discusiones y resenas de libros

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DISCUSIONES Y RESENAS D E LIBROS
MIRALLES,Carles - PORTULAS,Jaume, Archilochus and the Zambic Poetry,
Roma, Edizioni dell'Ateneo, s.p.a., 1983, 160 p.
El libro reúne una serie de trabajos emprendidos a raíz de dos seminarios
mantenidos en la Universidad de Barcelona durante los cursos 1979-80 y 198081. Consta de un Prólogo (pp. 7-8) y cinco capítulos, dos de los cuales (1 y IV)
corresponden a J. Pbrtulas y el resto a C. Miralles; no obstante, dada la asunción de responsabilidad común por parte de ambos (p. 7), nos referiremos a
los autores de forma unitaria (en adelante M.-P.).
El primer capítulo lleva el título de «El poeta yámbico como 'trickster'
(«The Iambic Poet as a Trickster*, pp. 9-50), lo que puede indicar ya la orientación del libro en conjunto, en cuanto que la tradicional visión filológica en
sentido estricto se ha tratado de enriquecer con una perspectiva antropológica.
La tesis defendida, con palabras de los autores, es que «existe un proceso mimético (...) entre el yambógrafo y el «tnckster» mítico; y Hermes es el dios
que preside este juego de interferencias rituales entre la época de génesis y el
mundo del festival» (p. 14). Dicho de otro modo: partiendo de la consideración de Hermes como dios-«trickster», se supone una identificación del poeta
con dicho ideal de conducta, pero trasladado al plano del mundo real en que
aquél desarrolla su actividad. Las obras utilizadas como apoyo bibliográfico
son las de M. Bachtin (La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento.
El contexto de Francois Rabelais, Barcelona, 1974), en el aspecto de la cultura
popular y de los motivos y ocasiones Iúdico-religiosas que permiten esa conducta; las de P. Radin-C. Kerényi-C. G. Jung (The Trickster, London, 1956),
en cuanto a la consideración de la figura del «trickster»; y la de N. O. Brown
(Hermes the Thief, New York, 1947), para la representación de Hermes como
divinidad con la que se identifica el poeta yambico. Los topoi que se aducen
como apoyo documental de esta tesis, y que afectan tanto a la figura del
«trickster» en sí como al ámbito de su actuación, son: la mención del asno,
símbolo a la vez de la regeneración y de la degeneración (cf. Arch. fr. 43 W),
con paralelos en la festa asinorum medieval; la utilización de motivos, nombres
y términos no griegos (especialmente notable en Hiponacte), en la idea de que
la ruptura de los límites de la oposición griegolbárbaro, como constante del
pensamiento griego, supone una transgresión del orden habitual equiparable a
la que, en otros niveles y circunstancias, se efectuaría con la alteración de los
«roles» habituales en esa sociedad. A ello deben unirse aspectos no necesariamente documentables en los fragmentos. Así, por ejemplo, el paralelo entre
Hermes y Arquíloco se observa en el afán de superación por ambos de un
«original handicap», que en el caso del dios se plasmaría en su equiparación
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a Apolo, y en el del poeta radicaría en su propio origen social. La hipótesis
de M.-P. es que, dado que en algún lugar de su obra Arquíloco tuvo que expresar que era «hijo de Enipo» (independientemente de la realidad de tal persona), este dato se ha interpretado en términos biográficos, junto con algunas
otras posibles expresiones sobre una situación social originaria «intermedia entre el paria y el proscrito* (p. 21). También desde el punto de vista biográfico
la historia de las Licámbides sería un caso de «inversión agresiva» (p. 22), haciendo recaer la infamia en otros individuos; con ello se provoca un rechazo
a la propia existencia social de las Licámbides. A este respecto se hace observar que, por una parte, la mención de «ahorcamientos» en los fragmentos de
Arquíloco (e Hiponacte) ha sido a veces producto de falsas interpretaciones;
y, por otra, que existen paralelos rituales precisamente en festivales con base
agraria y con un sentido de reparación.
El motivo de Hermes «patrono de ladrones* es considerado también en
este contexto, ya que patrocina algo muy cercano a la «permisividad camavalesca». La frecuente aparición del término phUt?tés en el Himno a Hermes, con
el motivo del robo de las vacas, encuentra su paralelo o eco en fragmentos
como el 36, 37 ó 49 W de Arquíloco, así como el 3 y 3a de Hiponacte.
Otro topos paralelo es el que se denominaría de la «mántica menor». En
efecto, la adivinación, aunque en tono burlesco, es un motivo que reaparece
en Arquíloco e Hiponacte (cf. fr. 25 W de Arquíloco y los referentes a Cicón
de Hiponacte). Hermes representa una mántica «no Apolínea*, en la que destaca la adivinación por las sortes, las aves y en la que tienen su importancia las
abejas.
El motivo de la glotonería forma parte de este conjunto. M.-P. consideran
que su fundamento no es un afán de realismo, sino que es puramente ritual.
Paralelos griegos (Arch. frs. 168-171 W = Erisícton de Calímaco) y no griegos
(Arch. fr. 124 W = «trickster» sioux Wadjunkaga) apoyarían en este caso la
idea de que el efecto de estas enumeraciones es introducir cla reminiscencia de
una antigua figura del ritual y del folklore cuya memoria está medio borrada
en la mente del auditorio* (p. 37).
El tema de la escatología es también considerado, con especial referencia
a Hiponacte (frs. 79 y 92 W).
Las últimas páginas del capítulo se centran en los motivos sexuales, la
transgresión de cuyos tabúes y límites es esencial en el «trickster», figura a la
vez fálica y hermafrodita. Destacan los autores el «falismo» de algunos fragmentos y, sobre todo, la frecuente referencia a fracasos sexuales y a la impotencia, o bien a actos sexuales per vias non rectas, tanto en Arquíloco como
en Hiponacte. Diversas consideraciones y paralelos llevan a M.-P. a establecer
la hipótesis de que una buena parte de la poesía de Hiponacte y, en menor medida, de Arquíloco, se organiza sobre el esquema que luego encontramos en
el episodio de Circe del Satiricón de Yetronio. Arquíloco explotará asimismo
el motivo de la unión de jóvenes con mujeres viejas, así como el del gamos
(con especial referencia al Epodo de Colonia).
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El paralelismo morfológico entre los pasajes de Arquíloco e Hiponacte y
el Satiricón permiten precisar aspectos de la «performance», del ámbito en el
que se encuadra ésta y de los imperativos socio-antropológicos que la condicionan. Los cultos de divinidades femeninas de la fecundidad y, sobre todo, de
Hermes, son fundamentales. El episodio homénco de Circe en Od. 10 demostraría que Hermes y Circe son a la vez paralelos y opuestos, puesto que las
mujeres le deben su arsenal seductor, pero él poseb a la vez el antídoto. Algunas coincidencias deben destacarse: así, la mención de los feacios y de Calipso en el fr. 77 W de Arquíloco; el hecho de que la «devoradora de hombres»
del Satiricón se llame Circe o de que la curación de Encolpio se atribuya a
Mercurio.
El capítulo 11 lleva el título de «El poeta yámbico como lobo» («The Iambic Poet as a Wolfs, pp. 51-60). Tal consideración del poeta yámbico se basa
en buena medida en el carácter de diversos personajes míticos que o bien son
portadores del nombre del lobo (cf. Autólico) o bien poseen rasgos de conducta que, en última instancia, se atribuían a este animal y que podrían definirse,
al igual que la poesía yámbica, con los términos psogos y dolos. Arquíloco habría actuado frente a Licambes (nombre también «parlante»), como «el lobo
ante el lobo» (p. 55). La conducta del lobo podría definirse, en opinión de M.P., con las palabras de Arquíloco en el fr. 23 W (y también las del fr. 126 W)
referentes a la respuesta al amigo y al enemigo. Entre los personajes míticos
especialmente adecuados para ilustrar este aspecto del poeta destaca Diomedes, cuyos mitos son analizados. Por último, a propósito de las observaciones
de Mano Victorino al verso 211 de la tragedia Reso, que establece un paralelo
entre los kola del yambo y los kola del cuerpo humano, se concluye una relación entre la forma de andar del lobo tras su presa y el ritmo yámbico.
El capítulo 111 se titula «La inscripción de Mnesíepes y la iniciación poética
de Arquíloco» («The Inscnption of Mnesiepes and Archilochus' Poetic Initiation», pp. 61-80) y viene a recoger el trabajo que con el título «L'iscrizione di
Mnesiepes (Arch. Test. 4 Tarditi)» publicó C. Miralles en QUCC 9 (38), 1981,
pp. 29-46. La idea fundamental es que estamos ante una escena de iniciación
poética que, si bien ha sido adecuada en su conjunto para situarla en la esfera
apolínea canónica, numerosos detalles nos ponen en contacto con una poética
más primitiva, más próxima a la esfera de Hermes, incluso de carácter ctónico
y con unas Musas que probablemente tampoco son las del ámbito apolíneo. Las
precisiones topográficas son reveladoras, si entendemos el nombre de Lissides
como equivalente a Lissades, es decir, algún tipo de rocas o piedras que, como
los hérmaioi lophoi y otras rocas de la mitología y de la religión indican un 1ímite o punto decisivo en el camino e incluso nos ponen en relación con divinidades ctónicas. Igualmente el nombre Leimones, de larga tradición en relación
con la configuración escénica de determinados mitos de trasfondo religioso ctónico, incluso órfico, y con evocaciones del mundo de los bienaventurados.
Por otra parte, a diferencia de lo ocurrido con Támiris, el tono rudo del
poeta con las Musas no está fuera de lugar y éstas no le castigan, sino que le
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CARLES MIRALLES Y JAUME PORTULAS
premian. Debe considerarse una relación ritual en paralelo con los misterios
de Eleusis; algunos paralelos con el Himno a Deméter llevan a establecer, en
última instancia, una similitud entre la familia de Arquíloco (los Télidas) y los
Eumólpidas, no sólo en cuanto a la ecuación poeta-sacerdote, sino también
por el carácter pastoril de algunos de sus miembros. En cuanto a las Musas
que aquí aparecen, probablemente en un principio eran las «más antiguas* de
que hablaba Mimnermo, ligadas a Deméter y Hermes y en número de tres
(como las Horas o las Gracias).
Los autores se preguntan hasta qué punto la obra de Arquíloco justificaba
el tenor e incluso la literalidad de la descripción de la escena y si no estaremos
ante un «pastiche» de época helenística. Su respuesta es que podría existir una
base en los versos de Arquíloco, pero que luego han existido interferencias
propias de la época en que se escribe la inscripción. La «delfización» apreciable en el conjunto pertenecería a una época intermedia influenciada por la
propaganda délfica.
La tercera columna de la inscripción nos pone en contacto con el ditirambo
y con Dioniso y da la impresión de que el poeta instruye a sus conciudadanos
para una representación de carácter mimético (aunque M.-P. se muestran escépticos acerca del valor del término schedias [-). Por tanto, continuaríamos
dentro de la atmósfera ritual y festiva.
En cuanto a las menciones del oráculo de Delfos y de una krisis sobre sula interpretación sería la siguiente: durante el fespuestas dikais ~[nornois?],
tival se habría celebrado un certamen poético en el que una parte del público
se habría constituido en jurado, que habría negado el premio a Arquíloco por
tener sus composiciones un carácter iambikoferon, entendido como pdemasiado obsceno». En contraste con la reacción de las Musas ante los skornrnata de
Arquíloco, sus conciudadanos le niegan el premio, lo que atrae el castigo de
Dioniso (impotencia). El oráculo de Delfos, con su sanción a la actitud de las
Musas, da un paso decisivo en la asunción de usos poéticos que en principio
eran ajenos a Apolo.
El capítulo IV aborda «La lucha de Herrnes y Apolo por la lira» («The
Fight of Herrnes and Apollo for the Lyre», pp. 81-126). En estrecha relación
con la tesis de capítulos precedentes se sostiene aquí que el conflicto entre
Hermes y Apolo nos permite vislumbrar la prehistoria de la función social de
la poesía en Grecia antes de la delfización antes señalada y, en concreto, previa a la codificación apolínea ya presente en la Teogonía. Destaca el análisis
de diversos mitos protagonizados por personajes que, de forma negativa o positiva, tienen alguna relación tanto con Hermes como con Apolo, especialmente los que se refieren a heroínas como Filónide, Quione o Corónide. Pero el
principal ámbito de confrontación entre ambas divinidades es sin duda el de la
palabra, el «discurso mágico, poético o profético» (p. 91). M.-P. reivindican
los derechos antiguos de Hermes en el terreno profético, pues la invención de
la lira por Apolo es parte de la propaganda délfica. La poesía yámbica es un
reducto de las primitivas características no apolíneas. El Himno a Herrnes
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sería un testimonio casi elaborado ad hoc del fenómeno de evolución de la
poesía hacia lo apolíneo. M.-P. opinan que un cotejo entre el proemio de Teogonía, Himno a Herrnes, VV.450 y SS.y 478-9 y el fr. 1 W de Arquíloco nos
revelaría tres momentos del desarrollo de la tradición oral. Ya la Teogonía nos
presenta un uso «revolucionano» del término therapon que antes sólo conoce
contextos bélicos. Por su parte, en Arquíloco destaca la aparición del participio epistárnenos, cuyo valor, así como el de la expresión Mouséon therapon
son analizados con detalle vor los autores. El término eoistárnenos vendría a
representar la «cristalización, tras un proceso repetitivo, de la habilidad compositora del poeta, así como de la conciencia de la misma». En la evolución
de la consideración del poeta en su sociedad es evidente el nuevo espacio poético que supone salirse del oikos; el poeta es, en el festival del que es protagonista, algo así como «el héroe rudo de los orígenes» (p. 108), pero con conciencia de su capacidad. No obstante, la reflexión poética no es todavía patente, pues el papel semidramático que el poeta asume no le permite llegar a
aquélla plenamente. M.-P. destacan la importancia del componente dramático
y mimético en Arquíloco e Hiponacte: «los lazos entre el yambo jónico y la comedia ática pueden adquirir una nueva dimensión si se analizan desde esta
perspectiva* (p. 111).
