ESPÍRITUS LIBRES EGRESADOS UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA ©Universidad de Antioquia Rector Alberto Uribe Correa Vicerrectora de Extensión María Helena Vivas López Director Programa de Egresados Álvaro Cadavid Marulanda Coordinadora BUPPE Beatriz Betancur Martínez Editor Álvaro Cadavid Marulanda Edición de textos Patricia Nieto Nieto Edición de fotografía Natalia Botero Corrección de textos Margarita Isaza Velásquez Asociación de Periodistas de la Universidad de Antioquia Diseño y diagramación Carlos Eduardo López Piedrahita María Catalina Durán Giraldo Cadavid Marulanda, Álvaro Espíritus libres 1 : egresados Universidad de Antioquia / Autor: Alvaro Cadavid Marulanda y otros. Editor Alvaro Cadavid Marulanda.- - Medellín : Programa de Egresados-Universidad de Antioquia, 2011. 282 p. ; 21 cm. ISBN 978-958-8709-33-8 1. Egresados universitarios 2. Formación profesional I. Tít. 378.986126 cd 21ed. A1333685 CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango Foto Portada Carlos Eduardo López Piedrahita Impresión Masterpress Derechos reservados ISBN: Impreso: 978-958-8709-33-8 Electrónico: 978-958-8748-42-9 Este es un proyecto del Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión BUPPE. Prohibida la reproducción total o parcial, con cualquier propósito o cualquier medio, sin autorización expresa de la Universidad de Antioquia. Autores Álvaro Cadavid Marulanda© Ana María Bedoya Builes© Beethoven Zuleta Ruíz© Catalina Vásquez Guzmán© Carlos Eduardo Henao Calle© Carlos Gaviria Díaz© Carlos Mario Guisao Bustamante© Carlos Mario Correa Soto© Carlos Mario Gallego Arango© Carolina Gutiérrez Torres© César Alzate Vargas© Darío Arcila Arenas© Diana Isabel Rivera Hincapié© Diego Agudelo Gómez© Hernán Mira Fernández© Eduardo Escobar© Elkin Restrepo Gallego© Gloria Cecilia Estrada Soto© Gonzalo Medina Pérez© Guillermo Zuluaga Ceballos© Gustavo Gallo Machado© Hernán Botero Restrepo© Hernán Iglesias Illa© Hernando Zabala Salazar© Jacobo Franco Ceballos© Jesús Alberto Echeverri© Joaquín Botero Berrío© Jorge Alonso Sierra Valencia© José Monsalve Gómez© Juan Camilo Jaramillo Acevedo© Juan Camilo Rengifo Garcés© Juan Carlos Orrego Arismendi© Juan Mario Sánchez© Juan José Hoyos Naranjo© Julio César Restrepo Londoño© Laura Marcela Pedroza Uribe© Lucía Victoria Torres Gómez© Luis Germán Sierra J© Margarita Isaza Velásquez© Maryluz Vallejo Mejía© Oakley Forbes Bryan© Patricia Nieto Nieto© Paula Camila Osorio Lema© Pedro Correa Ochoa© Pompilio Peña Montoya© Ramón Pineda Cardona© Reinaldo Spitaletta Hoyos© Rubén Darío Acevedo Carmona© Sara Yaneth Fernández Moreno© Sebastián Orozco Sandoval© Sergio Valencia Rincón© Víctor Casas Mendoza© Yhobán Camilo Hernández Cifuentes© Fotógrafos David Estrada Larrañeta© Diana Giraldo Kurk© Jairo Ruíz Sanabria© Jorge Alejandro Quintero© Jorge Caraballo Cordovez© Julián Roldán Alzate© Nacho Landa © Natalia Botero© Patricia Nieto Nieto© Olivia Inés Montoya© León Darío Peláez© Fotografías: Archivos familiares, particulares; y cortesía de: El Colombiano, Alma Máter, Parque E., Semana y El Malpensante, y las corporaciones Otraparte, Héctor Abad Gómez, Asmedas y la Red Colombiana por los Derechos Sexuales y Reproductivos Residex. Periodistas practicantes: Yhobán Camilo Hernández, Julián Roldán y Laura Marcela Pedroza. Diseñador de versión electrónica Santiago Orrego Roldán Colaboradores: Juan Esteban Vásquez Mejía y Joan Esteban Zapata Suárez. ÍNDICE 48 Alberto Arango Botero Odontólogo, 1954 Oakley Forbes Bryan 16 50 Natalia Aguirre Zimerman 18 52 20 54 22 56 Licenciado en Educación, Inglés-Español, 1970 Especialista en Ginecología y Obstetricia, 2001 Iván Velásquez Gómez Antropóloga, 1994 24 58 Jesús María Valle Jaramillo 26 60 Rodolfo Sierra Restrepo 28 Ingeniero Sanitario, 1988 Gerardo Molina Ramírez Honoris Causa en Sociología, 1981 Guillermo Correa Montoya Trabajador Social, 2001 Gloria E. Hernández Torres Trabajadora Social, 1986 Armando Montoya Baena Administrador, 1982 Héctor Abad Gómez Doctor en Medicina y Cirugía, 1947 Juan Guillermo Restrepo Restrepo Médico Veterinario, 1970 Antonio Roldán Betancur Doctor en Medicina y Cirugía, 1971 Martha Lía Giraldo de Hernández Doctora en Derecho y Ciencias Políticas, 1974 Luis Bernardo Vélez Montoya Médico y Cirujano, 1987 30 32 34 Jorge Luis Páez López Licenciado en Educación Física, 1978 Luis Norberto Ríos Navarro Licenciado en Educación, Historia y Filosofía, 1977 Ingeniero Químico, 1991 Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, 1970 Laura Marcela Jaramillo Hurtado Bibliotecóloga, 1996 Trabajadora Social, 1999 Javier Álvarez Arteaga Ricardo Hoyos Duque Abogado, 1982 Abogado, 1983 Alba Nidia Sánchez Monsalve Timisay Monsalve Vargas Francisco Maturana García Odontólogo, 1972 62 Luis Bernardo Yepes Osorio Bibliotecólogo, 1994 64 Alba Elena Correa Ulloa Enfermera, 1970 66 Rubén Darío Montoya Naranjo Comunicador Social - Periodista, 2001 68 Delfín Acevedo Restrepo Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, 1970 36 70 Bachiller Liceo Antioqueño, 1971 Diplomado en Filosofía, 1979 38 72 40 74 42 44 46 Benhur León Zuleta Ruiz 76 78 José Luis Betancur Chaverra Licenciado en Educación Física, 1996 Luis Fernando Vélez Vélez Doctor en Derecho y Ciencias Política, 1973 Honoris Causa en Licenciatura en Antropología, 1979 Luz María Agudelo Suárez Médica y Cirujana, 1986 Rubén Fernández Andrade Licenciado en Educación, Español y Literatura, 1996 José Humberto Gómez 80 112 Enrique Gil Botero Hernando Muñoz Sánchez 82 114 Ignacio Vélez Escobar Licenciado Educación Física, 1992 Especialista en Teorías, Métodos y Técnicas de Investigación Social, 1998 Luis Alfonso Marroquín Osorio Bachiller Liceo Antioqueño, 1966 Luis Ignacio Lopera González Licenciatura en Educación Especial, 1993 Doctor en Medicina y Cirugía, 1942 116 Fabio Luis Montoya Ramírez 90 Magíster en Educación, Orientación y Consejería, 1988 Hernando Zabala Salazar Historiador, 1984 Gloria María Rodríguez Santa María Licenciada en Bibliotecología, 1979 Pedro Luis Valencia Giraldo Doctor en Medicina y Cirugía, 1965 100 José Miguel Corpas Garcés 102 Lucrecia Ramírez Restrepo 104 Especialista en Psiquiatría, 1990 Gustavo Olarte Castaño Licenciado en Educación, Biología y Química, 1968 108 Francisco Luis Ángel Jiménez Arcila 110 Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, 1930 122 Alberto Cadavid Mejía 124 Rocío Pineda García Licenciado en Educación Física, 1976 Doctor en Derecho y Ciencia Política, 1977 Licenciado en Educación, Inglés-Español, 1970 Enfermera, 1972 126 Gabriel Jaime Bustamante Ramírez 128 Ana Piedad Jaramillo Restrepo 130 Iacharuna Muyuy Jojoa 134 Gloria Bermúdez Bermúdez 136 Gonzalo Arango Arias 138 Fernando Vallejo Rendón 140 Alberto Aguirre Ceballos 142 Teresita Gómez 144 Carlos Mario Gallego Arango 146 Patricia Nieto Nieto 106 Rosa María Turizo de Trujillo Abogada, 1953 Julio González Zapata 96 John Jairo Gómez Bernal Licenciado en Educación, Biología y Química, 1967 120 94 98 Odontólogo, 1985 Baltasar Medina 92 Jorge Arango Arango Odontólogo, 1974 118 86 88 Dagoberto López Arbeláez Ingeniero Industrial, 1982 84 Manuel José Bermúdez Andrade Comunicador Social - Periodista, 2000 Abogado, 1980 Historiador, 2000 Comunicadora Social - Periodista, 1984 Sociólogo, 2008 Licenciada en Bibliotecología, 1964 Bachiller Liceo Antioqueño, 1950 Bachiller Liceo Antioqueño, 1959 Doctor en Derecho y Ciencias Política, 1950 Pianista Summa Cum Laude, 1966 Comunicador Social - Periodista, 1985 Comunicadora Social - Periodista, 1990 Gustavo Adolfo Garcés Escobar 148 Gilberto Martínez Arango 150 182 David Gutiérrez Ramírez Maestro en Canto Abogado, 1985 184 Doctor en Medicina y Cirugía, 1958 Julián Estrada Ochoa Antropólogo, 1982 Rubén Darío Lotero Contreras 152 186 Jorge Valencia Jaramillo Luis Alberto Álvarez Córdoba 154 188 Delcy Yanet Estrada Figueroa 156 190 José Libardo Porras Vallejo 158 192 Gladis Yagarí González 160 194 Joaquín Antonio Botero Berrío 162 196 Jesús Abad Colorado 164 198 Carlos Mario Correa Soto Magíster en Educación y Docencia, 1996 Honoris Causa en Comunicación Social - Periodismo, 1996 Ramiro Tejada Rendón Abogado, 1986 Juan Felipe Jaramillo Toro Médico y Cirujano, 1987 Orlando Mora Patiño Doctor en Derecho y Ciencias Política, 1969 Carlos Alberto Sánchez Ocampo Comunicador Social - Periodista, 1992 Elkin Restrepo Gallego Estudios de Derecho. Poeta Juan Carlos Orrego Antropólogo, 1997 166 Doctor en Ciencias Económicas, 1967 Maestra en Canto, 2005 Licenciado en Educación, Español y Literatura, 1988 Magíster en Educación, 2011 Comunicador Social - Periodista, 1999 Comunicador Social - Periodista, 1992 Comunicador Social - Periodista, 1988 200 Víctor Gaviria González Honoris Causa en Comunicación Social - Periodismo, 2004 Fernando González Ochoa 168 202 Carlos Mario Aguirre Rodríguez Luis Alberto Correa Cadavid 170 204 Juan José Hoyos Naranjo Doctor en Derecho y Ciencias Políticas, 1919 Doctor en Medicina y Cirugía, 1968 Sergio Valencia Rincón Licenciado en Educación, Español y Literatura, 1990 Carlos Arturo Fernández Uribe Doctor en Filosofía, 2001 Alejandro Arango Medina Comunicador Social - Periodista, 2001 Leonel Estrada Jaramillo Odontólogo, 1943 Rodrigo Saldarriaga Sanín Honoris Causa Maestro en Artes Escénicas, 2001 Estudios de Literatura. Actor Licenciado en Ciencias de la Comunicación, 1976 172 208 Carlos César Arbeláez Álvarez 174 210 Alonso Cortés Cortés Comunicador Social - Periodista, 1992 Doctor en Medicina y Cirugía, 1957 176 212 Álvaro Cogollo Pacheco 178 214 Alberto Villegas Hernández Biólogo, 1986 Doctor en Medicina y Cirugía, 1955 180 216 Juan José Echeverri Escobar Ingeniero Químico, 1955 Juan Carlos