naturaleza, historia, texto

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NATURALEZA, HISTORIA, TEXTO:
MATERIALES DE LA POESIA NERUDIANA (UN EJEMPLO DE CANTO
GENERAL)
Fernando Moreno Turner
CRLA- Universidad de Poitiers
Resumen
A partir de un análisis del poema dedicado a Alonso de Ercilla en la sección
“Los Conquistadores” de Canto General, así como de un posterior rastreo de la
imagen del poeta español en otros escritos de Pablo Neruda, el artículo intenta
mostrar cómo se articulan en la poética nerudiana los elementos relativos a la
naturaleza, a la historia y al discurso.
Se pretende mostrar que es su
interrelación permanente lo que articula la singularidad poética de la escritura
de Pablo Neruda, en acorde con su intento de poetizar la globalidad, con su
ambicioso y utópico proyecto de escribir la to talidad.
Palabras claves: poesía-Neruda-lírica hispanoamericana
Abstract
From an analysis of the poem devoted to Alonso de Ercilla, in “Los
Conquistadores” section of Canto General, as well as from a later track of the
Spanish poet’s image in other Pablo Neruda’s writings, the article tries to show
how the elements related to nature, history, and discourse are articulated in
the Nerudian poetics.
The purpose is to show that it is their permanent
interrelation what articulates the poetic singularity of Pablo Neruda’s writing,
in harmony with his attempt to poeticize the globalness, with his ambitious and
utopian project of writing the wholeness.
Key Words : poetry – Neruda – Hispano-American lyrics
En las llamadas “Algunas reflexiones improvisadas sobre mis trabajos”
que Pablo Neruda hiciera con motivo de sus sesenta años, el escritor llamó la
atención sobre lo que consideraba una característica nuclear de su trabajo
poético : el intento de concretar una forma poética totalizante y englobadora;
en otras palabras el proyecto —utópico— de realizar un canto que lo
contuviera todo, una obra “capaz de abarcar, el hombre, la naturaleza, las
pasiones y los acontecimientos mismos en una sola unidad.” 1 . Allí, junto con
citar algunos antecedentes y algunos libros posteriores que se orientan en ese
sentido, Neruda indica que, evidentemente, es Canto general, el mayor logro
de ese proyecto de búsqueda de una unidad poética mayor ; para él, ese libro
es “la coronación de mi tentativa ambiciosa”.
El discurso totalizante de Canto general se manifiesta temáticamente por
la inclusión y el tratamiento poético de múltiples situaciones y motivos, por el
registro panorámico e incluyente de variadas referencialidades. Pero, más que
por una yuxtaposición o una adjunción de elementos, es por medio de un
discurso aglutinante, contaminante, metonínimo y oximorónico, que erige los
desplazamientos semánticos como eje constructivo, como se concreta en los
niveles del significado y del significante esa intención de “generalidad”.
Es ese funcionamiento el que queremos presentar aquí a través de la
interrelación e interpenetración que se provoca y se postula entre naturaleza,
historia y texto, un fenómeno al que nos referiremos en estas páginas
interesándonos específicamente por uno de los textos de Canto general, el
dedicado al poeta Alonso de Ercilla.
La importancia concedida por el cronista a las materias y a las fuerzas
naturales, en particular al mundo vegetal, es perceptible desde los inicios del
Canto general 2 . La alusión a los “ríos arteriales”, a las “cordilleras”, a la
“humedad y a la espesura”, a las “pampas planetarias”, así como la particular
asimilación del propio hablante a ese universo que podemos encontrar en el
primer poema titulado “Amor América”, —”tu aroma me trepó por las raíces”
(p. 107)— son ejemplos más que evidentes de este fenómeno el que, por lo
demás, se encuentra corroborado a todo lo largo del libro. En Canto general es
constante la presencia, referencial o simbólica, de temas e imágenes
representativos del mundo natural tales como el árbol, la semilla, los ríos, el
mar, la piedra, entre muchos otros. Esta presencia es una de los factores que
sustenta y fundamente la “generalidad” del Canto. A ella se suma la reiterada
imbricación del discurso poético en la Historia, ya sea la del país, la del
continente o la del mundo, sin olvidar la relación de éstas con la historia
personal revelada por el yo poético.
Pero la “generalidad” no sólo emerge del tratamiento y del despliegue de
un tema o de una imagen y de su relación con los múltiples niveles de la
Historia presentes en el libro. También se manifiesta y se expande por la
proyección y asociación de mundo, historia y texto producida en el seno del
discurso poético, en el interior de un poema, en este caso en el texto dedicado
a Alonso de Ercilla, el que forma parte de la tercera sección del libro, “Los
conquistadores”.
