Te llevaste mis palabras Efectos psicosociales de la violencia política en comunidades del pueblo q’eqchi’ Carlos A. Paredes 4 C OLECCIÓN P SICOLOGÍA S OCIAL ECAP Carlos A. Paredes TE LLEVASTE MIS PALABRAS EFECTOS PSICOSOCIALES DE LA VIOLENCIA POLÍTICA EN COMUNIDADES DEL PUEBLO Q ’EQCHI ’ TOMO I Te llevaste mis palabras Efectos psicosociales de la violencia política en comunidades del pueblo q’eqchi’ Tomo I Carlos A. Paredes 2006 © Carlos A. Paredes Impreso en Guatemala Foto de portada: ??????? Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial 30 avenida 7-60 zona 4 de Mixco Villa Ereil, Guatemala Guatemala, Centro América Tel.: (502) 24 59 3810 Telefax: (502) 24 34 3261 [email protected] — [email protected] Producción editorial y distribución F&G Editores 31 avenida “C” 5-54, zona 7, Colonia Centro América Guatemala, Guatemala Telefax: (502) 24 33 2361 y (502) 54 06 0909 [email protected] – www.fygeditores.com Esta investigación y su publicación se realizaron con apoyo financiero de la Unión Europea en el marco del Proyecto “Programa Comunitario de Rehabilitación Psicosocial y Atención Integral a Víctimas de Violencia y Tortura en los Departamentos de Alta y Baja Verapaz”, coejecutado por el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), y la organización no gubernamental Movimondo. Los puntos de vista expresados en esta publicación reflejan la opinión del autor. ISBN ISBN ISBN ISBN Colección: 99922-823-0-4 (ISBN13: 978-99922-823-0-4) No. 4: 99922-823-7-1 (ISBN13: 978-99922-823-7-3) tomo I: 99922-823-8-X (ISBN13: 978-99922-823-8-0) tomo II: 99922-823-9-8 (ISBN13: 978-99922-823-9-7) Derechos reservados por el autor, prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización por escrito del editor. Guatemala, octubre de 2006 A Pedro Tut C ONTENIDO P RESENTACIÓN XIII P RÓLOGO L ECTURA OBLIGATORIA XVII I NTRODUCCIÓN XXI El Valle del Polochic y la Sierra de las Minas / xxix La metodología / xxvi C APÍTULO I L OS CAMINOS DE LA HISTORIA 1 El escenario / 1 El origen del conflicto / 2 Y se oscurece el tiempo / 13 – ix – Te llevaste mis palabras, Tomo I x Los cambios en el contexto: el pasado y el presente / 26 Despojo de la condición humana / 33 La tortura / 41 La tortura sexual y formas de violencia dirigidas a las mujeres / 49 Brutalidad de la muerte / 60 Súplica, desesperación y humillación / 64 Daños a la identidad personal / 66 Humillación y desvalorización / 72 Estigmatización / 79 Daños al nombre / 85 Huellas del dolor en el cuerpo / 88 Enfermos de dolor / 94 C APÍTULO II A LTERACIÓN DE LA CONVIVENCIA 99 Vida cotidiana trastocada / 110 Control Social / 114 Debilitamiento de los lazos comunitarios / 117 La desconfianza / 121 Delación / 125 La estigmatización comunitaria / 131 La cultura: objetivo militar / 133 C APÍTULO III P ÉRDIDAS , VACÍO E INCERTIDUMBRE 145 Te llevaste mis palabras, Tomo I Fragmentación familiar y comunitaria / 150 Orfandad / 155 Viudez / 160 La ausencia del cuerpo / 164 Soledad en el dolor / 167 C APÍTULO IV E L MIEDO 171 La persistencia del miedo / 176 Las formas del miedo / 180 Miedo extremo, vigilancia permanente / 184 El susto / 186 C APÍTULO V P ROYECTO DE VIDA Y SUEÑOS ROTOS 193 Indignación y desesperanza ante la impunidad / 201 Presencia del ausente / 208 Ya no somos los mismos / 213 B IBLIOGRAFIA 219 xi P RESENTACIÓN ¿Cuál debe ser la intencionalidad de un libro?, ¿a quiénes debe estar dirigido?, son algunas de las interrogantes con las que nos encontramos al momento de entregar nuestras publicaciones al lector. Una publicación con las características de este libro que hoy ponemos en sus manos, requiere desde nuestra óptica, un cuidado muy grande, puesto que es la sistematización de los sentimientos de personas que con sus testimonios de sufrimiento y resistencia comparten una realidad para visibilizar que la historia no es como se ha contado. Conlleva los sentimientos de quien escribe, quien para poder plasmar la experiencia de las personas involucradas ha recorrido con ellos diversas vivencias, desesperanzas, sueños, anhelos... Te llevaste mis palabras es fruto del proyecto “Promoción de una Cultura de Paz y Reconciliación Social en Comunidades Afectadas por el Conflicto Civil en Tres Municipios del Departamento de Alta Verapaz, Guatemala, Centro América” que se llevó a cabo con fondos de la Unión Europea en consorcio con el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial ( ECAP ) y Cooperazione Internazionale ( COOPI ), organización no gubernamental italiana. – xiii – xiv Te llevaste mis palabras, Tomo I El estudio está dividido en dos partes: El tomo I hace un análisis de los efectos psicosociales de la violencia política en comunidades del pueblo q’eqchi’ basado en la vivencia cotidiana por tres años en comunidades que se ubican en la región de la Sierra de las Minas, es una población 90% q’eqchi’. Panzós es una de las comunidades que se encuentra en esta región. El 29 de mayo de 1978 esta población sufrió la primera masacre del conflicto armado reciente de Guatemala. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico, propone un modelo diferente de periodicidad del conflicto con una serie de sucesos que de acuerdo a la comisión marcaron rumbos diferentes de la guerra. Uno de los períodos que señalan importante de identificar es el que va de 1978 a 1984 ( CEH , Tomo I), indica el informe, que es en este período, donde la violencia se vuelve especialmente cruel; con la masacre de Panzós en Alta Verapaz en 1978, dando inicio a una forma diferente de llevar el terror a las comunidades. Es en este contexto que se enmarca el estudio, tomando como referente la memoria de los sobrevivientes de la masacre de Panzós. Éste es el contenido del tomo II , testimonios que se han querido publicar, como una necesidad de los sobrevivientes de difundir la verdad y dignificar la muerte injusta de sus familiares por el Ejército de Guatemala. Este tipo de hechos han marcado en la historia de Guatemala un período más de oscuridad, donde la verdad ha sido ocultada y la estigmatización del pueblo indígena como enemigo interno dentro Te llevaste mis palabras, Tomo I xv de la política contrainsurgente se quiso mantener. Como dijo Payeras: “Se sabe que el objetivo más profundo, de los métodos de exterminio masivo, es romper las bases mismas de la estructura comunal y de la unidad étnica, destruyendo los factores de reproducción de la cultura y afectando los valores en que descansan (en la organización social indígena) la dignidad de la persona y su perspectiva vital. La posibilidad concreta de reproducción de la cultura”. 1 El acompañamiento psicosocial a las víctimas del conflicto armado interno en Guatemala ha sido siempre una prioridad para nuestro trabajo, descubriendo cuan importante es que se realice y se mantenga, puesto que salud mental y derechos humanos debe caminar de la mano, en la medida que se acompaña uno, se podrá ir resolviendo el otro. Te llevaste mis palabras es un estudio que quiere sumarse a los esfuerzos por recuperar la memoria histórica de Guatemala, recordar que en La Sierra de Las Minas hay comunidades que fueron afectadas por el conflicto armado, y actualmente, siguen siendo afectadas por el problema de la tenencia de tierras. Su lucha sigue y muchas de las problemáticas ocasionadas por la guerra están latentes en la salud mental de las personas. El autor analiza la tortura como despojo de la condición humana; fue uno de los métodos del gobierno para doblegar a la población y como un 1. Mario Payeras, Los fusiles de octubre, México, D.F.: Juan Pablos Editor, 1a. edición. mecanismo para “obtener información de los movimientos, estructura, organización y responsables de los grupos opositores”, convirtiéndose “en un instrumento de carácter político”. El estudio revela la tortura sexual y formas de violencia dirigidas a las mujeres, la brutalidad del terror producido por la muerte y la humillación por la que fue sometida la población ligada a su condición de ser pobre, indígena y campesina. Esta situación, sin lugar a duda, produjo un fuerte daño a la población en su identidad, sus costumbres y su religiosidad. Por esa desvalorización que de su vida se ha hecho, el acompañamiento psicosocial se ha convertido en un elemento importante para su dignificación y para desestigmatizarle de una historia impuesta y de una identidad tergiversada. Los testimonios de los sobrevivientes de la masacre de Panzós son un elemento fundante para este estudio, la crueldad de la deshumanización de las políticas implementadas contra estos sectores de la sociedad hacen de ellos un llamado a que escuchemos la historia ocultada, produciendo con el dolor de sus vidas, de sus historias, de sus cuerpos un llamado para que nos humanicemos, para que luchemos por preservar con dignidad a eso a lo que todos y todas tenemos derecho, a la vida. Esperamos y deseamos que este estudio sea un aporte para investigaciones futuras o como libro de texto en la academia como instrumento de sensibilización al tema y como método al abordamiento del trabajo psicosocial. ECAP Guatemala, octubre 2006. P RÓLOGO L ECTURA OBLIGATORIA “Bueno, yo que creo que ya vamos a cumplir un año de estar participando en estas reuniones o ya lo cumplimos no lo sé, pero hablando sobre el tema del miedo, es que algunas personas que tienen esta enfermedad se pueden curar y otros no. Hay algunos sustos que hemos tenido aquí, pero son menores, pero también hay algunos que son muy delicados y complicados de curar y esto lo trajeron los ladinos”. “Tengo entendido y porque me lo han contado mis abuelos que anteriormente existían unos animales grandes que se comían a las personas, nuestros abuelos tuvieron que defenderse a través del mayejak 1 utilizando las candelas y el pom. Estas personas tuvieron que rogarles a todos los cerros y valles, ellos rogaron para que todo eso se acabara y lo lograron. Esos animales que se comían a las personas desaparecieron, pero luego aparecieron otros, los llamados “Duendes”, hijos de las 1. Mayejak es una palabra q’eqchi’ que hace referencia a la práctica de la ceremonia maya. – xvii – xviii Te llevaste mis palabras, Tomo I vacas y de los caballos, aparecieron ellos y otra vez nos entró el miedo, les entró nuevamente el miedo a nuestros padres y abuelos, pero ellos tampoco se dieron por vencidos y empezaron otra vez a luchar contra ellos. Dijeron que le iban a rogar nuevamente a los cerros y valles, y empezaron a hacer su mayejak. Ellos realizaron su mayejak con toda fe y lo lograron y desaparecieron esos animales, se murieron. Luego comentaron que aparecieron algunas personas que despedazaban a otras personas y que cortaban cualquier parte del cuerpo de una persona y que los iban a vender a otro lado, y otra vez los ancianos volvieron a actuar, porque dijeron que podían combatirlo nuevamente. Lo que ellos se proponían hacer lo lograban”. “Luego vinieron los alemanes, a los que llaman grandes hombres, ellos traspasaron nuestras fronteras y mataron a nuestro rey, empezaron a adueñarse de todas las tierras, empezaron a trazar su mojones a como ellos les parecía. Nuestros finados padres sufrieron de miedo, ya que les dijeron que ellos ya no tenían tierras, entonces ellos se preocuparon porque dijeron que en dónde más iban a sacar de donde comer. Y empezaron nuevamente a hacer el mayejak, porque dijeron que nunca iban a dejar de practicar esa actividad, y empezaron a rogarle a todo lo que existe en esta tierra; a los cerros y valles, a los todos árboles, le rogaron al agua, a la noche, a las estrellas, a la luna, al sol y a toda la cosmovisión”. “Nuestros abuelos lo lograron ya que los alemanes regresaron a sus tierras, pero qué más nos faltaba, pues los mismos ladinos mandaron a los soldados a matarnos, nos arrasaron a todos, Te llevaste mis palabras, Tomo I xix allanaron todas nuestras casas, y ahí nos asustamos aún más. Ellos decían que lo que nosotros hacíamos era brujería, y nos ordenaron a ya no hacer nada, nos impusieron la Biblia, nos dijeron que ya no practicáramos nuestras costumbres porque todo eso era dirigido al diablo, que todo eso no tenía vida que solamente eran puras mentiras, reunieron a todas las personas en un cursillo. Llamaron a todos los pastores y a los catequistas y ahí nos impusieron todo eso, para que nosotros nos olvidáramos de lo nuestro y para que se muriera definitivamente. Ellos nos quitaron todo eso para que ya no pudiéramos defendernos, ellos sabían que nos iban a matar, de esa manera fue fácil para ellos dispararnos. Ya sólo se hablaba de la Biblia, y ya sólo era rezar, rezar y rezar; ¿Ustedes creen que hoy día las iglesias han pensado en realizar algún mayejak? ¡No, ellos ya no piensan en eso! Ya sólo piensan en Dios, pero la verdad es que nuestros ancianos también son escuchados por nuestros cerros y valles, por la luna, por las estrellas y por el sol, ellos al realizar sus oraciones invocan todo lo que existe en la tierra”. “Ahora nuevamente nos están asustando, están diciendo que van a aprobar una ley del libre comercio que está ligada al país de Panamá, con esa noticia nos están asustando otra vez. Eso quiere decir que nos van a matar por medio de la riqueza, y a eso, creo que no le vamos a conseguir remedio”. Intervención de Don Pedro Reunión con el Consejo de Ancianos Chichipate, El Estor, Izabal, Agosto del 2004 I NTRODUCCIÓN “... Un agujero en dos cañas marca el sitio exacto donde las balas penetraron a la vivienda, la estructura hecha de caña brava ha sido cambiada varias veces en estos veinte años, excepto esas dos. La mujer luce demasiado entera mientras cuenta con lujo de detalles el asesinato de su esposo frente a ella y sus hijos y se niega a compartir los mismos espacios con los victimarios, demasiado conocidos en la aldea. Es inútil preguntarse si la memoria resiste más que las casas, o si estas casas tienen más historias que contar, más marcas que enseñar. La mujer no luce sus marcas por fuera, después de un rato me despido ¡Ya te conté en tu idioma la historia de mi familia, ya te llevaste mis palabras!...” (Diario de campo. Cahaboncito, Panzós A.V., octubre, 2003). Durante la historia de la humanidad se han suscitado infinidad de guerras, cada una con sus propias causas y objetivos. Es un hecho que las – xxi – xxii Te llevaste mis palabras, Tomo I guerras constituyen un despliegue de violencia física y psicológica para hacerse con el dominio de un territorio. Ortega y Gasset, movido por el afán de conceptuar no la guerra en sí, sino la esencia de la guerra: afirma que “la guerra es para la ética un caso particular del derecho a matar” (Ortega y Gasset, 1998). Desde el punto de vista ético como del de la perspectiva psicosocial, la guerra constituye un hecho trascendente por su fuerza y contenido. Como modelo de guerra se reconoce la guerra noble; la que hace un pueblo para defender estrictamente su espacio o sus alimentos para subsistir. Una guerra defensiva y vital. Antiguamente las luchas entre los pueblos poco evolucionados solían desarrollarse como una especie de noble competición deportiva que finalizaba con la primera victoria o la primera baja de un modo casi incruento. A medida que la sociedad adquiere mayor complejidad, y la tecnología diseña aparatos de matar más complejos, los métodos bélicos han ido tomando la forma de campañas de exterminio indiscriminado. La declaración de muchas guerras medievales y modernas ha sido el pretexto para abrir las compuertas a la violencia destructora y terrorífica. Otra forma de lucha colectiva que a menudo se plantea es la guerra de liberación o guerra civil. La lucha de liberación se nutre de la insurrección popular para liberar el territorio nacional de la dominación violenta gubernamental o internacional (Fernández, 1994). Los pueblos de América Latina por su historia de opresión, marginación, pobreza, exclusión y dominación, han protagonizado varias guerras Te llevaste mis palabras, Tomo I xxiii internas, muchas de ellas con el mismo objetivo; “La toma del poder a través de las armas para la instauración de un gobierno revolucionario, democrático y popular” ( FAR , sf). La historia reciente de Guatemala, se encuentra matizada por el enfrentamiento de las clases sociales. Según Ricardo Falla, se puede intentar clasificar esta historia en cuatro grandes períodos: el primero es el que se inicia con la revolución de 1944 y termina con la contrarrevolución de 1954, periodo que se caracteriza por una apertura democrática que aspiraba a la implantación de un capitalismo moderno y una democracia plena, que terminó por la intervención de Estados Unidos a través de la Central Intelligence Agency ( CIA ), la oligarquía y los sectores reaccionarios del país lo que llevó a la polarización de la sociedad guatemalteca. El segundo período es el que transcurre de 1954 a 1966, en el que nacen las fuerzas guerrilleras de las mismas filas del ejército. Específicamente el 13 de noviembre de 1960, Luis Turcios Lima y Marco Antonio Yon Sosa, fundan el llamado MR –13 (Movimiento Revolucionario 13 de noviembre), que junto a un grupo del partido Guatemalteco del Trabajo ( PGT ) se unificó en las fuerzas Armadas Rebeldes ( FAR ) que actúan en la capital y el oriente del país. Se empieza a generar cierta participación del movimiento social, aún incipiente, aunque también aumenta el grado de represión originado por la política contrainsurgente que empezó a asumir el Estado y que se volvería su característica principal. El tercer período es el que transcurre de 1966 a 1982. Este período inicia con una ofensiva militar xxiv Te llevaste mis palabras, Tomo I que diezmó a la guerrilla a finales de los años sesenta. Posteriormente, se dio un resurgimiento de la guerrilla y se inicia una sublevación indígena masiva a partir de la década de los setenta. En esta década, surgen dos nuevas organizaciones guerrilleras, el Ejército Guerrillero de los Pobres ( EGP ) 1975, y la Organización del Pueblo en Armas ( ORPA ) en 1979. Esto en buena parte se dio por la situación económica del país que se vio afectada por la situación internacional. El movimiento social aumentó. La represión, conforme a la Doctrina de Seguridad Nacional asumida en ese periodo, se vuelve indiscriminada, debido al aumento del movimiento guerrillero y del movimiento social “Como reacción, la violencia del Estado contra la población indígena alcanzó proporciones genocidas, lo cual no era un fenómeno nuevo, sino su expresión más brutal” (Jonas, 1994). La población se vuelve el enemigo a vencer, se acuña el término de “enemigo interno” ( ODHAG , 1998: Tomo II). En 1982, la represión se vuelve especialmente cruel con el gobierno de facto del general Efraín Ríos Montt, quien crea la política de “Tierra Arrasada” y ordena exterminar más de 400 aldeas, donde murieron aproximadamente entre 50,000 a 57,000 personas. Por último, el cuarto período lo ubica desde el año 1982 hasta 1996. Al inicio de este periodo se da un repliegue guerrillero y una militarización acentuada de la sociedad con la creación de las Patrullas de Autodefensa Civil ( PAC ) y de otras medidas de control social, como las Aldeas Modelo. En 1985, empieza a existir un cambio político en Guatemala con la llegada a la presidencia de un civil: Marco Vinicio Cerezo Arévalo. En su gobier- Te llevaste mis palabras, Tomo I xxv no, y debido a los acuerdos de Esquipulas I y II, que comprometen a los gobiernos centroamericanos a buscar la paz en la región, se inicia un proceso de acercamiento entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG ) y el gobierno. Cerezo sufrió tres intentos de golpe de Estado y el ejército intentó eliminar al movimiento guerrillero con ofensivas sanguinarias en los últimos años de la década de los ochenta. Al llegar Jorge Serrano Elías al poder, y con la imposibilidad del ejército de asestar el golpe de gracia al movimiento guerrillero, aunando a esto, las presiones internacionales, se inicia en abril de 1991 un diálogo que permite a finales de 1996 la firma de la paz que pone fin a una guerra de 36 años, que ocasionó más de 200,000 muertos, heridos, torturados, ejecutados y detenidos-desaparecidos, además de miles de refugiados, desplazados y enormes sufrimientos a la población guatemalteca ( CEH , 1998: Tomo II). La Comisión para el Esclarecimiento Histórico, sin embargo, propone una modelo diferente de periodicidad del conflicto con una serie de sucesos que de acuerdo a la comisión marcaron rumbos diferentes de la guerra. Uno de los periodos que señalan importante de identificar es el que va de 1978 a 1984 ( CEH , 1998: Tomo I), indica el informe, que es en este período, donde la violencia se vuelve especialmente cruel; con la masacre de Panzós en Alta Verapaz en 1978, dando inicio a una forma diferente de llevar el terror a las comunidades. Otro período importante según el informe de la Comisión es el que va de 1985 a 1996, con la elección del primer gobierno civil, el proceso de Esquipulas I y II, la negociación de la paz entre las partes involucradas en el conflicto, y finalmente xxvi Te llevaste mis palabras, Tomo I la firma de la paz firme y duradera entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y el Gobierno de la República. Como producto de la firma de la paz y derivado de uno 2 de los acuerdos sustantivos, 3 se crea la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, quienes presentan en el año 1998, el informe “Guatemala, Memorias del Silencio”. Dentro de las conclusiones y recomendaciones, hacen hincapié en la creación del programa nacional del resarcimiento 4 para las víctimas del conflicto armado interno. 2. Acuerdo sobre el Establecimiento de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de las Violaciones a los Derechos Humanos y los Hechos de Violencia que han causado Sufrimiento a la Población Guatemalteca. Firmado en Oslo, Noruega el 23 de junio de 1994. 3. Durante el proceso de negociación de la paz, se llamó acuerdos sustantivos a todos aquellos que tenían relación con el desarrollo, económico, social y político del país, al otro tipo de acuerdos firmados se les llamo “operativos” y se referían básicamente al cese al fuego entre la URNG y el Ejército, a la desmovilización de las fuerzas de URNG y su incorporación a la vida civil. 4. La CEH considera que la verdad, la justicia, la reparación y el perdón son los pilares de la consolidación de la paz y la reconciliación nacional. Es, por tanto, responsabilidad del Estado guatemalteco elaborar y promover una política de reparación a las víctimas y sus familiares, cuyos objetivos prioritarios han de ser la dignificación de las víctimas, la garantía de no repetición de las violaciones de derechos humanos y hechos de violencia vinculados con el enfrentamiento armado y el respeto de las normas nacionales e internacionales de derechos humanos. Sobre esa base, la CEH recomienda: A) Que el Estado de Guatemala, mediante las correspon- Te llevaste mis palabras, Tomo I xxvii Dentro de las medidas del programa nacional de reparación como lo llama la CEH aparece un énfasis importante en el tema de la salud mental comunitaria, sin embargo, este tema en la agenda del Estado continua siendo una materia pendiente, a pesar de que en los Acuerdos de Paz el Estado de Guatemala se compromete, a impulsar un Programa Nacional de Resarcimiento, donde está incluida entre otras cosas, la Atención Psicosocial a las víctimas del conflicto armado interno. 5 En este tema el Estado ha mostrado poco interés no solo en términos políticos sino sociales y económicos. Sin embargo, a través de la presión ejercida dientes acciones del Gobierno y del Congreso de la República, cree y ponga en marcha con carácter de urgencia un Programa Nacional de Reparación a las víctimas de las violaciones de derechos humanos y hechos de violencia vinculados con el enfrentamiento armado y sus familiares. B) Que, con esa finalidad, el Gobierno presente al Congreso de la República con la mayor urgencia un proyecto legislativo sobre reparación a las víctimas del enfrentamiento armado que impulse el Programa Nacional de Reparación. Dicho proyecto deberá contener los principios generales y medidas de reparación, la estructura del programa, las categorías de beneficiarios, los procedimientos para la identificación de beneficiarios y el mecanismo de financiación. 5. Acuerdo Global sobre Derechos Humanos; Suscrito en México, DF el 29 de marzo de 1994. Numeral VIII; Reasentamiento y/o asistencia a la víctimas de violaciones a los derechos Humanos; las partes reconocen que es un deber humanitario resarcir y/o asistir a las víctimas de violaciones a los Derechos Humanos. Dicho resarcimiento y/o asistencia se harán efectivos a través de medidas y programas gubernamentales, de carácter civil y socioeconómico, dirigidos en forma prioritaria a quienes más lo requieran, dada su condición económica y social. xxviii Te llevaste mis palabras, Tomo I por las organizaciones de víctimas por medio de la Instancia Multi-Institucional por la Paz y la Concordia, lograron que el ex-presidente Alfonso Portillo, firmara un Acuerdo Gubernativo que creó la Comisión Nacional para el Resarcimiento. No obstante, el programa diseñado y propuesto por las organizaciones de víctimas carece de certeza jurídica, pues el acuerdo gubernativo que crea la Comisión Nacional de Resarcimiento ( CNR ) queda sujeto a la voluntad política del presidente de cumplir con los señalado en el Programa Nacional de Resarcimiento ( PNR ). Ante esa realidad el acompañamiento psicosocial a las víctimas de la violencia política en Guatemala es fundamental, dadas las dimensiones de los daños producidos. Éste se desarrolla desde las organizaciones no gubernamentales, pero es una intervención que depende fundamentalmente de la cooperación internacional y de la disponibilidad de recursos para este tema. A pesar de los esfuerzos que se han hecho para abarcar la mayor parte de la población, aún existen poblaciones, donde este tipo de acompañamiento no ha llegado. Es en este contexto donde está investigación adquiere toda su importancia porque se desarrolla en el marco de uno de los hechos que la Comisión para el Esclarecimiento Histórico denominó paradigmático, y que marca el inicio de lo que después se convirtió en una práctica estratégica en la lucha contrainsurgente dirigida por el Estado de Guatemala: la masacre de Panzós. Si bien el análisis parte de ese importante hecho, no se centra exclusivamente en él, ¿la razón?, la gravedad de las violaciones a los derechos humanos que ocurrieron antes y después de Te llevaste mis palabras, Tomo I xxix la masacre, la dimensión que estas adquirieron ameritan una profundización en sus efectos pero principalmente en los mecanismos que los sobrevivientes desarrollaron para afrontar el daño. E L V ALLE DEL P OLOCHIC Y LA S IERRA DE LAS M INAS Se le denomina Valle del Polochic al área que recorre uno de los ríos más importantes del Departamento de Alta Verapaz que se ubica al norte del país: el Río Polochic. La Sierra de las Minas es la cordillera más grande de montañas en Guatemala, y acompaña también el recorrido del Río Polochic. Ésta es una región habitada por población q’eqchi’: monolingüe en un 90%. Uno de los pueblos que se encuentran en esta ruta es Panzós, que en mayo de 1978 es identificado a nivel nacional e internacional como el pueblo donde en el marco del conflicto armado interno se cometió la primera masacre de población indígena ( CEH , 1998). En el año 1997 la Comisión para el Esclarecimiento Histórico requirió a la Fundación de Antropología Forense de Guatemala ( FAFG ) la exhumación de cuatro casos que la CEH denominó paradigmáticos y que sirvieron para documentar la dimensión del daño y la política de genocidio desarrollada por el ejército de Guatemala. Uno de estos casos fue el de la masacre de Panzós. La exhumación se realizó 19 años después de ocurrido el hecho, el resultado fue que se exhumaron 35 osamentas de hombres y mujeres. El proceso se realizó con la evidente falta de acompañamiento psicosocial a xxx Te llevaste mis palabras, Tomo I los familiares de las víctimas, quienes afrontaron esta situación con profundo sufrimiento que surgió a partir del recuerdo doloroso de los hechos ocurridos. Es de ahí de donde nace esta investigación que se desarrolló en el contexto de un proceso de intervención psicosocial con víctimas de la violencia política en el área, que duró tres años, de marzo de 2002 a febrero del 2005 L A METODOLOGÍA La metodología está sustentada en la experiencia acumulada que el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial ( ECAP ) ha desarrollado en el acompañamiento psicosocial a víctimas de la violencia política en varias regiones del país en los últimos 10 años. Principalmente en lo que se domina procesos de intervención psicosocial comunitaria o salud mental permanente. Para cumplir con los objetivos planteados en el trabajo de salud mental comunitaria el ECAP se fundamenta en cinco componentes principales: a) Investigación, b) Acción-formación-capacitación, c) Acción Psicosocial y d) Promoción y divulgación. La investigación normalmente es un proceso que surge a partir de la acción psicosocial que se desarrolla con énfasis en el trabajo colectivo o grupal –grupos de autoayuda– utilizando como principal herramienta la palabra, que acompañada de técnicas de intervención psicosocial dan forma al proceso. La metodología no es rígida, se adapta a cada contexto, es por eso que se parte de un diagnóstico Te llevaste mis palabras, Tomo I xxxi comunitario que tiene como objetivo evaluar el daño producido, y a partir de los hallazgos se diseña el plan de intervención y en los casos en que se necesite, se eligen contenidos para capacitar a personal local para que la intervención sea acorde a las necesidades psicosociales del grupo con que se trabaja. Partimos del criterio de que el trabajo en salud mental comunitaria facilita la posibilidad de hablar de la historia de la violencia en la comunidad, posibilidad que probablemente estaba negada por el legado del terror que dejó la guerra en Guatemala: el miedo. Vencer el miedo y aceptar compartir sin presiones la historia personal de la violencia frente a otros que comparten la misma condición, es parte fundamental del trabajo psicosocial, darse la posibilidad de reconstruir la historia comunitariamente permite mejores posibilidades de aclarar la situación actual, para resignificarla, y luchar por la construcción de un futuro distinto. En otras palabras: memoria colectiva. La reconstrucción simbólica de la violencia permite a la comunidad compartir esta historia con los jóvenes y los niños, para decirlo de otra forma, verdad; elemento también importante en el trabajo psicosocial. Esta publicación es un acercamiento al impacto que tuvo el conflicto armado interno en comunidades de Panzós en Alta Verapaz y de El Estor en Izabal. Para facilitar su lectura, está dividida en dos tomos: el primero, que es este, incluye el análisis de los efectos psicosociales que la guerra provocó en la región, partiendo de la historia y fundamentado en los testimonios recabados en el xxxii Te llevaste mis palabras, Tomo I área, y el segundo, es una selección de testimonios completos que documentan la historia de vida de varios sobrevivientes y documentan las violaciones a derechos humanos en el marco del conflicto armado interno. Para nadie está oculto que la masacre de Panzós ocurrida el 29 de mayo de 1978 tiene su origen en la lucha por el acceso a la tenencia de la tierra que ha mantenido y mantiene el pueblo Q’eqchi’. Por esa razón se inicia el libro con un análisis de la evolución histórica del problema agrario en Guatemala hasta llegar a profundizar en las consecuencias locales que esa problemática ha provocado en las comunidades donde se centra la investigación. Más adelante se abordan los efectos psicosociales de la violencia política en varios capítulos: a) El escenario, b) Alteración de la convivencia, d) Pérdidas, vacío e incertidumbre, e) Miedo y f) Proyecto de vida y sueños rotos. En cada capítulo se valoran los efectos desde lo individual y colectivo. Un dato importante de este material se centra en la cantidad, calidad y la riqueza de testimonios que fueron analizados, esta información fue originalmente recibida como producto de las reuniones con los grupos de autoayuda con sobrevivientes de la violencia política que se organizaron en cada comunidad, también a través de entrevistas y testimonios que fueron recogidos a lo largo de la investigación. En suma se recibieron 3,800 páginas, que se encuentran grabadas en video casetes y audio casetes. La información original fue brindada en idioma q’eqchi’, luego fue traducida al idioma castellano y sometida a una revisión Te llevaste mis palabras, Tomo I xxxiii rigurosa para comparar la fidelidad de lo dicho con lo traducido. Posteriormente la información se codifico en categorías psicosociales que permitieron elaborar inicialmente el mapa de la investigación y posteriormente su estructura. Este libro también tiene una cantidad importante de testimonios que reflejan el sentir, pensar y actuar de todas las personas que participaron en los grupos de autoayuda. Es una historia desconocida que se abre camino por los senderos de la verdad, la memoria colectiva y la expectativa de la justicia. Para leerlo es importante detenerse y reflexionar en cada testimonio, porque es el reflejo del sufrimiento, el dolor pero también de la lucha y la historia de sobrevivencia del pueblo Q’eqchi’. Hay una frase que fue construida por las víctimas y sobrevivientes de la violencia política en la Sierra de las Minas y el Valle del Polochic, organizados en la Asociación de Víctimas, Viudas Huérfanos y Desarraigados de la Sierra de las Minas y el Valle del Polochic ( AVIHDESMI ), y que los acompañó en todas las movilizaciones y reivindicaciones que hicieron para denunciar los hechos ocurridos durante el enfrentamiento armado interno y las violaciones a los derechos humanos de que aún son objeto y que queremos hacer presente en este libro porque refleja en gran medida la razón principal de su lucha: Xb’aan naq xraqe’ li q’oq yiin, Anaqwank tiklaak chaq re li xsaqenil li yaal ut li tuqtuqkilal (Porque la noche se acabó, ahora empieza la luz de la justicia y la verdad). Guatemala, 2005 Capítulo I L OS CAMINOS DE LA HISTORIA E L ESCENARIO “... Sufrimos todo esto por causa de las tierras, nos dijeron que ya habían venido las escrituras y que fuéramos a traerlas a Panzós. Todos dijimos que estaba bien y nos fuimos, ¿Pero qué fue lo que pasó? El alcalde no nos dijo nada, simplemente les enseñó tres veces la mano a los militares y ellos empezaron a disparar. Pero todo esto por causa de nuestra comida y porque queríamos que nuestros hijos no les faltara nada y que pudiéramos vestirlos bien. Sabemos muy bien que por las tierras es que comemos y de allí sale todo lo que tenemos. Pasamos por muchos malos momentos, después de eso empezaron las persecuciones en nuestras casas y empezamos a buscar a dónde ir a dormir, eran las tres, cuatro o cinco de la tarde y ya íbamos a buscar un lugar donde dormir y a tratar de sobrevivir un día más, es más, por eso es que lo hacíamos para que pudiéramos –1– 2 Te llevaste mis palabras, Tomo I vivir un día más, tal vez si no nos hubiéramos escondido todos estuviéramos muertos sin embargo, hemos llegado hasta aquí...” (Testigo CHBT 020. Cahaboncito). E L ORIGEN DEL CONFLICTO Cuando nos planteamos analizar el origen del conflicto armado interno en el área del Polochic y sus efectos en todos los ámbitos de la vida comunitaria, necesariamente debemos referirnos al tema que, para Guatemala, sigue siendo la causa esencial de la mayoría de la problemática socioeconómica y política: la mala distribución de su riqueza primaria: la tierra, por lo que se considera prudente hacer un análisis de la evolución histórica del problema agrario en el área para comprender desde la visión de los sobrevivientes de la violencia política las causas que dieron origen a la violencia destructora y terrorífica. La explicación de la situación actual de la sociedad guatemalteca en su conjunto pero principalmente en el ámbito rural, incuestionablemente se encuentra en su pasado histórico de carácter colonial, cuando originalmente se ve sometida a un proceso de conquista, que en nuestro caso, a diferencia de otras regiones de América, significó la apropiación violenta a la que fue sometida la principal riqueza encontrada por los conquistadores, es decir: la fuerza de trabajo de la población originaria. Al mismo tiempo se produce un vasto proceso de expropiación y acumulación de tierras que provoca, en primera instancia, la parcial desvinculación de aquéllos de su principal medio de Los caminos de la historia 3 producción, claramente la tierra (Figueroa Ibarra, 1980). 1 En Guatemala, la Corona española ejerció plenamente el “derecho de conquista” tal y como extensamente queda esclarecido en varias ordenanzas de la época. 2 Figueroa Ibarra afirma que la apropiación de la tierra fue reglamentada mediante el repartimiento de tierras, mientras que la apropiación de la fuerza de trabajo a través de la coerción extraeconómica que se manifestó en la forma de encomienda, donde la entrega de los indígenas para su cristianización resultó ser un pretexto para repartirse la fuerza de trabajo y mantenerla forzadamente dentro del proceso productivo 1. Figueroa Ibarra: señala que “El desarrollo histórico de las relaciones de producción en Guatemala se inicia con la apropiación de la fuerza de trabajo por parte del conquistador en la forma de esclavitud. La lucha entre explotadores por la fuerza de trabajo, que va a ser característica de toda la historia colonial y gran parte de la época independiente, se manifiesta en el momento de la conquista en un acaparamiento de la fuerza de trabajo y la sujeción de la misma. Al proletario o individuo en proceso de proletarización en la época colonial de que nos hablan algunos autores en realidad le corresponde la condición de indio esclavizado ya sea de manera disimulada o bien de manera legalizada. En esa época el desarrollo de las fuerzas productivas no eran suficientes, por lo tanto la forma de procurarse la verdadera fuente del valor, es decir, la fuerza de trabajo fue el reparto del botín de guerra; nativos y tierra”. Ver también Severo Martínez Peláez, La patria del criollo. 2. Don Fernando V. el 18 de junio de 1513. El emperador Don Carlos, el 27 de octubre, Ley X. Don Felipe II, el 20 de noviembre de 1578, Ley XIII y Don Felipe II, Ley IX, citados por Severo Martínez Peláez en La Patria del Criollo. 4 Te llevaste mis palabras, Tomo I colonial, de ese modo la esclavitud se escondía tras el régimen de repartimiento y encomienda pues no estaba totalmente autorizada. 3 También existió un tipo de esclavitud legalizada mediante la autorización de esclavizar a todo indígena que presentara resistencia armada a la subyugación. Este tipo de esclavitud surgió a pesar de las constantes recomendaciones de los reyes de España de tratar a los indígenas con “cristiana benevolencia”. Sin embargo, no existía ninguna autoridad superior que vigilara el carácter con que se estaban implementando tanto el repartimiento como la encomienda. En esa época la sociedad colonial mostró una contradicción adicional a la estructura nativoconquistador, que consistió en la lucha que por la fuerza de trabajo mantuvo la Corona española como propietaria contra el explotador; a estas alturas convertido en propietario latifundista gracias al reparto que se había hecho de la tierra y la fuerza de trabajo. Sin embargo, este tipo de relación explotadoexplotador dio origen a lo que se llamó Leyes Nuevas en 1542 que, a pesar de no ser cumplidas a cabalidad, modificaron la primera etapa de explotación a la que fue sometida la población originaria. Con estas leyes la Corona buscaba liberar a la fuerza de trabajo para disponer libremente del tributo de la población. 3. Martínez Peláez (1994). Como ya se habrá notado, el repartimiento y la encomienda al estar entrelazados daban por resultado la esclavitud virtual. El explotador tenía la posesión efectiva de la fuerza de trabajo y de los medios de producción. Los caminos de la historia 5 Las Leyes Nuevas contemplaban en distintas formas la necesidad de compensar a los conquistadores y colonos por sus servicios en la implementación del imperio Español. Una de dichas formas, llamada encomienda en el propio texto de las leyes, consistía en cederle a un particular los tributos de uno o varios pueblos indígenas, los conquistadores empezaron inmediatamente a solicitar ese “regalo” y quedó instaurada la nueva institución, en este contexto y con las Leyes Nuevas la definición de la encomienda cambió radicalmente, pues en este caso ya no se encomendaban los indígenas a los conquistadores para su cristianización sino que fue el derecho concedido por el rey a un particular en premio por los servicios suyos o de sus antepasados en Indias, consistentes en recibir los tributos de uno o más pueblos indígenas. Con este sistema, como señala Martínez Peláez, quedó excluida la figura de la esclavitud virtual de los habitantes originarios (Martínez Peláez, 1994), esta situación motivó a los conquistadores a la importación de esclavos africanos, y desde aquel momento solo ellos fueron esclavos en el reino de Guatemala (Escobar y Gonzáles, 2000). Éste fue solo el inicio del sometimiento de que fueron objeto las poblaciones originarias de América, y es en esa época donde se fundamentan los mecanismos que dieron origen a la gigantesca concentración de la tierra, que ya era problema al final del período de la colonia y que, posteriormente se crean nuevas leyes que regulan la tenencia de la tierra en Guatemala. Severo Martínez Peláez identifica cinco formas de distribución de la tierra: a) El Principio del Señorío: este principio era la expresión legal del 6 Te llevaste mis palabras, Tomo I despojo de la tierra del pueblo conquistado por el pueblo conquistador, la tierra pasaba a manos de la corona quien era la única con facultad de quitarla o cederla, este principio frenaba la intención del conquistador de la concentración desmesurada pero también al conquistado de poseerla; b) El principio de la tierra como aliciente: la Corona por la pobreza en que se encontraba su reino, no podía costear las expediciones y se vio obligada a ofrecer como estímulo a todos los expedicionarios, la cesión de tierras en los lugares conquistados, estas tierra fueron los primeros latifundios de la sociedad colonial que era susceptible de ser ampliado en el transcurso del tiempo; c) La tierra como fuente de ingresos para las Cajas Reales: este mecanismo se manifestó mediante la llamada “composición de tierras”. La Corona ideó una forma de agenciarse de fondos; todo aquel terrateniente que no tuviera en orden sus títulos, sería expropiado de sus tierras, a menos que mediante la composición arreglara legalmente la situación en que se encontraban las tierras usurpadas; d) La defensa de la tierra de indios: este principio buscó proteger la tierra que se encontraba en propiedad de los pueblos indígenas, la Corona señalaba que los pueblos debían tener tierras comunes o ejidos para sus siembras y pastoreo, argumentaba también el trato preferencial que debía darse a los indígenas que tenían la intención de adquirir tierras, y exigía a los conquistadores no usurpar la tierra en propiedad de los pueblos. Este tipo de “privilegios” se hacían con la intención de que los indígenas tuvieran tierras que pudieran trabajar para sustentarse, para tributar y estar en condiciones de ir a Los caminos de la historia 7 trabajar de forma casi gratuita a las haciendas de los grupos dominantes; e) El bloqueo agrario de los mestizos: a pesar de que este principio no estuvo inscrito en las leyes se practicó de una manera bastante alarmante. Los mestizos estuvieron privados del derecho de tener tierras, este mecanismo favorecía la concentración de tierras en tanto que era obstáculo para el aumento de los propietarios de tierras, pues ello llevaría al surgimiento de nuevos latifundistas. La política de negar tierras a los mestizos pobres fue un factor que estimulo el crecimiento latifundista porque esta población se vio obligada a desplazarse a las haciendas y a vivir y trabajar en ellas a cambio de tierra en usufructo, se volvieron necesariamente arrendatarios y esto también justificaba la implantación de latifundios. Al producirse el fenómeno de independencia de España obviamente las tierras Realengas pasaron a ser propiedad del Estado, pero casi de inmediato se inició el proceso de reducción de la propiedad Estatal a propiedad privada, este “cambio” en el tipo de propiedad fue aclarado jurídicamente el 2 de noviembre de 1837 a través del Decreto Gubernativo promulgado por el Dr. Mariano Gálvez según el cual: “Son terrenos baldíos los que antes se llamaban Realengos, y no están enajenados a personas particulares, pueblos o corporaciones y su dominio y propiedad pertenecen al Estado (Méndez Montenegro, 1960). Más adelante, durante los gobiernos liberales de mediados del siglo XIX se realizaron varias reformas a la tenencia de la tierra. Éstas estaban 8 Te llevaste mis palabras, Tomo I encaminadas a definir una política liberal de exportación agrícola y a la expansión de la población ladina por todo el altiplano. En esta época se dieron las mayores ocupaciones de tierra por parte de la población no indígena y de extranjeros, principalmente en la franja transversal de norte y Alta Verapaz. Estas políticas trajeron consigo varias consecuencias: por un lado, procuraban reforzar la propiedad de las tierras comunales que poseían las comunidades indígenas, pero por el otro, varias comunidades tuvieron que renunciar a los reclamos de tierra por lo engorroso de los procedimientos para adquirirla y evitar con esto conflictos profundos, por lo que eligieron quedarse con propiedades mucho más pequeñas pero con certeza jurídica sobre ellas, esto porque las leyes establecían que, a menos que estuviese titulada cualquier proporción de tierra podía ser reclamada por cualquier persona. En este punto lo que es preciso señalar es que la mayor parte de las tierras comunales no estaban tituladas y en el mejor de los casos tenían algún documento colonial pero eran imprecisos en varios aspectos y generaban conflictos. A finales del siglo XIX se introdujo el cultivo del café a gran escala lo que provocó que algunas comunidades perdieran los terrenos comunales que les correspondían (McCrery, 1994). Uno de los legados de la época liberal que consideramos importante resaltar es el de la recurrente incursión de los ladinos y extranjeros en tierras indígenas, obviamente con el apoyo gubernamental. En el caso de Alta Verapaz, que es el departamento que nos ocupa, esta situación tuvo Los caminos de la historia 9 un particular significado pues las medidas legislativas que adoptó Justo Rufino Barrios tenían como telón de fondo que la llegada de emigrantes europeos (principalmente alemanes) aceleraría el desarrollo económico de Guatemala (Escobar y Gonzáles, 2000). Barrios por su visión liberal del desarrollo tenía un prejuicio profundo contra la tradición colonial de favorecer a la Iglesia católica y al mismo tiempo en contra de algunas instituciones legales de dicha época como las tierras ejidales que poseían las comunidades indígenas, por ello las abolió. Las leyes de esa época habían declarado que todas las tierras sin título eran terrenos baldíos y como resultado hubo una movilización enorme de personas a Alta Verapaz, ya que a pesar de que había indígenas que conservaban sus títulos de tierra tradicionales, la mayoría eran consideradas tierras baldías (Sapper, Seler y Termer, 1998). 