando enteramente
el gobierno monárquico sustitullendo república» (ídem, 26); «se
manifestava de los cuerpos que con frequencia arrojava el mar
a las plallas» (ídem, 45); «se reedificó (...) la casa que está en el
hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (ídem, 70); «hasta
fines de mallo corrió el barranco» (ídem, 89); «hize el muro y
pollo que está en el huertito contiguo» (ídem, 117); «se restitulleron
a esa ysla al cabo de quince días» (ídem, 121); «se desarroyaron
los miasmas del contagio que avía avido en la calle de Travieso»
(ídem, 193). Obviamente, no se trata de una práctica de pronunciación general en el archipiélago por la época que nos ocupa,
sino simplemente de un hecho idiolectal que afecta solamente al
hablante que consideramos, que, como sabemos, había nacido y
vivido los primeros nueve años de su vida en Caracas12, donde el
12
Es lo que señala V. J. Suárez Grimón en la introducción de la obra,
p. 35.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
17
yeísmo había arraigado desde antiguo. En todo caso, se trata de
un indicio de que el yeísmo que se empieza a detectar en el
archipiélago a partir del siglo XX puede haber tenido su origen en
América, más que en Andalucía..
k) Los grupos consonánticos, por fin, presentan soluciones
diversas, según los casos:
ka) El gruño /-kt/- se reduce sistemáticamente a la forma
/t/: «los demas sienten q. yo les de mas de aquello q.
hera su ditamen» (Cartas, 47); «desde el mes de otubre
no se a bisto una bonansa para poder cargar» (ídem,
118); «respeto a lo q. Vmd. mescrive no puedo degar de
responder» (ídem, 120); «a graduarse para estar ato
para la canongia» (Diario, 6); «estaba yo en la atualidad
de la fabrica de la casa de la calle de la Pelegrina»
(ídem, 38); «me hizo el Sor. Provisor D. Miguel Toledo
una visita con muchas afetaciones de cariño» (ídem, 51);
«En 19 de Junio de 1800, juebes, dia otabo de Corpus,
fué el primero dia que se puso de minifiesto el pan de
media libra» (ídem, 58); «se echó menos un rrobo que
se le hiso Antonio Rodrigues en la tienda, marido de
una hija de la retora» (ídem, 102); «murió fray Agustin
Camara, Religioso Agustino, por su estrabagante conduta» (ídem, 109); «les hiso fuego el rreduto de la
Carneseria» (ídem, 135); «el fiscal atual se llamaba D.
José Osse» (ídem, 156).
kb) Los grupos /-bs/-, /-ks/- y /-ps/- simplifican en la consonante /s/: «nada mas armaron un motin no mas q.
porq. les digo q. se an de oserbar todas sus ordenes»
(Cartas, 51); «ademas de su asidente habitual se le añade la pesadumbre de q. los vezinos le quieren aser cargo de algunos sien pesos de la aljondiga q. faltaron de
la arca» (ídem, 124); «murió de repente D. Baltasar
Martínez de un asidente que le dió» (Diario, 7); «cuia
limosna hice en osequio del santo» (ídem, 33); «habiendo hesaminado al padre de la hija se le entregó a su tio
Petro Yanes» (ídem, 40); «me costó 90 pesos que hesibí»
(ídem, 46); «no se avia descubierto que yntencion o
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kc)
kd)
ke)
kf)
172
malinidá de estas asiones» (ídem, 54); «cayeron dos
sentellas o hesalaciones grandes» (ídem, 86); «me hisieron muchos osequios» (ídem, 108).
El grupo consonántico /-ns/- se resuelve en /s/ aspirada:
«Cayó al istante, le llevaron al ospital, y el que hirió se
rrefugió en la Iglesia» (Diario, 110); «llegó a Canª. el
Barco (...), con la novedá de averse cospirado la compañía contra su mandador todo el viaje» (ídem, 127);
«en los apuntes q. tiene alla costan las cabras q. tenia
en aquel tpo.» (ídem, 132); «le despidieron del coro al
istante, lo avilitaron por aver sido provocado por el D.
Francisco» (ídem, 152).
El grupo consonántico /-ng/- se reduce a la nasal /n/:
«y aunque tengo aquí las pipas basias q. binieron de
Sta. Cruz son más yndinas q. las otras» (Cartas, 46);
«ynoro el motivo porque fue tan grande agrabio» (ídem,
147); «siendo testigos D. Fernando Sotto y Inacio
Trabieso, mtro. carpintero» (Diario, 33); «recaló una
balandra inglesa europea con la bandera y insinia de
San Jorge» (Diario histórico I, 249).
El grupo /-nx/- se resuelve siempre en aspiración: «ban
unas batatas y calavasas sebollas y unas pocas de
naraxas dulses» (Cartas, 34); «ahora ban nueve alms. de
habas y unas batatas = y unas naragas q. es lo q. pueden llevar» (ídem, 70); «mas ban unos limones y unas
narajas» (ídem, 108).
Los grupos consonánticos /-dm/-, /-dk/- y /-db/- suelen
presentar dos soluciones distintas. En unos casos, se
reducen a las formas /m/, /k/ o /b/: «Mui Sr. mio resivi
el de Vmd. y quedo abertido de lo q. en el me avisa»
(Cartas, 104); «En este dia, juebes de Dolores, 6 de Abril
de 1797, aministraron a Larenza Galindo» (Diario, 19);
«a quien se le aministró en hesa misma noche» (ídem,
52); «dio D. Esteban Laguna memorial al Cabildo para
ver si le amitian en la contaduria» (ídem, 61); «no quería morir ni menos que se le aministrara» (ídem, 109).
En otros, simplemente transforma en /l/ la consonante
inicial del grupo: «los mas q. puedan alquerir noticias
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
19
dellos» (Cartas, 106); «son quentos q. a Vmd. le lleban
por aserme a mi ese favor lo qual conosco por su mismo papel q. Vmd. los almite» (ídem, 137); «se encallaron en la misma boca de barranco, con que fué almiración de todos su tamaño» (Diario, 84); «puso en
almiración a las gentes» (ídem, 87).
kg) El grupo consonántico /rl/ aparece a veces reducido a
la forma /l/, tal vez después de pasar por la fase /hl/:
«muchas della es menester entrales duelas y piesas de
fondo q. daran q. aser» (Cartas, 92). Por el contrario,
el grupo consonántico /rn/ aparece intacto en nuestros
textos: «llebaron la sernidera a la Iglesia y empeso desde este dia a ganar un rreal» (Diario, 13); «puse con
arena del Varranco sernida (...) seis fanagas quatro
almudes de trigo de Agüimes» (ídem, 59).
l) También se detectan algunos casos de metátesis, sobre
todo de la consonate /r/: v. gr., «fue Manuela Higera, que estaba
en casa de Grabiela y Maria Mersedes en casa de la madre de
Manuela» (Diario, 55); «Esta es la misma a quien yo compré la
casa de la calle de Triana, que frabiqué y vibe en ella Mari
Higera» (ídem, 148).
3. ASPECTOS
GRAMATICALES
Los aspectos gramaticales más relevantes de los tres documentos que nos ocupan pueden resumirse en los siguiente apartados:
a) Empleo más o menos sistemático de los sufijos diminutivos -ito, -illo e -ico, aunque con sentido distinto, por lo menos
en el caso de los dos primeros: mientras que -ito se usa siempre
con matiz apreciativo, como se observa en los ejemplos que siguen: «ban 8 quesitos y una sartita de pescado que me dieron
los barqueros» (Cartas, 19); «otros responden q. que no tienen
lugar porq. estan recoxiendo sus frutitos» (ídem, 21); «todos
estabamos muy atracados con las alsitas de las viñas» (ídem);
«partisipo a Vmd. como se le a muerto uno de los dos lechonNúm. 50 (2004)
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sitos» (ídem, 23); «al pte. Ai por recoxer esas papitas buenas o
malas» (ídem, 26); «al Sr. beneficiado le dixe de la quentesita y
responde como siempre» (ídem, 33); «ba la bara = y los plantonsitos de breveras blancas» (ídem, 37); «ba la sierrita y las papas
que Vmd. pide» (ídem, 39); «en quanto a los carneritos del año
pasado tiene tres y dos carneros grandes» (ídem, 44); «lo q. le
queda en las cabras es un castradito no mas» (ídem); «mando
con eogenio una fanega de trigo de la breña y un costalito de
papas = y un bubanguito» (ídem, 48-49); «es presiso degar todas las menuditas para semilla» (ídem, 55); «manuela lleva las
dos gallinas q. le abian quedado en mi poder pollitas» (ídem,
117); «se hizo la escritura de la casita de Santo Domingo» (Diario, 46); «murió Francisco, el bobito del Sor. Alfaro» (ídem, 26);
«En 9 dicho le empezaron a salir las virgüelas a mi nietecito
Nicolás» (ídem, 38); «murió Juan Galindo, el bobito, de una
calda que se dise le dió Raimundo Casares» (ídem, 50); «le regalé al Sor. Provisor D. Miguel Toledo, que estaba en la casa de
la hacienda de D. Agustin Andrada en el monte un barrilito de
salmón de fuera» (ídem, 56); «todos aquellos millos de sequero
que cogió ia grandecitos» (Diario histórico I, 228); «En este mes
hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terrera mía de
la calle de Triana» (Diario histórico II, 88); «se hicieron los
muritos de resguardo de la Alameda» (ídem, 98); -illo presenta
un matiz más bien atenuativo, como vemos en los casos siguientes: «algunas salieron algo adolesidas y con algunos
golpillos» (Cartas, 23); «este año pasado senbre unos pedasillos
deste trigo» (ídem, 58); «aun tengo el millo sin desgranar y algunas calabasillas sin coger» (ídem, 65); «se quedó un pedasillo
por cabar» (ídem, 127); «la que no entró y vino por el pilarillo
del Perro» (Diario, 78); «Escritura hecha por Baltasar Hernández Reyes, vecino de Barjada, de una suertecilla de tierra
montuosa y por hacer» (Diario histórico I, 197)13. La diferencia
de matiz entre estos dos sufijos es mucho más evidente cuando
se combinan con nombres propios de persona. En esta distribución, lo normal es que -ito se combine, bien con nombres pro13
Vid. mi artículo «Los diminutivos en el español de Fuerteventura», en Español de Canarias e identidad nacional, Puerto del Rosario, 1997,
pp. 157-169.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
21
pios de personas jóvenes de la clase alta, como en el caso de las
frases «tambien lleva una libra de lino que manda a pedir Señorita mariquita» (Cartas, 108); «ban dos madegitas de hilo q.
mando señora Mariquita a pepa para que se lo guisara» (ídem,
116); «fue la primera leción que se le dió a Nicolasito en la
Gitarra por su mtro. D. Christobal Millares» (Diario, 113); «Este
contagio tocó a mi último hijo Tomasito, de edad de ocho meses» (Diario histórico I, 232), bien con nombres propios de personas mayores de la clase popular, con un sentido de ‘respeto
cariñoso’: «me notician de la cojida del barco de Siprianito
Aviles, que se lo tomó el francés» (Diario, 4); «ofresiendo dar el
barco a Roquito Gre» (ídem, 23); «fui yo con Domingito el de
Terrero a haserme entrega de dicho barco» (ídem); «parió
Agustinita Marta una niña» (ídem, 29); «se enterró María
Antonia, muger de Dominguito el Serero» (ídem, 38); «regalé a
Fabianita de S. Benito Velasco (...) con tres pesos fuertes» (ídem,
45); «me presenté al Sor. Corregidor Ibañes a hacerle una súplica por parte de Periquito Nabarro» (ídem, 47); «se casó la hija
de Mariquita Cruz, comadre de D. Rodrigo» (ídem, 49); «parió
Ramonsita, la muger de Pepito de la Nuez» (ídem, 79); «administraron a Mariquita Antonia Cardoso, a causa de un fuerte
asidente que le dió en la noche» (ídem, 79); «llegó a Canª. de
Abogado el hijo de Mariquita Lugana» (ídem, 82); «se botó el
navío del capitan Luna de Lanzarote y de D. Manuel el marido
de Caethanita Galindo» (ídem, 100); «se le puso un ministro de
guarda en la casa de Roquito el palmero» (ídem, 103); «a la
prima noche, administraron a Estebanita Galindo» (ídem, 120);
«amaneció un papel de mui buena letra puesto en la puerta de
D. Manuel Alfonso, marido de Caitanita Galindo» (ídem, 134)14.
Es muy probable que se trate de una mera extensión semántica
del empleo anterior. En todo caso, hay que tener en cuenta que
nos encontramos ante un uso que solamente se detecta en el
texto grancanario, no en el tinerfeño.
Las formas -illo e -ico se combinan siempre con nombres
propios de niños y de personas sin relieve social: «Lleva Juanillo
14
Vid. mi «El diminutivo de respeto cariñoso: aspectos semánticos
y difusión en Canarias», en Español de Canarias e identidad nacional,
pp. 171-178.
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tres muestras del bino de abaxo» (Cartas, 61); «se escaldó
Mariquilla, la chiquilla que tenía mi hija en su casa» (Diario,
168); «anica la billera debe dos pagas a sinco almudes por cada
paga» (Cartas, 55); «se acababa de casar con el hermano
Agustinico Morejón» (Diario, 16); «se quedó muerta de repente
Anica Caneda, madre de Juan Caneda el músico» (ídem, 29); «se
hizo en la casa de Francisca Higera y Anica su hermana un
combite» (ídem, 74-75); se presentó Juanico Baiz en calidá de
preso en el Principal» (ídem, 102); «murió de repente, sin alcanzar el santolio, Juanico el pífano mayor de la tropa» (ídem, 106);
«murió Teresica Naranjo, muger de D. Rafael Pastrana, la que
padeció larga enfermedad a rresultas de un parto» (ídem, 131);
«El día 15 les dio la primera calentura a Francisca, Jerónima y
Aniquita» (Diario histórico II, 61). El empleo que comentamos
de los sufijos diminutivos forma en realidad parte de un complejo sistema de tratamiento, donde entran en juego, además,
las fórmulas léxicas don, señor, maestro, tío. Este sistema está
organizado internamente de la siguiente manera. A las personas adultas de la clase alta, como autoridades militares o religiosas, grandes comerciantes, terratenientes, etc., les corresponde las fórmulas de tratamiento don, señor, vuestra merced y su
merced: «murió el Sor. Cangº. D. Rafael Ramos» (Diario, 9); «se
embarco Dª. Clara Romero para Sta. Cruz con Don Pedro
Sarate, procurador» (ídem, 10); «murió el cura D. Pablo de Silva, casi de repente, sin embargo de haber estado malo por
muchos días con una fatiga en el pecho que le estaba agogando» (ídem, 22); «En este dia 3 de maio, dia de la santísima
Cruz, dió la criada de D. Agustín García una caída muy grande
de la sotea de las Sras. Reyes al patio» (ídem, 54); «salió (...) el
Sor. Oydor Virgil (...), para de allí irse para España junto con
su esposa Dª. Josefa del Toro y Falcón» (ídem, 100); «murió Dª.
Isabel del Castillo, hermana del Coronel D. Juan del Castillo»
(ídem); «vinieron asistir en casa dos franzeses recomendados por
los Sres. Casalones; el uno llamado D. Santiago y el otro D.
Juan» (ídem, 102); «murió D. Francisco Torres, organista maior
de la Sta. Iglesia» (ídem, 153); «murió D. Miguel Albarado, clérigo, del mal de orina» (ídem, 168); «el poquito de lino q. toca a
su merced de todos los vezinos me lo an entregado» (Cartas, 19);
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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«ban las dos bestias de su merse porque la mia ni aun basia se
puede menear» (ídem, 29); «Mui Sr. mio resivi el de Vmd. y
quede enterado de todo lo contenido en él» (ídem, 59). A los
niños y jóvenes de la clase alta, el tratamiento -ito. A las personas de cierta consideración de la clase popular, también el tratamiento -ito. A los profesionales, como zapateros, barberos, albañiles, etc., les correspondía el tratamiento de maestro: «En 22
de Junio de 1798, entregué al mtro. Vizente dos velas de a libra» (Diario, 32); «murió el mtro. Josef de Mesa, pedredo» (ídem,
46); «murió Bernardo el figón, suegro de mtro. Bernardo, mi
barbero» (ídem, 149); «murió la muger del mtro. zapatero Josef
Pinto» (ídem, 154); «estrené las gafas de plata que me hiso
el mtro. Carlos» (ídem, 162); «Buen oficial de mampostería
en la ciudad es el maestro Vicente Falcón, diestro de mano y
aseado» (Diario histórico I, 118). A las personas menos cualificadas de la clase popular, se denomina con el nombre propio a
secas: «murió Salbador Peres, tonelero» (Diario, 152); «heredó
Andrés Melián, su criado» (ídem, 153); «murió María Rosa, panadera» (ídem, 166). A los niños, disminuidos, etc., de la clase
popular, les correspondía habitualmente el tratamiento -illo o
-ico. A las personas mayores que se trataban con cierto cariño o proximidad, se les daba el tratamiento de tío, origen del
posterior cho canario, casi desaparecido ya del habla viva: «la
que entregué al mandadero tío Juan» (Diario, 44); «despidió
mi hija a Mariquilla, la hija de tía María, que carga el agua»
(ídem, 161).
Referidos a individuos de la clase popular, es también muy
frecuente, sobre todo en el documento grancanario, el uso de
apodos. Se trata de nombres tanto de procedencia general como
de procedencia dialectal: patata [«parió Maria del Pino, cuarta
mujer de Pepe patata» (Diario, 8)], mañanica [«a causa de haver
dado quenta un arriero que llaman Mañanica» (ídem, 41)]; caja
la playa [«cuio muchacho era hijo de Caga la Plaia» (ídem, 93)],
boca de cabrilla («dió D. Bartholomé boca de cabrilla y castellano del castillo del Rey una calda de palos a una chica» (ídem,
104), tocha [«amanesió agogada en el charco de agua dulce (...)
Antonia la Tocha, ya de edad, limosnera» (ídem, 131)], rascacio [«despidió Dª. Maria Volcán a la chiquilla Antonia, hija de
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Esteban Rascacio, que la tenía en mi casa» (ídem, 140)], curro [«También murió en la misma noche de otro asidente
Agustinita la Curra y Andrés Cabrera de Tamaseite» (ídem, 160)],
gangocha [«murió Luis Gangocha a causa de una quebradura» (ídem, 162)], pepino [«murió de un falto Luis Falcón,
que lo llamaban Luis Pepino, latonero en el ospital» (ídem,
162)], etc.15
Combinado con sustantivos denotativos de parte del día, el
sufijo -ito se usa para precisar la localización temporal: «fue su
parto por la mañanita» (Diario, 139); «a la tardesita echó dos
botes, el uno a las Comedurías» (ídem, 144).
Desde el punto de vista formal, hay que decir que, en palabras agudas, el sufijo que nos ocupa suele ir precedido del interfijo /-s-/, como se aprecia en los mismo ejemplos aducidos
antes, aunque, de forma esporádica, se añade directamente: «y
en qto. a los lechonitos q. Vmd. dise le presisan mandar luego =
digo q. aca hasta ora no ai» (Cartas, 19-20); «Señor le dio
quenta a Vmd. como en la punta ai un ladronito de ganado y
de todas cosas» (ídem, 105).
b) El sufijo -ero aparece sistemáticamente en la formación de nombres de árboles frutales, como vemos en los siguientes ejemplos, «en quanto a las pimenteras no las mando ahora porq. las q. ai estan quanto nasiditas» (Cartas, 18);
«los mansaneritos y parras estan plantados adonde Vmd. a
mandado» (ídem, 35); «fu el dia q. binieron los arvolitos q. me
avisara q. los manzaneritos se los plantase en su guerta» (ídem,
114); «con árboles de higuera y granaderos, y el agua que le
pertenece» (Diario histórico I, 197); «un pedaso de tierra
con cinco higueras y un membrillero» (ídem, 198); «agua para
regar el llano de los almendreros» (ídem, 282); «planté los limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones»
(ídem, 287).
c) El sufijo -ada aparece muy frecuentemente en la forma15
Vid. mi «Diminutivos, apodos, hipocorísticos, nombres de parentesco y nombres de edad en el sistema de tratamientos populares de Fuerteventura (Canarias)», en La formación del vocabulario canario, Tenerife,
1993, pp. 219-244.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
25
ción de sustantivos de acción: «con la dilubiada del domingo de
lasaro no quedo rastro del» (Cartas, 76).
d) En el terreno pronominal, son dignos de destacar los dos
hechos siguientes:
Por una parte, los pronombres complementarios lo y le por
lo general aparecen empleados en el texto siguiendo las pautas
de los orígenes de la lengua: i. e., lo como acusativo y le como
dativo, según se aprecia en los siguientes ejemplos: «no le
conbiene el tenerla a Vmd. ni a mi porq. siempre an de aser
daño en la biña» (Cartas, 43); «no ai quien las quiera coger no
degandoles siempre el pasto» (ídem, 50); «a ribero no lo e bisto
para preguntarle pr. el baifo del diesmo» (ídem, 52); «en qto. a
berdolaga no la ai ahora en las guertas» (ídem, 54); «y le pagué
a la negra azafrana porque le quidara en su enfermedá dos ptª.
Cada dia, que fueron 13 dias los de su grabedá» (Diario, 16);
«mataron unos ladrones a Marcos Artiles (...) y aunque lo mataron no le robaron» (ídem, 90); «le pusieron Manuel Antonio y
lo crió su misma madre» (ídem, 121); «a transar lo que le daban por cada barco, menos el de la Habana, que lo dejaban
para sí» (ídem, 130). No obstante esto, en el texto grancanario
son frecuentes los casos de leísmo de persona: «le estaba auciliándole D. Agustín Cabral» (Diario, 10); «solo le acompañó en
el barco de descarga» (ídem, 53); «Vino a su casa, que le trajeron, y murió a los 4 dias» (ídem, 87); «se le puso preso con el
fin de embarcarle para la Madera» (ídem, 101); «le pusieron
preso al Alcalde y Alcaldes, a Juan el barbero» (ídem, 114);
«mataron al capitan (...), en cuia misma bateria caió al agua o
le botaron» (ídem, 168); e incluso de leísmo de referente no personal, aunque, obviamente, de forma más esporádica: «desian
los nacidos que en su vida no le (el mar) avían visto tan fuerte»
(Diario, 3); «pero el biento tan favorable que traiba el Carme fue
bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con
armiración de quantos le mirábamos» (ídem, 136). Lo más probable es que se trate de una novedad del habla de la burguesía
grancanaria, que no habría de tener éxito en el resto de las
hablas insulares. La forma plural les aparece en ocasiones con
la s elidida: «dexe de darla a todos y cada uno como le corresponde» (Cartas, 62).
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Por otra parte, el pronombre relativo cual, presenta la forma cualo en algún que otro texto: «los vezinos disen q. le pueden tener a la hoxa a qualos contenplo que los tendra entre
machos y borregos» (Cartas, 44).
e) En lo relativo al verbo, se destacan los siguientes hechos:
ea) Determinados verbos que se usan como primitivos en la
norma estándar aparecen prefijados por la preposición
-a: «yo ocupe a todos los bezinos aber si entre ellos
ajuntava algunos manogitos» (Cartas, 30); «disen no
pueden asurcar la tierra por seca» (ídem, 63); «en orden a las obexas los hise ajuntar» (ídem, 104); «dise que
la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la lengua» (Diario, 104). También se da el caso contrario, es
decir, usar en su forma primitiva determinados verbos
que en la norma estándar aparecen prefijados: «el lino
se acabo de liñar el qual remito beinte libras» (Cartas,
25); «los perros un día se marran y otros se sueltan»
(ídem, 26); «es pr. donde los barqueros las garan quando
las nadan» (ídem, 111); «tanta le entraba como se le
sumia por el fondo» (ídem, 153); «les di de comer a 27
palmeros que hera la compaña del barco del Gallito,
que los avia prisionado el Inglés» (Diario, 21).
eb) El pretérito indefinido se usa tanto para expresar el pasado remoto: «Muy Señor mio el dia Jueves fui a las
cabras a partir de la cria y partimos catorse baifos a
cada uno tocaron siete quatro hembras y tres machos»
(Cartas, 46); «Este se portó muy malamente por su
estrabagancia, dió muchas incomodidades en la Iglesia,
quien habia caminado con las mejores ventajas» (Diario, 101); como para expresar el pasado reciente: «Mui
Sr. mio resivi el de Vmd. y quede enterado de todo lo
contenido en el» (Cartas, 59); «En este día, 29 de Abril
de 1797, a la noche, ia de San Pedro mártir, le habrieron
la puerta de la lonja del viato Francisco Carme» (Diario, 21); «En este dia, 24 de marzo de 98, me ragaló la
Sra. S. Francisco de Asís un quadrito de la madre S.
Esteban, que me avia ynviado para mi enfermedad que
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
27
me dio del costado» (ídem, 29-30). Además, esta forma
verbal hace la primera persona plural de la primera
conjugación en la forma -amos, no en la forma -emos,
que tanto se ha empleado en Canarias: «hoy Juebes nos
aguantamos quinse hombres a sorivar en la guerta y se
sorivo como la mita de lo que presisava de sorrivarse»
(Cartas, 41).
ec) El llamado pretérito perfecto se suele emplear con el
sentido de ‘pasado no terminado’, tal como se aprecia
en los siguientes ejemplos: «creo que Vmd. esta en el
conosimiento q. aquí siempre abido junco de sobra pero
es a la contra porq. dispues q. conosco las palmas
senpre se a hido a coger fuera de aquí como a sido a
benixo y adonde llaman el orobal» (Cartas, 73); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas las
e baldoniado mucho a lo q. respondo q. en quanto a la
biña le ago todas sus fabricas» (ídem, 63). A pesar de
ello, tampoco es raro su uso en el sentido de ‘pasado
reciente’, como en la norma más estándar: «en quanto
a las papas que Vmd. a mandando para q. se planten
digo q. de la primera fanega plate luego unas pocas
delante de la hermita» (ídem).
ed) El pretérito imperfecto de subjuntivo aparece tanto en
la forma -ra: «en quanto a las cabras yo me alegrara no
quedaran aquí todo el año» (Cartas, 50); «siempre q. el
moso pueda vinir por algo de carga todas las semanas
me alegrara» (ídem, 95); «al primer puerto que llegara
se entregase aquel corregidor» (Diario, 156), como en
la forma -se: «en quanto a la carga q. Vmd. me avisa
pusiese en taganana a mediado de semana no la mande» (Cartas, 66); «me prebiene q. le avisase si los abia
para estos días» (ídem, 114); «le ofrecí por mano de D.
Juan Sall el dinero que necesitase» (Diario, 10); «le
mandé carta al Sor. Corr. Para que me ocupase en todo
lo que se le ofresca» (ídem, 11); «empezó a llober todo
el mas del dia, sin que se viese el sol» (ídem, 44); «y
echando unas gotas de aguardiente fuerte le tibiase y
se pusiese unos paños al dia y la noche» (ídem, 68);
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«nos combenimos le mandase el cofre» (ídem, 105);
«para que los vendiese de su quenta a barios precios»
(ídem, 106). Aquélla se usa más en Tenerife; ésta en el
habla de la burguesía de Las Palmas de Gran Canaria.
Es muy probable que, como los casos de leísmo comentados antes, se trate de una práctica gramatical neológica.
ee) En futuro imperfecto de subjuntivo presenta una vitalidad total en los dos documentos que consideramos: «no
tiene aquí pipa para recoxerlo lo que le tocare» (Cartas,
28); «por si acaso biniere alguno dellos quedandose
megor la mar puse una pipa en limpio» (ídem, 39);
«digo q. todo el ganado asi boregos como machos q. hai
aqua los repartiere con todos los vezinos» (ídem, 47);
«para el martes beremos si ubiere algunos mas» (ídem,
49); «entonses no tendra Vmd. sino alguno q. le tocare»
(ídem, 50); «y ai puede Vmd. disponer llebar este bino y
q. traigan las basias q. ubieren y sirbieren» (ídem, 55);
«se guareseran las q. se plantaren ahora» (ídem, 58);
«avisele q. luego mande las pipas q. uviere basias» (ídem,
100); «si manda Vmd. a bender algunos castrados me
lo avisa para q. sino ubiere marchantes de la ciudad que
queran benir por ellos mandare recado a los de Sta.
Cruz» (ídem, 105); «se compondra luego por si acaso
viniere el barco» (ídem, 118); «lo q. le restare se lo
paguare luego q. benga el barco» (ídem, 119); «hisieron
las esponsalias con el fin de casarse a vuelta de este
viaje que viniere de la costa» (Diario, 108); «por si acaso se encontrare en alguno de mis libros o papeles»
(ídem, 113); «a las eses que quedaren en el paño se les
puede volber a echar agua» (Diario histórico I, 14) .
ef) También el gerundio preposicional tiene una presencia
bastante destacada en los dos textos que nos ocupan:
«en acavandose todas le avisare las q. cada uno a dado»
(Cartas, 28); «en aquabandose no se q. tengo de haser»
(ídem, 41); «esperamos en Dios la mandara en siendo
servido» (ídem, 44); «entonses todo son dilaciones y
apuros en llegándose el dia de aberse menester» (ídem,
182
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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85); «no es su amo dueño de guareser una fruta y
lo mismo en madurando las ubas que es mucho el
destalaje» (ídem); «no puedo saber las q. basias podran
quedar en acabando de trasegar y rejinchirlas» (ídem,
96); «en descayendose de las carnes q. ahora tienen se
perdera la bente dellos» (ídem, 124).
Por lo demás, como en el apartado de la fonética, nos encontramos también en este apartado gramatical determinadas
formas analógicas, como quedrá (e incluso quererá), futuro imperfecto de indicativo del verbo querer, rompido, participio de
pasado del verbo romper, etc.: «considero q. Vmd. los quedra para
echar a la hoja por cuio motivo no lo mando» (Cartas, 42); «por
quatro o sinco veses no mas no quedran nadie venir» (ídem,
105); «las dichas monjas los quereran llebar uno a uno» (ídem,
107); «quedra q. le mande alguna por cuio motivo mando el
castrado grande» (ídem, 114); «pues los mios en el trabaxo de
Vmd. se rompen y no siento eso porq. los dos pr. bien ronpidos»
(ídem, 53); «por aberse rompido el cabrestillo de la suela no las
e compuesto» (ídem, 69); «arribó a este puerto de la Lus un
navio de guerra olandés con el mastelero de la gabia del trinquete rompido» (Diario, 7).
f) En el terreno adverbial, hay que destacar la altísima frecuencia de uso del adverbio demostrativo acá, en convivencia
con aquí: «esta semana avian de quedar compuestas porq.
estava aqua el tonelero» (Cartas, 27); «mande tres almudes de
trigo y otros dos riales de pescado porq. aca ya no queda nada
de grano» (ídem, 41); y la presencia del adverbios deantes:
«bolbio a saltear las bacas lo mismo q. deantes» (Cartas, 48).
g) En el ámbito de las preposiciones, nos encontramos con
algunos usos arcaizantes y otros neológicos. Veamos algunos de
ellos. La preposición a no solamente aparece introduciendo el
complemento directo de persona, sino también algunos de cosa,
como vemos en los siguientes textos: «fue adonde alcanzaron a
la biña q. hase mi conpadre oliva» (Cartas, 45); «me enseñaron
a una imagen que estaba de nuestra Sra. de la Rocha» (Diario,
28). Con todo, el complemento directo de persona aparece a
veces sin determinación preposicional: «di quenta al alcalde para
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q. llamara los cabreros» (Cartas, 45); «para que le mandaran su
hijo y tambien un memorial para el Sr. Coronel» (Diario, 16);
«solo mataron dos marineros y hirieron tres» (ídem, 20); «se llebó
al tiempo de pasar el barranco por junto a la vanda del mar la
mujer de Pepe el Tonelero» (ídem, 95); «mato el coche un muchacho hijo de Angel Guerra» (ídem, 164). La localización temporal en las distintas fases del día (mañana, amanecer, tarde,
noche...) se expresa mediante la preposición en: «empesó a llober
una agua quieta y serena, sino en el dia, en la noche se
esperimentaba este veneficio que Dios nos hacia» (Diario, 141);
«al dia mismo, Domingo en la mañana (...) le dieron fuego al
barco de Flores» (ídem, 165). Si, en lugar de la idea de ‘situación’, lo que se quiere expresar es la idea de ‘concurrencia’, entonces se emplea la preposición con: «llegó a Canaria la noticia
de que avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo
Suarez, S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca
barlobentiando con la noche» (Diario, 7); «parte de ellos entraron con la noche» (ídem, 108). La preposición contra, que presenta, además, la variante de expresión quentra [«lo alle asiendose pedasos tirandose quentra las piedras y mui desesperado»
(Cartas, 25)], se usa en algunos contextos con un sentido puramente orientativo: «Y contra las esquinas de abaxo tenia alguna poquilla de tega» (Cartas, 152); «un sitio vasío o esconse que
estaba contra la casa de la huertita que tengo allí» (Diario histórico II, 189). Por último, el sustantivo casa presenta tendencia a la preposicionalización en la locución en casa: «En este dia
fui en casa de mi hermana Francisca y vey la cabra y el cochino» (Diario, 43); «aviendo concurrido con otros estudiantes en
un bayle que se hiso en casa las morenas patricias» (ídem, 114).
h) En el capítulo de las perífrasis verbales, destacan, por
encima de todo, los tres hechos siguientes: ha) El uso del verbo
pegar como auxiliar incoativo, aunque alternando con las formas más convencionales empezar y comenzar: «tengo yntencion
de pegar aderesar las pipas» (Cartas, 26); «benian dos o tres oficiales y se pegava a componer luego q. pasara el dia de las nieves» (ídem, 92). En ciertos casos, aparece también con este mismo sentido en construcciones no perifrásticas: «el dia martes
pegamos al adereso de la bodega» (Cartas, 27); «las arbexas q.
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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Vmd. dise q. le sienbre de puno en el pedaso q. se sorivara digo
q. no le tiene quenta porq. pegamos a media guerta» (ídem, 42);
hb) La altísima frecuencia de uso de la combinación tener + participio: «yo le tengo comprado en la punta tres reses dos boregos
y un baifo» (Cartas, 44); «a los suares les tengo mandado mil
recados» (ídem, 55); «no tengo visto ni oido inumanidá tal»
(Diario, 148); hc) El uso esporádico del verbo ser como auxiliar
del pretérito perfecto: «a las dos oras y media ya hera muerto»
(Diario, 116).
i) En relación con el orden de los elementos en la oración,
se observa una tendencia a la posposición de las formas complementarias, al contrario de lo que ocurre en la norma más
moderna, que prefiere la anteposición: «y a Señora darame Vmd.
algo de pescado para dar de comer a las gramaderas» (Cartas,
22); «mandarame pescado y medio rial de aseite para el tonelero» (ídem, 27); «yo lo bide pero paresiome muy granado» (ídem,
32); «mandarame un poquito de aseite para la plana» (ídem, 57);
«allome por mis enbarasos mui amarado por averseme ido dos
mosos» (ídem, 82); «si los de la Ciudad quisieran benir estara
Vmd. con alguno dellos y diraselo» (ídem, 106); «Esta presa
logrola interesada en 7 a 8 mil pesos» (Diario histórico I, 210);
«atravesaronla para asercarse a abrir la puerta» (ídem, 259);
«Quitáronle quatro mil y quinientos pesos y se retiraron» (ídem).
j) En el caso del pronombre posesivo, se prefiere en muchas
ocasiones la forma pospuesta a la forma antepuesta: «Almasén
mío nuevo se concluye y alquila» (Diario histórico II, 62) ); «En
este mes hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terrera mía de la calle de Triana» (ídem, 88); «puse en dicho mes los
dos pies derechos que tiene la cumbrera de la casa mía del Pino»
(ídem, 118).
Por lo demás, se observan algunas construcciones que son
también muy populares en el español actual, como, por ejemplo, el uso tematizado del pronombre yo en combinaciones
como yo me parece: «yo me parese q. sera mexor el que Vmd.
lescriva a pancho a Sta Cruz para que able un barquito de los
del chinchorro» (Cartas, 18); «yo me parese q. lo q. se podran
aser de binagre son quatro pipas» (ídem, 76); el uso femenino
del cuantificador poco en combinaciones como las siguientes, en
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que la norma estándar actual exige la forma masculina: «por
quedar unas poquitas de las mias q. apartar» (Cartas, 55); «se
puso a rrepartir en casa D. Feliz Verlanga una poca sebada de
Lanzarote» (Diario, 70); etc.
4. ASPECTOS
LÉXICOS
Los tres textos que estudiamos presentan una gran cantidad
de material léxico tradicional canario, que va desde el de procedencia guanche hasta el de procedencia portuguesa, pasando
por determinados arcaísmos hispánicos y bastantes neologismos
morfológicos y compositivos16.
a) Como vocabulario ya arcaico (por lo menos en la
norma más estándar) por la época en que se redactaron estos documentos, encontramos en nuestros textos las siguientes
voces:
ajota (que). Valiéndose de que, confiando en que: «ajota q.
tendran las cabras an de querer tener alguna manada de
machos suios» (Cartas, 50). Del esp. ant. en hoto de ‘confiando en alguien, contando con su protección’.
alongar. Proyectar el busto hacia adelante: «creo q. se alongaria
alcansar algun mato berde a la bera del risco y despidio un
risco mui grande» (Cartas, 152). Del esp. ant. alongar (de ay longo) ‘prolongar, alargar’, muy probablemente con influencia del port. alongar ‘ídem’.
arveja. Guisante: «ban quatro almudes de senteno = tres alms.
de arvexas» (Cartas, 20); «ban media fanega de arvexas =
unas papas quatro bubanguitos sevollas» (ídem, 24). Del esp.
ant. arveja (del lat. ervilia, dimin. de ervum ‘lenteja’) ‘ídem’.
asmar. Pasmar: «se iban ia las sevadas asmándose» (Diario histórico I, 293); «las sevadas tempranas se asmaron» (ídem,
278). Del esp. ant. asmar (del lat. adaestimare ‘estimar’) ‘que16
Los datos etimológicos que exponemos a continuación proceden de
M. MORERA, Diccionario histórico-etimológico del habla canaria, Islas Canarias, 2001.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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darse un hombre suspenso o pensativo’, por aplicación
metafórica.
baja. Escollo próximo a la costa, que suele aflorar en la bajamar: «al parecer llegó asta las bajas de Telde» (Diario, 165).
Del esp. ant. baja ‘bajío, elevación del fondo en los mares,
ríos y lagos’, por desplazamiento metonímico. Es probable
que en esta conservación haya habido influencia del port.
baixa ‘pedra de basalto, de grandes dimensões que aparece
no quebra-mar’ (Falares da ilha).
baldonar. Abandonar. «no se me debe baldonar mas q. a los
demas» (Cartas, 54). Del esp. ant. baldonar (deriv. de baldón)
‘ídem).
botar. Arrojar con fuerza: «todas las más de las noches se
botavan fuera» (Cartas, 36); «Vmd. dise q. esto susede por
andar botadas» (ídem, 134); «El Francisco el cochero se botó
al agua» (Diario, 16); «queriendo botarse por una ventana
baja del mismo quarto lo detubo D. Francisco Ascanio»
(ídem, 153); «botaron el dicho Juan y su padrino algunos
puñados de quartos y monedas» (ídem, 154); «Se votaron
dentro para amasonarlos desmedidas peñas (...), ligando unas
con otras con argamasa de arena gruesa o picón» (Diario
histórico I, 231). Del esp. ant. botar ‘lanzar, arrojar, tirar’,
muy probabl. por influencia del botar ‘echar la embarcación
al agua’ marinero y del port. botar ‘lanzar fora, repelir’ (Fig.).
bufadero. Agujero abierto por la erosión del mar en las rocas
por donde, al comprimirse, sale el agua dando un fuerte bufido: «estrellarse con tanta fuerza sobre las rocas y bufaderos
de la ysla» (Diario histórico II, 46). Deriv. del esp. ant. bufar
‘soplar expeliendo el aire con fuerza’ y el sufijo denotativo de
lugar -dero.
degredo. Cuarentena: «estubo en degredo asta el siguiente
miercoles» (Diario, 18). Del esp. ant. degredo (del lat. decretum) ‘decreto’, por desplazamiento metonímico, muy probabl.
por influencia del port. degredo ‘pena de destierro’ (Fig.).
emprestar. Prestar: «los avía emprestado a su hermano don
Francisco de Borja Romero» (Diario histórico I, 147). Del
esp. ant. emprestar ‘ídem’.
gago. Tartamudo: «llebando consigo algunos hombres, como
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fueron uno el hijo de la Gaga» (Diario, 86); «murió de repente Bárbara la Gaga, que componía mondongos» (ídem,
131). Del esp. ant. gago ‘ídem’, acaso por influencia del port.
gago ‘ídem’.
horrura. Compuesto de materiales de y desecho: «avriendo en
las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayendo
a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Del esp.
ant. horrura (del lat. horro) ‘suciedad, impureza, escoria’, por
extensión semántica.
mareante. Marinero, generalmente pescador: «echó agua al pilar de los mareantes de San Telmo» (Diario histórico II, 20).
Del esp. ant. mareante (deriv. de marear) ‘marino’.
margarito. Se dice del dedo meñique: «una telecita tanbién se
le aplicó, de güebo, puesto en el dedo margarito de la mano
izquierda» (Diario histórico I, 232). Deriv. del esp. ant.
magarite ‘ídem’.
monigote. Monaguillo: «El Alcalde lo intimó, puso preso al sacristán y los monigotes» (Diario, 140). Del esp. ant. monigote
(probabl. de monagote ‘despectivo de monaguillo’) ‘monaguillo o lego de convento’.
restra. Ristra: «ban dos bubangos y una restra de sebollas» (Cartas, 29); «lleva una fanega de trigo = 8 alms. de papas = una
restra de sebollas = dos bubangos» (ídem, 54); «ai ban siete
alms. de chicharos (...) dos restras de sevollas» (ídem, 103).
Del esp. ant. restra ‘ídem’.
ruin. Malo, de poca calidad: «en quanto a las papas mas es el
travaxo q. an dado q. el probecho pr. q. an estado mui ruines» (Cartas, 28); «las q. ai aquí son pocas y mui ruines»
(ídem, 55); «desde luego estan ruines y flacos pues dos dellos
les a dado una correncia q. ya no pueden seguir los otros»
(ídem, 136); «dejaron para mi los quatro (corderos) mas
ruinitos» (ídem, 137). Del esp. ant. ruin (de ruina) ‘ídem’,
acaso por influencia del port. ruim ‘mau, nocivo, inútil’ (Fig.).
2. Se dice del tiempo atmosférico, el mar, etc., desapacibles:
«creo sera por causa de los malos tienpos y mar tan ruin
como avido» (ídem, 118); «con el motibo de estar la mar ruin
y averse buelto la lancha en que venia» (ídem). De la acepción anterior, por extensión semántica.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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sabio. Sabor: «dos tiene algo de sabio a podrido» (Cartas, 66);
«el sabio malo que Vmd. le allo sera a lo podrido q. estava
el esquilmo quando se bendimio» (ídem, 123). Del esp. sabio
(deriv. de saber ‘tener sabor’) ‘que tiene sabor’, ‘buen sabor’,
que, aunque Corominas (Diccianario, s. v. saber) considera
«general en todas las épocas», no recoge el DRAE para el
español contemporáneo.
b) Los neologismos semánticos, morfológicos o compositivos
españoles que aparecen en los tres textos son los siguientes:
abocastro. Cigarra o langosta autóctona de mayor corpulencia
que la cigarra común: «y tan voraz como ella, que los isleños llaman abocastros» (Diario histórico I, 258); «especialmente la de los cigarrones que llaman abocastros» (ídem,
284). Muy probablemente, en relación con brugo (del lat.
bruchus ‘especie de saltamontes’) ‘larva de un lepidóptero
pequeño y nocturno que devora las hojas de las encinas y
robledales’.
aire. Corriente de aire súbita que puede producir efectos perjudiciales para la salud de las personas: «murió el sor Tesorero
Dinidá de la Santa Iglesia D. Mateo de Bargas y Ponse, de
ayre perlesia» (Diario, 153). De aire (del lat. aer, aeris) ‘fluido
que forma la atmósfera de la tierra’, por desplazamiento
metonímico.
amusgar. Encanijarse, debilitarse las plantas: «estava ia para
cavarse porque se amusgó y asocó» (Diario histórico I, 282).
Muy probablemente, comp. de la preposición a- y musgo
‘nombre aplicado a muchas especies de plantas criptógamas’.
andén. Paso estrecho en zona escarpada: «las demas q. no se
mataron fue porq. pararon en un anden serca de ariva» (Cartas, 23); «todo son andenes riscos y laderas» (ídem, 152). De
andén (del lat. indago, -inis, ‘cerco’) ‘corredor, sitio destinado
para andar’, por extensión semántica.
atracar. Apretar con fuerza: «se deben aprontar para que
dispues no nos allemos atracados sin pipas» (Cartas, 80); «en
orden al camino estamos todos mui atracados con tanto q.
aser» (ídem, 84). De atracar (del ár. at-taraqqa ‘la acción de
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anclar la nave’) ‘acercar, arrimar’, probablemente por influencia de su cognada port. atracar ‘segurar fortemente com
os braços’.
barquillo. Pequeña embarcación de pesca: «echó el bote al agua
junto con un barquillo de pescar» (Diario, 129); «El día 8 se
envarcó para Santa Cruz de Tenerife, en el barquillo de
Mesa» (Diario histórico I, 214). Deriv. de barco (de barca)
‘construcción cóncava destinada a la navegación’ y el sufijo
diminutivo -illo.
barra. Muralla rocosa que cierra la entrada de una playa: «se
entró asta la punta de la barra» (Diario, 27). De barra ‘banco o bajo de arena que se forma en la entrada de algunas
rías, en la embocadura de algunos ríos y en la estrechura de
ciertos mares o lagos, que hace peligrosa la navegación’, por
extensión semántica, acaso por influencia del port. barra ‘dique submarino formado junto da costa pelos materiais arrastrados pelas águas de um rio’ (Alm.).
barranquera. Surco que abre la lluvia en el terreno: «avriendo
en las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayendo a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Deriv.
de barranco (de or. inc., quizá prerromano) ‘quiebra profunda producida en la tierra por las corrientes de las
aguas o por otras causas’ y el sufijo -ero. 2. Agua que discurre por el barranco: «a las oras de las 9 y 10 de la mañana
vino una barranquera muy grande» (Diario, 38); «llobió mucho y vino una barranquera, en bote en bote mui grande»
(ídem, 126). De la acepción anterior, por desplazamiento
metonímico.
barranquillo. Barranco pequeño que generalmente afluye a otro
mayor: «abiendose metido todas las obexas por una cañada
de un barranquillo paravaxo» (Cartas, 23); «En 17 febrero,
fui de dibersion con la jente de Yanes al barranquillo de
Suarez» (Diario, 41). Deriv. de barranco ‘quiebra producida
en la tierra por las corrientes de aguas o por otras causas’ y
el sufijo diminutivo -illo.
blanquillo (de). Se dice del soldado de la reserva: «cuio soldado hera del regimiento de los soldados de blanquillo» (Diario, 98); «le disparó un soldado del batallón de blanquillo»
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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(ídem, 110). De blanquillo (deriv. de blanco) ‘del color de la
nieve o de la leche’, por desplazamiento metonímico.
bocado. Terreno de labranza de pequeñas dimensiones: «me faltaron como otra media para serar un boquadillo q. tengo
asucardo» (Cartas, 61); «bendieron al licenciado don
Sebastián Trujillo un bocado de asienda de parras» (Diario
histórico I, 201); «facilitó el riego de algunos bocados de terreno» (ídem, 282). De bocado (deriv. de boca) ‘pedazo arrancado de cualquier cosa con el sacabocados o violentamente’,
por extensión semántica.
cabo. Bulbo de la planta del ajo, constituido por múltiples dientes: «ban unas papas (...) y 9 cavos de ajos» (Cartas, 90);
«ban dos bubangos y ocho cavos de ajos» (ídem, 144). De
cabo (lat. caput) ‘extremidad, extremo’.
cabro. Cabrío: «en quanto a ganado cabro no tengo macho ni
genbra» (Cartas, 139). De cabra (del lat. capra.) ‘especie de
mamífero doméstico’, por metábasis.
calcar. Apretar mucho las cosas en un receptáculo para que
quepa la mayor cantidad posible de ellas: «y no calcandolos
se asen mas delgados por lo mucho que ellos se abaten en
la enpleita» (Cartas, 83). De calcar (del lat. calcare) ‘apretar
con el pie’, por extensión semántica, tal vez por influencia
del port. calcar ‘comprimir’ (Fig.).
calda. Tunda, zurra: «murió Juan Galindo el bobito, de una
calda que se dise le dió Reimundo Casares» (Diario, 50); «dió
una calda a las Capitas donde asistía, a causa de aver estado tomado de licores» (ídem, 57); «dio D. Bartholomé boca
de cabrilla (...) una calda de palos a una chica criada de Pepa
Juana, llamándola a su casa con engaño (...), a causa de que
dise que la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la
lengua» (ídem, 104). Muy probablemente, de calda (del lat.
calda) ‘acción y efecto de caldear’ de la expresión dar una
calda a alguien ‘acalorarlo, estimularlo para que haga alguna cosa’, o de carda (de cardar) ‘amonestación, reprensión’,
por influencia del port. calda ‘tunda, sova’ (Fig.).
caldera. Gran depresión volcánica: «se reedificó (...) la casa que
está en el hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (Diario histórico II, 70). De caldera (lat. caldaria) ‘vasija de metal
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grande y redonda’, por aplicación metafórica, tal vez por influencia de su cognada del port. de Madeira y Azores caldeira
‘cratera vulcânica, em forma e bacia’ (Fig.).
caletón. Entrante prolongada y estrecha del mar en tierra:
«tomó la resolución de hacer el desenvarco por unos caletones» (Diario histórico I, 225); «encalló en los caletones que
están entre el castillo grande del puerto y el reduto de San
Fernando» (ídem, 304). Deriv. de caleta ‘cala pequeña’ y el
sufijo aumentativo –ón.
calmas. Zona del mar resguardada de los vientos alisios: «benía
de la costa cargado de pescado en las Calmas de Canaria»
(Diario, 61); «se cojió un (...), que venía de las Calmas» (ídem,
130); «las hizo pasar a las calmas de la Gomera» (Diario
histórico I, 320). De calma (del lat. cauma, del griego kâuma
‘quemadura’) ‘estado de la atmósfera cuando no hay viento’,
por desplazamiento metonímico.
cantero. Subdivisión del terreno entre dos machos: «todas las
demas son canteritos cortos» (Cartas, 20); «ahora le mando
la semilla para un cantero» (ídem, 115); «tengo dos canteros
bien grandes» (ídem). De cantero (de canto) ‘cada una de las
porciones, por lo común bien delimitadas, en que se divide
una tierra de labor para facilitar su riego’, acaso por influencia de su cognada port. de Madeira canteiro ‘terreno para
semear certas hortaliças’ (Linguagem popular da Madeira).
cañizo. Secadero para el queso, generalmente hecho de caña:
«tanbien se asen mal echos despues de ponerlos en el cañiso»
(Cartas, 83). Deriv. de caña (del lat. canna) ‘tallo de las plantas gramíneas, por lo común hueco y nudoso’ y el sufijo -izo.
caño. Acequia formada por un caballón: «continuaron con una
corta agua asta correr los caños» (Diario, 125); «linda con
la plaza por la cabesera de la iglesia, con dos caños» (Diario
histórico II, 28). De caño (de caña) ‘tubo para un líquido’,
por extensión semántica, probabl. por influencia del port.
cano ‘passagem natural ou artificial de águas’ (Alm.).
chaplón. Escalón de entrada principal de la casa: «Grueso de
tablas para umbrales y chaplones» (Diario histórico I, 121).
De planchón ‘plancha grande’, por metátesis.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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compaña. Tripulación de una embarcación: «le di de comer a
27 palmeros que hera la compaña del barco del Gallito»
(Diario, 21). De compaña (del lat. *compania, de cum y panis
‘pan’) ‘sociedad o junta de varias personas unidas para un
mismo fin’, por desplazamiento metonímico.
costa. Costa sahariana: «»se cojió sobre el Ganin el barco de
Juan de Telde que venia de la costa» (Diario, 20); «su marido Francisco Barreto se fue aquella misma noche para la
costa» (ídem, 132); «hubo leva de bagos y quinta entre los
solteros de los marineros del tráfico de la costa» (Diario histórico II, 30). De costa (del gall. o cat. costa) ‘orilla del mar,
de los ríos, lagos, etc., y tierra que está cerca de ella’, por
desplazamiento metonímico. 2. Terreno comunal donde
se echa a pastar el ganado: «benden la mitad de costas de
campo que les pertenece en la Vega de Río de Palmas» (Diario histórico I, 202). Del mismo origen que la acepción anterior.
costero. Relativo a la costa de África: «llegó a Canaria el varco
costero de Sta. Crus llamado el Musico» (Diario, 76-77). Deriv.
del can. costa ‘costa sahariana’ y el sufijo -ero. 2. Pescador
canario que faena en la costa de África. Ú. t. c. adj.: «se
agogó un muchacho costero por la Plaia de Santa Cathalina»
(Diario, 93); «al costero lo llevaron al ospital» (ídem, 116).
Del mismo origen que la acepción anterior.
cumbre. Parte más alta de las islas de mayor relieve: «son obligados a la composisión del camino de la cumbre» (Cartas,
21); «cayó en la cumbre una granizada muy grande» (Diario, 70); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de
estacamento al puerto se deriscó y se maltrató» (ídem, 73);
«Con el motibo tanbién de aver empezado, como se ha dicho, el verano temprano, especialmente en las cumbres y
costas meridionales de la isla» (Diario histórico I, 211). De
cumbre (del lat. culmen, -inis) ‘parte más elevada, cima’, por
antonomiasia.
derriscar. Arriscar, precipitar: «y las obexas q. se le deriscaron
no considero escapen nenguna» (Cartas, 25); «el barquero
dise q. a bisto deriscado el buei y el toro» (ídem, 81). Del can.
desriscar ‘ídem’, por cambio de prefijo.
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empleita. Encella, molde de estera de palma para hacer el queso: «en orden a los quesos q. dise Vmd. no se los calquen en
la enpleita y q. les echen mui poca sal asi se le asen pero le
digo de berda q. quedan mas peores» (Cartas, 83); «y no
calcandolos se asen mas delgados por lo mucho que ellos se
abaten en la enpleita» (ídem). De empleita (de en- y pleita)
‘faja o tira de esparto trenzada en varios ramales, o de pita,
palmas, etc., que cosida con otras sirve para hacer esteras,
sombreros, petacas y otras cosas’, por desplazamiento metonímico.
encalar. Enlucir, poner una capa de mezcla a las paredes de las
casas: «encalándose también las salas de las avitasiones de
los presos» (Diario histórico I, 341); «En este verano encalé
por de dentro la sala principal» (Diario histórico II, 82).
Comp. de en- y cal.
encalimar. Cargarse el aire de calima: «La entrada del mes de
abril fue con un ardentísimo levante de sud encalimado»
(Diario histórico I, 252). Comp. de en- y calima.
fatiga. Desvanecimiento, desmayo: «no sacaron más que a la
muger (...) y el marido con bastante fatiga» (Diario, 95);
«murió Sor. Antonio Morales, monja clara, de rrepende, de
una fatiga que le dió en aquella noche» (ídem, 121). De fatiga (de fatigar) ‘molestia ocasionada por un esfuerzo más o
menos prolongado u otras causas’, por extensión semántica.
gorra. Prepucio, piel del glande: «se le puso una duresa grande
en la piel de la gorra que llaman» (Diario, 67). De gorra (de
or. inc.) ‘prenda de varias formas para abrigo de la cabeza’,
por aplicación metafórica.
halar. Tirar hacia sí de una cosa: «Se presentó Sebastián
Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a jalar la
madera» (Diario, 111). Del término marinero halar (fr. haler)
‘tirar de un cabo, de una lona o de un remo en el acto de
bogar’, por extensión semántica.
lejío. Lugar alejado: «visitan los más remotos legíos, montes,
montañas, pinales y realengos de la ysla» (Diario histórico I,
329). Deriv. de lejos ‘a gran distancia’ y el sufijo –ío.
lidia. Trabajo duro: «lo q. siento mucho por la enfermedad de
agustin por quedarme solo con la tanta lidia como tengo»
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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(Cartas, 54); «como los mosos se me fueron emos quedado
mui amarados con tanta lidia» (ídem, 94). Del can. lidiar ‘trabajar afanosamente’.
lidiar. Trabajar afanosamente: «yo es berda q. ai algunos años
q. estado lidiando y coriendo con ganado bacuno» (Cartas,
137). De lidiar (del lat. litigare) ‘tratar con una o más personas que causan molestias y ejercitan la paciencia’, por extensión semántica, muy prob. por influencia del port. lidiar
‘trabalhar’, ‘labutar’ (Alm.).
llano. Bancal o huerta grande: «agua para regar el llano de los
almendrero» (Diario histórico I, 282). De llano (del lat.
planus) ‘campo llano, llanura’, acaso por influencia del port.
chao ‘pequena terra arvorizada e regadia’ (Fig.).
lonja. Local destinado a la venta al por menor de pescado
salpreso: «abrieron los simientos de las lonjas de pescadería
y recoba» (Diario histórico I, 279). De lonja ‘tienda donde se
vendía cacao, azúcar y otros géneros’, por extensión semántica.
lonjero. Persona que despacha en la lonja: «hubo un pleito enfrente del pilar de Triana sobre amores con una lonjera»
(Diario, 116). Deriv. del can. lonja ‘tienda de ultramatinos’ y
el sufijo de sentido agentivo -ero.
lustrar. Almibarar dulces y bizcochos: «me rregaló la Abadesa
Bernarda con una fuente grande llena de viscochos lustrados» (Diario, 80). Deriv. verbal de lustre (de lustrar) de la expresión azúcar de lustre ‘azúcar molido y pasado por cedazo’.
macho. En una huerta, surco principal: «le dió un asidente que
solía darle y cayó en un macho y la agua lo agogó» (Diario,
167). De macho (del lat. masculus) ‘animal de sexo masculino’, por aplicación metafórica.
marisco. Zona rocosa del mar: «se notó que claro no claro el
dia, ya vían estado los 4 botes mui serca del Castillo de Sta
Ana o marisco de S. Telmo» (Diario, 135). De marisco (deriv.
de mar) ‘cualquier animal marino invertebrado, mucho del
cual vive en las rocas’, por desplazamiento metonímico.
mato. Arbusto: «creo q. se alongaria alcansar algun mato berde
a la bera del risco y despidio un risco mui grande» (Cartas,
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152). De matojo ‘planta de tallo bajo, ramificado y leñoso’,
por abreviación.
medianía. Zona situada entre la costa y la cumbre de la isla:
«hubo una buena cosecha de sevadas y demás semillas, queso, lana, etc., en la juricdi(c)ción de Teror y demás tierras de
medianía de la ysla» (Diario histórico I, 211). De mediania
‘término medio entre dos extremos’, por desplazamiento
metonímico.
mimo. Dulce hecho con clara de huevo y azúcar, cocido al horno: «Por dos pesos y seis Rs en quatro libras de mimos al
mismo precio» (Cartas, 154). De mimo ‘cariño, halago o demostración de ternura’, por aplicación metafórica.
monte. Elevación de terreno boscosa: «fué al monte mi hija, su
madre, su hermana y yo» (Diario, 7); «Encontinente mandé
al monte a mi hijo Pepe» (ídem, 11). Tal vez del monte de
monte alto ‘gran elevación natural del terreno poblada de
árboles’, por abreviación.
orchillero. Relativo a la orchilla: «fue presiso colgarse mi Santiago con dos cavos orchilleros» (Cartas, 23). Deriv. de orchilla
‘urchilla, especie de liquen de color gris blanquecino que crece en los riscos y peñas próximos al mar’ y el sufijo -ero. 2.
Recolector de orchilla: «tanbien me presisa abisarle a Vmd.
como distintos sugetos como son los orchilleros no los puedo
ser retirar de las breñas» (Cartas, 85). Del mismo origen que
la acepción anterior.
pajero. Sitio donde se guarda paja, forraje seco, aperos de labranza, etc.: «con el motibo de aver un pagero de 400 fanegas de trigo del mismo maiorazgo de Arucas, se abanzaron
a él» (Diario, 54); «Escritura (...) a favor de dicho señor de
una era cercada, con pajero» (Diario histórico I, 199). Deriv.
de paja (del lat. palea) ‘caña de trigo, cebada, centeno y otras
gramíneas, después de seca y separada del grano’ y el sufijo -ero.
palote. Tallo del millo, generalmente seco: «tan solamente quedaron aca los palotes q. se caen al pie de la grana los quales
hise magar» (Cartas, 53); «solo le quedaron los palotes los
que no daran nada» (ídem, 75). Deriv. de palo (del lat. palus)
‘trozo de madera, más largo que grueso, generalmente cilín196
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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drico y fácil de manejar’ y el sufijo aumentativo -ote, por
extensión semántica.
pedrero. Albañil o mampostero: «se cayó un maestro pedrero techando una sala terrera» (Diario histórico I, 286). Deriv. de
piedra ‘sustancia mineral, más o menos dura y compacta,
que no es terrosa ni de aspecto metálico’ y el sufijo –ero,
acaso por influencia del port. pedreiro ‘aquele que trabalha
em obras de pedra’ (Fig.).
picón. Arena volcánica: «Se votaron dentro para amasonarlos
peñas (...), ligando unas con otras con argamasa de arena
gruesa o picón» (Diario histórico I, 231). De picón (de picar)
‘que pica’, por desplazamiento metonímico.
pila. Vasija de piedra donde se echa de comer a los cerdos:
«murió de repente mi compadre Domingo el Andeano (...)
abriendo una pila para un cochino» (Diario, 166). De pila
(del lat. pila ‘mortero’) ‘pieza grande de piedra o de otra
materia, cóncava y profunda, donde se cae o se echa el agua
para varios usos’, por extensión semántica.
pomo. Zona del estómago que se descompone a consecuencia
de un susto, una preocupación, etc.: «Parche para poner en
el ombligo para fortalecer los nerbios de los hipocondrios y
asegurar el pomo» (Diario histórico I, 115). De posmo ‘ídem’.
portada. Puerta grande: «A mediados de este mes se concluyó
la portada de Triana» (Diario histórico I, 276). Deriv. de puerta (del lat. porta) ‘armazón engoznado en un hueco que sirve para impedir la entrada y salida’ y el sufijo –ado, acaso
por influencia del port. portada ‘porta grande e ornamentada’ (Alm.).
rama. Conjunto de las hojas de las plantas: «en las palmas no
hai nenguna porq. como se pudrieron las batatas perdiose tanbien la rama» (Cartas, 42). De rama (de ramo) ‘cada
una de las partes que nacen del tronco o tallo principal
de la planta’, por extensión semántica, acaso por influencia
del port. rama ‘conjunto dos ramos e das folhas da planta’
(Alm.).
rancho. Grupo de personas: «Por empedrarme siete brasadas de
largo y dos y media de ancho mías un rancho de empedradores dí dos pesos y medio» (Diario histórico I, 157). De
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rancho ‘junta de personas que toman a un tiempo la comida
llamada rancho’, por extensión semántica.
ratonera. Se dice de varias especies de plantas urticáceas. Ú. c.
t. c.: «se me rrecetó labatibas de malbas, yerba ratonera, miel
de caña y bastante aseite para el dolor» (Diario, 42). Deriv.
de ratón (lat. rato ‘ratón casero o campesino’) ‘mamífero roedor de pequeño tamaño que vive en las casas y el sufijo -ero.
reboso. Mar de fondo con pleamar muy viva: «hubo un gran
rreboso en el mar» (Diario, 91); «no avían visto los vesinos
de aquel barrio reboso tan grande» (Diario histórico II, 87).
De rebosar (del lat. reversare) ‘derramarse un líquido por encima de los bordes de un recipiente en que no cabe’, por
extensión semántica.
recova. Mercado de comestibles: «en el mismo maio se pusieron las puertas a la Recoba» (Diario, 57); «llenó una lonja
de la rrcoba» (ídem, 102); «Dicho día 3 se concluió la casilla
de la recoba» (Diario histórico I, 242). De recova ‘lugar público en que se venden las gallinas y demás aves domésticas’,
por extensión semántica.
recovero. Vendedor de la recova: «murió Juana Correa, rrecobera, y en la misma recoba murió» (Diario, 166). Deriv. del
can. recova ‘mercado de comestibles’ y el sufijo de sentido
agentivo -ero.
ríspido. Se dice del vino cuando está agrio: «repono 6 pipas tres
pr. rispidos dos por sabio y una por agrio» (Cartas, 67). De
ríspido (del lat. re- e hispidus ‘áspero’) ‘áspero, violento’.
roza. Huerta: «platé luego unas pocas delante de la hermita y
unas poquitas q. quedaron las plante ariva en las rosas»
(Cartas, 63). De roza (de rozar) ‘tierra rozada y limpia de
matas que naturalmente cría, para sembrar en ella’, por desplazamiento metonímico.
santanero. Expósito, inclusero: «sucedió en la ciudad de la Laguna de Tenerife uno de los casos más lastimosos con una
muchacha que llamaban la Confitera y hera santanera»
(Diario, 147). Deriv. de Santa Ana, nombre de la santa bajo
cuya protección se ponía en Gran Canaria a los niños expósitos, y el sufijo -ero.
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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sitio. Pequeña finca rústica cercana a la casa: «le toca por su
muger en un pedaso de sitios en el lugar de la Antigua»
(Diario histórico I, 202). De sitio ‘lugar o terreno determinado que es a propósito para alguna cosa’, por desplazamiento
metonímico.
taparrumbo. Tabla que tapa las cabezas de los toneles: «no
siendo clavos seguros les queda el taparunbo en la mano»
(Cartas, 111); «para segurar los tarumbos en tal puerto como
es el de las palmas lo menos que necesita cada pipa son 4
clavos» (ídem). Muy probabl. comp. de tapar y rumbo ‘cualquier agujero que se hace o se produce en el casco de la
nave’.
tilla. Caña o tira de madera que sirve de soporte a las tejas:
«puse la regita de hierro en mi pajar, teché con tilla» (Diario
histórico II, 118). De tilla ‘entablado que cubre una parte de
las embarcaciones menores’, por aplicación metafórica.
tomar. Beber: «dio una calda a las Capitas donde asistía, a causa de aver estado tomado de licores» (Diario, 57). De tomar
(de or. inc.) ‘comer o beber’, muy probabl. por influencia del
port. tomar ‘beber’ (Alm.).
trabucar. Naufragar, hundir: «se trabucó una lancha costera del
barco S. Rafael» (Diario, 111); «Y habiendose trabucado se
agogaron ocho de los pasageros» (ídem, 111-112). De trabucar (de tra-, por trans-, y buque) ‘trastornar, descomponer el
buen orden o colocación que tiene alguna cosa, volviendo lo
de arriba abajo o lo de un lado a otro’, por extensión semántica, probabl. por influencia del port. trabucar ‘ir a pique (o
navio)’ (Alm.).
tuno. Se dice del higo de la tuna: «señaladamente de durasnos,
peras y higos tunos» (Diario histórico I, 340). De tuna (de
origen taíno) ‘higo de tuna’.
turrón. Pequeño dulce hecho especialmente de gofio y miel:
«Modo de haser el turrón de gofio» (Diario, 14). De turrón
(de or. inc.) ‘dulce, por lo general en forma de tableta, hecho de almendras, piñones, avellanas y nueces, tostado todo
y mezclado con miel y azúcar’, por extensión semántica.
viejo. Más adelantado en edad: «murió la chiquita de D. Domingo Romay, la más biejita de edad de cinco años mas o meNúm. 50 (2004)
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nos» (Diario, 166). De viejo (del lat. vetulus) ‘dícese de la persona de edad’, muy probabl. por influencia de su cognada
port. velho ‘el más avanzado en edad’.
zafar. Terminar, concluir, dar fin: «si ubiera sido del morisco se
ubiera safado megor» (Diario, 58); «Mui Sr. mio ya Dios a
sido servido de aberme quedado safo» (ídem, 101); «un
poquillo está gramado y otro tanto le queda por gramar conforme safen las podas se gramara y lo mandare» (ídem, 118).
Del término marinero zafar (probabl. del ár. zah ‘desapareció’)
‘desembarazar, libertar, quitar los estorbos de una cosa o de
un sitio’, por extensión semántica.
c) La inmensa mayoría de los portuguesismos que aparecen
representados en nuestros textos se refieren a la morfología del
terreno, a la agricultura, a la flora y a la fauna, a la elaboración del lino, a actividades cotidianas diversas, etc. Veamos cada
uno de ellos por separado:
aljorra. Tizón, hongo que ataca los cereales: «fue abundante
(...), limpio de aljorras y pulgón» (Diario histórico I, 228); «La
cosecha de granos menudos en las costas y medianías fue
más que mediana y limpia de aljorras» (ídem, 243); «ha caído mucha aljorra a las mieses» (ídem, 279). Del port. alforra
(del ár. al-hurr ‘enfermedad inflamatoria’) ‘cogumelo microscópico, que se desenvolve com a humidade das searas,
enegrecendo o grao quando vem o calor’ (Fig.).
aljorrar. Enfermarse de aljorra los cereales: «los tales quales panes que davan esperenza de algún socorro en dichas medianías se aljorraron» (Diario histórico II, 44). Del port.
alforrar ‘criar alforra’ (Alm.).
arrendar. Cavar un terreno para quitar la hierba: «es berda q.
al cavo de ariva se le quedo un pedasillo sin cabar pero la
arendo temprano» (Cartas, 52); «yo tengo biñas a mi cargo
q. arendar y despapanar» (ídem, 140); «tengo trigo q. segar y
recoger a la era biña y biñas q. arendar» (ídem, 142). Del
port. arrendar (de redrar, por rudrar; del lat. rutrum) ‘redrar;
cavar segunda vez (vinhas ou milharais), para lhes tirar a
erva’ (Fig.).
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ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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bicuda. Espetón, pez teleósteo: «ai le mando esa bicudita leche
unas piedritas de sal a ver si llega buena» (Cartas, 48). Del
port. (de bicudo) ‘peixe do Brasil e dos Açores, de bico
comprido e agudo’ (Fig.).
bubango. Calabacita cilíndrica de corteza verde y carne blanca:
«ban unas papas y bubangos» (Cartas, 19); «ban media fanega de arvexas = unas papas quatro bubanguitos sevollas»
(ídem, 24); «ba mi conpadre oliva con las bestias quien lleva
unas papas dos bubangos = tres sestitos de fruta (...), y unos
cachos que ai» (ídem, 27); «ban unas papitas un bubanguito
y dos calabasitas berdes de guinea» (ídem, 47); «ban treinta
y dos quesitos y un bubango berde» (ídem, 80). Del port. de
Azores bogango ‘espécie de abóbara’.
callado. Canto rodado de playas y barrancos: «bien largo está
el callado adonde ponerlas» (Cartas, 83); «amanesió agogado
en el charco del agua dulce que está por detrás de Pepe
Santana de la casa, en el callado» (Diario, 131). Del port.
calhau pedaço de rocha dura’, ‘pedra solta’ (Fig.).
cantero. Maderos en que se asientan las pipas en la bodegas:
«estoi remendando pipas biejas siquiera para estar en el cantero» (Cartas, 60); «la una de ellas no se puede bullir del
cantero» (ídem, 75). Del port. de Madeira canteiro ‘traves de
madeira em que se colocam as pipas com os vinos’ (Vocabulario madeirense).
cerne. Se dice de las cosas cuya sustancia está muy apretada:
«aquí able yo a uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Cartas, 141). Del port. cerne (del lat. circe, -inis, ‘círculo’) ‘a parte interior e mais dura das árvores’ Fig.).
chazo. Remiendo, principalmente de madera, que se pone para
reforzar algo: «gaste en el tres dias para ponerle el durmiente nuevo dos chasos en al biga» (Cartas, 146). Del port. chaço
‘pedaço de madeira com que o tanoeiro aperta os arcos,
batendolhe com o maço’ (Alm.).
cherne. Pez marino teleósteo de color pardo grisáceo: «hubo una
grande historia entre el Diputado Peniche y Carrera y el
Corregidor D. Antonio Agirre, sobre un cherne fresco que un
soldado traiba» (Diario, 149). Del port. cherne ‘ídem’.
chícharo. Almorta: «puede Vmd. mandar dos o tres alms. de
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chícharos» (Cartas, 32). Del port. chicharo (lat. cicer, -eris)
‘ídem’ (Elucidário).
corsa. Rastra, narria: «Su parte de porte asta corsa de varco y
aljameles» (Diario histórico I, 113). Del port. corça ’ídem’
(Fig.).
coruja. Lechuza, ave rapaz nocturna: «y no se save si es gato o
es coruja qn. las mata» (Cartas, 78). Del port. coruja ‘ave
nocturna de rapina’ (Fig.).
enjillado. Marchito: «para conoser lo q. cada pion basia en el
sesto si traen algo berde o engillado» (Cartas, 82). Del port.
engelhar (de en- y gelha) ‘contrair; murchar’ (Fig.).
entullir. Cubrir o llenar totalmente con entullo: «se empesó a
trabajar de cal y piedra y entullirse los simientos de la obra»
(Diario histórico I, 229); «En principios de octubre se dio
principio a entullirse los simientos» (Diario histórico II, 102).
Del port. entulhar (del tulha ‘granel’) ‘encher de entulho’
(Alm.).
escorrozo. Ruido provocado por algo que no se ve: «sin haverse
persevido aquella noche en toda la ciudad el más mínimo
escorroso» (Diario histório I, 259). En relación con el port.
escorraçar ‘expulsar, afugentar batendo’ (Fig.).
farrobo. Algarrobo: «junto al farrobo (...) le dieron una pedrada» (Diario, 155). Del port. farroba ‘fruto da alfarrobeira’
(Alm.).
fechadura. Cerradura: «Las dos lasenas de pino de los gavinetes
me costaron ocho pesos con madera, menos fechaduras»
(Diario histórico I, 131). Del port. fechadura ‘ídem’ (Fig.).
fol. Odre hecho con una piel de cabra completa: «mandarame
quatro clavitos para clabarlo = y un poquito de hilo de
acareto para los foles» (Cartas, 28); «el quero lo sale no se si
podra serbir para un fol» (ídem, 79). Del port. fole (del lat.
follis) ‘talega de coiro’ (Fig.).
fonil. Embudo, tanto el doméstico como el de bodega: «el caño
pa. el fonil lo encarge Vmd. para q. me lo mande el Savado
q. biene» (Cartas, 26); «Remito el fonil y el carnerito del año
pasado» (ídem, 29). Del port. funil ‘ídem’ (Fig.).
forfolina. Se dice de la libra de unas dieciséis onzas: «A mediados de este mes se puso la postura a la libra forfolina de pan
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
49
floriado a tres quartos y medio» (Diario histórico I, 257). Del
folforinho de la combinación port. arrátel folforinho ‘libra especiera’.
fornecer. Proveer: «este estaba fornecido para el dia siguiente
hirse a la costa» (Diario, 60); «y otro también costero que se
llamaba la Vosca, fornecido y todo» (ídem, 129). Del port. fornecer ‘prover do necessário’ (Alm.).
frangollo. Millo o trigo triturado crudo para cocerlo: «yo puse
de mi suron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la
burra por no aver afrecho ni frangollo» (Cartas, 147). Del
port. frangolho (del lat. frangere ‘romper’) ‘trigo mal pisado ou
mal partido, com que se fazem papas’ (Fig.).
gomo. Gajo de naranja y otros frutos semejantes: «Se le quita
a la calabasa el gomo de dentro» (Diario histórico I, 109). Del
port. gomo ‘cada uma das partes destacabais de certos frutos, como na laranja, por exemplo’ (Alm).
gramadera. Persona que maja el lino con la agramadera:
«a Señora que mande algo de pescado para las gramaderas
de lino» (Cartas, 71). Deriv. del port. can. gramar ‘majar el
lino’.
gramar. Majar el lino con la agramadera: «a Señora q. le
gramaron = 19 dosenas de lino» (Cartas, 23); «otro poquito
de lino se gramó» (ídem, 24); «darles de comer y beber a las
q. graman» (ídem, 118); «un poquillo esta gramado y otro
tanto le queda por gramar conforme safen las podas se
gramara y lo mandare» (ídem). Del port. gramar ‘ídem’.
gual. Se dice de una variedad de uva blanca de bago pequeño,
que da un caldo de buena calidad: «se an comensado las
bendimias la primera fue en la cañada Salvador quito los
guales y lo mas presiso que se perdia» (Cartas, 145). Del port.
boal (de boa) ‘diz-se de uma variedade de uva branca e doce’
(Fig.).
jurar. Perforar: «me juraron la pare por el mogine trasero» (Cartas, 55). Del port. furar (del lat. forare) ‘abrir furo ou furos
em’ (Alm.).
laja. Piedra plana: «el otro bote fué a la Laja y se sacó un barco nuevo que estaba alli dando fondo» (Diario, 144); «la sacada de cada una a 11 quartos de dicho vellón y la de lajas
Núm. 50 (2004)
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MARCIAL MORERA PÉREZ
(...) a 2 de plata» (Diario histórico I, 161). Del port. laja
‘ídem’.
legume. Legumbre: «todos an senbrado su lino y trigo y legumes» (Cartas, 106); «la quenta de toda la semilla de trigo
y legume le yra el savado» (ídem, 113); «Vmd. tiene alla la
quenta de legumes» (ídem, 147). Del port. legume (del lat.
legumen) ‘fruto comestível das plantas leguminosas’ (Fig.).
malamañado. Desmañado, torpe: «en orden a los queros no los
an querido llebar porq. disen q. son mal amañados para
llebar» (Cartas, 134). Del port. malamanhado ‘maljeitoso’
(Fig.).
millo. Maíz: «en quanto al millo q. toco fueron seis fanegas»
(Cartas, 42); «para ver si quería dar una declaración del estado en que se hallaba el pueblo de trigo, millo y sebada»
(Diario, 134); «fue preciso arar muchos sercados para ponerlos de millo» (Diario histórico I, 211); «todos aquellos millos
de sequero que cogió ia grandecitos» (ídem, 228). Del port.
milho ‘ídem’.
paior. Depósito de provisiones: «conforme escurese la noche q.
no se ve grano de trigo por las mochas q. ai en el paior»
(Cartas, 102). Del port. paiol (cat. paiol) ‘depósito de provisoes
alimentares ou bagagens’ (Alm.).
picuda. Espetón: «vey sacar en el puerto de la Luz un lance de
red o chinchorro y en él más de mil picudas» (Diario histórico I, 302). Del port. bicuda ‘ídem’.
quejo. Quejada: «se hiso una herida en el quejo de la barba»
(Diario, 150). Del port. queixo ‘maxila dos vertebrados’ (Fig.).
salón. Capa de tierra arcillosa: «de medio patio ariva es todo un
salón o risco» (Cartas, 36). Del port. salao (lat. sabulone ‘arena gruesa’) ‘terreno arenoso e barrento’ (Alm.).
sanguino. Árbol copudo de cinco a ocho metros de altura: «creo
q. fue por aber comido alguna rama de sanguino» (Cartas,
144); «la res que come el biñatigo o sanguino neguna sirve
para aprovechar» (ídem). Del port. sanguinho ‘árvore da familia das Ramnáceas’ (Elucidário).
solladía. Entarimado: «cada tabla de solladía labrada y clavada
un real de plata» (Diario histórico I, 119). Deriv. del port. can.
sollado ‘ídem’ y el sufijo –ío.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
51
sollado. Piso de madera, entarimado: «Advertencia: grueso de
una tabla para sollado» (Diario histórico I, 120); «ajusté con
una compañía de aserradores todos los hilos, así de tablas
de sollado como tablones, vigas, etc.» (ídem, 161). Del port.
soalhado ‘pavimento de madeira’ (Alm.).
sollar. Entarimar, cubrir el suelo con tablas: «hize tablar y sollar
dicha sala» (Diario histórico II, 82); «en mi casa principal de
dicho Teror se sollaron las dos salitas nuevas» (ídem, 189).
Del port. soalhar ‘pôr soalho em’.
sorribar. Romper un terreno: «hoy Juebes nos aguantamos
quinse hombres a sorivar en la guerta y se sorivo como la
mita de lo que presisava» (Cartas, 41); «lo q. le quede q.
sorribar q. presisa llevara otros quinse piones» (ídem); «en
quanto a la guerta ya esta sorivada pero siempre le quedaron tres o quatro toscas» (ídem, 42). Del port. surribar (lat.
sub- y ripa) ‘descruar un terreno’ (Alm.).
terrero. Se dice de la casa de una sola planta: «Escritura fecha
por el ayudante (...) a favor de dicho señor (...), de una casa
terrera» (Diario histórico I, 199); «se cayó un maestro pedrero techando una sala terrera» (ídem, 286). Del port. terriero
‘o mesmo que térreo: casa terreira’ (Fig.).
tostón. Moneda de valor equivalente a la peseta columnaria: «y
le vendí a uno de los mercantes media pipa de vino encascado en 27 ps. y un tostón» (Diario, 5); «le dió un tostón a
la que llevó la niña» (ídem, 52); «fue presiso poner la postura a dies y ocho quartos del quartillo de vino de vellón corriente, a tostón la del aguardiante» (Diario histórico II, 72).
Del port. tostão (del fr. teston) ‘antiga moeda portugesa
equivalente a des centavos’ (Alm.).
tostonera. Se dice de cierto tipo de helecho: «la hierva tostonera
no la mando ahora porque yo mismo sali y no di con ella»
(Cartas, 37). Deriv. del port. can. tostón ‘moneda de valor
equivalente a una peseta columnaria’ y el sufijo -ero, por alusión al parecido de la hoja de la planta designada con esta
moneda.
toza. Tronco de árbol cortado: «Una compañía de aserradores
aserró en quatro días y medio quatro tosas de a palmo y
medio de ancho» (Diario histórico I, 121). Del port. touça
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MARCIAL MORERA PÉREZ
‘parte de uma planta, especialmente árvore, que compreende
as bases do caule e da raiz’ (Alm.).
traza. Larva que corroe determinados alimentos o la madera:
«ya no sirve ni la mitad porq. esta echo un cascaron de la
polilla y la trasa» (Cartas, 33). Del port. traça (ár. tahriza ‘pulverizar’) ‘designação extensiva especialmente aos insectos nocivos que atacam, roendo, sementes, peles, madeiras, etc.’
(Alm.).
trazar. Roer la traza el papel, la madera, la piel, los granos, etc.:
«ai mucha palomilla y trasa q. pienso q. sera quien lo atrasado» (Diario, 101); «el que tubiere otro mejor lo puede guardar para sembrar y comer deste por tener mucho trasado»
(ídem, 102). Del port. traçar ‘ser roído pela traça’ (Alm.).
vengar. Empezar a formarse el fruto: «los árboles frutales con
el favor del calor y falta de eladas vengaron mui bien sus
frutos» (Diario histórico I, 301). Del port. de Madeira vingar
(lat. vindicare) ‘crescer’ (Falares da ilha).
verga. Hilo metálico grueso: «se pusieron las vergas en la puerta del armacén y puerta del mar» (Diario, 117). Del port.
verga (lat. virga) ‘barra delgada de ferro’ (Alm.).
viñátigo. Árbol de la familia de las lauráceas: «aquí able yo a
uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Cartas, 141); «la res
que come el biñatigo o sanguino nenguna sirve para aprovechar» (ídem, 144). Del port. vinhatico (lat. vineaticus)
‘árvore leguminosa do Brasil e dos Açores’ (Fig.).
d) Los guanchismos documentados en el texto pertenecen,
como casi todo el material léxico heredado por el español isleño
de la lengua canaria prehispánica, al mundo de rural. Son los
siguientes:
baifo. Cría de la cabra: «de las crias deste año estan onse baifos
quatro machos y siete hembras» (Cartas, 17); «es como quien
quita un baifo a medio mamar» (ídem, 39); «tanpoco se los
baifos q. tienen desta cria las cabras ni mias ni suias» (ídem,
44); «mi compadre perera le tiene dos baifos deste año»
(ídem, 88). Según Wölfel, del bereber beyyew ‘ser sin cuerno’
(Monumenta).
206
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
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gofio. Harina gruesa de granos tostados: «me parese q. en todo
mayo no tenemos gofio nuevo» (Cartas, 44); «yo puse de mi
surron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la burra
por no aver afrecho ni frangollo» (ídem, 147); «me prestó el
viato Francisco Carme media fanega de gofio para pagársela
en el tiempo de la cosecha» (Diario, 21); «se esperimentó en
esta ysla una escases apretante de granos y por consiguiente
de pan y gofio» (Diario histório I, 297-298); «la libra de pan
a medio tostón y a proporción el gofio de millo» (Diario histórico II, 209). Según Ahmed Sabir, podría estar relacionada
con el bereber buffi ‘sopa hecha a base de harina gruesa de
granos’17.
gofiero. Persona que hace el gofio: «mató en el mismo molino
a un gofiero, ya hombre anciano» (Diario, 35). Deriv. del
guanchismo gofio ‘harina gruesa de granos tostados’ y el
sufijo -ero.
gomero. Natural de la isla de La Gomera: «Mi conpadre Manuel gomero de un pedaso paga beinte de plata» (Cartas, 22).