Luego de las dos primeras series del Canto general, en las que el poeta
incursiona en el génesis americano, en la naturaleza, en el hombre y su
cultura aletargada y latente en medio del espacio de la magna ciudadela
incaica, la tercera sección del libro —”Los conquistadores”— va a significar un
cambio de tonalidad, una ruptura de una imagen unitaria propuesta hasta
entonces. Con ella se inicia el ingreso en el ámbito de la violencia histórica,
de agresiones y destrucciones, pero también de resistencia, de comprensión y
de permanencia.
De hecho, en esta sección podrían distinguirse dos partes y una coda. En
la primera —poemas I al XVII— el cronista se aventura en algunos episodios
de la conquista de las tierras americanas; en la segunda —poemas XVIII al
XXIV— se focaliza en ciertos aspectos de la exploración y sometimiento del
espacio chileno. Con el cierre —poema XXV— el hablante establece una suerte
de balance del proceso hasta entonces referido.
En líneas generales puede afirmarse que esta sección presenta una
poetización de acontecimientos históricos en la cual la disposición del
material obedece más precisamente a criterios geográficos que a
determinaciones cronológicas. La mirada y la voz del cronista se desplazan de
oeste a este, primero, y enseguida de norte a sur, pero sin que ello signifique
atenerse necesariamente a una temporalidad estricta. Este vaivén es
concomitante con el que efectúan la perspectiva y el temple de ánimo del
hablante el cual, en algunos textos, individualiza personajes, sitúa
espacialmente las acciones, establece y proporciona fechas, mientras que en
otros propone una formulación genérica, configuradora y evocadora de
actitudes y de concepciones del mundo que se alzan por encima de una mera
circunstancialidad.
Todo lo anterior, unido a la diversidad de puntos de vista asumida por la
voz poética, en la que concurren, por ejemplo, tanto una suerte de
distanciamiento comprometido como la asunción de una subjetividad por
medio de un “yo” testigo y actor, confiere a la sección, para decirlo de algún
modo, un carácter épico-lirico, que comparte con la totalidad del libro. De
hecho, el factor épico preside aquellos momentos en los que se refieren
acciones realizadas por los invasores, mientras que el elemento lírico se
acentúa en los instantes en el que el hablante valora dichas acciones y sus
consecuencias en el mundo americano o cuando reflexiona sobre la naturaleza
del tiempo y del hombre.
En Canto general, la época de la conquista aparece diseñada como una
acción, una empresa histórica, tendiente a la apropiación de un objeto por
parte de un sistema cuyos agentes colectivos —los llamados “hijos del
desamparo”—, motivados por cuestiones sociales y económicas, se insertan en
un proceso de rapiña, de violación, de atropello, convirtiéndose en
depredadores y en destructores de la unidad indiferenciada y fundamental de
las tierras americanas 3 .
Sin embargo, es sabido que el tono denostativo que preside la formulación
discursiva de esta “crónica” de la conquista resulta, en definitiva, atenuado.
Para el cronista no todos los participantes son totalmente deleznables, no
todas las consecuencias de la acción conquistadora merecen el reprobio
absoluto. La destrucción, aunque culpable, trae consigo elementos de
revelación, y desde la perspectiva temporal del emisor, de problematización y
de autoanálisis. Por eso puede encontrarse una doble versión y una doble
visión del personaje de Vasco Núñez de Balboa (“La cabeza en el palo” y
“Homenaje a Balboa”), por eso el cierre de la sección (“A pesar de la ira”),
termina constatando “Así, con el sangriento / titán de piedra, / halcón
encarnizado, no sólo llegó sangre sino trigo./ La luz vino a pesar de los
puñales.” (p.182).
Tal es, grosso modo, el contexto general en el que se inscribe el poema
XXII de la sección, “Ercilla”. Mas específicamente, este poema se sitúa
inmediatamente después del texto que describe y narra la violenta empresa de
Pedro de Valdivia —el capitán español corta, martiriza, extermina,
ensangrienta, despoja, divide tierras y las reparte— y precediendo otro (“Se
entierran las lanzas”) en el que se presenta una suerte de resumen de tales
acometidos, se alude al fin de la guerra y al acaparamiento y al reparto de las
riquezas por parte de los ahora nuevos propietarios de aquellos parajes.
Lo primero que merece ser destacado es, precisamente, la tonalidad
inhabitual del retrato. Si lo que hasta entonces había predominado en la
relación del cronista era una perspectiva eminentemente crítica, con la
excepción de uno de los dos poemas dedicados a Balboa, en “Ercilla” el
hablante se sitúa fuera del ámbito de la reprobación. De hecho, en el espacio
textual de la sección, este poema se destaca no sólo por el elogio contenido
sino también porque significa un paréntesis, un remanso en el hilo narrativo
del cronista, tal como lo es otro texto de la misma serie, “Duerme un
soldado”, con el que, amén de presentarse en una posición equidistante
(poema XI y poema XXII), mantiene singulares vínculos temáticos y de
perspectiva.