4 En 1880 se dio la mayor anulación de títulos indígenas de tierras, lo que permitió que vastas áreas fueran 4. “La explicación de la cantidad de tierras baldías en Alta Verapaz probablemente se deba a la intervención de Fray Bartolomé de las Casas frente al Emperador Carlos V, en 1540 donde se disponía que ningún español podía entrar al territorio misionero Dominicano de Tezulutlan durante cinco años y como resultado de esta prohibición, que parece haberse prolongado repetidamente, el territorio se salvó por mucho tiempo de los conflictos e incursiones que habitualmente causaban los invasores Españoles en otras áreas. Aún más importante era el hecho de que de este modo se evitó la mezcla de sangre que ocurrió bajo otras circunstancias por todo el imperio colonial hispanoamericano... Esta exclusión duró hasta el fin del dominio español en 1821.” (Sapper, et al., 1998). 10 Te llevaste mis palabras, Tomo I libres y estuvieran en disposición para el cultivo del café y para el trabajo de la población indígena. En 1879 se creó la Ley de inmigración, que fue un intento serio de regular y estimular la llegada espontánea de individuos, como también de definir los derechos de los inmigrantes en Guatemala; la ley permitía un número de concesiones a extranjeros asentándose en Guatemala, por ejemplo: a cada inmigrante se le permitía desembarcar sin costo y traer al país sin el pago de impuestos toda propiedad personal, animales domésticos e implementos agrícolas. El extranjero recibiría además un título gratis de tierras baldías o podía comprar a precios bajos tierras que todavía estuviesen en propiedad privada, además todo aquel inmigrante que se asentara en terrenos baldíos quedaba exento del pago de impuestos personales o directos, excepto el de la contribución obligatoria por 10 años para el arreglo de caminos (Terga Cintrón, 1991). Además, el gobierno de Guatemala también promulgó una legislación para asegurar una fuente “adecuada de trabajadores para el desarrollo de la agricultura” (Terga Cintrón, 1991). Estas leyes determinaban que la población indígena tenía que proveer la fuerza laboral necesaria para estos empresarios y se concedió a los dueños de las fincas medios legales para conseguir trabajadores permanentes y temporales. La ley les autorizó a los grandes propietarios que los indígenas trabajaran y vivieran en propiedades hasta un período de cuatro años, a estos trabajadores residentes se les llamó colonos. Además, dentro de la misma ley se establecía un sistema de endeudamiento que amarraba a los trabajadores a la tierra y así Los caminos de la historia 11 evitar el problema de buscar nuevos trabajadores cada cuatro años. 5 Es así como se va perfilando un cuadro en que, al disponer en manos privadas enormes cantidades de tierra, también se les permitió a los dueños asumir el control de los indígenas viviendo en sus tierras. Las leyes de terrenos baldíos abrieron el camino para el desarrollo del sistema latifundista en Alta Verapaz (Castellanos Cambranes, 1977). 6 En la década de 1944 a 1954 se dan en Guatemala profundos cambios sociales. En el tema de la tenencia de la tierra se crea el Decreto 900 que 5. Karl Sapper explica el sentimiento del pueblo Q’eqchi’ sobre este sistema de endeudamiento así: “Como los q’eqchi’es imaginan que el Dios cristiano es una persona blanca, sospechan que es dueño de una finca en el más allá, parecida a las que los europeos tienen en Alta Verapaz. Por esta razón creen que van a tener que hacer el mismo tipo de trabajo en el mundo venidero como sobre la tierra (Cortando árboles, trabajando la milpa etc.) hasta que hayan pagado su endeudamiento. En contraste a las fincas terrestres, donde nunca verán el día en que hayan pagado todos los anticipos, esperan mejor tratamiento en la vida venidera donde tarde o temprano se verán libres de sus deudas...” 6. Castellanos Cambranes identifica una lista de grandes propietarios alemanes a finales del siglo XIX , quienes según él llegaron a Guatemala “con una mano adelante y otra detrás” y gracias a la toma de posesión de la tierra y al trabajo productivo de la población indígena se convirtieron rápidamente en prominentes miembros de la clase dominante guatemalteca. Entre los que invadieron las tierras en el Valle del Polochic y otras zonas de Alta Verapaz está la familia Gerlach quienes tenían a fines del siglo XIX 800 caballerías, la familia Dieseldorff 425, Hockmeyer, Sanders y Co. 360 caballerías, Sapper 200, Fickert Foros 80, Turkheim 130, Nostitz 125, Knapp 115, Hesse 100, Hartmann 100, Moller 90, Euler 80, Eyssen 74, 12 Te llevaste mis palabras, Tomo I M APA DE PROPIEDADES ALEMANAS EN A LTA V ERAPAZ EN 1897 SEGÚN K ARL S APPER (1900) Las áreas en negro indican las propiedades de alemanes. Fuente: Regina Wagner, Los alemanes en Guatemala , 1991. también se conoció como el Ley de Reforma Agraria, que tenía como objetivo “Liquidar la propiedad feudal en el campo y las relaciones de producción que la originan para desarrollar la forma de explotación y métodos capitalistas de producción en la agricultura y preparar el camino para la industrialización de Guatemala” (Artículo 1 de la Ley de Reforma Agraria, 1952). Este Decreto fue emitido en los primeros años de la Guerra Herrenschmidt 70, Leipprand 60, Adrián Roesch el finquero que aconsejaba la adquisición de tierras con “una población de indios” 60 caballerías, Rosen 50, Stervel 40, Spiegeler 30. en total más de 100 grandes propietarios cuyas posesiones colindaban entre si, en un terreno de más de 1500 Kms. Cuadrados, equivalentes a más de un tercio del territorio de Alta Verapaz; con 3,465 caballerías en total. Los caminos de la historia 13 Fría y el esfuerzo por ampliar el sistema capitalista e incorporar a él a los pequeños productores agrarios de Guatemala entró en conflicto con los intereses de Estados Unidos; esto condujo a la desintegración del gobierno de Arbenz y, en consecuencia al fin de la reforma agraria (Adams y Bastos, 2003). En este sentido Adams y Bastos señalan que: “El esfuerzo de Arbenz estaba destinado, en su concepción original, a resolver la demanda de tierra de los pequeños agricultores. La creciente demanda de la población rural (...) no era solamente un problema económico que debía resolverse (...) significaba también una amenaza política importante. El riesgo de un levantamiento masivo de los indígenas seguía vivo en la imaginación de los ladinos de las clases medias y altas. Todos los gobiernos posteriores contemplarían únicamente ese aspecto de amenaza política. Como consecuencia, durante las siguientes cuatro décadas los esfuerzos agrarios del Estado se encaminarían a neutralizar la amenaza, y no a reconstruir seriamente una estructura económica que sufría los efectos de la esclerosis del sistema de propiedad”. (Adams y Bastos, 2003). Y SE OSCURECE EL TIEMPO La apreciación generalizada en el área que abarca Panzós tanto en el Valle del Polochic como en la Sierra de las Minas es que el origen de la violencia política está en la lucha que han desarrollado por la propiedad de la tierra. Esta, inició por los 14 Te llevaste mis palabras, Tomo I pobladores de Panzós con la reforma agraria decretada en 1952. En ésa época se crearon los comités agrícolas locales y se adjudicaron 2,300 hectáreas a las comunidades indígenas. Con la contrarreforma en 1954 la mayoría de las tierras fueron devueltas a sus antiguos propietarios. El primer alcalde de Panzós en ese período fue Flavio Monzón miembro del Movimiento de Liberación Nacional, quien controló el poder municipal hasta la década de los setenta y utilizó esa posición para engañar y mediatizar a la población indígena y convertirse en uno de los grandes terratenientes del área: “... Don Flavio Monzón era dueño de fincas en Cahabón cuando llegó a Panzós, los mismos finqueros, fueron los que lo nombraron como alcalde. Cuando ya era alcalde comenzó a aprovecharse de las tierras que no tenían papeles registrados aunque la gente ya trabajaba en ese lugar. Mis padres nacieron aquí en Panzós, cuando esto aún no era finca, eso, antes de que yo naciera, hasta que llegó Don Flavio Monzón, él comenzó a decirle a la gente que iba a venir un grupo de personas que querían quitarles la tierra, ¡No vamos a dejar que esto suceda, firmen este papel para que nadie venga a quitar esta tierra! Así les dijo y así convenció a los alguaciles y a los trabajadores de la municipalidad, la gente acepto firmar, la gente no sabia leer ni escribir, firmaron con sus huellas digitales, pues estaban convencidos por las palabras de don Flavio, pensaron que esas firmas eran para firmar como testigos de que esa tierra estaba abandonada, que nadie trabajaba en ella, pero en realidad lo que firmaron era que estaban de acuerdo con Los caminos de la historia 15 que él tomara como su propiedad toda la tierra. Con esas firmas él llegó al INTA para que le permitieran registrar a su nombre la cantidad de tierra que decía el documento firmado por los supuestos testigos, arregló los planos, los registró a su nombre y pagó el título. Las personas que estaban viviendo en el terreno se quedaron como mozos colonos, tenían que trabajar para la finca del dueño, así la llamó él; finca. Entonces obligaba a trabajar a las personas sin sueldo...” (Testigo PZ207. Panzós). Sin embargo los campesinos continuaron exigiendo al Instituto Nacional de Transformación Agraria ( INTA ) 7 la regularización de la tierra en beneficio de ellos. Los representantes de los comités de tierra eran los responsables de viajar a Guatemala para continuar con los trámites, para eso contaban con la asesoría legal de la Federación Autónoma Sindical de Guatemala ( FASGUA ): “... vino un señor y reunió a toda la gente en el campo de fut bol y les dijo, ¡Levántense, la tierra está para ustedes, no es para los finqueros, ellos solo las tomaron y ustedes se quedaron debajo de los zapatos de ellos, ya es tiempo de que se levanten y recuperen lo que les han quitado, ellos tienen que devolver lo que antiguamente les perteneció a los abuelos, organícense por grupos para comprar las tierras y que se las den a un precio justo! Entonces la gente comenzó a organizarse, y le dijeron a mi papá, él comenzó a pensar en organizarse y 7. El Instituto Nacional de Transformación Agraria fue creado en 1962. 16 Te llevaste mis palabras, Tomo I formó un grupo de personas sin tierra, se reunieron, y mi papa se fue a Guatemala, cuando regresó reunió a toda la gente que estaba interesada en la tierra y les dijo que formaran un comité que se encargaría de hacer las gestiones que se necesitaban hacer, el grupo que se formó comenzó a ir a Guatemala, al INTA . Todo iba bien, cuando escucharon los finqueros que un grupo de personas estaban luchando para comprar la tierra que ellos decían que era de su propiedad así lo hicieron, todo iba bien, ya habían hecho varios viajes a Guatemala...” (Testigo PZ207. Panzós). Como resultado de esas gestiones ningún campesino recibió títulos de propiedad, algunos obtuvieron títulos provisionales y otros únicamente permiso para sembrar ( CEH : 1998, Tomo VI ). Hacia 1978 los frecuentes viajes de los dirigentes de los comités de tierra a las oficinas del INTA en la capital de Guatemala, puso en alerta a los finqueros del área quienes empezaron a amenazar a los representantes de los comités legalizados y a decir con todos los medios a su alcance que la guerrilla estaba motivando la solicitud de tierra de los campesinos y que los estaban entrenando militarmente en los alrededores de Panzós. Esto surtió el efecto esperado y el Ejército instaló un destacamento militar en la finca Quinich, a pocos kilómetros de Panzós y comenzaron a patrullar la zona: 8 8. Ver diario El Gráfico, 2 de junio de 1978 “No se dio orden de abrir fuego”: El coronel Valerio Cienfuegos, Jefe de operaciones del área, de la Base Militar José de Los caminos de la historia 17 “... Entonces se enteraron los finqueros de la noticia y comenzaron a organizarse con la estrategia de decir que los comités formados por la tierra eran guerrilleros o comunistas, los terratenientes comenzaron a amenazar a los representantes legalizados. El presidente del comité al escuchar estas amenazas le dio miedo y huyó hacia otro lugar, entonces se quedó mi papá como presidente del comité y siguió luchando contra los finqueros, pero siguieron las amenazas a los miembros del comité, el INTA compró la tierra para el grupo de personas, pero Flavio Monzón decía que esa tierra era propiedad de él, por esa misma razón comenzó a acusar a la gente con más coraje diciendo que solo le estábamos invadiendo la tierra. Entonces mandó un escrito a una sede del ejército, diciendo que éramos guerrilleros, cubanos, subversivos, que teníamos armas en la casa y que entrenábamos con los cubanos, nosotros no sabíamos quienes eran los cubanos. En el INTA nos habían autorizado a trabajar la tierra que habíamos solicitado, de esa manera se fueron a trabajar la tierra como 60 personas en trabajo comunal. Entonces mandaron a llamar a los soldados, diciendo que Irisarri, con sede en Cobán, asegura que la tropa fue movilizada a Panzós ante denuncias de que había gente armada en la región–. Ver también diario La Tarde, 2 de junio de 1978, “Testigo imparcial relata 24 horas de sangre y terror”: El médico infieri Carlos Roberto Pazos (...) relata lo sucedido el día antes de la “masacre” (sic) y en los días procedentes. “Nos habían dicho que en el campo de Panzós se reunían los campesinos, para recibir instrucción militar. Los adiestraban con palos y machetes...” 18 Te llevaste mis palabras, Tomo I en ese lugar estaban entrenando los subversivos con armas, los soldados cruzaron los ríos para llegar hasta donde estaban trabajando los señores, cuando se dieron cuenta ya estaban rodeados por los soldados, ya no pudieron huir, fueron reunidos e interrogados, les preguntaron que donde estaban las armas y los encargados de entrenar. Los soldados les dijeron que habían recibido una nota diciendo esas palabras, que este día entrenaban los guerrilleros...” (Testigo PZ207. Panzós). A partir de ese hecho, el control ejercido por el ejército en el área fue extremo, comenzando a limitar la libertad de trabajar, exigiendo a los campesinos que contaban con autorización del INTA para sembrar en algunos terrenos que se reportaran todos los días a la municipalidad antes de salir al trabajo: “... Los soldados dijeron que a ellos les avisaron que teníamos armas, y ellos nos dijeron ¡Ahora ya no van a trabajar sin que se presenten a la municipalidad para pedir permiso, pero antes pasan dejando a sus casas sus machetes y palos, no van a llevar nada, todos tienen que presentarse! En el trabajadero apuntaron todos los nombres de las personas para que se presentaran a la municipalidad, y se trajeron a toda la gente, vino una mitad de soldados adelante y la otra mitad detrás, en fila se vinieron hasta la comunidad, todos pasaron a dejar lo que llevaban a sus casas y se fueron a la municipalidad a presentarse. Fueron obligados a presentarse durante seis meses a la misma hora todos los Los caminos de la historia 19 días. Estuvieron enjuiciados durante seis meses a la misma hora, interrogándolos con las mismas preguntas, preguntaban para ver si no iban a cambiar las respuestas durante ese tiempo, ¡Ustedes se están preparando para matar a la gente!, les dijeron, los señores contestaron que nosotros no queríamos matar a nadie, sólo queremos nuestro pedazo de tierra, y así pasaron las veces de interrogatorio, hasta que se aburrieron los soldados y ya no los llamaron...” (Testigo PZ207. Panzós). Ante la movilización y el desarrollo de la organización de los campesinos en comités de tierra en mayo de 1978 los finqueros acudieron a la gobernación departamental de Alta Verapaz y solicitaron al Gobernador la movilización del destacamento ubicado en Quinich hacia la cabecera municipal de Panzós argumentando que las reuniones de los campesinos estaban provocando alarma entre la “población pacífica” de la zona ( CEH , 1998: Tomo VI ). Tres días antes de la masacre de Panzós, un grupo de soldados se movilizó para el pueblo e instalaron su campamento en el Salón Municipal, a un costado de la Municipalidad. Walter Overdick, alcalde de entonces, argumentó a la prensa nacional que desconocía la razón de la presencia de los militares en Panzós y que tampoco tenía idea de quiénes habían solicitado la presencia del destacamento en el pueblo (Diario El Gráfico, 2 junio 1978). Sobre la masacre de Panzós ocurrida el 29 de mayo de 1978 existen varias versiones: a) que la masacre ocurrió por la apatía del INTA en darle 20 Te llevaste mis palabras, Tomo I una solución al problema agrario del área (Overdick, Cienfuegos, de la Cruz); 9 b) la versión oficial del Gobierno de la República a cargo del general Eugenio Laugerud García en relación a los acontecimientos de Panzós señalaba que: “... La guarnición militar fue efectivamente agredida por una multitud de campesinos movilizados por elementos subversivos, quienes han venido estimulando desde hace tiempo la ocupación ilegal de tierras en la región (...) los miembros de la guarnición militar actuaron en legítima defensa ante la agresión (...) la responsabilidad de estos hechos corresponde a los dirigentes de organizaciones de extrema izquierda que pretenden utilizar a los campesinos sin tierra como instrumentos de su política (...)”; 10 c) la responsabilidad fue de los terratenientes del área con el apoyo incondicional del ejército: “... La masacre de Panzós, no fue una manifestación aislada de la represión, es la respuesta que los explotadores del campo dan al pueblo que se organiza y lucha para salir de la miseria (...) Quién ejecutó la masacre fue el Ejército Nacional, que se ha destacado por ser el fiel guardián de los intereses del imperialismo y de los explotadores nacionales (...) pues en la región Nororiente del país muchos generales y funcionarios del gobierno son propietarios de grandes 9. Ver artículos de prensa de la época: Diario El Gráfico, El Imparcial, La Tarde, Diario de Centro América entre el 1 de junio y el 22 de octubre de 1978. 10. Comunicado de prensa emitido por la Secretaría de Relaciones Publicas de la Presidencia de la República el 30 de mayo de 1978. Los caminos de la historia 21 extensiones de tierra (...) Si los explotadores hacen uso de la represión, es por el terror que en ellos despierta la lucha, la unidad, la organización y la combatividad de las masas trabajadoras...” 11 Sin embargo hay algunos elementos que escaparon a esas versiones y que fueron identificados por los sobrevivientes de la masacre: “Tal vez nosotros también estuviéramos muertos ya que nos mandaron a Panzós cuando fue la masacre en ese lugar, nos dijeron que teníamos que ir, que iba a ver una fiesta, éramos mucha gente no sabíamos cuántos ir, pero nos fuimos todos, pero cuando íbamos en el camino nos dispararon en Se’pom, siete de nuestros compañeros murieron, los responsables fueron los Ponce. Esto sucedió un día antes de que hubiera la masacre en Panzós, pues nos dijeron que los hombres teníamos que irnos el 28 por la noche y que las mujeres llegarían el 29. Como a las siete de la noche salimos porque nuestra aldea queda lejos, después de eso nos regresamos todos y ya no fuimos, si hubiéramos ido estuviéramos muertos” (Testigo CHPT078. Chichipate): “... Todos estábamos tirados en el suelo. Pero cuando empezaron los disparos no solo los soldados dispararon, también había unos del pueblo. Hasta el finado Manuel Cucul. Cuando me dispararon, me costó caminar, me fui directo 11. “A un año de la Masacre de Panzós” Comunicado de la Central Nacional de Trabajadores ( CNT ), mayo de 1979. 22 Te llevaste mis palabras, Tomo I para el Centro de Salud. No teníamos absolutamente nada, pero cuando ellos informaron dijeron que nosotros teníamos armas y nos amontonaron ahí, pero todo era mentira. Gracias a Dios que estamos vivos...” (Testigo CHBT001. Cahaboncito): “... Todo esto surgió por las tierras, nos convocaron a una reunión y nos dijeron que ya habían venido las escrituras de las tierras y que el alcalde había mandado a traernos y cuando llegamos a averiguar ya no fue eso, sino más bien el alzó sus manos para mandar a los militares a matarnos, tal vez todo esto no hubiera sucedido si el alcalde hubiera leído el documento ante todos nosotros, pero todo esto lo hicimos porque teníamos hambre”. (Testigo CHBT021. Cahaboncito): “... ese día le dijimos al señor alcalde que solo íbamos a pedirle un favor y un mandado, pero él se encerró y no se quiso enseñar, pero ya se habían puesto de acuerdo con los militares y estos ya habían sido pagados por él. 25 mil fue la paga que recibieron los del ejército que vinieron desde Zacapa, eran 300 soldados y todos se encontraban regados en el pueblo de Panzós. Cuando mis padres iban a solicitar las tierras, mandaron un documento desde Guatemala, nunca me imagine que era lo que nos iba a pasar, pero los dueños de las haciendas ya se habían puesto de acuerdo para hacernos lo que nos hicieron, cuando llegamos al pueblo todas las tiendas estaban cerradas y rodeadas por los del ejército...”. (Testigo CHPT046. Chichipate). Los caminos de la historia 23 Lo que se percibe con estos testimonios es una estrategia montada por los finqueros que inició desde la visita que realizaron al gobernador de Alta Verapaz solicitando la presencia del ejército en el pueblo. Tres días antes de la masacre llegaron los militares a ocupar el salón municipal. Los finqueros por su lado hacieron circular dos rumores: a) Que el 28 de mayo habría una fiesta en el parque de Panzós y ordenaron que todos los hombres que se trasladaran de noche para estar a tiempo en la “celebración” y que las mujeres llegarían al día siguiente; b) También circuló el rumor en comunidades más cercanas de que el alcalde tenía en su despacho los resultados de las gestiones de los comités de tierra ante el INTA , los campesinos llegaron con la idea de recoger los títulos de propiedad y con una nota de la FASGUA donde se solicitaba al alcalde apoyar las gestiones que hacían los grupos de campesinos. En este sentido la CEH además de señalar la autoría del ejército en la masacre y señalar la responsabilidad del Estado en esta grave violación a los derechos humanos concluye que: “... este caso es ilustrativo de la influencia que ejerció el sector de propietarios agrícolas en la utilización del aparato del Estado, para que resolviera en su beneficio conflictos sobre tenencia de la tierra, aplicando la violencia armada contra campesinos pobres e involucrando al Ejército en la problemática agrícola. Esta consideración se basa en indicios varios y concordantes sobre la actuación de propietarios agrícolas de la zona, quienes no sólo pidieron la presencia del Ejército sino, además, favorecieron la creación de un 24 Te llevaste mis palabras, Tomo I ambiente hostil hacia la población campesina” además señala que “Los hechos revelan, además, hasta qué punto la persistencia de conflictos generados por la tenencia y la propiedad de la tierra y la incapacidad o la carencia de voluntad estatal para resolverlos, generan un ambiente de inestabilidad social que, en este caso, se resolvió recurriendo a un auténtico mecanismo de terror sobre la población, cuyos efectos persistieron durante casi dos décadas” ( CEH , 1998: Tomo IV). Como resultado de este trágico acontecimiento, el ejército dio inicio en el Valle del Polochic y la Sierra de las Minas a una represión selectiva contra los dirigentes de comités de tierra y autoridades tradicionales. Se dio una marcada militarización de la vida cotidiana que mantuvo bajo el terror a toda la población de las comunidades. A partir de estos hechos se introdujeron varios destacamentos militares en el área: “... Luego empezaron a venir los judiciales al servicio de los hacendados. Ellos iban a los lugares, no les caímos muy bien, tenían armas, en cambio nosotros no teníamos. Empezaron a perseguir a las personas en diferentes lugares; empezaron los asesinatos, los acorralamientos, los secuestros, la gente empezó a buscar refugio para esconderse, algunos se murieron, y algunos pudieron salvarse. Los hacendados empezaron a inventar más mentiras sobre nosotros, así fue como empezó poco a poco nuestra tragedia. Se tuvo conocimiento que los hacendados no estaban tratando bien a sus trabajadores, no les daban permiso para hacer nada, simplemente los estaban Los caminos de la historia 25 explotando con los trabajos, entonces de esa manera el pobre empezó a reaccionar; así fue como empezó todo eso. Si se dan cuenta, el origen del conflicto armado fue principalmente las tierras, ya que hubo personas que se organizaron y decidieron solicitar tierras. Sabemos que durante esos días esos señores estaban posesionando las tierras y no se sabía si realmente eran los verdaderos dueños o no. Ellos tenían armas, M APA DE DESTACAMENTOS MILITARES EN EL MUNICIPIO DE P ANZÓS , A LTA V ERAPAZ Los destacamentos militares estuvieron ubicados en: 1 Panzós, 2) Telemán, 3) Finca Tinajas, 4) Finca Sa’quiha’, 5) Sepur Zarco, 6) Finca Panacté, 7) Finca Pataxte y 8) El Estor. 26 Te llevaste mis palabras, Tomo I ellos decidían si pagaban o no, y si alguien llegaba a insistir algún pago, ahí mismo le decían que dejara de molestar o simplemente lo desaparecían de la faz de la tierra. ¿Por qué sucedía esto?, porque tenían armas y porque tenían mucho dinero...” (Testigo SMCH291. Semococh). L OS CAMBIOS EN EL CONTEXTO : EL PASADO Y EL PRESENTE Analizar los cambios que ha sufrido un contexto social determinado, donde el acceso a satisfactores sociales como educación, salud, trabajo, vivienda y tierra, nunca han sido satisfechos, más la presencia de un conflicto armado con sus mecanismos de represión, nos lleva inevitablemente a hacer una revisión de las condiciones por las que ese contexto social se ha caracterizado. Sin embargo, para no extender el análisis abordaremos únicamente lo acontecido durante el conflicto armado en Guatemala. Por un lado, nos encontramos con una región rica en recursos naturales y forestales, con tierra apta para varios cultivos y ganadería, pero, en manos de pocas personas quienes tienen acceso a todas las ventajas que la posesión de la tierra y la fuerza de trabajo les permite, y que, además, históricamente mantuvieron el poder político y económico en la región, con el apoyo del ejército. Por el otro, una población que se ha visto sometida a una sistemática violación de sus derechos y en el contexto de este trabajo dividida en dos grupos claramente identificados; víctimas y victimarios, estos últimos representados en las Los caminos de la historia 27 figuras de los expatrulleros de autodefensa civil, los excomisionados militares, soldados y oficiales del ejército. Esta división puede parecer a simple vista reduccionista, pero no lo es, estamos ante una población a la que se ha despojado, cuando no de la vida, de la libertad, de la integridad corporal, de la identidad, de la dignidad, de la seguridad, de los vínculos familiares, del proyecto vital y social y no pueden sufrir esta situación sin efectos más o menos severos de su subjetividad. En este escenario caben ambos grupos: las víctimas y los victimarios. ¿Pero dónde caben los finqueros?, pues en la reciprocidad incondicional que mantuvieron con el ejército y la forma como ambos establecieron su relación con la población vendría a colocarlos en un plano más cercano a victimarios que a víctimas. A esto debe agregarse la discriminación y el racismo prevalente en la zona como en el resto del país. Un dato importante es que todos los destacamentos militares estuvieron ubicados en las fincas, con la autorización y apoyo de los propietarios y en defensa de sus propios intereses y privilegios: “... La comunidad antes de la violencia estaba sin ningún mal pensamiento, todos trabajaban tranquilos, se podía caminar de noche, y de día sin ninguna pena, se podía viajar por donde uno quería. ¿Cuando empezó la violencia? fue cuando vinieron los de la hacienda, los ricos o millonarios, ahí empezó la violencia nos quedamos sin tierra para nosotros y nuestros hijos...” (Testigo CHBT038. Cahaboncito). “... Hace aproximadamente 30, 35, o 40 años nosotros trabajábamos muy bien, no teníamos 28 Te llevaste mis palabras, Tomo I ningún problema; cada día que pasaba, cada noche y cada amanecer, todo era tranquilo. Pero llegó el día en que surgió el problema sobre nosotros y todo por los ricos. Cuando empezaron los problemas ya no trabajábamos bien, ya no vivíamos bien, nos estaban obligando a cosas que nosotros no queríamos. Muchas veces comíamos y otras no, por causa de los hacendados. A los ricos no les caímos muy bien que digamos, por ellos fue que surgió el conflicto, ya que a ellos no les gustó que nosotros empezáramos a poseer las tierras. No les gustó que el campesinado tuviera tierras y por eso empezaron a traer a los militares para matar a la gente pobre. Lo que ellos querían era que sus hijos tuvieran tierras y que nosotros no tuviéramos nada. Querían ser los únicos en alimentarse con sus hijos y esposas, por eso es que levantaron las armas sobre nosotros...” (Testigo RNH163. El Rancho). La constante presencia de las unidades militares en las comunidades y la creación de las Patrullas de Autodefensa Civil generaron una división profunda en el tejido social, división que también tuvo sus efectos en el acceso a los satisfactores sociales pero fundamentalmente en las luchas sociales desarrolladas por la población. Algunos eligieron por voluntad propia o fueron forzados a servir de intermediarios e informantes basados en la relación que mantuvo el ejército con la población y aplicaron también la política de represión conforme a la época: “... Antes la paga era baratísima, habían dos hombres que vivían cerca del camino, se fueron para Guatemala a tratar de arreglar unos papeles Los caminos de la historia 29 y el patrón los recibió y los reconoció; Luego se fueron para Puerto Barrios y otra vez el patrón los encontró y les dijo que ellos lo querían babosear con sus tierras y los amenazó de muerte. Pero esas tierras se quedaron con ese señor después de que los pobres hombres gestionaron todo para que aumentaran un poco más la paga. Eso fue lo que hicieron. Se dieron cuenta que nadie los apoyó, se quedaron completamente solos, después de eso nos organizamos y empezamos a solicitar tierras en donde vivir y trabajar, esa fue la razón por la que murieron mis dos hijos, ya que ellos empezaron a gestionar las tierras pero terminó en una desgracia para ellos, ya que hubo gente que se quejó de ellos y los mandaron a matar. Ellos se molestaron demasiado cuando se enteraron de la noticia que nosotros estábamos solicitando tierras, no nos querían dar, no lo aceptaron fácilmente. A partir de eso surgió el problema y la gente empezó a temer a todas las cosas que estaban sucediendo y lo que nos venía encima, empezamos a pensar que íbamos a hacer...” (Testigo CHPT065. Chichipate). Con la creación de las Patrullas de Autodefensa Civil y con la figura del Comisionado Militar el ejército delegó en miembros de las comunidades la responsabilidad del control de la población. Las funciones comunitarias de ambos: PAC y Comisionado iban encaminadas a la delación, persecución, secuestro, tortura y ejecución de todos los dirigentes de comités de tierra, sacerdotes mayas y de todas aquellas personas que manifestaran ideas opuestas a las establecidas; en palabras de ellos “sospechosos de pertenecer a la guerrilla”. 30 Te llevaste mis palabras, Tomo I Aquí se acuña el término “enemigo interno” ( ODHAG , 1998). 12 El poder que se entregó a estos grupos se fue consolidando bajo el mecanismo del terror impuesto por la política de represión y, en el desarrollo del conflicto armado terminó abarcando también la toma de todos los espacios de representación comunitaria que representaban poder: la alcaldía auxiliar, el Comité Pro-mejoramiento, Comités de Salud, de Carretera, de Tierra y todas aquellas instancias comunitarias de debate para el desarrollo, garantizándose con esto el control de la población a través de limitar el acceso a satisfactores sociales, y por lo tanto relegando a las víctimas y sobrevivientes a condiciones de sobrevivencia, quienes no tuvieron más opción que escapar a las montañas dejando sus pertenencias y la comunidad en manos de los representantes de ejército: “... el origen del conflicto armado interno nació por la solicitud que nosotros estábamos haciendo por las tierras, no sabíamos que nos estaban vigilando por lo que estábamos haciendo en Guatemala. Uno de mis hijos murió cuando estaba haciendo las gestiones en Guatemala, eso es lo que más me duele. Todo lo que pasó 12. Para la CEH el término enemigo interno surgió bajo el espíritu de la Doctrina de Seguridad Nacional como una nueva amenaza en la lucha contra el comunismo internacional, y el ejército identifico la presencia en la propia sociedad de un “enemigo interno” Este nuevo adversario estaba representado por cualquier persona, grupo social, reivindicación o idea susceptible de desempeñarse, en el presente o en el futuro, como “punta de lanza”, aliado o apoyo eventual del “comunismo internacional y de los grupos guerrilleros en Guatemala”. Los caminos de la historia 31 durante el conflicto armado interno, lo vivimos en carne propia, si yo no hubiera salido de mi casa también me hubieran matado. Le doy gracias a Dios que volví sano y salvo a pesar de que nos buscaron. Mucha gente comenta que nosotros nos quisimos ir debajo de las montañas, pero esa no es la verdad, nosotros somos los únicos que sabemos como fue que nos salvamos. Tres años estuvimos escondiéndonos y defendiendo nuestras vidas. No sabíamos que les estaba pasando a los demás compañeros por estar solicitando tierras, eso es lo que más nos duele porque vimos como sufrieron nuestros compañeros y nosotros mismos...” (Testigo CHPT074. Chichipate): “... fueron muchos los delitos que cometieron los comisionados, por ejemplo, cuando un muchacho quería a una muchacha para esposa pero el papá o la muchacha misma no quería al muchacho, este de inmediato se dirigía al comisionado y al comité de autodefensa, ellos iban a amenazar al papá de la muchacha, diciéndole que si no daba a su hija pues en ese mismo instante iba a salir muerto de su casa. Así como manifestaba el muchacho Otto, que su mamá no quería volver a juntarse con otro hombre, ella quería ver crecer a sus hijos, pero llegaron a amenazarla y le dijeron que si no se juntaba con el señor que la estaba pidiendo como esposa, es porque era cierto que su marido iba a regresar nuevamente y que ella les estaba pasando comida a los de la guerrilla, así fue como la obligaron a juntarse con otro hombre. Eso fue una de las cosas más dolorosas que hicieron, lo hicieron aquí en la comunidad...” (Testigo CHBT035. Cahaboncito). 32 Te llevaste mis palabras, Tomo I En el presente esta situación no ha cambiado, son los excomisionados militares y los jefes patrulleros quienes continúan con el control del poder político y social en las comunidades y son ellos quienes toman las decisiones sobre los beneficiarios de los proyectos de desarrollo que se gestionan: “... en estos días los que tienen el poder siguen siendo los que tuvieron el poder durante el conflicto, no encontramos la forma de que nosotros tengamos voz y voto, si nos damos cuenta que en la casa que repararon para las reuniones no decidió la gente sino que decidieron las dos personas, yo les digo que la gente no tiene culpa, ellos tienen la culpa, queremos que se hagan responsables de todos sus hechos...”. (Testigo PZ228. Panzós). Hay que hacer notar que los comisionados y patrulleros a pesar de favorecer con sus acciones a los finqueros a través del apoyo al ejército, continúan con una situación económica y social que, en relación a la de las víctimas cambió poco, porque tampoco tienen tierra y siguen trabajando en las fincas con salarios sumamente bajos. Lo que ha llevado a movilizaciones recientes documentadas por la prensa, exigiendo que el Estado los indemnice por los “servicios prestados a la patria”. La frase de George Orwell escrita en su novela 1984 “Quien controla el pasado, controla el futuro, quien controla el presente, controla también el pasado” describe a cabalidad la situación actual de los sobrevivientes de la violencia política en el Valle del Polochic y la Sierra de las Minas, quienes fueron sometidos a controles profundos de su Los caminos de la historia 33 vida cotidiana que alteró también las manifestaciones culturales y que se refleja en las actitudes de miedo, terror y desconfianza que prevalecen en las comunidades. Si bien, la gente identifica el origen del conflicto armado interno en su lucha por la tierra, también reconoce el “costo elevado” en vidas humanas que tuvieron que pagar como consecuencia de la lucha, cuyos resultados fueron frustrantes porque persisten aún las mismas condiciones que en el pasado y lo que es grave sin tierra: “... Nosotros teníamos bananos, malangas, teníamos suficiente lugar para sembrar, pero ahora no tenemos nada, somos unas personas sin producto, que no cosechamos absolutamente nada. Yo no tengo tierras y por lo mismo sufrí mucho por ella, por estar solicitando que me dieran un pedazo. Los compañeros nos dijeron que teníamos que ir con el alcalde y que teníamos que llevar nuestros documentos para demostrárselos, pero ¿cuál fue el resultado?, únicamente que nos mataran. Se me atravesó una bala en el estómago sólo por solicitar nuestras tierras, no nos escucharon en ningún lado...” (Testigo CHBT031. Cahaboncito). D ESPOJO DE LA CONDICIÓN HUMANA Uno de los objetivos de la política contrainsurgente fue atentar contra la condición humana a través de la tortura, la persecución, el sufrimiento extremo, la violencia sexual, el dolor provocado, la brutalidad de la muerte, la desesperación y la humillación, intentando convertir a las personas 34 Te llevaste mis palabras, Tomo I y comunidades en seres despojados de su dignidad y de todo aquello que hacía referencia a su humanidad. La barbarie de las acciones perpetradas por el ejército, comisionados militares y patrullas de autodefensa civil, se convirtieron en una práctica sistemática de la política contrainsurgente, donde la población civil fue la más afectada. Esta crueldad hizo que los hechos fuesen difíciles de creer o de asumir como reales y algunos ahora dudan de la veracidad de los testimonios. En algunos casos se considera que son historias que caben dentro de la categoría del realismo mágico, pero son los sobrevivientes de la violencia política con su experiencia de vida quienes levantan la bandera de la verdad. Lo importante aquí es señalar que la deshumanización no es resultado accidental de la guerra, sino un recurso que ha ocupado un lugar central en la estrategia contrainsurgente. Más allá del “derecho de matar” propio de esta estrategia hay formas más sutiles de deshumanizar como por ejemplo la pérdida total del aprecio a la verdad y su expresión más brutal el desprecio por la vida: “... nosotros los pobres no significábamos nada para ellos. Los soldados venían a vernos, pero no sólo venían así nada más sino querían algo más, venían a recoger a algunos compañeros. A un compañero lo fueron a agarrar a su casa y de una vez se lo llevaban para morir, pero lo que nosotros hicimos, para evitarlo fue que contribuimos entre todos para comprar un cerdo. Cambiamos a nuestro compañero por un cerdo, solo así lo dejaron libre. Fuimos a dejar el cerdo y después chompipes, pero para ellos no bastaba Los caminos de la historia 35 sólo eso, venían nuevamente y después mandábamos pollos e iba uno a dejarlos, pero ¿Por qué hacíamos todo esto?, pues para que no se muriera ningún compañero...” (Testigo MGT179. Manguito I). Un fenómeno importante que se genera en este proceso de deshumanización es un estado de miedo, que aunque hasta cierto punto sea una vivencia subjetiva y privada, cuando lo viven miles de personas adquiere una relevancia colectiva e importante en un contexto social determinado. En este sentido Elizabeth Lira identifica cuatro características psicológicas que este tipo de miedo deshumanizante desencadena: a) La sensación de vulnerabilidad; b) Un estado exacerbado de alerta; c) El sentimiento de impotencia o pérdida de control sobre la propia vida; y d) Una alteración del sentido de realidad. La “sensación de vulnerabilidad” se expresa en muchos casos de manera simbólica y se manifiesta a través de una representación gráfica que hacen las víctimas en su relación con la naturaleza, evocando la fragilidad de ciertos animales frente a su depredador. Puede verse que esta sensación de vulnerabilidad se manifestó tanto a nivel individual como comunitario: “... Es como si fuéramos un grupo de pollitos que se llevaron a su madre. Todos nos quedamos amontonados llorando, eso fue lo que nos sucedió. Me ponía a pensar a dónde me iba a ir, donde iba a vivir. Todo era llanto. Todo eso jamás se me va a olvidar, en que lugares tuve que pasar, donde tuve que pasar las noches, ya no pensábamos en comer ni beber, todo era miedo ya que 36 Te llevaste mis palabras, Tomo I nos estaban persiguiendo los militares para matarnos...” (Testigo CHPT046. Chichipate): “... eso es lo que le pasaba a uno, sólo esperaba a que lo llegaran a matar. Así fue el conflicto, a algunos les mataron a sus padres y a sus parientes. Es mentira que debajo de las montañas fueron asesinadas muchas personas, sino que fueron asesinadas en sus propias casas. Además si estas personas hubieran tenido armas al igual que ellos, estoy seguro que no los hubieran tocado, porque se hubieran dado igual. En cambio ellos sabían que no teníamos con que defendernos, parecíamos unos pollos a los cuales querían comérselos, porque sabían que no podíamos huir a ningún lado. Eso fue realmente lo que nos hicieron...” (Testigo RNH169. El Rancho). El “estado exacerbado de alerta” se tradujo en un tipo de miedo que disparó estados de vigilancia permanente a nivel individual, familiar y comunitario y que alteró incluso la naturaleza del llanto y los juegos de los niños, quienes a pesar de no tener conciencia real de lo que ocurría fueron obligados por sus padres a guardar silencio para evitar ser encontrados y ejecutados por las patrullas y militares. Esta situación también alteró la relación familiar y sus modos de comunicación: “... Es muy doloroso lo nos hizo esa gente, no fue algo satisfactorio, nos asustamos mucho, dormimos debajo del