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“SÍNDROME DEL PÁNICO”
El Síndrome del Pánico es un trastorno de ansiedad en el que la persona afectada sufre repetidos
ataques de terror en ausencia de estímulos externos que puedan desencadenarlos. Los episodios
frecuentes de terror acompañados de un fuerte estado de ansiedad se denominan ataques de pánico, o
en algunos casos, ataques de ansiedad. Una joven ecuatoriana comparte con nosotros su historia acerca
de este padecimiento.
P: ¿Cuántos años tienes?
R: Veintidós años.
P: ¿Desde hace cuánto tiempo estudias en la Universidad?
R: Desde hace cuatro años.
P: ¿Realizas alguna actividad extracurricular?
R: Canto. Canto bastante, ya dejé de hacerlo, pero antes cantaba en matrimonios, era un hobbie pero
también era un trabajo, me ocupaba todos mis fines de semana, era bastante cansado, pero lo
disfrutaba bastante.
P: ¿Nos podrías comentar cuál fue tu lucha en términos de Salud Mental?
R: Me diagnosticaron a los dieciocho años que sufría de ataques de pánico. Yo en realidad tuve ese
problema durante tres años sin que haya sido diagnosticado, a los quince años me dio mi primer ataque,
justamente en el colegio. Me desmayé un día cuando estaba subiendo las escaleras de mi colegio.
Estaba tranquila y de repente me desmayé, perdí el conocimiento un par de segundos y luego me
despertaron, pero no podía hablar, se me trababa la lengua y mi mamá tuvo que irme a recoger al
colegio. Todo ese día me hicieron exámenes, pero nunca pudieron saber qué era, por mucho tiempo
estuvieron alargando mi tratamiento, porque había un doctor que sí sabía que lo que tenía eran
ataques de pánico, pero mis padres no querían aceptar la realidad. Recién a los dieciocho años fui a un
psiquiatra, me diagnosticaron, tuve un tratamiento durante un año y después de eso los ataques, que
ante los sufría cada semana, pasaron a ser prácticamente una vez al año. Todavía lo sufro, antes no
estaban ligados a ningún problema emocional, pero ahora sí. Si me pasa algo como estar muy estresada
o estar muy triste, me dan ataques de pánico, aunque ya sé más o menos cómo controlarlos, la gente
que me rodea sabe qué es lo que tiene que hacer y no es algo que me molesta o con lo que tengo que
luchar todos los días.
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P: ¿En qué lugares empezaste a tener ataques de pánico?
R: Bueno, la mayoría de mis ataques ocurrían en el colegio, era impresionante, una vez a la semana
sufría de un ataque y fueron evolucionando con el tiempo. Al principio empezaban con un desmayo,
luego me levantaba y no podía hablar, hasta el punto de que yo llegaba a despertar del desmayo pero
no podía mover nada de mi cuerpo, estaba paralizada. Me dice la gente (porque yo no me acuerdo) que
me intentaban abrir las manos pero yo las tenía como pegadas, y que la gente no sabía qué hacer, se
morían de miedo. La enfermera pasaba casi todo el tiempo a mi lado. Por lo general, mis amigas ya
sabían qué hacer, quién corría a la enfermería a buscarla y quién la traía. Lamentablemente tuve
ataques de pánico hasta en lugares que no me hubiese gustado tener, como por ejemplo en
convivencias. Muy pocos ataques fueron en mi casa, tal vez unos cuantos. Uno de los peores sí fue en mi
casa e incluso terminé ingresando a emergencias, pero gracias a Dios no llegó a mayores. En la
Universidad también me dieron un par, pero la mayoría fue en el colegio.
P: Y en la época del colegio, ¿qué pensaban los demás cuando te daban esos ataques?
R: Bueno, al principio como no había una razón, simplemente había especulaciones de cosas que podían
ser. Mucha gente tenía miedo porque llegaba un punto en el que yo no reaccionaba, no podía
moverme, la gente hasta llegaba a pensar en lo peor, me preguntaban si no podía ser que tenía un
tumor en el cerebro… porque no entendían qué es lo que me pasaba, yo tampoco y me moría de miedo.
