JUZGADO DE MENORES N. 1 DE VALLADOLID

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JUZGADO DE MENORES N. 1 DE VALLADOLID
Domicilio: GARCÍA MORATO, 8 BAJO
Teléfono: 983 459040
Fax: 983 459053
NIG: 47186 77 2 2008 0100183
EQUIPO FISCAL UNO
Nº Expediente Juzgado: EXPEDIENTE DE REFORMA 0000042 /2008
S E N T E N C I A Nº 193/08
En Valladolid, a 23 de septiembre de dos mil ocho.
El Ilmo. Sr. D. Prudencio Aparicio Blanco, Magistrado Juez de Menores de Valladolid, ha visto
en audiencia celebrada a puerta cerrada el expediente número 42/08, tramitado por hechos
constitutivos de ilícito penal, contra J.J.O.A, de 18 años en la actualidad, hijo de Martín y
Esperanza, con antecedentes judiciales, encontrándose internado provisionalmente por esta
causa, representando por el Procurador D. Abelardo Martín Ruiz y defendido por el letrado D.
Luís Gómez Martínez; y el menor M.O.G, de 17 años, hijo de Melchor y Mª Mercedes, sin
antecedentes judiciales, defendido por el Letrado D. Jesús Verdugo Alonso; habiendo
intervenido el Ministerio Fiscal y el perjudicado personado D. CRISTIAN TERY, representado
por el procurador D. Constancio Burgos Hervás y defendido por la letrado D.ª Socorro Barrero
Cantalapiedra.
HECHOS
PRIMERO.- Con fecha 5/02/08 se dio cuenta a este Juzgado de la incoación por la Fiscalía de
Menores del expediente número 42/08 abierto contra J.J.O.A, por hechos presuntamente
constitutivos de infracción penal, ampliado contra el menor M.O.G por Decreto de fecha
6/03/08.
SEGUNDO.- Con fecha 24/07/08 tuvo entrada en el Juzgado el expediente al que se ha hecho
referencia remitido por el Fiscal de Menores dando por concluida la instrucción, adjuntando
escrito de alegaciones en el que se calificaban los hechos como de un delito de asesinato penado
en los artículos 138 y 139. 1ª del Código Penal y de tres faltas de malos tratos del 617. 2,
considerando autores a los acusados J.J.O.A y M.O.G, del delito, a J.J de una falta de malos
tratos y a M de dos faltas de malos tratos, interesando la imposición de una medida de
internamiento en régimen cerrado por tiempo de ocho años seguida de otros dos años de libertad
vigilada para el primero, y una de internamiento en régimen cerrado por tiempo de dos años
seguida de dos años de libertad vigilada para el segundo, y proponiendo prueba.
TERCERO.- De las actuaciones se dio traslado a la letrado de la acusación particular quien
presentó escrito de alegaciones, en el que calificó los hechos como constitutivos de un delito de
asesinato penado en los artículos 138 y 139. 1ª del Código Penal y de tres faltas de malos tratos
del 617. 2, considerando autores a los menores J.J.O.A y M.O.G, interesando la imposición de
una medida de internamiento en régimen cerrado por tiempo de ocho años seguida de otros
cinco años de libertad vigilada para el primero, y una de internamiento en régimen cerrado por
tiempo de seis años seguida de tres años de libertad vigilada para el segundo, y la condena de
dichos menores al pago de 1.000.000 de euros al perjudicado CRISTIAN TERY, en concepto
de daños morales, del que deberán responder sus padres, Martín, Esperanza, Melchor y Mª
Mercedes, como responsables solidarios, y proponiendo prueba.
CUARTO.- Recibidos los escritos de alegaciones indicados se dio traslado de las actuaciones a
los letrados de los menores y responsables civiles, presentando escritos de defensa, solicitando
se dicte sentencia absolutoria, y proponiendo la prueba que reconsideraron conveniente.
QUINTO.- A la vista de los escritos de alegaciones presentados, el Juzgado dictó auto
acordando celebrar la audiencia a puerta cerrada, en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 33.
a) de la L.O. 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores,
admitiendo las pruebas propuestas y estimadas procedentes y señalando el día para el comienzo
de aquella. En dicho acto, que se prolongó durante los días 9, 10, 11 y 12, al que concurrieron
las partes citadas, en el trámite previo, por la defensa de J.J.O.A se invocó la vulneración de
derechos fundamentales durante el procedimiento, acordándose por el Sr. Juez resolver en
sentencia; se practicó la prueba propuesta y admitida, ratificándose el Ministerio Fiscal en su
escrito de alegaciones y peticiones que elevó a definitivas. Acto seguido, se oyó a la acusación
particular que elevó sus peticiones a definitivas, incorporando una alternativa, la de que se
tuviera al menor M.O.G como responsable del delito de asesinato a título de autor del artículo
28 del Código penal. Seguidamente se oyó a los letrados de los acusados, que ratificaron sus
respectivos escritos de alegaciones solicitando su libre absolución. Finalmente, se dio la palabra
a los expedientados dejando la causa vista para sentencia.
HECHOS PROBADOS
PRIMERO.- En la tarde del día 1 de febrero del presente año 2008, viernes, los acusados
J.J.O.A y M.O.G, en compañía de un amplio grupo de amigos con los que previamente habían
contactado, se desplazaron hasta el Barrio de Covaresa de esta ciudad de Valladolid, donde
llegan alrededor y de la 20,00, participando en el botellón que se celebraba en una de sus plazas,
durante el cual consumen whisky con coca cola, y permaneciendo en el mismo hasta las 21
horas, momento en el que deciden desplazarse hasta la discoteca Mambo, sita en la c/ San Felipe
Neri número 1 y 3 de dicha ciudad, a la que J.J llegó a las 21,38 horas y M a las 21,45.
A las 0,05 horas del día siguiente, 2 de febrero, entraron en la discoteca mencionada un amplio
grupo de personas del que formaban parte, junto a otros españoles, los jóvenes franceses G,M,
V, T, R W, J, Al, S, J C y G V. Minutos después, informado de que a una de sus amigas, que
encontraba bailando, le había tocado el culo uno del grupo de los acusados, R se dirigió a J.J y
M recriminando su acción, teniendo lugar un breve enfrentamiento con intercambio de
empujones, durante el cual M dio un puñetazo al mencionado R, sin causarle lesión alguna,
concluyendo el incidente, y saliendo al exterior de forma escalonada los integrante de ambos
grupos. Minutos después, cuando ambos grupos se encuentran nuevamente en la Plaza San
Felipe Neri, tiene lugar entre sus integrantes un nuevo enfrentamiento en el transcurso del cual
M dio un puñetazo a J y J.J otro puñetazo en la cara a Ge, tras lo cual los contendientes
abandonan el lugar, dirigiéndose el grupo de los franceses hacia la discoteca y tomando los
acusados la c/ Teresa Gil, dirección Plaza de España.