monte, ¡Aquí vienen! Decían. Comíamos temprano, ¡Tápenle la boca a sus hijos, que ya no hablen porque aquí vienen!, nos decían, escuchábamos eso, y ya no hablábamos y comíamos temprano, es muy doloroso lo que hizo esa gente, nos venían a sacar de nuestras Los caminos de la historia 37 casas. ¡Van a venir a sacarlos de sus casas si los escuchan hablar! nos decían. Ya no hacíamos bulla en nuestras casas, lo mejor era salir de nuestras casas, buscábamos un lugar algo escondido y allí nos íbamos a dormir pero pasábamos toda la noche esperando, pero antes de eso ya se habían llevado a mi hermano menor y todos nuestros animales domésticos ya sólo vivíamos con miedo, es cierto lo que dicen los demás, ojalá que nos recompensen un poco de todo lo que nos hicieron esas personas, no sabemos si aún están vivos o muertos los que hicieron todo eso, sólo Dios lo sabe...” (Testigo PZ210. Panzós). El “sentimiento de impotencia o pérdida de control sobre la propia vida” frente a los responsables de la represión se expresó de diferentes formas, en algunos casos en la imposibilidad de salvar la vida de los familiares o la propia y en otros con sentimientos de culpabilidad por lo que estaba pasado y no encontrar mecanismos para enfrentar la situación: “... nosotros no éramos unos animales para que nos hubieran tratado de esa manera, a mí también me tocó vivir ese momento desagradable en Panzós, me dispararon y me fracturé una pierna, mi padre se quedó muerto ahí con el cráneo destrozado, uno de sus compadres me comentó después que el cerebro de mi padre había quedado todo despozolado y que él los recogió y los metió en una bolsa, me dolió mucho cuando me lo comentó. Mi padre ya no regresó y yo tampoco regresé a mi casa, me llevaron al Hospital, pero ya no sabía que hacer y tampoco sabía que le estaba sucediendo a mi madre, 38 Te llevaste mis palabras, Tomo I como a media noche me sacaron del Hospital de la Tinta y me llevaron a El Estor para luego llevarme al Hospital Militar en Guatemala para ser tratado, tal vez estuve tres meses en ese lugar, luego regresé pero no vine directamente a trabajar sino que me vine a reposar tal vez otros tres meses más ya que aún me dolía la pierna...” (Testigo CHBT021 Cahaboncito). “... hacían todo lo que querían con nosotros, parecíamos unos animales, unos perros, ya no nos teníamos respeto, nos les importábamos en nada, es como si mataran a un animal sin importancia, si querían lo enterraban o lo tiraban en el monte, eso fue lo que les hicieron a las personas...” (Testigo MGT202. Manguito I). “... a mí me duele mucho todo este problema que sufrimos y lo recuerdo en mi casa con mis hijos realmente fue muy duro lo que nos pasó. Nos pasó algo inhumano, porque parecíamos animales ya que dormíamos en el monte, corríamos. Me recuerdo muy bien que yo corrí sin zapatos, sin ropa y dormí así una noche en el monte. Ya no me daba cuenta si había espinas o alambrado en el camino, ya no importaba, lo que quería era salvar mi vida. Jamás se me va a olvidar. Tal vez se me va a olvidar cuando me muera y vaya al cementerio por una enfermedad, pero no porque me corten la vida. Me pongo a pensar de lo que nos sucedió y pienso que tal vez nosotros hemos sido los culpables de ello...” (Testigo MGT194. Manguito I). La “alteración del sentido de la realidad” fue un hecho que afectó principalmente a las personas que estuvieron viviendo en las montañas por Los caminos de la historia 39 muchos años, el nomadismo y las alteraciones de la vida comunitaria cambiaron la percepción de la relación espacio-temporal provocando que la gente perdiera la noción del tiempo que estuvo en la montaña, en algunos casos este refugioevasión nómada duró hasta 11 años: “Nos entregamos en manos de la muerte, fue muy doloroso lo que nos hicieron los soldados, los ricos nos mataron a todos. Huimos, nos fuimos, pero nos persiguieron, andaban detrás de nosotros. Debajo de la lluvia dormíamos, debajo de los árboles, cuando venían los aguaceros caían sobre nosotros, no teníamos casa, no teníamos nada con que protegernos ahí, fue muy doloroso lo que vivimos. No teníamos comida, cada día que pasaba no teníamos nada que comer. Ya no sentíamos hambre, ya no sabíamos como era saciar el hambre, no se sabe cuántos años realmente aguantamos todo eso, tal vez sólo Dios nos ayudó a sobrevivir todo eso, ya sólo él nos ayudaba. Me entristece mucho recordar todo eso, a veces pienso que por todo lo que sufrimos ya no nos alcanza nada, quizás si no nos hubiera pasado todo eso tal vez tendría mis cosas en mi hogar, pero ya no me alcanza nada. Murieron muchos compañeros, como si murieran unos perros, se quedaban todos tirados en el suelo cuando huíamos, ya que estaban apunto de morir, estaban muy enfermos y lo que nosotros hacíamos era ir y defender nuestras vidas. Nos jalábamos para irnos, ya que todavía aguantábamos caminar un poco, teníamos a muchos compañeros que se quedaban tirados y muertos, los quemaban ahí, es muy doloroso sentir y ver quemar la vida de una persona. Ojalá que ya no 40 Te llevaste mis palabras, Tomo I volvamos a vivir todo esto, crié a tres niños en la pura pobreza, a veces se los digo, pero no sé si me creen, pero a veces pienso que sí, porque se los explicó todo. No teníamos nada que meterles en la boca...” (Testigo SMR249. San Marcos I). La causa principal de la alteración de la realidad se debió a las condiciones que tuvieron que vivir las personas que fueron obligadas a escapar hacia las montañas por temporadas largas, donde las vivencias cotidianas incluían la persecución, la cacería humana, el hambre, la movilización permanente, la hipervigilancia, las enfermedades, el miedo y la angustia: “... Quemaron nuestras casas, tal vez si hubiéramos estado adentro también nos hubiéramos quemado, en cambio nos encontrábamos en otra comunidad. Nos hubiéramos muerto si nos hubieran encontrado. Cuando llegamos aún encontramos las cenizas del fuego, pero ya no quedaba nada de nuestras casas, todo había desaparecido. Eso fue lo que nos entristeció ya no sabíamos a dónde ir, lo que hicimos fue refugiarnos debajo de las montañas, buscamos un lugar donde acampar. Pero a pesar de eso sentíamos mucho miedo, porque sentíamos que nos estaban vigilando. Nosotros quedamos desprotegidos como unos animales. Cuando vivíamos debajo de las montañas no teníamos agua ni comida, lo único que podíamos comer era pacaya, sólo de esa manera pudimos sobrevivir un poco. Contrajimos muchas enfermedades en nuestro cuerpo por el frío que tuvimos que soportar, mis hijos murieron y mi esposa se Los caminos de la historia 41 enfermó. En esos días no se podía prender fuego, cada día que pasaba todo era miedo, uno pensaba que ya no iba a vivir. Ya sólo era tristeza cuando vivíamos debajo de las montañas, ya que uno ya no podía ir a buscar medios para sobrevivir a las comunidades, porque si se hacía ya no se regresaba, lo mataban o lo detenían. Si éramos capturados teníamos que decir que teníamos compañeros, y los soldados de inmediato los iban a buscar. Nos refugiamos debajo de las montañas, los días fueron pasando y ahí fue donde contrajimos nuestras enfermedades estomacales. Quizás si no hubiéramos vivido el conflicto estuviéramos bien en nuestras casas. Mucha gente decía, ¡Agarramos a los guerrilleros!, pero la verdad no somos unos guerrilleros, sino que somos gente que nos refugiamos en las montañas para sobrevivir, sólo de esa manera sobrevivimos. Parecíamos unos tepezcuintles a quienes querían cazar y cuando lo hacían ahí mismo los dejaban tirados sin vida. Fue muy doloroso lo que vivimos...” (Testigo SMCH295. Semococh). L A TORTURA En el contexto de la política contrainsurgente la tortura es un medio que fue utilizado por el Estado a través de sus agentes para la obtención de información de los movimientos, estructura, organización y responsables de los grupos opositores. Para ello se valió de técnicas sofisticadas de interrogatorio que incluyeron la laceración de la condición humana. Eso les permitió en muchos casos a los encargados de aplicarla, la consecución 42 Te llevaste mis palabras, Tomo I de sus objetivos: información y desestructurar a la víctima, a la familia y al grupo social al que se pertenecía. La tortura se convirtió así en un instrumento de carácter político que utilizaron los grupos de poder con el consentimiento del Estado para mantener el control de la población. En el ámbito de la violencia política, la tortura es uno de los métodos más inhumanos que existen por el grado de agresión que padecen quienes la sufren. Se atenta contra la vida, la seguridad individual, familiar y comunitaria. Sus efectos son a largo plazo e integrales y alcanzan el nivel privado y social. Generalmente, la tortura es parte de un hecho planificado (Paz, 2004). Para explicar las formas de tortura que fueron aplicadas en el Valle del Polochic y la Sierra de las Minas por miembros del ejército, nos apoyamos en la clasificación que elaboran Jacobsen y SmidtNielsen, quienes identifican varios métodos y los ordenan en físicos y psíquicos. Según ellos, la tortura inicia desde el momento de la captura de la víctima, a lo que ellos llaman “la detención y la primera fase de quebrantamiento”. Sobre los efectos de la tortura en esta fase señalan que además de los fuertes dolores físicos y el agotamiento que produce la tortura física lo que buscan es el “extremo sufrimiento mental”, que consiste en “la amenaza de destruir la integridad de la víctima de quebrantar su cuerpo y alma” y esto sumado a la amenaza de muerte, “son probablemente las formas de tortura que producen el máximo terror y espanto, siendo por tanto las formas más traumáticas” (Jacobsen y SmidtNielsen, 1997). Sin embargo la distinción entre Los caminos de la historia 43 métodos de tortura físicos y psicológicos es superficial, pues la tortura cualquiera que sea, genera en las víctimas además de los golpes físicos procesos que afectan profundamente la salud mental ( ONU , 2001). Sobre la detención y la primera fase de quebrantamiento Jacobsen y Smidt-Nielsen señalan que la detención normalmente es precedida por un período prolongado en el que la persona es sometida a golpes brutales por varias horas, se le priva de alimentación, no se le permite que duerma y se le amenaza constantemente con la seguridad propia y del grupo familiar. Este hecho resulta caótico y produce un grado elevado de angustia y desamparo en el individuo, que se refuerza en muchos casos por encontrarse solo. En esta fase se aplica el método llamado “boxeo” donde la víctima es rodeada por varios torturadores que le aplican golpes, puntapiés y puñetazos desde todos lados. Si se desmaya la despiertan con agua fría, continúan los golpes y se le obliga a permanecer de pie por varias horas o días. Generalmente la víctima se encuentra con las manos atadas y en algunos casos con el rostro cubierto. Normalmente las detenciones se realizaran en el seno del grupo familiar o el grupo social al que se pertenece. El fin de esta fase es el agotamiento absoluto de la víctima y con ello obtener la información requerida (Jacobsen y Smidt-Nielsen, 1997). “... después de que me capturaron esas personas ya no me trataron con amabilidad inmediatamente me amarraron las manos, me empezaron a patear en el pecho (...) me amarraron a un palo (...) Llamaron a seis soldados y les dijeron que me tenían que golpear, pero yo me 44 Te llevaste mis palabras, Tomo I encontraba amarrado en el palo. Para los soldados era un placer golpearme, me agarraron como a un animal, me golpeaban en el estómago, me estiraban las manos, no me podía defender ya que las tenía amarradas con lo que ellos llaman chachas, cuando las estiraban como dolía (...) de tanto que me estaban golpeando me debilité, ya no aguanté más y me tiré al suelo, ya solo estaba esperando morirme pero ya estaba oscuro. Al otro día me fueron a tirar donde el guarda costa, en Playa Pataxte, donde estaba el otro destacamento militar, ahí me estuvieron golpeando toda la noche, me llevaron a este lugar donde estaba peor la situación...” (Testigo MGT174. Manguito I). “... El 19 de julio del año 82, cuando empezaron a venir los militares, agarraron a mi tío en el puente Polochic y se lo llevaron al destacamento de Tinajas, después de que cumplió tres días los fui a ver, lo tenían amarrado al tronco de un árbol con un lazo, lo habían golpeado mucho. Cuando tenía sed no le daban agua sino la orina de los militares, se la echaban en la boca, cuando quería comer traían popó y se lo tiraban en la boca. Como me dolía verlo así, yo me agarraba el estómago. Los militares me dijeron ¡Ahora no tienes nada que ver aquí ándate esta persona ya no va a volver, porque aquí se va a quedar de una vez, si seguís viniendo también te vamos a amarrar!, me dijeron. Y con todo esto le vine a avisar a mi tía, y cuando ella supo que mi tío estaba amarrado ella se entristeció mucho y ya no comía, después de eso le calló una enfermedad a mi tía y pensé que tal vez era por su tristeza, por que ya no comía, ya no comía. Estuvo tirada Los caminos de la historia 45 en su cama tres semanas...” (Testigo TML360. Telemán). En muchos casos las capturas fueron colectivas y buscaron afectar las estructuras de organización comunitaria: “... fue en el segundo o tercer día, creo yo, nos sacaron y nos reunieron, éramos dieciocho, nos llevaron en el tractor al destacamento de la finca Saqiha’, ahí había un lugar para matar dentro del destacamento, a todos juntos nos mandaron, es todo esto lo que hemos sufrido sobre el conflicto interno...” (Testigo RNH152. El Rancho). Aun cuando la tortura es ejercida por un funcionario del Estado o con su consentimiento ( ONU , 1975) existieron otros actores que facilitaron su aplicación y generaron condiciones para ejercerla: “... Los finqueros pagaban a los soldados y éstos vinieron a secuestrar a varios de los compañeros. Cuando nosotros íbamos a preguntar por ellos no nos daban ninguna razón. A nuestros compañeros los amarraron y se los llevaron para Guatemala, cuando regresaron ya venían torturados, los vinieron a tirar al campo, yo me acuerdo muy bien, ellos venían en un helicóptero. Tal vez si no hubiéramos preguntado dónde estaban nuestros compañeros no los hubieran venido a tirar en helicóptero, sólo los vinieron a tirar al campo y se fueron. Nuestros compañeros venían torturados, venían vomitando sangre los pobres. Fue muy duro lo que vivimos y por 46 Te llevaste mis palabras, Tomo I esa razón es que estamos como estamos actualmente...” (Testigo CHBT028. Cahaboncito). Posterior a la captura y ejecución de algunas personas, los miembros del ejército continuaron hostigando a las familias, ejerciendo presiones de todo tipo, tratando de confundirlos sobre el paradero de los desaparecidos y ejerciendo la tortura en los miembros cercanos de las familias de las víctimas. Consiguieron con ello no solo la desintegración de los grupos familiares sino que también afectaron psicológicamente a los sobrevivientes: “... Dos de mis hermanos fueron asesinados en un puente de Cahabón, pero nuevamente los fueron a buscar a la casa, mi mamá estaba preparando café cuando ellos llegaron, entraron a la casa, mi mamá les dijo: «¡Qué más quieren, a quiénes buscan si ustedes saben muy bien que ya se han ido, ustedes se los llevaron!» Cuando ellos escucharon que mi madre les dijo eso, la golpearon con la culata de las armas y la patearon en el pecho y la dejaron tirada. Mi finado hermano había dejado también a sus hijos, tres de sus hijos se murieron por el hambre ya sólo pudieron sobrevivir dos ya que no conseguían comida por ningún lado. En la casa mataron a mi pobre madre, en el puente de Cahabón mataron a mis hermanos y los tiraron en el río, ahí terminaron mis hermanos...” (Testigo CHPT052. Chichipate). La condición de “privación” en la que se encontraban los detenidos provocaba que perdieran contacto con el mundo exterior, no podían comunicarse con sus familiares y no tenían idea de lo que Los caminos de la historia 47 les estaba sucediendo en ese momento, esto suponía una enorme presión mental causándoles una sensación de desamparo al no poder tener control de la situación. También eran privados del sueño y alimentación, sufrían de angustia e inseguridad y llegaron al punto de estar convencidos de que no saldrían con vida de los destacamentos militares pues los torturadores frecuentemente los amenazaban con ejecutarlos, reduciéndoles con eso cualquier esperanza de sobrevivir a su detención. Hubo casos en los que la víctima suplicaba a sus captores que la mataran para acabar con el sufrimiento. También había un momento de “espera” en el que los torturadores les anticipaban los hechos a los detenidos. Esto lograba que las víctimas se mantuvieran en un estado de terror permanente sobre lo que venía. Provocándoles una sensación de vulnerabilidad frente a la situación: “... me golpean, yo ya no sentía si eran patadas o culatazos de fusil, me colgaban de una viga y luego ponían un lazo en mi cuello, un soldado jalaba para un lado y otro para el otro lado, diciéndome: «¡Vas a hablar o no!”. Yo les decía: «Para qué me están lastimando, mejor mátenme.» Cuando ya me tenían bien golpeado me decían: «¡Mañana viene un helicóptero, si no dices la verdad, mañana te van a llevar y te van a tirar al Lago de Izabal con las manos y pies amarrados!...” (Testigo RNH151. El Rancho). En muchos casos las víctimas fueron obligadas a participar en la tortura de otros detenidos que generalmente no eran conocidos: 48 Te llevaste mis palabras, Tomo I “... Un hoyo estaba hecho en un rancho, ahí estuve dos días y dos noches; el otro estaba afuera, en él estuve dos noches y tres días. Cuando ya estaba por salir, un día sábado llegó un señor que yo no conocía, lo tiraron al hoyo y lo obligaron a que me pegara, el cumplió, ellos me decían que me defendiera, el espacio era muy pequeño no podíamos movernos, yo estaba muy golpeado y no había comido durante todo ese tiempo, ya no tenía fuerza, entonces dejé que me pegara, yo no le seguí contestando, nos sacaron a los dos juntos, pero cuando ya estaban por sacarme me pasaron al otro hoyo que no tenía techo...” (Testigo RNH151. El Rancho). Se ha venido diciendo que uno de los objetivos de la tortura era la búsqueda de información de los grupos opositores al Estado, esto provocó en las víctimas una especie de “elección imposible”. El torturador instaba a la víctima a facilitar la información requerida, invitándole a “colaborar” y amenazándolo con la seguridad de su familia, haciéndole creer que se encontraba frente a una elección. Siendo una situación creada en el contexto de la tortura se trataba por lo tanto de una “no elección”, pues al facilitar información, fuera esta real o no, el siguiente paso, era el de la capturatortura y ejecución de los denunciados, es decir, cualquiera que fuera la “elección” de la víctima el resultado era parecido pues significaba la detención o tortura de los compañeros-amigos o la familia, generando en la víctima enormes sentimientos de culpabilidad. El trauma psicosocial de esa “elección” se elaboró con el tiempo, donde el nivel de afectación Los caminos de la historia 49 dependió por un lado de la fortaleza personal del individuo, la experiencia previa al trauma, la biografía, el proyecto político y social con el grupo al que se pertenecía y la forma en la que la persona se reinsertó y fue recibido por su comunidad. Las secuelas físicas y psíquicas de la tortura son permanentes, pero la capacidad de la persona de sobreponerse depende de los factores antes mencionados. Sin embargo, el problema de la tortura es ese, el del límite del poder. La tortura es eficaz, no tanto como instrumento cruel para llegar a la “verdad”, sino sobre todo como mecanismo intimidatorio. “... Me recuperé a los tres meses, toda la piel del cuerpo me cambió, al llegar me fui a presentar con el comisionado militar de Panzós, después comencé a hacer patrulla durante dos años más. Cuando se anotaron los patrulleros para recibir dinero yo no me anoté, porque fui obligado...” (Testigo RNH151. El Rancho). L A TORTURA SEXUAL Y FORMAS DE VIOLENCIA DIRIGIDAS A LAS MUJERES Las mujeres q’eqchies han vivido en condiciones de opresión similar, pero a la vez diferentes, a las que han sufrido los hombres. A diferencia de éstos, las mujeres nunca han sido dueñas de sus propios cuerpos ya que, como hace notar LéviStrauss, las mujeres son parte de los bienes comunitarios y como tales son susceptibles de uso y de cambio: 50 Te llevaste mis palabras, Tomo I “La relación de intercambio que constituye el matrimonio no se establece entre un hombre y una mujer, sino entre dos grupos de hombres, y la mujer figura solo como uno de los objetos del intercambio (...) Al aceptar la unión propuesta, ella precipita o permite que el intercambio se produzca, pero no puede modificar su naturaleza” (Strauss, 1991). Por otro lado Gayle Rubin afirma que: “Las mujeres son objetos de transacción, como esclavas, siervas y prostitutas, pero también simplemente como mujeres. Los hombres han sido sujetos sexuales –intercambiadores– durante la mayor parte de la historia humana” (Rubin, 1986). Esta situación, ampliamente estudiada en la teoría de género, puede ayudar a explicar las condiciones en las que viven las mujeres en los grupos comunitarios, como el q’eqchi’. En cuanto a la función que desempeñan las mujeres en las comunidades, hay una lógica social que se construye a partir de las relaciones de género. En estas relaciones, la asignación de roles se caracteriza por estar bien delimitada, organizada y diferenciada. De acuerdo con Emma Chirix, “las familias mayas son patriarcales y quien asume comúnmente la autoridad es el padre” (Chirix, 2003). En este sentido la importancia de la mujer dentro de la familia y sus múltiples papeles como cuidadora, educadora y servidora, necesariamente la subordinan al papel que sus compañeros ejerzan. Más adelante Chirix nos explica la forma en que las niñas aprenden a ser mujeres mayas, y es a través de la internalización de las concepciones idealizadas y conservadoras de lo que es “Ser Los caminos de la historia 51 mujer maya”, lo cual se ha construido sobre bases de desigualdad y subordinación. 13 En el ámbito productivo, los hombres de las comunidades, al no contar con tierras, venden su fuerza de trabajo bajo el esquema de subsistencia. En contraste, los finqueros emplean a las mujeres dentro del servicio doméstico como parte del “paquete” familiar en el que se inserta el hombre como mozo-colono y que incluye a esposa e hijos (aun cuando estos últimos muchas veces no reciben paga). En cierta forma las condiciones laborales son “mejores” (no significa que sea así) para las empleadas domésticas; lo cual significa, normalmente, salir de la vida comunitaria e insertarse dentro del grupo familiar del “patrón” y obligadas muchas veces a conceder favores sexuales. Aparentemente una práctica común en Alta Verapaz fue la violencia sexual en contra de las mujeres. Es un secreto a voces que aún hasta mediados del siglo XX el “derecho de pernada” era ejercido puntualmente por los dueños de fincas. El fenotipo de muchos habitantes de la región así lo atestigua. Aun cuando la condición de género ha estado siempre ligada a las inequidades que se viven entre hombres y mujeres y a la posición dominante que han ejercido los hombres en esta relación, en el contexto de la violencia política, la guerra en toda su dimensión, es un fenómeno social que no puede abrirse paso sin afectar de alguna manera 13. Aun cuando varios textos hablan sobre la “complementariedad” en las relaciones hombre-mujer maya, Emma Chirix considera que: “En la vida cotidiana ésta no se construye sobre bases de igualdad.” 52 Te llevaste mis palabras, Tomo I a la población directa o indirectamente involucrada. Frente a esta situación, las desigualdades que atraviesan la relación de género se comprueban y modifican la percepción y vivencia de la violencia, y por lo tanto, afectan los mecanismos que fueron utilizados para ejercerla y enfrentarla. En este sentido, las formas específicas de represión que se utilizaron contra unos y otras influyeron en el cómo la enfrentaron y la sobrevivieron. Muchas mujeres se convirtieron en “botín de guerra”, 14 siendo utilizadas por los miembros de las patrullas de autodefensa civil o del ejército como “herramientas útiles” para el control de la población. El trabajo forzado, la violación sexual individual o colectiva y el elemento simbólico de la ocupación del cuerpo de la mujer, que representaba la ocupación de la comunidad completa, provocó en los hombres sentimientos de impotencia ante la imposibilidad de defender no solo sus propiedades físicas sino a “su mujer” que en cierta forma es también una parte de su patrimonio, además de la posibilidad de engendrar “hijos del enemigo” a los cuales se tendría que tratar como propios: “... los de la patrulla nos reunieron a todos como a las siete de la noche en una sola casa, y nuestras pertenencias se quedaron allí. Después nos ordenaron en fila y los patrulleros nos lleva- 14. “El hecho de violar mujeres se consideraba, además como una especie de «premio» o compensación para los soldados (...) en un contexto en el que la violencia se concibió también como un medio para adquirir poder y propiedades, el cuerpo de las mujeres fue considerado una propiedad más.” ( ODHAG , 1998). Los caminos de la historia 53 ban, íbamos con la compañía de las señoras y los niños, todos íbamos. Nos llevaron a una hacienda, allí nos quedamos. En ese lugar había una casa y allí fueron encerradas las señoras, ya no me recuerdo muy bien cuántas eran, fueron sacadas dos o tres señoras y las violaron, eso fue lo que nos hicieron en ese momento y nosotros no pudimos hacer nada. Nos acusaron como ladrones, como guerrilleros. Eso fue lo que me pasó, y el dolor que viví...” (Testigo RNH157. El Rancho). En el caso de las mujeres la violación representó un acontecimiento extremadamente traumático que además de las secuelas físicas, creó la posibilidad de la estigmatización social, y provocó sentimientos profundos de culpa, vergüenza y humillación incluso por miembros de su misma familia: “... a mi marido lo capturaron los militares y se lo llevaron a Cobán, estábamos apoyando a los del movimiento. Yo me quedé sola con un hijo de seis años y estaba embarazada de otro, tenía tres meses. Cuando él se fue, los patrulleros me llevaron a una finca, éramos vigilados por ellos, cuando ellos querían nos llevaban a la oscuridad para hacer todo lo que quisieron con nosotras, nos obligaban a tener sexo con ellos, nos agarraban a la fuerza. A las mujeres nos pasaron a una casa que la finca usaba como bodega, (...) se embolaban en la garita y se iban a sacarnos de esa casa (...) y nos violaban, cuando ellos se dormían por la borrachera nosotras nos escapábamos, todas las veces cuando lo recuerdo como me violaron me da tristeza. Yo pensé que 54 Te llevaste mis palabras, Tomo I mi hijo no iba a nacer bien, vaya que no me pasó nada...” (Testigo RNH162. El Rancho). “... cuando me alivié un señor y una señora aguantaron sus miedos y me cuidaron, inclusive el tío de mis hijos el hermano de mi esposo nos llevaba mal, cada vez que pasaba me decía mujer de los guerrilleros, el mismo tío de mis hijos traía a los patrulleros a registrar mi casa (...) durante mucho tiempo nos llevó mal, hasta en estos días nos habla el hermano menor de mi esposo, hasta cuando crecieron mis hijos comenzó a hablarnos, nadie les enseñó a trabajar a mis hijos, yo me iba a enseñarle el trabajo a mi hijo, empecé una venta para sostener a mi familia. Cuando me quedé viuda ya no quise casarme otra vez. De mis hijos solo el segundo estudió un poco, el primer hijo no estudió porque él me ayudaba a buscar dinero para la familia...” (Testigo RNH162.El Rancho). Los militares mantuvieron control total sobre las acciones de las mujeres que estaban siendo violadas, además de ser obligarlas a preparar la comida para la tropa y lavarles la ropa eran vigiladas permanentemente: “... el comisionado tenía patrulleros vigilándonos, cuando nos íbamos a lavar la ropa se iba un patrullero a vigilarnos al río, cuando regresábamos se venía con nosotros, cada vez que nos llevaban a la garita o a la bodega de la finca era para violarnos, nos soltaban hasta que amanecía, a veces nos escapábamos cuando se dormían porque estaban bolos cuando lo hacían...” (Testigo RNH162: El Rancho). Los caminos de la historia 55 Para los hombres este hecho significó una manera de sufrir y ver la violencia que ponía de manifiesto su vulnerabilidad ante la situación, la penetración psicológica de la violación sexual hizo mella también en las consideraciones sociales y culturales que definen la masculinidad, la vida y la organización comunitaria. Aun cuando la magnitud de la violencia no parece hacer diferencias entre hombres y mujeres, sí fueron diferentes los mecanismos que se utilizaron para ejercerla y por lo tanto las formas de vivirla: “... Una persona que venía a trabajar con nosotros llegó por la mañana, le dije que amarrara los palos de la casa, al poco tiempo de comenzar a trabajar llegaron los soldados, salí a la puerta para ver, cuando me di cuenta iban los soldados hacia nosotros, entonces le dije al muchacho que fuera a esconderse, él salió corriendo, cuando llegaron los soldados preguntaron quién era el hombre que había salido de la casa, yo les dije que no vi a ningún hombre y que al hombre de la casa se lo habían llevado ellos durante la noche del día anterior, después de eso nos juntaron en la casa, nos amontonaron en una cama, estaba una muchacha con nosotros que no tenía padre ni madre, con nosotros creció, estaba ella y mi hermana que era joven, todos los soldados trataban la manera de sacarlas de entre nosotros pero no pudieron, nos dimos cuenta que ellos querían violarlas...” (Testigo PZ207. Panzós). Los testimonios de las mujeres en su mayoría, no refieren la tortura ni el sufrimiento en su propio cuerpo como algo prioritario, sino que 56 Te llevaste mis palabras, Tomo I más bien magnifican el sufrimiento de padres, esposos e hijos y los valoran como superiores al suyo propio. Esa forma particular de elaborar la violencia, cuando recurren primero al sufrimiento del familiar muerto o torturado, luego al de los hijos que normalmente aparece ligado a las condiciones de pobreza en la que quedaron y la falta de acceso a satisfactores sociales y finalmente al suyo propio, provocó que las mujeres se limitaran a identificar cómo les afectó el sufrimiento de familiares e hijos relegándose ellas con sus sentimientos y pensamientos a un tercer plano. Esta forma de pensar se deriva de la manera en que fueron educadas. En los casos en que las mujeres se refieren a la desaparición forzada de un familiar, no externan sus propios sentimientos sobre el hecho, se lamentan más bien, del sufrimiento de la persona. Por otro lado, ante la carencia de propiedades y la propia desvalorización del cuerpo, el menaje de casa (que normalmente se circunscribe a las herramientas de la cocina), así como los animales domésticos que son considerados propiedad de la mujer adquieren un valor inusitado. Esta pequeña “riqueza” se construye en base a privaciones en rubros como la alimentación y el vestuario y se correlaciona con el estatus social de la familia en la comunidad: “... Nadie se encontraba en la casa. Todos estábamos reunidos con mi papá, éramos cinco niños y estábamos todos juntos (...) A las nueve de la noche llegaron a traer a mi papá, y quebraron toda la casa, ya no quedó nada de ella, tal vez entraron unos 60 soldados en la casa. Allí amarraron a mi papá al que fuimos a encontrar donde Los caminos de la historia 57 ahora es el centro de Salud. Eso fue lo que pasó ese día. Amarraron sus manos y lo traían tres hombres, no había camión esa noche, se vinieron a pie...” (Testigo PZ227. Panzós). “... Éramos nosotros los que estábamos aquí, nos corretearon y amenazaron en quemar nuestra casa mientras nosotros estábamos dentro de la casa. Aquí se quedaron nuestras gallinas, nuestros cerdos, todas nuestras pertenencias, nuestras ollas, tazas y ropa, todo, aquí salimos sin llevarnos nada, nuestros hijos se quedaron pobres, se quedaron sin nada, nos quedamos en la pobreza, sufrimos muchos problemas, ¿Por qué estamos así?...”. (Testigo PZ232. Panzós). “... tenía a mis cinco hijos, mi esposo ya estaba muerto, él se murió junto con un hermano, sufrieron mucho, pero yo no podía hacer nada (...) Luego los soldados fueron a hacernos daño, le prendieron fuego a mi casa en los cuatro lados, y mis hijos se quedaron debajo de la lluvia, ellos aún eran pequeños,(...) le prendieron fósforo a la paja de mi casa, que más podía hacer, lo hicieron los soldados, y yo me quedé sentada frente a mi casa...” (Testigo PZ209. Panzós). Por otra parte, la valoración de la destrucción de la propiedad que hacen las mujeres, pasa por el filtro social de lo necesario para la vida en la comunidad. Animales y menaje de casa son pérdidas irreparables en tanto que, al conservarlos, habrían apoyado su trabajo como cuidadoras y les habrían hecho más “llevadera” la responsabilidad que asumieron como cabezas de familia al faltar el compañero. 58 Te llevaste mis palabras, Tomo I La elección de la huida a la montaña o la participación en espacios políticos e incluso el viaje a otros lugares con la finalidad de salvar la vida, también estuvo mediado por sus “obligaciones” como mujeres, en este sentido quienes ejercieron su derecho a elegir lo hicieron pero tuvieron que pagarlo con costos elevados de perdida de identidad personal, familiar y comunitaria: “... Aún estaba vivo el esposo de mi abuelita, él lloraba mucho y decía que regresara ya que no tenía quien le diera comida y bebida y quien pudiera lavar su ropa. Mándenme a mi hija, decía, pero ella ya no iba a regresar porque la mataron en el parque de Panzós, a él, a mi abuelito lo encontré en una comunidad que se llama Asig, allí nos juntamos nuevamente, todos los que regresamos nos dispersamos, todos los hijos de mi abuelita se dispersaron (...) Yo tenía una hermana menor que nunca volví a ver desde la masacre de Panzós, ella se fue con los del movimiento revolucionario, unas personas dicen que la vieron con ellos y que tenía puesto un pantalón; pero estaba enferma, se miraba pálida, después ya no supimos más de ella; así pasó con todos mis primos y primas que no se sabe dónde terminaron, dicen que algunos tíos viven en Petén pero no sé si es verdad...” (Testigo CHPT046. Chichipate). Algunas mujeres ancianas tuvieron roles comunitarios estratégicos y de liderazgo en los procesos organizativos de las comunidades, pero no fueron la mayoría: Los caminos de la historia 59 “... Llegó Adelina Caal Maquín; la Mamá Maquín, y preguntó si estaba el señor alcalde, no está, dijo el sargento que comandaba a los del ejército, ¡Para que lo quieren! preguntó, solamente veníamos a hablar con él sobre un documento que mandó el INTA desde Guatemala, solo veníamos a averiguar sobre nuestras tierras, solo veníamos pedirle favor al alcalde, respondió, ¡Vienen a averiguar sobre sus tierras! dijo el sargento, sí respondió ella, Es por eso que nos hemos levantado para pronunciarnos, dijo ella, ¡Pero ustedes no tienen tierras, solamente tienen la que está en el cementerio! dijo el sargento....” (Testigo CHPT046: Chichipate). Una de las herramientas de control poblacional ejercidas por el ejército fue la exigencia de la utilización de símbolos militares (camisetas, logotipos, gorras, tela camuflada) por parte de los varones adultos de la comunidad, esto servía como una evidencia de no estar comprometidos ni ser colaboradores de la guerrilla. Actualmente la internalización de estas “exigencias” se demuestra en la popularidad que tiene este tipo de vestimenta entre las madres de niños pequeños. Mujeres que sufrieron diversas vejaciones y violaciones a sus derechos por parte del ejército se ven habitualmente en las comunidades con niños vestidos con ropas militares. Más allá de hablar de una “internalización del opresor” (Grupo de Mujeres Mayas Kaqla, 2004) estamos hablando de una estrategia de sobrevivencia; lo que nos demuestra una vez más una de las funciones primarias asignadas a la mujer: la protección de la prole. En este sentido la utilización de los símbolos del “enemigo” en sus 60 Te llevaste mis palabras, Tomo I hijos, de alguna forma protegería al niño al consi derársele parte del grupo dominante y lo salvarían de las probables agresiones, aún al costo de transformarlo al crecer, en parte del enemigo: “... Después de haber vivido tres años debajo de las montañas me daba mucho miedo regresar, me daba mucho miedo pasar entre mis propios compañeros, ellos solo me miraban, e inclusive ellos hasta se habían cambiado sus sombreritos, empezaron a ponerse sombreros como los que usan los militares, les empecé a tener miedo a mis propios compañeros (...) Hubo un tiempo cuando estaba en auge el conflicto armado, sacaron a la venta un tipo de gorra (...) uno tenía que comprar pantalones y playeras como la de los militares. En la playera traía una figura de una pistola, si uno no la compraba, se metía en problemas. Cuando regresé me puse a pensar qué iba a hacer porque todo mundo había cambiado, en ese momento pensé que todos se habían convertido en militares. Todos tenían que acoplarse a lo que ellos decían, todo se tenía que comprar, eso fue lo que vivimos...” (Testigo CHPT071. Chichipate). B RUTALIDAD DE LA MUERTE El sistema de creencias que un grupo social tiene con respecto a la vida y la muerte está mediado por su cultura (Suazo, 2002). Para una persona puede resultar demoledor ver que ese sistema en que se sustenta su visión de la vida y la muerte deja de cumplir su cometido, porque está intervenido por una realidad social ajena, en este caso la Los caminos de la historia 61 violencia política y todo su significado. Ernest Becker afirma que el miedo a la muerte tiende a socavar los significados humanos más viables, y esto amenaza los fundamentos sobre los cuales el hombre ha construido su autoestima (Becker, 1987). Existe una enorme diferencia entre el impacto que provoca en el ser humano la muerte “natural o accidental” y la muerte provocada, y por lo tanto, en la forma como se percibe, se “vive” y se enfrenta. Esta diferencia se marca a partir de los sistemas de creencias que se tienen en relación con ella: “... mi hermano había desaparecido, mis finados padres le pedían mucha ayuda a nuestro Dios, porque estaban sucediendo tantas cosas, ellos hicieron una ceremonia, (...) suplicaron que las personas que estaban causando mucho daño dejaran de hacerlo, fue muy grande la actividad que hicieron, rogaron y lloraron por los problemas que estábamos pasando por mi finado hermano, ya que él se había ido, no porque había robado algo, sino por ayudar a los compañeros para obtener las tierras, por eso es que les caía mal a los militares y a los comisionados, se inventaron muchas cosas de él. Nadie sabe exactamente en dónde murió...” (Testigo CAT134. Consejo de Ancianos). La violencia ejercida por los miembros del ejército y las patrullas de autodefensa civil provocó un estado de terror permanente en las comunidades. La forma en la que aparecían los cadáveres en los caminos demostraba la brutalidad de que eran capaces: 62 Te llevaste mis palabras, Tomo I “... tres fueron agarrados aquí, y cuatro desaparecieron por este problema, a Pedro Ché lo mataron en la Colonia Militar, allí le quitaron la cabeza y los zopilotes se la comieron. Así mismo al señor Avelino Ical a quien también lo mataron allí. Él sólo estaba vendiendo ropa para poder mantener a sus hijos cuando le cortaron la cabeza, fueron dos compañeros que se murieron en ese lugar...” (Testigo MGT197. Manguito I). El terror a la muerte siempre ha jugado un papel importante en la experiencia interna del ser humano: en cada acción está presente. La ansiedad de la muerte es un tema que ha recibido mucha atención en la literatura psicológica, especialmente en aquellos que han sido influidos por el existencialismo. Erich Fromm subraya que “el problema del manejo de la muerte puede dar cabida a una serie de comportamientos destructivos y crueles, incluyendo el sadismo y la necrofilia” (Fromm, 1973). Esta tendencia del manejo de la muerte la demostraron los militares de muchas formas, una de ellas fue el asesinato de niños frente a sus madres, con el fin de buscar información sobre el paradero de los líderes de la comunidad o del padre de los niños: “... Yo sólo vi cuando le cortaron la cabeza a mi niño y lo colocaron sobre un palo, y me estaban preguntando dónde se había ido el hombre y yo no les decía nada. ¡Enséñanos dónde está el arma! me decían, yo no les puedo dar nada porque no hay nada les decía a los hombres. A mi niño lo colocaron detrás del palo y allí fue Los caminos de la historia 63 donde me asusté mucho...” (Testigo MGT181. Manguito I). En algunos casos para proteger a los líderes de las comunidades y evitarles una muerte violenta se establecieron mecanismos para negociar la vida de los dirigentes. Esta negociación llegó al extremo de comparar la vida de una persona con la de los animales domésticos: “... Venían los oficiales por las noches a recoger nuestras gallinas, no sabíamos si las vendían en algún lugar o se las comían, realmente nos robaron, se llevaban los chompipes entre sus brazos y se iban, una vez le iban a cortar la cabeza al hermano Juan, y para que no le hicieran nada tuvimos que comprar un cerdo para dárselo a los militares, también le pedían chompipes a él, y nosotros tuvimos que pedir fiado y se lo llevábamos al pobre para que él los entregara, realmente fue muy duro lo que vivimos en este lugar ...” (Testigo MGT182. Manguito I). El miedo a la muerte fue uno de los efectos inmediatos de tal represión y manifestado de diferentes maneras. En dicho contexto, el miedo a la muerte física sin el cual la opresión no puede ser impuesta, se cristalizó inevitablemente como un conflicto entre el deseo individual de la sobrevivencia física y la sobrevivencia sociohistórica de la comunidad. Algunos líderes comunitarios se vieron obligados a tomar “decisiones” donde priorizaron el sentido de comunidad al bienestar individual: “... el compañero que era alcalde antes que entrara el hermano Manuel, se llamaba Santiago. 