I MADRID-LAS PALMAS Año 2004 Núm. 50 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS SE ENCUENTRA ASOCIADO AL DE E STUDIOS HISTÓRICOS DEL CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS CENTRO I MADRID-LAS PALMAS Año 2004 Núm. 50 Copyright by «Casa de Colón» Es propiedad Madrid-Las Palmas, 2004 Published in Spain ISSN: 0570-4065 Depósito legal: M. 4.925 - 1958 RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE REPRODUCCIÓN Y ADAPTACIÓN PARA TODOS LOS PAÍSES Fotocomposición e impresión: T ARAVILLA . Mesón de Paños, 6. 28013 Madrid TRABAJOS EN EL PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CUEVA PINTADA DE GÁLDAR ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS Codirectores: ANTONIO RUMEU DE ARMAS ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU AÑO 2004 NÚM. 50 SUMARIO Página TOMO PRESENTACIÓN, por Antonio DE I BÉTHENCOURT MASSIEU ........ 19 FILOLOGÍA Maximiano TRAPERO: La toponimia de Gran Canaria en el tiempo en que Colón pasó por ella ..................................................... 27 Cristóbal CORRALES ZUMBADO y Dolores CORBELLA DÍAZ: Primeros testimonios e impresiones sobre el habla canaria ............. 71 Yolanda ARENCIBIA SANTANA: “El Correo de Canarias” y la “Estafeta de Londres”, en el diálogo social del setecientos ........... 121 Núm. 40 (1994) 5 CELSO MARTÍN DE GUZMÁN/JORGE ONRUBIA PINTADO/JOSÉ IGNACIO SÁENZ SAGASTI Página Marcial MORERA PÉREZ: Algunas características del español canario del siglo XVIII ........................................................................ 155 HISTORIA Eloy BENITO RUANO: ¿Galicia por Guillermo el Conquistador? .... 213 Alberto VIEIRA: As ilhas atlánticas para uma visão dinâmica da sua história ...................................................................................... 219 Miguel Ángel LADERO QUESADA : Trescientos nombres canarios a comienzos del siglo XVI .................................................................. 265 Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: Fundaciones canarias en la frontera dominicana en la segunda mitad del siglo XVIII : San Rafael, las Caobas y San Miguel de la Atalaya ........................ 281 Antonio RUMEU DE A RMAS: Frustrado desembarco en Santa Cruz de Tenerife en 1797 de la infantería de marina inglesa al mando del almirante Nelson: El muelle y el castillo de San Cristóbal, objetivos únicos ................................................................... 309 Agustín MILLARES CANTERO: Luchas por las papas y el pan, los disturbios populares de Las Palmas en 1851 y 1856 .............. 319 HISTORIA SOCIAL José Antonio ESCUDERO: Los Reyes Católicos y el establecimiento de la Inquisición ........................................................................ 357 Francisco FAJARDO SPÍNOLA: Vino, velas y cañones, nuevos datos y consideraciones sobre la navegación con Canarias en la Edad Moderna .................................................................................. 395 Luis Alberto ANAYA HERNÁNDEZ : Las polémicas redenciones ...... 431 HISTORIA ECONÓMICA Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN: Tejidos, corambres y leyes en la Castilla del siglo XVI .................................................. 453 Manuel LOBO CABRERA: El mercado del transporte marítimo en Gran Canaria en el siglo XVI ........................................................ 477 Elisa TORRES SANTANA: Las letras de cambio y la financiación del comercio exterior canario en la primera mitad del seiscientos ............................................................................................... 509 Ana VIÑA BRITO: La Hacienda de Tazacorte (La Palma) ............. 545 Antonio Miguel BERNAL: “Poner freno y castigo a las Canarias”: Necesidades de la Real Hacienda y presión del consulado de Sevilla (1644-1653) ......................................................................... 589 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 6 TRABAJOS EN EL PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CUEVA PINTADA DE GÁLDAR Página Pere MOLAS RIBALTA: La Compañía como proyecto (siglos XVIIXVIII ) .................................................................................................. 607 Santiago DE L UXÁN M ELÉNDEZ y ÓSCAR B ERGASA P ERDOMO : Puertos Francos e industrialización en Canarias. Un debate abierto: El caso de la producción azucarera en 1884-1892 ... 625 ÍNDICE ................................................................................................... 675 TOMO II PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: La explotación de la púrpura en las costas atlánticas de Mauritania Tingitana y Canarias. Nuevas aportaciones ...................................................................................... 689 Jorge ONRUBIA PINTADO, Carmen Gloria RODRÍGUEZ SANTANA y José Ignacio SÁENZ SAGASTI: El proyecto Cueva Pintada y la arqueología prehispánica de Gáldar (Gran Canaria). Balance y perspectiva de dos décadas de investigaciones ...................... 705 Alfredo MEDEROS MARTÍN y Gabriel ESCRIBANO COBO: Hábitat aborigen en cuevas artificiales del sur de Tenerife (Arico-Granadilla) .............................................................................................. 731 Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ: Recuperando patrimonio. Arqueología prehispánica canaria en la Comunidad Valenciana ....... 781 ETNOHISTORIA Antonio TEJERA GASPAR: Canarios, taínos y europeos en los siglos XIV y XV (Un modelo de contacto interétnico) ................. 809 HISTORIOGRAFÍA Antonio RUMEU DE ARMAS: Fray Juan de Abreu Galindo, historiador de Canarias .......................................................................... 837 Antonio de BÉTHENCOURT MASSIEU: “Idea de la conquista de estas Islas” (1679). Núñez de la Peña en la historiografía Canaria .................................................................................................. 853 DEMOGRAFÍA Antonio MACÍAS HERNÁNDEZ : La población de Canarias a finales del siglo XVI. El Vecindario de 1585 ..................................... 907 BELLAS ARTES José Luis GAGO VAQUERO: La carpintería como materia patri............................................................................................... monial Núm. 40 (1994) 957 7 CELSO MARTÍN DE GUZMÁN/JORGE ONRUBIA PINTADO/JOSÉ IGNACIO SÁENZ SAGASTI Página José Cesáreo LÓPEZ PLASENCIA: “Sanguis viri dolorum. Redemptio mundi”. Una alegoría de la pasión de Cristo en la escultura española del barroco .............................................................. 971 BIOGRAFÍAS Manuel de PAZ SÁNCHEZ: Un reformador social cubano del siglo XIX: Gaspar Betancourt Cisneros, “El Lugareño” ............... 1035 CIENCIAS SOCIALES: DERECHO Carmen BOLAÑOS MEJÍAS: La restitución del amparo mexicano por los exiliados: la obra de Millares Carlo sobre instituciones jurídicas durante la colonia .................................................. 1071 ECONOMÍA Salvador MIRANDA CALDERÍN: La evolución del Régimen Económico y Fiscal de Canarias en los 50 años del Anuario de Estudios Atlánticos (1955-2004) ....................................................... 1103 BIBLIOGRAFÍA Bibliografía Atlántica y especialmente Canaria, por el “Centro de Documentación de Pedro Agustín del Castillo” y “Seminario de Humanidades Millares Carlo” (UNED) .................................. 1249 CRÓNICA Memoria de actividades del Servicio Insular de Cultura, 2004 ........ 1227 ÍNDICE ................................................................................................... 1305 { LAS PALMAS: Casa de Colón Correspondencia: Calle Colón, 1 - D. P. 35001 8 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS NÓMINA GENERAL DE COLABORADORES Helio ABRANCHES VIOTTI: Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Gregoriana de Roma.—José ABREU CARDET.—Luis Miguel ACOSTA BARROS: Licenciado en Historia.—Andrés ACOSTA GONZÁLEZ: Doctor en Historia e Ingeniero Aeronáutico.—Pilar ACOSTA MARTÍNEZ: Catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—Emiliano AGUIRRE ENRÍQUEZ: Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense de Madrid.—Néstor ÁLAMO HERNÁNDEZ (†): Cronista Oficial de Gran Canaria, Correspondiente de la Real Academia de la Historia.—Verónica ALBERTO BARROSO: Departamento de Prehistoria de la Universidad de La Laguna.—José ALCINA FRANCH (†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Martín ALMAGRO BASCH (†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Director del Museo Arqueológico de Madrid.—María Rosa ALONSO RODRÍGUEZ: Profesora titular de Filología española en la Universidad de Los Andes de Mérida (Venezuela).—Manuel ALVAR LÓPEZ: Académico de número de la Real Academia Española, Catedrático de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, Director del «Atlas Lingüístico Español» del C.S.I.C.—Juan ÁLVAREZ DELGADO (†): Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Joaquín AMIGO DE LARA (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Luis A. ANAYA HERNÁNDEZ: Profesor titular de la Universidad de Las Palmas.—José ANDRÉS-GALLEGO: Catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).—Gonzalo ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN: Director de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid.—Vicente ARAÑA SAAVEDRA: Director del Instituto de Geología del C.S.I.C.—Antonio ARBELO CURBELO: Doctor en Medicina.—Adolfo ARBELO GARCÍA: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Antonio ARBELO LÓPEZ DE LETONA: Doctor en Medicina.—M.a Carmen del ARCO AGUILAR: Doctora en Filosofía y Letras (sección Historia).—Yolanda ARENCIBIA SANTANA: Catedrática de la Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Alfonso ARMAS AYALA (†): Director de la Casa de Colón. Director de la Casa-Museo de Galdós. Catedrático de Literatura de Institutos de Enseñanza Media.—Matilde ARNAY DE LA ROSA: Doctora en Geografía e Historia.—Mariano ARRIBAS PALAU: Profesor Adjunto de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense.—Joaquín ARTILES SANTANA (†): Catedrático de Literatura, Ex Inspector de Enseñanza Media del Distrito Universitario de La Laguna.—José Luis de AZCÁRRAGA BUSTAMANTE (†): Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Alcalá de Henares, Académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.—Marcos BÁEZ FUMERO: Doctor en Biología, Profesor de la Facultad de Ciencia de la Universidad de La Laguna.—Manuel BALLESTEROS GAIBROIS (†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid, del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.—Lionel BALOUT: Director del Institute de Paléontologie Humaine de Paris.—Ignacio BARANDIARÁN MAESTU: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de Santander.— Germán BARCELÓ SERRA: Doctor en Farmacia.—Rosendo BARRERA PIÑEIRO: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—Liliana BARRETO: Diplomada en Filología Germánica.—Maximiliano BARRIO GOZALO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Valladolid.—José M.a BASABE GARCÍA: Del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Barcelona.—José Antonio BATISTA MEDINA: Del Laboratorio de Antropología Social de la Universidad de La Laguna.—Sergio BAUCELLS MESA: Licenciado en Historia por la Universidad de La Laguna.—Antonio BELTRÁN MARTÍNEZ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza.—Eloy BENITO RUANO: Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Óscar BERGASA PERDOMO: Profesor titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Antonio M. BERNAL: Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Sevilla.— María Josefa BETANCOR GÓMEZ: Profesora Titular de la Facultad de Medicina de Las Palmas de Gran Canaria.—Antonio BÉTHENCOURT MASSIEU: Catedrático Emérito de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia, Director del Seminario de Humanidades Millares Carlo.—Ginette BILLY: De la Facultad de Ciencias de Limoges (Francia).—José María BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Carmen BOLAÑOS MEJÍAS: Profesora Asociada de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid).—Analola BORGES Y JACINTO DEL CASTILLO: Catedrática Emérita de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Lagunoa.—Óscar BOSCH BENÍTEZ: Doctor en Derecho.—Juan BOSCH MILLARES (†): Doctor en Medicina y en Ciencias Naturales.—Claude A. J. BREGUET: Ingeniero Aeronático, diplomado de la Escuela Libre de Ciencias Políticas de París.—Alexis D. BRITO GONZÁLEZ: Profesor de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Oswaldo BRITO GONZÁLEZ: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Francisco CABALLERO MÚJICA (†): Doctor en Derecho Canónico.—José C. CABRERA PÉREZ: Licenciado en Geografía e Historia.—Guillermo CAMACHO Y PÉREZ GALDÓS (†): Licenciado en Filosofía y Letras.—Javier CAMPOS ORAMAS: Licenciado en Historia.— Gabriel CAMPS: Director del «Centre de Recherche Anthropologiques, Préhistoriques et Ethnographiques» de Argel.—Fernando CARNERO LORENZO: Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.—Juan M. CARRETERO ZAMORA: Profesor titular de Historia Moderna en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense.—Francisco Javier CASTILLO: Profesor titular de Filología inglesa en la Universidad de La Laguna.—Miguel Ángel CHAVES MARTÍN: Doctor en Historia del Arte.—Luis CEBALLOS Y FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA (†): Ingeniero de Montes Profesor de Botánica de la Escuela Superior de Montes.—Alejandro CIORANESCU (†): Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Nuria COLL JULIA: Doctora en Filosofía y Letras.—Juan COMAS CAMPS: Profesor del Institu- to de Investigaciones Históricas, Sección de Antropología, de la Universidad de México.—Juan CONTRERAS Y LÓPEZ DE AYALA (†), Marqués de Lozoya: Director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.— Dolores CORBELLA: Catedrática de la Facultad de Filología Española de la Universidad de La Laguna.—David CORBELLA GUADALUPE: Licenciado en Historia del Arte.—Cristóbal CORRALES ZUMBADO: Catedrático de la Facultad de Filología Española de la Universidad de La Laguna.—Vicenta CORTÉS ALONSO: Del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Directora del Archivo del Ministerio de Educación y Ciencia.— Tomás CRUZ GARCÍA (†): Licenciado en Derecho.—Antonio CRUZ SAAVEDRA: Licenciado en Historia del Arte.—José Manuel CUENCA TORIBIO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba.—Ad. DAVY DE VIRVILLE: Director del Laboratorio de la Facultad de Ciencias de la Universidad de París (Sorbona).—Jorge DEMERSON: Catedrático de la Universidad de Lyon II, Correspondiente de las Reales Academias Española y de la Historia.—Carmen DÍAZ ALAYÓN: Profesora titular de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—Juan J. DÍAZ BENÍTEZ: Licenciado en Historia.—Ramón DÍAZ HERNÁNDEZ: Catedrático de la Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B. de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Matías DÍAZ PADRÓN: Colaborador del Instituto «Diego Velázquez», del C.S.I.C., Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid y de la Escuela de Restauración de Obras de Arte.—A. DÍAZ TEJERA: Catedrático de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla.—Luis DIEGO CUSCOY (†): Director del Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife.—Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ (†): Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Javier M.a DONEZAR Y DÍEZ DE ULZURRÚN: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid.— Ventura DORESTE VELÁZQUEZ (†): Licenciado en Filosofía y Letras, del Instituto de Estudios Canarios.—Carlos F. DUARTE: Miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de Córdoba.—Gabriel ESCRIBANO COBO: Departamento de Prehistoria de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense.—José Antonio ESCUDERO: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid).—Manuel ESPADAS BURGOS: Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.—Francisco ESPAÑOL COLL: Conservador del Museo de Zoología de Barcelona.—Julio ESPINOSA AFONSO: Doctor en Medicina.—Tomás ESPINOSA SAN JOSÉ: Licenciado en Derecho.—Claudio ESTEVA FABREGAT: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona.—Jean FAÏN: Doctor en Física Nuclear y Corpuscular, Universidad de Clermont II.—Francisco FAJARDO SPÍNOLA: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Luis FALCÓN RIVERO: Licenciado en Historia.—María Jesús FEBLES DÍAZ, Historiadora del Arte.—Felipe FERNÁNDEZ-ARMESTO: Doctor en Filosofía, Profesor del St. Anthony’s College de Oxford.—Enrique FERNÁNDEZ-CALDAS: Catedrático Emérito de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de La Laguna.—Rafael FERNÁNDEZ HERNÁNDEZ: Doctor en Filología Española.—Luis FERNÁNDEZ MARTÍN, S. J.: Doctor en Filosofía y Letras (sección de Historia).— Jesús M. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ.—Francisco FERNÁNDEZ SERRANO: Doctor en Sagrada Teología, Canónigo de Zaragoza.—Manuel FERRAZ LORENZO: Centro Superior de Educación de La Laguna.—Manuel FERRER MUÑOZ: Doctor en Derecho.—Pío FONT QUER: Doctor en Ciencias Naturales.—Inocencio FONT TULLOT: Experto en Meteorología de la Asistencia Técnica de las Naciones Unidas.—Mercedes FÓRMICA: Escritora.— Carmen FRAGA GONZÁLEZ: Catedrática de Historia del Arte de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Miguel FUS- TE ARA (†): Del Instituto «Bernardino de Sahagún» de Antropología y Etnología.—José Luis GAGO VAQUERO: Doctor Arquitecto.—Francisco GALVÁN FERNÁNDEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Victoria GALVÁN GONZÁLEZ: Profesora de la Universidad de Las Palmas.—María GALLARDO PEÑA: Licenciada en Historia del Arte.—Julián GALLEGO SERRANO: Catedrático de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid.—R. GARCÍA BECERRA: Licenciado en Ciencias Biológicas.—María Isabel GARCÍA BOLTA: Doctora en Filosofía y Letras.—Carmelo GARCÍA CABRERA (†): Director del Laboratorio Oceanográfico de Canarias del Instituto Español de Oceanografía en Santa Cruz de Tenerife.—María Jesús GARCÍA LÓPEZ: Doctora en Geografía.—José A. GARCÍA-DIEGO (†): Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.—Faustino GARCÍA MÁRQUEZ: Arquitecto.—María GARCÍA MORALES: Colaboradora del Museo Arqueológico de Tenerife.—José GARCÍA ORO: Doctor en Teología, Historia Eclesiástica y Filosofía y Letras; Profesor de Historia Eclasiástica en la Universidad de Santiago de Compostela.—Manuel GARCÍA SÁNCHEZ: Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.—Graciela GARCÍA SANTANA: Doctora en Historia del Arte.—M. a D. GARRALDA: Profesora de Antropología de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense.—Attilio GAUDIO: De la «Société d’Ethnographie» de París.—Manuel GIMÉNEZ FERNÁNDEZ (†): Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla— Juan Miguel GÓMEZ-MENOR GUERRERO: Catedrático de Ciencias Naturales en Institutos de Enseñanza Media.—Juan GOMEZ-MENOR ORTEGA: Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid.—Manuel GONÇALVES DA COSTA: Licenciado en Teología por la Universidad Gregoriana de Roma.—Rafael GONZÁLEZ ANTÓN: Doctor en Historia— Carmen Milagros GONZÁLEZ CHÁVEZ.—Joaquín GONZÁLEZ ECHEGARAY: Del Museo de Prehistoria de Santander.—Antonio GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ (†): Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—Francisco GONZÁLEZ LUIS: Profesor titular de Filología Latina de la Universidad de La Laguna.—Alejandro GONZÁLEZ MORALES: Licenciado en Geografía e Historia.—José Luis GONZÁLEZ NOVALÍN: Canónigo Archivero de la Catedral de Oviedo.—Celestino GONZÁLEZ PADRÓN (†): Licenciado en Medicina, miembro del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz.—Teresa GONZÁLEZ PÉREZ: Doctora en Historia.— Emilio GONZÁLEZ REIMERS: Doctor en Medicina, miembro del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz.—Ángel V. GONZÁLEZ RODRIGUEZ: Licenciado en Historia.—José Manuel GONZÁLEZ RODRÍGUEZ: Profesor titular de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de La Laguna.—Enrique GOZALBES CRAVIOTO: Doctor en Historia, Profesor de Instituto de Bachillerato.—Enrique GUERRERO BAFALCÓN (†): Vicepresidente de la Fundación «Nuestra Historia» (Instituto Argentino de Estudios Históricos), Buenos Aires.—Marcos GUIMERÁ PERAZA: Notario.—M. a del Carmen GUIMERÁ RAVINA: Catedrática de Geografía e Historia de Instituto Nacional de Bachillerato.—Agustín GUIMERÁ RAVINA: Colaborador científico del C.S.I.C.—Rafael HARDISSON Y PIZARROSO (†): Profesor de Estética e Historia de la Música en el Conservatorio de Santa Cruz de Tenerife.— Hans M. HAUSEN: Profesor de Geología de Abo (Finlandia).—Nicole Petit Marie HEINTZ: Del «Centre National de la Recherche Scientifique» de París.—Justo HERNÁNDEZ: Doctor en Medicina.—P. HERNÁNDEZ: Profesora de Prehistoria de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense.—José HERNÁNDEZ DÍAZ (†): Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla; Académico de número de la Real de Bellas Artes de San Fernando.—Julio HERNÁNDEZ GARCÍA: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ: Profesor titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Vicente HERNÁNDEZ JIMÉNEZ: Licenciado en Derecho, Funcionario Técnico de la Administración del Estado.—José Ángel HERNÁNDEZ LUIS: Licenciado en Geografía.—J. M. HERNÁNDEZ OTERO: Licenciado en Farmacia.— Jesús HERNÁNDEZ PERERA (†): Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Mauro S. HERNÁNDEZ PÉREZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Alicante.—María de los Reyes HERNÁNDEZ SOCORRO: Catedrática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Paloma HERRERO ANTÓN: Licenciada en Filosofía y Letras, Catedrática de I.N.B.—Leo J. HOAR, jr.: Doctor en Lenguas Románicas por la Universidad de Harward.—Henri HOESTLAND: Profesor de Zoología en la Universidad Libre de Lille.—Ángel HOYOS DE CASTRO (†): Catedrático de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Madrid.— Ángel Luis HUESO MONTÓN: Doctor en Filosofía y Letras (sección de Historia). Profesor Adjunto de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela.—Fray Diego INCHAURBE ALDAPE, O. F. M. (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Sylvia Alejandra JIMÉMEZ BROBEIL: Profesora titular interina de Antropología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada.—M.a de la Cruz JIMÉNEZ GÓMEZ: Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—José J. JIMÉNEZ GONZÁLEZ: Conservador del Museo Arqueológico de Santa Cruz de Tenerife.—Fernando JIMÉNEZ DE GREGORIO: Catedrático de Geografía e Historia en Institutos de Enseñanza Media.—Alfredo JIMÉNEZ NÚÑEZ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—Sebastián JIMÉNEZ SÁNCHEZ (†): Ex Delegado Provincial de Excavaciones Arqueológicas en las Canarias Orientales.—Francisco JORDÁ CERDÁ: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Salamanca.—José Antonio JORGE HERNÁNDEZ: Licenciado en Medicina, miembro del Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz.—Gunter KUNKEL, F. L. S.—Miguel Angel LADERO QUESADA: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.— Jesús LALINDE ABADÍA: Catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza.—Antonio LINAGE CONDE: Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras.—Carmelo LISÓN TOLOSANA: Profesor Emérito de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—William H. LITTLE: Profesor de la Universidad de Washington (USA).—Manuel LOBO CABRERA: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas.—León LOPETEGUI (†): Doctor por la Universidad Gregoriana de Roma.—J. LÓPEZ ALVARADO: Licenciado en Ciencias del Mar.—Ramón LÓPEZ CANEDA: Profesor de Historia del Arte en la Escuela de Profesorado de E.G.B. de Las Palmas.—Juan Sebastián LÓPEZ GARCÍA: Profesor de la E.T.S. de Arquitectura de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.— Luis LÓPEZ MEDINA: Licenciado en Medicina.—Cesáreo LÓPEZ PLASENCIA: Licenciado en Filología.—José LÓPEZ DE TORO (†): Académico de la Real Historia; del Cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos.—Manuel J. LORENZO PERERA: Licenciado en Filosofía y Letras (sección Historia).—Santiago LUXÁN MELÉNDEZ: Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Elena LLAMAS POMBO: Profesora titular de Filología de la Universidad de Salamanca.—Gabriel LLOMPART MORAGUES: Licenciado en Historia y en Teología.—Federico MACAU VILLAR (†): Doctor-Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.—Raymond R. MACCURDY: Doctor en Filología.—Antonio M. MACÍAS HERNÁNDEZ: Catedrático de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.—José María MADURELL MARIMÓN: Académico numerario de la Real de Buenas Letras de Barcelona.—Enrique MARCO DORTA (†): Cate- drático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Georges MARCY (†): Profesor de la Universidad de Argel.—Manuel V. MARRERO GÓMEZ: Licenciado en Biología.—Manuela MARRERO RODRÍGUEZ: Catedrática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Pedro MARSET CAMPOS: Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Murcia.—Manuel MARTEL SAN GIL: Catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares.— Juan Francisco MARTÍN DEL CASTILLO: Doctor en Historia y Profesor de Instituto Nacional de Bachillerato.—Gonzalo MARTÍN GARCÍA: Doctor en Historia por la Universidad de Educación a Distancia.—Celso MARTÍN DE GUZMÁN (†): Del Instituto Español de Prehistoria del C.S.I.C.—Antonio MARTÍN HERRERA: Doctor en Medicina.—Ernesto MARTÍN RODRÍGUEZ: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Juan F. MARTÍN RUIZ: Catedrático de Geografía Humana en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Jesús MARTÍNEZ MARTÍNEZ: Director del Departamento de Geología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Domingo MARTÍNEZ DE LA PEÑA GONZÁLEZ: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Luis MARTÍNEZ VILLA: Profesor de Grafología en la Escuela de Ciencias del Grafismo.—Raymond MAUNY: Profesor de la Universidad de París (Sorbona); Vicepresidente del «Centre de Recherches Africaines», de la Sorbona.—Joaquín MECO CABRERA: Doctor en Geología, Profesor de Escuela Universitaria de E.G.B.—Alfredo MEDEROS MARTÍN: Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense.—María Teresa MENCHÉN BARRIOS: Doctora en Historia.—Raúl Juan MENDOZA RAMOS.—Ramón MENÉNDEZ PIDAL (†): Director de la Real Academia Española.—Didier MIALLIER: Doctor en Física Corpuscular, Universidad de Clermont II.— Mark MILBURN: Socio de la Royal Geographical Society.—Agustín MILLARES CANTERO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Josep MIRACLE MONSERRAT: De la «Societat d’Estudis Histories» de Barcelona.—Salvador MIRANDA CALDERÍN: Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Soledad MIRANDA GARCÍA: Profesora Ayudante de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba.—Marina MITJÁ SAGUES: Doctora en Historia; del Archivo de Protocolos de Barcelona.—Pere MOLAS RIBALTA: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Bercelona.— Michell MOLLAT: Profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de París (Sorbona).—Théodore MONOD: Membre de l’Institut de France.— Víctor J. MONTSERRAT: Doctor en Biología; Profesor Adjunto de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense.—Víctor MORALES LEZCANO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Francisco MORALES PADRÓN: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.— Alfredo MORENO CEBRIÁN: Colaborador Científico del Instituto «Fernández de Oviedo», del C.S.I.C.—Francisca MORENO FUENTES: Archivera titular del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna.—María MORERA HIERRO: Licenciada en Historia.—Marcial MORERA PÉREZ: Catedrático de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—Hallman L. MOVIUS, jr.: Del «Peabody Museum», Harward University, USA.—Juan F. NAVARRO MEDEROS: Licenciado en Filosofía y Letras (sección Historia).—Olegario NEGRÍN DELGADO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Educación a Distancia.—Constanza NEGRÍN MEDEROS: Profesora de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Rafael NIETO CORTADELLAS: Miembro del Instituto Cubano de Genealogía y Heráldica.—Manuel NOGALES: Profesor titular de la Facultad de Biología de la Universidad de La La- guna.—Sebastián de la NUEZ CABALLERO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Juan Sebastián NUEZ YÁNEZ: Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.—M.a OJEDA CABRERA: Profesora de la Escuela Universitaria de E.G.B. de La Laguna.—Concepción OLIVA HERNÁNDEZ: Licenciada en Medicina.—Jorge ONRUBIA PINTADO: Profesor titular de Prehistoria en la Universidad de Castilla-La Mancha.—G. ORTEGA: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.—Francisco ORTUÑO MEDINA (†): Ingeniero de Montes.—Aida PADRÓN MÉRIDA: Licenciada en Filosofía y Letras.—H. PARRA MÁRQUEZ (†): Director de la Academia Nacional de Historia de Venezuela.—Juan Manuel PARREÑO CASTELLANO, Profesor asociado en la Universidad de Las Palmas.—Manuel de PAZ SÁNCHEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Manuel PELLICER CATALÁN: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.— M. A. PEÑA ESTÉVEZ: Licenciado en Ciencias Biológicas.—José PERAZA DE AYALA Y RODRIGO-VALLABRIGA (†): Profesor Honorario Adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna.—M.ª Antonia PERERA BETANCOR: Licenciada en Geografía e Historia.—J. M. PÉREZ: Licenciado en Ciencias Biológicas.—Federico PÉREZ CASTRO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid.—Miguel PÉREZ CORRALES: Doctor en Literatura Española.—Jaime PÉREZ GARCÍA: Cronista Oficial de la ciudad de Santa Cruz de la Palma.—Juan Sisinio PÉREZ GARZÓN: Colaborador Científico del Instituto «Jerónimo Zurita», del C.S.I.C.—Concepción M. A. PÉREZ HERNÁNDEZ: Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de La Laguna.—Luis Miguel PÉREZ MARRERO: Profesor de la Escuela Universitaria de Magisterio de Las Palmas.—Francisco PÉREZ SAAVEDRA: Doctor en Derecho, licenciado en Historia.—José PÉREZ VIDAL (†): Colaborador de número del C.S.I.C.; Conservador del «Museo del Pueblo Español» de Madrid.—Luis PERICOT GARCÍA (†): Académico de número de la Real Academia de la Historia, Ex Presidente del Patronato de la Universidad de Barcelona—Josefina PLÁ (†): Profesora de Investigación de la Universidad Católica de Asunción (Paraguay).—René-Simon POMEL: Doctor en Geografía, Universidad Aix-Marseille II.—Javier PONCE MARRERO: Licenciado en Historia.—José PONS ROSSEL: Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona.—Antonio QUILIS MORALES (†): Catedrático de la Facultad de Filosofía v Letras de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.—Pedro C. QUINTANA ANDRÉS: Doctor en Historia, Catedrático de Instituto de Bachillerato.—Manuel RAMÍREZ MUÑOZ: Doctor en Historia.—Luis J. RAMÓN GÓMEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—Demetrio RAMOS PÉREZ (†): Catedrático de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Luis REGUEIRO BENÍTEZ: Licenciado en Historia.—Francisco Javier REYES GARCÍA: Licenciado en Ciencias Económicas.—Ignacio REYES GARCÍA.— Robert RICARD (†): Profesor de la Universidad de París (Sorbona).—Uwe RIEDEL: Doctor por la Universidad de Kiel.—Benedicta RIVERO SUÁREZ: Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—María del Pino RODRÍGUEZ CRUZ: Catedrática de E. U.—Octavio RODRÍGUEZ DELGADO: Profesor titular interino de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Laguna.— Juan RODRÍGUEZ DORESTE (†): Secretario del Museo Canario.—Margarita RODRÍGUEZ GONZÁLEZ: Catedrática de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Conrado RODRÍGUEZ MARTÍN: Doctor en Medicina, Conservador del Museo Arqueológico de Tenerife.—Carlos RODRÍGUEZ MORALES, Licenciado en Arte.—Antonio RODRÍGUÉZ RODRÍGUEZ: Profesor de la Facultad de Ciencias de la Univer- sidad de La Laguna.—Enrique ROMEU PALAZUELOS (†): Conde de Barbate, Historiador.—Leopoldo de la ROSA OLIVERA (†): Profesor Adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna.—Antonio RUIZ ÁLVAREZ (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Antonio RUMEU DE ARMAS: Académico de número de la Real Academia de la Historia, Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid.—José Ignacio SÁENZ SAGASTI: Arqueólogo del Parque Arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar.—Francisco SALAS SALGADO: Profesor de Filología Latina de la Universidad de La Laguna.— Gregorio SÁNCHEZ DONCEL: Profesor de Geografía e Historia en Institutos de Enseñanza Media.—Alberto SÁNCHEZ DE ENCISO: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.— Emilia SÁNCHEZ FALCÓN: Licenciada en Filosofía y Letras.—José SÁNCHEZ HERRERO: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Sevilla.—Andrés SÁNCHEZ ROBAINA: Catedrático de la Facultad de Filología de la Universidad de La Laguna.—M.a D. SÁNCHEZ VELÁZQUEZ: Profesora de Antropología de la Facultad de Biología de la Universidad Complutense.—Hipólito SANCHO DE SOPRANIS: (†): Archivero Municipal del Puerto de Santa María (Cádiz).—Xavier de SANTA CRUZ: Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras.—Juan Manuel SANTANA PÉREZ: Profesor Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Lorenzo SANTANA RODRÍGUEZ.—Victoriano SANTANA SANJURJO: Licenciado en Filología.—Miguel SANTIAGO RODRÍGUEZ (†): Del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos; Director del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores.—Julio-César SANTOYO: Profesor del Colegio Universitario de Vitoria.—Julián SAN VALERO APARISI: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valencia.—Serge SANZELLE: Doctor en Física Corpuscular, Universidad de Clermont II.—Johanna SCHMIDT: Profesora Doctora.—Juan SCHOBINGER: Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Mendoza (República Argentina).—José SCHRAIBMAN: Profesor de la Universidad de Washington (USA).—María José SEDILES GARCÍA: Licenciada en Geografía e Historia.—Francisco SEVILLANO COLOM (†): Director del Archivo Histórico de Mallorca.—Elías SERRA RÁFOLS (†): Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna.—Lothar SIEMENS HERNÁNDEZ: Doctor en Bellas Artes (Musicología).—Georges SOUVILLE: Profesor de la Universidad de Aix-en-Provence (Francia).—Renata SPRINGER BUNK: Doctora en Geografía e Historia.—Miguel SUÁREZ BOSA: Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Autónoma de Madrid, Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Vicente SUÁREZ GRIMÓN: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Francisco SUÁREZ MORENO: Profesor de Enseñanza Secundaria.—Amanhuy SUÁREZ PÉREZ: Licenciado en Ciencias Ambientales.—Diego SUÁREZ QUEVEDO: Licenciado en Historia del Arte.—José SUBIRÁ PUIG (†): Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.—E. R. SVENSON SVENTENIUS (†): Director del Jardín Botánico del Puerto de la Cruz (Tenerife).—Tomás TABARES DE NAVA TABARES (†): Correspondiente de la Real Academia de la Historia.—Pedro TARQUIS RODRÍGUEZ (†): Del Instituto de Estudios Canarios.—Miguel TARRADELL MATEU: Catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona.—M.a Luisa TEJEDOR SALGUERO: Colaborador Científico del C.S.I.C.—Antonio TEJERA GASPAR: Catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—Leandro TORMO: Colaborador Científico del Instituto «Enrique Flórez», del C.S.I.C.—Elisa TORRES SANTANA: Catedrá- tica de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.—Maximiano TRAPERO TRAPERO: Catedrático de la Facultad de Filología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.— María Antonia VALBUENA GARCÍA: Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid.—Henri V. VALLOIS: Ex Director del «Institute de Paléontologie Humaine» y del «Musée de l’Homme», de París.—Balbino VELASCO BAYÓN: Doctor en Filosofía y Letras.—Juan VERNET GINÉS: Catedrático de la Facultad de Filosofía v Letras de la Universidad de Barcelona, Académico de número de la Real Academia de la Historia.—Alberto VIEIRA: Director del Centro de História do Atlántico.— Manuel VILLAPLANA MONTES: Doctor en Historia.—Ana VIÑA BRITO: Profesora Titular de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna.—S. V. VRANICH: Del «Herbert H. Lehman College», de Nueva York.—Julio Antonio YANES MESA: Profesor de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna.—Frederic Everard ZEUNER (†): Profesor de Arqueología Contornal y Geocronología Prehistórica de Londres.— Eulogio ZUDAIRE HUARTE (†): Doctor en Filosofía y Letras.—Alexandre ZVIGUILSKY: Agregado en el «Centre de la Recherche Scientifique», de París. PRESENTACIÓN 68 PRESENTACIÓN No es costumbre, salvo una excepción, que los números del Anuario de Estudios Atlánticos aparezcan precedidos por unas páginas introductorias. Sin embargo, con éste, el número cincuenta, ha parecido oportuno quebrantar el uso. Oportuno y necesario por tratarse de un número extraordinario, dos volúmenes, y porque con éste, el Anuario alcanza su media centuria. «Bodas de oro», diríamos, entre el Anuario y sus colaboradores, suscriptores, lectores habituales y estudiosos que con él cuentan para sus investigaciones. Ahora, que tan de moda están las estadísticas, cuadros y gráficas, baste decir que a lo largo de medio siglo, han contribuido trescientos cuarenta y dos autores, con setecientas setenta y cinco colaboraciones a lo largo de 31.428 páginas. Aunque la trascendencia y valor de todas no alcancen el mismo nivel, puede estimarse que abundan un número muy importante de aportaciones magistrales, y que el nivel medio de las mismas alcance un valioso prestigio. Calidad que le ha llevado a un puesto muy destacado entre empresas semejantes. Al ser creada en Las Palmas de Gran Canaria la Casa Museo de Colón por el Cabildo Insular, entonces presidido por don Matías Vega Guerra —hombre de excepcional personalidad—, trató de dotar a su Isla y al archipiélago de un centro de alta cultura, labor de tanta necesidad y más en aquellos años. Para el logro, constituyó un Patronato. Tan perspicaz personaje, logró integrar al mismo a un joven catedrático de Historia de España: el profesor don Antonio Rumeu de Armas. La elección de don Antonio fue el mejor de sus muchos aciertos. Este ilustre tinerfeño ya era conocido como uno de los mejores conocedores de su materia, que entre su variedad de aportaciones, no había marginado la de sus islas nativas, por percibir la trascendencia de su historia dentro del conjunto nacional. Núm. 50 (2004) 21 2 ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU En efecto, en los años precedentes (1947-1950) había dado a luz en tres tomos y cinco volúmenes su obra maestra: Piraterías y ataques navales contra las Islas Canarias. Como opinión personal, creo que entre los múltiples aciertos que encierran sus páginas, el mayor fue explicitar la atlanticidad de las islas Canarias, con lo que ello ha acarreado, haciendo del mismo el más genuino de sus signos idiosincrásicos. Y tanto es esto así, que al reeditar su obra magna en 1992, aparece con el título Canarias y el Atlántico. Piraterías y ataques navales. Pues bien, desde aquellas fechas, el maestro ha continuado ilustrándonos hasta hoy mismo, aquí, con una de sus contribuciones, que no podía faltar tras medio siglo de tantas otras muchas. Entre las varias ideas que el profesor Rumeu brindó para la Casa-Museo, la más trascendental, fue la publicación del Anuario de Estudios Atlánticos, con una entidad pluridisciplinar sobre el papel de las Islas en el Océano, y las costas tricontinentales que le acotan. No sólo sugirió la idea, sino su diseño y, durante una cincuentena de años, ha sido su director. El diseño fue tan lúcido, que en su estructura y formato ha sido el mismo exactamente, así como las normas de composición, tipos e imprenta. Es curioso como a la misma se han ido incorporando con suma facilidad las nuevas ramas del saber. Desde Madrid, él solito ha realizado la ingente labor que implica este tipo de publicaciones: contacto permanente con los colaboradores, solicitar trabajos, salvar los inevitables retrasos en fecha de entrega, sustituir las negativas de última hora, administración, visitas a la imprenta, montaje de cada número, e incluso elegir el lugar de las ilustraciones, sin que durante la lectura de textos, no corrigiera descuidos, y en las pruebas, erratas. Siempre llevado por su meticulosidad y amor por la obra bien hecha y la puntualidad en la entrega. Y todo ello en medio de sus tareas docentes, su larguísima trayectoria investigadora, su dilatada tarea publicística, que va desde las obras de gran empaque a las centenares de colaboraciones en los medios de comunicación, la dirección de organismos en variadas instituciones, las tareas académicas (Dirección de la Real Academia de la Historia), sus frecuentísimas conferencias en ámbitos nacionales y extranjeros. Aún más, su escru22 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRESENTACIÓN 3 pulosa forma de atender no sólo las atenciones familiares, sino también las sociales, muy especialmente en el trato con sus amigos. Y en medio de tanta agitada tarea, la del Anuario, tan fructífera, que ha conducido a esta publicación a ganar un creciente prestigio científico en el campo nacional e internacional, como puede ser apreciado de la nómina de sus colaboradores. Semejante cúmulo de meritorio trabajo, hacía indispensable que este número extraordinario fuera un simple y mínimo homenaje al padre de la criatura. Razón, por la cual en el mismo encontrará el lector muestras de la admiración de amigos, discípulos y entusiastas. Y aun conociéndole desde el inicio de los cuarenta de la pasada centuria, tengo que confesar que convencer a don Antonio para que el número tuviera dos tomos en vez de uno, me ha costado gran esfuerzo. Y que fuera dedicado en honor a su persona, no sólo que me lo perdone, sino que lo agradezca; ya que lo único que hemos pretendido Cabildo y colaboradores ha sido dejar un testimonio de nuestro profundo afecto, admiración, gratitud y cariño por don Antonio. También entiendo que es de justicia felicitar al Cabildo de Gran Canaria, pues pese a los avatares vividos a lo largo de media centuria, en todo momento ha valorado al Anuario, lo ha protegido y financiado con generosidad. Generosidad que ha demostrado su Presidente que fue el primero en insinuar la imperiosa necesidad de que con motivo del cincuentenario, el número fuera extraordinario, y la presentación del mismo rodeada de algunos actos y muestras, pues para él, el Anuario de Estudios Atlánticos era uno de los logros culturales que mayor prestigio había otorgado al Cabildo de Gran Canaria. Razón por la que con este número debería rendirse un cálido homenaje a su creador e ininterrumpido director. Gratitud que la dirección desea manifestar a la Casa-Museo de Colón por dar toda clase de facilidades, indispensables para su infraestructura. También a la imprenta Taravilla que tanto interés pone en el mismo, contribuyendo incluso a que cada número aparezca con inusitada limpieza, sin errata alguna, y haya salido con puntualidad británica a lo largo de medio siglo. Núm. 50 (2004) 23 4 ANTONIO DE BÉTHENCOURT MASSIEU Finalmente, a los colaboradores que fueron, así como los habituales por sus aportaciones. Y estimularles para que animen a entrar en la nómina del mismo a cuantos tengan en elaboración novedades dignas de una pronta publicidad. Al tiempo, un ruego, serán bienvenidas aquellas insinuaciones que estimen oportunas. Gratitud sobre todo a su director, el Excmo. Señor don Antonio Rumeu de Armas, a quien rendimos este homenaje, con la esperanza y deseo que durante años siga marcando la ruta de su Anuario de Estudios Atlánticos. ANTONIO 24 DE BÉTHENCOURT MASSIEU ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FILOLOGÍA 68 LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA POR MAXIMIANO TRAPERO 1. LA TOPONIMIA, TESTIMONIO DE UNA HISTORIA Y DE UNA CULTURA Los nombres de lugar constituyen uno de los rastros más claros, más elocuentes y más duraderos de la historia de un territorio. A través de ellos podemos conocer su propio origen, su naturaleza y la constitución de los distintos grupos étnicos que sucesivamente se han asentado en él. Fijados por la tradición, los topónimos llegan —como si fueran fósiles— a revelar hasta los estratos más antiguos de la formación cultural de un pueblo y de su territorio. En este sentido, la toponimia de Canarias nos ofrece las muestras más abundantes y ricas de la cultura aborigen prehispánica. Los topónimos pueden conservarse bien por la escritura, bien en la oralidad, bien en los dos registros, aunque en términos proporcionales los nombres que han pasado a la cartografía de un territorio o las historias que sobre ese territorio se han escrito son muchísimos menos que los que se conservan y se transmiten por tradición oral. Más aún: hay que decir que la toponimia, como la lengua misma, es un fenómeno eminentemente oral, que nace, se transmite y se conserva en la pura oralidad, y que sólo una mínima parte de esa Núm. 50 (2004) 27 2 MAXIMIANO TRAPERO realidad lingüística que es la toponimia pasa, cuando pasa, a los registros escritos. De ello hablaremos con mayor detalle aquí y nos detendremos en el panorama que la isla de Gran Canaria presentaba en este terreno en el tiempo en que Colón pasó por ella, es decir, en el trance del cambio del siglo XV al XVI, en un momento especialmente interesante por cuanto significa el cambio de una cultura por otra, y de una lengua por otra. El hombre pone nombres a los lugares donde discurre su actividad vital para familiarizarse con ellos y para poder identificarlos en su vida comunitaria. El mecanismo a través del cual surgen los nombres de lugar no puede ser más simple. Resulta muy complejo y muy variado el panorama de la toponimia de un territorio cuando se nos ofrece en su conjunto, pero si la visión la fijamos sólo en el momento inicial de poner un nombre a un lugar el proceso resulta tan simple como simple es poner nombre a una cosa cualquiera, a las más elementales que el hombre tiene a su alcance: una casa, una mesa, los animales domésticos, el pueblo, la familia, los hijos... De la misma manera natural surge el nombre del risco que corona el horizonte, la fuente que mana en el andén, el palmeral que crece en el barranco, el cercado que guarda los cultivos, la degollada que ofrece el paso entre barrancos... Todo aquello que en la naturaleza adquiere una notoriedad y cumple una función identificadora merecerá un nombre. Las palabras a las que se acudirá para «bautizar» esa realidad seleccionada serán las del habla común: el nombre de una persona destacada que haya tenido relación con esa realidad, el de un acontecimiento histórico allí ocurrido, la advocación a un elemento religioso bajo cuya protección se busca amparo, la forma que adquiere el relieve, el color predominante de las tierras, la vegetación que allí impera, la orientación del accidente... Todos los nombres propios —también los topónimos— tienen su origen en un nombre común o en una expresión apelativa. Lo que primero fue un ingenio para la elaboración del azúcar de caña ha llegado a ser un núcleo de población con el topónimo de Ingenio; una casa blanca aislada en medio de un campo puede convertirse en una Urbanización con el nombre de Casablanca; el lugar por el que las palomas suelen cruzar en la 28 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 3 cumbre de un barranco a otro acabará llamándose Degollada de las Palomas, etc. De tal forma que, como ha propuesto Francisco Marsá (1990: 46-47), más que de nombres propios y de nombres comunes, se puede hablar del «uso común» y del «uso propio» de los sustantivos: nombres como casa, palacio, torre, muro, puerta, corredor, sala o terrado, pertenecen a un mismo «campo semántico» (sic) si funcionan como apelativos, pero pueden funcionar también como nombres propios, y aun dentro de esta categoría, como nombres (o mejor, como apellidos) de persona (y podemos encontrarlos en una guía telefónica) o como nombres de lugar (y podemos encontrarlos en un diccionario geográfico). El procedimiento toponímico puede ser más simple aun: aceptando la denominación que el accidente tenía cuando unos pobladores llegan a un territorio y lo encuentran ocupado y colonizado por otros pueblos, con otra cultura y otra lengua. Éste es el caso que ocurrió en Canarias y que, a la postre, se nos presenta como el caso más interesante de la toponomástica canaria. 2. LA TOPONIMIA COMO «LENGUAJE» DE UN TERRITORIO Justamente porque la toponimia es un mecanismo abarcador de toda la actividad humana y en ella queda reflejada la historia toda de los pueblos, se la han disputado como ciencia propia, desde muy distintos lados, los historiadores, los geógrafos, los cartógrafos, los lingüistas, los antropólogos... La toponimia es un dominio compartido por muchas especialidades, no cabe duda, pero es innegable que, por sí misma, constituye un capítulo muy definido de la lingüística, y a la lingüística se ha de acudir para explicar su nacimiento, su evolución, su fijación a través del tiempo y el significado que los topónimos tienen. Cierto que no es lo mismo percibir la realidad geográfica de un territorio cuando estamos ante él que cuando lo vemos a través de la cartografía, y mucho menos cuando estamos sólo ante un corpus toponymicum. Pero tampoco el nombre de una Núm. 50 (2004) 29 4 MAXIMIANO TRAPERO realidad cualquiera nos ofrece todas las características que el objeto pueda tener. Una palabra como mesa, por ejemplo, nos hará pensar en un «tipo de cosas», pero no en esta o en aquella mesa, cada cual con sus características particulares, de madera una y de metal otra, grande ésta y chica aquélla, para comer o para estudiar, etc. Habrá topónimos que nada dicen respecto a la realidad designada, que son nombres totalmente inmotivados, tales como Bentaiga, Ayacata o Teror, pero habrá otros que son relativamente motivados, pues en su formulación hay un nombre común que referencia justamente lo que ese nombre significa en la lengua común: ante un topónimo como Roque Nublo sabemos, al menos, que se trata de un roque y no de una montaña; y ante Barranco de Guayedra, sabemos que, al menos, el accidente así nombrado es un barranco y no un río, aunque nada nos digan significativamente Nublo (que nosotros interpretamos como guanchismo: Trapero, 1995: 153-188) y Guayedra. Pero hay también topónimos que nos revelan características que la geografía tiene y que nuestros ojos no perciben en la realidad, tales La Tierra que Suena o La Morada del Viento, topónimos respectivos de la zona central de la isla de El Hierro y del monte de La Esperanza en Tenerife. Y naturalmente muchas veces veremos imaginariamente frente a las palabras de la toponomástica lo mismo que veríamos frente a la naturaleza descrita o referenciada; es éste el aspecto que muchas veces nos ha hecho pensar en la toponomástica como, en cierta medida, una ciencia exacta. Los topónimos son —o pretenden ser— espejo y reflejo fiel de una geografía. En su gran mayoría, los topónimos están aplicados al lugar a que se refieren con tal justeza que modificarlos significaría desvirtuar la relación que existe entre la lengua y la realidad. En muchas ocasiones, al recorrer los parajes investigando sus nombres, llega uno a la conclusión de que ese lugar concreto sobre el que se camina no podría llamarse de otra manera que como se llama; o dicho de otra forma, que de haber estado en el momento aquel en que se «bautizó» el paraje, no se nos hubiera ocurrido ponerle otro nombre mejor que el que se le puso: cualquiera (buen conocedor del terreno, eso sí) en cualquier época pondría los mismos nombres a los mismos lugares. «Es decir —como escribe muy 30 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 5 convincentemente Álvaro Galmés—, que el hablante, creador de la toponimia, es más racional de lo que muchas veces pensamos, y así, lo mismo que llama al pan pan y al vino vino, al monte le llama monte, y a la peña peña, y al valle valle, y al llano llano, y al río río, etc.» (Galmés, 1990: 7). A eso es a lo que se puede llamar la «racionalidad de la toponimia». Claro está que no siempre esto es así; unas veces porque el topónimo no es «descriptivo», sino sólo «nominativo», como ocurre en la mayoría de los topónimos constituidos por una sola palabra, tipo Amurga, Fataga, Aríñez, Lanzarote..., y más si éstas pertenecen a una lengua anterior, cuyos significados se ignoran, como ocurre en Canarias con los guanchismos; y otras veces porque la realidad ha cambiado, mientras que el topónimo ha permanecido. Así ocurre con muchísimos topónimos referidos a la vegetación, a la hidronimia o a los topónimos de cultura, que nacieron en su momento para describir una realidad existente y bien definida entonces y que ahora ha cambiado de uso o simplemente ha desaparecido. ¡Cuantos topónimos de Fuentes, Aguas, Palmerales, Sabinales, Saos (Sauces), Abejeras, Arrastraderos, etc., siguen vivos en la toponimia de Gran Canaria, sin que en el lugar por ellos señalado existan ya ni fuentes, ni agua, ni vegetación alguna, ni colmenas, ni se arrastren por sus laderas los pinos y la leña del monte! Se trata, en definitiva, del problema de la motivación y de la transparencia semántica de los topónimos. Cuando nacen se acomodan (o tratan de acomodarse) a la realidad a la que van a nombrar, estableciendo una relación directa entre el nombre y la cosa nombrada; son términos semánticamente motivados. Pero esa transparencia semántica se va desvaneciendo con el tiempo y en la mayoría de los casos la arbitrariedad entre los nombres y la realidad llega a ser casi tan absoluta como la que existe en el lenguaje común. O dicho de otra manera: la realidad cambia, se transforma y hasta desaparece; la lengua permanece. Núm. 50 (2004) 31 6 MAXIMIANO TRAPERO 3. LOS TOPÓNIMOS DE CANARIAS QUE APARECEN EN LAS FUENTES COLOMBINAS No es este el lugar, ni somos tampoco nosotros los indicados, para adentrarnos en la problemática que plantean las fuentes por las que se conocen los viajes de Colón. Baste decir que, en ello, nos guiamos por la autoridad que nos merecen quienes, desde las propias Islas Canarias, han tratado del tema: Miguel Santiago (1955), Néstor Álamo (1957), Alejandro Cioranescu (1959), Manuel Alvar (1972), Francisco Morales Padrón (1981), Antonio Rumeu (1989 y 1991) y Antonio Tejera Gaspar (2000 y 2002), entre otros. El primer viaje de Colón lo conocemos por dos vías, aunque ninguna sea de su propia mano, sino copias que del Diario del Descubrimiento hicieron Fr. Bartolomé de Las Casas y el hijo del Almirante, Hernando Colón. Para los otros tres viajes, las fuentes se multiplican, y a la principal de su hijo Hernando se suman otras secundarias, como cartas, relaciones, crónicas o décadas, de autoría muy diversa. Pero para las cuestiones del paso de Colón por las Islas no han bastado las fuentes directas, sino que —como dice Manuel Alvar (1972: II, nota 13, pág. 22)— su paso y estancia en las Islas «se ha llenado de una literatura a veces enconada y descompuesta», corrigiendo, ampliando o incluso contraviniendo lo que se dice en las fuentes primarias, y todo por ganarse el honor de que tan ilustre personaje hubiera pisado ese suelo. Pocos son los topónimos de Canarias que se citan en las fuentes colombinas, lo cual no debe extrañarnos, pues no fueron las Islas el destino de sus viajes ni se adentró en ellas lo suficiente como para reconocerlas. Las citas quedan reducidas, pues, a los lugares en los que estuvo y a los de referencia. Todos estos topónimos nos son reconocidos en la actualidad, puesto que permanecen con igual (o parecido) nombre. Incluso la isla de San Borondón, que, si bien no existe, forma parte sustancial del inventario ideográfico del archipiélago (y existe en la toponimia real de al menos tres islas: Gran Canaria, La Palma y Tenerife). No la cita expresamente Colón, pero sí la alude de manera indubitable: «Que cada año veían tierra al vueste de las 32 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 7 Canarias, que es al poniente; y otros de la Gomera afirmaban otro tanto con juramento», se dice en el Diario del primer viaje (Alvar, 1972: II, 24). Y la cita expresamente su hijo Hernando Colón en la Historia del Almirante: «De modo que, aunque resultase que el dicho Antonio de Leme había visto alguna isla, creía el Almirante que no podía ser otra que alguna de las mencionadas, como se presume fueron aquellas denominadas de San Brandán, en las cuales, se refiere haberse visto muchas maravillas» (1991: 73). Estos son los lugares de Canarias citados por sus propios nombres en las fuentes colombinas de sus cuatro viajes a las Indias, puestos en comparación a la denominación que aquellos lugares tienen en la actualidad en la toponimia de las Islas: TOPONIMIA CANARIA EN LAS FUENTES COLOMBINAS Actualidad Canarias/IC Gran Canaria Lanzarote Fuerteventura Tenerife La Gomera El Hierro Gando San Borondón La Isleta Maspalomas Primer viaje Canaria/Canarias islas de Canaria Gran Canaria Canaria Lançarote Tenerife Gomera Hierro/Fierro puerto de Gando [alusión] Segundo viaje Canarias Tercer viaje islas de Canarias Cuarto viaje las Canarias Gran Canaria Canaria Gran Canaria/Canaria Grand Canaria Lanzarote Fuerteventura Tenerife La Gomera/Gomero La Gomera/Gomera Hierro/Fierro Hierro Fierro las Isletas Maspalomas En cuanto al número de lugares citados, los dos primeros viajes son los que más: 8 en el primero y 7 en el segundo; y los dos últimos los que menos: 5 en el cuarto y 4 en el tercero. En todos ellos se cita al conjunto del archipiélago, con una multitud de formas: Canarias, islas de Canarias, las Canarias, Islas de Canaria y Canaria, y se cita igualmente cada una de sus islas principales, excepto La Palma, que no aparece nunca. Las únicas que se citan en los cuatro viajes son las de Gran Canaria y Núm. 50 (2004) 33 8 MAXIMIANO TRAPERO El Hierro: la primera con las formas de Gran o Grand Canaria y Canaria, y la segunda con las de Hierro y Fierro (sin el artículo que hoy es parte integrante del topónimo). La Gomera aparece citada en los tres primeros viajes, pero no en el cuarto (donde no estuvo), tanto con artículo, La Gomera, como sin él, Gomera; una vez, en el segundo viaje, se cita como Gomero (Carta del Doctor Diego Álvarez Chanca al Cabildo de Sevilla, cit. Tejera, 2000: 149), que parece simple errata de escritura. Lanzarote y Tenerife aparecen citadas ambas en los dos primeros viajes, con las mismas formas actuales, excepto Lançarote que en el primer viaje se escribe con una ç que denota el seseo que ya se practicaba en esa época. Finalmente, Fuerteventura aparece citada, así, tal cual se nombra hoy, sólo en las fuentes del segundo viaje. Otros lugares menores aparecen en las fuentes colombinas, ellos pertenecientes a Gran Canaria: el puerto de Gando, en el primero, y las Isletas y Maspalomas en el cuarto. El Padre Las Casas dice textualmente que, en el primer viaje, el Almirante estuvo en el puerto de Gando, «que es bueno» (Hist. Indias, I, 128b), mientras que otros autores han interpretado que su desembarco pudo ser en las Isletas. «Sobre la estancia de Colón en Gando o las Isletas —dice Manuel Alvar— se ha hecho correr mucha tinta. El problema es poco interesante. No poseemos más datos veraces que los del Almirante en su Diario y Las Casas en su Historia; como uno y otro nos son conocidos sólo por la versión del dominico, tendremos que darle o negarle el valor que nos parezca discreto. Si pensamos que Gando es un error, porque otros ha cometido Las Casas en su Historia, carecemos de fundamento con qué sustentar la hipótesis, puesto que Gando es un topónimo real, está unos pocos kilómetros al sur del lugar donde otros quieren hacer el desembarco del Almirante, y, precisamente allí, existía una fortaleza de Diego de Herrera, suegro de doña Beatriz de Bobadilla, la ilustre dama con la que Colón tuvo amistad. Para otros autores el arribo de Colón a las Isletas parece marineramente más lógico. Puede aceptarse. Pero ¿por qué no ir del norte hacia el centro de la costa en busca de un puerto amparado bajo la protección de sus amigos? Que, desembarcado en las Isletas o en Gando, fuera al Real de Las 34 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 9 Palmas, no es improbable. Pero nada de ello afecta a lo que se puede deducir del Diario o de su aclaración en la Hist. Indias» (Alvar, 1972: II, 22, nota 13). Las fuentes colombinas se conforman con citar los topónimos, sin referencia o descripción particular de cada uno de ellos. Sólo en algunos casos se hace alguna valoración, como que el puerto de Gando «es bueno» (Hist. de las Indias); que la isla de Tenerife «es muy alta en gran manera» (Diario de Colón) y que «es una de las altas que se saben en el mundo» (Hist. de las Indias, coincidiendo en la travesía del primer viaje con una erupción volcánica cuyas «grandísimas llamas» maravillaron a toda la tripulación (Historia del Almirante); que a la isla de Fuerteventura «los latinos llaman no sin gracia Buenaventura» (Relación de Guillermo de Coma, cit. Tejera, 2000: 149); y que la isla de El Hierro es «la postrera hazia el poniente» de todas las Canarias (Historia de las Indias, tercer viaje), y que tiene un árbol prodigioso que abastece de agua a toda la isla (Relación de Guillermo de Coma, cit. Tejera, 2000: 150). 3.1. El topónimo Maspalomas Lo que no ha provocado discusión es la estancia de Colón en el cuarto viaje en Maspalomas «para tomar el agua y la leña que eran necesarias en el viaje». La fuente que lo acredita es la de su propio hijo, Hernando Colón, quien, con trece años, acompañaba a su padre en aquel viaje. Dice: El mismo día [13 de mayo de 1502] nos hicimos a la vela y llegamos a la Gran Canaria el 20 de mayo, surgiendo en las Isletas. El 24 pasamos a Maspalomas, que está en la misma isla, para tomar el agua y la leña que eran necesarias en el viaje. De aquí partimos la noche siguiente hacia la India con próspero viaje, como plugo a Dios, de modo que sin tocar las velas, llegamos a la isla de Matinino, a 15 de Junio por la mañana, con bastante alteración del mar y del viento... (Historia del Almirante, cap. LXXXVIII). La verosimilitud de esta estancia en Maspalomas se reafirma en la expedición de Juan de la Cosa en 1504: Núm. 50 (2004) 35 10 MAXIMIANO TRAPERO Arribaron en la isla de Gran Canaria, e fueron a un puerto o ancón que se llama Maspalomas, e allí hicieron carnaje e tomaron agua e leña (Tejera, 2000: 140). Dos cosas llaman la atención a este respecto: primera, que ya entonces existiera el topónimo Maspalomas, y segunda, que fuera aquel lugar el idóneo para el aprovisionamiento de las naves. Como lugar de desembarco, la ensenada de la zona era muy propicia para el fondeo, mas ¿lo era también para el avituallamiento? En cuanto a la aguada, la charca que todavía existe hoy, aunque en condiciones muy distintas, contenía agua «potable aunque salobre», fruto principal de la que corría por el barranco y de la que se filtraba desde el mar. Y dice Antonio Tejera que este agua salobre se conservaba mejor en los envases de madera durante la travesía (Tejera, 2000: 140), razón por la que está totalmente justificada la aguada de Maspalomas. Y en cuanto a la carne, es de suponer que comerciaran con los aborígenes, quienes seguirían pastoreando sus rebaños de cabras y ovejas por aquellos parajes. Pero, ¿qué leña proporcionaría aquel lugar que pudiera servir para las necesidades de la travesía? La vegetación actual no parece ser la más adecuada para convertirse en leña eficaz, ya que, aparte de palmeras, las laderas del barranco y las partes bajas de la costa de Maspalomas no produce sino vegetación arbustiva halófila (tabaibas, cardones, ahulagas y otros diversos matorrales). En cuanto al topónimo, así aparece escrito en las fuentes colombinas, tal cual lo pronunciamos y escribimos hoy: Maspalomas, si bien en otras fuentes históricas antiguas aparece de variadas maneras: Maspaloma y Punta de Maspaloma lo nombra Gómez Escudero, como Mas Palomas aparece en el mapa de Gran Canaria de Torriani y como Mas Paloma lo escribe Viera al referir el intento de Gadifer de la Salle de introducirse en Gran Canaria: «Zarparon las anchas y transitaron a hacer aguada en la ensenada que se llama de Mas Paloma» (Viera, 1982: I, 311). Nada concluyente podemos decir respecto a su etimología, siendo éste un buen ejemplo de lo difícil que es resolver satisfactoriamente la etimología de los topónimos, aun siendo término aparentemente tan simple y, desde luego, tan joven (topono36 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 11 másticamente hablando). Desde luego, el término no parece ser guanche1, sino románico, y, por tanto, nacido con posterioridad a la conquista de la isla, pues es poco verosímil que fuera puesto por alguna de las expediciones (mallorquinas, genovesas o portuguesas) que anduvieron por las Islas en el siglo XIV y que perviviera hasta la llegada de los castellanos. La etimología popular resuelve fácilmente el problema diciendo que se llama Maspalomas por las muchas palomas que iban a abrevar a la charca. Efectivamente la gran charca que se ha formado en la desembocadura del barranco, separada de la línea de costa por una lengua de arena, ha servido desde siempre como lugar de descanso y de nidificación de distintas aves migratorias, pero en ningún momento las palomas (que es animal que nidifica en los riscos del interior, no en la costa) fueron especie predominante como para que el lugar tomara de ellas el nombre, y es «ley» de la toponomástica que cuando se trata de un fitónimo o de un zoónimo éste se refiere siempre a especies predominantes de la zona. Y sin embargo, hemos leído en unas declaraciones periodísticas2 de Francisco Morales Padrón que en documentos contemporáneos a Colón (sin especificar cuáles) a esta zona se le llamaba Mar de las Palomas. Nosotros, desde luego, no hemos encontrado esa referencia, a pesar de buscarla intencionadamente. Más verosímil parece lo que han apuntado otros: que el topónimo sea el resultado de la fusión de dos apellidos, el uno catalán, Mas, y el otro valenciano, Palomar, procedentes ambos del reparto de tierras que se hizo después de la conquista de la isla. Concretamente, Néstor Álamo habló (yo, al menos, no lo he hallado escrito) de un tal Rodrigo Mas de Palomar, mallorquín, que recibió aquellas tierras del sur, tan deshabitadas y tan ajenas a los intereses de una explotación agrícola. Y en efecto, hubo un Francisco Palomar, rico comerciante de origen genovés y apellido Palmaro, que lo castellanizó en Palomar, que vino 1 Utilizamos el término guanche en el sentido general que tiene en el habla de Canarias, con referencia específica a la lengua de los aborígenes, sin distinción de islas; lo mismo que guanches fueron los de todas las islas, según atestigua de manera irrefutable precisamente la toponimia de todas las islas (Trapero y Llamas, 1998). 2 Canarias 7, Las Palmas de Gran Canaria, 2 de julio de 2002. Núm. 50 (2004) 37 12 MAXIMIANO TRAPERO a las islas procedente de Valencia, y que en 1494 compró al futuro Adelantado Alonso Fernández de Lugo, necesitado entonces de fondos para emprender la conquista de Tenerife, el famoso ingenio de Agaete (Rosa Olivera, 1978: 259-269), aunque nada se dice de la posible presencia de este Palomar en Maspalomas3. Y aun siendo así, llama la atención la conversión tan temprana de un antropónimo en un topónimo, desde el final de la conquista (1483) hasta la primera documentación del término (1502), en menos de un lustro, pues es también «ley» de la toponomástica que un nombre de lugar, para ser verdaderamente topónimo, debe haber sido aceptado colectivamente, y eso requiere de un lento y largo proceso de tradición. 3.2. Sobre el nombre de Gran Canaria Ya hemos visto que, esencialmente, los topónimos canarios citados en las fuentes colombinas se conservan hasta la actualidad inalterables, y que las variantes con que entonces aparecían más deben achacarse a la escritura que a su verdadera pronunciación, como Lançarote / Lanzarote o Hierro / Fierro. Las Isletas sí era forma antigua que ha evolucionado hacia la única forma que en la actualidad se nombra, en singular, La Isleta. De igual manera también eran formas toponímicas antiguas la de islas de Canaria para el conjunto del archipiélago y la de Canaria para Gran Canaria. Quizás valga la pena detenerse un poco en estas denominaciones, por cuanto nos plantea la etimología del nombre principal del archipiélago, y ello porque también en las fuentes colombinas se hace alusión al origen de ese nombre. En la Carta del Doctor Diego Álvarez Chanca al Cabildo de Sevilla, en que se narra el segundo viaje de Colón, se recoge el 3 En el RGS II-1505, fol. 441, consta una carta del Rey «a los gobernadores de Gran Canaria, Tenerife y La Palma y a las justicias de los reinos para que obtengan información y la remitan a la corte acerca de los bienes de Francisco Palomar que quedan en las islas, ya que éste ha sido condenado y se le han confiscado los bienes por sacar dinero del reino contra las leyes» (Fuentes Rebollo, 2002: 242). 38 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 13 dato bien conocido del historiador latino Plinio, que atribuye el nombre de Canaria a los muchos y grandes canes que había en la isla, de donde vendría a valer por algo así como ‘isla de los perros’. Esa es la etimología más divulgada y la más comúnmente admitida sobre el nombre de Canarias. Pero no es la única. Precisamente en otra fuente de los viajes de Colón, en la Relación de Guillermo Coma, se aduce otra etimología que empieza a reivindicarse modernamente, la de que los canarios aborígenes procedían de una etnia norteafricana llamada canarii. Dice así: En medio de las arenas de Libia otros canarios habitan desde el Atlas desfiladeros llenos de serpientes y de elefantes, a través de desiertos de polvo negro; se llaman canarios «porque participan de la comida de los canes y se reparten con ellos las entrañas de las fueras» (sic). Otros canarios habitan en Etiopía en la ciudad de cinópolis, esto es, ciudad de los perros, en la que se solía adorar a Anubis y se servía a los perros una comida sagrada (cit. Tejera, 2000: 150). No son muchos los pueblos que comen perros, de ahí que llamaran la atención aquellos que practicaban (y practican) la cinefagia, y que por ello fueran distinguidos con un etnónimo. En todo caso, todo parece indicar que esa denominación de los canarii norteafricanos no es bereber, sino latina, y que les fue impuesta no por sus propios habitantes, sino por los romanos, y que ese nombre tanto podría estar motivado porque aquellas gentes comieran perros como porque comieran como perros. Curiosamente, esta segunda acepción es la que aduce López de Gómara en el capítulo de su Historia General de las Indias que dedica a las Islas Canarias: «Piensan algunos —dice Gómara— que los llaman canarios por comer como canes, mucho y crudo, pues un canario comía veinte conejos de una comida, o un gran cabrón, que es mucho más» (1985: 311). Y aún otra motivación etimológica se ha aducido al nombre de Canarias relacionada con canis, la que lo atribuye, no a los perros, sino a las focas monjes que con tanta abundancia poblaban las costas arenosas del islote existente entre Lanzarote y Fuerteventura («allí acude un número increíble de lobos marinos», dice Le Núm. 50 (2004) 39 14 MAXIMIANO TRAPERO Canarien, G, 142), y que tanta importancia tuvieron para los primeros que comerciaron en las Islas (que «cada año podría obtenerse por las pieles y las grasas un beneficio de más de 500 doblas de oro», ibidem), hasta que las extinguieron, de donde viene el nombre que aún tiene la isla de Lobos, porque «lobos marinos» llamaban a las focas, y eso porque aullaban como perros salvajes. Y respecto a la denominación de Gran para la isla de Canaria, dice Abreu Galindo que se la llamó Grande «no porque sea grande la isla, ni la mayor, ni la mayor en cantidad, sino en cualidad, por la grande resistencia y fortaleza que en ella halló de los naturales en defenderse y ofender con destreza de los que mal y daño les querían hacer» (Abreu, 1977: 145-146). O como, poéticamente, argumentó Cairasco en su Templo militante (1989: 76): Esta es la isla de Gran Canaria a quien su nombre dio también Fortuna, nombrada con razón en toda parte princesa de las Islas Fortunadas, que todas toman della el apellido. 4. LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN LAS FUENTES HISTÓRICAS DE LA ÉPOCA Claro está que la toponimia real de la isla no podía limitarse a tan reducida nómina como la de las fuentes colombinas. Ni siquiera aparece en los Diarios de Colón el nombre del real de las Palmas, en donde parece fuera de toda duda que estuviera, y hasta que orara en la primitiva ermita de San Antonio Abad, según se recuerda en una placa puesta modernamente en el lugar. Un breve comentario nos merece este topónimo primitivo del Real de Las Palmas, pues topónimo fue, en efecto, posiblemente el primero en lengua castellana que tuvo la isla, aunque por poco tiempo fijado de esa forma, pues primero perdió el apelativo de real, que hacía referencia a lo que en un principio fue, un campamento de tropas, y, siglos después, ganó el apellido de Gran Canaria, que lo tomó del nombre de la isla, para diferen40 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 15 ciarse de las otras tantas Palmas y Palma que hay por la geografía española. Topónimo «descriptivo» fue, pues, en su origen el nombre de la capital de la isla, pues lo recibió de las características del palmeral en que se asentó. Pero, bien mirado, cualquier otro nombre deleitoso hubiera podido haber recibido a juzgar por las descripciones que del lugar hicieron sus primeros cronistas. Valga aquí la de López Ulloa: Es muy amena y deleytable...; [tiene] casas muy lucidas y pocas o ninguna dellas deja de tener dentro un jardín, con su agua de pie para la recreazión humana, compuesto de varias flores y yervas odoríferas, árboles frutales y de agrio, quen todo este género es abundosa toda la ysla... Tiene y encierra en sí muchas güertas de grande amenidad y recreazión de ortalizas y árboles diferentes. Por medio de esta ciudad pasa un río de agua muy bueno, y deste por las partes altas se hacen algunos repartimientos para regar las tierras, según les alcansa; y todas estas huertas y jardines se riegan con esta agua, por sus acequias y arcaduçes, y es esta ciudad muy regalada de todo género, y particularmente de pescado fresco de varias suertes, que todos los días los barcos de la propia ciudad lo tryan de las pesquerías que hacen a la vista de la propia ciudad, y así en este género es muy abundosa como en todo lo demás (Morales Padrón, 1978: 319-320). Efectivamente, si ampliamos nuestra mirada a las otras fuentes escritas por las fechas en que Colón pasó por Canarias, nos encontraremos con las llamadas Crónicas de la conquista de Gran Canaria, cuya edición y publicación agrupada de todas ellas por parte de Francisco Morales Padrón (1978, segunda ed. de 1993) tanto beneficio ha proporcionado a la investigación histórica de Canarias. Porque, en efecto, ningún acontecimiento referido a las Islas provocó tanta atención por parte de la historiografía de la época como la conquista de Gran Canaria, y tanto en las propiamente Crónicas como en las Historias de finales del siglo XVI y principios del XVII. Y es en esos relatos de la conquista de Gran Canaria en donde aparece el mayor número de nombres locales, sin comparación con el resto del archipiélago, de tal forma que bien se puede decir que, atendiendo sólo a las primitivas fuentes historiográficas, la de Gran Núm. 50 (2004) 41 16 MAXIMIANO TRAPERO Canaria es la única isla que está mínimamente descrita y «señalada» por sus propios nombres. Para tal comprobación, hemos revisado, juntado y comparado los topónimos referidos a Gran Canaria citados en Le Canarien (que son solamente cuatro: Gran Canaria, Agüimes, Arguineguín y Telde), en las Crónicas sobre la conquista de Gran Canaria y en las Historias de Espinosa, Torriani y Abreu Galindo (esta última la fuente más interesante y prolija, sin duda, de todas las fuentes históricas antiguas sobre Canarias, también en este aspecto de la toponimia)4. El resultado, expuesto en forma comparativa respecto a las formas toponímicas que perviven actualmente5, es el siguiente: TOPÓNIMOS DE GRAN CANARIA CITADOS EN FUENTES HISTÓRICAS ANTIGUAS Actual Grafías antiguas Acusa ............................ Agaete ........................... Aguayro ........................ Agüimes ....................... Acusa, Aracuzem, Aracusen. Agaete, Agaethe, Agayte, Gaete, Gayerte, Lagaete. Acayro ? 6 Argomes, Argones, Argoimez, Argouimes, Aguimes, Agüimes, Agüymes, Aragüimes, Güimes. Aiodar, Ajodar, Ajódar, Arjoda, Axodar, Jodar, Jódar. Amagro, a magro, Amago, Amarço, Margo, Cimarso. Afurgad ? Ansite, Ancite, Ansid, Ansita, Ansote, Ante. Arguyniguy, Arguinigui, Arguiniguy, Arguyneguy, Argyneguy, Argynegy, Arganeguin, Arganeguín, Ajódar ........................... Amagro ......................... Amurga ......................... Ansite ........................... Arguineguín ................. 4 Para este trabajo hemos contado con la colaboración de Rita María Navarro Hernández, quien, siendo alumna nuestra en la Facultad de Filología Hispánica, recibió una beca de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para la revisión de la toponimia «histórica» de Gran Canaria. Así pues, los datos allegados a esta parte de nuestro estudio proceden de la minuciosa investigación realizada por nuestra alumna. 5 Constatamos la toponimia «actual» de Gran Canaria a partir de la investigación sistemática y exhaustiva que realizamos (en equipo interdisciplinar) entre 1988 y 1992 para la «recuperación y fijación de la toponimia de Gran Canaria, recogida de la tradición oral», y cuyos resultados pueden verse en Trapero et alii 1997. 6 El interrogante después de una forma variante significa que la correspondencia con el topónimo actual no es segura. 42 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA Actual Artejévez ...................... Artenara ....................... Arucas ........................... Bco. y Cuesta de Silva . Bco. de Guadalupe ..... Bañaderos .................... Bentaiga ....................... Casas de Tifaracás ...... Castillo de la Luz ....... Chobicenas .................. Farailaga ...................... Fataga ........................... Firgas ........................... Furel ............................. Gáldar ........................... Gando ........................... Gazaga .......................... Gitagana ....................... Gran Canaria ............... Guayedra ...................... Guía .............................. Guiniguada .................. Jinámar ........................ La Isleta ....................... Madres, Las ................. Maspalomas ................. Mña. de Doramas ....... Moya ............................ Palmitares .................... Palmas de GC, Las ..... Riscos Blancos ............ Roque de las Mujeres . San Antón .................... San Francisco ............. Núm. 50 (2004) 17 Grafías antiguas Arguinaguín, Arguinerguin, Arguineguín, Arguineguí, Arganegín, Arganegin, Arganegui, Areaganigui. Arteguede. Artenara, Artenaran. Arucas, Amcas, Arehucas. risco y puerto de Silva. Bco. Guadalupe. El Bañadero, Bañadero, Los Vañaderos, Vañadero. Bentaiga, Ventaiga, Ventagay, Bentagaire, Ventagaire, Ventangay, Ventaygay. Casa del caballero de Facaracas. Castillo de la Luz, La Luz. Tebicena. el/la Ayraga, Aeragraca ? Fataga, Adfatagad. Firgas, Afurgad ? Furie. Gadar, Galda, Gáldar, Aregaldar. Gando. Arautiagasia ? Aganegu. Canare, Quenare, Grant Canare, Grant Quenare, Grât Canare, Canaria, Gran Canaria, Gram Canaria. Guayayedra, Aregaieda ? Guía. Geniguada, Giniguada, Guaniguada, Gueniguada, Guiniguada, Niguiaiguada, Tinaguada. Jinámar. La Isleta, Las Isletas, Las Ysletas, las Isletas de Canaria. Las Madres de Firgas. Maspaloma, Punta de Maspaloma. Doramas, Oramas, montaña Doramas. Moya. Los Palmitares. el Real, el Real de Las Palmas, el rreal, el rreal de Las Palmas, Las Palmas. Riscos Blancos, Los Riscos Blancos. Risco de las Mujeres, Cañada Jurtamujeres, Despeladeros de las Mujeres, Salto de las Mujeres. San Antón. San Francisco. 43 18 MAXIMIANO TRAPERO Actual Grafías antiguas San Nicolás ................. Sardina ......................... Satautejo ...................... Taidía ........................... Tamaraceite ................. el Aldea, el Aldea Nicolás. Sardina. Taçautejo, Satautejo. Atairia. Tamarasaite, Camaracay, Atamariaseid, Tamaraseyte, Tamarazayte. Tafarte, Atasarti. Tazartico. Tejeda, Texeda. Telde, Teldes. Themensas. Tenesoya. valle de Tenoya, Tenoyo. Teror, Terore, Aterura. Araremigada ? Tirajana, Tirahana, Tirahána, Atrahanaca ? Tirma, Tirmac, Thirma, Tirmah, Tyrma, Atirma. Tunte, Trinte. Atiacar, Arautiagasia ? Arbenuganias ? Humiaia, Umiaga, Umiaya. Litana, Titana. Niguaria. Afaganige. Aquetara. Araguacad. Areachu. Areagraja. Arecacasumaga. Arerehuy. Artevirgo, Artubrirguais. Areagamasten Anate. Atagad. Ateribiti. Tayra. Santa Ana, Santa Anna, Sancta Anna. Las Madres de Moya. Caleta de Santa Catalina. Tasarte .......................... Tasartico ...................... Tejeda ........................... Telde ............................. Temisas ........................ Tenesoya ...................... Tenoya .......................... Teror ............................. Timagada ...................... Tirajana ........................ Tirma ............................ Tunte ............................ Utiaca ........................... Venegueras ................... ? 7 ................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... ? .................................... — 8 ................................ — .................................. — .................................. 7 ? significa que dicho nombre ha desaparecido como topónimo y que resulta ilocalizable en la actualidad. 8 Los tres últimos han desaparecido como verdaderos topónimos, aunque se conoce con exactitud su referencia antigua: en el caso de Santa Ana, 44 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 19 El interés que pueda tener para nosotros la toponimia antigua de Gran Canaria (y en general de todo el archipiélago), no lo es tanto por la cantidad de nombres registrados como por la condición de cada uno de ellos. La cantidad es mínima, y en nada representativa de la verdadera toponimia existente: juntando todas las fuentes, apenas si se citan 81 lugares por su nombre propio, pero, como veremos, tan corta nómina encierra dentro de sí muchos de los fenómenos de interés que cualquier corpus toponymicum, por amplio que sea, contiene. 4.1. Interés histórico La toponimia antigua de Gran Canaria tiene, en primer lugar, un interés histórico, por cuanto permite: a) reconstruir la geografía e incluso la cronología de los hechos de la conquista, b) identificar los lugares en que tuvieron lugar las acciones militares más sobresalientes de la conquista, c) señalar los lugares que tenían una condición sagrada para los aborígenes, d) confirmar la presencia de gentes de pueblos europeos tan diversos como se asentaron en las Islas, y e) determinar los nombres que perviven en la actualidad, los que han desaparecido, los que son ilocalizables y los que son de dudosa localización. Por ejemplo, topónimos como Los Frailes o Ansite nos recuerdan hechos ocurridos durante la conquista que supusieron acciones violentas entre las dos partes en contienda; otros, como Juan Grande, Tasarte o Doramas, nos recuerdan a determinados personajes destacados entre los aborígenes; de la misma manela catedral de Las Palmas y lo que se convirtió en «plaza mayor» de la ciudad; Las Madres de Moya, que en la actualidad corresponde a la demarcación de Firgas; y la Caleta de Santa Catalina, el conjunto marítimo que en la actualidad lo forman la playa de Alcaravaneras, el Muelle Deportivo y parte de la Avenida Marítima. Núm. 50 (2004) 45 20 MAXIMIANO TRAPERO ra que Barranco de Siberio, Cuesta de Silva, Mujica, Playa de Cabrón o Trejo atestiguan la memoria de otros destacados capitanes españoles. Los mayoría de los topónimos citados en los textos antiguos pervive en la actualidad: de los 81 lugares registrados perviven tal cual (o con ligeras variantes) 62, lo que representa el 76%. Pero también hay otros que han desaparecido sin dejar memoria de su ubicación, como Litana (Valera: 501) o Titana (Abreu, 1977: 228 y 229), Niguaria (Palencia: 475, 479, 481), Aquetara, Artevirgo, Anate (Matr., 251) y Tayra (Valera: 501). Algunos de entre los desaparecidos en la tradición oral han sido recuperados modernamente, a través de las fuentes escritas, por asociaciones culturales, grupos ecologistas o reivindicativos, títulos de revistas, edificios singulares, etc., tales como Ansite, Humiaia (Umiaya o Umiaga), Facaracas y Ajódar. De ellos diremos algo a continuación. Y finalmente, hay otros topónimos que, tal cual aparecen escritos en la antigüedad, son ilocalizables o de dudosa localización, pero que tal vez se correspondan con otros que sí viven en la oralidad: por ejemplo, Acayro (Abreu, 1977: 228) podría ser el Roque Aguairo (de Agüimes), Atiacar (Abreu, 1977: 135), el actual Utiaca (de San Mateo), Aganegu (Valera: 502), el actual Gitagana (de San Bartolomé de Tirajana), etc. 4.2. Unos topónimos entre históricos y sagrados Unos lugares había en Gran Canaria que debían tener la consideración de «sagrados» para los aborígenes, o al menos de ceremoniales, según testimonios de las crónicas de la conquista. Éstos fueron, al menos: Tirma, Bentaiga, Ajódar, Amagro, Humiaga, Roque de las Mujeres y Ansite, todos ellos montañas o riscos eminentes, aunque no todos ellos tengan hoy una precisa localización. Los de Tirma, Amagro, Bentaiga y Roque de las Mujeres son de localización segura, pues permanecen en la toponimia actual, mientras que los otros plantean problemas, pues aparte de haber desaparecido de la oralidad la documentación antigua los sitúa en lugares diferentes. 46 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 21 Dice la Crónica Ovetense, la supuestamente más antigua de entre las conservadas, que «estos canarios tenían por santuario a dos riscos llamados Tirma y Cimarso [Amagro], que tienen dos leguas cada uno en redondo, que confinan con el mar, y el malhechor que a estos cerros se acogía era libre y seguro, y no le podían sacar de allí si él no quería, guardándolos y reverenciándolos como a iglesias, y como acá amparados la casa santa de Jerusalén juraban ellos Asitis tirma y Asitis magro» (cap. 22). Esta misma redacción se copia literalmente en la Lacunense (cap. 22) y, con muy ligeras variantes, en la Matritense (cap. 24). López Ulloa, por su parte, añade una nueva función a estos lugares diciendo que el «juramento de estos canarios era decir asitis tirma o assitis março, a significación de aquellos riscos, y como comúnmente en los actos jurídicos se dice que juramos a Dios y a la cruz de decir verdad, así ellos en las causas juraban diciendo Asitis tirma o Assitis março. Y así se averiguaba el haber jurado falso eran castigados rigurosamente con pena de azotes». Y añade que por temor al castigo los canarios «eran verdaderísimos en sus juramentos» (López Ulloa, cap. 22). A las funciones de lugar de refugio y de juramento que a los riscos de Tirma y Amagro atribuían las primeras Crónicas, añade Gómez Escudero las de lugar de ofrenda y advocación de los canarios a su dios. «Invocaban —dice Gómez Escudero— y sacrificaban regándola con leche todos los días» (cap. 19), al igual que hacían en los almogarenes. Sólo que ahora Gómez Escudero cita el risco de Tirma y, en sustitución del de Amagro, otros dos: el de Humaya [¿Humiaga?] y el de Riscos Blancos [que no debe ser otro que el Risco de Tirajana, en traducción directa del guanche al español, como interpreta Álvarez Delgado, 1941: 39]. Las grandes dificultades en el avance de la Conquista de Gran Canaria por parte de los españoles se debieron, entre otras causas, a la defensa enconada que los canarios hicieron de su territorio y a la extrema fragosidad del terreno en que se refugiaron. Así lo advierten expresamente todas las Crónicas: «Y siendo desbaratados [en el llano] retirábanse a las cuevas de los riscos, onde peleaban como de muy fuertes castillos, arrojando piedras muy grandes» (Gómez Escudero, cap. 19). Y así lo recoNúm. 50 (2004) 47 22 MAXIMIANO TRAPERO ge también Viera y Clavijo: «Esta campaña, a la verdad, tenía más visos de una batida contra fieras, refugiadas en las malezas de los bosques, que de una guerra contra criaturas racionales» (Viera, 1982: I, 44). De ahí que los últimos refugios de los canarios fueran, según Viera, lugares como Ajódar (I, 45), Tirma (I, 44), Bentaiga (I, 43), Fataga (I, 44) y Ansite (I, 47). Ya decimos que Tirma, Bentaiga y Amagro son de localización inequívoca, pues son puntos destacados que hasta hoy conservan sus nombres antiguos. Tirma es región amplia perteneciente al mun. de Artenara, pero cuyo accidente principal es una montaña; el Bentaiga es el roque eminente situado en el centro de la caldera de Tejeda, y Amagro es una montaña con imponentes espigones cercana a Gáldar. Menos conocido es el Roque de las Mujeres, conservado en las cumbres de Inagua, en el mun. de Tejeda, pero testimonio también de la arrogante acción de unas mujeres aborígenes. Lo cuenta Sedeño (cap. 13): «Hay otro risco llamado El Salto de las Mujeres, y es que unos españoles siguiendo unas mujeres por unos cerros altos y despeñados, habiendo ya cogido algunas, iban en seguimiento de otra (debía ser noble) muy hermosa y de grandes bríos, y viéndose cercada de hombres sus enemigos, se arrojó por un risco abajo, y viniendo después su madre a socorrerla sabiendo su desesperación hizo ella lo mismo». El hecho de despeñarse antes de caer en manos de los castellanos se ha destacado como un símbolo del valor y orgullo de la raza guanche. Esta inmolación, que según las fuentes históricas antiguas fue obra solo de contados aborígenes grancanarios, se ha atribuido en la tradición posterior a todo el pueblo canario y a valientes de todas las islas: así Beneharo «el mencey loco», en Tenerife, y el viejo Hupalupa, jefe de la tribu de Arure, en La Gomera, y Ferinto, el joven bimbape de El Hierro. Por lo que respecta a la isla de Gran Canaria, fueron tres con nombre propio: en primer lugar, el valeroso Tazarte, quien «arrebatado de dolor y frenesí, corrió al borde del célebre risco Tirma de Gáldar y, clamando en voces altas ¡Atis Tirma!, se precipitó al mar» (Viera, 1982: I, 44); después, el Faicán de Telde y Bentejuí, quienes, sin querer oír las voces de Fernando Guanarteme que los exhortaba a la rendición, «se abrazaron fuerte48 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 23 mente el uno con el otro y se precipitaron desde la eminencia de Ansite, repitiendo la regular exclamación ¡Atis Tirma!» (ibid.: 47). Se atribuye esta acción como el último acto de la conquista de Gran Canaria y se sitúa, aunque las fuentes antiguas no lo precisan, en el alto de Ansite. Pero es lo cierto que ese topónimo ha desaparecido de la tradición oral. Los organizadores de una celebración moderna llamada «Atis Tirma», que conmemora el final de la Conquista y que tiene lugar el 29 de abril, fecha en que efectivamente finalizó, en el año de 1483, llaman Ansite a una fortaleza que está en la parte media del Barranco de Tirajana (en el término municipal de Santa Lucía de Tira-jana, y que las gentes del lugar lo han llamado desde tiempo inmemorial La Fortaleza), y allí celebran la conmemoración, aunque no haya pruebas definitivas de su verdadera ubicación. Ansite, según Viera (ibidem, que sigue en esto a Abreu Galindo), se sitúa «entre Gáldar y Tirajana»; según Marín y Cubas el «fuerte de Ansite» estaba cerca de Tirajana, y según Gómez Escudero frente al risco de Tirma. Y lo mismo pasa con Ajódar, que ha desaparecido de la tradición oral moderna, y que algunos lo han reivindicado modernamente, situándolo en las inmediaciones de Gáldar, pero que Abreu Galindo lo localiza en el actual Tasarte, mientras que Sedeño lo sitúa en el actual Tasartico (ibid.: I, 45). Prueba de la paulatina pérdida de memoria de la ubicación y verdadero nombre de este topónimo lo hallamos en el propio Viera, quien unas veces lo escribe como Ajódar y otras como Amodar («Tal era el puesto de Amodar y principal cuartel de los canarios»: ibid.: I, 531)9. 9 Alejandro Cioranescu, editor de Viera, hace notar en nota a pie de página esta confusión terminológica del Arcediano, y a su vez opina sobre el verdadero emplazamiento del topónimo, «entre los barrancos de Tasarte y Tasartico, que es donde resulta que murió Miguel de Muxica», si bien dice que en la actualidad se llama Aljobal, variante que nosotros no hemos registrado. Núm. 50 (2004) 49 24 MAXIMIANO TRAPERO 4.3. Interés lingüístico A la toponimia antigua le sigue también un interés lingüístico, por cuanto nos permite advertir el proceso de constitución de la lengua que se instauró en las Islas, pues no en vano la toponimia es una parcela de la lingüística y en ella se plasman todos —absolutamente todos (aunque no todos en igual medida que en la lengua común)— los fenómenos que hacen particular una modalidad dialectal, como lo es, sin duda, el canario. No hay que olvidar que las islas fueron una tierra de conquista, y que los hombres que llegaron a ellas no se las encontraron vacías, sino ocupadas por unos hombres y «bautizadas» con unos nombres que pertenecían a una lengua muy distinta a la que los conquistadores traían. Y se produjo entonces el fenómeno lingüístico que siempre ocurre en una acción de conquista: de forma paralela al choque entre pueblos, también las dos lenguas (la de los que estaban y la de los que llegaron) entran en colisión, y de esa colisión una sale vencedora y se impone, mientras que la otra será «vencida» y se irá olvidando poco a poco, hasta que se extinga el último de sus hablantes. Pero no podrá librarse la lengua vencedora de que en ella queden huellas y testimonios de la vencida, y muy especialmente en el campo de la toponimia. Así ocurrió también con la lengua guanche. La lengua, como tal, desapareció: nada sabemos de su sistema fonológico, nada de su gramática, lo que nos queda es un conjunto de elementos sueltos (como tablas a la deriva después de un gran naufragio) pertenecientes sólo al léxico; no son pocas, pero las reconocemos funcionando ya dentro del sistema de la lengua vencedora, el español. Y podemos decir, además, que, en su inmensa mayoría, ese léxico pertenece al dominio de la toponimia: el cálculo es difícil de precisar, pero creo que no ande muy lejos del 85 o del 90% del total del vocabulario guanche conservado actualmente. Porque junto a los topónimos guanches por todos conocidos, porque denominan localidades mayores o puntos relevantes del terreno, como Agaete, Agüimes y Arguineguín o Bentaiga, Gando y Guayedra, existen otros de los denominados «topónimos me50 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 25 nores» que ni están en los mapas ni en registro lexicográfico alguno y, por tanto, fuera de la consideración de cualquier estudioso. ¿Quién que no sea herreño de El Pinar, por ejemplo, ha oído alguna vez los nombres de Taibique, Tanajara, Temanasén, Tajusara, Ícota o Tembárgena? Pues allí son de uso ordinario. ¿Y quién que no sea palmero, los topónimos Mayantigua, Tacande, Tacote, Taganana y Tirimoche? ¿Y quién los de Artejévez, Tifaracás, Farailaga, Gitagana y Satautejo, citados también entre la documentación histórica de Gran Canaria y que perviven hasta la actualidad? Es lo cierto que la toponimia de nuestras islas la conocemos a muy grandes rasgos, y que sólo investigaciones minuciosas sobre el terreno pueden permitir rescatar de la oralidad muchos y nuevos topónimos guanches nunca antes oídos ni registrados. Tres fueron los procesos lingüísticos que se llevaron a cabo en Canarias en la configuración de la toponimia: a) el de la adopción de unos nombres ya establecidos en la lengua de los antiguos, b) el de la adaptación de esos nombres preexistentes a las leyes fonéticas, morfológicas y sintácticas de la lengua de ocupación, y c) la creación de nuevos nombres para lugares que o no los tenían o fueron intencionalmente sustituidos. «Adopción, adaptación y creación —dice Manuel Alvar, extendiendo ahora la consideración a toda la lengua— van a ser las tres esquinas en que tropezaremos cada vez que atendamos a la policromía lingüística de las Islas» (1993: 154). Topónimos «de adopción» debemos consideran, pues, a todos los guanchismos que en la actualidad aparecen en la toponimia de Gran Canaria. Ahora serán proporcionalmente pocos, si los contemplamos en el conjunto del corpus toponymicum de la isla, pero en los momentos de la Conquista y posterior colonización fueron la mayoría: de los 67 lugares citados por su propio topónimo en las fuentes escritas que estamos utilizando, 40 son totalmente guanches, lo que representa el 60%, y 4 de ellos, además, tienen un elemento guanche en su formulación: Casas Núm. 50 (2004) 51 26 MAXIMIANO TRAPERO del caballero de Facaracas, Montaña Doramas, Valle de Tenoya y Risco Umiaya. Éstos cuatro serían buenos ejemplos del proceso de «adaptación»: los nuevos ojos de los conquistadores empezaron a ver nuevas realidades, antes sin nombre, y les fueron insuficientes los específicos nombres guanches, de tal manera que necesitaron anteponerles unos genéricos españoles como casas, montaña, valle o risco para precisar la realidad que se quería nombrar. Y adviértase que en estos casos se recurre siempre al léxico castellano para el nuevo «bautizo»; ningún caso conocemos en toda la toponimia canaria, ni uno solo, de un sintagma formado por dos guanchismos. Pero «adaptación» a la fonética del español deben considerarse también, sin duda, los topónimos ahora nombrados como Ajódar, Tirajana, Tejeda, Arguineguín y tantos otros. ¿Cómo sonarían en guanche? Porque es de todos sabido que cada lengua tiene su propio sistema fonológico, y entre el español y el guanche debió haber tanta distancia como podamos imaginarnos. Finalmente, los topónimos «de creación» en lengua española son pocos: en el corpus reunido entre la documentación antigua, apenas un 17%; pero serán los de este tipo los que, poco a poco, irán nombrando la superficie toda de la geografía insular. Los primeros fueron: Real de Las Palmas, Las Isletas, Caleta de Santa Catalina, Barranco y Cuesta de Silva, Barranco de Guadalupe, Bañaderos o El Bañadero, Riscos Blancos, Sardina, Risco de las Mujeres, Las Madres de Moya y unos pocos más. La toponimia de cualquier territorio, como es obvio, no nace de una sola vez ni en un único momento; no se organizan cruzadas ni exploraciones inmediatas con el propósito de bautizar un territorio conquistado, sino que, por el contrario, los nombres de los lugares nacen y crecen al ritmo en que ese territorio se puebla y los habitantes se asientan en él de manera estable. Y tampoco existen ni un código ni unas normas toponomizadoras, ni siquiera una «autoridad» que dicte las características que deban tener esos nombres. Los topónimos nacen con la misma espontaneidad y silencio con que nacen las demás palabras de la lengua, en la inmensa mayoría de los casos sin poder certificar el momento de su nacimiento. Aunque, por lo que respecta a Canarias, el «bautizo» lingüístico de su territorio hay 52 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 27 que situarlo, básicamente, alrededor de la conquista y, especialmente, de la colonización. En el caso concreto de Gran Canaria, posiblemente en poco más de un siglo, entre 1478, año en que los españoles llegan a la isla al mando de Juan Rejón, y finales del XVI, en que se cierran los intentos piráticos más serios, primero por parte de los ingleses de Drake y Hawkins (en 1595) y después de los holandeses de Van der Does (en 1599), debió nacer la gran mayoría de los topónimos que hoy pueblan los altos, las hondonadas y los caminos de la isla. Y de especial interés lingüístico es también la evolución que determinados topónimos han tenido desde su registro antiguo hasta su pervivencia en la toponimia actual. De las varias grafías con que se menciona Agüimes en la antigüedad, a saber, Aguimes, Agüimes, Agüymes, Aragüimes y Güimes, ¿qué proceso evolutivo, si es que lo hubo, debemos suponer hasta la constitución del topónimo actual? ¿Y qué fenómeno lingüístico explica la simplificación del Guayayedra antiguo (Abreu, 1977: 224) al Guayedra actual? ¿Y cómo se explica el cambio acentual de Casa del caballero de Facaracas antiguo (Abreu, 1977: 171) al actual Casas de Tifaracás? Etcétera. 4.4. Interés toponomástico El «enmarañado camino» por el que siempre se transita en la etimología de las palabras tiene en la toponimia de Canarias, sin embargo, un trazado singular que resulta más plano y mucho más rectilíneo que el de otras áreas españolas peninsulares. Mientras que la toponimia de León, por ejemplo, es el resultado de un complicado sucederse de tiempos, culturas y lenguas (desde los substratos prerromanos hasta los superestratos modernistas, pasando por los substratos romano, visigodo, árabe y mozárabe, además del trasiego de otros pueblos y culturas peninsulares interiores ocurridas en el tiempo de la repoblación del valle del Duero: cf. Llorente: 1970), la toponimia de Canarias presenta un panorama mucho más simple, porque más corta y más clara es su historia: formulándolo un poco simplistamente: todo lo anterior al siglo XV es guanche (con algunas diferencias Núm. 50 (2004) 53 28 MAXIMIANO TRAPERO interinsulares) y todo lo posterior al siglo XV es hispánico (o, si se quiere, para ser más exactos, europeo). Pero no por eso la toponimia de Canarias deja de ser menos interesante que la de cualquier otro lugar con historia más remota, porque justamente por tener unos «tiempos» históricos tan precisos y tan conocidos (como después pasaría a ser la de América) se convierte en espejo en el que contemplar el proceso de la formación toponímica de un lugar cualquiera. Casi podemos asistir con nuestros propios ojos y oídos al momento mismo en que unos nuevos hombres llegados a las islas la «bautizaron». Y la motivación lingüística que siempre hay debajo de un topónimo se nos muestra aquí con unos perfiles casi intactos. El interés de la toponomástica de Canarias radica, sobre todo, en su juventud, por cuanto ejemplifica paradigmáticamente los procesos de toponomización de cualquier territorio. 5. LA ESCRITURA DE LOS TOPÓNIMOS Otro punto de interés de la toponimia histórica antigua, y especialmente en los nombres guanches, radica en la forma en que aparecen escritos. Cuando hay una diversidad de fuentes, muy raramente un mismo topónimo aparece escrito en ellas de la misma forma; por el contrario, lo normal es la diversidad, incluso, como veremos, dentro de una misma fuente, cuando el topónimo es muy repetido. Por ejemplo, un nombre tan simple y tan nítido como Tirma lo encontramos escrito en las fuentes antiguas así, Tirma, pero también como Tirmac, como Thirma, como Tirmah y como Tyrma. ¿A qué se debe ello? Podría argüirse que a la falta que entonces existía de una normativa ortográfica, lo cual es cierto, pero eso no explicaría todas las variantes de escritura que se manifiestan en este ejemplo y en otros muchos que veremos. Explicarían, sí, aquellos casos en que esas variantes de escritura no son más que eso, variaciones gráficas que tienen un mismo valor fonético, tales como Vañaderos y Bañadero, Bentagaire y Ventagaire, Humiaga y Umiaga, Agaethe y Agaete, Agüymes y Agüimes, incluso Aiodar, Axodar y Ajodar, 54 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 29 Texeda y Tejeda, etc. Pero ¿son variantes meramente ortográficas las que encontramos, por ejemplo, en el caso de Agaete, escrito en lo antiguo como Agaethe, Agayte, Gaete, Gayerte y Lagaete? Evidentemente no. Y si el ejemplo fuera un nombre de mayor complejidad fonética, entonces las variaciones de escritura manifestarían paralelamente las complejidades léxicas que esos nombres encierran, como ocurre con Guiniguada, que lo hallamos escrito como Geniguada, Giniguada, Guaniguada, Gueniguada, Guiniguada, Niguiaiguada, Tinaguada y otros varios. ¿A cuál de las formas escritas deberíamos hacer caso? Porque es obvio que un lugar no puede llamarse de tantas maneras. El problema no está en el nombre, sino en la escritura de ese nombre. Repetimos, ¿a cuál de las formas escritas debemos hacer más caso? Nuestra respuesta es clara: aquella que más se acercara a la expresión de lo que en la oralidad se pronunciara: Guiniguada, si es que la pronunciación actual es fiel reflejo de la forma heredada de los guanches. Pero, ¿qué ocurriría si ese nombre no hubiera pervivido en la oralidad?, ¿cuál de las escrituras nos merecería entonces mayor credibilidad?, ¿y por qué esa forma y no otra? Estas preguntan van dirigidas especialmente a quienes toman la escritura como la fuente más autorizada de la verdad, aunque en ese caso se trate de una «verdad» lingüística, consistente en dilucidar la verdadera naturaleza de un nombre (tan poca o tan grande cosa, según como se mire); más aún, a quienes creen que la evolución de las palabras va desde la escritura a la oralidad. Valga aquí un comentario muy pertinente, suscitado por las opiniones que Francisco Morales Padrón hacía, en los días en que yo escribía este trabajo, al nombre aborigen de su pueblo natal, hoy Santa Brígida, y entonces, según parece, Satautejo o Tasautejo. Precisamente así titulaba su comentario el ilustre historiador: ¿Satautejo o Tasautejo?: Santa Brígida10. En efecto, esos dos nombres figuran en la Historia de Abreu, la única fuente histórica antigua en que lo encontramos, y por tres veces citado: una con la forma primera de Taçautejo («Pasada la refrie10 La Provincia, Las Palmas de Gran Canaria, 18 de julio de 2002. Núm. 50 (2004) 55 30 MAXIMIANO TRAPERO ga dicha, los cristianos fueron fortaleciendo el real, con su torre y cerca; y de aquí salían a hacer las entradas, a veces hacia Telde, y otras a Taçautejo... »: Abreu, 1977: 194), y las otras dos con la forma segunda Satautejo («Pedro de la Algaba y el deán don Juan Bermúdez determinaron hacer una entrada por la isla, para suplir la falta de los mantenimientos; y, dejando recaudo en el real, se fueron a Satautejo, donde no hallaron gente, por haberse alzado a los altos y sierra»: ibid.: 194) (y lo mismo en pág. 213). Y como, también en efecto, en la actualidad el topónimo aborigen pervive con la forma Satautejo (aunque no exactamente con referencia al poblado de Santa Brígida, sino a un lugar concreto cercano), el razonamiento de Morales Padrón era que «el topónimo aborigen de Taçaute o Taçautejo estaba determinado a experimentar un cambio de la letra ç (c con cedilla) para convertirse en Tazaute o Tasautejo», de donde se puede deducir que, para Morales Padrón, el conflicto lingüístico está entre la «verdadera» forma en que lo escribió Abreu por vez primera, con -ç-, y el sonido actual /s/ con que se pronuncia. Nuestro razonamiento es muy contrario: entre la -ç- de la primera forma y la -s- de las dos segundas no hay ningún conflicto lingüístico, sino una mera cuestión ortográfica sin ninguna repercusión fonética; el topónimo aborigen siempre se pronunció con /s/, sonido para el que la escritura del tiempo de Abreu tenía dos grafías. El verdadero cambio lingüístico del topónimo no está en la /s/, sino en la metátesis sufrida de la primera forma Taçautejo a la segunda Satautejo, conservándose en ésta el sonido /s/ que tuvo desde el principio. No es que los topónimos se pronuncien de manera diferente a como se escriben, sino que, en todo caso, el planteamiento debe ser totalmente al revés: que algunos topónimos, y casi siempre por un motivo de hipercultismo, se escriben de manera diferente a como realmente son, es decir, a como se pronuncian. La verdadera naturaleza de los topónimos —como lo es la de la lengua entera, la de cualquier lengua «natural»— es la oralidad, no la escritura, por mucho que parezca que la cartografía, que es un registro escrito, sea el lugar en que mejor acomodo tengan esos nombres. Pero no. Los nombres de lugar pueden vivir —verdaderamente «vivir»— sin haber estado nunca escritos, 56 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 31 como de hecho así ha sido en la inmensa mayoría de los casos; la escritura, sea cual sea el soporte y el registro en que se haya plasmado, en el caso de la toponimia —como en el de la lengua, en general—, no ha sido sino una pura circunstancia. El primer mapa en que aparecen los nombres de dos islas de las Canarias es, como se sabe, el de Angelino Dulcert, de 1339 (Rumeu, 1991: I, 9), escritas allí como Insula de lanzarotus marucolus y laforte ventura (sic). La pregunta es obvia: ¿cómo se llamaban verdaderamente aquellas dos islas en el tiempo en que se imprimió aquel cartulano?, ¿como las escribió Angelino Dulcert o como se llaman hoy: Lanzarote y Fuerteventura? Y otra pregunta más obvia aún: ¿es que todavía no tenían nombre las otras islas del archipiélago y por eso no aparecen en el mapa? No negamos, de ninguna forma, la posible evolución léxica de un topónimo, como la de cualquier otra palabra de la lengua, y por ello es de una ayuda importantísima contar con documentación histórica antigua11, pero reclamamos la primacía (y, por tanto, su imposición) de la oralidad sobre la escritura cuando aquella existe. Por ejemplo, de la misma forma que se usa el término de guanches, y no el de guanchos, para referirse a los aborígenes canarios (de todas las islas, no sólo de Tenerife: Trapero y Llamas, 1998), porque el primero ha pervivido en la oralidad y el segundo no, debería usarse el de bimbape para la referencia al aborigen de El Hierro, que es la forma que pervive en la actualidad, y no el de bimbache, que es sólo una forma escrita (y además variante) del siglo XIX. Y así con tantos nombres como la «erudición» histórica y arqueológica de las islas trata de imponer desde sus respectivas «ciencias», con ignorancia o menosprecio de la lingüística. Y lo mismo habría que decir de esas «falsas» escrituras de tantísimos topónimos guanches que se pronuncian de una forma y se escriben de otra distinta, tales como los impronun11 Por ejemplo, entre las dos formas Tasautejo y Satautejo comentadas más arriba, nosotros damos mayor verosimilitud a la primera citada por Abreu, Tasautejo, por el simple hecho de comenzar por ta-, formante de las lenguas bereberes, equivalente a nuestro artículo, con que comienzan la mayoría de los topónimos guanches (con las variantes ta-/te-/ti-). Núm. 50 (2004) 57 32 MAXIMIANO TRAPERO ciables para un canario Guatiza, Yaiza, Zonzamas, Guarazoca, etc. Y no es que se quiera subsanar en estos casos un problema de seseo, sino que se trata de falsas interpretaciones, al suponer que en la lengua guanche existían las mismas etimologías que en el español. Pues no: esas palabras deben escribirse con /s/, como se escriben Teguise, Isora, Tenesedra, Erese y tantos otros, que tienen exactamente la misma problemática que los primeros, porque esa es la única forma con que siempre se han pronunciado en las islas, desde luego desde que los españoles llegaron a ellas y es lo más probable que también antes, por los propios guanches. Porque las variantes de escritura de los topónimos guanches lo que reflejan es, justamente, la pretensión de acomodar en la escritura de una lengua, el castellano, «lo dicho» en otra lengua, el guanche. El problema no es sencillo, ni mucho menos, y requiere de toda una teoría, la de la comunicación: quien oye lo hace con unos oídos acomodados a la fonética de la lengua que él mismo habla, no a la lengua que habla el emisor. Y hay que recordar algo obvio: que fueron los castellanos quienes escribieron las palabras guanches, no los propios guanches; y que al hacerlo trataron de imitar fonéticamente lo que oían, o, mejor dicho, lo que creían oír, o lo que recordaban haber oído de los aborígenes. Porque de todo ello cabría hablar cuando para un mismo lugar que hoy pronunciamos /Tamaraséite/ los documentos antiguos escribieron Tamarasaite (Gómez Escudero y Abreu), Camaracay (Valera: 499), Atamariaseid (Bernáldez: 515), Tamaraseyte (Abreu, 1977: 135) y Tamarazayte (ibid.: 172, etc.). Es de particular interés, a este respecto, la valoración que hace Espinosa sobre las fuentes directas que toma para escribir su Historia de N.S. de la Candelaria (en 1591), a casi cien años de la conquista de Tenerife: Esto es lo que de las costumbres de los naturales he podido, con mucha dificultad y trabajo, acaudalar y entender, porque son tan cortos y encogidos los guanches viejos que, si las saben, no las quieren decir, pensando que divulgarlas es menoscabo de su nación. Y así quedar yo corto, habiéndolo tomado tan tarde (pues ha casi cien 58 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 33 años que la isla se conquistó) no es culpa mía, ni yo me ofrecí a dar más de lo que podía (Espinosa, 1980: libro I, cap. 9). ¡Con cuanta razón se lamentaba Gómez Escudero de la poca atención con la que los españoles trataron de aprender la lengua y las costumbres de los canarios aborígenes! Los españoles —dice el cronista— siempre controvertían el nombre de las cosas [de Canarias] y despreciaron sus vocablos [los de los canarios] y cuando se reparó para rastrearles sus costumbres por más extenso no hubo quien diera razón de ello (Morales Padrón, 1978: 435). Las variantes de escritura de los topónimos históricos de Gran Canaria reflejan justamente toda esta casuística: a) La dificultad de identificación de las unidades léxicas de una lengua ajena: a magro (Lac., 223) por Amagro, o lagaete (Abreu: de continuo) por Agaete, seguramente por fonética sintáctica. b) La pérdida o añadidura de algún elemento, posiblemente por considerarlo morfemático, como es la pérdida de a- inicial en muchos casos: Margo (por Amagro), Gaete (por Agaete), Jodar (por Ajódar), Güimes (por Agüimes), etc.; o la añadidura de otros sonidos: Aragüimes (por Agüimes), Arehucas (por Arucas), Atamariaseid (por Tamaraceite), Aregaldar (por Gáldar), Guayayedra (por Guayedra), Artenaran (por Artenara), etc. c) La falta o la anarquía que existe en la acentuación de los topónimos, cuando tan importantísimo es para su correcta identificación (el acento es parte sustancial de la palabra, y como tal debe reflejarse en la escritura): Ajodar y Ajódar, Arganeguin y Arguinaguín, Gadar y Aregaldar (por Gáldar), Facaracas (hoy Tifaracás), Tirahána, etc. d) La metátesis de algún sonido: Margo y Amagro; Bentaiga, Ventagay, Bentagaire, Ventangay y Ventaygay; Taçautejo y Satautejo. Núm. 50 (2004) 59 34 MAXIMIANO TRAPERO e) El fenómeno del seseo/ceceo: Ansite y Ancite, Tamarasaite y Tamarazayte, Tafarte y Tazartico, Taçautejo y Satautejo. f) La aspiración o pérdida de consonantes finales: Arguineguí y Arganegui, y quizás Bañadero. g) En fin, otras veces las escrituras manifiestan grafías que son evidentes erratas, muchas de ellas arrastradas de un documento a otro por una mala lectura: Amcas (Matr., 244) por Arucas, Tenoyo (Ovet., 145) por Tenoya, Ansote (Lac., 222) y Ante (Matr., 250) por Ansite, Trinte («término de Gáldar», Abreu, 1977: 176) por Tunte, etc.12 6. UNA RELACIÓN ENIGMÁTICA DE TOPÓNIMOS GUANCHES Una relación enigmática de topónimos guanches, la única que se presenta como tal relación en las Crónicas, es la que 12 Un ejemplo harto ilustrativo de este tipo de fenómenos, que empiezan por una simple errata y acaban en disparatadas elocubraciones pseudofilológicas es el caso del topónimo herreño Fuente de Acof estudiado por nosotros (Trapero, 1966: 192-193). Detrás de esa fuente de Acof, así registrada por Torriani (1978: 210) y por Abreu (quien añade que «en su lenguaje quiere decir ‘río’, —aunque matiza— no por la copia de agua que harto poca tiene», 1977: 85-86), que sería inidentificable leída al pie de la letra (en el manuscrito del que copiaron Torriani y Abréu debió faltar la -ç-), está la actual Fuente de Asofa, situada en la parte baja y central del pueblo de Isora (mun. Valverde), nombrada por los viejos también como Asofa Baja (pues Asofa es el término territorial que engloba los pagos cumbreros de San Andrés y de Isora), en un barranco que, justamente por ella, lleva el nombre de Barranco de la Fuente. Para más aclaración del término, Glas intenta dar una explicación etimológica de la falsa voz herreña acof comparándola con la voz del dialecto zenata aseif que también significa ‘río’; y más tarde Abercromby remite al término beréber assif, también ‘río’; y Wölfel, por último, amplía los paralelos beréberes a asif/ isaffen ‘valle’, asuf ‘valle’, tazeft/cizzif ‘canal’ y suf/isaffen ‘río’. No entramos en la veracidad de la equivalencia del guanche asof a ‘río’, pero advertimos que el término Asofa designa hoy una comarca entera de la isla del Hierro, que efectivamente pudo recibir el nombre de la fuente que había en su territorio, mucho más cuando las fuentes son puntos tan referenciales en la toponimia herreña (por lo importantes que son), pero también puede argumentarse al revés, que la fuente recibe el nombre de la comarca en la que está, siendo que la fuente de Asofa en nada pudo parecerse nunca a un río, como observó Abreu. 60 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 35 aparece en el capítulo dedicado a Canarias por Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, dentro de sus Memorias del reinado de los Reyes Católicos. Por ser tan enigmática y por contener tantos interrogantes de interpretación, merece que nos detengamos un poco en ella, pues manifiesta de manera ejemplar algunos de los problemas principales ante los que nos enfrentamos al estudiar los nombres aborígenes de Canarias. Dice el Cura de los Palacios que en la isla de Gran Canaria los lugares poblados «al tienpo que la conquista se començó» eran los siguientes: Telde, de donde se intitulavan el rey e un obispo. Galda, de donde se intitularon el otro rey e el otro obispo. Araguacad. Aragüimes. Themensas. Atrahanaca. Atairia. Atagad. Adfatagad. Furie. Artenaran. Afaganige. Areaganigui. Arecacasumaga. Atasarti. Aeragraca. Arbenuganias. Arerehuy. Atirma. Aracuzem. Artubrirguais. Atamariaseid. Arteguede. Aregaieda. Aregaldar. Areagraja. Areagamasten. Areachu. Afurgad. Arehucas. Aterura. Atenoya. Araremigada. Ateribiti. Arautiagasia (Morales Padrón, 1978: 515). ¿De dónde pudo tomar Andrés Bernáldez esta relación? ¿O la elaboró él? ¿Y qué oídos castellanos (hechos a la fonética de esa lengua) pudieron oír sonidos tan extraños al castellano? Más aún, ¿por qué escribir esos nombres con grafías que en el español de las Islas nunca tuvieron ni tienen pronunciación, como Themensas, Adfatagad, Aracuzem o Artubrirguais? A lo que se nos alcanza, Bernáldez nunca estuvo en las Islas, por lo que tales nombres debió entresacarlos de las informaciones que oyó a los naturales de Gran Canaria cautivos en Sevilla o de otros documentos e informaciones varias. ¿Pero qué extraña lengua era aquella en la que casi todos sus términos empezaban por un mismo sonido /a/? En la transcripción que nos ofrece Morales Padrón del pasaje de Bernáldez faltan los acentos ortográficos, que son fundamentales para la identificación de cada término, pero, aún así, pueden reconocerse algunos de ellos desde la fonética con que se pronuncian hoy en día. Así, el Telde del Cura de los Palacios es el mismo Telde de hoy; su Galda, el Gáldar actual; Aragüimes debe corresponder con el actual Agüimes; su Núm. 50 (2004) 61 36 MAXIMIANO TRAPERO Themensas con el actual Temisas (mun. Agüimes); Atairia puede ser el actual Taidía (San Bartolomé de Tirajana); Adfatagad parece traslucir el nombre actual de Fataga (San Bartolomé de Tirajana); su Furie debe ser el actual Furel (San Nicolás de Tolentino); su Artenaran, el actual Artenara; su Areaganigui, el actual de Arguineguín (Mogán); su Atasarti, el actual Tasarte (San Nicolás de Tolentino); su Atirma, el actual Tirma (Artenara) y su Aracuzem, la actual Acusa (Artenara). En su Artubrirguais queremos reconocer el nombre de Artevirgo, topónimo que se cita mucho en textos históricos posteriores como localidad perteneciente al municipio de San Nicolás de Tolentino, pero que ha desaparecido en la actualidad. Atamariaseid parece ser el actual Tamaraceite (Las Palmas) y su Arteguede, el actual Artejévez (San Nicolás de Tolentino). ¿Su Aregaieda será la variante antigua del actual Guayedra (Agaete), Aregaldar del actual Gáldar, aunque esté repetido en la relación, Atrahanaca del actual Tirajana, Aeragraca del actual Farailaga (Arucas), Arbenuganias del actual Venegueras (Mogán) y Araremigada del actual Timagada (Tejeda)? De su Afurgad se desprenden dos posibles equivalencias, los actuales Amurga (San Bartolomé de Tirajana) o Firgas; lo mismo que de su Arautiagasia podemos deducir los actuales Utiaca (San Mateo) o Gazaga (Agaete). Su Arehucas es variante antigua del actual Arucas, lo mismo que su Aterura lo es del actual Teror, y su Atenoya del actual Tenoya (Las Palmas). Los demás topónimos de la relación de Andrés Bernáldez son para nosotros totalmente indescifrables: Araguacad, Atagad, Afaganige, Arecacasumaga, Aeragraca, Arbenuganias, Arerehuy, Areagraja, Areagamasten, Areachu y Ateribiti. Pero basta con los supuestamente identificados para comprobar el abismo fonético que hay que salvar en la mayoría de los casos para llegar de los nombres del siglo XV a los actuales; saltos así no se dan nunca en la historia de las lenguas, ni siquiera cuando se trata, como en este caso, del paso de una lengua a otra. Así que el problema no está en la fonética, por muy extraña que fuera a la del español, sino en la escritura. 62 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 7. SOBRE 37 LA TRADUCCIÓN Y EL SIGNIFICADO DE LOS TOPÓNIMOS GUANCHES Algunos autores han intentado traducir los topónimos guanches, dándoles un sustituto español, aplicando la fórmula «antes se llamaba así y ahora lo llaman o le dicen así». Adviértase que en esta fórmula se confunde el significado, que es un valor lingüístico, con la referencia, que es un hecho de la realidad. Totalmente caprichoso nos parece este procedimiento, pues eso hace suponer que todas las lenguas —en este caso el guanche y el español— proceden siempre y en todos los casos poniendo nombres según la referencia, lo que equivale a negar el principio de la arbitrariedad del signo lingüístico. Eso es lo que hacen los que, sin oficio, ofician de improvisados lingüistas, como Antonio Cubillo, por ejemplo, al decir que el topónimo grancanario Titana (citado, por cierto, en nuestra relación) significa ‘fuente de la oveja’ porque en las cercanías de las cuevas que hoy sirven para guardar los ganados había antes una fuente, aunque ahora esté seca (Cubillo, 1992: 73-74). Pero el procedimiento no es nuevo: se ha usado desde siempre y por casi todos. Por ejemplo, López de Ulloa explica el topónimo de la capital de la isla, Las Palmas, a partir del guanchismo Guiniguada, pues —dice— «la çiudad que ahora se llama de las Palmas, quen la lengua Canaria se llamava Guaniguada» (Morales Padrón, 1993: 312). El procedimiento pasa, en todo caso, por traducir desde el guanche al español, conforme a los hechos ocurridos, aunque casos hay, como el del poeta Viana, en que se hace al revés, anticipando desde el español lo que se nombrará en lengua guanche, como cuando los conquistadores pusieron nombre a los lugares de costa del norte de Tenerife: Allí donde un gran roque está cercado del mar, que lo combate, certifico que ha de haber un gran pueblo celebrado, y ha de tener por nombre Garachico. (VIANA: Canto X, 279-282) Núm. 50 (2004) 63 38 MAXIMIANO TRAPERO Es decir, porque había allí un gran roque pusieron al pueblo que allí se fundó el nombre de Garachico, de donde podemos deducir que Viana conocía que el componente gara significaba en guanche ‘gran roque’, lo que así parece convenir en la multitud de topónimos insulares en que se repite ese elemento: Garafía, Garajonay, Garajao, Garasicel, etc. Pero quien más utilizó el procedimiento fue Abreu Galindo, y tanto para los topónimos como para los antropónimos guanches. Por ejemplo, Adargoma —dice Abreu— significaba ‘espaldas de risco’ porque el guanche así llamado tenía las espaldas «muy anchas» (pág. 173), y Doramas quería decir ‘narices’ porque el valiente de Arucas «las tenía muy anchas» (175). Y en cuanto a los topónimos, hace equivaler el franciscano, en Gran Canaria, el guanchismo Tirajana con el español Riscos Blancos (156); en La Gomera: Chegelas con Fuente del Conde (74); en El Hierro: Amoco con Valverde (85), Bentaica con Los Santillos de los Antiguos (90), Iramase con Puerto de Naos (92); en La Palma: Tagratito (que significaba ‘agua caliente’) con Fuencaliente (264), Tedote (que significaba ‘monte’) con Breña (267), Tenibucar con Santa Cruz (267), Adeyahamen (‘debajo del agua’) con Los Sauces (268), Tagaragre con Barlovento (268), Acero (‘lugar fuerte’) con La Caldera (284), Adirane con Los Llanos (279), Ajerjo (‘chorro de agua’) con Paso del Capitán (285); en Tenerife: Añazo con Puerto de Santa Cruz (314), Aguere con La Laguna (318), Arguijón (‘mira navíos’) con La Cuesta (que hay entre La Laguna y Santa Cruz). En algunos de ellos, de ser cierto el significado que Abreu atribuye a la voz aborigen, se trataría de una traducción al castellano, caso de Tirajana, Tagratito o Aridane, pero en otros se trataría de meras sustituciones léxicas, sin correspondencia semántica alguna entre las dos lenguas, caso de Valverde (por Amoco), Santa Cruz (por Tenibucar en La Palma y por Añazo en Tenerife) o La Caldera (por Acero). Hasta qué punto las significaciones españolas que Abreu otorga a los topónimos guanches sean correctas es asunto que resulta indescifrable. Nos consta por su testimonio el afán que tuvo por averiguar la lengua de los aborígenes, pero ¿llegó él a conocerla hasta el punto de atribuirle un significado a tantas palabras que, además, por su condición de topónimos, podrían 64 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 39 no tenerlo? ¿No nos dice él mismo que los naturales más viejos de quienes se informaba «ya habían perdido su lenguaje»? Además, ¿qué lengua insular llegó a conocer Abreu?, porque según él mismo «ni menos se entendían los de una isla con los de las otras, que es argumento de que jamás se comunicaron, pues no se entendían» (1977: 26). Porque una cosa es determinar el significado de una palabra y otra muy distinta señalar su referencia. Este segundo procedimiento nada tiene de lingüístico, y sin embargo es el que se practica generalmente cuando se desconoce una lengua de origen pero se quieren traducir sus palabras a otra lengua. ¿Cómo podemos creer que Arguijón significara, según Abreu, ‘mira navíos’, siendo como es una palabra guanche y los guanches desconocían totalmente el arte de la navegación? No se puede nombrar lo que no existe. ¿No será más verosímil pensar que Abreu «asignó» el significado español ‘mira navíos’ a la palabra guanche Arguijón porque desde el lugar así nombrado pudo comprobar él mismo que se divisaban los barcos que se acercaban a la rada de Añazo? 