Tomo II Relaciones con Tribunales profesionales clientes y medios

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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
8.- La transparencia y la previsibilidad de los honorarios.
El artículo 3.4 del Código de Deontología del CCBE establecía:
“3.4 Fijación de honorarios.
3.4.1. El abogado deberá informar a su cliente de lo que
pide en concepto de honorarios y el importe de los mismos
deberá ser equitativo y estar justificado.
3.4.2. A excepción de aquellos casos en que se firme legalmente un convenio en sentido contrario por el abogado y
por su cliente, la forma de calcular los honorarios deberá
ser conforme a las Normas del Colegio del que sea miembro el abogado. Si fuera miembro de más de un Colegio,
las normas aplicables serán las del Colegio con el que las
relaciones entre abogados y el cliente tengan el vínculo más
estrecho”.
Este último párrafo ha sido eliminado en la última modificación del
Código de Deontología agregándose al final del apartado 3.4.1 la frase
siguiente:
“... y conforme a la ley y a las normas deontológicas del
abogado.”
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Una de las características más importantes que debe revestir las relaciones económicas del cliente y su Abogado es la transparencia.
No son pocas las disposiciones contenidas en el Código Deontológico que
se refieren a aspectos de carácter económico del Abogado con su cliente. El tema del dinero es siempre reviste siempre un aspecto delicado y
muchas veces lamentablemente enturbia las relaciones. Se producen
muchas denuncias que se reciben en los Colegios de Abogados y en sus
Comisiones de Deontología cuando el Abogado opta por pasar su minuta
después de haber realizado su trabajo. Es entonces cuando el cliente
descubre que no está satisfecho con sus servicios y que incluso estima
que su proceder no ha sido correcto y es merecedor de una sanción.
Es que, lamentablemente, falta transparencia a la hora de recibir el
encargo profesional. Es bueno que el cliente sepa las condiciones en
las que está contratando a su Abogado. Es la otra característica que
deben revestir los honorarios y los gastos anejos a la actividad profesional: su previsibilidad.
Al examinar las obligaciones del Abogado hacia sus clientes hicimos
hincapié en que entre ellas estaba la de informarle el
“Importe aproximado, en cuanto sea posible, de los honorarios, o de las bases para su determinación.”
El Código Deontológico recomienda la llamada “hoja de encargo” en su
artículo 13.1 que facilita la recíproca confianza que debe existir entre
cliente y Abogado:
“Dicha relación puede verse facilitada mediante la suscripción de la Hoja de Encargo.”365
365. En el Prontuario del Abogado, varios autores, La Ley, edición de 2007 concebido como
una guía útil para el ejercicio de la profesión se lee (página 72):
“Hoja de encargo profesional: Configurada como recomendación (6), y a la espera de
que sea establecida como obligatoria, la denominada hoja de encargo o contrato de
arrendamiento de servicios Abogado-cliente constituye un elemento esencial de delimitación de la responsabilidad profesional (además de garantía para el consumidor).
De todos es sabida la ancestral dejación que el Abogado ha mostrado a la hora
de regular sus relaciones con el cliente tanto en su vertiente económica como
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Que sirve también para el tratamiento de fondos ajenos (artículo 20.2
del Código Deontológico).
Si se utiliza esta hoja, que en realidad no es más que una expresión
escrita del contrato que liga al Abogado con su cliente y que debe contener el ámbito de las actuaciones que se encomiendan al Abogado y la
retribución que se conviene por la recta ejecución de esas actividades
amén de otros detalles se habrá de evitar muchos problemas futuros.
En esa misma hoja de encargo se debe suministrar un presupuesto
de honorarios y gastos al cliente, presupuesto que no puede sino ser
aproximado para evitar inútiles y veces perjudiciales rigideces pero por
lo menos servirá de base cuando se presente un conflicto. Y, de paso,
se cumplirá con lo que dispone la Carta de Derechos de los Ciudadanos donde se prevé expresamente que los clientes tienen el derecho de
obtener esos documentos; Hoja de encargo y presupuesto.
El artículo 37 de esa Carta dispone:
“Un cliente informado.
El ciudadano tiene derecho a conocer anticipadamente el
coste aproximado de la intervención del profesional elegido
y la forma de pago.
Los Abogados y Procuradores estarán obligados a entregar
a su cliente un presupuesto previo que contenga los anteriores extremos. A estos efectos se regulará adecuadamente y fomentará el uso de las hojas de encargo profesional.”
propiamente jurídica, amparando con ello un estado de indefinición contractual que debe ser corregido. La hoja de encargo no sólo servirá al Abogado
para acreditar que determinados servicios le han sido encomendados y que sus
honorarios quedan fijados en la cuantía que se establezca —lo que evitará ulteriores disconformidades—, sino que, a través de su clausulado, podrá estipular
las condiciones en que dicho trabajo se realizará, si se extiende a una o más
instancias, si el cliente le permite detraer fondos de terceros, si la falta de provisión de fondos le exonera de su cumplimiento, etc., cuestiones todas ellas que,
de no constar debidamente articuladas, pueden generar más de un problema al
Abogado en caso de que su cliente se muestre disconforme con su actuación.
Por ello se convierte en un elemento imprescindible para el Abogado de cara a
regular de forma efectiva la eficacia y alcance de la encomienda.”.
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9.- La provisión de fondos.
Otro de los grandes remedios que previene los problemas económicos
con el cliente es la provisión de fondos. El artículo 17 del Código Deontológico proclama que
“El abogado tiene derecho a solicitar y percibir la entrega
de cantidades en concepto de fondos a cuenta de los gastos
suplidos, o de sus honorarios, tanto con carácter previo
como durante la tramitación del asunto”
y agrega el último párrafo que
“La falta de pago de la provisión autorizará a renunciar o
condicionar el inicio de las tareas profesionales, o a cesar
en ellas.” 366
COBO DEL ROSAL367 considera que
“... la provisión de fondos... tiene un doble sentido y significación:
1.- ser pago anticipado del todo o de la parte del montante
de los honorarios del Letrado o Procurador...
2.- más frecuentemente, constituirse en garantía de un hecho objetivo e incuestionable, si está probado que se ha
desembolsado una cantidad en régimen de provisión de
fondos, como una especie seria y objetiva de que se asume
la minuta que resulte, si no está acordada en régimen de
cuota litis y, por tanto, no documentada.”
366. En Inglaterra y Gales, no se reconoce al Abogado tal derecho, salvo que se haya pactado
expresamente con el cliente que la provisión de fondos se debe efectuar antes de que
culmine la actuación del Abogado. Principio 25.17 de “The Guide to the Professional Conduct of Solicitors”.
367. COBO DEL ROSAL, Manuel, “Funciones de la provisión de fondos en relación con el
pago de minutas de honorarios a Abogados y Procuradores” en “Economist & Jurist”
número 112 julio–agosto 2007, páginas 122 y siguientes.
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Agregando
“... se trata de un hecho objetivo, documentado, inequívoco y finalista, pudiendo sentarse la siguiente proposición:
todo aquel que ha pagado una provisión de fondos a Letrado o Procurador para que le defienda (o represente) a él o a
un tercero, prueba que se ha constituido en el garantizador
del pago de los honorarios totales cuando el Letrado especifique su haber o su cuantía al término de sus asuntos.
Buena prueba de ello es que si la actuación del Letrado tiene un coste inferior al de la provisión de fondos, el Letrado
estará obligado a devolver la diferencia a quien entonces
se convierte en acreedor, esto es a quien le entregó unas
cantidades en garantía real y económica.”
Un Letrado fue condenado a devolver a los demandantes la cantidad de
1.335.000 pesetas que le habían entregado al demandado en concepto
de provisión de fondos; devolución, que se reclamaba en virtud de la
renuncia que había formulado el Letrado, al resolver el contrato de
arrendamiento de servicios con sus clientes, al pago de los honorarios
profesionales devengados. La renuncia se había efectuado al reconocer
los perjuicios que por su negligente actuación profesional les había
irrogado. Sin embargo, sostenía en ambas instancias que esa renuncia
no se refería a la provisión de fondos recibida. Desestimado el argumento, recurre de casación ante el Tribunal Supremo que desestima
el recurso.368
Se alegaba infracción del artículo 6 del Código Civil. Como consecuencia de
la denuncia o puesta de manifiesto por los clientes al Colegio de Abogados
con relación a la conducta del demandado, este aceptó la resolución del
contrato, devolvió los documentos que tenía de los clientes, y renunció a
los honorarios devengados. La discrepancia surge respecto del alcance que
se había de dar a esa renuncia. El Letrado entendía que la cantidad que
se reclamaba de 1.335.000 pesetas, se refería a honorarios ya satisfechos,
368. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Primera de 14 de febrero de 2003, Ponente señor
de Asís Garrote, Aranzadi 2003/2093.
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por lo que no deben ser objeto de devolución, y sin embargo, la sentencia
entendía que la cantidad se adelantó en concepto de provisión de fondos,
para satisfacer futuras actuaciones del Letrado, trabajos, que no se acreditaron por lo que la cantidad ha de ser devuelta a los clientes que la pagaron en concepto de provisión, y ello aunque no existiese la renuncia,
“... que en este supuesto, por referirse a un derecho potestativo, no perjudicar a tercero y estar hecha de forma
explícita y terminante, ha de producir los efectos legales
de extinguir el derecho, y de acuerdo con el examen y valoración de la prueba llevada a efecto en la sentencia de
primera instancia, cuya fundamentación acepta y tiene por
reproducida la sentencia de apelación, el hoy recurrente,
no ha acreditado la intervención en los procedimientos que
alegó haber efectuado en su contestación a la demanda.”
Un Consejo de Colegios desestimó el recurso interpuesto por el denunciante contra el archivo de la queja presentada contra una Letrada a
la que le había encomendado su defensa en un procedimiento seguido
ante un Juzgado de Instrucción y la presentación de una demanda
cuya copia le había hecho llegar la denunciada. Que ante la sospecha
de que la demanda no hubiese sido entablada, acudió al Juzgado comprobando que no constaba presentada.
La Letrada indicaba que le había defendido en vía penal, que no era
cierto que se le comunicara al recurrente que la demanda civil había
sido presentada. Es más, siempre le había dicho que para presentarla
tendría que abonar la provisión de fondos reclamada que nunca hizo
efectiva. Que si bien se elaboró un borrador de la demanda civil, ésta
nunca se terminó ni se presentó por la falta de provisión de fondos
para iniciar el procedimiento en cuestión.
La Junta de Gobierno del Colegio acordó el archivo de las actuaciones
al considerar que no existía conducta susceptible de reproche disciplinario. Interpuesto recurso, el Consejo lo desestima declarando:
“En cuanto al fondo del asunto y una vez examinado el expediente, la única cuestión relevante a los efectos de este
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recurso es la comprobación de si la Letrada desatendió su
obligación de iniciar el procedimiento que le fue encomendado.
A tenor de lo dicho, se hace imprescindible acudir al precepto número 17 del Código Deontológico... que dice: “(...)
La falta de pago de la provisión autorizará a renunciar o
condicionar el inicio de las tareas profesionales, o a cesar
en ellas “.
De acuerdo con tal precepto, la denunciada está en su derecho para exigir la entrega de una determinada cantidad
en concepto de provisión de fondos a cuenta de los gastos
suplidos o de sus honorarios con carácter previo a la tramitación del asunto, de forma que, de no haber constancia de que el cliente satisfizo la suma solicitada, habrá de
concluirse que aquélla actuó correctamente no iniciando la
tarea encomendada.
Y es que, por imperativo del orden sancionador, hemos de
partir de la siguiente premisa: la denunciada goza del beneficio de la presunción de inocencia, por lo que ha de ser
el denunciante quien pruebe los dos extremos de hecho
presupuestos del ilícito: que hizo entrega de la provisión de
fondos correspondiente al procedimiento civil encomendado y que la Letrada contravino los términos de su deseo.
En este sentido el recurrente es incapaz de aportar ningún
indicio que permita inferir que abonó la provisión de fondos
que niega la Letrada. Es más, tanto de la denuncia como
del recurso, no cabe siquiera deducir, de forma certera e
indubitada, que el pago efectuado el... se corresponda en
realidad con la provisión de fondos del procedimiento encomendado.
Y ello porque, en primer lugar, nada se hace constar en el
recibo que permita relacionar su importe con el último encargo efectuado. En segundo, porque no se ha acreditado
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que a la fecha de dicho pago se hubiere ya liquidado íntegramente todos los honorarios devengados por el procedimiento penal precedente en todas sus instancias, incluida
la casación.”
Esa ausencia probatoria nos obliga, conforme a las reglas del criterio
humano y de la lógica razonable, a la conclusión de que dicha cantidad
se correspondía ciertamente con honorarios devengados, y aún insatisfechos, con anterioridad.
Es más, en el orden punitivo no se puede olvidar que rige el principio
de presunción de inocencia, consagrado por los artículos 137 de la Ley
30/1992 y 5.a) del Reglamento del Procedimiento Disciplinario. Así,
presupuesto inexcusable para la estimación de la denuncia es la previa
constancia indubitada y certera de la realidad de los hechos que se le
imputan, hechos cuya carga probatoria corresponde exclusivamente al
que denuncia.
En definitiva, todo apunta a que la Letrada se acogió a una facultad
legal que le asiste al negarse a consumar un encargo profesional, por
mucho que hubiere hecho los trabajos preparatorios, que no han sido
debidamente provisionados, máxime cuando no hay constancia de que
con ello haya precluído o prescrito ninguna acción o trámite procesal o
que por dicho motivo se hubiere irrogado al cliente ningún tipo de perjuicio no subsanable o reparable por éste acudiendo a otro Letrado.”
No es fácil siempre el pedir provisión de fondos: se exige el don de la
oportunidad. Ni demasiado pronto ya que puede asustarse al cliente
ni demasiado tarde, cuando ya se ha comenzado el trabajo y se han
asumido compromisos y han empezado las críticas del cliente. Muchas
veces, se tiene confianza en que el cliente responderá cuando le sea
demandada una cantidad de dinero y la mayoría de las oportunidades
esa confianza es fundada y responde a la realidad. Otras veces se prefiere correr el riesgo de no cobrar para no perder al cliente ya que hay
certeza de que el cliente no piensa pagar y se confía en obtener para él
condena en costas de la parte contraria. Tampoco es infrecuente que
por razones altruistas no se quiera gravar al cliente que está en difícil
situación. Pero, por muy encomiable que sea este propósito, puede
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concederse un crédito sin garantía pero por lo menos que no sea ilíquido. Debe obtenerse un reconocimiento de deuda del cliente, y, por eso,
si el cliente carece de disponibilidad económica inmediata debe dársele
tiempo pero convenirse al menos un importe y una forma de pago.
No hay que olvidar -y esto tendrá importancia a los efectos que se
examinan más adelante- que la provisión de fondos debe ser pedida
y recibida a cuenta de gastos o de honorarios o de ambas cosas a la
vez y su cuantía debe ser acorde con las previsiones del asunto y del
importe estimado.
El Tribunal Supremo ha declarado que la falta de provisión de fondos
permite al Abogado apartarse del asunto pero en ningún caso, incumplir con sus obligaciones.
Ante un Colegio de Abogados se denunció a un Letrado juntamente con
una compañera que habían sido designados Contadores Partidores de
las herencias de los padres del denunciante otorgándose escritura pública en las que se determinaba las bases de la futura partición y se
les concedía un plazo para finalizarla. El Letrado habría telefoneado al
denunciante requiriéndole una provisión de fondos en plazo perentorio, advirtiéndole que de no recibirle “podría salir perjudicado en las
adjudicaciones hereditarias y quedaría prácticamente en la jaula de
los leones” (sic). El denunciante, que tenía concertada la venta de un
inmueble que se le adjudicaría, con no pocos esfuerzos había abonado
la provisión de fondos requerida.
El Colegio de Abogados archivó las actuaciones sin declarar responsabilidad alguna, recurriéndose el acuerdo ante el Consejo General de la
Abogacía, que lo estimó con devolución del expediente al Colegio para
la práctica de determinadas pruebas, que, propuestas, no habían sido
practicadas. Una vez realizadas, el Colegio volvió a archivar el expediente por estimar, por una parte, que no había quedado acreditada
actuación profesional contraria a principios deontológicos, pues la solicitud de la entrega de cantidad lo fue con carácter de provisión de fondos o anticipo de pago de honorarios; y la pretensión de redacción de la
minuta de honorarios por parte del Colegio requería ineludiblemente el
previo sometimiento de ambas partes al arbitraje de la Junta.
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El denunciante interpuso recurso de alzada ante el Consejo General de
la Abogacía Española que lo estimó parcialmente e impuso al Letrado
como autor de una falta prevista en el apartado c) del artículo 113, en
relación con el apartado e) del artículo 114 del antiguo Estatuto General de la Abogacía la sanción de suspensión en el ejercicio profesional
por término de un mes. El acuerdo se fundamentaba jurídicamente en
tres cuestiones: la coacción o extorsión económica, por una parte, el
ocultamiento de un documento y la pretensión de que el Colegio redacte la minuta de honorarios del Letrado denunciado.
El Consejo declaró en tal oportunidad:
“Sin embargo, lo que sí está acreditado en el expediente, y
ello por propio reconocimiento del Letrado denunciado, es el
hecho de que estando próxima la expiración del plazo finalmente concedido a los Contadores Partidores, para ultimar
el cuaderno particional, solicitó el señor... como honorarios
a cuenta, el importe de dos millones de pesetas, pues según
se señaló literalmente: «en otro caso, me ajustaría en mi cometido a los términos del mandato conferido, para lo que
no era necesaria su firma en el otorgamiento de la escritura
de partición» y, a juicio del Consejo, parece evidente que tal
actitud, aunque descanse en la lícita exigencia de una provisión de fondos (Norma 7.8 de las Deontológicas de la Abogacía Española, 3.5 del Código de Deontología de los Abogados
de la Comunidad Europea) contraría elementales respetos
a la dignidad de la profesión y a las reglas éticas que la gobiernan, pues la falta de provisión de fondos únicamente
permite renunciar a ocuparse de un asunto o bien retirarse del mismo, pero jamás cambiar la línea de defensa o la
búsqueda del resultado encomendado por el cliente. De otra
parte, el ajuste a los términos de un mandato es absolutamente obligado y tampoco puede experimentar variación en
función de si los honorarios han sido o no garantizados.”
La Sala de instancia sancionaba la conducta consistente en que el Letrado obliga bajo condición a don..., la provisión de dos millones de pesetas de honorarios a cuenta, pocos días antes de firmar el Cuaderno
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Particional por el que quedaba obligado y ante esta solución, el señor...
entrega dicha cantidad, anteponiendo el Letrado, sus intereses a los
propios derivados de la actividad profesional, siendo así que el señor...
era insolvente y que el Letrado sabía que tenía un procedimiento especial y sumario para cobrar su minuta, por todo ello, estima acertada la
sentencia impugnada al Acuerdo impugnado del Consejo General de la
Abogacía que aplica en su grado mínimo el artículo 114, apartado e),
en relación con el artículo 113, apartado c) del Estatuto General de la
Abogacía e impone al Letrado la sanción de un mes de suspensión.
Interpuesto contra esta Sentencia recurso de casación, el Tribunal Supremo369 lo desestima declarando:
“... que es cierto que estando próxima la expiración del plazo concedido a los Contadores Partidores, llamó por teléfono desde... al señor... y le comunicó su deseo de que ingresara en su cuenta, en concepto de honorarios a cuenta,
la cantidad de dos millones de pesetas, pues, en otro caso,
se ajustaría a su cometido en los términos del mandato
conferido, para lo que no era necesaria su firma en el otorgamiento de la Escritura de Partición, frase que, a juicio del
Consejo General de la Abogacía, tiene un claro sentido condicionante y conminatorio para el cliente, pues de la propia
frase se desprende inequívocamente que podía o no otorgar
la firma y que condicionaba tal otorgamiento a la recepción
de unos fondos, por lo que si ello hubiera sido irrelevante
ni el recurrente hubiera condicionado su actuación ni su
cliente reaccionado como lo hizo realmente, pagando de inmediato la suma requerida.