Un día la enfermera me tomó la presión y me dijo que la tenía altísima, al punto de que me podía dar un
infarto. Me acuerdo que ese día me llevaron al doctor y el doctor me dijo que esto no era nada más que
un ataque de pánico, que en realidad no me podía morir pero si no me lo trataba sí podía llegar a tener
un infarto, y que tenía que ir a un psiquiatra, pero para mi mamá era muy difícil porque la idea de que su
hija de dieciocho años esté medicada no es algo que le gustaba, aunque también depende de la
enfermedad. Yo tenía miedo porque creía que a las personas estos medicamentos los cambiaba, y no
quería que eso me pase a mí, de estar drogada todo el día y de no ser yo. Es más, cuando fui al
psiquiatra y me dieron pastillas, lo primero que le dije a mi mejor amiga fue que iba a cambiar, que iba a
pasar drogada todo el tiempo. Ella era la única persona que sabía esto, pero al final de cuentas no fue
así, fue totalmente distinto. No fue lo que yo pensé q iba a ser. Así que sí, al principio hubo todo tipo de
ideas, pero cuando ya me diagnosticaron y se lo comenté a otras personas, me decían “ah, es algo
psicológico, es algo mental”. Yo les decía que sí, iba combinado con una parte psicológica pero en
realidad es también algo químico, implica una parte biológica. De manera general la gente entendía
pero yo tampoco lo divulgaba, muy poca gente sabía de mis ataques y qué eran exactamente.
P: ¿Y tus profesores qué decían?
R: Bueno, sólo una profesora sabía que yo iba al psiquiatra, nosotros teníamos tutoras que se
encargaban del lado espiritual de los alumnos y una vez al mes conversábamos con ellas, entonces
cuando yo le comenté que me iban a llevar al psiquiatra, ella dijo que no, que era lo peor que podían
hacer porque me iban a medicar, que mejor me recomendaba acupuntura, pero mis papás sí prefirieron
la psiquiatría encima de eso. Sin embargo ella fue la única profesora que sabía esto, el resto no, sólo
pensaban que sufría de desmayos pero nada más.
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P: ¿Cómo te sentías en esa época, qué pensamientos tenías?
R: Tenía miedo en verdad, porque es raro… un día de la nada subir las gradas de tu colegio, como todos
los días, y desmayarte sin saber por qué. Yo pensaba que me estaba poniendo peor con el tiempo, así
que pensaba lo peor, que era un tumor o cáncer. Me daba miedo, incluso me daban lagunas mentales
cuando me daban los ataques de pánico. Me levantaba y no me acordaba de las cosas, me sentía con
mucha desesperación… es muy feo pasar por eso, todas las semanas me ahogaba, sentía que me podía
morir, en realidad uno siente que se va a morir y no sabe por qué, en esa época no estaba ligado a un
problema, simplemente pasaba y lo que más me dolía era ver que las demás personas no sabían qué
hacer.
P: ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste así?
R: En Enero de este año, tuve un ataque de pánico pero sé que ahora los ataques suelen ser más ligados
a algún problema emocional, por suerte no me ha vuelto dar un ataque estando sóla, solo esa vez y por
un problema en particular, pero ese día me tomé una pastilla, me senté, me calmé y no me desmayé.
Ahora por lo general no tengo medicamentos a la mano todo el tiempo, me recomiendan que sí los
tenga, pero como en mi casa sí hay, así que ese día fui al cajón de mi mamá, tomé una pastilla y me
calmé. Recuerdo que ese mes fue un mes difícil.
P: ¿Nos podrías describir qué se siente tener un ataque de pánico, físicamente?
R: . Por ejemplo, si estaba parada de alguna posición, me quedo en esa misma posición en la que estaba,
todo se me empieza a contraer… así que para no perder el conocimiento totalmente, lo primero que
tengo que hacer es o pedir ayuda para que alguien me dé una pastilla que me ayude a tranquilizar, o
buscar la forma de tratarlo yo misma. Es bien difícil y es una situación muy extraña, pero es como todo
comienza, con un temor que te llena el cuerpo, y hasta se me cierran las manos, es un sentimiento
horrible.
P: ¿Qué tenías en mente en esos momentos en que tenías un ataque?
R: Como dije, en esa época creía que era una enfermedad como el cáncer, pensé que me iba a morir
porque eso es lo que uno siente, que se está muriendo, entonces lo último que pensaba era que estaba
teniendo un ataque de pánico. Luego cuando ya me diagnosticaron, fue como vivir uno de mis mayores
miedos porque yo siempre temí ser diagnosticada con alguna enfermedad, le temía a las enfermedades
como la esquizofrenia o de ese tipo. Había un cierto estigma que me impulsaba a no querer tomar
medicamentos. Lo primero que pensé es que justamente no quería que eso me pasara a mí, y me pasó.