El poema “Ercilla” comienza con el motivo del encuentro, pero
contrariamente al movimiento irrupción y de avance de los conquistadores,
que exploran e invaden territorios, aquí son los elementos antropomorfizados
del mundo natural los que descubren a Ercilla: “Piedras de Arauco y
desatadas rosas / fluviales, territorios de raíces, / se encuentran con el
hombre que ha llegado de España.” (p. 175). De la evocación de la naturaleza
singular de ese encuentro, que reactiva la presentación de la acción realizada
por el mundo natural para tratar de detener el avance de los invasores
(presente en textos anteriores de la sección), el hablante acentúa el fenómeno
de inversión de perspectiva al presentar al personaje de acuerdo con el tópico
del conquistador conquistado 4 : “Invaden su armadura con gigantesco liquen. /
Atropellan su espada las sombras del helecho. / La yedra original pone manos
azules / en el recién llegado silencio del planeta.” (id.).
Un importante elemento adicional se concreta en las estrofas siguientes.
Se trata de la emergencia de la primera persona, del hablante convertido en
testigo de aquella escena, de un “yo” situado en medio de una naturaleza
virgen y de sus manifestaciones vitales que, por lo demás, y al igual que
Ercilla, aparecen caracterizadas por la presencia del sonido: “Hombre, Ercilla
sonoro, oigo el pulso del agua / de tu primer amanecer, un frenesí de pájaros /
y un trueno en el follaje.” (id.). Se entiende ahora porqué el conquistador ha
sido domeñado por la naturaleza, Ercilla es “sonoro”, es el hombre que canta,
no es cualquier soldado, es ante todo un poeta y, como tal, no puede sino
atraer y dejarse invadir, atrapar y someter por los elementos del mundo
natural.
De modo que la introducción en esta serie del poema dedicado al soldado
poeta añade otro factor a la relación naturaleza e historia que hasta el
momento venía diseñando el cronista. Esta nueva dimensión es la de la
literatura, la de la poesía. Ella implica que el creador, el productor del canto,
el poeta, no pueda sino someterse a lo real, asumir y aceptar esa derrota para
que surja su cantar, para que se consolide la victoria de un discurso cuyo
curso aparece delineado por las riberas de la realidad y de la historia. Es, por
lo demás, lo que aconseja el hablante: “Deja, deja tu huella / de águila rubia,
destroza / tu mejilla contra el maíz salvaje, / todo será en la tierra devorado.”
(id).
Todo lo anterior implica y explica el signo diferente con el que el hablante
caracteriza a su personaje. La excepcionalidad de Ercilla deriva de su
condición de poeta y, por lo tanto, de su actuar, de su producción, de su
canto. El hablante insiste en la singularidad del hombre y de su obra y las
anáforas del texto serán el eco de la sonoridad del canto de Ercilla que
propondrá, también invirtiendo perspectivas como veremos más adelante, una
versión más equilibrada de los hechos y en particular una insistencia en la
afirmación de la inutilidad de la sangre derramada:
Sonoro, sólo tú no beberás la copa
de sangre, sonoro, sólo al rápido
fulgor de ti nacido
llegará la secreta boca del tiempo en vano
para decirte: en vano.
En vano, en vano
sangre por los ramajes de cristal salpicado,
en vano por las noches del puma
el desafiante paso del soldado, (id).
Una vez establecida lo que será la verdadera gesta de Ercilla, la voz puede
regresar al silencio primordial de la selva araucana, a ese silencio con el que
se había iniciado el poema y que fuera interrumpido por la sonoridad del
canto. El paréntesis se cierra, el canto se acoge, se inserta, se sume en lo
primigenio, en el seno de la permanencia material del ser americano
(anticipada en el ya mencionado poema XI): “Todo vuelve al silencio coronado
de plumas / en donde un rey remoto devora enredaderas” (id).
Ahora bien, otro enfoque del poema, esta vez contextual, puede permitir
demostrar que también en su seno subyacen otras fuerzas, otros materiales
que pueden ser vistos como aspectos configuradores del propio Canto general.