En torno a las 00,31 horas G, que no había intervenido en el incidente anterior ya que no salió
de la discoteca hasta las 00,30, en compañía de sus amigos A B y St J C, se acercaron a la
esquina de la Plaza San Felipe Neri con la calle Teresa Gil, en la que permanecían los acusados
y sus amigos en el extremo contrario de la manzana. Al advertir su presencia, M, sacando del
bolsillo una navaja y abriéndola salió corriendo en dirección a los jóvenes franceses, al tiempo
de gritaba “hijos de puta, os voy a matar”, seguido de J.J y, a mas distancia, otros integrantes del
grupo. Cuando M y J.J llegan a la Plaza San Felipe Neri se encuentran delante a Ge, quien
caminaba en su misma dirección aparentemente ajeno a lo que estaba pasando, y cuando se da la
vuelta, advertido ya por la proximidad de los acusados, J.J se adelanta dándole un navajazo en
el abdomen, tras lo cual J.J y M abandona el lugar corriendo, dirigiéndose G, herido, hacia la
discoteca en busca de ayuda, que le es prestado por los porteros de la discoteca, siendo minutos
después traslado por la Policía Municipal en un vehículo radiopatrulla al Hospital Clínico
Universitario de Valladolid, dado que estaba perdiendo la conciencia, donde fue intervenido
quirúrgicamente
A consecuencia de la agresión G M V T sufrió una herida penetrante por arma blanca en el
abdomen que interesó los vasos
que aportan sangre al hígado pertenecientes al sistema
porta, presentando dos trayectos, uno, de dirección de adelante hacia atrás más o menos
horizontal y de dentro hacia fuera, que interesó los grandes vasos del hilio hepático ( vasos
portales), y un segundo trayecto, similar al anterior , pero descendente, que interesó el riñón
derecho, ocasionando gran pérdida de sangre, causa del posterior shock hipovolémico, que
originó su muerte a las 4 de la madrugada del mencionado día 2 de febrero de 2008.
El joven francés, G M V T, que terminaba de llegar a Valladolid la tarde del mismo día en que
ocurren los hechos enjunciados, en compañía de un grupo de amigos de su misma nacionalidad,
tenía en el momento de su fallecimiento 18 años y residía en la localidad de Lesquín (NordFrancia) con sus padres, Cristian Antoine Marius Thery, de 51 años, y Armelle Juanette Ivonne,
de 53 años, y dos hermanos de 22 y 16 años, encontrándose matriculado en la Escuela Superior
de Ciencias Económicas de la Universidad de Lille.
SEGUNDO.- El acusado J.J.O.A, que tenía 17 años cuando ocurren los hechos enjuiciados, al
haber nacido el día 1/10/90, ha sido ejecutoriamente condenado por este Juzgado como autor de
una falta de amenazas, otra de malos tratos (Expediente 45/06) y una falta de daños (expediente
84/07) a dos medidas de Prestaciones en Beneficio de la Comunidad. A fecha de los hechos, el
acusado se encontraba cumpliendo una medida de Tareas Socio-educativas por tiempo de seis
meses impuesta por este Juzgado por la comisión de una falta de lesiones, habiéndose decretado
el internamiento cautelar por su implicaciones en el presente expediente por resolución de este
Juzgado de fecha 5/02/08, ratificado por resolución de fecha 25/07/08, permaneciendo internado
en el Centro de Jóvenes Infractores “Zambrana” de Valladolid.
La situación personal, familiar, formativa y social del acusado J.J.O.A aparece descrita en el
informe elaborado por el equipo técnico de fecha 4 de marzo 2008, que trascribimos, aunque no
de forma literal, a continuación:
J.J pertenece a una familia monoparental de bajo nivel socio-económico, conviviendo con su
madre, único referente de autoridad, estando ausente la figura paterna en su educación. Se
observa carencias de control de las actividades del expedientado por parte de la madre, de cuyas
manifestaciones se desprende la inexistencia de exigencias, un sistema normativo laxo y unas
estrategias educativas en exceso blandas. J.J, hasta su ingreso en el Centro Zambrana, acudía
con normalidad al “Centro de Día Alalba” los días establecidos en el programa de ejecución de
la medida de Tareas Socioeducativa, como única actividad estructurada, disponiendo a su
criterio de excesivo tiempo libre, que dedicaba básicamente a permanecer con sus amigos y a
chatear desde el domicilio familiar. En cuanto a la valoración psicológica, se pone de relieve
que la agresión física y verbal forma parte de su modo de relación habitual con los ajenos a su
grupo relacional, presentando un pensamiento poco elaborado respecto de las normas, aunque
con clara comprensión de estas, sin manifestar la existencia de normas morales internalizadas ni
ofrecer argumentaciones cognitivas elaboradas sobre las pautas internas que guíen su conducta.
El expedientado se encuentra orientado en tiempo y espacio, no apreciándose alteraciones del
curso o contenido del pensamiento, ni alteraciones psicopatológicas. Su capacidad de
razonamiento es normal, destacándose como rasgos más sobresalientes de su personalidad un
deseo de mostrarse socialmente deseable, gran necesidad de apoyo externo y atención,
necesidad de dependencia, no dudando para ello en manipular, seducir y comportarse
gregariamente, alto valor de sí mismo, elevado control, pero con intensos sentimientos
soterrados que ocasionalmente pueden hacer saltar sus controles. J.J ha estado escolarizado
hasta los 15 años, no habiendo realizado posteriormente actividad laboral alguna. El equipo
técnico, partiendo de la información obtenida y descrita, valora que las intervenciones judiciales
previas, adoptadas como consecuencia de comportamientos de agresividad hacia las personas,
no han conseguido alcanzar su principal objetivo, que es evitar la reincidencia delictiva, razón
por la que proponen que se imponga a J.J una medida de internamiento, seguida de un periodo
de libertad vigilada.
TERCERO.- M.O.G tiene 16 años cuando ocurren los hechos enjuiciados careciendo de
antecedentes judiciales, La situación personal, familiar, formativa y social del menor aparece
descrita en el informe elaborado por el equipo técnico de fecha 4 de marzo 2008, que
trascribimos a continuación:
M, hijo único, convive con sus padres formando un núcleo familiar estructurado y socialmente
adaptado, con un adecuado nivel socio económico, y caracterizado por la existencia de cordiales
relaciones entre padres e hijo, positivos vínculos afectivos y existencia de un clima de confianza
y comunicación entre ellos, estando ambos padres presentes en la educación del hijo al que le
imponen un nivel de exigencias ajustado a su edad y pautas y hábitos normalizados,
trasmitiéndole claros valores pro sociales. M cursa estudios de Educación secundaria, con un
trayectoria escolar caracterizada por la asistencia regular a clase, buena integración en el centro,
si bien, no se muestra responsable de sus obligaciones académicas a las que dedica poco tiempo
y esfuerzo, precisando de apoyos extraescolares para superar los déficit de atención y bajo
rendimiento. El menor ha sido diagnosticado por el Servicio de Psiquiatría Infanto Juvenil del
Hospital Clínico Universitario de Valladolid de un “trastorno por déficit de atención con
hiperactividad”, habiéndosele prescrito, como orientación terapéutica, asesoramiento familiar,
atención psicopedagógica y tratamiento psicofármacológico (Rubifen 20), que se encuentra
siguiendo, habiéndose apreciado, según se pone de relieve en el informe de mencionado
servicio de fecha 19/05/08, una franca mejoría, combinada con momentos de empeoramiento,
tanto en rendimiento académico como en comportamiento (rebeldía y oposición a las normas
que le ponían sus padres), persistiendo esporádicamente reacciones de irritabilidad ante
prohibiciones ó frustraciones. El equipo técnico, no apreciando ninguna problemática que
hiciera aconsejable algún tipo de intervención, no propone que se imponga a M medida alguna
si bien, atendiendo a la gravedad de los hechos, no considera inadecuado imponer a M alguna
medida de naturaleza punitiva.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Vulneración de derechos fundamentales.
La defensa del acusado J.J, con carácter previo al inicio del juicio y en el trámite procesal
establecido para hacerlo, solicitó la nulidad de las diligencias de instrucción que habían sido
practicadas por el Magistrado Juez del Juzgado de Instrucción número dos de Valladolid, quién,
por encontrase de guardia el día de los hechos, acordó instruir las Diligencias Previas que
ordena la Ley, entendiendo el letrado que al tener aquél vínculo familiar con el menor M O.G,
dado que, afirma, era su sobrino, venía obligado a abstenerse por concurrir la causa prevista en
el artículo 219 de la L O del Poder Judicial y 54. 1º de la L E Criminal, habiéndose vulnerado,
al no hacerlo, el art. 24. 2 de la CE, que consagra el derecho a un proceso con todas las
garantías, de las que forma parte la del Juez imparcial.