M.-P. repasan en la última parte del capítulo algunas relaciones entre el
rito y la poesía yámbica, como son el paralelo de las imprecaciones desde el
carro en las fiestas de Dioniso y el recitado de composiciones yámbicas ex hamáxés; la ceremonia de las aiora, en el tercer día de las Antestenas, con las
alusiones a «ahorcamientos» o a «colgar» en la obra y en la biografía de los
poetas; o bien las relaciones con el culto de Dioniso (divinidad que para los
griegos poseía una tradición poética prehomérica), a propósito de lo cual M.P. se fijan en la polémica sobre el vino como fuente de inspiración, que revelaría «un ámbito poético antiguo, en el que Apolo no era más que un intruso».
Esta «intromisión» es difícil de precisar cronológicamente, pero pueden apreciarse diversos cambios en la función poética, entre los que destaca la polarización del épainos frente al psogos, cuyo punto culminante se refleja en la
Pítica 2 de Píndaro. La propia biografía de Arquíloco está manipulada en un
solo sentido, utilizando incluso sus propias palabras. En resumen, para M.-P.
los yambógrafos se mueven en una esfera ajena a Apolo y están en una situación clave en el conflicto entre ambas deidades.
El capítulo V, «Arquíloco y la joven de Paro» («Archilochus and the
Young Girl from Paros», pp. 127-157), se centra, como es de suponer, en el
texto del Pap. Col. inv. 7511, por cuya autoría arquiloquea se inclinan M.-P.
Tras resumir el modo en que M.-P. entienden la configuración de la escena
aquí descrita, analizan la evolución del motivo del 'encuentro' en la Antigüedad (destacando la importancia de la entronización del diálogo). El peso S n cipal del capítulo, en lo referente al fragmento en sí, recae en la discusión de
las expresiones epeígeai y thyrnos ithjei y, desde un punto de vista comparativo, en el cotejo con tradiciones medievales trovadorescas consideradas paralelas, especialmente en cuanto a la «función social». Los autores plantean la
hipótesis
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CARLES MIRALLES Y JAUME P ~ R T U L A S
de una edición alejandrina de Arquíloco del tipo de las de F. Villon o del Arcipreste, mientras que la de Hiponacte se aproximaría más a la del Satiricón
de Petronio. Se suman a las líneas interpretativas contrarias a la admisión indiscriminada de topoi. En cuanto al problema de la «individualidad», defienden una consideración literaria estricta de la misma. Las experiencias que la
obra poética recoge son reales, pero no deben entenderse en sentido biográfico o histórico preciso. El prestigio en el auditorio del modo de transmisión
sería el fundamento de su confianza en la veracidad de la composición, pero
debemos tener en cuenta, en todo caso, que el «yo poético» no es aquínn «yo
biográfico», sino meramente representativo. La trama narrativa tradicional
transmite, sobre un esquema y unas estructuras aceptadas por el auditorio, experiencias asimismo compartidas.
Quizá sorprenda al lector habituado al tratamiento filológico tradicional
encontrarse con que en una monografía bajo el nombre de Arquíloco no Ilegan a veinte los fragmentos del poeta citados en el conjunto (y en algunos casos sin recurrir a una simple referencia cruzada, como ocurre con el fr. 43 W,
que aparece en la p. 16 y de nuevo en la 39, dentro del mismo capítulo, con
el texto completo en ambos casos). En cierto modo esto es justificable, si tenemos en cuenta que el capítulo 111 se centra en la inscripción de Mnesíepes,
que el IV se basa fundamentalmente en el Himno a Hermes y que el V sólo
trata el nuevo papiro de Colonia. Pero, al mismo tiempo, denota una característica general que puede no ser plenamente aceptable, a saber, el dar por
sobreentendidos una serie de presupuestos cuyo recordatorio parece considerarse superfluo. Esto mismo es trasladable a las referencias bibliográficas, que
son por lo general escuetas.
Un ejemplo concreto: en las primeras páginas del capítulo 1 se establece la
hipótesis de que la mención del asno en el ya citado fr. 43 W de Arquíloco ha
de ser comparada con la festa asinorum medieval, teniendo en cuenta que el
asno es un símbolo de la degeneración y la regeneración. Muchos se resistirán
a ver algo más que un símil, efectivo, entre otras cosas, por la precisión («asno
garaiión de Priene ...»,etc.). Pero, además, merecería alguna observación el
problema textual, que afecta especialmente al comienzo del fragmento; y,
puestos a hablar de burros, también podría haberse traído a colación el fr. 21
W, donde una isla es comparada con el «espinazo de un burro». Por otra parte, no creemos que el símil del pollino contribuya especialmente a la configuración del poeta como «trickster». Si una de las características de esta clase de
personaje es su protagonismo en la ruptura del orden establecido, no parece
lo más adecuado el recurso a la comparación basada en experiencias tan comunes.
Lo mismo cabría decir, por ejemplo, de la valoración que M.-P. hacen del
uso en los yambógrafos, especialmente en Hiponacte, de términos, personajes,
etc., no griegos. En primer lugar, no parecen en este sentido comparables
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Arquíloco e Hiponacte. La proximidad geográfica de este último al entorno no
griego es ya una posible base real para justificar esa presencia y no compartimos el rechazo de este fundamento por M.-P. La «transgresión» del nomos
de la oposición griegobárbaro como actuación propia del «trickster» nos parece una simplificación excesiva. La aparición, por ejemplo, de un término no
griego en Hiponacte puede que no deba explicarse siempre igual: no es lo mismo la aparición de un término como pálmys, que ya parece integrado y que
podría ser considerado préstamo, que la introducción consciente de la modalidad de habla extranjera (lydistí, méionistí). El caso de mCionistí Kandaúle,
aportado para defender la tesis de una consciente traslación a una «no man's
land», puede ser perfectamente reversible, ya que la clara divisón del verso
'EgM nvváyxa, p p o v ~ a z iKavGaCAa
con coincidencia de la división métrica (cesura) y sintáctica acentúa la contraposición (justo lo contrario de lo que aquí se defiende).
Algunas veces la argumentación debería ser más generosa. Así, por ejemplo, se defiende una explicación de la mención de alimentos en la obra de los
yambógrafos como una evocación de la glotonería del «trickster» y se rechaza
que esto tenga que ver «con el problema del hambre». Para ello se aducen el
fr. 124 W de Arquíloco y el 26 W de Hiponacte y se prefiere la explicación ya
citada sobre la reminiscencia de una antigua figura ritual que se despertaría en
el auditorio. En efecto, en ambos ejemplos los poetas critican la conducta desmesurada de un individuo, que en un caso le lleva a participar en un banquete
sin estar invitado y en el otro a minar su hacienda por glotonería. Ahora bien,
el efecto en el auditorio, salvo que recurramos al nivel del subconsciente y a
esferas subliminales, no parece verosímil que sea la rememoración propuesta.
Alguna probabilidad puede tener el primer fragmento, pues el -individuo se
salta un nomos social perenne en Grecia acerca del convite. Pero ambos se basan sin duda en el contraste abundancia!escasez, riqueza/psbreza. El fragmento hiponacteo, digno de una comedia ática, descansa en el contraste riqueza1
pobreza (idel atún a los higos, y cavando piedras, como en el comienzo del
Díscolo!); antes que esa supuesta reminiscencia, el propio poeta explicita los
dos términos de referencia: un eunuco de Lámpsaco, frente a la comida propia
de un esclavo. A mayor abundamiento, debe repararse en el contexto en que
se nos ha transmitido el fragmento arquiloqueo, ya que Ateneo (Epítome, 7)
afirma claramente que en el fr. 124 W Arquíloco criticaba una costumbre de
Pericles, a quien comparaba con los miconios, quienes «por su pobreza y por
habitar una isla mísera son criticados a causa de su tacañería y de su codicia».
En resumen, que no podemos afirmar tajantemente que «el problema del
hambre no tiene nada que ver con la poesía yámbica» (jahí está además el fr.
116 W, mandando a paseo a Paro, sus higos y la vida marinera!). La función
crítica de la poesía arquiloquea tiene efecto inmediato por referirse a seres que
forman parte de esa comunidad y por utilizar términos de referencia compartidos por la misma. Todos los fragmentos utilizados hasta ahora se sirven de
la comparación: el asno de Priene, la conducta de los miconios, el eunuco de
Lámpsaco. Referencias concretas y próximas. No hace falta recurrir al paralelo
de los sioux Wadjunkaga para comprender la función social del procedimiento
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CARLES MIRALLES Y JAUME PORTULAS
Hemos dicho que los autores utilizan escaso apoyo textual de los poetas
yámbicos para sustentar sus tesis. Pues bien, tampoco la utilización que se
hace de esos pocos fragmentos nos parece la más adecuada. La ausencia de referencia al contexto de su transmisión la hemos criticado ya. Añadimos ahora
dos observaciones:
a) Se utilizan composiciones en troqueos para ejemplificar el yambo.
b)
Se omiten las referencias del resto del fragmento que contradicen la tesis expuesta.
Una muestra de ello nos la da el capítulo 11. En apoyo de la tesis del poeta
como lobo, aparte de algunos nombrespropios <cparlantes»,sólo se aducen los
frs. 23 y 126 W de Arquíloco, que contienen la expresión de un comportamiento «de lobo» (amar-al amigo, responder con daño al enemigo, etc.). Pues
bien, el hecho de que ambos ejemplos sean de versificación trocaica plantea
una grave contradicción con la tesis que remata el capítulo, a saber, el paralelo
del ritmo yámbico con la forma de caminar del lobo tras su presa. Es notable
que, precisamente cuando, según M.-P., el poeta describe la «reacción lobuna», no utilice el yambo, el metro supuestamente «lobuno». A no ser que aquí
el lobo ande para atrás. Pero, además, en el propio fr. 23 suele admitirse para
el v. 16 la lectura mjrmex. Es decir (y remito a S. R. Slings, ZPE 45, 1982,
pp. 69-70, para la defensa de esta lectura), el poeta asimila esa conducta a la
de la hormiga (para lo que hay algún paralelo). Si M.-P. prefieren, con Peek
y otros, la presencia de un nombre propio Myrmex, al menos deberían haberlo
defendido (y, en todo caso, explicar que aq& no hubiera un nombre parlante
también). En cuanto a los mitos en relación con Diomedes, pueden tener alguna relación con la tesis defendida, pero se da el caso de
que nosotros
recordemos, no hay datos de que en la obra de Arquíloco se mencionara a tal
personaje mítico. En resumen, que los paralelos extraarquiloqueos no pueden
tenerse en cuenta y los fragmentos aducidos no son pertinentes por las razones
indicadas.
El capítulo 111 es, quizá, uno de los más sugerentes en su planteamiento y
mejor construidos en su desarrollo. Cabe, una vez más, la objeción de la ausencia de apoyo en la propia obra del poeta pario, ya que hemos de conformarnos con aceptar la suposición de que la experiencia del encuentro con las
Musas se retrotraería a la propia obra de Arquíloco. La verdad es que no hay
motivos ni para dudar de ello ni para creerlo. Sí hay motivos, sin embargo,
para objetar cierta obsesión por llevarlo todo al terreno de Hermes, divinidad
que, por cierto, no aparece mencionada en Arquíloco más que una vez (fr. 95
W), siempre que se acepte la reconstrucción de Zielinski (basada en un cotejo
con Hor. C. 11 7, 13). Por el contrario, el resto del panteón olímpico está perfectamente representado: Afrodita (lx), Ares (4+1 Enialio), Atenea (3x), Deméter (2x), Dionisio (lx), Hefesto (2x), Posidón (2x) y, sobre todo, Zeus
(lOx), a los que podrían añadirse Core (lx), Hades (lx) y las propias Musas
(lx) (cf. H. D. Rankin, Archilochus of Paros, Park Ridge, New Jersey, 1977,
p. 112, n. 82, una de las obras no citadas por los autores). Muy distinto es el
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
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caso de Hiponacte; pero, desgraciadamente, ninguna inscripción nos habla del
origen de su estro poético.
Más graves, sin embargo, son algunas objeciones de otra naturaleza que
pueden hacerse. Cierto descuido bibliográfico puede hacer olvidar que la relación entre la inscripción de Mnesíepes y el Himno a Hermes se remonta al
propio editor de aquélla, N. M. Kondoleon, quien, en su artículo de presentación de la inscripción (en AE, 1952, pp. 32-95, que citan los autores, pero
sin referencia a este punto) se contienen ya interesantes observaciones, no sólo
sobre esta relación, sino también sobre la contraposición Hermes-Sirenas frente a Apolo-Musas, la existencia de aspectos funerarios de las Musas no compartidos por Apolo, etc. (cf. pp. 64 y SS.), que deberían haberse destacado.
Más aún, en un libro aparecido en 1981, el de A. Aloni, Le Muse di Archiloco.
Ricerche su110 stile archilocheo, Copenhagen (al que quizá no pudieron acceder
a tiempo los autores) se discute la relación entre el Himno a Hermes y el fr.
1 W de Arquíloco, pero, lo que es más inquietante, para demostrar que estamos ante fenómenos de naturaleza distinta (cf. pp. 37 y SS.).
Dentro de un interés general evidente, el capítulo dedicado a la pugna entre Apolo y Hermes por el dominio de la poesía adolece a nuestro juicio de
un defecto fundamental, a saber, cierta ausencia de rigor en el planteamiento
cronológico, motivada una vez más por el afán de utilizar el Himno a Hermes
como plantilla o catálogo que configura la actuación de los poetas yámbicos.
Hasta el punto de que, salvo en un momento en que M.-P. observan que el
Himno es el último eslabón en la serie épica-Hesiodo-Arquíloco-Himno (cf. p.