Están ahí sus piedras angulares, esta ahí lo que podemos llamar la arcilla del
canto nerudiano. 5
La Araucana es el resultado de un trabajo iniciado en las tierras chilenas
y terminado unos treinta años más tarde (Ercilla abandonó el territorio,
desterrado, a comienzos de 1559, después de haber sido condenado a muerte
y perdonado por el gobernador García Hurtado de Mendoza). Se trata, como es
sabido, de un extenso poema épico escrito en octavas reales —cuyas tres
partes fueron publicadas en 1569, 1578 y 1589— que se centra precisamente
en la lucha de las tribus araucanas contra los españoles, que en su primera
parte narra sucesos anteriores a la llegada de Ercilla a Chile (historia
sumaria de las invasiones de los incas y de Almagro, acción conquistadora,
enfrentamientos y muerte de Pedro de Valdivia, precedidos por una
descripción física de Chile y de sus habitantes). La obra se singulariza por el
hecho de presentar, de manera indiscutible, la admiración con la que Ercilla
canta y juzga a los araucanos, a quienes presentan en muchas oportunidades
como superiores a sus propios compatriotas. 6 Aunque La Araucana esté,
evidentemente, destinada a enaltecer la grandeza del imperio y a celebrar el
triunfo de sus armas, Ercilla, en múltiples ocasiones, pone el acento en los
cualidades de los aborígenes y en los rasgos positivos de personajes
autóctonos tales como Lautaro, Tucapel y Caupolicán. También, el texto
introduce motivos y situaciones específicos en relación con la acción
conquistadora como la prevaricación de los españoles, la lucha por la justicia
en el trato con los indígenas, la condena de la guerra injusta, el
reconocimiento de las diferencias culturales. De ahí que se haya considerado
que el poema sea un canto al pueblo araucano y que se haya afirmado que la
obra subsume o absorbe “un ideario lascasista” y que de ella pareciera
emerger una conciencia americana y una glorificacion de la población
autóctona 7 .
La lectura de La Araucana —que se convirtió en el poema épico nacional
de Chile— hecha por Pablo Neruda no difiere de dichas perpectivas. Como se
ha visto, el cronista del Canto general pone en evidencia la peculiaridad de
Alonso de Ercilla y de su trabajo literario en el marco de una conquista
caracterizada por la arbitrariedad, la violencia, la crueldad, la codicia, el
egoísmo y la traición.
Sin embargo, es necesario añadir que Neruda, junto con destacar el valor
y la riqueza de este poema, señaló en múltiples oportunidades la importancia
que le merecía la visión propuesta por Ercilla en la construcción de un
imaginario identitario chileno, Así, por ejemplo, en el primer capítulo de sus
Memorias recuerda aquella “... raza soberbia cuyas proezas, valentía y belleza,
dejó grabadas en estrofas de hierro y de jaspe don Alonso de Ercilla en su
Araucana” 8 , mientras que en su discurso de incorporación a la Facultad de
Filosofía y Educación de la Universidad de Chile, en marzo de 1962, Neruda
había destacado, acentuando el carácter fundador del texto del poeta y
soldado, la materialización del hombre y de la naturaleza, la presencia y la
emergencia de un mundo gracias a sus versos:
“Nuestro primer novelista criollo fue un poeta: Don Alonso de Ercilla [que]
encuentra en Chile, no sólo alimento para su ardiente nobleza, sino rejocijo
para sus estáticos ojos. En La Araucana no vemos sólo el épico desarrollo de
hombres trabados en un combate mortal, no sólo la valentía y la agonía de
nuestros padres abrazados en el común exterminio, sino también la palpitante
catalogación forestal y natural de nuestro patrimonio. Aves y plantas, aguas y
pájaros, costumbres y ceremonias, idiomas y cabelleras, flechas y fragancias,
nieves y mareas que nos pertenecen, todo esto tuvo nombre, por fin, en La
Araucana y por la razón del verbo comenzó a vivir” 9 .
Ya en 1946, en un homenaje a Rafael Alberti y a su esposa María Teresa
León, Pablo Neruda había hecho referencia a la figura de Alonso de Ercilla y a
su obra en la cual el territorio de Chile había quedado “fecundado y sembrado
y estrellado con su violenta y ultramarina poesía” 1 0 , y en una conferencia
dictada en 1947, el poeta también había evocado la valerosa guerra de
resistencia de los araucanos sin olvidar su plasmación literaria, pues esa
campaña, decía Neruda, “ha sido llevada a la historia y a la poesía por el
maravillosos caballero, por el grandioso poeta, por el hidalgo don Alonso de
Ercilla” 1 1 . Veinticinco años más tarde el poeta, reaccionando en contra de la
actitud de menosprecio y de vergüenza imperante en su país en relación con
el pueblo araucano, destaca nuevamente el innegable valor genésico de la
representación propuesta por quien ahora llama también “compañero Ercilla”:
“El inventor de Chile, don Alonso de Ercilla, iluminó con magníficos
diamantes no sólo un territorio desconocido. Dio también la luz a los hechos y
a los hombres de nuestra Araucanía. Los chilenos, como corresponde, nos
hemos encargado de disminuir hasta apagar el fulgor diamantino de la
Epopeya. La épica grandeza, que como una capa real dejó caer Ercilla sobre
los hombros de Chile, fue ocultándose y menoscabándose” 1 2
Además, en la poesía de Pablo Neruda vuelve a surgir posteriormente la
imagen de Alonso de Ercilla, en particular en dos libros de la década de los
setenta. Así, en Aún (1971), el hablante, al cumplir sesenta y cinco años y
situado en el territorio de Arauco, pasa revista a la Historia y a su historia, y
luego de recordar brevemente a descubridores y conquistadores, dedica un
poema al “claro Ercilla”, en un texto que reactiva y condensa, aunque con otro
temple y otros elementos, los aspectos fundamentales presentes en el poema
del Canto general:
Ercilla el ramificado, el polvoroso,
el diamantino, el pobre caballero,
por estas aguas anduvo, navegó estos caminos
[...]