8. ALGUNAS CONCLUSIONES Hasta aquí las reflexiones a que nos han llevado unos pocos nombres anotados en el Diario de Colón y en las otras fuentes colombinas que dieron noticia de su paso por Canarias, en general, y por Gran Canaria en particular, complementados por los otros topónimos citados en las fuentes históricas más o menos contemporáneas a los acontecimientos principales. Los topónimos, como las cerezas, difícilmente pueden contemplarse aisladamente, uno a uno, pues en cuanto quieres traer a consideración uno, se te enredan de tal manera tras él los otros que se te vienen todos como en racimo. Y así debe de ser. La toponomástica no es tan solo el estudio de unos cuantos topónimos por la curiosa y enigmática etimología que tengan. La verdadera toponomástica, es decir, el estudio científico de la toponimia, exige contemplar un corpus de nombres de lugar como si de «un todo» se tratara, como así es, en efecto, y poniendo en el método exhaustividad y sistematicidad. Núm. 50 (2004) 65 40 MAXIMIANO TRAPERO Después de todo lo dicho, podemos concluir lo siguiente: a) El estudio de la toponimia guanche está por hacer. No es que no se haya hecho nada al respecto, pero lo realizado hasta ahora se ha efectuado sobre tales carencias y, por tanto, muestra tantas deficiencias, que requiere una revisión total, desde el principio. b) El estudio de los topónimos guanches, como signos lingüísticos que son, debe hacerse en sus dos aspectos complementarios: en la identificación de los significantes originarios y en la determinación de sus correspondientes significados. Ante una imposibilidad filológica como esa, en una lengua desaparecida, cabe un método sustitutorio en el segundo aspecto, cual es la relación de equivalencias entre el guanche y el español a través de las referencias orográficas a las que el topónimo guanche se aplica, teniendo en cuenta que en el dominio de la toponimia es donde funciona con mayor plenitud la motivación semántica, y que disponemos en muchos casos no de una única forma guanche, sino de varias, que se aplican a lugares diferentes de las Islas, pero de similares características físicas y orográficas, como es el caso de Goro, Eres, Gambuesa, Juaclo, Letime o Time y de algunos elementos léxicos (seguramente morfemáticos en origen) que se repiten en multitud de topónimos guanches, como a-, aga y agua, ara, ben, chaj, chej y chij, gal, gara, gua y guad, ta, te y ti, tab, tama, tar y otros. c) Los estudios del futuro sobre la toponimia guanche deben partir de catálogos exhaustivos de voces por cada una de las islas, con el reconocimiento de todas las variantes léxicas que cada una de ellas tenga. Para ello debe contarse con los dos tipos de registros que las han conservado: las fuentes escritas y la tradición oral, pero en distinto orden a como se ha hecho hasta ahora, prestando mayor atención y dando prioridad a la tradición oral, que es un registro verdadero, cualidad que no siempre pueden aducir las fuentes históricas. Ambos registros deben complementarse y jugar juntos a favor de una investigación rigurosa, pero —insistimos— cambiando el método de estudio, partiendo del registro oral. d) Las fuentes orales no deben contentarse sólo con los lla66 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LA TOPONIMIA DE GRAN CANARIA EN EL TIEMPO EN QUE COLÓN PASÓ POR ELLA 41 mados «topónimos mayores» (nombres de poblaciones, comarcas y accidentes más relevantes), sino que deben atender por igual a la llamada toponimia «menor», pues desde el punto de vista lingüístico es igualmente importante y, sin embargo, ha permanecido inédita para casi todos. Entre las fuentes escritas deben tener prioridad aquellas que son más cercanas a la tradición oral, como fueron en los tiempos antiguos las datas, los acuerdos de cabildos y las actas notariales de repartimiento de tierras y de heredamientos, y en los tiempos modernos los heredamientos, los amillaramientos y los catastros municipales. e) Desde el manejo de un inventario completo de topónimos por cada isla, el estudio de la toponimia guanche debe extenderse de una manera sistemática al nivel comparativo de todo el Archipiélago; sólo desde esa perspectiva podrá tenerse una visión panorámica de la conflictiva teoría de la unidad o variedad lingüística prehispánica de Canarias. Hasta ahora se han puesto en relación formas toponímicas de distintas islas de una manera anecdótica, pero es necesario pasar de la anécdota y del ejemplo aislado al sistema que permite la exhaustividad. f) Ante un panorama así y ante dificultades de tal calibre, el proceder de todo investigador que se acerque a este campo de estudio, debe estar guiado por una serie de cualidades concebidas en un sentido restrictivo: prudencia, rigor, objetividad y sentido común, aparte de ser necesarios una preparación lingüística y filológica profundas y un conocimiento suficiente de las «leyes» que operan en el funcionamiento toponomástico. g) La tarea es tan grande y tan ardua que exige la concurrencia de equipos de investigación en que los lingüistas y filólogos se vean auxiliados por otros especialistas procedentes del campo de la historia (y de la prehistoria), de la geografía y de las ciencias naturales (biólogos y botánicos), que puedan abordar la compleja y heterogénea realidad a la que la toponimia se refiere. * * * Núm. 50 (2004) 67 42 MAXIMIANO TRAPERO Van estas reflexiones dedicadas, con la admiración más profunda y el respeto más alto, a quien con tanto rigor y entrega ha dedicado una vida entera, tan fructífera, a desvelar la realidad histórica verdadera de nuestras Islas, ANTONIO RUMEU DE ARMAS: ejemplo moderno de inteligencia total, de saberes fundamentados y de elegancia en la pluma, tres de las virtudes que, conjuntadas, sólo las poseen los clásicos. 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En América se puso en duda, y por investigadores de gran prestigio como Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso, que el español trasplantado a aquellas tierras tuviera una base andaluza, de modo que las coincidencias que se advertían serían sólo eso, sin apenas ningún tipo de relación, debidas a la evolución autónoma e independiente del sistema a uno y otro lado del Atlántico. En el momento en que ambos plantearon sus tesis no se tenía sino una información muy incompleta de la importancia que la emigración andaluza tuvo en el poblamiento de las colonias americanas, por lo que tan pronto se fue mejorando y actualizando el estudio estadístico, se puso de manifiesto el alto porcentaje de viajeros andaluces y en especial el de andaluzas, porque si bien eran pocas las mujeres emigrantes, el número de las que procedían de Andalucía fue siempre el más elevado, con lo que esto comporta para la transmisión de la lengua. Estas Núm. 50 (2004) 71 2 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA nuevas aportaciones condujeron a una reconsideración del estudio de los orígenes del español de América, al mismo tiempo que se advertía que fenómenos como el yeísmo, la confusión -r/ -l o la aspiración de la s implosiva, tenían una historia anterior al siglo XVI en la Península Ibérica, sin haber nacido, además, en Andalucía, sino que en esa región sus hablantes los generalizaron e hicieron suyos y, por lo tanto, de allí tuvieron que partir para expandirse luego por el continente. Pero no sólo andaluces pasaron a América a lo largo de los siglos XVI y XVII, por lo que el resultado de la convergencia de varias hablas entre los nuevos habitadores del continente trajo consigo la formación de una koiné, en la cual predominan los rasgos andaluces. Esa koiné tal vez pudo comenzar a formarse en el archipiélago canario, de modo que su propagación americana, como en otros varios aspectos, se produjo después de haber pasado por el «laboratorio» de las islas, donde a escala menor se forja el modelo de lengua que luego va a quedar en las zonas marítimas americanas. Pues bien, en Canarias no ha existido ninguna polémica en torno al andalucismo básico de su español, quizá porque históricamente ha estado siempre muy clara la importancia que tuvieron los andaluces en la conquista de las islas y en su posterior poblamiento. El interés de los mercaderes andaluces por el archipiélago es incluso anterior a la incorporación de las llamadas islas de señorío. Ya en 1393 se puede advertir su presencia tras las razias llevadas a cabo en Canarias (Sánchez Saus, 2002) y, cuando el conquistador normando Jean de Béthencourt se dirige a Sevilla para solicitar al rey castellano la enfeudación del archipiélago, se encuentra allí respaldado por la presencia en la corte del embajador Rubin de Braquemont, tío suyo y emparentado con la nobleza andaluza de la época. «Todo lleva a suponer —afirma Ladero Quesada (1977: 142)— que los linajes involucrados en las empresas canarias iniciales contaban con una cobertura financiera fuerte y con unas relaciones económicas muy sólidas en Sevilla, consecuencia del ejercicio de cargas hacendísticas importantes». La documentación posterior del siglo XV, como la que aporta la «Pesquisa de Cabitos», vuelve a incidir en la relevancia que va adquiriendo el componente cas72 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 3 tellano y, dentro de éste, el de origen meridional, «que proporcionaba buena parte de los repobladores, tanto laicos como eclesiásticos. [...] Además hay que añadir el origen andaluz del clero regular y de los obispos. Su predominio numérico se correspondía con su predominio social, como muestran las relaciones de cargos administrativos, o el origen de los señores y de los obispos» (Aznar Vallejo, 1990: 30). Una vez sometidas también las islas de realengo, la vinculación previa —económica y familiar— con los grupos dominantes andaluces avalaría el asentamiento de campesinos y artesanos de esta procedencia durante finales del siglo XV y todo el XVI (Aznar Vallejo, 1983: 193). El archipiélago se convertirá así en lo que se ha llamado la «antesala» de América. Lo explicita Francisco Morales Padrón (1970b: 28-29) cuando escribe que «el archipiélago se coloniza por hombres de Hispania, en especial de Andalucía, que prolongan la Reconquista y aportan métodos, instituciones y sistemas que luego se llevarán a América». A ese paralelismo inicial se añade la forma de implantación del español en ambas comunidades —la canaria y la americana—, cuyo factor principal fue la sustitución en algunas zonas de las lenguas indígenas por un estrato de español que era esencialmente el mismo y cuyas características y evoluciones compartirían a partir de ese momento. Usando palabras de Uslar Pietri, «Las Canarias fueron por todo el mayor tiempo de la conquista y de la población de las Indias, puerta, cabeza de puente, jardín de aclimatación, despensa y huerta de las lejanas tierras occidentales. [...] En lenguaje, en usos, en labores, en carácter, el aporte canario fue inmenso en la hechura de lo que iba a ser la América Latina de nuestros días» (1981: 131-133). 2. Consideramos que el estudio científico del español canario comienza en 1959, cuando Manuel Alvar publica El español hablado en Tenerife. A partir de ese momento no hará sino aumentar la bibliografía de los trabajos que se ocupan de todos los aspectos de ese español y de sus variedades isleñas. Las enseñanzas de Alvar, unidas a las que desarrollaron durante sus estancias en la Universidad de La Laguna estudiosos de la categoría de Diego Catalán y Gregorio Salvador, cambiaron radicalNúm. 50 (2004) 73 4 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA mente las perspectivas anteriores, y se pasó de tener una información fragmentaria de la realidad del español canario, y en muchos aspectos errónea, a una auténtica avalancha de investigaciones diversas, que han convertido al canario en uno de los dialectos más estudiados y, por ello, mejor conocido en el siglo XX. Sabemos cómo era, qué características tenía y qué problemas internos traía el español que llegó a la islas en el siglo XV y en el siguiente, pues la amplia nómina de estudios dedicados a la evolución sufrida por el castellano medieval para convertirse en el español moderno nos permite hoy partir con conocimiento de causa al adentrarnos en lo que va sucediendo luego, durante el tiempo largo en que también las vastas colonias americanas estaban bajo el dominio de la corona española, porque en lo que al idioma se refiere las islas y el nuevo continente tuvieron una buena parte de historia común. Lo que echamos en falta, los que nos interesamos por cuestiones de historia de la lengua, es una información de primera mano —inmediata o cercana al momento mismo—, de cómo fue la implantación del español en las islas, en aquellos siglos alboreales del idioma moderno, de qué manera lo conservaron los que decidieron permanecer en el archipiélago, cómo fue conformándose la variación de una isla a otra, de un nivel social a otro, por citar sólo estos aspectos importantes. Pasará el tiempo, y sólo cuando tras varias generaciones se va tomando conciencia de las peculiaridades del español hablado en las islas, se comezará a dar noticia de ellas, y son esas noticias precisamente las que hemos tratado de encontrar en el corpus que hemos manejado. Hemos recurrido al testimonio de historiadores, eruditos y viajeros que, sin necesidad de ofrecernos unos datos estrictamente lingüísticos, nos proporcionen al menos sus impresiones personales al entrar en contacto con la realidad del habla de los isleños. 3. Hay que tener presente que las primeras documentaciones lingüísticas proporcionadas por los historiadores hacen referencia, como es natural, a la lengua de los aborígenes, por la que se interesaron especialmente los predicadores que habían de 74 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 5 adoctrinarlos en la fe cristiana. Así nos lo hace ver Bethencourt Alfonso (1880: 69, nota 2): «Tenemos entendido que en tiempo de la conquista existió en Sevilla uno o más conventos donde se enseñaba la lengua de los aborígenes de algunas de nuestras islas, con el piadoso objeto de mandar misiones para catequizarlos. En los archivos procedentes de dichos conventos debe encontrarse, pues, algún diccionario, gramática o vocabulario; y a nadie se oculta la importancia que tendría para la prehistoria de Canarias un hallazgo de tal naturaleza». Sin duda, las circunstancias demográficas canarias fueron bien distintas a las americanas, por lo que era más sencillo enseñar el español a los colonizados o simplemente obligarlos a incorporarse a él, si pretendían mejorar su situación vital, que plantearse el conocimiento profundo de su lengua, al estilo de lo que se haría en América, donde son innumerables las gramáticas y léxicos de lenguas amerindias escritas por los misioneros, obligados por las necesidades comunicativas tan variadas y extensas. De ahí que nuestro conocimiento de las lenguas prehispánicas haya estado limitado y supeditado siempre a lo que los historiadores pudieron oír y transcribir a través de sus propios hábitos lingüísticos y escriturarios. No obstante, la presencia de aborígenes figura también en la literatura de la época. Lope de Vega publicó en 1618 la obra titulada Los guanches de Tenerife y conquista de Canarias y, unos años antes, el 6 de mayo de 1582, el canónigo renacentista Bartolomé Cairasco de Figueroa había hecho representar ante Don Fernando de Rueda, obispo de Canarias, su Comedia del Recebimiento en la que introducía un personaje, Doramas, que en la escena primera dialoga con «Sabiduría» en la lengua de Gran Canaria, mientras que en la escena tercera advierte, ya en castellano, que «a nadie espante que la lengua ruda/ de un bárbaro canario a tal se atreva/ y, de estilo y retórica desnuda,/ presumo entrar en tan difícil prueba:/ que Aquel que desató mi lengua muda/ y me sacó de la profunda cueva,/ me dio poder de mejorar lenguaje,/ aunque me lo quitó de mudar traje» (1582: 119-120). George Glas es quizá de los primeros viajeros a las islas que no sólo se interesa por la lengua aborigen sino que también constata la nueva realidad lingüística, formada a partir de un Núm. 50 (2004) 75 6 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA mestizaje entre «españoles y otros europeos», que ha dado como resultado la aparición «al fin de un solo pueblo» con una sola lengua: el castellano. Así lo expresa Glas, en referencia tanto a los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, de los que dice que «Nunca hablan, ni entienden otro idioma que el castellano, el cual lo pronuncian de manera bárbara» (1764: 37), como del resto de las islas: «Los descendientes de esta mezclada nación se llaman ahora españoles, y no hablan otro lenguaje que el castellano» (Ibíd.: 111). Ahora bien, dentro de esta unidad idiomática, Glas comprueba la existencia de variaciones sociales muy marcadas, pues ese castellano, que ha sido capaz de aglutinar a distintos grupos humanos, «la gente acomodada lo habla a la perfección, pero los campesinos, que viven en los lugares apartados de las islas, lo hablan de una manera casi ininteligible para los extranjeros; su pronunciación es tal que podría compararse sin impropiedad con la de un hombre que hablara con algo dentro de la boca» (Ibíd.: 111). Extraña resulta la percepción de Glas, condicionada previsiblemente por su «oído extranjero», pero no deja de ser por ello expresiva y elocuente. La conocida frontera entre habla urbana y habla rural se manifiesta, por lo tanto, con claridad en el siglo XVIII y posteriormente, como es lógico, se continuará verificando por aquellos que se adentran en el campo canario. Así por ejemplo, la viajera victoriana Olivia M. Stone confiesa, al referirse a un arriero de Gran Canaria, que «Jamás traté a una persona más difícil de entender en todas nuestras andanzas por las siete islas. Al principio cuando le preguntábamos algo solamente movía la cabeza. Daba por hecho, creo que sin escuchar siquiera, que le estábamos hablando en inglés —¡algo que no dice mucho de nuestro castellano!— y cuando se dio cuenta de que le hablábamos en español, no paraba de hacernos preguntas, la mitad de ellas imposibles de entender ya que hablaba un terrible patois» (1887: II, 159-160). Charles Edwardes, otro viajero inglés, coetáneo de Stone, emite un juicio semejante al de ésta, al asegurar que el joven que lo guía en su ascensión al Teide hablaba «un dialecto imposible» (1888: 127). 3.1. Pero, junto a esa variedad diastrática, también es evidente la variación geográfica. Ya en el siglo XIX, Carballo Wan76 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 7 güemert (1862: 182) constata que entre los hablantes de las distintas islas hay marcadas divergencias en el uso del idioma y así señala que «puede el atento observador notar diferencias de unas islas a otras, pues no se confunden los tinerfenses con los palmeros, ni estos con los gomeros y los herreños...». Stone es de opinión similar, al considerar que las siete islas son bastante distintas no sólo en lo físico sino también en sus costumbres, y lo mismo sucede en el plano lingüístico: «La lengua que se habla es, desde luego, el español, pero supone todo un reto para cualquiera entender al campesino corriente de El Hierro o de La Gomera, debido a lo diferente que es el dialecto en cada una» (1887: II, 220-221). La variedad de hablas que conforman la unidad del canario no es, por supuesto, ninguna característica peculiar de estas islas, sino una constante de todas las lenguas, y buscar las razones de esa diversidad a veces en motivos no bien conocidos ha sido también frecuente. Podemos suponer que en los siglos XVIII y XIX las diferencias, no solo entre una isla y otra sino en el interior de cada una, fueran más marcadas que en la actualidad, debido a la mayor dificultad de comunicación que existía y, por ello, a la menor movilidad de los grupos campesinos, especialmente. Para Stone las divergencias podrían deberse «al efecto de las características físicas de las islas o a la herencia de las distintas tribus guanches que, también distintas, habitaron las islas» (1887: II, 221). Es decir, plantea como algo que debería servir «para la reflexión y la investigación» la existencia, en lo propio de cada isla, de un sustrato guanche diferenciado, lo cual parece complicado de demostrar y de admitir, aunque haya todavía hoy propuestas en tal sentido basadas en la documentación histórica. Efectivamente, el primer texto que nos ofrece información sobre unas Canarias reales, «redescubiertas», titulado «De Canaria et insulis reliquis ultra ispaniam in oceano noviter repertis», tradicionalmente atribuido a Boccaccio y compuesto hacia 1341, ya nos indica que «son tan diversos los idiomas que hablan los habitantes, que no se entienden entre ellos» (Peloso, 1988: 825). Esta información será corroborada en 1402, cuando los componentes de la expedición bethencouriana, aparte de solicitar en Sevilla intérpretes o trujamanes distintos para cada una de las islas, señalan en Núm. 50 (2004) 77 8 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA varias ocasiones que éstas están «pobladas por gentes infieles de diversas creencias y distintas lenguas» (Le Canarien, 1402-1404: 5, 22, 81). Los testimonios vuelven a repetirse en las crónicas posteriores y, todavía en el siglo XVIII, el franciscano realejero Dámaso Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.152r) volverá a afirmar que los conquistadores encontraron «un distinto Ydioma en cada Ysla en la forma misma q[ue] se vio en las Yndias que en cada lugarcillo se parlava distinto [...]». 3.2. En cualquier caso, lo que sí es cierto es que la impresión que se lleva el que oye, por primera vez, el habla de los isleños del siglo XIX, es la de estar ante una forma menos ruda y rotunda de articular los sonidos que la castellana, en conexión con la americana, tal y como lo relata Hermann Christ (1886: 115 y 116): «En Canarias domina la dulzura en la pronunciación de las colonias de las Indias Occidentales. [...] El peninsular menosprecia la dulzura femenina del isleño, mientras éste le reprocha una pronunciación afectada y presuntuosa». Stone (1887: I, 138), por su parte, califica de «musical» la manera de hablar canaria, y así también lo apreciaba unos años antes Góngora y Martínez (18822): «Los naturales de las Islas Canarias [...] son laboriosos, sufridos, valientes, apasionados, honrados, de comprensión pronta y fácil, expresivos en sus palabras, que modulan con atractivo acento musical». Tópicos aparte, es cierto que existe una marcada diferencia entonativa entre el español isleño y el castellano, como existe también de una isla a otra o incluso, dentro de una misma isla, de una comarca a otra. La tentación de explicar las disimilitudes a partir de sustratos diversos está presente siempre en la investigación; basta comprobarlo en el español americano, donde la entonación tiene un amplio abanico de realizaciones, que algunos consideran nacidas de influencias indígenas. Los términos con que describen los autores canarios estas disparidades entonativas a las que nos referimos son deje, dejo, acento y tonillo, cuatro sinónimos de uso normal, que se encuentran recogidos en el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia. Ya hemos visto que el historiador Góngora y Martínez hablaba de «acento musical». El polígrafo alcalde del Puerto de la Cruz, Álvarez 78 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 9 Rixo, en sus obras Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (c1872: 491) y Descripción histórica del Puerto de la Cruz (c1872: 155), pone de relieve la distancia no sólo social sino también lingüística que separa a los habitantes del barrio de pescadores de La Ranilla de lo que él llama «gente principal o que tiene instrucción». Estos pronuncian la lengua «como en cualquiera otro punto de esta provincia», mientras que de los ranilleros y sus hijos dice que tienen un «deje repugnante que les distingue», en el primer texto, y «un dejo peculiar y repugnante», en el segundo. En el habla de los majoreros, en cambio, advierte Álvarez Rixo (c1859: 446) que «el castellano se modula generalmente sin dejo ni otro vicio repugnante». A Ángel Guimerá (s.a.: 77), la visita en su casa catalana de un tinerfeño que «hablaba el castellano sin el ceceo de los españoles de la Península y con el dejo reposado y bondadoso de los hijos de Tenerife», le evoca de inmediato la manera de hablar de su madre, que califica de «dulce y halagadora». Ya en el siglo XX, autores como el limeño Felipe Sassone (s.a: 95) o el andaluz Cristóbal de Castro (s.a.: 60) inciden en la misma consideración. Para el primero, las islas tienen algunas características similares a América, como son «la vegetación ubérrima, el paisaje magnífico, el pasado pintoresco y heroico, a la vez guerrero y pastoril, que canta en la historia de los “guanches”, y el amor y el espíritu de España» y, en lo que se refiere al habla de sus gentes, «la cadencia dulzona e insinuante —voces cubanas, giros argentinos, vocablos venezolanos—»; para el segundo, los que trabajan en los puertos «Hablan, entienden, mejor dicho, el habla de varios idiomas, pero a todos los sellan de un tonillo lento, perezoso y con dejos tropicales». Así pues, la misma impresión que recibían los primeros viajeros que pasaban por las islas, en lo que a la especial modulación de la voz del hablante canario se refiere, se mantiene en iguales términos siglos más tarde. 4. Es lógico que el seseo en Canarias se refleje en la escritura «desde los comienzos del quinientos» (Lapesa, 1964: 176) y que a la mitad de siglo rompa «toda presión normativa» para inundar «con sus huellas gráficas los textos canarios» (Frago Gracia, 1996b: 244), puesto que, como ya hemos señalado más Núm. 50 (2004) 79 10 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA arriba, las islas se convierten en esos momentos en una prolongación lingüística de Sevilla. Además, la consolidación del fenómeno seseante entre los primeros canarios pudo estar favorecida «por los portugueses, tan abundantes en las islas, y cuya lengua es seseante» (Alvar, 1990: 60). Una interesante —por temprana— referencia literaria al seseo canario la anotamos en las Aventuras del bachiller Trapaza, de Alonso de Castillo Solórzano, novela picaresca aparecida en 1637. En ella, en el capítulo II, el personaje que da título a la obra esconde su verdadera personalidad presentándose como «un caballero de la casa de los Quiñones de León, si bien nacido en Canarias, donde tenía a su padre. Para desconocerse más se puso anteojos y comenzó a cecear un poco». Con este verbo se expresaba, en aquel momento, lo que luego se llamaría sesear, ya que, con palabras de Lapesa (1957: 77), «en el siglo XVI y primera mitad del XVII los términos con que se designaba la confusión andaluza de sibilantes eran cecear, zezear y ceceo, zezeo, nunca sesear ni seseo». Para los castellanos distinguidores de los fonemas /s/ y /θ/, el seseo era un vicio de pronunciación que habría que desterrar, y con ese criterio se manifiestan diversos gramáticos o eruditos desde el siglo XVI al XX. Hubo que esperar a 1956 para que el Segundo Congreso de Academias de la Lengua Española, reunido en Madrid, aprobara «por unanimidad una moción por la cual en la próxima edición de la Gramática de la Academia constará que el seseo no es un vicio de pronunciación sino una forma legítima de hablar español» (Guitarte, 1983: 104). El seseo, lejos de desaparecer o «de corregirse» normativamente, se convierte en América «en causa de identificación indiana», tal y como señala Frago Gracia (1996a: 38), quien asegura a continuación que «Más de un emigrado distinguidor tras muchos años de permanencia en el Nuevo Mundo se contagió de este modismo fónico y muchos criollos de primera generación, descendientes de españoles ni seseosos ni ceceosos, se criaron en la indistinción». Se asienta entonces definitivamente el seseo como rasgo más característico del llamado español meridional, con la articulación mayoritaria de una s diferente de la castellana, cuya perfecta descripción la podemos encontrar no precisamente en un lingüista, sino en un literato de primera fila 80 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 11 como fue Agustín Espinosa (1927: 8-9): «¿Cuántos canarios han escuchado, con inteligencia filológica, la música de la S de Canarias? Los concursantes insulares a un premio de fonética de esta S oceánica serían escasos. Y yo pregunto: ¿cómo es posible vivir, desconociendo el mecanismo articular que fragua el silbar de la S intervocálica de Canarias? [...]. Es una S predorsal. La articulación se ha hecho con el predorso de la lengua. El ápice (el instrumento esencialmente articulatorio de la S castellana) desciende, pasivo, sobre los incisivos inferiores. El cuenco castellano se ha tornado tortuga (cóncavo > convexo)». A tenor de la escasez de referencias a esta cuestión del seseo en el corpus examinado por nosotros, da la sensación de que los primeros comentaristas del hablar canario o no se percatan del hecho o lo consideran de poco interés, más atentos quizá a otros fenómenos que consideran más llamativos. Lo que sí preocupa a un ilustrado como Viera y Clavijo es la repercusión que el seseo tiene en la ortografía, al complicar el aprendizaje de la misma, ya que las normas de escritura corresponden a las del castellano. En El Síndico Personero General, Viera piensa que es la desidia y la falta de reflexión, así como el no utilizar la ortografía de la Real Academia, lo que conduce a que no se escriba correctamente. Y hace hincapié en un «defecto que podemos considerar como endémico o propio de nuestro País. Nosotros pronunciamos con un mismo sonido tres letras que los castellanos saben distinguir bastantemente. La C cuando precede a E ó I, la S y la Z son en nuestras bocas una misma cosa. ¿Pues que muchos perdamos fácilmente el tino cuando queremos escribir y no queremos observar? Nuestros escribanos, unos escriben sertificación, otros zertificación, y otros que son los que aciertan certificación» (1764: 91). Aunque Viera y Clavijo se muestra relativamente cauto a la hora de enjuiciar el seseo, si bien lo tilda de «defecto», hemos de situarnos en el momento en que escribe para entender no sólo su postura sino la de otros que van a continuar la misma senda de sus desvelos ortográficos. Téngase en cuenta que incluso en América, ya en los años de independencia, una personalidad de tanto prestigio como Andrés Bello mostraba su pesadumbre porque fuera «cosa ya desesperada restablecer en América los sonidos castellanos de s y z» y Núm. 50 (2004) 81 12 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA añadía que «quienes aspiren [en Chile] a una pronunciación más esmerada [que la simple corrección de los vulgarismos locales], distinguirán también la s de la z» (citado por Guitarte, 1991: 76). Este mismo criterio lo hallamos en Canarias, en la misma época, donde educadores como Juan de la Puerta Canseco pretenden no sólo aleccionar sobre la corrección ortográfica sino además sobre la propia pronunciación, tal y como se comprueba en el título del librito, de 27 páginas, que publica en 1857: Ejercicios de lectura para la buena pronunciación de las letras c, s y z. Anteriormente, en el núm. 20, de 16 de abril de 1853, de El instructor, periódico dirigido por el propio De la Puerta Canseco, al referirse a la ortografía de la c, z y s califica de «abuso inveterado de pronunciación» el que se confunda «generalmente la c con la s delante de e, i». Y añade que «Este defecto aumenta considerablemente la dificultad de la ortografía en esta parte; sin embargo veremos de daros algunas reglas prácticas para remediar este provincialismo. La Academia de la lengua no se ocupa de ello, porque no parece posible que la pronunciación de dos letras tan distintas puedan nunca confundirse». Muestran todos estos datos que no se tiene conciencia, en la época, de las causas de la aparición del seseo en el español moderno, que fueron motivadas por una distinta evolución del sistema consonántico medieval en Sevilla, como es de sobra sabido; sin embargo, hoy resulta cuando menos curioso el largo camino que ha habido que recorrer para superar el empecinamiento en tildar de defecto y vicio la no distinción entre /s/ y /θ/. Por otra parte, es más destacable que la no aparición de la /θ/ en el sistema meridional del español moderno, la articulación tan diferente entre la /s/ castellana y la meridional, pues ésta es como la /θ/ una consonante dental, tal como hemos visto que la describía Agustín Espinosa. 5. Otro fenómeno caracterizador del español meridional, aunque no exclusivo de él, es la aspiración o pérdida de la /-s/. Se creyó tardío, del siglo XIX, pero el análisis de la documentación lo ha ido retrasando cada vez más, y así Frago Gracia (1993: 478) encuentra las primeras pruebas textuales en los siglos XIII y XIV, por lo que no descarta «que la evolución andalu82 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 13 za de la /-s/ suponga el afianzamiento regional de usos fónicos actuantes sobre todo en el habla de repobladores provenientes del reino de Toledo, de Extremadura y de algunos territorios leoneses». La posibilidad de que desaparezca en la escritura la s de fin de sílaba o de palabra, así como la aparición de usos hipercorrectos, es lo que permite suponer que el autor de tales yerros no articulaba con plenitud la consonante en cuestión, sin desechar lo de interpretable e incluso discutible que hay en muchos de los casos, porque podrían tratarse también de simples lapsus cálami. El mismo Frago Gracia (1996b: 246-247) propone ejemplos canarios ya en 1509, 1552 y 1558, encontrados en documentos del Archivo Histórico del Ayuntamiento de La Laguna y del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria. No hay testimonios, sin embargo, de gramáticos del siglo de oro español, ausencia que suele señalarse como llamativa aunque tampoco sea decisivo semejante silencio, si se tiene en cuenta el carácter esencialmente preceptista de aquellos autores y el poco interés que despertaba en ellos todo lo que estuviera fuera de la órbita del castellano. En Canarias, la información directa que se recoge es también tardía. Así, muy avanzado el siglo XIX, Hermann Christ (1886: 116) constata, durante su viaje por las islas, no sólo el seseo canario sino también la pérdida de la /-s/ implosiva. Al respecto escribe: «También la ‘Z’, que el español de la Península pronuncia como nosotros la ‘th’ inglesa, la hace resaltar el isleño como una ‘s’ débil, e incluso la omite, de manera que Santa Cruz, pronunciado por él, suena ‘Santa Cru’». Anteriormente, ha hecho hincapié en la misma cuestión, refiriéndose a «La ‘S’, en cuyo sonido silbante se esfuerza más el español de la Península, casi desaparece allí al final de la palabra y, con frecuencia, también dentro de la misma: en lugar de ‘los silos’, se dice frecuentemente ‘lo hilo’; en vez de ‘los ingleses’, ‘loh inglehe’». Un año más tarde, en 1887, Olivia M. Stone nos proporciona dos nuevos ejemplos, uno de ellos muy valioso al contener varios fenómenos fonéticos. En el primero nos muestra la pérdida de la s aspirada: «[De camino de Teror a Las Palmas] Nos cruzamos con tres mujeres más, con cestas sobre las cabezas, y con otra que lleva un chal. Nos dieron el adiós habitual, o como lo Núm. 50 (2004) 83 14 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA pronuncian aquí, adió» (II, 104). En el segundo encontramos, junto a la aspiración y pérdida de la s, la simplificación del grupo consonántico -rn- > -hn- > -n-: «[Cerca del Valle de Tirajana, en Gran Canaria] A continuación cruzamos una meseta llana (5.400 pies) que nuestro arriero llamó Lojonos. Así es como lo pronuncian localmente y puede que el nombre no sea completamente correcto» (II, 128). El traductor precisa que ese topónimo Lojonos «se refiere a Los Hornos». En el texto original inglés, sin embargo, lo que aparece es Lojono, aquí sí con la pérdida de la s final de palabra. Por lo que respecta a la otra s, la del artículo, se transcribe con la j para indicar que el arriero la pronuncia con una clara aspiración. Durante el viaje que hizo a las islas, seguramente en los primeros años del siglo XX —el texto se recoge sin fecha—, el arquitecto vasco Teodoro de Anasagasti nos ha dejado también testimonio de la pérdida de s final de palabra, al referirse al modo de hablar de los estibadores del puerto de Santa Cruz de Tenerife: «Rápidos inician la tarea; pero el exigente capataz que por un tanto ajustó la carga, les grita: —Vamo, vamo; má vivo; má...» (s.a.: 227). 5.1. La pérdida de la -s final de palabra ha traído consigo la aparición de realizaciones muy singularizadoras del habla de Las Palmas de Gran Canaria y del norte de la isla de Gran Canaria, porque como muy bien lo describe Diego Catalán (1989: 133) «El olvido de la aspiración se extiende a los casos en que la implosiva iría agrupada, por fonética sintáctica, con una consonante. En tales casos, la aspiración, al desaparecer, convierte a la consonante sonora inmediata en una oclusiva [b], [d], [g]: lo-banco, la-do, lo-gato». Esta manera tan particular de sustituir la pérdida de la -s parece oírse, por parte de los que no hacen tal cambio, como si existiera una nasalización delante de la consonante oclusiva y, con más sentido paródico que real, aseguran que se dice lon-banco, lan-do, lon-gato. En la tradición costumbrista que representa como primera figura Pancho Guerra, se reproducen estos tipos de contextos fonéticos con nasalización, con evidente deseo caricaturesco, como son por ejemplo: «Lan dose y media están al caer» (1983: 2, 23), «Después se puso a hojear un libro y a recorrer con un dedo largo y 84 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 15 flaco un plano de la estirada ciudad de Lan Parma» (Ibíd.: 44) o «Dieron lan don en la Catedrán» (Ibíd.: 106). Ya a principios del siglo XX, tenemos noticia de este mismo hecho, por medio de J.C. Moreno (1914: VIII), quien, refiriéndose a los habitantes del norte de la isla de Gran Canaria y concretamente a los de Gáldar y Agaete, declara que «estos norteños eran los que decían lan vacas y lan doce». 6. Acabamos de indicar arriba que Olivia M. Stone utiliza la j para reflejar la aspiración de la s final de palabra, con lo cual nos está señalando de pasada que esa letra corresponde en las islas, como sucede en el español meridional, a una aspiración, bien diferente por tanto de la pronunciación fricativa velar del español castellano. Los fonemas medievales /š/ y /ø/, es decir, prepalatal fricativo sordo y sonoro, respectivamente, retrasaron su punto de articulación hasta el velo del paladar, una vez desaparecida la unidad sonora, dando origen a la actual consonante fricativa velar, la jota /x/, que «en las regiones donde se conservaba la [h] aspirada procedente de /f-/ latina y de aspiradas árabes [...] se hizo también aspirada, confundiéndose con aquélla» (Lapesa, 19808: 379). Este cambio, que en principio parece haber tenido una valoración social baja, acabó por generalizarse en Andalucía, desde donde «pasó muy pronto a Canarias y América» (Ibíd.: 380). En las islas, Frago Gracia (1996b: 246) anota ejemplos, en los siglos XVII y XVIII, como ajogo, joia ‘hoya’, henhambre ‘enjambre’ o hente, que muestran su asentamiento en el español canario. Así pues, las grafías h y j servirán ahora para reflejar la aspiración en la que han confluido la antigua /f-/ inicial latina y la nueva velar /x/ aparecida en el español moderno, a partir del sistema medieval. Por eso Glas (1764: 73), cuando se refiere al topónimo tinerfeño Adeje, precisa que se pronuncia Adehe, empleando la h para reflejar la aspiración de la jota. Esta es la cita completa: «Toda esta parte de la costa es árida y casi deshabitada, excepto a casi mitad de camino de Montaña Roja y Punta Teno, o más bien más cerca de Teno, está la bahía de Adeje, o, según se pronuncia, Adehe». Capta la diferencia con el castellano, ya en el siglo XIX, Christ (1886: 116) y así lo expresa: «También la jota, esa joya del espaNúm. 50 (2004) 85 16 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA ñol que el auténtico castellano suelta con un sonido gutural tan fuerte que sólo la costumbre le protege de la afonía, suena en las islas más suave». Por su parte, el ya citado historiador Quezada y Chaves (c1770-1784: fol.41r) nos hace ver que en el siglo XVIII se tenía pleno conocimiento del papel desempeñado por los andaluces en la extensión de este cambio igualatorio por el archipiélago. A propósito del nombre de la isla de El Hierro, para explicar la aspiración de la h- inicial utiliza precisamente las letras j y g para evidenciar el mantenimiento de la vieja realización castellana, y así escribe «que como la maior parte de los conquistadores de esta y las otras Yslas llegaron de la Andalucia, donde se usa mucho la J y G diciendo Jacer, Gernan y Gernando, Jambre por Hambre, Jierro por hierro, a quedado entre las gentes campestres nombrar a esta Ysla jierro; el mesmo que tambien dan a el metal fierro diciendo Jierro». De similar manera se manifiesta al referirse al actual topónimo portugués de Funchal (fol. 68v): «y marco en el mapa por el nor noroeste con el nombre Juncal, por la costumbre deste país como Provincia de la Andalucia donde dan valor de J a la h; porque funco donde proviene funcal en Portugues; es hunco en español bien castellanizado, y Juncal paraxe que produce Juncos (en este pais), porque como en el hicieron su Primera escalla los Portuguezes quando la invadieron y tambien en su vezino de las Nieves por mas pratico, de el y mala navegacion a el de la Luz en la montada de su Punta de la Ysleta, prosiguieron con el nombre Funcal o huncal, esto es, parte por donde entro la tropa Portuguesa del Funcal, Capital de la sinco Yslas de la Madera [...]». Revelador de que la aspiración es la realización normal del fonema castellano /x/ es que su grafía, la jota, según hemos comprobado en los ejemplos anteriores, se emplea para representar la aspiración de la h y, en algunos casos, hasta se lexicaliza, de modo que es posible diferenciar palabras sobre la base de la distinción gráfica, como lo vemos en este texto del botánico lagunero Domingo Bello y Espinosa, fechado en 1879: «—Estas son las jijas de nuestro país, dijo el paisano. —¿Cómo jijas? le interrumpí yo; así pronuncian los campesinos de por allá. Diga V. hijas para que nos entendamos. —Al contrario, ese sería el modo de no entenderse. Si yo hubiera dicho esas son 86 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 17 las hijas de nuestro país ¿no se habría quedado V. a oscuras? Esas son las jijas y pronto verá usted las jayas. [...]. La jija, prosiguió, es una variedad del Cerasus Lusitanica, propia de nuestras islas, familia de las Rosáceas» (1879: 344). La lexicalización de jija, permite, como se advertirá, que quede diferenciada de hija. Ejemplos de uso habitual de la aspiración de la h ortografiada con j tenemos varios en el léxico tradicional canario, como son, entre otros, jalar, jalón, jilorio, jiñera, jitera, jorqueta y jurar. 7. De la desaparición de la oposición entre la vibrante /r/ y la lateral /l/, a favor de uno u otro fonema, con realizaciones variadas según las zonas y los niveles de habla, hay ejemplos muy antiguos, desde 1161, en el mozárabe toledano, según Lapesa (19808: 385). Testimonios tempranos, en los orígenes del español canario y americano, provenientes sin duda de Andalucía, recogen también el mismo Lapesa y Frago Gracia (1996b: 246), por citar sólo a estos dos investigadores. Pero ni en América ni en Canarias es hoy un fenómeno de carácter general. Combatido por la escuela, se refugia en las islas en el nivel vulgar básicamente, aunque a veces aflora en niveles semicultos, como puede comprobarse en los medios de comunicación. Álvarez Rixo, en sus Anales del Puerto de la Cruz de La Orotava (c1872: 491), nos confirma ya en el siglo XIX lo que decimos. Observa «que a pesar de las dos escuelas de niños de cosa de 120 a 130 años, entre ambas, y otra de 70 a 80 niñas que funcionan hace algunos años, los moradores del barrio de La Ranilla no han dejado de seguir confundiendo o cambiando la letra r con la l, o viceversa, por ejemplo: dicen arcarde por alcalde, arma por alma, barcón por balcón, templano por temprano, etc. Pues aunque corrijan los maestros, cuando los chicos vuelven a sus casas repiten el idioma de sus padres, además del deje repugnante que les distingue». También J. Cirilo Moreno (1899: V-VI) caracteriza el habla popular de una muchacha, a la cual dedica su libro, recordando que ella lo llamaba «oficiar», «con la monada de tu trastrueque de eles y erres que tanta gracia me hacía». Y entre los términos que luego cita en la evocación que hace están salgento, pórvora y altillero, y, para que no Núm. 50 (2004) 87 18 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA quede duda sobre el modo de hablar de la mujer, pone en su boca el uso del interrogativo vulgar «cuásla», que en el oído de Moreno sonaba «como suave música; barbarismo mono que tu dulce boquita llenaba de gracia». 8. El yeísmo o desaparición de la oposición entre los fonemas /l>/ y /y/, grafías ll y y, por pérdida de la fricación lateral del primero, que desaparece por ello del sistema consonántico, es, según Lapesa (19808: 382), el meridionalismo «que cuenta con vestigios más remotos», pues se da ya entre los mozárabes, con un ejemplo fechado en 982. Fue en Andalucía donde el yeísmo se instaló con mayor fuerza, aunque su avance parece haber sido lento, lo cual no evita que pasara a Canarias y América, lugares en los que también va adquiriendo, con el paso del tiempo, una presencia cada vez más amplia, sin llegar a un triunfo total, al existir todavía hoy zonas distinguidoras. Según Frago Gracia (1993: 507) «las cartas que desde Indias remiten los emigrados andaluces demuestran que a mediados del XVI en su tierra natal el yeísmo estaba popularmente muy difundido, igual en las ciudades que en ambientes rústicos». Sin embargo, las noticias que del yeísmo se tiene a través de los gramáticos son tardías, sin duda porque también fue tardía su consolidación, y así en nuestro corpus informativo no hemos encontrado ninguna referencia a su presencia en el habla insular, y sí en cambio a Andalucía y América. El ya citado Juan de la Puerta Canseco, en su periódico El instructor del 15 de mayo de 1855, en la Lección 9ª, que titula «De la H, J, L y LL», escribe: «Debo decirte, hijo mío, que en Andalucía y América equivocan esta letra con la y consonante, que si bien es verdad tiene mucha afinidad con ella, sin embargo hay muchas razones para que no se confundan estas dos letras. Las principales son: que nunca se debe tratar de empobrecer un idioma suprimiéndole sonidos, y porque también hay muchas voces que perderían su significación; siendo así que hay mucha diferencia entre mallo y mayo, pollo y poyo, valla y vaya, calló y cayó, etc.». 9. Como es lógico, los comentarios de tipo gramatical sobre aspectos morfológicos o construcciones sintácticas propias 88 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 19 de las islas son todavía más escasos y tardíos que los anteriormente expuestos, ya que resultan menos evidentes y difíciles de captar para unos observadores, foráneos o no, poco versados generalmente en estos asuntos. Se hacía eco el autor grancanario Alonso Quesada en sus «Crónicas de la ciudad», escritas entre 1916 y 1919, del abuso del diminutivo en Canarias: «Aquí se llaman todas las cosas así. Un comerciante paga una letra y cuando la va a pagar dice: “Deme usted esa letrilla”. Un enfermo de divieso se dirige a la botica y exclama: “¿Tiene usted ahí una unturilla para este diviesillo que me está saliendo?”. Un tenorio se despide de nosotros para ver a su amiguilla; un padre compra para su hijo pequeño un juguetillo... Al referirnos a un amigo canceroso solemos exclamar: “Está jeringadillo”. ¡Oh, el dulce, plácido y donoso diminutivo!...» (1986: 102). Con este valor subjetivo-afectivo, la documentación de este diminutivo ha sido general, aunque a pesar de este testimonio, en la actualidad, presenta mayor vitalidad en las islas el sufijo más reciente -ito, con un uso tan frecuente que afecta incluso a algunos adverbios (acasito, ahorita, lueguito) o que ha llegado a lexicalizarse en determinados casos (como en los sustantivos apoyito, forito, fosforito, padrito o palmito). En cuanto a los pronombres, tradición e innovación se unen en la gramática canaria. Por un lado, hay tendencia a la conservación de rasgos arcaizantes (como el mantenimiento de la distinción etimológica del pronombre como objeto directo) pero, por otro, las formas de tratamiento suponen una revolución en el esquema clásico. Cuando De la Puerta Canseco comenta en su periódico El instructor, en la lección correspondiente al día 25 de diciembre de 1854, que «Usted, usia, vuecencia, etc. son fórmulas urbanas del idioma que deben corresponder a este pronombre, si bien concuerden en tercera persona», no advierte que en Canarias este uso no es semejante al del español peninsular. Entre estos tratamientos, el plural «ustedes» se generalizó en la variedad meridional, sustituyendo en el habla insular, tanto en situaciones formales como no formales, al pronombre «vosotros», salvo, como ya advertía Catalán (1964), en algunas áreas rurales de La Gomera, El Hierro y La Palma, afianzándoNúm. 50 (2004) 89 20 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA se así una fluctuación que se daba en español desde mediados del siglo XVI. Tal es el arraigo de este pronombre en el habla de las islas que el costumbrista Pancho Guerra muestra la dificultad del canario para adaptarse al modo de hablar castellano, mezclando el «ustedes» con el «vosotros», alternando a veces incluso las personas verbales: «Y luego jablando fino, que se viró peninsulá perdía. ¿Sabe lo que le dijo la otra noche a la salía del Pabellón a unas mujeres que venían detrás? “Vosotras, no arrempujéis”. Fíjese usté» (1983: 3, 590); «—Quítate de la puerta, Dolores. Deja hablar... ¿Qué es lo que quieren vosotros? —iba por tiempos a la Península y había cogido allá sus tinetillos y palabrejas finas, que entremezclaba a gusto. [...] —Ustedes os pongáis en la calle, ¿saben? —dijo sin moverse tanto así—» (Ibíd.: 132). Esta generalización de «ustedes» tendrá consecuencias importantes, tanto en el sistema de pronombres personales como en el sistema de posesivos. El 15 de marzo de 1855, el mismo Juan de la Puerta Canseco realiza un nuevo comentario gramatical, en este caso sobre el empleo de la forma «de usted» como posesivo y lo ejemplifica con la frase «Esa gorra es de usted». El reajuste que sufrió el sistema de pronombres personales supuso una reordenación del esquema de los posesivos (Catalán, 1964: 155), especialmente al aumentar la frecuencia de construcciones de tipo analítico para reforzar y delimitar la segunda y la tercera personas, tal como se puede observar en el ejemplo de este pedagogo y tal como se puede comprobar en toda la documentación textual anterior («y fimos a una casa de donde Salvador rramos me escrivio una carta para el vicario en nombre de usté», se lee en una misiva escrita en 1712 y conservada actualmente en El Museo Canario, mientras que el empleo de su en esta misma carta requiere la presencia al mismo tiempo de un sintagma prepositivo con de para especificar que se refiere a la tercera persona: «y entonses le dige que por el ombre que pregunto que era io su entenado del»). Durante algún tiempo se mantuvo la distinción etimológica del pronombre átono en función de objeto directo y éste fue el esquema que se llevó a América. En Canarias, según Catalán (1964: 155), «la norma regional no hace concesiones al “leísmo” 90 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 21 y “laísmo” castellanos: [...] el acusativo es lo-la, los-las; el dativo, le, les, sin excepciones». La investigación posterior ha demostrado que el uso no es tan categórico como el que apuntaba este dialectólogo, y los mismos textos se encargan de confirmar que existe, y desde época temprana, el llamado «leísmo» de persona, que todavía se mantiene en la actualidad, junto a un «leísmo» de cosa bastante más raro. Así lo recogemos ya en 1554, en un fragmento de la llamada Crónica Lacunense, de autor anónimo («y auiendo saltado en tierra hasta docientos hombres los nuestros antes que se pudiessen poner en orden les embistieron», Morales Padrón, 1978: 201), y así se puede advertir en otros textos posteriores ya de segura filiación canaria («le e de aconpañar a las bisperas», en un documento de 1592 conservado en el Archivo General de Indias y reproducido por Enrique Otte en su recopilación de Cartas privadas de emigrantes a Indias; «y le alle con la mui cabal salud que io para mi deseo», en otra carta ya citada de 1712). Sin embargo, no hemos recogido todavía la pertinente observación metalingüística, excepto la expresada en época reciente por el fetasiano Isaac de Vega que, en su novela Conjuro en Ijuana, publicada por primera vez en 1981, realiza un comentario bastante ilustrativo: «—¡Ah, sí! —se sobresaltó—. Excelente persona, muy preocupado por el bien común. Le leo siempre. (¿Le leo o lo leo? Tendré que averiguarlo; ya la cabeza no me anda bien)». No se da en Canarias, por el contrario, el llamado «laísmo», como demuestra su ausencia en la documentación histórica, a pesar de que se haya encontrado excepcionalmente en algún que otro texto: en una de las ediciones modernas del poema Antigvedades canarias de Antonio de Viana (obra escrita en 1604), aparece la frase «con enojo la responde», mientras que el facsímil del mismo texto muestra claramente «con enojo le responde»; también en 1676 Núñez de la Peña en su libro Conqvista y antigvedades escribe: «Y porque entre ellos era costumbre, que si topauan alguna muger a solas, y en lugar solitario, no la hablaban, porque incurrian en pena de muerte», donde la aparición del pronombre femenino puede deberse a que en la lengua antigua, según Kany (1969: 136-137), el verbo hablar podía tomar un complemento directo. El ilustrado Viera y Clavijo en algunos pasajes de su Historia se muestra Núm. 50 (2004) 91 22 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA también como «laísta» («la respondió», «pusieron especial cuidado en darlas el nombre de Hijas»), fenómeno que podría atribuirse, muy probablemente, a hipercorrección tipográfica, ya que esta obra fue impresa en Madrid. Otros muchos rasgos gramaticales propios del español de las islas se pueden observar en la documentación textual, pero no cuentan por ahora con comentarios que demuestren una clara conciencia lingüística del fenómeno. Así, en la ordenación de los elementos en el sintagma, encontramos ejemplos dieciochescos de las construcciones adverbiales más nada, más nunca, más nadie, inversiones frecuentes hoy en América y corrientes todavía en León, Galicia y Aragón. O, también, sigue siendo común el orden clásico del adverbio ya antepuesto al pronombre personal, como en el Quijote («ya yo os conozco, fementida canalla»), disposición que se puede rastrear en los expurgos documentales que realicemos, pero que apenas ha sido advertida ni siquiera por los textos gramaticales (Frago Gracia, 2002: 487-488). 10. Situación bien distinta muestra el vocabulario. En los documentos más antiguos es fácil recoger ejemplos de la apreciación por parte de los autores de la divergencia de usos léxicos, bien empleando parejas sinonímicas que ponen en evidencia el contraste diferencial, bien ofreciendo el equivalente castellano o, simplemente, presentando la variación con los sintagmas «que aquí llaman», «que nombran aquí» o «como ellos dicen», con el fin de dar constancia de su propiedad e implantación insular. Desde el primer momento de la anexión, sobre todo en la época realenga, hay clara conciencia por parte de algunos autores del regionalismo léxico, necesario para designar una realidad completamente distinta y que contraponen al término castellano, lo que muestra que la diferenciación diatópica del léxico se inició con la llegada de los europeos a las islas. Sirven de muestra los tempranos ejemplos del cronista Andrés Bernáldez y del viajero portugués Valentim Fernandes al valorar la presencia de la voz «mareta». El primero, en sus Memorias del reinado (c1500), advierte que las islas «No tienen agua dulce; beben los onbres e ganados aguas llovedizas, que cogen en cisternas, que llaman maretas» (DHECAN: 962); el segun92 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 23 do, en un texto redactado unos años más tarde (entre 1506 y 1507), define la voz señalando que «El lugar donde recogen las aguas lo llaman mareta; con ellas abastecen todo el año a las bestias y ganados» (DHECAN: 962). Estas matizaciones son frecuentes en los cronistas-historiadores (Juan de Abreu Galindo, Gaspar Frutuoso, Leonardo Torriani, Antonio Sedeño, Thomas Arias Marín de Cubas, George Glas, Alonso de Espinosa, fray José de Sosa), pero también hallamos algunas precisiones realizadas por los escribanos e, incluso, por los redactores de la actas de la Inquisición. Así, en junio de 1521, documentamos en una declaración de un testigo tanto el término castellano general con que se designa a la «abubilla» (Upupa epos), como el regionalismo «abobito», una de las muchas variantes (junto a «tabobo», «jabobo», «altabobo») con que es conocido este pájaro insectívoro en el archipiélago: «Y que le vydo este testigo andar en busca de un paxaro que se llama habubylla, y que dezia que con aquel habubyto avia de sacar del un hueso, para que tocando con el a qualquier persona que qujsyese la querria byen [...]» (DHECAN: 9). O en las Datas o escrituras de repartimientos de tierras también es continua la aclaración, de ahí que desde un primer momento al «lentisco» se le designe con la denominación popular «almácigo»: «[...] que lindan con el barranco que viene de Palmar contra la parte de Teno como dicen los hamácigos fasta la mar, 100 fanegas» (en documento de 1499, DHECAN: 81). O en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, en los inicios del siglo XVI (en julio de 1515), se puede leer la definición del prehispanismo guanil, haciéndolo equivaler a «alzado»: «e en la dicha isla tenemos ordenança hecha por justicia e regimiento e costumbre husada e guardada quel tal ganado alçado que se llama guanir ninguno lo pueda matar ni marcar so cierta pena e que los criadores de la comarca de cuyos ganados ha procedido el dicho ganado guanir lo montehen todos juntos con licencia de la justicia e lo repartan entre si segund la cantidad de ganados mandsos que cada uno tiene [...]» (DHECAN: 94). Son continuas las alusiones a la pervivencia de términos, bien de arcaísmos castellanos, bien de voces propias de las islas, lo que nos permite confirmar su vigencia de uso en determinaNúm. 50 (2004) 93 24 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA das épocas. El portugués Gaspar Frutuoso, por ejemplo, en el apartado que dedica a «As Ilhas Canárias» en sus Saudades da Terra (1590), al hablar del localismo bailadero, de donde proceden muchos topónimos actuales, precisa su empleo en el siglo XVI: «Cuando les faltaba lluvia para sus sementeras y pastos y había gran sequía, para rogar a Dios hacían procesiones, llevando los ganados a lugares espaciosos como plazas que tenían ya señalados para esto y que llamaban, y aún todavía hoy, bailaderos». En 1912, Bethencourt Alfonso en su Historia del pueblo guanche, al referirse al sinónimo de procedencia aborigen guara o guaracho, confirma su sustitución total por la creación castellana: «Los guaras o guarachos, nombres ya perdidos para la presente generación, son conocidos en la actualidad por su traducción al castellano de “Bailaderos”, que aún llevan bastantes localidades porque en ellas estuvieron establecidos» (DHECAN: 159). Aunque lo común es la simple igualación (a veces, incluso, yuxtaposición) de la voz provincial a la designación general. En las Datas es frecuente este recurso: «un camino que sube a la montaña que siguen los almocreves o arrieros» (en documento de 1518, DHECAN: 86). En las mismas actas de la Inquisición, esta vez del siglo XVII (marzo de 1674), se recoge la sinonimia «abobido»/«lenguaje», con un sentido amplio equivalente a «rezado ininteligible»: «para curar una muger enferma que tenia en su casa avia echado unas suertes en un lebrillo de agua y puesto ensima un jarnero y hecho unos lenguajes o abobidos al deredor del lebrillo [...]» (DHECAN: 8); en 1810, Juan Primo de la Guerra y del Hoyo anota en su Diario el portuguesismo «mazapé» y lo iguala al término general «barro»: «Las mujeres se ocupan en la loza, para la que llevan el barro o mazapé de la cumbre o de Arafo y el almagre de mayor distancia» (DHECAN: 973). Los ejemplos podrían multiplicarse y, por sencillos que parezcan, son todos ellos muestra de una fina observación lingüística. Su empleo literario se generalizará en las obras costumbristas de finales del XIX y principios del siglo XX, y servirá para contraponer el habla de campesinos y «roncotes» frente a la lengua a veces pretendidamente más culta de otros niveles sociales. Es el caso de este sencillo diálogo entresacado de una 94 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 25 comedia del periodista Leoncio Rodríguez, titulada Plataneras y publicada en 1933, en la que con una simple apostilla se puede advertir la divergencia de uso del sintagma de origen portugués «de risa», al que se hace equivaler el sinónimo castellano correspondiente: «Juez. —¿Con hijos también? Venancio. —Con hijos las solteras. Juez. —Querrá usted decir las casadas. Venancio. —No, señor; las solteras. De risa, como suele decirse. Juez. —Sí, naturales. Venancio. —Eso es, señor juez. Golpes de la vida» (DHECAN: 500). No resulta tampoco anecdótico que sean en la mayoría de las ocasiones los autores foráneos (tanto peninsulares como extranjeros), los que más observaciones de este sentido presenten. El ejemplo del burgalés Francisco F. Escolar y Serrano puede ser bastante ilustrativo. Comisionado regio para elaborar la Estadística del archipiélago, llegó a Santa Cruz de Tenerife en 1805 y recorrió una por una todas las islas. Aunque no pudo terminar su obra (no acabó ni la estadística de Tenerife ni la de Gran Canaria), sus apreciaciones nunca resultan ociosas. Así va anotando, junto al frío registro contable y estadístico, algunas peculiaridades propias del léxico canario, generalmente contraponiendo la voz que ya conocía con la regional («la cercanía a que están del monte es causa de que se anieblen o alforren como dicen aquí»; «y se hacen zanjas o machos para recibir y canalizar el agua de lluvia»; «las camisas del palote o caña de maíz y la rama de las papas que, generalmente, siembran con este fin», DHECAN: 79, 917 y 1088), definiendo el provincialismo («sólo necesita de las lluvias que proporcionan los bosques para que gran parte de sus terrenos sean de los que llaman en el país de bebedero, que producen cosechas tan asombrosas como vimos hablando de Lanzarote»; «hay que contener la tierra con gruesas paredes que aquí llaman cadenas, para que las avenidas y torrentes no se la lleven al mar»; «La lagarta es la plaga que ataca con mayor frecuencia los cultivos», DHECAN: 198, 276 y 860), o simplemente incluyéndolo en una enumeración («No existen bosques propiamente dichos porque su flora más abundante y casi única son las tabaibas, valos, ahulagas y otras plantas de este género, aprovechados para el alimento del ganado en el verano y en el consumo de la leña», DHECAN: 171). Núm. 50 (2004) 95 26 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA Pocas, pero interesantes, también son las apreciaciones sobre la variación sociocultural y sociolectal desde el punto de vista léxico, aunque en el corpus son mucho más tardías. Cristóbal del Hoyo, en su Carta de Lisboa, redactada en 1734, anota una variedad de caña y especifica «de estas que vulgarmente llamamos de rueca» (DHECAN: 323). José María Zuaznavar y Francia, amigo y coetáneo de Viera y Clavijo, emplea en su Diario sobre su estancia en Telde (entre 1805 y 1806) la misma expresión: «Me hicieron distinguir lo que en las Canarias llaman vulgarmente “cohombrillo”, y me manifestaron la “raspilla”, “cerrillo” y otras yerbas que no recogí como aquel fruto, porque se hallaba sin flor» (DHECAN: 429). Y Domingo J. Navarro, en su obra costumbrista Recuerdos de un noventón, aparte de apuntar el posible desuso a fines del siglo XIX de la voz «amiga» (con el sentido de «maestra de escuela»), indica que «El vulgo las llamaba Migas y tal vez con razón, porque no teniendo nada de amigas les sobraba la causticidad de los ajos de aquel insustancial alimento» (DHECAN: 99). En otras ocasiones, el término viene definido como propio de determinados ambientes. Así sucede con la voz armadero, que Manuel Pereyra de Armas en su obra Tipos de mi Tierra (publicada en 1897) define como propia de la «jerga tabernaria» (DHECAN: 124). La producción lexicográfica castellana del siglo XVIII y, sobre todo, la proliferación de diccionarios en el siglo XIX, lleva en otras ocasiones a intentar localizar el canarismo en las obras generales y a determinar, por contraste, su carácter regional. Conocidas son las observaciones realizadas por Álvarez Rixo sobre la escasa o nula intervención del portuense Bernardo de Iriarte a favor de la presencia de canarismos en el DRAE: «En la redacción del Diccionario de la Lengua Castellana le tocó la letra C, y fue lástima que por haber salido de las Canarias tan niño no conservara recuerdo de algunas dicciones que tenemos en estas Islas con dicha letra» (c1872: 158), lo que le lleva a escribir en el periódico palmero El Time, en 1868, una relación de «Vocablos isleños», con la intención de que sean adoptados por la institución académica «a fin de que se hiciese mérito y justicia a nuestras Islas Canarias, insertando algunos vocablos dignos de figurar en dicha obra, por lo generalizados que se 96 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 27 hallan, no sólo en Canarias, sino también en las provincias americanas». Esa comparación continua con el repertorio oficial es la que permite al alcalde portuense advertir también en su Historia del Puerto de Arrecife (c1866: 90) que los ictiónimos «tonina» y «bote» «ni uno ni otro nombre sea el verdadero», para designar al cetáceo conocido generalmente como «delfín». En esta misma línea, Elías Zerolo, lexicógrafo de profesión, en la segunda mitad del siglo XIX va a continuar la labor del historiador y político portuense, al tomar nota por primera vez de numerosos términos y cambios de significado y de designación de los regionalismos canarios con respecto a los vocablos generales del español, estudio que va a concretar en la publicación de su artículo «La lengua, la Academia y los académicos». Así, al comentar la palabra «bienmesabe» advierte que equivale en Canarias a cierto dulce «distinto del que define con este nombre el Diccionario» (DHECAN: 218). Resulta evidente, por lo que hemos visto y analizado hasta ahora, que la historia del léxico canario no se puede realizar sin tener en cuenta las aportaciones que poco a poco se han ido atesorando, fruto de un exhaustivo rastreo en toda la documentación escrita. No queda fuera de este planteamiento tampoco el análisis etimológico, ya que las distintas observaciones recopiladas constituyen muchas veces no sólo impresiones de los distintos autores sino verdaderos testimonios de la búsqueda de los orígenes de esta variedad. 10.1. «Adopción», «adaptación» y «creación» fueron los tres procedimientos que, según Manuel Alvar (1969), llevaron a la conformación del léxico propio del archipiélago. Ya hemos anotado la opinión de los cronistas y viajeros sobre la presencia en cada una de las islas de lenguas o dialectos prehispánicos diferentes. Queda avalado este hecho por la necesidad de contar, durante todo el siglo XV, con trujamanes, farautes o, como se lee en textos castellanos de la época, lenguas. Los redactores de Le Canarien especifican el nombre castellano de dos de estos trujamanes (especialistas en los dialectos o lenguas de Lanzarote y Fuerteventura) e indican su deseo de enviar al puerto hispalense por más intérpretes para las demás islas, y en el Acta del Núm. 50 (2004) 97 28 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA Bufadero, redactada en 1464, se advierte de la presencia de estos trujamanes «que sabian la lengua de la dicha isla de Thenerife». De ahí que Andrés Bernáldez, en el capítulo titulado «De las siete islas de Canaria», incluido en sus Memorias del reinado de los Reyes Católicos, llegue a afirmar —como había hecho Boccaccio en el texto antes mencionado— que «Estas siete islas tienen siete lenguages, cada una el suyo, que no se entendían ni parecían unos a otros; los cuales agora los de la nación de ellos retienen entre ellos» (Morales Padrón, 1978: 509). El proceso de aculturación, sin embargo, tuvo que haber sido en algunas zonas muy rápido, porque Pedro Gómez Escudero, en el siglo XVII, al hablar «de las calidades y propiedad de los Canarios y la isla», esto es, de Gran Canaria, se queja de que los conquistadores habían cambiado el término aborigen «magua» o «maguada» por el de «marimaguada» y lamenta que «[los españoles] siempre controuertieron el nombre a las cosas i despreciaron sus vocablos, i quando se reparó para rastrearles sus costumbres por más extenso no hubo quien diera rasón de ello» (Morales Padrón, 1978: 435). Los comentarios que Alexander von Humboldt realizó durante su escala en Canarias en junio de 1799, de camino al Nuevo Continente, resultan bastante explícitos: «El único monumento propio para esparcir alguna luz sobre el origen de los guanches es su lengua; pero por desgracia sólo nos han quedado de ella cerca de ciento cincuenta voces, de las que algunas expresan idénticos objetos según el dialecto de las diferentes islas. Además de estas voces recogidas con cuidado existen aún fragmentos preciosos en las denominaciones de gran número de aldeas, colinas y torrentes» (1816: 170). Algunos de estos prehispanismos fueron inventariados por autores posteriores como Bory de Saint-Vincent, miembro de la expedición organizada por Nicolas Baudin a las tierras autrales y que en noviembre de 1800 realizó una escala en Tenerife. Como resultado de esa pequeña estancia, Bory publicó tres años más tarde sus Essais sur les îles Fortunées et l’Atlantide, en uno de cuyos primeros capítulos llega a recopilar más de cien palabras que considera aborígenes, «tomadas de diversos autores y de notas que han tenido a bien facilitarme» (1803: 38). 98 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 29 Las observaciones y apreciaciones continuaron durante el siglo XIX, no sólo con la intención de ir recopilando todos los vestigios de esas lenguas prehispánicas (como habían hecho Viera y Clavijo, el mismo Bory y, unos años más tarde, en 1842, Sabin Berthelot en su Ethnographie et les Annales de la Conquête), sino también, y es lo que aquí más nos interesa, confirmando el empleo de estas voces. José Agustín Álvarez Rixo, por ejemplo, en la descripción que hace de Fuerteventura, manuscrito que redactó hacia 1859, afirma que «Además de los nombres de los pueblos y dehesas que retienen los aborígenes, estos naturales conservan algunos otros vocablos domésticos; p.e. Alican, Almijarra, Amolán, Chibusque, Guelde, Tigalate, etc.» (c1859: 446). Aunque no todos estos términos proceden del sustrato prehispánico (como el arabismo almijarra, el probable romandalusí alicán, o el portuguesismo madeirense guelde), el polígrafo portuense no hace aquí sino mostrar una preocupación que será constante en su obra al intentar ofrecer en cada momento tanto la procedencia como la vigencia de las palabras propias del archipiélago. Unos años más tarde, en 1886, el viajero Herman Christ, cuando visita el Barranco del Carmen, en la isla de La Palma, señala que «la gente conoce siempre los bonitos nombres, poco españoles, más bien canarios, de las flores» (1886: 75), y más adelante, cuando describe su estancia en el Puerto de la Cruz, vuelve a incidir en este aspecto, al tiempo que ofrece una detallada enumeración: «El campesino de Tenerife, como el de La Palma, conoce casi cada planta de la isla por sus nombres, que, en gran parte, han sobrevivido apenas transformadas desde los tiempos aborígenes hasta la actualidad. Agradezco a los señores Honegger y Wildpret, a mis guías y a los campesinos, los datos de los siguientes ejemplos: chahorra (Leucophaë), jara (Cistus vaginatus), orobal (Withania), arrebal (Echium simplex), tabaiba (Euphorbia), tagasaste (Cytisus proliferus), taginaste (Echium strictum), mocán (Visnea), hediondo (Bosia), balillo (Sonchus leptocephalus), berode (Kleinia), berodillo (Aeonium), tacorontillo (Dracunculus), algaritofe (Cedronella), alicacaba y gibalbera (Ruscus androgynus), guaïdil (Rhodorrhiza), ajonjolí (Callianassa). Todos son, indudablemente, de antiquísimo origen endéNúm. 50 (2004) 99 30 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA mico» (Ibíd.: 136). Efectivamente, algunas de estas palabras hacen alusión a endemismos propios de las islas y muchas de ellas son, en opinión de los investigadores, prehispánicas (a excepción, al menos, de jara, arrebal —arrebol—, hediondo, balillo, berode, tacorontillo, alicacaba —alicacán— y gibalbera, cuya procedencia debe adscribirse al castellano o al portugués). 10.2. Otro componente de ese proceso de adopción, en este caso más importante cuantitativamente, es el elemento luso. Si nos situamos algunos siglos atrás, podremos rastrear esa presencia desde finales del siglo XV y los albores del XVI. Es de sobra conocida la observación que realiza en 1544 fray Tomás de la Torre, en su paso por La Gomera de camino hacia América acompañando a Fray Bartolomé de las Casas hasta su diócesis de Chiapas: «Está esta Isla por la mayor parte poblada de portugueses» (citado por Martínez, 1984: 252). También concluyente es la opinión de Gaspar Frutuoso, que en el capítulo dedicado a las Islas Canarias en sus Saudades da Terra, al describir las localidades del norte de Tenerife, afirma que Icod de los Vinos «es también villa de 200 vecinos, casi todos portugueses ricos de vinos, sembraduras y gañanías» (1590: 106). De la misma época es la descripción que ofrece el ingeniero italiano Leonardo Torriani con respecto a Santa Cruz de La Palma: «Esta ciudad está poblada de portugueses, castellanos, flamencos, franceses y algunos genoveses. [...] Las casas son blancas, fabricadas a la manera portuguesa, estrechas por dentro, y en general sin pozos ni patios; sin embargo, son más altas y más alegres que las de las demás islas» (1590: 142 y 171). Es de suponer, además, que durante algunos años las generaciones de inmigrantes portugueses conservaran su lengua originaria. Y así lo podemos confirmar a través de las Datas, como en una redactada en 1499, en la que Gonzalo Anes («vizinho desta ilha de Tenerife») pide «en repartiçam e como a vizinho humas tierras que sam da parte de Taquo comensan des do barranco que vem do Palmar abaxo das Palmas como diz os almaçegoes contra a parte de Teno a onde esta ho aucham para la mar que aveira çiem fanegadas de sembradura las quales tierras sam de sequeyro» (Serra Ràfols, 1978: 69); o en la Data de 100 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 31 3 de enero de 1505, en la que Juan de Fontes y Fernán Martínez («portugueses estantes que somos en esta ilha») se dirigen al Adelantado Alonso de Lugo con el fin de pedirle unas tierras, para «tomar vezindad em elha e em elha abitar, por tanto pedimos a vuestra señoría q[ue] por bem da d[ic]ha abitaçam e vezindá aja por bem de nos fazer mercé e nos queyra dar t[err]as em elha» (Ibíd.: 65); o en la de 16 de marzo de 1509, en la que el gobernador de las islas cede ante la solicitud de Perianes y María Borges, vecinos de Daute: «don a repartimento y vezinda a vos pi anes e maria Borjes vra. mojer vnas terras de sequeyro que sam en Daute a los almaçoguos que sam a las couas y vchan del Rey» (Ibíd.: 37). Y no menos relevante como indicio de este bilingüismo en la época posterior a la Conquista es la información que podemos entresacar de las Actas inquisitoriales. Conservadas hoy en El Museo Canario, algunos de estos documentos delatan la lengua originaria de los demandados, como sucede en la denuncia de Ana González, de La Palma, en la que se precisa «que estando sus padres acostados yendose ella acostar hizo la señal de la cruz para acostarse, y que la dicha Mençia Vaez su madre dixo al dicho Alvar Gonçales ‘Mira, non veds alla a vosa filla’» (Birch, 1903: 78). No debemos olvidar la persecución religiosa que recibieron algunos de estos portugueses judeoconversos y que, por ello, todo lo relacionado con la lengua lusa podría ser motivo de proceso (de hecho, el número de expedientes incoados a portugueses hasta mediados del siglo XVII superó a los de los españoles, según las cifras de Fajardo Spínola, 2003: 59). Similar circunstancia llevó al grancanario Cairasco de Figueroa a retractarse ante el Tribunal de la Inquisición en 1558 por haber dejado representar una de sus obras teatrales con diálogos en portugués, a la manera del teatro vicentino: «Muy magnífico y muy reverendo señor: Bartholomé Cayrasco, canónigo desta Catedral yglesia, paresco ante Vuestra Paternidad y digo que el día de la Asumpción de nuestra Señora próximo pasado, en un entremés que hize para cierta farça que entonces se representó en la iglesia de Nuestra Señora, introduxe un portuguez el qual, blasonando de su gentileza, dixo así: “Consagro eu Deus que Deus naun he tan gentil home como eu”, lo qual ordené sin saber ni Núm. 50 (2004) 101 32 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA mirar lo que ordenaua; y después acá, mirando más en ello, entendí que auía errado porque aunque aquella era cosa de representación de burlas y disparates de un loco portuguez, pero ni en burlas ni en beras no es lícito poner la lengua en Dios sino con aquella adoración y beneración y temor que se deue a su infinita bondad y omnipotencia [...]» (Millares Carlo, 1932: 149). Todo esto demuestra que la influencia lusa sobre la variedad canaria tuvo que haber sido profunda. Si pocas son las huellas de esa presencia en la fonética del español hablado en las islas, tal como apuntaba Alvar, en el léxico la documentación demuestra que a lo largo de todo el siglo XVI ya se habían incorporado numerosos portuguesismos a esta variedad (acebiño, aderno, alhorra, bagazo, balayo, barbuzano, beberaje, bica, bicuda, burgao, caboco, cabuquero, cachaza, callao, cangrejo judío, cangrejo moro, canto, casa terrera, castañero, cisco, colmo, conduto, corriente, corza, crianza, degredado, desburgar, encampar, engeño, engonzar, engrudo, escuma, esteo, fabricada, fajana, faldra, falqueado, fasquia, faya, ferrugento, ferrojo, fetor, filera, fogalera, forma, fornalla, fraguero, frechal, furnia, furo, gilbarbero, goa, granel, herido, jable, laja, lata, latada, lealdado, lealdador, lealdar, liame, lombada, lombo, loro, maestre de azúcar, mallete, mangla, marmulano, masapé, mascabado, pancada, panela, pedrero, peje, picuda, pomba, quelbe, rapadura, remiñol, rolar, serventía, sino, sollado, sollar, talla, tallamar, támara, tanque, taño, til, toldarse, topo, tostón, venta, vieja, viñático, virazón, zoca). Además, muchos de estos préstamos continúan aún hoy vivos en el habla del archipiélago. La conciencia del préstamo como procedente del portugués es temprana y algunos testimonios tenemos en este sentido. En 1583, el mercader inglés Thomas Nichols no duda en considerar propias de la isla de Madeira dos especies de árboles, características de la laurisilva, que también son usuales en los bosques de Canarias: «Ha sido llamada isla de Madera, primeramente por el aspecto salvaje de las varias clases de árboles que crecían allí, y que aun crecen tales como cedros, cipreses, viñátigos, barbusanos, pinos y otros varios» (DHECAN: 183). Unos años más tarde, Juan de Abreu Galindo, en su Historia de la 102 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 33 conquista, redactada entre 1590 y 1602, acierta cuando postula el origen del apero llamado tradicionalmente «corza»: «Es tan fragosa esta isla de La Palma, que por su aspereza, así en los campos como en la ciudad, no se sirven con carretas de bueyes, sino con un madero de dos gajos, como horqueta, que llevan arrastrando por el suelo, y encima llevan la carga que los bueyes pueden tirar, al cual madero llaman corza en lenguaje portugués; o sea, que le pusieron este nombre, corza, por la semejanza que tiene a los cuernos del corzo, o por haber sido la inventora de este instrumento Corsa, la criada del boyero, por cuya contemplación la isla de Córcega se llamó de este nombre. Y de este vocablo e instrumento se usa en el reino de Portugal» (DHECAN: 460). Cuando entre 1799 y 1812 Viera y Clavijo termina su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Índice alfabético descriptivo de sus tres reinos: animal, vegetal y mineral, el que será considerado el primer repertorio sistemático de términos canarios, incluye en él algunos portuguesismos, aunque todavía no acierta con determinadas etimologías. Es consciente —y así lo afirma s.v. alhorra— que en las islas se han introducido «muchos vocablos lusitanos, por los muchos portugueses venidos a ellas, que tanto a la conquista como después fueron llegando de pobladores, labradores y artesanos». Señala algunas confluencias con Madeira (s.v. acebiño, por ejemplo, afirma, como ya había adelantado Abreu Galindo, que «es una especie muy particular de acebo, indígena y propio de nuestras islas y de la de Madera [...] y aun entre nosotros ha prevalecido el nombre portugués de acebiño»; bajo la entrada culantrillo —refiriéndose a la variedad conocida en Canarias como «culantrillo de risco»— indica que su nombre científico es maderensis, «por ser planta peculiar no sólo de nuestras Canarias, sino también de la isla de Madera», y define la haya como «una especie de acebo y un acebo indígena y peculiar de nuestras Canarias y de la isla de la Madera»), así como apunta la posible creación de voces canarias derivadas de étimos portugueses (s.v. aguamala indica que «los portugueses [la llaman] agua mar, de donde los canarios tomamos sin duda el nombre de aguamala, con que es conocido este viviente en nuestras costas»). Núm. 50 (2004) 103 34 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA Pero será Álvarez Rixo el que dé noticias más concretas sobre esta parcela tan importante del vocabulario del archipiélago: «Sus consideraciones etimológicas, con los inevitables errores, achacables al desconocimiento que se tenía aún de determinados hechos, son casi siempre atinadas, y puede decirse que con él se inicia el reconocimiento de la importancia que en la formación del léxico canario tuvo la lengua portuguesa» (Corrales, 1996: 149). Álvarez Rixo contaba con la ventaja del conocimiento directo del portugués, por su ascendencia lusa y porque aprendió la lengua durante su estancia en Madeira entre los años 1813 y 1814. En un artículo publicado en la prensa palmera sobre «Agricultura» en 1866, tras quejarse de que los manuales sobre esta materia empleen términos «que sólo por inferencia comprendemos», por lo que «en puntos de labranza y de geografía respecto a nuestras Islas están muy mal impuestos allá por la Península, y por lo tanto, que tales libros no son los aceptables a nuestro país, por más que el Gobierno en la creencia de eficaces los haya recomendado», recopila al final un total de diecisiete «Voces portuguesas o gallegas usadas en Canarias en la labranza y sus aperos» (alhorra, azeviño, balayo, bica, carozo, caruncho, corza, esteo, fonil, grelo, grelar, hortelana, moriangana, mazaroca, sabugo, penera y viñátigo) con sus equivalentes castellanos. Por ello tampoco es de extrañar que, de las trescientas cinco entradas que registra con un criterio selectivo en su repertorio de Voces, frases y proverbios provinciales de nuestras islas canarias con sus derivados, significados y aplicaciones —obra que podemos situar en la misma época de sus escritos periodísticos—, cincuenta y siete tengan, según él, procedencia lusa, a las que habría que añadir algunas más en un estudio más detallado, incluidas en su vocabulario sin etimología o como procedentes de otras lenguas (bicariño, barbusana, burgado, chafladero, charaviscal, claca, cotio, entaliscar, aderno, arrife o gorar). La nómina de portuguesismos seguirá creciendo a partir de este momento, especialmente a lo largo de todo el siglo XX en que Pérez Vidal dedicará casi medio siglo de investigación (entre 1944 y 1991) a analizar la influencia lusa en la cultura tradicional canaria. 104 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 35 10.3. Cuando los castellanos llegaron al archipiélago, encontraron una realidad muy distinta de la que conocían y que tuvieron que describir con sus propias palabras, mediante comparaciones, creando nuevas voces de carácter metafórico o realizando un cambio designativo por similitud o semejanza con los elementos de la naturaleza que les resultaban familiares. En otros casos, como ya hemos señalado, adoptaron e hicieron suyas las denominaciones aborígenes, aunque al pasar por el tamiz del oído europeo, como afirma Olivia Stone, «En todo el archipiélago es muy difícil averiguar los nombres correctos. Aún quedan muchos de los nombres antiguos; algunos se han asimilado al español y otros son totalmente españoles» (1887: II, 389). A pesar de este hecho, resulta evidente que la mayor parte del léxico canario procede del fondo común castellano y, en este caso, su carácter diferencial viene dado bien por la «adaptación» que estos términos han sufrido al ser utilizados en un nuevo contexto, bien por la «conservación» de voces que tanto aquí como en América se mantuvieron vigentes mientras que en el español general pasaron a considerarse como arcaicas. Se quejaba Herman Christ, a finales del siglo XIX, de que «Los españoles han traspasado, bastante arbitrariamente, los nombres conocidos por ellos de plantas europeas a las canarias, a veces muy diferentes» (1886: 136). La asociación creada por la similitud en el aspecto del árbol —por citar sólo ejemplos botánicos—, en el color de los frutos o en la forma de las hojas, llevó a asignar denominaciones europeas a especies endémicas, como el Ilex peralo o el Arbutus canariensis, conocidos respectivamente como «naranjo» o «naranjero salvaje» y «madroño». A estos ejemplos podemos añadir muchos otros que nos ofrece este mismo botánico: «Así, llaman al delicado cabello de Venus de las fuentes (Adiantum), culantrillo, el pequeño cilantro; al Oreodaphne lauráceo, til (tilo); a la Euphorbia balsamifera, adelfo; a la Heberdenia, aderno (arraclán); a la Erica scoparia, tejo; a la Catha, peralillo (pequeño peral); a la Euphorbia canariensis, cardón (cardo); al Juniperus, cedro; a la Pistacia atlantica, almácigo; a la banana, plátano; al Ilex platyphylla, naranjo salvaje; a la Messerschmidia, duraznillo (pequeño melocotón por su piel arrugada); al Phagnalon, romero; a la Artemisia canariensis, Núm. 50 (2004) 105 36 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA incienso; a la Lavendula arbotanoides, romarillo (pequeño romero); a la Myrica Faya, faya; a las cinerarias, tucilage» (Ibíd.: 136). Aunque, reconoce que «Hay nombres típicos españoles que son especialmente bonitos, como los siguientes: carnical (Periploca con una cápsula de dos cuernos); amor seco (Bidens pilosa por sus frutos ásperos); árbol de Santa María (la bonita Clethra de flores blancas); oreja de abad (cuyas hojas se parecen a orejas grasientas y colgantes); pastel de risco (las rodajas en forma de plato del Aeonium tabulaeforme); siempreviva de mar (la Statice con sus flores secas, duraderas); palomera (el bonito Senecio appendiculatus blanco); pico de paloma (el picudo Lotus peliorhynchus); mataprieta (Gendarussa hyssopifolia); cachimbera (Phyllis); no me olvides; rabo de burro (Equisetum, también Aristida, una gramínea); leña buena (Cneorum pulverulentum, del tipo de palo rosa); leña de navidad (agáloco, la Rhodorrhiza de olor a rosa); trigo de los guanches (Aegilops, una gramínea infértil parecida al trigo); ratonera (la fea y punzante Forskahlea); sangradera (Alternanthera); palo blanco (Notelaea); piquita (el algo punzante Achyranthes); serrajón (las hojas dentadas como una sierra, de la especie Sonchus); buenas noches (estramonio, cuya flor nocturna despide un olor embriagador); pelo de la vinagrera (el parásito Cúscuta que crece sobre el agracejo); hierba camellera (el Heliotropium erosum buscado por los camellos); hierba tostonera (Adiantum reniforme con hoja parecidas a monedas); mataperro (la venenosa Ceropegia); amor indiano (la roja como el fuego Asclepias curçavica de las Indias Occidentales); manzanilla (la olorosa Chamomille); hierba del tiempo (Erigeron); algodonera (Gnaphalium Webbii, el lanoso edelweiss de Lanzarote); sanguiño (Rhamnus glandulosa), viola del Pico (Viola Cheiranthifolia); corazoncillo y maljurado (Androsaemum grandifolium); doradilla (el helecho de escamas doradas Ceterach aureum); y el brezo, muy parecido a la palabra suiza ‘Brüsch’, como nosotros denominamos esta planta» (Ibíd.: 137). Otro grupo numeroso de voces de origen castellano deben ser consideradas como arcaísmos con respecto al español peninsular, «porq[ue] en la campaña esto es en las Aldeas conseruan aun aquellos terminachos antiguos y mesclados», como confirma en la segunda mitad del siglo XVIII Dámaso Quezada y 106 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 37 Chaves (c1770-1784: fols. 154v-155). De ahí que, entre las «Partes del cuerpo», advierta que en las islas llaman «Cogote a el Pesqueso; nunca o guarguero por donde pasa la comida; a la caueza suelen decir testa; y a las piernas ganbas, a las Partes vergonzosas de uno y otro sexo dan muchisimos nombres como tambien a la fornicacion que entre ellos es un poluear. Esto es quando dos enamorados dicen cosas deshonestas» (Ibíd.: fol. 155). O que afirme que «Comida Caldo i Potaxe dicen a la minestra de legumbre. Puchero a la carne y todo lo q[ue] se pone dentro la casuela o olla, y en summa se encuentran en cada Ysla diferentes terminos originarios de aquellos primeros Pobladores que de varias Partes llegaron» (Ibíd.: fol. 155). Pocas son las citas que ponen de relieve el aporte léxico debido al andaluz. El mismo Quezada y Chaves, aparte de los comentarios de tipo fonético que en este sentido realiza y que ya hemos anotado, afirma que en cuanto a los elementos de la «Cosina: y o todos sus aherentes lo mismo q[ue] en Andalucia» (Ibíd.: fol. 155). Sin embargo, a pesar de esta escasez de observaciones de carácter léxico, es evidente que la presencia de andaluces contribuyó a arraigar en Canarias no sólo sus propias voces (como la denominación popular almirones, documentada en textos canarios al menos desde 1686; o el azándar, registrado en el poema de Viana en varias ocasiones, hacia 1604; o el andalusí almaizalado, referido al color blanco y jaspeado de los claveles, de escasa presencia posterior, aunque muy antiguo ya que lo emplea Cairasco de Figueroa en su Templo militante, en 1602), sino a difundir buena parte del vocabulario de extracción occidental, al tiempo que contribuyó a la conservación de numerosos arcaísmos, compartidos todavía en la actualidad con buena parte del español meridional. La historia se ha encargado de ir demostrando, además, que algunos supuestos «prehispanismos», considerados como tales por su documentación muy temprana y por su arraigo en el campo toponímico, procedían en realidad de antiguos empleos andaluces de voces castellanas, como en los casos de «ereta» (diminutivo de era) y «oroval». 10.4. El carácter diferencial viene motivado, en ocasiones, por la aparición de neologismos o creaciones, algunas de las Núm. 50 (2004) 107 38 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA cuales van acompañadas de la pertinente anotación etimológica. Quizá la más antigua de estas creaciones sea la de la palabra «malpaís», que designa en las islas un «terreno de lava» o la «lava misma que lo forma». Documentada desde los inicios del siglo XV con las formas francesas mauuait pays y mauues pais (Le Canarien, 1402-1404: 69 y 252), es una voz de uso extenso en vulcanología. En 1799 Alexander von Humboldt, después de iniciar la ascensión al Teide por el valle de La Orotava, pasar por la región de monte verde y atravesar los llanos de La Retama, llega a la zona de Altavista, donde nos aclara: «Arriba de este punto empieza el malpaís, denominación con que se designa aquí, como en México, Perú y dondequiera que hay volcanes, a un terreno desprovisto de tierra vegetal y cubierto de fragmentos de lava» (1816: 109). Otra palabra que se difundiría desde Canarias y desde aquí adquiriría carácter internacional, en su significado de «cráter», fue «caldera», de antigua documentación en el archipiélago, difundida y adoptada como término propio de la geología a partir de la publicación de las observaciones realizadas por Leopold von Buch en 1825 sobre la Caldera de Taburiente (DHECAN, 291-293). Pero otras veces el testimonio no es ocasional, sino muy concreto y preciso, aclarando la motivación que ha actuado en la creación de una determinada palabra, cuyo origen puede haber quedado velado por el paso del tiempo. Entrarían estos comentarios dentro de la lexicogénesis, del análisis de los procedimientos de que dispone el hablante para la formación de toda una gama de términos populares, instrumentos y procedimientos que son similares en cualquier variedad de lengua pero que sirven en cada zona para cubrir necesidades concretas de designación. Las observaciones son muchas y variopintas, esclarecedoras en algunos casos, ingeniosas aunque erradas en otros. Por etimología popular, de baladero se formó el canarismo «bailadero», que designa un lugar más o menos llano situado en zonas altas: la similitud fonética sin duda propició el cambio, pero también las posteriores prácticas brujeriles que se solían realizar en aquellos descampados altos y llanos (denominados por muchos bailaderos de las brujas). La explicación inicial nos la ofrece José María Zuaznavar en su Diario: «También vi este día vna hacien108 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 39 da de Don Agustín de la Rocha, vecino del “Real de Las Palmas”, situada a la entrada del pueblo, en la orilla del barranco: hoy la llaman el “Bailadero”; pero Cristina Báñez, muger de Alonso de Matos, cuya era el año de 1570, le da el nombre de “Baladero” en su testamento otorgado aquel año ante Juan de Vega, sin duda porque según tradición que hay en el pueblo de “Telde”, confirmada por Núñez de la Peña, quando los “Canarios” se veían perseguidos de la hambre, de la peste o de otra cosa semejante, imploraban la misericordia de Dios encerrando su ganado lanar en una gran plaza de tosca, que hay en dicha hacienda junto al barranco, donde privándole de pasto y comida por unos quantos días, le obligaban a “balar”, lo qual consideraban como un medio de implorar la misericordia divina» (DHECAN: 159). También ha sido clara la procedencia de otro término de empleo común en la toponimia, la voz «bufadero» (que en 1464 ya se documenta en la toma de posesión de la isla de Tenerife por Diego García de Herrera, recogida en la ya citada «Acta del Bufadero»). La motivación que llevó a la creación de esta voz la explicaba en 1694 Thomas Arias Marín de Cubas en su Historia: «así llamamos en Canaria á este sitio, que por debajo corre el agua del mar hasta la sima ó profundidad de un alto monte que abrió un volcán [...]. Cuando corre viento oriental, ó antes de llover, suele el Bufadero dar grandes bramidos que retumban por toda la Isla, y otras veces arroja el agua más alta y derecha que tres picas» (DHECAN: 253). Los antiguos habitantes de las islas orientales construían «casas hondas», llamadas así, según nos comenta Viera y Clavijo en su Historia, «porque en parte eran subterraneas, y tenian las puertas tan estrechas, y bajas, que una persona regular entra ahora dificultosamente por ellas» (DHECAN: 344). En Gran Canaria, al callejón estrecho y largo con muchas corrientes de aire se le denominaba «cañón», del que nos dice Alonso Quesada en sus Crónicas de la ciudad y de la noche que es un «cañón alegórico. Un cañón de viento. [...] —Todas estas calles que dan a la Marina son unos cañones. Yo no sé cómo no hay más pulmonías. Es un milagro que la gente no se enferme con más frecuencia. Nosotros sonreímos. Ya hemos comprendido por qué llama cañón Ginorio a las calles de la Marina. Ginorio cree que los consNúm. 50 (2004) 109 40 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA tipados se pueden coger en las bocas de los cañones. Pero el cañón se ha popularizado» (DHECAN: 326). A veces se puede establecer cierta relación lógica entre la designación y la carga semántica específica del término empleado. Así sucede con «bailarín», denominación popular del paíño común, que Webb y Berthelot traducían en su Histoire Naturelle des Îles Canaries como «danseur, à cause de l’habitude qu’il a de sautiller en volant au-desus des vagues» (DHECAN: 160). «Bollo extreme» sería otro ejemplo. Designa una torta hecha con raíces de helecho que se comía en los años de gran escasez; de ella dice fray Juan Francisco Medinilla en su Noticia de las Misiones (escrita entre 1756 y 1759) «que es tal que no se puede explicar el horror que causa el verle, de modo que ni los anacoretas en los yermos tendrían la penitencia en la comida que padecen estos mis pobrecitos», mientras que Francisco Escolar y Serrano, en su estadística de La Palma, establece tres tipos distintos: «el misturado que se compone de mistura o salvado en grano y harina de raíz de helecho; el estreme que se compone de harina de raíz de helecho sin salvado, y el estremismo que se compone de desperdicios deshechos o salvado de helecho, y le come la clase más infeliz de la isla» (DHECAN: 232). En otras ocasiones, sólo se pueden conjeturar algunas hipótesis. Es lo que ocurre con el sustantivo «belmontina», del que se preguntan los hermanos Millares: «¿Quién, hasta hace pocos años, decía en Gran Canaria un quinquet de petróleo, una lata de petróleo? Todos los altos y bajos, decíamos un quinquet de belmontina, una lata de belmontina. ¿Origen de tal nombre? Declaramos no saberlo con fijeza. De tan grave problema filológico, la única solución que podemos ofrecer es una mera hipótesis. Hemos oído hablar vagamente de un señor Belmonte, introductor del petróleo en la Península y padrino a la vez del nuevo combustible, el cual penetró en las Canarias con el nombre de belmontina y aquí lo conservó cuando en el continente nadie se acordaba ya de él. Pero del señor Belmonte no sabemos absolutamente nada y hay quien duda de su existencia, como de la del divino Homero» ( DHECAN : 202). Sin embargo, para investigadores más modernos, la denominación procedería de Belmont, barrio industrial de Londres 110 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 41 donde estaba la refinería que fabricaba las latas de petróleo (TLEC: I, 458). Un simple eufemismo puede estar en el origen de una determinada denominación. Es lo que favoreció la creación del término grancanario «cuarto de las cachuchas», con el que popularmente se designaba a la prevención municipal. Para Luis Morote —como explica en su obra La tierra de los Guanartemes, publicada hacia 1909— se trataba de una denominación motivada por el uso que solía darse a lo designado: «Y es que allí en el Ayuntamiento hubo no hace muchos años una escuela. Los chicos entraban en el aula y en un cuarto de junto á la puerta se dejaban las cachuchas, especie de gorras con visera que eran por aquel entonces el tocado de los muchachos. Ya no hay escuela y el cuarto de las gorras se convirtió en prevención y sigue no obstante con el primer nombre que recibió. ¿Dónde vas? Al cuarto de las cachuchas y así resulta menos bochornoso haber estado preso por escándalo o embriaguez» (DHECAN: 475-476). Pero la pura anécdota o la simple fantasía puede aparecer en este tipo de explicaciones etimológicas. Y, sin duda, una de las observaciones más curiosas que hemos recopilado a lo largo de estas lecturas ha sido la que ofrece Olivia Stone sobre la denominación popular de la Nicotiana glauca, el «mimo», según ella procedente de la peculiar pronunciación canaria de «mismo»: «Hasta alrededor de 1867-69 —me tomé la molestia de conseguir la fecha exacta— esta planta era desconocida en la isla. Entonces, repentina y casi simultáneamente, apareció por todas partes. Cuando un campesino viajaba a una aldea en el otro extremo de la isla, la veía creciendo a lo largo de las orillas del camino. Los habitantes del pueblo le solían preguntar si había visto la misma planta creciendo en el lugar de donde procedía y la respuesta siempre era igual: “Sí, la misma”. Y así ocurrió que lo singular de la planta y su repentina aparición en Fuerteventura —donde no se ve ningún árbol ni casi ninguna planta que se eleve más de algunas pulgadas del suelo, excepto alrededor de las casas en zonas bien regadas— despertaron la curiosidad de los isleños que se hacían toda clase de preguntas entre ellos sobre dicha planta. Todos habían visto lo mismo, aquella planta, en alguna otra parte de la isla y de ahí que en Núm. 50 (2004) 111 42 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA poco tiempo se conocía por el nombre local que aún tiene, la llamaron mismo. La planta es oriunda de Buenos Aires, pero también crece en la vecina costa de África, por lo tanto los pájaros o el hombre pueden haberla traído» (1887: II, 395-396). 11. Los testimonios e impresiones recogidos nos permiten deducir, desde el punto de vista léxico, diferencias intrarregionales y, por tanto, la conciencia de la variedad también de una isla a otra. No en vano, el aislamiento que supone un espacio insular propicia y favorece la diferenciación y un hablante puede reconocer la procedencia concreta de otro canario tanto por su «deje» o entonación, como por la pronunciación de determinados fonemas, por peculiares usos morfosintácticos y, sobre todo, por el empleo de algunos particularismos léxicos (Corrales-Corbella, 1998: 77). El franciscano Quezada y Chaves ya advierte este hecho en relación con la ictionimia popular, al señalar que hay peces «De todos Generos quantos se pueda imaginar aunq[ue] de varios nombres porque aun en cada Ysla son conocido con destincion» (c1770-1784: fol. 149). Tanto en este campo como en otros, los testimonios sobre el diatopismo léxico son abundantes, especialmente los que nos ofrecen en la primera mitad del siglo XIX J. de Viera y Clavijo en su Diccionario de Historia Natural (c17991812) y P. B. Webb y S. Berthelot en su Histoire Naturelle des Îles Canaries (1836-1844). Muy expresivo vuelve a ser el comentario de Olivia Stone sobre la diferenciación diatópica, en este caso entre Lanzarote y Fuerteventura: «Aunque para sorpresa nuestra, descubrimos que las otras cinco islas del archipiélago eran diferentes en cuanto a costumbres, hábitos y paisaje, creíamos que estas dos serían bastante parecidas, debido tanto a su proximidad como a que los habitantes de las otras islas las clasificasen siempre juntas. Sin embargo, no solamente es la configuración del terreno diferente sino que utilizan palabras totalmente distintas para expresar lo mismo. Incluso para ordenarle a un camello que se arrodille, los conejeros dicen “¡Tutchi!” y los majoreros “¡Fuchi!”» (1887: II, 387). No escasean tampoco las citas sobre coincidencias suprarregionales, especialmente con el español americano, y no sólo a 112 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 43 nivel fonético, como ya hemos comentado, sino también en el vocabulario. Los mismos redactores de las crónicas indianas, al referirse a Canarias, presentan datos que reflejan una relación muy cercana, a veces directa, con el archipiélago, y de su escala en las islas no sólo se llevan recuerdos e impresiones, sino también nuevas técnicas agrícolas, los productos insulares y con ellos los nombres que los designan: «pescado salado de tollos» (Fernández de Oviedo, 1959: Lib. I, cap. IX, 37), los «plátanos» («Trujeron los primeros de Gran Canaria e yo los vide en la misma cibdad en el monasterio de San Francisco el año de mil quinientos veinte, e así los hay en las otras islas Fortunadas o de Canaria», Ibíd.: Lib. VIII, cap. I, 248-249) o la terminología de la «caña de azúcar» (Ibíd.: Lib. IV, cap. VIII, 106). En 1647 un juez de registros de Tenerife indica que son «más los naturales della que residen en aquellas Provincias (las Indias) que los que abitan en esa isla» (citado por Morales Padrón, 1970a: II, 92-93). Y a finales del siglo de las luces, Humboldt llega a afirmar que «El archipiélago entero no contiene 160.000 habitantes, y los isleños son quizá mucho más numerosos en el Nuevo Continente que en su primitiva patria» (1995: 172). De ahí que sea frecuente la presencia del término «isleño», haciendo referencia exclusivamente a los emigrantes canarios, en la documentación americana desde principios del siglo XVII (Boyd-Bowman, 1983). O, también, que determinadas voces prehispánicas arraiguen pronto al otro lado del Atlántico, como advierte Esteban Pichardo (1875) al comentar el significado de la palabra gofio en Cuba: «El maíz seco, tostado y molido en polvo a estilo del de trigo de Islas Canarias; y de aquí el sarcasmo de los muchachos y Negritos a los Isleños cuando les dicen Come gofio». Como contrapartida, los americanismos léxicos adquieren pronto carta de naturaleza en el español canario, como puede comprobarse en el quechuismo «papa», del que afirma Viera y Clavijo que no hay duda que «son originarias de la América, y uno de los más bellos presentes que el Nuevo Mundo ha hecho al antiguo; sin embargo, se ignora si fueron traídas a Europa por la primera vez del Perú o de la Virginia, si bien, por lo que respecta a nosotros, tenemos en Tenerife la tradición constante, depositada en la familia de los señores Bethencourt y Castro, de Núm. 50 (2004) 113 44 CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA que las primeras papas nos las trajo del Perú don Juan Bautista de Castro, por el año de 1622. Este señor las hizo sembrar en sus tierras de Icod el alto, desde donde tan felizmente se ha difundido por todas las Canarias este alimento que sustenta en gran parte a sus moradores» (DHECAN: 1096-1097). O es lo que sucede también con la temprana incorporación de la voz araucana «bohío»: empleada por Colón y documentada en una descripción de las Islas Canarias de finales del siglo XVI, hoy puede considerarse, sin embargo, de uso literario referida casi exclusivamente a contextos cubanos. 12. Como se ha demostrado en estas páginas, las apreciaciones, impresiones y testimonios sobre las peculiaridades del español canario aparecen desde los primeros textos, si bien, como sucede en Andalucía o en América, esas observaciones se hacen más frecuentes a finales del siglo XVIII y, sobre todo, a lo largo del siglo XIX. A pesar de ello, el reconocimiento de una variedad diferenciada por parte de los investigadores no llegará hasta el siglo XX, momento en que el análisis de las hablas populares empieza a considerarse y a consolidarse en los estudios lingüísticos. A través de este cúmulo de citas que hemos recogido, comprobamos que es el diatopismo léxico el que más referencias ha recibido porque, como es lógico, son precisamente las palabras las primeras que manifiestan, sin apenas advertirlo, las peculiaridades y singularidades designativas de cada región. No obstante, también resultan ilustrativos los comentarios fonéticos que confirman los datos que las pesquisas documentales realizadas en estos últimos años han ido desvelando. Todo ello prueba que el canario se forjó desde época temprana y que algunos de los fenómenos comúnmente admitidos como propios o más frecuentes del otro lado del Atlántico tuvieron aquí un primer proceso de adaptación. En el futuro, la lectura atenta de otros textos podrá ir datando antes, con otras referencias, la aparición de la conciencia lingüística sobre éstas y otras peculiaridades propias de esta modalidad. Es evidente que la historia del español canario no podrá hacerse de otra manera sino con el análisis de la base documental, pues son los textos y los documentos los úni114 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS PRIMEROS TESTIMONIOS E IMPRESIONES SOBRE EL HABLA CANARIA 45 cos testigos que han custodiado y pueden mostrar el devenir del patrimonio lingüístico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALVAR, MANUEL (1969): «Adaptación, adopción y creación en el español de las Islas Canarias», en Variedad y unidad del español. Estudios lingüísticos desde la historia, Madrid, Editorial Prensa Española, 147-174. — (1990): «A vueltas con el seseo y el ceceo», en Norma lingüística sevillana y español de América, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 45-60. Se publicó por primera vez en 1974, en el Homenaje a Ángel Rosenblat en sus 70 años, Caracas, Instituto Pedagógico. 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Que la voz del autor canario responde a la del madrileño, y que el diálogo que aquél abre con su texto pronto va a discurrir por cauces propios, es evidente desde el primer párrafo del Correo... En él, y aludiendo a la coyuntura histórica de la España del momento, enfrentada a Inglaterra en el marco general de la guerra de los Siete Años, se lee lo siguiente: Muy Sr. mío: He leído la Estafeta de Londres, cuyo asunto es la cantinela acostumbrada en tiempos de Guerra con Ingleses, Fábricas, Manufacturas, Navíos, Comercio, Marina etc. Mientras hierve la olla de la Tripulación, Presas de Núm. 50 (2004) 121 2 YOLANDA ARENCIBIA Registros, Avisos interceptados, Socorros impedidos, y Escuadras bloqueadas, humean los cerebros Planes de Reformas, Declamaciones, Inbentivas (SIC), y otras drogas de la Farmacopea política, pero pasada la Tempestad todo va al Recetario de el Ocio (C.C., p. 1). El porqué de la referencia que el Correo hace de la Estafeta tiene mucho que ver con los vehículos del diálogo sobre la «cosa pública» del siglo XVIII y sus modos. El cómo conceptual de ambos textos y la derivación de modos y de motivos que va a transparentar el del canario tiene mucho que ver con la diferencia —lógica— de perspectivas que, en asuntos públicos como en tantos otros, van a manifestar las distintas Provincias españolas. Por fin, la rapidez de la respuesta del Correo canario, la organización de los materiales que ofrece, su porqué, su cómo, y el tono de los mismos, sobre iluminan el conocimiento actual de la Ilustración canaria con extremos que no carecen de interés. El trabajo que ahora inicio se propone contemplar ambos textos, la Estafeta de Londres y el Correo de Canarias, en paralelo. La consideración de los aspectos arriba apuntados le servirá de cañamazo y marcará su desarrollo. EL DIÁLOGO ILUSTRADO Y SUS CANALES El didactismo y el pragmatismo de una filosofía como la ilustrada precisaba, para el cumplimiento de sus fines, de un receptor amplio y capaz de recibir el mensaje, y de unos canales de difusión abiertos y variados. Nada fácil resulta la tarea, pues habría sido necesario contar con un público debidamente alfabetizado, una situación que la España del XVIII estaba muy lejos de alcanzar pese a los esfuerzos —importantes— que la Ilustración hiciera para llevar a cabo unos proyectos que el despotismo gubernativo proponía como ideales1. En efecto, en te1 Por razones de espacio y de oportunidad, soslayamos ahora un tema importante: ¿fue suficiente la Ilustración española?. La oportunidad crítica está abierta. Al respecto, pueden verse las aportaciones de Subirats y de Larubia-Prado reseñadas en la bibliografía. 122 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 3 mas de formación como en otros muchos, la situación era precaria. Las clases alfabetizadas (los nobles, la burguesía acomodada) eran minoría, mientras que la enseñanza en los niveles superiores se movía en un conservadurismo atrasado, decadente y poco abierto a novedades, que las sucesivas reformas de Carlos III y Carlos IV no lograron redimir. De este modo, el objetivo dieciochesco de alcanzar la generalización de una educación primaria (obligatoriedad de la enseñanza, creación de centros, formación de maestros, etc.) fue tarea pendiente que sólo llegaría a lograrse (poco a poco, y no sin problemas) a lo largo del siglo XIX2. Así las cosas, el diálogo ilustrado discurrió a partir de tres cauces principales: en primer lugar, las Sociedades Económicas de Amigos del País, que se extendieron por toda España desde 1763 a 1802 (especialmente a partir de la voluntad expresada por Pedro Rodríguez Campomanes en su Discurso sobre el fomento de la industria popular); en segundo lugar, las Universidades o Estudios Generales, allí en donde existían (hubo en la España de la época más de treinta de estos centros, de muy distinta antigüedad y todos en manos de la Iglesia, de modo que escapaban, en principio, al control del poder Estado); y por fin, la Prensa, en las pocas ciudades en que ésta conoció expansión suficiente (Madrid, en primer lugar; luego, Granada, Cádiz, Sevilla y Barcelona). Pero hubo otros cauces para ese diálogo ilustrado, que se genera y discurre a través del espacio de encuentro que ofrecen instituciones de muy distinto rango. Entre ellas, en primer plano, las Academias, como organizaciones oficiales («reales», casi todas ellas); y luego otros «establecimientos útiles», de diversa índole, esparcidos por toda la geografía española: Instituciones gubernamentales (como, por ejemplo, las Juntas de Comercio), Academias menos organizadas, Gabinetes, Tertulias, etc. Todos ellos —y al margen de su papel oficial— suponen agrupaciones de hombres inquietos, que dialogan, que conversan, que discuten proyectos y que redactan memorias, solicitadas o no, con 2 Sobre tan interesante cuestión, baste ahora lo apuntado. Hay amplia bibliografía al respecto, que no creo pertinente reseñar ahora. Núm. 50 (2004) 123 4 YOLANDA ARENCIBIA propuestas más o menos utópicas. En todos ellas, la constancia actual de aquel diálogo y la realidad de su difusión pública depende de la existencia y de la conservación de Actas de los debates y los acuerdos, o textos similares. Si en la España del siglo XVIII el panorama de la prensa ofrece grandes contrastes (grandes periodos de silencio, junto a fases de intenso desarrollo), más profunda diferencia ofrece el panorama de la cuestión estudiando en conjunto las distintas zonas del país. Conviene recordar de pasada (no es el momento de hacerlo con más amplitud) la importancia que adquirió la Prensa en la España del siglo XVIII; una prensa que tiene como modelo y referente a la que se publica en Europa, y una prensa que, sin dejar de ser minoritaria y selectiva, se fue consolidando a lo largo del siglo como vehículo para la difusión de las nuevas ideas de cultura y de progreso. Llegará la culminación de ese proceso a partir de la segunda mitad del siglo. En el sentido que ahora nos interesa, los papeles periódicos constituyeron, en efecto, canal idóneo para fomentar y generalizar la difusión de la cultura ilustrada y para satisfacer la curiosidad ciudadana de forma ágil, atractiva y con razonamientos ligeros; un canal, además, expedito, puesto que sus materiales —los periódicos— están disponibles para ser adquiridos con relativa facilidad por un público amplio y hasta vulgar que sólo gusta de lecturas livianas, que lo entretengan por su novedad y que le sean accesibles por su poco precio; un público, en todo caso, que ahora nace y que superará muy pronto en número a aquél que se aplicaba a los grandes libros in-folio. Entre los diversos contenidos que ofrecen las publicaciones periódicas dieciochescas, son los más numerosos los centrados en la crítica literaria, social y de costumbres3. Le siguen en número los que se refieren a la divulgación e información de los asuntos políticos, de «la cosa pública»: una muestra de la voluntad utilitarista del ilustrado y de la urgencia con que se contemplaban los programas de reforma económica en España. Alcanzan éstos su máximo desarrollo en la segunda mitad del 3 del 124 Ya Aguilar Piñal dejó anotados los posibles grupos de periódicos en función de su contenido (1978: XI-XII) XVIII, ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 5 siglo y, en ámbito y en intenciones, se acercan bastante a determinadas publicaciones de contenido económico inglesas y francesas, que tan importante desarrollo lograron en el siglo XVIII (los principales, desde su presencia en España, el Journal des Savants, las Memoires de Trevoux y el Journal Economique). Tratando de estas publicaciones político-económicas, recuerda M. Dolores de Asís cómo van siendo analizados y criticados en los periódicos la injusticia que inspira el reparto de la cargas financieras y la distribución de la propiedad, la decadencia del comercio y la navegación, el escaso desarrollo de la industria y la pesca, el abandono y la mala estructuración de la economía colonial y, sobre todo, el sistema irracional de explotación de la tierra (1987:201). La observación de los documentos periodísticos nos muestra que, en efecto, los temas señalados se entrelazan en los distintos textos, como importantes aspectos complementarios de la cosa pública a que refieren. Y así ocurre en la Estafeta de Londres, y así puede apreciarse en el texto del Correo de Canarias, los dos documentos que constituyen la base de este trabajo. Pero el canal de difusión de ambos va a marcar, de entrada, una diferencia importante entre ellos. En efecto, la Estafeta de Londres nació en el marco de una prensa madrileña relativamente bien desarrollada y de la pluma de un «diarista» experimentado, Francisco Mariano Nipho y Gagigal (Alcañiz-Teruel 1719-Madrid, 1803), dramaturgo y traductor, pero sobre todo periodista: «el primer periodista español de profesión, el primero en considerar al periódico como una empresa capaz de ocupar enteramente a un hombre de letras», en opinión de su mejor estudioso, L. M. Enciso (1956, 147). Nipho, que ya se había estrenado en el periodismo social con el semanario, traducido del italiano, Varios discursos elocuentes y políticos (en 1755), da un paso de gigante en la tarea con la Estafeta de Londres, un proyecto que hacía el número once de los que llevara a buen término el alcañizano; un semanario, la Estafeta..., culto a la vez que informativo, y con el que Nipho se proponía tratar de la cosa pública con la intención de influir en Núm. 50 (2004) 125 6 YOLANDA ARENCIBIA ella, pero también animado por la idea de consolidar su firma de periodista dando entrada, con solidez, a temas de política y economía en los papeles periódicos españoles4. El Correo de Canarias, por su parte, surge, sin duda, al calor de la tertulia tinerfeña de Nava cuando no existía imprenta en las islas; y el autor de los textos, seguro de su mensaje y cómodo ante la cercanía y la complicidad de los destinatarios, expone sus pareceres y sus ideas abierta y rotundamente5. El documento, por intención, por estructuración y por modos de escritura, puede constituir hoy, como se ha dicho (el primero, V. Doreste 1945 y 1977), «el periódico más antiguo de Canarias»; y seguramente, el calor de la emulación del periódico madrileño originó el porqué de su existencia. Pero, al mismo tiempo, la derivación final de sus contenidos y la declaración de intenciones que en él pueden comprobarse, aconseja situar al Correo de Canarias en la línea de los muchos Memoriales que se dirigían a Madrid desde la lejana Provincia canaria6. LA ESTAFETA DE LoNDRES: ORGANIZACIÓN, ESTRATEGIAS LITERARIAS Y CONTENIDOS La Estafeta de Londres7 comenzó á publicarse el 21 de septiembre de 1762 en forma de «cartas» independientes que fue4 Sólo dos publicaciones de tema social pueden ser consideradas precedentes españolas de la Estafeta... de Nipho: el Mercurio histórico y político, una traducción del francés que se publica a partir de 1738, y los Discursos mercuriales y políticos, publicados quincenalmente a partir de 1755. 5 En el presente trabajo, prefiero seguir considerando como anónimo al Correo de Canarias, aunque autoridades como Millares Carlo-Hernández Suárez en la edición 1992 de la Biobibliografía... lo atribuyan a D. José de Viera (1992, 647). Es muy posible que sea así; pero no es evidente ni indiscutible. Prefiero seguir en esta posición de cautela en la espera de dedicar un trabajo futuro a la cuestión. 6 En diversos archivos nacionales y locales se conservan muchos de estos documentos. Así en el Museo Canario de Las Palmas y en el Archivo Municipal de La Laguna. Este último fondo, especialmente importante, ha sido catalogado por Leopoldo de la Rosa, como se indica en la bibliografía. 7 Reza así la portada primera de la publicación: Estafeta de Londres. Obra periódica repartida en diferentes cartas en las que se declara el proceder 126 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 7 ron saliendo los martes de cada semana, sin interrupción, hasta el 28 de diciembre del mismo año, coincidiendo así el final del año con la publicación de la Carta decimoquinta y el cierre del proyecto. La portada de cada una de las entregas registra los datos de la identidad del autor del semanario, la licencia de publicación correspondiente y el lugar de la venta; según estos últimos datos, siempre, respectivamente, «en la imprenta de don Gabriel Ramírez, calle de Atocha», y «en la librería de Don Joseph Mathías Escribano, frente a las Gradas de San Phelipe el Real» o, algunos números, «en la Real Tienda de Cristales, frente a las Gradas de San Phelipe el Real»8. El envés de esa misma primera hoja de cada carta anuncia la fecha de aparición de la entrega siguiente, «en continuación de esta obra» y, en muchas de ellas, ese espacio se aprovecha para añadir publicidad de otras obras del mismo Nipho. La «Carta Primera» aparece como obra de «don Mariano de la Giga», pero ya la segunda registra a «don Francisco Mariano de Nipho» como autor, quien explicará esta circunstancia en «advertencia» inserta en el envés de la carátula9. de la Inglaterra respecto a sus costumbres, industria, artes, literatura, comercio, y marina, por don Mariano de la Giga. Con licencia. En Madrid: en la imprenta de don Gabriel Ramírez, calle de Atocha, año 1762. 8 Citaré a lo largo del trabajo por el ejemplar de la primera edición del periódico (1762) que se encuentra en la Hemeroteca Municipal de Madrid, una edición completa en cinco volúmenes, en 8º. Existen reediciones de 1779 y de 1786, esta vez en dos tomos y con algunas diferencias no sustanciales. Cartas sueltas de La Estafeta... pueden encontrase en distintas bibliotecas o archivos. En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra un ejemplar de la Carta Tercera (edición 1762) en un curioso volumen misceláneo procedente la Biblioteca de Pascual Gayangos. 9 El texto completo de esa «advertencia» dice así: «Una casualidad imprevenida quitó mi nombre del rebozo de la anagrama. Justamente desconfiado de mis talentos para la continuación de esta obra, me ofrecí al público disfrazado; pero habiéndome importunado unos amigos verdaderos a que me diese a conocer por lo que soy y no por lo que finjo, paso de disfraces misteriosos al nombre verdadero, no porque la vanidad me estimule, sino porque la justicia lo requiere. Muchos favorecen y aprecian esta amada fatiga, y yo creo que no es justo que habiendo sujeto que reciba falte persona que corresponda. Quiero, pues soy el favorecido, cifrar en mí solo el agradecimiento». Núm. 50 (2004) 127 8 YOLANDA ARENCIBIA Convencido de la validez de la vieja recomendación horaciana del delectare aut prodesse, el autor de la Estafeta se vale de la ficción epistolar como envoltura técnica de su escrito; una estrategia literaria, la de las cartas fingidas, ya prestigiada y que va a tener espléndida continuación en la literatura (José Cadalso y sus Cartas marruecas, el ejemplo más próximo y más destacado, de entre los españoles)10; y, además, una estrategia idónea para enmarcar con ella contenidos generales en un lenguaje llano y conversacional, con apariencia de opinión espontánea y nada dogmática, en la línea del ensayo, un recurso técnico especialmente eficaz para la divulgación y para el tono pedagógico y de utilidad que el espíritu dieciochesco imponía. Y unas cartas-ensayos —éstas de la Estafeta...— enviadas supuestamente desde la capital británica a un señor de la corte, con lo que se añade a la cuestión el atractivo asunto de los viajes como vía para la educación11, tema presente en la prosa ilustrada (la novelesca —de nuevo Cadalso—, la ensayística y la periodística), y con la literatura de viajes que tan buenos frutos dará en este siglo y en el XIX12. La Carta de salida de la Estafeta de Londres se abre con una Introducción amplia paginada en romanos. En adelante, cada 10 De un modo muy particular, la literatura tiene clara relación con la prensa en el siglo XVIII, aunque ocurre así en todas las épocas, y aunque en el siglo XVIII se entiende por «literatura» lo cultural, todo lo escrito: constituyen los espacios de la prensa un medio primordial para la publicación de las obras literarias y para la discusión y el debate de las ideas literarias de la época. El tema es muy sugerente y muy amplio y merece un espacio propio, que no es el de este trabajo. 