ISSN: 0185-3716 D E L F O N D O D E C U LT U R A E C O N Ó M I C A J U N I O 2 0 1 3 El realismo teatral de Leñero es la visión perspicaz de quien consigue reconocer lo incorrecto dentro de lo habitual —LUIS D E TAV I R A aaaa Vicente Leñero 80 actos Además DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM Ilustración: D E TA L L E D E L A P O R TA DA D E A F U E R Z A D E PA L A B R A S ( F C E , 2 0 0 2 ) E DI TOR I A L 3 Mi hermana JEANNETTE L. CLARIOND VIC EN T E LE ÑE RO: 80 ACTOS ————————— 7 Leñero y el teatro de la memoria R A FA E L VA R G A S 9 El realismo ideal de Vicente Leñero LU I S D E TAV I R A 11 Un editor así GERARDO VILLADELÁNGEL ————————— 15 Erich Fromm y la naturaleza del hombre y el arte de ser RAMÓN XIRAU 17 Fromm y los obreros alemanes L AW R E N C E J. F R I E D M A N 21 23 V icente Leñero cumple 80 años este 9 de junio, 80 actos en los que la escritura ha sido protagonista. Si la ingeniería no fue para él más que fuente de molestias profesionales y anécdotas luego digeridas en algún texto —aunque también le ofreció alguno que otro deslumbramiento— y si el periodismo lo colocó en más de un epicentro de la vida política mexicana del siglo xx, lo cierto es que estas ocho décadas se caracterizan sobre todo por tres modos de practicar la literatura: la narrativa (incluido ahí ese género híbrido que es la semblanza biográfica disfrazada de cuento), el guionismo y sobre todo el teatro. El homenaje que desde aquí rendimos a Leñero se centra en este último, pues el Fondo tiene la dicha de haber publicado en tiempos recientes dos tomazos con las 23 obras que escribió entre 1968 (Pueblo rechazado) y 1997 (Don Juan de Chapultepec), así como la tercera encarnación de Vivir del teatro, esa jubilosa crónica de las peripecias que le han tocado sufrir para redactar y ver montadas sus creaciones dramáticas. Tres compañeros de andanzas festejan aquí al Leñero octogenario. Su colega en la revista Proceso Rafael Vargas hace una emotiva reseña justamente de Vivir del teatro, libro en el que descubre un documento esencial para la historia de ese arte en nuestro país. En seguida, el siempre original Luis de Tavira reflexiona desde su condición de director de escena sobre los aportes leñerianos a la forma más volátil de la literatura. Y Gerardo Villadelángel retrata, con unos cuantos trazos, al Vicente que en tiempos recientes se ha asomado al oficio editorial. El padre Gregorio Lemercier y luego el iconoclasta Iván Illich servirían de puente para llegar, en unos cuantos pasos, desde Leñero hasta un autor central en el catálogo del Fondo: Erich Fromm. Sin más pretexto que la publicación en Estados Unidos de una nueva biografía —que estamos evaluando para ver si la hacemos nuestra— y de un semiolvidado libro suyo sobre las convicciones de los obreros alemanes en los años treinta del siglo pasado, nos acercamos ahora al psicólogo e investigador de la sociedad que hizo de México uno de sus hogares. (Agradecemos al pintor Oswaldo Sagástegui el permiso para usar su retrato de Fromm.) Y cerramos con una juguetona taxonomía de los coleccionistas de libros y el discurso que pronunció Isol al recibir uno de los mayores premios para hacedores de literatura infantil: el Astrid Lindgren.W El coleccionista de libros José Carreño Carlón León Muñoz Santini D I R E C TO R G E N E R A L D E L F C E ARTE Y DISEÑO Tomás Granados Salinas Emmanuel Peña R O B E R T S O N D AV I E S D I R E C TO R D E L A G AC E TA F O R M AC I Ó N Alejandro Cruz Atienza Juana Laura Condado Rosas, María Antonia Segura Chávez, Ernesto Ramírez Morales El artista, un niño que ha sobrevivido J E F E D E R E DAC C I Ó N Ricardo Nudelman, Martha Cantú, Alejandro Valles Santo Tomás, Nina Álvarez-Icaza, Alejandra Vázquez C O N S E J O E D I TO R I A L 19 CAPITEL NOVEDADES JUNIO DE 2013 Impresora y Encuadernadora Progreso, sa de cv IMPRESIÓN ISOL 19 V E R S I Ó N PA R A I N T E R N E T Suscríbase en www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/laGaceta/ [email protected] www.facebook.com/LaGacetadelFCE La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Bosques del Pedregal, 14738, Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable: Tomás Granados Salinas. Certificado de Licitud de Título 8635 y de Licitud de Contenido 6080, expedidos por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de 1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre registrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número 04-2001-112210102100, el 22 de noviembre de 2001. Registro Postal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondo de Cultura Económica. ISSN: 0185-3716 F OTO G R A F Í A D E P O R TA DA : L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I 2 JUNIO DE 2013 P O ES Í A Las siguientes líneas han sido tomadas del relato autobiográfico Cuaderno de Chihuahua, de Jeannette L. Clariond, que publicaremos en los próximos días. Aquí, la poeta y traductora nos narra una niñez dolorosa, plagada de pérdidas, y echa mano de la poesía y la prosa para dibujar imágenes melancólicas, llenas de indefensión y temor que suceden en medio de los paisajes naturales y la historia de la ciudad de Chihuahua Mi hermana JEANNETTE L. CLARIOND Recostada en el sofá mi hermana escuchaba la lluvia, la música de la cascada en el alero. Subía el volumen de la radio para no oír los pasos dispersos en el pasillo. Ella sabía correr y llenar de aire sus pulmones, hundirse cuatro metros bajo el agua y alzaba altos trofeos de bronce. Algunas veces pensé lo peligroso que es detener largos minutos el aliento, llegué a creer que desaparecería para siempre. Vivía la ilusión del no regreso: sumirse por debajo del nivel, algunos centímetros bajo el nivel. Nadie se siente bien a la intemperie siempre. Para permanecer, es necesario el descenso.W JUNIO DE 2013 a 3 Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I DOSSIER Vocación bien arraigada, paciencia de santo, ingenio que debe renovarse de continuo, sensibilidad ante las palabras y las personas: ésos parecen ser los requisitos para dedicar provechosamente la vida al teatro. En estas páginas se pasa revista a algunas de las muchas virtudes que Vicente Leñero ha practicado en su dramaturgia, la puesta en escena, la edición de libros. Sus 80 años son 80 actos en la gran obra que es su vida literaria 4 a JUNIO DE 2013 DOSSIER JUNIO DE 2013 a 5 6 a JUNIO DE 2013 Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I Fotografía: A R C H I VO P E R S O N A L D E V I C E N T E L E Ñ E R O V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS Acaso para contrarrestar lo fugaz de toda puesta en escena, Vicente Leñero ha escrito mucho, y muy bien, sobre cómo se gestaron sus obras y cómo éstas llegaron a los escenarios. El año pasado apareció con el sello del Fondo la versión más completa de su Vivir del teatro, un valiosísimo híbrido literario en el que Leñero da testimonio de sus andanzas entre actores, directores y demás gente de la escena R ES EÑA Leñero y el teatro de la memoria R A FA E L VA R G A S Vivir del teatro nunca ha sido posible ni ahora ni en tiempos de Lope de Vega V ivir del teatro, vivir del teatro, vivir del teatro, vi“ vir del teatro…” A fuerza de repetirla, la frase adquiere la calidad de un mantra: un instrumento para concentrarse, una herramienta para la meditación. Es una frase escuchada centenares de veces, es una suerte de conclusión que uno le ha oído decir a toda la gente de ese medio que, a pesar de saberlo (“es prácticamente imposible vivir del teatro, sobre todo en México”), se empeña en escribir, montar, actuar, dirigir, iluminar, producir. La repito mentalmente porque es también el título de un libro de Vicente Leñero, Vivir del teatro, y busco sin éxito la manera de asirlo, situarlo, explicarlo. No sé si lo consiga, pues se trata de un libro singularísimo, que en una biblioteca podría clasificarse bajo, por lo menos, siete rubros distintos: teatro, crónica, ensayo, relato, historia literaria, autobiografía y memorias, aunque, en realidad, no se deja encasillar en ninguno de esos géneros y es mucho más que la suma de todos ellos. A ratos, precisamente por esa suerte de certeza pesarosa (la imposibilidad de vivir del teatro en JUNIO DE 2013 México), el lector siente que más bien tiene en las una navidad (el cine produjo en él, según sus promanos uno de esos diarios íntimos en los que sus pias palabras, una fiebre que nunca lo abandonó), autores quieren dejar registro de sus sueños por- Vicente Leñero se deleitaba de niño escenificando que, mientras recorre las páginas de Vivir del tea- con sus hermanos pequeñas obras con marionetas tro y se entera de cuántos esfuerzos hay que hacer en un teatrín (el “Teatro la Mariposa”) construido para escribir una obra, cuántas voluntades hay que entre todos ellos con imaginación y entusiasmo. concertar simplemente para que exista la posibili- Sus hermanos dejaron de soñar. El teatro “quedad de realizarla, cuántos pleitos hay que librar y dó arrumbado en el cuarto de trebejos y pronto se cuántos obstáculos hay que superar para convirtió en tablas, en palos para el bóiescenificarla, se antoja que todo lo que ler, en humo”. No para Vicente. Para él se cuenta sólo pudo habérsele ocurrido a ese pequeño teatro fue una puerta de enuna persona muy fantasiosa, alguien que trada, si no a la literatura, como lo imasueña mientras todos los demás se ocuginaba de joven —“la puerta grande de pan de asuntos concretos, serios, reales. la dramaturgia”— sí a una manera de viQué tan fuerte puede ser un sueño es vir en la que se internó cada vez más lealgo que uno aprende leyendo este libro jos, tanto, que hoy es autor de veintiséis de Leñero. Al igual que la gente del medio obras que no sólo forman parte princicinematográfico, la gente de teatro es capalísima de su biografía, sino de la hispaz de agotar su cuenta bancaria e hipotoria del teatro mexicano de la segunda tecar su casa con tal de montar una obra, mitad del siglo xx. VIVIR DEL TEATRO un sueño, para que otros, los espectadoPor ello, la lectura de Vivir del teatro res, los acompañen a soñar. es mucho más que el recuento en primeVICENTE El teatro es un sueño que Leñero cora persona de la escritura de esas obras y LEÑERO menzó a soñar desde niño. Unos títeres sus respectivos montajes escénicos. No plantaron en su cerebro las semillas del sólo entrega anécdotas: es una cala en letras mexicanas amor por el teatro, por el espectáculo. profundidad, hasta la entraña de la ma1ª ed., 2012, 486 pp. Así como Ingmar Bergman se extasiaba nera en que vive la gente de teatro en Mé978 607 16 1059 1 mirando las imágenes proyectadas por xico, luchando constantemente contra la $420 la linterna mágica que le regaló su padre falta de financiamiento, de espacios, con- a 7 Imágenes: C A R T E L E S D E P E L Í C U L A S E N L A S Q U E V I C E N T E L E Ñ E R O F U E G U I O N I S TA V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS L EÑER O Y EL TEATR O D E L A M EM O R I A tra la incomprensión del público, la censura, la pobreza de la crítica… Son tantos los problemas que deben remontarse, que uno se pregunta: ¿qué le sucede a esta gente? ¿Acaso están locos? ¿Leyeron muchos libros de caballerías y por eso siguen empeñados en empresas tan descabelladas? La verdad es que, aunque Leñero no lo dice, o en todo caso, no lo subraya lo suficiente (ésa es la única debilidad de su estupendo testimonio), uno adivina más allá de sus palabras que todos los involucrados se divierten como enanos. Son locos, rebeldes, visionarios, gente de teatro, que cree que puede (que debe) redimir al mundo con un montaje, aunque lo normal, en México, sea no llegar mucho más allá de las cien representaciones. Y desde esa convicción sufren y gozan la vida, se endeudan, pelean, fantasean y actúan —en el doble sentido de la palabra— para que otros la gocen y la sufran. Así es el maravilloso teatro. Pero si Vivir del teatro no muestra en primer plano cuán gozoso debe ser escribir una obra (imaginar todo un mundo) y después materializarla (aunque la intervención de otros —el director, el escenógrafo, los actores, por supuesto— pueda deformar profundamente la concepción original), tampoco se instala en el extremo contrario: la fácil pendiente de la queja, ni es un libro que busque la admiración arrobada o la simpatía del respetable público hacia el artista marginal, ni tampoco es una suma de ensayos añorantes y nostálgicos. Es, simplemente, un amoroso ejercicio de la memoria. Está redactado, como ya se ha dicho, en primera persona. Pero a través de esa primera persona hablan también Gabriel Retes, Enrique Lizalde, Luis de Tavira y muchos, muchos otros. El teatro es siempre colectivo, así nos presente un monólogo (no es, por cierto, el caso de este libro). Uno cierra el volumen de cuatrocientas y tantas páginas y se vienen a la cabeza muchísimas cosas. La primera: ¡qué gran narrador es Leñero! Y, en se- 8 Qué tan fuerte puede ser un sueño es algo que uno aprende leyendo este libro de Leñero. Al igual que la gente del medio cinematográfico, la gente de teatro es capaz de agotar su cuenta bancaria e hipotecar su casa con tal de montar una obra, un sueño, para que otros, los espectadores, los acompañen a soñar. guida: ¿es igualmente brillante como dramaturgo? Quien ha tenido la suerte de ver una de sus obras, sabe que tiene talento en proporciones semejantes para ambas cosas. Entre las diversas lecturas posibles, se puede leer Vivir del teatro como una suerte de Odisea. Leñero narra cómo sobrevivió a burócratas torpes, funcionarios autoritarios, antesalas insufribles, disgustos con compañeros, a veces diferencias insalvables con quienes dirigen sus obras; es un Ulises que viene de regreso de muchas aventuras. Sólo hay una diferencia —muy importante— con relación al periplo de Ulises: en este relato contado en 25 episodios (la Odisea tiene 24 a cantos), Leñero no es un héroe, es sólo un personaje más en manos de Leñero, que a ratos no duda en condenarlo. Naturalmente, después de treinta años de amoríos con el teatro, alguna vez asoma el cansancio. Leñero dramaturgo repasa esas aventuras y se siente decepcionado “por el ejercicio de una profesión que, en la hora del balance, me ha dado más desengaños y más angustias y más problemas que verdaderas satisfacciones. Maldito teatro”, dice, como quien maldice, mordiéndose la lengua, a una mujer a la que amó, a la vez que es incapaz de desprenderse de ella. Vivir del teatro es, en realidad —como lo prueba el libro homónimo de Leñero—, vivir para el teatro. Una pasión a la que no se puede poner casa aparte, porque lo invade todo, inevitablemente, hasta contagiar a otros miembros de