[1] NERUDIANA – nº 5 – 2008 nerudiana Fundación Pablo Neruda Santiago-Chile nº 5 Agosto 2008 Director Hernán Loyola Escriben Gabriela Capraroiu Dominique Casimiro Gunther Castanedo P. David Huerta Manuel Jofré 23018 NERUDIANA 05 AND 1 13/10/08, 12:28 Waldo Rojas Marie-Laure Sara Alain Sicard Mario Valdovinos [2] NERUDIANA – nº 5 – 2008 ADIÓS A VOLODIA TEITELBOIM (1916-2008) Sumario Volodia y Pablo: el comienzo de una larga amistad 2 Jimena Pacheco 5 DOSSIER: NERUDA POSMODERNO Chivilcoy, transeúnte de la posmodernidad 7 ALAIN SICARD Neruda póstumo para lectores intranquilos 10 MARIE-LAURE SARA Neruda: la voz entre dos silencios 12 DOMINIQUE CASIMIRO Neruda traductor: 44 poetas rumanos (1967) 15 GABRIELA CAPRAROIU La póstuma Elegía de Moscú 18 MARIO VALDOVINOS El último poema :“Hastaciel” 20 MANUEL JOFRÉ TESTIMONIO Conocer (¿en persona?) a Neruda 22 Volodia y Pablo: WALDO ROJAS PERSONAS Napolitano, Goic, Sicard, San Martín 23 PUBLICACIONES 27 El poema y su sombra 32 DAVID HUERTA Los juicios y opiniones vertidos en los artículos y demás materiales aquí publicados, son responsabilidad de sus respectivos autores. Portada: Grabado incluido en la 1ª Ed. de Los versos del Capitán, Nápoles, 1952 nerudiana nº 5 agosto 2008 director y editor Hernán Loyola secretaría de edición Adriana Valenzuela diseño y diagramación Juan Alberto Campos FUNDACIÓN PABLO NERUDA Fernando Márquez de la Plata 0192 Providencia. Santiago Chile 23018 NERUDIANA 05 AND 2 el comienzo de una larga amistad E n 1932 Volodia Teitelboim (16 años) y Pablo Neruda (28) llegan a Santiago, desde Curicó el primero, desde Batavia el segundo. A Volodia, claro, nadie lo conoce sino sus parientes judíos y algún amigo, mientras Pablo regresa desde Oriente precedido por el creciente interés que han despertado sus publicaciones de exilio en diarios y revistas, signos de un evidente desarrollo en el poeta de los Veinte poemas que partió de Chile en 1927. Volodia nos ha dejado un inmejorable relato de la primera vez que no vio (pero oyó) a su futuro amigo, en noviembre de 1932: Un día se anuncia un recital suyo en el teatro Miraflores de Santiago. Era yo un adolescente, acababa de llegar a la capital para iniciar mis estudios universitarios, muy interesado en la poesía y para quien Neruda era una leyenda. Nunca lo había visto y quería verlo. No me atrevía a tanto como a conocerlo personalmente ni pretendía darle la 13/10/08, 12:28 mano, ni menos cambiar algunas palabras vergonzosas con el poeta. No. Se trataba sólo de mirarlo y oírlo desde mi asiento a oscuras en la galería del teatro desvencijado. Llegué adelantado y me instalé tímidamente en las alturas populares, para poder divisar desde lejos el rostro del poeta. Se descorrió la cortina. En el escenario había máscaras orientales pintadas. Eran como biombos o telones extraños. Producían una sensación de ópera china y despedían un aire remoto y enigmático. De repente surgió detrás de las máscaras enormes, más altas y más anchas que el cuerpo de un hombre, una voz arrastrada, gangosa, nasal, como de lamento, que comenzó a decir: «Qué pura eres de sol o de noche caída, / qué triunfal desmedida tu órbita de blanco, / y tu pecho de pan, alto de clima, / tu corona de árboles negros, bienamada, / ... » [“Juntos nosotros”, Residencia I]. [3] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Continuó sobre todo con poemas de la primera Residencia. El tono no cambiaba. Musitaba casi sin inflexiones, monocorde, gemebundo, como esparciendo una droga soñolienta. Fue la sensación que me produjo al cabo de unos minutos. El recital duró más de una hora. [...] Aquella tarde conocimos la voz declamante del poeta. Nos pareció pariente del sonido de la trutruca araucana. Pero su cara ¿por qué no se mostraba? Al final del recital ¿aparecería Neruda para recibir el aplauso o la indiferencia de los asistentes, de los cuales la mitad, por lo menos, fluctuaba entre la admiración, el estupor y el desconcierto? Neruda no apareció. Y nos quedamos con las ganas de verlo. — VT 1996: 168-169. Este insólito recital por un lado multiplica la curiosidad hacia el poeta, pero por otro da inicio, con dos artículos en el diario La Opinión (11 y 23 de noviembre), a la historia de las agresiones de Pablo de Rokha contra Neruda, a las que se sumarán poco tiempo después las de Vicente Huidobro y las de los respectivos acólitos (hago notar, y además lo subrayo porque habitual y deliberadamente ‘se olvida’, que Neruda respondió por primera vez a tales agresiones sólo tres años después, en 1935). Volodia se inserta en esa historia más o menos directamente. Apenas iniciados sus estudios en la universidad había ingresado al Partido Comunista. Pocas semanas después del recital del teatro Miraflores, en diciembre de ese mismo 1932, Volodia y Eduardo Anguita van a visitar y a conocer a Huidobro, que también acaba de regresar al país (porque la gran crisis económica no le permite permanecer en Europa) y los ha invitado a su casa en calle Cienfuegos (VT 1993: 180184). El rotundo cuanto efímero fervor comunista de Huidobro, asociado a la novedad vanguardista de su poesía, seduce a Volodia. «Quería formar escuela en Chile, tener discípulos. Junto con Eduardo Anguita, fuimos sus primeros catecúme- 23018 NERUDIANA 05 AND 3 ESTE NÚMERO S egún anunciamos en el número anterior, nuestra revista se suma a los homenajes póstumos que la ciudadanía y los estratos políticos y culturales de Chile han rendido a Volodia Teitelboim. Con tal objeto rescatamos el momento inicial de la amistad entre Volodia y Neruda, a fines de los años ’30, precedido de la polémica en torno al presunto ‘plagio’ del poema 16, que pudo haber separado los caminos de ambos intelectuales. Nos ha parecido justo y pertinente destacar la figura de Jimena Pacheco, no sólo por haber sido fiel y decisiva colaboradora de Volodia desde su regreso a Chile hasta su muerte, sino también por la relación que su familia, cuando Jimena era niña, estableció con Neruda en Valparaíso durante el período de clandestinidad en 1948. El núcleo de este número es un primer dossier sobre la vida y obra del último Neruda, desde el 1958 de Estravagario y del inicio de su convivencia abierta con Matilde, hasta el 1973 de su muerte. Es una fase que no incluye obras con la excepcional estatura de Residencia en la tierra o de Canto general, pero sí algunas de gran valor como Memorial de Isla Negra (1964), Las manos del día (1968) y Geografía infructuosa (1972), y en conjunto merece aún mayor reconocimiento del que hasta ahora ha obtenido. El dossier parte con un iluminador trabajo de Alain Sicard, especialmente escrito para este número, sobre el poema “Habla un transeúnte de las Américas llamado Chivilcoy” de La bar- carola (1967). Otras dos colaboraciones proceden también de Francia: la de Dominique Casimiro (un nuevo aporte en torno a la oposición silencio/sonido en Neruda) y la de MarieLaure Sara (sobre el motivo de la inquietud en los libros póstumos). Dominique y Marie-Laure son dos de los varios jóvenes estudiosos que integran la más reciente promoción de nerudólogos franceses, formados bajo la guía y fervor de los profesores Sicard, Hervé Le Corre, Fernando Moreno y otros. Desde California nos llega en cambio una importante aclaración de Gabriela Capraroiu sobre la antología 44 poetas rumanos, publicada por Losada en 1967 bajo el nombre de Neruda como traductor. Nuestro Mario Valdovinos comenta Elegía, uno de los libros póstumos, mientras Manuel Jofré cierra este primer dossier con un análisis de “Hastaciel”, ese extraño texto que muy probablemente fue el último que escribió Neruda. Vinculado al período del dossier, el testimonio de Waldo Rojas traza una cálida imagen del Neruda que conoció en los años ’60. Este número inaugura la sección Personas, destacando la visita a Isla Negra de Giorgio Napolitano, presidente de Italia, la presencia en Chile de Alain Sicard, y las figuras de Cedomil Goic y Mario San Martín. En página final, fragmentos de un notable poema del mexicano David Huerta en homenaje a Neruda. 13/10/08, 12:28 — Hernán Loyola [email protected] [4] NERUDIANA – nº 5 – 2008 09.01.1940]. Volodia ha asumido este encargo con temor a las cuentas pendientes por la historia del poema 16 y por la Antología. Lugar del encuentro fue el departamento de Sylvia Thayer (hermana de Álvaro Hinojosa) en Vicuña Mackenna casi esquina de Rancagua. En el primer volumen de sus memorias Volodia evocará aquel encuentro como una “reconciliación tácita”: Aída Figueroa y Volodia Teitelboim. Archivo Jimena Pacheco. nos. / Todo era muy complicado, pero debíamos ser poetas nuevos para ser revolucionarios totales. Esto último era lo que yo pensaba. Anguita tenía otras ideas.» (VT 1996: 205). No mucho después, durante una de sus tardes en la Biblioteca Nacional, «en El Jardinero, de Rabindranath Tagore, me sonó en el oído el número 16 de Veinte poemas. Comparé los textos. Eran casi iguales... Comenté el asunto con un amigo poeta. Con caracteres de denuncia, se publicó en la revista Pro, editada por Vicente Huidobro.» (ibíd.). La polémica plagio/paráfrasis del poema 16 es historia muy conocida. La percepción filológica de Volodia se convierte, como regalo caído del cielo, en uno de los proyectiles predilectos que usarán tanto Huidobro como De Rokha, y los acólitos respectivos, contra el enemigo común (el artículo “Neruda, plagiario o gran poeta”, firmado por un cierto Justiciero, apareció en el rokhiano diario La Opinión el 15.12.1934 y en la huidobriana revista Vital en enero de 1935). A esto seguirá la famosa Antología de poesía chilena nueva (Santiago, Editorial Zig-Zag, 23018 NERUDIANA 05 AND 4 marzo 1935) que los catecúmenos Volodia y Anguita centran en el mesías Huidobro dedicándole el mayor número de páginas, provocando con ello una de las furias históricas del poeta de Licantén y la ocasión para que, desde Madrid, Neruda contraataque a ambos —como sabía hacerlo— con su primera andanada conjunta (“Aquí estoy”, poema anónimo y no publicado, pero de origen fácilmente reconocible y que entonces circuló ampliamente en Chile a través de copias dactiloscritas; hoy, versión completa en OC, tomo IV, 374-380). La guerra civil española, el regreso de Neruda a Chile en 1937 y su extraordinario trabajo político-cultural (fundación y dirección de la Alianza de Intelectuales, solidaridad con la república española, participación en la campaña electoral del Frente Popular) reajustarán las cosas. En el entretanto Volodia ha reconsiderado la imagen que tenía de Neruda (y de Huidobro) en aquel 1935 de la Antología, y cuando el poeta regresa de nuevo al país justo al inicio de 1940, cumplida su misión Winnipeg, le propone una entrevista para la revista Qué Hubo [que la publicará en su número 31 del 13/10/08, 12:28 Era por la mañana, no tan temprano. Neruda estaba a medio vestir. Me recibió con mucha naturalidad. Supuse que me trataba así porque yo era un camarada, a pesar de que él no ingresaría al Partido sino ocho años más tarde [ndr: en verdad fueron sólo cinco; aquí, y también más abajo, Volodia confunde este regreso de Neruda a Chile con el anterior de 1937]. Parecía poco probable que ignorara que hablaba no sólo con uno de los autores de la Antología del ‘35 sino también con el llamado “descubridor” del plagio del número 16 de Veinte poemas de amor... Pero en un momento de la conversación Neruda me llamó Volodia. Pensé: es difícil, casi imposible que no conozca mi identidad y no sepa que alguna vez estuve en una conspiración huidobriana. ¿Debía admitir que el poeta no miraba hacia atrás? ¿Estaba tan absorto por la tarea a la cual dedicaba ahora buena parte de su vida? No. No anda tras pequeñas venganzas. A su entender, seguramente pertenecen al pasado. Diría que a medida que se desarrollaba la entrevista, el tono se hizo casi fraternal. Parecía encantado y a la vez entristecido de hablar sobre su experiencia española. La narraba y analizaba de modo sencillo y con reciedumbre. Descubrí en él la inteligencia cotidiana que no hace alardes. Conversamos más de dos horas. Me entregó un poema inédito para su publicación, “Himno y regreso”... Una vez que salí y me fui caminando por Vicuña Mackenna en dirección a Plaza Italia pensé que se había cerrado un capítulo ingrato. Nunca Neruda me habló ni de la Antología ni del affaire de El Jardinero. Años más tarde sobre la mesa, en el [5] NERUDIANA – nº 5 – 2008 gran hall de Isla Negra, como un documento del pretérito, leí una carta que estaba a la vista, sin sobre. Era la que Alone le envió, acompañada por la página liquidatoria que dedicó [en el diario La Nación] a la Antología y a sus compiladores. En ella el crítico literario aludía al merecido castigo que había propinado a esos dos jóvenes precipitados y jactanciosos. Por lo visto, Neruda reaccionaba de manera distinta... Allí comenzó una amistad cada día más fuerte y entrañable, que no terminaría ni siquiera con la muerte del poeta treinta y seis [ndr: en verdad 33] años más tarde. —VT 1997: 370-371 En efecto, de ahí en adelante Volodia será para Pablo un interlocutor privilegiado, tanto en el terreno político como en el literario y cultural. Varios libros de Volodia, entre ellos su novela Hijo del salitre, serán prologados por Pablo. El apoyo del poeta será extraordinariamente activo y diligente durante la campaña electoral que hará de Volodia un triunfante senador por Santiago. A su vez, las intervenciones de Volodia en el Partido resolverán varios problemas personales en la vida de Pablo, incluyendo algunos matrimoniales (y extramatrimoniales). Se sabe que, durante sus años de exilio en Moscú, Volodia escribirá (y publicará en Madrid, Ediciones Michay, 1984) la primera biografía total de su amigo Pablo, muerto en Santiago el 23 de septiembre de 1973, doce días después del común amigo Salvador Allende. — Hernán Loyola Referencias Neruda, Obras completas, edición de H. Loyola en 5 vols. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 1999-2002. V. Teitelboim, Huidobro. La marcha infinita. Santiago, Ediciones Bat. 1993. V. Teitelboim, Neruda, edición revisada y actualizada. Santiago, Editorial Sudamericana. 1996. V. Teitelboim, Un muchacho del siglo veinte. Santiago, Editorial Sudamericana. 1997. 23018 NERUDIANA 05 AND 5 Pedro Pacheco Pérez y Albertina Contreras, hacia 1939. Archivo Jimena Pacheco. Jimena Pacheco V olodia Teitelboim regresa definitivamente a Chile en 1988, antes del plebiscito y después de casi dos décadas de exilio. Vuelve al trabajo político en su Partido Comunista, pero vuelve sobre todo con ganas de recuperar los años en que, según su propia expresión, abandonó a su amante, la Literatura, para privilegiar a su esposa la Política. Su biografía de Neruda, editada en Madrid por Carlos Orellana para Ediciones Michay, 1984, le ha dado el impulso para convertir esa obra en el primer volumen de la gran trilogía poética de Chile: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Vicente Huidobro. En octubre de 1991 aparece la segunda biografía: Gabriela Mistral pública y secreta (Santiago, Ediciones BAT). En página 4 leemos: «Edición al cuidado de Jimena Pacheco». El sello BAT publica también la tercera pieza de la trilogía, Huidobro / La marcha infinita (1993), con la advertencia: «Edición al cuidado de Jimena Pacheco y José Cayuela». ¿Quién es Jimena Pacheco, desde entonces asociada al trabajo literario de Volodia? Al regresar del exilio en 1988 el dirigente político —y más aún el escritor— necesita una secretaria y durante algunas semanas se barajan varios nombres. Hasta que Jaime Inzunza propone a Jimena. Su elección se revelará acertadísima. A ella deberá Volodia, en importante medida, la notable productividad ensayística de sus últimos veinte años. Jimena nace en Valparaíso el 09.09.1940, hija de Pedro Pascual Pacheco Pérez y de Albertina Contreras. Su padre (1895-1995), profesor primario, fue uno de los dirigentes más combativos y prestigiosos del magisterio chileno. Ya es famoso antes del nacimiento de Jimena por su participación en el alzamiento de la marinería en Talcahuano, septiembre de 1931. Siendo profesor en la Escuela de Grumetes de la isla Quiriquina, sus estudiantes lo habían elegido jefe de la revuelta en esa zona, conexa a la sublevación de los tripulantes del acorazado Almirante Latorre en Coquimbo y a la del personal de la base aérea de Quintero. Derrotada la rebelión, por orden del ministro Manuel 13/10/08, 12:28 [6] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Jimena Pacheco y Volodia Teitelboim. Archivo Jimena Pacheco. Trucco sus jefes son sometidos a juicios sumarios y condenados a muerte. Entre ellos el profesor Pacheco Pérez, cuya pena viene rebajada a presidio perpetuo, lo que dará origen a la retahíla Pedro Pascual Pacheco Pérez Profesor Primario Pena Presidio Perpetuo. Más tarde indultado, Pacheco Pérez es el alcalde de Valparaíso cuando en 1939 desembarcan los refugiados