11 Destaca Gómez de la Serna (1974:11-13) la importancia no sólo social sino intelectual del viajar en el siglo XVIII «porque proporciona al ejercicio de la Razón la primera materia de la realidad, sentando las bases de una futura ciencia: la Sociología». Recuerda este autor cómo fue Jean Jacques Rousseau en su Emilio, quien sentó las bases del viaje dieciochesco: para «ilustrarse sobre la vida del hombre [y] filosofar con la experiencia por delante». 12 Tal vez sea oportuno recordar ahora cómo la recuperación de la figura de Nipho para la historia del mejor periodismo español de XVIII es bastante reciente, de los años cincuenta del siglo XX y de la mano —sobre todo— de L. M. Enciso, en distintas publicaciones a partir del estudio de 1956 (ver bibliografía). No ha de extrañar demasiado la cuestión, pues algo similar ha ocurrido con la consideración general de XVIII español. 128 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 9 una de las entregas constará de 32 páginas, poseerá título propio que resume el asunto, y se dirigirá a distintos destinatarios con textos más o menos amplios de envío y con espacio final de cierre. La primera Carta se dirige al Excmo. Sr. Conde de ***; la segunda a «un catedrático jurista de una de las principales Universidades de España»; la tercera a «un respetable individuo de una de las principales oficinas de España»; la cuarta a «un intendente de una de las principales Provincias de España»; la quinta y la sexta a «un caballero andaluz entendido en agricultura»; la séptima «Al Sr. Marqués de ***»; las cuatro siguientes «Al Excelentísimo Sr. Duque de ***»; la décimo segunda «A un Sr. Canónigo de una de las principales catedrales de España»; las dos siguientes (y últimas con destinatario expreso) «A uno de los más respetables individuos de una de las Reales Juntas de su Majestad católica». Los contenidos de las diferentes Cartas se completan con distintas notas a pie de página, en número variable de dos a seis. Las primeras entregas son las más ricas en notas y las dos últimas no las llevan, demostrando así cierto cansancio del autor y los alicientes que ya veía en la que será su publicación periódica inmediata, el Correo General, centrada directamente en la «cosa pública» española. Casi todas las notas son amplias y discursivas, con espacio para la anécdota, para el dato contrastado o para el comentario oportuno. Aprovecha Nipho una de esas notas, la que hace el número cuatro de la Introducción, para explicar la organización del proyecto periodístico que inicia (en «varias cartas escritas desde Londres a varias personas y de algunas observaciones de varios políticos [...] todas las semanas una»), la estrategia de la perspectiva elegida («en [este tratado] me supongo residente en Londres, observando lo bueno y lo malo de sus costumbres»), y también el fin del proyecto: «una colección de averiguaciones políticas» sobre las acciones y actuaciones de los ingleses y sobre los propios individuos. La amplia Introducción que abre los números de la Estafeta... pretende, a la vez, servir de justificación y explicación del proyecto, que actuar como reflexión filosófica sobre el asunto público de que se trata. En el primer párrafo, muy en línea con el pensamiento ilustrado, Nipho comienza afirmando que «el Núm. 50 (2004) 129 10 YOLANDA ARENCIBIA estudio más digno del hombre es el del hombre mismo», para, en seguida, ampliar tal concepto en relación con «las preocupaciones de su patria» a través de la observación de naciones ajenas (así, lo hicieran griegos y romanos —indica—) con el fin de «aprender la vida política necesaria para el gobierno de los estados», de acuerdo con la «exquisita filosofía que manifiesta a todos los hombres los dulces y estrecho vínculos que unen a la virtud y a la felicidad» (1762, III-IV). Inmediatamente explicita la propuesta de observación de Inglaterra como parangón amplio: de sus vicios como tema de investigación, y de sus virtudes como objeto de imitación: «Inglaterra, guerrera como Roma, comerciante como Cartago; sabia como Atenas», dice (1762, XVI). La reina Isabel I y Oliver Cromwell (este último con algunos reproches) serán ejemplos frecuentes, aludidos desde la admiración. El periodista ilustrado no podía dejar de citar, al hilo del texto, nombres de autores ingleses de su tiempo de los que se servirá como fuente (ahora, Akenside y Hume13), una práctica, la de la referencia a una autoridad libresca, que será habitual en la sucesión de los distintos números del periódico, con el valor añadido de lo que tal práctica aportaría a los españoles. En esta línea, afirma Nipho: Basta la voluntad de saber para no ignorar: sin salir de la quietud de nuestro retiro podemos ver, observar y conseguir todo lo que apetezcamos respecto al modo de conducirse en todas sus acciones públicas y ocultas nuestros vecinos y aún alejados. El principal remedio de los atrasos de España está en hacer más aprecio de la lectura: esta enseña lo que no se puede aprender en universidades, gabinetes y oficinas; porque un libro habla con más verdad y tono firme que los hombres (1762, XXV). El asunto de la comparación Inglaterra-España que la Estafeta... contiene, da ocasión al periodista para, sin dejar de exal13 Marc Akenside, médico y poeta inglés (1771-1770) y David Hume, el filósofo e historiador escocés (1771-1776) que, además de varios tratados, escribió una Historia de Inglaterra de gran éxito e influyó en la formación de los economistas liberales clásicos, como Adam Smith (1723-1790), a quien también acudirá Nipho como autoridad. 130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 11 tar los valores patrios y la exagerada anglofilia que muestran muchos españoles, denunciar el abandono de España respecto a las riquezas y los bienes que posee promoviendo tal hecho, por omisión, el enriquecimiento de otras naciones; como es el caso, destacado, de Inglaterra. Para el memorialista, la emulación fructífera de los buenos ejemplos ajenos y la oportunidad de aprovechar las virtudes políticas de Carlos III deberían ser aprovechadas por los españoles para, en consonancia y en correspondencia, trabajar y esforzarse, porque «estar ociosos y querer ser afortunados es dormir y soñar a ojos abiertos» (1762, XXX). Tras la Introducción, se suceden las quince cartas que conforman el proyecto cuyos contenidos podrán agruparse, como indica Enciso (1956, 241) en función de tres núcleos: la exposición del conocimiento de Inglaterra, la indicación de lo que Inglaterra tiene que aprender de España y la aportación de algunas medidas concretas para solucionar las deficiencias hispanas. Un grupo amplio de las primeras Cartas tratan del conocimiento de Inglaterra. La Carta Primera, tras su título («sobre el estado actual de Inglaterra») y una interesante exculpatio al uso retórico dirigida al presunto destinatario que encubre a sus lectores, Nipho presenta un panorama bastante subjetivo del qué y el cómo de «la complexión de la Inglaterra» para llegar a la observación de su política. La Carta Segunda, respondiendo a su título («Sobre las dos Cámaras del Parlamento de Inglaterra, y depravación de costumbres que ocasiona su gobierno»), se destina a la observación —de nuevo subjetiva— de esas dos cámaras y de los problemas que tal régimen de gobierno origina. La Carta Tercera, que se dedica a «la exquisita política de los ingleses en el modo de animar las ciencias, comercio, marina y artes», comienza con una reflexión alegórica sobre las enfermedades que pueden producirse en los cuerpos de las naciones cuando no son capaces de aprender en la escuela del mundo. Viene el asunto en consonancia con un primer concepto que el cuerpo de la carta recoge en mayúsculas: la emulación. En este caso, las instituciones artísticas de Inglaterra y el número y la importancia de premios que ellas ofrecen a los individuos que las cultivan, es tema relevante como digno de ser imitado. En la despedida, se explicita una llamada al mérito, influencia y Núm. 50 (2004) 131 12 YOLANDA ARENCIBIA capacidad del supuesto destinatario para que pueda servir de instrumento al bien común, sembrando nobles pensamientos en «nuestro desatendido suelo». Continúa la observación de Inglaterra la Carta Cuarta para tratar el interesante tema de «los medios convenientes de que se valen los ingleses para hacer que los pobres sean útiles para sí y no gravosos al Estado», desde la idea de que «los pobres son los granos pequeños de un estado» que también hay que aprovechar, con asistencia debida. Explicitando el asunto en letras mayúsculas (la Asistencia) el periodista aborda la explicación de lo realizado por otro países en aprovechamiento de los pobres y sobre la construcción de hospicios. De nuevo Inglaterra servirá como ejemplo del aprovechamiento de su pobres para la agricultura y las fábricas, con una bien entendida generosidad hacia éstos. En la despedida, añade Nipho la recomendación de la práctica de los viajes a países extranjeros como vía de conocimiento y de emulación. Enlazando con el tema de esta carta, la siguiente, la Carta Quinta, trata directamente de la agricultura y su atención («sobre que la mayor riqueza y causa originaria del provechosos comercio de la Inglaterra es y será la agricultura») insistiendo en qué ventajas y esfuerzos ha ocasionado tal cuidado al gobierno de Gran Bretaña. En nota, se destaca lo realizado al respecto por dinamarqueses y suecos, italianos y franceses, y también por los españoles, que trataron bien a la agricultura «en los tiempos antiguos». En la despedida se indica al presunto destinatario: «anime usted a los particulares, y haga una academia a favor del cultivo». Salvando, en el orden, la Carta Sexta (de la que en seguida trataremos) la Carta Séptima continúa la cuestión del conocimiento de Inglaterra, suponiéndose contestación a la solicitud del remitente del envío de «algunas noticias de las extravagancias inglesas, porque quiere saber que partido tiene entre estos pensamientos la locura». Comienza Nipho afirmando que «Todo es peregrino y singular es ese país, hasta el vicio» para extenderse luego en la descripción de prácticas peregrinas de aquellos ciudadanos, encaminadas todas a «hacer asombrosa y feliz a su nación» y consiguiendo que se les considere en todo «siempre grandes, siempre gloriosos, nunca vencidos y siempre triunfantes». En Inglaterra, 132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 13 afirma, todo es monstruosidad, tanto el vicio como la virtud; pero aún de los vicios, ridiculeces y extravagancias procuran sacar beneficio común aquellas Islas. La Carta Sexta, bajo el título de «lo que valdría España en competencia con la Inglaterra si volviera a su antiguo esplendor la agricultura» y el motivo destacado en mayúsculas (la Agricultura), trata tan interesante tema con relación a la realidad española. A la postre constituye la carta un alegato decidido en favor de la Agricultura destacándola como principio de todos los bienes («Fue la Agricultura (...) quien finalmente hizo a la España casi señora absoluta del orbe (...) No busquéis causas extranjeras: la agricultura, la agricultura, la agricultura») en su parentesco estrecho con la ganadería, con la industria de ellas derivada y, por fin, con el comercio. Los males a este respecto en España son, para Nipho, la desidia de gobernantes y de vasallos: de aquéllos por no ser capaces de incentivar con premios eficaces la dedicación a la agricultura, y de éstos por la tendencia a la holgazanería y a posponer siempre las cosas importantes; (hay que luchar con el «tiempo hay harto», dice). La Carta Octava inicia un tema importante, el de la navegación, que ocupará bastante espacio en las páginas de La Estafeta..., entrelazado, casi siempre, con el del comercio. Se plantea el tema de «la navegación y provechos que procuran a todas las naciones en común y particularmente a la Inglaterra» desde la estrategia, declarada ahora, de estar escribiendo el texto periodístico desde fuera de España, «a la distancia»; lo que le da ocasión para insertar un alegato interesado sobre lo bien que se acoge a los escritores de fuera, frente a los cercanos; por ello él —ahora escritor foráneo— va a atreverse a hablar del mar («San Telmo me asista», dice). «Es el mas importante fondo para hacer progresiva y constante la riqueza de un estado», afirma, uniendo navegación y comercio. Y ejemplifica con los casos de los bienes que ha procurado a Holanda y a Inglaterra, extendiéndose en la descripción de los modos de comerciar y de los medios que se ofrecen para ello. A lo largo del texto y en su final, el autor no deja de lamentarse por la dejadez de España en esos menesteres. Insiste en el tema una y otra vez, dedicanNúm. 50 (2004) 133 14 YOLANDA ARENCIBIA do una extensa nota a ponderar las riquezas que produce España (agricultura, ganadería, minas, maderas) y que podrían ser exportados directamente con una buena navegación. Continúa el asunto en la carta siguiente, la Carta Novena, rememorando gestas antiguas sobre el arte de navegar (españolas e inglesas) y lamentándose de que no habrá remedio en España «mientras el premio no unte las ruedas». El ejemplo inglés sigue siendo un acicate, pero el descuido español hace que no se imite a los ingleses. El pesimismo que el autor deja aflorar a los textos en el cierre de esta carta parece acentuarse en la carta siguiente, la décima, que continúa la cuestión haciéndose eco de ciertos reproches que ha recibido de «algunos corazones sombríos (...) que quieren hacer retroceder mis ideas» (aunque otros le animan —reconoce—). Así las cosas, esta Carta añade a la cuestión un nuevo giro, animado –dice— por un inglés: abogar por animar la pesca y hacer un río navegable. A ese propósito, trata del beneficio y de la bondad de la pesca en general y de la de la ballena en particular, ejemplificando en el caso holandés y también en el inglés, animado tal asunto en ese país por la actitud decidida en su promoción de la reina Isabel I. España sin embargo —se lamenta— no lo hace, a pesar de las inmejorables condiciones de sus costas. La Carta Undécima continúa la materia anterior insistiendo en de cuánta importancia sería para España hacer algunos ríos navegables y «particularmente el de la Corte», siguiendo los consejos de un inglés «rodeado de libros españoles»: los españoles —le dice a Nipho el supuesto individuo inglés— tienen una complexión perfecta para todos los climas y un genio capaz de cualquier cosa en cualquier rincón de la tierra; pero no tiene estímulos; «y milagro es quien escriba sin estímulos». Habría que atender a los posibles trabajadores y a todos los que se encargan de «dar movimiento a las ruedas». La Carta vuelve una y otra vez al tema central: el de la pesca y de la conveniencia del acercamiento de los productos al mar. Y, de ahí, el de la importancia de los ríos navegables: Londres y lo logrado con el Támesis es un claro ejemplo; lo mismo podría ser Madrid, que tiene el Tajo tan cerca. Y otras muchas ciudades españolas. La Carta Decimosegunda cambia el tema para, dirigiéndose 134 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 15 a un Canónigo, volver al «cuidado exquisito de mirar por los pobres en Inglaterra y de cuántos provechos acarrearía a España tan sabia como útil política». Encarece de nuevo la imitación debida a ingleses, a holandeses y a franceses que, en pro de la economía pública, no protegen la mendicidad ni la ociosidad, sino que establecen gobiernos de pobres por condados de modo que se estudien la distribución de las limosnas, con reglamentos apropiados. No habría, entonces, pobres perezosos pues, «incentivándolos», se quitarían vicios de pereza y enfermedades derivadas. El autor indica que ello podría hacerse en España, un asunto al que dedica dos extensas notas que aportan detalles del número de mendigos existentes y de lo que podrían hacer al respecto los obispados y arzobispados correspondientes. Las últimas cartas abordan el tema del comercio como centro. La Carta Decimotercera («Sobre la dilatación del comercio de Inglaterra y cuán oportuno sería para España no perder de vista los medios de que se ha valido para tan dichosos efecto la Gran Bretaña») se vale del ardid retórico de la auto referencia para encararse con cuestión tan peliaguda: si aún cuando de las fragrantes rosas saca veneno la araña...; pues yo me digo: Nipho... si el rey te encargara... ¿te distraerías en asuntos ajenos a tu obligación...? Sí, si fueran asuntos serios; no por necedad o capricho, por divertirse. Los empleos grandes, bien están para hombres pequeños. Vamos sobre el comercio en Inglaterra. Tras aludir al origen del comercio inglés, entra en la cuestión del comercio de Indias y del papel en él de España, a quien todas las naciones, envidiosas, se propusieron usurparle la riqueza. Para referirse al tema de las prácticas del comercio inglés, se detiene en la pormenorización de éste con el resto de los países: con Turquía; con Italia; con España; con Portugal; con Francia. («¡Si España hiciera lo mismo....!»). Tras una pausa, continúa la cuestión en la Carta Decimocuarta («en continuación de la antecedente»): comercio de Inglaterra con Flandes; con Alemania; con la Dinamarca; con la Suecia; con la Rusia; con la Holanda; con Irlanda; con los países del Sur que producen azúcar; con los que dan tabaco; con la Carolina; con la Núm. 50 (2004) 135 16 YOLANDA ARENCIBIA Pensilvania...; con la Nueva Jersey y con Nueva York; con la nueva Inglaterra; con la África; con la Indias orientales. («Quiera Dios —dice— que tantos ejemplos sacudan a los españoles»). La alusión al modo de ser de los españoles («que nacieron para cosas grandes, pero por una educación indiscreta...») va a dar ocasión a Nipho para anunciar un nuevo proyecto, «el año que viene», con otro objeto y otro título, que demostrará —dice— en qué somos infelices y cómo podremos ser afortunados los españoles. Será el Correo general e histórico, su próximo periódico. Y la Carta que cierra la Estafeta... con el número quince, viene a ser una especie de colofón de toda la publicación. En ella, con grandilocuencia manifiesta y siguiendo la letra del título, convida «a los españoles sabios y bienintencionados a que concurran con su aplicación y trabajos a sacar a la España de la esclavitud en que mora respecto al retraso en ciencias, artes, comercio, navegación y, sobre todo, agricultura». Tras el fin de la Estafeta, Nipho proseguirá la tarea de la incursión periodística en la «cosa pública», política y económica. Como vimos, se cierra la Estafeta con el anuncio de otro periódico que va a ser su continuación, que comenzará a publicarse inmediatamente —el 11 de enero de 1763—, y que tiene el interés particular de referirse a temas nacionales; unos temas con los que Nipho se propone atender la demanda de información de unos lectores interesados. El momento es oportuno: ahora cuando, siguiendo los planes de Carlos III, comenzaba la modernización de Madrid, y cuando España se veía envuelta en la Guerra de los Siete Años entre Francia e Inglaterra. Así nace el Correo general histórico, literario y económico de la Europa14, que se prolongará a lo largo del año 1763 en car14 El título completo: Correo general, Histórico, Literario y Económico de la Europa (en continuación de la Estafeta de Londres) donde se tienen memorias útiles sobre las ciencias, agricultura, artes y comercio de Francia, Italia y demás reinos y provincias europeas, que saben sacar su felicidad de una prudente y bien dirigida economía pública. También, y por ser más necesarias, se darán las noticias recientes, regulares o imprevenidas que sobre todo lo expresado y de la Historia natural, literaria e industriosa ofreciesen los reinos y provincias de España, por Don Francisco Mariano Nipho y Cagigal. Con licencia. En Madrid: en la imprenta de don Gabriel Ramírez, calle de Atocha, año de 1763. 136 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 17 tas o cuadernos semanales. Años adelante, Nipho volverá a la cuestión de la «cosa pública» española con otro proyecto, el Correo General de España15, que se publicará desde 1770 a 1771. EL CORREO DE CANARIAS: ORGANIZACIÓN, ESTRATEGIAS Y CONTENIDOS El único manuscrito conocido del Correo de Canarias se conserva en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria. Se trata de un documento unitario formado por 240 holandesas que distribuyen el total del texto en seis unidades o Correos. En todos ellos, la primera página, a modo de portada, aparece encabezada con el título general del texto destacado en la dimensión de sus caracteres (Correo de Canarias), seguido del ordinal correspondiente, en línea aparte. El primer número añade una nueva línea para indicar la fecha («en el año de 1762») y abre el texto con un «Muy señor mío» general que explicita desde ahora la intención genérica del mismo: en correspondencia con su título, una sucesión de cartas o envíos a un destinatario anónimo. Los distintos Correos estrenarán holandesa, excepto el tercero, que seguirá al segundo en solución de continuidad. Dos únicas referencias de tiempo y lugar presenta el texto: la primera, encabezando el Correo Primero —como dijimos—, sólo indica el año del escrito, y la segunda, más explícita, aparece en el cierre del Correo Segundo para señalar, «Isla de Tenerife, a 8 de Noviembre de 1762». El total de las 240 holandesas se reparten entre los seis correos del modo siguiente: 50 cuartillas ocupa el Primer Correo, el Segundo alcanza la 94, el Tercero llega hasta la 116, el Cuarto hasta la 145, el Quinto hasta la 172 y hasta el total de la 240 el Sexto; cierra este último Correo un «En resumen», a modo de remate particular del texto que se extiende desde la cuartilla 213 a la final. 15 Correo General de España y noticias importantes de agricultura, artes, manufacturas, comercio, industria y ciencias, etc., que con la generosa protección de la Real Junta de Comercio da al público don Francisco Mariano Nipho, con las licencias necesarias. En Madrid, año de MDCCLXIX. Núm. 50 (2004) 137 18 YOLANDA ARENCIBIA La totalidad del documento del Correo... muestra una redacción fluida y ágil mediante caligrafía clara y firme que no dejará de transparentar algunas alteraciones o irregularidades en su discurrir, como tendremos ocasión de indicar. Contrariamente al periódico madrileño, el Correo de Canarias carece de notas a pie de página, pero sí que se aprovechan sus márgenes para dejar constancia de las referencias de algunos de los textos latinos citados y de todas las librescas que contiene. El Correo de Canarias se presenta en forma de contestación a la Estafeta de Londres de Francisco Mariano Nipho, como ya se indicó. Tras aquel primer párrafo que explicita tal dependencia (y que se reprodujo al principio de este trabajo) el manuscrito canario va diluyendo sus contenidos en una reflexión personal imbuida de sentido utilitarista y de pragmatismo: tímidamente en los dos primeros Correos; de forma más clara en las entregas tercera y cuarta y, decididamente, al llegar a los Correos quinto y sexto, en que tal reflexión alcanza profundidades de Memoria y deriva en propuesta de proyecto elaborado con el conocimiento profundo de los hechos y desde la realidad de los datos; una respuesta y una propuesta que pudo ser enviada al Gobierno central desde la Provincia canaria. Ningún correo va a explicitar de modo más claro que el Correo Primero la condición de respuesta a la Estafeta... de Nipho, cuya referencia lo abre y lo cierra. Y ninguno como éste va a dejar claras las notas personales y literarias de aquel autor que veíamos afianzado en sus conocimientos y en su personalidad, evidentemente cómodo respecto a sus interlocutores, cercanos y conniventes, y que se permite marcar su discrepancia respecto a las afirmaciones del madrileño con tonos que van desde la contundencia altiva a la displicencia irónica. Las diferencias con Nipho merecen las primeras citas latinas del texto, ambas en el segundo párrafo: la primera (Moisés como autoridad) para reprocharle su aparente ingenuidad al dirigirse a «sordos (predicando) a españoles», un actitud que esconde la astucia de «hablar a las ovejas dirigiéndose al lobo»; y la segunda (el Padre Estrada como apoyo) para amplificar sus diferencias respecto a los juicios del madrileño sobre los ingleses, a quienes, bajo apariencia de crítica, consigue elogiar. A partir 138 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 19 del tercer párrafo, el autor canario desarrolla sus pareceres («Con ninguna otra nación pudiera España cultivar comercio recíprocamente útil que con la Inglesa», p.4), sin dejar de aludir al madrileño al hilo de las ideas que apunta, casi siempre marcando los términos de su discrepancia: respecto a las opiniones sobre la libertad del comercio, sobre los inconvenientes de la excesiva libertad, o sobre lo perverso del gobierno mixto de Monarquía Aristocracia y Democracia en Inglaterra; aunque también conviene con él en determinados temas, como en la bondad del anhelo de felicidad que reside en el fondo de aquel Gobierno, y la libertad interna que sus súbditos poseen respecto a sectas y religiones (lo que le depara ocasión para expresar su extrañeza). El asunto de la naturaleza y forma de los gobiernos merece del autor canario el espacio amplio de 20 cuartillas en las que intercala interesantes consideraciones personales al hilo de las opiniones de Nipho. En ellas defiende a lo gobiernos caracterizados por principios de libertad, los cuales, sin atacar los de la Monarquía española, le lleva a justificar el éxito del gobierno inglés: por el demostrado interés de los suyos, emulados por un bien entendido amor propio, aquél que considera que el trabajar por la patria es como el trabajar por sí mismos. La sucesión de opiniones y de controversias da ocasión al canario para acudir a estrategias de escritura: para insertar nuevas frases en latín (sin referencias, como para un público cómplice), para apelar a autoridades (como Platón o Tomás Moro), para distender los tonos con coloquialismo («Pues no sean bobos: hagan en su casa lo que van hacer en la ajena», p. 31), o para insertar argumentaciones cercanas a la confidencia y hasta a la admonición. Así, tratando de los problemas que la práctica inglesa de los premios podría acarrear se permite aventurar una conjetura: El amor propio es un Duende que ocultamente travesea en nuestra Alma, y sin advertirlo nosotros juega en todas nuestras acciones y en nuestros afectos y más íntimos pensamientos desfigurando y enmarcando las cosas. La cobardía la disfraza en cautela; la bajeza de espíritu en humildad; la arrogancia y soberbia en magnanimidad; la Núm. 50 (2004) 139 20 YOLANDA ARENCIBIA avaricia en parsimonia, el rigor en severidad y la rusticidad en fortaleza. (p. 24) «No sólo con exordios se corrige el genio» dice, y enriquece el texto acudiendo —como el periodista madrileño— al recurso de la comparación cercana, que protagonizarán ahora los cangrejos empeñados inútilmente en cambiar el rumbo de su camino. Cierra nuestro autor el Correo Primero —como hacía Nipho con sus Cartas— dirigiéndose al presunto destinatario con explicaciones respecto al método empleado en la contestación «al autor de la Estafeta»: No (siguiéndole) por el orden de sus cartas, sino que habiéndolas leído, una vez hecho depósito en la memoria, copio y refiero según ocurren sus cláusulas. Vuestra Merced las cotejará, y anotará en sus lugares, si quiere, mientras yo dejando especulativas y reflexiones generales, arrojo también mi Pelota, y doy algún ingrediente específico a la receta en otro correo. El Correo Segundo presenta como eje temático principal la conveniencia de una marina comercial española. El abordaje estilístico de tan interesante tema, es astutamente indirecto: «ya que la marina española no puede mantenerse, y como España no va a entrar en guerra agresiva ¿no sería mejor..?» Debería, pues, ahorrarse en armada para fortalecer los puertos y amparar el comercio. El asunto del comercio con América ocupa espacio de preferencia en este correo segundo, como tema de la mayor importancia: «los estranjeros publican y nosotros vemos, cuántos navíos, cuantas flotas reciben cargadas de los frutos, oro y plata de nuestra América, que debieran venir por el canal derecho» (p. 63). Para remediarlo, debería abrirse a los vasallos el comercio de América, sin restricciones, así «convaleceremos de la modorra que nos oprime» El canario, demostrando un profundo conocimiento del tema y apoyando su opinión con profusión de datos y de propuestas, llama la atención sobre la mala situación de las provincias pobres (americanas) y solicita se coteje la diferencia de ganancias si se hiciere el comercio de otro modo. En la defensa argumentada de esos contenidos, el 140 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 21 autor canario aporta algunas indicaciones prácticas de cómo debía España realizar su comercio, para terminar aludiendo a las relaciones —descuidadas— de España con las provincias americanas. En línea con las reflexiones del periodista madrileño, el canario insiste en la necesidad de fomentar en las gentes la aplicación al trabajo incentivándolas convenientemente, «porque los gobiernos los estableció Dios para beneficio de los pueblos y no los Pueblos para regalo de los gobiernos sordos». Especial sensación de inmediatez aporta al texto de este Correo Segundo el dato de la llegada a la isla de la noticia de la toma de La Habana por los ingleses, ocurrida el 12 de agosto pasado (p. 78). La irregularidad de la caligrafía es ahora marca externa de una alteración importante del ánimo que alterará el ritmo del diálogo con un importante aumento de censuras y recriminaciones tanto para los responsables directos como para los gobiernos que maltratan a las Provincias lejanas y que permiten excesivo atesoramiento del erario público propiciando la parcialidad, el soborno, el interés y hasta las salvajadas, en detrimento de la justicia debida. La admonición toma tintes coléricos y se expande en interrogaciones retóricas llenas de contundencia: «¿Por qué se antepone el cuidado del dinero y se olvida la observancia de las Leyes? ¿Por qué el empeño y los encargos se dirigen al erario y nada a la administración de Justicia y felicidad de los Pueblos? (...)» «¿Por qué a las Provincias ultramarinas y distantes, donde los Hombres gobiernan como Reyes, no se envían hombres sino Fantasmas?» (pp. 83-85). Entre las provincias lejanas está, claro, la canaria, víctima, como las de América del olvido y del mal trato: Nuestras Islas ofrecen un mapa adecuado de todo lo dicho en todo y por todo (...) Todo son ahorros, y todo arbitrios; nada se gasta en fortificaciones y defensas. Padecíamos hambre y sucedieron con la fatalidad de La Habana muertes y pérdidas (...) Y qué ¿el Dios de las venganzas y de la injusticia ha de dormir? (p. 91-2). Y algunas de las consecuencias son especialmente negativas para las lejanas Provincias: la mala situación afecta a la recepNúm. 50 (2004) 141 22 YOLANDA ARENCIBIA ción del correo en las islas, un «socorro utilísimo para sostener y aumentar la sociedad humana, y explayar la religión». Pero aquí —increpa, sin disimular el enfado— «se establece Correo para interrumpir, dificultar y quitar del todo las comunicaciones y correspondencias, reduciéndonos a lo inexcusable de la mercancía y restituyéndonos al estado de Guanches, volviéndose daño lo que se concibió para beneficio, para que en todo se vea pervertido el orden de las cosas» (p. 93). En este Correo Segundo, y merced a los cambios de tono aludidos, parece apreciarse de modo más marcado las diferencias entre el ilustrado que se explaya en datos y en temas que interesan a la economía y a la política relacionada muy directamente con su tierra, y el eclesiástico en quien afloran modos y tono de sermón y que acude al auxilio de las referencias latinas para sus textos. En lo que podríamos considerar primera parte del texto, más amable en tonos, el memorialista se había permitido la inclusión de un refrán popular y hasta de una metáfora oportuna, y había acudido a una amplia cita, en latín, de Cicerón, para referirse a asuntos de educación. Cuando el tono sube en la segunda parte, la alusión a asuntos religiosos o eclesiásticos al hilo de los reproches, van a merecer del escritor referencias eruditas del mundo de la Iglesia o la fe: así, la que se hace a las enseñanzas de San Bernardo se apoya en otros textos bíblicos (las fuentes, indicadas en el margen) para quejarse de la dispensa inapropiada del ayuno, del desprecio civil de las opiniones de los teólogos; o cuando se alude al dios de las venganzas con una reseña oportuna del Eclesiastés. Continuando el asunto del comercio, el Correo Tercero comienza abogando por que la monarquía haga privativo de sus vasallos el comercio interior de sus dominios para así favorecer a las fuerzas navales (porque así tendría disponibles y adiestrados navíos y marineros para guerra, si los necesitara, ya que «El timón y la vela más que el fusil y la espada, juegan en la mar», p. 98). Y, en la misma línea, aboga igualmente por la existencia de vigilantes y guardacostas. Explicitadas las razones mediante una serie de preguntas directas, con respuestas concretas en el propio texto, explica el autor canario que en España no puede permanecer ningún establecimiento útil porque no se gestionan 142 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 23 con tesón y porque se basan en informes de los mismos que han promovido el mal. Y explica también que Inglaterra, adeudada y con una guerra en sus territorios, tiene disponible para pagar y promover una marina adecuada mientras España desempeñada y libre no puede hacerlo: el misterio —indica— es un secreto a voces, y es que los acreedores ingleses son sus mismos vasallos, de modo que allí los gastos se vuelven ganancias. Por fin, también explica que la falta de justicia ha promovido que España sea pobre a pesar de sus muchas riquezas: los españoles son pobres porque no trabajan —indica—; y el peor librado de los vasallos es el labrador sobre quien recae la fuerza de las injusticias. Como en la segunda parte del correo anterior, de nuevo se detecta interesante tono personal en este Correo Tercero, expresado principalmente por la abundancia y la inmediatez de sus muchas interrogaciones, y por la presencia de reflexiones personales a flor de texto. Así ocurre en las líneas finales, en donde, desde la constancia de textos latinos sin referencia y de alusiones a los Santos Padres en su idea de justicia, se explaya una reflexión bastante pesimista sobre la conducta errada e injustas de los políticos cristianos (pp. 111-115). «Qué será pues en donde el alma del Gobierno es el Tesoro, y en donde atravesándose del interés del Fisco, calla la Justicia, abochornada del poder?» (p. 114-115). El Correo Cuarto comienza, en línea con el anterior, tratando de los arbitrios y de la poca habilidad para recaudarlos. Comparaciones comunes (los malos médicos que recetan purgas innecesarias y los pastores que quiere sacar leche de la cabra o de la oveja, estrujándola) y menos comunes (el senador que pretende ampliar el número de puertas de entrada de arbitrios) dan entrada a la explicación del exceso de impuestos con que el poder grava al pueblo, y aboga porque gasten los ricos para que circule el dinero que han de recibir los pobres en trabajo y atenciones. En el derivar del texto, abundan las citas históricas para fundamentar los argumentos: Marco Antonio y Julio César, a través de Dion Casio; Vespaciano a través de Plinio; las reinas María e Isabel I de Inglaterra, con el tirano Cromwell y Luis XIV; Diocleciano y Maximiano, el rey de Prusia; Catón a través de Tito Livio; el emperador Trajano a través de Plinio el Núm. 50 (2004) 143 24 YOLANDA ARENCIBIA mozo, Nerón y Tácito. La lección final extraíble de los ejemplos es clara: «la riqueza de un Reyno consiste en que los vasallos trabajen y saquen utilidad de su trabajo para que el fruto los aficione» (p. 140). Y la conveniencia para España es indudable; España, que por sus muchos y distantes dominios necesita «brazos largos para alcanzar a protegerlos» (p. 143), que son las naves y los marineros que se crían y mantienen con el comercio. España, pues, necesita naves y marineros: «haga (España) ricos a los vasallos haciéndolos trabajar. Ellos harán rico el erario y se harán a sí mismo hábiles y expertos». Y remata: «sobre todo haya justicia, que es la que hace a los Pueblos felices, y poderosas las monarquías» (p. 145). El Correo Quinto se distancia formalmente de los anteriores. Desde una indicación específica a modo de título («Continuación de la respuesta a la consulta propuesta a la Junta de comercio») y respondiendo a ella, el contenido se estructura en tres unidades dedicadas a informes sobre temas concretos: «Tierra de Labor. Pastos», el primero; «Sobre el corto número de labradores», el segundo; y «De algunos sufragios conducentes al fomento de la labranza», el tercero. También de modo inusual, el texto se abre y se cierra con ejercicios retóricos del exculpatio; una cita latina del Eclesiastés va a cumplir esta misión en la entrada del texto; y un parlamento alusivo a la razón que ha generado el texto lo cierra: ha sido escrito —explica— «por no desairar la estimación que de mi dictamen había concedido el Señor D. Pedro Pérez Valiente16, a cuya invitación he querido gustoso complacer en el modo que he podido y me ha permitido el tumulto de ocupaciones y embarazos que diariamente me mortifican el cuerpo y embargan y distraen el ánimo (...)». La Agricultura es, pues, el tema general del Correo. La primera parte contiene una serie de consideraciones sobre las tierras de labor y la manera de sacarles utilidad para lo que pre16 D. Pedro Pérez Valiente (Granada, 1713-1789) fue magistrado del Antiguo Régimen que ocupó distintos cargos políticos a lo largo de su vida. Desde 1760, era asesor general de arzobispo de Sevilla y Fiscal de la Junta de Comercio Moneda y Minas. Desde este cargo, seguramente, se dirigiría al ilustrado canario. Interesantes noticias de su persona y de su biblioteca nos ofrece el trabajo de A. I. Quintanilla que figura en la bibliografía. 144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 25 senta nuestro ilustrado propuestas avanzadas, como la que el estado dirija y regule el trabajo de los labriegos, procurándoles el dominio y la propiedad de las tierras que trabajan para incentivarles hacia la tarea: «El amor a lo propio, a la heredad que ha de quedar a sus hijos, les hace suave el trabajo y incita la solicitud. Al contrario es fastidioso y envidioso el afán en sentido contrario.» (p. 153). Defiende el oficio de labrador como tarea digna, que sólo no lo es «en la grosera opinión que favorece la holgazanería y la bribonada para huir de la aplicación al trabajo» (p. 157). En el desarrollo del informe específico sobre «el corto número de los labradores» recoge estrategias para aumentar el número de los mismos «suavizando la aspereza de su condición» y «cerrándoles indirectamente, y sin violencia las puertas a otros menesteres, y oficios». Por ello condena la práctica de privilegiar al primogénito con mejora legal en la herencia paterna, que ahuyentaría de la labranza al resto de los hermanos: «No es remedio tener pocos labradores ricos, cuando se necesitan muchos, aunque sean pobres» (p. 161). Entra el autor en prácticas concretas del oficio aconsejando el empleo de bueyes para la labor en lugar de mulas, pues «la labor del buey es más profunda, y saca la tierra más honda, esponjándola, y ablandándola para que dé tránsito a las sales, y nitros que en sí encierra (...) es más barata su alimentación y su cría es más útil»17. El último de los informes de este Correo («De algunos sufragios conducentes al fomento de la labranza») insiste en el tema proponiendo la creación de sociedades o academias en las Provincias, que acojan la representación de los labradores, «compuestas de sujetos hacendados, y arraigados de la Nobleza, sin exclusión de otras calidades en sujetos hábiles, y de aplicación» que a la vez que los defienda les sirva de medio para la solicitud y la comunicación de «inventos, y descubrimientos en el mismo arte». Abundan en citas latinas las páginas del Correo 17 También La Estafeta... encarecía el servicio de los bueyes para la labranza, en términos muy cercanos a los que podemos leer en el Correo de Canarias. La indicación de Nipho aparece en la Carta sexta, que se publicó el 2 de noviembre, lo que indicaría que la redacción del Correo canario —y la lectura del semanario madrileño— hubo de superar ampliamente aquella fecha del 8 de noviembre que cerraba el Correo segundo. Núm. 50 (2004) 145 26 YOLANDA ARENCIBIA quinto. Además de la ya citada, el Eclesiastés, Cicerón (en dos ocasiones), Mecenas y textos concretos del Derecho romano, son aludidos como autoridad al hilo de las argumentaciones. Cierra el Correo de Canarias las páginas del Correo Sexto que, en la línea del anterior, se plantea como examen y juicio de un documento útil que ha sido propuesto al autor: esta vez un Memorial anónimo mediante el que un sujeto que se supone práctico del comercio del Perú, propone al Rey nuevo método de comercio de España con la América. El tema central es pues, el comercio; y el comercio con América. Y el motivo del documento, una propuesta de reformas para el comercio español consistente en la creación de nuevas aduanas en las colonias, que recojan tributos en los puertos de llegada, y un nuevo consejo en que estén representadas las provincias o reinos de España y de Indias, responsable de todos los asuntos conducentes a «animar y fomentar el comercio y las fábricas, extendiéndose a poner factorías en la África, lo uno para la recluta de negros, y lo otro para el comercio de la India» (p. 175-176). Nuestro ilustrado es totalmente contrario al plan indicado, cuyos términos rebate con fuerza y con calor en más de cincuenta holandesas. Sostiene la tesis de que al comercio español —al interior y al americano— habría que darle facilidades que ayuden a su expansión y no cargarlo de nuevos gravámenes que lo harían aún menos competitivo ante el extranjero. La creación de las aduanas que el memorial propone —indica— sólo conseguirían recargar los costos con gastos de nuevo personal, con el aumento consiguiente del fraude («porque a estas gentes no les llena el saco el sueldo» p. 184), y agravar la situación de las Provincias pobres que, no pudiendo mantenerlas, quedarían en muy mala situación. Insiste al hilo de su informe en el tema de la desconsideración del reino hacia las provincias pobres y lo rentable que sería para el tesoro público gravar poco, pero expandir más el comercio («¿Pues no sería mejor que el rey tomase un poco por ciento en muchos cientos, que el mucho por ciento en poquísimos cientos?», p. 192). Si se liberase el comercio, que es «el manantial de todas las utilidades de un estado» (p. 196), se aseguraría la población atrayendo marineros, artistas y negociantes de otras naciones lo que 146 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 27 promovería el fomento de las fábricas y manufacturas, y estimularía la labranza para atender al necesario consumo de víveres. En tonos vivos defiende el ilustrado su postura contraria a estas aduanas. Y avanza en sus ideas: al contrario, indica, el ensanche del comercio ha de ir aparejado con el de la manufacturación propia de las materias primas, evitando el exportarlas en grupo para comprarlas de nuevo muy gravadas. Para ello se impone la necesidad de controlar el gasto que un estado puede permitirse («un estado no se diferencia de una casa, o familia sino en la extensión. Si un padre de familias gasta más de lo que tiene de renta es pobre, si se gasta menos es rico»), y se impone también la necesidad del trabajo de los vasallos, verdadera riqueza de los pueblos, porque no puede subsistir un pueblo compuesto de hombres ricos sino que es necesario que haya pobres que trabajen. Simbolizando el hierro con el trabajo del hombre y el imán con la plata y el oro, concluye: «Si el hierro está fijo, el imán es atraído. Si en España se trabajara, en España hubiera oro» (p. 207). Cierra su propuesta el ilustrado añadiendo la necesidad de una gradación en los aranceles en función de la mayor o menor utilidad de esos productos; así, se liberarían los necesarios, como el trigo, y se gravarían los superficiales o superfluos. Llegado el momento del resumen final, se abre éste con una afirmación conclusiva: «para el grande asunto de atajar la eminente ruina de la monarquía, es menester enmendar lo que se halla defectuoso en la península, y dirigir su comercio de la América muy diferentemente de como ha girado hasta ahora». (p. 213), y, para el comercio de España, proteger las manufacturas y franquear el comercio interior; para el comercio con América, liberalizarlo pagando los derechos correspondientes en los puertos de entrada y salida, cuidar las cargas excesivas, el contrabando y el fraude. En cuanto al comercio con África, considerado por el Memorial anónimo como necesario para la buena relación con América y que incluye la «saca» de negros, muestra el ilustrado sus recelos: «a la verdad, es cosa dura en el cristianismo hacer esclavos a los que no son enemigos ni tienen querella con nosotros (...) pues el evangelio resiste a toda violencia, además que Núm. 50 (2004) 147 28 YOLANDA ARENCIBIA no es éste el fin del operante»; sin embargo, supuesta la necesidad —admite— España debería organizar por sí este comercio, impidiendo males mayores. Respecto al comercio con Oriente, que también propone el anónimo, señala sus dificultades; y lo rechaza por considerarlo inútil y hasta perjudicial teniendo en cuenta los productos que lo constituyen («Con sus especerias nos han venido enfermedades que conocíamos, o se han hecho comunes las que eran raras. Sin su algodón nos abrigábamos, y lucíamos sin su seda. Sin su porcelana comíamos, y digeríamos sin su té, y en cambio de estas preciosidades no damos otra cosa que nuestra plata») (pp. 230-231). Respecto al establecimiento de la nueva Junta de estado y comercio (la segunda propuesta del memorial) responde oponiéndose a la misma y, especialmente, a su composición por personas inexpertas («togados que de la universidad pasan a una audiencia sin experiencia comercial alguna»). Mejor —propone— es abolir las Juntas de comercio y moneda, la de abastos y la de plantíos, erigiendo en su lugar un consejo o junta de economía del reino, de amplio contenido, ubicada en cada Provincia y con una central en Madrid. La Junta de cada Provincia estaría formada por los hombres más hábiles de ella que recibirían «un sueldo muy moderado con algún distintivo honorífico» (p. 238) y formado por «sujetos de conocida experiencia, habilidad y pericia en las materias (...) que hayan aprendido en el gabinete con aplicación a estos asuntos y en trato y comunicación con los países» (p. 235). «Yo aseguro que un congreso de hombres de inteligencia y práctica en estas materias, con autoridad, y facultades para obrar, ganarían bien los sueldos, y servirían al Rey y al Reyno, causando muchos beneficios». El concienzudo ilustrado isleño cierra este Correo y el Correo de Canarias con una interesante declaración rematada con texto de Tito Livio: He cumplido con decir lo que sueño: sueño lo llamo porque conozco que me extravío del modo común de pensar, pues lo que se piensa es añadir, renglones o partidas a la Real Hacienda, aunque al cabo salgan ceros: este es celo falso, no según la prudencia; pero la lástima es que el mérito se gradúa de contado, y a la vista, y el desengaño 148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 29 llega tarde cuando quizá verifique que nec mala nostra possumus pati nec remedia18. A lo largo del texto, el autor del Correo de Canarias ha ido dejando testimonios de su personalidad, que es la de un ilustrado bien conocedor de la realidad española y de la canaria, con ideas muy claras sobre asuntos de política y de economía y dominado por la misma intención de testimonio útil y positivo que moviera al periodista madrileño. Un hombre de su tiempo, que muestra la impronta de la Ilustración en el talante moderno y avanzado que demuestra al apostar por innovaciones interesante y comprometidas; también por defender temas que en la época fueron novedad: como la felicidad como bien humano; como la necesidad de justicia para el pueblo; como la conveniencia del incentivo necesario al trabajo. Un autor habilidoso, con dominio de los recursos literarios que añaden a las páginas el atractivo necesario para incitar a su lectura. Y un autor, además, eclesiástico, que no puede evitar dar a su escrito cierto tono de sermón, admonitorio en ocasiones y que adoba su texto (lo adorna, diríamos) con profusión de citas latinas más o menos amplias anotadas con cuidado y rigor, siempre oportunas y en las que podría apreciarse un tanto de petulancia. CONCLUYENDO Hemos podido observar en paralelo la realidad de dos documentos, la Estafeta de Londres y el Correo de Canarias, muy distintos pero nada distantes, en el marco del diálogo ilustrado español sobre asuntos de política económica. En los cauces de aquel diálogo, fuera de toda duda está el alcance y el valor del texto madrileño, tanto en el marco del corpus literario que promoviera Francisco Mariano Nipho como en el conjunto de los papeles periódicos de la España del Setecientos; de los más comprometidos con la realidad, de esos periódicos. 18 «No podemos soportar ni nuestros males ni sus remedios», viene a decir. Núm. 50 (2004) 149 30 YOLANDA ARENCIBIA Sin duda fue una suerte —así lo consideramos hoy— que algún ejemplar del semanario económico del inquieto Nipho saltara de la librería del escribano don José Matías, frente a las Gradas de San Felipe el Real, a los fardos del correo del Marqués de Nava o al que tenía al Cabildo tinerfeño como destino; que cayera éste en manos de una personalidad inquieta y que, lejos de dejarlo indiferente, consiguiese estimularlo a una respuesta rápida; como si de un reto intelectual se tratara. No es difícil suponer la génesis y el desarrollo de nuestro texto: una lectura de los primeros números de la Estafeta... (en la fecha de noviembre que da el segundo correo sólo podrían haber llegado a la isla cinco Cartas); un interés muy particular desde la lejana provincia Canaria, por el tema de la relación con Inglaterra y por los asuntos —tan cercanos— de la navegación y del comercio; un ejercicio atractivo de imitación de género y de tonos... Y se redactan, de corrido, los dos primeros Correos: el primero más sereno; el segundo espoleado por la inmediatez del hecho lamentable de los sucesos de Cuba. El tercero y el cuarto Correos van a tener otro cariz. El ejemplar del periódico madrileño parece haberse alejado, y el texto se acerca a la calidad de memorial, de propuesta de proyecto viable; tal vez demandado desde la Junta de Comercio, tras el conocimiento de los dos primeros correos. Los Correos quinto y sexto ya no ocultan esa intención de memorial, incluso desde la referencia a su más que posible receptor, D. Pedro Pérez Valiente que, desde la Junta de Comercio de Sevilla, habría requerido de nuestro ilustrado su parecer y su consejo. Y éste se documenta; y medita; y responde. Con ecuanimidad pero con vigor y con rigor. Y con la seguridad de la experiencia vivida y de los datos contrastados. En todo caso, la existencia del Correo de Canarias supone, además de una prueba de la rapidez con que podían llegar a las islas los periódicos de Madrid, un ejemplo excepcional de la inquietud con que se vivían en Canarias los problemas económicos y sociales del XVIII español, principalmente de los que, geográfica y socialmente, más afectaban; y de cómo reaccionaban ante las estímulos nuestros ilustrados. Ya hemos apuntado los indicios sobre la personalidad in150 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL CORREO DE CANARIAS Y LA ESTAFETA DE LONDRES, EN EL DIÁLOGO 31 quieta del autor que nos ha ido revelando el texto del Correo de Canarias, y también sobre los estímulos pragmáticos que generaron el texto. Cerraremos este trabajo con las palabras directas y elocuentes del autor, al hilo de su propia justificación: Pero he cumplido como ofrecí, deseando como vasallo y como hermano, contribuir con lo que pueda al beneficio del Reino. Si algo hubiere acertado a decir que sea útil, no soy insensible al gusto de escribir a la sociedad y al Rey, si nada; no habré perdido el tiempo. (Fin del Correo Quinto, p. 172). BIBLIOGRAFÍA ACIRÓN ROYO, R.: La prensa en Canarias. Apuntes para su historia, Santa Cruz de Tenerife, Servicio de Publicaciones de la Caja General de Ahorros de Canarias, 1986. AGUILAR PIÑAL, F.: «La prensa española en el siglo XVIII. Diarios, revistas y pronósticos», Cuadernos Bibliográficos, XXXV, CSIC, Madrid, 1978 ARENCIBIA, Y.: «El Correo de Canarias, un periódico ilustrado», Estudios de Historia social, Madrid, 1990, pp. 41- 55. ALVAREZ-BARRIENTOS, J., y A. MESTRE SANCHIS: «La nueva mentalidad científica. El ensayo y la ciencia literaria», en G. GARCÍA DE LA CONCHA, Historia de la Literatura española, siglo XVIII (I), tomo 6. Coordinador, Guillermo Carnero, Madrid, Espasa-Calpe, 1995, pp. 49-135. ÁLVAREZ BARRIENTOS, J.; LÓPEZ, F.; E. 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Sabemos que esta lengua alcanza por primera vez la geografía isleña (más concretamente, la de las islas orientales de Lanzarote y Fuerteventura1) en los albores del siglo XV, en boca de los españoles que vinieron en las tripulaciones del conquistador normando Jean de Bethencourt y los que arribaron después con las familias Peraza, García de Herrera, etc. La 1 Vid. mi «El español de Fuerteventura: estado de la cuestión y perspectivas de futuro», en El habla canaria en la escuela, Puerto del Rosario, 2004 (en prensa). Núm. 50 (2004) 155 2 MARCIAL MORERA PÉREZ afluencia se intensificaría casi a finales de este mismo siglo, con los soldados y colonos que vienen a la conquista y ocupación de las islas de realengo Gran Canaria, La Palma y Tenerife. Respecto de la filiación geográfica del español originario de Canarias, es de suponer que el habla que traen los primeros castellanos en pisar las islas es un habla meridional bastante arcaica, con muchos rasgos conservadores, tanto en vocabulario como en fonética y gramática2. Sólo la llegada posterior de grandes contingentes de andaluces que vienen a la conquista y colonización de las mencionadas Gran Canaria, La Palma y Tenerife introduciría un habla más evolucionada, que es la que correspondía entonces al reino de Sevilla. El problema de la adaptación del español a las islas implica, a su vez, dos temas distintos. Por una parte, el tema de cómo responde la lengua a la nueva realidad geográfica, social, natural, etc. Como es obvio, la situación se saldó ya ampliando, por metáfora o metonimia, el campo de usos de las viejas palabras, ya creando voces nuevas a partir de las viejas raíces castellanas y los procedimientos derivativos y compositivos generales del idioma3. Por otra, el tema de la relación del español con las otras lenguas implicadas en el proceso colonizador: la lengua de la población prehispánica, la lengua de los miles de emigrantes portugueses que inundan las islas por la época y la lengua de la población morisca esclava. Aunque, como es obvio, el español tuvo siempre vocación hegemónica, lo cierto es que, antes de acabar con ellas, tomó de las mencionadas lenguas no hispánicas un enorme caudal de voces, relacionadas sobre todo con la cultura material (toponimia, ganadería, flora, fauna, gastronomía, mundo de la mar...), que han contribuido a enriquecer enormemente sus paradigmas léxicos4. 2 Para todo lo relacionado con el español medieval, vid. R. LAPESA, Historia de la lengua española, Madrid, 1981, pp. 193-290. 3 El problema ha sido abordado ya por M. ALVAR en su «Adaptación, adopción y creación en el español de las Islas Canarias», en Estudios canarios, tomo II, Islas Canarias, 1993, pp. 153-176. 4 Se trata de uno de los aspectos más estudiados de la historia del español de Canarias. Vid. al respecto PÉREZ VIDAL, Los portugueses en Canarias. Portuguesismos, Las Palmas, 1991; FRANCISCO NAVARRO, Teberite. Diccionario de la lengua aborigen canaria, Las Palmas, 1984; MARCIAL MORERA, 156 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 3 Por último, tenemos el problema de la evolución interna del habla canaria y su papel en el contexto hispánico. ¿Cómo se ha desarrollado internamente el español de las islas? ¿Cómo se ha ido renovando? ¿Cuáles son sus focos más innovadores? ¿Desde dónde irradian las innovaciones? Pensemos, por ejemplo, en la aspiración de la /-s/ implosiva. Sabemos que se trata de un hecho de pronunciación de desarrollo tardío, hasta el punto de que todavía hoy no ha logrado implantarse definitivamente en el habla de la isla de El Hierro5. ¿Surgió espontáneamente en las islas? No lo parece. Lo más probable es que proceda de Andalucía, donde el fenómeno se detecta desde muy temprano. Ahora bien, si procede del español meridional, ¿cuándo se produce su introducción en el archipiélago? ¿Por qué isla penetra? ¿Cómo se difunde al resto de las islas? En realidad, nos encontramos ante el tema más complejo y complicado de la historia del español de Canarias, un tema que solamente podremos resolver mediante estudios monográficos minuciosos de la documentación escrita existente, como protocolos notariales, acuerdos de los viejos cabildos insulares, cartas y diarios particulares, crónicas, etc.6 Precisamente, lo que pretendemos nosotros con el presente estudio es aportar un pequeño granito de arena en el esclarecimiento de estos complicados problemas7, analizando algunas de las características del español canario del siglo XVIII, a partir, concretamente, de tres documentos que juzgamos de una importancia capital para la historia del habla de la época: las cartas que Silvestre Izquierdo, medianero de la finca Las Palmas «El estudio de los guanchismos. Consideraciones metodológicas», Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 43 (1997), pp. 501-148, y Español y portugués en Canarias. Problemas interlingüísticos, Tenerife, 1994. 5 Vid. MANUEL ALVAR, «La articulación de la s herreña», en Estudios canarios, tomo II, pp. 59-70. 6 He abordado algunos de estos problemas en mi estudio «Origen y evolución del habla canaria», en El habla canaria en la escuela citado más arriba. 7 En relación con el habla canaria del siglo XVII, he publicado, en colaboración con B. MONZÓ CONCEPCIÓN, el artículo «Aspectos lingüísticos de las actas del Cabildo de Lanzarote del siglo XVII», en X Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, Arrecife, 2001 (en prensa). Núm. 50 (2004) 157 4 MARCIAL MORERA PÉREZ de Anaga, escribió a su patrón Juan Castro, residente en Santa Cruz, entre los años 1769 y 1786, dándole cuenta del estado de su hacienda8, el diario en que Antonio Betancourt, comerciante de Las Palmas de Gran Canaria, fue relatando los sucesos más relevantes de su vida, entre los años 1796-18079, y el diario en que Isidoro Romero Ceballos, abogado y político de esta misma ciudad, fue anotando los sucesos más destacados de la vida del lugar, entre los años 1780 y 181410. Sobre todo los dos primeros documentos presentan un enorme interés filológico, porque están redactados por gentes que carecen de los prejuicios académicos que pervierten la realidad del lenguaje más natural y espontáneo. Según estos textos, ¿cómo era el habla canaria del siglo XVIII? Veamos sus distintos niveles de organización fónica, gramatical y léxica por separado. 2. ASPECTOS FÓNICOS En el ámbito del vocalismo, destacan por encima de todo, los dos hechos siguientes: En primer lugar, el cambio de timbre (por asimilación o disimilación) de determinadas vocales cuando aparecen en posición átona, al sufrir la influencia del contexto, ya de forma permanente ya de forma esporádica. Es el caso de las voces estilo, certidumbre, lagarta, entrega, primicia, legítimo, ninguno, verificar, raíz, después, lenteja, desocupar, impertinencia, trasquila, desgraciar, habilitar, murmurar, composición, Pires, exhibir, enviado, tumulto, deforme, ictericia, parche, ermita, Raimundo, recibimiento, etc., como se aprecia en los textos que siguen: «no se parten 8 JOSÉ MANUEL HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ, Cartas de medianeros de Tenerife (1769-1893), Islas Canarias, pp. 17-153. Citaremos por Cartas. 9 Diario de Don Antonio Betancourt, comerciante en Las Palmas de Gran Canaria (Fines del siglo XVIII y principios del XIX). Extractado, publicado y comentado por encargo de la Sociedad el Museo Canario (edic. de Agustín Millares Cubas), Madrid, 1931. Citaremos por Diario. 10 Diario cronológico histórico de los sucesos elementales, políticos e históricos de esta isla de Gran Canaria (1780-1814), tomo I y tomo II (transcripción y estudio preliminar de V. J. Suárez Grimón), Las Palmas de Gran Canaria, 2002. Citaremos por Diario histórico I y Diario histórico II. 158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 5 hasta el día de su Santo q. es histilo el partir» (Cartas, 17); «no le puedo dar quenta con sertadumbre de lo q. cada una de por sí dio» (ídem, 19); «la legarta les ase mucho daño» (ídem, 21); «diga lo q. dispone o a quien se yntrega o devo dar qta. ques lo q. quiero saber» (ídem, 28); «la media fanega del trigo de la premisia no ai quien lo compre» (ídem, 36); «es el ligítimo dueño de toda la hasienda» (ídem, 56); «yo por mi digo q. no e bendido a los ocho pesos nenguno» (ídem); «quisiera allarme ante Vmd. Con todos ellos para bereficar el quando me pidieron semilla» (ídem, 62); «ban unas reisitas de batatas y un bubanguito» (ídem, 64); «dispués q. conosco las palmas senpre se a hido a coger fuera de aquí» (ídem, 73); «ban quatro alms. de lantejas pardas» (ídem, 75); «no me parese fasil el q. se puedan desucupar» (ídem, 81); «dirá q. son empertinencias mías» (ídem, 111); «le mande dies y ocho libras de lana q. le toco de la tresquila deste año» (ídem, 117); «yo sentire mucho q. por andar en tan malas tierras de laderas y riscos se disgrasie alguno» (ídem, 125); «si Vmd. me abelita en esto la puedo aser» (ídem, 126); «ni por pienso me aia pasado el aser lo q. me anden mormurando por fuera» (ídem, 137); «en la composesión de las pipas fuera lo mismo» (ídem, 150); «Y tambien trajo dicho varco una pipa de aguardiente de la tierra para D. Antonio Piris» (Diario, 4); «Se hisibieron 492 ps. corrts. 7 rrs. plata en presencia del escribano D. Thomas Oramas» (ídem, 13); «me avia ynbiado para mi enfermedad que me dio del costado» (ídem, 30); «fue tanto el tomulto que las gentes que se agolpiaron en parte» (ídem, 70); «se aparecieron enfrente del varranco unos tres palos mui diformes, lingados al modo de jangada» (ídem, 84); «murio el cura de Arucas D. Josef del Toro (...), de idropesia y tiricia negra» (ídem, 88); «y lo primero que se me puso en la llaga fue un parcho de aquilón» (ídem, 96); «el caso fue que junto al Armita de S. Diego (...) cojieron a esta infelis» (ídem, 147); «se cayó un chiquito de 6 a 7 años de D. Raymundo Farrugia, de la ventana a la calle, y solo se hiso unos quantos raspafilones» (ídem); «hiso buen resevimiento, como digo» (ídem, 157). En segundo lugar, la fuerte tendencia a la diptongación de los hiatos (ae/; /ea/, /eo/, /oa/: «siempre q. sea presiso el entrar Núm. 50 (2004) 159 6 MARCIAL MORERA PÉREZ algún pion podran yr alguno de los medianeros» (Cartas, 20); «lo dio a maxar a destaxo las dies dosenas a rial y medio de plata» (ídem); «En quanto al beserro de tio basilio siempre q. nos ajustemos los traire el domingo» (ídem, 39); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas la e baldoniado mucho» (ídem, 63); «se allaron nueve piones todo el dia para cogerle un poco» (ídem, 74); «en que fué el señor probisor D. Juaquín Vicente» (Diario, 4); «llegó a Canaria la noticia de que avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo Suarez, S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca barlobentiando con la noche» (ídem, 7); «estubieron fondiados por muchos días» (ídem, 9); «me prestó el viato Francisco Carme media fanega de gofio» (ídem, 21); «se corrió que avia el Ingles enpezado a bonbiar la plaza de Sta. Cruz» (ídem, 26); «compró mi sobrina Teresa la casa a Pepa Montesdioca» (ídem, 50); «costió el dicho Vetancourt todo el costo del viaje, que asendería a 20 ps.» (ídem, 56); «está junto al Galión en la hacienda de Josefa Nuez» (ídem, 63); «le acometió un grave asidente a Marianita la Vacharela, a causa de aver estado mala de su costumbre y aver tomado un baso de helada, de cuia causa se inchó, se pribó y la oliaron» (ídem, 85-86); «se presentó Juanico Baiz en calidá de preso en el Principal» (ídem, 102); «Estos fondiaron asta más afuera de la Punta» (ídem, 108); «declaró mi comadre Manuela Higera que fué la primera ves que sintio meniarse en el bientre la criatura del segundo parto» (ídem, 115); «agolpiaron a Luis Cabrera el aserrador de Telde» (ídem, 124); «solo escasió la humedad un poco bien serca de la primavera» (Diario histórico I, 228); «A mediados de este mes se puso la postura a la libra forfolina de pan floriado a tres quartos y medio» (ídem, 257); «El día 31 se subió la postura a la libra de pan floriado medio quarto» (ídem, 261); «Aviéndose acrecentado la aflicción con la nobedad de haver fondiado en este puerto de la Luz» (Diario histórico II, 45). Tal vez como reacción a esta tendencia popular a la diptongación, han surgido los hiatos de las formas Eogenio y cambear, tradicionalmente diptongadas: «Eojenio gomero de un pedasito paga 4 de plata» (Cartas, 22); «pepe perera me a dicho que Vmd. le canbea dos fanegas» (ídem, 102); «beo q. mescrive q. yo 160 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 7 le cambeo algunas reses suias quitando para mi las buenas» (ídem, 137). En ciertos casos nos encontramos también con determinadas voces que han desarrollado una yod epentética: «la q. se escapare ahora las llebaran apenas tengan alguna como una almiendra» (Cartas, 58); «en punto de trigo morisco por aca no ai quien lo cambeie» (ídem, 60); «muchas beses las apartamos para q. las salteie el toro» (ídem, 112); «para que este entriegue a D. Pedro Sedano mi agente» (Diario, 18); «murió el hijo de la Cangreja (...), a rresultas de una palicia que le dieron en una vela en el rrisco de S. Juan» (ídem, 98); «hisieron las esponsalias con el fin de casarse a buelta de este viaje que viniere de la Costa» (ídem, 108). También como reacción a esta práctica popular, es probable que se haya eliminado la yod o la /y/ de formas como leyendo, creyendo, habiendo, trayendo, cayendo, cayeron, etc., en los textos que siguen: «tanbien lo echo ahora leendoles el papel a cada uno claramente» (Cartas, 49); «yo digo que Vmd. debe estar creendo q. acaso se los comen» (ídem, 78); «Vmd. esta creendo q. esto consiste todo en la mala quenta que se le da» (ídem); «tanbien estraño q. abendole escrito esto mismo no aia Vmd. respondido» (ídem, 99); «trahendola su padre a su casa» (Diario, 37); «Juan Correda y otros muchos más caeron» (ídem, 49); «se le caheron quatro muelas y se le rompió algún diente» (ídem, 151). La vocal /u/, por último, desarrolla una consonante velar /g/ en determinados contextos, como los siguientes: «ban (...) quatro sestitos de frutas dos de sirguelas» (Cartas, 24); «por aca solo con algún guevo se le puede atender» (ídem, 38); «se le echa dos libras y media de pipa y tres guebos» (Diario, 14-15); «Estube en la guerta, me permitió lizencia para que entrase en la selda de las Sras. Falconas» (ídem, 28); «le empezaron a salir las virgüelas a mi nietecito Nicolás» (ídem, 38); «les mandó de merienda dos libras pan, un frasco de vino, dos rrapaduras, un padaso de sopa ingenio, dos guebos y una caja de tabaco» (ídem, 55); «avía diferencias sobre una guerta que fue dada a la iglesia» (Diario histórico I, 137); «una telecita tanbién se le aplicó, de güebo, puesto en el dedo margarito de la mano izquierdo» (ídem, Núm. 50 (2004) 161 8 MARCIAL MORERA PÉREZ 232); «escalaron tres quatro ladrones los muros de la huerta del palacio episcopal» (ídem, 259); «mui señalado el rostro por sicatrises de virgüelas» (ídem, 330). En el ámbito de las consonantes, nos encontramos con una fuerte tendencia al relajamiento articulatorio, lo que se traduce en una serie de reducciones y neutralizaciones fonológicas, aunque también se observa algún que otro caso de conservación. Veamos los aspectos más destacados de este problema: a) Uso de una sola consonante sibilante, la llamada /s/ predorso-dental, con total exclusión de la /s/ ápico-alveolar. Es lo que explica la alternancia indiscriminada de las grafías s y z -c- en los documentos que consideramos. Se trata de un fenómeno tan omnipresente en los tres textos, que basta con poner un par de ejemplos para dejar constancia de su existencia: «al prezentestan bien le doi parte a Vmd. como mi Santiago me disen que quiere casar ahora luego» (Cartas, 54); «no las queria traer aquí porq. Se cequan mucho y se pierden» (ídem, 81); «Mui Sr. mío resivi el de Vmd. y quedo enterado de todo lo que me es presiso responder y digo que todas las cosas temporales se hacaban y tienen fin=en el tiempo de su abuelo conosi las palmas tan bien como las conosco ahora» (ídem, 110); «y en la ultima noche puse mas de sinquenta luses» (Diario, 8); «Se le pucieron por nombres Manuel, Isidoro, Juan, Estevan...» (Diario histórico I, 209)11. b) Mantenimiento de la aspiración procedente de /f/ inicial latina (o árabe), en muchas voces que la habían perdido ya a estas alturas de la evolución del idioma en su modalidad más estándar. Es lo que ocurre con las formas hoyo, harpillera, hato, alhondiga, haz, rehinchar, moho, herramienta, harina, ahorrar, herrar, ahechar, hurtar, hebra, huir, hacer, hilado, hembra, hablar, ahogar, higuera, hilo, herrero, hierro, haba, que aparecen en los siguientes textos: «Antonio rojo de la Joia del aseradero paga media fanega de trigo» (Cartas, 22); «mi conpadre oliva hiso una 11 Se trata de un fenómeno de pronunciación que se encontraba ya en el habla de los primeros españoles que llegaron a las islas. El tema ha sido perfectamente estudiado por Diego Catalán en su artículo «el çeçeo-zezeo al comenzar la expansión atlántica de Castilla», en El español. Orígenes de su diversidad, Madrid, 1989, pp. 53-75. 162 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 9 bendimia en el joio» (ídem, 30); «ba la limeta con el vino = la serbilleta q. bino con el pan y la garpillera» (ídem, 38); «no se le pueden dar porq. las quiere ajuntar a otro jato grande q. tiene» (ídem, 50); «me dexo clabado con tres alms. de trigo q. debia en la aljondiga» (ídem, 69); «les tengo dicho le mandemos cada uno un jase del» (ídem, 74); «ban dos jasitos de juncos y unas batatitas» (ídem, 75); «me mando (...) que las reginchase con las madres» (ídem); «no tube lugar de rebatir la dicha Pipa ni reginchirla» (ídem, 78); «el año pasado plate unos pocos y se perdieron porq. le dio un mogillo blanco debago de la tierra» (ídem); «su tio Dh. Pedro bendio alguna piesa de jerramienta biexa q. abia» (ídem, 79); «todos se asen una jarina y luego q. se remojan se asen pedasos» (ídem, 81); «yo yre aprovechando y ajorando todas las q. pudiere» (ídem, 97); «mandeme Vmd. asufre y medio rial de clabos de jerar para los arcos de fierro» (ídem, 100); «le mandare de aquí la fanega de trigo bien ajechada y conpuesta» (ídem, 104); «tambien se an jurtado las papas de las chosas de tafada» (ídem, 105); «ban atadas con una jebra de hilado» (ídem, 116); «dudo que llegue barco aquí q. lo quiera llebar porq. juyen de llegar a tierra» (ídem, 118); «ella no puede ir a jaserle la escritura a la Ciudad» (ídem, 126); «mi pepa manda tres madegas de hilo blanco y dos guisadas = y de jilado» (ídem, 129); «le tocan a su parte de Vmd. sinco machos y dos baifos genbras» (ídem); «fueron por todos 26 de los quales les llevo el diesmo dos: macho y genbra» (ídem, 132); «biendo io los jablares de cada uno lo solte cargue mi jeramta.y me bine con dios» (ídem, 145); «solo me an entregado una fanega de jabas» (ídem, 147); «a las dose del dia, le gurtaron la Perrita a mi hija unos chiquillos» (Diario, 3); «a no aver sido Miguel Plaseres que se tiró al agua a sacarlo, se hubiera agogado» (ídem, 16); «El juyó y se escondió y la muchacha se quejó al Gobernador» (ídem, 31); «me siguió la cura con unas jilas de ungüento amarillo» (ídem, 49-50); «al cabo de 6 dias se juió para Galdar a embarcarse» (ídem, 57); «murió Jacinto Mederos, Gerrero, y me debia 34 ps. 7 pts. 12 quartos» (ídem, 69); «se casó y veló en la Iglesia Juan Roque y Agustina Marques y Gigera, hija de Maria Higera y de Francisco Marques, pescador» (ídem, 102); «llegó a Canaria el Sor. Obispo, de la visita de la Palma, Gierro y Núm. 50 (2004) 163 10 MARCIAL MORERA PÉREZ Gomera» (ídem, 105-106); «se comieron unas jabas, quejandose el dueño de las habas» (ídem, 116); «ofrecí yo 700 pesos (...), quatro botijas aceite y dos libras jilo carrero y mi persona» (ídem, 130); «En dicho dia se empesaron a jacer los oficios divinos» (ídem, 139); «La vara de sinta de giladillo a quarto y ¼» (Diario histórico I, 111); «por no haverlo fecho, estaba en gran riesgo de caer el maderamiento» (ídem, 136); «Una sita echa por el señor sarxento mayor (...) en dos fojas» (ídem, 204); «y la quina media onsa en polvo con jollín» (ídem, 233); «entre sus pasajeros, el jerreño capitán de mar» (ídem, 279); «Suceso trájico en el Jierro con unos estranjeros» (ídem, 289); «y otros sinco oficiales jerreños de Milisias» (ídem, 303); «Data de la Jolla de Mondalón en el Monte Lentiscal» (ídem, 308); «se persuadieron se ajundía la ciudad» (ídem, 349); «le eché jormigón, y también lo hize echar al almasén grande» (Diario histórico II, 118). c) Aspiración de la /x/ tensa castellana, como se descubre en el hecho de que Silvestre Izquierdo ortografíe con h la j de palabras como migaja, junta, etc., lo que pone, además, de manifiesto que su pronunciación no se diferenciaba de la pronunciación de la aspiración analizada en el apartado anterior: «se fueron aculando todas hunta sobre la fuga de un rrisco mui grande» (Cartas, 23); «ban dos madehitas de hilo y un sestito de ñames» (ídem, 43). d) Aspiración (y en algunos casos pérdida) de la /s/ implosiva, fenómeno que, en las dos zonas del archipiélago representadas por los textos que estudiamos, parece encontrarse ya por esta época totalmente consolidado. Es lo que indican textos como los siguientes: «se fueron aculando todas hunta sobre la fuga de un rrisco mui grande» (Cartas, 23); «bien tarde lechamo (al cochino) agua y de comer y comio bien» (ídem, 24-25); «pero ahora conoco io el buen conseto q. Vmd. hase de mi en q. no le miro pr. sus cosas» (ídem, 25); «hes lo q. le podra dar megores batata» (ídem, 42); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado que las breñas las e baldoniado mucho» (ídem, 63); «se hacen otras q. les sea de su satifacion dellos» (ídem, 90); «bea su merse si son esas la q. dise q. le falta» (ídem, 128); «pidio satifación al Comandante General para ocurrir al Madrí» (Diario, 25); «vino 164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 11 la seula del Consejo para el areglamento de pesos y media de todas las Islas que areglasen por las de Canaria» (ídem, 78); «se leyó en Sto. Domingo un apenitenciado por la Inquisición, por blafemo irreverente, en aver tomado la magestad al tiempo de comulgar y escupirla en el suelo y averla pisotiado» (ídem, 98); «hubo día que morían asta 250 cuerpos» (ídem, 122); «murió la muger de Alensibia de los Barranco» (ídem, 126); «decían los viejos que no avían bisto en su tiempo otros panes en aquella juridición tan frondosos» (Diario histórico I, 228). e) Neutralización de la oposición de las líquidas alveolares /r//l/, generalmente en favor del segundo miembro. Es lo que sucede en el caso de las formas Almáciga, volver, albañil, almacén, remolque, Fulgencio, alguacil, Galván, reservar, clavel, carcelero, Arquineguín, Artenara, culpa, alcanzar, Javier, etc., que los autores ortografían ora con /r/ ora con /l/, según los casos: «tambien las dieron de medias a uno de armasica» (Cartas, 51); «pues conseturara el q. se borbiese luego» (ídem, 70); «mirando q. para borber a poner aquí las pipas tanbien le asen costo» (ídem, 84); «el otro dia se lo borvi a desir» (ídem, 122); «se apreció la casa de D. Francisco Laguna, en que vive Dª. Maria Volcán por el mtro. Visente Falcón de pedrero y por el mtro. Juan Cabral, portugués, de carpintero, cuios aprecios llegaron al Arbañil 291 ps. 7 pts.» (Diario, 5); «le mandé a Dª. Ana del Castillo dose pesos por quenta del armasén de la vodega que le tengo arquilada» (ídem, 15); «pincándole los cabos se la sacaron a la vela y remorque con el maior atrebimiento» (ídem, 20); «amenecio muerto de un fuerte tabardillo el hijo único que tenía D. Furgencio Arturo» (ídem, 23); «hera Arguaciel mayor y disen que hera incompatible» (ídem, 68); «le pagué a Dª. Ana del Castillo (...) los dose pesos del Armasén que le tengo arquilado en la casa de Cotando» (ídem, 74); «compré una cuchara a Fernando Garban, hijo de Diego Garban» (ídem, 81); «me puso mi hija en mi poder unas prendas, las que reselbé contra mi gusto» (ídem); «se hagogó un sobrino del canónigo D. Francisco Anriquez (...), en la mar, por enfrente de la calle del Claber» (ídem, 85); «fue motivo para embriagarse el calselero y calseleros para que ellos tubieran la libertá de salir» (ídem, 115); «Y el calselero fué desterrado a un presidio por 6 años» (ídem); «Estos ingleses saltaNúm. 50 (2004) 165 12 MARCIAL MORERA PÉREZ ron por Alganiguín y allí tomo algunos animalillos, guebos, gallinas y demás» (ídem, 130); «ofrecí de hacer una esplanada de artilleria en la marina al salir la calle del Claver» (ídem, 137); «se agogó un soldado que era cabo o sargento de Altenara» (ídem, 146); «declaró que el sobrino no a tenido curpa, y sanó de esta enfermedá» (ídem, 147); «murio de repente Frasquita Ortega Gil, (...) sin arcansal el S. Tolio» (ídem, 148); «le rompió una paré del armasén» (ídem, 151); «se entró en la casa del Sor. Oydor Oromiz un ladrón, hijo de Jabiel el tuerto» (ídem, 152153); «de arquiler di una moneda por cada camello» (Diario histórico I, 114); «Escritura de arrendamiento de las tierras de Tetil» (ídem, 156); «un barco de costa con la gente y demás peltrechos necesarios para la tentativa de la pesca» (ídem, 315); «arquilé en veinte y quatro pesos al año al contador don Francisco Días» (Diario histórico II, 62-63). También pertenecen a este apartado las formas armitir, armirar, etc., de textos como los siguientes: «sin remición de que se bolviera mas armitir en la Iglesia a este» (Diario, 101); «fue bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con armiración de quantos le mirabamos» (ídem, 136). Obviamente, se trata de formas que tenían originariamente el grupo consonántico /-dm-/, que el habla popular insular resuelve en /-lm-/, como veremos luego. Aunque muy raramente, también se detecta alguna que otra neutralización de la oposición consonántica que nos ocupa en posición explosiva: v. gr., pelegrina, por peregrina, flaile, y no fraile, etc.: «bibia en la calle de Pelegrina» (Diario, 81); «se halló muerto al padre de Salbador el Flayle» (ídem, 118). Como ponen de manifiesto los mismos ejemplos aducidos, esta práctica fónica estaba por la época que estudiamos mucho más extendida en el habla grancanaria (incluso en la propia de la burguesía, clase social a la que pertenece Antonio Betancourt) que en el habla tinerfeña. Es prueba de que se trataba de un fenómeno de implantación más o menos reciente, que penetra en el archipiélago por la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, como otras tantas prácticas lingüísticas. f) En posición intervocálica (o flanquedas por líquida), las consonantes sordas /p/, /t/ y /k/ sonorizan esporádicamente, 166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 13 como se aprecia en los siguientes ejemplos: «en orden algodón tres pies no mas son lo q. ai todos petiseguos y quebrados de los bientos» (Cartas, 78); «no ai a quien apelar ni alguiladas ni dadas» (ídem, 97); «fue tan fuerte su estrépido que se oyó en la ciudad el golpe» (Diario, 86). Mucho más esporádica todavía es el ensordecimiento de las sonoras correspondientes. Es fenómeno que solamente hemos detectado en la forma gangrena: «murió D. Christobal Flores el músico encangrenado. Se enterró en Sto. Domingo y su enfermedá fué de mui pocos dias» (Diario, 86); «a este le entró cangrena» (ídem, 111). g) La consonante /b/ suele convertirse en /g/ cuando aparece seguida de la vocal velar /u/: «llegó a Canaria el aguelo de Ramonsillo el de mi hermana Francisca» (Diario, 16); «anoche se despareció una en el mismo abujero adonde las echamos a dormir» (ídem, 38); «murió la agüela de D. Sipriano Avilés» (ídem, 133). Al contrario, es muy probable que, por ultracorrección, la /g/ (etimológica o popular) seguida de la mencionada vocal se convierta a veces en /b/: «ba media fanega de avas = unas papas = quatro bubangos = sebollas = y dos sestitos de fruta uno de sirbuelas» (Cartas, 22); «ban unas papas = tres sestitos de fruta dos de sirbuelas» (ídem, 87); «se hiso la escritura de la casa que compró Maria Higera (...) a Josef Butierres el Purrandaño, uezº. De Santa Cruz» (Diario, 90). h) La /d/ intervocálica aparece frecuentemente elidida en el caso del texto grancanario, no así en el de la provincia occidental. Es lo que les ha sucedido a las formas dentadura, cédula, marido, destacamento, discordia, Cádiz de los fragmentos que reproducimos a continuación: «la primera incomodidá que me avía dado mi entadura» (Diario, 34); «se rrematan por seulas en los 3 domingos primeros de Enero» (ídem, 39); «Y asimismo me entregó Ramón de Sta Ana, marío de Teresa, una cucharilla plata» (ídem, 41); «pesando el pescado de su barco, Francisco Miguel, marío de Frascorra Timoteo» (ídem, 48); «yendo a mariscar un meliciano de los que hian de estacamento al puerto, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «hubo una iscordia entre el cura de Arucas, el sacristán y monigotes con el alcalde» (ídem, 140); «salieron del Puerto de la Lus el barco de D. Juan Gabaso para Mogador y Cayz» (ídem, 169). Por el contrario, la Núm. 50 (2004) 167 14 MARCIAL MORERA PÉREZ /d/ etimológica del verbo ver (lat. videre), se conserva intacta en la primera persona del singular del pretérito indefinido: «yo lo bide pero paresiome mui granado» (Cartas, 32); «El dia Juebes fui a misa a taganana y vide las quatro pipas q. estan en el roque de las bodegas» (ídem, 93). Como reacción a esta tendencia que los hablantes sienten muy popular, se introduce a veces una /d/ entre las vocales de determinados hiatos, como se aprecia en los textos siguientes: «En este mes de maio de 1798 acadeció la falta del tabaco» (Diario, 31); «regalé a la Sra. Abbadesa con dos millares cacado y dos gallinas gallipabas» (ídem, 45); «una enfermedá muy aguda, que fué serrarse las dos vidas» (ídem, 149). También aparece elidida la /b/ intervocálica del pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir: «estube con Juan bastian quien me dixo hia a trillar» (Cartas, 52); «eogenio se fue uyendo de aqu sin yo saber q. se hia» (ídem, 69); «le benían dando a las bombas continuamente, que hía para el Norte mérica» (Diario, 4); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de estacamente al puerto, se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «Y de cinco que hían solo se agogaron las dos» (ídem, 110). i) Determinadas consonantes implosivas tónicas tienden a perderse en posición final absoluta. Es lo que ocurre sistemáticamente en el caso de la consonante /-d/: v. gr., «el qual se hiso con pare bien alta» (Cartas, 36); «y yo si es bolunta de Vmd. q. se la quiten no tengo enpeño» (ídem, 45); «me causa mucha nobeda y me ase fuerza el creerlo porq. yo ynoro el motivo q. aia para ello» (ídem, 53); «pero no cogen para pagar la mita de lo que deben» (ídem, 59); «mi bolunta buena es de poderla sacar el agua» (ídem, 63); «ba almu y medio de lantegas» (ídem, 76); «Mui Sr. mio no respondo ahora con clarida en orden al bino» (ídem, 77); «a esto respondo q. si Vmd. tiene tanta bolunta de quitarmela de ensima» (ídem, 142); «se sacó los premios del cochino de San Antonio Abá» (Diario, 3); «la mortandá de los Ingleses se infieren fue mui grande» (ídem, 24); «pidio satifación al Comandante General para ocurrir al Madrí» (ídem, 25); «Se determinó mandar compañías en li de guerra» (ídem, 25-26); se alborotó la ciudá, a causa de aver tirado un cañonaso el castillo del puerto» (ídem, 85); «se sosegó esta tempestá y 168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 15 empesó a llover de la una de la noche en hadelante» (ídem, 87); «las que se hisieron con la maior solenida» (ídem, 122); «en la misma noche hiso un agujero en la paré» (ídem, 149). También es frecuente la elisión de la consonante nasal en posición final absoluta de palabra, como vemos en los siguientes textos: «todo lo que queda de mantencio dentro de la casa son nuebe almudes de trigo» (Cartas, 41); «algunos de los vezinos q. pudiera tenerle dos o tres dise que le tendra» (ídem, 44); «le habrieron la puerta de la lonja del viato Franciso Carme» (Diario, 21); «murió Pepe Candelaria, sapatero y marío de Agustina Chaschas, muy devoto de Ntra. Sra. del Carme» (ídem, 64); «fuí a Saltutejo o Engostura que llama en la Vega, a ver a mi hija y pasar un dia con ella» (ídem, 83); «por cuio motibo pasaba por aquel vejame vergonsoso» (ídem, 103). Por el contrario, en el caso del pronombre existencial nadie, se añade una nasal: «me quisieron quitar los calsones q. me balio tenerlos bien amarados porq. quieran vivir a su gusto y que nadien les diga nada» (Cartas, 51); «nadien quiere mandarle del q. tiene como lo e mandado yo» (ídem, 74). Más esporádica resulta la elisión de la consonante vibrante /r/ en posición final absoluta de palabra, aunque también se detecta algún que otro caso: «con tanta agua no se han podido fabrica las tierras en la breña» (Cartas, 76); «Se presentó Sebastián Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a jalar la madera» (Diario, 111). Por su parte, la forma reloj se pronuncia con la consonante velar final aspirada: «se puso el rrelos en la Sta. Iglecia y empesó a dar las oras» (Diario, 141). j) La oposición /y/-/ll/ presenta dos soluciones distintas, según los casos. En los textos de Silvestre Izquierdo y Antonio Bentancourt, no existe ni el más mínimo indicio de yeísmo. La consonante /ll/ se mantiene incólume en todos sus contextos tradicionales: «pocos son los que se allan en todos los vezinos porq. las gallinas no quieren poner» (Cartas, 38); «por aca no las allo caros ni baratos» (ídem, 47); «lleva el moso una fanega de trigo y 8 alms. de papas» (ídem, 51); «benia mal capado pues una criadilla se le a buelto abaxo» (ídem, 57); «es lo mismo q. llebar gallinas» (ídem); «en orden al sebollino tanto yo como Núm. 50 (2004) 169 16 MARCIAL MORERA PÉREZ todos los demás sembranos para toda las palmas» (ídem, 59); «no se como se llama ni lo e bisto estos dias» (ídem, 74); «esta toda matada de modo q. no se le puede poner la silleta y de llevarla no llegara alla» (ídem, 107); «Vino el médico, le aplicó un baño a los pies, una tasa de agua de toronjil y unas cataplasmas de mostacilla» (Diario, 11); «desde que salieron de la ciudad les fue llobiendo» (ídem, 20); «se cogió una balandrilla inglesa por detrás de los rroques de la Isleta» (ídem, 136). Por el contrario, el diario de Isidoro Romero y Ceballos confunde sistemáticamente el uso de ambas grafías, lo que pone de manifiesto que es su autor es flagrantemente yeísta: «Una compañía de sinco aserradores de Molla me aserraron dies hilos en dos días» (Diario histórico I, 120); «concurrir con su bestia de gracia cada ves que vallamos a Teror» (ídem, 153); «se olleron tres o quatro truenos mui recios sobre esta ciudad de Canaria» (ídem, 209); «El día 24 calló un hombre de los que estavan desvaratando las paredes de la capilla de la parroquia vieja» (ídem, 223); «las tercianas fueron disminullendo de su bigor» (ídem, 233); «aniquilaron la llerva, malograron la mayor parte de las crías en el ganado menor» (ídem, 239); «Paren a dos cachorros las lleguas y cae nieve» (ídem, 240); «estando la luna bien clara se estrayó por una imprudente confiansa» (ídem, 273); «Duró poco más de media hora, callendo tanta agua» (Diario histórico II, 15); «trastornando enteramente el gobierno monárquico sustitullendo república» (ídem, 26); «se manifestava de los cuerpos que con frequencia arrojava el mar a las plallas» (ídem, 45); «se reedificó (...) la casa que está en el hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (ídem, 70); «hasta fines de mallo corrió el barranco» (ídem, 89); «hize el muro y pollo que está en el huertito contiguo» (ídem, 117); «se restitulleron a esa ysla al cabo de quince días» (ídem, 121); «se desarroyaron los miasmas del contagio que avía avido en la calle de Travieso» (ídem, 193). Obviamente, no se trata de una práctica de pronunciación general en el archipiélago por la época que nos ocupa, sino simplemente de un hecho idiolectal que afecta solamente al hablante que consideramos, que, como sabemos, había nacido y vivido los primeros nueve años de su vida en Caracas12, donde el 12 Es lo que señala V. J. Suárez Grimón en la introducción de la obra, p. 35. 170 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 17 yeísmo había arraigado desde antiguo. En todo caso, se trata de un indicio de que el yeísmo que se empieza a detectar en el archipiélago a partir del siglo XX puede haber tenido su origen en América, más que en Andalucía.. k) Los grupos consonánticos, por fin, presentan soluciones diversas, según los casos: ka) El gruño /-kt/- se reduce sistemáticamente a la forma /t/: «los demas sienten q. yo les de mas de aquello q. hera su ditamen» (Cartas, 47); «desde el mes de otubre no se a bisto una bonansa para poder cargar» (ídem, 118); «respeto a lo q. Vmd. mescrive no puedo degar de responder» (ídem, 120); «a graduarse para estar ato para la canongia» (Diario, 6); «estaba yo en la atualidad de la fabrica de la casa de la calle de la Pelegrina» (ídem, 38); «me hizo el Sor. Provisor D. Miguel Toledo una visita con muchas afetaciones de cariño» (ídem, 51); «En 19 de Junio de 1800, juebes, dia otabo de Corpus, fué el primero dia que se puso de minifiesto el pan de media libra» (ídem, 58); «se echó menos un rrobo que se le hiso Antonio Rodrigues en la tienda, marido de una hija de la retora» (ídem, 102); «murió fray Agustin Camara, Religioso Agustino, por su estrabagante conduta» (ídem, 109); «les hiso fuego el rreduto de la Carneseria» (ídem, 135); «el fiscal atual se llamaba D. José Osse» (ídem, 156). kb) Los grupos /-bs/-, /-ks/- y /-ps/- simplifican en la consonante /s/: «nada mas armaron un motin no mas q. porq. les digo q. se an de oserbar todas sus ordenes» (Cartas, 51); «ademas de su asidente habitual se le añade la pesadumbre de q. los vezinos le quieren aser cargo de algunos sien pesos de la aljondiga q. faltaron de la arca» (ídem, 124); «murió de repente D. Baltasar Martínez de un asidente que le dió» (Diario, 7); «cuia limosna hice en osequio del santo» (ídem, 33); «habiendo hesaminado al padre de la hija se le entregó a su tio Petro Yanes» (ídem, 40); «me costó 90 pesos que hesibí» (ídem, 46); «no se avia descubierto que yntencion o Núm. 50 (2004) 171 18 MARCIAL MORERA PÉREZ kc) kd) ke) kf) 172 malinidá de estas asiones» (ídem, 54); «cayeron dos sentellas o hesalaciones grandes» (ídem, 86); «me hisieron muchos osequios» (ídem, 108). El grupo consonántico /-ns/- se resuelve en /s/ aspirada: «Cayó al istante, le llevaron al ospital, y el que hirió se rrefugió en la Iglesia» (Diario, 110); «llegó a Canª. el Barco (...), con la novedá de averse cospirado la compañía contra su mandador todo el viaje» (ídem, 127); «en los apuntes q. tiene alla costan las cabras q. tenia en aquel tpo.» (ídem, 132); «le despidieron del coro al istante, lo avilitaron por aver sido provocado por el D. Francisco» (ídem, 152). El grupo consonántico /-ng/- se reduce a la nasal /n/: «y aunque tengo aquí las pipas basias q. binieron de Sta. Cruz son más yndinas q. las otras» (Cartas, 46); «ynoro el motivo porque fue tan grande agrabio» (ídem, 147); «siendo testigos D. Fernando Sotto y Inacio Trabieso, mtro. carpintero» (Diario, 33); «recaló una balandra inglesa europea con la bandera y insinia de San Jorge» (Diario histórico I, 249). El grupo /-nx/- se resuelve siempre en aspiración: «ban unas batatas y calavasas sebollas y unas pocas de naraxas dulses» (Cartas, 34); «ahora ban nueve alms. de habas y unas batatas = y unas naragas q. es lo q. pueden llevar» (ídem, 70); «mas ban unos limones y unas narajas» (ídem, 108). Los grupos consonánticos /-dm/-, /-dk/- y /-db/- suelen presentar dos soluciones distintas. En unos casos, se reducen a las formas /m/, /k/ o /b/: «Mui Sr. mio resivi el de Vmd. y quedo abertido de lo q. en el me avisa» (Cartas, 104); «En este dia, juebes de Dolores, 6 de Abril de 1797, aministraron a Larenza Galindo» (Diario, 19); «a quien se le aministró en hesa misma noche» (ídem, 52); «dio D. Esteban Laguna memorial al Cabildo para ver si le amitian en la contaduria» (ídem, 61); «no quería morir ni menos que se le aministrara» (ídem, 109). En otros, simplemente transforma en /l/ la consonante inicial del grupo: «los mas q. puedan alquerir noticias ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 19 dellos» (Cartas, 106); «son quentos q. a Vmd. le lleban por aserme a mi ese favor lo qual conosco por su mismo papel q. Vmd. los almite» (ídem, 137); «se encallaron en la misma boca de barranco, con que fué almiración de todos su tamaño» (Diario, 84); «puso en almiración a las gentes» (ídem, 87). kg) El grupo consonántico /rl/ aparece a veces reducido a la forma /l/, tal vez después de pasar por la fase /hl/: «muchas della es menester entrales duelas y piesas de fondo q. daran q. aser» (Cartas, 92). Por el contrario, el grupo consonántico /rn/ aparece intacto en nuestros textos: «llebaron la sernidera a la Iglesia y empeso desde este dia a ganar un rreal» (Diario, 13); «puse con arena del Varranco sernida (...) seis fanagas quatro almudes de trigo de Agüimes» (ídem, 59). l) También se detectan algunos casos de metátesis, sobre todo de la consonate /r/: v. gr., «fue Manuela Higera, que estaba en casa de Grabiela y Maria Mersedes en casa de la madre de Manuela» (Diario, 55); «Esta es la misma a quien yo compré la casa de la calle de Triana, que frabiqué y vibe en ella Mari Higera» (ídem, 148). 3. ASPECTOS GRAMATICALES Los aspectos gramaticales más relevantes de los tres documentos que nos ocupan pueden resumirse en los siguiente apartados: a) Empleo más o menos sistemático de los sufijos diminutivos -ito, -illo e -ico, aunque con sentido distinto, por lo menos en el caso de los dos primeros: mientras que -ito se usa siempre con matiz apreciativo, como se observa en los ejemplos que siguen: «ban 8 quesitos y una sartita de pescado que me dieron los barqueros» (Cartas, 19); «otros responden q. que no tienen lugar porq. estan recoxiendo sus frutitos» (ídem, 21); «todos estabamos muy atracados con las alsitas de las viñas» (ídem); «partisipo a Vmd. como se le a muerto uno de los dos lechonNúm. 50 (2004) 173 20 MARCIAL MORERA PÉREZ sitos» (ídem, 23); «al pte. Ai por recoxer esas papitas buenas o malas» (ídem, 26); «al Sr. beneficiado le dixe de la quentesita y responde como siempre» (ídem, 33); «ba la bara = y los plantonsitos de breveras blancas» (ídem, 37); «ba la sierrita y las papas que Vmd. pide» (ídem, 39); «en quanto a los carneritos del año pasado tiene tres y dos carneros grandes» (ídem, 44); «lo q. le queda en las cabras es un castradito no mas» (ídem); «mando con eogenio una fanega de trigo de la breña y un costalito de papas = y un bubanguito» (ídem, 48-49); «es presiso degar todas las menuditas para semilla» (ídem, 55); «manuela lleva las dos gallinas q. le abian quedado en mi poder pollitas» (ídem, 117); «se hizo la escritura de la casita de Santo Domingo» (Diario, 46); «murió Francisco, el bobito del Sor. Alfaro» (ídem, 26); «En 9 dicho le empezaron a salir las virgüelas a mi nietecito Nicolás» (ídem, 38); «murió Juan Galindo, el bobito, de una calda que se dise le dió Raimundo Casares» (ídem, 50); «le regalé al Sor. Provisor D. Miguel Toledo, que estaba en la casa de la hacienda de D. Agustin Andrada en el monte un barrilito de salmón de fuera» (ídem, 56); «todos aquellos millos de sequero que cogió ia grandecitos» (Diario histórico I, 228); «En este mes hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terrera mía de la calle de Triana» (Diario histórico II, 88); «se hicieron los muritos de resguardo de la Alameda» (ídem, 98); -illo presenta un matiz más bien atenuativo, como vemos en los casos siguientes: «algunas salieron algo adolesidas y con algunos golpillos» (Cartas, 23); «este año pasado senbre unos pedasillos deste trigo» (ídem, 58); «aun tengo el millo sin desgranar y algunas calabasillas sin coger» (ídem, 65); «se quedó un pedasillo por cabar» (ídem, 127); «la que no entró y vino por el pilarillo del Perro» (Diario, 78); «Escritura hecha por Baltasar Hernández Reyes, vecino de Barjada, de una suertecilla de tierra montuosa y por hacer» (Diario histórico I, 197)13. La diferencia de matiz entre estos dos sufijos es mucho más evidente cuando se combinan con nombres propios de persona. En esta distribución, lo normal es que -ito se combine, bien con nombres pro13 Vid. mi artículo «Los diminutivos en el español de Fuerteventura», en Español de Canarias e identidad nacional, Puerto del Rosario, 1997, pp. 157-169. 174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 21 pios de personas jóvenes de la clase alta, como en el caso de las frases «tambien lleva una libra de lino que manda a pedir Señorita mariquita» (Cartas, 108); «ban dos madegitas de hilo q. mando señora Mariquita a pepa para que se lo guisara» (ídem, 116); «fue la primera leción que se le dió a Nicolasito en la Gitarra por su mtro. D. Christobal Millares» (Diario, 113); «Este contagio tocó a mi último hijo Tomasito, de edad de ocho meses» (Diario histórico I, 232), bien con nombres propios de personas mayores de la clase popular, con un sentido de ‘respeto cariñoso’: «me notician de la cojida del barco de Siprianito Aviles, que se lo tomó el francés» (Diario, 4); «ofresiendo dar el barco a Roquito Gre» (ídem, 23); «fui yo con Domingito el de Terrero a haserme entrega de dicho barco» (ídem); «parió Agustinita Marta una niña» (ídem, 29); «se enterró María Antonia, muger de Dominguito el Serero» (ídem, 38); «regalé a Fabianita de S. Benito Velasco (...) con tres pesos fuertes» (ídem, 45); «me presenté al Sor. Corregidor Ibañes a hacerle una súplica por parte de Periquito Nabarro» (ídem, 47); «se casó la hija de Mariquita Cruz, comadre de D. Rodrigo» (ídem, 49); «parió Ramonsita, la muger de Pepito de la Nuez» (ídem, 79); «administraron a Mariquita Antonia Cardoso, a causa de un fuerte asidente que le dió en la noche» (ídem, 79); «llegó a Canª. de Abogado el hijo de Mariquita Lugana» (ídem, 82); «se botó el navío del capitan Luna de Lanzarote y de D. Manuel el marido de Caethanita Galindo» (ídem, 100); «se le puso un ministro de guarda en la casa de Roquito el palmero» (ídem, 103); «a la prima noche, administraron a Estebanita Galindo» (ídem, 120); «amaneció un papel de mui buena letra puesto en la puerta de D. Manuel Alfonso, marido de Caitanita Galindo» (ídem, 134)14. Es muy probable que se trate de una mera extensión semántica del empleo anterior. En todo caso, hay que tener en cuenta que nos encontramos ante un uso que solamente se detecta en el texto grancanario, no en el tinerfeño. Las formas -illo e -ico se combinan siempre con nombres propios de niños y de personas sin relieve social: «Lleva Juanillo 14 Vid. mi «El diminutivo de respeto cariñoso: aspectos semánticos y difusión en Canarias», en Español de Canarias e identidad nacional, pp. 171-178. Núm. 50 (2004) 175 22 MARCIAL MORERA PÉREZ tres muestras del bino de abaxo» (Cartas, 61); «se escaldó Mariquilla, la chiquilla que tenía mi hija en su casa» (Diario, 168); «anica la billera debe dos pagas a sinco almudes por cada paga» (Cartas, 55); «se acababa de casar con el hermano Agustinico Morejón» (Diario, 16); «se quedó muerta de repente Anica Caneda, madre de Juan Caneda el músico» (ídem, 29); «se hizo en la casa de Francisca Higera y Anica su hermana un combite» (ídem, 74-75); se presentó Juanico Baiz en calidá de preso en el Principal» (ídem, 102); «murió de repente, sin alcanzar el santolio, Juanico el pífano mayor de la tropa» (ídem, 106); «murió Teresica Naranjo, muger de D. Rafael Pastrana, la que padeció larga enfermedad a rresultas de un parto» (ídem, 131); «El día 15 les dio la primera calentura a Francisca, Jerónima y Aniquita» (Diario histórico II, 61). El empleo que comentamos de los sufijos diminutivos forma en realidad parte de un complejo sistema de tratamiento, donde entran en juego, además, las fórmulas léxicas don, señor, maestro, tío. Este sistema está organizado internamente de la siguiente manera. A las personas adultas de la clase alta, como autoridades militares o religiosas, grandes comerciantes, terratenientes, etc., les corresponde las fórmulas de tratamiento don, señor, vuestra merced y su merced: «murió el Sor. Cangº. D. Rafael Ramos» (Diario, 9); «se embarco Dª. Clara Romero para Sta. Cruz con Don Pedro Sarate, procurador» (ídem, 10); «murió el cura D. Pablo de Silva, casi de repente, sin embargo de haber estado malo por muchos días con una fatiga en el pecho que le estaba agogando» (ídem, 22); «En este dia 3 de maio, dia de la santísima Cruz, dió la criada de D. Agustín García una caída muy grande de la sotea de las Sras. Reyes al patio» (ídem, 54); «salió (...) el Sor. Oydor Virgil (...), para de allí irse para España junto con su esposa Dª. Josefa del Toro y Falcón» (ídem, 100); «murió Dª. Isabel del Castillo, hermana del Coronel D. Juan del Castillo» (ídem); «vinieron asistir en casa dos franzeses recomendados por los Sres. Casalones; el uno llamado D. Santiago y el otro D. Juan» (ídem, 102); «murió D. Francisco Torres, organista maior de la Sta. Iglesia» (ídem, 153); «murió D. Miguel Albarado, clérigo, del mal de orina» (ídem, 168); «el poquito de lino q. toca a su merced de todos los vezinos me lo an entregado» (Cartas, 19); 176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 23 «ban las dos bestias de su merse porque la mia ni aun basia se puede menear» (ídem, 29); «Mui Sr. mio resivi el de Vmd. y quede enterado de todo lo contenido en él» (ídem, 59). A los niños y jóvenes de la clase alta, el tratamiento -ito. A las personas de cierta consideración de la clase popular, también el tratamiento -ito. A los profesionales, como zapateros, barberos, albañiles, etc., les correspondía el tratamiento de maestro: «En 22 de Junio de 1798, entregué al mtro. Vizente dos velas de a libra» (Diario, 32); «murió el mtro. Josef de Mesa, pedredo» (ídem, 46); «murió Bernardo el figón, suegro de mtro. Bernardo, mi barbero» (ídem, 149); «murió la muger del mtro. zapatero Josef Pinto» (ídem, 154); «estrené las gafas de plata que me hiso el mtro. Carlos» (ídem, 162); «Buen oficial de mampostería en la ciudad es el maestro Vicente Falcón, diestro de mano y aseado» (Diario histórico I, 118). A las personas menos cualificadas de la clase popular, se denomina con el nombre propio a secas: «murió Salbador Peres, tonelero» (Diario, 152); «heredó Andrés Melián, su criado» (ídem, 153); «murió María Rosa, panadera» (ídem, 166). A los niños, disminuidos, etc., de la clase popular, les correspondía habitualmente el tratamiento -illo o -ico. A las personas mayores que se trataban con cierto cariño o proximidad, se les daba el tratamiento de tío, origen del posterior cho canario, casi desaparecido ya del habla viva: «la que entregué al mandadero tío Juan» (Diario, 44); «despidió mi hija a Mariquilla, la hija de tía María, que carga el agua» (ídem, 161). Referidos a individuos de la clase popular, es también muy frecuente, sobre todo en el documento grancanario, el uso de apodos. Se trata de nombres tanto de procedencia general como de procedencia dialectal: patata [«parió Maria del Pino, cuarta mujer de Pepe patata» (Diario, 8)], mañanica [«a causa de haver dado quenta un arriero que llaman Mañanica» (ídem, 41)]; caja la playa [«cuio muchacho era hijo de Caga la Plaia» (ídem, 93)], boca de cabrilla («dió D. Bartholomé boca de cabrilla y castellano del castillo del Rey una calda de palos a una chica» (ídem, 104), tocha [«amanesió agogada en el charco de agua dulce (...) Antonia la Tocha, ya de edad, limosnera» (ídem, 131)], rascacio [«despidió Dª. Maria Volcán a la chiquilla Antonia, hija de Núm. 50 (2004) 177 24 MARCIAL MORERA PÉREZ Esteban Rascacio, que la tenía en mi casa» (ídem, 140)], curro [«También murió en la misma noche de otro asidente Agustinita la Curra y Andrés Cabrera de Tamaseite» (ídem, 160)], gangocha [«murió Luis Gangocha a causa de una quebradura» (ídem, 162)], pepino [«murió de un falto Luis Falcón, que lo llamaban Luis Pepino, latonero en el ospital» (ídem, 162)], etc.15 Combinado con sustantivos denotativos de parte del día, el sufijo -ito se usa para precisar la localización temporal: «fue su parto por la mañanita» (Diario, 139); «a la tardesita echó dos botes, el uno a las Comedurías» (ídem, 144). Desde el punto de vista formal, hay que decir que, en palabras agudas, el sufijo que nos ocupa suele ir precedido del interfijo /-s-/, como se aprecia en los mismo ejemplos aducidos antes, aunque, de forma esporádica, se añade directamente: «y en qto. a los lechonitos q. Vmd. dise le presisan mandar luego = digo q. aca hasta ora no ai» (Cartas, 19-20); «Señor le dio quenta a Vmd. como en la punta ai un ladronito de ganado y de todas cosas» (ídem, 105). b) El sufijo -ero aparece sistemáticamente en la formación de nombres de árboles frutales, como vemos en los siguientes ejemplos, «en quanto a las pimenteras no las mando ahora porq. las q. ai estan quanto nasiditas» (Cartas, 18); «los mansaneritos y parras estan plantados adonde Vmd. a mandado» (ídem, 35); «fu el dia q. binieron los arvolitos q. me avisara q. los manzaneritos se los plantase en su guerta» (ídem, 114); «con árboles de higuera y granaderos, y el agua que le pertenece» (Diario histórico I, 197); «un pedaso de tierra con cinco higueras y un membrillero» (ídem, 198); «agua para regar el llano de los almendreros» (ídem, 282); «planté los limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones» (ídem, 287). c) El sufijo -ada aparece muy frecuentemente en la forma15 Vid. mi «Diminutivos, apodos, hipocorísticos, nombres de parentesco y nombres de edad en el sistema de tratamientos populares de Fuerteventura (Canarias)», en La formación del vocabulario canario, Tenerife, 1993, pp. 219-244. 178 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 25 ción de sustantivos de acción: «con la dilubiada del domingo de lasaro no quedo rastro del» (Cartas, 76). d) En el terreno pronominal, son dignos de destacar los dos hechos siguientes: Por una parte, los pronombres complementarios lo y le por lo general aparecen empleados en el texto siguiendo las pautas de los orígenes de la lengua: i. e., lo como acusativo y le como dativo, según se aprecia en los siguientes ejemplos: «no le conbiene el tenerla a Vmd. ni a mi porq. siempre an de aser daño en la biña» (Cartas, 43); «no ai quien las quiera coger no degandoles siempre el pasto» (ídem, 50); «a ribero no lo e bisto para preguntarle pr. el baifo del diesmo» (ídem, 52); «en qto. a berdolaga no la ai ahora en las guertas» (ídem, 54); «y le pagué a la negra azafrana porque le quidara en su enfermedá dos ptª. Cada dia, que fueron 13 dias los de su grabedá» (Diario, 16); «mataron unos ladrones a Marcos Artiles (...) y aunque lo mataron no le robaron» (ídem, 90); «le pusieron Manuel Antonio y lo crió su misma madre» (ídem, 121); «a transar lo que le daban por cada barco, menos el de la Habana, que lo dejaban para sí» (ídem, 130). No obstante esto, en el texto grancanario son frecuentes los casos de leísmo de persona: «le estaba auciliándole D. Agustín Cabral» (Diario, 10); «solo le acompañó en el barco de descarga» (ídem, 53); «Vino a su casa, que le trajeron, y murió a los 4 dias» (ídem, 87); «se le puso preso con el fin de embarcarle para la Madera» (ídem, 101); «le pusieron preso al Alcalde y Alcaldes, a Juan el barbero» (ídem, 114); «mataron al capitan (...), en cuia misma bateria caió al agua o le botaron» (ídem, 168); e incluso de leísmo de referente no personal, aunque, obviamente, de forma más esporádica: «desian los nacidos que en su vida no le (el mar) avían visto tan fuerte» (Diario, 3); «pero el biento tan favorable que traiba el Carme fue bastante para entrarse en el puerto y escapar de ella con armiración de quantos le mirábamos» (ídem, 136). Lo más probable es que se trate de una novedad del habla de la burguesía grancanaria, que no habría de tener éxito en el resto de las hablas insulares. La forma plural les aparece en ocasiones con la s elidida: «dexe de darla a todos y cada uno como le corresponde» (Cartas, 62). Núm. 50 (2004) 179 26 MARCIAL MORERA PÉREZ Por otra parte, el pronombre relativo cual, presenta la forma cualo en algún que otro texto: «los vezinos disen q. le pueden tener a la hoxa a qualos contenplo que los tendra entre machos y borregos» (Cartas, 44). e) En lo relativo al verbo, se destacan los siguientes hechos: ea) Determinados verbos que se usan como primitivos en la norma estándar aparecen prefijados por la preposición -a: «yo ocupe a todos los bezinos aber si entre ellos ajuntava algunos manogitos» (Cartas, 30); «disen no pueden asurcar la tierra por seca» (ídem, 63); «en orden a las obexas los hise ajuntar» (ídem, 104); «dise que la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la lengua» (Diario, 104). También se da el caso contrario, es decir, usar en su forma primitiva determinados verbos que en la norma estándar aparecen prefijados: «el lino se acabo de liñar el qual remito beinte libras» (Cartas, 25); «los perros un día se marran y otros se sueltan» (ídem, 26); «es pr. donde los barqueros las garan quando las nadan» (ídem, 111); «tanta le entraba como se le sumia por el fondo» (ídem, 153); «les di de comer a 27 palmeros que hera la compaña del barco del Gallito, que los avia prisionado el Inglés» (Diario, 21). eb) El pretérito indefinido se usa tanto para expresar el pasado remoto: «Muy Señor mio el dia Jueves fui a las cabras a partir de la cria y partimos catorse baifos a cada uno tocaron siete quatro hembras y tres machos» (Cartas, 46); «Este se portó muy malamente por su estrabagancia, dió muchas incomodidades en la Iglesia, quien habia caminado con las mejores ventajas» (Diario, 101); como para expresar el pasado reciente: «Mui Sr. mio resivi el de Vmd. y quede enterado de todo lo contenido en el» (Cartas, 59); «En este día, 29 de Abril de 1797, a la noche, ia de San Pedro mártir, le habrieron la puerta de la lonja del viato Francisco Carme» (Diario, 21); «En este dia, 24 de marzo de 98, me ragaló la Sra. S. Francisco de Asís un quadrito de la madre S. Esteban, que me avia ynviado para mi enfermedad que 180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 27 me dio del costado» (ídem, 29-30). Además, esta forma verbal hace la primera persona plural de la primera conjugación en la forma -amos, no en la forma -emos, que tanto se ha empleado en Canarias: «hoy Juebes nos aguantamos quinse hombres a sorivar en la guerta y se sorivo como la mita de lo que presisava de sorrivarse» (Cartas, 41). ec) El llamado pretérito perfecto se suele emplear con el sentido de ‘pasado no terminado’, tal como se aprecia en los siguientes ejemplos: «creo que Vmd. esta en el conosimiento q. aquí siempre abido junco de sobra pero es a la contra porq. dispues q. conosco las palmas senpre se a hido a coger fuera de aquí como a sido a benixo y adonde llaman el orobal» (Cartas, 73); «tanbien me escribio Vmd. en dias pasado q. las breñas las e baldoniado mucho a lo q. respondo q. en quanto a la biña le ago todas sus fabricas» (ídem, 63). A pesar de ello, tampoco es raro su uso en el sentido de ‘pasado reciente’, como en la norma más estándar: «en quanto a las papas que Vmd. a mandando para q. se planten digo q. de la primera fanega plate luego unas pocas delante de la hermita» (ídem). ed) El pretérito imperfecto de subjuntivo aparece tanto en la forma -ra: «en quanto a las cabras yo me alegrara no quedaran aquí todo el año» (Cartas, 50); «siempre q. el moso pueda vinir por algo de carga todas las semanas me alegrara» (ídem, 95); «al primer puerto que llegara se entregase aquel corregidor» (Diario, 156), como en la forma -se: «en quanto a la carga q. Vmd. me avisa pusiese en taganana a mediado de semana no la mande» (Cartas, 66); «me prebiene q. le avisase si los abia para estos días» (ídem, 114); «le ofrecí por mano de D. Juan Sall el dinero que necesitase» (Diario, 10); «le mandé carta al Sor. Corr. Para que me ocupase en todo lo que se le ofresca» (ídem, 11); «empezó a llober todo el mas del dia, sin que se viese el sol» (ídem, 44); «y echando unas gotas de aguardiente fuerte le tibiase y se pusiese unos paños al dia y la noche» (ídem, 68); Núm. 50 (2004) 181 28 MARCIAL MORERA PÉREZ «nos combenimos le mandase el cofre» (ídem, 105); «para que los vendiese de su quenta a barios precios» (ídem, 106). Aquélla se usa más en Tenerife; ésta en el habla de la burguesía de Las Palmas de Gran Canaria. Es muy probable que, como los casos de leísmo comentados antes, se trate de una práctica gramatical neológica. ee) En futuro imperfecto de subjuntivo presenta una vitalidad total en los dos documentos que consideramos: «no tiene aquí pipa para recoxerlo lo que le tocare» (Cartas, 28); «por si acaso biniere alguno dellos quedandose megor la mar puse una pipa en limpio» (ídem, 39); «digo q. todo el ganado asi boregos como machos q. hai aqua los repartiere con todos los vezinos» (ídem, 47); «para el martes beremos si ubiere algunos mas» (ídem, 49); «entonses no tendra Vmd. sino alguno q. le tocare» (ídem, 50); «y ai puede Vmd. disponer llebar este bino y q. traigan las basias q. ubieren y sirbieren» (ídem, 55); «se guareseran las q. se plantaren ahora» (ídem, 58); «avisele q. luego mande las pipas q. uviere basias» (ídem, 100); «si manda Vmd. a bender algunos castrados me lo avisa para q. sino ubiere marchantes de la ciudad que queran benir por ellos mandare recado a los de Sta. Cruz» (ídem, 105); «se compondra luego por si acaso viniere el barco» (ídem, 118); «lo q. le restare se lo paguare luego q. benga el barco» (ídem, 119); «hisieron las esponsalias con el fin de casarse a vuelta de este viaje que viniere de la costa» (Diario, 108); «por si acaso se encontrare en alguno de mis libros o papeles» (ídem, 113); «a las eses que quedaren en el paño se les puede volber a echar agua» (Diario histórico I, 14) . ef) También el gerundio preposicional tiene una presencia bastante destacada en los dos textos que nos ocupan: «en acavandose todas le avisare las q. cada uno a dado» (Cartas, 28); «en aquabandose no se q. tengo de haser» (ídem, 41); «esperamos en Dios la mandara en siendo servido» (ídem, 44); «entonses todo son dilaciones y apuros en llegándose el dia de aberse menester» (ídem, 182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 29 85); «no es su amo dueño de guareser una fruta y lo mismo en madurando las ubas que es mucho el destalaje» (ídem); «no puedo saber las q. basias podran quedar en acabando de trasegar y rejinchirlas» (ídem, 96); «en descayendose de las carnes q. ahora tienen se perdera la bente dellos» (ídem, 124). Por lo demás, como en el apartado de la fonética, nos encontramos también en este apartado gramatical determinadas formas analógicas, como quedrá (e incluso quererá), futuro imperfecto de indicativo del verbo querer, rompido, participio de pasado del verbo romper, etc.: «considero q. Vmd. los quedra para echar a la hoja por cuio motivo no lo mando» (Cartas, 42); «por quatro o sinco veses no mas no quedran nadie venir» (ídem, 105); «las dichas monjas los quereran llebar uno a uno» (ídem, 107); «quedra q. le mande alguna por cuio motivo mando el castrado grande» (ídem, 114); «pues los mios en el trabaxo de Vmd. se rompen y no siento eso porq. los dos pr. bien ronpidos» (ídem, 53); «por aberse rompido el cabrestillo de la suela no las e compuesto» (ídem, 69); «arribó a este puerto de la Lus un navio de guerra olandés con el mastelero de la gabia del trinquete rompido» (Diario, 7). f) En el terreno adverbial, hay que destacar la altísima frecuencia de uso del adverbio demostrativo acá, en convivencia con aquí: «esta semana avian de quedar compuestas porq. estava aqua el tonelero» (Cartas, 27); «mande tres almudes de trigo y otros dos riales de pescado porq. aca ya no queda nada de grano» (ídem, 41); y la presencia del adverbios deantes: «bolbio a saltear las bacas lo mismo q. deantes» (Cartas, 48). g) En el ámbito de las preposiciones, nos encontramos con algunos usos arcaizantes y otros neológicos. Veamos algunos de ellos. La preposición a no solamente aparece introduciendo el complemento directo de persona, sino también algunos de cosa, como vemos en los siguientes textos: «fue adonde alcanzaron a la biña q. hase mi conpadre oliva» (Cartas, 45); «me enseñaron a una imagen que estaba de nuestra Sra. de la Rocha» (Diario, 28). Con todo, el complemento directo de persona aparece a veces sin determinación preposicional: «di quenta al alcalde para Núm. 50 (2004) 183 30 MARCIAL MORERA PÉREZ q. llamara los cabreros» (Cartas, 45); «para que le mandaran su hijo y tambien un memorial para el Sr. Coronel» (Diario, 16); «solo mataron dos marineros y hirieron tres» (ídem, 20); «se llebó al tiempo de pasar el barranco por junto a la vanda del mar la mujer de Pepe el Tonelero» (ídem, 95); «mato el coche un muchacho hijo de Angel Guerra» (ídem, 164). La localización temporal en las distintas fases del día (mañana, amanecer, tarde, noche...) se expresa mediante la preposición en: «empesó a llober una agua quieta y serena, sino en el dia, en la noche se esperimentaba este veneficio que Dios nos hacia» (Diario, 141); «al dia mismo, Domingo en la mañana (...) le dieron fuego al barco de Flores» (ídem, 165). Si, en lugar de la idea de ‘situación’, lo que se quiere expresar es la idea de ‘concurrencia’, entonces se emplea la preposición con: «llegó a Canaria la noticia de que avia perdido en la costa el barco nuevo de D. Domingo Suarez, S. Antonio de Pauda, por ver dado contra una roca barlobentiando con la noche» (Diario, 7); «parte de ellos entraron con la noche» (ídem, 108). La preposición contra, que presenta, además, la variante de expresión quentra [«lo alle asiendose pedasos tirandose quentra las piedras y mui desesperado» (Cartas, 25)], se usa en algunos contextos con un sentido puramente orientativo: «Y contra las esquinas de abaxo tenia alguna poquilla de tega» (Cartas, 152); «un sitio vasío o esconse que estaba contra la casa de la huertita que tengo allí» (Diario histórico II, 189). Por último, el sustantivo casa presenta tendencia a la preposicionalización en la locución en casa: «En este dia fui en casa de mi hermana Francisca y vey la cabra y el cochino» (Diario, 43); «aviendo concurrido con otros estudiantes en un bayle que se hiso en casa las morenas patricias» (ídem, 114). h) En el capítulo de las perífrasis verbales, destacan, por encima de todo, los tres hechos siguientes: ha) El uso del verbo pegar como auxiliar incoativo, aunque alternando con las formas más convencionales empezar y comenzar: «tengo yntencion de pegar aderesar las pipas» (Cartas, 26); «benian dos o tres oficiales y se pegava a componer luego q. pasara el dia de las nieves» (ídem, 92). En ciertos casos, aparece también con este mismo sentido en construcciones no perifrásticas: «el dia martes pegamos al adereso de la bodega» (Cartas, 27); «las arbexas q. 184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 31 Vmd. dise q. le sienbre de puno en el pedaso q. se sorivara digo q. no le tiene quenta porq. pegamos a media guerta» (ídem, 42); hb) La altísima frecuencia de uso de la combinación tener + participio: «yo le tengo comprado en la punta tres reses dos boregos y un baifo» (Cartas, 44); «a los suares les tengo mandado mil recados» (ídem, 55); «no tengo visto ni oido inumanidá tal» (Diario, 148); hc) El uso esporádico del verbo ser como auxiliar del pretérito perfecto: «a las dos oras y media ya hera muerto» (Diario, 116). i) En relación con el orden de los elementos en la oración, se observa una tendencia a la posposición de las formas complementarias, al contrario de lo que ocurre en la norma más moderna, que prefiere la anteposición: «y a Señora darame Vmd. algo de pescado para dar de comer a las gramaderas» (Cartas, 22); «mandarame pescado y medio rial de aseite para el tonelero» (ídem, 27); «yo lo bide pero paresiome muy granado» (ídem, 32); «mandarame un poquito de aseite para la plana» (ídem, 57); «allome por mis enbarasos mui amarado por averseme ido dos mosos» (ídem, 82); «si los de la Ciudad quisieran benir estara Vmd. con alguno dellos y diraselo» (ídem, 106); «Esta presa logrola interesada en 7 a 8 mil pesos» (Diario histórico I, 210); «atravesaronla para asercarse a abrir la puerta» (ídem, 259); «Quitáronle quatro mil y quinientos pesos y se retiraron» (ídem). j) En el caso del pronombre posesivo, se prefiere en muchas ocasiones la forma pospuesta a la forma antepuesta: «Almasén mío nuevo se concluye y alquila» (Diario histórico II, 62) ); «En este mes hize nueva desde simientos la cosinita de la casa terrera mía de la calle de Triana» (ídem, 88); «puse en dicho mes los dos pies derechos que tiene la cumbrera de la casa mía del Pino» (ídem, 118). Por lo demás, se observan algunas construcciones que son también muy populares en el español actual, como, por ejemplo, el uso tematizado del pronombre yo en combinaciones como yo me parece: «yo me parese q. sera mexor el que Vmd. lescriva a pancho a Sta Cruz para que able un barquito de los del chinchorro» (Cartas, 18); «yo me parese q. lo q. se podran aser de binagre son quatro pipas» (ídem, 76); el uso femenino del cuantificador poco en combinaciones como las siguientes, en Núm. 50 (2004) 185 32 MARCIAL MORERA PÉREZ que la norma estándar actual exige la forma masculina: «por quedar unas poquitas de las mias q. apartar» (Cartas, 55); «se puso a rrepartir en casa D. Feliz Verlanga una poca sebada de Lanzarote» (Diario, 70); etc. 4. ASPECTOS LÉXICOS Los tres textos que estudiamos presentan una gran cantidad de material léxico tradicional canario, que va desde el de procedencia guanche hasta el de procedencia portuguesa, pasando por determinados arcaísmos hispánicos y bastantes neologismos morfológicos y compositivos16. a) Como vocabulario ya arcaico (por lo menos en la norma más estándar) por la época en que se redactaron estos documentos, encontramos en nuestros textos las siguientes voces: ajota (que). Valiéndose de que, confiando en que: «ajota q. tendran las cabras an de querer tener alguna manada de machos suios» (Cartas, 50). Del esp. ant. en hoto de ‘confiando en alguien, contando con su protección’. alongar. Proyectar el busto hacia adelante: «creo q. se alongaria alcansar algun mato berde a la bera del risco y despidio un risco mui grande» (Cartas, 152). Del esp. ant. alongar (de ay longo) ‘prolongar, alargar’, muy probablemente con influencia del port. alongar ‘ídem’. arveja. Guisante: «ban quatro almudes de senteno = tres alms. de arvexas» (Cartas, 20); «ban media fanega de arvexas = unas papas quatro bubanguitos sevollas» (ídem, 24). Del esp. ant. arveja (del lat. ervilia, dimin. de ervum ‘lenteja’) ‘ídem’. asmar. Pasmar: «se iban ia las sevadas asmándose» (Diario histórico I, 293); «las sevadas tempranas se asmaron» (ídem, 278). Del esp. ant. asmar (del lat. adaestimare ‘estimar’) ‘que16 Los datos etimológicos que exponemos a continuación proceden de M. MORERA, Diccionario histórico-etimológico del habla canaria, Islas Canarias, 2001. 