64 Te llevaste mis palabras, Tomo I El hermano Santiago vio que empezaron los problemas y se mató, nos dijo que tal vez no podía soportar todo lo que estaba pasando y que tal vez sus acciones harían que mataran a toda la comunidad, mejor así lo voy a hacer dijo ese señor y se mató. Dejó muchos hijos...” (Testigo MGT197. Manguito I). S ÚPLICA , DESESPERACIÓN Y HUMILLACIÓN Las poblaciones afectadas por la violencia política vivieron en la desprotección. Sus historias revelan cómo en ocasiones al encontrarse a merced de sus victimarios, sin capacidad de defenderse e imposibilitados de establecer cualquier diálogo o de apelar a la razón, debieron recurrir a la súplica. Se trató de una respuesta desesperada, sentida en ocasiones como la única manera de escapar de una muerte segura o de librarse de una detención cuyo desenlace, según se sabía, sería igualmente fatal. Esta situación afectó intensamente al grupo familiar, principalmente a las mujeres, quienes después del secuestro y ejecución del esposo o del padre, tuvieron que asumir en condiciones difíciles la responsabilidad total de la familia. La necesidad de convertirse también en proveedoras del hogar, encontrándose ellas con la estigma social del esposo o padre secuestrado y acusado de guerrillero, monolingües y con bajo o ningún grado de escolaridad, significó en ellas y en la familia sobreviviente, niveles profundos de frustración a tal grado que la percepción que se Los caminos de la historia 65 tenía del peligro logró inmovilizarlas como producto del miedo al secuestro de ellas o de otro familiar, y por lo tanto al miedo de la muerte física, poniendo en riesgo así la misma sobrevivencia de la familia: “... ¡Denos café mamá, denos comida!, ¿Y mi papá?, me decían mis hijos, pero yo no tenía nada que darles, entonces les decía que ya iban a venir los hombres que se lo llevaron, pero me seguían preguntando a qué hora iba a llegar. Adormecía a todos mis hijos, pero la gente me insistía que iba a llegar, ¡hoy regresa don Alonso!, me decían las personas y el alcalde, pero a qué horas le decía yo. Quisiera ir a preguntar al juzgado les decía a ellos, ¡No! Me decían, ¡Ya que si te vas ya no vas a regresar! Después de mucho tiempo dejé de preguntar por él, porque me decían que si seguía preguntando por él, la siguiente en ir era yo, es por eso que ya no pregunte más por él, todo lo dejé así. Ya solo lo pensaba entre mí misma, y lo esperaba durante todas las noches, nunca supe dónde lo pusieron y dónde lo mataron...” (Testigo CHPT045. Chichipate). Pero la súplica, la desesperación y la humillación no solo se expresaron durante el desarrollo de la violencia política, se manifiestan ahora en condiciones aparentemente favorables, cuando las personas, sobre todo las mujeres, establecen una negociación entre el dolor sufrido a cambio de un poco de apoyo y aceptación de lo narrado: se negocia dolor a cambio de proyectos de desarrollo: 66 Te llevaste mis palabras, Tomo I “... no hemos encontrado ayuda. Es por eso pues, que nosotras seguimos llorando y narrando todas nuestras desgracias y lo que hemos vivido con nuestros hijos. Ya que nos quedamos sin nada, con una casa toda vieja, no tenemos dinero, no tenemos maíz, nos quedamos absolutamente en la calle con mis hijos pequeños, mis varones estaban estudiando en la escuela, es por eso que ya no podía hacer nada, se nubló completamente mi mente al ver a mis hijos todos amontonados hacia mí y mi embarazo de dos meses...” (Testigo TLM369. Telemán). “... nos acordamos de todos los problemas que vivimos y eso es lo que aún nos duele demasiado y todo eso no lo vamos a olvidar nunca, pedimos que también nos puedan brindar algún tipo de ayuda ya que nos hemos quedado muy pobres. Además a mí se me murieron dos de mis hijos y quedaron huérfanos mis nietos, eso es lo que aún no se me olvida y quizás se me va a olvidar hasta el día en que me muera. Es por eso que nosotros tenemos alguna esperanza y esperamos que nos puedan ayudar de alguna manera, eso es lo que nosotros queremos, eso es mi manera de pensar...” (Testigo CHPT082. Chichipate). D AÑOS A LA IDENTIDAD PERSONAL En la cultura q’eqchi’ el término “persona” constituye un factor cultural importante, que se representa a partir de su práctica cultural cotidiana, todo lo cual le brinda significado y motivación a sus palabras, gestos y actuaciones. El concepto q’eqchi’ Los caminos de la historia 67 de persona está compuesto por tres principios de vida: a) Cuerpo o Tz’ejwalej que simboliza lo material y lo palpable, b) Corazón o Ch’oolej: el individuo y la persona y c) el espíritu, sombra o Muhel: El principio vital, la agilidad y la fuerza. Pero la persona no puede entenderse enteramente si no es en relación con su integración a la institución familiar, siendo ésta uno de los valores más grandes del mundo q’eqchi’ y en el cual la persona adquiere su significación en su fusión solidaria en el contexto de la comunidad. Esta percepción de la persona y la vida contrasta diametralmente con la experiencia vivida en el marco del conflicto armado interno, donde lo cotidiano y “natural” era la desintegración de las familias a través de la desaparición forzada, la detención, el secuestro y la ejecución extrajudicial de todos aquellos “sospechosos” de apoyar a la guerrilla. Esto provocó la desintegración de la institución familiar y todo su significado comunitario. En muchos casos la destrucción de la familia fue total, siendo los niños los únicos sobrevivientes y testigos de los hechos: “... el 23 de enero de 1982 mataron a mis padres, el mes de junio de ese año yo cumpliría siete años (...) mi abuelo destazaba y esa noche llamó a mi padre a destazar junto con mi madre (...) estaban conversando a gusto y estábamos nosotros junto con mi hermano, habíamos nueve personas en la casa, como yo era aún pequeño estaba durmiendo en la cama de mi abuelo, entonces escucharon que afuera molestaron a los pollos y mi papá inmediatamente salió a ver que era. Cuando estaba entrando a la casa lo empezaron a golpear, ya no lo dejaron entrar y 68 Te llevaste mis palabras, Tomo I en ese instante los mataron (...) Cuando entraron empezaron a disparar a todos, algunos se pudieron salvar, no me dispararon a mí y ni a mi hermanito. No sé si era plan matar a mi papá esa noche o no, pero lo cierto es que lo mataron a él, a mi mamá y a mi abuelo, pero nos quedaba una abuela, la mamá de mi mamá, ella nos recogió y estuve unos ocho años con ellos, pero no era bien visto por ellos ya que no era hijo verdadero de ellos...” (Testigo CHPT054. Chichipate). En otros casos la represión fue dirigida hacia los hombres quedando las mujeres a cargo del cuidado de los hijos y los cultivos, teniendo que luchar contra el sufrimiento o en el peor de los casos disimularlo, para privilegiar el bienestar de la prole, afectando el papel que la sociedad le había asignado y generando en ellas sentimientos encontrados entre su nuevo rol y la lucha por la aparición de sus esposos: “... Ahora ya están grandes mis hijos, cuando pasó todo eso estaban bien pequeños, el papá se murió, los militares lo mataron. Yo lloraba mucho ya que solo era una simple mujer, teníamos siembra y yo no podía agarrar mi machete y demás herramientas para trabajar. Fue muy doloroso lo que vivimos; no solo son palabras. A veces me acuerdo y me pongo a llorar y les digo a mis hijos que ellos no conocieron a su papá por los problemas que pasamos (...) a mi esposo lo mandaron a ver ganado y ya no regresó, ya no volvió allí desapareció, yo me quedé muy triste (...) tenía tres semanas de haber desaparecido el papá de mis hijos cuando di a luz. Tan solo tenía una semana de haber tenido a mi hijo Los caminos de la historia 69 cuando nos dijeron que nos teníamos que ir y que teníamos que cerrar nuestras casas y yo no estaba muy bien ¿A dónde me iba a ir? no sabía si iba a aguantar, ¡Tenés que irte, si no te quedarás a darles comida a los militares y van a quemar la casa sobre ti! me dijeron. Ahora mis hijos ya crecieron en esa época me decían ¡Mamá allá están los soldados!, ni bien los escuchaba íbamos corriendo a la montaña, ya no nos acordábamos de nuestras pertenencias, de nuestros animales domésticos...” (Testigo RNH145: El Rancho). La separación de la familia como producto de la violencia política continúa ahora afectando a los sobrevivientes, sobre todo a los más jóvenes (niños en aquel tiempo): “... Nos mataron, así como manifestó mi pobre madre, mataron a mi papá y no sabemos en dónde lo pusieron, dónde lo tienen, dónde lo tiraron o que hicieron de él, si se lo comieron, no sabemos. Pero los niños que quedamos crecimos con grandes dificultades...” (Testigo RNH149. El Rancho). Cuando la represión no fue dirigida hacia algunas familias específicas, de todas formas las relaciones familiares se vieron afectadas, sobre todo a partir de cambios de conducta que se generaban al ser testigos de agresiones o recibir amenazas como producto de interesarse en la búsqueda de conocidos que habían desaparecido: “... Mi papá salió de la misa del miércoles de ceniza, cuando llegó un señor y le dijo ‘¡Vamos a ver un cadáver que encontraron, tal vez esté don Pedro!’ Se fueron a buscarlo y vieron que 70 Te llevaste mis palabras, Tomo I no era el cadáver del señor y regresaron a la casa. Cuando llegó estaba triste, no comió. Por la noche le preguntamos la razón pero no dijo nada, después nos contó que en el camino le dijeron que se escondiera porque alguien habían escuchado que esa noche lo iban a sacar de la casa (...) tenía un hermanito que se llamaba Pedro igual a mi papá, él está en la tienda con mi mamá y comenzó a pedir algo para comer, mi mamá no le dio nada, entonces comenzó a llorar, vino mi papá y regañó a mi mamá, le pegó, nosotros nos quedamos asustados porque nunca había hecho eso durante toda su vida ...” (Testigo PZ207. Panzós). Los hombres que no eran ejecutados, al no poder satisfacer las necesidades primarias de la familia por los acontecimientos en la comunidad, desarrollaron sentimientos de impotencia llegándose a sentir “inútiles” de acuerdo al papel que les tocaba desempeñar al frente de su familia: “... ya no teníamos nada que comer y nuestros hijos cada vez que atardecía lloraban mucho, al ver esta situación dijimos que nos íbamos a venir y a buscar un poco de comida para pasar los días (...) nos dimos cuenta que a nuestros compañeros se los estaban llevando, y se estaban yendo, pensamos que tal vez ahí nos íbamos a salvar (...) por ello nos entristecemos mucho y también por causa de todo esto perdimos todas nuestras casas, todas nuestras pertenencias, ya no tenemos absolutamente nada y nos está costando pasar un día más, pero ya no podíamos llevar comida a nuestros hijos, no servíamos para nada...” (Testigo SPZ310. Sepur Zarco). Los caminos de la historia 71 En muchos casos los daños a la identidad personal afectaron directamente las prácticas culturales. Los ancianos al verse perseguidos por la práctica de religiones o ritos ancestrales se vieron obligados a tomar medidas emergentes para poder sobrevivir. Esto significó en muchos el cambio de religión, y de esa manera la identidad comunitaria fue profundamente trastocada: “... lo que ellos querían era terminar definitivamente con nosotros, para que ya no existieran los indígenas, lo que a ellos no les gustaba era el mayejak y comentaban que lo que hacían los abuelos era pura brujería en contra de los patrones de las haciendas. Fue en ese momento en que nos asustamos y decidimos ya no seguir con las ceremonias, fue por puro miedo que dejamos de hacer estas cosas, éramos vigilados, ya no podíamos quemar ni una candela ni celebrar ninguna reunión en alguna casa porque se quejaban de nosotros...” (Testigo CAT124. Consejo de Ancianos). “... los soldados asustaban a nuestros padres para que dejaran definitivamente de practicar sus religiones y se incorporaran a la de ellos, les ofrecieron trabajo a cambio de la religión que ellos trajeron del otro lado del mar para que practicaran la religión de ellos, pues así los soldados iban a estar contentos y de esa manera se nos iba a olvidar lo que realmente es de nosotros los guatemaltecos...” (Testigo CAT125. Consejo de Ancianos). 72 Te llevaste mis palabras, Tomo I H UMILLACIÓN Y DESVALORIZACIÓN Otro fenómeno que afectó intensamente a las personas, sus familias y la relación de éstas con la comunidad fue la sensación de desvalorización y a la vez de humillación que sentían las víctimas de parte de los vecinos y otros miembros de la comunidad, pero principalmente frente al ejército ante quienes esa vivencia se mezclaba con el miedo que sentían por las acciones que sabían que realizaban los militares. El sentimiento de humillación surgía desde el momento en que el ejército impuso que para salir a cualquier lugar, incluyendo el trabajo, toda la comunidad y principalmente los hombres, tenían la obligación de pasar al destacamento militar a solicitar permiso para realizar lo que se tenía planificado. En muchos casos el permiso era denegado y la gente no salía del área de influencia del ejército: “... Todos tuvimos miedo, los soldados estuvieron debajo de una Ceiba, donde era el potrero de un finquero, después se pasaron a la escuela para controlarnos, cada vez que nosotros salíamos de la casa o para salir a trabajar o hacer algún mandado teníamos que pedir permiso a los soldados, ellos nos daban un papelito, al regresar nosotros nos reportamos otra vez con ellos (...) Pero antes de esto ya había sufrido la muerte de mis dos hijos...” (Testigo CHPT044. Chichipate). Además del control que se ejercía sobre las salidas de la gente, el ejército obligó a los hombres a llevar alimentos para todos los soldados que se Los caminos de la historia 73 encontraban en el destacamento militar, viéndose obligados a conseguir los recursos económicos o materiales para cumplir con esa tarea aunque en la casa no tuvieran con que alimentarse. Esto provocó que varias familias se endeudaran para alimentar a los soldados. Las mujeres, señalaron que se sentían indignadas porque estaban obligadas a preparar los alimentos para las personas que estaban secuestrando y asesinando a sus esposos. Para satisfacer esta demanda el ejército organizó a toda la comunidad para cumplir con sus horarios de alimentación: “... Pobre de nuestros esposos se tenían que ir a enseñar cada vez que tenían que ir a trabajar y también cuando regresaban, tenían que ir a las dos de la tarde (...) y nosotras arreglándoles la comida a toda esa gente, lo peor de todo es que nosotros les estábamos dando comida y ellos a la vuelta matando a nuestros esposos, pero todo esto nadie se ponía a analizarlo, saber qué fue lo que nos pasó, hicieron todo lo que quisieron hacer con nosotros. Si alguien no se presentaba en horas de la tarde, esa persona ya no regresaba a su casa, pobres de nuestros maridos jalando las bolsas de comida para esas personas, nos turnábamos para darles de comer, una persona daba el desayuno, otra el almuerzo y otra la cena, buscábamos la forma de comer y conseguir la comida que les dábamos a ellos...” (Testigo CHPT045. Chichipate). En algunas comunidades como producto del control que se ejercía, los habitantes se vieron obligados a buscar refugio en las montañas para escapar de las presiones que ejercían los militares 74 Te llevaste mis palabras, Tomo I y patrulleros de autodefensa civil. En muchos casos ese refugio significó varios años de resistencia. Algunas personas hicieron referencia a un sentimiento de indefensión como consecuencia del miedo: “... Yo fui uno de los que sufrió el problema en el año de 1982, allá en San Miguel, los judiciales empezaron a matarnos en el lugar que se llama San Miguelito, después de eso cobró auge el problema y nosotros ya no podíamos salir a ninguna parte. Los militares entraron por la parte de Puerto Barrios y Cobán, nos encerraron y ya no podíamos salir ni para el pueblo, ni a ningún otro lugar. Yo sentía que no me podía defender porque en ese tiempo había muchos militares, y decidí refugiarme en la montaña y allí me fui a esconder por todos los problemas. Cinco años estuve viviendo en la montaña, pero en esos cinco años también sufrí mucho, porque los militares y los patrulleros nos fueron a atacar, allí me balearon el hombro, todavía tengo la cicatriz de la bala...” (Testigo MGT195. Manguito I). Es frecuente encontrar relatos en los que las personas tienen la percepción de que los militares los miraban como animales, esto refuerza el sentimiento de desvalorización y humillación a que fueron sometidos. Los soldados, amenazaron con torturar a comunidades completas buscando información acerca de las poblaciones que se encontraban refugiadas en las montañas de la Sierra de las Minas. Algunos valoraron ese escarmiento como “justo” porque “ese era su pecado”; no saber la respuesta de las preguntas hechas por los militares: Los caminos de la historia 75 “... Aquí fue donde hicieron todas esas barbaridades los militares, donde ellos terminaron de agarrar a nuestros compañeros, quizás para ellos éramos como unos pollos regados, querían agarrar a grandes y pequeños y todo lo que había ahí. Hicieron todo eso, ‘¡Ahora están en nuestras manos! nos decían, ¡Sólo tienen dos semanas y sólo quieren un escarmiento! ¿Por qué no quieren decir dónde están sus compañeros?, ¡Ustedes les dieron permiso de irse, les dieron el paso a todos los que vinieron de la hondonada y por eso ustedes aquí van a morir!’ Ése era nuestro pecado, nosotros nos mantuvimos fuertes, porque sabíamos que no teníamos ninguna falta y que no sabíamos nada, porque si hubiéramos sabido algo, tal vez hubiéramos tenido miedo, pero todo lo contrario no les teníamos miedo, todo lo que decían lo hacíamos rápido, no les hablábamos y no bajábamos la cabeza ante ellos...” (Testigo SMR235. San Marcos I). Al respecto del maak o pecado en el mundo q’eqchi’, Cabarrús afirma que “lo significativo en la concepción del pecado es que siempre los hombres recuerdan a la divinidad (...) Dios en esta comprensión como que se complacería en marcar leyes, muchas de ellas, que obligarán, en el que hacer cotidiano, a tener fresco en la memoria su existencia” (Cabarrús, 1998). Más adelante Cabarrús identifica dos clases de maak; a) la culpabilidad en sí y b) la culpabilidad proveniente de la falta de cumplimiento de requisitos. Sobre la culpabilidad en sí, afirma que ésta: “hace referencia a la infracción de eso que podía 76 Te llevaste mis palabras, Tomo I llamar ley natural (...) pudiéndose hablar de cierta estructura ética (...) contra la cual el hombre comete un pecado o una culpa en que la maldad está en el mismo acto”. Sin embargo en la culpabilidad por la falta de cumplimiento de requisitos, señala que ésta conduce a preguntarse sobre el fundamento de esa moralidad y afirma que “para el q’eqchi’ el Tzuultaq’a 15 es el dueño y señor de todas las cosas. A los hombres no les queda sino pedir permiso y su licencia para poder trabajar: sea en la tierra o en la caza” (Cabarrús, 1998) y en otras actividades comunitarias. El pecado consiste entonces en actuar como un poderoso y no pedir permiso a un “Dios que en realidad es el dueño de todo”. Por lo tanto, la culpabilidad o pecado para los q’eqchi’es no implica una opción personal o libre de su voluntad, éste está mediado necesariamente por su relación con la divinidad o con las propiedades implícitas en ella. En otras palabras, el ejército al apropiarse de las significaciones simbólicas de las divinidades q’eqchi’es, mediatizó la función del Dios, pues antes de pedirle permiso al Tzuultaq’a era necesario pedir permiso al jefe del destacamento militar, y en el caso del testimonio anterior, el sentimiento de “pecado” surge al no conocer la respuesta exigida por el ejército. Es decir, la representación terrenal de la divinidad q’eqchi’ estaba marcada por la imposición de la imagen del soldado. Pero este tema se profundizará más adelante. 15. En la cosmovisión del pueblo Q’eqchi’ el Tzuultaq’a es la divinidad telúrica más importante, es el cerro-valle. Los caminos de la historia 77 Sin embargo, los militares no fueron los únicos que generaron esa sensación de humillación en la población. El engaño y manipulación del que fueron objeto las familias q’eqchi’es por parte de los hacendados tiene que ver actualmente con las condiciones de pobreza en las que viven. Los hacendados les decían a los campesinos que limpiaran grandes extensiones de terreno y que éste sería para que ellos pudiesen tener sus cultivos, pero cuando terminaban de limpiar los echaban. Los hacendados se quedaron con esas tierras y relegaron a la población a lugares de difícil acceso y de terrenos poco aptos para el cultivo. Este hecho provocó sentimientos encontrados en la gente: “... Solo esperaron que nuestros padres limpiaran y arreglaran bien este lugar para luego adueñarse de el, las compañías estaban de acuerdo con los alcaldes. Ellos estaban buscando la estrategia para sacar a nuestros padres de sus tierras. Nuestros padres estaban cortando todos los árboles al igual que los jóvenes de ese entonces. Limpiaron todo, pero al terminar se las quitaron, la gente que se adueñó de esas tierras ya solo encontró un poco de monte, por nuestros padres es que esas personas tienen sus haciendas. Por culpa de ellos es que estamos de esta manera, nos aglomeraron a todos, mientras a las personas que trabajaron esas tierras les tocó vivir hasta el rincón de un cerro. Todas las tierras que trabajamos están muy lejos de donde estamos, y no son tierras bonitas, son tierras pedregosas, con muchos barrancos...” (Testigo CHPT063 Chichipate). 78 Te llevaste mis palabras, Tomo I Otra forma de humillación y desvalorización estuvo asociada a la práctica de la tortura y los tratos que se les daba a los detenidos. Algunos soldados dejaban notar el placer sádico que sentían por la degradación del ser humano: “... Los soldados orinaban en botellas de agua, luego me preguntaban si tenía sed, sí les decía, ¡Abrí tu boca! me decían, cuando sentía era orina, no podía hacer nada porque estaba amarrado, con eso reaccionaba un poco porque sentía el sabor de orina y no de agua, pero lo que ellos pretendían era matarme de esa manera, sólo sentía cuando la orina llegaba a mi estómago. ¡Hay Dios! decía entre mí, me ponía a llorar, cuando me irán a matar porque ya no aguanto. Ya no tenía fuerzas en las manos, aunque me desataran ya no podía hacer nada, esto no me sucedió ayer, fue hace mucho tiempo y aún tengo las cicatrices en mis manos, éstas son mis cicatrices, poco faltó para que mi mano se amputara, luego se empezó a pelar, pero yo seguía ahí todos los días...” (Testigo MGT174. Manguito I). El impacto de la tortura provocó que algunas víctimas se desorientaran en tiempo y espacio. Esto generó estados de indefensión frente a los agresores que aún son recordados por las víctimas como que si hubiesen sido ayer: “... El capitán me amarró, yo ya no sabía si era de día o de noche, habían unos soldados que se compadecían de mí y que tal vez me conocían, me daban un poco de agua, solo así me mantuve vivo, ya no podía abrir mis labios, no defecaba, simplemente me orinaba en mi pantalón, ya no Los caminos de la historia 79 me recordaba de nada, tal vez ya habían pasado los seis días, pero yo ya solo era un hueso, me desataron, y hasta hoy día ya no puedo ver muy bien. Aparentemente veo muy bien pero no es así, cuando oscurece ya no puedo ver mi camino. Llegó el capitán y dio la orden a los soldados de que me llevaran a bañarme y que no me hicieran nada. «¡Cuando termine de bañarse va a ir a comer a la comunidad!», les dijo. Yo ya no podía caminar, me arrastraron hasta el río, ahí me bañaron, me sacaron mi pantalón, me estaban bañando como a un niño...” (Testigo MGT174. Manguito I). E STIGMATIZACIÓN El término estigma o estigmatizado surge en el contexto religioso y hace referencia a aquellas personas que poseían una marca o señal en el cuerpo de origen sobrenatural. En el sentido religioso la estigmatización se concebía como un don. El siglo XIX también fue conocido como el siglo de los estigmatizados. Sinónimos del término son marca, señal, infamia, deshonra, mancha, injuria. En el ámbito de la violencia política y como parte de la lucha contrainsurgente se marcaba, deshonraba, señalaba, injuriaba o manchaba a todas aquellas personas que tenían familiares que habían sido capturados, secuestrados, torturados o ejecutados por el ejército, y que eran señalados de pertenecer a la guerrilla, o que, por sobrevivir a la represión habían escapado hacia las montañas y por ese hecho fueron identificados 80 Te llevaste mis palabras, Tomo I como guerrilleros. Esta “diferenciación” era señalada por miembros de las comunidades, en muchos casos vecinos, en menor medida familiares: “... hubo mentiras, quejas, habían comisionados, judiciales y militares en ese tiempo por eso se complicó el problema. Fue muy duro el problema que enfrentamos aquí en Guatemala por el conflicto, sólo porque buscábamos la paz nosotros los indígenas, pero quedamos marcados para toda la vida individualmente...” (Testigo MGT195. Manguito I). “... a mi hijo lo enterramos en el cementerio, después de eso empezaron a investigar, y a decir que habían más compañeros de él, la gente me empezó a decir que lo mejor era que me saliera de ahí, que sino lo hacía me iban a matar, me ayudaron a salir y me trajeron donde actualmente me encuentro ahora. Luego empezaron a buscarme nuevamente. Dos veces vinieron a vigilar mi casa, solo por mi hijo, nos decían que éramos guerrilleros, esto nos pasó sólo por el hecho de que estábamos solicitando tierra, mi hijo era el presidente y mi yerno era el tesorero del comité, pero todo esto no les gustó a los ricos y a las compañías, no les gustó que ellos estuvieran solicitando tierras, todos los Ponce fueron los que mataron, don Alfonso Ponce, don Mariano Ponce, don Luis Ponce fueron muchas las personas que participaron en todo esto ya que les caíamos muy mal, por culpa de ellos es que estamos de esta manera, somos pobres ya que los ricos fueron los que nos mataron...” (Testigo CHPT044. Chichipate). Los caminos de la historia 81 Hubo jefes patrulleros quienes aprovecharon la posición de poder que tenían al ser dirigentes de las cooperativas formadas en las comunidades o presidentes de comités de desarrollo, y por lo tanto, los responsables de los proyectos que se ejecutaban en las comunidades. Exigían por un lado que no se pagara a alguna persona el producto de su trabajo y por el otro la expulsión de personas de la comunidad que tenían algún familiar que estaba colaborando con la guerrilla: “... La comunidad tenía secadora, cuando uno iba a dejar sus bultos allí le decían a uno que dejara sus bultos y que hasta que los vendieran ellos iban a pagar, pero cuando pagaban ya no lo hacían cabal. El problema que tuve fue que ellos ya no podían pagar mi cardamomo, y se fue acumulando a 50 quintales (...) Empecé a preguntar y a preguntar, ya que había una persona para eso y lo que me dijeron fue que yo estaba molestando mucho igual que mi hermano. Entonces me dijeron que me tenía que retirar de ese lugar y en ese momento. También estaban haciendo el censo de ese lugar y cuando yo les enseñé mi colaboración ellos ya no me la recibieron, lo único que me dijeron fue que me estuviera unos dos o tres días más allí, pero que más iba a hacer, opté por irme. La verdad es que ellos se daban cuenta que nosotros estábamos entregando mucha cosecha y ellos no cosechaban mucho y por eso es que les caí mal y por eso es que nos sacaron de allí. La verdad es que yo no estaba involucrado en la guerrilla sino que era mi hermano, pero como era mi hermano a los dos nos sacaron de allí, quemaron la casa de mi hermano y la mía...” (Testigo CHBT021. Cahaboncito). 82 Te llevaste mis palabras, Tomo I La vivencia de las familias que quedaron bajo la responsabilidad de las mujeres era difícil. No solo habían perdido al esposo y o padre, quien entre otras cosas era el proveedor familiar, sino que además, los vecinos para evadir involucrarse con ellos y evitarse problemas con los militares les negaron la venta de alimentos. “... Todo esto lo digo y no me da vergüenza decirlo ya que fue muy triste todo lo que sufrimos, la gente que se quejó de nosotros no nos dijo les voy a ayudar con un poco con maíz, a ellos no les importaba la situación que estábamos pasando. Una vez mi hijo Tuko me dijo que iba a ir a pedir tortillas con los vecinos, está bien le dije y le di dinero, pero no se las vendieron, más bien empezaron a maltratarlo y le dijeron que por tonto, que por coche se había ido su padre, ese mi hijo ya está muerto. Durante todo ese día no comimos nada de tortilla, ya que nadie nos quiso vender...” (Testigo CHPT045. Chichipate). Estas familias tuvieron que aguantar hambre por varios días hasta que decidían mudarse a otras comunidades donde no los conocieran o se iban para las montañas, donde de una u otra forma encontraban comida recolectando frutos o raíces de árboles. Hubo situaciones donde los hijos aún siendo pequeños, ante la precariedad en la que quedaron sus familias fueron a buscar trabajo lejos de sus viviendas para poder conseguir un poco de dinero y comprar comida para alimentar a sus hermanos pequeños y a sus madres: “... Yo aún era muy pequeño cuando pasó todo eso. Para poder ayudar iba a buscar leña y apenas me pagaban 25 centavos o 15 centavos la Los caminos de la historia 83 carga y con eso comprábamos algo de tortilla. A veces no podía ir y nos quedábamos sin comida, durante la noche mis hermanitos se ponían a llorar por el hambre, pero no podíamos hacer nada, detrás de la casa había caña de azúcar y a veces solo eso comían durante todo el día. No podíamos ir a pedir tortilla a otra parte porque ya no éramos bien vistos, decían que mi padre era un mal hombre y que era guerrillero. Ya no podíamos hacer nada, hasta que lográbamos conseguir un poco de dinero comíamos, pero gracias a Dios que aún estamos vivos, solamente se murió mi hermana, se hinchó, se puso pálida, R EVISTA A LTERNATIVA , UNOS DÍAS DESPUÉS DE OCURRIDA LA MASACRE DE P ANZÓS Fuente: CIRMA. Revista alternativa 84 Te llevaste mis palabras, Tomo I le dio mucha fiebre, ya no podía caminar, pero todo esto le pasó por el susto que se llevó cuando se llevaron mi padre, nosotros tratamos de curarla, pero ya no pudimos hacer nada. es por eso que me iba lejos a trabajar para que pudiéramos comer algo, aunque sea tortillas duras, ya que cuando estaba mi padre era quien daba todo para la comida, pero cuando él nos hizo falta ya no comíamos nada, nos costó sobrevivir con todo este conflicto, sobrevivimos seis, solamente se nos murió una...” (Testigo CHPT053. Chichipate). La estigmatización no discriminó edades ni relaciones familiares, hubo señalamientos hacia familias por su participación activa en la lucha por la tierra. La familia Maquín, descendientes de Adelina Caal Maquín –la “Mamá Maquín”–, una de las dirigentes más conocidas y respetadas en la lucha campesina por la tierra. Participó en la movilización que se realizó el 29 de mayo del 1978 en Panzós y que término con la masacre. A partir de ese hecho, los descendientes de ella sufrieron persecuciones y señalamientos que los vinculaban a la lucha por los derechos humanos y el acceso a la tierra y por lo tanto los convertían en enemigos de los terratenientes. Esta situación los obligó a esconderse en distintos lugares y por tiempos indefinidos: “... Yo estudié en la escuela urbana de Panzós, un día venía de regreso de la escuela a medio día y me encontré a don Canche en la calle cerca del Palmar y me dijo: «¡Yo ya no te quiero ver aquí, porque eres hija de un Maquín, de un Los caminos de la historia 85 Che’, 16 en este momento vas a morir!» Y me puso la pistola en mi pecho. Pero por qué me vas a matar le dije. «¡Aquí te vas a morir, ya no queremos ver a ningún hijo de un Maquín!» Me dijo don Canche Asig, (...) entonces él me agarró del cuello de mi güipil, (...) aún estaba muy pequeña cuando me pasó eso, tal vez tenía once años...” (Testigo PZ215. Panzós). D AÑOS AL NOMBRE Nos identificamos por nuestro nombre, es nuestra seña particular, con él nos reconocemos y somos reconocidos por otros, pero en muchos casos esa seña particular resultó ser una amenaza para la vida propia y de la familia. El nombre propio marcó destinos, realidades, luchas. Para algunos significó ocultarse por mucho tiempo en casas sin poder salir, para otros la negación de los propios hijos intentando evitar ser detenido y capturado, con las implicaciones que representó para esa persona negar a la propia familia, dañó profundamente la identidad personal. No se podían identificar, vivían ocultos, hasta que la inteligencia militar los lograba ubicar e identificar, entonces era necesario emprender 16. Che’ en idioma q’eqchi’ literalmente quiere decir “Palo”. Hay que recordar que se dijo en diferentes medios que el día de la masacre de Panzós en mayo de 1978 los campesinos que participaron en la movilización iban armados con palos y machetes. A la familia Maquín los comisionados militares, los jefes patrulleros y los mandos militares los identificaban como los “paleros” haciendo referencia a lo anterior. 86 Te llevaste mis palabras, Tomo I de nuevo la huida, y en el siguiente lugar encontrar lo mismo; persecución y señalamientos. El nombre de una persona o de una familia fue objeto de estigmatización “... había una persona que se quejó de cinco compañeros, también amenazó con matarme, no sé cómo lo supieron, pero yo tenía un hijo que se había escapado por el miedo y se fue para las montañas, se escapó porque vio que mataron a su cuñado y a sus hermanos, él era muy joven. Faltó poco para que me matara ese hombre: «¡Ese es el papá del guerrillero que está debajo de las montañas, ese es el que les pasa comida, ese es el que los mantiene!» Me decía, todo esto por mi hijo. Para que no me mataran a mí también igual que a mis otros hijos, tuve que cambiar mi nombre, y lo que más me duele, negar a mi propio hijo. A ese mi hijo ya no lo vi más hasta después de cinco o seis años, supe que estaba vivo, esto fue lo que vivimos, no salimos en son de paz, sufrimos mucho...” (Testigo SMR235. San Marcos I). “... tenía tres días de haber llegado ahí cuando a mi bebé le agarró una fiebre, me voy a ir dije entre mí, voy a ir a curar a mi hijo, voy a pasar por Panzós y luego me voy a El Estor a curar a mi hijo, le pedí permiso al comisionado que estaba en Pataxte, pero le costó darme permiso. Buscamos diez rollos de hojas de mosh, las vamos a vender sólo para nuestra bebida dijimos, tenía una mi hija que ya estaba grandecita la puse a cargar y al bebé lo cargué yo, pero estaba muy enfermo. «¿Qué llevas?» me dijo el comisionado, sólo un poco de mosh para vender y comprar agua y comida para mi hijo, porque no tengo Los caminos de la historia 87 con que comprarles comida le dije. «¡Tal vez te vas a ir de una vez!» me dijo, no le dije, sólo voy a ir a que me curen a mi hijo al Centro de Salud, pasado mañana voy a regresar le dije. Todavía registró todo lo que traíamos, lo tiró todo en la orilla del río. «¡Tal vez te vas a ir de una vez porque tú eres la esposa de los Ché, de los Maquín!» Sí, es cierto pero no sé dónde se fue, él está muerto ya, me encuentro sola, soy una mujer pobre le dije. «¡Pero no queremos que te vayas!» me dijo. Pasé y me fui, (...) me puse a trabajar en El Estor, hasta que supieron quién era yo, me estaban buscando, entonces mis familiares me tuvieron que encerrar por un buen tiempo, un tiempo no salí, estuve escondida junto con mis hijos en una casa, no salía afuera porque si lo hacía me reconocían, por el apellido de Maquín. «Tú eres la esposa de los palos de los bastones», me decían, no sé a que se referían cuando decían la esposa de los palos y de los bastones, no conocí nada de eso, porque simplemente me pasó lo que me tenía que pasar. Entonces me vine para Panzós y cuál fue mi sorpresa que también ahí estaba pasando lo mismo. El comisionado don Edilio, empezó a quejarse, «¡Allí está la esposa de los palos, de los bastones, son cómplices de ellos!», me decían nuevamente, como me correteaba don Edilio y me iba otra vez, yo ya no me quería ir...” (Testigo PZ211. Panzós). 88 Te llevaste mis palabras, Tomo I H UELLAS DEL DOLOR EN EL CUERPO Como se dijo antes, en la cultura q’eqchi’ el cuerpo forma parte de los cuatro elementos de vida que completan la persona. Representa lo material y lo palpable, es parte fundamental de la identidad individual, constituye un espacio propio y es el medio a través del cual se establecen los lazos afectivos con el grupo familiar. La imagen que se tiene del cuerpo va cambiando en la medida que se crece o a partir de las experiencias que se viven. Durante el desarrollo de la violencia política muchas personas sufrieron ataques hacia su cuerpo a través de la tortura y otros vejámenes como despojarse de la ropa que en ese momento representaba la última protección posible. Esto provocó dolores físicos que son permanentes y también molestias emocionales: “... hubieron muchas mujeres pobres que fueron desnudadas, como doña Santos. Una vez hubo una reunión en El Estor con un grupo de mujeres, pero al venir aquí las habían visto unos hombres y cuando vinieron ellos dijeron que salgan esas mujeres, no las queremos aquí ya que ellas son las que traen los problemas. Nuestros nombres para ellos eran guerrilleros...” (Testigo CHPT051. Chichipate). Quienes fueron víctimas de ataques físicos llevan en su cuerpo las huellas de la crueldad, muchas veces visibles. Estos “recuerdos” son marcas que hacen revivir lo vivido, con todo su horror y sus secuelas. Estos recuerdos mutilan uno de los elementos de vida de la persona en el mundo q’eqchi’. En todos los casos se afectó el relaciona- Los caminos de la historia 89 miento social de los sobrevivientes y la capacidad de trabajar generando sentimientos de vulnerabilidad y pérdida que afectaron a las víctimas durante toda su vida. Muchas veces los recuerdos se presentan incluso en los sueños: “... no voy a explicar lo que nos sucedió a todos sino lo que a mí me pasó, de eso voy a hablar, esto no tiene precio alguno. Porque lo tengo siempre en mi mente, así como cuando rezo, nunca desaparece. Es como el caso de nuestros sueños, tal vez me pasó algo en ellos, pero lo tengo presente, ¡oh! soñé que me caí decimos muchas veces, siempre lo llevamos presente. Pero esto es igual y de ello estamos compartiendo en este momento. Pero les digo la verdad ante todos ustedes, tal vez algunos saben y vieron lo que a mí me sucedió...” (Testigo RNH151. El Rancho). La tortura representa un trauma caracterizado por la intención del torturador de quebrantar la personalidad del individuo, de destruir su cuerpo y alma, y afectar su identidad personal. Somnier y Genefke después de examinar a varios exiliados sobrevivientes de tortura señalan que la manifestación de las secuelas psíquicas que deja la tortura son las “pesadillas frecuentes, síntomas afectivos (angustia y depresión crónica) y una sensación subjetiva de identidad alterada” (Somnier y Genefke, 1986). A estos efectos deben agregarse el sentido de culpabilidad, el cansancio y la irritabilidad, la imagen propia negativa, memoria reducida y falta de concentración, tendencia al aislamiento, desconfianza, sensación de que ha habido cambios en él o ella. Se ha dicho 90 Te llevaste mis palabras, Tomo I que los efectos psicológicos de la tortura son permanentes y el momento en que se manifiestan depende de muchos factores, entre ellos, la personalidad de la víctima, la biografía previa y el compromiso político. En relación con la afectación física vemos que las heridas que dejó la tortura en las personas se grabaron fundamentalmente en sus cuerpos y por lo tanto también en sus mentes. La evocación del momento de la tortura es permanente y las heridas dejadas en el cuerpo hacen que el hecho se siga perturbando en los sobrevivientes: “... Todos mis golpes, después de un mes, después de una semana, todas las marcas de los zapatos en mi pecho se empezaron a pelar, como si fuera la piel de una culebra, se borró la marca del lazo de mis brazos, pero la tuve un buen tiempo, tal vez un año o dos años. Después de eso ya no podía alimentarme, ya no (...) pero hay días como el de hoy en que no nos sentimos bien, no nos sentimos tranquilos (...) me da tristeza narrar todo esto, porque lo viví en carne propia, permanecí allí desde un día miércoles y me soltaron un lunes, todos los días me interrogaban. Tal vez no investigaron bien lo que yo supuestamente hacía y me soltaron, no me mataron. Sólo mi muerte esperaba. Mi cuerpo ya no era mi cuerpo. Ya no sentía lo que me estaban haciendo. No sé porque tuve que pasar así en las manos de esas personas...” (Testigo RNH151. El Rancho). Los daños físicos provocados se manifiestan hoy a través de dolencias corporales. Algunos Los caminos de la historia 91 testigos cuentan que producto de la tortura han perdido la vista, el oído o la capacidad de trabajar: “... nunca se nos va a olvidar lo que hemos vivido, hasta que nos muramos (...) Ahora que me estoy poniendo viejo, ya no me siento muy bien, mis manos y mi cuerpo están adoloridos por todo este problema que sufrí. Ésta es la tristeza que yo les comparto, ahora ya no puedo trabajar...” (Testigo MGT176. Manguito I). “... Me agarraron y desaparecí cuarenta y cinco días de este lugar. Todos los días eran oscuros para mí, mis manos estaban amarradas y lo pueden ver, hay señas no son mentiras, me acuerdo de ello como si lo estuviera viviendo en este momento y lo siento en mi cuerpo. Quince días me amarraron los ojos con una cinta conteniendo alcohol, estaba acostado allí, con mis pies doblados como si fuera una iguana. Lo que me molesta ahora es que ya no me siento muy bien, creo que fue por todos los golpes que me dieron, me golpearon muy duro, quizás por la obra de Dios es que me encuentro así ahora, ya no miro bien y me duelen las rodillas y los brazos, me cuesta trabajar, algunos días el dolor es grande y no salgo a trabajar...” (Testigo MGT174. Manguito I). “... me pegaban un palazo a mí y otro al compañero: «¿Dígannos a quiénes les dan comida?, ¡ustedes son unos ladrones! nos decían». Los palazos nos caían en nuestro estómago, cuatro semanas oriné, defequé y escupí sólo sangre, fue muy doloroso lo que me hicieron. Los soldados destruyeron mi vida, a veces ya no puedo ver muy bien, me duelen mucho mis 92 Te llevaste mis palabras, Tomo I huesos no sé que me hicieron, todas mis desgracias se han quedado así, y ahora ya no puedo trabajar muy bien, porque todos estos problemas, fue muy doloroso lo que nos pasó...” (Testigo MGT179. Manguito I). En los testimonios se resaltan quejas de cuerpos dolientes, malestares físicos, enfermedades, dolor, sufrimiento y rabia. El dolor emocional que no necesariamente está ligado a la tortura en sí, pero si a la violencia política, se expresa fundamentalmente a través del cuerpo. Así, la depresión es el dolor de cabeza, los nervios son el miedo al recuerdo, a las violaciones a los derechos humanos se les dice “nuestro pecado”: “... Durante mucho tiempo estuve enferma, ahora siempre estoy con miedo. Creo que en ese momento nos invadió el miedo por los disparos que hacían los militares cuando iban detrás de nosotros debajo de las montañas. Cuando pasó el conflicto armado se me vino una serie de enfermedades como el paludismo y la fiebre. Tuve que pagar las consecuencias de todo eso, me enfermé demasiado y me fui a quedar en una casa ajena. Me dio una semana de fiebre y de escalofrío, pero todo esto por el miedo que tuvimos que pasar. Esta enfermedad se encarnó en nosotros, va a llegar el día en que va a volver nuevamente, porque sólo fuimos asustados y esa es nuestra peor enfermedad. Muchas veces nos da una pequeña enfermedad, pero enseguida esa vuelva a renacer en nuestro cuerpo, ¿por qué?, porque ahí está guardada...” (Testigo CHPT075. Chichipate). Los caminos de la historia 93 “... Cuando me pongo a pensar me da dolor de cabeza ya que me pongo a pensar de que si no hubiera sucedido el conflicto armado tal vez no me encontraría en la situación en que ahora me encuentro, me pongo a llorar, todo lo vivido jamás se me va a olvidar...” (Testigo CHPT077. Chichipate). “... Mi forma de sentir es, y lo voy a decir en dos o tres palabras (...) ya que sentí los golpes y las torturas con mi propio cuerpo y por eso mismo siento que todavía vivo con eso y con sus propias leyes y estatutos...” (Testigo RNH152. El Rancho). También es constante la aparición de manifestaciones somáticas generalmente asociadas al recuerdo: dolores de cabeza, desmayos, dolores de estómago, enfermedad del corazón. También una sensación difusa de estar enfermos. A lo largo de los años, hasta la actualidad, los pensamientos recurrentes con respecto a sus familiares perdidos o a los sucesos que vivieron, afectan su salud: “... Nuestro cuerpo siente todo, en aquella época cuando encontraban a alguien era seguro que ya no se iba a salvar, pues en ese momento estaban en pleno apogeo los asesinatos, mataban a cualquiera que encontraban también mataban a las mujeres y niños y no digamos a nosotros los hombres. Mi cuerpo siente muchas emociones, palpita, siente que es lo que me va a suceder, el cuerpo empieza a temblar, así le pasó a mi papá, su cuerpo sentía mucho miedo, empezaba a temblar y era cierto lo que nos decía, porque también lo mataron. Muchas personas se enfermaron por asustarse mucho, otros porque ya no 94 Te llevaste mis palabras, Tomo I comían, muchos compañeros murieron pero fue por el mismo miedo. Ahora nos da dolor de cabeza y eso es muy cierto...” (Testigo SPZ335. Sepur Zarco). E NFERMOS DE DOLOR Hay manifestaciones de dolor que no tienen que ver con lo físico, tienen que ver más bien con lo emocional, con lo subjetivo, con la historia personal y familiar, con la comunidad y cómo ésta nos mira. Este tipo de dolor es producto del recuerdo de y lo vivido, de la marca que se lleva en el cuerpo y en el alma. Es pasado, presente, probablemente también futuro. Es cotidianamente evocado y transita paralelamente entre la soledad y el desgano frente a la comunidad y el trabajo comunal, entre el aislamiento y la depresión frente a la colectividad del grupo social y familiar, entre el recuerdo permanente del familiar muerto o torturado o de la experiencia personal frente a la justicia y la verdad, también entre el desánimo frente a la lucha cotidiana por la sobrevivencia. Algunos sobrevivientes hablan frecuentemente de la sensación de vulnerabilidad, de soledad, y vacío e incertidumbre, de la pobreza que les quedó luego de la desaparición de los familiares: “... Yo ya no me siento bien, mi esposo murió en esa tragedia. Realmente es cierto todo lo que hemos vivido, no queremos estar así como estamos ahora. Es mucho el sufrimiento que hemos pasado, hay momentos en que lloramos amargamente, nos hemos quedado en la pobreza, ya nadie puede cuidar de nosotros, Los caminos de la historia 95 pobres de nuestros hijos, nos está costando mucho criarlos. Dios sabe muy bien todo lo que hemos sufrido ya que nos hemos mantenido de esta manera reuniéndonos nosotras las mujeres pobres, porque se murieron los padres de nuestros hijos...” (Testigo CHBT003. Cahaboncito). “... En la pura pobreza los crecí, nadie me ayudó, nadie me regaló ni un pedazo de leña o de tortilla, me mantenía solo llorando por las tardes. Fue muy doloroso y triste lo que realmente vivimos. Así como digo, lloraba demasiado. Hoy día todavía llevo ese dolor y tristeza en mi corazón. Tal vez hasta ahora me siento un poco tranquila por estas reuniones. Éstas son todas las desgracias que sufrimos, y yo tuve que ver crecer a mis hijos sola...” (Testigo RHN145. El Rancho). “... Yo personalmente siento mucho todo lo que me sucedió sobre esta tierra, Pero a veces siento en mi corazón y en mi alma que ya no puedo más y que hay momentos en que voy a desvanecer...” (Testigo RHN154. El Rancho). “... Es muy doloroso todo esto que no tengo fuerzas para decirlo, estoy muy pobre ahora, mi mamá se murió por mi hermano, ella se iba a sentar y a llorar debajo de un árbol, esperando que apareciera mi hermano. Es muy triste que mi mamá ya no esté presente, ahora yo no tengo con quien hablar, si estuviera vivo mi hermano le hablaría, fuera como mi padre. No se fue por enfermedad, sino lo mataron, sólo por solicitar tierras es que los mataron. ¿Pero qué ganamos? Nada, no nos tocó nada, estamos en la pobreza...” (Testigo PZ219. Panzós). 