Después de un tiempo lo comprendí mejor, me dije a mí misma “puedo vivir con esto, no tiene nada de
malo”, por suerte lo mío no ha sido tan serio… lamentablemente todavía lo sufro, no sé si será así por el
resto de mi vida, pero a veces todavía me pasa, sin embargo comprendo que gracias a Dios tengo ayuda
y puedo contar con gente. No es un problema tan malo, llegué a entender mejor todo el tema.
P: ¿Crees que tiene algo que ver con “madurez emocional”?
R: Sí, vivir esta experiencia me hizo ver totalmente diferente las cosas.
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P: ¿Y eso te ayudó a reducir los ataques de pánico?
R: No sé si podría decir que me ayudó a reducir los ataques de pánico, pero sí me ayudó a comprender
muchas cosas porque por ejemplo, algo que yo no sabía es que los ataques de pánico a veces van
ligados a una depresión, y me acuerdo que mi psiquiatra una vez me dijo que todo esto se debía a que
viví una especie de depresión, lo cual me hizo reaccionar porque pensé “yo no tengo depresión, no me
siento triste”, pero la depresión no es un estado de ánimo, es mucho más que eso y mucho más fuerte,
hay personas que tienen una enfermedad que no consiste sólo en estar triste y que sólo debes de
alegrarte, es algo que trasciende y yo creo que los ataques de pánico no disminuyeron pero tal vez esta
madurez sí me ayudó a controlarlos, el saber que es algo que no sólo es psicológico.
P: ¿Qué te hacía sentir mejor principalmente?
R: Hablar con mis amigas, que me hagan reír, que me mantengan distraída y me hablen de otra cosa,
porque el miedo me hacía pensar sólo en lo que me estaba pasando y a pesar de estar consciente de
que era un ataque de pánico, el miedo igual estaba ahí. Cuando converso con alguien, esto me ayuda a
pensar en otro tema y así poco a poco el miedo se va de mi mente y me calmo un poco.
P: ¿Cuál fue el pensamiento más duro que tuviste a través de esta experiencia?
R: El miedo. Te voy a ser honesta, yo no sentía vergüenza. Por mí hubiera contado todo esto, pero más
fue porque mis papás me sentaron un día y me dijeron “te pedimos que al menos en tu colegio, con tus
amigos o con quien salgas, no lo comentes. Vivimos en una sociedad que no entiende este tipo de
problemas, la gente lo ve mal, dices la palabra ‘psiquiatra’ y uno piensa que estás loca”, así que me
pidieron que no lo comente. Eso me hizo sentir horrible, yo en realidad no sabía cómo explicarle a la
gente lo que me estaba pasando, gente que se preocupó tanto por mi durante varios años. Se lo
comenté a muy poca gente, pero me daba cuenta que no lo entendían, para la mayoría de mis amigas
todo esto era un misterio ya que yo no podía decir lo que era. Esto a uno sí lo hace sentir mal en verdad,
porque viéndolo ahorita pienso que no fue un problema tan fuerte comparado con otras enfermedades,
sin embargo era un problema del cual hasta mis padres se sentían avergonzados y eso es doloroso. Yo
no tenía vergüenza, esa vergüenza se creó a partir de ese comentario.
Por otro lado, para mí el tener que tomar pastillas todos los días al comienzo no funcionó, me tuvieron
que aumentar la dosis y fue algo muy fuerte, aunque no me hacía dormir por suerte. En realidad yo me
sentía normal, pero si un día dejaba de tomarlas, me sentía mal o me dolía la cabeza, me daban ganas
de vomitar… incluso tenía que ir a una farmacia y tomar la pastilla en ese mismo momento con una
botella de agua, era muy difícil. Había una parte en mí que pensó que nunca iba a estar medicada, ya
que esto sigue siendo un tabú, entonces ver que ahora estaba pasando esto… simplemente no podía
creer que me pasó a mí. Ya cuando uno lo ve desde afuera, lo ve como algo del pasado. Si no hubiese ido
al psiquiatra, tal vez seguiría mal o hubiese sufrido mucho más, Lamentablemente esta enfermedad
causó que no pueda hacer mucha cosas, no me podía ir a estudiar afuera porque pensaba qué pasaría si
me da un ataque de pánico en plena calle y nadie me podía ayudar. El tomar medicamentos es un tema
complejo pero estoy feliz de que haya pasado, feliz de ya estar bien y comprender cómo son las cosas.
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P: ¿En qué momento tomaste la decisión de compartirlo con más personas y hablarlo abiertamente?