186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 33 darse un hombre suspenso o pensativo’, por aplicación metafórica. baja. Escollo próximo a la costa, que suele aflorar en la bajamar: «al parecer llegó asta las bajas de Telde» (Diario, 165). Del esp. ant. baja ‘bajío, elevación del fondo en los mares, ríos y lagos’, por desplazamiento metonímico. Es probable que en esta conservación haya habido influencia del port. baixa ‘pedra de basalto, de grandes dimensões que aparece no quebra-mar’ (Falares da ilha). baldonar. Abandonar. «no se me debe baldonar mas q. a los demas» (Cartas, 54). Del esp. ant. baldonar (deriv. de baldón) ‘ídem). botar. Arrojar con fuerza: «todas las más de las noches se botavan fuera» (Cartas, 36); «Vmd. dise q. esto susede por andar botadas» (ídem, 134); «El Francisco el cochero se botó al agua» (Diario, 16); «queriendo botarse por una ventana baja del mismo quarto lo detubo D. Francisco Ascanio» (ídem, 153); «botaron el dicho Juan y su padrino algunos puñados de quartos y monedas» (ídem, 154); «Se votaron dentro para amasonarlos desmedidas peñas (...), ligando unas con otras con argamasa de arena gruesa o picón» (Diario histórico I, 231). Del esp. ant. botar ‘lanzar, arrojar, tirar’, muy probabl. por influencia del botar ‘echar la embarcación al agua’ marinero y del port. botar ‘lanzar fora, repelir’ (Fig.). bufadero. Agujero abierto por la erosión del mar en las rocas por donde, al comprimirse, sale el agua dando un fuerte bufido: «estrellarse con tanta fuerza sobre las rocas y bufaderos de la ysla» (Diario histórico II, 46). Deriv. del esp. ant. bufar ‘soplar expeliendo el aire con fuerza’ y el sufijo denotativo de lugar -dero. degredo. Cuarentena: «estubo en degredo asta el siguiente miercoles» (Diario, 18). Del esp. ant. degredo (del lat. decretum) ‘decreto’, por desplazamiento metonímico, muy probabl. por influencia del port. degredo ‘pena de destierro’ (Fig.). emprestar. Prestar: «los avía emprestado a su hermano don Francisco de Borja Romero» (Diario histórico I, 147). Del esp. ant. emprestar ‘ídem’. gago. Tartamudo: «llebando consigo algunos hombres, como Núm. 50 (2004) 187 34 MARCIAL MORERA PÉREZ fueron uno el hijo de la Gaga» (Diario, 86); «murió de repente Bárbara la Gaga, que componía mondongos» (ídem, 131). Del esp. ant. gago ‘ídem’, acaso por influencia del port. gago ‘ídem’. horrura. Compuesto de materiales de y desecho: «avriendo en las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayendo a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Del esp. ant. horrura (del lat. horro) ‘suciedad, impureza, escoria’, por extensión semántica. mareante. Marinero, generalmente pescador: «echó agua al pilar de los mareantes de San Telmo» (Diario histórico II, 20). Del esp. ant. mareante (deriv. de marear) ‘marino’. margarito. Se dice del dedo meñique: «una telecita tanbién se le aplicó, de güebo, puesto en el dedo margarito de la mano izquierda» (Diario histórico I, 232). Deriv. del esp. ant. magarite ‘ídem’. monigote. Monaguillo: «El Alcalde lo intimó, puso preso al sacristán y los monigotes» (Diario, 140). Del esp. ant. monigote (probabl. de monagote ‘despectivo de monaguillo’) ‘monaguillo o lego de convento’. restra. Ristra: «ban dos bubangos y una restra de sebollas» (Cartas, 29); «lleva una fanega de trigo = 8 alms. de papas = una restra de sebollas = dos bubangos» (ídem, 54); «ai ban siete alms. de chicharos (...) dos restras de sevollas» (ídem, 103). Del esp. ant. restra ‘ídem’. ruin. Malo, de poca calidad: «en quanto a las papas mas es el travaxo q. an dado q. el probecho pr. q. an estado mui ruines» (Cartas, 28); «las q. ai aquí son pocas y mui ruines» (ídem, 55); «desde luego estan ruines y flacos pues dos dellos les a dado una correncia q. ya no pueden seguir los otros» (ídem, 136); «dejaron para mi los quatro (corderos) mas ruinitos» (ídem, 137). Del esp. ant. ruin (de ruina) ‘ídem’, acaso por influencia del port. ruim ‘mau, nocivo, inútil’ (Fig.). 2. Se dice del tiempo atmosférico, el mar, etc., desapacibles: «creo sera por causa de los malos tienpos y mar tan ruin como avido» (ídem, 118); «con el motibo de estar la mar ruin y averse buelto la lancha en que venia» (ídem). De la acepción anterior, por extensión semántica. 188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 35 sabio. Sabor: «dos tiene algo de sabio a podrido» (Cartas, 66); «el sabio malo que Vmd. le allo sera a lo podrido q. estava el esquilmo quando se bendimio» (ídem, 123). Del esp. sabio (deriv. de saber ‘tener sabor’) ‘que tiene sabor’, ‘buen sabor’, que, aunque Corominas (Diccianario, s. v. saber) considera «general en todas las épocas», no recoge el DRAE para el español contemporáneo. b) Los neologismos semánticos, morfológicos o compositivos españoles que aparecen en los tres textos son los siguientes: abocastro. Cigarra o langosta autóctona de mayor corpulencia que la cigarra común: «y tan voraz como ella, que los isleños llaman abocastros» (Diario histórico I, 258); «especialmente la de los cigarrones que llaman abocastros» (ídem, 284). Muy probablemente, en relación con brugo (del lat. bruchus ‘especie de saltamontes’) ‘larva de un lepidóptero pequeño y nocturno que devora las hojas de las encinas y robledales’. aire. Corriente de aire súbita que puede producir efectos perjudiciales para la salud de las personas: «murió el sor Tesorero Dinidá de la Santa Iglesia D. Mateo de Bargas y Ponse, de ayre perlesia» (Diario, 153). De aire (del lat. aer, aeris) ‘fluido que forma la atmósfera de la tierra’, por desplazamiento metonímico. amusgar. Encanijarse, debilitarse las plantas: «estava ia para cavarse porque se amusgó y asocó» (Diario histórico I, 282). Muy probablemente, comp. de la preposición a- y musgo ‘nombre aplicado a muchas especies de plantas criptógamas’. andén. Paso estrecho en zona escarpada: «las demas q. no se mataron fue porq. pararon en un anden serca de ariva» (Cartas, 23); «todo son andenes riscos y laderas» (ídem, 152). De andén (del lat. indago, -inis, ‘cerco’) ‘corredor, sitio destinado para andar’, por extensión semántica. atracar. Apretar con fuerza: «se deben aprontar para que dispues no nos allemos atracados sin pipas» (Cartas, 80); «en orden al camino estamos todos mui atracados con tanto q. aser» (ídem, 84). De atracar (del ár. at-taraqqa ‘la acción de Núm. 50 (2004) 189 36 MARCIAL MORERA PÉREZ anclar la nave’) ‘acercar, arrimar’, probablemente por influencia de su cognada port. atracar ‘segurar fortemente com os braços’. barquillo. Pequeña embarcación de pesca: «echó el bote al agua junto con un barquillo de pescar» (Diario, 129); «El día 8 se envarcó para Santa Cruz de Tenerife, en el barquillo de Mesa» (Diario histórico I, 214). Deriv. de barco (de barca) ‘construcción cóncava destinada a la navegación’ y el sufijo diminutivo -illo. barra. Muralla rocosa que cierra la entrada de una playa: «se entró asta la punta de la barra» (Diario, 27). De barra ‘banco o bajo de arena que se forma en la entrada de algunas rías, en la embocadura de algunos ríos y en la estrechura de ciertos mares o lagos, que hace peligrosa la navegación’, por extensión semántica, acaso por influencia del port. barra ‘dique submarino formado junto da costa pelos materiais arrastrados pelas águas de um rio’ (Alm.). barranquera. Surco que abre la lluvia en el terreno: «avriendo en las laderas los torrentes profundas barranqueras y trayendo a las calles mucha orrura» (Diario histórico II, 15). Deriv. de barranco (de or. inc., quizá prerromano) ‘quiebra profunda producida en la tierra por las corrientes de las aguas o por otras causas’ y el sufijo -ero. 2. Agua que discurre por el barranco: «a las oras de las 9 y 10 de la mañana vino una barranquera muy grande» (Diario, 38); «llobió mucho y vino una barranquera, en bote en bote mui grande» (ídem, 126). De la acepción anterior, por desplazamiento metonímico. barranquillo. Barranco pequeño que generalmente afluye a otro mayor: «abiendose metido todas las obexas por una cañada de un barranquillo paravaxo» (Cartas, 23); «En 17 febrero, fui de dibersion con la jente de Yanes al barranquillo de Suarez» (Diario, 41). Deriv. de barranco ‘quiebra producida en la tierra por las corrientes de aguas o por otras causas’ y el sufijo diminutivo -illo. blanquillo (de). Se dice del soldado de la reserva: «cuio soldado hera del regimiento de los soldados de blanquillo» (Diario, 98); «le disparó un soldado del batallón de blanquillo» 190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 37 (ídem, 110). De blanquillo (deriv. de blanco) ‘del color de la nieve o de la leche’, por desplazamiento metonímico. bocado. Terreno de labranza de pequeñas dimensiones: «me faltaron como otra media para serar un boquadillo q. tengo asucardo» (Cartas, 61); «bendieron al licenciado don Sebastián Trujillo un bocado de asienda de parras» (Diario histórico I, 201); «facilitó el riego de algunos bocados de terreno» (ídem, 282). De bocado (deriv. de boca) ‘pedazo arrancado de cualquier cosa con el sacabocados o violentamente’, por extensión semántica. cabo. Bulbo de la planta del ajo, constituido por múltiples dientes: «ban unas papas (...) y 9 cavos de ajos» (Cartas, 90); «ban dos bubangos y ocho cavos de ajos» (ídem, 144). De cabo (lat. caput) ‘extremidad, extremo’. cabro. Cabrío: «en quanto a ganado cabro no tengo macho ni genbra» (Cartas, 139). De cabra (del lat. capra.) ‘especie de mamífero doméstico’, por metábasis. calcar. Apretar mucho las cosas en un receptáculo para que quepa la mayor cantidad posible de ellas: «y no calcandolos se asen mas delgados por lo mucho que ellos se abaten en la enpleita» (Cartas, 83). De calcar (del lat. calcare) ‘apretar con el pie’, por extensión semántica, tal vez por influencia del port. calcar ‘comprimir’ (Fig.). calda. Tunda, zurra: «murió Juan Galindo el bobito, de una calda que se dise le dió Reimundo Casares» (Diario, 50); «dió una calda a las Capitas donde asistía, a causa de aver estado tomado de licores» (ídem, 57); «dio D. Bartholomé boca de cabrilla (...) una calda de palos a una chica criada de Pepa Juana, llamándola a su casa con engaño (...), a causa de que dise que la chica le atoriaba boca de cabrilla y le sacaba la lengua» (ídem, 104). Muy probablemente, de calda (del lat. calda) ‘acción y efecto de caldear’ de la expresión dar una calda a alguien ‘acalorarlo, estimularlo para que haga alguna cosa’, o de carda (de cardar) ‘amonestación, reprensión’, por influencia del port. calda ‘tunda, sova’ (Fig.). caldera. Gran depresión volcánica: «se reedificó (...) la casa que está en el hollo o caldera de mi cortijo de Calderetas» (Diario histórico II, 70). De caldera (lat. caldaria) ‘vasija de metal Núm. 50 (2004) 191 38 MARCIAL MORERA PÉREZ grande y redonda’, por aplicación metafórica, tal vez por influencia de su cognada del port. de Madeira y Azores caldeira ‘cratera vulcânica, em forma e bacia’ (Fig.). caletón. Entrante prolongada y estrecha del mar en tierra: «tomó la resolución de hacer el desenvarco por unos caletones» (Diario histórico I, 225); «encalló en los caletones que están entre el castillo grande del puerto y el reduto de San Fernando» (ídem, 304). Deriv. de caleta ‘cala pequeña’ y el sufijo aumentativo –ón. calmas. Zona del mar resguardada de los vientos alisios: «benía de la costa cargado de pescado en las Calmas de Canaria» (Diario, 61); «se cojió un (...), que venía de las Calmas» (ídem, 130); «las hizo pasar a las calmas de la Gomera» (Diario histórico I, 320). De calma (del lat. cauma, del griego kâuma ‘quemadura’) ‘estado de la atmósfera cuando no hay viento’, por desplazamiento metonímico. cantero. Subdivisión del terreno entre dos machos: «todas las demas son canteritos cortos» (Cartas, 20); «ahora le mando la semilla para un cantero» (ídem, 115); «tengo dos canteros bien grandes» (ídem). De cantero (de canto) ‘cada una de las porciones, por lo común bien delimitadas, en que se divide una tierra de labor para facilitar su riego’, acaso por influencia de su cognada port. de Madeira canteiro ‘terreno para semear certas hortaliças’ (Linguagem popular da Madeira). cañizo. Secadero para el queso, generalmente hecho de caña: «tanbien se asen mal echos despues de ponerlos en el cañiso» (Cartas, 83). Deriv. de caña (del lat. canna) ‘tallo de las plantas gramíneas, por lo común hueco y nudoso’ y el sufijo -izo. caño. Acequia formada por un caballón: «continuaron con una corta agua asta correr los caños» (Diario, 125); «linda con la plaza por la cabesera de la iglesia, con dos caños» (Diario histórico II, 28). De caño (de caña) ‘tubo para un líquido’, por extensión semántica, probabl. por influencia del port. cano ‘passagem natural ou artificial de águas’ (Alm.). chaplón. Escalón de entrada principal de la casa: «Grueso de tablas para umbrales y chaplones» (Diario histórico I, 121). De planchón ‘plancha grande’, por metátesis. 192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 39 compaña. Tripulación de una embarcación: «le di de comer a 27 palmeros que hera la compaña del barco del Gallito» (Diario, 21). De compaña (del lat. *compania, de cum y panis ‘pan’) ‘sociedad o junta de varias personas unidas para un mismo fin’, por desplazamiento metonímico. costa. Costa sahariana: «»se cojió sobre el Ganin el barco de Juan de Telde que venia de la costa» (Diario, 20); «su marido Francisco Barreto se fue aquella misma noche para la costa» (ídem, 132); «hubo leva de bagos y quinta entre los solteros de los marineros del tráfico de la costa» (Diario histórico II, 30). De costa (del gall. o cat. costa) ‘orilla del mar, de los ríos, lagos, etc., y tierra que está cerca de ella’, por desplazamiento metonímico. 2. Terreno comunal donde se echa a pastar el ganado: «benden la mitad de costas de campo que les pertenece en la Vega de Río de Palmas» (Diario histórico I, 202). Del mismo origen que la acepción anterior. costero. Relativo a la costa de África: «llegó a Canaria el varco costero de Sta. Crus llamado el Musico» (Diario, 76-77). Deriv. del can. costa ‘costa sahariana’ y el sufijo -ero. 2. Pescador canario que faena en la costa de África. Ú. t. c. adj.: «se agogó un muchacho costero por la Plaia de Santa Cathalina» (Diario, 93); «al costero lo llevaron al ospital» (ídem, 116). Del mismo origen que la acepción anterior. cumbre. Parte más alta de las islas de mayor relieve: «son obligados a la composisión del camino de la cumbre» (Cartas, 21); «cayó en la cumbre una granizada muy grande» (Diario, 70); «yendo a mariscar un meliciano de los que hían de estacamento al puerto se deriscó y se maltrató» (ídem, 73); «Con el motibo tanbién de aver empezado, como se ha dicho, el verano temprano, especialmente en las cumbres y costas meridionales de la isla» (Diario histórico I, 211). De cumbre (del lat. culmen, -inis) ‘parte más elevada, cima’, por antonomiasia. derriscar. Arriscar, precipitar: «y las obexas q. se le deriscaron no considero escapen nenguna» (Cartas, 25); «el barquero dise q. a bisto deriscado el buei y el toro» (ídem, 81). Del can. desriscar ‘ídem’, por cambio de prefijo. Núm. 50 (2004) 193 40 MARCIAL MORERA PÉREZ empleita. Encella, molde de estera de palma para hacer el queso: «en orden a los quesos q. dise Vmd. no se los calquen en la enpleita y q. les echen mui poca sal asi se le asen pero le digo de berda q. quedan mas peores» (Cartas, 83); «y no calcandolos se asen mas delgados por lo mucho que ellos se abaten en la enpleita» (ídem). De empleita (de en- y pleita) ‘faja o tira de esparto trenzada en varios ramales, o de pita, palmas, etc., que cosida con otras sirve para hacer esteras, sombreros, petacas y otras cosas’, por desplazamiento metonímico. encalar. Enlucir, poner una capa de mezcla a las paredes de las casas: «encalándose también las salas de las avitasiones de los presos» (Diario histórico I, 341); «En este verano encalé por de dentro la sala principal» (Diario histórico II, 82). Comp. de en- y cal. encalimar. Cargarse el aire de calima: «La entrada del mes de abril fue con un ardentísimo levante de sud encalimado» (Diario histórico I, 252). Comp. de en- y calima. fatiga. Desvanecimiento, desmayo: «no sacaron más que a la muger (...) y el marido con bastante fatiga» (Diario, 95); «murió Sor. Antonio Morales, monja clara, de rrepende, de una fatiga que le dió en aquella noche» (ídem, 121). De fatiga (de fatigar) ‘molestia ocasionada por un esfuerzo más o menos prolongado u otras causas’, por extensión semántica. gorra. Prepucio, piel del glande: «se le puso una duresa grande en la piel de la gorra que llaman» (Diario, 67). De gorra (de or. inc.) ‘prenda de varias formas para abrigo de la cabeza’, por aplicación metafórica. halar. Tirar hacia sí de una cosa: «Se presentó Sebastián Quevedo de Agalves, que está en medio del piná a jalar la madera» (Diario, 111). Del término marinero halar (fr. haler) ‘tirar de un cabo, de una lona o de un remo en el acto de bogar’, por extensión semántica. lejío. Lugar alejado: «visitan los más remotos legíos, montes, montañas, pinales y realengos de la ysla» (Diario histórico I, 329). Deriv. de lejos ‘a gran distancia’ y el sufijo –ío. lidia. Trabajo duro: «lo q. siento mucho por la enfermedad de agustin por quedarme solo con la tanta lidia como tengo» 194 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 41 (Cartas, 54); «como los mosos se me fueron emos quedado mui amarados con tanta lidia» (ídem, 94). Del can. lidiar ‘trabajar afanosamente’. lidiar. Trabajar afanosamente: «yo es berda q. ai algunos años q. estado lidiando y coriendo con ganado bacuno» (Cartas, 137). De lidiar (del lat. litigare) ‘tratar con una o más personas que causan molestias y ejercitan la paciencia’, por extensión semántica, muy prob. por influencia del port. lidiar ‘trabalhar’, ‘labutar’ (Alm.). llano. Bancal o huerta grande: «agua para regar el llano de los almendrero» (Diario histórico I, 282). De llano (del lat. planus) ‘campo llano, llanura’, acaso por influencia del port. chao ‘pequena terra arvorizada e regadia’ (Fig.). lonja. Local destinado a la venta al por menor de pescado salpreso: «abrieron los simientos de las lonjas de pescadería y recoba» (Diario histórico I, 279). De lonja ‘tienda donde se vendía cacao, azúcar y otros géneros’, por extensión semántica. lonjero. Persona que despacha en la lonja: «hubo un pleito enfrente del pilar de Triana sobre amores con una lonjera» (Diario, 116). Deriv. del can. lonja ‘tienda de ultramatinos’ y el sufijo de sentido agentivo -ero. lustrar. Almibarar dulces y bizcochos: «me rregaló la Abadesa Bernarda con una fuente grande llena de viscochos lustrados» (Diario, 80). Deriv. verbal de lustre (de lustrar) de la expresión azúcar de lustre ‘azúcar molido y pasado por cedazo’. macho. En una huerta, surco principal: «le dió un asidente que solía darle y cayó en un macho y la agua lo agogó» (Diario, 167). De macho (del lat. masculus) ‘animal de sexo masculino’, por aplicación metafórica. marisco. Zona rocosa del mar: «se notó que claro no claro el dia, ya vían estado los 4 botes mui serca del Castillo de Sta Ana o marisco de S. Telmo» (Diario, 135). De marisco (deriv. de mar) ‘cualquier animal marino invertebrado, mucho del cual vive en las rocas’, por desplazamiento metonímico. mato. Arbusto: «creo q. se alongaria alcansar algun mato berde a la bera del risco y despidio un risco mui grande» (Cartas, Núm. 50 (2004) 195 42 MARCIAL MORERA PÉREZ 152). De matojo ‘planta de tallo bajo, ramificado y leñoso’, por abreviación. medianía. Zona situada entre la costa y la cumbre de la isla: «hubo una buena cosecha de sevadas y demás semillas, queso, lana, etc., en la juricdi(c)ción de Teror y demás tierras de medianía de la ysla» (Diario histórico I, 211). De mediania ‘término medio entre dos extremos’, por desplazamiento metonímico. mimo. Dulce hecho con clara de huevo y azúcar, cocido al horno: «Por dos pesos y seis Rs en quatro libras de mimos al mismo precio» (Cartas, 154). De mimo ‘cariño, halago o demostración de ternura’, por aplicación metafórica. monte. Elevación de terreno boscosa: «fué al monte mi hija, su madre, su hermana y yo» (Diario, 7); «Encontinente mandé al monte a mi hijo Pepe» (ídem, 11). Tal vez del monte de monte alto ‘gran elevación natural del terreno poblada de árboles’, por abreviación. orchillero. Relativo a la orchilla: «fue presiso colgarse mi Santiago con dos cavos orchilleros» (Cartas, 23). Deriv. de orchilla ‘urchilla, especie de liquen de color gris blanquecino que crece en los riscos y peñas próximos al mar’ y el sufijo -ero. 2. Recolector de orchilla: «tanbien me presisa abisarle a Vmd. como distintos sugetos como son los orchilleros no los puedo ser retirar de las breñas» (Cartas, 85). Del mismo origen que la acepción anterior. pajero. Sitio donde se guarda paja, forraje seco, aperos de labranza, etc.: «con el motibo de aver un pagero de 400 fanegas de trigo del mismo maiorazgo de Arucas, se abanzaron a él» (Diario, 54); «Escritura (...) a favor de dicho señor de una era cercada, con pajero» (Diario histórico I, 199). Deriv. de paja (del lat. palea) ‘caña de trigo, cebada, centeno y otras gramíneas, después de seca y separada del grano’ y el sufijo -ero. palote. Tallo del millo, generalmente seco: «tan solamente quedaron aca los palotes q. se caen al pie de la grana los quales hise magar» (Cartas, 53); «solo le quedaron los palotes los que no daran nada» (ídem, 75). Deriv. de palo (del lat. palus) ‘trozo de madera, más largo que grueso, generalmente cilín196 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 43 drico y fácil de manejar’ y el sufijo aumentativo -ote, por extensión semántica. pedrero. Albañil o mampostero: «se cayó un maestro pedrero techando una sala terrera» (Diario histórico I, 286). Deriv. de piedra ‘sustancia mineral, más o menos dura y compacta, que no es terrosa ni de aspecto metálico’ y el sufijo –ero, acaso por influencia del port. pedreiro ‘aquele que trabalha em obras de pedra’ (Fig.). picón. Arena volcánica: «Se votaron dentro para amasonarlos peñas (...), ligando unas con otras con argamasa de arena gruesa o picón» (Diario histórico I, 231). De picón (de picar) ‘que pica’, por desplazamiento metonímico. pila. Vasija de piedra donde se echa de comer a los cerdos: «murió de repente mi compadre Domingo el Andeano (...) abriendo una pila para un cochino» (Diario, 166). De pila (del lat. pila ‘mortero’) ‘pieza grande de piedra o de otra materia, cóncava y profunda, donde se cae o se echa el agua para varios usos’, por extensión semántica. pomo. Zona del estómago que se descompone a consecuencia de un susto, una preocupación, etc.: «Parche para poner en el ombligo para fortalecer los nerbios de los hipocondrios y asegurar el pomo» (Diario histórico I, 115). De posmo ‘ídem’. portada. Puerta grande: «A mediados de este mes se concluyó la portada de Triana» (Diario histórico I, 276). Deriv. de puerta (del lat. porta) ‘armazón engoznado en un hueco que sirve para impedir la entrada y salida’ y el sufijo –ado, acaso por influencia del port. portada ‘porta grande e ornamentada’ (Alm.). rama. Conjunto de las hojas de las plantas: «en las palmas no hai nenguna porq. como se pudrieron las batatas perdiose tanbien la rama» (Cartas, 42). De rama (de ramo) ‘cada una de las partes que nacen del tronco o tallo principal de la planta’, por extensión semántica, acaso por influencia del port. rama ‘conjunto dos ramos e das folhas da planta’ (Alm.). rancho. Grupo de personas: «Por empedrarme siete brasadas de largo y dos y media de ancho mías un rancho de empedradores dí dos pesos y medio» (Diario histórico I, 157). De Núm. 50 (2004) 197 44 MARCIAL MORERA PÉREZ rancho ‘junta de personas que toman a un tiempo la comida llamada rancho’, por extensión semántica. ratonera. Se dice de varias especies de plantas urticáceas. Ú. c. t. c.: «se me rrecetó labatibas de malbas, yerba ratonera, miel de caña y bastante aseite para el dolor» (Diario, 42). Deriv. de ratón (lat. rato ‘ratón casero o campesino’) ‘mamífero roedor de pequeño tamaño que vive en las casas y el sufijo -ero. reboso. Mar de fondo con pleamar muy viva: «hubo un gran rreboso en el mar» (Diario, 91); «no avían visto los vesinos de aquel barrio reboso tan grande» (Diario histórico II, 87). De rebosar (del lat. reversare) ‘derramarse un líquido por encima de los bordes de un recipiente en que no cabe’, por extensión semántica. recova. Mercado de comestibles: «en el mismo maio se pusieron las puertas a la Recoba» (Diario, 57); «llenó una lonja de la rrcoba» (ídem, 102); «Dicho día 3 se concluió la casilla de la recoba» (Diario histórico I, 242). De recova ‘lugar público en que se venden las gallinas y demás aves domésticas’, por extensión semántica. recovero. Vendedor de la recova: «murió Juana Correa, rrecobera, y en la misma recoba murió» (Diario, 166). Deriv. del can. recova ‘mercado de comestibles’ y el sufijo de sentido agentivo -ero. ríspido. Se dice del vino cuando está agrio: «repono 6 pipas tres pr. rispidos dos por sabio y una por agrio» (Cartas, 67). De ríspido (del lat. re- e hispidus ‘áspero’) ‘áspero, violento’. roza. Huerta: «platé luego unas pocas delante de la hermita y unas poquitas q. quedaron las plante ariva en las rosas» (Cartas, 63). De roza (de rozar) ‘tierra rozada y limpia de matas que naturalmente cría, para sembrar en ella’, por desplazamiento metonímico. santanero. Expósito, inclusero: «sucedió en la ciudad de la Laguna de Tenerife uno de los casos más lastimosos con una muchacha que llamaban la Confitera y hera santanera» (Diario, 147). Deriv. de Santa Ana, nombre de la santa bajo cuya protección se ponía en Gran Canaria a los niños expósitos, y el sufijo -ero. 198 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 45 sitio. Pequeña finca rústica cercana a la casa: «le toca por su muger en un pedaso de sitios en el lugar de la Antigua» (Diario histórico I, 202). De sitio ‘lugar o terreno determinado que es a propósito para alguna cosa’, por desplazamiento metonímico. taparrumbo. Tabla que tapa las cabezas de los toneles: «no siendo clavos seguros les queda el taparunbo en la mano» (Cartas, 111); «para segurar los tarumbos en tal puerto como es el de las palmas lo menos que necesita cada pipa son 4 clavos» (ídem). Muy probabl. comp. de tapar y rumbo ‘cualquier agujero que se hace o se produce en el casco de la nave’. tilla. Caña o tira de madera que sirve de soporte a las tejas: «puse la regita de hierro en mi pajar, teché con tilla» (Diario histórico II, 118). De tilla ‘entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores’, por aplicación metafórica. tomar. Beber: «dio una calda a las Capitas donde asistía, a causa de aver estado tomado de licores» (Diario, 57). De tomar (de or. inc.) ‘comer o beber’, muy probabl. por influencia del port. tomar ‘beber’ (Alm.). trabucar. Naufragar, hundir: «se trabucó una lancha costera del barco S. Rafael» (Diario, 111); «Y habiendose trabucado se agogaron ocho de los pasageros» (ídem, 111-112). De trabucar (de tra-, por trans-, y buque) ‘trastornar, descomponer el buen orden o colocación que tiene alguna cosa, volviendo lo de arriba abajo o lo de un lado a otro’, por extensión semántica, probabl. por influencia del port. trabucar ‘ir a pique (o navio)’ (Alm.). tuno. Se dice del higo de la tuna: «señaladamente de durasnos, peras y higos tunos» (Diario histórico I, 340). De tuna (de origen taíno) ‘higo de tuna’. turrón. Pequeño dulce hecho especialmente de gofio y miel: «Modo de haser el turrón de gofio» (Diario, 14). De turrón (de or. inc.) ‘dulce, por lo general en forma de tableta, hecho de almendras, piñones, avellanas y nueces, tostado todo y mezclado con miel y azúcar’, por extensión semántica. viejo. Más adelantado en edad: «murió la chiquita de D. Domingo Romay, la más biejita de edad de cinco años mas o meNúm. 50 (2004) 199 46 MARCIAL MORERA PÉREZ nos» (Diario, 166). De viejo (del lat. vetulus) ‘dícese de la persona de edad’, muy probabl. por influencia de su cognada port. velho ‘el más avanzado en edad’. zafar. Terminar, concluir, dar fin: «si ubiera sido del morisco se ubiera safado megor» (Diario, 58); «Mui Sr. mio ya Dios a sido servido de aberme quedado safo» (ídem, 101); «un poquillo está gramado y otro tanto le queda por gramar conforme safen las podas se gramara y lo mandare» (ídem, 118). Del término marinero zafar (probabl. del ár. zah ‘desapareció’) ‘desembarazar, libertar, quitar los estorbos de una cosa o de un sitio’, por extensión semántica. c) La inmensa mayoría de los portuguesismos que aparecen representados en nuestros textos se refieren a la morfología del terreno, a la agricultura, a la flora y a la fauna, a la elaboración del lino, a actividades cotidianas diversas, etc. Veamos cada uno de ellos por separado: aljorra. Tizón, hongo que ataca los cereales: «fue abundante (...), limpio de aljorras y pulgón» (Diario histórico I, 228); «La cosecha de granos menudos en las costas y medianías fue más que mediana y limpia de aljorras» (ídem, 243); «ha caído mucha aljorra a las mieses» (ídem, 279). Del port. alforra (del ár. al-hurr ‘enfermedad inflamatoria’) ‘cogumelo microscópico, que se desenvolve com a humidade das searas, enegrecendo o grao quando vem o calor’ (Fig.). aljorrar. Enfermarse de aljorra los cereales: «los tales quales panes que davan esperenza de algún socorro en dichas medianías se aljorraron» (Diario histórico II, 44). Del port. alforrar ‘criar alforra’ (Alm.). arrendar. Cavar un terreno para quitar la hierba: «es berda q. al cavo de ariva se le quedo un pedasillo sin cabar pero la arendo temprano» (Cartas, 52); «yo tengo biñas a mi cargo q. arendar y despapanar» (ídem, 140); «tengo trigo q. segar y recoger a la era biña y biñas q. arendar» (ídem, 142). Del port. arrendar (de redrar, por rudrar; del lat. rutrum) ‘redrar; cavar segunda vez (vinhas ou milharais), para lhes tirar a erva’ (Fig.). 200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 47 bicuda. Espetón, pez teleósteo: «ai le mando esa bicudita leche unas piedritas de sal a ver si llega buena» (Cartas, 48). Del port. (de bicudo) ‘peixe do Brasil e dos Açores, de bico comprido e agudo’ (Fig.). bubango. Calabacita cilíndrica de corteza verde y carne blanca: «ban unas papas y bubangos» (Cartas, 19); «ban media fanega de arvexas = unas papas quatro bubanguitos sevollas» (ídem, 24); «ba mi conpadre oliva con las bestias quien lleva unas papas dos bubangos = tres sestitos de fruta (...), y unos cachos que ai» (ídem, 27); «ban unas papitas un bubanguito y dos calabasitas berdes de guinea» (ídem, 47); «ban treinta y dos quesitos y un bubango berde» (ídem, 80). Del port. de Azores bogango ‘espécie de abóbara’. callado. Canto rodado de playas y barrancos: «bien largo está el callado adonde ponerlas» (Cartas, 83); «amanesió agogado en el charco del agua dulce que está por detrás de Pepe Santana de la casa, en el callado» (Diario, 131). Del port. calhau pedaço de rocha dura’, ‘pedra solta’ (Fig.). cantero. Maderos en que se asientan las pipas en la bodegas: «estoi remendando pipas biejas siquiera para estar en el cantero» (Cartas, 60); «la una de ellas no se puede bullir del cantero» (ídem, 75). Del port. de Madeira canteiro ‘traves de madeira em que se colocam as pipas com os vinos’ (Vocabulario madeirense). cerne. Se dice de las cosas cuya sustancia está muy apretada: «aquí able yo a uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Cartas, 141). Del port. cerne (del lat. circe, -inis, ‘círculo’) ‘a parte interior e mais dura das árvores’ Fig.). chazo. Remiendo, principalmente de madera, que se pone para reforzar algo: «gaste en el tres dias para ponerle el durmiente nuevo dos chasos en al biga» (Cartas, 146). Del port. chaço ‘pedaço de madeira com que o tanoeiro aperta os arcos, batendolhe com o maço’ (Alm.). cherne. Pez marino teleósteo de color pardo grisáceo: «hubo una grande historia entre el Diputado Peniche y Carrera y el Corregidor D. Antonio Agirre, sobre un cherne fresco que un soldado traiba» (Diario, 149). Del port. cherne ‘ídem’. chícharo. Almorta: «puede Vmd. mandar dos o tres alms. de Núm. 50 (2004) 201 48 MARCIAL MORERA PÉREZ chícharos» (Cartas, 32). Del port. chicharo (lat. cicer, -eris) ‘ídem’ (Elucidário). corsa. Rastra, narria: «Su parte de porte asta corsa de varco y aljameles» (Diario histórico I, 113). Del port. corça ’ídem’ (Fig.). coruja. Lechuza, ave rapaz nocturna: «y no se save si es gato o es coruja qn. las mata» (Cartas, 78). Del port. coruja ‘ave nocturna de rapina’ (Fig.). enjillado. Marchito: «para conoser lo q. cada pion basia en el sesto si traen algo berde o engillado» (Cartas, 82). Del port. engelhar (de en- y gelha) ‘contrair; murchar’ (Fig.). entullir. Cubrir o llenar totalmente con entullo: «se empesó a trabajar de cal y piedra y entullirse los simientos de la obra» (Diario histórico I, 229); «En principios de octubre se dio principio a entullirse los simientos» (Diario histórico II, 102). Del port. entulhar (del tulha ‘granel’) ‘encher de entulho’ (Alm.). escorrozo. Ruido provocado por algo que no se ve: «sin haverse persevido aquella noche en toda la ciudad el más mínimo escorroso» (Diario histório I, 259). En relación con el port. escorraçar ‘expulsar, afugentar batendo’ (Fig.). farrobo. Algarrobo: «junto al farrobo (...) le dieron una pedrada» (Diario, 155). Del port. farroba ‘fruto da alfarrobeira’ (Alm.). fechadura. Cerradura: «Las dos lasenas de pino de los gavinetes me costaron ocho pesos con madera, menos fechaduras» (Diario histórico I, 131). Del port. fechadura ‘ídem’ (Fig.). fol. Odre hecho con una piel de cabra completa: «mandarame quatro clavitos para clabarlo = y un poquito de hilo de acareto para los foles» (Cartas, 28); «el quero lo sale no se si podra serbir para un fol» (ídem, 79). Del port. fole (del lat. follis) ‘talega de coiro’ (Fig.). fonil. Embudo, tanto el doméstico como el de bodega: «el caño pa. el fonil lo encarge Vmd. para q. me lo mande el Savado q. biene» (Cartas, 26); «Remito el fonil y el carnerito del año pasado» (ídem, 29). Del port. funil ‘ídem’ (Fig.). forfolina. Se dice de la libra de unas dieciséis onzas: «A mediados de este mes se puso la postura a la libra forfolina de pan 202 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 49 floriado a tres quartos y medio» (Diario histórico I, 257). Del folforinho de la combinación port. arrátel folforinho ‘libra especiera’. fornecer. Proveer: «este estaba fornecido para el dia siguiente hirse a la costa» (Diario, 60); «y otro también costero que se llamaba la Vosca, fornecido y todo» (ídem, 129). Del port. fornecer ‘prover do necessário’ (Alm.). frangollo. Millo o trigo triturado crudo para cocerlo: «yo puse de mi suron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la burra por no aver afrecho ni frangollo» (Cartas, 147). Del port. frangolho (del lat. frangere ‘romper’) ‘trigo mal pisado ou mal partido, com que se fazem papas’ (Fig.). gomo. Gajo de naranja y otros frutos semejantes: «Se le quita a la calabasa el gomo de dentro» (Diario histórico I, 109). Del port. gomo ‘cada uma das partes destacabais de certos frutos, como na laranja, por exemplo’ (Alm). gramadera. Persona que maja el lino con la agramadera: «a Señora que mande algo de pescado para las gramaderas de lino» (Cartas, 71). Deriv. del port. can. gramar ‘majar el lino’. gramar. Majar el lino con la agramadera: «a Señora q. le gramaron = 19 dosenas de lino» (Cartas, 23); «otro poquito de lino se gramó» (ídem, 24); «darles de comer y beber a las q. graman» (ídem, 118); «un poquillo esta gramado y otro tanto le queda por gramar conforme safen las podas se gramara y lo mandare» (ídem). Del port. gramar ‘ídem’. gual. Se dice de una variedad de uva blanca de bago pequeño, que da un caldo de buena calidad: «se an comensado las bendimias la primera fue en la cañada Salvador quito los guales y lo mas presiso que se perdia» (Cartas, 145). Del port. boal (de boa) ‘diz-se de uma variedade de uva branca e doce’ (Fig.). jurar. Perforar: «me juraron la pare por el mogine trasero» (Cartas, 55). Del port. furar (del lat. forare) ‘abrir furo ou furos em’ (Alm.). laja. Piedra plana: «el otro bote fué a la Laja y se sacó un barco nuevo que estaba alli dando fondo» (Diario, 144); «la sacada de cada una a 11 quartos de dicho vellón y la de lajas Núm. 50 (2004) 203 50 MARCIAL MORERA PÉREZ (...) a 2 de plata» (Diario histórico I, 161). Del port. laja ‘ídem’. legume. Legumbre: «todos an senbrado su lino y trigo y legumes» (Cartas, 106); «la quenta de toda la semilla de trigo y legume le yra el savado» (ídem, 113); «Vmd. tiene alla la quenta de legumes» (ídem, 147). Del port. legume (del lat. legumen) ‘fruto comestível das plantas leguminosas’ (Fig.). malamañado. Desmañado, torpe: «en orden a los queros no los an querido llebar porq. disen q. son mal amañados para llebar» (Cartas, 134). Del port. malamanhado ‘maljeitoso’ (Fig.). millo. Maíz: «en quanto al millo q. toco fueron seis fanegas» (Cartas, 42); «para ver si quería dar una declaración del estado en que se hallaba el pueblo de trigo, millo y sebada» (Diario, 134); «fue preciso arar muchos sercados para ponerlos de millo» (Diario histórico I, 211); «todos aquellos millos de sequero que cogió ia grandecitos» (ídem, 228). Del port. milho ‘ídem’. paior. Depósito de provisiones: «conforme escurese la noche q. no se ve grano de trigo por las mochas q. ai en el paior» (Cartas, 102). Del port. paiol (cat. paiol) ‘depósito de provisoes alimentares ou bagagens’ (Alm.). picuda. Espetón: «vey sacar en el puerto de la Luz un lance de red o chinchorro y en él más de mil picudas» (Diario histórico I, 302). Del port. bicuda ‘ídem’. quejo. Quejada: «se hiso una herida en el quejo de la barba» (Diario, 150). Del port. queixo ‘maxila dos vertebrados’ (Fig.). salón. Capa de tierra arcillosa: «de medio patio ariva es todo un salón o risco» (Cartas, 36). Del port. salao (lat. sabulone ‘arena gruesa’) ‘terreno arenoso e barrento’ (Alm.). sanguino. Árbol copudo de cinco a ocho metros de altura: «creo q. fue por aber comido alguna rama de sanguino» (Cartas, 144); «la res que come el biñatigo o sanguino neguna sirve para aprovechar» (ídem). Del port. sanguinho ‘árvore da familia das Ramnáceas’ (Elucidário). solladía. Entarimado: «cada tabla de solladía labrada y clavada un real de plata» (Diario histórico I, 119). Deriv. del port. can. sollado ‘ídem’ y el sufijo –ío. 204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 51 sollado. Piso de madera, entarimado: «Advertencia: grueso de una tabla para sollado» (Diario histórico I, 120); «ajusté con una compañía de aserradores todos los hilos, así de tablas de sollado como tablones, vigas, etc.» (ídem, 161). Del port. soalhado ‘pavimento de madeira’ (Alm.). sollar. Entarimar, cubrir el suelo con tablas: «hize tablar y sollar dicha sala» (Diario histórico II, 82); «en mi casa principal de dicho Teror se sollaron las dos salitas nuevas» (ídem, 189). Del port. soalhar ‘pôr soalho em’. sorribar. Romper un terreno: «hoy Juebes nos aguantamos quinse hombres a sorivar en la guerta y se sorivo como la mita de lo que presisava» (Cartas, 41); «lo q. le quede q. sorribar q. presisa llevara otros quinse piones» (ídem); «en quanto a la guerta ya esta sorivada pero siempre le quedaron tres o quatro toscas» (ídem, 42). Del port. surribar (lat. sub- y ripa) ‘descruar un terreno’ (Alm.). terrero. Se dice de la casa de una sola planta: «Escritura fecha por el ayudante (...) a favor de dicho señor (...), de una casa terrera» (Diario histórico I, 199); «se cayó un maestro pedrero techando una sala terrera» (ídem, 286). Del port. terriero ‘o mesmo que térreo: casa terreira’ (Fig.). tostón. Moneda de valor equivalente a la peseta columnaria: «y le vendí a uno de los mercantes media pipa de vino encascado en 27 ps. y un tostón» (Diario, 5); «le dió un tostón a la que llevó la niña» (ídem, 52); «fue presiso poner la postura a dies y ocho quartos del quartillo de vino de vellón corriente, a tostón la del aguardiante» (Diario histórico II, 72). Del port. tostão (del fr. teston) ‘antiga moeda portugesa equivalente a des centavos’ (Alm.). tostonera. Se dice de cierto tipo de helecho: «la hierva tostonera no la mando ahora porque yo mismo sali y no di con ella» (Cartas, 37). Deriv. del port. can. tostón ‘moneda de valor equivalente a una peseta columnaria’ y el sufijo -ero, por alusión al parecido de la hoja de la planta designada con esta moneda. toza. Tronco de árbol cortado: «Una compañía de aserradores aserró en quatro días y medio quatro tosas de a palmo y medio de ancho» (Diario histórico I, 121). Del port. touça Núm. 50 (2004) 205 52 MARCIAL MORERA PÉREZ ‘parte de uma planta, especialmente árvore, que compreende as bases do caule e da raiz’ (Alm.). traza. Larva que corroe determinados alimentos o la madera: «ya no sirve ni la mitad porq. esta echo un cascaron de la polilla y la trasa» (Cartas, 33). Del port. traça (ár. tahriza ‘pulverizar’) ‘designação extensiva especialmente aos insectos nocivos que atacam, roendo, sementes, peles, madeiras, etc.’ (Alm.). trazar. Roer la traza el papel, la madera, la piel, los granos, etc.: «ai mucha palomilla y trasa q. pienso q. sera quien lo atrasado» (Diario, 101); «el que tubiere otro mejor lo puede guardar para sembrar y comer deste por tener mucho trasado» (ídem, 102). Del port. traçar ‘ser roído pela traça’ (Alm.). vengar. Empezar a formarse el fruto: «los árboles frutales con el favor del calor y falta de eladas vengaron mui bien sus frutos» (Diario histórico I, 301). Del port. de Madeira vingar (lat. vindicare) ‘crescer’ (Falares da ilha). verga. Hilo metálico grueso: «se pusieron las vergas en la puerta del armacén y puerta del mar» (Diario, 117). Del port. verga (lat. virga) ‘barra delgada de ferro’ (Alm.). viñátigo. Árbol de la familia de las lauráceas: «aquí able yo a uno si las q.ria sacar de biñatigo serne» (Cartas, 141); «la res que come el biñatigo o sanguino nenguna sirve para aprovechar» (ídem, 144). Del port. vinhatico (lat. vineaticus) ‘árvore leguminosa do Brasil e dos Açores’ (Fig.). d) Los guanchismos documentados en el texto pertenecen, como casi todo el material léxico heredado por el español isleño de la lengua canaria prehispánica, al mundo de rural. Son los siguientes: baifo. Cría de la cabra: «de las crias deste año estan onse baifos quatro machos y siete hembras» (Cartas, 17); «es como quien quita un baifo a medio mamar» (ídem, 39); «tanpoco se los baifos q. tienen desta cria las cabras ni mias ni suias» (ídem, 44); «mi compadre perera le tiene dos baifos deste año» (ídem, 88). Según Wölfel, del bereber beyyew ‘ser sin cuerno’ (Monumenta). 206 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 53 gofio. Harina gruesa de granos tostados: «me parese q. en todo mayo no tenemos gofio nuevo» (Cartas, 44); «yo puse de mi surron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la burra por no aver afrecho ni frangollo» (ídem, 147); «me prestó el viato Francisco Carme media fanega de gofio para pagársela en el tiempo de la cosecha» (Diario, 21); «se esperimentó en esta ysla una escases apretante de granos y por consiguiente de pan y gofio» (Diario histório I, 297-298); «la libra de pan a medio tostón y a proporción el gofio de millo» (Diario histórico II, 209). Según Ahmed Sabir, podría estar relacionada con el bereber buffi ‘sopa hecha a base de harina gruesa de granos’17. gofiero. Persona que hace el gofio: «mató en el mismo molino a un gofiero, ya hombre anciano» (Diario, 35). Deriv. del guanchismo gofio ‘harina gruesa de granos tostados’ y el sufijo -ero. gomero. Natural de la isla de La Gomera: «Mi conpadre Manuel gomero de un pedaso paga beinte de plata» (Cartas, 22). Probablemente del bereber gumara ‘determinado pueblo del norte de África’. jairo. Se dice de la cabra doméstica. Ú. t. c. s.: «en quanto a las cabras jairas ya las abian buelto a echar con las nuestras» (Cartas, 49); «la jaira se la mandé con Joseph de sosa» (ídem, 77); «tnabien se la ban cogiendo y dandosela a sus jairos» (ídem, 107). Según Wölfel, relacionada con la voz hausa ara-ara ‘carnero’, ‘oveja’, ‘cabra’ (Monumenta). e) Por lo demás, también se detecta algún que otro caso de andalucismo, como guinea ‘variedad de calabaza larga y curvada, con pulpa muy amarilla: «ban unas papitas un bubanguito y dos calabasitas berdes de guinea» (Cartas, 47)’, afrecho ‘salvado: «yo puse de mi suron el gofio para aserles pagada a la hiegua y a la burra por no aver afrecho ni frangollo» (ídem, 147)’; «apenas las bullan se hasen los arcos un afrecho» (ídem, 63), cortijo ‘finca grande con casa: «vendió (...) doze fanegadas 17 Las Canarias preeuropeas y el norte de África. El ejemplo de Marruecos. Paralelismos lingüísticos y culturales, Rabat, 2001, p. 166. Núm. 50 (2004) 207 54 MARCIAL MORERA PÉREZ de tierra, parte de las que componían el cortijo que éste tenía en Miraflor» (Diario histórico I, 147)’, destalaje ‘desorden, desbarajuste: «no es su amo dueño de guareser una fruta y lo mismo en madurando las ubas que es mucho el destalaje» (Cartas, 85)’; escobón ‘arbusto leguminoso de flores amarillas: «planté los limoneros, mansaneros encarnados, jasminero real y escobones» (Diario histórico I, 287)’, tarajal ‘arbusto tamariscáceo: «En este mes se plantó la Alameda y tarajales que están a la entrada de la portada de Triana» (Diario histórico II, 24)’; americanismo, como papa ‘patata: «ban media fanega de arvexas = unas papas quatro bubanguitos sevollas» (Cartas, 24)’; voces del oriente peninsular, como pantana ‘fruto de la pantanera: «ban dos cachos una calabasa = un bubanguito berde y dos pantanitas» (Cartas, 71)’; galicismos, como malpaís ‘coladas lávidas basálticas de superficie irregular que hace difícil el tránsito sobre ellas: «Cada jubrón labrado y sentado para empesgado de malpaís un real de plata» (Diario histórico I, 119)’, jubrón ‘madero que va de la viga cumbrera a las soleras laterales’. 5. CONCLUSIONES Tres son las conclusiones más importantes que se derivan de nuestro estudio anterior: Primero, que en el siglo XVIII el español de Canarias había adquirido ya los principales rasgos fónicos, gramaticales y léxicos que va a presentar en la época contemporánea: aspiración de la /-s/ implosiva, neutralización de la oposición de líquidas /r/ -/l/ en posición implosiva, diptongación de hiatos, aspiración de la consonante velar tensa castellana /x/, pérdida de la /-d-/ intervocálica, reducción de determinados grupos consonánticos, neutralización de la oposición pronominal vosotros/ ustedes, a favor del segundo elemento, aparición del diminutivo de respecto cariñoso, paradigmas léxicos plagados de neologismos, portuguesismos, guanchismos, etc. Segunda, el habla de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, con su diminutivo de respeto cariñoso, frecuentes casos de leísmo, sistemática neutralización de la oposición de líquidas 208 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ESPAÑOL CANARIO DEL SIGLO XVIII 55 /l/-/r/, altísima frecuencia de uso del pretérito imperfecto de subjuntivo en –se, etc., es mucho más innovadora que el habla tinerfeña que reflejan las cartas de Silvestre Izquierdo. Tercera, la presión de la norma estándar sobre el español canario es mucho menos asfixiante que lo que va a ser en los siglos XIX y XX, en que erradicará del habla de las islas la aspiración de la /h-/ procedente de /f-/ inicial latina, el uso del futuro imperfecto de subjuntivo, los usos direccionales de la preposición contra, gran cantidad de las voces canarias de procedencia portuguesa, guanche, morisca, etc., restituirá determinados grupos consonánticos, obligará a anteponer los pronombres complementarios al verbo, salvo en determinados contextos, etc., etc. En realidad, la Real Academia no había alcanzado todavía el nivel de predominio que lograría después. Núm. 50 (2004) 209 HISTORIA 68 ¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR? ¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR? POR ELOY BENITO RUANO Entre el trabajo titulado «Manuscritos canarios del Museo Británico» publicado en el A NUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS, vol. I (1955), pp. 549-575, y el presente del vol. L, medio siglo se extiende. Menos tiempo que el que une (1950-2004) la relación entre el maestro (D. Antonio Rumeu de Armas) y el colaborador firmante de estas líneas. Ejemplo de vinculación, de comunicación, de amistad abiertos, sin cifra final. Y por parte del segundo, de admiración, de fidelidad, de homenaje. Mucho se ha navegado en este ANUARIO por el Atlántico Sur. Hagámoslo ahora, aunque brevemente, por el Atlántico Norte. El poeta-cronista Robert Wace, autor de un rimado Roman de Rou (circa 1160-1174) consigna cómo el duque normando Guillermo, aprestándose al encuentro conquistador de Hastings (1066) «sun boen cheval fist demander, ne poeit l’en meillor trover, d’Espaigne li out enveié un reis par mult grant amistié... Núm. 50 (2004) 213 2 ELOY BENITO RUANO Galtier Guiffart l’out amené ki a Saint-James aveit esté»1. Sobre el conocido aprecio de los caballos peninsulares en la Europa de los siglos medievales pueden verse testimonios y referencias en nuestro trabajo «El asturcón, caballo literario», publicado en Estudia in honorem Prof. Martín de Riquer, III, Cuaderns Crema, Barcelona (1988), pp. 543-559. El también cronista Guillermo de Poitiers (circa 1020-1090) consignó en sus Gesta Guillelmi, Ducis Normannorum et Regis Angliae que «de Vasconia et Arvernia potentes ei transmittebant vel adduceban equos, qui nominibus propriis vulgo sunt nobilitati. Item Reges Hispaniae hiis donis inter alia ejus amicitiam captabant»2. Entre tantas amistosas relaciones pudieron manifestarse otras de más trascendente calado político y hasta familiar (o de inversa precedencia). La propia Historia Compostelana, refiriéndose al Obispo Diego Peláez afirmó que «Unos enemigos suyos, movidos de envidia, acusáronle de que trataba de arrebatar al Rey de los españoles el reino de Galicia, para entregarlo al rey de los ingleses y normandos». «Esto se divulgó por todas partes» —añade el texto—; pero si fuera verdad o no, tampoco es este momento ocasión de tratarlo. Si bien, prosigue, el Rey Alfonso (VI), de facto expulsó de su iglesia de Santiago a don Diego tratándole de traidor y manteniéndole preso y aherrojado durante largos años. Y aunque reconociendo por su parte el cronista la nobleza y generosidad del prelado, estimó que 1 F. R. CORDERO CARRETE, «Galtier Guiffart, peregrino a Compostela en el siglo XI», Cuadernos de Estudios Gallegos, fasc. III (1945), pp. 327-330. 2 Ob. cit., edit. RAYMONDE FOREVILLE, París, 1952, p. 26. 214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR? 3 «tanto se mezcló en los asuntos laicos que no correspondió como debía a la norma de su condición eclesiástica»3. Es precisamente la complicidad del Obispo con el inquieto conde gallego Rodrigo Ovéquiz, alzado en su castillo de San Esteban de Ortigueira contra su común monarca, cuando el rey castellano-leonés hubo de enfrentarse, tras el sangriento fracaso de Zalaca (1087) a la oleada almorávide, viéndose obligado hasta a amenazar a los reinos cristianos europeos de dejar paso franco a los infieles, ante la imposibilidad de contenerlos por sí mismo. Y es también cuando se atribuye a la pareja rebelde su ofrecimiento al soberano británico nada menos que de la Corona de Galicia, sustrayéndola de la obediencia alfonsina. En todo caso, si es que así se produjo, el monarca inglés falleció precisamente en aquel mismo año, por lo que el prelado compostelano, vecino junto con su cómplice, se vio obligado, conducido por su Rey, a comparecer ante el Concilio de Husillos (Palencia) para hacer entrega de su báculo y anillo episcopales ante el legado pontificio, Cardenal Ricardo de Marsella4. Desterrado hasta su muerte en Aragón en 1104, obtuvo de los Papas Urbano II y Pascual II cierta protección que le permitió subsistir dignamente5. Su sucesor en el episcopado fue, tras un efímero ejercicio de éste por el abad de Cardeña, el famoso don Diego Gelmírez. El conde Ovéquiz fue también privado de sus predios y castillos, viéndose obligado a ratificar, vencido, la adjudicación que de ellos hiciera el Rey victorioso a la catedral de Lugo. * * * Inserta en el desarrollo de todos estos acontecimientos se halla la cuestión del hipotético matrimonio proyectado entre «un 3 Historia Compostelana, ed. F. R. SUÁREZ, Santiago, 1950, pp. 29-37 y 242. Cf. el tratamiento de este proceso por R. MENÉNDEZ PIDAL en La España del Cid, ed. Madrid, 1947, pp. 346-348. 5 Cf. A. ANTONIO UBIETO ARTETA, «El destierro del Obispo compostelano Diego Peláez en Aragón», Cuadernos de Estudios Gallegos, VI (1951), pp. 43 y ss. 4 Núm. 50 (2004) 215 4 ELOY BENITO RUANO soberano» del reino de Galicia y «una princesa» hija de Guillermo el Conquistador. Un análisis ejemplar que podemos considerar exhaustivo sobre el tema es el realizado al efecto por el investigador don Felipe Ramón Cordero Carrete: «De los esponsales de una hija de Guillermo el Conquistador con un Rey de Galicia»6. Análisis practicado sobre las pertinentes fuentes, narrativas, documentales e incluso literarias, y conducente a una conclusión, aunque perfecta, incierta —vale decir, insegura—. Hasta la de siete puede alcanzarse la cifra de nombres de hijas hipotéticas de Guillermo y Matilde, primeros monarcas normandos de Inglaterra. Si bien los nombres de algunas de ellas pueden resultar equívocos entre sí: Adela y Adelaida; Ágata y Águeda; e incluso Alberta. En cuanto al aludido «Rey de Galicia», hijo de Fernando I de Castilla, podría tratarse, según los indicios, bien del primogénito Sancho; de Alfonso VI (confundido en una ocasión como Amfurcio); o de García. Este último más acorde con el título enunciado, pero no con los datos más afines a su probabilidad, siempre basada en alusiones o menciones inseguras, tanto anglo-normandas como galaicas. Una de dichas princesas, Adelaida, parece que murió soltera, al haber fallecido su prometido el príncipe Haroldo antes de realizarse el matrimonio: «nulli nupta, virgo jam nubilis obiit». Mientras que una segunda, Águeda, viuda o prometida quizá del mismo noble Haroldo, se resistió radicalmente a matrimoniar con el Rey hispano, ya fuese por rechazar individualmente a éste —citado como Hibero—, ya por negarse en absoluto a abandonar su tierra britana para cambiarla por la española: es decir, que «Adefonso Gallicae regi per nuntius jurata, virgineam mortem impetravit a Deo», o bien «Omnipotenti ergo effundit precem lacrymosam, ne duceret ipsa in Hispaniam, sed ipse potius susciperet eam». 6 216 Cuadernos de Estudios Gallegos, fasc. VII (1952), pp. 55-78. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS ¿GALICIA POR GUILLERMO EL CONQUISTADOR? 5 «Si los desposorios no pasaron de tratos —concluye el autor que últimamente venimos siguiendo—... cualquiera de las hijas mayores de Guillermo pudo ser la prometida». Pero no es posible deducir una resolución del problema de las fuentes hasta ahora conocidas, ni es fácil encontrar otras si es que existen, hasta ahora ocultas7. En cuanto al sentido del supuesto proyecto planteado con la reiterada opción matrimonial, cabe aceptar la búsqueda por parte de la nobleza y de la alta Iglesia gallegas de apoyo a sus fines más o menos secesionistas respecto de la Corona castellano-leonesa. Y por parte del Conquistador («el más poderoso señor de la Europa de Occidente» en el momento), suponer el ambicioso deseo de incrementar sus dominios, inscribiendo en el Domesday Book la peninsular perla galaica. Lo que hubiera acrecentado el casi total perfil atlántico de los dominios del Conquistador. 7 CORDERO CARRETE, «De los esponsales...», pp. 74 y 78. Núm. 50 (2004) 217 68 AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA POR ALBERTO VIEIRA O Atlântico não é só uma imensa massa de água, polvilhada de ilhas pois está associado a uma larga tradição histórica. Foi na Antiguidade que recebeu o nome de baptismo. As ilhas foram e continuam a ser o principal pilar e o mar o traço de união. Estamos perante um conjunto de ilhas e arquipélagos, relevantes no processo histórico, quase sempre como intermediários entre litorais dos continentes europeu, africano e americano. Anicham-se, de um modo geral, junto da costa dos continentes africano e americano. Apenas os Açores, Santa Helena, Ascensão e o grupo de Tristão da Cunha se distanciam dela. Desde o pioneiro estudo de Fernand Braudel1 que às ilhas foi atribuída uma posição chave na vida do oceano e do litoral dos continentes. Segundo Pierre Chaunu2, foi activa a intervenção dos arquipélagos da Madeira, Canárias e Açores, o Mediterrâneo Atlântico, na economia europeia dos séculos XV e XVII3. 1 O Mediterrâneo e o Mundo Maditerrânico na Época de Filipe II, 2 vols., Lisboa, 1984 (1ª edição em 1949). 2 Sevilla y América. Siglos XVI y XVII, Sevilha, 1983 [Estudo abreviado dos 14 volumes de Séville et l’Atlantique y del Pacifique des Ibériques, 1949, 1955-60]. 3 Confronte-se nossos estudos: Comércio Inter-insular nos séculos XV e XVI. Madeira, Açores e Canárias, Funchal, 1987; Portugal y las Islas del Atlántico, Madrid, 1992. Núm. 50 (2004) 219 2 ALBERTO VIEIRA O Atlântico pode ser considerado uma invenção europeia dos séculos XV e XVI, articulando-se directamente com as políticas coloniais das potências emergentes. A partir daqui estabeleceuse, em ambos os lados do oceano, um vínculo directo entre ilhas e áreas costeiras. A História, a Geografia marcaram a vida do oceano nos últimos cinco séculos4. A partir do século XV foi um espaço privilegiado para os impérios europeus onde as ilhas assumem uma função fundamental no cruzamento de rotas, circulação de pessoas e produtos5. Na História do Atlântico o mundo insular é uma realidade sempre presente. A Antiguidade Clássica faz apelo às ilhas míticas, fantásticas e imaginárias, cuja localização acontece sempre no Atlântico6. O fascínio do mundo insular manteve-se nos descobrimentos europeus. Foi uma dominante da cultura Ocidental e Oriental, ganhando papel de relevo na mitologia clássica e na construção de novos mitos 7. Daqui resultou certamente a moda de divulgação com os isolarios, em que se destaca o de Beneditto Bordone de 15288. Depois, construíramse pontes entre ambos os lados do oceano como pilhares assentes nas ilhas. As rotas do Atlântico, Índico e Pacífico só se afirmaram por força da presença de ilhas. D. Manuel, monarca português, ciente da importância desta realidade, mandou estabelecer o Livro das Ilhas para tombar toda a documentação mais significativa que a elas se referia9. 4 D. W. MEINIG, The Shaping of América: A Geographical Perspective on 500 years of History, vol. I: Atlantic America 1492-1800, New Haven, 1986. PIETER EMMER, «In Search of a System: The Atlantic Economy, 1500-1800», in HORST PIETSCHMANN, Atlantic History. History of the Atlantic System 15801830, Gottingen, 2002, pp. 169-178; BARBARA L. SOLOW, Slavery and the Rise of the Atlantic System, N. York, 1991. 5 Cf. JOSÉ MANUEL AZEVEDO E SILVA, «A importância dos espaços insulares no contexto do mundo Atlântico», in História das Ilhas Atlânticas, vol. I, Funchal, 1997, pp. 125-161. 6 W. H. BABCOCK, Legendary Islands of the Atlantic, N. York, 1922; MARCOS MARTÍNEZ, Canarias en la Mitologia, Santa Cruz de Tenerife, 1992; IDEM, Las Islas Canárias de la Antigüedad al Renacimiento. Nuevos aspectos, Santa Cruz de Tenerife, 1996. 7 ANTÓNIO CARLOS DIEGUES, Ilhas e Mares. Simbolismo e Imaginário, S. Paulo, Editora Hucitec, 1998, pp. 80, 129-193. 8 INÁCIO GUERREIRO, «Tradição e modernidade nos Isolarios ou “livros das Ilhas”, dos séculos XV e XVI», in Oceanos, nº 46 (Lisboa, 2001), pp. 28-40. 9 Cf. JOSÉ PEREIRA DA COSTA, O Livro das Ilhas, Lisboa, 1987. 220 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 3 Em síntese podemos afirmar que as ilhas foram espaços de construção das utopias, escalas retemperadoras da navegação, áreas de desusada riqueza para o europeu, como destino de desterro de criminosos e políticos, refúgio de piratas, aventureiros, espaços de convalescença e lazer e turismo. No vasto conjunto de ilhas que povoam o oceano devemos salientar pelo menos três grupos: oceânicas (Açores, Madeira...), continentais (Cabo Verde, S. Tomé e Príncipe, Santa Catarina...) e fluviais (São Luís no Brasil,...). A posição que cada uma assumiu conduziu a diferente protagonismo histórico. As fluviais e continentais evidenciaram-se pela dependência ao espaço continental vizinho, enquanto as oceânicas ficaram entregues a si próprias. A favor da valorização dos espaços insulares temos, ainda, a tese que vingou no seio da Historiografia americana de que o Atlântico é uma unidade de análise, delimitada cronologicamente entre os inícios de expansão europeia, a partir do século XV e a abolição da escravatura em 188810. A função assumida pelas ilhas no contexto da expansão quatrocentista, quer como terra de navegadores, quer como principal centro que modelou a realidade socio-económico, é a evidência da imprescindível da dimensão atlântica. Se tomarmos em linha de conta alguns dos temas comuns, como o vinho, o açúcar e a escravatura, seremos forçados a concluir que foram eles em boa parte, os responsáveis pela 10 Cf. JACQUES GODECHOT, Histoire de l’Atlantique, Paris, 1947; ALAN L. K ARRAS e J. R. M ACNEILL , Atlantic American Societies-from Columbus Through Abolition 1492-1886, London, 1992 [nomeadamente a apresentação de A. L. Karras, «The Atlantic World as a unit of Study»]; ALFRED W. CROSBY, The Columbian Exchange, Biological and Cultural Consequences of 1492, Westport, 1972; S. M INTZ , Sweetness and Power, N. York, 1985; M ICHAEL M EYERR , «The Price of the new Transnational History», The American Historical Review, 96, nº 4, 1991, 1056-1072; D. W. M EINIG , Atlantic America 1492-1800, New Haven, 1980; LAN STELLE, The English Atlantic, 1675-1740 — An Exploration & Communication and Community, N. Y. 1986; DAVID ARMITAGE E MICHAEL J. BRADDICK, The British Atlantic World. 1500-1800, N. York, 2000 (especialmente os textos de Bernard Bailyn e David Armitage); JOHN ELLIOTT, en Búsqueda de la Historia Atlántica, Las Palmas, 2001. Núm. 50 (2004) 221 4 ALBERTO VIEIRA opção atlântica. As rotas comerciais, os mercados, e, acima de tudo, o oceano como mar aberto, são uma permanência. Acontece que a historiografia vem defendendo a vinculação das ilhas ao Velho Mundo, realçando apenas a importância da relação umbilical com a mãe-pátria. Os séculos XV e XVI seriam os momentos áureos, enquanto a conjuntura setecentista a expressão da viragem para o Novo Mundo, em que alguns produtos, como o vinho, assumem o papel de protagonista e de responsáveis pelas trocas comerciais. Estudos recentes confirmam que o relacionamento exterior das ilhas não se resumia apenas a estas situações11. À margem das importantes vias e mercados intercontinentais subsistem outras que activaram a economia insular desde o séc. XV. As conexões entre os arquipélagos próximos (Açores e Canárias) ou afastados (Cabo Verde, S. Tomé e Príncipe) foram já motivo de aprofundada explanação, que propiciaram a valorização da estrutura comercial12. Aqui ficou demonstrada a importância assumida pelos contactos humanos e comerciais, que no primeiro caso, resultou da necessidade de abastecimento de cereais e, no segundo, das possibilidades de intervenção no tráfico negreiro, mercê da vinculação às áreas africanas como a Costa da Guiné, Mina e Angola. Em qualquer das situações o estreitamento dos contactos depende, primeiro, da presença de uma comunidade que pretende manter o vínculo à terra-mãe e depois as possibilidades de troca favorável. A oferta de vinho e a procura pelos agentes do tráfico negreiro, para enganadoramente oferecerem aos sobas 11 A partir de 1976 a realização de diversos colóquios sobre estas ilhas, nas Canárias, Açores e Madeira tem evidenciado esta realidade. Aqui apenas damos conta de alguns dos nossos trabalhos, entre muitos que estão reunidos nas referidas actas: «O comércio de cereais dos Açores para a Madeira no século XVII», in Os Açores e o Atlântico (séculos XIV-XVII), A. HEROÍSMO, 1984; «O Comércio de cereais das Canárias para a Madeira nos séculos XVI e XVII », in VI Coloquio de Historia Canario Americana, Las Palmas, 1984; «Madeira e Lanzarote. Comércio de escravos e cereais no século XVII», in IV Jornadas de História de Lanzarote e Fuerteventura, Arrecife de Lanzarote, 1989. 12 O Comércio Inter-insular (Madeira, Açores e Canárias) nos séculos XV e XVI, Funchal, 1987. 222 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 5 africanos, ou do outro lado do Atlântico saciaram a sede do europeu a troco do açúcar, foi o principal móbil. A situação influenciou decisivamente a estrutura comercial insular a partir da segunda metade do século XVI. No caso do Atlântico português a conjuntura foi particular pois a actuação em três frentes — Costa da Guiné, Brasil e Índico — alargou os enclaves de domínio ao sul do oceano. Neste contexto surgiram cinco vértices insulares de grande relevo — Açores, Canárias, Cabo Verde, Madeira e S. Tomé — que foram imprescindíveis para a afirmação da hegemonia e defesa das rotas oceânicas. Aí assentou-se os pilares atlânticos fazendo das ilhas desabitadas, lugares de acolhimento e repouso para os náufragos, ancoradouro seguro e abastecedor para as embarcações e espaços agrícolas de exportação. No primeiro caso podemos referenciar a Madeira, Canárias, Cabo Verde, S. Tomé, Santa Helena e Açores, que emergiram em princípios do século XVI como os principais eixos das rotas do Atlântico. Algumas foram fundamentais nas rotas intercontinentais, como foi o caso das Canárias, Santa Helena, Açores e as que se filiam nas áreas económicas litorais, como sucedeu com Arguim, Cabo Verde, e o arquipélago do Golfo da Guiné. Todas viveram numa situação de dependência em relação ao litoral que as valorizou. Apenas em S. Tomé, pela importância que aí assumiu a canade-açúcar esta subordinação não atingiu a mesma dimen-são no início. O protagonismo dos arquipélagos das Canárias e Açores é muito mais evidente no traçado das rotas oceânicas que se dirigiam ou regressavam das Índias ocidentais e orientais, resultado da posição às portas do oceano. Actuaram como via de entrada ou de saída das rotas oceânicas, orientando a pirataria e corso para a região circunvizinha. Mas estas não foram apenas áreas de apoio, uma vez que o solo fértil permitiu um aproveitamento agrícola. A última vertente projectou-as para um lugar relevante na História do Atlântico. A valorização sócio-económica dos espaços insulares não foi unilinear, dependendo da confluência de dois factores. Primeiro, os rumos definidos para a expansão atlântica e os níveis da sua expressão em cada um, depois as condições propiciadoras de Núm. 50 (2004) 223 6 ALBERTO VIEIRA cada ilha ou arquipélago em termos físicos, de habitabilidade ou da existência ou não de uma população autóctone. Quanto ao último aspecto é de salientar que apenas nas Antilhas, Canárias e a pequena ilha de Fernão do Pó, no Golfo da Guiné, já estavam ocupadas quando aí chegaram os marinheiros peninsulares. As restantes encontravam-se abandonadas — não obstante falar-se de visitas esporádicas às ilhas dos arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé por parte das gentes costeiras — o que favoreceu o imediato e rápido povoamento, quando as condições o permitiam. Se na Madeira a tarefa foi fácil, não obstante as condições hostis da orografia, o mesmo não se poderá dizer dos Açores ou de Cabo Verde, onde os primeiros colonos enfrentaram diversas dificuldades. Para as ilhas já ocupadas as circunstâncias foram diferentes, pois enquanto nas Canárias os castelhanos defrontaram-se com os autóctones por largos anos (1402/1496). Já em Fernão do Pó e nas Antilhas foi mais fácil vencer a resistência indígena. Os arquipélagos da Madeira e Canárias afirmam-se pelo pioneirismo da ocupação que fez com que se projectassem no espaço atlântico. É evidente a vinculação económica e institucional dos espaços do atlântico português à Madeira, como sucede em relação às Canárias com as índias de Castela. Daqui resulta a sua importância para o estudo e conhecimento da História do Atlântico a valorização da história de ambos os arquipélagos13. As ilhas jogaram um papel fundamental na estratégia de afirmação colonial no Novo Mundo, pois que foram pilares destacados do complexo que começou a construir-se a partir do século XV. Elas são, ainda, a imagem do Paraíso que se afirma como espaço de rica exploração económica, escala retempe13 Cf. ALAN L. KARRAS e J. R. MACNEILL, Atlantic American Societies — From Columbus Through Abolition 1492-1886, London, 1992; ALFRED W. CROSBY, The Columbian Exchange, Biological and Cultural Consequences of 1492, Westport, 1972; S. M INTZ , Sweetness and Power, N. York, 1985; MICHAEL MEYERR, «The price of the new transnational history», The American Historical Review, 96, nº 4, 1991, 1056-1072; D. W. MEINIG, Atlantic America 1492-1800, New Haven, 1980; LAN STELLE, The English Atlantic, 1675-1740 — An Exploration & Communication and Community, N. Y. 1986. 224 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 7 radora e de apoio aos intrépidos marinheiros. Paulatinamente ganharam a merecida posição na estratégia colonial, projectando-se nos espaços continentais próximos e longínquos. Abriram as portas do Atlântico e mantiveram-se até a actualidade como peças fundamentais. Foram imprescindíveis à descoberta do oceano como para a afirmação e controlo dos mercados continentais vizinhos, como sucedeu em Cabo Verde e S. Tomé. Nos séculos XVIII e XIX não foi menor o protagonismo insular. As ilhas passaram de escalas de navegação e comércio a centros de apoio e abastecimento de carvão aos vapores e laboratórios da ciência. Cientistas cruzam-se com mercadores, funcionários coloniais e militares e seguem as rotas delineadas desde o século XV. A estes juntaram-se os primeiros «turistas», que afluem às ilhas desde o século XVIII na busca de cura para a tísica pulmonar ou à descoberta das belezas. Foi o início do turismo insular que só adquiriu a dimensão actual a partir da década de cinquenta do século XIX. A segunda metade do século XIX confiou ainda outro papel às ilhas. Foram elas pontos estratégicos fundamentais do lançamento dos cabos submarinos intercontinentais. A situação perdurou até à década de setenta do século XX, altura em que os sistemas de telecomunicações começaram a afirmar-se e a dominar em definitivo as trocas de informação intercontinentais14. Parte da fortuna destas Afortunadas está patente no papel que assumiram no mundo atlântico a partir do século XV. Daqui resultou uma forte vinculação ao mundo europeu que nunca prescindiu da posse na estratégia expansionista e de domínio do espaço atlântico. O progresso das comunicações não lhes retirou protagonismo, antes pelo contrário veio a revaloriza-las. Os portos dos veleiros deram lugar aos vapores e aos cabos submarinos e acabaram cedendo os protagonismos aos aeroportos. Hoje assumem uma nova dimensão no âmbito político, como espaços independentes ou autónomos, continuam a 14 Cf. FRANCIS M. ROGERS, Atlantic Islanders of the Azores and Madeiras, Massachusetts, 1979, pp. 175-230. Núm. 50 (2004) 225 8 ALBERTO VIEIRA assumir a vinculação europeia, sendo mais evidente a vocação de estância turística. AS ILHAS E OS DESCOBRIMENTOS No conjunto, os arquipélagos do Atlântico Oriental — Madeira, Açores, Canárias, Cabo Verde, S. Tomé — deram um contributo à plena valorização e afirmação do novo espaço que ganhou evidencia na construção dos impérios europeus A Madeira surgiu nos alvores do século XV como a primeira experiência de ocupação em que se ensaiaram produtos, técnicas e estruturas institucionais, que depois foram utilizados em larga escala noutras ilhas e litoral africano e americano. O arquipélago foi o centro de divergência dos sustentáculos da nova sociedade e economia do mundo atlântico: primeiro tivemos os Açores, depois os demais arquipélagos e regiões costeiras onde os portugueses aportaram. Idêntica função preencheu as Canárias em relação ao modelo colonial castelhano, que num primeiro momento se orientou pela experiência madeirense15. O sistema institucional madeirense apresentava uma estrutura peculiar definida pelas capitanias. Foi a 8 de Maio de 1440 que o Infante D. Henrique lançou a base da nova estrutura ao conceder a Tristão Vaz a carta de capitão de Machico. A partir daqui ficou definido o sistema institucional que deu corpo ao governo português no Atlântico insular e brasileiro. Também os castelhanos vieram à ilha receber alguns ensinamentos para a sua acção institucional no Atlântico, como se depreende do desejo manifestado em 1518 pelas autoridades antilhanas em resolver a difícil situação das pequenas ilhas de Curaçau, Aruba e La Margarita com o recurso ao modelo madeirense de povoamento. As Canárias assumiram idêntico papel para o império de Castela16. Tenha-se em conta que algumas ilhas, nomeadamente 15 Cf. JOSÉ PÉREZ VIDAL, Aportación de Canarias a la población de América, Las Palmas de Gran Canaria, 1991. 16 Como o confirmam os textos de A. RUMEU DE ARMAS, Canarias y el 226 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 9 a de La Gomera, foram pilares fundamentais no apoio das viagens colombinas e depois de toda a estratégia imperial17. A partir daqui os castelhanos fizeram chegar a cultura da cana sacarina às ilhas da América central18. A Madeira foi ainda o ponto de partida para organização da sociedade no atlântico em torno da escravatura. De acordo com S. Greenfield19 ela serviu de trampolim entre o «Mediterranean Sugar Production» e a «Plantation Slavery» americana. O autor não faz mais do que retomar os argumentos aduzidos por Charles Verlinden 20 desde a década de sessenta, que entretanto mereceram alguns reparos na formulação, mercê de novos estudos21. HOMENS E PRODUTOS Os descobrimentos europeus não podem ser vistos apenas na perspectiva do encontro de novas terras, novas gentes e culturas, devendo associar-se também as migrações humanas, que arrastaram consigo um universo envolvente de fauna, flora, tecnologia, usos e tradições. Estamos perante aquilo a que Atlántico. Piraterías y ataques navales, Madrid, 1991 (reedição); P IERRE CHAUNU, ob. cit.; e FRANCISCO MORALES PADRÓN, El comercio canario-americano (siglos XVI-XVIII), Sevilla, 1955. 17 ANTONIO TEJERA GASPAR, Los cuatro viajes de Colón y las Islas Canarias (1492-1502), La Laguna, Francisco Lemus Editor, 2000. 18 Cf. JUSTO L. DEL RÍO MORENO, Los inicios de la agricultura europea en el Nuevo Mundo, Sevilla, 1991, p. 303. 19 «Madeira and the Beginings of New World Sugar Cane Cultivation and Plantation Slavery: a Study in Constitution Building», in VERA RUBIN e ARTUR TUNDEN (eds.), Comparative Perspectives on Slavery in New World Plantation Societies, N. York, 1977. 20 «Précédents et Paralèlles Européens de l’Esclavage Colonial», in Instituto, vol. 113, Coimbra, 1949; «Les Origines Coloniales de la Civilization Atlantique. Antécédents et Types de Structure», in Journal of World History, 1953, pp. 378-398; Précédents Médiévaux de la Colonie en Amérique, México, 1954; Les Origines de la Civilization Atlantique, Neuchâtel, 1966. 21 Confronte-se ALFONSO FRANCO SILVA, «La esclavitud en Andalucía...», in Studia, nº 47, Lisboa, 1989, pp. 165-166; ALBERTO VIEIRA, Os escravos no Arquipélago da Madeira. Séculos XV a XVII, Funchal, 1991. Núm. 50 (2004) 227 10 ALBERTO VIEIRA Pierre Chaunu22 define como desencravamento planetário, vinculado às transformações operadas pela a expansão europeia do século XV. Os Descobrimentos foram também responsáveis pela transformação e revolução ecológica, com impactos positivos ou negativos. Uma das transformações fundamentais ocorreu ao nível alimentar com a descoberta de novos produtos e condimentos que enriqueceram a dieta alimentar23. NAVEGANTES, AVENTUREIROS E EMIGRANTES Os Descobrimentos do século XV foram o início de novo processo de transmigração das populações europeias. Portugal, porque pioneiro, assumiu um lugar de destaque. À tradicional movimentação interna das populações, resultante da reconquista e ocupação, sucedem-se outros para fora do continente, de acordo com o avanço dos descobrimentos e a necessidade de ocupação de novos espaços. Uma questão, de não menor importância, prende-se com a forma de recrutamento dos colonos. Há os que vão, de livre vontade, à aventura, que cumprem uma missão como funcionários da coroa ou que se dispõem a qualquer serviço na mira de uma compensação24. Junta-se, depois, um grupo com grande destaque em todo o processo, os degredados ou prisioneiros. No momento de organização das armadas de defesa das praças marroquinas25, de ocupação das ilhas ou do Oriente, a coroa 22 A História como Ciência Social, Rio de Janeiro, 1976, 287-326 PIERRE CHAUNU, A História como Ciência Social, Rio de Janeiro, 1976, pp. 181-239; JOSÉ E. MENDES FERRÃO, A Influência Portuguesa na Difusão de Plantas no Mundo, Lisboa, 1980; Transplantação de Plantas de Continentes para Continentes no século XVI, Lisboa, 1986; IDEM, A Aventura das Plantas e os Descobrimentos Portugueses, Lisboa, 1999. 24 Veja-se no caso do Oriente o estudo de LUÍS DE ALBUQUERQUE e JOSÉ P EREIRA DA C OSTA , «Cartas de Serviço da Índia (1500-1550)», in Mare Liberum, nº 1, 1990, 309-396. 25 Confronte-se LUÍS MIGUEL DUARTE e JOSÉ AUGUSTO P. DE SOTTO MAYOR PIZARRO, «Os Forçados das Galés (os Barcos de João da Silva e Gonçalo Falcão na Conquista de Arzila em 1471)», in Congresso Internacional. Bartolomeu Dias e a sua Época. Actas, vol. II, Porto, 1989, pp. 313-328. 23 228 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 11 permitia aos organizadores o recrutamento de homens entre os condenados de diversos delitos e penas de degredo. A política moderna de degredo como forma de incentivo ao povoamento dos lugares ermos não era novidade, pois vinha sendo utilizada para o povoamento do litoral algarvio e zonas fronteiriças com Castela. Era a coroa portuguesa quem ordenava aos corregedores o destino dos degredados. Depois do Algarve, tivemos Ceuta e demais praças marroquinas, as ilhas atlânticas. A presença em Marrocos é mais insistente a partir de 143126. Para as ilhas as orientações de envio dos degredados sucedem-se conforme a evolução do povoamento do espaço atlântico: primeiro a Madeira, depois, os Açores, Cabo Verde e S. Tomé. A partir de 145427 D. Afonso V determinou, a pedido do Infante D. Henrique, que todos os homens condenados a degredo iam «povoarem as ditas ilhas que então começava de povoar...». Não será isto uma válvula de escape para os conflitos sociais28? A coroa castelhana estabeleceu a partir de 1678 como condição para o comércio das Canárias com o Novo Mundo o 26 A mudança é justificada da seguinte forma por Zurara: «muitos de meus naturaes que per alguuns negocios ssam desterrados de meus regnos, melhor estaram aqui fazendo serviço a Deos, conprindo sua justiça, que sse hirem pollas terras estranhas e desnaturarem-se pera todo o sempre de sua terra» [citado por PEDRO DE AZEVEDO, Documentos das Chancelarias Reais Anteriores a 1531 Relativos a Marrocos, t. I, Lisboa, 1915, p. XIII]. Mais tarde, Luís Mendes de Vasconcelos [«Diálogos do Sítio de Lisboa», in Antologia dos Descobrimentos Portugueses (século XVII ), Lisboa, 1974], refere que «o Brasil povoou-se com degredados, gente que se tirava do reino por benefício dele». Recorde-se que Martim Afonso de Sousa fez-se acompanhar de 600 degredados. 27 Carta régia de 18 de Maio, ANTT, Chanc. de D. Afonso V, lº 10, fl. 44vº, publ. V. M. GODINHO, Documentos sobre a Expansão, t. I, pp. 215216. No caso da Costa da Guiné, incluídos os arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé, temos para o período de 1463 a 1500, 19 casos em que foi solicitada a carta de perdão à coroa [veja-se VITOR RODRIGUES, «A Guiné nas Cartas de Perdão (1463-1500)», in Congresso Internacional. Bartolomeu Dias e a sua Época. Actas, vol. IV, Porto, 1989, pp. 397-412]. 28 Veja-se o que aduz, ainda que para uma situação distinta, MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, «La emigración a América como válvula de escape de las tensiones sociales en Canarias durante el siglo XVIII. Las actitudes sociales ante la delincuencia», in ANTONIO EIRAS ROEL (ed.), La emigración española a Ultramar, 1492-1914, Madrid, 1991, pp. 311-316. Núm. 50 (2004) 229 12 ALBERTO VIEIRA embarque de cinco famílias por cada cem toneladas de mercadoria29. O processo migratório provocado pelos Descobrimentos foi também materializado por estrangeiros residentes ou que acudiram ao apelo dos descobrimentos. Foram os genoveses, venezianos e florentinos quem mais usufruíram da abertura da coroa à participação estrangeira nos descobrimentos. Estes, mediante solicitação da coroa, ou através da naturalização por carta régia ou casamento, integraram-se facilmente nas viagens de descobrimento, povoamento e comércio30. Em qualquer dos arquipélagos a presença foi evidente, assumindo um papel significativo nas trocas com os mercados europeus. OS INSULARES E O BRASIL O Brasil exerceu ao longo da História um fascínio especial sobre os insulares que estão ligados desde o início ao seu processo de construção. A História dos arquipélagos da Madeira, Açores, Cabo Verde e Canárias têm relevado nos últimos anos a sua presença como lavradores, mercadores, funcionários e militares. Para os séculos XVI e XVII valorizou-se a presença de madeirenses, de Norte a Sul, como lavradores e mestres de engenho, pioneiros na definição da agricultura de exportação baseada na cana-de-açúcar, funcionários que consolidaram as instituições locais e régias, ou militares que se bateram em diversos momentos pela soberania portuguesa. O forte impacto madeirense nos primórdios da sociedade brasileira levou Evaldo Cabral de Mello a definir a capitania de S. Vicente como a Nova Madeira31. 29 JOSÉ PÉREZ VIDAL, Aportación de Canárias a la población de América, Las Palmas, 1991, p. 87. 30 PROSPERO PERAGALLO, Cenni in torno alla Colonia Italiana in Portogallo nei secoli XIV, XV e XVI, Torino, 1904; CHARLES VERLINDEN, «L’influenza italiana nela colonizzazione iberica. Uomini e metodi», in Nuova Rivista Storica, XXXVI, 1952, 254-270; ISABEL CASTRO HENRIQUES, «Os italianos como revelador do Projecto Político Português nas Ilhas Atlânticas (séculos XV e XVI)», in Ler História, nº 16, 1981. 31 Conferência, in As Ilhas e o Brasil, Funchal, CEHA, 2000, p. 13. 230 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 13 Evaldo Cabral de Mello Neto, como José António Gonsalves de Mello, são raros exemplos na historiografia brasileira de valorização da presença madeirense32. Aos agricultores e técnicos de engenho seguiram-se aventureiros, perseguidos pela religião (= os judeus), politica e alguns foragidos da justiça. Deste modo a presença de madeirenses, ainda que mais evidente nas terras de canaviais de Pernambuco, espalhou-se a todo o espaço com focos de maior influência em S. Vicente, Baía, Caraíbas e Ilhéus. A libertação do Maranhão em 1642 foi obra de António Teixeira Mello, enquanto em Pernambuco a resistência e expulsão do holandês foi organizada desde 1645 por João Fernandes Vieira. Ainda, a defesa da soberania lusíada foi conseguida com o envio de companhias de soldados da ilha. Assim temos em 1631 de João de Freitas da Silva, 1632 de Francisco de Bettencourt e Sá e em 1646 de Francisco Figueiroa. No último quartel do século XVII com o envio de soldados para o Maranhão e Rio de Janeiro e Santa Catarina. O processo ganhou nova dimensão no século XVIII com a emigração de casais madeirenses e açorianos. Esta foi a solução encontrada para resolver os problemas sociais nas ilhas e garantir a soberania das terras do Sul brasileiro. Em 1746 temos o envio de casais açorianos e madeirenses para o sul como garantia de defesa das fronteiras do Tratado de Madrid. A fundação da cidade de Portalegre é feita por um madeirense, sendo aqui a presença de colonos, fundamentalmente, açoriana. As evidências da situação estão ainda hoje presente no estado de Santa Catarina através de diversas manifestações como as festas do Espírito Santo. Nos séculos XIX e XX o Brasil continuou a ser um destino cobiçado dos insulares. A História e o quotidiano registam de forma evidente o movimento. Cabo Verde e as Canárias33 afirmaram-se no relacionamento com o Brasil por força do comércio de escravos, ficando ainda 32 José Pereira da Costa [«O Brasil...», in As Ilhas e o Brasil, Funchal, 2000, pp. 22-23] refere que a Historiografia brasileira dedica pouca atenção às ilhas. 33 ROSELLI SANTAELLA STELLA, «As Ilhas Canárias nos Registos do Brasil de Quinhentos», in XI Coloquio de Historia Canario Americana, t. III (1996), 57-73; IDEM, «As Canárias como eixo na conexão comercial do Brasil ao Prata», in X Coloquio de Historia Canario Americana, t. I, 1994, 89-305. Núm. 50 (2004) 231 14 ALBERTO VIEIRA reservado às ilhas de Tenerife e La Palma o contrabando de açúcar no século XVII. O período de união das coroas peninsulares favoreceu esta via. Não obstante a presença de gentes das Canárias no Brasil, foi nas colónias espanholas que os mesmos adquiriram uma posição desusada, mercê do posicionamento do arquipélago em face da rota de ida. As viagens de Colombo abriram-lhes as portas, que nunca mais se fecharam. Nos séculos XVIII e XIX as ligações comerciais das ilhas no Atlântico mantêm-se pela oferta de vinho, vinagre, de açúcar e aguardente. A relação alargou-se a partir de 1746 à presença de casais insulares (madeirenses e açorianos) no Sul e à forte emigração da segunda metade do século XIX. No século XX o Brasil continuou a ser ainda o El Dourado para os insulares, nomeadamente os madeirenses, que encontram no Rio e Santos, a fuga às dificuldades da guerra ou às difíceis condições de sobrevivência. OS ESCRAVOS A expansão europeia abriu aos europeus as portas do Atlântico propiciando a migração das mais importantes rotas comerciais para novo palco. As viagens de reconhecimento da costa africana tornaram possível o acesso fácil ao mercado de escravos através das razias. Não foram os portugueses que estiveram na origem da escravização do negro e na criação do mercado negreiro, pois já existia há muito tempo no mundo mediterrânico e africano. O seu papel resume-se a estabelecer as rotas atlânticas e a iniciar a colonização assente nesta mão-de-obra. A Madeira assumiu mais uma vez uma posição relevante por ter sido o primeiro espaço. Todavia o escravo nunca teve uma posição dominante na sociedade e processo produtivo, situação que só sucederá em Cabo Verde e S. Tomé. Nestes últimos arquipélagos um dos principais incentivos à fixação de colonos europeus foi o privilégio do resgate de escravos na costa africana vizinha. O comércio de escravos, a exemplo das demais transacções comerciais no espaço atlântico alem do Bojador, esteve sujeito a 232 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 15 apertada regulamentação. Primeiro foi a reserva de espaço no litoral africano para intervenção exclusiva dos vizinhos de Cabo Verde e S. Tomé. Ambos os arquipélagos funcionaram como placas giratórias do trato negreiro para o novo continente. Depois com a união das duas coroas, a partir de 1595, mantevese o controlo régio, sendo o comércio sujeito a um sistema de contratos e assentos. A situação só persistiu até 1650, altura em que o mercado de escravos africanos abriu as portas a todos os intervenientes34. Isto aconteceu num momento de retracção do mercado brasileiro que só recuperará trinta e nove anos mais tarde com a necessidade da mão-de-obra para a mineração. O processo de formação das sociedades insulares na Guiné foi diferente daquilo que aconteceu na Madeira, Açores e Canárias. Aqui, a distância do reino e as dificuldades de recrutamento de colonos europeus devido à insalubridade do clima condicionaram de modo evidente a expressão étnica. A par de um reduzido número de europeus, restrito em alguns casos aos familiares dos capitães e funcionários régios, juntaram-se os africanos, que corporizaram o grupo activo da sociedade. Quer em Cabo Verde, quer em S. Tomé o trabalho dos escravos era a força motriz da economia agrícola. Em todas as ilhas a presença do escravo negro não foi pacífica, sendo considerada em muitos momentos como um factor de forte instabilidade social. Os fugitivos, num e noutro lado, geravam a habitual apreensão das autoridades, que tudo faziam para sanar os aspectos nocivos que a sua presença poderia causar. Mas enquanto na Madeira, Açores ou Canárias a conflituosidade era sazonal, não assumindo proporções graves, o mesmo não se podendo dizer das ilhas da Guiné. Em S. Tomé, os fugitivos reuniam-se nas montanhas em quadrilhas e assaltavam esporadicamente as vilas. 34 Cf. ENRIQUETA VILA VILAR, Hispano-América y el comercio de esclavos. Los asientos portugueses, Sevilla, 1977. Núm. 50 (2004) 233 16 ALBERTO VIEIRA OS JUDEUS A comunidade judaica assumiu um papel de destaque no processo dos descobrimentos. A presença é notória desde o início. Aos judeus foram atribuídas responsabilidades na definição das rotas comerciais que ligavam o atlântico descoberto com os mercados do norte da Europa. A teia familiar de negócios foi um dos principais suportes da rede comercial35. Desde a Madeira, com o incremento do açúcar, a sua presença é evidente. Tão pouco a criação do tribunal da Inquisição os impediu de manter uma posição de destaque. A intervenção do tribunal da Inquisição de Lisboa nos novos espaços atlânticos, apenas os fazia avançar para novos destinos ou refúgios nas praças do norte da Europa, mas sem perderem o vínculo aos mercados e espaços de origem. A presença de judeus portugueses nas Canárias com vínculos às ilhas portuguesas é evidente36. A criação de colégios dos Jesuítas em Ponta Delgada, Angra e Funchal, bem como as visitas realizadas nos anos de 1575, 1591 e 1618-21 contribuíram para aumentar e reforçar a presença da comunidade, que se alarga a Cabo Verde e ao Brasil37. A FLORA E FAUNA A expansão atlântica revelou ao europeu um novo mundo, onde a flora e a fauna dominaram. A descoberta da nova realidade fez-se não só pelo valor alimentar e económico, mas 35 P. SALAMON, «Os primeiros portugueses de Amesterdão», in Caminiana, V, nº 8, 1983, pp. 22-104. 36 LUCIEN WOLF, Jews in the Canary Islands..., Londres, s.d.; LUIS ALBERTO ANAYA H ERNÁNDEZ, «Una comunidad judeoconversa de origen portugués a comienzos del siglo XVI en la isla de La Palma», II Colóquio Internacional de História da Madeira, 1989, 685-700; IDEM, «Relaciones de los archipiélagos de Azores y de la Madera con Canarias, según fuentes inquisitoriales (siglos XVI y XVII )», I Colóquio Internacional de História da Madeira, Funchal, 1989, 846-877. 37 ARNOLD WIZNITZER, Os judeus no Brasil colonial, S. Paulo, 1966; JOSÉ ANTÓNIO GONÇALVES SALVADOR, Os cristãos novos e o comércio no Atlântico Meridional, S. Paulo, 1978. 234 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 17 também científico. O processo de povoamento implicava obrigatoriamente a migração de plantas, animais e técnicas de recolecção, cultivo e transformação. O retorno foi igualmente rico e conduziu paulatinamente à revolução do quotidiano europeu. Algumas das novas plantas entraram rapidamente nos hábitos das populações e cedo se perdeu o rastro da origem. Portugueses e espanhóis foram importantes na troca de plantas entre o Novo e o Velho Mundo. No Oriente foram as especiarias que dinamizadora as rotas comerciais e cobiça dos europeus. A América revelou-se pela variedade e exoticidade das plantas e frutos, com valor alimentar, que contribuíram em África para colmatar a deficiência alimentar. O processo não foi pacífico, pois em muitos casos provocou alterações catastróficas no quadro natural. Isto aconteceu em regiões sujeitas à violência de uma monocultura solicitada pelos mercados internacionais. Estão neste caso a cana sacarina, o cacau, o café e o algodão. As ilhas voltaram a assumir de novo um papel fundamental como de viveiros de aclimatação das plantas e culturas em movimento. A Madeira funcionou nos dois sentidos. Da Europa propiciou a transmigração da fauna e flora identificada com a cultura ocidental. No retorno foram as plantas do Novo Mundo que tiveram de novo passagem obrigatória pela ilha. A riqueza botânica do Funchal resulta disso. O processo de imposição da chamada biota europeia, no dizer de Alfred Crosby38, foi responsável por alguns dos primeiros e mais importantes problemas ecológicos. Nos séculos XV e XVI tivemos as viagens de descobrimento, enquanto no século XVIII sucederam as de exploração e descoberta da natureza, comandadas por ingleses e franceses. Finalmente desvendou-se uma nova vocação, sendo as ilhas campo de observação directa da natureza. A afirmação da Ciência na Europa fez delas escala para as expedições científicas que se organizaram desde o século XVII. O enciclopedismo e as classificações de Linneo (1735) tiveram nas ilhas um campo ideal de experimentação. Tenha-se em conta as campanhas da Linnean 38 Imperialismo ecológico. A expansão biológica da Europa: 900-1900, S. Paulo, 1993. Núm. 50 (2004) 235 18 ALBERTO VIEIRA Society e o facto de o próprio presidente da sociedade, Charles Lyall, ter-se deslocado em 1838, de propósito, às Canárias. O VINHO O ritual cristão valorizou o pão e o vinho. Em ambos os casos foi fácil a adaptação às ilhas aquém do Bojador o mesmo não sucedendo com as da Guiné. A viticultura ficou reservada ao Mediterrâneo Atlântico, onde o vinho adquiriu um lugar importante nas exportações. A partir da Madeira as cepas chegaram a todos os recantos do Novo mundo. As primeiras cepas foram conduzidas à ilha do Pico donde se expandiram às demais ilhas. Também terão chegado às Canárias. A evolução da safra vitivinícola madeirense dos séculos quinze e dezasseis só pode ser conhecida através do testemunho de visitantes estrangeiros, uma vez que é escassa a informação das fontes diplomáticas. A documentação e os visitantes nos sécs. XVIII/XIX, foram unânimes em considerar o vinho como a principal riqueza da ilha e a única moeda de troca. Desde o século XVII que o ilhéu traçou a rota no mercado internacional, acompanhando o colonialista nas expedições e fixação na Ásia e América. O comerciante inglês soube tirar partido do produto fazendo-o chegar em quantidades volumosas às mãos dos compatriotas que se haviam espalhado pelos quatro cantos do mundo colonial europeu. O movimento do comércio do vinho ao longo dos sécs. XVIII e XIX imbrica-se de modo directo no traçado das rotas marítimas coloniais que tinham passagem obrigatória na ilha. A estas juntavam-se outras subsidiárias, quase todas sob controlo inglês. São as rotas da Inglaterra colonial que fazem do Funchal porto de refresco e carga de vinho no rumo aos mercados das Índias Ocidentais e Orientais, donde regressavam, via Açores, com o recheio colonial. Depois temos os navios portugueses da rota das Índias, ou do Brasil que escalavam a ilha onde recebem o vinho que conduzem às praças lusas. Juntam-se ainda os navios ingleses que se dirigiam à Madeira com manufacturas e fazem o retorno tocando Gibraltar, Lisboa, Porto e, finalmente, os norte236 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 19 americanos que traziam as farinhas para madeirense e regressam carregados de vinho. O vinho ilhéu conquistou desde o séc. XVI o mercado colonial em África, Ásia e América afirmando-se até meados do séc. XIX como a bebida por excelência do colonialista e das tropas coloniais em acção. Regressado o colonialista à terra de origem, com o surto do movimento independentista, trouxe na bagagem o vinho da ilha. Aqui releva-se a posição do mercado americano, dominado pelas colónias das Índias Ocidentais e portos norte-americanos. O último destino sedimentou-se, a partir da segunda metade do século XVII, mercê de um activo relacionamento. O vinho foi uma presença assídua nos portos atlânticos — Boston, Charleston, N. York e Filadélfia, Baltimore, Virgínia — onde era trocado por farinhas39. Esta contrapartida reforçou o relacionamento comercial e actuou como circunstância favorecedora do progresso da economia vitivinícola. Apenas nas Canárias e Açores a cultura da vinha e o comércio do vinho atingiram posição similar à Madeira40. Os mercados foram os mesmos sendo disputados com extrema concorrência. Note-se que os arquipélagos dos Açores, Canárias e Madeira, ficaram conhecidos na documentação oficial norteamericana como as ilhas do vinho41. A Madeira e os Açores, face aos privilégios concedidos pela coroa britânica no período após a Restauração — as actas de navegação de 1660 e 1665 e o tratado de Methuen em 1703 — conseguiram firmar uma posição de destaque. Mas nos séculos seguintes apagaram-se as diferenças e o vinho das ilhas entrava em pé de igualdade nos portos e mesa dos norte-americanos. 39 Cf. JORGE MARTINS RIBEIRO, «Alguns aspectos do comércio da Madeira com a América na segunda metade XVIII», in Actas III Colóquio Internacional de História da Madeira, Funchal, 1993, pp. 389-401. 40 ANTONIO BÉTHENCOURT MASSIEU, Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos (1650-1800), Las Palmas, 1991; MANUEL LOBO CABRERA, El comercio del vino entre Gran Canaria y las Indias en el siglo XVI, Las Palmas,1993; AGUSTÍN GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y comercio atlántico. La empresa comercial irlandesa en Canarias (1703-1771), Madrid, 1985. 41 Veja-se A. GUIMERÁ RAVINA, «Las islas del vino (Madeira, Açores e Canarias) y la América inglesa durante el siglo XVIII. Una aproximación a su estudio», in II C.I.H.M. Actas, Funchal, 1990, pp. 900-934, confronte-se ALBERT SILBERT, art. cit., pp. 420-428. Núm. 50 (2004) 237 20 ALBERTO VIEIRA A ROTA DO AÇÚCAR A cana-de-açúcar, pelo alto valor económico no mercado nórdico e mediterrâneo, foi um dos primeiros e principais produtos que a Europa legou e definiu para as novas áreas de ocupação no Atlântico. O percurso iniciou-se na Madeira, alargando-se depois às restantes ilhas e continente americano. A primeira metade do século dezasseis é definida como o momento de apogeu da cultura açucareira insular e pelo avolumar das dificuldades que entravaram a promoção em algumas áreas como a Madeira onde o cultivo era oneroso e os níveis de produtividade desciam em flecha. As ilhas de Gran Canária, La Palma, Tenerife e S. Tomé estavam melhor posicionadas para produzir açúcar a preços mais competitivos. Isto sucedeu na década de vinte do século dezasseis e avançou à medida que os novos mercados produtores de açúcar atingiam o máximo de produção. As socas de cana foram levadas para os Açores pelos primitivos cabouqueiros, promovendo-se o cultivo em Santa Maria, S. Miguel, Terceira e Faial. Aqui a cultura foi tentada várias vezes, mas sem surtir os efeitos desejados. As condições geofísicas aliadas à inexistência ou reduzida dimensão dos capitais estrangeiros travaram o desenvolvimento. O açúcar açoriano só ganhou importância a partir do século XX, mas apenas com a transformação da beterraba. Aos arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé os canaviais chegaram muito mais tarde e como noutras áreas a experiência madeirense foi importante. Apenas nas ilhas de Santiago e S. Nicolau nunca foi concorrencial do açúcar madeirense. As condições morfológicas e orográficas foram-lhe adversas. A introdução deverá ter sido feita, no início do povoamento na década de sessenta, não obstante a primeira referência datar de 1490. No século XIX os canaviais expandiram-se nas ilhas de Santiago, Santo Antão, Brava, S. Nicolau e Maio. A valorização tem a ver com a solicitação de aguardente para o trato de escravos na Costa da Guiné42. 42 238 ANTÓNIO CARREIRA, Estudos de economia caboverdiana, Lisboa, 1982. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 21 Em S. Tomé os canaviais estendiam-se pelo norte e nordeste da ilha, fazendo lembrar, segundo um testemunho de 1580, os campos alentejanos43. Um dos factos que contribuiu para que se tornasse concorrencial do madeirense foi a elevada produtividade. Segundo Jerónimo Munzer44 seria três vezes superior à madeirense. A partir do último quartel do século dezasseis a concorrência desenfreada do açúcar brasileiro definiu uma acentuada quebra no período de 1595 a 1600. A isto deverá juntar-se a revolta dos escravos (1595), agravada pela destruição dos engenhos provocada pelo saque holandês. A partir daí o arquipélago de São Tomé ficou a depender apenas do comércio de escravos e da pouca colheita de mandioca e milho. A crise do comércio de escravos a partir de princípios do século dezanove fez com que se operasse uma mudança radical na economia. Surgiram, então, novas culturas (cacau, café, gengibre coconote, copra e óleo de palma) que proporcionaram uma nova aposta agrícola e de dependência. O PASTEL E PLANTAS TINTUREIRAS Até ao século XVII com a introdução do anil na Europa o pastel foi a principal planta da tinturaria europeia, donde se ia buscar as cores preta e azul. A par disso a disponibilidade de outras plantas tintureiras, como a urzela (donde se conseguia um tom castanho avermelhado) e o sangue-de-drago, levaram ao aparecimento de italianos e flamengos, interessados no comércio, que por sua vez nos legaram a nova planta tintureira: o pastel. Nos Açores, a exemplo do sucedido com o açúcar na Madeira, a coroa concedeu vários incentivos para a promoção da cultura, que com a incessante procura por parte dos mercados nórdicos, fizeram avançar rapidamente o cultivo. Em 1589 Linschoten referia que «o negócio mais frequente destas ilhas é o pastel» de que os camponeses faziam o «principal mister», sendo o comércio «o principal proveito dos insulares»45, enquanto em 43 los ISABEL CASTRO HENRIQUES, «O ciclo do açúcar em S. Tomé nos sécue XVI», in Portugal no Mundo, I, Lisboa, 1989, 271. Monumenta Missionária Africana, IV, 1954, nº 6, 16-20. Ob. cit., 152-154. XV 44 45 Núm. 50 (2004) 239 22 ALBERTO VIEIRA 1592 o Governador de S. Miguel atribuía a falta de pão ao domínio quase exclusivo do solo pelo cultivo do pastel46. Foi ainda um tradicional mercado produtor de linho com exportação para o mercado europeu, situação que perdurou até princípios do século XIX. Nos arquipélagos além do Bojador ignora-se a presença do pastel, não obstante a importância que aí assumiu a cultura do algodão e o consequente fabrico de panos. O clima e o desconhecimento das técnicas de tinturaria, demonstrados na entrega da exploração da urzela aos castelhanos João e Pêro de Lugo, favoreceram a conjuntura. Mas aqui a cultura do algodão foi imposta pelos mercados costeiros africanos, carentes de fio para a indústria têxtil. No decurso dos séculos XVI e XVII o algodão apresentou-se como primordial para a economia caboverdiana, sendo o principal incentivo, ao lado do sal, para as trocas comerciais com a costa africana, nomeadamente Casamansa e o rio de S. Domingos. No início apenas se produzia algodão para a Europa, mas depois passou a desenvolver-se a indústria de panos, face à grande procura que havia na costa africana a troco de escravos47. No séculos XVIII e XIX a exploração da urzela manteve-se activa em algumas das ilhas, sendo de destacar o caso das ilhas de Cabo Verde. A exploração do recurso segue lado a lado da do azeite de purgueira para a iluminação48. A ROTA DA TECNOLOGIA O processo de expansão europeia não se ficou apenas pelo processo de descobrimento de novos mundos, da abertura de novos mercados e o encontro de novas gentes e produtos. A história tecnológica evidencia que a expansão europeia condicionou também a divulgação de técnicas e permitiu a invenção de novas que revolucionaram o processo de transição. Os homens que circulam no espaço atlântico, e de forma especial 46 Arquivo dos Açores, II, 130. ANTÓNIO CARREIRA, Panaria cabo-verdeano-guineense, Cabo Verde, 1983. 48 ANTÓNIO CARREIRA, Estudos de economia caboverdiana, Lisboa, 1982. 47 240 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 23 os colonos, suo portadores de uma cultura tecnológica que divulgam nos quatro cantos e procuram adaptar às condições de cada espaço. Á agricultura prende-se um indispensável suporte tecnológico auxiliador do homem nas culturas do vinho e da cana sacarina. A moenda e o consequente processo de transformação da guarapa em açúcar, mel, álcool ou aguardente projectaram as áreas produtoras de canaviais para a linha da frente das inovações técnicas, no sentido de corresponderem às cada vez maiores exigências do mercado e da concorrência. A madeira e o metal foram a matéria-prima que deram forma a capacidade inventiva dos senhores de engenho. Na moenda da cana utilizaram-se vários meios técnicos comuns ao mundo mediterrânico. A disponibilidade de recursos hídricos conduziu à generalização do engenho de água. Foi a partir da Madeira que se generalizou o consumo do açúcar, sendo necessário para isso uma produção em larga escala. A pressão do mercado europeu conduziu a uma rápida afirmação da cultura na segunda metade do século XVI, situação que só seria possível de alimentar com o recurso a inovações tecnológicas capazes de atenderem a tais solicitações. A evolução para o sistema de cilindros não reverte no melhor aproveitamento do suco da cana, mas sim vantagens acrescentadas para a rapidez no processo de esmagamento. A situação da Madeira a partir de meados do século XV foi de incremento da cultura que se aliou a inovações tecnológicas, que certamente o engenho de Diogo de Teive foi o primeiro exemplo. Os madeirenses estiveram ligados à promoção da cultura e construção dos primeiros engenhos açucareiros nas ilhas Canárias, Açores, S. Tomé, e Brasil, chegando mesmo ao norte de África, situação que não mereceu o agrado da coroa e foi interditado pela coroa em 153749. 49 ARM., RGCMF, t. I, fl. 372v, publ. in Arquivo Histórico da Madeira, vol. XIX (1990), pp. 79-80. Núm. 50 (2004) 241 24 ALBERTO VIEIRA AS ROTAS OCEÂNICAS E DA CIÊNCIA O Atlântico surge, a partir do século XV, como o principal espaço de circulação de veleiros, pelo que se definiu um intricado liame de rotas de navegação e comércio que ligavam o velho continente às costas africana e americana e as ilhas. Esta multiplicidade de rotas, que resultou da complementaridade económica das áreas insulares e continentais, surge como consequência das formas de aproveitamento económico aí adoptadas. Tudo isto completa-se com as condições geofísicas do oceano, definidas pelas correntes e ventos que delinearam o traçado das rotas e os rumos das viagens. A mais importante e duradoura de todas as rotas foi sem dúvida aquela que ligava as Índias (ocidentais e orientais) ao velho continente. Foi ela que galvanizou o empenho dos monarcas, populações ribeirinhas e acima de tudo os piratas e corsários, sendo expressa por múltiplas escalas apoiadas nas ilhas que polvilhavam as costas ocidentais e orientais do mar: primeiro as Canárias e raramente a Madeira, depois Cabo Verde, Santa Helena e os Açores. Nos três arquipélagos, definidos como Mediterrâneo Atlântico, a intervenção nas grandes rotas faz-se a partir de algumas ilhas, sendo de referir a Madeira, Gran Canaria, La Palma, La Gomera, Tenerife, Lanzarote e Hierro, Santiago, Flores e Corvo, Terceira e S. Miguel. Para cada arquipélago afirmou-se uma ilha, servida por um bom porto de mar como o principal eixo de actividade. No mundo insular português, por exemplo, evidenciaram-se, de forma diversa, as ilhas da Madeira, Santiago e Terceira como os principais eixos. As rotas portuguesas e castelhanas apresentavam um traçado diferente. Enquanto as primeiras divergiam de Lisboa, as castelhanas partiam de Sevilha com destino às Antilhas, tendo como pontos importantes do raio de acção os arquipélagos das Canárias e Açores. Ambos os centros de apoio estavam sob soberania distinta: o primeiro era castelhano desde o século XV, o segundo português, o que não facilitou muito o imprescindível apoio. Mas por um lapso tempo (1585-1642) o território entrou na esfera de domínio castelhano, sem que isso tivesse significa242 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 25 do maior segurança para as armadas. Apenas se intensificaram as operações de represália de franceses, ingleses e holandeses. As expedições organizadas pela coroa espanhola na década de oitenta com destino à Terceira tinham uma dupla missão: defender e comboiar as armadas das Índias até porto seguro, em Lisboa ou Sevilha, e ocupar a ilha para aí instalar uma base de apoio e de defesa das rotas oceânicas. A escala açoriana justificava-se mais por necessidade de protecção das armadas do que por necessidade de reabastecimento ou reparo das embarcações. Era à entrada dos mares açorianos, junto da ilha das Flores, que se reuniam os navios das armadas e se procedia ao comboiamento até o porto seguro na península, furtando-os à cobiça dos corsários, que infestavam os mares. Desde o início que a segurança das frotas foi uma das mais evidentes preocupações para a navegação atlântica pelo que as coroas peninsulares delinearam, em separado, um plano de defesa e apoio. Em Portugal tivemos o regimento para as naus da Índia nos Açores, promulgado em 1520, em que foram estabelecidas normas para impedir que as mercadorias caíssem nas mãos da cobiça por meio do contrabando e corso. A necessidade de garantir com eficácia tal apoio e defesa das armadas levou a coroa portuguesa a criar, em data anterior a 1527, a Provedoria das Armadas, com sede na cidade de Angra50. A nomeação em 1527 de Pero Anes do Canto para provedor das armadas da Índia, Brasil e Guiné, marca o início da viragem. Ao provedor competia a superintendência de toda a defesa, abastecimento e apoio às embarcações em escala ou de passagem pelos mares açorianos. Além disso estava sob as suas ordens a armada das ilhas, criada expressamente para comboiar, desde as Flores até Lisboa, todas aquelas provenientes do Brasil, Índia e Mina. Esta estrutura de apoio fazia falta aos castelhanos na área considerada crucial para a navegação atlântica, e por isso por diversas vezes solicitaram o apoio das autoridades açorianas. Mas a ineficácia ou a necessidade de uma guarda e defesa mais actuante obrigou-os a reorganizar a carreira, criando o sistema de frotas. Desde 1521 as frotas 50 Confronte-se o nosso estudo sobre O comércio inter-insular nos séculos XV e XVI, Funchal, 1987, 17-24. Núm. 50 (2004) 243 26 ALBERTO VIEIRA passaram a usufruir de uma nova estrutura organizativa e defensiva. No começo foi o sistema de frotas anuais artilhadas ou escoltadas por uma armada. Depois a partir de 1555 o estabelecimento de duas frotas para o tráfico americano: Nueva Espana e Tierra Firme. O activo protagonismo do arquipélago açoriano e, em especial, da ilha Terceira é referenciado com frequência por roteiristas e marinheiros que nos deram conta das viagens ou os literatos açorianos que presenciaram a realidade. Todos falam da importância do porto de Angra que, no dizer de Gaspar Frutuoso, era «universal escala do mar do poente»51. A participação do arquipélago madeirense nas grandes rotas oceânicas foi esporádica, justificando-se a ausência pelo posicionamento marginal em relação ao traçado ideal. A proximidade da Madeira em relação aos portos do litoral peninsular e as condições dos ventos e correntes marítimas foram o principal obstáculo à valorização da ilha no contexto das navegações atlânticas. As Canárias, porque melhor posicionadas e distribuídas por sete ilhas em latitudes diferentes, estavam em condições de oferecer o adequado serviço de apoio. Todavia a situação conturbada que aí se viveu, resultado da disputa pela posse entre as coroas peninsulares e a demorada pacificação da população indígena, fizeram com que a Madeira surgisse no século XV como um dos principais eixos do domínio e navegação portuguesa no Atlântico. Já a partir de princípios do século XVI a Madeira surgirá apenas como um ponto de referência para a navegação atlântica, uma escala ocasional para reparo e aprovisionamento de vinho. Apenas o surto económico da ilha conseguirá atrair as atenções das armadas, navegantes e aventureiros. As ilhas foram as portas de entrada e saída e por isso mesmo assumiram um papel importante nas rotas atlânticas. Mas para sulcar longas distâncias rumo ao Brasil, à costa africana ou ao Indico, era necessário dispor de mais portos de escala, pois a viagem era longa e difícil. As áreas comerciais da costa da Guiné e, depois, com a ultrapassagem do cabo da Boa Esperança, as indicas tornaram 51 244 Livro Sexto das Saudades da Terra, Cap. II. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 27 indispensável a existência de escalas intermédias. Primeiro Arguim que serviu de feitoria e escala para a zona da Costa da Guiné, depois, com a revelação de Cabo Verde, foi a ilha de Santiago que se afirmou como a principal escala da rota de ida para os portugueses e podia muito bem substituir as Canárias ou a Madeira, o que realmente aconteceu. Outras mais ilhas assumiram um lugar proeminente no traçado das rotas. É o caso de S. Tomé para a área de navegação do golfo da Guiné e de Santa Helena para as caravelas da rota do Cabo. Também a projecção dos arquipélagos de S. Tomé e Cabo Verde sobre os espaços vizinhas da costa africana levou a coroa a criar duas feitorias (Santiago e S. Tomé) como objectivo de controlar todas as transacções comerciais da costa africana. No Atlântico sul as principais escalas das rotas do Índico assentavam nos portos das ilhas de Santiago, Santa Helena e Ascensão. Aí as armadas reabasteciam-se de água, lenha, mantimentos ou procediam a ligeiras reparações. A par disso releva-se, ainda, a de Santa Helena como escala de reagrupamento das frotas vindas da Índia depois de ultrapassado o cabo, isto é, missão idêntica à dos Açores no final da travessia oceânica. A função da ilha de Santiago com escala do mar oceano foi efémera. A partir da década de trinta do século XVI as escalas são menos assíduas. O mar era já conhecido e as embarcações de maior calado permitiam viagens mais prolongadas. Apenas os náufragos dos temporais aí aparecem à procura de refúgio. O século dezanove foi marcado por uma mudança total no sistema de rotas do Atlântico. Os progressos no desenvolvimento da máquina a vapor fizeram com que se elaborasse um novo plano de portos de escala, capazes de servirem de apoio à navegação como fornecedores dos produtos em troca e do carvão para a laboração das máquinas. Nos Açores o porto de Angra cedeu o lugar aos da Horta e Ponta Delgada, enquanto em Cabo Verde a ilha de Santiago foi substituída pela de S. Vicente, lugar que disputava com as Canárias. Entretanto o Funchal viu reforçada a posição pela dupla oferta como porto carvoeiro e do vinho, atraindo inúmeras embarcações inglesas e americanas. A par disso a posição privilegiada que os ingleses gozavam levou a que se servissem do porto como base para as Núm. 50 (2004) 245 28 ALBERTO VIEIRA actividades de corso contra os franceses e castelhanos. Esta nova aposta no sector de serviços de apoio à navegação comercial e de passageiros vai depender de uma outra política, a dos portos francos, que apenas o arquipélago das Canárias conseguiu levar por diante. As ilhas foram no século XVIII um centro chave das transformações sócio-políticas então operadas, de ambos os lados do oceano, fruto da forte presença da comunidade inglesa. Esta vinculação ao império britânico é bastante evidente no quotidiano e devir histórico nos séculos XVIII e XIX52. A Madeira, no decurso do século XVIII, firmou a vocação atlântica, contribuindo para isso o facto de os ingleses não dispensarem o porto do Funchal e o vinho na sua estratégia colonial. As diversas actas de navegação (1660, 1665), corroboradas pelos tratados de amizade, de que merece relevo o de Methuen (1703)53, foram os meios que abriram o caminho para que a Madeira entrasse na área de influência do mundo inglês54. Aos poucos, esta comunidade ganhou uma posição de respeito que, por vezes, se tornava incomodativa55. A presença e importância da feitoria inglesa, no decurso do século XVIII, é uma realidade insofismável. A presença de armadas inglesas no Funchal era constante sendo o relacionamento com as autoridades locais amistoso, recebidos pelo Governador com toda a hospitalidade56. Destas relevam-se as de 1799 e 1805, compostas, respectivamente de 108 e 112 embarcações57. Para além disto era assídua a presença de uma 52 DESMOND GREGORY, The Beneficent Usurpers. A History of the British in Madeira, London, 1988. 53 Public Record Office, FO 811/1, cartas dos privilégios da nação britânica com Portugal desde 1401 a 1805. 54 J. H. FISHER, The Methuen a Pombal. O comércio anglo-português de 1700 a 1770, Lisboa, 1984, p. 29. 55 Em 1754 o Governador Manuel Saldanha Albuquerque lamenta o exclusivo do comércio inglês na ilha (AHU, Madeira e Porto Santo, nº 48-49). 56 Public Record Office, FO 63/7, sabe-se que por ordem de 14 de Junho de 1722 as embarcações com destino às colónias permaneciam alguns dias no Funchal. A 20 de Janeiro de 1786 são 20 barcos em tal situação, coordenada pelo cônsul. 57 AHU, Madeira e Porto Santo, nº 1125, 1620, 22 de Outubro de 1799 e 7 de Outubro de 1805. 246 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 29 esquadra inglesa a patrulhar o mar madeirense, sendo a de 1780 comandada por Jonhstone58. A ilha de Santa Catarina do litoral sul do Brasil, funcionou para os portugueses a partir de finais do século XVII como uma fortaleza de apoio e defesa à navegação rumo ao Rio da Prata. Ao mesmo tempo jogou um papel fundamental na penetração e afirmação da soberania portuguesa no Sul. Esta posição favoreceu o estabelecimento de assíduos contactos com outros portos do litoral brasileiro, como Santos, Baía e Recife59. A partir de meados do século XIX a Madeira e as Canárias especializam-se como portos de escala de navios de passageiros, com especial destaque para os ingleses. Para isso contribuiu a tradicional presença britânica e a afirmação da ilha com estância turística. Nos Açores assiste-se no decurso do século XVII a uma clara mudança dos espaços portuários de dimensão intercontinental. A Horta pela posição charneira no grupo central e pelo destaque que assumiu no apoio à baleação dos americanos acabou por ser o porto oceânico de apoio às pescarias, ao comércio americano e fornecimento de carvão, retirando importância ao de Angra. A posição foi reforçada na segunda metade do século XIX com a amarração dos cabos submarinos. Por outro lado o centro económico do arquipélago situava-se na ilha de S. Miguel, o que implicava a valorização do porto de mar. Em Cabo Verde ocorreram idênticas mudanças que levaram à desvalorização de Santiago em favor de S. Vicente. O porto oceânico transformou-se num oásis oceânico das embarcações conduzidas a vapor que aí demandavam à procura do necessário abastecimento de carvão e um eixo de amarração de cabos submarinos. O processo foi evidente a partir 1838 com a criação da vila nas proximidades do Porto Grande e a instalação do primeiro depósito de carvão pelo cônsul inglês John Rendall. A situação muda a partir de 1883, pois a agressividade espanhola através dos portos francos de Las Palmas e Santa Cruz de Tenerife associada à modernização do porto francês de Da58 Ibidem, nº 545, 22 de Janeiro de 1780. Cf. FERNANDO HENRIQUES CARDOSO, Negros em Florianópolis. Relações Sociais e Económicas, Florianópolis, 2000, pp. 41-42, 50, 79, 93. 59 Núm. 50 (2004) 247 30 ALBERTO VIEIRA kar conduziram à desvalorização dos portos portugueses nas ilhas. Já a presente centúria atribui uma dimensão distinta às ilhas. Assim, o jogo de interesses entre o continente europeu e americano fez com que algumas se transformassem em peças chave da hegemonia económica. Daqui resultou a disputa entre Alemanha e Inglaterra por conseguir traze-las à sua esfera de influência. A política dos sanatórios foi o subterfúgio usado pelos alemães para iludir as pretensões expansionistas no Atlântico. Na base disto está o conflito gerado pela questão dos sanatórios na Madeira, que teve como instigador a Inglaterra60. Aqui, mais uma vez a Inglaterra usufruiu de uma posição favorável ao reivindicar a tradição histórica da aliança 61. A percepção da importância das ilhas na afirmação da hegemonia marítima britânica levou Thomas Ashe (1813)62 a reivindicar para os Açores a transformação num protectorado britânico. Nos anos vinte os vapores começaram a ceder o lugar às «máquinas voadoras», paulatinamente a aviação civil foi conquistando o mercado de transporte de passageiros. Mesmo assim as ilhas continuaram a manter o papel de apoio às rotas transatlânticas. Nos Açores tivemos a ilha de Santa Maria, enquanto em Cabo Verde idêntico papel foi atribuído à ilha do Sal desde 193963. Até ao aparecimento e vulgarização da telegrafia sem fios a estratégia de circulação da informação assentava nas ilhas. As ilhas da Madeira, Faial e São Vicente foram de novo motivo de 60 GISELA MEDINA GUEVARA, As relações luso-alemãs antes da Primeira Guerra Mundial. A questão da concessão dos sanatórios da Ilha da Madeira, Lisboa, 1997. 61 Cf. ANTÓNIO J OSÉ TELO, Os Açores e o controlo do Atlântico, Lisboa, 1993. 62 ASHE, T(HOMAS), History of the Azores on Western Islands; Containing an Account of the Government, Laws and Religion, the Martners, Ceremonies and Character of the Inhabitants and demonstrating the Importance of these Valuable Islands to the British Empire, Ed. Sherwood, Neely, and Jones, Londres, 1813. 63 FRANCIS M. ROGERS , Atlantic Islanders of the Azores and Madeiras, Massachusetts, 1979, pp. 191-208; R. E. G. DAVIES, A History of the World’s Airlines, London, 1964. 248 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 31 disputa e interesses por ingleses e alemães64. A cidade da Horta rapidamente se transformou num nó de amarração de cabos submarinos que ligavam a Europa, América, África do Sul e Brasil, assinalando-se em 1926 a existência de quinze cabos65. O mesmo acontecia na ilha de S. Vicente onde amarrou o cabo submarino inglês em 1874. ESCALAS DA CIÊNCIA Desde o século dezoito que a literatura científica e de viagens definiu este conjunto de ilhas como uma unidade de análise. São as Western Islands que encabeçam os títulos das publicações66. Aqui entendia-se quase sempre os Açores, mas muitas vezes associava-se as Canárias, a Madeira e, raramente Cabo Verde. As ilhas entraram rapidamente no universo da ciência europeia dos séculos XVIII e XIX. Ambas as centúrias foram momentos de assinaláveis descobertas do mundo com um estudo sistemático da fauna e flora 67. As técnicas de classificação das espécies da fauna e flora têm aqui um espaço ideal de trabalho. Algumas colecções foram feitas para deleite dos apreciadores, que figuram em lista que antecede a publicação68. O homem do século XVIII perdeu o medo ao meio circundante e passou a olhá-lo com maior curiosidade e, como dono da 64 PAUL KENNEDY, «Imperial Cable Comunications and Strategy, 18701914», in The English Historical Review, vol. LXXXVI, 1971; FRANCIS M. ROGERS, ob. cit., pp. 175-190, 209-230; CHARLES BRIGHT, Submarine Telegraphs: Their History, Construction and Working, London, 1898; K. C. BAGHAHOLE, A Century of Service. A Brief History of Cable and Wireless Ltd 1868-1968, London, 1970; K. R. HAIGH, Cableships and Submarine Cables, London, 1968; H. H. SCHENCK (org.), The World’s Submarine Telephone Cable Systems, Washington DC, 1975. 65 F. S. WESTON, «Os cabos submarinos nos Açores», in Boletim do Núcleo Cultural da Horta, vol. III, nº 2, 1963. 66 VÍCTOR MORALES LEZCANO, Los ingleses en Canarias. Libro de viajes e historias de vida, Las Palmas de Gran Canaria, 1986, p. 124 67 MARY L. PRATT, Imperial Eye.Travel Writing and Transculturation, N. Y., 1993; B. M. STAFFORD, Voyage into Substance — Science, Nature and the Illustrated Travel Account 1770-1840, Cambridge, Mass., 1984, pp. 565-634. 68 Estampas, aguarelas e desenhos da Madeira Romântica, Funchal, 1988. Núm. 50 (2004) 249 32 ALBERTO VIEIRA criação, estava-lhe atribuída a missão de perscrutar os segredos ocultos. Este impulso justifica o afã científico. A ciência está baseada na observação directa e experimentação. A insaciável procura e descoberta da natureza circundante cativou toda a Europa, mas foram os ingleses quem entre nós marcaram presença, sendo menor a de franceses e alemães69. Aqui são protagonistas as Canárias e a Madeira. Tudo isto foi resultado da função de escala à navegação e comércio no Atlântico. Se as embarcações de comércio, as expedições militares tinham escala obrigatória, mais razões assistiam às científicas. As ilhas, pelo endemismo que as caracteriza, história geo-botânica, permitiram o primeiro ensaio das técnicas de pesquisa. Foram também um meio revelador da incessante busca do conhecimento da Geologia e Botânica. Instituições seculares, como o British Museum, Linean Society, e Kew Gardens, enviaram especialistas para a recolha de espécies botânicas. Os estudos no domínio da Geologia, botânica e flora são resultado da presença fortuita ou intencional dos cientistas europeus. Esta moda levou a que as instituições científicas europeias ficassem depositárias das mais importantes colecções de fauna e flora das ilhas: o Museu Britânico, Linnean Society, Kew Gardens, a Universidade de Kiel, Universidade de Cambridge, Museu de História Natural de Paris. E por cá passaram destacados especialistas da época, sendo de realçar John Byron, James Cook, Humbolt, John Forster. Darwin esteve nas Canárias e Açores (1836) e mandou um discípulo à Madeira. No arquipélago açoriano o cientista mais ilustre terá sido o Príncipe Alberto I do Mónaco que aí aportou em 1885. James Cook escalou a Madeira por duas vezes em 1768 e 1772, numa réplica da viagem de circum-navegação apenas com interesse científico. Os cientistas que o acompanharam intrometeram-se no interior da ilha à busca das raridades botânicas para a classificação e revelação à comunidade científica. Em 1775 o navegador estava no Faial e no ano imediato em Tenerife. 69 Cf. «Algumas das Figuras Ilustres Estrangeiras que Visitaram a Madeira», in Revista Portuguesa, 72, 1953; A. LOPES DE OLIVEIRA, Arquipélago da Madeira. Epopeia Humana, Braga, 1969, pp. 132-134. 250 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 33 Os Arquipélagos da Madeira e Canárias, devido à posição estratégica na rota que ligava a Europa ao mundo colonial, foram activos protagonistas nos rumos da Ciência dos séculos XVIII e XIX. Já aos Açores estava reservado o papel de ancoradouro seguro antes de se avistar a Europa. Foi isto que o catapultou para uma posição privilegiada na história de navegação e comércio do Atlântico. Nas Canárias a primeira e mais antiga à presença de naturalistas ingleses é de 1697, ano em que James Cuningham esteve em La Palma. O século XVIII anunciou-se como de forte presença, nomeadamente dos franceses. O contacto do cientista com o arquipélago açoriano faziase quase sempre na rota de regresso de Africa ou América. Para os americanos as ilhas eram a primeira escala de descoberta do velho mundo. Por outro lado os Açores despertaram a curiosidade das instituições e cientistas europeus. Os aspectos geológicos, nomeadamente os fenómenos vulcânicos foram o principal alvo. Mesmo assim o volume de estudos não atingiu a dimensão dos referentes à Madeira e Canárias pelo que Maurício Senbert em 1838 foi levado a afirmar que a «flora destas ilhas [fora]por tanto tempo despresada», o que levou a dedicar-se ao estudo70. As ilhas são o principal alvo de atenção de botânicos, ictiólogos, geólogos. A situação é descrita por Alfredo Herrera Piqué a considerar como «a escala científica do Atlântico»71. Os ingleses foram os primeiros a descobrir as qualidades do clima e paisagem e a divulga-los junto dos compatriotas. É esta a dimensão quase esquecida como motivo despertador da ciência e cultura europeia desde o século XVIII que importa realçar A aclimatação das plantas com valor económico, medicinal ou ornamental adquiriu cada vez mais importância. Aliás, foi o interesse medicinal que provocou desde o século XVII o estudo72. Em qualquer dos momentos assinalados as ilhas cumpriram o papel de ponte e espaço de adaptação da flora colonial. Os 70 «Flora Azorica», in Archivo dos Açores, XIV (1983), pp. 326-339. Las Islas Canarias. Escala científica en el Atlántico. Viajeros y naturalistas en el siglo XVIII, Madrid, 1987. 72 K. THOMAS, Man and the Natural World. Changing Attitudes in England. 1500-1800, Oxford, 1983, p. 27, 65-67. 