Arango Lasprilla 218 252 Ángela Patricia Cadavid Jaramillo 220 254 Tiberio Álvarez Echeverri Alberto Echeverri Sánchez 222 256 María Eugenia Londoño Fernández Silvia Blair Trujillo 224 258 Ricardo Restrepo Gómez Fanor Mondragón Pérez 226 260 Sabinee Sinigüi Ramírez Óscar Alejandro Vanegas Monterrosa 228 262 Gustavo Alberto Zapata Restrepo Saúl Franco Agudelo 230 264 María Teresa Rugeles López 266 Jaime Alberto Palacio Baena Psicólogo, 1996 Médica y Cirujana, 1986. Doctora en Ciencias, 1998 Licenciado en Educación, Filosofía e Historia, 1975 Médica y Cirujana, 1974 Ingeniero Químico, 1974 Ingeniero de Alimentos, 2008 Médico y Cirujano, 1975 Patricia Eugenia Díaz Montoya Antropóloga, 2002 Luis Fernando Tintinago Londoño Médico y Cirujano, 1988 Jorge Emilio Osorio Benítez Médico Veterinario, 1985 Químico Farmacéutico, 1967 232 234 236 Enrique del Carmen Rentería Arriaga 238 Álvaro Posada Díaz 240 Biólogo, 1975 Doctor en Medicina y Cirugía, 1970 268 274 276 Carlos Santiago Uribe Uribe 246 278 Zayda Lucía Sierra Restrepo 248 Roberto Giraldo Molina 250 Doctor en Medicina y Cirugía, 1969 Comunicadora Social - Periodista, 2005 Magister en Educación, 2009 Licenciado en Educación, Español y Literatura, 1994 Doctora en Ciencias Básicas Biomédicas, 1997 Biólogo, 1977 Rito Llerena Villalobos Licenciado Educación, Idiomas y Literatura, 1967 Ramiro Fonnegra Gómez 244 Licenciada en Educación, Historia y Filosofía, 1980 Físico, 2008 272 Martha Cecilia Londoño Báez Doctor en Medicina y Cirugía, 1961 Honoris Causa Licenciatura en Educación Musical, 1998 José Emilio Yunis Turbay 242 Enfermera, 1980 Doctor en Medicina y Cirugía, 1964 270 Jorge Ossa Londoño Médico Veterinario, 1973 Jorge Restrepo Paniagua Doctor en Medicina y Cirugía, 1961 Biólogo, 1972 Olga Lucía Zuluaga Garcés Licenciada en Educación, Filosofía e Historia, 1975 Magíster en Educación, Psicopedagogía, 1991 Francisco Lopera Médico y Cirujano, 1979. Especialista en Neurología, 1984 Jaime Borrero Ramírez Doctor en Medicina y Cirugía, 1953 Índice UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA sociedad sin los otros… Carente de aquellos que sin renunciar a sus responsabilidades persiguen los sueños y privilegian la convicción, la discreción, el silencio y el anonimato, para facilitar así el logro de sus ideales ciudadanos por encima de la rentabilidad, el ascenso social o económico; y que renuncian a alcanzar el éxito a cualquier precio. Del capullo emergió una mariposa* Este es un libro de microhistorias, semblanzas, perfiles y retratos de un tipo de triunfadores que no estamos acostumbrados a exaltar. Aquí están las voces y las imágenes de aquellos vencedores de lo inmaterial, de los que se quedaron habitando las convicciones y los sueños, de los espíritus cuyo proyecto de vida es la coherencia con su conciencia, sus valores y búsquedas. Esta es una obra para caracterizar a los otros: a los espíritus libres; a los sin gloria ni popularidad, a los sin rostro popular, sin celebridad ni aplauso unánime del establecimiento; o a los que se resisten al canon establecido del deber ser. Se exceptúa a los inevitables, a los ya célebres, pues ellos son protagonistas en otros escenarios, poseen otros reconocimientos, habitan diversas formas del éxito o la grandeza. Qué sería de la *Dickinson Emily. Poemas. Selección e introducción de Silvina Ocampo. Tusquets. Barcelona. 2006, p. 106. Sin los espíritus libres no habría ilusiones ni seres visionarios; sin ellos sucumbiría la esperanza y Colombia no sería ni posible ni viable. Sin figuras silenciosas y consistentes, dedicadas cotidianamente a la ciencia, la investigación, la creación, la narración, el arte, la conceptualización estética, la gestión social y cultural, el deporte, el trabajo social, la educación, no sería posible intervenir, transformar o diagnosticar adecuadamente los orígenes y la permanencia de una sociedad injusta, violenta, compleja y contradictoria como la colombiana. Incluso seres escépticos o desilusionados, aquellos a quienes los célebres les asignan el fracaso social o profesional, esconden personas victoriosas en lo estético, intelectual y existencial; habitadas por la placidez. Son ellos los que colocan en su lugar las cosas y siembran la duda demostrando la fragilidad de los falsos esquemas, ponen en evidencia los valores arribistas o el inmovilismo del deber ser. Ellos sitúan lo efímero y aparente de los grandes logros, en frágiles espacios del ego y la vanidad. Sin aquellos con capacidad de hacer renuncias, seguir convicciones y perseguir un proyecto de coherencia intelectual, no existiría masa crítica. Los otros son ese elemento variado, diverso y múltiple que dinamiza con su actitud y ejercicio crítico a la sociedad, colocan su acento en aquello que no nos gusta, lo que evitamos, ignoramos o eludimos… Esos seres triunfadores anónimos, esos profesionales victoriosos de la coherencia y los sueños, esos vencedores de lo cotidiano son los protagonistas de este libro. Sus semblanzas son la mejor caracterización de nuestros egresados; su hacer, su movilidad social intelectual y existencial, son el mayor patrimonio humano, moral, cultural y científico de la Universidad de Antioquia y de la sociedad. La palabra y la imagen son huellas inevitables del lenguaje, estrategias comunicativas insuperables, formatos connaturales de la sociedad contemporánea; textura, síntesis y tono facilitan la noción del tiempo, del transcurrir en los contextos. Ese mismo que nos habita en la incertidumbre entre formarnos y prepararnos para ser, ejercer y habitar espacios definitivos en la sociedad. Las imágenes en el blanco y el negro son el día y la noche, las diversas caras de la existencia humana. El entorno diverso, la textura grisácea en la cual habitan y trabajan todo el tiempo nuestros victoriosos héroes anónimos. Ellos y su hacer son lo que no se ve, aquello que, como en los cuentos clásicos, solo pueden percibir quienes lo merecen o se han preparado toda una vida para hacerlo. Inicialmente queríamos llamarlo Héroes anónimos, espíritus libres pero aprendimos, nos enseñaron los protagonistas, que no eran ni querían ser héroes. Los ciudadanos percibimos demasiados héroes y al final emergen muchos de papel y terminan transitando caminos escabrosos o resultan vinculados a las mil maneras del delito y la violencia en Colombia. Un espíritu libre requiere, para ser reconocido, que quien lo indague posea el talento de reconocer el saber del otro. Los perfiles de este libro reafirman aquello de que solo los ignorantes pretenden ser más inteligentes que los demás, y que la humildad es el recurso que caracteriza a los más sabios. Ahí reside la importancia de asumir la diferencia y la pluralidad. Ella permite visibilizar la variedad de presencias de un espíritu libre; situarlo requiere sensibilidad, respeto y humildad. Su historia no está trazada, no es el que gana más o ejerce un poder transitorio. Es quien posee actitudes reconocibles, elige caminos revelados por la razón o la pasión. O que voluntariamente, decide su destino individual, incorporándose a colectivos o entornos donde ejercer. Si luego surge la duda y dedica su vida a otro sueño o toma otro camino, esa decisión será el resultado del obrar como le indican su conciencia, su razón, su libertad. Nuestros espíritus libres, protagonistas de la cotidianidad en la sociedad, son numerosos y están dispersos; para seleccionarlos fue preciso aceptar realidades, imponerse fronteras, asumir renuncias, reconocer limitaciones espacio-temporales y presupuestales. Fijar lo irrenunciable, asimismo puntualizar las licencias admisibles. Renunciamos a incluir a quienes ocupan altos cargos en el Estado, la Universidad de Antioquia, las entidades privadas o ejercen protagonismos principales en la política activa y en organismos universitarios. Hay allí egresados notables, otros distintos a nosotros; cuando pase el tiempo necesario para apreciar sus obras, valorarán sus historias. Admitimos las limitaciones económicas y logísticas, reconocimos la imposibilidad de acceder a todos los lugares distantes del país o del mundo a donde han llegado nuestros egresados. No disponíamos de recursos para pagar como es debido a los escritores y fotógrafos. Esa realidad fue una oportunidad para hacer un trabajo distinto. La idea inicial: retratar a cien egresados de todos los ciclos y áreas de formación universitaria; y en ese propósito hacer visibles grupos, colectivos y singularidades, sin asignar cuotas por 11 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice dependencias, áreas, origen, etnia, preferencias, edades o género. Lo irrenunciable: construir un texto con absoluta independencia, sin vetos, consultas jerárquicas, ni prejuicios; un obra donde los egresados fuesen protagonistas y autores registrando sus percepciones no inducidas; un libro que albergara a algunos Honoris Causa acogidos por la universidad como propios, y nos dejara presentar varios espíritus libres que en su coherencia, decidieron no graduarse. Los 130 personajes y los 61 autores, diez de ellos no egresados, tienen edades distintas, se dedican a profesiones diversas, habitan entornos y espacios variados. Quienes están incluidos en el libro tienen el perfil requerido, luego son. Pero no a todos los que son logramos incluirlos. Algunos no están por su propia voluntad. Otros se encontraban en sitios alejados o nos fue imposible hallar quién se dedicara a escribir sus perfiles en tierras remotas. Con las claridades anteriores procedimos a presentar la propuesta al Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión, BUPPE, con el fin de garantizar parte del costo de la impresión. Para divulgar la