Las actuaciones instructores practicadas por un Juez incurso en causas de abstención o
recusación afectan, ciertamente, al derecho fundamental a un proceso con todas las garantías,
por cuanto aquellas causas están dirigidas a velar por la imparcialidad del Juez, circunstancia
que, sin embargo, no se ha dado en el caso que estamos examinando. La intervención instructora
del Magistrado Juez del Juzgado número dos de Valladolid se extendió, en el marco de la
presente causa, a ordenar la práctica de la autopsia de G, autorizar el enterramiento y entregar
del cadáver a su familia, y a recibir declaración, como prueba anticipada, a los testigos que por
su condición de extranjeros pudiera ser difícil su presencia en el juicio.
Pues bien, en ningún momento aparece en las diligencias practicas tanto por el Magistrado
Instructor como por la Policía Judicial que posteriormente le remitió, mención alguna al menor
Marco, como testigo o como participante de los hechos cuya investigación se iniciaba, razón por
la que difícilmente dicho Magistrado podría tomar la decisión de abstenerse en base a una causa
de abstención, hasta ese momento, para él inexistente. El Magistrado recusado se inhibe y
remite las diligencias al Fiscal Instructor el día 4 de febrero y es al día siguiente, 5 de febrero,
cuando el nombre de M aparece por primera vez en la declaración que ese mismo día efectuó en
la Brigada Provincial de la Policía Judicial el joven Js, remitida al Fiscal de Menores, quien
dicta el día siguiente, 6 de febrero, el correspondiente Decreto teniéndolo como imputado. Por
las razones expuestas, por este Juzgado no se aprecia la vulneración de derechos fundamentales
durante la instrucción del presente procedimiento, procediendo desestimar la alegación
invocada.
SEGUNDO. Examen y valoración de la prueba practicada en el juicio.
En el periodo de tiempo comprendido entre las 0,05 horas del día 2 de febrero, que llega a la
discoteca Mambo el grupo de jóvenes franceses, y las 0,34, que G regresa herido, tiene lugar
tres incidentes en los que se ven implicados jóvenes pertenecientes al grupo de los acusados y al
de los franceses: el primero, en el interior del establecimiento, en el que da un puñetazo a R Wn;
el segundo, en la Plaza San Felipe Neri, a la que da la puerta de emergencias de la discoteca, en
el que J.J.O.A da un puñetazo a G V y M otro puñetazo a J B de L, sin que a consecuencia de
los mismos los agredidos sufriesen lesión alguna; y un tercer incidente, que tuvo lugar en la
Plaza de San Felipe Neri, en el que los acusados J.J en presencia de M agrade G, clavándole una
navaja en el abdomen, hiriéndole de muerte.
Primer incidente. La agresión de M a R, cuando ambos se encuentran en el interior de la
discoteca, esta acreditada por el testimonio inculpatorio del agredido, manifestando que se
produjo un altercado con empujones, recibiendo él un puñetazo, y por los de sus propios
amigos, J.J, afirmando que “le soltó un puñetazo a un joven francés” (f. 628), por J G R,
manifestando que “dio un empujón o un manotazo a un francés (f. 17) y hasta por el propio M,
reconociendo en el acto oral que un chaval le dio un manotazo y que él le soltó un empujón.
Segundo incidente. La agresión de M a J, cuando se encuentran en el exterior, esta acreditada
por las manifestaciones del agredido, afirmando que, cuando estaba hablando con uno del
grupo, le propinaron un puñetazo en la boca, cayendo al suelo (f. 14), por las de R (f. 22), y por
las de sus propios amigos, J.J , reconociendo en audiencia que la existencia de una pelea entre
los dos grupos, y afirmando ante el instructor (f. 628) que M soltó un puñetazo, E (f. 310), J (f.
406), D (f. 534) y Ll (f. 537), siendo incluso reconocida por el por el propio agresor, M,
afirmando que, al ser agredido por el grupo, “repelió la agresión en los mismos términos” (f.
147).
La agresión de J.J al joven G, cuando ambos se encuentra en el exterior de la discoteca, esta
acreditada por las manifestaciones de J manifestando que recibió un puñetazo (f. 14), por las de
R(f. 22), por las de J (f. 406) y por las de L (f. 537), sin olvidar que el propio acusado reconoce
ante el instructor que también participó en la pelea dado que recibió un puñetazo y, por tanto,
“se vio involucrado en la misma” (f. 629).
La existencia de una pelea en la que participaron tanto los integrantes del grupo de los franceses
como del de los acusados, agrediéndose mutuamente, y la participación personal de estos en la
misma esta por todos reconocida y expresamente corroborada por los testimonios de E,
manifestando que se produjo un intercambio de golpes entre ambos grupos, (f. 310), de Juan
Pablo, declarando (f.406) que “J y el chico francés empiezan apegarse, uniéndose también M,
que se empiezan a pegar a puñetazos”, de D.S, afirmando que “J le pegó un puñetazo a uno de
los jóvenes y M hizo lo mismo con otro” (f. 534) y de Ll, manifestando que “vio a J y a M dar
un puñetazo y que a M lo tiraron al suelo” (f. 523).
El hecho, cierto, de que por ninguno de los testigos, cuyos testimonios han sido examinados,
hayan identificado individualizadamente a los agredidos, haciendo imputaciones genéricas a su
nacionalidad francesa, explicable por la circunstancia de no conocer su identidad, no impide la
atribución de la autoría a J.J y a M ya que solo ellos han sido acusados de la agresión y que no
resultaron agredidos mas que los jóvenes R, en el interior de la discoteca, y G y , en el exterior.
Los testimonios inculpatorios examinados han sido ratificados en el juicio oral constituyendo
prueba directa, y por tanto de cargo, suficiente para formular un consistente juicio de
culpabilidad, pues no se aprecia en quienes los emiten motivos interesados para sospechar que
están faltando a la verdad de lo que vieron y relataron.
Tercer incidente. Cuando J.J y M llegan a la Plaza de San Felipe Neri, doblando la esquina a su
derecha, son perdidos de vista por sus amigos -quienes por dicha razón no llegaron a presenciar
lo que acontece a continuación- entran en el campo de visión de los testigos A, S , F, C V y el
testigos protegido número 5, que ven directamente la agresión debido a la proximidad a la que
se encentraban, al estar en la misma plaza en la que ocurre y tener ésta reducidas dimensiones
ya que, más que plaza, se trata de un cruce de calles, como se percibe del examen del plano
aportado de el Excmo. Ayuntamiento de Valladolid. J.J y M penetran en la referida plaza
corriendo, encontrándose delante de ellos a G quien caminaba despreocupado, según
manifestación del testigo protegido ante el instructor (f. 299) ratificada en audiencia, en su
misma dirección. Cuando G se da la vuelta J.J se le echó encima dándole un golpe en el
abdomen, momento en el que el agredido se lleva las manos al estómago.
.
Que el golpe recibido por G en el estómago fue la causa de la herida, que a la postre le causó la
muerte, esta acreditado por las declaraciones del testigo protegido, manifestando que “vio que
uno de los integrantes del grupo perseguidor le dio un golpe en el abdomen” tras lo cual, “el
joven agredido empezó a gritar, en francés, viendo como le brotaba sangre de la zona del
abdomen, justamente donde el otro joven le golpeó” (f. 299), por A, afirmando que tras la
agresión, G “ salía del grupo con las manos en el estómago y sangrando abundantemente” (f.
14), por S, afirmando que G “consiguió zafarse de los agresores y se dirigía hacia ellos con las
manos en el estómago y sangrando abundantemente” (f. 19) y C V, afirmando que “cuando el
joven francés se dio la vuelta vio como le salía sangre como del estómago”.