Probablemente del bereber gumara ‘determinado pueblo del
norte de África’.
jairo. Se dice de la cabra doméstica. Ú. t. c. s.: «en quanto a
las cabras jairas ya las abian buelto a echar con las nuestras» (Cartas, 49); «la jaira se la mandé con Joseph de sosa»
(ídem, 77); «tnabien se la ban cogiendo y dandosela a sus
jairos» (ídem, 107). Según Wölfel, relacionada con la voz
hausa ara-ara ‘carnero’, ‘oveja’, ‘cabra’ (Monumenta).
e) Por lo demás, también se detecta algún que otro caso de
andalucismo, como guinea ‘variedad de calabaza larga y curvada, con pulpa muy amarilla: «ban unas papitas un bubanguito y dos calabasitas berdes de guinea» (Cartas, 47)’, afrecho
‘salvado: «yo puse de mi suron el gofio para aserles pagada a la
hiegua y a la burra por no aver afrecho ni frangollo» (ídem,
147)’; «apenas las bullan se hasen los arcos un afrecho» (ídem,
63), cortijo ‘finca grande con casa: «vendió (...) doze fanegadas
17
Las Canarias preeuropeas y el norte de África. El ejemplo de Marruecos. Paralelismos lingüísticos y culturales, Rabat, 2001, p. 166.
Núm. 50 (2004)
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MARCIAL MORERA PÉREZ
de tierra, parte de las que componían el cortijo que éste tenía
en Miraflor» (Diario histórico I, 147)’, destalaje ‘desorden, desbarajuste: «no es su amo dueño de guareser una fruta y lo mismo en madurando las ubas que es mucho el destalaje» (Cartas,
85)’; escobón ‘arbusto leguminoso de flores amarillas: «planté los
limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones»
(Diario histórico I, 287)’, tarajal ‘arbusto tamariscáceo: «En este
mes se plantó la Alameda y tarajales que están a la entrada de
la portada de Triana» (Diario histórico II, 24)’; americanismo,
como papa ‘patata: «ban media fanega de arvexas = unas papas
quatro bubanguitos sevollas» (Cartas, 24)’; voces del oriente peninsular, como pantana ‘fruto de la pantanera: «ban dos cachos
una calabasa = un bubanguito berde y dos pantanitas» (Cartas,
71)’; galicismos, como malpaís ‘coladas lávidas basálticas de superficie irregular que hace difícil el tránsito sobre ellas: «Cada
jubrón labrado y sentado para empesgado de malpaís un real
de plata» (Diario histórico I, 119)’, jubrón ‘madero que va de la
viga cumbrera a las soleras laterales’.
5. CONCLUSIONES
Tres son las conclusiones más importantes que se derivan de
nuestro estudio anterior:
Primero, que en el siglo XVIII el español de Canarias había
adquirido ya los principales rasgos fónicos, gramaticales y léxicos que va a presentar en la época contemporánea: aspiración
de la /-s/ implosiva, neutralización de la oposición de líquidas /r/
-/l/ en posición implosiva, diptongación de hiatos, aspiración de
la consonante velar tensa castellana /x/, pérdida de la /-d-/
intervocálica, reducción de determinados grupos consonánticos,
neutralización de la oposición pronominal vosotros/ ustedes, a
favor del segundo elemento, aparición del diminutivo de respecto cariñoso, paradigmas léxicos plagados de neologismos,
portuguesismos, guanchismos, etc.
Segunda, el habla de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, con su diminutivo de respeto cariñoso, frecuentes casos
de leísmo, sistemática neutralización de la oposición de líquidas
208
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII
55
/l/-/r/, altísima frecuencia de uso del pretérito imperfecto de subjuntivo en –se, etc., es mucho más innovadora que el habla
tinerfeña que reflejan las cartas de Silvestre Izquierdo.
Tercera, la presión de la norma estándar sobre el español
canario es mucho menos asfixiante que lo que va a ser en los
siglos XIX y XX, en que erradicará del habla de las islas la aspiración de la /h-/ procedente de /f-/ inicial latina, el uso del
futuro imperfecto de subjuntivo, los usos direccionales de la preposición contra, gran cantidad de las voces canarias de procedencia portuguesa, guanche, morisca, etc., restituirá determinados grupos consonánticos, obligará a anteponer los pronombres complementarios al verbo, salvo en determinados contextos, etc., etc. En realidad, la Real Academia no había alcanzado
todavía el nivel de predominio que lograría después.
Núm. 50 (2004)
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HISTORIA
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¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR?
¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR?
POR
ELOY BENITO RUANO
Entre el trabajo titulado «Manuscritos canarios
del Museo Británico» publicado en el A NUARIO DE
ESTUDIOS ATLÁNTICOS, vol. I (1955), pp. 549-575, y el
presente del vol. L, medio siglo se extiende. Menos
tiempo que el que une (1950-2004) la relación entre
el maestro (D. Antonio Rumeu de Armas) y el colaborador firmante de estas líneas. Ejemplo de vinculación,
de comunicación, de amistad abiertos, sin cifra final.
Y por parte del segundo, de admiración, de fidelidad,
de homenaje.
Mucho se ha navegado en este ANUARIO por el Atlántico Sur.
Hagámoslo ahora, aunque brevemente, por el Atlántico Norte.
El poeta-cronista Robert Wace, autor de un rimado Roman
de Rou (circa 1160-1174) consigna cómo el duque normando Guillermo, aprestándose al encuentro conquistador de Hastings (1066)
«sun boen cheval fist demander,
ne poeit l’en meillor trover,
d’Espaigne li out enveié
un reis par mult grant amistié...
Núm. 50 (2004)
213
2
ELOY BENITO RUANO
Galtier Guiffart l’out amené
ki a Saint-James aveit esté»1.
Sobre el conocido aprecio de los caballos peninsulares en la
Europa de los siglos medievales pueden verse testimonios y referencias en nuestro trabajo «El asturcón, caballo literario»,
publicado en Estudia in honorem Prof. Martín de Riquer, III,
Cuaderns Crema, Barcelona (1988), pp. 543-559.
El también cronista Guillermo de Poitiers (circa 1020-1090)
consignó en sus Gesta Guillelmi, Ducis Normannorum et Regis
Angliae que
«de Vasconia et Arvernia potentes ei transmittebant vel
adduceban equos, qui nominibus propriis vulgo sunt nobilitati. Item Reges Hispaniae hiis donis inter alia ejus
amicitiam captabant»2.
Entre tantas amistosas relaciones pudieron manifestarse
otras de más trascendente calado político y hasta familiar (o de
inversa precedencia).
La propia Historia Compostelana, refiriéndose al Obispo
Diego Peláez afirmó que
«Unos enemigos suyos, movidos de envidia, acusáronle
de que trataba de arrebatar al Rey de los españoles el reino de Galicia, para entregarlo al rey de los ingleses y normandos».
«Esto se divulgó por todas partes» —añade el texto—; pero
si fuera verdad o no, tampoco es este momento ocasión de tratarlo. Si bien, prosigue, el Rey Alfonso (VI), de facto expulsó de
su iglesia de Santiago a don Diego tratándole de traidor y manteniéndole preso y aherrojado durante largos años.
Y aunque reconociendo por su parte el cronista la nobleza y
generosidad del prelado, estimó que
1
F. R. CORDERO CARRETE, «Galtier Guiffart, peregrino a Compostela en
el siglo XI», Cuadernos de Estudios Gallegos, fasc. III (1945), pp. 327-330.
2
Ob. cit., edit. RAYMONDE FOREVILLE, París, 1952, p. 26.
214
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR?
3
«tanto se mezcló en los asuntos laicos que no correspondió como debía a la norma de su condición eclesiástica»3.
Es precisamente la complicidad del Obispo con el inquieto
conde gallego Rodrigo Ovéquiz, alzado en su castillo de San
Esteban de Ortigueira contra su común monarca, cuando el rey
castellano-leonés hubo de enfrentarse, tras el sangriento fracaso de Zalaca (1087) a la oleada almorávide, viéndose obligado
hasta a amenazar a los reinos cristianos europeos de dejar paso
franco a los infieles, ante la imposibilidad de contenerlos por sí
mismo. Y es también cuando se atribuye a la pareja rebelde su
ofrecimiento al soberano británico nada menos que de la Corona de Galicia, sustrayéndola de la obediencia alfonsina.
En todo caso, si es que así se produjo, el monarca inglés
falleció precisamente en aquel mismo año, por lo que el prelado compostelano, vecino junto con su cómplice, se vio obligado,
conducido por su Rey, a comparecer ante el Concilio de Husillos (Palencia) para hacer entrega de su báculo y anillo episcopales ante el legado pontificio, Cardenal Ricardo de Marsella4.
Desterrado hasta su muerte en Aragón en 1104, obtuvo de los
Papas Urbano II y Pascual II cierta protección que le permitió
subsistir dignamente5. Su sucesor en el episcopado fue, tras un
efímero ejercicio de éste por el abad de Cardeña, el famoso don
Diego Gelmírez.
El conde Ovéquiz fue también privado de sus predios y castillos, viéndose obligado a ratificar, vencido, la adjudicación que
de ellos hiciera el Rey victorioso a la catedral de Lugo.
* * *
Inserta en el desarrollo de todos estos acontecimientos se
halla la cuestión del hipotético matrimonio proyectado entre «un
3
Historia Compostelana, ed. F. R. SUÁREZ, Santiago, 1950, pp. 29-37 y 242.
Cf. el tratamiento de este proceso por R. MENÉNDEZ PIDAL en La España del Cid, ed. Madrid, 1947, pp. 346-348.
5
Cf. A. ANTONIO UBIETO ARTETA, «El destierro del Obispo compostelano Diego Peláez en Aragón», Cuadernos de Estudios Gallegos, VI (1951),
pp. 43 y ss.
4
Núm. 50 (2004)
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4
ELOY BENITO RUANO
soberano» del reino de Galicia y «una princesa» hija de Guillermo el Conquistador.
Un análisis ejemplar que podemos considerar exhaustivo sobre el tema es el realizado al efecto por el investigador don Felipe Ramón Cordero Carrete: «De los esponsales de una hija de
Guillermo el Conquistador con un Rey de Galicia»6. Análisis
practicado sobre las pertinentes fuentes, narrativas, documentales e incluso literarias, y conducente a una conclusión, aunque
perfecta, incierta —vale decir, insegura—.
Hasta la de siete puede alcanzarse la cifra de nombres de
hijas hipotéticas de Guillermo y Matilde, primeros monarcas
normandos de Inglaterra. Si bien los nombres de algunas de
ellas pueden resultar equívocos entre sí: Adela y Adelaida; Ágata
y Águeda; e incluso Alberta.
En cuanto al aludido «Rey de Galicia», hijo de Fernando I
de Castilla, podría tratarse, según los indicios, bien del primogénito Sancho; de Alfonso VI (confundido en una ocasión como
Amfurcio); o de García. Este último más acorde con el título
enunciado, pero no con los datos más afines a su probabilidad,
siempre basada en alusiones o menciones inseguras, tanto
anglo-normandas como galaicas.
Una de dichas princesas, Adelaida, parece que murió soltera,
al haber fallecido su prometido el príncipe Haroldo antes de
realizarse el matrimonio: «nulli nupta, virgo jam nubilis obiit».
Mientras que una segunda, Águeda, viuda o prometida quizá del
mismo noble Haroldo, se resistió radicalmente a matrimoniar con
el Rey hispano, ya fuese por rechazar individualmente a éste
—citado como Hibero—, ya por negarse en absoluto a abandonar
su tierra britana para cambiarla por la española: es decir, que
«Adefonso Gallicae regi per nuntius jurata, virgineam mortem impetravit a Deo»,
o bien
«Omnipotenti ergo effundit precem lacrymosam, ne duceret
ipsa in Hispaniam, sed ipse potius susciperet eam».
6
216
Cuadernos de Estudios Gallegos, fasc. VII (1952), pp. 55-78.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR?
5
«Si los desposorios no pasaron de tratos —concluye el autor
que últimamente venimos siguiendo—... cualquiera de las hijas
mayores de Guillermo pudo ser la prometida». Pero no es posible deducir una resolución del problema de las fuentes hasta
ahora conocidas, ni es fácil encontrar otras si es que existen,
hasta ahora ocultas7.
En cuanto al sentido del supuesto proyecto planteado con la
reiterada opción matrimonial, cabe aceptar la búsqueda por
parte de la nobleza y de la alta Iglesia gallegas de apoyo a sus
fines más o menos secesionistas respecto de la Corona castellano-leonesa.
Y por parte del Conquistador («el más poderoso señor de la
Europa de Occidente» en el momento), suponer el ambicioso
deseo de incrementar sus dominios, inscribiendo en el Domesday Book la peninsular perla galaica.
Lo que hubiera acrecentado el casi total perfil atlántico de
los dominios del Conquistador.
7
CORDERO CARRETE, «De los esponsales...», pp. 74 y 78.
Núm. 50 (2004)
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AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
AS ILHAS ATLÂNTICAS.
PARA UMA VISÃO DINÂMICA
DA SUA HISTÓRIA
POR
ALBERTO VIEIRA
O Atlântico não é só uma imensa massa de água, polvilhada
de ilhas pois está associado a uma larga tradição histórica. Foi
na Antiguidade que recebeu o nome de baptismo.
As ilhas foram e continuam a ser o principal pilar e o mar o
traço de união. Estamos perante um conjunto de ilhas e arquipélagos, relevantes no processo histórico, quase sempre como
intermediários entre litorais dos continentes europeu, africano e
americano. Anicham-se, de um modo geral, junto da costa dos
continentes africano e americano. Apenas os Açores, Santa Helena, Ascensão e o grupo de Tristão da Cunha se distanciam dela.
Desde o pioneiro estudo de Fernand Braudel1 que às ilhas foi
atribuída uma posição chave na vida do oceano e do litoral dos
continentes. Segundo Pierre Chaunu2, foi activa a intervenção
dos arquipélagos da Madeira, Canárias e Açores, o Mediterrâneo
Atlântico, na economia europeia dos séculos XV e XVII3.
1
O Mediterrâneo e o Mundo Maditerrânico na Época de Filipe II, 2 vols.,
Lisboa, 1984 (1ª edição em 1949).
2
Sevilla y América. Siglos XVI y XVII, Sevilha, 1983 [Estudo abreviado
dos 14 volumes de Séville et l’Atlantique y del Pacifique des Ibériques, 1949,
1955-60].
3
Confronte-se nossos estudos: Comércio Inter-insular nos séculos XV
e XVI. Madeira, Açores e Canárias, Funchal, 1987; Portugal y las Islas del Atlántico, Madrid, 1992.
Núm. 50 (2004)
219
2
ALBERTO VIEIRA
O Atlântico pode ser considerado uma invenção europeia dos
séculos XV e XVI, articulando-se directamente com as políticas
coloniais das potências emergentes. A partir daqui estabeleceuse, em ambos os lados do oceano, um vínculo directo entre ilhas
e áreas costeiras. A História, a Geografia marcaram a vida do
oceano nos últimos cinco séculos4. A partir do século XV foi um
espaço privilegiado para os impérios europeus onde as ilhas
assumem uma função fundamental no cruzamento de rotas,
circulação de pessoas e produtos5.
Na História do Atlântico o mundo insular é uma realidade
sempre presente. A Antiguidade Clássica faz apelo às ilhas
míticas, fantásticas e imaginárias, cuja localização acontece
sempre no Atlântico6. O fascínio do mundo insular manteve-se
nos descobrimentos europeus. Foi uma dominante da cultura
Ocidental e Oriental, ganhando papel de relevo na mitologia
clássica e na construção de novos mitos 7. Daqui resultou
certamente a moda de divulgação com os isolarios, em que se
destaca o de Beneditto Bordone de 15288. Depois, construíramse pontes entre ambos os lados do oceano como pilhares assentes nas ilhas. As rotas do Atlântico, Índico e Pacífico só se
afirmaram por força da presença de ilhas. D. Manuel, monarca
português, ciente da importância desta realidade, mandou
estabelecer o Livro das Ilhas para tombar toda a documentação
mais significativa que a elas se referia9.
4
D. W. MEINIG, The Shaping of América: A Geographical Perspective on
500 years of History, vol. I: Atlantic America 1492-1800, New Haven, 1986.
PIETER EMMER, «In Search of a System: The Atlantic Economy, 1500-1800»,
in HORST PIETSCHMANN, Atlantic History. History of the Atlantic System 15801830, Gottingen, 2002, pp. 169-178; BARBARA L. SOLOW, Slavery and the Rise
of the Atlantic System, N. York, 1991.
5
Cf. JOSÉ MANUEL AZEVEDO E SILVA, «A importância dos espaços insulares no contexto do mundo Atlântico», in História das Ilhas Atlânticas, vol. I,
Funchal, 1997, pp. 125-161.
6
W. H. BABCOCK, Legendary Islands of the Atlantic, N. York, 1922; MARCOS MARTÍNEZ, Canarias en la Mitologia, Santa Cruz de Tenerife, 1992; IDEM,
Las Islas Canárias de la Antigüedad al Renacimiento. Nuevos aspectos, Santa
Cruz de Tenerife, 1996.
7
ANTÓNIO CARLOS DIEGUES, Ilhas e Mares. Simbolismo e Imaginário, S.
Paulo, Editora Hucitec, 1998, pp. 80, 129-193.
8
INÁCIO GUERREIRO, «Tradição e modernidade nos Isolarios ou “livros das
Ilhas”, dos séculos XV e XVI», in Oceanos, nº 46 (Lisboa, 2001), pp. 28-40.
9
Cf. JOSÉ PEREIRA DA COSTA, O Livro das Ilhas, Lisboa, 1987.
220
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
3
Em síntese podemos afirmar que as ilhas foram espaços de
construção das utopias, escalas retemperadoras da navegação,
áreas de desusada riqueza para o europeu, como destino de
desterro de criminosos e políticos, refúgio de piratas, aventureiros, espaços de convalescença e lazer e turismo.
No vasto conjunto de ilhas que povoam o oceano devemos
salientar pelo menos três grupos: oceânicas (Açores, Madeira...),
continentais (Cabo Verde, S. Tomé e Príncipe, Santa Catarina...)
e fluviais (São Luís no Brasil,...). A posição que cada uma
assumiu conduziu a diferente protagonismo histórico. As fluviais e continentais evidenciaram-se pela dependência ao espaço
continental vizinho, enquanto as oceânicas ficaram entregues a
si próprias.
A favor da valorização dos espaços insulares temos, ainda, a
tese que vingou no seio da Historiografia americana de que o
Atlântico é uma unidade de análise, delimitada cronologicamente entre os inícios de expansão europeia, a partir do século XV e a abolição da escravatura em 188810. A função assumida
pelas ilhas no contexto da expansão quatrocentista, quer como
terra de navegadores, quer como principal centro que modelou
a realidade socio-económico, é a evidência da imprescindível da
dimensão atlântica.
Se tomarmos em linha de conta alguns dos temas comuns,
como o vinho, o açúcar e a escravatura, seremos forçados a
concluir que foram eles em boa parte, os responsáveis pela
10
Cf. JACQUES GODECHOT, Histoire de l’Atlantique, Paris, 1947; ALAN L.
K ARRAS e J. R. M ACNEILL , Atlantic American Societies-from Columbus
Through Abolition 1492-1886, London, 1992 [nomeadamente a apresentação de A. L. Karras, «The Atlantic World as a unit of Study»]; ALFRED W.
CROSBY, The Columbian Exchange, Biological and Cultural Consequences of
1492, Westport, 1972; S. M INTZ , Sweetness and Power, N. York, 1985;
M ICHAEL M EYERR , «The Price of the new Transnational History», The
American Historical Review, 96, nº 4, 1991, 1056-1072; D. W. M EINIG ,
Atlantic America 1492-1800, New Haven, 1980; LAN STELLE, The English
Atlantic, 1675-1740 — An Exploration & Communication and Community,
N. Y. 1986; DAVID ARMITAGE E MICHAEL J. BRADDICK, The British Atlantic
World. 1500-1800, N. York, 2000 (especialmente os textos de Bernard
Bailyn e David Armitage); JOHN ELLIOTT, en Búsqueda de la Historia Atlántica, Las Palmas, 2001.
Núm. 50 (2004)
221
4
ALBERTO VIEIRA
opção atlântica. As rotas comerciais, os mercados, e, acima de
tudo, o oceano como mar aberto, são uma permanência.
Acontece que a historiografia vem defendendo a vinculação
das ilhas ao Velho Mundo, realçando apenas a importância da
relação umbilical com a mãe-pátria. Os séculos XV e XVI seriam
os momentos áureos, enquanto a conjuntura setecentista a
expressão da viragem para o Novo Mundo, em que alguns
produtos, como o vinho, assumem o papel de protagonista e de
responsáveis pelas trocas comerciais.
Estudos recentes confirmam que o relacionamento exterior
das ilhas não se resumia apenas a estas situações11. À margem
das importantes vias e mercados intercontinentais subsistem
outras que activaram a economia insular desde o séc. XV. As
conexões entre os arquipélagos próximos (Açores e Canárias) ou
afastados (Cabo Verde, S. Tomé e Príncipe) foram já motivo de
aprofundada explanação, que propiciaram a valorização da
estrutura comercial12. Aqui ficou demonstrada a importância
assumida pelos contactos humanos e comerciais, que no primeiro caso, resultou da necessidade de abastecimento de cereais
e, no segundo, das possibilidades de intervenção no tráfico
negreiro, mercê da vinculação às áreas africanas como a Costa
da Guiné, Mina e Angola.
Em qualquer das situações o estreitamento dos contactos
depende, primeiro, da presença de uma comunidade que pretende manter o vínculo à terra-mãe e depois as possibilidades de
troca favorável. A oferta de vinho e a procura pelos agentes do
tráfico negreiro, para enganadoramente oferecerem aos sobas
11
A partir de 1976 a realização de diversos colóquios sobre estas ilhas,
nas Canárias, Açores e Madeira tem evidenciado esta realidade. Aqui apenas damos conta de alguns dos nossos trabalhos, entre muitos que estão
reunidos nas referidas actas: «O comércio de cereais dos Açores para a
Madeira no século XVII», in Os Açores e o Atlântico (séculos XIV-XVII), A.
HEROÍSMO, 1984; «O Comércio de cereais das Canárias para a Madeira nos
séculos XVI e XVII », in VI Coloquio de Historia Canario Americana, Las
Palmas, 1984; «Madeira e Lanzarote. Comércio de escravos e cereais no
século XVII», in IV Jornadas de História de Lanzarote e Fuerteventura, Arrecife de Lanzarote, 1989.
12
O Comércio Inter-insular (Madeira, Açores e Canárias) nos séculos XV
e XVI, Funchal, 1987.
222
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
5
africanos, ou do outro lado do Atlântico saciaram a sede do
europeu a troco do açúcar, foi o principal móbil. A situação
influenciou decisivamente a estrutura comercial insular a partir
da segunda metade do século XVI.
No caso do Atlântico português a conjuntura foi particular
pois a actuação em três frentes — Costa da Guiné, Brasil e
Índico — alargou os enclaves de domínio ao sul do oceano.
Neste contexto surgiram cinco vértices insulares de grande relevo — Açores, Canárias, Cabo Verde, Madeira e S. Tomé — que
foram imprescindíveis para a afirmação da hegemonia e defesa
das rotas oceânicas. Aí assentou-se os pilares atlânticos fazendo
das ilhas desabitadas, lugares de acolhimento e repouso para os
náufragos, ancoradouro seguro e abastecedor para as embarcações e espaços agrícolas de exportação. No primeiro caso podemos referenciar a Madeira, Canárias, Cabo Verde, S. Tomé,
Santa Helena e Açores, que emergiram em princípios do século XVI como os principais eixos das rotas do Atlântico. Algumas
foram fundamentais nas rotas intercontinentais, como foi o caso
das Canárias, Santa Helena, Açores e as que se filiam nas áreas
económicas litorais, como sucedeu com Arguim, Cabo Verde,
e o arquipélago do Golfo da Guiné. Todas viveram numa
situação de dependência em relação ao litoral que as valorizou.
Apenas em S. Tomé, pela importância que aí assumiu a canade-açúcar esta subordinação não atingiu a mesma dimen-são no
início.
O protagonismo dos arquipélagos das Canárias e Açores é
muito mais evidente no traçado das rotas oceânicas que se
dirigiam ou regressavam das Índias ocidentais e orientais, resultado da posição às portas do oceano. Actuaram como via de
entrada ou de saída das rotas oceânicas, orientando a pirataria
e corso para a região circunvizinha. Mas estas não foram apenas áreas de apoio, uma vez que o solo fértil permitiu um
aproveitamento agrícola. A última vertente projectou-as para um
lugar relevante na História do Atlântico.
A valorização sócio-económica dos espaços insulares não foi
unilinear, dependendo da confluência de dois factores. Primeiro,
os rumos definidos para a expansão atlântica e os níveis da sua
expressão em cada um, depois as condições propiciadoras de
Núm. 50 (2004)
223
6
ALBERTO VIEIRA
cada ilha ou arquipélago em termos físicos, de habitabilidade ou
da existência ou não de uma população autóctone. Quanto ao
último aspecto é de salientar que apenas nas Antilhas, Canárias
e a pequena ilha de Fernão do Pó, no Golfo da Guiné, já
estavam ocupadas quando aí chegaram os marinheiros peninsulares. As restantes encontravam-se abandonadas — não obstante falar-se de visitas esporádicas às ilhas dos arquipélagos de
Cabo Verde e S. Tomé por parte das gentes costeiras — o que
favoreceu o imediato e rápido povoamento, quando as condições
o permitiam. Se na Madeira a tarefa foi fácil, não obstante as
condições hostis da orografia, o mesmo não se poderá dizer dos
Açores ou de Cabo Verde, onde os primeiros colonos enfrentaram diversas dificuldades. Para as ilhas já ocupadas as
circunstâncias foram diferentes, pois enquanto nas Canárias os
castelhanos defrontaram-se com os autóctones por largos anos
(1402/1496). Já em Fernão do Pó e nas Antilhas foi mais fácil
vencer a resistência indígena.
Os arquipélagos da Madeira e Canárias afirmam-se pelo
pioneirismo da ocupação que fez com que se projectassem no
espaço atlântico. É evidente a vinculação económica e institucional dos espaços do atlântico português à Madeira, como sucede em relação às Canárias com as índias de Castela. Daqui
resulta a sua importância para o estudo e conhecimento da
História do Atlântico a valorização da história de ambos os
arquipélagos13.
As ilhas jogaram um papel fundamental na estratégia de
afirmação colonial no Novo Mundo, pois que foram pilares destacados do complexo que começou a construir-se a partir do
século XV. Elas são, ainda, a imagem do Paraíso que se afirma
como espaço de rica exploração económica, escala retempe13
Cf. ALAN L. KARRAS e J. R. MACNEILL, Atlantic American Societies —
From Columbus Through Abolition 1492-1886, London, 1992; ALFRED W.
CROSBY, The Columbian Exchange, Biological and Cultural Consequences of
1492, Westport, 1972; S. M INTZ , Sweetness and Power, N. York, 1985;
MICHAEL MEYERR, «The price of the new transnational history», The American Historical Review, 96, nº 4, 1991, 1056-1072; D. W. MEINIG, Atlantic
America 1492-1800, New Haven, 1980; LAN STELLE, The English Atlantic, 1675-1740 — An Exploration & Communication and Community,
N. Y. 1986.
224
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
7
radora e de apoio aos intrépidos marinheiros. Paulatinamente
ganharam a merecida posição na estratégia colonial, projectando-se nos espaços continentais próximos e longínquos.
Abriram as portas do Atlântico e mantiveram-se até a actualidade como peças fundamentais. Foram imprescindíveis à
descoberta do oceano como para a afirmação e controlo dos
mercados continentais vizinhos, como sucedeu em Cabo Verde
e S. Tomé.
Nos séculos XVIII e XIX não foi menor o protagonismo insular. As ilhas passaram de escalas de navegação e comércio a
centros de apoio e abastecimento de carvão aos vapores e
laboratórios da ciência. Cientistas cruzam-se com mercadores,
funcionários coloniais e militares e seguem as rotas delineadas
desde o século XV. A estes juntaram-se os primeiros «turistas»,
que afluem às ilhas desde o século XVIII na busca de cura para
a tísica pulmonar ou à descoberta das belezas. Foi o início do
turismo insular que só adquiriu a dimensão actual a partir da
década de cinquenta do século XIX.
A segunda metade do século XIX confiou ainda outro papel
às ilhas. Foram elas pontos estratégicos fundamentais do
lançamento dos cabos submarinos intercontinentais. A situação
perdurou até à década de setenta do século XX, altura em que
os sistemas de telecomunicações começaram a afirmar-se e a
dominar em definitivo as trocas de informação intercontinentais14.
Parte da fortuna destas Afortunadas está patente no papel que assumiram no mundo atlântico a partir do século XV.
Daqui resultou uma forte vinculação ao mundo europeu que
nunca prescindiu da posse na estratégia expansionista e de
domínio do espaço atlântico. O progresso das comunicações não
lhes retirou protagonismo, antes pelo contrário veio a revaloriza-las. Os portos dos veleiros deram lugar aos vapores e aos
cabos submarinos e acabaram cedendo os protagonismos aos
aeroportos. Hoje assumem uma nova dimensão no âmbito político, como espaços independentes ou autónomos, continuam a
14
Cf. FRANCIS M. ROGERS, Atlantic Islanders of the Azores and Madeiras,
Massachusetts, 1979, pp. 175-230.
Núm. 50 (2004)
225
8
ALBERTO VIEIRA
assumir a vinculação europeia, sendo mais evidente a vocação
de estância turística.
AS
ILHAS E OS DESCOBRIMENTOS
No conjunto, os arquipélagos do Atlântico Oriental — Madeira, Açores, Canárias, Cabo Verde, S. Tomé — deram um
contributo à plena valorização e afirmação do novo espaço que
ganhou evidencia na construção dos impérios europeus
A Madeira surgiu nos alvores do século XV como a primeira
experiência de ocupação em que se ensaiaram produtos, técnicas e estruturas institucionais, que depois foram utilizados em
larga escala noutras ilhas e litoral africano e americano. O
arquipélago foi o centro de divergência dos sustentáculos da
nova sociedade e economia do mundo atlântico: primeiro
tivemos os Açores, depois os demais arquipélagos e regiões
costeiras onde os portugueses aportaram. Idêntica função preencheu as Canárias em relação ao modelo colonial castelhano,
que num primeiro momento se orientou pela experiência madeirense15.
O sistema institucional madeirense apresentava uma estrutura peculiar definida pelas capitanias. Foi a 8 de Maio de 1440
que o Infante D. Henrique lançou a base da nova estrutura ao
conceder a Tristão Vaz a carta de capitão de Machico. A partir
daqui ficou definido o sistema institucional que deu corpo ao
governo português no Atlântico insular e brasileiro. Também os
castelhanos vieram à ilha receber alguns ensinamentos para a
sua acção institucional no Atlântico, como se depreende do
desejo manifestado em 1518 pelas autoridades antilhanas em
resolver a difícil situação das pequenas ilhas de Curaçau, Aruba
e La Margarita com o recurso ao modelo madeirense de povoamento.
As Canárias assumiram idêntico papel para o império de
Castela16. Tenha-se em conta que algumas ilhas, nomeadamente
15
Cf. JOSÉ PÉREZ VIDAL, Aportación de Canarias a la población de América, Las Palmas de Gran Canaria, 1991.
16
Como o confirmam os textos de A. RUMEU DE ARMAS, Canarias y el
226
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
9
a de La Gomera, foram pilares fundamentais no apoio das
viagens colombinas e depois de toda a estratégia imperial17. A
partir daqui os castelhanos fizeram chegar a cultura da cana
sacarina às ilhas da América central18.
A Madeira foi ainda o ponto de partida para organização da
sociedade no atlântico em torno da escravatura. De acordo com
S. Greenfield19 ela serviu de trampolim entre o «Mediterranean
Sugar Production» e a «Plantation Slavery» americana. O autor
não faz mais do que retomar os argumentos aduzidos por Charles Verlinden 20 desde a década de sessenta, que entretanto
mereceram alguns reparos na formulação, mercê de novos
estudos21.
HOMENS
E PRODUTOS
Os descobrimentos europeus não podem ser vistos apenas na
perspectiva do encontro de novas terras, novas gentes e culturas, devendo associar-se também as migrações humanas, que
arrastaram consigo um universo envolvente de fauna, flora,
tecnologia, usos e tradições. Estamos perante aquilo a que
Atlántico. Piraterías y ataques navales, Madrid, 1991 (reedição); P IERRE
CHAUNU, ob. cit.; e FRANCISCO MORALES PADRÓN, El comercio canario-americano (siglos XVI-XVIII), Sevilla, 1955.
17
ANTONIO TEJERA GASPAR, Los cuatro viajes de Colón y las Islas Canarias (1492-1502), La Laguna, Francisco Lemus Editor, 2000.
18
Cf. JUSTO L. DEL RÍO MORENO, Los inicios de la agricultura europea
en el Nuevo Mundo, Sevilla, 1991, p. 303.
19
«Madeira and the Beginings of New World Sugar Cane Cultivation
and Plantation Slavery: a Study in Constitution Building», in VERA RUBIN e
ARTUR TUNDEN (eds.), Comparative Perspectives on Slavery in New World
Plantation Societies, N. York, 1977.
20
«Précédents et Paralèlles Européens de l’Esclavage Colonial», in Instituto, vol. 113, Coimbra, 1949; «Les Origines Coloniales de la Civilization
Atlantique. Antécédents et Types de Structure», in Journal of World History,
1953, pp. 378-398; Précédents Médiévaux de la Colonie en Amérique, México, 1954; Les Origines de la Civilization Atlantique, Neuchâtel, 1966.
21
Confronte-se ALFONSO FRANCO SILVA, «La esclavitud en Andalucía...»,
in Studia, nº 47, Lisboa, 1989, pp. 165-166; ALBERTO VIEIRA, Os escravos no
Arquipélago da Madeira. Séculos XV a XVII, Funchal, 1991.
Núm. 50 (2004)
227
10
ALBERTO VIEIRA
Pierre Chaunu22 define como desencravamento planetário, vinculado às transformações operadas pela a expansão europeia do
século XV. Os Descobrimentos foram também responsáveis pela
transformação e revolução ecológica, com impactos positivos ou
negativos. Uma das transformações fundamentais ocorreu ao
nível alimentar com a descoberta de novos produtos e condimentos que enriqueceram a dieta alimentar23.
NAVEGANTES,
AVENTUREIROS E EMIGRANTES
Os Descobrimentos do século XV foram o início de novo
processo de transmigração das populações europeias. Portugal,
porque pioneiro, assumiu um lugar de destaque.
À tradicional movimentação interna das populações, resultante da reconquista e ocupação, sucedem-se outros para fora do
continente, de acordo com o avanço dos descobrimentos e a
necessidade de ocupação de novos espaços.
Uma questão, de não menor importância, prende-se com a
forma de recrutamento dos colonos. Há os que vão, de livre
vontade, à aventura, que cumprem uma missão como funcionários da coroa ou que se dispõem a qualquer serviço na mira de
uma compensação24. Junta-se, depois, um grupo com grande
destaque em todo o processo, os degredados ou prisioneiros. No
momento de organização das armadas de defesa das praças
marroquinas25, de ocupação das ilhas ou do Oriente, a coroa
22
A História como Ciência Social, Rio de Janeiro, 1976, 287-326
PIERRE CHAUNU, A História como Ciência Social, Rio de Janeiro, 1976,
pp. 181-239; JOSÉ E. MENDES FERRÃO, A Influência Portuguesa na Difusão
de Plantas no Mundo, Lisboa, 1980; Transplantação de Plantas de Continentes para Continentes no século XVI, Lisboa, 1986; IDEM, A Aventura das Plantas e os Descobrimentos Portugueses, Lisboa, 1999.
24
Veja-se no caso do Oriente o estudo de LUÍS DE ALBUQUERQUE e JOSÉ
P EREIRA DA C OSTA , «Cartas de Serviço da Índia (1500-1550)», in Mare
Liberum, nº 1, 1990, 309-396.
25
Confronte-se LUÍS MIGUEL DUARTE e JOSÉ AUGUSTO P. DE SOTTO MAYOR PIZARRO, «Os Forçados das Galés (os Barcos de João da Silva e Gonçalo
Falcão na Conquista de Arzila em 1471)», in Congresso Internacional.
Bartolomeu Dias e a sua Época. Actas, vol. II, Porto, 1989, pp. 313-328.
23
228
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
11
permitia aos organizadores o recrutamento de homens entre os
condenados de diversos delitos e penas de degredo.
A política moderna de degredo como forma de incentivo ao
povoamento dos lugares ermos não era novidade, pois vinha
sendo utilizada para o povoamento do litoral algarvio e zonas
fronteiriças com Castela. Era a coroa portuguesa quem ordenava aos corregedores o destino dos degredados. Depois do
Algarve, tivemos Ceuta e demais praças marroquinas, as ilhas
atlânticas. A presença em Marrocos é mais insistente a partir de
143126. Para as ilhas as orientações de envio dos degredados
sucedem-se conforme a evolução do povoamento do espaço
atlântico: primeiro a Madeira, depois, os Açores, Cabo Verde e
S. Tomé. A partir de 145427 D. Afonso V determinou, a pedido
do Infante D. Henrique, que todos os homens condenados a
degredo iam «povoarem as ditas ilhas que então começava de
povoar...». Não será isto uma válvula de escape para os conflitos
sociais28? A coroa castelhana estabeleceu a partir de 1678 como
condição para o comércio das Canárias com o Novo Mundo o
26
A mudança é justificada da seguinte forma por Zurara: «muitos de
meus naturaes que per alguuns negocios ssam desterrados de meus regnos,
melhor estaram aqui fazendo serviço a Deos, conprindo sua justiça, que sse
hirem pollas terras estranhas e desnaturarem-se pera todo o sempre de sua
terra» [citado por PEDRO DE AZEVEDO, Documentos das Chancelarias Reais
Anteriores a 1531 Relativos a Marrocos, t. I, Lisboa, 1915, p. XIII]. Mais
tarde, Luís Mendes de Vasconcelos [«Diálogos do Sítio de Lisboa», in
Antologia dos Descobrimentos Portugueses (século XVII ), Lisboa, 1974],
refere que «o Brasil povoou-se com degredados, gente que se tirava do reino
por benefício dele». Recorde-se que Martim Afonso de Sousa fez-se
acompanhar de 600 degredados.
27
Carta régia de 18 de Maio, ANTT, Chanc. de D. Afonso V, lº 10,
fl. 44vº, publ. V. M. GODINHO, Documentos sobre a Expansão, t. I, pp. 215216. No caso da Costa da Guiné, incluídos os arquipélagos de Cabo Verde
e S. Tomé, temos para o período de 1463 a 1500, 19 casos em que foi
solicitada a carta de perdão à coroa [veja-se VITOR RODRIGUES, «A Guiné
nas Cartas de Perdão (1463-1500)», in Congresso Internacional. Bartolomeu
Dias e a sua Época. Actas, vol. IV, Porto, 1989, pp. 397-412].
28
Veja-se o que aduz, ainda que para uma situação distinta, MANUEL
HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, «La emigración a América como válvula de escape
de las tensiones sociales en Canarias durante el siglo XVIII. Las actitudes
sociales ante la delincuencia», in ANTONIO EIRAS ROEL (ed.), La emigración
española a Ultramar, 1492-1914, Madrid, 1991, pp. 311-316.
Núm. 50 (2004)
229
12
ALBERTO VIEIRA
embarque de cinco famílias por cada cem toneladas de mercadoria29.
O processo migratório provocado pelos Descobrimentos foi
também materializado por estrangeiros residentes ou que
acudiram ao apelo dos descobrimentos. Foram os genoveses,
venezianos e florentinos quem mais usufruíram da abertura da
coroa à participação estrangeira nos descobrimentos. Estes,
mediante solicitação da coroa, ou através da naturalização por
carta régia ou casamento, integraram-se facilmente nas viagens
de descobrimento, povoamento e comércio30. Em qualquer dos
arquipélagos a presença foi evidente, assumindo um papel significativo nas trocas com os mercados europeus.
OS
INSULARES E O
BRASIL
O Brasil exerceu ao longo da História um fascínio especial
sobre os insulares que estão ligados desde o início ao seu
processo de construção. A História dos arquipélagos da Madeira,
Açores, Cabo Verde e Canárias têm relevado nos últimos anos a
sua presença como lavradores, mercadores, funcionários e militares. Para os séculos XVI e XVII valorizou-se a presença de
madeirenses, de Norte a Sul, como lavradores e mestres de
engenho, pioneiros na definição da agricultura de exportação
baseada na cana-de-açúcar, funcionários que consolidaram as
instituições locais e régias, ou militares que se bateram em diversos momentos pela soberania portuguesa. O forte impacto
madeirense nos primórdios da sociedade brasileira levou Evaldo
Cabral de Mello a definir a capitania de S. Vicente como a Nova
Madeira31.
29
JOSÉ PÉREZ VIDAL, Aportación de Canárias a la población de América,
Las Palmas, 1991, p. 87.
30
PROSPERO PERAGALLO, Cenni in torno alla Colonia Italiana in Portogallo
nei secoli XIV, XV e XVI, Torino, 1904; CHARLES VERLINDEN, «L’influenza italiana nela colonizzazione iberica. Uomini e metodi», in Nuova Rivista Storica,
XXXVI, 1952, 254-270; ISABEL CASTRO HENRIQUES, «Os italianos como revelador do Projecto Político Português nas Ilhas Atlânticas (séculos XV
e XVI)», in Ler História, nº 16, 1981.
31
Conferência, in As Ilhas e o Brasil, Funchal, CEHA, 2000, p. 13.
230
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
13
Evaldo Cabral de Mello Neto, como José António Gonsalves
de Mello, são raros exemplos na historiografia brasileira de
valorização da presença madeirense32. Aos agricultores e técnicos
de engenho seguiram-se aventureiros, perseguidos pela religião
(= os judeus), politica e alguns foragidos da justiça. Deste modo
a presença de madeirenses, ainda que mais evidente nas terras
de canaviais de Pernambuco, espalhou-se a todo o espaço com
focos de maior influência em S. Vicente, Baía, Caraíbas e Ilhéus.
A libertação do Maranhão em 1642 foi obra de António
Teixeira Mello, enquanto em Pernambuco a resistência e expulsão do holandês foi organizada desde 1645 por João Fernandes Vieira. Ainda, a defesa da soberania lusíada foi conseguida com o envio de companhias de soldados da ilha. Assim
temos em 1631 de João de Freitas da Silva, 1632 de Francisco
de Bettencourt e Sá e em 1646 de Francisco Figueiroa. No último quartel do século XVII com o envio de soldados para o
Maranhão e Rio de Janeiro e Santa Catarina.
O processo ganhou nova dimensão no século XVIII com a
emigração de casais madeirenses e açorianos. Esta foi a solução
encontrada para resolver os problemas sociais nas ilhas e garantir a soberania das terras do Sul brasileiro. Em 1746 temos o
envio de casais açorianos e madeirenses para o sul como
garantia de defesa das fronteiras do Tratado de Madrid. A
fundação da cidade de Portalegre é feita por um madeirense,
sendo aqui a presença de colonos, fundamentalmente, açoriana.
As evidências da situação estão ainda hoje presente no estado
de Santa Catarina através de diversas manifestações como as
festas do Espírito Santo. Nos séculos XIX e XX o Brasil continuou
a ser um destino cobiçado dos insulares. A História e o quotidiano registam de forma evidente o movimento.
Cabo Verde e as Canárias33 afirmaram-se no relacionamento
com o Brasil por força do comércio de escravos, ficando ainda
32
José Pereira da Costa [«O Brasil...», in As Ilhas e o Brasil, Funchal,
2000, pp. 22-23] refere que a Historiografia brasileira dedica pouca atenção
às ilhas.
33
ROSELLI SANTAELLA STELLA, «As Ilhas Canárias nos Registos do Brasil
de Quinhentos», in XI Coloquio de Historia Canario Americana, t. III (1996),
57-73; IDEM, «As Canárias como eixo na conexão comercial do Brasil ao
Prata», in X Coloquio de Historia Canario Americana, t. I, 1994, 89-305.
Núm. 50 (2004)
231
14
ALBERTO VIEIRA
reservado às ilhas de Tenerife e La Palma o contrabando de
açúcar no século XVII. O período de união das coroas peninsulares favoreceu esta via. Não obstante a presença de gentes das
Canárias no Brasil, foi nas colónias espanholas que os mesmos
adquiriram uma posição desusada, mercê do posicionamento do
arquipélago em face da rota de ida. As viagens de Colombo
abriram-lhes as portas, que nunca mais se fecharam.
Nos séculos XVIII e XIX as ligações comerciais das ilhas no
Atlântico mantêm-se pela oferta de vinho, vinagre, de açúcar e
aguardente. A relação alargou-se a partir de 1746 à presença de
casais insulares (madeirenses e açorianos) no Sul e à forte
emigração da segunda metade do século XIX. No século XX o
Brasil continuou a ser ainda o El Dourado para os insulares,
nomeadamente os madeirenses, que encontram no Rio e Santos, a fuga às dificuldades da guerra ou às difíceis condições de
sobrevivência.
OS
ESCRAVOS
A expansão europeia abriu aos europeus as portas do Atlântico propiciando a migração das mais importantes rotas comerciais para novo palco. As viagens de reconhecimento da costa
africana tornaram possível o acesso fácil ao mercado de escravos
através das razias.
Não foram os portugueses que estiveram na origem da
escravização do negro e na criação do mercado negreiro, pois
já existia há muito tempo no mundo mediterrânico e africano.
O seu papel resume-se a estabelecer as rotas atlânticas e a iniciar a colonização assente nesta mão-de-obra. A Madeira assumiu mais uma vez uma posição relevante por ter sido o primeiro
espaço. Todavia o escravo nunca teve uma posição dominante
na sociedade e processo produtivo, situação que só sucederá em
Cabo Verde e S. Tomé. Nestes últimos arquipélagos um dos
principais incentivos à fixação de colonos europeus foi o
privilégio do resgate de escravos na costa africana vizinha.
O comércio de escravos, a exemplo das demais transacções
comerciais no espaço atlântico alem do Bojador, esteve sujeito a
232
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
15
apertada regulamentação. Primeiro foi a reserva de espaço no
litoral africano para intervenção exclusiva dos vizinhos de Cabo
Verde e S. Tomé. Ambos os arquipélagos funcionaram como
placas giratórias do trato negreiro para o novo continente.
Depois com a união das duas coroas, a partir de 1595, mantevese o controlo régio, sendo o comércio sujeito a um sistema de
contratos e assentos. A situação só persistiu até 1650, altura em
que o mercado de escravos africanos abriu as portas a todos os
intervenientes34. Isto aconteceu num momento de retracção do
mercado brasileiro que só recuperará trinta e nove anos mais
tarde com a necessidade da mão-de-obra para a mineração.
O processo de formação das sociedades insulares na Guiné
foi diferente daquilo que aconteceu na Madeira, Açores e
Canárias. Aqui, a distância do reino e as dificuldades de recrutamento de colonos europeus devido à insalubridade do clima condicionaram de modo evidente a expressão étnica. A par
de um reduzido número de europeus, restrito em alguns casos
aos familiares dos capitães e funcionários régios, juntaram-se os
africanos, que corporizaram o grupo activo da sociedade. Quer
em Cabo Verde, quer em S. Tomé o trabalho dos escravos era a
força motriz da economia agrícola.
Em todas as ilhas a presença do escravo negro não foi pacífica, sendo considerada em muitos momentos como um factor
de forte instabilidade social. Os fugitivos, num e noutro lado,
geravam a habitual apreensão das autoridades, que tudo faziam
para sanar os aspectos nocivos que a sua presença poderia causar. Mas enquanto na Madeira, Açores ou Canárias a conflituosidade era sazonal, não assumindo proporções graves, o
mesmo não se podendo dizer das ilhas da Guiné. Em S. Tomé,
os fugitivos reuniam-se nas montanhas em quadrilhas e assaltavam esporadicamente as vilas.
34
Cf. ENRIQUETA VILA VILAR, Hispano-América y el comercio de esclavos.
Los asientos portugueses, Sevilla, 1977.
Núm. 50 (2004)
233
16
ALBERTO VIEIRA
OS JUDEUS
A comunidade judaica assumiu um papel de destaque no
processo dos descobrimentos. A presença é notória desde o início.
Aos judeus foram atribuídas responsabilidades na definição das
rotas comerciais que ligavam o atlântico descoberto com os
mercados do norte da Europa. A teia familiar de negócios foi
um dos principais suportes da rede comercial35. Desde a Madeira, com o incremento do açúcar, a sua presença é evidente.
Tão pouco a criação do tribunal da Inquisição os impediu de
manter uma posição de destaque. A intervenção do tribunal da
Inquisição de Lisboa nos novos espaços atlânticos, apenas os
fazia avançar para novos destinos ou refúgios nas praças do
norte da Europa, mas sem perderem o vínculo aos mercados e
espaços de origem. A presença de judeus portugueses nas
Canárias com vínculos às ilhas portuguesas é evidente36. A
criação de colégios dos Jesuítas em Ponta Delgada, Angra e
Funchal, bem como as visitas realizadas nos anos de 1575, 1591
e 1618-21 contribuíram para aumentar e reforçar a presença da
comunidade, que se alarga a Cabo Verde e ao Brasil37.
A
FLORA E FAUNA
A expansão atlântica revelou ao europeu um novo mundo,
onde a flora e a fauna dominaram. A descoberta da nova
realidade fez-se não só pelo valor alimentar e económico, mas
35
P. SALAMON, «Os primeiros portugueses de Amesterdão», in Caminiana, V, nº 8, 1983, pp. 22-104.
36
LUCIEN WOLF, Jews in the Canary Islands..., Londres, s.d.; LUIS ALBERTO ANAYA H ERNÁNDEZ, «Una comunidad judeoconversa de origen portugués
a comienzos del siglo XVI en la isla de La Palma», II Colóquio Internacional de História da Madeira, 1989, 685-700; IDEM, «Relaciones de los archipiélagos de Azores y de la Madera con Canarias, según fuentes inquisitoriales (siglos XVI y XVII )», I Colóquio Internacional de História da
Madeira, Funchal, 1989, 846-877.
37
ARNOLD WIZNITZER, Os judeus no Brasil colonial, S. Paulo, 1966; JOSÉ
ANTÓNIO GONÇALVES SALVADOR, Os cristãos novos e o comércio no Atlântico
Meridional, S. Paulo, 1978.
234
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
17
também científico. O processo de povoamento implicava obrigatoriamente a migração de plantas, animais e técnicas de recolecção, cultivo e transformação. O retorno foi igualmente rico
e conduziu paulatinamente à revolução do quotidiano europeu.
Algumas das novas plantas entraram rapidamente nos hábitos
das populações e cedo se perdeu o rastro da origem.
Portugueses e espanhóis foram importantes na troca de
plantas entre o Novo e o Velho Mundo. No Oriente foram as
especiarias que dinamizadora as rotas comerciais e cobiça dos
europeus. A América revelou-se pela variedade e exoticidade das
plantas e frutos, com valor alimentar, que contribuíram em África para colmatar a deficiência alimentar. O processo não foi
pacífico, pois em muitos casos provocou alterações catastróficas
no quadro natural. Isto aconteceu em regiões sujeitas à violência de uma monocultura solicitada pelos mercados internacionais. Estão neste caso a cana sacarina, o cacau, o café e o algodão.
As ilhas voltaram a assumir de novo um papel fundamental
como de viveiros de aclimatação das plantas e culturas em
movimento. A Madeira funcionou nos dois sentidos. Da Europa
propiciou a transmigração da fauna e flora identificada com a
cultura ocidental. No retorno foram as plantas do Novo Mundo
que tiveram de novo passagem obrigatória pela ilha. A riqueza
botânica do Funchal resulta disso. O processo de imposição da
chamada biota europeia, no dizer de Alfred Crosby38, foi responsável por alguns dos primeiros e mais importantes problemas
ecológicos.
Nos séculos XV e XVI tivemos as viagens de descobrimento,
enquanto no século XVIII sucederam as de exploração e descoberta da natureza, comandadas por ingleses e franceses. Finalmente desvendou-se uma nova vocação, sendo as ilhas campo
de observação directa da natureza. A afirmação da Ciência na
Europa fez delas escala para as expedições científicas que se
organizaram desde o século XVII. O enciclopedismo e as classificações de Linneo (1735) tiveram nas ilhas um campo ideal de
experimentação. Tenha-se em conta as campanhas da Linnean
38
Imperialismo ecológico. A expansão biológica da Europa: 900-1900,
S. Paulo, 1993.
Núm. 50 (2004)
235
18
ALBERTO VIEIRA
Society e o facto de o próprio presidente da sociedade, Charles
Lyall, ter-se deslocado em 1838, de propósito, às Canárias.
O
VINHO
O ritual cristão valorizou o pão e o vinho. Em ambos os
casos foi fácil a adaptação às ilhas aquém do Bojador o mesmo
não sucedendo com as da Guiné. A viticultura ficou reservada
ao Mediterrâneo Atlântico, onde o vinho adquiriu um lugar importante nas exportações. A partir da Madeira as cepas chegaram a todos os recantos do Novo mundo. As primeiras cepas
foram conduzidas à ilha do Pico donde se expandiram às demais
ilhas. Também terão chegado às Canárias.
A evolução da safra vitivinícola madeirense dos séculos
quinze e dezasseis só pode ser conhecida através do testemunho
de visitantes estrangeiros, uma vez que é escassa a informação
das fontes diplomáticas. A documentação e os visitantes nos
sécs. XVIII/XIX, foram unânimes em considerar o vinho como a
principal riqueza da ilha e a única moeda de troca.
Desde o século XVII que o ilhéu traçou a rota no mercado
internacional, acompanhando o colonialista nas expedições e
fixação na Ásia e América. O comerciante inglês soube tirar
partido do produto fazendo-o chegar em quantidades volumosas
às mãos dos compatriotas que se haviam espalhado pelos quatro
cantos do mundo colonial europeu. O movimento do comércio
do vinho ao longo dos sécs. XVIII e XIX imbrica-se de modo directo no traçado das rotas marítimas coloniais que tinham
passagem obrigatória na ilha. A estas juntavam-se outras
subsidiárias, quase todas sob controlo inglês. São as rotas da
Inglaterra colonial que fazem do Funchal porto de refresco e
carga de vinho no rumo aos mercados das Índias Ocidentais e
Orientais, donde regressavam, via Açores, com o recheio colonial. Depois temos os navios portugueses da rota das Índias, ou
do Brasil que escalavam a ilha onde recebem o vinho que
conduzem às praças lusas. Juntam-se ainda os navios ingleses
que se dirigiam à Madeira com manufacturas e fazem o retorno tocando Gibraltar, Lisboa, Porto e, finalmente, os norte236
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
19
americanos que traziam as farinhas para madeirense e regressam carregados de vinho. O vinho ilhéu conquistou desde o
séc. XVI o mercado colonial em África, Ásia e América afirmando-se até meados do séc. XIX como a bebida por excelência do
colonialista e das tropas coloniais em acção. Regressado o colonialista à terra de origem, com o surto do movimento independentista, trouxe na bagagem o vinho da ilha.
Aqui releva-se a posição do mercado americano, dominado
pelas colónias das Índias Ocidentais e portos norte-americanos.
O último destino sedimentou-se, a partir da segunda metade do
século XVII, mercê de um activo relacionamento. O vinho foi
uma presença assídua nos portos atlânticos — Boston, Charleston, N. York e Filadélfia, Baltimore, Virgínia — onde era
trocado por farinhas39. Esta contrapartida reforçou o relacionamento comercial e actuou como circunstância favorecedora do
progresso da economia vitivinícola.
Apenas nas Canárias e Açores a cultura da vinha e o comércio do vinho atingiram posição similar à Madeira40. Os mercados foram os mesmos sendo disputados com extrema concorrência. Note-se que os arquipélagos dos Açores, Canárias e
Madeira, ficaram conhecidos na documentação oficial norteamericana como as ilhas do vinho41. A Madeira e os Açores, face
aos privilégios concedidos pela coroa britânica no período após
a Restauração — as actas de navegação de 1660 e 1665 e o tratado de Methuen em 1703 — conseguiram firmar uma posição
de destaque. Mas nos séculos seguintes apagaram-se as diferenças e o vinho das ilhas entrava em pé de igualdade nos
portos e mesa dos norte-americanos.
39
Cf. JORGE MARTINS RIBEIRO, «Alguns aspectos do comércio da Madeira com a América na segunda metade XVIII», in Actas III Colóquio Internacional de História da Madeira, Funchal, 1993, pp. 389-401.
40
ANTONIO BÉTHENCOURT MASSIEU, Canarias e Inglaterra: el comercio de
vinos (1650-1800), Las Palmas, 1991; MANUEL LOBO CABRERA, El comercio
del vino entre Gran Canaria y las Indias en el siglo XVI, Las Palmas,1993;
AGUSTÍN GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y comercio atlántico. La
empresa comercial irlandesa en Canarias (1703-1771), Madrid, 1985.
41
Veja-se A. GUIMERÁ RAVINA, «Las islas del vino (Madeira, Açores e
Canarias) y la América inglesa durante el siglo XVIII. Una aproximación a
su estudio», in II C.I.H.M. Actas, Funchal, 1990, pp. 900-934, confronte-se
ALBERT SILBERT, art. cit., pp. 420-428.
Núm. 50 (2004)
237
20
ALBERTO VIEIRA
A
ROTA DO AÇÚCAR
A cana-de-açúcar, pelo alto valor económico no mercado
nórdico e mediterrâneo, foi um dos primeiros e principais
produtos que a Europa legou e definiu para as novas áreas de
ocupação no Atlântico. O percurso iniciou-se na Madeira, alargando-se depois às restantes ilhas e continente americano.
A primeira metade do século dezasseis é definida como o
momento de apogeu da cultura açucareira insular e pelo avolumar das dificuldades que entravaram a promoção em algumas
áreas como a Madeira onde o cultivo era oneroso e os níveis de
produtividade desciam em flecha. As ilhas de Gran Canária, La
Palma, Tenerife e S. Tomé estavam melhor posicionadas para
produzir açúcar a preços mais competitivos. Isto sucedeu na
década de vinte do século dezasseis e avançou à medida que os
novos mercados produtores de açúcar atingiam o máximo de
produção.
As socas de cana foram levadas para os Açores pelos primitivos cabouqueiros, promovendo-se o cultivo em Santa Maria, S.
Miguel, Terceira e Faial. Aqui a cultura foi tentada várias vezes,
mas sem surtir os efeitos desejados. As condições geofísicas aliadas à inexistência ou reduzida dimensão dos capitais estrangeiros
travaram o desenvolvimento. O açúcar açoriano só ganhou
importância a partir do século XX, mas apenas com a transformação da beterraba. Aos arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé
os canaviais chegaram muito mais tarde e como noutras áreas
a experiência madeirense foi importante. Apenas nas ilhas de
Santiago e S. Nicolau nunca foi concorrencial do açúcar
madeirense. As condições morfológicas e orográficas foram-lhe
adversas. A introdução deverá ter sido feita, no início do
povoamento na década de sessenta, não obstante a primeira
referência datar de 1490. No século XIX os canaviais expandiram-se nas ilhas de Santiago, Santo Antão, Brava, S. Nicolau
e Maio. A valorização tem a ver com a solicitação de aguardente
para o trato de escravos na Costa da Guiné42.
42
238
ANTÓNIO CARREIRA, Estudos de economia caboverdiana, Lisboa, 1982.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
21
Em S. Tomé os canaviais estendiam-se pelo norte e nordeste
da ilha, fazendo lembrar, segundo um testemunho de 1580, os
campos alentejanos43. Um dos factos que contribuiu para que se
tornasse concorrencial do madeirense foi a elevada produtividade. Segundo Jerónimo Munzer44 seria três vezes superior à
madeirense. A partir do último quartel do século dezasseis a
concorrência desenfreada do açúcar brasileiro definiu uma
acentuada quebra no período de 1595 a 1600. A isto deverá juntar-se a revolta dos escravos (1595), agravada pela destruição
dos engenhos provocada pelo saque holandês. A partir daí o
arquipélago de São Tomé ficou a depender apenas do comércio
de escravos e da pouca colheita de mandioca e milho. A crise
do comércio de escravos a partir de princípios do século dezanove fez com que se operasse uma mudança radical na economia. Surgiram, então, novas culturas (cacau, café, gengibre
coconote, copra e óleo de palma) que proporcionaram uma nova
aposta agrícola e de dependência.
O
PASTEL E PLANTAS TINTUREIRAS
Até ao século XVII com a introdução do anil na Europa o
pastel foi a principal planta da tinturaria europeia, donde se ia
buscar as cores preta e azul. A par disso a disponibilidade de
outras plantas tintureiras, como a urzela (donde se conseguia
um tom castanho avermelhado) e o sangue-de-drago, levaram
ao aparecimento de italianos e flamengos, interessados no
comércio, que por sua vez nos legaram a nova planta tintureira:
o pastel. Nos Açores, a exemplo do sucedido com o açúcar na
Madeira, a coroa concedeu vários incentivos para a promoção
da cultura, que com a incessante procura por parte dos mercados nórdicos, fizeram avançar rapidamente o cultivo. Em 1589
Linschoten referia que «o negócio mais frequente destas ilhas é o
pastel» de que os camponeses faziam o «principal mister», sendo
o comércio «o principal proveito dos insulares»45, enquanto em
43
los
ISABEL CASTRO HENRIQUES, «O ciclo do açúcar em S. Tomé nos sécue XVI», in Portugal no Mundo, I, Lisboa, 1989, 271.
Monumenta Missionária Africana, IV, 1954, nº 6, 16-20.
Ob. cit., 152-154.
XV
44
45
Núm. 50 (2004)
239
22
ALBERTO VIEIRA
1592 o Governador de S. Miguel atribuía a falta de pão ao
domínio quase exclusivo do solo pelo cultivo do pastel46. Foi
ainda um tradicional mercado produtor de linho com exportação para o mercado europeu, situação que perdurou até
princípios do século XIX.
Nos arquipélagos além do Bojador ignora-se a presença do
pastel, não obstante a importância que aí assumiu a cultura do
algodão e o consequente fabrico de panos. O clima e o desconhecimento das técnicas de tinturaria, demonstrados na entrega da exploração da urzela aos castelhanos João e Pêro de
Lugo, favoreceram a conjuntura. Mas aqui a cultura do algodão
foi imposta pelos mercados costeiros africanos, carentes de fio
para a indústria têxtil. No decurso dos séculos XVI e XVII o
algodão apresentou-se como primordial para a economia caboverdiana, sendo o principal incentivo, ao lado do sal, para as
trocas comerciais com a costa africana, nomeadamente Casamansa e o rio de S. Domingos. No início apenas se produzia
algodão para a Europa, mas depois passou a desenvolver-se a
indústria de panos, face à grande procura que havia na costa
africana a troco de escravos47. No séculos XVIII e XIX a exploração
da urzela manteve-se activa em algumas das ilhas, sendo de
destacar o caso das ilhas de Cabo Verde. A exploração do recurso segue lado a lado da do azeite de purgueira para a iluminação48.
A
ROTA DA TECNOLOGIA
O processo de expansão europeia não se ficou apenas pelo
processo de descobrimento de novos mundos, da abertura de
novos mercados e o encontro de novas gentes e produtos. A
história tecnológica evidencia que a expansão europeia condicionou também a divulgação de técnicas e permitiu a invenção
de novas que revolucionaram o processo de transição. Os
homens que circulam no espaço atlântico, e de forma especial
46
Arquivo dos Açores, II, 130.
ANTÓNIO CARREIRA, Panaria cabo-verdeano-guineense, Cabo Verde, 1983.
48
ANTÓNIO CARREIRA, Estudos de economia caboverdiana, Lisboa, 1982.
47
240
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
23
os colonos, suo portadores de uma cultura tecnológica que
divulgam nos quatro cantos e procuram adaptar às condições
de cada espaço. Á agricultura prende-se um indispensável suporte tecnológico auxiliador do homem nas culturas do vinho e
da cana sacarina.
A moenda e o consequente processo de transformação da
guarapa em açúcar, mel, álcool ou aguardente projectaram as
áreas produtoras de canaviais para a linha da frente das inovações técnicas, no sentido de corresponderem às cada vez
maiores exigências do mercado e da concorrência. A madeira e
o metal foram a matéria-prima que deram forma a capacidade
inventiva dos senhores de engenho. Na moenda da cana utilizaram-se vários meios técnicos comuns ao mundo mediterrânico. A disponibilidade de recursos hídricos conduziu à generalização do engenho de água.
Foi a partir da Madeira que se generalizou o consumo do
açúcar, sendo necessário para isso uma produção em larga escala. A pressão do mercado europeu conduziu a uma rápida
afirmação da cultura na segunda metade do século XVI, situação
que só seria possível de alimentar com o recurso a inovações
tecnológicas capazes de atenderem a tais solicitações. A evolução para o sistema de cilindros não reverte no melhor aproveitamento do suco da cana, mas sim vantagens acrescentadas
para a rapidez no processo de esmagamento. A situação da
Madeira a partir de meados do século XV foi de incremento da
cultura que se aliou a inovações tecnológicas, que certamente o
engenho de Diogo de Teive foi o primeiro exemplo. Os madeirenses estiveram ligados à promoção da cultura e construção
dos primeiros engenhos açucareiros nas ilhas Canárias, Açores,
S. Tomé, e Brasil, chegando mesmo ao norte de África, situação
que não mereceu o agrado da coroa e foi interditado pela coroa
em 153749.
49
ARM., RGCMF, t. I, fl. 372v, publ. in Arquivo Histórico da Madeira,
vol. XIX (1990), pp. 79-80.
Núm. 50 (2004)
241
24
ALBERTO VIEIRA
AS
ROTAS OCEÂNICAS E DA CIÊNCIA
O Atlântico surge, a partir do século XV, como o principal
espaço de circulação de veleiros, pelo que se definiu um
intricado liame de rotas de navegação e comércio que ligavam
o velho continente às costas africana e americana e as ilhas.
Esta multiplicidade de rotas, que resultou da complementaridade económica das áreas insulares e continentais, surge
como consequência das formas de aproveitamento económico aí
adoptadas. Tudo isto completa-se com as condições geofísicas do
oceano, definidas pelas correntes e ventos que delinearam o
traçado das rotas e os rumos das viagens.
A mais importante e duradoura de todas as rotas foi sem
dúvida aquela que ligava as Índias (ocidentais e orientais) ao
velho continente. Foi ela que galvanizou o empenho dos monarcas, populações ribeirinhas e acima de tudo os piratas e corsários, sendo expressa por múltiplas escalas apoiadas nas ilhas
que polvilhavam as costas ocidentais e orientais do mar:
primeiro as Canárias e raramente a Madeira, depois Cabo Verde, Santa Helena e os Açores. Nos três arquipélagos, definidos
como Mediterrâneo Atlântico, a intervenção nas grandes rotas
faz-se a partir de algumas ilhas, sendo de referir a Madeira,
Gran Canaria, La Palma, La Gomera, Tenerife, Lanzarote e
Hierro, Santiago, Flores e Corvo, Terceira e S. Miguel. Para cada
arquipélago afirmou-se uma ilha, servida por um bom porto de
mar como o principal eixo de actividade. No mundo insular
português, por exemplo, evidenciaram-se, de forma diversa, as
ilhas da Madeira, Santiago e Terceira como os principais eixos.
As rotas portuguesas e castelhanas apresentavam um traçado diferente. Enquanto as primeiras divergiam de Lisboa, as
castelhanas partiam de Sevilha com destino às Antilhas, tendo
como pontos importantes do raio de acção os arquipélagos das
Canárias e Açores. Ambos os centros de apoio estavam sob
soberania distinta: o primeiro era castelhano desde o século XV,
o segundo português, o que não facilitou muito o imprescindível
apoio. Mas por um lapso tempo (1585-1642) o território entrou
na esfera de domínio castelhano, sem que isso tivesse significa242
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
25
do maior segurança para as armadas. Apenas se intensificaram
as operações de represália de franceses, ingleses e holandeses.
As expedições organizadas pela coroa espanhola na década de
oitenta com destino à Terceira tinham uma dupla missão: defender e comboiar as armadas das Índias até porto seguro, em
Lisboa ou Sevilha, e ocupar a ilha para aí instalar uma base de
apoio e de defesa das rotas oceânicas. A escala açoriana justificava-se mais por necessidade de protecção das armadas do que
por necessidade de reabastecimento ou reparo das embarcações.
Era à entrada dos mares açorianos, junto da ilha das Flores, que
se reuniam os navios das armadas e se procedia ao comboiamento até o porto seguro na península, furtando-os à cobiça
dos corsários, que infestavam os mares.
Desde o início que a segurança das frotas foi uma das mais
evidentes preocupações para a navegação atlântica pelo que as
coroas peninsulares delinearam, em separado, um plano de
defesa e apoio. Em Portugal tivemos o regimento para as naus
da Índia nos Açores, promulgado em 1520, em que foram
estabelecidas normas para impedir que as mercadorias caíssem
nas mãos da cobiça por meio do contrabando e corso. A
necessidade de garantir com eficácia tal apoio e defesa das armadas levou a coroa portuguesa a criar, em data anterior a
1527, a Provedoria das Armadas, com sede na cidade de Angra50.
A nomeação em 1527 de Pero Anes do Canto para provedor das
armadas da Índia, Brasil e Guiné, marca o início da viragem.
Ao provedor competia a superintendência de toda a defesa,
abastecimento e apoio às embarcações em escala ou de passagem pelos mares açorianos. Além disso estava sob as suas
ordens a armada das ilhas, criada expressamente para comboiar,
desde as Flores até Lisboa, todas aquelas provenientes do Brasil, Índia e Mina. Esta estrutura de apoio fazia falta aos
castelhanos na área considerada crucial para a navegação
atlântica, e por isso por diversas vezes solicitaram o apoio das
autoridades açorianas. Mas a ineficácia ou a necessidade de
uma guarda e defesa mais actuante obrigou-os a reorganizar a
carreira, criando o sistema de frotas. Desde 1521 as frotas
50
Confronte-se o nosso estudo sobre O comércio inter-insular nos
séculos XV e XVI, Funchal, 1987, 17-24.
Núm. 50 (2004)
243
26
ALBERTO VIEIRA
passaram a usufruir de uma nova estrutura organizativa e defensiva. No começo foi o sistema de frotas anuais artilhadas ou
escoltadas por uma armada. Depois a partir de 1555 o estabelecimento de duas frotas para o tráfico americano: Nueva Espana
e Tierra Firme.
O activo protagonismo do arquipélago açoriano e, em especial, da ilha Terceira é referenciado com frequência por roteiristas e marinheiros que nos deram conta das viagens ou os
literatos açorianos que presenciaram a realidade. Todos falam
da importância do porto de Angra que, no dizer de Gaspar
Frutuoso, era «universal escala do mar do poente»51.
A participação do arquipélago madeirense nas grandes rotas
oceânicas foi esporádica, justificando-se a ausência pelo posicionamento marginal em relação ao traçado ideal. A proximidade da Madeira em relação aos portos do litoral peninsular
e as condições dos ventos e correntes marítimas foram o principal obstáculo à valorização da ilha no contexto das navegações
atlânticas. As Canárias, porque melhor posicionadas e distribuídas por sete ilhas em latitudes diferentes, estavam em
condições de oferecer o adequado serviço de apoio. Todavia a
situação conturbada que aí se viveu, resultado da disputa pela
posse entre as coroas peninsulares e a demorada pacificação da
população indígena, fizeram com que a Madeira surgisse no
século XV como um dos principais eixos do domínio e navegação
portuguesa no Atlântico. Já a partir de princípios do século XVI
a Madeira surgirá apenas como um ponto de referência para a
navegação atlântica, uma escala ocasional para reparo e
aprovisionamento de vinho. Apenas o surto económico da ilha
conseguirá atrair as atenções das armadas, navegantes e aventureiros.
As ilhas foram as portas de entrada e saída e por isso mesmo
assumiram um papel importante nas rotas atlânticas. Mas para
sulcar longas distâncias rumo ao Brasil, à costa africana ou ao
Indico, era necessário dispor de mais portos de escala, pois a
viagem era longa e difícil.
As áreas comerciais da costa da Guiné e, depois, com a
ultrapassagem do cabo da Boa Esperança, as indicas tornaram
51
244
Livro Sexto das Saudades da Terra, Cap. II.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
27
indispensável a existência de escalas intermédias. Primeiro
Arguim que serviu de feitoria e escala para a zona da Costa da
Guiné, depois, com a revelação de Cabo Verde, foi a ilha de
Santiago que se afirmou como a principal escala da rota de ida
para os portugueses e podia muito bem substituir as Canárias
ou a Madeira, o que realmente aconteceu. Outras mais ilhas
assumiram um lugar proeminente no traçado das rotas. É o
caso de S. Tomé para a área de navegação do golfo da Guiné e
de Santa Helena para as caravelas da rota do Cabo. Também a
projecção dos arquipélagos de S. Tomé e Cabo Verde sobre os
espaços vizinhas da costa africana levou a coroa a criar duas
feitorias (Santiago e S. Tomé) como objectivo de controlar todas as transacções comerciais da costa africana. No Atlântico sul
as principais escalas das rotas do Índico assentavam nos portos
das ilhas de Santiago, Santa Helena e Ascensão. Aí as armadas
reabasteciam-se de água, lenha, mantimentos ou procediam a
ligeiras reparações. A par disso releva-se, ainda, a de Santa
Helena como escala de reagrupamento das frotas vindas da
Índia depois de ultrapassado o cabo, isto é, missão idêntica à dos
Açores no final da travessia oceânica. A função da ilha de Santiago com escala do mar oceano foi efémera. A partir da década de trinta do século XVI as escalas são menos assíduas. O mar
era já conhecido e as embarcações de maior calado permitiam
viagens mais prolongadas. Apenas os náufragos dos temporais
aí aparecem à procura de refúgio.
O século dezanove foi marcado por uma mudança total no
sistema de rotas do Atlântico. Os progressos no desenvolvimento
da máquina a vapor fizeram com que se elaborasse um novo
plano de portos de escala, capazes de servirem de apoio à
navegação como fornecedores dos produtos em troca e do
carvão para a laboração das máquinas. Nos Açores o porto de
Angra cedeu o lugar aos da Horta e Ponta Delgada, enquanto
em Cabo Verde a ilha de Santiago foi substituída pela de S.
Vicente, lugar que disputava com as Canárias. Entretanto o
Funchal viu reforçada a posição pela dupla oferta como porto
carvoeiro e do vinho, atraindo inúmeras embarcações inglesas
e americanas. A par disso a posição privilegiada que os ingleses
gozavam levou a que se servissem do porto como base para as
Núm. 50 (2004)
245
28
ALBERTO VIEIRA
actividades de corso contra os franceses e castelhanos. Esta nova
aposta no sector de serviços de apoio à navegação comercial e
de passageiros vai depender de uma outra política, a dos portos
francos, que apenas o arquipélago das Canárias conseguiu levar por diante.
As ilhas foram no século XVIII um centro chave das transformações sócio-políticas então operadas, de ambos os lados do
oceano, fruto da forte presença da comunidade inglesa. Esta
vinculação ao império britânico é bastante evidente no quotidiano e devir histórico nos séculos XVIII e XIX52. A Madeira, no
decurso do século XVIII, firmou a vocação atlântica, contribuindo
para isso o facto de os ingleses não dispensarem o porto do
Funchal e o vinho na sua estratégia colonial. As diversas actas
de navegação (1660, 1665), corroboradas pelos tratados de
amizade, de que merece relevo o de Methuen (1703)53, foram os
meios que abriram o caminho para que a Madeira entrasse na
área de influência do mundo inglês54. Aos poucos, esta comunidade ganhou uma posição de respeito que, por vezes, se
tornava incomodativa55. A presença e importância da feitoria
inglesa, no decurso do século XVIII, é uma realidade insofismável.
A presença de armadas inglesas no Funchal era constante sendo
o relacionamento com as autoridades locais amistoso, recebidos
pelo Governador com toda a hospitalidade56. Destas relevam-se
as de 1799 e 1805, compostas, respectivamente de 108 e 112
embarcações57. Para além disto era assídua a presença de uma
52
DESMOND GREGORY, The Beneficent Usurpers. A History of the British
in Madeira, London, 1988.
53
Public Record Office, FO 811/1, cartas dos privilégios da nação
britânica com Portugal desde 1401 a 1805.
54
J. H. FISHER, The Methuen a Pombal. O comércio anglo-português de
1700 a 1770, Lisboa, 1984, p. 29.
55
Em 1754 o Governador Manuel Saldanha Albuquerque lamenta o
exclusivo do comércio inglês na ilha (AHU, Madeira e Porto Santo, nº 48-49).
56
Public Record Office, FO 63/7, sabe-se que por ordem de 14 de Junho
de 1722 as embarcações com destino às colónias permaneciam alguns dias
no Funchal. A 20 de Janeiro de 1786 são 20 barcos em tal situação, coordenada pelo cônsul.
57
AHU, Madeira e Porto Santo, nº 1125, 1620, 22 de Outubro de 1799
e 7 de Outubro de 1805.
246
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
29
esquadra inglesa a patrulhar o mar madeirense, sendo a de 1780
comandada por Jonhstone58.
A ilha de Santa Catarina do litoral sul do Brasil, funcionou
para os portugueses a partir de finais do século XVII como uma
fortaleza de apoio e defesa à navegação rumo ao Rio da Prata.
Ao mesmo tempo jogou um papel fundamental na penetração e
afirmação da soberania portuguesa no Sul. Esta posição favoreceu o estabelecimento de assíduos contactos com outros portos
do litoral brasileiro, como Santos, Baía e Recife59.
A partir de meados do século XIX a Madeira e as Canárias
especializam-se como portos de escala de navios de passageiros,
com especial destaque para os ingleses. Para isso contribuiu a
tradicional presença britânica e a afirmação da ilha com estância turística.
Nos Açores assiste-se no decurso do século XVII a uma clara
mudança dos espaços portuários de dimensão intercontinental.
A Horta pela posição charneira no grupo central e pelo destaque que assumiu no apoio à baleação dos americanos acabou
por ser o porto oceânico de apoio às pescarias, ao comércio
americano e fornecimento de carvão, retirando importância ao
de Angra. A posição foi reforçada na segunda metade do século XIX com a amarração dos cabos submarinos. Por outro lado
o centro económico do arquipélago situava-se na ilha de S. Miguel, o que implicava a valorização do porto de mar.
Em Cabo Verde ocorreram idênticas mudanças que levaram
à desvalorização de Santiago em favor de S. Vicente. O porto
oceânico transformou-se num oásis oceânico das embarcações
conduzidas a vapor que aí demandavam à procura do necessário
abastecimento de carvão e um eixo de amarração de cabos submarinos. O processo foi evidente a partir 1838 com a criação
da vila nas proximidades do Porto Grande e a instalação do
primeiro depósito de carvão pelo cônsul inglês John Rendall.
A situação muda a partir de 1883, pois a agressividade espanhola através dos portos francos de Las Palmas e Santa Cruz
de Tenerife associada à modernização do porto francês de Da58
Ibidem, nº 545, 22 de Janeiro de 1780.
Cf. FERNANDO HENRIQUES CARDOSO, Negros em Florianópolis. Relações
Sociais e Económicas, Florianópolis, 2000, pp. 41-42, 50, 79, 93.
59
Núm. 50 (2004)
247
30
ALBERTO VIEIRA
kar conduziram à desvalorização dos portos portugueses nas
ilhas.
Já a presente centúria atribui uma dimensão distinta às ilhas.
Assim, o jogo de interesses entre o continente europeu e americano fez com que algumas se transformassem em peças chave
da hegemonia económica. Daqui resultou a disputa entre
Alemanha e Inglaterra por conseguir traze-las à sua esfera de
influência. A política dos sanatórios foi o subterfúgio usado pelos alemães para iludir as pretensões expansionistas no Atlântico.
Na base disto está o conflito gerado pela questão dos sanatórios
na Madeira, que teve como instigador a Inglaterra60. Aqui, mais
uma vez a Inglaterra usufruiu de uma posição favorável ao reivindicar a tradição histórica da aliança 61. A percepção da
importância das ilhas na afirmação da hegemonia marítima
britânica levou Thomas Ashe (1813)62 a reivindicar para os
Açores a transformação num protectorado britânico.
Nos anos vinte os vapores começaram a ceder o lugar às
«máquinas voadoras», paulatinamente a aviação civil foi conquistando o mercado de transporte de passageiros. Mesmo assim
as ilhas continuaram a manter o papel de apoio às rotas
transatlânticas. Nos Açores tivemos a ilha de Santa Maria,
enquanto em Cabo Verde idêntico papel foi atribuído à ilha do
Sal desde 193963.
Até ao aparecimento e vulgarização da telegrafia sem fios a
estratégia de circulação da informação assentava nas ilhas. As
ilhas da Madeira, Faial e São Vicente foram de novo motivo de
60
GISELA MEDINA GUEVARA, As relações luso-alemãs antes da Primeira
Guerra Mundial. A questão da concessão dos sanatórios da Ilha da Madeira,
Lisboa, 1997.
61
Cf. ANTÓNIO J OSÉ TELO, Os Açores e o controlo do Atlântico, Lisboa, 1993.
62
ASHE, T(HOMAS), History of the Azores on Western Islands; Containing
an Account of the Government, Laws and Religion, the Martners, Ceremonies
and Character of the Inhabitants and demonstrating the Importance of these
Valuable Islands to the British Empire, Ed. Sherwood, Neely, and Jones,
Londres, 1813.
63
FRANCIS M. ROGERS , Atlantic Islanders of the Azores and Madeiras,
Massachusetts, 1979, pp. 191-208; R. E. G. DAVIES, A History of the World’s
Airlines, London, 1964.
248
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
31
disputa e interesses por ingleses e alemães64. A cidade da Horta
rapidamente se transformou num nó de amarração de cabos
submarinos que ligavam a Europa, América, África do Sul e
Brasil, assinalando-se em 1926 a existência de quinze cabos65. O
mesmo acontecia na ilha de S. Vicente onde amarrou o cabo
submarino inglês em 1874.
ESCALAS
DA CIÊNCIA
Desde o século dezoito que a literatura científica e de viagens
definiu este conjunto de ilhas como uma unidade de análise. São
as Western Islands que encabeçam os títulos das publicações66.
Aqui entendia-se quase sempre os Açores, mas muitas vezes
associava-se as Canárias, a Madeira e, raramente Cabo Verde.
As ilhas entraram rapidamente no universo da ciência europeia dos séculos XVIII e XIX. Ambas as centúrias foram momentos de assinaláveis descobertas do mundo com um estudo sistemático da fauna e flora 67. As técnicas de classificação das
espécies da fauna e flora têm aqui um espaço ideal de trabalho.
Algumas colecções foram feitas para deleite dos apreciadores,
que figuram em lista que antecede a publicação68.
O homem do século XVIII perdeu o medo ao meio circundante e passou a olhá-lo com maior curiosidade e, como dono da
64
PAUL KENNEDY, «Imperial Cable Comunications and Strategy, 18701914», in The English Historical Review, vol. LXXXVI, 1971; FRANCIS M.
ROGERS, ob. cit., pp. 175-190, 209-230; CHARLES BRIGHT, Submarine Telegraphs: Their History, Construction and Working, London, 1898; K. C.
BAGHAHOLE, A Century of Service. A Brief History of Cable and Wireless Ltd
1868-1968, London, 1970; K. R. HAIGH, Cableships and Submarine Cables,
London, 1968; H. H. SCHENCK (org.), The World’s Submarine Telephone Cable Systems, Washington DC, 1975.
65
F. S. WESTON, «Os cabos submarinos nos Açores», in Boletim do
Núcleo Cultural da Horta, vol. III, nº 2, 1963.
66
VÍCTOR MORALES LEZCANO, Los ingleses en Canarias. Libro de viajes e
historias de vida, Las Palmas de Gran Canaria, 1986, p. 124
67
MARY L. PRATT, Imperial Eye.Travel Writing and Transculturation, N. Y.,
1993; B. M. STAFFORD, Voyage into Substance — Science, Nature and the
Illustrated Travel Account 1770-1840, Cambridge, Mass., 1984, pp. 565-634.
68
Estampas, aguarelas e desenhos da Madeira Romântica, Funchal, 1988.
Núm. 50 (2004)
249
32
ALBERTO VIEIRA
criação, estava-lhe atribuída a missão de perscrutar os segredos
ocultos. Este impulso justifica o afã científico. A ciência está
baseada na observação directa e experimentação. A insaciável
procura e descoberta da natureza circundante cativou toda a
Europa, mas foram os ingleses quem entre nós marcaram
presença, sendo menor a de franceses e alemães69. Aqui são protagonistas as Canárias e a Madeira. Tudo isto foi resultado da
função de escala à navegação e comércio no Atlântico. Se as
embarcações de comércio, as expedições militares tinham escala obrigatória, mais razões assistiam às científicas. As ilhas, pelo
endemismo que as caracteriza, história geo-botânica, permitiram
o primeiro ensaio das técnicas de pesquisa. Foram também um
meio revelador da incessante busca do conhecimento da Geologia e Botânica.