españoles del Winnipeg. La madre de Jimena, Albertina, organiza la recepción de esos muy especiales inmigrantes, consigue alojamiento, ropa y trabajo a los que se quedan en el puerto y canaliza el flujo de quienes derivan hacia Santiago y otras ciudades. Jimena tiene 8 años cuando Pablo Neruda y Delia del Carril se ocultan en 1948, durante una fase de su clandestinidad, en la casa del profesor Pacheco Pérez en Valparaíso. Era una casa muy acogedora y visitada continuamente por artistas y escritores, entre los cuales Jimena recuer- 23018 NERUDIANA 05 AND 6 da a Augusto D’Halmar, Luis Durand, Mariano Latorre, González Vera. Y por cierto Jimena recuerda al tío-poeta que vivió en su casa algunas semanas y que todas las mañanas, de 10 a 13 horas, escribía sus poesías [una parte de su Canto general] sobre una mesa dispuesta a la sombra de una glorieta del patio. Escribía en hojas grandes que arrojaba por tierra, en vez de corregir, cuando el resultado no le era satisfactorio. Albertina había instruido a su hija y a Enrique, el hijo de ojos verdes de la señora María Berta, la empleada doméstica: «Cuando el tío [no lo nombraba por precaución] termina de escribir, todos los papeles que quedan en el suelo hay que recogerlos y quemarlos, ¿entendieron bien?» En 1954 el profesor Pacheco Pérez fue designado secretario de organización de los festejos del 50º cumpleaños de Neruda, teniendo cuenta de la cantidad de eventos y personajes que llegaron desde todos los rincones del planeta. Jimena conserva la tarjeta de invitación a una cena de honor ofrecida a Neruda, en el Hotel Crillón, por la delegación de China Popular encabezada por el poeta Emi Siao. Entre 1957 y 1963 Jimena cursó sus estudios de Medicina Veterinaria en la Universidad de Chile. Ya graduada, trabajó en el Servicio Agrícola-Ganadero y en el Instituto de Fomento Pesquero. Volvió a encontrarse con Neruda en 1970, en Punta Arenas donde ella por entonces trabajaba y donde el candidato comunista a la presidencia de la República concluyó su campaña para sostener la de Salvador Allende. Esto fue motivo para una cena que Neruda disfrutó con amigos y correligionarios, entre ellos Ligeia Balladares, Luis Guastavino, Luis Godoy y Jimena misma. La cena consistió en un estrepitoso e inolvidable “festival de centollas”: con mayonesa, al whisky, al pilpil, al cognac, panqueques rellenos con salsa de centollas, chupe de centollas, centollas al horno con salsa blanca y queso. Jimena fue exonerada de su trabajo en los días que siguieron al golpe militar de 1973. Desde entonces desempeñó diversas actividades políticas en el ámbito de la Resistencia, hasta que en 1988 fue convocada a un coloquio con Volodia Teitelboim, quien inmediatamente vio que Jimena era la persona indicada para ayudarlo a rescatar, e incluso a potenciar, al escritor que llevaba dentro y que le exigía más espacio. [H.L.] ♦ 13/10/08, 12:28 [7] NERUDIANA – nº 5 – 2008 DOSSIER: NERUDA POSMODERNO 1957-1973 Chivilcoy, transeúnte de la posmodernidad ALAIN SICARD Université de Poitiers «C amarada, me llamo Luis Cortés». Quien me dirigía estas palabras era un hombre ya entrado en edad, cuyo traje cuidadosamente planchado, y creo que una corbata, no conseguían hacer olvidar una larga vida de trabajo bajo el sol norteño. Simples palabras de presentación que no merecieran ser recordadas si no reprodujeran, como tardé un poco en recordarlo, el primer verso de un poema del Canto general. Era en el invierno del año 71. Yo viajaba por la pampa salitrera enfiebrada por los primeros meses de la Unidad Popular, y la Intendente –creo que así se llamaba al dirigente responsable de la región–, una mujer joven y enérgica como Chile suele engendrarlas, me había invitado a «tomar las once» en su casa con algunos compañeros. Eran tiempos en que la tierra todavía se llamaba Juan. El espectro de la sedición ya rondaba las calles de Santiago, pero en todo el país los hijos de Luis Cortés hacían oír su voz. No sabíamos que ya estábamos saliendo de una época, que la dictadura estaba cerca y dejaría irreconocible el Chile que había conocido y amado, que apenas diez y ocho años –un parpadeo en el tiempo de la historia– nos separaba de la caída del Muro de Berlín, y que el socialismo real pronto sería para nosotros un sueño (quiero decir una terrible y atroz pesadilla). Neruda tampoco sabía. Estaba lejos de imaginar la amplitud del desastre. «Un minuto de oscuridad no nos cegará», imprudente escribiría en la “Sonata crítica” que cierra su Memorial de 1964. Un minuto. Otro parpadeo de la historia que, si no nos dejó ciegos, nos dejó huérfanos de una luz para siempre perdida. El Poeta no sabía, pero sí algo intuía. Así es como en La barcarola de 1967, entre cantos de amor y celebraciones solemnes, hace su aparición un personaje insólito que es como una mala hierba que hubiera crecido entre los escombros de una utopía en ruinas, «un transeúnte de las Américas» que dice llamarse Chivilcoy. 1 En el muro de la modernidad una brecha se abre. Por ella se cuela Chivilcoy. 2 Para empezar ¿quién se llama Chivilcoy? Suena, más que a nombre, a uno de esos motes absurdos que corren por las barras de cafés. 3 El apodo despoja al individuo de su identidad personal sin integrarlo a ese nivel superior de la identidad que es lo colectivo. Casi se podría decir que Chivilcoy lleva inscrita en su nombre esa doble degradación de lo individual y de lo colectivo. 4 Impensable inserción de Chivilcoy en la galería de retratos del Canto general. Imposible llamar a la tierra Chivilcoy. 23018 NERUDIANA 05 AND 7 5 Luis Cortés y sus compañeros entran en el poema no sólo con santo y seña sino con lugar y oficio: un oficio que los arraiga en el lugar, llámese patria o clase. Chivilcoy no tiene patria ni tiene clase. Ni casa. No tiene raíces (lo que lo descalifica para pertenecer sino de paso –como simple transeúnte– al ámbito poético nerudiano). 6 A diferencia de los protagonistas de “La tierra se llama Juan “, Chivilcoy apenas tiene lo que podría llamarse una historia. Su existencia no cuaja en testimonio. 7 El héroe de la modernidad muere y resucita, el mismo y diferente, dentro de un tiempo histórico en perpetua renovación (así lo celebra Neruda en el poema “El pueblo” de Plenos poderes). Chivilcoy también es «imperecedero», pero dentro del tiempo estéril de la repetición, de Lo Mismo. 8 Algo dicen, en la bibliografía de Neruda, títulos como Fin de mundo. O Geografía infructuosa, algo que no hace de Chivilcoy un personaje anunciador de los tiempos futuros pero sí nuestro contemporáneo insoslayable. 9 «Transeúnte de la modernidad»: tal vez este título le quede un poco grande a Chivilcoy, producto, más que emblema, de una sociedad olvidada de sí misma. 10 ¿Inmoral el transeúnte? ¿Cínico su autorretrato? Epítetos que no sirven en el mundo que ha producido a Chivilcoy. 11 Chivilcoy, pícaro de la posmodernidad, pero sin amos visibles. 15/10/08, 08:52 [8] NERUDIANA – nº 5 – 2008 12 Parodiando a Marx: antes se trataba de transformar al mundo. Ahora no se trata sino de adaptarse a él. Prodigiosa capacidad de adaptación de Chivilcoy. 13 Chivilcoy o el crepúsculo de las soluciones colectivas. 14 «Mexibiano, argentuayo, bolivio, / panamante, colomvenechilenomalteco»: caricatura grotesca del sueño bolivariano e hibridez del transeúnte posmoderno tanto en lo nacional como en lo social. 15 Chivilcoy: mi patria es el mercado. . 16 El movimiento, noción central en el universo nerudiano. En el «transeúnte » se encarna su versión posmoderna: «Yo cambio de rumbo, de empleo, de bar y de barco, de pelo, de tienda y mujer…»: el movimiento generador no de futuro sino de inestabilidad, de precariedad. 17 El incesante cambio que rige la vida de Chivilcoy le prohíbe toda clase de identificación, bien sea de tipo nacional o social. O sentimental (ni aquel «amor de los marineros / que besan y se van»). 18 La forma activa del verbo cambiar no debe engañar. Chivilcoy es esclavo del cambio que protagoniza. Su libertad: la de la piedra en el río. 19 El transeúnte de las Residencias : «Sucede que me canso de ser hombre». Su cansancio llevaba en cierne el «Yo soy» de la modernidad. Chivilcoy, el incansable. 20 Los viajes de Chivilcoy, navegaciones sin punto de partida ni regreso. Sin rumbo. Sin dirección, hubiera dicho el poeta de las Odas. 23018 NERUDIANA 05 AND 8 21 Pero ¿qué viajes ¿ Por las tardes la misma ventana con vista al mismo pedazo de tierra mezquina orinado por los gatos. 30 Es su intrascendencia la que hace de Chivilcoy un embajador (grotesco) de la posmodernidad. 22 La pampa del Norte, espacio de la modernidad nerudiana. 31 La secreta relación que hay entre la intrascendencia que constituye la esencia de Chivilcoy y lo volátil de su existencia. 23 Chivilcoy en soledad y en multitud. Soledad de masa del hombre posmoderno. 24 El héroe de la modernidad muere para resucitar. Chivilcoy envejece esperando la muerte en pensiones de tercera clase. La precariedad impera por fuera y por dentro. 25 Su único capital, Chivilcoy lo lleva entre las piernas. Capital sin posible acumulación, con inversiones sin porvenir. 26 Los «matrimonios» de Chivilcoy : el vendedor convertido en su propia mercancía. 27 Sus conatos de ascensión social culminan y naufragan en las camas de la oligarquía. El antagonismo de clases ha dejado lugar a una porosidad sospechosa que deja sin modificar el orden de la sociedad. 32 No hay Otro. No hay horizonte. Sin embargo existe Chivilcoy. 33 Es tiempo de confesarlo: no sabemos muy bien qué es posmodernidad. ¿Simple crisis de la modernidad? ¿Comienzo de una nueva era? ¿Un modo de exorcizar nuestros errores? O –Neruda post ‘60– ¿otro punto de vista sobre la realidad, otra mirada, otra entonación? 34 A Pablo ¿le hubiera gustado que lo llamen posmoderno? He decidido tachar esta última pregunta por idiota. ***** NDR: Este trabajo del profesor Sicard se refiere al noveno episodio de La barcarola, 1967 (en Neruda, Obras completas, volumen III: Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000, pp. 239-241), que transcribimos: 28 « …Y confieso saber más que todos sin haber aprendido: / lo que ignoro no vale la pena». Lo que ignoro es lo que vale la pena, le contestaría el poeta que también solía jactarse del «puro saber del que no sabe nada». 29 La modernidad exaltaba la transformación las necesidades materiales en conciencia (el pedazo de carne de los marineros del Potiomkin). La posmodernidad invierte el proceso: degradación de la conciencia en consumo y de la ideología en moraleja («Y mi moraleja consiste en un plato de pescado frito (»). 13/10/08, 12:28 [9] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Alain Sicard, Nurieldín Hermosilla y Hernán Loyola, marzo 2008. Foto: Melina Cariz. HABLA UN TRANSEÚNTE DE LAS AMÉRICAS LLAMADO CHIVILCOY I Yo cambio de rumbo, de empleo, de bar y de barco, de pelo, de tienda y mujer, lancinante, exprofeso no existo, tal vez soy mexibiano, argentuayo, bolivio, caribián, panamante, colomvenechilenomalteco: aprendí en los mercados a vender y comprar caminando: me inscribí en los partidos dispares y cambié de camisa impulsado por las necesidades rituales que echan a la mierda el escrúpulo y confieso saber más que todos sin haber aprendido: lo que ignoro no vale la pena, no se paga en la plaza, señores. Acostumbro zapatos quebrados, corbatas raídas, cuidado, cuando menos lo piensen llevo un gran solitario en un dedo y me planchan por dentro y por fuera, me perfuman, me cuidan, me peinan. Me casé en Nicaragua: pregunten ustedes por el general Allegado que tuvo el honor de ser suegro de su servidor, y más tarde en Colombia fui esposo legítimo de una Jaramillo Restrepo. Si mis matrimonios terminan cambiando de clima, no importa. (Hablando entre hombres: Mi chola de Tambo! Algo serio en la cama.) II Vendí mantequilla y chancaca en los puertos peruanos y medicamentos de un poblado a otro de la Patagonia: 23018 NERUDIANA 05 AND 9 voy llegando a viejo en las malas pensiones sin plata, pasando por rico, y pasando por pobre entre ricos, sin haber ganado ni perdido nada. III Desde la ventana que me corresponde en la vida veo el mismo jardín polvoriento de tierra mezquina con perros errantes que orinan y siguen buscando la felicidad, o excrementicios y eróticos gatos que no se interesan por vidas ajenas. IV Yo soy aquel hombre rodado por tantos kilómetros y sin existencia: soy piedra en un río que no tiene nombre en el mapa: soy el pasajero de los autobuses gastados de Oruro y aunque pertenezco a las cervecerías de Montevideo en la Boca anduve vendiendo guitarras de Chile y sin pasaporte entraba y salía por las cordilleras. Supongo que todos los hombres dejan equipaje: yo voy a dejar como herencia lo mismo que el perro: es lo que llevé entre las piernas: mis bienes son ésos. V Si desaparezco aparezco con otra mirada: es lo mismo. Soy un héroe imperecedero: no tengo comienzo ni fin y mi moraleja consiste en un plato de pescado frito.♦ 13/10/08, 12:28 [ 10 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Neruda póstumo para lectores intranquilos MARIE-LAURE SARA Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris No hay albedrío para los que somos fragmento del asombro — Jardín de invierno, “La estrella“ P retendo indagar aquí la parte quizás su obra, con resurgencias de tonos, temas, menos conocida de la oceánica obra de imágenes pero también con nuevas propuesun poeta cuya fama supera, como suele ocurrir tas, buscando más allá de su gran variedad y con los grandes clásicos, su conocimiento real. diversidad un equilibrio poético de todas las El propio Neruda solía decir, según confía Jortendencias exploradas: una atmósfera peculiar ge Edwards : «Nadie me lee», en tono de broque le da su unidad a la producción póstuma, ma pero no sin razón1 . Cuando he preguntado como un telón de fondo. a chilenos si conocen la poesía de Neruda, Esta atmósfera peculiar nace a la vez del muchos me dicen que sí pero que no les gusta, contexto histórico y biográfico que le toca vivir y si insisto en saber qué libro(s) han leído de él al poeta pero, más allá de la circunstancia conya no me extraña oír que apenas los Veinte poecreta, parece inscribirse también en la voluntad mas de amor y una canción desesperada. Con de recuperar las poéticas anteriores, abarcánsuerte, también Canto general y Odas elemendolas todas en un mismo lenguaje. La inquietales. Es de veras sorprendente y hasta injusto tud sería su nombre. Inquietud existencial e inque una obra tan variada y rica en matices quequietud poética, inquietud como visión del munde siempre reducida a los mismos estereotido ubicada entre la esperanza y la preocupapos, a las mismas páginas de una obra que en ción, entre el entusiasmo y la angustia: es decir, cambio siempre buscó renovarse abarcando una en ese umbral febril entre el optimismo y el pepaleta deslumbrante, desplegando una Marie-Laure Sara, en La Chascona, Santiago, simismo, como una pregunta abierta. En la obra agosto 2008. Foto: Juan Campos. polisemia inagotable e inasible. póstuma volvemos, pues, a escuchar acentos Con ánimo de aferrar el hilo rojo subyaque remiten a la juventud atormentada de Resicente a esa obra, me propongo interrogar los últimos escritos de dencia en la tierra pero también se escuchan la clara sencillez de las Neruda y, más exactamente, sus siete poemarios póstumos, escritos Odas elementales, el tono burlón e irrisorio de Estravagario, la crítica y entre 1970 y 1973 con intención de publicarlos al cumplir sus setenta la ironía de Fin de mundo y, con una intensidad nueva, se instaura la años, en julio de 1974. Aún resuenan la efervescencia y los tormenbúsqueda de lo esencial mediante el silencio lacónico y la pregunta sutos de esos años: campaña presidencial, elección de Salvador Allengestiva, como los esboza el precioso Libro de las preguntas. de, grandes medidas y esperanzas, bloqueo económico norteameriAsí, guiados por el hilo rojo de la inquietud póstuma, advertimos cano, huelgas y clima insurreccional... Entre líneas, la propia biograen esos siete poemarios tres grandes unidades que en alguna manera fía del poeta: un amor tardío e inconfesable, nuevos y serios acharemiten también a las distintas etapas poéticas de la obra anterior de ques de salud (problemas cardiovasculares, gota, cáncer de próstata), Neruda. Los más sombríos, 2000 y Elegía, constituyen la primera uninombramiento al cargo de embajador de Chile en Francia, premio dad. La segunda incluye obras más alegres y lúdicas: El corazón amaNobel, idas y vueltas al hospital, renuncia a su cargo y regreso a rillo, Defectos escogidos y Libro de las preguntas. La tercera se podría Chile; y, por último, el golpe de Estado, el golpe a la vida y a su vida. calificar de lírica: Jardín de invierno y El mar y las campanas, éste En medio de tanta tormenta, y a pesar de sus altas responsabiliprobablemente el último poemario escrito por Neruda, síntesis dentro