Prueba de la participación de J.J.O.A. La identidad de J.J.O.A como el autor del golpe recibido
en el abdomen por G esta acreditada por los testimonios del testigo protegido en la diligencia de
reconocimiento en rueda que acordó el instructor donde manifestó que “fue el que agredió al
joven francés dándole el golpe en el abdomen (f. 478)”, y, en lo que pueda contribuir a reforzar
la prueba de dicha autoría –dado que tales diligencias no tienen técnicamente hablado valor
probatorio, al ser simples diligencias de investigación- por los reconocimientos que de J.J.O.A
hacen A y S y F (fs. 11, 21 y 28 respectivamente), a través de las fotografías y videos que le
son mostrados por la policía, manifestando que fue la persona que arremetió de frente a su
amigo G.
La prueba sobre la autoría de J.J.O.A en el golpe que recibió en el abdomen G, proporcionada
por los testigos directos de la agresión, esta reforzada por los testimonios de sus amigos,
referidos a los hechos ocurridos posteriormente. De acuerdo con dichos testimonios, J.J.O.A y
M, tras la agresión, abandonan corriendo la Plaza de San Felipe Neri por el mismo sitio por el
que habían accedido es decir, por la Calle Teresa Gil, separándose inicialmente de sus amigos y
volviendo a encontrarse, tras contactar telefónicamente, en la Plaza del Poniente, donde J.J.O.A
les confiesa haber sido el autor del pinchazo. Cuando alrededor de la una de la madrugada
J.J.O.A se encuentra con J Á C R con L Á Á les comenta que “había tenido una movida con
muchos jambos y que no sabía si eran guiris o nazis y que apuñaló a uno de ellos”, que “le he
pinchado al francés”, “le he pinchado al francés”, y que al día siguiente, cuando el primero se lo
volvió a encontrar en casa de M, J.J.O.A llamó a su madre y que, ante las sospechas de esta, le
contestó que “le había apuñalado y le había matado” (f. 141), afirmación que ratifica ante el
instructor (f. 277). E G y J P, que se mantuvieron en la c/ Tersa Gil cuando J.J.O.A y M
iniciaron la persecución de los franceses, afirman que cuando estos volvieron corriendo
dirigiéndose a ellos, J.J.O.A dijo “vámonos corriendo que le he pinchado” (fs. 310 y 406),
volviéndole a decir a la mañana siguiente a E que “le había matado y que se arrepentía”. La
misma afirmación hace en audiencia D.S, manifestando que cuando apareció corriendo J dijo
“corred que le he pinchado”. Por otro lado, E manifiesta que J y M le contaron que “habían
escondido la navaja en una jardinera y que, cuando se encontraban en el local al que
posteriormente se fueron, tras la agresión, “J J.J.O.A se marchó con un amigo en una moto a
recoger la navaja (f. 310 y 402). J P afirma que, en la misma reunión, oyó decir que “habían
escondido la navaja”; J Á, que “la habían tirado” y D, que “M le dijo que la había escondido la
navaja”.
Si por un lado, las referencias que sobre la navaja hacen los amigos de los acusados refuerzan
las pruebas sobre la autoría de J.J.O.A en la agresión causada a G, aclara, por otro lado, las
dudas sobre su existencia y utilización como instrumento de la agresión, pese a que no haya
llegado a aparecer, ni se haya podido conocer su identidad por la naturaleza de la herida,
limitándose los médicos forense a afirmar que se que se trata de un arma blanca punzante o
corto-punzante. El relato de los hechos acreditados probados no explica, sin embargo, cómo
siendo M el que perseguía a los franceses, esgrimiendo la navaja que previamente había abierto,
fue J.J.O.A -como hemos considerado probado- el autor de la agresión, no existiendo otra
explicación, ante la ausencia de pruebas sobre dicho extremo, que o M, en el recorrido, pasó la
navaja a J, o este utilizó otra, que también el pudiera llevar. No existe prueba suficiente para
descartar ni confirmar la existencia de dos navajas o, mas propiamente expresado, que fuesen
dos las que entrasen en contacto con el cuerpo de la víctima, de haber existido tales. El informe
de la autopsia practicada por los médicos forenses no despeja la duda, ciertamente, sobre si la
víctima recibió uno o más pinchazos, ya que la herida fue utilizada por los cirujanos para la
intervención quirúrgica, desvirtuando la lesión original, sin que tampoco se haya contado, por
las razones que se ignoran, con la ropa que llevaba cuando fue agredida para analizar posibles
desgarros aparecidos en la misma. El hecho de que la herida tuviera dos trayectos, interesando
uno, los vasos portales y el segundo, al riñón derecho, no constituye a juicio de los médicos
forense prueba suficiente para afirmar de manera indubitada la existencia de dos heridas ya que
según manifiestan, se podría haber producido, también, a consecuencia de la rotación de la
muñeca que sujetaba el arma cuando ésta se encuentra en el interior o a un movimiento de
retroceso de la mano seguido de una nueva presión, sin que aquella haya llegado a salir del
cuerpo.
Los testimonios de los testigos presenciales de la agresión y de los emitidos por los amigos de
los dos acusados constituyen prueba de cargo suficiente sobre la autoría de J.J.O.A en la
agresión sufrida por G, que le condujo a la muerte, dado que aquellos son por un lado, claros y
coincidentes entre todos ellos, y, por otro, no se aprecia en quienes los emiten motivos de
parcialidad, aportando datos que, enlazados cronológicamente, permiten reproducir el desarrollo
completo de los hechos, conectando los momentos iniciales, de los que fueron testigos los
amigos de los acusados, con los posteriores referidos a la forma en que tiene lugar la agresión.
Prueba de la participación de M. La prueba sobre la concreta participación de Marcos en la
agresión sufrida por G esta acreditada por el testimonio de sus amigos referido a la primera fase
de la ejecución, y por el de los testigos presenciales de la agresión en la segunda fase es decir,
cuando aquella se produce a manos de J.J.O.A.
De acuerdo con las manifestaciones que en audiencia efectuó S, al concluir el segundo incidente
que tuvo lugar en el exterior de la discoteca, regresaron a esta, volviendo a salir en busca de su
amigo J, él, Al y G, admitiendo la posibilidad, no confirmada, de que alguno de ellos llegasen a
la esquina con la calle Tersa Gil, pudiendo haber sido vistos por los acusados y sus amigos, que
permanecían en dicha calle, al otro extremo de la manzana, dándose la vuelta S y A y quedando
rezagado G, afirmación que ratifica el mencionado Alexis ante el instructor (f. 10) y C V (f. 38).
Al advertir la presencia de los franceses al otro extremo de la manzana, M, según afirman todos
los amigos que con el se encontraban, sacando una navaja del pantalón y abriéndola, hecha a
correr hacia ellos gritando “hijos de puta, os voy a matar”, siendo seguido por J.J.O.A, no
existiendo, sobre este aspecto, discrepancia alguna en los testimonios emitidos. Así lo afirma
Eduardo ante el Fiscal Instructor (f. 310 y 402) quien manifiesta, incluso, que la navaja abierta
tendría entre 30 y 35 cm., J P G, que vio sacar la navaja pero no dice que le oyera proferir
amenazas de muerte, (f. 402), D S (f. 534) y L Á (f. 537) que oyeron las amenazas pero no
afirman que le vieran sacar una navaja, y Yy A M (f. 540) que afirma que M sacó una navaja y
que salio corriendo en la misma dirección, al tiempo que decía “vamos a matarlos”.
La presencia de M al lado J.J.O.A cuando este agrede a G esta acreditada por el testimonio
prestado por el testigo protegido afirmando que al llegar a la altura de G “uno de los integrantes
del grupo de tres que venían corriendo le dio un golpe en el abdomen”, identificando a Ms, en el
reconocimiento fotográfico que se efectuó en la comisaría de policía, como uno de los jóvenes
que “acompañaba al autor de la agresión” (f. 300), y en la diligencia de reconocimiento en rueda
posterior, como a “uno de los que salió corriendo cuando el otro joven le dio al dicho francés un
golpe en el abdomen” (f. 480), ratificando en audiencia sus declaraciones anteriores.