la familia: Estela, su hija mayor, es hoy directora teatral y Eugenia, la tercera, actriz —en ambas, para decirlo con palabras del propio Leñero, “la vocación del teatro prendió en forma de un buen fuego llamado a convertirse en profesión”. Aunque nunca procura la metodología del historiador, el libro de Leñero forma parte, no sobra decirlo, de las grandes obras historiográficas sobre el teatro nacional, como la Reseña histórica del teatro en México, de Enrique de Olavaria y Ferrari, y los estudios de Armando de Maria y Campos y de Salvador Novo. En tanto que autobiografía —un género, por desgracia, tan escaso en nuestras letras— es de veras ejemplar. Un relato verídico e irreverente hecho sin medias tintas ni tapujos. Ya quisiera uno leer muchos libros como éste.W Rafael Vargas, espectador, dirige el Programa Tierra Adentro del CNCA. JUNIO DE 2013 Fotografía: M O N TA J E D E L A O B R A LO S A L B A Ñ I L E S , D E V I C E N T E L E Ñ E R O V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS Luis de Tavira y Vicente Leñero han formado una larga y fecunda mancuerna teatral, no exenta de controversias: aquél ha sido en numerosas ocasiones el demiurgo que transforma la dramaturgia de éste en un universo escénico. Conociéndolo así, tan desde adentro, el director identifica los resortes que el escritor pulsa para que funcionen bien sus máquinas dramáticas SEMBLANZA El realismo ideal de Vicente Leñero LU I S D E TAV I R A L a aventura creadora de Vicente Leñero ha sido, entre otras muchas cosas, una sorprendente pasión por el realismo en un mundo que parece haber conseguido escaparse de la realidad: la reinvención del realismo en el siglo de la desintegración atómica no sólo de la materia, sino de todo lo que es. Vicente Leñero ha fijado la mirada en una perspectiva desde la cual es posible apreciar cómo los hombres no ven lo que hace tiempo está ahí: la desrealización del mundo. Su obra nos acerca al peligroso mirador en el que parece contemplarse la terrible existencia de México; una ficción deslumbrante que es la historia paradójica de lo que no ha sucedido en lo que ha sucedido; la perspectiva de un país terrible, que es el país donde nadie sabe nada. Una ficción enigmática y cruel porque es capaz de mostrar y ocultar aquella esencia primitiva que se asoma y esconde en el modo y el tono como se presenta aquello que es. Aquello que es se hace presente en la presencia del presente y en el presente de la JUNIO DE 2013 presencia, como un mundo sin acontecimiento, un horizonte de simulacros en el que, a pesar del apogeo de los medios de comunicación que agotan toda distancia, la cercanía de aquello que es sigue estando ausente. Porque a la cercanía de lo real sólo se la encuentra en las cosas que están en la cercanía y que solemos llamar las cosas. Las cosas, esas que se embalan apresuradamente en el ajuar de una mudanza hacia el enigma en el que las mismas cosas ya no podrán seguir siendo las mismas; como aquellas copas (“—¿Te acuerdas?, son las que nos regaló mi mamá, el día de nuestra boda…”). Copas que son recipientes capaces de acoger algo distinto a ellas y que sin embargo lo han dejado escapar en el doloroso presente del recuerdo. Un recuerdo que las representa y las delata fuera de sí, halladas en el vacío de lo que ya no es, porque el presente, el de la historia y el de las cosas que no tienen historia —la intimidad, los sentimientos, las dudas y los cuerpos—, mucho más que ser la consecuencia de lo que ha sucedido, es el resultado de lo que nunca sucedió. Escritura que nos aproxima a una realidad sólo accesible en la visión de una mimesis que no se en- a tiende como imitación costumbrista, sino que quiere entenderse como representación de la realidad; es decir, hacer presentes las cosas en el presente de la presencia: como todo el tiempo que necesita la abuela para cocinar la sopa de verduras, mientras el abuelo lee, antes, mucho antes de que un ángel irrumpa y asesine el tiempo en el instante de su visita. Porque, ¿qué realidad demanda su re-presentación? Nadie imagina lo que tiene enfrente, lo que reside en la cercanía. Sólo la realidad ausente, lo irremediablemente ido, lo que nunca ha sucedido y es, además, la condición radical de lo finito; eso que llamamos real, eso es lo que irrumpe como un prodigio en la dimensión de aquello que llamamos ficción. La ficción como el lugar donde reside y se muestra la verdad de lo real que lo real no posee; el significado de las cosas que las cosas no tienen; en suma, la mimesis del teatro, que es lugar donde todo lo que es siempre es otra cosa. Tal vez por eso, la pasión realista de Leñero, que es pasión por la verdad de la realidad, pasión que ha presidido su audacia periodística, pasión por una ficción que descuartiza la cotidianeidad y que renovó la sintaxis y el léxico de la novela mexicana, por eso, tal 9 V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS EL R EA L I S MO I D EA L D E V I C ENTE L EÑER O Itinerario deslumbrante, la obra de Leñero, drama de hoy, consumido en el instante del escenario, parece ser el legado más fecundo para el futuro de nuestro teatro. Un panorama contradictorio que entraña una sabia congruencia en la que parece realizarse el antiguo paradigma del teatro. vez, haya tenido que ser, en sus últimas consecuencias, la pasión dramatúrgica de un cabal hombre de teatro. La obra de Vicente Leñero significa muchas cosas para la cultura mexicana de nuestro tiempo: renovación de la narrativa, ejemplo y cátedra del periodismo, dignidad artística en el cine y la televisión. Sin embargo, ninguno de estos significados considerables alcanza la dimensión y trascendencia que significa el venir a ser el dramaturgo mexicano más consistente de la segunda mitad del siglo xx. Por caminos de rigurosa soledad literaria, Vicente Leñero accede al teatro, el arte de la traumática creación colectiva, que habría de transformar al escritor insólito en el ejemplar dramaturgo de la solidaria confabulación teatral. En Leñero el teatro mexicano de nuestro siglo agota el ciclo de los escritores de la literalidad del drama y con él inicia la crisis renovadora de la experimentación, ya no escénica sino desde el texto mismo de la propuesta dramática. Crisis fecunda que habría de venir a descubrir lo que se sabía de antiguo, pero que había sido olvidado en los deslumbramientos de la inepta cultura de los paradigmas: que el lenguaje del teatro no es reductible a literatura, que su poder reside en el enigma que palpita en ese fulgor que precede a la palabra, en el instante vivo del escenario de aquel drama invisible que sucede en la mente del actor y que, en realidad, sólo puede escribirse en el tejido nervioso del espectador. La aventura dramatúrgica de Vicente Leñero transita escenarios y vanguardias en un proceso de transteatralización incesante que nunca se autocomplace, y va hacia la construcción de la mimesis realista de una existencia desrealizada, que quisiera ser, utópicamente, la invención de un algo que pudiéramos llamar mexicano, porque aún no existe, entre otras cosas porque aún no se ha teatralizado. El realismo teatral de Leñero es la visión perspicaz de quien consigue reconocer lo incorrecto dentro de lo habitual, la catástrofe oculta en la normalidad; un teatro cruel que sin embargo se conmueve de la angustiada mediocridad de ese naufragio sentimental con que agoniza la clase media —media de ese pueblo tan grande que quiso ser la ciudad moderna, pero que antes de llegar a serlo se convirtió en infierno milenarista. El realismo de Leñero es el drama de la menguante conciencia de la realidad y del presente que se convierte en la euforia de los recuerdos. Mimesis teatral donde lo mexicano irrumpe en el desencanto sufridor de un irónico pesimismo ideológico en el que al mismo tiempo, en la aguda sensibilidad con que se testimonia el fracaso, se adivina una irrenunciable capacidad humana para la esperanza: dolorosa fe en lo mexicano; tenacidad teatral por el realismo mexicano. Una esperanza más grande que la que alumbró cualquiera de las perspectivas programáticas del nacionalismo de Rodolfo Usigli y de sus discípulos. Aún más, una esperanza que parece obstinarse frente al fracaso de ese nacionalismo. Una obstinación que el teatro de Leñero parece llevar lentamente por la fuerza efectiva de la negación de sentido a un extremo tal de ausencia de perspectivas que obliga a toda voluntad de sobrevivencia teatral a hacerse la misma pregunta: ¿qué hacer? Frente a esta imposibilidad, frente a esta catástrofe espiritual, frente a esta desrealización de la realidad, ¿qué otra cosa hacer, sino teatro? Hoy más que nunca teatro, y teatro realista, aquí precisamente, ahora, más que nunca mexicano, teatro realista mexicano. Los pasos teatrales de Leñero han ido señalando un deslinde donde el significado del teatro se radicaliza en su autonomía insustituible y en su poder intransferible. Todo es susceptible de ser teatralizado: la literatura, el cine, la historia, el deporte, el periodismo; al revés no se puede, sólo el teatro puede contenerse a sí mismo. Sólo el teatro es teatro, porque si todo es teatro, nada es teatro. La política, premática de la polis, se trama en la construcción, transformación o destrucción de la ciudad humana. La poética, discurrir de la poesis, se afana en la invención del mundo, realiza el cosmos y sucumbe al caos. Diderot escribió el discurso de la política del actor y así lo rescató de la excomunión política a la que Platón lo había sentenciado en su República Ideal. Stanislavski y Chéjov, que no son la antípoda de Diderot, sino más bien su complemento, pretendieron llevar la política del actor a la dimensión de aquella poética en la que Aristóteles no quiso incluirlo cuando formuló la representación poética de la realidad. Nuestro tiempo parece recaer en aquella recurrente catástrofe espiritual que ha pretendido subyugar la razón poética a la razón política. Solo que ahora resulta peor: se hace a favor de una inopia política, ni real, ni ideal: la alienación del mundo y el comercio de los sueños. Itinerario deslumbrante, la obra de Leñero, drama de hoy, consumido en el instante del escenario, parece ser el legado más fecundo para el futuro de nuestro teatro. Un panorama contradictorio que entraña una sabia congruencia en la que parece realizarse el antiguo paradigma del teatro, en el que parece demostrarse que los modelos del teatro son más antiguos, más fuertes y con mayor capacidad de sobrevivencia que todo lo que podamos agregarles a partir de nuestra contemporaneidad. Así, el teatro de Leñero ha construido las paradojas de su eterno retorno. Desde el anuncio escandalizado de Pueblo rechazado hasta la blasfema transfiguración de Jesucristo Gómez se cumple el evangelio cruel de la paradoja: ésta es la noticia periodística: vino a los suyos y los suyos no lo conocieron. Del enigma de Los albañiles al thriller de Nadie sabe nada se consuma el crimen no resuelto que se oculta en todos los crímenes de cada día. De El juicio a León Toral a la alucinada Noche de Hernán Cortés se liberan los monstruos que engendra el sueño de la historia. De La mudanza a Todos somos Marcos se desciende a la semilla de la discordia social; la guerra civil reside latente en la incomunicación de los amantes. La lucha de clases entraña una lucha más antigua: el combate de los sexos. De Los hijos de Sánchez a Los perdedores se traza el horizonte del oprobio social; la derrota es insolidaria, la soledad del portero es hija de la traición. Del misterioso asesinato de Compañero Che Guevara a El martirio de Morelos la historia se desrealiza en la relatividad del documento: la verdad es la consistencia indecible de la duda, la duda es el suspenso de la conciencia y la historia un invento de los rebaños. De La visita del ángel a ¡Qué pronto se hace tarde! el fin es sólo el comienzo del presente, el tiempo siempre avanza hacia atrás porque es un invento de la memoria. Paradoja poderosa, el teatro de Leñero puede ser una eficaz historia de intimista indagación psicologista, capaz de abrir una grieta en la trama monumental de la historia para desangrar ahí el torrente de la epopeya. A la vez que puede agitar una inmensa marea social capaz de invadir y avasallar el espacio sagrado de la intimidad con que se descorazona el tiempo de una realidad ausente. Hace años estuvimos juntos, frente al escenario: perseveramos, dudamos, discutimos, nos equivocamos; seguimos nuestro camino. Conversación larga, frecuentemente interrumpida por silencios. Si yo hubiera estado solo, seguramente, como tantos otros, habría seguido otro camino. Difícilmente hubiera podido mantenerme en éste, el nuestro, el de nuestra confabulación, sin su compañía y apoyo. Sin la insustituible y discreta solidaridad con la que sabe acompañar a aquellos que se han decidido a llenar y marcar su vida con la escritura del escenario. Hace poco leí la última edición del libro donde narra sus propias aventuras teatrales. En esta edición cuenta los episodios finales que lo llevaron a dejar el teatro. Perplejo y adolorido fui leyendo su versión de muchos de aquellos hechos vividos juntos en el afán de una fecunda confabulación teatral. Dolor porque ensombrece esa necesaria amistad sin la que no se puede construir y cultivar el teatro. Perplejidad ante la falta de justicia y de veracidad de algunos relatos. Lamenté que sucumbiera a innecesarias descalificaciones que resultan indignas de aquella generosidad que siempre prodigó la amistad. Me entristeció saber que en la hora del distanciamiento, la memoria de lo compartido no ha sido honrada por la veracidad. No sé si el vertiginoso transcurrir del trabajo escénico que nos mantiene siempre mirando hacia adelante, hacia el próximo estreno, me regalará alguna vez el remanso de un momento para mirar hacia atrás y poder contar mi versión de aquellos hechos y desahogar las impresiones que han dejado en mí. Lo que sí sé de cierto es que siempre guardaré con alegría y gratitud la memoria de nuestras andanzas comunes, entre las que creo reconocer con justo aprecio algunos momentos culminantes de nuestro teatro reciente.W Luis de Tavira, director y dramaturgo, dirige la Compañía Nacional de Teatro. ¿Te perdiste un número de La Gaceta? ¿Quieres recibir un ejemplar cada mes? ¡Suscríbete! Conéctate a www.fondodeculturaeconomica.com/lagaceta 10 a JUNIO DE 2013 Fotografía: L E Ó N M U Ñ OZ S A N T I N I V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS A RTÍ C U LO Un editor así La crítica y los lectores han dicho mucho sobre la vida literaria del ya octogenario Vicente Leñero, pero poco se sabe de su faceta como editor. Tal vez lleguemos algún