96 Te llevaste mis palabras, Tomo I Para otros, los acontecimientos del conflicto armado desencadenaron malestares psíquicos creando luchas internas representadas en los sueños, donde la necesidad de la compañía del esposo muerto se sobrepone al sufrimiento que significó la vida en pareja, provocando contradicciones entre sus miedos y anhelos: “... ahora va para 25 años de haberme pasado todo eso. Yo me pongo a pensar mucho en mis sueños y a veces me regañan: «¿Por qué piensas en eso?», me dicen, pero yo me pongo a pensar porque la gente no es animal, me acuerdo de él, tal vez me pudo haber tratado muy mal y viví cosas duras con él, pero aún estoy casada con él, eso es lo que me entristece, no se qué hacer, pero lo sigo esperando...” (Testigo PZ207. Panzós). Para los niños fue particularmente difícil, la muerte de los padres, el sentimiento de abandono desencadenó en ellos sensaciones de incertidumbre, que todavía permanecen, a pesar de que ahora son adultos: “... Nos quedamos en la miseria, en la pobreza, nos quedamos sin vivienda, pero esto no lo provocamos nosotros, sólo sobrevivimos tres niños, sin casa, sin ropa, realmente fue muy doloroso lo que vivimos y no hemos terminado de sufrir, nos tratan mal. Esa fue la tragedia que nosotros vivimos. Mataron a nuestros padres y hermanos, después de eso ya no comíamos, tal vez hasta las dos semanas probamos comida por la tristeza, después ya no sabíamos adónde ir por la pena, ya no sabíamos en donde vivir seguros, en donde encontrar nuestras pertenencias, en donde encontrar ropa, porque nos ha- Los caminos de la historia 97 bíamos quedado sin ropa, sin lugar, sin casa, ya no comíamos. No sabíamos que hacer con todo lo que nos estaba sucediendo. Gracias a Dios que estamos viviendo de esta manera, no sabíamos que íbamos a sobrevivir ya que nos atacaron diferentes enfermedades en nuestro cuerpo por aguantar tanta hambre...” (Testigo TLM368. Telemán). Capítulo II A LTERACIÓN DE LA CONVIVENCIA “... Nos afectó mucho la violencia porque nos obligaban a estar encerrados. No daban permiso para trabajar, no teníamos cosechas, la familia de uno se moría de hambre, no dormíamos en nuestras casas, nos íbamos para las montañas pero ahí tampoco se dormía, hubieron muchas personas lastimadas y sin culpa igual que nosotros, fue muy triste nuestra situación en la comunidad, todo lo hacíamos con miedo. Nuestros propios vecinos eran los que se quejaban, máxime cuando nombraron a los comisionados y cuando empezaron los de la autodefensa civil, ahí fue donde empezó a tomar auge todo este problema, Ya nadie tenía encendido su fuego en horas de la noche, todo se realizaba de día, comíamos a las cuatro de la tarde...” (Testigo CHBT0042. Cahaboncito). Antes del conflicto armado interno las aldeas tradicionales q’eqchi’es estaban dispersas, la autoridad tradicional era ejercida por los ancianos – 99 – 100 Te llevaste mis palabras, Tomo I quienes eran depositarios de la historia: actuaban como intermediarios entre la aldea y el Tzuultak’a. La jerarquía comunitaria estaba basada en la edad, el prestigio y la condición de género. Este tipo de autoridad tradicional empezó a ser minada con la llegada de los catequistas de la iglesia católica, quienes eran electos en asambleas comunitarias. Posteriormente, la estructura de poder comunitario fue modificada por el ejército con la introducción de las patrullas de autodefensa civil y la figura del comisionado militar. Tradicionalmente, la vida comunitaria estaba determinada por la colaboración mutua, el trabajo comunal y la práctica cultural, sobre todo de la espiritualidad que estaba ligada a la tierra y se centraba en la producción del principal cultivo: el maíz. La presencia militar y el grado de represión que se desencadenó posteriormente a la masacre de Panzós golpeó fuertemente la cohesión y unidad de las comunidades q’eqchi’es obligando a mucha gente a ocultarse por tiempo indefinido en las montañas, afectando la vida cotidiana a través del control social, debilitando los lazos comunitarios por medio de la desconfianza, el odio, el resentimiento y la delación. Provocando además estigmas hacia determinadas comunidades, prohibiendo los ritos comunitarios e identificando como objetivo militar a las autoridades tradicionales y la práctica de la cultura. Las personas que huyeron a las montañas lo hicieron en grupos. Para tomar esa decisión existieron grandes acuerdos comunitarios. A pesar del miedo que prevalecía, algunos de los que se quedaron en las comunidades abastecían de alimentos Alteración de la convivencia 101 a los que estaban refugiados en las montañas, mientras que otros buscaban refugio en los destacamentos militares bajo la creencia de que con esa actitud no serían reprimidos por el ejército. En suma, todo esto provocó la ruptura del tejido social comunitario: “... Nos íbamos debajo de las grandes montañas, debajo de los montes, nadie podía descansar. Allá, nos cansábamos de tanto caminar, el monte estaba tan crecido que pasábamos debajo, no se miraba nuestro camino, fue muy doloroso lo que nos pasó. Dejaba mi casa abierta, ya no pensaba en mis pertenencias, ya no pensaba en desgranar mi maíz mucho menos en sacar nixtamal, ya sólo pensábamos en huir y llorar, tal vez Dios nos ayudó tanto y por eso no nos mataron los soldados, ya que ellos entraban a nuestras casas a buscarnos. Realmente fue muy doloroso todo esto que vivimos, no estoy mintiendo, porque eso fue lo que vivimos y Dios más que nadie lo sabe, todo eso fue lo que yo vi...” (Testigo CHBT002. Cahaboncito). La búsqueda de protección y refugio en las montañas para salvar la vida significó abandonar todo lo que se tenía en la comunidad, las pertenencias, las casas y las siembras que eran destruidas por el ejército. Aguantaron hambre por largo tiempo y al regresar encontraban sus casas saqueadas, sin animales domésticos y sin cultivos, se encontraban aún más pobres de lo que eran, pero con vida: “... Nosotros no habíamos tapiscado la milpa cuando la dejamos (...) ya estaba lista para ser tapiscada. Además, acabábamos de sembrar cinco 102 Te llevaste mis palabras, Tomo I manzanas de arroz cuando nos sucedió ese problema, entonces ya no pudimos hacer nada, ya no pudimos recoger nada, ya no pudimos tapiscar, todo lo dejamos ahí, todo terminó ahí, por causa de todo el miedo y de la muerte que estábamos viviendo (...) mi papá se murió en el parque de Panzós. Después de eso también aquí nos estaban asustando los militares y los comisionados, fue mucho lo que sufrimos. Éramos vigilados, ya sólo dormíamos debajo de las montañas, nadie dormía en su casa, cuando daban las tres de la tarde nos íbamos para el monte, parecíamos unos animales. Muchas personas encontraron enfermedades por esta situación, gracias a Dios que yo estoy bien, pero aquí hay compañeros que se han traumado un poco y ya no recuerdan nada o han quedado un poco locos, y muchos se murieron por el miedo...” (Testigo CHBT004. Cahaboncito). “... Durante la violencia las personas de la comunidad dejaron sus viviendas, abandonaron sus siembras y emigraron al monte o a otros pueblos, el trabajo bajo, ya no había, quedaron viudas, huérfanos, aparecían cadáveres en las calles o pasaban en los ríos, la comunidad era como si fuera un animal que recibía el castigo del hombre, en aquel día, estábamos debajo de los zapatos de las autoridades, civiles, coroneles, ejército...” (Testigo CHBT039. Cahaboncito). La vida en la comunidad antes de la violencia política transcurría con problemas relacionados con la tenencia de la tierra y la falta de acceso a satisfactores sociales y donde las relaciones entre los finqueros y los campesinos estaban marcadas Alteración de la convivencia 103 por la discriminación, marginación y explotación, sin recursos económicos para satisfacer las necesidades más urgentes de la familia. A pesar de eso las víctimas elaboran recuerdos de esa época relacionados con una vida tranquila, donde se podía trabajar y salir adonde ellos querían, se podía también practicar su religión con libertad. Cuando hablan del recuerdo de la época de la represión, la dimensión del sufrimiento se exacerba y surgen recuerdos de la violencia vinculados al miedo, al secuestro, a la ejecución extrajudicial, las masacres, torturas, la huida a la montaña, el allanamiento de casas, la prohibición de los ritos culturales, la desintegración de la familia y la desconfianza hacia los vecinos, pero también de la pobreza y la falta de certeza jurídica sobre la tierra: “... antes vivíamos tranquilos. No había nada, no teníamos pena de nada, pero cuando empezó el conflicto ya no vivimos bien, ya sólo vivíamos en problemas, como a esta hora ya pensábamos en irnos para las montañas a escondernos, ya sólo había sustos y muertes por las noches. Es por eso que nos aburrimos y nos fuimos, aguantamos día y noche, nos aburrimos, pero que podíamos hacer, aguantamos todo eso...” (Testigo SPZ313. Sepur Zarco). “... Anteriormente nosotros vivíamos tranquilos, pero desde que empezó todo el problema ya no hemos vivido en paz, ya sólo hemos vivido en problemas y con miedo, cada vez que atardecía nos preparábamos para ir a escondernos de los soldados, ya que todos los días venían a agarrar a las personas, y nos dábamos cuenta que se llevaban a las personas amarradas y nosotros 104 Te llevaste mis palabras, Tomo I mirábamos todo eso, por eso es que nos íbamos a esconder al monte para poder salvarnos, esto fue lo que nos sucedió, ya no comíamos...” (Testigo SPZ314. Sepur Zarco). Los párrafos anteriores nos indican la dimensión de los efectos provocados por el conflicto armado a nivel de la alteración de la convivencia. Porque a pesar de que antes de la guerra existían problemas en la comunidad vinculados a la pobreza, discriminación, explotación, la falta de tierras y satisfactores sociales, la percepción de las víctimas era de una vida tranquila y en paz. Esos mismos problemas que existieron antes y durante el conflicto y que prevalecen en la actualidad son identificados por los sobrevivientes a partir de la llegada de los militares al área. Cuando en idioma q’eqchi’ se habla de un problema se usa la palabra Ch’aajkilal y cuando se habla de conflicto armado o violencia política se usan las palabras Nimla Ch’aajkilal que literalmente significan “el gran problema”. Es decir, que a pesar de que antes del conflicto hubiesen existido problemas el hecho de que los militares alteraran en varios aspectos la convivencia en la comunidad, la gente identifica que el gran detonante de los problemas comunitarios fue la militarización de la aldea. Dentro de las acciones militares que en el ámbito de la convivencia comunitaria son más referidas se encuentra la persecución en la montaña, el allanamiento a las casas, la prohibición de la práctica de la espiritualidad, el secuestro, la tierra arrasada y el asesinato en masa: Alteración de la convivencia 105 “... Nosotros estábamos en la ermita, cuando entraron los militares. Pero yo no sé si ellos no sabían qué estaba pasando allí, ya que se sabe que es una casa de oración. Pero ellos entraron y rodearon la casa de oración en un día domingo. Pero como hemos dicho pasaron muchas cosas durante esos días, nos dijeron que abandonáramos nuestras casas y que todas nuestras pertenencias se quedaran regadas. Y nos mandaron a la iglesia nueva...” (Testigo RNH149. El Rancho). “... En la escuela reunían a las personas. Fueron siete las personas las que se llevaron la primera vez. Después los soldados hacían las reuniones detrás de la iglesia, hasta los animales estaban asustados por los soldados que estaban llegando. Mandaban a sacar a la gente de sus casas para que fueran a reunirse pero no era una simple reunión, ahí fue donde agarraron a los compañeros, se los llevaron y nunca más los vimos. En la capilla también agarraron a mucha gente (...) los militares daban vuelta por toda la comunidad y empezaron a prenderle fuego a nuestras casas, cortaron todas las matas de café, los racimos de banano y toda clase de siembras, quemaron todo...” (Testigo SMR235. San Marcos I). “... Cuando los soldados llegaron a la finca Pataxte el administrador les dijo que los de Semococh, éramos ladrones, guerrilleros y subversivos, entonces comenzaron a asustarnos y a matarnos, yo estuve en la comunidad de Se Pacay, donde nadie se reía, todos estábamos tristes, nadie podía estar solo, todos estábamos asustados buscando la forma de salvarnos, las mujeres llorando, los hombres regados en el 106 Te llevaste mis palabras, Tomo I monte buscando como esconderse, solo le decíamos a las mujeres que no abrieran la puerta...” (Testigo SMCH263. Semococh). “... Mis vecinos no me podían ver quemar mis candelas porque decían que estaba haciendo brujería o les estaba haciendo brujería a ellos. Mientras yo le pedía ayuda a Dios ellos me estaban vigilando. Cuando empeoró la situación escapé, me escondía sobre mi casa y dejaba sola a mi esposa llorando junto con mis hijos porque si no era así me iban a matar, esto fue lo más doloroso que vivimos ya que siempre prevaleció el miedo entre nosotros...” (Testigo CAT113. Consejo de Autoridades Tradicionales). Un tema que necesita una atención especial es el de la percepción que tenían los niños de aquella época –hoy adultos– acerca de lo que estaba ocurriendo. En algunos se percibe en sus testimonios que le adjudican a sus padres cierto grado de responsabilidad por lo que estaba ocurriendo. Por la forma en que se encuentran en la actualidad, sostienen que la falta de tierras de la familia se debe al conformismo que tenían sus padres frente a lo que estaba ocurriendo y frente a hacendados: “... La verdad es que nuestros padres tampoco tuvieron una instrucción, nunca asistieron a una escuela, desconocían un sin fin de cosas, ellos pensaban que los hacendados eran todo, que ellos tenían mejor conocimiento y mayor potestad sobre todas las cosas. En el momento en que dijeron que agarráramos las tierras muchos dijeron que no tenían dinero y que lo mejor era que la comprara el patrón y que simplemente íbamos a trabajar después con ellos. No tenían Alteración de la convivencia 107 ese conocimiento ni la facultad de pensar mejor las cosas, pero gracias a Dios que ahora nuestros hijos están estudiando y piensan mejor las cosas. Según ellos lo mejor era trabajar con los hacendados, con los patrones...” (Testigo CHPT061. Chichipate). Los niños de algunas comunidades a pesar de su corta edad tuvieron que actuar como protectores de sus profesores frente a la presencia de los militares y fueron testigos de la violación de sus maestras: “... Yo estuve en la escuela y había una maestra que nos decía que nos durmiéramos con ella porque sentía miedo. Nosotros íbamos a dormir a la escuela cuando vimos el grupo de militares, eran demasiados, la maestra nos decía: «¡Niños no hagan bulla, no hagan bulla, así no entran los militares! ¡Si entran, sola yo los voy a recibir!» nos decía la maestra. Éramos tres niños los niños que dormíamos allí, la seño solo nos llamaba porque ella tenía mucho miedo. Yo me acuerdo que cuando vimos a los militares estaban amontonados, era luna llena, se miraba bien. La seño a veces entraba a los militares a la escuela, donde se dormía ella. Nosotros mirábamos todo eso. Ya no nos dormíamos por el miedo, igual la seño ya no se dormía...” (Testigo RNH146. El Rancho). Otros niños fueron testigos del secuestro de sus padres. Los militares entraron con mucha fuerza a sus casas, destruyéndolo todo e intimidando a toda la familia. Las niñas tuvieron una 108 Te llevaste mis palabras, Tomo I forma particular de vivir esos hechos porque se sentían impotentes frente a tal agresión: “... Nadie se encontraba en la casa; todos estábamos reunidos con mi papá, éramos cinco niños y estábamos todos juntos. A las nueve de la noche llegaron a traer a mi papá, y quebraron toda la casa, ya no quedó nada de ella, tal vez entraron unos 60 soldados en la casa. Allí lo amarraron y se lo llevaron, eso fue lo que pasó ese día, lo traían tres hombres, no había camión esa noche se vinieron a pie. A las nueve de la noche, ni más ni menos y nosotras ¿qué podíamos hacer?, nada...” (Testigo PZ207. Panzós). Normalmente las amenazas estaban dirigidas a los hombres, muchos de ellos tuvieron que abandonar a la familia para evitar que los mataran, pero los militares al no encontrar a los hombres adultos de la familia amenazaban con el secuestro de los niños. Éstos al ver el riesgo que corrían y sin importar la edad que tuvieran también escapaban hacia las montañas. Generalmente se iban con el resto de la familia. La vida en la montaña para los niños fue particularmente dolorosa, sobre todo para los que sobrevivieron. A pesar de encontrarse con más población que estaba escapando en las montañas tuvieron que pasar hambre, frío, enfermedades y todos los problemas que la vida en la montaña implican. Pero lo que ahora resulta ser su mayor sufrimiento es que no tuvieron la oportunidad de estudiar. Hubo también una gran cantidad de niños y niñas que no aguantaron ese tipo de vida y murieron bajo las montañas: “... yo tenía 10 años cuando nos fuimos para las montañas, mi papá ya tenía ratos de haberse Alteración de la convivencia 109 ido de la casa, nos dejó solos a nosotros, a él lo llegaban a buscar pero no lo encontraban, poco a poco se fueron agrandando los problemas y nos llegaron a decir que como no encontraban a mi papá nosotros teníamos que ir en vez de él. Mi papá llegaba a vernos por las noches y le contamos lo que estaba pasando: «¡Está bien! – nos dijo– ¡Entonces tienen que salir por la noche!». Y así fue, salimos en horas de la noche porque de día nos iban a ver las personas que nos estaban buscando, agarramos la vereda del río y nos fuimos para la montaña, según yo íbamos en un buen lugar, pero era todo lo contrario, íbamos directo al sufrimiento, cuando llegamos ahí ya no había nada que yo pudiera comer, sólo los frutos de los árboles, crecí debajo de los árboles. Ahora no sé nada, no tengo estudios, no aprendí nada durante los años que duró el conflicto, cuando vine nuevamente a la comunidad ya estaba más grande (...) allá, andaba con un solo pantalón, no tenía zapatos, a puro pie me venía en los caminos, habían muchas espinas, es triste lo que vivimos, pero fue por culpa de los soldados ellos nos corretearon para las montañas. Comimos toda clase de plantas, había una variedad de plantas que le llaman ch’onte, me alegraba mucho cuando mi mamá me las cocía, me lo comía insípida, sin sal, sin chile, es muy doloroso, a veces me entristece mucho todo esto...” (Testigo SMR151. San Marcos I). “... Nos fuimos para las montañas por culpa de los soldados, nos iban disparando, las balas iban pasando sobre nosotros, fue muy doloroso lo que nos pasó, fuimos correteados de nuestras casas, por un pelotón de soldados, por miedo 110 Te llevaste mis palabras, Tomo I nos fuimos para las montañas. Allá llegaron nuevamente a corretearnos, todos nos dispersábamos, parecíamos una cría de animales que se dispersan por cualquier lado, fue muy doloroso lo que vivimos ahí. Nosotros queremos que todo esto se sepa, fue muy triste nuestra situación en esos tiempos, ya no teníamos ropa, parecíamos espantapájaros. Se nos murieron muchos hijos, a mí se me murieron muchos hijos ahí. Cada vez que se moría alguien de nosotros sólo le colocábamos ramas de los árboles encima, después nos íbamos a otro lugar, no sé exactamente en que lugar enterré a mis hijos por culpa de los soldados...” (Testigo SMR250. San Marcos I). V IDA COTIDIANA TRASTOCADA El clima de amenaza permanente debilitó la organización comunitaria, generó un grado elevado de desconfianza entre sus habitantes que afectó la cotidianidad y los lazos de solidaridad que eran característicos de las comunidades q’eqchi’es. Se alteraron valores y prácticas culturales, se destruyeron los procesos de consulta y organización comunitaria. El hostigamiento que mantuvieron los militares, patrullas y finqueros tuvo un efecto devastador en las relaciones sociales en la comunidad; éste se expresó en sensaciones de miedo, inseguridad, desolación, desesperanza, angustia, frustración, desconfianza, vacío y muerte. La participación comunitaria antes de la guerra era un hecho cotidiano en el sistema de consulta Alteración de la convivencia 111 del pueblo q’eqchi’, pero en el contexto de la represión, participar en asambleas, servicios religiosos o manifestaciones culturales se convirtió casi en una sentencia de muerte. Los militares aprovechaban esas reuniones para llegar a las comunidades o los reunían para atemorizarlos y explicar las normas que se debían seguir. Cuando terminaban las reuniones eran nombradas varias personas que eran obligadas acompañar a la tropa: nunca aparecían. Los mecanismos de toma de decisiones y de elección de autoridades comunitarias se vieron profundamente afectados por la imposición de los comisionados militares y las patrullas de autodefensa civil, quienes como representantes del ejército asumieron el poder y control de la comunidad y por lo tanto imponían sus decisiones: “... La verdad es que cuando hubo ese problema nos asustamos mucho, más cuando los militares nos juntaron a todos en la escuela. Ahí estaban todos los militares amontonados, incluyendo a dos de los compañeros que vivían cerca del camino, en ese momento nos iban a matar a todos nosotros, principalmente a los hombres. Estábamos rodeados por ellos, ahí fue donde nos asustamos, en ese momento golpearon a dos de los compañeros y se los llevaron, no los dejaron, en ese momento se asustó toda la gente de esta comunidad (...) Mi esposa se asustó, ya no dormía, ya sólo se mantenía sentada toda la noche, ¿pero por qué?, de esa manera vivimos ese conflicto, fue algo terrible, nos asustamos mucho. Mi esposa durante mucho tiempo estuvo enferma, ya no podía dormir, se hinchó y como menstruaba se le complicó más, ya no veía, ya 112 Te llevaste mis palabras, Tomo I no miraba su camino, fue muy doloroso lo que le sucedió...” (Testigo CAT102. Consejo de Ancianos). Anteriormente, en las comunidades q’eqchi’es las casas se encontraban dispersas, generalmente las viviendas se ubicaban en el centro de la milpa, pero con el asedio al que fue sometida la población, disposición de las casas cambió y se procedió por órdenes militares a una reurbanización, obligando a la gente a construir sus casas una cerca de la otra. Los objetivos del ejército eran eliminar por un lado, que la población controlara las actividades que desarrollaba el vecino y por el otro mantener a la comunidad concentrada en un solo lugar, permitiendo con eso que los finqueros se apropiaran de las tierras que los campesinos abandonaban: “... Anteriormente no habíamos escuchado nada, no teníamos conocimiento de ningún problema, poco a poco fue penetrándose el problema. Los hacendados empezaron a decir que las tierras donde sembrábamos eran de ellos y como se dieron cuenta que no las queríamos abandonar empezaron a asustarnos. Ahora ya vivimos juntos, para que los soldados ya no nos terminaran de matar, pero la verdad es que anteriormente vivíamos dispersos...” (Testigo MGT194. Manguito I). No sólo quisimos juntarnos para vivir sino que fue orden del gobierno, anteriormente cuando vivíamos durante los años 1970, 1978, 1979 no teníamos ningún problema, durante ese tiempo era muy bonito vivir. Ahora nosotros estamos como estamos por el conflicto armado, porque Alteración de la convivencia 113 los militares quemaron nuestras casas. Los primeros que fueron buscados por los hacendados fueron los representantes de las tierras, los empezaron a asustar. Los hacendados al darse cuenta que no podían matar a los representantes, se iban a quejar con los militares y eran ellos los que se encargaban de matar a la gente, los hacendados trajeron a muchos militares. Anteriormente vivíamos muy bien lo único que teníamos que comprar era un poco de sal y otros alimentos que no se cosechaban. Todo lo que cosechábamos en el terreno cerca de nuestras casas era lo que consumíamos, ya que como se dijo anteriormente vivíamos muy dispersos, algunos con una distancia de 20 ó 30 minutos, cada quien le gustaba vivir donde quería y sembrar lo que quería detrás de su casa ya que nadie las podía robar, cada quien consumía lo suyo...” (Testigo MGT204. Manguito I). Una situación que causó efectos devastadores en la gente y sobre todo en la solidaridad y el trabajo comunal fue la participación de muchas personas en las acciones que perpetraba el ejército. En los relatos, los sobrevivientes hacen referencia a la participación de miembros de la comunidad en asesinatos, torturas y otras acciones violentas: “... muchos de los compañeros se integraron como judiciales y les pagaban 100 quetzales la noche sólo por matar a una persona, pero si no los encontraban solo les daban 50 quetzales...” (Testigo CAT132. Consejo de Ancianos). En muchos testimonios la gente cuenta que la vida en comunidad dejó de existir, se acabó, prefe- 114 Te llevaste mis palabras, Tomo I rían irse a la montaña que quedarse en sus casas a correr cualquier tipo de peligro. C ONTROL S OCIAL Para Martín-Baró la socialización moral es, sin duda, el proceso socializador por excelencia. Según él, las normas que definen el bien, el mal y los hábitos correspondientes constituyen la materialización de un orden social y es mediante la adquisición de esta moral que la persona hace propios los principales mecanismos de control social de un determinado sistema (Martín-Baró, 1995). El control social está referido a un estado de equilibrio del sistema político en dos niveles: social e individual. El primero se refiere al equilibrio entre los valores y las normas sociales establecidas y el segundo a la motivación de la persona hacia el conformismo social; en este caso el individuo busca cumplir las expectativas normativas del grupo o sistema social al que pertenece tal como él las percibe. Los mecanismos del control social actúan en la regulación de los roles sociales de los individuos, motivándolos a actuar de acuerdo a esos roles que el sistema ha definido. Sin embargo en el caso de sociedades como la nuestra, el control social no solo supone mantener una “armonía o equilibrio” con el sistema sino que está fundamentado en una relación hegemónica de poder que se ejerce mediante la propiedad de los grandes medios de producción y de coerción. En suma, el control social no necesariamente implica aspectos negativos, pues puede perfectamente ser enfocado a Alteración de la convivencia 115 la erradicación de situaciones sociales que afectan a los grupos mayoritarios, por ejemplo el hambre, la falta de salud, educación y un largo etcétera. El problema surge cuando este control social está acompañado por la coerción o el uso desmedido de la fuerza para imponer un sistema de relaciones sociales que trastoca la vida en comunidad fundamentalmente la práctica de la cultura, afectando profundamente la identidad colectiva. “... nosotros vivíamos en Cahaboncito que está debajo del camino y Santa María encima del camino. Don José Yat había preparado una ceremonia, pero durante esos días se estaban realizando los turnos de la patrulla, en esos días el comisionado era Manuel Winter. Ellos vigilaban la casa de don José. Estaban vigilando la casa los comisionados y los de las patrullas. A media noche los señores empezaron a realizar su actividad, quemaron sus candelas, su pom, cuando terminaron empezaron a comer, luego amaneció y cada quien se fue para su casa, después de algunos días se llevaron a José, saber dónde lo tiraron. Uno ya no podía hacer la ceremonia en esos días, se hacía pero en forma individual, pero esas personas se confiaron mucho y decidieron realizar la actividad en forma grupal, es por eso que desapareció ese señor él era muy bueno realizando esas actividades, después nos prohibieron que siguiéramos practicando las ceremonias...” (Testigo CAT130. Consejo de Ancianos). Parte de las tareas que tenían que desarrollar los comisionados militares era la vigilancia de las actividades comunitarias. Si algo no estaba de 116 Te llevaste mis palabras, Tomo I acuerdo a lo que el ejército permitía inmediatamente apuntaban en un cuaderno los nombres de los vecinos que estaban “actuando mal” y se dirigían al destacamento militar con el listado. Después llegaban los soldados buscando a las personas que habían sido denunciadas: “... Cuando ellos nos miraban haciendo una actividad o una reunión, se iban a quejar inmediatamente porque decían que nosotros nos estábamos organizando para algo más, se iban a quejar con los hacendados y el ejército, inmediatamente apuntaban nuestros nombres...” (Testigo CAT133. Consejo de Ancianos). “... Después de que se llevaron a los compañeros allá a Tinajas, venían cada dos semanas, hasta que terminaron de llevarse a todos los que estaban anotados en el listado que ellos traían ...” (Testigo SMR235. San Marcos I). El ejército obligó a las personas a afiliarse a iglesias específicas para tener “derecho a vivir”. Estas iglesias transmitían el discurso “moral” del ejército. Al mismo tiempo, los soldados obligaban a los responsables del servicio religioso a levantar listados de los participantes en todas las actividades de la iglesia, eso les permitía a ellos saber quiénes estaban ausentes, y posteriormente los acusaban de guerrilleros y eran perseguidos, en la mayoría de casos fueron ejecutados. El ejército trató de controlar la práctica de la espiritualidad, la que había sido parte fundamental de la vida comuni taria q’eqchi’. La ceremonia maya o mayejak no sólo servía como una manera de comunicarse con dios, sino una forma de mantener los valores dentro de la comunidad. Alteración de la convivencia 117 “... Los soldados primero interrogaban al pastor, le preguntaba si sus siervos le daban comida a los guerrilleros. Le decían al pastor que tomara asistencia a sus compañeros ya que los que no asistían era porque ellos le estaban dando comida a los guerrilleros, entonces uno se vería obligado a ir a esa iglesia por que si tu nombre no aparecía en el listado te mataban...” (Testigo SMCH270. Semococh). D EBILITAMIENTO DE LOS LAZOS COMUNITARIOS La convivencia comunitaria está matizada por muchos sentimientos, la mayoría vinculados con los recuerdos de la violencia, sobre todo de quienes perdieron a sus familiares o fueron despojados de bienes materiales como cultivos, utensilios de la casa, animales domésticos y tierras. Esos recuerdos tienen fresca la participación de personas de la misma comunidad en los hechos violentos, dando como resultado que las relaciones actuales se enmarquen en el contexto de la desconfianza, el odio, el resentimiento y el estigma comunitario. Muchos han sido los esfuerzos que se han realizado por reconstruir las comunidades después de la guerra, sin embargo lo más difícil de restablecer son las relaciones de confianza entre las personas de la comunidad. Los relatos de los sobrevivientes reflejan profundos conflictos de relación al interior de las comunidades. Es obvio que antes de la guerra existían problemas entre vecinos, pero la introduc- 118 Te llevaste mis palabras, Tomo I ción de la violencia política en la cotidianidad agravó esas diferencias. Las personas que asumieron las tareas de comisionados militares, jefes patrulleros o miembros de las patrullas de autodefensa civil, se aprovecharon de esa coyuntura para resolver viejos pleitos que tenían con sus vecinos. Amparados en ese tipo de poder lo utilizaron como un mecanismo de resolución de sus conflictos, denunciando a sus vecinos y acusándolos frente a los militares de ser miembros o colaboradores de la guerrilla, resolviendo los problemas del pasado con la desaparición o tortura del denunciado: “... Antes de comenzar la violencia no había divisionismos, todos se llevaban bien, cuando había necesidad de algo se resolvía en la comunidad con el consejo de ancianos, cuando alguien peleaba en la familia era aconsejado por el consejo de ancianos, si uno tenía algo que el otro compañero necesitaba se hacía un cambio, nadie robaba. Después vinieron las fincas donde nos obligaron a trabajar por una paga muy baja y muchos compañeros indígenas por no tener lo suficiente para satisfacer las necesidades eran explotados. Lo aguantábamos todo, solo seguíamos las órdenes. Cuando comenzó el conflicto armado los comisionados se aprovecharon de la gente, con quienes se llevaban mal los acusaban de ser miembros de la guerrilla, comenzaron a vigilarlos en sus casas por las noches. Las personas que vigilaban eran contratadas por los dueños de las fincas, luego fueron llamados judiciales. Los finqueros contrataron a estas personas porque nosotros estábamos solicitando tierra con el INTA , y ellos nos dijeron que dejáramos la tierra porque Alteración de la convivencia 119 no era nuestra, en cambio ellos querían ocupar la tierra, por eso no les gustó lo que estamos haciendo, la idea que ellos tenían era que nosotros sintiéramos miedo y saliéramos de estos lugares. Lo que nosotros hicimos fue aguantar los problemas...” (Testigo CAT144. Consejo de Ancianos). Martín-Baró denomina a este tipo de relación “polarización social” y la define como el “desplazamiento de los grupos hacia extremos opuestos, con el consiguiente endurecimiento de sus respectivas posiciones ideológicas” (Martín-Baró, 1990). En el caso particular de estas comunidades q’eqchi’es, efectivamente hubo una polarización social, que se agudizó por el aprovechamiento del poder que delegó el ejército en los comisionados militares. En el caso de las víctimas esta polarización fue expresaba de diferentes maneras, algunos buscaron refugio en montañas o comunidades y otros se alzaron en armas; ambas fueron estrategias que les permitieron sobrevivir. Sin embargo, los sobrevivientes reconocen que efectivamente se encontraban y se encuentran aún en las comunidades dos grupos, los victimarios-represores y los sobrevivientes-víctimas: “... Cuando estábamos sufriendo el conflicto, no podíamos realizar reuniones. En Panzós y en Telemán estaban los jefes de los destacamentos. Creo que ahora estamos como antes, ya que ahora habemos dos grupos en nuestra comunidad, uno el que no quiere nada, no quiere saber de nosotros, los que hablan de nosotros. Eso es precisamente lo que está pasando, eran nuestros propios compañeros los que nos estaban traicionando. Nuestros propios compañeros pobres 120 Te llevaste mis palabras, Tomo I decían: ellos son grupos de guerrilleros, se están reuniendo el grupo de los Satanás. Actualmente nos está volviendo a pasar lo mismo, muchos de nuestros compañeros hablan de nosotros; ellos eran los encargados de quejarse ante los militares...” (Testigo RNH168. El Rancho). Las relaciones sociales no solo fueron afectadas al nivel comunitario. Dentro de las familias este tipo de relación se representó en la falta de apoyo de los hijos a los padres, los relatos confirman esta situación. Era más importante salvar la vida propia que cualquier lazo consanguíneo que existiera: “... ya no pensamos en ayudar a nuestro padre, ya no podíamos estar bien en nuestras casas, ya no comíamos bien, todos los días había pánico ya no sabíamos a dónde ir, nos mirábamos entre las montañas, mirábamos los focos en la oscuridad, pensábamos que eran los matones: entre nosotros mismos nos asustábamos. Es por eso que todo esto fue muy doloroso y ya no quisiera que se volviera a repetir. Todo esta tragedia que ya vivimos y que pasamos fue muy dolorosa, los hombres nos íbamos a dormir a la parte seca del río que le llamamos Sé’palay, las pobres mujeres las dejábamos con el riesgo de morir en las casas, y nosotros nos íbamos y venían los militares a vigilar, se paraban en medio del camino y buscaban entre las casas. Cada vez que llegaba un camión nos daba mucho miedo, gracias a Dios que no mataron a mi esposa...” (Testigo CHBT017. Cahaboncito). Alteración de la convivencia 121 L A DESCONFIANZA La desconfianza es uno de los efectos psicosociales más perversos de la política contrainsurgente, porque es al interior de las comunidades donde la desconfianza representa actualmente uno de los efectos más amenazantes. El contexto de la post-guerra nos muestra una comunidad en la que la desconfianza, el temor y el miedo dominan las relaciones interpersonales y frenan o enlentecen considerablemente los procesos de negociación para el desarrollo. La desconfianza y la extrema suspicacia se experimentaron como una vivencia de persecución que tuvo consecuencias debilitadoras en la persona y el grupo, que normalmente debería ser un espacio de confianza y aceptación: “... Nuestras reuniones era lo que le más les molestaba. A esa gente no le gustó que nos reuniéramos. Después de realizar una reunión, nos vigilaban. Empezaron a vigilar mi casa. Estaban pateando mi casa, queriendo entrar hasta que amaneció y se fueron. Pero luego vinieron otros y nuevamente empezaron a golpear mi casa. Seguían golpeando, queriendo derribar la puerta y quebrar todo. ¿Quiénes fueron los que participaron en la reunión? Decían. Nosotros siempre cambiábamos de lugar cuando teníamos reuniones, nos reuníamos en diferentes casas, a veces nos reuníamos en la casa de mi hermano, luego se iban para la mía, pero siempre se enteraban dónde nos reunimos y empezaban a investigar, pero creemos que había alguien entre nosotros mismos que era la que les pasaba la información...” (Testigo CHPT048. Chichipate). 122 Te llevaste mis palabras, Tomo I La desconfianza en el propio grupo hizo imposible que se pudiera trabajar sobre los mecanismos de defensa que se desarrollaron para que la experiencia represiva no destruyera a la persona o al grupo. Mantener esa situación convirtió al grupo en una experiencia muy debilitante para la persona, cuando en realidad debiera ser su fuente principal de ayuda: “... Por causa de estas tierras es que surgió el conflicto (...) todo lo que hicieron los militares lo vivimos en carne propia nosotros los pobres, ellos provocaron que nosotros ya no nos quisiéramos entre nosotros mismos, ya no nos podíamos hablar con tranquilidad, ya no nos queríamos ver los unos a los otros, nos decíamos cosas que no teníamos que decir, pero todo esto lo sembraron los militares, máxime cuando empezaron a matar desde entonces ya no queríamos hablarle a nadie más, eso fue lo que vivimos, fue muy doloroso...” (Testigo CHPT071. Chichipate). Buena parte de los elementos psicológicos de la guerra persiguen la desmovilización de la población en el área de conflicto, intentado privar a la insurgencia de su base social de apoyo. El general Harold Johnson explica que las características de las operaciones psicológicas en un ambiente insurreccional consisten “en operaciones militares, políticas, sociales, económicas y psicológicas, son llevadas a cabo para modificar o eliminar de raíz las causas de la insurrección” (Johnson, s.f.). Es natural por lo tanto que las operaciones militares, que son conducidas con la intención de cambiar actitudes, pensamientos, emociones, sentimientos, opiniones o comportamientos de la población Alteración de la convivencia 123 sean detenidamente planificadas y dentro de sus objetivos este el control social, económico y político de la población. En muchos contextos se habla de un efecto que dejó profundamente dañada a la nación; el de la ruptura del tejido social. Aquí estamos de acuerdo, y es prudente agregar que esa ruptura tiene diferentes implicaciones que atraviesan y perturban la convivencia comunitaria. Una de esas implicaciones y probablemente la más difícil de elaborar es la desconfianza que fue generada en la población como parte de la estrategia contrainsurgente. Otra, la delación. Se buscó con la división de la gente, la destrucción de cualquier intento de organización comunitaria y la mediatización de la práctica tradicional de resolución de los conflictos. Pero sobre todo la desconfianza en la misma gente que estaba sobreviviendo la represión: “... hemos hablado de los comisionados, de los judiciales y del ejército, pero también hay que decir que no solo fueron ellos los que hicieron el daño, sino que también fueron algunos de los compañeros de nosotros. Fueron nuestros propios compañeros que trabajaban en las haciendas quienes pasaban información, pero esto lo hicieron durante el conflicto armado. Esos malos compañeros empezaron a fastidiar a los demás compañeros e inventarse cosas para que los alcaldes y los comisionados se voltearan contra nosotros...” (Testigo CAT113. Consejo de Ancianos). La situación de tensión constante y los hechos de violencia crearon un clima de desconfianza mutua tanto hacia los vecinos como hacia las 124 Te llevaste mis palabras, Tomo I otras comunidades. En algunos casos la desconfianza fue un elemento protector sobre todo cuando los militares simulaban ser tropas de la guerrilla y llegaban a las comunidades pidiendo comida. También fue un factor de aislamiento y ruptura social. Ese sentimiento no fue solo hacia las personas, también para las estructuras del Estado, aparece incluso ante los grupos de derechos humanos y observadores internacionales, como manifestación extrema de la ruptura de las condiciones de seguridad en la vida cotidiana. Esa sensación desarrolló sentimientos de odio y resentimiento ante los responsables de lo que estaba sucediendo: “... Las personas que se quejaron de mi finado hermano viven por allá, creo que ahí viven cuatro de ellos y uno que se acaba de morir aquí, escuchamos que se murió uno de ellos. «Hasta ahora se murió ese hijo de puta» – dijo un hijo de mi finado hermano– «¡Por culpa de él no enterré a mi padre, que no piense que se va ir para el cielo porque no es así, ya que se quejó injustamente de mi padre, y si quieren enójense no me importa!» Les decía a sus hijos de ese señor...” (Testigo CAT132. Consejo de Ancianos). “... En el tiempo de la violencia murieron nuestros abuelos allá en Panzós, había dolor en nuestros corazones, nuestros hermanos y compañeros desaparecían por los malos gobernantes. En la comunidad todo era peligro y tristeza, en ese tiempo no pensábamos en vengarnos porque teníamos miedo...” (Testigo CHBT040. Cahaboncito). Alteración de la convivencia 125 D ELACIÓN La delación constituyó otro factor que facilitó la ruptura social; igual que la desconfianza fue un efecto perverso de la política contrainsurgente. Fueron algunos vecinos de las comunidades quienes se encargaron de llevar información al ejército sobre las actividades y movimientos de la gente. Ellos no necesariamente tenían vínculos con los militares, lo hicieron fundamentalmente para resolver viejos conflictos, la mayoría relacionados con deudas y envidias. Con esa acción esperaban recibir el beneplácito del ejército y en el mejor de los casos, alguna recompensa. Los delatores esperaban que con la información que estaban brindado la represión no fuera dirigida hacia ellos. Se equivocaron: “... Mateo Asig siempre andaba cargando un costal y escribiendo, cuando cayó el jefe de ellos también cayó él. Vino el jefe de los soldados a quien le entregaban los listados y de una vez le dispararon, ahí fue donde murió ese señor ya nadie preguntó por él después. Empezaron a ver todos los papeles que llevaba y ahí fue donde nos dimos cuenta de todos los nombres que él había apuntado, todo lo que él iba a dejar a El Estor, lo que iba a dejar con don Flavio y en Senahú...” (Testigo CAT137. Consejo de Ancianos). “... Muchos de nuestros compañeros nos traicionaron, pero no ganaron nada, ya que hoy día tampoco ellos tienen un lugar en donde vivir. Los que nos traicionaron fueron nuestros propios compañeros de la comunidad. La persona que nos traicionó a nosotros llegaba a comer a 126 Te llevaste mis palabras, Tomo I nuestra casa, él se encargaba de vigilarnos, era nuestro propio vecino...” (Testigo SMR153. San Marcos). “... cuando me recuerdo de toda esa vivencia me pongo a llorar, porque lo viví en carne propia cuando era pequeño. Fue muy doloroso lo que vivimos y no quisiéramos volverlo a vivir nuevamente. Fueron algunos compañeros quienes se quejaron de nosotros hacia los ricos, y estos compañeros aún están entre nosotros. No ganaron nada al hacer todo esto, aún seguimos siendo iguales, no les dieron nada a cambio, no se fueron con ellos. No pensaron bien las cosas, no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, pensaron que tal vez les iban a dar algo a cambio pero no fue así...” (Testigo CHPT079. Chichipate). A diferencia de otras regiones de Guatemala, el movimiento cooperativo no se desarrolló fuertemente en Alta Verapaz. Las razones en el contexto de la guerra fueron muchas. Una de ellas fue que los militares al prohibir cualquier tipo de reunión en las comunidades, exigían a los comisionados militares y a algunos vecinos que informaran de todas las reuniones que se llevaban a cabo en la comunidad sin su autorización. Esto incluía las reuniones de las cooperativas que estaban empezando a desarrollarse. El resultado fue que el movimiento cooperativo en Alta Verapaz fue desarticulado completamente: “... Decían que la cooperativa reunía a los guerrilleros, que ahí nos escondíamos, que ahí teníamos las armas y los plomos, los que se quejaron fueron los mismos de la comunidad, fueron los comisionados. Todo eso por pura Alteración de la convivencia 127 envidia y porque se dejaron llevar por las influencias de los ricos, así mismo porque a algunos les pagaron por vigilarnos y algún movimiento falso que se hacía ya estaban listos para quejarse y matarnos ¡Fue muy duro verdad! Yo estuve durmiendo seis meses entre los palos de mango, de tras de mi casa, daba mucho miedo...” (Testigo CAT131. Consejo de Ancianos). La gente encontró diferentes formas de enfrentar a los delatores y sobre todo a las consecuencias que sus acciones provocaban. Muchas personas al escuchar que el delator de la comunidad se había dirigido al destacamento o base militar inmediatamente abandonaban sus casas. El miedo producido por los resultados de la denuncia se manifiesta aún ahora cuando se elabora el recuerdo de aquel sufrimiento: “... nos entró miedo cuando escuchamos en horas de la tarde que se habían llevado a un muchacho y que lo habían matado. En ese mismo momento salimos de nuestra casa, ahí fue donde nos entró más miedo ya que todos estábamos solicitando tierras. Algunos compañeros que eran más listos y estaban trabajando en las compañías empezaron a quejarse de que nosotros estábamos solicitando tierras, entonces ahí fue donde empezaron a preguntar quiénes eran, y dieron el nombre de ese muchacho. Nosotros nos pusimos a pensar que si habían dado el nombre de ese muchacho, entonces eso quería decir que también habían dado nuestro nombre porque todos estábamos solicitando tierras, es por eso que nos salimos inmediatamente de nuestra casa ese mismo día...” (Testigo CHPT073. Chichipate). 