Instituições seculares, como o British Museum, Linean Society, e Kew Gardens, enviaram especialistas para a recolha de
espécies botânicas. Os estudos no domínio da Geologia, botânica
e flora são resultado da presença fortuita ou intencional dos
cientistas europeus. Esta moda levou a que as instituições científicas europeias ficassem depositárias das mais importantes
colecções de fauna e flora das ilhas: o Museu Britânico, Linnean
Society, Kew Gardens, a Universidade de Kiel, Universidade de
Cambridge, Museu de História Natural de Paris. E por cá
passaram destacados especialistas da época, sendo de realçar
John Byron, James Cook, Humbolt, John Forster. Darwin esteve
nas Canárias e Açores (1836) e mandou um discípulo à Madeira.
No arquipélago açoriano o cientista mais ilustre terá sido o Príncipe Alberto I do Mónaco que aí aportou em 1885. James Cook
escalou a Madeira por duas vezes em 1768 e 1772, numa réplica da viagem de circum-navegação apenas com interesse científico. Os cientistas que o acompanharam intrometeram-se no
interior da ilha à busca das raridades botânicas para a classificação e revelação à comunidade científica. Em 1775 o navegador estava no Faial e no ano imediato em Tenerife.
69
Cf. «Algumas das Figuras Ilustres Estrangeiras que Visitaram a
Madeira», in Revista Portuguesa, 72, 1953; A. LOPES DE OLIVEIRA, Arquipélago da Madeira. Epopeia Humana, Braga, 1969, pp. 132-134.
250
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
33
Os Arquipélagos da Madeira e Canárias, devido à posição
estratégica na rota que ligava a Europa ao mundo colonial,
foram activos protagonistas nos rumos da Ciência dos séculos
XVIII e XIX. Já aos Açores estava reservado o papel de ancoradouro seguro antes de se avistar a Europa. Foi isto que o
catapultou para uma posição privilegiada na história de navegação e comércio do Atlântico. Nas Canárias a primeira e mais
antiga à presença de naturalistas ingleses é de 1697, ano em
que James Cuningham esteve em La Palma. O século XVIII
anunciou-se como de forte presença, nomeadamente dos franceses. O contacto do cientista com o arquipélago açoriano faziase quase sempre na rota de regresso de Africa ou América. Para
os americanos as ilhas eram a primeira escala de descoberta do
velho mundo. Por outro lado os Açores despertaram a curiosidade das instituições e cientistas europeus. Os aspectos geológicos, nomeadamente os fenómenos vulcânicos foram o principal alvo. Mesmo assim o volume de estudos não atingiu a
dimensão dos referentes à Madeira e Canárias pelo que Maurício Senbert em 1838 foi levado a afirmar que a «flora destas
ilhas [fora]por tanto tempo despresada», o que levou a dedicar-se
ao estudo70.
As ilhas são o principal alvo de atenção de botânicos, ictiólogos, geólogos. A situação é descrita por Alfredo Herrera Piqué
a considerar como «a escala científica do Atlântico»71. Os ingleses foram os primeiros a descobrir as qualidades do clima e
paisagem e a divulga-los junto dos compatriotas. É esta a
dimensão quase esquecida como motivo despertador da ciência
e cultura europeia desde o século XVIII que importa realçar
A aclimatação das plantas com valor económico, medicinal
ou ornamental adquiriu cada vez mais importância. Aliás, foi o
interesse medicinal que provocou desde o século XVII o estudo72.
Em qualquer dos momentos assinalados as ilhas cumpriram o
papel de ponte e espaço de adaptação da flora colonial. Os
70
«Flora Azorica», in Archivo dos Açores, XIV (1983), pp. 326-339.
Las Islas Canarias. Escala científica en el Atlántico. Viajeros y naturalistas en el siglo XVIII, Madrid, 1987.
72
K. THOMAS, Man and the Natural World. Changing Attitudes in England.
1500-1800, Oxford, 1983, p. 27, 65-67.
71
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34
ALBERTO VIEIRA
jardins de aclimatação foram a moda que na Madeira e Açores
tiveram por palco as amplas e paradisíacas quintas. A Inglaterra do século XIX popularizou os jardins e as flores73. A ambiência chegou à ilha através dos mesmos súbditos de Sua
Majestade. As ilhas exerceram um fascínio especial em todos os
visitantes e parece que nunca perderam a imortal característica
de jardins à beira do oceano. As ilhas foram jardins e como tal
continuam a ser o encanto dos que a procuram, sejam turistas
ou cientistas.
No século XVIII as ilhas assumiram um novo papel no mundo europeu. Assim, de espaços económicos passaram a contribuir para alívio e cura de doenças. O mundo rural perdeu
importância em favor da área em torno do Funchal, que se
transforma num hospital para a cura da tísica pulmonar ou
de quarentena na passagem do calor tórrido das colónias para
os dias frios e nebulosos de Londres. A função catapultou as
ilhas da Madeira e Canárias para uma afirmação evidente.
O debate das potencialidades terapêuticas da climatologia
propiciou um grupo numeroso de estudos e gerou a escala
frequente de estudiosos74. As estâncias de cura surgiram primeiro na bacia mediterrânica e depois expandiram-se no século XVIII até à Madeira e só na centúria seguinte chegaram às
Canárias75.
Daqui resultou uma prolixa literatura de viagens fonte fundamental para o conhecimento da sociedade oitocentista das
ilhas. Ao historiador está atribuída a tarefa de interpretar estas
impressões76. Aqui são merecedoras de destaque duas mulheres:
73
Cf. K. THOMAS, ibidem, pp. 207-209, 210-260.
JAMES CLARK, The Sanative Influence of Climate, Londres, 1840; W.
HUGGARD , A Handbook of Climatic Treatment, Londres, 1906; N ICOLÁS
GONZÁLEZ LEMUS, Las Islas de la Ilusión. Británicos en Tenerife, 1850-1900,
Las Palmas, 1995; TOMÁS ZEROLO, Climatoterapia de la tuberculosis pulmonar en la Península española, Islas Baleares y Canarias, Santa Cruz de
Tenerife, 1889.
75
M. J. BÁGUERRA CERVELLERA, La tuberculosis y su história, Barcelona, 1992.
76
ANTÓNIO RIBEIRO MARQUES DA SILVA, Apontamentos sobre o quotidiano
madeirense (1750-1900), Lisboa, 1994; N. G ONZÁLEZ L EMUS , Viajeros
victorianos en Canarias, Las Palmas, 1998.
74
252
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
35
Isabella de França77 para a Madeira e Olívia Stone78 para as
Canárias.
A presença de viajantes e «invalids» nas ilhas conduziu à
necessidade de criação de infra-estruturas de apoio. Se num
primeiro estes se socorriam da hospitalidade dos insulares, num
segundo momento a cada vez mais maior afluência de forasteiros obrigou à montagem de uma estrutura hoteleira de apoio.
Aos primeiros as portas eram franqueadas por carta de recomendação. A isto juntou-se a publicidade através da literatura de
viagens e guias. Os guias forneciam as informações indispensáveis para a instalação no Funchal e viagem no interior da
ilha, acompanhados de breves apontamentos sobre a História,
costumes, fauna e flora79. O primeiro guia de conjunto dos
arquipélagos é de William W. Cooper80 e A Samler Brown81. O
último tornou-se num best-seller atingindo 14 edições. Tenha-se
em conta os destinatários dos guias. Assim em 1851 James Yate
Johnson e Robert White82 fazem apelo aos «invalid and other
visitors», enquanto em 1887 Harold Lee83 dirige-se aos «tourists»
e em 1914 temos o primeiro guia turístico de C. A. Power84. Este
77
Journal of a visit to Madeira and Portugal (1853-1954), Funchal,
1970. Todavia, a primeira viajante na ilha foi Maria Riddel que em 1788
visitou a ilha durante 11 dias: A Voyage to The Madeira..., Edinburgh, 1792.
78
Teneriffe and its Six Satellites (1887).
79
Para a Madeira, um dos mais antigos guias que se conhece é anónimo, seguindo-se os de Robert White [Madeira its Climate and Scenery
containing Medical and General Information for Invalids and Visitors; a Tour
of the Island, Londres, 1825], E. V. Harcourt [A Sketch of Madeira Containing
Information for the Traveller or Invalid Visitor, Londres, 1851], J. Y. Johnson
[Madeira its Climate and Scenery. A Handbook for Invalids and other Visitors,
Edinburg, 2ª ed., 1857, 3ª ed., 1860] e E. M. Taylor [Madeira its Scenery
and How to See it with Letters of a Year’s Residence and Lists of the Trees,
Flowers, Ferns, and Seaweeds, Londres, 1ª ed., 1882, 2ª ed., 1889].
80
The Invalid’s Guide To Madeira With a Description of Tenerife..., Londres, 1840.
81
Madeira and the Canary Islands.
82
Madeira Its Climate and Scenery. A Handbook for Invalid and Other
Visitors, Edimburgo, 1851.
83
Madeira and the Canary islands. A Handbook for Tourists, Liverpool, 1887.
84
Tourist’s Guide to the Island of Madeira, Londres, 1914.
Núm. 50 (2004)
253
36
ALBERTO VIEIRA
deverá marcar nas ilhas o fim do chamado turismo terapêutico
e o início do actual.
Não temos dados seguros quanto ao desenvolvimento da
hotelaria nas ilhas, pois apenas dispomos de informação
avulsa85. Os Hotéis são referenciados em meados do século XIX
mas desde os inícios do século XV que as cidades portuárias de
activo movimento de forasteiro deveriam possuir estalagens. A
documentação oficial faz eco disso como se poderá provar pelas
posturas e actas da vereação dos municípios servidos de portos.
No caso da Madeira assinala-se em 1850 a existência de dois
hotéis (the London Hotel e Yate’s Hotel Family) a que se
juntaram outros dez em 188986. Em princípios do século XX a
capacidade hoteleira havia aumentado, sendo doze os hotéis em
funcionamento que poderiam hospedar cerca de oitocentos visitantes87.
As Canárias, nomeadamente Tenerife e Furteventura, juntaram-se à Madeira no turismo terapêutico desde meados do
século XIX88. Note-se que em 1865 Nicolás Benitez de Lugo
construiu em La Orotava (Tenerife) «un estabelecimiento para
extranjeros enfermos». Deverá ter sido nesta época que Tenerife
se estreou como health resort, concorrendo com a Madeira89. O
Vale de La Orotava, através do seu porto (hoje Puerto de La
Cruz), afirma-se como a principal estância. Isto provocou o
85
Apenas a partir de 1891 temos o Registo de Licenças de Botequins,
tabernas, Hoteis, Estalagens, Clubes e Lotaria (1891-1901). Cf. FÁTIMA FREITAS GOMES, «Hotéis e Hospedarias (1891-1901)», in Atlântico, nº 19, 1989,
170-177.
86
Isto de acordo com as informações de J. Driver (Guide to Visitors,
Londres, 1850) e C. A. Mourão Pita (Madère, Station Mèdicale Fixe, Paris, 1889).
87
MARQUÊS DE JÁCOME CORREIA, A Ilha da Madeira, Coimbra, 1927,
p. 232.
88
W. COOPER , The Invalid’s Guide to Madeira with a Description of
Tenerife, Londres, 1840; M. DOUGLAS, Grand Canary as a Heatlth Resort for
Consummptives and Others, London, 1887; JOHN WHITEFORD, The Canary
Islands as a Winter Resort, Londres, 1890; GEORGE VICTOR PÉREZ, Orotava
as a Health Resort, Londres, 1893.
89
Note-se que em 1861 Richard F. Burton (Viajes a las Islas Canarias,
I, 1861, Puerto de la Cruz, 1999, p. 26) que na sua viagem todos os
tuberculosos ficaram na Madeira.
254
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
37
desenvolvimento da indústria hoteleira, que depois alastrou à
cidade de Santa Cruz de Tenerife90. Vários factores permitiram
a rápida ascensão de Tenerife e Gran Canária na segunda
metade do século XIX que assumissem rapidamente a dianteira
face à Madeira. A afirmação de Santa Cruz de Tenerife como
porto abastecedor de carvão, a declaração dos portos francos em
1852 fizeram atrair para aqui todas as linhas francesas e inglesas de navegação e comércio. A aposta no turismo e serviços
portuários permitiu a saída da crise económica e uma posição
privilegiada face à concorrência da Madeira ou Açores91.
Nos Açores o turismo é mais recente. Bullar (1841) refere a
presença de doentes americanos na Horta, o que conduziu ao
aparecimento do primeiro hotel conhecido no Faial, em 1842.
Em 1860 chegou o primeiro grupo de visitantes norte-americanos, mas só em 1894 eram conhecidos como tourists92. Já na
ilha de Santa Catarina a vocação turística foi descoberta nas
duas últimas décadas do século XX.
AS
ILHAS E O
NOVO MUNDO
A definição dos espaços económicos não resultou apenas dos
interesses políticos e económicos resultante da conjuntura
90
A. HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, De la Quinta Roja al Hotel Taoro, Puerto
de la Cruz, 1983; IDEM, Cuando los hoteles eran palacios, Islas Canarias,
1990; A. GUIMERÁ RAVINA, El Hotel Marquesa, Puerto de la Cruz, 1988; IDEM,
El Hotel Taoro, 1890-1990. Cien años de turismo en Tenerife, Santa Cruz de
Tenerife, 1991.
91
Madeirenses e açorianos cedo se aperceberam desta realidade culpando as autoridades de Lisboa. Vide: JOÃO AUGUSTO D’ORNELLAS, A Madeira e
as Canárias, Funchal, 1884; JOÃO SAUVAIRE DE VASCONCELOS, Representação
da Câmara Municipal da Cidade do Funchal ao Governo de S. M. sobre
Diversas Medidas Tendentes a Conservar e Arruinar a Navegação de passagem
neste Porto dos Paquetes Transatlânticos, Funchal, 1884; VISCONDE VALLE
PARAIZO, Propostas Apresentadas pela Commissão Nomeada em Assembleia
da Associação Commercial do Funchal de 14 de Novembro de 1894 para
Estudar as Causas do Desvio da Navegação do Nosso Porto e do Afastamento
de Forasteiros, Funchal, 1895; MARIA ISABEL JOÃO, Os Açores no século XIX.
Economia, Sociedade e Movimento Autonomista, Lisboa, 1991.
92
RICARDO M ANUEL MADRUGA DA COSTA, Açores, Western Islands. Um
Contributo para o Estudo do Turismo nos Açores, Horta, 1989.
Núm. 50 (2004)
255
38
ALBERTO VIEIRA
expansionista europeia mas também das condições internas,
oferecidas pelo meio. São ilhas com a mesma origem geológica,
sem quaisquer vestígios de ocupação humana, mas com diferenças ao nível climático. Daqui resultou a diversidade de formas de valorização económica e social. As condições morfo-lógicas estabeleceram as especificidades de cada ilha e tornam
possível a delimitação do espaço e a forma de aproveitamento
económico. A possibilidade de acesso ao exterior através de bons
ancoradouros era um factor importante.
A mudança de centros de influência foi responsável de os
arquipélagos atlânticos assumirem uma função importante. A
isso poderá juntar-se a constante presença de gentes ribeirinhas
do Mediterrâneo, interessadas em estabelecer os produtos e o
necessário suporte financeiro. A constante premência do Mediterrâneo nos primórdios da expansão atlântica poderá ser
responsabilizada pela dominante mercantil das novas experiências de arroteamento. Certamente que os povos peninsulares e
mediterrânicos, ao comprometerem-se com o processo atlântico,
não puseram de parte a tradição agrícola e incentivos comerciais dos mercados de origem. Por isso na bagagem dos
primeiros cabouqueiros insulares foram imprescindíveis as cepas,
as socas de cana, alguns grãos do precioso cereal, de mistura
com artefactos e ferramentas. A afirmação das áreas atlânticas
resultou do transplante material e humana de que os peninsulares foram os principais obreiros. Foi a primeira experiência de
ajustamento das arroteias às directrizes da nova economia de
mercado.
Ao nível do sector produtivo deverá ter-se em conta a
importância assumida pelas condições geofísicas e a política
distributiva das culturas. É da conjugação de ambas que se
estabelece a necessária hierarquia. Os solos mais ricos eram
reservados às culturas de maior rentabilidade económica (o trigo, a cana de açúcar, o pastel), enquanto os medianos ficavam
para os produtos hortícolas e frutícolas e os mais pobres eram
pasto e área florestal.
A Madeira, que se encontrava a pouco mais de meio século
de existência como sociedade insular, estava em condições de
oferecer os contingentes de colonos habilitados para a abertura
256
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
39
de novas arroteias e lançamento de culturas. Assim terá sucedido com o transplante da cana-de-açúcar para Santa Maria, S.
Miguel, Terceira, Gran Canária, Tenerife, Santiago, S. Tomé e
Brasil.
A tendência uniformizadora da economia agrícola do espaço
insular esbarrou com vários obstáculos que, depois, conduziram
ao reajustamento da política económica e à definição da complementaridade entre arquipélagos e ilhas. As ilhas criaram os
meios necessários para solucionar os problemas quotidianos
— assentes quase sempre no assegurar os componentes da dieta alimentar —, à afirmação nos mercados europeu e atlântico.
Assim sucedeu com os cereais que, produzidos apenas em
algumas, foram suficientes para satisfazer as necessidades da
dieta insular, sobrando um grande excedente para suprir as
carências do reino. O cereal conduziu a uma ligação harmoniosa dos espaços insulares, o mesmo não sucedendo com o
açúcar, o pastel e o vinho, responsáveis pelo afrontamento e
crítica desarticulação.
Todos os produtos foram o suporte do domínio europeu na
economia insular. Primeiro o açúcar, depois o pastel e o vinho
exerceram uma acção devastadora no equilíbrio latente na
economia. A incessante procura e rendoso negócio conduziram
à plena afirmação, quase que exclusiva dos produtos, gerando
a dependência ao mercado externo. Para além de consumidor
exclusivo das culturas é o principal fornecedor dos produtos ou
artefactos que os insulares carecem. A estrutura do sector
produtivo de cada ilha moldou-se de acordo com isto, podendo
definir-se em componentes da dieta alimentar (cereais, vinha,
hortas, fruteiras, gado) e troca comercial (pastel, açúcar). Em
consonância com a actividade agrícola verificou-se a valorização
dos recursos disponibilizados por cada ilha, que integravam a
dieta alimentar (pesca e silvicultura) ou as trocas comerciais
(urzela, sumagre, madeiras).
Núm. 50 (2004)
257
40
ALBERTO VIEIRA
PIRATAS
E CORSÁRIOS
O século quinze foi marcado pela afirmação do Atlântico,
novo espaço oceânico revelado pelos peninsulares. O mar, que
até meados do século catorze se mantivera alheio à vida do
mundo europeu, atraiu as atenções e em pouco tempo substituiu
o mercado e via mediterrâneos. Franceses, ingleses e holandeses que, num primeiro momento, foram apenas espectadores
atentos, entraram n disputa a reivindicar um mare liberum e o
usufruto das novas rotas e mercados. O Atlântico não foi apenas o mercado e via comercial, por excelência, da Europa, mas
também um dos palcos dos conflitos que definiam as opções
políticas, expressas muitas vezes na guerra de corso. Em 1434,
ultrapassado o Bojador, o principal problema não estava no
avanço das viagens, mas na forma de assegurar a exclusividade,
o que na área aquém deste limite não fora conseguido. Primeiro
foi a concessão em 1443 ao infante D. Henrique do controlo
exclusivo das navegações e o direito de fazer guerra a sul do
mesmo cabo. Depois a procura do beneplácito papal, na
qualidade de autoridade suprema estabelecida pela «res publica
christiana»93.
A presença de estrangeiros foi considerada serviço ao Infante, como sucedeu com Cadamosto, António da Noli, Usodimare,
Valarte e Martim Behaim, ou uma forma de usurpar o domínio
e afronta ao papado. Os castelhanos, a partir da década de setenta, intervieram na Costa da Guiné como forma de represália
às pretensões portuguesas à posse das Canárias. Não obstante
as medidas repressivas, definidas em 1474 aos intrusos no
comércio da Guiné, a presença castelhana continuará a ser um
problema de difícil solução, alcançada apenas com cedências
mútuas exaradas em 1479 em Alcáçovas e depois confirmado a
93
As bulas de Eugénio IV (1445), Nicolau V (1450 e 1452) preludiaram
o que veio a ser definido pela célebre bula «Romanus Pontifex» de 8 de
Janeiro de 1454 e «inter coetera» de 13 de Março de 1456. Nela se
legitimava a posse exclusiva aos portugueses dos mares além do Bojador
pelo que a sua ultrapassagem para nacionais e estrangeiros só seria possível
com a anuência do infante D. Henrique.
258
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
41
6 de Março do ano seguinte em Toledo. À partilha do oceano,
de acordo com os paralelos, sucedeu mais tarde no sentido dos
meridianos, provocado pela viagem de Colombo. O encontro do
navegador em Lisboa com D. João II, no regresso da primeira
viagem, despoletou, de imediato, o litígio diplomático, uma vez
que o monarca português entendia estarem as terras descobertas
na área de domínio. O conflito só encontrou solução com novo
tratado, assinado em 7 de Julho de 1494 em Tordesilhas e ratificado pelo papa Júlio II em 24 de Janeiro de 1505. A partir de
então ficou estabelecida uma nova linha divisória do oceano, a
trezentos e setenta léguas de Cabo Verde. Estavam definidos os
limites do mar ibérico em que as ilhas jogavam um papel destacado.
Para os demais povos europeus só lhes restava uma reduzida franja do Atlântico, a Norte, e o Mediterrâneo. Mas tudo
isto seria verdade se fosse atribuída força de lei internacional às
bulas papais e às opções das coroas peninsulares, o que na
realidade não sucedia. O cisma do Ocidente, por um lado, e a
desvinculação de algumas comunidades da alçada papal, por
outro, retiraram aos actos jurídicos a medieval plenitude
«potestatis». Em oposição à doutrina definidora do mare clausum antepõe-se a do mare liberum, que teve em Grócio o principal teorizador. A última visão norteou a intervenção dos franceses, holandeses e ingleses94.
A guerra de corso foi a resposta e teve uma incidência preferencial nos mares circunvizinhos do Estreito de Gibraltar e ilhas,
levando ao domínio de múltiplos espaços de ambas as margens do
Atlântico. Podemos definir dois espaços de permanente intervenção: os Açores e a Costa da Guiné e da Malagueta. Os ingleses
iniciaram em 1497 as incursões no oceano, ficando célebres as
viagens de W. Hawkins (1530), John Hawkins (1562-1568) e
Francis Drake (1578, 1581-1588). Entretanto os franceses
fixaram-se na América, primeiro no Brasil (1530, 1555-1558),
depois em San Lorenzo (1541) e Florida (1562-1565). Os
huguenotes de La Rochelle afirmaram-se como o terror dos mares, ficando célebres pelo assalto à cidade do Funchal em 1566.
94
Frei SERAFIM DE FREITAS, Do Justo Império Asiático dos Portugueses,
vol. I, Lisboa, 1960.
Núm. 50 (2004)
259
42
ALBERTO VIEIRA
A última forma de combate ao exclusivismo do atlântico
ganhou maior adesão dos estados europeus no século XVI. A
partir de princípios da centúria o perigo das caravelas não
resultou das condições geo-climáticas, mas sim da presença de
intrusos, sempre disponíveis para assalta-las. A navegação foi
dificultada e as rotas comerciais tiveram de ser adequadas à
nova realidade. Surgiu a necessidade de artilhar as embarcações
e uma armada para comboiar até porto seguro. As insistentes
reclamações, nomeadamente dos vizinhos de Santiago em Cabo
Verde, levaram a coroa a estabelecer armadas para protecção e
defesa das áreas e rotas de comércio: armada da costa ocidental
do reino, do litoral algarvio, dos Açores, da costa e golfo da
Guiné, do Brasil95.
Cedo os franceses começaram a infestar os mares próximos
da Madeira (1550, 1566), Açores (1543, 1552-53, 1572) e Cabo
Verde, e depois os ingleses e holandeses seguiram-lhe o encalço.
Os primeiros fizeram incidir a acção nos arquipélagos da
Madeira e Açores, patente na primeira metade do século XVI,
pois em Cabo Verde apenas se conhecem alguns assaltos em
1537-1538 e 1542. Os navegantes do norte escolhiam os mares
ocidentais ou a área do Golfo e costa da Guiné, tendo os das
ilhas de Santiago e S. Tomé o principal centro de operações. Nos
arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé, ao perigo inicial dos
castelhanos e franceses juntam-se os ingleses e holandeses. Na
década de sessenta o corso inglês era exercido por John Hawkins
e John Lovell. Os ingleses não macularam a Madeira, onde
tinham uma importante comunidade residente e empenhada no
comércio atlântico, fazendo incidir a acção nos Açores (1538,
1561, 1565, 1572), Canárias e Cabo Verde.
A presença de corsários deve ser articulada de acordo com a
importância assumida pelas ilhas na navegação atlântica e as
riquezas geradas, despertadoras da cobiça de estranhos.
Os assaltos, os conflitos políticos entre as coroas europeias
justificam-nos ainda. Na segunda metade do século XV o
afrontamento entre as coroas peninsulares definiu a frequência
95
VITORINO MAGALHÃES G ODINHO, «As incidências da pirataria e da
concorrência na economia marítima portuguesa no século XVI», in Ensaios
II, Lisboa, 978, pp. 186-200.
260
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
43
dos castelhanos na Madeira ou em Cabo Verde, enquanto os
conflitos entre as famílias régias europeias atribuíam a legitimidade necessária às iniciativas, fazendo-as passar de roubo a
acção de represália. Desde 1517, o conflito entre Carlos V de
Espanha e Francisco I de França, depois a partir de 1580 os
problemas decorrentes da união ibérica.
São evidentes os esforços da diplomacia europeia no sentido
de conseguir solução para as presas do corso. Portugal e França
haviam acordado em 1548 a criação de dois tribunais de
arbitragem, cuja função era anular as autorizações de represália
e cartas de corso. Mas a existência não teve reflexos evidentes
na acção dos corsários. É precisamente em 1566 que tivemos o
mais importante assalto francês a um espaço português. Em
Outubro de 1566 Bertrand de Montluc ao comando de uma
armada composta de três embarcações perpetrava um dos mais
terríveis assaltos à vila Baleira e à cidade do Funchal. Acontecimento parecido só o dos argelinos em 1616 no Porto Santo
e Santa Maria, ou dos holandeses em S. Tomé e em Las Palmas em 1599.
A incessante investida de corsários no mar e terra firme criou
a necessidade de definir uma estratégia de defesa. No mar
optou-se por artilhar as embarcações comerciais e pela criação
de uma armada de defesa conhecida como a armada das ilhas.
A partir de Angra procedia ao comboiamento das naus até porto seguro. Em terra foi o delinear da linha de defesa dos
principais portos, ancoradouros e baías, capaz de travar o
possível desembarque dos intrusos.
O espaço insular não poderá considerar-se uma fortaleza
inexpugnável, pois a disseminação por ilhas, servidas de uma
extensa orla costeira impossibilitou uma politica concertada de
defesa. Qualquer das soluções que fosse encarada para além de
ser onerosa, não era satisfatória, sendo sempre protelada até
que surgissem ameaças reais. O sistema de defesa costeiro tem
a dupla finalidade: desmobilizar ou barrar o caminho ao invasor e de refúgio para populações e haveres. Por isso a norma
foi a construção de fortalezas após qualquer ameaça e nunca
fruto de uma acção preventiva.
A instabilidade provocada pela permanente ameaça dos
Núm. 50 (2004)
261
44
ALBERTO VIEIRA
corsários, a partir do último quartel do século XV, condicionou
o delineamento de um plano de defesa dos arquipélagos baseada
numa linha de fortificação costeira e um serviço de vigias e
ordenanças.
As mudanças no domínio político e económicas operadas ao
longo dos séculos dezoito e dezanove não retiraram às ilhas a
função primordial de escala e espaço de disputa do mar oceano.
A frequência de embarcações manteve-se enquanto o corso ficou
marcado por uma forte escalada, entre finais da primeira
centúria e princípios da seguinte. Aos tradicionais corsários de
França, Inglaterra, Holanda vieram juntar-se os americanos do
Norte e Sul. A presença dos holandeses rege-se por condições
específicas, porque detinham importantes interesses na cultura
açucareira americana, procuravam assegurar o domínio de S.
Tomé, Santiago e demais feitorias do comércio de escravos. A
isso juntava-se o empenho na manutenção das rotas do tráfico
a destruição dos interesses açucareiros.
O corso europeu incidia sobre as embarcações espanholas e
francesas e a resposta das partes molestadas era violenta, como
sucederá com a investida francesa contra os ingleses em 1793,
1797, 1814. Os ingleses actuaram com segurança, montado um
plano de domínio do Atlântico em que o Funchal era o principal porto de apoio para as incursões.
O mar açoriano foi o alvo preferencial dos corsários americanos. Portugueses e castelhanos foram as principais vítimas do
corso americano. A permanente ameaça de corsários redobrou
o empenho nas obras de defesa, que resultaram várias campanhas.
Em todos os momentos a Madeira funcionou como base
para as inúmeras incursões dos corsários ingleses. A neutralidade, insistentemente proclamada no papel não passava disso,
pois os ingleses afrontaram por diversas formas a atitude do
governador96. Desde a guerra de sucessão da Casa de Áustria
que a Madeira teve esta vocação. O facto de estar sob as ordens
96
Em 1780 o Governador João Gonçalves da Câmara participa a
Martinho de Mello e Castro a presença de uma esquadra inglesa no Funchal,
pedindo instruções para manter absoluta neutralidade (Ibidem, nº 545, 22
de Janeiro).
262
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA
45
de Sua Majestade britânica, entre 1801-1802 e 1807-1814,
favoreceu isso. Por seu turno os franceses faziam incidir mais a
acção sobre as embarcações portuguesas, porque menos seguras e protegidas, do que as inglesas. Esta permanente ameaça
da esquadra de Brest sobre o Funchal justificava-se mais pelo
colaboracionismo madeirense aos ingleses do que pela guerra
declarada entre as coroas peninsulares.
Nos Açores o corso teve maior incidência nos primeiros anos
do século XIX. Os protagonistas europeus foram os ingleses e
castelhanos97. A intervenção dos corsários americanos era uma
forma de reclamar o direito à independência. As acções são
lançadas contra as embarcações da metrópole e aliados, o que
atingiu os portugueses. A isto acresce a guerra entre ingleses e
norte-americanos no período de 1812 a 1815 que provocou o
aumento do número de corsários. Com as pazes muitos passaram a estar ao serviço dos insurgentes98.
As transformações político-ideológicas nos continentes americano e europeu fizeram do Atlântico o espaço privilegiado de
embate, sendo o corso o meio usado. O oceano foi a via de
mútua troca de ideias, mas também o palco de debate, afrontamento e defesa. E as ilhas jogaram um papel fundamental. Os
três arquipélagos do Mediterrâneo atlântico (Madeira, Açores e
Canárias) foram, mais uma vez, uma área charneira.
CONCLUSÃO
As ilhas cumpriram nos últimos cinco séculos diversos papéis.
De espaços económicos rapidamente avançaram para faróis do
Atlântico que acompanhavam as inúmeras embarcações que
sulcavam o vasto oceano atlântico. Foram escalas imprescindíveis para abastecimento de víveres frescos, água e carvão, mas
paulatinamente se transformaram em espaços aprazíveis, primeiro para a cura da tísica pulmonar e depois repouso e deleite
97
A.H.U, Açores, Maço 11.
JOSÉ CALVET DE MAGALHÃES, História das Relações Diplomáticas entre
Portugal e os Estados Unidos de América, Lisboa, 1991, p. 92.
98
Núm. 50 (2004)
263
46
ALBERTO VIEIRA
de aristocratas e aventureiros. O mundo das ilhas continuará
sempre presente na História e actualidade.
Hoje parece que as ilhas retomaram o deslumbramento do
passado. Esgotados os recursos económicos resta-lhes apenas
aquilo que as diferencia dos espaços continentais e que está na
origem do nome na Antiguidade Clássica. As Afortunadas são o
paraíso atlântico que continua a atrair o europeu. E, no milénio
que agora começou não está provado que percam o protagonismo que as marcou no passado. O europeu continuará a depender destes pilares atlânticos. Ontem como hoje, as ilhas não
se fizeram rogadas aos desafios do devir histórico.
264
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
68
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS
A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
POR
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
En su trabajo sobre los inicios de la bula de cruzada en
Canarias, el profesor Aznar Vallejo explica claramente en qué
consistía esta oferta de indulgencias, así como las circunstancias y técnicas de predicación de las bulas generales de Cruzada en Castilla a finales del siglo XV y comienzos del XVI y de qué
manera se puso en práctica en Canarias en 1495, en 1501 y,
después, en 1513, 1518 y 1522. A continuación, estudia una
cuenta del período 1510-15131. Hoy, la localización de otra correspondiente a la predicación de 1501, me permite elaborar este
pequeño trabajo, complementario del suyo en algunos aspectos
aunque, al referirse a un momento anterior y más próximo a la
conquista, puede añadir el interés de las menciones nominativas que contiene2.
1. EL
DOCUMENTO:
«PROÇESO
DE LO DE
CANARIA»
Una cédula de Isabel I, dada en Alcalá de Henares a 10 de
abril de 1504, ordena a Pedro del Alcázar y Francisco de Caza1
E. AZNAR VALLEJO, «Los inicios de la Bula de Cruzada en Canarias»,
Revista Española de Derecho Canónico, 44 (1987), 205-219.
2
Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, primera época, leg. 434,
núm. 5b.
Núm. 50 (2004)
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2
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
lla, vecinos de Sevilla, receptores de la cruzada, composiciones
y jubileo del obispado de Canaria, que den cuenta inmediata de
su gestión pues, «aveys fecho mucha suma de maravedies en el
dicho vuestro cargo, de los quales no aveys dado cuenta ni razón alguna». La reina envía a Francisco de Bobadilla, con poder del tesorero real Alonso de Morales, para que reciba la cuenta y el dinero o, si no es así, proceda al embargo y ejecución de
bienes de Alcázar, Cazalla y sus fiadores por la cantidad adeudada.
Bobadilla realizó sus gestiones entre el 8 de noviembre de
1504 y el 3 de noviembre de 1505, en que procedió a la subasta
de unas casas, propiedad de Alcázar, situadas en la Calle del Rey
de la collación sevillana de San Nicolás aunque, como no hubo
postores, se tuvo que dirigir contra la persona y bienes del fiador de Alcázar, que era el tesorero de la «santa composición» en
el obispado de Canarias, Pedro López de Sevilla.
Estas peripecias sólo interesan aquí para explicar el porqué
de los documentos que manejamos. Alcázar, puesto que de Cazalla no vuelve a haber mención, había sido receptor de las
«composiciones» del obispado de Canaria predicadas según la
instrucción general dada en Granada, el 15 de marzo de 1501,
por don Alonso de Fuente el Saz, obispo de Jaén y comisario
principal de la cruzada. La carta de obligación de Pedro del
Alcázar es de 7 de mayo del mismo año. Conocemos el resultado de sus gestiones a través de la toma de cuentas hecha en
febrero de 1503 por don Alonso Bivas, prior de la iglesia de
Canaria y comisario de la «santa composición» al tesorero Pedro López de Sevilla. La cuenta tiene dos partes de las que una
se refiere a lo recibido al contado y otra a lo que se acordó para
pagos aplazados a diversas fechas del año 1503.
En todos los casos, la cuenta se refiere sólo a composiciones, abintestatos, dispensas matrimoniales, conmutaciones de
votos y limosnas voluntarias. No a la toma de indulgencias de
cruzada propiamente dichas según las limosnas tarifadas en
cada caso. De las 322 entradas o asientos que tiene la cuenta,
253 se refieren a «composiciones», sin entrar en más detalles,
13 a mandas y limosnas de difuntos, 16 a abintestatos, en los
que se cobraba la quinta parte de los bienes del difunto, y ocho
266
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
3
a dinero perteneciente a difuntos y tenido en depósito por otras
personas, 14 a dispensas matrimoniales por afinidad o cuarto
grado de parentesco, tres a conmutaciones de votos y 15 a limosnas voluntarias3. La suma de todas las cantidades recaudadas asciende a 342.410 maravedíes de la «moneda de Canaria»,
equivalentes a 208.389 de la de Castilla. Es más del doble que
la obtenida en 1510-13, que fue de 163.583 de moneda de Canaria, por estos conceptos.
La mayor parte de los pagos se hizo en reales de plata, tasados a 42 mrs. en las islas, y a 34 en Castilla, y algunas veces en
«doblas» de oro —debe entenderse que son ducados, en mi opinión— a 500, mientras que en Castilla corrían a 375. También
hay algunos pagos en azúcar, valorada generalmente a 300
maravedíes la arroba, entre ellos el más importante de todos, por
importe de 506 arrobas pagadas por Juan Cota en El Hierro
(núm. 318). En otras ocasiones se expresa sólo el pago en
maravedíes, se entiende que de la «moneda de Canaria», por lo
que, para calcular con cifras homogéneas, se ha reducido todo
a maravedíes de Castilla sobre la base de la tasación del real,
de modo que los 342.410 recaudados en Canarias, una vez deducidos los 85.000 mrs. correspondientes al salario de Pedro del
Alcázar como receptor, equivalen a 208.379 maravedíes de
Castilla. De éstos, a su vez, Francisco de Bobadilla restó los
80.000 que ya le había entregado Pedro López de Sevilla como
fiador de Alcázar, y procedió a subastar bienes de éste por valor
de 112.577 mrs., según hemos visto, cifra algo inferior a los
128.379 que seguían en poder de Alcázar, si atendemos a la
suma de las cantidades parciales que figuran en la cuenta.
3
Mandas de difuntos los núms. 2, 3, 11, 16, 17, 21, 32, 93, 243, 245 a
248. Abintestatos, 33, 34, 62, 96, 97, 99, 101, 114, 119, 131, 210, 211, 213,
315, 316, 320. Dinero perteneciente a difuntos, 6, 37, 59, 86, 91, 92, 110.
Dipensas, 19, 39, 112, 148, 212, 251, 253, 273, 276, 283, 305 a 308.
Conmutaciones de votos, 1, 14, 68. Limosnas, 13, 23, 41, 42, 45 a 48, 54,
55, 60, 80, 89, 127, 322.
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267
4
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
2. OFICIOS
Y NOMBRES
El aspecto más interesante de la cuenta es, sin duda, la apreciable cantidad de nombres que contiene, con oficios en algunos casos, y, más todavía, la abundancia de los que se refieren
a islas para las que la documentación de aquella primera época
de colonización es poco abundante. Al lado de las 104 entradas
referentes a Gran Canaria, y sólo tres a Tenerife, hay 91 para
La Gomera, 76 para El Hierro, 43 para La Palma y una para
Lanzarote.
La mayor parte son nombres castellanos, con apellidos comunes en muchos casos o más específicos de las islas, en otros,
según puede verse en el índice que acompaña a este breve artículo. En siete casos parece clara la procedencia portuguesa y
en otros siete la genovesa4. Hay también algunos apellidos de posible origen lingüístico catalán.
Las menciones expresas a aborígenes, con o sin onomástica
peculiar, son escasas por lo que se puede suponer que, en algunos otros casos, tenían ya nombres castellanos que impiden su
identificación en la cuenta salvo cuando en ésta se indica su
condición: Así, hay algunas menciones a gomeros, generalmente con nombres castellanos: Juan Alonso (39), Juan López (106),
Juan de Peñalosa (109. 210), Marcos de la Gomera (242. 254,
en La Palma). A veces, parece que se trata de antropónimos
aborígenes como, pueden ser Aguanidomo en La Gomera (203)
o Agueble, Aumuyode, Enchegao y Gualexamo en El Hierro
(260, 291, 292, 303), aunque puede ocurrir que el escribano haya
hecho transcripciones defectuosas de nombres tomados al oído5.
También se constata en algunas ocasiones el paso de personas de unas a otras islas: Juan Camacho de Fuerteventura y
4
Portugueses: 1 (Juan Ome, portogués), 95 (Juan Martines, portogués),
114 (Un «mançebo portogués»), 124 Alonso Yañes, portogués, Pedro de
Abrantes (164), Catalina Lopes, portoguesa (233), Luis de Évora (234).
Genoveses: 25 a 28 (Antonio Arnao, Agostín de la Chanega, Antonio
Lomelín, Juan Ginovés), 83 (Grimaldo de la Chanega), 103 (Agostín de la
Chanega), 117 ( Mateo Viña), 138 (Luis Usodemar).
5
Así, «Pornorata», en Gran Canaria (31).
268
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
5
Marcos de La Gomera en La Palma (214. 242 y 254) o un Andrés Canario en El Hierro.
La mención a oficios es muy escasa pero aporta algunas
precisiones relativas a cargos eclesiásticos y civiles que pueden
tener interés. He aquí el resumen:
Prior de la Iglesia de Canarias
Notario apostólico
Canónigo de la Iglesia de Canarias
Tesorero de la Iglesia de Canarias
Cura de Fuerteventura
Cura de Telde
Cura y vicario de La Gomera
Vicario de El Hierro
Agustino
Clérigo de misa
Comendador de la Orden de Santiago
Don Alonso Bivas
Fernando Álvarez (89)
Alonso Samarinas (79. 321)
Don Diego de Cazorla (54)
Juan Esteban (49)
Frey Juan de Matos (74. 91)
Juan de Cabrera (112. 134)
Troya (302)
Frey Rodrigo (7)
Alonso Yáñes, portugués (124)
Gabriel Varela, gallego (38)
Teniente de Adelantado en La Palma
Alcalde Mayor de La Gomera
Alcalde de El Hierro
Escribano público de La Gomera
Juan de Lugo (222. 239)
Francisco Gorvalán (149)
Fernando González (264)
Juan Camacho (166). Antonio de la
Peña (213)
Alonso Marques (231)
Valladolid (307, lectura dudosa)
Diego de San Clemente (56)
Escribano público de La Palma
Escribano público de El Hierro
Escribano público de Gran Canaria
Esta exigua nómina se completa con un bachiller en El Hierro (314), dos mercaderes en El Hierro (Ruy González. 132) y
Tenerife (Mateo Viña. 117), dos confiteros y un «purgador» de
ingenios azucareros (12. 32. 143), dos criados (196. 202) y la
mención a algunos oficios más: sastre (30), zapatero (104. 115),
calderero (50), pescador y marinero (175. 111).
Pese a la limitada información que proporciona, la nómina
de «composiciones» de 1502-1503 puede ser un elemento útil a
tener en cuenta por quienes investiguen aquellos primeros tiempos de Canarias integrada en la Corona de Castilla. Por ese
motivo me ha parecido conveniente darla a conocer en este
homenaje a Don Antonio Rumeu de Armas, que tanto tiempo,
esfuerzo e inteligencia ha dedicado a tales investigaciones.
Núm. 50 (2004)
269
6
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
APÉNDICE
1
1503, febrero 6, lunes.
Toma de cuenta al honrado Pedro López de Sevilla, tesorero
de la santa compusyçión en el obispado de Canaria, por el reverendo señor don Alonso Bibas, prior de la Iglesia de Canaria y
comisario de la dicha santa compusyçión. Ha recibido lo siguiente, de las personas que se indica:
1. Juan Ome, portugués, por una
conmutación de un voto 1.000
2. Luis de Niebla, testamentario
de García Fernández Herrador
9.192
3. Diego Fernández Amarillo, testamentario de Alonso Rodríguez, sacristán
889
4. Juan Vidal
300
5. Diego Pardo
4.000
6. Bartolomé de Cardela, vecino
de esta isla, 1.200 mrs., «los
quales era a cargo a un onbre el
qual no pareçe muchos tienpos
ha y se cree ser muerto» 1.200
7. Frey Rodrigo, fraile de la orden
de San Agustín
105
8. Lucas Martínez
420
9. Juan de Talavera
336
10. Pedro de Escalona
4.000
11. Juana de Bolaños, testamentaria de su marido Juan de Mayorga, que mandó dar de limosna a la santa cruzada
1.200
12. Maestre Pedro, confitero 800
13. Pedro de la Barrera, dio de limosna «porque dixo averlos
mal ganado»
19.750
14. Bartolomé Ganbón, en conmutación de un voto que hizo de
ir a una ermita
1.008
270
15. Bartolomé Ganbón, de composición
976
16. Juan de Çeuerio, testamentario
de Juan Guerra
672
17. Hernando de Segura, testamentario de Jorge de Cazorla 800
18. Bartolomé Paes, regidor 6.000
19. Juan Redondo y Ana Sánchez,
por una dispensación en cuarto
grado
1.008
20. Diego de San Martín
500
21. Juan de Montánchez, testamentario de Pedro Sánchez de Alcuesca, de una manda incierta
588
22. Alonso de Palenzuela
4.000
23. Diego Ramírez, de limosna
250
24. Alonso Guillén
210
25. Antono Arnao, genovés estante
en esta isla
1.000
26. Agostín de Lachanega
500
27. Antonio Nomelín
300
28. Pedro Juan ginovés
252
29. Pedro Boneto
168
30. Ruy Noble sastre
125
31. Pornorata, real y medio
63
32. Maestre Pedro, confitero, testamentario, por una manda del
testamento
63
33. Jorge de Cazorla, que murió
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
34.
35.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.
45.
46.
47.
48.
49.
50.
51.
52.
53.
54.
abintestato, la quinta parte de
sus bienes
1.101,5
Alonso de Vargas, que murió
abintestato, la quinta parte de
sus bienes
1.560
Alonso González Calle Llena
84
Juana Gómez, mujer de Rodrigo de la Fuente
2.000
La mujer de Diego de Armas,
378 mrs. que eran a cargo de
un difunto
378
Gabriel Varela, comendador de
la Orden de Santiago, gallego
1.000
Juan Alonso gomero, por una
dispensación en cuarto grado
500
Cristóbal de Sevilla
500
Una persona, de limosna
42
Alonso González Calle Llena,
limosna
42
Honorado hermano de [roto]
252
Diego de Cabrera, vecino de
Telde
800
Una persona, de limosna
84
Una persona, de limosna por su
composición
210
Una persona, de limosna 126
El padre de Juan Martínez, vecino de Villanueva del Fresno
[Badajoz], de limosna
630
Juan Esteban, cura que fue de
Fuerteventura
210
Juan, criado del calderero 330
Elvira de Betancor
252
La mujer del difunto Gonzalo
de Burgos
125
Hernando de Porras, difunto
2.300
Inés Rodríguez, de limosna para la cruzada. Entregados por
don Diego de Cazorla, «thesorero de la Yglesia»
3.000
Núm. 50 (2004)
7
55. Una persona, de limosna 362
56. Diego de San Clemente, escribano público
800
57. Blas de Ribera
500
58. Pedro Pardomo
250
59. Juan Rodríguez de Cubas, testamentario de Alvar Alonso, difunto, 2.800 mrs. que debía éste a una persona «quinze años
ha, la qual nunca pareçió»
2.800
60. Alonso de Zorita, vecino de Telde, de limosna
42
61. Juan de Burguillos
740
62. Juan de Alvea, vecino de Telde,
2.000 mrs. que eran del difunto
Pedro de Tordesillas, «el qual
ha diez e ocho años que falleçió e no ha pareçido heredero
suyo»
2.000
63. Rodrigo de la Fuente
740
64. Gonzalo Xaraquemada 1.850
65. La mujer de Xaraquemada 370
66. Juan de Alcalá, vecino de Telde
1.110
67. Vicente Tavorda
370
68. Vicente Tavorda, de cierto voto
370
69. Hernando García de Moguer
420
70. Juan de Salvatierra
168
71. Pedro Perdomo
200
72. Martín Navarro
870
73. Martín Pérez
370
74. Frey Juan, cura de Telde 370
75. Martín Navarro
63
76. Bartolomé Fontán
966
77. Susana Martínez
662
78. El mismo, por su composición,
dio al tesorero Pedro López
420
79. Alonso Samarinas, canónigo
1.000
80. Un hombre, de limosna
361
81. Alonso Fernández
168
271
8
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
82. Enrique Yañes, vecino de esta
isla
1.008
83. Grimaldo de Lachaneda, mercader estante
840
84. Gonzalo de Burgos, vecino de
esta isla
2.000
85. Alonso Fernández, vecino de
esta isla
84
86. Juan Rodríguez Pertiguero, 357
mrs., que tenía a cargo de un
difunto
357
87. Juan Izquierdo
504
88. Bartolomé Gutiérrez
210
89. Una persona, de limosna, a través del notario Fernán Álvarez
210
90. Teresa de Virues
840
91. Frey Juan de Matos, cura de
Telde, que tenía a cargo a un
difunto
84
92. Juan de Alcalá, que los debía a
un difunto
10,5
93. Pedro de Talavera, a cargo de
un testamento
63
94. Juan de Armas
210
95. Juan Martínez, portugués
42
96. Gonzalo de Burgos, que los tenía secuestrados por Francisco
de Segovia, que murió abintestato y sin herederos 5.178
97. Gonzalo de Burgos, que los tenía depositados y eran de Ruy
Pinedo, que murió abintestato
11.600
98. Pedro Martín
361
99. Del almoneda de los bienes de
Francisco de Segovia
5.364
100. Francisco Perdomo
252
101. Del almoneda de los bienes de
Pedro Vaez, difunto abintestato
2.031
102. Antonio Arnao
210
103. Agostín de Lachanega
252
104. Pedro Berniesta, zapatero, una
dobla
500
272
Composición de la isla de La Gomera,
de lo recibido al contado
105.
106.
107.
108.
109.
110.
111.
112.
113.
114.
115.
Gonzalo de Trigueros
1.700
Juan López gomero
500
Gonzalo Nieto
420
Luis de Mesa
300
Rodrigo de Peñalosa gomero
400
Marichal, que los debía a un
difunto
420
Gonzalo Delgado marinero 84
Juan de Cabrera, cura de La
Gomera, «tres doblas por çierta
dispensaçion»
1.500
Fernando Mirón y su mujer
2.070
Alonso Prieto, estante en La
Gomera, que los tenía de «un
mançebo portugués que murió
abintestato»
2.350
Miguel García, zapatero
168
Conpusiçiones en la ysla de Tenerife,
de lo reçebido
116. Gonzalo Mejía
1.008
117. Mateo Viña, mercader
4.200
118. Guillén Castellano, 650 mrs. que
él «era a cargo de un difunto»
650
Conpusyçiones de la ysla de La Palma, de lo que se reçebió al contado
119. De los bienes de María Asturiana, fallecida abintestato
1.300
120. Juan Vizcaino
84
121. Fernán González, vecino de la
isla
500
122. Gabriel Socarrate
3.000
123. Camacho castellano
250
124. Alonsyañes portogués, clérigo
de misa
168
125. Juan Dajo
336
126. Alonso Infante
630
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
9
Conpusiçiones de la yglesia del
Hierro, de lo que reçibió de contado
127. Juan Fernández, vecino de la
isla, «por çierta usura que dixo
aver cometido»
2.500
128. Asensio Afonso
252
129. Fernando de la Palma
640
130. Francisca de Herrera
3.000
131. Del almoneda de los bienes de
Juan Ramos, difunto abintestato
2.388
132. Ruy Gonçalez, mercader estante en la isla
500
133. Diego Françés
252
2
Maravedíes de que se hace cargo a Pedro López de Sevilla, tesorero de la santa composición en todo el obispado de Canaria.
Traslado sacado de los originales que se hicieron en las islas de
La Gomera, La Palma y El Hierro, firmados por el tesorero y por
el prior Alonso Bivas, comisario de la santa composición y por el
notario apostólico Fernando Álvarez:
Primeramente, se compusieron en las
islas de La Gomera en domingo 22 de
junio de 1502, a pagar la primera
Pascua Florida, y al mes de abril de
1503 y al día de San Miguel del mismo año, las personas siguientes:
134. Juan de Cabrera, cura y vicario,
tres doblas
1.500
135. Alonso de Ocampo y su mujer
1.200
136. Juan de Alcázar
1.500
137. Francisco de Alcázar
4.000
138. Luis Huso de mar
2.000
139. Alfonso Cheremia
500
140. Gonzalo Prieto
500
141. Rodrigo de Cornado, 7 reales
294
142. Alonso Moreno
500
143. Alvaro Rodríguez, purgador,
media arroba de azúcar
150
144. Luis de Mesa
500
145. Pedro Gançador
500
146. Su mujer
168
Núm. 50 (2004)
147. Alfonso López
1.000
148. Pedro Gançador, «por una dispensaçion de afinidades» 600
149. Francisco Gorvalán, alcalde mayor, cinco arrobas de azúcar
1.500
150. Juan Pinto, hijo de Alonso Pinto, que le debe Diego de Mondragón
1.700
151. Salvador de Chimida
500
152. Alonso de la Rocha
1.000
153. Melchor de Morales
300
154. La mujer de Melchor de Morales
300
155. Juan Nubay
200
156. Alonso de Alcázar
200
157. Bartolomé Francés
500
158. Diego de Calla
400
159. Fernando de Plazencia
500
160. Juan Anríquez
300
161. Alonso de Alcalá
700
162. La mujer de Alonso de Alcalá
300
163. Ruy de Ledo
1.000
273
10
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
164. Pedro de Abrantes
148
165. Alonso de Castellanos, tres
arrobas de azúcar
900
166. Juan Camacho, escribano público
500
167. Juan de Francia y su mujer
336
168. Gonzalo Yáñez y su mujer
1.000
169. Melchor de Liria y su mujer
336
170. Fernand García y su mujer 252
171. Luis González y su mujer 800
172. Capilla
252
173. Lorenzo Conquero
500
174. Fernand Manuel
210
175. Martín Álvarez pescador 210
176. Pedro Ramos
252
177. Pedro Serrador
252
178. Salatro
84
179. Alonso de Molina
100
180. Pedro Alonso
500
181. Álvaro Borges
1.000
182. Bastián, su compañero
300
183. Alonso Fernández
100
184. Martín González
294
185. Vasco Rodríguez, su compañero
300
186. Fernando de Azuaga
84
187. Diego Gil
88
188. Francisco Moreno
210
189. Fernán Rodríguez
126
190. Diego Díaz
84
191. Antón Martínez
84
192. Alonso Rodríguez
168
193. Ruy López
168
194. Pedro Hernández
126
195. Juan de Ocaña
168
196. Francisco, criado de Alonso de
la Rocha
126
197. Pedro de Plazencia
200
198. Alonso Rodríguez y su mujer
252
199. Francisco Martín de Paterna
126
274
200.
201.
202.
203.
204.
205.
206.
207.
208.
209.
210.
211.
212.
213.
Fernán Negrín y su mujer 168
Catalina Álvarez
168
Francisca, criada de Felipa 63
La mujer de Aguanidomo y
Juana Hernández, su sobrina
252
Miguel de Campopenero 126
Antón de Arcos
84
Alonso de Yepes
300
Alonso Calero
400
Gonzalo Sánchez y su mujer
168
Gonzalo Alonso y su mujer
500
Peñalosa, gomero, por el quinto de los bienes de su mujer
620
María Melón, viuda de Fernán
Sánchez, por el quinto de los
bienes del difunto
4.000
Juan Marichal, por una dispensación
380
Pedro Hurero, difunto, por el
quinto de sus bienes, pagado
por Antón de la Peña, escribano
público de la isla
3.333
En la ysla de La Palma se conpusyeron las personas de yuso contenidas, a pagar a la Pascua de Navidad
de quinientos e tres años
214. Juan Camacho de Fuerteventura
2.500
215. Juan Martínez de Castilleja
400
216. Juan Camacho
100
217. Diego Jerónimo
300
218. Juan de Morón
100
219. Juan Sardo
600
220. Juan Pellicer
84
221. Francisco de Tamayo
84
222. Juan de Lugo y su mujer 500
223. La mujer de Juan Gallego 250
224. Juan Castellano
300
225. Fernando de Almonte
100
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
226.
227.
228.
229.
230.
231.
232.
233.
234.
235.
236.
237.
238.
239.
240.
Diego de Madrid
3.000
Juan Viejo
100
Rodrigo Games
500
Juan Satre
126
Diego Coxo
800
Alonso Marques, escribano 700
Inés Fernández
168
Catalina Lopes, portuguesa 600
Luis de Évora
200
Gómez Martínez
2.000
María Hernández
84
Leonor Rodríguez
300
Alonso Márquez
420
Juan de Lugo, teniente 2.500
Francisco de Alcázar, por una
huérfana
1.000
241. Gonzalo de Lepe, tres arrobas
de azúcar
800 (sic)
242. Marcos de la Gomera, tres
arrobas de azúcar y una deuda
que le debían en la isla del
Hierro que fue averiguada en
mil maravedíes
1.000
243. Los herederos de Juan Vallestero
2.500
En la ysla del Hierro se conpusyeron
las personas siguientes, a pagar por
Sant Juan de mill e quinientos e tres
años
244. Madrid, diez reales 400 (sic)
245. El heredero de Juan Dajo 200
246. El heredero de Juan Amaya o
Amaxa
1.000
247. El heredero de Pedro de Noda
100
248. El heredero de Juan Gallego
250
249. Catalina García
312
250. Marina de Juan Dajo
100
251. Pedro Ángel por él y por su
mujer, «por vía de dispensaçion»
250
252. El mismo, por composición
100
Núm. 50 (2004)
11
253. Juan de Mendo, por una dispensación
1.000
254. Juan Quintero, por Marcos vecino de La Gomera
1.000
255. Juan de Noya, vicario
1.000
256. Juan Quintero
210
257. Martín de Juan Dajo
500
258. Francisco Beltrán
250
259. Francisco Machín
100
260. Fernando de Agueble
100
261. Juan Delcon
100
262. Alonso de Medina
100
263. Andrés Canario
200
264. Fernand González, alcalde, por
él y por su mujer
500
265. Juan Francés
100
266. Luis González
100
267. Ruys Díaz
100
268. Pedro de Hielte, por él y por su
mujer
200
269. Alonso Infante
150
270. Juan Gallego
84
271. Juan Dajo, por él y por su
mujer
200
272. Pedro González, por él y por
su mujer
200
273. Alonso Ynfante, por una dispensación de su hija
500
274. Mendo Chanizo, por él y por su
mujer
200
275. El mismo, por su padre, por el
hijo de él y por otro suyo 126
276. Juan Gallego, por una dispensación
168
277. Juan Machín
200
278. García, además de lo prometido
42
279. «El dicho alcalde, por su padre»
100
280. «El dicho Garçia, por su padre»
100
281. Catalina García
100
282. María la castellana
200
283. Juan González, de una dispensación
1.000
275
12
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
284. Rodrigo Machín, por él y por
su mujer
1.000
285. Juan de Mendo
210
286. Martín Sánchez
210
287. Andrés de Valladolid
210
288. Pedro del Puerto
300
289. Andrés Ynfante
200
290. García de Toledo
84
291. «La de Aumuyode»
42
292. Margarida de Enchegao
100
293. García de Limera
168
294. Antón Fernández
500
295. Ruy Díaz
84
296. Andrés de Valladolid
84
297. Alonso Ynfante
50
298. Rodrigo Machín, por su padre,
por su madre y por su mujer
difunta
126
299. Martín de Juan Dajo y Juan
Dajo y Enrique, hermanos, con
100 por su madre
1.400
300. Rodrigo Machín el mozo 200
301. Enrique de Juan Dajo
200
302. El vicario Troya, por su padre
y abuelos y abuela
300
303. Catalina Gualexamo
84
304. Malgarida, hija de Diego
84
305. Alonso Machín, por una dispensación
1.000
306. Luis González, por una dispensación
1.000
307. El escribano Valladolid, por
una dispensación
800
308. «María e Garcia» por una dispensación
200
309. Rodrigo Machín, por su hijo
Alonso Machín
42
310. La mujer de Juan González,
por su marido y por ella
42
311. Mateos
63
312. Gonzalo, hijo de Juan Gallego
84
313. El dicho Martín de Juan Dajo,
por su mujer, por su hija, por
Juan Bilbao, difunto, y por Marichal
268
276
314. El bachiller Juan Fernández
5.000
315. Un fraile que murió abintestato
3.580
316. Pedro Cerezo, el quinto de sus
bienes
6.000
317. Juan Pinto, vecino de La Gomera
1.700
318. Juan Cota, la mitad de la donación que hizo a la santa conpusyçion, por importe de 506
arrobas. La otra mitad lleva «el
dicho Juan Cota». A pagar en
San Juan de 1504 [24 de junio]
76.950
El traslado de esta relación se hizo el
15 de abril de 1504 por el notario
apostólico Fernán Alvarez, que lo era
también de la santa composición en
todo el obispado de Canaria. Firmado: Fray Alonso prior, comisario. Pedro López, tesorero
Además, el prior Alonso Bivas ha recibido:
319. 800 mrs., por las cuatro varas de paño azul que dejó en
su casa el tesorero Pedro López
320. 6 reales (252 mrs.) precio de
venta de un jubón procedente
de un abintestato que se tomó
en La Gomera
321. 300 mrs. en que se vendieron
12 quesos procedentes de una
composición en Lanzarote hecha por Alonso de Samarinas,
canónigo de Canaria, «a quien
yo dí poder que conpusyese en
la dicha ysla».
322. 100 mrs., que le dio Cristóbal
García, vecino de Telde, «por
descargo de su conçiençia».
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
13
ÍNDICE DE APELLIDOS
Abrantes, 164.
Afonso, 128.
Aguanidomo, 203.
Agueble, 260.
Ajo, v. Dajo.
Alcalá, 66, 92,161, 162.
Alcázar, 136, 137, 156, 240.
Alcuesca, 21.
Almonte, 225.
Alonso, 39, 59, 180, 209.
Alonsyáñes, 124.
Álvarez, 89, 175, 201.
Alvea, 62.
Amarillo, 3.
Amaya (sic), 246.
Ángel, 251, 252.
Anríquez, 160.
Arcos, 205.
Armas, 37, 94.
Arnao, 25, 102.
Asturiana, 119.
Aumuyode, 291.
Azuaga, 186.
Báez, 101.
Ballestero, 243.
Barrera, 13.
Bastián, 182.
Beltrán, 258.
Berniesta, 104.
Betancor, 51.
Bilbao, 313.
Bolaños, 11.
Boneto, 29.
Borges, 181.
Burgos, 52, 84, 96, 97.
Burguillos, 61.
Cabrera, 44, 112, 134.
Calero, 207.
Calla, 158.
Callellena, 35, 42.
Camacho, 123, 166, 214, 216.
Núm. 50 (2004)
Campopenero, 204.
Canario, 263.
Capilla, 172.
Cardela, 6.
Castellano, 118, 224.
Castellanos, 165.
Castilleja, 215.
Cazorla, 17, 33, 54.
Ceberio, 16.
Cerezo, 316.
Chanizo, 274, 275.
Cheremia, 139.
Chimida, 151.
Cojo, Coxo, 230.
Conquero, 173.
Cornado, 141.
Corvalán, v. Garvalán.
Cota, 318.
Cubas, 59.
Dajo, 125, 245, 250, 257, 271, 299,
301, 313.
Delcon, 261.
Delgado, 111.
Díaz, 190, 267, 295.
Enchegao, 292.
Enríquez, V. Anríquez.
Escalona, 10.
Esteban, 49.
Évora, 234.
Fernández, 81, 85, 127, 183, 232,
294, 314.
Fernández Amarillo, 3.
Fernández Herrador, 2.
Fontán, 76.
Francés, 133, 157, 265.
Francia, 167.
Fuente, 36, 63.
Gallego, 223, 248, 270, 276, 312.
Gambón, 14, 15.
Games, 228.
Gançador, 145, 148.
García de Moguer, 69.
277
14
MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA
García, 115, 170, 249, 278, 280, 281,
322.
Gil, 187.
Gomera, 242.
Gómez, 36.
González, 121, 132, 171, 184, 264,
266, 272, 283, 306, 310.
González Callellena, 35, 42.
Gorvalán, 149.
Gualexamo, 303.
Guerra, 16.
Guillén, 24.
Gutiérrez, 88.
Hernández, 194, 203, 236.
Herrador, 2.
Herrera, 130.
Hielte, 268.
Honorado, 43.
Hurero, 213.
Infante, 126, 269, 273, 289, 297.
Izquierdo, 87.
Jaraquemada, v. Xaraquemada.
Jerónimo, 217.
Juan, 28, 50.
Lachaneda, 83.
Lachanega, 26, 103.
Ledo, 163.
Lepe, 241.
Limera, 293.
Liria, 169.
Lomelín, v. Nomelín.
Lopes, 233.
López, 78, 106, 147, 193, 319.
Lugo, 222, 239.
Machín, 259, 277, 284, 298, 300,
305, 309.
Madrid, 226, 244.
«Malgarida», 304.
Manuel, 174.
Marcos, 254.
María, 308.
María la castellana, 282.
Marichal, 110, 212, 313.
Marques, 231.
Márquez, 238.
278
Martín, 98.
Martín de Paterna, 199.
Martínez, 8, 48, 77, 95, 191, 235.
Martínez de Castilleja, 215.
Mateos, 311.
Matos, 74, 91.
Mayorga, 11.
Medina, 262.
Mejía, 116.
Melon, 211.
Mendo, 253, 285.
Mesa, 108, 144.
Mirón, 113.
Moguer, 69.
Molina, 179.
Mondragón, 150.
Montánchez, 21.
Morales, 153, 154.
Moreno, 142, 188.
Morón, 218.
Navarro, 72, 75.
Negrín, 200.
Niebla, 2.
Nieto, 107.
Noble, 30.
Noda, 247.
Nomelín, 27.
Noya, 255.
Nubay, 155.
Ocampo, 135.
Ocaña, 195.
Ome, 1.
Paes, 18.
Palenzuela, 22.
Palma, 129.
Pardo, 5.
Pardomo, Perdomo, 58, 71, 252.
Paterna, 199.
Pedro, maestre, 12, 32.
Pellicer, 220.
Peña, 213.
Peñalosa, 109, 210.
Perdomo, 71, 252.
Pérez, 73.
Pertiguero, 86.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI
Pinedo, 97.
Pinto, 150, 317.
Plazencia, 159, 197.
Pornorata (sic), 31.
Porras, 53.
Prieto, 114, 140.
Puerto, 288.
Quintero, 254, 256.
Ramírez, 23.
Ramos, 131, 176.
Redondo, 19.
Ribera, 57.
Rocha, 152, 196.
Rodrigo, frey, 7.
Rodríguez, 3, 54, 143, 185, 189, 192,
198, 237.
Rodríguez de Cubas, 59.
Rodríguez Pertiguero, 86.
Salatro, 178.
Salvatierra, 70.
Samarinas, 79, 321.
San Clemente, 56.
San Martín, 20.
Sánchez, 19, 208, 211, 286.
Sánchez de Alcuesca, 21.
Sardo, 219.
Satre, 229.
Núm. 50 (2004)
15
Segovia, 96, 99.
Segura, 17.
Serrador, 177.
Sevilla, 40.
Socarrate, 122.
Talavera, 9, 93.
Tamayo, 221.
Tavorda, 67, 68.
Toledo, 290.
Tordesillas, 62.
Trigueros, 105.
Troya, 302.
Usodimar, 138.
Váez, 101.
Valladolid, 287, 296, 307.
Varela, 38.
Vargas, 34.
Vidal, 4.
Viejo, 227.
Viña, 117.
Virués, 90.
Vizcaíno, 120.
Xaraquemada, 64, 65.
Yanes, Yañes, Yáñez, 82, 124, 168.
Yelte, v. Hielte.
Yepes, 206.
Ynfante, v. Infante.
Zorita, 60.
279
68
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA
DOMINICANA EN LA SEGUNDA MITAD
DEL SIGLO XVIII: SAN RAFAEL, LAS CAOBAS
Y SAN MIGUEL DE LA ATALAYA*
POR
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
INTRODUCCIÓN
El área fronteriza con el Santo Domingo francés fue una de
los objetivos colonizadores de las autoridades españolas para
contrarrestar la expansión gala en la isla. Por ello habían dado
pie a la formación de nuevas poblaciones con familias canarias
en ella, tales como Bánica o Hincha. Paradójicamente su éxito
y expansión iría parejo al considerable aumento de las actividades mercantiles de esas localidades con la colonia francesa, centrado en la venta de ganadería vacuna y caballar extraordinariamente demandada por su economía de plantación azucarera.
San Rafael de la Angostura, San Miguel de la Atalaya y Las
Caobas se encuentran en la actualidad, como Hincha, en Haití.
Pero hasta el Tratado de Basilea de 1795, por el que se cedió a
Francia la actual República Dominicana, la región fronteriza
española penetraba por la región central hasta casi la costa, a
diferencia de la norte y sur, cuyos límites son prácticamente los
actuales. Las localidades citadas subsisten hoy en día con el
nombre español, siendo San Miguel de la Atalaya la más occidental de todas ellas.
* Este trabajo ha sido realizado con cargo al proyecto PI2003/099 de
la Dirección General de Universidades del Gobierno de Canarias.
Núm. 50 (2004)
281
2
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Plano en que se sitúan en la actualidad los pueblos de San Miguel de la
Atalaya, San Rafael y Las Caobas.
282
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
3
A mediados de la centuria el auge de esa colonización y la
consolidación de clases dirigentes en esos nuevos núcleos junto
con las dificultades por parte de las autoridades gubernativas de
asentar a los numerosos contingentes familiares canarios que
arribaban a Santo Domingo a comienzos de los 60 llevaron a un
cambio de estrategia. A los canarios había que alimentarlos desde su arribada hasta que se procediese a poner en marcha la
fundación, lo que era un gravoso coste para el erario público,
girado desde México. Por tal motivo el Gobernador Azlor solicitó
en 1764 al Rey la paralización de la recluta, que secundó La
Corona. Tras haberse distribuido los arribados tres años antes en
la fundación de San Rafael de la Angostura y la consolidación de
Azua, quedaban en 1763 todavía 292 a la espera de colocación.
Una parte de ellos se distribuyeron por el este para reforzar el
poblamiento de ese territorio en buena medida vacío. Pero la gran
mayoría se concentraría en esa expansiva región fronteriza dando pie a nuevas poblaciones o reforzando las ya creadas.
La decisión de Azlor no fue casual. Coincidió con la consolidación definitiva del dominio español sobre el este de la isla y
con la irrupción de una política de liberalización mercantil en
el ámbito antillano evidenciada en la instrucción de 1765 que
permitía a las tres islas caribeñas españolas el comercio sin limitaciones con varios puertos españoles. La fundación de San
Rafael de la Angostura, Las Caobas y San Miguel de la Atalaya
nace, pues, en el nuevo clima socio-político que se divisa en la
colonia, marcado por los conflictos larvados por el protagonismo
de los grupos dirigentes de Hincha y los afanes del Capitán
General y de las autoridades militares por convertirse en árbitros y ejes de los enormes beneficios derivados del tráfico fronterizo. Un conflicto que opondrá a las autoridades militares,
miembros de la oligarquía dominicana que intentarán aprovechar esa cuota de poder en su provecho, a las elites locales, personificadas en sus alcaldes ordinarios, que contarán con el apoyo de la Audiencia, que tratará de limitar el creciente poder de
la Capitanía General en a toma de decisiones.
Hincha, desde su fundación en 1704, vertebró en torno a sí
el dinamismo regional. Esa riqueza acumulada propició la formación de un grupo oligárquico local en el que una minoría
paulatinamente pudo acceder a poseer esclavos con su compra
Núm. 50 (2004)
283
4
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
a cambio de vacas o caballos. Como ha estudiado Jaime Domínguez su hegemonía, con estrechas relaciones de compadrazgo, le posibilitó concentrar en torno a sí la propiedad de la gran
mayoría de los esclavos. Frente a ellos un gran porcentaje de
pobladores no contaba ni tan siquiera con uno. 12 individuos
acaparaban 62 esclavos de Guinea y 107 bautizados párvulos en
la localidad. Sólo tres de ellos tenían más de 30 y el mayor, Juan
Bernabé era propietario de 49. De esos hacendados 5 eran mujeres. Sobre 50 poseían sólo 1 y eran centenares los que no los
tenían1. Lo mismo cabe decir del control del ganado. En 1742 de
138 propietarios, 18 poseían más de 200 cabezas, siendo uno sólo
vecino de Santo Domingo y los demás residentes en el pueblo,
mientras que 35 tenían entre 100 y 200 y 85 eran dueños de
menos de 100. Sólo 2 superaban las mil, siendo José Guzmán
uno de ellos. Era propietario de 1.400 en su hato de La Atalaya,
que convertirá más tarde en una nueva localidad2. Las tensiones
entre ambos grupos por el control de los pastos comuneros y su
énfasis en la privatización eran más que evidentes, como veremos en la fundación de San Rafael de Angostura dentro de su
jurisdicción. Su expansión demográfica, con más de 3.000 personas en 1784, se debía al espectacular crecimiento de su cabaña
ganadera, ya que la agricultura era para ellos una actividad para
la mera subsistencia. La razón era lógica, una vaca que apenas
costaba de 2 a 6 pesos en el Santo Domingo español costaba 17
en el francés. La escasez de ganado en ese último era el gran
incitador al contrabando fronterizo. Ello explica que Hincha
contase con 19.335 cabezas de ganado en 1743, ocupando el
segundo lugar del país tras Santiago. En 1772 era ya el primero
con 30.000, seguido de El Seibo con 28.000.
En la colonización de la frontera una parte decisiva de la
riqueza se originó con los intercambios con el Santo Domingo
francés practicado con total impunidad, a pesar de las prohibiciones, por parte de los pobladores de esas localidades, cuyos
alcaldes ordinarios eran, a la vez de ejecutores de la justicia, los
primeros interesados en su tolerancia y estímulo. Frente a esa
1
J. DOMÍNGUEZ, «Religiosidad y esclavitud en una comunidad canaria», XII Coloquio de Historia canario-americana (1996), Las Palmas, 1998,
tomo II, pp. 465-480.
2
Archivo General de Indias (A.G.I.), Santo Domingo (SD), 314.
284
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
5
obvia e incontrolable realidad de los hechos los gobernadores
como Pedro Zorrilla en 1741 o Azlor en 1760 estaban interesados en que el tráfico de ganado redundase en un beneficio para
la Hacienda pública, a la par que de él se derivase el control
efectivo de las autoridades militares directamente dependientes
de él. El choque de jurisdicciones entre éstas y los alcaldes ordinarios del conjunto de la región fronteriza fue una constante a
lo largo de la centuria. Difícilmente podían controlar los Gobernadores de Armas el paso del ganado efectuado por unas localidades que veían en él no sólo su principal negocio, sino su
propia supervivencia. Un hecho decisivo en esta disputa fue la
obtención por Azlor de la concesión de la Real Cédula de 20 de
julio de 1765 que convertía a éstos en Tenientes de Gobernador,
Justicia Mayor y Jueces de comisos de Bánica, Hincha y la nueva población de San Rafael de la Angostura, con lo que detentaban también la jurisdicción ordinaria. De ahí que los conflictos entre ambas jurisdicciones se reavivasen, como lo demuestra
la jefatura de ese personaje clave que fue Fernando Espinosa,
el fundador de Las Caobas, que, con intereses en la zona y
amparado en los beneficios del poder que ostentaba, tratará de
modificar la situación en su provecho, como intentará también
de forma frustrada Leos y Echalas en Dajabón por esas mismas
fechas. No era tampoco ajena la disputa entre el Capitán General y la Audiencia, al vincular la autoridad judicial civil en un
cargo militar directamente dependiente del Gobierno, por lo que
los conflictos jurisdiccionales serían una constante.
SAN RAFAEL
DE LA
ANGOSTURA
En esa coyuntura de hegemonía de la elite de Hincha y de
intento de control jurisdiccional por parte de las autoridades
militares nace San Rafael de la Angostura. Establecido en virtud de Real Decreto de 2 de julio de 1761, se le encargó su constitución al Teniente Coronel Andrés de Heredia, que culminó el
año siguiente el comandante de las fronteras del Sur Fernando
de Espinosa y Miranda. En ella la hacienda pública gastó 88.791
reales y 16 maravedíes en la construcción de una iglesia, un
cuartel, casas de gobierno y de capellán y bohíos para las famiNúm. 50 (2004)
285
6
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
lias, que recibían un real por persona durante un año para su
alimentación durante su asentamiento, semillas y animales. Asimismo se le pagó dos años de congrua a su cura. En estos costos no estaban incluidos los costes del traslado desde las familias desde Canarias hasta ese destino. Por una información
emitida a raíz de su incendio que la arrasó el 29 de junio de
1769 motivado por un taco encendido de unos cañoncitos que
se estaban disparando en la plaza en obsequio del cura párroco
Pedro de Figueroa en su día, sabemos que por esas fechas vivían en ella 3 familias de particulares avecindados en ella y 13
de los familias trasladadas para su fundación. Espinosa y Miranda, que residía en ella en 1770 como comandante de la frontera sur y Justicia Mayor de Bánica, Hincha y San Rafael, refiere que se asentó en ella una compañía de caballería que con
las familias isleñas «que se destinaron para el cultivo y fomento
de la población» con el objetivo «de asegurar las tolerancias con
la nación francesa por aquella parte y otras de sus inmediación,
tanto en la razón de poblado, como en la de mayor proporción
dicha tropa para este ejercicio, lo que de anterior en otras distancias dilatadas se hacía más difícil»3.
Sabemos que la mayoría de las familias fundadoras por un
poder emitido a raíz del incendio procedían de la isla de Gran
Canaria4. Pero un hecho significativo en el proceso de creación
del pueblo es que nace sin jurisdicción civil dependiente del cabildo y los alcaldes ordinarios de Hincha. Desde el punto de vista eclesiástico se constituye como ayuda de parroquia de ese
último, con cura sin beneficio, sostenido por la concesión de la
renta de 200 pesos por parte del párroco de la localidad de la
que era sufragánea. Pero, al mismo tiempo de esa realidad de
hecho, la erección de un Justicia Mayor Gobernador de Armas
en 1765 le pone bajo su jurisdicción, lo que despertará inmediatamente los recelos de la elite de Hincha. La contradicción
3
A.G.I., SD 982.
Sus cabezas de familia eran Blas Sánchez, Antonio López, Blas de
Herrera, Juan Ventura Robaina y Chacón, Juan Trejo, Juan Sánchez, Tomás
López, Gregorio de Armas, Juan de Dios Marrero, Juan de la Cruz y las
viudas Ángela Sánchez y Paula Gutiérrez, naturales de las Islas Canarias.
A.G.I., SD, 980. Poder en San Rafael a 1 de julio de 1769 al vecino de
Santo Domingo José de la Vega.
4
286
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
7
de intereses con ella está presente prácticamente desde su erección. El 20 de abril de 1766 tales familias pobladoras emiten un
memorial en el que se quejan de que no se les ha proporcionado la res de abasto mandada para su fundación, que debía de
ser de 2 a 3 años de edad, proporcionándosele sólo un becerro
de 6 a 7 meses «lo más de tiempo, de modo que, asistida la tropa con preferencia, quedan los que suplican sin tenerlo». Espinosa da por cierta esta falla que hace que «la mitad del vecindario no alcanza carne y que las fallas no es por razón del
reparto de las Justicias, sino por repliegue de los criadores en
aprontarlas ni quererlas conducir vivas a esta parte». Ordena
que los alcaldes ordinarios de Hincha cumplan con lo mandado. Otro nuevo memorial de esa misma fecha es mucho más
contundente en su queja por la apropiación de la jurisdicción
por los alcaldes ordinarios de Hincha. Los «isleños pobladores y
vecinos» se quejan de que «con la ocasión de no haber señalado jurisdicción a este pueblo se mezclan los Justicias Ordinarias
de Hincha en el conocimiento de sus causas», lo que constituye
un grave perjuicio para ellos no sólo por su intromisión sino
también «por otros vejámenes que han experimentado». Solicitan ante ello la protección del Justicia Mayor para que «como
familias fundadas y costeadas de orden de Su Majestad se sirva
declararlas exentas de aquella jurisdicción y no sujetas a otra
que a la de su Gobernador». En su informe Espinosa refiere que
hasta el año anterior no se habían mezclado los alcaldes ordinarios de Hincha «en asunto de isleños pobladores», sino sólo
el que informa por no haberlo residente y ser aquél costoso y
«gravoso el recurso a Hincha, mayormente algunos miserables
que deben dejar abandonadas para ello sus familias y labranzas». Sin embargo, en el presente año un alcalde de Hincha
pasó al pueblo «y prendió a un isleño de familia, el que condujo a pie y amarrado a las diez del día para la villa de Hincha,
con cuyo hecho todos los pobladores y hasta mujeres de éstos
se indispusieron y ocurrieron» ante él para que se opusiese. No
lo practicó por obviar competencia y lo que hizo fue presentar
la tropa para «impedir cualesquiera detención que estas gentes
pudieran tomar». Pero toma finalmente una decisión bien significativa: «se hace saber a los justicias ordinarias de Hincha
Núm. 50 (2004)
287
8
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
que de que ningún modo se introduzcan en la jurisdicción de
este pueblo»5.
De esa forma se consolida en esa localidad la estrategia
emprendida por el Capitán General y el Gobernador Justicia
Mayor de subordinar la nueva población a su jurisdicción,
liberándola de la de los alcaldes ordinarios de Hincha con el
beneplácito de sus pobladores, disgustados por la hegemonía de
su oligarquía.
El crecimiento demográfico de San Rafael fue relativamente
significativo en tan breve plaza de tiempo. En 1783 cuenta ya
con 1.079 habitantes. Su censo ganadero era una década antes
de 2.000 reses vacunas6. En 1764 el francés Lescallier reseñó
que era «una población nueva y todavía en formación. La mayoría de sus habitantes son isleños». Pero muestra sus ventajas
para el auge ganadero y para su tránsito por su carácter fronterizo. Su defensa es ventajosa por hallarse a la orilla del río
Bouyajá en una valle que llaman La Puerta »a un cuarto de
legua más o menos de una estrecha garganta por donde se entra
en la Llanura de Goajaba». Al ser cerrado facilita tanto la defensa como el ataque por ser «un verdadero desfiladero». El
pueblo, al estar en una cañada, es caluroso, pero la llanura es
óptima, siendo sus sabanas «muy bellas, con hierba abundante» y su aire saludable y fresco7. El camino hacia la frontera era
malo. Se intentó mejorar en 1762 cuando se temía a los ingleses, pero las obras se paralizaron al año siguiente8.
Moreau señala que está muy regado por varios ríos y gran
número de arroyos. Entiende que su pueblo es que poco considerable, idea que reafirma Albert en 1795 al estimar que es pequeño y pobre en extremo. Desde el punto de vista eclesiástico
su parroquia «es un anexo y una dependencia de la de Hincha».
5
Archivo Histórico Nacional de Madrid (A.H.N.), Consejos, Leg. 20579.
M. R. SEVILLA SOLER, Santo Domingo. Tierra de frontera (1750-1800),
Sevilla, 1980, p. 134.
7
E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros de Francia en Santo Domingo, Santo
Domingo, 1979.
8
M. L. MOREAU DE SAINT MERY, Descripción de la parte española de
Santo Domingo. Trad. de C. Armando Rodríguez, Santo Domingo, 1944,
p. 246.
6
288
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
9
Cuenta con una guarnición pequeña, «que más bien debe considerarse de fronteras, y como una dificultad opuesta al contrabando con la parte francesa»9. Sin embargo este hecho, lejos de
ser un obstáculo, no supuso ninguna restricción, porque la extracción de ganado se haría con el beneplácito de su jefe, el
Gobernador de Armas y Justicia Mayor Fernando de Espinosa.
En todo caso lo que levantaría serían los recelos de la elite de
Hincha, que acusaría, como tendremos ocasión de ver, de contrabandistas a sus habitantes, cuando en realidad lo que estaba
denunciando es que esas ventajas se le iban de la mano. En un
registro de extracción de ganado a Francia se hace constar que
el primer lugar entre 30 de septiembre de 175 y 25 de julio de
1787 lo ocupa Dajabón con considerable distancia con 4.485
reses, siendo el segundo San Rafael con 1.438 en un plazo de
tiempo menor de tan sólo 14 meses frente a la contabilidad de
22 en el primero10.
A pesar de su pobreza es sorprendente que en 1783 cuente
con un párroco y un vicario y hasta con un médico, Santiago
Cavanis. No obstante carecía de capellanías y su cura recibía
200 pesos de los diezmos de la parroquia de Hincha, donde residía el beneficio de la zona. Para esas fechas podemos seguir
el crecimiento vegetativo de la población. En 1778 hubo 87 bautismos, 10 casamientos, 5 de libres y 5 de esclavos y 32 entierros, siendo 1 de caridad. En 1779 fueron 28 los bautizos, 22
de los cuales eran de libres, 19 casamientos, 11 de esclavos y 8
libres y 32 los entierros, 5 de ellos de caridad. En 1780, 58 bautizos, 39 libres y el resto de esclavos, 7 casamientos y 12 entierros. En 1781. 37 bautizos, 32 de libres, 10 casamientos, 5 de
esclavos y 5 de libres y 26 entierros. Finalmente en 1782 37
bautizos, 30 de ellos de libres, 6 casamientos y 18 entierros, 7
de caridad11. El saldo es abiertamente favorable en todos los
años excepto en 1779. El número muy superior de bautismos de
los libres frente a los esclavos demuestra que es una sociedad
en la que los propietarios de esclavos son muy reducidos y la
99
IBÍDEM, op cit., p. 245. E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, op. cit., p. 83.