convocatoria seleccionamos un egresado con el perfil requerido: el maestro Gilberto Martínez Arango, cardiólogo, insigne deportista en su juventud, académico, dramaturgo, actor, director y pionero del teatro experimental contemporáneo en Colombia. Después divulgamos la convocatoria en el Portal Universitario, en el boletín y la página del Programa de Egresados, y en los grupos de egresados en Facebook. Así mismo, utilizamos la base de datos para enviar correos electrónicos invitando a más de 3O mil egresados que tienen sus datos actualizados, a las asociaciones en el país y el exterior, a las dependencias universitarias y a las sedes regionales. Estudiamos las postulaciones y simultáneamente invitamos a fotógrafos y escritores egresados a participar como autores. Incluso si un escritor invitado era postulado, este no participaba en las valoraciones o decisiones, ni intervenía en ese proceso. Al final fue agradable ver cómo algunos descubrían que ellos habían sido objeto de la mirada escrutadora de otro escritor que con autonomía y distancia escudriñaba su esencia. Salvo pocos casos, los autores son egresados; varios de ellos, jóvenes pendientes de recibir su título. Este procuró ser, y es, un libro de egresados, hecho por ellos. Esto le agrega un valor adicional, pues al incorporar percepciones de los propios egresados se constituye en evidencia del tipo de profesional que forma hoy la Universidad de Antioquia. Este hecho le añade al presente trabajo legitimidad, calidez y pertinencia. Las secciones se ilustran en términos poéticos y simbólicos con grafías que reconocen la creatividad como signo del pensamiento superior de la inteligencia humana y punto de encuentro del arte y la ciencia. Dos fragmentos poéticos de Emily Dickinson y uno del monje y pintor chino Shitao, nos sirven para congregar líderes, gestores, creadores e investigadores. El método etnográfico, el estudio de caso y las historias de vida reconocen los lenguajes, la escritura, la lengua, el relato, la imagen, lo poético y lo literario, como instrumentos y opción académica válida para caracterizar e indagar por la pertinencia profesional de quienes se dedican a gestionar e intervenir en los espacios sociales, culturales y creativos, o eligen como camino la creación, la palabra, el relato y la expresión con los lenguajes, o ejercen su libertad recorriendo los senderos de la ciencia de manera individual o liderando grupos de investigación. Escrito de manera cooperada, este texto no hace clasificaciones ofensivas y discriminatorias del egresado. Evita el uso de categorías restringidas y artificiales, declina los caminos únicos, el mandato del tener o el deber ser, y pasa del enfoque rutinario, impuesto por respetables y solitarios grupos técnicos, alejados de la vida y enemistados con lo humano y lo singular. Términos como calidad, pertinencia, eficiencia, eficacia, viabilidad, cobertura, corresponsabilidad, equidad, vinculados a los conceptos de aprendizaje, investigación, innovación, extensión, parecen conducirnos a una trampa al olvidar la realidad y ocultar a los protagonistas. La noción de universidad semánticamente es variable, su sentido coyuntural lo da el contexto, este a veces muta hasta convertir la expresión en un lugar gélido habitado por referencias comunes que parecen incorporarlo todo y terminan por despojar la palabra universidad de su verdadero significante y sentido, distorsionan la realidad y ocultan al ser humano. Los egresados protagonistas coinciden en resaltar que en la Universidad de Antioquia aprendieron la incredulidad, el escepticismo y la duda, rasgos estos que coinciden con el de la inteligencia. Los seres humanos objeto de los perfiles no son perfectos ni modélicos. Este no es un libro de ángeles, ni se abroga la facultad de señalar que son los únicos o los mejores; recoge personas ciertas, escépticas, pasionales, imperfectas, existencias pragmáticas o soñadoras, todos seres presentables, relevantes y autónomos. Cualquier crítica que pueda suscitar este trabajo, la asume el editor general. Este da fe de que ninguna instancia directiva es responsable de su contenido. El libro se construyó con placer, sin ataduras ni intereses coyunturales; no se hizo para satisfacer pequeños egos. Es un producto académico resultado de ejercer la libertad de pensamiento, expresión y cátedra, un ejercicio consciente y responsable, no sometido a credos, dogmas, conveniencias, militancias, intereses, grupos, prejuicios, cuotas, amos, abolengos, afectos, jerarquías o procedencias. Es una obra que revela los tipos de profesionales y seres humanos que ha formado y pretende seguir forjando la universidad; es solo una muestra de esos miles de espíritus libres. Álvaro Cadavid Marulanda Editor Director Programa de Egresados Cada escritor o fotógrafo es responsable de su texto. Los logros son de ellos. Su trabajo no remunerado es un gesto generoso que abunda y caracteriza a muchos de nuestros egresados; por eso esta obra es también un reconocimiento a ellos. A quienes sin serlo participaron en este libro de egresados de la Universidad de Antioquia, gracias. 13 Hay —entre mi país y el de los otros— un mar. Dickinson Emily. En mi flor me he escondido. Versión en español de José Manuel Arango. Universidad de Antioquia. Medellín. 1994, p. 100. UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice disputa; y una mañana, se reconoció en la cubierta de un barco rumbo a Cartagena, enviado a terminar el bachillerato. No sabía español y el papel moneda era novedad en sus bolsillos. Oakley Forbes Bryan Alguien ha cortado el alambre de púas de la columna en que se apoya Forbes. El brazo descansa en el cemento y soporta el peso de este hombre que a los 67 años guarda en su pecho el grito de libertad. No vocifera sus anhelos, los desgrana suavecito a medida que habla de St. Andrew, Providencia and Katheleena, el archipiélago donde fue niño y a donde volvió viejo. Dio los primeros pasos en tierra de su abuela; aprendió a hablar en inglés y creole; pasó horas viendo a los viejos fabricar sus propios barcos y a los capitanes recibir naranjas a cambio de las maderas que traerían de Canadá; casó peleas con sus vecinos como primera forma de amistad; asistió a varios cultos porque en esa época las almas no estaban en Al hombre que fue su alumno de inglés en Cartagena le debe su vocación por enseñar y su incursión en la juerga, en el derroche. A la Universidad de Antioquia llegó en 1966 cuando los estudiantes paralizaban el país. Las asambleas lo aturdían; como entendía poco en español, los sonidos se le hacían más pesados en medio de la algarabía. Entonces prefería retirarse a sus meditaciones en inglés criollo, la lengua en que se conocía. Forbes era un tipo raro, dicen: sabía más inglés que algunos profesores, ascendió cuatro semestres con validaciones; se enfurecía cuando a su creole lo llamaban guachiguachi; y aunque era el más entusiasta a la hora de celebrar, caía en aquellos letargos propios de quien, de repente, recuerda que es forastero. El medio siglo que Forbes pasó en tierra firme fue nefasto para su isla. En el 2003 regresó a San Andrés, después de más de una treintena como profesor en la Universidad del Quindío, donde encendió la lucha gremial —cuando ya podía expresar su rebeldía en español— y fue Presidente del Sindicato de Profesores por una década. Al volver a casa se encontró de frente con su pueblo en extinción: los nativos han perdido el 53% de la propiedad de la tierra entre 1953 y 2010, ni siquiera el 10% de los raizales está empleado, y una tercera parte de la población tiene hambre; hay carteles para expropiar tierras familiares y luego venderlas a las multinacionales del turismo que tumban bosques y profanan cementerios; entre las 100 mil personas que viven en 27 kilómetros cuadrados, los raizales, apenas 27 mil, son minoría; y el inglés criollo — creado por sus ancestros al mezclar palabras del inglés en la estructura del bantú—, para sobrevivir, ya no es cosa que se enseñe a los niños. “Los raizales nos estamos muriendo silenciosamente”, sentencia. Comprendo que ante esa certeza se unió al Movimiento Étnico Nativo, formado en 1999, con el propósito de separarse de Colombia —que ha sido saquedora (entregó la isla al capital extranjero), corrosiva (exportó las formas mafiosas de la política), déspota (prohibió hablar en creole, impuso el español como lengua oficial¬ y le entregó las almas a la iglesia católica— y convertirse en una nueva República. Esa patria soñada estará sostenida, dice Forbes, en la lengua criolla donde se almacena la fuerza de la cultura raizal. Por eso trabaja sin pausa por la propagación de la educación trilingüe —inglés, creole y español—, como encuentro de los múltiples matices de negros, blancos y mestizos que ahora pintan el paisaje. Forbes es un raizal radical conocido en todo el mundo. Por eso lo llaman traidor, lo sigue el DAS, lo quieren matar. Y aunque Jesús le ha dicho que la isla será independiente antes de que él muera, no pone un pie fuera de ella. No quiere fallar a la hora de romper los cercos, de deshacerse de las púas. Fotografía: Natalia Botero / Perfil: Patricia Nieto Nieto 17 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice Natalia Aguirre Zimerman Ella sabe cómo nacen los niños. Ha recibido a cientos en Afganistán, Sri Lanka y Sudán. Los ha visto venir de cabeza, de nalgas, de pies y también los ha palpado atascados en el canal vaginal. En cualquier caso, una vez afuera, los observa como si se tratara de una obstetra recién llegada al mundo, y los acaricia: repasa las cejas, recorre la columna, mira cada dedo. Se embelesa en esa vida que florece donde los fusiles, la