101 «the most recent of the passages in question~),en general hay cierta
confusión cronológica, que podría hacer pensar en que el Himno a Hermes
precede a la obra de Arquíloco. Otra cosa es que (como creemos debe entenderse) se proponga que el autor del Himno a Hermes plasma de forma muy expresiva un conflicto preexistente; pero el problema es que, una vez más, nos
vemos obligados a admitir la hipótesis de una concepción poética por parte de
un poeta (Arquíloco) en cuya obra no hay rastros suficientes para admitirla sin
más. Incluso a veces podría haberse recurrido a algún dato de apoyo en más
directa relación con Arquíloco. Por ejemplo, cuando se habla de los rituales
que coinciden con motivos de la poesía arquiloquea, se comenta la ceremonia
de los ai&a en el tercer día de las Antesterias (pp. 114-5) en rememoración, se
decía, del mito de Erígone y de su padre Icario. Los autores indican, con razón,
la frecuencia del motivo de «colgar» o «ahorcar» en Arquíloco e Hiponacte.
Pues bien, no sólo eso. Podemos añadir este otro dato: el autor del tratado De
lo sublime, en una relación de autores de primera fila comparados con sus émulos menos afortunados, coteja con Arquíloco la Erígone de Eratóstenes (cf. 33,
5). Muy significativo, tanto si es que Ps.-Longino se refería a alguna composición de Arquíloco sobre el tema (con probable relación con el asunto de las hijas
de Licambes), como si se trata de alguna relación más general.
Hacemos estas observaciones conscientes de que, en todo caso, deben tenerse en cuenta la relación entre la poesía yámbica y los aspectos que M.-P.
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han destacado en el Himno a Hermes y porque la consideración rigurosa de la
cronología provoca numerosos interrogantei en cuanto a la tradición poética
y, paralelamente, las concepciones religiosas del mundo jónico. Por ello también nos habría gustado ver más apoyo bibliográfico en el terreno religioso,
que queda prácticamente copado por el Herme,s tke Tkief de Brown y los paralelos de remotas tribus.
Debemos insistir además en la existencia de argumentos contrarios a la tesis de. M.-P. y a su interpretación del fr. 1 W de Arquíloco en la citada obra
de Aloni (pp. 31 y SS., especialmente 38-9), quien analiza desde otros puntos
de vista la expresión eratdn dóron epistámenos, por lo que no repetiremos aquí
la argumentación.
La idea de la existencia de estadios diversos desde la fase oral absoluta hasta la poesía lírica, pero con cruces sincrónicos, merecía más datos concretos.
No puede hablarse de la «alteración de la oralidad» en Arquíloco sin un solo
ejemplo. Ni es lo mismo defender el distinto concepto que tiene el poeta de
su propia personalidad desde la Odisea a Arquíloco, combinándolo con la
cuestión de la «alteración de la oralidad* con afirmaciones generales, que pasar a una demostración puntual del fenómeno citado.
Otras veces la propia vehemencia argumentativa lleva a los autores a expresarse de forma que consideramos algo exagerada. Tal nos parece cuando en
la página 120, a propósito de la pe~ivenciadel tema de la inspiración por el
vino, se afirma que poetas tardíos como Nicerato (así citado, pero cf. errata)
y Antípatro de Tesalónira «echaban de menos la antigua función de la poesía». Demasiada conclusión para extraer de lo que ya era un topos sin fuerza.
En cuanto al capítulo final, dedicado al Epodo de Colonia, no entraremos
en consideraciones sobre aspectos parciales, referentes a la interpretación detallada del fragmento, sino en la crítica de la tesis resultante, la del carácter
«representativo» del yo poético en este caso y de algunos apoyos que se dan
a la misma. La novedad del capítulo es, sin duda, la riqueza de paralelos medievales que se aportan, fundamentalmente de poesía trovadoresca, y que son
de gran interés. Ahora bien, remitiéndonos al conjunto del libro que ahora
juzgamos, existe, en nuestra opinión, una contradicción, al menos aparente,
entre las diferentes valoraciones de la figura del poeta. Dicho de otro modo
jse puede asumir el papel social del «trickster» y componer con la técnica poética y la intencionadlidad de un «troubadour»? No estamos muy seguros de
que la respuesta pueda ser afirmativa. Incluso admitiendo que no ha de hacerse una «lectura» biográfica y factual en sentido estricto de las experiencias que
el poeta narra, es evidente que la funcionalidad de un mismo motivo, por idéntico que éste sea, no es la misma en boca de un trovador que en boca de Arquíloco ante sus conciudadanos, utilizada para destruir la reputación, de forma
directa o indirecta, de un personaje al que se le puede dañar hasta su misma
imagen pública (en un sentido también «político») y no ya sólo la paz hogareña. De modo que, por muy impersonal o colectivo que resulte el topos, el
contexto lo individualiza, lo polariza ipso facto. Por otra parte, tampoco
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
437
es claro que deba negarse todo valor biográfico a las descripciones de
experiencias personales por parte del poeta. No debe confundirse la dradicionalidad~del mero vehículo narrativo (estructura, topoi, metáforas, etc.) con
la artificialidad del conjunto, aunque con ello no defendamos un realismo a ultranza por parte del poeta ni tampoco un biografismo absurdo. Pero, si se defiende abiertamente la ficción, se han de aportar argumentos más sólidos y un
análisis detenido, tanto desde el punto de vista intra- como intertextual (cf.
Aloni, pp. 73 y SS.,con conclusiones en buena medida similares a las de M.-P.,
que tampoco compartimos plenamente en su formulación, pers sobre una base
más sólida).
Hemos'elogiado los paralelos medievales, aunque hemos criticado el hecho
de que dejan de ser «paralelos» cuando se considera el contexto y la finalidad.
Debemos añadir ahora que los autores disponían de algunos ejemplos más
cercanos y que la bibliografía sobre los mismos es abundante. Por ejemplo,
cuando se habla como novedad del dransfer of epic language to an erotic language», podría haberse tenido en cuenta no sólo a Guillem de Peitieu o Peire
Vidal, sino también a fbico o a Safo, valga el caso, y lo que sobre ello se ha
dicho. Además estaba el resto de la propia obra arquiloquea y, sobre todo, se
echa de menos una demostración completa de fenómeno sobre la base del texto de Colonia entero, con todas sus implicaciones.
No quisiéramos que el conjunto de observaciones precedente arrojara un
balance excesivamente negativo sobre esta obra de M.-P. El interés que las
numerosas sugerencias e ideas del libro encierran es el único móvil de las puntualizaciones efectuadas. Lo positivo de la contribución en conjunto nos ha parecido simplemente que merecía una argumentación más sólida en determinados puntos. Algunas de las precisiones, por otra parte, sólo parten de ideas
arraigadas en el autor de la reseña. Así, por ejemplo, nuestra creencia en que
la poesía de Arquíloco e Hiponacte no son absolutamente equiparables. Se
comprenderá también nuestra sorpresa al encontramos con escasísimos textos
y los menos de naturaleza yámbica pura (verdaderamente de Arquíloco sólo
dos o tres; el que motiva varias páginas en el capítulo IV es una elegía; el del
capítulo V, un epodo). Por último, algunas de las contradicciones señaladas
afectan en general al estado actual de la investigación arquiloquea: de un
biografismo a ultranza hemos pasado a una concepción de «poesía pura» que
parece igualmente fuera de lugar; pero quienes así juzgan a un Arquíloco se
resisten a dejar de ver (difícil sería) la función del poeta como «revulsivo
social*. Más grave aún: aunque se defienda una concepción de la poesía «yámbita» demasiado alejada de la realidad, en la que importa más el medio que
el mensaje, no se puede renunciar a admitir de alguna forma el papel de testigo histórico del poeta, casi de cronista, fundamental en el desarrollo del pensamiento histórico griego. Arquíloco es un buen ejemplo de ello y así se lo reconoce la inscripción de Sóstenes. De ahí el riesgo de inclinarse excesivamente
en cualquier dirección.
438
CARLES MIRALLES Y JAUME P ~ R T U L A S
Debe elogiarse en la obra de M.P. la buena combinación del material tradicional con teorías de tipo sociológico-antropológico, que abren perspectivas prometedoras en el análisis de la poesía yámbica. Por otra parte, son también
numerosos los aspectos en que concordamos con los autores (valor de los testimonios míticos, aspectos como el de los motivos odiseicos y oraculares en la
obra arquiloquea, importancia de la tradición yámbica para la comedia, etc.),
aunque el papel de crítico haga aparentar un espíritu más adverso de lo real en
quien suscribe estas líneas, escritas con el máximo interés por la obra juzgada.
4. ERRATA
Dice
Debe decir
Lugar
p. 17,l. 7
monkey
donkey
apanchesthai ve1 -xasthai
p. 23, n. 25,l. 3
apánchasthai
Hipponaux
Hipponax
p. 26, n. 37,l. 3
ULaxip
ULa4v
p. 27,l. 13
imO nvwv.. .oiov~i
Unó t~vwv...oiov&i
p. 33, n. 5.5
~ikov
~ipov
p. 36,l. 19
p. 53, n. 3,l. 4
Cirene
Cyrene
p. 58, n. 13
Mimmermus
Mimnermus
Archilocheon
Archilocheion
p. 63,l. 3
nee~~~atjj
p. 66, n. 7
xee~&az.ri
pureia
pyreia (cf. Hymn)
p. 96,l. 17
uoeber
ueber (über?)
p. 97, n. 38,l. 2
oiov
o'iov
p. 99,l. 26
Enyalios
p. 101,I. 12 y n. 45, 1. 2 Enialios
crystalizes
crystallizes
p. 103,l. 13,29
crystalization
crystallization
p. 106,l. 14
Lyric
Lyrik
p. 106, n. 56, 1. 1
p. 112, n. 65
Aussluss
Auschluss
p. 136,l. 4
temenss
temenos
«yearning»).
(eliminar coma ante
p. 141,l. 4
p. 145, n. 28,l. 8
De La Torre
de la Torre
p. 145, n. 28,l. 9
Quad.
Cuad.
p. 148,l. 20
Alenxandrians
Alexandrian
Por otra parte debe observarse: El título exacto de la obra de G. Nagy es
The Best of the Achaeans (no of Achaeans; p. 101, n. 46); el de la de O. Tsagarakis es Self-Expression in Early Greek Lyric, Elegiac and Iambic Poetry
(aparece incompleto en p. 138). Por último, en p. 120 se habla de Nicerato,
designándolo como Nicaeratos (por Niceratos) y, a propósito del mismo punto,
en n. 84 se remite a n. 82. de p. 118, donde sin embargo se menciona al poeta
como Nicaenaetus (por Nicaenetus); se trata de la admisión simultánea de los
dos nombres del mismo poeta, de los cuales el de Nicerato es una variante de
la Planudea que hoy día no suele admitirse.
Emilio SUAREZde la TORRE
Universidad de Valladolid
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
439
SOFOCLES:
AS Traquinias. Introducáo, versáo do grego e notas de MARIA(do)
CÉU ZAMBUJO
FIALHO.Instituto Nacional de Investigaqáo Científica; Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos da Universidade de Coimbra,
Coimbra, 1984. 104 pp.
La serie de textos clásicos de la Universidad de Coimbra, que incluía ya
versiones de las piezas sofocleas «Edipo rey» y «Filoctetes», añade en 1984 las
traducciones de «Antígona» y «Las Traquinias*.
El texto de «Las Traquiniaw se presenta acompañado de una Introducción
sucinta, pero bien documentada, que incluye: tratamiento del mito, cronología, carácter de los personajes y sentido de la pieza. La autora apoya con
nuevos argumentos teorías conocidas, o bien se aventura con opiniones de su
propia cosecha. Son bellas las palabras que dedica a la comprensión de los
personajes: la soledad y muerte de Heracles se dibujan frente a la soledad y
muerte de Deyanira; por su parte, el Coro está marcado por una profunda dependencia respecto a la heroína.
La versión se mantiene fiel al original, y es concienzuda y minuciosa, sin
ser literal. Consigue una prosa actual, en la que se consigue reproducir de
cuando en cuando efectos estilísticos del original. Valgan como ejemplos los
VV.1.023 SS.,en los que Heracles, con expresiones reiterativas, se dirige a su
hijo y a los dioses, abatido por el dolor: «Meu filho, onde estás, onde estás tu?
Por aqui, por aqui, pega-me e levanta-me! Ai! Ai! Oh, destino meu! Ataca-me
de novo, ataca-me este mal abominável, funesto, terrível, violento! Oh, oh,
Palas, de novo ele me abate!».
El texto empleado es básicamente el de Pearson; la autora ha acudido ocasionalmente a las ediciones de Dawe (1979) y Easterling (1982). A mi modo
de ver, la traducción peca un poco de prosaica en los estásimos, a los que no
se imprime un tono suficientemente elevado.
Virtud de esta versión es añadir indicaciones escénicas precisas, referentes
tanto a las entradas y salidas de personajes como a gestos o movimientos de
los actores. También las unidades estructurales mayores -episodio, estásimo,
párodo, éxodo- aparecen señaladas.
Un centenar de notas ilustra la traducción, aclarando contenidos, señalando las dificultades de ciertos pasajes de difícil interpretación, e identificando
lugares o personajes.
Añadiré alguna observación que en modo alguno resta valor al trabajo reseñado.
Para la fijación cronológica se refiere la autora (pp. 15 s.) a la anterioridad
de Tr. respecto a O. T., haciendo hincapié en las características que aproximan
las dos piezas. Por ello señala que su fecha es anterior y próxima al 427-426.
Creo que, después del trabajo de Reinhardt (1933), avalado por el estudio
.
440
ELSA G A R C ~ ANOVO
minucioso de Schwinge (19621, no cabe otra datación relativa que su situación
entre Aj. y Ant.: Schwinge fija como término ante quem el 438 (fecha de E.
Alc.).
Es posible que la traducción se hubiera beneficiado en algún pasaje de las
sugerencias de Dawe en Studies on the Text of Sophocles (vol. 111, Leiden,
1978), trabajo que Fialho no maneja.
En la asignación de personajes se evita la distinción entre Coro y Corifeo,
postura que es bastante común. Sin embargo, creo que se hace ya imprescindible señalar que, en el recitado de un episodio, es el Corifeo el que habla
como portavoz del grupo, aunque en otras secuencias resulte dudoso si se trata
del individuo o del conjunto. A este respecto añadiré que los w. 863-870, que
Fialho, siguiendo a Mazon, distribuye entre dos semicoros (863-64, 865-67), a
los que sigue una intervención del Coro completo (868-70), componen, en mi
opinión, una resis del Corifeo, seme-¡ante en cierta media a las resis O. T. 147177 (Edipo) y O.C. 310-23 (Antígona). En los tres pasajes se produce una vacilación en el ánimo del hablante, que duda de la identidad de un personaje
al que oye sin ver (Tr., O. T.), o divisa a lo lejos (O.C.): su emoción se traduce
en expresiones extra metrum que salpican los trímetros (obsérvese que t í rpqpi;
es recurrente en las tres secuencias).