Le siguen con 22 meses Las Caobas con 766 y Neiba con 1.239, siendo el total 7.928 reses. A.H.N., Consejos, leg. 20.752.
11
A.G.I., SD, Leg. 988.
10
Núm. 50 (2004)
289
10
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
mayor parte del trabajo es familiar. El número bajo de casamientos de libres es bien indicativo del carácter familiar de esa
emigración, distinguido por ser de matrimonios jóvenes con hijos en general de poca edad y en plena época reproductiva.
San Rafael creció de forma considerable en la segunda mitad del siglo XVIII. Nuevos emigrantes procedentes de las Islas
Canarias se establecieron en él al margen del grupo fundador12.
Entre ellos destaca poderosamente la personalidad del natural
de El Sauzal (Tenerife) Antonio Febles o Febres que en 1779
llevaba, según decía, 22 años de residencia en Santo Domingo,
contando con una edad de 44 a 45. En 1768 había sido designado alcalde ordinario de Hincha. Enlazado con una hija de Ignacio Arias, vecino de esa nueva población, poseía por aquel
entonces una familia de 16 miembros. Años después, en 1792,
su hijo Manuel refería que su padre se hallaba avecindado en
San Rafael desde hacía más de 20 años y que tenía una familia
de 22 personas compuesta por su mujer, cuatro hijos, una niña
huérfana y los demás domésticos13. Fundó una familia de relieve en esa colectividad caracterizada por unas estrechas relaciones endogámicas con otros linajes de la comarca como el del
futuro Presidente de la República Pedro Santana.
Antonio Febles llevaba introduciendo ganado en la colonia
francesa desde por lo menos 1774. Alegaba que sus negociaciones estaban justificadas por órdenes superiores. Al cruzar la
frontera modificaba su apellido por el primigenio de su origen
Le Fevre, que databa de la conquista de Canarias. Por las cartas presentadas en el proceso se puede apreciar sus estrechas
conexiones en esa colonia, llevando reses para Mr. Salmon para
la sabana de la Plen en el norte y para la carnicería de Dondon.
Alegaba que pagaba los correspondientes derechos, pero sus
12
En unas declaraciones de 1780 aparecen isleños como Antonio de
León alias el carpintero, José Hernández, José Quesada, Joaquín Guerra, Francisco Linares, Pedro de Alcántara, Antonio Puerto Rico, Hipólito Mendoza, Francisco Pérez Verde o Paulino García. A.H.N., Consejos,
Leg. 20.761. Interrogatorios de 5 y 6 de agosto de 1780 en las diligencias
contra Antonio Febres sobre introducción furtiva de ganados y bestias caballares a la colonia francesa y extracción de caballos de aquella a ésta.
13
A.H.N., Consejos, Legs. 20.761 y 20.762.
290
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
11
detractores le acusaron de penetrar para evadirlos por caminos
prohibidos como el de Marigallega. No cabe duda que no era
un gran propietario de reses, pero sus activas negociaciones
despertaron la animadversión de la elite de Hincha, lo que derivó en su detención en 1779 por uno de sus miembros, Vicente
Valera, juez subdelegado de comisos de la jurisdicción que reconoció que había obrado contra él en 1775 y 1776, pero su denuncia «no hubo resulta alguna». Su hato se encontraba en el
Guayamal, con cocina, gallinero, pocilga y huerta. Era dueño
de 3 esclavos, 2 mujeres y 1 hombre y una manada de 10 yeguas y 6 potritos con su padrote inglés, 6 caballos, 2 de ellos
enfermos, una punta de puercos y un rancho con su corral en
donde poseía unas reses. No tenía, sin embargo, ni prendas ni
dinero y el mobiliario de su casa era de un armario, un bufete,
una papelera, un espejo grande, dos mesas y 6 asientos14.
El Fiscal de la Audiencia señala que estaba comprobada por
parte de Febles la extracción de la colonia francesa de algunos
caballos ingleses y la introducción de bestias caballares y reses
en ella sin la correspondiente licencia y pago de derechos. Febles
era en su opinión un persistente introductor. Sin embargo la
sentencia del Capitán General Isidro Peralta y Rojas de 27 de
diciembre de 1781 le absuelve, apercibiendo a su abogado de
Febles por sus invectivas contra Vicente Valera, condenando al
isleño en las costas «por el justo motivo de proceder con la reserva y por el perjuro confesado por los testigos», que son condenados por ello «y por los graves cargos de que resulta indiciado el Subdelegado Vicente Valera sobre haber procedido
calumniosamente por odio y venganza contra dicho Febres»,
que le llevó a conducirle preso con dos pares de grilletes a su
casa para formarle la confesión15. Esta decisión fue recurrida al
Rey pero finalmente no se toma en el Consejo de Indias ninguna decisión final. Lo que se trasluce de este proceso son, por un
lado, los recelos despertados por una elite como la de Hincha
que tiene en el contrabando ganadero su principal negocio, contra un relativamente próspero habitante de la nueva población
14
15
A.H.N., Consejos, Leg. 20.761.
A.H.N., Consejos, ibídem.
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291
12
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
de San Rafael que había quedado fuera de su jurisdicción, cuyas estrechas relaciones con las autoridades militares le permiten traficar con una mayor impunidad.
La realidad se impone sobre las teóricas restricciones de la
Corona española. Las relaciones entre Febles y las autoridades
militares eran más que evidentes, permitiéndole dedicarse a actividades teóricamente prohibidas, pero practicadas con total
impunidad. Durante la Guerra de la Independencia de las Trece
Colonias, en la que España fue aliada con Francia, le fue ordenado por el Capitán General Peralta el suministro del regimiento de Anguien y en 1781 el del ejército de operaciones de mando de Bernardo Gálvez, que se hallaba en el Guárico. Por orden
del Capitán General Manuel González en 1787 había visitado
también toda la frontera para informarle de las extracciones
clandestinas de ganado. Es consciente de las ventajas que para
los criadores representa los déficits ganaderos de la colonia francesa. Por eso en un informe de 29 de noviembre de 1789 propone su traslado a Cabo Francés desde los puertos españoles.
Señala que los españoles de la isla sólo llegan con la venta de
sus ganados a Leogan. Las 32 poblaciones francesas consumen
anualmente 33.000 cabezas de ganado vacuno, «en que no me
excedo». Sostiene que se pueden surtir desde los puertos de
Montecristi, Puerto Plata, Samaná, en esta isla y la costa de
Puerto Rico con 3.000 anualmente desembarcadas en el muelle
del Guárico. De esa forma quedarían abastecidas las costas
francesas, donde no hay crianzas de ganado vacuno, por cuya
razón es preciso creer que todo el abasto de carne mayor y menor pasa por nuestra frontera «por 31 caminos y veredas»16.
Sus negocios habían prosperado hasta el punto de que se
hizo con un barco de comercio con el que trasladaba víveres y
esclavos desde la colonia francesa y exportaba ganado. Recibió
órdenes del Gobernador para su conversión en guardacosta. Cerciorado de que en Azua y otras partes de la isla se encontraban
varios buques extranjeros comerciando ilícitamente, apresó a
principios de junio un bergantín francés cargado con 17 esclavos y provisiones que decía que iba hacia la Luisiana. Denun16
292
A.H.N., Consejos, Leg. 20.762.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
13
ciado por su capitán fue encarcelado acusado de haberse apropiado ilegalmente de sus pertenencias. En agosto de 1790 el
Fiscal del Consejo de Indias señala que el Capitán General debía sin dilación sentenciar sobre ese caso. Pero el proceso se
dilató hasta el punto que falleció con posterioridad a julio de
1792. En 1802, perdida ya la soberanía española en Santo Domingo, su representante, Esteban Peirón y Merino solicitó al
Consejo que se sirviera declarar por no visto el pleito por retardado, decisión que finalmente se adoptó en Madrid el 9 de agosto de ese año17.
LAS
CAOBAS
Las Caobas, situado a 8 leguas de Bánica, pero dentro de su
jurisdicción, era un paraje fronterizo con el Santo Domingo
francés a la altura de Mirabelais. En 1768 el capitán de caballería del Sur Fernando de Espinosa y Miranda, un personaje
clave en la región fronteriza por aquellos años, que había tenido notables conflictos con la elite dirigente de Hincha encabezada por José Guzmán, el Barón de La Atalaya, fundador de la
localidad del mismo nombre, propone al Rey fundar una población en ese territorio. En su argumentación declara que su
objetivo era contener a los franceses en sus límites con la fundación de esa villa. El vecindario de la población debía de componerse de las familias disponibles y que habitaban los despoblados. Se ofrece a darles una suerte de tierra de labor, unas
herramientas y granos para ella y un prado común de crianza .
El Gobernador Azlor secunda la proposición de quién era uno
de sus más estrechos colaboradores. Estima el carácter esencial
de su colonización para impedir la ocupación de los terrenos que
«por tolerancia ocupa la nación francesa y asimismo los sumos
costos que ha tenido hasta aquí la Real Hacienda las otras poblaciones que se han fundado de familias isleñas, viendo que
esta nueva población no traía ni ocasionaba estipendio alguno
al Real Erario». Avala la calidad y circunstancias del fundador
17
A.H.N., Consejos, Leg. 20.762.
Núm. 50 (2004)
293
14
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
y lo considera merecedor de la concesión de un hábito en una
de las órdenes militares y el grado y sueldo de teniente coronel
de caballería18. Debemos de tener en cuenta que Azlor hasta ese
año siguió recibiendo familias procedentes de Canarias para su
establecimiento en la región de frontera, como había acontecido con San Rafael de la Angostura. Pero la creciente prosperidad de la región con el tráfico ganadero hacía más factible que
se ocuparan de las fundaciones personajes de la talla de Espinosa y Miranda, Leoz o José Guzmán. Por sus intereses personales se proponían como sus ejecutores reclutando a las familias de isleños dispersas y a sus descendientes o a las recién
arribadas, que se multiplicaban de forma considerable al tratarse de familias muy jóvenes, como hemos tenido oportunidad
de ver.
Esta fundación lógicamente mereció los recelos inmediatos
de su contrincante José Guzmán y de la elite de Hincha, los
cuales habían tenido con anterioridad notables conflictos con él
por su posición en el tránsito fronterizo de ganado en su doble
calidad de capitán y de justicia mayor de los pueblos de la zona.
Por ello no es de extrañar que recurrieran contra ella. En 1771
obtuvieron una real provisión de la Audiencia, organismo enfrentado con los Gobernadores, por la que se le concedía «dar
comisión a la persona de más integridad, celo que imparcialidad que hubiese en la villa de Hincha y sea de su agrado, para
que, haciendo información de testigos fidedignos», se investigue
el cumplimiento efectivo de su fundación. Resultaba irónico la
designación recayese nada menos que en José Guzmán19.
En ese expediente aparece la nómina de las 80 o 90 familias
que dieron pie al nuevo pueblo. En la información debe requerirse que los fundadores no fueran «personas vagas en infelicidad al carecer de todos los socorros espirituales y temporales». El capitán debía obligarse a costear una iglesia con todo
lo necesario y con un cura pagado con 15 pesos mensuales por
el término de 3 años. La localidad debía contar con unas casas
18
A.G.I., SD, 979, 31 de mayo de 1768.
Archivo Nacional de Cuba (A.N.C.), Audiencia de Santo Domingo,
Leg. 56, núm. 8.
19
294
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
15
de concejos, cárcel, carnicería, casa parroquial y otras 20 para
las familias. De su análisis se desprende que una parte de ellas
había estado asentado con anterioridad en Bánica e Hincha. Sus
apellidos delatan en su mayoría su origen canario, aunque algunos específicamente como José el isleño, vecino de Hincha,
sólo son conocidos por tal origen, siendo en su mayoría de esa
naturaleza o hijos de los mismos. De las declaraciones se desprende la naturaleza de otros, como Diego Monteverde. Entre
los antiguos vecinos de Hincha se encuentran José Santana,
Tomás Hernández o José Manuel y Ana de Castro. Entre los de
Bánica Manuel Briones, Tomás de Rivero, Gregorio Durán o
Pedro Regalado, que fue sacristán de su iglesia. En la información lógicamente crítica con el proceso fundacional se desprende el hecho de que algunos de los pobladores tienen hatos distantes de Las Caobas, que para ella Espinosa trató unas tierras
con su dueño el vecino de Bánica Domingo Ribera. Tomás
Araujo refiere que allí existían «bojíos entablados de palma y
cobijados de tablita donde vive el oficial que manda aquel destacamento y otros dos dichos con la misma entabladura y cobijados de yagua, que por iglesia hay una pequeña pieza sin
sacristía y sólo tienen entablado lo que hace el presbiterio y
descubierto el frente». No tiene adornos y sólo dos imágenes
de pintura. El objetivo y los testigos escogidos en la sumaria
tienden claramente a desacreditar la fundación. Bernardo
Peralta dice que uno de los nuevos pobladores es «un isleño
nombrado Diego Monteverde, vecino de Hincha y residente en
Chamuscadas con su rancho de cerdos y conucos». Se afirma
que Fernando Espinosa sólo posee su sueldo y algunos esclavos;
pero Peralta, sin embargo, reconoce un dato clarificador: «el
estado de las Cebollas que poseía y una estancia la vendió el
primero a Santiago Francisco y el segundo a Don Nicolás
Montenegro»20. Es cierto que Espinosa no cumplió los términos
a los que se obligaba, pero ese era un hecho común en tales
fundaciones fronterizas. No obstante lo dicho se constituyó
como tal porque su rentabilidad como centro ganadero en plena frontera era obvio, afianzado aún más por sus óptimas con20
A.N.C., ibídem.
Núm. 50 (2004)
295
16
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
diciones para tal dedicación en un llano colindante. Su interés
era consolidar su hegemonía en el área con esa fundación que
reafirmaría su posición como capitán de la frontera y como
Teniente Justicia de ella, aunque para ello se viera obligado a
vender sus propiedades.
Lo cierto es que, pese a las críticas de la sumaria, Las Caobas se consolidó como tal núcleo fronterizo ganadero, aunque
no debió crecer de forma significativa, como reseñan las descripciones que de él se han conservado, como la de Albert de 1795.
Relata que era un pueblo pequeño y pobre en extremo. Moreau
de St. Mery se limita a glosar que «al oeste (de Bánica) está el
anexo de las Caobas, formado hace cerca de treinta años, donde hay un cura párroco y por la misma razón hay el llano de
Las Caobas. Este último se extiende hasta el límite francés, donde se encuentra Mirabelais21. El informe que sobre él realizó en
1783 Pedro Vázquez nos puede ayudar a entender su rápido
crecimiento demográfico, y eso a pesar de contar con la población antes apuntada. En 1778 tuvo 46 bautismos frente a 22
entierros. Al año siguiente 60 frente a 25. En 1780, 45 frente a
22. En 1781 61 frente a 10 y finalmente en 1782 la proporción
era de 74 frente a 14. Reconoce que sólo funciona como una
ayuda de parroquia cuyo teniente era el mercedario Pedro
Gómez. No cuenta como San Rafael con cabildo y «se advierte
que «está fundada sobre la frontera y en ésta no se advierte más
cultura y con ello el teniente de cura es bastante para la administración de los sacramentos»22.
SAN MIGUEL
DE LA
ATALAYA
San Miguel de La Atalaya es un nítido ejemplo del proceso
de concentración de propiedad en manos de la oligarquía de
Hincha. Situado a dos leguas y media al sur de San Rafael, era
«el pueblo más occidental de toda la colonia española»23. José
21
E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros franceses..., p. 83. M. L. MOREAU
SAINT MERY, op. cit., p. 253.
22
A.G.I., SD, 988, Informe, Las Caobas, 19 de noviembre de 1783.
23
M. L. MOREAU DE SAINT MERY, op. cit., p. 246.
296
DE
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
17
de Guzmán, su Teniente Coronel de milicias, era el más claro
representante de esa elite fundadora enriquecida con el tráfico
fronterizo. Era miembro de un linaje que desde los remotos orígenes de las villas de frontera había regido los destinos primero
de Concepción de Guaba, reconvertida más tarde en Bánica de
forma coyuntural y finalmente en la Hincha erigida en 1704.
En 1677 y 1693 aparece Juan Guzmán como alcalde ordinario
de Guaba, en 1686 como regidor y en 1687 como alcalde de
hermandad. En Hincha José Guzmán es en 1749 Alférez Mayor
y en 1755 regidor, figurando en las milicias con la graduación
de coronel. En 1765 es alcalde ordinario y en 1771 alférez real24.
Si bien se puede discutir que los cargos anteriores están en una
nebulosa, los de Hincha desde 1749 son bien nítidos. Demuestran que era la cabeza visible de su oligarquía por sus cargos
capitulares y sobre todo por su máxima jefatura de las milicias,
símbolo clarividente de preeminencias en una sociedad de mentalidad nobiliaria. Lo novedoso de esta nueva fundación es que
por primera vez el más significado miembro de ese grupo rector
se lanza directamente a la constitución en su territorio de una
nueva localidad cuyos primeros pasos y futura evolución se compromete a dirigir y hacerse cargo. Ejemplifica el nuevo clima
reinante en la frontera. Ya no se necesita de la Corona para su
erección. Un particular ha alcanzado tal poder económico que
se siente capaz de planificarla en su propio beneficio.
La Atalaya era una amplia región hatera de la extensa villa
de Hincha que en buena medida había estado en manos de la
familia Guzmán desde al menos las primeras décadas del siglo XVIII. El padre de su promotor como pueblo, José Guzmán, era
propietario en 1742 de 1.400 reses en él25. El futuro Barón para
ampliar su propiedad compró la mayor parte de los sitios a otra
familia de Hincha, los Saldaña, por lo que «era dueño de la mayor parte de los sitios de La Atalaya, pues que, además de haber
heredado de su padre una de las más principales, había comprado mucha, pasando de 20 hatos los que se hallaban en dichos
sitios y que las familias que moraban en ellos pasaban de 40»26.
24
25
26
A.G.I., SD, 1055.
A.G.I., SD, 314.
A.G.I., SD, 930.
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18
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
El origen de la fundación data de 1768. En ese año Guzmán
le escribe al Capitán General Azlor que se compromete a realizar una nueva fundación en los sitios de La Atalaya en el paraje denominado La Mata de San Pedro, con iglesia, 18 bohíos según el modelo de San Rafael, con casas para el cabildo y el
cura, cuartel y la tierra correspondiente según de la costumbre
de los otros pueblos. Su jurisdicción sería la de esos sitios, se le
relevaría de la pesa y se aplicaría el ganado para la alimentación del pueblo y de la gente que trabajaba en su fábrica. Pedía
por ello una gracia de Su Majestad a cambio. Por decreto e 27
de noviembre de 1767 se condescendió a esa instancia. Se precisa que se debía guardar la vigilancia de los terrenos tolerados
a los franceses en Arroyo Seco, donde había establecido una
plantación de café un tal Mr Villar, hecho éste que originó repetidas quejas a las autoridades galas. Con la creación en sus
inmediaciones de una población en las cercanías se contrarrestaría ese afán expansivo. Solicita para él la concesión del título
de Barón de La Atalaya. Sin embargo el Consejo por Real Cédula de 13 de junio de 1769 ordenó su culminación, al mismo
tiempo que se informase a la Audiencia de todas sus particularidades27.
La Audiencia de Santo Domingo, a instancias de su Fiscal
Vicente Herrera, le ordenó la justificación de las circunstancias,
tiempo y condiciones de la fundación. Se abrió por la Alcaldía
de Hincha una información en la que se hizo constar que había 10 leguas entre esa villa y La Atalaya, dos desde esta a la
nueva población y San Miguel, una y media a Arroyo Seco y 5
a San Rafael. Su terreno era sano por su situación, espaciosidad y abundancia de aguas. Su jurisdicción tendría 25 leguas
de circunferencia, 10 de ancho y 11 de largo. Guzmán podría
proporcionar territorio para que 30 familias «hiciesen sus labranzas al modo del país» en su parte norte, distante legua y
media de la nueva fundación, quedándole a él en La Atalaya
para dos hatos. El Plan propuesto por el hacendado indicaba
que tenía delineada la población y la había empezado a fabricar. Había gastado en su iglesia 4.018 pesos, sin incluir lo que
27
298
A.G.I., SD, 930.
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FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
19
lo costó su custodia, copón, cáliz, vinajeras, crismeras, relicario
y campanilla, todo ello de plata sobredorada. Había firmado dos
contratas, una el 6 de febrero de 1770 con 18 familias y otra el
8 con 22, a las que se les ofrecía una casa de tabiques con techo de tablilla, con sala y dos aposentos, cuya donación era
perpetua mientras que no mudasen de vecindario, 6.000 varas
de terreno de labor en el intermedio entre el río Canoa y Arroyo Seco, con la condición de su puesta en cultivo sin pérdida de
tiempo, de forma que llegase su plantación hasta la raya que
dividía sus posesiones de las toleradas a los franceses. Vigilarían
con tales labradíos su usurpación por éstos. Tendrían también
derecho a aposentar los ganados necesarios para su labranza en
la sabana inmediata y en los sitios de La Atalaya, siempre que
sus haciendas no sufrieran notable perjuicio. Sus pobladores
procedían en su mayoría de pobladores ya instalados en Hincha
procedentes de Canarias o bien descendientes suyos28.
El 12 de ese mismo mes se obligaba a dar el terreno de
media legua para el ejido y el necesario para la fábrica de otras
200 casas del mismo tamaño. Incluso si arribasen 18 o 20 nuevas familias de Canarias se comprometería a dar a 18 o 20 suelo para sus casas y tierras suficientes para sus labranzas y animales. Pedía asimismo que su culminación se retardase 4 años
más por no poder trabajar en sus fábricas más que 5 meses al
año a causa de sus muchas lluvias. Entendía que los diezmos
que producía daban para la congrua de su párroco. Se calculaba en 200 pesos anuales. Los de Hincha se cifraban en una
media de 7.333 pesos, 2 reales y 22 maravedíes por bienio. El
repartimiento de su ganado por el cabildo de Hincha debía traspasarse a sus habitantes. Por todo ello, y con el testimonio de
28
Los cabezas de familia de la primera eran Francisco Rivera, Andrés
Santana, Alonso Mendoza, Francisco de Sosa, Alonso de Andujar, Ramón
Felipe Familias, Francisco Andujar el menor, Melchor Andujar, Francisco
Antonio. José Reina, Francisco Lora, Felipe Mendoza, Francisco Xilarce,
Pedro Mendoza, Gabriel Mendoza, Diego de Castro y José Manuel. Los de
la segunda era Francisco Andujar, Juan y Ramón Saldaña, Gaspar Santana,
María de la Paz, Jacinto de la Peña, José Ortiz, José Silvestre, José Antonio Medina, Manuel de León, Juan Bautista Beligo, Ursula Valero, Florentino Paulino, Andrea de Sosa, Manuel Alejandrino, Antonio Mederos, Juan
Pascacio Pérez, Juan Vázquez y Benito Peña. A.G.I., SD, 1005.
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299
20
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
la visita del lugar por el Comandante de la Frontera Norte y
Gobernador de Montecristi Gaspar de Leoz y Echalas, el Fiscal
informó a su favor. No obstante precisaba que a sus pobladores
no se les había dado animales, ni el dominio de las tierras, siendo en todo lo demás muy justo. La Audiencia, de acuerdo con
su dictamen, lo envió al Consejo el 10 de mayo de 1770. Éste lo
hizo suyo y al mismo tiempo envió otra real cédula al Gobernador para que cumpliese lo prevenido29.
Certificada la conclusión de la fundación por parte de Solano el 12 de junio de 1774, se comisionó al Teniente Justicia
Mayor de la comarca Felipe Guridi para su reconocimiento. La
practicó el 17 de enero de 1775. Encontró que estaban concluidos todos los capítulos de la contrata, entre ellos las 21 casas,
18 para las familias, que poseían tierras de labranza y de cría y
las tres restantes para el capellán, la tropa veterana y el cabildo, el ejido, solares para las de las demás familias. Guzmán recurrió solicitando una gracia por ese servicio, la liberación del
gravamen de acudir con pesas de ganado para el abasto de la
capital, la erección a su nombre de Justicia y Gobierno con su
jurisdicción y la concesión de sus diezmos para la congrua del
párroco, que él había sufragado en los últimos 5 años.
El Fiscal de la Audiencia de Santo Domingo, Martín de
Arraque, manifestó que la fundación se había incumplido al no
hacer de piedra al menos 30 casas y carecer de carnicería y plaza con caño y pila para el abasto de 300 pies de largo y 200 de
ancho, de la que saliesen 4 calles principales y 2 por cada esquina. Se debían delimitar los propios y la dehesa concejil y dar
a cada uno de los pobladores 4 bueyes, 10 vacas, una yegua,
una puerca, 20 ovejas de vientre 6 gallinas, un gallo y las herramientas. La respuesta de Guzmán se cifraba en que sólo se
debían respetar los términos de las capitulaciones y que no se
le podía obligarle a fabricar unas casas de piedra «que no les
había prometido, ni ellos, ni los más ricos de Hincha y de todos
los pueblos de la isla, exceptuada la capital y la ciudad de Santiago habían tenido jamás a costa suya». Devuelto el expediente
al Gobernador Solano, éste respondió que había cumplido en
29
300
A.G.I., SD, 930.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
21
todos sus términos, por lo que era acreedor de que se le concediese el título de Alférez Real de esa población para sí y sus
herederos. Ante estas dudas el Contador General el canario
Francisco Machado Fiesco, profundo conocedor del tema, efectuó un informe el 31 de enero de 1778. En él hizo constar precedentes similares como Santiago de las Vegas o Jaruco y expuso que el grado de cumplimiento del futuro Barón era estimable,
por lo que debía de darse por ejecutada. Sin embargo señala que
debía consultarse a Su Majestad sobre la concesión del título de
villa con la jurisdicción de sus alcaldes. En cuanto a las gracias
por su servicio se mostró favorable a otra de mayor grado que
la apuntada por Solano. Reflexiona, no obstante, que debía potenciarse la agricultura para desarraigar «el comercio clandestino en que han estado viciados aquellos naturales, manteniéndose algunos dispersos, viviendo sólo con el ejercicio de la
caza». La concentración permitía «congregarlos y establecerlos,
de modo que, empleados en la cultura de las tierras que producen dos cosechas al año se pueda desterrar el pernicioso comercio ilícito con los extranjeros, restableciéndose y radicándose en
vasallos de Su Majestad y con la metrópoli, proporcionándose a
la Corona las grandes ventajas que en los azúcares, cacaos, cafés
y añiles ofrece aquella preciosa posesión»30. Eran planteamientos de un típico modelo mercantilista que intentaba curiosamente ser impulsado por la elite capitalina.
El Rey le concede a Guzmán el 8 de octubre de 1778 el título de Barón de San Miguel de la Atalaya en atención a la culminación de la fundación. Sin embargo relega dos cuestiones
esenciales: las jurisdicciones civil y eclesiástica. Le ordena que
por ahora se hiciera cargo de la congrua de su párroco31. Pero
él no se contenta con sólo esa gracia. El 14 de mayo de 1783
quiere librarse en sus extracciones de ganado de la tutela de los
Gobernadores que hacía que «se experimentaban muchos perjuicios por el manejo de sus subalternos, verificándose en algunas ocasiones que a él que tenía más ganado se le permitía
vender menos». Manifiesta que tiene mucho ganado pastando
en terreno francés y el restante en las inmediaciones de sus lí30
A. G.I., SD, 930
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301
22
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
mites, lo que le originaba que se le disminuyese por su muerte,
robo o extravío por parte de los galos. Al estar a 90 leguas de la
capital el recurso al Presidente no le era fácil. En atención a ello
solicita licencia para vender a los franceses las tres cuartas partes de sus reses. Pero no se contenta con ello. Le pide al mismo
tiempo permiso para extraer de las colonias francesas la ropa y
los víveres necesarios para la subsistencia del pueblo minorando a lo menos a la mitad los derechos que pagaban en la introducción de harinas y vino»32. El Fiscal en su respuesta de 6 de
junio de 1783 es bien crítico con ese título. Afirma que «a lo
más que puede aspirar es a que por el título de Barón se le
conceptúe por un hidalgo de pocos vasallos y de corto territorio
a similitud de los infanzones, pero ya se ve que esta es una
denominación y un título inferior en todo a los demás de
Castilla y aún así se le hace gracia porque la hidalguía no la
tenía en sí o por lo menos no la había demandado y fue efecto
de la liberalidad del Rey como gracia especial». Pone pos puntos sobre las íes al señalar que no se le ha señalado demarcación de terreno propio, «y lo que es más no tiene ni ejerce jurisdicción, pues el pueblo no merece villa y mucho menos ciudad,
sino es una aldea o suburbio dependiente de la jurisdicción de
su capital o cabecera». Por ello no se le concedió el título de
alférez real por no haber ayuntamiento formal de regidores,
«con que en realidad y en sentido riguroso no le compete la
denominación de señor de vasallos por faltarle la jurisdicción,
ni aún el de infanzón por defecto de notoria hidalguía»33.
El Consejo rechazo las dos gracias solicitadas por considerarlas «todas las sabias leyes fundamentales prohibitivas de la
libre introducción de efectos y víveres». Se sorprende, sin embargo, de que gozase hasta entonces de una minoración de derechos por entrada de harina y vino que no constaba en ninguna parte por estar expresamente prohibida por sí misma34. Con
todo ello lo que se evidencia es la ingenuidad del Barón por
solicitar unas gracias que estaban prohibidas dentro de la doc31
32
33
34
302
A.G.I., SD, 994.
A.G.I., SD, 930.
A.G.I., SD, 1005.
AG.I., SD, 930.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
23
trina mercantilista, pero que en la realidad de los hechos eran
practicadas con total impunidad y tolerancia hasta en la misma
sede de la Capitanía General. Los Gobernadores le habían dado
unas exenciones que no constaban en ninguna aprobación regia, las mismas que se desarrollaban en la extracción de ganado. El conflicto en el tejido social de la vida de frontera era
determinar quien se beneficiaba en mayor o menor medida de
tal tráfico. Al plantear la gracia, Guzmán lo que quería era liberarse de la tutela de las autoridades militares. Pero lo cierto
es que San Miguel de la Atalaya, como San Rafael, no obtuvo
la independencia jurídico-política que ansiaba su Barón y siguió
dependiendo del cabildo de Hincha y de la Justicia Mayor de la
comarca, ejercida esta última por los Gobernadores de Armas.
En 1782 San Miguel alcanzó la población de 1.131 habitantes. No poseía ninguna capellanía por carecer de dotación o de
fundaciones. Su cura sólo percibía 15 pesos mensuales del Barón. Sus diezmos continuaban siendo cobrados por el párroco
de Hincha. Sus primicias eran de 10 pesos, a pesar de producirse más de 50, pero no eran abonadas.
Sobre su crecimiento vegetativo podemos decir que, dentro
de sus limitaciones, era de cierta entidad. En el año 1778 los
bautismos eran 29 bautizos, 15 de libres y 14 de esclavos, 4 los
casamientos, 1 de libres y 3 de esclavos y 8 los entierros. En
1779 44 bautismos, 15 de libres y el resto de esclavos, 6 casamientos, 4 de libres y 2 de esclavos, 22 entierros, 1 de ellos de
caridad. En 1780 41 bautismos, 26 de libres,11 de párvulos esclavos y 4 de adultos esclavos, 4 casamientos y 21 entierros, 1
de caridad. En 1781 36 bautismos, 12 de esclavos y 24 de libres,
3 casamientos y 14 entierros. En 1782 44 bautismos, 21 de libres, 15 de esclavos párvulos y 4 de adultos. 6 casamientos y 11
entierros, 5 de adultos libres, 2 de párvulos libres, 3 de esclavos
y 1 de caridad35. En comparación con las otras dos localidades,
es notable el número de esclavos, lo que no es de extrañar por
la hegemonía en el control de la tierra por parte del Barón. Pero
aún así son siempre más numerosos los libres, que incluso llegan a doblar a los esclavos bautizados en 1782. Ello ejemplifica
35
A.G.I., SD, 988.
Núm. 50 (2004)
303
24
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
el modelo mixto por el que optó, que combinaba la colonización
con familias con la reserva de una parte de las tierras para su
hacienda. No obstante su crecimiento fue lento, pues, como refiere Albert en 1795, San Miguel seguía siendo un pueblo pequeño y pobre36.
El testamento del primer Barón, otorgado en su hacienda de
La Atalaya a 5 de noviembre de 1791 y protocolado en Hincha
el 10 de diciembre, es bien ilustrativo de la estrategia de este
personaje de la elite fronteriza que falleció antes del 4 de septiembre de 179237. A diferencia de sus progenitores, sin embargo, aunque siguió dedicándose a la ganadería, hizo suyo el discurso de Machado Fiesco, al desarrollar el cultivo del café con
una estancia con muy buenas siembras. Quiso mostrar su
ennoblecimiento con la consolidación de su hacienda en La Atalaya con un oratorio bajo la advocación de San José e invirtió
cuantiosas sumas de dinero en capellanías y una escuela tanto
en la parroquia de San Miguel como en una nueva ermita en
el pago de ese nombre en el sitio del Rincón, dedicada a San
Antonio. Pese a ello quiso hacer tabla rasa de sus orígenes al
ansiar integrar a su linaje dentro de la clase dirigente capitalina al constituir un mayorazgo que en sus dos terceras partes
estuviese formado por casas de piedra en Santo Domingo, símbolo de la perennidad de su blasón.
Decide enterrarse en la iglesia parroquial de su patronato. La
había dotado con una capellanía de 4.000 pesos a favor de su
párroco, que no se hallaba todavía espiritualizada, pero con la
que le había pagado hasta entonces su sustento. Estaba impuesta sobre dos censos de 2.000 con que estaban gravados los vecinos de Santo Domingo, por un lado Ignacio Caro, y por otro
Antonio Barba y su cuñado José de Castro. Vendió por mil pesos
un ingenio al vecino de Hincha Francisco Andujar, destinando
sus réditos a la fábrica de esa iglesia. Para su reedificación contó
36
E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros..., p. 83.
Testamento incluido en Archivo General Militar de Segovia
(A.G.M.S.), Expedientes personales. José Guzmán, Barón de la Atalaya.
A.G.I., SD, 994. Fecha de la solicitud de pago del derecho de media annata
del sucesor José Guzmán menor de edad, por su padre, Vicente Guzmán y
Santiago Saldaña, albacea.
37
304
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
25
con 4 esclavos suyos. A la finalización de las obras serían vendidos y sus beneficios serían invertidos en alhajas u otras cosas
necesarias para su culto. Destina otros 4.000 pesos a una
capellanía para la maestría de la escuela que establece en ese
pueblo. Su capellán debía de ser sacerdote y confesor. Enseñaría
las primeras letras y ayudaría al párroco a la confesión. Con cargo
a ella se ordenaría Miguel García «el excutor». Entre tanto se
ordenase in sacris, la desempeñaría el párroco con la condición
de decir sus misas y enseñar los niños por sí o personas de su
satisfacción. Para tales capellanes serán preferidos los naturales
de San Miguel y entre éstos sus parientes Guzmán o Meléndez.
Debía de erigirse de inmediato y si no es posible se pague por sus
herederos su rédito para que se lleve a efecto el estudio de la
escuela. Destinó otros 4.000 a una capellanía para que un sacerdote sirva alternativamente su oratorio de San José de su hacienda de La Atalaya, que estaba constituida por 7 casas y otro que
mandó se levantase en honor de San Antonio en el sitio de La
Ermita, en el paraje nombrado El Rincón «para resucitar de este
modo el que se perdió en Bayajá» por cuanto allí no se necesita
por la proximidad con San Rafael. De esa forma cubrirían sus
necesidades religiosas los habitantes de sus hatos, que hasta
entonces tenían que ir «a La Atalaya, que es lo más cerca y otros
a San Rafael, la mayor parte a pie y con mucho trabajo por su
pobreza». Para su construcción sobre cimientos de cal y piedra
y para una casita pequeña de aposento del capellán dejó otros
4.000. Encomendó su realización a Francisco Linares, «ayudándole el demás vecindario, como que es para su bien espiritual de
ellos. Si en 3 años no se efectuase, dio licencia al cura de San
Miguel para que funde con ellos otra capellanía para la ordenación de un sacerdote con título de confesor. Los capellanes de
ambos oratorios, en los que da preferencia a sus parientes,
detentando su patronato su sucesor, dependerían de la iglesia de
San Miguel, donde debían residir en Semana Santa y otras fiestas de primera solemnidad, para que se hiciesen con la mayor
pompa. Ordenó la cesión al párroco de otra fundada por su padre
y que detentaba el canónigo Ignacio Granados38.
38
A.G.M.S., ibídem.
Núm. 50 (2004)
305
26
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
Esa política que hemos visto diseñada es bien ilustrativa de
la mentalidad de la elite dirigente de esta tierra fronteriza, de la
que era su más avezado representante el Barón. Quieren ennoblecerse imitando a la oligarquía capitalina. Resucitan sus símbolos de esplendor del pasado y su nueva posición socio-económica. Muestran su vocación de buenos cristianos y su afán por
educar en las máximas de esa doctrina a sus vasallos. Moreau
lo elogiaba. Sentía «verdadero placer en decir, junto con todos
los colonos franceses» que sus virtudes «entre las cuales se distingue su beneficencia y su generosa hospitalidad, son a propósito para merecer los homenajes de todos los hombres de bien y
un lugar en el recuerdo de todos los seres agradecidos»39. Para
entender su concepción del mundo y de la familia debemos de
adentrarnos en su estrecha endogamia y sus relaciones de compadrazgo. Había contraído nupcias con Gregoria de Luna, de
esa misma procedencia, pero no tuvo descendencia «ni legítima
ni natural». Lega todos sus bienes constituidos en mayorazgo,
excepto las mandas, a José, primogénito de su hermano de Vicente, menor de edad por aquel entonces. En caso de fallecer
sin descendencia pasarían a su padre y hermanos, y a falta de
descendientes por esa línea a los Meléndez. Ilustrativa de ella son
sus cuantiosos legados a toda una red de parientes y ahijados40.
39
M. L. MOREAU DE SAINT MERY, op. cit., p. 246.
A.G.M.S., ibídem. A su sobrino Juan Reyes los sitios de La Joya
Grande, a sus primos de apellido Meléndez 500 pesos a cada uno en animales de crianza y una negra y uno negro a cada uno de 250 pesos de valor
cada uno, sin que puedan enajenarlos «sino que se aprovechen de sus
múltiplos, de suerte que por su muerte de ellos tengan sus hijos con que
mantenerse»; a su hermano Vicente 200 reses, a sus dos hijas doncellas a
cada una cuando contraigan nupcias mil pesos y a María, casada con Manuel Araujo otros mil, cantidad similar que dona a las a las 3 hijas doncellas de Francisco Meléndez. A su ahijado José María Salazar la tierra llamada Meléndez con 50 reses. Lega 500 pesos en animales a su ahijada
Juana, la que tenía en su casa Doña María Saldaña para dote «luego que se
case con gusto de dicha señora y con consentimiento del padre de ésta».
Deja libre a su negro Ventura, a su mujer, su madre y todos los hijos, a su
hermano Juan Pedro, su mujer y sus hijos, a Pedro Nolasco y a su madre
Gregoria y a su sobrino Juan de Dios y su madre Estebanía con sus dos
hijas Josefa y Juana Francisco y José Joaquín, proporcionándole a estas
dos últimas 10 reses y 2 yeguas. Su negro Gregorio el mayoral debe traba40
306
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA
27
Entre sus decisiones son ilustrativas el alto número de esclavos
que libera y el interés que pone en que sus parientes y ahijados
se casen conforme a la voluntad de sus padres y que multipliquen los bienes que les dona, prefiriendo siempre que vivan de
sus rentas, pero que no los vendan. Una idea que tiene que ver
con la pervivencia del linaje a través de unas estrechas relaciones endogámicas entre la parentela que tienen en el arraigo y
la permanencia en la tierra su asentamiento y arraigo más firme. Por ello no es casual que done como dote «a la niña Trinijar en la fábrica de la iglesia cuando se reedifique. Dos de sus negros José
y su madre Glodina colaborarán con él, si bien si murieran fueron reemplazados por otros. Debían servir al maestro Jacinto y su mujer mientras
que viviesen, a los que deja el bojío en el que viven hasta su muerte. Cuando ésta acaeciese, serían vendidos ellos y los hijos que pudiesen procrear,
destinando la recaudación a los pobres de la iglesia de San Miguel. A Antonio Blanco le dona 50 reses vacunas, 2 caballos y un par de esclavos o
500 pesos para que pueda hacer su fundación en los sitios de La Atalaya
«pero sin que pueda aprovecharse de la tierra para venderla». Al liberto
Eusebio le dejó 25 reses, 4 yeguas y 2 caballos. A Florentina y a su hijo
Juan les deja vivir en La Atalaya y les deja al cuidado de su tío Antonio
Blanco. Les dona 25 reses a cada uno, siendo sólo para el niño un negrito
y una negrita y 4 yeguas. A Don Alonso Mendoza le deja 100 reses, una
manada de 6 yeguas y 1 un caballo y un negro y una negra de 250 pesos
cada uno y un derecho de tierras con la fundación que hubo de Nicolás
Cabrera en el sitio de la Ermita. A las dos hijas de Antonio Sánchez, María
y Petrona, les dona para sus dotes en el momento de su casamiento 25 reses
y una negrita de 200 pesos a cada una y 25 pesos de terreno para las dos
en el terreno que tiene fundado su padre. A los hijos de Juan de Andujar
Tomasina, al momento de tomar estado al gusto de sus padres, le da 500
pesos en animales y a José María, ahijado suyo, 25 reses y a Juan Pablo
otras 25 y un negro que se le compre por 250. A Estebanía Gálvez por sus
servicios le da una negra llamada Tomasina y su cría, a la que se le dará, si
se casare 25 reses de dote. A Catalina Bello y a su marido Raimundo
Linares un derecho de tierras en los sitios de la ermita, en el paraje del
Rincón donde quiere se fabrique la ermita. A Santiago Saldaña le lega la
casa más grande que posee en San Miguel. Al maestro Fernando de la Rosa
por sus buenos servicios, si se quiere quedar en su casa hasta su fallecimiento, se le den los alimentos. A Manuel García lo mismo mientras que
trabaje en la iglesia. Sus negros carpinteros continuarán el trabajo de la
iglesia cuando sea necesario como albañiles. Ayudarán también al levantamiento de la ermita. Manda 100 pesos para una lámpara para la parroquia
de Hincha y el reloj grande de su casa para la de San Miguel.
Núm. 50 (2004)
307
28
MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ
dad, esposa de futuro para su sobrino José un anillo de diamante y un aderezo de esmeraldas que posee»41. Sin embargo ese
matrimonio con su pariente Manuela Trinidad Saldaña, para el
que había obtenido dispensa de consanguinidad del Prelado
Portillo, no tuvo lugar por su temprana muerte el 3 de mayo de
1793 a los 15 años de edad en San Rafael en la hacienda de
Juan Rodríguez, propiedad de sus padres Santiago Saldaña y
Bárbara de Castro. Ante ese hecho contrajo uno nuevo con Josefa de Araujo, hija del Teniente de urbanos Gaspar de Araujo y
de Josefa Reyes, vecina también de San Rafael. Para proceder a
él solicitó permiso a la Audiencia, como le correspondía por su
condición de título de Castilla, que se lo autoriza el 21 de febrero de 179442. Pero el mundo que edificó el primer Barón se derrumbará bien pronto. La insurrección de los esclavos del Santo Domingo francés destruirá San Miguel de La Atalaya. El
segundo Barón, arruinado, se instalará con su mujer, sus hijos,
dos hermanas y su suegra en un bohío de San Carlos, hasta que
pudo emigrar con ellos a Santiago de Cuba, vendiendo para ello
todo lo que le quedaba. Allí subsistió, «sumergido en la más espantosa miseria sin recurso alguno para mantenerse», siendo
rechazada en 1804 su solicitud de empleo civil o militar. Con la
restauración de la soberanía española en Santo Domingo pidió
desde ese puerto cubano el 9 de enero de 1815 que se le concediese colocación en el batallón en el batallón fijo de la capital
para él y para sus dos hijos mayores el de cadetes con sueldo.
Pero quedó también sin efecto43.
41
42
43
308
A.G.M.S., ibídem.
A.G.I., SD, 998.
A.G.M.S., ibídem.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
68
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ
DE TENERIFE EN 1797 DE LA INFANTERÍA
DE MARINA INGLESA AL MANDO
DEL ALMIRANTE NELSON
EL MUELLE Y EL CASTILLO DE SAN CRISTÓBAL,
OBJETIVOS ÚNICOS
POR
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
1. LA
EL
INGLATERRA.
TENERIFE EN 1797
GUERRA CONTRA
ALMIRANTE
NELSON
EN
Las relaciones entre España e Inglaterra en el siglo XVIII se
caracterizan por reiterada hostilidad. Las guerras fueron muy
sonadas. Sólo cabe destacar una excepción, la guerra contra el
gobierno de la Revolución francesa en que juntos combatimos
ambas naciones; recuérdese el sitio de Tolón.
La alianza del rey de España con el Directorio francés encendió una nueva contienda de la que fue episodio fundamental el ataque del almirante Nelson a Santa Cruz de Tenerife el
25 de julio de 1797.
El almirante inglés se presentó en la ribera del mar con
navíos, marineros y soldados.
El plan de Nelson era de una audacia rayana en la temeridad. Se olvidó de los entorchados de almirante por los de capiNúm. 50 (2004)
309
LÁMINA 1.—Santa Cruz en 1750. Por el ingeniero Hernández. En primer término, el muelle y el castillo.
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON
3
tán general. Los navíos enmudecieron mientras la infantería de
Marina asumiría un papel preferente.
El plan de Nelson era ocupar por la espalda el poderoso castillo de San Cristóbal concentrando toda la infantería de Marina en la plaza de la Pila (hoy de la Candelaria). Los soldados
iban provistos de pequeñas escalas, hachas y martillos. Si el
éxito coronaba la operación, quedarían cautivos el comandante
general Antonio Gutiérrez con todo su Estado Mayor.
Para llevar a cabo el desembarco, tres opciones quedaban a
la elección del almirante inglés:
1.ª La playa pedregosa situada al pie de la bella Alameda
de Branciforte.
2.ª El muelle de Santa Cruz, recién construido, y
3.ª La caleta de la Aduana, conocida anteriormente con el
nombre de caleta de Blas Díaz.
¿Por cuál de estos lugares estratégicos se inclinaría el almirante inglés?
2. EL
DESEMBARCO INGLÉS EN EL MUELLE DE
SANTA CRUZ
La operación concebida por Nelson para sojuzgar a Santa
Cruz de Tenerife tenía un único y exclusivo objetivo: apoderarse
del muelle.
El Diario del almirante es tan expresivo como sobrio:
A las doce de la noche los botes de la escuadra que contenían 700 hombres se adelantaron hacia la plaza.
Líneas adelante prosigue:
Cada capitán estaba inteligenciado de que el desembarco
debía hacerse por el muelle, y que desde allí debían encaminarse a la plaza principal, en donde se formarían en batalla.
Hay que apuntar en el desarrollo de la operación un lamentable fallo. Con la oscuridad de la noche y el impetuoso oleaje
Núm. 50 (2004)
311
4
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
LÁMINA 2.—El muelle y el castillo de San Cristóbal.
La punta de lanza señala el desembarco.
312
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON
5
la mayor parte de las lanchas no acertaron a descubrir el muelle, derivando hacia el mediodía para encallar en la Caleta, la
playa de las Carnicerías y el barranco de Santos.
Este error hizo pensar al mando español que el asalto a la
plaza estaba planeado como una operación militar múltiple, con
desembarcos simultáneos en distintos puntos de la costa sureña.
Nelson, con un grupo de valientes, acertó a dar con el muelle, con olfato de sabueso y mirada de águila. La pluma del almirante es un testimonio vivísimo de cuanto pasó en los más
trágicos minutos de su existencia. El Diario de campaña se expresa así:
Los capitanes Freemantle, Bowen y yo, con cuatro o cinco botes, atacamos el muelle, y aunque defendido por 400 ó
500 hombres, conseguimos clavar los cañones de su batería;
pero fue tal el fuego de metralla y mosquetería que se nos
hizo de la ciudadela y casas circunvecinas que no pudimos
adelantar un solo paso, habiendo sido casi todos muertos o
heridos.
3. DESARROLLO
PUNTUAL DE LAS OPERACIONES BÉLICAS
III. El primero en alcanzar la superficie del muelle fue el
capitán Bowen, quien clavó los cañones de la batería
emplazada en la cabeza del mismo, con la colaboración
de un puñado de audaces marineros.
III. Repliegue inmediato de las milicias allí estacionadas.
III. Acción ininterrumpida de los cañones y fusilería sobre
el muelle, que fue materialmente barrido por la metralla, haciendo volar por los aires el cuerpo de Bowen y
sus compañeros. La misma suerte corrieron los tenientes Thorp, Earnshaw, Robinson y Basham.
¿Dónde se hallaba Nelson en el decisivo instante? En el último de los botes, disponiéndose a saltar a tierra. Se escuchó
entonces el ronco sonido de un disparo de cañón y un grito
desgarrador... El almirante yacía gravemente herido.
Núm. 50 (2004)
313
LÁMINA 3.—Los botes de la flota se perdieron de su objetivo.
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON
4. EPISODIOS
7
SECUNDARIOS
Un segundo episodio hay que destacar, que se produjo en las
primeras horas del amanecer. Fue éste la infiltración por la plaza de las Carnicerías de un grupo de marineros e infantes mandados por el capitán Troubridge. Habiendo bogado a la deriva
fueron a parar lejos del muelle, en la zona más meridional de
la urbe. Agazapados en la playa esperaron a las primeras luces
del alba, para conseguir, a la desesperada, hacerse fuertes en el
convento de Santo Domingo, con la esperanza de recibir esfuerzos que nunca habían de llegar.
5. UNA
CAPITULACIÓN HONROSA
Acorralados inmediatamente por las tropas de la guarnición,
los combates se reanudaron. Para los ingleses no pacería haber
más que dos opciones en aquel callejón sin salida: sucumbir
matando o rendirse a discreción. El capitán Troubridge se las
ingenió para proponer una capitulación honrosa, con garantía
de libertad para sus hombres. El general Gutiérrez la aceptó con
toda generosidad.
Lo que sobrevino después, en el momento de la paz, conmueve y emociona. Los soldados de uno y otro bando fraternizaron. Los hospitales de Santa Cruz se abrieron para todos los
heridos sin distinción de nacionalidades. Las vituallas y el vino
se repartieron generosamente. Las embarcaciones españolas
transportaron a la escuadra a los ingleses liberados. Y hasta se
permitió comprar víveres en los mercados insulares.
La reiterada generosidad de los tinerfeños conmovió al héroe. Nelson pidió papel y pluma, y, con su mano izquierda temblorosa, firmó una carta de gratitud para Gutiérrez tan emotiva
como sincera. La misiva venía acompañada de una barrica de
cerveza y un queso. El comandante general de Canarias respondió al almirante británico en similares términos, haciéndole obsequio de un par de limetones del afamado vino malvasía de
Tenerife.
Núm. 50 (2004)
315
8
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
En el momento de abandonar la isla, Horacio Nelson reclamó el parte de la batalla para conducirlo personalmente a Cádiz;
prometiendo que ningún navío británico hostilizaría una tierra
donde la nobleza y la caballerosidad eran dones consustanciales con la manera de ser de sus habitantes.
316
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON
9
APÉNDICE
DATOS
COMPLEMENTARIOS DE LAS LÁMINAS
Lámina 1
Plano de Santa Cruz de Tenerife ejecutada por el ingeniero
Manuel Hernández en 1750.
Hay que destacar la línea de fortificaciones que se extendía
desde el castillo de Paso Alto el Norte hasta el castillo de San Juan.
Toda la ribera del mar estaba sembrada de fortificaciones, en su
mayor parte torretas y baterías. En el centro, presidiendo el conjunto, el importante castillo de San Cristóbal con la batería aneja
de Santo Domingo.
Este castillo, eje de la defensa, tenía por delante el muelle y
por detrás la plaza de la Pila (hoy de la Candelaria).
En el caserío de Santa Cruz eran de destacar la parroquia de
la Concepción y el convento de San Francisco, con el Jardín de los
frailes a su espalda (hoy plaza del Príncipe).
También hay que señalar la calle principal de San Francisco.
Otra calle importante era la del Castillo.
(Servicio Histórico Militar. Madrid).
Lámina 2
La iniciativa de construcción del muelle hay que apuntarla en
el haber del comandante general Juan de Urbina, quien constituyó
la Junta de comerciantes para recabar fondos.
Las obras se iniciaron en 1747, siendo general Domingo Bernardi, quien contó con la colaboración del ingeniero Francisco
Lapierre.
Un desgraciado temporal sobrevenido en 1753 produjo serios
desperfectos.
En 1787 las obras se dieron por conclusas. Era comandante
general a la sazón el marqués de Branciforte. El último ingeniero
fue el prestigioso coronel Andrés Amat de Tortosa, quien remató la
cabeza circular del muelle añadiéndole una batería de seis cañones y las escaleras de acceso.
Núm. 50 (2004)
317
10
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
La punta de lanza de color negro señala el lugar elegido por
Nelson para el desembarco.
(Servicio Histórico Militar. Madrid).
Lámina 3
El puerto de Santa Cruz de Tenerife.
En primer lugar, el muelle.
Las puntas de lanza negras señalan los diversos puntos en que
recalaron, a la deriva, los botes ingleses.
De derecha a izquierda:
a) Caleta de la Aduana o de Blas Díaz.
b) Playa de las Carnicerías.
c) Desembocadura del Barranco de Santos.
318
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
68
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN.
LOS DISTURBIOS POPULARES
DE LAS PALMAS EN 1851 Y 1856
POR
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
La ciudad de Las Palmas fue un terreno fértil para las protestas populares durante el siglo XIX. Los amagos de revuelta
que hubo en marzo de 1847, en medio de una espantosa
hambruna, pasaron a ser verdaderas rebeldías en 1851 al acontecer la catástrofe del cólera morbo asiático1. El 21 de julio y el
2 de agosto, al remitir aquella «horrorosa epidemia» que en palabras de Millares Torres «estalló como la explosión de un volcán»2, se produjo primero una agrupación facciosa y después un
auténtico motín que tuvo por esenciales protagonistas a los matriculados del mar en paro forzoso. El doctor Chil fue el único
1
El alcalde Esteban Manrique de Lara logró abortar un conato de
motín el 9 de marzo de 1847, cuando «una gran porción de gente pidiendo
a gritos pan» se agolpó en la calle del Colegio, frente a las casas consistoriales. «Al Jefe Superior Político», Ayuntamiento Constitucional de Las
Palmas. Año de 1847. Expediente sobre las calamidades que afligen a esta
Ciudad y medios de acudir a su remedio, Archivo Histórico Provincial de
Las Palmas (en adelante, AHPLP), Ayuntamiento de Las Palmas de Gran
Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 5. Vid. también GREGORIO CHIL Y NARANJO, Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Ms. 8, fol. 1.500, Biblioteca del Museo Canario (en adelante, BMC).
2
AGUSTÍN MILLARES TORRES, Historia de la Gran Canaria, t. II, Las Palmas de Gran Canaria, 1998, p. 202, e Historia general de las Islas Canarias,
t. V, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, p. 22.
Núm. 50 (2004)
319
2
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
historiador isleño que mencionó estos episodios, aunque lo hiciera con extrema concisión y postergando la masa documental
que tuvo a la vista, procedente de los fondos municipales. Veamos su conciso enfoque antes de acometer a la detallada exploración que un tema inédito y enjundioso merece:
«A fines de Julio había ya principiado el Cólera a ceder en
Las Palmas, pero la miseria era grande a causa de la paralización de los trabajos y de la incomunicación en que
se hallaba la Gran Canaria con las demás Islas. Con este
motivo hubo en Las Palmas disgustos causados por el embarque de patatas para América, pues habían dos expediciones y los dueños llamaron a sus marineros y allegados
con el objeto de que saliese una antes que la otra, lo que
dio lugar a malos procederes, hecho que tuvo efecto el 21
de Julio. En la noche del 2 de Agosto se levantó se puede
decir todo el pueblo con un motivo semejante y al presentarse el vocal del Ayuntamiento don Jerónimo Navarro,
acompañado de seis soldados, mandando se retirasen, aumentó el escándalo y la algaraba (sic), lo que dio por resultado que arrojasen piedras, una de las cuales dio en la
cabeza del Concejal causándole una herida. Entonces huyeron a toda prisa, el señor Navarro, los soldados y el pueblo les siguió temerosos todos de lo que podía sobrevenir»3.
El darwinista isleño aplicó unas claves no que se ajustan
exactamente a los pliegos de la documentación. La porfía empresarial jamás condujo a una pugna entre dos bandos de marineros durante los «malos procederes» del 21 de julio, o al
menos ninguna de las testificaciones autoriza semejante hipótesis. Los vicios de una ligera ojeada de los papeles le llevaron a
desvirtuar los eventos, trasladando la competencia entre los
armadores a la movilización callejera y dando a entender un
rifirrafe dentro de los propios asalariados. Tampoco al término
del motín del 2 de agosto sucedió esa desbandada medrosa de
quienes se levantaron en algarabía, lo cual pudo parecer muy
natural tras herir a un munícipe y temerse la reacción de la
superioridad. La sugerencia de una participación casi general de
«todo el pueblo» entra dentro de las exageraciones típicas de los
3
320
CHIL, Estudios..., Ms. 9, fol. 1.531.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
3
relatores entusiastas, a pesar de convenir el énfasis en la dimensión masiva. Por lo demás, Chil se dejó en el tintero muchas
particularidades que no conviene omitir4. Pasemos a nuestro
análisis alternativo.
Un grupo de «marineros ociosos» se congregó a primeras
horas de la tarde del 21 de julio ante el local del ayuntamiento,
al conocerse que la corporación trataba sobre las exportaciones
de papas hacia América y que daría el visto bueno a la facturación de ciertas remesas5. La exhibición fue impulsada al parecer
por el armador y negociante Rafael Romero, vecino de la arteria de Triana y con intereses directos en el ramo. El regidor
Fernando Báez y Cambreleng, desde su casa de la calle del
Colegio, sintió llegar «un tropel de gente» y desde una de sus
ventanas contempló aquella «porción de marineros» que exigía
a voces la prohibición de los embarques. Inmediatamente se dirigieron los alborotadores hacia la vivienda contigua del alcalde
corregidor José María Delgado, convaleciente aún del contagio
colérico, uniéndose a los mismos otros acólitos que arribaron por
diversas travesías6. La aglomeración, según la revista que dicho
4
Son de sobra conocidas las interpretaciones en torno a la persistencia
de las formas tradicionales de protesta, en España y otros países europeos,
de ERIC J. HOBSBAWM, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, 1983, o de
E. P. THOMPSON, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudio sobre la
crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, 1984, así como las referidas a
las nuevas formas de conflicto social en las sociedades industriales o en
vías de industrialización de GEORGE RUDÉ, La multitud en la historia. Estudio de los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730-1848, Buenos
Aires, 1971, y Protesta popular y revolución en el siglo XVIII, Barcelona,
1978. En cuanto a España específicamente, véase el compendio de MANUEL
PÉREZ LEDESMA, Estabilidad y conflicto social. España, de los iberos al 14-D
(«Viejas y nuevas formas del conflicto social»), Madrid, 1990, pp. 165-202.
5
El acuerdo corporativo de ese día rezaba textualmente: «Que no habiendo temor de resultar ningún perjuicio público, se permita a don Francisco Rey y don Bernardo Rolo la exportación de papas que tienen contratadas, formándose desde luego el oportuno expediente para comprobar cuál
es el estado de las cosechas de papas y granos de esta Isla, para que pueda
servir de regla en los casos sucesivos». Libro de Actas del Ayuntamiento de
Las Palmas, AHPLP, sesión del 21-VII-1851.
6
Declaraciones de Fernando Báez y Cambreleng del 4 de agosto ante
el alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz y el secretario municipal
Núm. 50 (2004)
321
4
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
mandatario envió al juez de primera instancia del partido, alcanzó «cosa de trescientas personas»; el consistorio entendió que
el cálculo era muy abultado y con «noticias más exactas» redujo la cifra «ni aún a la mitad, puesto que sólo se componía,
como se ha indicado, de una parte de los matriculados que existen en la población, además de los curiosos que nunca faltan
en estos casos»7.
Más de un centenar de manifestantes representaba de todas
maneras un contingente digno de consideración, en una ciudad
que en 1856 contaba con 2.201 vecinos y que un lustro atrás,
con los estragos del cólera, debía tener bastantes menos8. Por
ello sembró la alarma entre la mayoría de los institutos públicos, muy sensibles al mantenimiento del orden en aquel intervalo catastrófico. La actitud contestataria de los apiñados y la
condescendencia que hacia ellos mostró el primer munícipe,
añadieron otros factores para la inquietud de los responsables
de la política reaccionaria en tiempos de Bravo y Murillo. A
Delgado le costó enormemente que se disolviera la protesta,
consiguiéndolo sólo tras apalabrar que serían satisfechas las
reivindicaciones de origen. Uno de sus parientes, Marcial Delgado, narró después lo sucedido en estos términos:
«Que en su misma casa, situada en la calle del Colegio, sintió el día veinte y uno del mes pasado la reunión de gente
que, a cosa de las dos o tres de la tarde, hubo frente [a] la
casa del Señor Corregidor Don José María Delgado, para
pedirle prohibiera la exportación de papas; el testigo vio y
oyó del balcón de su casa que el mismo corregidor, presentándose en el de la suya, intimó en alta voz a que se retirara la gente reunida, invocando el nombre de Su Majestad la Reina; que le contestaron que no se retiraban, añaLaureano Hernández. Alcaldía Corregimiento de Las Palmas. Año de 1851.
Testimonio del expediente en averiguación de los hechos acaecidos en la noche del dos de agosto del corriente, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de
Gran Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 17.
7
Acuerdo del ayuntamiento en la sesión del 29 de julio, trasladado de
oficio al gobernador civil. Testimonio del expediente...
8
«Estado que demuestra el censo de población de la provincia de Canarias en el corriente año de 1856», Boletín Oficial de la Provincia de Canarias (en adelante, BOPC), 15-VIII-1856, pp. 2-3.
322
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
5
diendo otras voces que el testigo no comprendió por la distancia; que enseguida salió el declarante y se acercó por
curiosidad a dicha reunión y que oyó que el corregidor
repetía que se retirasen todos, que confiasen en él, puesto
que las papas no se embarcarían; y que efectivamente se
retiraron con esta promesa...»9.
La mera petición del alcalde desde los balcones de su domicilio, apelando al Trono inclusive, no bastó para calmar los ánimos de los díscolos mareantes. Tuvo que bajar al empedrado y
allí encararse con quien los capitaneaba, el cual había acompañado al fletador Romero durante la entrevista concedida el día
anterior. El propio Delgado reconoció que las turbas permanecieron «impávidas» ante su primera intimidación y que al reiterarla «continuaron sin movimiento». La demostración sin duda
«era pacífica» y no podía llamarse motín, como aseguraron seguidamente los regidores, pero adoptó un tinte sedicioso al implicar la reiterada desobediencia al máximo representante del
poder civil en la capital insular. La discusión entre el corregidor
y el referido cabecilla fue, a buen seguro, mucho más enervante de lo que expuso el primero, empeñado sobremanera en hacer ver que preservó cuanto pudo el principio de autoridad y
ocultando que transgredió una resolución corporativa. De acuerdo con su relato, el interlocutor creía actuar al amparo de una
real orden y siempre exhibió un enorme respeto hacia la alcaldía, preocupado únicamente por sustraerla de los apetitos particulares10. El alcalde Delgado se cuidó mucho de esconder ante
9
Declaraciones en el expediente gubernativo instruido el 4 de agosto.
Loc. cit.
10
Así señala que «la persona que le he indicado [sin dar su nombre]
me reclamó la misma demanda, añadiendo que la fundaba en el cumplimiento de una Real Orden, y por el temor de que aquel artículo pudiera
hacerles falta para su sustento, protestando que no era su ánimo el molestar mi autoridad, de quien tenía repetidas pruebas del interés por el bien
público que había demostrado en las circunstancias aflictivas que atravesamos, y sí únicamente el llamar mi atención para que no cediese a las
instigaciones de personas que sólo atendían a su interés privado. En este
estado y habiéndome asegurado que depositaban en mí toda su confianza
en el desenlace de este asunto, se disipó completamente la reunión». Oficio
del alcalde corregidor José María Delgado al juez de primera instancia del
Núm. 50 (2004)
323
6
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
la justicia el compromiso que de palabra asumió con los reclamantes, una debilidad que indignó a sus compañeros.
El instigador principal de los «malos procederes» del doctor
Chil fue el susodicho traficante Rafael Romero, quien había
contratado con el patrón del buque El Trueno (el mismo que
trajo el cólera) la expedición a Cuba de 700 fanegas de papas,
el pan de los pobres. Al saber que la Diputación provincial tenía
prohibidas las remesas de tal artículo, cursó una instancia al
corregidor el día 19 de julio, como hombre «interesado en que
no sufra perjuicios la población», para que la interdicción afectara también a otros exportadores «hasta que no varíen las circunstancias del vecindario». Estos últimos eran sobre todo dos
comerciantes de la calle de La Peregrina llamados Francisco Rey
y Bernardo Rolo, los cuales presentaron al unísono otra petición
para que fuesen autorizadas sus transacciones, alegando entre
otras cosas la abundancia y baratura de las mercancías de primera necesidad (papas, millo, trigo y cebada). La poca estimación de las papas y la imposibilidad de facturarlas hacia otras
islas debido a la incomunicación vigente, iban a deparar en
opinión de ambos unas pérdidas considerables al comercio si no
imperaba la libertad mercantil con la América española11. El
mismo 21 de julio, el vicepresidente de la Junta de Comercio y
concejal Jerónimo Navarro avaló todas estas argumentaciones
librecambistas en un escrito al gobernador civil, donde afirmaba que la profusión del tubérculo había bajado las cotizaciones
a 20 rvon. por fanega y que sin el tráfico americano los excedentes «se pudrirían infaliblemente por falta de consumo»12.
partido, Palmas, 21-VII-1851, Alcaldía Corregimiento de Las Palmas. Año de
1851. Expediente sobre que se permita la exportación de Papas para la isla
de Cuba, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 16.
11
«Demasiado ha sufrido también el comercio y si sobre los entorpecimientos e inconvenientes que han experimentado para emprender sus viajes, haciendo tantos y tan excusados gastos en puerto, se les agrava aún más
con no poder cargar sus buques con los únicos efectos y artículos que hay
de exportación para América, imposibilitándoles así su salida, sería lo mismo que condenarles hacer una quiebra». Instancia de Francisco Rey y Bernardo Rolo al alcalde corregidor de Las Palmas, 21-VII-1851, Expediente
sobre que se permita...
12
La Junta indica que «la prohibición decretada por V. S. estaba sola324
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
7
La competencia empresarial alentó desde luego los episodios
del 21 de julio en Las Palmas, mas sin el desasosiego popular
habría sido imposible el surtido de las manipulaciones y la explosión que tuvo lugar doce días más tarde. En términos de «farsa» e influencia personal, conforme a la lectura de la práctica
totalidad de los capitulares, no pueden entenderse con rigor estos bullicios13. Los bulos quizás echasen leña al fuego. Al decir
del consignatario Francisco Rey se difundió, «sin duda con siniestras intenciones», la especie de que estaba determinado a
cargar entre 5-6.000 fanegas de papas en la fragata Isis (capitán Eusebio Sierra) y el bergantín-goleta Paquete de Trinidad
(capitán Luciano Rey), fondeados desde hacía tiempo en la rada
de La Luz. El exportador rubricó que sus proyectos reales eran
expedir 1.000 fanegas en la primera embarcación y 400 en la
segunda, porciones que fueron contratadas antes de sobrevenir
la epidemia de cólera y llevaban en sus almacenes más de un
mes14. La comisión que el alcalde nombró el 30 de julio a fin de
examinar los volúmenes y el estado de los cargamentos, formada por los regidores Manuel Sigler y Jerónimo Navarro y dos
peritos de confianza (el comerciante Cayetano Inglott y el «lamente concretada al pueblo de Santa Cruz, por la carencia de este fruto en
aquella villa». Asimismo aduce que la cosecha de batatas, a punto de
recolectarse, sería cuantiosa. Se solicitaba al fin que fuera desestimada la
petición de Romero y permitidos los despachos. Oficio de Jerónimo Navarro al alcalde corregidor de Las Palmas, 21-VII-1851, Expediente sobre que
se permita...
13
En el citado acuerdo corporativo del 29 de julio se dice que «un
dueño de buque que hace viajes a América y se ejercita en el tráfico de
conducir allí papas, creyó perjudicial a sus intereses el que en este negocio
se le anticipara don Francisco Rey, y para evitarlo reunió unos cuantos marineros ociosos de su devoción y les excitó...». Testimonio del expediente en
averiguación...
14
Por ello asegura que «su embarque no puede producir la menor alteración en el consumo», para advertir acto seguido que «en cambio de esas
mil cuatrocientas fanegas de papas que se han de extraer, el que expone ha
introducido doscientas sacas de harina, cuyos derechos ha satisfecho en esta
Aduana, que forman uno de los artículos de primera necesidad, viniendo
así a compensar una cosa con otra, como sucede siempre en el comercio cuando éste se deja en plena libertad». Instancia de Francisco Rey al
alcalde corregidor de Las Palmas, 22-VII-1851. Expediente sobre que se permita...
Núm. 50 (2004)
325
8
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
brador inteligente» Ventura Vázquez), calculó sin embargo que
Rey disponía de 1.200 fanegas, la mayor parte en «reventazón»,
más otras 600 en Telde. A ellas agregó las 600 fanegas de su
compañero Rolo, divididas por mitad entre las existencias de su
casa y los depósitos del campo. Por último computaron las 200
fanegas de Gaspar Medina en su establecimiento de la Vica de
Triana. En total, pues, 2.600 fanegas oficiales distribuidas entre
las 1.700 de la ciudad y las 900 rurales15.
Los incidentes ante la casa del corregidor harían que el juez
de primera instancia del partido, Jacinto Bravo de Laguna, ordenara la inmediata designación de patrullas y rondas a objeto
de prevenir «toda consecuencia desagradable». Igualmente resolvió el día 23 la detención y el ingreso en la cárcel pública de
cuatro marineros señalados con antelación por la alcaldía: Luis
Caraballo, José Yanes, José Riperola y Segundo El Manco, los
probables compinches de Romero16. El inefable Delgado comunicó al gobernador civil Antonio Halleg por aquellas fechas que
la tranquilidad de su jurisdicción seguía «en el estado más satisfactorio». A pesar de ello, el delegado gubernativo exigió el 1
de agosto que se impidiera por cualquier medio «toda alteración»17. Las alegaciones que el ayuntamiento transmitió a éste
el 29 de julio terminaron expresando la convicción de que el
alcalde fuera obligado a ejecutar unos acuerdos legales y razonables, «y que no dé motivo con su condescendencia, que en
estos casos puede calificarse de debilidad, a que puedan suscitarse motines verdaderos». No sabían los ediles hasta qué punto
acertaban al vaticinar estos negros presagios.
Las ocurrencias del 2 de agosto comenzaron alrededor de las
diez de la mañana en el muelle. Entre 150 y 200 marineros
15
Los comisionados apuntan su estimación de que se perderían antes
del mes. Informe de Manuel Sigler y Cerrillo y Jerónimo Navarro al alcalde corregidor, Palmas de Canaria, 30-VII-1851, loc. cit.
16
Los tres iniciales se presentaron al momento para someterse a las
indagatorias de la causa; el último no lo hizo y fue capturado a los dos
días, tras una circular del alcalde disponiendo su aprehensión. Autos del
juez Jacinto Bravo de Laguna del 21 y 23-VII-1851 y comunicaciones en
réplica del alcalde corregidor del 24 y 25-VII-1851. Testimonio del expediente en averiguación...
17
Circulares del 23 y 24-VII-1851 e instrucciones del 1-VIII-1851, loc. cit.
326
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
9
confluyeron allí al enterarse que 500 fanegas de papas de Rey
iban a ser embarcadas en la fragata Isis18. Su piloto informó en
el acto al teniente y comandante de Carabineros, Jacinto Ruiz
de Quevedo, el cual observó que los apiñados mostraban «intenciones hostiles» y escuchó entre los corrillos la determinación de
paralizar la estiba. El oficial colocó dos centinelas en el embarcadero y mantuvo otros cinco soldados en la casilla para reforzar la guardia. Los revoltosos pasaron hasta la ermita de San
Telmo y el cercado de Antonio López Botas, tratando de tocar a
rebato las campanas del oratorio y de cometer «algunos otros
excesos, como era el de no dejar transitar a las personas indiferentes al tumulto que por allí pasaban». Al llegar Ruiz hasta ellos
e inquerir sus propósitos, un nauta que hacía las veces de cabecilla, apodado El Fino, le espetó: «Nosotros lo que queremos es
que no se embarquen las papas, pues el Señor Corregidor nos
prometió el otro día que no se embarcarían y no se embarcarán, porque nosotros moriremos por las papas»19.
La enérgica respuesta fue seguida por «una porción de voces» de casi todos los asistentes que cercaban a Ruiz, con gritos
a coro de «¡No se embarcarán las papas, no se embarcarán las
papas, o de lo contrario ha de correr hoy sangre!» El uniformado replicó a la bulla que, de no mediar un mandamiento expreso del corregidor, su deber era garantizar las diligencias «a todo
trance, invitándoles además a que se dejasen de añadir alborotos a las desgracias que se habían hecho ya sentir en el pueblo,
y que se retirasen a sus casas»20. Las amonestaciones calmaron
18
El alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz, que presidía la sesión
conjunta del ayuntamiento y de la Junta de Sanidad, se enteró de cuanto
pasaba a través de Vicente Clavijo, subdelegado de Marina, quien le participó que el consignatario «recelaba hubiera resistencia de parte de la
marinería». Oficio de Ignacio Díaz del 3 de agosto al gobernador civil,
loc. cit.
19
La corporación municipal había accedido a las solicitudes de Rey y
Rolo el 2 de agosto, pero el alcalde corregidor Delgado suspendió la ejecución del acuerdo hasta que resolviese el gobernador civil. Oficio de Ignacio
Díaz al subdelegado de Marina, 2-VIII-1851. Expediente sobre que se permita...
20
Francisco Pestana Brito confesó «que en la reunión de marineros que
en la mañana del mismo día dos hubo cerca del muelle, habiendo recon-
Núm. 50 (2004)
327
10
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
un tanto a los soliviantados, quienes «ya no pensaron más en
tocar la campana». El teniente de Carabineros, no obstante,
marchó enseguida a la residencia del gobernador militar José de
Vidaurre y González y le dio parte verbal de todas las incidencias, suplicándole que «por si acaso» enviara refuerzos a su «corta» tropa21. El subdelegado de Marina, en el ínterin, convocó a
los patrones de todas las lanchas para «cortar por su mediación
aquellos excesos». A las 13,15 horas, desde el postigo de la casilla del muelle, Ruiz de Quevedo constató que «el tumulto había
desaparecido completamente» e interrumpió la redacción de su
instancia. Era la calma que precede a la tempestad.
El aviso de cuanto se estaba tramando bajo cuerda lo dio
poco antes del anochecer el jefe moderado y diputado provincial Antonio López Botas desde una de sus moradas y refugio
campestre, por medio de la breve esquela que hizo llegar al teniente de alcalde y alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz22.
En ella le destapaba: «ha corrido por aquí que esta noche o
mañana habrá allí bullanga, y me apresuro a indicárselo a usvenido a algunos de ellos, tanto el testigo, como don José Cardoso, don
Fortunato de la Cueva, don Tomás y don Alonso de Nava, aconsejándoles
no hicieran alboroto por los perjuicios que pudieran sobrevenirles, contestaron que a ellos no se le daba cuidado porque estaban seguros de que la
tropa no le hacía fuego al pueblo». Declaraciones del 6 de agosto ante el
alcalde corregidor accidental. Testimonio del expediente en averiguación...
21
El superior le contestó que hiciera la petición por escrito y al regresar al muelle para redactarla se vio otra vez cercado frente a la ermita de
San Telmo por los alborotadores, deseosos de estar al tanto de las últimas
novedades. Entonces «les contestó que a ellos nada les importaba, y llamando aparte al citado Fino le dijo seriamente que, mediante parecía que
él manejaba aquella gente, hiciera que se dispersasen antes de que llegara
el caso de poner [a] la población en un conflicto». Declaraciones de Jacinto Ruiz de Quevedo del 20 de agosto ante Ignacio Díaz, loc cit.
22
López Botas había sido procurador síndico en 1844 y concejal en
1847 y 1850 del ayuntamiento de Las Palmas, y en adelante será diputado
a Cortes por el distrito de Guía en 1852 y diputado provincial por el partido de Arrecife en 1852 y por el de Las Palmas en 1856. Vid. RENATO
GONZÁLEZ, Biografía del señor D. Antonio López Botas, Madrid, 1869, y
Extracto de los títulos y servicios del doctor Don Antonio López Botas, natural y vecino de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en donde nació
el 7 de diciembre de 1818, en AGUSTÍN MILLARES TORRES, Colección de documentos para la historia de las Canarias, t. 18, BMC.
328
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
11
ted para que esté prevenido y me les dé una buena lección»23.
Inmediatamente el destinatario pidió al gobernador militar que
pusiera a su disposición tres piquetes de ocho soldados cada uno,
para montar dos rondas en Triana y una en Vegueta24. Las precauciones llegaron tarde. Al poco del toque de oraciones, hacia
las 20,30 horas, se escucharon «en casi toda la población» campanadas, caracoles y bocinas que terminaron por convocar a
más de 500 personas en torno a la ermita de San Telmo25. El
estrépito hizo que acudieran al cuartel y guardia de prevención
de San Francisco el alcalde accidental y los regidores Jerónimo
Navarro, Manuel de Lugo, Antonio Abad Navarro, Fernando
Báez Cambreleng y Manuel Sigler, a quienes escoltarían algunos ciudadanos (Fortunato de la Cueva, capitán graduado de
teniente coronel del Provincial de Guía, Gaspar Medina Báez,
Gregorio Gutiérrez, Fernando Cambreleng Vázquez, Francisco
Pestana Brito y Manuel Canales, sobrino de Sigler). Quien primero llegó parece haber sido el más intrépido.
23
A continuación apuntaba que, «si la cosa formalizare, avise usted que
allá nos tendrá usted al momento...». Loc. cit.
24
Díaz recibió la minuta de López Botas cerca del anochecer, mientras
paseaba por la Plazuela del Puente con el juez de primera instancia y el
comandante de Carabineros. Se encaminó rápidamente en busca de la autoridad castrense y la encontró en los almacenes de la testamentaría de
Santiago Boggiano, solicitándole el acuartelamiento de las fuerzas disponibles. Horas después, a las oraciones, lo visitó en su residencia y ante el
teniente y ayudante accidental del Batallón de Las Palmas, Ventura Ruiz de
Bustamante, insistió en sus ruegos. Pretendía que los piquetes estuvieran a
cargo de los regidores Antonio Abad Navarro, Jerónimo Falcón y Manuel
de Lugo, a quienes relevarían los demás concejales. Parte referido al gobernador civil, loc. cit.
25
Las llamadas auriculares las mencionaron expresamente en sus declaraciones del 5 de agosto el regidor Antonio Abad Navarro y Gregorio Gutiérrez, refrendándolas el día 7 Domingo Cabrera Martín y el 20
Jacinto Ruiz de Quevedo. Este último, que dio la estimación numérica
final, recordó también que «a cosa de las ocho vio correr hacia San Telmo por las calles de Triana, Cano y otras que bajan del Risco a alguna
gente». La mayoría de los testigos apuntó que el motín dio comienzo a las
8,30 de la noche, si bien Gutiérrez dijo no poder determinarlo con exactitud «porque como es público el reloj de la Catedral tiene desde antes de
aquel día cosa de una hora de adelanto», extremo que confirmó Manuel
Canales.
Núm. 50 (2004)
329
12
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
El concejal Jerónimo Navarro, a pesar de que su condición
de vicepresidente de la Junta de Comercio lo convertía en diana
de las iras populares, salió al frente de una patrulla de seis
milicianos provinciales que mandaba el cabo primero José
Cipriano Díaz Monagas26. Su valentía flaqueó un tanto al aproximarse al extremo de la calle Mayor de Triana y apreciar que «el
tumulto era de bastante consideración por el número de los
amotinados», así que envió a uno de los mílites a por refuerzos.
El referido cabo primero contó que en dicho lugar
«se oían los caracoles, donde llaman el Callejón de la Vica,
que allí encontraron un pequeño grupo como de diez a
doce hombres a quienes trató de aprender, mas que habiendo el Concejal don Jerónimo Navarro principiado a
darles con la vara que llevaba, corrieron y se escaparon
todos. Que de allí se dirigió la patrulla hacia la Ermita de
San Telmo, en donde encontraron ya grupos de más consideración, de los cuales principiaron [a] arrojar algunas
piedras que hirieron al Concejal don Jerónimo Navarro y
a uno de los soldados de la patrulla. Que dicho concejal se
retiró entonces, diciéndole al declarante que permaneciese
en aquel punto para impedir que el tumulto avanzase. Que
desde allí mandó dicho Concejal un soldado para que viniese otra patrulla...»27.
26
El alcalde corregidor accidental habló al gobernador civil de un piquete de ocho hombres, mas Díaz Monagas los redujo a esa cantidad, que
coincide con la de Chil.
27
Declaraciones de José Cipriano Díaz Monagas del 19 de agosto ante
el alcalde corregidor accidental. El regidor Navarro reseñó: «viendo el declarante que no llegaba el soldado que fue a reclamar auxilio, se apostó
con el piquete cerca de la Iglesia de San Telmo, a cuyo tiempo desde la
calle y del cercado frente a la Ermita principiaron a apedrearle, causándole una herida que le derribó en tierra, y seguramente le habrían muerto a
no haber tenido la prudencia de retirarse por uno de los callejones que van
a la misma calle de Triana, con objeto también de dirigirse como lo hizo
a casa del Señor Gobernador Militar, a quien no encontró en ella, y sólo sí
en el tránsito al Teniente Comandante de Carabineros, a quien le encargó
se dirigiese con los suyos al tumulto y se hiciese también cargo del piquete
que sacó el declarante y quedaba en aquel punto, ofreciéndole dicho Teniente que así lo haría...» El comandante de Carabineros corrió sin embargo a la morada del gobernador militar y de allí al cuartel de San Francisco. José de Vidaurre se encontró con la patrulla de Díaz Monagas en la
calle de Triana y con ella marchó hacia San Telmo. Loc. cit.
330
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
13
La herida que sufrió el edil Navarro en la cabeza no fue de
gravedad, como tampoco la del miliciano que lo acompañaba.
Los rebeldes apedrearon también la fachada de la casa habitación de la madre de aquél, situada en las inmediaciones de la
ermita. En el cuartel de San Francisco, mientras tanto, el alcalde corregidor interino y sus escoltas no habían conseguido que
se les entregara toda la hueste disponible. Los efectivos eran
escasos, pero suficientes para liquidar el motín: 30 provinciales
y unos 20 soldados del Batallón de Málaga que estaban en
franquía28. Las reiteradas súplicas de Ignacio Díaz, que en vano
intentó de nuevo ponerse al habla con el gobernador militar,
resultaron inútiles. Los oficiales no facilitaban más fuerzas
sin órdenes precisas. A un pelotón del Batallón de Málaga
(un cabo y cuatro soldados), formado en la plaza con el armamento de rigor, se le retiró al venir el sargento Andrés
González con la respuesta de la superioridad, «reducida a que
la tropa que debía salir del Cuartel, ya había salido»29. Varios
testigos llegaron a denunciar que la mayor parte de los granaderos de la Compañía del Batallón de Las Palmas no pasaron al acuartelamiento al escuchar las invocaciones al motín;
otros apreciaron que muchos formaban con los de San Telmo30.
28
Declaraciones de Francisco de Paula Gil, capitán del Batallón de
Málaga, y de Ignacio de Vega, cabo segundo del Batallón de Las Palmas,
Núm. 4 de Canarias (18 y 19 de septiembre), loc. cit. Millares Torres indicó
sobre la milicia durante los meses del cólera: «No existía sino una exigua
guarnición, insuficiente para hacer respetar la autoridad y cumplimentar sus
mandatos en momentos tan excepcionales, y el capitán general no se ocupó
de esto ni quiso reforzar la guarnición» (Historia general..., t. V, p. 26).
29
La denegación de auxilios militares fue resaltada por los regidores
Manuel de Lugo y Antonio Abad Navarro, entre otros deponentes. El ayudante accidental Ventura Ruiz, el teniente del Batallón de Málaga José
María Camps y el subteniente de provinciales y ayudante interino de la
plaza José Álvarez Martín, justificaron su proceder al confirmar tales
extremos, mencionados además en el parte de Ignacio Díaz al gobernador civil.