sequía, la barbarie, la pobreza, imponen la pena de muerte. Se fue de Colombia —donde no pudo ejercer la obstetricia en zona rural— detrás de la bandera de Médicos Sin Fronteras. Vio pasar la insignia en la popa de una canoa en un viaje por el Atrato, la siguió por internet y diez días después estaba en Kabul. Vistió una shwar kamize y se dedicó a conversar con las mujeres: cómo conciben, cómo saben cuándo será el parto, cómo les gusta dar a luz. Hablar porque “cuando uno ayuda debe hacerlo con lo que los otros creen que necesitan”, dice. Solo después procedió a examinarlas debajo de esas burkas que parecen impenetrables; y a recibir bebés mientras que la ciudad era bombardeada en la guerra de Estados Unidos contra los talibanes. Desde la Kabul sometida, Natalia escribía. Anotaba los descubrimientos en sus piernas y luego los convertía en correos electrónicos para mantener un vínculo con su madre, quien vio cómo las cartas de su hija construían un relato excepcional de la cotidianidad en la guerra. Así que las modeló apenas y las tituló 300 días en Afganistán, libro que convirtió a Natalia Aguirre en una de las autoras más leídas de Alfaguara en el 2005. Ella ni se enteró del impacto que generó su libro, porque para entonces estaba en Sri Lanka que intentaba levantarse del tsunami. Meses después de la tragedia, apenas los pescadores volvían al oficio con botes donados por el gobierno; panaderos, sastres, cocineros y demás seguían atónitos. Pero la parálisis, producto de perderlo todo, no detenía el flujo natural de la vida: en albergues y hospitales improvisados seguían naciendo niños dotados para sobrevivir. más pobre del continente. En plena selva bañada por el Nilo, Natalia fue maestra y alumna. Las aborígenes aprendieron a poner un plástico limpio sobre el piso que servirá de cama a la madre y a lavarse las manos. Y ella, la obstetra, a solucionar partos obstruidos sin instrumentos ni bisturí. Le bastó aprender a contar del uno al nueve y a decir sangre, dolor, agua y puje en dinka; y a comprender algunos gestos para que las parteras pudieran darle su saber: aprendió a voltear bebés, aun en el vientre de la madre, con sus propias manos. “Entonces, cuando ves cómo la gente soluciona así su vida, te preguntas: ¿qué es un problema?”, reflexiona. La próxima parada de Natalia será Jartum, capital de Sudán, pues sus dos hijos necesitan casa, escuela. Por un tiempo estará lejos de la selva pero no fuera de un país en guerra. Salvará vidas de mujeres y de niños, a otros les cerrará los ojos; evocará a su padre y a su hermana asesinados hace años en Medellín; tal vez escribirá; reafirmará su voluntad de estar en Colombia cuando le llegue la hora de morir; y se dirá todos los días que no es de las que pasa el río sin mojarse. A Medellín volverá cada diciembre para que sus niños disfruten de las luces de Navidad, de la abuela, de la casita verde de Envigado. O vendrá a dar a luz, como lo ha hecho siempre, atraída por el olor de la tierra, empujada por la nostalgia del hogar, urgida del abrazo de su madre, necesitada de parir en español. De Asia, Natalia se fue a África, al Sur de Sudán, donde una guerra de cuarenta años convirtió a ese pueblo en el Fotografía: Cortesía revista El Malpensante / Perfil: Patricia Nieto Nieto 19 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice colombiana. Finalmente, se hizo justicia con las secciones y pasaron a llamarse “Lucrecio Jaramillo Vélez”, nombre que la institución conserva a la fecha en su sede del barrio Laureles. Iván VELÁSQUEZ GÓMEZ El hoy magistrado auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, Iván Velásquez Gómez, investigador clave de la parapolítica, recuerda con nostalgia que la pobreza de su colegio llegaba hasta el punto de no tener durante años un nombre específico que lo distinguiera del Liceo Antioqueño, además de que a él y muchos de sus compañeros les tocaba estudiar en pupitres deteriorados, de cuyo daño los acusaban a ellos mismos como responsables. “Secciones de Bachillerato Anexas al Liceo Antioqueño” era la denominación que tenía la jornada de la tarde en el sector de Robledo, en donde cursó sus estudios medios, esa misma que albergó otros nombres de jóvenes que luego tomaron por senderos diferentes en el complejo devenir de la realidad Al abogado penalista Velásquez Gómez lo conocí cuando él era presidente del Colegio Antioqueño de Abogados y yo me desempeñaba como director ejecutivo. Aunque esta vez lo encuentro más robusto, sigue caracterizándose por una mezcla de timidez y simpatía, reforzada por la seguridad con que desgrana sus palabras cuando se traslada al pasado o se sitúa en el nada fácil presente que debe enfrentar. Iván no duda en calificar al Lucrecio como una entidad educativa con sentido crítico, adonde llegaban algunos profesores que laboraban en el propio Liceo Antioqueño: Heliodoro Rojas Olarte —asesinado años después siendo dirigente gremial del magisterio antioqueño— y Miguel Ángel Rivera Echavarría, eran dos de ellos. Esos mismos pupitres dañados los compartió con posteriores personalidades del derecho como Juan Ángel Palacio, Ricardo Hoyos Duque, Guillermo Villa Alzate, Vicente Cadavid Herrera y Luis Fernando Otálvaro Calle. Iván ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, de la Universidad de Antioquia, en donde comenzó a formarse en el conocimiento y análisis de la realidad social y política. Su curiosidad académica lo llevó a pensar en realizar una tesis de grado que partiera del planteamiento según el cual “la clientela del derecho penal son los pobres, los excluidos”. Se trataba, además, de “ver el derecho de una forma diferente, no literal en su interpretación sino más bien exegética”. Y también con base en la experiencia que tenía como secretario de juzgado, en donde trabajó con el entonces juez Carlos Mejía Escobar —posteriormente magistrado de la Corte Suprema de Justicia—, Velásquez Gómez adelantó su trabajo de grado con la orientación de uno de sus maestros, el penalista Jota Guillermo Escobar Mejía. Al comienzo, los jurados no estaban dispuestos a aprobarla por no compartir el enfoque de la investigación, pero luego, en un acto de confianza hacia el asesor, le dieron el visto bueno. Treinta años después de graduado, Iván Velásquez Gómez, el mismo que ha protagonizado y dirigido la investigación sobre la parapolítica y en especial del hoy condenado senador Mario Uribe Escobar, primo del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, se reafirma en su compromiso jurídico y ético a pesar de presiones recibidas y no obstante los señalamientos del ex mandatario Uribe Vélez, quien lo ha tildado de “agente del comunismo”. Iván no quiere terminar la conversación sin referirse a las coincidencias que ha tenido con aquél: “Estudiamos juntos Derecho en la universidad; cuando él era senador, yo me desempeñaba como procurador regional en Antioquia; luego, cuando él era gobernador, yo me desempeñaba como director regional de fiscalías”. Pero más fuertes que las coincidencias entre ambos, han sido las contradicciones. Iván las sigue enfrentando con la misma decisión con que se propuso aprender, cuando hace tiempo estaba sentado en un derruido pupitre de las “Secciones de Bachillerato Anexas al Liceo Antioqueño”. Fotografía: Cortesía periódico El Colombiano / Perfil: Gonzalo Medina P. 21 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice Alba Nidia SÁNCHEZ MONSALVE La puerta entreabierta deja ver una silueta. El contorno dibuja a una mujer ligeramente inclinada que, al parecer, escribe. Responde al llamado sin levantarse; apenas alza la mirada. Lleva lentes y sonríe. Al cruzar el umbral, la luz descubre a una muchacha al mando de un escritorio sin lugar para más cuadernos rayados y mapas que muestran mares turbulentos. En los cuadernos se ven trazos de adolescentes sobre los que ella elogia los aciertos y marca los errores, y las olas encabritadas dicen que quienes las pintaron aún no conocen el mar. En Machuca, Segovia, no saben de mares. Los niños conocen los ríos con lechos de oro y los montes sembrados de coca, el oro convertido en crucifijo y la hoja transformada en cocaína. La maestra, la que ahora pule caligrafías y corrige la orientación de la rosa de los vientos, conoce a Antioquia desde la tierra fría del Norte hasta las planicies de Urabá. Y de esa geografía sentida y contemplada les habla a los muchachos. A veces se desdobla en añoranzas, en batallas, y su clase de Sociales es hervidero de ilusiones: serán médicos o abogados; se convertirán en cantantes o pintores; romperán las fronteras en barcos o montados en los lomos de los libros. Alba Nidia, la maestra, predica porque ha vivido. Dejó su casa paterna, en la vereda Cantayús Arriba de Santo Domingo, cuando ya era mayor para la secundaria y muy niña para el nocturno. Al terminar la primaria —caminaba 40 minutos desde su casa hasta la escuela—, se entregó a repasar los vinilos que radio Sutatenza le enviaba a su padre y a enseñarle a leer a su hermanita Berenice. Tres años después, al punto de la derrota, se fue de la vereda en procura de un diploma de bachiller. Del nocturno de Bello pasó al colegio de Cisneros y de allí a la Universidad de Antioquia. Un bono de alimentación y su trabajo en la biblioteca la mantuvieron viva en un entorno que puede tornarse hostil para el campesino. En el 2000, consiguió su primer empleo profesional en el proyecto “Escuela amiga de los niños” de la Diócesis de Apartadó y Unicef. En el primer viaje la conmovieron el sinsentido del tiempo, la lluvia eterna, el plato de sopa que partió con quien competía con ella por el empleo. De los años que siguieron no olvida la bondad de la gente que ha