día a conocer los detalles de su forma de editar revistas; por ahora, un reciente socio suyo en la fundación de una editorial de libros comparte aquí unas pinceladas de su modo de ejercer el oficio editorial GERARDO VILLADELÁNGEL EL EDITOR NARVAL D e pronto no es muy sano sentarse a platicar con Vicente Leñero. Es decir, lo es, mas suele fumar —lo que poco o nada importa, de hecho— y por cada calada, si se le sabe escuchar y ver, si es que yo lo he sabido hacer y cabe contarlo, puede decir sin proponérselo una sentencia desollante que en realidad es ápice de memoria de un hombre jovencísimo que lo ha vivido todo, que se ha encontrado con todos y que ha grabado la experiencia en el marfil de sus dientes, más en específico en los caninos, para bien o para mal, según se pongan a remojar las barbas. Conversar con él mientras sostiene el cigarro en la boca me ha llevado dos o tres veces a exacerbar esa condición mexicana que trasmuta la sapiencia en colmillo, incisivo que, ya con la vista puesta en el Marlboro blanco que parte sus comisuras como una extensión ósea, logra en Vicente las dimensiones JUNIO DE 2013 propias del narval, que domina orondo los mares gracias a su ahuesado, puntiagudo e hipersensitivo exocerebro. Por eso Vicente da un poco de miedo, aunque, en legítima defensa, también alegra. Crea en el otro esa seguridad del inseguro que está con alguien que va muy por lo suyo, esgrimiendo la vida —la vida en México, nada menos— como si se tratara de una serie de causas vueltas acontecimientos. —Vicente, ¿tú has visto a los narvales? Son unos animales que rondan las aguas del norte de Islandia. Tienen un colmillo gigante que les sirve para mil cosas. Se ve que narval es una conjunción del islandés entre muerte y ballena: “ballena muerta”, porque lo blancuzco de su color lo hace parecer cadáver. Al narval lo citan mucho los vikingos en sus sagas; saga también es un término islandés que significa “relato”… —Qué güeva saber tanto. Reticente abundancia de saberes, Vicente es un muro de contención nutrido de creencias, lenguajes, dudas, tratos y lecturas dispuestos hasta el tuétano en los órdenes que exige la escritura. Si “escribir es, en cierto modo, fracturar el mundo y re- a hacerlo”, como dijo Roland Barthes, Vicente se ha fracturado a sí con su geografía, para reconstituirse, como quien edita la vida: el editor Leñero. EL EDITOR DE LA RAJA EN EL SUELO Vicente y yo supimos de nuestra fascinación por el olor a humedad bajo un estridente corte de rebabas, como si el silencio campara y como si nos enfrascáramos en un intercambio de frases un tanto cotidianas. Parece que en grados igualmente extremos, aunque bipolares, mientras a él le repugna la peste a viejo, a cubo de elevador, a obra negra, a tinaco de asbesto, a mí suele atraerme ese tufo denso que estoy por considerar aroma. Vicente detesta el hedor desde sus tiempos de ingeniero, entre otras cosas porque le representa el proceso inconcluso, muy probablemente infinito, siempre frustrante, del edificio en remojo que se levanta por gracia y desgracia de técnicos y albañiles. Eso me contó o así lo entendí, y justo de allí salió su relato: de un condominio vertical a medio hacer que, proyectado enfrente de un cafecito en el que 11 Fotografías: A R C H I VO P E R S O N A L D E V I C E N T E L E Ñ E R O V I C ENTE L EÑER O : 8 0 AC TOS Vicente Leñero en el Fondo VIAJE A CUBA A FUERZA DE PALABRAS LA GOTA DE AGUA TEATRO COMPLETO En 1973, veinte años después del asalto al cuartel Moncada, el periódico Excélsior envió a Leñero a la isla caribeña para cubrir dicha conmemoración y escribir una serie de reportajes sobre Cuba y el estado de la Revolución. El resultado fueron estos escritos y fotografías, de los que se imprimieron 20 mil ejemplares, en los que el escritor demuestra su mirada aguda y su destreza narrativa para articular un texto en el que, como buen reportero y como el gran dramaturgo que llegaría a ser, intercala preguntas, diálogos, pone a conversar a la gente, entrega al lector un documento que retrata, con gran nitidez, la realidad de aquellos años. Aquí se encuentran la esperanza de la gente que veía en la Revolución un motor para modernizar y terminar con la injusticia en Cuba, la actitud defensiva que pervivía —y aún existe— contra todo aquello que criticara las políticas del gobierno revolucionario, las acciones de un gobierno que tenía que inventarse y reinventarse para enfrentar los grandes retos internos y las hostilidades externas, en fin, se encuentra una radiografía que permite comprender mucho de la actualidad cubana. Corría el año 1961 y el joven autor tapatío —que en aquel entonces contaba con 28 años de edad— publicó su primera novela: La voz adolorida. Editada originalmente por la Universidad Veracruzana, dentro de su colección Ficción, al cumplir quince años cambió de título y de sello editorial: pasaría a convertirse en A fuerza de palabras y circularía bajo el abrigo Grijalbo. Aunque la nueva edición, que en 2002 llegó al Fondo, fue corregida por Leñero, la novela siguió conservando el poder literario que impactó a la crítica desde su primera salida de prensas. Protagonizada por Enrique, esta obra presenta el monólogo vertiginoso que sostiene el protagonista antes de ingresar al manicomio: un cauce de voces que envuelve y arrastra al sinsentido, un mar de expresiones de dolor y de angustia, una ruptura de la lógica que encuentra su propia voz, su coherencia propia: una exploración del lenguaje y del pasado como estrategia de sobrevivencia y de creación literaria. Una familia de la ciudad de México despierta, a principios de los años ochenta, sin posibilidad de bañarse ni cocer los alimentos. Nada más cotidiano y común le sirve a Leñero para construir en esta, su octava novela, una obra cargada de ironía e lucidez narrativa que captura al lector desde sus primeras páginas, pues frente a dicha escasez y a los vanos esfuerzos de la familia por recuperar el líquido vital, el autor da vida a una crónica hilarante en la que los protagonistas se enfrentarán a una serie de sinsentidos y dificultades que atraviesan, entre otras cosas, por el cinismo de albañiles, ferreteros y vendedores de tinacos. En su Antología de la narrativa mexicana del siglo XX (fce, 1991), Cristopher Domínguez Michael destaca la eficacia de esta novela: “Logra una intensidad narrativa que obliga al lector a devorar el texto, como si se tratara de la más intrincada y rítmica de las tramas policiacas. La gota de agua es una fina burla de la ‘vieja’ nueva novela francesa.” La trayectoria de Vicente Leñero atraviesa distintos costados de la palabra escrita, desde el periodismo hasta la narrativa y la dramaturgia. Esta última faceta ha sido una de las más fértiles y lo ha convertido en un autor fundamental dentro de la tradición teatral de nuestro país. Con impecable maestría formal, el autor logra perfilar en sus obras el carácter humano y multifacético de una sociedad compleja a través de la crónica de su presente y la inquisición de su pasado. Con ello, sus obras presentan una semblanza dramática de una comunidad en contradicción constante y dan pie a la reflexión sobre temas centrales como la libertad, la rebeldía, el poder y la imaginación. Estos dos volúmenes reúnen su producción dramática: el primero, con 12 piezas que abarcan sus primeros 17 años de creación desde Pueblo rechazado hasta ¡Pelearán diez rounds!; el segundo, con 11 obras que cubren su producción de 1986 a 1997, y que incluyen textos como ¿Te acuerdas de Rulfo, Juan José Arreola?, Jesucristo Gómez, Nadie sabe nada, Todos somos Marcos o Qué pronto se hace tarde. Ambos volúmenes capturan el legado de una de las plumas más valiosas en la escena mexicana. letras mexicanas 1ª ed. en fce, 2002, 156 pp. 968 16 6558 9 $88 letras mexicanas 1ª ed. en fce, 2002, 222 pp. 968 16 6554 6 $120 testimonios del fondo 1ª ed., 1974, 64 pp. letras mexicanas Tomo I 1ª ed., 2008, 670 pp. 978 968 16 7996 5 $360 (rústica) $405 (empastado) Tomo II 1ª ed., 2011, 616 pp. 978 607 16 0603 7 $355 12 a JUNIO DE 2013 VICE NT E L EÑER O : 8 0 AC TOS U N ED I TO R AS Í Reticente abundancia de saberes, Vicente es un muro de contención nutrido de creencias, lenguajes, dudas, tratos y lecturas dispuestos hasta el tuétano en los órdenes que exige la escritura. Si “escribir es, en cierto modo, fracturar el mundo y rehacerlo”, como dijo Roland Barthes, Vicente se ha fracturado a sí con su geografía, para reconstituirse, como quien edita la vida: el editor Leñero. a veces desayunamos, perfuma y escandaliza una avenida curva de la colonia San José Insurgentes. Yo le hablé de una raja abierta una madrugada en el piso de la casa de mi madre. Apareció en la sala y estuvo allí por años, primero rasa y luego apenas disimulada por una tablita que alguien sujetó, a nudos y puentes de un cordón rojo, en las juntas paralelas a la hoja fracturada. Siendo niño acostumbraba meter la nariz en aquella quiebra para respirar, a solas o a escondidas, el vaho del espacio oscuro que se extendía a lo bajo, entre el suelo de madera y lo que era el techo del vecino de la primera planta. Como uno de mis primeros conflictos, por meses temí que repararan la duela, que un maestro carpintero se apersonara y cubriera el hueco para siempre. —Y a esto olía, Vicente. —Me parece horrible. —… —Uno es lo que recuerda, y a mí me parece un olor ruinoso, de los años de pasantía, aunque uno asocia la memoria como mejor le conviene. —… —Tú eres editor, deberías saber de lo que te hablo. EL EDITOR DE AKUTAGAWA Con todo y su orden zen, el editor Leñero desconfía de aquello que a la letra se procure japonés. De vena más cercana a las tradiciones castellana, anglosajona, francesa y rusa (le ha descubierto verdaderos gazapos al propio Dostoievski), le cuesta comprender el cuerpo milenario de las letras niponas, de Murasaki a Murakami. Japón es un país que le parece insondable, y más todavía por su discurso literario que, intuición de autor, puede distar mucho de aquel que ha dispuesto el grueso de las peregrinas editoriales españolas. Dicha narrativa, o su versión, no conviene darla por sentada. Pareciera, dice Vicente, que esas enormes historias, separándolas por unidad y haciendo una rigurosa selección de la esencia de cada trama, pueden caber en tres haikús. ¿Es posible que se escriba de una forma tan fríamente descriptiva, tan distante? ¿De veras se puede extender de tal manera el desarrollo de una historia, a ojos vista y las más de las veces, fundamentalmente breve? ¿Cómo leer una escritura basada en símbolos que todo lo concentran, que pueden contener el mundo y el vacío al mismo tiempo? ¿Será cosa de traductores? De alguna manera, las dudas del editor Leñero fueron aquellas que llevaron a Barthes a descifrar por cuenta propia un horizonte más amplio del Imperio de los Signos: “el país de la escritura […] el más alejado de los disgustos, las irritaciones y las negaciones que suscita en él la mediocridad occidental”. JUNIO DE 2013 Sin llegar a serlo del todo, el atisbo japonista de Vicente se ha vuelto un misterio que más temprano que tarde el editor Leñero ha de revelar por propia mano, en una oportunidad que al parecer está por llamar a la puerta. En pocos meses, bajo el novísimo sello de La Jaula Abierta y en traducción directa de Ryukichi Terao, unos Cuentos cristianos de Ryūnosuke Akutagawa serán laboratorio editorial de un autor que pondrá ojos y acotaciones en una estilística que deseo supere su escepticismo. EL EDITOR DE LA JAULA ABIERTA Con la versión corregida y aumentada de The Imaginary Networks of Political Power, ensayo de Roger Bartra, hace poco menos de un año Vicente Leñero, Miguel Ángel Echegaray, el propio Roger y yo fundamos La Jaula Abierta, una editorial cuya idea tácita consiste en publicar obras desde el punto de vista de autores-lectores, a partir de la selección de textos, temas y discursos que, según conceptos, tránsitos y gustos ocupan —u ocuparon— un lugar importante en nuestros argumentos y procesos, tan variados y tan distantes. A la vez que pretendemos renovar lecturas en desuso, olvidadas, desaparecidas, raras y necesarias en el contexto presente, en cierto modo deseamos crear un mapa en donde el ensayo y la narrativa tengan la misma trascendencia que, por ejemplo, la poesía o el cómic, lo que deberá juzgarse, entre otras cosas, por la plástica que buscamos dar a cada título, ponderando el papel editorial como artífice de volúmenes bellos, de gran imaginación objetual. Fue Vicente quien planteó como punto imprescindible recuperar el trato personal entre el editor y sus autores, una relación hoy casi perdida y que hasta hace unos años vitalizaba al gremio con lazos estrechísimos. Como ejemplo recurre a la figura de Joaquín Diez-Canedo padre: —Ya hay pocos editores como el viejo Joaquín, que incluso leía tus libros, y lo hacía casi como si fuera tu papá. Era inclemente, durísimo, pero estaba allí. Nos sentíamos más seguros. Con la mente clara en cuanto a lo que quería publicar y dispuesto a recibirte y a tomarte la palabra para luego torcerte la mano, como era su papel y su costumbre. Nosotros no le torceríamos la mano a nadie, aunque luego hace falta, no creas. La Jaula tiene que ser eso, abrirse a los otros desde la cercanía. Visita nuestra Librería Virtual con miles de títulos a tu disposición. Te esperamos con los libros abiertos EL EDITOR QUE TUERCE LA MANO Durante los últimos diez años Vicente ha sido una presencia permanente en cada uno de los procesos que me han llevado a dar forma a El libro rojo. Continuación, una antología que ya ha alcanzado el tercero de sus cinco volúmenes y que a la postre reunirá a más de trescientos colaboradores, entre escritores y artistas visuales. No puedo dejar de reconocer su juiciosa sombra, nunca desapegada, en el desarrollo de lo que fue un proyecto imposible y hoy es una colección tangible de miles de páginas y cientos de historias elaboradas por un mismo número de autores a petición expresa. La clave me la dio el editor Leñero desde un principio, sin dejar de fumar y sin saber incluso que yo lo perfilaba como un narval: —No sueltes a tus colaboradores, tuérceles la mano; de ti depende que por uno paguemos todos.W Gerardo Villadelángel, amigo de Vicente Leñero y editor de La Jaula Abierta, es el coordinador de El libro rojo. Continuación ( FCE). a fondo decultura economica com 13 14 a JUNIO DE 2013 Ilustración: O S WA L D O S AG Á S T E G U I DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM Estamos por publicar un volumen con tres textos de Xirau sobre Fromm. Este breve artículo remite a un libro póstumo escrito por el pensador alemán, que en inglés lleva el título