30
Declaraciones de Gaspar Medina Báez, Gregorio Gutiérrez, Domingo
Cabrera Martín y Manuel Canales (lo «oyó decir de público»). El segundo
especificó: «Que excepto el capitán don Fortunato de la Cueva y el sargento don Andrés González, no tiene noticia el testigo que ninguno otro miliciano que no estuviera en servicio se presentase en su cuartel». Al menos
Núm. 50 (2004)
331
14
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
Entre éstos reinaba la creencia de que la milicia no les iba a
disparar31.
El gobernador militar, al lado de una docena de subalternos,
parlamentó con los soliviantados durante más de media hora sin
hacerlos desistir. José de Vidaurre, otro de los enfermos de cólera, no quiso de entrada utilizar la fuerza y confió en el peso de
su autoridad para disolver el levantamiento32. Su actitud fue
diametralmente contraria a la del juez de primera instancia Jacinto Bravo de Laguna, que compareció en San Telmo junto al
promotor fiscal Mariano Vázquez y Bustamante y el escribano
José Benítez Cabrera. Haciendo honor a su apellido, Bravo exigió la terminante dispersión de los revoltosos invocando el nombre de la reina y por única reacción obtuvo insultos y amenazas. El choque con la jerarquía castrense se escenificó ante la
concurrencia, en medio de los «vivas» al militar y los «mueras»
al juez33. Los ánimos estaban tan crispados que hubo hasta
también lo hizo el sargento Andrés Alfredo González desde que sintió la
alarma «producida por las campanadas y bocinas en la noche» (deposición
del 11 de agosto). Loc. cit.
31
Lo estimaron así los ediles Antonio Abad Navarro y Jerónimo Navarro, aparte de Marcial Delgado. Manuel Canales hizo la confidencia siguiente: «También consta al declarante, por haberlo oído a Pedro Rosa entre
varios que se hallaban en uno de los poyos de la Plazuela, cerca de la
botica, la tarde del día dos, que la tropa no le hacía fuego al pueblo, voces
que también corrían entre los amotinados de la noche, que a éstos mismos
oyó el declarante...». Loc. cit.
32
Incluso al llegar hasta San Telmo el alcalde corregidor accidental,
«con todo el disgusto y sentimiento natural al verme en situación tan crítica» y temiendo correr la misma suerte que Navarro, se negó el gobernador
militar a traer más soldados y le comentó a Díaz: «ahora verá como esto
está concluido». Parte de Ignacio Díaz al gobernador civil y declaración de
Fernando Cambreleng Vázquez, loc. cit.
33
El testigo Domingo Cabrera Martín refirió así la puja, luego de la
exhortación de Bravo de Laguna: «entonces el gobernador militar que se
hallaba en medio de los grupos, salió y dirigiéndose a aquél le dijo ⟨aquí
estoy yo hablando Señor Juez⟩, que el Juez le contestó ⟨Señor Gobernador,
usted gobierna la tropa y yo gobierno al pueblo⟩». El mensajero que localizó a Bravo en casa del magistrado Manuel Pineda, Francisco Pestana
Brito, corroboró «que el Juez de primera instancia se dirigió desde luego a
éstos [los amotinados] intimándoles se retiraran a sus casas, que éstos lejos
de obedecerle sólo daban vivas al Señor Gobernador militar, quien se acer332
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
15
quien pensó en agredir físicamente a este último34, al paso que
otros reclamaban el cese del más aborrecido de los concejales35.
La paciencia de Vidaurre llegó al colmo y mandó al sargento
Manuel Díaz Monagas a por los 30 provinciales del cuartel de
San Francisco, disponiendo que el comandante de Carabineros
trajera todos sus hombres36. Al aparecer estas falanges conclucó a dicho Juez manifestándole que a no haberse presentado y reconvenido
a los del tumulto, éste se hubiera apaciguado, mediado entre ambos algunas contestaciones de las cuales recuerda el testigo que el Juez de primera
instancia contestó al Gobernador militar, Usted gobierne a su tropa y yo
gobierno al pueblo...» (declaraciones del 6 de agosto). El agredido Jerónimo Navarro, por su parte, atestiguó que «sabe también los desaires hechos
al Señor Juez de primera instancia don Jacinto Bravo presenciados por el
Señor Gobernador militar, tanto que habiendo intimado dicho Señor Juez
a los amotinados que se dispersaran, invocando para ello el nombre de
nuestra augusta Reina (Q. D. G.), le desobedecieron completamente, y hasta
le contestaron con amenazas al propio tiempo que vitoreaban al Gobernador militar, que continuaba presenciando todo esto y tratando con la mayor dulzura a los insurrectos».
34
El progresista Gregorio Gutiérrez manifestó haber oído «a varios de
los mismos grupos que en el caso de que dicho Juez hubiera conseguido
prender como lo mandó a uno que le había faltado el respeto de palabras,
en el momento lo hubiera[n] asesinado con los puñales y armas que mostraron al mismo testigo». A su vez, José Cardoso aseguró haberle dicho «el
maestro tonelero Segundo N. que la fortuna del juez de primera instancia
aquella noche, había sido que el gobernador militar estaba de parte del pueblo, que no quería el embarque de las papas...» El teniente Ruiz de Quevedo
distinguió que al gobernador militar se le escuchaba «con alguna atención»,
lo que no ocurría cuando hablaba el juez. En el informe que evacuó el 21
de agosto, Bravo de Laguna dirá sobre la interrupción de Vidaurre: «Palabras fueron éstas, que proferidas por la primera autoridad militar de esta
Isla, y con cierta altanería, aunque recibieron la digna respuesta que merecían, dieron quizá lugar a que algunos de los sediciosos soltaran las expresiones, que allí sólo se conocía la autoridad del Señor Gobernador, y ésta
sería obedecida...».
35
Según las revelaciones de Domingo Cabrera, «cuando el Gobernador
militar los aconsejaba se retirasen a sus casas, contestaban los de los grupos que no lo harían hasta que no sacaran a don Jerónimo Navarro». Y el
regidor Manuel de Lugo «oyó también a algunos muchachos nombrar la
cabeza de don Jerónimo Navarro».
36
El alcalde corregidor accidental describió así el comportamiento final de Vidaurre: «Siguió en medio del tumulto dando voces a los amotinados de que se retiraran a sus casas, y añadiendo no ser necesaria la fuerza
Núm. 50 (2004)
333
16
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
yó el motín por completo a las 22,30 horas, por lo tanto más
de 90 minutos después del embate a la patrulla del concejal Navarro.
Las «dulzuras» del gobernador militar con los perturbadores
despertaron la indignación del grueso del consistorio y de los
vecinos que lo apoyaron. El criterio general era que el «mal
precedente» y la «condescendencia» del alcalde corregidor Delgado el 21 de julio, dieron chance al pandemónium del 2 de
agosto37. Las preocupaciones no acabaron incontinenti, pues se
barruntó que muchos marineros y demás abonaban la creencia
en el voto de Vidaurre para denegar las exportaciones de papas38.
El juez Bravo de Laguna sugirió «una inteligencia» entre el
militar y «las masas sublevadas» que tenía por norte reforzar su
poder39. La desautorización del gobernador civil planteaba la
inadmisible transacción con los amotinados en las dos jornadas
y la falta de nervio en el cumplimiento del deber que exterioriarmada para calmar y deshacer el tumulto; pero como éste a pesar de ello
continuaba, no obstante que se daban voces de ⟨viva el Señor Gobernador
militar⟩, éste por último se acercó a mí y me dijo que si quería la tropa la
mandaría a buscar, y que el no habérseme dado en la prevención había
dependido sin duda de mala inteligencia de los oficiales a sus órdenes;
reclaméle que aún cuando ya era tarde, era indispensable la tropa...» Díaz
advirtió al comandante de Carabineros que «si a la voz o primera intimidación» no se dispersaban los grupos, «se hiciese a viva fuerza prendiendo a
los que se resistieran».
37
Ignacio Díaz deploró el estilo de éste y del jefe militar ante el gobernador civil, vaticinando que, de ser alterado otra vez el orden público, «no
podrá restablecerse sin que haya muchísimas desgracias que lamentar».
38
El clarinetero José Casimiro, al fijar el 3 de agosto un bando municipal en una de las esquinas de la ermita de San Telmo, fue rodeado por
«una porción de marineros a quienes sólo conoce el testigo de vista», los
cuales preguntaron por su finalidad, y al responderles «por oírlos que para
no embarcar papas, prorrumpieron entonces a la vez en vivas al Señor
Gobernador militar, que nos ha cumplido lo que nos ofreció anoche...»
(declaraciones del 8 de agosto).
39
«No sé si serán ciertas las indicaciones que se me han hecho, de que
el Señor Gobernador militar, trataba de colocar a todas las autoridades, en
la triste posición de que conocieran la imposibilidad en que se encontraban de obrar, y que necesitaban de entregarse a discreción bajo la suya,
reasumiendo en sí en tal extremo todas las demás». Informe de Bravo de
Laguna del 21 de agosto.
334
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
17
zaron Delgado y Vidaurre40. En la noche del mismo 2 de agosto
fueron detenidos cuatro sujetos por la ronda que recorría «la
parte de Triana» y el alcalde corregidor accidental los puso a
disposición del juzgado. Al día siguiente pidió Díaz al gobernador militar que le prestase los auxilios oportunos para no «verse
desairada la autoridad y hasta cierto punto alentados los alborotadores»41.
El 7 de agosto autorizó el ayuntamiento «por ahora» la expedición de 1.200-1.400 fanegas de papas de Rey (incluyendo las
de Gaspar Medina Báez), más otras 600-700 de Rolo. Los embarques se realizaron sin contratiempo alguno entre el 9 y el 13
con la custodia de efectivos militares42. Entre otras disposiciones,
el bando municipal del día 3 obligaba a despejar las calles en el
supuesto de repetirse las intemperancias, prohibía toda reunión
en las vías públicas, especialmente por las noches, y encomendaba a los párrocos el cierre de los templos a fin de «evitar que
los revoltosos se apoderen de las campanas»43. Por otro lado, en
40
«Allí quedó mancillada la autoridad, allí se cometió un gran crimen
y allí en fin quedaron desairadas las armas de Su Majestad». En contraste
alabó el «celo» y la «eficacia» de Ignacio Díaz. Oficio del gobernador civil
Antonio Halleg al teniente primero y alcalde corregidor accidental, Santa
Cruz de Tenerife, 10-VIII-1851.
41
Abrigaba el propósito de asignar dos piquetes de ocho soldados cada
uno para que vigilaran por las noches, bajo la guía de los concejales Antonio Abad Navarro y Fernando Báez Cambreleng, a quienes reemplazarían
los vecinos Gaspar Medina Báez y Gregorio Gutiérrez. El cauto Vidaurre
nombró los piquetes reclamados «para que no se repita la desgraciada mala
inteligencia de los comandantes de guardia principal», mas no ofreció toda
su fuerza porque debía cuidar otras «atenciones indispensables».
42
Expediente sobre que se permita..., oficios del alcalde al administrador de Rentas (8 de agosto) y al gobernador civil (9 y 12 de agosto). El
acuerdo tomado por el ayuntamiento el día 7 decía así: «Visto un oficio del
Señor Gobernador de la Provincia, disponiendo que de ninguna manera se
impida el embarque de frutos, ínterin las circunstancias no demanden otra
cosa; se determinó estar a lo acordado en sesión del 21 del mes próximo
anterior, pasar a la comisión el expediente mandado instruir, y que se halla
adelantado, para que se proponga su dictamen, y que el Señor AlcaldeCorregidor esté a la mira para que con el pretexto de esta insignificante
extracción no se alcen indebidamente los precios de los artículos de primera necesidad». Libro de Actas..., sesión del 7-VIII-1851.
43
La quinta resolución preceptuaba: «Desde el toque de ánimas se ce-
Núm. 50 (2004)
335
18
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
el homónimo impreso del 8 siguiente la alcaldía-corregimiento
accidental pretendió deshacer la «refinada hipocresía» de los
falsos patriotas, que «han abusado y abusan de la credulidad de
las personas más sencillas y pacíficas», intimidando a los
«intrigantes» y «malévolos alborotadores» con todo el peso de la
ley44. Esta inducción conspirativa, que Chil compartió plenamente, no sólo dio entrada a la maquinaria represora. Los matriculados del mar que protagonizaron los disturbios estaban inmersos en un paro casi general que los dejó al borde de «la
mayor miseria, que les hubiera hecho perecer de hambre a no
ser por el socorro que diariamente la municipalidad les suministra». Por ello exhortó Díaz al gobierno civil la concesión de
fondos por parte de la comandancia de Marina hasta que se
reanudaran las faenas, aparte de inversiones en obras públicas
para la fábrica del Hospital de San Lázaro, la continuación del
camino de Tafira o la apertura del provincial desde Las Palmas
a Gáldar45.
El expediente del ayuntamiento de Las Palmas acerca del
estado de las cosechas de papas y granos de la isla, cuya apertura fue certificada el 21 de julio, se puso en marcha a finales
de mes y los despachos comenzaron a recibirse entre el 3 y el
11 de agosto. De los 35 dictámenes que llegaron procedentes de
17 municipios (fallaron los de Teror, Valsequillo, San Bartolomé,
Santa Lucía y Artenara), hubo 17 favorables a la libre exportación, cinco que la aceptaban con algunas condiciones, siete en
contra y otros ocho sin pronunciarse por dudas y vacilaciones.
Las negativas correspondieron a las municipalidades de San
Lorenzo, Valleseco, Mogán y Tejeda, junto a los párrocos de las
rrarán todas las tiendas, tabernas y establecimientos públicos, bajo multa
de 40 rvon». La misma pena o dos días de arresto se adjudicó a los reunidos ilegalmente. Expediente sobre que se permita...
44
Denunciaba a quienes encendían «la tea de la discordia, excitando la
animadversión pública contra los representantes de la población y contra
sus mejores ciudadanos, simulando un interés que no tienen por la clase
pobre y encubriendo el rencor, la mala fe y la perfidia de que rebosan sus
corazones». El bando incluía los acuerdos corporativos del 21 de julio y
del 7 de agosto. Loc. cit.
45
Parte cit. del alcalde corregidor accidental a Antonio Halleg. Testimonio del expediente en averiguación...
336
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
19
tres iniciales46. Los alcaldes de Agaete y de la Aldea de San Nicolás optaron por abstenerse, lo mismo que el beneficiado de
aquel término, el cura de Guía y otros cuatro particulares (la
condesa de la Vega Grande, Miguel Massieu en Jinámar, José de
Quintana en Firgas y en La Aldea Policarpo Alemán, que acudió para informarse al administrador del mayorazgo de los
marqueses de Villanueva del Prado). Por una admisión condicionada de la libertad de tráfico estuvieron el primer munícipe
de Guía, el terrateniente Agustín Manrique de Lara, el comisionado regio de agricultura Francisco María de León y Falcón,
Francisco Pérez en San Mateo y Leandro Sánchez en Las Palmas47. La mayor parte de las corporaciones, con las de superior
46
Las cosechas de cereales y millos fueron «medianas» o «regulares»
en todas estas jurisdicciones; en la de Mogán no daba el grano para tres
meses. Las papas reportaron pérdidas a los agricultores de San Lorenzo «de
seis años a esta parte» y en los Altos no se recogieron ni las semillas. El
alcalde de Valleseco, Manuel Sarmiento, efectuó estas reflexiones: «Digo
más, si de nuestra isla no se hubieran exportado granos y papas de los pocos
que produjo el año de 1846, no se hubieran visto tantas víctimas a cuentas
de las hambres en 1847; por consiguiente no debemos exponernos a un
peligro, máxime cuando actualmente nos hallamos aislados y sin más entradas de alimentos. (...) Todos saben que de las siete islas la más productiva es la de Canaria, ella fue la que más sufrió el citado año de 1847. ¿Por
qué? Porque hizo lo que practicaron algunos padres de familia, que por la
escandalosa ambición de vender al precio más subido los pocos alimentos
que tenían, vieron después perecer de hambre a sus hijos y perecieron ellos
mismos también». Se pronunció contra «dos o tres negociantes que sólo
atienden a su interés particular y lo menos que piensan es en el bien general». Expediente sobre que se permita...
47
Ninguna o muy corta cantidad de papas se recolectaron en Agaete,
Guía, Firgas y Aldea de San Nicolás. El alcalde guiense, Blas Betancor,
entendió que sería «utilísima» la exportación de granos, pero a la de papas
«no debería dársele tanta latitud como a la de cereales por abundar menos». Según Francisco Pérez, en la Vega de San Mateo la recolección de
granos era «regular» y la de papas no había sufrido la maleza de años anteriores, por lo cual no consumiría ese pueblo ni la tercera parte; se decantó por facilitar las exportaciones del tubérculo mientras los importes no
fueran exorbitantes. El comisionado regio anotó: «Sin embargo podré manifestar a Vuestra Señoría que si bien es un sagrado deber el proveer al
pueblo de aquellos víveres necesarios para su subsistencia y que éstos estén
a un precio módico para que los pobres puedan comprarlos, también debe
atenderse a la suerte del labrador...». Loc. cit.
Núm. 50 (2004)
337
20
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
peso, apostaron sin cortapisas por el librecambio: las alcaldías
de Telde, Arucas, Gáldar, Firgas, Moya, Santa Brígida, San
Mateo, Agüimes e Ingenio, acompañadas por el cura de Moya,
el párroco interino de Santa Brígida, el coronel Ruperto Delgado González desde su Hacienda de San Fernando y los vecinos
José Antonio Rivero en Arucas, Mateo López del Valle en Gáldar
y José Rafael Pérez Naranjo en Ingenio48.
La agricultura de mercado interno y de autoconsumo sobrellevó en Gran Canaria durante los meses de la epidemia colérica bastantes sinsabores por la sequía o las plagas, de los que
muy pocos municipios escaparon. Si la mortalidad catastrófica
redujo los consumidores, no por ello mejoró en demasía el destino de los supervivientes. El alcalde teldense Juan Mireles, quien
contó con el parecer de algunos de sus administrados, expuso
el 4 de agosto que, a pesar de las pérdidas humanas y económicas ocasionadas por el cólera, la jurisdicción producía suficientes papas para el consumo local y para expedir de 500 a 600
fanegas. En el puerto de Melenara, no obstante, hubo según
ciertos indicios alguna oposición «con mano armada» a los
48
La agricultura policultivista pasó también por apuros en los términos municipales cuyos voceros adoptaron el librecambismo. Las recolecciones de granos se presentaban «muy regulares» en San Mateo e Ingenio,
siendo «escasas» en Gáldar y sin ofrecer «mayores ventajas» en Moya; en
Agüimes «se quedó a la mitad de lo que con bastante probabilidad se esperaba» y en la Hacienda de San Fernando resultó «buena» en cebada y «regular» en trigo y centeno, mostrándose en Arucas «regular» la de trigo y
«mediana» la de millo. Los plantíos de papas no fueron muchos por temor
a la alhorra en Arucas, Firgas y Santa Brígida y las existencias de Gáldar
no cubrían el consumo municipal, «pues se traen fuera del pueblo»; en
Ingenio faltaron sin más y la abundancia apenas se admitió en San Mateo.
El coronel Delgado explicó que desde 1845 sólo Gran Canaria «ha sufrido
la pérdida total de las papas, particularmente en las medianías», aunque las
«medianas» cosechas generales de 1847-1849 sustentaron la prédica
librecambista: «Supuesto, pues, que ninguna escasez amenaza a la Isla, y
supuesto también que la inmensa mortandad ocasionada por el cólera, disminuye el consumo en un grado verdaderamente aflictivo; y siendo además
notoria la baratura de los granos, verdadero termómetro en estas materias,
qué razones puede haber para impedir la exportación de las papas...» La
prohibición era en su concepto «innecesaria, perjudicial, absurda y tiránica,
opuesta al espíritu y letra de las leyes que rigen en la materia...». Loc. cit.
338
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
21
embarques el mismo día, obligando al alcalde de mar a requerir la protección del comandante de las armas (un cabo y cuatro soldados)49. A principios de septiembre, el propio regidor Jerónimo Navarro reconocía en la capital insular que, «a causa
del monopolio» que algunos detentaban en la extracción de
papas, podrían haber escaseado en la recoba durante los último
días de no mediar las diligencias municipales50. El vicepresidente de la Junta de Comercio estipuló así las contradicciones del
librecambio, a menos de un año de distancia del real decreto de
Bravo y Murillo. Los marineros de la ciudad que habían alentado las conmociones del 21 de julio y del 2 de agosto las padecían mayormente en sus propias carnes, inmersos en el síndrome del hambre de 1846-1847. Y los artesanos conservaban ese
hálito un lustro después, en el amanecer de las franquicias.
Las agitaciones palmenses de mayo de 1856, silenciadas por
Millares Torres, tuvieron en Chil su único analista gracias a las
páginas inéditas de los Estudios51. Nos encontramos aquí ante
dos típicos motines de subsistencia colindantes, réplicas a un
fuerte encarecimiento de los artículos de primera necesidad, que
hicieron presentir la reproducción de las hambrunas previas a
los puertos francos52. El vecindario de Las Palmas tenía muy
49
El interesado Mireles negó «la más ligera alteración», atribuyendo
todo a «la prudencia o imprudencia» del alcalde de mar. Oficios del alcalde de Las Palmas al gobernador militar, 5-VIII-1851, y del alcalde de Telde
al primero, Telde, 4 y 6-VIII-1851, loc. cit.
50
«El mismo Señor Navarro dijo que tenía entendido que se trataba de
fletar un buque con trigo para la Península, donde parece se halla escaso;
que por este motivo es de temer que las extracciones se multipliquen,
siendo consiguiente que mañana haya necesidad de importar a un subido precio, el mismo grano que en el día se extrae de la isla por uno muy
bajo o mediano, sobreviniendo la escasez y un hambre, más temible aún
que la calamidad que acaba de experimentarse». Libro de Actas..., sesión
del 2-IX-1851.
51
Los casi veinte folios consagrados a ellas se instruyeron a partir de
actas municipales, proclamas del subgobernador, circulares del gobernador
civil y, sobre todo, con editoriales y sueltos de los periódicos El Ómnibus
y La Reforma, este último abonado al progresismo local.
52
El millo comenzó a escasear en los primeros días del verano de 1855
y los fuertes aguaceros y vientos de finales del otoño y comienzos del invierno serían desastrosos. En la primavera de 1856 la alhorra atacó al tri-
Núm. 50 (2004)
339
22
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
frescas en la memoria las calamidades de aquel terrible intervalo y algunos cabezas de familia no estaban dispuestos a soportar inermes su presunta reposición. Apenas copia Chil estadística alguna en torno a la fuerte carestía experimentada durante
esos meses por las papas, el millo o el pan, limitándose mayormente a recoger los precios que exigían los vecinos y gestionaban los munícipes53. Hoy sabemos que las cotizaciones medias
del trigo en nueve plazas insulares (las capitalinas, más las
tinerfeñas del Puerto de la Cruz e Icod) superaron los 64 rvon.
por fanega en el año económico 1855-1856, cuando habían estado en los 41 rvon. durante el quinquenio 1849-1853; los valores de mercado pasarían los 80 rvon., cual sucedió en el de Las
Palmas54.
Los años inmediatamente anteriores a la promulgación de las
franquicias fueron por lo común de precios bajos y en 18521853 casi recuperarían los niveles de 1849. Superada la coyuntura calamitosa de 1846-1847, transcurrió una fase de pingües
cosechas en la cual la agricultura policultivista logró sintonizar
con el rumbo expansivo de la grana y contribuir a frenar las
defunciones, favorecer los matrimonios e impulsar los nacimientos. Ni siquiera el cólera morbo de 1851 alteró esas orientaciones en Gran Canaria, detectándose sólo alzas importantes de los
garbanzos en la capital. Los «pueblos reguladores» de 1849-1858
go, el oidium a las viñas y la lagarta al millo. El Ómnibus, Las Palmas, 27VI y 28-VII-1855; 12-XII-1855; 9 y 12-I-1856; y 3, 14 y 24-V-1856.
53
Las únicas cifran que reflejan el encarecimiento aparecen en el artículo que tomó de La Reforma del 7 de mayo, de las cuales se deduce que
la fanega de millo subió de 40-45 rvon. a 75 rvon.; la de papas de 25-30
a 45 rvon. y la libra de pan de cinco a ocho cuartos; el trigo alcanzó los
75 rvon. por fanega, aunque la tasación del pan entrañaba los 105 rvon.
Allí leemos que la proliferación de «algunos robos y raterías» era «síntoma
que demuestra de una manera terminante la miseria y consiguiente degradación de la clase proletaria...». CHIL, Ms. 11, fols. 2.043-2.044, y La Reforma, Las Palmas, 7 y 14-V-1856.
54
Ateniéndonos a los promedios mensuales calculados por el gobierno
civil, el cereal comestible por excelencia llegó a su cenit en el mes de mayo
precisamente. Vid. AGUSTÍN MILLARES CANTERO, «En el amanecer de las franquicias canarias: semblanza de una época de transición», en 10º Aniversario de la Sección de Empresariales, Las Palmas de Gran Canaria, 1987,
pp. 285-295.
340
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
23
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
PRECIOS MEDIOS Y AMPLITUD EN EL ALZA DE LOS PRECIOS.
TRIGO, CEBADA, CENTENO Y GARBANZOS ENTRE 1849-1858
(rvon. por fanega)*
T
M ERCADOS
Medios
C
R I G O
Mínimos
Máximos
Amplitud %
Medios
E B A D A
Mínimos
Máximos
Amplitud %
Santa Cruz de
50,47
32,50 (49)
71,71 (57)
121
25,82
16,24 (49)
35,79 (56)
120
La Laguna
47,67
30,00 (49)
80,31 (58)
168
24,92
15,00 (49)
38,75 (56)
158
La Orotava
52,27
37,50 (53)
67,40 (56)
80
32,61
24,66 (53)
38,96 (57)
58
53,32
31,30 (49)
71,93 (56)
130
28,43
20,63 (49)
35,35 (57)
71
Las Palmas
49,41
31,00 (49)
70,21 (56)
126
25,43
14,00 (49)
35,68 (56)
155
Guía
47,61
37,50 (51)
65,76 (56)
75
24,19
18,75 (51)
37,72 (56)
101
Arrecife
48,36
40,00 (49;54)
67,50 (57)
69
23,51
20,00 (49;54)
30,92 (57)
55
Medios
Mínimos
Máximos
Amplitud %
Medios
—
—
70,51
Tenerife
Santa Cruz de
La Palma
C
M ERCADOS
G
E N T E N O
A R B A N Z O S
Mínimos
Máximos
Amplitud %
Santa Cruz de
Tenerife
—
—
60,00 (49)
81,56 (56)
36
La Laguna
—
—
—
—
—
—
—
—
La Orotava
34,35
24,66 (53)
44,24 (57)
79
56,68
45,00 (49;53)
68,30 (56)
52
48
Santa Cruz de
42,45
29,30 (49)
57,71 (56)
97
64,92
52,50 (52)
77,68 (56)
Las Palmas
34,40
19,00 (49)
52,71 (56)
177
70,70
54,00 (49)
100,00 (51)
Guía
34,08
22,50 (51)
46,28 (56)
106
86,84
67,69 (51;52)** 120,00 (56;57)
77
Arrecife
35,25
30,00 (49;54)
47,50 (56)
58
61,87
60,00 (49;54)
19
La Palma
71,25 (56)
85
** Entre paréntesis los años a que corresponden los valores extremos.
** No figuran datos para 1849, 1850 y 1853.
Fuente: «Precios de frutos», Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 22-VII-1859, pp. 3-4. Elaboración propia.
incluyen cuatro puertos y dos demarcaciones provistas de litorales y cómodos accesos marítimos (véase el cuadro adjunto). El
único mercado «interior» en sentido estricto es el de La Laguna
y cuenta con las cotizaciones mínima y máxima del cereal
panificable; el incremento tiene así mayor envergadura, superando en un 38 por 100 al que le sigue en amplitud, el de Santa
Cruz de la Palma. Con la cebada ocurre algo similar, pese a
separarle de Las Palmas una corta diferencia55. Ya que las me55
Dejando aparte las papas, el gran ausente es el millo, del que escasamente disponemos de alusiones periódicas muy fragmentarias. Las medidas de capacidad se expresan en fanegas castellanas.
Núm. 50 (2004)
341
24
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
dias decenales altas corresponden a un déficit crónico de granos, el encarecimiento reviste gran severidad ante situaciones
inversas o cuando el abastecimiento desde otros municipios o
islas no resultaba tan sencillo.
Los precios medios empezaron a ascender en 1854 y durante el cuatrienio siguiente asistimos en líneas generales a una
carestía que remite a continuación, pero que tarda en reabsorberse del todo y torna a reaparecer en parte. Cuatro años sucesivos de flojas o malas cosechas de granos, con su cresta en el
bienio 1856-1857 (véase el gráfico), establecen una clara sincronía entre Canarias y la globalidad del territorio español56. El alza
denota escasez y ésta repercute fatalmente sobre las capas populares sin recursos. La prensa nos facilita el camino a la hora
de indagar los orígenes de la crisis carencial y de los elementos
que la agravaron. En resumen, estaríamos ante una trilogía
inexorable y contumaz: aridez extremada, precipitaciones extemporáneas unidas a tormentas y plagas múltiples. Natura semejaba ser furiosa proteccionista, dispuesta a castigar con ensañamiento los amores de nuestras clases dirigentes hacia el
librecambio.
La segunda mitad del año económico 1854-1855 se había
caracterizado por una módica subida primaveral. El cereal comestible por antonomasia comenzó el siguiente en un peldaño
alto, que los rigores veraniegos e invernales llevaron hasta unas
cifras poco habituales en fechas anteriores. Si las recolecciones
de secanos y regadíos fueron defectuosas en abril-junio, el mal
tiempo retrasó la siembra en octubre y sostuvo el alza un trimestre57. Las expectativas creadas al verificarse el laboreo a prin56
Vid. la obra clásica de NICOLÁS SÁNCHEZ ALBORNOZ, España hace un
siglo: una economía dual, Madrid, 1977, pp. 27-67, y entre otros estudios del mismo autor, «Los precios agrícolas durante la segunda mitad del
siglo XIX», Trigo y Cebada, vol. I, Madrid, 1975. Una síntesis general en
RAMÓN GARRABOU y JESÚS SANZ FERNÁNDEZ, «La agricultura española durante el siglo XIX: ¿inmovilismo o cambio?», en RAMÓN GARRABOU y JESÚS
SANZ FERNÁNDEZ (eds.), Historia agraria de la España contemporánea, 2. Expansión y crisis (1850-1900), Barcelona, 1985, pp. 7-191.
57
Vid. sobre el calendario agrícola y los sistemas de cultivo en costas,
medianías y cumbres, las indicaciones de FRANCISCO MARÍA DE LEÓN Y FALCÓN, «Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Cana342
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
25
Fuente: Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 11-II-1846 y 22-VI-1859, y P EDRO DE
OLIVE, Diccionario estadístico-administrativo de las Islas Canarias, Barcelona, 1865, p. 240. Elaboración propia.
cipios de la estación invernal determinaron el descenso que inaugura 1856. Al practicarse la siega iría tomando cuerpo la
convicción de unos resultados insatisfactorios y cuando llegó por
fin se conquistó el pináculo del ciclo. En un solo cuatrimestre
el encarecimiento medio alcanzó idéntica magnitud que durante todo el año preliminar. Dentro de las islas centrales, al mercado de la capital grancanaria correspondieron las mayores oscilaciones y los márgenes encarecidos más prolongados58. Las
condiciones objetivas estaban maduras para que estallase el
malestar o poner en entredicho uno de los soportes del modelo
rias», en Boletín Oficial del Ministerio de Fomento, t. III (Madrid, 1854),
pp. 401-405.
58
La amplitud del precio medio del trigo entre enero de 1855 y septiembre de 1856 fue en Santa Cruz de Tenerife del 14 por 100 y en Las
Palmas del 20 por 100; la del de la cebada, respectivamente, del 16 y del
31 por 100. MILLARES CANTERO, art. cit., cuadro VII.
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AGUSTÍN MILLARES CANTERO
arancelario de 1852, es decir, la protección del mercado agrícola interno59. Los temores acerca de un desabastecimiento inminente cundieron por Las Palmas y un sector de la ciudadanía
no se mostró dispuesto a admitir las delicias de aquel librecambio parcial60.
El concejal Miguel Arboníes llamó la atención del cuerpo el
9 de mayo sobre la «la ansiedad y alarma» popular ante el alza
de los productos alimenticios y desde principios de mes estaban
en danza los menestrales con protestas nocturnas61. La corporación presidida por Sebastián Suárez Naranjo compartió «los
graves temores» de Arboníes sobre la reiteración de «las tristes
y graves circunstancias» de 1846-1847, tomando una serie de
conformidades a propósito62. Los tardíos aunque bien intencio59
Se pretendió proteger la producción del subsector destinado al
autoconsumo y abastecimiento del mercado interior, con determinados aranceles sobre las importaciones extranjeras de harinas y cereales. Vid. LUIS
PABLO BOURGON TINAO, Los Puertos Francos y el Régimen Especial de Canarias, Madrid, 1982, pp. 56-102.
60
Los artesanos actuaron en calidad de consumidores y no como productores, así que, según parece, distaron de ver en el proteccionismo una
tabla de salvación para sus problemas materiales, según ocurrió, por ejemplo, entre las organizaciones populares chilenas. Vid. SERGIO GREZ TOSO, «La
reivindicación proteccionista y la constitución del movimiento popular
(Chile, 1826-1885)», en Historia Social, núm. 31 (Valencia, 1998), pp. 89-99.
61
«Ya hacía muchas noches que varios grupos de artesanos recorrían la
población presentándose unas veces al Jefe [civil], otras al Alcalde, pidiendo
se prohibiese la extracción de papas y cereales, atendido el subidísimo precio que tienen y la mala cosecha que se presenta. Efectivamente el trigo está
a cinco y medio pesos fanega y al mismo precio el millo [82,5 rvon.], pero
las papas si bien estuvieron hasta dos libras y media por fisca, ya en el día
están hasta siete y ocho». Prudencio Morales a Laureano Hernández, Las
Palmas, 13-V-1856, Correspondencia de Chil, Caja III, sin clasificar, BMC.
62
Encarecer al gobernador civil de la provincia que se pusiera en contacto con los de Cádiz, Sevilla, Málaga, Pontevedra, Santander y Palma de
Mallorca, para que a través de los Boletines Oficiales incitaran al comercio
a transportar cereales a las Islas; oficiar a los alcaldes de Telde, Agüimes,
Valsequillo, San Bartolomé de Tirajana, Arucas, San Lorenzo y Aldea de
San Nicolás, recomendándoles que informasen a sus labradores «la notable
estimación» que en la capital insular tenían el trigo, el millo y las papas y
«haciéndoles ver las ventajas que conseguirán si en vez de vender estos frutos a los especuladores a un mediano precio, los reservan y ocurren a venderlos a esta población»; y finalmente, «que se prevenga al celador de po-
344
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
27
nados ajustes no serenaron el desasosiego de las clases laboriosas. A primeras horas de la noche del domingo 11, dice Chil, «se
presentó el pueblo de un modo tumultuoso en la Plaza de Santa Ana» para reclamar del ayuntamiento que suspendiera la
exportación de manutenciones. El amanuense Morales narró al
comisionado madrileño Hernández la «zaragata» de esta forma:
«Cosa de 300 ó 400 artesanos puramente, después de lanzar una porción de voladores, se reúnen en la plaza de
Santana (sic) a cosa de las diez de la noche dando gritos
para que no se permita el embarque de los frutos, y al
mismo tiempo a boca chiquita, según me han impuesto,
diciendo abajo los del Ayuntamiento que no han sabido
defender los derechos del pueblo. Para mí tal insurrección
tenía doble objeto, si bien la mayor de los peticionarios
estaba de buena fe. Serafín [Zumbado] era el que los capitaneaba; éste según dicen desea ser alcalde, está dominado por Segundo Carrós y creo haber dicho bastante»63.
La cuantía de los reunidos resulta en verdad imponente, a
pesar de que el señor Morales le restara importancia, dentro de
una población que tenía 14.308 habitantes según el censo de
185764. En las casas consistoriales irrumpieron «varios grupos
compuestos de artesanos» y la mancomunidad, congregada en
sesión de urgencia a las 23,30 horas «a petición verbal de un
considerable número de vecinos», tuvo que oír «sus sentimienlicía que recorra todos los días los caminos que dan entrada a esta Ciudad
e impida que los revendedores se hagan con los comestibles y cereales que
se conducen a esta plaza para su consumo, y haga que éstos vayan a ser
expendidos al mercado público por los mismos que los traen a vender, con
cuya medida se podrá reprimir el monopolio que se nota». Los regidores
de abastos debían poner «el mayor celo y eficacia para impedir y corregir
los abusos y fraudes». Libro de Actas..., sesión del 9-V-1856.
63
Carta cit. de Prudencio Morales a Laureano Hernández. En ella se
comenta la formación de «un partido con el carácter de democrático», que
contó con «el Señor Carrós y otros de semejante calaña como don Pablo
[Negrín]».
64
El de 1860 registra un total de 2.023 artesanos en Gran Canaria, más
de la mitad de los cuales radicaban en su capital. MARCELO ÁLVAREZ, Estructura social de Canarias, I, Desarticulación y dependencia, claves de la formación social canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1980, pp. 38-41.
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AGUSTÍN MILLARES CANTERO
tos y pretensiones» por boca de Serafín Zumbado Falcón65. Algunos trabajadores hicieron además relación «de hechos bien
tristes causados por dicha escasez y carestía»; el alcalde especificará el día 14 que sus salarios no daban para la manutención
de los hogares respectivos. Una de las resoluciones adoptadas
bajo esta presión fue no permitir la extracción de papas y cereales mientras durase tal escenario y hasta disponer de «un
conocimiento aproximado de las existencias que hay de comestibles y el estado de la cosecha», cursando notificación ex profeso al ayudante militar de Marina66. La municipalidad también
comisionó a los regidores Luis Navarro y Juan Apolinario para
que negociaran, con el expendedor al que hizo referencia Zumbado, la venta de la partida de millo al precio inicial de 75 rvon.
por fanega. Asimismo decidió oficiar al jefe civil del distrito a fin
de que participara «el conflicto en que se encuentra esta población» a los alcaldes de los pueblos de la isla «y especialmente a
los de Agaete, Gáldar y Moya», animándolos «a que lo hagan
notorio en sus respectivas jurisdicciones para que en vez de extraerse los frutos fuera de la isla se conduzcan aquí, donde
habrán de tener muy pronta y ventajosa salida»67.
65
El portavoz argumentó entre otras cosas que «la clase no acomodada
está sufriendo bastantes penurias, viéndose en los conflictos que son de
inferir», señalando que el desabastecimiento era obra de «los manejos» de
los especuladores que acaparaban granos o los extraían en «gran porción».
Zumbado contó «que habiendo comenzado a venderse una partida de millo al precio de cinco pesos fanega, partida que fue negociada aquí mismo
a cuatro y medio pesos, de un momento a otro se subió aquel precio hasta
cinco y medio pesos sin otro motivo que la prontitud con que se expendía».
Libro de Actas..., sesión del 11-V-1856, y CHIL, fols. 2.037-2.039.
66
«El Jefe Civil estaba en el campo y por lo tanto el Ayuntamiento tuvo
que obrar por sí solo. Ahora espero el latigazo del Gobernador de la Provincia, pues parece han ido muchas exposiciones del comercio contra tal
medida, y lo que se debe sentir es que si por ahora se contradice aquella
disposición hayan algunas desgracias, porque según parece la gente a eso
está dispuesta. En este momento está diciendo el Portero Bautista que en
casa de Suárez el Alcalde está Serafín y una porción de artesanos, no sabe
con qué objeto; hoy a la una hay Ayuntamiento, veremos a ver en qué paran estas cosas». Carta cit. de Prudencio Morales. El subdelegado de Marina, José Clavijo, notificó el día 12 haber dado cumplimiento a la prohibición de los embarques.
67
«Y por último que se oficie además a los mismos Alcaldes pidiéndo346
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
29
Las disposiciones municipales calmaron por lo pronto a la
vecindad tumultuada, no así a las autoridades ni a los especuladores, celosos guardianes de las franquicias y de la libertad
comercial. El ayuntamiento tornó a sesionar el 12 de mayo y
encaró la exposición presentada ese mismo día por 19 negociantes, disgustados por la novedad «tan tiránica» de prohibirles
expedir a otras islas las papas depositadas en el muelle68. Después de «una detenida conferencia» se dispuso resolver la temática «en unión de personas que representen todas las clases» e
invitar a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, Juntas de Agricultura y de Comercio, El Gabinete Literario, El Liceo y otros nueve vecinos designados por el alcalde de conformidad con los síndicos. Al pleno extraordinario del día 14, bajo
la presidencia del subgobernador José de Villasante, no asistieles noticias de las existencias que puedan haber en sus pueblos, estado de
la cosecha y cuál será aproximadamente el producto de la misma». Igualmente fue leída una comunicación del secretario de la jefatura civil del
distrito, Miguel Béthencourt Sortino, en torno a «los grupos que circulan
por esta población en estos momentos», indicando de conformidad con las
instrucciones recibidas que se deliberase sobre sus motivaciones. «Por de
pronto se me ocurre —decía el secretario—, que V. I. debe ejecutar su influjo y autoridad, a fin de que esté el mercado bien provisto, y en atención
a la alhorra que ha caído sobre los cereales, tomar todas aquellas medidas
legales que, sin perjuicio al labrador, concilien en lo que sea dable los intereses del consumidor». Ayuntamiento Constitucional de Las Palmas. Año
de 1856. Expediente instruido a consecuencia de la pérdida de la cosecha, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades,
Leg. 2, expte. 32, más CHIL, fol. 2.040.
68
«Que si las papas se exportaran para la América o para el Extranjero,
V.I. tratara de impedirlo, enhorabuena, a pesar de que siempre lo condenarán los buenos principios de la economía, pero negar absolutamente la licencia de extraer las papas dentro de la misma provincia, los que suscriben
sin faltar a la consideración y respeto que se merece V.I. y que le tributan,
creen que no está en sus facultades. (...) La razón, la beneficencia y la humanidad claman contra una disposición tan tiránica». Los firmantes eran
Gaspar Medina, Bartolomé Curbelo, Francisco López, Miguel Cabrera, José
Medina, Francisco Espino, Lucas Medina, Manuel Hernández, Andrés
Bolaños, Pedro Santos, José Casimiro, José Espino Díaz, Francisco Suárez,
Miguel Cabrera Caraballo, Salvador Rodríguez, Blas Santos Yánez, Antonio Artiles, Domingo Marrero y Juan de Alvarado. Libro de Actas..., sesión
del 12-V-1856, y Expediente instruido...
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ron todos los convocados69. El jefe civil del distrito expresó su
«gran disgusto» por la conmoción producida y el alcalde admitió que «no llegó a sospechar se alterase la pública tranquilidad», minimizando su cariz. Ante «un numeroso concurso» fue
revocada la suspensión cautelar del embarque de las papas listas en el muelle «y de los demás que en lo sucesivo traten de
extraerse para la provincia»70. La solución amparada pasó por
constituir una Junta que por suscripción o préstamo importase
artículos de primera necesidad, para enajenarlos «a costo y gastos o a un precio en que, sin perjudicar la agricultura, estén al
alcance de las clases más necesitadas y no excedan de los precios medios acostumbrados en esta plaza»71.
La licencia de los transportes, afirma Chil, «irritó de nuevo
los ánimos y los predispuso a alterar por segunda vez el orden
de nuestra pacífica población»72. Los cohetes llamaron al motín
69
No hubo delegaciones del Gabinete ni del Liceo. La Económica estuvo representada por Miguel Massieu y Tello y Antonio López Botas; la Junta
de Comercio por Jerónimo Navarro, Luis Inglott y Juan Hernández
Talavera, y la Junta de Agricultura por Domingo José Navarro. Sólo comparecieron seis de los nueve vecinos previstos: Vicente Suárez Naranjo,
Rafael Massieu, Serafín Zumbado, Tiburcio Miranda, José Medina y José
Cecilia de Santana. Libro de Actas..., sesión del 14-V-1856.
70
Esto último con la condición de estar abastecido el vecindario, «pues
en otro caso sólo habrá de permitirse de lo que resta después de surtida la
plaza». Las exportaciones al extranjero quedaron prohibidas. El ayuntamiento se encontró al poco con una instancia de Juan Cumella, negociante catalán avecindado en Santa Cruz de Tenerife, en que pedía compensación
por daños y perjuicios, al no haberse permitido sus despachos de papas
hacia América (Libro de Actas..., sesión del 17-V-1856).
71
Integraban la Junta el alcalde, un regidor, los dos procuradores síndicos y «un representante por cada una de todas las clases de la población,
profesiones, gremios y oficios». El capital sería allegado mediante acciones
de 20 a 2.000 rvon. o por «un préstamo a interés módico». Véanse todas
las bases de la Junta en la circular impresa que rubricó la alcaldía el 16 de
mayo, remitida según listado adjunto a un total de 208 burgueses. Expediente instruido... y Libro de Actas..., sesión del 14-V-1856.
72
«Los artesanos salieron después de concluida la sesión medio disgustados por la revocación del acuerdo, al extremo de que se trató por ellos
formar una suscrición para comprar las papas que estaban sobre el muelle,
para que no fueran para Santa Cruz, vendiéndolas luego al pueblo a la
mitad menos de su valor; mas esto quedó en conversación y cada uno se
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LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
31
en la Plaza de Santo Domingo después del anochecer del 14 de
mayo y fue preciso movilizar a la Milicia Nacional al toque de
generala. Hubo detenciones entre los que se negaron a disolverse y el expresado cuerpo estuvo acuartelado de forma preventiva hasta la siguiente vigilia 73. El epistolario de Laureano
Hernández que Chil recabó nos facilita, en este punto, la
pormenorizada descripción que Prudencio Morales hizo en la
carta del día 28 sobre sus andanzas personales durante el
amotinamiento. Estas revelaciones, escritas con enorme frescura y muy superiores a las gacetillas de prensa, contienen detalles muy curiosos que no fueron incorporados a los Estudios de
Chil y vale la pena reproducirlas aquí pese a su extensión:
«A la noche del mismo día, estando yo en el Gabinete, sentí
unos caracoles por el risco y algunos voladores. Serafín
[Zumbado], que también se hallaba allí, dijo que iba a
haber jarana y que querían comprometerlo varios artesanos para que se pusiese al frente de ellos y no dejar embarcar las papas. Mas él no quiso salir y todos los que estábamos allí nos fuimos a ver el ensayo de la zarzuela que
acaba de representarse en este teatro. De allí a un momento
corre la voz que se estaba acuartelando la Milicia Nacional, y efectivamente se nos cita para que inmediatamente
ocurriésemos al cuartel. Por el puente encontramos unos
cuantos grupos de hombres como que iban en retirada
para sus casas, y me impuse de que reunidos como unos
200 ó 300 en la plaza de Santo Domingo, el Alcalde les dijo
qué querían y no contestándoles nada les invitó que se retiraran a sus casas, yendo enseguida dicha autoridad en
casa del Juez de primera instancia a participarlo de lo
fue para su casa». Prudencio Morales a Laureano Hernández, Las Palmas,
28-V-1856, Correspondencia de Chil, Caja III, BMC.
73
El Ómnibus certificó que los habitantes de Las Palmas eran «pacíficos» y, en referencia implícita a los contenciosos divisionarios con Tenerife,
insinuó que el «desagradable acontecimiento, insignificante en el país»,
podía adquirir «sin duda mayores proporciones, abultado por la distancia y
por el interés de los que quisieran a todo trance vernos aparecer como
rebeldes, sediciosos y enemigos del orden y de la libertad...». La versión
del motín ofrecida por el periódico fue muy escueta y sutil. En un número
posterior, polemizando con El Eco del Comercio, asegura que las papas
estaban en Santa Cruz de Tenerife a tres libras por fisca y en Las Palmas a
siete. CHIL, fols. 2.041-2.042 y 2.045-2.052, y El Ómnibus, 21 y 28-V-1856.
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ocurrido. Cuando estas dos autoridades salieron, observaron que los grupos se habían aumentado alguna cosa y se
hallaban en la plaza de Santana (sic), en donde estaba el
Jefe Civil invitándoles que se retiraran, como efectivamente lo hicieron; parte de cuyos grupos encontré por el puente según llevo dicho. Sigo mi camino y llego al cuartel de
Santo Domingo donde se hallaba ya dicho Jefe, Alcalde,
Juez de primera instancia, Comandante de Nacionales y
porción de éstos, al mismo tiempo que observé que los seis
hombres iban a tocar generala. Entonces me acerqué al
Jefe Civil y Alcalde Suárez, y les dije que habiéndose disuelto los grupos creía no ser necesario alarmar el pueblo con
dicho toque, y entonces convinieron en suspenderlo. Mas
de allí a un cuarto de hora se fueron reuniendo una porción de gente, quizá más bien por la curiosidad que por
otra cosa, en el extremo de la plaza de dicho cuartel. En
esto parece se le dio parte al Juez de primera instancia, que
como llevo dicho se hallaba allí, de que del medio de los
grupos salían voces incitando a los demás para que se fueran a apoderar del cuartel. Entonces, tomando dicha autoridad cuatro Nacionales y un cabo, se acercó a los grupos y echó mano al delincuente, pero los demás compañeros tiraron sobre de dicha fuerza con intención de salvar
al reo, y en esta oleada le hubieron de tirar al Juez el sombrero, prorrumpiendo éste, entonces, con gritos desaforados, ⟨favor a la Justicia, favor a la Justicia⟩. Yo por lo que
hace a mí, cuando sentí aquellos gritos y correr al mismo
tiempo a los dichos por donde salían, consideré víctima de
una temeraria imprudencia a dicho funcionario, pero salió
ileso, manifestando que no había sido absolutamente nada.
Entonces inmediatamente se tocó a generala, todos los
Nacionales ocurrieron a su cuartel y todo quedó como una
balsa de aceite. A cosa de la una de la propia noche, después de haberse patrullado por toda la Ciudad, se formó el
batallón y compañía de artillería y el Jefe Civil les dijo la
alocución que usted verá en los periódicos. Por la mañana
del día siguiente, pues todos nos fuimos a acostar, vi fijado
en las esquinas el bando que también usted verá en dichos
periódicos. Por la noche siguiente se volvió a acuartelar la
Milicia, porque durante el día se corrieron voces que se
trataba de sacar a los presos por aquellos sucesos, pero
nada sucedió y todo quedó tranquilo. Aunque el movimiento, como dije o indiqué a usted en la mía anterior, podía
nacer más bien de ciertos sujetos que a toda fuerza quieren apoderarse de los destinos municipales y otros ser Al350
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
33
caldes e individuos del propio Cuerpo y Comandante de la
milicia Nacional, nada de esto se dijo por los grupos, en
voz alta, ni menos que se reunieran los grupos junto a la
casa del Jefe dando mueras...»74.
El subgobernador Villasante atribuyó la asonada «a mezquinas pasiones y a intrigas de mala ley» de «unos cuantos ilusos»,
sirviéndose de la carestía como mero ardid para perpetrar «un
delito desusado en la Gran Canaria». Amenazó con aplicar todo
el rigor de la legalidad vigente a posibles revoltosos y prohibió
la venta y el uso de voladores, obligando a los fabricantes a
notificar sus existencias y a seguir sus instrucciones. A los
milicianos les conminó a repeler los ultrajes a la seguridad y les
previno que reprimiría expeditivamente a quienes deshonraran
el uniforme. En una circular del 18 de mayo, por su parte, el
gobernador civil Pedro García Arredondo pregonó que la exportación de cereales y papas había sido «prohibida indebidamente» y «cediendo a reclamaciones que no debieron ser atendidas»,
felicitándose por «la inmediata sofocación del tumulto y la entrega de varios alborotadores al tribunal ordinario»75.
La justicia actuó ahora con más contundencia que en 1851.
El juez de primera instancia, Eugenio Pérez, reclamó al consistorio desde el 15 de junio informes sobre «la tendencia del movimiento», sus causas y personal director76. La misma jefatura
74
Aquí rebate por ser «una mentira, la mayor del mundo», la información suministrada por el rotativo capitalino La Asociación, agregando que
«los periódicos de Santa Cruz, como usted verá, se aprovechan de esta
coyuntura para hacernos aparecer en el mayor estado de desorden, desorden que a la verdad si lo hay ¿a qué se debe? Al estado de desespera a que
se tienen reducidos todos los ánimos, valiéndose de esto ciertas personas
para meter bullas y hacerse populares».
75
Véanse las dos proclamas del subgobernador, Habitantes de esta Ciudad y Milicianos de Las Palmas, y la circular del gobernador civil, recogida
del Boletín Oficial de la Provincia del 18 de mayo, en CHIL, fols. 2.053-2.055
y 2.057. Las primeras también en La Reforma, 17-V-1856.
76
Al oficio se le contestó diciendo, entre otras cosas, «que a la municipalidad no es posible tener datos que comunicar respecto a las personas
que dirigieron los acontecimientos, porque en la confusión de la multitud
no se distinguían los individuos sino sus voces...». Libro de Actas..., sesión
del 15-V-1856.
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civil del distrito preguntó el día 20 acerca de «la conducta pública» de trece vecinos, si se tocaron caracoles y demás pesquisas conducentes «al descubrimiento de los autores de la sedición»77. Por este delito fueron procesados el 24 los electores
Serafín Zumbado, Gregorio Gutiérrez, Segundo María Carrós y
Andrés Melián. A la semana dirigieron todos ellos un comunicado a la prensa en el que deploraban la aplicación de la Ley
marcial de 17 de abril de 1821 y la imposición de un solo abogado y procurador para su defensa ante el tribunal78. Aunque
Chil no lo diga, al menos los dos primeros eran notorios militantes del Partido Progresista y por ende camaradas del comisionado Laureano Hernández. De ser cierta la afirmación de
Morales en torno a la instalación del Partido Demócrata en
aquellos meses, con la tercería de Carrós, no caben dudas en
cuanto al sesgo político que las autoridades dieron a los levantamientos artesanales del 11 y 14 de mayo, sin que debamos
exagerar las ambiciones de esta peña en la génesis de los acontecimientos79. La tramitación en las Cortes del proyecto divisionista del ministro Patricio de la Escosura obligó a restarles
trascendencia frente a las previsibles manipulaciones nivarienses80.
77
La minuta de los sospechosos afectó a Serafín Zumbado, Segundo
María Carrós, Bernardino Correa, Bernardo Melián, Agustín Saavedra, Juan
Alonso Rodríguez, Saturnino y Adolfo Miranda, Miguel Hidalgo, Andrés
Melián, Gregorio Gutiérrez, Ventura Macías y Miguel Martín Cerpa. José
de Villasante al Señor Presidente del M.I. Ayuntamiento, Las Palmas, 20-V1856. Expediente instruido...; el ayuntamiento respondió que no disponía
de antecedentes para estimar la conducta pública y privada de ninguno de
los relacionados (sesión del 20-V-1856).
78
Véase el mismo, de fecha 31 de mayo, en El Ómnibus, de donde lo
incorporó CHIL, fol. 2.062.
79
A Prudencio Morales lo incluyen las Actas del Partido Progresista
entre los personajes «de dudosa significación». Zumbado y Gutiérrez seguían afiliados al progresismo en 1863, cuando Mariano Vázquez y
Bustamante y Laureano Hernández se proclamaban demócratas y Bartolomé González republicano. Vid. «Actas del Partido Progresista de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (1808-1872)», en Anuario del Centro
Asociado de Las Palmas, Universidad Nacional de Educación a Distancia,
núm. 1 (Las Palmas, 1975), pp. 107-109, 111 y 113; edición, introducción
y notas de J. R. Santana Godoy.
80
«El Ayuntamiento, temeroso de que perjudicasen a los intereses de la
352
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN
35
El ayuntamiento de Las Palmas inició el 13 de mayo de 1856
la rueda de informantes por los pueblos que había convenido
para evaluar la crisis agrícola81. No tuvo una entidad similar a
la de agosto de 1851, circunscribiéndose a las alcaldías y sin que
cooperasen las de cinco demarcaciones (Agaete, Firgas, Santa
Brígida, San Mateo y Santa Lucía). El común denominador de
todos los partes, avalando las informaciones de prensa, fue aseverar que no disponían de acopios del año anterior o que éstos
eran tan exiguos que no bastaban para cubrir el consumo local82. La sequía y el ataque de la alhorra, más las ventoleras y
las puntuales invasiones de la cigarra o la lagarta, dañaron
enormemente a los cultivos en 1856. La recolección no alcanzó
el tercio de la habitual en San Lorenzo y Valsequillo, en Mogán
no daría sino para tres o cuatro meses y en Arucas e Ingenio se
redujo a la mitad de las regulares, abandonándose en Moya los
plantíos «en la parte de sequeros». El alcalde de San Bartolomé
estimó que «el labrador que espera recolectar 12 fanegas apenas llegará a 6 ó 7». Los altos precios de las semillas habían
reducido los sembrados de papas en Telde y esta vez el presidente de la corporación municipal fue partidario de prohibir su
salida, temiendo una hambruna semejante a la de 184783. En
Isla los sucesos que tuvieron lugar el once y catorce del mes de mayo,
ocurrió al Gobierno manifestando no haber sido de importancia; y también
lo hicieron presente al comisionado Hernández... En Canaria reinaba un
disgusto general al ver cómo de una vez no se presentaba para su aprobación en la Cámara el proyecto de división». La corporación se mostró
empeñada en «precaver cualquier sorpresa y los manejos que los enemigos
de esta población tratan de poner en juego». CHIL, fol. 2.064, y Libro de
Actas..., sesión del 20-V-1856.
81
Antonio López Botas, Cristóbal del Castillo, Alfonso Gourié y Juan
Ripoche contrataron 400 fanegas de trigo almacenadas en Fuerteventura
para su venta en Las Palmas al costo. La Reforma, 24-V-1856.
82
Nadie recolectó lo necesario para la subsistencia en Artenara y únicamente conservaban almacenamientos en Tejeda seis labradores («aunque
sea a sólo comprar medio almud de grano, tienen estos vecinos que acudir
a otros pueblos de la Isla»). Apenas unos pocos disfrutaban en Teror de «lo
suficiente para atender a las necesidades de su casa hasta la próxima cosecha», y otro tanto sucedía en Moya. Expediente instruido...
83
El señor Rafael Díaz estimó «que si bien actualmente no falta el
preciso alimento para estos habitantes, es de necesidad tomar las medidas
Núm. 50 (2004)
353
36
AGUSTÍN MILLARES CANTERO
Valleseco no cultivaban esta planta sino «una décima parte del
vecindario» y también planeó idéntico miedo84.
Al mediar el verano de 1856 persistían los indicadores críticos de la primavera. El 18 de julio, ante la pérdida de «una
porción considerable» de la cosecha de papas de medio tiempo
y la ostensible reducción del producto de los cereales, el concejo
palmense propuso al gobierno civil la supresión por tres o cuatro meses de los derechos de importación que pagaban los granos y el cese de las extracciones de tubérculos fuera de la provincia85. La «cuestión de las subsistencias» alarmaba aún a la
municipalidad a finales de año y la pertinaz sequía forzó a encarecer al jefe civil del distrito que previniese «fatales consecuencias»86. El gobernador Félix Fanlo daba prioridad a su obsesión
por el mantenimiento del orden a toda costa y el 14 de enero
de 1857 formuló «varias indicaciones» de este jaez a la alcaldía,
entre ellas la incautación del armamento en manos de los particulares87. Al fin tuvo que prorrogar la libre introducción de
granos y harinas hasta el 1 de junio y prohibir la salida extraprovincial de las papas en el mismo plazo88. Las movilizaciones
artesanales de Las Palmas habían puesto en evidencia los
engorros de un régimen de franquicias imperfecto, que perjudicaba a los consumidores menos pudientes cuando las crisis de
subsistencias se convertían en una triste realidad.
más enérgicas para evitar la exportación, como el único medio de que en
el año próximo no se experimente la calamidad que tantas víctimas llevó
al sepulcro en el año 1847». Oficio del 19-V-1856, loc. cit.
84
Oficio de Bartolomé Sarmiento, 29-V-1856, loc. cit.
85
Véase El Ómnibus, 23-VII-1857, considerando las voluminosas exportaciones de papas hacia América como causa de su encarecimiento.
86
Comunicaciones del ayuntamiento de Las Palmas del 18-VII y 13XII-1856, más oficio del gobernador civil del 28-VII-1856. Expediente instruido...
87
El primer munícipe, después de garantizar que «el estado de esta población y el carácter de sus habitantes es completamente ajeno de toda clase de
disturbios», anotaba: «En su consecuencia no me ha parecido conveniente
tomar medidas algunas respecto al uso de armas, que por cierto existen bien
pocas, y esas en poder de personas sensatas y autorizadas...». AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Vigilancia, Leg. 1, expte. 16.
88
«Gobierno civil de la Provincia de Canarias», Boletín Oficial de la
Provincia de Canarias, 30-I-1857.
354
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
HISTORIA SOCIAL
68
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
LOS REYES CATÓLICOS
Y EL ESTABLECIMIENTO
DE LA INQUISICIÓN*
POR
JOSE ANTONIO ESCUDERO
A) PRIMEROS
AÑOS Y ESTANCIA EN
SEVILLA
Muerto Enrique IV (11-XII-1474) y proclamada Isabel reina
en Segovia, comienza la guerra civil que se convierte en guerra
internacional con Portugal a raíz de las pretensiones de Alfonso V al trono. La guerra mantendrá ocupados a los reyes y será
decidida por las batallas de Toro (2-III-1476) y Albuera (24-II1479), concluyendo el conflicto con el tratado de las Alcaçovas
(4-IX-1479). Transcurrido así con la batalla de Toro el primer y
más agudo año de enfrentamiento bélico, los reyes debieron alcanzar el mínimo sosiego necesario para ocuparse de los problemas de política interior, y en concreto del problema judío y
converso.
Al acceder los Reyes Católicos al trono vivía en España un
número considerable de judíos —entre 70.000 y 100.000—, asentado en más de dos centenares de aljamas1. El problema con* El presente trabajo forma parte de otro más amplio titulado La Introducción de la Inquisición en España, comprensivo también de los antecedentes medievales.
1
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, reina (1451-1504), 3 edic., Ariel,
2002, 286. Sobre las aljamas castellanas, véase CARLOS CARRETE PARRONDO,
Núm. 50 (2004)
357
2
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
verso era tan agudo como hemos visto, siendo esos conversos
acusados sobre todo de practicar la ley mosaica, acumular riquezas, acceder a oficios relevantes y practicar la brujería y
supersticiones2. Mientras, en Roma ocupaba el solio pontificio un
papa franciscano y sensibilizado con estos problemas, como
Sixto IV, que no necesitó que le pidieran la Inquisición, como
había sucedido con otros en ocasiones anteriores, pues él mismo, en plena guerra civil castellana, comisionó el 1 de agosto
de 1475 a su legado Nicolás Franco con facultades inquisitoriales: «...tibi contra praefatos pro Christianis se gerentes qui
ritus et mores imitantur Judaeorum et illorum inhaerent erroribus et quoscunque alios jurisdictioni inquisitoris haereticae
pravitatis subjectos eadem qua inquisitores et locorum ordinarii
uti possunt insimul potestate, jurisdictione et auctoritate utendi»3. Franco alcanzaría la Corte castellana en Valladolid en abril
de 1476, permaneciendo en la Corte y acompañándola en sus
viajes hasta noviembre de 14774.
Tomada por los Reyes Católicos la decisión de ir a Andalucía
y de que se adelantara la reina, Fernando e Isabel se despidieron el 21 de abril de 1477 en Casarrubios del Monte. Fernando
acudió al cerco de Castro Nuño y Cantalapiedra, mientras Isabel partía hacia Guadalupe, donde recibió a los comisionados
sevillanos Melchor Maldonado y Alemán Pocasangre quienes
debieron informarle de los problemas de la ciudad y, entre ellos,
del de los conversos. Desde Guadalupe siguió la soberana a
Trujillo y Cáceres, hasta llegar a Sevilla el 24 de julio. Por su
parte, Fernando arribó a Sevilla el 14 de septiembre. Juntos ya
los monarcas, la reina quedó embarazada al poco tiempo, dando a luz el 30 de junio de 1478 un niño, el príncipe Juan. En la
capital andaluza Isabel arregló las diferencias entre el Duque de
Medina Sidonia y el Marqués de Cádiz, y entendió en los asuntos de gobernación y justicia. Allí por otra parte, como dice la
«Comunidades judías castellano-leonesas», en Juderías y sinagogas de la
Sefarad medieval, Cuenca 2003, 365-381, y la bibliografía allí citada.
2
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, 299.
3
Esta bula fue publicada por LEA en su artículo «The first Castilian
Inquisitor», The American Historical Review, I (1896), 46-50.
4
SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, 156.
358
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
3
Vida del Cardenal D. Pedro González de Mendoza5, «el Cardenal,
como Arçobispo, con Don Alonso de Solís, Obispo de Cádiz, su
provisor en ella, trató de las cosas espirituales...y hiço sínodo
general donde remedió muchas cosas, y hiço muchos estatutos
y ordenanças que oy se guardan en aquella yglesia, y hiço muchos castigos públicos y secretos, y entre otras ynformaçiones
que hubo, entendió que muchos veçinos de aquella çiudad que
eran de linaje de hebreos, secretamente en su casa tornaban a
judaiçar y haçer ritos y cerimonias judaicas, y hiço venir muchos frailes y religiosos que secretamente les ynstruyesen en la
fe y redugiesen a ella...Y visto que la cosa cundía mucho, propuso al Rey y a la Reyna que hiçiessen poner ynquisición en
España, y para ello tomó por ministro a fray Francisco Ximenez
de Cisneros, frayle françisco y confesor de la Reyna y comisario
general de su orden, el qual les persuadió a que se pusiese por
la orden que el Cardenal decía, y mediante el Cardenal y fray
Françisco Ximenez, que despues fué arçobispo de Toledo, y por
la orden que dieron, enviaron los Reyes al Papa, el qual dio su
bula para que se pusiese la ynquisiçión, y así se puso».
En lo que respecta a la afirmación de ese texto de que se
hizo sínodo general, procede recordar que efectivamente en el
verano de 1478 se reunió en Sevilla un concilio nacional convocado por los reyes, aunque curiosamente en sus capítulos,
referidos a asuntos de gobernación espiritual, no hay la menor
referencia a las pretensiones de introducir la Inquisición6. Y en
cuanto al protagonismo del arzobispo Mendoza en esa propuesta, de la que se harán eco luego diversos autores7, ello tiene
5
Figura en el tomo VI del Memorial Histórico Español, Madrid, 1853,
147-306.
6
Sus actas fueron publicadas por FIDEL FITA, «Concilios españoles inéditos: provincial de Braga en 1261; y nacional de Sevilla en 1478», en
BRAH, XXII (marzo 1893), 209-257.
7
JERÓNIMO ROMÁN , Repúblicas del mundo divididas en XXVII libros,
ordenadas por... frayle professo y cronista de la orden de S. Agustín, natural de la ciudad de Logroño, Medina del Campo, 1575, 266.
ESTEBAN DE GARIBAY Y ZAMALLOA, Compendio historial de las chrónicas
y universal historia de todos los reynos de España, donde se escriven las vidas de los condes, señores de Castilla, y de los reyes del mismo reyno y de
León. Prosíguese también la sucessión de los emperadores occidentales y
Núm. 50 (2004)
359
4
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
relación con el problema de quién o quiénes fueron realmente
los que aconsejaron a los Reyes Católicos introducir la Inquisición, y les instaron a solicitar la bula. ¿Fue el arzobispo Mendoza, cuyo protagonismo fue notorio y redactó además un Catecismo para la reconciliación de los herejes8? ¿Fue el inquisidor
orientales, 4 vols., 1567. En II, 1290: «En este tiempo tuvo principio en la
ciudad de Sevilla aquella admirable y divina obra de la sancta Inquisición,
siendo el instrumento principal el Cardenal d’España Don Pero Gonçalez
de Mendoça, arçobispo de la mesma ciudad. El qual y los demás graves
varones para ello diputados, ordenaron no sin providencia celestial, muchas cosas para que los conversos estuviessen firmes en la fe cathólica, y
los apóstatas fuesen castigados».
GONZALO DE ILLESCAS, Historia pontifical y cathólica, 2 vols., Salamanca,
1573. En II, 134: «Para remedio de lo qual (del problema de los judaizantes)
dieron su commissión al Cardenal de Mendoça, con algunos letrados y
personas de sciencia y consciencia por sus acompañados, para que castigassen los culpados. Y de consejo destos, y con facultad del Summo Pontífice, introduxeron el officio sanctíssimo de la sancta Inquisición, que oy
dura en estos reynos».
El P. MARIANA (Historia de España, en Biblioteca de Autores Españoles,
vol. 31, II, 202) asegura que «el principal autor y instrumento deste acuerdo muy saludable fue el cardenal de España».
8
«Pero el negocio de mayor consequencia de estos Católicos Reyes en
este tiempo, fue el Santo Tribunal de la Inquisición, a que dexaron dado
principio, y cuyo remedio era importantíssimo, porque el mal a que se
encaminava, estava muy cundido, y prendía en personas de harta quenta;
reconociase su daño años avía, pero los últimos del Rey Don Henrique a
nada importante dieron sazón; començaron a Reynar los Reyes con este
conocimiento, y deseo de atajar tan nociva dolencia, sabiase que judaizavan
en lo secreto muchos, que en lo aparente vivían como Católicos, y que de
unos a otros se diseminava la perfidia, contra que públicamente predicavan
muchos zelosos Sacerdotes, especialmente Religiosos de Santo Domingo,
los quales desde que los Reyes entraron en Sevilla, les començaron a representar el daño que se arraigava, en cuyo conocimiento entró también el
Cardenal Arçobispo, no porque fuesse particular de Sevilla, el mal que era
general en el Reyno, sino porque assido a su gente rica, sobresalía su riesgo. Hizo el Cardenal un docto Catecismo, y buenas leyes para el castigo, y
reconciliación; pero estava la culpa muy crecida para blandas penas, y assí
se necessitó de mayor esfuerço, y en tanto que se disponía, recurriendo a la
Sede Apostólica, partiendo aora el Cardenal con los Reyes, lo dexó muy
encargado al Obispo de Cádiz su Governador, y a algunos Religiosos Dominicos, y que los auxiliasse el Assistente Diego de Merlo, con que justamente se da a Sevilla la gloria de aver tenido en ella principio el Tribunal Santo
360
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
5
siciliano Felipe de Barberis, a quien los reyes recibieron en 1477
para confirmarle cierto privilegio9? ¿Fue un ardoroso predicador,
Alonso de Hojeda, prior del convento dominico de San Pablo en
Sevilla, que había heredado de Espina el celo anticonverso?10.
¿Fue quizás otro todavía más notorio dominico, fray Tomás de
Torquemada, que según se dijo había hecho prometer a su penitente, la princesa Isabel, que si llegaba a ser reina procedería
contra la herejía11? ¿Fue, en fin, el propio nuncio del papa, Nicolás Franco, quien patrocinó un proyecto que debía resultar
de la Inquisición, de que éste fue el bosquexo» (DIEGO ORTIZ DE ZÚÑIGA,
Annales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andaluzía, que contienen sus más principales memorias
desde el año de 1246 en que emprendió conquistarla del poder de los moros
el gloriosíssimo Rey S. Fernando Tercero de Castilla y León, hasta el de 1671,
en que la Católica Iglesia le concedió el culto y título de bienaventurado,
Madrid, 1677, 386).
9
Barberis acudió en 1477 a Sevilla para pedir a los reyes que le confirmaran un privilegio concedido a la inquisición siciliana por Federico II
en 1223, por el que los inquisidores percibían la tercera parte de los bienes confiscados a los herejes. Según Llorente (Historia crítica, I, 125), Isabel lo confirmó en Sevilla el 2 de septiembre y Fernando en Jerez de la
Frontera el 18 de octubre del mismo año.
Sobre este asunto, vid. FRANCISCO JAVIER G. RODRIGO, Historia verdadera de la Inquisición, 3 vols. Madrid, 1876-1877; en II, 68.
10
Según Páramo (De origine et progressu officii Sanctae Inquisitionis) y
otros historiadores de la Inquisición (v.gr. Llorente, Historia crítica, I, 126),
Hojeda tuvo noticia casual de una reunión conspiratoria de judíos y conversos el Viernes Santo, 28 de marzo de 1478, de la que él habría dado
cuenta a los reyes. A Lea (Historia, I, 183) el relato no le merece crédito.
11
«...que siendo confesor de la reina en vida del rey don Enrique y del
príncipe don Alonso sus hermanos, en tiempo que no se imaginaba qué
había de suceder en aquellos reinos, sabiendo las ofensas que se hacían a
nuestro Señor en estrago de los fieles y lo que se procuraba de pervertir
las cosas de la religión y del culto divino la conjuró en nombre de nuestro
Señor que cuando Dios la ensalzase en la dignidad real, volviese por su
gloria y honra y de tal manera mandase proceder contra el delito de la
herejía que aquello se tuviese por el más principal negocio de su estado
real y se prosiguiese en él como en un oficio santo porque dél había de
redundar mucho augmento a la iglesia católica» (JERÓNIMO ZURITA, Anales
de la Corona de Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1977;
libro XX, cap. XLIX, 439).
Como razonablemente opina López Martínez (Los judaizantes castellanos, 248), esta suposición carece de fundamento científico
Núm. 50 (2004)
361
6
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
grato a Sixto IV?12. Lo más probable, como es de suponer, es que
el consejo fuera de todos o de casi todos, y de ninguno en especial, pues unos y otros compartían la creencia de que la Inquisición era ya el último y único remedio posible para hacer frente al deteriorado problema converso, amén de lo que los mismos
reyes veían que había sucedido y estaba sucediendo en Córdoba
y Sevilla. Como ha escrito Netanyahu, «la hostilidad a los conversos, que los soberanos vieron crecer en todos los centros urbanos de Andalucía, inclusive en las grandes ciudades de Córdoba y Sevilla, y la progresiva fiebre anticonversa de Toledo y
su arzobispado, fueron indudablemente los factores principales
que incitaron a los reyes a adoptar la solución inquisitorial»13.
Fernando e Isabel, en fin, solicitaron del papa la introducción de la Inquisición, a lo que Sixto IV accedió por bula de 1
de noviembre de 1478. Casi dos años después, en virtud de la
autorización de esa bula, los reyes nombrarán el 27 de septiembre de 1480 a los primeros inquisidores. Y éstos, el 2 de enero
de 1481, harán pública una proclama a las autoridades andaluzas, en la que les comunican su nombramiento, conminándoles
a adoptar medidas diversas y acatar sus órdenes. En la historia
de la inquisición española éstos son los tres primeros documentos que, como sucede con las pequeñas muñecas rusas, están
contenidos uno en otro. La bula aparece recogida y citada en el
nombramiento de los inquisidores, y ese nombramiento —incluyendo la bula— está recogido y citado en la proclama de los
inquisidores.
A fines del siglo XIX, en 1889, el Padre Fita publicó la proclama de los inquisidores a las autoridades andaluzas, con lo
que publicó también los otros dos documentos contenidos en
ella14. Se trataba de una copia existente en el Archivo Histórico
Nacional del original perdido, que figuró al parecer en un tomo
manuscrito titulado Libro de las reconciliaciones y otros autos
12
LLORENTE, Historia crítica, I, 126.
Los orígenes, 834.
14
En un sencillo apéndice documental, titulado Nuevas fuentes para escribir la historia de los judíos españoles. Bulas inéditas de Sixto IV e Inocencio VIII, el P. Fita publicó ese documento triple, con la trascendental bula de
1 de noviembre (BRAH 15, 442-491. La proclama figura en 447-458).
13
362
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
7
fechos al principio en esta Inquisición de Sevilla, de excepcional
importancia y que lamentablemente no ha llegado a nosotros15.
Por otra parte, el texto de la bula figura también en otro documento custodiado en el Archivo de la Corona de Aragón: el
nombramiento por los Reyes Católicos de Juan Orts y Juan
Cristobal de Gualbes como inquisidores de Aragón, el 28 de diciembre de 148116.
Los documentos se refieren, pues, a la fundación de la Inquisición y los problemas que plantea, los cuales pueden ser
analizados a través de aquellos tres textos. En primer lugar, la
importantísima bula fundacional. A continuación, el nombramiento de los inquisidores y, finalmente, la proclama con la que
inician su actuación.
B) LA
BULA
EXIGIT
SINCERAE DEVOTIONIS AFFECTUS
Como respuesta, según hemos visto, a estímulos y consejos
que debían venir de todas partes, y en unos momentos en que
el proceso histórico proconverso-anticonverso se encontraba en
franca fase negativa de crispación, los Reyes Católicos pidieron
al papa Sixto IV que introdujera la Inquisición, lo que éste dispuso por medio de la bula Exigit sincerae devotionis affectus, de
1 de noviembre de 147817.
15
Hasta 1889, pues, la bula se dio por perdida. Y así una importante
obra como la de Pius BONIFACIUS GAMS, Die Kirchengeschichte von Spanien,
afirma en su tomo III, publicado en Ratisbona en 1879, que la bula no es
conocida (Por cierto, al ser reimpresa la obra en Graz en 1956 se mantiene
esa afirmación, por ventura ya no cierta).
16
A. DE LA TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los
Reyes Católicos, CSIC, tomo I, Barcelona, 1949, doc. 112.
17
Publicada, según dijimos, por FITA en BRAH 15 (1898), 449-452, fue
recogida luego por BERNARDINO LLORCA en su Bulario Pontificio de la Inquisición española en su periodo constitucional (1478-1525, Roma, 1949,
51-54. Puede verse ahora en el Bulario de la Inquisición española (Hasta la
muerte de Fernando el Católico), de GONZALO M ARTÍNEZ DÍEZ, Editorial
Complutense, 1997, doc. 17, 74-79).
Núm. 50 (2004)
363
8
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
1. Cómo y cuándo se formalizó la petición.
Tramitación de la bula
Según cuenta Bernáldez, los reyes fueron informados en
Sevilla de la grave amenaza del problema converso, y al marchar de allí encargaron a una comisión que estudiara el remedio, el cual resultó ser la petición de que se instaurara la Inquisición. «De todo lo sobre dicho fueron certificados el Rey y la
Reyna estando en Sevilla —escribe18—; partiéndose dende quedó
el cargo del castigo e de mirar por ello al provisor de Sevilla,
obispo de Cádiz, Don Pedro Fernández de Solís, y el Asistente
que entonces quedó en Sevilla, que era Diego de Merlo, para
tolerar tan grande mal, y quedó fray Alonso, segundo fray Vicente, para ver sobre ello, y otros clérigos y frailes; y visto que
en ninguna manera se podían tolerar ni enmendar sino se facía
inquisición sobre ello, denunciaron el caso por estenso a sus
Altezas, e faciéndoles saber cómo y quién y dónde se hacían las
judaicas ceremonias, y cómo cabían en personas poderosas y en
muy gran parte de la ciudad de Sevilla; y junto con esto fueron
certificados que en toda su Castilla había esta disforme dolencia; y ovieron Bulla del Papa Sixto IV para proceder con justicia contra la dicha heregía por vía del fuego».
El cronista Pulgar, por su parte19, destacando el papel del
cardenal Mendoza, informa que el rey y la reina «dieron cargo
a algunos frayles e clérigos, e otras personas religiosas, que
dellos predicando en público, dellos en fablas privadas e particulares, informasen en la fe a aquellas personas». Y habiendo
trabajado los eclesiásticos «por reducir a estos que judayzaban»,
ante el fracaso, «el Rey e la Reyna, considerando la mala e per18
Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, escrita
por el bachiller Andrés Bernáldez, cura que fue de la villa de Los Palacios y
capellán de Don Diego de Deza, Arzobispo de Sevilla, cap. XLIII, 600.
19
Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de
Castilla y de Aragón, escrita por su cronista Hernando del Pulgar, cotejada
con antiguos manuscritos y aumentada de varias ilustraciones y enmiendas, en BAE, Crónicas de los Reyes de Castilla, tomo tercero, Madrid, 1878,
cap. LXXVII, 331.
364
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
9
versa calidad de aquel error, e queriéndolo con grand estudio e
diligencia remediar, embiáronlo a notificar al Sumo Pontífice, el
qual dio su bula, por la qual mandó, que oviese Inquisidores en
todos los Reynos e señoríos del Rey e de la Reyna».
Sobre estos textos hay que señalar que si la bula de 1 de
noviembre de 1478, introductora de la Inquisición, es de la fecha que figura en ella20, no es posible que su propuesta surgiera de una comisión dejada por los reyes para estudiar el problema cuando abandonaron Sevilla, pues según el propio Bernáldez
fue «en el mes de septiembre, cerca de San Miguel, año dicho
de 1478 (cuando) partieron los Señores Rey y Reyna de Sevilla
con el Príncipe y Corte, e fueron a Carmona, y dende a Ezija, y
dende a Córdoba pacificando su Andalucía, e visitándola, e poniendo toda la tierra debajo de su obediencia. E dende fueron a
Toledo, e Castilla...21». Es pues claro que si esa comisión se constituyó a raíz de la marcha de los reyes a fines de septiembre22,
no hubo tiempo para que sus trabajos abocasen a una petición
que fuera contestada positivamente desde Roma con la bula de
1 de noviembre. O, con otras palabras, que o bien la comisión
se constituyó antes de octubre de 1478, y la petición a Roma se
hizo también en fecha anterior, o hay que llegar a dudar de la
misma datación de la bula.
Por lo demás, la bula de 1 de noviembre hace referencia a
la «petición que poco ha nos fue presentada de vuestra parte»,
lo que deja en claro que la iniciativa partió de los reyes, y no
del papa a través del nuncio. Por si hubiera alguna duda, cuando el 29 de enero de 1482 Sixto IV se queja de lo que había
concedido en la bula anterior y pretende por un breve de esa
fecha dar marcha atrás, hace referencia a que el tenor de las
letras que él mando redactar le fue expuesto «no plenamente y
con detalle, como convenía, sino de una manera genérica y
confusa», lo que en cierto modo traslada a la otra parte, la se20
Quiero decir, que se promulgara entonces y no más tarde con fecha
antedatada, según una posibilidad que comentaremos luego (epígrafe C).
21
Historia, inicio del cap. XXXVI.
22
García Rodrigo asegura que para estudiar el proyecto de introducir
la Inquisición «fue nombrada de real orden una junta de personas muy
notables que lo examinaran» (Historia verdadera,, II, 70.
Núm. 50 (2004)
365
10
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
cular, la responsabilidad y contenido de una iniciativa y propuesta que, de haber partido de él mismo, no habría cedido en la
facultad de nombrar a los inquisidores.
En cuanto a quién o quiénes presentaron la petición de la
bula en Roma, una fuente tan fiable como los Annales eclesiasticos de Sevilla, escritos por Diego Ortiz de Zúñiga23, nos informa de que esa solicitud, con la correspondiente propuesta, fue
llevada alli por los hermanos sevillanos Francisco de Santillán,
Obispo de Osma, y Diego de Santillán, Comendador Mayor de
Alcántara, hijos del doctor Ruy García de Santillán, que había
sido del Consejo del rey Juan II24. Ahora bien, con independencia de la certidumbre genérica de esa versión, que ha sido recogida por otros autores25, parece que, por lo menos al final, el
peso principal de la negociación lo llevó en Roma uno solo,
Francisco, como asegura Llorente26, pues cuando Sixto IV evoca retrospectivamente en 1482 lo hecho en 1478 habla, en singular, «de aquel que en vuestro nombre solicitaba la expedición
de tales cartas»27.
2. Papel de Fernando e Isabel en la solicitud
de la bula
Una cuestión problemática, relativa a la responsabilidad por
haber pedido la Inquisición, es si uno y otro monarca actuaron
al unísono y con parejo celo en ese requerimiento del Santo
Oficio, o bien si, con independencia de que formalmente figuraran ambos, fue el rey o la reina quien llevó la iniciativa y arras23
El autor maneja información de primera mano sobre lo sucedido en
Sevilla en los años de instauración de la Inquisición, y confiesa haber visto
el texto original de los primeros procesos que se celebraron en el Castillo
de Triana (Annales eclesiásticos y seculares, 389).
24
Annales eclesiásticos y seculares, 389.
25
Lo mismo se asegura, por ejemplo, en la Relación histórica de la
Judería de Sevilla, establecimiento de la Inquisición en ella, su estinción y
colección de los autos que llamaban de fe celebrados desde su erección, por
D.J.M.M. de E., natural y vecino de Sevilla; Sevilla, 1849, 21.
26
Historia crítica, 126.
27
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, 89.