sufrido y la responsabilidad que le imprimió el haber tomado en préstamo, para su instalación en Urabá, los 500 mil pesos que el abuelo atesoraba para pagar su propio entierro. En el año 2005 —después de cuidar niños para paliar el desempleo— regresó a Urabá. La escuela que ayudó a construir albergaba ya a ochocientos niños. La misión — como le decían en su casa a esos trabajos alejados y penosos— era la construcción de 181 casas para familias víctimas de la violencia con la Fundación Compartir. Estaba cargando arena y pegando adobes cuando recibió, con semanas de diferencia, dos noticias: a su hermano mayor, quien ahorraba cada año todo su sueldo de jornalero para entregárselo a ella cada enero, se le explotó el corazón; y a ella le habían asignado una plaza como docente en el Colegio Fray Martín de Porres de Machuca. Llegó al caserío siete años después de que el ELN produjo un incendio que calcinó a ochenta personas. “Allí opté por ser una trabajadora social que quiere convertirse en una gran maestra”, dice. Tomó a cada niño, lo condujo a un libro, le sembró una esperanza. Dice que después de seis años quiere empacar sus pocos trastos, despedirse de Machuca y desembarcar en otro puerto donde no forme hombres buenos para que los recluten los ejércitos. Fotografía: Patricia Nieto Nieto / Perfil: Patricia Nieto Nieto 23 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice Javier ÁLVAREZ ARTEAGA Javier Ignacio Álvarez Arteaga nació el 14 de abril de 1958 en Medellín, y sus primeros días transcurrieron en una casa del célebre barrio de Buenos Aires, exactamente en el cruce de Bomboná con Suiza. Veintidós años más tarde inició estudios de Ingeniería Química en la Universidad de Antioquia; el fútbol ya era su pasión, pero su padre, profesor de lenguas extranjeras en el mítico Liceo Antioqueño, le advirtió que toleraría aquella relación con la pelota sólo si se entregaba, paralelamente, al estudio de alguna cosa seria. Fogueado como jugador en la Liga Antioqueña de Fútbol, Álvarez accedió al nivel profesional y vistió, durante un puñado de años, las camisetas del Independiente Medellín, el Deportivo Pereira y el Deportes Tolima. Su vocación para la contención lo situó lejos del arco y, en consecuencia, marcó pocos goles —le sobran dedos en una mano cada vez que los cuenta—, aunque su cabeza guarda el recuerdo de uno, crítico, que significó una clasificación de última hora. Mientras tanto, rendía satisfactoriamente en los exámenes parciales que pretendían medir su pulso de futuro ingeniero, e incluso le quedaba tiempo para dedicarse al ejercicio físico en el campus universitario. Alcanzó tal fama de aficionado a la cultura deportiva que los periodistas, años después, habrían de zurcir la fábula de que el Alma Máter lo había coronado como licenciado en educación física. Pero la verdad es que se tituló como ingeniero en 1990. Javier Álvarez debutó en 1997 en el oficio que habría de convertirlo en figura pública: el de la dirección técnica de equipos de fútbol. Entre 1997 y 1998 estuvo al frente del Once Caldas, alcanzando un flamante subtítulo y el prestigio de haber puesto en marcha un fútbol demoledor de naranja mecánica. Esas virtudes lo llevaron hasta la silla de entrenador de la Selección Colombia, en cuya cabeza degustó la miel de doblegar a Argentina 3 por 0 en la Copa América de Paraguay y la amargura de sucumbir contra Brasil, por marcador insospechado, en el Torneo Preolímpico de Londrina. Volvió al Caldas entre el 2000 y el 2002, sembrando, en algún sentido, las bases de los títulos que el equipo albo habría de conseguir en el 2003 y el 2004. Fue subcampeón con el Deportivo Cali en el 2003. Se probó en el exterior al frente del Aucas ecuatoriano en el 2004. Un año después tomó las riendas del Medellín: lo redimió de una eliminación inminente y, sólo por segundos, no lo puso en la final de diciembre del 2005. Retornó a Ecuador para dirigir al Deportivo Cuenca al año siguiente. De nuevo en el país, en el 2007, fue el timonel del Huila; y después, otra vez en el Caldas —el equipo al que estaba amarrado lo mejor de su destino deportivo—, se alzó por fin con el título de campeón cuando, en junio del 2009, batió heroicamente al Júnior en el inexpugnable Estadio Metropolitano de Barranquilla. La constancia de la que se ha valido este director técnico para alcanzar el podio de las celebraciones va más allá de las canchas e ilumina su vida privada. Émulo de su padre, ha cultivado pacientemente su espíritu con miles de páginas clásicas: Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Fedor Dostoievski y Mark Twain son algunos de los invitados a su mesa de noche. De hecho, rememorando esas lecturas dice que, al igual que Albert Camus, siente que el fútbol le ha ayudado a conocer a los hombres. Sin embargo, hoy en día, Javier Álvarez hace uso de lo mejor de esa sabiduría lejos del banquillo de técnico o la investidura de ingeniero químico: con ella ilumina la crianza de su pequeño hijo Simón, quien ya debe saber —como lo han sabido los jugadores orientados por su padre— que el crecimiento nunca termina. Fotografía: Cortesía periódico El Colombiano / Perfil: Juan Carlos Orrego 25 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice concejal y diputado; y promovió actividades pioneras, como la primera “Marcha por la defensa del Derecho a la Vida” en 1983 y el “Encuentro de profesionales de Antioquia: Hacia la paz por la justicia social” en 1985. Jesús María VALLE JARAMILLO Jesús María Valle Jaramillo nació el 28 de febrero de 1943 en La Granja, corregimiento de Ituango; fue bachiller y abogado de la Universidad de Antioquia, acatado dirigente estudiantil y respetado profesor de ética profesional, derecho procesal penal y oratoria forense. Integró el Comité por la Defensa de los Derechos Humanos, Seccional Antioquia, desde su conformación y asumió valientemente su presidencia en febrero de 1988, después de que paramilitares habían asesinado a varios miembros y presidentes de ese comité, entre ellos los médicos Pedro Luis Valencia, Leonardo Betancur y Héctor Abad, y los abogados Luis Fernando Vélez y Carlos Gónima. Además, como líder infatigable y polifacético, conformó la Liga de Usuarios de las Empresas Públicas de Medellín; presidió el Colegio Antioqueño de Abogados; fue cofundador y presidente del Colegio de Abogados Penalistas de Antioquia; actuó como Como prestigioso abogado penalista, defendió la libertad de los injustamente detenidos, puso al alcance de los condenados pobres el elitista recurso de casación, en ese tiempo un recurso elitista, e hizo de su ejercicio profesional una expresión comprometida y consecuente con su opción por los humildes y desprotegidos, los perseguidos por motivos gremiales o políticos y, en general, por las víctimas de la injusticia, la exclusión y la discriminación imperantes en Colombia. Jesús María Valle fue héroe y mártir por la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la impunidad. Héroe porque dedicó gran parte de su vida a trabajar por estas causas, aunque conocía los graves peligros que ello implicaba en Colombia, y mártir porque fue asesinado por su consecuente compromiso con las mismas. Entre 1996 y 1997, repetida pero infructuosamente, denunció en los medios de comunicación y ante los sucesivos comandantes de la IV Brigada del Ejército con sede en Medellín y el entonces gobernador de Antioquia, abogado Álvaro Uribe Vélez, cómo las “Convivir” se habían convertido en grupos paramilitares que, bajo el pretexto de la lucha antiguerrillera, cometían graves atropellos contra la población civil, con la tolerancia y hasta la participación de tropas adscritas a esa brigada. Muy especialmente, denunció los desplazamientos forzados y las masacres de campesinos en los corregimientos El Aro y La Granja de Ituango. Por estas graves y documentadas denuncias, cuya veracidad estableció la Corte Interamericana de Derechos Humanos en sentencia del 2006 y fue reconocida por varios comandantes paramilitares en versiones ante jueces de Justicia y Paz, Jesús María Valle fue calificado de “enemigo de las Fuerzas Armadas”, denunciado penalmente por el delito de calumnia contra el Ejército Nacional en julio de 1997, y amenazado. Por las mismas causas y por su firme defensa de la libertad, la vida y la justicia, fue asesinado el 27 de febrero de 1998, en un frío, profesional y atemorizador operativo paramilitar. En su voto sobre las masacres de El Aro y La Granja, el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Antônio Augusto Cançado Trindade escribió, citando a Ionesco, “estamos ahora subyugados por la razón de Estado que permite todo: los genocidios, los asesinatos, el meter en cintura a los intelectuales […] El Estado impulsa el crimen, justifica el crimen. La cultura, que es la única que podría dejar al hombre respirar y darle un poco de libertad, está devorada por el Estado”. Como este asesinato permanece impune en Colombia, en sentencia del 27 de noviembre del 2008, la misma Corte condenó por él al Estado colombiano y dispuso que se hiciera un acto público de reconocimiento de su responsabilidad internacional en la Universidad de Antioquia, en relación con las violaciones declaradas en “el caso Valle Jaramillo y otros, v.s. Colombia”. Aunque quienes ordenaron el asesinato de Jesús María Valle y los paramilitares que lo ejecutaron, causaron un gran vacío en los defensores de los derechos humanos y en las víctimas de las múltiples violaciones de estos derechos, solo lograron su desaparición física. Su espíritu, sus ideales y su ejemplo de lucha y compromiso permanecen en la memoria de esos defensores, de esas víctimas y del pueblo antioqueño y