Por último, señalaré que en la nota 41 de la Introducción (p. 24), se adscribe a Kamerbeek la designación de los VV. 205-24 como «peán», pero ya
Masqueray recoge esta consideración (1895, pp. 124 y 309). Mientras que
Kraus (1957, p. 133: eszenisches Chorikon*), Pohlsander (1964, p. 134: «episodic strophe~)o Aichele (1971, p. 50) no consideran este canto como separador de episodios, Rode (1971, pp. 86 y 94) llega a ver en él un estásimo en
ástrofa.
En suma, a la vista de esta versión portuguesa cabe elogiar tanto la iniciativa de la serie como la realización individual de su autora.
NOVO
Elsa GARC~A
Universidad Complutense
V.
BERS, Greek Poetic Syntax in the Classical Age, New Haven and London,
Yale University Press, 1984, XIX+218 pp.
Este libro que, como su autor advierte en el Prefacio, «aims at finding the
precise limits and rationale, whether aesthetic or semantic, of certain syntactical phenomena in classical Greek poetrp, cumple sobradamente tales propósitos, pues no se limita a hacer un estudio de usos sintácticos poéticos en la
poesía sino que lo extiende a un numeroso grupo de autores en prosa de los
siglos V y IV a . c . como base y contraste en su análisis.
DISCUSIONES Y RESEÑAS DE LIBROS
441
En la Introducción el autor manifiesta sus puntos de partida para abordar
el tema. Partiendo de una distinción entre poesía, prosa y verso procede al
análisis de algunos prosistas en el apartado «Problem» Authors: Some Specifics
para poder discutir lo que él llama differeetiae, tras una toma de posición sobre
autenticidad, dialecto y relación con el lenguaje poético. Tales differentiae no
son sino «deviations from a specific form in everyday language» y encuentran
su traducción en 10 que llama «the Pedestrian Gloss», esto es, lo que entendía
el oyente griego como «its functional equivalent in his everyday language»
(P. 13).
Sobre estos dos conceptos aborda el autor sólo un número limitado de temas de la sintaxis poética, el número, el acusativo de dirección sin preposición,
el dativo locativo sin preposición, que prefiere llamar Local Dative, la voz,
subjuntivo y optativo sin partícula, infinitivos de mandato, deseo y exclamativos. Estos temas, seguidos en algunos casos de apéndices, se ordenan en los
siguientes capítulos:
1. Number (acompañado de cuatro apéndices)
la. Some Modern Contributions
lb. The Poetic Plural in Prose
lc. Some Poetic Plurals in Aristophanes
in Tragedy
Id. xqoiv and no¿¡oiv
2.
The Terminal Accusative
3. The Local Dative (acompañado de un apéndice)
3a. The Ablatival Genitive
4. Voice
5. Subjunctive, Optative, and &v
6. Jussive, Optatival and Exclamatory Infinitives.
Tras una última parte de conclusiones todavía se nos ofrecen tres nuevos
apéndices, dedicados a
A) Nominal Constructions
B) The Differentiae in Satyr Drama
C) The Differentiae in Fourth-Century Tragedy
En todos ellos ha partido el autor de la revisión de teorías sintácticas tradicionales o recientes can las que contrasta un amplísimo número de textos.
Aunque en líneas generales todos los capítulos son de parecido interés y utilidad para el estudioso de la sintaxis, el 5 nos parece especialmente original y
rico por su tratamiento de la partícula Qv, así como el 4 el menos personal.
En «Some Conclusions» se formulan una serie de precisiones como resultado de la anterior exposición. Son de destacar entre ellas la de que algunas
differeetiae propias de la «serious poetry», tales como algunos plurales poéticos o el infinitivo yusivo con sujeto en nominativo-vocativo, aparezcan también en el lenguaje coloquial pero no en la «Kunstprosa» de los siglos V y IV,
442
ROSA M A R ~ AAGUILAR
o la de que, en general, las differentiae no separen tan radicalmente como se
suele pensar, las partes líricas de las dialogadas en la tragedia. En los apartados siguientes, Condensation and Precision y Abstraction and Defamiliarisation, llega a la conclusión de que la virtualidad de las differentiae radicaba en
su carácter, menos explícito y más breve, que el de su correspondiente «Pedestrian Glossv (así, por ejemplo, en los casos de «Terminal Accusative» frente a acusativo con preposición, o subjuntivo u optativo con &v). Asimismo en
su carácter abstracto y concentrado dotado de un poder adicional, el de hacer
importante la poesía en tanto que lenguaje dotado de desvío. Y esto también
porque es rasgo propio suyo el aparecer de forma esporádica y no sistemática
(como metro o dialecto), lo que previene su incurrir en familiaridad y caer en
monotonía.
Los tres últimos apéndices analizan temas no incluidos anteriormente. Especialmente de notar es el A que se ocupa de las oraciones nominales. El B
v el C son breves como lo son también los materiales tratados. fndices de autores y textos, de pasajes y un índice general cierran la obra. Sólo nos resta
aiiadir que viene a llenar una función importante en el campo de la sintaxis por
el tratamiento en profundidad y amplitud de la poesía -y la prosa- de los siglos V y IV a.c.
Rosa M.a AGUILAR
Universidad Complutense
J. ALSINA,Tucídides: Historia, ética y política, Ed. Rialp, Madrid, 1981,
359 pp.
De forma concisa, concentrada, amena y desde diferentes ópticas presenta
el Profesor Alsina en este libro la vida y obra del historiador Tucídides, sus
preocupaciones como historiador, como político, como testigo presencial de
los hechos que narra y sus reflexiones filosóficas sobre el imperio, la guerra,
el poder, el dolor, en definitiva, sobre el hombre y la interacción de fuerzas
que actúan sobre él.
En una breve introducción señala el autor que Tucídides, por primera vez
en la historia de Occidente, se plantea los problemas básicos del hecho político: las relaciones existentes entre poder y ética, fuerza y derecho, y se centra
para ello no tanto en la guerra en sí, como en el análisis de sus causas y consecuencias. Traza en el primer capítulo un perfil biográfico de Tucídides, situándolo en su contexto social y cultural y haciendo notar cómo este contexto
moldeó su personalidad. Tucídides, afirma el Profesor Alsina, tomó parte muy
activa en la guerra del Peloponeso y se propuso encontrar una razón al grave
descalabro sufrido por Atenas. Así. pues, motivos de índole personal e ideo-
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
443
lógica le impulsaron a concebir su obra en la que trató de dar una explicación
inmanente al curso del acaecer histórico. Alsina da a continuación las pautas
para comprender el método del historiador: composición anular, en la que al
principio de la obra se expone la tesis por la que estalló este conflicto bélico,
los argumentos básicos y la constatación de la veracidad de la tesis. Mediante
los discursos se objetivan las ideas directrices de los estadistas. Hace notar el
Profesor Alsina cómo los personajes de Tucídides presentan la grandeza de los
héroes trágicos: la ineludible necesidad de elección, el descubrimiento de sí
mismos y la confirmación de su valor precisamente en su caída. Otros factores
trágicos como la hpqxavia de los héroes o la fuerza del destino se halla siempre presente en la obra de Tucídides, pero, presidiendo todo ello, por encima
incluso de la decadencia social descrita, emerge la fe de Tucídides en la razón
humana y su firme creencia en la superioridad de la justicia frente a la villanía.
En un segundo capítulo, titulado «Ética y Política: Ayer y hoy» el autor nos
presenta en primer lugar la actitud de Tucídides como historiador, filósofo de
la historia o político. Presenta después diversos enfoques que autores de nuestro siglo han dado a la obra de Tucídides y a la evolución de su pensamiento.
Finalmente, se plantea la cuestión de la parcialidad tucididea. Aquí el Profesor Alsina opta por superar la concepción positivista de la historia y de la objetividad del historiador, y como fino filólogo afirma que en el análisis de una
obra deben buscarse las leyes propias de la actividad creadora de su autor. Se
alinea, así, Alsina con autores como Wallace, para quien el secreto de Tucídides es la subliminal persuasion en el hábil manejo de la palabra escrita, o
como Hunter, quien ve la estructura de la obra de Tucídides como reflejo de
los esquemas mentales de su autor. El Profesor Alsina termina este capítulo
con la afirmación de que en Tucídides «la actividad racional del estadista le
permite penetrar en el meollo más profundo de la realidad política», aun
cuando no siempre la razón salga vencedora en su enfrentamiento con los
hechos. Este capítulo ofrece interesantes sugerencias desde un punto de vista
epistemológico. En el siguiente «Sobre la Modernidad de Tucídides*, entresaca Alsina una serie de rasgos de la obra del historiador de plena vigencia. Así,
el análisis de las concepciones políticas de los estados y sus posibilidades, de
las condiciones psicológicas de una época, del hecho de considerar la guerra
como un epifenómeno, cuya verdadera causa está en el conflicto por el poder
de dos grandes potencias. Señala Alsina cómo Tucídides destacó que las cuestiones económicas son fundamentales en todo desarrollo social y cultural; empleó el método, hoy tan utilizado en etnología y antropología, de constmir por
indicios todo un género de vida anterior. Se dio cuenta de la inversión de valores que sufre el comportamiento humano en situaciones límite, del divorcio
existente entre ética y política, de las consecuencias de una política de corte
utilitarista. En el capítulo IV se ofrece un detallado análisis de la Revolución
de los Cuatrocientos descrita en el libro VI11 y señala cómo la desmoralización
y el fracaso del régimen democrático fue el punto de arranque para la acción
oligárquica. Presenta el Profesor Alsina en el capítulo V en una precisa, fiel
y estilísticamente cuidada versión castellana del original griego, una selección
444
MERCEDES LÓPEz SALVÁ
de textos de la obra de Tucídides, representativos de las preocupaciones ideológicas del historiador. El capítulo VI «Los críticos tienen la palabra» consiste
en una granada selección de dieciocho textos de autores modernosque exponen sus puntos de vista, discrepantes a veces, sobre algunas de las cuestiones
cruciales tratadas por Tucídides. Termina el libro con dos apéndices: El primero es una puesta al día sobre la cuestión tucididea desde los trabajos de
Roscher y Ullrich de mediados del S. XIX hasta los más recientes de Westlake
y Finley. Alsina razona por qué la filología tras cien años de estudio vuelve a
la tesis inicial de Roscher, quien en 1842 ya sostuvo que Tucídides redactó la
totalidad de su historia, una vez terminada la guerra del Peloponeso. El segundo apéndice es una selección por temas de la bibliografía tucididea del S. XX.
Con este libro queda Tucídides situado en el puesto que le pertenece como
iniciador de toda la filosofía política occidental. Para todo aquei que intente
comprender las leyes que originan el fenómeno del poder esta obra le será de
indudable interés, al lego en la materia por su diáfana claridad, al especialista
por las múltiples sugerencias que se ofrecen en cada capítulo, por el interés de
los temas abordados, por las múltiples perspectivas desde las que se contemplan, por la selección bibliográfica, así como por el desbrozamiento de nuevos
caminos que abren campos de investigación.
Lástima que una editorial como Rialp, de tan merecido prestigio humanístico, no haya puesto un poco más de cuidado a la hora de imprimir las pocas
palabras citadas en griego.
Mercedes LOPEZ SALVA
Universidad Complutense
Carro1 MOULTON,
Aristophanic Poetry, Gottingen, Vandenhoeck & Ruprecht,
1981 (Hypomnemata 68)
En 1981 sale a la luz un libro de C. Moulton con el título, tan general como
ambicioso, de Aristophanic Poetry, cuyo primer capítulo es un artículo, revisado, que publicó en 1979 en MH. A pesar del título y del objetivo enunciado
en la introducción, que hacen esperar un estudio general de la poesía aristofánica que englobe los trabajos parciales realizados hasta la fecha de la publicación, se trata, simplemente, del análisis y posterior interpretación, con mayor o menor acierto, de algunos pasajes de comedias y de dos de ellas, Pax y
Thesmophoriazusae, en su conjunto. No parece adecuado, en consecuencia, el
título del trabajo, o, al menos, esperaríamos una restricción con un subtítulo
en la línea de «Observaciones sobre el arte poético de Aristófanesw o «Algunos aspectos del quehacer poético de Aristófanes-.
Ya al comienzo mismo de la breve introducción encontramos una deficiencia metodológíca que tendrá graves consecuencias: el autor acepta, sin discusión,
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
445
«the observation that the plays contain a unique mixture of sweetness and
ribaldry», p. 11. Si bien es verdad que, como él mismo indica en el preludio,
no tuvo oportunidad de leer el sugerente artículo de Silk en Aristophanes: Essays in Znterpretation, ed. por Henderson (en Yale Classical Studies, 26, 1980),
en el que este autor rompe con la concepción tradicional de Aristófanes, no
es esto excusa, sin embargo, para que un crítico literario emprenda un estudio
con ideas preconcebidas. Asimismo, si, como pretende, va a realizar un estudio de los mecanismos poéticos de Aristófanes, debió prestar más atención
desde el principio a los estudios parciales realizados sobre el estilo de Aristófanes, a los que dedica únicamente unas escasas líneas. En general, pero sobre
todo en sus tres últimos capítulos, la lectura se vuelve pesada debido a la cita
de pasajes extensos incluyendo siempre la traducción de Rogers. Este interés
por traducir los versos hace que el estudio sea reiterativo, dado que a ella sigue en gran número de ocasiones un comentario argumental, con el que hubiese bastado, siendo necesario que indicase la traducción únicamente donde
hubiese problemas de interpretación.