128 Te llevaste mis palabras, Tomo I Se comprobó que algunas personas fueron obligadas bajo tortura a denunciar a otras que no necesariamente conocían, señalándolos de ser miembros de la guerrilla. Aunque la información era falsa, el ejército con esos datos se dirigió a las comunidades y procedió a la detención de los acusados. En muchos casos estas personas no sobrevivieron la captura. Los que sí lo hicieron tienen señales permanentes en el cuerpo y la mente provocadas por la tortura a la que fueron sometidos. Otros fueron llevados frente a los delatores y confrontados con éstos. A los que lograron demostrar su inocencia los liberaron, pero fueron obligados a presenciar la ejecución de los delatores: “... Un compañero de nosotros de esta comunidad lo agarraron y se lo llevaron a la Zona Militar luego al destacamento de Sepur Zarco. Lo golpearon mucho y empezó a dar información, y él nunca había participado en nuestras reuniones y no sabía lo que nosotros hacíamos. Cuando él fue agarrado por los militares empezaron los problemas, dijo que él sabía donde estaban los guerrilleros y que sabía a quienes venían a visitar, dijo que también sabía a quienes se les daba de comida. Él nunca había participado en nuestras reuniones, no sabía nada. El 10 de noviembre del año 82 como a eso de las cinco o cuatro de la tarde me vino una nota para que me entregara en las manos del comisionado de nuestra comunidad, me llevaron a mí y a otros 18, nos torturaron...” (Testigo RNH151. El Rancho). “... los soldados nos reunieron en una casa, nos reunieron a todos y nos pusieron boca abajo. En ese momento me agarraron y me llevaron a Alteración de la convivencia 129 otra casa y a los mentirosos se lo llevaron también. Había un mentiroso de este lado y el otro del otro lado y los militares detrás de mí pateándome en mis costados. «¡Hasta aquí has llegado, despídete de tu esposa, de tus hijos porque aquí vas a terminar y todo lo vas a ver verde! –me decían–. ¡Tú eres el que les da comida!» me decían. Yo no me movía y no decía nada, sólo los estaba escuchando. «¿Es cierto que él da la comida?» le preguntaron a uno de los mentirosos él respondió que sí. «¿Dónde les da la comida?», preguntaron. «¡Allí donde está la Ceiba!», respondieron. «¿Cada cuánto les pasa la comida?» –preguntaron otra vez.– «¡Cada tres meses!», dijeron. «¿Es cierto que pasas la comida?», me preguntaron, y yo les dije: discúlpenme señores militares, pero yo no sé nada sobre ese asunto, este señor vive en la hacienda y no lo conozco y él tampoco a mí. «¿Escucha lo que te están diciendo, es cierto eso?», le decían y él respondía: «¡Es cierto que él está dando comida, sí está dando comida!» «¡Escucha tu falta. Si no nos lo decís aquí vas a terminar!», me decían. Trajeron un lazo para amarrar caballos. Se colocó un soldado de este lado y el otro de este lado y me lo colocaron en el pescuezo y me lo amarraron. Uno se fue de este lado y el otro del otro lado para jalarlo. Me crucificaron. «¡Ahora aquí vas a terminar!», me decían. Está bien, gracias a Dios, si me muero en este momento va a ser por culpa de una persona. «¡Escucha lo que te están diciendo!», le dijeron al mentiroso, lo agarraron, lo crucificaron y le agarraron la garganta y sus ojos se llenaron de agua. «¡Si es cierto que no tienes ninguna falta entonces trae tu cédula!», 130 Te llevaste mis palabras, Tomo I me dijeron. «¿Cómo se llama él si realmente es tu amigo?», le dijeron: «Él es Pedro Beb respondió». »¡Trae tu cédula!», me dijeron y yo se las entregué. Y vieron que yo no me llamaba así, porque mi nombre correcto es (...). «¡Ahora tú eres el mentiroso, porque te inventas cosas de las personas!» le dijeron. Lo agarraron y tres veces lo pusieron boca arriba y sus ojos resaltaban. »Ahora vas ser liberado, porque lo que estás diciendo es cierto, me dijeron»...” (Testigo MGT178. Manguito I). La delación también provocó profundos sentimientos de división entre la gente, sobre todo porque los delatores eran de las mismas comunidades. Ahora muchos de ellos están solicitando resarcimiento como víctimas o como victimarios. Eso genera un sentimiento difícil de explicar en los sobrevivientes pero está asociado a la impunidad y prepotencia con que continúan actuando los victimarios al interior de las comunidades: “... Las personas que vinieron a enseñar nuestras casas son los de la otra comunidad que en estos días quieren recibir el resarcimiento, ellos fueron los comisionados aunque no lo digan nosotros los conocemos por que ellos se ponían ropa de los militares y se amarraban la frente con un pañuelo para que no los conociéramos. Un día vinieron los patrulleros de Pencalá junto con los soldados, nos juntaron a todos y nos obligaron a que nos pusiéramos todos en la tierra. Todos los soldados caminaron sobre nosotros junto con los patrulleros. Un comisionado que venía con ellos cuando miraba que alguien levantaba la cabeza él le daba una patada Alteración de la convivencia 131 diciendo que está viendo...” (Testigo MGT206. Manguito I). “... Una vez dejamos solo a mi hijo porque fuimos a la casa de don José. Cuando regresamos a la casa mi hijo nos contó que por poco lo mataban, pero él me dijo que había reconocido a la persona que había llevado a los militares porque era nuestro vecino. Poco faltó para que se muriera mi hijo, fueron nuestros propios vecinos quienes nos traicionaron, no fueron otras personas, es por eso que abandonamos nuestros animales domésticos, abandoné vacas, pollos, cerdos y chuntos, dejé mi casa. Poco faltó que me muriera por estar pensando en mi casa, ya sólo me cargaban debajo de las montañas, nunca pensé estar aquí nuevamente. ¡Ay Dios, fue muy doloroso lo que sufrí!...” (Testigo SMR254. San Marcos). L A ESTIGMATIZACIÓN COMUNITARIA La psicología social ha desarrollado el concepto de estigma para referirse a la situación de un individuo que es descalificado, y parcialmente aceptado a nivel social, por alguna característica concreta. El término es usado para referirse a un atributo que está profundamente desacreditado, pero que puede ser visto en un contexto social determinado. En el caso de las comunidades q’eqchi’es el término no era de uso común, pero sí su significado, se “identificaba” a todas aquellas personas o comunidades que tuviesen vínculos con la guerrilla. Es importante decir que cualquier lucha social o reivindicativa que estuviera 132 Te llevaste mis palabras, Tomo I opuesta a lo determinado por el ejército, comisionados militares, autoridades municipales o lo deseado por los dueños de las fincas era asociado a ser miembro de la guerrilla. Fue así como muchas personas, familias y comunidades enteras fueron estigmatizadas por su posición y actividades frente a problemas comunitarios “... un día me agarraron los soldados en mi casa. Esto realmente fue cierto no fue mentira. Yo no puedo ocultar nada sobre las personas que no nos querían y que estaban mintiendo. Nosotros aprovechábamos los viajes e íbamos a comprar alimentos a todos los compañeros de la comunidad. Pero llegó un día en que dijeron que yo compraba cosas para la guerrilla y que la cooperativa era para los ladrones. Creo que por eso se quejó de mí toda la comunidad. Toda la gente rodeó mi casa y me llevaron donde estaba una tienda, yo acababa de venir de compras de El Estor, no había llegado a otro lugar más bien había llegado a comprar al pueblo. Toda la gente lo sabía...” (Testigo MGT180. Manguito I). El estigma de la violencia recayó sobre algunas comunidades y aunque aquello con lo que se les asociaba no era real, sí tenía consecuencias en la percepción que tenían de sí mismos y sobre todo en su sentimiento de identidad comunitaria: “... Los militares y los de las haciendas nos llamaban comunistas. Yo sufrí allá, en Mariscos, nos llamaban comunistas, pero quienes se quejaban eran los de las haciendas, los patrones. Ellos nos llamaban comunistas, y no personas, crecí en Guatemala no he venido de otra parte, Alteración de la convivencia 133 así me defendí de este problema. «¡Ustedes son comunistas!», decían los militares. «¡Ustedes se están robando las tierras, estas tierras son de los patrones!» Había gente que se reía de nosotros, otros estaban diciendo que los del Manguito I se van a morir y van a comer mierda decían...” (Testigo MGT182. Manguito I). Algunas familias o grupos de sobrevivientes aún viven las consecuencias de la estigmatización. Son rechazados, discriminados y señalados por tener un familiar desaparecido o ejecutado en las acciones perpetradas por los militares. El estigma y la persecución quedaron no sólo en las mentes y corazones de la gente, sino en la cotidianidad. L A CULTURA : OBJETIVO MILITAR George Peter Murdock afirma que la cultura no descansa en la herencia antigua específica del hombre sino en su capacidad de formar hábitos bajo la influencia de su ambiente social (Murdock, 1997). Una característica fundamental de la cultura es que a pesar de su naturaleza esencialmente conservadora cambia a través del tiempo y de un lugar a otro. La cultura se construye a partir de hábitos que son compartidos por los miembros de una sociedad, cada generación enseña a la siguiente, los hábitos que han encontrado satisfactorios y adaptativos para ellos. En otros casos algunas personas o instituciones hacen presión unos sobre otros a través de medios formales e informales de control social para que se ajusten a las normas de 134 Te llevaste mis palabras, Tomo I conducta consideradas correctas y apropiadas. Sobre esa forma de presión Murdock afirma que: “Esto sucede particularmente con la conducta de las relaciones interpersonales, donde el éxito o fracaso de una acción depende de la respuesta de otra persona ante esa acción, más que, por ejemplo, de su adaptabilidad a las cualidades innatas de los objetos naturales” (Murdock, 1997). Bruno Bettelheim define este tipo de control social como los modelos institucionalizados que regulan e influyen los grupos en cuanto persiguen valores y fines sociales (Bettelheim y Janowitz, 1981). Por su parte la Coordinación de Organizaciones del Pueblo Maya de Guatemala (Saqb’ichil- COPMAGUA ) establece una clara diferenciación entre regulaciones sociales y control social. Las primeras comprenden las definiciones explícitas o implícitas que norman las relaciones entre las personas, la naturaleza y el cosmos. Estas regulaciones son el resultado del consenso social en torno a ciertos valores básicos que establecen los significados de lo que se debe ser, lo que está bien y el camino que se debe seguir. Por otro lado el control social lo refieren a los mecanismos como la presión social de carácter moral en algunas ocasiones represivo, por medio de los cuales se inciden, inducen, mantienen, cambian o establecen pautas de conducta individual y social. El control social opera de dos formas: a) frente a la transgresión de las normas, que provoca presión social, rituales de desagravio o reparación, o mecanismos de coerción social, y b) frente a la definición de lo correcto, lo que está bien o lo que se debe hacer Alteración de la convivencia 135 primero, que regula la asignación del prestigio social ( COPMAGUA , 2000). Para Murdock los hábitos que una sociedad comparte en diversas formas y que constituyen su cultura caen dentro de dos clases principales que él denomina “hábitos de acción” o costumbres y “hábitos de pensamiento” o ideas colectivas. Se puede decir que las costumbres incluyen formas de conducta fácilmente observables como el ceremonial y las técnicas para manipular los objetos materiales. Las ideas colectivas no son directamente observables sino que deben inferirse de su expresión en el lenguaje y en otras conductas cubiertas, es decir, el conocimiento práctico, las creencias religiosas y los valores sociales. En otras palabras, una descripción más completa o informadora de una cultura nunca puede ser sólo un relato de la conducta social real, sino una reconstrucción de los hábitos colectivos que la sustentan. Cuando la conducta social se desvía persistentemente en cualquier dirección de los hábitos culturales establecidos, da como resultado modificaciones, primero en las expectativas sociales, y luego en las costumbres, creencias y reglas. Gradualmente, esta forma de hábitos colectivos se alteran, y la cultura se adapta mejor a las nuevas normas de conducta. El pueblo q’eqchi’ se ha caracterizado por ser un pueblo culturalmente fuerte. Las identidades q’eqchi’es surgen de muchas manifestaciones de la cultura, pero de ninguna tan fuertemente como de la religión. Richard Wilson con relación a la religión q’eqchi’ opina que ésta es: 136 Te llevaste mis palabras, Tomo I “Sincretista, con componentes tanto católicos como ancestrales, el simbolismo católico y su estructura institucional están consolidadas en la vida religiosa de la comunidad. La religión q’eqchi’ combina estos elementos en un único sistema de conocimiento integrado” (Wilson, 1995). Para los q’eqchi’es la tierra es sagrada, muchas comunidades reciben el nombre de algún aspecto relacionado con ella, generalmente una montaña o un cerro. Wilson afirma que los q’eqchi’es se llaman a sí mismos como “Aj Ralch’och” es decir, “hijos de la tierra” (Wilson, 1999). Las identidades q’eqchi’es tienen sus raíces en la relación con el culto al cerro. Los ritos agrícolas están dirigidos al Tzuultaq’a, literalmente cerro-valle, la deidad de la tierra que proporciona la fertilidad humana y agrícola. El Tzuultaq’a es una deidad telúrica, significa cerro-valle, femenino y masculino, según el contexto. Algunos cerros con rasgos suaves tienen nombres femeninos por lo tanto el Tzuultaq’a que los habita es femenino, otros cerros con rasgos puntiagudos y grotescos tienen nombres y tzuultaq’as masculinos. El Tzuultaq’a es tormento y felicidad, es Dios siempre presente y siempre fuera de su alcance, siempre lejos y siempre cerca en el cerro y en el valle, domina cuanto hay en el universo, es el señor-señora y dueño-dueña de cuanto hay en la tierra, de las almas de los hombres y mujeres. Los q’eqchi’es anhelan únicamente hacer lo que el Tzuultaq’a quiere que ellos hagan. Si en una oportunidad sienten que han contravenido inten- Alteración de la convivencia 137 cionalmente uno de los principios de su ética o que se sintieran culpables de una falta, aunque leve, empiezan a sentir un gran remordimiento que les lleva al temor y nerviosismo. Los vigila constantemente y cuando fallecen, es quien se encarga de recoger el alma, es quien dispone su castigo o su felicidad eterna en el más allá. Los lugares sagrados de los q’eqchi’es están relacionados con los cerros y valles, quienes les brindan guía y protección, son símbolos religiosos importantes en la construcción de sus identidades. Los encargados de practicar el rito espiritual llamado mayejak son los ancianos y ancianas. Existe la creencia que solo se puede adorar al Tzuultaq’a del cerro al que se le conoce su nombre y que es cercano a donde se vive, si no es así no es posible rendirle culto. Los encargados de practicar el rito espiritual llamado mayejak son los ancianos y ancianas. Como se dijo antes, estas prácticas culturales fueron afectadas fuertemente con la llegada de los primeros catequistas a las comunidades. Ellos, motivados por el Concilio Vaticano II y la nueva visión de la iglesia sobre el trabajo social, empezaron a criticar y sustituir algunas prácticas religiosas de los ancianos. Su sola presencia modificó la forma de organización comunitaria y los mecanismos de representación tradicional (Wilson, 1995). Posteriormente con la militarización de las comunidades y llegada de las figuras del comisionado militar y patrullas de autodefensa civil, la configuración del poder comunitario quedó destruida, siendo el ejército la institución que se apropió de la decisión de nombrar a los líderes comunitarios, modificando así, algunos hábitos colectivos 138 Te llevaste mis palabras, Tomo I relacionados a la práctica tradicional de elección de las autoridades comunitarias. Michel Foucault, define el tipo de poder asumido en este caso por el ejército como “policéntrico”; es decir, que incluye la facultad de influir en la reconstrucción de las identidades (Foucault, 2000). Al respecto Wilson señala que “las reconversiones religiosas, la insurrección armada y la represión estatal, transformaron modos previos de imaginar la comunidad (...) crearon nuevas posibilidades de repensar la comunidad y al grupo étnico” (Wilson, 1999). Los comisionados militares y las patrullas de autodefensa civil como representantes del ejército en las comunidades eran los encargados de mantener el control de los habitantes. Bajo ese poder empezó su lucha por modificar algunas conductas sociales sobre todo las relacionadas con la colectividad. Porque siendo su expresión comunitaria más fuerte era la celebración del majeyak prohibiendo su práctica y persiguó a los ancianos encargados de realizarla: “... yo estuve participando con los abuelos de la comunidad cuando se realizaba el mayejak, en ese entonces participábamos muchos. Cuando la gente vio eso empezaron a vigilarnos. ¿Y quiénes los mandaban?; pues los militares y los judiciales, eran dos grupos diferentes, porque los judiciales eran comandados por los ricos y los asesinos de nuestros abuelos. Preguntaban quién dirigía la actividad, y mataron a un abuelo. Empezaron a decir que nosotros estábamos practicando las ideologías de los guerrilleros...” (Testigo CAT126. Consejo de Ancianos). Alteración de la convivencia 139 Los comisionados militares y jefes patrulleros ejercieron el control social en las comunidades utilizando como mecanismo la coerción social traducida en este caso en represión política. El objetivo de esta práctica era evitar bajo cualquier medio todo tipo de organización en la comunidad y cualquier intento de fortalecer a la autoridad tradicional y que estos a su vez apoyara al movimiento guerrillero. Siendo la práctica de la espiritualidad el eje ordenador del tejido social comunitario, y constituyéndose éste en un espacio social donde se pedía fuerza al cerro-valle para la fertilidad de la tierra, elemento de vida y referente sagrado en el mundo q’eqchi’, además ser el espacio social en el que se resolvían las culpas y conflictos comunitarios derivados de faltas a la ética de la cultura, era evidente que las fuerzas paramilitares atacaran esta práctica, persiguieran y asesinaran a los ancianos y ancianas que jugaban el papel de intermediarios entre las comunidades y su Tzuultaq’a: “... Mi abuelita y otras personas practicaban la cultura maya. Creo que también por eso fueron perseguidos. Por el mayejak, por ir a los cerros, fue que les caían mal, todo esto me duele mucho, ellos nos enseñaron todas estas buenas costumbres...” (Testigo CHPT046. Chichipate). “En el año 81 y 82, nuestros antepasados fueron perseguidos por los soldados. Fueron perseguidos y asesinados, no podíamos quemar ni una candela, cuando hacíamos ceremonias lo hacíamos con mucho miedo, éramos vigilados. Secuestraron al finado José Yat, con quien quemábamos nuestra ofrenda...” (Testigo CAT122. Consejo de Ancianos). 140 Te llevaste mis palabras, Tomo I El papel que jugó el Estado a través del ejército nacional fue más allá del ataque sistemático a esa práctica cultural. Promovió la reorganización de la estructura de poder en la comunidad dejándola en manos de los comisionados y patrulleros civiles, quienes eran personajes de las mismas comunidades y contaban con la confianza del ejército en muchos casos apoyados por los terratenientes. Además la institución armada estudió profundamente la simbología de la cultura maya y hurtó todas aquellas propiedades atribuidas a las deidades. Al respecto Wilson señala que el ejército manipuló hábilmente la cultura q’eqchi’ para lograr sus propios objetivos. Sobre el sistema de control social que impusieron afirma que éste no habría funcionado con tanta efectividad si no hubiese tenido eco en la propia cultura indígena. El letrero a la entrada del cuartel del ejército en Cobán dice: ‘Base Militar de Cobán –Hogar del Soldado Tzuultaq’a–’. “Ambas figuras de poder, el Tzuultaq’a y el ejército, exigen que se les pida permiso para realizar las actividades. Cualquier trabajo de construcción o agrícola requería el consentimiento del Tzuultaq’a, así como la mayoría de las actividades sociales requerían el permiso del ejército. Su enojo causa un gran temor, y los castigos por la acción autárquica pueden ser desastrosos. El Tzuultaq’a destruye las cosechas mientras que el ejército no solo las cosechas, sino también las personas y las aldeas enteras. Ambos tiene sus agentes que ejecutan su voluntad: el Tzuultaq’a envía a los animales de la selva, y el ejército envía a las patrullas civiles” (Wilson 1995). “... La gente nos vigilaba, llegaban a husmear cerca de nuestras casas cuando quemábamos Alteración de la convivencia 141 candelas, cuando teníamos que sembrar. Ellos se llegaban a quejar con los comisionados y es ahí donde nosotros caímos en sus manos. No sabíamos que hacer, nos quedábamos callados, gracias a Dios que en estos momentos nos estamos recuperando y teniendo nuevos conocimientos. Antes no salíamos a ninguna parte, aguantamos el miedo en nuestras propias casas, no había ningún lugar donde podíamos defendernos es por eso que decidimos quedarnos en nuestras casas y que ahí nos pasara lo que nos tenía que pasar. Le rogábamos mucho a Dios, aguanté jalar y dormir con mis hijos debajo del monte y a pesar de que eran muy pequeños; y aguantaron...” (Testigo CAT084. Consejo de Ancianos). Siguiendo el análisis que hace Wilson años después dice: “El Programa de entrenamiento para los nuevos reclutas se llamaba Tzuultaq’a”. En una entrevista que él realizó al director de la oficina de información del ejército en 1991, el coronel Homero García le dijo: “Nos parecemos a los espíritus de la montaña porque, al igual que ellos, dominamos el terreno, tenemos mando sobre todos los que están en nuestro territorio” (Wilson, 1999). Sin embargo, la guerra no destruyó totalmente las creencias del pueblo q’eqchi’. Fue particularmente significativa la experiencia de la población que estuvo refugiada en las montañas, porque a pesar de que no se podía practicar el mayejak por todos los preparativos que eran necesarios, y para hacerlo, se sumaba el desconocimiento que tenían de los nombres de los lugares donde se encontraban, significó para los catequistas una 142 Te llevaste mis palabras, Tomo I oportunidad única de influir en la creencia de la gente, al oficiar el servicio religioso. Para ellos era más sencillo hablar de la Biblia en esas condiciones que para los ancianos practicar el mayejak. Sin embargo los espíritus de la montaña todavía visitaban a los ancianos para indicarles los refugios seguros en la montaña, lejos de la presencia de los militares y cerca de animales salvajes, frutos y raíces. Los q’eqchi’es identificaron así a los tzuultaq’as como sus protectores. Quizá es de esperar que los símbolos colectivos de la comunidad actúen como protectores de los habitantes de las aldeas en casos de guerra y caos social. Pero el papel que jugó el ejército fue manipular los elementos de la cultura local, utilizando con fuerza las nociones indígenas de pecado (maak) y culpabilidad frente al Tzuultaq’a. Las ideas tradicionales sobre la causa de la enfermedad del pueblo q’eqchi’ apuntan hacia el pecado, el propio o el de la familia, como el principal causante de los males. Los “consejeros” del ejército ampliaron esta noción hasta incluir en ella las dificultades en general causadas por la guerra. Concluida la guerra para algunos grupos es muy difícil retomar la práctica de la espiritualidad tradicional. Como se dijo antes, el mayejak es el eje ordenador del tejido social, es una práctica comunitaria donde debe prevalecer la confianza, la solidaridad, la felicidad y sobre todo la unidad, pero esos fueron los valores sociales atacados por el ejército de Guatemala, demás está decir que con mucha efectividad. Algunos grupos están retomando ésta práctica, pero es difícil, porque al interior de las comunidades prevalece la desconfianza y el miedo impuesto. Además, la mayoría Alteración de la convivencia 143 de ancianos y ancianas fueron asesinados y la persecución impidió que muchos conocimientos fueran trasladados a los más jóvenes, se pude decir que hubo una ruptura en la transmisión de los conocimientos ancestrales, es por eso que los esfuerzos que hacen los ancianos y ancianas en la actualidad para retomar su práctica de la espiritualidad necesita del apoyo de todos. Capítulo III P ÉRDIDAS , VACÍO E INCERTIDUMBRE “Tal vez eran las siete de la mañana, mi papá se había ido al monte, y los soldados lo llegaron a agarrar a su trabajo. «¡Ahora se van a ir a la escuela!», nos dijeron y nos mandaron allí. Dejamos la casa abierta, y ellos se quedaron desordenándola. Se robaron todas las pertenencias de mi papá, todas sus herramientas de trabajo. Mi papá era catequista, también enseñaba a leer y a escribir en la escuela a los niños. Allí estaban sus papeles, pero se los robaron. Todos los cuadernos nuevos, los lápices, lapiceros, todo se lo llevaron, nos reunieron a todos en la escuela. Amarraron a mi papá, enfrente de nosotros y lo empezaron a patear como si fuera un perro. A nosotros nos reunieron en la cocina de la escuela y por poco nos prendían fuego, como éramos muchos los niños empezamos a rezar, sólo por eso nos salvamos, fue muy doloroso. Se trajeron a mi papá no sabemos en dónde terminó, lo traían amarrado debajo de la lluvia, así lo mataron. Fue muy duro lo – 145 – 146 Te llevaste mis palabras, Tomo I que nos hicieron, se robaron todo lo que teníamos, todas nuestras pertenencias, nuestros pollos, nuestras siembras se terminaron allí...” (Testigo TLM359. Telemán). En el contexto de la violencia política se sufren múltiples pérdidas, la mayoría de ellas están relacionadas con la vida: la propia o la de un familiar. Otro tipo de pérdida está asociada con aspectos materiales y económicos. Aunque parezca que las pérdidas que no están asociadas con la vida son superfluas, cuando se piensa en el ámbito de la violencia política sus efectos son devastadores, sobre todo cuando la guerra “terminó” y se tiene que enfrentar la vida en extrema pobreza y a cargo de una familia. Ese es sobre todo el caso de las mujeres: “... al papá de mis hijos lo mataron en el parque de Panzós, allí derramó su sangre, nosotras estamos viviendo en un ambiente de tristeza. Yo estoy muy triste, tal vez si no nos hubiera pasado esa desgracia no estuviéramos aquí, teníamos un montón de cosas en nuestras casas, teníamos nuestros cerdos, nuestros pollos, nuestros patos, pero todo eso se acabó sin que nosotros supiéramos cómo terminaron cuando huimos para las montañas. Esto es muy triste recordarlo, allí se murió el padre de mis hijos, allí quedaron sus huesos, hemos aguantado tanta pobreza y he criado a mis hijos en la miseria...” (Testigo CHBT003. Cahaboncito). Muchos de los testigos relataron con extremo dolor la pérdida física de sus familiares, más aún Pérdidas, vacío e incertidumbre 147 cuando ellos fueron testigos presenciales de la ejecución, afectando así sus vínculos más importantes, sobre todo los relacionados a la seguridad: emocional y material. Los sobrevivientes fueron afectados de diferentes formas: las imágenes de horror que presenciaron se integraron a sus vidas y frecuentemente aparecen provocando sensaciones de dolor profundo mezclado con sentimientos de impotencia al no poder hacer nada que hubiese evitado la muerte del familiar o la destrucción de la vivienda, ni siquiera la búsqueda de justicia: “... Nos querían matar, trajeron a los militares, pero ¿por qué nos querían matar?, pues por estas tierras, pero nosotros no podíamos ir a ningún otro lado porque sabíamos que estas tierras eran nacionales y ellos sólo las querían retener. Aguantamos a que nos mataran, como lo dijo el compañero pero porque estamos bien incorporados a la organización. Analizamos bien, encaminamos bien las cosas con los compañeros y no nos quejamos de nadie, a nadie pusimos en peligro, aguantamos todas las torturas y las muertes que nos hicieron. Fue muy doloroso lo que hicieron los de las haciendas a nuestras milpas, se robaron todas nuestras pertenencias en nuestras casas, nos corretearon en la montaña. Pero en ninguna parte vamos a estar bien, porque son los mismos los que quieren dominarnos nuevamente, los hacendados quieren hundirnos totalmente debajo de sus pies, pero por qué, porque nosotros somos pobres y no podemos hacer nada, esto quiere decir que tenemos problemas...” (Testigo MGT177. Manguito I). 148 Te llevaste mis palabras, Tomo I El desarraigo provocó otro tipo de pérdidas que tienen que ver con la tierra que es la herencia ancestral de la familia, y que supuso la pérdida de su medio de subsistencia y su posición social frente a la comunidad, además de tener un impacto en su identidad cultural, provocando la separación de familias y grupos de referencia, atacando la comunión con la tierra y la unidad comunitaria: “... mataron a mi papá en Sepacay. Todos estamos regados, no sé donde se encuentran mis familiares, sólo por ser pobres. Quemaron nuestra casa allá en Sepacay y se llevaron todas nuestras pertenencias, se robaron todas las piedras de moler, todo esto lo hizo el ejército, se llevaron cinco cerdos, varios pollos y patos, después de quemar nuestras casas. Por culpa de los militares nos pasó eso, teníamos tres manzanas de cardamomo, dos manzanas de café y dos manzanas de milpa pero todo lo cortaron. Fue muy triste lo que nos pasó. Me dio mucha tristeza ver que los helicópteros se llevaban nuestras pertenencias, esto fue lo que a mí me pasó. Yo soy pobre, no tengo mamá ni papá y este problema lo viví en Sepacay...” (Testigo MGT191. Manguito I). Para algunos, la pérdida de sus cosechas o medios de subsistencia tuvo el mismo impacto que la muerte física. “Nosotros trabajamos este lugar, cada uno tenía treinta y cinco o cuarenta tareas de milpa, pero vino el tractor y pasó por encima de toda esa milpa y lo arrastró todo. Y con esto nos mataron a nosotros porque nos dejaron sin comida...” (Testigo MGT174. Manguito I). Pérdidas, vacío e incertidumbre 149 El dolor, el vacío, la sensación de desprotección, la incertidumbre, la imagen permanente del familiar muerto, la orfandad y viudez, la rabia, la dificultad para hacer las mismas cosas de antes, la sensación de aislamiento por las condiciones de pobreza y desprotección en la que quedaron, la soledad acompañada de dolor, la imposibilidad de enterrar de acuerdo a las costumbres a los familiares muertos, el no saber donde quedaron sus cuerpos y la sensación de tristeza profunda son consecuencias individuales que la guerra provocó en el pueblo q’eqchi’: “... ¿Qué pecado estamos pagando?, no sabemos, nos íbamos debajo del monte, debajo de los árboles, fue muy doloroso todo esto. También mis padres tenían sus pertenencias, tenían sus cerdos, sus pollos, sus ocho piedras de moler, tres casas grandes y nosotros ya vivíamos en nuestros propios hogares y nos pasó también lo mismo, ¿pero por qué? Realmente es cierto todo lo que le estamos diciendo al gobierno, pero de qué manera va a escucharnos y de qué manera nos va a recompensar...” (Testigo PZ211. Panzós). Para muchos las muertes de sus familiares en las montañas por falta de alimentos significó además de la impotencia un profundo dolor y tristeza que los acompaña siempre: “... Nos fuimos a la montaña, salimos de la casa por el miedo, cuando regresamos ya estaba quemada la casa de nosotros, solo nos quedamos con una ropa y nos fuimos a la montaña, allá se murieron mis hijos porque no podíamos juntar fuego, solo comíamos fruta de los árboles, no podíamos venir a buscar algo a una comunidad 150 Te llevaste mis palabras, Tomo I porque nos capturaban los soldados y nos decían que teníamos que enseñar a los compañeros que estaban en la montaña y si no lo hacíamos nos mataban y si uno enseña también los matan entonces mucho de los que fueron capturado no dijeron nada...” (Testigo SMCH296. Semococh). F RAGMENTACIÓN FAMILIAR Y COMUNITARIA Una de las instituciones comunitarias más afectadas por la violencia política fue la familia. La represión obligó a las personas a dispersarse. La rapidez y el miedo con el que se hicieron las movilizaciones hacia otras comunidades o a las montañas hizo que las familias se separaran. Esto significó en algunos casos despedidas angustiantes y dolorosas, en otros la incertidumbre de no saber donde estaban los demás miembros del grupo familiar. Esta situación generó angustia y desamparo por desconocer el paradero de los familiares, sobre todo cuando los que se habían perdido en el escape fueron los hijos; muchos nunca aparecieron. En la actualidad esa búsqueda del hijo desaparecido, a pesar del sufrimiento que ello implica, mantiene a las personas activas en la lucha por la defensa de los derechos humanos. “... Mis hijos sufrieron esta tragedia, no se dónde terminaron o dónde murieron. ¿Qué fue de ellos? No sé, ahora ya sólo vivimos nosotros dos ancianos, ya no podemos hacer mayor cosa fue muy doloroso lo que nos hicieron. Mis hijos también tenían sus hijos y los dejaron, eran tres, los jalábamos de sus manos cuando íbamos a Pérdidas, vacío e incertidumbre 151 escondernos debajo del monte. Sólo por las raíces y frutos de los árboles es que estamos vivimos y por la obra de Dios...” (Testigo CHBT002. Cahaboncito). “... Yo me encuentro en la casa de una de las compañeras miembros del comité. Sufrí por la desaparición de mi hijo en la hacienda San Luis, fui torturada, fui maltratada y sin embargo lo aguanté al igual que mi finado esposo, fue torturado. Por mi hijo es que me encuentro aquí, no es porque no tengamos trabajo...” (Testigo PZ222. Panzós). La muerte de los hijos como resultado de la represión, provocó en algunos padres efectos incapacitantes. El miedo paralizó a algunos hombres y las mujeres tuvieron que hacerle frente a los desafíos de la sobrevivencia. Pero la sensación de soledad y desamparo que aún permanece en ellas les impide desarrollar las actividades cotidianas: “... Mi esposo ya no trabaja, se enfermó de tanto pensar en lo que le pasó a mis hijos, de tanta tristeza ya no puede hacer nada, ¿qué voy a hacer ahora?, me he quedado sola, ya que mis dos hijos no sabemos dónde terminaron porque fueron correteados, eso es lo más doloroso...” (Testigo CHBT002. Cahaboncito). En la lucha por la sobrevivencia, fueron las decisiones que tuvieron que tomarse en el refugio fueron difíciles. A veces los miembros del grupo familiar tenían percepciones distintas sobre lo que debían hacer para permanecer vivos, los adultos con más experiencia pensaban que lo mejor 152 Te llevaste mis palabras, Tomo I era permanecer protegidos en las montañas, mientras que los hijos pensaban que al entregarse al ejército no les pasaría nada. Esto provocó que muchas familias se separaran, y el resultado fue la ejecución de quienes se presentaron al destacamento militar y el dolor de los familiares que los sobrevivieron. “Muchos de los compañeros se pusieron firmes en sus decisiones, decían que iban a esperar, dos de mis hijos no quisieron huir y llegaron conmigo cuando estaba debajo de las montañas, allá en Kaakach, les dije que ya no regresaran que primeramente Dios nos íbamos a salvar. Pero ellos se negaron y me dijeron que se iban a presentar al destacamento militar, que no les iban a hacer nada. Nosotros escapamos por el miedo que sentíamos por el conflicto armado, mis dos hijos no quisieron esconderse y se murieron, ese fue el problema de ellos, no pensaron bien las cosas, ahora yo los recuerdo mucho...” (Testigo SPZ334. Sepur Zarco). La fragmentación más profunda que se vivió al interior de las familias fue quizá por causa de las acciones que perpetraron los jóvenes de algunas comunidades, quienes apoyados por los finqueros se presentaron al ejército para prestar su servicio militar. Después, regresaron a las comunidades como soldados y reprimieron a sus propios padres, con la idea de que los finqueros les darían tierras para que las pudieran trabajar, pero al final no les dieron nada. “... Los finqueros convencieron a toda la comunidad con sus ideales, y dijeron que nosotros merecíamos que nos mataran porque estábamos Pérdidas, vacío e incertidumbre 153 usurpando las tierras. Los que nos estaban asustando eran hijos de nuestros propios compañeros, no importaba si habían salido de entre nosotros pero llegaban a asustarnos. Estos muchachos se prepararon en la zona militar para luego venir a matar a sus padres, ya que las leyes estaban a su favor. Es ahí donde ellos dicen que ya no tienen padre y madre. Los hacendados sólo quisieron la ayuda de ellos en esos momentos, la ayuda de nuestros propios hermanos y compañeros, ya que después ya no les importaron para nada, o ¿será que se volvieron ricos?, ¿qué piensan ustedes? Nadie se volvió rico, al final también ellos quisieron un lugar en donde vivir, pero tampoco se los dieron...” (Testigo RHN166. El Rancho). Los niños vivieron la separación de la familia de diferentes maneras. Algunos manifestaron miedo extremo ante el secuestro del padre. Otros, ante la ausencia temporal del padre como producto de la captura y posterior tortura dijeron no reconocer a los padres por el tiempo que los habían dejado y por la forma en la que regresaron. También hubo niños que asumieron como su responsabilidad la protección del los padres que se encontraban recuperándose de la tortura. El ejército intentó aprovecharse de la “inocencia” de los niños ofreciendo premios a cambio de información sobre los movimientos de sus familiares cercanos. Muchos niños tenían conciencia de las implicaciones de facilitar información a los militares y se negaron. Las responsabilidades que algunos niños tuvieron que asumir, hizo que 154 Te llevaste mis palabras, Tomo I se saltaran etapas en su crecimiento personal y no vivieran su niñez con “normalidad”. “Después de que se llevaron a mi papá regresó a nuestra casa, ya no se conocía que era él, porque su cara estaba toda hundida, estaba raspada por las piedras, sus manos por las espinas y con un gran llanto. Nos dio lástima nuestro padre, nosotros buscábamos lugares para esconderlo, le decíamos que se escondiera bien y que comiera con nosotros. Yo llegaba a traer comida para él pero a escondidas quizás como lo hacen los animales, de forma escondida probaba comida...” (Testigo MGT194. Manguito I). “Los militares me preguntaban por mis padres, me dieron una bolsa de dulces y me dijeron: «¡Dinos si tu papá les da la comida!» Yo les respondía que no sabía nada, que no conocía a nadie. Ellos me ofrecían muchas cosas para que yo les dijera que hacía mi papá, pero no les dije nada, si no lo hubieran matado...” (Testigo CHPT045. Chichipate). Una situación que fue recurrente en la zona que abarca Panzós, fue que tras la muerte de un dirigente, hombre o mujer, la familia tenía que asumir el costo de esa participación. Éste es el caso de la familia Maquín, quienes, tras la muerte de Adelina Caal Maquín, la Mamá Maquín, el día de la masacre de Panzós, tuvieron que dispersarse para salvar sus vidas. Ésta fue una de las familias más perseguidas en la historia de la violencia política en el pueblo q’eqchi’. La mayoría de familiares se alejó de todo tipo de participación política. Únicamente la nieta, quien acompañaba a Mamá Maquín el día de la masacre y que a pesar Pérdidas, vacío e incertidumbre 155 de la persecución que ha sufrido continúa luchando para que la memoria de las víctimas del 29 de mayo de 1978 siga presente en el imaginario social de las comunidades. “... a mi abuelito lo encontré en una comunidad que se llama Asig, allí nos juntamos nuevamente, todos los que regresamos nos dispersamos, todos los hijos de mi abuelita se dispersaron algunos se encuentran ahora en Petén, en El Estor, otros en Semox o sea, que todos los hijos de mi abuelita la Mama Maquín están todos dispersos, solamente yo me encuentro aquí, aquí me pude defender ya no me fui en otra parte. Cuando mataron a mi abuelita todos los hijos y nietos nos regamos en todos los lugares, ya no podíamos hacer nada, yo me quedé en este lugar no me da miedo, he vuelto en Panzós al mismo lugar donde fue la masacre, no me da miedo nada. Mis otros familiares se fueron lejos por el miedo, están regados por todas partes en diferentes comunidades, nosotros todos los años seguimos conmemorando el día de la masacre, llamamos a esos familiares que viven lejos, pero no quieren venir porque todavía tienen miedo. A algunos hijos de ella se fueron a esconder en otros lugares, pero los encontraron y los mataron...” (Testigo CHPT046. Chichipate). O RFANDAD Después de 26 años del inicio de la violencia política en la región, la mayoría de quienes sufrieron estos hechos siendo niños tienen actualmente una edad de 30 años. Es de estos niños- 156 Te llevaste mis palabras, Tomo I sobrevivientes, ahora adultos, de quienes hablaremos en este apartado. Después de la masacre de Panzós muchos hogares quedaron desintegrados: sin padres. Las familias de los masacrados sufrieron persecución. Muchos niños de aquella época, hoy adultos, explicaron que tienen recuerdos de la persecución. Es recurrente la imagen de la madre corriendo entre las montañas tirando de las manos o la ropa a los hijos para escapar de los disparos de los soldados. La vida en las montañas para los niños fue particularmente difícil. El mayor número de muertes en las poblaciones que buscaron refugio en los cerros fue de ancianos enfermos y niños, estos últimos morían de hambre o de enfermedades. Los que lograron sobrevivir perciben que la muerte de sus padres los dejó en la pobreza, sin posibilidades de estudiar y sin medios materiales para subsistir. Alegan responsabilidad de los padres asesinados por la situación en la que se encuentran en la actualidad, pero culpabilizan a los soldados y finqueros por la destrucción de las familias. “... mi padre murió ahí en Panzós en el año de 1978, yo no vi cuando lo mataron, pero me comentaron que se murió porque le atravesaron un tiro en la garganta y fueron los soldados que estaban en el techo de la municipalidad. Yo tenía 15 años y 3 meses cuando mis padres se murieron, pero ¿por qué sucedió todo esto? simplemente por estar solicitando un pedazo de tierra para sus hijos, no fue nada positivo haber solicitado las tierras porque fueron masacrados. Estamos así ahora, por culpa de los soldados porque ellos mataron a mi padre y por eso es Pérdidas, vacío e incertidumbre 157 que estamos en la miseria, ya sólo nuestra madre pudo criarnos, gracias a Dios que ella se quedó. Los soldados tocaron la puerta de la casa, inmediatamente nos escapamos, debajo de unos cinco platanales ahí fue donde nos salvamos. Mi papá se llamaba Félix Caal Xol...” (Testigo CHBT013. Cahaboncito). Muchos niños fueron