The Art of Being y es una suerte de segunda parte de ¿Tener o ser? Aquí, su colaborador en un trabajo sobre la naturaleza humana describe apretadamente la opinión de Fromm sobre tan espinoso asunto ENSAYO Erich Fromm y la naturaleza del hombre y el arte de ser RAMÓN XIRAU A ntes de pasar al tema de este texto, permítaseme hacer algo de historia personal. A principios de los años sesenta había yo tenido trato con el doctor Fromm gracias a amigos del Instituto Mexicano de Psicoanálisis y, en especial, gracias al doctor Guillermo Dávila. En el curso del verano de 1966, Erich Fromm me hizo saber que le gustaría hablar conmigo de un asunto concreto. Se trataba de lo siguiente. La editorial Macmillan le había encargado una antología, con prólogo bastante detallado, notas y bibliografía. Tema: la naturaleza del hombre. ¿Querría colaborar con él en la “hechura” de este libro? No oculto que la idea me entusiasmó no sin causarme algunas dudas. Era yo todavía bastante joven y Fromm era una figura conocida en todo el mundo. ¿Cómo sería esta colaboración? Fue magnífica y lo fue doblemente: por la riqueza en el intercambio de ideas (Fromm nunca fue impositivo) y por hacerme conocer, creo que a fondo, a este hombre excepcional dentro de su sencillez. Hondamente emotivo sin dejar de ser enérgico, afectuoso y disciplinario, se revelaba, con toda su personalidad, en la mirada a la vez acerada y afectuosa. Trabajar con él fue, en parte, discutir acerca de la naturaleza humana; fue, acaso, encontrarse ante todo con un hombre vivo, concreto, no exento de humor y culto, cultísimo. En la obra de Erich Fromm, donde quienes no lo conocieron podrán percibir algo de su personalidad, están presentes los filósofos de Occidente y los pensamientos surgidos, a lo largo de los siglos, de la tradición judía, es decir, de la Biblia, del Talmud. Porque este hombre, que tan ligado estuvo a la escuela de Fráncfort —sus diferencias y discrepancias con Adorno y Marcuse llegarían más tarde— estaba, por así decirlo, empapado en la cultura judía y JUNIO DE 2013 en lo más universal de esta cultura. Su conocimiento de los textos bíblicos y de la filosofía judaica se reflejaban muy frecuentemente en sus conversaciones y en sus obras. Ahora bien, a través del pensamiento judío, hay que recordar que Erich Fromm estuvo especialmente influido por Spinoza, con cuyo influjo se enriqueció su propia obra. Sería importante llevar a cabo un análisis detallado de esta influencia que es, muchas veces, una afinidad electiva. No es éste el momento de hacerlo sino simplemente de recordar, muy brevemente, algunos de los temas vividos y vitales que Fromm entresacó, con plena conciencia, del pensamiento del filósofo de Ámsterdam. Los libros de la Ética de Spinoza que más profundamente influyeron en Fromm fueron lo que llevan por número iii, iv y v. Spinoza, lo sabemos, pensaba que lo que caracteriza al ser es su “conato por permanecer en su ser”. Este conato, este impulso, llevará por nombre, en la obra de Fromm, biofilia, “amor a la vida”. Spinoza decía que quien conoce la verdad, quien ha alcanzado la sabiduría, desarrollaría un verdadero “amor intelectual de Dios”. En la obra de Fromm son centrales el amor y lo que llamaba la “experiencia x”, es decir, la experiencia mística religiosa que no necesariamente es teísta, como nulo es en el caso de Fromm. Esta experiencia la entendía Fromm a veces al modo del budismo zen; la entendía, sobre todo, en la obra de este gran místico, que leía noche en la noche: el Maestro Eckhart. Presencia de Spinoza; también naturalmente de Marx. Fromm conocía a fondo El capital y otros escritos; tenía sobre todo en cuenta los Manuscritos económico filosóficos de 1844. Fromm buscaba en Marx al humanista más que al científico y acaso no sea falso decir que, según él, hoy en día es posible un socialismo que entrañe libertad —esta capacidad de elegir entre alternativas concretas—, que entrañe tolerancia y que entrañe respeto escrupuloso a la persona humana, a los individuos. a Profundicemos algo más en el tema de la naturaleza humana. Para hacerlo es necesario señalar antes uno de los descubrimientos cruciales de Erich Fromm: el de la existencia de un “carácter social”. A la pregunta “¿qué es el hombre?” Fromm contesta, en primer lugar, que para precisar el sentido de lo propiamente humano es necesario entender el universo social, en el cual el hombre vive como persona. Recordemos que Fromm, en colaboración con Michael Maccoby, llevó a cabo un excelente estudio sobre el carácter social de un pueblo del estado de Morelos (México).1 Se ha deslizado, en lo que acabo de decir, la palabra persona. No es ésta una palabra que encontremos frecuentemente en la obra de Fromm. Creo, sin embargo, que cuando Fromm quiere caracterizar a los hombres, nos habla más de las personas que de los individuos. En efecto, si por individuo entendemos un ser indiviso, igual a todos los otros, reducible a un número —en el ejército, en la clase o en este salón—, si el individuo es, en otras palabras, uno de tantos, Fromm rechazaría este tipo de individuo. Hubiera podido aceptar, en cambio, la noción de persona si por ésta se entendiera un ser completo, heterogéneo, vivo, a la vez mente y cuerpo o, si se quiere, alma-cuerpo. En otras palabras, la persona humana no fue nunca para Fromm un ser abstracto y robotizado, sino un ser vivo, adolorido, pero también capaz de alegría y gozo, de amor intelectual. Frente a las interpretaciones mecanicistas de los conductistas, Fromm introduce un concepto dinámico del carácter que, si bien se inicia ya con Freud, otorga más peso a los hechos sociales por lo que toca a la formación del carácter. Sea un ejemplo. 1 Sociopsicoanálisis del campesino mexicano: estudio de la economía y la psicología de una comunidad, México, fce, 1973, Psiquiatria y Psicología. 15 DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM ERICH FROMM Y LA NATURALEZA DEL HOMBRE Y EL ARTE DE SER Si tratamos de la valentía, podríamos pensar que ésta es la característica de aquella persona que no se desalienta ante los peligros y que, a pesar de ellos, actúa, no sin dificultades ni obstáculos (ya sean internos, externos o interno-externos). Tal descripción no es falsa pero para concretarla, hacerla viva, encarnarla, debemos tener en cuenta que las condiciones que conducen a un acto de valentía pueden tener muchos y diversos orígenes: desde la actitud claramente honesta —por ejemplo, seguir el camino del deber con una conciencia clara y lúcida— hasta el egoísmo, la vanidad o, incluso, el deseo de autodestrucción. Lo cual es una forma de decir que la estructura social que forma, si bien no determina del todo a las personas, está constituida por unas constantes y múltiples variables. Por una parte, existe una determinación social común a todos los miembros de un grupo —pueblo, ciudad, nación—; por otra parte, existe —y el punto es crucial— el desarrollo personal a partir de los mismos hechos sociales comunes. En suma: el carácter social es común a todos los miembros de un grupo, pero además se personaliza y se despersonaliza de manera distinta en cada miembro del grupo. Tal es, en la obra de Fromm, el sentido de las palabras “naturaleza humana”. Conviene, sin ser exhaustivos, precisar más detalladamente. Para Erich Fromm, el hombre es un ser que se hace a sí mismo. Así expresada esta idea no es nueva: puede encontrarse en los idealistas alemanes, en los vitalistas, en algunos filósofos de la existencia. Por decirlo con Ortega y Gasset, el hombre no es exactamente un “ser”, es un “quehacer”. De ahí que si aceptamos que somos aquello que nos hacemos, somos responsables de responder y llevar el ser de nuestros actos. Permítaseme, en este punto, una breve acotación. En algunas ocasiones Fromm parece decirnos que el hombre es un ser perfectible, sin olvidar naturalmente que esta perfectibilidad puede verse anulada por tendencias necrófilas y, por lo tanto, destructivas. Pero la idea misma de perfectibilidad es discutible. Tomada en el sentido “optimista” de muchos de los pensadores del siglo xix —Feuerbach, pero también Auguste Comte o incluso Marx— puede conducir a la idea de que el hombre podrá en el futuro —algún futuro— ser su propio dios, por decirlo con rapidez, aunque no con falacia; que renunciando a dios, el hombre podrá progresar por una vía que le lleva a una suerte de paraíso en la Tierra. Lo decía, en versos entusiastas, Victor Hugo: “Temps futurs, vision sublime / les siècles sortent de l’abime…” Nuestro tiempo se ha encargado de hacernos ver que este entusiasmo humanista —este endiosamiento del hombre— es imposible y conduce a crear verdaderos ídolos. Pues bien; no es ésta la actitud de Fromm, salvo, acaso, en algún escrito relativamente juvenil. En su caso, más que de perfectibilidad, sería tal vez más adecuado hablar de mejoramiento. En suma, Fromm es idealista (en el sentido común y corriente del término, el de tener ideales). Pero no deja de ser realista. Baste recordar, para también recordar su realismo, dos de sus libros: El corazón del hombre y La anatomía de la destructividad humana. No, la idea de un hombre deificable no está presente en la obra de Erich Fromm. Para “desfacer” posibles “entuertos” no es malo recordar la idea que Fromm se hacía de la historia humana. La historia es el progresivo proceso de la liberación de los hombres. Al hacer su propia historia la humanidad ha pasado por etapas diversas, entre las cuales recordaré aquí solamente las más importantes. Dentro del universo bíblico el hombre empieza a liberarse a partir de Moisés para quien Dios es ya el Dios vivo y no un ídolo. En la filosofía de Maimónides, aunque no solamente en ella, se muestra un grado más avanzado de liberación cuando los pensadores creen poder llegar a conocer a Dios y al hombre mismo por medio de la razón. En rebeliones sucesivas —los esclavos en Roma, la Revolución norteamericana de Independencia, la Revolución francesa— podemos encontrar otras tantas etapas del proceso liberador. Sucede, sin embargo, y esto en Fromm es crucial, que frecuentemente no queremos ser libres. Para anular nuestra libertad inventamos nuevos ídolos que nos enajenan y nos cosifican (cosificación, en Fromm, suele ser sinónimo de enajenación). Pero ¿qué es la enajenación? Quien mejor la ha descrito es Hegel, si bien lo ha hecho en textos a la vez varios y dispersos. Para Hegel, “enajenación” —o 16 si se prefiere “alienación”— significa, ante todo, escisión, desunión. El significado de la palabra se altera poco en Marx cuando éste piensa que el capitalismo aliena al hombre y que el obrero es un capital humano; este hombre, este obrero, están aislados de lo que pueden ser cuando se los piensa libres, están escindidos en su propio ser. Fromm está de acuerdo con Marx cuando piensa que el capitalismo enajena al hombre. Cree, por igual, que también lo enajenan todas las sociedades totalitarias de nuestro tiempo. Muchas veces ignoramos nuestra propia alienación y aceptamos un subsuelo de creencias no conscientes que podemos llamar ideologías. Las ideologías desaparecerán mediante el análisis histórico y social unido a un verdadero psico-análisis. Hay que resumir. La historia es una larga lucha por la libertad, esta libertad tan frecuentemente coartada por el hombre mismo, tanto en lo social como en lo personal. No creo deformar el pensamiento de Erich Fromm si digo que, para él, la libertad pertenece a la esencia del hombre y es uno de los atributos esenciales del hombre por más que éste se empeñe en negarla, en desvivirla en lugar de vivirla. Liberación, libertad: pero, ¿en qué consiste para Fromm la libertad? A través de su obra podemos comprenderla como: proceso de liberación histórica; proceso de autoconciencia y autoconocimiento (Fromm piensa, como Spinoza, que una pasión dejará de ser una pasión, es decir, una pasividad, cuando sea clara y distinta), y alternativismo. Aclararemos, brevemente, el sentido de la palabra alternativismo. No es difícil definirla aunque entrañe serias dificultades vivir lo que esta palabra signifique. He dicho que Fromm es idealista y realista. Muy de orden realista es su idea de la libertad. Las grandes discusiones metafísicas, tantas veces abstraídas y hasta distraídas, no atraen a este hombre que sabe que todos los hombres están luchando cotidianamente dentro de situaciones concretas. Ser libre es, para él, decidir constantemente entre alternativas reales. Lo cual requiere esfuerzo y decisión. Fromm, como su maestro Spinoza, cree, en efecto, que la libertad se gana paso a paso, más allá de pasiones que son pasividades que, a su vez, son sufrimientos. En otras palabras (muchas veces repetidas en su obra), para Fromm el estudio del hombre es el de un creador o, más exactamente, el de alguien “productivo”. Y este producir es tanto un dar (y un darse) como un ir hacia adelante, adelantamiento que es fruto de la recta elección entre alternativas. Podría pensarse que existe un cierto conflicto entre las nociones de liberación y alternativismo. La liberación conduciría a una forma de mayor autoconciencia y autoconocimiento; el alternativismo sería una forma del libre albedrío. El problema existe y no es cosa de tratar de resolverlo aquí y ahora. Una forma de hacer pactar las dos formas de la libertad podría ser ésta: si la libertad existe es que antes debe haber existido la posibilidad de decidir; en ese sentido la elección entre las dos alternativas (libertad para) sería la condición de todas la libertades (libertad de). Una frase de Sartre, con quien, por cierto, Fromm no solía comulgar, puede ser aquí muy aclaratoria. Decía Sartre: “Lo contrario de la libertad no es el determinismo sino el fatalismo.” Al oponerse a las idolatrías antiguas y modernas o contemporáneas, Fromm se opone precisamente al fatalismo. Pero ahondemos algo más en el sentido de la libertad. Si entiendo bien a Fromm, la libertad está para él íntimamente ligada al desarrollo de la persona. Es posible que, hablando estrictamente, no existan en su obra criterios del todo fijos para definir la libertad pero existen, en cambio, dos salidas. Ante la alienación que, en lo individual, hace que cada persona “se experimente a sí misma como un extraño” se ofrecen dos caminos. El primero, ya citado, es el de la “experiencia x”; el segundo, hasta aquí solamente barruntado, tiene por nombre amor. Es sabido que Fromm no pertenecía a ninguna iglesia establecida. Veía, en cambio, en las verdaderas experiencias místicas tanto modalidades de hondo conocimiento psicológico (los grandes místicos suelen ser bueno psicólogos) como un camino no necesariamente teísta hacia el espíritu. Y