...
En suma, lo que se está aquí debatiendo no es el tema
relativo a la aplicación de las normas civiles, siguiendo,
369. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 17 de diciembre de
1998, Ponente señor González Rivas, Aranzadi 1998/10377.
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en este punto, las valoraciones que efectúa el Consejo General de la Abogacía, sino la delimitación de una conducta
constitutiva de infracción de las normas deontológicas del
Colegio Profesional de Abogados por la actuación del Letrado denunciado por el cliente, como consecuencia de las
actividades derivadas de una operación de partición hereditaria y adjudicación de bienes a los herederos, cuyos hechos más relevantes han sido puestos de manifiesto en el
antecedente segundo de esta resolución, por lo que resulta
desestimable el motivo.
...
El segundo de los motivos de casación en que se basa la parte recurrente, se fundamenta, al amparo del artículo 95.1.4
LJCA, en la vulneración de los artículos 39, 53 y 54 del Estatuto General de la Abogacía de 24 julio 1982, por entender que teniendo en cuenta las constantes comunicaciones
y escritos entre el Letrado y el señor..., no resulta, a juicio de
esta parte, acreditada la vulneración indicada, puesto que el
Contador Partidor entiende que obró dentro del ámbito de
su actividad profesional, que solicitó los honorarios a cuenta
del importe de los dos millones de pesetas y que si el señor...
pretende imponer en la segunda fase particional, después de
la redacción de unas bases de partición que no estaban previstas en la escritura del nombramiento, un criterio distinto
sustentado por los Contadores Partidores, ello significaba
que a diferencia de su activa intervención en lograr el convenio de bases de la primera fase, se abstenía de ello y cesaba
en la función de Contador Partidor, al no ser el criterio sustentado en la partición resultado de un acuerdo conforme a
las bases del nombramiento.
Este motivo es igualmente rechazado por el Consejo General de la Abogacía, por entender que no se han impugnado
los honorarios ni por excesivos ni por indebidos, sino tan
sólo se ha enjuiciado la intervención de la actividad profesional del Letrado en los problemas hereditarios del cliente,
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lo que implicaba el exquisito cumplimiento de los artículos
39, 53 y 54 del Estatuto General de la Abogacía y el Código
Deontológico aprobado por la Asamblea de Decanos el 28
y 29 de mayo de 1987, por lo que asumido el encargo, no
pudo, como realmente realizó, anteponer su interés económico al buen fin del asunto que le había sido confiado.”
El Tribunal agrega:
“Como reconoce, en este punto, la sentencia recurrida, resulta acreditada en la cuestión examinada a la vista de los
hechos no revisables en vía casacional, el quebrantamiento
por parte del Letrado de sus deberes fundamentales como
obligación profesional, que no justifica la desviación del fin
supremo a que se halla vinculado en la búsqueda de la
justicia, a tenor del artículo 39 del Estatuto General de la
Abogacía, aprobado por Real Decreto 2090/1982, de 24 julio, e igualmente, aparece vulnerada su obligación de cumplimiento con el máximo celo y diligencia, y guardando el
secreto profesional, ateniéndose a las exigencias técnicas,
deontológicas y morales adecuadas a la tutela jurídica de
cada asunto, a tenor del artículo 53, por lo que su conducta aparece claramente valorada, como la califica el Acuerdo
del Consejo General de la Abogacía y confirma la sentencia
recurrida dentro del artículo 114, e) del Estatuto, por tratarse de un acto o misión que descrito en el apartado c) del
artículo 113, por constituir ofensa grave a la dignidad de
la profesión o a las reglas éticas que la gobiernan, cuando
no tiene entidad suficiente para ser considerada como muy
grave, se califica como falta grave y ello repercute en el orden sancionador mediante la imposición de la suspensión
de un mes en el ejercicio profesional, en aplicación de la
previsión contenida en el artículo 116, apartado segundo
del Estatuto General, que sanciona las faltas graves con
suspensión en el ejercicio de la Abogacía por un plazo no
superior a tres meses, razones que permiten concluir desestimando, en este punto, el recurso.”
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En materia de provisiones de fondos y condición de excesivos de los honorarios se pronuncia una sentencia por el Tribunal Supremo de interés.370
Un Abogado había recibido de su cliente cuya defensa ostentaba en
una demanda y en una reconvención, un total de 2.025.000 pesetas
de las que había reintegrado 1.243.083 por lo que la cantidad efectivamente percibida se redujo a 781.912 pesetas.
La parte contraria fue condenada en costas presentando el Letrado
minuta por importe de 899.000 pesetas. Impugnada, el Colegio de Abogados declaró correcta la cantidad de 400.567 pesetas, más el IVA y
excesiva en el resto.
Con posterioridad, el acusado presentó a su cliente una liquidación en la
que se fijaba sus honorarios profesionales en 775.000 pesetas de las que
descontadas las 400.567 pesetas abonadas por la contraria reducía la deuda a 374.433 pesetas. A esa suma añadía diversas cantidades por la demanda reconvencional y por ejecución de sentencia. Del importe total, deducía las cantidades entregadas reclamando un pequeño saldo a su favor.
La Audiencia le condena pero con un voto particular371,
370. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 22 de enero de 2003, Ponente señor
Maza Martín, Aranzadi 2003/426
371. Del señor Rodríguez y Vicente Tutor en el que expresaba:
«1º. Se acepta el encabezamiento y antecedentes de hecho, así como el relato histórico
de la misma.
2º. Se disiente de la calificación jurídica contenida en el primer fundamento de derecho
y de los razonamientos explicitados en los restantes fundamentos de derecho que conducen al fallo condenatorio, así como de este último.
3º. Entiende el Magistrado disidente que el hecho de que el acusado incluyera en la
liquidación presentada a su cliente la suma de... pesetas es incorrecto en cuanto en la
minuta inicial presentada para tasación del pleito civil no hacía referencia a ese trámite
lo que indica que la suma reclamada por honorarios comprendía toda su actuación
profesional en dicho proceso incluida obviamente la reconvención en cuanto su posición
procesal era de demandado y actor reconvencional.
Tampoco debió incluir en dicha liquidación las... pesetas por ejecución de la sentencia,
por las razones que se expresan en el fundamento de derecho 7º.
Ni finalmente el IVA correspondiente a esas dos cantidades.
Y en todo esto comparte la argumentación de la sentencia dictada, pero disintiendo como ya se
ha apuntado de la calificación jurídica como delito de apropiación indebida de tal actuación.
4º. No puede olvidarse que la relación entre Abogado y cliente es un contrato de arrendamiento de servicios donde el primero presta un asesoramiento técnico y una asistencia
en un proceso y el segundo por este trabajo abona la cantidad correspondiente.
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El Tribunal Supremo acoge el recurso de casación por razones semejantes a las defendidas también por el Voto Particular, formulado por
uno de los Magistrados integrantes del Tribunal de instancia y unido
a la Sentencia que expresa el criterio mayoritario. Manifiesta el Alto
Tribunal:
“En efecto, como el Voto Particular unido a la Sentencia
y el propio Representante del Ministerio Fiscal ante este
Tribunal sostienen, el hecho de que el recurrente estuviera
habilitado, por las Normas colegiales, para cargar el exceso
de su minuta profesional, no cubierto por la condena en
costas en razón a la estimada impugnación de su cuantía,
sobre su defendido, detrayendo ese importe de la previa
provisión de fondos, es cuestión, cuando menos, discutible, a la vista de las referidas Normas, que, en cualquier
caso, no permite afirmar que concurra en la conducta del
Letrado el elemento de la intención defraudatoria, apropiándose de lo que se sabe con certeza que no le pertenece,
esencial para la integración del tipo delictivo del artículo
252 del Código Penal, objeto de condena.
En realidad, así parece entenderlo también la misma Sentencia recurrida cuando afirma, en su Fundamento Jurídico Segundo, que: «... el cargo de las 374.433 pesetas es
admisible, pues como señalaba el dictamen del Colegio de
Si el cliente ha entregado unas sumas al Letrado de forma anticipada, al finar la actuación del segundo éste debe presentar una liquidación.
Si con ella no se está conforme por las razones que sean o por la actuación, como ocurre
en el caso presente de concepto indebido, surge la duda, por tratarse de una liquidación,
de si esas retenciones ilícitas pueden configurar un delito, el de apropiación indebida
o nos hallamos ante una cuestión de índole civil relacionada con un contrato de esta
naturaleza y que debe ventilarse en dicha vía.
5º. Y ante esta duda es por lo que el Magistrado que emite este voto particular, en aplicación del principio “in dubio pro reo” se decanta por un fallo absolutorio del acusado
del querellado.
6º. Por todo ello se entiende que si no hay delito, no hay autor ni cabe hablar de responsabilidad civil dimanante de aquél y que las costas deberían imponerse a la acusación
particular, por lo que el fallo de la sentencia sería el siguiente: Debo absolver y absuelvo
a don... del delito continuado de apropiación indebida que le imputa la acusación particular imposición de las costas procesales, a la acusación particular.
Este es el voto que en descargo de su consciente el Magistrado aludido” (sic).
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Abogados de 31 de mayo de 1998, si un Letrado estima que
la justa retribución de su trabajo profesional es superior a
la resultante de la estricta aplicación de la norma, puede
perfectamente girar un complemento a su cliente...». Aunque, a continuación, justifica la condena con base en que
«... donde nace el ilícito penal definido es en el tiempo y en
la forma en la que se hacen los cargos por el acusado».
Lo que, en realidad, resulta sorprendente, pues si la cantidad retenida podría ser realmente adeudada, no se comprende cómo datos circustanciales cuales los del tiempo o
la forma en que su cobro se efectúa, pueden hacer pasar la
conducta a integrar el ilícito penal.
La cuestión, por tanto, ha de remitirse al ámbito de una
mera contienda de carácter civil, en la que ambas partes
habrán de dilucidar el derecho que, eventualmente, pudiere asistirles, bien al cobro de esa parte de la minuta
profesional, bien a la devolución de la inicial provisión de
fondos.”
10.- La intervención de los Colegios de Abogados en materia de
honorarios.
Las Comisiones de Deontología han sido siempre reacias, con razón,
en entrar a discutir el importe de los honorarios que un cliente denunciante considera abusivos. En efecto, los Colegios de Abogados no tienen competencia para entrar a valorar si los honorarios que presenta
un Letrado a su cliente son ajustados o lo. Sus atribuciones en esta
materia le vienen conferidas por las leyes de enjuiciamiento: dictaminar a requerimiento de los Tribunales si los honorarios son excesivos
o ajustados pero sólo en materia de tasaciones de costas o jura de
cuentas.
El artículo 246 de la Ley de enjuiciamiento civil, con relación a las tasaciones de costas, dispone:
“Tramitación y decisión de la impugnación.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
1. Si la tasación se impugnara por considerar excesivos
los honorarios de los abogados, se oirá en el plazo de cinco
días al abogado de que se trate y, si no aceptara la reducción de honorarios que se le reclame, se pasará testimonio
de los autos, o de la parte de ellos que resulte necesaria, al
Colegio de Abogados para que emita informe.”
El artículo 35 de la misma Ley regula el procedimiento para la exacción
de honorarios de Abogado reclamados judicialmente al propio cliente
-la parte a la que defiendan- que antes se llamaba “jura de cuentas”
-término que aún se emplea- ya que según la terminología de la antigua Ley de Enjuiciamiento Civil se exigía el juramento del Abogado y la
reclamación al Procurador.372 Disponía el antiguo artículo 12:
“Los Abogados podrán reclamar del Procurador, y si éste
no interviniera, de la parte a la que defienda, el pago de
los honorarios que hubieren devengado en el pleito, presentando minuta detallada y jurando que no les han sido
satisfechos.
Deducida en tiempo esta pretensión, el Juez o Tribunal accederá a ella en la forma prevenida en el artículo 8 pero si
el apremiado impugnare los honorarios por excesivos, se
procederá previamente a su regulación, conforme a lo que
se dispone en los artículos 427 y siguientes.”373
Tanto en la antigua disposición como en la contenida en el artículo 35
de la actual Ley se prevé la intervención de los Colegios de Abogados
372. En este sentido CEDEÑO HERNAN, Marina, Retribución de Abogados y Procuradores: la
llamada “jura de cuentas”, Editorial Aranzadi, 2002 página 33: “... hemos considerado
conveniente utilizar la tradicional denominación de procesos de “cuenta o minuta jurada” o de “jura de cuentas” por su expresividad y arraigo.”.
373. En 1934 se dictaron dos Ordenes, el 12 de mayo y el 7 de agosto – para aclarar la primera – para interpretar los artículos 7, 8 y 12 de la Ley de Enjuiciamiento civil disponiendo
que los expedientes que se incoasen por los Procuradores contra sus poderdantes en
reclamación de la provisión de fondos que preveía el artículo 7 se tramitase “con la
mayor brevedad posible”, a determinar el sujeto pasivo de la acción y a la legitimación
pasiva sobrevenida de los que se beneficiaron por las responsabilidades asumidas por el
Procurador, todo en aplicación de lo dispuesto en el párrafo tercero del artículo 94 de la
Constitución de la República española.
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______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
para evacuar dictamen sobre la condición de excesivos de los honorarios pretendidos.
“Honorarios de los abogados
1. Los abogados podrán reclamar frente a la parte a la que
defiendan el pago de los honorarios que hubieren devengado en el asunto, presentando minuta detallada y manifestando formalmente que esos honorarios les son debidos y
no han sido satisfechos.
2. Presentada esta reclamación, se mandará que se requiera al deudor para que pague dicha suma, con las costas,
o impugne la cuenta, en el plazo de diez días, bajo apercibimiento de apremio si no pagare ni formulare impugnación.
Si, dentro del citado plazo, los honorarios se impugnaren
por indebidos, se estará a lo dispuesto en los párrafos segundo y tercero del apartado 2 del artículo anterior.
Si se impugnaran los honorarios por excesivos, se procederá previamente a su regulación conforme a lo previsto en
los artículos 241 y siguientes, salvo que el abogado acredite
la existencia de presupuesto previo en escrito aceptado por
el impugnante, y se dictará auto fijando la cantidad debida,
bajo apercibimiento de apremio si no se pagase dentro de
los cinco días siguientes a la notificación.
Dicho auto no será susceptible de recurso, pero no prejuzgará, ni siquiera parcialmente, la sentencia que pudiere
recaer en juicio ordinario ulterior.
3. Si el deudor de los honorarios no formulare oposición
dentro del plazo establecido, se despachará ejecución por
la cantidad a que ascienda la minuta, más las costas.”
Se ha planteado la posibilidad de los Colegios de Abogados de negarse
a evacuar el dictamen de honorarios si sus derechos no son abonados
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
por quien los solicita o por el interesado. La jurisprudencia menor es
variada pero prevalece el criterio deque si el Juzgado requiere los autos
y la emisión del dictamen el Colegio de Abogados no puede negarse a
ello.
En una oportunidad, un Letrado denunció a la Junta de Gobierno de
un Colegio de Abogados por condicionar la emisión del dictamen al
previo pago de los derechos.
El Consejo General de la Abogacía Española archivó la denuncia no
sin antes declarar:
“II.- El Estatuto General de la Abogacía Española, en su
artículo 63.1.d), establece como recursos ordinarios de los
Colegios de Abogados, entre otros, los derechos que fije la
Junta de Gobierno de cada Colegio por emisión de dictámenes, resoluciones, informes o consultas que evacué la
misma sobre cualquier materia, incluidas las referidas a
honorarios, a petición judicial o extrajudicial.
Dentro de la competencia que dicho precepto otorga a las
Juntas de Gobierno, la del I. Colegio de Abogados de..., en
su sesión de fecha..., aprobó con el concepto de “tasa por
los informes de honorarios”, tanto de los que se solicitasen por los Tribunales de Justicia, como por los compañeros como medida de arbitraje, el baremo de 6.000 pesetas
(36,06 euros) por minutas de hasta 300.000 pesetas (1.800
euros), así como que dicha tasa debía ser abonada por el
Letrado emisor de la minuta que daba lugar a la consulta.
A la vista de la normativa expuesta, no cabe sino archivar
la denuncia interpuesta, dado que la Junta de Gobierno actuó dentro de las competencias que le atribuye el Estatuto
General de la Abogacía Española, y de conformidad con lo
establecido en su acuerdo de fecha 26 de octubre de 2001.
Sin embargo, este Consejo debe destacar que, tanto los Letrados como los Colegios de Abogados y demás organismos,
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______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
tienen la obligación de colaborar con la Administración de
Justicia, y dentro de dicha colaboración se debe incluir la
emisión de los dictámenes a los que hacen referencia las
Leyes de Enjuiciamiento Civil y Criminal, los cuales deben
ser enviados a los Tribunales de manera diligente y sin dilaciones, no siendo adecuado el retraso en su envío por
causas ajenas a la propia Administración de Justicia, que
pueden suponer una dilación importante y sin justificación
en el procedimiento judicial instado, como ha sucedido en
el presente caso.”
También se ha planteado la posibilidad de sancionar a un Letrado que,
requerido por el Colegio, se niega a abonar el importe de los derechos.
Un Colegio de Abogados sancionó a un Abogado declarando:
“Los hechos descritos en el ordinal anterior son constitutivos de una infracción de los deberes impuestos en el apartado a) del artículo 34 del Estatuto General de la Abogacía,
aprobado por Real Decreto 658/2001, de 22 de junio...
En conexión con lo anterior, previene el artículo 63.1.a)
del mismo texto normativo que constituyen recursos ordinarios de los Colegios de Abogados: “Los derechos que
fije la Junta de Gobierno de cada Colegio por emisión de
dictámenes, resoluciones, informes o consultas que evacué
la misma sobre cualquier materia, incluidas las referidas a
honorarios, a petición judicial o extrajudicial, así como por
la prestación de otros servicios colegiales”.
En virtud de acuerdo de la Junta de Gobierno del Ilustre
Colegio Provincial de Abogados de... adoptado en su sesión
de fecha..., se aprobó con el concepto de “tasa por los informes de honorarios”, tanto de los que se soliciten por el
Juzgado como en razón a los que interesen los compañeros como medida de arbitraje, el baremo de 6.000 pesetas
(36,06) por minutas de hasta 300.000 pesetas.”
Por lo que
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
“La infracción cometida es susceptible de calificarse como
leve en atención a lo previsto en el artículo 86. d) del Estatuto General de la Abogacía (EGA) que determina como
faltas leves los actos enumerados en el artículo anterior
cuando no tuvieren entidad suficiente para ser considerados como graves.
Correlativamente, el artículo 85.a) del mismo texto legal
recoge como falta grave el incumplimiento reiterado de la
obligación de atender a las cargas colegiales previstas en el
artículo 34, párrafo a).
Dado que no existe reiteración en el incumplimiento y que
finalmente se ha abonado -si bien sólo a requerimiento judicial- la citada tasa, se considera pudiera imponerse al
Letrado expedientado la sanción de amonestación privada
prevenida en el artículo 81 EGA,”
La Ley prevé expresamente la existencia de un “presupuesto previo”
que impide la impugnación por excesivos en aplicación de la prohibición de ir contra sus propios actos. La introducción de esta novedad
fue consecuencia de una enmienda del Grupo Parlamentario Federal
Izquierda Unida que estimó necesario consignarlo en evitación de abusos por parte de los clientes que habiendo aceptado unas determinadas condiciones pretendiesen incumplirlos.
Los artículos 7 y 8 de la antigua Ley de Enjuiciamiento Civil tienen
su origen próximo en las “Ordenanzas para todas las Audiencias de la
Península e Islas adyacentes” de 19 de diciembre de 1835 y, aunque
no fueron recogidas en la Ley de Enjuiciamiento de 1855, no perdieron su vigencia. Así lo dispuso la Real Orden del Ministerio de Gracia
y Justicia de 25 de junio de 1861 que estimó tal omisión como una
simple inobservancia, y sí se incorporaron a la Ley de 1881 en la que
se introdujo también el artículo 12 relativo al mismo procedimiento
para la jura de cuentas por los Abogados. Se trata pues de una institución histórica. Sin embargo, con la aprobación de la Constitución
Española, se cuestionó su vigencia al poder atentar contra el principio
de igualdad.