él solamente solo nos descubrió a nosotros:
sólo este abundantísimo palomo
se enmarañó en nosotros hasta ahora
y nos dejó en su testamento
un duradero amor ensangrentado 1 3
Por último, en Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena,
libro escrito a comienzos de 1973 y totalmente vinculado con los inquietantes
sucesos que vive Chile, asediado interior y exteriormente por los adversarios
de la política puesta en práctica por el gobierno de Salvador Allende, y donde
Neruda declara que contra los enemigos del pueblo su canto debe ser
“ofensivo y duro como la piedra araucana”, el poeta recupera otra vez a
Ercilla. Neruda pone de realce el valor de un pueblo que no ha sido ni será
jamás
sometido,
reutilizando
conocidos
versos
de
La Araucana 1 4 ,
insertándolos en su propio texto y fundiendo su voz con la del poeta español,
después de haberlo invocado para cantar en coro la esperanza y la lucha
esplendorosa de la colectividad a la que pertenecen ambos poetas: “Ahora
llamo a un noble compañero: / entre todos y todo fue el primero / Don Alonso
de Ercilla, el duradero.” 1 5 .
La presencia constante de Alonso de Ercilla en el universo y en el
imaginario poético de Neruda proporciona a posteriori un realce mayor al
poema dedicado a este personaje en el Canto general. La significación y la
importancia que cobra el libro de Ercilla en otros textos nerudianos conduce a
una nueva percepción de ese poema, invita a considerarlo desde ángulos
complementarios. Ya no puede ser visto y leído tan sólo como un caso
paradigmático de la compleja faz adoptada por la empresa conquistadora de
las tierras americanas. Los reiterados elogios dirigidos a Ercilla y a su canto
quizás no deban ser considerados, entonces, tan sólo como encomiásticos
saludos al ilustre poeta y soldado que, gracias a La Araucana, dio a conocer
o, como también podría decirse, creó discursivamente a los hombres y al
territorio chilenos. De hecho, si recordamos que Pablo Neruda poseía en su
biblioteca nada menos que once ejemplares de La Araucana (incluso uno
datado de 1578) 1 6 resulta factible deducir que existe un importante sustrato
de Ercilla en la obra de Neruda y en particular en la configuración del Canto
general.
Ya se han evocado las coincidencias generales en relación con la
perspectiva ideológica adoptada en la poetización de los sucesos relativos a la
conquista. Pero también se pueden verificar otros puntos de contacto entre
ambos textos, algunos de las cuales evocaremos aquí muy rápidamente.
Desde esta perspectiva, recordemos que Cedomil Goic había señalado que
en Canto general como “en el poema imperial se trata de la representación de
la lucha entre el poeta y el mundo que aspira a conocer y dominar. La
conciencia del hablante épico nerudiano —agrega Goic— tiene algo de énfasis
fundacional y creador de mundo que tiene el narrador en el poema de
Ercilla.” 1 7 . En efecto, conviene no olvidar que, de la misma manera que
Ercilla cantó y ensalzó al hombre y el espacio del llamado reino de Chile, el
propósito inicial de Pablo Neruda —un proyecto que nace al regresar el poeta
desde Europa en 1937— había sido la escritura de un “Canto general de
Chile”, un libro de “revelación, narración, y celebración” de su país 1 8 . Así,
ambas obras cuentan la historia y, al hacerlo, describen la tierra y la
naturaleza americanas, son crónicas de las luchas y, además, valoraciones de
los elementos positivos y negativos de orden político y social que han
determinado el pasado histórico y que pueden servir de fundamento para un
análisis del presente y para una proyección hacia el futuro.
Evidentemente, otro de los lazos más notorios que pueden establecerse
entre ambas obras está dado por la posición y la función de la voz del
hablante. Gran parte de lo que se refiere en ellas tiene como observadores,
testigos y participantes a los propios autores, identificados discursivamente.