aquí la palabra espíritu no significa nada vago y vaporoso. Se trata de un espíritu encarnado, encardinado, vivido. La experiencia mística nos enseña a ser hombres. Por eso Fromm habla de sus propios puntos de vista cuando a hace suyas estas palabras del maestro Eckhart: “Ser un hombre es lo que tengo en común con todos los hombres; el ver, el beber, el comer, lo tengo en común con los animales. Pero ser lo que soy es cosa exclusivamente mía, mía y de nadie más… excepto en cuanto soy uno mismo con todos los hombres.” Así, la experiencia del místico no nos aleja a la alteridad sino que nos hace entenderla con mayor precisión y hondura. Esta realidad es la de la presencia de todos los hombres en cada hombre en particular. ¿Otro atributo esencial? Sin duda. El que con Pico della Mirandola y el propio Fromm podemos llamar dignidad, la dignidad del hombre. El hombre, si llega a desarrollar sus potencialidades y logra vencer los obstáculos que se le impongan y que se impone a sí mismo, puede llegar a ser todo un hombre sin que por ello tenga que aspirar a ser un dios, a ser su propio dios. En cuanto al amor, hay que empezar por decir que el amor descrito por Fromm no es el que, malamente, suele definirse como amor romántico (¡mucho más hondo fue el amor de los grandes románticos que el que solemos llamar así!). El verdadero amor implica, ante todo, para Fromm, “miramiento” hacia la otra persona, lleva consigo “respeto”, entraña un ver al otro no tal como queremos verlo sino “tal como el otro es”. Amar es conocer y el amor es, desde el Antiguo Testamento, comunión, comunidad, relación viva. Este amor no excluye a la razón, una razón también encarnada y vivida así como es concreta y vivida la libertad que sabe escoger entre esto y aquello, entre alternativas precisas. Alguna vez le cité a Fromm la famosa frase de san Agustín: ama et fac quod vis, “ama y haz lo que quieras”. No era necesario que Fromm concordara con el pensamiento todo de san Agustín para poder aceptar esta frase reveladora; porque quien de veras ama hará siempre lo justo y no podrá dejar de hacer el bien. En última instancia, Fromm no creía que existiera una definición única de la naturaleza humana. De ahí que prefiriera hablar más de “atributos esenciales” (esenciales para todos los hombres) que de una naturaleza aislada y única. El hombre es un animal racional pero esta racionalidad no agota su ser; el hombre es un ser social pero tampoco esta sociabilidad lo agota. Mejor será decir que el hombre tiene, entre sus atributos, la racionalidad, la sociabilidad, el amor (el hombre es un ens amans, un “ser que ama”), la libertad, el juego (el hombre tiene por atributo esencial su jugar). ¿En qué sentido podemos hablar de un humanismo frommiano? Este humanismo entraña concebir al hombre como un ser creador, como un ser que, más allá de las pasiones, quiere a la vida, ama a la vida misma. Muy bien se daba cuenta Erich Fromm de que vivimos frecuentemente un “universo concentracionario”. Por su propia experiencia de las negatividades de este siglo nuestro, Fromm podía escribir, cercano aquí a Bergson: “Todos los hombres de buena voluntad, o mejor, todos los hombres que aman la vida, deben formar un frente unido para la supervivencia, para que prosiga la vida y prosiga la civilización.” La vida entera de Fromm estuvo dedicada y empeñada en encontrar vías de salida y de salvación para el hombre de nuestros días. Acaso el meollo de su pensamiento acerca de la naturaleza del hombre pueda reducirse a dos preguntas y dos respuestas. ¿Qué es el hombre? Es, ante todo, un ser que debe llevar a sus últimas consecuencias positivas el amor, la vocación de vida, una razón humilde, la creatividad, y esto a pesar de todos los pesares de estos tiempos nuestros de penuria. ¿Qué es el humanismo? Justamente la posibilidad de realizar esta creatividad, esta humilde razón, esta biofilia, esta razón de amor que implica a la vez tolerancia, productividad y respeto. Es en buena parte verdadero el viejo dicho castellano: obras son amores y no buenas razones. No creo que estuviéramos lejos del pensamiento y la vida de Fromm si dijéramos, modificando el dicho: obras que son buenos amores son también, y al mismo tiempo, buenas razones. El hombre posee múltiples atributos. Es probable que todos ellos queden englobados en las palabras de san Agustín que ahora repito: ama et fac quod vis.W Ramón Xirau, poeta, filósofo y, como puede confirmarse en estas líneas, colaborador de Erich Fromm, es miembro de El Colegio Nacional. JUNIO DE 2013 DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM Hace unos meses, la filial argentina del Fondo puso a circular un singular trabajo de Erich Fromm, inédito hasta entonces en nuestra lengua. Se trata de su estudio cuantitativo sobre los trabajadores alemanes poco antes del advenimiento del nazismo. Hemos tomado este fragmento de The Lives of Erich Fromm: Love’s Prophet, una estupenda biografía cuya publicación en español estamos considerando R ES EÑA Fromm y los obreros alemanes L AW R E N C E J. F R I E D M A N I ncluso antes de convertirse oficialmente en director del Instituto para la Investigación Social de Fráncfort, Max Horkheimer esperaba que la teoría crítica se convirtiera en el sello distintivo de la institución. Lo que pretendía con esto era el cambio de un marxismo perpetuamente optimista y dogmático, centrado en las fuerzas económicas impersonales, a una negación implacablemente crítica de la cultura del capitalismo moderno. Este enfoque, que en parte se hacía eco del materialismo dialéctico de Hegel —aunque sin su misticismo, su contenido teológico o su lógica de desarrollo progresivo—, podría tomar la forma de crítica constante a las grandes obras de la teoría social. En esencia, Horkheimer consideraba la teoría crítica como ráfagas interminables de un fuego intelectual cruzado que continuamente, si bien de forma desigual, exponían las fallas de la sociedad capitalista. El pensamiento psicoanalítico ayudaría a afinar y tal vez a conservar el filo crítico y claramente marxista. Horkheimer también consideró que, en el desarrollo de la teoría crítica, era importante probar en más de una ocasión las hipótesis a través de datos empíricos. En 1929, su colega Felix Weil escribió al Ministerio Alemán de Ciencia, Arte y Educación para notificarle que el instituto deseaba iniciar una investigación empírica del pensamiento y las condiciones materiales de los trabajadores alemanes. Sin importar el recorrido diario que debía hacer desde JUNIO DE 2013 Berlín durante sus primeros meses en el instituto, Fromm ayudó a delinear los objetivos de este proyecto, y, para 1930, Horkheimer le había dado la instrucción de que lo convirtiera en su prioridad. En ese momento, la mayoría de los participantes del instituto militaban políticamente con los socialdemócratas, por lo que a los comunistas les preocupaba la creciente fuerza electoral nacionalsocialista en Alemania, y culpaban en gran medida a los industriales y banqueros que financiaban a Hitler. Si la marea del nacionalsocialismo había de ser contenida, Horkheimer y sus colegas fantaseaban con que los heroicos trabajadores alemanes se unirían a la resistencia; tenían la esperanza de que los trabajadores pudieran reunir la determinación y el valor para luchar contra Hitler; sin embargo, la esperanza no constituía evidencia empírica. A decir verdad, eran pocos los obreros alemanes que habían adoptado programas sociales progresistas después de la humillante derrota sufrida en la primera Guerra Mundial y durante el posterior establecimiento de la paz, y tampoco se habían movilizado frente a las ruinosas presiones inflacionarias de la década de 1920. Ante esta evidencia desalentadora y de sus vanas esperanzas, Horkheimer encargó a Fromm la tarea de investigar de forma sistemática las actitudes de los trabajadores alemanes a partir de 1918, con el fin de determinar lo que se podría esperar de ellos al tiempo que los nazis iban ganando envergadura y poder. En virtud de que este estudio del obrero alemán sería la primera tarea empírica exhaustiva del ins- a tituto, además de ser una prueba para saber si realmente encajaba en la agenda del mismo, Fromm consideró imperativo adoptar la investigación mediante encuestas, a pesar de que tal método no había sido medular en su formación doctoral como sociólogo. Se dio cuenta de que tenía que “rearmarse”, volverse algo más que un teórico social, por lo que se apoyó en Paul Lazarsfeld como asesor estadístico, y en Ernst Schachtel, Herta Herzog y Anna Hartoch como investigadores adjuntos. Hilde Weiss resultó ser su colega más valiosa para ese proyecto: tuvo a su cargo la distribución del cuestionario y fue la responsable de tomar las medidas necesarias para garantizar una alta tasa de respuesta por parte de los encuestados. Weiss había estudiado proyectos alemanes de investigación anteriores basados en encuestas, en especial los protocolos pioneros de Max Weber para obtener datos sobre la psicología social y los sentimientos de los trabajadores alemanes, y acercó a Fromm a los enfoques de investigación mediante encuestas diseñados por Weber. Fue probablemente por sugerencia suya que Fromm se reencontró con los seis volúmenes que su mentor, Alfred Weber, había publicado entre 1910 y 1915, sobre las actitudes de los trabajadores alemanes en la industria pesada. Probablemente fue a través de Weiss que Fromm descubrió que en 1912 el sociólogo Adolf Levenstein había sido inspirado por Max Weber para conducir la primera encuesta de interpretación sociopsicológica explícita y completa de los obreros industriales alemanes, la cual se centraba en la relación entre la 17 DOS ESTAMPAS DE ERICH FROMM FROMM Y LOS OBREROS ALEMANES tecnología industrial y la “vida interior” del trabajador. Levenstein, él mismo un obrero industrial años atrás, sospechaba que la rutina y monotonía de este tipo de trabajo agudizaba el empobrecimiento espiritual y psicológico del trabajador. Aunque la encuesta de Levenstein no se había repetido, Fromm y Weiss estaban profundamente impresionados y la consideraron una referencia central para su propio estudio. Fromm había sido especialmente influido por los tres “tipos psicológicos” de trabajadores descritos por Levenstein (revolucionarios, ambivalentes y conservadores-indiferentes); también agradeció el protocolo levensteiniano que correlacionaba la respuesta del trabajador con su orientación política y con su situación económica. Fromm se preguntaba cuál era la correspondencia entre la orientación de clase, la afinidad de partido y el “tipo psicológico”; según él, el protocolo de Levenstein necesitaba ajustes para hacer las preguntas psicoanalíticamente informadas, de manera que pudieran diferenciar con más precisión actitudes superficiales entre los trabajadores de otras más profundamente arraigadas. Al final, Fromm esperaba que su reformulación de la encuesta de Levenstein ofreciera un considerable “entendimiento de la estructura psíquica de los trabajadores manuales y de cuello blanco”. Mediante la realización de una encuesta similar, Fromm podría ser capaz de responder a la pregunta básica que Horkheimer le había pedido contestar: ¿se podría contar con los trabajadores alemanes para resistir al amenazante movimiento nazi del periodo tardío de Weimar? En un documento extraordinariamente exhaustivo, el equipo de investigación de Fromm se decidió por 271 preguntas abiertas. La baja tasa de respuesta, de 33 por ciento en comparación con el 63 por ciento de Levenstein, era un indicativo de la complejidad de los cuestionarios, e incluso dentro del 33 por ciento completado había, entre ciertas preguntas, un gran número sin responder. 156 de las preguntas, el núcleo del estudio para el cual Fromm pedía respuestas orales, se referían explícitamente a las actitudes de los trabajadores y no tenían respuestas predeterminadas. Fromm esperaba que los encuestados respondieran a sus entrevistadores como si estuvieran hablando con un psicoanalista, y sus respuestas serían interpretadas cual si hubiesen participado en una sesión de terapia psicoanalítica; no obstante, debido a que el costo de las entrevistas orales era prohibitivo, según aclaró Weiss, Fromm tuvo que conformarse con respuestas escritas. Aun así, en consonancia con el espíritu de la investigación psicológica abierta, Fromm insistió en que todas las respuestas fueran conservadas íntegras y sin agrupar por categorías; confiaba en que cada encuesta completada pudiera transmitir al menos algo del sabor de una sesión psicoanalítica. Todo matiz y signo de impulsividad presente en las respuestas escritas debía ser “escuchado”, de la misma forma en la cual un psicoanalista escucha las asociaciones de su paciente; además, las palabras clave y las expresiones recurrentes debían interpretarse como pistas del contenido latente en la disposición de la personalidad subyacente del entrevistado. Con esta perspectiva claramente terapéutica, Fromm no consideró la exactitud estadística al evaluar y tabular las respuestas como el objetivo básico. Además de registrar las cualidades psicológicas únicas y profundamente arraigadas de cada entrevistado, trató de descubrir las tendencias más generales en los pensamientos y sentimientos de los trabajadores, y, aún más importante, quiso hacer declaraciones generales sobre las estructuras de la personalidad de estos trabajadores. Cuando el cuestionario fue diseñado y distribuido, ni Fromm ni su equipo en el proyecto reconocieron que estaban involucrados en una investigación sobre autoritarismo; por consiguiente, no hicieron ninguna pregunta acerca de la filosofía o prácticas nazis —esa preocupación vendría después—. Por eso mismo las preguntas tampoco registraban antisemitismo o etnocentrismo: el equipo de investigación todavía no apreciaba la importancia de estos sentimientos para la popularidad de Hitler. En conjunto, se distribuyeron 3 300 cuestionarios, pero el muestreo no fue muy representativo. La mayoría de los encuestados provenían de centros urbanos entre Fráncfort y Berlín, y la mayoría eran socialistas. Los trabajadores de fábricas representaban 64 por ciento de la muestra y los trabajadores 18 de cuello blanco sumaban el 29 por cienmucho más transparente de lo que había to. De todos los encuestados, 53 por ciento sido al principio. Sin embargo, aun cuanpertenecía al Partido Social Demócrata y do estudios recientes han puesto de re29, al Partido Comunista. Los miembros lieve el que los trabajadores de Weimar del Partido Nazi componían un porcenno habían sido capaces de detener el astaje “insignificantemente pequeño” de la censo de Hitler al poder, las conclusiones muestra total. 