colombiano. Fotografía: Archivo familiar / Perfil: Darío Arcila Arenas 27 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice Rodolfo Sierra Restrepo La vocación por cuidar el medio ambiente está ligada a su infancia en una finca, donde su padre sembraba la tierra, cuidaba las quebradas y protegía los guaduales. También le viene de haber pertenecido a grupos scout que lo relacionaron con la naturaleza y de haber hecho muchas salidas de campo en la universidad, que fortalecieron su vocación por la conservación del agua especialmente. “O cuidamos esto o nos quedamos sin nada y nos autoexterminamos, que es la preocupación mundial”, así piensa Rodolfo Sierra Restrepo, cuya vocación profesional oscilaba entre la Ingeniería, la Biología y la Arquitectura, y en la universidad de Antioquia encontró que la Ingeniería Sanitaria combinaba esas áreas. Durante la carrera trabajó con un grupo ecológico de estudiantes llamado Hombre Nuevo. Con ellos iba a Moravia, cuando existía el basurero, a observar el papel de los recicladores. Esa experiencia le sirvió para comprender que reciclar era vital para el cuidado del medio ambiente. De ahí su interés por el montaje de programas de reciclaje. En Marinilla, con el apoyo del municipio, creó la cooperativa Agua Marina, que aún existe, donde capacitó a personas de bajos recursos y a un grupo de jóvenes que hacía parte de un pacto de paz, para realizar reciclaje en la zona urbana y parte de la rural, manejar el relleno sanitario y barrer las calles. Esa capacidad para relacionarse con las comunidades, transmitir su conocimiento y fomentar la conservación del agua, llevaron a Rodolfo a ser exponente internacional en Costa Rica sobre el manejo de cuencas hidrográficas con organizaciones comunitarias. También fue solicitado por la Escuela de Microbiología de la Universidad de Antioquia, para participar en un proyecto con los lecheros, finqueros y docentes, en el Nororiente antioqueño, donde los ganaderos están siendo afectados por el parásito de la Fabiola hepática, cuyo problema y solución radica en el manejo del agua. Actualmente Rodolfo hace parte de la Corporación de Estudios, Educación e Investigación Ambientales, CEAM, donde capacita a organizaciones comunitarias integradas por profesores y líderes rurales, que sacan tiempo de su jornal para administrar el acueducto de sus veredas o municipios. Con esta entidad ha realizado un diagnóstico participativo de las organizaciones comunitarias administradoras del agua y ha dirigido 180 capacitaciones, de 410 que hay programadas en el Oriente antioqueño, para fortalecer la dinámica de estas agrupaciones. Rodolfo piensa que su trabajo de ingeniero es de porte social, por su relación con la comunidad, “porque no es de fórmulas sino de comprender las condiciones de cada sociedad, su capacidad económica, su dispersión o aglutinación”, explica. Por todo eso, los resultados en sus trabajos han sido muy buenos, por tener en cuenta las poblaciones y porque combina lo técnico con lo social. La amabilidad y la sencillez le permiten a Rodolfo integrarse con facilidad a las comunidades rurales, pues confiesa que además de su pasión por la lectura, el trabajo se ha convertido en un pasatiempo, porque le gustan las salidas de campo, disfruta los recorridos por las cuencas, la relación con los líderes, y siente gratificación porque su labor influye en la conservación del planeta. Fotografía: Julián Roldán / Perfil: Yhobán Camilo Hernández 29 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice fue nombrado rector de la Universidad Nacional en medio de uno de los mayores escándalos por la reacción opositora del clero, del conservatismo y de la derecha liberal, que incrédulos, miraban como este joven, declarado simpatizante del marxismo había vencido en la puja por dicho cargo al más destacado hombre de letras del liberalismo, Luis López de Mesa. Gerardo MOLINA RAMÍREZ Nacido en agosto de 1906 en el seno de una familia típica paisa de trece hijos dedicados a la agricultura y a la minería, Gerardo Molina buscó las luces de la educación trasladándose a Medellín para proseguir sus estudios de bachillerato y universidad. Corrían los años veinte, una época de grandes transformaciones en el país y notablemente en la capital antioqueña, epicentro de nuevas industrias y de un pujante desarrollo económico. Molina se inclinó por el Derecho pero hubo de partir hacia Bogotá en razón de la expulsión sufrida en la Universidad de Antioquia por su participación en una huelga estudiantil. A la larga ese sería el comienzo de una gran carrera en los campos de la política y de la vida académica. Fue representante a la Cámara y luego senador de la república. Posteriormente, en 1944, Por fuera de los malos augurios, Molina realizó una gestión de modernización de la universidad, amplió los cupos, la planta de profesores de tiempo completo, el intercambio con otras universidades del exterior, la vida cultural y artística en el campus y diversificó las carreras. Hacia 1949 salió del país en condición de exilado cuando arreciaba la persecución contra liberales y librepensadores. En París pudo concluir sus estudios doctorales en Derecho y Ciencias Políticas y dio forma a una de sus principales obras Proceso y destino de la libertad, en la que da cuenta de sus experiencias en la reconstrucción de la Europa de la posguerra y demuestra su lúcido y riguroso dominio de las teorías en boga. A su regreso al país, Colombia estaba todavía viviendo la noche oscura de la dictadura rojista, y aunque fue llevado a prisión supo moverse para contribuir a la caída de esta en mayo de 1957. Por esa época fue nombrado en dos ocasiones rector de la Universidad Libre a la que condujo por senderos de reforma no sin resistir a las campañas que contra su nombre se impulsaban desde el alto clero. Más adelante, se internó durante varios años en una profunda investigación, inédita en ese entonces, sobre las ideas liberales. El fruto de esos desvelos se ha podido ver en la edición de los tres tomos de Las ideas liberales en Colombia, que han sido referentes para los estudios universitarios en ciencias humanas y sociales y que contribuyeron a darles una mirada más profunda y compleja a los problemas colombianos. Tardíamente reconocido por los grupos de izquierda como un líder de grandes quilates y proyecciones, fue lanzado como candidato a la presidencia en 1982. De su campaña quedó la imagen de un hombre serio, estudioso, nada sectario, enemigo del fanatismo, educador y sobrio en la exposición del programa que consideraba apropiado para el país, una mezcla entre intervencionismo de estado e ideas socialistas democráticas. Molina era un hombre de convicciones pero a la vez era flexible y sabía establecer la distancia entre los deseos y las posibilidades. Así, para Colombia, como lo dejó consignado en su Breviario de ideas políticas, la hora no era la de instaurar el socialismo aunque sí la de profundizar la democracia y combatir la pobreza extrema. Molina dejó honda huella en las maneras de hacer política, en el campo de la academia, de la historia y en la gestión universitaria. Una universidad ligada a los destinos de la nación, en disposición de estudiar los problemas y de contribuir a su solución, una universidad con claras funciones sociales e impartidora de una educación libertaria. Esto fue lo que dijo entonces y sería una de sus tesis favoritas en los ensayos que sobre la educación pública superior escribiría más adelante. Fotografía: Cortesía periódico El Colombiano / Perfil: Rubén Darío Acevedo Carmona 31 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice gracias a la cual pudo vivir la universidad de manera distinta a como la había conocido en ingeniería. Guillermo CORREA MONTOYA El camino para llegar a Trabajo Social no fue fácil para este natural de Caldas, Antioquia. Su primera relación con el Alma Máter fue la Ingeniería de Materiales en 1991, la carrera que abandonó a los dos semestres de haber emprendido. Luego de una etapa en la filosofía, regresó a la universidad con el susto de no reingresar en 1996. “Cuando estaba por presentarme por segunda vez, conocí unas trabajadoras sociales como bacanas, muy guerreras, muy involucradas con la movilización y lo comunitario, y me dije que era por ahí la elección”, recuerda “Memo”, como cariñosamente lo llaman quienes lo conocen. Trabajo Social, entonces, fue la carrera elegida para su segunda vuelta, “Desde primer semestre pude vivir y descubrir la universidad en lo humano de las relaciones que se establecían, unas relaciones tranquilas hasta con los profesores, porque todos nos preocupábamos por el otro como otro, no solo como profesional”, recuenta el Correa Montoya. De su paso por el Alma Máter le queda imborrable un intercambio con la Universidad de Salamanca, al que accedió casi por accidente, pero que le permitió dar a conocer su país y ampliar la base de su conocimiento universitario, así como explorar por primera vez un tema que le ha sido cercano, la homosexualidad, alrededor de la cual giró su tesis de pregrado. Nueve años después de su acercamiento a la ENS, Guillermo dirige el área de investigaciones de esa entidad. Además, es docente del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Antioquia y ha representado al país, con ponencias y discursos, en diversos encuentros internacionales de Derechos Humanos. Actualmente continúa su formación profesional con el doctorado en Historia. “Yo estoy seguro de una cosa: cuando vos terminás tu carrera comienza tu verdadera formación universitaria, que la hacés vos mismo. Yo tengo doble personalidad, en últimas; una cosa es lo que adquirí en la universidad, y otra cosa es lo