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El Tribunal Constitucional374 definió la razón de la existencia de este
procedimiento privilegiado para el cobro de honorarios declarando que
no vulneraba la Constitución al no constituir un privilegio para los
Abogados:
“Lo primero que hay que decir es que esta normativa especial no está legalmente prevista para Procuradores y Abogados en general, sino o bien para reintegrar a los Procuradores «de su poderdante moroso las cantidades que éste
le adeude por sus derechos y por los gastos que le hubiere
suplido para el pleito» (artículo 8 de la L.E.C.), o bien, en
cuanto a los Abogados, para «el pago de los honorarios que
hubieren devengado en el pleito» (artículo 12 de la L.E.C.).
Es el pleito y los gastos, derechos u honorarios realizados o
devengados en él lo que, dentro del mismo Juzgado en que
se han producido, se hace objeto de una regulación especial y de unas actuaciones judiciales que, obvio es decirlo,
no alcanzan en absoluto a posibles derechos o devengos
extrajudiciales realizados por esos motivos profesionales. A
título simplemente de ejemplo conviene traer a colación lo
que, respecto a la tasación de costas, dispone el artículo
424 de la L.E.C.: No se incluirán en ella los «honorarios que
no se hayan devengado en el pleito». El pleito, y no la condición o profesión de quienes ostentan los créditos, justifica y
delimita el alcance de esta normativa especial.
El procedimiento del artículo 8 de la L.E.C. al que se remite el artículo 12 contiene un procedimiento, ciertamente
no desarrollado, de naturaleza ejecutiva para hacer efectivos de forma sumaria y expeditiva los créditos derivados
de la actuación profesional en un determinado proceso y
dentro del mismo de Procuradores y Abogados que, como
necesarios cooperadores de la Administración de Justicia
(así se califican expresamente en el Libro V de la Ley Or-
374. Sentencia del Tribunal Constitucional 110/1993 de 25 de marzo, Ponente señor García
– Mon y González – Regueral.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
gánica del Poder Judicial), están sometidos por dicha Ley,
por la L.E.C. y por sus respectivos Estatutos, a una serie
de deberes, obligaciones y responsabilidades tendentes al
correcto desarrollo del proceso y sin cuya colaboración no
sólo se resentiría gravemente el normal funcionamiento del
mismo, sino que resultarían de imposible cumplimiento las
garantías de efectividad y defensa que impone la Constitución a la tutela judicial. Esta peculiaridad en sus funciones
de cooperación con la Administración de Justicia, cuando
se concretan en un procedimiento determinado en actuaciones necesarias para su desarrollo, son las que merecen
como contrapartida por parte del legislador el establecimiento de un procedimiento especial en virtud del cual y
de forma rápida y sencilla puedan resarcirse de los gastos
anticipados y de los trabajos realizados dentro del proceso.
No se trata, por tanto, según ya hemos dicho, de un privilegio otorgado con carácter general a Procuradores y Abogados en atención a estas profesiones, sino en atención a su
intervención en un pleito concreto en el que han actuado
y para obtener la debida satisfacción, dentro de ese mismo
pleito, a la actividad en él desarrollada. Es así, bajo esta
perspectiva, como ha de examinarse si está o no justificada
la existencia de estos procesos especiales.”
El Tribunal Supremo375 ha venido a precisar con relación a la diferencia entre el procedimiento de jura de cuentas -que no produce cosa
juzgada material- y el procedimiento ordinario. Se discutía por el Letrado demandante que se había invertido la carga de la prueba y se le
obligaba a acreditar la realidad de sus trabajos. El Alto Tribunal declaró en esa oportunidad:
“Ninguna norma blinda a los Letrados, y esta Sala es respetuosa en cuanto al ejercicio de su profesión en el ámbito de
la legalidad, para relevarlos de probar sus pretensiones. Al
375. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Primera de 14 de septiembre de 1998, Ponente
señor Villagómez Rodil, Aranzadi 1998/6401.
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promoverse juicio declarativo no se está en el procedimiento
de jura de cuentas del artículo 12 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, en el que basta con presentar minuta detallada y jurada de que no le han sido satisfechos los honorarios
que reclama, lo que da a entender el motivo, creando confusión y contradiciendo la regla del «onus probandi», que
afecta a todos los litigantes, sin exclusión expresa alguna,
que son partes en los procesos civiles, pues el artículo 1214
determina las consecuencias perjudiciales y negativas de la
falta de prueba a recaer en el demandante, en cuanto debe
de acreditar los hechos constitutivos de su pretensión (SS.
12 marzo 1998 y 14 marzo 1988 y otras muy numerosas y
suficientemente conocidas). El motivo no procede.”
Se ha planteado ante un Consejo de Colegios de Abogados la corrección del proceder de un Abogado que insta un procedimiento de jura de
cuentas sin previa intimación a su cliente del importe de sus minutas
y de la obligación que le asiste de atenderlas. En esa oportunidad, el
Letrado se defendía sosteniendo que terminadas las relaciones con su
cliente le había devuelto la documentación aportando su minuta de
honorarios y, frente a las versiones contradictorias de denunciante y
denunciado, el Consejo archivó la denuncia aplicando el principio de
inocencia que favorece al imputado. A mi entender, no puede procederse directamente al procedimiento judicial y si así lo hiciese el Abogado
infringiría lo dispuesto en el artículo 35 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil que exige que se presente minuta detallada, esto es, que se ponga
la minuta en presencia del cliente como obligado al pago, hasta cuyo
momento, el cliente no viene obligado al pago por lo que la manifestación formal que debe realizar el Letrado -en sustitución del antiguo
juramento- y que exige el precepto en el sentido de que le son debidos
los honorarios y no le han sido satisfechos sería falsa e iría contra el
principio de lealtad que debe inspirar sus actuaciones.
La actuación del Abogado no sería inane, desde el punto de vista civil
ya que presentada la reclamación a tenor de lo que dispone el número
2 del artículo 35 de la ley rituaria, se requerirá al deudor de pago en un
plazo breve -diez días- y se habrán podido devengar costas:
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“Presentada esta reclamación, se mandará que se requiera
al deudor para que pague dicha suma, con las costas, o
impugne la cuenta, en el plazo de diez días, bajo apercibimiento de apremio si no pagare ni formulare impugnación.”
El Tribunal Supremo376 ha declarado que no constituye fraude de ley
la presentación de una demanda en juicio declarativo a los efectos de
que conociera de la reclamación otro Tribunal de un ámbito distinto
de donde se habían desarrollado las actuaciones con el objeto de que
no se pudiera eficazmente enervar el pago mediante las impugnaciones correspondientes. El recurrente sostenía que el Juzgado donde se
había planteado la reclamación había desestimado, de forma tácita,
la excepción de falta de competencia territorial aducida por el demandado en la contestación a la demanda. La Audiencia confirmaba este
pronunciamiento considerando que, después de la modificación de la
Ley de Enjuiciamiento Civil, realizada por Ley 34/1984, de 6 de agosto, la incompetencia por razón del territorio sólo cabe aducirse en el
proceso iniciado como cuestión de competencia que ha de plantearse,
con carácter previo, como declinatoria por el trámite de los incidentes.
El recurrente mantenía que la demandante, para eludir la intervención
jurisdiccional de los Jueces y Tribunales del lugar donde se había sustanciado el pleito origen de los honorarios que se reclamaban, ante los
cuales realizó su actividad profesional, incluyó en su minuta de honorarios una serie de conceptos no minutables, pero que decía responder
a actividades realizadas fuera de aquel ámbito territorial, para poder,
así, promover el procedimiento ante Jueces o Tribunales de otro ámbito territorial, aplicando la competencia para conocer de las acciones
personales del Juez no del lugar en que la obligación deba cumplirse
sino el del domicilio del demandado, o el del lugar del contrato.
En el caso de autos, el recurrente había sido demandado ante un Juzgado de Albacete siendo su domicilio el de Madrid. En tal Juzgado se
siguió y se tramitó el procedimiento principal y sus incidentes. Con-
376. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala primera de 3 de febrero de 1998, Ponente señor
Almagro Nosete, Aranzadi 1998/614.
852
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
cluido el pleito, la Abogada, en lugar de acudir a la jura de cuentas y
reclamar el pago de los honorarios que hubiere devengado en el pleito,
presentando minuta detallada y jurando su impago, ya que si lo hubiere hecho, el litigante, habría podido impugnar la minuta de honorarios de su abogada, bien por excesivos o por indebidos. Sin embargo,
la Letrada habría tratado de eludir el conocimiento y decisión de los
Jueces y Tribunales de Albacete, ya que ellos conocían su limitada intervención profesional, y con conocimiento de los criterios del. Colegio
de Abogados de esa capital, al que pertenecía como colegiada ejerciente
y promueve su demanda ante un Juzgado de Primera Instancia de Madrid, que sólo conoce por referencia cuál ha sido la intervención profesional de dicha Letrada. A través de este proceder se incidiría -según
el recurrente- en un manifiesto fraude de ley que debió ser sancionado
en conformidad con el artículo 6.4 del Código Civil.
El Tribunal rechaza los argumentos declarando:
“El fraude de ley, que es -conforme a jurisprudencia- sinónimo de daño o perjuicio conseguido mediante un medio
o mecanismo utilizado a tal fin, valiendo tanto como subterfugio o ardid, con infracción de deberes jurídicos generales que se imponen a las personas, implica, en el fondo,
un acto «contra legem», por eludir las reglas del derecho,
pero sin un enfrentamiento frontal, sino, al revés, buscando unas aparentes normas de cobertura o una cobertura
indirecta, respetando la letra de la norma, pero infringiendo su espíritu, de forma que el «fraus alterius» implica, con
carácter general, un «fraus legis», y requiere como elemento
esencial, una serie de actos que, pese a su apariencia de
legalidad, violen el contenido ético de los preceptos en que
se amparan, ya se tenga o no conciencia de burlar la ley,
como, con reiteración ha declarado el Tribunal Supremo.
Se ha de ver, por tanto, si concurre o se halla ausente el
presupuesto del denunciado fraude, que no es otro que el
logro de un resultado prohibido por el ordenamiento jurídico, doctrina que no cabe aplicar al caso, frente a lo afirmado
por el recurrente puesto que el supuesto fraude, entendido
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
como vulneración de las reglas de competencia territorial,
según se argumenta, y, con ello del derecho a Juez ordinario predeterminado legalmente, carece de consistencia,
dado que el demandado pudo plantear en forma adecuada
la declinatoria, por vía incidental, de acuerdo con la posición mayoritaria de la jurisprudencia, que se recoge en la
sentencia de segunda instancia. Por tanto, no cabe achacar
a la contraparte las consecuencias de un mal planteamiento procesal del asunto.”
El Estatuto General de la Abogacía Española amplia la intervención
de los Colegios de Abogados a la posibilidad de emitir dictamen a requerimiento del Letrado. Así lo dispone como facultad de las Juntas de
Gobierno el artículo 53 letra i):
“... emitir informes sobre honorarios aplicables cuando los
Tribunales pidan su dictamen con sujeción a lo dispuesto en
las Leyes o cuando lo soliciten los colegiados minutantes.”
Evidentemente, estos dictámenes tienen carácter no vinculante y son
más bien una orientación a los colegiados sobre el importe de los honorarios que han devengado en una actuación determinada. El informe
se emite con todas las cautelas y reservas -no puede ser de otra manera- porque se conoce una visión parcial de la situación: la del Letrado
acreedor de los honorarios.
Los Colegio ofrecen también a los Letrados y a sus clientes un servicio
de mediación para tratar de llegar amistosa y extrajudicialmente a
una solución satisfactoria para ambas partes. Pero todo esto, al margen de la deontología.
Sus competencias también les vienen atribuidas para resolver mediante arbitraje las diferencias entre cliente y Abogado pero sólo cuando
ambos se someten voluntariamente a su jurisdicción.
El artículo 4 letra n) del Estatuto General de la Abogacía Española así
lo dispone estableciendo que son funciones de los Colegios de Abogados, entre otras,
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“Resolver las discrepancias que puedan surgir en relación
con la actuación profesional de los colegiados y la percepción de sus honorarios, mediante laudo al que previamente
se sometan de modo expreso las partes interesadas.”
Así, los Consejos de Colegios de Abogados inadmiten los recursos contra los dictámenes de honorarios evacuados por los Colegios cuando
pretenden que por el Consejo, se manifieste si la cuantía de la minuta
fijada en el informe ahora impugnado es correcta o no.377
El Tribunal Supremo, en Auto de fecha 23 de marzo de 1992378, estableció que:
“... la reclamación de una minuta por servicios prestados por
un Letrado no puede ser instada de un Colegio de Abogados,
sino a través del órgano jurisdiccional correspondiente y procedimiento adecuado según los servicios minutables y su naturaleza; sin que un dictamen emitido a efectos meramente
ilustrativos y orientadores confieran a un acto de esta naturaleza la consideración de acto administrativo impugnable...”;
Ya en una Sentencia de fecha 22 de noviembre de 1963, el Tribunal
Supremo había puesto de manifiesto que
“... el informe-propuesta que se eleva a la autoridad a quien
corresponde resolver el expediente no constituye un acto
recurrible en alzada, a tenor del artículo 113 de la Ley de
Procedimiento Administrativo”.
La Sentencia de 20 de julio de 2000, de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, declara:
“... los dictámenes que han de emitir los Colegios de Abogados en los incidentes de impugnación de honorarios, bien
377. Manifestando “ya que de lo actuado se infiere una discrepancia estrictamente económica
en cuanto a la liquidación de cuentas entre el Letrado y su cliente...”.
378. Auto del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Cuarta de 23 de marzo de 1992, Ponente señor García Estartús, Aranzadi 1992/3116.
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de las tasaciones de costas, bien de los expedientes de jura
de cuentas, tramitados por los órganos jurisdiccionales, no
forman parte de un procedimiento administrativo sino del
jurisdiccional en el que son recabados por disposición legal... Es reiterada la jurisprudencia del Tribunal Supremo
según la cual no pueden merecer el calificativo de impugnables los dictámenes e informes, manifestaciones de opinión
que, siendo meros actos de trámite... se limitan a aportar
elementos de juicio de ciencia... con los restantes datos disponibles por el órgano que haya de decidir el asunto, que
es el que plasmará la voluntad de la Administración... sin
que un dictamen emitido con efectos meramente ilustrativos y orientadores confiera a un acto de esta naturaleza la
consideración de acto administrativo impugnable”.
Y el Tribunal Supremo, Sala de lo Contencioso-Administrativo, mediante Auto de fecha 22 de octubre de 2001379, dispuso que
“... siendo competencia del órgano jurisdiccional que conozca del concreto proceso determinar, finalmente, la cantidad que habrá de incluirse en la tasación de costas...”, “...
el informe del Colegio no pasa de ser, por respetable que
sea, un dictamen pericial que, de acuerdo con el artículo 632 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, no es vinculante
para el Juzgador...”
Un Consejo declaró a propósito de esto:
“II.- A la vista del contenido de las manifestaciones de ambas partes y después de haber examinado detenidamente
la documentación obrante en el expediente, hay que señalar que los honorarios de un Letrado son un derecho reconocido por el artículo 56 del Estatuto General de la Abogacía Española, sin embargo no es competencia del Consejo...
379. Auto del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Quinta de 22 de octubre de 2001,
Ponente señor Sanz Bayón, Aranzadi 2002/37382.
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la resolución de las discrepancias surgidas en materia de
honorarios, debiendo acudir el interesado a la vía establecida en el artículo 246 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de
Enjuiciamiento Civil.
El recurrente intenta defender sus derechos en la vía errónea obviando lo preceptuado en el artículo 246 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, el cual se remite claramente a la jurisdicción civil ordinaria en los supuestos de impugnación
de honorarios de Letrado.
Por otro lado, cabe señalar que los dictámenes emitidos
en materia de honorarios constituyen una actividad pericial realizada a petición del órgano instructor del procedimiento, teniendo el órgano competente para resolver plena
libertad para seguir o no el parecer del consultivo dado el
carácter no vinculante del dictamen emitido (artículo 83 de
la Ley 30/92 de 26 de noviembre).
La jurisprudencia del Tribunal Supremo, en sentencias de 3
de noviembre de 1988, 12 de junio, 18 de julio y 28 de noviembre de 1990, 18 de septiembre de 1991 y 30 de marzo de 1994,
entre otras, reconocen la sujeción de los Colegios Profesionales al ordenamiento administrativo, al régimen de recursos de
tal naturaleza, así como al posterior control jurisdiccional en
la vía contencioso-administrativa, en la medida en que se desempeñen funciones públicas atribuidas por la Ley.
Por el contrario, aquellos aspectos que tienen relación con
la promoción, ayuda y asistencia de los intereses de sus
colegiados, que son internos dentro del ámbito de afiliación, deben ser regulados principalmente por el Derecho
Privado, según señalan explícitamente las sentencias de 12
de junio y 28 de noviembre de 1990, las cuales distinguen
claramente en el caso concreto de los Colegios de Abogados
entre el cumplimiento de fines privados, de interés para los
colegiados, y aquellos otros de carácter público, para los
que se hallan facultados por sus normas reguladoras.
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El citado Tribunal Supremo, manteniendo la referida doctrina jurisprudencial, manifestó en sentencia de fecha 3 de
abril de 2000 lo siguiente: “... en efecto, la fijación de los
honorarios por parte del Colegio a propósito los trabajos
realizados por uno de sus colegiados..., no tiene el pretendido carácter de recurrida y que esta Sala hace suyo, por
obvia, no se ejerce a través de él potestad de “imperium”
porque la liquidación que se efectúa no tiene el carácter de
ejecutiva ni lleva aparejada la posibilidad de seguir una vía
de apremio... Los actos administrativos son aquellos actos
jurídicos realizados por la Administración -en este caso un
Colegio Profesional-, con arreglo al Derecho administrativo; indudablemente por tanto, han de emanar de un ente
público comprendido dentro de la administración y cuando
actúa investido de “imperium” y en el ejercicio de sus prerrogativas... “.
Y en el mismo sentido se pronuncian los Tribunales Superiores de
Justicia, como puede comprobarse con las sentencias del Tribunal Superior de Extremadura de 26 de junio de 2000 y de Madrid de 18 de
junio de 1998 y de 2 de junio de 1999.
Concretamente, la última sentencia citada claramente manifiesta:
“El Dictamen de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid de 1 de junio de 1995 -no vinculante- tiene
un carácter pericial, en cuanto está destinado a suministrar al órgano jurisdiccional que ha de resolver el incidente
de impugnación, por excesivas, de la tasación de costas
practicada en un pleito civil previo el parecer de la Corporación Profesional acerca de si la minuta presentada en dicho
pleito por el Letrado hoy recurrente -y cuestionada por la
parte condenada en costas- se acomodaba a las normas
orientativas de Honorarios Profesionales de los Letrados,
debiendo recabarse y emitirse el referido dictamen, preceptivamente, siempre que se impugne por excesiva una tasación de costas (artículo427).
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Consiguientemente, no tiene otro valor que el de prueba pericial dentro de un procedimiento incidental jurisdiccional,
y, como tal, será valorado por el órgano jurisdiccional antes
de resolver -para acoger, o no, el parecer del dictamen- la
impugnación, por excesiva, de la tasación de costas.
No es, por tanto, un acto de la Corporación Profesional sujeto a Derecho Administrativo, ni contiene decisión de clase
alguna —simplemente es un dictamen pericial-, por lo que
no es susceptible de impugnación en vía administrativa, ni
en esta jurisdiccional...