366
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
11
tró al otro. Este problema, importante para muchos en la sociedad mediática de hoy a la hora de depurar responsabilidades por
la introducción del Tribunal, tiene una vieja historia y no puede
ser resuelto con absoluta claridad. Su punto de partida lo podemos situar en la Historia crítica de Llorente, en la que este autor presenta al rey Fernando como el agente perverso que pretendía la Inquisición para enriquecerse y aumentar su poder, y
una reina dulce y apacible a la que hubo que convencer de
aquello28. A partir de ahí los autores se han pronunciado de una
u otra forma en diversas obras sobre el papel jugado por el rey
y la reina29, hasta que Netanyahu, en su reciente e importante
monografía, vuelva en cierto modo a achacar la responsabilidad
de la operación al rey Fernando, si bien con una visión más
equilibrada del papel de uno y otro consorte. Netanyahu ha escrito así: «Nació (la Inquisición) gracias a su arquitecto y constructor, que fue, sin duda, el rey Fernando de Aragón. Por su28
Historia crítica, 126: «El rey Fernando V no necesitaba de tantas persuasiones para consumar el proyecto. Bastaba la esperanza de aumentar
riquezas con las confiscaciones, y de ganar la voluntad del papa para los
objetos ambiciosos que premeditaba en su corazón. La dificultad estaba en
la reina Isabel, cuyo consentimiento era indispensable para Castilla.
La suavidad de carácter de esta excelente reina era obstáculo para establecimientos de rigor; pero se le atacó por donde siempre renunciaba su
propio dictamen».
29
En el siglo XIX tuvo notoria influencia la Historia crítica de Llorente.
Así, William Prescott, que escribió su Historia del reinado de los Reyes
Católicos pocos años después del autor riojano (prólogo a la primera edición, en 1837), vino a decir lo mismo: «Ferdinand listened with complacency to a scheme which promised an ample source of revenue in the
confiscations it involved. But it was not so easy to vanquish Isabella’s
aversion to measures so repugnant to the natural benevolence and magnanimity of her character» (The History of the Reign of Ferdinand and
Isabella the Catholic, 2 vols., 1896; en I, 277). En España, Adolfo de Castro
acogió en 1847 pareja versión en la Historia de los judíos en España desde
los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo. Allí
escribe: «El rei don Fernando, que por tantas empresas militares tenía exhaustas de dinero sus arcas, oprimido al pueblo con gabelas, vendida mucha cantidad de la plata que había en las iglesias, cargados los eclesiásticos
con grandes tributos..., fatigados a los seglares con préstamos...vio en el
establecimiento del tribunal de la Inquisición el único medio de fenecer el
mal estado de las rentas de su corona» (p. 110).
Núm. 50 (2004)
367
12
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
puesto que le ayudó su animosa esposa la reina Isabel de
Castilla, especialmente en las varias etapas de planificación; la
trascendental decisión de establecerla debe ser imputada a ambos»30. Sobre todo ello cabe decir lo siguiente:
a) No sabemos nada, con base documental, sobre el papel
de Fernando e Isabel en la gestión de la bula fundacional. En
consecuencia, cualquier atribución de lo hecho por uno u otro
en ese proceso previo, no tiene más fundamento que la respetable imaginación de cada cual.
b) Sí sabemos algo, en cambio, de cómo defendieron después los reyes la Inquisición recién instaurada, o más en concreto de cómo la defendió Fernando, cuando Sixto IV intentó
en su breve de 29 de enero de 1482, con anterioridad a sus bulas de 11 de febrero y 18 de abril del mismo año, desdecirse de
lo concedido31. Ahí ciertamente intervino Fernando solo, con la
famosa carta fechada en Córdoba el 13 de mayo de ese mismo
año32, en la que con lenguaje irónico y más que impertinente
hizo frente al papa y le obligó a rectificar y dar por bueno lo
que había hecho antes33.
De esa dura actitud de Fernando tras la promulgación de la
bula, es posible quizás presumir una actitud parecida, es decir,
claramente beligerante, en el proceso previo de solicitarla. Ahora bien, en cualquier caso eso es una presunción. Pero algo más
difícil me parece presumir que como la reina no firma en mayo
de 1482 la carta de protesta al papa que pretende recortarles los
poderes inquisitoriales, ello quiera decir que antes no había estado de acuerdo en pedirlos. En suma, es difícil suponer que
30
Los orígenes, 911.
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, docs. 20-22, pp. 88-105.
32
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 23, 106-109.
33
Tras un comienzo irónico —«Me han sido narradas ciertas cosas, Santo Padre, que si fueran verdaderas merecerían grandísima admiración»—
que alude a las disposiciones que había tomado el papa, y tras añadir que
«a la narración antedicha nosotros no la hemos dado ningún crédito», Fernando comenta que si se hubieran hecho algunas concesiones a los conversos «no pienso admitirlas nunca». A continuación le dice al papa lo que
tiene que hacer y los inquisidores que tiene que nombrar, «porque estamos
decididos a no permitir jamás que otros, contra nuestra voluntad, ejerzan
ese oficio».
31
368
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
13
Fernando firmara él solo la carta porque no la quisiera firmar
la reina, en vez de por pura coyuntura o por estrategia acordada. Nosotros no conocemos desacuerdos pequeños en ese matrimonio de los monarcas, con lo que es mucho más difícil suponer el desacuerdo en asunto tan fundamental.
c) En cuanto a Isabel, ciertamente no firma la protesta de
mayo, pero no hay que olvidar otra bula mucho menos citada,
la dirigida a ella, como reina de Castilla, León y Aragón, por
Sixto IV, el 23 de febrero de 148334. En esa bula el papa pondera y elogia hasta el extremo las virtudes de la reina, así como
su preocupación por el tema de los conversos y su desvelo por
actuar en ello en Sicilia. Sigue luego un muy curioso párrafo.
«La duda que parece asaltarte de que acaso Nos estemos pensando que, cuando te preocupas de proceder tan severamente
contra aquellos pérfidos que disfrazándose bajo el nombre de
cristianos blasfeman y, con insidia judía, crucifican a Cristo...que
te mueves más bien por la ambición y por ansia de bienes temporales que por celo de la fe y de la verdad católica o por el
temor de Dios; sepas con certeza que nunca jamás hemos albergado ni la más mínima sospecha de ello». Es decir, Sixto IV
tranquiliza a Isabel, quien teme se malinterprete el haber procedido severamente con los conversos, actitud de ella que si bien
nos sitúa lejos del desenfado violento de su marido, tampoco
concuerda con alguien que tuviera grandes dudas sobre la oportunidad de la Inquisición. Y es que en esa oportunidad creían
casi todos, incluido el propio papa.
d) En cuanto a la extensión de la Inquisición a Aragón, que
trataremos después y que se desarrolló principalmente en 1481,
hay que decir que Fernando aparece como protagonista casi
único.
3. Contenido y alcance
En la bula Exigit sincerae devotionis affectus, el papa, tras
encarecer la gravedad del problema converso y en espera de que
ese problema se erradique y sea también sometida Granada,
34
Bulario, doc. 26, 116-121.
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JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
concede que los reyes elijan a «tres obispos o superiores a ellos
u otros probos varones presbíteros seculares o religiosos de órdenes mendicantes o no mendicantes, de 40 años cumplidos, de
buena conciencia y laudable vida, maestros o bachilleres en
Teología o doctores en Derecho Canónico o tras riguroso examen licenciados, temerosos de Dios, que vosotros creyereis en
cada ocasión oportuno elegir en cada ciudad o diócesis de los
dichos reinos, o al menos dos de ellos, detenten respecto de los
reos de dichos crímenes, sus encubridores y fautores la misma
completa jurisdicción, autoridad y dominio de que gozan por
derecho y costumbre los Ordinarios del lugar y los Inquisidores
de la maldad herética». Es decir, que los reyes puedan elegir
cuantas veces quieran, en cada ciudad o diócesis, tres presbíteros mayores de 40 años, bachilleres al menos en Teología o licenciados en Derecho Canónico, los cuales tengan la misma
jurisdicción que los obispos o inquisidores. Procede así hacer
notar que esas personas no son calificadas propiamente de
inquisidores, sino que de ellos se dice que habrán de disfrutar
de la jurisdicción que tienen los obispos y los inquisidores. En
este sentido, la bula de 1 de noviembre de 1478 es algo menos
explícita que la tercera bula de 20 de noviembre de 1451 («una
vel pluribus persona, seu personis ad id idoneis, quae inquisitionis officium instituat et prosequatur»). En todo caso, y pese
a esa elipsis, cuando los reyes hagan uso de las facultades concedidas y nombren a los primeros encargados de la tarea, recordarán los poderes recibidos «para que los tales por nosotros
elegidos e deputados fuesen Inquisidores» y actúen «como tales
inquisidores de la herética pravidad»35. Y ellos mismos, en su
primer pronunciamiento de 2-I-1481, confesarán haber acudido
a Sevilla «a exercer e ussar el oficio de la Inquisición de la dicha herética pravidad»36.
Por lo demás, el contenido de la bula fundacional es claro y
sencillo. No concede así facultades extraordinarias de ningún
tipo, como las de encausar a los obispos, tal y como por ejemplo hizo en su día la bula de 20 de noviembre de 1451.
35
Nombramiento de los primeros inquisidores, en Medina del Campo
27 de septiembre de 1480. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 18, 81-82.
36
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 85.
370
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
15
Problema distinto es el de su alcance territorial o ámbito de
aplicación, es decir, el de precisar cuáles eran los territorios donde esa Inquisición se introducía y donde, en consecuencia, quedaban facultados los reyes para nombrar inquisidores. Respecto
a esto hay que decir que los estudiosos de la Inquisición, sin
plantearse mayores problemas, han sido unánimes en afirmar
que esa bula introdujo la Inquisición en Castilla. Ya Llorente,
al referir el tema en su Historia crítica, tituló el epígrafe correspondiente como «Proyecto de establecer la Inquisición en
Castilla»37. García Rodrigo habló también del «establecimiento
del Santo Oficio en Castilla»38. Lea trata de «la introducción de
la Inquisición en Castilla» o de «extender la Inquisición a Castilla»39, etc., etc. Es doctrina común, pues, que la bula de 1 de
noviembre introdujo la Inquisición en Castilla.
La cosa, sin embargo, pareciendo en última instancia clara,
es también bastante compleja y merece alguna reflexión crítica
en base a tres documentos: la propia bula; el primer nombramiento de inquisidores de 1480, y el breve de Sixto IV de 29 de
enero de 1482, en el que intenta rectificar los excesos derivados
de lo concedido hasta entonces.
a) Bula fundacional. Formalmente la bula de 1478 va dirigida a Fernando e Isabel como reyes de Castilla y León. Ahora
bien, el papa hace referencia al comienzo de la bula a la petición de los reyes por la aparición de falsos conversos «en diversas ciudades, tierras y lugares de los reinos de las Españas de
vuestra jurisdicción»40, lo que habría llevado a que el papa se
dignase «arrancar de raiz en los mencionados reinos tan perniciosa secta». Pero es que la claúsula de otorgamiento faculta
para nombrar inquisidores «en cada ciudad o diócesis de los
dichos reinos», que son evidentemente esos reinos de las Españas.
En consecuencia, en la bula fundacional, salvo que va dirigida
al «charissimo in Christo filio nostro Ferdinando regi et charissimae in Christo filiae nostrae Elisabet reginae Castellae et
37
38
Epígrafe II del cap. V, tomo I.
Historia verdadera de la Inquisición, título del cap. XX en el tomo II,
p. 65.
39
40
Historia, I, 184-185.
Las cursivas de éste y los siguientes textos entrecomillados son mías.
Núm. 50 (2004)
371
16
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
Legionis illustribus», todas sus previsiones y la concesión misma se refieren con absoluta generalidad a los reinos de las
Españas.
b) Nombramiento de los inquisidores. El nombramiento de
los primeros inquisidores no lo hacen Fernando e Isabel como
reyes de Castilla y León, sino como «rey y reina de Castilla,
León, de Aragón, de Sicilia, de Toledo, de Valencia, de Galicia,
de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córzega, de
Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, conde e condesa de Barcelona, señores de Vizcaya e de Molina,
duques de Atenas e de Neopatria, condes de Ruisellón y de
Cerdeña, marqueses de Oristán e de Gosiano»41. Tras esa completa intitulación se refieren al problema converso haciendo saber la preocupación del papa por el hecho de «que en muchas
e diversas partes, ciudades, villas e lugares de estos nuestros
reynos y señoríos, avía e ay algunos malos christianos...». Parece así claro que estos reynos y señoríos son esos referidos líneas
atrás, sin que exista ninguna restricción que dé a entender que
se refiera solo a Castilla. En la lista de títulos figura el reino de
Sicilia42, del que Fernando era ya rey cuando se dio la bula43,
41
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 18, 80.
En la década de los setenta se agravó el problema judío en Sicilia.
Concretamente, en agosto de 1474, tuvo lugar en Modica un asalto a la
aljama seguido de terrible matanza (ROMANO CANOSA, Storia dell’Inquisizione
spagnola in Italia, Sapere 2000, 1992, 18 y ss.).
43
El 19 de junio de 1468, a raíz de la muerte de su esposa, la reina
Juana, Juan II hizo a su hijo Fernando rey de Sicilia. «Para consolarse el
Rey de tan grande pérdida —escribe Ricardo del Arco— pasó a Zaragoza,
en cuyas Cortes estaba el Príncipe disponiendo nuevos socorros para Cataluña, y le hizo compañero suyo en el reino de Sicilia y le dio título de Rey
de ella» (Fernando el Católico. Artífice de la España Imperial, Zaragoza,
1939, 29).
En las Capitulaciones matrimoniales de Cervera, fechadas el 7 de enero de 1469, Fernando el Católico aparece de esta forma: «Nos don Fernando, por la gracia de Dios rey de Sicilia, con el serenísimo Rey (Juan II),
padre nuestro muy honrado en el dicho reino de Sicilia, conregientes e conregnantes, e en todos sus Reinos e tierras primogénito, gobernador general,
príncipe de Girona, duc de Monblanc, conde de Ribagorza, señor de la
ciudad de Balaguer...» (ALFONSO GARCÍA-GALLO, Manual de Historia del Derecho español. II Antología de Fuentes del Antiguo Derecho, décima reimpr.,
Madrid, 1984, núm. 881).
42
372
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
17
antes de la muerte de su padre, y aparece por vez primera
Aragón, reino del que Fernando no era rey entonces, cuando la
bula, pero ahora sí pues su padre Juan II había fallecido el 19
de enero de 1479.
En esta carta de nombramiento, los monarcas señalan que
el papa les concedió facultad para elegir inquisidores «en
qualesquier partes de los dichos nuestros reynos e señoríos», y
que ellos —los monarcas— «como reyes e soberanos señores de
estos nuestros reynos e señoríos...aceptamos la dicha comisión e
facultad a Nos otorgada». Finalmente nombran a San Martín y
Morillo como inquisidores «en todos estos nuestros regnos e señoríos e en qualesquier ciudades, villas e lugares, en qualesquier
partes de ellos». En resumen, pues, el problema converso se
presenta como general; los reyes han recibido una bula con
poderes para nombrar inquisidores donde haga falta, y ellos
designan a Morillo y San Martín, no para actuar en Andalucía
ni en Castilla expresamente, sino con carácter general donde
estimen conveniente. Es más, en la proclama ulterior de los
inquisidores a las autoridades andaluzas44, ellos recordarán que
han sido nombrados jueces inquisidores (así, en general, y no de
ningún reino en concreto) «por los Sereníssimos rey e reyna de
Castilla e de Aragón».
Ahora bien, ¿cuáles son esos reinos de las Españas donde la
bula fundacional denuncia la existencia de falsos conversos, y
cuáles en consecuencia los dichos reinos donde esa bula faculta
a los reyes para nombrar inquisidores? Por de pronto hay que
decir que desde luego no es jurídicamente claro el tal concepto
de reinos de las Españas donde la bula autoriza el establecimiento de la Inquisición, y podría incluso pensarse que Sicilia —reino del que Fernando era rey— figurara entre ellos. Pero con
independencia de una posible identificación de esos reinos de las
Españas con el territorio peninsular, y más exactamente en este
caso con los reinos de la corona de Castilla —ya que de Aragón,
Fernando todavía no era rey45— sí quiero poner de relieve que
la autorización de la bula de 1-XI-1478 para introducir la Inquisición únicamente en Castilla, según se ha entendido siem44
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 84-87.
Núm. 50 (2004)
373
18
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
pre, no es en modo alguno algo sencillo y obvio, sino algo más
que problemático dada la confusa redacción del texto. Y mucho
más que problemático cuando se considera que en la carta de
nombramiento de los inquisidores en 1480, Fernando e Isabel
aparecen al frente de todos sus reinos, condados, marquesados
y señoríos, incluyendo desde luego Aragón y los territorios de
Italia, y que los tales inquisidores son nombrados precisamente
en todos estos nuestros regnos e señoríos. Mucho más claro, en
cambio, aunque sea en sentido retrospectivo, será el tercer documento, el breve de 1482.
c) Breve de 29-I-1482. Tras la citada proclama de 2-I-1481,
los inquisidores debieron comenzar a actuar con tal desconsideración y dureza que las protestas llegaron enseguida a Roma.
De esta forma, tras la pésima experiencia del primer año de vida
del tribunal, el papa se cree obligado a rectificar y denuncia los
abusos habidos. Envía así a los Reyes Católicos un breve el 29
de enero de 148246, cuyo texto resulta de máximo interés por
ofrecer la visión retrospectiva del propio papa. En él, Sixto IV
indica al principio lo que razonablemente se le había pedido y
con lo que razonablemente él estaba de acuerdo, y señala luego
lo que de hecho —por habérselo presentado después de manera
confusa; por error o inadvertencia— él llegó a firmar. De esto
último, intenta desdecirse.
¿Qué se había pedido, pues, al papa al principio? «Nunca
hemos dudado —indica Sixto IV— de que encendidos por el celo
de la fe católica nos presentasteis con recto y sincero corazón
vuestras anteriores peticiones sobre el nombramiento de Inquisidores de la maldad herética en los reinos de Castilla y León47,
para que con su esfuerzo y diligencia fueran inducidos a seguir
el camino de la verdad aquellos que, afirmando confesar la fe
de Cristo, no temían guardar los mandamientos de la ley y superstición judía». Es claro, pues, a tenor de este texto de máxima credibilidad, que los Reyes Católicos solicitaron inquisidores
45
He discutido estos asuntos con mi experto colega, el profesor Gonzalo Martínez Díez, y, con independencia de matices y ajustes, ambos convenimos en la complejidad del problema.
46
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 20, 88-91.
47
La cursiva es mía.
374
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
19
para Castilla y León, y que con ello estaba razonablemente de
acuerdo el papa: «Entonces Nos, con la misma intención y celo
de la fe, mandamos redactar ciertas letras sobre dicho nombramiento con la colaboración de aquel que en vuestro nombre
solicitaba la expedición de tales cartas».
De aquí se deduce que los Reyes Católicos pidieron la introducción de la Inquisición en Castilla y León, es decir, en la corona de Castilla, formada desde 1229 con Fernando el Santo por
la unión de Castilla y León, y en la que se integrarán luego las
Canarias y los reinos musulmanes de Andalucía y Murcia. Y eso
explica que la bula fundacional vaya dirigida a Fernando e Isabel como reyes de Castilla y León, aunque luego el texto, según
hemos visto, deje esa referencia tan clara y maneje la más confusa, desde el punto de vista jurídico, de los reinos de las
Españas.
Por otra parte, el papa se queja en el breve de que «expuesto a Nos el tenor de las mismas (cartas) no plenamente y con
detalle, como convenía, sino de una manera genérica y confusa, las tales cartas fueron expedidas en contra de los decretos
de los Santos Padres y de nuestros predecesores y de la observancia común»48. Es decir, Sixto IV estaba de acuerdo en que se
nombraran inquisidores en Castilla y León, que era el objeto de
la petición inicial, pero no lo estaba en los excesos que quedaron sancionados en ese texto final que él conoció «de manera
genérica y confusa». Y esos excesos fueron con seguridad los
derivados de la asunción por los reyes de la facultad de designar a los inquisidores49, es decir, de lo que propiamente constituía la peculiaridad de la nueva Inquisición. Además, los in48
Con palabras parecidas, el papa insistirá en lo mismo en otra bula, la
de 11 de febrero de 1482, por la que nombra ocho inquisidores en Castilla
(MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 21, p. 93).
49
Posteriormente, otra bula de Sixto IV, de 11 de febrero de 1482
(Bulario, doc. 21, 93) se referirá así a este exceso, abuso o confusión: «Deseando Nosotros ciertamente, poco ha, dar una respuesta a las quejas y
múltiples lamentaciones que se habían presentado contra ciertos Inquisidores de la pravedad herética nombrados en la ciudad de Sevilla por
Fernando, hijo muy querido en Cristo, y por Isabel, hija muy querida en
Cristo, ilustres rey y reina de Castilla y de León, con el pretexto de ciertas
letras nuestras, cuyo tenor nos había sido expuesto confusamente...».
Núm. 50 (2004)
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20
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
quisidores nombrados, San Martín y Morillo, se habían dado a
todo tipo de abusos, por lo que, con respecto a esos inquisidores, el papa, si bien renuncia a destituirles para no desautorizar a los reyes, amenaza con hacerlo y nombrar otros «si en
el futuro... se comportaren menos justamente de lo que es decente, guiándose por otros motivos distintos, que no sean el celo
de la fe y de la salvación de las almas».
C) EL
NOMBRAMIENTO DE LOS INQUISIDORES
Y LA FECHA DE LA BULA
La bula fundacional había previsto que los reyes eligieran
tres, «o al menos dos», inquisidores. En conformidad con ello,
el 27 de septiembre de 1480, los monarcas dictaron en Medina
del Campo una carta eligiendo a dos personas: fray Juan de San
Martín, «bachiller presentado en Santa Theología, prior del
monasterio de San Pablo de la ciudad de Burgos», y fray Miguel de Morillo, «maestro en Santa Theología, vicario de la Orden de los Predicadores»50. Dos personas, en fin, de no especial
relevancia, si se tiene en cuenta la totalidad de la escala eclesiástica —incluidos obispos— dónde los reyes podían elegir, que
inaugurarán la nómina de inquisidores de la llamada Inquisición española.
Como advertimos antes, el Padre Fita publicó el nombramiento de los inquisidores al publicar la proclama que lo contenía51. Ahora bien, a la vista del nombramiento, la cuestión sin
duda más llamativa es la distonía entre la fecha de la bula —1
de noviembre de 1478— y la de ese nombramiento —27 de septiembre de 148052—, lo que quiere decir que los Reyes Católicos
50
El 27 de julio de 1479, Fernando el Católico había propuesto al
Maestre general de la Orden de Predicadores que destituyera como provincial a Francisco Vidal, nombrando en su lugar a Miguel de Morillo (DE LA
TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos,
I, doc. 40).
51
Ver epígrafe A. En la Novísima Recopilación hay una nota (a la ley 1
del título VII, del libro II) que contiene fragmentos del nombramiento.
52
Según he podido comprobar en la Sección de Códices del Archivo
Histórico Nacional, la fecha de la carta es 27. No obstante, en la Historia
376
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
21
tardaron casi dos años en hacer uso de la autorización de la
bula y en nombrar a los primeros inquisidores. Semejante desajuste ha llamado siempre la atención de los historiadores de la
Inquisición, ofreciéndose sobre ello hipótesis y explicaciones diversas que tienen el denominador casi común de atribuir a los
monarcas, antes de ejecutar la bula recién concedida, un paréntesis voluntario de tregua y benignidad, intensificando la labor
de catequesis, o suponer que la aplicación de la bula se retrasó
por la acción y presiones de los conversos. Así Llorente, por
ejemplo, dio por seguro que «como la reina no tenía inclinación
a la novedad. hizo suspender la ejecución de la bula, hasta ver
si el mal que se había referido podía remediarse con remedios
más suaves»53. Para Lea, en cambio, la tardanza en actuar «demuestra que los conversos...no renunciaban a la lucha...También
es posible que Fernando no se sintiese inclinado a una severidad cuyos perjuicios económicos preveía»54. En nuestro tiempo,
Azcona lo atribuye al deseo de «ensayar las últimas tentativas
de atracción pastoral de los judaizantes»55, mientras Netanyahu,
con un planteamiento más amplio, cree que «las causas de la
postergación fueron, con toda probabilidad, no las súplicas y
argumentos de los conversos, sino las condiciones sociales y
políticas del país en ese período»56, recordando al efecto que
cuando la bula llegó a los reyes, Castilla mantenía una guerra
con Portugal, y que además Fernando —»el verdadero arquitecto de la Inquisición»— estaba ocupado en los asuntos de Aragón
tras la muerte de su padre. Muy recientemente, el académico
Suárez Fernández ha ofrecido una explicación, en cierto modo
conexa con la que en el siglo XIX dio García Rodrigo57. Suárez
escribe lo siguiente:
crítica de Llorente se habla del 17 (tomo I, 128), lo que tal vez confundió
a otros muchos autores: Prescott (The History of the Reign of Ferdinand and
Isabella; I, 281); Lea (Historia, I, 186); Gams (Die Kirchengeschichte von
Spanien, 19), etc. En el Bulario de Martínez Diez, si bien al término de la
carta figura como fecha 27, en el encabezamiento, es de suponer que por
una errata, aparece 17 (pp. 83 y 80).
53
Historia crítica, I, 127.
54
Historia, I, 186.
55
Isabel la Católica, 260.
56
Los orígenes, 835.
57
«El celoso cardenal Mendoza, Arzobispo de Sevilla, propagaba un
Núm. 50 (2004)
377
22
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
«De acuerdo con el programa del lullismo, se dejó dormir
la bula durante casi dos años, tiempo que debía dedicarse
a una intensa catequesis sobre los conversos, encomendada a fray Hernando de Talavera, el cardenal Mendoza y el
obispo de Cádiz, que era administrador apostólico de Sevilla. Todo iba a concentrarse en esta ciudad, buscando probablemente un ejemplo que moviese a todos los conversos
a confesar sus errores y sus culpas recibiendo la oportuna
penitencia; para ella los tres encargados redactaron un
catecismo que permitiese aclarar lo que debìa creerse. En
el verano de 1480 el obispo y el asistente de Sevilla, Diego
de Merlo, comunicaron a los reyes que la operación podía
darse por fracasada: eran muy escasas las abjuraciones,
seguramente porque las previstas penitencias inspiraban
temor. En consecuencia recomendaban pasar a la acción»58.
Sobre estas interpretaciones habría que decir que resultan
plausibles intentos de explicar lo difícilmente explicable, pues en
verdad los cronistas no dicen nada de las causas del retraso, y
tampoco puede constatarse documentalmente, en testimonios
fidedignos, que los reyes decidieran abrir un paréntesis en la
aplicación de la bula, a fin de hacer un último intento con
la enseñanza del catecismo, o que esa demora fuera fruto de la
presión de los conversos. Respecto a la primera hipótesis, no
demasiado congruente por cierto con el carácter resolutivo de
los monarcas, cabría señalar además que si los reyes se hubieran autoimpuesto esa tregua, muy probablemente lo habrían
catecismo que había compuesto para dicho fin, y una Junta constituida por
el Obispo de Cádiz don Diego Alonso de Solís, Fr. Alonso de Ojeda y
D. Diego de Merlo, asistente de Sevilla, trabajaban para la conversión de
los apóstatas y evitar nuevas deserciones del catolicismo. Empero tan escaso resultado produjeron sus gestiones, que cierto judío se atrevió a publicar un libro contra la Religión cristiana y criticando las providencias suaves de la Reina. Divulgóse este escrito con tanta profusión, y tan graves
eran sus errores, que Fr. Hernando de Talavera creyó necesario salir a la
defensa de nuestra santa fe, publicando una —católica impugnación del
herético libelo que en el año pasado de 1480 fue divulgado en la ciudad de
Sevilla—. No pudo la Reina ser más tolerante, pero viendo defraudados sus
buenos deseos, decidió cumplir la bula y en Medina del Campo, a 17 de
setiembre de 1480, firmó la Real cédula ordenando el establecimiento del
Santo Oficio» (Historia verdadera de la Inquisición, 71).
58
Isabel I, Reina, 300-301.
378
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
23
recordado, cargándose de razón, al nombrar a los inquisidores
en la carta de 27 de septiembre de 1480, cuando relatan en la
parte expositiva del documento el desarrollo del problema converso y la concesión de la bula. Y en cuanto a la segunda hipótesis, relativa a que la acción de los conversos lograra paralizar
durante dos años la puesta en marcha de la bula, hay que decir que mucho más lógico hubiera sido, si es que los conversos
efectivamente intervinieron, que hubieran intentado no un mero
retraso en la aplicación de la bula, sino que ella no llegara a su
destino o conseguir otra posterior que la derogara, tal y como
al parecer habían hecho en las dos ocasiones anteriores en que
los papas Nicolás V y Pío II dieron sendas bulas introductoras
de la Inquisición. Es por ello que esas explicaciones no parecen
del todo convincentes.
En cualquier caso, si hay que explicarse el tan raro paréntesis de veintitrés meses, entre el 1 de noviembre de 1478 y el 27
de septiembre de 1480, y ante el silencio de los documentos,
habrá que acudir, a modo de hipótesis, a algunas de esas razones59. Ahora bien, ¿existió necesariamente y en verdad ese paréntesis?; ¿no cabe alguna otra conjetura o explicación? Ciertamente, al nombramiento de los inquisidores de 27 de septiembre
de 1480 sigue su entrada en acción casi inmediata —como veremos después60— y la proclama de 2 de enero de 1481, lo que
a todas luces tiene lugar en una secuencia de tiempo razonable. Lo no razonable, en cambio, es que siendo los nombramientos de fines de 1480, la bula sea de 1478. No es así de descartar, a modo también de hipótesis, la posibilidad de que la bula
fuera despachada y saliera de Roma en fecha más tardía, o bien
que se diera en 1480 y fuera antedatada, pues evidentemente si
la bula se hubiera dado de hecho en 1480, la secuencia completa de los documentos resultaría congruente y armónica, sin
presentar ningún problema.
Respecto a esto, conviene advertir que la expedición irregular de los documentos pontificios y la antedatación de las bulas
59
Las aducidas por Netanyahu, de la situación política y de la ocupación de Fernando con la recién heredada Corona de Aragón, parecen muy
razonables.
60
Epígrafe D) La proclama de los inquisidores.
Núm. 50 (2004)
379
24
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
no fue un fenómeno insólito y extravagante, sino que efectivamente tuvo lugar en otros momentos del reinado de los Reyes
Católicos, y en concreto en el caso de las famosísimas bulas
alejandrinas, dadas por Alejandro VI para delimitar la expansión
ultramarina de España y Portugal. Sabemos así que en 1493, a
propósito de estas cuestiones, el papa casi inmediatamente sucesor de Sixto IV, Alejandro VI61, dio nada menos que cuatro
bulas, de las cuales dos (la Inter cetera y la Eximie devotionis)
aparecen fechadas el mismo día 3 de mayo, y otra (la Inter
cetera II) al día siguiente. Y sabemos también, porque lo demostró el profesor de la Universidad de Lieja, Vander Linden, que
las dos Inter cetera y la Eximie devotionis fueron en realidad
despachadas en los meses de abril, junio y julio del mismo año
149362. En las relaciones de la Cancillería apostólica y otros organismos de la Curia romana con la Corte de los Reyes Católicos, bien fuera por la propia organización de las oficinas romanas63 o por las tensiones y presiones de España, se dio pues el
fenómeno de que las bulas no siempre fueron despachadas en
la fecha de su datación o en un plazo razonablemente próximo.
Dicho esto, ¿cabe aducir algún argumento en favor de la
posibilidad de considerar que la bula que vemos fechada en
1478, pudiera haber sido expedida en realidad más tarde, en
concreto en 1480? El primero y principal es el testimonio de un
acreditado cronista, Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios,
quien relatando estos hechos que conoció de cerca, afirma que
61
Entre Sixto IV (1471-1484) y Alejandro VI (1492-1503), ocupó el
solio pontificio Inocencio VIII (1484-1492).
62
«Alexander VI. and the demarcation of the maritime and colonial
domains of Spain and Portugal, 1493-1494», en The American Historical
Review, 22 (1916), 1-20.
Sobre esta cuestión y sus peripecias, los dos trabajos fundamentales son
el de MANUEL GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Nuevas consideraciones sobre la historia, sentido y valor de las Bulas alejandrinas de 1493 referentes a las Indias,
Sevilla, 1944, y el de ALFONSO GARCÍA-GALLO, «Las bulas de Alejandro VI y
el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África
e Indias», en Anuario de Historia del Derecho español, 27-28 (1957-1958),
461-830.
63
Sobre ello, H. E. FEINE, Kirchliche Rechtsgeschichte, I, Die katholische
Kirche, 2 ed., Weimar, 1954. Y N. DEL RE, La Curia Romana. Lineamenti
storico-giuridici, Roma, 1952.
380
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
25
los Reyes Católicos «ovieron Bulla del Papa Sixto IV para proceder con justicia contra la dicha heregía por vía del fuego.
Concediose la Bulla y ordenose la Inquisición el año de 1480...Habida la Bulla ...comenzaron su Inquisición en comienzo del año
de mil quatrocientos ochenta y uno»64. Como vemos, de las afirmaciones que contiene este texto entrecomillado, la última coincide exactamente con la fecha de la proclama (2-I-1481), y la
penúltima —la ordenación de la Inquisición— coincide con que,
efectivamente, en 1480 fue ordenada la Inquisición por los Reyes Católicos (nombramiento de los inquisidores), por lo que es
de suponer idéntico rigor en la afirmación primera respecto a
la concesión de la bula en 1480.
Pero la afirmación de Bernáldez no es única. Un personaje
tan culto y bien informado como Lucio Marineo Sículo, que llegó a España en 1484 con el Almirante de Castilla, don Fadrique
Enríquez, y que en España pasó el resto de su vida componiendo diversas obras, situó el arranque de las denuncias que llevaron a pedir la Inquisición, en 1480:
«En el año del nascimiento de nuestro señor Jesuchristo de
mill y quatrocientos y ochenta, muchos sacerdotes y otros
varones zelosos y amigos de la religión christiana y fee
cathólica, y especialmente un religioso prior de la santa
cruz y Don Diego de Merlo, Asistente de la ciudad de Sevilla, y Pero Martínez Caamaño, secretario del rey don Fernando, avisaron a los príncipes cathólicos cómo avía quasi
por toda España muchos hombres de los judíos que se
avían tornado christianos y después arrepentidos, diziendo
mal del nombre christiano y de su sancta doctrina, biviendo
en sus ritos judaycos en sus casas escondidamente de los
christianos...»65.
64
Historia, 600 (fin del cap. XLIII).
La frase Concediose la Bulla y ordenose la Inquisición en eño de 1480,
podría ciertamente ser entendida también en dos fases: la de que se concedió la bula, cuando fuera, y la de que se ordenó la Inquisición en 1480,
con lo que el texto no podría ser aducido como prueba de que Bernáldez
afirma que la bula se diera en 1480. Semejante interpretación, sin embargo, parece un tanto forzada.
65
Sumario de la clarísima vida y heroycos hechos de los Cathólicos Reyes
don Fernando y doña Isabel, de inmortal memoria. Sacado de la obra grande
Núm. 50 (2004)
381
26
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
A su vez, los autorizados Annales eclesiásticos y seculares de
la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, tras referir en el capítulo correspondiente a 1478 el problema converso y el remedio de la Inquisición, comenta en el de 1480 que «avían venido
las Bulas para poner la Inquisición en estos Reynos», refiriendo
a continuación el nombramiento de los inquisidores66. De esta
suerte, pues, algunos testimonios de la época, y singularmente
Bernáldez, sitúan la concesión o recepción de la bula en 1480.
Como no disponemos de la bula original ni de otros datos o
registros concluyentes, resulta imposible superar de momento el
estadio de la pura conjetura. Es posible así que el paréntesis de
los dos años se deba a un acto de benignidad de los reyes (o de
la reina); a las presiones de los conversos; a la ocupación de
Fernando con el reino de Aragón recién heredado; a las circunstancias políticas, o a una mezcla de todas esas circunstancias.
Y es posible también que el paréntesis no exista porque la bula
—por razones que desconocemos— fuera antedatada o despachada más tarde. Ahora bien, en favor de no descartar esta última posibilidad —que la bula fuera despachada en el mismo
1480 con fecha de 1478, o bien sencillamente que la bula fechada en 1478 tardara tiempo en llegar a España—, cabe señalar que si la bula fue despachada en 1480, como Bernáldez dice,
entonces es perfectamente posible que en septiembre de 1478,
cuando los reyes partieron de Sevilla, se constituyera la comisión que antes citamos y de la que habla el propio Bernáldez67
para proponer remedios sobre el problema converso. Y es posible que esa comisión propusiera introducir la Inquisición y que
diese tiempo para pedirla a Roma y que fuera concedida. Es
decir, lo que en 1478 parece imposible al ser la bula de ese año,
en 1480 resulta claramente posible.
Hay que hacer referencia, además, a dos textos de 1480. En
primer lugar, el memorial que los procuradores de Castilla dieron a los reyes en Toledo el 6 de febrero68, proponiendo remedio
de las cosas memorables de España, compuesta por el muy docto varón
Lucio Marineo Sículo, Coronista de Su Magestad, s.a., XXXIII.
66
Véanse pp. 386 y 388.
67
Ver epígrafe B, 1.
68
Pub. en DIEGO CLEMENCÍN, Elogio de la Reina Católica Doña Isabel,
Madrid, 1820, 595-597.
382
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
27
para los diversos problemas del gobierno del reino, y que trata
de que moros y judíos vivan apartados, traigan «capuces e señales» y «no tengan oficios sobre los cristianos», sin mencionar
para nada a la Inquisición. En segundo lugar, el ordenamiento
de las Cortes de Toledo del mismo año69, que guarda parejo silencio. No deja de ser sorprendente, en fin, que no se diga nada
de la Inquisición cuando o bien hacía dos años de la concesión
de la bula y se estaba en el período de tregua, o bien se estaba
gestionando entonces mismo.
D) La proclama de los inquisidores
Los inquisidores habían sido nombrados el 27 de septiembre
de 1480, publicando ellos el 2 de enero de 1481 una proclama
dirigida «a vos el magnífico y excelente señor don Rodrigo Ponze
de León, marqués de Cádiz, conde de Arcos de la Frontera, señor de la villa de Marchena», así como «a todos los otros duques, marqueses condes, cavalleros e ricos homes, maestres de
las Ordenes, priores, comendadores e subcomendadores, alcaydes de los castillos y casas fuertes e llanas, e a los regidores,
asistentes, alcaldes e otras justicias qualesquier, assí de la muy
noble ciudad de Sevilla e de Córdova e Xerez de la Frontera e
de Toledo, como de todas las otras cibdades, villas e lugares de
los dichos regnos e señoríos de Castilla, e a cada uno e qualesquier de vos a cuya noticia esta nuestra carta viniere»70. Es
69
Núm. 76: «Porque de la continua conversación e vivienda mezclada
de los judíos e moros con los cristianos, resultan grandes dannos e inconvenientes, e los dichos procuradores sobre esto nos han suplicado mandassemos proveer, ordenamos e mandamos que todos los judíos e moros
de todas e qualesquier cibdades e villas e lugares destos nuestros reynos,
quier sean de lo realengo e sennoríos e behetrias e órdenes e abadengos,
tengan sus juderías e morerías distintas e apartadas sobre sí, e no moren a
vueltas con los christianos, ni ayan barrios con ellos, lo qual mandamos
que se faga e cumpla dentro de dos annos primeros siguientes, contados
desde el día que fuesen publicadas e pregonadas estas nuestras leyes en la
nuestra corte» (Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, pub. por la
Real Academia de la Historia, tomo IV, Madrid, 1882, 149).
70
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 84-87.
Núm. 50 (2004)
383
28
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
decir, la proclama va dirigida directamente al Marqués de Cádiz,
y de modo genérico al resto de las autoridades castellanas, con
especial referencia a los de las ciudades de Sevilla, Córdoba,
Jerez y Toledo.
Por lo pronto hay que señalar que, a diferencia de lo que
cabe pensar, la proclama no se hace pública a modo de aviso y
presentación cuando los inquisidores comienzan a actuar, sino
que resulta motivada, habiendo entrado el tribunal en funcionamiento, por un problema muy concreto, el de la huida de
conversos a otros lugares, con la esperanza de acogerse a la
jurisdicción señorial o simplemente dejar de ser controlados por
el nuevo tribunal en sus habituales lugares de residencia. Así,
según confiesan los inquisidores, ellos habían llegado a Sevilla
para «exercer e ussar el oficio de la inquisición de la dicha
herética pravidad, e la havemos comensado a fazer». Ahora
bien, «ussando e exerciendo el dicho nuestro oficio...somos informados (que) de un mes a esta parte, poco más o menos, se
an absentado e partido de ellos e se an ido a las villas e logares
de vos, el dicho marqués de Cádiz, e de los otros cavalleros e
señores suso nombrados, a fin e con propósito que seryan por
vos e por ellos amparados e defendidos». Es decir, la proclama
se hace, funcionando ya el tribunal, ante la desbandada de los
conversos que huyen. Y si esa desbandada ha tenido lugar «de
un mes a esta parte, poco más o menos», ello quiere decir que
se inició a primeros de diciembre de 1480, lo que presupone la
presencia del tribunal en noviembre y que ese tribunal, como
dijimos, se hubiera constituido y trasladado a Sevilla muy poco
después de su nombramiento de 27 de septiembre de aquel año.
De hecho sabemos que el 9 de octubre se mandó a las autoridades de los pueblos del camino a Sevilla que dieran alojamiento y asistieran a los inquisidores recien nombrados, y que más
tarde, ya en Sevilla, hubo otra orden para que esos inquisidores
fueran ayudados en su ministerio71.
La proclama es suscrita por los dos inquisidores, Miguel de
Morillo y Juan de San Martín, pero ellos confiesan haber ido a
Sevilla acompañados por un asesor, el doctor Juan Ruiz de
71
384
LLORENTE, Historia crítica, 128-129.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
29
Medina, del Consejo Real, el cual había sido abad de la iglesia
de Medina de Rioseco, embajador en Roma, y sucesivamente
obispo de Astorga, Badajoz, Cartagena y Segovia72. Por lo demás,
lo verdaderamente llamativo de la proclama es el tono altisonante y amenazador de aquellos dos frailes, los cuales, en nombre
de Jesucristo, la Virgen y toda la Corte celestial, conminan al
Marqués de Cádiz y a las autoridades castellanas a colaborar
con el tribunal, dándoles quince días para que hagan pesquisa
y prendan a todos los que se hayan trasladado a sus dominios
en el último mes, prohibiéndoles acojan a otros en lo sucesivo.
El tono del documento, in crescendo, aboca a un último párrafo tremendista:
«E demás e allende de todo lo susodicho, vos aperzevimos,
que lo contrario desto faciendo, procederemos contra vos
e contra cada uno de los otros sobredichos por todas las
vías e formas, que podiéremos e deviéremos de derecho,
como contra factor e receptador e defensor e amparador e
incubridor de herejes, executando e mandando executar en
vos todas las penas civiles e criminales que por derecho
falláremos, e reserbamos la absolución de la sentencia de
excomunión e de las otras censuras en que cayeren las
sobredichas presonas, e queremos que non puedan ser absueltas si non por nos o por nuestro superior».
Como ha escrito Lea, «los dos simples frailes hablaron con
descarada audacia a los grandes, acostumbrados a tratar a sus
soberanos casi como iguales, una audacia que les debió parecer
increible, pero a la que España, con el tiempo, sería acostumbrada por el Santo Oficio»73. La prepotencia y amenazas, en fin.
no quedaron sólo en palabras o en un texto escrito, pues un mes
después —el 6 de febrero de 1481— se celebró en Sevilla el primer auto de fe, en el que fueron quemadas seis personas.
Por lo demás, el incremento de la actividad inquisitorial puso
pronto de manifiesto la necesidad de nuevos efectivos. De acuerdo con esto, un año después, el 11 de febrero de 1482, nombró
el papa Sixto IV como inquisidores a otros ocho dominicos: Pe72
LLORENTE, Historia crítica, I, 128. GARCÍA RODRIGO, Historia verdadera, I, 71.
73
Historia, I, 187.
Núm. 50 (2004)
385
30
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
dro de Ocaña, Pedro Martín, Alfonso de San Cebrián, Juan de
Santo Domingo, Juan del Santo Espíritu, Rodrigo de Segarra,
Tomás de Torquemada y Bernardo de Santa María74. Uno de
ellos, Torquemada, descollará pronto sobre los demás y en 1483
será nombrado Inquisidor General en Castilla75. En cualquier
caso, como su imagen aparecerá muy ligada a los monarcas,
conviene tener presente que, antes de nada, Torquemada fue un
hombre de confianza del papa.
E) EXTENSIÓN
DE LA
INQUISICIÓN
A
ARAGÓN
Nada más darse la bula fundacional —en concreto, tres
meses después de la fecha que lleva— Fernando el Católico se
encuentra convertido en rey de Aragón, con lo que se plantea
el problema de extender allí el control inquisitorial logrado en
Castilla. En semejante operación, Fernando utilizará según veremos dos vías paralelas, referida la una a la nueva Inquisición
o española, y la otra a la antigua o romana. Seguiremos así ambas vías, y en especial la segunda pues la primera pronto se
tornará inviable, a través de las dos colecciones documentales
ya citadas: los Documentos sobre relaciones internacionales de los
Reyes Católicos, publicados por don Antonio de la Torre, y el
Bulario de la Inquisición. Y al igual que hemos concluido el
examen de la Inquisición en Castilla con el nombramiento de
74
Bula de 11-II-1482. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 21, 92-95.
No conocemos la bula por la que Sixto IV nombró a Torquemada
Inquisidor General en Castilla, pero sí ha llegado a nosotros la bula
confirmatoria de Inocencio VIII de 3 de febrero de 1486 (MARTÍNEZ DÍEZ,
Bulario, 168-171), la cual recuerda que Sixto IV «te Generalem heretice
pravitatis inquisitorem in omnibus regnis, terris et dominiis predictis per
diuersas litteras suas instituit et deputauit». Como en octubre del mismo
año 1483, Torquemada fue nombrado Inquisidor General de Aragón, es de
suponer que el nombramiento en Castilla sería antes (LEA, Historia, I, 198;
B. LLORCA, Bulario, 109, nota 1).
El nombramiento de Torquemada como Inquisidor General no llevó
consigo la presidencia del Consejo de Inquisición, pues ese Consejo no
existía entonces y tardará cinco años en aparecer (J. A. ESCUDERO, «Los
orígenes del Consejo de la Suprema Inquisición», en Anuario de Historia
del Derecho español, LIII (1983), 237-288).
75
386
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
31
Torquemada como Inquisidor General, la operación aragonesa
la consideraremos concluida y consolidada con el nombramiento del mismo Torquemada, el 17 de octubre de 1483, como Inquisidor General de Aragón.
El 23 de mayo de 1481, cuando ya habían transcurrido más
de dos años de su acceso al trono aragonés y cuando los
inquisidores castellanos estaban en plena tarea en Sevilla, el rey
da instrucciones al embajador de España en Roma, Gonzalo de
Beteta, para introducir en Aragón esa nueva Inquisición:
«E assi mesmo, porque cumple al seruicio de Dios que, por
el zelo que tengo al seruicio suyo y a la religion y fe
christiana, en los reynos mios d’Aragon, Valencia y Principado de Cathalunya, los heretges, si algunos se fallaran,
sean punidos y castigados, y el officio de la Inquisicion sea
fecho, segun a seruicio de Dios, bien y augmentacion de
la religion christiana conuiene, la qual no se puede bien
fazer si por nuestro muy Sancto Padre no nos es atorgada
bulla e prouision, con la qual me de facultat que, en los mis
reynos y tierras, pueda poner inquisidores de la fe aquellas
personas religiosas y de buena vida, fama y scientia, que a
mi paresciere mas ser seruicio de Dios y bien de la fe
catholica, e por ende, de mi parte, supplicareys al dicho
nuestro muy Sancto Padre otorgue la dicha bulla e facultat
para poder azer lo sobredicho»76.
Como puede verse, se trata de repetir la operación hecha en
Castilla, pues Fernando pide una bula que le faculte para nombrar libremente inquisidores. La operación, según la carta, debe
hacerse en secreto sin que llegue a oidos de los cardenales ni
del general de la Orden de Predicadores. El embajador es además informado de que recibirá instrucciones del dominico catalán fray Pedro de Andrés.
Ese mismo día, 23 de mayo, por otra carta fechada como la
anterior en Calatayud, Fernando pide al maestre general de los
76
DE LA TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, I, 153 (las cursivas son mías).
Sin duda por errata, esta carta aparece citada por MESEGUER («El periodo fundacional», en Historia de la Inquisición, BAC, 330), como del día
25 de ese mes de mayo. La exposición de este autor reconstruye fidedignamente la política pro inquisitorial de Fernando en Aragón.
Núm. 50 (2004)
387
32
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
dominicos, Salvo Casetta, que nombre provincial de Aragón a
Juan Orts y vicario general interino a Juan Cristobal de Gualbes77, frailes ambos que habrán de ser promocionados por el rey
en sus planes inquisitoriales. Con uno y otro texto se ha puesto
en marcha la doble vía, principal y secundaria, de lograr directamente del papa la Inquisición nueva o lograrla indirectamente, en base a los dominicos, a través de la antigua.
En lo que concierne a aquella primera vía, la única respuesta en los meses inmediatos debió ser el silencio, lo que no es de
extrañar habida cuenta de que entonces mismo se estaban produciendo las protestas por la actuación de los inquisidores en
Andalucía. La segunda vía, en cambio, tendrá más eco, y así el
18 de septiembre de 1481, Salvo Casetta, haciéndose eco de los
deseos del rey Fernando por nombrar a su beneplácito inquisidores en Aragón (cupiens quod in prouincia Aragonie instituantur et deputentur inquisitores heretice prauitatis, secundum votum
et beneplacitum serenissimi domini mei, regis Ferdinandi), concede a fray Gaspar Jutglar, del convento de Lérida, facultad delegada para nombrar y destituir inquisidores conforme a la voluntad del monarca (ut, ad iussum et voluntatem serenissimi regis,
absoluatis et destituatis ac faciatis et instituatis inquisitores in
dicta prouincia Aragonie)78. De acuerdo con esta concesión, Fernando el Católico da a Jutglar el 29 de octubre el cargo de inquisidor general en la provincia de Aragón, y le propone nombre allí inquisidores a fray Juan Orts y a fray Juan Cristobal de
Gualbes, y a fray Guillermo Casselles en Mallorca (comittimus
vobis, dicto Gaspari Iuglar, officium inquisitoris generalis in
prouincia Aragonie...Ceterum quia in preinserta comissione, per
dictum magistrum generalem vos expresse mandatum fuit, quod
in dicta prouincia Aragonie faciatis et instituatis inquisitores, ad
predictas inquisiciones faciendas, eas personas que per nos vobis
ad eam rem fuerint presentate seu nominate...nominamus religio77
DE LA TORRE, Documentos, I, 150-151. Por una tercera carta fechada
en Calatayud el mismo día, Fernando ruega al cardenal de Valencia que
influya para que Orts sea nombrado vicario general en Aragón, en lugar de
Vidal, y recomienda a Juan Cristobal de Gualbes (151-152)
78
Esta disposición de 18 de septiembre está contenida en la concesión
siguiente de 29 de octubre (DE LA TORRE, Documentos, I, 175 y 182-183).
388
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
33
sos et dilectos nostros, fratrem Ioannem Orts et fratrem Joannem
Christoforum de Gualbez, sacre theologie professores, ad inquirendum in dicta prouincia Aragonie, et fratrem Guillermum
Casselles ad inquirendum in regno et insula Maioricarum)79. Dos
meses después, el 28 de diciembre, en esta política de hechos
consumados, son los propios Reyes Católicos quienes nombran
inquisidores de Aragón a Orts y a Gualbes80.
Este nombramiento de 28 de diciembre, hecho en una carta
latina, merece especial atención por distintos motivos. En primer lugar porque afirma que Orts y Gualbes fueron elegidos
inquisidores en Aragón por Jutglar (fuerunt electi et instituti
inquisitores heretice prauitatis in tota prouincia Aragonie, per
religiosum virum fratrem Gasparem Iutglar), cuando, como hemos visto, quien los eligió en realidad fue el propio rey. En segundo lugar por el nombramiento que efectúan los monarcas
(predictos fratrem Joannem Orts et fratrem Joannem Christoforum
de Gualbez nominare et designare pro dictis inquisicionibus
faciendis, prout eos inquisitores heretice prauitatis harum serie
nominamus et designamus). Y en tercer lugar, y sobre todo,
porque los monarcas justifican su capacidad de nombrar
inquisidores en Aragón echando mano de la bula fundacional
de 1-XI-1478, que les había concedido esos poderes en Castilla.
Sobre ello, Azcona comenta que «esta extensión era irregular,
pero los Reyes, aconsejados por sus letrados, cometieron dicha
usurpación»81, a lo que hay que decir que la irregularidad fue
una irregularidad de fondo, pero no formal, pues como señalé
en su momento la bula de 1 de noviembre no hacía referencia
a que la concesión fuera en Castilla sino «en las ciudades, tierras y lugares de los reinos de las Españas de vuestra jurisdicción», lo que en ese momento se podía entender, forzando algo
las cosas, como aplicable a Aragón. Además el maestre general
de los dominicos, Salvio Casetta, era súbdito de Fernando el Católico como perteneciente a un reino —Sicilia— que ya pertene79
Esta concesión de Fernando de 29 de octubre, que contiene a la
anterior de Casetta de 18 de septiembre, en DE LA TORRE, Documentos, I,
182-184.
80
DE LA TORRE, Documentos, 204-206.
81
Isabel la Católica, 268.
Núm. 50 (2004)
389
34
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
cía al monarca cuando la bula se promulgó. En suma, que Fernando e Isabel no tuvieron necesidad de retocar o alterar el texto
de la bula para que, tal cual fue dada, aparezca sin contradicciones externas como justificación de esos nombramientos de
inquisidores en Aragón.
Así las cosas, al iniciarse el año 1482 seguía pendiente la
petición de Fernando al papa de poder nombrar él a los
inquisidores, pero el propio monarca, actuando sobre los dominicos y la Inquisición antigua, se había tomado la justicia por
su mano y había procedido a los nombramientos. Es entonces
cuando interviene el papa, mediante breve de 29 de enero, y, tras
recordar las irregularidades en la concesión de la bula fundacional, se niega a extender esas facultades a Aragón:
«Pero en cuanto a vuestra petición de nombrar inquisidores en otros reinos y dominios vuestros, no estamos de
acuerdo, porque en ellos ya teneis Inquisidores designados,
según costumbre de la Iglesia Romana, por los prelados de
la Orden de Frailes Predicadores, sin que sea posible designar otros sin ofensa e injusticia hacia dichos prelados y
violación de los privilegios de la mencionada Orden»82.
Tras la negativa, otra bula de 18 de abril83 —calificada por
Lea como la más extraordinaria en la historia de la Inquisición84— estatuye un sistema de garantías para los procesados y
lamenta que los inquisidores actúen en Aragón más por afán de
lucro que por el celo de la fe y la salvación de las almas. Por
entonces Fernando el Católico se dirige a Casetta85, poniendo en
su conocimiento las intrigas de fray Francisco Vidal, quien había logrado que se revocara la comisión dada a Jutglar para
nombrar y destituir inquisidores en Aragón, cuando que ya habían sido nombrados Gualbes y Orts. Le indica además que ha
desterrado a Vidal y, de forma tajante y clara, le hace saber que
no va a permitir otros inquisidores que los que gocen de su
82
83
84
85
390
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 20, 91.
Ibidem, doc. 22, 96-105.
Historia, I, 267.
Carta de 26-IV-1482 (DE LA TORRE, Documentos, I, 212-213).
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
35
beneplácito (Unum hoc sciatis velim, quod dictus frater Franciscus Vitalis, propter hanc eius temeritatem et vestro sciam
intuitu, ab omnibus regnis et terris nostris alienigena effectus,
exilio perpetuo propelletur...et presertim, super dictis inquisicionibus, numquam enim permittemus aliquem in nostris regnis
et terris institui inquisitores nisi secundum beneplacitum et
voluntatem nostram).
Efectivamente, al saber el papa que Fernando había obtenido por vía indirecta lo que él directamente le había negado
(nombrar a los inquisidores en Aragón, como se hacía en
Castilla), revocó entonces la comisión dada a Jutglar y destituyó a los inquisidores Gualbes y Orts. Es por ello que el rey vuelve a escribir a Casetta, el 11 de mayo86, rogándole se confirme
la comisión dada a Jutglar y comunicándole que también ha
escrito al papa, a quien en verdad se dirige dos días después, el
13, mediante la durísima carta fechada en Córdoba a que en
su momento hicimos referencia87. En ella, en lo que aquí concierne, Fernando le dice a Sixto IV que ha tenido noticias de la
destitución de Gualbes y de Orts, por haber dado el papa oidos
a las perversas peticiones de los conversos, rogándole —o más
bien, imponiéndole— que vuelva a restituirles en sus puestos y
que otorgue poder a Jutglar para nombrar y destituir inquisidores, prolongándose ese poder a otro fraile «para que siempre
tengamos en dicha provincia Inquisidores que nos sean gratos,
porque estamos decididos a no permitir jamás que otros, contra
nuestra voluntad, ejerzan ese oficio». Más claro, agua.
La historia entonces de las relaciones Sixto IV-Fernando el
Católico respecto a la Inquisición en Aragón, es la historia de
un doble forcejeo: el institucional, respecto a la extensión o no
de los privilegios concedidos en Castilla, y el personal, en torno
a aquellos tres personajes —Jutglar, Gualbes y Orts— repudiados por el papa pero defendidos con empeño y tenacidad por el
monarca. Según parece, al desafío arrogante de Fernando en su
carta de 13 de mayo, debieron seguir unos meses de silencio, hasta que el papa contestó indirectamente con un breve de
10 de octubre, dirigido a los inquisidores de la Corona de Ara86
87
DE LA TORRE, Documentos, I, 215-216.
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 23, 106-109.
Núm. 50 (2004)
391
36
JOSÉ ANTONIO ESCUDERO
gón88. En ese texto el Sumo Pontífice da marcha atrás y suspende la bula de 18 de abril. Se entra así en 1483, bajo un signo
favorable al rey.
Aunque carecemos de datos precisos, cabe suponer que los
inquisidores fueron inmediatamente rehabilitados, pues solo así
se explica que en mayo de 1483 Sixto IV pretenda de nuevo
destituir a Gualbes, que es quien ahora monopoliza en exclusiva la animadversión del papa. Consciente ya de su posición
de debilidad, el pontífice habla en unos documentos de ese mes
de cesar él a Gualbes, pero en otros se lo pide a los reyes. Hay
en efecto dos bulas del 25 de mayo. Una, dirigida a Iñigo
Manrique de Lara, arzobispo de Sevilla, nombrado juez único
de apelaciones en Castilla y León89, en la que el papa le pide
intervenga ante los reyes para que Gualbes sea destituido90.
Otra, dirigida a los reyes91, en que la destitución la asume él
mismo92. En realidad, el papa, con independencia de lo que delegara en el nombramiento y destitución de inquisidores, retenía lógicamente él mismo facultades para nombrar o destituir
a cualquiera, pero el problema aquí ya no era tanto el de las
facultades teóricas sino el práctico de hacer efectivo el cese y
no molestar al monarca. Por lo demás, doblegado el papa, Fernando podía permitirse un gesto concesivo, y, según parece,
acogió bien la destitución de Gualbes. Sixto IV se lo agradeció
mediante carta de 3 de octubre93, aunque siguió empeñado en
88
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 25, 114-115.
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 27, 122-123.
90
«Exhortamos a vuestra fraternidad a que insteis con toda dedicación
y diligencia ante los dichos Reyes para que se haga esto, a saber, que De
Gualbes sea inmediatamente removido, y que otro Inquisidor, bueno y probo, sea propuesto por ellos».
91
MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 28, 124-127.
92
«Por lo demás, los defectos de Cristobal de Gualbes, que había sido
designado inquisidor en el reino de Valencia, nos impulsaron a pensar que
había que removerlo de dicho oficio de la Inquisición, como lo removemos por el tenor de las presentes. Merecía grave castigo, pues ha procedido de manera tan imprudente e impía; pero Nos, satisfechos con la sola
destitución, todo lo demás lo dejamos en vuestras manos por especial amor
hacia vuestra Excelsitud».
93
Bulario, doc. 33, 154-155: «Carísimo, etc. Nos resultó muy grato y
hemos alabado con admiración vuestro sentir católico por el hecho de que
89
392
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN
37
castigar a Gualbes, a quien llegó a prohibir el ejercicio de la
predicación94.
La historia de esta pugna entre el papa y el rey por las personas de los inquisidores, se cierra el 17 de octubre de ese año
1483 con el nombramiento de Torquemada como Inquisidor
General en los reinos de Aragón, Valencia y Principado de Cataluña95. La propuesta parte de Fernando e Isabel, si bien es de
recordar, como antes señalamos, que Torquemada fue uno de
los ocho inquisidores que el papa había nombrado por propia
iniciativa para Castilla. En el breve de 17 de octubre el papa
reconoce que Torquemada se halla «implicado en muchos negocios», lo que sin duda hace referencia a su posición ya entonces de Inquisidor General en Castilla. En virtud de estas ocupaciones, el papa le autoriza a que nombre maestros en teología
como delegados y sustitutos suyos. Llama, en fin, la atención en
ese importante documento, la inquina papal mantenida contra
Gualbes, que es exceptuado nominalmente de la posibilidad de
ser uno de esos delegados o sustitutos, y a quien Sixto IV obsequia con el calificativo de «hijo de la iniquidad» (iniquitatis
filius)96.
tu Benignidad ordenó cumplir con la mayor rapidez, como los representantes de tu Excelsitud nos informaron, el Breve por el cual habiamos destituido al sembrador de cizaña Cristobal de Gualbes, profesor de la Orden
de Predicadores, del oficio de la Inquisición de la pravedad herética, que
ejercía inicuamente en tu reino de Valencia...».
94
Carta del papa a Gualbes el 4-X-1483. Bulario, doc. 34, 156-157.
95
Bulario, doc. 35, 158-159. También en DE LA TORRE, Documentos, I,
346 y 387-389 (el nombramiento figura en un formulario del propio
Torquemada para el nombramiento de inquisidores en Aragón, Valencia y
Cataluña).
96
No conocemos bien las actuaciones de Gualbes que le llevaron a
merecer semejante persecución por parte del papa y semejantes dicterios.
Lea (Historia, I, 270-271) recuerda que se vio envuelto en una disputa en
Valencia con el arcediano Mercader, beneficiario de un breve papal, pero
este motivo parece francamente desproporcionado.
Núm. 50 (2004)
393
68
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
VINO, VELAS Y CAÑONES.
NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
SOBRE LA NAVEGACIÓN CON CANARIAS
EN LA EDAD MODERMA
POR
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
Canarias y el Atlántico una vez más, en este homenaje a don
Antonio Rumeu de Armas. Nuestro artículo pretende ser una
contribución a la historia de las comunicaciones marítimas con
las islas y del comercio con las mismas durante el Antiguo Régimen, fijando nuestra atención principalmente en el período
central de los tiempos modernos, y en el complejo conjunto de
operaciones y de medios asociados al transporte del vino hacia
los mercados de la Europa del norte. Viene a ser continuación,
en alguna medida, del publicado en esta revista en el número
próximo pasado1, por lo que se refiere a una parte de las fuentes utilizadas. Si el anterior se centró en el estudio de la organización y mecanismo de realización de las visitas de navíos, con
los correspondientes cambios que a lo largo del tiempo se dieron y los conflictos jurisdiccionales que en torno a ellas se desencadenaron, en éste entraré en el contenido mismo de las actas levantadas por los comisarios inquisitoriales en cada visita.
No constituye una novedad —bien sabido es— la utilización de
las actas de visitas para el estudio del comercio y la navegación,
1
F. FAJARDO SPÍNOLA, «La vigilancia del mar: la Inquisición canaria y
las visitas de navíos», A.E.A., 49 (2003), pp. 87-124.
Núm. 50 (2004)
395
2
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
pues, aparte de los autores que han hecho uso de las mismas
junto con otro tipo de fuentes2, hay varios trabajos específicos
que cubren toda la extensión temporal del período en que hubo
visitas3. Las aportaciones que estos historiadores hicieron vienen
a ser para nosotros un punto de partida necesario.
Hemos realizado una lectura del conjunto de las actas de
visitas de navío conservadas, cuyo contenido en extracto ofrecemos aquí a los investigadores, a través de una dirección informática4. Aunque, innegablemente, los expedientes de las visitas
proporcionan una información valiosa en sí misma, ésta necesitará generalmente ser cruzada y complementada con la aportada por otras fuentes, particularmente en estudios sobre el comercio. Como se ha señalado, las actas de visitas no permiten
elaborar series sobre el tráfico marítimo, por las notables pérdidas documentales, ni dan información de tipo cuantitativo acerca de la carga de los navíos. Pero son una fuente de datos, e
incluso de noticias, de enorme utilidad para trazarse un cuadro
del comercio y de la navegación si se consideran tendencias y
proporciones, más que números absolutos.
Las visitas de fe conservadas cubren el espacio de tiempo que
va desde 1570 hasta 1789. Naturalmente, es un período dema2
Nosotros mismos hicimos uso de ellas, junto con LUIS ALBERTO ANAYA
HERNÁNDEZ, en «Relaciones de los archipiélagos de Azores y Madera con
Canarias, según fuentes inquisitoriales (siglos XVI y XVII)», I Colóquio Internacional de História da Madeira (Funchal, 1986), Funchal, 1990, t. I,
pp. 846-877.
3
E. TORRES SANTANA, «Visitas de navíos extranjeros en Canarias durante el siglo XVII», V Coloquio de Historia Canario Americana (C.H.C.A.),
1980, Las Palmas, 1982, t. IV, pp. 427-454; J. G ONZÁLEZ DE C HÁVEZ
MENÉNDEZ, «Las visitas de navíos en el tribunal de la Inquisición de Canarias. Siglo XVIII», VII C.H.C.A. (1984), Las Palmas, 1986, t. II, pp. 713-732;
A. BRITO GONZÁLEZ, «Visitas de navío en el Tribunal de la Inquisición de
Canarias en el siglo XVI», Vegueta, n.º 3 (1997-1998), pp. 89-100.
4
Consultar http://f.fajardo.biz/navíos. Se resumen 1425 visitas, de cada
una de las cuales se hace constar la signatura del documento, la fecha de la
visita, el puerto en que se realizó, el nombre del barco y de su capitán, el
tonelaje, el armamento, el número de tripulantes, la procedencia, la duración del viaje, la carga, el nombre de los consignatarios, si traía libros o
imágenes y, finalmente, si venían pasajeros, añadiéndose en ocasiones observaciones acerca de intérpretes, cónsules, incidencias del viaje, etc.
396
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
3
siado dilatado como para que en un artículo de extensión necesariamente limitada se aborden los distintos temas y aspectos a
los que hacen referencia. Nuestro propósito es el de presentar
un panorama completo de las actas con que contamos, y a partir de ellas hacer algunas reflexiones sobre el valor de las mismas como fuentes, formular nuevas preguntas y extraer algunas conclusiones, en una visión de conjunto. Nuestro interés va
a estar, hay que advertirlo, más en la navegación y las comunicaciones que en el comercio, que ha sido más tratado. El hecho
de que nuestros datos sean más completos no invalida muchas
de las aseveraciones de investigaciones precedentes basadas en
estas fuentes, puesto que, al fin y al cabo, nuestra ventaja sólo
consiste, a ciertos efectos, en disponer de una muestra más
amplia. Otras cuestiones que podrían abordarse a partir de las
visitas quedarán de momento fuera de nuestra atención.
Nuestra aproximación al tráfico marítimo, y en particular al
de los barcos que llevaban el vino, se completa con el estudio
de documentación inglesa que nos permite contemplar el fenómeno desde otro lugar y otras perspectivas, enriqueciendo nuestro conocimiento sobre asuntos poco estudiados5. Somos conscientes de que ambos conjuntos documentales —visitas y fuentes
inglesas, que son también documentos oficiales— sólo son parcialmente complementarios, porque no coinciden totalmente ni
en cuanto al tiempo ni en cuanto al espacio. Las fuentes españolas se refieren a un período temporal más dilatado, y al conjunto del Archipiélago; las inglesas consultadas por nosotros
abarcan desde las últimas décadas del siglo XVI a las primeras
del XVIII, y tratan básicamente del comercio de Tenerife con Inglaterra. Pero también es cierto que más de la mitad de las visitas conservadas pertenecen al Seiscientos, y que a juzgar por
ellas Tenerife recibió en este siglo dos de cada tres barcos arribados a las islas, la mayoría de los cuales eran ingleses. La documentación británica confirma una vez más la importancia del
comercio que en torno al vino se realiza en esa centuria, pero
5
Estos documentos fueron consultados por el autor en una estancia
suya en la London School of Economics and Political Science en el curso
1999-2000, disfrutando de una ayuda del Ministerio de Educación y
Ciencias.
Núm. 50 (2004)
397
4
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
además nos descubre aspectos inéditos o apenas desarrollados,
como los que se refieren a las dificultades de la navegación, por
la guerra y por otras azarosas circunstancias. No nos hemos
resistido a aportar testimonios singulares de unas y de otras, en
un relato quizás en exceso impresionista y rico en anécdotas,
pero que hemos juzgado pertinentes, para sacar a la luz hechos
desconocidos en nuestra historiografía y sobre todo para componer un cuadro general de las circunstancias y condiciones en
que se realizó el transporte de los caldos canarios y los problemas que el mismo generó.
I. VISITAS DE NAVÍOS: DISTRIBUCIÓN POR PUERTOS
Y QUINQUENIOS
AÑOS
1566-1570
1571-1575
1576-1580
1581-1585
1586-1590
1591-1595
1596-1600
1601-1605
1606-1610
1611-1615
1616-1620
1621-1625
1626-1630
1631-1635
1636-1640
1641-1645
1646-1650
1651-1655
1656-1660
1661-1665
1666-1670
1671-1675
1676-1680
1681-1685
1686-1690
1691-1695
398
Las
Palmas
Puerto
S.C. de S.C. de La
Arrecife
Garachico
Orotava
Tenerife
Palma
S.S. La
No consta TOTAL
Gomera
1
1
2
4
4
9
7
19
36
14
10
3
1
1
6
2
1
1
4
3
5
3
2
5
1
1
1
11
17
16
1
1
2
6
2
2
4
9
32
5
8
17
1
22
8
28
14
14
9
116
78
2
23
132
2
1
1
1
1
1
5
1
3
7
4
12
3
1
4
9
3
1
6
9
10
6
29
28
52
37
15
3
6
6
3
5
9
40
22
0
5
21
146
107
36
38
146
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
5
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
AÑOS
Las
Palmas
1696-1700
1701-1705
1706-1710
1711-1715
1716-1720
1721-1725
1726-1730
1731-1735
1736-1740
1741-1745
1746-1750
1751-1755
1756-1760
1761-1765
1766-1770
1771-1775
1776-1780
1781-1785
1786-1790
1791-1795
1796-1800
17
7
16
24
25
37
21
7
19
1
4
22
6
23
18
12
9
9
7
15
14
TOTAL
Puerto
S.C. de S.C. de La
Arrecife
Garachico
Orotava
Tenerife
Palma
39
17
25
32
72
78
13
9
16
1
1
19
1
1
1
1
S.S. La
No consta TOTAL
Gomera
56
24
41
56
97
117
35
16
35
1
23
23
6
25
18
12
9
9
7
15
14
556
719
16
30
74
26
1
2
1425
(39%) (50,4%) (1,1%) (2,1%) (5,2%) (1,8%) (0,07%) (0,14%)
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
Es necesario que tengamos claro que estas cifras no nos informan del número de viajes realizados, sino sólo de los registrados que han llegado hasta nosotros; no nos hablan del tráfico que hubo, sino de las fuentes. Pero conviene presentar este
cuadro y partir de él, por cuanto toda conclusión a la que se
llegue estará mediatizada por el grado de conservación de las
actas de las visitas. Podríamos preguntarnos si éstas se hacían,
si los documentos en que se registraban eran enviados al Tribunal, y si era así por qué no se conservan. En nuestro mencionado artículo del numero anterior de esta revista analizamos
estas cuestiones6; y emitimos nuestra opinión de que las visitas
se realizaban, aunque posiblemente con negligencia en las islas
6
Ver nota 1.
Núm. 50 (2004)
399
6
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
de señorío, que se enviaban al Tribunal al menos hasta mediados del siglo XVIII, y que muchas se han perdido. Las actas de
las visitas —decíamos— no debieron de ser un documento apreciado por el Santo Oficio, una vez pasado el momento de hacerlas.
De la Tabla I se desprende la importancia relativa del comercio recibido por el Puerto de La Orotava y por Las Palmas. Claro está que cabe cuestionarse lo que el cuadro muestra, pero
pensamos que, si las pérdidas documentales fueron azarosas, es
probable que en una serie tan larga resultaran compensadas.
Por otra parte, otro tipo de fuentes no desmienten, sino al contrario, la pujanza de esos dos puertos. Pero las lagunas que se
advierten en el cuadro, así como la irregularidad de las cifras,
impiden dar éstas por buenas, incluso si no tuviéramos constancia del extravío de documentos. Santa Cruz de La Palma,
Garachico o Santa Cruz de Tenerife muestran unos guarismos
que chocan con cuanto otra documentación nos dice.
Los documentos ingleses aportan cifras acerca del número
de navíos que iban a Canarias por vino siempre superiores a las
que se desprenden de las visitas de navíos, al menos cuando se
refieren a la navegación en flotas. Se trataba de los que venían
a las islas en los meses posteriores a la vendimia, y no incluían,
por tanto, a los que navegaban en el resto del año. Fuera de
esas indicaciones numéricas, hay muchas menciones singulares
de barcos, con referencia a su nombre, capitán, carga, puertos
de salida, fechas, etc. Pero las citas inglesas son ocasionales,
nunca tan sistemáticas como las actas de visitas del Santo Oficio a pesar de ser éstas incompletas. Cabría añadirlas a las provenientes de las visitas de fe, pero no nos ha parecido procedente
reunirlas y contarlas, puesto que al fin y a la postre siempre
estaríamos ante una relación incompleta.
Las series correspondientes a Las Palmas resultan, desde luego, más regulares que las de otros puertos, lo que permite pensar que esté superrepresentado, al no estar afectado por la posible omisión de la obligación de enviar las actas, toda vez que
éstas se redactaban in situ. Ello es evidente en la segunda mitad del siglo XVIII, en que presumiblemente no se enviaron al
Tribunal la mayoría de las actas levantadas en las demás islas.
400
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
7
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
Por eso es necesario separar, en cualquier comparación entre
puertos, la segunda mitad de ese siglo, sin confundir sus datos
con los del resto del mismo, o con los de períodos precedentes.
II. DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE LAS ARRIBADAS,
POR ISLAS Y PERÍODOS. 1570-1750
1570-1635
1636-1700
1701-1750
Tenerife
Gran Canaria
La Palma
Lanzarote
La Gomera
24,2
67,3
63,6
50,2
24,8
36
23,2
4,4
0
0,9
3,5
0,4
0,4
0
0
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
El examen del tráfico en distintos tramos temporales permite apreciar más finamente el reparto entre islas, al menos aparente, y su evolución. Hemos realizado una periodización que
responde a acontecimientos de índole política, que tuvieron indudablemente una repercusión en las actividades comerciales.
La fecha de 1635 significó un cambio en las relaciones con
Francia; la de 1701, con Inglaterra. La supremacía de Gran
Canaria en el primero de los períodos creemos que obedece sobre todo a la falta de documentos para Tenerife. Lo mismo quizás haya que decir acerca de la debilidad de La Palma en la
segunda mitad del siglo XVII.
III. PROCEDENCIA DE LOS BARCOS LLEGADOS A
TENERIFE Y A GRAN CANARIA. EN %
1570-1635
Inglaterra
Escocia
Irlanda
Francia
Alemania
Holanda
Escandinavia
Portugal
Núm. 50 (2004)
1635-1700
1701-1750
Tener.
G. Can.
Tener.
G. Can.
Tener.
23,5
7,8
0
29,4
21,5
5,9
3,9
3,9
31,3
0
2
55
2
5,9
2
1
65
1,7
11
0,9
2,8
2,8
0,2
6,8
30,5
0
1,9
7,6
3,9
5
0
5
37,4
1
8,9
1,4
2,8
3,5
20
6
1751-1798
G. Can. G. Can.
7,3
2,5
18
6,8
1,2
3,7
5,6
1,2
7,3
0
2,9
9,5
3,6
0
0
9,5
TOTAL
Tener.
G. Can.
52
1,7
9,5
3
4
3,3
7,9
6,3
20,9
0,7
6,8
16,6
2,5
4
2
4,3
401
8
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
1570-1635
Italia
España
África
América inglesa
América española
1635-1700
1701-1750
Tener.
G. Can.
Tener.
G. Can.
Tener.
0
1,9
0
0
0
0
1
0
0
0
0,2
4,5
0,6
3,7
0
5,7
34,4
4,5
0
0
0
6,7
0,3
9,6
0,3
1751-1798
G. Can. G. Can.
1,2
30,4
8,7
4,3
0
8
53,6
0
3,6
1,5
TOTAL
Tener.
G. Can.
0,1
5,1
1
5,7
0,1
4
32
3
2
0,3
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
La escasez de datos para otras islas nos ha aconsejado reducir el análisis de la procedencia de los barcos a los llegados a
las dos principales. Así como las pérdidas de documentos pueden hacer dudar de la importancia relativa de unos u otros
puertos de destino, puesto que es verosímil que se hayan perdido más los de unas islas que los de otras, resulta preciso pensar
que otra cosa sucede con lo que se refiere a los puertos de origen. No parece, en efecto, que pueda admitirse que, dentro de
los navíos llegados a un determinado puerto, la desaparición de
las actas afecte particularmente a los de determinados puntos
de partida. Siendo eso así, podemos prestar cierto crédito, aunque no absoluto como veremos, a los datos contenidos en la
Tabla III. De modo general llama la atención el carácter diferente de los contactos mercantiles de una isla y de la otra, lo
que es cuestión bien establecida dentro de la historiografía canaria y que ha sido señalada por quienes han estudiado las visitas de navíos7. Considerando el conjunto del período representado, en Tenerife destaca cómo procedían de Inglaterra la
mayoría de los navíos, seguidos por los irlandeses; más lejos,
pero de modo también significativo, los que venían de Portugal
y los de la América inglesa. Si consideramos que algunos de los
provenientes de los puertos portugueses, continentales o insulares, lo mismo que de algunos de los españoles, fuesen Bilbao o
alguno de los andaluces, tenían su origen en Gran Bretaña, los
de esta procedencia ven incrementada su cuota porcentual. A
ello debemos añadir que los que figuran como escandinavos
seguramente eran ingleses también, como luego comentaremos.
7
402
Ver nota 3, y en particular E. TORRES SANTANA, op. cit.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
9
En Gran Canaria, por el contrario, se coloca a la cabeza el tráfico con España, y aún habría que tener en cuenta que los barcos españoles no eran sistemáticamente visitados antes de mediados del siglo XVIII8. Si en segundo lugar figuran los navíos
ingleses, hay que advertir que algunos de éstos, sobre todo en
el siglo XVII, fueron visitados en Las Palmas pero tenían por
destino Tenerife. Los franceses ocupan un destacado lugar en
el tráfico con Gran Canaria, muy superior en todas las épocas
al que mantenían con Tenerife.
Es de destacar que el comercio con Francia aparece como
dominante hasta 1635; incluso en el caso de Tenerife, lo que
podría ser más dudoso. Después, y en razón de las guerras con
la Corona española, se hunde. Los pocos barcos franceses que
aparecen en las visitas de navíos del siglo XVII vinieron en los
contados años de paz que hubo ente las dos Coronas. Cierto es
que, según descubrió el Tribunal, a veces venían barcos franceses con pasaportes en los que figuraban ser holandeses9. Alemania y Holanda también ven su tráfico disminuido con el tiempo,
lo que pensamos que refleja un proceso real de pérdida de peso
tanto por parte de la Hansa como de las Provincias Unidas.
Si el comercio de Tenerife, en suma, era más atlántico, y
dentro de él americano, el de Gran Canaria era más mediterráneo y africano.
Las fingidas identidades, los pabellones y los pasaportes falsos aparecieron cada vez que la guerra y las prohibiciones impedían la continuación del comercio legal. Los holandeses se
hicieron pasar por flamencos o por alemanes en las últimas
décadas del siglo XVI y primera del XVII, hasta la Tregua, una vez
más entre 1621 y 1648, y de nuevo durante la Guerra de Sucesión española. Los ingleses se disfrazaban de escoceses, bretones
o alemanes antes de 1604, otra vez en 1625-1630, y de suecos o
daneses en el siglo XVIII. Durante la Guerra de Sucesión española, lo mismo que en 1719, al renovarse las hostilidades entre
España y el Reino Unido, las actas de las visitas de navíos reflejan la llegada de un gran número de barcos suecos, y en medi8
Ver nota 1.
ARCHIVO DEL MUSEO CANARIO (A.M.C.), Inquisición (Inq.), CIII-1. Año
de 1656.
9
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da menor daneses. Si nos fiáramos de los expedientes de las visitas, diríamos que el 20 % de los navíos llegados a Tenerife en
la primera mitad del siglo XVIII fueron escandinavos, como recoge la Tabla III. Pero no había tal, como nos lo revela el tipo de
carga, sobre todo en lo que se refiere a los alimentos; el nombre de los cargadores, en ocasiones; el uso de intérpretes ingleses; la llegada en los barcos de pasajeros irlandeses católicos; la
firma de sus capitanes, con nombres y grafía anglosajones; y el
hecho de que algunos que figuran como suecos o daneses aparecen después de la guerra, con los mismos nombres, como ingleses o irlandeses. En 1703 llegó al Puerto de La Cruz el St.
Catherine, de Londres, el que, al acercarse a la costa, enarboló
bandera sueca, siendo recibido al comercio sin mayores averiguaciones10.
El comercio de un producto tan pacífico como el vino no fue
fácil, a través de un océano a menudo bravo y con frecuencia
también agitado por la guerra. En octubre de 1649, en las postrimerías de la guerra civil inglesa, el Consejo de Estado expresaba su preocupación por que los barcos que entonces estaban
en Canarias pudieran ser tomados por el Príncipe Rupert, dándose instrucciones para intentar evitarlo; y unas semanas más
tarde se recibían informes de que el general realista acechaba
en el Land’s End, extremo suroccidental de Gran Bretaña, el
regreso de los navíos que volvían de España y de Canarias11. Los
temores no eran infundados: en marzo de 1651, la flota de
Rupert apresó al Ark of London, cuando volvía con su carga de
vino12; en ese mismo mes, los propietarios del Matthew and John,
de Londres, solicitaban al Consejo de Estado licencia para comprar su propio barco, capturado por dos corsarios de la isla de
Jersey probablemente al servicio de Rupert13. Quizás, además del
10
Report of Historical Manuscripts Commission. 17. House of Lords,
vol. VI, p. 208.
11
CALENDAR OF STATE PAPERS (C.S.P.). Domestic Series (D.S.), 16491650, pp. 366 y 382, respectivamente.
12
Calendar of Committee for Advance of Money. Domestic. 1642-1656.
Part. III. P. 1321. 7 de marzo de 1651.
13
C.S.P., D.S., p. 120. Council of State. 31 de marzo de 1651.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
11
valor de los barcos y del propio vino, desde el punto de vista
económico, este último fuera también apreciado para aprovisionar a tripulaciones y tropas: en un largo informe de 1639 sobre
la guerra contra Escocia, se dice que un barco de ese reino con
200 pipas de vino canario había naufragado en las Dunas
(Downs), lamentándose los convenanters de que iban a tener
falta de vino ese año (el inglés comentaba que ya tenían suficiente cerveza escocesa, «que es demasiado buena para ellos, no
siendo ellos mejores»)14.
Las guerras angloholandesas pusieron también en dificultades el tráfico del malvasía. En febrero de 1653, el Consejo de
Estado ordenaba al Comité del Almirantazgo que estudiara el
mejor modo de satisfacer la petición de varios mercaderes de
Londres de que se prestase protección a los barcos que iban
para Canarias15. En marzo de ese año Richard Bunckley, un
mercader, solicitaba licencia para traer de Francia 100 pipas de
vino canario llevadas allí por un «pirata», y que él había rescatado16, en una operación de comprar lo propio, o pagar por él,
que veremos repetida. No había sido el único: cinco navíos de
guerra holandeses capturaron a tres mercantes ingleses cargados con vino de Canarias y los llevaron también a Francia17.
Pero los ingleses no siempre eran las víctimas, ni mucho menos. En mayo de 1655 el británico Nightingale capturó a un
navío de Amsterdam cargado en Dunkerque para Canarias, en
una acción que hay que situar en el marco de las enrarecidas
relaciones entre España e Inglaterra, antes de que estallara la
guerra abierta18.
El conflicto, que comenzó oficialmente en octubre de 1655,
supuso la interrupción del comercio, la expulsión de los mercaderes británicos de los dominios españoles y la represalia sobre
14
Las traducciones son todas nuestras. C.S.P., D.S., p. 99. 30 de abril
de 1639.
15
C.S.P., D.S., 1652-1653. P. 151. Council of State. 7 de febrero de
1653.
16
C.S.P., D.S., 1652-1653, p. 239. Council of State, 20 de marzo de
1653.
17
Idem., p. 436, 23 de junio de 1653.
18
C.S.P., D.S., p. 482. 21 de mayo de 1655.