No podemos dejar de analizar, sin embargo, el atípico testimonio prestado por YA M, amigo de
J.J.O.A y de M, por cuanto se aparta de los emitidos por el resto de los testigos presenciales de
la agresión, inculpando a M de haber tenido una intervención directa en esta y exculpando a
J.J.O.A o, al que llega a atribuir una actitud dirigida a evitar que aquella se produjera, siendo
obligado exponer las razones por las que no le otorgamos credibilidad. Frente a la versión de los
testigos presenciales, coincidentes todos ellos a la hora de acusar a J.J.O.A como la persona que
agredió con la navaja a G, Y en audiencia afirmó que “M golpea al chico y el chico se agarró el
abdomen, que M cerró la navaja y salieron corriendo”. Ahora bien, en la declaración que prestó
ante el instructor (f. 540), manifestó que “no llegó a doblar la esquina ni adentrarse en la plaza”
–donde tiene lugar la agresión-, pero que “desde donde estaba, mas o menos, desde la mitad de
la calle Teresa Gil y la plaza, el declarante pudo ver lo que ocurría”, lo que era materialmente
imposible ya que ha quedado acreditado que G es agredido en el centro de la plaza, entre los
bancos allí existentes y la fachada del edifico que impedía toda visibilidad a quienes se
transitaran por la calle en la que Y afirma permanecer, razones por las que no podemos otorgar
credibilidad a su testimonio.
TERCERO.- Calificación jurídica de los hechos.
El Ministerio Fiscal y la acusación particular califican los hechos enjuiciados como de un delio
de asesinato penado en los artículos 138 y 139. 1ª del Código penal, y de tres faltas de malos
tratos del artículo 617. 2 del mismo cuerpo legal.
El artículo 138 citado castiga como homicidio al que matare a otro y el 139. 1ª como asesinato
al que matare a otro concurriendo la agravante de alevosía, debiendo darse, para que estemos en
presencia de este último, como requisitos esenciales: a) la muerte de otra persona, b) la
intención del matar en el autor y c) el empleo en su ejecución de medios, modos o formas que
tiendan directa o especialmente a asegurarla, pues tal es la definición que de la agravante de
alevosía contiene el artículo 22. 1ª del Código penal; habiendo establecido nuestro Tribunal
Supremo que la intención de matar, en cuanto elemento subjetivo, se ha de conocer a través de
los medios utilizados para llevar acabo la agresión entre los que se encuentran, sin necesidad de
ser exhaustivos, los antecedentes del hecho, la clase de arma utilizada, la zona del cuerpo a que
se dirige la agresión, las palabras que acompañan al atacante, la entidad y gravedad de las
heridas causadas y el potencial resultado letal de las lesiones infligidas (SS 126/2000, de 22 de
marzo).
A la luz de los preceptos citados y de la doctrina jurisprudencial recordada debemos examinar
los hechos que son objeto de enjuiciamiento. Está acreditada la muerte de G M V T, la agresión
que la causó llevada a cabo por J.J.O.A y el empleo de una navaja como instrumento de la
ejecución. La intención de matar, como elementos subjetivo que presidió la conducta de
J.J.O.A, e inicialmente de M, queda igualmente probada por los dos incidentes previos habidos
entre los acusados y el grupo de jóvenes del que formaba parte la víctima, aun cuando esta, al
parecer, no interviniera en los mismos, lo que originó, especialmente en M, un elevado grado de
acaloramiento, reconocido por sus propios compañeros. Se ha acreditado igualmente las
expresiones proferidas por éste consistentes en “hijos de puta, os voy a matar”, cuando
advirtieron su presencia en la esquina de la calle en la que M, J.J.O.A y sus amigos se
encontraban, acompañados de la extracción de su bolsillo de la navaja que llevaba. La intención
de matar de desprende, también, por la zona del cuerpo elegida por J.J.O.A –el abdomen- en la
que le clavó la navaja y por la gravedad de las heridas que al agredido le causó ya que ha sido
acreditado por el informe de los médicos forenses que interesaron los vasos portadores de la
sangre al hígado y al riñón derecho, generando una lesión que ha sido calificada por aquellos
como de mortal es decir, que por sí solas podía producir, y produjo, la muerte de la víctima.
No puede desconocerse, finalmente, la forma sorpresiva que revistió el ataque sufrido por G,
quien desconocedor de que los acusados se le acercaban por detrás, no pudo defenderse de la
agresión recibiendo de improviso el navajazo en el abdomen cuando se dio la vuelta para ver
que estaba ocurriendo.
La conducta descrita debe ser califica, pues, por concurrir todos los elementos exigidos por el
tipo penal, como constitutiva de un delitos de asesinato del artículo 139. 1ª del Código.
La agresión de M a R W, cuando ambos se encuentran en el interior de la discoteca, y a J J S B
L, cuando se encuentran en el exterior, sin causar a ninguno de ellos lesión, debe ser calificada
como constitutiva de sendas faltas de malos tratos, penadas en el artículo 617. 2 del Código
Penal. Asimismo, la agresión de J.J.O.A a G V, cuando ambos se encuentran en el exterior de la
discoteca, es igualmente constitutiva de la falta de malos tratos del artículo 617. 1 del mismo
cuerpo legal.
CUARTO.- Atribución de la concreta responsabilidad a cada uno de los acusados.
El Ministerio fiscal y la acusación particular acusan a J.J.O.A como autor de un delito de
asesinato del artículo 28 del Código penal y a M.O.G como autor del mismo delito por omisión
del artículo 11, si bien, la acusación particular, cuando eleva a definitivo su escrito de
alegaciones en el juicio, acusa a M, alternativamente, como autor, también, material del
mencionado artículo 28.
Si partimos, como no puede ser de otra forma, de la narración de los hechos que hemos
considerado probados, no creemos pueda existir discusión sobre la responsabilidad de J.J.O.A a
título de autor material en el delito de asesinato del que viene acusado. Con independencia de
que la idea inicial y puesta en marcha de las acciones desencadenantes de los hechos posterior
fuese de M. e, incluso, de que J.J.O.A pudiera en los primeros momentos no compartir, tratando
de sujetar a M. para que no saliera corriendo, como han llegado a declarar alguno de sus amigos,
con la intención de evitar que llevase a la práctica las amenazas de muerte que a la vista de todo
el grupo estaba profiriendo, es evidente que, en algún momento previo a la materialización de la
agresión, hizo propia la iniciativa de M. y, a tal fin, adoptó los medios que condujeron al
resultado final bien, apoderándose de la navaja que M. esgrimía cuando se dirigía hacia el grupo
del que formaba parte la víctima, bien, sacando la suya propia, pero asumiendo, en cualquiera
de los dos caso, la decisión de acometer a G. cuando se lo encontró delante, clavándole la navaja
en el abdomen, consumando personalmente la acción. Acreditado que fue J.J.O.A el que agredió
a la víctima causándole lesiones de tal gravedad que produjeron su muerte, debe responder
como autor material del delito de asesinato, al amparo del artículo 28 del Código penal.
Mayores dificultades presenta la calificación penal de la conducta del menor M., al que las
acusaciones le atribuyen una participación a título autor, bien autor material (artículo 28), bien,
como autor por omisión (articulo 11) del Código penal.