testigos del secuestro de sus padres. Generalmente los soldados llegaban a los hogares y se llevaban a los hombres, en la mayoría de los casos por la fuerza. Con relación a esos hechos, los recuerdos evocados refieren que no recuerdan el momento en que murió el padre, pero sí de quiénes y cómo lo mataron. La sensación que les quedó después del secuestro fue de desamparo, miedo y angustia por encontrarse en la pobreza absoluta. Los actos perversos que realizó el ejército llegaron al extremo de obligar a las niñas y niños a prepararles y servirles alimentos después de haber secuestrado y ejecutado a los padres. “... Dejamos nuestra casa, a las nueve de la mañana se llevaron a nuestro padre para siempre. Cuando se lo llevaron, estaba amarrado como si se tratara de un animal. Primero lo amarraron y luego lo empezaron a golpear, lo pateaban y le pegaban con la culata de sus armas. Nuestro padre ya no aguantaba caminar y lo que hicieron fue despedazarle su pobre ropa, me deba mucha tristeza verlo. Nosotros no nos trajimos nada de nuestra casa, todo lo dejamos, sólo nos dijeron que nos metiéramos en la escuela y lo hicimos rápido. Así como dijo mi hermana, nos reunieron y nos amontonaron en la cocina de la escuela ya 158 Te llevaste mis palabras, Tomo I nos habían encerrado y nos iban a prender fuego. Ahora aquí van a terminar nos dijeron. Esto fue todo lo que nosotros tuvimos que pasar, los problemas que tuvimos que vivir. Ya no nos manteníamos en nuestra casa, ya sólo en el monte, aunque había lluvia y frío, gritábamos entre las espinas, en las grandes piedras donde nos íbamos a esconder por miedo...” (Testigo TLM361. Telemán). “... a mi pobre papá lo fueron a traer de la aldea y lo llevaron a la finca Tinajas, allí se quedaban. No importa de dónde los venían a agarrar, pero se los llevaban para allá. Mi papá llegó el cuatro de agosto un día miércoles, él no iba solo, los soldados iban jalando con lazos a varias personas. Los iban jalando, los pasaron en el río, y el río estaba hondo pasaron por allí y se fueron hasta la finca. Mataron a nuestro padre, nosotras lo vimos, después de eso los soldados nos dijeron que teníamos que darles comida y se las dimos. Todos los días les dábamos comida, mañana, tarde y noche. Les seguíamos dando comida mientras ellos estaban haciendo algo malo hacia nosotros, mataron a nuestros padres...” (Testigo TLM362. Telemán). Algunos de los sobrevivientes reconocen que la ausencia del padre se debió a la lucha por la tierra que estaban librando la mayoría de los hombres de esta región y están agradecidos por eso, sin embargo igual que los padres, tampoco tienen tierra para trabajar. Hubo niños, los más grandes que debido a la precariedad en la que se quedó la familia luego del secuestro del padre que entre otras cosas era Pérdidas, vacío e incertidumbre 159 el único proveedor, asumieron a pesar de su corta edad la responsabilidad de proveedores de la familia. Para eso tenían que salir largas horas de la casa para buscar alimentos para sus hermanos y madre, pero el pago que recibían por su trabajo era insuficiente para las necesidades de la familia. Eso los hacía sentirse culpables porque el sufrimiento y la falta de alimentos seguía a pesar del esfuerzo que estaban realizando. “... me acuerdo un poco de este conflicto ya que estaba muy patojo, mi papá se murió por culpa de los militares, un día como a eso de las seis de la tarde fueron a traer a mi padre. Mi mamá apenas tenía tres días de haber dado a luz. Vi cuando entraron, y se lo llevaron para la escuela donde estaba el destacamento. A mi padre y a otras personas no los mataron ahí, sólo los amarraron, los tiraron en un camión y se los llevaron, nunca volvimos a saber de ellos. En ese momento nos quedamos en la pobreza ya no podíamos hacer nada ya que mi madre se quedó con seis hijos, yo la ayude a mantener a mis hermanos ya que era el más grande de todos, pero me costó bastante. Pude ayudar a mis seis hermanitos, a veces teníamos que comer y a veces no. Se me murió una hermanita por la falta de alimentación porque no alcanzaba lo que yo llevaba. Ella tenía diez años cuando se murió, mi mamá todavía luchó por salvarla pero ya no se pudo hacer nada...” (Testigo CHPT053. Chichipate). En un intento para conocer el paradero de los esposos las mujeres visitaron todas las instituciones del Estado que se encontraban en el área incluyendo 160 Te llevaste mis palabras, Tomo I los destacamentos militares, cárceles y demás, teniendo que alejarse de sus hijos a veces por varios días. A los ojos de los niños esas actividades de las madres las hizo descuidarlos, no les daban alimentos, ni cariño, tampoco protección. En muchos niños y niñas existe aún el recuerdo del último momento que estuvieron con sus padres, la última plática, lo que iban a hacer ese día. Ese recuerdo los lleva a pensar en el lugar donde fueron enterrados lo que en su mayoría desconocen. Esa ausencia de la figura paterna es dolorosa sobre todo en el momento actual, porque dentro de la cultura q’eqchi’ los roles que se le adjudican a los adultos o padres de familia son vitales para la vida en comunidad; guiar, dar consejo y enseñar a trabajar. La magnitud de la pérdida se evidencia, cuando ahora la mayoría de los niños de ese entonces ya son a su vez padres y logran visualizar lo que hubiera significado la permanencia de sus propios padres. Es una sensación de pérdida de algo que no conocieron. Extrañan las enseñanzas que hubieran podido recibir. V IUDEZ Las viudas son las que sobrevivieron en mayor número la violencia política, la mayoría de los capturados fueron hombres, de ellos, pocos sobrevivieron. Después del secuestro del esposo las mujeres y los niños sufrieron persecución; ellas pasaron a ser el objetivo de los militares. A partir de ese momento asumieron el rol de padre y madre a la vez el de proveedoras de la familia. Las que no buscaron refugio en las montañas Pérdidas, vacío e incertidumbre 161 fueron obligadas a llegar a los destacamentos militares para preparar los alimentos de la tropa. Algunos de los victimarios de los esposos vivían en las mismas comunidades que las viudas, ellas los veían continuamente. La sensación de impotencia frente a ellos era constante, pero a pesar de la presencia de estos en la comunidad las mujeres continuaban buscando a sus esposos. En ese proceso de búsqueda tuvieron que enfrentar a las autoridades del sistema de justicia de la época, algunas 5 ó 6 años después de la desaparición del marido se dieron por vencidas debido a la actuación de los jueces. A partir de ese momento, el llanto, la soledad, la tristeza, el vació y la desesperanza se convirtieron en sus acompañantes permanentes. “... . Es muy doloroso lo que hicieron, nunca supimos dónde quedó el papá, ojalá que lo hubiéramos visto y tenido noticias sobre él, pero no. Me preguntaron en el juzgado, qué color era su pantalón, cómo eran sus zapatos. Hice muchas gestiones para encontrarlo, tal vez pasaron cinco años, llegué hasta el Juzgado de Cobán, solita, sin probar agua, sin probar comida, llegué hasta allí. Dejé de buscarlo. ¡Ay! Dios yo me ponía a llorar, es muy doloroso lo que vivimos, que más podía hacer, me puse a trabajar en la hacienda, durante tres años, treinta mozos atendía. En la mañana, al medio día, y en la noche, me pasaba moliendo maíz, es por eso que ahora estoy enferma, ya no aguanto la espalda, la siento rajada, pero lo hacía por mis hijos, me levantaba de noche a moler, porque eran demasiados hombres. Tapaba bien las tortillas cuando me iba al monte, para que ellos ya sólo las vinieran a recoger en 162 Te llevaste mis palabras, Tomo I la tarde. Sólo de esa manera se salvaron mis hijos, también me iba a lavar por días, para mí ya era mucho los Q 2.50 que me pagaban. Fue muy doloroso lo que vivimos, todos lo saben, que bueno hubiera sido si hubiésemos enterrado al papá de mis hijos, pero nadie lo vio, nadie lo recogió, sólo Dios sabe quienes lo secuestraron...” (Testigo PZ212. Panzós). Las viudas responsabilizan al ejército de la muerte de los esposos, pero también lo hacen con la muerte de sus hijos que ocurrieron después, cuando estaban refugiadas en las montañas. Afirman que el ejército es directamente responsable de esas muertes porque con la desaparición de los esposos quedaron en la pobreza, algunos niños murieron de hambre, otros se enfermaron de susto y también murieron. “... ahora solo estoy criando a niños ajenos que me han regalado porque los hijos que yo tuve con mi esposo que fueron tres, también se murieron por el problema, por el miedo, porque eran pequeños y ya se daban cuenta de lo que estaba pasando. Se asustaron por la forma en la que ingresaron los soldados a sacar a mi marido...” (Testigo PZ207. Panzós). Con todo ese sufrimiento tuvieron que hacer frente solas a la sobrevivencia familiar, sus prioridades fueron la búsqueda de un lugar seguro para los que quedaban con vida, el alimento y los recursos necesarios para el bienestar de sus hijos, ante todo. Anteponían el sufrimiento del resto de su familia: El suyo propio pasaba a segundo orden. Sin embargo el vacío, el dolor y la incertidumbre Pérdidas, vacío e incertidumbre 163 del futuro aún se hacen presentes cada vez que el recuerdo del esposo muerto aparece. La sensación de desamparo se hace insoportable. Cuentan sentirse en parte culpables por haber abandonado sus pertenencias pero reafirman su condición de madres al reconocer que con esos sacrificios lograron mantener con vida a los hijos. Frente a la ausencia traumática del esposo, las mujeres reconocen lo que hicieron para sobrevivir de dos maneras. Por un lado están aquellas que afirman que con la muerte de sus parejas se quedaron sin nada y dan la impresión de que no valoran los esfuerzos que tuvieron que realizar para sacar adelante a los hijos. Tuvieron que comenzar de nuevo, sin nada y no lo reconocen. Tienden a menospreciar sus capacidades, aún cuando pueden constatar el fruto del esfuerzo. Por el otro lado están aquellas que si reconocen el esfuerzo que hicieron para mantener con vida a la familia, pero se lamentan de que sus hijos no hubiesen conocido a sus padres. Percibir cómo afecta esa ausencia a los hijos las llena de tristeza porque no tienen la capacidad de evitar ese sufrimiento, que también es suyo. Al mismo tiempo, es importante subrayar que a pesar de estos sentimientos y vivencias dolorosas, han hecho frente a las difíciles condiciones en que han quedado. Han iniciado denuncias y trámites legales para continuar la búsqueda de los esposos desaparecidos y han desplegando su capacidad de lucha cotidiana a través de su participación en organizaciones sociales que centran su trabajo en la justicia y el resarcimiento para las víctimas de la guerra. 164 Te llevaste mis palabras, Tomo I L A AUSENCIA DEL CUERPO Dentro del marco de la violencia política la detención, secuestro, tortura y ejecución fueron una estrategia impulsada por las fuerzas armadas con el objetivo de evitar que la población se aliara con la guerrilla. Desde esta lectura, y sin temor a equivocarse, se puede decir que esto obedecía a acciones ideológicas impulsadas por el Estadoejército dentro del contexto de la política contrainsurgente. Sin embargo la mayoría de personas detenidas-desaparecidas no tenían militancia alguna con organizaciones guerrilleras. Eran más bien miembros de comités que se organizaban para luchar por el acceso a la tierra: su único medio de subsistencia. En muchas de esas acciones participaban los finqueros a través de los comisionados militares. Normalmente el objetivo era eliminar a los miembros de los comités de tierra para que el resto de la comunidad desistiera de sus peticiones. Esta diferencia, si se le puede llamar así, de lucha contrainsurgente y persecución de líderes campesinos confirma la tesis de que el ejército contó con el apoyo incondicional de los finqueros con el objeto de mantener el control de la población, y mantener así la posesión práctica de la usurpación de tierras. Aquí hay que recordar que los destacamentos militares estaban ubicados en fincas con el permiso del dueño. Estas prácticas provocaron un saldo impresionante de desaparecidos. La mayoría eran hombres, adultos y jóvenes, en algunos casos ancianos sobre todo guías espirituales. Para los familiares sobrevivientes estas pérdidas suponen muchas Pérdidas, vacío e incertidumbre 165 preguntas sin respuestas: ¿por qué se lo llevaron?, ¿qué hizo?, ¿seguirá con vida?, ¿dónde estará?, o ¿dónde lo enterraron? Poder dimensionar el impacto psicosocial de estas pérdidas es difícil, porque no solo es el familiar que ya no está, sino el rol que éste jugaba en la familia. A esto debe sumarse la situación que afrontaron los sobrevivientes tanto los que buscaron refugio en las montañas como los que se desplazaron a otras comunidades viéndose obligados a abandonar todas sus pertenencias en sus lugares de origen. “... no sabemos en dónde lo tiraron, si en el río o en el pantano, no lo sabemos, lo sacaron de la casa, lo fue a sacar don Canche y don Santiago Ich (...) Desde entonces él se fue, yo lo estaba esperando, al medio día, en la tarde, por la noche, al otro día, pero ya no regresó, no sé dónde lo pusieron, dicen que lo mataron en el Puente Nuevo. No sé si es cierto, ya había pasado un año cuando me lo dijeron, traté de averiguar pero la gente no quería hablar. traté de buscarlo pero lo único que me dijeron es que me conformara, que no iban a hablar porque tenían miedo (...) Yo sé muy bien que mi esposo era un hombre trabajador, sé muy bien que esto no se lo hicieron porque él haya robado algo, hasta hoy día no sé nada de él, tengo cinco hijos, ellos no han estudiado, no saben nada, me costó criarlos, pero gracias a Dios ahora ellos están viviendo en sus propias casas, los crié en la pobreza ...” (Testigo PZ222. Panzós). A pesar de que la poca información que recibían los familiares de los desaparecidos era 166 Te llevaste mis palabras, Tomo I desalentadora ellos continuaron con la búsqueda. Aún hoy, la gente mantiene la esperanza de que aparezcan con vida. La desaparición despertó profundos estados de tristeza, algunas madres se entristecieron tanto que se dejaron morir, dejaron de comer y de cuidarse hasta que fallecieron. En otros casos la tristeza ha sido permanente principalmente por el desconocimiento del paradero del familiar, en el caso de los hijos la percepción que tuvieron y aún mantienen es de abandono: “... Mi finada madre se murió por la tristeza y el dolor de no haber visto a su hijo, ya que no lo encontramos y ya no lo enterramos. Lo tiraron como si hubiera sido un perro pero sabemos muy bien quién que la persona que dio información se encuentra entre nosotros mismos (...) Todo lo que hemos vivido y seguimos viviendo es pura tristeza, ya solo quedamos dos miembros de la familia mi padre y yo, ahora mi padre ya es un anciano...” (Testigo CHPT051. Chichipate). En el contexto de la violencia política cuando una persona desaparecía, era detenida o secuestrada y después de muchos años sigue sin aparecer, es de suponer que esa persona murió. El problema que esta situación genera y que actualmente enfrentan los familiares es de tipo legal, porque no existe ninguna figura en la legislación nacional que reconozca la condición de detenido-desaparecido. A pesar de ello muchos sobrevivientes continúan la búsqueda de sus seres queridos, denunciando ante el Ministerio Público, la ubicación de cementerios clandestinos con la intención de abrir una investigación y como producto de Pérdidas, vacío e incertidumbre 167 ésta se ordene una exhumación con la esperanza de por fin encontrar los restos de sus familiares. El objetivo de la búsqueda tiene tres intenciones: a) para enterrar a los seres queridos de acuerdo a sus costumbres y en un lugar en donde los puedan frecuentar; b) tener la certeza de que su familiar ha muerto, aceptar así la pérdida y reestablecer los vínculos con el difunto; y c) Exigir al Estado guatemalteco el resarcimiento por los daños sufridos durante el conflicto armado interno: “... en el año de 1982, los militares se llevaron a tres personas (...) Ellos fueron secuestrados a las nueve de la noche, a esa hora entraron a la casa, tal vez entraron unos 60 soldados, quebraron la puerta y destrozaron la casa, de que manera nos va a recompensar el gobierno por lo que le pasó a mi papá, a mi esposo y a mi tío, porque no sabemos dónde están, los hemos buscado en cementerios clandestinos, pero sólo a uno pudimos encontrar, y los otros no, es por eso que todo esto me duele, si mi papá estuviera vivo, yo no estuviera en estas reuniones, no tendría tiempo para venir aquí, pero por esta organización es que venimos y pedimos que investiguen y localicen a nuestros familiares...” (Testigo PZ207. Panzós). S OLEDAD EN EL DOLOR No existe sensación más abrumadora ante el sufrimiento que la soledad. La sensación de no estar acompañados en el dolor, y el aislamiento social, matizado sobre todo por el estigma de tener un familiar desaparecido, provocó desesperanza en 168 Te llevaste mis palabras, Tomo I los sobrevivientes, al punto de quedarse en sus casas esperando la llegada de los represores sin intentar defenderse ni proteger a los hijos. El trauma provocado por el allanamiento violento a la casa hizo que las reacciones inmediatas al secuestro fueran la paralización, la sensación de soledad profunda y el desvanecimiento de todo tipo de esperanza de sobrevivir: “... tenía tres días de haber dado a luz, él estaba ahí en la casa cuando llegaron, se lo llevaron, toda la casa estaba rodeada, yo solo los miraba de lejos en el rincón de la casa. Se fue, desde entonces ya no regresó, pero yo lo seguía esperando. Me quedé sola en la casa y pasé sola toda la noche sentada pensando en que ya iban a llegar por mi, ya no había nadie, toda la gente se había ido estaba completamente sola. No paraba de rezar y pedirle a Dios que me ayudara, ya solo estaba mi hija conmigo y me decía que me acostara un rato, pero le decía que no porque podría ser que en cualquier momento iban a entrar los hombres. Hasta que amaneció me acosté un poco, pero toda mi espalda estaba muy cansada. Me dejó siete hijos, todos pequeños...” (Testigo CHPT045. Chichipate). La pérdida de los familiares tuvieron que enfrentarla únicamente los miembros cercanos de la familia. Las acciones que perpetraba el ejército y los comisionados militares hacían imposible realizar ritos funerarios colectivos, esto, cuando se tenía la certeza de que la persona había fallecido o cuando se encontraba el cadáver en algún camino. Pérdidas, vacío e incertidumbre 169 La violencia dañó especialmente a la familia. Fue la institución más afectada. Le arrebató uno o más de sus miembros,llevó tristeza y desolación, la sumió en la mayor pobreza, produciendo en quienes sobrevivieron sentimientos de desprotección, indefensión y soledad en el dolor. Capítulo IV E L MIEDO “... Qué bonito es vivir sin pensar en nada, sin tenerle miedo a nada, pero cuando hay problemas uno está pendiente de todo, piensa que se va a morir, uno está pendiente de su propia vida, cada día que pasa hay temor a morir...” (Testigo SPZ330. Sepur Zarco). En el ámbito de la guerra contrainsurgente, las operaciones psicológicas son parte de una política nacional y coherente con el resto de las acciones del Estado. Deben estar en concordancia con las otras instituciones que ejercen el poder nacional. La implementación de este tipo de guerra se hace a través de medios encubiertos y abiertos. El objetivo es lograr cambios en las aptitudes, emociones, opiniones y comportamiento de las poblaciones objetivo. El general del ejército estadounidense Harold Johnson explica que las operaciones psicológicas pueden: “Producir un efecto depresivo acumulativo sobre la moral de las unidades y población civil enemiga, mediante – 171 – 172 Te llevaste mis palabras, Tomo I la puntualización del injusto trato de grupos étnicos” (Jhonson. s.f.). Una parte importante de los elementos psicológicos de la guerra persigue la desmovilización de la población, intentado así privar a la insurgencia de su base social de apoyo. Para esto dentro del ámbito de la política contrainsurgente se elaboran planes de seguridad y desarrollo, para que existan programas nacionales de mejoramiento del medio ambiente conjuntamente con medidas para el control de la población, los recursos y las operaciones contrainsurgentes. En este sentido Jhonson opina que: “ningún programa táctico de contrainsurgencia puede ser efectivo por mucho tiempo sin programas de obras nacionales de importancia (...) no solamente deben ser llevadas a cabo acciones gubernamentales apropiadas y sinceras para eliminar los focos de descontento, sino que deben ejercerse campañas psicológicas apropiadas para negar a los insurrectos su base de apoyo, para darle a la nación un sentido de unidad y propósito, y para justificar las medidas de control restrictivo y represivos adoptados durante las operaciones antiguerrilleras” (Jhonson. s.f.). Para lograr esos objetivos el Estado a través del ejército destina a un contingente importante de elementos de tropa por un lado para desplegar acciones para el desarrollo de las comunidades, y por el otro para ejercer la represión a través de exhibiciones de horror, la difusión de rumores, la desconfianza y el miedo. El miedo 173 Este último es uno de los mecanismos de control social más eficiente porque afecta a la persona, pero también a la familia, al grupo y a la comunidad. Provoca la división social sobre la base de la desconfianza y se finca al interior de las personas. El miedo internalizado logra dimensiones ilimitadas. La realidad y la fantasía dejan de ser espacios distintos, diferenciados únicamente por la experiencia. El miedo tiene efectos que son a largo plazo, y permanecen aún cuando la guerra ha terminado. Peter Watson opina que “una cicatriz mental es preferible a una cicatriz física porque tarda en hacerse aparente” (Watson, 1982). “... nosotros nos asustamos cuando nos iban a matar, ahora ya no podemos escuchar algo porque de inmediato nos asustamos. Todo ese conflicto nos acarreó mucho miedo y por eso fue que tuvimos que huir. Con el hecho de que escuchábamos que nos iban a matar inmediatamente nos moríamos de miedo...” (Testigo SPZ329. Sepur Zarco). Para la gente el miedo se convirtió en una experiencia que se generalizó a todas las actividades cotidianas. El temor constante motivado por la militarización de la comunidad hizo que las personas a nivel individual o familiar invirtieran mucho tiempo y energía en el diseño de estrategias para sobrevivir, generándose así profundos estados de angustia ante la posibilidad real o no de la muerte. Esa angustia es caracterizada sobre todo por una innegable relación de espera. La amenaza constante a la vida provocó que la gente abandonara todo intento de organización en la comunidad. Terminaban aislándose, eva- 174 Te llevaste mis palabras, Tomo I diendo todo tipo de contacto con los vecinos para evitar en lo posible todo gesto que pudiera parecer sospechoso a los ojos de los comisionados militares, ocultando de esta manera los pensamientos y emociones de lo que estaba pasando. Este cambio de actitud en la comunidad condujo a la apatía, y al retraimiento social, produciéndose de manera subjetiva un estado de terror profundo que se cristalizaba con las acciones ejemplificantes perpetradas por el ejército. “... Se murió mucha gente en esta comunidad, los soldados fueron detrás de las personas que huyeron a las montañas por miedo, ellos iban directamente a matarlos. Mataron a mucha gente en las montañas, ya que los soldados rodearon toda la montaña. Eso fue lo que pasó ese día, nos gritaban ese mismo día ¡Quieren más, dentro de dos semanas venimos a exterminar a toda la comunidad! Cuando bajaron del helicóptero, agarraron a los chuntos, a los pollos, a los patos, se llevaron las grabadoras, las radios, todo se lo llevaron en el helicóptero. Esto sucedió cuando fue el conflicto armado, iban a matar a todas las personas, nos reunían en la casa donde está el pino ahora, se llevaron todas nuestras cosas, nuestras ollas y todo lo que teníamos en nuestro hogar, todo quedó regado. Las vacas, los caballos, los perros y los patos, se estaban quejando ante su gran Ajaw, pero no sabían en dónde se habían ido, hubo mucha lágrima y mucho miedo en esos días, en cualquier momento esperábamos la muerte...” (Testigo SMR235. San Marcos). El clima de terror e inseguridad obligó a la población a desarrollar mecanismos para defen- El miedo 175 derse de la violencia. Uno de estos fue la búsqueda de refugio en las montañas. Hubo poblaciones que estuvieron en esta situación alrededor de ocho años. Esto produjo cambios significativos en su identidad cultural, especialmente los relacionados con la práctica de la espiritualidad. Se tuvieron que adaptar a religiones nuevas que no involucraban preparativos complicados y que la vida en la montaña hacía imposibles de cumplir. Se modificó también la estructura organizativa de las comunidad y por lo tanto sus formas de relacionamiento social. Se desarrolló un sentimiento profundo de desesperanza, vulnerabilidad y desprotección. Algunos sobrevivientes identifican la figura de los responsables de esta situación en el ejército y los finqueros: “... Los hacendados, los patrones, los Ponce, ellos se pusieron de acuerdo para ver que nos podían hacer. Durante mucho tiempo nos estuvimos defendiendo y escondiendo. La verdad es que ya no nos reuníamos, todo era miedo, todo el tiempo nos vigilaban, de hecho las personas que nos vigilaban eran compañeros nuestros que trabajaban en las haciendas, así fue como surgió todo, eso fue lo que vivimos. El rico fue quien se adueñó de todas esas tierras, pero que bueno hubiera sido si solo nos hubieran llevado mal, ¿pero qué fue lo que hicieron? Pagaron a personas para que nos mataran, nos mandaron a matar para que ya no pudiéramos hacer nada, para que ya no solicitáramos nada...” (Testigo CHPT067. Chichipate). El resultado más desastroso en términos psicosociales que dejó la guerra fue la destrucción 176 Te llevaste mis palabras, Tomo I de la red de relacionamiento social en las comunidades como producto del miedo y la desconfianza, que aún persisten. L A PERSISTENCIA DEL MIEDO Como se ha dicho, el miedo es un fenómeno que se aloja en el interior de las personas. Es un proceso de construcción subjetiva que puede provocar conductas específicas adaptativas frente a un estímulo; en este caso, la amenaza contra la vida, la propia o de los familiares cercanos. Cuando ese estímulo es asociado a eventos pasados relacionados a un hecho traumático, la experiencia acompañada de emociones, recuerdos y percepciones resurge con fuerza incontenible, y hace disparar todos los mecanismos de alerta que se usaron para sobrevivir. El riesgo aquí es que el miedo puede transformarse en permanente. Elizabeth Lira llama a este proceso “miedo crónico” y lo explica diciendo que: “La existencia de una amenaza política permanente produce una respuesta de miedo crónico (...) El miedo crónico deja de ser una reacción específica a situaciones concretas y se transforma prácticamente en un estado permanente en la vida cotidiana, no solo de los afectados directamente por la represión sino de cualquiera que pueda percibirse amenazado” (Lira y Castillo, 1991). Lo determinante aquí es la biografía del sujeto y sus conflictos previos al trauma no resueltos que pueden determinar el impacto subjetivo del miedo El miedo 177 y su cronicidad. Es aquí donde los límites entre la realidad y la fantasía puntualizan las relaciones que se establecen en la familia, el grupo, la comunidad y la percepción de amenaza vital real o subjetiva. Ahora, 27 años después de la masacre de Panzós, cuando se realizan jornadas de dignificación en homenaje a la memoria de las víctimas de la masacre de Panzós, la gente revive la sensación de amenaza y los rumores continúan impactando como en el pasado. La experiencia de lo vivido se conjuga con la percepción actual de peligro ante la evidencia de la presencia personas que en el pasado apoyaron a los militares: “... Este 29 de mayo tuvimos una caminata para tener una concentración en el lugar de la masacre, pero hubo una persona que decía: «¡Estas personas comenzaron otra vez, si quiere vamos a anotar los nombres y los dejamos en la zona para terminar con los que se quedaron de la masacre, o los llevamos con los judiciales, así van a dejar de molestar!» Esto lo escuchó una persona que vive aquí, y yo estaba parada ahí. Dijo esa persona: «¡Lo que ellos quieren es que les suceda lo mismo, para que andan reuniéndose!» Pero ¿Porqué nos van a decir todo esto?, ya que es lo que más me duele. Si nosotros nos reunimos no es porque nos guste ni por satisfacción, sino que es por necesidad, y por todo lo que nos pasó. Hay mucha gente que aun vive en Panzós que se le retuerza el estómago por pensar mal de nosotros. No estábamos haciendo nada malo ese día simplemente estamos realizando un majeyak, para pedir que ya no nos suceda 178 Te llevaste mis palabras, Tomo I nada y que ya no nos maten...” (Testigo CHPT046. Chichipate). “«¿Sabes qué es lo que quieren esas personas? Ahora saber qué ayuda están solicitando», –dijo así–. «Si –respondió la otra persona– ¡Lo que ellos quieren es que les suceda lo que les hicieron en Panzós! ¿Los conoces?, ¡Sí! –dijo–. ¿Conoces sus nombres?, ¡Sí! –dijo nuevamente–. ¡Hay que tomarles el nombre como por ejemplo el de doña Rosario! –dijo la otra persona–. ¡No, ella no, ya que lo que está haciendo está bien! ¿Seguro? ¡Sí! –dijo–. ¿Tómales el nombre pero no vayas a decir nada? ¡Está bien! –dijo esa persona–». La verdad lo que ellos pretendían decir es que nos volvieran a soltar fuego sobre nosotros cuando fuimos a la manifestación. Entonces el viejito tomó los nombres y se los dio a esa persona, para que luego él las entregara a los militares y que nuevamente ellos vinieran a buscar a estas personas, eso fue lo que oí, yo quería que alguien estuviera cerca de mí y que conociera a esas personas, ya que yo no los conocí, son de Panzós, ahí viven...” (Testigo CHPT047. Chichipate). La violencia política dejó su huella en las personas. El miedo como su expresión más natural provocó paralización e incapacidad para desempañar las tareas cotidianas, la falta de respuesta colectiva a la amenaza sustentada en la desconfianza generada y la interiorización del miedo hicieron que en la actualidad algunas personas perdieran su capacidad de trabajar: “... Para curar el susto no existe ninguna medicina, no hay monte, no hay pastillas, no hay ninguna inyección, lamentablemente tene- El miedo 179 mos enraizados el miedo en nuestro cuerpo...” (Testigo CAT092. Consejo de Ancianos). “... Realmente es cierto, mi esposo vino pero ya sólo vivía con miedo ya no podía trabajar bien, ya no pensaba en su casa ni en sus hijos, sufrimos mucho por el miedo, por la huída. Es por eso que en este momento estamos reunidos aquí, tal vez si estuviéramos bien no nos quejaríamos, en cambio es por causa de todos los problemas, por causa del miedo, de las persecuciones dejamos nuestras casas. Muchas veces quisimos escondernos pero no nos recibían las demás personas durante ese tiempo...” (Testigo CHBT018. Cahaboncito). “... Pienso que esas personas también se quedaron por miedo, porque si no se hubiera sentido miedo no hubiera decidido quedarse en su hogar. Por ejemplo cuando alguien tiene alguna pena duerme tranquilamente, pero si alguien tiene miedo está pendiente de todo, espera a que horas van a pasar, no se duerme, como don pedro el por tanto miedo, ahora no puede trabajar...” (Testigo SPZ333. Sepur Zarco). La gente reconoce que están afectados por el miedo y explican que no sólo fallecieron sus familiares, sino que también a los que sobrevivieron se les murió el alma. El mayor temor hoy es que se repita lo vivido, que nuevamente surjan los enfrentamientos que empujaron a las comunidades al sufrimiento: “... Hay mucho miedo, sobre todo esto hay mucho que decir, sólo que en este momento estamos muertos, se nos murió el alma. Sería bueno que despertáramos todos. Hay muchos 180 Te llevaste mis palabras, Tomo I problemas que enfrentamos en estos tiempos que no desaparecen, hay problemas de hace mucho tiempo que aún persisten y que no se han aliviado, Pero sería bueno decirlo y saber de que manera quedaran...” (Testigo MGT195. Manguito). L AS FORMAS DEL MIEDO Las manifestaciones y contenidos del miedo son diversos y en diferentes niveles, algunos sobrevivientes fueron más afectados que otros. Se alteró la vida cotidiana, las personas se hicieron vulnerables y la posibilidad de experimentar dolor y sufrimiento unido a la pérdida de familiares, objetos materiales y desarraigo hizo que el miedo cobrara matices y significados distintos. Probablemente el más significativo fue el miedo a la muerte física, la propia o la de los familiares. La sensación de vulnerabilidad, a estar desprotegido, a preocuparse en extremo por la seguridad familiar, indujo contradictoriamente a las personas a descuidar a los hijos, a no pensar en trabajar, a abandonar las pertenencias, aislarse del resto de la comunidad y a modificar todos los hábitos cotidianos. El sentimiento de indefensión frente a los represores, que es posiblemente lo que más daño ocasionó: “... Además uno ya no podía salir a ninguna parte, ya no pensábamos en nuestros trabajos, ya solo vivíamos nerviosos por el miedo, tal vez nos parecíamos a los pollos que no saben a que horas se los va a comer su dueño y en que momento se lo van a agarrar, así estábamos El miedo 181 nosotros esperando siempre que nos agarraran y que nos mataran día y noche...” (Testigo CHBT004. Cahaboncito). Otra forma en que se manifestó el miedo fue en el sentimiento de impotencia individual. La sensación de que no se podía hacer nada sobre lo que estaba sucediendo, que no dependía de la persona y sobre todo que no se podía tener un control de los acontecimientos, originó desplazamiento masivo a las montañas y a otras comunidades. La sensación de impotencia e inferiorización de la condición humana,llevó a comparar el valor de su vida con la de los animales: “... Ibamos a dormir al monte por puro miedo y algunos iban a dormir a otras comunidades porque nos estaban persiguiendo y porque nos estaban secuestrando de nuestras casas. Nos asustaron realmente por todo lo que nos hicieron. Amenazaban con tirarnos al río; a ellos nada les costaba matarnos en ese momento y tirarnos al río. Para ellos éramos como un montón de cerdos que iban golpeando con las armas, eso parecíamos...” (Testigo CHBT030. Cahaboncito). Se desarrolló también un estado de alerta, que obligó a la gente a estar siempre en vigilia permanente frente a la amenaza, esta actitud provocó la desorganización de la conducta del grupo. El miedo los llevó a tener reacciones impulsivas, generando pánico en la gente, a hacer las cosas sin pensar, a reaccionar espontánea y desorganizadamente: “... Aparecimos debajo de los montes junto con nuestros hijos, salimos de ahí pero con mucho 182 Te llevaste mis palabras, Tomo I miedo, cargando a nuestros hijos. Fue muy duro lo que tuvimos que pasar. Una vez nos asustamos entre nosotros mismos, ya que uno de nuestros compañeros dijo, ¡Aquí vienen! y todos salimos corriendo, pero la verdad eran compañeros de nosotros. Solo nos asustábamos entre nosotros mismos algunos nos caímos, y todo por la bendita tierra...” (Testigo CHPT049. Chichipate). “... Estaba con mis compañeros en el campamento, cuando llegaron los militares a corretearnos, encontraron el lugar donde estábamos, en ese momento se quedaron dos señoras tiradas en el suelo porque estaban enfermas, ya que en el monte no hay nada, no hay comida y no hay medicina, pero en el momento en que uno escapa por el miedo ya no puede recoger a nadie, todos sabemos que cuando ellos llegan, llegan a matar, no más te miran te disparan, por eso es que en ese momento se quedaron las señoras, ya no la pudieron sacar, allí la mataron, y quemaron la casa. Escapamos, quemaron el campamento, después nos regamos todos en diferentes lugares, hasta después de dos o tres días nos encontramos nuevamente o hasta la semana...” (Testigo SMR244. San Marcos). También hubo manifestaciones corporales del miedo, que podría decirse que son “normales” en situaciones de terror: “... yo estaba asustada, como ustedes saben nosotras somos mujeres y tenemos el espíritu más débil. El curandero me dijo que estaba muy asustada y que me podía curar pero que se necesitaba muchas cosas más para hacerlo. Yo ya no dormía, pero no sé porque y por eso se los El miedo 183 cuento o a veces me siento un ratito y me quedo ahí durmiendo ya sin sentir nada...” (Testigo CAT119. Consejo de Ancianos). “... Se siente el miedo cuando nuestro cuerpo empieza a temblar, todos estábamos asustados, ya no comíamos del puro miedo, ya que pensábamos que nos iban a matar en cualquier momento. El miedo nos produjo tristeza, lágrimas y otras cosas, pero así como decíamos media vez nos agarraban ya no podíamos hacer nada...” (Testigo SMR259. San Marcos). En algunas ocasiones el miedo se convirtió en una madeja de hilo que envolvió a todos, que se enredó cada vez más, que se hizo más grande. Un anciano explicó este fenómeno diciendo que el miedo provocó más miedo: “El miedo tiene algo que nos causa más miedo y eso es lo que llevamos en nuestra sangre, sentimos un miedo como si hubiéramos hecho algo malo, nuestro cuerpo empieza a palpitar, a moverse, sentimos que se nos cae el pelo, no nos sentimos muy bien, nos da dolor de cabeza, nos empezamos a enfermar, de esa manera sentimos lo que nos causa el miedo. Por ejemplo a mi me ha pasado muchas veces, me da dolor de cabeza, mi cuerpo empieza a palpitar, tengo sensaciones muy raras, e inmediatamente me pongo a pensar que me puede suceder algo y digo, tal vez me voy a morir, esa es la sensación del miedo que he sentido...” (Testigo CAT095. Consejo de Ancianos). El miedo no necesariamente es negativo, es un sentimiento que ayuda a tomar precauciones 184 Te llevaste mis palabras, Tomo I en situaciones de amenaza, esa sensación de miedo hizo movilizar a muchas personas a buscar refugio en las montañas, hecho que los salvo de ser masacrados: “... cada vez que salíamos tronaban las balas, pero no las mirábamos porque disparaban desde lejos. Cuando ellos llegaban a nuestras casas ya no estábamos allí por el miedo, nos íbamos porque queríamos vivir. Nos íbamos y dejábamos nuestras pertenencias. Nuestras casas se quedaron y se terminaron allí así mismo todas nuestras pertenencias. Ya no podíamos recoger nada por el miedo, ya no regresamos es por eso que estamos aquí en el pueblo...” (Testigo TLM355. Telemán). M IEDO EXTREMO , VIGILANCIA PERMANENTE Cuando se ha soportado con mucha intensidad y de manera sostenida la represión política, el miedo reaparece ante cualquier estímulo que se asocie al hecho traumático que inicialmente lo provocó. El peligro se percibe amenazador aunque sea impreciso. Los sentimientos de desesperanza, desamparo, indefensión y profunda inseguridad asociados a esta situación, hacen que los sobrevivientes “vivan” en un estado de miedo extremo y vigilancia permanente. Este escenario, mediado por la represión y los conflictos comunitarios derivados de la violencia política, modificó la conducta de las personas y su percepción de la realidad. Las actividades cotidianas se vieron afectadas en todos los ámbitos de la vida. El temor a ser objetivo de la El miedo 185 represión mantuvo a las personas en una vigilancia permanente, a estar pendientes día y noche de las incursiones de los militares. Para mucha gente la noche fue particularmente significativa. Todos los miedos interiorizados por las experiencias previas se disparaban y la vigilancia por la sobrevivencia era tremendamente agotadora: “... muchas veces uno estaba durmiendo de un lado cuando ellos llegaban. Inmediatamente uno salía por la otra puerta que tenía atrás. De esa manera se desvelaba uno, había que estar pendiente de todo como si uno hubiera hecho algo malo y está listo para que lo maten. Es por eso que no dormíamos tranquilamente en esos días, (...) casi amaneciendo uno se dormía un poco pero durante toda la noche no se dormía nada, muchas veces pasábamos toda la noche sentados en la cama hasta escuchar nuevamente el canto del gallo....” (Testigo CAT114. Consejo de Ancianos). “... Muchas veces amanezco con mucho sueño ya que me quedé con ese miedo de que tarde o temprano van a aparecer nuevamente. Estoy despierta cuando dan las dos, las tres de la madrugada, ya amaneciendo se me baja un poco el sueño, no sé si es puro miedo o nerviosismo, pero esa es la enfermedad que tengo, cuando me desvelo tengo la boca bien seca...” (Testigo CAT114. Consejo de Ancianos). El estado de alerta permanente generó estados de ansiedad y angustia en las víctimas por estar todo el tiempo pendientes de lo que podría pasarles si descuidaban la atención de la seguridad familiar. La amenaza a la vida desencadenó un 186 Te llevaste mis palabras, Tomo I malestar generalizado que no podían atribuirle a una situación específica, principalmente porque ellos no tenían ningún control sobre los acontecimientos. Esto estimuló el aparecimiento de manifestaciones corporales de la ansiedad porque no eran capaces de manejar o no contaban con el espacio apropiado para exteriorizar la tensión: “... nosotras vivimos ese problema, yo personalmente lo viví. No dormía durante las noches, amanecíamos sentado, sentía que ya llegaban a traerme. Mi esposo se acostaba un rato y yo me quedaba sentada, luego yo me acostaba y él se sentaba, sólo nos vigilábamos...” (Testigo PZ208. Panzós). “... Cuando comenzó la violencia sacaron a mi papá, vinieron a llamarlo y se lo llevaron (...) Desde ese entonces nos comenzó un gran miedo, no podíamos dormir en la casa, pasábamos toda la noche dando vueltas en la cama sin dormir porque pensábamos que en cualquier momento nos llegaban a matar o a sacarnos, cuando escuchábamos algún ruido pensamos que eran los que llegaron a sacar a mi papá, cuando escuchamos ladrar los perros siempre pensábamos que ya venían a búscanos y ya nadie hacia bulla...” (Testigo PZ227. Panzós). E L SUSTO En el mundo q’eqchi’ igual que en otros pueblos indígenas de América Latina existe una entidad cultural parecida al miedo que se manifiesta a partir del momento en que la persona se expone El miedo 187 a una experiencia perturbadora y aterradora: el susto. 1 Como se dijo en el primer capítulo, una parte importante de la concepción del término “persona” en el pueblo q’eqchi’ es el xmuhel o espíritu, que simboliza el principio vital, la agilidad y la fuerza. El xmuhel es el espíritu que anima a las personas, que pervive después de la muerte, como anun o “fantasma”, o que habita en la naturaleza como li xmuhel li tzuul o “el espíritu del cerro-valle”. A la pérdida temporal del xmuhel es a lo que se le llama susto. Sobre los síntomas iniciales del susto Estrada Monroy identifica varios: “La diarrea y el sueño con sobresaltos y pesadillas, llegando a casos extremos en los que se reseca la piel, el cuerpo se debilita y sobreviene una crisis con ataques muy parecidos a los que causa la epilepsia que al unirse a la deshidratación puede causar la muerte” (Estrada Monroy, 1990). Por su parte Cabarrús identifica otros síntomas, tales como: “(...) palidez, falta de apetito y debilidad” (Cabarrús, 1998). Los síntomas se manifiestan como malestares corporales, su duración depende de muchos factores. Uno de ellos es que la persona conozca el lugar donde se asustó y haga el ritual correspondiente para curarse. El otro es que la persona debe tener conciencia de que posee la enfermedad y debe tener deseos de curarse. 1. Para mayor referencia ver: Rubel, O’Nell y Collado, 1989. 