R: Creo que fue al entrar a la Universidad, porque aunque no lo creas, hay bastantes personas que
sufren de ataques de pánico. Una vez me dio uno en la Universidad y me sentía pésimo, no tenía cómo ir
a mi casa hasta que un chico observó lo que me pasaba y ofreció llevarme. Él vivía muy lejos de mi casa,
entonces se me hizo bastante raro que me quiera llevar. Cuando me senté en su carro, me dijo “mira, te
voy a contar algo que nadie sabe, yo sufro de ataques de pánico” – él había vivido lo mismo que yo, sin
embargo sus ataques eran un poco diferentes a los míos. Yo nunca había conversado con alguien que
tenga el mismo problema que yo. Por otro lado, recuerdo que tenía una amiga que vivió la misma
enfermedad y una vez su mamá se enojó y le dijo que no debía tener este tipo de conversaciones con
nadie. Ahí es cuando uno se da cuenta de lo presente que está el estigma, pero bueno, al ver esta
iniciativa de Active Minds me parece que es una oportunidad para que la gente pueda compartirlo.
Lo que sí debo decir, es que lamentablemente a pesar de que me siento más abierta de contar lo que
pasé, me da pena el hecho de que en un trabajo no puedo mencionar esta experiencia, y si el día de
mañana me da un ataque de pánico en la oficina, yo creo que nadie entendería qué es lo que me pasa y
no podré decir “es que tengo ataques de pánico, por favor, pásenme una pastilla”. No podría decirlo y
probablemente fuera juzgada.
También recuerdo que una vez un chico dijo que los ataques de pánico sólo eran un susto y eso me
molesta, en esa ocasión reaccioné súper mal porque no es así de simple. Por eso me gusta ser abierta,
porque hay malas ideas sobre este problema, creen que solo es un susto o exageración. No es así, por
ese motivo soy más abierta, para explicar de qué se trata.
P: ¿Cuáles creen que son los principales prejuicios ante esta problemática?
R: Un poco de rechazo y miedo, las personas pueden decir “esa man de ley está loca, va a un psiquiatra,
es loca, rara”. Tienen miedo, no sé por qué, como si tú fueras a hacerles algo o yo que sé. Yo creo que
muchos de esos prejuicios están ligados a lo que venden en los medios, muestran a una persona que va
al psiquiatra y que al final mata a otra persona o cosas así. Probablemente la gente también tiene miedo
de lo que van a decir de esa persona y qué van a decir si los ven cerca de ella.
P: ¿Estos problemas en algún momento afectaron tu desempeño en la Universidad?
R: En el colegio sí me afectó durante las primeras semanas que comencé a tener los ataques, pero sólo
fue en una materia y porque me costaba concentrarme. Después no, y en la Universidad tampoco. Yo
pensaba que por tomar pastillas iba a pasar drogada y no iba a poder ser yo misma, pero en realidad me
ayudaron mucho, incluso me hicieron más extrovertida, no sé por qué. Me pude graduar
tranquilamente, con un promedio de sobresaliente y en la Universidad también me va muy bien.
P: Cuando recuerdas esa época, ¿qué se te viene a la mente? Viendo hacia atrás…
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R: Pienso que fue una etapa tan larga, si pudiera cambiar algo, fuera el haber ido de una a un psiquiatra.
Siento que perdí mucho tiempo, fueron tres años en los que yo sufría bastante, una vez a la semana me
daban esos ataques e iban evolucionando. Si ahora pudiera cambiarlo, les hubiese dicho a mis papás
que quería ir a un psiquiatra sin importar el qué dirán. De ahí, creo que no cambiaría nada más, sólo
hubiese sido más valiente y le hubiese dicho a mis papás que no me avergüenzo del tema y que quiero
compartirlo para ser un ejemplo, pero claro, ahora pienso así porque ahora sí lo comprendo, en esa
época no.
P: ¿Qué fue lo que más te ayudó a salir adelante?
R: Mis amigas. Por más que no lo entendían del todo o no sabían cómo funcionaba, me ayudaban
muchísimo. Y no te hablo sólo de mis mejores amigas, sino de toda mi clase, era el hecho de que hacían
todo lo posible para que me sienta bien cuando tenía los ataques, lo entiendan o no. La verdad es que
compartir esto con alguien que lo entiende y lo ha vivido, lo puede hacer todo más fácil. Yo sé lo feo que
es sentirse mal, así que sé que es bueno poderlo compartir con alguien.