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sus bienes. En diciembre de ese año Antonio Fernández Carvajal, judío de origen portugués establecido en Londres, quien
había vivido en Canarias, expuso a Cromwell que tenía en el
archipiélago la mayor parte de su hacienda, y pidió su aprobación y protección para la operación que pretendía realizar con
vistas a recuperarla: había fletado un barco inglés con tripulación holandesa y había ordenado a su factor en Tenerife que
embarcara todos sus bienes consignados a mercaderes de
Amsterdam, pero que realmente irían para Inglaterra19. Aunque
no bien conocidas, por la parquedad de las fuentes, hay noticias y algunos estudios sobre las represalias sufridas por los ingleses en Canarias. La documentación inglesa también nos proporciona nueva información. El maestre y el mercader del Mary,
de Londres, expusieron al Lord Protector que, al llegar su barco
a Santa Cruz de Tenerife en octubre de 1655, fueron presos y
el navío y mercancías embargadas; por lo que pedían compensaciones a costa de bienes o intereses de españoles en Inglaterra20. También pedían cartas de represalia los dueños del John,
de Londres, apresado en Tenerife en septiembre de 1655, antes
de que se hubiese decretado el embargo21.
Pero no parece que, pasados los primeros momentos de la
guerra, el comercio inglés con Canarias se interrumpiera por
completo. En diciembre de 1657 se dirigió David Young al Almirantazgo, representando que, habiendo sido contratado por
varios mercaderes, había ido a Canarias, y que en Santa Cruz
de Tenerife se encontró con la flota de Indias; que, al regresar,
se desvió para avisar de ello al almirante Blake, «lo que se demostró haber sido muy importante»; pero que los propietarios,
descontentos por que no llevase la carga directamente y por las
pérdidas que ello había ocasionado, lo expulsaron del barco22. No
faltaría del todo, pues, el malvasía canario en Inglaterra. El
19
C.S.P., D.S. 1655-1656, p. 60. 18 de diciembre de 1655. Ver, igualmente, L. A. ANAYA HERNÁNDEZ, «El papel de los judeo-conversos canarios
en la fundación de la comunidad judía inglesa y en el comercio canarioamericano», A.E.A., n.º 41 (1995), pp. 439-457.
20
C.S.P., D.S., 1655-1656, p. 310. 18 de marzo de 1656.
21
Idem., p. 350. 5 de junio de 1656.
22
C.S.P., D.S., 1656-1657, p. 243.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
13
mismo Blake recibió en febrero de 1657, antes de su ataque a
Santa Cruz, «one pipe of the best Canary wine», que los comisarios de la Navy recibieron orden de embarcar en su navío23.
Los holandeses, intermediarios privilegiados por entonces 24,
fueron objeto de vigilancia y a veces de violencia por parte de
los ingleses. En mayo de 1657 los dueños del Morning Star, holandés, protestaron ante la corte inglesa por el apresamiento de
su barco, que fue llevado a Inglaterra cuando desde Santa Cruz
de Tenerife navegaba hacia Amsterdam, con bienes que según
ellos eran de súbditos de las Provincias Unidas25. El navío inglés
The Rainbow, por su parte, interceptó en agosto frente a Cádiz
a dos barcos holandeses que salían hacia Canarias, incautándose de unas cartas en español en que se trataba del modo de
traer desde las islas la plata allí depositada por la flota de Indias26. En octubre, el Plymouth llevó a Lisboa un barco holandés que navegaba desde Canarias hacia la Península, cargado
con cueros y con 200 pasajeros españoles27. En noviembre, el
Kent, inglés, apresó al holandés Prince William, que navegaba
hacia Tenerife al servicio de los españoles, y lo hizo entrar también en el puerto de Lisboa28, base al parecer de operaciones de
los navíos ingleses, aliados de Portugal. En enero de 1658 el
Maidstone capturó un navío holandés que partió de Canarias y
que resultó «very rich», pues llevaba plata y otras valiosas mercancías29. En junio fue detenido un barco holandés que iba para
Guinea, con cartas para Canarias y al parecer empleado en el
comercio con América30. En noviembre cayó en manos inglesas
el St. Mary, de Amsterdam, que venía de Santo Domingo con
23
Idem., p. 521. 25 de febrero de 1657.
Vid. A.-M. BERNAL, «De enemigo a aliado: la presencia holandesa en
la carrera de Indias (1598-1648)», A. BÉTHENCOURT MASSIEU (Coord.), Canarias y el Atlántico (1580-1648), Las Palmas, 2001, pp. 841-887.
25
C.S.P., D.S., vol. CLX, p. 386. 16 de mayo de 1657. Council. Day’s
Proceedings.
26
C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 58. 8 de agosto de 1657.
27
Idem., p. 440, 16 de octubre de 1657.
28
Idem., p. 471, 28 de noviembre de 1657.
29
Idem., p. 510: Letters and Papers relating to the Navy. 19 de enero
de 1658.
30
C.S.P., D.S., 1658-1659, p. 411.
24
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cueros, cacao y plata. Al parecer, su tripulación española se
había quedado en Canarias, donde descargó parte de la mercancía, y entre ella 12.000 piezas de a ocho, que fueron enviadas a
Holanda31.
A los barcos apresados y a sus mercancías incautadas se
añadían los prisioneros. Diego Romaso, pasajero que en el Jacob,
holandés, iba desde Cádiz a Canarias, negociaba en Londres su
canje por un inglés de su calidad o por un maestre de navío en
Ostende, supongo que de entre los ingleses apresados por los
corsarios flamencos32. Hum. Dewell, un mercader londinense,
exponía al Almirantazgo que tres jóvenes estudiantes canarios
que iban a Inglaterra, Manuel de Araujo, Melchor de Abreu y
José de Viera, estaban presos en Plymouth, se les había quitado
sus bienes y habían sido torturados —quemando cerillas entre
sus dedos—, a pesar de que «sus amigos y parientes habían sido
siempre muy afectos a Inglaterra, y aunque los ingleses tienen
libre acceso y cortés trato en Canarias»; por todo lo cual pedía
se les diese libertad para ir a Londres, comprometiéndose a su
custodia33. Todavía en septiembre de 1659, entre 16 prisioneros
españoles que estaban en Marston Moor y deseaban ser trasladados a Londres, donde tenían esperanzas de ser intercambiados, estaba un Franco Fernandes Perpega, por quien intercedía
Joshua Child diciendo que había sido persona de cierta importancia en Canarias y que fue muy útil a los ingleses de allá34.
Lo realmente sorprendente es que, al tiempo que estos actos
de guerra tenían lugar, a Canarias seguían llegando navíos ingleses. Sabemos que el The Adventure, de Londres, fue capturado por corsarios de Dunkerque cuando en febrero de 1657 volvía de Canarias con vino35. Y aún hay mucho más, porque no
se trataba solamente de barcos aislados. En enero de 1658, el
navío de guerra The Reserve llegaba a Inglaterra convoyando a
26 barcos que volvían de diferentes partes, entre ellas de Cana31
Idem., p. 202.
C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 251.
33
Idem., p. 247.
34
C.S.P., D.S., 1659-1660, p. 479: Letters and Papers relating to the
Navy. 7-sept.-1659.
35
C.S.P., D.S., 1656-1657, p. 251. 30 de marzo de 1657.
32
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
15
rias, aunque no sabemos cuántos lo hacían desde nuestras islas36. En abril de ese año se negociaba en Londres con tabaco
importado del archipiélago37. En enero de 1659 regresó el
Portsmouth, de la marina de guerra, escoltando a diez mercantes desde Canarias, y comunicando que el resto de la flota, compuesta por otros diez barcos, seguía en Tenerife cargando, bajo
la protección del Dragon. Informaba de que ningún navío de
Indias había llegado a las islas mientras había estado allá, observación que sin duda formaba parte de su misión; y de que
antes de su llegada a Canarias «el enemigo» había logrado tomar uno de los barcos e incendiar otro. El Dragon estaba de
vuelta en febrero, con los restantes cargueros38. Mas la guerra
continuaba: de esas fechas son diversos informes de capitanes
de barcos de guerra ingleses que regresaban de sus misiones de
acecho a la flota de Indias, varios de ellos en aguas canarias39.
El Nightingale, que con el Marmaduke había llegado en noviembre de 1659 a Tenerife, escoltando a la canary fleet, mantuvo
frente a las costas de esa isla un combate con el Erasmus Brewer
de Ostende. Antes, dos corsarios vizcaínos se habían apoderado
de dos de los barcos que cargaban vino. Ante las noticias de que
otros navíos pretendían destruir la flota, ésta, formada entonces por 19 mercantes, regresó unida, en lugar de separada en
dos grupos. En el camino de vuelta capturaron un barco de San
Lúcar que venía de La Habana40. La guerra y el comercio coexistían.
Los barcos de escolta siguen acompañando a la flota del vino
en años de paz entre las potencias europeas, posiblemente porque la acción de los corsarios berberiscos, e incluso europeos,
seguía haciendo peligrosa la navegación. Gracias a sus informes
sabemos del tráfico con Canarias en años de los que no se conservan visitas de la Inquisición a los navíos, o muy pocas41.
36
C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 255, 3 de enero de 1658.
Idem., p. 380.
38
C.S.P., D.S., 1658-1659, pp. 241 y 275.
39
Idem., pp. 317 y 318, marzo de 1659.
40
C.S.P., D.S, 1659-1660, pp. 339 y 353.
41
Por ejemplo, las flotas de 1661 y de 1669, C.S.P., D.S., 1660-1661,
p. 467, y 1668-1669, p. 610, respectivamente.
37
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16
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Durante la segunda guerra holandesa, que viene a coincidir con
los años de vida de la Compañía de Canarias, vemos a ésta
dando dinero para los marinos heridos en combate, o deteniendo, en defensa de su monopolio, a barcos neutrales que por
accidente habían arribado a Inglaterra con vinos canarios42. La
Navy, aparte de apoderarse de barcos holandeses que comerciaban con Canarias43, controlaba y concedía pases a otros que,
como los de Ostende, realizaban el mismo tráfico, asegurándose
de que su identidad fuese real y con la condición de que no entrasen en puertos enemigos44. Los holandeses hacían lo mismo.
La creación en 1665 de la monopolística Company of merchants trading to the Canary Islands, que ha sido tratada por los
historiadores canarios atendiendo a la oposición que levantó en
las islas y a los efectos que su existencia podría haber tenido,
desde el punto de vista de los intereses del Archipiélago45, se nos
aparece también desde el otro lado. Varios textos hacen referencia tanto al embargo de vinos llegados a Inglaterra después de
la prohibición en 1666 del comercio con las islas, como a la
autorización excepcional de la entrada de caldos46. Pero lo más
novedoso e interesante nos parece la resistencia que en Irlanda
levantó la erección de la Compañía, por cuanto venía a prohibir el comercio de los mercaderes de esta isla con Canarias. En
agosto de 1665 los mercaderes de Dublín, en nombre propio y
en el de otros mercaderes de Irlanda —no necesariamente irlandeses—, se dirigieron al Lord Deputy de ese reino pidiendo ser
oídos y que, entre tanto, se mantuviera en suspenso la conce42
C.S.P., D.S., 1665-1666, pp. 432 y 274, respectivamente.
En junio de 1667, un holandés que se hacía pasar por hamburgués;
en julio, una «gran presa», ambos cargados de vino. C.S.P., D.S., 1667,
pp. 150 y 298, respectivamente.
44
C.S.P., D.S., p. 11, 11 de octubre de 1665.
45
A. Béthencourt Massieu: Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos
(1650-1800), Las Palmas, Cabildo Insular de G.C., 1991.
46
Incautación a Samuel Tyrell, mercader, de ocho pipas de vino, 8 de
febrero de 1667; orden de 14 de septiembre de ese año para permitir al
también mercader Arnold Beake introducir 100 toneles de vino canario, «a
pesar de la última proclamación prohibiendo la importación de dichos vinos». C.S.P., D.S., 1666-1667, p. 501, y 1667, p. 462.
43
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
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17
sión del monopolio. Argumentaban que el comercio con Canarias era el más provechoso que el país tenía, enumerando las
producciones de la isla que allá se enviaban (carne de vaca y de
carnero, mantequilla, sebo, cuero curtido, duelas, sardinas, salmón, arenques, frisas), ponderando el valor de las rentas aduaneras que generaba y enfatizando cómo su prohibición supondría la ruina de las prometedoras manufacturas irlandesas,
animadas a la sazón por la exportación a Canarias y a través
de ellas a Indias, el decaimiento del comercio, la depreciación
de las haciendas de la nobleza y de la gentry, y el empobrecimiento del pueblo47. El Gobernador y su Consejo apoyaron los
argumentos de los mercaderes de Irlanda, haciéndose eco del
«clamor levantado» contra la carta de privilegio entre los oficiales de las aduanas, los mercaderes y todo tipo de personas, y
aduciendo que una parte de los objetivos de la Compañía no
eran aplicables a Irlanda, puesto que la importación de vinos
siempre se hacía mediante trueque por mercancías, sin pagarlos nunca con dinero; por todo lo cual no había procedido a la
proclamación de la carta en Irlanda48. Pedían que se autorizara
al menos la importación de 2.000 pipas anuales desde Canarias
por parte de mercaderes del reino, demostrando, con base en los
libros de aduanas y contra la afirmación de la Compañía, que
en el año de 1664 se habían importado 1971 pipas de vino de
Canarias. Los oficiales de las aduanas de Irlanda confirmaban
en un Memorandum los argumentos del Gobernador y de los
mercaderes, valorando en 30.000 libras las exportaciones irlandesas a Canarias, de las que dependían muchas familias49. Los
mercaderes londinenses replicaron con una campaña a todos los
niveles. En un largo alegato, venían a decir al Gobernador y
Consejo de Irlanda que sólo la Compañía sabía cuánto producían las Canarias y cuánto consumía Irlanda; que sólo ellos
podían dosificar la oferta de mercancías e impedir que el mercado isleño quedara saturado, dando lugar a una caída de los
precios; denunciaban la combinación de mercaderes judíos, y
otros, contra la Compañía, en menoscabo de la autoridad real
47
48
49
C.S.P., Ireland (I.), 1663-1665, p. 626, y 1669-1670, p. 568.
C.S.P., I., 1666-1669, p. 90. 18 de abril de 1666.
C.S.P., I., 1669-1670, p. 570.
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18
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y estimulando la pretensión de los isleños de que la Compañía
fuese disuelta; finalmente, se comprometían a importar desde
Irlanda tanto vino y exportar a Canarias tantas mercancías
como había sido la media de los últimos siete años de paz, y en
consecuencia a ingresar en la real Aduana la misma media de
impuestos, quedándose ellos lo que excediera, si el monopolio se
mantenía50. Las quejas repetidas de los mercaderes de la Compañía de Canarias y sus presiones en Whitehall llevaron al Rey
a ordenar la aplicación en Irlanda del privilegio concedido, lo
que solemnemente se proclamó el 4 de septiembre de 166651.
Desde Dublín se continuó insistiendo en las dificultades económicas de Irlanda, por las guerras y las limitaciones al comercio.
El gobierno inglés suavizó o levantó algunas restricciones, entre otras autorizando la exportación de productos y manufacturas irlandesas a ciertos países amigos, pero se mantuvo inflexible en lo referente al tráfico con las colonias y con los territorios
de la Compañía de Canarias52.
Durante la Guerra de Devolución, eran los franceses quienes causaban problemas a la navegación con Canarias: el San
Francisco, de Bilbao, cargado con vino, fue asaltado por un
corsario53. El San Juan Bautista, de Hamburgo, que llevaba vinos desde Santa Cruz de Tenerife hacia Ostende, se topó con
una flota de veinte barcos franceses, que lo capturaron54. También los portugueses: un barco de Ostende fue llevado a Portsmouth por un barco de guerra lusitano, pero, como pertenecían
a la Compañía de Canarias la mayor parte de los bienes que
llevaba, quedó en manos inglesas55.
Los maestres de los barcos y los mercaderes exigían protección. En octubre de 1670, diez canary men (barcos del comercio con Canarias) estaban en el fondeadero de las Dunas pre50
Idem., p. 572.
C.S.P., I., 1666-1669, p. 204.
52
Idem., pp. 328, 337, 340 y 372. Proclamación de 1-IV-1667.
53
C.S.P., D.S., 1666-1667, p. 467, 23 de enero de 1667.
54
C.S.P., D.S., 1667-1668, p. 15, 7 de noviembre de 1667.
55
Calendar of Treasury Books (C.T.B.), vol. II, 1667-1668, p. 574, 29
de mayo de 1668.
51
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
19
parados para darse a la vela, pero se negaban a hacerlo si no
tenían escolta. El capitán Elliot escribía a los comisarios de la
Navy que no había podido zarpar por falta de hombres, por
enfermedad, y que era «continuamente importunado por los
Canary merchants y los maestres»56. El English Channel era especialmente peligroso, porque allí los barcos podían ser vigilados y cazados con facilidad, si carecían de protección. En agosto de 1672 se escribía desde el puerto de Weymouth que había
cinco barcos listos para salir hacia Canarias y Virginia, y un
número mucho más elevado en los puertos adyacentes, también
con destino a esas plazas, pero que no se atrevían a hacerse a
la mar si no recibían escolta hasta verse a salvo fuera del Canal57. Había comenzado la tercera guerra con Holanda, con el
correspondiente incremento de la inseguridad. Varios mercaderes se dirigían por entonces al Rey y al Privy Council pidiendo
convoyes para proteger los barcos que estaban en las Dunas listos para salir hacia Irlanda, y para los que estaban en los puertos de esta isla cargados con sardinas, salmón y arenques. Era
—decían— la época en que los barcos de pesca de Terranova,
Nueva Inglaterra y otras partes iban a los mercados de Portugal, España, el Mediterráneo y las islas, y la de enviar barcos a
Madeira y Canarias por vinos; y añadían que, si no se enviaban
barcos armados suficientes para enfrentarse a los corsarios, la
plata que de las Indias vendría no se dirigiría a Inglaterra, sino
que serían los barcos enemigos, o los de Génova, los que se hiciesen con ella. Particularmente pedían dos fragatas para la
protección de la Canary fleet, que deberían surcar las aguas de
las islas, en actitud de vigilancia, mientras los barcos cargaban,
para evitar un ataque de los corsarios holandeses o de los de
Salé58. Desde Falmouth se pedía igualmente protección para los
barcos cargados de sardinas que tenían Canarias por destino59.
Lo mismo se hacía a la vuelta: en abril de 1673, el capitán de
uno de los men of war (barcos de guerra) comunicaba a la Navy
que su misión era entonces la de cruzar en el Canal hasta que
56
57
58
59
C.S.P.,
C.S.P.,
Idem.,
C.S.P.,
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D.S., 1670. Addenda, pp. 470-471, 7 y 8 de octubre de 1670.
D.S., 1672, p. 530, 28 de agosto de 1672.
pp. 636-637.
D.S., 1672-1673, p. 76, 23 de octubre de 1673.
413
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se encontrase con la Canary o la Bordeaux fleet, y convoyar hasta
las Dunas a la primera que llegase60.
Parece ocioso decir que en la tercera guerra angloholandesa
vuelven a producirse el mismo tipo de acciones. En abril de
1672, apenas comenzado el conflicto, fue llevado a Dover un
barco de Amsterdam, que navegaba con pabellón del duque de
Holstein, cargado con vino canario; en ese mismo mes entró en
Falmouth, cautivo, el Santa María, de Rotterdam, que desde
Guinea había llevado un cargamento de esclavos a Canarias, y
allí embarcado 300 pipas de vino con destino a Amsterdam61. Los
corsarios holandeses rondaban por Canarias, según los barcos
ingleses que de allá llegaban62. El Mary, de Londres, fue capturado por un corsario holandés, cuando venía de Nueva Escocia,
parte de su tripulación fue dejada en Canarias y con el resto
volvieron sus captores a las Indias occidentales63. Los propietarios del William and John, de Londres, simularon la venta del
barco a un español y contrataron un capitán y 20 marineros
españoles «para su protección en su regreso desde Tenerife»,
yendo la verdadera tripulación como pasajeros; pero, interceptado por dos corsarios holandeses, fue capturado y algunos de
sus hombres sometidos a tortura, para averiguar quiénes eran
sus verdaderos dueños64.
A pesar de su alianza con Francia por el Tratado de Dover
(1670), por puertos ingleses pasaron tropas reclutadas en Canarias para los Países Bajos españoles. En Falmouth entró el 6 de
noviembre de 1672 el genovés San Miguel, con 250 soldados,
además de vino, rumbo a Ostende; el día 11, otro barco genovés
arribó a Pendennis, con 350 canarios y el mismo destino65. Cierto es que aún España no estaba en guerra con los franceses.
Los comerciantes miembros del Canary Club, como se denominaban los integrantes de ese lobby londinense, se inquietaron
60
C.S.P., D.S., 1673, p. 122, 5 de abril de 1673.
C.S.P., D.S., 1671-1672, pp. 297, 402 y 429.
62
C.S.P., D.S, 1672-1673, pp. 305 y 311. Informes del 23 y 24 de diciembre de 1672.
63
C.S.P., D.S., 1672-1673, p. 324. 29 de diciembre de 1672.
64
C.S.P., D.S., 1673, p. 34, 12 de marzo de 1673.
65
C.S.P., D.S., 1672-1673, pp. 131 y 150.
61
414
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
21
en 1673 por la posibilidad de que España se alineara contra
Inglaterra. En ese contexto, John Paige, quien quejumbrosamente se presentaba como uno de «los pobres mercaderes de España», escribía a Sir Joseph Williamson, según Steckley un importante funcionario relacionado con varios importantes Canary
traders66, exponiéndole sus temores, señalando cómo el comercio
con España era más importante que el que se tenía con cualquier otro país y pidiéndole los tuviese bien informados67. La
gestión se acompañaba del envío a Williamson, en misión en
Europa, de dos bocoyes de «rare Canary wine» de dos clases,
«del mejor existente en Londres»68.
El corso berberisco constituyó también una amenaza para los
barcos ingleses, a pesar del pacto de Inglaterra con algunas de
las repúblicas corsarias. Que sepamos, en la década de 1670 se
produjeron diversos encuentros entre los barcos ingleses que
volvían de Canarias y los africanos, con mejor o peor fortuna
para aquéllos69.
El final de las treguas con Argel preocupó enormemente a
los comerciantes londinenses. En octubre de 1677 expresaban al
Gobierno sus temores, «en el presente estado de nuestra relación con los argelinos», y exigían protección para sus barcos,
fondeados inermes en las abiertas radas de Tenerife. El citado
Sir Joseph Williamson «recomendaba» vivamente el asunto ante
Samuel Pepys, en el Almirantazgo, y repetía gestiones ante el
66
G. STECKLEY, Trade at the Canary Islands in the Seventeenth Century,
Chicago, 1972, p. 154.
67
Estimaba en 300.000 libras el valor del comercio con España, y en
un millon de reales de a ocho la plata llevada a Inglaterra desde Cádiz por
el último convoy. 13 de octubre y 14 de noviembre de 1673. C.S.P., D.S.,
Mar.-Oct. de 1673 y Nov. de 1673-Feb. de 1675, pp. 577 y 18, respectivamente.
68
15 de diciembre de 1673. C.S.P., D.S., Nov. de 1673-Feb. de 1675,
p. 45.
69
En 1673 el Fortune, irlandés, que venía con vino de Canarias se
encontró con un corsario argelino, que no lo atacó; en 1676, un queche de
Topsham fue detenido por un saletino, que sólo le tomó algunas provisiones y vino, diciéndole que los dejaban ir en razón de la tregua; el
Bridgewater Merchant, viniendo también de Canarias, fue capturado en 1677
por un barco de Argel. C.S.P., D.S., Nov.1673-Feb. 675, p. 446; 1676-1677,
p. 455; y 1678, p. 56.
Núm. 50 (2004)
415
22
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
Duque de York, para que se expusiese la cuestión al propio Rey,
calculando el valor de la flota fletada para Canarias en 80.000
libras, exponiendo que ese comercio rendía anualmente al rey
10.000 libras en derechos aduaneros, que los implicados en el
tráfico eran todos los Spanish traders, y advirtiendo de que, si
alguna desgracia sucediera, se seguirían protestas y reproches
contra el rey y su gobierno70. La delicada situación interna de
la última parte del reinado de Carlos II y la enorme influencia
política de los Canary merchants, en correspondencia con la
importancia del comercio con las islas, explican el nivel y alcance de estas mediaciones.
En diciembre de 1682, habiendo expirado la tregua con los
de Salé, estremeció la Bolsa londinense la noticia de que doce
mercantes de Canarias habían sido capturados71; aunque las
fuentes no permiten confirmar la veracidad del informe.
En la década de 1690, ocupada en su mayor parte por la
guerra de la Liga de Augsburgo, la acción de las flotas y de los
corsarios franceses hicieron la navegación extremadamente peligrosa. Inglaterra perdió en el conflicto miles de barcos72. Las
precauciones fueron mayores que nunca. En marzo de 1691
barcos de la Navy patrullaba el Canal «para seguridad de la
Canary fleet, cuyo regreso se espera de un día a otro»73. Había
motivos: en un informe, no sabemos si de ese año o del siguiente, se lee que había noticias de que un escuadrón francés de 18
navíos esperaba en el Canal para interceptar la flota de los Estrechos o de Canarias74. Anualmente, los Canary Merchants pedían al Board of Trade and Plantation un convoy para sus barcos —entre treinta y cuarenta, se dice—, señalando el momento
necesario para la partida (en octubre) y la fecha de regreso (en
febrero), así como un tiempo de estancia de unos cuarenta días,
para descargar y cargar, bajo la protección de los navíos de
70
C.S.P., D.S., 1677-1678, pp. 391 y 394, 4 y 8 de octubre de 1677.
C.S.P., D.S., 1682, p. 560, 2 de diciembre de 1682.
72
El Almirantazgo los estimaba en 4.000, según R. DAVIS, The Rise of
the English Shipping Industry in the Seventeenth and Eighteenth Centuries,
citado por G. STECKLEY, op. cit. , p. 154.
73
C.S.P., D.S., May. 1690-Oct. 1691, p. 288.
74
C.S.P., D.S., Nov. 1691-Dec. 1692, p. 530.
71
416
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
23
guerra. Todo barco que saliese sin el convoy podría ser embargado75. Los barcos debían registrarse, obtener licencias de salida
y presentar certificación a la vuelta76. Órdenes de Whitehall señalaban las fechas en las que los barcos de determinados puertos debían estar listos para navegar77. Los propios mercaderes
pidieron en septiembre de 1693 que el convoy que se preparaba
fuera directamente, sin tocar en ningún puerto del Oeste, de
modo que los barcos de estos puertos se reunieran en las Dunas con los que saliesen de Londres, para marchar luego todos
juntos78. Las visitas de navíos nos muestran que, en efecto, en
esos años parecen aquéllos proceder de las Dunas o «de Londres, con la flota» en una proporción superior a la de otros
momentos79. Las escoltas también eran mayores: al menos en
1693 y en 1694 fueron cuatro los navíos de guerra enviados a
Canarias80.
No podemos saber si todas estas medidas fueron premiadas
con el éxito, aunque, ciertamente, en las fuentes conocidas sólo
hay referencias a pérdidas mínimas en la Canary fleet81.
Las pérdidas de barcos y de mercancías provocadas por la
guerra tenían, obviamente, consecuencias económicas. Los seguros marítimos se elevaban y el incremento general de los costes había de repercutir en el nivel de los precios de venta de los
vinos canarios en el mercado inglés, cuando no implicaban una
reducción de los beneficios.
75
Public Record Office (P.R.O.), Correspondance of the Board of trade,
C.O. 388/1, fº 267.
76
P.R.O. C.O., 388/2, fº 55, 1692.
77
C.T.C., vol. IX, 1689-1692, pp. 1842 y 1925.
78
P.R.O., C.O. 388/2, fº 209.
79
El 13 de diciembre de 1694 había en las Dunas unos 150 barcos
fondeados, entre ellos 22 que zarpaban para Canarias; en abril del año siguiente, cuando ese convoy, compuesto entonces por unas 30 embarcaciones, regresó de las islas, se dirigió también a las Dunas. C.S.P., D.S., 1695,
pp. 296 y 324.
80
P.R.O., C.O., 388/2, fº 312 y C.S.P., D.S., p. 324.
81
El Dove, de Bristol, que navegaba de Canarias hacia este puerto fue
tomado en noviembre de 1694 por un corsario francés, y después de seis o
siete días recuperado por un corsario inglés. El mes en que sucedió indica
que no navegaba con la flota. C.S.P., D.S., 1694-1695, p. 347.
Núm. 50 (2004)
417
24
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
Las actas de las visitas de navíos nos permiten conocer el
tonelaje de los barcos, siempre que los capitanes lo indicaran y
los oficiales del Santo Oficio lo registraran. Las realizadas en Las
Palmas suelen omitir éste y otros datos, como los del armamento y el número de tripulantes. Para otros puertos, fuera del de
La Orotava, las series son demasiado incompletas para que tengan valor estadístico. Por ello hemos limitado nuestro análisis a
los barcos llegados al Puerto de La Orotava, centrándonos en
los años de 1670 a 1730, en que el número de visitas es suficientemente representativo y se hace constar, por lo general, el
tonelaje de los navíos.
Constituyendo los barcos ingleses más de la mitad de los llegados a Tenerife, seguidos por los irlandeses, parecía conveniente
distinguir los navíos de estas procedencias, y, dentro de los ingleses, singularizar a los que tuvieron como origen Londres, que
eran en torno al 70 % de los ingleses en el período referido. El
tonelaje medio de los barcos que comerciaban con Canarias era
relativamente pequeño, como puede observarse en la Tabla IV.
Los londinenses aparecen con dimensiones notablemente superiores tanto al resto de los barcos ingleses como a los irlandeses. Las embarcaciones procedentes de los puertos del oeste de
Inglaterra, lo mismo que las de Irlanda, dedicadas sobre todo a
la exportación de trigo, pescado salado, carne y sus derivados,
eran de dimensiones muy inferiores. Los de Londres también
tienen tonelaje mayor que la media de los procedentes de otros
países, aunque la heterogeneidad de las procedencias hace poco
significativa la comparación.
IV. TONELAJE MEDIO DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL
PUERTO DE LA OROTAVA, SEGÚN PROCEDENCIAS. 1670-1730
Londres
Resto Inglaterra
Irlanda
Otros orígenes
1671-1680
107
53
51
—
1681-1690
1691-1700
1701-1710
138
130
110
66
62
62
33
32
25
—
68
46
1711-1720
1720-1730
101
83
36
33
38
42
54
62
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
418
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
25
Se advierte, igualmente, una evolución. Los barcos ingleses,
así de Londres como de otros puertos, alcanzan un tonelaje
máximo en las décadas de 1680-1690, para decrecer después.
Steckley relaciona el crecimiento del tamaño de los navíos a finales del siglo XVII con la búsqueda de seguridad82, a pesar de
que por entonces la navegación se hacía generalmente en
convoyes. Para las primeras décadas del XVIII resulta notable la
disminución, rápida y progresiva, del tonelaje medio. Ignoramos
qué relación pueda tener ello con la seguridad. La proporción
de barcos procedentes de Londres, de entre los ingleses llegados
al Puerto de La Orotava, pasa del 61 % en 1651-1675 al 81 %
en el período de 1676 a 1700, para bajar de nuevo, al 63%, en
el cuarto de siglo 1701-1725. Fuese cual fuese la influencia de
la organización en convoyes, sin duda debe de haber habido
también razones estrictamente comerciales. En todo caso, la
disminución del tonelaje medio, asociada a la caída del número
de navíos —a juzgar por las actas de visitas conservadas—, hubo
de suponer una reducción de la capacidad de carga, con la consiguiente contracción de las importaciones.
El número de tripulantes por barco estaba, obviamente, en
relación con las dimensiones de cada uno, aunque también influían otros factores. De ese modo, las tripulaciones de los
londinenses doblaban, como media, el tamaño de las de los irlandeses. La reducción progresiva del tonelaje a que hemos hecho referencia estuvo acompañada, lógicamente, por una disminución del tamaño de las tripulaciones. La relación entre
tonelaje y tripulación, que sería un indicador de productividad,
favorece a los navíos mayores, como los de Londres; los únicos
que, por otra parte, parecen mostrar un cierto progreso a ese
respecto. Steckley atribuye a las exigencias del manejo de los
toneles el hecho de que las tripulaciones fueran relativamente
numerosas, y por ende los barcos del vino «típicamente ineficientes»83. Los costes laborales no podían decrecer, en esas circunstancias.
82
83
G. STECKLEY, op. cit., p. 155.
G. STECKLEY, op. cit., p. 160.
Núm. 50 (2004)
419
26
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
V. TRIPULACIÓN MEDIA Y RATIO TONELAJE/TRIPULACIÓN
DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL PUERTO DE LA OROTAVA
(1651-1725)
Londres
Tripulación
Ton./Trip.
1651-1675
15
7,2
1676-1700
15
1701-1725
12
Resto de Inglaterra
Tripulación
Ton./Trip.
13,8
6,25
7,8
10
8
6,5
Irlanda
Tripulación
Ton./Trip.
7,2
4,9
6
8
5,5
4
7,8
4,8
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
No hemos tomado en consideración la tipología de los barcos
a partir del término empledo en las actas de visitas. Pensamos que
la denominación «navío», generalmente usada en el siglo XVII, es
genérica, aplicándose lo mismo a pequeñas embarcaciones de 20
toneladas que a otras de hasta 250. En el siglo XVIII parece usarse
el término «embarcación» del mismo modo que antes se hacía con
el de navío, e incluso que el de «nao» en el XVI; pero es cierto que
las actas del Setecientos precisan más el tipo de embarcación. No
sabemos hasta qué punto se trata de una mayor elocuencia de las
fuentes, que distinguen entre diferentes tipos de barcos, pero creemos que hay mucho de esto.
Cuanto mayores fuesen los navíos, más numerosa podría ser
su dotación artillera, en buena lógica. Así sucedía, en efecto,
pero no de un modo directamente proporcional, sino que los
barcos de mayor tonelaje portaban más piezas por tonelada que
los pequeños.
La evolución del tonelaje medio a que hicimos referencia
corría pareja al aumento del potencial artillero, que alcanza su
máximo en las décadas de 1680-1690, decayendo más tarde considerablemente. Los barcos londinenses son no sólo los mayores, sino los más armados, dentro de unos niveles que, al menos, podían permitirles rechazar a enemigos no muy poderosos.
Ignoramos cómo podía afectar el peso y volumen de las piezas
a la capacidad de carga y a la velocidad. Las muy bajas medias
de los barcos de los demás puertos ingleses, y sobre todo de los
de Irlanda, significaban que la mayoría de ellos navegaban desarmados.
420
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
27
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
VI. ARMAMENTO MEDIO Y RATIO TONELAJE/ARMAMENTO
DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL PUERTO DE LA OROTAVA
(1671-1730)
Londres
N.º de piezas
Ton./piezas
Resto de Inglaterra
N.º de piezas
Ton./piezas
Irlanda
N.º de piezas
Ton./piezas
1671-1680
8,3
12,8
2,8
18,8
2,1
24
1681-1690
1691-1700
13,7
10,6
10
11,4
5,2
4,8
12,6
12,8
—
1
—
29
1701-1710
1711-1720
1721-1730
9
7,6
4,7
12,2
13,3
17,4
3
1,5
0,2
20,8
23,5
167
—
2
—
—
18,5
—
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia.
«Un barco que salga de las costas inglesas hacia Canarias,
después de mediados de agosto, invariablemente efectúa la travesía en 24 días, teniendo viento del norte». Así se dice en una
nota de 1595, inserta en los State Papers84. Conocemos, a través de las visitas de navíos, la duración del viaje hacia Canarias, siempre que ese dato se haya hecho constar. Torres Santana, González de Chávez Menéndez y Brito González dan datos
al respecto, para diferentes rutas85. Steckley, también sobre la
base de las visitas de navíos, calcula en 22,2 días la media de
los viajes desde Inglaterra a Canarias, advirtiendo que no hubo
progresos significativos a lo largo del siglo XVII que supusieran
un acortamiento de la travesía86.
Respecto al tiempo empleado en el regreso, nuestra información es mucho menos abundante, limitándose a los barcos ingleses y a un número de citas mucho menor, que, si bien pueden ser ilustrativas, serían escasamente representativas en
términos estadísticos. Sobre la base de 18 viajes conocidos, la
media que obtenemos es de 26 días87. Steckley calcula una media de cuatro semanas88.
84
C.S.P., D.S., 1595-1597, p. 91.
Ver nota 3.
86
G. STECKLEY, op. cit., p. 156.
87
C.S.P., passim. En diciembre de 1674 llegó a Lyme el Greyhound,
después de seis semanas, «por vientos en contra y mal tiempo». C.S.P., D.S.,
Nov. de 1673-Feb. de 1675, p. 442. 4 de junio de 1674.
88
Op. Cit., p. 162.
85
Núm. 50 (2004)
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28
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
No sabemos qué determinaba con exactitud la fecha de partida de los convoyes. Si hacia mediados del XVII parece que era
deseable estar de vuelta por Navidad, como fecha propicia para
la venta de vino, generalmente las flotas regresaban más tarde,
y hasta parece que puede afirmarse que se va produciendo un
retraso en las fechas de llegada de los barcos a Canarias, si
comparamos la década de 1670 con la de 1690.
PUERTO
DE
LA OROTAVA. ESTACIONALIDAD DE LAS ARRIBADAS
1650 Y 1725. EN % MENSUALES
ENTRE
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia
LAS PALMAS. ESTACIONALIDAD DE LAS ARRIBADAS
ENTRE 1650 Y 1725. EN % MENSUALES
FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia
422
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
29
La comparación entre los meses de arribada de los navíos al
Puerto de la Cruz y a Las Palmas resulta muy expresiva de las
características de uno y otro puerto. Mientras que en el primero el tráfico se concentra en los meses del otoño y del invierno,
cuando los caldos están recién envasados, el segundo muestra
una circulación de barcos más sostenida, con una navegación
estival no inferior a la media anual.
Naturalmente, la exportación de vino y la venta del mismo
resultaban afectadas por las fechas y las incidencias de las cosechas. Barcos llegados a Inglaterra desde Canarias, en los meses del otoño sobre todo, informaban de la calidad y cantidad
de los vinos obtenidos. En diciembre de 1673 se anuncia que la
cosecha ha sido muy corta, y que «la mitad de nuestros barcos
deben volver en lastre»89; en 1675 que, por haber habido pocas
lluvias, el vino es extraordinariamente bueno, pero hay menos
cantidad y es muy caro90. Otras veces la comunicación se hacía
antes de la vendimia, por supuesto en forma de previsión, no
siempre cumplida: en junio de 1676 se anunciaba la gran probabilidad de una cosecha abundante91; pero el exceso de lluvias
tardías dio lugar a que se recogiera menos vino del esperado, y
de baja calidad. Además, como se explicaba a Williamson, la
vendimia y el embarque se retrasaron en 1676-1677, y por esa
razón, y en contra de lo esperado, algunos barcos volvieron medio vacíos, otros llevaron los vinos «hirviendo», recién prensados, mientras que unos terceros esperaron al trasiego. Los precios, obviamente, subieron (hasta las 20 libras por pipa)92; y eso
que el vino, según otro informe, era «muy verde», por las lluvias recibidas cuando la uva estaba a punto de ser vendimiada93.
En ausencia de muelles y de refugios efectivos en los lugares próximos a las zonas de producción del vino, los barcos debían anclar frente a Garachico, el Puerto de La Orotava y San89
C.S.P., D.S., Nov. 1673-Feb., p. 446. 1675, 3 de diciembre de 1673.
C.S.P., D.S., Mar. 1675-Feb. 1676, p. 438, 8 de diciembre de 1675.
91
La información se extendía a otros extremos: que sería buen negocio
llevar trigo y que no había «piratas turcos». C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb.
1677, p. 203.
92
C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb. 1677, p. 498.
93
C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb. 1677, p. 572.
90
Núm. 50 (2004)
423
30
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
ta Cruz de La Palma, principalmente. En los abiertos puertos
tinerfeños, orientados al norte, los navíos carecían de abrigo, de
modo tal que el viento del noroeste los obligaba a interrumpir
las labores de carga y descarga y levar anclas, para alejarse de
la costa. Edward Barlow, en el Diario de sus navegaciones, narra sus dos estancias en Tenerife, en 1668 y en 1676, a bordo
de barcos que venían a cargar vinos 94. Los puertos de La
Orotava y de Garachico son descritos como lugares en los que
la estancia es peligrosa. Los barcos debían estar permanentemente en posición de navegar, atentos a los cambios del viento;
el fondo rocoso y la agitación del mar les rompieron cables y
les hicieron perder anclas; la comunicación con tierra, a bordo
de pequeños botes, provocaba accidentes, y era muy difícil, en
particular, el hacer aguada; en ambas ocasiones —una en enero y otra en octubre— hubieron de suspender la carga y hacerse a la mar, tardando hasta diez días en lograr regresar para
completar el embarque de los toneles; algunos barcos tuvieron que repetir dos o tres veces esa operación de levar anclas
ante la llegada de una borrasca. Quizás todo eso valía la pena,
ante el espectáculo del Teide, que lo impresionó, la feracidad de
la isla y la excelencia del Canary sack, al que califica de «el
mejor vino de Europa de su clase» y cuyos agradables efectos
describe95.
La carga de las pipas en pequeñas barcas y su transporte
hasta donde estaban anclados los navíos, situarse al costado de
los mismos, abarloados a pesar del balanceo de ambas embarcaciones, y embarcarlas luego en ellos, eran operaciones complicadas, a pesar de la pericia que debemos suponer en los barqueros y en los marineros. Luego venía la tarea de almacenar e
inmovilizar los toneles. Según Steckley, lo deseable eran los bar94
EDWARD BARLOW, Barlow’s Journal of his life at sea in King’s ships,
East and West indiamen and other merchantmen from 1659 to 1703,
Transcribed from the original manuscript by Basil Lubbock, 2 vols.,
London, Hust & Blackett, Ltd., 1934, Vol. I, Chapter X: «A Canary voyage
in the Reall Ffrenshippe», p. 139-148; Chapter XVII: «To the Canaries in the
Mayflower. 1676-7», pp. 281-285.
95
«Fuimos a una casa española a beber vino (...que) se metió en mi
cerebro antes de que me diera cuenta; pero es tan bueno que no hará daño
a nadie, pudiendo beber tanto como quepa en su barriga», idem., p. 142.
424
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
31
cos de dos cubiertas, en cada una de las cuales se colocaban las
barricas hasta una altura de tres; pues en los navíos con una
sola cubierta los envases se apilaban en alturas superiores, que
ponían en peligro la integridad de los mismos, mientras que en
los estrechos compartimentos de los de tres cubiertas el vino se
calentaba y podía estropearse96.
La navegación en el Atlántico durante los meses del invierno, aquellos en los que el vino se transportaba, con un producto delicado envasado en relativamente frágiles recipientes, daba
lugar también a no infrecuentes accidentes. Los documentos
ingleses están llenos de informes acerca de encalladuras y naufragios de barcos de la Canary fleet en el viaje de regreso, quizás en proporción no superior, desde luego, a otras flotas de
navegación invernal. En las Goodwin Sands, los peligrosos arenales próximos a Dover, encallaron no pocos barcos, cuya carga
se perdió total o parcialmente. En enero de 1670, treinta toneles de vino canario fueron vistos flotando por la zona, dedicándose a recuperarlos los habitantes de los puertos vecinos. Probablemente procedían del naufragio del Diligence, que se rompió
en pedazos, cargado con un «extraordinario» malvasía97. Otras
veces sus capitanes tuvieron que hacerlos encallar, procediendo
luego a la tarea de tratar de llevar a tierra los barriles de vino.
Un informe describe uno de esos intentos, el barco afianzado
con varias anclas y el mar rompiendo sus cabos98. Decenas de
casos podrían ser citados de barcos procedentes de Canarias
hundidos o encallados a su llegada a Inglaterra99. De otros sa96
G. STECKLEY, op. cit., pp. 160 y ss.
C.S.P., D.S., 1668-1669, p. 170.
98
En Broadstairs, cerca de North Foreland, 25 de diciembre de 1672.
C.S.P., D.S., 1672-1673, p. 317.
99
El John, de Londres, en Goodwin Sands (1669); el Bear, cerca de
Falmouth (1670); el Fours Arms, en Isle of Thanet, Margate (1672); el Rose,
en Milford, Gales (1675); el Ousley, de Plymouth, (1675); un pequeño barco de Pendennis, al confundir la entrada a ese puerto (1676); el Merlin, entre Dover y Deal (1676); el Edward and Grace, en North Foreland, en la
entrada de la bahía del Támesis (1676); el Morning Star, en las Goodwin
Sands, y el Industry, en Margate (1677); tres canarymen hundidos en 1677;
otro abandonado en la costa de Gales (1677); uno que naufragó en las
97
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32
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
bemos que fueron dispersados por las tormentas y perdidos al
menos temporalmente, sin que conozcamos su ulterior suerte.
En la documentación de las Aduanas inglesas encontramos
referencias a las frecuentes peticiones de los mercaderes importadores de vinos para que se les rebajasen los derechos de entrada de los mismos, alegando haber llegado los caldos en malas condiciones, o haber sufrido en el viaje algún contratiempo
que les hacía perder valor. En 1661, los comisarios de las
Customs descuentan a Arthur Ingram, un «considerable merchant», más tarde Gobernador de la Compañía de Canarias, 500
libras de las que tenía que pagar por una gran cantidad de vino,
por habérsele estropeado100; en 1676 el mismo Ingram —ahora
denominado Sir Arthur— consigue que se le devuelva parte de
lo pagado, porque un barril había perdido casi todo su contenido101. En otras fechas encontramos que se aplica una tarifa reducida a vinos defectuosos, en ocasiones por el agua salada que
había entrado en los envases102. El mal tiempo podía igualmente ocasionar retrasos no previstos y gastos adicionales. En enero de 1677 se concedió licencia para descargar 154 pipas de
vidueño que el Ruth, inglés, llevaba desde Canarias con destino
a Dantzig. Debido a las heladas y al estado del mar, el barco
tuvo que entrar en Londres, donde las barricas debieron ser
puestas en bodega, rellenadas y sus arcos cambiados103.
Multitud de anotaciones de los State Papers hacen referencia al lugar que el vino de Canarias ocupaba en la sociedad
inglesa. A Endymion Porter, cortesano, diplomático y experto
conocedor de obras de arte en la Inglaterra de los primeros
Estuardo104, lo encontramos citado frente a la Bolsa londinense
Dunas (1690); el Samuel, hundido en una tormenta (1690); uno estrellado
en el cabo Lizard (1695). C.S.P., D.S., y C.T.B., passim.
100
C.T.B., vol. I, 1660-1667. Early Entry Book VIII, pp. 129 y 231.
101
C.T.B., vol. V, 1676-1679, p. 146.
102
Ejemplos de 1672, 1673, 1676, enero, marzo y mayo de 1677;
C.T.B., vol. III, p. 1027; vol. IV, p. 87; vol. V, pp. 246, 526, 567 y 626, respectivamente.
103
C.T.B., vol. V, 1676-1679.
104
J. BROWN y J. ELLIOTT, La almoneda del siglo. Relaciones artísticas
entre España y Gran Bretaña, 1604-1655, Madrid, 2002, passim.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
33
para compartir un selecto Canary105. Repetidas son las autorizaciones de la Tesorería inglesa para que se permitiera la importación de vino canario, libre de derechos aduaneros, para la
casa del embajador de España106. En octubre de 1668, Samuel
Pepys recibe una comunicación acerca de un desplazamiento del
rey a Harwich, en dos yates: el domingo, después del paseo
matinal, Carlos tomó chocolate, mientras que el Príncipe y otros
bebieron Canary, antes de ir a la iglesia107.
Thomas Baskerville, en sus notas manuscritas acerca de sus
viajes por Inglaterra y sus tabernas, hacia 1683, sentenció:
Canary sack and Bristol sherry,
will make a sad man’s heart to be merry108.
Como hemos visto, a veces no resultaba fácil hacerlo llegar,
pero todo parecía valer la pena con tal de que Europa pudiese
paladear uno de los mejores vinos del mundo.
Mas no sólo se trataba de Europa. El vino de Canarias surcaba los siete mares. Las actas de la East India Company muestran cómo, desde el mismo año de su fundación en 1600, se
embarcaba vino canario en los navíos que zarpaban hacia el
Índico, para el consumo de sus tripulaciones109. Con ocasión de
la guerra de 1625-1630, que provocó escasez y encarecimiento
del caldo isleño, los documentos reflejan las gestiones de los
dirigentes de la Compañía para localizar en Londres bodegueros que tuvieran existencias de aquél, reflexiones sobre la conveniencia de esperar a que los precios bajasen después de la
vendimia, o acerca de la posibilidad de sustituirlo por muscadine
o vino blanco de Francia, como se decía que hacían los holan105
C.S.P., D.S., 1629-1631, p. 462. 1630.
120 pipas de vino en 1667, C.S.P., D.S., 1666-1667, pp. 444 y 581.
107
C.S.P., D. S., oct. 1668-dic. 1669, p. 9.
108
«El Canary sack y el jerez Bristol —una variedad dulce— harán que
se ponga alegre el corazón de un hombre triste». Thomas Baskerville’s
Journeys in England, Report of Historical Manuscripts Commission. 29.
Report of the Manuscripts of the Duke of Portland, p. 275.
109
C.S.P., Colonial Series (C.S.), 1513-1616, East Indies. China and
Japan, pp. 206, 279, 463, 1009, 1010; 1617-1621, p. 323; 1622-1624,
pp. 409, 566, 587.
106
Núm. 50 (2004)
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34
FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA
deses en Asia, o incluso por cerveza muy fuerte. En el seno de
esos debates aparecen dudas acerca de que esas bebidas fuesen
aptas para zonas cálidas, mientras que desde alguno de los barcos su capitán insistía en que la mayor parte del vino debía ser
canario, porque el vino blanco se avinagraba y los marineros lo
rechazaban110. Posiblemente hubo que suplirlo por otra bebida,
pues después de la guerra encontramos autorizaciones para
aprovisionar de vino canario a los capitanes «como antes»; aunque algunos se excedían, quejándose la Court de la Compañía
del «gran abuso practicado por los comandantes» al proveerse
de vino en sus almacenes111.
Pero el vino canario no sólo servía para el consumo de capitanes y tripulaciones, sino que era solicitado y cargado por
motivos políticos o diplomáticos, para ser degustado por los asiáticos. En 1625 se leyó en la Asamblea de la Compañía una carta de un agente en Asia advirtiendo de que sería un buen negocio el envío de «vino bien fuerte», porque a los nativos les
gustaba más que el «racke, la bebida ordinaria de aquellas tierras»112. Factores de la Compañía en Batavia pedían en enero de
1622, cuando aún no se había llegado al choque con los holandeses, el envío anual de algunas partidas de vino canario selecto para su mesa, con el cual corresponder a las atenciones de
éstos113. En 1627 se ordena embarcar en el Mary, de la Compañía, un barril de canario «extraordinario», para agasajar al
embajador —no sabemos, desgraciadamente, quién— cuando
subiera a bordo114. Y en 1634 vemos cómo se emplea para «gratificar a algunos amigos» en Macassar; y se acuerda regalar al
«rey» de Masulipatam con un presente anual de hasta 100 libras, siendo lo más recomentable el vino canario —nunca se
dice de qué tipo—, «que es de mayor estima entre la nobleza
que cinco veces su valor en cualquier otra cosa»115.
110
C.S.P., C.S., 1625-1629, pp. 234, 241, 254, 265, 268, 419, 423,
756, 762.
111
C.S.P., C.S., 1630-1634, pp. 94, 135, 151 y 305.
112
C.S.P., C.S., 1625-1629, p. 234.
113
C.S.P., C.S., 1622-1624, p. 5.
114
C.S.P., C.S., 1625-1627, p. 409.
115
C.S.P., C.S., 1630-1634, pp. 530 y 565.
428
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES
35
Después de la Staple Act y a pesar de las prohibiciones, el
vino de Canarias seguía llegando a las posesiones inglesas de
América del Norte , transportado desde las islas. En un informe
fechado en Boston en junio de 1676 se comunicaba que el último mes habían llegado cuatro barcos —un inglés, un escocés y
dos bostoner—, desconociéndose cuántos a los puertos próximos116. En 1679, otro informe a los comisarios de Aduanas denunciaba que continuaban llegando barcos desde Canarias, que
tocaban en Madeira y allí embarcaban un barril de vino de esa
isla, que era el que daban a probar al llegar a Boston como si
todos los toneles tuviesen el mismo contenido, siendo descargados sin otra comprobación117. En 1700 era el Gobernador de
Carolina el que decía haber embargado el vino canario que traía
el inglés Cole and Bean; en 1704 sucedía lo mismo en Nueva
York, con el Eagle118, pese a estar ya iniciada la Guerra de Sucesión española, que vino a sancionar la declinación del vino
canario en el mundo.
116
C.S.P., C.S., América and West Indies, 1675-1676, p. 408.
C.S.P., C.S., América and West Indies, 1676-1680, p. 1017.
118
C.S.P., C.S., América and West Indies, 1700, p. 32, y 1704-1705,
pp. 379 y 422.
117
Núm. 50 (2004)
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68
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
POR
LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
Una de las formas más usuales de redención de los cautivos
cristianos en Berbería fue a través de la acción de las dos órdenes dedicadas específicamente a esta tarea, La Merced y La Trinidad, cuya mecánica sufrirá pocas variaciones a lo largo de la
historia moderna. Obtenida la preceptiva licencia del Consejo de
Castilla y promulgado el decreto autorizándola y disponiendo las
condiciones, se publicaba un edicto de la orden que la realizaba, para incrementar mediante limosnas y adjutorios el dinero
disponible, además era obligatorio el pasaporte del país a donde
se dirigía, estableciendo las reglas de juego. El viaje por tierra
desde Madrid se realizaba vía Gibraltar en el caso marroquí o
por Cartagena en los restantes, bajo la custodia de una escolta
armada, puesto que llevaban importantes cantidades de dinero
y mercancías. El sistema funcionó correctamente, puesto que
únicamente nos consta el robo de 38.596 reales de vellón a un
trinitario provenientes de las donaciones de Córdoba1; además,
parece que los ladrones fueron apresados y una gran parte del
dinero recuperado2; en otra ocasión intentaron asaltar la caravana de la redención en Murcia, pero no lo consiguieron3. El
1
A.H.N., Códice 140B, f. 11v.
B. PORRES ALONSO, Libertad a los cautivos, Secretariado Trinitario, t. I,
p. 382, n. 48, Córdoba, 1997.
3
I. BAUER LANDAUER, Relaciones de África, Editorial Ibero-Africano-Americana, t. IV, pp. 118-124, Madrid, 1923.
2
Núm. 50 (2004)
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2
LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
viaje por mar también tenía sus peligros a pesar del salvoconducto musulmán: la redención trinitaria de 1650 en Argel fracasó, porque un navío de este origen apresó en Ibiza al de los
redentores y les robó los 240.000 reales de plata que llevaban
junto con el resto de la impedimenta. Al parecer, el saqueo se
produjo en contra de la voluntad del arráez, de nombre Rainot,
que no pudo impedirlo. No obstante, tampoco les reportó el latrocinio beneficio alguno a los corsarios, puesto que su navío
naufragó a 25 leguas de Argel, muriendo todos salvo cuatro.
Tres de ellos fueron apresados y ejecutados públicamente por el
Bajá y Diván, aunque el arráez logró huir. Las autoridades ofrecieron toda clase de excusas a las españolas, así como garantías en el futuro, pero no devolvieron el dinero. Para más desgracia, el celo de los frailes les llevó a contratar un navío para
informar personalmente en Argel de lo sucedido, que asimismo
naufragó, pereciendo todos4. También en la redención de 16681669 en Tetuán, tres navíos turcos atacaron a otros españoles
que llevaban a los trinitarios 85.000 reales y «otra mucha
haçienda de moros y judíos desta çiudad», matando a quince
soldados y capturando a otros, entre ellos un redentor. Los
trinitarios acudieron al alcaide que embargó un navío argelino
que estaba en aquel puerto, mientras que el rey marroquí ordenó la confiscación de todos los bienes de esta regencia en el país5.
Ignoramos el resultado de estas medidas, pero sin embargo,
para el conjunto de las redenciones los tres incidentes narrados
no son significativos. Es cierto, que los primeros interesados en
que no se produjeran estos hechos eran los propios berberiscos,
pues la reiteración de los mismos podía suponer el fin de los
rescates y del negocio.
Una vez en Berbería, sus autoridades contabilizaban la plata para cobrar el impuesto preceptivo. En el XVIII en Argel era
el 3%, y el gobernante lo tomaba directamente junto con el coste
estimado de los cautivos forzosos, como sucede en la redención
de 1724, donde apartó cinco cajones de plata por estos conceptos, enviando el resto a la Casa de la Limosna, residencia de los
4
5
432
B. PORRES ALONSO, op. cit., pp. 366-370.
A.H.N., 152B, fols. 88v-98.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
3
redentores6. En muchas expediciones especialmente en las de
Marruecos, se llevaban también mercancías para venderlas,
incrementando de esta manera sus ingresos y las posibilidades
de redimir, amen de que resultaban menos gravosas al no basarse sólo en plata. Aunque distintos autores, como Torreblanca
Roldán u otros, siguiendo la introducción de la obra de García
Navarro, afirman que a partir de 1608 el Consejo de Castilla
autorizó la saca de moneda y prohibió las mercancías excepto
las de los regalos, no parece cierto a tenor lo que escribe
Friedman y por los casos que expondremos7. Esta autora explica que, en 1609, el Consejo acordó que llevaran dinero para los
rescates y no mercancías, aunque exceptuó algunas de gran
demanda en Berbería, dejando su elección al criterio de los
mercedarios. El motivo de esta decisión es que se consideraba
que su adquisición y transporte era engorroso y que los religiosos no eran buenos mercaderes y no obtenían suficientes beneficios8. Las dos últimas afirmaciones no responden a la realidad,
a tenor de los ejemplos siguientes. El general trinitario descalzo
afirma que, en la redención de 1625 en Tetuán, se llevaron
30.000 reales en bonetes y tabaco, por los que se obtuvieron
23.500 de ganancia9. En las de 1648 a esta ciudad, llevan paños de Segovia, palmilla de Baeza y otros tejidos, bonetes, cochinilla y joyas. Los paños se compraron a 4.990 reales y se
vendieron a 11.680, a más del doble, las doce arrobas de cochinilla costaron 14.844 y su venta supuso 26.280 reales. El máximo provecho lo obtuvieron con las seis joyas que se enajenaron
a 19.470 reales, mientras que costaron únicamente 4.870. Como
podemos constatar los beneficios eran elevados, pues suponían
generalmente el doble de su valor en Castilla, mientras que en
6
B.N., Mss. 3589, f. 54 v. En cambio, en el XVII, parece haber sido un 5%.
M.ª D. TORREBLANCA ROLDÁN, La redención de cautivos en la diócesis
de Málaga durante los tiempos modernos. Universidad de Málaga, 2004 (tesis doctoral inédita). M. GARCÍA NAVARRO, Redenciones de cautivos en África
(1723-1725), p. 19, Madrid, 1946.
8
E. G. FRIEDMAN, Spanish captives in North Africa in the Early Modern
Age, The University Wisconsin Press, p. 122, Athens, 1983.
9
Memorial del General de la Orden de los Descalços de la Santísima Trinidad, Redención de Cautivos contra el arbitrio dado por el Capitán
Guillermo Garret..., Academia de la Historia, t. CVI.
7
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433
4
LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
el caso de las joyas lo cuadriplican. Claro, que no siempre era
factible obtener estos márgenes por distintas circunstancias,
como los accidentes: en la misma redención se tuvieron que
desprender de los bonetes a la mitad o a la cuarta parte de su
valor porque se estropearon los cajones donde eran transportados10. En cambio, en la de 1654 se venden los que se compraron a 3.520 reales en Toledo a 8.400, mientras que las treinta
arrobas de cochinilla lo fueron a 100 reales la arroba y en la
anterior redención a ochenta11. Otros productos que aparecen en
la documentación, son hilo de oro y géneros indianos: perlas,
jengibre, tabaco, etc. Como vemos, la liberación de los cautivos
contribuía a la prosperidad del comercio y al de algunos sectores de la artesanía española, aunque fuera de manera limitada,
lo que de alguna forma paliaba la saca de numerario. No era
infrecuente que se usaran las mercancías para complementar el
dinero de los rescates, como sucede con el tinerfeño Antonio de
Sanjuán, que es comprado en Tetuán en 1648 por 2.200 reales,
cuatrocientos en moneda y el resto en doce docenas de bonetes;
o con él grancanario Juan de Pineda, cuya libertad costó 2.100
reales, 600 en moneda y el resto en bonetes12.
Tras instalarse en la vivienda que se les proporcionaba previo pago, la denominada Casa de la Limosna, los redentores esperaban la llamada de las autoridades para comenzar las negociaciones. Estas colocaban guardias, no sólo para proteger el
dinero, sino también para impedir las exigencias a que eran
sometidos los redentores, como sucede en 1587 cuando les ponen un jenízaro ante la puerta por las molestias que les causaban otros turcos que les pedían comida y dinero continuamente 13. Generalmente iban dos por religión, acompañados del
inevitable escribano, que debía ir dando fe del desarrollo de la
empresa, especialmente de los gastos, y que inscribiría a los
cautivos liberados. Fray Gaspar de la Asunción, general de los
trinitarios descalzos, estimaba en 1632 que su salario era demasiado elevado y proponía como alternativa el emplear uno de los
10
11
12
13
434
B.N., Mss. 3631, fols. 48-50v.
A.H.N., Códice 137B, f. 33.
B.N., Mss. 3631.
A.H.N., Códice 122B, f. 233 v.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
5
presidios cercanos al lugar de la redención, que saldría más
barato. Además, los critica porque iban únicamente guiados por
el interés, e insinúa que prevaricaban, pues añade que además
del sueldo obtenían «otro que esperan sacar mayor con sus inteligencias», lo que según explica tendrían que impedir los redentores «por el mal exemplo que a fieles, e infieles se causa»14,
quizás posibles corruptelas para favorecer a determinados cautivos. En la recepción era preceptivo la entrega de regalos valiosos, generalmente joyas, aunque también tejidos preciosos o alimentos delicados: chocolate o dulces. En 1648 el alcaide de
Tetuán recibe una esmeralda «del tamaño de un guevo entre
unas cuatro garras de un león de oro» por valor de 1.400 reales; en la de 1724 el dey de Argel una sortija para su mujer, dos
para él y «otros diferentes jéneros»15. Con frecuencia, tras las
cortesías usuales surgían los problemas. Uno de ellos consistía
en que los parientes de berberiscos cautivos en España presionaban al diván para que no autorizara la salida de la redención
hasta que los religiosos consiguieran su retorno, como sucede
en 1627, cuando los familiares de Tabac Arráez (quizás el que
invadió Lanzarote en 1618) reclamaron su libertad, pues había
sido apresado por los cautivos cristianos de su navío que lo
habían llevado a Menorca16, aunque finalmente se consiguió la
licencia para el regreso a cambio de un soborno de 2.400 reales. Asimismo, el gobernador de Tetuán prohibió en 1668 la salida de los cautivos hasta que devolvieran a su padre una muchacha que había sido rescatada en Gibraltar, pero que su amo
se la había quedado para bautizarla. Además, surge un nuevo
problema porque el gobernador denuncia que diez moros que
habían sido liberados eran empleados en las galeras, y solicita
su entrega. Finalmente llegan a un acuerdo, dejando a un cautivo en rehenes por la mora, mientras el gobernador de Ceuta
se compromete a liberar los diez galeotes17. Las noticias que llegaban de España sobre malos tratos o sanciones inquisitoriales
a moros cautivos o moriscos provocaban reacciones hostiles,
14
15
16
17
ACADEMIA DE LA HISTORIA, Memoria del General de..., t. CVI, núm. 32.
B.N., Mss. 3631, f. 50 y 3589, f. 55.
B.N., ms. 3872.
A.H.N., Códice 142B.
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
como sucede en Argel en 1675 cuando llegan cartas de diversos
lugares de la Península, denunciando que les forzaban a renegar y que la Inquisición no les permitía enterrar a sus muertos
a su usanza18. Aunque los principales conflictos surgían porque
a veces las autoridades no respetaban los términos del pasaporte y pretendían incluir el mayor número de esclavos suyos y de
otros dignatarios como forzosos por unos precios abusivos. Por
supuesto, los frailes tenían estrictas instrucciones al respecto que
determinaban a quién se podía redimir y el orden a seguir. En
primer lugar se debía liberar a los cautivos para los que hubieran recibido adjutorios, que en el caso de que no se les encontrara o hubieran renegado se debía devolver, salvo que se hubiera dispuesto otra cosa. El resto se debía emplear en rescatar
a naturales de los reinos de donde provenían las limosnas, prefiriendo en primer lugar a mujeres y niños «por haber más riesgos». Esta era la teoría, pero la práctica no siempre concordaba
con ésta. En primer lugar, porque los propios redentores en ocasiones no se atenían a ellas en su afán por liberar la mayor
parte de los esclavos posible, por lo que más que las instrucciones primaban otros considerandos, como los precios o el inminente peligro de que renegara algún cautivo. Pero sobre todo
las órdenes se desvirtuaban por la intervención de las autoridades, que intentaban que los frailes redimieran a todo tipo de esclavos y no a los que estaban obligados. Los conocimientos geográficos de nuestros frailes eran más bien limitados, de ahí que
en más de una ocasión incluyeran Lanzarote entre los territorios no castellanos, a pesar de que posteriormente rescataban a
sus naturales19. Asimismo, en la redención de 1640 en Tetuán
es rescatado por orden del Consejo de Indias D. Pedro Bravo de
Acuña, hijo del «birrey de las Canarias» de igual nombre; independientemente de la inexistencia del cargo, no hemos encontrado ningún capitán general ni corregidor con tal apellido,
aunque podría ser el materno20.
A medida que las redenciones se institucionalizaron, los frailes intentaron evitar los posibles abusos de los gobernantes
18
19
20
436
I. BAUER LANDAUER, Relaciones, t. IV, pp. 70-76.
A.H.N., Códice 126B, f. 14.
B.N., Ms. 6573.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
7
berberiscos pactando en los pasaportes o salvoconductos que
expedían sus regímenes los pasos a seguir. En el XVIII, se especificaba en los mismos el número de cautivos forzosos que había
que rescatar y sus precios, lo que sin embargo no implicaba que
siempre se respetara el «pacta sunt servanda», pues dependía del
talante del gobernante, del número de esclavos disponibles y de
otras circunstancias. En la documentación apreciamos como en
este siglo, cuando el corso argelino está en decadencia, arrecian
las quejas de los religiosos sobre la arbitrariedad de los deys.
Tomemos como ejemplo la redención mercedaria de 1724 en
Argel21. Según el pasaporte, los forzosos a comprar eran treinta
y ocho, todos españoles, que pertenecían a distintos personajes:
seis al gobernador y otros dieciséis de su cocina y del baylique o
prisión estatal a 2.150 reales cada uno. Los restantes pertenecían a los principales jefes militares, a los escribanos de palacio,
al guardián del puerto, y hasta a los cocineros del dey. No obstante, cuando los redentores pretenden atenerse a la letra del
acuerdo, comienzan los problemas. De los seis de la golfa (sala
del palacio), tres resultan ser extranjeros, un portugués, y para
más inri, dos holandeses protestantes, y aunque los frailes intentaron que al menos se sustituyeran a estos últimos por dos
católicos, no pudieron, por lo que tuvieron que comprarlos a
10.400 reales nada menos, incluyendo siempre los 400 del impuesto de salida, denominado «de puertas». La siguiente «novedad» fue que en lugar de los ocho cautivos de la cocina se les
entregaron once, y entre ellos varios extranjeros, entre los cuales había de nuevo protestantes. A pesar de las protestas de los
redentores que argumentaban que iba contra lo pactado, que
sus caudales eran escasos y únicamente para el rescate de los
españoles, tuvieron de nuevo que aceptarlos a todos ante la intransigencia del gobernante, pagándolos en este caso a 5.570
reales cada uno. La diferencia de precios con los anteriores
puede deberse a que los primeros fueron seleccionados entre
menores de dieciocho años, incluso los hay de diez. En total liberaron a ocho españoles y once extranjeros, cuatro de ellos
nórdicos protestantes. Podemos imaginar el enfado de los frailes, sobre todo ante esta última circunstancia, pues realmente
21
B.N., Mss. 3589.
Núm. 50 (2004)
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
no dejaba de ser paradójico que los mismos que demonizaban a
los «luteranos» y los perseguían en su país, se vieran obligados
a liberarlos en otro. Aunque también es cierto, que en ocasiones venían con mandas de algún patronato destinado a extranjeros, de los que no se menciona su credo22. A continuación se
trató del rescate de ocho inválidos del bailique pactados en el
pasaporte y de nuevo se producen «innovaciones», pues el gobernador a pesar de las consabidas protestas consigue venderles
dieciséis de los más ancianos; además, como uso y costumbre
entre ellos había siete extranjeros. Las edades oscilaban entre los
cincuenta y setenta años, y el precio consistió en 2.720 reales
por persona. La empresa continuó en los mismos términos, incluyendo nuevos esclavos forzosos del entorno del pachá, hasta
totalizar un total de 153 esclavos de este tipo. Después, se procedió a rescatar a los de particulares que sumaron 122, menos
que los anteriores y a un precio más bajo, pues cuarenta y siete
se vendieron a menos de 2.000 reales, treinta y ocho entre
2.000 y 3.000 y de los treinta y siete restantes, tan sólo cuatro
superan los 5.000 reales. Entre los aspectos a resaltar es de destacar que siete son liberados por el derecho de puertas, 400 reales o poco más, lo que implica que habían comprado su libertad al margen de la Redención; en la de 1723, el dey argelino
calculaba los adjutorios entregados en Argel por los propios cautivos en 30.000 o 40.000 reales23.
Nueve de los rescatados eran soldados apresados en la pérdida de Orán, para los que se traía el encargo de la Corona de
liberarlos, lo que se ejecutó a razón de 3.000 reales cada uno.
Además, otros siete de particulares fueron adquiridos a «personas de mayor estimaçión de esta república, a causa de no poderles faltar». El motivo de esta «atención», quizás esté relacionado con la apreciación que hacen los frailes de hallarse con
poco caudal para liberar a los esclavos de particulares «por lo
mui tiranizado que el gobernador se a portado con los del baño
22
M.ª DOLORES TORREBLANCA ROLDÁN, «Cautivos extranjeros en la Málaga moderna», Los extranjeros en la España Moderna, Málaga, 2002,
pp. 767-768.
23
M. GARCÍA NAVARRO, Redenciones de cautivos en África (1723-1725),
p. 104, Madrid, 1946.
438
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
9
del vailique, pues la mayor parte del referido caudal se a quedado su exª. con él, cosa que se an quexado mui amargamente
los patrones que no pueden vender sus cautivos por esa zircunstanzia». Quizás los frailes intentaron a través de este favor atemperar cualquier incidente que pudiera perjudicar la redención,
pues al menos conocemos dos casos, uno en Marruecos y otro
en Argel, donde los dueños de esclavos ante la imposibilidad de
venderlos por la codicia de las autoridades que impusieron los
suyos, se sublevaron en una e intentaron matar al dey en otra.
El total del coste de los cautivos ascendió a 943.370 reales,
con el impuesto de puertas, de los cuales 603.200 correspondieron al pachá. En realidad, la mayor parte, los del baño del
baylique, pertenecían teóricamente a la regencia. Otros 51.560
reales provenían de los esclavos forzosos de los allegados al poder, y el resto a particulares. En definitiva, las dos terceras partes de los ingresos por la venta de los esclavos fueron a parar al
dey, al tesoro público y a los poderosos de Argel, y los particulares se beneficiaron únicamente de un tercio. El total de la redención, la data, supuso 990.467 reales, al añadirle los pequeños e innumerables gastos restantes resultando un déficit de
3.440 reales, lo que no resulta excesivo.
CAUTIVOS
Y REDENTORES
Las relaciones entre los cautivos, o al menos algunos de ellos
y los redentores, no eran tan idílicas como pudiera parecer, y no
solo como sería lógico, entre los que veían frustrada sus esperanzas de libertad. Temprano nos comenta las apreciaciones de
un trinitario en un manuscrito de 1670, donde explica que: «Antes de ser rescatados eran corderos, y rescatados se vuelven leones». Además establece distintas categorías peyorativas entre
ellos: los «jactanciosos», que presumían de un status en España
que distaban de tener y hacían elevar los rescates24, los «bella24
Aunque quizás no entre exactamente en esta categoría, García Navarro explica el rescate infructuoso de la mujer de un capitán y su familia,
debido al elevado precio en que los habían tasado los argelinos. La señora
le espetó al fraile «juzgando con alguna vanidad y no mucha discreción,
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
cos», que si no lo eran cuando libres se volvían en el cautiverio, los «mentirosos» por sistema e «ingratos» una vez rescatados, etc. Al parecer, los soldados destacaban entre los poseedores de estas «cualidades», pues un fraile afirmaba que algunos
eran «demasiado impertinentes» y exigentes. Otro grupo «profesional» que sobresalía en este sentido, eran las prostitutas cautivadas en las galeras que llevaban a la tropa y que se caracterizaban por su ligereza de lengua y porque por sus «bocas
infernales» proferían las mayores atrocidades.
Podemos imaginar las esperanzas que suscitaba la presencia
de los redentores entre los pobres esclavos y los esfuerzos que
harían para poder ser seleccionados. Un religioso cautivo nos
describe la llegada a Argel «estando ya las murallas coronadas
de cautivos, que con alaridos manifestavan su gozo». Estando
ya en su alojamiento, les asaltaban con sus peticiones de libertad, explicando sus múltiples miserias «que son tales, que no es
posible discernir la primera». Cuando consiguieron que se fueran y tras cerrar las puertas, algunos en su desesperación se
ocultaron en las caballerizas debajo del estiércol y otros incluso
debajo de un montón de cal viva del que salieron quemados25.
En un texto similar, un religioso rescatado, explica como el acoso de los cautivos era tal, que los guardias turcos no podían
contenerlos y se entraban en su casa por las terrazas de las
vecinas y hasta tal punto eran numerosos, que con su peso se
cayó un corredor26. Algunos recurrían incluso a la intimidación,
como cuatro jóvenes catalanes que amenazaron a los religiosos
en Argel con apostatar si no los compraban, ante lo cual cedieron los frailes. La desesperación sería considerable entre los que
quedaban excluidos de la libertad por su nacionalidad, como un
castellano que fue recriminado por algunos aragoneses que le
reprocharon el insultar a los frailes porque no tenía derecho a
ser liberado, pues la redención se hacía con dinero de la Corona de Aragón27. Por su parte, un cautivo extranjero recriminó a
que no era crecido precio por una mujer como ella», a lo que el religioso
le respondió galantemente: «que su merced valía mucho, pero la redención
no tenía tanto». FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit., pp. 106-107.
25
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t, IV, pp. 87-93.
26
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76.
27
E. TEMPRANO, El mar maldito, Mondadori, Madrid, 1989, pp. 168-170.
440
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
11
los redentores, de una manera más sutil y apelando a argumentos religiosos:
«Partíos, padre, navegad contento, con los que lleváis libres,
por ser de vuestra patria, que si la compra que de ellos avéis
hecho, os adquiere nombre de piadoso, el rigor con que nos
dejáis expuestos a la desesperación os le convertirá en el de cruel
y de inhumano. Cristo a todos redimió universalmente, porque
si hiciera como vos y vuestros compañeros ecepción de personas y rescata del pecado a sólo los hebreos, no se si granjeara
el título glorioso... de redemptores». Y concluye amenazando:
«¿Qué imagináis que conseguisteis de esa elección apasionada?
El apostatar nosotros del baptismo, más por el envidioso despecho de vuestro menosprecio que por sugestiones de el deleyte, a
que los moros nos convidan»28.
De ahí que veamos alusiones a actitudes hostiles de los protestantes, aunque también de los muchachos berberiscos hacia
los redentores, como el que nos explica que aunque por lo general eran respetados «del pueblo y esclavos hereges padecieron
muchos ultrajes, escupiéndoles en el rostro y mesándoles las
barbas». Y continua narrando como en una ocasión iban unos
religiosos acompañados de dos niños turcos y fueron atacados
por una tropa de cautivos herejes, que sin embargo tuvieron que
huir porque los dos niños los defendieron con piedras29. El autor de una relación de la redención de 1682 en Argel, explica
que transcurrió bien en términos generales «Dexando los
ultrages comunes del escupir, mesar las barbas, y apedrearles
Morillos baladíes muchachos, y Cautivos hereges»30. No obstante, parece que las autoridades sancionaban estos comportamientos, tal como expresa un religioso que describe el edificante
ejemplo de un redentor, que habiendo sido abofeteado por un
moro, fue defendido por un turco que quiso llevar al agresor
ante el diván, donde hubiera sido sancionado al menos con
doscientos palos. Terció el religioso a favor de su ofensor, ofre28
Citado por M.ª D. TORREBLANCA ROLDÁN, La redención de cautivos en
la diócesis de Málaga durante los tiempos modernos, Universidad de Málaga, p. 235 (tesis inédita).
29
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76.
30
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. Iv, pp. 120-124.
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
ciendo la otra mejilla, ante lo cual «quedó corrido el Moro,
edificado el Turco, y el Redemptor muy contento»31. Por otra parte, también los que esperaban ser liberados pero no lo conseguían, expresaban su lógico malestar, como el grancanario Tomás Báez de la Fuente, quién escribe en 1629 desde Argel a sus
padres tras ser rechazada su solicitud de rescate por los religiosos, que: «ellos vienen acá sino a llevar las bolsas llenas y ansí
no se acuerdan de los que pasan trabagos»32. La acusación es
sin duda calumniosa, ya que generalmente los redentores gastaban todo el dinero que traían e incluso el que no aportaban,
pues como hemos visto no era inusual pedir préstamos. Pero
aún más, el cuarto voto permitía a los mercedarios quedarse en
rehenes por algún cautivo cuando se agotaban los fondos, lo
que sucedió en más de una ocasión. En alguna bastó la mera
proposición de ejercer esta potestad para conseguir su propósito, como acaece en la redención de Túnez de 1725, cuando el
Bey y los principales moros y turcos «anduvieron tan cortesanos, y galantes» que rechazaron la propuesta y se conformaron
con que se firmaran obligaciones de pago33. También es cierto
que sabían que cobrarían, pues en caso contrario no habría más
rescates. Pero la desesperación de los cautivos excluidos de la
redención es comprensible, y no sucede únicamente con los más
humildes. D. Baltasar de Villalba, antiguo gobernador de Mazalquivir, vio frustrado su rescate porque al parecer los argelinos
creían que si la concedían perderían de nuevo aquella plaza,
pero el cautivo «ofuscado de sus deseos» escribió cartas «bien
acres» a la Corona quejándose de los redentores34. Algunos en
su frustración, recurrían a medios más drásticos, como el manchego que vio truncada su liberación en Argel porque su patrón
pensaba que era un hombre acomodado y exigió 88.000 reales
por su persona. Ante la imposibilidad de salir de su esclavitud,
el cautivo mató a su dueño y le robó su dinero, huyendo a continuación. El crimen no fue descubierto hasta tres días después,
provocando el malestar ciudadano y muchas molestias a los
31
32
33
34
442
I. BAUER LANDAUER, Relaciónes..., t. IV, pp. 87-93.
A.M.C., Inqui., leg. XXXVI-1.
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 331-340.
FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit., p. 105.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
13
redentores, pues les acusaron injustamente de tenerlo escondido35. En la redención de 1682, unos cautivos cristianos rompieron dos paredes de la casa donde se alojaban los frailes y robaron un cajón con 25.000 reales. Todos fueron capturados menos
uno, que logró huir con los 5.000 que no se encontraron36.
Claro, que también los religiosos, o al menos algunos, no
destacaban precisamente por su discreción, como un fray Jerónimo de Ortega, que «trató con rigurosa acrimonia» a un cautivo porque no había tenido un buen comportamiento en la rendición de Orán. O el discurso que espetó García Navarro a una
multitud de cautivos a los que se veía imposibilitado de liberar
por las excesivas exigencias económicas del dey: «empecé a
reprehenderles y afearles su licencioso modo de vivir; pues no
permitiría Dios tales violencias y tiranías sino ubiera entre ellos
muchos malos cristianos»37. Es de imaginar el sentimiento de
muchos de los cautivos hacia los mercedarios, que además de
ver frustrada su libertad, les inculpaban de su desgracia.
También se producían disensiones entre los cautivos, divididos por sus respectivos credos: protestantes, católicos y ortodoxos. D’Aranda nos describe una áspera trifulca entre rusos,
españoles e italianos, motivada porque éstos los insultaron denominándoles «perros heréticos, salvajes y enemigos de dios», a
la vez que los agredían con el consentimiento del guardián del
baño, pues los berberiscos alentaban estas contiendas para dividir a los cautivos. Además también se producían por motivos
políticos, como la que tiene lugar entre portugueses y españoles
en 1641, a causa del comienzo de la guerra de emancipación
lusitana38.
LAS
CRÍTICAS A LA OBRA REDENTORA
La obra redentora tenía también sus detractores. No por la
benemérita labor de estos religiosos en sí, sino por las ingentes
35
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76.
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 118-124.
37
FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit. pp. 92 y 102.
38
Citado en R. C. DAVIS, Christian Slaves, Muslim Masters, Palgrave
Macmillan, Londres, 2003, pp. 112-113.
36
Núm. 50 (2004)
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
cantidades de dinero que implicaba. Feijoo reproduce un texto
bien significativo al respecto:
«Opinión fue, y aun de quién la podía dar por ley, si no fuese contra la Cristiandad, que no se redimiese nadie, porque cesando el interés de la redención no se cautivarían tantos. Pero
como sea una de las siete obras de misericordia, es tan buena
la redención como es mala la cautividad. Asimismo, fuera de
que no habría tantos cosarios ni tantos cautivos, no daríamos
nuestros dineros a nuestros enemigos. No renegarían los que
reniegan, que es lo peor de todo»39.
Aunque también se critica la política norteafricana de la
monarquía, pues algunos autores preconizaban la conquista de
las bases corsarias como forma de evitar la salida de dinero que
fortalecía a los berberiscos. En palabras de Martínez del Villar:
«Después desto redime V. Mag. conquistando a Argel y Bugía
un lastimoso tributo, que de muy grande cantidad en efecto le
paga cada año España so color de redimir cautivos, y además
de pagar tributos de tanta nota, es traer a España e a toda la
Cristiandad las nefandas costumbres que les enseñan en Argel,
y tanto cuando por nuestros pecados acá»40. Como vemos no se
argumentan únicamente motivos económicos, sino que se insinúa que los cautivos al retornar difunden las prácticas homosexuales que supuestamente aprendieron en Berbería.
Conocemos un temprano ejemplo de esta polémica en Canarias, a través de la autodelación de Francisco López ante el inquisidor Padilla en la visita de 1532 a La Palma. López explicó,
que en una discusión acerca del dinero que salía de Castilla para
estos fines, que evaluaba en 100.000 ducados, razonó que si se
prohibieran las redenciones durante tres o cuatro años, los
corsarios dejarían de capturar cristianos. El inquisidor se limitó
a reprenderlo manifestándole que: «no cure de hablar tan largo
de aquí en adelante»41.
En la época del arbitrismo, no podía faltar una opinión al
respecto, quizás la que originó la polémica más conocida. La
39
R. FEIJOO, Corsarios berberiscos, Barcelona, 2003, p. 149.
En M. A. BUNES IBARRA, La imagen de los musulmanes y del norte de
África en la España de los siglos XVI y XVII, C.S.I.C., Madrid, 1989, p. 181.
41
A.M.C., Inqui., leg. CLVI-1.
40
444
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
15
protagonizó el capitán Guillermo Garret, en torno a 1632, a
través de una memoria en la que sostenía que los 100.000 ducados anuales en los que calculaba las redenciones constituían
de facto un aliciente para el corso. En su lugar preconizaba el
empleo de ese dinero en la creación de una escuadra de seis
navíos, que además de servir como escuela de pilotos y marinos,
proporcionara con sus ataques a los barcos y costas berberiscas
los cautivos necesarios para canjearlos por cristianos. La armada estaría bajo control de las dos órdenes redentoras, que aplicarían el dinero de los rescates a su mantenimiento, controlando su funcionamiento.
El escrito motivaría la lógica y pronta contestación del general de los trinitarios descalzos, fray Gabriel de la Asunción,
oponiéndose vehementemente al proyecto42. A través de seis puntos, en los que emplea profusamente textos de los santos padres
y de los papas, desgrana su respuesta, no sin antes efectuar una
crítica feroz de los arbitristas. Los tacha de «sobrados y ociosos,
faltos de conciencia, y llenos de fantasías que derraman por
momentos en gran daño y perjuizio del tiempo necesario q.
gastan a los ministros de su Majestad, hasta que averiguan la
poca sustancia y subsistencia de lo que les proponen con superficial utilidad de la causa pública, y de la del Príncipe». En su
exposición, explica como las dos órdenes redentoras fueron creadas para esta función, y cambiarlas de la misma para dedicarlos a tareas militares, significaría abdicar de los fines para los
que profesaron «con que tendrían acción a volverse al siglo, y
dexar el hábito de Religiosos». Señala que la función de estos
frailes no era «presidir y gobernar escuadras», pues en un segundo memorial, el capitán Garret había planificado el papel de
los redentores en la misma, alternando las dos religiones el
mando o bien teniendo cada uno la suya. Además, el contacto
con la tropa no sería aconsejable, «pues soldados y marineros,
son la gente más estragada y derrotada que tiene la República».