188 Te llevaste mis palabras, Tomo I Para una mejor comprensión del significado, síntomas, implicaciones y curación del susto se transcribe la intervención de un miembro del Consejo de Ancianos en una de tantas reuniones que se realizaron para abordar este y otros temas: “... cuando uno se asusta nuestra sangre se paraliza. Nuestro corazón y todo nuestro organismo está funcionando muy bien cuando estamos trabajando, pero en el momento en que nos asustamos, se para todo; es como si un camión ya no pudiera funcionar, así le pasa a nuestra sangre y al aire que respiramos. Cuando uno quiere volver a respirar automáticamente ya estamos respirando algo malo. Pero cuando uno se asusta mucho es la sangre la que se paraliza y es ahí donde se contrae esa enfermedad. El cuerpo y la sangre de uno se paralizan un instante, como por ejemplo si a un reloj de agujas se le quita la batería, las agujas se paralizan al instante. Ese momento de paralización solo es de unos dos o tres segundos, es como si en esos momentos estuvieran unos cables de luz y se desconectaran, en un instante se paga todo. Pero en ese instante que se paraliza todo, lo que perdemos es nuestro espíritu o nuestra alma. Eso quiere decir que a tu cuerpo se le fue el espíritu y se quedó ahí en el lugar donde fue el susto, y eso lo que a uno le está afectando, que ya no se tiene el espíritu. Por eso es que hay que ir a traerlo nuevamente. Es muy feo estar enfermo de susto, porque el cuerpo de uno se vuelve muy pesado. Esa enfermedad hace que uno ya no pueda hacer nada, porque se le pone muy pesado el cuerpo, se hincha, ya no se puede levantar uno mismo. Como sabemos que es nuestro espíritu el que ya El miedo 189 no lo tenemos es por eso que lo empezamos a llamar, ya que si no lo tenemos es cuando nos empieza la fiebre, el decaimiento o a palpitar nuestro corazón. Eso quiere decir que hay algo que agarró a tu espíritu, digámosle el dueño del camino, del agua, de la tierra, de los cerros. Por ejemplo cuando te agarran los policías, es lo mismo; ya que todas las cosas que hay en la tierra, los cerros, las montañas, las siembras, el agua, los animales tienen un dueño o un vigilante, porque si uno da un mal paso o no pidió permiso por donde está pasando con cualquier cosa que uno haga malo, pierdes tu espíritu. Así como cuando nosotros vamos al pueblo si no llevamos nuestra cédula de vecindad y nos agarran dicen que somos ladrones y ahí nos quedamos con ellos, es lo mismo que nos pasa con todo lo que nos rodea. Quizás nuestra cédula es lo mismo que nuestro espíritu. El susto se cura cuando vamos a llamar a nuestro espíritu. Quiere decir que tu espíritu ya no está contigo ya sólo tu cuerpo es el que está caminando. Pero hay que llevar el reemplazo de ese espíritu, en ese momento sueltan a nuestro espíritu, así como decían nuestros antepasados que todo lo que hay en la tierra de una u otra forma nos atrae, eso quiere decir que la tierra u otra cosa se ha apoderado de nuestro espíritu y no lo quiere soltar, pero si uno arregla su propio muñeco lo va a dejar al lugar donde se asustó y dice las oraciones, entonces se cura, muchas personas arreglan sus muñecos con tierra colorada, le colocan pelo para ir a dejarlo al lugar donde se asustaron y lo hacen tres veces para que dejen salir su espíritu. Pero todo eso no se hace solo, sino que hay que 190 Te llevaste mis palabras, Tomo I quemar candelas, pom y decir el nombre del río, el cerro, el bosque o del lugar donde se asustó. Y el reemplazo de la persona es un muñeco que tiene que tener ropa, manos, cabezas o sea como una persona completa. Hay que llevarlo envuelto, quemar el pom, decir el nombre de la persona asustada y decir que dejen libre el espíritu. Cuando uno regresa del lugar hay que pasarle a la persona enferma el pom con que se llegó a traer el espíritu y decir: aquí está tu espíritu y que entre nuevamente en el cuerpo...” (Testigo CAT141. Consejo de Ancianos). Algunos autores han dicho que la causa más frecuente de la pérdida de espíritu de una persona es la caída junto a un río o en el bosque, porque ambos son lugares donde los tzuultaq’as son fuertes. Al respecto Richard Wilson opina que: “Los accidentes de la naturaleza tales como las cordilleras, cuevas, nacimientos de agua y ríos son todos manifestaciones de los Tzuultaq’as y, por lo tanto, zonas de peligro (...) la pérdida del espíritu rara vez ocurre en la casa de uno o en el entorno de la aldea (...) no pedir permiso a los Tzuultaq’as también puede acarrear la pérdida del espíritu en uno mismo o en un miembro de la familia” (Wilson, 1999). En el contexto de la violencia política, esta enfermedad como la llaman los ancianos se agudizó, y estuvo asociada a la exposición de las personas a hechos perturbadores, aterradores y traumáticos como producto de las a acciones represivas y permanentes que perpetraba el ejército. A simple vista puede percibirse que existe una El miedo 191 contradicción en el hecho de que la enfermedad según algunos autores está vinculada a la relación que establecen los q’eqchi’es con sus deidades y la naturaleza, y la protección que los tzuultaq’as brindan a sus dominios asumiendo la figura de guardianes de todo lo que existe en la tierra. Y no a situaciones estresantes causadas por el hombre. Sin embargo, una explicación probable es que el ejército se adueñó de toda la simbología y signifi cado que el Tzuultaq’a representaba para los q’eqchi’es, incluyendo los castigos cuando las normas eran transgredidas. Este hecho fue el detonante para que la mayoría de las personas durante el tiempo del conflicto armado interno mostrara la sintomatología del susto. Sobre la cronicidad del susto hay poco que decir, porque según los ancianos quienes no se curaron en aquel tiempo de esta enfermedad murieron. En otros casos la muerte se debió a la dificultad que encontraban los sobrevivientes de realizar el ritual. Sobre todo de quienes permanecían en las montañas bajo la persecución constante del ejército y patrullas de autodefensa civil: “... Teníamos siembra en este lado y por este lado, toda mi siembra se quedó y ahí se terminó, deje mi casa e inclusive deje mi esposa, Pero la pobre también la corretearon de ahí. Don Félix y don Carlos le dijeron que mirar a donde se tenía que ir, pero que se tenía que salir de ese lugar, la pobre mujer se asustó mucho y estuvo enferma durante tres años y a causa de eso se murió...” (Testigo CHPT071. Chichipate). “... Los soldados quemaron nuestra casa y todas nuestras pertenencias, a nuestros cerdos, nuestros pollos y todo lo que teníamos. Nos 192 Te llevaste mis palabras, Tomo I quedamos sin nada. Nos trataron como unos animales, Quemaron todas nuestras prendas, nuestras herramientas de trabajo, nuestra piedra de moler, todo lo que teníamos, se llevaron nuestros cerdos, nuestros chuntos. Se me murió uno de mis hijos y ahí también se me murió mi esposa, todo esto es lo que más me duele porque sufrimos mucho, le dábamos la vuelta a los cerros escondiéndonos. Mi esposa se enfermó por culpa de los soldados porque una vez nos dispararon y ahí se asustó ella, cada vez que cambiábamos de lugar ya solo la cargaba, durante mucho tiempo lo hice, porque quería que se salvara, pero hasta que se murió debajo de las montañas. Solo dos de mis hijos se salvaron, eso es lo que más me duele, aunque ellos estuvieron apunto de morir también...” (Testigo SMCH276. Semococh). Por otro lado, la muerte violenta resultado de la tortura, el secuestro o la desaparición forzada –en la cual los cuerpos de las víctimas nunca aparecieron– provocó conflictos “culturales” al interior de los grupos q’eqchi’es debido a la importancia de los ritos de entierro. Desde la cosmovisión del pueblo q’eqchi’ el xmuhel o espíritu pervive después de la muerte y según Cabarrús, “para el q’eqchi’ los difuntos continúan regresando a la tierra, principalmente el día de los santos, pero también en otras ocasiones si no se hicieron los ritos como se debe a la hora de enterrarlos” (Cabarrús, 1998). Capítulo V P ROYECTO DE VIDA Y SUEÑOS ROTOS “Ahora lo que pensamos es fortalecer nuestra organización, estar en armonía y buscar proyectos de desarrollo comunitario para garantizar el futuro de nuestros hijos, pensamos en trabajar duro, rozar, sembrar en unión. Eso es lo que pensamos, eso es lo que queremos”. (Testigo CHBT043. Cahaboncito). En la guerra se destruyen vidas, comunidades, sistemas de apoyo social, sueños y proyectos vitales. Un proyecto de vida es una ruta que se traza. Allí se ponen las esperanzas, los sueños, los anhelos. Necesidades como la felicidad, la armonía, el amor y la libertad son inherentes a la naturaleza humana, son también factores dinámicos del proceso histórico de los pueblos, que si se frustran tienden a producir reacciones en todos los niveles, especialmente en el plano psicosocial. Castilla del Pino define que el proyecto vital como la “praxis original de una vida, concretada en el personal trabajo hecho en ella”, pero esa praxis necesita de un sistema que le dé sustento, – 193 – 194 Te llevaste mis palabras, Tomo I de una estructura, Castilla del Pino continua diciendo que “Así como el proyecto define lo que una persona pretende ser mediante su hacer posible, lo hecho ya como sistema, define lo que el hombre es” (Castilla del Pino, 1991). La estructura del proyecto de vida se construye a partir de la identificación de un punto fijo, una meta, que sirve para organizar las acciones que se hacen para alcanzarla, ese punto fijo debe ser entendido como una cosmovisión o una creencia, se trata de un marco ideológico que según Erich Fromm: “Nunca está completamente equivocado, ni tampoco completamente acertado, siempre es una aproximación suficiente a la explicación de los fenómenos que sirven para el fin de vivir” (Fromm, 1957). El punto fijo o punto focal que Fromm llama “objeto de devoción”, precisa los caminos que se trazan para alcanzarlo, su función es coordinar las energías humanas en una dirección, en una expectativa y por lo tanto en una esperanza. El proyecto se construye sobre la base de la realidad presente, no sobre lo que se imagina o se desearía que hubiese. Esto provoca dicotomías que surgen cuando la armonía entre la razón y la imaginación: lo real y lo imaginario, respectivamente, se ha roto. La ruptura del proyecto vital provoca incertidumbre que degenera en frustración, principalmente porque es necesario reelaborar el proyecto a partir de las condicionantes externas, de las que la persona no tiene ningún control. Castilla del Pino opina que “la frustración del proyecto no conlleva necesariamente el no hacer, sino a ‘otro’ hacer, un hacer que el sujeto no considera propio, si tiene conciencia de frustración, o que los demás Proyecto de vida y sueños rotos 195 consideran no propio de él” (Castilla del Pino, 1991). La pérdida del proyecto de vida obliga a las personas a replantearse su situación presente y, para poder seguir viviendo se desarrolla la necesidad intrínseca de la elaboración de un nuevo proyecto, contextuado a los acontecimientos que provocaron la ruptura del anterior: “... Yo estuve encerrado cuatro meses y quince días en Puerto Barrios, todas mis cosechas, mis milpas, mi arroz todo se acabó, hasta una vaca que tenía se la comieron, yo me encontraba allá sufriendo y mis hijos también estaban sufriendo aquí, nos quedamos en la completa pobreza, todo eso fue muy doloroso y todo por ese conflicto que vivimos, tuvimos que escapar y comenzar otra vez, solo que con miedo...” (Testigo SMCH265. Semococh). En la expectativa del proyecto original, la ruptura y la reelaboración de un nuevo proyecto, es la incertidumbre la sensación más complicada y difícil de asimilar porque el “no saber que va a ocurrir” provoca en las personas un conflicto existencial que deviene en crisis. Eduardo Nicol afirma: “Cuando la facultad de proyectar, está agotada por las dificultades del presente, o por la oscuridad del porvenir, y exclamamos veremos lo que pasa, dejando que el futuro venga a nosotros, entonces sabemos que algo va a ocurrir, que inexorablemente va a ocurrir alguna situación en la cual nos sentiremos inmersos, o de la cual seremos constituyentes, pero no sabemos cual va a ser ella. Esperamos a ver cuál sea, para atenernos a lo que resulte. La incertidumbre es 196 Te llevaste mis palabras, Tomo I constitutiva del presente, por lo mismo que éste contiene el futuro como necesidad indeterminada. (...) la indeterminación del futuro es indeterminación en principio porque es condición del presente proyectar sobre él las determinaciones que provienen de la previsión y el propósito. No existe la expectativa de futuro en la que nada va a ocurrir” (Nicol, 1996). “... Los soldados empezaron a tener más fuerza y empezaron a matar a muchas personas, nosotros nos asustamos y por eso huimos y optamos por ir hacia las montañas, ahí estuvimos mucho tiempo, nos fuimos junto con mis hijos, pero no fue nada fácil estar ahí, ya que aguantamos hambre ya no aprobábamos comida, a veces aprobábamos algo, pero ya sólo eran los frutos de los árboles, fue muy duro lo que tuvimos que vivir por culpa de los soldados ya que todo esto es verdad que lo vivimos. Huimos por el miedo, porque si no lo hubiéramos hecho, no estuviéramos vivos ahora, nos buscaron por mucho tiempo. Pero gracias a Dios que regresamos nuevamente y venimos a ver otra vez nuestro lugar junto con los compañeros y a comenzar de nuevo, ya que dejamos todas nuestras casas y las quemaron, nos quedamos sin nada, nos quedamos en la calle, es por eso que ya no tenemos nada ahora. Nos quedamos debajo de la lluvia ya que nos quedamos sin casa, eso es lo que más nos duele, no sabíamos que hacer...” (Testigo SPZ314. Sepur Zarco). Esta incertidumbre acerca del futuro es lo que provoca el conflicto, que se caracteriza princi- Proyecto de vida y sueños rotos 197 palmente por el hecho de que se producen ciertas necesidades psicosociales que tienen que ser satisfechas para que la persona no se des-estructure y entre en crisis. Necesidades como la seguridad física y emocional a nivel personal o familiar, de las pertenencias familiares y la seguridad de lo que se estaría haciendo en el futuro si el hecho que modifica el proyecto no existiera y la seguridad de tener una expectativa o meta hacia donde encaminar los esfuerzos, son solo algunas necesidades que tienen que ser satisfechas. Sobre ese conflicto existencial Fromm dice que: “El conflicto existencial del hombre produce ciertas necesidades psíquicas comunes a todos los hombres (...) su satisfacción es necesaria para que el hombre se mantenga sano, del mismo modo que es necesaria la satisfacción de las pulsiones orgánicas para que se mantenga vivo” (Fromm. 1975). El desconcierto a lo nuevo representa una crisis de existencia en la que la persona se encuentra privada de futuro, al alterarse las condiciones reales que hasta entonces hicieron posible su proyecto original. Es decir, cuando se rompe el proyecto original también se rompe el futuro, no hay proyecto sin futuro, simplemente nos convertimos en espectadores de nuestro propio destino, mientras que con el proyecto somos actores de nuestra vida. Se puede decir que la pérdida del proyecto es como una pequeña muerte, porque el sentirse desconcertado es no saber cómo armonizarse con las cosas. La sorpresa y el sentimiento que esa sensación provoca y, el no saber qué hacer, derivan 198 Te llevaste mis palabras, Tomo I de un comportamiento del contexto inesperado por nosotros, o lo que es más grave, en un comportamiento extraño, imprevisible. Nicol afirma que: “En un cataclismo físico, a parte del miedo a la muerte, descubrimos en el hombre la expresión del desconcierto que proviene de la novedad de la situación, la cual, como una pequeña muerte, nos deja transitoriamente sin futuro, es decir, sin proyecto, sin saber qué hacer. Nuestra capacidad de previsión disminuye ante lo nuevo y desaparece ante el cataclismo.” (Nicol, 1996). “... Nosotros vivimos todos esos problemas y pensamos que nos iban a matar a todos y optamos por ir hacia las montañas, cuatro años con seis meses estuvimos viviendo debajo de las sagradas montañas. Pero no aprobábamos nada, sólo comíamos la punta de una clase de pacaya que tenía el tamaño de un chile verde. Lo pelábamos, lo pelábamos, y el tamaño era tan pequeño y con eso pasábamos el día entero, no había ni un poco de sal, ni jabón, ni chile, ni maíz, ni café, ni azúcar, fue muy doloroso lo que sufrimos. Pues los soldados quemaron nuestras casas y ahí se terminó nuestra ropa, nuestra piedra de moler, nuestras ollas, nuestras tazas, a nuestras gallinas las dejamos amontonadas afuera por el miedo cuando huimos para las montañas. Pero hoy día no hemos visto nada, no hemos visto ninguna ayuda, de lo que nos dijeron. ¡Aguanten, aguantemos, vamos a ver el fruto de todo esto, si bien es cierto que exterminaron todo lo que teníamos, pero vamos a gozarlo algún día!, nos decían, pero hasta hoy día no hemos visto nada, pero ni un poquito de ayuda, ni un pedazo de Proyecto de vida y sueños rotos 199 lámina, ni una tabla, ni una ni otra cosa y esto es lo que más nos duele a todos nosotros ya que somos pobres. Soy pobre, y es pobre toda la comunidad, no hay riqueza, y por eso es que nos duele...” (Testigo SPZ321. Sepur Zarco). El problema fundamental es que no hay respuesta preparada para la desaparición simultánea de todos los referentes de la vida. La experiencia de la guerra es traumática porque su incorporación exige la reescritura no sólo del proyecto de vida futura, sino del pasado, de la propia biografía de la identidad misma de quien la sufre y de su mundo: “... Esa es nuestra realidad y eso es lo que más me duele, no tenemos tierras en donde sembrar y de dónde comer. Todo esto porque nuestros padres estaban luchando por las tierras, y lo más triste es que se murieron y ni siquiera tienen tierras sus hijos, deseamos sembrar y no lo podemos hacer porque no tenemos donde. Todo esto me duele mucho. Ya que nuestros padres sufrieron por todo esto, creo que las personas ancianas lo saben muy bien además todo lo que está sucediendo hoy día ya estaba prescrito, mi papá nos lo contaba. Si bien es cierto mi padre estuvo en una organización, pero esto era algo que iba a ser para todos, estuvo en el EGP para que todas las personas pobres o indígenas tuvieran los mismos derechos, para que todos tuviéramos un poco más de conocimiento, para que nosotros los indígenas ya no siguiéramos debajo de los zapatos de los ricos, eso es lo que mi padre decía, ahí fue donde mi padre estuvo participando, pero lo 200 Te llevaste mis palabras, Tomo I mataron y nos dejó sin nada, en la pobreza. Nosotros no sabíamos que nos iba a pasar...” (Testigo CHPT081. Chichipate). Cuando se comprende que lo amenazado de destrucción es este principio vital, se puede aprehender cómo el ataque a una persona es amenaza a toda la comunidad. Comunidad implica un universo compartido de códigos, memorias, ideales y expectativas, cuyo abanico de conflictos y tensiones teje la trama social. Es ahí donde se sostiene el psiquismo colectivo. La ruptura de los códigos, de las prácticas democráticas y el ejercicio del poder a través del desplante y la violencia conllevan efectos de larga duración. Al respecto Marcelo Viñar dice que “la experiencia de la inquisición, del holocausto de la Segunda Guerra, de los genocidios que atraviesan la historia del planeta, muestran que los efectos del terror no cesan porque la causa haya cesado” (Viñar, 1993). En Guatemala, esa afirmación se nos aparece en la vida cotidiana y lo que importa hoy es discernir sus formas de expresión y sus figuras privilegiadas, a veces distantes y aparentemente desconectadas de su causa y origen: “... Es cierto que se vivieron todos estos problemas, no son inventos, sí se vivieron. Lo viví en mi infancia, allí está mi pobre madre, nos quedamos solos con ella, a mi papá lo mataron los militares. Hoy en día aún no ha terminado, pero no sabemos porque, no se sabe exactamente porque. Está la firma de la Paz, pero no se está cumpliendo, no ha llegado a cabalidad. Es cierto, ahora tal vez ya no hay muchos asesinatos, pero solo se ha cesado un poco. Pero el problema que Proyecto de vida y sueños rotos 201 estamos viviendo ahora es con relación a nuestras tierras, con lo cual nos alimentamos. Nuestros padres fueron los verdaderos precursores de estas tierras, yo aquí crecí y ahora tengo 34 años, y hoy en día no existen papeles de estas tierras, aún no se han arreglado, no hay escrituras, aún no se ha registrado a nombre de la comunidad y de sus habitantes, entonces ese es uno de los grandes problemas que estamos pasando por estas tierras. Es por eso que es cierto que el rico puede hacer lo que quiera, pero nosotros qué podemos agarrar. Si lo que ellos utilizan para hacer todo es el dinero y ¿nosotros qué? Esa es la verdadera realidad que estamos viviendo. El día de mañana que ya no estemos nosotros, así como yo, se quedan nuestros hijos y el mismo problema van sufrir ellos, no van a tener tierras...” (Testigo RNH161. El Rancho). I NDIGNACIÓN Y DESESPERANZA ANTE LA IMPUNIDAD Impunidad es el hecho de quedar sin castigo algo que lo merece, es decir un no castigo. Se implanta donde existe un sistema apropiado que justifique cometer un delito (sanción penal) o violentar un código cultural de comportamiento (sanción moral). Por lo tanto, tiene repercusiones políticas, sociales, económicas culturales y psicológicas. Supone el convencimiento de que nada ni nadie podrá cambiar los acontecimientos planteados por el poder, y por lo tanto nadie pedirá cuentas por los delitos y violaciones que se cometan. 202 Te llevaste mis palabras, Tomo I En un entorno de guerra interna y violencia política es fundamental crear un clima de impunidad que les permita a los agentes del Estado desarrollar sus acciones represivas sin la “incomodidad” de preocuparse por sus prácticas, pues estas, no son sujeto de castigo. En este sistema están incluidas todas las instituciones que deben brindar justicia y seguridad a la población, ese contexto hizo creer a la gente que el Estado a través de ejército tenía el control total de todos los acontecimientos (de hecho era así) y que no quedaba otra cosa que adaptarse y colaborar: “... la verdad es que hay compañeros que piensan que con cortarle la cabeza a otro los demás se quedarán tranquilos, ahí es donde surge nuevamente el miedo. No sé si el gobierno estipuló la ley, a favor del coronel, a favor de la zona, a favor de los comisionados. Los principales traidores y quienes nos vendieron y asesinaron fueron los comisionados militares. Ellos fueron los principales asesinos, cómo no los vamos a reconocer, ¿díganme quiénes no conocieron a los comisionados? Fueron los comisionados los que nos hicieron mucho daño, no fueron otras personas...” (Testigo CHBT034. Cahaboncito). La participación de los trabajadores de las instituciones gubernamentales al negar información del paradero de los familiares confirmó la percepción del control que se ejercía sobre la población: “... Después de que nos mataron, tres días después escondieron a mi hijo. Fui a buscarlo a la municipalidad y pregunte si no habían metido a alguna persona a la prisión, no me dijo el Proyecto de vida y sueños rotos 203 alcalde, anda a preguntar a la estación de la policía me dijeron, pero también ahí me dijeron que no sabían nada...” (Testigo CHPT044. Chichipate). En este ambiente se imponen silencios, principalmente alrededor de los hechos traumáticos, porque que la ausencia de explicación de las muertes, las desapariciones, las separaciones forzadas, las torturas, etc. deja a las personas en el aturdimiento. Los sentimientos de rabia por la injusticia y la impunidad son intensos y no siempre tienen un espacio donde ser expresados. A veces se desplazan a la convivencia cotidiana, y cuando no son apropiadamente abordados se recurre a la evasión de los hechos, a las medias mentiras que se genera por el agotamiento de dar explicaciones de lo ocurrido y no poder encontrar soluciones. Las preguntas que hacen los hijos resultan incómodas y se recurre a evadirlas o a dar medias respuestas. Sin embargo ellos perciben el ánimo, el clima familiar y esperan una palabra esclarecedora. La cadena de desinformación que confunde y desorienta se extiende así hasta los hijos grandes o pequeños. Por aparte, la negación oficial de los hechos y la resistencia del Estado a asumir la responsabilidad de lo ocurrido frente a la impunidad con la que actuaron los victimarios y la imposibilidad de acceder a la justicia, son situaciones que no hicieron más que reforzar el reconocimiento de las víctimas como tales. Al negar los hechos se les negó además el reconocimiento a vivir y expresar su dolor: 204 Te llevaste mis palabras, Tomo I “... Mi marido comenzó a acompañar a las personas que nos estaban visitando. Cuando él se escapó yo me quedé sola con un hijo de seis años y estaba embarazada de otro, tenía tres meses cuando él se fue. Los patrulleros me llevaron a la finca. Ahí nos vigilaban. Los patrulleros, cuando querían nos llevaban a la oscuridad para hacer todo lo que ellos querían con nosotras, nos obligaban a tener sexo con ellos, nos agarraban a la fuerza. Nos pasaron a una casa que la finca usaba como bodega, se embolaban en la garita y se iban a sacarnos de esa casa, despertaban al alcalde diciéndole que habían llegado los soldados y que querían ver a esas persona guerrilleras, el alcalde abría la puerta, el comisionado y otros patrulleros nos llevaban a la garita y nos violaban. Cuando ellos se dormían por la borrachera nosotras nos escapábamos. Todas las veces cuando lo recuerdo cómo me violaron me da tristeza (...) Yo pensé que mi hijo no iba a nacer bien, vaya que no le pasó nada. Agradezco a Dios por dar a luz sin ninguna dificultad a mi hijo. A esas personas que me violaron las conozco, pero no se dónde están viviendo en estos días, en los tiempos pasados cuando los miraba sentía un gran rencor quería hacerles algo, pero no podía hacer nada, no aguantaba verles la cara. Quiero que estas personas paguen ante la ley lo que me hicieron, cuando ya no tenía marido apenas pasábamos los tiempos, nadie me visitaba, el tío de mis hijos mandaba a los patrulleros a vigilar la casa de nosotros, para ver si alguien me visitaba...” (Testigo RNH162. El Rancho). “... Fue mucho el sufrimiento que vivimos por ellos, ya no comíamos, ya no bebíamos por Proyecto de vida y sueños rotos 205 ellos, lo que ellos querían era que nosotros les diéramos comida todos los días, todos los días. Todos los días dábamos comida, pero por qué, porque ellos nos decían, ustedes le dan comida a los que están debajo de la montaña, como para que no nos den a nosotros, que los estamos defendiendo. Estos hombres no nos estaban defendiendo, más bien nos estaban matando, en cualquier momento que uno comete algún error de una vez te cortaban la cabeza, o te colgaban con un lazo en un pino, estaban haciendo muchas cosas, sufrimos mucho por ellos...” (Testigo SMR243. San Marcos). El odio del que nos hablan y nos transmiten con la fuerza de sus palabras los sobrevivientes, es un odio reactivo, es más cercano al resentimiento pero no por ello menos intenso. El odio en situaciones como ésas es también un modo de protestar, los defiende de la pasividad, de la derrota. Frente a la indolencia de muchos, el odio, la rabia y sobre todo la indignación de las víctimas puede ser una forma de no rendirse. Sin embargo, si este odio no tiene objeto al cual dirigirse porque la impunidad lo esconde, puede hacerse sentimiento difuso y orientarse hacia otros inocentes, o hacia sí mismos. Sobre esto Pau Pérez Sales, Cecilia Santiago y Rafael Álvarez opinan que: “El no enjuiciamiento de los autores de los asesinatos y/o masacres es un factor susceptible de crear, bien un clima de desesperanza y desmovilización social, bien un clima de crispación e indignación que aumenta la espiral de la violencia”. (Pérez, Santiago y Álvarez, s.f.) Entonces, la injusticia y la impunidad devienen en experiencias que 206 Te llevaste mis palabras, Tomo I vuelven a golpear, que actualizan nuevamente el trauma, produciendo a veces más dolor, pues el rechazo, la humillación, el desconocimiento o la banalización de su tristeza y de su reclamo de justicia, los aplasta: “... Pues lo que queremos de ellos es que se les haga justicia, que vayan a la cárcel. Todos los que torturaron están libres, están tranquilos ante la ley. Así mismo hay algunos de aquí que fueron los responsables, al igual que las personas que penetraron a las casas y se robaron todas nuestras pertenencias. Lo que pido es que se les haga justicia a estas personas, el gobierno sabe muy bien que todas las cosas no se consiguen fácilmente. Ellos deben investigar todo lo sucedido, porque hasta el momento no hemos visto nada productivo. Que hagan justicia por todo lo que hicieron en los años 81 y 82, yo era muy pequeño pero sí me acuerdo de toda la tortura que nos hicieron, me obligaron a formar parte de la patrulla de autodefensa civil y luego me mandaron para la zona para ser militar. Me costó mucho criar a mis hermanitos. Lo único que solicito es que se les caiga el peso de la ley sobre estas personas que nos hicieron daño...” (Testigo PZ233. Panzós). “... Una señora que ayudó a matar a los niños durante la masacre de Panzós y que todavía se encuentra con vida, nos comenzó a amenazar, diciendo que habría otra matanza: «¡Les vamos a enseñar a sus minuguas, junto con ellos los vamos a matar y tirar al río para que sean comidos por los pescados!» nos dijo. Comenzaron a amenazarnos, entonces nos fuimos al Ministerio Publico a denunciar todo lo que nos estaba Proyecto de vida y sueños rotos 207 diciendo, cuando llegamos al MP nos recibió el conserje, preguntándonos que nos había pasado, le contamos de las acusaciones que la señora nos estaba haciendo, él nos dijo si ustedes traen una seña o una herida, tienen que venir al MP ahora que le van a enseñar al fiscal. Nosotros ya no hablamos y regresamos, mis compañeras ya no querían continuar, pero yo les dije que fuéramos con el licenciado de MINUGUA, y nos fuimos, al llegar le explicamos lo sucedido, él nos acompañó al MP, habló con el fiscal, llamaron al conserje y lo regañaron, en ese momento nos atendieron y enviaron una cita a la señora, cuando llegó a presentarse le dijeron, si algo nos pasaba, ella tomaba la responsabilidad. Durante mucho tiempo estuvo enojada con nosotros no nos hablaba hasta en estos días, que medio nos habla...” (Testigo PZ207. Panzós). Pérez, Santiago y Álvarez afirman que existe un círculo de violencia-impunidad al que le sigue el olvido colectivo, fomentado por la actitud de las instituciones encargadas de la administración de justicia y agregan que en esta parte los medios de comunicación han jugado un papel importante. Ese círculo promueve el no reconocimiento de la verdad, que implica una ofensa más para las víctimas, la descalificación de su sufrimiento, que traspasa un peso histórico a la identidad colectiva, generando un conflicto no resuelto a nivel social. Es por eso que afirmamos que la memoria, la verdad y la justicia son una triada con profundos elementos terapéuticos y reparadores en todos los niveles, porque de acuerdo con Diana Kordon 208 Te llevaste mis palabras, Tomo I y Lucila Edelman: “La no sanción del crimen impide que la justicia y la ley cumplan las funciones de reparación simbólica, normatividad y cohesión social” (Kordon y Edelman, 1995). P RESENCIA DEL AUSENTE El proyecto vital se elabora a partir del contexto que nos rodea y de las personas que son significativas para nuestras vidas: los hijos, la pareja y los familiares cercanos. La ausencia de uno de ellos nos hace replantear nuestras expectativas de futuro que probablemente giraban alrededor o tomaban en cuenta a esa persona o al contexto que ya no está o no es el mismo. Uno de los impactos que desencadenó respuestas impredecibles en las víctimas como efecto inmediato y directo de la violencia política fue la muerte de familiares. Ese carácter sorpresivo supuso la imposibilidad de los sobrevivientes de prevenirlas y prepararse psicológicamente para enfrentar el hecho traumático, Martín Beristain afirma que: “Los rasgos de carácter súbito, incierto y múltiple caracterizan la experiencia de muchas de las personas afectadas por la violencia política y la guerra en Guatemala (...) en particular de los que vivieron masacres colectivas” (Beristain, s.f.). Estos acontecimientos desencadenaron procesos de duelo entre los sobrevivientes como una respuesta normal que cualquier persona enfrenta ante el suceso doloroso de la pérdida de un ser Proyecto de vida y sueños rotos 209 querido. De acuerdo con David Becker ese proceso describe esencialmente la “secuencia de estados subjetivos que siguen a la pérdida y que tienden a la aceptación de esta y a una readaptación del individuo a una realidad que ya no incluye al ser amado” (Becker, Castillo, Gómez y Salamovich, 1987). El proceso de duelo supone no olvidar lo perdido, implica más bien integrarlo a la experiencia y otorgarle un lugar en la memoria. Un lugar en el cual recordar lo perdido no impida seguir adelante con la propia vida ni movilice sentimientos de la misma intensidad que los experimentados al momento de producida la pérdida: “... mi finada mamá lucho bastante tiempo, nos llevó a las reuniones, es por eso que ahora seguimos en las reuniones no las hemos dejado de hacer, me lo pidió cuando se murió. ¡Sigan ustedes, no dejen de asistir a las reuniones, nosotros sufrimos mucho!, me dijo. ¡Es muy doloroso lo que vivimos, mataron a mi esposo y me quedé sola en la casa! me dijo, es por eso que yo sigo aquí, y estaré siempre...” (Testigo PZ226. Panzós). Un elemento que obstaculiza la elaboración de la pérdida en algunas personas es el sentimiento de culpa que se expresa en la sensación de sentirse parcialmente responsables de los hechos o en la creencia de que no fueron capaces de evitar la muerte o desaparición de su familiar: “... Ojalá que ya no vivamos nuevamente ese conflicto porque a raíz de eso perdí a mi hijo, abandonamos nuestras casas, los soldados 210 Te llevaste mis palabras, Tomo I la ocuparon porque ahí pusieron un destacamento. Fue muy doloroso lo que nos hicieron porque dejamos todas nuestras pertenencias, fue muy doloroso lo que tuvimos que vivir debajo de las montañas. Por los frutos de los árboles es que sobrevivimos algunos, pero a mi pobre hijo le tronaba y le dolía mucho el estómago, y yo no podía hacer nada, no había comida, aguantando hambre, y miedo. Se murieron muchos de nuestros hijos debajo de la montaña, sólo estábamos para morir, nosotras no pudimos hacer nada, eso me hace sentir mal...” (Testigo SPZ239. Sepur Zarco). En la teorización psicológica existen dos “modalidades” del duelo. Por un lado está el “duelo normal” que es el que sufre una persona que enfrenta la pérdida de un ser querido, que Fernández y Rodríguez definen como “una experiencia normal que cualquier sujeto sufre ante el acontecimiento doloroso de la pérdida de un ser querido” (Fernández y Rodríguez, 2000). Y por el otro está el duelo alterado, larvado, congelado o patológico, que recoge su definición a partir de la no aceptación de la pérdida y que se profundiza a través del tiempo. Este tipo de duelo adquiere mayor significación en el contexto de la guerra, donde las personas están expuestas no solo a la pérdida de seres queridos de forma súbita y masiva, sino a todos los bienes materiales, al desplazamiento, la pérdida del rol y estatus social y la pérdida de la confianza en los vecinos. En ese contexto las instituciones comunitarias y culturales dejan de jugar su papel de instancias protectoras de la identidad, porque en esas condi- Proyecto de vida y sueños rotos 211 ciones no es posible elaborar los ritos tradicionales de la muerte y que según Fernando Suazo contribuyen fuertemente a la elaboración del duelo y a evitar así la profundización del daño. De acuerdo con Fernández y Rodríguez este tipo de duelo “no sólo describe mejor la experiencia de la víctima de la guerra, sino que permite, a la vez, dar cuenta de sus dificultades para afrontarla” (Fernández y Rodríguez, 2000). Los mecanismos individuales y comunitarios que intervienen en los procesos normales de duelo están destruidos o alterados por la misma situación de guerra. Sobre esto, Suazo opina que “el duelo no es el daño, el daño es la herida, y el duelo es la reacción a la respuesta desencadenada desde la emotividad del herido” (Suazo, 2002). Más adelante dice que en el caso de las víctimas de la guerra en Guatemala este estado “alterado” de duelo se reafirma con la presencia permanente de los victimarios en las comunidades. Vicente Ibáñez Rojo afirma que: “La superación de la pérdida requiere de su aceptación ayudado por ceremonias y ritos de despedida, donde se puedan expresar emociones sobre la persona perdida y una progresiva adaptación a la nueva realidad cambiando los roles, dando un sentido nuevo al mundo modificando el vínculo con los muertos” (Ibáñez Rojo, sf). En el contexto de la guerra la elaboración del duelo se dificulta por lo inesperado de la pérdida pero generalmente por la imposibilidad de contar en muchos casos con el cuerpo del ser querido y no poder despedirse ni realizar los rituales de acuerdo a cada cultura. 212 Te llevaste mis palabras, Tomo I Para algunas personas, los sueños son una manera de comunicarse con sus muertos, de estar cerca de ellos y de sentir su protección. En los sueños recrean y transforman la realidad que vivieron. En algunos casos la vida de las personas, que atraviesan por procesos de duelo alterado, está fuertemente marcada por la presencia del familiar perdido. Su imagen o las escenas de violencia que provocaron su muerte se hacen más presentes que nunca en los pensamientos, los recuerdos y los sueños de sus familiares. Los sentimientos de angustia, tristeza y desesperanza se mantienen vigentes y son especialmente intensos. Sin embargo, de alguna manera la presencia permanente del ausente, el sentirse comprometido con él o ella, ha permitido continuar con procesos históricos de lucha, que en el caso del pueblo Q’eqchi’ que habita el Valle del Polochic y la Sierra de las Minas están representados en su lucha por la tierra, el respeto a su cultura y a sus derechos humanos: “... Si mis familiares volvieran nuevamente me pondría a llorar y le preguntaría si realmente es él, sería algo grandioso que mi madre, mi padre mi tío o algún hermano regresará y me viniera a ver. Pero realmente eso ya no es posible ya que ya solo nos recordamos de la fecha, del día y del mes en que desaparecieron. Pero cuando llega esa fecha para mí es algo muy triste ya siento que ahí los vuelvo a ver. La experiencia más triste de mi vida la viví en Panzós. Por eso cada 29 de mayo conmemoramos la memoria de nuestros familiares, y nos comprometemos con ellos para seguir luchando...” (Testigo CHPT046. Chichipate). Proyecto de vida y sueños rotos 213 Y A NO SOMOS LOS MISMOS La sensación compartida por quienes sufrieron los efectos de la violencia política es que su vida fue trastocada, que ya no son los mismos. La vivencia de continuidad y el sentimiento de ser uno mismo a través de los cambios vitales son referentes importantes para la identidad personal y comunitaria. El conflicto armado interno sacudió esos referentes, provocó sensaciones de profundo desconcierto y despojó de sentido la vida de muchas personas. Los sentimientos de impotencia experimentados fueron enormes. Las voluntades fueron dominadas por el miedo. La política contrainsurgente dirigida desde el Estado procuro que las personas perdieran las capacidades de decisión, de juicio crítico y de autoprotección, pero la lucha por sobrevivir y la esperanza de un futuro mejor hizo que la gente le encontrara sentido a su sufrimiento como una respuesta existencial al intenso daño que provocó la violencia política. Esa respuesta existencial se sustentó en la necesidad de construir referentes nuevos en contextos nuevos. El paso siguiente, entonces, fue asumir que ya no se era el mismo y que el contexto tampoco lo era. Entonces, el camino a seguir fue el de la búsqueda del sentido de la vida a partir de la reelaboración –de acuerdo a las nuevas condiciones– del proyecto vital, social y político, que se tradujo en la lucha por la verdad, la justicia y el resarcimiento. Sobre el cumplimiento del sentido de vida Viktor Frankl sostiene que: 214 Te llevaste mis palabras, Tomo I “Al cumplir un sentido de vida, el hombre se realiza a sí mismo. Si cumplimos el sentido del sufrimiento realizamos lo más humano del ser humano, maduramos, crecemos más allá de nosotros mismos. Incluso cuando nos encontramos sin remedio y sin esperanza, enfrentados a situaciones que no podemos modificar, incluso entonces estamos llamados y se nos pide que cambiemos nosotros mismos (...) el sufrimiento tiene sentido si tú mismo te cambias en otro”. (Frankl, 1990). Ahora, aunque las condiciones políticas, económicas y sociales que dieron origen a la guerra en Guatemala continúan siendo las mimas, los sobrevivientes se plantean procesos organizativos de lucha sustentados en el respeto a sus derechos humanos y su derecho al resarcimiento: “... Yo era muy joven cuando vivimos esos problemas, viví debajo de las montañas y no me da miedo decirlo. En México firmaron un acuerdo donde plasmaron que el gobierno debe de reconstruir nuestras viviendas quemadas, ya que fueron ellos los que las destruyeron. El acuerdo que fue suscrito entre el gobierno y la guerrilla decía que tenían la obligación de proporcionarnos un lugar donde vivir, no sé si ustedes han recibido alguna porción de tierras, pero yo no he recibido nada. No han dado absolutamente nada, tampoco han reconstruido las viviendas que quemaron en esta comunidad. Todo esto no lo podemos lograr si no estamos unidos, esto no requiere sólo el esfuerzo de un año, ya pasamos 36 años luchando por este conflicto y porque no tratar de luchar durante Proyecto de vida y sueños rotos 215 10 años más. Esto quiere decir que no descasamos nada, seguimos luchando y hay que seguir haciéndolo. Lo que quiero es que el gobierno cumpla y reconstruya todas las viviendas quemadas. Además los que estuvimos viviendo debajo de las montañas, está escrito en una ley que nos deberían de proporcionar medicinas, pero ¿dónde están? Aún no está equipado el puesto de salud, como debería de ser, pero ellos informan que están cumpliendo el acuerdo que firmaron. Nosotros vivimos en carne y hueso todo los problemas del conflicto, ahora soy padre de familia, tengo hijos y no quisiera que sufrieran todo lo que yo sufrí. A todas las personas que murieron en los grandes cerros hay que venerarlas, pero no saquemos provecho de ellos, no vamos a recibir dinero por la vida de ellos, sino que el gobierno está obligado a reconstruir nuestras viviendas que quemaron, así como los vinieron a quemar, a desbaratar, pues así mismo lo tienen que venir a arreglar. ¿Dónde está la carretera que ofrecieron?, ¿dónde está nuestra casa?, ¿dónde está nuestra agua potable?, nuestra escuela, ¿dónde está nuestro centro de salud y nuestra casa comunal?, no hay absolutamente nada...” (Testigo SMR245. San Marcos). Para Viktor Frankl el hombre no sólo busca un sentido de vida, sino que también lo descubre, y ello por tres caminos: “Descubre un sentido, en primer término, en lo que hace o crea. Ve, además, un sentido en vivir algo o amar a alguien. Y también a veces descubre un sentido incluso en situaciones desesperadas, con las que se enfrenta desvalidamente”. 216 Te llevaste mis palabras, Tomo I Más adelante afirma que para la búsqueda de sentido: “Lo que importa es la actitud y el talante con que una persona sale al encuentro de un destino inevitable e inmutable. Sólo la actitud y el talante le permiten dar testimonio de algo de lo que sólo el hombre es capaz: de transformar y remodelar el sufrimiento a nivel humano para convertirlo en un servicio” (Frankl, 1990). “... Solo atardecía y los perros empezaban a ladrar e inmediatamente eran los soldados que empezaban a pasar entre las casas, todo eso me daba mucho miedo. Los hombres eran sacados en forma individual, los militares dijeron que iba a ver una fiesta aquí en la comunidad como despedida de ellos, pero era mentira fue cuando se llevaron a los otros tres hombres. Fue cuando se llevaron el esposo de doña Juana Coc, fue cuando se llevaron a los hijos de doña Rosa, a todos ellos se los llevaron una tarde. Nosotras quedamos nuevamente con miedo, se quedaron muchos niños huérfanos. Fue el segundo sufrimiento que viví aquí, el primero fue en Panzós el 29 de mayo. Es por eso que me fortalecí para organizar a los que sobrevivimos, ya que conozco muy bien quienes fueron los que se quedaron sin esposos, sin hijos, sin padres. Llevo mucho tiempo participando en estas clases de reuniones, desde mucho antes que hubiera las masacres, y más bien creo que por eso me estuvieron buscando por mucho tiempo, pero gracias a Dios que no me encontraron y me pude esconder debajo de las piedras como una comadreja tal vez por eso no me encontraron. Sentí el dolor de todo ese sufrimiento es por eso que me anímo a juntar a mis compañeros, por que si no fuera así es como Proyecto de vida y sueños rotos 217 que no me importara nada de esto...” (Testigo CHPT046. Chichipate). Esa actitud de servicio puede ser traducida en muchos casos como el continuar con la lucha iniciada por los que los antecedieron, el compromiso político con las víctimas y principalmente con la organización que las representa, pero fundamentalmente con la consecución de los objetivos comunitarios de desarrollo y bienestar: “... Nosotros los que sufrimos, debemos de fortalecernos los unos a los otros dando nuestros pasos hacia los días venideros, nos estamos dando cuenta de todo lo que se está diciendo. Nosotros tenemos derecho a pelear sobre lo que queremos y sobre nuestra participación, ya hay una ley que respalda nuestros derechos y esto es lo que pretendemos todos...” (Testigo MGT195. Manguito). Bibliografia Adams, Richard y Santiago Bastos 2003 Las relaciones étnicas en Guatemala 1944-2000. Antigua Guatemala: CIRMA . Alonzo-Fernández, Alonso 1994 Psicología del terrorismo. La personalidad del terrorista y la patología de sus víctimas. España: Ediciones Científicas y Técnicas S.A. 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