71 Núm. 50 (2004) 251 34 ALBERTO VIEIRA jardins de aclimatação foram a moda que na Madeira e Açores tiveram por palco as amplas e paradisíacas quintas. A Inglaterra do século XIX popularizou os jardins e as flores73. A ambiência chegou à ilha através dos mesmos súbditos de Sua Majestade. As ilhas exerceram um fascínio especial em todos os visitantes e parece que nunca perderam a imortal característica de jardins à beira do oceano. As ilhas foram jardins e como tal continuam a ser o encanto dos que a procuram, sejam turistas ou cientistas. No século XVIII as ilhas assumiram um novo papel no mundo europeu. Assim, de espaços económicos passaram a contribuir para alívio e cura de doenças. O mundo rural perdeu importância em favor da área em torno do Funchal, que se transforma num hospital para a cura da tísica pulmonar ou de quarentena na passagem do calor tórrido das colónias para os dias frios e nebulosos de Londres. A função catapultou as ilhas da Madeira e Canárias para uma afirmação evidente. O debate das potencialidades terapêuticas da climatologia propiciou um grupo numeroso de estudos e gerou a escala frequente de estudiosos74. As estâncias de cura surgiram primeiro na bacia mediterrânica e depois expandiram-se no século XVIII até à Madeira e só na centúria seguinte chegaram às Canárias75. Daqui resultou uma prolixa literatura de viagens fonte fundamental para o conhecimento da sociedade oitocentista das ilhas. Ao historiador está atribuída a tarefa de interpretar estas impressões76. Aqui são merecedoras de destaque duas mulheres: 73 Cf. K. THOMAS, ibidem, pp. 207-209, 210-260. JAMES CLARK, The Sanative Influence of Climate, Londres, 1840; W. HUGGARD , A Handbook of Climatic Treatment, Londres, 1906; N ICOLÁS GONZÁLEZ LEMUS, Las Islas de la Ilusión. Británicos en Tenerife, 1850-1900, Las Palmas, 1995; TOMÁS ZEROLO, Climatoterapia de la tuberculosis pulmonar en la Península española, Islas Baleares y Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1889. 75 M. J. BÁGUERRA CERVELLERA, La tuberculosis y su história, Barcelona, 1992. 76 ANTÓNIO RIBEIRO MARQUES DA SILVA, Apontamentos sobre o quotidiano madeirense (1750-1900), Lisboa, 1994; N. G ONZÁLEZ L EMUS , Viajeros victorianos en Canarias, Las Palmas, 1998. 74 252 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 35 Isabella de França77 para a Madeira e Olívia Stone78 para as Canárias. A presença de viajantes e «invalids» nas ilhas conduziu à necessidade de criação de infra-estruturas de apoio. Se num primeiro estes se socorriam da hospitalidade dos insulares, num segundo momento a cada vez mais maior afluência de forasteiros obrigou à montagem de uma estrutura hoteleira de apoio. Aos primeiros as portas eram franqueadas por carta de recomendação. A isto juntou-se a publicidade através da literatura de viagens e guias. Os guias forneciam as informações indispensáveis para a instalação no Funchal e viagem no interior da ilha, acompanhados de breves apontamentos sobre a História, costumes, fauna e flora79. O primeiro guia de conjunto dos arquipélagos é de William W. Cooper80 e A Samler Brown81. O último tornou-se num best-seller atingindo 14 edições. Tenha-se em conta os destinatários dos guias. Assim em 1851 James Yate Johnson e Robert White82 fazem apelo aos «invalid and other visitors», enquanto em 1887 Harold Lee83 dirige-se aos «tourists» e em 1914 temos o primeiro guia turístico de C. A. Power84. Este 77 Journal of a visit to Madeira and Portugal (1853-1954), Funchal, 1970. Todavia, a primeira viajante na ilha foi Maria Riddel que em 1788 visitou a ilha durante 11 dias: A Voyage to The Madeira..., Edinburgh, 1792. 78 Teneriffe and its Six Satellites (1887). 79 Para a Madeira, um dos mais antigos guias que se conhece é anónimo, seguindo-se os de Robert White [Madeira its Climate and Scenery containing Medical and General Information for Invalids and Visitors; a Tour of the Island, Londres, 1825], E. V. Harcourt [A Sketch of Madeira Containing Information for the Traveller or Invalid Visitor, Londres, 1851], J. Y. Johnson [Madeira its Climate and Scenery. A Handbook for Invalids and other Visitors, Edinburg, 2ª ed., 1857, 3ª ed., 1860] e E. M. Taylor [Madeira its Scenery and How to See it with Letters of a Year’s Residence and Lists of the Trees, Flowers, Ferns, and Seaweeds, Londres, 1ª ed., 1882, 2ª ed., 1889]. 80 The Invalid’s Guide To Madeira With a Description of Tenerife..., Londres, 1840. 81 Madeira and the Canary Islands. 82 Madeira Its Climate and Scenery. A Handbook for Invalid and Other Visitors, Edimburgo, 1851. 83 Madeira and the Canary islands. A Handbook for Tourists, Liverpool, 1887. 84 Tourist’s Guide to the Island of Madeira, Londres, 1914. Núm. 50 (2004) 253 36 ALBERTO VIEIRA deverá marcar nas ilhas o fim do chamado turismo terapêutico e o início do actual. Não temos dados seguros quanto ao desenvolvimento da hotelaria nas ilhas, pois apenas dispomos de informação avulsa85. Os Hotéis são referenciados em meados do século XIX mas desde os inícios do século XV que as cidades portuárias de activo movimento de forasteiro deveriam possuir estalagens. A documentação oficial faz eco disso como se poderá provar pelas posturas e actas da vereação dos municípios servidos de portos. No caso da Madeira assinala-se em 1850 a existência de dois hotéis (the London Hotel e Yate’s Hotel Family) a que se juntaram outros dez em 188986. Em princípios do século XX a capacidade hoteleira havia aumentado, sendo doze os hotéis em funcionamento que poderiam hospedar cerca de oitocentos visitantes87. As Canárias, nomeadamente Tenerife e Furteventura, juntaram-se à Madeira no turismo terapêutico desde meados do século XIX88. Note-se que em 1865 Nicolás Benitez de Lugo construiu em La Orotava (Tenerife) «un estabelecimiento para extranjeros enfermos». Deverá ter sido nesta época que Tenerife se estreou como health resort, concorrendo com a Madeira89. O Vale de La Orotava, através do seu porto (hoje Puerto de La Cruz), afirma-se como a principal estância. Isto provocou o 85 Apenas a partir de 1891 temos o Registo de Licenças de Botequins, tabernas, Hoteis, Estalagens, Clubes e Lotaria (1891-1901). Cf. FÁTIMA FREITAS GOMES, «Hotéis e Hospedarias (1891-1901)», in Atlântico, nº 19, 1989, 170-177. 86 Isto de acordo com as informações de J. Driver (Guide to Visitors, Londres, 1850) e C. A. Mourão Pita (Madère, Station Mèdicale Fixe, Paris, 1889). 87 MARQUÊS DE JÁCOME CORREIA, A Ilha da Madeira, Coimbra, 1927, p. 232. 88 W. COOPER , The Invalid’s Guide to Madeira with a Description of Tenerife, Londres, 1840; M. DOUGLAS, Grand Canary as a Heatlth Resort for Consummptives and Others, London, 1887; JOHN WHITEFORD, The Canary Islands as a Winter Resort, Londres, 1890; GEORGE VICTOR PÉREZ, Orotava as a Health Resort, Londres, 1893. 89 Note-se que em 1861 Richard F. Burton (Viajes a las Islas Canarias, I, 1861, Puerto de la Cruz, 1999, p. 26) que na sua viagem todos os tuberculosos ficaram na Madeira. 254 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 37 desenvolvimento da indústria hoteleira, que depois alastrou à cidade de Santa Cruz de Tenerife90. Vários factores permitiram a rápida ascensão de Tenerife e Gran Canária na segunda metade do século XIX que assumissem rapidamente a dianteira face à Madeira. A afirmação de Santa Cruz de Tenerife como porto abastecedor de carvão, a declaração dos portos francos em 1852 fizeram atrair para aqui todas as linhas francesas e inglesas de navegação e comércio. A aposta no turismo e serviços portuários permitiu a saída da crise económica e uma posição privilegiada face à concorrência da Madeira ou Açores91. Nos Açores o turismo é mais recente. Bullar (1841) refere a presença de doentes americanos na Horta, o que conduziu ao aparecimento do primeiro hotel conhecido no Faial, em 1842. Em 1860 chegou o primeiro grupo de visitantes norte-americanos, mas só em 1894 eram conhecidos como tourists92. Já na ilha de Santa Catarina a vocação turística foi descoberta nas duas últimas décadas do século XX. AS ILHAS E O NOVO MUNDO A definição dos espaços económicos não resultou apenas dos interesses políticos e económicos resultante da conjuntura 90 A. HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, De la Quinta Roja al Hotel Taoro, Puerto de la Cruz, 1983; IDEM, Cuando los hoteles eran palacios, Islas Canarias, 1990; A. GUIMERÁ RAVINA, El Hotel Marquesa, Puerto de la Cruz, 1988; IDEM, El Hotel Taoro, 1890-1990. Cien años de turismo en Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1991. 91 Madeirenses e açorianos cedo se aperceberam desta realidade culpando as autoridades de Lisboa. Vide: JOÃO AUGUSTO D’ORNELLAS, A Madeira e as Canárias, Funchal, 1884; JOÃO SAUVAIRE DE VASCONCELOS, Representação da Câmara Municipal da Cidade do Funchal ao Governo de S. M. sobre Diversas Medidas Tendentes a Conservar e Arruinar a Navegação de passagem neste Porto dos Paquetes Transatlânticos, Funchal, 1884; VISCONDE VALLE PARAIZO, Propostas Apresentadas pela Commissão Nomeada em Assembleia da Associação Commercial do Funchal de 14 de Novembro de 1894 para Estudar as Causas do Desvio da Navegação do Nosso Porto e do Afastamento de Forasteiros, Funchal, 1895; MARIA ISABEL JOÃO, Os Açores no século XIX. Economia, Sociedade e Movimento Autonomista, Lisboa, 1991. 92 RICARDO M ANUEL MADRUGA DA COSTA, Açores, Western Islands. Um Contributo para o Estudo do Turismo nos Açores, Horta, 1989. Núm. 50 (2004) 255 38 ALBERTO VIEIRA expansionista europeia mas também das condições internas, oferecidas pelo meio. São ilhas com a mesma origem geológica, sem quaisquer vestígios de ocupação humana, mas com diferenças ao nível climático. Daqui resultou a diversidade de formas de valorização económica e social. As condições morfo-lógicas estabeleceram as especificidades de cada ilha e tornam possível a delimitação do espaço e a forma de aproveitamento económico. A possibilidade de acesso ao exterior através de bons ancoradouros era um factor importante. A mudança de centros de influência foi responsável de os arquipélagos atlânticos assumirem uma função importante. A isso poderá juntar-se a constante presença de gentes ribeirinhas do Mediterrâneo, interessadas em estabelecer os produtos e o necessário suporte financeiro. A constante premência do Mediterrâneo nos primórdios da expansão atlântica poderá ser responsabilizada pela dominante mercantil das novas experiências de arroteamento. Certamente que os povos peninsulares e mediterrânicos, ao comprometerem-se com o processo atlântico, não puseram de parte a tradição agrícola e incentivos comerciais dos mercados de origem. Por isso na bagagem dos primeiros cabouqueiros insulares foram imprescindíveis as cepas, as socas de cana, alguns grãos do precioso cereal, de mistura com artefactos e ferramentas. A afirmação das áreas atlânticas resultou do transplante material e humana de que os peninsulares foram os principais obreiros. Foi a primeira experiência de ajustamento das arroteias às directrizes da nova economia de mercado. Ao nível do sector produtivo deverá ter-se em conta a importância assumida pelas condições geofísicas e a política distributiva das culturas. É da conjugação de ambas que se estabelece a necessária hierarquia. Os solos mais ricos eram reservados às culturas de maior rentabilidade económica (o trigo, a cana de açúcar, o pastel), enquanto os medianos ficavam para os produtos hortícolas e frutícolas e os mais pobres eram pasto e área florestal. A Madeira, que se encontrava a pouco mais de meio século de existência como sociedade insular, estava em condições de oferecer os contingentes de colonos habilitados para a abertura 256 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 39 de novas arroteias e lançamento de culturas. Assim terá sucedido com o transplante da cana-de-açúcar para Santa Maria, S. Miguel, Terceira, Gran Canária, Tenerife, Santiago, S. Tomé e Brasil. A tendência uniformizadora da economia agrícola do espaço insular esbarrou com vários obstáculos que, depois, conduziram ao reajustamento da política económica e à definição da complementaridade entre arquipélagos e ilhas. As ilhas criaram os meios necessários para solucionar os problemas quotidianos — assentes quase sempre no assegurar os componentes da dieta alimentar —, à afirmação nos mercados europeu e atlântico. Assim sucedeu com os cereais que, produzidos apenas em algumas, foram suficientes para satisfazer as necessidades da dieta insular, sobrando um grande excedente para suprir as carências do reino. O cereal conduziu a uma ligação harmoniosa dos espaços insulares, o mesmo não sucedendo com o açúcar, o pastel e o vinho, responsáveis pelo afrontamento e crítica desarticulação. Todos os produtos foram o suporte do domínio europeu na economia insular. Primeiro o açúcar, depois o pastel e o vinho exerceram uma acção devastadora no equilíbrio latente na economia. A incessante procura e rendoso negócio conduziram à plena afirmação, quase que exclusiva dos produtos, gerando a dependência ao mercado externo. Para além de consumidor exclusivo das culturas é o principal fornecedor dos produtos ou artefactos que os insulares carecem. A estrutura do sector produtivo de cada ilha moldou-se de acordo com isto, podendo definir-se em componentes da dieta alimentar (cereais, vinha, hortas, fruteiras, gado) e troca comercial (pastel, açúcar). Em consonância com a actividade agrícola verificou-se a valorização dos recursos disponibilizados por cada ilha, que integravam a dieta alimentar (pesca e silvicultura) ou as trocas comerciais (urzela, sumagre, madeiras). Núm. 50 (2004) 257 40 ALBERTO VIEIRA PIRATAS E CORSÁRIOS O século quinze foi marcado pela afirmação do Atlântico, novo espaço oceânico revelado pelos peninsulares. O mar, que até meados do século catorze se mantivera alheio à vida do mundo europeu, atraiu as atenções e em pouco tempo substituiu o mercado e via mediterrâneos. Franceses, ingleses e holandeses que, num primeiro momento, foram apenas espectadores atentos, entraram n disputa a reivindicar um mare liberum e o usufruto das novas rotas e mercados. O Atlântico não foi apenas o mercado e via comercial, por excelência, da Europa, mas também um dos palcos dos conflitos que definiam as opções políticas, expressas muitas vezes na guerra de corso. Em 1434, ultrapassado o Bojador, o principal problema não estava no avanço das viagens, mas na forma de assegurar a exclusividade, o que na área aquém deste limite não fora conseguido. Primeiro foi a concessão em 1443 ao infante D. Henrique do controlo exclusivo das navegações e o direito de fazer guerra a sul do mesmo cabo. Depois a procura do beneplácito papal, na qualidade de autoridade suprema estabelecida pela «res publica christiana»93. A presença de estrangeiros foi considerada serviço ao Infante, como sucedeu com Cadamosto, António da Noli, Usodimare, Valarte e Martim Behaim, ou uma forma de usurpar o domínio e afronta ao papado. Os castelhanos, a partir da década de setenta, intervieram na Costa da Guiné como forma de represália às pretensões portuguesas à posse das Canárias. Não obstante as medidas repressivas, definidas em 1474 aos intrusos no comércio da Guiné, a presença castelhana continuará a ser um problema de difícil solução, alcançada apenas com cedências mútuas exaradas em 1479 em Alcáçovas e depois confirmado a 93 As bulas de Eugénio IV (1445), Nicolau V (1450 e 1452) preludiaram o que veio a ser definido pela célebre bula «Romanus Pontifex» de 8 de Janeiro de 1454 e «inter coetera» de 13 de Março de 1456. Nela se legitimava a posse exclusiva aos portugueses dos mares além do Bojador pelo que a sua ultrapassagem para nacionais e estrangeiros só seria possível com a anuência do infante D. Henrique. 258 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 41 6 de Março do ano seguinte em Toledo. À partilha do oceano, de acordo com os paralelos, sucedeu mais tarde no sentido dos meridianos, provocado pela viagem de Colombo. O encontro do navegador em Lisboa com D. João II, no regresso da primeira viagem, despoletou, de imediato, o litígio diplomático, uma vez que o monarca português entendia estarem as terras descobertas na área de domínio. O conflito só encontrou solução com novo tratado, assinado em 7 de Julho de 1494 em Tordesilhas e ratificado pelo papa Júlio II em 24 de Janeiro de 1505. A partir de então ficou estabelecida uma nova linha divisória do oceano, a trezentos e setenta léguas de Cabo Verde. Estavam definidos os limites do mar ibérico em que as ilhas jogavam um papel destacado. Para os demais povos europeus só lhes restava uma reduzida franja do Atlântico, a Norte, e o Mediterrâneo. Mas tudo isto seria verdade se fosse atribuída força de lei internacional às bulas papais e às opções das coroas peninsulares, o que na realidade não sucedia. O cisma do Ocidente, por um lado, e a desvinculação de algumas comunidades da alçada papal, por outro, retiraram aos actos jurídicos a medieval plenitude «potestatis». Em oposição à doutrina definidora do mare clausum antepõe-se a do mare liberum, que teve em Grócio o principal teorizador. A última visão norteou a intervenção dos franceses, holandeses e ingleses94. A guerra de corso foi a resposta e teve uma incidência preferencial nos mares circunvizinhos do Estreito de Gibraltar e ilhas, levando ao domínio de múltiplos espaços de ambas as margens do Atlântico. Podemos definir dois espaços de permanente intervenção: os Açores e a Costa da Guiné e da Malagueta. Os ingleses iniciaram em 1497 as incursões no oceano, ficando célebres as viagens de W. Hawkins (1530), John Hawkins (1562-1568) e Francis Drake (1578, 1581-1588). Entretanto os franceses fixaram-se na América, primeiro no Brasil (1530, 1555-1558), depois em San Lorenzo (1541) e Florida (1562-1565). Os huguenotes de La Rochelle afirmaram-se como o terror dos mares, ficando célebres pelo assalto à cidade do Funchal em 1566. 94 Frei SERAFIM DE FREITAS, Do Justo Império Asiático dos Portugueses, vol. I, Lisboa, 1960. Núm. 50 (2004) 259 42 ALBERTO VIEIRA A última forma de combate ao exclusivismo do atlântico ganhou maior adesão dos estados europeus no século XVI. A partir de princípios da centúria o perigo das caravelas não resultou das condições geo-climáticas, mas sim da presença de intrusos, sempre disponíveis para assalta-las. A navegação foi dificultada e as rotas comerciais tiveram de ser adequadas à nova realidade. Surgiu a necessidade de artilhar as embarcações e uma armada para comboiar até porto seguro. As insistentes reclamações, nomeadamente dos vizinhos de Santiago em Cabo Verde, levaram a coroa a estabelecer armadas para protecção e defesa das áreas e rotas de comércio: armada da costa ocidental do reino, do litoral algarvio, dos Açores, da costa e golfo da Guiné, do Brasil95. Cedo os franceses começaram a infestar os mares próximos da Madeira (1550, 1566), Açores (1543, 1552-53, 1572) e Cabo Verde, e depois os ingleses e holandeses seguiram-lhe o encalço. Os primeiros fizeram incidir a acção nos arquipélagos da Madeira e Açores, patente na primeira metade do século XVI, pois em Cabo Verde apenas se conhecem alguns assaltos em 1537-1538 e 1542. Os navegantes do norte escolhiam os mares ocidentais ou a área do Golfo e costa da Guiné, tendo os das ilhas de Santiago e S. Tomé o principal centro de operações. Nos arquipélagos de Cabo Verde e S. Tomé, ao perigo inicial dos castelhanos e franceses juntam-se os ingleses e holandeses. Na década de sessenta o corso inglês era exercido por John Hawkins e John Lovell. Os ingleses não macularam a Madeira, onde tinham uma importante comunidade residente e empenhada no comércio atlântico, fazendo incidir a acção nos Açores (1538, 1561, 1565, 1572), Canárias e Cabo Verde. A presença de corsários deve ser articulada de acordo com a importância assumida pelas ilhas na navegação atlântica e as riquezas geradas, despertadoras da cobiça de estranhos. Os assaltos, os conflitos políticos entre as coroas europeias justificam-nos ainda. Na segunda metade do século XV o afrontamento entre as coroas peninsulares definiu a frequência 95 VITORINO MAGALHÃES G ODINHO, «As incidências da pirataria e da concorrência na economia marítima portuguesa no século XVI», in Ensaios II, Lisboa, 978, pp. 186-200. 260 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 43 dos castelhanos na Madeira ou em Cabo Verde, enquanto os conflitos entre as famílias régias europeias atribuíam a legitimidade necessária às iniciativas, fazendo-as passar de roubo a acção de represália. Desde 1517, o conflito entre Carlos V de Espanha e Francisco I de França, depois a partir de 1580 os problemas decorrentes da união ibérica. São evidentes os esforços da diplomacia europeia no sentido de conseguir solução para as presas do corso. Portugal e França haviam acordado em 1548 a criação de dois tribunais de arbitragem, cuja função era anular as autorizações de represália e cartas de corso. Mas a existência não teve reflexos evidentes na acção dos corsários. É precisamente em 1566 que tivemos o mais importante assalto francês a um espaço português. Em Outubro de 1566 Bertrand de Montluc ao comando de uma armada composta de três embarcações perpetrava um dos mais terríveis assaltos à vila Baleira e à cidade do Funchal. Acontecimento parecido só o dos argelinos em 1616 no Porto Santo e Santa Maria, ou dos holandeses em S. Tomé e em Las Palmas em 1599. A incessante investida de corsários no mar e terra firme criou a necessidade de definir uma estratégia de defesa. No mar optou-se por artilhar as embarcações comerciais e pela criação de uma armada de defesa conhecida como a armada das ilhas. A partir de Angra procedia ao comboiamento das naus até porto seguro. Em terra foi o delinear da linha de defesa dos principais portos, ancoradouros e baías, capaz de travar o possível desembarque dos intrusos. O espaço insular não poderá considerar-se uma fortaleza inexpugnável, pois a disseminação por ilhas, servidas de uma extensa orla costeira impossibilitou uma politica concertada de defesa. Qualquer das soluções que fosse encarada para além de ser onerosa, não era satisfatória, sendo sempre protelada até que surgissem ameaças reais. O sistema de defesa costeiro tem a dupla finalidade: desmobilizar ou barrar o caminho ao invasor e de refúgio para populações e haveres. Por isso a norma foi a construção de fortalezas após qualquer ameaça e nunca fruto de uma acção preventiva. A instabilidade provocada pela permanente ameaça dos Núm. 50 (2004) 261 44 ALBERTO VIEIRA corsários, a partir do último quartel do século XV, condicionou o delineamento de um plano de defesa dos arquipélagos baseada numa linha de fortificação costeira e um serviço de vigias e ordenanças. As mudanças no domínio político e económicas operadas ao longo dos séculos dezoito e dezanove não retiraram às ilhas a função primordial de escala e espaço de disputa do mar oceano. A frequência de embarcações manteve-se enquanto o corso ficou marcado por uma forte escalada, entre finais da primeira centúria e princípios da seguinte. Aos tradicionais corsários de França, Inglaterra, Holanda vieram juntar-se os americanos do Norte e Sul. A presença dos holandeses rege-se por condições específicas, porque detinham importantes interesses na cultura açucareira americana, procuravam assegurar o domínio de S. Tomé, Santiago e demais feitorias do comércio de escravos. A isso juntava-se o empenho na manutenção das rotas do tráfico a destruição dos interesses açucareiros. O corso europeu incidia sobre as embarcações espanholas e francesas e a resposta das partes molestadas era violenta, como sucederá com a investida francesa contra os ingleses em 1793, 1797, 1814. Os ingleses actuaram com segurança, montado um plano de domínio do Atlântico em que o Funchal era o principal porto de apoio para as incursões. O mar açoriano foi o alvo preferencial dos corsários americanos. Portugueses e castelhanos foram as principais vítimas do corso americano. A permanente ameaça de corsários redobrou o empenho nas obras de defesa, que resultaram várias campanhas. Em todos os momentos a Madeira funcionou como base para as inúmeras incursões dos corsários ingleses. A neutralidade, insistentemente proclamada no papel não passava disso, pois os ingleses afrontaram por diversas formas a atitude do governador96. Desde a guerra de sucessão da Casa de Áustria que a Madeira teve esta vocação. O facto de estar sob as ordens 96 Em 1780 o Governador João Gonçalves da Câmara participa a Martinho de Mello e Castro a presença de uma esquadra inglesa no Funchal, pedindo instruções para manter absoluta neutralidade (Ibidem, nº 545, 22 de Janeiro). 262 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS AS ILHAS ATLÂNTICAS. PARA UMA VISÃO DINÂMICA DA SUA HISTÓRIA 45 de Sua Majestade britânica, entre 1801-1802 e 1807-1814, favoreceu isso. Por seu turno os franceses faziam incidir mais a acção sobre as embarcações portuguesas, porque menos seguras e protegidas, do que as inglesas. Esta permanente ameaça da esquadra de Brest sobre o Funchal justificava-se mais pelo colaboracionismo madeirense aos ingleses do que pela guerra declarada entre as coroas peninsulares. Nos Açores o corso teve maior incidência nos primeiros anos do século XIX. Os protagonistas europeus foram os ingleses e castelhanos97. A intervenção dos corsários americanos era uma forma de reclamar o direito à independência. As acções são lançadas contra as embarcações da metrópole e aliados, o que atingiu os portugueses. A isto acresce a guerra entre ingleses e norte-americanos no período de 1812 a 1815 que provocou o aumento do número de corsários. Com as pazes muitos passaram a estar ao serviço dos insurgentes98. As transformações político-ideológicas nos continentes americano e europeu fizeram do Atlântico o espaço privilegiado de embate, sendo o corso o meio usado. O oceano foi a via de mútua troca de ideias, mas também o palco de debate, afrontamento e defesa. E as ilhas jogaram um papel fundamental. Os três arquipélagos do Mediterrâneo atlântico (Madeira, Açores e Canárias) foram, mais uma vez, uma área charneira. CONCLUSÃO As ilhas cumpriram nos últimos cinco séculos diversos papéis. De espaços económicos rapidamente avançaram para faróis do Atlântico que acompanhavam as inúmeras embarcações que sulcavam o vasto oceano atlântico. Foram escalas imprescindíveis para abastecimento de víveres frescos, água e carvão, mas paulatinamente se transformaram em espaços aprazíveis, primeiro para a cura da tísica pulmonar e depois repouso e deleite 97 A.H.U, Açores, Maço 11. JOSÉ CALVET DE MAGALHÃES, História das Relações Diplomáticas entre Portugal e os Estados Unidos de América, Lisboa, 1991, p. 92. 98 Núm. 50 (2004) 263 46 ALBERTO VIEIRA de aristocratas e aventureiros. O mundo das ilhas continuará sempre presente na História e actualidade. Hoje parece que as ilhas retomaram o deslumbramento do passado. Esgotados os recursos económicos resta-lhes apenas aquilo que as diferencia dos espaços continentais e que está na origem do nome na Antiguidade Clássica. As Afortunadas são o paraíso atlântico que continua a atrair o europeu. E, no milénio que agora começou não está provado que percam o protagonismo que as marcou no passado. O europeu continuará a depender destes pilares atlânticos. Ontem como hoje, as ilhas não se fizeram rogadas aos desafios do devir histórico. 264 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 68 TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI POR MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA En su trabajo sobre los inicios de la bula de cruzada en Canarias, el profesor Aznar Vallejo explica claramente en qué consistía esta oferta de indulgencias, así como las circunstancias y técnicas de predicación de las bulas generales de Cruzada en Castilla a finales del siglo XV y comienzos del XVI y de qué manera se puso en práctica en Canarias en 1495, en 1501 y, después, en 1513, 1518 y 1522. A continuación, estudia una cuenta del período 1510-15131. Hoy, la localización de otra correspondiente a la predicación de 1501, me permite elaborar este pequeño trabajo, complementario del suyo en algunos aspectos aunque, al referirse a un momento anterior y más próximo a la conquista, puede añadir el interés de las menciones nominativas que contiene2. 1. EL DOCUMENTO: «PROÇESO DE LO DE CANARIA» Una cédula de Isabel I, dada en Alcalá de Henares a 10 de abril de 1504, ordena a Pedro del Alcázar y Francisco de Caza1 E. AZNAR VALLEJO, «Los inicios de la Bula de Cruzada en Canarias», Revista Española de Derecho Canónico, 44 (1987), 205-219. 2 Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, primera época, leg. 434, núm. 5b. Núm. 50 (2004) 265 2 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA lla, vecinos de Sevilla, receptores de la cruzada, composiciones y jubileo del obispado de Canaria, que den cuenta inmediata de su gestión pues, «aveys fecho mucha suma de maravedies en el dicho vuestro cargo, de los quales no aveys dado cuenta ni razón alguna». La reina envía a Francisco de Bobadilla, con poder del tesorero real Alonso de Morales, para que reciba la cuenta y el dinero o, si no es así, proceda al embargo y ejecución de bienes de Alcázar, Cazalla y sus fiadores por la cantidad adeudada. Bobadilla realizó sus gestiones entre el 8 de noviembre de 1504 y el 3 de noviembre de 1505, en que procedió a la subasta de unas casas, propiedad de Alcázar, situadas en la Calle del Rey de la collación sevillana de San Nicolás aunque, como no hubo postores, se tuvo que dirigir contra la persona y bienes del fiador de Alcázar, que era el tesorero de la «santa composición» en el obispado de Canarias, Pedro López de Sevilla. Estas peripecias sólo interesan aquí para explicar el porqué de los documentos que manejamos. Alcázar, puesto que de Cazalla no vuelve a haber mención, había sido receptor de las «composiciones» del obispado de Canaria predicadas según la instrucción general dada en Granada, el 15 de marzo de 1501, por don Alonso de Fuente el Saz, obispo de Jaén y comisario principal de la cruzada. La carta de obligación de Pedro del Alcázar es de 7 de mayo del mismo año. Conocemos el resultado de sus gestiones a través de la toma de cuentas hecha en febrero de 1503 por don Alonso Bivas, prior de la iglesia de Canaria y comisario de la «santa composición» al tesorero Pedro López de Sevilla. La cuenta tiene dos partes de las que una se refiere a lo recibido al contado y otra a lo que se acordó para pagos aplazados a diversas fechas del año 1503. En todos los casos, la cuenta se refiere sólo a composiciones, abintestatos, dispensas matrimoniales, conmutaciones de votos y limosnas voluntarias. No a la toma de indulgencias de cruzada propiamente dichas según las limosnas tarifadas en cada caso. De las 322 entradas o asientos que tiene la cuenta, 253 se refieren a «composiciones», sin entrar en más detalles, 13 a mandas y limosnas de difuntos, 16 a abintestatos, en los que se cobraba la quinta parte de los bienes del difunto, y ocho 266 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 3 a dinero perteneciente a difuntos y tenido en depósito por otras personas, 14 a dispensas matrimoniales por afinidad o cuarto grado de parentesco, tres a conmutaciones de votos y 15 a limosnas voluntarias3. La suma de todas las cantidades recaudadas asciende a 342.410 maravedíes de la «moneda de Canaria», equivalentes a 208.389 de la de Castilla. Es más del doble que la obtenida en 1510-13, que fue de 163.583 de moneda de Canaria, por estos conceptos. La mayor parte de los pagos se hizo en reales de plata, tasados a 42 mrs. en las islas, y a 34 en Castilla, y algunas veces en «doblas» de oro —debe entenderse que son ducados, en mi opinión— a 500, mientras que en Castilla corrían a 375. También hay algunos pagos en azúcar, valorada generalmente a 300 maravedíes la arroba, entre ellos el más importante de todos, por importe de 506 arrobas pagadas por Juan Cota en El Hierro (núm. 318). En otras ocasiones se expresa sólo el pago en maravedíes, se entiende que de la «moneda de Canaria», por lo que, para calcular con cifras homogéneas, se ha reducido todo a maravedíes de Castilla sobre la base de la tasación del real, de modo que los 342.410 recaudados en Canarias, una vez deducidos los 85.000 mrs. correspondientes al salario de Pedro del Alcázar como receptor, equivalen a 208.379 maravedíes de Castilla. De éstos, a su vez, Francisco de Bobadilla restó los 80.000 que ya le había entregado Pedro López de Sevilla como fiador de Alcázar, y procedió a subastar bienes de éste por valor de 112.577 mrs., según hemos visto, cifra algo inferior a los 128.379 que seguían en poder de Alcázar, si atendemos a la suma de las cantidades parciales que figuran en la cuenta. 3 Mandas de difuntos los núms. 2, 3, 11, 16, 17, 21, 32, 93, 243, 245 a 248. Abintestatos, 33, 34, 62, 96, 97, 99, 101, 114, 119, 131, 210, 211, 213, 315, 316, 320. Dinero perteneciente a difuntos, 6, 37, 59, 86, 91, 92, 110. Dipensas, 19, 39, 112, 148, 212, 251, 253, 273, 276, 283, 305 a 308. Conmutaciones de votos, 1, 14, 68. Limosnas, 13, 23, 41, 42, 45 a 48, 54, 55, 60, 80, 89, 127, 322. Núm. 50 (2004) 267 4 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA 2. OFICIOS Y NOMBRES El aspecto más interesante de la cuenta es, sin duda, la apreciable cantidad de nombres que contiene, con oficios en algunos casos, y, más todavía, la abundancia de los que se refieren a islas para las que la documentación de aquella primera época de colonización es poco abundante. Al lado de las 104 entradas referentes a Gran Canaria, y sólo tres a Tenerife, hay 91 para La Gomera, 76 para El Hierro, 43 para La Palma y una para Lanzarote. La mayor parte son nombres castellanos, con apellidos comunes en muchos casos o más específicos de las islas, en otros, según puede verse en el índice que acompaña a este breve artículo. En siete casos parece clara la procedencia portuguesa y en otros siete la genovesa4. Hay también algunos apellidos de posible origen lingüístico catalán. Las menciones expresas a aborígenes, con o sin onomástica peculiar, son escasas por lo que se puede suponer que, en algunos otros casos, tenían ya nombres castellanos que impiden su identificación en la cuenta salvo cuando en ésta se indica su condición: Así, hay algunas menciones a gomeros, generalmente con nombres castellanos: Juan Alonso (39), Juan López (106), Juan de Peñalosa (109. 210), Marcos de la Gomera (242. 254, en La Palma). A veces, parece que se trata de antropónimos aborígenes como, pueden ser Aguanidomo en La Gomera (203) o Agueble, Aumuyode, Enchegao y Gualexamo en El Hierro (260, 291, 292, 303), aunque puede ocurrir que el escribano haya hecho transcripciones defectuosas de nombres tomados al oído5. También se constata en algunas ocasiones el paso de personas de unas a otras islas: Juan Camacho de Fuerteventura y 4 Portugueses: 1 (Juan Ome, portogués), 95 (Juan Martines, portogués), 114 (Un «mançebo portogués»), 124 Alonso Yañes, portogués, Pedro de Abrantes (164), Catalina Lopes, portoguesa (233), Luis de Évora (234). Genoveses: 25 a 28 (Antonio Arnao, Agostín de la Chanega, Antonio Lomelín, Juan Ginovés), 83 (Grimaldo de la Chanega), 103 (Agostín de la Chanega), 117 ( Mateo Viña), 138 (Luis Usodemar). 5 Así, «Pornorata», en Gran Canaria (31). 268 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 5 Marcos de La Gomera en La Palma (214. 242 y 254) o un Andrés Canario en El Hierro. La mención a oficios es muy escasa pero aporta algunas precisiones relativas a cargos eclesiásticos y civiles que pueden tener interés. He aquí el resumen: Prior de la Iglesia de Canarias Notario apostólico Canónigo de la Iglesia de Canarias Tesorero de la Iglesia de Canarias Cura de Fuerteventura Cura de Telde Cura y vicario de La Gomera Vicario de El Hierro Agustino Clérigo de misa Comendador de la Orden de Santiago Don Alonso Bivas Fernando Álvarez (89) Alonso Samarinas (79. 321) Don Diego de Cazorla (54) Juan Esteban (49) Frey Juan de Matos (74. 91) Juan de Cabrera (112. 134) Troya (302) Frey Rodrigo (7) Alonso Yáñes, portugués (124) Gabriel Varela, gallego (38) Teniente de Adelantado en La Palma Alcalde Mayor de La Gomera Alcalde de El Hierro Escribano público de La Gomera Juan de Lugo (222. 239) Francisco Gorvalán (149) Fernando González (264) Juan Camacho (166). Antonio de la Peña (213) Alonso Marques (231) Valladolid (307, lectura dudosa) Diego de San Clemente (56) Escribano público de La Palma Escribano público de El Hierro Escribano público de Gran Canaria Esta exigua nómina se completa con un bachiller en El Hierro (314), dos mercaderes en El Hierro (Ruy González. 132) y Tenerife (Mateo Viña. 117), dos confiteros y un «purgador» de ingenios azucareros (12. 32. 143), dos criados (196. 202) y la mención a algunos oficios más: sastre (30), zapatero (104. 115), calderero (50), pescador y marinero (175. 111). Pese a la limitada información que proporciona, la nómina de «composiciones» de 1502-1503 puede ser un elemento útil a tener en cuenta por quienes investiguen aquellos primeros tiempos de Canarias integrada en la Corona de Castilla. Por ese motivo me ha parecido conveniente darla a conocer en este homenaje a Don Antonio Rumeu de Armas, que tanto tiempo, esfuerzo e inteligencia ha dedicado a tales investigaciones. Núm. 50 (2004) 269 6 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA APÉNDICE 1 1503, febrero 6, lunes. Toma de cuenta al honrado Pedro López de Sevilla, tesorero de la santa compusyçión en el obispado de Canaria, por el reverendo señor don Alonso Bibas, prior de la Iglesia de Canaria y comisario de la dicha santa compusyçión. Ha recibido lo siguiente, de las personas que se indica: 1. Juan Ome, portugués, por una conmutación de un voto 1.000 2. Luis de Niebla, testamentario de García Fernández Herrador 9.192 3. Diego Fernández Amarillo, testamentario de Alonso Rodríguez, sacristán 889 4. Juan Vidal 300 5. Diego Pardo 4.000 6. Bartolomé de Cardela, vecino de esta isla, 1.200 mrs., «los quales era a cargo a un onbre el qual no pareçe muchos tienpos ha y se cree ser muerto» 1.200 7. Frey Rodrigo, fraile de la orden de San Agustín 105 8. Lucas Martínez 420 9. Juan de Talavera 336 10. Pedro de Escalona 4.000 11. Juana de Bolaños, testamentaria de su marido Juan de Mayorga, que mandó dar de limosna a la santa cruzada 1.200 12. Maestre Pedro, confitero 800 13. Pedro de la Barrera, dio de limosna «porque dixo averlos mal ganado» 19.750 14. Bartolomé Ganbón, en conmutación de un voto que hizo de ir a una ermita 1.008 270 15. Bartolomé Ganbón, de composición 976 16. Juan de Çeuerio, testamentario de Juan Guerra 672 17. Hernando de Segura, testamentario de Jorge de Cazorla 800 18. Bartolomé Paes, regidor 6.000 19. Juan Redondo y Ana Sánchez, por una dispensación en cuarto grado 1.008 20. Diego de San Martín 500 21. Juan de Montánchez, testamentario de Pedro Sánchez de Alcuesca, de una manda incierta 588 22. Alonso de Palenzuela 4.000 23. Diego Ramírez, de limosna 250 24. Alonso Guillén 210 25. Antono Arnao, genovés estante en esta isla 1.000 26. Agostín de Lachanega 500 27. Antonio Nomelín 300 28. Pedro Juan ginovés 252 29. Pedro Boneto 168 30. Ruy Noble sastre 125 31. Pornorata, real y medio 63 32. Maestre Pedro, confitero, testamentario, por una manda del testamento 63 33. Jorge de Cazorla, que murió ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52. 53. 54. abintestato, la quinta parte de sus bienes 1.101,5 Alonso de Vargas, que murió abintestato, la quinta parte de sus bienes 1.560 Alonso González Calle Llena 84 Juana Gómez, mujer de Rodrigo de la Fuente 2.000 La mujer de Diego de Armas, 378 mrs. que eran a cargo de un difunto 378 Gabriel Varela, comendador de la Orden de Santiago, gallego 1.000 Juan Alonso gomero, por una dispensación en cuarto grado 500 Cristóbal de Sevilla 500 Una persona, de limosna 42 Alonso González Calle Llena, limosna 42 Honorado hermano de [roto] 252 Diego de Cabrera, vecino de Telde 800 Una persona, de limosna 84 Una persona, de limosna por su composición 210 Una persona, de limosna 126 El padre de Juan Martínez, vecino de Villanueva del Fresno [Badajoz], de limosna 630 Juan Esteban, cura que fue de Fuerteventura 210 Juan, criado del calderero 330 Elvira de Betancor 252 La mujer del difunto Gonzalo de Burgos 125 Hernando de Porras, difunto 2.300 Inés Rodríguez, de limosna para la cruzada. Entregados por don Diego de Cazorla, «thesorero de la Yglesia» 3.000 Núm. 50 (2004) 7 55. Una persona, de limosna 362 56. Diego de San Clemente, escribano público 800 57. Blas de Ribera 500 58. Pedro Pardomo 250 59. Juan Rodríguez de Cubas, testamentario de Alvar Alonso, difunto, 2.800 mrs. que debía éste a una persona «quinze años ha, la qual nunca pareçió» 2.800 60. Alonso de Zorita, vecino de Telde, de limosna 42 61. Juan de Burguillos 740 62. Juan de Alvea, vecino de Telde, 2.000 mrs. que eran del difunto Pedro de Tordesillas, «el qual ha diez e ocho años que falleçió e no ha pareçido heredero suyo» 2.000 63. Rodrigo de la Fuente 740 64. Gonzalo Xaraquemada 1.850 65. La mujer de Xaraquemada 370 66. Juan de Alcalá, vecino de Telde 1.110 67. Vicente Tavorda 370 68. Vicente Tavorda, de cierto voto 370 69. Hernando García de Moguer 420 70. Juan de Salvatierra 168 71. Pedro Perdomo 200 72. Martín Navarro 870 73. Martín Pérez 370 74. Frey Juan, cura de Telde 370 75. Martín Navarro 63 76. Bartolomé Fontán 966 77. Susana Martínez 662 78. El mismo, por su composición, dio al tesorero Pedro López 420 79. Alonso Samarinas, canónigo 1.000 80. Un hombre, de limosna 361 81. Alonso Fernández 168 271 8 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA 82. Enrique Yañes, vecino de esta isla 1.008 83. Grimaldo de Lachaneda, mercader estante 840 84. Gonzalo de Burgos, vecino de esta isla 2.000 85. Alonso Fernández, vecino de esta isla 84 86. Juan Rodríguez Pertiguero, 357 mrs., que tenía a cargo de un difunto 357 87. Juan Izquierdo 504 88. Bartolomé Gutiérrez 210 89. Una persona, de limosna, a través del notario Fernán Álvarez 210 90. Teresa de Virues 840 91. Frey Juan de Matos, cura de Telde, que tenía a cargo a un difunto 84 92. Juan de Alcalá, que los debía a un difunto 10,5 93. Pedro de Talavera, a cargo de un testamento 63 94. Juan de Armas 210 95. Juan Martínez, portugués 42 96. Gonzalo de Burgos, que los tenía secuestrados por Francisco de Segovia, que murió abintestato y sin herederos 5.178 97. Gonzalo de Burgos, que los tenía depositados y eran de Ruy Pinedo, que murió abintestato 11.600 98. Pedro Martín 361 99. Del almoneda de los bienes de Francisco de Segovia 5.364 100. Francisco Perdomo 252 101. Del almoneda de los bienes de Pedro Vaez, difunto abintestato 2.031 102. Antonio Arnao 210 103. Agostín de Lachanega 252 104. Pedro Berniesta, zapatero, una dobla 500 272 Composición de la isla de La Gomera, de lo recibido al contado 105. 106. 107. 108. 109. 110. 111. 112. 113. 114. 115. Gonzalo de Trigueros 1.700 Juan López gomero 500 Gonzalo Nieto 420 Luis de Mesa 300 Rodrigo de Peñalosa gomero 400 Marichal, que los debía a un difunto 420 Gonzalo Delgado marinero 84 Juan de Cabrera, cura de La Gomera, «tres doblas por çierta dispensaçion» 1.500 Fernando Mirón y su mujer 2.070 Alonso Prieto, estante en La Gomera, que los tenía de «un mançebo portugués que murió abintestato» 2.350 Miguel García, zapatero 168 Conpusiçiones en la ysla de Tenerife, de lo reçebido 116. Gonzalo Mejía 1.008 117. Mateo Viña, mercader 4.200 118. Guillén Castellano, 650 mrs. que él «era a cargo de un difunto» 650 Conpusyçiones de la ysla de La Palma, de lo que se reçebió al contado 119. De los bienes de María Asturiana, fallecida abintestato 1.300 120. Juan Vizcaino 84 121. Fernán González, vecino de la isla 500 122. Gabriel Socarrate 3.000 123. Camacho castellano 250 124. Alonsyañes portogués, clérigo de misa 168 125. Juan Dajo 336 126. Alonso Infante 630 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 9 Conpusiçiones de la yglesia del Hierro, de lo que reçibió de contado 127. Juan Fernández, vecino de la isla, «por çierta usura que dixo aver cometido» 2.500 128. Asensio Afonso 252 129. Fernando de la Palma 640 130. Francisca de Herrera 3.000 131. Del almoneda de los bienes de Juan Ramos, difunto abintestato 2.388 132. Ruy Gonçalez, mercader estante en la isla 500 133. Diego Françés 252 2 Maravedíes de que se hace cargo a Pedro López de Sevilla, tesorero de la santa composición en todo el obispado de Canaria. Traslado sacado de los originales que se hicieron en las islas de La Gomera, La Palma y El Hierro, firmados por el tesorero y por el prior Alonso Bivas, comisario de la santa composición y por el notario apostólico Fernando Álvarez: Primeramente, se compusieron en las islas de La Gomera en domingo 22 de junio de 1502, a pagar la primera Pascua Florida, y al mes de abril de 1503 y al día de San Miguel del mismo año, las personas siguientes: 134. Juan de Cabrera, cura y vicario, tres doblas 1.500 135. Alonso de Ocampo y su mujer 1.200 136. Juan de Alcázar 1.500 137. Francisco de Alcázar 4.000 138. Luis Huso de mar 2.000 139. Alfonso Cheremia 500 140. Gonzalo Prieto 500 141. Rodrigo de Cornado, 7 reales 294 142. Alonso Moreno 500 143. Alvaro Rodríguez, purgador, media arroba de azúcar 150 144. Luis de Mesa 500 145. Pedro Gançador 500 146. Su mujer 168 Núm. 50 (2004) 147. Alfonso López 1.000 148. Pedro Gançador, «por una dispensaçion de afinidades» 600 149. Francisco Gorvalán, alcalde mayor, cinco arrobas de azúcar 1.500 150. Juan Pinto, hijo de Alonso Pinto, que le debe Diego de Mondragón 1.700 151. Salvador de Chimida 500 152. Alonso de la Rocha 1.000 153. Melchor de Morales 300 154. La mujer de Melchor de Morales 300 155. Juan Nubay 200 156. Alonso de Alcázar 200 157. Bartolomé Francés 500 158. Diego de Calla 400 159. Fernando de Plazencia 500 160. Juan Anríquez 300 161. Alonso de Alcalá 700 162. La mujer de Alonso de Alcalá 300 163. Ruy de Ledo 1.000 273 10 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA 164. Pedro de Abrantes 148 165. Alonso de Castellanos, tres arrobas de azúcar 900 166. Juan Camacho, escribano público 500 167. Juan de Francia y su mujer 336 168. Gonzalo Yáñez y su mujer 1.000 169. Melchor de Liria y su mujer 336 170. Fernand García y su mujer 252 171. Luis González y su mujer 800 172. Capilla 252 173. Lorenzo Conquero 500 174. Fernand Manuel 210 175. Martín Álvarez pescador 210 176. Pedro Ramos 252 177. Pedro Serrador 252 178. Salatro 84 179. Alonso de Molina 100 180. Pedro Alonso 500 181. Álvaro Borges 1.000 182. Bastián, su compañero 300 183. Alonso Fernández 100 184. Martín González 294 185. Vasco Rodríguez, su compañero 300 186. Fernando de Azuaga 84 187. Diego Gil 88 188. Francisco Moreno 210 189. Fernán Rodríguez 126 190. Diego Díaz 84 191. Antón Martínez 84 192. Alonso Rodríguez 168 193. Ruy López 168 194. Pedro Hernández 126 195. Juan de Ocaña 168 196. Francisco, criado de Alonso de la Rocha 126 197. Pedro de Plazencia 200 198. Alonso Rodríguez y su mujer 252 199. Francisco Martín de Paterna 126 274 200. 201. 202. 203. 204. 205. 206. 207. 208. 209. 210. 211. 212. 213. Fernán Negrín y su mujer 168 Catalina Álvarez 168 Francisca, criada de Felipa 63 La mujer de Aguanidomo y Juana Hernández, su sobrina 252 Miguel de Campopenero 126 Antón de Arcos 84 Alonso de Yepes 300 Alonso Calero 400 Gonzalo Sánchez y su mujer 168 Gonzalo Alonso y su mujer 500 Peñalosa, gomero, por el quinto de los bienes de su mujer 620 María Melón, viuda de Fernán Sánchez, por el quinto de los bienes del difunto 4.000 Juan Marichal, por una dispensación 380 Pedro Hurero, difunto, por el quinto de sus bienes, pagado por Antón de la Peña, escribano público de la isla 3.333 En la ysla de La Palma se conpusyeron las personas de yuso contenidas, a pagar a la Pascua de Navidad de quinientos e tres años 214. Juan Camacho de Fuerteventura 2.500 215. Juan Martínez de Castilleja 400 216. Juan Camacho 100 217. Diego Jerónimo 300 218. Juan de Morón 100 219. Juan Sardo 600 220. Juan Pellicer 84 221. Francisco de Tamayo 84 222. Juan de Lugo y su mujer 500 223. La mujer de Juan Gallego 250 224. Juan Castellano 300 225. Fernando de Almonte 100 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 226. 227. 228. 229. 230. 231. 232. 233. 234. 235. 236. 237. 238. 239. 240. Diego de Madrid 3.000 Juan Viejo 100 Rodrigo Games 500 Juan Satre 126 Diego Coxo 800 Alonso Marques, escribano 700 Inés Fernández 168 Catalina Lopes, portuguesa 600 Luis de Évora 200 Gómez Martínez 2.000 María Hernández 84 Leonor Rodríguez 300 Alonso Márquez 420 Juan de Lugo, teniente 2.500 Francisco de Alcázar, por una huérfana 1.000 241. Gonzalo de Lepe, tres arrobas de azúcar 800 (sic) 242. Marcos de la Gomera, tres arrobas de azúcar y una deuda que le debían en la isla del Hierro que fue averiguada en mil maravedíes 1.000 243. Los herederos de Juan Vallestero 2.500 En la ysla del Hierro se conpusyeron las personas siguientes, a pagar por Sant Juan de mill e quinientos e tres años 244. Madrid, diez reales 400 (sic) 245. El heredero de Juan Dajo 200 246. El heredero de Juan Amaya o Amaxa 1.000 247. El heredero de Pedro de Noda 100 248. El heredero de Juan Gallego 250 249. Catalina García 312 250. Marina de Juan Dajo 100 251. Pedro Ángel por él y por su mujer, «por vía de dispensaçion» 250 252. El mismo, por composición 100 Núm. 50 (2004) 11 253. Juan de Mendo, por una dispensación 1.000 254. Juan Quintero, por Marcos vecino de La Gomera 1.000 255. Juan de Noya, vicario 1.000 256. Juan Quintero 210 257. Martín de Juan Dajo 500 258. Francisco Beltrán 250 259. Francisco Machín 100 260. Fernando de Agueble 100 261. Juan Delcon 100 262. Alonso de Medina 100 263. Andrés Canario 200 264. Fernand González, alcalde, por él y por su mujer 500 265. Juan Francés 100 266. Luis González 100 267. Ruys Díaz 100 268. Pedro de Hielte, por él y por su mujer 200 269. Alonso Infante 150 270. Juan Gallego 84 271. Juan Dajo, por él y por su mujer 200 272. Pedro González, por él y por su mujer 200 273. Alonso Ynfante, por una dispensación de su hija 500 274. Mendo Chanizo, por él y por su mujer 200 275. El mismo, por su padre, por el hijo de él y por otro suyo 126 276. Juan Gallego, por una dispensación 168 277. Juan Machín 200 278. García, además de lo prometido 42 279. «El dicho alcalde, por su padre» 100 280. «El dicho Garçia, por su padre» 100 281. Catalina García 100 282. María la castellana 200 283. Juan González, de una dispensación 1.000 275 12 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA 284. Rodrigo Machín, por él y por su mujer 1.000 285. Juan de Mendo 210 286. Martín Sánchez 210 287. Andrés de Valladolid 210 288. Pedro del Puerto 300 289. Andrés Ynfante 200 290. García de Toledo 84 291. «La de Aumuyode» 42 292. Margarida de Enchegao 100 293. García de Limera 168 294. Antón Fernández 500 295. Ruy Díaz 84 296. Andrés de Valladolid 84 297. Alonso Ynfante 50 298. Rodrigo Machín, por su padre, por su madre y por su mujer difunta 126 299. Martín de Juan Dajo y Juan Dajo y Enrique, hermanos, con 100 por su madre 1.400 300. Rodrigo Machín el mozo 200 301. Enrique de Juan Dajo 200 302. El vicario Troya, por su padre y abuelos y abuela 300 303. Catalina Gualexamo 84 304. Malgarida, hija de Diego 84 305. Alonso Machín, por una dispensación 1.000 306. Luis González, por una dispensación 1.000 307. El escribano Valladolid, por una dispensación 800 308. «María e Garcia» por una dispensación 200 309. Rodrigo Machín, por su hijo Alonso Machín 42 310. La mujer de Juan González, por su marido y por ella 42 311. Mateos 63 312. Gonzalo, hijo de Juan Gallego 84 313. El dicho Martín de Juan Dajo, por su mujer, por su hija, por Juan Bilbao, difunto, y por Marichal 268 276 314. El bachiller Juan Fernández 5.000 315. Un fraile que murió abintestato 3.580 316. Pedro Cerezo, el quinto de sus bienes 6.000 317. Juan Pinto, vecino de La Gomera 1.700 318. Juan Cota, la mitad de la donación que hizo a la santa conpusyçion, por importe de 506 arrobas. La otra mitad lleva «el dicho Juan Cota». A pagar en San Juan de 1504 [24 de junio] 76.950 El traslado de esta relación se hizo el 15 de abril de 1504 por el notario apostólico Fernán Alvarez, que lo era también de la santa composición en todo el obispado de Canaria. Firmado: Fray Alonso prior, comisario. Pedro López, tesorero Además, el prior Alonso Bivas ha recibido: 319. 800 mrs., por las cuatro varas de paño azul que dejó en su casa el tesorero Pedro López 320. 6 reales (252 mrs.) precio de venta de un jubón procedente de un abintestato que se tomó en La Gomera 321. 300 mrs. en que se vendieron 12 quesos procedentes de una composición en Lanzarote hecha por Alonso de Samarinas, canónigo de Canaria, «a quien yo dí poder que conpusyese en la dicha ysla». 322. 100 mrs., que le dio Cristóbal García, vecino de Telde, «por descargo de su conçiençia». ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI 13 ÍNDICE DE APELLIDOS Abrantes, 164. Afonso, 128. Aguanidomo, 203. Agueble, 260. Ajo, v. Dajo. Alcalá, 66, 92,161, 162. Alcázar, 136, 137, 156, 240. Alcuesca, 21. Almonte, 225. Alonso, 39, 59, 180, 209. Alonsyáñes, 124. Álvarez, 89, 175, 201. Alvea, 62. Amarillo, 3. Amaya (sic), 246. Ángel, 251, 252. Anríquez, 160. Arcos, 205. Armas, 37, 94. Arnao, 25, 102. Asturiana, 119. Aumuyode, 291. Azuaga, 186. Báez, 101. Ballestero, 243. Barrera, 13. Bastián, 182. Beltrán, 258. Berniesta, 104. Betancor, 51. Bilbao, 313. Bolaños, 11. Boneto, 29. Borges, 181. Burgos, 52, 84, 96, 97. Burguillos, 61. Cabrera, 44, 112, 134. Calero, 207. Calla, 158. Callellena, 35, 42. Camacho, 123, 166, 214, 216. Núm. 50 (2004) Campopenero, 204. Canario, 263. Capilla, 172. Cardela, 6. Castellano, 118, 224. Castellanos, 165. Castilleja, 215. Cazorla, 17, 33, 54. Ceberio, 16. Cerezo, 316. Chanizo, 274, 275. Cheremia, 139. Chimida, 151. Cojo, Coxo, 230. Conquero, 173. Cornado, 141. Corvalán, v. Garvalán. Cota, 318. Cubas, 59. Dajo, 125, 245, 250, 257, 271, 299, 301, 313. Delcon, 261. Delgado, 111. Díaz, 190, 267, 295. Enchegao, 292. Enríquez, V. Anríquez. Escalona, 10. Esteban, 49. Évora, 234. Fernández, 81, 85, 127, 183, 232, 294, 314. Fernández Amarillo, 3. Fernández Herrador, 2. Fontán, 76. Francés, 133, 157, 265. Francia, 167. Fuente, 36, 63. Gallego, 223, 248, 270, 276, 312. Gambón, 14, 15. Games, 228. Gançador, 145, 148. García de Moguer, 69. 277 14 MIGUEL-ÁNGEL LADERO QUESADA García, 115, 170, 249, 278, 280, 281, 322. Gil, 187. Gomera, 242. Gómez, 36. González, 121, 132, 171, 184, 264, 266, 272, 283, 306, 310. González Callellena, 35, 42. Gorvalán, 149. Gualexamo, 303. Guerra, 16. Guillén, 24. Gutiérrez, 88. Hernández, 194, 203, 236. Herrador, 2. Herrera, 130. Hielte, 268. Honorado, 43. Hurero, 213. Infante, 126, 269, 273, 289, 297. Izquierdo, 87. Jaraquemada, v. Xaraquemada. Jerónimo, 217. Juan, 28, 50. Lachaneda, 83. Lachanega, 26, 103. Ledo, 163. Lepe, 241. Limera, 293. Liria, 169. Lomelín, v. Nomelín. Lopes, 233. López, 78, 106, 147, 193, 319. Lugo, 222, 239. Machín, 259, 277, 284, 298, 300, 305, 309. Madrid, 226, 244. «Malgarida», 304. Manuel, 174. Marcos, 254. María, 308. María la castellana, 282. Marichal, 110, 212, 313. Marques, 231. Márquez, 238. 278 Martín, 98. Martín de Paterna, 199. Martínez, 8, 48, 77, 95, 191, 235. Martínez de Castilleja, 215. Mateos, 311. Matos, 74, 91. Mayorga, 11. Medina, 262. Mejía, 116. Melon, 211. Mendo, 253, 285. Mesa, 108, 144. Mirón, 113. Moguer, 69. Molina, 179. Mondragón, 150. Montánchez, 21. Morales, 153, 154. Moreno, 142, 188. Morón, 218. Navarro, 72, 75. Negrín, 200. Niebla, 2. Nieto, 107. Noble, 30. Noda, 247. Nomelín, 27. Noya, 255. Nubay, 155. Ocampo, 135. Ocaña, 195. Ome, 1. Paes, 18. Palenzuela, 22. Palma, 129. Pardo, 5. Pardomo, Perdomo, 58, 71, 252. Paterna, 199. Pedro, maestre, 12, 32. Pellicer, 220. Peña, 213. Peñalosa, 109, 210. Perdomo, 71, 252. Pérez, 73. Pertiguero, 86. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TRESCIENTOS NOMBRES CANARIOS A COMIENZOS DEL SIGLO XVI Pinedo, 97. Pinto, 150, 317. Plazencia, 159, 197. Pornorata (sic), 31. Porras, 53. Prieto, 114, 140. Puerto, 288. Quintero, 254, 256. Ramírez, 23. Ramos, 131, 176. Redondo, 19. Ribera, 57. Rocha, 152, 196. Rodrigo, frey, 7. Rodríguez, 3, 54, 143, 185, 189, 192, 198, 237. Rodríguez de Cubas, 59. Rodríguez Pertiguero, 86. Salatro, 178. Salvatierra, 70. Samarinas, 79, 321. San Clemente, 56. San Martín, 20. Sánchez, 19, 208, 211, 286. Sánchez de Alcuesca, 21. Sardo, 219. Satre, 229. Núm. 50 (2004) 15 Segovia, 96, 99. Segura, 17. Serrador, 177. Sevilla, 40. Socarrate, 122. Talavera, 9, 93. Tamayo, 221. Tavorda, 67, 68. Toledo, 290. Tordesillas, 62. Trigueros, 105. Troya, 302. Usodimar, 138. Váez, 101. Valladolid, 287, 296, 307. Varela, 38. Vargas, 34. Vidal, 4. Viejo, 227. Viña, 117. Virués, 90. Vizcaíno, 120. Xaraquemada, 64, 65. Yanes, Yañes, Yáñez, 82, 124, 168. Yelte, v. Hielte. Yepes, 206. Ynfante, v. Infante. Zorita, 60. 279 68 FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII: SAN RAFAEL, LAS CAOBAS Y SAN MIGUEL DE LA ATALAYA* POR MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ INTRODUCCIÓN El área fronteriza con el Santo Domingo francés fue una de los objetivos colonizadores de las autoridades españolas para contrarrestar la expansión gala en la isla. Por ello habían dado pie a la formación de nuevas poblaciones con familias canarias en ella, tales como Bánica o Hincha. Paradójicamente su éxito y expansión iría parejo al considerable aumento de las actividades mercantiles de esas localidades con la colonia francesa, centrado en la venta de ganadería vacuna y caballar extraordinariamente demandada por su economía de plantación azucarera. San Rafael de la Angostura, San Miguel de la Atalaya y Las Caobas se encuentran en la actualidad, como Hincha, en Haití. Pero hasta el Tratado de Basilea de 1795, por el que se cedió a Francia la actual República Dominicana, la región fronteriza española penetraba por la región central hasta casi la costa, a diferencia de la norte y sur, cuyos límites son prácticamente los actuales. Las localidades citadas subsisten hoy en día con el nombre español, siendo San Miguel de la Atalaya la más occidental de todas ellas. * Este trabajo ha sido realizado con cargo al proyecto PI2003/099 de la Dirección General de Universidades del Gobierno de Canarias. Núm. 50 (2004) 281 2 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Plano en que se sitúan en la actualidad los pueblos de San Miguel de la Atalaya, San Rafael y Las Caobas. 282 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 3 A mediados de la centuria el auge de esa colonización y la consolidación de clases dirigentes en esos nuevos núcleos junto con las dificultades por parte de las autoridades gubernativas de asentar a los numerosos contingentes familiares canarios que arribaban a Santo Domingo a comienzos de los 60 llevaron a un cambio de estrategia. A los canarios había que alimentarlos desde su arribada hasta que se procediese a poner en marcha la fundación, lo que era un gravoso coste para el erario público, girado desde México. Por tal motivo el Gobernador Azlor solicitó en 1764 al Rey la paralización de la recluta, que secundó La Corona. Tras haberse distribuido los arribados tres años antes en la fundación de San Rafael de la Angostura y la consolidación de Azua, quedaban en 1763 todavía 292 a la espera de colocación. Una parte de ellos se distribuyeron por el este para reforzar el poblamiento de ese territorio en buena medida vacío. Pero la gran mayoría se concentraría en esa expansiva región fronteriza dando pie a nuevas poblaciones o reforzando las ya creadas. La decisión de Azlor no fue casual. Coincidió con la consolidación definitiva del dominio español sobre el este de la isla y con la irrupción de una política de liberalización mercantil en el ámbito antillano evidenciada en la instrucción de 1765 que permitía a las tres islas caribeñas españolas el comercio sin limitaciones con varios puertos españoles. La fundación de San Rafael de la Angostura, Las Caobas y San Miguel de la Atalaya nace, pues, en el nuevo clima socio-político que se divisa en la colonia, marcado por los conflictos larvados por el protagonismo de los grupos dirigentes de Hincha y los afanes del Capitán General y de las autoridades militares por convertirse en árbitros y ejes de los enormes beneficios derivados del tráfico fronterizo. Un conflicto que opondrá a las autoridades militares, miembros de la oligarquía dominicana que intentarán aprovechar esa cuota de poder en su provecho, a las elites locales, personificadas en sus alcaldes ordinarios, que contarán con el apoyo de la Audiencia, que tratará de limitar el creciente poder de la Capitanía General en a toma de decisiones. Hincha, desde su fundación en 1704, vertebró en torno a sí el dinamismo regional. Esa riqueza acumulada propició la formación de un grupo oligárquico local en el que una minoría paulatinamente pudo acceder a poseer esclavos con su compra Núm. 50 (2004) 283 4 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ a cambio de vacas o caballos. Como ha estudiado Jaime Domínguez su hegemonía, con estrechas relaciones de compadrazgo, le posibilitó concentrar en torno a sí la propiedad de la gran mayoría de los esclavos. Frente a ellos un gran porcentaje de pobladores no contaba ni tan siquiera con uno. 12 individuos acaparaban 62 esclavos de Guinea y 107 bautizados párvulos en la localidad. Sólo tres de ellos tenían más de 30 y el mayor, Juan Bernabé era propietario de 49. De esos hacendados 5 eran mujeres. Sobre 50 poseían sólo 1 y eran centenares los que no los tenían1. Lo mismo cabe decir del control del ganado. En 1742 de 138 propietarios, 18 poseían más de 200 cabezas, siendo uno sólo vecino de Santo Domingo y los demás residentes en el pueblo, mientras que 35 tenían entre 100 y 200 y 85 eran dueños de menos de 100. Sólo 2 superaban las mil, siendo José Guzmán uno de ellos. Era propietario de 1.400 en su hato de La Atalaya, que convertirá más tarde en una nueva localidad2. Las tensiones entre ambos grupos por el control de los pastos comuneros y su énfasis en la privatización eran más que evidentes, como veremos en la fundación de San Rafael de Angostura dentro de su jurisdicción. Su expansión demográfica, con más de 3.000 personas en 1784, se debía al espectacular crecimiento de su cabaña ganadera, ya que la agricultura era para ellos una actividad para la mera subsistencia. La razón era lógica, una vaca que apenas costaba de 2 a 6 pesos en el Santo Domingo español costaba 17 en el francés. La escasez de ganado en ese último era el gran incitador al contrabando fronterizo. Ello explica que Hincha contase con 19.335 cabezas de ganado en 1743, ocupando el segundo lugar del país tras Santiago. En 1772 era ya el primero con 30.000, seguido de El Seibo con 28.000. En la colonización de la frontera una parte decisiva de la riqueza se originó con los intercambios con el Santo Domingo francés practicado con total impunidad, a pesar de las prohibiciones, por parte de los pobladores de esas localidades, cuyos alcaldes ordinarios eran, a la vez de ejecutores de la justicia, los primeros interesados en su tolerancia y estímulo. Frente a esa 1 J. DOMÍNGUEZ, «Religiosidad y esclavitud en una comunidad canaria», XII Coloquio de Historia canario-americana (1996), Las Palmas, 1998, tomo II, pp. 465-480. 2 Archivo General de Indias (A.G.I.), Santo Domingo (SD), 314. 284 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 5 obvia e incontrolable realidad de los hechos los gobernadores como Pedro Zorrilla en 1741 o Azlor en 1760 estaban interesados en que el tráfico de ganado redundase en un beneficio para la Hacienda pública, a la par que de él se derivase el control efectivo de las autoridades militares directamente dependientes de él. El choque de jurisdicciones entre éstas y los alcaldes ordinarios del conjunto de la región fronteriza fue una constante a lo largo de la centuria. Difícilmente podían controlar los Gobernadores de Armas el paso del ganado efectuado por unas localidades que veían en él no sólo su principal negocio, sino su propia supervivencia. Un hecho decisivo en esta disputa fue la obtención por Azlor de la concesión de la Real Cédula de 20 de julio de 1765 que convertía a éstos en Tenientes de Gobernador, Justicia Mayor y Jueces de comisos de Bánica, Hincha y la nueva población de San Rafael de la Angostura, con lo que detentaban también la jurisdicción ordinaria. De ahí que los conflictos entre ambas jurisdicciones se reavivasen, como lo demuestra la jefatura de ese personaje clave que fue Fernando Espinosa, el fundador de Las Caobas, que, con intereses en la zona y amparado en los beneficios del poder que ostentaba, tratará de modificar la situación en su provecho, como intentará también de forma frustrada Leos y Echalas en Dajabón por esas mismas fechas. No era tampoco ajena la disputa entre el Capitán General y la Audiencia, al vincular la autoridad judicial civil en un cargo militar directamente dependiente del Gobierno, por lo que los conflictos jurisdiccionales serían una constante. SAN RAFAEL DE LA ANGOSTURA En esa coyuntura de hegemonía de la elite de Hincha y de intento de control jurisdiccional por parte de las autoridades militares nace San Rafael de la Angostura. Establecido en virtud de Real Decreto de 2 de julio de 1761, se le encargó su constitución al Teniente Coronel Andrés de Heredia, que culminó el año siguiente el comandante de las fronteras del Sur Fernando de Espinosa y Miranda. En ella la hacienda pública gastó 88.791 reales y 16 maravedíes en la construcción de una iglesia, un cuartel, casas de gobierno y de capellán y bohíos para las famiNúm. 50 (2004) 285 6 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ lias, que recibían un real por persona durante un año para su alimentación durante su asentamiento, semillas y animales. Asimismo se le pagó dos años de congrua a su cura. En estos costos no estaban incluidos los costes del traslado desde las familias desde Canarias hasta ese destino. Por una información emitida a raíz de su incendio que la arrasó el 29 de junio de 1769 motivado por un taco encendido de unos cañoncitos que se estaban disparando en la plaza en obsequio del cura párroco Pedro de Figueroa en su día, sabemos que por esas fechas vivían en ella 3 familias de particulares avecindados en ella y 13 de los familias trasladadas para su fundación. Espinosa y Miranda, que residía en ella en 1770 como comandante de la frontera sur y Justicia Mayor de Bánica, Hincha y San Rafael, refiere que se asentó en ella una compañía de caballería que con las familias isleñas «que se destinaron para el cultivo y fomento de la población» con el objetivo «de asegurar las tolerancias con la nación francesa por aquella parte y otras de sus inmediación, tanto en la razón de poblado, como en la de mayor proporción dicha tropa para este ejercicio, lo que de anterior en otras distancias dilatadas se hacía más difícil»3. Sabemos que la mayoría de las familias fundadoras por un poder emitido a raíz del incendio procedían de la isla de Gran Canaria4. Pero un hecho significativo en el proceso de creación del pueblo es que nace sin jurisdicción civil dependiente del cabildo y los alcaldes ordinarios de Hincha. Desde el punto de vista eclesiástico se constituye como ayuda de parroquia de ese último, con cura sin beneficio, sostenido por la concesión de la renta de 200 pesos por parte del párroco de la localidad de la que era sufragánea. Pero, al mismo tiempo de esa realidad de hecho, la erección de un Justicia Mayor Gobernador de Armas en 1765 le pone bajo su jurisdicción, lo que despertará inmediatamente los recelos de la elite de Hincha. La contradicción 3 A.G.I., SD 982. Sus cabezas de familia eran Blas Sánchez, Antonio López, Blas de Herrera, Juan Ventura Robaina y Chacón, Juan Trejo, Juan Sánchez, Tomás López, Gregorio de Armas, Juan de Dios Marrero, Juan de la Cruz y las viudas Ángela Sánchez y Paula Gutiérrez, naturales de las Islas Canarias. A.G.I., SD, 980. Poder en San Rafael a 1 de julio de 1769 al vecino de Santo Domingo José de la Vega. 4 286 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 7 de intereses con ella está presente prácticamente desde su erección. El 20 de abril de 1766 tales familias pobladoras emiten un memorial en el que se quejan de que no se les ha proporcionado la res de abasto mandada para su fundación, que debía de ser de 2 a 3 años de edad, proporcionándosele sólo un becerro de 6 a 7 meses «lo más de tiempo, de modo que, asistida la tropa con preferencia, quedan los que suplican sin tenerlo». Espinosa da por cierta esta falla que hace que «la mitad del vecindario no alcanza carne y que las fallas no es por razón del reparto de las Justicias, sino por repliegue de los criadores en aprontarlas ni quererlas conducir vivas a esta parte». Ordena que los alcaldes ordinarios de Hincha cumplan con lo mandado. Otro nuevo memorial de esa misma fecha es mucho más contundente en su queja por la apropiación de la jurisdicción por los alcaldes ordinarios de Hincha. Los «isleños pobladores y vecinos» se quejan de que «con la ocasión de no haber señalado jurisdicción a este pueblo se mezclan los Justicias Ordinarias de Hincha en el conocimiento de sus causas», lo que constituye un grave perjuicio para ellos no sólo por su intromisión sino también «por otros vejámenes que han experimentado». Solicitan ante ello la protección del Justicia Mayor para que «como familias fundadas y costeadas de orden de Su Majestad se sirva declararlas exentas de aquella jurisdicción y no sujetas a otra que a la de su Gobernador». En su informe Espinosa refiere que hasta el año anterior no se habían mezclado los alcaldes ordinarios de Hincha «en asunto de isleños pobladores», sino sólo el que informa por no haberlo residente y ser aquél costoso y «gravoso el recurso a Hincha, mayormente algunos miserables que deben dejar abandonadas para ello sus familias y labranzas». Sin embargo, en el presente año un alcalde de Hincha pasó al pueblo «y prendió a un isleño de familia, el que condujo a pie y amarrado a las diez del día para la villa de Hincha, con cuyo hecho todos los pobladores y hasta mujeres de éstos se indispusieron y ocurrieron» ante él para que se opusiese. No lo practicó por obviar competencia y lo que hizo fue presentar la tropa para «impedir cualesquiera detención que estas gentes pudieran tomar». Pero toma finalmente una decisión bien significativa: «se hace saber a los justicias ordinarias de Hincha Núm. 50 (2004) 287 8 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ que de que ningún modo se introduzcan en la jurisdicción de este pueblo»5. De esa forma se consolida en esa localidad la estrategia emprendida por el Capitán General y el Gobernador Justicia Mayor de subordinar la nueva población a su jurisdicción, liberándola de la de los alcaldes ordinarios de Hincha con el beneplácito de sus pobladores, disgustados por la hegemonía de su oligarquía. El crecimiento demográfico de San Rafael fue relativamente significativo en tan breve plaza de tiempo. En 1783 cuenta ya con 1.079 habitantes. Su censo ganadero era una década antes de 2.000 reses vacunas6. En 1764 el francés Lescallier reseñó que era «una población nueva y todavía en formación. La mayoría de sus habitantes son isleños». Pero muestra sus ventajas para el auge ganadero y para su tránsito por su carácter fronterizo. Su defensa es ventajosa por hallarse a la orilla del río Bouyajá en una valle que llaman La Puerta »a un cuarto de legua más o menos de una estrecha garganta por donde se entra en la Llanura de Goajaba». Al ser cerrado facilita tanto la defensa como el ataque por ser «un verdadero desfiladero». El pueblo, al estar en una cañada, es caluroso, pero la llanura es óptima, siendo sus sabanas «muy bellas, con hierba abundante» y su aire saludable y fresco7. El camino hacia la frontera era malo. Se intentó mejorar en 1762 cuando se temía a los ingleses, pero las obras se paralizaron al año siguiente8. Moreau señala que está muy regado por varios ríos y gran número de arroyos. Entiende que su pueblo es que poco considerable, idea que reafirma Albert en 1795 al estimar que es pequeño y pobre en extremo. Desde el punto de vista eclesiástico su parroquia «es un anexo y una dependencia de la de Hincha». 5 Archivo Histórico Nacional de Madrid (A.H.N.), Consejos, Leg. 20579. M. R. SEVILLA SOLER, Santo Domingo. Tierra de frontera (1750-1800), Sevilla, 1980, p. 134. 7 E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros de Francia en Santo Domingo, Santo Domingo, 1979. 8 M. L. MOREAU DE SAINT MERY, Descripción de la parte española de Santo Domingo. Trad. de C. Armando Rodríguez, Santo Domingo, 1944, p. 246. 6 288 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 9 Cuenta con una guarnición pequeña, «que más bien debe considerarse de fronteras, y como una dificultad opuesta al contrabando con la parte francesa»9. Sin embargo este hecho, lejos de ser un obstáculo, no supuso ninguna restricción, porque la extracción de ganado se haría con el beneplácito de su jefe, el Gobernador de Armas y Justicia Mayor Fernando de Espinosa. En todo caso lo que levantaría serían los recelos de la elite de Hincha, que acusaría, como tendremos ocasión de ver, de contrabandistas a sus habitantes, cuando en realidad lo que estaba denunciando es que esas ventajas se le iban de la mano. En un registro de extracción de ganado a Francia se hace constar que el primer lugar entre 30 de septiembre de 175 y 25 de julio de 1787 lo ocupa Dajabón con considerable distancia con 4.485 reses, siendo el segundo San Rafael con 1.438 en un plazo de tiempo menor de tan sólo 14 meses frente a la contabilidad de 22 en el primero10. A pesar de su pobreza es sorprendente que en 1783 cuente con un párroco y un vicario y hasta con un médico, Santiago Cavanis. No obstante carecía de capellanías y su cura recibía 200 pesos de los diezmos de la parroquia de Hincha, donde residía el beneficio de la zona. Para esas fechas podemos seguir el crecimiento vegetativo de la población. En 1778 hubo 87 bautismos, 10 casamientos, 5 de libres y 5 de esclavos y 32 entierros, siendo 1 de caridad. En 1779 fueron 28 los bautizos, 22 de los cuales eran de libres, 19 casamientos, 11 de esclavos y 8 libres y 32 los entierros, 5 de ellos de caridad. En 1780, 58 bautizos, 39 libres y el resto de esclavos, 7 casamientos y 12 entierros. En 1781. 37 bautizos, 32 de libres, 10 casamientos, 5 de esclavos y 5 de libres y 26 entierros. Finalmente en 1782 37 bautizos, 30 de ellos de libres, 6 casamientos y 18 entierros, 7 de caridad11. El saldo es abiertamente favorable en todos los años excepto en 1779. El número muy superior de bautismos de los libres frente a los esclavos demuestra que es una sociedad en la que los propietarios de esclavos son muy reducidos y la 99 IBÍDEM, op cit., p. 245. E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, op. cit., p. 83. Le siguen con 22 meses Las Caobas con 766 y Neiba con 1.239, siendo el total 7.928 reses. A.H.N., Consejos, leg. 20.752. 11 A.G.I., SD, Leg. 988. 10 Núm. 50 (2004) 289 10 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ mayor parte del trabajo es familiar. El número bajo de casamientos de libres es bien indicativo del carácter familiar de esa emigración, distinguido por ser de matrimonios jóvenes con hijos en general de poca edad y en plena época reproductiva. San Rafael creció de forma considerable en la segunda mitad del siglo XVIII. Nuevos emigrantes procedentes de las Islas Canarias se establecieron en él al margen del grupo fundador12. Entre ellos destaca poderosamente la personalidad del natural de El Sauzal (Tenerife) Antonio Febles o Febres que en 1779 llevaba, según decía, 22 años de residencia en Santo Domingo, contando con una edad de 44 a 45. En 1768 había sido designado alcalde ordinario de Hincha. Enlazado con una hija de Ignacio Arias, vecino de esa nueva población, poseía por aquel entonces una familia de 16 miembros. Años después, en 1792, su hijo Manuel refería que su padre se hallaba avecindado en San Rafael desde hacía más de 20 años y que tenía una familia de 22 personas compuesta por su mujer, cuatro hijos, una niña huérfana y los demás domésticos13. Fundó una familia de relieve en esa colectividad caracterizada por unas estrechas relaciones endogámicas con otros linajes de la comarca como el del futuro Presidente de la República Pedro Santana. Antonio Febles llevaba introduciendo ganado en la colonia francesa desde por lo menos 1774. Alegaba que sus negociaciones estaban justificadas por órdenes superiores. Al cruzar la frontera modificaba su apellido por el primigenio de su origen Le Fevre, que databa de la conquista de Canarias. Por las cartas presentadas en el proceso se puede apreciar sus estrechas conexiones en esa colonia, llevando reses para Mr. Salmon para la sabana de la Plen en el norte y para la carnicería de Dondon. Alegaba que pagaba los correspondientes derechos, pero sus 12 En unas declaraciones de 1780 aparecen isleños como Antonio de León alias el carpintero, José Hernández, José Quesada, Joaquín Guerra, Francisco Linares, Pedro de Alcántara, Antonio Puerto Rico, Hipólito Mendoza, Francisco Pérez Verde o Paulino García. A.H.N., Consejos, Leg. 20.761. Interrogatorios de 5 y 6 de agosto de 1780 en las diligencias contra Antonio Febres sobre introducción furtiva de ganados y bestias caballares a la colonia francesa y extracción de caballos de aquella a ésta. 13 A.H.N., Consejos, Legs. 20.761 y 20.762. 290 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 11 detractores le acusaron de penetrar para evadirlos por caminos prohibidos como el de Marigallega. No cabe duda que no era un gran propietario de reses, pero sus activas negociaciones despertaron la animadversión de la elite de Hincha, lo que derivó en su detención en 1779 por uno de sus miembros, Vicente Valera, juez subdelegado de comisos de la jurisdicción que reconoció que había obrado contra él en 1775 y 1776, pero su denuncia «no hubo resulta alguna». Su hato se encontraba en el Guayamal, con cocina, gallinero, pocilga y huerta. Era dueño de 3 esclavos, 2 mujeres y 1 hombre y una manada de 10 yeguas y 6 potritos con su padrote inglés, 6 caballos, 2 de ellos enfermos, una punta de puercos y un rancho con su corral en donde poseía unas reses. No tenía, sin embargo, ni prendas ni dinero y el mobiliario de su casa era de un armario, un bufete, una papelera, un espejo grande, dos mesas y 6 asientos14. El Fiscal de la Audiencia señala que estaba comprobada por parte de Febles la extracción de la colonia francesa de algunos caballos ingleses y la introducción de bestias caballares y reses en ella sin la correspondiente licencia y pago de derechos. Febles era en su opinión un persistente introductor. Sin embargo la sentencia del Capitán General Isidro Peralta y Rojas de 27 de diciembre de 1781 le absuelve, apercibiendo a su abogado de Febles por sus invectivas contra Vicente Valera, condenando al isleño en las costas «por el justo motivo de proceder con la reserva y por el perjuro confesado por los testigos», que son condenados por ello «y por los graves cargos de que resulta indiciado el Subdelegado Vicente Valera sobre haber procedido calumniosamente por odio y venganza contra dicho Febres», que le llevó a conducirle preso con dos pares de grilletes a su casa para formarle la confesión15. Esta decisión fue recurrida al Rey pero finalmente no se toma en el Consejo de Indias ninguna decisión final. Lo que se trasluce de este proceso son, por un lado, los recelos despertados por una elite como la de Hincha que tiene en el contrabando ganadero su principal negocio, contra un relativamente próspero habitante de la nueva población 14 15 A.H.N., Consejos, Leg. 20.761. A.H.N., Consejos, ibídem. Núm. 50 (2004) 291 12 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ de San Rafael que había quedado fuera de su jurisdicción, cuyas estrechas relaciones con las autoridades militares le permiten traficar con una mayor impunidad. La realidad se impone sobre las teóricas restricciones de la Corona española. Las relaciones entre Febles y las autoridades militares eran más que evidentes, permitiéndole dedicarse a actividades teóricamente prohibidas, pero practicadas con total impunidad. Durante la Guerra de la Independencia de las Trece Colonias, en la que España fue aliada con Francia, le fue ordenado por el Capitán General Peralta el suministro del regimiento de Anguien y en 1781 el del ejército de operaciones de mando de Bernardo Gálvez, que se hallaba en el Guárico. Por orden del Capitán General Manuel González en 1787 había visitado también toda la frontera para informarle de las extracciones clandestinas de ganado. Es consciente de las ventajas que para los criadores representa los déficits ganaderos de la colonia francesa. Por eso en un informe de 29 de noviembre de 1789 propone su traslado a Cabo Francés desde los puertos españoles. Señala que los españoles de la isla sólo llegan con la venta de sus ganados a Leogan. Las 32 poblaciones francesas consumen anualmente 33.000 cabezas de ganado vacuno, «en que no me excedo». Sostiene que se pueden surtir desde los puertos de Montecristi, Puerto Plata, Samaná, en esta isla y la costa de Puerto Rico con 3.000 anualmente desembarcadas en el muelle del Guárico. De esa forma quedarían abastecidas las costas francesas, donde no hay crianzas de ganado vacuno, por cuya razón es preciso creer que todo el abasto de carne mayor y menor pasa por nuestra frontera «por 31 caminos y veredas»16. Sus negocios habían prosperado hasta el punto de que se hizo con un barco de comercio con el que trasladaba víveres y esclavos desde la colonia francesa y exportaba ganado. Recibió órdenes del Gobernador para su conversión en guardacosta. Cerciorado de que en Azua y otras partes de la isla se encontraban varios buques extranjeros comerciando ilícitamente, apresó a principios de junio un bergantín francés cargado con 17 esclavos y provisiones que decía que iba hacia la Luisiana. Denun16 292 A.H.N., Consejos, Leg. 20.762. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 13 ciado por su capitán fue encarcelado acusado de haberse apropiado ilegalmente de sus pertenencias. En agosto de 1790 el Fiscal del Consejo de Indias señala que el Capitán General debía sin dilación sentenciar sobre ese caso. Pero el proceso se dilató hasta el punto que falleció con posterioridad a julio de 1792. En 1802, perdida ya la soberanía española en Santo Domingo, su representante, Esteban Peirón y Merino solicitó al Consejo que se sirviera declarar por no visto el pleito por retardado, decisión que finalmente se adoptó en Madrid el 9 de agosto de ese año17. LAS CAOBAS Las Caobas, situado a 8 leguas de Bánica, pero dentro de su jurisdicción, era un paraje fronterizo con el Santo Domingo francés a la altura de Mirabelais. En 1768 el capitán de caballería del Sur Fernando de Espinosa y Miranda, un personaje clave en la región fronteriza por aquellos años, que había tenido notables conflictos con la elite dirigente de Hincha encabezada por José Guzmán, el Barón de La Atalaya, fundador de la localidad del mismo nombre, propone al Rey fundar una población en ese territorio. En su argumentación declara que su objetivo era contener a los franceses en sus límites con la fundación de esa villa. El vecindario de la población debía de componerse de las familias disponibles y que habitaban los despoblados. Se ofrece a darles una suerte de tierra de labor, unas herramientas y granos para ella y un prado común de crianza . El Gobernador Azlor secunda la proposición de quién era uno de sus más estrechos colaboradores. Estima el carácter esencial de su colonización para impedir la ocupación de los terrenos que «por tolerancia ocupa la nación francesa y asimismo los sumos costos que ha tenido hasta aquí la Real Hacienda las otras poblaciones que se han fundado de familias isleñas, viendo que esta nueva población no traía ni ocasionaba estipendio alguno al Real Erario». Avala la calidad y circunstancias del fundador 17 A.H.N., Consejos, Leg. 20.762. Núm. 50 (2004) 293 14 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ y lo considera merecedor de la concesión de un hábito en una de las órdenes militares y el grado y sueldo de teniente coronel de caballería18. Debemos de tener en cuenta que Azlor hasta ese año siguió recibiendo familias procedentes de Canarias para su establecimiento en la región de frontera, como había acontecido con San Rafael de la Angostura. Pero la creciente prosperidad de la región con el tráfico ganadero hacía más factible que se ocuparan de las fundaciones personajes de la talla de Espinosa y Miranda, Leoz o José Guzmán. Por sus intereses personales se proponían como sus ejecutores reclutando a las familias de isleños dispersas y a sus descendientes o a las recién arribadas, que se multiplicaban de forma considerable al tratarse de familias muy jóvenes, como hemos tenido oportunidad de ver. Esta fundación lógicamente mereció los recelos inmediatos de su contrincante José Guzmán y de la elite de Hincha, los cuales habían tenido con anterioridad notables conflictos con él por su posición en el tránsito fronterizo de ganado en su doble calidad de capitán y de justicia mayor de los pueblos de la zona. Por ello no es de extrañar que recurrieran contra ella. En 1771 obtuvieron una real provisión de la Audiencia, organismo enfrentado con los Gobernadores, por la que se le concedía «dar comisión a la persona de más integridad, celo que imparcialidad que hubiese en la villa de Hincha y sea de su agrado, para que, haciendo información de testigos fidedignos», se investigue el cumplimiento efectivo de su fundación. Resultaba irónico la designación recayese nada menos que en José Guzmán19. En ese expediente aparece la nómina de las 80 o 90 familias que dieron pie al nuevo pueblo. En la información debe requerirse que los fundadores no fueran «personas vagas en infelicidad al carecer de todos los socorros espirituales y temporales». El capitán debía obligarse a costear una iglesia con todo lo necesario y con un cura pagado con 15 pesos mensuales por el término de 3 años. La localidad debía contar con unas casas 18 A.G.I., SD, 979, 31 de mayo de 1768. Archivo Nacional de Cuba (A.N.C.), Audiencia de Santo Domingo, Leg. 56, núm. 8. 19 294 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 15 de concejos, cárcel, carnicería, casa parroquial y otras 20 para las familias. De su análisis se desprende que una parte de ellas había estado asentado con anterioridad en Bánica e Hincha. Sus apellidos delatan en su mayoría su origen canario, aunque algunos específicamente como José el isleño, vecino de Hincha, sólo son conocidos por tal origen, siendo en su mayoría de esa naturaleza o hijos de los mismos. De las declaraciones se desprende la naturaleza de otros, como Diego Monteverde. Entre los antiguos vecinos de Hincha se encuentran José Santana, Tomás Hernández o José Manuel y Ana de Castro. Entre los de Bánica Manuel Briones, Tomás de Rivero, Gregorio Durán o Pedro Regalado, que fue sacristán de su iglesia. En la información lógicamente crítica con el proceso fundacional se desprende el hecho de que algunos de los pobladores tienen hatos distantes de Las Caobas, que para ella Espinosa trató unas tierras con su dueño el vecino de Bánica Domingo Ribera. Tomás Araujo refiere que allí existían «bojíos entablados de palma y cobijados de tablita donde vive el oficial que manda aquel destacamento y otros dos dichos con la misma entabladura y cobijados de yagua, que por iglesia hay una pequeña pieza sin sacristía y sólo tienen entablado lo que hace el presbiterio y descubierto el frente». No tiene adornos y sólo dos imágenes de pintura. El objetivo y los testigos escogidos en la sumaria tienden claramente a desacreditar la fundación. Bernardo Peralta dice que uno de los nuevos pobladores es «un isleño nombrado Diego Monteverde, vecino de Hincha y residente en Chamuscadas con su rancho de cerdos y conucos». Se afirma que Fernando Espinosa sólo posee su sueldo y algunos esclavos; pero Peralta, sin embargo, reconoce un dato clarificador: «el estado de las Cebollas que poseía y una estancia la vendió el primero a Santiago Francisco y el segundo a Don Nicolás Montenegro»20. Es cierto que Espinosa no cumplió los términos a los que se obligaba, pero ese era un hecho común en tales fundaciones fronterizas. No obstante lo dicho se constituyó como tal porque su rentabilidad como centro ganadero en plena frontera era obvio, afianzado aún más por sus óptimas con20 A.N.C., ibídem. Núm. 50 (2004) 295 16 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ diciones para tal dedicación en un llano colindante. Su interés era consolidar su hegemonía en el área con esa fundación que reafirmaría su posición como capitán de la frontera y como Teniente Justicia de ella, aunque para ello se viera obligado a vender sus propiedades. Lo cierto es que, pese a las críticas de la sumaria, Las Caobas se consolidó como tal núcleo fronterizo ganadero, aunque no debió crecer de forma significativa, como reseñan las descripciones que de él se han conservado, como la de Albert de 1795. Relata que era un pueblo pequeño y pobre en extremo. Moreau de St. Mery se limita a glosar que «al oeste (de Bánica) está el anexo de las Caobas, formado hace cerca de treinta años, donde hay un cura párroco y por la misma razón hay el llano de Las Caobas. Este último se extiende hasta el límite francés, donde se encuentra Mirabelais21. El informe que sobre él realizó en 1783 Pedro Vázquez nos puede ayudar a entender su rápido crecimiento demográfico, y eso a pesar de contar con la población antes apuntada. En 1778 tuvo 46 bautismos frente a 22 entierros. Al año siguiente 60 frente a 25. En 1780, 45 frente a 22. En 1781 61 frente a 10 y finalmente en 1782 la proporción era de 74 frente a 14. Reconoce que sólo funciona como una ayuda de parroquia cuyo teniente era el mercedario Pedro Gómez. No cuenta como San Rafael con cabildo y «se advierte que «está fundada sobre la frontera y en ésta no se advierte más cultura y con ello el teniente de cura es bastante para la administración de los sacramentos»22. SAN MIGUEL DE LA ATALAYA San Miguel de La Atalaya es un nítido ejemplo del proceso de concentración de propiedad en manos de la oligarquía de Hincha. Situado a dos leguas y media al sur de San Rafael, era «el pueblo más occidental de toda la colonia española»23. José 21 E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros franceses..., p. 83. M. L. MOREAU SAINT MERY, op. cit., p. 253. 22 A.G.I., SD, 988, Informe, Las Caobas, 19 de noviembre de 1783. 23 M. L. MOREAU DE SAINT MERY, op. cit., p. 246. 296 DE ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 17 de Guzmán, su Teniente Coronel de milicias, era el más claro representante de esa elite fundadora enriquecida con el tráfico fronterizo. Era miembro de un linaje que desde los remotos orígenes de las villas de frontera había regido los destinos primero de Concepción de Guaba, reconvertida más tarde en Bánica de forma coyuntural y finalmente en la Hincha erigida en 1704. En 1677 y 1693 aparece Juan Guzmán como alcalde ordinario de Guaba, en 1686 como regidor y en 1687 como alcalde de hermandad. En Hincha José Guzmán es en 1749 Alférez Mayor y en 1755 regidor, figurando en las milicias con la graduación de coronel. En 1765 es alcalde ordinario y en 1771 alférez real24. Si bien se puede discutir que los cargos anteriores están en una nebulosa, los de Hincha desde 1749 son bien nítidos. Demuestran que era la cabeza visible de su oligarquía por sus cargos capitulares y sobre todo por su máxima jefatura de las milicias, símbolo clarividente de preeminencias en una sociedad de mentalidad nobiliaria. Lo novedoso de esta nueva fundación es que por primera vez el más significado miembro de ese grupo rector se lanza directamente a la constitución en su territorio de una nueva localidad cuyos primeros pasos y futura evolución se compromete a dirigir y hacerse cargo. Ejemplifica el nuevo clima reinante en la frontera. Ya no se necesita de la Corona para su erección. Un particular ha alcanzado tal poder económico que se siente capaz de planificarla en su propio beneficio. La Atalaya era una amplia región hatera de la extensa villa de Hincha que en buena medida había estado en manos de la familia Guzmán desde al menos las primeras décadas del siglo XVIII. El padre de su promotor como pueblo, José Guzmán, era propietario en 1742 de 1.400 reses en él25. El futuro Barón para ampliar su propiedad compró la mayor parte de los sitios a otra familia de Hincha, los Saldaña, por lo que «era dueño de la mayor parte de los sitios de La Atalaya, pues que, además de haber heredado de su padre una de las más principales, había comprado mucha, pasando de 20 hatos los que se hallaban en dichos sitios y que las familias que moraban en ellos pasaban de 40»26. 24 25 26 A.G.I., SD, 1055. A.G.I., SD, 314. A.G.I., SD, 930. Núm. 50 (2004) 297 18 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ El origen de la fundación data de 1768. En ese año Guzmán le escribe al Capitán General Azlor que se compromete a realizar una nueva fundación en los sitios de La Atalaya en el paraje denominado La Mata de San Pedro, con iglesia, 18 bohíos según el modelo de San Rafael, con casas para el cabildo y el cura, cuartel y la tierra correspondiente según de la costumbre de los otros pueblos. Su jurisdicción sería la de esos sitios, se le relevaría de la pesa y se aplicaría el ganado para la alimentación del pueblo y de la gente que trabajaba en su fábrica. Pedía por ello una gracia de Su Majestad a cambio. Por decreto e 27 de noviembre de 1767 se condescendió a esa instancia. Se precisa que se debía guardar la vigilancia de los terrenos tolerados a los franceses en Arroyo Seco, donde había establecido una plantación de café un tal Mr Villar, hecho éste que originó repetidas quejas a las autoridades galas. Con la creación en sus inmediaciones de una población en las cercanías se contrarrestaría ese afán expansivo. Solicita para él la concesión del título de Barón de La Atalaya. Sin embargo el Consejo por Real Cédula de 13 de junio de 1769 ordenó su culminación, al mismo tiempo que se informase a la Audiencia de todas sus particularidades27. La Audiencia de Santo Domingo, a instancias de su Fiscal Vicente Herrera, le ordenó la justificación de las circunstancias, tiempo y condiciones de la fundación. Se abrió por la Alcaldía de Hincha una información en la que se hizo constar que había 10 leguas entre esa villa y La Atalaya, dos desde esta a la nueva población y San Miguel, una y media a Arroyo Seco y 5 a San Rafael. Su terreno era sano por su situación, espaciosidad y abundancia de aguas. Su jurisdicción tendría 25 leguas de circunferencia, 10 de ancho y 11 de largo. Guzmán podría proporcionar territorio para que 30 familias «hiciesen sus labranzas al modo del país» en su parte norte, distante legua y media de la nueva fundación, quedándole a él en La Atalaya para dos hatos. El Plan propuesto por el hacendado indicaba que tenía delineada la población y la había empezado a fabricar. Había gastado en su iglesia 4.018 pesos, sin incluir lo que 27 298 A.G.I., SD, 930. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 19 lo costó su custodia, copón, cáliz, vinajeras, crismeras, relicario y campanilla, todo ello de plata sobredorada. Había firmado dos contratas, una el 6 de febrero de 1770 con 18 familias y otra el 8 con 22, a las que se les ofrecía una casa de tabiques con techo de tablilla, con sala y dos aposentos, cuya donación era perpetua mientras que no mudasen de vecindario, 6.000 varas de terreno de labor en el intermedio entre el río Canoa y Arroyo Seco, con la condición de su puesta en cultivo sin pérdida de tiempo, de forma que llegase su plantación hasta la raya que dividía sus posesiones de las toleradas a los franceses. Vigilarían con tales labradíos su usurpación por éstos. Tendrían también derecho a aposentar los ganados necesarios para su labranza en la sabana inmediata y en los sitios de La Atalaya, siempre que sus haciendas no sufrieran notable perjuicio. Sus pobladores procedían en su mayoría de pobladores ya instalados en Hincha procedentes de Canarias o bien descendientes suyos28. El 12 de ese mismo mes se obligaba a dar el terreno de media legua para el ejido y el necesario para la fábrica de otras 200 casas del mismo tamaño. Incluso si arribasen 18 o 20 nuevas familias de Canarias se comprometería a dar a 18 o 20 suelo para sus casas y tierras suficientes para sus labranzas y animales. Pedía asimismo que su culminación se retardase 4 años más por no poder trabajar en sus fábricas más que 5 meses al año a causa de sus muchas lluvias. Entendía que los diezmos que producía daban para la congrua de su párroco. Se calculaba en 200 pesos anuales. Los de Hincha se cifraban en una media de 7.333 pesos, 2 reales y 22 maravedíes por bienio. El repartimiento de su ganado por el cabildo de Hincha debía traspasarse a sus habitantes. Por todo ello, y con el testimonio de 28 Los cabezas de familia de la primera eran Francisco Rivera, Andrés Santana, Alonso Mendoza, Francisco de Sosa, Alonso de Andujar, Ramón Felipe Familias, Francisco Andujar el menor, Melchor Andujar, Francisco Antonio. José Reina, Francisco Lora, Felipe Mendoza, Francisco Xilarce, Pedro Mendoza, Gabriel Mendoza, Diego de Castro y José Manuel. Los de la segunda era Francisco Andujar, Juan y Ramón Saldaña, Gaspar Santana, María de la Paz, Jacinto de la Peña, José Ortiz, José Silvestre, José Antonio Medina, Manuel de León, Juan Bautista Beligo, Ursula Valero, Florentino Paulino, Andrea de Sosa, Manuel Alejandrino, Antonio Mederos, Juan Pascacio Pérez, Juan Vázquez y Benito Peña. A.G.I., SD, 1005. Núm. 50 (2004) 299 20 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ la visita del lugar por el Comandante de la Frontera Norte y Gobernador de Montecristi Gaspar de Leoz y Echalas, el Fiscal informó a su favor. No obstante precisaba que a sus pobladores no se les había dado animales, ni el dominio de las tierras, siendo en todo lo demás muy justo. La Audiencia, de acuerdo con su dictamen, lo envió al Consejo el 10 de mayo de 1770. Éste lo hizo suyo y al mismo tiempo envió otra real cédula al Gobernador para que cumpliese lo prevenido29. Certificada la conclusión de la fundación por parte de Solano el 12 de junio de 1774, se comisionó al Teniente Justicia Mayor de la comarca Felipe Guridi para su reconocimiento. La practicó el 17 de enero de 1775. Encontró que estaban concluidos todos los capítulos de la contrata, entre ellos las 21 casas, 18 para las familias, que poseían tierras de labranza y de cría y las tres restantes para el capellán, la tropa veterana y el cabildo, el ejido, solares para las de las demás familias. Guzmán recurrió solicitando una gracia por ese servicio, la liberación del gravamen de acudir con pesas de ganado para el abasto de la capital, la erección a su nombre de Justicia y Gobierno con su jurisdicción y la concesión de sus diezmos para la congrua del párroco, que él había sufragado en los últimos 5 años. El Fiscal de la Audiencia de Santo Domingo, Martín de Arraque, manifestó que la fundación se había incumplido al no hacer de piedra al menos 30 casas y carecer de carnicería y plaza con caño y pila para el abasto de 300 pies de largo y 200 de ancho, de la que saliesen 4 calles principales y 2 por cada esquina. Se debían delimitar los propios y la dehesa concejil y dar a cada uno de los pobladores 4 bueyes, 10 vacas, una yegua, una puerca, 20 ovejas de vientre 6 gallinas, un gallo y las herramientas. La respuesta de Guzmán se cifraba en que sólo se debían respetar los términos de las capitulaciones y que no se le podía obligarle a fabricar unas casas de piedra «que no les había prometido, ni ellos, ni los más ricos de Hincha y de todos los pueblos de la isla, exceptuada la capital y la ciudad de Santiago habían tenido jamás a costa suya». Devuelto el expediente al Gobernador Solano, éste respondió que había cumplido en 29 300 A.G.I., SD, 930. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 21 todos sus términos, por lo que era acreedor de que se le concediese el título de Alférez Real de esa población para sí y sus herederos. Ante estas dudas el Contador General el canario Francisco Machado Fiesco, profundo conocedor del tema, efectuó un informe el 31 de enero de 1778. En él hizo constar precedentes similares como Santiago de las Vegas o Jaruco y expuso que el grado de cumplimiento del futuro Barón era estimable, por lo que debía de darse por ejecutada. Sin embargo señala que debía consultarse a Su Majestad sobre la concesión del título de villa con la jurisdicción de sus alcaldes. En cuanto a las gracias por su servicio se mostró favorable a otra de mayor grado que la apuntada por Solano. Reflexiona, no obstante, que debía potenciarse la agricultura para desarraigar «el comercio clandestino en que han estado viciados aquellos naturales, manteniéndose algunos dispersos, viviendo sólo con el ejercicio de la caza». La concentración permitía «congregarlos y establecerlos, de modo que, empleados en la cultura de las tierras que producen dos cosechas al año se pueda desterrar el pernicioso comercio ilícito con los extranjeros, restableciéndose y radicándose en vasallos de Su Majestad y con la metrópoli, proporcionándose a la Corona las grandes ventajas que en los azúcares, cacaos, cafés y añiles ofrece aquella preciosa posesión»30. Eran planteamientos de un típico modelo mercantilista que intentaba curiosamente ser impulsado por la elite capitalina. El Rey le concede a Guzmán el 8 de octubre de 1778 el título de Barón de San Miguel de la Atalaya en atención a la culminación de la fundación. Sin embargo relega dos cuestiones esenciales: las jurisdicciones civil y eclesiástica. Le ordena que por ahora se hiciera cargo de la congrua de su párroco31. Pero él no se contenta con sólo esa gracia. El 14 de mayo de 1783 quiere librarse en sus extracciones de ganado de la tutela de los Gobernadores que hacía que «se experimentaban muchos perjuicios por el manejo de sus subalternos, verificándose en algunas ocasiones que a él que tenía más ganado se le permitía vender menos». Manifiesta que tiene mucho ganado pastando en terreno francés y el restante en las inmediaciones de sus lí30 A. G.I., SD, 930 Núm. 50 (2004) 301 22 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ mites, lo que le originaba que se le disminuyese por su muerte, robo o extravío por parte de los galos. Al estar a 90 leguas de la capital el recurso al Presidente no le era fácil. En atención a ello solicita licencia para vender a los franceses las tres cuartas partes de sus reses. Pero no se contenta con ello. Le pide al mismo tiempo permiso para extraer de las colonias francesas la ropa y los víveres necesarios para la subsistencia del pueblo minorando a lo menos a la mitad los derechos que pagaban en la introducción de harinas y vino»32. El Fiscal en su respuesta de 6 de junio de 1783 es bien crítico con ese título. Afirma que «a lo más que puede aspirar es a que por el título de Barón se le conceptúe por un hidalgo de pocos vasallos y de corto territorio a similitud de los infanzones, pero ya se ve que esta es una denominación y un título inferior en todo a los demás de Castilla y aún así se le hace gracia porque la hidalguía no la tenía en sí o por lo menos no la había demandado y fue efecto de la liberalidad del Rey como gracia especial». Pone pos puntos sobre las íes al señalar que no se le ha señalado demarcación de terreno propio, «y lo que es más no tiene ni ejerce jurisdicción, pues el pueblo no merece villa y mucho menos ciudad, sino es una aldea o suburbio dependiente de la jurisdicción de su capital o cabecera». Por ello no se le concedió el título de alférez real por no haber ayuntamiento formal de regidores, «con que en realidad y en sentido riguroso no le compete la denominación de señor de vasallos por faltarle la jurisdicción, ni aún el de infanzón por defecto de notoria hidalguía»33. El Consejo rechazo las dos gracias solicitadas por considerarlas «todas las sabias leyes fundamentales prohibitivas de la libre introducción de efectos y víveres». Se sorprende, sin embargo, de que gozase hasta entonces de una minoración de derechos por entrada de harina y vino que no constaba en ninguna parte por estar expresamente prohibida por sí misma34. Con todo ello lo que se evidencia es la ingenuidad del Barón por solicitar unas gracias que estaban prohibidas dentro de la doc31 32 33 34 302 A.G.I., SD, 994. A.G.I., SD, 930. A.G.I., SD, 1005. AG.I., SD, 930. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 23 trina mercantilista, pero que en la realidad de los hechos eran practicadas con total impunidad y tolerancia hasta en la misma sede de la Capitanía General. Los Gobernadores le habían dado unas exenciones que no constaban en ninguna aprobación regia, las mismas que se desarrollaban en la extracción de ganado. El conflicto en el tejido social de la vida de frontera era determinar quien se beneficiaba en mayor o menor medida de tal tráfico. Al plantear la gracia, Guzmán lo que quería era liberarse de la tutela de las autoridades militares. Pero lo cierto es que San Miguel de la Atalaya, como San Rafael, no obtuvo la independencia jurídico-política que ansiaba su Barón y siguió dependiendo del cabildo de Hincha y de la Justicia Mayor de la comarca, ejercida esta última por los Gobernadores de Armas. En 1782 San Miguel alcanzó la población de 1.131 habitantes. No poseía ninguna capellanía por carecer de dotación o de fundaciones. Su cura sólo percibía 15 pesos mensuales del Barón. Sus diezmos continuaban siendo cobrados por el párroco de Hincha. Sus primicias eran de 10 pesos, a pesar de producirse más de 50, pero no eran abonadas. Sobre su crecimiento vegetativo podemos decir que, dentro de sus limitaciones, era de cierta entidad. En el año 1778 los bautismos eran 29 bautizos, 15 de libres y 14 de esclavos, 4 los casamientos, 1 de libres y 3 de esclavos y 8 los entierros. En 1779 44 bautismos, 15 de libres y el resto de esclavos, 6 casamientos, 4 de libres y 2 de esclavos, 22 entierros, 1 de ellos de caridad. En 1780 41 bautismos, 26 de libres,11 de párvulos esclavos y 4 de adultos esclavos, 4 casamientos y 21 entierros, 1 de caridad. En 1781 36 bautismos, 12 de esclavos y 24 de libres, 3 casamientos y 14 entierros. En 1782 44 bautismos, 21 de libres, 15 de esclavos párvulos y 4 de adultos. 6 casamientos y 11 entierros, 5 de adultos libres, 2 de párvulos libres, 3 de esclavos y 1 de caridad35. En comparación con las otras dos localidades, es notable el número de esclavos, lo que no es de extrañar por la hegemonía en el control de la tierra por parte del Barón. Pero aún así son siempre más numerosos los libres, que incluso llegan a doblar a los esclavos bautizados en 1782. Ello ejemplifica 35 A.G.I., SD, 988. Núm. 50 (2004) 303 24 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ el modelo mixto por el que optó, que combinaba la colonización con familias con la reserva de una parte de las tierras para su hacienda. No obstante su crecimiento fue lento, pues, como refiere Albert en 1795, San Miguel seguía siendo un pueblo pequeño y pobre36. El testamento del primer Barón, otorgado en su hacienda de La Atalaya a 5 de noviembre de 1791 y protocolado en Hincha el 10 de diciembre, es bien ilustrativo de la estrategia de este personaje de la elite fronteriza que falleció antes del 4 de septiembre de 179237. A diferencia de sus progenitores, sin embargo, aunque siguió dedicándose a la ganadería, hizo suyo el discurso de Machado Fiesco, al desarrollar el cultivo del café con una estancia con muy buenas siembras. Quiso mostrar su ennoblecimiento con la consolidación de su hacienda en La Atalaya con un oratorio bajo la advocación de San José e invirtió cuantiosas sumas de dinero en capellanías y una escuela tanto en la parroquia de San Miguel como en una nueva ermita en el pago de ese nombre en el sitio del Rincón, dedicada a San Antonio. Pese a ello quiso hacer tabla rasa de sus orígenes al ansiar integrar a su linaje dentro de la clase dirigente capitalina al constituir un mayorazgo que en sus dos terceras partes estuviese formado por casas de piedra en Santo Domingo, símbolo de la perennidad de su blasón. Decide enterrarse en la iglesia parroquial de su patronato. La había dotado con una capellanía de 4.000 pesos a favor de su párroco, que no se hallaba todavía espiritualizada, pero con la que le había pagado hasta entonces su sustento. Estaba impuesta sobre dos censos de 2.000 con que estaban gravados los vecinos de Santo Domingo, por un lado Ignacio Caro, y por otro Antonio Barba y su cuñado José de Castro. Vendió por mil pesos un ingenio al vecino de Hincha Francisco Andujar, destinando sus réditos a la fábrica de esa iglesia. Para su reedificación contó 36 E. RODRÍGUEZ DEMORIZI, Viajeros..., p. 83. Testamento incluido en Archivo General Militar de Segovia (A.G.M.S.), Expedientes personales. José Guzmán, Barón de la Atalaya. A.G.I., SD, 994. Fecha de la solicitud de pago del derecho de media annata del sucesor José Guzmán menor de edad, por su padre, Vicente Guzmán y Santiago Saldaña, albacea. 37 304 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 25 con 4 esclavos suyos. A la finalización de las obras serían vendidos y sus beneficios serían invertidos en alhajas u otras cosas necesarias para su culto. Destina otros 4.000 pesos a una capellanía para la maestría de la escuela que establece en ese pueblo. Su capellán debía de ser sacerdote y confesor. Enseñaría las primeras letras y ayudaría al párroco a la confesión. Con cargo a ella se ordenaría Miguel García «el excutor». Entre tanto se ordenase in sacris, la desempeñaría el párroco con la condición de decir sus misas y enseñar los niños por sí o personas de su satisfacción. Para tales capellanes serán preferidos los naturales de San Miguel y entre éstos sus parientes Guzmán o Meléndez. Debía de erigirse de inmediato y si no es posible se pague por sus herederos su rédito para que se lleve a efecto el estudio de la escuela. Destinó otros 4.000 a una capellanía para que un sacerdote sirva alternativamente su oratorio de San José de su hacienda de La Atalaya, que estaba constituida por 7 casas y otro que mandó se levantase en honor de San Antonio en el sitio de La Ermita, en el paraje nombrado El Rincón «para resucitar de este modo el que se perdió en Bayajá» por cuanto allí no se necesita por la proximidad con San Rafael. De esa forma cubrirían sus necesidades religiosas los habitantes de sus hatos, que hasta entonces tenían que ir «a La Atalaya, que es lo más cerca y otros a San Rafael, la mayor parte a pie y con mucho trabajo por su pobreza». Para su construcción sobre cimientos de cal y piedra y para una casita pequeña de aposento del capellán dejó otros 4.000. Encomendó su realización a Francisco Linares, «ayudándole el demás vecindario, como que es para su bien espiritual de ellos. Si en 3 años no se efectuase, dio licencia al cura de San Miguel para que funde con ellos otra capellanía para la ordenación de un sacerdote con título de confesor. Los capellanes de ambos oratorios, en los que da preferencia a sus parientes, detentando su patronato su sucesor, dependerían de la iglesia de San Miguel, donde debían residir en Semana Santa y otras fiestas de primera solemnidad, para que se hiciesen con la mayor pompa. Ordenó la cesión al párroco de otra fundada por su padre y que detentaba el canónigo Ignacio Granados38. 38 A.G.M.S., ibídem. Núm. 50 (2004) 305 26 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Esa política que hemos visto diseñada es bien ilustrativa de la mentalidad de la elite dirigente de esta tierra fronteriza, de la que era su más avezado representante el Barón. Quieren ennoblecerse imitando a la oligarquía capitalina. Resucitan sus símbolos de esplendor del pasado y su nueva posición socio-económica. Muestran su vocación de buenos cristianos y su afán por educar en las máximas de esa doctrina a sus vasallos. Moreau lo elogiaba. Sentía «verdadero placer en decir, junto con todos los colonos franceses» que sus virtudes «entre las cuales se distingue su beneficencia y su generosa hospitalidad, son a propósito para merecer los homenajes de todos los hombres de bien y un lugar en el recuerdo de todos los seres agradecidos»39. Para entender su concepción del mundo y de la familia debemos de adentrarnos en su estrecha endogamia y sus relaciones de compadrazgo. Había contraído nupcias con Gregoria de Luna, de esa misma procedencia, pero no tuvo descendencia «ni legítima ni natural». Lega todos sus bienes constituidos en mayorazgo, excepto las mandas, a José, primogénito de su hermano de Vicente, menor de edad por aquel entonces. En caso de fallecer sin descendencia pasarían a su padre y hermanos, y a falta de descendientes por esa línea a los Meléndez. Ilustrativa de ella son sus cuantiosos legados a toda una red de parientes y ahijados40. 39 M. L. MOREAU DE SAINT MERY, op. cit., p. 246. A.G.M.S., ibídem. A su sobrino Juan Reyes los sitios de La Joya Grande, a sus primos de apellido Meléndez 500 pesos a cada uno en animales de crianza y una negra y uno negro a cada uno de 250 pesos de valor cada uno, sin que puedan enajenarlos «sino que se aprovechen de sus múltiplos, de suerte que por su muerte de ellos tengan sus hijos con que mantenerse»; a su hermano Vicente 200 reses, a sus dos hijas doncellas a cada una cuando contraigan nupcias mil pesos y a María, casada con Manuel Araujo otros mil, cantidad similar que dona a las a las 3 hijas doncellas de Francisco Meléndez. A su ahijado José María Salazar la tierra llamada Meléndez con 50 reses. Lega 500 pesos en animales a su ahijada Juana, la que tenía en su casa Doña María Saldaña para dote «luego que se case con gusto de dicha señora y con consentimiento del padre de ésta». Deja libre a su negro Ventura, a su mujer, su madre y todos los hijos, a su hermano Juan Pedro, su mujer y sus hijos, a Pedro Nolasco y a su madre Gregoria y a su sobrino Juan de Dios y su madre Estebanía con sus dos hijas Josefa y Juana Francisco y José Joaquín, proporcionándole a estas dos últimas 10 reses y 2 yeguas. Su negro Gregorio el mayoral debe traba40 306 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS FUNDACIONES CANARIAS EN LA FRONTERA DOMINICANA 27 Entre sus decisiones son ilustrativas el alto número de esclavos que libera y el interés que pone en que sus parientes y ahijados se casen conforme a la voluntad de sus padres y que multipliquen los bienes que les dona, prefiriendo siempre que vivan de sus rentas, pero que no los vendan. Una idea que tiene que ver con la pervivencia del linaje a través de unas estrechas relaciones endogámicas entre la parentela que tienen en el arraigo y la permanencia en la tierra su asentamiento y arraigo más firme. Por ello no es casual que done como dote «a la niña Trinijar en la fábrica de la iglesia cuando se reedifique. Dos de sus negros José y su madre Glodina colaborarán con él, si bien si murieran fueron reemplazados por otros. Debían servir al maestro Jacinto y su mujer mientras que viviesen, a los que deja el bojío en el que viven hasta su muerte. Cuando ésta acaeciese, serían vendidos ellos y los hijos que pudiesen procrear, destinando la recaudación a los pobres de la iglesia de San Miguel. A Antonio Blanco le dona 50 reses vacunas, 2 caballos y un par de esclavos o 500 pesos para que pueda hacer su fundación en los sitios de La Atalaya «pero sin que pueda aprovecharse de la tierra para venderla». Al liberto Eusebio le dejó 25 reses, 4 yeguas y 2 caballos. A Florentina y a su hijo Juan les deja vivir en La Atalaya y les deja al cuidado de su tío Antonio Blanco. Les dona 25 reses a cada uno, siendo sólo para el niño un negrito y una negrita y 4 yeguas. A Don Alonso Mendoza le deja 100 reses, una manada de 6 yeguas y 1 un caballo y un negro y una negra de 250 pesos cada uno y un derecho de tierras con la fundación que hubo de Nicolás Cabrera en el sitio de la Ermita. A las dos hijas de Antonio Sánchez, María y Petrona, les dona para sus dotes en el momento de su casamiento 25 reses y una negrita de 200 pesos a cada una y 25 pesos de terreno para las dos en el terreno que tiene fundado su padre. A los hijos de Juan de Andujar Tomasina, al momento de tomar estado al gusto de sus padres, le da 500 pesos en animales y a José María, ahijado suyo, 25 reses y a Juan Pablo otras 25 y un negro que se le compre por 250. A Estebanía Gálvez por sus servicios le da una negra llamada Tomasina y su cría, a la que se le dará, si se casare 25 reses de dote. A Catalina Bello y a su marido Raimundo Linares un derecho de tierras en los sitios de la ermita, en el paraje del Rincón donde quiere se fabrique la ermita. A Santiago Saldaña le lega la casa más grande que posee en San Miguel. Al maestro Fernando de la Rosa por sus buenos servicios, si se quiere quedar en su casa hasta su fallecimiento, se le den los alimentos. A Manuel García lo mismo mientras que trabaje en la iglesia. Sus negros carpinteros continuarán el trabajo de la iglesia cuando sea necesario como albañiles. Ayudarán también al levantamiento de la ermita. Manda 100 pesos para una lámpara para la parroquia de Hincha y el reloj grande de su casa para la de San Miguel. Núm. 50 (2004) 307 28 MANUEL HERNÁNDEZ GONZÁLEZ dad, esposa de futuro para su sobrino José un anillo de diamante y un aderezo de esmeraldas que posee»41. Sin embargo ese matrimonio con su pariente Manuela Trinidad Saldaña, para el que había obtenido dispensa de consanguinidad del Prelado Portillo, no tuvo lugar por su temprana muerte el 3 de mayo de 1793 a los 15 años de edad en San Rafael en la hacienda de Juan Rodríguez, propiedad de sus padres Santiago Saldaña y Bárbara de Castro. Ante ese hecho contrajo uno nuevo con Josefa de Araujo, hija del Teniente de urbanos Gaspar de Araujo y de Josefa Reyes, vecina también de San Rafael. Para proceder a él solicitó permiso a la Audiencia, como le correspondía por su condición de título de Castilla, que se lo autoriza el 21 de febrero de 179442. Pero el mundo que edificó el primer Barón se derrumbará bien pronto. La insurrección de los esclavos del Santo Domingo francés destruirá San Miguel de La Atalaya. El segundo Barón, arruinado, se instalará con su mujer, sus hijos, dos hermanas y su suegra en un bohío de San Carlos, hasta que pudo emigrar con ellos a Santiago de Cuba, vendiendo para ello todo lo que le quedaba. Allí subsistió, «sumergido en la más espantosa miseria sin recurso alguno para mantenerse», siendo rechazada en 1804 su solicitud de empleo civil o militar. Con la restauración de la soberanía española en Santo Domingo pidió desde ese puerto cubano el 9 de enero de 1815 que se le concediese colocación en el batallón en el batallón fijo de la capital para él y para sus dos hijos mayores el de cadetes con sueldo. Pero quedó también sin efecto43. 41 42 43 308 A.G.M.S., ibídem. A.G.I., SD, 998. A.G.M.S., ibídem. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 68 EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE LA INFANTERÍA DE MARINA INGLESA AL MANDO DEL ALMIRANTE NELSON EL MUELLE Y EL CASTILLO DE SAN CRISTÓBAL, OBJETIVOS ÚNICOS POR ANTONIO RUMEU DE ARMAS 1. LA EL INGLATERRA. TENERIFE EN 1797 GUERRA CONTRA ALMIRANTE NELSON EN Las relaciones entre España e Inglaterra en el siglo XVIII se caracterizan por reiterada hostilidad. Las guerras fueron muy sonadas. Sólo cabe destacar una excepción, la guerra contra el gobierno de la Revolución francesa en que juntos combatimos ambas naciones; recuérdese el sitio de Tolón. La alianza del rey de España con el Directorio francés encendió una nueva contienda de la que fue episodio fundamental el ataque del almirante Nelson a Santa Cruz de Tenerife el 25 de julio de 1797. El almirante inglés se presentó en la ribera del mar con navíos, marineros y soldados. El plan de Nelson era de una audacia rayana en la temeridad. Se olvidó de los entorchados de almirante por los de capiNúm. 50 (2004) 309 LÁMINA 1.—Santa Cruz en 1750. Por el ingeniero Hernández. En primer término, el muelle y el castillo. EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON 3 tán general. Los navíos enmudecieron mientras la infantería de Marina asumiría un papel preferente. El plan de Nelson era ocupar por la espalda el poderoso castillo de San Cristóbal concentrando toda la infantería de Marina en la plaza de la Pila (hoy de la Candelaria). Los soldados iban provistos de pequeñas escalas, hachas y martillos. Si el éxito coronaba la operación, quedarían cautivos el comandante general Antonio Gutiérrez con todo su Estado Mayor. Para llevar a cabo el desembarco, tres opciones quedaban a la elección del almirante inglés: 1.ª La playa pedregosa situada al pie de la bella Alameda de Branciforte. 2.ª El muelle de Santa Cruz, recién construido, y 3.ª La caleta de la Aduana, conocida anteriormente con el nombre de caleta de Blas Díaz. ¿Por cuál de estos lugares estratégicos se inclinaría el almirante inglés? 2. EL DESEMBARCO INGLÉS EN EL MUELLE DE SANTA CRUZ La operación concebida por Nelson para sojuzgar a Santa Cruz de Tenerife tenía un único y exclusivo objetivo: apoderarse del muelle. El Diario del almirante es tan expresivo como sobrio: A las doce de la noche los botes de la escuadra que contenían 700 hombres se adelantaron hacia la plaza. Líneas adelante prosigue: Cada capitán estaba inteligenciado de que el desembarco debía hacerse por el muelle, y que desde allí debían encaminarse a la plaza principal, en donde se formarían en batalla. Hay que apuntar en el desarrollo de la operación un lamentable fallo. Con la oscuridad de la noche y el impetuoso oleaje Núm. 50 (2004) 311 4 ANTONIO RUMEU DE ARMAS LÁMINA 2.—El muelle y el castillo de San Cristóbal. La punta de lanza señala el desembarco. 312 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON 5 la mayor parte de las lanchas no acertaron a descubrir el muelle, derivando hacia el mediodía para encallar en la Caleta, la playa de las Carnicerías y el barranco de Santos. Este error hizo pensar al mando español que el asalto a la plaza estaba planeado como una operación militar múltiple, con desembarcos simultáneos en distintos puntos de la costa sureña. Nelson, con un grupo de valientes, acertó a dar con el muelle, con olfato de sabueso y mirada de águila. La pluma del almirante es un testimonio vivísimo de cuanto pasó en los más trágicos minutos de su existencia. El Diario de campaña se expresa así: Los capitanes Freemantle, Bowen y yo, con cuatro o cinco botes, atacamos el muelle, y aunque defendido por 400 ó 500 hombres, conseguimos clavar los cañones de su batería; pero fue tal el fuego de metralla y mosquetería que se nos hizo de la ciudadela y casas circunvecinas que no pudimos adelantar un solo paso, habiendo sido casi todos muertos o heridos. 3. DESARROLLO PUNTUAL DE LAS OPERACIONES BÉLICAS III. El primero en alcanzar la superficie del muelle fue el capitán Bowen, quien clavó los cañones de la batería emplazada en la cabeza del mismo, con la colaboración de un puñado de audaces marineros. III. Repliegue inmediato de las milicias allí estacionadas. III. Acción ininterrumpida de los cañones y fusilería sobre el muelle, que fue materialmente barrido por la metralla, haciendo volar por los aires el cuerpo de Bowen y sus compañeros. La misma suerte corrieron los tenientes Thorp, Earnshaw, Robinson y Basham. ¿Dónde se hallaba Nelson en el decisivo instante? En el último de los botes, disponiéndose a saltar a tierra. Se escuchó entonces el ronco sonido de un disparo de cañón y un grito desgarrador... El almirante yacía gravemente herido. Núm. 50 (2004) 313 LÁMINA 3.—Los botes de la flota se perdieron de su objetivo. EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON 4. EPISODIOS 7 SECUNDARIOS Un segundo episodio hay que destacar, que se produjo en las primeras horas del amanecer. Fue éste la infiltración por la plaza de las Carnicerías de un grupo de marineros e infantes mandados por el capitán Troubridge. Habiendo bogado a la deriva fueron a parar lejos del muelle, en la zona más meridional de la urbe. Agazapados en la playa esperaron a las primeras luces del alba, para conseguir, a la desesperada, hacerse fuertes en el convento de Santo Domingo, con la esperanza de recibir esfuerzos que nunca habían de llegar. 5. UNA CAPITULACIÓN HONROSA Acorralados inmediatamente por las tropas de la guarnición, los combates se reanudaron. Para los ingleses no pacería haber más que dos opciones en aquel callejón sin salida: sucumbir matando o rendirse a discreción. El capitán Troubridge se las ingenió para proponer una capitulación honrosa, con garantía de libertad para sus hombres. El general Gutiérrez la aceptó con toda generosidad. Lo que sobrevino después, en el momento de la paz, conmueve y emociona. Los soldados de uno y otro bando fraternizaron. Los hospitales de Santa Cruz se abrieron para todos los heridos sin distinción de nacionalidades. Las vituallas y el vino se repartieron generosamente. Las embarcaciones españolas transportaron a la escuadra a los ingleses liberados. Y hasta se permitió comprar víveres en los mercados insulares. La reiterada generosidad de los tinerfeños conmovió al héroe. Nelson pidió papel y pluma, y, con su mano izquierda temblorosa, firmó una carta de gratitud para Gutiérrez tan emotiva como sincera. La misiva venía acompañada de una barrica de cerveza y un queso. El comandante general de Canarias respondió al almirante británico en similares términos, haciéndole obsequio de un par de limetones del afamado vino malvasía de Tenerife. Núm. 50 (2004) 315 8 ANTONIO RUMEU DE ARMAS En el momento de abandonar la isla, Horacio Nelson reclamó el parte de la batalla para conducirlo personalmente a Cádiz; prometiendo que ningún navío británico hostilizaría una tierra donde la nobleza y la caballerosidad eran dones consustanciales con la manera de ser de sus habitantes. 