dades políticas para conseguir el respaldo de Europa al gobierno sode la síntesis que en su conjunto los siete libros proponen. Destacaré cialista de Allende, Neruda escribe sin parar, en cualquier momento de esta obra póstuma algunos poemas y versos que me parecen y en cualquier lugar, como lo enseñan las notas que dejó al margen emblemáticos en dos sentidos: uno de síntesis (poética claroscura de la de sus manuscritos. Movido por la urgencia de dejar un testimonio inquietud), otro de innovación (formal y poética). de esos años, y consciente de que su tiempo está contado, Neruda va Así, pues, los poemarios póstumos proponen un reequilibraje encomponiendo en tres años sus siete poemarios póstumos, a veces tre el pesimismo de Residencia en la tierra y el optimismo de la etapa escribiéndolos al mismo tiempo, en paralelo. sucesiva. A nivel estilístico y semántico, se logra igualmente una sínteSiete poemarios como de los siete días de la Creación; siete sis entre la claridad y el hermetismo, o sea entre la transparencia explípoemarios que el poeta quiso variopintos, abigarrados, a imagen de cita y la profundidad sugestiva. Ambos propósitos están implícitos en 23018 NERUDIANA 05 AND 10 13/10/08, 12:28 [ 11 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 el título del poema “Integraciones”, de El corazón amarillo: integraciones como arte poética, o sea principio creativo adoptado por el poeta. Ilustrativo también es el verso (del mismo poema) «el miedo es también un camino» ; el miedo o la inquietud, la que mueve al poeta a preocuparse por el porvenir y a dudar, a cuestionar, a buscar nuevas formas de ser, actuar y escribir. Yo soy uno de aquellos que no alcanzó a llegar al bosque, de los retrocedidos por el invierno en la tierra, atajados por escarabajos de irisación y picadura o por tremendos ríos que se oponían al destino. […] Todo es nuevo y antiguo en el esplendor circundante, los que hasta aquí vinieron son los menoscabados, y los que se quedaron atrás en la distancia son los náufragos que pueden o no sobrevivir: sólo entonces conocerán las leyes del bosque. Atención a estos versos de “Los perdidos del bosque” (JDI). Inédito en su tratamiento de la muerte y recuperando motivos e imágenes características del imaginario nerudiano (el bosque, la lluvia, la fascinación por la naturaleza), dicho poema fue injustamente olvidado por la crítica, según subraya Alain Sicard2 , a pesar de que opera una preciosa sublimación de la inquietud primaria, infantil, de la muerte, representada por el temor a perderse en el bosque, remitiendo al cuento del Pulgarcito. Esta imagen también remite a la propia niñez del entonces Neftalí Reyes que acompañaba a su padre en sus silvestres recorridos ferrovarios y se adentraba en los bosques del sur, maravillado por la sorprendente belleza vegetal. La muerte se confunde con el bosque de la niñez donde el niño se reencuentra consigo mismo antes de perderse de nuevo. La muerte —lee Sicard con finura— significa la abolición del tiempo en un tiempo primordial y edénico como el de la niñez, lugar de reconciliación entre lo antiguo y lo nuevo. La inquietud de la muerte es sublimada en curiosidad, sed de aventura y buceo en lo desconocido. A “Los perdidos del bosque” hace eco otro poema, “Enigma para intranquilos” (COA), escrito en clave: otra forma poética de sublimar la inquietud en una expresión inédita ya que se presenta casi bajo la forma de un cuento fantástico al estilo de Edgar Allan Poe : Por los días del año que vendrá encontraré una hora diferente: una hora de pelo catarata, una hora ya nunca transcurrida: como si el tiempo se rompiera allí y abriera una ventana: un agujero por donde deslizarnos hacia el fondo. Bueno, aquel día con la hora aquella llegará y dejará todo cambiado: no se sabrá ya más si ayer se fue o lo que vuelve es lo que no pasó. 23018 NERUDIANA 05 AND 11 Cuando de aquel reloj caiga una hora al suelo, sin que nadie la recoja, y al fin tengamos amarrado el tiempo, ay! sabremos por fin dónde comienzan o dónde se terminan los destinos, porque en el trozo muerto o apagado veremos la materia de las horas como se ve la pata de un insecto. Y dispondremos de un poder satánico: volver atrás o acelerar las horas: llegar al nacimiento o a la muerte con un motor robado al infinito. Estupendo poema que resume en sí toda la atmósfera febril de los poemarios póstumos y constituye un auténtico desafío por su manera sutil de cifrar el misterio de la muerte mediante el sentido del secreto, del silencio. Recupera el gusto por la paradoja de Estravagario pero profundiza más las interrogaciones existenciales que se leen en él. Las impactantes imágenes sensoriales usadas ensayan la representación de lo impensable, de lo inimaginable: la experiencia del tiempo justo antes, durante y justo después de la muerte. La inquietud del poeta frente a la muerte juega aquí el papel de aguijón que estimula su genio imaginativo, como si desarrollara su percepción en una forma de hiperconsciencia o hiperlucidez. La alusión al poder satánico de dominar el tiempo remite también de forma implícita al mito de Fausto: como en « Los perdidos del bosque », la inquietud del poeta da lugar, otra vez, a la búsqueda del conocimiento o entendimiento absoluto que sólo la muerte puede revelar. Allende su aguijón poético, la inquietud en los poemarios póstumos deviene el principio que mueve al poeta a renovar su lenguaje, buscando el equilibrio anhelado entre angustia y esperanza. Los libros póstumos son el lugar donde el poeta reafirma, con su tono más dramático, la voluntad de renacer a la vida. Así en estos preciosos versos de “Jardín de invierno” (JDI), donde las oposiciones léxicas se resuelven en el encabalgamiento final : La tierra vive ahora tranquilizando su interrogatorio extendida la piel de su silencio. Yo vuelvo a ser ahora el taciturno que llegó de lejos envuelto en lluvia fría y en campanas: debo a la muerte pura de la tierra la voluntad de mis germinaciones. La voluntad de renacimiento del poeta —a imagen de la naturaleza que perpetúa sus ciclos, resucitando a escondidas, a oscuras, debajo de la tierra y a pesar de su aparente destrucción— da lugar en los poemarios póstumos a la reafirmación de la esperanza: una esperanza quizás más febril que en obras anteriores, pero más fuerte también 13/10/08, 12:28 [ 12 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Neruda: la voz entre dos silencios precisamente por eso. Así en estos versos de “Lento” (MYC), ricos de simetrías y contrastes claroscuros : DOMINIQUE CASIMIRO ...hay que saber cerrar los ojos en la luz, abrirlos en la sombra, esperar. Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris …En un temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el silencio es la ley de estos follajes... Apenas el grito lejano de un animal confuso... La intersección penetrante de un pájaro escondido... El universo vegetal susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música terrestre. Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo…1 Ahora volvamos a la obra de Neruda con ojos nuevos. El texto IX de Libro de las preguntas deja a los futuros lectores la responsabilidad de interpretar su poesía con inteligencia y sensibilidad : Qué dirán de mi poesía los que no tocaron mi sangre? Con ojos nuevos, como niños descubriendo el mundo y preguntándose el significado de las cosas, podemos ahora entender la obra de Neruda con otra mirada, desde la perspectiva de su íntima experiencia de la extrema inquietud existencial. La final inquietud deviene el aguijón último que mueve al poeta a preguntar, a cuestionar, a buscar todavía —in extremis— el sentido más denso y profundo de la vida y de las cosas. Siempre en alerta, siempre abierta, la obra de Neruda, en su totalidad, se nos confirma un perpetuum mobile, una obra siempre en movimiento, siempre insatisfecha en su exploración incesante pero también, a semejanza del deseo, infinita: Por qué me muevo sin querer? Por qué no puedo estar inmóvil? (Libro de las preguntas, XXXI)♦ ********** ABREVIATURAS COA: Neruda, El corazón amarillo. Buenos Aires, Losada, 1974. JDI: Neruda, Jardín de invierno. Buenos Aires, Losada, 1974. LDP : Neruda, Libro de las preguntas. Buenos Aires, Losada, 1974. NOTAS 1 EDWARDS, Jorge, Adiós, poeta… (Barcelona, Tusquets, 2 SICARD, Alain Pablo Neruda : une utopie poétique (Paris, 1990), p.281. Messene, 2000), tomo 2, p. 115. 23018 NERUDIANA 05 AND 12 U na de las funciones del arte, dice José Ángel Valente, consiste en una nueva reverberación del lenguaje, en «la restauración de un lenguaje comunitario deteriorado y corrupto, es decir, la posibilidad histórica de dar un sentimiento más puro a las palabras de la tribu»2 . Y un modo de recobrar el sentido más puro de las palabras es precisamente suspenderlas. La voz nerudiana lo sabe y edifica su palabra como una nota musical: la sostiene para luego reconciliarse, como afirma el filósofo italiano Agamben, con las cosas mudas3 . Precisamente con la fascinación del silencio de la naturaleza había iniciado su trayectoria acústica. Antes de los “Tres cantos materiales”, el locutor (o enunciador) residenciario no conoce sino el «sonido silencioso» que anticipa el canto de la muerte: ante todo, ritmo de un noritmo, ritmo reducido a su propia e irónica caricatura, ritmo de una mera repetición de su misma consistencia vacía. La lectura de “Sólo la muerte” por el propio poeta es una confirmación: la voz de Pablo Neruda se confunde con la voz poemática nerudiana para expresar al unísono hastío, monotonía y silencio sonoro cristalizados por la voz gangosa que vocaliza fríamente este verso 4, eco del propio eco de la voz poemática: «oscuro, oscuro, oscuro». El ritmo lento y mono-tono de la lectura notifica que a las voces nerudianas (la del poeta y la del poema) les está faltando paulatinamente el aliento. Estas voces residenciarias, regidas por el silencio sonoro de la muerte, sólo conservan algo «como un sonido puro», y ya no el sonido. El silencio, antes relacionado con el silencio original del bosque de Temuco, se apodera de la voz nerudiana en los años ‘20. Albertina Azócar recordará que «Pablo […] tenía una voz así cansada para recitar»(cito por Loyola, 114). El exilio externo e interno en Rangoon radicalizará la omnipresencia de esta muerte acústica y de este silencio que merodea. El sonido, excéntrico y descentrado (Sicard, 1981), va asfixiando la voz poemática nerudiana, silenciosa, que no comete fallos gramaticales (Alonso, 1940, a propósito de piezas como “Diurno doliente” o “El sur del océano”), no, para nada: si esta voz no se expresa como las normas académicas lo requieren, es porque la materia-emoción (Michel Collot) va apoderándose del espacio sonoro liberado por este silencio. Hasta tal punto que el sujeto duda de lo poético y se refugia en la prosa (tercera sección de Residencia en la tierra 1 [1925-1932]). En uno de mis primeros trabajos insinué incluso una cierta tentativa de suicidio poético. Para mí, al hundirse en el silencio de la madera que es mutismo puro (“Entrada en la madera”), al ofrecerse a la dudosa prosa, al balbucear y tartamudear, la voz nerudiana, «como una campana un poco ronca»4 , se acercaba a otro silencio, al abismo de lo apoético. Ahora bien, de este primer encuentro o flirteo con el silencio mortífero, el sujeto órfico nerudiano saldrá como «hombre de voz, de palabra, de canto» (Javier García 13/10/08, 12:28 [ 13 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Méndez). De ahora en adelante y hasta el último poemario, la voz nerudiana, hija del silencio5 , cantará con sonidos totales, puros y claros, con «sílabas cantoras»6 . Huelga poner de relieve la consabida polifonía de la voz / las voces nerudiana(s) en la sinfonía que es Canto general, estupendamente cristalizada por Mikis Theodorakis (1975). Recordemos aquí, también, esas partituras musicales que son las piezas nerudianas a partir de las Odas elementales: el silencio invade –esta vez gráficamente– el poema y la voz poemática con el objetivo de desfragmentar los versos, de transformarlos en progresivas notas de música que irán precipitando el caudal fónico. El sujeto nerudiano se ha reconciliado con el silencio. Es más, el silencio, generador de sonido y de ritmo, deviene una vez más necesario a la poesía y a la vida de Pablo Neruda. El tiempo vuela y el invierno físico y poético se instala ahora en la trayectoria nerudiana. Llega el invierno. Espléndido dictado me dan las lentas hojas vestidas de silencio y amarillo. […] La tierra vive ahora tranquilizando su interrogatorio, extendida la piel de su silencio.7 Invierno solitario e invierno triste anuncian otro silencio y una poesía de la introspección: la voz nerudiana parece sentir que ha llegado la hora del final del concierto: Lo cierto es que el tiempo se escapa y con voz de viuda me llama desde los bosques olvidados. 8 Sin embargo, el hablante decide adentrarse en este último y absoluto silencio donde percibe la muerte –este otro silencio eterno– como una liberación. Aunque la vejez física se haya instalado en su corazón, la voz poemática nerudiana seguirá cantando: 23018 NERUDIANA 05 AND 13 Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria. Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda. verso, entendemos la irrupción del silencio de la muerte– confirma dicha reconciliación con el silencio. Esta campana rota quiere sin embargo cantar: […] Esta campana rota arrastrada en el brusco matorral de mi jardín salvaje, campana verde, herida, hunde sus cicatrices en la hierba 9 Desde el centro silencioso de este jardín de invierno, la voz nerudiana decide sonar eternamente: Yo vuelvo al mar envuelto por el cielo: el silencio entre una y otra ola establece un suspenso peligroso: muere la vida, se aquieta la sangre hasta que rompe el nuevo movimiento y resuena la voz del infinito.10 El mar y las campanas [1971-1973] –último poemario de Pablo Neruda, gráficamente pertinente para nosotros en la medida en que, a través de la ausencia de muchos títulos sustituidos por el primer Porque una vez, porque una voz, porque una sílaba o el transcurso de un silencio o el sonido insepulto de la ola me dejan frente a la verdad, y no hay nada más que descifrar, ni nada más que hablar: eso era todo: se cerraron las puertas de la selva, circula el sol abriendo los follajes, sube la luna como fruta blanca y el hombre se acomoda a su destino.11 Suma de los silencios encontrados durante su trayectoria poética, el silencio de esta última obra convoca todos los silencios sonoros: el silencio oceánico, el silencio del alga, el silencio de la ausencia, el silencio de la eternidad, el silencio cuya sustancia es la paz de todos. Al confirmarse la hora de la despedida («Hora por hora no es el día, / es dolor por dolor»12 ), la voz poemática nerudiana canta con el objetivo de proyectarse en otras voces, en una voz 13/10/08, 12:28 [ 14 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 después de la voz, en un silencio (el de la lectura) después de otro silencio (el de la muerte): Y sólo su campana allí está entre las otras guardando en su vacío un silencio implacable. El hablante nerudiano se dirige al silencio último lleno de confianza y de paz: entre dos blancos topográficos resalta este verso: «Existen las campanas» (“Inicial”). En curiosa oposición con el inicio de su trayectoria poética y sonora, la voz poemática anhela abrirse sobre el silencio: ...hay que oír lo que no tiene voz, hay que ver estas cosas que no existen. 13 Aunque, como a Jaime Alazraki14 , este empeño nos parezca absurdo, propongo reconocer que el silencio póstumo de la voz poemática nerudiana es una invitación a un topos uper uranos, un lugar u-tópico, invisible y sensible donde el hablante nerudiano, envuelto en dos silencios, se escucha total, sonoro y puro15 . Ahora ordena su respiración, la sostiene, la detiene, ella sola inspira y expira a su gusto, modulando la intensidad y duración de sus pulmones llenos, porque por fin sabe que la vida está hecha de varias vidas, y de varias muertes. En la muerte humana, el sonoro silencio nerudiano triunfa. ♦ REFERENCIAS: Amado ALONSO, Poesía y estilo de Pablo Neruda. Buenos Aires, Losada, 1940. Segunda y definitiva edición: Buenos Aires, Sudamericana, 1951. Javier GARCÍA MÉNDEZ, Diez calas en el hacer de la poesía de Pablo Neruda. Rennes, Presses Universitaires, 2001. Hernán LOYOLA, Neruda / La biografía literaria (1904-1932). Santiago, Seix Barral, 2006. Alain SICARD, El pensamiento poético de Pablo Neruda. Madrid, Gredos, 1981. 23018 NERUDIANA 05 AND 14 Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria. Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda. NOTAS: 1 Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Barcelona, Seix Barral, 1974, primeras páginas. José Ángel Valente, Las palabras de la tribu, Barcelona, Tusquets, 2002, p. 57. 