que la vida laboral me ha dado. Si yo trabajara en una Comisaría de Familia, o en la cárcel, tendría unas funciones muy claras; en mi carrera, las funciones han sido más plurales”, finaliza Correa. Luego de su paso por el Alma Máter, este trabajador social cuenta en sus estudios de posgrado la maestría en Estudios del Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia, en la que abordó, como trabajador social, el mundo de la sexualidad; allí su tesis de grado se tituló Del rincón y la culpa al cuarto oscuro de las pasiones: formas de habitar la ciudad desde las sexualidades por fuera del orden regular. Su primer trabajo, según cuenta Guillermo, fue al terminar la práctica académica en el 2001; consistía en contar asesinados sindicales. Un año después fue el coordinador del área de Derechos Humanos de la Escuela Nacional Sindical (ENS), cargo que ocupó durante seis meses. Fotografía: Natalia Botero / Perfil: Sebastián Orozco 33 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice mucho antes, en sus años escolares, ya mostraba indicios de la que sería su lucha personal y colectiva: transformar el sistema patriarcal que vigilaba a las mujeres y no les permitía vivir con propia personalidad. Para muchos, se trataba de una rebeldía; para ella, era el comienzo de un camino. Gloria HERNÁNDEZ TORRES Nació en Medellín, el 19 de julio de 1958, dos años antes de que comenzara la década que cambiaría el mundo y los derechos sociales en busca de la igualdad entre las personas. Su llegada al mundo, en esa perspectiva, no sería fácil, pues entre sus hermanos, los hombres eran 12, una inmensa mayoría, y las mujeres, con ella, apenas dos. Gloria Hernández se impuso desde pequeña el estudio como una forma de romper las barreras del sometimiento y la pobreza en las mujeres, por lo que fue una alumna ejemplar hasta terminar el bachillerato y el pregrado en Trabajo Social en la Universidad de Antioquia. Ese camino de la academia que siempre siguió la llevó a especializarse en Políticas Públicas y Derechos Humanos en la Universidad Autónoma Latinoamericana. Pero desde Entonces las dificultades trataron de cercarla y ella nunca quiso dejarse. Si en lo social había un mundo por cambiar, en su desarrollo personal habría años para ir a contracorriente. Antes de cumplir 25 años, la operaron de una escoliosis de columna y tuvo que caminar por el resto de su tiempo con una prótesis que le permitió mantenerse erguida y mirando al frente. Esta dificultad en su salud la marcó tanto que en la celebración de sus cincuenta años, decidió identificarse con la mexicana Frida Kahlo. Proteger a los débiles y vulnerables la motivó por siempre. En 1986 participó como trabajadora social de la Cruz Roja colombiana, en la coordinación de albergues tras el desastre de Armero. En 1989 se vinculó a la Corporación Salud Mujer y empezó su compromiso militante como feminista y defensora de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Cuando esa institución cerró sus puertas, se trasladó hasta las minas de asbesto del municipio de Campamento para acompañar a los trabajadores en sus dificultades sociales; de allí tuvo que retirarse por amenazas contra su vida. En adelante y hasta el momento de su muerte fue parte activa del grupo Gemas, donde se dedicó a liderar procesos de educación sexual en colegios y organizaciones de Medellín. En 1992 ingresó como docente a la Universidad de Antioquia. La amistad y admiración de muchos de sus estudiantes universitarios dan fe del interés y amor que brindaba en sus cursos, y se aliaron con ella en la lucha por ampliar y multiplicar el conocimiento científico social. Ese mismo año en que se vinculó al Alma Máter fundó con otras luchadoras la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos, y desde entonces asumió compromisos militantes con esta instancia en defensa de la libertad sexual y reproductiva, en temas tan diversos y polémicos como el aborto, las orientaciones sexuales y los Derechos Humanos. A lo largo de su carrera académica y de activista, Gloria Hernández fue autora de números artículos, discursos, ensayos y libros que hoy son su legado. En ellos quiso retratar y transformar temas como el ejercicio responsable y libre de la sexualidad, la defensa de los derechos sexuales y reproductivos, los movimientos sociales como formas de resistencia ante las injusticias de los sistemas económicos y la misoginia en la jurisdicción penal colombiana, entre muchos otros. Es coautora de los libros Por el derecho al derecho, Alba Lucía libre (2003) y Violencia de género en la Universidad de Antioquia (2005). Su vida intelectual, su lucha personal y su militancia colectiva son hoy descripciones certeras de su grandeza como persona, mujer y trabajadora social. Gloria Hernández murió en el año 2009. Su carcajada ante las dificultades queda guardada en la memoria de quienes la conocieron. Fotografía: Olivia Inés Montoya / Perfil: Sara Fernández 35 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice Armando MONTOYA BAENA Siempre fue administrador. Desde que era un adolescente, Armando Montoya tasaba el dinero que sus padres le enviaban desde Venezuela para sostener su casa y a sus tres hermanas. Nació el 11 de septiembre de 1953, en una casa del barrio La Floresta “como antes nacían los bebés”, dice él deslizando sus robustas manos sobre su calva cabeza en señal de que los años han pasado, pero los recuerdos de su infancia aún están ahí, en un niño alegre, inquieto y espontáneo que lo ha acompañado en todas las etapas de su vida. No fue el mejor estudiante cuando hizo el bachillerato en el Liceo Antioqueño, pero escogió estar allí porque, según él, “tenía una disciplina muy exigente y al mismo tiempo una cultura de dejar hacer al estudiante ciertas prácticas que no eran normales en otros colegios”, pues existían muchas libertades en cuanto a horario, uniforme y relación con los docentes. No se imponía la disciplina jerárquica de un colegio normal, pero se exigía en conocimiento y se educaba en un ambiente universitario; por algo era el colegio de la Universidad de Antioquia, en donde posteriormente ingresó a cursar Administración de Empresas. Quienes lo conocieron lo identifican como el estudiante alegre que el día antes de entrar a un parcial le gustaba ir a cine para relajarse. Atrás quedaron las materias perdidas del Liceo y pese a que en la universidad no perdió ninguna, se demoró ocho años para graduarse. Eran finales de los setenta, y los paros y protestas estudiantiles caracterizaban el ambiente de la época. Armando no participaba de este movimiento, tuvo un infarto siendo estudiante, y tal vez por esto, durante una protesta, prefería quedarse atrás de la Facultad de Ingeniería o en la parte que él nombra “portería de los cobardes”. Pero la cobardía no lo acompañó por mucho tiempo. Renunció a su primer trabajo en una empresa metalmecánica, en donde el ambiente laboral era tan hostil que pese a tener obligaciones y un hijo recién nacido, decidió buscar nuevas y mejores oportunidades. No se considera una persona políticamente de “izquierda”, pero su paso por la universidad y su experiencia al enfrentar el mundo desde la posición de un profesional le enseñaron que deben existir unas condiciones de trabajo justo y que hay que buscarlas o luchar por ellas. No fue fácil, duró meses sin trabajo hasta que una amiga lo llamó a laborar en la Unión Cooperativa Nacional, Uconal, donde debía hacer auditorías a las empresas cooperativas de Antioquia. Le asignaron la cooperativa de trabajo asociado Recuperar; allí identificó falencias financieras, generó propuestas para su desarrollo administrativo y, en menos de un año, conoció la empresa mejor que muchos de sus empleados, por ello le extendieron la invitación a trabajar con ellos. Recuperar surgió de la necesidad de capacitar y organizar a las familias de Moravia que tenían como medio de subsistencia el reciclaje. Comenzó con treinta socios fundadores y a lo largo de 28 años se le sumaron más de 3.600 trabajadores especializados en la prestación de servicios generales como reciclaje, aseo y jardinería. Armando Montoya aportó más de veinte años de trabajo; quince de ellos como gerente general de la entidad. Participó en la organización administrativa de la empresa, creó manuales de almacenamiento, archivo y control, y estuvo al frente de un proceso que formalizó el trabajo informal ofreciendo condiciones dignas de trabajo. Según Armando, “los principios y los valores que tiene el sector cooperativo son una forma de vida que tratamos de aplicar y de ejercer, y es algo difícil porque en este país primero hacemos cooperativas y luego somos cooperativistas, pero, aun así, es la forma de crecer y desarrollarnos”. Fotografía: Julián Roldán / Perfil: Laura Marcela Pedroza 37 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice y la emoción, entre la autonomía y la solidaridad o entre la libertad y la igualdad. Si la rígida teoría mostraba la fatalidad de la elección y de la jerarquía, la riqueza desbordante de la vida se encargaría de contradecirla, de la misma manera en que las objeciones de Zenón de Elea al movimiento se desvanecían cuando su contradictor salía caminando. Héctor ABAD GÓMEZ “Muchas cosas sabe la zorra, y el erizo sólo una pero bien grande”... Con esos versos de Arquíloco, puestos a modo de epígrafe, nos introduce Isaiah Berlin en una sorprendente tipología humana: zorras y erizos. Los primeros no saben renunciar a ninguna de tantas cosas bellas que nos ofrece el mundo, aunque sepan que algunas son inalcanzables y otras plantean el drama de una elección. Los segundos centran toda su energía en la materialización de un solo propósito, a