316 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL FRUSTRADO DESEMBARCO EN SANTA CRUZ DE TENERIFE EN 1797 DE NELSON 9 APÉNDICE DATOS COMPLEMENTARIOS DE LAS LÁMINAS Lámina 1 Plano de Santa Cruz de Tenerife ejecutada por el ingeniero Manuel Hernández en 1750. Hay que destacar la línea de fortificaciones que se extendía desde el castillo de Paso Alto el Norte hasta el castillo de San Juan. Toda la ribera del mar estaba sembrada de fortificaciones, en su mayor parte torretas y baterías. En el centro, presidiendo el conjunto, el importante castillo de San Cristóbal con la batería aneja de Santo Domingo. Este castillo, eje de la defensa, tenía por delante el muelle y por detrás la plaza de la Pila (hoy de la Candelaria). En el caserío de Santa Cruz eran de destacar la parroquia de la Concepción y el convento de San Francisco, con el Jardín de los frailes a su espalda (hoy plaza del Príncipe). También hay que señalar la calle principal de San Francisco. Otra calle importante era la del Castillo. (Servicio Histórico Militar. Madrid). Lámina 2 La iniciativa de construcción del muelle hay que apuntarla en el haber del comandante general Juan de Urbina, quien constituyó la Junta de comerciantes para recabar fondos. Las obras se iniciaron en 1747, siendo general Domingo Bernardi, quien contó con la colaboración del ingeniero Francisco Lapierre. Un desgraciado temporal sobrevenido en 1753 produjo serios desperfectos. En 1787 las obras se dieron por conclusas. Era comandante general a la sazón el marqués de Branciforte. El último ingeniero fue el prestigioso coronel Andrés Amat de Tortosa, quien remató la cabeza circular del muelle añadiéndole una batería de seis cañones y las escaleras de acceso. Núm. 50 (2004) 317 10 ANTONIO RUMEU DE ARMAS La punta de lanza de color negro señala el lugar elegido por Nelson para el desembarco. (Servicio Histórico Militar. Madrid). Lámina 3 El puerto de Santa Cruz de Tenerife. En primer lugar, el muelle. Las puntas de lanza negras señalan los diversos puntos en que recalaron, a la deriva, los botes ingleses. De derecha a izquierda: a) Caleta de la Aduana o de Blas Díaz. b) Playa de las Carnicerías. c) Desembocadura del Barranco de Santos. 318 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 68 LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN. LOS DISTURBIOS POPULARES DE LAS PALMAS EN 1851 Y 1856 POR AGUSTÍN MILLARES CANTERO La ciudad de Las Palmas fue un terreno fértil para las protestas populares durante el siglo XIX. Los amagos de revuelta que hubo en marzo de 1847, en medio de una espantosa hambruna, pasaron a ser verdaderas rebeldías en 1851 al acontecer la catástrofe del cólera morbo asiático1. El 21 de julio y el 2 de agosto, al remitir aquella «horrorosa epidemia» que en palabras de Millares Torres «estalló como la explosión de un volcán»2, se produjo primero una agrupación facciosa y después un auténtico motín que tuvo por esenciales protagonistas a los matriculados del mar en paro forzoso. El doctor Chil fue el único 1 El alcalde Esteban Manrique de Lara logró abortar un conato de motín el 9 de marzo de 1847, cuando «una gran porción de gente pidiendo a gritos pan» se agolpó en la calle del Colegio, frente a las casas consistoriales. «Al Jefe Superior Político», Ayuntamiento Constitucional de Las Palmas. Año de 1847. Expediente sobre las calamidades que afligen a esta Ciudad y medios de acudir a su remedio, Archivo Histórico Provincial de Las Palmas (en adelante, AHPLP), Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 5. Vid. también GREGORIO CHIL Y NARANJO, Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, Ms. 8, fol. 1.500, Biblioteca del Museo Canario (en adelante, BMC). 2 AGUSTÍN MILLARES TORRES, Historia de la Gran Canaria, t. II, Las Palmas de Gran Canaria, 1998, p. 202, e Historia general de las Islas Canarias, t. V, Las Palmas de Gran Canaria, 1977, p. 22. Núm. 50 (2004) 319 2 AGUSTÍN MILLARES CANTERO historiador isleño que mencionó estos episodios, aunque lo hiciera con extrema concisión y postergando la masa documental que tuvo a la vista, procedente de los fondos municipales. Veamos su conciso enfoque antes de acometer a la detallada exploración que un tema inédito y enjundioso merece: «A fines de Julio había ya principiado el Cólera a ceder en Las Palmas, pero la miseria era grande a causa de la paralización de los trabajos y de la incomunicación en que se hallaba la Gran Canaria con las demás Islas. Con este motivo hubo en Las Palmas disgustos causados por el embarque de patatas para América, pues habían dos expediciones y los dueños llamaron a sus marineros y allegados con el objeto de que saliese una antes que la otra, lo que dio lugar a malos procederes, hecho que tuvo efecto el 21 de Julio. En la noche del 2 de Agosto se levantó se puede decir todo el pueblo con un motivo semejante y al presentarse el vocal del Ayuntamiento don Jerónimo Navarro, acompañado de seis soldados, mandando se retirasen, aumentó el escándalo y la algaraba (sic), lo que dio por resultado que arrojasen piedras, una de las cuales dio en la cabeza del Concejal causándole una herida. Entonces huyeron a toda prisa, el señor Navarro, los soldados y el pueblo les siguió temerosos todos de lo que podía sobrevenir»3. El darwinista isleño aplicó unas claves no que se ajustan exactamente a los pliegos de la documentación. La porfía empresarial jamás condujo a una pugna entre dos bandos de marineros durante los «malos procederes» del 21 de julio, o al menos ninguna de las testificaciones autoriza semejante hipótesis. Los vicios de una ligera ojeada de los papeles le llevaron a desvirtuar los eventos, trasladando la competencia entre los armadores a la movilización callejera y dando a entender un rifirrafe dentro de los propios asalariados. Tampoco al término del motín del 2 de agosto sucedió esa desbandada medrosa de quienes se levantaron en algarabía, lo cual pudo parecer muy natural tras herir a un munícipe y temerse la reacción de la superioridad. La sugerencia de una participación casi general de «todo el pueblo» entra dentro de las exageraciones típicas de los 3 320 CHIL, Estudios..., Ms. 9, fol. 1.531. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 3 relatores entusiastas, a pesar de convenir el énfasis en la dimensión masiva. Por lo demás, Chil se dejó en el tintero muchas particularidades que no conviene omitir4. Pasemos a nuestro análisis alternativo. Un grupo de «marineros ociosos» se congregó a primeras horas de la tarde del 21 de julio ante el local del ayuntamiento, al conocerse que la corporación trataba sobre las exportaciones de papas hacia América y que daría el visto bueno a la facturación de ciertas remesas5. La exhibición fue impulsada al parecer por el armador y negociante Rafael Romero, vecino de la arteria de Triana y con intereses directos en el ramo. El regidor Fernando Báez y Cambreleng, desde su casa de la calle del Colegio, sintió llegar «un tropel de gente» y desde una de sus ventanas contempló aquella «porción de marineros» que exigía a voces la prohibición de los embarques. Inmediatamente se dirigieron los alborotadores hacia la vivienda contigua del alcalde corregidor José María Delgado, convaleciente aún del contagio colérico, uniéndose a los mismos otros acólitos que arribaron por diversas travesías6. La aglomeración, según la revista que dicho 4 Son de sobra conocidas las interpretaciones en torno a la persistencia de las formas tradicionales de protesta, en España y otros países europeos, de ERIC J. HOBSBAWM, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX, Barcelona, 1983, o de E. P. THOMPSON, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudio sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, 1984, así como las referidas a las nuevas formas de conflicto social en las sociedades industriales o en vías de industrialización de GEORGE RUDÉ, La multitud en la historia. Estudio de los disturbios populares en Francia e Inglaterra, 1730-1848, Buenos Aires, 1971, y Protesta popular y revolución en el siglo XVIII, Barcelona, 1978. En cuanto a España específicamente, véase el compendio de MANUEL PÉREZ LEDESMA, Estabilidad y conflicto social. España, de los iberos al 14-D («Viejas y nuevas formas del conflicto social»), Madrid, 1990, pp. 165-202. 5 El acuerdo corporativo de ese día rezaba textualmente: «Que no habiendo temor de resultar ningún perjuicio público, se permita a don Francisco Rey y don Bernardo Rolo la exportación de papas que tienen contratadas, formándose desde luego el oportuno expediente para comprobar cuál es el estado de las cosechas de papas y granos de esta Isla, para que pueda servir de regla en los casos sucesivos». Libro de Actas del Ayuntamiento de Las Palmas, AHPLP, sesión del 21-VII-1851. 6 Declaraciones de Fernando Báez y Cambreleng del 4 de agosto ante el alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz y el secretario municipal Núm. 50 (2004) 321 4 AGUSTÍN MILLARES CANTERO mandatario envió al juez de primera instancia del partido, alcanzó «cosa de trescientas personas»; el consistorio entendió que el cálculo era muy abultado y con «noticias más exactas» redujo la cifra «ni aún a la mitad, puesto que sólo se componía, como se ha indicado, de una parte de los matriculados que existen en la población, además de los curiosos que nunca faltan en estos casos»7. Más de un centenar de manifestantes representaba de todas maneras un contingente digno de consideración, en una ciudad que en 1856 contaba con 2.201 vecinos y que un lustro atrás, con los estragos del cólera, debía tener bastantes menos8. Por ello sembró la alarma entre la mayoría de los institutos públicos, muy sensibles al mantenimiento del orden en aquel intervalo catastrófico. La actitud contestataria de los apiñados y la condescendencia que hacia ellos mostró el primer munícipe, añadieron otros factores para la inquietud de los responsables de la política reaccionaria en tiempos de Bravo y Murillo. A Delgado le costó enormemente que se disolviera la protesta, consiguiéndolo sólo tras apalabrar que serían satisfechas las reivindicaciones de origen. Uno de sus parientes, Marcial Delgado, narró después lo sucedido en estos términos: «Que en su misma casa, situada en la calle del Colegio, sintió el día veinte y uno del mes pasado la reunión de gente que, a cosa de las dos o tres de la tarde, hubo frente [a] la casa del Señor Corregidor Don José María Delgado, para pedirle prohibiera la exportación de papas; el testigo vio y oyó del balcón de su casa que el mismo corregidor, presentándose en el de la suya, intimó en alta voz a que se retirara la gente reunida, invocando el nombre de Su Majestad la Reina; que le contestaron que no se retiraban, añaLaureano Hernández. Alcaldía Corregimiento de Las Palmas. Año de 1851. Testimonio del expediente en averiguación de los hechos acaecidos en la noche del dos de agosto del corriente, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 17. 7 Acuerdo del ayuntamiento en la sesión del 29 de julio, trasladado de oficio al gobernador civil. Testimonio del expediente... 8 «Estado que demuestra el censo de población de la provincia de Canarias en el corriente año de 1856», Boletín Oficial de la Provincia de Canarias (en adelante, BOPC), 15-VIII-1856, pp. 2-3. 322 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 5 diendo otras voces que el testigo no comprendió por la distancia; que enseguida salió el declarante y se acercó por curiosidad a dicha reunión y que oyó que el corregidor repetía que se retirasen todos, que confiasen en él, puesto que las papas no se embarcarían; y que efectivamente se retiraron con esta promesa...»9. La mera petición del alcalde desde los balcones de su domicilio, apelando al Trono inclusive, no bastó para calmar los ánimos de los díscolos mareantes. Tuvo que bajar al empedrado y allí encararse con quien los capitaneaba, el cual había acompañado al fletador Romero durante la entrevista concedida el día anterior. El propio Delgado reconoció que las turbas permanecieron «impávidas» ante su primera intimidación y que al reiterarla «continuaron sin movimiento». La demostración sin duda «era pacífica» y no podía llamarse motín, como aseguraron seguidamente los regidores, pero adoptó un tinte sedicioso al implicar la reiterada desobediencia al máximo representante del poder civil en la capital insular. La discusión entre el corregidor y el referido cabecilla fue, a buen seguro, mucho más enervante de lo que expuso el primero, empeñado sobremanera en hacer ver que preservó cuanto pudo el principio de autoridad y ocultando que transgredió una resolución corporativa. De acuerdo con su relato, el interlocutor creía actuar al amparo de una real orden y siempre exhibió un enorme respeto hacia la alcaldía, preocupado únicamente por sustraerla de los apetitos particulares10. El alcalde Delgado se cuidó mucho de esconder ante 9 Declaraciones en el expediente gubernativo instruido el 4 de agosto. Loc. cit. 10 Así señala que «la persona que le he indicado [sin dar su nombre] me reclamó la misma demanda, añadiendo que la fundaba en el cumplimiento de una Real Orden, y por el temor de que aquel artículo pudiera hacerles falta para su sustento, protestando que no era su ánimo el molestar mi autoridad, de quien tenía repetidas pruebas del interés por el bien público que había demostrado en las circunstancias aflictivas que atravesamos, y sí únicamente el llamar mi atención para que no cediese a las instigaciones de personas que sólo atendían a su interés privado. En este estado y habiéndome asegurado que depositaban en mí toda su confianza en el desenlace de este asunto, se disipó completamente la reunión». Oficio del alcalde corregidor José María Delgado al juez de primera instancia del Núm. 50 (2004) 323 6 AGUSTÍN MILLARES CANTERO la justicia el compromiso que de palabra asumió con los reclamantes, una debilidad que indignó a sus compañeros. El instigador principal de los «malos procederes» del doctor Chil fue el susodicho traficante Rafael Romero, quien había contratado con el patrón del buque El Trueno (el mismo que trajo el cólera) la expedición a Cuba de 700 fanegas de papas, el pan de los pobres. Al saber que la Diputación provincial tenía prohibidas las remesas de tal artículo, cursó una instancia al corregidor el día 19 de julio, como hombre «interesado en que no sufra perjuicios la población», para que la interdicción afectara también a otros exportadores «hasta que no varíen las circunstancias del vecindario». Estos últimos eran sobre todo dos comerciantes de la calle de La Peregrina llamados Francisco Rey y Bernardo Rolo, los cuales presentaron al unísono otra petición para que fuesen autorizadas sus transacciones, alegando entre otras cosas la abundancia y baratura de las mercancías de primera necesidad (papas, millo, trigo y cebada). La poca estimación de las papas y la imposibilidad de facturarlas hacia otras islas debido a la incomunicación vigente, iban a deparar en opinión de ambos unas pérdidas considerables al comercio si no imperaba la libertad mercantil con la América española11. El mismo 21 de julio, el vicepresidente de la Junta de Comercio y concejal Jerónimo Navarro avaló todas estas argumentaciones librecambistas en un escrito al gobernador civil, donde afirmaba que la profusión del tubérculo había bajado las cotizaciones a 20 rvon. por fanega y que sin el tráfico americano los excedentes «se pudrirían infaliblemente por falta de consumo»12. partido, Palmas, 21-VII-1851, Alcaldía Corregimiento de Las Palmas. Año de 1851. Expediente sobre que se permita la exportación de Papas para la isla de Cuba, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades, Leg. 1, expte. 16. 11 «Demasiado ha sufrido también el comercio y si sobre los entorpecimientos e inconvenientes que han experimentado para emprender sus viajes, haciendo tantos y tan excusados gastos en puerto, se les agrava aún más con no poder cargar sus buques con los únicos efectos y artículos que hay de exportación para América, imposibilitándoles así su salida, sería lo mismo que condenarles hacer una quiebra». Instancia de Francisco Rey y Bernardo Rolo al alcalde corregidor de Las Palmas, 21-VII-1851, Expediente sobre que se permita... 12 La Junta indica que «la prohibición decretada por V. S. estaba sola324 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 7 La competencia empresarial alentó desde luego los episodios del 21 de julio en Las Palmas, mas sin el desasosiego popular habría sido imposible el surtido de las manipulaciones y la explosión que tuvo lugar doce días más tarde. En términos de «farsa» e influencia personal, conforme a la lectura de la práctica totalidad de los capitulares, no pueden entenderse con rigor estos bullicios13. Los bulos quizás echasen leña al fuego. Al decir del consignatario Francisco Rey se difundió, «sin duda con siniestras intenciones», la especie de que estaba determinado a cargar entre 5-6.000 fanegas de papas en la fragata Isis (capitán Eusebio Sierra) y el bergantín-goleta Paquete de Trinidad (capitán Luciano Rey), fondeados desde hacía tiempo en la rada de La Luz. El exportador rubricó que sus proyectos reales eran expedir 1.000 fanegas en la primera embarcación y 400 en la segunda, porciones que fueron contratadas antes de sobrevenir la epidemia de cólera y llevaban en sus almacenes más de un mes14. La comisión que el alcalde nombró el 30 de julio a fin de examinar los volúmenes y el estado de los cargamentos, formada por los regidores Manuel Sigler y Jerónimo Navarro y dos peritos de confianza (el comerciante Cayetano Inglott y el «lamente concretada al pueblo de Santa Cruz, por la carencia de este fruto en aquella villa». Asimismo aduce que la cosecha de batatas, a punto de recolectarse, sería cuantiosa. Se solicitaba al fin que fuera desestimada la petición de Romero y permitidos los despachos. Oficio de Jerónimo Navarro al alcalde corregidor de Las Palmas, 21-VII-1851, Expediente sobre que se permita... 13 En el citado acuerdo corporativo del 29 de julio se dice que «un dueño de buque que hace viajes a América y se ejercita en el tráfico de conducir allí papas, creyó perjudicial a sus intereses el que en este negocio se le anticipara don Francisco Rey, y para evitarlo reunió unos cuantos marineros ociosos de su devoción y les excitó...». Testimonio del expediente en averiguación... 14 Por ello asegura que «su embarque no puede producir la menor alteración en el consumo», para advertir acto seguido que «en cambio de esas mil cuatrocientas fanegas de papas que se han de extraer, el que expone ha introducido doscientas sacas de harina, cuyos derechos ha satisfecho en esta Aduana, que forman uno de los artículos de primera necesidad, viniendo así a compensar una cosa con otra, como sucede siempre en el comercio cuando éste se deja en plena libertad». Instancia de Francisco Rey al alcalde corregidor de Las Palmas, 22-VII-1851. Expediente sobre que se permita... Núm. 50 (2004) 325 8 AGUSTÍN MILLARES CANTERO brador inteligente» Ventura Vázquez), calculó sin embargo que Rey disponía de 1.200 fanegas, la mayor parte en «reventazón», más otras 600 en Telde. A ellas agregó las 600 fanegas de su compañero Rolo, divididas por mitad entre las existencias de su casa y los depósitos del campo. Por último computaron las 200 fanegas de Gaspar Medina en su establecimiento de la Vica de Triana. En total, pues, 2.600 fanegas oficiales distribuidas entre las 1.700 de la ciudad y las 900 rurales15. Los incidentes ante la casa del corregidor harían que el juez de primera instancia del partido, Jacinto Bravo de Laguna, ordenara la inmediata designación de patrullas y rondas a objeto de prevenir «toda consecuencia desagradable». Igualmente resolvió el día 23 la detención y el ingreso en la cárcel pública de cuatro marineros señalados con antelación por la alcaldía: Luis Caraballo, José Yanes, José Riperola y Segundo El Manco, los probables compinches de Romero16. El inefable Delgado comunicó al gobernador civil Antonio Halleg por aquellas fechas que la tranquilidad de su jurisdicción seguía «en el estado más satisfactorio». A pesar de ello, el delegado gubernativo exigió el 1 de agosto que se impidiera por cualquier medio «toda alteración»17. Las alegaciones que el ayuntamiento transmitió a éste el 29 de julio terminaron expresando la convicción de que el alcalde fuera obligado a ejecutar unos acuerdos legales y razonables, «y que no dé motivo con su condescendencia, que en estos casos puede calificarse de debilidad, a que puedan suscitarse motines verdaderos». No sabían los ediles hasta qué punto acertaban al vaticinar estos negros presagios. Las ocurrencias del 2 de agosto comenzaron alrededor de las diez de la mañana en el muelle. Entre 150 y 200 marineros 15 Los comisionados apuntan su estimación de que se perderían antes del mes. Informe de Manuel Sigler y Cerrillo y Jerónimo Navarro al alcalde corregidor, Palmas de Canaria, 30-VII-1851, loc. cit. 16 Los tres iniciales se presentaron al momento para someterse a las indagatorias de la causa; el último no lo hizo y fue capturado a los dos días, tras una circular del alcalde disponiendo su aprehensión. Autos del juez Jacinto Bravo de Laguna del 21 y 23-VII-1851 y comunicaciones en réplica del alcalde corregidor del 24 y 25-VII-1851. Testimonio del expediente en averiguación... 17 Circulares del 23 y 24-VII-1851 e instrucciones del 1-VIII-1851, loc. cit. 326 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 9 confluyeron allí al enterarse que 500 fanegas de papas de Rey iban a ser embarcadas en la fragata Isis18. Su piloto informó en el acto al teniente y comandante de Carabineros, Jacinto Ruiz de Quevedo, el cual observó que los apiñados mostraban «intenciones hostiles» y escuchó entre los corrillos la determinación de paralizar la estiba. El oficial colocó dos centinelas en el embarcadero y mantuvo otros cinco soldados en la casilla para reforzar la guardia. Los revoltosos pasaron hasta la ermita de San Telmo y el cercado de Antonio López Botas, tratando de tocar a rebato las campanas del oratorio y de cometer «algunos otros excesos, como era el de no dejar transitar a las personas indiferentes al tumulto que por allí pasaban». Al llegar Ruiz hasta ellos e inquerir sus propósitos, un nauta que hacía las veces de cabecilla, apodado El Fino, le espetó: «Nosotros lo que queremos es que no se embarquen las papas, pues el Señor Corregidor nos prometió el otro día que no se embarcarían y no se embarcarán, porque nosotros moriremos por las papas»19. La enérgica respuesta fue seguida por «una porción de voces» de casi todos los asistentes que cercaban a Ruiz, con gritos a coro de «¡No se embarcarán las papas, no se embarcarán las papas, o de lo contrario ha de correr hoy sangre!» El uniformado replicó a la bulla que, de no mediar un mandamiento expreso del corregidor, su deber era garantizar las diligencias «a todo trance, invitándoles además a que se dejasen de añadir alborotos a las desgracias que se habían hecho ya sentir en el pueblo, y que se retirasen a sus casas»20. Las amonestaciones calmaron 18 El alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz, que presidía la sesión conjunta del ayuntamiento y de la Junta de Sanidad, se enteró de cuanto pasaba a través de Vicente Clavijo, subdelegado de Marina, quien le participó que el consignatario «recelaba hubiera resistencia de parte de la marinería». Oficio de Ignacio Díaz del 3 de agosto al gobernador civil, loc. cit. 19 La corporación municipal había accedido a las solicitudes de Rey y Rolo el 2 de agosto, pero el alcalde corregidor Delgado suspendió la ejecución del acuerdo hasta que resolviese el gobernador civil. Oficio de Ignacio Díaz al subdelegado de Marina, 2-VIII-1851. Expediente sobre que se permita... 20 Francisco Pestana Brito confesó «que en la reunión de marineros que en la mañana del mismo día dos hubo cerca del muelle, habiendo recon- Núm. 50 (2004) 327 10 AGUSTÍN MILLARES CANTERO un tanto a los soliviantados, quienes «ya no pensaron más en tocar la campana». El teniente de Carabineros, no obstante, marchó enseguida a la residencia del gobernador militar José de Vidaurre y González y le dio parte verbal de todas las incidencias, suplicándole que «por si acaso» enviara refuerzos a su «corta» tropa21. El subdelegado de Marina, en el ínterin, convocó a los patrones de todas las lanchas para «cortar por su mediación aquellos excesos». A las 13,15 horas, desde el postigo de la casilla del muelle, Ruiz de Quevedo constató que «el tumulto había desaparecido completamente» e interrumpió la redacción de su instancia. Era la calma que precede a la tempestad. El aviso de cuanto se estaba tramando bajo cuerda lo dio poco antes del anochecer el jefe moderado y diputado provincial Antonio López Botas desde una de sus moradas y refugio campestre, por medio de la breve esquela que hizo llegar al teniente de alcalde y alcalde corregidor accidental Ignacio Díaz22. En ella le destapaba: «ha corrido por aquí que esta noche o mañana habrá allí bullanga, y me apresuro a indicárselo a usvenido a algunos de ellos, tanto el testigo, como don José Cardoso, don Fortunato de la Cueva, don Tomás y don Alonso de Nava, aconsejándoles no hicieran alboroto por los perjuicios que pudieran sobrevenirles, contestaron que a ellos no se le daba cuidado porque estaban seguros de que la tropa no le hacía fuego al pueblo». Declaraciones del 6 de agosto ante el alcalde corregidor accidental. Testimonio del expediente en averiguación... 21 El superior le contestó que hiciera la petición por escrito y al regresar al muelle para redactarla se vio otra vez cercado frente a la ermita de San Telmo por los alborotadores, deseosos de estar al tanto de las últimas novedades. Entonces «les contestó que a ellos nada les importaba, y llamando aparte al citado Fino le dijo seriamente que, mediante parecía que él manejaba aquella gente, hiciera que se dispersasen antes de que llegara el caso de poner [a] la población en un conflicto». Declaraciones de Jacinto Ruiz de Quevedo del 20 de agosto ante Ignacio Díaz, loc cit. 22 López Botas había sido procurador síndico en 1844 y concejal en 1847 y 1850 del ayuntamiento de Las Palmas, y en adelante será diputado a Cortes por el distrito de Guía en 1852 y diputado provincial por el partido de Arrecife en 1852 y por el de Las Palmas en 1856. Vid. RENATO GONZÁLEZ, Biografía del señor D. Antonio López Botas, Madrid, 1869, y Extracto de los títulos y servicios del doctor Don Antonio López Botas, natural y vecino de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en donde nació el 7 de diciembre de 1818, en AGUSTÍN MILLARES TORRES, Colección de documentos para la historia de las Canarias, t. 18, BMC. 328 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 11 ted para que esté prevenido y me les dé una buena lección»23. Inmediatamente el destinatario pidió al gobernador militar que pusiera a su disposición tres piquetes de ocho soldados cada uno, para montar dos rondas en Triana y una en Vegueta24. Las precauciones llegaron tarde. Al poco del toque de oraciones, hacia las 20,30 horas, se escucharon «en casi toda la población» campanadas, caracoles y bocinas que terminaron por convocar a más de 500 personas en torno a la ermita de San Telmo25. El estrépito hizo que acudieran al cuartel y guardia de prevención de San Francisco el alcalde accidental y los regidores Jerónimo Navarro, Manuel de Lugo, Antonio Abad Navarro, Fernando Báez Cambreleng y Manuel Sigler, a quienes escoltarían algunos ciudadanos (Fortunato de la Cueva, capitán graduado de teniente coronel del Provincial de Guía, Gaspar Medina Báez, Gregorio Gutiérrez, Fernando Cambreleng Vázquez, Francisco Pestana Brito y Manuel Canales, sobrino de Sigler). Quien primero llegó parece haber sido el más intrépido. 23 A continuación apuntaba que, «si la cosa formalizare, avise usted que allá nos tendrá usted al momento...». Loc. cit. 24 Díaz recibió la minuta de López Botas cerca del anochecer, mientras paseaba por la Plazuela del Puente con el juez de primera instancia y el comandante de Carabineros. Se encaminó rápidamente en busca de la autoridad castrense y la encontró en los almacenes de la testamentaría de Santiago Boggiano, solicitándole el acuartelamiento de las fuerzas disponibles. Horas después, a las oraciones, lo visitó en su residencia y ante el teniente y ayudante accidental del Batallón de Las Palmas, Ventura Ruiz de Bustamante, insistió en sus ruegos. Pretendía que los piquetes estuvieran a cargo de los regidores Antonio Abad Navarro, Jerónimo Falcón y Manuel de Lugo, a quienes relevarían los demás concejales. Parte referido al gobernador civil, loc. cit. 25 Las llamadas auriculares las mencionaron expresamente en sus declaraciones del 5 de agosto el regidor Antonio Abad Navarro y Gregorio Gutiérrez, refrendándolas el día 7 Domingo Cabrera Martín y el 20 Jacinto Ruiz de Quevedo. Este último, que dio la estimación numérica final, recordó también que «a cosa de las ocho vio correr hacia San Telmo por las calles de Triana, Cano y otras que bajan del Risco a alguna gente». La mayoría de los testigos apuntó que el motín dio comienzo a las 8,30 de la noche, si bien Gutiérrez dijo no poder determinarlo con exactitud «porque como es público el reloj de la Catedral tiene desde antes de aquel día cosa de una hora de adelanto», extremo que confirmó Manuel Canales. Núm. 50 (2004) 329 12 AGUSTÍN MILLARES CANTERO El concejal Jerónimo Navarro, a pesar de que su condición de vicepresidente de la Junta de Comercio lo convertía en diana de las iras populares, salió al frente de una patrulla de seis milicianos provinciales que mandaba el cabo primero José Cipriano Díaz Monagas26. Su valentía flaqueó un tanto al aproximarse al extremo de la calle Mayor de Triana y apreciar que «el tumulto era de bastante consideración por el número de los amotinados», así que envió a uno de los mílites a por refuerzos. El referido cabo primero contó que en dicho lugar «se oían los caracoles, donde llaman el Callejón de la Vica, que allí encontraron un pequeño grupo como de diez a doce hombres a quienes trató de aprender, mas que habiendo el Concejal don Jerónimo Navarro principiado a darles con la vara que llevaba, corrieron y se escaparon todos. Que de allí se dirigió la patrulla hacia la Ermita de San Telmo, en donde encontraron ya grupos de más consideración, de los cuales principiaron [a] arrojar algunas piedras que hirieron al Concejal don Jerónimo Navarro y a uno de los soldados de la patrulla. Que dicho concejal se retiró entonces, diciéndole al declarante que permaneciese en aquel punto para impedir que el tumulto avanzase. Que desde allí mandó dicho Concejal un soldado para que viniese otra patrulla...»27. 26 El alcalde corregidor accidental habló al gobernador civil de un piquete de ocho hombres, mas Díaz Monagas los redujo a esa cantidad, que coincide con la de Chil. 27 Declaraciones de José Cipriano Díaz Monagas del 19 de agosto ante el alcalde corregidor accidental. El regidor Navarro reseñó: «viendo el declarante que no llegaba el soldado que fue a reclamar auxilio, se apostó con el piquete cerca de la Iglesia de San Telmo, a cuyo tiempo desde la calle y del cercado frente a la Ermita principiaron a apedrearle, causándole una herida que le derribó en tierra, y seguramente le habrían muerto a no haber tenido la prudencia de retirarse por uno de los callejones que van a la misma calle de Triana, con objeto también de dirigirse como lo hizo a casa del Señor Gobernador Militar, a quien no encontró en ella, y sólo sí en el tránsito al Teniente Comandante de Carabineros, a quien le encargó se dirigiese con los suyos al tumulto y se hiciese también cargo del piquete que sacó el declarante y quedaba en aquel punto, ofreciéndole dicho Teniente que así lo haría...» El comandante de Carabineros corrió sin embargo a la morada del gobernador militar y de allí al cuartel de San Francisco. José de Vidaurre se encontró con la patrulla de Díaz Monagas en la calle de Triana y con ella marchó hacia San Telmo. Loc. cit. 330 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 13 La herida que sufrió el edil Navarro en la cabeza no fue de gravedad, como tampoco la del miliciano que lo acompañaba. Los rebeldes apedrearon también la fachada de la casa habitación de la madre de aquél, situada en las inmediaciones de la ermita. En el cuartel de San Francisco, mientras tanto, el alcalde corregidor interino y sus escoltas no habían conseguido que se les entregara toda la hueste disponible. Los efectivos eran escasos, pero suficientes para liquidar el motín: 30 provinciales y unos 20 soldados del Batallón de Málaga que estaban en franquía28. Las reiteradas súplicas de Ignacio Díaz, que en vano intentó de nuevo ponerse al habla con el gobernador militar, resultaron inútiles. Los oficiales no facilitaban más fuerzas sin órdenes precisas. A un pelotón del Batallón de Málaga (un cabo y cuatro soldados), formado en la plaza con el armamento de rigor, se le retiró al venir el sargento Andrés González con la respuesta de la superioridad, «reducida a que la tropa que debía salir del Cuartel, ya había salido»29. Varios testigos llegaron a denunciar que la mayor parte de los granaderos de la Compañía del Batallón de Las Palmas no pasaron al acuartelamiento al escuchar las invocaciones al motín; otros apreciaron que muchos formaban con los de San Telmo30. 28 Declaraciones de Francisco de Paula Gil, capitán del Batallón de Málaga, y de Ignacio de Vega, cabo segundo del Batallón de Las Palmas, Núm. 4 de Canarias (18 y 19 de septiembre), loc. cit. Millares Torres indicó sobre la milicia durante los meses del cólera: «No existía sino una exigua guarnición, insuficiente para hacer respetar la autoridad y cumplimentar sus mandatos en momentos tan excepcionales, y el capitán general no se ocupó de esto ni quiso reforzar la guarnición» (Historia general..., t. V, p. 26). 29 La denegación de auxilios militares fue resaltada por los regidores Manuel de Lugo y Antonio Abad Navarro, entre otros deponentes. El ayudante accidental Ventura Ruiz, el teniente del Batallón de Málaga José María Camps y el subteniente de provinciales y ayudante interino de la plaza José Álvarez Martín, justificaron su proceder al confirmar tales extremos, mencionados además en el parte de Ignacio Díaz al gobernador civil. 30 Declaraciones de Gaspar Medina Báez, Gregorio Gutiérrez, Domingo Cabrera Martín y Manuel Canales (lo «oyó decir de público»). El segundo especificó: «Que excepto el capitán don Fortunato de la Cueva y el sargento don Andrés González, no tiene noticia el testigo que ninguno otro miliciano que no estuviera en servicio se presentase en su cuartel». Al menos Núm. 50 (2004) 331 14 AGUSTÍN MILLARES CANTERO Entre éstos reinaba la creencia de que la milicia no les iba a disparar31. El gobernador militar, al lado de una docena de subalternos, parlamentó con los soliviantados durante más de media hora sin hacerlos desistir. José de Vidaurre, otro de los enfermos de cólera, no quiso de entrada utilizar la fuerza y confió en el peso de su autoridad para disolver el levantamiento32. Su actitud fue diametralmente contraria a la del juez de primera instancia Jacinto Bravo de Laguna, que compareció en San Telmo junto al promotor fiscal Mariano Vázquez y Bustamante y el escribano José Benítez Cabrera. Haciendo honor a su apellido, Bravo exigió la terminante dispersión de los revoltosos invocando el nombre de la reina y por única reacción obtuvo insultos y amenazas. El choque con la jerarquía castrense se escenificó ante la concurrencia, en medio de los «vivas» al militar y los «mueras» al juez33. Los ánimos estaban tan crispados que hubo hasta también lo hizo el sargento Andrés Alfredo González desde que sintió la alarma «producida por las campanadas y bocinas en la noche» (deposición del 11 de agosto). Loc. cit. 31 Lo estimaron así los ediles Antonio Abad Navarro y Jerónimo Navarro, aparte de Marcial Delgado. Manuel Canales hizo la confidencia siguiente: «También consta al declarante, por haberlo oído a Pedro Rosa entre varios que se hallaban en uno de los poyos de la Plazuela, cerca de la botica, la tarde del día dos, que la tropa no le hacía fuego al pueblo, voces que también corrían entre los amotinados de la noche, que a éstos mismos oyó el declarante...». Loc. cit. 32 Incluso al llegar hasta San Telmo el alcalde corregidor accidental, «con todo el disgusto y sentimiento natural al verme en situación tan crítica» y temiendo correr la misma suerte que Navarro, se negó el gobernador militar a traer más soldados y le comentó a Díaz: «ahora verá como esto está concluido». Parte de Ignacio Díaz al gobernador civil y declaración de Fernando Cambreleng Vázquez, loc. cit. 33 El testigo Domingo Cabrera Martín refirió así la puja, luego de la exhortación de Bravo de Laguna: «entonces el gobernador militar que se hallaba en medio de los grupos, salió y dirigiéndose a aquél le dijo 〈aquí estoy yo hablando Señor Juez〉, que el Juez le contestó 〈Señor Gobernador, usted gobierna la tropa y yo gobierno al pueblo〉». El mensajero que localizó a Bravo en casa del magistrado Manuel Pineda, Francisco Pestana Brito, corroboró «que el Juez de primera instancia se dirigió desde luego a éstos [los amotinados] intimándoles se retiraran a sus casas, que éstos lejos de obedecerle sólo daban vivas al Señor Gobernador militar, quien se acer332 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 15 quien pensó en agredir físicamente a este último34, al paso que otros reclamaban el cese del más aborrecido de los concejales35. La paciencia de Vidaurre llegó al colmo y mandó al sargento Manuel Díaz Monagas a por los 30 provinciales del cuartel de San Francisco, disponiendo que el comandante de Carabineros trajera todos sus hombres36. Al aparecer estas falanges conclucó a dicho Juez manifestándole que a no haberse presentado y reconvenido a los del tumulto, éste se hubiera apaciguado, mediado entre ambos algunas contestaciones de las cuales recuerda el testigo que el Juez de primera instancia contestó al Gobernador militar, Usted gobierne a su tropa y yo gobierno al pueblo...» (declaraciones del 6 de agosto). El agredido Jerónimo Navarro, por su parte, atestiguó que «sabe también los desaires hechos al Señor Juez de primera instancia don Jacinto Bravo presenciados por el Señor Gobernador militar, tanto que habiendo intimado dicho Señor Juez a los amotinados que se dispersaran, invocando para ello el nombre de nuestra augusta Reina (Q. D. G.), le desobedecieron completamente, y hasta le contestaron con amenazas al propio tiempo que vitoreaban al Gobernador militar, que continuaba presenciando todo esto y tratando con la mayor dulzura a los insurrectos». 34 El progresista Gregorio Gutiérrez manifestó haber oído «a varios de los mismos grupos que en el caso de que dicho Juez hubiera conseguido prender como lo mandó a uno que le había faltado el respeto de palabras, en el momento lo hubiera[n] asesinado con los puñales y armas que mostraron al mismo testigo». A su vez, José Cardoso aseguró haberle dicho «el maestro tonelero Segundo N. que la fortuna del juez de primera instancia aquella noche, había sido que el gobernador militar estaba de parte del pueblo, que no quería el embarque de las papas...» El teniente Ruiz de Quevedo distinguió que al gobernador militar se le escuchaba «con alguna atención», lo que no ocurría cuando hablaba el juez. En el informe que evacuó el 21 de agosto, Bravo de Laguna dirá sobre la interrupción de Vidaurre: «Palabras fueron éstas, que proferidas por la primera autoridad militar de esta Isla, y con cierta altanería, aunque recibieron la digna respuesta que merecían, dieron quizá lugar a que algunos de los sediciosos soltaran las expresiones, que allí sólo se conocía la autoridad del Señor Gobernador, y ésta sería obedecida...». 35 Según las revelaciones de Domingo Cabrera, «cuando el Gobernador militar los aconsejaba se retirasen a sus casas, contestaban los de los grupos que no lo harían hasta que no sacaran a don Jerónimo Navarro». Y el regidor Manuel de Lugo «oyó también a algunos muchachos nombrar la cabeza de don Jerónimo Navarro». 36 El alcalde corregidor accidental describió así el comportamiento final de Vidaurre: «Siguió en medio del tumulto dando voces a los amotinados de que se retiraran a sus casas, y añadiendo no ser necesaria la fuerza Núm. 50 (2004) 333 16 AGUSTÍN MILLARES CANTERO yó el motín por completo a las 22,30 horas, por lo tanto más de 90 minutos después del embate a la patrulla del concejal Navarro. Las «dulzuras» del gobernador militar con los perturbadores despertaron la indignación del grueso del consistorio y de los vecinos que lo apoyaron. El criterio general era que el «mal precedente» y la «condescendencia» del alcalde corregidor Delgado el 21 de julio, dieron chance al pandemónium del 2 de agosto37. Las preocupaciones no acabaron incontinenti, pues se barruntó que muchos marineros y demás abonaban la creencia en el voto de Vidaurre para denegar las exportaciones de papas38. El juez Bravo de Laguna sugirió «una inteligencia» entre el militar y «las masas sublevadas» que tenía por norte reforzar su poder39. La desautorización del gobernador civil planteaba la inadmisible transacción con los amotinados en las dos jornadas y la falta de nervio en el cumplimiento del deber que exterioriarmada para calmar y deshacer el tumulto; pero como éste a pesar de ello continuaba, no obstante que se daban voces de 〈viva el Señor Gobernador militar〉, éste por último se acercó a mí y me dijo que si quería la tropa la mandaría a buscar, y que el no habérseme dado en la prevención había dependido sin duda de mala inteligencia de los oficiales a sus órdenes; reclaméle que aún cuando ya era tarde, era indispensable la tropa...» Díaz advirtió al comandante de Carabineros que «si a la voz o primera intimidación» no se dispersaban los grupos, «se hiciese a viva fuerza prendiendo a los que se resistieran». 37 Ignacio Díaz deploró el estilo de éste y del jefe militar ante el gobernador civil, vaticinando que, de ser alterado otra vez el orden público, «no podrá restablecerse sin que haya muchísimas desgracias que lamentar». 38 El clarinetero José Casimiro, al fijar el 3 de agosto un bando municipal en una de las esquinas de la ermita de San Telmo, fue rodeado por «una porción de marineros a quienes sólo conoce el testigo de vista», los cuales preguntaron por su finalidad, y al responderles «por oírlos que para no embarcar papas, prorrumpieron entonces a la vez en vivas al Señor Gobernador militar, que nos ha cumplido lo que nos ofreció anoche...» (declaraciones del 8 de agosto). 39 «No sé si serán ciertas las indicaciones que se me han hecho, de que el Señor Gobernador militar, trataba de colocar a todas las autoridades, en la triste posición de que conocieran la imposibilidad en que se encontraban de obrar, y que necesitaban de entregarse a discreción bajo la suya, reasumiendo en sí en tal extremo todas las demás». Informe de Bravo de Laguna del 21 de agosto. 334 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 17 zaron Delgado y Vidaurre40. En la noche del mismo 2 de agosto fueron detenidos cuatro sujetos por la ronda que recorría «la parte de Triana» y el alcalde corregidor accidental los puso a disposición del juzgado. Al día siguiente pidió Díaz al gobernador militar que le prestase los auxilios oportunos para no «verse desairada la autoridad y hasta cierto punto alentados los alborotadores»41. El 7 de agosto autorizó el ayuntamiento «por ahora» la expedición de 1.200-1.400 fanegas de papas de Rey (incluyendo las de Gaspar Medina Báez), más otras 600-700 de Rolo. Los embarques se realizaron sin contratiempo alguno entre el 9 y el 13 con la custodia de efectivos militares42. Entre otras disposiciones, el bando municipal del día 3 obligaba a despejar las calles en el supuesto de repetirse las intemperancias, prohibía toda reunión en las vías públicas, especialmente por las noches, y encomendaba a los párrocos el cierre de los templos a fin de «evitar que los revoltosos se apoderen de las campanas»43. Por otro lado, en 40 «Allí quedó mancillada la autoridad, allí se cometió un gran crimen y allí en fin quedaron desairadas las armas de Su Majestad». En contraste alabó el «celo» y la «eficacia» de Ignacio Díaz. Oficio del gobernador civil Antonio Halleg al teniente primero y alcalde corregidor accidental, Santa Cruz de Tenerife, 10-VIII-1851. 41 Abrigaba el propósito de asignar dos piquetes de ocho soldados cada uno para que vigilaran por las noches, bajo la guía de los concejales Antonio Abad Navarro y Fernando Báez Cambreleng, a quienes reemplazarían los vecinos Gaspar Medina Báez y Gregorio Gutiérrez. El cauto Vidaurre nombró los piquetes reclamados «para que no se repita la desgraciada mala inteligencia de los comandantes de guardia principal», mas no ofreció toda su fuerza porque debía cuidar otras «atenciones indispensables». 42 Expediente sobre que se permita..., oficios del alcalde al administrador de Rentas (8 de agosto) y al gobernador civil (9 y 12 de agosto). El acuerdo tomado por el ayuntamiento el día 7 decía así: «Visto un oficio del Señor Gobernador de la Provincia, disponiendo que de ninguna manera se impida el embarque de frutos, ínterin las circunstancias no demanden otra cosa; se determinó estar a lo acordado en sesión del 21 del mes próximo anterior, pasar a la comisión el expediente mandado instruir, y que se halla adelantado, para que se proponga su dictamen, y que el Señor AlcaldeCorregidor esté a la mira para que con el pretexto de esta insignificante extracción no se alcen indebidamente los precios de los artículos de primera necesidad». Libro de Actas..., sesión del 7-VIII-1851. 43 La quinta resolución preceptuaba: «Desde el toque de ánimas se ce- Núm. 50 (2004) 335 18 AGUSTÍN MILLARES CANTERO el homónimo impreso del 8 siguiente la alcaldía-corregimiento accidental pretendió deshacer la «refinada hipocresía» de los falsos patriotas, que «han abusado y abusan de la credulidad de las personas más sencillas y pacíficas», intimidando a los «intrigantes» y «malévolos alborotadores» con todo el peso de la ley44. Esta inducción conspirativa, que Chil compartió plenamente, no sólo dio entrada a la maquinaria represora. Los matriculados del mar que protagonizaron los disturbios estaban inmersos en un paro casi general que los dejó al borde de «la mayor miseria, que les hubiera hecho perecer de hambre a no ser por el socorro que diariamente la municipalidad les suministra». Por ello exhortó Díaz al gobierno civil la concesión de fondos por parte de la comandancia de Marina hasta que se reanudaran las faenas, aparte de inversiones en obras públicas para la fábrica del Hospital de San Lázaro, la continuación del camino de Tafira o la apertura del provincial desde Las Palmas a Gáldar45. El expediente del ayuntamiento de Las Palmas acerca del estado de las cosechas de papas y granos de la isla, cuya apertura fue certificada el 21 de julio, se puso en marcha a finales de mes y los despachos comenzaron a recibirse entre el 3 y el 11 de agosto. De los 35 dictámenes que llegaron procedentes de 17 municipios (fallaron los de Teror, Valsequillo, San Bartolomé, Santa Lucía y Artenara), hubo 17 favorables a la libre exportación, cinco que la aceptaban con algunas condiciones, siete en contra y otros ocho sin pronunciarse por dudas y vacilaciones. Las negativas correspondieron a las municipalidades de San Lorenzo, Valleseco, Mogán y Tejeda, junto a los párrocos de las rrarán todas las tiendas, tabernas y establecimientos públicos, bajo multa de 40 rvon». La misma pena o dos días de arresto se adjudicó a los reunidos ilegalmente. Expediente sobre que se permita... 44 Denunciaba a quienes encendían «la tea de la discordia, excitando la animadversión pública contra los representantes de la población y contra sus mejores ciudadanos, simulando un interés que no tienen por la clase pobre y encubriendo el rencor, la mala fe y la perfidia de que rebosan sus corazones». El bando incluía los acuerdos corporativos del 21 de julio y del 7 de agosto. Loc. cit. 45 Parte cit. del alcalde corregidor accidental a Antonio Halleg. Testimonio del expediente en averiguación... 336 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 19 tres iniciales46. Los alcaldes de Agaete y de la Aldea de San Nicolás optaron por abstenerse, lo mismo que el beneficiado de aquel término, el cura de Guía y otros cuatro particulares (la condesa de la Vega Grande, Miguel Massieu en Jinámar, José de Quintana en Firgas y en La Aldea Policarpo Alemán, que acudió para informarse al administrador del mayorazgo de los marqueses de Villanueva del Prado). Por una admisión condicionada de la libertad de tráfico estuvieron el primer munícipe de Guía, el terrateniente Agustín Manrique de Lara, el comisionado regio de agricultura Francisco María de León y Falcón, Francisco Pérez en San Mateo y Leandro Sánchez en Las Palmas47. La mayor parte de las corporaciones, con las de superior 46 Las cosechas de cereales y millos fueron «medianas» o «regulares» en todas estas jurisdicciones; en la de Mogán no daba el grano para tres meses. Las papas reportaron pérdidas a los agricultores de San Lorenzo «de seis años a esta parte» y en los Altos no se recogieron ni las semillas. El alcalde de Valleseco, Manuel Sarmiento, efectuó estas reflexiones: «Digo más, si de nuestra isla no se hubieran exportado granos y papas de los pocos que produjo el año de 1846, no se hubieran visto tantas víctimas a cuentas de las hambres en 1847; por consiguiente no debemos exponernos a un peligro, máxime cuando actualmente nos hallamos aislados y sin más entradas de alimentos. (...) Todos saben que de las siete islas la más productiva es la de Canaria, ella fue la que más sufrió el citado año de 1847. ¿Por qué? Porque hizo lo que practicaron algunos padres de familia, que por la escandalosa ambición de vender al precio más subido los pocos alimentos que tenían, vieron después perecer de hambre a sus hijos y perecieron ellos mismos también». Se pronunció contra «dos o tres negociantes que sólo atienden a su interés particular y lo menos que piensan es en el bien general». Expediente sobre que se permita... 47 Ninguna o muy corta cantidad de papas se recolectaron en Agaete, Guía, Firgas y Aldea de San Nicolás. El alcalde guiense, Blas Betancor, entendió que sería «utilísima» la exportación de granos, pero a la de papas «no debería dársele tanta latitud como a la de cereales por abundar menos». Según Francisco Pérez, en la Vega de San Mateo la recolección de granos era «regular» y la de papas no había sufrido la maleza de años anteriores, por lo cual no consumiría ese pueblo ni la tercera parte; se decantó por facilitar las exportaciones del tubérculo mientras los importes no fueran exorbitantes. El comisionado regio anotó: «Sin embargo podré manifestar a Vuestra Señoría que si bien es un sagrado deber el proveer al pueblo de aquellos víveres necesarios para su subsistencia y que éstos estén a un precio módico para que los pobres puedan comprarlos, también debe atenderse a la suerte del labrador...». Loc. cit. Núm. 50 (2004) 337 20 AGUSTÍN MILLARES CANTERO peso, apostaron sin cortapisas por el librecambio: las alcaldías de Telde, Arucas, Gáldar, Firgas, Moya, Santa Brígida, San Mateo, Agüimes e Ingenio, acompañadas por el cura de Moya, el párroco interino de Santa Brígida, el coronel Ruperto Delgado González desde su Hacienda de San Fernando y los vecinos José Antonio Rivero en Arucas, Mateo López del Valle en Gáldar y José Rafael Pérez Naranjo en Ingenio48. La agricultura de mercado interno y de autoconsumo sobrellevó en Gran Canaria durante los meses de la epidemia colérica bastantes sinsabores por la sequía o las plagas, de los que muy pocos municipios escaparon. Si la mortalidad catastrófica redujo los consumidores, no por ello mejoró en demasía el destino de los supervivientes. El alcalde teldense Juan Mireles, quien contó con el parecer de algunos de sus administrados, expuso el 4 de agosto que, a pesar de las pérdidas humanas y económicas ocasionadas por el cólera, la jurisdicción producía suficientes papas para el consumo local y para expedir de 500 a 600 fanegas. En el puerto de Melenara, no obstante, hubo según ciertos indicios alguna oposición «con mano armada» a los 48 La agricultura policultivista pasó también por apuros en los términos municipales cuyos voceros adoptaron el librecambismo. Las recolecciones de granos se presentaban «muy regulares» en San Mateo e Ingenio, siendo «escasas» en Gáldar y sin ofrecer «mayores ventajas» en Moya; en Agüimes «se quedó a la mitad de lo que con bastante probabilidad se esperaba» y en la Hacienda de San Fernando resultó «buena» en cebada y «regular» en trigo y centeno, mostrándose en Arucas «regular» la de trigo y «mediana» la de millo. Los plantíos de papas no fueron muchos por temor a la alhorra en Arucas, Firgas y Santa Brígida y las existencias de Gáldar no cubrían el consumo municipal, «pues se traen fuera del pueblo»; en Ingenio faltaron sin más y la abundancia apenas se admitió en San Mateo. El coronel Delgado explicó que desde 1845 sólo Gran Canaria «ha sufrido la pérdida total de las papas, particularmente en las medianías», aunque las «medianas» cosechas generales de 1847-1849 sustentaron la prédica librecambista: «Supuesto, pues, que ninguna escasez amenaza a la Isla, y supuesto también que la inmensa mortandad ocasionada por el cólera, disminuye el consumo en un grado verdaderamente aflictivo; y siendo además notoria la baratura de los granos, verdadero termómetro en estas materias, qué razones puede haber para impedir la exportación de las papas...» La prohibición era en su concepto «innecesaria, perjudicial, absurda y tiránica, opuesta al espíritu y letra de las leyes que rigen en la materia...». Loc. cit. 338 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 21 embarques el mismo día, obligando al alcalde de mar a requerir la protección del comandante de las armas (un cabo y cuatro soldados)49. A principios de septiembre, el propio regidor Jerónimo Navarro reconocía en la capital insular que, «a causa del monopolio» que algunos detentaban en la extracción de papas, podrían haber escaseado en la recoba durante los último días de no mediar las diligencias municipales50. El vicepresidente de la Junta de Comercio estipuló así las contradicciones del librecambio, a menos de un año de distancia del real decreto de Bravo y Murillo. Los marineros de la ciudad que habían alentado las conmociones del 21 de julio y del 2 de agosto las padecían mayormente en sus propias carnes, inmersos en el síndrome del hambre de 1846-1847. Y los artesanos conservaban ese hálito un lustro después, en el amanecer de las franquicias. Las agitaciones palmenses de mayo de 1856, silenciadas por Millares Torres, tuvieron en Chil su único analista gracias a las páginas inéditas de los Estudios51. Nos encontramos aquí ante dos típicos motines de subsistencia colindantes, réplicas a un fuerte encarecimiento de los artículos de primera necesidad, que hicieron presentir la reproducción de las hambrunas previas a los puertos francos52. El vecindario de Las Palmas tenía muy 49 El interesado Mireles negó «la más ligera alteración», atribuyendo todo a «la prudencia o imprudencia» del alcalde de mar. Oficios del alcalde de Las Palmas al gobernador militar, 5-VIII-1851, y del alcalde de Telde al primero, Telde, 4 y 6-VIII-1851, loc. cit. 50 «El mismo Señor Navarro dijo que tenía entendido que se trataba de fletar un buque con trigo para la Península, donde parece se halla escaso; que por este motivo es de temer que las extracciones se multipliquen, siendo consiguiente que mañana haya necesidad de importar a un subido precio, el mismo grano que en el día se extrae de la isla por uno muy bajo o mediano, sobreviniendo la escasez y un hambre, más temible aún que la calamidad que acaba de experimentarse». Libro de Actas..., sesión del 2-IX-1851. 51 Los casi veinte folios consagrados a ellas se instruyeron a partir de actas municipales, proclamas del subgobernador, circulares del gobernador civil y, sobre todo, con editoriales y sueltos de los periódicos El Ómnibus y La Reforma, este último abonado al progresismo local. 52 El millo comenzó a escasear en los primeros días del verano de 1855 y los fuertes aguaceros y vientos de finales del otoño y comienzos del invierno serían desastrosos. En la primavera de 1856 la alhorra atacó al tri- Núm. 50 (2004) 339 22 AGUSTÍN MILLARES CANTERO frescas en la memoria las calamidades de aquel terrible intervalo y algunos cabezas de familia no estaban dispuestos a soportar inermes su presunta reposición. Apenas copia Chil estadística alguna en torno a la fuerte carestía experimentada durante esos meses por las papas, el millo o el pan, limitándose mayormente a recoger los precios que exigían los vecinos y gestionaban los munícipes53. Hoy sabemos que las cotizaciones medias del trigo en nueve plazas insulares (las capitalinas, más las tinerfeñas del Puerto de la Cruz e Icod) superaron los 64 rvon. por fanega en el año económico 1855-1856, cuando habían estado en los 41 rvon. durante el quinquenio 1849-1853; los valores de mercado pasarían los 80 rvon., cual sucedió en el de Las Palmas54. Los años inmediatamente anteriores a la promulgación de las franquicias fueron por lo común de precios bajos y en 18521853 casi recuperarían los niveles de 1849. Superada la coyuntura calamitosa de 1846-1847, transcurrió una fase de pingües cosechas en la cual la agricultura policultivista logró sintonizar con el rumbo expansivo de la grana y contribuir a frenar las defunciones, favorecer los matrimonios e impulsar los nacimientos. Ni siquiera el cólera morbo de 1851 alteró esas orientaciones en Gran Canaria, detectándose sólo alzas importantes de los garbanzos en la capital. Los «pueblos reguladores» de 1849-1858 go, el oidium a las viñas y la lagarta al millo. El Ómnibus, Las Palmas, 27VI y 28-VII-1855; 12-XII-1855; 9 y 12-I-1856; y 3, 14 y 24-V-1856. 53 Las únicas cifran que reflejan el encarecimiento aparecen en el artículo que tomó de La Reforma del 7 de mayo, de las cuales se deduce que la fanega de millo subió de 40-45 rvon. a 75 rvon.; la de papas de 25-30 a 45 rvon. y la libra de pan de cinco a ocho cuartos; el trigo alcanzó los 75 rvon. por fanega, aunque la tasación del pan entrañaba los 105 rvon. Allí leemos que la proliferación de «algunos robos y raterías» era «síntoma que demuestra de una manera terminante la miseria y consiguiente degradación de la clase proletaria...». CHIL, Ms. 11, fols. 2.043-2.044, y La Reforma, Las Palmas, 7 y 14-V-1856. 54 Ateniéndonos a los promedios mensuales calculados por el gobierno civil, el cereal comestible por excelencia llegó a su cenit en el mes de mayo precisamente. Vid. AGUSTÍN MILLARES CANTERO, «En el amanecer de las franquicias canarias: semblanza de una época de transición», en 10º Aniversario de la Sección de Empresariales, Las Palmas de Gran Canaria, 1987, pp. 285-295. 340 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 23 LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN PRECIOS MEDIOS Y AMPLITUD EN EL ALZA DE LOS PRECIOS. TRIGO, CEBADA, CENTENO Y GARBANZOS ENTRE 1849-1858 (rvon. por fanega)* T M ERCADOS Medios C R I G O Mínimos Máximos Amplitud % Medios E B A D A Mínimos Máximos Amplitud % Santa Cruz de 50,47 32,50 (49) 71,71 (57) 121 25,82 16,24 (49) 35,79 (56) 120 La Laguna 47,67 30,00 (49) 80,31 (58) 168 24,92 15,00 (49) 38,75 (56) 158 La Orotava 52,27 37,50 (53) 67,40 (56) 80 32,61 24,66 (53) 38,96 (57) 58 53,32 31,30 (49) 71,93 (56) 130 28,43 20,63 (49) 35,35 (57) 71 Las Palmas 49,41 31,00 (49) 70,21 (56) 126 25,43 14,00 (49) 35,68 (56) 155 Guía 47,61 37,50 (51) 65,76 (56) 75 24,19 18,75 (51) 37,72 (56) 101 Arrecife 48,36 40,00 (49;54) 67,50 (57) 69 23,51 20,00 (49;54) 30,92 (57) 55 Medios Mínimos Máximos Amplitud % Medios — — 70,51 Tenerife Santa Cruz de La Palma C M ERCADOS G E N T E N O A R B A N Z O S Mínimos Máximos Amplitud % Santa Cruz de Tenerife — — 60,00 (49) 81,56 (56) 36 La Laguna — — — — — — — — La Orotava 34,35 24,66 (53) 44,24 (57) 79 56,68 45,00 (49;53) 68,30 (56) 52 48 Santa Cruz de 42,45 29,30 (49) 57,71 (56) 97 64,92 52,50 (52) 77,68 (56) Las Palmas 34,40 19,00 (49) 52,71 (56) 177 70,70 54,00 (49) 100,00 (51) Guía 34,08 22,50 (51) 46,28 (56) 106 86,84 67,69 (51;52)** 120,00 (56;57) 77 Arrecife 35,25 30,00 (49;54) 47,50 (56) 58 61,87 60,00 (49;54) 19 La Palma 71,25 (56) 85 ** Entre paréntesis los años a que corresponden los valores extremos. ** No figuran datos para 1849, 1850 y 1853. Fuente: «Precios de frutos», Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 22-VII-1859, pp. 3-4. Elaboración propia. incluyen cuatro puertos y dos demarcaciones provistas de litorales y cómodos accesos marítimos (véase el cuadro adjunto). El único mercado «interior» en sentido estricto es el de La Laguna y cuenta con las cotizaciones mínima y máxima del cereal panificable; el incremento tiene así mayor envergadura, superando en un 38 por 100 al que le sigue en amplitud, el de Santa Cruz de la Palma. Con la cebada ocurre algo similar, pese a separarle de Las Palmas una corta diferencia55. Ya que las me55 Dejando aparte las papas, el gran ausente es el millo, del que escasamente disponemos de alusiones periódicas muy fragmentarias. Las medidas de capacidad se expresan en fanegas castellanas. Núm. 50 (2004) 341 24 AGUSTÍN MILLARES CANTERO dias decenales altas corresponden a un déficit crónico de granos, el encarecimiento reviste gran severidad ante situaciones inversas o cuando el abastecimiento desde otros municipios o islas no resultaba tan sencillo. Los precios medios empezaron a ascender en 1854 y durante el cuatrienio siguiente asistimos en líneas generales a una carestía que remite a continuación, pero que tarda en reabsorberse del todo y torna a reaparecer en parte. Cuatro años sucesivos de flojas o malas cosechas de granos, con su cresta en el bienio 1856-1857 (véase el gráfico), establecen una clara sincronía entre Canarias y la globalidad del territorio español56. El alza denota escasez y ésta repercute fatalmente sobre las capas populares sin recursos. La prensa nos facilita el camino a la hora de indagar los orígenes de la crisis carencial y de los elementos que la agravaron. En resumen, estaríamos ante una trilogía inexorable y contumaz: aridez extremada, precipitaciones extemporáneas unidas a tormentas y plagas múltiples. Natura semejaba ser furiosa proteccionista, dispuesta a castigar con ensañamiento los amores de nuestras clases dirigentes hacia el librecambio. La segunda mitad del año económico 1854-1855 se había caracterizado por una módica subida primaveral. El cereal comestible por antonomasia comenzó el siguiente en un peldaño alto, que los rigores veraniegos e invernales llevaron hasta unas cifras poco habituales en fechas anteriores. Si las recolecciones de secanos y regadíos fueron defectuosas en abril-junio, el mal tiempo retrasó la siembra en octubre y sostuvo el alza un trimestre57. Las expectativas creadas al verificarse el laboreo a prin56 Vid. la obra clásica de NICOLÁS SÁNCHEZ ALBORNOZ, España hace un siglo: una economía dual, Madrid, 1977, pp. 27-67, y entre otros estudios del mismo autor, «Los precios agrícolas durante la segunda mitad del siglo XIX», Trigo y Cebada, vol. I, Madrid, 1975. Una síntesis general en RAMÓN GARRABOU y JESÚS SANZ FERNÁNDEZ, «La agricultura española durante el siglo XIX: ¿inmovilismo o cambio?», en RAMÓN GARRABOU y JESÚS SANZ FERNÁNDEZ (eds.), Historia agraria de la España contemporánea, 2. Expansión y crisis (1850-1900), Barcelona, 1985, pp. 7-191. 57 Vid. sobre el calendario agrícola y los sistemas de cultivo en costas, medianías y cumbres, las indicaciones de FRANCISCO MARÍA DE LEÓN Y FALCÓN, «Memoria sobre el estado de la agricultura en la provincia de Cana342 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 25 Fuente: Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 11-II-1846 y 22-VI-1859, y P EDRO DE OLIVE, Diccionario estadístico-administrativo de las Islas Canarias, Barcelona, 1865, p. 240. Elaboración propia. cipios de la estación invernal determinaron el descenso que inaugura 1856. Al practicarse la siega iría tomando cuerpo la convicción de unos resultados insatisfactorios y cuando llegó por fin se conquistó el pináculo del ciclo. En un solo cuatrimestre el encarecimiento medio alcanzó idéntica magnitud que durante todo el año preliminar. Dentro de las islas centrales, al mercado de la capital grancanaria correspondieron las mayores oscilaciones y los márgenes encarecidos más prolongados58. Las condiciones objetivas estaban maduras para que estallase el malestar o poner en entredicho uno de los soportes del modelo rias», en Boletín Oficial del Ministerio de Fomento, t. III (Madrid, 1854), pp. 401-405. 58 La amplitud del precio medio del trigo entre enero de 1855 y septiembre de 1856 fue en Santa Cruz de Tenerife del 14 por 100 y en Las Palmas del 20 por 100; la del de la cebada, respectivamente, del 16 y del 31 por 100. MILLARES CANTERO, art. cit., cuadro VII. Núm. 50 (2004) 343 26 AGUSTÍN MILLARES CANTERO arancelario de 1852, es decir, la protección del mercado agrícola interno59. Los temores acerca de un desabastecimiento inminente cundieron por Las Palmas y un sector de la ciudadanía no se mostró dispuesto a admitir las delicias de aquel librecambio parcial60. El concejal Miguel Arboníes llamó la atención del cuerpo el 9 de mayo sobre la «la ansiedad y alarma» popular ante el alza de los productos alimenticios y desde principios de mes estaban en danza los menestrales con protestas nocturnas61. La corporación presidida por Sebastián Suárez Naranjo compartió «los graves temores» de Arboníes sobre la reiteración de «las tristes y graves circunstancias» de 1846-1847, tomando una serie de conformidades a propósito62. Los tardíos aunque bien intencio59 Se pretendió proteger la producción del subsector destinado al autoconsumo y abastecimiento del mercado interior, con determinados aranceles sobre las importaciones extranjeras de harinas y cereales. Vid. LUIS PABLO BOURGON TINAO, Los Puertos Francos y el Régimen Especial de Canarias, Madrid, 1982, pp. 56-102. 60 Los artesanos actuaron en calidad de consumidores y no como productores, así que, según parece, distaron de ver en el proteccionismo una tabla de salvación para sus problemas materiales, según ocurrió, por ejemplo, entre las organizaciones populares chilenas. Vid. SERGIO GREZ TOSO, «La reivindicación proteccionista y la constitución del movimiento popular (Chile, 1826-1885)», en Historia Social, núm. 31 (Valencia, 1998), pp. 89-99. 61 «Ya hacía muchas noches que varios grupos de artesanos recorrían la población presentándose unas veces al Jefe [civil], otras al Alcalde, pidiendo se prohibiese la extracción de papas y cereales, atendido el subidísimo precio que tienen y la mala cosecha que se presenta. Efectivamente el trigo está a cinco y medio pesos fanega y al mismo precio el millo [82,5 rvon.], pero las papas si bien estuvieron hasta dos libras y media por fisca, ya en el día están hasta siete y ocho». Prudencio Morales a Laureano Hernández, Las Palmas, 13-V-1856, Correspondencia de Chil, Caja III, sin clasificar, BMC. 62 Encarecer al gobernador civil de la provincia que se pusiera en contacto con los de Cádiz, Sevilla, Málaga, Pontevedra, Santander y Palma de Mallorca, para que a través de los Boletines Oficiales incitaran al comercio a transportar cereales a las Islas; oficiar a los alcaldes de Telde, Agüimes, Valsequillo, San Bartolomé de Tirajana, Arucas, San Lorenzo y Aldea de San Nicolás, recomendándoles que informasen a sus labradores «la notable estimación» que en la capital insular tenían el trigo, el millo y las papas y «haciéndoles ver las ventajas que conseguirán si en vez de vender estos frutos a los especuladores a un mediano precio, los reservan y ocurren a venderlos a esta población»; y finalmente, «que se prevenga al celador de po- 344 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 27 nados ajustes no serenaron el desasosiego de las clases laboriosas. A primeras horas de la noche del domingo 11, dice Chil, «se presentó el pueblo de un modo tumultuoso en la Plaza de Santa Ana» para reclamar del ayuntamiento que suspendiera la exportación de manutenciones. El amanuense Morales narró al comisionado madrileño Hernández la «zaragata» de esta forma: «Cosa de 300 ó 400 artesanos puramente, después de lanzar una porción de voladores, se reúnen en la plaza de Santana (sic) a cosa de las diez de la noche dando gritos para que no se permita el embarque de los frutos, y al mismo tiempo a boca chiquita, según me han impuesto, diciendo abajo los del Ayuntamiento que no han sabido defender los derechos del pueblo. Para mí tal insurrección tenía doble objeto, si bien la mayor de los peticionarios estaba de buena fe. Serafín [Zumbado] era el que los capitaneaba; éste según dicen desea ser alcalde, está dominado por Segundo Carrós y creo haber dicho bastante»63. La cuantía de los reunidos resulta en verdad imponente, a pesar de que el señor Morales le restara importancia, dentro de una población que tenía 14.308 habitantes según el censo de 185764. En las casas consistoriales irrumpieron «varios grupos compuestos de artesanos» y la mancomunidad, congregada en sesión de urgencia a las 23,30 horas «a petición verbal de un considerable número de vecinos», tuvo que oír «sus sentimienlicía que recorra todos los días los caminos que dan entrada a esta Ciudad e impida que los revendedores se hagan con los comestibles y cereales que se conducen a esta plaza para su consumo, y haga que éstos vayan a ser expendidos al mercado público por los mismos que los traen a vender, con cuya medida se podrá reprimir el monopolio que se nota». Los regidores de abastos debían poner «el mayor celo y eficacia para impedir y corregir los abusos y fraudes». Libro de Actas..., sesión del 9-V-1856. 63 Carta cit. de Prudencio Morales a Laureano Hernández. En ella se comenta la formación de «un partido con el carácter de democrático», que contó con «el Señor Carrós y otros de semejante calaña como don Pablo [Negrín]». 64 El de 1860 registra un total de 2.023 artesanos en Gran Canaria, más de la mitad de los cuales radicaban en su capital. MARCELO ÁLVAREZ, Estructura social de Canarias, I, Desarticulación y dependencia, claves de la formación social canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1980, pp. 38-41. Núm. 50 (2004) 345 28 AGUSTÍN MILLARES CANTERO tos y pretensiones» por boca de Serafín Zumbado Falcón65. Algunos trabajadores hicieron además relación «de hechos bien tristes causados por dicha escasez y carestía»; el alcalde especificará el día 14 que sus salarios no daban para la manutención de los hogares respectivos. Una de las resoluciones adoptadas bajo esta presión fue no permitir la extracción de papas y cereales mientras durase tal escenario y hasta disponer de «un conocimiento aproximado de las existencias que hay de comestibles y el estado de la cosecha», cursando notificación ex profeso al ayudante militar de Marina66. La municipalidad también comisionó a los regidores Luis Navarro y Juan Apolinario para que negociaran, con el expendedor al que hizo referencia Zumbado, la venta de la partida de millo al precio inicial de 75 rvon. por fanega. Asimismo decidió oficiar al jefe civil del distrito a fin de que participara «el conflicto en que se encuentra esta población» a los alcaldes de los pueblos de la isla «y especialmente a los de Agaete, Gáldar y Moya», animándolos «a que lo hagan notorio en sus respectivas jurisdicciones para que en vez de extraerse los frutos fuera de la isla se conduzcan aquí, donde habrán de tener muy pronta y ventajosa salida»67. 65 El portavoz argumentó entre otras cosas que «la clase no acomodada está sufriendo bastantes penurias, viéndose en los conflictos que son de inferir», señalando que el desabastecimiento era obra de «los manejos» de los especuladores que acaparaban granos o los extraían en «gran porción». Zumbado contó «que habiendo comenzado a venderse una partida de millo al precio de cinco pesos fanega, partida que fue negociada aquí mismo a cuatro y medio pesos, de un momento a otro se subió aquel precio hasta cinco y medio pesos sin otro motivo que la prontitud con que se expendía». Libro de Actas..., sesión del 11-V-1856, y CHIL, fols. 2.037-2.039. 66 «El Jefe Civil estaba en el campo y por lo tanto el Ayuntamiento tuvo que obrar por sí solo. Ahora espero el latigazo del Gobernador de la Provincia, pues parece han ido muchas exposiciones del comercio contra tal medida, y lo que se debe sentir es que si por ahora se contradice aquella disposición hayan algunas desgracias, porque según parece la gente a eso está dispuesta. En este momento está diciendo el Portero Bautista que en casa de Suárez el Alcalde está Serafín y una porción de artesanos, no sabe con qué objeto; hoy a la una hay Ayuntamiento, veremos a ver en qué paran estas cosas». Carta cit. de Prudencio Morales. El subdelegado de Marina, José Clavijo, notificó el día 12 haber dado cumplimiento a la prohibición de los embarques. 67 «Y por último que se oficie además a los mismos Alcaldes pidiéndo346 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 29 Las disposiciones municipales calmaron por lo pronto a la vecindad tumultuada, no así a las autoridades ni a los especuladores, celosos guardianes de las franquicias y de la libertad comercial. El ayuntamiento tornó a sesionar el 12 de mayo y encaró la exposición presentada ese mismo día por 19 negociantes, disgustados por la novedad «tan tiránica» de prohibirles expedir a otras islas las papas depositadas en el muelle68. Después de «una detenida conferencia» se dispuso resolver la temática «en unión de personas que representen todas las clases» e invitar a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, Juntas de Agricultura y de Comercio, El Gabinete Literario, El Liceo y otros nueve vecinos designados por el alcalde de conformidad con los síndicos. Al pleno extraordinario del día 14, bajo la presidencia del subgobernador José de Villasante, no asistieles noticias de las existencias que puedan haber en sus pueblos, estado de la cosecha y cuál será aproximadamente el producto de la misma». Igualmente fue leída una comunicación del secretario de la jefatura civil del distrito, Miguel Béthencourt Sortino, en torno a «los grupos que circulan por esta población en estos momentos», indicando de conformidad con las instrucciones recibidas que se deliberase sobre sus motivaciones. «Por de pronto se me ocurre —decía el secretario—, que V. I. debe ejecutar su influjo y autoridad, a fin de que esté el mercado bien provisto, y en atención a la alhorra que ha caído sobre los cereales, tomar todas aquellas medidas legales que, sin perjuicio al labrador, concilien en lo que sea dable los intereses del consumidor». Ayuntamiento Constitucional de Las Palmas. Año de 1856. Expediente instruido a consecuencia de la pérdida de la cosecha, AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Calamidades, Leg. 2, expte. 32, más CHIL, fol. 2.040. 68 «Que si las papas se exportaran para la América o para el Extranjero, V.I. tratara de impedirlo, enhorabuena, a pesar de que siempre lo condenarán los buenos principios de la economía, pero negar absolutamente la licencia de extraer las papas dentro de la misma provincia, los que suscriben sin faltar a la consideración y respeto que se merece V.I. y que le tributan, creen que no está en sus facultades. (...) La razón, la beneficencia y la humanidad claman contra una disposición tan tiránica». Los firmantes eran Gaspar Medina, Bartolomé Curbelo, Francisco López, Miguel Cabrera, José Medina, Francisco Espino, Lucas Medina, Manuel Hernández, Andrés Bolaños, Pedro Santos, José Casimiro, José Espino Díaz, Francisco Suárez, Miguel Cabrera Caraballo, Salvador Rodríguez, Blas Santos Yánez, Antonio Artiles, Domingo Marrero y Juan de Alvarado. Libro de Actas..., sesión del 12-V-1856, y Expediente instruido... Núm. 50 (2004) 347 30 AGUSTÍN MILLARES CANTERO ron todos los convocados69. El jefe civil del distrito expresó su «gran disgusto» por la conmoción producida y el alcalde admitió que «no llegó a sospechar se alterase la pública tranquilidad», minimizando su cariz. Ante «un numeroso concurso» fue revocada la suspensión cautelar del embarque de las papas listas en el muelle «y de los demás que en lo sucesivo traten de extraerse para la provincia»70. La solución amparada pasó por constituir una Junta que por suscripción o préstamo importase artículos de primera necesidad, para enajenarlos «a costo y gastos o a un precio en que, sin perjudicar la agricultura, estén al alcance de las clases más necesitadas y no excedan de los precios medios acostumbrados en esta plaza»71. La licencia de los transportes, afirma Chil, «irritó de nuevo los ánimos y los predispuso a alterar por segunda vez el orden de nuestra pacífica población»72. Los cohetes llamaron al motín 69 No hubo delegaciones del Gabinete ni del Liceo. La Económica estuvo representada por Miguel Massieu y Tello y Antonio López Botas; la Junta de Comercio por Jerónimo Navarro, Luis Inglott y Juan Hernández Talavera, y la Junta de Agricultura por Domingo José Navarro. Sólo comparecieron seis de los nueve vecinos previstos: Vicente Suárez Naranjo, Rafael Massieu, Serafín Zumbado, Tiburcio Miranda, José Medina y José Cecilia de Santana. Libro de Actas..., sesión del 14-V-1856. 70 Esto último con la condición de estar abastecido el vecindario, «pues en otro caso sólo habrá de permitirse de lo que resta después de surtida la plaza». Las exportaciones al extranjero quedaron prohibidas. El ayuntamiento se encontró al poco con una instancia de Juan Cumella, negociante catalán avecindado en Santa Cruz de Tenerife, en que pedía compensación por daños y perjuicios, al no haberse permitido sus despachos de papas hacia América (Libro de Actas..., sesión del 17-V-1856). 71 Integraban la Junta el alcalde, un regidor, los dos procuradores síndicos y «un representante por cada una de todas las clases de la población, profesiones, gremios y oficios». El capital sería allegado mediante acciones de 20 a 2.000 rvon. o por «un préstamo a interés módico». Véanse todas las bases de la Junta en la circular impresa que rubricó la alcaldía el 16 de mayo, remitida según listado adjunto a un total de 208 burgueses. Expediente instruido... y Libro de Actas..., sesión del 14-V-1856. 72 «Los artesanos salieron después de concluida la sesión medio disgustados por la revocación del acuerdo, al extremo de que se trató por ellos formar una suscrición para comprar las papas que estaban sobre el muelle, para que no fueran para Santa Cruz, vendiéndolas luego al pueblo a la mitad menos de su valor; mas esto quedó en conversación y cada uno se 348 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 31 en la Plaza de Santo Domingo después del anochecer del 14 de mayo y fue preciso movilizar a la Milicia Nacional al toque de generala. Hubo detenciones entre los que se negaron a disolverse y el expresado cuerpo estuvo acuartelado de forma preventiva hasta la siguiente vigilia 73. El epistolario de Laureano Hernández que Chil recabó nos facilita, en este punto, la pormenorizada descripción que Prudencio Morales hizo en la carta del día 28 sobre sus andanzas personales durante el amotinamiento. Estas revelaciones, escritas con enorme frescura y muy superiores a las gacetillas de prensa, contienen detalles muy curiosos que no fueron incorporados a los Estudios de Chil y vale la pena reproducirlas aquí pese a su extensión: «A la noche del mismo día, estando yo en el Gabinete, sentí unos caracoles por el risco y algunos voladores. Serafín [Zumbado], que también se hallaba allí, dijo que iba a haber jarana y que querían comprometerlo varios artesanos para que se pusiese al frente de ellos y no dejar embarcar las papas. Mas él no quiso salir y todos los que estábamos allí nos fuimos a ver el ensayo de la zarzuela que acaba de representarse en este teatro. De allí a un momento corre la voz que se estaba acuartelando la Milicia Nacional, y efectivamente se nos cita para que inmediatamente ocurriésemos al cuartel. Por el puente encontramos unos cuantos grupos de hombres como que iban en retirada para sus casas, y me impuse de que reunidos como unos 200 ó 300 en la plaza de Santo Domingo, el Alcalde les dijo qué querían y no contestándoles nada les invitó que se retiraran a sus casas, yendo enseguida dicha autoridad en casa del Juez de primera instancia a participarlo de lo fue para su casa». Prudencio Morales a Laureano Hernández, Las Palmas, 28-V-1856, Correspondencia de Chil, Caja III, BMC. 73 El Ómnibus certificó que los habitantes de Las Palmas eran «pacíficos» y, en referencia implícita a los contenciosos divisionarios con Tenerife, insinuó que el «desagradable acontecimiento, insignificante en el país», podía adquirir «sin duda mayores proporciones, abultado por la distancia y por el interés de los que quisieran a todo trance vernos aparecer como rebeldes, sediciosos y enemigos del orden y de la libertad...». La versión del motín ofrecida por el periódico fue muy escueta y sutil. En un número posterior, polemizando con El Eco del Comercio, asegura que las papas estaban en Santa Cruz de Tenerife a tres libras por fisca y en Las Palmas a siete. CHIL, fols. 2.041-2.042 y 2.045-2.052, y El Ómnibus, 21 y 28-V-1856. Núm. 50 (2004) 349 32 AGUSTÍN MILLARES CANTERO ocurrido. Cuando estas dos autoridades salieron, observaron que los grupos se habían aumentado alguna cosa y se hallaban en la plaza de Santana (sic), en donde estaba el Jefe Civil invitándoles que se retiraran, como efectivamente lo hicieron; parte de cuyos grupos encontré por el puente según llevo dicho. Sigo mi camino y llego al cuartel de Santo Domingo donde se hallaba ya dicho Jefe, Alcalde, Juez de primera instancia, Comandante de Nacionales y porción de éstos, al mismo tiempo que observé que los seis hombres iban a tocar generala. Entonces me acerqué al Jefe Civil y Alcalde Suárez, y les dije que habiéndose disuelto los grupos creía no ser necesario alarmar el pueblo con dicho toque, y entonces convinieron en suspenderlo. Mas de allí a un cuarto de hora se fueron reuniendo una porción de gente, quizá más bien por la curiosidad que por otra cosa, en el extremo de la plaza de dicho cuartel. En esto parece se le dio parte al Juez de primera instancia, que como llevo dicho se hallaba allí, de que del medio de los grupos salían voces incitando a los demás para que se fueran a apoderar del cuartel. Entonces, tomando dicha autoridad cuatro Nacionales y un cabo, se acercó a los grupos y echó mano al delincuente, pero los demás compañeros tiraron sobre de dicha fuerza con intención de salvar al reo, y en esta oleada le hubieron de tirar al Juez el sombrero, prorrumpiendo éste, entonces, con gritos desaforados, 〈favor a la Justicia, favor a la Justicia〉. Yo por lo que hace a mí, cuando sentí aquellos gritos y correr al mismo tiempo a los dichos por donde salían, consideré víctima de una temeraria imprudencia a dicho funcionario, pero salió ileso, manifestando que no había sido absolutamente nada. Entonces inmediatamente se tocó a generala, todos los Nacionales ocurrieron a su cuartel y todo quedó como una balsa de aceite. A cosa de la una de la propia noche, después de haberse patrullado por toda la Ciudad, se formó el batallón y compañía de artillería y el Jefe Civil les dijo la alocución que usted verá en los periódicos. Por la mañana del día siguiente, pues todos nos fuimos a acostar, vi fijado en las esquinas el bando que también usted verá en dichos periódicos. Por la noche siguiente se volvió a acuartelar la Milicia, porque durante el día se corrieron voces que se trataba de sacar a los presos por aquellos sucesos, pero nada sucedió y todo quedó tranquilo. Aunque el movimiento, como dije o indiqué a usted en la mía anterior, podía nacer más bien de ciertos sujetos que a toda fuerza quieren apoderarse de los destinos municipales y otros ser Al350 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 33 caldes e individuos del propio Cuerpo y Comandante de la milicia Nacional, nada de esto se dijo por los grupos, en voz alta, ni menos que se reunieran los grupos junto a la casa del Jefe dando mueras...»74. El subgobernador Villasante atribuyó la asonada «a mezquinas pasiones y a intrigas de mala ley» de «unos cuantos ilusos», sirviéndose de la carestía como mero ardid para perpetrar «un delito desusado en la Gran Canaria». Amenazó con aplicar todo el rigor de la legalidad vigente a posibles revoltosos y prohibió la venta y el uso de voladores, obligando a los fabricantes a notificar sus existencias y a seguir sus instrucciones. A los milicianos les conminó a repeler los ultrajes a la seguridad y les previno que reprimiría expeditivamente a quienes deshonraran el uniforme. En una circular del 18 de mayo, por su parte, el gobernador civil Pedro García Arredondo pregonó que la exportación de cereales y papas había sido «prohibida indebidamente» y «cediendo a reclamaciones que no debieron ser atendidas», felicitándose por «la inmediata sofocación del tumulto y la entrega de varios alborotadores al tribunal ordinario»75. La justicia actuó ahora con más contundencia que en 1851. El juez de primera instancia, Eugenio Pérez, reclamó al consistorio desde el 15 de junio informes sobre «la tendencia del movimiento», sus causas y personal director76. La misma jefatura 74 Aquí rebate por ser «una mentira, la mayor del mundo», la información suministrada por el rotativo capitalino La Asociación, agregando que «los periódicos de Santa Cruz, como usted verá, se aprovechan de esta coyuntura para hacernos aparecer en el mayor estado de desorden, desorden que a la verdad si lo hay ¿a qué se debe? Al estado de desespera a que se tienen reducidos todos los ánimos, valiéndose de esto ciertas personas para meter bullas y hacerse populares». 75 Véanse las dos proclamas del subgobernador, Habitantes de esta Ciudad y Milicianos de Las Palmas, y la circular del gobernador civil, recogida del Boletín Oficial de la Provincia del 18 de mayo, en CHIL, fols. 2.053-2.055 y 2.057. Las primeras también en La Reforma, 17-V-1856. 76 Al oficio se le contestó diciendo, entre otras cosas, «que a la municipalidad no es posible tener datos que comunicar respecto a las personas que dirigieron los acontecimientos, porque en la confusión de la multitud no se distinguían los individuos sino sus voces...». Libro de Actas..., sesión del 15-V-1856. Núm. 50 (2004) 351 34 AGUSTÍN MILLARES CANTERO civil del distrito preguntó el día 20 acerca de «la conducta pública» de trece vecinos, si se tocaron caracoles y demás pesquisas conducentes «al descubrimiento de los autores de la sedición»77. Por este delito fueron procesados el 24 los electores Serafín Zumbado, Gregorio Gutiérrez, Segundo María Carrós y Andrés Melián. A la semana dirigieron todos ellos un comunicado a la prensa en el que deploraban la aplicación de la Ley marcial de 17 de abril de 1821 y la imposición de un solo abogado y procurador para su defensa ante el tribunal78. Aunque Chil no lo diga, al menos los dos primeros eran notorios militantes del Partido Progresista y por ende camaradas del comisionado Laureano Hernández. De ser cierta la afirmación de Morales en torno a la instalación del Partido Demócrata en aquellos meses, con la tercería de Carrós, no caben dudas en cuanto al sesgo político que las autoridades dieron a los levantamientos artesanales del 11 y 14 de mayo, sin que debamos exagerar las ambiciones de esta peña en la génesis de los acontecimientos79. La tramitación en las Cortes del proyecto divisionista del ministro Patricio de la Escosura obligó a restarles trascendencia frente a las previsibles manipulaciones nivarienses80. 77 La minuta de los sospechosos afectó a Serafín Zumbado, Segundo María Carrós, Bernardino Correa, Bernardo Melián, Agustín Saavedra, Juan Alonso Rodríguez, Saturnino y Adolfo Miranda, Miguel Hidalgo, Andrés Melián, Gregorio Gutiérrez, Ventura Macías y Miguel Martín Cerpa. José de Villasante al Señor Presidente del M.I. Ayuntamiento, Las Palmas, 20-V1856. Expediente instruido...; el ayuntamiento respondió que no disponía de antecedentes para estimar la conducta pública y privada de ninguno de los relacionados (sesión del 20-V-1856). 78 Véase el mismo, de fecha 31 de mayo, en El Ómnibus, de donde lo incorporó CHIL, fol. 2.062. 79 A Prudencio Morales lo incluyen las Actas del Partido Progresista entre los personajes «de dudosa significación». Zumbado y Gutiérrez seguían afiliados al progresismo en 1863, cuando Mariano Vázquez y Bustamante y Laureano Hernández se proclamaban demócratas y Bartolomé González republicano. Vid. «Actas del Partido Progresista de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (1808-1872)», en Anuario del Centro Asociado de Las Palmas, Universidad Nacional de Educación a Distancia, núm. 1 (Las Palmas, 1975), pp. 107-109, 111 y 113; edición, introducción y notas de J. R. Santana Godoy. 80 «El Ayuntamiento, temeroso de que perjudicasen a los intereses de la 352 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LUCHAS POR LAS PAPAS Y EL PAN 35 El ayuntamiento de Las Palmas inició el 13 de mayo de 1856 la rueda de informantes por los pueblos que había convenido para evaluar la crisis agrícola81. No tuvo una entidad similar a la de agosto de 1851, circunscribiéndose a las alcaldías y sin que cooperasen las de cinco demarcaciones (Agaete, Firgas, Santa Brígida, San Mateo y Santa Lucía). El común denominador de todos los partes, avalando las informaciones de prensa, fue aseverar que no disponían de acopios del año anterior o que éstos eran tan exiguos que no bastaban para cubrir el consumo local82. La sequía y el ataque de la alhorra, más las ventoleras y las puntuales invasiones de la cigarra o la lagarta, dañaron enormemente a los cultivos en 1856. La recolección no alcanzó el tercio de la habitual en San Lorenzo y Valsequillo, en Mogán no daría sino para tres o cuatro meses y en Arucas e Ingenio se redujo a la mitad de las regulares, abandonándose en Moya los plantíos «en la parte de sequeros». El alcalde de San Bartolomé estimó que «el labrador que espera recolectar 12 fanegas apenas llegará a 6 ó 7». Los altos precios de las semillas habían reducido los sembrados de papas en Telde y esta vez el presidente de la corporación municipal fue partidario de prohibir su salida, temiendo una hambruna semejante a la de 184783. En Isla los sucesos que tuvieron lugar el once y catorce del mes de mayo, ocurrió al Gobierno manifestando no haber sido de importancia; y también lo hicieron presente al comisionado Hernández... En Canaria reinaba un disgusto general al ver cómo de una vez no se presentaba para su aprobación en la Cámara el proyecto de división». La corporación se mostró empeñada en «precaver cualquier sorpresa y los manejos que los enemigos de esta población tratan de poner en juego». CHIL, fol. 2.064, y Libro de Actas..., sesión del 20-V-1856. 81 Antonio López Botas, Cristóbal del Castillo, Alfonso Gourié y Juan Ripoche contrataron 400 fanegas de trigo almacenadas en Fuerteventura para su venta en Las Palmas al costo. La Reforma, 24-V-1856. 82 Nadie recolectó lo necesario para la subsistencia en Artenara y únicamente conservaban almacenamientos en Tejeda seis labradores («aunque sea a sólo comprar medio almud de grano, tienen estos vecinos que acudir a otros pueblos de la Isla»). Apenas unos pocos disfrutaban en Teror de «lo suficiente para atender a las necesidades de su casa hasta la próxima cosecha», y otro tanto sucedía en Moya. Expediente instruido... 83 El señor Rafael Díaz estimó «que si bien actualmente no falta el preciso alimento para estos habitantes, es de necesidad tomar las medidas Núm. 50 (2004) 353 36 AGUSTÍN MILLARES CANTERO Valleseco no cultivaban esta planta sino «una décima parte del vecindario» y también planeó idéntico miedo84. Al mediar el verano de 1856 persistían los indicadores críticos de la primavera. El 18 de julio, ante la pérdida de «una porción considerable» de la cosecha de papas de medio tiempo y la ostensible reducción del producto de los cereales, el concejo palmense propuso al gobierno civil la supresión por tres o cuatro meses de los derechos de importación que pagaban los granos y el cese de las extracciones de tubérculos fuera de la provincia85. La «cuestión de las subsistencias» alarmaba aún a la municipalidad a finales de año y la pertinaz sequía forzó a encarecer al jefe civil del distrito que previniese «fatales consecuencias»86. El gobernador Félix Fanlo daba prioridad a su obsesión por el mantenimiento del orden a toda costa y el 14 de enero de 1857 formuló «varias indicaciones» de este jaez a la alcaldía, entre ellas la incautación del armamento en manos de los particulares87. Al fin tuvo que prorrogar la libre introducción de granos y harinas hasta el 1 de junio y prohibir la salida extraprovincial de las papas en el mismo plazo88. Las movilizaciones artesanales de Las Palmas habían puesto en evidencia los engorros de un régimen de franquicias imperfecto, que perjudicaba a los consumidores menos pudientes cuando las crisis de subsistencias se convertían en una triste realidad. más enérgicas para evitar la exportación, como el único medio de que en el año próximo no se experimente la calamidad que tantas víctimas llevó al sepulcro en el año 1847». Oficio del 19-V-1856, loc. cit. 84 Oficio de Bartolomé Sarmiento, 29-V-1856, loc. cit. 85 Véase El Ómnibus, 23-VII-1857, considerando las voluminosas exportaciones de papas hacia América como causa de su encarecimiento. 86 Comunicaciones del ayuntamiento de Las Palmas del 18-VII y 13XII-1856, más oficio del gobernador civil del 28-VII-1856. Expediente instruido... 87 El primer munícipe, después de garantizar que «el estado de esta población y el carácter de sus habitantes es completamente ajeno de toda clase de disturbios», anotaba: «En su consecuencia no me ha parecido conveniente tomar medidas algunas respecto al uso de armas, que por cierto existen bien pocas, y esas en poder de personas sensatas y autorizadas...». AHPLP, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Vigilancia, Leg. 1, expte. 16. 88 «Gobierno civil de la Provincia de Canarias», Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 30-I-1857. 354 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS HISTORIA SOCIAL 68 LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN* POR JOSE ANTONIO ESCUDERO A) PRIMEROS AÑOS Y ESTANCIA EN SEVILLA Muerto Enrique IV (11-XII-1474) y proclamada Isabel reina en Segovia, comienza la guerra civil que se convierte en guerra internacional con Portugal a raíz de las pretensiones de Alfonso V al trono. La guerra mantendrá ocupados a los reyes y será decidida por las batallas de Toro (2-III-1476) y Albuera (24-II1479), concluyendo el conflicto con el tratado de las Alcaçovas (4-IX-1479). Transcurrido así con la batalla de Toro el primer y más agudo año de enfrentamiento bélico, los reyes debieron alcanzar el mínimo sosiego necesario para ocuparse de los problemas de política interior, y en concreto del problema judío y converso. Al acceder los Reyes Católicos al trono vivía en España un número considerable de judíos —entre 70.000 y 100.000—, asentado en más de dos centenares de aljamas1. El problema con* El presente trabajo forma parte de otro más amplio titulado La Introducción de la Inquisición en España, comprensivo también de los antecedentes medievales. 1 LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, reina (1451-1504), 3 edic., Ariel, 2002, 286. Sobre las aljamas castellanas, véase CARLOS CARRETE PARRONDO, Núm. 50 (2004) 357 2 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO verso era tan agudo como hemos visto, siendo esos conversos acusados sobre todo de practicar la ley mosaica, acumular riquezas, acceder a oficios relevantes y practicar la brujería y supersticiones2. Mientras, en Roma ocupaba el solio pontificio un papa franciscano y sensibilizado con estos problemas, como Sixto IV, que no necesitó que le pidieran la Inquisición, como había sucedido con otros en ocasiones anteriores, pues él mismo, en plena guerra civil castellana, comisionó el 1 de agosto de 1475 a su legado Nicolás Franco con facultades inquisitoriales: «...tibi contra praefatos pro Christianis se gerentes qui ritus et mores imitantur Judaeorum et illorum inhaerent erroribus et quoscunque alios jurisdictioni inquisitoris haereticae pravitatis subjectos eadem qua inquisitores et locorum ordinarii uti possunt insimul potestate, jurisdictione et auctoritate utendi»3. Franco alcanzaría la Corte castellana en Valladolid en abril de 1476, permaneciendo en la Corte y acompañándola en sus viajes hasta noviembre de 14774. Tomada por los Reyes Católicos la decisión de ir a Andalucía y de que se adelantara la reina, Fernando e Isabel se despidieron el 21 de abril de 1477 en Casarrubios del Monte. Fernando acudió al cerco de Castro Nuño y Cantalapiedra, mientras Isabel partía hacia Guadalupe, donde recibió a los comisionados sevillanos Melchor Maldonado y Alemán Pocasangre quienes debieron informarle de los problemas de la ciudad y, entre ellos, del de los conversos. Desde Guadalupe siguió la soberana a Trujillo y Cáceres, hasta llegar a Sevilla el 24 de julio. Por su parte, Fernando arribó a Sevilla el 14 de septiembre. Juntos ya los monarcas, la reina quedó embarazada al poco tiempo, dando a luz el 30 de junio de 1478 un niño, el príncipe Juan. En la capital andaluza Isabel arregló las diferencias entre el Duque de Medina Sidonia y el Marqués de Cádiz, y entendió en los asuntos de gobernación y justicia. Allí por otra parte, como dice la «Comunidades judías castellano-leonesas», en Juderías y sinagogas de la Sefarad medieval, Cuenca 2003, 365-381, y la bibliografía allí citada. 2 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, 299. 3 Esta bula fue publicada por LEA en su artículo «The first Castilian Inquisitor», The American Historical Review, I (1896), 46-50. 4 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Isabel I, 156. 358 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 3 Vida del Cardenal D. Pedro González de Mendoza5, «el Cardenal, como Arçobispo, con Don Alonso de Solís, Obispo de Cádiz, su provisor en ella, trató de las cosas espirituales...y hiço sínodo general donde remedió muchas cosas, y hiço muchos estatutos y ordenanças que oy se guardan en aquella yglesia, y hiço muchos castigos públicos y secretos, y entre otras ynformaçiones que hubo, entendió que muchos veçinos de aquella çiudad que eran de linaje de hebreos, secretamente en su casa tornaban a judaiçar y haçer ritos y cerimonias judaicas, y hiço venir muchos frailes y religiosos que secretamente les ynstruyesen en la fe y redugiesen a ella...Y visto que la cosa cundía mucho, propuso al Rey y a la Reyna que hiçiessen poner ynquisición en España, y para ello tomó por ministro a fray Francisco Ximenez de Cisneros, frayle françisco y confesor de la Reyna y comisario general de su orden, el qual les persuadió a que se pusiese por la orden que el Cardenal decía, y mediante el Cardenal y fray Françisco Ximenez, que despues fué arçobispo de Toledo, y por la orden que dieron, enviaron los Reyes al Papa, el qual dio su bula para que se pusiese la ynquisiçión, y así se puso». En lo que respecta a la afirmación de ese texto de que se hizo sínodo general, procede recordar que efectivamente en el verano de 1478 se reunió en Sevilla un concilio nacional convocado por los reyes, aunque curiosamente en sus capítulos, referidos a asuntos de gobernación espiritual, no hay la menor referencia a las pretensiones de introducir la Inquisición6. Y en cuanto al protagonismo del arzobispo Mendoza en esa propuesta, de la que se harán eco luego diversos autores7, ello tiene 5 Figura en el tomo VI del Memorial Histórico Español, Madrid, 1853, 147-306. 6 Sus actas fueron publicadas por FIDEL FITA, «Concilios españoles inéditos: provincial de Braga en 1261; y nacional de Sevilla en 1478», en BRAH, XXII (marzo 1893), 209-257. 7 JERÓNIMO ROMÁN , Repúblicas del mundo divididas en XXVII libros, ordenadas por... frayle professo y cronista de la orden de S. Agustín, natural de la ciudad de Logroño, Medina del Campo, 1575, 266. ESTEBAN DE GARIBAY Y ZAMALLOA, Compendio historial de las chrónicas y universal historia de todos los reynos de España, donde se escriven las vidas de los condes, señores de Castilla, y de los reyes del mismo reyno y de León. Prosíguese también la sucessión de los emperadores occidentales y Núm. 50 (2004) 359 4 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO relación con el problema de quién o quiénes fueron realmente los que aconsejaron a los Reyes Católicos introducir la Inquisición, y les instaron a solicitar la bula. ¿Fue el arzobispo Mendoza, cuyo protagonismo fue notorio y redactó además un Catecismo para la reconciliación de los herejes8? ¿Fue el inquisidor orientales, 4 vols., 1567. En II, 1290: «En este tiempo tuvo principio en la ciudad de Sevilla aquella admirable y divina obra de la sancta Inquisición, siendo el instrumento principal el Cardenal d’España Don Pero Gonçalez de Mendoça, arçobispo de la mesma ciudad. El qual y los demás graves varones para ello diputados, ordenaron no sin providencia celestial, muchas cosas para que los conversos estuviessen firmes en la fe cathólica, y los apóstatas fuesen castigados». GONZALO DE ILLESCAS, Historia pontifical y cathólica, 2 vols., Salamanca, 1573. En II, 134: «Para remedio de lo qual (del problema de los judaizantes) dieron su commissión al Cardenal de Mendoça, con algunos letrados y personas de sciencia y consciencia por sus acompañados, para que castigassen los culpados. Y de consejo destos, y con facultad del Summo Pontífice, introduxeron el officio sanctíssimo de la sancta Inquisición, que oy dura en estos reynos». El P. MARIANA (Historia de España, en Biblioteca de Autores Españoles, vol. 31, II, 202) asegura que «el principal autor y instrumento deste acuerdo muy saludable fue el cardenal de España». 8 «Pero el negocio de mayor consequencia de estos Católicos Reyes en este tiempo, fue el Santo Tribunal de la Inquisición, a que dexaron dado principio, y cuyo remedio era importantíssimo, porque el mal a que se encaminava, estava muy cundido, y prendía en personas de harta quenta; reconociase su daño años avía, pero los últimos del Rey Don Henrique a nada importante dieron sazón; començaron a Reynar los Reyes con este conocimiento, y deseo de atajar tan nociva dolencia, sabiase que judaizavan en lo secreto muchos, que en lo aparente vivían como Católicos, y que de unos a otros se diseminava la perfidia, contra que públicamente predicavan muchos zelosos Sacerdotes, especialmente Religiosos de Santo Domingo, los quales desde que los Reyes entraron en Sevilla, les començaron a representar el daño que se arraigava, en cuyo conocimiento entró también el Cardenal Arçobispo, no porque fuesse particular de Sevilla, el mal que era general en el Reyno, sino porque assido a su gente rica, sobresalía su riesgo. Hizo el Cardenal un docto Catecismo, y buenas leyes para el castigo, y reconciliación; pero estava la culpa muy crecida para blandas penas, y assí se necessitó de mayor esfuerço, y en tanto que se disponía, recurriendo a la Sede Apostólica, partiendo aora el Cardenal con los Reyes, lo dexó muy encargado al Obispo de Cádiz su Governador, y a algunos Religiosos Dominicos, y que los auxiliasse el Assistente Diego de Merlo, con que justamente se da a Sevilla la gloria de aver tenido en ella principio el Tribunal Santo 360 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 5 siciliano Felipe de Barberis, a quien los reyes recibieron en 1477 para confirmarle cierto privilegio9? ¿Fue un ardoroso predicador, Alonso de Hojeda, prior del convento dominico de San Pablo en Sevilla, que había heredado de Espina el celo anticonverso?10. ¿Fue quizás otro todavía más notorio dominico, fray Tomás de Torquemada, que según se dijo había hecho prometer a su penitente, la princesa Isabel, que si llegaba a ser reina procedería contra la herejía11? ¿Fue, en fin, el propio nuncio del papa, Nicolás Franco, quien patrocinó un proyecto que debía resultar de la Inquisición, de que éste fue el bosquexo» (DIEGO ORTIZ DE ZÚÑIGA, Annales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, metrópoli de la Andaluzía, que contienen sus más principales memorias desde el año de 1246 en que emprendió conquistarla del poder de los moros el gloriosíssimo Rey S. Fernando Tercero de Castilla y León, hasta el de 1671, en que la Católica Iglesia le concedió el culto y título de bienaventurado, Madrid, 1677, 386). 9 Barberis acudió en 1477 a Sevilla para pedir a los reyes que le confirmaran un privilegio concedido a la inquisición siciliana por Federico II en 1223, por el que los inquisidores percibían la tercera parte de los bienes confiscados a los herejes. Según Llorente (Historia crítica, I, 125), Isabel lo confirmó en Sevilla el 2 de septiembre y Fernando en Jerez de la Frontera el 18 de octubre del mismo año. Sobre este asunto, vid. FRANCISCO JAVIER G. RODRIGO, Historia verdadera de la Inquisición, 3 vols. Madrid, 1876-1877; en II, 68. 10 Según Páramo (De origine et progressu officii Sanctae Inquisitionis) y otros historiadores de la Inquisición (v.gr. Llorente, Historia crítica, I, 126), Hojeda tuvo noticia casual de una reunión conspiratoria de judíos y conversos el Viernes Santo, 28 de marzo de 1478, de la que él habría dado cuenta a los reyes. A Lea (Historia, I, 183) el relato no le merece crédito. 11 «...que siendo confesor de la reina en vida del rey don Enrique y del príncipe don Alonso sus hermanos, en tiempo que no se imaginaba qué había de suceder en aquellos reinos, sabiendo las ofensas que se hacían a nuestro Señor en estrago de los fieles y lo que se procuraba de pervertir las cosas de la religión y del culto divino la conjuró en nombre de nuestro Señor que cuando Dios la ensalzase en la dignidad real, volviese por su gloria y honra y de tal manera mandase proceder contra el delito de la herejía que aquello se tuviese por el más principal negocio de su estado real y se prosiguiese en él como en un oficio santo porque dél había de redundar mucho augmento a la iglesia católica» (JERÓNIMO ZURITA, Anales de la Corona de Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza 1977; libro XX, cap. XLIX, 439). Como razonablemente opina López Martínez (Los judaizantes castellanos, 248), esta suposición carece de fundamento científico Núm. 50 (2004) 361 6 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO grato a Sixto IV?12. Lo más probable, como es de suponer, es que el consejo fuera de todos o de casi todos, y de ninguno en especial, pues unos y otros compartían la creencia de que la Inquisición era ya el último y único remedio posible para hacer frente al deteriorado problema converso, amén de lo que los mismos reyes veían que había sucedido y estaba sucediendo en Córdoba y Sevilla. Como ha escrito Netanyahu, «la hostilidad a los conversos, que los soberanos vieron crecer en todos los centros urbanos de Andalucía, inclusive en las grandes ciudades de Córdoba y Sevilla, y la progresiva fiebre anticonversa de Toledo y su arzobispado, fueron indudablemente los factores principales que incitaron a los reyes a adoptar la solución inquisitorial»13. Fernando e Isabel, en fin, solicitaron del papa la introducción de la Inquisición, a lo que Sixto IV accedió por bula de 1 de noviembre de 1478. Casi dos años después, en virtud de la autorización de esa bula, los reyes nombrarán el 27 de septiembre de 1480 a los primeros inquisidores. Y éstos, el 2 de enero de 1481, harán pública una proclama a las autoridades andaluzas, en la que les comunican su nombramiento, conminándoles a adoptar medidas diversas y acatar sus órdenes. En la historia de la inquisición española éstos son los tres primeros documentos que, como sucede con las pequeñas muñecas rusas, están contenidos uno en otro. La bula aparece recogida y citada en el nombramiento de los inquisidores, y ese nombramiento —incluyendo la bula— está recogido y citado en la proclama de los inquisidores. A fines del siglo XIX, en 1889, el Padre Fita publicó la proclama de los inquisidores a las autoridades andaluzas, con lo que publicó también los otros dos documentos contenidos en ella14. Se trataba de una copia existente en el Archivo Histórico Nacional del original perdido, que figuró al parecer en un tomo manuscrito titulado Libro de las reconciliaciones y otros autos 12 LLORENTE, Historia crítica, I, 126. Los orígenes, 834. 14 En un sencillo apéndice documental, titulado Nuevas fuentes para escribir la historia de los judíos españoles. Bulas inéditas de Sixto IV e Inocencio VIII, el P. Fita publicó ese documento triple, con la trascendental bula de 1 de noviembre (BRAH 15, 442-491. La proclama figura en 447-458). 13 362 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 7 fechos al principio en esta Inquisición de Sevilla, de excepcional importancia y que lamentablemente no ha llegado a nosotros15. Por otra parte, el texto de la bula figura también en otro documento custodiado en el Archivo de la Corona de Aragón: el nombramiento por los Reyes Católicos de Juan Orts y Juan Cristobal de Gualbes como inquisidores de Aragón, el 28 de diciembre de 148116. Los documentos se refieren, pues, a la fundación de la Inquisición y los problemas que plantea, los cuales pueden ser analizados a través de aquellos tres textos. En primer lugar, la importantísima bula fundacional. A continuación, el nombramiento de los inquisidores y, finalmente, la proclama con la que inician su actuación. B) LA BULA EXIGIT SINCERAE DEVOTIONIS AFFECTUS Como respuesta, según hemos visto, a estímulos y consejos que debían venir de todas partes, y en unos momentos en que el proceso histórico proconverso-anticonverso se encontraba en franca fase negativa de crispación, los Reyes Católicos pidieron al papa Sixto IV que introdujera la Inquisición, lo que éste dispuso por medio de la bula Exigit sincerae devotionis affectus, de 1 de noviembre de 147817. 15 Hasta 1889, pues, la bula se dio por perdida. Y así una importante obra como la de Pius BONIFACIUS GAMS, Die Kirchengeschichte von Spanien, afirma en su tomo III, publicado en Ratisbona en 1879, que la bula no es conocida (Por cierto, al ser reimpresa la obra en Graz en 1956 se mantiene esa afirmación, por ventura ya no cierta). 16 A. DE LA TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, CSIC, tomo I, Barcelona, 1949, doc. 112. 17 Publicada, según dijimos, por FITA en BRAH 15 (1898), 449-452, fue recogida luego por BERNARDINO LLORCA en su Bulario Pontificio de la Inquisición española en su periodo constitucional (1478-1525, Roma, 1949, 51-54. Puede verse ahora en el Bulario de la Inquisición española (Hasta la muerte de Fernando el Católico), de GONZALO M ARTÍNEZ DÍEZ, Editorial Complutense, 1997, doc. 17, 74-79). Núm. 50 (2004) 363 8 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO 1. Cómo y cuándo se formalizó la petición. Tramitación de la bula Según cuenta Bernáldez, los reyes fueron informados en Sevilla de la grave amenaza del problema converso, y al marchar de allí encargaron a una comisión que estudiara el remedio, el cual resultó ser la petición de que se instaurara la Inquisición. «De todo lo sobre dicho fueron certificados el Rey y la Reyna estando en Sevilla —escribe18—; partiéndose dende quedó el cargo del castigo e de mirar por ello al provisor de Sevilla, obispo de Cádiz, Don Pedro Fernández de Solís, y el Asistente que entonces quedó en Sevilla, que era Diego de Merlo, para tolerar tan grande mal, y quedó fray Alonso, segundo fray Vicente, para ver sobre ello, y otros clérigos y frailes; y visto que en ninguna manera se podían tolerar ni enmendar sino se facía inquisición sobre ello, denunciaron el caso por estenso a sus Altezas, e faciéndoles saber cómo y quién y dónde se hacían las judaicas ceremonias, y cómo cabían en personas poderosas y en muy gran parte de la ciudad de Sevilla; y junto con esto fueron certificados que en toda su Castilla había esta disforme dolencia; y ovieron Bulla del Papa Sixto IV para proceder con justicia contra la dicha heregía por vía del fuego». El cronista Pulgar, por su parte19, destacando el papel del cardenal Mendoza, informa que el rey y la reina «dieron cargo a algunos frayles e clérigos, e otras personas religiosas, que dellos predicando en público, dellos en fablas privadas e particulares, informasen en la fe a aquellas personas». Y habiendo trabajado los eclesiásticos «por reducir a estos que judayzaban», ante el fracaso, «el Rey e la Reyna, considerando la mala e per18 Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, escrita por el bachiller Andrés Bernáldez, cura que fue de la villa de Los Palacios y capellán de Don Diego de Deza, Arzobispo de Sevilla, cap. XLIII, 600. 19 Crónica de los señores Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel de Castilla y de Aragón, escrita por su cronista Hernando del Pulgar, cotejada con antiguos manuscritos y aumentada de varias ilustraciones y enmiendas, en BAE, Crónicas de los Reyes de Castilla, tomo tercero, Madrid, 1878, cap. LXXVII, 331. 364 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 9 versa calidad de aquel error, e queriéndolo con grand estudio e diligencia remediar, embiáronlo a notificar al Sumo Pontífice, el qual dio su bula, por la qual mandó, que oviese Inquisidores en todos los Reynos e señoríos del Rey e de la Reyna». Sobre estos textos hay que señalar que si la bula de 1 de noviembre de 1478, introductora de la Inquisición, es de la fecha que figura en ella20, no es posible que su propuesta surgiera de una comisión dejada por los reyes para estudiar el problema cuando abandonaron Sevilla, pues según el propio Bernáldez fue «en el mes de septiembre, cerca de San Miguel, año dicho de 1478 (cuando) partieron los Señores Rey y Reyna de Sevilla con el Príncipe y Corte, e fueron a Carmona, y dende a Ezija, y dende a Córdoba pacificando su Andalucía, e visitándola, e poniendo toda la tierra debajo de su obediencia. E dende fueron a Toledo, e Castilla...21». Es pues claro que si esa comisión se constituyó a raíz de la marcha de los reyes a fines de septiembre22, no hubo tiempo para que sus trabajos abocasen a una petición que fuera contestada positivamente desde Roma con la bula de 1 de noviembre. O, con otras palabras, que o bien la comisión se constituyó antes de octubre de 1478, y la petición a Roma se hizo también en fecha anterior, o hay que llegar a dudar de la misma datación de la bula. Por lo demás, la bula de 1 de noviembre hace referencia a la «petición que poco ha nos fue presentada de vuestra parte», lo que deja en claro que la iniciativa partió de los reyes, y no del papa a través del nuncio. Por si hubiera alguna duda, cuando el 29 de enero de 1482 Sixto IV se queja de lo que había concedido en la bula anterior y pretende por un breve de esa fecha dar marcha atrás, hace referencia a que el tenor de las letras que él mando redactar le fue expuesto «no plenamente y con detalle, como convenía, sino de una manera genérica y confusa», lo que en cierto modo traslada a la otra parte, la se20 Quiero decir, que se promulgara entonces y no más tarde con fecha antedatada, según una posibilidad que comentaremos luego (epígrafe C). 21 Historia, inicio del cap. XXXVI. 22 García Rodrigo asegura que para estudiar el proyecto de introducir la Inquisición «fue nombrada de real orden una junta de personas muy notables que lo examinaran» (Historia verdadera,, II, 70. Núm. 50 (2004) 365 10 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO cular, la responsabilidad y contenido de una iniciativa y propuesta que, de haber partido de él mismo, no habría cedido en la facultad de nombrar a los inquisidores. En cuanto a quién o quiénes presentaron la petición de la bula en Roma, una fuente tan fiable como los Annales eclesiasticos de Sevilla, escritos por Diego Ortiz de Zúñiga23, nos informa de que esa solicitud, con la correspondiente propuesta, fue llevada alli por los hermanos sevillanos Francisco de Santillán, Obispo de Osma, y Diego de Santillán, Comendador Mayor de Alcántara, hijos del doctor Ruy García de Santillán, que había sido del Consejo del rey Juan II24. Ahora bien, con independencia de la certidumbre genérica de esa versión, que ha sido recogida por otros autores25, parece que, por lo menos al final, el peso principal de la negociación lo llevó en Roma uno solo, Francisco, como asegura Llorente26, pues cuando Sixto IV evoca retrospectivamente en 1482 lo hecho en 1478 habla, en singular, «de aquel que en vuestro nombre solicitaba la expedición de tales cartas»27. 2. Papel de Fernando e Isabel en la solicitud de la bula Una cuestión problemática, relativa a la responsabilidad por haber pedido la Inquisición, es si uno y otro monarca actuaron al unísono y con parejo celo en ese requerimiento del Santo Oficio, o bien si, con independencia de que formalmente figuraran ambos, fue el rey o la reina quien llevó la iniciativa y arras23 El autor maneja información de primera mano sobre lo sucedido en Sevilla en los años de instauración de la Inquisición, y confiesa haber visto el texto original de los primeros procesos que se celebraron en el Castillo de Triana (Annales eclesiásticos y seculares, 389). 24 Annales eclesiásticos y seculares, 389. 25 Lo mismo se asegura, por ejemplo, en la Relación histórica de la Judería de Sevilla, establecimiento de la Inquisición en ella, su estinción y colección de los autos que llamaban de fe celebrados desde su erección, por D.J.M.M. de E., natural y vecino de Sevilla; Sevilla, 1849, 21. 26 Historia crítica, 126. 27 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, 89. 366 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 11 tró al otro. Este problema, importante para muchos en la sociedad mediática de hoy a la hora de depurar responsabilidades por la introducción del Tribunal, tiene una vieja historia y no puede ser resuelto con absoluta claridad. Su punto de partida lo podemos situar en la Historia crítica de Llorente, en la que este autor presenta al rey Fernando como el agente perverso que pretendía la Inquisición para enriquecerse y aumentar su poder, y una reina dulce y apacible a la que hubo que convencer de aquello28. A partir de ahí los autores se han pronunciado de una u otra forma en diversas obras sobre el papel jugado por el rey y la reina29, hasta que Netanyahu, en su reciente e importante monografía, vuelva en cierto modo a achacar la responsabilidad de la operación al rey Fernando, si bien con una visión más equilibrada del papel de uno y otro consorte. Netanyahu ha escrito así: «Nació (la Inquisición) gracias a su arquitecto y constructor, que fue, sin duda, el rey Fernando de Aragón. Por su28 Historia crítica, 126: «El rey Fernando V no necesitaba de tantas persuasiones para consumar el proyecto. Bastaba la esperanza de aumentar riquezas con las confiscaciones, y de ganar la voluntad del papa para los objetos ambiciosos que premeditaba en su corazón. La dificultad estaba en la reina Isabel, cuyo consentimiento era indispensable para Castilla. La suavidad de carácter de esta excelente reina era obstáculo para establecimientos de rigor; pero se le atacó por donde siempre renunciaba su propio dictamen». 29 En el siglo XIX tuvo notoria influencia la Historia crítica de Llorente. Así, William Prescott, que escribió su Historia del reinado de los Reyes Católicos pocos años después del autor riojano (prólogo a la primera edición, en 1837), vino a decir lo mismo: «Ferdinand listened with complacency to a scheme which promised an ample source of revenue in the confiscations it involved. But it was not so easy to vanquish Isabella’s aversion to measures so repugnant to the natural benevolence and magnanimity of her character» (The History of the Reign of Ferdinand and Isabella the Catholic, 2 vols., 1896; en I, 277). En España, Adolfo de Castro acogió en 1847 pareja versión en la Historia de los judíos en España desde los tiempos de su establecimiento hasta principios del presente siglo. Allí escribe: «El rei don Fernando, que por tantas empresas militares tenía exhaustas de dinero sus arcas, oprimido al pueblo con gabelas, vendida mucha cantidad de la plata que había en las iglesias, cargados los eclesiásticos con grandes tributos..., fatigados a los seglares con préstamos...vio en el establecimiento del tribunal de la Inquisición el único medio de fenecer el mal estado de las rentas de su corona» (p. 110). Núm. 50 (2004) 367 12 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO puesto que le ayudó su animosa esposa la reina Isabel de Castilla, especialmente en las varias etapas de planificación; la trascendental decisión de establecerla debe ser imputada a ambos»30. Sobre todo ello cabe decir lo siguiente: a) No sabemos nada, con base documental, sobre el papel de Fernando e Isabel en la gestión de la bula fundacional. En consecuencia, cualquier atribución de lo hecho por uno u otro en ese proceso previo, no tiene más fundamento que la respetable imaginación de cada cual. b) Sí sabemos algo, en cambio, de cómo defendieron después los reyes la Inquisición recién instaurada, o más en concreto de cómo la defendió Fernando, cuando Sixto IV intentó en su breve de 29 de enero de 1482, con anterioridad a sus bulas de 11 de febrero y 18 de abril del mismo año, desdecirse de lo concedido31. Ahí ciertamente intervino Fernando solo, con la famosa carta fechada en Córdoba el 13 de mayo de ese mismo año32, en la que con lenguaje irónico y más que impertinente hizo frente al papa y le obligó a rectificar y dar por bueno lo que había hecho antes33. De esa dura actitud de Fernando tras la promulgación de la bula, es posible quizás presumir una actitud parecida, es decir, claramente beligerante, en el proceso previo de solicitarla. Ahora bien, en cualquier caso eso es una presunción. Pero algo más difícil me parece presumir que como la reina no firma en mayo de 1482 la carta de protesta al papa que pretende recortarles los poderes inquisitoriales, ello quiera decir que antes no había estado de acuerdo en pedirlos. En suma, es difícil suponer que 30 Los orígenes, 911. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, docs. 20-22, pp. 88-105. 32 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 23, 106-109. 33 Tras un comienzo irónico —«Me han sido narradas ciertas cosas, Santo Padre, que si fueran verdaderas merecerían grandísima admiración»— que alude a las disposiciones que había tomado el papa, y tras añadir que «a la narración antedicha nosotros no la hemos dado ningún crédito», Fernando comenta que si se hubieran hecho algunas concesiones a los conversos «no pienso admitirlas nunca». A continuación le dice al papa lo que tiene que hacer y los inquisidores que tiene que nombrar, «porque estamos decididos a no permitir jamás que otros, contra nuestra voluntad, ejerzan ese oficio». 31 368 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 13 Fernando firmara él solo la carta porque no la quisiera firmar la reina, en vez de por pura coyuntura o por estrategia acordada. Nosotros no conocemos desacuerdos pequeños en ese matrimonio de los monarcas, con lo que es mucho más difícil suponer el desacuerdo en asunto tan fundamental. c) En cuanto a Isabel, ciertamente no firma la protesta de mayo, pero no hay que olvidar otra bula mucho menos citada, la dirigida a ella, como reina de Castilla, León y Aragón, por Sixto IV, el 23 de febrero de 148334. En esa bula el papa pondera y elogia hasta el extremo las virtudes de la reina, así como su preocupación por el tema de los conversos y su desvelo por actuar en ello en Sicilia. Sigue luego un muy curioso párrafo. «La duda que parece asaltarte de que acaso Nos estemos pensando que, cuando te preocupas de proceder tan severamente contra aquellos pérfidos que disfrazándose bajo el nombre de cristianos blasfeman y, con insidia judía, crucifican a Cristo...que te mueves más bien por la ambición y por ansia de bienes temporales que por celo de la fe y de la verdad católica o por el temor de Dios; sepas con certeza que nunca jamás hemos albergado ni la más mínima sospecha de ello». Es decir, Sixto IV tranquiliza a Isabel, quien teme se malinterprete el haber procedido severamente con los conversos, actitud de ella que si bien nos sitúa lejos del desenfado violento de su marido, tampoco concuerda con alguien que tuviera grandes dudas sobre la oportunidad de la Inquisición. Y es que en esa oportunidad creían casi todos, incluido el propio papa. d) En cuanto a la extensión de la Inquisición a Aragón, que trataremos después y que se desarrolló principalmente en 1481, hay que decir que Fernando aparece como protagonista casi único. 3. Contenido y alcance En la bula Exigit sincerae devotionis affectus, el papa, tras encarecer la gravedad del problema converso y en espera de que ese problema se erradique y sea también sometida Granada, 34 Bulario, doc. 26, 116-121. Núm. 50 (2004) 369 14 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO concede que los reyes elijan a «tres obispos o superiores a ellos u otros probos varones presbíteros seculares o religiosos de órdenes mendicantes o no mendicantes, de 40 años cumplidos, de buena conciencia y laudable vida, maestros o bachilleres en Teología o doctores en Derecho Canónico o tras riguroso examen licenciados, temerosos de Dios, que vosotros creyereis en cada ocasión oportuno elegir en cada ciudad o diócesis de los dichos reinos, o al menos dos de ellos, detenten respecto de los reos de dichos crímenes, sus encubridores y fautores la misma completa jurisdicción, autoridad y dominio de que gozan por derecho y costumbre los Ordinarios del lugar y los Inquisidores de la maldad herética». Es decir, que los reyes puedan elegir cuantas veces quieran, en cada ciudad o diócesis, tres presbíteros mayores de 40 años, bachilleres al menos en Teología o licenciados en Derecho Canónico, los cuales tengan la misma jurisdicción que los obispos o inquisidores. Procede así hacer notar que esas personas no son calificadas propiamente de inquisidores, sino que de ellos se dice que habrán de disfrutar de la jurisdicción que tienen los obispos y los inquisidores. En este sentido, la bula de 1 de noviembre de 1478 es algo menos explícita que la tercera bula de 20 de noviembre de 1451 («una vel pluribus persona, seu personis ad id idoneis, quae inquisitionis officium instituat et prosequatur»). En todo caso, y pese a esa elipsis, cuando los reyes hagan uso de las facultades concedidas y nombren a los primeros encargados de la tarea, recordarán los poderes recibidos «para que los tales por nosotros elegidos e deputados fuesen Inquisidores» y actúen «como tales inquisidores de la herética pravidad»35. Y ellos mismos, en su primer pronunciamiento de 2-I-1481, confesarán haber acudido a Sevilla «a exercer e ussar el oficio de la Inquisición de la dicha herética pravidad»36. Por lo demás, el contenido de la bula fundacional es claro y sencillo. No concede así facultades extraordinarias de ningún tipo, como las de encausar a los obispos, tal y como por ejemplo hizo en su día la bula de 20 de noviembre de 1451. 