3 «Mientras que la naturaleza y los animales están siempre cogidos en una lengua y, aun callando, incesantemente hablan y responden con signos, sólo el hombre es capaz de interrumpir, en la palabra, la infinita lengua de la naturaleza y de situarse por un instante frente a las cosas mudas». 4 Residencia en la tierra 1, “Arte poética”, v. 11. 5 «Cuando aprendí con lentitud / a hablar / creo que ya aprendí la incoherencia: / no me entendía nadie, ni yo mismo, / y odié aquellas palabras / que me volvían siempre / al mismo pozo, / al pozo de mi ser aún oscuro», in Defectos escogidos, [1971-1973]: “Orégano”, vv. 1-8. 6 Ibid., vv. 17. 7 Jardín de invierno, [1971-1973], “Jardín de invierno”, vv. 1-3 y 26-28. 8 Jardín de invierno, [1971-1973], “La piel del abedul”, vv. 19-21. 9 El mar y las campanas, “[Esta campana rota]”, vv. 1-2 y 17-21. 10 Jardín de invierno, “Otoño”, vv. 22-27. 11 Jardín de invierno, [1971-1973], “Animal de luz”, vv. 25-34. 12 El mar y las campanas, dos primeros versos del primer poema “Inicial”. 13 Jardín de invierno, dos últimos versos de “Imagen”. 14 “Para una poética de la poesía póstuma de Pablo Neruda”, in Simposio Pablo Neruda 1974, Universidad South Carolina & Las Américas, 1975, pp. 43-73. 15 «Hasta luego! Saludo y me retiro / a un país donde no me hagan preguntas», En Defectos escogidos, “El gran orinador”. 2 15/10/08, 08:52 [ 15 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Neruda traductor: 44 poetas rumanos (1967) GABRIELA CAPRAROIU University of La Verne, California, USA E scribió Hernán Loyola en un número anterior de nerudiana que los años terminados en 7 marcan cambios en la trayectoria de Neruda desde el momento en que fue nombrado cónsul en Rangún en 1927. España en el corazón (1937) y Tercera residencia (1947) abren y cierran la fase de la escritura antifascista. Tercer libro de odas (1957) y Estravagario (1958) anuncian la etapa posmoderna, hasta llegar a La barcarola (1967). El volumen 44 poetas rumanos, publicado en el 67 (por el editor Losada en Buenos Aires), podría situarse bajo los mismos auspicios. En cierta medida el libro marca un hito, no sólo por ser la primera antología de poesía rumana contemporánea en español, sino también porque es la traducción nerudiana más extensa. Neruda emprende sus primeros viajes a Rumanía en 1950 y 1951, invitado en particular por la Unión de Escritores Rumanos. Al igual que en los demás países del Este, después de la Segunda Guerra Mundial la Unión de Escritores (UE) llega a ser una institución clave en el tira y afloja entre el poder político y el escritor. La retirada de las tropas soviéticas en 1958, aprobada por Jruschov, favorece que la UE plantee el tema del aislamiento literario a nivel institucional y que ponga en marcha un proyecto de traducciones en el que participan Neruda, Alberti y María Teresa León, Hubert Juin, Luc-André Marcel y Salvatore Quasimodo, entre otros. En realidad el problema del aislamiento se venía planteando desde los años veinte y treinta incluso por poetas como Tzara, Voronca, Ionesco, Fundoianu y Eliade, cuya lengua de expresión dejó de ser una lengua relegada a un solo país. El primer contacto rumano de Neruda hay que buscarlo en el mismo período de entreguerras. Cuando Tzara hace su primer viaje a Madrid en 1929, varios de sus poemas traducidos por Rafael Cansinos-Assens 23018 NERUDIANA 05 AND 15 Benjamin Fundoianu /Fondane, años ‘20. Gentileza de Monique Jutrin, Société d’Études Benjamin Fondane (Paris). y Guillermo de Torre circulan en las revistas que Neruda conoce bien. Gris, Picabia, Miró y Picasso ilustran con litografías y aguafuertes algunos libros de Tzara. En 1936 Alberti publica en El Mono Azul un discurso de Tzara en el cual el término vanguardia se traslada de las artes al campo militar donde se había originado. «He visto la vanguardia de la revolución mundial concretada en las líneas de fuego», escribe Tzara. Menos de un año después, el 01.05.1937, encabezando la organización del Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura de Francia, Tzara firma la carta por medio de la cual se les pide a Huidobro y a Neruda «olvidar cualquier motivo de resentimiento y división» y unirse dentro de la militancia antifascista. Voronca, a quien Neruda incluye luego en 44 poetas, figura en Noreste donde aparecen «Ritual de mis piernas» y «Tango del viudo», con una nota que anticipa la publicación de Residencia en la tierra (1933). Los versos de Voronca que encon- tramos en Noreste —«Oh, ser un camarada vuestro, y reconoceros // Aún! Cargada mi vista de cosas de este mundo // Como aguas de un vivero. La mirada muriente // Que se embebe en el rostro tal que un arroyo seco»— responden por lo demás a una propuesta nueva de Noreste que abre sus páginas a poemas afines a la estética defendida por Neruda en Caballo verde para la poesía. El segundo vínculo rumano de Neruda, procedente de su militancia, no representa más que una extensión del anterior. En 1950 se publica en Bucarest Poeme (Poemas) presentado por Ehrenburg. Maria Banus traduce Las uvas y el viento (1956) y posteriormente una selección titulada Poezii noi (1963). Eugen Jebeleanu escribe el prólogo para la traducción [Confieso que he vivido: Memorias] (1982, donde Neruda alude a aquellas jornadas internacionales de poesía que seguramente compartió con Alberti, María Teresa León, Guillén y Asturias, entre otros, en el castillo Peles, antigua residencia de verano del rey Carol II en la ciudad de Sinaia de los Cárpatos. Pero no sólo literatura. Las calles de Transilvania, «donde por la noche brillan los ojos del Conde Drácula», vieron a Pablo y Matilde vivir «envueltos por idiomas extraños» el amor clandestino (Teitelboim). La traducción de 44 poetas se plantea sin embargo más tarde, quizás en el verano de 1960, cuando Neruda viaja a Rumanía por última vez. Basta con ver el índice del libro para entender que poetas como Tudor Arghezi, Lucian Blaga, Benjamin Fundoianu o Ilarie Voronca, censurados en la primera etapa del socialismo, en otro momento habrían quedado fuera de la antología. La apertura cultural anunciada por El deshielo de Ehrenburg y por Un día en la vida de Iván Denísovich de Solyenitsin se produce justo en los años sesenta. Al enviar los originales para la antología —6.000 versos, fotos y fichas bio-bibliográficas—Veronica Porumbacu precisa a Neruda que la UE ha seguido un «criterio del valor poético» en la selección de los textos. Tal aclaración no era entonces una obviedad. Los miembros de la UE estaban negociando simultáneamente su 13/10/08, 12:28 [ 16 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 B. Fundoianu / Fondane, «Le regard de l’absent»: original con correcciones y firma del autor. Gentileza de The Getty Research Institute (Los Angeles, California) y de Société d`Études Benjamin Fondane (Paris). autonomía artística frente a las exigencias del partido y su posición en la jerarquía de los escritores consagrados. 44 poetas no es un libro congruente, y no podía serlo justamente porque surge en un espacio literario doble, donde la crítica sigue la línea del realismo socialista mientras, en la práctica, gran parte de los escritores abandonan el imperativo ideológico. La UE es la única institución que puede afrontar con cautela los cambios en el mapa literario. Están conscientes del vacío provocado por la censura y la ausencia de modelos para los escritores jóvenes. Zaharia Stancu y Mihai Beniuc, de probada lealtad a los postulados del realismo socialista, desde sus cargos en la directiva de la UE abogan por una revisión del modernismo rumano: Stancu en un artículo publicado en [La vida rumana] en 1953 y Beniuc en [Discusión sobre la poesía] en 1955. El debate continúa en el Congreso de Escritores de junio 1956 en Bucarest. Cuando en 1960 Neruda se compromete a traducir 44 poetas, algunos clásicos modernos vuelven a publicarse, aunque en ediciones no libres de censura. 23018 NERUDIANA 05 AND 16 Pocos libros de traducción atestiguan el vaivén entre política y estética como 44 poetas. Como si se tratara de una ruptura nunca definitiva y nunca resuelta en su propia escritura, en el prólogo a 44 poetas Neruda propone una interpretación de la literatura rumana que entra en conflicto con otras lecturas sugeridas por los textos mismos. «Palabras del traductor» no es una crónica de las estrategias de traducción. La función del prólogo es guiar la lectura, nos ha dicho Genette. Así, la imagen de Drácula que abre el prólogo pertenece a una metáfora más amplia que trata de desmontar un mito construido con sentidos divergentes por la narrativa occidental y por la historiografía rumana. Los recursos del lenguaje están destinados a producir un cambio de óptica. Los términos de la metáfora cambian y, con ello, el espacio entendido como geografía se convierte en espacio histórico. Las tinieblas de los Cárpatos, donde por siglos se ocultó «aquel vampiro siempre vestido de frac», dejan de ser naturaleza poetizada en el imaginario medieval para transformarse en símbolo de una confrontación entre un pasado injusto y un presente justo y moderno. La modernidad que se ori- gina en el pensamiento político envuelve como una espiral la modernidad estética que varios de los poetas traducidos buscaron en los años veinte y treinta al margen de las distinciones políticas. A juzgar por el paradigma del prólogo, resulta un tanto inesperada la inclusión no sólo de Blaga o Arghezi, quienes no publican nada durante las primeras décadas del comunismo, sino también de un poeta como Benjamin Fundoianu que poco antes de establecerse en Francia (1923) presencia el clima antisemítico que surge a raíz de la unidad política cerrada en 1918. La obra de Fundoianu vuelve a circular en Rumanía recién a mediados de los años sesenta. Si la crítica rumana somete el modernismo a un examen que censura a Arghezi, Blaga y Barbu, no es sorprendente que Fundoianu, quien ha cambiado de idioma y de patria, y además ha declarado su desacuerdo con la adhesión de los surrealistas al comunismo, no figure entre los poetas rehabilitados antes. De Fundoianu —o Fondane, como se le conoce en francés— Neruda traduce un texto de [Paisajes] escrito en rumano e im- 13/10/08, 12:28 [ 17 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 preso en Bucarest (1930) y dos poemas de Ulysse, texto escrito en francés y publicado por la editorial Journal des Poètes en Bruselas (1933). Los poemas de [Paisajes] son estampas de pequeñas ciudades de provincia a principios del siglo XX. Parte de la crítica rumana había visto en [Paisajes] una cercanía con el mundo rural de Francis Jammes. Pero Fundoianu se sitúa en oposición a las analogías temáticas. Advierte que la sensación de paz evocada por el paisaje tiene una función com-pensatoria y que la mirada convierte el paisaje real y agresivo de la gran guerra en un mundo que ha dejado de existir. Una pregunta que se hace Fundoianu es cómo distanciarse de los modelos prosódicos heredados. Curiosamente, la musicalidad sorda y abrupta que Fundoianu busca en el original se consigue a través de la traducción de Neruda: A la orilla del camino los pantanos se han tendido como búfalos negros: la llanura partida trepa por la colina gris pesada por la opulencia del trigo sembrado. Las sandías han hecho correr su jugo rojo sobre la tierra, las semillas aguardan la lluvia, esperan el viento, pero es el silencio el que acudirá pronto. La escritura de Ulysse coincide con el primer viaje de Fundoianu a Buenos Aires (1929). Invitado por Victoria Ocampo, Fundoianu trae los primeros filmes surrealistas al público argentino: La Coquille et le clergyman (1928) de Germaine Dulac, Un chien andalou (1929) de Luis Buñuel y Étoile de mer (1929) de Man Ray. Durante este viaje dicta también una serie de conferencias sobre el cine mudo que anticipan el rodaje de su película Tararira (1936) y el guión inspirado en la lectura de Don Segundo Sombra. En una de las conferencias, “El cine en el atolladero”, Fundoianu aborda el problema de la relación entre palabra, imagen y silencio en el arte. Cuando enumera las técnicas del cine mudo —el close-up, el fade-in y fade-out, el dissolve into, el ralenti—habla indirectamente de los recursos que empleará en Ulysse. 23018 NERUDIANA 05 AND 17 deseo deja libre mi pie de tu trampa de lobos basta de esos espejos donde se envilece el desnudo la fresa no es más que la vena abierta de la piedra Benjamin Fundoianu / Fondane en París, años ‘20. Gentileza de Monique Jutrin, Société d’Études Benjamin Fondane (Paris). Ulysse es un libro de poemas extensos en los que se suceden preguntas retóricas. El lenguaje transparente de las preguntas contrasta con la opacidad de las imágenes que se intercalan. En su traducción casi literal, Neruda recupera precisamente esa cualidad visual que Ezra Pound auspiciaba para la traducción poética: —qui est-tu quiétude quel est l’oubli qu’il faut asseoir sur ses genoux quel grand morceau de terre passer sous le silence qui choisir de la vie méchante ou de la mort qui tuer? désir, lâche mon pied de ton piège à loups assez de ces miroirs où s’abrutit le nu la fraise n’est que la veine ouverte de la pierre quién eres tú, quietud, cuál es el olvido que debe sentarse sobre nuestras rodillas qué gran trozo de tierra sumergir en silencio qué escogeremos de la vida malvada o de la muerte a quién matar? En cuanto a la traducción en sí, la mayoría de los textos de 44 poetas son traducciones indirectas. Neruda no leía el rumano. Es de suponer entonces que los originales iban acompañados por las respectivas traducciones al francés, hechas probablemente por poetas locales. La participación colectiva no ha sido inusual para un idioma de baja visibilidad como el rumano. Alberti y María Teresa León, Juin y Quasimodo trabajaron de la misma manera en sus versiones de Eminescu, Arghezi y en las antologías que se publicaron en Francia casi al mismo tiempo que 44 poetas. Entre los poemas que componen la antología, hay, sin embargo, algunos escritos originalmente en francés. Tal es el caso de los poemas XX y XXIII del libro Ulysse de Fundoianu. Aparte su excepcionalidad porque Neruda los tradujo directamente del francés, estos poemas nos llegan en un momento oportuno cuando se está destacando el lugar que Fundoianu ocupó en la vanguardia internacional. En este sentido 44 poetas va más allá de las circunstancias que motivaron su escritura. Fue, sin duda, una traducción por encargo, hecho que puede causar incomodidad entre los críticos. Pero tras el respaldo de las instituciones y el impulso ideológico subyacen otras cercanías personales, las afinidades mutuas. Seguramente Neruda estuvo consciente de ello desde sus primeros encuentros con Tzara y Voronca. Acaso 44 poetas fue su modo de expresarlo en español.♦ NDR: Por razones deducibles de este artículo, las traducciones (o mejor, versiones) de Neruda para la antología 44 poetas rumanos no fueron incluidas en el apartado “Traducciones” del volumen V de las Obras completas (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2002). Gracias a las precisiones establecidas por Gabriela Capraroiu, al menos las de Fundoianu (Fondane) serán incorporadas en una reedición futura.—H.L. 13/10/08, 12:28 [ 18 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 tes diversos al de la literatura apuntaban a lo mismo que Neruda: la visión de una humanidad más justa. Dentro del tono épico/elegíaco de Canto general (1950), los arquetipos históricos se dimidian, como es propio de la escritura épica, en héroes y antihéroes, en paladines redentoristas y tiranos abyectos que han fecundado o desolado la tierra americana. La literatura épica es segregadora y discriminadora en el sentido de los valores que promueve. La póstuma Elegía de Moscú MARIO VALDOVINOS Universidad Finis Terrae Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria. Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda. A utor fecundo desde su adolescencia, Neruda dejó varios libros póstumos, como Víctor Hugo que los lanzaba copiosamente desde la tumba, para deleite de sus admiradores y desesperación de sus detractores, por ejemplo Rimbaud, que escribió sólo uno y debió resignarse, en el autoexilio, a la aparición de un segundo. Entre esas publicaciones post mortem de Neruda, Elegía (Buenos Aires, Losada, febrero de 1974) al parecer fue concebida y en parte escrita en diciembre de 1971, durante la visita del poeta, junto a su esposa Matilde, a la Unión Soviética, para celebrar el otorgamiento del Premio Nobel. El viaje se realizó desde París a la URSS. Neruda por aquel tiempo era embajador del gobierno allendista, junto a Jorge Edwards, ministro consejero, en la mansión de la avenida Motte-Picquet. Ese 1971 fue el mejor año del gobierno de Salvador Allende y la Unidad Popular. Las perspectivas de demolición del intento socialista no se veían cercanas. Al 23018 NERUDIANA 05 AND 18 mismo tiempo, la enfermedad soterrada (cáncer prostático) lleva a Neruda a consultar a los especialistas soviéticos, pero el mal está demasiado avanzado (Loyola OC, 1006-1007). No obstante, no decae en su tarea poética, desde siempre asumida como una misión y un destino, con sus correspondientes aristas mesiánicas. Su muerte le impedirá ver publicada esta Elegía, entre varios otros libros también destinados a coronar la que sería la celebración de sus setenta años, en julio de 1974. El tono elegíaco del volumen ya había aparecido múltiples veces en la obra anterior del poeta. Temple anímico de homenaje a desaparecidos ilustres (según definió Johannes Pfeiffer), propio del punto de vista de un hablante que rescata de ellos: aspectos ideológicos, la batalla contra los enemigos del socialismo; aspectos humanos, los amigos y camaradas que generaron en él lazos, por afinidades y coincidencias; también aspectos literarios, aquellos artistas que en registros estéticos y sopor- No existe, en cambio, elegía a una amada, a un compañero de ruta, a un amigo, a los padres, que tire los pelos del cadáver o que, en ese momento supremo, recuerde los errores de quien es objeto del panegírico. La muerte barre con las debilidades y emergen, espléndidas, las virtudes, opacando las flaquezas. Así, Neruda en Elegía rescata, mediante la memoria, las imágenes del poeta turco Nazim Hikmet, del escultor toledano Alberto Sánchez (a quien dedicó, en otro momento de su obra, el “Soneto a Alberto Sánchez de Toledo”), de Ilyá Ehrenburg, Lenin, Pushkin, Gógol, Maiakovski, Evtuchenko, Lily Brik, entre muchos otros. Elegía es una crónica sinuosa al modo de un viaje, real e imaginado, en busca de sus amigos y de las ciudades que amó, centrada en el impenetrable tópico del ubi sunt. También, y por supuesto, una meditación sobre el tiempo y los años idos. ¿Qué permaneció de todo aquello? «Esta Elegía de los amigos soviéticos fallecidos esconde así, también, una subterránea autoelegía» (Loyola AP, 467). De esta forma, su hablante elegíaco expresa: Mi quebranto es de aquellos que me anduvieron, que me dieron sol, que me comunicaron existencias [...] Dónde está la sonrisa o la pintura comunicativa, o la palabra enseñante o la risa, la risa la clara carcajada de aquellos que perdí por esas calles...? 13/10/08, 12:28 [ 19 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Entre los hombres y mujeres que evoca el hablante, emerge Moscú, la metrópoli, donde cayó la nieve de la insurrección de octubre de 1917, la revolucionaria primavera de los días que estremecieron al mundo. Aunque después haya venido Stalin, evocado en sus estatuas con versos ‘antielegíacos’: las estatuas son amargas «porque el tiempo se queda en ellas, oxidado». La sombra del conductor y guía que cometió graves errores y manejò un poder absoluto sobre su país, le merece la denominación «Stalin el terrible», cabeza de una «época maldita». No así el impulso que empujó a los líderes insurrectos para reemplazar el antiguo régimen zarista por una sociedad igualitaria: Luego, adentro de Stalin, entraron a vivir Dios y el Demonio, se instalaron en su alma. Este viaje por la memoria tiene estaciones en las que el poeta se detiene a observar y a meditar alrededor de las estatuas de próceres políticos y literarios: Lenin («Limpió la vida del planeta / verificó el desorden existente»), Pushkin, Maiakovski, Gógol, la calle Gorki, para llegar al presente (el de los años setenta) de Evtuchenko, el ‘rebelde oficial’ de la Unión Soviética. Con dejo irónico evoca también la condena al silencio de las esculturas de Alberto Sánchez, mientras otras «abominables, bigotudas / estatuas plateadas o doradas» relucían en plazas y parques. lugares, calles, ciudades que constituyeron hitos en su viaje poético, en particular Moscú. Por otro lado, las amargas estatuas del culto a la personalidad política, al líder omnipresente, lejanas de un alma que «No se alimenta de edificios» (poema XVIII). Si todos esos seres, y aun ciertas áreas de esas ciudades, ya no existen y son sólo material de recuerdos, no de nostalgia resignada, sino de memoria lúcida, se pregunta: «Y si ahora no están, cómo aprender / el nuevo alfabeto de la vida?» En medio de esta épica evocadora, el poeta, llamado con certeza un «místico de la materia», se permite alguna nostalgia gastronómica, para matizar lo monolítico de la visión propia de la elegía: Que se diga de mí que fui un poeta de la generación del restaurant Aragby: pertenezco al aroma del corderillo asado… Para concluir autodesignándose: Porque yo, clásico de mi araucanía, castellano de sílabas, testigo del Greco y su familia lacerada… Este yo, más reflexivo y menos gigantesco que el de Canto general, menos whitmaniano pero más tolerante y más flexible, cerrará el libro con estos versos: yo que soy tú me abrazo a las herencias y a las adquisiciones celestiales: yo y tú, los que vivimos en el límite del mundo antiguo y de los nuevos mundos participamos con melancolía en la fusión de los vientos contrarios, en la unidad del tiempo que camina. La vida es el espacio en movimiento. ♦ +++++++ REFERENCIAS Hernán Loyola, “Guía de lectura” a Pablo Neruda, Antología poética, 2 tomos, edición revisada. Madrid, Alianza Editorial, 2000. Hernán Loyola, notas a Elegía, en Pablo Neruda, Obras completas, III (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2000), pp. 1005-1008. Tiempo maldito, entiérrate en su tumba! Que nunca más la tierra deje entrar La materia de dioses o demonios Al corazón de los gobernadores: Que no se muestre el cielo individual O el caprichoso infierno solitario: Pégale con la piedra del Partido… Rescate, afirmación de su ideología, revisión de los errores cometidos por la Unión Soviética, la invitación al presente de los ejemplos literarios, políticos y humanos de quienes él llama sus «camaradas puros». Además espacios, 23018 NERUDIANA 05 AND 19 Grabado del libro Emblematum ethico-politicorum centuria. Heidelberg, 1666. Biblioteca Fundación Pablo Neruda. 13/10/08, 12:28 [ 20 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 El último poema: “Hastaciel” MANUEL JOFRÉ Universidad de Chile / Fundación Pablo Neruda E n la última libreta de Pablo Neruda, su viuda Matilde Urrutia encontró un poema manuscrito, «Hastaciel», que incluyó en El fin del viaje (Barcelona, 1981). Escrito después del 11 de septiembre de 1973, y con mucha probabilidad in extremis, se trata no sólo del poema último sino de un poema único por la complejidad de sus imágenes, su lenguaje hermético y lo funesto de su visión. Sin la participación explícita del yo poético, el poema «Hastaciel» presenta una imagen visionaria compuesta por una narración de dos secuencias en seis versos, y de allí emerge la presencia de la muerte y la visión final del océano nocturno como una lápida cósmica. Se trata de una poética lunar, extraña en Neruda, híbrida y grotesca, que proporciona tanto el imaginario de muerte que acosaba al poeta en sus últimos días, y que también puede ser leído como alegoría de los procesos destructivos desatados a partir del golpe de Estado en Chile, en 1973. El texto del poema en cuestión es el siguiente: verso puede ser dividido en tres secciones: «Hastaciel», «dijo», y «labla en la tille palille». ¿Quién dijo qué? El problema con el primer verso es que no identifica claramente a un actante, a un personaje, a un agente que dice algo. Se ingresa aquí a una historia, a una narración, vale decir, a una situación extraña al mundo poético. Más que una voz o un hablante, como la teoría canónica de la lírica establece, pareciera configurarse un narrador que reconstituye o modela una escena de narración, una escena de lenguaje. En el segmento labla en la tille palille el término «labla» alude a hablar, a una acción más que a un nombre, tal vez a laborar, y quizás más específicamente a labrar algo. Se trata de una actividad relacionada con el habla y el hablar. La expresión «tille» es una palabra creada por el propio Neruda, para la ocasión: «tille», un entarimado; «palille» sería un palo pequeño, un palo flaco. La imagen sugiere a alguien que labora y labra sobre la madera donde otros palillos se posan. Hastaciel dijo labla en la tille palille cuandokán cacareó de repente en la turriamapola y de plano se viste la luna del piano cuando sale a barrer con su pérfido párpado la plateada planicie del pálido plinto. Constitución de la primera escena Primeros problemas de lectura «Hasta» delimita un punto en el tiempo o en el espacio, de inicio o de final; «ciel», en cambio, puede ser la palabra cielo incompleta. El título Hastaciel inaugura un primer enigma en el poema: el de su propio sentido léxico. Luego viene el primer verso: Hastaciel dijo labla en la tille palille. Este primer 23018 NERUDIANA 05 AND 20 El segundo verso, cuandokán cacareó de repente, trae nuevamente el procedimiento de formar una nueva palabra, un substantivo, a partir del acercamiento y soldadura de dos palabras. Aquí, «cuando» está unido a una palabra que es el agente de una acción que se consignará posteriormente («kan»). Y es el agente, el «kan», el perro, que irrumpe en el tiempo. Lo que acontece es «cuandokan cacareó». Hay aquí una fusión grotesca de dos seres del reino animal, de la gallina y del perro. Un perro que ladra como gallina. El «cacareó» repentino, elemento popular y cotidiano, diferente a expresiones más rebuscadas, como «tille palille», introduce la esfera de lo común y coloquial. La repetición tres veces de la sílaba «ca». El canto, el cacareo, el ladrido, son un anuncio, enfatizado por la nueva marca temporal («de repente»), que agudiza la conciencia del tiempo. El cacareo anuncia el fin de un tiempo, la irreversibilidad de la cercanía de la muerte. Tercer verso: en la turriamapola, donde claramente se unen de nuevo dos palabras, «torre» y «amapola», para formar un híbrido que condensa las dos dimensiones siempre perseguidas por la poesía de Neruda: los sueños (vale decir, el mundo de la intimidad emotiva) asociados en origen a las amapolas del patio de la casa de las Pacheco en Puerto Saavedra; y la acción, la misión profética, emblematizada aquí por la torre (como la «torre enterrada» de “Alturas de Macchu Picchu”, I). Son las dimensiones que la muerte próxima amenaza. La escena final de la lírica nerudiana La segunda escena (versos 4, 5 y 6), es la imagen final que deja por escrito la poesía de Neruda, y en ese marco será leída aquí. Algunos elementos de la escena parecen conformar un nocturno. Verso 4: y de plano se viste la luna del piano. La fórmula «de plano» significa ‘de repente’ (como en el verso 2) y el actante central es «la luna del piano». Con la luna se inauguran los elementos nocturnos que habían estado latentes. 1 Es la luna, reflejada en el piano, la que se viste para esta nueva circunstancia. El quinto verso dice, a continuación: cuando sale a barrer con su pérfido párpado. Inicia aquí la acción final del texto, una ‘personificación’: la imagen del ‘barrido’. Esta última lectura puede sustentarse en el significado de «pérfido», como desleal y traidor, como atributo del párpado, que es el párpado es la membrana que cierra el ojo. Lo que sale a barrer la luna es (sexto y último verso) la plateada planicie del pálido plinto. Vuelve aquí a predominar una espacialidad ya anunciada: lo horizontal, el plano. Una planicie iluminada por la plateada luz de la luna. 13/10/08, 12:28 [ 21 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 El plinto era el ladrillo que componía una base cuadrada de poca altura, es decir, un basamento. Este plinto es barrido por el ojo único de la luna. Esta imagen final, en medio de un discurso febril, desfigurador y configurador de un lenguaje que se rearma una y otra vez, parece aludir a la visión última del poeta, del mar iluminado por la luna, de acuerdo a una primera lectura, o del plinto que es el país chileno, recorrido por una luna funesta que no permite la existencia de otra cosa, salvo del plinto, que tapa todo, como una losa sepulcral. Revisión y sistematización Asombra el cuidado con el cual se elimina toda presencia de un yo hablante, generador de la enunciación. El cacareo del perro del segundo verso señala que el tiempo se acaba y presagia la llegada de la coyuntura crucial. La «tille palille» podría sugerir una labor continua, dedicada, esforzada, constante, un movimiento rítmico, como la escritura. Estos palillos en movimiento tienen también algo de terrible en su incesante labor (cfr. la cosedora de El habitante y su esperanza, XV: «Entonces, qué hace entonces ese pálido fantasma al cual algo de acero le brilla en la mano levantada? ... Quién eres tú, ladrona, que acurrucada entre los peldaños coses silenciosamente y con una sola mano?»). La «labla» que se realiza es la de palabras mediante el acto poético, y eso podría constituir una autoalusión. El enigma inicial del sentido de “Hastaciel” es respondido por el misterio sombrío de la imagen final del pálido plinto recorrido por la luna de pérfido párpado. Final La luna es un elemento sideral y cósmico que aquí actúa como un personaje destructor, ofensivo, invasor.2 La luna, con su pérfido párpado, es la visión de la muerte. Esa planicie o plataforma es el espacio vacío último. La palabra final del texto es clave para la interpretación de la visión 23018 NERUDIANA 05 AND 21 Manuel Jofré, Alain Sicard y Nurieldín Hermosilla, en casa de este último, marzo 2008. Foto: Melina Cariz. NOTAS: presentada. Este basamento de poca altura es una lápida. Es la imagen plateada del mar nocturno la que es propuesta como lo postrero. Es la muerte que cubre la vida, el océano sobre la tierra, la destrucción sobre la creación. Sobrecogen los últimos versos de Neruda el tema autobiográfico, que plantea percepciones altamente espaciales, que caracterizan una dimensión física y social importantísima. La presencia de la naturaleza y del entorno cósmico está presente en los dos textos, como es característico de un discurso de índole simbolista. Persiste la centralidad de lo cromático y deriva de ello una visión de lo chileno y del ser americano. La imagen femenina es negativa, funesta, arrasadora. En la última etapa (1958-1973) de Neruda predomina una poética combinada, del claroscuro, de la penumbra. Un último discurso. 3 ♦ 1 La luna es un elemento funesto y mortífero en la cosmología nerudiana. En “El sur del océano”, de imaginería similar a “Sólo la muerte”, ambos poemas de Residencia II (1935), se dice: «Cuando la luna entrega sus naufragios, / sus cajones, sus muertos / cubiertos de amapolas masculinas, / cuando en el saco de la luna caen / los trajes sepultados en el mar». Nótese la conexión (opositiva) entre luna y amapolas, similar en “Hastaciel”. La luna es una imagen de muerte, mientras las amapolas son el símbolo nerudiano de la intimidad personal, única, y, por ello, del apego a la propia individualidad. 2 Ver, por ejemplo, “Sólo la muerte”, en Residencia en la tierra II (1935), donde está la decisiva imagen intertextual que origina la escena segunda de “Hastaciel”: «Pero la muerte va por el mundo vestida de escoba,/ lame el suelo buscando difuntos». 3 Una versión más extensa de este artículo en “El primer texto de Neftalí Reyes y el último poema de Pablo Neruda”, Revista Chilena de Literatura, 65, Santiago (noviembre 2004), 53-76. 