93 por ciento de los sindidel proyecto de Fromm eran menos que calistas en la muestra asistía a reuniones convincentes. Además, surgió una curiosindicales, mientras que 71 por ciento de sa disputa entre Fromm y sus colegas más ellos asumía obligaciones sindicales forcercanos a Horkheimer por el número de OBREROS Y males. Menos de 9 por ciento de los enencuestas perdidas cuando el instituto EMPLEADOS EN cuestados eran mujeres; sólo 3 por ciendesocupó sus oficinas europeas en 1934. VÍSPERAS DEL to eran mayores de 60 años, y sólo 6 por Horkheimer afirmó, aunque no pudo deTERCER REICH ciento tenía menos de 21 años de edad. En mostrar, que casi la mitad se había extraUn análisis cuanto a la disposición religiosa, 57 por viado, y puso en duda la importancia de psicológico-social ciento de los encuestados eran ateos concontinuar con el proyecto. fesos, 25 por ciento eran protestantes, 11 Fromm y su equipo persistieron; él afirERICH por ciento eran católicos y 7 por ciento mó que la supuesta falta de encuestas conFROMM respondieron “otro”. testadas era un pretexto que Horkheimer A finales de 1931, alrededor de 1100 había inventado. Supuestamente éste tezontle cuestionarios habían sido completados quería ocultar su verdadera preocupaTraducción de y remitidos por el personal de campo, de ción: la caracterización negativa por parHéctor A. Piccoli y los cuales más tarde algunos pudieron te del proyecto de muchos trabajadores Lucio Piccoli haberse perdido o traspapelado. Sin emalemanes era un “peligro [en potencia] 1ª ed., Buenos Aires, bargo, Fromm, Weiss y el resto del equipara el instituto” y algunos defensores 2012, 431 pp. po trabajaron laboriosamente, año tras del instituto militantes de izquierda po978 950 55 7915 0 año, en Nueva York como lo habían hedrían resultar ofendidos. En cualquier $345 cho en Alemania, comprometidos a comcaso, los miembros del equipo insistieron pletar el proyecto. Cada cuestionario era en que habían dedicado mucho tiempo y examinado a detalle en busca de la peresfuerzo al proyecto, y el proceso de tasonalidad del entrevistado. A pesar de que la gran bulación e interpretación de las respuestas continuó mayoría de los trabajadores alemanes se presentó hasta 1938. Al resumir toda la empresa, Fromm secomo antinazi entre 1929 y 1930, Fromm se pre- ñaló que “el resultado más importante es la pequeña guntó si sus estructuras de carácter subyacentes o porción de izquierdistas de acuerdo, tanto en pensa“tipos psicológicos” revelaban que fueran lo sufi- miento como en sentimiento, con la línea socialiscientemente antiautoritarios como para oponerse a ta”. Sólo 15 por ciento tenía “el valor, la disposición los nacionalsocialistas en un enfrentamiento y mo- al sacrificio y la espontaneidad necesarios para desvilizar a más trabajadores recalcitrantes. pertar a los menos activos y para vencer al enemigo”. Hasta cierto punto, la manera de formular el Por lo tanto, la fuerza real de los partidos antinazis cuestionario para que buscara correlaciones entre de izquierda era mucho menos de lo que aparentalos partidos políticos de Weimar establecidos, la ba, aun cuando ese 15 por ciento representaba “un situación económica de los encuestados y los tres núcleo duro” de “combatientes confiables”. Con un “tipos psicológicos” de Levenstein pudieron haber liderazgo más decidido y una “evaluación correcta” reflejado la perspectiva de la izquierda de Weimar de la situación política, pudieron haber inspirado a —que ellos y sus partidos socialistas eran apoyados otro grupo de socialdemócratas y comunistas (compor los tipos de personalidad de la clase obrera re- puesto de aquellos menos antiautoritarios en sus volucionaria—. Sin embargo, esa tendencia abrió la personalidades subyacentes) para presentar un frenpuerta a la “falsificación” —para detectar diferen- te unido y una resistencia más fuerte a Hitler. Como cias potenciales entre lealtades políticas explícitas reflejo de su impaciencia hacia nociones de inevitay tipos de personalidad subyacentes (lo que Fromm bilidad histórica, y tal vez con un poco de malestar llamó creencias “manifiestas” y “latentes”). por los requisitos que exigía la investigación empíEsto fue exactamente lo que sucedió cuando se rica matizada, Fromm cedió a las predicciones: afirtabularon las respuestas. La gran sorpresa para el mó que los partidos antiautoritarios de izquierda sin equipo de investigación de Fromm fue que, mien- duda pudieron haber sido más eficaces. tras 82 por ciento de los encuestados se había adsLa relevancia del estudio del obrero alemán se crito a los partidos de izquierda (los socialdemócra- amplifica si comparamos a Fromm con Wilhelm tas y los comunistas) y a sus consignas socialistas e Reich; ambos fueron intérpretes originales y proideales de gobierno, pocos pudieron ser caracteri- fundos de los nazis y de otros movimientos autozados por el carácter revolucionario no autoritario ritarios que amenazaban con dominar Europa. profesado por los partidos de izquierda. Sólo 15 por Tanto el estudio del trabajador alemán de Fromm ciento era consistentemente antiautoritario en su como La psicología de masas del fascismo (1933), de estructura de carácter subyacente (tipo psicológi- Reich, surgieron de las inquietudes ideológicas e co) y en sus sentimientos más profundos. Por otro intelectuales de la izquierda psicoanalítica de Weilado, 25 por ciento de los simpatizantes de los parti- mar. Reich formuló sus temas mientras que Fromm dos socialistas mostraron disposiciones o ambigua- desarrollaba el proyecto de los trabajadores, y, en mente autoritarias (20%) o consistentemente auto- ese momento, ambos eran figuras marginales de ritarias (5%), que favorecían, por ejemplo, políticas la comunidad psicoanalítica de Berlín; ambos asupunitivas, como el castigo corporal. La mayoría de mieron que las lealtades partidarias de las masas los trabajadores comunistas y socialdemócratas en- alemanas manifestaban estructuras internas del cuestados yacían en algún punto intermedio. Tal carácter, y ambos trataron de dar al marxismo una como Fromm resumió los resultados, de forma re- psicología social que acogiera a Freud sin invocar su trospectiva y quizá demasiado simplista, hubo una concepto de un deseo de muerte o un instinto agremarcada “discrepancia entre las opiniones políticas sivo. Sin duda, Reich consideraba que Fromm desaconscientes de izquierda [de los trabajadores] y la tendía las represiones sexuales en la vida alemana, estructura de personalidad subyacente; una discre- y Fromm pensaba que Reich exageraba la sexualipancia que pudo haber sido responsable del colapso dad genital y descuidaba la investigación empíri[subsiguiente] de los partidos obreros alemanes”. ca; sin embargo, éstas eran las únicas diferencias Fromm nunca explicó por qué su equipo de inves- sustanciales entre ellos. Para junio de 1932, Reich tigación no tomó el siguiente paso lógico y trató de consideraba a Fromm como un aliado en el enfoque explicar cómo se originó tal discrepancia. marxista del psicoanálisis freudiano y le deseaba lo A pesar de este inconveniente, y de la tendencia a mejor: “Te necesitamos con urgencia”. Juntos, La que las minucias de la encuesta estorbaran la obten- psicología de masas del fascismo y Obreros y empleación de conclusiones generales, el estudio del obrero dos en vísperas del Tercer Reich iniciaron una notaalemán no tuvo precedentes por su amplitud e im- ble tradición en el estudio del autoritarismo.W portancia. Si bien Fromm presentó los resultados preliminares en Studies on Authority and the Family Traducción de Dennis Peña. [Estudios sobre la autoridad y la familia] (1936), no fue sino hasta este momento que decidió convertir Lawrence J. Friedman, historiador y profesor de el material del proyecto en un libro. Ahora la impor- historia en la Universidad de Indiana, es biógrafo, tancia de comprender la psicología detrás de las res- además de Fromm, del arquitecto Erik H. Erikson y puestas de los trabajadores al movimiento nazi era de los psiquiatras Karl y Will Menninger. a JUNIO DE 2013 Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A CAPITEL 50 años de ir al cielo y volver a la tierra ¿ DE JUNIO DE 2013 introducción a su variada y rica obra y a las transformaciones histórico-culturales que la hicieron posible.” biblioteca americana Selección y estudio preliminar de Mariana Ozuna Castañeda, ensayos críticos de María Teresa Solórzano Ponce e Irina Córdoba Ramírez, cronología de Rafael Mondragón 1ª ed., fce-flm-unam, 2012, 504 pp. 978 607 16 1233 5 $290 TODO EL TRABAJO ES COMENZAR breviarios 1ª ed., 2013, 225 pp. 978 968 16 1392 9 $110 Una antología general M A N U E L PAY N O Payno nació el mismo año en el que se restableció la libertad de imprenta en los llamados territorios imperiales: 1820; y aquello que podría parecer una mera coincidencia histórica fue el impulso de una larga carrera intelectual y diplomática que le permitió incursionar en diferentes géneros literarios —como la novela, la crónica de viaje, el ensayo o la estampa costumbrista— y producir una basta obra que puede conocerse en este volumen. Autor de Los bandidos de Río Frío, novela central de la literatura decimonónica mexicana en la que se describe el ambiente de injusticias, violencia y caos que dominó al país tras la guerra de Independencia, Payno es una figura poco conocida en nuestros días que este tomo vuelve a colocar en las manos de los lectores para “ofrecer una muestra representativa de la producción literaria, política e incluso geográfica del autor y servir como JUNIO DE 2013 cuando se vive un renacimiento de la cultura clásica. Así, se detiene en los grandes teólogos y escuelas más influyentes, reconstruyendo varias de las confrontaciones que entre ellas existieron y revisando las formas en las que estos filósofos articulaban su argumentación y pensamiento. Además de este título, hemos publicado en el Fondo: Historia de la filosofía del lenguaje, Perfiles esenciales de la hermenéutica y La semiótica. Teorías del signo y el lenguaje en la historia. E HISTORIA DE LA FILOSOFÍA MEDIEVAL M AUR ICIO BEUCHOT Miembro de las Academias Mexicanas de la Lengua y de Historia, y coordinador del Seminario de Hermenéutica del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la unam, Beuchot es un reconocido filósofo mexicano que ha desarrollado importantes líneas de pensamiento en el campo de la hermenéutica, fundando incluso la llamada hermenéutica analógica. En esta pequeña obra se adentra en el pensamiento medieval para ofrecer un intenso recorrido desde el desprendimiento de la tradición grecorromana en los albores del cristianismo hasta el siglo xv, Encontraría a Cortázar? Eso nos preguntamos ahora que comienza un año largo —que no un largo año, expresión en la que se insinúa un poco de tedio— de celebraciones en torno a la cincuentenaria Rayuela y a su autor, que el 25 de agosto de 2014 habría cumplido un siglo de vida. No hay fuente certera para fijar el día en que nació este libro, en Buenos Aires, bajo el sello de Sudamericana y tras una dolorosa gestación de al menos un lustro; hay quien dice que comenzó a respirar el 26 de junio, o el 28, pero no creemos que sea fácil establecer con tal precisión el cumpleaños de un libro, mucho menos si el alumbramiento ocurrió hace cinco décadas, pero lo indudable es que muy pronto Oliveira, La Maga, el frágil Rocamadour, Morelli y demás personajes conquistaron a los lectores. Apenas en agosto de 1963 se publicó la primera reseña de Rayuela, descrita ahí como “novela espesa”, y en octubre apareció otra que manifiesta la sorpresa de ciertos lectores de la época, pues desdeña todo lo que no ocurre en París al considerarlo “pura tipografía” (más de un amante de las formas de las letras percibiría un piropo en esa fórmula). Los festejos menudearán por aquí y por allá, aunque no faltará quien reste méritos a una obra cuya originalidad tal vez ahora no deslumbre tanto, pero no por falta de méritos propios sino por el anacronismo de leerla hoy y no cuando irrumpió como “contranovela” —así la describió en la solapa el legendario Francisco Porrúa, editor del texto—, como suma de algunos de los mejores cuentos que uno pueda encontrar, como retrato de un mítico París (que probablemente no existió en la realidad) en que la literatura, el exilio latinoamericano, la libertad sexual y el jazz formaban lo más parecido al Paraíso en la Tierra según los miles de jóvenes lectores que muy pronto se asumieron como cronopios (al cabo de la década de los sesenta se habían impreso casi cien mil ejemplares). EL FENÓMENO MIGRATORIO EN EL SIGLO XXI Migrantes, refugiados y relaciones internacionales CATHER INE W IHTOL DE WENDEN El fenómeno migratorio es un tema central en la diplomacia del siglo xxi: miles de personas atraviesan cada día fronteras impulsados por necesidades económicas, huyendo de conflictos a n 1992, el Fondo publicó dentro de la apabullante colección Archivos una edición crítica de Rayuela, coordinada por dos académicos muy cercanos a la casa: Saúl Yurkiévich y Julio Ortega, en la que se incluyen diversos textos que se ocupan del proceso de escritura y de la recepción de este clásico instantáneo. Incluye la pormenorizada comparación con el manuscrito de la novela, resguardado en la Benson Latin American Collection, de la Universidad de Texas en Austin; esa compulsa permite ver la maniática revisión que hizo Cortázar de su texto, así como conocer unos pocos capítulos luego eliminados del libro, entre ellos el conocido como “La araña”, en el que Traveler teje con hilo y pegamento una telaraña sobre el cuerpo desnudo de Talita, aunque al pasar ese boceto en limpio se hayan eliminado los nombres; tan esencial es ese texto que Cortázar habría de considerarlo “la base de todo el edificio”, aunque en un momento de lucidez comprendió que ese pasaje sobraba: “sin pensarlo más saqué la piedra fundamental, 19 NOV EDA DE S y por lo que he sabido después la casita no se vino al suelo”. También se reúnen una serie de elogiosos artículos sobre la novela y sus significados, varias entrevistas con el autor y la transcripción del Cuaderno de bitácora —que, editado por Ana María Barrenechea, había visto la luz en 1983—, en el que Cortázar fue tomando notas en torno a la obra en construcción y donde se registra, entre otras pequeñas joyas, la intención de cambiarle el nombre a un proyecto que venía llamándose Mandala: junto al primero de varios diagramitas del juego infantil, Cortázar dice “Creo que esto debe llamarse rayuela / (Mandala es pedante)” y agrega el nombre en francés e inglés, marelle y hopscotch, más