En lo que se refiere al cap. 1, «'The Lyric of Insult and Abuse», nos parece,
en general, aceptable, tanto su análisis, en el que tiene en cuenta diversos procedimientos estilísticos, incluyendo los fónicos (en concreto en las pp. 21 y 4344), como el intento de integrar los pasajes estudiados en el contexto en el que
aparecen. Asimismo es interesante su explicación de la interrelación existente
entre los elementos de la vida cotidiana de una mujer y de la política en la imagen del tratamiento de la lana, VV.567-586 de Lysistrata, en el cap. 11. Desarrolla en su análisis indicaciones aparecidas en comentarios del pasaje, como
el de Wilamowitz (Lysistrate, Berlín, 1927, pp. 157 s.). También retoma y desarrolla las ideas expresadas por este autor al enjuiciar la parábasis de Lys.
(Wilamovitz, o.c., pp. 57 y 159), a la que considera un segundo agón entre los
coros de mujeres y hombres. Nos parece, en efecto, acertado, como también
el análisis de las escenas finales de la comedia, si bien puede observarse que
se centra en demasía en un único aspecto de la obra, el político.
En el cap. 111 se propone analizar las técnicas con las que Aristófanes
enlaza fantasía y sátira con elementos propios del género pastoril y del aromancen en la Pax, así como demostrar que toda la comedia gira en torno al
elemento festivo. Con respecto a lo primero, se observa, en principio, otro
error metodológico, puesto que prácticamente no define los dos géneros a los
que se refiere, si exceptuamos una brevísima nota al final del apartado (n. 59,
en la p. 100), en cuanto al género pastoril, y referencias muy vagas al argumento
del «romance», siguiendo la descripción que de él hace N. Frye (p. 101 c.). A
ello hay que unir el hecho de que no ofrezca pasajes típicos de estos géneros,
cuando, sin embargo, se muestra tan generoso en la cita y traducción de versos
de Aristófanes. Del mismo modo, consideramos negativo el que Moulton no
cite pasajes de otras obras de Aristófanes en las que aparecen los mismos rasgos que califica de propios del género pastoril y del «romance», que, a nuestro
entender, debió tener en cuenta con la finalidad de establecer diferencias con
respecto a los de la Pax. Así, por ejemplo, se puede observar el recuerdo del
446
CARMEN MORENILLA TALENS
campo y la alabanza de los placeres sencillos en Ach. ; el hecho de que el protagonista se exponga a un riesgo aparece, entre otras comedias, en Ach.,
Vesp., o Lys., como el que su acción reporte un bien para la sociedad en Ecc.
o Lys.
Lo mismo cabe decir con respecto a la afirmación de que la fiesta es el
elemento esencial de Pax, que se encardina en torno a una fiesta negativa,
preparada por Pólemos, en la primera parte, y otra positiva, por Trigeo, en la
segunda. Pero el análisis de la primera fiesta y su entorno nos parece, en ocasiones, demasiado subjetivo; la segunda fiesta es normal en comedia, como
puede observarse en Ecc., Ach., o en las invitaciones de Lys., lo que no es tenido en cuenta.
No convence tampoco la interpretación de Thesm., cap. IV, como fusión
de farsa y parodia, en la que la imitación es la celebración del arte poético, con
vistas a lo cual usa Aristófanes la parodia a modo de medio de transformación
de caracteres y lugares. Cree que Agatón y Eurípides son escogidos para esta
comedia por ser representantes del dominio y la experimentación en la tragedia contemporánea, no siendo, salvo en escasa medida, el propósito de la obra
su crítica, cuando sabemos, por otras comedias, que Aristófanes censura constantemente las innovaciones de Eurípides. La elección de las parodias que
Moulton interpreta en el sentido indicado, creemos, sin embargo, que encuentra plena justificación en el desarrollo mismo de la acción dramática, sin ser
necesario ver en ella la celebración del arte poético.
Sobre el papel central que confiere a la oposición hombrelmujer y a las
«impersonations», pp. 120 SS.,o cambio de sexo de los personajes, en este caso
masculinos que se hacen pasar por femeninos, a pesar de reconocer la importancia de este aspecto en Thesm., llama la atención el hecho de que Moulton
no haga referencia a otra comedia de Aristófanes en la que se produce un cambio masivo de sexo con la finalidad de apropiarse de un papel reservado al
sexo contrario, extensamente preparado ante el público y cuyas consecuencias
se extienden a la obra entera. Se trata de Ecc., en que las mujeres se disfrazan
de hombres, e incluso, una vez dejados los disfraces, se comportan como tales,
ya que ellas dan las órdenes. En cambio, sí se refiere Moulton, de pasada, a
la asunción por Lisístrata del papel de hombre, al ser ella la que organiza la
política.
A pesar de ello, es interesante el intento de Moulton de unificar todos los
elementos de la comedia, dándole un sentido de conjunto. Parece, sin embargo, haber olvidado por completo, salvo en una cita de Max Beerbohm al final
de la comedia, p. 145, que la función primordial de un autor cómico es hacer
reír. Si lo hubiese tenido en cuenta, quizá hubiera encontrado sentido a aparentes contradicciones que se esfuerza en comprender forzando el texto.
Por último, quisiéramos hacer una breve referencia a la bibliografía que ofrece. En primer lugar, se hubiese agradecido una clasificación previa a la alfabética.
Al menos consideramos imprescindible la distinción entre ediciones, comentarios,
traducciones y escolios de las comedias y la bibliografía secundaria.
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
447
En segundo lugar, encontramos ausencias graves, como, por ejemplo, los
estudios de A. M. Komornicka sobre figuras estilísticas y parodias; sobre este
último tema, los trabajos de Kleinknecht y de Pucci; Dithyramb, Tragedy and
Comedy (Oxford, 1962), de Pickard-Cambridge, obra clásica en lo que se refiere a comedia, y, en particular, a su estructura; el estudio de M. Vilardo sobre la comicidad de la Pax, etc.
Es, pues, este trabajo de Moulton una aportación interesante en aspectos
particulares del estilo de Aristófanes, pero que, entre otras deficiencias ya señaladas, no cumple en absoluto lo que el título y los objetivos previos indican.
Carmen MORENILLA
TALENS
Universidad de Valencia
MANUELde OLIVEIRAPULQUÉRIO,Platho. Apologia d< Sócrates. Críton.
Introducho, versho do grego e notas de M. de O. P. Coimbra, Instituto Nacional de InvestigacfidCientífica. Centro de Estudos Clássicos e Humanísticos da Universidade de Coimbra, 1984. Un vol. en 4." de 93 pp.
En este nuevo volumen (el número 20) de la colección «Textos Clássicos~,
del Instituto Nacional de Investigacfio Científica, aparecen las traducciones al
portugués de la Apología y del Critón precedidas de unas breves introducciones, y seguidas de unas notas y bibliografía también breves.
En ambas introducciones el autor describe las líneas esenciales de los dos
diálogos, con aclaraciones de tipo histórico o judicial que pretenden hacer accesible su lectura a un público mayoritario. En lo concerniente a la Apología,
la divide en tres partes: l.a «O acusado defende-se»; 2." «Declarado culpado,
Sócrates sugere a própia pena»; y 3.a «Condenado a morte, Sócrates julga os
seus juizess. La primera, a su vez, la subdivide en tres apartados: «resposta As
antigas acusac$es»; «resposta As acusac6es de Meleto~;y ejustificao da actividade do filósofo, A luz de una ordem divina». En el primero, Manuel de Oliveira trata de armonizar las dos afirmaciones contradictorias que Sócrates hace
en la Apología (19 c) y e1 Fedón (96 a y SS.) respecto de la investigación de
los fenómenos subterráneos y celestes. En el segundo, analiza la respuesta a
Meleto, contraponiendo la argumentación platónica al enfoque que Jenofonte
da a esta cuestión. En el tercero, presenta la mención del Oráculo de Apolo
y la obediencia al mismo por parte de Sócrates como la gran demostración de
la piedad del filósofo, y como punto esencial de su defensa.
En la segunda parte, se ocupa el autor de la contrapropuesta de socráticos,
una vez condenado, a la tímesis solicitada por sus acusadores.
En la tercera, de las palabras dirigidas por Sócrates a los Jueces, una vez
condenado a muerte.
448
CONSTANTINO F A L C ~ N
En la introducción al Critón, es de destacar la contraposición que el autor
establece entre la postura de Sócrates en este diálogo, respecto de las Leyes,
y la que adopta én la Apología (32C-d), frente a una orden de los Treinta. Partiendo de este último pasaje, consigue Manuel de Oliveira poner de manifiesto
que no hay más que aparente contradicción entre las posturas de Sócrates, en
el Critón, y Antígona, en la tragedia sofoclea.
La traducción, a nuestro juicio, constituye un acierto, al conseguir, especialmente en el Critón, trasladar a un portugués vivo y coloquial -pero no
p r o s a i c e la estudiada frescura y espontaneidad de ambos diálogos.
Las notas, por el contrario, nos parecen insuficientes y, en ocasiones, poco
exactas'. Igualmente nos ha parecido muy escasa la bibliografía, que sólo incluye las ediciones de Croiset y Burnet. Y, por lo que respecta a los estudios
d o c e se citan únicamente-, es de lamentar la total ausencia de bibliografía
en espafiol, italiano o alemán.
En resumen, una buena versión portuguesa de la Apología y el Critón con
unas introducciones, notas y bibliografía dirigidas a un público muy amplio.
Constantino F A L C ~ N
Universidad Complutonse
The Cambridge History of Classical Literature, Volume 11: Latin Literature,
Edited by E. J. KENNEYand W. V. CLAUSEN,
Cambridge, Cambridge Uni974 4 láminas. 40 £
versity Press, 1982. Pp. XVIII
+
+
Para quienes pensamos que los manuales de literatura no deben limitarse
a una fría enumeración de datos, sino que también deben ofrecer valoraciones
literarias basadas en una lectura crítica de las grandes obras, la aparición de
un nuevo manual de literatura latina constituye una agradable noticia. L L no
es una historia literaria similar a las tradicionales de Cchanz, Teuffel, Duff o
Bickel; su aproximación a los autores latinos es más crítica que descriptiva y,
aunque los editores han sacrificado la coherencia de los manuales tradicionales
a la apreciación de un equipo, el resultado final es positivo en líneas generales.
Porque, ¿qué se desea encontrar en un buen manual de literatura latina? Me
' Se echan en falta en la Apología -por poner sólo dos ejemplos- sendas notas
a Eveno de Paros (sofista y poeta al que se hace referencia en otros dos diálogos platónicos: el Fedón 60 D y el Fedro 267 A) y a Apolodoro (presente también en otros
dos diálogos: el Fedón 59 A y el Banquete 172 B). Por otra parte, en la nota 2 al Critón se afirma equívocamente: «O envio anual desta nau a Delos... commemorava a
proeza de Teseu que libertara Atenas dos sacríficios humanos quz lhe impunha o Minotauro~.No era precisamente el Minotauro, sino Minos, quien imponía el tributo.
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
449
figuro que el profano buscará una información básica sobre los escritores latinos, mientras que el especialista pretenderá encontrar, además, una síntesis
de los problemas literarios que plantean sus obras, tales como tradición y originalidad, forma y contenido, marco histórico y resultados de la reciente investigación filológica. LL responde adecuadamente a tales exigencias.
Los editores han distribuido el libro en las siguientes partes1: 1 Readers and
Critics, que viene a ser una introducción general de cultura literaria antigua;
11 Early Republic, hasta las sátiras de Lucilio; 111Late Republic, hasta Virgilio;
IV The Age of Augustus; V Early Principate, desde Persio a A. Gelio; VI
Later Principate o literatura tardía, con la inclusión al final de Apuleyo por
decisión «estética» de E. J. Kenney; VI1 Epílogo. Cierran el libro dos apéndices, uno, extenso, de autores y obras con bibliografía incluida, y otro, breve,
métrico. Se añade también una lista de obras citadas en el texto y un índice
fundamentalmente de nombres propios. Falta, sin embargo, un índice de materias, indispensable en un manual tan voluminoso. La redacción ha sido confiada a un equipo de especialistas que gozan de merecida fama en filología
clásica: E. J. Kenney (libros y lectores en el mundo romano; breves introducciones a las partes 111 y IV; Ovidio), M. Winterbottom (crítica literaria en la
introducción general), G. Williams (la génesis de la poesía en Roma), A. S.
Gratwick (literatura de época arcaica), W. V. Clausen (neotéricos; Teócrito y
Virgílio), A. Dalzell (Lucrecio), L. P. Wilkinson (Cicerón; Geórgicas), F. R.
D . Goodyear (Salustio; poesía menor del s. 1 d.C.; prosa desde Petronio hasta
A. Gelio), R. M. Ogilvie (César; Livio), N. Horsfall (prosa y mimo), R. D.
Williams (Eneida), N. Rudd (Horacio; Persio), G. Luck (elegía), J. C. Bramble (figuras menores de época augústea; Lucano; Marcial y Juvenal), D. W.
T. C. Vessey (introducción al s. 1 d.C.; épica flavia), C. J. Herington (Séneca
el Filósofo), R. Browning (literatura tardía), P. G. Walsh (Apuleyo y el epílogo sobre tradición clásica) y M. Drury (apéndices e índices).
La objeción principal que se podría hacer a EL es el desequilibrio que presenta no sólo en el tratamiento de autores y géneros, sino también en los enfoques dados a los mismos por los diferentes especialistas. Tal vez eso misino
redunde en beneficio de la interpretación literaria, si aceptamos que en literatura es difícil llegar a respuestas sencillas y definitivas2. Así debió pensar el
editor, cuando en el prefacio nos recuerda que se dejó libertad de acción a
cada miembro del equipo redactor. Todo ello implica que se estará de acuerdo
con unas contribuciones y no tanto con otras. He aquí mis impresiones.
' En 1983 ha sido reeditado el presente manual en cinco volúmenes de bolsillo:
Part 1: The Early Republic, VI1 223 pp.; Part 2: The Late Republic, VI 153 pp.; Part
3: The Age of Augustus, VI 239 pp.; Part 4: The Early Principate, VI1 240 pp.; Part
5: The Later Principate, VI 154 pp.
Para diferentes métodos de aproximación a la obra literaria, léase ahora a J.