Incluso podría afirmarse que el conocimiento de algunos sucesos de sus
respectivas experiencias vitales pueden iluminar, desde esa perspectiva, la
comprensión de los textos. De modo que no sería demasiado aventurado
sostener que tanto La Araucana como el Canto general podrían ser calificadas
como crónicas semiautobiográficas en la medida en que, por una parte, el
cronista es también un “yo” que se anuncia y se enuncia como protagonista, y
en la medida en que, por otra parte, los elementos y aspectos que no
corresponden a experiencias vividas por ellos expresan, no obstante, los
valores, las posiciones ideológicas y los ideales estéticos y culturales de estos
creadores.
De ahí que, tanto en la obra de Ercilla, como en la de Neruda, emerjan
elementos aparentemente ajenos a la materia narrada y a sus núcleos
temáticos, fenómeno que la crítica censurara a ambos por considerarlo
erosionador de la unidad de acción. Pero tales inclusiones se explican,
precisamente, por la presencia de una unidad concedida por las opciones
éticas y políticas defendidas y postuladas por los hablantes. Si Ercilla
introduce, por ejemplo, la descripción de la batalla de San Quintín o de la de
Lepanto es porque el poeta quiere exaltar los valores y la grandeza imperial de
España y de su monarca. Si Neruda incluye, por ejemplo, referencias a los
acontecimientos que ocurren en Grecia a fines de la década de los cuarenta o
si extiende su mirada hacia los Estados Unidos o hacia la Unión Soviética es
porque tales inserciones permiten resaltar de manera inequívoca la valoración
ideológica desde la cual se canta el mundo. Tales características explican
además otro de los rasgos singulares de ambas obras: la ausencia de un héroe
central, elemento ineludible en la épica clásica. Sucede que en estos textos
ciertos personajes pueden alcanzar un protagonismo indiscutible (como
acontece con Caupolicán, en La Araucana, o con Recabarren en el Canto
General) e incluso una dimensión mítica insoslayable 19 , pero de todas
maneras, lo pertinente, desde este punto de vista, es el enfrentamiento de
pueblos, de mundos y la insersión de las individualidades en el seno de la
colectividad.
Por todo lo anteriormente dicho puede concluirse que, a pesar de lo que
podría llamarse su posición “excéntrica”, el poema “Ercilla” del Canto General
es un texto central porque en él se escruta uno de los ejes de la concepción
del trabajo poético y de la visión del mundo sustentadas por Neruda, porque
es simiente, indicio, revelación de modos de escritura, de instancias de
percepción, aprehensión y representación literarias, porque es una sutil y
fehaciente muestra de la función medular que proyecta la obra de Ercilla en el
poeta chileno, porque, gracias a él se puede insinuar que Ercilla forma parte
de la arcilla, de la materia con la cual se modela y se construye el Canto
general. Refiriéndose con nostalgia a la patria perdida de los antiguos
habitantes de Chile, el propio Neruda asoció ambos términos:
Ya el antiguo Arauco no existe. La sangre, la muerte, el tiempo y luego los
cantos épicos de Alonso de Arcilla, cerraron la antigua historia de una tribu
de arcilla que despertó bruscamente de su sueño geológico para defender su
patria invadida. 2 0
Ahora puede verse con mayor claridad, creemos, aquella relación latente
que se vislumbraba en el texto dedicado al poeta español y que evocáramos en
un comienzo.
Si recordamos, por ejemplo, los primeros versos del libro, que identifican
al hombre americano con la materia original —”El hombre tierra fue, vasija,
párpado / del barro trémulo, forma de la arcilla, / fue cántaro caribe...” — (p.
105), y los vinculamos con la asociacion que el propio cronista establece más
tarde entre el cantar y el cántaro, al señalar que el hombre “es orgullo de
arcilla que morirá en el cántaro, / quebrándose, apartando las gotas que
cantaron, / amarrando a la tierra su indecisa costura” (p. 676), el “Ercilla
sonoro” de nuestro poema (p. 175), el Ercilla que canta, se convierte en un
Ercilla-cántaro, en un Ercilla-arcilla, cuyo canto, hecho de mundo americano,
no puede sino contar de otra manera la conquista de esos territorios.
En definitiva, Ercilla, es también arcilla del Canto general. Es otro
material del canto, un ejemplo mayor de la interrelación historia, texto y
naturaleza. Otra concreción temático-discursiva de la “generalidad” del canto
nerudiano.
Dr. Fernando Moreno Turner
Ce ntre de Reche rche s Latino-Amé ricaine s
Unive rsité de Poit ie rs, Fr ance
fe rnando. more no@mshs. univ-poitie rs.fr
Notas
1
Ne r uda, Pablo, “ Algunas re fle xione s impr ovisadas sobre mis
comple tas II, Bue nos Aires, Edit orial Losada, 4a e dición, 1973.