un vocablo incomprensible: coxcoyilla, de resonancias mesoamericanas, aunque tal vez no sea sino una de las primeras manifestaciones del tan celebrado glíglico; páginas adelante agrega otros apelativos, del mexicano avión al gallego mariola, pasando por otra delicia léxica para referirse al juego de los tejos y los saltos: infernáculo. Decíamos que no es fácil reconstruir el acta de nacimiento del libro, pues en nuestra edición, hoy prácticamente inencontrable en librerías, se reproducen comunicaciones entre el novelista y Porrúa, que introducen algunas dudas sobre el momento en que realmente llegó a las librerías el primer cargamento de Rayuela. E l 15 de mayo de 1963 Cortázar apenas le anunciaba a su editor la redacción de las “instrucciones” de uso. Además, el 3 de junio escribe en una carta a su amigo Jean Barnabé que “terminé de leer las últimas pruebas de mi novela, y las envié por avión a mi editor. Si han llegado sanas y salvas, el libro aparecerá a mediados de julio”. Se sabe por otro lado que Antonio López Llausás, dueño de Sudamericana, propuso incluir un disclaimer respecto del género en que debía incluirse la obra —en una carta de comienzos de ese año Cortázar dice que “no me gustaría nada que pusieran el acento en el lado ‘novela’ de este libro”—, pero el 28 de junio acepta no poner esa nota explicativa. Así, si a mediados de mayo aún no estaba compuesto el primer pliego, si a comienzos de junio anticipaba la publicación para el mes siguiente y si a finales de ese mismo junio aún se debatía cómo presentar Rayuela a su público, es poco probable que el parto del libro haya ocurrido cincuenta años atrás del mes que corre. Más aún, en una carta del 26 de julio dirigida a Porrúa, Cortázar pregunta si recibió su telegrama describiendo cómo “esta vieja mano que escribió esas viejas páginas palpaba casi incrédulamente un volumen de fondo negro”. L a tapa de ese grueso paquete de hojas contenía un dibujo, hecho con gis, del juego que tantas alegrías ha regalado a los niños del mundo. La rayuela es una forma trivial de ir del cielo a la tierra, y de regreso, con ayuda de una piedrita que marca el avance y limita los lugares en que el saltarín jugador puede apoyarse. En la bitácora, Cortázar explora diversas configuraciones —la que tiene juntas las casillas del 2 y del 3, y las del 5 y el 6; otra en que los números del 4 al 6 se acomodan en triángulos—, como si buscara la que mejor englobara su idea del tránsito de los relatos “del lado de allá”, los parisinos, a los que ocurren “del lado de acá”, los porteños. La movilidad geográfica y anímica, celestial e infernal, servirá de inspiración a un proyecto plástico impulsado por María Luisa Passarge y Rogelio Cuéllar, quienes convocaron a decenas de artistas a recrear sobre un pequeño lienzo el espíritu de la gran novela hoy cincuentenaria. Del 26 de junio al 21 de julio —de seguro en ese lapso cae el verdadero cumpleaños del libro— podrá verse este homenaje colectivo en la Galería Luis Cardoza y Aragón de nuestro Centro Cultural Bella Época. Con acciones como ésta, cientos de lectores lograran encontrar, o rencontrar, a Cortázar. Tomás Granados Salinas 20 bélicos o bien buscando un futuro mejor. Dicha movilidad obliga a replantear concepciones esenciales como ciudadanía, soberanía o Estado-nación en un contexto en el que las sociedades se vuelven cada día más complejas y diversas. Esta importante obra, redactada por una especialista en la materia —quien además de ser directora en investigación del cnrs ha sido consejera sobre el tema para la ocde y la Unión Europea—, aborda esta problemática a la luz de lo que denomina una diplomacia de las migraciones, con lo que contribuye a la apertura de los márgenes de discusión para incorporar una visión más integral y propositiva sobre las políticas migratorias contemporáneas que escapa a los límites territoriales y cuestiona, entre otras cosas, lo que debemos entender hoy por identidad, mundialización o integración. sociología Traducción de Gabriela Vallejo Cervantes 1ª ed., 2013, 232 pp. 978 968 16 1321 9 $195 TERRITORIOS DEL TERROR Y LA OTREDAD ROGER BARTR A Originalmente editada en 2007 por Pre-Textos y ahora lanzada por el Fondo, esta serie de siete ensayos explora el tema del terror y la alteridad en Occidente, dos lados de una misma moneda que Bartra ha estudiado con lucidez y ahínco desde los inicios de su carrera. Si ya en El salvaje en el espejo y El salvaje artificial —publicados por esta casa en el volumen El mito del salvaje (fce, 2011)— el antropólogo había abordado los procesos de construcción identitaria a partir de la configuración de lo salvaje y del otro en Europa, ahora explora cómo en las sociedades posmodernas, afectadas por el terrorismo, marcadas por las migraciones y por las redes imaginarias de poder, se dan nuevos mecanismos de construcción de la identidad que así como amplían sus horizontes, empujan hacia la intolerancia y la sinrazón. Abordados desde una mirada antropológica, estos ensayos invitan a la reflexión, a la reconstrucción histórica de la figura del otro (así como de la amenaza que representa) y al cuestionamiento de la supuesta supremacía de la cultura occidental. LAS MUSAS DE DARWIN MARTÍN Y LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA JOSÉ SARUKHÁN Como todos los clásicos, esta obra sigue dando vuelos y ahora llega a su sexta edición. Inicialmente publicada en el ya lejano 1988 dentro de la colección La Ciencia desde México; en 1998 dentro de La Ciencia para Todos; después, para conmemorar en 2009 los 200 años del nacimiento de Charles Darwin, dentro de la serie Tezontle y ahora nuevamente en La Ciencia para Todos, Las musas… posee la gran virtud de acercar la vida y obra de uno de los científicos más revolucionarios de la historia mediante un relato novelado, que así como cautiva, instruye sobre el espíritu de la época, sobre las ideas de algunos contemporáneos a Darwin que influyeron en su célebre Sobre el origen de las especies —aquí se encuentran Lamarck, Charles Lyell, Robert Malthus o John Gould— y sobre algunos de los conceptos fundamentales de la teoría de la selección natural y su evolución. Título original y de una inteligencia destacable, esta nueva edición busca nuevos lectores para que se sumerjan y comprendan el origen de lo que somos. la ciencia para todos 6ª ed., 2013, 366 pp. 978 968 16 6856 3 $140 SEBASTIAN MESCHENMOSER Llegó la primavera y junto con ella el deseo de amar. Esto le ocurre a Erick, un pequeño puercoespín que una mañana descubre en el estanque a una bella dama, o lo que parece serlo, y entra en la angustia de los primeros enamorados: ¿qué debe hacer para conquistarla?, ¿cómo llamar su atención? Asesorado por su buen amigo Martín, comienzan a idear estrategias y aventuras para volverse famosos, para ser honorables y ganarse el corazón de la pequeña roedora. A partir de ese punto, Meschenmoser construye una fábula llena de humor y alegría en la que, conjuntando ilustraciones cándidas y elocuentes, así como situaciones profundamente irónicas, llega a los pequeños y no tan pequeños lectores para hablarles del amor y de esa búsqueda que motiva. ¿Pues qué no es la conquista del ser amado una aventura en la que uno se transforma, aprende y engrandece aunque no resulte como se esperaba?, ¿cuántas historias de éstas debemos atravesar para encontrar el amor verdadero? los especiales de a la orilla del viento Traducción de Udo Araiza 1ª ed., 2013, 64 pp. 978 607 16 1386 8 $95 filosofía 1ª ed., 2013, 141 pp. 978 607 16 1322 6 $130 a JUNIO DE 2013 Ilustración: E M M A N U E L P E Ñ A El canadiense Robertson Davies escribió novela, teatro, ensayo y crítica. En este texto, publicado en la revista Holiday en 1962, esboza una acertada tipología —que resulta casi una patología— de los bibliófilos, y entre confesiones y picantes anécdotas nos confronta con la universal, perenne, insaciable afición de acumular ejemplares con algún tipo de rareza ENSAYO El coleccionista de libros R O B E R T S O N D AV I E S H ace algunos meses visité a unos amigos en Irlanda que me llevaron a la casa de uno de sus vecinos: una mujer de la nobleza que, según ellos, se encontraba en dificultades económicas. Cuando entré a la biblioteca, me quedé sorprendido y supe de inmediato que si se decidiera a venderla podría ganar varios miles de libras. Asumí que tendría un gran aprecio por sus libros y traté de guiar la conversación hacia la literatura y el coleccionismo, pero no tuve éxito: sólo hablaba de labranza y jardinería, y del problema que representaba mantener una enorme casa sin la ayuda de un equipo de trabajo. Por fin le pregunté sin rodeos sobre su biblioteca. Sus ojos se empañaron. Por un momento sentí que había tocado un tema oscuro y doloroso, o que había demostrado algún tipo de descortesía estadunidense. Su respuesta me tranquilizó. —Supongo que es bastante linda —dijo— pero nosotros nunca le dimos JUNIO DE 2011 mucha importancia. Por ahí debe estar un volumen de Shakespeare en cuarto, pero hace mucho tiempo que no lo veo, y una primera edición de Orgullo y prejuicio, aunque es posible que se haya perdido. Ah, también tenemos la primera edición impresa del libro del Venerable Beda —aquí ella apuntó hacia un ejemplar de Historia ecclesiastica gentis anglorum que yo ya había identificado y cuya pasta colgaba desprendida— entre otras cosas. ¡Vaya que había otras cosas! Mientras los demás hablaban, hice una rápida inspección a los estantes; la biblioteca sufría gravemente por el descuido, pero aun así era una colección espléndida, no había nada en ella que un buen restaurador de libros, un poco de amor y jabón para cuero no pudieran arreglar. Mientras mi anfitriona se quejaba por su mala economía, le pregunté por qué no vender la biblioteca si al final no la tenía en gran estima. —No tengo la menor idea de cuánto pedir por ella —contestó—, hace muchos años conocí a un hombrecillo en una cena que me preguntó si tenía libros. Un estadunidense; era doctor, me parece. Yo le contesté que sí y le dije que pasara a verlos algún día. ¡Cree- rá que se apareció en mi puerta al día siguiente! Era justo la hora del té y teníamos invitados en casa, así que mi esposo salió y le dijo que no era un buen momento. Supongo que no lograron ponerse de acuerdo porque el hombrecillo nunca volvió. —¿De casualidad ese hombre se apellidaba Rosenbach? —pregunté. —Sí, así se llamaba —contestó ella—, y a mí me pareció alguien más bien molesto. Este encuentro debió ser una de las pocas derrotas del doctor Rosenbach durante su famoso viaje por Irlanda, en el que recolectó tantas piezas hermosas para sus clientes. La reciente biografía de Rosenbach, escrita por Edwin Wolf y John F. Fleming, no menciona este incidente que, para el doctor, sin duda carecía de importancia; sin embargo, para una señora que no ubicaba bien dónde estaba su Shakespeare en folio, recibir al comerciante de libros más astuto y que mejor pagaba de nuestros tiempos hubiera sido una oportunidad verdaderamente lucrativa. Esta anécdota me sirve para plantear la cuestión de cuál es el interés que la gente tiene por los libros. Aquellos que ante todo los consideran ob- a jetos de valor gritan al pensar en la oportunidad perdida de hacer negocios con Rosenbach. Aquellos que los aman desinteresadamente sufren al ver una gran biblioteca —quizás una incluso maravillosa— descuidada. Por supuesto, también habrá quienes se regodeen ante un espíritu aristocrático que privilegia una reunión del té sobre un negocio urgente. Este último punto de vista es, a nivel psicológico, inmensamente interesante; sin embargo, no tiene lugar en una discusión sobre coleccionistas de libros. Los integrantes del primer grupo, aquellos para quienes los libros son objetos de valor monetario para comprar y vender, sólo son interesantes cuando logran algo que se acerque a las proporciones de lo que hacía Rosenbach. Si compran y venden a una escala menor, bien podrían entrar al negocio de las estampillas difíciles de conseguir; igual que un sinnúmero de coleccionistas de todo género, ellos no son más que regatones y trocadores incitados ocasionalmente por alguna obsesión de completar un juego de objetos para los que ellos mismos han establecido límites arbitrarios. Por ejemplo, si un hombre decide conse- 21 EL COLECCIONISTA DE LIBROS guir ejemplares de todos los libros que Horace Walpole produjo en su imprenta privada de Strawberry Hill, entonces ese hombre se habrá impuesto una tarea difícil y cara, ya que las astutas falsificaciones siempre ensombrecerán semejante empresa. Tal persona podría ser, o llegar a convertirse, en un verdadero aficionado de Walpole; sin embargo, lo más probable es que la dificultad que implica coleccionar este tipo de objetos, así como el estatus particular que proporciona reunir una colección completa, sea lo que en verdad lo embelesa. ¿Acaso hay algo de malo en esa actitud? No, es similar a coleccionar pinturas de artistas famosos o de ciertas escuelas de pintura porque son valiosas y no porque sean de su agrado. Es una forma de conseguir reconocimiento y creo que en ocasiones es prueba de un espíritu creativo: si no se puede crear una obra de arte, al menos se podrá compilar una importante colección de ellas. Los museos y las galerías —y a través de ellos el público— tienen una gran deuda con este espíritu. No obstante, mi verdadera admiración está reservada para la gente que colecciona libros simplemente porque los ama. Si usted ama los libros, ¿por qué no podría ser una buena edición tan estimada como una primera edición o alguna con características especiales? En 1926 Edmund Wilson atacó a Rosenbach y a sus imitadores cuando dijo que “todo este negocio es tan profundamente aburrido para la gente interesada en la literatura como es fascinante para aquellos que, incapaces de adquirir cultura literaria, tratan de comprar la distinción que dan las letras al pagar precios inusuales por rarezas bibliográficas”. En parte, esta afirmación es cierta; no obstante, si visitamos las enormes bibliotecas de las universidades antiguas donde se preservan las colecciones de los amantes de libros del pasado, cada una como una unidad, pronto descubriremos mucho más. Dentro de esas maravillosas salas podemos sentir la presencia de algo noble, algo que ha sido decisivo en el ennoblecimiento de la mente del hombre. Percibimos los libros como objetos con más carácter que cualquier otro producto comercial a la venta. Es demasiado parca la afirmación de que Shakespeare es tan Shakespeare en edición rústica como en la hermosa edición de Nonesuch Press de 1929, o en el primer folio de 1623, pero no todos somos calvinistas