P: ¿Cómo ves tú la situación en el Ecuador en relación a la Salud Mental?
R: Me da pena en muchos sentidos y por varias razones. Primero, porque no hay una aceptación a este
tipo de problemas. Para la gente, simplemente es “este chico o chica está loco” y se acabó. No hay un
filtro, no saben lo que es una enfermedad mental, solo dicen “está loco” y se acabó. “Está triste” y se
acabó. No hay una aceptación a este tipo de problemas o un verdadero análisis o reflexión de que esto
es algo serio, de que se puede tratar, que esta persona es normal y no debe ser vista como alguien raro
o que hay q tenerle miedo o del cual hay que alejarse.
Me da pena también porque creo que no hay una correcta inversión en este tema, por ejemplo, en el
Lorenzo Ponce me han contado que es una experiencia horrible, el ver cómo los tratan o que todo está
sucio, debe ser una sensación horrible dejar a un ser querido en un lugar así. Uno puede hacerlo porque
quiere lo mejor para esa persona y cree que va a recibir ayuda, pero dejarlo en un lugar así, debe ser
horrible. Es penoso saber que no puedes confiar en una Institución, no puedes pensar que van a hacer lo
correcto o que van a trabajar bien. También por eso es el prejuicio y la poca inversión que hay aquí
sobre este tipo de enfermedad. A mí encanta la iniciativa que tiene Active Minds porque me parece que
es una ventana o una puerta para que las personas se den cuenta de lo que está pasando y que hay
enfermedades de este tipo. Creo que eso le falta a Ecuador.
P: ¿Cuál crees que es el prejuicio que se presenta en las familias?
R: Yo creo que los padres tienen miedo de lo que la gente pueda pensar de ellos al saber de lo que
sufren sus hijos, o sea, qué pensarán de ellos como padres. También deben sentir temor al pensar cómo
será la vida de sus hijos y si los van a rechazar o no.
P: ¿Qué crees que piensan los jóvenes cuando sufren de algún problema de Salud Mental?
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R: Yo creo que se divide en dos. Los que ya estamos diagnosticados y hemos pasado por un
tratamiento, somos más abiertos para este tipo de cosas, no es algo que nos parece raro o lo
rechazamos, somos más empáticos y entendemos un poco más.
En el caso de los que han vivido algo similar pero no están diagnosticados o no han pasado por un
tratamiento, yo creo que sienten miedo (porque yo así lo viví) o tal vez estén en negación, porque no
quieren creer que son ese “tipo” de personas. También deben tener miedo a los medicamentos, el
miedo a lo que pueden pensar de ti y lo que te puede volver ese tipo de medicación. Sin embargo creo
hay una muy mala idea de las pastillas, en general por lo que vemos, ya que lamentablemente en todos
lados esas enfermedades son vistas como lo peor, entonces creen que los medicamentos son algo
parecido o que los van a convertir en otra persona. Por eso creo que sí te cambia el ser diagnosticado y
medicado, porque te hace crecer.
P: ¿Cómo crees que estos prejuicios pueden afectar las vidas de aquellas personas que sufren de
alguna enfermedad y qué tipo de consecuencias crees que esto trae a sus vidas?
R: Yo creo que te puede volver inseguro. Pensar constantemente en lo que pueden pensar de ti y saber
que podrían hablar cosas malas de ti, te hace tener miedo y sentirte mal contigo mismo. Te vuelves
inseguro y te desenvuelves menos, pero en realidad depende de la persona. A mí las pastillas me
hicieron bien, al principio me dio vergüenza pero eventualmente me sentí cómoda conmigo misma.
P: ¿Qué consejo podrías dar a esas personas que sufren de algún trastorno?
R: Mi primer consejo es que no tengan miedo de pedir ayuda, yo creo es algo tan feo, asusta tanto, que
lo mejor es poder salir de eso. Si uno no recibe la ayuda necesaria, nunca va a salir del todo… por más
que busque diferentes recursos para sentirse mejor, así que yo creo que mi primer consejo es: busca
ayuda, no lo pienses dos veces. También sigue el tratamiento al pie de la letra, en un año verás que
puedes ser alguien diferente, empático y alguien que entiende lo que es tener ese tipo de problemas.
Por último, siempre debes ser tú mismo, no te avergüences de tu problema, tú podrías ser un ejemplo,
es una oportunidad de enseñar a las personas lo que es sufrir estas enfermedades y que puedes salir
adelante y ser una persona totalmente normal.
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