Explica también, que su papel no consistía únicamente en redimir a los cautivos, sino también consolar espiritual y material42
Memorial del General de la Orden de los Descalços de la Santísima
Trinidad, Redención de Cautivos contra el arbitrio dado por el Capitán
Guillermo Garret..., Academia de la Historia, t. CVI.
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LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
mente a los que se quedaban, animándolos para que resistieran
sin apostatar, lo que muchos harían al verse sin posibilidad de
alcanzar la libertad. Advierte también, y seguramente de forma
nada inocente, que el empleo del dinero destinado a los rescates en la formación de la escuadra podría traer grandes desgracias a los gobernantes que lo permitieran, señalando varios casos en los que así sucedió. Entre ellos el del rey D. Sebastián,
reciente en el tiempo, que por apropiarse de los caudales destinados a una redención para su ejercito a pesar de la advertencia de los trinitarios, murió en la derrota de Alcazarquivir. Insiste en las consecuencias negativas que tendría este proyecto, en
una clara advertencia a los gobiernos, pues Dios y la Virgen
darían o pedirían «castigo exemplar contra todos los que en esto
interviniesen en hecho o consejo». El cambio de uso de los fondos redentores no puede autorizarlo ni siquiera el Papa, excepto que existiera una causa legítima, lo que obviamente no es el
caso. Tampoco el Rey puede hacerlo con los dineros de patronatos y dotaciones eclesiásticas y legas. Niega que el coste de
las redenciones sea de 100.000 ducados, pues no llegan a
20.000, y respecto a que los berberiscos obligan a liberar únicamente a viejos y tullidos, lo rebate explicando que por cada veinte de ellos hay ochenta o noventa niños y mozos. Respecto a la
crítica por la salida de dinero que permite a los moros armar
nuevas fustas y seguir con sus ataques, contesta que además de
ser común a todos los rescates, más dinero sale con el comercio
a Berbería. Razona, que aunque acabasen las redenciones, no
por ello cesaría el cautiverio de los cristianos, pues nadie podría
impedir que sus familiares intentaran liberarlos con su dinero,
o peor aún con limosnas que irían en detrimento del mantenimiento de la escuadra. Además, aún sin rescates, seguirían los
apresamientos de cristianos para hacerlos trabajar como esclavos o para venderlos en Turquía, y aún peor, matarían a los que
no les fueran útiles, tesis que se empleaba con asiduidad: «es
certissimo que los Moros dieran muerte a los cautivos, que no
fueran a propósito para su servicio y para el trabajo, y es infalible que los más principales Caballeros, y los que se criaron en
regalo, que perecieran los primeros»43.
43
446
M. A. BUNES IBARRA, op. cit., p. 182.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
17
También critica la operatividad de la proyectada armada, que
según Garret ahorraría la guarda terrestre en las costas, señalando como en Valencia doce años atrás se suprimieron, y con
el dinero de su coste se construyeron cuatro galeras, que no
pudieron impedir los ataques corsarios, por lo que se restableció la situación anterior. En el último punto, el sexto, entra en
los ataques que hace a las redenciones, aceptando implícitamente algunos y sugiriendo, él también, «arbitrios». En primer término, aborda el problema de los abusos de los berberiscos que
no guardan lo pactado, y propone como remedio suprimir las
redenciones en Argel, que es donde más se producían. En su
lugar, se debía acudir a los mercados usuales y a otros nuevos,
como Salé a través de La Mámora, con los que los argelinos
cambiarían de actitud. La segunda crítica se refería a que los
berberiscos forzaban a que se compraran fundamentalmente
ancianos e impedidos, así como bienvenidos y cautivos cortados,
mientras que los muchachos, niños y mujeres quedaban esclavizados y expuestos a renegar. Para obviar estos inconvenientes
propone que no se lleven fondos a los lugares donde rescatan,
sino que los dejen en los presidios africanos cercanos. Un fraile
pasaría a negociar con los berberiscos, y una vez concordados,
se intercambiarían en el puerto español los cautivos por el dinero, tal como se realizó en la redención de 1625 en Tetuán.
Niega que la mayoría sean ancianos o impedidos, y apela al
testimonio ocular de los españoles que los ven en las procesiones que se realizan al retorno. Respecto a los cortados, es decir
aquellos cautivos que ajustan un precio elevado con sus amos a
cambio de un mejor trato, es partidario de no rescatarlos, pues
alega que obligan a sus parientes a empeñarse y pedir limosna
para enviarles una parte del rescate, que además no entregan
en su totalidad a los redentores. La mala opinión sobre esta
modalidad de rescate la compartían otros muchos, pues como
se explica en una relación de la redención de 1686, donde tras
exponer como los religiosos tuvieron que responsabilizarse de
liberar a una hija del regente de la Audiencia de Mallorca por
una crecida suma, afirma que causan mucho daño los que se
cortan, pues en muchas ocasiones no se les puede liberar por
su elevado coste, y si se hace, es en detrimento de otros muchos
Núm. 50 (2004)
447
18
LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
pobres que se podrían haber rescatado con aquel dinero44. Con
los bienvenidos, los soldados que huyen de la miseria de los presidios a tierras berberisca, para posteriormente ser rescatados y
retornar a España, también piensa que no se debían liberar, lo
que impediría en el futuro las deserciones. Niega que los
adjutorios se empleen en otras personas que en los designados,
y advierte que las limosnas que catedrales y cofradías entregan
a los parientes de los cautivos, debían darse directamente a los
redentores, pues sucede que les señalan «cuatrocientos, o seiscientos ducados, y dar los parientes al Redentor ciento, y quedarse lo demás». Por último, rechaza que los gastos ajenos a los
rescates sean elevados, pues afirma que no llegan ni a la décima parte de lo que presupone Garret, para lo que se remite a
los libros donde se inscriben.
Otro escrito a favor de las redenciones, obra de un mercedario, lleva por título: «Discurso cristiano y político sobre la
redención de cautivos»45. Es la contestación a una propuesta
en la línea de Garret, con argumentos similares, aunque además expone que las redenciones tienen como consecuencia el
que los soldados peleen con menor ahínco, al saber que pueden ser rescatados, y pone como ejemplo que Roma no liberó
por esa causa a sus prisioneros de Cannas. La respuesta utiliza razonamientos similares a los de fray Gabriel, replicando a
la afirmación anterior con el argumento que si los soldados no
pudieran ser liberados, nadie querría ejercer la profesión. Critica la construcción de la flota, pues afirma que su mantenimiento anual ascendería a 100.000 ducados, y que además las
limosnas disminuirían, puesto que lo que mueve a la piedad a
los fieles son principalmente las procesiones de los cautivos,
que desaparecerían. Por último mantiene que las dos ideas no
son incompatibles, puesto que es tarea de los monarcas no
sólo liberar cautivos, sino también asegurar los caminos, mares y costas para que no peligraran sus vasallos. La polémica seguiría latente en el tiempo, como lo demuestra el que
el Capitán General de Cataluña reiterara a Ensenada la pro44
45
448
I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 153-161.
B.N., ms. 3865.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
LAS POLÉMICAS REDENCIONES
19
puesta de suprimir los rescates y con ese dinero construir una
flota46.
Nos atreveríamos a afirmar, aún sin conocimiento de causa,
que esta problemática precede a la Edad Moderna y se debió
producir en todos los tiempos y culturas, lo que entra dentro de
la lógica. Una prueba de que es anterior a nuestro memorial, lo
constituye el ejemplo isleño que hemos expuesto, donde curiosamente se cifra el gasto de los rescates en 100.000 ducados, la
misma cantidad que calcula Garret un siglo después, lo que
hace suponer que probablemente se empleaba comúnmente
como ejemplo de dispendio. Pero aún más, la discusión sigue
siendo actual, pues la hemos visto reproducirse en los actuales
secuestros, tanto en Italia, como en España y últimamente en
Colombia. Los detractores aducen que para que no continúen,
la única solución es negarse a realizar los correspondientes pagos. Incluso, han existido intervenciones oficiales para impedirlos, con el «éxito» que conocemos. Es imposible evitar que una
familia se niegue a intentar la liberación de sus seres queridos, utilizando los medios legítimos o ilegítimos a su alcance.
Que es en definitiva lo que expone el general trinitario cuando advierte, que de llevarse a cabo la propuesta del capitán
Garret, los parientes de los cautivos procederán a liberarlos por
su cuenta.
A través de estas líneas vemos como el proceso de redención
que protagonizaban las órdenes religiosas era complejo. No podía ser de otra forma, pues se trataba de una operación que
implicaba viajes peligrosos que transcurrían en un medio hostil.
Pero además, la problemática de los rescates no era nada sencilla, pues por una parte estaban los gobiernos y los amos de esclavos que veían a los redentores como una fuente inagotable
de ingresos y por otra las relaciones con los cautivos tampoco
eran fáciles. Hay que comprender la desesperación de éstos últimos, sometidos a vejaciones, hambre y trabajos forzados, que
veían frustrarse sus esperanzas de libertad, mientras que otros
de sus compañeros la conseguían. Los más humildes, que eran
la mayoría, tendrían que aguardar a la próxima redención que
46
M. BARRIO GOZALO, La sociedad en la Edad Moderna, Cuadernos de
Cultura, Actas, Madrid, 2000, p. 112.
Núm. 50 (2004)
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20
LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ
tampoco tenía porque implicar su liberación. Recordemos que
la media de años de cautividad de los 805 canarios liberados por
estas dos órdenes (que suponen únicamente una pequeña parte
de los cautivados), es de cinco años y seis meses, aunque como
toda media es inexacta, pues hay quién está unos meses en cautiverio y quién lo padece durante treinta y dos años.
La labor de los frailes era sin duda heroica y benemérita,
pues no sólo padecían los inconvenientes y peligros del viaje,
sino que posteriormente muchos sufrían los malos tratos y las
vejaciones que hemos explicado en Berbería, donde más de uno
perdió su vida en la empresa. No obstante, también son lógicas
las críticas que desde muy temprano aparecen contra las redenciones. Críticas que se formulan, no por la empresa en sí, sino
porque se veía como una forma de perpetuar los ataques
berberiscos contra la navegación y las tierras españolas para
capturar esclavos con el fin de rescatarlos o emplearlos como
mano de obra en la infraestructura corsaria. Realmente estos
ataques y las contrapropuestas a las redenciones no hubieran
impedido la acción berberisca, que constituía un fenómeno estructural que en mayor o menor medida mantenía la economía
de Argel, Túnez, Libia y ciudades marroquíes como Salé o
Tetuán, puesto que se apoyaba en las disensiones europeas. En
efecto, franceses, holandeses e ingleses apoyaban al corso musulmán, a pesar de que también sufrían sus efectos aunque en
menor medida que el imperio hispano y sus aliados, por dos
motivos: debilitar a los anteriores y obtener saneados beneficios
proporcionando a los berberiscos el material bélico y los productos suntuarios que intercambiaban por el botín que obtenían, el
dinero de los rescates y sus materias primas. Sólo cuando las
potencias europeas controlen el comercio marítimo y las actividades corsarias supongan un perjuicio más que un beneficio,
recurrirán a la fuerza o al soborno para impedir las actividades
corsarias. Desde finales del XVII atacarán sus bases y apresarán
sus navíos o bien llegarán a acuerdos mediante los que les proporcionarán pertrechos o dinero a cambio de que no agredieran sus barcos, todo lo cual reducirá al mínimo la acción
corsaria.
450
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
HISTORIA ECONÓMICA
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TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES
EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
POR
GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
En los Países Bajos septentrionales, durante los siglos XVI
y XVII, se produjo un crecimiento de la economía, más intenso
que en los demás países de la Europa occidental. Desde la Baja
Edad Media, la agricultura de los Países Bajos —del norte y del
sur— creció no sólo por labrar más tierras, sino por cultivar
mejor las distintas siembras que se hacían en ellas. La producción de manufacturas también aumentó en cuantía y en calidad, y fue más variada. Las cerámicas de Delft, las telas y paños que se tejían en Gante, en Leiden, en Rótterdam, en Utrecht
se hicieron famosos en toda Europa, y acabaron imponiéndose
en los mercados externos, lentamente primero, y de forma masiva a partir de finales del siglo XVI. El desarrollo de la construcción naval permitió a los navegantes de los Países Bajos arriesgarse en viajes de radio cada vez más amplio, hasta localizar los
bancos más ricos en arenques y ballenas, con lo que pudieron
desarrollar las actividades de salazón y secado y disponer de cantidades crecientes para el consumo y para la exportación.
El gran crecimiento económico más intenso de los Países
Bajos del norte desde finales del siglo XVI se debió a causas muy
diversas, entre las que cabe señalar la inmigración de comerciantes, artesanos y hombres de negocios de los Países Bajos del
sur, y de judíos procedentes de España y de Portugal, con conoNúm. 50 (2004)
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2
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cimientos y dominio de técnicas y con capacidad emprendedora. Manufacturas, agricultura y ganadería, construcción naval,
pesca y actividades comerciales y bancarias se desarrollaron en
los Países Bajos del norte, convirtiendo a Ámsterdam en la primera plaza mercantil del mundo, después de haberlo sido Lisboa, primero, y Sevilla después. Las innovaciones técnicas, la
organización del trabajo en los talleres y centros manufactureros y las libertades para aplicar iniciativas individuales originaron no sólo economías en los costes de producción y venta sino
también en variedad y en vistosidad y atractivo de los bienes
objeto de comercio, para los compradores. Los comerciantes de
los Países Bajos del norte pudieron desplazar, en los mercados
exteriores —en España, en Italia— a los de los respectivos países al ofrecer bienes más baratos de suficiente calidad como para
atraer a los demandantes. Así, los paños pardos castellanos, tejidos de acuerdo con lo estipulado por las ordenanzas gremiales, de excelente calidad por la buena lana con que se hacían y
por el número elevado de hilos que se exigían, no tuvieron el
atractivo de los holandeses, más ligeros, pero de colores más variados y suficientemente duraderos.
En las ordenanzas de Sevilla de 1511, de carácter unificador, se estableció con suma prolijidad como se habrían de tejer
los paños para que fuesen «de la suerte y marco y tinta y ley
que debían ser». Con el fin de acertar en las normas que habrían de regir en el futuro en cuanto a la fabricación de paños,
fueron convocados maestros expertos en el oficio. La prolijidad
de lo dispuesto, en lo referente a la calidad de las lanas, a como
deberían lavarse, al marco que habrían de tener los peines de
peinarlas, a como habría de hacerse esta operación; a como
carduzarlas —cardarlas—: tanto para los dieciochenos «y dende
arriba — y de más hilos— como para los cordellates» de cualquier suerte, lo mismo que las bernias e irlandas. También detallan las ordenanzas cómo se habrían de arquear los paños y
cómo las hilanderas habrían de hilar los vervies. Fijaban, asimismo, la prohibición de vender lana «de una arroba abajo» sin
licencia de los veedores. Lo mandado en estas ordenanzas de
1511 llega a tal prolijidad que sus normas ocupan 120 leyes de
la Nueva Recopilación (el título XIII del libro VII).
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
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No era posible asegurar el cumplimiento de todo lo reglamentado, por no disponer del número suficiente de veedores
que pudieran vigilar cuantas operaciones se hacían desde el
lavado de las lanas hasta el teñido y acabado de los paños.
No obstante, el riesgo en que se incurría al no cumplir lo establecido perjudicaba a los compradores de paños, ya que los
vendedores tenían que descontar, con el aumento de los precios, la posible pena o multa que habrían de sufrir en el caso
de ser descubierta alguna de las múltiples irregularidades que
habrían de cometer necesariamente, dado lo absurdo, por anticuado y arcaico, de cuanto se les exigía. Las dudas en la
aplicación de lo legislado, como no podía ser de otro modo,
por lo complejo de cuanto se mandó, hicieron que los procuradores que asistieron a las Cortes de Toledo de 1525 pidieran
al Emperador que aclarase las disposiciones legales vigentes.
Para ello, siguió éste el mismo método que habían aplicado
su abuelo Don Fernando y su madre Doña Juana en 1511:
que el Consejo Real, mediante el asesoramiento de «personas
expertas», consultase al soberano sobre lo que habría de hacerse. Se informó entonces que convenía guardar las leyes de
1511, con las ordenanzas, adiciones y declaraciones que se fijaron en Pragmática de 14 de noviembre de 1528. A lo complejo de aquellas ordenanzas de 1511, se sumaron las prolijidades de que informan las veinticinco leyes que contiene el
título catorce del libro séptimo de la Nueva Recopilación. Por
si no bastaran tales disposiciones, los mercaderes y tratantes
y fabricantes de paños de Segovia se dirigieron al emperador
para significarle que, a pesar de lo mandado, aún se podían
«facer falsedades en los paños». Se referían estos mercaderes
y fabricantes a los paños extranjeros que, como era natural,
no habían sido tejidos con hilo de la misma lana que la española, ni con los mismos procedimientos, ni con los mismos
tintes. Para evitar la competencia exterior, se mandó que lo
establecido respecto a los velartes «para prietos de orilla colorada» hechos en el reino, y que no pudieran ser de menos
ley de veinticuatrenos, se exigiese para los paños extranjeros.
También se mandó que todos los paños fuesen de cuarenta
varas y de cincuenta y cinco las fustas. Asimismo se mandó
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que cumpliesen también los paños extranjeros lo establecido
por la ordenanza en su capítulo noveno.
Lo prolijo de las ordenanzas se agravó con las pretendidas
aclaraciones hechas en 1529. Algunos de las exigencias fueron
mitigadas, quizá para facilitar el trabajo a los fabricantes de
paños. El significado de las mayores facilidades es tan oscuro
que resulta hoy imposible intuir cual pudo ser su efecto. Véase,
como ejemplo, lo que establece el capítulo aclaratorio del duodécimo de las ordenanzas, recogido en la ley V del título XV del
libro VII de la Nueva Recopilación: se permitía, por el expresado
capítulo doce, que a los paños veintidosenos, «y de allí arriba»,
al tiempo que habrían de teñirse, se les hiciesen algunos
barrones con sólo el fin de que se supiesen «los celestres» y la
cantidad de azul que hubieran de tener. Como aumentaba el
coste al echar los barrones, en 1529 se mandó atenerse a lo
establecido en la ordenanza vieja sobre como hacer los troques:
habrían de echarse, con tal de que fuesen «del tamaño de media naranja, o al menos tan grandes como una pelota» ya que,
por «estos tales», se podría «saber la verdad». Aunque por troque
ha de entenderse trueque, la letra de esta disposición legal resulta ya no confusa sino ininteligible para un lector actual. La
prolijidad en las normas de cómo se habría de teñir se aumentó
al disponer en 1529 que, si en las ordenanzas viejas, al referirse
«al demudar de los paños» (alterarse su color) no se declaraba
que se pudiera «gastar zumaque de los secenos arriba», en adelante,
«seyendo primeramente sellados los paños y cordellates del
azul que a cada paño le pertenece, y seyendo enjebados y
alumbrados con su alumbre y rasura y los otros materiales que son menester, y dándole toda la rubia que fuere
necesaria»
pudiera llevar el paño dieciocheno dos libras de zumaque, y una
libra los otros paños «dende allí arriba», con tal de que no se
echase en el enjebar ni alumbrar. La contravención estaba penada con mil maravedies por cada paño y con quinientos en
cada cordellate. La pena habría de entenderse que afectaba solo
a «los paños y cordellates de dieciochenos arriba y no en los
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
5
dieciochenos, ni dende abajo»1 . En las demás disposiciones,
fueron mayores aún las prolijidades respecto a señales en los
paños, al marco de los peines, a oficiales examinados y no examinados, al despinzamiento de las piezas (las despinzaderas, si
eran de hierro, rebotaban los paños, por lo que se prohibió utilizarlas, aunque se permitió «despinzallos con sus despinzas y
barrellos con su escobeta», siempre aplicando con las consiguientes penas a quienes no cumplieran lo prescrito)2. Para la
adecuada vigilancia controladora, se estableció en 1529 que
hubiera veedores de mercaderes de la vara y de calceteros y de
roperos en cualquier lugar con once tejedores y otros tantos
tintoreros «o dende arriba» (o más)3. También se mandó que el
tejedor no colocase sello de plomo en el paño tejido hasta que
no saliese del batán y estuviese adobado. Para saber quien había sido el tejedor del paño, se mandó que, entretanto que se
adobaba, habría de colocársele la «señal de hilo conoscida», con
las penas consignadas a quienes no cumplieran con estos requisitos4.
Obedecer a todo lo mandado —o el riesgo de no cumplirlo—
encarecía necesariamente los paños, por el aumento de costes
que exigía atenerse a las complejísimas normas o por descontar
el riesgo de multa, mediante la elevación de los precios. La carestía de los paños y la competencia de los tejidos extranjeros
fue asunto que ocupó a los procuradores en Cortes. De nuevo,
en las reunidas en Valladolid en 1549, los procuradores hicieron relación de que, por la experiencia, se veía «la careza de los
paños, y que, por ser tan finos, los ciudadanos y gente llana no
se podían vestir». Para los procuradores, seguían siendo válidas
las causas que se habían señalado en 1529 y también consideraban necesario que no se permitiera la entrada de paños extranjeros. Para informar sobre esto, se trató de ello en el Consejo Real, asesorados los consejeros por «personas expertas».
Consultado el soberano, estableció que, a pesar de las modifica1
2
3
4
Ley
Ley
Ley
Ley
VII del tít. XV del libro VII de la Nueva Recop.
XII ibid.
XIII de ibid.
XIV de ibid..
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ciones introducidas posteriormente a las ordenanzas de 1511,
habrían de ser guardadas —cumplidas— las primeras leyes del
obraje de paños, por lo que se fijaron nuevas precisiones, según
se recogió en el título XVI del libro VII de la Nueva Recopilación. Así, con el fin de que el precio de los paños fuese «más
razonable», de modo que no creciese «con tanta diversidad de
suertes», se mandó que sólo se hiciese paños de mayor ley y
suerte, y el que lo vendiere, habría de perder y habría de incurrir en «el perdimiento del tal paño» y en diez mil maravedís de
multa, la primera vez en que incurrieran en el incumplimiento
de lo mandado. La segunda vez, se le doblaría la pena y, la
tercera, habría de perder la mitad de todos sus bienes, con
destierro5. Otra de las causas del encarecimiento de los paños,
según se expresó en la Pragmática de 1549, era el haber permitido a los mercaderes que pudiesen hacer «cualquier mejoramiento» con el fin de que consiguieran «mayor bondad en la
fabricación y lanas». Los fabricantes, con la excusa de ser mejoría el mayor número de los celestres, daban a los paños más
de lo que establecían las ordenanzas. Encubrían, así, cualquier
defecto que hubiese en el obraje de los paños. Dado el mayor
coste en las tintas de los celestres, y que podían los paños quedar «en muy buena perfección con muy menor cantidad de
celestres y tintas», los vendían «a precios excesivos». Para evitar
el abuso, se mandó que, en adelante, a los veinticuatrenos se
les pudiesen dar «hasta nueve celestres, y no más». A los demás
paños, «de las suertes de allí abajo», habrían de dárseles los
celestres que establecían las ordenanzas y la declaratoria, con
las consabidas penas, según fuese la infracción por primera,
segunda o tercera vez6. También se prohibió, por la Pragmática
en 1549, que se fabricasen paños vervies negros, «de ninguna
suerte mayor ni menor», por ser de poca duración7. Parece que,
desde algunos años antes al de la fecha de la Pragmática
—1549—, algunos mercaderes hacedores de paños fabricaban
dos clases, en cada una de las suertes: uno de los dos, por no
5
6
7
458
Incluida como ley primera del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop.
Incluida como ley II de los cit. tít. y libro.
Incluida como ley III de ibid.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
7
estar tejido con la lana de mejor calidad, recibía el calificativo
de segundo. Con ello, se engañaba a los compradores que no
conocían la diferencia, y pagaban estos paños «segundos» al
mismo precio que los de mejor calidad. Fue prohibida tal práctica, con las penas de costumbre para los contraventores8. Con
el fin de evitar que mediante el teñido o cualquier otra operación se ocultaran defectos de los paños, se exigió que los examinasen los veedores en blanco, antes de que se les hiciese beneficio alguno, a la salida del batán después de enfurtidos (o
batanados y tupidos). Si no se hacía así, se condenaba a los
contraventores con las penas de rigor9. Como no se cumplía lo
fijado en las ordenanzas sobre el bataldar y despuntar los paños de segunda tijera, en 1549 se insistió en que se cumpliera
lo prescrito, lo mismo que respecto al largo en que habrían de
urdirse, y a «melecinarlos» en la muestra con saín y con lija y
con espartos y cepillos y otras cosas, o a cardarlos o tundirlos
para que no hubiera diferencias entre la muestra y el conjunto
a que ésta pertenecía. Para asegurar la buena calidad de los
paños, se prohibió que los hiciesen los aprendices, ya que estaba mandado que los tejiesen maestros examinados10.
Eran muchos los fraudes posibles en la fabricación de paños.
Quizá el más común fuese el de utilizar lana de peor calidad
que la apropiada. Para evitar este fraude, se mandó que, en los
paños mayores, o de dieciochenos arriba, no se utilizase lana de
peladas11, o de añinos, o de pezuelos, o flecos de los lienzos
quizá cortados para aprovecharlos en otros tejidos12. Para evitar
la competencia de los mercaderes fabricantes de paños, ya enriquecidos y con fama, con otros que no hubieran alcanzado el
mismo prestigio, se prohibió que los poderosos pusiesen sus
nombres, armas y señales en los paños que hacían. Con su cré8
Incluida como ley IV de los cit. tít. y libro.
Incluida como ley V de ibid.
10
Leyes VI, VII, VIII, IX y X de ibid.
11
Se daba el nombre de pelada a la piel del ganado ovino a la que,
muerta la res, se le arrancaba la lana. Parece que esta lana arrancada se la
consideraba de peor calidad que la cortada en los esquileos, de ahí la prohibición.
12
Incluida como ley XI del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop.
9
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8
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dito y reputación, parece que éstos vendían sus paños a «excesivos precios», aunque no tuviesen más bondad y perfección que
los de otros mercaderes. Valiéndose de su prestigio, los mercaderes fabricantes enriquecidos parece que compraban paños a
otros con el fin de revenderlos, con sus armas y señales, «a muy
excesivos precios». Para que los paños se vendiesen por su calidad y no por el prestigio que hubiesen alcanzado sus fabricantes, se prohibió ponerles nombres, armas y señales fijas en las
orillas, salvo las del lugar en donde se hiciesen, y la cuenta del
paño, con las consiguientes penas a los contraventores13. También se prohibió zurzir los paños y que los adquiriesen en las
ferias los grandes mercaderes fabricantes, por ellos o por sus
factores y criados, ya que, al acumular los hechos por otros,
vendrían a constituir un oligopolio de oferta con la consiguiente posibilidad de hacerse «del todo señores del precio»14.
Desde Toledo, Córdoba, Ciudad Real, Baeza, villas y ciudades del campo de Calatrava y otras de Andalucía, hubo quejas sobre la prohibición de fabricar y vender paños vervies negros. Se argüía que, si sólo se hubiesen de labrar los estambrados, los tejedores habrían de abandonar su oficio, con el consiguiente daño general. En las cortes celebradas en Madrid en
1552, se pidió que fuera permitido fabricar vervies. Después de
oír a hacedores de paños y a oficiales de todos los oficios y hechas las consultas que requería el asunto, se mandó que, en
adelante, se pudiesen hacer y labrar y vender los paños vervies
negros veinticuatrenos «y dende abajo», tintes en lana y sobrepaño, a pesar de la prohibición de 26 de febrero de 1549. Para
13
Ley XII de Ibid.
Esta prohibición de comprar para revender no surtió el efecto deseado, pues, años más tarde, en 1560 y en 1562, se reconoció que, después de
haber mandado que no se pusiesen señales en los paños, se habían vendido
los fabricados por unos maestros como si fuesen de otros. Cuando se hacían de cada suerte, primero y segundo, se dice que no eran necesarias las
letras. Como por entonces —1560— sólo se podía hacer una suerte a manera de veinticuatrenos, otra de veintidosenos, otra de dieciochenos y otra
de secenos, se mandó, por ser necesarias, poner las letras y señales de los
fabricantes que los hacían. Se mandó lo expresado y se comunicó a la justicia de Segovia en las cortes de Toledo en mayo de 1560. Cf. ley XV del
tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop.
14
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
9
poner orden en cómo se habrían de labrar todos los paños
velartes y veinticuatrenos, vervies y estambrados y la lana más
fina del vellón en rama y cómo se habría de preparar, cómo
teñir y batanar los paños, cómo habrían de ser elegidos los
veedores y cómo habrían de actuar y otras precisiones, se legisló de acuerdo con lo solicitado, aunque de modo tan prolijo que,
en algunas leyes, resulta incomprensible su contenido, como no
se conozca lo que significan los vocablos que se utilizan15. En
las cortes celebradas en Valladolid en 1548, los procuradores
manifestaron que conocían por experiencia el gran daño de no
poder vestir la gente llana y ciudadana sino de paños finos o de
otros que, por lo menos, costaban veinte o veintidós reales la
vara. Solicitaron de S.M. que mandase tratar de ello en el Consejo Real «con hombres de experiencia» sobre las medidas a
adoptar para que se pudiera vestir más barato, y de si sería bien,
a falta de no hacerse en el reino, que entrasen paños forasteros, aunque no tuviesen la cuenta establecida por la pragmática del obraje. El rey contestó que le complacía que pudieran
importarse paños extranjeros, «habiéndolos primero mojado a
todo mojar», con las penas de rigor para los contraventores16.
Diez años después, en 1558, en las cortes celebradas en Valladolid, los procuradores suplicaron al rey mandase que se pudiesen sacar paños y sedas del reino para que hubiese comercio y
para que entrase dinero de otras partes. El soberano respondió
que lo de los paños ya estaba proveído y que, en cuanto a las
sedas, no se hiciese novedad17. En estas mismas cortes de 1558,
15
Así, de no saber la diferencia que había entre atahona y molino, no
se comprende el sentido de la prohibición de que sólo se pudiera moler la
rubia en éstos. De molerla en atahonas, parece que se seguía el no poder
limpiarla bien de la tierra que llevaba adherida. Cf. ley XLI del tít. XVII
del libro VII de la Nov. Recop. Quizá por moler las atahonas en seco,
movidas por una bestia, era más difícil librar la rubia molida de polvo y
piedrecillas.
16
Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla publicados por la
Real Academia de la Historia, Tomo V (Madrid, 1903) pp. 447-448.
17
Ibid. pp. 763-764. El 23 de julio de 1558 fue suspendida la aplicación de la Pragmática de 25 de mayo de 1552 por la que no se permitía
sacar del reino paños ni frisas, ni sayales, ni jergas, ni cosa hilada de lana,
ni cordada, ni peinada, ni teñida, para labrarlos, con las penas de rigor. Los
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10
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los procuradores pidieron al rey que mandase labrar paños de
todas suertes, de veinteno abajo, aunque estuviese prohibido, por
convenir así al real servicio y al bien de la cosa pública. El rey
contestó que se viesen las leyes y la cédula acordada18. En las
Cortes de Madrid de 1563, se accedió a la petición de que cada
uno, en su casa, pudiera tejer paños bajos, con lana de su propiedad, empleando oficiales no examinados, si el tejido se dedicaba al propio uso. Con esta medida, se quiso facilitar la iniciativa de los particulares y contribuir al abastecimiento de paños
bastos19.
De lo legislado sobre la fabricación de paños durante el siglo XVI, se deduce que se quiso controlar todo el proceso, desde
el lavado de las lanas, y su calidad, hasta la venta de los tejidos. La defensa de los intereses de los compradores llegó a expresarse en medidas tales como prohibir que los paños y sedas
se midiesen en el aire, por lo que se exigió que se colocasen
sobre tabla para efectuar la operación. Así se lo pidieron a Carlos V los procuradores en las primeras cortes que había celebrado en Valladolid. En las reunidas en aquella ciudad en 1537, insistieron los procuradores en suplicar que se cumpliese lo
proveído y mandado, según peticiones hechas «en otras muchas
cortes pasadas», ya que de no medir bien los paños recibía todo
el reino «daño universal». Por ello, pidieron a Su Majestad que
mandara dar «las sobrecartas con mayores penas a todas las
ciudades, villas y lugares que las pidiesen» y que se pusieran
penas a los corregidores y jueces de residencia que no las ejecutaran. También suplicaron los procuradores a S.M. que mandaprocuradores de las cortes de Valladolid de 1558 señalaron al rey que la
experiencia mostraba el gran daño y perjuicio que al real servicio y al bien
de la cosa pública ocasionaba la prohibición de extraer los paños para
Portugal, porque había gentes que, al no poder venderlos allí, habían dejado de tejerlos, con el consiguiente aumento de los precios. Al haber decidido la prohibición para que no se encareciesen los paños, y al mostrar la
experiencia que justo había ocurrido lo contrario, fue suspendida, con lo
cual quedaron permitidas las extracciones. Véanse las Actas de las cortes
de Valladolid de 1558. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla cit.
tomo V, pp. 763-765.
18
Ibid. p. 758.
19
Incluida como ley XLVIII del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop.
462
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
11
se cumplir las pragmáticas que trataban del mojar y tundir de
los paños20. En las cortes celebradas en Valladolid en 1548, insistieron los procuradores en solicitar al rey que mandase guardar la pragmática relativa a medir los paños sobre tabla y que,
en adelante, no se midiesen con pulgadas, para que los compradores no fueran engañados. También suplicaron a S.M. mandase que los mercaderes de paños, y lienzos y otros cualesquiera,
guardasen la pragmática en la que se declaraba el orden que
habría de haber en las tiendas y que no tuviesen piezas de tela
colgadas a las puertas y ventanas para que no quitasen la luz y
claridad interna, y fueran engañados los compradores21. Se observa que no se hace referencia, en las leyes publicadas, a cambios técnicos que aconsejaran modificar lo legislado para favorecer y difundir la adopción de las novedades. Al no alterarse
las normas sobre como deberían tejerse los paños, puede concluirse que las innovaciones técnicas en el preparado de las lanas, la fabricación y el teñido debieron de ser insignificantes, y
no afectar —las que hubiere habido— a lo esencial del proceso.
Tal vez lo rígido de las normas y las penas impuestas a los contraventores desalentaron a quienes pudieran aplicar algún cambio que ahorrara tiempo de trabajo o que mejorara la calidad,
por el riesgo de incumplir lo tan rígidamente establecido.
CORAMBRES
Y SALVAJINAS.
SUS
MANUFACTURAS
En las cortes reunidas en Alcalá de Henares en 1503, se trató del aumento del precio de los cueros. Se atribuyó el aumento
a que se exportaban del reino «las más y mejor pellejería y
salvajina» —pieles de animales salvajes—, lo cual iba en detrimento de la provisión de quienes utilizaban esas pieles para
manufacturarlas. A ello se unía, para daño de las manufacturas de cuero, el hecho de que «muchos oficiales» del oficio
trabajaban los cueros sin haber sido examinados, por lo que
parece hacían obras «dañadas y falsas», o, al menos, «no tan
20
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, cit., Tomo 4, p. 664.
Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Tomo V (Madrid,
1903), pp. 441-442.
21
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perfectas como debían». Para poner orden en las manufacturas
de cuero, se trató de ello en el Consejo Real, con el parecer de
oficiales que informasen sobre lo que ellos creían conveniente
que se hiciese. De lo tratado, parece que convinieron en que
habría de mandarse que los oficiales pellejeros, en cada ciudad
y villa, eligiesen «dos personas de buena conciencia y fama»
para que fuesen veedores y desempeñasen sus cometidos con las
formalidades debidas. Estos veedores habrían de visitar las tiendas de los pellejeros dos o más veces al año, según fuese necesario, sin avisar de la visita. También se mandó que todos los
oficiales de pellejería y forradores que quisiesen poner tienda se
examinasen del oficio para que lo usasen debidamente. Se mandó asimismo que los zamarros y otros aforros se hiciesen «de
buena peña y bien aparejada». Los cotes de peña negra y de
cabritos «y otros cualesquier peñas» habrían de hacerlos seguidos, de medida de, al menos, «diecisiete palmos de vara de ruedo, sin las puntas, y cinco de largo, y tres de cosete y no menos». Las precisiones sobre el tiempo en que se habrían de curtir
los cueros, y como se habría de proceder en la tarea, no se entienden hoy porque no se ve razón en ello. Así, se prohibió poner los cueros a curtir desde el primero de noviembre hasta
pasado el mes de febrero. También se mandó cómo hacer esta
operación: habrían de echarse las pieles a curtir en un recipiente, con harina, sal «y otros aparejos que fueren menester», a la
vista de los veedores, que también habrían de estar presentes
cuando se extrajesen, para comprobar que estaban bien curtidas. Quienes no cumpliesen con lo mandado, habrían de ser
castigados con la pérdida de las pieles y penas de rigor. Se mandó asimismo que para vender corambres y salvajinas en las ciudades y villas en las que se trabajasen por los oficiales del ramo,
hubiese casa señalada para ello —siempre que lo vendido excediese de una docena de piezas— con la pena para los contraventores de perder lo vendido y, el comprador, el doble del precio que hubiese pagado. También se prohibió a quienes llevasen
pieles a la venta a villas y ciudades que separasen las buenas de
las malas con el propósito de sacar del reino las mejores.
Las rigideces establecidas en la compraventa de pieles hubieron de desalentar este comercio y, con ello, el desarrollo de las
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
13
manufacturas de corambres y salvajinas: se prohibió que ningún pellejero osase comprar corambre con dinero tomado a
préstamo, si era intermediario, con la pena de perder lo vendido y el comprador el doble del precio. Se permitió a quienes no
tuviesen pieles suficientes para trabajarlas que pudieran comprárselas, obligándole a venderlas «por el precio que fuese justo», a otro oficial que «tuviese demasiado de lo que hubiere menester». Las ordenanzas de la pellejería obligaban a todos los
dedicados al oficio «en la tierra» de las ciudades, villas y lugares en que hubiera tiendas de corambres y salvajinas22.
En las cortes celebradas en Madrid en 1528, los procuradores pidieron que no se extrajesen del reino cueros de bueyes,
vacas ni cordobanes y corambre alguna, por haber aumentado
los precios del calzado. El emperador respondió que habría de
encargar al Consejo Real que tratase de esto con los contadores
mayores para que proveyeran lo más conveniente23. En las cortes de Valladolid de 1555, señalaron los procuradores que, en las
pragmáticas de 1552 sobre las carestías, se había mandado que
nadie pudiera comprar pieles al pelo para revenderlas. Como esto
impedía que pudiera haber intermediarios en el comercio de
pieles, los procuradores suplicaron al rey que la prohibición no
se entendiese en los cueros que llegaban por mar a los puertos,
pues los zapateros y otros oficiales que los utilizaban en sus
obras no podían trasladarse a comprarlos al por mayor y que,
si hubiesen de adquirirlos «por menudo», habría de ser mayor
el coste que el principal. Solicitaron que se permitiese comprar
esos cueros «en grueso» a quienes no fuesen oficiales, para que
pudieran revenderlos en los pueblos «por menudo» a quienes los
utilizaban en su obra. El rey contestó que accedía a ello, y que
quedaba en suspenso la aplicación de la pragmática que lo impedía24.
22
Incluidas como leyes del tít. XIX del libro VII de la Nov. Recop.
Actas de los antiguos reinos de león y de Castilla publicadas por la
Real Academia de la Historia, Tomo IV (Madrid, 1882), pp. 489-490.
24
Actas de las Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, tomo V
(Madrid, 1903), pp. 675-676.
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CONTROLES
PARA EVITAR ESTAFAS
En las cortes celebradas en Madrid en 1563, y antes en las
de Valladolid de 1523, se pidió que se prohibiese a los caldereros
que anduviesen por las calles dedicándose a su oficio, si eran
extranjeros. Se quería que, a los del reino, sí se les permitiese
andar por calles, plazas y mercados para vender la obra nueva
que hubiesen hecho. En las cortes celebradas en Madrid en
1528, los procuradores se quejaron de los daños causados por
los caldereros al arreglar mal los utensilios que se les encargaba reparar y al cobrar lo indebido. También se quejaron de que,
al ser los caldereros extranjeros y no conocidos, se iban con las
calderas, sartenes, cerraduras y otras cosas que se les entregaba para arreglar. Así, sin gastar ellos nada, y «andando desarrapados» como andaban, extraían del reino, cada año, «grandes
sumas de maravedís». Los procuradores pidieron al soberano
que se prohibiera el deambular de estos caldereros, por trabajar
en el oficio sin saber nada de él. Como se ve, el principio de
tener tienda o establecimiento fijo abierto era una garantía deseada por los compradores25. Por Pragmática de cuatro de junio
de 1562, se prohibió a los buhoneros andar por las calles y entrar en las casas vendiendo sus mercaderías, aunque fuesen
cosas que lícitamente se pudieran vender. Se quería que tuviesen tienda fija en plazas y calles públicas. A quienes vendiesen
fuera de las tiendas, se les castigaba con la pérdida de las mercancías y más penas establecidas para los que traían cosas vedadas de fuera del reino26.
Los controles sobre la venta de paños y lienzos para evitar
que fueran engañados los compradores fueron asunto de que se
trató en las reuniones de cortes. Así, en las de Valladolid de
1537, los procuradores aludieron a los muchos fraudes en la fabricación de los paños «encubriéndose la ruin labor dellos e
muchas rasas e surciduras e otras tachas, e aun poniéndoles
diferente ley». Pensaba que la solución era «una casa de veedu25
26
466
Actas de las Cortes, cit. tomo IV, p. 514.
Incluidas como leyes del tít. XX del libro VII de la Nueva Recop.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
15
ría, como en Flandes, en los lugares en donde se tejían. El rey
respondió que mandaría a los corregidores de donde se labraban «principalmente» los paños que informasen sobre ello27.
LAS
RESTRICCIONES A LA DEMANDA
Influyeron en el estancamiento de las manufacturas y en su
decadencia las prohibiciones que conocemos como leyes suntuarias, consistentes en enumerar las vestimentas y los adornos
cuyo uso se restringía o se vedaba. Bien es verdad que la reiteración de las prohibiciones muestra el incumplimiento de lo
mandado, aunque siempre con las alteraciones en el precio originadas por el riesgo de ser descubiertos los contraventores.
En las cortes celebradas en Burgos en 1515, se aludió al gran
desorden en el vestir de brocados y sedas y «en los trajes de toda
manera de gente», y a la necesidad de proveer sobre ello, lo
mismo que en las cortes celebradas en Madrid en 152828. La
experiencia sobre las argucias de los oficiales y menestrales que
hacían los trajes no desalentó a los procuradores ni al soberano
al legislar. Así, en las cortes celebradas en Valladolid en 1537,
los procuradores se quejaron del gran desorden de los trajes y
vestidos que se usaban y de «la mucha malicia de las gentes
y desvelamiento de los oficiales y menestrales de manos», al burlar el espíritu de lo mandado. Una vez que se habían prohibido
los bordados y recamados, se quejaban los procuradores de que
los oficiales y menestrales habían inventado «mayores desórde27
Cortes, cit., tomo IV, p. 689.
Cortes, cit., tomo IV, pp. 251 y 488. Los procuradores, en las cortes
celebradas en Madrid en 1528, hasta llegaron a suplicar que «en las tiendas ni en otras partes, pública ni secreta» no se pudiesen vender «guantes
adobados», por ser el exceso tan grande que llegaba a valer un par de guantes cuatro o cinco ducados. A los procuradores les parecía «gasto excesivo
e cosa femenil», y se extrañaban de que se diese por un par de guantes tanto
como por un sayo. A esta súplica, respondió el soberano que, para evitar el
desorden, en adelante nadie pudiese vender guantes adobados, con la pena,
para los contraventores, de perderlos y de pagar de multa cuatro veces más
del precio de venta y, para el comprador, de perder los guantes adquiridos.
Ibid., p. 520
28
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16
GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
nes en los trajes y mayores gastos y costas en las hechuras de
lo que se gastaba en los bordados y recamados». Parece que los
bordadores daban «los patrones a los sastres» y ellos y sus mujeres hacían, de punto, «lo que solían hacer bordado», con lo
que duplicaban el coste, pues la labor con cordones y pasamanos resultaba más cara que la seda y el paño de la ropa. Para
los procuradores, hubiera sido tolerable que se permitieran este
lujo «caballeros y señores y personas de renta». Ocurría que era,
según ellos, «la nación destos reinos» de tal calidad, que no
quedaba hijodalgo, ni escudero, ni mercader, ni oficial que no
usase esos trajes, con la secuela de empobrecerse muchos y no
pagar las alcabalas y servicios que debían a la Hacienda. Los
procuradores suplicaron a Su Majestad que mandase «quitar del
todo» esa costumbre, de modo que en ninguna ropa de vestir
hubiese ni se pudiese llevar «otra guarnición sino un solo pasamano o un ribete, o pestaña de seda de ancho de un dedo» y
que no se pudiese forrar ninguna ropa «en otra seda ni tafetán». Los procuradores insistieron en la necesidad de moderar
la costumbre de vestir de seda y pidieron que se cumpliera lo
mandado29. En las cortes celebradas en Segovia en 1532, en las
de Toledo en 1534, en las de Valladolid en 1537, en 1547 y en
1548, en las de Monzón en 1563; en las de Madrid de 1564 y
1586 y en disposiciones de los años 1579, 1593, 1600, 1611 y
en 1623, se mandó que —excepto las personas reales y sus hi29
En estas cortes de Valladolid de 1537, también se pidió que «las
mujeres enamoradas» que conocidamente eran «malas de sus personas» no
pudieran llevar en sus casas ni fuera de ellas «oro de martillo, ni perlas, ni
seda, ni faldas, ni verdugados, ni sombreros, ni guantes», ni que llevasen
escuderos, ni pajes, ni ropa que llegase al suelo, por ser «excesivos los gastos y oros y sedas» que llevaban, y que, por ello, no se distinguían de «las
buenas». Su Majestad respondió que habría de prohibir «a las mujeres
públicamente malas de sus personas» y que ganaban por ello, llevasen oro,
perlas y sedas «so pena de perder la ropa de seda» y «con ella lo que llevasen». Cortes, cit., tomo IV, pp. 673 y 686. La queja sobre los desvelamientos de los oficiales y menestrales de manos, en Ibid. p. 639. Los procuradores insistieron en que, al guardarse mal —al no cumplirse debidamente— la pragmática de los brocados y tela de oro y plata, debería el
soberano mandar de nuevo se cumpliese, y fijar mayores penas a los contraventores y a los ministros de la justicia que disimulasen el incumplimiento y no la ejecutasen. Cortes. cit., tomo 4, pp. 639-640.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
17
jos, y en los ornamentos utilizados para el culto divino—, no se
pudieran usar brocados, telas de oro, plata tirada, hilo de oro o
de plata, ni seda alguna que llevase oro o plata, ni cordón, ni
pespunte, ni pasamano «ni otra cosa alguna de ello, ni bordado, ni recamado, ni escarchado de oro o plata, fino o falso, o
de perlas, o aljófar, o piedras ni guarnición alguna de abalorio,
ni seda, ni cosa hecha en bastidor». Sí se permitió, «por honor
de la caballería», llevar, sobre las armas, en la guerra o en actos a ella concernientes, ropas de brocado y telas de oro y otras
cosas que quisieren los caballeros. También se permitió utilizar
hilos de oro o plata en los aparejos de las cabalgaduras, con
ciertas excepciones que se enumeraron. Se prohibió asimismo
que nadie, del estado o calidad que fuese, pudiera llevar en sus
vestimentas «género alguno de entorchado, ni torcido, ni
gandujado, ni franjas, ni cordoncillos, ni cadenillas, ni gorviones, ni lomillos, ni pasadillos, ni guarnición alguna de abalorio,
ni de acero, ni ropa ni otra cosa alguna cincelada ni raspada».
Sí se permitiría en adelante utilizar en las ropas una serie de
adornos que se enumeraron con la mayor prolijidad, quizá por
el convencimiento de que los gustos iban a permanecer estables
en el tiempo sin modificarse según el que llamamos «capricho
de la moda». En las disposiciones legales no se olvidó de permitir o prohibir guarniciones de ropa y el género de que habrían
de estar hechas, o los ribetes, o las capillas y delanteras de las
vestimentas de distintos géneros, o las de «levantar de hombres»,
o los jubones, o las ropas y vestidos de mujer, y sus jubones.
También se trató de los sombreros de hombres o mujeres, ropas
de comediantes, de mujeres públicas, de libreas, gorras, caperuzas, bonetes, mantos, ropas de la tropa, extranjeros (permitiéndoles usar vestidos hechos contra el tenor de lo mandado, aunque sólo durante seis meses contados a partir de promulgada la
ley). Interesa referir los castigos impuestos a los contraventores,
por lo que indican sobre penas a los innovadores, y por su generalidad: no quedaban exceptuados hombres o mujeres «de
cualquier estado, calidad o preeminencia» que fuesen que usasen los trajes o vestidos que se prohibían «o inventasen otros de
nuevo» contra lo contenido en la ley. La pena habría de consistir en perder las ropas, con otro tanto de su valor. En la petiNúm. 50 (2004)
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GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
ción CXLV de las cortes de Valladolid de 1548, los procuradores
suplicaron a S.M. mandase a todas las justicias que guardasen
la Pragmática de los trajes, «para evitar fraudes y invenciones
de sastres y oficiales y de otras gentes amigas de novedades» que
no se contentaban con las costumbres buenas del reino. Los
procuradores querían que el rey mandase que, en adelante, no
hubiese ni se echase guarnición alguna en sayos, ni en capas,
ni en calzas, ni en jubones, ni hubiese pespuntes en los vestidos
de las mujeres, sino que las ropas de hombres y mujeres fuesen
llanas y que no tuviesen otra cosa que la costura, sin que hubiese «pespunte ni guarnición ninguna». Tampoco querían que
hubiese «cuchillada ni golpes en las ropas y vestidos que se
hicieren». Parece que, entonces, había muchos vestidos así tanto de hombres como de mujeres. Para que no se perdieren los
así hechos, solicitaron los procuradores que se pudieran usar
durante seis meses y que, después, no se vistiesen, so pena de
perderlos. Los procuradores pidieron al rey que mandase a los
sastres que, en adelante, no hiciesen vestidos con guarnición y
que, de hacerlos, pagasen, por la primera vez, el valor de la ropa
así confeccionada y, por la segunda, recibiesen cien azotes. El
rey contestó que habría de guardarse la Pragmática vigente y
que, de lo demás contenido en la súplica, tratase de ello el Consejo Real, con las personas convenientes para que tomaran la
resolución que habrían de consultarle30. En las cortes de Valladolid de 1544, lo mismo que en la de 1523 y que en las de
Madrid de 1551, los procuradores insistieron en solicitar moderación en los trajes. Sólo en las celebradas en Valladolid en 1555
los procuradores expusieron a S.M. que la experiencia había
mostrado el poco fruto de las medidas con las que se habían
querido impedir las manifestaciones de lujo en los trajes y que
antes habían sido causa de muchas vejaciones, al querer que se
observaran. Por ello, suplicaron al rey mandase revocar todas
las pragmáticas sobre trajes y que permitiese que, en adelante,
cada uno pudiese vestir el paño o seda que quisiese. A pesar de
esta solicitud que, en apariencia, parecía motivada por el deseo
30
Actas de las cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, cit.,
tomo V, pp. 434-435.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
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de liberar a las gentes de la servidumbre de acomodar sus gustos a los de quienes parecían desear imponer los suyos a los
demás, los procuradores de estas cortes no pudieron liberarse de
la obsesión ordenancista y propusieron al rey varias excepciones:
que de ninguna manera se pudieran utilizar vestidos con «más
de un ribete sin cortar por guarnición» y que nadie pudiese llevar «más guarnición de seda ni de paño llana, ni cortada ni
pespuntada, ni de otra ninguna manera», ni ningún género de
colchado, excepto en lienzo, «so graves penas». Los procuradores era sabedores de que había muchas ropas de hombres y
mujeres que habían sido hechas sin respetar lo mandado en las
pragmáticas. Como solución transitoria, pidieron al rey que diera un plazo de dos años para poder usar los vestidos hechos y
que, desde el día de la publicación de la nueva ley, los sastres
no cortasen vestidos que no cumpliesen con lo que mandaba,
«so pena de cien azotes al que lo cortare y al oficial que lo cosiese» y de destierro por dos años y que el dueño perdiere la ropa
y cincuenta mil maravedis para la cámara31.
En las cortes celebradas en Toledo en 1560, los procuradores pidieron una vez más al rey (petición XXXIX) que proveyese sobre moderar el lujo en los trajes. En las de Madrid de 1563,
también solicitaron que se remediasen los excesos de las mujeres de mal vivir en sus trajes y acompañamientos, para que se
diferenciasen de las otras. El rey accedió a lo que se le solicitaba, por el exceso y desorden en los trajes, motivados por «invenciones y nuevos usos y hechuras», con el consiguiente daño de
las haciendas de los particulares. Para que cesase el desorden, y
por la experiencia de lo ocurrido con la aplicación de las leyes
sobre la materia, se mandó que nadie, de cualquier calidad y
condición que fuese, pudiera vestir ningún género de brocado,
ni de tela de oro ni de plata, «ni en ropa suelta, ni en aforro ni
en jubón, ni en calzas, ni en gualdrapa, ni en guarnición de
mula ni de caballo, ni en otra manera». La prohibición se extendía a las «telillas de oro y plata falsas» y a las «telas y telillas
barreadas» y tejidas, en que hubiera oro o plata, aunque fuesen
falsos. También se prohibieron los bordados, recamados, grandu31
Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla. Tomo V, cit.,
p. 476.
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20
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jados, entorchados, chapería de oro o de plata, oro de canutillo,
o de martillo, y todo género de trenza, cordón, cordoncillo, franja, pasamano, pespunte, perfil de oro, plata, seda, aunque el oro
y la plata fuesen falsos. Quedaba prohibido asimismo, en toda
clase de ropas y adornos, todo género de colchado, prensado o
raspado. Tampoco habría de permitirse que, en las guarniciones
de seda o de paño, se hiciese «cortadura a manera de brosladura
o harpadura», aunque se pudiesen acuchillar32.
En la pragmática de 1563, se mandó guardar lo establecido
en 1537 en Valladolid respecto a los vestidos y ropas sobre armas. En Valladolid se había mandado cumplir lo establecido en
Toledo en 1534, «por honra de la caballería»: llevar ropas de
brocado, y otras telas, sobre las armas, tanto en la guerra como
en actos a ella concernientes, sin incluir las justas ni los torneos
ni otros ejercicios que no fuesen puramente marciales, «y no en
hacas ni cuartagos»33. Respecto a las sillas y aderezos de la jineta, se mandó guardar lo ordenado en la citada pragmática de
1537: que se pudieran utilizar «mochilas y caparazones de seda
con rapacejos de oro y de plata y pespuntado de lo mismo, y las
cuerdas y otros aderezos de gusanillo de oro», como se acostumbraba. Los detalles con que se describen las telas y adornos que
habrían de llevar las mochilas, sorprenden hoy, por lo que indican respecto a la confianza en que se pudiera cumplir lo mandado y en que fuera posible vigilar si se observaba o no lo que
con tanto detalle se describía. Parece que el brocado de oro o
de plata quedaba prohibido en mochilas y caparazones34, aun32
Brosladura, de broslar, equivalía a bordar. Con harpadura, de arpar,
se significaba dividir en tiras, para que sirvieran de colgadura, a modo de
fleco. Farpa aparece en la ley 13, tít. 23 de la Partida segunda.
33
Por cuartagos se entiende el caballo pequeño.
34
De la lectura de la Pragmática no se desprende que mochila y caparazón sean sinónimos, cuando parece que sí lo eran, según Covarrubias: por
mochila se designa, en el Diccionario, «un cierto género de caparazón de
la jineta, escotado de los dos arzones, y por estar cortado y mutilado se
dijo mochila». Tesoro de la lengua castellano o española (Madrid, 1611). Para
informarse sobre el significado de los nombres de prendas de vestir, de
paños, telas y adornos, puede consultarse la obra de Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales en el Quijote (Madrid, 2001), con extenso índice temático, pp. 517-529.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
21
que se permitía «echar y traer con las mochilas de seda los lazos de oro y de plata que quisieren y pespuntarlo de lo mismo».
También quedaron permitidas «las corazas de cuero labradas de
hilo de oro y de hilo de plata y los petrales», lo mismo que las
flocaduras de seda y botones en las riendas».
En las Pragmática de 1563, se expuso con minuciosidad lo
que se permitía y lo que se prohibía en el atuendo femenino:
las mujeres podían llevar «mangas de punto de aguja de oro,
plata o seda y telillas de oro y plata barreadas» y jubones hechos con esas telillas. Respecto a los escofiones, cofias, tocados,
gorgueras y cabezones de camisa y manga, se daba libertad, ya
que no se quería cambiar nada ni establecer limitación alguna.
En cabeza, cuerpo y mangas, se declaró en la Pragmática —y
se permitió— que se pudieran utilizar, en las vestimentas femeninas, cabos y puntas, botones de oro, plata, cristal y de cualquier otra cosa, aunque se colocaran piedras y perlas, con tal
de que fuese «en la cabeza, cuerpo y mangas, y en ropa suelta
de encima de la delantera y no en faldamentos». Sí se permitía
a las mujeres llevar las puntas y botones «en una cortadura de
la saya o ropa por delante, y no en otra manera». La minuciosidad con que se detalló en la Pragmática lo que estaba permitido o prohibido llegó al extremo de expresar que los jubones se
pudiesen pespuntear de seda, siempre y cuando el pespunte no
hiciera labor; que no se aplicase a los sombreros lo dicho respecto a trenzas, cordones y pasamanos y que sólo se pudiese
echar en ellos «una trenza o pasamano por el cabo, de oro, plata o seda, y asimismo un cordón o trenza alrededor». Siempre
que se cumpliera todo lo reglamentado, sí se permitía —y así se
expresó en la Pragmática de 1563—, que los súbditos y naturales pudiesen llevar todo género de seda en ropa o en vestido y
aforrar «en seda y echar guarniciones de seda en cualquier ropa
por de dentro y fuera, del tamaño y del ancho que quisiesen,
fajas o ribetes, o ribetes y fajas juntamente», con tal de que el
ribete no se echase sobre la faja y siempre que la guarnición que
se echare fuese toda ella de seda, «de terciopelo o raso, o tafetán u otra seda, y no de diferentes sedas». También se permitía
que las fajas o ribetes se pudiesen acuchillar si se cumplía lo
establecido respecto a «la brosladura o harpadura». En esta reNúm. 50 (2004)
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GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
glamentación tan completa de lo que se podía utilizar o no en
ropas, sombreros, monturas no podían quedar fuera las calzas:
podrían usarse, lo mismo que «medias de punto de seda y los
muslos», de la seda que se quisiese y forrar en otra seda, y acuchillar y guarnecer «con un ribete en cabo de las cuchilladas»,
con tal de no poner en los forros «balletas ni otra cosa alguna
para hacer follaje»35.
LOS
RESULTADOS
La abundancia de lanas y su excepcional calidad parece que
habría de favorecer el establecimiento y el desarrollo de unas
manufacturas textiles en España que compitieran con ventaja
respecto a las de cualquier país extranjero. La calidad de la lana
de las ovejas merinas era óptima y la trashumancia de las reses
se creía que aún la mejoraba. La localización de los esquileos y
de los lavaderos parece que hubieran de decidir el establecimiento de buenas fábricas de paños en toda la vertiente septentrional de las sierras de Gredos, de Guadarrama y de Cuenca. La
abundancia de tintes naturales de excelente calidad habría de
favorecer que se diesen a los paños colores variados que aumentaran la vistosidad de las telas y las hicieran deseables dentro y
fuera del reino. Respecto a las sedas, hubo siempre posibilidades de contar con buenas plantaciones de moreras que diesen
alimento a los gusanos que proporcionaban el preciado hilo.
También cuenta el hecho de que había tradición medieval en
estas manufacturas para asentar en ella las bases de su creci35
En el lujo, se veía un daño para el común de las gentes por lo que se
quiso evitar mediante pragmáticas. Se pensaba que la reiteración era prueba de que no se había remediado absolutamente el daño, pero de que sí se
había conseguido alguna moderación. La insistencia en prohibir se mantuvo durante todo el siglo XVI y continuó en el XVII. Las relaciones de trajes
y vestidos que se prohibían y de los géneros y adornos que se vedaban se
expresaron en Toledo en 1534, en las cortes de Valladolid en 1537, en las
de Monzón en 1563, en las de Madrid en 1593, y por pragmáticas de tres
de enero y cuatro de abril de 1611, y en los capítulos de reformación, en
diez de febrero de 1623. La persistencia en las prohibiciones se fijó en la
ley I, del tít. XII del libro VII de la Nueva Recopilación.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI
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miento futuro. Todo hubiera hecho pensar, a comienzo del siglo XV, que en los reinos de Valencia y de Granada y en otras
zonas del este y del sur de España, habrían de desarrollarse las
manufacturas de seda y competir con ventaja en los mercados
extranjeros, una vez surtidos los del reino.
La abundancia de cueros, por el gran número de cabezas de
ganado estante y trashumante, unida a la tradición medieval del
curtido y del repujado, parece que habría de facilitar la expansión de sus manufacturas durante los siglos XVI y XVII, estimulada por los nuevos mercados y el aumento de la demanda. Sin
embargo, no fue así. Estas manufacturas, como las de lana y
las de seda, no sólo se vieron privadas de mercados exteriores,
sino que sufrieron la competencia de las foráneas en el propio
país. Varios tuvieron que ser las causas de que, con tantos elementos a favor, las manufacturas del reino no se impusieran en
el exterior y vieran mermadas sus ventas en el interior y hasta
en Indias por competir aquí y allí, con ventaja, los productores
extranjeros. El estancamiento de las técnicas tiene que estar
originado en la falta de estímulos a la innovación e, incluso, en
impedirla, debido a la fuerza de unas disposiciones legales que
penaban a quienes modificaran en algo lo establecido con tanta rigidez. El convencimiento de que bastaba seguir fielmente lo
mandado para garantizar la buena calidad de los productos
impidió a los procuradores en las cortes solicitar que se diese
libertad en cuanto a facilitar los cambios en la técnica que los
artesanos pudieran imaginar y proponer. El soberano, fundado
en el parecer de los componentes del Consejo Real y de prácticos en los oficios llamados a dar su opinión, no propusieron
nunca mejoras en el aprendizaje, ni señalaron estímulos a quienes innovasen, ni siquiera se refirieron a lo conveniente de
mejorar la enseñanza en los oficios. Se optó por mantener las
cosas como estaban —como se habían heredado de los mayores— con el convencimiento de que era lo mejor que podían
hacer. Ante la competencia de las telas extranjeras, de los paños, de la quincallería, de los objetos de hierro y acero, se optó
por señalar sus defectos, su fragilidad, su menor duración respecto a lo manufacturado en el reino. Se explica, así, que fueran preferidos los lienzos y las telas holandeses. Como ocurrió
Núm. 50 (2004)
475
24
GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN
en la Italia del siglo XVII, y por la misma rigidez de las ordenanzas gremiales y de la legislación general, en España cerraron
talleres artesanales, debido también a que los salarios eran más
altos que allende los Pirineos36, con su influencia negativa en
una posible limitación de los costes. Los metales preciosos de
América permitieron pagar las importaciones de los bienes cuyo
coste comparado era mayor que en otros países de Europa. Los
bienes de procedencia extranjera se impusieron en los mercados
españoles —y en las Indias— porque costaban menos y gustaban más que los del reino.
36
A pesar de los años transcurridos desde que Earl J. Hamilton publicó el trabajo «American Treasure and the Rise of Capitalism», en Economica (nov. de 1929) pp. 338-357, no se dispone de nuevas cifras que permitan
completar o revisar las que él proporcionó entonces. Estas páginas se incluyeron, traducidas al castellano, en el libro El florecimiento del capitalismo y otros ensayos de Historia Económica (Madrid, 1948) pp. 1-26. Desde
1568, en que se publicó La Response de Jean Bodin a M. de Malestroit, ya
era sabido que la diferencia de precios y salarios, en España, respecto a la
Europa transpirenaica, favorecía el aumento de las importaciones de manufacturas con el resultado de que disminuyera la actividad en los talleres
artesanales del reino. Cf. el libro cit., en la edición de Henri Hauser (París,
1932) pp. 15-16.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
68
EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI
EL MERCADO DEL TRANSPORTE
MARÍTIMO EN GRAN CANARIA
EN EL SIGLO XVI
POR
MANUEL LOBO CABRERA
La ubicación del archipiélago canario en medio del Atlántico, dio lugar a partir de su «redescubrimiento» y especialmente
de su conquista, a que se volcara hacia el mar en la búsqueda
de hombres para poblar la nueva tierra y de rutas para comerciar sus productos. Si a ello unimos que después del descubrimiento del Nuevo Mundo las islas se convirtieron en escala y
lugar de refresco de los navíos que iban y venían de las nuevas
tierras, comprenderemos del por qué de la presencia de navíos
de todos los tipos y de todas las banderas en sus puertos a la
búsqueda del negocio.
El aumento de las exportaciones y de las rutas que se trazaban desde las islas hacia los continentes europeo, americano y africano dieron como circunstancia la cada vez mayor
demanda y por tanto más necesaria búsqueda de embarcaciones.
Gran Canaria no fue una excepción a tales acontecimientos
y desde muy pronto sus puertos se convirtieron en lugares de
compra y venta de barcos de todo tipo, necesarios para realizar
las rutas que se trazaban desde sus puertos. La habilitación de
la isla para tal mercado se debe, sin duda, a la peculiaridad de
Núm. 50 (2004)
477
2
MANUEL LOBO CABRERA
que la flota que operaba en Canarias a fines del siglo XV y comienzos del XVI estaba conformada principalmente por navíos de
origen portugués, vizcaíno y andaluz, pues en los primeros
momentos los astilleros isleños apenas estaban habilitados, y los
pocos maestros de ribera que existían en la isla se dedicaban
preferentemente a reparar, carenar e incluso desbaratar embarcaciones para un posterior aprovechamiento.
De este modo, Gran Canaria se convirtió en un mercado del
transporte marítimo a donde acudían personas de diferente origen a poner en circulación su preciada mercancía. Las primeras transacciones comienzan a darse en el año 1519, fecha en
que ya estaban consolidados los negocios y las rutas con el exterior. A partir de la citada fecha el mercado se nos muestra
dinámico, con cierta intensidad, en unas fechas más que en
otras, en función de las necesidades para realizar las operaciones mercantiles o de la arribada a sus puertos de barcos procedentes de otros lugares que son puestos en venta en función del
mayor precio que se podía alcanzar en la isla.
EL
MERCADO
El seguimiento del mercado lo hemos realizado a través de
las cartas de compra-venta que se registran ante los escribanos
públicos de la isla. En ellas figuran: la fecha y el lugar en que
se realiza la transacción, el tipo de embarcación, el vendedor o
vendedores, el comprador, la cantidad de la embarcación que se
vende, que puede ser toda, un cuarto, la mitad u tercio o alguna parte, especialmente cuando el barco es propiedad de varias
personas, el tonelaje que no siempre se consigna y el precio,
amen de algunas circunstancias curiosas que ya iremos comentando.
Así tenemos que entre 1519 y 1596 fueron vendidos en los
puertos de Gran Canaria, aunque la mayor concentración de las
transacciones se realizaban en el puerto principal de la isla, esto
es en el puerto de las Isletas, 153 embarcaciones, distribuidos de
la siguiente manera:
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI
3
NÚMERO DE VENTAS POR DECADAS
1519 .....................................................................
1520-1529 ...........................................................
1530-1539 ...........................................................
1540-1549 ...........................................................
1550-1559 ...........................................................
1560-1569 ...........................................................
1570-1579 ...........................................................
1580-1589 ...........................................................
1590-1596 ...........................................................
T OTAL ...................................
6
5
9
2
8
34
35
34
20
153
De la anterior tabla se comprueba como el mayor apogeo del
mercado se centra principalmente en la segunda mitad del siglo, coincidente con un repunte de los negocios con Europa, de
la intensificación de las expediciones que se realizan al continente africano, pero especialmente con el apogeo de los viajes hacia el Nuevo Mundo. Esto no obsta para que observemos como
desde la época de los veinte se inicia un negocio que se basa en
las transacciones realizadas a través de los barcos. Es un negocio un poco tímido pero que poco a poco se va animando en
función de la cada vez más necesaria demanda de las embarcaciones que no se puede cubrir con las construcciones realizada
en la isla. Esto hace que se tenga que acudir en algunos casos
a importar barcos o a que personas de otras islas o de otros
lugares, especialmente del cercano Portugal o de Madeira, se
acerquen a la isla a poner en venta su barco. También se traen
navíos de la Península, en ocasiones algunos que vienen en
compañía de la flota que tiene por destino las Indias, y antes de
partir se ponen en venta.
Junto a los que se importan están los que se construyen en
la propia isla o en las cercanas, así en en 1588 un carpintero
de ribera se obligaba a darle a su yerno, hecho y acabado un
navío, según la escritura que habían concertado, y del mismo
el propietario vende posteriormente la mitad1, y al año siguien1
Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Francisco Casares, núm. 923,
f. 537 r. Posteriormente los propietarios se conciertan con el carpintero para
que amplie el navío en tres cintas, y coloque en cubierta un alcazar.
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MANUEL LOBO CABRERA
te, 1589, dos carpinteros de ribera, padre e hijo, venden la cuarta parte de una nao, que se había hecho en la calle de Triana,
y estaba presta para echar a la mar2.
Si nos ponemos a analizar algunas anualidades llama poderosamente la atención, así solo en el año 1519, en que comienzan según nuestros datos las operaciones de compra-venta, se
ponen en venta y se demandan seis embarcaciones, que estamos
casi seguros que son utilizadas en los viajes a Berbería que se
realizan en ese año3. En las siguientes décadas el ritmo desciende
no llegándose a poner en venta ni un barco por año, lo que
demuestra que con las embarcaciones que llegan a la isla procedentes de las otras islas del archipiélago, de la Península y de
Europa se cubren las necesidades que demandan los viajes al
continente americano y africano. Sin embargo a partir de 1560
observamos como se incrementa la demanda con la puesta en
venta en esa década de 34 embarcaciones, a una media de 3,5
barcos por año. Este período que se inicia en dicho año y que se
mantiene casi hasta fines del siglo tiene que ver con la mayor
intensificación de los viajes en principio a Europa y Africa, y a
partir de 1570 al continente americano, período en que más se
notan las protestas de la Casa de la Contratación, donde se envían
navíos sueltos con mercancías demandadas en aquellos mercados, así como los que las flotas que pasan por las islas con destino al Nuevo Mundo se hacen acompañar, en especial de aquellos navíos que están en los puertos de las islas prestos para salir
en conserva en compañía de las mismas. Así tenemos que el ritmo
iniciado a partir de 1560 se mantiene casi todo el resto del siglo.
El análisis del mercado del transporte marítimo en Gran
Canaria va en relación a la escasez de tonelaje que se manifiesta en toda España en la segunda mitad del siglo XVI. Esta escasez se ha explicado, por la atracción de otras rutas antes no
transitadas por la marina mercante castellana4. Esta escasez de
2
A.H.P.L.P., Lorenzo de Palenzuela, núm. 846, f.r.
M. LOBO CABRERA, La esclavitud en las Canarias Orientales en el siglo XVI (negros, moros y moriscos), S/C. de Tenerife, 1982, p. 66.
4
M. ULLOA, «Unas notas sobre el comercio y la navegación españoles
en el siglo XVI», Anuario de Historia Económica y Social, 2, Madrid, 1969,
p. 204.
3
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI
5
tonelaje se experimentó igualmente en Canarias, pues de hecho
muchas veces, a pesar de la importación de transporte, nos encontramos, en especial en el último tercio del siglo, en que se
venden en Las Palmas alrededor de 90 embarcaciones, pues al
no hallarse naves en los puertos grancanarios se recurría a
otras islas, a donde, en ocasiones, se remitía la mercancía en
pequeños barcos o chalupas, para cargar la mercancía en barcos allí fondeados5.
TIPOLOGÍA
DE LOS BARCOS
En Gran Canaria los tipos de barcos que se ponen en venta,
es variado, y vienen condicionados con el mayor o menor aprovechamiento que se quiera obtener de ellos en función de las
rutas. Hemos de destacar que la diversidad de embarcaciones
que llegan a los puertos insulares es amplia, y que no todos los
tipos figuran en las cartas de venta, no obstante hay que hacer
notar que entre los barcos hay que distinguir por un lado a
aquellos que tienen por objeto la pesca y los viajes interinsulares
que son de la misma o similar tipología y características, seguidas de aquellas otras que se dedican preferentemente al comercio y al transporte de pasajeros, junto las que tienen por objeto
de destino las Indias.
Entre las primeras tenemos los llamados barcos así de manera genérica, las chalupas, las barcas de pescar, los barcos
pequeños, las barcas grande, los bateles de navío, las barquetas,
los barcos de ribera. Eran pequeñas embarcaciones que se solían utilizar para pequeños recorridos, incluso dentro de la propia isla de Gran Canaria, para trasladar personas y mercancías
de puerto a puerto, conectando la capital con el exterior, así
como realizar travesías de cabotaje entre las islas o en los viajes
que se realizaban con motivo de las expediciones a Berbería.
Este tipo de embarcaciones eran de pequeño tonelaje, pues en
5
A.H.P.L.P., Lorenzo Palenzuela, núm. 835, f. 314 r. En 1580 se notifica el envío de 13 cajas de azúcar a Tenerife, en una barca, para allí transbordarlas a una nao, que las llevaría a la parte y lugar consignada en la
escritura.
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6
MANUEL LOBO CABRERA
ocasiones apenas llegaban a las tres toneladas6, oscilando por lo
normal entre 16 y 25 toneladas. Muchas de ellas se utilizaban
como barcos de servicio en los puertos, amén de alguna que
otra ocupación de mayor relevancia, así en 1571 se especifica
que se pone en venta un batel de navío7.
El resto son los típicos barcos del Atlántico, propios para los
viajes que se realizan a la costa de Africa, y especialmente los
que conllevan operaciones mercantiles de mayor calado, como
aquellos otros que describen las rutas que nos comunican con
los puertos del Atlántico, tanto europeos como americanos. Es
curioso como a medida que avanza el siglo la tipología va variando, así en la primera mitad son más abundantes las ventas
de carabelas, junto con algunos navíos y barcas de pescar. A
partir de los años cincuenta aunque todavía la carabela sigue
presente van aumentando los navíos, los barcos, las barcas de
pesca, algunas naos y carabelones, así como algún que otro
galeón.
Si observamos los datos del apéndice comprobamos como a
pesar de la generalización tan corriente en el siglo XVI sobre el
barco o navío que englobaba a una cantidad de tipos de barcos
diferentes, aparecen los tipos de manera más marcada puesto
que depende de cada uno de ellos el precio por el cual se debía
tranzar el transporte. De ahí que se marquen diferencias sustanciales, tanto en lo que respecta al tonelaje como al precio.
La carabela es el tipo de embarcación que más abunda en
la primera mitad del siglo, si lo cotejamos con el total de barcos
que son puestos en venta, de tal manera que entre 1519 y 1555
de un total de 26 barcos se ponen en venta 14 carabelas, más
del 50%, de las cuales una es nominada como carabela de pes6
A.H.P.L.P., En julio de 1572 Don Juan Pacheco de Benavides vende al
pescador Domingo Hernández media barca que tenía en compañía de Juan
Alonso, pescador, que sería de porte de 6 botas, con todos los aparejos que
la barca tenía. En 1573 un mercader flamenco vendía al señor de Fuerteventura, Gonzalo de Saavedra, la mitad de una barca grande de 12 botas de
porte: A.H.P.L.P., Luis de Balboa, núm. 860, f. 142 r.
7
A.H.P.L.P., Roque de Loreto, núm. 857, f. 28 r. En agosto de 1571 el
flamenco Conrate Mayer se obligaba a pagar a Lorenzo de Palenzuela, escribano público, y a su hijo, 16 doblas de oro por un batel de navío con
sus tres remos y timón que le había comprado.
482
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI
7
ca, mientas que en el resto de la centuria de un total de 120
embarcaciones solo figuran en el mercado de Las Palmas 15. La
carabela era un tipo de barco propio del sur de la Península, y
el más común en la rutas que enlazaban Canarias con los puertos ibéricos, aunque también está presente en los viajes a los
puertos europeos, a donde en la segunda mitad del siglo XVI se
dirigen 105, acaparando el 27,1% del transporte mercantil8, en
los viajes al continente africano, a donde se contabilizan con
destino a Berbería un total de 109, y especialmente al continente americano, pues no en vano fue considerada la embarcación
por excelencia de los descubrimientos una vez que los portugueses la utilizaron en sus viajes de exploración. Estas eran embarcaciones a vela muy ligeras, con una cubierta, espolón o proa,
popa llana, tres palos y cofás solo en los palos mayor y de
popa10. A veces, se habla de carabela de pesca sin distinguir en
que se diferencia de la mercante11, y también se indica en ocasiones que nos hallamos en presencia de otro tipo de barco de
la misma familia, conocido como carabelón12, que era una embarcación de menor tonelaje que la carabela, por lo común de
10 a 20 toneladas, y de velamen más reducido.
En conjunto el navío es un tipo de embarcación que figura
vendiéndose y comprándose a lo largo del siglo, quizá por su
mayor demanda, y por ser un barco atlántico por naturaleza,
al ser sin lugar a dudas uno de los más utilizados en el comercio entre Gran Canaria y Europa13, así de un total de 386 embarcaciones que hacen la ruta entre la isla y el continente eu88
M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo bajo Felipe II, Funchal, 1988, p. 40.
99
M. LOBO CABRERA, La esclavitud..., p. 66.
10
A. MASÍA DE ROS, Historia general de la piratería, Barcelona, 1959,
p. 674.
11
A.H.P.L.P., En noviembre de 1519 se pone en venta por parte de un
maestre una carabela de pesca, con sus velas, remos y parejos y precio de
20 doblas, un tercio de lo que valía una carabela de la típicas.
12
En 1574 un vecino de Cádiz vende a Juan Bautista de Ortega, maestre
de una de la naos de don Juan de Guzmán, que iba para Indias, la mitad
de un carabelón, surto en Las Isletas, que compró en Faro. A.H.P.L.P., Lorenzo Palenzuela, núm. 832, f. 1.142 r.
13
M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo..., pp. 40-41.
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8
MANUEL LOBO CABRERA
ropeo durante el reinado de Felipe II el 45,8% son denominados
navíos. De la misma manera su presencia también es importante en los viajes que llevan por destino el continente americano,
pues de un total de 144 barcos que llevan vino desde Gran Canaria a los distintos mercados del Nuevo Mundo, 82 son navíos14,
que representa el 56,6% del total de las embarcaciones. Sobre
la acepción de su nombre se indica que es impreciso, ya que bajo
tal nominación se encierra un número indeterminado de barcos,
aunque hay autores que indican que su nombre incluye dos
acepciones en el siglo XVI; según una de ellas es genérico de
embarcaciones, y según otra se refería a buques de menos porte que las naos, y de hecho Chaunu comprobó en su estudio que
la mayoría no alcanzaban las 100 toneladas15. En alguna ocasión se nos cita la presencia de un navío redondo que es vendido por un vecino de Faro al capitán Adriano de Padilla, factor
y veedor en Indias, que va como capitán en la expedición que
tiene por destino la conquista de la Nueva Andalucía16. Este tipo,
algún autor sostiene que se asemeja más a una nao, puesto que
las naos redondas y con velas redondas eran la mejor invención
para lo tocante a la navegación17.
El navío, como tal, era, sin embargo, una embarcación de
vela cuadrada, de mayor tonelaje, que se utilizaba tanto para la
guerra como para el comercio. Se dice de él que era un edificio
flotante, con dos, tres o cuatro mástiles, vela cuadrada perfecta
con el viento en contra, que marcó el comienzo de una de las
grandes transformaciones que se operaron en el Atlántico18. En
14
M. LOBO CABRERA, El comercio del vino entre Gran Canaria y las Indias en el siglo XVI, Las Palmas de Gran Canaria, 1993, p. 60.
15
P. CHAUNU, Séville et l’Atlantique (1504-1650), París, 1956-1960, t. I,
p. 317.
16
A.H.P.L.P., Lorenzo de Palenzuela, núm. 834, f. 298 r. Este navío se
vende con su batel de servicio, velas, jarcias, cables y anclas. J. B LANCO
MONTESDEOCA y M. LOBO CABRERA, «Documentos acerca de la aportación
canaria a la conquista de la Nueva Andalucía», II Coloquio de Historia
Canario-Americana (1977), Las Palmas, 1979, t. I, pp. 119-132.
17
J. ESCALANTE DE MENDOZA, Itinerario de los mares y tierras occidentales, Madrid, 1985, p. 27.
18
F. BRAUDEL, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
Felipe II, Madrid, 1976, pp. 391 y ss.
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ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS
EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI
9
efecto, su disposición para los viajes atlánticos queda demostrada por su continua presencia en el mercado de Las Palmas y
por la demanda permanente que existe de este tipo de embarcación a lo largo de todo el siglo, tanto para la realización de viajes comerciales a Europa como al Nuevo Mundo.
Otro tipo de barco que no es muy frecuente en el mercado aunque si en los viajes a larga distancia es la nao. No obstante encontramos que a lo largo del siglo XVI hallamos nueve
que son puestas en venta en diferentes fechas. La primera se
pone en venta en 1533, fecha en que un vecino de Ayamonte,
maestre de la propia nao, vende la mitad de la misma a
un mercader y vecino de Tenerife19. Este tipo de embarcación
era frecuente que se utilizara en los viajes a Indias, por ser
una gran embarcación a vela destinada en gran parte al comercio. Del mismo modo su presencia también se hace notar
en los viajes que tienen como destino los puertos del Atlántico
europeo20.
Además de estos tipos encontramos alguna alusión, una, a
la presencia de un galeón que se vende mediante remate y una
lancha inglesa. En el primer caso el portugués Pedro Alvarez,
maestre, reconoce como en él se había rematado un galeón por
285 doblas que había depositado en el vecino Miguel de Arencibia21. La lancha inglesa se vende en 1596. Su propietario al
venderla hace constar que la misma se la habían dado unos
ingleses en pago de un barco que le habían tomado y robado
en la costa este de la isla22.
19
A.H.P.L.P., Cristóbal de San Clemente, núm. 741, f. 159 r.
M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo..., p. 40. Del total de
embarcaciones que realizan estas rutas 68 son naos.
21
A.H.P.L.p., Antonio Lorenzo, núm. 810, f. 72 r.
22
A.H.P.L.p., Rodrigo de Cubas, núm. 2.592, f. 122 v. La vende por
precio de 100 reales de plata, que recibió para fornecimiento de su barco
que tenía para ir a las calmas. En el mismo día el comprador la vuelve a
vender a un barquero por 120 reales, con lo cual gana en la operación 20
reales.
20
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10
MANUEL LOBO CABRERA
TIPOS DE BARCOS
Barcas23 ................................................................
Barcos24 ...............................................................
Carabelas25 ...........................................................
Carabelón ............................................................
Navíos26 ...............................................................
Naos .....................................................................
Otros ....................................................................
T OTAL ................................
51
21
30
2
36
9
4
153
TONELAJE
El tonelaje de los barcos casi nunca aparece reseñado, salvo
excepciones muy contadas, por propio interés de los contratantes, y más por seguridad del comprador. Además este es un tema
un poco confuso, porque no todos los autores se ponen de acuerdo, a pesar de los intentos realizados para clarificar esta cuestión. No obstante lo que si resulta más o menos claro es la
diferencia existente entre tonelada de capacidad y de aforamiento o flete. Las discusiones se han centrado más en el tráfico
particular con Indias, en aras a poder conocer el volumen objeto de las transacciones mercantiles. En la mayor parte de los
tráficos el arqueo se regulaba por toneladas, significando cada
una su igualdad a dos pipas de vino de acuerdo con lo señalado por Veitia y Linage27, aunque nosotros encontramos la cita
de otras capacidades. Así entendemos que la que se registra en
los contratos tiene que ver con la de la capacidad de flete, sobre todo si tenemos en cuenta que muchas veces no se habla
23
En la denominación de barcas hemos englobado barcas, barca de
pescar, barca grande y barqueta.
24
En los barcos entran: barco, barco de pesca, barco pequeño, barco
de ribera, barco grande.
25
En las carabelas entran las carabelas propiamente dichas y una carabela de pesca.
26
En los navío algunos son denominados como navíos latinos y navíos
redondos.
27
M. VEITIA Y LINAGE, Norte de la Contratación, Buenos Aires, 1945,
libro II, cap. XV, núm
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