ALSINA,
Problemas y métodos de la Literatura, Madrid, Esyasa-Calpe, 1984, pp. 81102.
450
ANTONIO RAM~REZDE VERGER
Las páginas introductorias vienen a ser el fundamento de todo el volumen.
Kenney repasa cuestiones que no por sabidas carecen de importancia literaria,
como que el libro antiguo se escribía para ser leído en voz alta (recitatio), que
el formato del libro antiguo era diferente (volumen) y que el triunfo del codex
sobre el papiro y el pergamino fue decisivo para la transmisión de los textos
antiguos, tal como en nuestros días el microfilm o la microficha serán factores
determinantes en la preservación de nuestros clásicos. Las características materiales del libro antiguo y su lectura explican algunas de las diferencias de la
literatura antigua respecto de la moderna: tradicionalismo y, sobre todo, oralidad3. Winterbottom, en una magnífica lección de crítica literaria, nos introduce en el significado que tenía la literatura para los mismos romanos, ya fueran críticos académicos, como Quintiliano o Macrobio, o ya fueran críticos de
sus propias obras, como Cicerón y Horacio. Faltan, sin embargo, algunas páginas sobre historia de los textos al modo, por ejemplo, de E. Bicke14.
G. Williams defiende en unas breves pero ajustadas páginas la influencia
griega tanto en el versus quadratus como en el saturnio, tesis defendida en el
último caso por Th. Cole en 1969, no en 1972, como se asegura en pp. 57 y
943. De la pluma de Gratwick salen unas inmejorables páginas sobre literatura
arcaica. Se recrea en Ennio, poeta fundamental para la poesía latina posterior,
ofreciendo una sugestiva interpretación de un mismo pasaje tratado por Homero (11. XXIII 118-120), Ennio (187-191 Vahlen) y Virgilio (Aen. VI 179-182
y XI 135-138), que no por leída en otros lugares resulta reiterativa. Acertado
me parece también el apartado «Plauto y sus modelos» (pp. 96-103); en él
incorpora el reciente descubrimiento papirológico del Dis Exapaton de
Menandro5, que ha resultado ser el original de Plauto, Bacchides, 494-562. En
ocasiones deshace con razón fáciles generalizaciones, como la de considerar a
Catón el Censor «an Italian chauvinist~(p. 150); se puede demostrar que Catón se valió de fuentes griegas para la composición de los Origenes y que conoció la retórica griega, como se refleja desde el mismo exordio de su discurso
más famoso, el Pro Rhodiensibus6.
Si los romanos compusieron sus obras dependiendo conscientemente de los
griegos, no debe sorprendernos que Clausen se extienda en Calímaco (pp. 181
SS.)para explicar a los neotéricos y, sobre todo, a Catulo, y en Teócrito (pp.
301 SS.) para entender mejor las Bucólicas de Virgilio. Su método de presen-
«El estudio de la liCaracterísticas explicadas extensamente por J. CLASSEN,
teratura latina», Emerita 45, 1977, pp. 128-142.
Historia de la literatura romana, Madrid, Gredos, 1982, pp. 15-66. Merece la
pena resetiar la aparición de una obra que viene a llenar el hueco dejado por LL:
Texts and Transmission, ed. by L. D. REYNOLDS,
Oxford, 1983.
Menander and Plautus. A Study in
La editio princeps en E . W . HANDLEY,
Comparison, London, 1968.
El asunto es tratado por A. E. ASTIN,Cato the Censor, Oxford, 1978, pp. 157181 («Cato and the Greeks*), obra no recogida en la bibliografía de LL.
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
45 1
tación se basa en la continua ilustración textual de sus afirmaciones. De Catulo
selecciona las poesías 64, 1, 51, 58, 36, 31, 85, 109 y 50; de Virgilio, las Bucólicas 1, 4 y 6. Dos reparos, empero, debo hacer. En primer lugar, el foedus
amtcitiae de la poesía 109 de Catulo representa el inicio de una metáfora amorosa más íntima, el foedus amoris de los poetas elegíacos posteriores (p.e. Tib.
1 9; Prop. 1 15 o 111 20; Ov. Am. 11 3). No se trata de que los eelegíacos augústeos la olvidaran* (p. 204), sino que más bien la potenciaron (un caso de
simple foedus amicitiae es Ov. Trist. 1 8), y no es que «Lesbia propone amor
y Catulo opone amicitia- (ibid.), sino que Catulo desea que el amor de Lesbia
hacia él sea tan fuerte y duradero como la relación de amistad que se establecía en la Roma de su tiempo entre dos ciudadanos o dos pueblos7. En segundo
lugar, echo de menos en su análisis de las Bucólicas de Virgilio lo que el Profesor Kenney ha dado en llamar recientemente la «sensibilidad elegíaca~de
Virgilio8. Me hubiera gustado leer algo sobre los amores de Condón por Alexis (Buc. 2) o sobre el suicidio de amor de Damón (Buc. VI11 17-60).
A. Dalzell intenta acabar con algunas ideas preconcebidas y no suficientemente demostradas sobre Lucrecio, que no fue un ateo ni un poeta pesimista
ni simplemente epicúreo; incluso su poema pertenece a la tradición presocrática, especialmente, por la influencia de Empédocles. Respecto a la forma,
tampoco acepta la doctrina de los dos estilos, defendida por Kenney9, uno
para las partes narrativas y otro para las más <patéticas». Es mejor pensar en
diferencias de tono que en diferencias de estilo (p. 221). De otra parte, es
agradable leer una interpretación optimista del controvertido himno a Venus,
con el que se abre el De rerum natura; con él Lucrecio ha querido señalar la
belleza y majestad del mundo y la dificultad de su tarea al iniciar un poema
de altos vuelos, para lo que necesita la belleza de las palabras y el poder persuasivo del discurso; de ahí su invocación a Venus.
Los prosistas reciben un tratamiento peor que los poetas. Como dice P.
Grimal, es «una tendencia de la erudición británica»'O. No obstante, no falta
lo fundamental, como el estilo periódico de Cicerón (pp. 238,248-9), o el conciso y abrupto de Salustio (pp. 278-9), o el simple de César (pp. 284-5). Ahora
bien, no encuentro justificación suficiente a que no se cite ningún pasaje como
ilustración de los estilos de Salustio y César, ni que este último sea despachado
en cinco páginas.
Algunos capítulos eran ya conocidos. Así, las páginas que Wilkinson dedica a
las Geórgicas proceden de su excelente libro The Georgics of Virgil (Cambridge,
1969), decisivo para entender la obra virgiliana como «el primer poema en el que
el elemento descriptivo es la fuente principal de placer* (p. 323). R. D. Williams,
en cambio, ha ampliado y mejorado su Virgil (Oxford, 1967, pp. 22-24).
' Cf.J . HELLEGOUARC'H,Le vocabulaire latin des relations et des partis politiques sous la République, París, 19722, pp. 23-90.
En «Virgil and the Elegiac Sensibility*, ICS 8, 1983, pp. 44-59.
En Lucretius. De rerum natura, Book 111, Cambridge, 1971, pp. 14-17.
'O
REL 60, 1982, p. 393.
452
ANTONIO RAM~REZDE VERGER
De la misma forma que Dalzell, N. Rudd critica la simplificación a que se
ve sometida la figura de Horacio: poeta cortesano, de vida feliz y sencilla. Horacio no debe ser reducido a cómodos contrastes: poesía pública y privada, urbana y rural, estoica y epicúrea, elevada y simple. En el poeta venusino no es
raro detectar tonos y calidades diferentes en un mismo tema; puede componer
una oda memorable sobre su logro poético (111 30) u otra pobre sobre lo mismo (11 20), una gran oda romana (111 4) o una inferior (111 2), un fuerte ataque
a la belleza ajada (1 25) u otro más débil contra Lice (IV 13), un impresionante
tributo a Druso (IV 4) u otro menos atractivo a Tiberio (IV 14). Para el crítico
la oda que resume la esencia del espíritu horaciano es Tyrrhena regum (111 29),
donde el pasado griego vive en el presente romano y donde surge la fusión inimitable de la grandeza e intimidad, y de la solemnidad y el humor (p. 404).
Yo, por mi parte, no sabría decir qué oda me gusta más, si la 1 12, la 11 14,
la 111 25 o la IV 4.
El capítulo dedicado a la elegía amorosa latina es decepcionante. Sólo la
introducción y las características generales de la elegía mantienen el nivel esperado del Prof. G. LuckH. En ocho escasas páginas da cuenta de C. Galo,
Tibulo, Propercio y las elegías de Ovidio, cuando se dedican 70 a Virgilio, 40
a Cicerón, 38 a Ovidio, 35 a Horacio, 28 a Catulo y los neotéricos, 26 a Marcial y Juvenal, 25 a Lucano, 24 a la épica flavia, 22 a Séneca el Joven, 16 a Ennio, 13 respectivamente a Lucrecio, Salustio y Tácito, 12 a Apuleyo, 9 a Livio
y 5 a César. Sólo me cabe pensar que el citado profesor se limita a insinuar
lo que ya expuso en su conocido libro antes citado. Nada leemos sobre el reciente descubrimiento de unas poesías atribuidas a C. Galo12, ninguna mención sobre los tradicionales temas o motivos elegíacosI3, y ni siquiera se apoyan las valoraciones de los poetas con algun pasaje ilustrativo. Y lo que es
peor, ¿quién podrá deducir de sus páginas la finura desesperada de Tibu!o, el
tersus atque elegans soiiador de amores imposibles, o el apasionamiento de
Propercio o la burla de tiernos amores por parte de Ovidio?
Ovidio, sin embargo, es otro de los autores que sale revitalizado del análisis de Kenney. Me han gustado especialmente las páginas dedicadas a las Heroidas. Las figuras de Fedra, Dido y la pareja Hero y Leandro (pp. 423 SS.)
son analizadas de forma magistral.
Tanto el trato dado a Livio por Ogilvie como a Tácito por Goodyear resultan muy inferiores a las sinopsis ya conocidas de Walsh para Livio14y la del
mismo Goodyear para Tácito15. En Livio, por ejemplo, no se insiste en una de
"
Es ya clásico su libro, The Latin Love Elegy, London, 1969.
Cf. R. D. ANDERSON,
P. J. PARSONS
and R. G. M. NISBET,«Efegiacs by
Gallus form QASR IBRIM»,JRS 69,1979, pp. 125-155, con el texto en pp. 138 y 140.
l3 Se podrían citar, entre otros: erotodidaxis, komos, renuntiatio amoris, militia
amoris, rixae in amore, servitium amoris, o el ya citado foedus amoris.
l4
Livy, Oxford, 1974.
l5
Tacitus, Oxford, 1970.
l2
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
453
las características principales de la presentación de su historia: la dramatización16; tampoco se alude al período liviano en un escritor eminentemente estilista". Sobre Tácito, es obligado ahora reseñar el reciente descubrimiento
epigráfico, la Tabula Siarensis, encontrada en 1982 a unos 16 Kms. de Utrera
(Se~illa)'~
tal; vez ya no sea aventurado hablar también de «dishonesty» (p.
650) en el tratamiento parcial de Tiberio en los Anales.
El capítulo de «Figuras menores» (pp. 467-494) destaca por 10s análisis de
la Appendix Vergiliana y de un gran poeta, poco estudiado, Manilio, cuya historia sobre Perseo y Andrómeda (Astr. V 538-630), deudora pero diferente de
Ovidio (Met. IV 663-739), merecería figurar en las mejores páginas de la poesía latina.
Las páginas destinadas al s. 1 d.C. pretenden acabar con la idea estereotipada de la llamada edad de Plata considerada como «decadente, retórica
o barroca*. Vessey pone !as cosas en su sitio, cuando interpreta el estilo de la
época como diferente o nuevo mejor que retórico en el sentido despectivo del
término. Las obras de Séneca, Lucano, Estacio o MarciaI deben ser comprendidas por lo que son en sí, no por lo que se diferencian de las obras de época
de Augusto.
Dos muestras de lo anteriormente expuesto son los estudios de Séneca el
Joven y de la épica flavia. Herington analiza las tragedias de Séneca en sí mismas, no a partir de Eurípides; elige al Tiestes para ejemplificar el método senecano en sus tragedias: usar un estilo basado en la brillantez verbal y el gusto
por las sententiae para representar las tentaciones del poder político y los efectos de la cólera en el alma de un tirano. Vessey se esfuerza por destruir la Imagen de Estacio como poeta vulgar o vil. Si su libro anterior sobre la Tebaida19
marcó un hito en la revalorización de la épica estaciana, sus páginas dedicadas
a las silvas (pp. 564-572) nos ayudan a entenderlas en su justa medida. No ocurre lo mismo con el Lucan de J. C. Bramble, para quien la Farsalia no responde a una estructura clara ni tiene un héroe concreto ni un tema evidente; su
ritmo es prosaico, el léxico impropio de la épica y las convenciones literarias
brillan por su ausencia. Tal juicio crítico lo hubiera firmado Quintiliano (1.0.
X 1, 90) o el mismo Petronio (Sat. 119-129). El error de Bramble estriba en
hacer justamente 10 contrario de lo aconsejado por Vessey: valorar a Lucano
a partir de Virgilio, siendo así que el gran poeta cordobés compuso una épica
diferente, como distinta fue de la prosa ciceroniana la prosa de los tratados
l6
Léase el valioso artículo de A. H. MACDONALD,
«The Style of Livy», J R S 47,
1957, pp. 168-170.
l7
Cf. J. DANGEL,
La phrase oratoire chez Tite-Live, París, 1982, y un resumen
en REL 54, 1976, pp. 221-239.
l8 Datos, edición, traducción y comentario por J. GONZALEZ
y Fernando FERNANDEZ,
«Tabula Siarensis», Iura 32, 1981 (= 1964), p. 1-36 y J. GONZALEZ
en ZPE
55, 1.984, pp. 55-82.
l9
Statius and the Thebaid, Cambridge, 1973.
454
ANTONIO RAM~REZDE VERGER
senecanos. El genio poético de Lucano es indudable; recuérdese, como muestra, la descripción de una poetica tempestas, la tormenta de César (IV 476520).