En consecuencia, el presente recurso debe ser declarado
inadmisible, como ya se ha dicho, dado que el recurso de
alzada debe entenderse referido a los actos que comportan
ejercicio de potestades públicas por parte de los Colegios.
La resolución de las controversias que puedan surgir entre
los Colegios de Abogados, cuando actúan como sujetos de
Derecho Privado, y los sujetos jurídicos afectados por dicha
actuación, sean o no Abogados, no compete al Consejo...,
sino que debe recabarse, como la de cualquier conflicto intersubjetivo, en el ámbito del tráfico jurídico privado de los
Tribunales civiles.
III.- Finalmente, y en otro orden de cosas, ha de citarse la
doctrina establecida por nuestros Tribunales de Justicia; así,
el Tribunal Supremo en sentencia de fecha 25 de octubre de
1999, entre otras, al establecer que: “... que lo mismo antes
que después de la Ley 7/1997, y como regla general, los honorarios constituyen materia propia de cada Colegio como tal...
la propia norma legal acoge la posibilidad de la diversidad y la
libertad colegial en la fijación de los honorarios a percibir por
los Abogados pertenecientes al Colegio respectivo”.
En definitiva, tal y como se desprende de la antedicha resolución, los Colegios profesionales son independientes y
gozan de plena libertad en el momento de elaborar las nor859
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
mas orientadoras de honorarios aplicables en su ámbito territorial, e igualmente tienen su autonomía y libertad para
estimar la corrección de la aplicación de las mismas, sin
que esté prevista la fiscalización o enjuiciamiento de esta
aplicación por parte de este Consejo.”
Y el mismo Consejo inadmitió la denuncia de un cliente contra su anterior Abogado que alegaba la corrección de las minutas giradas y de la
liquidación de cuentas practicada.
El Consejo estimó que, en el caso de Letrados y clientes, sólo cuando
éstos se sometan voluntariamente al dictamen de la Junta de Gobierno
podrá pronunciarse ésta, careciendo de facultades para dirimir cualesquiera controversias en la materia surjan de otra manera.
Además, por vía disciplinaria sólo es posible el enjuiciamiento de las conductas reprobadas como faltas leves, graves y muy graves en el Estatuto
General de la Abogacía no a la impugnación privada de honorarios.
Declaró en esa oportunidad
“II.- Abundando en lo anterior, la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en sentencias como la de 3 de noviembre de
1988, 12 de junio, 18 de julio y 28 de noviembre de 1990,18
de septiembre de 1991 y 30 de marzo de 1994, reconocen
la sujeción de los Colegios Profesionales al ordenamiento
administrativo, al régimen de recursos de tal naturaleza,
así como al posterior control jurisdiccional en vía contencioso-administrativa, en la medida en que se desempeñen
funciones públicas atribuidas por la Ley. Por el contrario,
aquellos aspectos que tienen relación con la promoción,
ayuda y asistencia de los intereses de sus colegiados, que
son internos dentro del ámbito de afiliación, deber ser regulados principalmente por el Derecho Privado.
Siendo así en el ámbito colegial, mayor sujeción, si cabe, al orden del Derecho Común han de tener las vicisitudes que puedan
surgir entre cliente y abogado en el estricto seno de su relación
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contractual, lo que incluye sin duda la fijación de los honorarios.
No olvidemos que el encargo profesional entre cliente y Letrado tiene la naturaleza jurídica de un contrato de arrendamiento de servicios, por lo que la cuantía de los honorarios, como elemento esencial del mismo, podrá ser fijada
por las partes con plena libertad.”
Se ha planteado en vía judicial recurso contencioso-administrativo
contra el Consejo General de la Abogacía que inadmitió el recurso de
alzada interpuesto contra un dictamen sobre honorarios de un Colegio
de Abogados. El recurso se basaba en que, a pesar de lo manifestado
por el Consejo en el sentido que el dictamen no se trataba de un acto
administrativo, lo era, pues de no serlo
“... sería lo mismo que negar que el Colegio de Abogados es
un órgano administrativo”.
Se apoyaba el recurrente en el criterio en el mismo sentido por el Catedrático de Derecho Administrativo Don Ramón Parada en su manual
“Derecho Administrativo II” página 339 que citaba:
“La aplicación del Derecho publico, normas o principios, así
como el sometimiento de todos los actos al enjuiciamiento
de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo (arts. 28, 35
y 37 de la Ley Jurisdiccional) parece clara, como se ha dicho,
al igual que el Derecho francés, en todo lo referente, aprobación de normas sobre tarifas de servicios u honorarios,”
El Consejo fundamentaba su inadmisión también en que el dictamen
impugnado no es vinculante para el Juzgador a los efectos de la impugnación de la tasación de costas, lo que el recurrente no discutía,
alzándose contra el dictamen porque
“... no se acomoda a las normas administrativas que el propio Colegio de Abogados estipula a hora de emitir dichos
dictámenes,”...
861
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
añadiendo que
“En este sentido entendemos y por eso lo recurrimos el dictamen, que existía una infracción de las normas orientadoras
aprobadas por la Junta General Ordinaria del Colegio de Abogados de... con fecha..., concretamente en su apartado I: DISPOSICIONES GENERALES, dice textualmente: I.- El precio de
los servicios u honorarios de los profesionales de la Abogacía
debe fijarse atendiendo esencialmente al trabajo efectivamente realizado por dicho profesional, la importancia o responsabilidad, de orden económico o personal, y la dificultad de
hecho que existía en el encargo realizado por el cliente.”
Con relación a la argumentación del Consejo en el sentido de que la resolución emitida por el Colegio de Abogados, se trataba de un dictamen
pericial, manifestaba el recurrente que
“... una cosa es la valoración que el Juzgado efectúe del
mismo, y otra muy diferente la consideración que tenga en
cuanto al derecho administrativo.”
El Consejo General de la Abogacía Española había resuelto inadmitir
la alzada declarando:
“El recurso a decidir no es procesalmente viable porque a
pesar de haber sido formulado por persona interesada en
sentido legal dentro del plazo de un mes que el artículo
114, en relación con el 107.1, de la Ley 30/92, de 26 de
noviembre, modificada por la Ley 4/99, de 13 de enero,
previenen para su interposición, no es competencia de este
Consejo valorar los posibles conflictos que en materia de
honorarios se susciten. El recurrente pretende que por este
Consejo se revise el dictamen emitido por la Junta de Gobierno del Colegio, y manifieste si la cuantía de la minuta
fijada en el acuerdo recurrido, es correcta o no.
El informe colegial impugnado contiene un dictamen y una
resolución en materia de cuantía de honorarios, que no
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son vinculantes para el Juzgador, tal y como se desprende
del artículo 246.3 de la actual Ley Procesal Civil (en igual
sentido se manifestaba el artículo 428 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881), cuando tienen lugar a instancias
del órgano judicial ya sea en los trámites de la tasación
de costas, juras de cuentas, o en fase probatorias de los
procedimientos ordinarios; no son dictámenes sujetos al
Derecho administrativo, sin que pueda considerarse que la
emisión del informe comporte acto administrativo emanado del Colegio en el ejercicio de las potestades públicas que
tienen conferidas por el ordenamiento.
En este sentido, la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, de 2 de junio de 1999, claramente manifiesta: “El Dictamen de la Junta de Gobierno del Colegio de
Abogados de Madrid de 1 de junio de 1995 -no vinculante- tiene un carácter pericial, en cuanto está destinado a
suministrar al órgano jurisdiccional -que ha de resolver el
incidente de impugnación, por excesivas, de la tasación de
costas practicada en un pleito civil previo- el parecer de la
Corporación Profesional acerca de si la minuta presentada
en dicho pleito por el Letrado hoy recurrente -y cuestionada por la parte condenada en costas- se acomodaba a las
Normas Orientativas de Honorarios Profesionales de los Letrados, debiendo recabarse y emitirse el referido dictamen,
preceptivamente, siempre que se impugne por excesiva una
tasación de costas (artículo 427).
Consiguientemente, no tiene otro valor que el de prueba pericial
dentro de un procedimiento incidental jurisdiccional, y, como
tal, será valorado por el órgano jurisdiccional antes de resolver
-para acoger, o no, el parecer del dictamen- la impugnación,
por excesiva, de la tasación de costas. No es, por tanto, un acto
de la Corporación Profesional sujeto a Derecho Administrativo,
ni contiene decisión de clase alguna -simplemente es un dictamen pericial-, por lo que no es susceptible de impugnación en
vía administrativa, ni en esta jurisdiccional...”.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
El Consejo General de la Abogacía Española vio en alzada un recurso
interpuesto por una Letrada contra el acuerdo de la Junta de Gobierno
de un Colegio de Abogados, por el que se le requería para que el plazo
de 10 días girara nueva minuta a una cliente.
Un Abogado había solicitado la opinión de la Junta de Gobierno respecto de si los honorarios emitidos por su compañera eran excesivos
o ajustados a las normas orientadoras colegiales, así como si se había
producido un caso de cuota litis dando toda clase de explicaciones sobre la materia consultada.
El Consejo estimó el recurso haciendo las siguientes declaraciones:
“II.- El artículo 53 del Estatuto General de la Abogacía establece, en su apartado u), que una de las atribuciones de
la Junta de Gobierno es la de “emitir consultas y dictámenes, administrar arbitrajes y dictar laudos arbitrales...”.
Así, de conformidad con el citado artículo, la Junta de Gobierno del Colegio ha dictado el informe que ahora se impugna; sin embargo, y en este sentido, deben destacarse
dos extremos de gran trascendencia:
- En primer lugar, del estudio de las actuaciones, no se
deduce que ninguna de las partes interesadas, esto es la
Letrada minutante y la justiciable que ha abonado los honorarios, hayan solicitado la emisión de informe alguno
sobre los honorarios girados; pero es que tampoco se ha
acreditado que el Letrado señor... sea el Letrado de (esta
última) y, mucho menos, que actúe en nombre y representación de la misma.
- En segundo lugar, la medida adoptada por la Junta de
Gobierno del Colegio de Abogados en el citado acuerdo excede a las competencias establecidas en el citado precepto
53.t) del Estatuto General de la Abogacía, y por lo tanto,
carece de base legal para ser dictada.
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En consecuencia, no cabe sino revocar el acuerdo recurrido, y declarar la nulidad de las actuaciones practicadas,
todo ello sin perjuicio de que el Colegio pueda abrir diligencias para depurar la actuación de la Letrada.”
En general, el Consejo desarrolla este fundamento de derecho en las
múltiples denuncias que se reciben en materia de honorarios:
“..., es importante destacar que el Abogado no incurre en
responsabilidad disciplinaria alguna por presentar su minuta de honorarios, sin perjuicio de que las discrepancias
surgidas en cuanto al importe de los mismos se puedan
resolver por las vías oportunas, no siendo, en principio,
competencia de este Consejo apreciar las posibles discrepancias que en materia de cuantía de honorarios se susciten entre Abogado y cliente.”
Y también:
“I.- El recurso a decidir no es procesalmente viable porque
a pesar de haber sido formulado por persona interesada en
sentido legal dentro del plazo de un mes que el artículo 115,
en relación con el 107.1, de la Ley 30/92, de 26 de noviembre, y el artículo 17.1 del Reglamento de Procedimiento Disciplinario, previenen para su interposición; no es competencia
de este Consejo valorar los posibles conflictos que en materia
de honorarios se susciten, al no tratarse de una cuestión de
carácter deontológico la planteada por el denunciante.
II.- A la vista del contenido de las manifestaciones de ambas partes y después de haber examinado detenidamente
la documentación obrante en el expediente, hay que señalar que los honorarios de un Letrado son un derecho reconocido por el artículo 44 del Estatuto General de la Abogacía Española, sin embargo no es competencia del Consejo
General de la Abogacía la resolución de las discrepancias
surgidas en materia de honorarios, debiendo acudir a la vía
establecida para ello.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
El recurrente intenta defender sus derechos en la vía errónea obviando lo preceptuado en la Ley de Enjuiciamiento
Civil la cual remite claramente a la jurisdicción civil ordinaria en los supuestos de impugnación de honorarios del
Letrado.
El Tribunal Supremo tiene declarado en numerosas sentencias que en los casos de impugnaciones de honorarios
no procede ningún recurso administrativo, ya que se trata
de un procedimiento judicial de la jurisdicción civil, procediendo los recursos correspondientes a la misma.”
Pero existen situaciones en que las Comisiones de Deontología no pueden dejar de intervenir. Partiendo de la base que el Abogado es libre
para fijar sus honorarios ya que la profesión se ejerce en régimen de
libre competencia y partiendo de la base también que el cliente es libre para aceptarlos o rechazarlos y que, en caso de disputa el asunto
puede desembocar en los Tribunales que resuelven previo dictamen
del Colegio respectivo que actúa como un auténtico perito. Sin embargo, existen situaciones derivadas de las relaciones económicas que no
pueden escapara a la deontología, desde luego, el abuso y la pretendida
retribución de la incompetencia manifiesta. Y tampoco puede aceptarse que el Abogado cobre lo que le parezca cuando en lugar de impetrar
la tutela judicial efectiva de los Tribunales para percibir lo que estima
es el importe de sus honorarios, recurre a la autotutela.
Se han planteado en estos casos situaciones dramáticas. Un cliente
encarga a un Letrado su defensa en un proceso penal, en unas diligencias previas o en un sumario y le entrega la cantidad que le es
reclamada en concepto de provisión de fondos para honorarios y gastos en el bien entendido que con ello cubre su defensa. Después de
dos consultas, un escrito de personación y vista de los autos surgen
discrepancias entre Abogado y cliente que decide cambiar de defensa.
Reclamada la liquidación de la provisión de fondos, el Letrado hace coincidir el importe de sus honorarios con el importe recibido e imputa la
totalidad de la provisión de fondos pagada a honorarios ya devengados
cuando es obvio que la provisión debía cubrir muchas otras actividades. O simplemente, produce una minuta muy superior y la reduce
866
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hasta la provisión de fondos recibida. En algún Consejo Autonómico se
ha obviado pronunciarse sobre ese particular.
Una Letrada que fue contratada para la defensa de un preso y percibió
una provisión de fondos de dos millones de pesetas recurrió en casación contra la Sentencia dictada por la Sala de lo Contencioso-Administrativo de un Tribunal Superior de Justicia por la que se confirmaban las Resoluciones dictadas por la Junta de Gobierno del Colegio de
Abogados y por el Pleno del Consejo General de la Abogacía Española
por las que se le imponía la sanción de un mes de suspensión en el
ejercicio profesional con arreglo al artículo 116.2 del Estatuto por negligencia en el desempeño de la función profesional y retención de la
cantidad recibida en concepto de provisión de fondos.
El Consejo General de la Abogacía Española había desestimado el recurso de alzada, afirmando que había quedado probada la negligencia
y la falta de formulación de minuta de los honorarios profesionales,
pues ni se justificaba ni explicaba el envío del original de la minuta a la
familia del cliente, no al propio cliente, haciendo esta alegación cuando
formula el pliego de descargos.
El Tribunal Superior concuerda en el sentido de que la minuta fue
presentada a la familia del cliente después de la denuncia efectuada.
Se estimó cierto
“... que la Letrada sólo se preocupó inicialmente de la provisión de fondos, y sólo cuando había alcanzado una elevada
suma comenzó a efectuar una serie de actuaciones en Costa
de Marfil y Líbano que se engloban en la minuta en el concepto de estudio de antecedentes por importe de 4.000.000
de pesetas (quiere decir 400.000 pesetas). Flota la sospecha
de que la provisión de fondos tenía otra explicación distinta
de la correcta. La letrada, con sus escasos escritos y con su
actividad en el extranjero ha logrado formular una minuta
por 1.602.021 pesetas, que si bien formalmente se ajusta a
las normas colegiales, materialmente indica que los cargos
contra ella formulados son correctos.”
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
Igualmente que
“Los hechos probados están incursos en el artículo 113,
c) (ofensa grave a la dignidad de la profesión o a las reglas
éticas), bien calificados como falta grave en el artículo 114,
e) y benévolamente sancionados en el apartado 116.2, pues
se impone la suspensión por un tercio del tiempo máximo.
El cliente, extranjero, perseguido por un delito contra la
salud pública, desconoce la recta actitud de la justicia española y en desdoro de este prestigio la letrada gira una
cuantiosa minuta que sólo se justifica por causas no probadas pero sí denunciadas, por lo que no puede emprenderse acción alguna judicial contra la letrada, pero sí imponerle las costas por temeridad.”
El Tribunal Supremo380 al desestimar el recurso declaró:
“Manifiesta, en segundo lugar, la recurrente, que la Sala
afirma que la minuta se ajusta a las normas colegiales, no
obstante lo cual considera procedente la sanción por ser
la cantidad excesiva y que la formalización de la minuta
debe coincidir con la finalización de las actuaciones, que se
remitió a la familia por ser ésta quien había efectuado los
desembolsos y que carece de falta de rigor la afirmación de
la sentencia de que la minuta es posterior a la denuncia,
por cuanto no se consigna el día del mes de septiembre en
que fue presentada.
Esta alegación, sin embargo, carece de relevancia para desvirtuar la apreciación, hecha por la Sala de instancia y deducida racionalmente de los elementos probatorios obrantes
en el expediente, de que el carácter externo o formalmente
correcto de la minuta en último término presentada no es
óbice para que materialmente deba considerarse desorbita-
380. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 17 de noviembre de
1998, Ponente señor Xiol Ríos, Aranzadi 1998/9150.
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da y, por ende, insuficiente para justificar el destino de la
provisión de fondos recibida, y de que esta justificación se
hizo tardíamente, ante las reclamaciones que culminaron
en la denuncia presentada, y por vía inadecuada.”
Otra Letrada que había sido contratado para ejercer la defensa de un
preso y recibido una provisión de fondos de 1200 euros un día martes
habiéndose prescindido de sus servicios el lunes próximo por haberse
contratado a otro Abogado presentando minuta superior a la cantidad
recibida, fue denunciada ante su Colegio que archivó la queja confirmándola el Consejo declarando:
“Alega el denunciante que la Letrada le ha cobrado 1200
euros pese a no haber realizado actuación alguna en el
asunto encomendado, consistente en defender a la señora..., a la que ni siquiera visitó en prisión, como se había
comprometido.
Sin embargo, a la vista de las alegaciones y documentación
adjuntada por la Letrada resulta que en el escaso tiempo
(en) que duró la relación la relación profesional de libre
designación, ésta llevó a cabo las actuaciones que estimó
pertinentes y que se podían realizar en dicho momento,
desplazándose a la prisión para ver a la señora..., la cual,
no obstante, había sido trasladada esa misma tarde, por
lo que no se aprecia falta de diligencia en la ejecución del
encargo encomendado, el cual devengó los oportunos honorarios, cuyo importe total o por partidas no puede revisarse en vía disciplinaria, como la actual, y sin perjuicio de
las posibilidades de impugnación que, en su caso, pueda
ejercitar el denunciante.”
Una actuación como la expresada vulneraría lo dispuesto en el artículo
44 del Estatuto General de la Abogacía Española ya que si bien el Abogado tiene derecho a la compensación económica de sus servicios, ésta
debe ser adecuada a los servicios prestados. Si bien, la cuantía de los
honorarios será libremente convenida entre el cliente y el Abogado, esa
convención debe establecerse con respeto a las normas deontológicas.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
Si no hay pacto expreso pueden aplicarse los baremos orientadores del
colegio conforme a las reglas, usos y costumbres. Si se ha hecho una
provisión para una defensa en la tramitación de todo un procedimiento
penal no puede aplicarse su total importe a las gestiones realizadas,
por muy importantes que se estimen por quien las haya llevado a cabo
para justificar el no reintegrar las cantidades percibidas. Se estaría
incurriendo en un incumplimiento grave de una norma estatutaria, el
adecuar a los usos y costumbres los honorarios. Surgiría pues la responsabilidad deontológica y la posible sanción.