13/10/08, 12:28 [ 22 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 TESTIMONIO Conocer (¿en persona?) a Neruda WALDO ROJAS Université de Paris, La Sorbonne Mi domicilio había sido brutalmente allanado en las primeras horas del golpe militar de 1973, y mi esposa y yo habíamos encontrado refugio, cortados del mundo, en casa de familiares. Dado el clima de violencia intimidatoria del momento, agravado en mi caso particular por la experiencia del allanamiento, sin contar con el estado de abatimiento y desencanto en que nos sumían los acontecimientos, me digo ahora que de haber sido advertido a tiempo probablemente tampoco habría reunido todo el denuedo necesario para sumarme al cortejo desafiante, formidable, de esa manifestación emblemática de duelo popular que fue el funeral de Neruda. Más que como un rapto aflictivo de flaqueza lo he lamentado desde entonces como una oportunidad íntima —e íntimamente perdida— de haber aportado mi grano de arena a la afirmación de la dignidad de la poesía ante la ignominia ambiente. Del Neruda en vida mi experiencia, módica y todo, es de otro orden de cosas. Nuestra generación de poetas, así llamada “de los años 60”, no sólo no se mostraba hostil hacia los poetas mayores, como sucedió con frecuencia con las jóvenes generaciones de poetas en otros países latinoamericanos, sino que se reconocía en la conciencia común de surgir en el extremo de una larga y venerable tradición poética, asumiéndola en sus méritos y herencias, sin pugna con ella ni beligerancia iconoclasta contra sus figuras mayores. Nada nos indisponía entonces frente a la posibilidad de un acercamiento sin veneraciones ni adhesiones incondicionales a la persona de sus representantes egregios. De hecho, la mayor parte de dichos jóvenes había tenido ocasiones de algún encuentro con el Vate. Pero en el caso de la continuidad del mismo, los obstáculos para un mayor acercamiento eran sobre todo de orden práctico. Su misma celebridad le imponía la cautela de mantener ciertas distancias, más que discretas autodefensivas, con el prójimo. (Las familiaridades un tanto desenvueltas de cierto cartero novelístico con el Vate son puramente imaginarias y sin coincidencia alguna con la vida real…). Sin embargo, aunque yo contaba entre mis relaciones más cercanas con buenos amigos del Vate por cuyo intermedio me habrían sido 23018 NERUDIANA 05 AND 22 obviados muchos de esos obstáculos (salvo mi irremediable pudor a emprender el primer paso), nuestro primer encuentro no ocurrió por iniciativa mía. Fue en los primeros meses de 1966. Compartía yo mis horas de estudios universitarios con un puesto de redactor y traductor del célebre Boletín de la Universidad de Chile, junto a su director, Enrique Bello, amigo, si los había, y camarada de partido de Neruda, y al lado de Jorge Teillier, coterráneo suyo y uno de los poetas aún jóvenes de su generación más cercanos al Vate, lo mismo que Efraín Barquero. Es el caso que el poeta Homero Arce, amigo de juventud de Neruda, y por entonces su secretario privado, nos había entregado un ensayo sobre la personalidad y la obra de Rosamel del Valle, fallecido recientemente. Además de publicar dicho trabajo, por lo demás notable, la revista le había ofrecido editar el texto en separata, encuadernada con primor según sobrio diseño de Enrique. Como la aparición del impreso tardaba más de la cuenta, la impaciencia de Homero fue también la de Neruda, quien con humor nos proponía —todo esto por teléfono— crear el movimiento “separatista” para hacer presión sobre los impresores universitarios. Victoria o no de los afanes del “separatismo”, el cuadernillo apareció finalmente y fue celebrado como se debe un domingo de primavera en Isla Negra, con un largo almuerzo según la usanza y ritos del dueño de casa y con la presencia en pleno del equipo del Boletín más algunos viejos amigos del poeta. Entre éstos recuerdo a Rolando Cárdenas y al crítico literario escocés Robert Pring-Mill, de paso por Chile, quien dos lustros más tarde, en Budapest, me recordaría con afán de detalles aquella misma ocasión. Tal fue mi primer encuentro personal con Neruda. Semanas más tarde, al llegar a la oficina del Boletín, Enrique Bello me informa con tono cómplice que debo esperar en el transcurso de esa misma mañana un llamado telefónico de Neruda, que no tardó en producirse. En buenas cuentas, Neruda me hacía partícipe de su proyecto personal de conmemorar con un acto público de cierta envergadura los 30 años de la muerte de Federico García Lorca. Tenía prevista la intervención de Nicanor Parra y Jorge Teillier, junto a un elenco de grandes actores y músicos. “Falta ahí un poeta joven y quiero que escribas un poema que leerás junto conmigo ese día…”, me espetó, dejándome prácticamente sin reacción antes de despedirse y colgar el fono. Más atónito que halagado, pávido, intenté apelar a los buenos oficios de Enrique Bello para que intercediera ante el Vate y le explicara que yo no me sentía a la altura de un tal desafío, que en mi breve carrera de poeta joven nunca había escrito una sola línea por encargo ni estaba seguro de poder hacerlo con la dignidad requerida. Con su gentileza habitual, Enrique Bello se dio todo su tiempo para disuadirme de mis vacilaciones y, finalmente, hacerme entender que “a Pablo no podemos decirle que no…”. Como medida de aliento, y en su calidad de director de la revista, me concedía un mes de licencia para trabajar en casa o adonde yo quisiera en la composición del, para mí, inquietante poema, vuelto desde entonces una obsesión tanto más paralizante cuanto que Neruda me llamaba regularmente para cerciorarse de los avances de mi escritura. Corría el frío mes de agosto y el acto debía tener lugar a comienzos de octubre. No impide que una semana antes de esa fecha yo era todavía incapaz de lograr el primer verso junto con asegurarle cada vez a Neruda que todo iba por buen camino. Pero el día del homenaje yo tenía en el bolsillo, resignado a todo, mi poema —página que pese a mis desvelos dudo que se contará un día entre las mejores de mi obra—. Horas antes del acto, el teatro Antonio Varas, que había acogido poco antes la puesta en escena de Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, se hallaba repleto de público hasta el hall de entrada y parte del pasaje interior del edificio. Detrás del escenario, junto a Neruda y Nicanor se hallaban los actores de la Compañía de los Cuatro, formada por los hermanos Duvauchelle, además de Roberto Parada y María Maluenda, entre otros artistas, todos en espera de la llegada de Teillier. Conociendo los hábitos volátiles del poeta de Lautaro, Neruda me había encomendado encarecidamente la responsabilidad de asegurar su presencia. Yo había hecho lo humanamente posible, no despegándome de su lado en toda la mañana y parte de la tarde, con la intención de llegar juntos al local del teatro universitario. Pero Jorge se me había eclipsado en un momento de descuido. Todo estaba listo y dispuesto y el momento de comenzar el espectáculo ya se había cumplido con creces sin que Jorge asomara ni diera luces. Neruda, que se paseaba nervioso tras la escena y agitaba en mi dirección, medio en broma medio en serio, un índice acusador, ter- 13/10/08, 12:28 [ 23 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 minó por exclamar, arrastrándonos a todos a la escena: “Los poetas son inesperados… y no hay que esperarlos”. Pese a la ausencia, por lo demás advertida, de Jorge Teillier, el homenaje se desarrolló en todas sus instancias de manera inmejorable. Terminado el acto, partimos en una caravana compuesta de unos treinta comensales encabezada por Neruda y Matilde a cenar larga y regadamente en el restaurante “Germania”, un recinto de amplias dimensiones situado en el barrio populoso de la Estación Central, en donde el poeta había instalado uno de sus cuarteles generales para las grandes ocasiones. A la hora de cancelar la adición sencillamente faraónica, Matilde recordó a Nicanor su condición de matemático y le encomendó las delicadas operaciones de la división del importe. Además de estar recién casado, yo percibía un irrisorio salario de funcionario universitario a medio tiempo, de modo que temblé ante el bochorno de no lograr reunir entre mi esposa Eli y yo, la única en la mesa en comprender mi aprieto, el monto de nuestra cuota. Valga aquí recordar —à tout seigneur tout honneur— un episodio que refrendó mi simpatía y amistad con el anti-poeta: sin preámbulos ni mayor argumento contable, Nicanor, de pie, anunció en voz alta, para nuestro alivio, que “los poetas jóvenes y sus musas no entran en la división, y en todo caso Eli y Waldo son mis invitados”. Palabras que remató un aplauso clamoroso de toda la mesa comenzado por el propio Neruda. Al día siguiente, en la oficina, le referí a Jorge Teillier la reacción de Neruda ante su ausencia. “Es que se me fue la hora…”, fue toda su respuesta. Entiendo que a requerimiento de Enrique Bello, y más pronto que tarde, enmendó su falta frente al Vate por vía del teléfono. Días después, en torno a una copa, me dio a entender que en ningún momento había pensado faltar a la cita con el Vate, pero que para relajar la tensión en que lo ponía la expectativa del magno acto se había administrado un par de cervezas más de la receta. No fue aquella la última ocasión de un encuentro personal con Pablo Neruda. hubo algunas otras oportunidades breves y menos breves en los años que precedieron su desaparición. Sin contar los reencuentros ulteriores con su obra, de otro modo significativos. Algunas de aquellas ocasiones personales fueron marcadas seguramente por más de algún rasgo anecdótico, pero eso ya sería otra historia.♦ París, mayo de 2007 / abril de 2008. 23018 NERUDIANA 05 AND 23 PERSONAS Hernán Loyola, el Presidente Napolitano y Juan Agustín Figueroa en la Taberna A. Rojas Giménez. Casa- Museo Isla Negra, 16 de marzo, 2008. Giorgio Napolitano E l Presidente de Italia (Nápoles, 29.06.1925) estuvo en Isla Negra la mañana del domingo 16.03.2008, antes de iniciar su visita oficial en Chile. Fue recibido por el presidente de nuestra Fundación, Juan Agustín Figueroa, por María Eugenia Zamudio (directora de la casa), y por Hernán Loyola, quien lo guió por los vericuetos de la que fue la principal residencia del poeta, explicando sus orígenes y secretos. Napolitano traía consigo, y lo exhibió con justo orgullo, su muy envidiable ejemplar de la primera edición de Los versos del Capitán, numerada y nominativa, impresa por L’Arte Tipografica de Nápoles en 1952. Sus 44 ejemplares hacen de esta edición la pieza más preciosa y ambicionada (y por ello la más costosa) de toda la bibliografía nerudiana. El impresionante elenco de los suscriptores que financiaron la edición incluye a Ilyá Ehrenburg, Elsa Morante, Vasco Pratolini, Giulio Einaudi, Jorge Amado, Nazim Hikmet, Palmiro Togliatti, Luchino Visconti, Salvatore Quasìmodo, Carlo Levi, Renato Guttuso, Antonello Trombadori, Yvette Joie, Pietro Ingrao y, con el número 44 y último, Giorgio Napolitano, quien tenía 26 años al pagar su cuota de suscripción: «Cinco mil liras de la época», precisó el Presidente mientras recorría la casa del poeta, «suma que entonces significó para mí, todavía muchacho, un esfuerzo económico muy grande; pero yo sabía que valía la pena». Napolitano había visto a Neruda por primera vez en la Salle Pleyel, París, mayo de 1949, cuando el fugitivo de González Videla reapareció espectacularmente en Europa tras 14 meses de clandestinidad. A partir de 1950 se reencontraron varias veces, particularmente desde fines de 1951 cuando Neruda entrevió la perspectiva de una permanencia en Capri con Matilde. La cena del Año Nuevo 1952 Neruda la disfrutó en Nápoles con Erwin Cerio y un gru- 15/10/08, 08:52 [ 24 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 po de amigos, entre los cuales no podía faltar el joven Giorgio Napolitano (quien por primera vez será elegido diputado comunista por la provincia de Nápoles durante el año sucesivo, 1953). de los libros La poesía de Vicente Huidobro (1956, 1974), La novela chilena (1968, seis ediciones hasta 1991), Historia de la Novela Hispanoamericana (1972, 2ª. ed. 1980) La novela de la revolución mexicana (1983), Cedomil Goic El profesor y ensayista Cedomil Goic, experto de notoriedad mundial sobre Vicente Huidobro, y también autor de importantes estudios sobre la poesía de Neruda, deja en este 2008 la docencia universitaria después de 55 años de servicio. Nacido en Antofagasta el 03.03.1928, Goic ha dedicado su vida a estudiar y difundir por el mundo la literatura hispanoamericana, y la chilena en particular, al más alto nivel académico. Destaquemos algunos momentos de su impresionante currículum. Profesor de Castellano (1953) y Doctor en Filosofía (1965) por la Universidad de Chile. Profesor Emérito de la Universidad de Michigan. Fue catedrático de Literatura Chilena e Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, en Valparaíso y Santiago, por veinticinco años. Catedrático y Jefe del departamento de Literatura Hispanoamericana de la P. Universidad Católica de Chile (1972-1976). Desde 1976 a 1998, sirvió como Domingo F. Sarmiento Professor en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, EE.UU. Fue Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Letras, Director del Centro de Estudios de Literatura Chilena de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Director-Fundador de los Anales de Literatura Chilena desde 1999. Ha sido profesor visitante de las universidades de Texas en Austin; Ohio State en Columbus; de California en Berkeley; de Wisconsin en Madison; Laval en Quebec, Canada; de Sâo Paulo en Brasil. Ha obtenido las becas Larocque Tinker y Fulbright, y el premio John D’Arms. Es Miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua, electo Miembro de Número (2007). Director Fundador de dos de las más importantes revistas de investigación literaria: Revista Chilena de Literatura (1970-1973), Anales de Literatura Chilena (2000-2008). Autor 23018 NERUDIANA 05 AND 24 Cedomil Goic Historia y Crítica de la Literatura Hispanoamericana (1988-1991, 3 volúmenes), Los mitos degradados (1992); Letras del Reino de Chile (2006); Biografía de Vicente Huidobro (2007). Editor de estudios y textos chilenos e hispanoamericanos, el último de ellos: Vicente Huidobro. Obra poética. Edición Crítica. Cedomil Goic, coordinador. Madrid: ALLCA XX, 2003. LVI, 1817 p. (Colección Archivos, 45), y autor de más de un centenar de artículos de crítica e historia literaria en revistas de la especialidad. Nuestra revista rinde homenaje a tan prestigioso académico al término de su carrera, señalando entre sus contribuciones al estudio de Neruda el muy importante ensayo “Alturas de Macchu Picchu: la torre y el abismo”, en Anales de la Universidad de Chile, 157-160 (1971), pp. 153-165. Más recientemente, al interior de su ensayo “La variedad creacionista en la poesía de Vicente Huidobro”, publicado en el Boletín del Instituto de Chile (2003), el profesor Goic dedica algunas páginas a examinar lo que, a su juicio, sería una relación intertextual entre Huidobro y Neruda: «Una dimensión menos conocida aún del oxígeno invisible de la poesía de Huidobro la podemos observar en un ejemplo de intertextualidad o transtextualidad, en cómo la concepción genealógica del poeta de Temblor de cielo (1931) presta el subtexto reconocible de la visión nerudiana del poeta que aspira a dar voz a los enterrados de Machu Picchu, describiendo el descenso y ascenso órfico. La visión del descenso al abismo y el retorno de Neruda es claramente anticipada por Huidobro, tanto en su sentido órfico como en la compasión social y la voz prestada a los silenciados. Huidobro provee en este segmento de Temblor de cielo, el antecedente inconfundible de un momento bien determinado de “Alturas de Macchu Picchu”. » He aquí el texto de Huidobro aludido por Goic: Oíd, oíd la voz de los muertos. La gran voz de los abuelos, la negra voz que tiene su raíz en lo más profundo de la tierra y que demora años y siglos en llegar a la superficie y más años y más siglos en encontrar una garganta preparada. La garganta poderosa que sea como una trompeta. La trompeta de las edades, la trompeta de todos los que han sufrido, de todos los que han temblado en sudores de sangre sobre el terror o el desaliento, la trompeta de todos los dolores, de todos los rencores, de todas las venganzas. La trompeta de raíces pavorosas. Oíd, oíd la voz de las tinieblas. Por mi garganta la tiniebla vuelve a la luz. Entrad a vuestra propia caverna vertiginosa, bajad sin cloroformo a vuestras íntimas profundidades. La sangre tiene luz propia y los huesos despiden chispas a causa de un fósforo afiebrado semejante a un contacto eléctrico. Según el profesor Goic, este fragmento de Temblor de cielo habría sido releído por Neruda, «con la misma marca de descenso y ascenso desde las profundidades para dar voz a los muertos y hasta con el mismo sentido social», en el fragmento XII y final de la elegía “Alturas de Macchu Picchu” («Sube a nacer conmigo, hermano»), escrita en 1945-1946. «Esta es la transformación o recreación de una lectura —precisa el profesor Goic al concluir su hipótesis—, no su destrucción ni su mala interpretación». 13/10/08, 12:28 [ 25 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Alain Sicard y Nurieldín Hermosilla, en su casa de El Arrayán, marzo, 2008. Foto: Melina Cariz. Alain Sicard Del lunes 10 al domingo 16 de marzo 2008 estuvo en Chile el hispanoamericanista francés Alain Sicard (1935), profesor emérito de la Universidad de Poitiers y fundador del prestigioso Centre de Recherches Latino-Américaines de ese ateneo. Es un especialista de fama internacional sobre las producciones poéticas de César Vallejo y Pablo Neruda y sobre la narrativa de Augusto Roa Bastos. Sobre nuestro poeta ha publicado numerosos ensayos y algunos volúmenes, en particular uno indispensable, El pensamiento poético de Pablo Neruda (Madrid, Gredos, 1981), y una reciente monografía (en francés) sobre Residencia en la tierra. El miércoles 12 dictó su conferencia “Neruda y Aragon” en la Facultad de Letras de la Universidad de Chile (Campus Juan Gómez Millas) y el jueves 13 desarrolló una lección sobre dos textos de Canto general (“Amor América” y “La línea de madera”) en la Facultad de Letras de la Universidad Católica (Campus San Joaquín). Ese mismo jueves visitó y admiró la magnífica colección nerudiana que el abogado Nurieldín Hermosilla ha reunido en su casa de El Arrayán. El profesor Sicard llegó a Santiago como miembro del jurado que el viernes 14 otorgó el Premio Internacional de Poesía Pablo Neruda a la chilena Carmen Berenguer. Los otros dos miembros del jurado: Carlos Monsiváis (México) y Soledad Bianchi (Chile). 