Desfasado me parece el capítulo titulado «Retórica y Filología» (pp. 674680). De Quintiliano sabemos más por las páginas de M. Winterbottom en la
introducción general (pp. 39-43) que por las rutinarias impresiones de Goodyear. Los apartados Fronto y Aulus Gellius saben a anticuados. No es sostenible ya20 el empecinamiento de no relacionar el movimiento arcaizante latino
del s. 11 d.C. con el aticismo griego de la época, un mismo reflejo de la Segunda Sofística, que fue un movimiento literario que afectó tanto a los latinos
como a los griegos. En este marco hay que entender también a Apuleyo, relegado, como se ha señalado antes, al último lugar del manual. El madaurense
fue un auténtico sofista de la época, con la misma educación, los mismos temas
y el mismo estilo que los sofistas griegos de su tiempo2'.
R. Browning repasa las características generales de la literatura tardía: pérdida de la unidad cultural entre el griego del este y el latín del oeste; auge de
los centros literarios fuera de Roma, como Milán, Constantinopla o Alejandría; síntesis de tradición clásica y cristianismo en el oeste, pero confrontación
en el este; tono declamatorio de la literatura tardía; desaparición de las fronteras genéricas (p.e., panegíricos que parecen poemas Cpicos, poemas didácticos en dísticos elegíacos o dogmas cristianos escritos en composiciones líricas
al estilo de Horacio); y, por último, el carácter gradual y no revolucionario de
los cambios producidos en la vida y en la literatura. Las mismas cualidades de
síntesis y claridad emergen en los capítulos que desarrollan la Antigüedad tardía que es estudiada por géneros: Poesía (pp. 692-722), Biografía (pp. 723731), Historia (pp. 732-754), Oratoria y Epistolografía (pp. 755-761), Erudición y el pasado (762-769) y Figuras menores (pp. 770-773).
El epílogo, aunque breve, viene a cubrir un hueco de los manuales tradicionales: la tradición clásica en el medievo.
La bibliografía recogida en un apéndice llega hasta 1975 e inclusiones esporádicas posteriores. Otros críticos ya han señalado ausencias significativa^^^. Se podrían añadir muchas más. Baste decir que sólo he encontrado una cita bibliográfica en español (p. 825 a Accio, CFC, 1974,249-302) y que podrían haberse
incluído ediciones, como las de Valerio Flaco (Ehlers, Stuttgart, 1980) o de
Frontón (Portalupi, Torino, 1974); comentarios, como el de Hsracio (K.
Quinn, Odes, Macmillan, 1980); estudios, como la puesta al día del mismo
Horacio (ANRW 11 31.3, 1981) o el estudio de la fábula del Prof. R. Adrados
'O
Véase mi discusih en Faventia 5, 1, 1983, pp. 77-78 y n. 65.
Cf. P.e. R. HELM,«Apuleius' Apologie, ein Meisterwerk der zweiten Sophistik», Altertum 1, 1955, pp. 86-108.
22 R. G. M. NISBET
en JRS 73, 1983, p. 179 y S. M. GOLDBERG
en CJ 79, 1984,
p. 370.
''
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
455
(Madrid, 1979, 1, 1-2); o incluso artículos valiosos, como el de M. Ferrari para
el descubrimiento de algunos versos de Rutilio Namaciano (Italia medioevale
e umanistica 16, 1973, pp. 1-41). La lista sería, insisto, interminable.
Ante los numerosos aciertos y no pocos errores de este nuevo manual, no
queda sino recordar que escribir una Historia literaria sólo está al alcance de
muy pocos. El caso de A. Lesky no ha encontrado parangón en la literatura
latina. De todos modos, hay mucho más de aceptable que de rechazable en LL
y de forma global The Cambridge History of Classical Literature, ya completa
con la reciente aparición del volumen dedicado a Literatura griega, es ya un
manual imprescindible para el filólogo clásico.
Antonio RAM~REZ
de VERGER
Univqsidad de Sevilla
M." A. F. MART~N
SANCHEZ,El ideal del sabio en Séneca, Córdoba, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba y Excma. Diputación de Córdoba, 1984, 264 pp., 21 x 12.
Los conceptos de «sabio» y «sabiduría» aparecen tan relevantes en la
filosofía de Séneca, como en general en la filosofía estoica, que nadie puede
admirarse de que no hayan sido pocos los estudios que los han tomado por objeto. Con todo, la abundante producción bibliográfica de los últimos decenios
sobre Séneca que, como indica la autora refiriéndose en concreto al pensamiento del filósofo, duplica cuantitativamente lo escrito con anterioridad (p.
45), ha animado a ésta a afrontar de nuevo la exposición de lo más nuclear de
la filosofía senecana alrededor del «ideal del sabio*.
En el libro, en efecto, van surgiendo acte los ojos del lector los términos,
la temática y el contenido del pensamiento de Séneca, con lo que hay en éste
de tradición filosófica y de versión personal, con la relación lógica que entrelaza los diversos elementos y con las fallas e hiatos que se observan a veces en
esa misma relación. En esta perspectiva la A. se ha cuidado especialmente de
buscar y expresar la coherencia interna de la doctrina del escritor cordobés,
cuando la encuentra, aunque no deja de notar los puntos que pueden ofrecer
resistencia a tal intento, como la aporía destinollibertad, o aquellos en los que
el mismo Séneca se muestra indeciso o al menos no llega a desvelar claramente
su pensamiento.
Con tal orientación se van exponiendo en sendos capítulos -aparte el de
la presentación de la personalidad del filósofla cosmología estoica, el intento de conciliación entre destino y libertad, la inmortalidad del alma, la
456
M. MART~NEZPASTOR
muerte, los valores morales, la importancia de la virtud y su relación con la felicidad. La exposición se apoya continuamente en citas, las más del mismo Séneca, y muestra un conocimiento directo y de primera mano de sus obras; quizá en determinados casos algún lector pueda no sentirse satisfecho con la mera
cita y eche de menos el comentario.
Así, pues, por la amplitud de la parcela del pensamiento de Séneca
abarcado desde el punto de mira del ideal del sabio, así como por el modo de.
penetración en su filosofía y de exposición de los distintos puntos tratados, el
trabajo significa sin duda una aportación seria al conocimiento de este autor,
particularmente en lo que atañe al contenido de sus obras, y puede valorarse
en consecuencia como instrumento adecuado de acceso al mismo.
Sin embargo, algunos aspectos muy concretos, me parecen mejorables.
Así, el considerar en cada punto en primer lugar la doctrina estoica previa y
a continuación la versión senecana de la misma, aunque metodológicamente
irrepochable, e incluso imprescindible, si se quieren poner de relieve los componentes tradicional e innovador del filósofo, incluye el riesgo de repeticiones
y redundancias que tal vez no siempre se ha logrado eludir. En otro orden de
cosas muy distinto, la opción que hace la A. por la transliteración de los términos griegos frente a la transcripción más tradicional resulta chocante a los
ojos y puede ser discutible. Por otra parte -prescindiendo de las erratas de
imprenta que hay que lamentar tanto en el texto castellano como sobre todo
en las citas griegas y latinas- una revisión más detenida del índice de nombres
propios habría eliminado alguna inexactitud.
Pero tales sombras, superficiales y de presentación, en nada menoscaban el
mérito y la valía de esta contribución al conocimiento de la filosofía de Séneca
y más en particular del puesto que ocupa en ella como ideal la figura del sabio.
M. MART~NEZ
PASTOR
L. GIL FERNANDEZ,Estudios de Humanismo y Tradición clásica, Madrid,
Edit. de la Univ. Cornplut., 1984, 370 pp.
Fruto de una paciente e infatigable labor de investigación a lo largo de un
decenio, el presente estudio ofrece, a pesar de la heterogeneidad de sus contenidos, una excelente síntesis de conclusiones para la comprensión de algunos
de los contextos más significativos de nuestra tradición humanista. El volumen, integrado por artículos aparecidos en varias revistas, viene a ser, tanto
en sus objetivos como en la metodología utilizada, una espléndida prolongación, aun en su específica diversidad, del importante estudio anteriormente
publicado por el autor con el título de Panorama social del Humanismo español. 1500-1800 (Alhambra, Madrid, 1981). Como en este trabajo, en efecto,
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
457
el énfasis está puesto en presentar una perspectiva de análisis que tiende a resaltar de forma sistemática el haz y el envés de una visión estrictamente sociológica de nuestro humanismo: de una parte, la valoración del trabajo filológico
propiamente dicho; de otra, el cálculo de todo tipo de circunstancias ambientales, biográficas y de problemas de recepción que configuraron el contexto de
la producción de nuestros humanistas.
En razón de la diversidad aludida, el libro se nos presenta dividido en
secciones. En la primera el autor, que aplica el método seguido por otros estudiosos como Maravall y Von Martin para la Edad Media española y el Renacimiento italiano respectivamente, explica con notable precisión una serie
de circunstancias que configuraron las limitaciones del desarrollo de nuestro
humanismo en los siglos XVI y XVII: concepción estática del saber en el marco de una sociedad estamental; desprecio de todo saber que no esté matizado
por connotaciones moralizantes y utilitaristas, etc. No faltan tampoco, y a mi
juicio éste es uno de los aspectos más destacados del análisis del autor, ejemplos sumamente reveladores de una política cultural del libro caracterizada por
una auténtica censura tendente al control de los intelectuales y a obstaculizar
la difusión de la cultura.
Otra de las cuestiones estudiadas hace referencia al tema tan debatido de
la ciencia española y, en este marco, al problema de la incapacidad de los españoles para el estudio y comprensión de las lenguas y las cylturas clásicas. Gil
se detiene en los argumentos más significativos: desprestigio de los humanistas
en favor de los letrados; deficiencias escandalosas en la formación latina del
clero; salarios de miseria, etc.
Es importante destacar que en el análisis fenomenológico de las cuestiones
señaladas no encontramos las usuales explicaciones convencionales: ni la teoría casticista de A. Castro, ni las referencias a la Inquisición como ámbito desde el que se explican todas las contradicciones y dificultades para el desarrollo
de nuestro humanismo tienen aquí acomodo.
En la sección dedicada a cuestiones de tradición, junto a la descripción de
c6mo se gestó la edición de las obras compietas del humanista Ginés de Sepúlveda, sufragada por la Real Academia de la Historia, encontramos un importante estudio sobre la influencia de Terencio en España. Riquísimo de datos,
este artículo muestra cómo en el siglo XVI sobre todo el gran comediógrafo
latino fue punto de referencia constante en el llamado «teatro de colegio», en
la escuela y en la Universidad. Se explican también con detalle las dificultades
para su posterior difusión, atribuidas por el autor al fanatismo antierasmista y
al conservadurismo moderado que abogaba por la lectura de los padres cristianos. Frente a la obstinada decisión de la Compañía de Jesús de prescindir
de la ensefianza de Terencio, incluso en la Universidad, su tardía rehabilitación es atribuida a Martí y a Mayans.
La tercera sección es esencialmente de carácter biográfico. Destaco los artículos consagrados a rehabilitar dos figuras desconocidas: D. Jacinto Díaz de
458
EDUARDO ACOSTA MENDEZ
Miranda, autor de la primera traducción espafiola de los Soliloquios de Marco
Aurelio y el helenista Antonio Martínez de Quesada, comentarista de la Teogonía de Hesíodo. De las páginas de este último artículo se desprende un sentimiento de humana caducidad que embarga al lector y matiza de entrañable
patetismo todo el libro al establecer un parangón entre este humanista desconocido («murió de hambre y de aflicción de espiritu.. .», dice una de las cartas
de Burriel a Mayans en que Gil se basa para reconstruir el marco vital de Martínez de Quesada) y tantos otros que construyen su trabajo en medio de la i ~ i comprensión y de todo tipo de dificultades.
Con todo, el artículo más importante de esta sección es, a mi juicio, el
dedicado a Nebrija. En él Gil reconstruye detenidamente, a partir de las indicaciones del gramático, la pronunciación escolar del latín de su época. El autor se detiene en el análisis de las obras más conocidas del humanista salmantino, pero especialmente en el tratadito De vi ac potestate litterarum, lechado
en Salamanca en 1503, en el que se lograba sistematizar, con una antelación
de cuatro siglos a la gramática histórica y comparada, la pronunciación del latín clásico.
Finalmente la cuarta sección está íntegramente dedicada al deán Martí con
diversos estudios que revalorizan de manera definitiva su figura. Le da comienzo la edición, acompañada de amplísimas notas, de unos apuntes autobiográficos del deán, entramado de datos sobre los que Mayans constmyó posteriormente su biografía publicada, junto con el epistolario latino, en 1735. Se
incluyen también el comentario a unas Animadversiones in Homerum, concebidas por el deán como anotaciones de carácter propedéutico a la lectura de
los poemas homéricos, y la edición de una epístola de Martí a Mayans inédita.
Pero sobre todo el mayor interés recae en la publicación y el comentario de
un opúsculo del humanista alicantino titulado Notae in Theocritum, conjunto
de reflexiones de lectura de las que se originan diversas conjeturas, correcciones, anotaciones literarias y de realia al texto del poeta. Mérito de Gil es haber
sacado a la luz estas anotaciones que dan cumplida referencia de la gran capacidad crítica del deán. El autor destaca una serie de conjeturas, nacidas a
veces de la simple intuición, que han sido confirmadas por los editores
modernos.
Se trata, en definitiva, de un trabajo importante, una aportación fundamentada en datos objetivos que amplía el horizonte de comprensión de las
épocas clave de nuestra tradición humanística, al margen de las explicaciones
habituales. Podría objetársele determinadas reiteraciones en algunos temas,
sobre todo en la primera sección dedicada a cuestiones ambientales, y en los
dos primeros artículos. El autor, sin embargo, reconoce este hecho en el prólogo y lo acepta como un riesgo propio de la heterogeneidad de los sparsa
collecta.
Eduardo ACOSTAMÉNDEZ
Universidad de Alcalá de Henares
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
459
Luis G I L , Censura en el mundo antiguo, Madrid, 19S2, Alianza Editorial,
332 pp.