No es que se pretenda restringir la libertad del Abogado para cobrar lo
que le parece adecuado y justo. Es que se quiere que someta su minuta
previamente a la consideración de su cliente si no tuvo la precaución
de convenir previamente su importe. Pero, en todo caso, es preciso
ser extraordinariamente cuidadoso en estas situaciones, mirarse con
muchísimo cuidado y respetarse siempre -no puede ser de otra manera- la presunción de inocencia. No es siempre fácil determinar cuándo
un honorario es adecuado ni cuando es abusivo pero existen criterios
-basados en los baremos- que puede servir como base general para un
enjuiciamiento.
El Consejo General de la Abogacía Española tuvo la oportunidad de ver
un recurso de alzada interpuesto por una cliente contra un acuerdo de
la Junta de Gobierno de un Colegio de Abogados por el que se había
acordado el archivo de las actuaciones seguidas como consecuencia
de la denuncia de la recurrente que se quejaba de la inexactitud de
la rendición de cuentas que había formulado el Letrado al no incluir
determinadas entregas de dinero. El Colegio había archivado al no haberse acreditado la realidad de las partidas emitidas, resolución que en
definitiva adoptó el Consejo.
Cuando la denunciante solicitó la minuta al Letrado, éste le entregó
una que ascendía a una cantidad en lugar de reflejar la cantidad verdaderamente abonada.
El Letrado denunciado presentó escrito de alegaciones manifestando
entre otras cosas que:
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“... lo realmente cobrado fue la cantidad de... pesetas, entregándose una minuta por inferior valor incluyéndose el
IVA que no se cobró, por que así les convino más a la denunciante y al propio Letrado y así lo decidieron ambos.”
La denunciante se cuestionaba la corrección del comportamiento del
Letrado denunciado y la adecuación de sus honorarios al trabajo realizado y negaba enfáticamente la existencia de
“... un pacto con el Letrado a la hora de emitir la minuta y
poner una cantidad menor de la que realmente cobró.”
El consejo, al estimar el recurso y ordenar la apertura de expediente
disciplinario declaró lo siguiente:
“II.- Examinados los antecedentes que obran en las actuaciones practicadas, ha quedado probado que el Letrado intervino en defensa de los intereses de su cliente, en el procedimiento..., además de haber intervenido en otra serie de
actuaciones profesionales en aras a resolver las numerosas
cuestiones que se plantearon...
La denunciante, en su escrito de recurso, ha manifestado
que nunca puso en duda el derecho del Letrado a cobrar
unos honorarios, sólo se cuestiona la adecuación de los
mismos al trabajo realizado. Pues bien, hay que señalar
que tales cuestiones no constituyen “materia decidente”
por éste Consejo, pues el tema de la regulación de honorarios y las discrepancias surgidas en cuanto al importe de
los mismos tiene sus cauces en las vías convencionales,
arbitral colegial o ante la jurisdicción ordinaria.
En referencia a la supuesta cantidad de... pesetas, en metálico que la denunciante afirma haber entregado al Letrado, no ha quedado acreditado, existiendo versiones contradictorias que hacen obligado la aplicación del principio de
presunción de inocencia.”
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Agregando
“Por otro lado, se cuestiona la corrección del comportamiento del Letrado denunciado al haber emitido una factura de
honorarios por la cuantía de... pesetas en lugar de reflejar
lo verdaderamente cobrado por el mismo que ascendía a
la cantidad de... pesetas, según ha quedado reconocido y
acreditado en el presente expediente.
La denunciante ha mantenido que nunca manifestó al Letrado su conformidad con la emisión de una factura que no
reflejaba la realidad de los honorarios percibidos.
Por estos motivos, este Consejo entiende que el Letrado pudiera haber infringido las normas deontológicas al no haber actuado de forma clara con su cliente en materia de honorarios,
en concreto con respecto a las... cuestiones ya mencionadas.”
11.- La rendición de cuentas como obligación del Abogado.
El Abogado tiene la obligación de rendir cuentas de las cantidades que
le han sido entregadas o que ha recibido para su cliente. 381
El artículo 7.8 del antiguo Código Deontológico, después de establecer
el derecho del Abogado a pedir provisión de fondos, le obligaba a rendir
cuentas:
“7.8. El Abogado tiene derecho a pedir, previamente al inicio del asunto o durante su tramitación, entregas a cuenta
de honorarios y gastos.
381. De manera más exacta que las recordadas cuentas del Gran Capitán:
“Gastado en frailes, religiosos, pobres y monjas, que continuamente estaban
en oración rogando a Nuestro Señor Jesucristo y a todos los Santos y Santas
que le diesen victoria: 200.736 ducados, 9 reales
A los espías de los cuales había entendido los designios de los enemigos y ganado muchas victorias y la libre posesión de tan gran reino: 700.494 ducados
En guantes perfumados: 10.000 ducados
Por reponer campanas gastadas a fuerza de repicar victorias: 170.000 ducados
Por la paciencia en escuchar al Rey que le pedía cuentas a quien le regaló un
reino: 100.000 ducados”.
872
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La provisión de fondos habrá de ser moderada y de acuerdo
con las previsiones razonables del asunto y podrá condicionar el inicio de las tareas profesionales o su tramitación.
La falta de provisión de fondos faculta al Abogado para renunciar al asunto.
El Abogado tiene que rendir cuentas a la mayor brevedad
de los fondos recibidos del cliente, así como de las cantidades percibidas por cuenta de aquél, sin que, a falta de
convenio, pueda destinarlas al pago de sus propios honorarios.”
El artículo 1720 del Código Civil, en relación con el mandato, dispone:
“Todo mandatario está obligado a dar cuenta de sus operaciones y a abonar al mandante cuanto haya recibido en
virtud del mandato, aun cuando lo recibido no se debiera
al segundo.”
Esta precisa obligación con relación a la provisión de fondos ha sido
eliminada del vigente Código de manera expresa que da un tratamiento
distinto a las cantidades recibidas.382
Un Consejo de Colegios de Abogados de una Comunidad Autónoma resolvió, desestimando el argumento del Letrado expedientado, en el sentido de que el Código había eliminado la obligación de rendir cuentas:
“... se ha de aclarar que los hechos por los que ha sido
sancionado el Letrado recurrente siguen teniendo la consideración de infracción deontológica en el nuevo Código
Deontológico, que expresamente se refiere a ellos en su artículo 20 con un tratamiento más severo que el anterior,
por lo que, aun cuando no se recogieran de esa forma,
382. Sobre el tema puede consultarse AMADEO, José Luis, Rendición de cuentas según la
Jurisprudencia, Editorial Ad Hoc, Buenos Aires, 1998.
873
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también mantendrían igual calificación de infracción, por
mor del artículo 113 c)383 del Estatuto General de la Abogacía, puesto que ofenden gravemente a la dignidad de la
profesión y a las normas éticas que la gobiernan.”
Por una parte, el artículo 17 se refiere a las provisiones de fondos para
gastos suplidos384 y honorarios dándole el tratamiento que se desprende de esa disposición.
Por otra, los “fondos ajenos” se regulan en el artículo 20 del Código -y
de cuyo contenido me ocuparé luego- que dispone:
“Artículo 20.- Tratamiento de fondos ajenos
Cuando el Abogado éste en posesión de dinero o valores de
clientes o de terceros, estará obligado a tenerlos depositados
en una o varias cuentas específicas abiertas en un banco o
entidad de crédito, con disposición inmediata. Estos depósitos
no podrán ser concertados ni confundidos con ningún otro
depósito del abogado, del bufete, del cliente o de terceros.
Salvo disposición legal, mandato judicial o consentimiento
expreso del cliente o del tercero por cuenta de quien se
haga, queda prohibido cualquier pago efectuado con dichos
fondos. Esta prohibición comprende incluso la detracción
por el Abogado de sus propios honorarios, salvo autorización para hacerlo recogida en la hoja de encargo o escrito
posterior del cliente y, naturalmente, sin perjuicio de las
medidas cautelares que puedan solicitarse y obtenerse de
los Tribunales de Justicia.
El Abogado que posea fondos ajenos en el marco de una
actividad profesional ejercida en otro Estado Miembro de
383. Hoy 84 c) del vigente Estatuto.
384. La expresión “gastos suplidos” siempre me ha extrañado ya que “suplido” que se usa
generalmente en plural es, según el Diccionario de la Real Academia Española ” Anticipo que se hace por cuenta y cargo de otra persona, con ocasión de mandato o trabajos
profesionales.” Suplido es pues, provisión de fondos para gastos.
874
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la UE deberá observar las normas sobre depósito y contabilización de los fondos ajenos en vigor en el Colegio a que
pertenezca en el Estado Miembro de origen.
Los abogados tienen la obligación de comprobar la identidad exacta de quien les entregue los fondos.
Cuando el abogado reciba fondos ajenos con finalidades de
mandato, gestión o actuación diferente a la estrictamente
profesional, quedará sometido a la normativa general sobre
tal clase de actuaciones.”
La Sección Novena de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid dictó una Sentencia el 11 de marzo de 2002 385 -confirmada por el Tribunal Supremo- desestimando un
recurso contra la resolución de un Colegio de Abogados, confirmada
en vía administrativa por recurso ordinario mediante resolución del
Consejo General de la Abogacía Española, por la que se había impuesto la sanción de suspensión de tres meses al actor por haber incurrido
en falta disciplinaria. Se producía aquí una situación de identificación
de la persona que había entregado los fondos.
Los hechos tenían origen en una denuncia de un antiguo cliente que,
como consecuencia de sus relaciones profesionales con el Letrado, había ingresado dos talones, por importe de 110.000 y 15.000 pesetas,
respectivamente, a favor del Letrado recurrente. Éste le había entregado unos días después un recibo, con la antefirma de su bufete por el
importe de 125.000 pesetas. El Letrado había cesado en sus funciones
para este cliente quien, en repetidas ocasiones, le había requerido la
devolución de la provisión de fondos sin que este practicara liquidación
alguna.
El Letrado fundamentaba su impugnación -además de asuntos formales que no vienen al caso- en que desconocía que se le hubiera
realizado un ingreso dado que se hizo a favor de otro nombre y no en
385. Ponente señor Verón Olarte.
875
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
el suyo propio y que el ingreso lo efectuó una señora que no aparecía
como cliente suya. El Consejo sostenía que el actor tenía perfecto conocimiento del ingreso como así ha reconocido en vía administrativa
por lo que no liquidar la cuenta constituye la infracción por la que se
sanciona al interesado.
El Tribunal desestima el recurso declarando:
“Quinto.- En cuanto al fondo del asunto, se debe analizar
si, de los hechos, expuestos, cabe deducir error en la persona del recurrente. Pues bien la Sala admite que, en un primer momento, la recurrente pudiera tener dudas de quién
efectuó los ingresos de 110.000 y 15.000 pesetas dado que
la cifra, por separado, no coincidía con la provisión solicitada (125.000 pesetas) y que efectuó el ingreso una persona
distinta de la que hizo el encargo.
Sin embargo esa duda inicial se desvaneció cuando dos
días después del ingreso, el Letrado sancionado emite recibo por la cantidad de 125.000. Desde ese momento el actor
conocía, necesariamente, a cuanto ascendía la provisión, a
qué trabajo o actuación se refería y por cuanta de quien se
hizo el ingreso.
Pero es que, además, desde que se rompen las relaciones
entre cliente y Abogado aquél reclama a este en diversas
ocasiones la devolución de la provisión sin que el Letrado
prestara la menor atención a esa reclamación.
Así pues, la recurrente tenía conocimiento de la provisión,
de la persona que la hizo, del encargo o gestión a que se
refería y que, por las razones que fueran, los interesados
habían desistido de proseguir sus relaciones. Por todo lo
anterior debió dar cumplimiento al artículo 8.d) del Código
Deontológico a cuyo tenor “el abogado tiene obligación de
rendir cuentas a la mayor brevedad de los fondos recibidos”.
876
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
No habiéndolo hecho, resulta evidente que se ha incumplido con la obligación lo que constituye la infracción colegial
por la que se sanciona al actor.”
Del análisis conjunto de estas dos disposiciones no parece que el Abogado esté obligado a rendir cuentas de los fondos recibidos a cuenta de
honorarios tal como disponía el antiguo Código. Esta interpretación es
inadmisible ya que el que hace una provisión de fondos, para atender
cualquier pago futuro -los honorarios, por ejemplo- no lo hace como
una liberalidad o con la idea de que está satisfaciendo una obligación
ya prestada sino como una habilitación para facilitar la prestación de
un servicio. No es lo que se denomina vulgarmente un pago a “fondo
perdido”386.
Desde el punto estrictamente civil, la percepción de una cantidad en
concepto de provisión de fondos obliga al que la recibe a rendir cuentas del importe percibido, por lo que, salvo que la cantidad entregada tenga por concepto precisamente el abonar actuaciones y trabajos
concretos, de acuerdo con las reglas del artículo 1.214 del Código Civil
recae sobre el Letrado la carga probatoria de los servicios prestados y
la cuantía de los mismos, para determinar si existe algún sobrante que
pertenece necesariamente al cliente, que tiene derecho correlativo a su
restitución.
La obligación de rendir cuentas, pues, tiene tanto un contenido de derecho civil como de Deontológico y constituye falta sancionable el no
rendir cuenta de las cantidades percibidas, sin perjuicio de las demás
responsabilidades en que pueda incurrir.
En estatutos particulares de Colegios de Abogados se ha venido a insistir en esta necesidad. Así en los Estatutos del Ilustre Colegio de Abogados de Málaga aprobados en Junta General Extraordinaria de fecha
1 de diciembre de 2003 se incluyó un artículo 11 el deber de rendir
cuentas a los clientes de los fondos recibidos de ellos o para ellos por
386. Expresión que no se compadece con la más técnica de “Capital que se impone a rédito
por una o más vidas, con la condición de que, muriendo aquel o aquellos sobre cuyas
vidas se impone, quede a beneficio de quien recibió el capital y paga el rédito.”.
877
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
cualquier concepto. Este deber, de acuerdo a la disposición citada es
exigible cuando el asunto encomendado esté terminado, cuando haya
cesado la relación Abogado-cliente, cuando se haya pactado expresamente o cuando de solicita por el que hizo el encargo. Comprende
este deber el de rendir cuentas de las provisiones de fondos recibidas
para honorarios y esa obligación se cumplen mediante la emisión de la
oportuna minuta.
“Artículo 11.- De los deberes de los Abogados en el ámbito
de este Colegio.
Además de los deberes que impone el Estatuto General de
la Abogacía y las normas que regulan la profesión, los Abogados incorporados y los que actúen dentro del ámbito del
Ilustre Colegio de Abogados de Málaga, tienen los siguientes:
a) rendir cuentas a sus clientes de los fondos recibidos
de ellos o para ellos por cualquier concepto. Este deber
es exigible cuando el asunto encomendado esté terminado,
cuando haya cesado la relación Abogado-cliente, cuando se
haya pactado expresamente o cuando se solicite de forma
expresa por el que hizo el encargo.”
El Código de Deontología del CCBE lo prevé expresamente en su artículo 3.8.1.6.que obliga al Abogado a llevar una precisa contabilidad de
todas las operaciones realizadas con fondos de clientes -contabilidad
completa y exacta- y a entregar
“... dicha contabilidad al cliente cuando así se lo solicite.”
La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, con sede en Valladolid, por sentencia de 14 de
noviembre de 2002,387 confirmada por el Tribunal Supremo al inadmitirse el recurso deducido en su contra, confirmó a su vez las sanciones
387. Ponente señor Oraá González
878
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
que había impuesto el Consejo General de la Abogacía Española que
estimó parcialmente el recurso formulado por el actor contra el acuerdo de la Junta de Gobierno de un Colegio de Abogados consistente
en quince días de suspensión en el ejercicio de la Abogacía y otra de
reprensión privada al considerársele responsable de, respectivamente,
una falta grave prevista en el artículo 114.e), en relación con el 113.c),
del Estatuto General de la Abogacía (por deducir cantidades correspondientes a su cliente para el cobro de sus honorarios) y de una falta
leve tipificada en el artículo 115.b), en relación con el 53, de ese mismo
Estatuto General (por no remitir al cliente la oportuna factura de sus
honorarios ni haberle rendido cuentas del resultado del pleito).
El recurrente pedía que
“... se anule al acto impugnado y que se le absuelva (sic) de
las sanciones que le fueron impuestas,”
sosteniendo que contaba con autorización para cobrar sus honorarios de
las cantidades que le fueron reconocidas a su cliente lo que decía, resultaba del poder apud acta que le fue otorgado por ella misma y de haber
sido el Procurador que la representó el que le pagó dichos honorarios.
No se producía en el recurso discusión sobre los hechos: el Letrado había defendido a su cliente en un juicio verbal del automóvil resuelto por
sentencia en la cual se reconocía una indemnización, incluidos intereses,
de 1.1Í21.203 pesetas. Que le había únicamente entregado 642.207 pesetas. De la primera cifra había descontado sus honorarios, no sólo por
ese pleito sino por un recurso contencioso-administrativo en la que le
defendió y un ejecutivo seguido a instancia del padre de la cliente.
El artículo 113.c) del antiguo Estatuto General de la Abogacía, vigente
en la época en que se cometieron los hechos, tipificaba como falta
muy grave -que pasa a ser grave si no tiene entidad suficiente- los
actos y omisiones que constituyan ofensa grave a la dignidad de la
profesión o a las reglas éticas que la gobiernan, precepto que había de
ser puesto en relación con las normas 7.4 y 7.8 del epígrafe “De los
honorarios” del Código Deontológico de la Abogacía Española. Estas
normas, como ya se ha visto, con otra numeración permanecen en los
actuales Código y Estatuto.
879
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
El Tribunal declaró que
“... no vale para justificar el proceder del actor el poder
apud acta que le fue otorgado por su cliente, pues las cláusulas en que el se apoya -dice que estaba facultado para
cobrar cantidades que reconocérsele a favor de la poderdante, así como consignar y pagar cantidades que procedieran- en absoluto equivalen a la autorización específica”
para cobrar honorarios a que se refiere la norma 7.4 o al
“convenio” indicado por la norma 7.8.
Efectivamente, dados los términos utilizados en el Código
Deontológico, (...), ninguna duda hay de que el consentimiento preciso para que un letrado pueda cobrar sus honorarios del dinero reconocido a su cliente ha de ser expreso
por parte de éste, sin que sea suficiente con una previsión
general, máxime si se repara en que el poder se confirió
para actuar en un proceso determinado y se quieren cobrar
honorarios correspondientes a otros pleitos (alguno en el
que ni siquiera es parte la poderdante) o a partidas, como
la de tasación de costas, que no resultaban procedentes:
la sentencia de que aquí se trata no contenía especial pronunciamiento sobre las costas.
Idéntica suerte desestimatoria merece el segundo alegato,
aquél en el que el recurrente aduce que sus honorarios
los recibió directamente del Procurador, que era el representante legal de la señora... En efecto, aunque es cierto que fue el Procurador el que materialmente cobró del
Juzgado de... el dinero correspondiente, no lo es menos
que dicho Procurador se lo entregó después al abogado
aquí actor (éste reconoce en su demanda que aquél le endosó los cheques), que fue el que lo gestionó y el que con
él hizo los pagos que consideró oportuno. En este sentido,
hay que resaltar que fue el demandante el que abonó sus
derechos al Procurador -y esto no tendría sentido de ser
el Procurador el que realizara los pagos- y el que efectuó
la liquidación pertinente que terminó en la entrega a la
880
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
cliente de 642.207 pesetas, una vez descontados, como
se ha dicho, sus honorarios no sólo de ese proceso sino
también de otros pleitos. En consecuencia, pues, y según
lo expuesto, procede desestimar el recurso en la parte
atinente a la falta grave, que se aprecia fue efectivamente
cometida.