2
Ne r uda, Pablo, C an to gen er al, [Edición crít ica de Enrico Mario Santí], Madrid, Cáte dr a,
1998. Todas las cit as se hace n por e st a e dición. Se indica solame nte e l núme r o de la
página correspondie nte .
tr abajos ”,
in
Obr as
3
Para un mayor de sarrollo de e stas conside raciones vé ase e l análisis de Carlos Santander,
“De nigración y e logio de Balboa”, e n He rnán Loyola (e d.), Nerud a en S ás s ar i, Sássari,
Se minar i di St udi Lat inoame ricani, 1987, pp. 139-158.
4
Como lo ha se ñalado Alain Sicard, quie n además indica que este situación se sitúa en el
polo opue st o a la pre se nt ada e n e l poe ma XI , don de apare ce “la impote ncia f in al de la
nat ur ale za ame ricana par a re sistir se a la violación de que es obje to. ”. El pensamien to
poético de P ablo Nerud a, Madr id, Gre dos, 1981, p. 232.
5
Pe r o par a e llo pue de se r ne ce sario recor dar alg unos e le me ntos re lacionados con la f ig ur a
hist ór ica de l pe r sonaje repre se ntado por e l cr onista. A los quince años Alonso de Er cilla y
Zúñiga (1533-1594) e ntr ó a la cor te a se rvir de paje al infante don Fe lipe , quie n habr ía de
se r poste riorme nte Fe lipe II , re y de España. Ercilla acompañó al pr íncipe e n varios de sus
de splazamient os, e n par ticular e n e l que le conduje ra a Londre s, e n 1554, donde e l f uturo
mon arca contr ae ría n upcias con María Tudor . Dur an te la e st ancia e n I ng laterr a se tie ne n
noticias de la suble vación de Fr ancisco He rnández Gir ón e n el Pe r ú y de la mue rte de
Pe dr o de Valdivia e n Chile , a manos de los indíge nas. El pr íncipe Fe lipe , e ncargado de los
asunt os de Indias, e fe ct úa dos n ominacione s: un n ue vo g obe rnador para el te rrit or io de
Chile , Je rónimo de Alde re te , y un n ue vo vir re y par a e l Pe r ú, Andrés Hurt ado de
Me n doza. Er cilla obt ie ne la me r ce d re que r ida y parte h acia e l Per ú, e n compañía de l n ue vo
vir re y, para combatir a los re be lde s de l Pe r ú. E l viaje f ue largo y lle n o de incide nte s —
e ntre los cuale s cabe citar la mue rte de Alde re te— y al lle gar a de stino la re vue lta de
He r nánde z Gir ón ya había sido sof ocada. El principal obje tivo de l viaje de Ercilla había
e nt on ce s desapare cido. E l vir re y, por su par te , n ombr ó a su h ijo García Hurt ado de
Me ndoza nuevo gobe rnador de Chile y e n 1557, inte grándose e n sus hue ste s par a se rvir al
monarca e n la de fe nsa del impe rio, Ercilla de cide dirigir se con é l a las tie rr as de l sur. Al
e sce n ario de los e nfre nt amie nt os lle gar á e n e l me s de junio, don de pr ont o se ve sume rgido
e n los af anes bé licos pe ro t ambié n y sobre t odo, cuando e l tie mpo se lo pe r mite , e n la
e scrit ura de su poe ma é pico L a Ar auc an a, e n e l que una gr an parte de l mate rial narr ado
e st á con st it uída, pre cisame nte , a part ir de los aconte cimie nt os de los que fue te st igo: ”. .. y
así [e l t ie mpo] e l que pude h urt ar, lo g asté e n e ste libr o, e l cual, por que f ue se más cie rt o
y ve rdade ro, se hizo e n la misma gue rra y e n los mismos pasos y sitios, e scr ibie ndo
muchas ve ces e n cue ro por falt a de pape l, y e n pedazos de cartas, algunos tan pe que ños
que ape nas cabían se is ver sos, que no me cost ó despué s poco tr abajo juntar los Alonso de
Ercilla, L a Ar auc an a. Madr id, Cáte dra, 1993 (Edición cr ítica de I saías Le rne r, Col. Le tr as
Hispánicas 359), p. 69. Re sult a cur ioso que Pabl o Ne r uda, al re fe rirse a última f ase de la
e scrit ura de l C an to gener al, dur ante su clande stinidad e n e l sur de Chile e n 1949, se
e xpre se e n té rminos que pare cie ran se r e l e co lejan o de los pr opósit os de Er cilla: “Por
primer a vez me v i oblig ado a escrib ir versos en f orma continu ad a dur an te 8 o más hor as al
dí a. A menu do no tení a comod id ades. Lo h ací a sobre un a tab l a, un tronco, un árbol, un a
piedr a.”. Entre vista con Volodia Te itelboim e n El S iglo, Santiago, 1963 (Cit. par Sant í e n
la “I ntroducción” a su e dición cr ítica de l C an to gneral, op.cit. , p. 54).