No es fenómeno infrecuente allende nuestras fronteras que ciertas obras
fundamentales sobre temas concretos de filología clásica o historia antigua reciban el espaldarazo definitivo a su calidad con la alegría de una nueva reimpresión. Ya dentro de nuestro país el fenómeno es un tanto más raro. Mas
precisamente, como una excepción que confirma la regla, es éste el caso del
iibro que reseñamos. Censura en el mundo anriguo fue publicada en Madrid en
1961 por la editorial de Revista de Occidente. Han pasado cinco lustros hasta
la reimpresión, pero el libro no ha perdido un ápice de su interés, solidez y capacidad de sugestión. Por ello hemos recibido con satisfacción la iniciativa de
Alianza Editorial de sacar a la luz de nuevo este notable trabajo de L. Gil.
Hace casi veinte años que lo leímos por vez primera, y el paso impenitente de
los días no ha logradó borrar aún de nuestra memoria el gozo de su lectura,
las líneas maestras de su discurso y la enseñanza general del libro, que sigue
aún viva en nuestra memoria.
Censura en el mundo antiguo traza certeramente ante el lector las vicisitudes que debió atravesar la libre expresión del pensamiento y la libertad de conciencia en la antigüedad clásica. Pero no es una mera lista o registro de los
atentados contra esa libertad de expresión la que circula ante los ojos del lector, sino un todo conjuntado, en el que los casos concretos, detalles y anécdotas se engarzan e incardinan dentro de las coordenadas políticas, religiosas,
culturales o ideológicas de cada momento.
A nadie se le escapa el interés del tema que aborda este estudio y su candente actualidad, a pesar de vivir nuestro país una cierta reddita libertas un
tanto amordazada. Pero lo más interesante del caso, y curioso sobremanera,
es que Censura -a pesar del torrente bibliográfico que sobre la antigüedad
clásica nos inunda y abruma- no ha sido aún desbancada por monografía alguna que la supere. Como señala L. Gil en el prólogo de esta segunda edición,
sigue siendo éste el standard book sobre la materia. En efecto, un concienzudo
escudriñamiento de la bibliografía al respecto, generada durante los cinco lustros pasados, demuestra «que no ha visto la luz monografía alguna que, por
la mayor amplitud, más acertado tratamiento, o acopio de datos jurídicos, históricos o literarios, excusara la reedicióm de este libro (p. 12).
Y dicho esto, que justifica ya sobradamente este volumen, pasemos a
ofrecer una breve revista del contenido del trabajo para que el lector pueda
orientarse con más precisión sobre lo que en él se contiene. El libro aparece
dividido en seis partes. En la primera, «Grecia», el autor pasa revista a la situación política de la polis y a sus consecuencias sobre la libre creación literaria. Expone luego las opiniones de los filósofos, especialmente la de Platón,
que supuso ciertas trabas para la libertad de expresión, pues establecían normas generales sobre la creación literaria y empezaban a formular principios,
460
ARMINDA LOZANO
sobre los que -por el bien de la comunidad política- habría de sustentarse
una censura previa y una fijación de los géneros admitidos por el estado. Cierra esta sección un análisis de la actitud de los monarcas helenísticos, en general bastante restrictiva y contraria a todo lo que fuera opuesto a su modo de
gobierno. Las partes segunda y tercera se concentran en la Roma republicana
y en los emperadores del siglo 1, respectivamente. Ante los ojos del lector desfilan los variados aconteceres de los escritos prohibidos por su antagonismo
hacia la religión estatal, así como el conjunto de procesos gracias a los cuales
se fueron asentando, lenta pero irrefrenablemente, las bases para una censura
efectiva político-social. Las figuras de los primeros emperadores son tratadas
densa y sucintamente, y, a la vez, las razones de la paulatina decadencia literaria característica del siglo 1 de nuestra era.
La sección cuarta, «El viraje espiritual del siglo II», describe, por una parte, el ambiente, y las consecuencias para la literatura y la libertad de expresión
de una de las épocas más felices de la historia de Occidente, en la que se dieron de mano la prosperidad económica y un liberalismo político no reñidos
con una paz y orden conservados activamente por los emperadores. Por otra,
analiza los efectos, dentro del paganismo estatal, de una exaltación religiosa
que amenazaba, con la introducción de nuevas divinidades y cultos, la unidad
de conciencia de los súbditos de Roma. La parte quinta, «El Bajo Imperio*
describe en densas páginas una sucesión imparable de tendencias políticas represivas que condujo a la opresión de Diocleciano y su persecutio codicum tradendorum. La necesidad imperiosa de propaganda imperial conducía violentamente a la represión política y a la eliminación de la literatura adversa. A la
vez, la cuestión cristiana - c a d a vez más candente por el crecimiento imparable de los adeptos de la nueva religión- volvería a generar la obligada censura
religiosa, patentísima ya desde la época de los Severos. La sexta y última parte
está dedicada al «Imperio cristiano*. Luis Gil describe aquí el cambio de tornas, y cómo los antes perseguidos se truecan en perseguidores. Los escritos
mágicos y los tratados de adivinación, los exponentes de un paganismo que se
resistía desesperadamente a morir, y los mismos herejes en el seno de la Iglesia son los blancos que reciben los dardos de una auténtica censura, cuya consecuencia lógica y más claro exponente será el famoso Decretum Gelasianum,
el primer «Índice de libros prohibidos», que inaugura una funesta tradición
dentro de la Iglesia.
Aun dentro de una exposición regida por un orden cronológico, L. Gil ha
logrado describir en su libro las tendencias espirituales de cada época y sus inclinaciones censoriales agrupándolas por temas, lo que ofrece una estructura
ideológica a cada capítulo, o parte del trabajo, que facilita enormemente la
captación por parte del lector. La descripción y análisis de tales inclinaciones
inquisitoriales hacen que Censura ofrezca un panorama bastante completo de
una de las tendencias -relativamente olvidadas, como la cara oculta de la
luna- que han condicionado la transmisión del Legado de la Antigüedad. ¿Se
han perdido tantas y tantas obras simplemente por olvido, porque nuestros antecesores perdieron el interés por ellas?, o ¿también porque aquéllos preten-
DISCUSIONESY RESEÑAS DE LIBROS
461
dieron positivamente aniquilarlas, eliminando adversarios políticos, artísticos
o religiosos, y transmitiendo así a la posteridad una impresión de sí mismos,
no como eran en realidad, sino como pretendían ser? El análisis de L. Gil, aun
amenizado por múltiples historias y anécdotas, procura ser una respuesta fría,
objetiva y distanciada a esta doble cuestión, y ofrece un panorama de la actuación inquisitorial de nuestros ancestros que para muchos resultará sorprendente. La aniquilación voluntaria de libros de la Antigüedad fue una práctica más
común de lo que podría parecer.
Hemos dicho más arriba que el libro es fundamentalmente una reedición
de la de 1961. Pero se trata de una editio aucta et emmendata. El autor ha añadido algunos pasajes nuevos, como el dedicado a Arquíloco (pp. 44-46), pero
sobre todo ha enriquecido ampliamente, y puesto al día, las sucintas notas de
la primera edición. Prácticamente todo lo más interesante que alrededor del
tema se ha producido hasta el momento aparece recogido en notas a pie de página (en la edición anterior iban las referencias al final de cada capítulo, lo que
entorpecía su consulta); se ha añadido, además, un elenco de siglas, y sobre
todo se ha enriquecido notablemente el índice analítico que remata la obra.
Las anécdotas y detalles de la «crónica escandalosa» de la época aumentan
también en esta edición para entretenimiento del lector, sin que se pierda un
ápice del hilo del discurso. Otro mérito del libro es haber señalado el interés
de algunos temas concretos que luego han sido desarrollados por otros investigadores. Éste es el caso, por ejemplo, del estudio de G . Scarpat, Parrhesia
(Brescia, 1964), que intenta profundizar en el mismo tema abordado sucintamente por nuestro autor en el capítulo «La polis y la creación literaria*.
Las lecciones que se desprenden de la lectura de este libro son realnente
fundamentales, por lo que nos atreveríamos a encarecer su lectura entre los
componentes de ámbitos de poder propensos a reincidir una y otra vez en
prácticas censoriales ya viejas, pero eterna y desgraciadamente vivas.
El lector aprenderá de esta obra cómo la polis de antaño pretendió ya
controlar la actividad de sus literatos y aun servirse de sus creaciones para sus
fines con éxito diverso. Verá también ejemplificada en mil casos la imprescindible conexión entre propaganda política y censura, y podrá observar con
gozo, desde una perspectiva histórica, la relativa inutilidad de aquélla, ya que
las ideas sólo se combaten eficazmente con la superposición de otras, más brillantes, útiles o convincentes, pero no con meras prohibiciones. Aprenderá el
lector cómo los éxitos parciales de la censura -por ejemplo, contra el neoplatonismo y los herejes de los siglos 11 al IV- no deben seducir a quienes pretendan acometer tareas inquisitoriales semejantes, pues el éxito de tales operaciones no ha sido total. Y llegará tristemente a percibir cómo se logra un
cierto éxito cuando desde el poder se establece una censura que genera un ambiente hostil y una atmósfera enrarecida. En ella el pensamiento libre, pero
frágil, no halla un terreno apto para florecer sin trabas, pues tal ambiente ahoga en germen -o expulsa- muchos talentos creadores.
462
ARMINDA LOZANO
En conclusión, pues, felicitamos al autor y a Alianza Editorial por haber
rescatado del semiolvido un estudio aún válido y enormemente sugestivo. No
sólo el interés del tema en sí y la valía de su tratamiento abonan la recomendación de su lectura. sino incluso el mismo gozo que nos proporciona la elegante, bien rimada y rotunda prosa con la que el autor ha arropado sus sólidas
investigaciones.
Arminda LOZANO
Universidad Complutense
G. PASCUCCI,
Scritti scelti, 2 volúmenes, Universita degli studi di Firenze,
Istituto di Filologia Classica ~GiorgioPasquali*, 1983.
Se trata de una colección de «escritos escogidos» de Giovanni Pascucci,
gracias a la iniciativa de Alessandro Ronconi, con la que se ha propuesto homenajear al amigo con ocasión del 70° aniversario, y nada mejor que ofrecer
a los estudiosos de la Filología Clásica este elenco escogido de sus obras, presentado por sus colegas y alumnos del Instituto de Filología Clásica «Giorgio
Pasquali» de la Universidad de Florencia, que dará testimonio de la incansable
e ininterrumpida actividad científica de Giovanni Pascucci.
En estos Scritti scelti se aprecia el interés del autor por la lengua, tanto griega como latina, interés que proviene de su adhesión e inserción en la tradición
de la escuela florentina, que concibe los estudios lingüísticos como un vehículo
de civilización e instrumento apropiado para la literatura y el arte, y que ha
contado con seguidores tan cualificados como Giorgio Pasquali y Giacomo Devoto.
En la obra que presentamos se recogen en dos volúmenes 42 artículos, escritos por el autor entre los años 1937-1982 y publicados en revistas, actas de
congresos, etc.
La disposición de los artículos gira en torno a dos grandes líneas de investigación: una estrictamente lingüística y gramatical, y otra filológica y exegética. Los estudios lingüísticos y gramaticales ocupan el Vol. 1, empezando por
los de tema griego y siguiendo por los de tema latino; el Vol. 11 ocupa los estudios filológicos y exegéticos, empezando también por los autores griegos y
a continuación los latinos, respetando el orden cronológico.
Dado el número y la variedad de los artículos, es prácticamente imposible
hacer aquí un juicio crítico, por somero que fuera, de los mismos. No obstante, creemos de sumo interés para los estudiosos de la Filología Clásica hacer
un extracto del Indice:
Vol. 1: Aspetti dello sviluppo diacronico dei dialetti nella Grecia arcaica.Note stilistiche sull'uso del diminutivo greca.- K L ~ T (Men.
L ~ VDysc. 462).-
DISCUSIONES Y RESENAS DE LIBROS
463
Viden (ut).- «Consens», «praesens», «absens».- Nedum.- Lexicalia: obiter.- A proposito de «muta cum liquida».- Ancora su1 problema di «muta
cum liquida».- 11 nome di PseudoIus.- Amare porare.- «Im rem praesentem».- Aspetti del latino giuridico.- Diritto e filo1ogia.- Le componenti linguistiche del latino secondo la dottrina varroniana.- Valerio Probo e i veteres.
Vol. 11: 11 sorgere della prosa ionica: storiografia e scienza.- Isocrate,
XXI, 2.- Theocr. 28, 10-11.- Novitii lessicali nell'ultimo Menandro. 1. Le
novitii lessicali del Dyscolos. 11. Le novitii lessicali del Sicyonius, della Samia
e dello Scutum.- La scena iniziali d e l l ' A a d ~menandrea e il resoconto militare di Sosia nell'Amphitruo di P1auto.- La scelta dei mezzi espressivi nel resoconto militare di Sosia (Plaut., Amph. 186-261).- Ennio, Ann. 561-62 V2 e
un tipico procedimento di aC&pt.~nella poesia latina.- Lo scbppio delle ostiliti nella guerra annibalica secondo il racconto degli Annali di Ennio.- 1
Commentarii di Silla.- Praeneoterica: Lutazio, Callimaco e P1auto.- Interpretazione linguistica e stilistica del Cesare autentic0.- Cimbri et Teutoni in
Cesare.- Una reminiscenza enniana in Cesare?- 1 mezzi espressivi e stilistici
di Cesare nel processo di deformazione storica dei C0mmentarii.- Caes. B. C.
3 105, 5-6.- Paralipomeni della esegesi e della critica al Bellum Hispaniense.- Cicerone, De orat. 1 198.- Note critiche ed esegetiche a tre passi del De
legibus di Cicerone.- L'arcaismo nel De legibus di Cicerone.- La tradizione
medievale del De legibus e la posizione del codice S. Marco 257 ai fini della
recensio.- Parafrasi e traduzioni da autori greci nel De legibus di Cicerone.Lettura della quarta buco1ica.- Rileggendo Hor. carm. 3, 10.- La lettera
prefatoria di Plinio alla Naturalis Historia.- 1 prologhi di Luca nelle redazioni
greca e vu1gata.- Addenda.
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