TERCERO.- En lo tocante a la falta leve, la no rendición de
cuentas, se juzga bastante para justificar el rechazo de la
pretensión anulatoria ejercitada en relación con ella con
poner de relieve, primero, que el actor no ha acreditado
que cumpliera esa obligación, particular sobre el que debe
quedar claro que la misma existe no sólo respecto de los
fondos recibidos del cliente sino, también, de “las cantidades percibidas por cuenta del mismo” (por eso no importa
que no recibiera provisión de fondos), y segundo, que esa
rendición debe efectuarse “a la mayor brevedad”, lo que se
resalta porque el Letrado pretende eximirse de responsabilidad con la liquidación obrante al folio 9 del expediente,
posición totalmente rechazable, en primer lugar, porque la
realizó a mediados de 1997 con objeto de presentarla en
las diligencias previas que se seguían contra él -téngase en
cuenta que la sentencia que reconoció la indemnización a
la cliente es de octubre de 1993 y que el dinero se cobró, la
mayor parte en junio de 1994 y el resto en julio de 1995-,
y en segundo término, porque tampoco hay constancia de
que esa liquidación se remitiera a la cliente habida cuenta que fue dirigida al Juzgado y, en contra de lo que se
decía en sus primeras alegaciones a la denuncia, no es
necesariamente “lógico” que también se le presentara a
aquélla.”
Normalmente, cuando se produce una denuncia en materia deontológica por falta de rendición de cuentas, con la acreditación de los gastos
producidos y la elaboración de la minuta, basta para que el asunto se
archive y no pase a mayores pero, como se ha dicho ya, no es suficiente
cualquier liquidación. Por el contrario debe razonarse y detallarse con
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
la minuciosidad habitual el importe recibido, el importe consumido en
función de las actividades realizadas y el resultado. Si hay un saldo a
favor del Abogado, se reclama pero si el saldo es a favor del cliente, no
debe vacilarse en abonársele.
Sin embargo, un Consejo de Colegio de Abogados ha estimado que la
rendición de cuentas tardía no cohonesta la infracción cometida:
“En cuanto a la falta de liquidación estaría probado que
ésta se produjo después de presentarse la queja, por lo
que también parece que la infracción se habría producido, puesto que es obligación del Letrado rendir cuentas al
término del encargo profesional, salvo acuerdo en otro sentido, sin necesidad de petición expresa del cliente y aun
cuando esto pueda parecer que carece de sentido dado que
el principal perjudicado por el retraso suele ser el Abogado,
normalmente acreedor de honorarios debidos”.
Sin embargo, el mismo Consejo declaró que no obstante acreditarse
que una letrada no había pasado minuta de honorarios por procedimientos terminados hacía dos y tres años,
“... la tardanza en pasar las minutas parece en principio
lógica dada la amistad habida entre Abogada y cliente,
admitida por ambos, que diluye en la relación descrita la
estrictamente profesional, sin perjuicio de que ella sería
la única perjudicada por la relativa tardanza en su cobro;
por lo que, a falta de mayor prueba y con base al invocado principio de presunción de inocencia procede estimar el
recurso y revocar el acuerdo impugnado que sancionó a la
Letrada con apercibimiento por escrito.”
El Colegio de Abogados de Barcelona ha resuelto que
“Los Letrados deben llevar a cabo los encargos profesionales, una vez aceptados, con la máxima diligencia y pericia. También habrán de liquidar debidamente las provisiones de fondos o libramientos a cuenta hechos por sus
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______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
clientes, a través de la minuta de honorarios debidamente
confeccionada.”388
El Tribunal Supremo ha declarado que la obligación de rendir cuentas
se incluye naturalmente entre las obligaciones del Abogado para con
su cliente.
Un Letrado fue sancionado con un apercibimiento por escrito por un
Colegio de Abogados cuya resolución fue confirmada por el Consejo
General de la Abogacía Española y por Sentencia de una Sección de
la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia en Madrid. Contra tal Sentencia se alza en casación.
El razonamiento que contiene la sentencia comienza así:
“El artículo 53 del Estatuto General de la Abogacía establece
como obligaciones del Abogado para con su patrocinado la
de cumplimiento con el máximo celo y diligencia de la misión
de defensa que le ha sido encomendada, añadiendo que en
tal función se atendrá a las exigencias técnicas, deontológicas y morales adecuadas a la tutela jurídica de cada asunto. En los presentes autos ha quedado acreditado que entre
1978, fecha en la que sus clientes empezaron a hacer entrega
de cantidades como provisión de fondos, hasta 1988 en la
que el hoy sancionado efectuó liquidación definitiva, no les
fueron presentadas liquidaciones provisionales ni recibieron
ningún tipo de información o justificante del destino que iban
recibiendo esas cantidades. Obviamente tal comportamiento supone una falta de diligencia por parte del Letrado en el
desempeño de su actuación, ya que esa diligencia no puede
quedar constreñida única y exclusivamente a los aspectos estrictamente jurídicos, con obligación de informar al cliente
puntualmente de las distintas incidencias procesales y sustantivas del asunto, sino que habrá de extenderse a cuantas
388. Según disponen los artículos 43.3 de las Normas Deontológicas y 33 del Estatuto del
Colegio de Barcelona.
883
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
cuestiones se relacionen necesariamente con la misión que le
ha sido confiada. No puede tampoco confundirse -como hace
el recurrente- la liquidación final, que necesariamente habrá
de producirse una vez cese en la dirección letrada, ya sea por
terminación del pleito o por renuncia o extinción de la relación de servicios, y las liquidaciones parciales o provisionales que necesariamente habrán de realizarse periódicamente,
durante la marcha del asunto a fin de garantizar el derecho
del cliente de estar puntualmente informado. Consiguientemente, a juicio de esta Sección, queda acreditado -sin que se
advierta ningún tipo de indefensión, pues nunca se le privó al
recurrente de presentar cuantas alegaciones y pruebas tuviera por conveniente- que durante diez años recibió cantidades
de sus clientes, por importe de 3.937.207 pesetas, sin que
hasta noviembre de 1988, fecha en la que presentó la liquidación final a requerimiento del Colegio de Abogados de Madrid
en virtud de queja formulada por sus clientes, les hubiera
presentado liquidaciones provisionales o información adecuada del destino dado a aquellas cantidades. Tal proceder
queda circunscrito en el artículo 115 b) en relación con los
artículos 53 y 116.3 a) del Estatuto General de la Abogacía.
El recurso se desestima por el Tribunal Supremo389 declarándose:
“Por lo que hace a la infracción del artículo 53 del Estatuto
General de la Abogacía, toda su argumentación se reduce
a decir, en síntesis, lo que sigue: a) que los clientes estaban informados de todo ya que ha habido dos procesos,
uno penal y otro civil en los que los que han formulado
la queja han sido querellantes y demandantes y sostiene
que hubo liquidaciones cada vez que iban percibiendo los
efectos cambiarios; y b) que no hay precepto que obligue a
estar llamando a los clientes todos los días.
389. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 4 de mayo de 1999,
Ponente señor González Navarro, Aranzadi 1999/4793.
884
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
Es claro que, argumentando como lo hace, el recurrente
está discutiendo los hechos probados en la sentencia, no
siendo esto admisible al faltar las circunstancias excepcionales en que tal cosa podría hacerse en casación. Y, si bien
es claro que no hay precepto alguno que obligue a llamar a
los clientes todos los días, no es esto lo que se le ha imputado. Y por ello conviene reproducir lo que dice la sentencia
impugnada en el fundamento tercero, párrafos segundo y
tercero: «En los presentes autos ha quedado acreditado que
entre 1978, fecha en la que sus clientes empezaron a hacer
entrega de cantidades como provisión de fondos hasta 1988
en la que el hoy sancionado efectuó liquidación definitiva,
no les fueron presentadas liquidaciones provisionales ni recibieron ningún tipo de información o justificante del destino que iban recibiendo esas cantidades. Obviamente tal
comportamiento supone una falta de diligencia por parte
del Letrado en el desempeño de su actuación, ya que esa
diligencia no puede quedar constreñida única y exclusivamente a los aspectos estrictamente jurídicos, con obligación de informar al cliente puntualmente de las distintas
incidencias procesales y sustantivas del asunto, sino que
habrá de extenderse a cuantas cuestiones se relacionen
necesariamente con la misión que le ha sido confiada. No
puede tampoco confundirse -como hace el recurrente- la
liquidación final, que necesariamente habrá de producirse
una vez cese en la dirección letrada, ya sea por terminación
del pleito o por renuncia o extinción de la relación de servicios, y las liquidaciones parciales o provisionales que necesariamente habrán de realizarse periódicamente, durante la
marcha del asunto a fin de garantizar el derecho del cliente
de estar puntualmente informado”.390
390. Ya la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, Sección Sexta de 27 de marzo de
1995, Ponente señor Sieira Míguez, Aranzadi 1995/2067 declaró:
“En el caso que nos ocupa los hechos probados fijados por el Tribunal «a quo»
son el que el hoy recurrente no contesta las cartas certificadas remitidas por su
cliente solicitando información sobre el asunto que le había encomendado, así
como la indebida situación de las diferencias existentes entre las cantidades
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
Y, por supuesto, no puede imputarse a honorarios, salvo pacto expreso
-otra vez la Hoja de encargo- las cantidades recibidas para el cliente.
Estas son suyas.
No siempre es así. La falta de rendición de cuentas puede transformarse
en un delito de apropiación indebida. En tales casos, el expediente disciplinario debe suspenderse hasta que recaiga sentencia en vía penal
o se sobresean las actuaciones. Una absolución o una sobreseimiento
definitivo no presupone sí un archivo en vía deontológica. Ni tampoco
el desistimiento del denunciante ni el acuerdo extrajudicial satisfactorio. El Consejo General de la Abogacía Española desestimó un recurso
de alzada interpuesto por un Letrado contra el acuerdo de la Junta de
Gobierno de un Colegio de Abogados por el que se impuso una sanción
de cuatro meses de suspensión en el ejercicio de la profesión, como
consecuencia de la denuncia formulada por un antiguo cliente.
El Abogado denunciado había sido designado para defender los intereses de un cliente, en una reclamación en materia de tráfico. Recibió
percibidas en su día de su cliente como provisión de fondos y la fijada en la
minuta de honorarios que a aquélla fue presentada por el Letrado, circunstancia sobre la que ni tan siquiera ha propuesto prueba en contrario el Letrado
recurrente, pese a que ambos hechos se acreditan documentalmente por la
denunciante mediante los acuses de recibo de las cartas remitidas y copia de
las mismas así como los recibos de las cantidades entregadas, es evidente que
tales hechos constituyen un incumplimiento de las obligaciones establecidas
en los artículos 43.3 de las Normas Deontológicas, en cuanto establecen la
obligación del Abogado de rendir cuentas en todo caso y a la mayor brevedad
de los fondos recibidos del cliente, y de los artículos 53 del Estatuto General
de la Abogacía y 33 del Estatuto del Colegio de Abogados de Barcelona, en relación con el artículo 24 del Reglamento de Usos y Costumbres de la Abogacía,
aprobado por Acuerdo del Consejo de Colegios de Abogados de Cataluña, que
establece la obligación del Abogado de mantener en todo momento informado
a su cliente, precepto que complementa los citados de los Estatutos en cuanto
establecen la obligación de cumplimiento de la misión de defensa encomendada con el máximo celo y diligencia, sin que, en relación con la primera de
las cuestiones planteadas, la no rendición de cuentas, sea relevante la procedencia o no de la minuta, tal y como se pone de relieve en la resolución del
Consejo de Colegios de Abogados de Cataluña, cuestión ésta que tampoco se
valora en la sentencia de instancia, lo que hace irrelevante la argumentación
del recurrente en este punto, por lo que resulta evidente que, infringidos los
preceptos anteriormente citados estamos, en presencia de la infracción prevista en el artículo 94.e) del Estatuto del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona
cuya infracción se alega, lo que justifica en consecuencia la desestimación del
motivo casacional alegado.”.
886
______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
una provisión de fondos y sin noticias, su cliente acudió al Juzgado,
descubriendo que el asunto estaba archivado y que la Procuradora
había recibido en su nombre, las cantidades consignadas por la parte
contraria hacía aproximadamente dos años.
Fueron inútiles las diligencias encaminadas a obtener la devolución de las
cantidades. La Procuradora pidió tiempo para poder reunir el dinero, manifestando que le había entregado parte del importe percibido al Letrado.
El denunciante solicitó la mediación del Colegio, e informó que iba va a
proceder a interponer una querella criminal por los hechos descritos.
El Letrado procedió a devolver a su cliente parte de la cantidad distraída a pesar de lo cual se continuó la tramitación del expediente una vez
archivado el procedimiento penal.
El Consejo, al confirmar la sanción declaró que
“De los antecedentes que obran en las actuaciones practicadas, se desprende que el Letrado no informó a su cliente
de la finalización del procedimiento instado, así como del
pago de los demandados y condenados de la indemnización
fijada en sentencia...”
En este sentido, y respecto a las alegaciones realizadas por
el Letrado afirmando que mantuvo en todo momento informado a su cliente del desarrollo del proceso, se ha de manifestar que las mismas no pueden tener favorable acogida,
dado que no es lógico que, si el señor... hubiera conocido en
su momento que había sido indemnizado con la cantidad de
casi dos millones de pesetas, tardara más de dos años en reclamar dicha cantidad, que indudablemente le correspondía
percibir a él y que era el objeto del pleito instado.
Igualmente ha quedado acreditado, según sus propias manifestaciones, que el Abogado recibió de la Procuradora
parte de la indemnización abonada por los demandados en
el proceso y cobrada por la citada profesional en nombre de
su cliente, concretamente recibió la cantidad de 500.000
887
Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
pesetas, suma que el Letrado manifiesta haber recibido en
concepto de honorarios, pero sin que procediera a realizar
la correspondiente liquidación de honorarios; en este sentido, se debe destacar, además, que el Abogado ya había
recibido de su cliente la cantidad de 400.000 pesetas, en
concepto de provisión de fondos.
Tampoco puede tener favorable acogida las alegaciones realizadas por el Letrado sancionado, en relación a que debió
ser la Procuradora quien procediera a liquidar la indemnización recibida, dado que es práctica habitual que los
Procuradores rindan cuentas a los Abogados que dirigen
el procedimiento, pues éstos generalmente son quienes los
han elegido, desconociendo, en la mayoría de los casos, el
cliente la persona que ostenta su representación procesal.
Por otro lado, debe destacarse que es obligación de todo
Letrado el llevar a término la defensa encomendada en su
integridad, y esto supone, no sólo advertirle de las posibles
actuaciones irregulares del Procurador (extremo que no se
ha acreditado haber hecho en el presente caso), sino también hacer lo necesario frente a dicho profesional para que
no incurra en tales actuaciones, o una vez realizadas las
mismas, asesorar y auxiliar a su cliente para resolver el
asunto de manera adecuada.
Y en el caso que ahora nos ocupa, el Letrado no ha acreditado, ni siquiera ha manifestado, que requiriera formalmente
a la Procuradora para que rindiera cuentas al cliente de la
indemnización recibida, sino que sencillamente recibió una
parte de la misma, y permitió que la Procuradora se quedara
con el resto, para luego, y una vez que fue denunciado por su
cliente, tanto penalmente como ante el Colegio de Abogados, y
cuando habían transcurrido más de dos años, devolver todas,
o al menos la gran mayoría de las cantidades percibidas.
Por todo ello, se debe de establecer que las conductas descritas suponen la vulneración del artículo 42.1 y 2 del Estatuto
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______________________________________________________________________ Nielson Sánchez-Stewart
General de la Abogacía Española, en relación con los artículos
4.1 y 2, y 13.11 del Código Deontológico de la Abogacía Española, en los que establece que el Abogado realizará diligentemente las actividades profesionales que le imponga la defensa
del asunto encomendado, ateniéndose a las exigencias técnicas, deontológicas y éticas adecuadas a la tutela jurídica del
asunto, así como se le exige una conducta profesional íntegra,
que sea honrada, leal, veraz y diligente. Asimismo, el Letrado
ha vulnerado lo establecido en el artículo 20 del citado Código
Deontológico, que prohíbe que el Abogado detraiga, de fondos
recibidos en nombre de su cliente, sus propios honorarios,
salvo que exista autorización del mismo.”
Tales infracciones han sido calificadas por la Junta de Gobierno como falta muy grave del artículo 84 c) del Estatuto
General de la Abogacía Española, y sancionada de acuerdo con el artículo 87.1.a) del mismo cuerpo legal con una
sanción de cuatro meses de suspensión en el ejercicio de la
Abogacía, acuerdo que debe ser confirmado por este Consejo a la vista de lo actuado.
Finalmente y en relación con el desistimiento realizado por
el... denunciante de todas las acciones que le asistían...,
en contra del Letrado sancionado, como consecuencia del
acuerdo amistoso alcanzado, se ha de manifestar que el denunciante de una supuesta infracción no se convierte en titular de ningún derecho subjetivo ni pone en juego ningún
interés personal o legítimo, sino que se limita a comunicar
al órgano competente (en este caso el Colegio de Abogados
de...) una actuación que considera irregular, a fin de que se
ponga en marcha la actividad investigadora y sancionadora
que es tramitada y concluida de oficio.”
12.- La compensación de honorarios con fondos del cliente.
La compensación de sus honorarios con cantidades recibidas del cliente o para el cliente puede traer consecuencias graves para el Letrado
incluso del orden penal.
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
Una sentencia de la Audiencia Provincial de Málaga contiene pronunciamientos claros y categóricos al respecto. Con motivo de un accidente de tráfico que sufrió un ciudadano, encargó de su defensa a un
Abogado otorgándole un poder para pleitos con facultades de percibir
y en la segunda instancia se le concedió una indemnización de algo
más de cuarenta millones de pesetas de las más de ciento doce millones reclamadas. Consignada la cantidad, el Procurador descontó sus
derechos y la ingresó en la cuenta corriente del Letrado que presentó
minuta por casi veintitrés millones de pesetas que no mereció la conformidad de su cliente. Requerido el Letrado para la devolución de toda
la cantidad, pagó la diferencia en una cuenta de consignación judicial.
El Juzgado de lo Penal absolvió al Letrado condenándolo la Audiencia
por apropiación indebida.
Declaró la Audiencia391:
“En efecto, el letrado acusado recibió del Procurador un talón
cobrado del Juzgado en virtud del poder que les fue conferido
por el perjudicado que tenía un destino prefijado por dicho órgano jurisdiccional, pues se lo entregó para que lo hiciera llegar a su cliente, destinatario último de la indemnización acordada en su favor, talón que, pese a ello, recibió e ingresó en su
cuenta corriente en los primeros días de julio, disponiendo a
su favor de la cantidad de... que distrajo de la suma recibida,
en concepto de honorarios profesionales, ofreciendo tardíamente al perjudicado las restantes... pesetas en los primeros
días de septiembre, es decir, dos meses más tarde. Así pues,
el acusado distrajo parte del dinero recibido al no destinarlos
al fin para el que le había sido entregado. Se retuvo indebidamente, de esta manera, parte de la indemnización recibida,
so pretexto de cobrar sus honorarios profesionales, cuando al
margen de que hay un procedimiento legal para ello, en modo
alguno consta que existiera pacto alguno al respecto... El acusado tenía necesariamente que demostrara la existencia de la
391. Sentencia número 235 de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga de
fecha 13 de septiembre de 1995, Ponente señor Torres Vela.
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autorización para el cobro de sus honorarios, pues la presunción de inocencia o verdad interina de inculpabilidad no puede
encubrir hechos impeditivos una vez demostrada la existencia
inicial del comportamiento típico o posiblemente típico.