23018 NERUDIANA 05 AND 25 Archivo de recortes de prensa sobre Neruda, propiedad de Mario San Martín. Foto: Adriana Valenzuela P. Archivo Fundación Pablo Neruda. Mario San Martín Molina En Las Cabras, pueblito chileno situado a 45 km de Pelequén hacia la costa, vive con su familia el profesor Mario Rafael San Martín Molina, nacido el 16.01.1944 en Nueva Imperial, al oeste de Temuco sobre el río Imperial. A fines de los años ’60 inicia estudios en la Universidad de Chile (sede Temuco). Aún no se gradúa como profesor de Castellano cuando en 1971 comienza a enseñar en el Liceo de Nueva Imperial, pero en septiembre de 1973 es exonerado por su colega Patricio Gaete Labarca, profesor de Francés y designado ‘rector’ por los representantes provinciales de la dictadura. Tras un mes de cárcel y de maltratos, que comparte entre otros con su colega y ex profesor de historia Iván Ljubetic, intenta retomar su cargo docente en Nueva Imperial, pero el ‘rector’ Gaete le comunica que «está suspendido» de sus funciones. A principios de 1974 vuelve a la universidad y se gradúa en 1975, pero sin posibilidades de trabajo en la zona porque su nombre figura en la ‘lista negra’ provincial del régimen. Se mueve hacia el norte en busca de salida a su difícil situación. Se detiene en Rancagua para visitar a una tía, que en ese momento no está en casa, y para llenar el tiempo de espera se dirige a la sede regional de la Secretaría de Educación, donde se entera de que hay una vacante de Castellano en el liceo de Las Cabras. De modo que sus 30 y tantos años en este pueblo son el resultado de una pura casualidad. Aquí se casa con Inelia Cornejo y aquí nacen sus hijos Pablo y Francisca, hoy estudiantes universitarios. Cuando Neruda fallece en 1973, Mario San Martín está en la cárcel de Temuco. La muerte del poeta —declara hoy— «me impactó aún más que la del presidente Allende». Lo lee desde la adolescencia. Sólo con cuatro de sus libros llega a Las Cabras en 1975: Veinte poemas, El habitante y su esperanza, Canto general y Odas elementales. Son su refugio, su modo de sobrevivir. Pero en Temuco ha visto el modesto archivo nerudiano de su amigo Guillermo Chávez y trae, en embrión, el afán coleccionista que durante los años de la dictadura será la forma íntima de su protesta, de su resistencia al régimen, su modo personal de no aflojar, de no morir, de no ceder a la impotencia. A fines de los años ‘70, durante una visita a sus padres en Nueva Imperial, conoce en Temuco a Rafael Aguayo Quezada, entonces profesor de la Universidad de la Frontera, y le pide en préstamo los archivadores con la colección de recortes 13/10/08, 12:28 [ 26 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Ilustración para Arte de pájaros por Mario San Martín. Foto: Adriana Valenzuela P. Archivo Fundación Pablo Neruda. 23018 NERUDIANA 05 AND 26 acerca de Neruda que, junto a preciosos documentos originales, había heredado de su tía Laura Reyes Candia (fallecida en 1977). Aguayo Quezada hará poco después algo increíble e incalificable: vender a un tercero (y a ruin precio además) el legado nerudiano de Laurita, que en 1982 será subastado en Londres por la casa Sotheby’s, ignorándose su paradero desde entonces. Pero reconozcámosle que en cambio se comportó inteligente y generosamente con San Martín, quien logró fotocopiar (y restituir) el material contenido en cuatro de los cinco archivadores de Aguayo Quezada. Ya en Las Cabras encuentra el tiempo y los medios para archivar a su vez ese material, pegando las fotocopias sobre grandes pliegos de papel couché, formato 85 x 55 cm, después encuadernados como enormes volúmenes. Pero el producto más interesante de la nerudofilia de San Martín son los varios libros del poeta que ha trascrito, en caligrafía gótica y con ilustraciones originales a color, también sobre grandes pliegos de papel couché del mismo formato 85 x 55 cm. Ediciones de un solo y enorme ejemplar hecho a mano, para deleite personal. Hasta el momento San Martín ha ‘editado’ en esta forma Veinte poemas de amor, Las piedras de Chile, Arte de pájaros, Aún y Maremoto, libros ya prontos para ser encuadernados. En proceso de trascripción caligráfica y de ilustración se encuentran Crepusculario, El hondero entusiasta y Tentativa del hombre infinito.♦ 13/10/08, 12:28 [ 27 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 PUBLICACIONES neruda-edwards Correspondencia entre Pablo Neruda y Jorge Edwards. Edición y notas de Abraham Quezada Vergara. Santiago, Alfaguara, 2008 (marzo). 168 páginas. L os epistolarios publicados, en vida o a muerte de sus autores, son atractivos, a veces irresistibles; con frecuencia más hipnóticos que los estudios académicos, necesarios y severos. Pueden ser designados como parte de los “géneros del yo” o, sin más, como “embelecos literarios”. La residua de un autor, aquella parte del conjunto más significativo de su obra que se le cayó de las manos, un espacio en el que se permitió el pelambre, el comentario íntimo, la digresión a veces amable, otras vitriólica, todas destinadas al ámbito privado. Como Neruda mismo se había dado cuenta hacía rato que le “publicarían hasta los calcetines”, es probable que se cuidara y con más de un interlocutor epistolar mantuviera un cauto recelo. No da la impresión que eso haya ocurrido con 23018 NERUDIANA 05 AND 27 Jorge Edwards, amigo de décadas, que si a fin de cuentas resultó infidente lo fue cuando don Pablo y su viuda, Matilde, habían desaparecido de este mundo. Véase al respecto Adiós, poeta, publicado en 1990. De cualquier manera, esta correspondencia mantenida por los escritores Neruda y Edwards, desde agosto del 62 a junio del 73, comprende 46 misivas escritas —oh el pasado— en hojas, en papelería tangible. Material de bibliotecas, de archivos, de bóvedas, regueros para ser perseguidos y desempolvados por investigadores, por manos inquisitivas y ojos intrusos. Kafka, tenaz escribiente de cartas, a su padre, a sus prometidas, decía en sus diarios: “Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, cosa que ellos aguardan con avidez. Los besos escritos no llegan al destinatario, se los beben los fantasmas por el camino”. No ocurrió así con éstas y, escritas al paso o meditadas línea a línea de acuerdo a las informaciones que ambos interlocutores requerían, trazan un surco en el que Neruda y Edwards, amigos y compañeros de trabajo en la embajada de Chile en París, por los sesenta y setenta, dejan constancia de un diálogo que no excluía los famosos encargos del poeta, desde tambores a mascarones, y también su ansiedad por realizar antes de la entrega del Nobel una exposición de sus libros en Estocolmo, para contrarrestar, entre otros efectos, los delirios de Ricardo Paseyro, el más patético y paranoico antinerudiano profesional. Por las apresuradas líneas de las cartas —¡redactadas a máquina y con post datas manuscritas!— desfilan los debates de la época, la enconada batalla política de la Guerra Fría y la bipolaridad ideológica, la pugna desaforada entre los intelectuales comprometidos y los de corte más liberal. La famosa carta de los intelectuales cubanos, que tanto molestó y dolió a Neruda, por cuanto significó para el vate, y vista con la perspectiva de hoy, una puñalada que no pudo cicatrizar. Al punto que en el diario El Mercurio del domingo 25 de marzo de 2007, y en el Anuario 2004 de Cuadernos de esta Fundación, Hernán Loyola abogó en declaración pública porque el gobierno cubano diera, retrospectivamente, las disculpas a Neruda, reconociendo su falta de rigor y de flexibilidad en ese instante. Nunca es tarde para un signo reparatorio, más aún con un militante de la revolución y entusiasta adherente al proceso cubano. Recordemos, pruebas al canto, Canción de gesta, el primer libro completo y orgánico de poesía consagrado al estallido insurreccional de 1959. El compilador, Abraham Quezada Vergara, rastreador perseverante y gestor de otro volumen de cartas nerudianas (Epistolario viajero, 2004), señala en milimétricas notas los vacíos que las misivas podrían contener para un lector de hoy, no familiarizado con el contexto que ambos escritores vivieron: la amenaza de una guerra nuclear a propósito de la Guerra Fría, la diatriba de los escritores cubanos en 1966, la soterrada enfermedad de Neruda, el modo en que ambos escritores fueron capaces de negociar con eficiencia el pago de indemnizaciones que las compañías mineras norteamericanas exigían al gobierno de Allende, a propósito de la nacionalización del cobre. Sin excluir la cotidianidad en la casa de la avenida de la Motte-Picquet, en París, la fantasmal y legendaria residencia de la embajada de Chile. Tampoco se soslayan las maneras a veces chuscas, otras enigmáticas, con que ambos interlocutores se referían a personajes indigestos de la época, políticos, diplomáticos, artistas, los que pasaban a menudo a engrosar las filas del “partido de los sentidos”, como llamaba Neruda a quienes quedaban con algún rencor respecto del trato recibido por la embajada de Chile y, también, los abundantes vocativos que empleaban para designarse uno al otro. El epistolario considera además la gestación subterránea del golpe de Estado. Al respecto quedan claras las aprensiones de Neruda sobre la alternativa de evitar un estallido social frente a la crisis de la Unidad Popular y el virtual pacto entre las fuerzas civiles que postulara una salida democrática. 15/10/08, 08:52 [ 28 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 Hernán Loyola, Margarita Aguirre, Abraham Quezada Vergara, Jaime Concha, Alain Sicard, Nicolás Salerno, entre otros, son los responsables del verbo nerudear, que puede contener sistemáticos estudios estructurales sobre los registros épicos de la poesía de Neruda o el testimonio acerca de su día a día. Vale decir, el tránsito perenne entre el Neruda moderno y el posmoderno, tesis central del volumen del mentado Loyola, Neruda. La biografía literaria, publicado por Seix Barral en 2006. Edwards menciona en su ameno “Prólogo de parte interesada” que cuando Neruda era representante del gobierno allendista en París, su último destino diplomático, en medio de las epístolas oficiales recibidas en la embajada, llegaban unos misteriosos sobres que Neruda esperaba con indisimulado nerviosismo. En la portada estaba escrito el nombre de… Jorge Edwards. Correspondían a Alicia Urrutia, sobrina de Matilde, el amor del invierno de un poeta, el último eslabón de una cadena sentimental que ni la enfermedad apocalíptica pudo apaciguar. Se sabe que ha habido intentos por entrevistarla, mas ella y su hija, a quien Neruda protegió y apadrinó, viven en el total apartamiento, retiradas y silentes. Al respecto Enrique Lafourcade publicó en su volumen Neruda en el país de las maravillas (1994), una sección dedicada al episodio, en el capítulo “Amor, amor, no cruces la frontera”, consignando además lo que aparece sobre el tema tanto en Adiós, poeta, de Edwards, como en la biografía de Volodia Teitelboim. La ansiedad por conocer esa papelería ardiente es demasiado grande y seductora, esas penas de amor perdidas que, no cabe duda, en su momento provocaron más de un dolor a sus protagonistas y en especial a Matilde. Sin embargo, nerudianos del mundo, queda pendiente su publicación. — Mario Valdovinos junio de 2008 23018 NERUDIANA 05 AND 28 neruda-eandi Pablo NERUDA—Héctor EANDI / Itinerario de una amistad. Edición, presentación y notas de Edmundo Olivares. Buenos Aires, Editorial Corregidor, 2007. Este libro no es meramente una nueva entrega del material epistolario más importante y revelador de la vida de Neruda. Trae algunas novedades interesantes entre las cartas que Eandi mandó a Neruda, conservadas gracias a las copias que el propio Eandi hizo de su correspondencia. Ya sabemos que Pablo no tuvo por costumbre guardar y hacer acopio de las cartas que recibió en sus años juveniles o en su primera madurez, fueran de mujeres a las que amó o de compañeros de generación, fueran de personajes ilustres o de anónimos individuos. El epistolario, conocido desde que Margarita Aguirre (en 1964) y Rodríguez Monegal (en 1966) citaron en sus biografías fragmentos escogidos, fue publicado de forma íntegra en 1980 en el libro, también editado por la escritora, Pablo Neruda / Héctor Eandi. Correspondencia durante “Residencia en la tierra” (Buenos Aires, Sudamericana). El presente volumen reitera el acierto de incluir la crítica que hizo Eandi del libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y que sería en definitiva el origen de la amistad entre ambos personajes, y la reseña publicada en Buenos Aires de la aparición del libro Residencia en la tierra, en 1933. Ambos artículos nos introducen aún más en la historia de la amistad entre ellos. Estas cartas que escribe Neruda han sido un tesoro para comprender la génesis de su libro más importante. Amado Alonso no tuvo acceso a ellas y eso en su libro deja su marca. El español tuvo, afortunadamente, otra entrada a su Poesía y estilo de Pablo Neruda, como fueron las conversaciones con el propio autor, además de sus propios análisis, claro está. Hernán Loyola en su edición crítica de Residencia en la tierra (Madrid, Cátedra, 1987) ya usa este epistolario como fuente de datos imprescindibles. Lo cual nos lleva a la pregunta de por qué Neruda se decide a contar al argentino sus más íntimos pensamientos, a desentrañar para él, en paralelo a lo que de otro modo estaba haciendo en sus versos, sus más profundas impulsiones. Y nos lleva también a otra cuestión dependiente: ¿qué vio Pablo en este interlocutor de Buenos Aires que lo impulsó no a desnudarse sino a preguntarse sobre su poesía y desvelar a otro sus propias claves? Al leer lo escrito por Eandi, encontramos un lector cuidadoso de la poesía del chileno, que hace comentarios sutiles sobre lo leído y sobre todo, un personaje que se da cuenta (como sólo Tomás Lago desde los años veinte en Santiago) del alcance futuro de Neruda. Frases como: «Se imaginará, querido compañero, con qué anticipado placer espero otros trabajos suyos» o «me siento tentado de preguntarle muchas cosas» o «Me entusiasma la idea de encargarme de la publicación de su libro». Los esfuerzos que hace Eandi por sacar a Neruda del Oriente quedan reflejados con la inclusión de las cartas que le dirige Alfonso Reyes. Particularmente me ha impresionado la carta resumen que Eandi escribe para Pablo [probablemente en 1962] y que no llega a ser enviada. Es un repaso a la pequeña historia de su amistad e implícitamente el recono- 13/10/08, 12:28 [ 29 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 cimiento de los logros universales del temuquense frente al escaso éxito de los propios. Parece una despedida, un presentimiento de que sus días no alcanzarán mucho más allá [Eandi muere en 1965]. Los poemas que Neruda le manda en versiones originales y anteriores a las definitivas no son una novedad (ya publicados en 1980 y luego analizados por Loyola en su edición de Residencia, 1987) pero no han perdido su enorme valor e interés. La justa presentación de Olivares tiene el mérito de no intentar brillar ni hacer un texto más largo que el propio epistolario. Pero podría haberse extendido algo más en una materia que conoce tan bien, como demostrara en los extraordinarios tres volúmenes de su Pablo Neruda: Tras las huellas del poeta itinerante, particularmente en el primero, Los caminos de Oriente / 1927-1933 (Santiago, LOM, 2000), del que habría podido extraer un encuadre histórico más amplio para esta correspondencia. Advierto la inclusión de una carta por partida doble. La carta numerada con el 6, escrita en enero de 1929, y mal datada por un despiste de principio de año por Pablo en 1928, es incluida en su versión manuscrita entre las cartas nº 2 y la 3. Ello da lugar a confusión y no a aclaración. Echo de menos más notas de un investigador tan competente como es Olivares. Me parecen escasas. Habrían sido útiles más datos concretos acerca de las personas que aparecen mencionadas (Xul Solar, Elvira de Alvear, su secretario – del que no se aclara que era Alejo Carpentier, nada menos). Y también algunas fichas bibliográficas de los libros de Neruda o de Eandi y ciertas precisiones temporales. A pesar de este exceso de modestia o reticencia (porque conocimientos no le faltan), Olivares hace un buen trabajo en este libro, un trabajo esencial y eficaz. — Dr. Gunther Castanedo Pfeiffer Santander, España 23018 NERUDIANA 05 AND 29 rovira Pablo NERUDA, Álbum. Biografía por José Carlos Rovira. Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2007. José Carlos ROVIRA, Neruda, testigo de un siglo. Madrid, Centro de Lingüística Aplicada Atenea, 2007. A diferencia de los álbumes artísticos de Luis Poirot (Neruda-Retratar la ausencia, 1991) y de Sara Facio-Alicia D’Amico (Geografía de Pablo Neruda, 1973), el que ahora ha publicado la Residencia de Estudiantes privilegia la dimensión biográfica del poeta. Incluye 385 fotografías que ilustran las diez secciones de la Biografía escrita por José Carlos Rovira (Universidad de Alicante) para vertebrar el Álbum. La mayor parte de las fotos proceden del archivo de la Fundación Pablo Neruda, con aportes complementarios de otros archivos: Fundación Federico García Lorca, Nurieldín Hermosilla, Sara Facio, Poli Délano, Enrique Robertson, Bernardo Reyes y la propia Residencia de Estudiantes. Entre los fotógrafos-autores hay algunos históricos como Georges Sauré y Lola Falcón, y otros más recientes como Sara Facio, Guillermo Spottorno y Sergio Larraín. El volumen, encuadernado, supera las 400 páginas pero es de formato reducido, 17 x 11 cm circa, por lo cual la cantidad de imágenes alcanza una densidad y un impacto gráfico muy atractivos. Vienen ganas de examinarlo una y otra vez, entre otras razones porque las fotos que trazan la biografía visual de Neruda necesariamente incluyen buena parte de la historia del siglo XX, y no sólo en Chile. En efecto, aparte las ilustraciones de la trayectoria individual del poeta mismo, desde su infancia hasta su muerte, asistimos a un desfile impresionante de momentos, figuras y lugares de la literatura y de la historia mundiales. Aparecen escritores que fueron amigos o sólo coetáneos de Neruda en Chile (Tomás Lago, Azócar, Rojas Giménez, Cruchaga Santa María, Barrenechea, Bombal, Mistral, Délano, Nicanor Parra), en Argentina (Girondo, Lange, Molinari, Cortázar) y en todas las Américas (Vallejo, Guillén, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, Otero Silva, Amado, Benedetti, Asturias, Arthur Miller), así como en España (Federico, Altolaguirre, Concha Méndez, Alberti, Hernández, Bergamín, Prados, Gil-Albert), en el resto de Europa (Éluard, Aragon, Malraux, Hermlin, Somlyó, Ehrenburg, Kirsánov, Yevtuchenko, Nazim Hikmet) y en Asia (Ai Ching). También artistas como Alberto Sánchez, Tina Modotti, Maruja Mallo, Picasso, Rivera, Siqueiros, Guayasamín, Venturelli, Antúnez, Guttuso, Marceau, Cotapos. Un acierto gráfico es la reproducción intermitente, casi siempre a página entera, de las cubiertas de las ediciones originales de los libros de Neruda, que van marcando también su itinerario vital. El óptimo esbozo biográfico trazado por Rovira, si bien esencial no carece de aportes novedosos, en particular sobre los episodios españoles de Neruda. Por ejemplo cuando contrapone a otros más difundidos el relato de Gil-Albert sobre la salida de Maruca y Malva Marina desde Madrid hacia Barcelona en 1936. De índole diversa es Neruda, testigo de un siglo, también publicado en 2007. Es el resultado de la reelaboración y compilación de conferencias dictadas durante 2004 en diversos homenajes al centenario de Neruda. El libro es una tentativa de ba- 13/10/08, 12:28 [ 30 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 lance crítico estimulada por tal ocasión. La problematización del caso Neruda, hecha con distancia y objetividad no frecuentes, es el mérito mayor de estos ensayos. Comienza Rovira recordando que en 2004 «no quedó continente, país, ciudad con institución cultural o académica y pequeño municipio con grupo intelectual activo que, de una u otra forma, no realizase un acto, un seminario, un congreso, un recital, un concierto, una exposición fotográfica, un concurso, etc.» dedicado al poeta chileno. Y prosigue: «Cuál es la causa de esta casi desmesurada conmemoración?» En este libro Rovira propone algunas respuestas — directas e indirectas— a tal pregunta. En “El primer Neruda” plantea «cómo se hace un poeta» y a través del examen de diversos momentos del ciclo inicial del adolescente Neftalí Reyes, reclamando atención hacia la precoz sabiduría técnica en el manejo de heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos, así como de dísticos, silvas y sonetos, y hacia cómo atravesó la lección de Rubén Darío para cimentar su propio lenguaje. Otro ensayo, “Viajero por el mundo”, intenta revisitar el «periplo casi permanente» de Neruda por océanos, continentes y ciudades, «y su plasmación poética y prosística y la posterior recuperación ya en los itinerarios de la memoria». Pero Rovira esgrime una óptica diversa a la del viaje como extravío y desolación —frecuente y pertinente en los exámenes de Residencia— para acentuar la perspectiva de la sed de infinito, de la apertura hacia horizontes enriquecedores, hacia los enigmas del mundo. Con especial acento en la fundación de un espacio del regreso como ingrediente cada vez más decisivo para la poética del viaje (y del viajero) en el desarrollo de la obra de Neruda. Sin pretender trazar «un mapa de geografía urbana y de ciudades concretas», el ensayo “Neruda ante la ciudad” intenta el registro de las principales actitudes que el Sujeto nerudiano ha sucesivamente mostrado: atracción o rechazo, cansancio, tedio, pero también curiosidad y hasta fascinación por calles y mercados. Desde Temuco en la infancia y Santiago en ju- 23018 NERUDIANA 05 AND 30 ventud hasta Rangún, Colombo y Batavia en exilio, pasando por la desolación en Buenos Aires (“Walking around”) y resucitando en Madrid, la inolvidable, y en la mítica París. Más tarde las ciudades del socialismo real conexas a la utopía, sobre todas Moscú. La dimensión indigenista ofrece en la vida y en la escritura nerudianas aspectos complejos y hasta contradictorios que Rovira enfrenta con agudeza en el ensayo que dedica al tema y, en particular, a la mediación de Neruda en la polémica entre Arguedas y Cortázar. Pero el aporte de mayor interés, a mi juicio, es el texto “Neruda y la tradición cultural española”, donde Rovira revisa la presencia directa e indirecta de los clásicos (Manrique, Villamediana, Quevedo) en cuanto premisa a la resemantización de la palabra España en Tercera residencia y en otros textos coetáneos y posteriores a la guerra civil de 19361939. Rovira adopta con acierto el concepto de Greimas para «intentar la explicación de un marco de poesía y vida social que llena la palabra España de nuevos contenidos y, sobre todo, reinserta contenidos históricos que la palabra había perdido». — Hernán Loyola huerta vos, y por cierto buenos conocedores de la obra de nuestro poeta. Recientemente, por propia iniciativa personal y poniendo en juego energía y tiempo, saber y pasión, el doctor Gunther Castanedo Pfeiffer (odontólogo) ha organizado en Santander una entera jornada de celebración de los 104 años de Neruda, incluyendo una sesión de conferencias a la que asistieron 300 personas. Es sólo un ejemplo entre los tantos del nerudismo que vive y florece en todo el mundo. David Huerta (a quien no conozco personalmente) me parece un caso egregio. Cada uno de los tres ensayos y el extenso poema que integran su libro son una inmersión apasionada —y, atención, muy informada— en aspectos de la poesía de Neruda. El título mismo del volumen, El correo de los narvales, emblematiza la doble identidad del operador: el poeta y el estudioso. No es fácil (al menos no lo fue para mí) recordar a primera vista de dónde proviene ese título: «Pero lo que yo perseguí con mayor constancia fue la huella, o más bien el cuerpo del narval. Por ser tan desconocido para mis amigos el gigantesco unicornio marino de los mares del Norte, llegué a sentirme exclusivo correo de los narvales, y a creerme narval yo mismo.» (de Neruda, “Oceanografía dispersa”, 1952, en OC, V, 641). Con mayor enmascaramiento que, por ejemplo, El viajero inmóvil de Rodríguez Monegal, el aristo- David HUERTA, El correo de los narvales. Tlalpan, D.F. (México), Ácrono Producciones & Libros del U m bral, 2006. Un pequeño gran libro (13 x 10 cm, 180 páginas) escrito simultáneamente por el poeta y por el profesor universitario que es David Huerta (1949, hijo del célebre poeta Efraín, 1914-1982). Rara vez he visto tan bien amalgamadas la erudición y la sensibilidad. Mientras en Chile la mayoría de los intelectuales lee a Neruda (si lo lee) con reticencia, cuando no con patética arrogancia u hostilidad, en otros países y hemisferios encontramos con sorprendente frecuencia a lectores apasionados y acti- 13/10/08, 12:28 [ 31 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 crático título El correo de los narvales significa simplemente: Pablo Neruda. Pero no se imaginen un contenido rebuscado o petulante. Los ensayos tienen la andadura serena, fluida y fuerte del conocimiento verdadero, interiorizado, capaz de establecer tranquilamente las relaciones más inesperadas y de exponerlas con soltura y economía. “Calle Maruri 513” se titula el de apertura, una revisitación de Crepusculario, en parte filológica y genética al conectar el título al Lunario sentimental de Lugones (con interesantes digresiones a partir del uso del sufijo «-ario») y a la innovación gongorina del término crepúsculo en los Siglos de Oro españoles (y a la reacción indignada que provocó en Juan de Jáuregui). De “El materialismo poético de Pablo Neruda” habla el segundo ensayo: notas sobre las odas elementales. Muy a modo suyo, Huerta comienza con una breve digresión sobre el género odas, desde las clásicas antiguas de Píndaro y Horacio a las clásicas españolas de Garcilaso y Fray Luis de León, y desde las modernas pioneras de Ronsard, Du Bellay, Keats, Hölderlin, a las recientes de Paul Claudel, Allen Tate, Frank O’Hara. Ágil recuento, luego, de la deuda de Neruda con Villamediana, Quevedo y Góngora, de quien cita una décima que es en verdad una deliciosa premonición de las odas elementales en lenguaje gongorino (agradeciendo a don Antonio Chacón, señor de Polvoranca, el envío de un requesón): «Este de mimbres vestido / requesón de Colmenar / bien le podremos llamar / panal de suero cocido. / A leche y miel me ha sabido: / decidme en otro papel / lo que se confunde en él, / que sin duda alada oveja, / cuando no lanuda abeja, / leche le dieron, y miel.» Por ahí el ensayo entra en las odas de Neruda, de las que propone una útil clasificación en ocho grupos. Se podría pensar en una aproximación externa y general, pero no: más de diez páginas del ensayo son un inteligente análisis pormenorizado (métrico, retórico, estilístico, simbólico) de la “Oda al día feliz”, que Huerta considera «una especie de sello holográfico de las demás odas de este libro y de las siguien- 23018 NERUDIANA 05 AND 31 tes del ciclo: en ella vemos, leemos, sentimos, entendemos la energía poética del materialismo de Neruda». Una buena muestra de la variedad de registros que este pequeño gran libro exhibe. El bellísimo tercer ensayo da título al volumen, “El correo de los narvales”, y se propone como notas a un pasaje de “Los enigmas” (Canto general, XIV, El Gran Océano), poema donde Neruda menciona al narwhal, así, con ortografía inglesa. Huerta maneja el ensayo con sentido musical y en éste su virtuosismo propone un contrapunto de reflexión/digresión en tres movimientos. La “Historia y mito de un colmillo”, el del narval, ocupa el primero de ellos: etimología, creencias medievales (antídoto contra los venenos, afrodisíaco), misterios y verdades investigadas por el canadiense Barry Lopez, que en sus trabajos incluye a Neruda y su relación con el narval. El sucesivo movimiento, “El santalucí y el chileno”, establece un parentesco (otra sorpresa para mí) entre Neruda y el poeta antillano Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura 1992, quien incluyó en su libro Sea Grapes (1971) un poema titulado precisamente “For Pablo Neruda”: una especie de carta de Walcott al poeta chileno «admirado por su capacidad para abrir puertas y para revelar el sentido de todo un mundo: el Nuevo Mundo». Pero Huerta examina en particular el poema “The Sea Is History” que «conecta las aguas marinas y submarinas con el devenir de las sociedades humanas», en sintonía con la polaridad océano/ historia que gobierna la poesía de Neruda (según Alain Sicard), y compara las preguntas que formula el poema de Walcott con las del mencionado “Los enigmas” de Canto general, poniendo en evidencia la relación entre ambos textos. El último movimiento es un “Viaje al interior de los enigmas”, donde el contrapunto entre la reflexión directa y la digresión en torno al texto nerudiano sorprende con nuevos e sugestivos hallazgos. Recorriendo la tradición de los enigmas desde la Biblia (el león y la miel de Sansón) hasta Rubén Darío, pasando por los jeroglíficos egipcios que obsesionaron a Athanasius Kircher y los emblemas de Andrea Alciato, retorna a las preguntas de Neruda: «enigmas... cifrados en la existencia dinámica —a la vez profunda y extensa— del mar, extraño poseedor de una sabiduría trascendental que el poeta comparte por medio de sus intuiciones, de su conocida pasión de malacólogo y de su condición de amateur de las aguas oceánicas y de todo lo que éstas contienen». De este modo, a través de preguntas-enigmas, Walcott y Neruda alumbran la relación entre la poesía y la historia con «una auténtica muchedumbre de signos». El pequeño gran volumen se cierra con la proeza de una conferencia en verso, que así ha definido el propio Huerta su texto ”El poema y su sombra”: mil endecasílabos blancos (sin rima) que abordan aspectos biográficos, temáticos, retóricos, simbólicos vinculados a Neruda y su obra. (Un par de fragmentos en la página final de este número de nerudiana.) Inevitable verificar que a comienzos de 2004, mientras en Chile un joven poeta (estimable, me dicen) dedicaba tiempo, energías y adhesión a reunir en un gordo volumen un amasijo de los escritos enderezados por decenios contra Neruda (sin resultados ni utilidad visibles), en México otro poeta quizá menos joven (pero más seguro de sí mismo y de su propio talento) componía un pequeño volumen colmo de inteligencia, de sensibilidad, de erudición literaria y, sobre todo, de amor a la poesía (inclusa la de Neruda). En común, sólo la filiación oceánica de los títulos: en México El correo de los narvales, en Chile El bacalao. Este último es el enésimo intento de ensuciar (o sepultar) a Neruda, el otro lo trata como merece un auténtico clásico de las letras americanas y mundiales. Pero, en definitiva, ambos libros resultan ser homenajes a Neruda en su centenario: uno directo, voluntario, y el otro al revés.♦ 13/10/08, 12:28 — Hernán Loyola [ 32 ] NERUDIANA – nº 5 – 2008 El poema y su sombra [fragmentos] DAVID HUERTA Universidad Autónoma de México A la memoria de Pablo Neruda En la nieve dorada de la mente, en el ardor sin mancha de la ola, en el cauce magnético del alba, en la montaña y el caudal de América, en la espiga feraz de la memoria, en los fuegos cruzados de la antorcha, en la tarde soberbia de Maruri, en el reloj hipnótico del viento, en los infiernos del dolor traslúcido, en el cristal despierto de los ojos, en el opaco vidrio del durmiente, en la copa del vino compartido, en el agua espaciosa de la playa, en el pan generoso de los días, en la piedra cerrada de la noche, en la cifra caliente del abrazo, en la gota de cobre del subsuelo, en las páginas leves de los libros, en la mirada extraña de los jóvenes, tus poemas resuenan, brillan, viven. Tus poemas de espiga, tus poemas de caudal y salitre y espesura; poemas vegetales, minerales; poemas de los bosques y las selvas, de las ciudades y los tibios pájaros; poemas de mujeres y de niños, de oscuridad, reflejo, transparencia. .............................. Dónde quedó aquel Cónsul desolado? Quedó en el verso memorable y ágil. Y la boina y la sombra y la muchacha ¿dónde se fueron? Fijos en el verso, vuelven en la lectura. ¿Dónde viven ahora los amigos, las batallas, las ruinas del Perú sobrevolado y la selva feroz de lluvia antártica? En esta residencia de papeles que circula en la tierra, en los caminos y en los ojos, las manos, la memoria. Y aquella Guillermina ¿a dónde ha ido? Junto a la prima Águeda respira su existencia de imágenes nostálgicas. Todo es un río fiel, un mar antiguo y siempre renovado, a semejanza del mar de Valéry junto a las tumbas. Nada se olvida, y sin embargo, ardiente, borra la historia vidas y escrituras. No será así contigo. Mientras se hable y se escuche y se escriba el castellano; mientras se piense en el idioma antiguo que en manos de Quevedo tuvo filos de esplendor y en la página de Góngora alcanzó una sublime arquitectura, tus poemas serán fulgor y viático, tendrán forma y aliento, sobrevida. El poema al que pertenecen estos fragmentos tiene exactamente mil versos endecasílabos y fue terminado en Ciudad de México el 12 de julio de 2004 en homenaje al centenario de Pablo Neruda. Incluido en el volumen El correo de los narvales (Tlalpan D.F., Ácrono Producciones & Libros del Umbral, 2006), 135-180. 23018 NERUDIANA 05 AND 32 13/10/08, 12:28