Para atribuir a una persona la condición de coautor de un delito (art. 28), es necesario que este
haya sido consecuencia de un acuerdo previo entre los participantes dirigido a su consumación,
contribuyendo todos con actos de ejecución que pueden ser distintos pero que deben ser
“eficaces” y “directos” es decir, “estar dirigidos” a la consecución del objetivo concordado, en
cuyo caso todos los intervinientes son igualmente responsables, con independencia de los actos
que cada uno realice individualmente. El acuerdo previo de todos los participes se tiene que dar
sobre el plan proyectado, al que aquellos se adhieren, siendo necesario conocer, por tanto, hasta
dónde llega lo realmente asumido por cada uno ya que la corresponsabilidad penal es decir, la
coautoría, no alcanza respecto de los actos delictivos no expresamente asumidos en dicho
acuerdo, lo que obliga a examinar en cada caso el comportamiento de cada coparticipe para
deducir de las circunstancias concretas si de alguna manera colaboro en el hecho delictivo o si,
por el contrario, manifestó su oposición (STS 9/10/92).
En una primera fase, el menor M., al divisar a los jóvenes franceses con los que minutos antes
había mantenido un enfrentamiento, saca del bolsillo una navaja y, esgrimiéndola, se lanza
corriendo contra aquellos, profiriendo amenazas de muerte. En esta fase, el menor idea y
expresa públicamente su decisión y voluntad de matar, y decide llevarla a cabo desencadenando
la activad que entiende necesaria para alcanzar el fin propuesto y anunciado, lanzándose con la
navaja abierta contra los destinatarios de sus amenazas. M., en esta primera fase, da indicio a la
acción delictiva, quedando patente su intención homicida y poniendo en marcha las acciones
dirigidas a materializar el fin perseguido, llegando hasta donde el menor G. se encuentra, sin
que en ningún momento del recorrido, que se ve obligado a hacer hasta alcanzarle, rectifique su
trayectoria ni dé muestras de que quiera apartase de su plan criminal, aunque no sea él sino
J.J.O.A quien termine llevándolo a cabo.
Un primer examen de la conducta delictiva de M. parece hacerlo responsable del delito de
asesinato en concepto de coautor ya que, cuando, tras exteriorizar su intención homicida
mediante amenazas –hijos de puta, os voy a matar- había dado principio a la ejecución con actos
propios dirigidos a tal fin –salir corriendo en dirección donde estaba la víctima, esgrimiendo una
navaja- J.J.O.A se suma al proyecto y coadyuva a la consumación del delito con actos de
ejecución, siendo éste el que agrede de muerte a la víctima. Desde el momento en que de forma
espontánea J.J.O.A se une a M, no para detenerlo sino para seguir adelante ya que es él el
ejecutor material de la agresión, se habría producido un acuerdo de voluntades, de forma tácita y
simultanea, que les haría corresponsables de sus consecuencias, al ser el resultado del plan
iniciado por M., con independencia de quien fuera el ejecutor material del delito.
Esta interpretación, sin embargo, exige del coacusado un aporte delictivo que sin que tenga que
ser de igual intensidad que el del ejecutor material del delito, contribuya de manera eficaz al
resultado final, lo que no se corresponde con los hechos declarados probados ya que, aunque el
plan homicida fue concebido por M. y dio inicio a la ejecución con actos propios, estos no
tuvieron relevancia causal en la agresión que produjo la muerte a G., pues no ha quedado
acreditado que agrediera personalmente a la víctima cuando lo estaba haciendo J. J. Lo
realmente acreditado, en palabras del testigo protegido recogidas en la diligencia de
reconocimiento fotográfico que practica ante la policía (f. 300), es que M. “acompañaba al
autor de la agresión”, lo que ratifica en la diligencia de reconocimiento en rueda ante el fiscal (
f, 480) afirmando que M. era “uno de los que salió corriendo cuando el otro joven le dio al
dicho francés un golpe en el abdomen”, sin que podamos considerar acreditada una mayor
intervención en los hechos que no sea la de su simple presencia, pues aunque formase parte del
grupo agresor, como también afirma el propio testigo protegido y la testigo C. V. (f. 38), no se
llega a concretar la participación personal que en la agresión pudo llegar a tener. En
consecuencia, teniendo en cuenta que para responder como coautor de un delito es necesario
que el sujeto realice actos de ejecución que tengan una relevancia eficaz y directa en el
resultado delictivo, extremos que no se ha acreditado que concurra en la actividad delictiva del
menor M., no procede hacerle responsable como coautor material del delito de asesinato.
M. es penalmente responsable del delito de asesinato no por haberlo cometido sino por no haber
evitado que J.J.O.A lo cometiera, habiendo sido él quién lo concibió. Se puede ser autor de un
delito tanto por acción como por omisión. El artículo 11 del Código penal considera autor por
omisión de un delito al que no lo evita: b) cuando el omítente haya creado una ocasión de riesgo
mediante una acción u omisión precedente, al ostentar una posición de garante de que el riesgo
no se produzca. El deber de garante puede surgir de un hacer peligroso previo. En este último
supuesto el sujeto que omite la acción ha tenido que crear la situación de riesgo con una acción
u omisión previa que es el fundamento de su obligación de actuar, y al mismo tiempo tiene que
poder evitar la producción del resultado delictivo es decir, ha tenido que estar en condiciones de
realizar voluntariamente la acción que hubiere evitado o dificultado la comisión del delito (STS
213/07 de 8 de marzo). Cuatro son, pues, los presupuestos que hacen responsable penalmente a
una persona por el delito cometido por otra al amparo de lo dispuesto en el artículo 11 b) del
Código penal: que cree un riesgo, que omita evitarlo, que pueda hacerlo y que el resultado se
produzca.
Partiendo de las consideraciones antes indicadas, procede afirmar que M., verbalizando su deseo
de matar y realizando actos externos dirigidos a dicho fin, como fueron los de salir corriendo
con la navaja abierta con dirección al grupo del que formaba parte G., creó una ocasión de
peligro para la vida de éste, viniendo obligado a evitar su muerte a manos de J.J.O.A.
El letrado de defensor de M. puso de manifiesto en su informe la imposibilidad de exigir a M. la
evitación del delito dada la rapidez con la que actuó J.J.O.A saliendo del grupo y clavándole la
navaja a G.. no habría podido evitar el resultado dado que J.J.O.A actuó - en palabras del fiscalde manera sorpresiva e inesperada. Ciertamente, que la actuación de J.J.O.A fue sorpresiva esta
acreditado por las manifestaciones de todos los testigos presenciales, desde F., afirmando que
“de repente se abalanzó sobre G.” (f. 26), a C. V. y al testigo protegido, quienes manifiestan que
la agresión se produce cuando G. se da “la vuelta” o “se gira”. Pero la sorpresa e imposibilidad
de reacción es predicable de la víctima quien no pudo defenderse al ser agredida nada mas
darse la vuelta, no de M quien por el solo hecho de haber creado el peligro disponía del control
de la situación. Al haber generado el riesgo de muerte con actos previos de ejecución, M venía
obligado a que aquel no se produjera, adoptando las medidas necesarias a tal fin, debiendo
responder como autor por comisión por omisión del delito ejecutado por J.J.O.A, al amparo del
artículo 11 del Código penal.
QUINTO.- Medidas sancionadoras que procede imponer a cada acusado
El principio de legalidad penal, aplicable en el enjuiciamiento de los menores infractores,
vincula al Juez de Menores en una doble dirección: por lado, impidiéndole imponer sanciones
más graves que las establecidas por la ley y, por otro, obligando a adoptar una concreta medida.
En ambos casos, el Juez viene sometido a un tercer límite, derivado del principio acusatorio, no
pudiendo imponer sanciones mas graves que las solicitadas por la acusación (artículo 8 de la L.
O. 5/2000, de 12 de enero reguladora de la responsabilidad penal de los menores). En el
presente caso el legislador obliga al Juez de Menores a imponer a los acusados, como autores de
un delito de asesinato, la medida de internamiento en régimen cerrado por tiempo no suprior a 8
años. Dentro de este margen, el Juez de Menores podrá fijar la duración del internamiento, que
no podrá exceder de la solicitada por la acusación, atendiendo a la gravedad de los hechos, a la
edad, personalidad, circunstancias personales y sociales e interés del menor (arts. 7. 3 y 39. 1).