De esta forma, es parecer de la Sala, que el delito existió
desde el momento que la obligación de devolver el dinero percibido del Juzgado se quebranta y bajo el pretexto
del cobro de su minuta de honorarios que, paradójicamente superaba en más de siete millones de pesetas el tope
máximo que según las normas orientadoras de honorarios
mínimos podía reclamar y en más de quince millones lo
que el Colegio de Abogados estimó debía minutarse por su
actuación profesional en este caso, no se llevó a cabo dicha
obligación a pesar de la insistencia constante del denunciante y de su hermana que, desde el principio, rechazaron
esa minuta. El acusado quebrantó la lealtad debida ante la
confianza en él depositada por sus mandantes, obsérvese
que otorgaron el poder a su instancia y en los términos que
interesó, facultándole para “cobrar... cantidades en el uso
de este poder”. Ha existido por su parte, a juicio de esta
Sala, una reiterada y pertinaz negativa, sin causa ni justificación, a la devolución de la cantidad por él percibida, cuyo
destinatario era el perjudica y hoy recurrente y sobre la que
no detentaba ningún derecho de retención que motivara su
conducta, consumándose el delito, porque la incorporación
al patrimonio propio de tal cantidad, lo convirtió en propiedad ilegítima, quedando de manifiesto el lucro ilícito, como
se demuestra con el hecho de que haya dispuesto de dicha
cantidad, depositándolo en cuentas corrientes a nombre de
terceras personas y que haya sido declarado insolvente y,
como antes se dijo, abuso de la situación de confianza que
caracteriza la apropiación indebida y que excluye la teoría
del error y l aplicación al caso de autos del artículo 1895
del Código Civil, en que se sustenta la sentencia de instancia para decretar la absolución del acusado.
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Por otra parte, concurrió en la actuación del acusado el
dolo como requisito genérico de carácter subjetivo que ha
de acompañar la acción típica pues existió conciencia y voluntad de que se tiene una cosa mueble con obligación de
entregarla o devolverla, obligación que se viola con un acto
de apropiación o distracción...
Tampoco puede aceptarse por la Sala otro de los argumentos utilizados en la sentencia impugnada, como base de la
absolución decretada, concretamente la existencia de otras
vías admitidas en derecho para la reparación del posible
perjuicio causado, cuando la doctrina jurisprudencial...
sostiene que la aplicación de un tipo penal como el que nos
ocupa, no prevé una aplicación meramente subsidiaria que
requiera, por tanto, el ejercicio previo de acciones civiles.”
Un Letrado se hace cargo de la defensa de su cliente para el cobro de
una cantidad que le es debida, sea en razón de una deuda civil o de
una indemnización por un daño efectuado o, en general por cualquier
otra causa. Conviene verbalmente con el cliente, que no desea añadir
a la carga que está soportando frente al impagado el efectuar provisión
de fondos, que, una vez que se cobre el crédito por vía judicial o no
contenciosa, el Abogado cobrará su minuta.
Es corriente -como en el caso ya visto- que se otorgue un poder para
pleitos en que se contiene la facultad de percibir.
Cuando después de una labor más o menos ardua el Abogado logra, ya
sea por sus propios esfuerzos o con el auxilio judicial, cobrar y el Juzgado o el deudor efectúa el libramiento al procurador o al Abogado que
percibe este importe en virtud de su poder, puede surgir el problema.
No es infrecuente que el cliente estime que la actividad del Abogado fue
superflua, es decir, que se habría conseguido el cobro de cualquier manera aún cuando no hubiera intervenido el letrado, o que no fue lo suficientemente rápida ya que el cobro tardó mucho más de lo esperado o
lo presupuestado, o que no fue eficaz porque no se cobro todo o que la
minuta es cara, porque aún cuando se pueda ajustar a los mínimos fijados por el colegio, resulta desmesurada para los interesados ojos del
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cliente, y por ello no quiera abonar los honorarios o quiera rebajarlos.
Evidentemente el Abogado se encuentra en una situación de privilegio
porque teóricamente tiene a su alcance la autotutela, es decir, cobrar
la minuta y entregar la diferencia a su cliente. No es ni más ni menos
que la aplicación de lo que convino con éste.
El convenio debe ser acreditado por el Abogado, por aplicación de los
principios generales de la prueba, sin que pueda presumirse, salvo en
muy contadas ocasiones cuando las circunstancias lleven necesariamente a esa conclusión, los honorarios se ajusten a los mínimos fijados por esta corporación y no exista provisión de fondos o la provisión
de fondos sea a todas luces claramente insuficiente para cubrirlos.
Ha de rechazarse la aplicación al supuesto planteado del instituto de
la compensación en el que podría apoyarse el Letrado para retener en
concepto de honorarios profesionales las cantidades que estime procedentes. El Tribunal Supremo ha declarado que no cabe aplicarla por
actos de autoridad propia de un Letrado al pago de los servicios prestados por él. El Tribunal392 declara que
“... por lo que hace a la minuta de honorarios que presentó
para compensar con ellas las cantidades a que dio distinto
destino del que debía, porque dicha minuta, al ser puesta
en tela de juicio por su destinatario, no es instrumento hábil para realizar la expresada compensación, ya que por sí
misma y por proceder de un acto unilateral de quien la libra,
no justifica la existencia de un crédito real y vencido, que es
condición imprescindible para que opere la compensación”.
Precisando la misma declaración en una sentencia posterior393:
Así lo declara también la sentencia del Alto Tribunal de 28 de enero de
1991394
392. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 19 de enero de 1981, Ponente señor
Castro Pérez, Aranzadi 1981/148
393. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 29 de marzo de 1984, Ponente señor
Cotta Márquez de Prada, Aranzadi 1984/2300.
394. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 28 de enero de 1991, Ponente señor
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“PRIMERO.- La impugnación formulada por la procesada
condenada por el tribunal sentenciador de instancia se inicia con un motivo por infracción de ley en el que, con la
cobertura procesal proporcionada por el artículo 849-2. º de
la Ley de Enjuiciamiento criminal, se alega la vulneración
del derecho fundamental a la presunción de inocencia establecido en el artículo 24.2 de la Constitución, en relación
con el artículo 53.1 de la misma norma fundamental del
ordenamiento jurídico español. El motivo carece ya desde
su mismo desarrollo de toda atendibilidad. La alegación de
que contaba con la autorización de la perjudicada está vacía
de toda prueba en la causa; y ello es trascendental, ya que
si bien como es obvio y se ha dicho reiteradamente la presunción de inocencia produce el efecto de desplazar la carga
de la prueba de la culpabilidad hacia la parte acusadora,
no menos cierto resulta que, acreditado un comportamiento
antijurídico, corresponda a la parte que trata de justificar su
existencia la correspondiente al hecho impeditivo introducido en el proceso como justificante de aquél. En este caso,
acreditado sin lugar a dudas que la procesada ahora recurrente percibió el importe de 2.790.000 pesetas adeudadas
por tercero a la perjudicada y que retuvo, con el pretexto
de que se trataba del pago de sus honorarios como Letrada en las actuaciones que originaron tal pago, la cantidad
de 1.356.610 pesetas, remitiéndole únicamente la suma de
1.243.390 pesetas; la existencia de la autorización para el
cobro de honorarios tenía necesariamente que ser demostrada como realmente producida por la parte que la invocó
defensivamente. La presunción de inocencia o verdad interina de inculpabilidad no puede cubrir hechos impeditivos
una vez demostrada la existencia inicial del comportamiento
típico o posiblemente típico, pues ello pertenece a otra esfera
impugnativa como la desarrollada en los motivos siguientes.
Debe, pues, rechazarse este primer motivo impugnativo“
Montero Fernández Cid, Aranzadi 1991/410.
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agregando
“Los dos motivos indicados carecen de toda consistencia
suasoria. La doctrina de esta Sala en casos similares ha declarado que no cabe aplicar por actos de autoridad propia
por un Letrado al pago de los servicios prestados por él que
«por lo que hace a la minuta de honorarios que presentó
para compensar con ella las cantidades a que dio distinto
destino del que debía, porque dicha minuta, al ser puesta
en tela de juicio por su destinataria, no es instrumento hábil para realizar la expresada compensación, ya que por sí
misma y por proceder de acto unilateral de quien la libra no
justifica la existencia de un crédito real y vencido, que es
condición imprescindible para que opere la citada compensación”; pues, en definitiva, sólo la existencia de un derecho
de retención con arreglo a las normas civiles puede integrar
la causa de justificación del artículo 8.11 del Código Penal;
y tal derecho de retención (necesariamente típico civilmente,
al suponer ónticamente una excepción al principio general
de la interdicción de la autotutela) no corresponde a los Letrados o Abogados, como rectamente entendió la sentencia
ahora sometida a recurso; de ahí que, como se señaló, proceda la desestimación íntegra de aquél.”
Por eso es importantísimo que quienes acuerden esa clase de pactos
en virtud de los cuales el cliente autoriza al Abogado a cobrar sus honorarios de cantidades recibidas por o para el cliente documenten ese
convenio, no solamente en lo relativo al derecho de cobrarse la minuta
sino también respecto al quantum.
Así pues, la apropiación indebida no requiere la distracción grosera de
las cantidades entregadas al Abogado que configuran sin duda el delito.
Basta la utilización con fines propios de las cantidades recibidas sin autorización. Es evidente que otras deslealtades son también constitutivas
del delito como la cometida por el Abogado que recibió de su cliente una
cantidad para el pago de una deuda a cuyo pago había sido condenado
y otra más, para satisfacer intereses y costas. El Abogado, en lugar de
consignar o abonar dichas sumas, simple y llanamente las ingresó en
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
su patrimonio produciéndose eventualmente la subasta de una finca del
cliente que se había embargado al no abonarse la deuda. En ese caso,
la Audiencia Provincial de Barcelona395 condenó al Abogado no sólo por
el delito de apropiación indebida sino también por el de deslealtad profesional del artículo 467.2 del Código Penal. Declaró la Audiencia:
“Como hemos dicho la acción del acusado es también constitutiva de un delito de deslealtad profesional del artículo
467,2 del C.P., que castiga la conducta del Abogado, que
por acción u omisión, perjudique de forma manifiesta los
intereses que le fueron encomendados, exigiéndose como
elementos configuradores: 1) que el sujeto de la acción sea
un Abogado; 2) que se despliegue una acción u omisión;
3) que se perjudique desde un punto de vista objetivo los
intereses que le fueron encomendados; y 4) desde el punto
de vista de la culpabilidad que se dé un comportamiento
doloso, comprensivo del dolo eventual.
Como ya hemos expuesto en anteriores fundamentos ha
quedado probado que el acusado era Abogado en ejercicio
y que su cliente le encargó su defensa en el procedimiento
civil seguido ante el Juzgado de Primera Instancia, siendo
condenado al pago de una cantidad en concepto de principal y otra por intereses y costas; quedando igualmente
acreditado por la profusa documental consistente en el testimonio de la Ejecutoria seguida en el Juzgado de Primera
Instancia de Barcelona, que la sentencia fue recurrida por
la representación del demandado, solicitando la actora la
ejecución provisional, a la que se accedió, procediéndose a
la anotación preventiva de embargo de la mitad indivisa de
una finca de Barcelona que era de su propiedad.
Como también hemos dicho, el cliente entregó al Abogado dos cheques para pagar el principal, intereses y costas,
395. Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, Sección, 7ª, de 29 de julio de 2004,
Ponente señora Zabalegui Muñoz. La Ley 153892/2004.
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cuyos importes no fueron depositados en la cuenta de consignaciones del Juzgado, ni entregados a la parte actora,
incorporándolos el acusado a su propio patrimonio.
Por otra parte, dado que el Abogado no ingresó las cantidades percibidas por el cliente, mediante providencia de
fecha... el Juzgado de Primera Instancia acordó sacar a
pública subasta la finca embargada, (...) la cual fue notificada a la Procuradora, que asumía la representación de...,
con fecha..., presumiéndose que la Procuradora dio traslado al Abogado al no manifestarse en ningún momento
lo contrario, quedando acreditado por la declaración del
cliente que el acusado no le comunicó el señalamiento de
la subasta, enterándose posteriormente una vez se adjudicó la finca.
Además, ha quedado probado, que al no haber ingresado
el Abogado en la cuenta del Juzgado las cantidades recibidas en concepto de principal y costas, se celebró la segunda subasta de las señaladas, adjudicándose la finca antes referida dictándose el correspondiente auto aprobando
definitivamente el remate de la mitad indivisa a favor del
adquirente; que puso en conocimiento su cualidad de propietario de la mitad indivisa de la finca a la otra comunera,
madre de...; conociendo éste a partir de entonces lo realmente ocurrido, puesto que así lo declaró en el juicio y le
damos plena credibilidad; y que para no perder la finca se
vio obligado a pagar el precio de 8.000.000 pesetas que el
adquirente le pidió para adquirir nuevamente la propiedad, ...
Por último, por la declaración del denunciante, ha quedado probado que el acusado tampoco informó a la madre
de aquel de la posibilidad de interponer un retracto, limitándose a interponer en nombre de aquella, sin su conocimiento, una demanda de retracto (sin representación y
sin depósito del precio) que no fue admitida a trámite por
adolecer de graves defectos procesales.
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En esa actuación del acusado se dieron todos y cada uno
de los elementos configuradores del tipo antes referido,
puesto que con su acción causó un perjuicio manifiesto a
los intereses de su cliente, dándose el dolo exigido, por lo
menos a título eventual, dado que por su profesión necesariamente sabía que tras dictarse la sentencia en segunda
instancia confirmado la primera, al no haber ingresado las
cuantías correspondientes al principal, intereses y costas
se procedería a la vía de apremio, es decir que actuó con
conocimiento y aceptación de la altísima probabilidad de
que su cliente perdiera la finca preventivamente embargada de la que era propietario, como efectivamente ocurrió.”
El Tribunal Supremo396, en cambio, estimando un recurso de casación
contra una Sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia que había
condenado a dos Letrados por el delito de deslealtad profesional por
haber percibido la indemnización por el fallecimiento del hermano de
sus clientes y después de llegar a un acuerdo extrajudicial que se materializó en el pago de la cantidad de 4.000.000 de pesetas que fue hecho
efectivo e ingresado en la caja fuerte de su despacho profesional. Los Letrados so pretexto de una difícil comunicación con sus clientes, retuvieron la cantidad en su poder sin realizar ningún acto de consignación o
comunicación, muy por el contrario, eludiendo las llamadas y visitas de
sus clientes, llegando a afirmarles que archivada la causa penal habría
que iniciar una acción civil si se quería cobrar. Descubierto el embuste,
interpuesta la denuncia penal, los Letrados procedieron a remitir un
telegrama a sus clientes en el que les notificaban que tenían la indemnización depositada en su despacho, rogándoles se pusieran en contacto
con ellos. Al no recibir respuesta, depositaran en el Juzgado la cantidad
de 3.128.000 pesetas, después de descontar sus honorarios y gastos.
La Audiencia de instancia absolvió a los acusados del delito de apropiación indebida y los condenó en concepto de autores de un delito de
deslealtad profesional.
396. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 3 de octubre de 2003, Ponente señor
Andrés Ibáñez, Aranzadi 2003/6377.
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El Tribunal Supremo no está de acuerdo con la calificación de la Audiencia que había estimado la retención de meramente “temporal”,
“... que podrá ser calificada de viciosa, desleal e incluso
generadora de alguna suerte de responsabilidad», pero que
no habría determinado la incorporación de aquél al patrimonio de los acusados.”
En lugar de ello, declara
“El artículo 252 Código Penal describe, entre otras, la acción consistente en apropiarse de dinero, legítimamente obtenido, pero con obligación de entregarlo a terceros,
simulando antes éstos que esa percepción hubiera tenido
lugar. Así, lo contemplado es un supuesto consistente en
hacer propio de manera ilegítima y de forma intencional lo
que se había recibido con una finalidad de ulterior entrega
a otro; circunstancia esta que, por principio, privaría de
licitud a tal forma de proceder.
En este caso, es claro que se da el primer segmento de
la descripción típica, puesto que los letrados se hicieron
cargo del importe de una indemnización, en el contexto de
la actuación profesional que les había sido encomendada,
que comprendía, asimismo, el deber de hacerlo llegar a sus
clientes. En este punto, la cuestión es pacífica, de manera
que se trata de ver si concurrió o no el segundo momento
del supuesto típico. Siempre y sólo a tenor de los términos
en que se expresa la Sala en los hechos probados, que no
pueden alterarse, al ser el suscitado un motivo de infracción de ley por defecto de subsunción.”
Agregando:
“Pues bien, a tenor de los elementos de juicio que se han relacionado, hay que determinar si es o no correcta la conclusión del Tribunal, consistente en considerar que lo producido
fue -como dice- la «mera retención temporal» de los fondos.
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En una consideración «ex post» no cabe duda que tal es lo
finalmente producido, una vez que los inculpados restituyeron el dinero. Pero no es ésta la comprobación que hay
que hacer. Lo que importa es determinar cuál fue el ánimo
que informó realmente el «modus operandi» objeto de examen. Y en este punto, y por lo ya anticipado, la propia forma en que la Sala de instancia describe los hechos no deja
lugar a duda: los acusados recibieron el dinero y ocultaron reflexivamente haberlo recibido, dando por concluida,
frente a sus clientes, toda su actuación en el ámbito penal.
Excluyendo, por tanto, cualquier posibilidad de que la indemnización pudiera cobrarse en algún momento ulterior.
Así las cosas, lo que se atribuye a los denunciados en la
sentencia es haber ejecutado una acción de doble vertiente,
consistente, primero, en hacerse cargo de la indemnización;
y, segundo, en ocultar este dato, induciendo en los perjudicados la creencia de que su pretensión había fracasado
por «falta de pruebas», sin que ya hubiera nada que hacer
en la vía emprendida. Con lo que, a la vez que se incumplía
de manera actual el deber de entrega de la indemnización
a sus auténticos destinatarios, se exteriorizaba con toda
claridad el propósito de mantener esa misma actitud, definitivamente, en el futuro.”
Por otra parte, se ha declarado que la utilización en distinta proporción
de las cantidades entregadas para diversos fines no constituye apropiación indebida. Un Letrado recibió, para el pago de impuestos, honorarios
de Notario y honorarios propios una determinada cantidad. Los dos primeros conceptos resultaron más bajos que la cantidad presupuestada y
el último, más alto. La Audiencia Provincial de Segovia397 lo absolvió:
“Partiendo de la anterior doctrina es verdad que en la casuística jurisprudencial existen numerosas sentencias
397. Sentencia de la Audiencia Provincial de Segovia de 16 de diciembre de 1996, Ponente
señor Prego de Oliver y Tolivar, La Ley 4006/1997.
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condenatorias de Letrados que, tras haber recibido de su
cliente o de terceros dinero o talones bancarios con el fin de
darles un determinado destino de pago o de cobro respectivamente, en beneficio y por cuenta de aquél, han hecho
suyo todo o parte de lo recibido, con el ánimo de hacerse
pago a sí mismos de sus honorarios en perjuicio de su legítimo destinatario. En tal sentido cabe citar entre otras
las Sentencias de 29 de enero de 1990, 2 de julio de 1992,
16 de junio de 1993, 28 de enero de 1991, y 25 de febrero de 1991. Sin embargo no es éste el caso de Autos, tal
y como se desprende de los hechos declarados probados
por el Juzgador a quo; hechos que en esta instancia se
hacen propios íntegramente por cuanto, correspondiéndola
la valoración en conciencia de la prueba practicada (artículo 741 L.E.Cr.) con las ventajas de la inmediación y de
la contradicción, inexistente en esta alzada, no se aprecia
que tal valoración, sustentada en pruebas objetivamente
válidas, sea absurda irracional o ilógica. De tal declaración
de hechos probados se deduce en lo que sustancialmente
importa, que al Letrado, contratado por sus clientes para
llevar a cabo diversas gestiones profesionales relativas a
los bienes y a la herencia de que aquellos eran herederos y
legatarios, le fue entregada mediante transferencias bancarias, la cantidad de 2.326.660 pesetas porque previamente
el Letrado les había solicitado una provisión de fondos por
importe de 2.500.000 pesetas, como necesaria para un triple fin: pagos de Notario; pago de impuestos; y honorarios
profesionales. Apropiación indebida habría si, desvirtuando los destinos pactados para el dinero entregado, el acusado hubiese dispuesto del mismo en todo o en parte para
otros fines diferentes; o si, en el caso de no estar convenido
entre éstos el pago de sus honorarios, hubiese empleado
lo recibido para directamente cobrárselos ya que en tales
hipótesis -que son las contempladas en las Sentencias del
Tribunal Supremo invocadas en el recurso- existiría un
acto de “distracción” recayente sobre dinero, poseído en
virtud de entrega realizada con determinado fin, mediante
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Relaciones con Tribunales, profesionales, clientes y medios de comunicación ____________
su definitiva incorporación al propio patrimonio con ánimo
de lucro. Pero no existe el delito cuando ese cobro de honorarios por el Letrado a costa de parte de lo recibido estaba
ya pactado con quienes entregaron el dinero, como uno de
los fines o destinos que había de darse al mismo. En este
caso está probado que con el dinero recibido para la triple
finalidad pactada no hizo el Letrado acusado ninguna disposición distinta o ajena a tales destinos, ya que lo empleó
para pago de gastos de Notario, pago de tributos, y cobro
de honorarios. Es cierto que cuando solicitó la provisión
de fondos para tales fines, hizo constar un presupuesto de
250.000, 2.000.000, y 300.000 pesetas respectivamente.