6
Para una mayor información sobre Ercilla y L a Arau c an a pue de con sultarse , por e je mplo ,
e l capít ulo que le de dica Luis I ñigo Madr igal, “Alonso de Er cilla y Zúñiga”, e n su Histo r i a
de l a L iter atur a H isp ano amer ic an a, Tomo I, Epoca Colonial, Madr id, Cáte dr a, 1982, pp.
189-203.
7
Cf. las re flexione s de Jaime Concha, “Obse rvacione s ace rca de L a Ar au c an a”, “El otr o
Nue vo Mundo”, re copilados e n su L a s angre y l as le tr as, La Ha bana, Casa de las Américas,
1986, [Cuade rnos Casa 31], pp. 39-56 y 57-99, re spe ctivame nte . Otr os e st udiosos han
se ñalado que la obra significa la eme rge ncia de una concie ncia ame ricana y que ella,
ade más, afirma la e xiste ncia de una armonía n at ur al e ntre e l h ombre y su me dio,
ide ntifica la conquist a con la de st rucción, la corrupción y la e xplotación de la re alidad
ame ricana, amé n de pre se nt ar un “proceso de c ar ac teriz ación mitif ic adora del pueblo
ar au c ano, q ue v a desde l a mag n if ic ac ión d e sus atr ibu to s guerreros h as ta su
tr an sf ormac ión f inal en sí mbolo de libertad. Be atr iz Past or, El d iscurso n arr ativo de l a
conquis ta de A mér ic a, La Habana, Casa de las Amér icas, 1983, p. 499.
8
Pablo Ne ruda, Conf ieso que he viv ido. Memorias, B ue nos Aire s, Losada, 1974, p. 15.
9
“Lat orre , Pr ado y mi pr opia sombr a”, en Pablo Ne r uda, Obr as Comple tas, III, Bue nos Aire s,
Losada, 1973, [4a e dición aume nt ada] p. 689.
10
“Rafe al Albe rt i y Mar ía Te re sa Le ón”, e n Pablo Ner uda, P ar a n ac e r he n ac id o, Bar ce lona ,
Se ix Barr al, 6a e dición, 1996, p. 84.
11
“Viaje s por las cost as del mundo”, en Pablo Ne ruda, Obr as Comple tas, II, B ue nos aire s,
Losada, 1973, [4a e dición aume nt ada], p. 562.
12
“Nosotr os, los indios”, e n Pablo Ne ruda, P ar a n acer he n ac ido , op. cit. p. 272.
13
Pablo Ne ruda, Aún, e n Obr as Comple tas, III, op. cit. p. 341.
14
“Chile, f értil provinc ia y señal ad a / en la región an tár tic a f amo sa, / de remo tas n ac iones
respe tad a / por f uer te, princ ip al y poderosa; / la gente que produce es tan gran ad a, / tan
soberbia, g allard a y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regid a / ni a es tr an jero
dominio so me tid a.”, Alonso de Er cilla, L a Ar auc an a, op. cit. p. 79.
15
Pablo Ne r uda, Inc itac ión al nixonic id io y al ab anza de la revolución chilena, Santiago,
Edit orial Quimant ú, 1973, p. 202.
16
De acue r do con e l cat álogo e stable cido por Se le n a Millare s e n su te sis doct or al La génesis
poétic a de P ablo Neruda. An ál isis in ter tex tu al, Madrid, Unive rsidad Complute nse de
Madr id, 1992 (Cf. Apé ndice , pp. 638-639).
17
Ce domil Goic, “Altur as de M achu Pïcchu: la torre y e l abismo”, Anale s de la Unive rsidad de
Chile , Santiago, 157-160, e ne r o-diciembre 1971, p. 153.
18
Cf. las informacione s proporcionadas por He rnán Loyola e n su e dición de Pablo Ne ruda,
Obr as Compl e tas I. De “Crepuscul ar io a “ L as uv as y el viento” . 1923- 1954, Bar ce lona ,
Galaxia Gutembe rg-Cír culo de Le ct ore s, 1999, pp. 1201-1218.
19
S obre e ste aspe ct o, vé ase J uan Villeg as, Estruc tur as mí tic as y ar que tipo s en el “ C an to
Gener al” de Nerud a, Bar ce lona, Plane ta, 1976.
20
Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Memorias. Op. cit., p. 404.
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