En el presente caso la acusación particular, que es la que ha formulado la petición mas grave, ha
solicitado la imposición al acusado J.J.O.A por el delito de asesinado del que resulta autor una
medida de internamiento por tiempo de ocho años en régimen cerrado seguida de cinco años de
libertad, que es, al mismo tiempo, la sanción mas grave permitida por la ley, tras la reforma de
la L. O. 5/2000 por la L.O 8/2006, de 4 de diciembre, que agravó las sanciones para los menores
autores de delitos de especial gravedad, como el referido. Respecto del menor M.O.G, acusado
del mismo delito, solicitó la imposición de una medida de internamiento en régimen cerrado por
tiempo de seis años seguida de tres años de libertad. Por lo tanto, este Juzgado, no podrá
imponer a los acusados una mayor duración de internamiento que el interesado por la acusación
particular.
Ante la naturaleza del crimen cometido por los acusados –asesinato- se ha de procurar que el
interés superior del menor –principio inspirador al que debe tender toda intervención en el
ámbito de la justicia juvenil- sea compatible con el objetivo de pretender una mayor
proporcionalidad entre la sanción y la gravedad del hecho cometido, de tal manera que dicha
sanción, sin dejar de lado la finalidad educativa y resocializadora, que tiene asignada por el
legislador, atienda a la protección de la sociedad, ya que, de otro modo, nos llevaría a entender
de un modo trivial, como afirma la Exposición de Motivos de la L. O. 8/2006 antes citada, que
el interés superior del menor es no solo superior, sino único y excluyente frente a otros bienes
constitucionales a cuyo aseguramiento obedece toda norma punitiva, entre los que reclama
prioridad absoluta la vida humana. Por tanto, la medida de internamiento que se ha de imponer
a los dos acusados ha de ser proporcionada en su duración con la gravedad del delito de
asesinato cometido, con independencia de que, respetado este principio, dicha duración sea
distinta para cada uno de los acusados, atendiendo a las diferencia existentes en función de las
circunstancias personales, familiares y sociales que en cada uno concurran.
Por lo que se refiere a J.J.O.A, sus circunstancias personales, familiares, y sus rasgos de
personalidad han quedado descritos por el informe del equipo técnico. Del mismo se desprende
que ha nacido y desarrollado en un ambiente familiar marcado por la conflictividad paterna, por
la ausencia de figuras referentes de autoridad, por la ausencia de exigencias normativas y por
unas estrategias educativas en exceso blandas, habiendo pesado mas en su formación la actitud
protectora que la exigencia de responsabilidad, con una total falta de control de sus actividades.
Especial significación de contenido criminológico presenta la referencia efectuada por el equipo
técnico a que J.J.O.A entiende la agresión física y verbal como modo de relación habitual con
los ajenos a su grupo relacional, así como que no ha internalizado normas morales, ni ofrece
argumentaciones cognitivas respeto de las pautas internas que guíen su conducta. Los factores
relatados describen un proceso de socialización del acusado claramente deficitario en la
asunción de normas, con tendencias -pese a no apreciarse en su personalidad rasgos
psicopatológicos alguno y poseer buena capacidad de razonamiento y comprensión- a utilizar el
recurso de la violencia para resolver sus conflictos interpersonales. Los aspectos descritos se
han de poner en relación con la reiteración delictiva del expedientado, dado que posee
antecedentes judiciales por la comisión de hechos que, si no fueron graves ni autorizan a hablar
de una personalidad que albergue impulsos violentos, a la postre han confirmado que contiene
una potencial peligrosidad real que debe ser neutralizada con medidas de estricto control, como
es la privación de libertad en una institución pública de las destinadas al efecto. Por otro lado el
específico delito de asesinato del que J.J.O.A ha sido autor material, revela, por su forma de
comisión – con alevosía- una objetiva peligrosidad merecedora de un mayor reproche ético y
social, que exige de un aumento en la respuesta sancionadora. Finalmente la edad del acusado –
17 años cuando cometió el delito- lo sitúa en el límate entre la minoría y la mayoría de edad
penal, aspecto que ha sido contemplado por el legislador para imponer una agravación de la
duración de las medidas debido, sin duda alguna, el hecho de que a mayor edad, mayor es el
grado de maduración, y desarrollo cognitivo y moral, haciendo al sujeto mas responsable de sus
actos.
Por todo lo razonado imponemos al acusado J.J.O.A una medida de internamiento en régimen
cerrado por tiempo de ocho años de duración, complementada con otra, tras su cumplimiento,
de libertad vigilada con asistencia educativa por tiempo de cinco años.
Por lo que se refiere al acusado M.O.G, sus circunstancias personales, familiares y sociales así
como las relativas a su personalidad de encuentran recogidas en el informe del equipo técnico
aportado al expediente, De su contenido se desprende que M ha tenido un desarrollo cognitivo y
moral normalizado debido a unas circunstancias familiares, caracterizadas por la existencia de
sólidos vínculos afectivos, exigencias parentales adecuadas a su edad y adecuada supervisón de
su comportamiento por los padres. En su trayectoria escolar destaca, sin embargo, un bajo
rendimiento académico y un comportamiento disruptivos en el que no habrá dejado de tener
influencia, sin duda alguna, el “trastorno por déficit de atención con hiperactividad” que le fue
diagnosticado por el Servicio de Psiquiatría Infanto Juvenil del Hospital Clínico Universitario
de Valladolid por el que se encuentra recibiendo tratamiento psicofarmacologico, con buenos
resultados según se refleja en el informe remitido por dicho servicio en fecha 19 de marzo de
2008, en el que se hace constar la mejoría experimentada por el menor con relación a la
normalización de su comportamiento en los ámbitos familiar y escolar, pero dejando constancia,
también, de la persistencia, aunque sea esporádicamente, de reacciones de irritabilidad ente
prohibiciones o frustraciones.
No deja de sorprender la valoración efectuada por el equipo técnico de ausencia de problemática
en el menor M, aunque de las actuaciones se desprende que cuando emitió su informe no tenía
constancia del elaborado por el Servicio de Psiquiatría Infanto Juvenil al que hemos hecho
referencia, y que a su instancia fue posteriormente incorporo al expediente. Una mayor
información sobre la patología que el menor padece habría permitido, quizás, conocer la posible
relación causal existente entre las reacciones de irritabilidad ante situaciones de frustración que
todavía persisten, según indica el informe examinado, y el delito en el que intervino. En
cualquier acaso, la imposición al acusado de una media de internamiento en régimen cerrado es
obligada, como antes se razonó, por imperativo legal, correspondiendo a este Juzgado,
únicamente, la facultad de fijar su duración, sin que ésta pueda ser superior a los seis años
solicitada por la acusación particular. Para concretar la duración que ha de tener el
internamiento se ha de tener en cuenta, como ya se hizo con J.J.O.A, la edad del acusado, en
este caso inferior -16 años- cuando cometió el delito, la ausencia de carencias personales,
familiares y sociales -dejando a salvo lo que hubiera aconsejado un mayor conocimiento del
trastorno que padece- y el grado de intervención que tuvo en los hechos, inferior al del ejecutor
material, ya que no esta acreditado que interviniera personalmente en la muerte de G..
Finalmente, la duraron que impongamos al internamiento ha de guardar proporcionalidad con la
gravedad del delito de asesinato, considerando que una duración inferior a cuatro años
supondría vulnerar dicho principio.
Por todo lo razonado, imponemos al acusado M.O.G una medida de internamiento en régimen
cerrado por tiempo de cuatro años de duración, complementada con otra, tras su cumplimiento,
de libertad vigilada con asistencia educativa por tiempo de dos años.