Y es verdad también que los dos primeros conceptos exigieron unos gastos menores de los inicialmente previstos,
como mayor resultó ser luego el importe de los honorarios.
Sin embargo no puede olvidarse que una provisión de fondos no es, por su naturaleza, un presupuesto cerrado y
definitivo, y que no tiene por qué coincidir con el importe
último de los servicios profesionales de un Letrado, susceptibles de grandes variaciones, en función de la mayor o
menor complejidad del servicio prestado, difícilmente previsibles con anticipación, y del mayor o menor, tiempo de
su prestación. Por ello de igual manera que la cuantía de
los gastos de Notaría e Impuestos originados por la sucesión hereditaria resultó ser distinta de la inicialmente prevista, diferente fue también el importe de los honorarios,
devengados por el servicio prestado como Letrado. Lo relevante es el hecho de que el pago de honorarios se pactara
inicialmente de modo expreso como uno de los fines para
los que se hizo la entrega del dinero, y esto unido a que su
presupuesto o cálculo inicial no puede considerarse sino
como provisional y no como un importe definitivo impide
concluir que la acción del letrado sea una verdadera “distracción” en el uso o disposición sobre el dinero recibido, y
por tanto que constituya un delito de apropiación indebida.
Una cosa es que un Letrado que posee dinero entregado
para un fin determinado se aproveche de esa posesión y
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“distraiga” lo recibido, sustrayéndolo al fin encomendado
e incorporándolo a su patrimonio definitivamente para cobrar sus honorarios, y otro muy diferente que recibido el
dinero para también hacerse cobro de esos honorarios, entre otros fines, el importe de los mismos resulte ser mayor
que el expresado inicialmente de modo aproximado y provisional. Esta acción es atípica, sin perjuicio de la cuestión
que pueda plantearse en el ámbito jurídico civil respecto
a la determinación como excesiva o no del importe de los
honorarios cobrados; tal y como se razona en la Sentencia
apelada, que por tales motivos procede confirmar en esta
alzada.”
Se ha considerado delito de deslealtad profesional la conducta de un
Letrado que recibiendo una provisión de fondos de una comunidad
de propietarios para presentar una demanda judicial contra la promotora del inmueble por incumplimiento de contrato no interpuso el
procedimiento civil, misión que había aceptado recibiendo la cantidad
de 500.000 pesetas, en ese concepto por tramitar la demanda. No obstante el acuerdo y las instrucciones del cliente, el Letrado, en lugar de
presentar la demanda civil, dejó pasar el tiempo, quedándose con la
provisión de fondos. Al transcurrir del tiempo contestaba con diferentes excusas a los miembros de la Comunidad para mantenerles en la
creencia de que el asunto que se le había encomendado estaba en el
trámite judicial, hasta que la comunidad de propietarios fue demandada judicialmente por la empresa. La Audiencia condenó al acusado
como responsable, en concepto de autor, de un delito de deslealtad
profesional, absolviéndole del delito de apropiación indebida por el que
también venía siendo acusado.
El Tribunal Supremo398 desestimó el recurso de casación
“La omisión del acusado es calificada de dolosa por la Sala
sentenciadora justificando tal conclusión cuando afirma
398. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 1 de febrero de 2000, Ponente señor
García – Calvo y Montiel, Aranzadi 2000/1130
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que «consciente el letrado de que sus servicios eran requeridos para esa finalidad concreta de demandar en juicio a
otra parte, no acudió a la vía judicial, sin que pueda exculparse su conducta con argumentos, que, dicho sea de
paso, no se han escuchado a lo largo de lo actuado, como
que si no presentó dicha demanda es porque el letrado consideraba que técnicamente fuese inviable».
El Tribunal desechando definitivamente la postulación calificadora del Ministerio Público coincidente en parte -en
cuanto que se refería al delito de apropiación indebida- con
la primera que también reseñaba tal figura delictiva decidió
así en favor de una de las alternativas acusatorias ofrecidas por la acusación particular, cerrando así un debate en
el que la Defensa del Acusado solicitaba la libre absolución
de su patrocinado.
Tal recordatorio resulta obligado para desenmascarar el
hábil y novedoso planteamiento que se formula en este
trance cuando, descartando la comisión dolosa, se pretende abrir la dialéctica en torno a la conducta imprudente con
la consiguiente postulación absolutoria ya «que de entrar
en cualquier otra calificación legal lo consideramos vedado
por el deber de congruencia entre lo acusado y defendido».
Tal apelación a la congruencia nos resulta -con los comportamientos procesales expuestos- argumento asumible
precisamente para desechar el planteamiento impugnativo que instrumenta el recurrente, mas no sólo porque del
«factum» y la complementación fáctica que contiene la fundamentación jurídica referida, fluye naturalmente la conciencia y voluntad -que no meramente desidia o negligencia- del Letrado que recibe el concreto encargo profesional
de demandar y continuar la dinámica procedimental subsiguiente, sino porque, además, si se aceptara la propuesta
del recurso, las demás partes permanecerían ajenas a un
debate que, por la novedad de su formulación, quebrantaría de forma inadmisible los principios de contradicción,
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defensa e igualdad de armas. Por todo ello el Motivo debe
perecer.”
Un Letrado, designado en un testamento como comisario contador
partidor de la herencia, en los siguientes términos...
“... actuará a falta de la acción conjunta de sus herederos,
por el plazo de un año desde que fuera requerido al efecto,
con las más amplias facultades, incluso entrega de legados y llevar a cabo las operaciones de inventario, avalúo,
liquidación, división y adjudicación de los bienes de su herencia, hacer efectivos los impuestos sucesorios, pudiendo
incluso hacer pago del usufructo en bienes concretos de la
herencia así como para hacer adjudicatarios de la totalidad
de los bienes a uno o varios herederos, a calidad de abonar
a los otros el exceso en metálico, o incluso proceder a la
venta en la forma que considere conveniente, de bienes de
la masa hereditaria y reparto de su precio entre los herederos, pudiendo hacerse cargo de efectos públicos, saldos en
cuentas bancarias, etc. ...”
fue condenado como autor del delito de apropiación indebida por la
Audiencia Provincial de Pontevedra, desestimando el Tribunal Supremo399 el recurso de casación:
“En el caso enjuiciado la subsunción realizada por el Tribunal sentenciador es acertada, como lo es el amplísimo,
meticuloso y convincente razonamiento de los fundamentos jurídicos tercero y cuarto de la sentencia impugnada
en los que, tras el acertado análisis de los elementos estructurales del delito de apropiación indebida, los aplica
a los hechos objeto de acusación señalando, en resumen,
que el acusado retiró de la cuenta corriente, donde se había ingresado la mitad del precio de la venta de un chalet
399. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 15 de julio de 2002, Ponente señor
Aparicio Calvo-Rubio, Aranzadi 2002/8427.
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perteneciente a la herencia, tres millones de pesetas disponiendo de dos de esos tres millones en su propio beneficio
y aplicado a usos propios, modificando sustancialmente el
título en cuya virtud estaba en posesión del dinero, sin que
pudiera justificar su conducta el hecho de que a posteriori incluyera la suma distraída en el cuaderno particional
como partida en el pasivo, correspondiente a «honorarios
por asesoramiento y realización de las operaciones particionales», sin que se hubiera acreditado que contara con
la autorización de los interesados que, por el contrario, le
requirieron notarialmente para que renunciara al cargo y
entregara las cantidades recibidas, sin que, por otra parte,
el acusado pudiera por autoridad propia hacer autoliquidación y pago de sus servicios.
Concluye el Tribunal sentenciador, en correcta interpretación técnico-jurídica, afirmando la existencia del delito
de apropiación indebida con expresivas palabras: «Se recibe el dinero en virtud de un reintegro de una cuenta corriente, reintegro que se obtiene a partir de la condición
de contador partidor del acusado, es decir, por un título
que legitimaba tal actuación, pero que, a la vez, originaba
la obligación de dar al dinero recibido el destino final, que
no era otro que reparto entre los coherederos; lejos de ello
se aplica aquel dinero a fines propios, integrándolo en el
propio patrimonio, distrayéndose del destino al que estaba pactado, so pretexto de hacerlo en concepto de cobro
de unos honorarios profesionales, y todo ello, con la clara
conciencia y voluntad de disponer de una cosa ajena como
propia, con el consiguiente ánimo de lucro y produciendo
un evidente perjuicio a la comunidad hereditaria».
La diferencia, en último término, entre el dolo civil y el dolo
penal es el dolo típico y en el presente caso existió al realizarse todos los elementos del delito de apropiación indebida.”
Las relaciones económicas entre cliente y Letrado pueden revestir en
casos extremos la tipificación de estafa. Una Letrada que había sido
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condenada por ese delito al haber solicitado de sus clientes la entrega
de los bienes de una incapaz, cuya tutela se le había encargado profesionalmente que constituyera, con el pretexto de depositar tales bienes
en el Juzgado, por exigencia del Juez, recurre al Tribunal Supremo
que desestima los demás motivos porque la sentencia sometida a la
censura casacional no vulnera el principio non bis in idem aunque por
una parte aplique el subtipo agravado 7º del artículo 250 del Código
Penal -relativo a la comisión de la estafa con abuso de las relaciones
existentes entre víctima y agresor o aprovechamiento de su credibilidad empresarial o profesional- y por otro aplica la agravante genérica
sexta del artículo 22 relativa a obrar con abuso de confianza.
El Tribunal400 declara:
“Un análisis de la sentencia, singularmente del Fundamento Jurídico segundo, pone de manifiesto lo erróneo de la
afirmación del recurrente. En efecto, la sentencia aplica
las agravantes específicas segunda -simulación de pleito- y
sexta -especial gravedad- del artículo 250 del Código Penal,
y además la agravante genérica sexta del artículo 22 -abuso de confianza-, por lo que no se da el “non bis in ídem”
denunciado en relación con la aplicación de la agravante
específica séptima del artículo 250 del Código Penal.
No obstante, y por cauces distintos va a prosperar el motivo ya que lo realmente incompatible es la aplicación simultánea del delito de estafa con la agravante genérica sexta
del artículo 22 -abuso de confianza-, en la medida que el
delito de estafa se nuclea alrededor de un engaño antecedente cuya morfología viene a coincidir con un abuso de
confianza, que por ello no puede ser tenido en cuenta, de
nuevo, para agravar el delito. En tal sentido podemos citar
las sentencias de 19 de marzo de 1994 y 13 de febrero de
1997.
400. Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Segunda de 8 de noviembre de 2000, Ponente
señor Jiménez García, Aranzadi 2000/8934.
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Cuestión distinta es la agravante específica séptima, prevista para el delito de estafa -artículo 250- y que supone
un plus en función de las especiales relaciones personales
existentes entre víctima y defraudador o cuando se dé un
aprovechamiento por éste de su credibilidad empresarial o
profesional. Ciertamente esta agravante específica pudiera
haber concurrido en el caso enjuiciado, habida cuenta de
la condición de letrada de la recurrente y el reforzamiento
de la confianza derivado de esa relación profesional, que,
justifica una agravación cuando se utiliza para defraudar,
pero como ya se ha dicho, la sentencia recurrida no aplica
dicha agravante específica, pronunciamiento con el que se
aquietó el Ministerio Fiscal, única parte acusadora, y por
lo tanto es cuestión en la que no puede entrar esta Sala de
Casación.
En conclusión, procede declarar no ajustada a derecho la
concurrencia de la circunstancia agravante genérica de
abuso de confianza en relación al delito de estafa, debiendo
ser eliminada dicha circunstancia de agravación, lo que se
efectuará en la segunda sentencia aunque ya se anuncia,
y posteriormente se justificará, la irrelevancia que la eliminación de esta agravante va a tener en el campo de la
determinación de la pena.”
Es verdad que los Colegios de Abogados, en general en aplicación del
principio de buena fe, entienden que a pesar de no estar documentado el pacto, por aplicación del principio de confianza que debe existir
entre Abogado y cliente, se retengan los honorarios, o se consignen a
disposición del cliente ya sea judicialmente o en la Corporación a resultas de lo que en definitiva se decida sobre la exigibilidad e importe
de los honorarios cuando el cliente niegue la existencia del convenio o
no este conforme con el importe de la minuta.
Una resolución de la Junta de Gobierno del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona, sanciona a un Letrado por la comisión de una falta
contraria a la dignidad de la profesión, de acuerdo con el artículo 33
de los Estatutos de ese Colegio. La falta consistía en negarse a deta908
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llar una minuta de honorarios y gastos habiendo recibido previamente
provisión de fondos al efecto.
Efectivamente, la dignidad es uno de los principios fundamentales que
informa la profesión y así se consagraba en el preámbulo de las Normas Deontológicas de la Abogacía Española aprobadas por la Asamblea de Decanos del 28 y 29 de Mayo de 1987:
“Dignidad. El Abogado debe actuar conforme a las normas
de honor y de la dignidad de la profesión, absteniéndose
de todo comportamiento que suponga infracción o descrédito”.
Con relación a lo cual se disponía la obligación de rendir cuentas en el
artículo 7.8 del Código Deontol6gico antiguo, ya trascrito.
El artículo 56 del antiguo Estatuto General de la Abogacía, en su párrafo penúltimo, establecía en su párrafo tercero que
“La retribución económica de los Abogados se fijará en concepto de honorarios, sin estar, por tanto, sometida a arancel”.
El Abogado es actualmente -y antes lo era con ciertas limitaciones impuestas por los honorarios mínimos- libre para convenir con su cliente
el importe de sus honorarios. El antiguo Código en su artículo 7.2 disponía que a falta de convenio,
“... debe ajustarlos a las reglas, normas, usos y costumbres
del Colegio”
Esta disposición ha sido sustituida en el vigente Código por
“La cuantía y régimen de los honorarios será libremente
convenida entre el cliente y el Abogado con respeto a las
normas deontológicas y sobre competencia desleal.”
En un recurso que se vio por el Consejo General de la Abogacía Española contra un acuerdo adoptado por la Junta de Gobierno de un
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Colegio de Abogados, por el que se había acordado imponer al Letrado
recurrente la sanción de tres meses de suspensión del ejercicio de la
Abogacía como consecuencia de la denuncia formulada contra él por
un anterior cliente se analizó la obligación de no detraer fondos de la
indemnización cobrada para el cliente.
El denunciante había sufrido un accidente de tráfico como consecuencia del cual había quedado inválido. Contrató al denunciado que presentó demanda de juicio verbal contra el Consorcio de Compensación
de Seguros, dictando el Juzgado sentencia por la que condenaba a la
entidad demandada a abonar al denunciante una cantidad ligeramente inferior a 200.000 euros. El Letrado ingresó en la cuenta corriente
del denunciante una cantidad inferior a 155.000 euros, haciendo suya
la diferencia.
Puesto en contacto con su Abogado, se le indicó que sus honorarios
ascenderían al veinte por ciento de la cuantía de la indemnización. Al
solicitarle la minuta, el Letrado le habría manifestado que ello supondría tener que cobrarle el IVA, negándose c cualquier solución.
El Letrado se defendía sosteniendo que había acordado que
“... del total que se obtuviera, principal más intereses se detraería el 20%, más IVA, para Letrado y Procurador” (sic).
Que, una vez dictada la sentencia, comunicó la misma tanto a su cliente como a su padre, y confirmó el montante de
sus honorarios, y quedó autorizado a detraerlos cuando
se produjera el pago, detracción que efectivamente realizó,
siendo concretamente sus honorarios la cantidad de... ya
que... eran los honorarios del Procurador, quedando pendiente de pago el IVA, el cual se efectuaría cuando se abonaran los intereses.”
La Junta de Gobierno acordó imponer al Letrado la sanción de tres
meses de suspensión en el ejercicio de la profesión.
El Consejo, al confirmar la sanción, declaró:
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“De los antecedentes que obran en las actuaciones practicadas, se desprende que el Letrado intervino en defensa
de los intereses del denunciante en las Diligencias Previas
seguidas en el Juzgado de Instrucción y Primera Instancia
y en el Procedimiento Ordinario ante el mismo Juzgado,
obteniéndose una indemnización, con cargo al Consorcio
de Compensación de Seguros, por un importe de... euros
de principal, más intereses y costas, de cuyo importe, tal
y como reconoce el propio Abogado, se reservó una suma
igual al 20% de principal más intereses, para hacerse
pago de sus honorarios y los del Procurador (éste recibió...
euros), emolumentos que dice haber pactado verbalmente
con su cliente, en concepto de cuota litis por importe del
indicado 20%, sin que conste autorización expresa alguna
para proceder a tal imputación de las sumas en poder del
Letrado.
Tal y como recoge la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados en su Informe, las alegaciones contenidas en el recurso interpuesto por el Letrado no enervan ni la realidad
de los hechos que se han estimado probados, ni la responsabilidad disciplinaria que de los mismos se infiere, ya
que:
a) En el recurso se aborda la cuestión nuclear del hecho
imputado -detracción de sumas en poder del Letrado para
hacerse pago de honorarios sin autorización expresa y escrita para ello-, recurriendo a una inconsistente explicación
en el sentido de que fue el Procurador quién, en realidad,
procedió a tal actuación, reteniendo para sí los propios derechos, así como los honorarios del Letrado sancionado.
Y dicha explicación, como argumenta el Colegio de Abogados es inatendible por cuanto:
b) En el escrito de fecha... obrante al folio... en ejemplar
original, el expresado Letrado admitió sin ambages haber
sido él -bien que junto al Procurador y autorizados para
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ello- quien procedió a la indicada retracción. Por lo que
no puede atenderse en este momento al motivo impetrado
consistente en que dicha alegación obedece a una defectuosa, parca o equivoca redacción del indicado escrito de
fecha 11 de abril, máxime cuando de su literalidad no puede apreciarse equívoco alguno.
c) Por otra parte, y siendo notorio que la relación con el
cliente casi siempre la mantiene el Letrado, ya que el Procurador carece de facultades decisorias en la dirección del
procedimiento, máxime cuando el propio Letrado aduce tener, además, una relación personal de antiguo con el denunciante y su familia; resulta de todo punto inconsistente
y contradictorio con sus anteriores alegaciones pretender
hacer recaer la responsabilidad de la detracción al Procurador, contra quien nada alega el denunciante ni consta
que haya sido denunciado ante la correspondiente Corporación, reconociendo el Letrado que fue él quien recibió las
quejas y reclamaciones del cliente y sus familiares.
Pero aún admitiendo, que hubiere sido el Procurador junto
con el Letrado quien hubiera procedido a dicha actuación,
como señala en su escrito, en tal supuesto incluso nada
obsta a que el Letrado sea considerado coautor de la infracción cometida, siendo notorio que la coautoría no excluye
la autoría simple.
Por todo ello, se debe de establecer que la conducta descrita supone la vulneración del artículo 20 del Código Deontológico, que prohíbe que el Abogado detraiga, de fondos
recibidos en nombre de su cliente, sus propios honorarios,
salvo que exista autorización expresa del mismo.”
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