El contrato mercantil

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.EL CONTRATO MERCANTIL.
1. Perfección.
En el ámbito del Derecho civil, el contrato se perfecciona cuando hay
oferta y aceptación.
Antes de que esta concurrencia se produzca, puede mediar un periodo
más o menos largo, en el que los interesados procuran perfeccionar el
negocio jurídico contractual por medio de tratos preliminares. Pero lo
cierto es que, en el ámbito de la contratación mercantil, estos tratos
preliminares no son muy frecuentes.
Las que si suelen estar presentes en este género de contratos son la
oferta y la aceptación, en la simple exposición de los productos y en la
realización de los actos necesarios para su adquisición.
Los contratos mercantiles perfeccionados por el consentimiento, deben
constar por escrito para ser válidos; se trata de los denominados
contratos formales. También existen contratos mercantiles que requieren
la entrega de la cosa objeto del contrato (contratos reales).
Se entiende por oferta una declaración de voluntad encaminada a la
perfección de un contrato y comprensiva de los elementos esenciales
del mismo. Los requisitos de la oferta son dos:
La oferta debe contener todos los elementos esenciales del
contrato que se propone; así, la cosa y el precio, si se trata de
una compraventa.
Debe ir formalmente orientada a la celebración del contrato.
En el tráfico mercantil es cada día más frecuente que la oferta vaya
dirigida en general; lo que tiene lugar en supuestos de promoción del
contrato mercantil mediante la oferta publicitaria.
La aceptación es una declaración unilateral de voluntad, dirigida al
proponente del contrato y debe ceñirse a los términos de la oferta.
Debe dirigirse al oferente porque no puede ser emitida a su destinatario
natural, que es el proponente del contrato. Y debe ser concordante con
la oferta; porque, si no lo es, si introduce modificaciones sustantivas en el
contenido de ésta, estaríamos ante un contraoferta y no ante una
verdadera aceptación.
Pero la aceptación ha de reunir otras condiciones.
Debe ser oportuna, temporánea o tempestiva, queriendo significar que
ha de producirse dentro de plazo; lo cual acontece siempre que la
aceptación tiene lugar antes de la revocación de la oferta o de la
extinción del término fijado por el oferente. En cuanto a la forma no es
sustancial, también se puede hacer tácitamente, por medio de actos
concluyentes que exterioricen inequívocamente la voluntad de
aceptar.
Cuando los contratantes están presentes en un mismo lugar, la
declaración de la aceptación y su conocimiento se efectuará
simultáneamente; en cuanto el destinatario de a oferta se manifiesta su
aceptación. Éste es el momento en que se perfecciona el contrato,
pero este principio sufre una quiebra cuando las personas están en
lugares distintos y la comunicación entre ellas debe efectuarse por carta
o por correspondencia, telégrafo, correo electrónico, fax….
La cuestión estriba en determinar en qué momento y en qué lugar se
produce la perfección del contrato; cuestión que no es meramente
académica, porque:
El momento de la perfección del contrato puede ser decisivo en
orden a determinar hasta cuando es revocable la oferta.
El lugar de celebración del contrato puede ser determinante
para establecer la norma legal aplicable.
A tal respecto, se han formulado cuatro teorías:
La de la declaración conforme
a la
cual el contrato
perfecciona en el momento y en el lugar en que se declara o
emite la aceptación.
La de la expedición, que exige para la perfección del contrato
no la mera emisión de la voluntad de aceptar, sino que la
aceptación sea remitida o expedida al oferente
La de recepción, según la cual no es suficiente con que el
aceptante declare y expida su aceptación, sino que es necesario
que le mensaje en que ésta se contiene sea recibido por su
destinatario.
La de cognición según la cual la perfección del contrato
solamente se produce cuando el oferentes, una vez recibida la
aceptación, toma conocimiento efectivo de ella.