SEXTO.- Condena de los acusados al pago de la responsabilidad civil
Los menores responsables de un delito lo son también del pago de los daños causados. Los
padres de la víctima, G., que se han personado como acusaron particular, solicitan la condena de
los dos acusados al pago en concepto de responsabilidad civil derivada del delito la cantidad de
1.000.000 de euros.
Aún cuando la vida, cuando se pierde, es irreparable, el ordenamiento jurídico contempla, por
razones de justicia, la reparación del daño moral ocasionado a los familiares del fallecido, y
establece criterios objetivos que permite cuantificar la compensación económica. Para
determinar el importe de la indemnización que procede reconocer a los padres de G. tomaremos
en consideración los criterios establecidos oficialmente para la fijación del las indemnizaciones
derivadas de las lesiones ocurridas en los accidentes de circulación, aunque no su importe, dado
que no puede tener la misma valoración el daño derivado de una infracción imprudente, que
dolosa.
El R. D. L. 8/2004, de 29 de octubre contiene los criterios relativos a la condición de
perjudicado y número de beneficiarios, fijando las correspondiente indemnización en función de
la edad de estos y de la víctima. De acuerdo a dicho criterio, reconocemos la condición de
perjudicado en el caso que estamos examinando a los padres de la víctima, D. Cristian Antoine
Marius Thery, de 51 años, y Dª Armelle Juanette Ivonne, de 53 años, y a dos hermanos de 22 y
16 años, con los que conviven.
Nuestros tribunales viene determinando la cuantía d la indemnización por daños morales en
función de los factores de edad, expectativas de futuro de la víctima y de los daños irreparables,
procurando adecuar aquella a los principios de proporcionalidad y justicia. En base a dichos
criterios recordamos, a simple título de ejemplo, que nuestro T. S. ha concedido a los herederos
de la víctima de un asesinato –es decir, en los casos como el que estamos juzgando- 500.000
euros (STS. 47/07, de 8 de enero de 2007 y 927/06, de 4 de octubre).
Pues bien, partiendo de los criterios indicados, teniendo en cuenta la edad de la G. -18 añoscuando falleció y las expectativas de vida que corresponden a dicha edad, y la edad de los
padres, en plena madurez de la suya, fijamos la indemnización a percibir por estos en la
cantidad de 500.000 euros.
Del pago de dicha indemnización responderá de forma conjunta y solidaria los acusados, como
autores y responsables directos, J.J.O.A y M.O.G, de conformidad con lo dispuesto 61 del la.
O. 5/2000.
SÉPTIMO.- Responsabilidad civil solidaria de los padres de los acusados.
La acusación particular interesa la condena de los padres de los acusados al pago de la
indemnización fijada, al amparo de lo dispuesto en el artículo 61. 3 de la L. O. 5/2000.
Conforme a dicho precepto, procede condenar a los padres de J.J.O.A, (…) y a los padres de
M.O.G, D. (…), como responsables solidarios de sus hijos, al pago de la indemnización que a
favor de los perjudicados hemos establecido.
La responsabilidad solidaria de los padres tiene naturaleza objetiva de tal manera que surge de
forma automática, sin que sea preciso probar la existencia de culpa o negligencia en el
cumplimiento de los deberes paternos. Ello no impide, sin embargo, que proceda moderar
aquella responsabilidad civil, diminuyendo la cantidad de la que vienen obligados a responder
solidariamente, si se acredita, como afirma el precepto citado, que no favorecieron la conducta
del menor con dolo o negligencia grave. Descartado que el legislador este contemplando una
responsabilidad directa e inmediata de los padres en el delito cometido por el hijo, origen del
daño, debemos interpretar el precepto en el sentido de que procederá moderar su
responsabilidad cuando los padres han contribuido con su conducta dolosa o con negligencia
grave en el tiempo, por ausencia de control e incumplimiento de los deberes derivados de la
patria potestad, a genera unas condiciones favorables al comportamiento delictivo del menor.
Por lo que se refiere a los padres de J.J.O.A, ha quedado patente el abandono del padre de sus
obligaciones durante la minoría de edad del hijo, habiendo estado ausente de su educación desde
la separación del matrimonio, sin ejercer el derecho de visitas del que no fue privado, habiendo
convivido J.J.O.A durante su adolescencia con la madre, que ostentaba la guarda y custodia, en
un ambiente familiar caracterizado por la ausencia de figuras referentes de autoridad, de
exigencias normativas y de medidas de control, sin que aquella ejerciera la supervisión de su
conducta. Por lo indicado, no procede moderar la responsabilidad solidaria de los padres de
J.J.O.A, al probarse la existencia de de una condiciones familiares que han podido contribuir
por negligencia grave a desarrollar su comportamiento antisocial, debiendo responder de la
totalidad de la indemnización establecida.
Por lo que se refiere a, la información proporcionada por el equipo técnico pone de manifiesto,
por el contrario, que sus padres han cumplido en todo momento con los deberes para con su
hijo, habiendo estado presentes en su educación, con un nivel de exigencias parentales adecuado
para su edad, promoviendo el aquel hábitos normalizados, con adecuada supervisión y
trasmitiéndole de valores pro sociales. Por lo indicado, no puede considerase que el
comportamiento de los padres haya contribuido, ni siquiera de forma mediata o remota, a la
comisión del delito en el que participó, procediendo disminuir su responsabilidad civil en un
10% de la totalidad de la indemnización establecida.
OCTAVO.- Se condena a los acusados J.J.O.A y M.O.G al pago de las costas causadas en esta
instancia, incluidas las de las devengadas por la acusación particular, dado que su intervención
ha sido relevante en el enjuiciamiento de los hechos, de conformidad con lo dispuesto en el art.
123 del Código Penal y 239 de la L.E. Criminal, por ser de aplicación supletoria al
procedimiento penal de menores, como establece la Disposición final primera de la L.O. 5/2000,
de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los menores, al afirmar que tendrá el
carácter de norma supletoria para lo no previsto en esta ley, en el ámbito sustantivo, el Código
Penal y, en el de procedimiento, la L.E. Criminal.
FALLO
Se declara a J.J.O.A autor material de un delito de asesinato y de una falta de malos tratos, sin la
concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal. Se impone a dicho
acusado una medida de internamiento en régimen cerrado por tiempo de ocho años de duración,
complementada con otra, tras su cumplimiento, de libertad vigilada con asistencia educativa,
por tiempo de cinco años, siéndole de abono el tiempo cumplido cautelarmente.
Se declara al menor M.O.G autor por omisión de un delito de asesinato y autor material de dos
faltas de malos tratos, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad
penal. Se impone a dicho menor una medida de internamiento en régimen cerrado por tiempo de
cuatro años de duración, complementada con otra, tras su cumplimiento, de libertad vigilada con
asistencia educativa, por tiempo de dos años.
Se condena a los dos acusados, como responsables directos, al pago a los padres del fallecido G.
, (….. )la cantidad de 500.000 (quinientos mil) euros, en concepto de responsabilidad por daños
morales.
Se condena a los padres de J.J.O.A (…) como responsables solidarios, al pago de la totalidad
de la indemnización establecida, y a los padres del menor M.O.G (…), como responsables
solidarios, al pago del 90% de la totalidad de la indemnización.
Se condena a los dos acusados al pago de las costas causadas, incluidas las devengadas por la
acusación particular.
Contra la presente resolución, que se notificará a los acusados y a sus padres, a sus letrados, al
perjudicado personado, y el Ministerio Fiscal, podrá interponerse recurso de apelación en los
cinco días siguientes al de su notificación ante la Audiencia Provincial de Valladolid, debiendo
ser presentado ante este Juzgado.
Dedúzcase testimonio de la presente resolución y únase a la pieza de medidas cautelas que obra
abierta en este Juzgado.
Así, por esta mi resolución, lo pronuncio, mando y firmo.
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