35 Nombramiento de los primeros inquisidores, en Medina del Campo 27 de septiembre de 1480. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 18, 81-82. 36 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 85. 370 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 15 Problema distinto es el de su alcance territorial o ámbito de aplicación, es decir, el de precisar cuáles eran los territorios donde esa Inquisición se introducía y donde, en consecuencia, quedaban facultados los reyes para nombrar inquisidores. Respecto a esto hay que decir que los estudiosos de la Inquisición, sin plantearse mayores problemas, han sido unánimes en afirmar que esa bula introdujo la Inquisición en Castilla. Ya Llorente, al referir el tema en su Historia crítica, tituló el epígrafe correspondiente como «Proyecto de establecer la Inquisición en Castilla»37. García Rodrigo habló también del «establecimiento del Santo Oficio en Castilla»38. Lea trata de «la introducción de la Inquisición en Castilla» o de «extender la Inquisición a Castilla»39, etc., etc. Es doctrina común, pues, que la bula de 1 de noviembre introdujo la Inquisición en Castilla. La cosa, sin embargo, pareciendo en última instancia clara, es también bastante compleja y merece alguna reflexión crítica en base a tres documentos: la propia bula; el primer nombramiento de inquisidores de 1480, y el breve de Sixto IV de 29 de enero de 1482, en el que intenta rectificar los excesos derivados de lo concedido hasta entonces. a) Bula fundacional. Formalmente la bula de 1478 va dirigida a Fernando e Isabel como reyes de Castilla y León. Ahora bien, el papa hace referencia al comienzo de la bula a la petición de los reyes por la aparición de falsos conversos «en diversas ciudades, tierras y lugares de los reinos de las Españas de vuestra jurisdicción»40, lo que habría llevado a que el papa se dignase «arrancar de raiz en los mencionados reinos tan perniciosa secta». Pero es que la claúsula de otorgamiento faculta para nombrar inquisidores «en cada ciudad o diócesis de los dichos reinos», que son evidentemente esos reinos de las Españas. En consecuencia, en la bula fundacional, salvo que va dirigida al «charissimo in Christo filio nostro Ferdinando regi et charissimae in Christo filiae nostrae Elisabet reginae Castellae et 37 38 Epígrafe II del cap. V, tomo I. Historia verdadera de la Inquisición, título del cap. XX en el tomo II, p. 65. 39 40 Historia, I, 184-185. Las cursivas de éste y los siguientes textos entrecomillados son mías. Núm. 50 (2004) 371 16 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO Legionis illustribus», todas sus previsiones y la concesión misma se refieren con absoluta generalidad a los reinos de las Españas. b) Nombramiento de los inquisidores. El nombramiento de los primeros inquisidores no lo hacen Fernando e Isabel como reyes de Castilla y León, sino como «rey y reina de Castilla, León, de Aragón, de Sicilia, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdova, de Córzega, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algeciras, de Gibraltar, conde e condesa de Barcelona, señores de Vizcaya e de Molina, duques de Atenas e de Neopatria, condes de Ruisellón y de Cerdeña, marqueses de Oristán e de Gosiano»41. Tras esa completa intitulación se refieren al problema converso haciendo saber la preocupación del papa por el hecho de «que en muchas e diversas partes, ciudades, villas e lugares de estos nuestros reynos y señoríos, avía e ay algunos malos christianos...». Parece así claro que estos reynos y señoríos son esos referidos líneas atrás, sin que exista ninguna restricción que dé a entender que se refiera solo a Castilla. En la lista de títulos figura el reino de Sicilia42, del que Fernando era ya rey cuando se dio la bula43, 41 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 18, 80. En la década de los setenta se agravó el problema judío en Sicilia. Concretamente, en agosto de 1474, tuvo lugar en Modica un asalto a la aljama seguido de terrible matanza (ROMANO CANOSA, Storia dell’Inquisizione spagnola in Italia, Sapere 2000, 1992, 18 y ss.). 43 El 19 de junio de 1468, a raíz de la muerte de su esposa, la reina Juana, Juan II hizo a su hijo Fernando rey de Sicilia. «Para consolarse el Rey de tan grande pérdida —escribe Ricardo del Arco— pasó a Zaragoza, en cuyas Cortes estaba el Príncipe disponiendo nuevos socorros para Cataluña, y le hizo compañero suyo en el reino de Sicilia y le dio título de Rey de ella» (Fernando el Católico. Artífice de la España Imperial, Zaragoza, 1939, 29). En las Capitulaciones matrimoniales de Cervera, fechadas el 7 de enero de 1469, Fernando el Católico aparece de esta forma: «Nos don Fernando, por la gracia de Dios rey de Sicilia, con el serenísimo Rey (Juan II), padre nuestro muy honrado en el dicho reino de Sicilia, conregientes e conregnantes, e en todos sus Reinos e tierras primogénito, gobernador general, príncipe de Girona, duc de Monblanc, conde de Ribagorza, señor de la ciudad de Balaguer...» (ALFONSO GARCÍA-GALLO, Manual de Historia del Derecho español. II Antología de Fuentes del Antiguo Derecho, décima reimpr., Madrid, 1984, núm. 881). 42 372 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 17 antes de la muerte de su padre, y aparece por vez primera Aragón, reino del que Fernando no era rey entonces, cuando la bula, pero ahora sí pues su padre Juan II había fallecido el 19 de enero de 1479. En esta carta de nombramiento, los monarcas señalan que el papa les concedió facultad para elegir inquisidores «en qualesquier partes de los dichos nuestros reynos e señoríos», y que ellos —los monarcas— «como reyes e soberanos señores de estos nuestros reynos e señoríos...aceptamos la dicha comisión e facultad a Nos otorgada». Finalmente nombran a San Martín y Morillo como inquisidores «en todos estos nuestros regnos e señoríos e en qualesquier ciudades, villas e lugares, en qualesquier partes de ellos». En resumen, pues, el problema converso se presenta como general; los reyes han recibido una bula con poderes para nombrar inquisidores donde haga falta, y ellos designan a Morillo y San Martín, no para actuar en Andalucía ni en Castilla expresamente, sino con carácter general donde estimen conveniente. Es más, en la proclama ulterior de los inquisidores a las autoridades andaluzas44, ellos recordarán que han sido nombrados jueces inquisidores (así, en general, y no de ningún reino en concreto) «por los Sereníssimos rey e reyna de Castilla e de Aragón». Ahora bien, ¿cuáles son esos reinos de las Españas donde la bula fundacional denuncia la existencia de falsos conversos, y cuáles en consecuencia los dichos reinos donde esa bula faculta a los reyes para nombrar inquisidores? Por de pronto hay que decir que desde luego no es jurídicamente claro el tal concepto de reinos de las Españas donde la bula autoriza el establecimiento de la Inquisición, y podría incluso pensarse que Sicilia —reino del que Fernando era rey— figurara entre ellos. Pero con independencia de una posible identificación de esos reinos de las Españas con el territorio peninsular, y más exactamente en este caso con los reinos de la corona de Castilla —ya que de Aragón, Fernando todavía no era rey45— sí quiero poner de relieve que la autorización de la bula de 1-XI-1478 para introducir la Inquisición únicamente en Castilla, según se ha entendido siem44 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 84-87. Núm. 50 (2004) 373 18 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO pre, no es en modo alguno algo sencillo y obvio, sino algo más que problemático dada la confusa redacción del texto. Y mucho más que problemático cuando se considera que en la carta de nombramiento de los inquisidores en 1480, Fernando e Isabel aparecen al frente de todos sus reinos, condados, marquesados y señoríos, incluyendo desde luego Aragón y los territorios de Italia, y que los tales inquisidores son nombrados precisamente en todos estos nuestros regnos e señoríos. Mucho más claro, en cambio, aunque sea en sentido retrospectivo, será el tercer documento, el breve de 1482. c) Breve de 29-I-1482. Tras la citada proclama de 2-I-1481, los inquisidores debieron comenzar a actuar con tal desconsideración y dureza que las protestas llegaron enseguida a Roma. De esta forma, tras la pésima experiencia del primer año de vida del tribunal, el papa se cree obligado a rectificar y denuncia los abusos habidos. Envía así a los Reyes Católicos un breve el 29 de enero de 148246, cuyo texto resulta de máximo interés por ofrecer la visión retrospectiva del propio papa. En él, Sixto IV indica al principio lo que razonablemente se le había pedido y con lo que razonablemente él estaba de acuerdo, y señala luego lo que de hecho —por habérselo presentado después de manera confusa; por error o inadvertencia— él llegó a firmar. De esto último, intenta desdecirse. ¿Qué se había pedido, pues, al papa al principio? «Nunca hemos dudado —indica Sixto IV— de que encendidos por el celo de la fe católica nos presentasteis con recto y sincero corazón vuestras anteriores peticiones sobre el nombramiento de Inquisidores de la maldad herética en los reinos de Castilla y León47, para que con su esfuerzo y diligencia fueran inducidos a seguir el camino de la verdad aquellos que, afirmando confesar la fe de Cristo, no temían guardar los mandamientos de la ley y superstición judía». Es claro, pues, a tenor de este texto de máxima credibilidad, que los Reyes Católicos solicitaron inquisidores 45 He discutido estos asuntos con mi experto colega, el profesor Gonzalo Martínez Díez, y, con independencia de matices y ajustes, ambos convenimos en la complejidad del problema. 46 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 20, 88-91. 47 La cursiva es mía. 374 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 19 para Castilla y León, y que con ello estaba razonablemente de acuerdo el papa: «Entonces Nos, con la misma intención y celo de la fe, mandamos redactar ciertas letras sobre dicho nombramiento con la colaboración de aquel que en vuestro nombre solicitaba la expedición de tales cartas». De aquí se deduce que los Reyes Católicos pidieron la introducción de la Inquisición en Castilla y León, es decir, en la corona de Castilla, formada desde 1229 con Fernando el Santo por la unión de Castilla y León, y en la que se integrarán luego las Canarias y los reinos musulmanes de Andalucía y Murcia. Y eso explica que la bula fundacional vaya dirigida a Fernando e Isabel como reyes de Castilla y León, aunque luego el texto, según hemos visto, deje esa referencia tan clara y maneje la más confusa, desde el punto de vista jurídico, de los reinos de las Españas. Por otra parte, el papa se queja en el breve de que «expuesto a Nos el tenor de las mismas (cartas) no plenamente y con detalle, como convenía, sino de una manera genérica y confusa, las tales cartas fueron expedidas en contra de los decretos de los Santos Padres y de nuestros predecesores y de la observancia común»48. Es decir, Sixto IV estaba de acuerdo en que se nombraran inquisidores en Castilla y León, que era el objeto de la petición inicial, pero no lo estaba en los excesos que quedaron sancionados en ese texto final que él conoció «de manera genérica y confusa». Y esos excesos fueron con seguridad los derivados de la asunción por los reyes de la facultad de designar a los inquisidores49, es decir, de lo que propiamente constituía la peculiaridad de la nueva Inquisición. Además, los in48 Con palabras parecidas, el papa insistirá en lo mismo en otra bula, la de 11 de febrero de 1482, por la que nombra ocho inquisidores en Castilla (MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 21, p. 93). 49 Posteriormente, otra bula de Sixto IV, de 11 de febrero de 1482 (Bulario, doc. 21, 93) se referirá así a este exceso, abuso o confusión: «Deseando Nosotros ciertamente, poco ha, dar una respuesta a las quejas y múltiples lamentaciones que se habían presentado contra ciertos Inquisidores de la pravedad herética nombrados en la ciudad de Sevilla por Fernando, hijo muy querido en Cristo, y por Isabel, hija muy querida en Cristo, ilustres rey y reina de Castilla y de León, con el pretexto de ciertas letras nuestras, cuyo tenor nos había sido expuesto confusamente...». Núm. 50 (2004) 375 20 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO quisidores nombrados, San Martín y Morillo, se habían dado a todo tipo de abusos, por lo que, con respecto a esos inquisidores, el papa, si bien renuncia a destituirles para no desautorizar a los reyes, amenaza con hacerlo y nombrar otros «si en el futuro... se comportaren menos justamente de lo que es decente, guiándose por otros motivos distintos, que no sean el celo de la fe y de la salvación de las almas». C) EL NOMBRAMIENTO DE LOS INQUISIDORES Y LA FECHA DE LA BULA La bula fundacional había previsto que los reyes eligieran tres, «o al menos dos», inquisidores. En conformidad con ello, el 27 de septiembre de 1480, los monarcas dictaron en Medina del Campo una carta eligiendo a dos personas: fray Juan de San Martín, «bachiller presentado en Santa Theología, prior del monasterio de San Pablo de la ciudad de Burgos», y fray Miguel de Morillo, «maestro en Santa Theología, vicario de la Orden de los Predicadores»50. Dos personas, en fin, de no especial relevancia, si se tiene en cuenta la totalidad de la escala eclesiástica —incluidos obispos— dónde los reyes podían elegir, que inaugurarán la nómina de inquisidores de la llamada Inquisición española. Como advertimos antes, el Padre Fita publicó el nombramiento de los inquisidores al publicar la proclama que lo contenía51. Ahora bien, a la vista del nombramiento, la cuestión sin duda más llamativa es la distonía entre la fecha de la bula —1 de noviembre de 1478— y la de ese nombramiento —27 de septiembre de 148052—, lo que quiere decir que los Reyes Católicos 50 El 27 de julio de 1479, Fernando el Católico había propuesto al Maestre general de la Orden de Predicadores que destituyera como provincial a Francisco Vidal, nombrando en su lugar a Miguel de Morillo (DE LA TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, I, doc. 40). 51 Ver epígrafe A. En la Novísima Recopilación hay una nota (a la ley 1 del título VII, del libro II) que contiene fragmentos del nombramiento. 52 Según he podido comprobar en la Sección de Códices del Archivo Histórico Nacional, la fecha de la carta es 27. No obstante, en la Historia 376 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 21 tardaron casi dos años en hacer uso de la autorización de la bula y en nombrar a los primeros inquisidores. Semejante desajuste ha llamado siempre la atención de los historiadores de la Inquisición, ofreciéndose sobre ello hipótesis y explicaciones diversas que tienen el denominador casi común de atribuir a los monarcas, antes de ejecutar la bula recién concedida, un paréntesis voluntario de tregua y benignidad, intensificando la labor de catequesis, o suponer que la aplicación de la bula se retrasó por la acción y presiones de los conversos. Así Llorente, por ejemplo, dio por seguro que «como la reina no tenía inclinación a la novedad. hizo suspender la ejecución de la bula, hasta ver si el mal que se había referido podía remediarse con remedios más suaves»53. Para Lea, en cambio, la tardanza en actuar «demuestra que los conversos...no renunciaban a la lucha...También es posible que Fernando no se sintiese inclinado a una severidad cuyos perjuicios económicos preveía»54. En nuestro tiempo, Azcona lo atribuye al deseo de «ensayar las últimas tentativas de atracción pastoral de los judaizantes»55, mientras Netanyahu, con un planteamiento más amplio, cree que «las causas de la postergación fueron, con toda probabilidad, no las súplicas y argumentos de los conversos, sino las condiciones sociales y políticas del país en ese período»56, recordando al efecto que cuando la bula llegó a los reyes, Castilla mantenía una guerra con Portugal, y que además Fernando —»el verdadero arquitecto de la Inquisición»— estaba ocupado en los asuntos de Aragón tras la muerte de su padre. Muy recientemente, el académico Suárez Fernández ha ofrecido una explicación, en cierto modo conexa con la que en el siglo XIX dio García Rodrigo57. Suárez escribe lo siguiente: crítica de Llorente se habla del 17 (tomo I, 128), lo que tal vez confundió a otros muchos autores: Prescott (The History of the Reign of Ferdinand and Isabella; I, 281); Lea (Historia, I, 186); Gams (Die Kirchengeschichte von Spanien, 19), etc. En el Bulario de Martínez Diez, si bien al término de la carta figura como fecha 27, en el encabezamiento, es de suponer que por una errata, aparece 17 (pp. 83 y 80). 53 Historia crítica, I, 127. 54 Historia, I, 186. 55 Isabel la Católica, 260. 56 Los orígenes, 835. 57 «El celoso cardenal Mendoza, Arzobispo de Sevilla, propagaba un Núm. 50 (2004) 377 22 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO «De acuerdo con el programa del lullismo, se dejó dormir la bula durante casi dos años, tiempo que debía dedicarse a una intensa catequesis sobre los conversos, encomendada a fray Hernando de Talavera, el cardenal Mendoza y el obispo de Cádiz, que era administrador apostólico de Sevilla. Todo iba a concentrarse en esta ciudad, buscando probablemente un ejemplo que moviese a todos los conversos a confesar sus errores y sus culpas recibiendo la oportuna penitencia; para ella los tres encargados redactaron un catecismo que permitiese aclarar lo que debìa creerse. En el verano de 1480 el obispo y el asistente de Sevilla, Diego de Merlo, comunicaron a los reyes que la operación podía darse por fracasada: eran muy escasas las abjuraciones, seguramente porque las previstas penitencias inspiraban temor. En consecuencia recomendaban pasar a la acción»58. Sobre estas interpretaciones habría que decir que resultan plausibles intentos de explicar lo difícilmente explicable, pues en verdad los cronistas no dicen nada de las causas del retraso, y tampoco puede constatarse documentalmente, en testimonios fidedignos, que los reyes decidieran abrir un paréntesis en la aplicación de la bula, a fin de hacer un último intento con la enseñanza del catecismo, o que esa demora fuera fruto de la presión de los conversos. Respecto a la primera hipótesis, no demasiado congruente por cierto con el carácter resolutivo de los monarcas, cabría señalar además que si los reyes se hubieran autoimpuesto esa tregua, muy probablemente lo habrían catecismo que había compuesto para dicho fin, y una Junta constituida por el Obispo de Cádiz don Diego Alonso de Solís, Fr. Alonso de Ojeda y D. Diego de Merlo, asistente de Sevilla, trabajaban para la conversión de los apóstatas y evitar nuevas deserciones del catolicismo. Empero tan escaso resultado produjeron sus gestiones, que cierto judío se atrevió a publicar un libro contra la Religión cristiana y criticando las providencias suaves de la Reina. Divulgóse este escrito con tanta profusión, y tan graves eran sus errores, que Fr. Hernando de Talavera creyó necesario salir a la defensa de nuestra santa fe, publicando una —católica impugnación del herético libelo que en el año pasado de 1480 fue divulgado en la ciudad de Sevilla—. No pudo la Reina ser más tolerante, pero viendo defraudados sus buenos deseos, decidió cumplir la bula y en Medina del Campo, a 17 de setiembre de 1480, firmó la Real cédula ordenando el establecimiento del Santo Oficio» (Historia verdadera de la Inquisición, 71). 58 Isabel I, Reina, 300-301. 378 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 23 recordado, cargándose de razón, al nombrar a los inquisidores en la carta de 27 de septiembre de 1480, cuando relatan en la parte expositiva del documento el desarrollo del problema converso y la concesión de la bula. Y en cuanto a la segunda hipótesis, relativa a que la acción de los conversos lograra paralizar durante dos años la puesta en marcha de la bula, hay que decir que mucho más lógico hubiera sido, si es que los conversos efectivamente intervinieron, que hubieran intentado no un mero retraso en la aplicación de la bula, sino que ella no llegara a su destino o conseguir otra posterior que la derogara, tal y como al parecer habían hecho en las dos ocasiones anteriores en que los papas Nicolás V y Pío II dieron sendas bulas introductoras de la Inquisición. Es por ello que esas explicaciones no parecen del todo convincentes. En cualquier caso, si hay que explicarse el tan raro paréntesis de veintitrés meses, entre el 1 de noviembre de 1478 y el 27 de septiembre de 1480, y ante el silencio de los documentos, habrá que acudir, a modo de hipótesis, a algunas de esas razones59. Ahora bien, ¿existió necesariamente y en verdad ese paréntesis?; ¿no cabe alguna otra conjetura o explicación? Ciertamente, al nombramiento de los inquisidores de 27 de septiembre de 1480 sigue su entrada en acción casi inmediata —como veremos después60— y la proclama de 2 de enero de 1481, lo que a todas luces tiene lugar en una secuencia de tiempo razonable. Lo no razonable, en cambio, es que siendo los nombramientos de fines de 1480, la bula sea de 1478. No es así de descartar, a modo también de hipótesis, la posibilidad de que la bula fuera despachada y saliera de Roma en fecha más tardía, o bien que se diera en 1480 y fuera antedatada, pues evidentemente si la bula se hubiera dado de hecho en 1480, la secuencia completa de los documentos resultaría congruente y armónica, sin presentar ningún problema. Respecto a esto, conviene advertir que la expedición irregular de los documentos pontificios y la antedatación de las bulas 59 Las aducidas por Netanyahu, de la situación política y de la ocupación de Fernando con la recién heredada Corona de Aragón, parecen muy razonables. 60 Epígrafe D) La proclama de los inquisidores. Núm. 50 (2004) 379 24 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO no fue un fenómeno insólito y extravagante, sino que efectivamente tuvo lugar en otros momentos del reinado de los Reyes Católicos, y en concreto en el caso de las famosísimas bulas alejandrinas, dadas por Alejandro VI para delimitar la expansión ultramarina de España y Portugal. Sabemos así que en 1493, a propósito de estas cuestiones, el papa casi inmediatamente sucesor de Sixto IV, Alejandro VI61, dio nada menos que cuatro bulas, de las cuales dos (la Inter cetera y la Eximie devotionis) aparecen fechadas el mismo día 3 de mayo, y otra (la Inter cetera II) al día siguiente. Y sabemos también, porque lo demostró el profesor de la Universidad de Lieja, Vander Linden, que las dos Inter cetera y la Eximie devotionis fueron en realidad despachadas en los meses de abril, junio y julio del mismo año 149362. En las relaciones de la Cancillería apostólica y otros organismos de la Curia romana con la Corte de los Reyes Católicos, bien fuera por la propia organización de las oficinas romanas63 o por las tensiones y presiones de España, se dio pues el fenómeno de que las bulas no siempre fueron despachadas en la fecha de su datación o en un plazo razonablemente próximo. Dicho esto, ¿cabe aducir algún argumento en favor de la posibilidad de considerar que la bula que vemos fechada en 1478, pudiera haber sido expedida en realidad más tarde, en concreto en 1480? El primero y principal es el testimonio de un acreditado cronista, Andrés Bernáldez, cura de Los Palacios, quien relatando estos hechos que conoció de cerca, afirma que 61 Entre Sixto IV (1471-1484) y Alejandro VI (1492-1503), ocupó el solio pontificio Inocencio VIII (1484-1492). 62 «Alexander VI. and the demarcation of the maritime and colonial domains of Spain and Portugal, 1493-1494», en The American Historical Review, 22 (1916), 1-20. Sobre esta cuestión y sus peripecias, los dos trabajos fundamentales son el de MANUEL GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Nuevas consideraciones sobre la historia, sentido y valor de las Bulas alejandrinas de 1493 referentes a las Indias, Sevilla, 1944, y el de ALFONSO GARCÍA-GALLO, «Las bulas de Alejandro VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África e Indias», en Anuario de Historia del Derecho español, 27-28 (1957-1958), 461-830. 63 Sobre ello, H. E. FEINE, Kirchliche Rechtsgeschichte, I, Die katholische Kirche, 2 ed., Weimar, 1954. Y N. DEL RE, La Curia Romana. Lineamenti storico-giuridici, Roma, 1952. 380 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 25 los Reyes Católicos «ovieron Bulla del Papa Sixto IV para proceder con justicia contra la dicha heregía por vía del fuego. Concediose la Bulla y ordenose la Inquisición el año de 1480...Habida la Bulla ...comenzaron su Inquisición en comienzo del año de mil quatrocientos ochenta y uno»64. Como vemos, de las afirmaciones que contiene este texto entrecomillado, la última coincide exactamente con la fecha de la proclama (2-I-1481), y la penúltima —la ordenación de la Inquisición— coincide con que, efectivamente, en 1480 fue ordenada la Inquisición por los Reyes Católicos (nombramiento de los inquisidores), por lo que es de suponer idéntico rigor en la afirmación primera respecto a la concesión de la bula en 1480. Pero la afirmación de Bernáldez no es única. Un personaje tan culto y bien informado como Lucio Marineo Sículo, que llegó a España en 1484 con el Almirante de Castilla, don Fadrique Enríquez, y que en España pasó el resto de su vida componiendo diversas obras, situó el arranque de las denuncias que llevaron a pedir la Inquisición, en 1480: «En el año del nascimiento de nuestro señor Jesuchristo de mill y quatrocientos y ochenta, muchos sacerdotes y otros varones zelosos y amigos de la religión christiana y fee cathólica, y especialmente un religioso prior de la santa cruz y Don Diego de Merlo, Asistente de la ciudad de Sevilla, y Pero Martínez Caamaño, secretario del rey don Fernando, avisaron a los príncipes cathólicos cómo avía quasi por toda España muchos hombres de los judíos que se avían tornado christianos y después arrepentidos, diziendo mal del nombre christiano y de su sancta doctrina, biviendo en sus ritos judaycos en sus casas escondidamente de los christianos...»65. 64 Historia, 600 (fin del cap. XLIII). La frase Concediose la Bulla y ordenose la Inquisición en eño de 1480, podría ciertamente ser entendida también en dos fases: la de que se concedió la bula, cuando fuera, y la de que se ordenó la Inquisición en 1480, con lo que el texto no podría ser aducido como prueba de que Bernáldez afirma que la bula se diera en 1480. Semejante interpretación, sin embargo, parece un tanto forzada. 65 Sumario de la clarísima vida y heroycos hechos de los Cathólicos Reyes don Fernando y doña Isabel, de inmortal memoria. Sacado de la obra grande Núm. 50 (2004) 381 26 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO A su vez, los autorizados Annales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, tras referir en el capítulo correspondiente a 1478 el problema converso y el remedio de la Inquisición, comenta en el de 1480 que «avían venido las Bulas para poner la Inquisición en estos Reynos», refiriendo a continuación el nombramiento de los inquisidores66. De esta suerte, pues, algunos testimonios de la época, y singularmente Bernáldez, sitúan la concesión o recepción de la bula en 1480. Como no disponemos de la bula original ni de otros datos o registros concluyentes, resulta imposible superar de momento el estadio de la pura conjetura. Es posible así que el paréntesis de los dos años se deba a un acto de benignidad de los reyes (o de la reina); a las presiones de los conversos; a la ocupación de Fernando con el reino de Aragón recién heredado; a las circunstancias políticas, o a una mezcla de todas esas circunstancias. Y es posible también que el paréntesis no exista porque la bula —por razones que desconocemos— fuera antedatada o despachada más tarde. Ahora bien, en favor de no descartar esta última posibilidad —que la bula fuera despachada en el mismo 1480 con fecha de 1478, o bien sencillamente que la bula fechada en 1478 tardara tiempo en llegar a España—, cabe señalar que si la bula fue despachada en 1480, como Bernáldez dice, entonces es perfectamente posible que en septiembre de 1478, cuando los reyes partieron de Sevilla, se constituyera la comisión que antes citamos y de la que habla el propio Bernáldez67 para proponer remedios sobre el problema converso. Y es posible que esa comisión propusiera introducir la Inquisición y que diese tiempo para pedirla a Roma y que fuera concedida. Es decir, lo que en 1478 parece imposible al ser la bula de ese año, en 1480 resulta claramente posible. Hay que hacer referencia, además, a dos textos de 1480. En primer lugar, el memorial que los procuradores de Castilla dieron a los reyes en Toledo el 6 de febrero68, proponiendo remedio de las cosas memorables de España, compuesta por el muy docto varón Lucio Marineo Sículo, Coronista de Su Magestad, s.a., XXXIII. 66 Véanse pp. 386 y 388. 67 Ver epígrafe B, 1. 68 Pub. en DIEGO CLEMENCÍN, Elogio de la Reina Católica Doña Isabel, Madrid, 1820, 595-597. 382 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 27 para los diversos problemas del gobierno del reino, y que trata de que moros y judíos vivan apartados, traigan «capuces e señales» y «no tengan oficios sobre los cristianos», sin mencionar para nada a la Inquisición. En segundo lugar, el ordenamiento de las Cortes de Toledo del mismo año69, que guarda parejo silencio. No deja de ser sorprendente, en fin, que no se diga nada de la Inquisición cuando o bien hacía dos años de la concesión de la bula y se estaba en el período de tregua, o bien se estaba gestionando entonces mismo. D) La proclama de los inquisidores Los inquisidores habían sido nombrados el 27 de septiembre de 1480, publicando ellos el 2 de enero de 1481 una proclama dirigida «a vos el magnífico y excelente señor don Rodrigo Ponze de León, marqués de Cádiz, conde de Arcos de la Frontera, señor de la villa de Marchena», así como «a todos los otros duques, marqueses condes, cavalleros e ricos homes, maestres de las Ordenes, priores, comendadores e subcomendadores, alcaydes de los castillos y casas fuertes e llanas, e a los regidores, asistentes, alcaldes e otras justicias qualesquier, assí de la muy noble ciudad de Sevilla e de Córdova e Xerez de la Frontera e de Toledo, como de todas las otras cibdades, villas e lugares de los dichos regnos e señoríos de Castilla, e a cada uno e qualesquier de vos a cuya noticia esta nuestra carta viniere»70. Es 69 Núm. 76: «Porque de la continua conversación e vivienda mezclada de los judíos e moros con los cristianos, resultan grandes dannos e inconvenientes, e los dichos procuradores sobre esto nos han suplicado mandassemos proveer, ordenamos e mandamos que todos los judíos e moros de todas e qualesquier cibdades e villas e lugares destos nuestros reynos, quier sean de lo realengo e sennoríos e behetrias e órdenes e abadengos, tengan sus juderías e morerías distintas e apartadas sobre sí, e no moren a vueltas con los christianos, ni ayan barrios con ellos, lo qual mandamos que se faga e cumpla dentro de dos annos primeros siguientes, contados desde el día que fuesen publicadas e pregonadas estas nuestras leyes en la nuestra corte» (Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, pub. por la Real Academia de la Historia, tomo IV, Madrid, 1882, 149). 70 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 19, 84-87. Núm. 50 (2004) 383 28 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO decir, la proclama va dirigida directamente al Marqués de Cádiz, y de modo genérico al resto de las autoridades castellanas, con especial referencia a los de las ciudades de Sevilla, Córdoba, Jerez y Toledo. Por lo pronto hay que señalar que, a diferencia de lo que cabe pensar, la proclama no se hace pública a modo de aviso y presentación cuando los inquisidores comienzan a actuar, sino que resulta motivada, habiendo entrado el tribunal en funcionamiento, por un problema muy concreto, el de la huida de conversos a otros lugares, con la esperanza de acogerse a la jurisdicción señorial o simplemente dejar de ser controlados por el nuevo tribunal en sus habituales lugares de residencia. Así, según confiesan los inquisidores, ellos habían llegado a Sevilla para «exercer e ussar el oficio de la inquisición de la dicha herética pravidad, e la havemos comensado a fazer». Ahora bien, «ussando e exerciendo el dicho nuestro oficio...somos informados (que) de un mes a esta parte, poco más o menos, se an absentado e partido de ellos e se an ido a las villas e logares de vos, el dicho marqués de Cádiz, e de los otros cavalleros e señores suso nombrados, a fin e con propósito que seryan por vos e por ellos amparados e defendidos». Es decir, la proclama se hace, funcionando ya el tribunal, ante la desbandada de los conversos que huyen. Y si esa desbandada ha tenido lugar «de un mes a esta parte, poco más o menos», ello quiere decir que se inició a primeros de diciembre de 1480, lo que presupone la presencia del tribunal en noviembre y que ese tribunal, como dijimos, se hubiera constituido y trasladado a Sevilla muy poco después de su nombramiento de 27 de septiembre de aquel año. De hecho sabemos que el 9 de octubre se mandó a las autoridades de los pueblos del camino a Sevilla que dieran alojamiento y asistieran a los inquisidores recien nombrados, y que más tarde, ya en Sevilla, hubo otra orden para que esos inquisidores fueran ayudados en su ministerio71. La proclama es suscrita por los dos inquisidores, Miguel de Morillo y Juan de San Martín, pero ellos confiesan haber ido a Sevilla acompañados por un asesor, el doctor Juan Ruiz de 71 384 LLORENTE, Historia crítica, 128-129. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 29 Medina, del Consejo Real, el cual había sido abad de la iglesia de Medina de Rioseco, embajador en Roma, y sucesivamente obispo de Astorga, Badajoz, Cartagena y Segovia72. Por lo demás, lo verdaderamente llamativo de la proclama es el tono altisonante y amenazador de aquellos dos frailes, los cuales, en nombre de Jesucristo, la Virgen y toda la Corte celestial, conminan al Marqués de Cádiz y a las autoridades castellanas a colaborar con el tribunal, dándoles quince días para que hagan pesquisa y prendan a todos los que se hayan trasladado a sus dominios en el último mes, prohibiéndoles acojan a otros en lo sucesivo. El tono del documento, in crescendo, aboca a un último párrafo tremendista: «E demás e allende de todo lo susodicho, vos aperzevimos, que lo contrario desto faciendo, procederemos contra vos e contra cada uno de los otros sobredichos por todas las vías e formas, que podiéremos e deviéremos de derecho, como contra factor e receptador e defensor e amparador e incubridor de herejes, executando e mandando executar en vos todas las penas civiles e criminales que por derecho falláremos, e reserbamos la absolución de la sentencia de excomunión e de las otras censuras en que cayeren las sobredichas presonas, e queremos que non puedan ser absueltas si non por nos o por nuestro superior». Como ha escrito Lea, «los dos simples frailes hablaron con descarada audacia a los grandes, acostumbrados a tratar a sus soberanos casi como iguales, una audacia que les debió parecer increible, pero a la que España, con el tiempo, sería acostumbrada por el Santo Oficio»73. La prepotencia y amenazas, en fin. no quedaron sólo en palabras o en un texto escrito, pues un mes después —el 6 de febrero de 1481— se celebró en Sevilla el primer auto de fe, en el que fueron quemadas seis personas. Por lo demás, el incremento de la actividad inquisitorial puso pronto de manifiesto la necesidad de nuevos efectivos. De acuerdo con esto, un año después, el 11 de febrero de 1482, nombró el papa Sixto IV como inquisidores a otros ocho dominicos: Pe72 LLORENTE, Historia crítica, I, 128. GARCÍA RODRIGO, Historia verdadera, I, 71. 73 Historia, I, 187. Núm. 50 (2004) 385 30 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO dro de Ocaña, Pedro Martín, Alfonso de San Cebrián, Juan de Santo Domingo, Juan del Santo Espíritu, Rodrigo de Segarra, Tomás de Torquemada y Bernardo de Santa María74. Uno de ellos, Torquemada, descollará pronto sobre los demás y en 1483 será nombrado Inquisidor General en Castilla75. En cualquier caso, como su imagen aparecerá muy ligada a los monarcas, conviene tener presente que, antes de nada, Torquemada fue un hombre de confianza del papa. E) EXTENSIÓN DE LA INQUISICIÓN A ARAGÓN Nada más darse la bula fundacional —en concreto, tres meses después de la fecha que lleva— Fernando el Católico se encuentra convertido en rey de Aragón, con lo que se plantea el problema de extender allí el control inquisitorial logrado en Castilla. En semejante operación, Fernando utilizará según veremos dos vías paralelas, referida la una a la nueva Inquisición o española, y la otra a la antigua o romana. Seguiremos así ambas vías, y en especial la segunda pues la primera pronto se tornará inviable, a través de las dos colecciones documentales ya citadas: los Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, publicados por don Antonio de la Torre, y el Bulario de la Inquisición. Y al igual que hemos concluido el examen de la Inquisición en Castilla con el nombramiento de 74 Bula de 11-II-1482. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 21, 92-95. No conocemos la bula por la que Sixto IV nombró a Torquemada Inquisidor General en Castilla, pero sí ha llegado a nosotros la bula confirmatoria de Inocencio VIII de 3 de febrero de 1486 (MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, 168-171), la cual recuerda que Sixto IV «te Generalem heretice pravitatis inquisitorem in omnibus regnis, terris et dominiis predictis per diuersas litteras suas instituit et deputauit». Como en octubre del mismo año 1483, Torquemada fue nombrado Inquisidor General de Aragón, es de suponer que el nombramiento en Castilla sería antes (LEA, Historia, I, 198; B. LLORCA, Bulario, 109, nota 1). El nombramiento de Torquemada como Inquisidor General no llevó consigo la presidencia del Consejo de Inquisición, pues ese Consejo no existía entonces y tardará cinco años en aparecer (J. A. ESCUDERO, «Los orígenes del Consejo de la Suprema Inquisición», en Anuario de Historia del Derecho español, LIII (1983), 237-288). 75 386 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 31 Torquemada como Inquisidor General, la operación aragonesa la consideraremos concluida y consolidada con el nombramiento del mismo Torquemada, el 17 de octubre de 1483, como Inquisidor General de Aragón. El 23 de mayo de 1481, cuando ya habían transcurrido más de dos años de su acceso al trono aragonés y cuando los inquisidores castellanos estaban en plena tarea en Sevilla, el rey da instrucciones al embajador de España en Roma, Gonzalo de Beteta, para introducir en Aragón esa nueva Inquisición: «E assi mesmo, porque cumple al seruicio de Dios que, por el zelo que tengo al seruicio suyo y a la religion y fe christiana, en los reynos mios d’Aragon, Valencia y Principado de Cathalunya, los heretges, si algunos se fallaran, sean punidos y castigados, y el officio de la Inquisicion sea fecho, segun a seruicio de Dios, bien y augmentacion de la religion christiana conuiene, la qual no se puede bien fazer si por nuestro muy Sancto Padre no nos es atorgada bulla e prouision, con la qual me de facultat que, en los mis reynos y tierras, pueda poner inquisidores de la fe aquellas personas religiosas y de buena vida, fama y scientia, que a mi paresciere mas ser seruicio de Dios y bien de la fe catholica, e por ende, de mi parte, supplicareys al dicho nuestro muy Sancto Padre otorgue la dicha bulla e facultat para poder azer lo sobredicho»76. Como puede verse, se trata de repetir la operación hecha en Castilla, pues Fernando pide una bula que le faculte para nombrar libremente inquisidores. La operación, según la carta, debe hacerse en secreto sin que llegue a oidos de los cardenales ni del general de la Orden de Predicadores. El embajador es además informado de que recibirá instrucciones del dominico catalán fray Pedro de Andrés. Ese mismo día, 23 de mayo, por otra carta fechada como la anterior en Calatayud, Fernando pide al maestre general de los 76 DE LA TORRE, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, I, 153 (las cursivas son mías). Sin duda por errata, esta carta aparece citada por MESEGUER («El periodo fundacional», en Historia de la Inquisición, BAC, 330), como del día 25 de ese mes de mayo. La exposición de este autor reconstruye fidedignamente la política pro inquisitorial de Fernando en Aragón. Núm. 50 (2004) 387 32 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO dominicos, Salvo Casetta, que nombre provincial de Aragón a Juan Orts y vicario general interino a Juan Cristobal de Gualbes77, frailes ambos que habrán de ser promocionados por el rey en sus planes inquisitoriales. Con uno y otro texto se ha puesto en marcha la doble vía, principal y secundaria, de lograr directamente del papa la Inquisición nueva o lograrla indirectamente, en base a los dominicos, a través de la antigua. En lo que concierne a aquella primera vía, la única respuesta en los meses inmediatos debió ser el silencio, lo que no es de extrañar habida cuenta de que entonces mismo se estaban produciendo las protestas por la actuación de los inquisidores en Andalucía. La segunda vía, en cambio, tendrá más eco, y así el 18 de septiembre de 1481, Salvo Casetta, haciéndose eco de los deseos del rey Fernando por nombrar a su beneplácito inquisidores en Aragón (cupiens quod in prouincia Aragonie instituantur et deputentur inquisitores heretice prauitatis, secundum votum et beneplacitum serenissimi domini mei, regis Ferdinandi), concede a fray Gaspar Jutglar, del convento de Lérida, facultad delegada para nombrar y destituir inquisidores conforme a la voluntad del monarca (ut, ad iussum et voluntatem serenissimi regis, absoluatis et destituatis ac faciatis et instituatis inquisitores in dicta prouincia Aragonie)78. De acuerdo con esta concesión, Fernando el Católico da a Jutglar el 29 de octubre el cargo de inquisidor general en la provincia de Aragón, y le propone nombre allí inquisidores a fray Juan Orts y a fray Juan Cristobal de Gualbes, y a fray Guillermo Casselles en Mallorca (comittimus vobis, dicto Gaspari Iuglar, officium inquisitoris generalis in prouincia Aragonie...Ceterum quia in preinserta comissione, per dictum magistrum generalem vos expresse mandatum fuit, quod in dicta prouincia Aragonie faciatis et instituatis inquisitores, ad predictas inquisiciones faciendas, eas personas que per nos vobis ad eam rem fuerint presentate seu nominate...nominamus religio77 DE LA TORRE, Documentos, I, 150-151. Por una tercera carta fechada en Calatayud el mismo día, Fernando ruega al cardenal de Valencia que influya para que Orts sea nombrado vicario general en Aragón, en lugar de Vidal, y recomienda a Juan Cristobal de Gualbes (151-152) 78 Esta disposición de 18 de septiembre está contenida en la concesión siguiente de 29 de octubre (DE LA TORRE, Documentos, I, 175 y 182-183). 388 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 33 sos et dilectos nostros, fratrem Ioannem Orts et fratrem Joannem Christoforum de Gualbez, sacre theologie professores, ad inquirendum in dicta prouincia Aragonie, et fratrem Guillermum Casselles ad inquirendum in regno et insula Maioricarum)79. Dos meses después, el 28 de diciembre, en esta política de hechos consumados, son los propios Reyes Católicos quienes nombran inquisidores de Aragón a Orts y a Gualbes80. Este nombramiento de 28 de diciembre, hecho en una carta latina, merece especial atención por distintos motivos. En primer lugar porque afirma que Orts y Gualbes fueron elegidos inquisidores en Aragón por Jutglar (fuerunt electi et instituti inquisitores heretice prauitatis in tota prouincia Aragonie, per religiosum virum fratrem Gasparem Iutglar), cuando, como hemos visto, quien los eligió en realidad fue el propio rey. En segundo lugar por el nombramiento que efectúan los monarcas (predictos fratrem Joannem Orts et fratrem Joannem Christoforum de Gualbez nominare et designare pro dictis inquisicionibus faciendis, prout eos inquisitores heretice prauitatis harum serie nominamus et designamus). Y en tercer lugar, y sobre todo, porque los monarcas justifican su capacidad de nombrar inquisidores en Aragón echando mano de la bula fundacional de 1-XI-1478, que les había concedido esos poderes en Castilla. Sobre ello, Azcona comenta que «esta extensión era irregular, pero los Reyes, aconsejados por sus letrados, cometieron dicha usurpación»81, a lo que hay que decir que la irregularidad fue una irregularidad de fondo, pero no formal, pues como señalé en su momento la bula de 1 de noviembre no hacía referencia a que la concesión fuera en Castilla sino «en las ciudades, tierras y lugares de los reinos de las Españas de vuestra jurisdicción», lo que en ese momento se podía entender, forzando algo las cosas, como aplicable a Aragón. Además el maestre general de los dominicos, Salvio Casetta, era súbdito de Fernando el Católico como perteneciente a un reino —Sicilia— que ya pertene79 Esta concesión de Fernando de 29 de octubre, que contiene a la anterior de Casetta de 18 de septiembre, en DE LA TORRE, Documentos, I, 182-184. 80 DE LA TORRE, Documentos, 204-206. 81 Isabel la Católica, 268. Núm. 50 (2004) 389 34 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO cía al monarca cuando la bula se promulgó. En suma, que Fernando e Isabel no tuvieron necesidad de retocar o alterar el texto de la bula para que, tal cual fue dada, aparezca sin contradicciones externas como justificación de esos nombramientos de inquisidores en Aragón. Así las cosas, al iniciarse el año 1482 seguía pendiente la petición de Fernando al papa de poder nombrar él a los inquisidores, pero el propio monarca, actuando sobre los dominicos y la Inquisición antigua, se había tomado la justicia por su mano y había procedido a los nombramientos. Es entonces cuando interviene el papa, mediante breve de 29 de enero, y, tras recordar las irregularidades en la concesión de la bula fundacional, se niega a extender esas facultades a Aragón: «Pero en cuanto a vuestra petición de nombrar inquisidores en otros reinos y dominios vuestros, no estamos de acuerdo, porque en ellos ya teneis Inquisidores designados, según costumbre de la Iglesia Romana, por los prelados de la Orden de Frailes Predicadores, sin que sea posible designar otros sin ofensa e injusticia hacia dichos prelados y violación de los privilegios de la mencionada Orden»82. Tras la negativa, otra bula de 18 de abril83 —calificada por Lea como la más extraordinaria en la historia de la Inquisición84— estatuye un sistema de garantías para los procesados y lamenta que los inquisidores actúen en Aragón más por afán de lucro que por el celo de la fe y la salvación de las almas. Por entonces Fernando el Católico se dirige a Casetta85, poniendo en su conocimiento las intrigas de fray Francisco Vidal, quien había logrado que se revocara la comisión dada a Jutglar para nombrar y destituir inquisidores en Aragón, cuando que ya habían sido nombrados Gualbes y Orts. Le indica además que ha desterrado a Vidal y, de forma tajante y clara, le hace saber que no va a permitir otros inquisidores que los que gocen de su 82 83 84 85 390 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 20, 91. Ibidem, doc. 22, 96-105. Historia, I, 267. Carta de 26-IV-1482 (DE LA TORRE, Documentos, I, 212-213). ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 35 beneplácito (Unum hoc sciatis velim, quod dictus frater Franciscus Vitalis, propter hanc eius temeritatem et vestro sciam intuitu, ab omnibus regnis et terris nostris alienigena effectus, exilio perpetuo propelletur...et presertim, super dictis inquisicionibus, numquam enim permittemus aliquem in nostris regnis et terris institui inquisitores nisi secundum beneplacitum et voluntatem nostram). Efectivamente, al saber el papa que Fernando había obtenido por vía indirecta lo que él directamente le había negado (nombrar a los inquisidores en Aragón, como se hacía en Castilla), revocó entonces la comisión dada a Jutglar y destituyó a los inquisidores Gualbes y Orts. Es por ello que el rey vuelve a escribir a Casetta, el 11 de mayo86, rogándole se confirme la comisión dada a Jutglar y comunicándole que también ha escrito al papa, a quien en verdad se dirige dos días después, el 13, mediante la durísima carta fechada en Córdoba a que en su momento hicimos referencia87. En ella, en lo que aquí concierne, Fernando le dice a Sixto IV que ha tenido noticias de la destitución de Gualbes y de Orts, por haber dado el papa oidos a las perversas peticiones de los conversos, rogándole —o más bien, imponiéndole— que vuelva a restituirles en sus puestos y que otorgue poder a Jutglar para nombrar y destituir inquisidores, prolongándose ese poder a otro fraile «para que siempre tengamos en dicha provincia Inquisidores que nos sean gratos, porque estamos decididos a no permitir jamás que otros, contra nuestra voluntad, ejerzan ese oficio». Más claro, agua. La historia entonces de las relaciones Sixto IV-Fernando el Católico respecto a la Inquisición en Aragón, es la historia de un doble forcejeo: el institucional, respecto a la extensión o no de los privilegios concedidos en Castilla, y el personal, en torno a aquellos tres personajes —Jutglar, Gualbes y Orts— repudiados por el papa pero defendidos con empeño y tenacidad por el monarca. Según parece, al desafío arrogante de Fernando en su carta de 13 de mayo, debieron seguir unos meses de silencio, hasta que el papa contestó indirectamente con un breve de 10 de octubre, dirigido a los inquisidores de la Corona de Ara86 87 DE LA TORRE, Documentos, I, 215-216. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 23, 106-109. Núm. 50 (2004) 391 36 JOSÉ ANTONIO ESCUDERO gón88. En ese texto el Sumo Pontífice da marcha atrás y suspende la bula de 18 de abril. Se entra así en 1483, bajo un signo favorable al rey. Aunque carecemos de datos precisos, cabe suponer que los inquisidores fueron inmediatamente rehabilitados, pues solo así se explica que en mayo de 1483 Sixto IV pretenda de nuevo destituir a Gualbes, que es quien ahora monopoliza en exclusiva la animadversión del papa. Consciente ya de su posición de debilidad, el pontífice habla en unos documentos de ese mes de cesar él a Gualbes, pero en otros se lo pide a los reyes. Hay en efecto dos bulas del 25 de mayo. Una, dirigida a Iñigo Manrique de Lara, arzobispo de Sevilla, nombrado juez único de apelaciones en Castilla y León89, en la que el papa le pide intervenga ante los reyes para que Gualbes sea destituido90. Otra, dirigida a los reyes91, en que la destitución la asume él mismo92. En realidad, el papa, con independencia de lo que delegara en el nombramiento y destitución de inquisidores, retenía lógicamente él mismo facultades para nombrar o destituir a cualquiera, pero el problema aquí ya no era tanto el de las facultades teóricas sino el práctico de hacer efectivo el cese y no molestar al monarca. Por lo demás, doblegado el papa, Fernando podía permitirse un gesto concesivo, y, según parece, acogió bien la destitución de Gualbes. Sixto IV se lo agradeció mediante carta de 3 de octubre93, aunque siguió empeñado en 88 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 25, 114-115. MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 27, 122-123. 90 «Exhortamos a vuestra fraternidad a que insteis con toda dedicación y diligencia ante los dichos Reyes para que se haga esto, a saber, que De Gualbes sea inmediatamente removido, y que otro Inquisidor, bueno y probo, sea propuesto por ellos». 91 MARTÍNEZ DÍEZ, Bulario, doc. 28, 124-127. 92 «Por lo demás, los defectos de Cristobal de Gualbes, que había sido designado inquisidor en el reino de Valencia, nos impulsaron a pensar que había que removerlo de dicho oficio de la Inquisición, como lo removemos por el tenor de las presentes. Merecía grave castigo, pues ha procedido de manera tan imprudente e impía; pero Nos, satisfechos con la sola destitución, todo lo demás lo dejamos en vuestras manos por especial amor hacia vuestra Excelsitud». 93 Bulario, doc. 33, 154-155: «Carísimo, etc. Nos resultó muy grato y hemos alabado con admiración vuestro sentir católico por el hecho de que 89 392 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LOS REYES CATÓLICOS Y EL ESTABLECIMIENTO DE LA INQUISICIÓN 37 castigar a Gualbes, a quien llegó a prohibir el ejercicio de la predicación94. La historia de esta pugna entre el papa y el rey por las personas de los inquisidores, se cierra el 17 de octubre de ese año 1483 con el nombramiento de Torquemada como Inquisidor General en los reinos de Aragón, Valencia y Principado de Cataluña95. La propuesta parte de Fernando e Isabel, si bien es de recordar, como antes señalamos, que Torquemada fue uno de los ocho inquisidores que el papa había nombrado por propia iniciativa para Castilla. En el breve de 17 de octubre el papa reconoce que Torquemada se halla «implicado en muchos negocios», lo que sin duda hace referencia a su posición ya entonces de Inquisidor General en Castilla. En virtud de estas ocupaciones, el papa le autoriza a que nombre maestros en teología como delegados y sustitutos suyos. Llama, en fin, la atención en ese importante documento, la inquina papal mantenida contra Gualbes, que es exceptuado nominalmente de la posibilidad de ser uno de esos delegados o sustitutos, y a quien Sixto IV obsequia con el calificativo de «hijo de la iniquidad» (iniquitatis filius)96. tu Benignidad ordenó cumplir con la mayor rapidez, como los representantes de tu Excelsitud nos informaron, el Breve por el cual habiamos destituido al sembrador de cizaña Cristobal de Gualbes, profesor de la Orden de Predicadores, del oficio de la Inquisición de la pravedad herética, que ejercía inicuamente en tu reino de Valencia...». 94 Carta del papa a Gualbes el 4-X-1483. Bulario, doc. 34, 156-157. 95 Bulario, doc. 35, 158-159. También en DE LA TORRE, Documentos, I, 346 y 387-389 (el nombramiento figura en un formulario del propio Torquemada para el nombramiento de inquisidores en Aragón, Valencia y Cataluña). 96 No conocemos bien las actuaciones de Gualbes que le llevaron a merecer semejante persecución por parte del papa y semejantes dicterios. Lea (Historia, I, 270-271) recuerda que se vio envuelto en una disputa en Valencia con el arcediano Mercader, beneficiario de un breve papal, pero este motivo parece francamente desproporcionado. Núm. 50 (2004) 393 68 VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES SOBRE LA NAVEGACIÓN CON CANARIAS EN LA EDAD MODERMA POR FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA Canarias y el Atlántico una vez más, en este homenaje a don Antonio Rumeu de Armas. Nuestro artículo pretende ser una contribución a la historia de las comunicaciones marítimas con las islas y del comercio con las mismas durante el Antiguo Régimen, fijando nuestra atención principalmente en el período central de los tiempos modernos, y en el complejo conjunto de operaciones y de medios asociados al transporte del vino hacia los mercados de la Europa del norte. Viene a ser continuación, en alguna medida, del publicado en esta revista en el número próximo pasado1, por lo que se refiere a una parte de las fuentes utilizadas. Si el anterior se centró en el estudio de la organización y mecanismo de realización de las visitas de navíos, con los correspondientes cambios que a lo largo del tiempo se dieron y los conflictos jurisdiccionales que en torno a ellas se desencadenaron, en éste entraré en el contenido mismo de las actas levantadas por los comisarios inquisitoriales en cada visita. No constituye una novedad —bien sabido es— la utilización de las actas de visitas para el estudio del comercio y la navegación, 1 F. FAJARDO SPÍNOLA, «La vigilancia del mar: la Inquisición canaria y las visitas de navíos», A.E.A., 49 (2003), pp. 87-124. Núm. 50 (2004) 395 2 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA pues, aparte de los autores que han hecho uso de las mismas junto con otro tipo de fuentes2, hay varios trabajos específicos que cubren toda la extensión temporal del período en que hubo visitas3. Las aportaciones que estos historiadores hicieron vienen a ser para nosotros un punto de partida necesario. Hemos realizado una lectura del conjunto de las actas de visitas de navío conservadas, cuyo contenido en extracto ofrecemos aquí a los investigadores, a través de una dirección informática4. Aunque, innegablemente, los expedientes de las visitas proporcionan una información valiosa en sí misma, ésta necesitará generalmente ser cruzada y complementada con la aportada por otras fuentes, particularmente en estudios sobre el comercio. Como se ha señalado, las actas de visitas no permiten elaborar series sobre el tráfico marítimo, por las notables pérdidas documentales, ni dan información de tipo cuantitativo acerca de la carga de los navíos. Pero son una fuente de datos, e incluso de noticias, de enorme utilidad para trazarse un cuadro del comercio y de la navegación si se consideran tendencias y proporciones, más que números absolutos. Las visitas de fe conservadas cubren el espacio de tiempo que va desde 1570 hasta 1789. Naturalmente, es un período dema2 Nosotros mismos hicimos uso de ellas, junto con LUIS ALBERTO ANAYA HERNÁNDEZ, en «Relaciones de los archipiélagos de Azores y Madera con Canarias, según fuentes inquisitoriales (siglos XVI y XVII)», I Colóquio Internacional de História da Madeira (Funchal, 1986), Funchal, 1990, t. I, pp. 846-877. 3 E. TORRES SANTANA, «Visitas de navíos extranjeros en Canarias durante el siglo XVII», V Coloquio de Historia Canario Americana (C.H.C.A.), 1980, Las Palmas, 1982, t. IV, pp. 427-454; J. G ONZÁLEZ DE C HÁVEZ MENÉNDEZ, «Las visitas de navíos en el tribunal de la Inquisición de Canarias. Siglo XVIII», VII C.H.C.A. (1984), Las Palmas, 1986, t. II, pp. 713-732; A. BRITO GONZÁLEZ, «Visitas de navío en el Tribunal de la Inquisición de Canarias en el siglo XVI», Vegueta, n.º 3 (1997-1998), pp. 89-100. 4 Consultar http://f.fajardo.biz/navíos. Se resumen 1425 visitas, de cada una de las cuales se hace constar la signatura del documento, la fecha de la visita, el puerto en que se realizó, el nombre del barco y de su capitán, el tonelaje, el armamento, el número de tripulantes, la procedencia, la duración del viaje, la carga, el nombre de los consignatarios, si traía libros o imágenes y, finalmente, si venían pasajeros, añadiéndose en ocasiones observaciones acerca de intérpretes, cónsules, incidencias del viaje, etc. 396 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 3 siado dilatado como para que en un artículo de extensión necesariamente limitada se aborden los distintos temas y aspectos a los que hacen referencia. Nuestro propósito es el de presentar un panorama completo de las actas con que contamos, y a partir de ellas hacer algunas reflexiones sobre el valor de las mismas como fuentes, formular nuevas preguntas y extraer algunas conclusiones, en una visión de conjunto. Nuestro interés va a estar, hay que advertirlo, más en la navegación y las comunicaciones que en el comercio, que ha sido más tratado. El hecho de que nuestros datos sean más completos no invalida muchas de las aseveraciones de investigaciones precedentes basadas en estas fuentes, puesto que, al fin y al cabo, nuestra ventaja sólo consiste, a ciertos efectos, en disponer de una muestra más amplia. Otras cuestiones que podrían abordarse a partir de las visitas quedarán de momento fuera de nuestra atención. Nuestra aproximación al tráfico marítimo, y en particular al de los barcos que llevaban el vino, se completa con el estudio de documentación inglesa que nos permite contemplar el fenómeno desde otro lugar y otras perspectivas, enriqueciendo nuestro conocimiento sobre asuntos poco estudiados5. Somos conscientes de que ambos conjuntos documentales —visitas y fuentes inglesas, que son también documentos oficiales— sólo son parcialmente complementarios, porque no coinciden totalmente ni en cuanto al tiempo ni en cuanto al espacio. Las fuentes españolas se refieren a un período temporal más dilatado, y al conjunto del Archipiélago; las inglesas consultadas por nosotros abarcan desde las últimas décadas del siglo XVI a las primeras del XVIII, y tratan básicamente del comercio de Tenerife con Inglaterra. Pero también es cierto que más de la mitad de las visitas conservadas pertenecen al Seiscientos, y que a juzgar por ellas Tenerife recibió en este siglo dos de cada tres barcos arribados a las islas, la mayoría de los cuales eran ingleses. La documentación británica confirma una vez más la importancia del comercio que en torno al vino se realiza en esa centuria, pero 5 Estos documentos fueron consultados por el autor en una estancia suya en la London School of Economics and Political Science en el curso 1999-2000, disfrutando de una ayuda del Ministerio de Educación y Ciencias. Núm. 50 (2004) 397 4 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA además nos descubre aspectos inéditos o apenas desarrollados, como los que se refieren a las dificultades de la navegación, por la guerra y por otras azarosas circunstancias. No nos hemos resistido a aportar testimonios singulares de unas y de otras, en un relato quizás en exceso impresionista y rico en anécdotas, pero que hemos juzgado pertinentes, para sacar a la luz hechos desconocidos en nuestra historiografía y sobre todo para componer un cuadro general de las circunstancias y condiciones en que se realizó el transporte de los caldos canarios y los problemas que el mismo generó. I. VISITAS DE NAVÍOS: DISTRIBUCIÓN POR PUERTOS Y QUINQUENIOS AÑOS 1566-1570 1571-1575 1576-1580 1581-1585 1586-1590 1591-1595 1596-1600 1601-1605 1606-1610 1611-1615 1616-1620 1621-1625 1626-1630 1631-1635 1636-1640 1641-1645 1646-1650 1651-1655 1656-1660 1661-1665 1666-1670 1671-1675 1676-1680 1681-1685 1686-1690 1691-1695 398 Las Palmas Puerto S.C. de S.C. de La Arrecife Garachico Orotava Tenerife Palma S.S. La No consta TOTAL Gomera 1 1 2 4 4 9 7 19 36 14 10 3 1 1 6 2 1 1 4 3 5 3 2 5 1 1 1 11 17 16 1 1 2 6 2 2 4 9 32 5 8 17 1 22 8 28 14 14 9 116 78 2 23 132 2 1 1 1 1 1 5 1 3 7 4 12 3 1 4 9 3 1 6 9 10 6 29 28 52 37 15 3 6 6 3 5 9 40 22 0 5 21 146 107 36 38 146 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 5 VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES AÑOS Las Palmas 1696-1700 1701-1705 1706-1710 1711-1715 1716-1720 1721-1725 1726-1730 1731-1735 1736-1740 1741-1745 1746-1750 1751-1755 1756-1760 1761-1765 1766-1770 1771-1775 1776-1780 1781-1785 1786-1790 1791-1795 1796-1800 17 7 16 24 25 37 21 7 19 1 4 22 6 23 18 12 9 9 7 15 14 TOTAL Puerto S.C. de S.C. de La Arrecife Garachico Orotava Tenerife Palma 39 17 25 32 72 78 13 9 16 1 1 19 1 1 1 1 S.S. La No consta TOTAL Gomera 56 24 41 56 97 117 35 16 35 1 23 23 6 25 18 12 9 9 7 15 14 556 719 16 30 74 26 1 2 1425 (39%) (50,4%) (1,1%) (2,1%) (5,2%) (1,8%) (0,07%) (0,14%) FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. Es necesario que tengamos claro que estas cifras no nos informan del número de viajes realizados, sino sólo de los registrados que han llegado hasta nosotros; no nos hablan del tráfico que hubo, sino de las fuentes. Pero conviene presentar este cuadro y partir de él, por cuanto toda conclusión a la que se llegue estará mediatizada por el grado de conservación de las actas de las visitas. Podríamos preguntarnos si éstas se hacían, si los documentos en que se registraban eran enviados al Tribunal, y si era así por qué no se conservan. En nuestro mencionado artículo del numero anterior de esta revista analizamos estas cuestiones6; y emitimos nuestra opinión de que las visitas se realizaban, aunque posiblemente con negligencia en las islas 6 Ver nota 1. Núm. 50 (2004) 399 6 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA de señorío, que se enviaban al Tribunal al menos hasta mediados del siglo XVIII, y que muchas se han perdido. Las actas de las visitas —decíamos— no debieron de ser un documento apreciado por el Santo Oficio, una vez pasado el momento de hacerlas. De la Tabla I se desprende la importancia relativa del comercio recibido por el Puerto de La Orotava y por Las Palmas. Claro está que cabe cuestionarse lo que el cuadro muestra, pero pensamos que, si las pérdidas documentales fueron azarosas, es probable que en una serie tan larga resultaran compensadas. Por otra parte, otro tipo de fuentes no desmienten, sino al contrario, la pujanza de esos dos puertos. Pero las lagunas que se advierten en el cuadro, así como la irregularidad de las cifras, impiden dar éstas por buenas, incluso si no tuviéramos constancia del extravío de documentos. Santa Cruz de La Palma, Garachico o Santa Cruz de Tenerife muestran unos guarismos que chocan con cuanto otra documentación nos dice. Los documentos ingleses aportan cifras acerca del número de navíos que iban a Canarias por vino siempre superiores a las que se desprenden de las visitas de navíos, al menos cuando se refieren a la navegación en flotas. Se trataba de los que venían a las islas en los meses posteriores a la vendimia, y no incluían, por tanto, a los que navegaban en el resto del año. Fuera de esas indicaciones numéricas, hay muchas menciones singulares de barcos, con referencia a su nombre, capitán, carga, puertos de salida, fechas, etc. Pero las citas inglesas son ocasionales, nunca tan sistemáticas como las actas de visitas del Santo Oficio a pesar de ser éstas incompletas. Cabría añadirlas a las provenientes de las visitas de fe, pero no nos ha parecido procedente reunirlas y contarlas, puesto que al fin y a la postre siempre estaríamos ante una relación incompleta. Las series correspondientes a Las Palmas resultan, desde luego, más regulares que las de otros puertos, lo que permite pensar que esté superrepresentado, al no estar afectado por la posible omisión de la obligación de enviar las actas, toda vez que éstas se redactaban in situ. Ello es evidente en la segunda mitad del siglo XVIII, en que presumiblemente no se enviaron al Tribunal la mayoría de las actas levantadas en las demás islas. 400 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 7 VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES Por eso es necesario separar, en cualquier comparación entre puertos, la segunda mitad de ese siglo, sin confundir sus datos con los del resto del mismo, o con los de períodos precedentes. II. DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL DE LAS ARRIBADAS, POR ISLAS Y PERÍODOS. 1570-1750 1570-1635 1636-1700 1701-1750 Tenerife Gran Canaria La Palma Lanzarote La Gomera 24,2 67,3 63,6 50,2 24,8 36 23,2 4,4 0 0,9 3,5 0,4 0,4 0 0 FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. El examen del tráfico en distintos tramos temporales permite apreciar más finamente el reparto entre islas, al menos aparente, y su evolución. Hemos realizado una periodización que responde a acontecimientos de índole política, que tuvieron indudablemente una repercusión en las actividades comerciales. La fecha de 1635 significó un cambio en las relaciones con Francia; la de 1701, con Inglaterra. La supremacía de Gran Canaria en el primero de los períodos creemos que obedece sobre todo a la falta de documentos para Tenerife. Lo mismo quizás haya que decir acerca de la debilidad de La Palma en la segunda mitad del siglo XVII. III. PROCEDENCIA DE LOS BARCOS LLEGADOS A TENERIFE Y A GRAN CANARIA. EN % 1570-1635 Inglaterra Escocia Irlanda Francia Alemania Holanda Escandinavia Portugal Núm. 50 (2004) 1635-1700 1701-1750 Tener. G. Can. Tener. G. Can. Tener. 23,5 7,8 0 29,4 21,5 5,9 3,9 3,9 31,3 0 2 55 2 5,9 2 1 65 1,7 11 0,9 2,8 2,8 0,2 6,8 30,5 0 1,9 7,6 3,9 5 0 5 37,4 1 8,9 1,4 2,8 3,5 20 6 1751-1798 G. Can. G. Can. 7,3 2,5 18 6,8 1,2 3,7 5,6 1,2 7,3 0 2,9 9,5 3,6 0 0 9,5 TOTAL Tener. G. Can. 52 1,7 9,5 3 4 3,3 7,9 6,3 20,9 0,7 6,8 16,6 2,5 4 2 4,3 401 8 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA 1570-1635 Italia España África América inglesa América española 1635-1700 1701-1750 Tener. G. Can. Tener. G. Can. Tener. 0 1,9 0 0 0 0 1 0 0 0 0,2 4,5 0,6 3,7 0 5,7 34,4 4,5 0 0 0 6,7 0,3 9,6 0,3 1751-1798 G. Can. G. Can. 1,2 30,4 8,7 4,3 0 8 53,6 0 3,6 1,5 TOTAL Tener. G. Can. 0,1 5,1 1 5,7 0,1 4 32 3 2 0,3 FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. La escasez de datos para otras islas nos ha aconsejado reducir el análisis de la procedencia de los barcos a los llegados a las dos principales. Así como las pérdidas de documentos pueden hacer dudar de la importancia relativa de unos u otros puertos de destino, puesto que es verosímil que se hayan perdido más los de unas islas que los de otras, resulta preciso pensar que otra cosa sucede con lo que se refiere a los puertos de origen. No parece, en efecto, que pueda admitirse que, dentro de los navíos llegados a un determinado puerto, la desaparición de las actas afecte particularmente a los de determinados puntos de partida. Siendo eso así, podemos prestar cierto crédito, aunque no absoluto como veremos, a los datos contenidos en la Tabla III. De modo general llama la atención el carácter diferente de los contactos mercantiles de una isla y de la otra, lo que es cuestión bien establecida dentro de la historiografía canaria y que ha sido señalada por quienes han estudiado las visitas de navíos7. Considerando el conjunto del período representado, en Tenerife destaca cómo procedían de Inglaterra la mayoría de los navíos, seguidos por los irlandeses; más lejos, pero de modo también significativo, los que venían de Portugal y los de la América inglesa. Si consideramos que algunos de los provenientes de los puertos portugueses, continentales o insulares, lo mismo que de algunos de los españoles, fuesen Bilbao o alguno de los andaluces, tenían su origen en Gran Bretaña, los de esta procedencia ven incrementada su cuota porcentual. A ello debemos añadir que los que figuran como escandinavos seguramente eran ingleses también, como luego comentaremos. 7 402 Ver nota 3, y en particular E. TORRES SANTANA, op. cit. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 9 En Gran Canaria, por el contrario, se coloca a la cabeza el tráfico con España, y aún habría que tener en cuenta que los barcos españoles no eran sistemáticamente visitados antes de mediados del siglo XVIII8. Si en segundo lugar figuran los navíos ingleses, hay que advertir que algunos de éstos, sobre todo en el siglo XVII, fueron visitados en Las Palmas pero tenían por destino Tenerife. Los franceses ocupan un destacado lugar en el tráfico con Gran Canaria, muy superior en todas las épocas al que mantenían con Tenerife. Es de destacar que el comercio con Francia aparece como dominante hasta 1635; incluso en el caso de Tenerife, lo que podría ser más dudoso. Después, y en razón de las guerras con la Corona española, se hunde. Los pocos barcos franceses que aparecen en las visitas de navíos del siglo XVII vinieron en los contados años de paz que hubo ente las dos Coronas. Cierto es que, según descubrió el Tribunal, a veces venían barcos franceses con pasaportes en los que figuraban ser holandeses9. Alemania y Holanda también ven su tráfico disminuido con el tiempo, lo que pensamos que refleja un proceso real de pérdida de peso tanto por parte de la Hansa como de las Provincias Unidas. Si el comercio de Tenerife, en suma, era más atlántico, y dentro de él americano, el de Gran Canaria era más mediterráneo y africano. Las fingidas identidades, los pabellones y los pasaportes falsos aparecieron cada vez que la guerra y las prohibiciones impedían la continuación del comercio legal. Los holandeses se hicieron pasar por flamencos o por alemanes en las últimas décadas del siglo XVI y primera del XVII, hasta la Tregua, una vez más entre 1621 y 1648, y de nuevo durante la Guerra de Sucesión española. Los ingleses se disfrazaban de escoceses, bretones o alemanes antes de 1604, otra vez en 1625-1630, y de suecos o daneses en el siglo XVIII. Durante la Guerra de Sucesión española, lo mismo que en 1719, al renovarse las hostilidades entre España y el Reino Unido, las actas de las visitas de navíos reflejan la llegada de un gran número de barcos suecos, y en medi8 Ver nota 1. ARCHIVO DEL MUSEO CANARIO (A.M.C.), Inquisición (Inq.), CIII-1. Año de 1656. 9 Núm. 50 (2004) 403 10 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA da menor daneses. Si nos fiáramos de los expedientes de las visitas, diríamos que el 20 % de los navíos llegados a Tenerife en la primera mitad del siglo XVIII fueron escandinavos, como recoge la Tabla III. Pero no había tal, como nos lo revela el tipo de carga, sobre todo en lo que se refiere a los alimentos; el nombre de los cargadores, en ocasiones; el uso de intérpretes ingleses; la llegada en los barcos de pasajeros irlandeses católicos; la firma de sus capitanes, con nombres y grafía anglosajones; y el hecho de que algunos que figuran como suecos o daneses aparecen después de la guerra, con los mismos nombres, como ingleses o irlandeses. En 1703 llegó al Puerto de La Cruz el St. Catherine, de Londres, el que, al acercarse a la costa, enarboló bandera sueca, siendo recibido al comercio sin mayores averiguaciones10. El comercio de un producto tan pacífico como el vino no fue fácil, a través de un océano a menudo bravo y con frecuencia también agitado por la guerra. En octubre de 1649, en las postrimerías de la guerra civil inglesa, el Consejo de Estado expresaba su preocupación por que los barcos que entonces estaban en Canarias pudieran ser tomados por el Príncipe Rupert, dándose instrucciones para intentar evitarlo; y unas semanas más tarde se recibían informes de que el general realista acechaba en el Land’s End, extremo suroccidental de Gran Bretaña, el regreso de los navíos que volvían de España y de Canarias11. Los temores no eran infundados: en marzo de 1651, la flota de Rupert apresó al Ark of London, cuando volvía con su carga de vino12; en ese mismo mes, los propietarios del Matthew and John, de Londres, solicitaban al Consejo de Estado licencia para comprar su propio barco, capturado por dos corsarios de la isla de Jersey probablemente al servicio de Rupert13. Quizás, además del 10 Report of Historical Manuscripts Commission. 17. House of Lords, vol. VI, p. 208. 11 CALENDAR OF STATE PAPERS (C.S.P.). Domestic Series (D.S.), 16491650, pp. 366 y 382, respectivamente. 12 Calendar of Committee for Advance of Money. Domestic. 1642-1656. Part. III. P. 1321. 7 de marzo de 1651. 13 C.S.P., D.S., p. 120. Council of State. 31 de marzo de 1651. 404 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 11 valor de los barcos y del propio vino, desde el punto de vista económico, este último fuera también apreciado para aprovisionar a tripulaciones y tropas: en un largo informe de 1639 sobre la guerra contra Escocia, se dice que un barco de ese reino con 200 pipas de vino canario había naufragado en las Dunas (Downs), lamentándose los convenanters de que iban a tener falta de vino ese año (el inglés comentaba que ya tenían suficiente cerveza escocesa, «que es demasiado buena para ellos, no siendo ellos mejores»)14. Las guerras angloholandesas pusieron también en dificultades el tráfico del malvasía. En febrero de 1653, el Consejo de Estado ordenaba al Comité del Almirantazgo que estudiara el mejor modo de satisfacer la petición de varios mercaderes de Londres de que se prestase protección a los barcos que iban para Canarias15. En marzo de ese año Richard Bunckley, un mercader, solicitaba licencia para traer de Francia 100 pipas de vino canario llevadas allí por un «pirata», y que él había rescatado16, en una operación de comprar lo propio, o pagar por él, que veremos repetida. No había sido el único: cinco navíos de guerra holandeses capturaron a tres mercantes ingleses cargados con vino de Canarias y los llevaron también a Francia17. Pero los ingleses no siempre eran las víctimas, ni mucho menos. En mayo de 1655 el británico Nightingale capturó a un navío de Amsterdam cargado en Dunkerque para Canarias, en una acción que hay que situar en el marco de las enrarecidas relaciones entre España e Inglaterra, antes de que estallara la guerra abierta18. El conflicto, que comenzó oficialmente en octubre de 1655, supuso la interrupción del comercio, la expulsión de los mercaderes británicos de los dominios españoles y la represalia sobre 14 Las traducciones son todas nuestras. C.S.P., D.S., p. 99. 30 de abril de 1639. 15 C.S.P., D.S., 1652-1653. P. 151. Council of State. 7 de febrero de 1653. 16 C.S.P., D.S., 1652-1653, p. 239. Council of State, 20 de marzo de 1653. 17 Idem., p. 436, 23 de junio de 1653. 18 C.S.P., D.S., p. 482. 21 de mayo de 1655. Núm. 50 (2004) 405 12 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA sus bienes. En diciembre de ese año Antonio Fernández Carvajal, judío de origen portugués establecido en Londres, quien había vivido en Canarias, expuso a Cromwell que tenía en el archipiélago la mayor parte de su hacienda, y pidió su aprobación y protección para la operación que pretendía realizar con vistas a recuperarla: había fletado un barco inglés con tripulación holandesa y había ordenado a su factor en Tenerife que embarcara todos sus bienes consignados a mercaderes de Amsterdam, pero que realmente irían para Inglaterra19. Aunque no bien conocidas, por la parquedad de las fuentes, hay noticias y algunos estudios sobre las represalias sufridas por los ingleses en Canarias. La documentación inglesa también nos proporciona nueva información. El maestre y el mercader del Mary, de Londres, expusieron al Lord Protector que, al llegar su barco a Santa Cruz de Tenerife en octubre de 1655, fueron presos y el navío y mercancías embargadas; por lo que pedían compensaciones a costa de bienes o intereses de españoles en Inglaterra20. También pedían cartas de represalia los dueños del John, de Londres, apresado en Tenerife en septiembre de 1655, antes de que se hubiese decretado el embargo21. Pero no parece que, pasados los primeros momentos de la guerra, el comercio inglés con Canarias se interrumpiera por completo. En diciembre de 1657 se dirigió David Young al Almirantazgo, representando que, habiendo sido contratado por varios mercaderes, había ido a Canarias, y que en Santa Cruz de Tenerife se encontró con la flota de Indias; que, al regresar, se desvió para avisar de ello al almirante Blake, «lo que se demostró haber sido muy importante»; pero que los propietarios, descontentos por que no llevase la carga directamente y por las pérdidas que ello había ocasionado, lo expulsaron del barco22. No faltaría del todo, pues, el malvasía canario en Inglaterra. El 19 C.S.P., D.S. 1655-1656, p. 60. 18 de diciembre de 1655. Ver, igualmente, L. A. ANAYA HERNÁNDEZ, «El papel de los judeo-conversos canarios en la fundación de la comunidad judía inglesa y en el comercio canarioamericano», A.E.A., n.º 41 (1995), pp. 439-457. 20 C.S.P., D.S., 1655-1656, p. 310. 18 de marzo de 1656. 21 Idem., p. 350. 5 de junio de 1656. 22 C.S.P., D.S., 1656-1657, p. 243. 406 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 13 mismo Blake recibió en febrero de 1657, antes de su ataque a Santa Cruz, «one pipe of the best Canary wine», que los comisarios de la Navy recibieron orden de embarcar en su navío23. Los holandeses, intermediarios privilegiados por entonces 24, fueron objeto de vigilancia y a veces de violencia por parte de los ingleses. En mayo de 1657 los dueños del Morning Star, holandés, protestaron ante la corte inglesa por el apresamiento de su barco, que fue llevado a Inglaterra cuando desde Santa Cruz de Tenerife navegaba hacia Amsterdam, con bienes que según ellos eran de súbditos de las Provincias Unidas25. El navío inglés The Rainbow, por su parte, interceptó en agosto frente a Cádiz a dos barcos holandeses que salían hacia Canarias, incautándose de unas cartas en español en que se trataba del modo de traer desde las islas la plata allí depositada por la flota de Indias26. En octubre, el Plymouth llevó a Lisboa un barco holandés que navegaba desde Canarias hacia la Península, cargado con cueros y con 200 pasajeros españoles27. En noviembre, el Kent, inglés, apresó al holandés Prince William, que navegaba hacia Tenerife al servicio de los españoles, y lo hizo entrar también en el puerto de Lisboa28, base al parecer de operaciones de los navíos ingleses, aliados de Portugal. En enero de 1658 el Maidstone capturó un navío holandés que partió de Canarias y que resultó «very rich», pues llevaba plata y otras valiosas mercancías29. En junio fue detenido un barco holandés que iba para Guinea, con cartas para Canarias y al parecer empleado en el comercio con América30. En noviembre cayó en manos inglesas el St. Mary, de Amsterdam, que venía de Santo Domingo con 23 Idem., p. 521. 25 de febrero de 1657. Vid. A.-M. BERNAL, «De enemigo a aliado: la presencia holandesa en la carrera de Indias (1598-1648)», A. BÉTHENCOURT MASSIEU (Coord.), Canarias y el Atlántico (1580-1648), Las Palmas, 2001, pp. 841-887. 25 C.S.P., D.S., vol. CLX, p. 386. 16 de mayo de 1657. Council. Day’s Proceedings. 26 C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 58. 8 de agosto de 1657. 27 Idem., p. 440, 16 de octubre de 1657. 28 Idem., p. 471, 28 de noviembre de 1657. 29 Idem., p. 510: Letters and Papers relating to the Navy. 19 de enero de 1658. 30 C.S.P., D.S., 1658-1659, p. 411. 24 Núm. 50 (2004) 407 14 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA cueros, cacao y plata. Al parecer, su tripulación española se había quedado en Canarias, donde descargó parte de la mercancía, y entre ella 12.000 piezas de a ocho, que fueron enviadas a Holanda31. A los barcos apresados y a sus mercancías incautadas se añadían los prisioneros. Diego Romaso, pasajero que en el Jacob, holandés, iba desde Cádiz a Canarias, negociaba en Londres su canje por un inglés de su calidad o por un maestre de navío en Ostende, supongo que de entre los ingleses apresados por los corsarios flamencos32. Hum. Dewell, un mercader londinense, exponía al Almirantazgo que tres jóvenes estudiantes canarios que iban a Inglaterra, Manuel de Araujo, Melchor de Abreu y José de Viera, estaban presos en Plymouth, se les había quitado sus bienes y habían sido torturados —quemando cerillas entre sus dedos—, a pesar de que «sus amigos y parientes habían sido siempre muy afectos a Inglaterra, y aunque los ingleses tienen libre acceso y cortés trato en Canarias»; por todo lo cual pedía se les diese libertad para ir a Londres, comprometiéndose a su custodia33. Todavía en septiembre de 1659, entre 16 prisioneros españoles que estaban en Marston Moor y deseaban ser trasladados a Londres, donde tenían esperanzas de ser intercambiados, estaba un Franco Fernandes Perpega, por quien intercedía Joshua Child diciendo que había sido persona de cierta importancia en Canarias y que fue muy útil a los ingleses de allá34. Lo realmente sorprendente es que, al tiempo que estos actos de guerra tenían lugar, a Canarias seguían llegando navíos ingleses. Sabemos que el The Adventure, de Londres, fue capturado por corsarios de Dunkerque cuando en febrero de 1657 volvía de Canarias con vino35. Y aún hay mucho más, porque no se trataba solamente de barcos aislados. En enero de 1658, el navío de guerra The Reserve llegaba a Inglaterra convoyando a 26 barcos que volvían de diferentes partes, entre ellas de Cana31 Idem., p. 202. C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 251. 33 Idem., p. 247. 34 C.S.P., D.S., 1659-1660, p. 479: Letters and Papers relating to the Navy. 7-sept.-1659. 35 C.S.P., D.S., 1656-1657, p. 251. 30 de marzo de 1657. 32 408 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 15 rias, aunque no sabemos cuántos lo hacían desde nuestras islas36. En abril de ese año se negociaba en Londres con tabaco importado del archipiélago37. En enero de 1659 regresó el Portsmouth, de la marina de guerra, escoltando a diez mercantes desde Canarias, y comunicando que el resto de la flota, compuesta por otros diez barcos, seguía en Tenerife cargando, bajo la protección del Dragon. Informaba de que ningún navío de Indias había llegado a las islas mientras había estado allá, observación que sin duda formaba parte de su misión; y de que antes de su llegada a Canarias «el enemigo» había logrado tomar uno de los barcos e incendiar otro. El Dragon estaba de vuelta en febrero, con los restantes cargueros38. Mas la guerra continuaba: de esas fechas son diversos informes de capitanes de barcos de guerra ingleses que regresaban de sus misiones de acecho a la flota de Indias, varios de ellos en aguas canarias39. El Nightingale, que con el Marmaduke había llegado en noviembre de 1659 a Tenerife, escoltando a la canary fleet, mantuvo frente a las costas de esa isla un combate con el Erasmus Brewer de Ostende. Antes, dos corsarios vizcaínos se habían apoderado de dos de los barcos que cargaban vino. Ante las noticias de que otros navíos pretendían destruir la flota, ésta, formada entonces por 19 mercantes, regresó unida, en lugar de separada en dos grupos. En el camino de vuelta capturaron un barco de San Lúcar que venía de La Habana40. La guerra y el comercio coexistían. Los barcos de escolta siguen acompañando a la flota del vino en años de paz entre las potencias europeas, posiblemente porque la acción de los corsarios berberiscos, e incluso europeos, seguía haciendo peligrosa la navegación. Gracias a sus informes sabemos del tráfico con Canarias en años de los que no se conservan visitas de la Inquisición a los navíos, o muy pocas41. 36 C.S.P., D.S., 1657-1658, p. 255, 3 de enero de 1658. Idem., p. 380. 38 C.S.P., D.S., 1658-1659, pp. 241 y 275. 39 Idem., pp. 317 y 318, marzo de 1659. 40 C.S.P., D.S, 1659-1660, pp. 339 y 353. 41 Por ejemplo, las flotas de 1661 y de 1669, C.S.P., D.S., 1660-1661, p. 467, y 1668-1669, p. 610, respectivamente. 37 Núm. 50 (2004) 409 16 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA Durante la segunda guerra holandesa, que viene a coincidir con los años de vida de la Compañía de Canarias, vemos a ésta dando dinero para los marinos heridos en combate, o deteniendo, en defensa de su monopolio, a barcos neutrales que por accidente habían arribado a Inglaterra con vinos canarios42. La Navy, aparte de apoderarse de barcos holandeses que comerciaban con Canarias43, controlaba y concedía pases a otros que, como los de Ostende, realizaban el mismo tráfico, asegurándose de que su identidad fuese real y con la condición de que no entrasen en puertos enemigos44. Los holandeses hacían lo mismo. La creación en 1665 de la monopolística Company of merchants trading to the Canary Islands, que ha sido tratada por los historiadores canarios atendiendo a la oposición que levantó en las islas y a los efectos que su existencia podría haber tenido, desde el punto de vista de los intereses del Archipiélago45, se nos aparece también desde el otro lado. Varios textos hacen referencia tanto al embargo de vinos llegados a Inglaterra después de la prohibición en 1666 del comercio con las islas, como a la autorización excepcional de la entrada de caldos46. Pero lo más novedoso e interesante nos parece la resistencia que en Irlanda levantó la erección de la Compañía, por cuanto venía a prohibir el comercio de los mercaderes de esta isla con Canarias. En agosto de 1665 los mercaderes de Dublín, en nombre propio y en el de otros mercaderes de Irlanda —no necesariamente irlandeses—, se dirigieron al Lord Deputy de ese reino pidiendo ser oídos y que, entre tanto, se mantuviera en suspenso la conce42 C.S.P., D.S., 1665-1666, pp. 432 y 274, respectivamente. En junio de 1667, un holandés que se hacía pasar por hamburgués; en julio, una «gran presa», ambos cargados de vino. C.S.P., D.S., 1667, pp. 150 y 298, respectivamente. 44 C.S.P., D.S., p. 11, 11 de octubre de 1665. 45 A. Béthencourt Massieu: Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos (1650-1800), Las Palmas, Cabildo Insular de G.C., 1991. 46 Incautación a Samuel Tyrell, mercader, de ocho pipas de vino, 8 de febrero de 1667; orden de 14 de septiembre de ese año para permitir al también mercader Arnold Beake introducir 100 toneles de vino canario, «a pesar de la última proclamación prohibiendo la importación de dichos vinos». C.S.P., D.S., 1666-1667, p. 501, y 1667, p. 462. 43 410 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 17 sión del monopolio. Argumentaban que el comercio con Canarias era el más provechoso que el país tenía, enumerando las producciones de la isla que allá se enviaban (carne de vaca y de carnero, mantequilla, sebo, cuero curtido, duelas, sardinas, salmón, arenques, frisas), ponderando el valor de las rentas aduaneras que generaba y enfatizando cómo su prohibición supondría la ruina de las prometedoras manufacturas irlandesas, animadas a la sazón por la exportación a Canarias y a través de ellas a Indias, el decaimiento del comercio, la depreciación de las haciendas de la nobleza y de la gentry, y el empobrecimiento del pueblo47. El Gobernador y su Consejo apoyaron los argumentos de los mercaderes de Irlanda, haciéndose eco del «clamor levantado» contra la carta de privilegio entre los oficiales de las aduanas, los mercaderes y todo tipo de personas, y aduciendo que una parte de los objetivos de la Compañía no eran aplicables a Irlanda, puesto que la importación de vinos siempre se hacía mediante trueque por mercancías, sin pagarlos nunca con dinero; por todo lo cual no había procedido a la proclamación de la carta en Irlanda48. Pedían que se autorizara al menos la importación de 2.000 pipas anuales desde Canarias por parte de mercaderes del reino, demostrando, con base en los libros de aduanas y contra la afirmación de la Compañía, que en el año de 1664 se habían importado 1971 pipas de vino de Canarias. Los oficiales de las aduanas de Irlanda confirmaban en un Memorandum los argumentos del Gobernador y de los mercaderes, valorando en 30.000 libras las exportaciones irlandesas a Canarias, de las que dependían muchas familias49. Los mercaderes londinenses replicaron con una campaña a todos los niveles. En un largo alegato, venían a decir al Gobernador y Consejo de Irlanda que sólo la Compañía sabía cuánto producían las Canarias y cuánto consumía Irlanda; que sólo ellos podían dosificar la oferta de mercancías e impedir que el mercado isleño quedara saturado, dando lugar a una caída de los precios; denunciaban la combinación de mercaderes judíos, y otros, contra la Compañía, en menoscabo de la autoridad real 47 48 49 C.S.P., Ireland (I.), 1663-1665, p. 626, y 1669-1670, p. 568. C.S.P., I., 1666-1669, p. 90. 18 de abril de 1666. C.S.P., I., 1669-1670, p. 570. Núm. 50 (2004) 411 18 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA y estimulando la pretensión de los isleños de que la Compañía fuese disuelta; finalmente, se comprometían a importar desde Irlanda tanto vino y exportar a Canarias tantas mercancías como había sido la media de los últimos siete años de paz, y en consecuencia a ingresar en la real Aduana la misma media de impuestos, quedándose ellos lo que excediera, si el monopolio se mantenía50. Las quejas repetidas de los mercaderes de la Compañía de Canarias y sus presiones en Whitehall llevaron al Rey a ordenar la aplicación en Irlanda del privilegio concedido, lo que solemnemente se proclamó el 4 de septiembre de 166651. Desde Dublín se continuó insistiendo en las dificultades económicas de Irlanda, por las guerras y las limitaciones al comercio. El gobierno inglés suavizó o levantó algunas restricciones, entre otras autorizando la exportación de productos y manufacturas irlandesas a ciertos países amigos, pero se mantuvo inflexible en lo referente al tráfico con las colonias y con los territorios de la Compañía de Canarias52. Durante la Guerra de Devolución, eran los franceses quienes causaban problemas a la navegación con Canarias: el San Francisco, de Bilbao, cargado con vino, fue asaltado por un corsario53. El San Juan Bautista, de Hamburgo, que llevaba vinos desde Santa Cruz de Tenerife hacia Ostende, se topó con una flota de veinte barcos franceses, que lo capturaron54. También los portugueses: un barco de Ostende fue llevado a Portsmouth por un barco de guerra lusitano, pero, como pertenecían a la Compañía de Canarias la mayor parte de los bienes que llevaba, quedó en manos inglesas55. Los maestres de los barcos y los mercaderes exigían protección. En octubre de 1670, diez canary men (barcos del comercio con Canarias) estaban en el fondeadero de las Dunas pre50 Idem., p. 572. C.S.P., I., 1666-1669, p. 204. 52 Idem., pp. 328, 337, 340 y 372. Proclamación de 1-IV-1667. 53 C.S.P., D.S., 1666-1667, p. 467, 23 de enero de 1667. 54 C.S.P., D.S., 1667-1668, p. 15, 7 de noviembre de 1667. 55 Calendar of Treasury Books (C.T.B.), vol. II, 1667-1668, p. 574, 29 de mayo de 1668. 51 412 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 19 parados para darse a la vela, pero se negaban a hacerlo si no tenían escolta. El capitán Elliot escribía a los comisarios de la Navy que no había podido zarpar por falta de hombres, por enfermedad, y que era «continuamente importunado por los Canary merchants y los maestres»56. El English Channel era especialmente peligroso, porque allí los barcos podían ser vigilados y cazados con facilidad, si carecían de protección. En agosto de 1672 se escribía desde el puerto de Weymouth que había cinco barcos listos para salir hacia Canarias y Virginia, y un número mucho más elevado en los puertos adyacentes, también con destino a esas plazas, pero que no se atrevían a hacerse a la mar si no recibían escolta hasta verse a salvo fuera del Canal57. Había comenzado la tercera guerra con Holanda, con el correspondiente incremento de la inseguridad. Varios mercaderes se dirigían por entonces al Rey y al Privy Council pidiendo convoyes para proteger los barcos que estaban en las Dunas listos para salir hacia Irlanda, y para los que estaban en los puertos de esta isla cargados con sardinas, salmón y arenques. Era —decían— la época en que los barcos de pesca de Terranova, Nueva Inglaterra y otras partes iban a los mercados de Portugal, España, el Mediterráneo y las islas, y la de enviar barcos a Madeira y Canarias por vinos; y añadían que, si no se enviaban barcos armados suficientes para enfrentarse a los corsarios, la plata que de las Indias vendría no se dirigiría a Inglaterra, sino que serían los barcos enemigos, o los de Génova, los que se hiciesen con ella. Particularmente pedían dos fragatas para la protección de la Canary fleet, que deberían surcar las aguas de las islas, en actitud de vigilancia, mientras los barcos cargaban, para evitar un ataque de los corsarios holandeses o de los de Salé58. Desde Falmouth se pedía igualmente protección para los barcos cargados de sardinas que tenían Canarias por destino59. Lo mismo se hacía a la vuelta: en abril de 1673, el capitán de uno de los men of war (barcos de guerra) comunicaba a la Navy que su misión era entonces la de cruzar en el Canal hasta que 56 57 58 59 C.S.P., C.S.P., Idem., C.S.P., Núm. 50 (2004) D.S., 1670. Addenda, pp. 470-471, 7 y 8 de octubre de 1670. D.S., 1672, p. 530, 28 de agosto de 1672. pp. 636-637. D.S., 1672-1673, p. 76, 23 de octubre de 1673. 413 20 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA se encontrase con la Canary o la Bordeaux fleet, y convoyar hasta las Dunas a la primera que llegase60. Parece ocioso decir que en la tercera guerra angloholandesa vuelven a producirse el mismo tipo de acciones. En abril de 1672, apenas comenzado el conflicto, fue llevado a Dover un barco de Amsterdam, que navegaba con pabellón del duque de Holstein, cargado con vino canario; en ese mismo mes entró en Falmouth, cautivo, el Santa María, de Rotterdam, que desde Guinea había llevado un cargamento de esclavos a Canarias, y allí embarcado 300 pipas de vino con destino a Amsterdam61. Los corsarios holandeses rondaban por Canarias, según los barcos ingleses que de allá llegaban62. El Mary, de Londres, fue capturado por un corsario holandés, cuando venía de Nueva Escocia, parte de su tripulación fue dejada en Canarias y con el resto volvieron sus captores a las Indias occidentales63. Los propietarios del William and John, de Londres, simularon la venta del barco a un español y contrataron un capitán y 20 marineros españoles «para su protección en su regreso desde Tenerife», yendo la verdadera tripulación como pasajeros; pero, interceptado por dos corsarios holandeses, fue capturado y algunos de sus hombres sometidos a tortura, para averiguar quiénes eran sus verdaderos dueños64. A pesar de su alianza con Francia por el Tratado de Dover (1670), por puertos ingleses pasaron tropas reclutadas en Canarias para los Países Bajos españoles. En Falmouth entró el 6 de noviembre de 1672 el genovés San Miguel, con 250 soldados, además de vino, rumbo a Ostende; el día 11, otro barco genovés arribó a Pendennis, con 350 canarios y el mismo destino65. Cierto es que aún España no estaba en guerra con los franceses. Los comerciantes miembros del Canary Club, como se denominaban los integrantes de ese lobby londinense, se inquietaron 60 C.S.P., D.S., 1673, p. 122, 5 de abril de 1673. C.S.P., D.S., 1671-1672, pp. 297, 402 y 429. 62 C.S.P., D.S, 1672-1673, pp. 305 y 311. Informes del 23 y 24 de diciembre de 1672. 63 C.S.P., D.S., 1672-1673, p. 324. 29 de diciembre de 1672. 64 C.S.P., D.S., 1673, p. 34, 12 de marzo de 1673. 65 C.S.P., D.S., 1672-1673, pp. 131 y 150. 61 414 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 21 en 1673 por la posibilidad de que España se alineara contra Inglaterra. En ese contexto, John Paige, quien quejumbrosamente se presentaba como uno de «los pobres mercaderes de España», escribía a Sir Joseph Williamson, según Steckley un importante funcionario relacionado con varios importantes Canary traders66, exponiéndole sus temores, señalando cómo el comercio con España era más importante que el que se tenía con cualquier otro país y pidiéndole los tuviese bien informados67. La gestión se acompañaba del envío a Williamson, en misión en Europa, de dos bocoyes de «rare Canary wine» de dos clases, «del mejor existente en Londres»68. El corso berberisco constituyó también una amenaza para los barcos ingleses, a pesar del pacto de Inglaterra con algunas de las repúblicas corsarias. Que sepamos, en la década de 1670 se produjeron diversos encuentros entre los barcos ingleses que volvían de Canarias y los africanos, con mejor o peor fortuna para aquéllos69. El final de las treguas con Argel preocupó enormemente a los comerciantes londinenses. En octubre de 1677 expresaban al Gobierno sus temores, «en el presente estado de nuestra relación con los argelinos», y exigían protección para sus barcos, fondeados inermes en las abiertas radas de Tenerife. El citado Sir Joseph Williamson «recomendaba» vivamente el asunto ante Samuel Pepys, en el Almirantazgo, y repetía gestiones ante el 66 G. STECKLEY, Trade at the Canary Islands in the Seventeenth Century, Chicago, 1972, p. 154. 67 Estimaba en 300.000 libras el valor del comercio con España, y en un millon de reales de a ocho la plata llevada a Inglaterra desde Cádiz por el último convoy. 13 de octubre y 14 de noviembre de 1673. C.S.P., D.S., Mar.-Oct. de 1673 y Nov. de 1673-Feb. de 1675, pp. 577 y 18, respectivamente. 68 15 de diciembre de 1673. C.S.P., D.S., Nov. de 1673-Feb. de 1675, p. 45. 69 En 1673 el Fortune, irlandés, que venía con vino de Canarias se encontró con un corsario argelino, que no lo atacó; en 1676, un queche de Topsham fue detenido por un saletino, que sólo le tomó algunas provisiones y vino, diciéndole que los dejaban ir en razón de la tregua; el Bridgewater Merchant, viniendo también de Canarias, fue capturado en 1677 por un barco de Argel. C.S.P., D.S., Nov.1673-Feb. 675, p. 446; 1676-1677, p. 455; y 1678, p. 56. Núm. 50 (2004) 415 22 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA Duque de York, para que se expusiese la cuestión al propio Rey, calculando el valor de la flota fletada para Canarias en 80.000 libras, exponiendo que ese comercio rendía anualmente al rey 10.000 libras en derechos aduaneros, que los implicados en el tráfico eran todos los Spanish traders, y advirtiendo de que, si alguna desgracia sucediera, se seguirían protestas y reproches contra el rey y su gobierno70. La delicada situación interna de la última parte del reinado de Carlos II y la enorme influencia política de los Canary merchants, en correspondencia con la importancia del comercio con las islas, explican el nivel y alcance de estas mediaciones. En diciembre de 1682, habiendo expirado la tregua con los de Salé, estremeció la Bolsa londinense la noticia de que doce mercantes de Canarias habían sido capturados71; aunque las fuentes no permiten confirmar la veracidad del informe. En la década de 1690, ocupada en su mayor parte por la guerra de la Liga de Augsburgo, la acción de las flotas y de los corsarios franceses hicieron la navegación extremadamente peligrosa. Inglaterra perdió en el conflicto miles de barcos72. Las precauciones fueron mayores que nunca. En marzo de 1691 barcos de la Navy patrullaba el Canal «para seguridad de la Canary fleet, cuyo regreso se espera de un día a otro»73. Había motivos: en un informe, no sabemos si de ese año o del siguiente, se lee que había noticias de que un escuadrón francés de 18 navíos esperaba en el Canal para interceptar la flota de los Estrechos o de Canarias74. Anualmente, los Canary Merchants pedían al Board of Trade and Plantation un convoy para sus barcos —entre treinta y cuarenta, se dice—, señalando el momento necesario para la partida (en octubre) y la fecha de regreso (en febrero), así como un tiempo de estancia de unos cuarenta días, para descargar y cargar, bajo la protección de los navíos de 70 C.S.P., D.S., 1677-1678, pp. 391 y 394, 4 y 8 de octubre de 1677. C.S.P., D.S., 1682, p. 560, 2 de diciembre de 1682. 72 El Almirantazgo los estimaba en 4.000, según R. DAVIS, The Rise of the English Shipping Industry in the Seventeenth and Eighteenth Centuries, citado por G. STECKLEY, op. cit. , p. 154. 73 C.S.P., D.S., May. 1690-Oct. 1691, p. 288. 74 C.S.P., D.S., Nov. 1691-Dec. 1692, p. 530. 71 416 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 23 guerra. Todo barco que saliese sin el convoy podría ser embargado75. Los barcos debían registrarse, obtener licencias de salida y presentar certificación a la vuelta76. Órdenes de Whitehall señalaban las fechas en las que los barcos de determinados puertos debían estar listos para navegar77. Los propios mercaderes pidieron en septiembre de 1693 que el convoy que se preparaba fuera directamente, sin tocar en ningún puerto del Oeste, de modo que los barcos de estos puertos se reunieran en las Dunas con los que saliesen de Londres, para marchar luego todos juntos78. Las visitas de navíos nos muestran que, en efecto, en esos años parecen aquéllos proceder de las Dunas o «de Londres, con la flota» en una proporción superior a la de otros momentos79. Las escoltas también eran mayores: al menos en 1693 y en 1694 fueron cuatro los navíos de guerra enviados a Canarias80. No podemos saber si todas estas medidas fueron premiadas con el éxito, aunque, ciertamente, en las fuentes conocidas sólo hay referencias a pérdidas mínimas en la Canary fleet81. Las pérdidas de barcos y de mercancías provocadas por la guerra tenían, obviamente, consecuencias económicas. Los seguros marítimos se elevaban y el incremento general de los costes había de repercutir en el nivel de los precios de venta de los vinos canarios en el mercado inglés, cuando no implicaban una reducción de los beneficios. 75 Public Record Office (P.R.O.), Correspondance of the Board of trade, C.O. 388/1, fº 267. 76 P.R.O. C.O., 388/2, fº 55, 1692. 77 C.T.C., vol. IX, 1689-1692, pp. 1842 y 1925. 78 P.R.O., C.O. 388/2, fº 209. 79 El 13 de diciembre de 1694 había en las Dunas unos 150 barcos fondeados, entre ellos 22 que zarpaban para Canarias; en abril del año siguiente, cuando ese convoy, compuesto entonces por unas 30 embarcaciones, regresó de las islas, se dirigió también a las Dunas. C.S.P., D.S., 1695, pp. 296 y 324. 80 P.R.O., C.O., 388/2, fº 312 y C.S.P., D.S., p. 324. 81 El Dove, de Bristol, que navegaba de Canarias hacia este puerto fue tomado en noviembre de 1694 por un corsario francés, y después de seis o siete días recuperado por un corsario inglés. El mes en que sucedió indica que no navegaba con la flota. C.S.P., D.S., 1694-1695, p. 347. Núm. 50 (2004) 417 24 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA Las actas de las visitas de navíos nos permiten conocer el tonelaje de los barcos, siempre que los capitanes lo indicaran y los oficiales del Santo Oficio lo registraran. Las realizadas en Las Palmas suelen omitir éste y otros datos, como los del armamento y el número de tripulantes. Para otros puertos, fuera del de La Orotava, las series son demasiado incompletas para que tengan valor estadístico. Por ello hemos limitado nuestro análisis a los barcos llegados al Puerto de La Orotava, centrándonos en los años de 1670 a 1730, en que el número de visitas es suficientemente representativo y se hace constar, por lo general, el tonelaje de los navíos. Constituyendo los barcos ingleses más de la mitad de los llegados a Tenerife, seguidos por los irlandeses, parecía conveniente distinguir los navíos de estas procedencias, y, dentro de los ingleses, singularizar a los que tuvieron como origen Londres, que eran en torno al 70 % de los ingleses en el período referido. El tonelaje medio de los barcos que comerciaban con Canarias era relativamente pequeño, como puede observarse en la Tabla IV. Los londinenses aparecen con dimensiones notablemente superiores tanto al resto de los barcos ingleses como a los irlandeses. Las embarcaciones procedentes de los puertos del oeste de Inglaterra, lo mismo que las de Irlanda, dedicadas sobre todo a la exportación de trigo, pescado salado, carne y sus derivados, eran de dimensiones muy inferiores. Los de Londres también tienen tonelaje mayor que la media de los procedentes de otros países, aunque la heterogeneidad de las procedencias hace poco significativa la comparación. IV. TONELAJE MEDIO DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL PUERTO DE LA OROTAVA, SEGÚN PROCEDENCIAS. 1670-1730 Londres Resto Inglaterra Irlanda Otros orígenes 1671-1680 107 53 51 — 1681-1690 1691-1700 1701-1710 138 130 110 66 62 62 33 32 25 — 68 46 1711-1720 1720-1730 101 83 36 33 38 42 54 62 FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. 418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 25 Se advierte, igualmente, una evolución. Los barcos ingleses, así de Londres como de otros puertos, alcanzan un tonelaje máximo en las décadas de 1680-1690, para decrecer después. Steckley relaciona el crecimiento del tamaño de los navíos a finales del siglo XVII con la búsqueda de seguridad82, a pesar de que por entonces la navegación se hacía generalmente en convoyes. Para las primeras décadas del XVIII resulta notable la disminución, rápida y progresiva, del tonelaje medio. Ignoramos qué relación pueda tener ello con la seguridad. La proporción de barcos procedentes de Londres, de entre los ingleses llegados al Puerto de La Orotava, pasa del 61 % en 1651-1675 al 81 % en el período de 1676 a 1700, para bajar de nuevo, al 63%, en el cuarto de siglo 1701-1725. Fuese cual fuese la influencia de la organización en convoyes, sin duda debe de haber habido también razones estrictamente comerciales. En todo caso, la disminución del tonelaje medio, asociada a la caída del número de navíos —a juzgar por las actas de visitas conservadas—, hubo de suponer una reducción de la capacidad de carga, con la consiguiente contracción de las importaciones. El número de tripulantes por barco estaba, obviamente, en relación con las dimensiones de cada uno, aunque también influían otros factores. De ese modo, las tripulaciones de los londinenses doblaban, como media, el tamaño de las de los irlandeses. La reducción progresiva del tonelaje a que hemos hecho referencia estuvo acompañada, lógicamente, por una disminución del tamaño de las tripulaciones. La relación entre tonelaje y tripulación, que sería un indicador de productividad, favorece a los navíos mayores, como los de Londres; los únicos que, por otra parte, parecen mostrar un cierto progreso a ese respecto. Steckley atribuye a las exigencias del manejo de los toneles el hecho de que las tripulaciones fueran relativamente numerosas, y por ende los barcos del vino «típicamente ineficientes»83. Los costes laborales no podían decrecer, en esas circunstancias. 82 83 G. STECKLEY, op. cit., p. 155. G. STECKLEY, op. cit., p. 160. Núm. 50 (2004) 419 26 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA V. TRIPULACIÓN MEDIA Y RATIO TONELAJE/TRIPULACIÓN DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL PUERTO DE LA OROTAVA (1651-1725) Londres Tripulación Ton./Trip. 1651-1675 15 7,2 1676-1700 15 1701-1725 12 Resto de Inglaterra Tripulación Ton./Trip. 13,8 6,25 7,8 10 8 6,5 Irlanda Tripulación Ton./Trip. 7,2 4,9 6 8 5,5 4 7,8 4,8 FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. No hemos tomado en consideración la tipología de los barcos a partir del término empledo en las actas de visitas. Pensamos que la denominación «navío», generalmente usada en el siglo XVII, es genérica, aplicándose lo mismo a pequeñas embarcaciones de 20 toneladas que a otras de hasta 250. En el siglo XVIII parece usarse el término «embarcación» del mismo modo que antes se hacía con el de navío, e incluso que el de «nao» en el XVI; pero es cierto que las actas del Setecientos precisan más el tipo de embarcación. No sabemos hasta qué punto se trata de una mayor elocuencia de las fuentes, que distinguen entre diferentes tipos de barcos, pero creemos que hay mucho de esto. Cuanto mayores fuesen los navíos, más numerosa podría ser su dotación artillera, en buena lógica. Así sucedía, en efecto, pero no de un modo directamente proporcional, sino que los barcos de mayor tonelaje portaban más piezas por tonelada que los pequeños. La evolución del tonelaje medio a que hicimos referencia corría pareja al aumento del potencial artillero, que alcanza su máximo en las décadas de 1680-1690, decayendo más tarde considerablemente. Los barcos londinenses son no sólo los mayores, sino los más armados, dentro de unos niveles que, al menos, podían permitirles rechazar a enemigos no muy poderosos. Ignoramos cómo podía afectar el peso y volumen de las piezas a la capacidad de carga y a la velocidad. Las muy bajas medias de los barcos de los demás puertos ingleses, y sobre todo de los de Irlanda, significaban que la mayoría de ellos navegaban desarmados. 420 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 27 VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES VI. ARMAMENTO MEDIO Y RATIO TONELAJE/ARMAMENTO DE LOS BARCOS ARRIBADOS AL PUERTO DE LA OROTAVA (1671-1730) Londres N.º de piezas Ton./piezas Resto de Inglaterra N.º de piezas Ton./piezas Irlanda N.º de piezas Ton./piezas 1671-1680 8,3 12,8 2,8 18,8 2,1 24 1681-1690 1691-1700 13,7 10,6 10 11,4 5,2 4,8 12,6 12,8 — 1 — 29 1701-1710 1711-1720 1721-1730 9 7,6 4,7 12,2 13,3 17,4 3 1,5 0,2 20,8 23,5 167 — 2 — — 18,5 — FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia. «Un barco que salga de las costas inglesas hacia Canarias, después de mediados de agosto, invariablemente efectúa la travesía en 24 días, teniendo viento del norte». Así se dice en una nota de 1595, inserta en los State Papers84. Conocemos, a través de las visitas de navíos, la duración del viaje hacia Canarias, siempre que ese dato se haya hecho constar. Torres Santana, González de Chávez Menéndez y Brito González dan datos al respecto, para diferentes rutas85. Steckley, también sobre la base de las visitas de navíos, calcula en 22,2 días la media de los viajes desde Inglaterra a Canarias, advirtiendo que no hubo progresos significativos a lo largo del siglo XVII que supusieran un acortamiento de la travesía86. Respecto al tiempo empleado en el regreso, nuestra información es mucho menos abundante, limitándose a los barcos ingleses y a un número de citas mucho menor, que, si bien pueden ser ilustrativas, serían escasamente representativas en términos estadísticos. Sobre la base de 18 viajes conocidos, la media que obtenemos es de 26 días87. Steckley calcula una media de cuatro semanas88. 84 C.S.P., D.S., 1595-1597, p. 91. Ver nota 3. 86 G. STECKLEY, op. cit., p. 156. 87 C.S.P., passim. En diciembre de 1674 llegó a Lyme el Greyhound, después de seis semanas, «por vientos en contra y mal tiempo». C.S.P., D.S., Nov. de 1673-Feb. de 1675, p. 442. 4 de junio de 1674. 88 Op. Cit., p. 162. 85 Núm. 50 (2004) 421 28 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA No sabemos qué determinaba con exactitud la fecha de partida de los convoyes. Si hacia mediados del XVII parece que era deseable estar de vuelta por Navidad, como fecha propicia para la venta de vino, generalmente las flotas regresaban más tarde, y hasta parece que puede afirmarse que se va produciendo un retraso en las fechas de llegada de los barcos a Canarias, si comparamos la década de 1670 con la de 1690. PUERTO DE LA OROTAVA. ESTACIONALIDAD DE LAS ARRIBADAS 1650 Y 1725. EN % MENSUALES ENTRE FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia LAS PALMAS. ESTACIONALIDAD DE LAS ARRIBADAS ENTRE 1650 Y 1725. EN % MENSUALES FUENTE: A.M.C., visitas de navíos. Elaboración propia 422 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 29 La comparación entre los meses de arribada de los navíos al Puerto de la Cruz y a Las Palmas resulta muy expresiva de las características de uno y otro puerto. Mientras que en el primero el tráfico se concentra en los meses del otoño y del invierno, cuando los caldos están recién envasados, el segundo muestra una circulación de barcos más sostenida, con una navegación estival no inferior a la media anual. Naturalmente, la exportación de vino y la venta del mismo resultaban afectadas por las fechas y las incidencias de las cosechas. Barcos llegados a Inglaterra desde Canarias, en los meses del otoño sobre todo, informaban de la calidad y cantidad de los vinos obtenidos. En diciembre de 1673 se anuncia que la cosecha ha sido muy corta, y que «la mitad de nuestros barcos deben volver en lastre»89; en 1675 que, por haber habido pocas lluvias, el vino es extraordinariamente bueno, pero hay menos cantidad y es muy caro90. Otras veces la comunicación se hacía antes de la vendimia, por supuesto en forma de previsión, no siempre cumplida: en junio de 1676 se anunciaba la gran probabilidad de una cosecha abundante91; pero el exceso de lluvias tardías dio lugar a que se recogiera menos vino del esperado, y de baja calidad. Además, como se explicaba a Williamson, la vendimia y el embarque se retrasaron en 1676-1677, y por esa razón, y en contra de lo esperado, algunos barcos volvieron medio vacíos, otros llevaron los vinos «hirviendo», recién prensados, mientras que unos terceros esperaron al trasiego. Los precios, obviamente, subieron (hasta las 20 libras por pipa)92; y eso que el vino, según otro informe, era «muy verde», por las lluvias recibidas cuando la uva estaba a punto de ser vendimiada93. En ausencia de muelles y de refugios efectivos en los lugares próximos a las zonas de producción del vino, los barcos debían anclar frente a Garachico, el Puerto de La Orotava y San89 C.S.P., D.S., Nov. 1673-Feb., p. 446. 1675, 3 de diciembre de 1673. C.S.P., D.S., Mar. 1675-Feb. 1676, p. 438, 8 de diciembre de 1675. 91 La información se extendía a otros extremos: que sería buen negocio llevar trigo y que no había «piratas turcos». C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb. 1677, p. 203. 92 C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb. 1677, p. 498. 93 C.S.P., D.S., Mar. 1676-Feb. 1677, p. 572. 90 Núm. 50 (2004) 423 30 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA ta Cruz de La Palma, principalmente. En los abiertos puertos tinerfeños, orientados al norte, los navíos carecían de abrigo, de modo tal que el viento del noroeste los obligaba a interrumpir las labores de carga y descarga y levar anclas, para alejarse de la costa. Edward Barlow, en el Diario de sus navegaciones, narra sus dos estancias en Tenerife, en 1668 y en 1676, a bordo de barcos que venían a cargar vinos 94. Los puertos de La Orotava y de Garachico son descritos como lugares en los que la estancia es peligrosa. Los barcos debían estar permanentemente en posición de navegar, atentos a los cambios del viento; el fondo rocoso y la agitación del mar les rompieron cables y les hicieron perder anclas; la comunicación con tierra, a bordo de pequeños botes, provocaba accidentes, y era muy difícil, en particular, el hacer aguada; en ambas ocasiones —una en enero y otra en octubre— hubieron de suspender la carga y hacerse a la mar, tardando hasta diez días en lograr regresar para completar el embarque de los toneles; algunos barcos tuvieron que repetir dos o tres veces esa operación de levar anclas ante la llegada de una borrasca. Quizás todo eso valía la pena, ante el espectáculo del Teide, que lo impresionó, la feracidad de la isla y la excelencia del Canary sack, al que califica de «el mejor vino de Europa de su clase» y cuyos agradables efectos describe95. La carga de las pipas en pequeñas barcas y su transporte hasta donde estaban anclados los navíos, situarse al costado de los mismos, abarloados a pesar del balanceo de ambas embarcaciones, y embarcarlas luego en ellos, eran operaciones complicadas, a pesar de la pericia que debemos suponer en los barqueros y en los marineros. Luego venía la tarea de almacenar e inmovilizar los toneles. Según Steckley, lo deseable eran los bar94 EDWARD BARLOW, Barlow’s Journal of his life at sea in King’s ships, East and West indiamen and other merchantmen from 1659 to 1703, Transcribed from the original manuscript by Basil Lubbock, 2 vols., London, Hust & Blackett, Ltd., 1934, Vol. I, Chapter X: «A Canary voyage in the Reall Ffrenshippe», p. 139-148; Chapter XVII: «To the Canaries in the Mayflower. 1676-7», pp. 281-285. 95 «Fuimos a una casa española a beber vino (...que) se metió en mi cerebro antes de que me diera cuenta; pero es tan bueno que no hará daño a nadie, pudiendo beber tanto como quepa en su barriga», idem., p. 142. 424 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 31 cos de dos cubiertas, en cada una de las cuales se colocaban las barricas hasta una altura de tres; pues en los navíos con una sola cubierta los envases se apilaban en alturas superiores, que ponían en peligro la integridad de los mismos, mientras que en los estrechos compartimentos de los de tres cubiertas el vino se calentaba y podía estropearse96. La navegación en el Atlántico durante los meses del invierno, aquellos en los que el vino se transportaba, con un producto delicado envasado en relativamente frágiles recipientes, daba lugar también a no infrecuentes accidentes. Los documentos ingleses están llenos de informes acerca de encalladuras y naufragios de barcos de la Canary fleet en el viaje de regreso, quizás en proporción no superior, desde luego, a otras flotas de navegación invernal. En las Goodwin Sands, los peligrosos arenales próximos a Dover, encallaron no pocos barcos, cuya carga se perdió total o parcialmente. En enero de 1670, treinta toneles de vino canario fueron vistos flotando por la zona, dedicándose a recuperarlos los habitantes de los puertos vecinos. Probablemente procedían del naufragio del Diligence, que se rompió en pedazos, cargado con un «extraordinario» malvasía97. Otras veces sus capitanes tuvieron que hacerlos encallar, procediendo luego a la tarea de tratar de llevar a tierra los barriles de vino. Un informe describe uno de esos intentos, el barco afianzado con varias anclas y el mar rompiendo sus cabos98. Decenas de casos podrían ser citados de barcos procedentes de Canarias hundidos o encallados a su llegada a Inglaterra99. De otros sa96 G. STECKLEY, op. cit., pp. 160 y ss. C.S.P., D.S., 1668-1669, p. 170. 98 En Broadstairs, cerca de North Foreland, 25 de diciembre de 1672. C.S.P., D.S., 1672-1673, p. 317. 99 El John, de Londres, en Goodwin Sands (1669); el Bear, cerca de Falmouth (1670); el Fours Arms, en Isle of Thanet, Margate (1672); el Rose, en Milford, Gales (1675); el Ousley, de Plymouth, (1675); un pequeño barco de Pendennis, al confundir la entrada a ese puerto (1676); el Merlin, entre Dover y Deal (1676); el Edward and Grace, en North Foreland, en la entrada de la bahía del Támesis (1676); el Morning Star, en las Goodwin Sands, y el Industry, en Margate (1677); tres canarymen hundidos en 1677; otro abandonado en la costa de Gales (1677); uno que naufragó en las 97 Núm. 50 (2004) 425 32 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA bemos que fueron dispersados por las tormentas y perdidos al menos temporalmente, sin que conozcamos su ulterior suerte. En la documentación de las Aduanas inglesas encontramos referencias a las frecuentes peticiones de los mercaderes importadores de vinos para que se les rebajasen los derechos de entrada de los mismos, alegando haber llegado los caldos en malas condiciones, o haber sufrido en el viaje algún contratiempo que les hacía perder valor. En 1661, los comisarios de las Customs descuentan a Arthur Ingram, un «considerable merchant», más tarde Gobernador de la Compañía de Canarias, 500 libras de las que tenía que pagar por una gran cantidad de vino, por habérsele estropeado100; en 1676 el mismo Ingram —ahora denominado Sir Arthur— consigue que se le devuelva parte de lo pagado, porque un barril había perdido casi todo su contenido101. En otras fechas encontramos que se aplica una tarifa reducida a vinos defectuosos, en ocasiones por el agua salada que había entrado en los envases102. El mal tiempo podía igualmente ocasionar retrasos no previstos y gastos adicionales. En enero de 1677 se concedió licencia para descargar 154 pipas de vidueño que el Ruth, inglés, llevaba desde Canarias con destino a Dantzig. Debido a las heladas y al estado del mar, el barco tuvo que entrar en Londres, donde las barricas debieron ser puestas en bodega, rellenadas y sus arcos cambiados103. Multitud de anotaciones de los State Papers hacen referencia al lugar que el vino de Canarias ocupaba en la sociedad inglesa. A Endymion Porter, cortesano, diplomático y experto conocedor de obras de arte en la Inglaterra de los primeros Estuardo104, lo encontramos citado frente a la Bolsa londinense Dunas (1690); el Samuel, hundido en una tormenta (1690); uno estrellado en el cabo Lizard (1695). C.S.P., D.S., y C.T.B., passim. 100 C.T.B., vol. I, 1660-1667. Early Entry Book VIII, pp. 129 y 231. 101 C.T.B., vol. V, 1676-1679, p. 146. 102 Ejemplos de 1672, 1673, 1676, enero, marzo y mayo de 1677; C.T.B., vol. III, p. 1027; vol. IV, p. 87; vol. V, pp. 246, 526, 567 y 626, respectivamente. 103 C.T.B., vol. V, 1676-1679. 104 J. BROWN y J. ELLIOTT, La almoneda del siglo. Relaciones artísticas entre España y Gran Bretaña, 1604-1655, Madrid, 2002, passim. 426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 33 para compartir un selecto Canary105. Repetidas son las autorizaciones de la Tesorería inglesa para que se permitiera la importación de vino canario, libre de derechos aduaneros, para la casa del embajador de España106. En octubre de 1668, Samuel Pepys recibe una comunicación acerca de un desplazamiento del rey a Harwich, en dos yates: el domingo, después del paseo matinal, Carlos tomó chocolate, mientras que el Príncipe y otros bebieron Canary, antes de ir a la iglesia107. Thomas Baskerville, en sus notas manuscritas acerca de sus viajes por Inglaterra y sus tabernas, hacia 1683, sentenció: Canary sack and Bristol sherry, will make a sad man’s heart to be merry108. Como hemos visto, a veces no resultaba fácil hacerlo llegar, pero todo parecía valer la pena con tal de que Europa pudiese paladear uno de los mejores vinos del mundo. Mas no sólo se trataba de Europa. El vino de Canarias surcaba los siete mares. Las actas de la East India Company muestran cómo, desde el mismo año de su fundación en 1600, se embarcaba vino canario en los navíos que zarpaban hacia el Índico, para el consumo de sus tripulaciones109. Con ocasión de la guerra de 1625-1630, que provocó escasez y encarecimiento del caldo isleño, los documentos reflejan las gestiones de los dirigentes de la Compañía para localizar en Londres bodegueros que tuvieran existencias de aquél, reflexiones sobre la conveniencia de esperar a que los precios bajasen después de la vendimia, o acerca de la posibilidad de sustituirlo por muscadine o vino blanco de Francia, como se decía que hacían los holan105 C.S.P., D.S., 1629-1631, p. 462. 1630. 120 pipas de vino en 1667, C.S.P., D.S., 1666-1667, pp. 444 y 581. 107 C.S.P., D. S., oct. 1668-dic. 1669, p. 9. 108 «El Canary sack y el jerez Bristol —una variedad dulce— harán que se ponga alegre el corazón de un hombre triste». Thomas Baskerville’s Journeys in England, Report of Historical Manuscripts Commission. 29. Report of the Manuscripts of the Duke of Portland, p. 275. 109 C.S.P., Colonial Series (C.S.), 1513-1616, East Indies. China and Japan, pp. 206, 279, 463, 1009, 1010; 1617-1621, p. 323; 1622-1624, pp. 409, 566, 587. 