Nuestros dos Códigos sustantivos civil y de comercio que hallándose en
lugares distintos el que hizo la oferta y el que la aceptó, hay
consentimiento desde que el oferente conoce la aceptación o desde
que, habiéndose remitido el aceptante, no pueda ignorarla sin faltar a
la buena fe; el contrato, en tal caso, se presume celebrado en el lugar
en que se hizo la oferta.
Con referencia a los contratos celebrados por teléfono, no hay
inconveniente en admitir:
Que, en orden al momento de la perfección, es como si os
contratantes estuviesen presentes en un mismo lugar: la
declaración de la aceptación y su conocimiento por el oferente
se producen al mismo tiempo.
Que, en cuanto al lugar, es de aplicación la normativa de
contratación entre ausentes.
2. Forma.
El formalismo contractual propio del los Derechos primitivos es llamado
principio espiritualista o de la libertad de forma.
Los contratos serán obligatorios cualquiera que sea la forma en que se
hayan celebrado, siempre que en ellos concurran las condiciones
esenciales para su validez. Serán validos y producirán obligación y
acción en juicio los contratos mercantiles cualesquiera que sean la
forma y el idioma en que se celebren, con tal que conste su existencia
por alguno de los medios que el Derecho civil tenga establecidos.
Con referencia al Derecho mercantil, se ha de señalar que el principio
espiritualista no está exento de excepciones. Según el C de C:
Los contratos que, con arreglo a este Código o a las leyes
especiales, deban reducirse a escritura o requieran formas o
solemnidades necesarias para su eficacia.
Los contratos celebrados en país extranjero en que la ley exija
escrituras, formas o solemnidades determinadas para su validez,
aunque no las exija la ley española.
Aparece así la distinción entre:
Contratos formales, que son aquellos para los que la Ley
establece unas formas determinadas. El problema que presenta
es saber cuáles son las consecuencias jurídicas de la
inobservancia de la forma legalmente prevista.
Contratos no formales que son los que pueden celebrarse en
cualquier forma.
Los contratos que no llenen las circunstancias respectivamente
requeridas no producirán obligación ni acción en juicio.
3. Prueba.
Forma: hace referencia al medio concreto en el que se exterioriza
la voluntad contractual, es totalmente necesaria porque si el
contrato no es revestido de ninguna forma no será válido,
aunque verbalmente sirve.
Prueba: medio para demostrar la existencia del contrato, aunque
no lo valida.
El C. de c. menciona algunas reglas probatorias concretas:
Los libros de los empresarios serán apreciados por los tribunales
conforme a las reglas generales del Derecho.
La prueba de testigos no será por sí sola bastante para probar la
existencia de un contrato cuya cuantía exceda de 9.02 €.
La correspondencia telegráfica: siempre que los telegramas
reúnan las condiciones o signos convencionales que previamente
hayan establecido los contratantes, sí así lo hubiesen pactado.
Los libros y póliza de los agentes colegiados harán fe en juicio.
4. Interpretación.
Lo establecido en el C. de C.:
Para interpretar un contrato hay que llevar a cabo todo lo
establecido en el C. de C., o el ppio Dcho común.
Se interpretarán de buena fe y según los términos usados en él.
Se prohíbe la tergiversación del sentido recto, ppio y usual de las
palabras.
El principio de “favor debitoris” puede tropezar con dos
inconvenientes, que cuando tienen lugar hay que seguir el C.C.
Establecer cuál de los dos contratantes es el deudor.
Exigencia del justo equilibrio de las contraprestaciones.
5. Cumplimiento.
Puesto que el cumplimiento de los contratos requiere su previa
interpretación, los contratos de comercio se ejecutarán y cumplirán de
buena fe.
Ésta es la primera pauta a tener en cuenta en orden al cumplimiento de
los contratos mercantiles: la buena fe que debe presidir toda actividad
empresarial concretamente las cláusulas, condiciones que se apliquen a
la oferta o promoción de productos o servicios.
Por lo demás, son aplicación al contrato no solo los preceptos del C. de
c., sino también las disposiciones del C.c
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