literarios de tal magnitud. Valoramos la belleza tanto como valoramos las asociaciones, así que no creo que podamos ser objeto de burla sólo porque preferimos a nuestros héroes vestidos apropiadamente. El esnobismo de coleccionar libros es lo que provoca repulsión. Supongamos que nuestro amigo el coleccionista nos muestra su primera edición de Zuleika Dobson, de Max Beerbohm; con placer tomamos el grueso libro café sabiendo que fue esta misma edición y en esta misma forma placentera que Max vio por primera vez su creación presentada al mundo: por un momento estamos en el Londres de 1911. Pensamos con afecto en el autor y casi nos parece verlo a través del abismo de 50 años que nos divide. Es entonces cuando nuestro amigo el coleccionista empieza a presumir un poco: su ejemplar, nos dice, es un Gallatin 8(b); además, tiene el marco ornamental del lomo estampado en verde y no en dorado. Nos insta a no confundirlo con un 22 simple Gallatin 8b, un objeto inferior impreso en 1912 y —según la mareada eminencia del poseedor de un Gallatin 8(b)— poco digno de conservarse. Es probable que empecemos a hartarnos de nuestro amigo el coleccionista y le digamos que nosotros sólo tenemos la edición de Modern Library, que leemos cada año con creciente estima. Lo anterior bien podría ser mentira, pero de alguna manera tenemos que poner al imbécil en su lugar. Sus tonterías antiliterarias nos orillan a un puritanismo bibliográfico. Lo anterior es una posibilidad pero siempre puede ocurrir lo peor. Podríamos empezar a desear su tesoro. Tal vez no codiciemos su casa ni a su esposa (prueba fehaciente de su mal gusto), ni su buey ni su asno, pero deseamos su libro con fervor y llenos de intolerancia. Sabemos cuánto le costó porque no se lo ha podido aguantar; se lo compró a un librero en Inglaterra (a quien llama “mi librero” como si fuera de su propiedad) y le costó menos de veinte dólares, una suma considerablemente menor a la que hubiera tenido que pagar en Nueva York por el mismo libro. Nosotros tenemos veinte dólares en nuestro bolsillo justo ahora, pero el dinero no es lo que importa en este momento, ni nuestra habilidad, al final, para conseguirnos un Gallatin 8(b) de Zuleika. Es su libro el que queremos y lo queremos en ese momento. Es en este estado febril que los hombres han robado. Los coleccionistas de libros a menudo se sienten tentados a hurtar y, si no tienen un carácter de hierro, seguro lo harán. En su Books and Bidders, Rosenbach sucumbe ante la tentación: cuando aún no decidía si podría comprar el ejemplar del Prólogo de Johnson que Garrick usó en Drury Lane en 1747, deseó que fuera lo suficientemente débil para robárselo. Si alguna vez robó, tendrá que responder por sus hechos ante una distinguida compañía: los amigos del fundador de la Biblioteca Bodleiana, sir Thomas Bodley, tenían que vigilarlo; antes de que el papa Inocencio X consiguiera la triple tiara se vio inmiscuido en un escándalo relacionado con el robo de un libro de la famosa colección perteneciente a Montier; don Vicente, un monje del convento de Pobla, en Aragón, asesinó a varios coleccionistas para hacerse de sus libros, y, claro, hombres en posiciones políticas privilegiadas como los cardenales Mazarino y Richelieu se robaron bibliotecas enteras con el pretexto de dividir las propiedades de enemigos del Estado; por su parte, el poeta Frederick Locker-Lampson confesó que estuvo a punto de casarse con lady Tadcaster para conseguir sus cuartos y folios de Shakespeare. Este tipo de codicia es indescriptible y tan terrible que no se la deseo a nadie. Yo no veo mucha diferencia entre robar y lo que podríamos llamar “tomar prestado con ciertas reservas mentales”. Consiente en mi corazón de este mal (¡ay, mi corazón, que combate al monstruo en lo obscuro de la noche y en los crepusculares rincones de las bibliotecas!), por muchos años utilicé un ex libris que incluía la amonestación del doctor Johnson: “Olvidar regresar un objeto prestado (o pretender hacerlo) es la forma más humilde de robar”. Me pregunto si los sinvergüenzas que me han robado se han tomado siquiera el tiempo para despegar la etiqueta de mis libros. Dejando de lado a todas aquellas criaturas que valoran los libros por las razones equivocadas, considere- mos ahora a los verdaderos coleccionistas, sujetos magníficos como usted y yo. ¿Por qué coleccionamos libros? No existe una respuesta única u honesta. No es sólo por el amor a la belleza, que podría ser el motivo principal de los coleccionistas de pinturas, muebles o vajillas. El amante de los libros tendrá siempre algunos hermosos libros en sus repisas, pero también poseerá algunos objetos nada gratos. Uno de mis grandes favoritos es un libro de bromas, fechado en 1686, horrible y mal impreso; está manchado y mal cortado, y de alguna forma sugiere su paso por los bolsillos de varias generaciones de veterinarios mientras iban al baño, pero es una rareza. Sin embargo, puedo decir que no es su rareza lo que me atrae; cuando lo leo me transporta casi tres siglos atrás, al reinado de Jacobo II, y sus chistes —horrendos, francos e indecentes— son más agradables que si los tuviera en una reimpresión moderna y cuidada. Para el coleccionista de libros el sentido histórico es cuando menos tan fuerte como su amor por la belleza. Claro, las cualidades únicas son valiosas, pero sólo un hombre rico puede aspirar a poseer un gran número de libros que no tenga par en el mundo. Tengo un modesto ejemplo: un ejemplar de Punch and Judy de George Cruikshank, que contiene todas las pruebas presentadas al editor, Prowett, tomadas directamente de su libreta de apuntes. Las grandes colecciones, como la de Pierpont Morgan, se componen de cientos de volúmenes únicos. El más notable en este sentido es, por supuesto, el propio manuscrito del libro. Morgan adquirió el exquisito y conmovedor guion original de La rosa y el anillo, de Thackeray, con las ilustraciones en acuarela del propio autor; existe una edición facsimilar y también es lo suficientemente difícil de encontrar como para considerarse una agradable posesión. Este tipo de objetos son caros; Rosenbach pagó 14 500 libras por el manuscrito de Alicia en el país de las maravillas en un momento en el que la libra valía casi cinco dólares. Un interesante tipo de libro único es aquel que los comerciantes describen como “extra ilustrado”. A principios del siglo xix la gente hacía ese tipo de libros por su propio placer. Una persona que adquiriera la biografía de su héroe personal bien podría también poseer un buen número de retratos, paisajes e incluso cartas escritas por el propio héroe; el dueño las habría enviado al encuadernador junto con el libro y después de un tiempo le habrían regresado un solo tomo, bellamente encuadernado, con todas las pinturas y cartas montadas con esmero sobre hojas añadidas injertadas al texto. Libros así pueden ser de gran interés y valor, o pueden ser simples baratijas; depende del gusto del dueño original. Yo tengo uno o dos libros de este tipo sobre el teatro y para mí las añadiduras les otorgan su valor; sin embargo, no soy tan tonto como para pensar que bien podrían interesarle a cualquiera que no haya sido hechizado por el teatro de principios del siglo xix. Los coleccionistas, si tienen un espíritu anclado en la realidad, deben decidir a temprana edad si lo que están juntando es una colección de libros cuyo valor esperan que se incremente con el tiempo o simplemente una colección que les provoca placer. Aquel hombre que espere obtener la fama póstuma el día en que su biblioteca sea tragada por las fauces de una a universidad, nunca debe perder de vista dicha meta: los bibliófilos profesionales se abalanzarán sobre sus libros y no tardarán en menospreciarlo si poseía ejemplares o material sin valor y ¡vaya que los legatarios son rápidos para detectar piezas que no se ajustan a sus elevados estándares! No obstante, el hombre que coleccione por placer puede comprar cualquier cosa que sea de su agrado, sin preocuparse de que cuando muera puedan tildarlo de urraca ni de que los comerciantes vendan a diez centavos cada uno de los libros que él amó. Sí, tendrá algunas piezas valiosas, pero como objetos sueltos es improbable que alcancen las ofertas posibles si hubiera controlado sus deseos y sólo hubiera comprado los ingredientes de una colección coherente. En este mundo, el hombre que puede donar a su alma mater cada libro y borrón de manuscrito que haya poseído Button Gwinnett o que se haya relacionado con él, sin duda tiene mayor estatura que el que importuna al bibliotecario de la universidad con nada más que retazos atractivos. El primero hará que el gwinnettista le esté por siempre en deuda; así, pizcas de incienso, en forma de notas a pie de página, le serán lanzadas a su pira funeraria. “El desaparecido Enoch Pobjoy, con quien los gwinnettistas están agradecidos por la luz que su colección arrojó sobre las disposiciones sanitarias expuestas por Gwinnett” es lo que será ese coleccionista, pero ¿qué hay del coleccionista que vivió sólo para el placer? Bueno, en lo que a mí concierne es el único coleccionista que en verdad importa. Es un hombre que ama y lee los libros. Los ama no sólo por lo que le dicen —aunque ésta es su razón principal—, sino por su apariencia, su tacto y, sí, incluso por su olor. Es un hombre que podría regalar sus libros, pero que nunca piensa en conseguir la mohosa inmortalidad con su biblioteca. Su relación con los libros es una pasión alegre y revitalizante. Si consideramos lo molestos que son los libros, es asombroso el número de coleccionistas que uno llega a conocer. Los libros son una molestia desesperante; una biblioteca de apenas unos cuantos miles de volúmenes ancla a un hombre a una casa porque mudarlos sería una molestia inmensa. Yo mismo enfrenté la penosa prueba de una mudanza y, sin importar cuánto me concentrara en la realidad, mi mente se estancaba en los cálculos temibles de los anaqueles a los que podría aspirar en la nueva casa. ¿Será necesario sumergirme en el horror de un almacén, un infierno para los libros, en el sótano?; o —la esperanza se niega a morir— ¿será posible imaginar algún nuevo arreglo que me permita localizar cualquier tomo en un parpadeo? Lo que nunca puedo hacer es deshacerme de algunos libros o renunciar a comprar más. Supongo que eso es lo que en verdad significa ser un coleccionista de libros.W © Curtis Brown, New York, USA. Traducción de Dennis Peña. Robertson Davies, además de amante de los libros, fue un reconocido escritor canadiense. JUNIO DE 2011 Ilustración: I S O L El artista, un niño que ha sobrevivido Compartimos con nuestros lectores las palabras que Isol pronunció a comienzos de este mes al recibir en Estocolmo el Astrid Lindgren Memorial Award 2013. Escueto pero profundo, este discurso es un sutil manifiesto sobre la imaginación en la edad adulta IS OL ————————— S u Alteza Real, señoras y señores, queridos amigos (sé que no conozco a todos aquí pero, si aman los libros, los considero bastante amigos míos): Me siento muy honrada de estar aquí, recibiendo este inmenso regalo. En mi torpe inglés quiero agradecer a todos los miembros del jurado por darle tanto valor a mi trabajo, por prestarle atención aun siendo de un país tan lejano, por hacerlo conocer, ¡por disfrutarlo! Estoy feliz porque este premio pone de relieve a los que pensamos la ilustración como un lenguaje profundo y rico, con voz propia. En los libros ilustrados podemos contar muchísimas cosas a través de colores, líneas y formas, y eso, a su vez, deja al texto respirar con otra libertad. Lamentablemente, cuando crecemos, perdemos contacto con la expresión plástica, mientras que de niños todos somos expertos en la materia. No pienso que deba limitar mi imaginación porque es un libro para niños. ¡Al contrario!: ¿qué lector es más exigente que un niño? Con todo lo que tienen para descubrir, más bien tengo que estar a la altura de esa increíble curiosidad. A mí me inspira lo salvaje, lo ridículo, lo contracultural que tienen los niños. Ellos están fuera de las convenciones; se la pasan preguntándose acerca de todo. Es por eso que los elijo como mis personajes principales. Los puntos de vista del artista y el niño tienen muchos aspectos en común. Una vez oí que un artista es un niño que ha sobrevivido. No me gustan los libros que me dicen lo que tengo que pensar, y creo que no es respetuoso del otro cerrar la lectura en un solo significado. Lo que es realmente inspirador con los libros es sentir que uno descubre algo propio a través de una obra pensada por otra persona. Eso me pasa con los libros que más amo: los que me compartieron su poder. Este momento es muy emocionante porque puedo sentir que mis libros llegaron hacia ustedes y fueron disfrutados de esta forma, fueron queridos. Siento que detrás de este premio hay mucho amor: por los libros, por los niños y adul- JUNIO DE 2011 a tos, por el arte y la vida. Ese mismo amor que Astrid Lindgren mostró, ese mismo coraje. Si somos sinceros, en cada obra los autores nos exponemos un poco, mostramos la propia piel, preparamos la casa para una fiesta. Y abrimos la puerta esperando que venga a visitarnos el lector y le guste lo que preparamos. Y si hay suerte, surge esa relación gozosa que no se puede predecir, que es tan real como es intangible. Pero ustedes, con este fabuloso premio, la hacen visible. Ustedes promueven y valoran esta impredecible relación para que siga floreciendo. Ustedes sostienen que hacer libros para niños tiene mucho valor. ¡Tanto, que incluso merecemos obtener dinero por nuestro trabajo! En un mundo tan dominado por otros valores de lo que es exitoso o competitivo en el mercado, el alma (Astrid Lindgren Memorial Award) es una decisión fuerte y trascendente. No parece una mera coincidencia que las siglas de este premio remitan en español al “alma”. Estar aquí, viviendo este sueño que yo pensaba tan improbable, me hace pensar en una canción que a veces canto y se llama “Youkali”, de Kurt Weill, que habla de una isla al borde del mundo donde los deseos se hacen realidad, donde los amores se recuperan, donde vive la esperanza, el ansia de la humanidad. La canción al final dice que Youkali es una fantasía… pero los que amamos la literatura sabemos que a veces ciertas fantasías nos llevan a descubrir grandes realidades. Y los libros son muy buenos barcos para llegar a lugares como esa isla, ese holm,1 que hoy pienso debe ser bastante parecida a Estocolmo en primavera. ¡Muchas gracias, desde mi alma!W Isol, narradora, ilustradora, cantante y amiga de esta casa, ha publicado una decena de títulos en el Fondo. 1 Holm significa “isla” en sueco. 23