106 Núm. 50 (2004) 427 34 FRANCISCO FAJARDO SPÍNOLA deses en Asia, o incluso por cerveza muy fuerte. En el seno de esos debates aparecen dudas acerca de que esas bebidas fuesen aptas para zonas cálidas, mientras que desde alguno de los barcos su capitán insistía en que la mayor parte del vino debía ser canario, porque el vino blanco se avinagraba y los marineros lo rechazaban110. Posiblemente hubo que suplirlo por otra bebida, pues después de la guerra encontramos autorizaciones para aprovisionar de vino canario a los capitanes «como antes»; aunque algunos se excedían, quejándose la Court de la Compañía del «gran abuso practicado por los comandantes» al proveerse de vino en sus almacenes111. Pero el vino canario no sólo servía para el consumo de capitanes y tripulaciones, sino que era solicitado y cargado por motivos políticos o diplomáticos, para ser degustado por los asiáticos. En 1625 se leyó en la Asamblea de la Compañía una carta de un agente en Asia advirtiendo de que sería un buen negocio el envío de «vino bien fuerte», porque a los nativos les gustaba más que el «racke, la bebida ordinaria de aquellas tierras»112. Factores de la Compañía en Batavia pedían en enero de 1622, cuando aún no se había llegado al choque con los holandeses, el envío anual de algunas partidas de vino canario selecto para su mesa, con el cual corresponder a las atenciones de éstos113. En 1627 se ordena embarcar en el Mary, de la Compañía, un barril de canario «extraordinario», para agasajar al embajador —no sabemos, desgraciadamente, quién— cuando subiera a bordo114. Y en 1634 vemos cómo se emplea para «gratificar a algunos amigos» en Macassar; y se acuerda regalar al «rey» de Masulipatam con un presente anual de hasta 100 libras, siendo lo más recomentable el vino canario —nunca se dice de qué tipo—, «que es de mayor estima entre la nobleza que cinco veces su valor en cualquier otra cosa»115. 110 C.S.P., C.S., 1625-1629, pp. 234, 241, 254, 265, 268, 419, 423, 756, 762. 111 C.S.P., C.S., 1630-1634, pp. 94, 135, 151 y 305. 112 C.S.P., C.S., 1625-1629, p. 234. 113 C.S.P., C.S., 1622-1624, p. 5. 114 C.S.P., C.S., 1625-1627, p. 409. 115 C.S.P., C.S., 1630-1634, pp. 530 y 565. 428 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS VINO, VELAS Y CAÑONES. NUEVOS DATOS Y CONSIDERACIONES 35 Después de la Staple Act y a pesar de las prohibiciones, el vino de Canarias seguía llegando a las posesiones inglesas de América del Norte , transportado desde las islas. En un informe fechado en Boston en junio de 1676 se comunicaba que el último mes habían llegado cuatro barcos —un inglés, un escocés y dos bostoner—, desconociéndose cuántos a los puertos próximos116. En 1679, otro informe a los comisarios de Aduanas denunciaba que continuaban llegando barcos desde Canarias, que tocaban en Madeira y allí embarcaban un barril de vino de esa isla, que era el que daban a probar al llegar a Boston como si todos los toneles tuviesen el mismo contenido, siendo descargados sin otra comprobación117. En 1700 era el Gobernador de Carolina el que decía haber embargado el vino canario que traía el inglés Cole and Bean; en 1704 sucedía lo mismo en Nueva York, con el Eagle118, pese a estar ya iniciada la Guerra de Sucesión española, que vino a sancionar la declinación del vino canario en el mundo. 116 C.S.P., C.S., América and West Indies, 1675-1676, p. 408. C.S.P., C.S., América and West Indies, 1676-1680, p. 1017. 118 C.S.P., C.S., América and West Indies, 1700, p. 32, y 1704-1705, pp. 379 y 422. 117 Núm. 50 (2004) 429 68 LAS POLÉMICAS REDENCIONES LAS POLÉMICAS REDENCIONES POR LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ Una de las formas más usuales de redención de los cautivos cristianos en Berbería fue a través de la acción de las dos órdenes dedicadas específicamente a esta tarea, La Merced y La Trinidad, cuya mecánica sufrirá pocas variaciones a lo largo de la historia moderna. Obtenida la preceptiva licencia del Consejo de Castilla y promulgado el decreto autorizándola y disponiendo las condiciones, se publicaba un edicto de la orden que la realizaba, para incrementar mediante limosnas y adjutorios el dinero disponible, además era obligatorio el pasaporte del país a donde se dirigía, estableciendo las reglas de juego. El viaje por tierra desde Madrid se realizaba vía Gibraltar en el caso marroquí o por Cartagena en los restantes, bajo la custodia de una escolta armada, puesto que llevaban importantes cantidades de dinero y mercancías. El sistema funcionó correctamente, puesto que únicamente nos consta el robo de 38.596 reales de vellón a un trinitario provenientes de las donaciones de Córdoba1; además, parece que los ladrones fueron apresados y una gran parte del dinero recuperado2; en otra ocasión intentaron asaltar la caravana de la redención en Murcia, pero no lo consiguieron3. El 1 A.H.N., Códice 140B, f. 11v. B. PORRES ALONSO, Libertad a los cautivos, Secretariado Trinitario, t. I, p. 382, n. 48, Córdoba, 1997. 3 I. BAUER LANDAUER, Relaciones de África, Editorial Ibero-Africano-Americana, t. IV, pp. 118-124, Madrid, 1923. 2 Núm. 50 (2004) 431 2 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ viaje por mar también tenía sus peligros a pesar del salvoconducto musulmán: la redención trinitaria de 1650 en Argel fracasó, porque un navío de este origen apresó en Ibiza al de los redentores y les robó los 240.000 reales de plata que llevaban junto con el resto de la impedimenta. Al parecer, el saqueo se produjo en contra de la voluntad del arráez, de nombre Rainot, que no pudo impedirlo. No obstante, tampoco les reportó el latrocinio beneficio alguno a los corsarios, puesto que su navío naufragó a 25 leguas de Argel, muriendo todos salvo cuatro. Tres de ellos fueron apresados y ejecutados públicamente por el Bajá y Diván, aunque el arráez logró huir. Las autoridades ofrecieron toda clase de excusas a las españolas, así como garantías en el futuro, pero no devolvieron el dinero. Para más desgracia, el celo de los frailes les llevó a contratar un navío para informar personalmente en Argel de lo sucedido, que asimismo naufragó, pereciendo todos4. También en la redención de 16681669 en Tetuán, tres navíos turcos atacaron a otros españoles que llevaban a los trinitarios 85.000 reales y «otra mucha haçienda de moros y judíos desta çiudad», matando a quince soldados y capturando a otros, entre ellos un redentor. Los trinitarios acudieron al alcaide que embargó un navío argelino que estaba en aquel puerto, mientras que el rey marroquí ordenó la confiscación de todos los bienes de esta regencia en el país5. Ignoramos el resultado de estas medidas, pero sin embargo, para el conjunto de las redenciones los tres incidentes narrados no son significativos. Es cierto, que los primeros interesados en que no se produjeran estos hechos eran los propios berberiscos, pues la reiteración de los mismos podía suponer el fin de los rescates y del negocio. Una vez en Berbería, sus autoridades contabilizaban la plata para cobrar el impuesto preceptivo. En el XVIII en Argel era el 3%, y el gobernante lo tomaba directamente junto con el coste estimado de los cautivos forzosos, como sucede en la redención de 1724, donde apartó cinco cajones de plata por estos conceptos, enviando el resto a la Casa de la Limosna, residencia de los 4 5 432 B. PORRES ALONSO, op. cit., pp. 366-370. A.H.N., 152B, fols. 88v-98. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 3 redentores6. En muchas expediciones especialmente en las de Marruecos, se llevaban también mercancías para venderlas, incrementando de esta manera sus ingresos y las posibilidades de redimir, amen de que resultaban menos gravosas al no basarse sólo en plata. Aunque distintos autores, como Torreblanca Roldán u otros, siguiendo la introducción de la obra de García Navarro, afirman que a partir de 1608 el Consejo de Castilla autorizó la saca de moneda y prohibió las mercancías excepto las de los regalos, no parece cierto a tenor lo que escribe Friedman y por los casos que expondremos7. Esta autora explica que, en 1609, el Consejo acordó que llevaran dinero para los rescates y no mercancías, aunque exceptuó algunas de gran demanda en Berbería, dejando su elección al criterio de los mercedarios. El motivo de esta decisión es que se consideraba que su adquisición y transporte era engorroso y que los religiosos no eran buenos mercaderes y no obtenían suficientes beneficios8. Las dos últimas afirmaciones no responden a la realidad, a tenor de los ejemplos siguientes. El general trinitario descalzo afirma que, en la redención de 1625 en Tetuán, se llevaron 30.000 reales en bonetes y tabaco, por los que se obtuvieron 23.500 de ganancia9. En las de 1648 a esta ciudad, llevan paños de Segovia, palmilla de Baeza y otros tejidos, bonetes, cochinilla y joyas. Los paños se compraron a 4.990 reales y se vendieron a 11.680, a más del doble, las doce arrobas de cochinilla costaron 14.844 y su venta supuso 26.280 reales. El máximo provecho lo obtuvieron con las seis joyas que se enajenaron a 19.470 reales, mientras que costaron únicamente 4.870. Como podemos constatar los beneficios eran elevados, pues suponían generalmente el doble de su valor en Castilla, mientras que en 6 B.N., Mss. 3589, f. 54 v. En cambio, en el XVII, parece haber sido un 5%. M.ª D. TORREBLANCA ROLDÁN, La redención de cautivos en la diócesis de Málaga durante los tiempos modernos. Universidad de Málaga, 2004 (tesis doctoral inédita). M. GARCÍA NAVARRO, Redenciones de cautivos en África (1723-1725), p. 19, Madrid, 1946. 8 E. G. FRIEDMAN, Spanish captives in North Africa in the Early Modern Age, The University Wisconsin Press, p. 122, Athens, 1983. 9 Memorial del General de la Orden de los Descalços de la Santísima Trinidad, Redención de Cautivos contra el arbitrio dado por el Capitán Guillermo Garret..., Academia de la Historia, t. CVI. 7 Núm. 50 (2004) 433 4 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ el caso de las joyas lo cuadriplican. Claro, que no siempre era factible obtener estos márgenes por distintas circunstancias, como los accidentes: en la misma redención se tuvieron que desprender de los bonetes a la mitad o a la cuarta parte de su valor porque se estropearon los cajones donde eran transportados10. En cambio, en la de 1654 se venden los que se compraron a 3.520 reales en Toledo a 8.400, mientras que las treinta arrobas de cochinilla lo fueron a 100 reales la arroba y en la anterior redención a ochenta11. Otros productos que aparecen en la documentación, son hilo de oro y géneros indianos: perlas, jengibre, tabaco, etc. Como vemos, la liberación de los cautivos contribuía a la prosperidad del comercio y al de algunos sectores de la artesanía española, aunque fuera de manera limitada, lo que de alguna forma paliaba la saca de numerario. No era infrecuente que se usaran las mercancías para complementar el dinero de los rescates, como sucede con el tinerfeño Antonio de Sanjuán, que es comprado en Tetuán en 1648 por 2.200 reales, cuatrocientos en moneda y el resto en doce docenas de bonetes; o con él grancanario Juan de Pineda, cuya libertad costó 2.100 reales, 600 en moneda y el resto en bonetes12. Tras instalarse en la vivienda que se les proporcionaba previo pago, la denominada Casa de la Limosna, los redentores esperaban la llamada de las autoridades para comenzar las negociaciones. Estas colocaban guardias, no sólo para proteger el dinero, sino también para impedir las exigencias a que eran sometidos los redentores, como sucede en 1587 cuando les ponen un jenízaro ante la puerta por las molestias que les causaban otros turcos que les pedían comida y dinero continuamente 13. Generalmente iban dos por religión, acompañados del inevitable escribano, que debía ir dando fe del desarrollo de la empresa, especialmente de los gastos, y que inscribiría a los cautivos liberados. Fray Gaspar de la Asunción, general de los trinitarios descalzos, estimaba en 1632 que su salario era demasiado elevado y proponía como alternativa el emplear uno de los 10 11 12 13 434 B.N., Mss. 3631, fols. 48-50v. A.H.N., Códice 137B, f. 33. B.N., Mss. 3631. A.H.N., Códice 122B, f. 233 v. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 5 presidios cercanos al lugar de la redención, que saldría más barato. Además, los critica porque iban únicamente guiados por el interés, e insinúa que prevaricaban, pues añade que además del sueldo obtenían «otro que esperan sacar mayor con sus inteligencias», lo que según explica tendrían que impedir los redentores «por el mal exemplo que a fieles, e infieles se causa»14, quizás posibles corruptelas para favorecer a determinados cautivos. En la recepción era preceptivo la entrega de regalos valiosos, generalmente joyas, aunque también tejidos preciosos o alimentos delicados: chocolate o dulces. En 1648 el alcaide de Tetuán recibe una esmeralda «del tamaño de un guevo entre unas cuatro garras de un león de oro» por valor de 1.400 reales; en la de 1724 el dey de Argel una sortija para su mujer, dos para él y «otros diferentes jéneros»15. Con frecuencia, tras las cortesías usuales surgían los problemas. Uno de ellos consistía en que los parientes de berberiscos cautivos en España presionaban al diván para que no autorizara la salida de la redención hasta que los religiosos consiguieran su retorno, como sucede en 1627, cuando los familiares de Tabac Arráez (quizás el que invadió Lanzarote en 1618) reclamaron su libertad, pues había sido apresado por los cautivos cristianos de su navío que lo habían llevado a Menorca16, aunque finalmente se consiguió la licencia para el regreso a cambio de un soborno de 2.400 reales. Asimismo, el gobernador de Tetuán prohibió en 1668 la salida de los cautivos hasta que devolvieran a su padre una muchacha que había sido rescatada en Gibraltar, pero que su amo se la había quedado para bautizarla. Además, surge un nuevo problema porque el gobernador denuncia que diez moros que habían sido liberados eran empleados en las galeras, y solicita su entrega. Finalmente llegan a un acuerdo, dejando a un cautivo en rehenes por la mora, mientras el gobernador de Ceuta se compromete a liberar los diez galeotes17. Las noticias que llegaban de España sobre malos tratos o sanciones inquisitoriales a moros cautivos o moriscos provocaban reacciones hostiles, 14 15 16 17 ACADEMIA DE LA HISTORIA, Memoria del General de..., t. CVI, núm. 32. B.N., Mss. 3631, f. 50 y 3589, f. 55. B.N., ms. 3872. A.H.N., Códice 142B. Núm. 50 (2004) 435 6 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ como sucede en Argel en 1675 cuando llegan cartas de diversos lugares de la Península, denunciando que les forzaban a renegar y que la Inquisición no les permitía enterrar a sus muertos a su usanza18. Aunque los principales conflictos surgían porque a veces las autoridades no respetaban los términos del pasaporte y pretendían incluir el mayor número de esclavos suyos y de otros dignatarios como forzosos por unos precios abusivos. Por supuesto, los frailes tenían estrictas instrucciones al respecto que determinaban a quién se podía redimir y el orden a seguir. En primer lugar se debía liberar a los cautivos para los que hubieran recibido adjutorios, que en el caso de que no se les encontrara o hubieran renegado se debía devolver, salvo que se hubiera dispuesto otra cosa. El resto se debía emplear en rescatar a naturales de los reinos de donde provenían las limosnas, prefiriendo en primer lugar a mujeres y niños «por haber más riesgos». Esta era la teoría, pero la práctica no siempre concordaba con ésta. En primer lugar, porque los propios redentores en ocasiones no se atenían a ellas en su afán por liberar la mayor parte de los esclavos posible, por lo que más que las instrucciones primaban otros considerandos, como los precios o el inminente peligro de que renegara algún cautivo. Pero sobre todo las órdenes se desvirtuaban por la intervención de las autoridades, que intentaban que los frailes redimieran a todo tipo de esclavos y no a los que estaban obligados. Los conocimientos geográficos de nuestros frailes eran más bien limitados, de ahí que en más de una ocasión incluyeran Lanzarote entre los territorios no castellanos, a pesar de que posteriormente rescataban a sus naturales19. Asimismo, en la redención de 1640 en Tetuán es rescatado por orden del Consejo de Indias D. Pedro Bravo de Acuña, hijo del «birrey de las Canarias» de igual nombre; independientemente de la inexistencia del cargo, no hemos encontrado ningún capitán general ni corregidor con tal apellido, aunque podría ser el materno20. A medida que las redenciones se institucionalizaron, los frailes intentaron evitar los posibles abusos de los gobernantes 18 19 20 436 I. BAUER LANDAUER, Relaciones, t. IV, pp. 70-76. A.H.N., Códice 126B, f. 14. B.N., Ms. 6573. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 7 berberiscos pactando en los pasaportes o salvoconductos que expedían sus regímenes los pasos a seguir. En el XVIII, se especificaba en los mismos el número de cautivos forzosos que había que rescatar y sus precios, lo que sin embargo no implicaba que siempre se respetara el «pacta sunt servanda», pues dependía del talante del gobernante, del número de esclavos disponibles y de otras circunstancias. En la documentación apreciamos como en este siglo, cuando el corso argelino está en decadencia, arrecian las quejas de los religiosos sobre la arbitrariedad de los deys. Tomemos como ejemplo la redención mercedaria de 1724 en Argel21. Según el pasaporte, los forzosos a comprar eran treinta y ocho, todos españoles, que pertenecían a distintos personajes: seis al gobernador y otros dieciséis de su cocina y del baylique o prisión estatal a 2.150 reales cada uno. Los restantes pertenecían a los principales jefes militares, a los escribanos de palacio, al guardián del puerto, y hasta a los cocineros del dey. No obstante, cuando los redentores pretenden atenerse a la letra del acuerdo, comienzan los problemas. De los seis de la golfa (sala del palacio), tres resultan ser extranjeros, un portugués, y para más inri, dos holandeses protestantes, y aunque los frailes intentaron que al menos se sustituyeran a estos últimos por dos católicos, no pudieron, por lo que tuvieron que comprarlos a 10.400 reales nada menos, incluyendo siempre los 400 del impuesto de salida, denominado «de puertas». La siguiente «novedad» fue que en lugar de los ocho cautivos de la cocina se les entregaron once, y entre ellos varios extranjeros, entre los cuales había de nuevo protestantes. A pesar de las protestas de los redentores que argumentaban que iba contra lo pactado, que sus caudales eran escasos y únicamente para el rescate de los españoles, tuvieron de nuevo que aceptarlos a todos ante la intransigencia del gobernante, pagándolos en este caso a 5.570 reales cada uno. La diferencia de precios con los anteriores puede deberse a que los primeros fueron seleccionados entre menores de dieciocho años, incluso los hay de diez. En total liberaron a ocho españoles y once extranjeros, cuatro de ellos nórdicos protestantes. Podemos imaginar el enfado de los frailes, sobre todo ante esta última circunstancia, pues realmente 21 B.N., Mss. 3589. Núm. 50 (2004) 437 8 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ no dejaba de ser paradójico que los mismos que demonizaban a los «luteranos» y los perseguían en su país, se vieran obligados a liberarlos en otro. Aunque también es cierto, que en ocasiones venían con mandas de algún patronato destinado a extranjeros, de los que no se menciona su credo22. A continuación se trató del rescate de ocho inválidos del bailique pactados en el pasaporte y de nuevo se producen «innovaciones», pues el gobernador a pesar de las consabidas protestas consigue venderles dieciséis de los más ancianos; además, como uso y costumbre entre ellos había siete extranjeros. Las edades oscilaban entre los cincuenta y setenta años, y el precio consistió en 2.720 reales por persona. La empresa continuó en los mismos términos, incluyendo nuevos esclavos forzosos del entorno del pachá, hasta totalizar un total de 153 esclavos de este tipo. Después, se procedió a rescatar a los de particulares que sumaron 122, menos que los anteriores y a un precio más bajo, pues cuarenta y siete se vendieron a menos de 2.000 reales, treinta y ocho entre 2.000 y 3.000 y de los treinta y siete restantes, tan sólo cuatro superan los 5.000 reales. Entre los aspectos a resaltar es de destacar que siete son liberados por el derecho de puertas, 400 reales o poco más, lo que implica que habían comprado su libertad al margen de la Redención; en la de 1723, el dey argelino calculaba los adjutorios entregados en Argel por los propios cautivos en 30.000 o 40.000 reales23. Nueve de los rescatados eran soldados apresados en la pérdida de Orán, para los que se traía el encargo de la Corona de liberarlos, lo que se ejecutó a razón de 3.000 reales cada uno. Además, otros siete de particulares fueron adquiridos a «personas de mayor estimaçión de esta república, a causa de no poderles faltar». El motivo de esta «atención», quizás esté relacionado con la apreciación que hacen los frailes de hallarse con poco caudal para liberar a los esclavos de particulares «por lo mui tiranizado que el gobernador se a portado con los del baño 22 M.ª DOLORES TORREBLANCA ROLDÁN, «Cautivos extranjeros en la Málaga moderna», Los extranjeros en la España Moderna, Málaga, 2002, pp. 767-768. 23 M. GARCÍA NAVARRO, Redenciones de cautivos en África (1723-1725), p. 104, Madrid, 1946. 438 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 9 del vailique, pues la mayor parte del referido caudal se a quedado su exª. con él, cosa que se an quexado mui amargamente los patrones que no pueden vender sus cautivos por esa zircunstanzia». Quizás los frailes intentaron a través de este favor atemperar cualquier incidente que pudiera perjudicar la redención, pues al menos conocemos dos casos, uno en Marruecos y otro en Argel, donde los dueños de esclavos ante la imposibilidad de venderlos por la codicia de las autoridades que impusieron los suyos, se sublevaron en una e intentaron matar al dey en otra. El total del coste de los cautivos ascendió a 943.370 reales, con el impuesto de puertas, de los cuales 603.200 correspondieron al pachá. En realidad, la mayor parte, los del baño del baylique, pertenecían teóricamente a la regencia. Otros 51.560 reales provenían de los esclavos forzosos de los allegados al poder, y el resto a particulares. En definitiva, las dos terceras partes de los ingresos por la venta de los esclavos fueron a parar al dey, al tesoro público y a los poderosos de Argel, y los particulares se beneficiaron únicamente de un tercio. El total de la redención, la data, supuso 990.467 reales, al añadirle los pequeños e innumerables gastos restantes resultando un déficit de 3.440 reales, lo que no resulta excesivo. CAUTIVOS Y REDENTORES Las relaciones entre los cautivos, o al menos algunos de ellos y los redentores, no eran tan idílicas como pudiera parecer, y no solo como sería lógico, entre los que veían frustrada sus esperanzas de libertad. Temprano nos comenta las apreciaciones de un trinitario en un manuscrito de 1670, donde explica que: «Antes de ser rescatados eran corderos, y rescatados se vuelven leones». Además establece distintas categorías peyorativas entre ellos: los «jactanciosos», que presumían de un status en España que distaban de tener y hacían elevar los rescates24, los «bella24 Aunque quizás no entre exactamente en esta categoría, García Navarro explica el rescate infructuoso de la mujer de un capitán y su familia, debido al elevado precio en que los habían tasado los argelinos. La señora le espetó al fraile «juzgando con alguna vanidad y no mucha discreción, Núm. 50 (2004) 439 10 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ cos», que si no lo eran cuando libres se volvían en el cautiverio, los «mentirosos» por sistema e «ingratos» una vez rescatados, etc. Al parecer, los soldados destacaban entre los poseedores de estas «cualidades», pues un fraile afirmaba que algunos eran «demasiado impertinentes» y exigentes. Otro grupo «profesional» que sobresalía en este sentido, eran las prostitutas cautivadas en las galeras que llevaban a la tropa y que se caracterizaban por su ligereza de lengua y porque por sus «bocas infernales» proferían las mayores atrocidades. Podemos imaginar las esperanzas que suscitaba la presencia de los redentores entre los pobres esclavos y los esfuerzos que harían para poder ser seleccionados. Un religioso cautivo nos describe la llegada a Argel «estando ya las murallas coronadas de cautivos, que con alaridos manifestavan su gozo». Estando ya en su alojamiento, les asaltaban con sus peticiones de libertad, explicando sus múltiples miserias «que son tales, que no es posible discernir la primera». Cuando consiguieron que se fueran y tras cerrar las puertas, algunos en su desesperación se ocultaron en las caballerizas debajo del estiércol y otros incluso debajo de un montón de cal viva del que salieron quemados25. En un texto similar, un religioso rescatado, explica como el acoso de los cautivos era tal, que los guardias turcos no podían contenerlos y se entraban en su casa por las terrazas de las vecinas y hasta tal punto eran numerosos, que con su peso se cayó un corredor26. Algunos recurrían incluso a la intimidación, como cuatro jóvenes catalanes que amenazaron a los religiosos en Argel con apostatar si no los compraban, ante lo cual cedieron los frailes. La desesperación sería considerable entre los que quedaban excluidos de la libertad por su nacionalidad, como un castellano que fue recriminado por algunos aragoneses que le reprocharon el insultar a los frailes porque no tenía derecho a ser liberado, pues la redención se hacía con dinero de la Corona de Aragón27. Por su parte, un cautivo extranjero recriminó a que no era crecido precio por una mujer como ella», a lo que el religioso le respondió galantemente: «que su merced valía mucho, pero la redención no tenía tanto». FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit., pp. 106-107. 25 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t, IV, pp. 87-93. 26 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76. 27 E. TEMPRANO, El mar maldito, Mondadori, Madrid, 1989, pp. 168-170. 440 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 11 los redentores, de una manera más sutil y apelando a argumentos religiosos: «Partíos, padre, navegad contento, con los que lleváis libres, por ser de vuestra patria, que si la compra que de ellos avéis hecho, os adquiere nombre de piadoso, el rigor con que nos dejáis expuestos a la desesperación os le convertirá en el de cruel y de inhumano. Cristo a todos redimió universalmente, porque si hiciera como vos y vuestros compañeros ecepción de personas y rescata del pecado a sólo los hebreos, no se si granjeara el título glorioso... de redemptores». Y concluye amenazando: «¿Qué imagináis que conseguisteis de esa elección apasionada? El apostatar nosotros del baptismo, más por el envidioso despecho de vuestro menosprecio que por sugestiones de el deleyte, a que los moros nos convidan»28. De ahí que veamos alusiones a actitudes hostiles de los protestantes, aunque también de los muchachos berberiscos hacia los redentores, como el que nos explica que aunque por lo general eran respetados «del pueblo y esclavos hereges padecieron muchos ultrajes, escupiéndoles en el rostro y mesándoles las barbas». Y continua narrando como en una ocasión iban unos religiosos acompañados de dos niños turcos y fueron atacados por una tropa de cautivos herejes, que sin embargo tuvieron que huir porque los dos niños los defendieron con piedras29. El autor de una relación de la redención de 1682 en Argel, explica que transcurrió bien en términos generales «Dexando los ultrages comunes del escupir, mesar las barbas, y apedrearles Morillos baladíes muchachos, y Cautivos hereges»30. No obstante, parece que las autoridades sancionaban estos comportamientos, tal como expresa un religioso que describe el edificante ejemplo de un redentor, que habiendo sido abofeteado por un moro, fue defendido por un turco que quiso llevar al agresor ante el diván, donde hubiera sido sancionado al menos con doscientos palos. Terció el religioso a favor de su ofensor, ofre28 Citado por M.ª D. TORREBLANCA ROLDÁN, La redención de cautivos en la diócesis de Málaga durante los tiempos modernos, Universidad de Málaga, p. 235 (tesis inédita). 29 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76. 30 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. Iv, pp. 120-124. Núm. 50 (2004) 441 12 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ ciendo la otra mejilla, ante lo cual «quedó corrido el Moro, edificado el Turco, y el Redemptor muy contento»31. Por otra parte, también los que esperaban ser liberados pero no lo conseguían, expresaban su lógico malestar, como el grancanario Tomás Báez de la Fuente, quién escribe en 1629 desde Argel a sus padres tras ser rechazada su solicitud de rescate por los religiosos, que: «ellos vienen acá sino a llevar las bolsas llenas y ansí no se acuerdan de los que pasan trabagos»32. La acusación es sin duda calumniosa, ya que generalmente los redentores gastaban todo el dinero que traían e incluso el que no aportaban, pues como hemos visto no era inusual pedir préstamos. Pero aún más, el cuarto voto permitía a los mercedarios quedarse en rehenes por algún cautivo cuando se agotaban los fondos, lo que sucedió en más de una ocasión. En alguna bastó la mera proposición de ejercer esta potestad para conseguir su propósito, como acaece en la redención de Túnez de 1725, cuando el Bey y los principales moros y turcos «anduvieron tan cortesanos, y galantes» que rechazaron la propuesta y se conformaron con que se firmaran obligaciones de pago33. También es cierto que sabían que cobrarían, pues en caso contrario no habría más rescates. Pero la desesperación de los cautivos excluidos de la redención es comprensible, y no sucede únicamente con los más humildes. D. Baltasar de Villalba, antiguo gobernador de Mazalquivir, vio frustrado su rescate porque al parecer los argelinos creían que si la concedían perderían de nuevo aquella plaza, pero el cautivo «ofuscado de sus deseos» escribió cartas «bien acres» a la Corona quejándose de los redentores34. Algunos en su frustración, recurrían a medios más drásticos, como el manchego que vio truncada su liberación en Argel porque su patrón pensaba que era un hombre acomodado y exigió 88.000 reales por su persona. Ante la imposibilidad de salir de su esclavitud, el cautivo mató a su dueño y le robó su dinero, huyendo a continuación. El crimen no fue descubierto hasta tres días después, provocando el malestar ciudadano y muchas molestias a los 31 32 33 34 442 I. BAUER LANDAUER, Relaciónes..., t. IV, pp. 87-93. A.M.C., Inqui., leg. XXXVI-1. I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 331-340. FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit., p. 105. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 13 redentores, pues les acusaron injustamente de tenerlo escondido35. En la redención de 1682, unos cautivos cristianos rompieron dos paredes de la casa donde se alojaban los frailes y robaron un cajón con 25.000 reales. Todos fueron capturados menos uno, que logró huir con los 5.000 que no se encontraron36. Claro, que también los religiosos, o al menos algunos, no destacaban precisamente por su discreción, como un fray Jerónimo de Ortega, que «trató con rigurosa acrimonia» a un cautivo porque no había tenido un buen comportamiento en la rendición de Orán. O el discurso que espetó García Navarro a una multitud de cautivos a los que se veía imposibilitado de liberar por las excesivas exigencias económicas del dey: «empecé a reprehenderles y afearles su licencioso modo de vivir; pues no permitiría Dios tales violencias y tiranías sino ubiera entre ellos muchos malos cristianos»37. Es de imaginar el sentimiento de muchos de los cautivos hacia los mercedarios, que además de ver frustrada su libertad, les inculpaban de su desgracia. También se producían disensiones entre los cautivos, divididos por sus respectivos credos: protestantes, católicos y ortodoxos. D’Aranda nos describe una áspera trifulca entre rusos, españoles e italianos, motivada porque éstos los insultaron denominándoles «perros heréticos, salvajes y enemigos de dios», a la vez que los agredían con el consentimiento del guardián del baño, pues los berberiscos alentaban estas contiendas para dividir a los cautivos. Además también se producían por motivos políticos, como la que tiene lugar entre portugueses y españoles en 1641, a causa del comienzo de la guerra de emancipación lusitana38. LAS CRÍTICAS A LA OBRA REDENTORA La obra redentora tenía también sus detractores. No por la benemérita labor de estos religiosos en sí, sino por las ingentes 35 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 69-76. I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 118-124. 37 FR. M. GARCÍA NAVARRO, op. cit. pp. 92 y 102. 38 Citado en R. C. DAVIS, Christian Slaves, Muslim Masters, Palgrave Macmillan, Londres, 2003, pp. 112-113. 36 Núm. 50 (2004) 443 14 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ cantidades de dinero que implicaba. Feijoo reproduce un texto bien significativo al respecto: «Opinión fue, y aun de quién la podía dar por ley, si no fuese contra la Cristiandad, que no se redimiese nadie, porque cesando el interés de la redención no se cautivarían tantos. Pero como sea una de las siete obras de misericordia, es tan buena la redención como es mala la cautividad. Asimismo, fuera de que no habría tantos cosarios ni tantos cautivos, no daríamos nuestros dineros a nuestros enemigos. No renegarían los que reniegan, que es lo peor de todo»39. Aunque también se critica la política norteafricana de la monarquía, pues algunos autores preconizaban la conquista de las bases corsarias como forma de evitar la salida de dinero que fortalecía a los berberiscos. En palabras de Martínez del Villar: «Después desto redime V. Mag. conquistando a Argel y Bugía un lastimoso tributo, que de muy grande cantidad en efecto le paga cada año España so color de redimir cautivos, y además de pagar tributos de tanta nota, es traer a España e a toda la Cristiandad las nefandas costumbres que les enseñan en Argel, y tanto cuando por nuestros pecados acá»40. Como vemos no se argumentan únicamente motivos económicos, sino que se insinúa que los cautivos al retornar difunden las prácticas homosexuales que supuestamente aprendieron en Berbería. Conocemos un temprano ejemplo de esta polémica en Canarias, a través de la autodelación de Francisco López ante el inquisidor Padilla en la visita de 1532 a La Palma. López explicó, que en una discusión acerca del dinero que salía de Castilla para estos fines, que evaluaba en 100.000 ducados, razonó que si se prohibieran las redenciones durante tres o cuatro años, los corsarios dejarían de capturar cristianos. El inquisidor se limitó a reprenderlo manifestándole que: «no cure de hablar tan largo de aquí en adelante»41. En la época del arbitrismo, no podía faltar una opinión al respecto, quizás la que originó la polémica más conocida. La 39 R. FEIJOO, Corsarios berberiscos, Barcelona, 2003, p. 149. En M. A. BUNES IBARRA, La imagen de los musulmanes y del norte de África en la España de los siglos XVI y XVII, C.S.I.C., Madrid, 1989, p. 181. 41 A.M.C., Inqui., leg. CLVI-1. 40 444 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 15 protagonizó el capitán Guillermo Garret, en torno a 1632, a través de una memoria en la que sostenía que los 100.000 ducados anuales en los que calculaba las redenciones constituían de facto un aliciente para el corso. En su lugar preconizaba el empleo de ese dinero en la creación de una escuadra de seis navíos, que además de servir como escuela de pilotos y marinos, proporcionara con sus ataques a los barcos y costas berberiscas los cautivos necesarios para canjearlos por cristianos. La armada estaría bajo control de las dos órdenes redentoras, que aplicarían el dinero de los rescates a su mantenimiento, controlando su funcionamiento. El escrito motivaría la lógica y pronta contestación del general de los trinitarios descalzos, fray Gabriel de la Asunción, oponiéndose vehementemente al proyecto42. A través de seis puntos, en los que emplea profusamente textos de los santos padres y de los papas, desgrana su respuesta, no sin antes efectuar una crítica feroz de los arbitristas. Los tacha de «sobrados y ociosos, faltos de conciencia, y llenos de fantasías que derraman por momentos en gran daño y perjuizio del tiempo necesario q. gastan a los ministros de su Majestad, hasta que averiguan la poca sustancia y subsistencia de lo que les proponen con superficial utilidad de la causa pública, y de la del Príncipe». En su exposición, explica como las dos órdenes redentoras fueron creadas para esta función, y cambiarlas de la misma para dedicarlos a tareas militares, significaría abdicar de los fines para los que profesaron «con que tendrían acción a volverse al siglo, y dexar el hábito de Religiosos». Señala que la función de estos frailes no era «presidir y gobernar escuadras», pues en un segundo memorial, el capitán Garret había planificado el papel de los redentores en la misma, alternando las dos religiones el mando o bien teniendo cada uno la suya. Además, el contacto con la tropa no sería aconsejable, «pues soldados y marineros, son la gente más estragada y derrotada que tiene la República». Explica también, que su papel no consistía únicamente en redimir a los cautivos, sino también consolar espiritual y material42 Memorial del General de la Orden de los Descalços de la Santísima Trinidad, Redención de Cautivos contra el arbitrio dado por el Capitán Guillermo Garret..., Academia de la Historia, t. CVI. Núm. 50 (2004) 445 16 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ mente a los que se quedaban, animándolos para que resistieran sin apostatar, lo que muchos harían al verse sin posibilidad de alcanzar la libertad. Advierte también, y seguramente de forma nada inocente, que el empleo del dinero destinado a los rescates en la formación de la escuadra podría traer grandes desgracias a los gobernantes que lo permitieran, señalando varios casos en los que así sucedió. Entre ellos el del rey D. Sebastián, reciente en el tiempo, que por apropiarse de los caudales destinados a una redención para su ejercito a pesar de la advertencia de los trinitarios, murió en la derrota de Alcazarquivir. Insiste en las consecuencias negativas que tendría este proyecto, en una clara advertencia a los gobiernos, pues Dios y la Virgen darían o pedirían «castigo exemplar contra todos los que en esto interviniesen en hecho o consejo». El cambio de uso de los fondos redentores no puede autorizarlo ni siquiera el Papa, excepto que existiera una causa legítima, lo que obviamente no es el caso. Tampoco el Rey puede hacerlo con los dineros de patronatos y dotaciones eclesiásticas y legas. Niega que el coste de las redenciones sea de 100.000 ducados, pues no llegan a 20.000, y respecto a que los berberiscos obligan a liberar únicamente a viejos y tullidos, lo rebate explicando que por cada veinte de ellos hay ochenta o noventa niños y mozos. Respecto a la crítica por la salida de dinero que permite a los moros armar nuevas fustas y seguir con sus ataques, contesta que además de ser común a todos los rescates, más dinero sale con el comercio a Berbería. Razona, que aunque acabasen las redenciones, no por ello cesaría el cautiverio de los cristianos, pues nadie podría impedir que sus familiares intentaran liberarlos con su dinero, o peor aún con limosnas que irían en detrimento del mantenimiento de la escuadra. Además, aún sin rescates, seguirían los apresamientos de cristianos para hacerlos trabajar como esclavos o para venderlos en Turquía, y aún peor, matarían a los que no les fueran útiles, tesis que se empleaba con asiduidad: «es certissimo que los Moros dieran muerte a los cautivos, que no fueran a propósito para su servicio y para el trabajo, y es infalible que los más principales Caballeros, y los que se criaron en regalo, que perecieran los primeros»43. 43 446 M. A. BUNES IBARRA, op. cit., p. 182. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 17 También critica la operatividad de la proyectada armada, que según Garret ahorraría la guarda terrestre en las costas, señalando como en Valencia doce años atrás se suprimieron, y con el dinero de su coste se construyeron cuatro galeras, que no pudieron impedir los ataques corsarios, por lo que se restableció la situación anterior. En el último punto, el sexto, entra en los ataques que hace a las redenciones, aceptando implícitamente algunos y sugiriendo, él también, «arbitrios». En primer término, aborda el problema de los abusos de los berberiscos que no guardan lo pactado, y propone como remedio suprimir las redenciones en Argel, que es donde más se producían. En su lugar, se debía acudir a los mercados usuales y a otros nuevos, como Salé a través de La Mámora, con los que los argelinos cambiarían de actitud. La segunda crítica se refería a que los berberiscos forzaban a que se compraran fundamentalmente ancianos e impedidos, así como bienvenidos y cautivos cortados, mientras que los muchachos, niños y mujeres quedaban esclavizados y expuestos a renegar. Para obviar estos inconvenientes propone que no se lleven fondos a los lugares donde rescatan, sino que los dejen en los presidios africanos cercanos. Un fraile pasaría a negociar con los berberiscos, y una vez concordados, se intercambiarían en el puerto español los cautivos por el dinero, tal como se realizó en la redención de 1625 en Tetuán. Niega que la mayoría sean ancianos o impedidos, y apela al testimonio ocular de los españoles que los ven en las procesiones que se realizan al retorno. Respecto a los cortados, es decir aquellos cautivos que ajustan un precio elevado con sus amos a cambio de un mejor trato, es partidario de no rescatarlos, pues alega que obligan a sus parientes a empeñarse y pedir limosna para enviarles una parte del rescate, que además no entregan en su totalidad a los redentores. La mala opinión sobre esta modalidad de rescate la compartían otros muchos, pues como se explica en una relación de la redención de 1686, donde tras exponer como los religiosos tuvieron que responsabilizarse de liberar a una hija del regente de la Audiencia de Mallorca por una crecida suma, afirma que causan mucho daño los que se cortan, pues en muchas ocasiones no se les puede liberar por su elevado coste, y si se hace, es en detrimento de otros muchos Núm. 50 (2004) 447 18 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ pobres que se podrían haber rescatado con aquel dinero44. Con los bienvenidos, los soldados que huyen de la miseria de los presidios a tierras berberisca, para posteriormente ser rescatados y retornar a España, también piensa que no se debían liberar, lo que impediría en el futuro las deserciones. Niega que los adjutorios se empleen en otras personas que en los designados, y advierte que las limosnas que catedrales y cofradías entregan a los parientes de los cautivos, debían darse directamente a los redentores, pues sucede que les señalan «cuatrocientos, o seiscientos ducados, y dar los parientes al Redentor ciento, y quedarse lo demás». Por último, rechaza que los gastos ajenos a los rescates sean elevados, pues afirma que no llegan ni a la décima parte de lo que presupone Garret, para lo que se remite a los libros donde se inscriben. Otro escrito a favor de las redenciones, obra de un mercedario, lleva por título: «Discurso cristiano y político sobre la redención de cautivos»45. Es la contestación a una propuesta en la línea de Garret, con argumentos similares, aunque además expone que las redenciones tienen como consecuencia el que los soldados peleen con menor ahínco, al saber que pueden ser rescatados, y pone como ejemplo que Roma no liberó por esa causa a sus prisioneros de Cannas. La respuesta utiliza razonamientos similares a los de fray Gabriel, replicando a la afirmación anterior con el argumento que si los soldados no pudieran ser liberados, nadie querría ejercer la profesión. Critica la construcción de la flota, pues afirma que su mantenimiento anual ascendería a 100.000 ducados, y que además las limosnas disminuirían, puesto que lo que mueve a la piedad a los fieles son principalmente las procesiones de los cautivos, que desaparecerían. Por último mantiene que las dos ideas no son incompatibles, puesto que es tarea de los monarcas no sólo liberar cautivos, sino también asegurar los caminos, mares y costas para que no peligraran sus vasallos. La polémica seguiría latente en el tiempo, como lo demuestra el que el Capitán General de Cataluña reiterara a Ensenada la pro44 45 448 I. BAUER LANDAUER, Relaciones..., t. IV, pp. 153-161. B.N., ms. 3865. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS LAS POLÉMICAS REDENCIONES 19 puesta de suprimir los rescates y con ese dinero construir una flota46. Nos atreveríamos a afirmar, aún sin conocimiento de causa, que esta problemática precede a la Edad Moderna y se debió producir en todos los tiempos y culturas, lo que entra dentro de la lógica. Una prueba de que es anterior a nuestro memorial, lo constituye el ejemplo isleño que hemos expuesto, donde curiosamente se cifra el gasto de los rescates en 100.000 ducados, la misma cantidad que calcula Garret un siglo después, lo que hace suponer que probablemente se empleaba comúnmente como ejemplo de dispendio. Pero aún más, la discusión sigue siendo actual, pues la hemos visto reproducirse en los actuales secuestros, tanto en Italia, como en España y últimamente en Colombia. Los detractores aducen que para que no continúen, la única solución es negarse a realizar los correspondientes pagos. Incluso, han existido intervenciones oficiales para impedirlos, con el «éxito» que conocemos. Es imposible evitar que una familia se niegue a intentar la liberación de sus seres queridos, utilizando los medios legítimos o ilegítimos a su alcance. Que es en definitiva lo que expone el general trinitario cuando advierte, que de llevarse a cabo la propuesta del capitán Garret, los parientes de los cautivos procederán a liberarlos por su cuenta. A través de estas líneas vemos como el proceso de redención que protagonizaban las órdenes religiosas era complejo. No podía ser de otra forma, pues se trataba de una operación que implicaba viajes peligrosos que transcurrían en un medio hostil. Pero además, la problemática de los rescates no era nada sencilla, pues por una parte estaban los gobiernos y los amos de esclavos que veían a los redentores como una fuente inagotable de ingresos y por otra las relaciones con los cautivos tampoco eran fáciles. Hay que comprender la desesperación de éstos últimos, sometidos a vejaciones, hambre y trabajos forzados, que veían frustrarse sus esperanzas de libertad, mientras que otros de sus compañeros la conseguían. Los más humildes, que eran la mayoría, tendrían que aguardar a la próxima redención que 46 M. BARRIO GOZALO, La sociedad en la Edad Moderna, Cuadernos de Cultura, Actas, Madrid, 2000, p. 112. Núm. 50 (2004) 449 20 LUIS A. ANAYA HERNÁNDEZ tampoco tenía porque implicar su liberación. Recordemos que la media de años de cautividad de los 805 canarios liberados por estas dos órdenes (que suponen únicamente una pequeña parte de los cautivados), es de cinco años y seis meses, aunque como toda media es inexacta, pues hay quién está unos meses en cautiverio y quién lo padece durante treinta y dos años. La labor de los frailes era sin duda heroica y benemérita, pues no sólo padecían los inconvenientes y peligros del viaje, sino que posteriormente muchos sufrían los malos tratos y las vejaciones que hemos explicado en Berbería, donde más de uno perdió su vida en la empresa. No obstante, también son lógicas las críticas que desde muy temprano aparecen contra las redenciones. Críticas que se formulan, no por la empresa en sí, sino porque se veía como una forma de perpetuar los ataques berberiscos contra la navegación y las tierras españolas para capturar esclavos con el fin de rescatarlos o emplearlos como mano de obra en la infraestructura corsaria. Realmente estos ataques y las contrapropuestas a las redenciones no hubieran impedido la acción berberisca, que constituía un fenómeno estructural que en mayor o menor medida mantenía la economía de Argel, Túnez, Libia y ciudades marroquíes como Salé o Tetuán, puesto que se apoyaba en las disensiones europeas. En efecto, franceses, holandeses e ingleses apoyaban al corso musulmán, a pesar de que también sufrían sus efectos aunque en menor medida que el imperio hispano y sus aliados, por dos motivos: debilitar a los anteriores y obtener saneados beneficios proporcionando a los berberiscos el material bélico y los productos suntuarios que intercambiaban por el botín que obtenían, el dinero de los rescates y sus materias primas. Sólo cuando las potencias europeas controlen el comercio marítimo y las actividades corsarias supongan un perjuicio más que un beneficio, recurrirán a la fuerza o al soborno para impedir las actividades corsarias. Desde finales del XVII atacarán sus bases y apresarán sus navíos o bien llegarán a acuerdos mediante los que les proporcionarán pertrechos o dinero a cambio de que no agredieran sus barcos, todo lo cual reducirá al mínimo la acción corsaria. 450 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS HISTORIA ECONÓMICA 68 TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI POR GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN En los Países Bajos septentrionales, durante los siglos XVI y XVII, se produjo un crecimiento de la economía, más intenso que en los demás países de la Europa occidental. Desde la Baja Edad Media, la agricultura de los Países Bajos —del norte y del sur— creció no sólo por labrar más tierras, sino por cultivar mejor las distintas siembras que se hacían en ellas. La producción de manufacturas también aumentó en cuantía y en calidad, y fue más variada. Las cerámicas de Delft, las telas y paños que se tejían en Gante, en Leiden, en Rótterdam, en Utrecht se hicieron famosos en toda Europa, y acabaron imponiéndose en los mercados externos, lentamente primero, y de forma masiva a partir de finales del siglo XVI. El desarrollo de la construcción naval permitió a los navegantes de los Países Bajos arriesgarse en viajes de radio cada vez más amplio, hasta localizar los bancos más ricos en arenques y ballenas, con lo que pudieron desarrollar las actividades de salazón y secado y disponer de cantidades crecientes para el consumo y para la exportación. El gran crecimiento económico más intenso de los Países Bajos del norte desde finales del siglo XVI se debió a causas muy diversas, entre las que cabe señalar la inmigración de comerciantes, artesanos y hombres de negocios de los Países Bajos del sur, y de judíos procedentes de España y de Portugal, con conoNúm. 50 (2004) 453 2 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN cimientos y dominio de técnicas y con capacidad emprendedora. Manufacturas, agricultura y ganadería, construcción naval, pesca y actividades comerciales y bancarias se desarrollaron en los Países Bajos del norte, convirtiendo a Ámsterdam en la primera plaza mercantil del mundo, después de haberlo sido Lisboa, primero, y Sevilla después. Las innovaciones técnicas, la organización del trabajo en los talleres y centros manufactureros y las libertades para aplicar iniciativas individuales originaron no sólo economías en los costes de producción y venta sino también en variedad y en vistosidad y atractivo de los bienes objeto de comercio, para los compradores. Los comerciantes de los Países Bajos del norte pudieron desplazar, en los mercados exteriores —en España, en Italia— a los de los respectivos países al ofrecer bienes más baratos de suficiente calidad como para atraer a los demandantes. Así, los paños pardos castellanos, tejidos de acuerdo con lo estipulado por las ordenanzas gremiales, de excelente calidad por la buena lana con que se hacían y por el número elevado de hilos que se exigían, no tuvieron el atractivo de los holandeses, más ligeros, pero de colores más variados y suficientemente duraderos. En las ordenanzas de Sevilla de 1511, de carácter unificador, se estableció con suma prolijidad como se habrían de tejer los paños para que fuesen «de la suerte y marco y tinta y ley que debían ser». Con el fin de acertar en las normas que habrían de regir en el futuro en cuanto a la fabricación de paños, fueron convocados maestros expertos en el oficio. La prolijidad de lo dispuesto, en lo referente a la calidad de las lanas, a como deberían lavarse, al marco que habrían de tener los peines de peinarlas, a como habría de hacerse esta operación; a como carduzarlas —cardarlas—: tanto para los dieciochenos «y dende arriba — y de más hilos— como para los cordellates» de cualquier suerte, lo mismo que las bernias e irlandas. También detallan las ordenanzas cómo se habrían de arquear los paños y cómo las hilanderas habrían de hilar los vervies. Fijaban, asimismo, la prohibición de vender lana «de una arroba abajo» sin licencia de los veedores. Lo mandado en estas ordenanzas de 1511 llega a tal prolijidad que sus normas ocupan 120 leyes de la Nueva Recopilación (el título XIII del libro VII). 454 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 3 No era posible asegurar el cumplimiento de todo lo reglamentado, por no disponer del número suficiente de veedores que pudieran vigilar cuantas operaciones se hacían desde el lavado de las lanas hasta el teñido y acabado de los paños. No obstante, el riesgo en que se incurría al no cumplir lo establecido perjudicaba a los compradores de paños, ya que los vendedores tenían que descontar, con el aumento de los precios, la posible pena o multa que habrían de sufrir en el caso de ser descubierta alguna de las múltiples irregularidades que habrían de cometer necesariamente, dado lo absurdo, por anticuado y arcaico, de cuanto se les exigía. Las dudas en la aplicación de lo legislado, como no podía ser de otro modo, por lo complejo de cuanto se mandó, hicieron que los procuradores que asistieron a las Cortes de Toledo de 1525 pidieran al Emperador que aclarase las disposiciones legales vigentes. Para ello, siguió éste el mismo método que habían aplicado su abuelo Don Fernando y su madre Doña Juana en 1511: que el Consejo Real, mediante el asesoramiento de «personas expertas», consultase al soberano sobre lo que habría de hacerse. Se informó entonces que convenía guardar las leyes de 1511, con las ordenanzas, adiciones y declaraciones que se fijaron en Pragmática de 14 de noviembre de 1528. A lo complejo de aquellas ordenanzas de 1511, se sumaron las prolijidades de que informan las veinticinco leyes que contiene el título catorce del libro séptimo de la Nueva Recopilación. Por si no bastaran tales disposiciones, los mercaderes y tratantes y fabricantes de paños de Segovia se dirigieron al emperador para significarle que, a pesar de lo mandado, aún se podían «facer falsedades en los paños». Se referían estos mercaderes y fabricantes a los paños extranjeros que, como era natural, no habían sido tejidos con hilo de la misma lana que la española, ni con los mismos procedimientos, ni con los mismos tintes. Para evitar la competencia exterior, se mandó que lo establecido respecto a los velartes «para prietos de orilla colorada» hechos en el reino, y que no pudieran ser de menos ley de veinticuatrenos, se exigiese para los paños extranjeros. También se mandó que todos los paños fuesen de cuarenta varas y de cincuenta y cinco las fustas. Asimismo se mandó Núm. 50 (2004) 455 4 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN que cumpliesen también los paños extranjeros lo establecido por la ordenanza en su capítulo noveno. Lo prolijo de las ordenanzas se agravó con las pretendidas aclaraciones hechas en 1529. Algunos de las exigencias fueron mitigadas, quizá para facilitar el trabajo a los fabricantes de paños. El significado de las mayores facilidades es tan oscuro que resulta hoy imposible intuir cual pudo ser su efecto. Véase, como ejemplo, lo que establece el capítulo aclaratorio del duodécimo de las ordenanzas, recogido en la ley V del título XV del libro VII de la Nueva Recopilación: se permitía, por el expresado capítulo doce, que a los paños veintidosenos, «y de allí arriba», al tiempo que habrían de teñirse, se les hiciesen algunos barrones con sólo el fin de que se supiesen «los celestres» y la cantidad de azul que hubieran de tener. Como aumentaba el coste al echar los barrones, en 1529 se mandó atenerse a lo establecido en la ordenanza vieja sobre como hacer los troques: habrían de echarse, con tal de que fuesen «del tamaño de media naranja, o al menos tan grandes como una pelota» ya que, por «estos tales», se podría «saber la verdad». Aunque por troque ha de entenderse trueque, la letra de esta disposición legal resulta ya no confusa sino ininteligible para un lector actual. La prolijidad en las normas de cómo se habría de teñir se aumentó al disponer en 1529 que, si en las ordenanzas viejas, al referirse «al demudar de los paños» (alterarse su color) no se declaraba que se pudiera «gastar zumaque de los secenos arriba», en adelante, «seyendo primeramente sellados los paños y cordellates del azul que a cada paño le pertenece, y seyendo enjebados y alumbrados con su alumbre y rasura y los otros materiales que son menester, y dándole toda la rubia que fuere necesaria» pudiera llevar el paño dieciocheno dos libras de zumaque, y una libra los otros paños «dende allí arriba», con tal de que no se echase en el enjebar ni alumbrar. La contravención estaba penada con mil maravedies por cada paño y con quinientos en cada cordellate. La pena habría de entenderse que afectaba solo a «los paños y cordellates de dieciochenos arriba y no en los 456 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 5 dieciochenos, ni dende abajo»1 . En las demás disposiciones, fueron mayores aún las prolijidades respecto a señales en los paños, al marco de los peines, a oficiales examinados y no examinados, al despinzamiento de las piezas (las despinzaderas, si eran de hierro, rebotaban los paños, por lo que se prohibió utilizarlas, aunque se permitió «despinzallos con sus despinzas y barrellos con su escobeta», siempre aplicando con las consiguientes penas a quienes no cumplieran lo prescrito)2. Para la adecuada vigilancia controladora, se estableció en 1529 que hubiera veedores de mercaderes de la vara y de calceteros y de roperos en cualquier lugar con once tejedores y otros tantos tintoreros «o dende arriba» (o más)3. También se mandó que el tejedor no colocase sello de plomo en el paño tejido hasta que no saliese del batán y estuviese adobado. Para saber quien había sido el tejedor del paño, se mandó que, entretanto que se adobaba, habría de colocársele la «señal de hilo conoscida», con las penas consignadas a quienes no cumplieran con estos requisitos4. Obedecer a todo lo mandado —o el riesgo de no cumplirlo— encarecía necesariamente los paños, por el aumento de costes que exigía atenerse a las complejísimas normas o por descontar el riesgo de multa, mediante la elevación de los precios. La carestía de los paños y la competencia de los tejidos extranjeros fue asunto que ocupó a los procuradores en Cortes. De nuevo, en las reunidas en Valladolid en 1549, los procuradores hicieron relación de que, por la experiencia, se veía «la careza de los paños, y que, por ser tan finos, los ciudadanos y gente llana no se podían vestir». Para los procuradores, seguían siendo válidas las causas que se habían señalado en 1529 y también consideraban necesario que no se permitiera la entrada de paños extranjeros. Para informar sobre esto, se trató de ello en el Consejo Real, asesorados los consejeros por «personas expertas». Consultado el soberano, estableció que, a pesar de las modifica1 2 3 4 Ley Ley Ley Ley VII del tít. XV del libro VII de la Nueva Recop. XII ibid. XIII de ibid. XIV de ibid.. Núm. 50 (2004) 457 6 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN ciones introducidas posteriormente a las ordenanzas de 1511, habrían de ser guardadas —cumplidas— las primeras leyes del obraje de paños, por lo que se fijaron nuevas precisiones, según se recogió en el título XVI del libro VII de la Nueva Recopilación. Así, con el fin de que el precio de los paños fuese «más razonable», de modo que no creciese «con tanta diversidad de suertes», se mandó que sólo se hiciese paños de mayor ley y suerte, y el que lo vendiere, habría de perder y habría de incurrir en «el perdimiento del tal paño» y en diez mil maravedís de multa, la primera vez en que incurrieran en el incumplimiento de lo mandado. La segunda vez, se le doblaría la pena y, la tercera, habría de perder la mitad de todos sus bienes, con destierro5. Otra de las causas del encarecimiento de los paños, según se expresó en la Pragmática de 1549, era el haber permitido a los mercaderes que pudiesen hacer «cualquier mejoramiento» con el fin de que consiguieran «mayor bondad en la fabricación y lanas». Los fabricantes, con la excusa de ser mejoría el mayor número de los celestres, daban a los paños más de lo que establecían las ordenanzas. Encubrían, así, cualquier defecto que hubiese en el obraje de los paños. Dado el mayor coste en las tintas de los celestres, y que podían los paños quedar «en muy buena perfección con muy menor cantidad de celestres y tintas», los vendían «a precios excesivos». Para evitar el abuso, se mandó que, en adelante, a los veinticuatrenos se les pudiesen dar «hasta nueve celestres, y no más». A los demás paños, «de las suertes de allí abajo», habrían de dárseles los celestres que establecían las ordenanzas y la declaratoria, con las consabidas penas, según fuese la infracción por primera, segunda o tercera vez6. También se prohibió, por la Pragmática en 1549, que se fabricasen paños vervies negros, «de ninguna suerte mayor ni menor», por ser de poca duración7. Parece que, desde algunos años antes al de la fecha de la Pragmática —1549—, algunos mercaderes hacedores de paños fabricaban dos clases, en cada una de las suertes: uno de los dos, por no 5 6 7 458 Incluida como ley primera del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop. Incluida como ley II de los cit. tít. y libro. Incluida como ley III de ibid. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 7 estar tejido con la lana de mejor calidad, recibía el calificativo de segundo. Con ello, se engañaba a los compradores que no conocían la diferencia, y pagaban estos paños «segundos» al mismo precio que los de mejor calidad. Fue prohibida tal práctica, con las penas de costumbre para los contraventores8. Con el fin de evitar que mediante el teñido o cualquier otra operación se ocultaran defectos de los paños, se exigió que los examinasen los veedores en blanco, antes de que se les hiciese beneficio alguno, a la salida del batán después de enfurtidos (o batanados y tupidos). Si no se hacía así, se condenaba a los contraventores con las penas de rigor9. Como no se cumplía lo fijado en las ordenanzas sobre el bataldar y despuntar los paños de segunda tijera, en 1549 se insistió en que se cumpliera lo prescrito, lo mismo que respecto al largo en que habrían de urdirse, y a «melecinarlos» en la muestra con saín y con lija y con espartos y cepillos y otras cosas, o a cardarlos o tundirlos para que no hubiera diferencias entre la muestra y el conjunto a que ésta pertenecía. Para asegurar la buena calidad de los paños, se prohibió que los hiciesen los aprendices, ya que estaba mandado que los tejiesen maestros examinados10. Eran muchos los fraudes posibles en la fabricación de paños. Quizá el más común fuese el de utilizar lana de peor calidad que la apropiada. Para evitar este fraude, se mandó que, en los paños mayores, o de dieciochenos arriba, no se utilizase lana de peladas11, o de añinos, o de pezuelos, o flecos de los lienzos quizá cortados para aprovecharlos en otros tejidos12. Para evitar la competencia de los mercaderes fabricantes de paños, ya enriquecidos y con fama, con otros que no hubieran alcanzado el mismo prestigio, se prohibió que los poderosos pusiesen sus nombres, armas y señales en los paños que hacían. Con su cré8 Incluida como ley IV de los cit. tít. y libro. Incluida como ley V de ibid. 10 Leyes VI, VII, VIII, IX y X de ibid. 11 Se daba el nombre de pelada a la piel del ganado ovino a la que, muerta la res, se le arrancaba la lana. Parece que esta lana arrancada se la consideraba de peor calidad que la cortada en los esquileos, de ahí la prohibición. 12 Incluida como ley XI del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop. 9 Núm. 50 (2004) 459 8 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN dito y reputación, parece que éstos vendían sus paños a «excesivos precios», aunque no tuviesen más bondad y perfección que los de otros mercaderes. Valiéndose de su prestigio, los mercaderes fabricantes enriquecidos parece que compraban paños a otros con el fin de revenderlos, con sus armas y señales, «a muy excesivos precios». Para que los paños se vendiesen por su calidad y no por el prestigio que hubiesen alcanzado sus fabricantes, se prohibió ponerles nombres, armas y señales fijas en las orillas, salvo las del lugar en donde se hiciesen, y la cuenta del paño, con las consiguientes penas a los contraventores13. También se prohibió zurzir los paños y que los adquiriesen en las ferias los grandes mercaderes fabricantes, por ellos o por sus factores y criados, ya que, al acumular los hechos por otros, vendrían a constituir un oligopolio de oferta con la consiguiente posibilidad de hacerse «del todo señores del precio»14. Desde Toledo, Córdoba, Ciudad Real, Baeza, villas y ciudades del campo de Calatrava y otras de Andalucía, hubo quejas sobre la prohibición de fabricar y vender paños vervies negros. Se argüía que, si sólo se hubiesen de labrar los estambrados, los tejedores habrían de abandonar su oficio, con el consiguiente daño general. En las cortes celebradas en Madrid en 1552, se pidió que fuera permitido fabricar vervies. Después de oír a hacedores de paños y a oficiales de todos los oficios y hechas las consultas que requería el asunto, se mandó que, en adelante, se pudiesen hacer y labrar y vender los paños vervies negros veinticuatrenos «y dende abajo», tintes en lana y sobrepaño, a pesar de la prohibición de 26 de febrero de 1549. Para 13 Ley XII de Ibid. Esta prohibición de comprar para revender no surtió el efecto deseado, pues, años más tarde, en 1560 y en 1562, se reconoció que, después de haber mandado que no se pusiesen señales en los paños, se habían vendido los fabricados por unos maestros como si fuesen de otros. Cuando se hacían de cada suerte, primero y segundo, se dice que no eran necesarias las letras. Como por entonces —1560— sólo se podía hacer una suerte a manera de veinticuatrenos, otra de veintidosenos, otra de dieciochenos y otra de secenos, se mandó, por ser necesarias, poner las letras y señales de los fabricantes que los hacían. Se mandó lo expresado y se comunicó a la justicia de Segovia en las cortes de Toledo en mayo de 1560. Cf. ley XV del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop. 14 460 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 9 poner orden en cómo se habrían de labrar todos los paños velartes y veinticuatrenos, vervies y estambrados y la lana más fina del vellón en rama y cómo se habría de preparar, cómo teñir y batanar los paños, cómo habrían de ser elegidos los veedores y cómo habrían de actuar y otras precisiones, se legisló de acuerdo con lo solicitado, aunque de modo tan prolijo que, en algunas leyes, resulta incomprensible su contenido, como no se conozca lo que significan los vocablos que se utilizan15. En las cortes celebradas en Valladolid en 1548, los procuradores manifestaron que conocían por experiencia el gran daño de no poder vestir la gente llana y ciudadana sino de paños finos o de otros que, por lo menos, costaban veinte o veintidós reales la vara. Solicitaron de S.M. que mandase tratar de ello en el Consejo Real «con hombres de experiencia» sobre las medidas a adoptar para que se pudiera vestir más barato, y de si sería bien, a falta de no hacerse en el reino, que entrasen paños forasteros, aunque no tuviesen la cuenta establecida por la pragmática del obraje. El rey contestó que le complacía que pudieran importarse paños extranjeros, «habiéndolos primero mojado a todo mojar», con las penas de rigor para los contraventores16. Diez años después, en 1558, en las cortes celebradas en Valladolid, los procuradores suplicaron al rey mandase que se pudiesen sacar paños y sedas del reino para que hubiese comercio y para que entrase dinero de otras partes. El soberano respondió que lo de los paños ya estaba proveído y que, en cuanto a las sedas, no se hiciese novedad17. En estas mismas cortes de 1558, 15 Así, de no saber la diferencia que había entre atahona y molino, no se comprende el sentido de la prohibición de que sólo se pudiera moler la rubia en éstos. De molerla en atahonas, parece que se seguía el no poder limpiarla bien de la tierra que llevaba adherida. Cf. ley XLI del tít. XVII del libro VII de la Nov. Recop. Quizá por moler las atahonas en seco, movidas por una bestia, era más difícil librar la rubia molida de polvo y piedrecillas. 16 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla publicados por la Real Academia de la Historia, Tomo V (Madrid, 1903) pp. 447-448. 17 Ibid. pp. 763-764. El 23 de julio de 1558 fue suspendida la aplicación de la Pragmática de 25 de mayo de 1552 por la que no se permitía sacar del reino paños ni frisas, ni sayales, ni jergas, ni cosa hilada de lana, ni cordada, ni peinada, ni teñida, para labrarlos, con las penas de rigor. Los Núm. 50 (2004) 461 10 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN los procuradores pidieron al rey que mandase labrar paños de todas suertes, de veinteno abajo, aunque estuviese prohibido, por convenir así al real servicio y al bien de la cosa pública. El rey contestó que se viesen las leyes y la cédula acordada18. En las Cortes de Madrid de 1563, se accedió a la petición de que cada uno, en su casa, pudiera tejer paños bajos, con lana de su propiedad, empleando oficiales no examinados, si el tejido se dedicaba al propio uso. Con esta medida, se quiso facilitar la iniciativa de los particulares y contribuir al abastecimiento de paños bastos19. De lo legislado sobre la fabricación de paños durante el siglo XVI, se deduce que se quiso controlar todo el proceso, desde el lavado de las lanas, y su calidad, hasta la venta de los tejidos. La defensa de los intereses de los compradores llegó a expresarse en medidas tales como prohibir que los paños y sedas se midiesen en el aire, por lo que se exigió que se colocasen sobre tabla para efectuar la operación. Así se lo pidieron a Carlos V los procuradores en las primeras cortes que había celebrado en Valladolid. En las reunidas en aquella ciudad en 1537, insistieron los procuradores en suplicar que se cumpliese lo proveído y mandado, según peticiones hechas «en otras muchas cortes pasadas», ya que de no medir bien los paños recibía todo el reino «daño universal». Por ello, pidieron a Su Majestad que mandara dar «las sobrecartas con mayores penas a todas las ciudades, villas y lugares que las pidiesen» y que se pusieran penas a los corregidores y jueces de residencia que no las ejecutaran. También suplicaron los procuradores a S.M. que mandaprocuradores de las cortes de Valladolid de 1558 señalaron al rey que la experiencia mostraba el gran daño y perjuicio que al real servicio y al bien de la cosa pública ocasionaba la prohibición de extraer los paños para Portugal, porque había gentes que, al no poder venderlos allí, habían dejado de tejerlos, con el consiguiente aumento de los precios. Al haber decidido la prohibición para que no se encareciesen los paños, y al mostrar la experiencia que justo había ocurrido lo contrario, fue suspendida, con lo cual quedaron permitidas las extracciones. Véanse las Actas de las cortes de Valladolid de 1558. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla cit. tomo V, pp. 763-765. 18 Ibid. p. 758. 19 Incluida como ley XLVIII del tít. XVI del libro VII de la Nueva Recop. 462 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 11 se cumplir las pragmáticas que trataban del mojar y tundir de los paños20. En las cortes celebradas en Valladolid en 1548, insistieron los procuradores en solicitar al rey que mandase guardar la pragmática relativa a medir los paños sobre tabla y que, en adelante, no se midiesen con pulgadas, para que los compradores no fueran engañados. También suplicaron a S.M. mandase que los mercaderes de paños, y lienzos y otros cualesquiera, guardasen la pragmática en la que se declaraba el orden que habría de haber en las tiendas y que no tuviesen piezas de tela colgadas a las puertas y ventanas para que no quitasen la luz y claridad interna, y fueran engañados los compradores21. Se observa que no se hace referencia, en las leyes publicadas, a cambios técnicos que aconsejaran modificar lo legislado para favorecer y difundir la adopción de las novedades. Al no alterarse las normas sobre como deberían tejerse los paños, puede concluirse que las innovaciones técnicas en el preparado de las lanas, la fabricación y el teñido debieron de ser insignificantes, y no afectar —las que hubiere habido— a lo esencial del proceso. Tal vez lo rígido de las normas y las penas impuestas a los contraventores desalentaron a quienes pudieran aplicar algún cambio que ahorrara tiempo de trabajo o que mejorara la calidad, por el riesgo de incumplir lo tan rígidamente establecido. CORAMBRES Y SALVAJINAS. SUS MANUFACTURAS En las cortes reunidas en Alcalá de Henares en 1503, se trató del aumento del precio de los cueros. Se atribuyó el aumento a que se exportaban del reino «las más y mejor pellejería y salvajina» —pieles de animales salvajes—, lo cual iba en detrimento de la provisión de quienes utilizaban esas pieles para manufacturarlas. A ello se unía, para daño de las manufacturas de cuero, el hecho de que «muchos oficiales» del oficio trabajaban los cueros sin haber sido examinados, por lo que parece hacían obras «dañadas y falsas», o, al menos, «no tan 20 Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, cit., Tomo 4, p. 664. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Tomo V (Madrid, 1903), pp. 441-442. 21 Núm. 50 (2004) 463 12 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN perfectas como debían». Para poner orden en las manufacturas de cuero, se trató de ello en el Consejo Real, con el parecer de oficiales que informasen sobre lo que ellos creían conveniente que se hiciese. De lo tratado, parece que convinieron en que habría de mandarse que los oficiales pellejeros, en cada ciudad y villa, eligiesen «dos personas de buena conciencia y fama» para que fuesen veedores y desempeñasen sus cometidos con las formalidades debidas. Estos veedores habrían de visitar las tiendas de los pellejeros dos o más veces al año, según fuese necesario, sin avisar de la visita. También se mandó que todos los oficiales de pellejería y forradores que quisiesen poner tienda se examinasen del oficio para que lo usasen debidamente. Se mandó asimismo que los zamarros y otros aforros se hiciesen «de buena peña y bien aparejada». Los cotes de peña negra y de cabritos «y otros cualesquier peñas» habrían de hacerlos seguidos, de medida de, al menos, «diecisiete palmos de vara de ruedo, sin las puntas, y cinco de largo, y tres de cosete y no menos». Las precisiones sobre el tiempo en que se habrían de curtir los cueros, y como se habría de proceder en la tarea, no se entienden hoy porque no se ve razón en ello. Así, se prohibió poner los cueros a curtir desde el primero de noviembre hasta pasado el mes de febrero. También se mandó cómo hacer esta operación: habrían de echarse las pieles a curtir en un recipiente, con harina, sal «y otros aparejos que fueren menester», a la vista de los veedores, que también habrían de estar presentes cuando se extrajesen, para comprobar que estaban bien curtidas. Quienes no cumpliesen con lo mandado, habrían de ser castigados con la pérdida de las pieles y penas de rigor. Se mandó asimismo que para vender corambres y salvajinas en las ciudades y villas en las que se trabajasen por los oficiales del ramo, hubiese casa señalada para ello —siempre que lo vendido excediese de una docena de piezas— con la pena para los contraventores de perder lo vendido y, el comprador, el doble del precio que hubiese pagado. También se prohibió a quienes llevasen pieles a la venta a villas y ciudades que separasen las buenas de las malas con el propósito de sacar del reino las mejores. Las rigideces establecidas en la compraventa de pieles hubieron de desalentar este comercio y, con ello, el desarrollo de las 464 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 13 manufacturas de corambres y salvajinas: se prohibió que ningún pellejero osase comprar corambre con dinero tomado a préstamo, si era intermediario, con la pena de perder lo vendido y el comprador el doble del precio. Se permitió a quienes no tuviesen pieles suficientes para trabajarlas que pudieran comprárselas, obligándole a venderlas «por el precio que fuese justo», a otro oficial que «tuviese demasiado de lo que hubiere menester». Las ordenanzas de la pellejería obligaban a todos los dedicados al oficio «en la tierra» de las ciudades, villas y lugares en que hubiera tiendas de corambres y salvajinas22. En las cortes celebradas en Madrid en 1528, los procuradores pidieron que no se extrajesen del reino cueros de bueyes, vacas ni cordobanes y corambre alguna, por haber aumentado los precios del calzado. El emperador respondió que habría de encargar al Consejo Real que tratase de esto con los contadores mayores para que proveyeran lo más conveniente23. En las cortes de Valladolid de 1555, señalaron los procuradores que, en las pragmáticas de 1552 sobre las carestías, se había mandado que nadie pudiera comprar pieles al pelo para revenderlas. Como esto impedía que pudiera haber intermediarios en el comercio de pieles, los procuradores suplicaron al rey que la prohibición no se entendiese en los cueros que llegaban por mar a los puertos, pues los zapateros y otros oficiales que los utilizaban en sus obras no podían trasladarse a comprarlos al por mayor y que, si hubiesen de adquirirlos «por menudo», habría de ser mayor el coste que el principal. Solicitaron que se permitiese comprar esos cueros «en grueso» a quienes no fuesen oficiales, para que pudieran revenderlos en los pueblos «por menudo» a quienes los utilizaban en su obra. El rey contestó que accedía a ello, y que quedaba en suspenso la aplicación de la pragmática que lo impedía24. 22 Incluidas como leyes del tít. XIX del libro VII de la Nov. Recop. Actas de los antiguos reinos de león y de Castilla publicadas por la Real Academia de la Historia, Tomo IV (Madrid, 1882), pp. 489-490. 24 Actas de las Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, tomo V (Madrid, 1903), pp. 675-676. 23 Núm. 50 (2004) 465 14 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN CONTROLES PARA EVITAR ESTAFAS En las cortes celebradas en Madrid en 1563, y antes en las de Valladolid de 1523, se pidió que se prohibiese a los caldereros que anduviesen por las calles dedicándose a su oficio, si eran extranjeros. Se quería que, a los del reino, sí se les permitiese andar por calles, plazas y mercados para vender la obra nueva que hubiesen hecho. En las cortes celebradas en Madrid en 1528, los procuradores se quejaron de los daños causados por los caldereros al arreglar mal los utensilios que se les encargaba reparar y al cobrar lo indebido. También se quejaron de que, al ser los caldereros extranjeros y no conocidos, se iban con las calderas, sartenes, cerraduras y otras cosas que se les entregaba para arreglar. Así, sin gastar ellos nada, y «andando desarrapados» como andaban, extraían del reino, cada año, «grandes sumas de maravedís». Los procuradores pidieron al soberano que se prohibiera el deambular de estos caldereros, por trabajar en el oficio sin saber nada de él. Como se ve, el principio de tener tienda o establecimiento fijo abierto era una garantía deseada por los compradores25. Por Pragmática de cuatro de junio de 1562, se prohibió a los buhoneros andar por las calles y entrar en las casas vendiendo sus mercaderías, aunque fuesen cosas que lícitamente se pudieran vender. Se quería que tuviesen tienda fija en plazas y calles públicas. A quienes vendiesen fuera de las tiendas, se les castigaba con la pérdida de las mercancías y más penas establecidas para los que traían cosas vedadas de fuera del reino26. Los controles sobre la venta de paños y lienzos para evitar que fueran engañados los compradores fueron asunto de que se trató en las reuniones de cortes. Así, en las de Valladolid de 1537, los procuradores aludieron a los muchos fraudes en la fabricación de los paños «encubriéndose la ruin labor dellos e muchas rasas e surciduras e otras tachas, e aun poniéndoles diferente ley». Pensaba que la solución era «una casa de veedu25 26 466 Actas de las Cortes, cit. tomo IV, p. 514. Incluidas como leyes del tít. XX del libro VII de la Nueva Recop. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 15 ría, como en Flandes, en los lugares en donde se tejían. El rey respondió que mandaría a los corregidores de donde se labraban «principalmente» los paños que informasen sobre ello27. LAS RESTRICCIONES A LA DEMANDA Influyeron en el estancamiento de las manufacturas y en su decadencia las prohibiciones que conocemos como leyes suntuarias, consistentes en enumerar las vestimentas y los adornos cuyo uso se restringía o se vedaba. Bien es verdad que la reiteración de las prohibiciones muestra el incumplimiento de lo mandado, aunque siempre con las alteraciones en el precio originadas por el riesgo de ser descubiertos los contraventores. En las cortes celebradas en Burgos en 1515, se aludió al gran desorden en el vestir de brocados y sedas y «en los trajes de toda manera de gente», y a la necesidad de proveer sobre ello, lo mismo que en las cortes celebradas en Madrid en 152828. La experiencia sobre las argucias de los oficiales y menestrales que hacían los trajes no desalentó a los procuradores ni al soberano al legislar. Así, en las cortes celebradas en Valladolid en 1537, los procuradores se quejaron del gran desorden de los trajes y vestidos que se usaban y de «la mucha malicia de las gentes y desvelamiento de los oficiales y menestrales de manos», al burlar el espíritu de lo mandado. Una vez que se habían prohibido los bordados y recamados, se quejaban los procuradores de que los oficiales y menestrales habían inventado «mayores desórde27 Cortes, cit., tomo IV, p. 689. Cortes, cit., tomo IV, pp. 251 y 488. Los procuradores, en las cortes celebradas en Madrid en 1528, hasta llegaron a suplicar que «en las tiendas ni en otras partes, pública ni secreta» no se pudiesen vender «guantes adobados», por ser el exceso tan grande que llegaba a valer un par de guantes cuatro o cinco ducados. A los procuradores les parecía «gasto excesivo e cosa femenil», y se extrañaban de que se diese por un par de guantes tanto como por un sayo. A esta súplica, respondió el soberano que, para evitar el desorden, en adelante nadie pudiese vender guantes adobados, con la pena, para los contraventores, de perderlos y de pagar de multa cuatro veces más del precio de venta y, para el comprador, de perder los guantes adquiridos. Ibid., p. 520 28 Núm. 50 (2004) 467 16 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN nes en los trajes y mayores gastos y costas en las hechuras de lo que se gastaba en los bordados y recamados». Parece que los bordadores daban «los patrones a los sastres» y ellos y sus mujeres hacían, de punto, «lo que solían hacer bordado», con lo que duplicaban el coste, pues la labor con cordones y pasamanos resultaba más cara que la seda y el paño de la ropa. Para los procuradores, hubiera sido tolerable que se permitieran este lujo «caballeros y señores y personas de renta». Ocurría que era, según ellos, «la nación destos reinos» de tal calidad, que no quedaba hijodalgo, ni escudero, ni mercader, ni oficial que no usase esos trajes, con la secuela de empobrecerse muchos y no pagar las alcabalas y servicios que debían a la Hacienda. Los procuradores suplicaron a Su Majestad que mandase «quitar del todo» esa costumbre, de modo que en ninguna ropa de vestir hubiese ni se pudiese llevar «otra guarnición sino un solo pasamano o un ribete, o pestaña de seda de ancho de un dedo» y que no se pudiese forrar ninguna ropa «en otra seda ni tafetán». Los procuradores insistieron en la necesidad de moderar la costumbre de vestir de seda y pidieron que se cumpliera lo mandado29. En las cortes celebradas en Segovia en 1532, en las de Toledo en 1534, en las de Valladolid en 1537, en 1547 y en 1548, en las de Monzón en 1563; en las de Madrid de 1564 y 1586 y en disposiciones de los años 1579, 1593, 1600, 1611 y en 1623, se mandó que —excepto las personas reales y sus hi29 En estas cortes de Valladolid de 1537, también se pidió que «las mujeres enamoradas» que conocidamente eran «malas de sus personas» no pudieran llevar en sus casas ni fuera de ellas «oro de martillo, ni perlas, ni seda, ni faldas, ni verdugados, ni sombreros, ni guantes», ni que llevasen escuderos, ni pajes, ni ropa que llegase al suelo, por ser «excesivos los gastos y oros y sedas» que llevaban, y que, por ello, no se distinguían de «las buenas». Su Majestad respondió que habría de prohibir «a las mujeres públicamente malas de sus personas» y que ganaban por ello, llevasen oro, perlas y sedas «so pena de perder la ropa de seda» y «con ella lo que llevasen». Cortes, cit., tomo IV, pp. 673 y 686. La queja sobre los desvelamientos de los oficiales y menestrales de manos, en Ibid. p. 639. Los procuradores insistieron en que, al guardarse mal —al no cumplirse debidamente— la pragmática de los brocados y tela de oro y plata, debería el soberano mandar de nuevo se cumpliese, y fijar mayores penas a los contraventores y a los ministros de la justicia que disimulasen el incumplimiento y no la ejecutasen. Cortes. cit., tomo 4, pp. 639-640. 468 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 17 jos, y en los ornamentos utilizados para el culto divino—, no se pudieran usar brocados, telas de oro, plata tirada, hilo de oro o de plata, ni seda alguna que llevase oro o plata, ni cordón, ni pespunte, ni pasamano «ni otra cosa alguna de ello, ni bordado, ni recamado, ni escarchado de oro o plata, fino o falso, o de perlas, o aljófar, o piedras ni guarnición alguna de abalorio, ni seda, ni cosa hecha en bastidor». Sí se permitió, «por honor de la caballería», llevar, sobre las armas, en la guerra o en actos a ella concernientes, ropas de brocado y telas de oro y otras cosas que quisieren los caballeros. También se permitió utilizar hilos de oro o plata en los aparejos de las cabalgaduras, con ciertas excepciones que se enumeraron. Se prohibió asimismo que nadie, del estado o calidad que fuese, pudiera llevar en sus vestimentas «género alguno de entorchado, ni torcido, ni gandujado, ni franjas, ni cordoncillos, ni cadenillas, ni gorviones, ni lomillos, ni pasadillos, ni guarnición alguna de abalorio, ni de acero, ni ropa ni otra cosa alguna cincelada ni raspada». Sí se permitiría en adelante utilizar en las ropas una serie de adornos que se enumeraron con la mayor prolijidad, quizá por el convencimiento de que los gustos iban a permanecer estables en el tiempo sin modificarse según el que llamamos «capricho de la moda». En las disposiciones legales no se olvidó de permitir o prohibir guarniciones de ropa y el género de que habrían de estar hechas, o los ribetes, o las capillas y delanteras de las vestimentas de distintos géneros, o las de «levantar de hombres», o los jubones, o las ropas y vestidos de mujer, y sus jubones. También se trató de los sombreros de hombres o mujeres, ropas de comediantes, de mujeres públicas, de libreas, gorras, caperuzas, bonetes, mantos, ropas de la tropa, extranjeros (permitiéndoles usar vestidos hechos contra el tenor de lo mandado, aunque sólo durante seis meses contados a partir de promulgada la ley). Interesa referir los castigos impuestos a los contraventores, por lo que indican sobre penas a los innovadores, y por su generalidad: no quedaban exceptuados hombres o mujeres «de cualquier estado, calidad o preeminencia» que fuesen que usasen los trajes o vestidos que se prohibían «o inventasen otros de nuevo» contra lo contenido en la ley. La pena habría de consistir en perder las ropas, con otro tanto de su valor. En la petiNúm. 50 (2004) 469 18 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN ción CXLV de las cortes de Valladolid de 1548, los procuradores suplicaron a S.M. mandase a todas las justicias que guardasen la Pragmática de los trajes, «para evitar fraudes y invenciones de sastres y oficiales y de otras gentes amigas de novedades» que no se contentaban con las costumbres buenas del reino. Los procuradores querían que el rey mandase que, en adelante, no hubiese ni se echase guarnición alguna en sayos, ni en capas, ni en calzas, ni en jubones, ni hubiese pespuntes en los vestidos de las mujeres, sino que las ropas de hombres y mujeres fuesen llanas y que no tuviesen otra cosa que la costura, sin que hubiese «pespunte ni guarnición ninguna». Tampoco querían que hubiese «cuchillada ni golpes en las ropas y vestidos que se hicieren». Parece que, entonces, había muchos vestidos así tanto de hombres como de mujeres. Para que no se perdieren los así hechos, solicitaron los procuradores que se pudieran usar durante seis meses y que, después, no se vistiesen, so pena de perderlos. Los procuradores pidieron al rey que mandase a los sastres que, en adelante, no hiciesen vestidos con guarnición y que, de hacerlos, pagasen, por la primera vez, el valor de la ropa así confeccionada y, por la segunda, recibiesen cien azotes. El rey contestó que habría de guardarse la Pragmática vigente y que, de lo demás contenido en la súplica, tratase de ello el Consejo Real, con las personas convenientes para que tomaran la resolución que habrían de consultarle30. En las cortes de Valladolid de 1544, lo mismo que en la de 1523 y que en las de Madrid de 1551, los procuradores insistieron en solicitar moderación en los trajes. Sólo en las celebradas en Valladolid en 1555 los procuradores expusieron a S.M. que la experiencia había mostrado el poco fruto de las medidas con las que se habían querido impedir las manifestaciones de lujo en los trajes y que antes habían sido causa de muchas vejaciones, al querer que se observaran. Por ello, suplicaron al rey mandase revocar todas las pragmáticas sobre trajes y que permitiese que, en adelante, cada uno pudiese vestir el paño o seda que quisiese. A pesar de esta solicitud que, en apariencia, parecía motivada por el deseo 30 Actas de las cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, cit., tomo V, pp. 434-435. 470 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 19 de liberar a las gentes de la servidumbre de acomodar sus gustos a los de quienes parecían desear imponer los suyos a los demás, los procuradores de estas cortes no pudieron liberarse de la obsesión ordenancista y propusieron al rey varias excepciones: que de ninguna manera se pudieran utilizar vestidos con «más de un ribete sin cortar por guarnición» y que nadie pudiese llevar «más guarnición de seda ni de paño llana, ni cortada ni pespuntada, ni de otra ninguna manera», ni ningún género de colchado, excepto en lienzo, «so graves penas». Los procuradores era sabedores de que había muchas ropas de hombres y mujeres que habían sido hechas sin respetar lo mandado en las pragmáticas. Como solución transitoria, pidieron al rey que diera un plazo de dos años para poder usar los vestidos hechos y que, desde el día de la publicación de la nueva ley, los sastres no cortasen vestidos que no cumpliesen con lo que mandaba, «so pena de cien azotes al que lo cortare y al oficial que lo cosiese» y de destierro por dos años y que el dueño perdiere la ropa y cincuenta mil maravedis para la cámara31. En las cortes celebradas en Toledo en 1560, los procuradores pidieron una vez más al rey (petición XXXIX) que proveyese sobre moderar el lujo en los trajes. En las de Madrid de 1563, también solicitaron que se remediasen los excesos de las mujeres de mal vivir en sus trajes y acompañamientos, para que se diferenciasen de las otras. El rey accedió a lo que se le solicitaba, por el exceso y desorden en los trajes, motivados por «invenciones y nuevos usos y hechuras», con el consiguiente daño de las haciendas de los particulares. Para que cesase el desorden, y por la experiencia de lo ocurrido con la aplicación de las leyes sobre la materia, se mandó que nadie, de cualquier calidad y condición que fuese, pudiera vestir ningún género de brocado, ni de tela de oro ni de plata, «ni en ropa suelta, ni en aforro ni en jubón, ni en calzas, ni en gualdrapa, ni en guarnición de mula ni de caballo, ni en otra manera». La prohibición se extendía a las «telillas de oro y plata falsas» y a las «telas y telillas barreadas» y tejidas, en que hubiera oro o plata, aunque fuesen falsos. También se prohibieron los bordados, recamados, grandu31 Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla. Tomo V, cit., p. 476. Núm. 50 (2004) 471 20 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN jados, entorchados, chapería de oro o de plata, oro de canutillo, o de martillo, y todo género de trenza, cordón, cordoncillo, franja, pasamano, pespunte, perfil de oro, plata, seda, aunque el oro y la plata fuesen falsos. Quedaba prohibido asimismo, en toda clase de ropas y adornos, todo género de colchado, prensado o raspado. Tampoco habría de permitirse que, en las guarniciones de seda o de paño, se hiciese «cortadura a manera de brosladura o harpadura», aunque se pudiesen acuchillar32. En la pragmática de 1563, se mandó guardar lo establecido en 1537 en Valladolid respecto a los vestidos y ropas sobre armas. En Valladolid se había mandado cumplir lo establecido en Toledo en 1534, «por honra de la caballería»: llevar ropas de brocado, y otras telas, sobre las armas, tanto en la guerra como en actos a ella concernientes, sin incluir las justas ni los torneos ni otros ejercicios que no fuesen puramente marciales, «y no en hacas ni cuartagos»33. Respecto a las sillas y aderezos de la jineta, se mandó guardar lo ordenado en la citada pragmática de 1537: que se pudieran utilizar «mochilas y caparazones de seda con rapacejos de oro y de plata y pespuntado de lo mismo, y las cuerdas y otros aderezos de gusanillo de oro», como se acostumbraba. Los detalles con que se describen las telas y adornos que habrían de llevar las mochilas, sorprenden hoy, por lo que indican respecto a la confianza en que se pudiera cumplir lo mandado y en que fuera posible vigilar si se observaba o no lo que con tanto detalle se describía. Parece que el brocado de oro o de plata quedaba prohibido en mochilas y caparazones34, aun32 Brosladura, de broslar, equivalía a bordar. Con harpadura, de arpar, se significaba dividir en tiras, para que sirvieran de colgadura, a modo de fleco. Farpa aparece en la ley 13, tít. 23 de la Partida segunda. 33 Por cuartagos se entiende el caballo pequeño. 34 De la lectura de la Pragmática no se desprende que mochila y caparazón sean sinónimos, cuando parece que sí lo eran, según Covarrubias: por mochila se designa, en el Diccionario, «un cierto género de caparazón de la jineta, escotado de los dos arzones, y por estar cortado y mutilado se dijo mochila». Tesoro de la lengua castellano o española (Madrid, 1611). Para informarse sobre el significado de los nombres de prendas de vestir, de paños, telas y adornos, puede consultarse la obra de Carmen Bernis, El traje y los tipos sociales en el Quijote (Madrid, 2001), con extenso índice temático, pp. 517-529. 472 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 21 que se permitía «echar y traer con las mochilas de seda los lazos de oro y de plata que quisieren y pespuntarlo de lo mismo». También quedaron permitidas «las corazas de cuero labradas de hilo de oro y de hilo de plata y los petrales», lo mismo que las flocaduras de seda y botones en las riendas». En las Pragmática de 1563, se expuso con minuciosidad lo que se permitía y lo que se prohibía en el atuendo femenino: las mujeres podían llevar «mangas de punto de aguja de oro, plata o seda y telillas de oro y plata barreadas» y jubones hechos con esas telillas. Respecto a los escofiones, cofias, tocados, gorgueras y cabezones de camisa y manga, se daba libertad, ya que no se quería cambiar nada ni establecer limitación alguna. En cabeza, cuerpo y mangas, se declaró en la Pragmática —y se permitió— que se pudieran utilizar, en las vestimentas femeninas, cabos y puntas, botones de oro, plata, cristal y de cualquier otra cosa, aunque se colocaran piedras y perlas, con tal de que fuese «en la cabeza, cuerpo y mangas, y en ropa suelta de encima de la delantera y no en faldamentos». Sí se permitía a las mujeres llevar las puntas y botones «en una cortadura de la saya o ropa por delante, y no en otra manera». La minuciosidad con que se detalló en la Pragmática lo que estaba permitido o prohibido llegó al extremo de expresar que los jubones se pudiesen pespuntear de seda, siempre y cuando el pespunte no hiciera labor; que no se aplicase a los sombreros lo dicho respecto a trenzas, cordones y pasamanos y que sólo se pudiese echar en ellos «una trenza o pasamano por el cabo, de oro, plata o seda, y asimismo un cordón o trenza alrededor». Siempre que se cumpliera todo lo reglamentado, sí se permitía —y así se expresó en la Pragmática de 1563—, que los súbditos y naturales pudiesen llevar todo género de seda en ropa o en vestido y aforrar «en seda y echar guarniciones de seda en cualquier ropa por de dentro y fuera, del tamaño y del ancho que quisiesen, fajas o ribetes, o ribetes y fajas juntamente», con tal de que el ribete no se echase sobre la faja y siempre que la guarnición que se echare fuese toda ella de seda, «de terciopelo o raso, o tafetán u otra seda, y no de diferentes sedas». También se permitía que las fajas o ribetes se pudiesen acuchillar si se cumplía lo establecido respecto a «la brosladura o harpadura». En esta reNúm. 50 (2004) 473 22 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN glamentación tan completa de lo que se podía utilizar o no en ropas, sombreros, monturas no podían quedar fuera las calzas: podrían usarse, lo mismo que «medias de punto de seda y los muslos», de la seda que se quisiese y forrar en otra seda, y acuchillar y guarnecer «con un ribete en cabo de las cuchilladas», con tal de no poner en los forros «balletas ni otra cosa alguna para hacer follaje»35. LOS RESULTADOS La abundancia de lanas y su excepcional calidad parece que habría de favorecer el establecimiento y el desarrollo de unas manufacturas textiles en España que compitieran con ventaja respecto a las de cualquier país extranjero. La calidad de la lana de las ovejas merinas era óptima y la trashumancia de las reses se creía que aún la mejoraba. La localización de los esquileos y de los lavaderos parece que hubieran de decidir el establecimiento de buenas fábricas de paños en toda la vertiente septentrional de las sierras de Gredos, de Guadarrama y de Cuenca. La abundancia de tintes naturales de excelente calidad habría de favorecer que se diesen a los paños colores variados que aumentaran la vistosidad de las telas y las hicieran deseables dentro y fuera del reino. Respecto a las sedas, hubo siempre posibilidades de contar con buenas plantaciones de moreras que diesen alimento a los gusanos que proporcionaban el preciado hilo. También cuenta el hecho de que había tradición medieval en estas manufacturas para asentar en ella las bases de su creci35 En el lujo, se veía un daño para el común de las gentes por lo que se quiso evitar mediante pragmáticas. Se pensaba que la reiteración era prueba de que no se había remediado absolutamente el daño, pero de que sí se había conseguido alguna moderación. La insistencia en prohibir se mantuvo durante todo el siglo XVI y continuó en el XVII. Las relaciones de trajes y vestidos que se prohibían y de los géneros y adornos que se vedaban se expresaron en Toledo en 1534, en las cortes de Valladolid en 1537, en las de Monzón en 1563, en las de Madrid en 1593, y por pragmáticas de tres de enero y cuatro de abril de 1611, y en los capítulos de reformación, en diez de febrero de 1623. La persistencia en las prohibiciones se fijó en la ley I, del tít. XII del libro VII de la Nueva Recopilación. 474 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS TEJIDOS, CORAMBRE Y LEYES EN LA CASTILLA DEL SIGLO XVI 23 miento futuro. Todo hubiera hecho pensar, a comienzo del siglo XV, que en los reinos de Valencia y de Granada y en otras zonas del este y del sur de España, habrían de desarrollarse las manufacturas de seda y competir con ventaja en los mercados extranjeros, una vez surtidos los del reino. La abundancia de cueros, por el gran número de cabezas de ganado estante y trashumante, unida a la tradición medieval del curtido y del repujado, parece que habría de facilitar la expansión de sus manufacturas durante los siglos XVI y XVII, estimulada por los nuevos mercados y el aumento de la demanda. Sin embargo, no fue así. Estas manufacturas, como las de lana y las de seda, no sólo se vieron privadas de mercados exteriores, sino que sufrieron la competencia de las foráneas en el propio país. Varios tuvieron que ser las causas de que, con tantos elementos a favor, las manufacturas del reino no se impusieran en el exterior y vieran mermadas sus ventas en el interior y hasta en Indias por competir aquí y allí, con ventaja, los productores extranjeros. El estancamiento de las técnicas tiene que estar originado en la falta de estímulos a la innovación e, incluso, en impedirla, debido a la fuerza de unas disposiciones legales que penaban a quienes modificaran en algo lo establecido con tanta rigidez. El convencimiento de que bastaba seguir fielmente lo mandado para garantizar la buena calidad de los productos impidió a los procuradores en las cortes solicitar que se diese libertad en cuanto a facilitar los cambios en la técnica que los artesanos pudieran imaginar y proponer. El soberano, fundado en el parecer de los componentes del Consejo Real y de prácticos en los oficios llamados a dar su opinión, no propusieron nunca mejoras en el aprendizaje, ni señalaron estímulos a quienes innovasen, ni siquiera se refirieron a lo conveniente de mejorar la enseñanza en los oficios. Se optó por mantener las cosas como estaban —como se habían heredado de los mayores— con el convencimiento de que era lo mejor que podían hacer. Ante la competencia de las telas extranjeras, de los paños, de la quincallería, de los objetos de hierro y acero, se optó por señalar sus defectos, su fragilidad, su menor duración respecto a lo manufacturado en el reino. Se explica, así, que fueran preferidos los lienzos y las telas holandeses. Como ocurrió Núm. 50 (2004) 475 24 GONZALO ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN en la Italia del siglo XVII, y por la misma rigidez de las ordenanzas gremiales y de la legislación general, en España cerraron talleres artesanales, debido también a que los salarios eran más altos que allende los Pirineos36, con su influencia negativa en una posible limitación de los costes. Los metales preciosos de América permitieron pagar las importaciones de los bienes cuyo coste comparado era mayor que en otros países de Europa. Los bienes de procedencia extranjera se impusieron en los mercados españoles —y en las Indias— porque costaban menos y gustaban más que los del reino. 36 A pesar de los años transcurridos desde que Earl J. Hamilton publicó el trabajo «American Treasure and the Rise of Capitalism», en Economica (nov. de 1929) pp. 338-357, no se dispone de nuevas cifras que permitan completar o revisar las que él proporcionó entonces. Estas páginas se incluyeron, traducidas al castellano, en el libro El florecimiento del capitalismo y otros ensayos de Historia Económica (Madrid, 1948) pp. 1-26. Desde 1568, en que se publicó La Response de Jean Bodin a M. de Malestroit, ya era sabido que la diferencia de precios y salarios, en España, respecto a la Europa transpirenaica, favorecía el aumento de las importaciones de manufacturas con el resultado de que disminuyera la actividad en los talleres artesanales del reino. Cf. el libro cit., en la edición de Henri Hauser (París, 1932) pp. 15-16. 476 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS 68 EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI POR MANUEL LOBO CABRERA La ubicación del archipiélago canario en medio del Atlántico, dio lugar a partir de su «redescubrimiento» y especialmente de su conquista, a que se volcara hacia el mar en la búsqueda de hombres para poblar la nueva tierra y de rutas para comerciar sus productos. Si a ello unimos que después del descubrimiento del Nuevo Mundo las islas se convirtieron en escala y lugar de refresco de los navíos que iban y venían de las nuevas tierras, comprenderemos del por qué de la presencia de navíos de todos los tipos y de todas las banderas en sus puertos a la búsqueda del negocio. El aumento de las exportaciones y de las rutas que se trazaban desde las islas hacia los continentes europeo, americano y africano dieron como circunstancia la cada vez mayor demanda y por tanto más necesaria búsqueda de embarcaciones. Gran Canaria no fue una excepción a tales acontecimientos y desde muy pronto sus puertos se convirtieron en lugares de compra y venta de barcos de todo tipo, necesarios para realizar las rutas que se trazaban desde sus puertos. La habilitación de la isla para tal mercado se debe, sin duda, a la peculiaridad de Núm. 50 (2004) 477 2 MANUEL LOBO CABRERA que la flota que operaba en Canarias a fines del siglo XV y comienzos del XVI estaba conformada principalmente por navíos de origen portugués, vizcaíno y andaluz, pues en los primeros momentos los astilleros isleños apenas estaban habilitados, y los pocos maestros de ribera que existían en la isla se dedicaban preferentemente a reparar, carenar e incluso desbaratar embarcaciones para un posterior aprovechamiento. De este modo, Gran Canaria se convirtió en un mercado del transporte marítimo a donde acudían personas de diferente origen a poner en circulación su preciada mercancía. Las primeras transacciones comienzan a darse en el año 1519, fecha en que ya estaban consolidados los negocios y las rutas con el exterior. A partir de la citada fecha el mercado se nos muestra dinámico, con cierta intensidad, en unas fechas más que en otras, en función de las necesidades para realizar las operaciones mercantiles o de la arribada a sus puertos de barcos procedentes de otros lugares que son puestos en venta en función del mayor precio que se podía alcanzar en la isla. EL MERCADO El seguimiento del mercado lo hemos realizado a través de las cartas de compra-venta que se registran ante los escribanos públicos de la isla. En ellas figuran: la fecha y el lugar en que se realiza la transacción, el tipo de embarcación, el vendedor o vendedores, el comprador, la cantidad de la embarcación que se vende, que puede ser toda, un cuarto, la mitad u tercio o alguna parte, especialmente cuando el barco es propiedad de varias personas, el tonelaje que no siempre se consigna y el precio, amen de algunas circunstancias curiosas que ya iremos comentando. Así tenemos que entre 1519 y 1596 fueron vendidos en los puertos de Gran Canaria, aunque la mayor concentración de las transacciones se realizaban en el puerto principal de la isla, esto es en el puerto de las Isletas, 153 embarcaciones, distribuidos de la siguiente manera: 478 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI 3 NÚMERO DE VENTAS POR DECADAS 1519 ..................................................................... 1520-1529 ........................................................... 1530-1539 ........................................................... 1540-1549 ........................................................... 1550-1559 ........................................................... 1560-1569 ........................................................... 1570-1579 ........................................................... 1580-1589 ........................................................... 1590-1596 ........................................................... T OTAL ................................... 6 5 9 2 8 34 35 34 20 153 De la anterior tabla se comprueba como el mayor apogeo del mercado se centra principalmente en la segunda mitad del siglo, coincidente con un repunte de los negocios con Europa, de la intensificación de las expediciones que se realizan al continente africano, pero especialmente con el apogeo de los viajes hacia el Nuevo Mundo. Esto no obsta para que observemos como desde la época de los veinte se inicia un negocio que se basa en las transacciones realizadas a través de los barcos. Es un negocio un poco tímido pero que poco a poco se va animando en función de la cada vez más necesaria demanda de las embarcaciones que no se puede cubrir con las construcciones realizada en la isla. Esto hace que se tenga que acudir en algunos casos a importar barcos o a que personas de otras islas o de otros lugares, especialmente del cercano Portugal o de Madeira, se acerquen a la isla a poner en venta su barco. También se traen navíos de la Península, en ocasiones algunos que vienen en compañía de la flota que tiene por destino las Indias, y antes de partir se ponen en venta. Junto a los que se importan están los que se construyen en la propia isla o en las cercanas, así en en 1588 un carpintero de ribera se obligaba a darle a su yerno, hecho y acabado un navío, según la escritura que habían concertado, y del mismo el propietario vende posteriormente la mitad1, y al año siguien1 Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, Francisco Casares, núm. 923, f. 537 r. Posteriormente los propietarios se conciertan con el carpintero para que amplie el navío en tres cintas, y coloque en cubierta un alcazar. Núm. 50 (2004) 479 4 MANUEL LOBO CABRERA te, 1589, dos carpinteros de ribera, padre e hijo, venden la cuarta parte de una nao, que se había hecho en la calle de Triana, y estaba presta para echar a la mar2. Si nos ponemos a analizar algunas anualidades llama poderosamente la atención, así solo en el año 1519, en que comienzan según nuestros datos las operaciones de compra-venta, se ponen en venta y se demandan seis embarcaciones, que estamos casi seguros que son utilizadas en los viajes a Berbería que se realizan en ese año3. En las siguientes décadas el ritmo desciende no llegándose a poner en venta ni un barco por año, lo que demuestra que con las embarcaciones que llegan a la isla procedentes de las otras islas del archipiélago, de la Península y de Europa se cubren las necesidades que demandan los viajes al continente americano y africano. Sin embargo a partir de 1560 observamos como se incrementa la demanda con la puesta en venta en esa década de 34 embarcaciones, a una media de 3,5 barcos por año. Este período que se inicia en dicho año y que se mantiene casi hasta fines del siglo tiene que ver con la mayor intensificación de los viajes en principio a Europa y Africa, y a partir de 1570 al continente americano, período en que más se notan las protestas de la Casa de la Contratación, donde se envían navíos sueltos con mercancías demandadas en aquellos mercados, así como los que las flotas que pasan por las islas con destino al Nuevo Mundo se hacen acompañar, en especial de aquellos navíos que están en los puertos de las islas prestos para salir en conserva en compañía de las mismas. Así tenemos que el ritmo iniciado a partir de 1560 se mantiene casi todo el resto del siglo. El análisis del mercado del transporte marítimo en Gran Canaria va en relación a la escasez de tonelaje que se manifiesta en toda España en la segunda mitad del siglo XVI. Esta escasez se ha explicado, por la atracción de otras rutas antes no transitadas por la marina mercante castellana4. Esta escasez de 2 A.H.P.L.P., Lorenzo de Palenzuela, núm. 846, f.r. M. LOBO CABRERA, La esclavitud en las Canarias Orientales en el siglo XVI (negros, moros y moriscos), S/C. de Tenerife, 1982, p. 66. 4 M. ULLOA, «Unas notas sobre el comercio y la navegación españoles en el siglo XVI», Anuario de Historia Económica y Social, 2, Madrid, 1969, p. 204. 3 480 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI 5 tonelaje se experimentó igualmente en Canarias, pues de hecho muchas veces, a pesar de la importación de transporte, nos encontramos, en especial en el último tercio del siglo, en que se venden en Las Palmas alrededor de 90 embarcaciones, pues al no hallarse naves en los puertos grancanarios se recurría a otras islas, a donde, en ocasiones, se remitía la mercancía en pequeños barcos o chalupas, para cargar la mercancía en barcos allí fondeados5. TIPOLOGÍA DE LOS BARCOS En Gran Canaria los tipos de barcos que se ponen en venta, es variado, y vienen condicionados con el mayor o menor aprovechamiento que se quiera obtener de ellos en función de las rutas. Hemos de destacar que la diversidad de embarcaciones que llegan a los puertos insulares es amplia, y que no todos los tipos figuran en las cartas de venta, no obstante hay que hacer notar que entre los barcos hay que distinguir por un lado a aquellos que tienen por objeto la pesca y los viajes interinsulares que son de la misma o similar tipología y características, seguidas de aquellas otras que se dedican preferentemente al comercio y al transporte de pasajeros, junto las que tienen por objeto de destino las Indias. Entre las primeras tenemos los llamados barcos así de manera genérica, las chalupas, las barcas de pescar, los barcos pequeños, las barcas grande, los bateles de navío, las barquetas, los barcos de ribera. Eran pequeñas embarcaciones que se solían utilizar para pequeños recorridos, incluso dentro de la propia isla de Gran Canaria, para trasladar personas y mercancías de puerto a puerto, conectando la capital con el exterior, así como realizar travesías de cabotaje entre las islas o en los viajes que se realizaban con motivo de las expediciones a Berbería. Este tipo de embarcaciones eran de pequeño tonelaje, pues en 5 A.H.P.L.P., Lorenzo Palenzuela, núm. 835, f. 314 r. En 1580 se notifica el envío de 13 cajas de azúcar a Tenerife, en una barca, para allí transbordarlas a una nao, que las llevaría a la parte y lugar consignada en la escritura. Núm. 50 (2004) 481 6 MANUEL LOBO CABRERA ocasiones apenas llegaban a las tres toneladas6, oscilando por lo normal entre 16 y 25 toneladas. Muchas de ellas se utilizaban como barcos de servicio en los puertos, amén de alguna que otra ocupación de mayor relevancia, así en 1571 se especifica que se pone en venta un batel de navío7. El resto son los típicos barcos del Atlántico, propios para los viajes que se realizan a la costa de Africa, y especialmente los que conllevan operaciones mercantiles de mayor calado, como aquellos otros que describen las rutas que nos comunican con los puertos del Atlántico, tanto europeos como americanos. Es curioso como a medida que avanza el siglo la tipología va variando, así en la primera mitad son más abundantes las ventas de carabelas, junto con algunos navíos y barcas de pescar. A partir de los años cincuenta aunque todavía la carabela sigue presente van aumentando los navíos, los barcos, las barcas de pesca, algunas naos y carabelones, así como algún que otro galeón. Si observamos los datos del apéndice comprobamos como a pesar de la generalización tan corriente en el siglo XVI sobre el barco o navío que englobaba a una cantidad de tipos de barcos diferentes, aparecen los tipos de manera más marcada puesto que depende de cada uno de ellos el precio por el cual se debía tranzar el transporte. De ahí que se marquen diferencias sustanciales, tanto en lo que respecta al tonelaje como al precio. La carabela es el tipo de embarcación que más abunda en la primera mitad del siglo, si lo cotejamos con el total de barcos que son puestos en venta, de tal manera que entre 1519 y 1555 de un total de 26 barcos se ponen en venta 14 carabelas, más del 50%, de las cuales una es nominada como carabela de pes6 A.H.P.L.P., En julio de 1572 Don Juan Pacheco de Benavides vende al pescador Domingo Hernández media barca que tenía en compañía de Juan Alonso, pescador, que sería de porte de 6 botas, con todos los aparejos que la barca tenía. En 1573 un mercader flamenco vendía al señor de Fuerteventura, Gonzalo de Saavedra, la mitad de una barca grande de 12 botas de porte: A.H.P.L.P., Luis de Balboa, núm. 860, f. 142 r. 7 A.H.P.L.P., Roque de Loreto, núm. 857, f. 28 r. En agosto de 1571 el flamenco Conrate Mayer se obligaba a pagar a Lorenzo de Palenzuela, escribano público, y a su hijo, 16 doblas de oro por un batel de navío con sus tres remos y timón que le había comprado. 482 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI 7 ca, mientas que en el resto de la centuria de un total de 120 embarcaciones solo figuran en el mercado de Las Palmas 15. La carabela era un tipo de barco propio del sur de la Península, y el más común en la rutas que enlazaban Canarias con los puertos ibéricos, aunque también está presente en los viajes a los puertos europeos, a donde en la segunda mitad del siglo XVI se dirigen 105, acaparando el 27,1% del transporte mercantil8, en los viajes al continente africano, a donde se contabilizan con destino a Berbería un total de 109, y especialmente al continente americano, pues no en vano fue considerada la embarcación por excelencia de los descubrimientos una vez que los portugueses la utilizaron en sus viajes de exploración. Estas eran embarcaciones a vela muy ligeras, con una cubierta, espolón o proa, popa llana, tres palos y cofás solo en los palos mayor y de popa10. A veces, se habla de carabela de pesca sin distinguir en que se diferencia de la mercante11, y también se indica en ocasiones que nos hallamos en presencia de otro tipo de barco de la misma familia, conocido como carabelón12, que era una embarcación de menor tonelaje que la carabela, por lo común de 10 a 20 toneladas, y de velamen más reducido. En conjunto el navío es un tipo de embarcación que figura vendiéndose y comprándose a lo largo del siglo, quizá por su mayor demanda, y por ser un barco atlántico por naturaleza, al ser sin lugar a dudas uno de los más utilizados en el comercio entre Gran Canaria y Europa13, así de un total de 386 embarcaciones que hacen la ruta entre la isla y el continente eu88 M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo bajo Felipe II, Funchal, 1988, p. 40. 99 M. LOBO CABRERA, La esclavitud..., p. 66. 10 A. MASÍA DE ROS, Historia general de la piratería, Barcelona, 1959, p. 674. 11 A.H.P.L.P., En noviembre de 1519 se pone en venta por parte de un maestre una carabela de pesca, con sus velas, remos y parejos y precio de 20 doblas, un tercio de lo que valía una carabela de la típicas. 12 En 1574 un vecino de Cádiz vende a Juan Bautista de Ortega, maestre de una de la naos de don Juan de Guzmán, que iba para Indias, la mitad de un carabelón, surto en Las Isletas, que compró en Faro. A.H.P.L.P., Lorenzo Palenzuela, núm. 832, f. 1.142 r. 13 M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo..., pp. 40-41. Núm. 50 (2004) 483 8 MANUEL LOBO CABRERA ropeo durante el reinado de Felipe II el 45,8% son denominados navíos. De la misma manera su presencia también es importante en los viajes que llevan por destino el continente americano, pues de un total de 144 barcos que llevan vino desde Gran Canaria a los distintos mercados del Nuevo Mundo, 82 son navíos14, que representa el 56,6% del total de las embarcaciones. Sobre la acepción de su nombre se indica que es impreciso, ya que bajo tal nominación se encierra un número indeterminado de barcos, aunque hay autores que indican que su nombre incluye dos acepciones en el siglo XVI; según una de ellas es genérico de embarcaciones, y según otra se refería a buques de menos porte que las naos, y de hecho Chaunu comprobó en su estudio que la mayoría no alcanzaban las 100 toneladas15. En alguna ocasión se nos cita la presencia de un navío redondo que es vendido por un vecino de Faro al capitán Adriano de Padilla, factor y veedor en Indias, que va como capitán en la expedición que tiene por destino la conquista de la Nueva Andalucía16. Este tipo, algún autor sostiene que se asemeja más a una nao, puesto que las naos redondas y con velas redondas eran la mejor invención para lo tocante a la navegación17. El navío, como tal, era, sin embargo, una embarcación de vela cuadrada, de mayor tonelaje, que se utilizaba tanto para la guerra como para el comercio. Se dice de él que era un edificio flotante, con dos, tres o cuatro mástiles, vela cuadrada perfecta con el viento en contra, que marcó el comienzo de una de las grandes transformaciones que se operaron en el Atlántico18. En 14 M. LOBO CABRERA, El comercio del vino entre Gran Canaria y las Indias en el siglo XVI, Las Palmas de Gran Canaria, 1993, p. 60. 15 P. CHAUNU, Séville et l’Atlantique (1504-1650), París, 1956-1960, t. I, p. 317. 16 A.H.P.L.P., Lorenzo de Palenzuela, núm. 834, f. 298 r. Este navío se vende con su batel de servicio, velas, jarcias, cables y anclas. J. B LANCO MONTESDEOCA y M. LOBO CABRERA, «Documentos acerca de la aportación canaria a la conquista de la Nueva Andalucía», II Coloquio de Historia Canario-Americana (1977), Las Palmas, 1979, t. I, pp. 119-132. 17 J. ESCALANTE DE MENDOZA, Itinerario de los mares y tierras occidentales, Madrid, 1985, p. 27. 18 F. BRAUDEL, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, Madrid, 1976, pp. 391 y ss. 484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLÁNTICOS EL MERCADO DEL TRANSPORTE MARÍTIMO EN GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVI 9 efecto, su disposición para los viajes atlánticos queda demostrada por su continua presencia en el mercado de Las Palmas y por la demanda permanente que existe de este tipo de embarcación a lo largo de todo el siglo, tanto para la realización de viajes comerciales a Europa como al Nuevo Mundo. Otro tipo de barco que no es muy frecuente en el mercado aunque si en los viajes a larga distancia es la nao. No obstante encontramos que a lo largo del siglo XVI hallamos nueve que son puestas en venta en diferentes fechas. La primera se pone en venta en 1533, fecha en que un vecino de Ayamonte, maestre de la propia nao, vende la mitad de la misma a un mercader y vecino de Tenerife19. Este tipo de embarcación era frecuente que se utilizara en los viajes a Indias, por ser una gran embarcación a vela destinada en gran parte al comercio. Del mismo modo su presencia también se hace notar en los viajes que tienen como destino los puertos del Atlántico europeo20. Además de estos tipos encontramos alguna alusión, una, a la presencia de un galeón que se vende mediante remate y una lancha inglesa. En el primer caso el portugués Pedro Alvarez, maestre, reconoce como en él se había rematado un galeón por 285 doblas que había depositado en el vecino Miguel de Arencibia21. La lancha inglesa se vende en 1596. Su propietario al venderla hace constar que la misma se la habían dado unos ingleses en pago de un barco que le habían tomado y robado en la costa este de la isla22. 19 A.H.P.L.P., Cristóbal de San Clemente, núm. 741, f. 159 r. M. LOBO CABRERA, El comercio canario-europeo..., p. 40. Del total de embarcaciones que realizan estas rutas 68 son naos. 21 A.H.P.L.p., Antonio Lorenzo, núm. 810, f. 72 r. 22 A.H.P.L.p., Rodrigo de Cubas, núm. 2.592, f. 122 v. La vende por precio de 100 reales de plata, que recibió para fornecimiento de su barco que tenía para ir a las calmas. En el mismo día el comprador la vuelve a vender a un barquero por 120 reales, con lo cual gana en la operación 20 reales. 20 Núm. 50 (2004) 485 10 MANUEL LOBO CABRERA TIPOS DE BARCOS Barcas23 ................................................................ Barcos24 ............................................................... Carabelas25 ........................................................... Carabelón ............................................................ Navíos26 ............................................................... Naos ..................................................................... Otros .................................................................... T OTAL ................................ 51 21 30 2 36 9 4 153 TONELAJE El tonelaje de los barcos casi nunca aparece reseñado, salvo excepciones muy contadas, por propio interés de los contratantes, y más por seguridad del comprador. Además este es un tema un poco confuso, porque no todos los autores se ponen de acuerdo, a pesar de los intentos realizados para clarificar esta cuestión. No obstante lo que si resulta más o menos claro es la diferencia existente entre tonelada de capacidad y de aforamiento o flete. Las discusiones se han centrado más en el tráfico particular con Indias, en aras a poder conocer el volumen objeto de las transacciones mercantiles. En la mayor parte de los tráficos el arqueo se regulaba por toneladas, significando cada una su igualdad a dos pipas de vino de acuerdo con lo señalado por Veitia y Linage27, aunque nosotros encontramos la cita de otras capacidades. Así entendemos que la que se registra en los contratos tiene que ver con la de la capacidad de flete, sobre todo si tenemos en cuenta que muchas veces no se habla 23 En la denominación de barcas hemos englobado barcas, barca de pescar, barca grande y barqueta. 24 En los barcos entran: barco, barco de pesca, barco pequeño, barco de ribera, barco grande. 25 En las carabelas entran las carabelas propiamente dichas y una carabela de pesca. 26 En los navío algunos son denominados como navíos latinos y navíos redondos. 27 M. VEITIA Y LINAGE, Norte de la Contratación, Buenos Aires, 1945, libro II, cap. XV, núm