costa de un sacrificio inmenso: la renuncia a todo lo demás. Héctor era típica zorra. No cabía en su cabeza que hubiera que decidirse entre la belleza y la verdad o entre la razón Por eso decía sin rubor, subrayando su convicción con una hermosa sonrisa rebosante de optimismo, que era cristiano, liberal y socialista aunque los postulados catequísticos de cada credo dijeran otra cosa. Esa incapacidad de renuncia a todo cuanto se juzga valioso y digno de perseguirse que a juicio de Ortega y Gasset es la sustancia del hombre romántico, resplandecía en Héctor de manera paradigmática. Encarnaba al utópico, soñador, esteta y buscador de verdades que quieren para sí y para sus semejantes, equitativamente repartido, todo lo bello y noble que ofrece el universo. Por eso lo asesinaron. Valencia Giraldo, Leonardo Betancur Taborda, y al abogado y antropólogo Luis Fernando Vélez Vélez. Los cuatro eran egresados y profesores de la Universidad de Antioquia y estaban vinculados a los grupos defensores de la vida y los Derechos Humanos. El recuerdo y la memoria de Héctor Abad Gómez son un legado humanístico y ciudadano. Fue un convencido defensor de la universidad como espacio para la ciencia. Pregonó que los recursos económicos no se desviaran hacia la guerra y el gasto militar, y pidió que éstos se invirtieran en agua potable para la inmensa mayoría. En su última columna, ¿De dónde proviene la violencia? escribió: “En Medellín hay tanta pobreza, que se puede contratar por dos mil pesos a un sicario, para matar a cualquiera. [...] Vivimos una época violenta. Una violencia que nace del sentimiento de desigualdad. Podríamos no tener violencia, si todas las riquezas -incluyendo la ciencia, la tecnología y la moral- -esas grandes creaciones humanasestuvieran mejor repartidas sobre la tierra.”1 Nota del editor: Héctor Abad Gómez, doctor en medicina y cirugía de la Universidad de Antioquia en 1947, fue un maestro salubrista, innovador en la enseñanza de la Salud Pública. Su asesinato el 25 de agosto de 1987, que marcó la historia de la universidad en Colombia, sigue en la impunidad. Ese mismo año también asesinaron a los médicos Pedro Luis 1 Abad Gómez Héctor, ¿De dónde proviene la violencia?. Texto escrito el día de su muerte y publicado Postmortem como editorial en periódico El Mundo, domingo, 26 de agosto de 1987. Medellín. Fotografía: Cortesía periódico El Colombiano / Perfil: Carlos Gaviria Díaz 39 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice alimentos y tener hasta recreación, gracias al manejo que le dan los campesinos a la tierra”. Precisamente por eso le gustaba radio Sutatenza, porque era educativa y estaba dirigida a la población rural, y posiblemente de ahí nació su deseo de continuar de alguna forma esa labor de educación a distancia, aunque revela que a la radio llegó por accidente. Juan Guillermo RESTREPO RESTREPO Recuerda que de niño se levantaba con su padre a las cuatro y media de la mañana, esperaba los tragos junto a los peones, en un corredor cerca a la cocina, y se sentaba en una mesa grande, donde su padre charlaba y coordinaba las actividades de la finca. En el entorno campesino se empezó a afianzar el amor de Juan Guillermo Restrepo por los animales y también por la radio, porque durante las charlas mañaneras de su padre escuchaba radio Sutatenza, que tenía una fuerte influencia en la otra Colombia, como él suele llamar a la Colombia rural. Juan Guillermo piensa que “este país está estratificado y para algunos esa Colombia no representa nada, pero debemos darnos cuenta de que hoy podemos consumir Un día fue a realizar una actividad pedagógica a una finca, y tras finalizar su exposición, el dueño de la casa, un hombre relacionado con la radio, quedó impresionado por la sencillez del lenguaje y la manera en que había comunicado su conocimiento a los empleados de la hacienda. Por eso le propuso hacer un programa de radio. Juan Guillermo, para ese momento, estaba muy ocupado con la veterinaria y la docencia y no aceptó la propuesta. Dos años después lo volvieron a llamar y decidió aceptar bajo cierta condición: “Yo dije: ‘vamos a hacer un ensayo para ver si el programa sirve como yo lo diseño’. Y así fue, en 1979 empecé a trabajar con temas agrícolas en el programa Colombia, la nuestra”. Juan Guillermo concibió su emisión como un espacio educativo y posteriormente introdujo una parte informativa para mantener a los oyentes actualizados en los ámbitos nacional y agropecuario. que era estudiante dedicaba las vacaciones a trabajar en algunas fincas de la región para poner en práctica los conocimientos adquiridos en veterinaria. Por eso, si bien ha cumplido 39 años de ser veterinario, han sido muchos más los años de trabajar con animales y especialmente de relacionarse con campesinos, porque recuerda que desde su época universitaria adoraba las salidas de campo donde podía entrar en contacto con las poblaciones rurales. Actualmente tiene una clínica veterinaria y reparte el día entre el tratamiento de animales y en la lectura. A diario lee dos periódicos, cuando no logra hacerlo siente que algo le falta, y en las noches reanuda la lectura de alguna novela histórica. Así transcurre la vida de este hombre sereno que continúa realizando Colombia, la nuestra, por eso llega diariamente a las cinco y media de la tarde a las instalaciones de RCN Radio, para encerrarse en la cabina, media hora antes de grabar, a preparar el material y la agenda de cada emisión, porque ante todo se siente satisfecho con el contacto con los oyentes y con su compromiso con la otra Colombia, a la que se niega a dejar en el olvido. El trabajo de este hombre amable a quien su padre le transmitió el respeto y la solidaridad con la población rural, ha sido galardonado con el Escudo de Oro del Departamento de Antioquia y la Palma de Cera del Departamento de Caldas, donde Juan Guillermo fue parte de la tentativa, como él dice, de imponer la bovinocultura, porque desde Fotografía: Julián Roldán / Perfil: Yhobán Camilo Hernández 41 UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Índice compartimos en la Facultad de Medicina, no hablamos ni se hablaba de ciudadanía universitaria, pero hoy, trascurridos ya cuarenta años de esa época, he entendido que él se movió siempre en ese terreno de la ciudadanía en la Universidad de Antioquia que siempre fue su universidad, desde el Liceo, la Facultad Medicina, hasta el Consejo Superior. Antonio ROLDÁN BETANCUR Recuperar el valor del valor es la gran estirpe de luchadores como Antonio Roldán Betancur. Pero no solo tener valor, sino valores y entregarse a ellos desinteresadamente y sin medir muchas consecuencias. Así son los héroes morales: seres humanos autónomos que, cumpliendo los mejores ideales de la moralidad, deciden vivir con irrenunciable fidelidad a ellos y al servicio de los demás. El héroe es un reformador y renovador social, moral, ético y político que aspira a transformar la realidad en aras de su ideal. Ese ideal para Antonio fue siempre el servicio a los demás, en sus mejores formas desinteresadas que no buscan honores personales. Antonio Roldán vivió intensamente, esgrimió y difundió los valores universitarios y ciudadanos. En la época que Desde la universidad se propuso hacer política hacia dentro y hacia fuera. Desde el Consejo Estudiantil trabajó por diseñar políticas universitarias con la comunidad académica que propiciaran e implantaran la reflexión, el debate, la crítica, como espacios de diálogo real y efectivo. Esto fue lo que Roldán se propuso llevar a la práctica con la creación del Instituto de Estudios Políticos —algo que logró hacer realidad desde el Consejo Superior como gobernador—, con la idea de darle piso firme a la formación política en la universidad, lo que hay que trabajar día a día, sin descanso. Él mismo fue modelo de lo que debe ser un universitario integral, con compromiso político, en su carrera que transcurrió por la alcaldía de Apartadó —la tierra que lo adoptó y lo acogió—, la dirección del Servicio Seccional de Salud y de Coldeportes, hasta llegar a la Gobernación de Antioquia, cargo en el cual fue asesinado por las balas del terrorismo, el cuatro de julio de 1989. física, moral y mental que le permita el cabal disfrute de una vida digna, decía Antonio. Ese clamor por los derechos fundamentales de los seres humanos, fue una inspiración permanente de su acción en lo público, que es, en esencia, la política. Antonio Roldán Betancur, nació el 17 de febrero de 1946, en Briceño, Antioquia. A los cinco años, cuando murió su padre, él y su familia vinieron a Medellín. Hizo los años de primaria en la escuela Pedro Olarte Sañudo, en el barrio Fátima, al pie de su casa. Cursó el bachillerato en el Liceo Antioqueño y estudió Medicina en la Universidad de Antioquia. Al morir su padre, se imprimió un recordatorio que decía: “Sus hijos recogemos como una bendición sus últimas palabras: ‘que progresen, que estudien, que sean buenos’”. A ese mandato y legado siempre le fue fiel, porque la bondad y la solidaridad que son inseparables, pero que no abundan como debiera ser, siempre acompañaron a un universitario y ciudadano que con su vida dejó un mensaje de compromiso irrenunciable con el bien común, fundamental en el ejercicio de la sana política, a la que mucha falta le han hecho personas como Antonio. Si abogamos por la vida, si reclamamos trabajo y recreación, si pedimos igualdad y participación, así podemos entender mejor lo que son los Derechos Humanos, que son precisamente el compendio de las garantías que debe tener toda persona desde que nace: gozar de una buena salud Fotografía: Archivo periódico Alma Máter / Perfil: Hernán Mira Fernández 43